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GUBERNAMENTALIDAD AMBIENTAL EN CHORRILLOS
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FELIPE ROJAS ARIAS Y CAMILA GÓMEZ CARO Las relaciones entre el ambiente y los seres humanos pueden ser vistas a partir de diversas perspectivas, desde aproximaciones totémicas, naturalistas y animistas, según el recorrido hecho por Descola (Descola, 2001), hasta dialécticas, constructivistas, fenomenológicas, entre otras (Escobar, 2005). El debate central que nos plantean Descola y Escobar es entender la relación entre lo humano y lo no humano desde dos posiciones básicas, separada del mundo de la cultura o articulado a él. Desde la primera perspectiva, la naturaleza se entiende como una entidad aparte y con existencia independiente del mundo de los seres humanos, es decir una externalidad de la cultura. En la segunda, se hacen evidentes los tránsitos de una visión dualista a otras formas de relacionarse con la naturaleza que no la separan del mundo de los seres humanos, sino que la acogen como constitutiva de éste. Sin embargo, los límites entre estas dos formas de interacción con el medio pueden llegar a ser difusos. La investigación etnográfica1 nos brinda una perspectiva de cómo se han construido las nociones de lo natural y de qué manera operan en el mundo cotidiano, de cómo puede haber una confluencia entre la noción dualista y la constructivista. En Chorrillos, una vereda ubicada en la vía Suba-Cota km 7, se hace presente entre los campesinos una manera particular de concebir, entender y relacionarse con la naturaleza, a saber, la agricultura. Esta forma de interactuar con el ambiente pone en escena una noción dualista, pues entiende que la naturaleza existe independiente de los seres humanos, pero a la vez constructivista, pues le da a sus vidas unos significados particulares dependientes de la relación con la naturaleza. En suma, la agricultura se encuentra en un punto difuso entre ambas formas de relacionarse con y entender la naturaleza. Los grupos campesinos ejercen el oficio de la agricultura como una forma de vida y de interacción con su entorno. A través de la domesticación de las plantas (cultivos), usos del suelo, del agua, domesticación de animales, extracción de alimentos y materias primas, los campesinos se relacionan con la naturaleza. Esta se constituye como un elemento que les provee formas de vida material, pero también simbólicas, pues implica unas tradiciones, significados, relaciones con los ancestros y futuras generaciones. Es la agricultura una constante coproducción entre los campesinos y la naturaleza, “una co-evolución entre organismo y ambiente” (Escobar, 2005). En consecuencia, no es propiamente una 1
El trabajo de campo que desarrollamos tuvo lugar en el año 2010 en el sector dos de Chorrillos (son tres sectores). Hicimos observaciones participantes y no participantes, charlas informales y entrevistas semi estructuradas. Esta investigación se extendió desde septiembre hasta noviembre del mismo año, en vistas periódicas semanales.
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relación dualista, sino más bien, un cuestionamiento a esta forma de concebir el ambiente, una relación que plantea la codependencia e interacción constante. La naturaleza produce al campesino y el campesino produce a la naturaleza, siendo la agricultura el puente de la interacción. En este sentido, los campesinos de la vereda Chorrillos establecen una relación con la naturaleza a través de la agricultura que no se corresponde necesariamente con los modelos dualistas. No obstante, esta interacción se ve intervenida por la aplicación de las políticas públicas respecto al ambiente, la agricultura, la educación, entre otras, que plantean nuevas formas de ejercicio de la agricultura y de comprensión de la naturaleza y, con ellas, otras maneras de relacionarse con el medio. Chorrillos ha sido en la última década objeto de las políticas de la alcaldía de Bogotá a través de instituciones como el Hospital y la Alcaldía Local de Suba y la Secretaría de Integración Social. Ello ha implicado tensiones (aunque no en todos los casos) entre las formas de concebir el oficio de la agricultura y el entorno por parte de los campesinos, en contraposición con la racionalidad estatal que plantea modelos meramente dualistas. En otras palabras, la relación humano-naturaleza que plantean las instituciones a través de las políticas públicas no se corresponde en su totalidad con la manera de relación que establecen los campesinos, por lo que ambas racionalidades entran en tensión. Estas políticas públicas se encuentran enmarcadas en planes de desarrollo globales que entienden a la agricultura y a la naturaleza como unas fuentes de riqueza, y cuya meta principal es la explotación del ambiente como elemento esencial para el crecimiento económico. A través de estas lógicas los gobiernos buscan generar crecimiento económico bajo el desconocimiento de otros modelos de naturaleza y de relación con el ambiente. En este sentido, las instituciones se encuentran en una carrera en pro del desarrollo rural, cuyos componentes se remiten a lo social, lo económico y lo político, desde unas lógicas ambientales dualistas. Sus componentes atraviesan la agricultura, la educación, la salud, entre otros elementos. Ahora bien, habiendo explicado qué entendemos por la relación entre los seres humanos y la naturaleza en el caso particular que estamos trabajando, así como el contexto general de la intervención de las instituciones de gobierno, la pregunta de investigación que planteamos es: ¿cómo las instituciones distritales de gobierno intervienen en la forma como los habitantes de la vereda Chorrillos se relacionan con la naturaleza a través de la agricultura? Este cuestionamiento implica ver las formas de intervención y las políticas públicas, las maneras de relación entre humanos y naturaleza, las respuestas y estrategias de los habitantes de la vereda y las tensiones, negociaciones y disputas que la intervención distrital supone.
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La política pública Durante el periodo 2005-20082, la vereda de Chorrillos fue objeto de una serie de políticas ambientales que rigieron a la ciudad de Bogotá, entre las que se encuentra la Política Ambiental Distrital. La Alcaldía Local de Suba implementó para este periodo, el Plan de Desarrollo Económico, Social y de Obras Públicas para SUBA D.C 2005-2008. Este último se llevaría a cabo bajo el programa Sostenibilidad Urbano-Rural, cuyo principal objetivo fue el reconocimiento del ámbito rural como complementariedad del ámbito urbano. Iniciando entonces con la Política Distrital Ambiental (PDA), los principios que la rigen básicamente son: Calidad ambiental para el desarrollo humano integral; Desarrollo sostenible como proyecto social y cultural; Preeminencia de lo público y colectivo; Ecoeficiencia de la función y las formas urbanas; Transformación positiva del territorio; Gestión ambiental urbano regional y Liderazgo nacional y articulación global3. En función de ellos es posible realizar un primer análisis enfocado en cómo desde la política distrital se concibe la noción, uso y función de la naturaleza. Por tanto, es importante traer la idea de naturalismo de Descola (Descola, 2001). Este se caracteriza por crear un dominio específico, “un lugar de orden y necesidad, donde nada ocurre sin un una razón o una causa” (Decola, 2001), particularidades que en términos de la relación con el ambiente hacen del ser humano un sujeto capaz para intervenir, adecuar o modificar la naturaleza. Esta forma de concebir al ambiente es dualista en tanto concibe a la naturaleza como un dominio que subsiste independiente de los humanos, pero que no por ello no puede ser intervenido. Esto hace evidente que el mundo de los humanos se entiende como el que domina la relación naturaleza-humanos y, por consiguiente, tiene la capacidad y derecho de hacer uso del ambiente a su gusto. Por tanto, la naturaleza es objeto de transformación, una intervención hecha en función de proyectos ambientales y económicos. Esto la posiciona como gestora de desarrollo, un desarrollo entendido como sostenible en la medida que vela por el “cuidado” y la “preservación” del medio ambiente, sin dejar de lado la necesidad de explotación que se ejerce sobre la naturaleza. Existen además en esta política pública dos componentes: el carácter social y el cultural. En estos la naturaleza no sólo juega el rol de ser objeto de explotación, sino que determina escenarios en los cuales la comunidad expone sus percepciones sobre el medio ambiente, hace visibles las problemáticas que en materia ambiental existen y da a conocer su comprensión y entendimiento sobre la naturaleza (en teoría, pues las lógicas de los campesinos no son en realidad muy tenidas en cuenta a la hora de implementar estos planes de desarrollo). Otro de los aspectos destacados en el PDA es la ecoeficiencia, comprendida como la función y uso de la naturaleza desde una perspectiva ecológica, que da un uso racional y es ambientalmente Si bien el trabajo empírico fue realizado en 2010, las políticas que analizamos son del periodo 2005-2008, pues más allá de ver el discurso que plantean, nos interesaba ver parte de sus efectos, lo cuales no pueden ser vistos sino en años posteriores. 3 Alcaldía Local de Suba. Fondo de Desarrollo Local. Veeduría Distrital 2
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responsable con las transformaciones del territorio. Bajo la PDA el territorio local de Chorrillos se entiende como el espacio donde confluye la integración de lo urbano-rural y regional con fines productivos. Una vez más una lógica de explotación del territorio.Ahora, esta idea de ambientalmente amigable se hace visible en las prohibiciones hechas a los habitantes sobre el uso de un cierto tipo de insumos químicos que son considerados dañinos. Ante esto, los pequeños productores se resisten, pues consideran que es la única manera de conseguir que sus cultivos produzcan lo suficiente para consumir e, incluso, vender. Esta política ambiental se comprende en mayor grado haciendo énfasis en intereses globales por el “cuidado”, “preservación” y explotación del medio ambiente. No es posible entender las dinámicas ambientales sin pensar en el contexto global bajo el que están planteadas. Colombia se suscribe a un número de acuerdos internacionales que rigen su economía, la forma de hacer política y la manera como se debe manipular, intervenir y comprender el medio natural que lo rodea; desde los proyectos de producción limpia, eficiencia energética, gestión de residuos industriales, entre otros. Cabe resaltar algunos de los convenidos multilaterales firmados por Colombia: Convenio sobre diversidad biológica CDB, Convenio marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático –UNFCC, sólo por mencionar algunos. Lo que se destaca es la confluencia de escenarios locales y globales en el desarrollo de fenómenos sociales. No es posible entender lo que sucede en la escala de lo local sin tener en cuenta su relación con lo global. Los planes de desarrollo y las políticas públicas que intervienen en Chorrillos se encuentran acordes con las posturas mundiales respecto al cuidado, entendimiento relación y explotación de la naturaleza. Un discurso que tiene que ver con una nueva manera de pensar al ambiente no sólo como un recurso inagotable, sino como una entidad que hay que cuidar y conservar. Si bien se sigue entendiendo a la naturaleza bajo una postura dualista y se expresa la necesidad de continuar con el desarrollo, se le adiciona el componente de sostenibilidad. El cambio de postura respecto al ambiente como una entidad frágil y que necesita cuidado, permite concebir el desarrollo como uno de los causantes de su destrucción. Ante esto, y bajo la necesidad de continuar con el crecimiento económico, surge el desarrollo sostenible como una retórica que busca o pretende “conservar” y “cuidar” a la naturaleza sin obstaculizar el desarrollo. En este sentido, la naturaleza no se puede pensar fuera de un contexto económico. Las dinámicas del neoliberalismo le otorgan importancia al mercado, pues este interviene en todos los planos de la vida social, desde la política, hasta la cultura y la economía. Bajo este contexto, la naturaleza adquiere un valor en sí misma, desde lo cual se gesta un cambio en la concepción del ambiente, es decir se le concede protección en tanto ésta es fuente de la producción de capitales. En otras palabras, la naturaleza se conserva para poder convertirla en bien
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mercantil de recursos genéticos, en producción de medicamentos, alimentos y cosméticos (Escobar, 1996). En consecuencia, el neoliberalismo fue precursor de un cambio discursivo. Se pasó del discurso del desarrollo, a un discurso del desarrollo sostenible, para luego implantar la noción de biodiversidad, como una nueva forma de explotación del medio ambiente, bajo retóricas de “conservación” y “sostenibilidad” que legitimaran su accionar (Escobar, 1996). Sustentado en esta noción sobre el “cuidado” y la “preservación” de la naturaleza la Alcaldía Local de Suba, en cogestión con el Sistema Ambiental de Suba, la Secretaria Distrital del Medio Ambiente, la CAR, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) y el Hospital de Suba desarrollaron el Proyecto 0251. La iniciativa se centró en la formación empresarial en agricultura ecológica urbana, el fortalecimiento de los servicios de educación ambiental y la creación de experiencias para el uso de los recursos naturales con el propósito de fortalecer el desarrollo ambiental de la localidad. Destacamos los términos cuidado y preservación, con el ánimo de ver en ellos estrategias de racionalización de la naturaleza. Estos mecanismos se instauran en la forma de concebir el medio ambiente y son la justificación por la cual se avala la intervención del suelo. Un ejemplo de esto, fue el programa Red de Seguridad Alimentaria Para Pequeños Productores De Las Zonas Rurales de Bogotá, en el que treinta y cinco familias de la Vereda de Chorrillos participaron. Esta iniciativa tuvo como propósito brindar semillas a la comunidad para el autoconsumo, optando por el cultivo de alimento de manera orgánica (sin químicos), sin desligar totalmente los saberes y costumbres tradicionales. Dentro de los lineamientos del programa, la seguridad alimentaria pretende conservar la biodiversidad y los recursos naturales. Con este fin, hace que los campesinos utilicen los recursos bajo unas lógicas específicas que velan por disminuir los daños al medio ambiente, entre las que está el uso de pesticidas orgánicos. No sólo, entonces, las políticas públicas expresan un modo particular de pensar, son su vez, una herramienta de gobernabilidad, un mecanismo a través del cual se instaura un poder que valida y determina cómo debe usarse y cómo debe entenderse la naturaleza. Las políticas públicas, sus programas y mecanismos de ejecución son la expresión de una perspectiva de entendimiento sobre lo natural. Aunque al parecer sólo representan al medio ambiente, estas políticas se inmiscuyen en sectores económicos y en ámbitos sociales. Muestra de ello fue una de las mesas territoriales realizadas por distintas entidades distritales y la comunidad de Chorrillos. Cabe resaltar que la citación a esta reunión no fue precisamente la discusión de problemáticas sociales de toda la vereda con todos sus habitantes, sino que fue un llamado hecho sólo a las familias beneficiadas por los programas de asistencia en mercados del Distrito. En dicha reunión, varios líderes comunitarios, entre ellos mujeres, participaron y trataron de discutir con las autoridades competentes sobre algunas problemáticas y en general sobre el desarrollo de proyectos de salud, asistencia escolar,
seguridad alimentaria, entre otros, en la vereda, realizados por estas instituciones. Si bien el papel de las organizaciones distritales es velar por el cuidado de los miembros de la comunidad, este tipo de actividades no es sólo una forma de protección, pues es posible entenderlo también como un recurso mediante el cual la administración distrital, a través de sus entidades, posesiona un modelo de desarrollo que debe implantarse en el territorio que gobierna. En otras palabras, más allá de ser una reunión en pro de la comunidad, se considera un mecanismo de gobierno. Las problemáticas tratadas son vistas a la luz de la racionalidad ambiental que ostentan las entidades de distritales.
Tensiones e intereses políticos, dos formas de concebir la naturaleza
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Como mencionamos anteriormente, estas políticas públicas plantean unas nuevas formas de relacionarse con la naturaleza y de ejercer el oficio de la agricultura. Son intervenciones plagadas de tensiones entre ambos actores, léase Distrito y campesinos, en tanto la racionalidad de las instituciones no se corresponde en su totalidad con los modelos locales de naturaleza. Las discrepancias empiezan por los fines que ambos actores, comunidad-distrito, se plantean en sus interacciones mutuas. Por un lado se encuentran la comunidad y la junta de acción comunal, que pretenden obtener unos fines determinados para la vereda, siendo uno de los principales la instalación de las redes de saneamiento básico. Por su parte, las instituciones distritales pretenden la elaboración de proyectos productivos y la implementación de unas políticas que modificarían no sólo el paisaje, sino también las dinámicas y prácticas de los habitantes de la vereda. Por medio de estos mecanismos lo que las instituciones buscan es ejercer dominio, gobierno y control sobre estas poblaciones (Franky, 2010). Pues bien, los habitantes se resisten a muchas de estas formas de intervención, empezando porque sus fines no se corresponden con los de las instituciones, pero también porque sus formas de concebir al medio son, en gran parte, distintas. Por ejemplo, una campesina de unos aproximados 60 años, nos comentaba que los funcionarios del Hospital les decían que no podían cultivar en esas tierras porque estaban contaminadas y que sus niños no podían ejercer la agricultura porque debían estudiar. La manera como ella nos comentaba estos hechos era en son de crítica a estas directrices. Para ella, la posición de la institución iba en contravía con sus formas de vida y relación con la naturaleza, pues el oficio de la agricultura representaba un modo de relación con la tierra, pero también con sus ancestros que le enseñaron a ejercerla. Es este oficio una herencia que debe ser entregada a los nietos e hijos, por lo que al negarles trabajar la tierra, sus formas de vida se ven intervenidas. Esta señora aseguraba que lo único que le podía dejar a sus hijos y nietos era el aprender a cultivar la tierra, pues solo así tendrían una forma de ganarse la vida. Para ella, el trasmitir
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el oficio, bajo una forma de concebir la relación con la tierra de apego y arraigo, llevaba implícito valores económicos, sociales, simbólicos y morales; una manera digna de ganarse la vida y de preservar las costumbres de los ancestros. Otro campesino nos comentaba que los funcionarios les decían que no podían tener tantos animales y que debían usar ciertos insumos químicos ambientalmente “no dañinos” para cultivar. La forma en la que ejercía la agricultura se veía ahora intervenida por las directrices institucionales. A lo que nos referimos es que las formas en las que el Distrito concibe que las relaciones entre los campesinos y la naturaleza deban ser entabladas son, en muchos aspectos, diferentes a como los agricultores mismos entienden el ejercicio de la agricultura. Las ideas de preservación del medio y de productividad entran a jugar un rol importante en la manera en que las instituciones orientan sus políticas e intervienen en el oficio de la agricultura. El plantear el uso de ciertos insumos, la prohibición de tener muchos perros y gatos y una concepción de que la naturaleza es una entidad aparte, sin entender la relación de arraigo de estos campesinos hacia la tierra, genera tensiones. Con todo, no se puede pensar que todas las políticas públicas entran en contradicción o son rechazadas por los habitantes de la zona, pero su capacidad de agencia les permite reinterpretar, acoger, rebatir o rechazar algunos aspectos de la política pública. Es preciso aclarar que tampoco vemos una total contraposición entre algo que llamaríamos tradicional y lo moderno o progresista. Las dos formas de concebir el ambiente se oponen en el algunos aspectos, mientras que confluyen en otros, con lo que aclaramos que no existe como tal algo tradicional, anclado al pasado totalmente, pero sí unas modelos de naturaleza que ejercen resistencia. Unos modelos que han sido históricamente construidos y elaborados, por lo que su arraigo cultural se resiste a las modificaciones externas a la vez que incorpora elementos que le son útiles. Por ejemplo, el uso de insumos químicos, visto como no tradicional, fue adoptado como parte la agricultura de estos campesinos, mientras que el “trabajo” infantil y el apego por la tierra como proveedora son elementos que se resisten a ser transformados. Componentes nuevos y viejos confluyen en la relación naturaleza-humano que se establece en y a partir de la agricultura. Ahora, como mencionamos anteriormente, durante una mesa territorial se debatieron muchos temas en torno a las problemáticas que aquejaban a la vereda. En ella pudimos dilucidar cómo las nociones de problema para el Distrito eran unas, como por ejemplo el consumo de alcohol, o que los niños no asistieran al colegio, mientras que los habitantes del sector insistían en que sus problemas eran la falta de saneamiento básico, la inseguridad, entre otros. Además, los habitantes de la zona sostenían que ellos no necesitaban escuchar una y otra vez los problemas que ya conocían sino llegar a su resolución. En este sentido, no hay una correspondencia entre las racionalidades de ambas partes. Esta reunión era en sí misma un mecanismo de gobierno y control sobre la población, se to-
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maban datos, se hacían censos, se hablaba de proyectos. Una población que es calculada, medida, es una población que es más proclive a ser intervenida por proyectos políticos e imbuida en mecanismos de poder. En este punto de la tensión ponemos de presente la relación entre saber y poder, que nos plantea Foucault, es decir esa relación entre las tecnologías de gobierno y las formas de conocimiento, que permiten el ejercicio del poder sobre la población (Foucault, 1991). Así, por ejemplo, el conocimiento experto de acuerdo a sus pruebas químicas ha establecido que esa tierra está contaminada, lo que viene a servir de sustento para el poder ejercer una coacción según la cual los campesinos no pueden cultivar en esos terrenos. Los conocimientos de químicos y médicos sirven para legitimar la intervención, por medio de la política pública, en la manera como los campesinos se relacionan con la naturaleza. A su vez, los funcionarios expertos en educación e infancia sustentan la idea de que los niños no deben ejercer la agricultura sino estudiar. Los habitantes de la zona recibían constantes visitas de parte del Hospital se Suba en las que se hacían censos, algunas jornadas de salud, se tomaban muestras del suelo y la tierra, entre otras formas de medición técnica. A partir de estos datos se trataban de legitimar las políticas públicas. Por su parte, otro mecanismo que se pone en escena es el chantaje como forma de coerción aparte del conocimiento experto. El saber legitima unos accionares determinados, pero cuando esto no es suficiente entra el chantaje como herramienta para hacer valer los fines de la política. En la mesa territorial se les decía a las personas que si no continuaban en la reunión se les iban a quitar los mercados que les daba el Distrito. También, sostenían que si no acogían lo que se les ordenaba, podían verse abocados a perder la custodia de sus niños u otro tipo de sanciones. El chantaje es un medio cuyo fin es la consecución de los intereses que el Estado tiene sobre esta población. En este caso en particular la implementación de unas políticas en torno al ambiente, la educación, la salud y la agricultura. Los funcionarios del Distrito lo usaban muy a menudo durante la reunión. Las prebendas paternalistas que dan las instituciones, como por ejemplo los mercados, son un arma de doble filo, pues a partir de ellas se ejerce una coerción. El dar mercado, el proveer de fiestas, como el día del campesino, actividad patrocinada por las instituciones de gobierno, le permite al Distrito estar en una posición de privilegio frente a la población. Si esta no se acoge a sus intereses se podrá ver avocada a perder estas prebendas. Para entender el ejercicio del gobierno y el poder, usamos la noción de gubernamentalidad de Foucault que se entiende como “el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas, que permiten ejercer esa forma específica, tan compleja, de poder, que tiene como meta principal la población; como forma de saber primordial la economía política; como instrumento técnico esencial, los dispositivos de seguridad” (Foucault, en Ulloa, 2004). Este concepto de gubernamentalidad puede
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ser articulado con la ecología política en el concepto de gubernamentalidad ambiental. En este trabajo tomamos la noción de Lemos y Agrawal, quienes en su texto, Enviromental Governance, definen la gubernamentalidad ambiental como “los procesos regulatorios, mecanismos y organizaciones a través de los cuales los actores políticos influencian las acciones ambientales y sus resultados” (Lemos y Agrawal, 2006). En Chorrillos la Alcaldía Local utiliza sus instituciones (Secretaría de Integración Social y Hospital de Suba), así como mecanismos (entrega de mercados, sanciones, mesas territoriales) y organizaciones (mujer y género, junta de acción comunal) para influir en la forma como los habitantes de la zona se relacionan con el territorio. A través de sus instituciones, que gozan de expertos que poseen un conocimiento, se ejercen unos mecanismos de poder, entre los que se encuentran el chantaje, la voz del saber experto, las sanciones legales, así como las reuniones periódicas. En la mesa territorial a la que hacemos alusión, los habitantes se veían constantemente coaccionados por mecanismos de regulación e influencia en pro de los fines que un actor político, léase el Distrito, tiene sobre la comunidad (el desarrollo de unos proyectos y la aplicación de unas políticas). Este ejercicio del poder claramente influye en las prácticas y formas de relacionarse y pensar la naturaleza, pues contravienen el modo en el que los habitantes de la zona conciben al ambiente. Es decir, son maneras de coerción sobre el accionar respecto al ambiente, puesto que si la agricultura es vista como una forma de relacionarse con la naturaleza que le imprime al medio unos significados materiales y simbólicos para los campesinos, la intervención sobre la manera en que este oficio se ejerce cambia las dinámicas de la relación. Estas transformaciones suponen enfrentamientos en la manera como los habitantes acogen, rechazan o reinterpretan la política pública. En consecuencia, hablamos de gubernamentalidad ambiental, puesto que el Distrito busca intervenir en las acciones respecto al ambiente, modificando el ejercicio de la agricultura y las formas en la que los campesinos se relacionan y conciben su entorno. Esto se hace a través de muchos mecanismos, entre los que se encuentran las instituciones del Distrito y su conocimiento experto, las coerciones como las sanciones y las prebendas. Dos racionalidades entran en conflicto, pues las apuestas que hacen en torno a la naturaleza son distintas y sus fines políticos divergentes. Pero la implementación de estas políticas públicas y sus mecanismos de acción no sólo permiten la consecución de los fines del Distrito, por el contario, los habitantes de la zona hacen uso de los mecanismos de las instituciones a favor de sus intereses. Para Franky y Mahecha, es necesario entender “la forma en que la población intenta instrumentalizar esas mismas estrategias, tácticas e intereses de las autoridades a favor de sus propios proyectos políticos” (Franky y Mahecha, en Palacio, 2010). Los habitantes de Chorrillos asisten a estas mesas territoriales, usan las estrategias del Distrito e interactúan con éste, en pro
Para cerrar En este escrito hemos articulado las tensiones existentes entre el sector estatal y una comunidad semi-rural de Bogotá en la forma como se concibe la naturaleza, teniendo como uno de los objetivos analizar el rol y el discurso presentes en las políticas públicas. Para hacerlo, nos hemos valido de las teorizaciones hechas por Descola y Escobar, respecto a las maneras de entender y relacionarse con la naturaleza. A su vez, usamos el concepto de gubernamentalidad ambiental, de Lemos y Agrawal, el cual nos permitió comprender la manera en que se
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de conseguir uno de sus fines principales, la construcción de las redes de saneamiento básico. Es decir, usan su capacidad de agencia, puesto que buscan conseguir un fin particular. Se puede pensar que la relación entre ambos actores puede ser desigual en tanto el Distrito tiene el poder para ejercer unas políticas sobre la comunidad. Sin embargo, la forma en la que los campesinos usan los mecanismos del gobierno en pro de sus intereses es latente en las interacciones entre los actores. Asisten para que se les entreguen mercados, para que se les hagan celebraciones, como el día del campesino, y para que finalmente, en medio de tantos trámites y mecanismos burocráticos puedan obtener sus redes de saneamiento. En resumen, ejercen contrapeso a las políticas institucionales, a pesar de la existencia de poderes desiguales. Otro aspecto que resalta el papel de la agencia se hace evidente en que “uno de los espacios más esperanzadores e interesantes para la construcción de una filosofía ambiental, es la defensa de modelos locales de naturaleza por parte de ciertos movimientos sociales. Estos movimientos pueden ser vistos como intentos de creación de mundos económica, ecológica y culturalmente diferentes y, por tanto, como proyectos de modernidad alternativa y posiblemente de alternativas a la modernidad” (Escobar, 2005). Los campesinos no sólo buscan hacer valer sus intereses en cuanto a las redes de saneamiento básico sino que, además, rescatan sus formas de ejercicio de la agricultura y relación con el ambiente. En suma, los campesinos de la zona se resisten a las directrices de las instituciones, demostrado su capacidad de negociación y reinterpretación de lo que se les impone. Reivindican sus formas “tradicionales” de vida, en tanto contienen un significado que se remonta a sus ancestros. Los campesinos afirman que deben preservar el oficio de la agricultura en sus hijos y nietos no sólo como forma de subsistencia, sino como parte de la tradición familiar. Aseguran que el oficio ha pasado de generación en generación, desde sus antepasados y que debe transmitirse. Resistirse a cambiar sus formas de vida tiene que ver con perpetuar unas maneras particulares de relacionarse con la naturaleza y con hacer valer unas formas locales de relación con el ambiente como alternativas a las racionalidades modernas de explotación de los recursos y de dominio indiscutido del humano sobre la naturaleza.
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intervienen las formas de relación con el ambiente. Dicho análisis nos permite sugerir las siguientes afirmaciones. La principal estrategia de intervención realizada por el Distrito a la forma en que los habitantes de Chorrillos se relacionan con la naturaleza es la implementación de políticas públicas en aras de “conservar” y explotar el medio ambiente bajo lógicas racionalizadas. A su vez, otros mecanismos fueron la educación en el manejo del ambiente, los proyectos productivos, las organizaciones comunitarias como Mujer y Género, que determinaron ciertas formas de relacionarse con la naturaleza. El chantaje y las acciones represivas fueron otros medios de intervención. Estas estrategias se enmarcaban en una racionalidad dualista por parte del Distrito que entiende al ambiente como una entidad aparte de los humanos, como un recurso a explotar y del que sacar provecho económico; mientras que los campesinos reivindican sus formas de relación tradicionales con la naturaleza por medio de la agricultura. Este oficio, trasmitido de generación en generación, es una herramienta de significación y de subsistencia que marca las formas de vida material y simbólica de los campesinos como forma “alterna” a la modernidad. El Distrito quiere cambiar sus maneras de desarrollar el oficio de la agricultura y relacionarse con la naturaleza, como ejercicio de gobierno y poder, pero también como forma de hacer valer estrategias globales de explotación del ambiente que están bajo el discurso de la biodiversidad, promovido por el neoliberalismo. Este discurso propende por la conservación para la obtención de provecho económico, es decir por la implantación de políticas en pro de la generación de capital y mercantilización de la naturaleza (Escobar, 1996). En contraste, los campesinos hacen valer su agencia resistiéndose bajo formas de entender la naturaleza y de relacionarse con ella “alternas” a los discursos modernos de explotación, cuantificación y dominación. Las políticas públicas hacen parte de agendas globales que buscan la explotación del medio bajo nuevas retóricas discursivas. En este contexto, los campesinos de Chorrillos se ven abocados a luchar, reinterpretar, proponer o acoger lo que la política pública les demanda. Para hacerlo, la comunidad juega con las estrategias y dinámicas propuestas por la institucionalidad. A través de estas estrategias reivindican sus formas de concebir la naturaleza y ejercer la agricultura pero también buscan la consecución de sus intereses. De lo anterior se desprenden tensiones entre dos racionalidades e intereses, las cuales se ponen en escena en medio de las interacciones de los actores.
Bibliografía:
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