Guía de lecturas. Soportes de la información y su contexto histórico I. Víctor Cid Carmona Compilador. Modalidad de Educación Abierta y a Distancia

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Author:  Raquel Vera Sosa

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Guía de lecturas Soportes de la información y su contexto histórico I Modalidad de Educación Abierta y a Distancia

Víctor Cid Carmona Compilador

Secretaría de Educación Pública Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica Dirección General de Educación Superior Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía México 2000

Secretaría de Educación Pública Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica Dirección General de Educación Superior Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía Soportes de la información y su contexto histórico I (Serie guías de autoaprendizaje) Modalidad de Educación Abierta y a Distancia Primera edición 2000 ISBN 970-18-3094-6 Impreso en México Copyright MM Escaneo: Alejandra Arellano Delgado Rosa Laura Aquino Sumaro Diseño editorial: Ivonne Bautista Carmona

ÍNDICE Gudiño Kieffer, Eduardo y Torres Varela, Hilda. Historia y cuentos del alfabeto. p. 21-31................................................................................................................

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia del libro. 2ed. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1988. p. 17-30 (El libro oral o la prehistoria del libro), p. 39-47 (Conjeturas sobre el nacimiento de la escritura), p. 30-39 (El desarrollo de la escritura), p. 17-39 (La protohistoria del libro, El desarrollo de la escritura)................................................................................................

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia del libro. 2ed. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1988. p. 48-68.........................................................................

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Martínez de Sousa, José. Pequeña historia del libro. 2 ed. Barcelona: Labor, 1992. p. 13-18...........................................................................................................

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Bernal, John D. Historia social de la ciencia. I. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1987. p. 89-96.......................................................................................

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Bernal, John D. Historia social de la ciencia. I. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1987. p. 237-280....................................................................................

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Bernal, John D. La ciencia en la historia. 5a. ed. México: Nueva Imagen, UNAM, 1981. p. 89-115.......................................................................................................

89

Bernal, John D. La ciencia en la historia. 5a. ed. México: Nueva Imagen, UNAM, 1981. p. 136-152.....................................................................................................

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Bernal, John D. La ciencia en la historia. 5a. ed. México: Nueva Imagen, UNAM, 1981. p. 185-205......................................................................................................

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Bernal, John D. La ciencia en la historia. 5a. ed. México: Nueva Imagen, UNAM, 1981. p. 185-205.....................................................................................................

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Meeren, Marie Vander. El papel amate, origen y supervivencia. en Arqueología mexicana. v. IV, 23 (enero-febrero, 1997) p.70-73.....................................

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De la escritura al libro. Barcelona: Promoción Cultural, 1976. p. 49-68...............................

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1193. p. 67-82.......................................................

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Escolar Sobrino, Hipólito, Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 99-114.....................................................

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 121-133...................................................

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Guía de lecturas

Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 135-146....................................................

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 318-343....................................................

221

Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 344-368....................................................

231

Díaz Barriga Castañeda, Alfredo y Magaña Avila, Rubén. México y el mundo en la antigüedad. México: Ediciones Pedagógicas, 1983. p. 32-44/120-129........................................................................................................

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Ayala Falcón, Maricela. El nacimiento de la escritura en Atlas Histórico de Mesoamérica. México : Larousse, p. 67-73.......................................................

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Gutiérrez Solana, Nelly. Códices de México: historia e interpretación de los grandes libros pintados prehispánicos. México: Panorama, 1985. p. 7-23........................................................................................................................

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Foncerrada de Molina, Marta. Cacaxtla: la iconografía de los olmeca-xicalanca. México: UNAM, 1993. p. 147-150............................................................

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Valles, E. Atlas de Historia Universal. Barcelona: Jover, 1988. Tarjeta B-7.........................

291

Sánchez Mariana, Manuel. Introducción al libro manuscrito. Madrid: Arco Libros, 1995. p.12-31......................................................................................

295

Sánchez Mariana, Manuel. Introducción al libro manuscrito. Madrid: Arco Libros, 1995. p.31-48......................................................................................

309

Brookfield, Karen. La escritura. México: Aguilar, Altea, 1994. p.24-25..................................

321

Brookfield, Karen. La escritura. México: Aguilar, Altea, 1994. p.26-29........................................

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Millares Carlo, Agustín. Introducción a la historia del libro y de las bibliotecas. México: FCE, 1971. p. 73-88.............................................................................

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Millares Carlo, Agustín. Introducción a la historia del libro y de las bibliotecas. México: FCE, 1971. p. 113-134..........................................................................

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Gudiño Kieffer, Eduardo y Torres Varela, Hilda. Historia y cuentos del alfabeto. p. 21-31

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Vamos a contar la historia de las letras, o sea la historia de nuestro alfabeto que se llama alfabeto romano o latino y, además, es diferente de los alfabetos que usan muchos otros pueblos del mundo, aunque el sistema de todos los alfabetos sea el mismo. Pero no nos adelantemos. Esta historia es apasionante y larga. Como que es la historia del hombre y necesita ser contada por partes. Expresión y comunicación El hombre tiene dos formas muy características de exteriorizar su conducta desde los tiempos más remotos, y éstas son la expresión y la comunicación. Cuando el hombre se expresa, exterioriza lo que piensa o lo que siente, y para eso se vale de formas naturales y artificiales. Expresa naturalmente su alegría cuando ríe o cuando canta, su dolor o su pena al quejarse o llorar. Pero también puede expresar sus sentimientos utilizando formas artificiales, como cuando dibuja, pinta, compone música o un poema. Si el hombre desea compartir sus pensamientos o sus sentimientos con alguien más, con una persona de su familia, o con un amigo, o con alguien desconocido a quien encuentra inesperadamente, es decir cuando el hombre desea comunicarse, necesita valerse de expresiones que sean comprensibles para los demás. Sólo de esa manera dos o más personas se comunican, entablan un diálogo. Esas expresiones que son comunes a personas, a grupos de personas, o a pueblos, constituyen su lenguaje. Lo que hacen esas personas es intercambiar signos (unos emiten y otros reciben) que resultan comprensibles para todos. Cuando muevo la cabeza de izquierda a derecha o de derecha a Izquierda, o cuando la muevo de arriba hacia abajo, hago un signo y mi amigo sabe que, en el primer caso dije «no», y «sí» en el segundo. Como cuando agito la mano al cruzarme con una persona, ésta entiende que la estoy saludando. Quien recibe el signo se vale especialmente de los sentidos para comprender: la vista, el tacto y el oído parecen ser los sentidos más aptos para recibir estos signos expresivos. El olfato,y el gusto participan mucho menos. Una forma de comunicación visual -vale decir que en ella interviene la vista- se logra por medio de gestos y mímica, aunque la intensidad de estas expresiones varíe según las personas, las clases sociales y los pueblos o grupos hurnanos diferentes. Entre algunos grupos humanos la gesticulación exagerada se considera una falta de educación. Sin embargo, todos sabemos que algunos pueblos como los del sur de Europa, que son en general más vehementes y efusivos (el caso de los italianos y entre ellos en especial los napolitanos), se valen para expresarse de gestos y mímica, cuando no de gritos, muchísimo más que otros pueblos europeos del norte. Los actores del teatro que se dedican a la pantomima pueden llegar a alcanzar una enorme perfección en su arte de expresar todo tipo de sentimientos, de ideas, de acontecimientos, sin recurrir en ningún momento al lenguaje hablado. Otro buen ejemplo lo dan los sordomudos quienes mediante un verdadero lenguaje que les es común logran mantener largas cónversaciones. Encontramos otras formas de lenguaje óptico en el uso de señales con banderas o luces (muy usado entre barcos), con fuego o con humo (sistema común entre los griegos antiguos y entre algunas tribus indígenas). Los semáforos y las indicaciones colocadas en las rutas, sobre tablillas o discos, para los automovilistas, demuestran que el mundo moderno no ha renunciado de ningún modo a valerse de ciertos signos que componen un lenguaje comprensible para todos. Hay muchas maneras de comunicación por medio del tacto, pero nos son más familiares el apretón de manos, el abrazo, las caricias, eI beso. Un leve roce o un codazo discreto crean inmediatamente un clima de complicidad entre dos personas. Tal vez no haya ejemplo mejor que el de Helen 8

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KeIler para demostrar la eficacia de todo un sistema de comunicación que utilizan los sordomudos y que consiste en modos diversos de presionarse las manos. Entre las formas más familiares de recepción por medio del oído se encuentran el silbido y los aplausos. Algunos orientales como los chinos acostumbran, al concluir un espectáculo, golpear con los pies el escenario, repetidamente, en señal de saludo y de agradecimiento al público. Entre los norteamericanos el silbido puede indicar adhesión y aplauso, mientras que entre nosotros silbar un espectáculo indica rechazo. Pero el sistema más importante de comunicación auditiva es el lenguaje hablado. Todas estas formas o sistemas de comunicación humana a que hemos aludido tienen sin embargo un alcance limitado. Obran de manera momentánea y cada expresión exige ser repetida toda vez que se desea decir la misma cosa. Además, sólo son válidas entre personas que se encuentran próximas, vale decir que resultan ineficaces cuando quienes desean comunicarse se encuentran distantes. El hombre es el único ser vivo que habla. Al menos eso es lo que creemos, porque algunos sostienen que los animales y las plantas también poseen un lenguaje aunque por el momento sólo es comprensible para ellos. Sin embargo, ¿por qué creer que no puede Ilegar el día en que también podamos comprender el lenguaje de los árboles o de los pájaros? No hace muchos años creíamos que la luna era inalcanzable y se la utilizaba como un símbolo de algo imposible. El hombre ha resuelto problemas mucho más difíciles, ¿por qué no éste? El hombre, decíamos, es.el único ser vivo que habla y sin embargo no siempre habló. Algunos hombres de ciencia creen que empezó a hablar hace alrededor de treinta y cinco mil años y otros que hace mucho menos. Es posible que nunca lo sepamos con certeza y no es esto lo único acerca de lo cual somos ignorantes. Se supone que el hombre primitivo se expresaba más o menos como lo hace un niño muy pequeño, por medio de grititos, de sonidos, de gestos. Mucho más tarde, habló. Pero debieron pasar otra vez muchos miles de años hasta que el hombre aprendió a escribir, es decir a transformar esa lengua hablada en lengua escrita. Y aquí nos detenemos, porque ésta de cómo hizo el hombre para llegar a escribir eso mismo que hablaba es nuestra próxima historia. Los primeros mensajes Cuando el hombre necesitó comunicarse con quienes estaban lejos o, simplemente, dejar dicho algo en forma permanente, inventó un sistema gráfico de signos y recurrió a dibujos. Se cree que el hombre empezó a dibujar alrededor del año 20.000 antes de Nuestra Era.* Para otros estudiosos recién fue a fines de la Edad de Piedra, durante la Era Paleolítica en los años. -10.000. Los hombres de ese tiempo vivian en cuevas o cavernas, eran artesanos (construían con piedras sus herramientas y utensilios, y tal vez con huesos y madera), cazaban animales, encendían el * Para mayor claridad, de ahora en adelante identificaremos con un signo - (menos) a los siglos o años ubicados antes de Nuestra Era o Era Cristiana, prefiriendo este signo a las múltiples abreviaturas usuales (aC., aJC., a.EC., etc.). Se sobrentiende que los siglos o años que no lleven ninguna aclaración ni el signo - (menos) pertenecen a los de Nuestra Era. Cuando hablamos de siglos anteriores a Nuestra Era contamos de atrás hacia adelante. Vale decir que el siglo -XI, por ejemplo, comienza en el año -1100 y termina en el -1001.

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fuego, y enseñaban a sus hijos a hacer esas mismas cosas, ya que entonces no existían escuelas, ni casas, y como todavía no habían inventado la rueda, tampoco tenían carros para auxiliarse. El hombre dibujaba lo que veía, especialmente animales.

Figura 1

Luego dibujó hombres como él.

Figura 2

Así como el hombre se expresó primero emitiendo gruñidos y haciendo gestos más tarde aprendió a hablar, en sus dibujos y pinturas hizo primero figuras inmóviles y tiempo después les dio movimiento.

Figura 3 Sin duda los hombres hacían estos dibujos para comunicar noticias. Cazaban para alimentarse y para defenderse y cuanto más cazaban mayor era el prestigio que tenían entre los de su grupo. Los dibujos que se conservan en las cuevas de Lascaux (Francia) y de Altamira (España) (Fig. 4) nos cuentan del éxito de esos hombres en sus cacerías. Seguramente también celebraban ceremonias religiosas frente a esos dibujos que eran testimonios de acciones, ofrendas a los dioses, y servían para invocar ayuda y obtener nuevos triunfos. Muy pronto estos hombres primitivos aprendieron a dar color a sus pinturas. Usaban carbones y ocres; los ocres son un tipo de arcillas con las que se obtienen hermosos amarillos y rojos. Si el hombre quería comunicar algo que había sucedido, por ejemplo que habían matado a cinco bisontes, podía hacerlo con dos dibujos nada más. Uno representaba al cazador y para eso pintaba a un hombre con una flecha en la mano (como en la Figura 3); si se trataba de dos cazadores, junto a la figura del hombre colocaba dos rayitas verticales // . Lo mismo hacía con el animal; dibujaba un bisonte (similar al de la Figura 1) y al lado colocaba la cantidad /////. De esta manera consiguieron representar muchas cosas de su vida cotidiana: lo que hacían, la 10

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caverna en que vivían, sus utensilios, y hasta representaron a los hechiceros o sacerdotes de sus cultos. Cuando más tarde se hacen agricultores, aparecen en sus dibujos la lluvia y los árboles. Estos dibujos o pictogramas hoy se consideran las primeras pinturas conocidas. No son "obras de arte",si usamos esta expresión con el mismo sentído que cuando hablamos de las obras de Goya, de Tíziano o de Picasso, pero en algunos casos podrían llegar a considerarse como tales. A este tipo de pintura le damos el nombre de pintura prehistórica. Las más antiguas que conocemos están en Europa, y algunas algo más tardías, en África. Las descubiertas en otros continentes como América y Asia son muy posteriores. Con el andar de los siglos, estos pictogramas o pictografías serán los antepasados de la escritura, que comienza recién alrededor del año -3.300, es decir en el siglo -XXXIV.

Figura 4

Los signos pictográficos eran descriptivos y representativos de seres, cosas y acciones. Bastaba mirarlos para saber qué querían decir. No era necesario hablar la misma lengua para comprenderlos. La escritura, en cambio, no representa a cosas ni las describe, lo que hace es representar al idioma, al habla, y lo hace por medio de signos que son abstracciones que tienen el mismo valor y el mismo significado para todos los que hablan un mismo idioma, por alejados que estén.

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia del libro. 2ed. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1988. p. 17-30 (El libro oral o la prehistoria del libro), p. 39-47 (Conjeturas sobre el nacimiento de la escritura), p. 30-39 (El desarrollo de la escritura), p. 17-39 (La protohistoria del libro, El desarrollo de la escritura).

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1 . La escritura El libro oral o la prehistoria del libro La característica esencial del hombre ha sido y es la creación de instrumentos o herramientas que le han permitido y le permiten ampliar sus facultades naturales hasta convertirlo en la criatura más poderosa o, como se le ha venido llamando, en el rey de la creación; y el más fecundo invento del hombre, la herramienta más maravillosa por él creada, ha sido el libro, entendido no en su sentido físico, sino como conjunto ordenado de mensajes, es decir, visto como contenido, no como continente o soporte. Desde su aparición, los pasos que anteriormente habían sido titubeantes en el lento, casi inapreciable, progreso humano, a lo largo de miles de años -milenios se han precisado, por ejemplo, para cosas que ahora nos parecen tan sencillas como cada uno de los avances o innovaciones en el tallado de la piedra-, se convierten en un pausado caminar -más rápido o más lento, según la importancia que el libro haya tenido en cada momento o en cada pueblo y el papel social que se le haya confiado- para desembocar en una carrera vertiginosa en nuestros días, coincidiendo con la explosión de la producción libraria e informativa. Esta herramienta le ha permitido al hombre, en primer lugar, un aumento considerable de la capacidad de su memoria, lo mismo que, aunque en menor proporción, una rama le permitió alargar su brazo y ampliar la fuerza del mismo. Desarrolló también la comunicación entre los hombres al permitirles remontar las barreras del tiempo y del espacio en la recepción de los mensajes y consiguientemente facilitó el intercambio de información sobre lo útil y lo provechoso, acentuando el carácter social del ser humano. Como elemento de un organismo superior, la sociedad, los sentimientos, la concepción de la vida y la forma de comportarse del individuo quedan determinados por el sentir, la concepción y el comportamiento de los otros miembros de la comunidad. Finalmente le ayudó, acrecentando su bagaje intelectual, al ver las relaciones de unas cosas con otras; a conocer, o al menos a encontrar una explicación de ellas, las causas de determinados hechos y fenómenos; a pensar, en una palabra, y consecuentemente a potenciar su facultad discursiva, que es lo que le ha permitido el dominio de la naturaleza y su explotación en provecho propio. Hay, naturalmente, una prehistoria del libro: el libro oral, que fue la primera forma que tuvo el libro y que ha perdurado durante milenios, incluso conviviendo con el libro escrito. Ha de resultar extraña la denominación de libro para algo que no tiene una forma material tangible. Pero una cosa es el contenido o mensaje y otra la forma material en que se presenta. Ésta ha variado, además, sustancialmente a lo largo de la historia y, al parecer, va a continuar variando. La forma material se ha ido adaptando a las características de las nuevas situaciones sociales o civilizaciones, de acuerdo con las diversas necesidades de información y los materiales disponibles. La primera forma parece haber sido la tableta suelta, que evolucionó, en algún momento, a prisma, cilindro y otras formas geométricas; luego vino el rollo o tira continua; más tarde el códice o cuaderno, que en su última etapa coincide con hojas sueltas (periódico), y finalmente, en nuestros días, han llegado el disco y la cinta, que es como la vuelta a la tableta y al rollo. También han variado los materiales empleados: arcilla fundamentalmente para las tabletas; papiro para el rolio y, en menor proporción, para el códice; pergamino para el rollo y principalmente para 15

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el códice; papel para el códice -y las hojas sueltas y, por ultimo, materiales plásticos para el disco y la cinta. Lo mismo ha sucedido con los procedimientos de fijación de los mensajes: incisión en materiales duros o blandos, escritura a mano con tinta, impresión mediante máquinas, cargas eléctricas, etcétera. Finalmente, los sistemas de escritura han sido distintos y no siempre privativos de un pueblo o de una lengua. Ha habido sistemas empleados por varios pueblos en la transcripción de sus lenguas respectivas y ha habido pueblos que han usado simultáneamente o en períodos consecutivos más de un sistema para una misma lengua. No parece haber inconveniente en calificar de libro prehistórico a los conjuntos de pensamientos o mensajes estructurados y ordenados para su transmisión oral en el tiempo y en el espacio que se concibieron, crearon y difundieron antes de la invención de la escritura o con independencia de ésta cuando estaba en uso. El libro histórico es el transcrito mediante un sistema de escritura en una materia duradera que puede ser transportada con facilidad y a cuyo contenido se tiene acceso sin que sea precisa la presencia del autor del mensaje o de su recitador. Los primeros libros, los que existieron antes del descubrimienio de la escritura, tomaron, con frecuencia y por necesidad, la forma de poemas, frases con medida rítmica, con o sin rima, para que fueran fáciles, recitados o cantados, de recordar con exactitud y difíciles de tergiversar. Esta facilidad de recordación se conseguía también ordenando su contenido mediante breves sentencias compuestas con la denominada técnica paralelística, por el paralelismo formal o ideológico que había entre sus miembros. De esta primitiva forma del libro tenemos noticias gracias al desigual desarrollo de la humanidad en las distintas épocas y a los contactos de los pueblos históricos, conocedores de la escritura, con otros en estado de analfabetismo. Basta recordar, por citar sólo ejemplos próximos, que las leyes y otras normas religiosas las conservaron en poemas de este tipo, hoy perdidos, los tartesos en España y los celtas en las Galias, según el testimonio de los historiadores griegos y latinos. Además de como vehículo para la transmisión de cosmogonías, mitos, normas religiosas y códigos legales, el libro prehistórico sirvió también para la transmisión de la poesía, fundamentalmente épica y lírica, recitada o cantada con o sin acompañamiento de instrumentos musicales, y orientada, más que al recreo y diversión, a la consolidación de los vínculos comunitarios, los sentimientos religiosos y los valores sociales; de narraciones de aventuras y de magia, que si en Egipto se transcribieron en una fecha relativamente temprana, en Mesopotamia, donde con probabilidad circularon oralmente, no se llegaron a escribir; de los rudimentos de un saber, fruto de la acumulación de experiencias, práctico y útil al hombre, expresado en forma de proverbios y aforismos, procedimiento que ha perdurado hasta nuestros días en el refranero, como en el romancero y en la canción popular se ha conservado la poesía. En Egipto y en Mesopotamia, cuyos pueblos crearon los primeros libros históricos, los himnos y los poemas míticos se transcribieron tardíamente, después de haberse transmitido por vía oral de generación en generación. Es curioso que la causa probable de su transcripción fue su empleo como dictados para que los alumnos aprendiera a escribir. Por su parte, el pensamiento científico probablemente nunca llegó a escribirse en su totalidad, aunque se transcribieron datos y hechos para facilitar la memoria o como material auxiliar de la enseñanza.

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Los antiguos rapsodas en Grecia transmitían los poemas oralmente y la Iliada y la Odisea no fueron transcritas hasta una fecha tardía, varios cientos de años después de su creación, aunque es probable que los dos poemas recibieran su forma definitiva al poder ser transcritos en los nuevos caracteres alfabéticos griegos, que debieron de conocerse en tiempos de Homero. Éste, o quien fuera su autor, pudo ser uno de los primeros en utilizar el nuevo y revolucionario sistema de escritura que permitía medir la cantidad de las sílabas. Lo mismo sucedió con la poesía preislámica que se cultivó con notable acierto y se difundió ampliamente de forma oral en Arabia cuando los comerciantes de la Meca, entre otros, habían ya establecido el alifato árabe, y en la Europa Medieval con los cantares de gesta, que eran recitados por los juglares en las lenguas vernáculas cuando la escritura se utilizaba sólo para el latín. Viviendo en una época, como la nuestra, de cultura literal, en la que la autoridad es siempre un texto escrito y en la que no se concibe el prestigio intelectual, incluso en la función docente, si no es a través de los libros publicados -recuérdese el angustioso dilema de los profesores universitarios norteamericanos de publish or perish, «publica o perece»-, no tiene nada de particular que nos sorprenda saber que el libro escrito no ha gozado siempre de la misma consideración y que, por ejemplo, en la Antigüedad grecorromana, el libro oral tuvo el mismo o mayor predicamento que el escrito. Quiero decir que, aunque el libro lo escribiera personalmente el autor o lo dictara a un amanuense, el receptor de los mensajes merecía mejor el calificativo de oyente que el de lector, pues le llegaban por el oído ya que la lectura se hacía en voz alta. Acordémonos también de las reticencias de Sócrates y del mismo Platón sobre el libro escrito, que en su tiempo comenzó a desarrollarse en Grecia, o de que la educación en Grecia y en Roma pretendía formar al hombre para el dominio de la palabra oral, no para la redacción escrita. Que la poesía -épica, lírica y dramática- se componía para ser recitada, aunque ocasionalmente pudiera leerse, bien entendido, en voz alta; que la oratoria tenía un gran prestigio y que el diálogo era considerado el medio más idóneo para la formación intelectual superior. En este sentido Sócrates y Platón sentían una cierta repugnancia hacia el libro escrito, que habían impuesto para facilitar el aprendizaje de sus alumnos, al parecer, los sofistas. La repugnancia de Sócrátes y Platón se debió a que sólo vieron en el libro un sustituto mecánico del profesor. La posterior valoración del libro escrito y del autor se debe fundamentalmente a los eruditos que trabajaron en la Biblioteca de Alejandría. Otro ejemplo de perduración del libro oral junto al escrito lo tenemos entre los judíos en la transmisión oral durante algunos siglos de la Misná o complemento de la ley escrita, Torá, y de los comentarios a la primera, llamados Guemará. El hecho se explica aquí por el gran respeto a los textos principales, que eran los únicos que merecían la transcripción. En otras civilizaciones encontramos hechos que atestiguan la primacía en el tiempo del libro oral. Así, en la India, cuando los monjes de un monasterio deseaban conocer un libro sagrado que ignoraban, el procedimiento normal de conseguirlo era solicitar a otro convento un monje que lo supiera de memoria para que se lo enseñara a la comunidad. En el mundo musulmán, el libro sagrado se llama «la recitación», porque las revelaciones hechas a Mahoma y contenidas en el Corán debían ser salmodiadas por los creyentes, y un grado elevado en la enseñanza se consigue cuando el alumno sabe de memoria el Corán, que así obtiene el título de hafis. Por cierto que la palabra árabe para designar el libro, Kitab, pertenece a la raíz Kataba, «escribir», cuando en otras culturas el nombre para el libro material se refiere a la materia escriptoria o a la

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forma. Quizá esta novedad en árabe se debe al pensamiento de que el texto escrito no podía sufrir variaciones, como sucedía con la fe depositada en los recibos y contratos de los comerciantes, es decir, lo escrito equivalía a lo inmutable e inmutables eran las palabras de Dios recogidas en el Corán. Por otro lado, y al ser la escritura y la lectura un arte que sólo una minoría de hombres ha dominado hasta hace pocos años, un inmenso caudal cultural de información y de creación artística sólo ha tenido al libro oral como cauce de transmisión y conservación a través de los tiempos. Este inmenso caudal ha sido recogido por escrito ocasional y parcialmente por antropólogos e historiadores de la literatura, mas no con propósitos de mejorar su transmisión en el ambiente que lo creó y utiliza, sino con fines de análisis eruditos. La protohistoria del libro Entre el libro histórico o escrito y el libro prehistórico u oral hay una etapa a la que podríamos llamar, siguiendo denominaciones tradicionales, protohistoria del libro, en la que el hombre intentaba liberarse de las limitaciones de la comunicación oral, que debía producirse en el lugar y momento determinados en los que se pronunciaban las palabras. El intento de liberación de estas limitaciones puede obedecer a la ausencia del destinatario del mensaje, a que éste debe tener cierta permanencia (fórmulas mágicas para evitar o producir un mal) o a que precise ser recordado en tiempo futuro (contratos, operaciones contables, acciones posteriores, etc.), y conseguirlo era importante para el hombre primitivo, que llevaba vida nómada y que debia enviar a otros hombres, y recibir de ellos, mensajes para poder ser localizado y para conocer los peligros que acechaban, las posibilidades de caza, etc. Los mensajes se transmitían a través de objetos con un determinado valor significativo, o de dibujos o grabados en la tierra, en los árboles o en piedras, que inequívocamente hacían una advertencia, lo mismo que los rastros de los animales avisaban de su paso o proximidad. Algo de esto podemos saber por el comportamiento de los pueblos que han perdurado en su estado de vida primitiva hasta hoy, así como por los restos que han llegado a nosotros del llamado arte prehistórico, con el que se superaba la limitación temporal del mensaje. El origen del más antiguo, el paleolítico, parece deberse al deseo de comunicación con otros hombres y principalmente con unas fuerzas ocultas y desconocidas para el hombre primitivo, a las que podríamos calificar de divinidad si no fuera un anacronismo, para aplacarlas o hacerlas propicias en evitación de males y en el logro de deseos, a través de un proceso mágico.

Detalle de las pinturas de Altamira (Santander)

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Es una actividad realizada por un pueblo de cazadores de vida muy primitiva, obsesionado por la consecución del diario alimento, que encuentra, al parecer, un procedimiento de favorecer la caza en la representación de los animales. De ahí el interés en que la representación sea lo más natural posible y de ahí también el que, a veces, aparezcan algunos animales atravesados por flechas y lanzas.

Soportes de la información y su contexto histórico I

La expresión estética, si bien obedece primariamente a la descarga de una tensión física o psíquica, siempre encierra un mensaje más o menos consciente para el emisor o artista, y hoy por hoy existe un completo consenso en que el arte prehistórico no surge por motivos estéticos, ya que, por ejemplo, el arte rupestre se encuentra en el interior de cuevas donde la visibilidad Escena de caza del barranco de Valltorta (Castellón) natural es nula y debería ser muy deficiente con los primitivos medios de iluminación de que podían disponer los hombres de aquellos tiempos. También puede alegarse en este sentido la frecuente superposición de los dibujos, que sería inconcebible si el fin de la representación fuera exclusívamente estético o la representación de un episodio real. Igualmente entra el arte neolítico en la primera fase (arte levantino español), de un gran realismo, orientado, según las últimas teorías de los especialistas, quizá más al hombre que a la divinidad, es decir, sin un claro propósito mágico. Las escenas de caza y de otras actividades humanas están al aire libre, en abrigos abiertos, y, por consiguiente, pueden ser contempladas y admiradas con facilidad. Este nuevo arte está más próximo a los fines de la escritura por su deseo de informar y narrar acontecimientos a los hombres. En esta misma categoría entran los petroglifos, grabados en las rocas por pueblos de regiones muy alejadas entre sí y en épocas muy diversas, algunas recientes, a los que, a falta de mejor explicación, se les asigna carácter religioso.

D i v e r s o s ejemplos de p i n t u r a s rupestres esquemáticas procedentes de varios lugares.

El arte esquemático que difundieron los pueblos metalurgistas, por su carácter abstracto, nos está indicando que el hombre ya está maduro para comprender y ser capaz de emplear el simbolismo que lleva en sí el lenguaje escrito. Ya sea prehistórico o histórico, antiguo o contemporáneo, el arte es un lenguaje elemental y limitado si lo comparamos con la complejidad y precisión del lenguaje hablado, del que el escrito trata de ser únicamente una mera transcripción. El lenguaje hablado puede reflejar una gama mucho más variada y concreta de procesos intelectuales; pero el arte permite la salida de una 19

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serie de emociones comunicables a otros hombres, algunas veces de contenido muy rico, como lo atestiguan la estima de que siempre ha gozado y su cultivo permanente. De todas formas, hay que resaltar que el hombre, adquirida la técnica de grabar y pintar imágenes que expresaban su visión de la realidad, podía trazar el conjunto de signos piccisos para formar un sistema de escritura. Habremos, por último, de aceptar el arte como una fase importante de la protohistoria de la escritura si pensamos que hay un emisor, que hay receptores y, por tanto, comunicación; que supone la consecución de una destreza para el dibujo de las representaciones; que estas representaciones son concebidas, y lo tienen, como un valor simbólico, y que sus mensajes gozan de permanencia en el tiempo, frente a la fugacidad instantánea de la palabra oral, que sólo ha servido hasta nuestros días, hasta que fueron inventadas las máquinas grabadoras del sonido, para la comunicación en simultaneidad temporal y local entre emisor y receptor. Junto a las formas gráficas del arte paleolítico y neolítico (grabados, dibujos y pinturas en paredes de cuevas, en rocas, en hueso, en marfíl, en piedras sueltas y en otros materiales no tan resistentes y fácilmente perecederos que no han llegado a nosotros, como las pieles, las hojas y la madera) en la protohistoria del libro hay que incluir otros procedimientos rudimentarios de transmisión de mensajes que superan la barrera del tiempo y del espacio, y que, sin embargo, no constituyen un sistema de escritura. Tales pueden ser los instrumentos recordatorios para ayudar a la memoria que han manejado numerosos pueblos, como los palos o tablas con muescas, extendidos a lo largo de todo el mundo para que los mensajeros recordaran lo que tenían que decir a los diferentes destinatarios, o por motivos contables, como, por ejemplo, las tarjas para contar y contabilizar, atestiguadas también en sociedades primitivas y cuyo uso ha perdurado al menos hasta mi juventud, pues en un par de tarjas, palos de madera, hacía diariamente sendas muescas el panadero de mi pueblo al entregar en casa el pan. Una quedaba en casa y otra se llevaba él y las dos se confrontaban al final de mes cuando se liquidaba la cuenta.

Quippu peruano existente en el Museo de América (Madrid).

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O las cuerdas con nudos, cuentas o lazos, de cuya perduración en el mundo civilizado actual puede ser un ejemplo el rosario. Famosos son quippus peruanos, en los que la longitud y color de las cuerdas, así como la colocación de los nudos, constituían un código para fines no bien sabidos por nosotros, pero que a los quippu camayocuna les servía para consignar y recordar datos numéricos y acciones pasadas. Conjuntos similares a los quippus

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han sido utilizados por pueblos de diferentes regiones del mundo para consignar cantidades e incluso para realizar operaciones matemáticas. Se han usado objetos simbólicos, como la pipa de la paz, calumet o pequeño cálamo de los indios americanos, cuya aceptación supone la de la amistad y cuyo rechazo significará la guerra. La pipa no representa ningún adelanto sobre la palabra, pues exige, como ésta, la presencia simultánea de los interlocutores. En cambio, otros objetos sirvieron para que el mensaje llegara a un destinatario distante, como el cinturón wampuni de los indios norteamericanos, en el que las conchas de colores tenían diversos significados y se utilizaban principalmente para comunicar la declaración de guerra o la firma de acuerdos. Se conserva el wampum que los Leni-Lenape entregaron a William Penn, fundador de Pensilvania, para ratificar el tratado de 1682. Se pueden considerar dentro de este tipo de objetos simbólicos los que le presentaron los escitas a Darío, según Heródoto (IV, 131-132), que cuenta que le enviaron un pájaro, un ratón, una rana y cinco flechas para decirle, al parecer, que si no escapaba por el aire como el pájaro, bajo tierra como el ratón o por el agua como la rana, las flechas acabarían con él y su ejército. Claro que, dado el silencio del mensajero y la poca claridad de los símbolos, Darío entendió el mensaje al revés, como indicación de que los eseitas se rendían. Otros medios primitivos de transmisión de mensajes a personas ausentes o alejadas son, por ejemplo, las señales de humo de los mismos indios norteamericanos, o los tantanes de los negros africanos o sencillamente los silbidos de los guanches canarios para comunicarse en la montaña cuando la palabra no puede llegar al destinatario o, si llega, no se puede percibir con claridad. En el mismo orden de cosas están otros procedimientos que han llegado hasta nuestros días como los toques de las campanas, los de las trompetas y cornetas militares o los zumbidos de las sirenas de las fábricas. Más próximos a la escritura están los procedimientos gráficos, como los tatuajes, señal de pertenencia a un grupo, clase, religión, tribu o clan; las marcas de propiedad aplicadas al ganado o a objetos como los cerámicos, marcas que siguen empleándose desde la prehistoria, y los sellos, cuya primera utilización se debe a la creencia de que se transmitía el poder mágico de la imagen representada en el sello a otro objeto en el que se imprimía, y que desde hace milenios son usados para garantizar, por la autoridad del propietario del sello, que el contenido del mensaje es correcto. Que este carácter mágico continúa por el peso de una tradición milenaria, aunque sea de manera inconsciente, lo prueba el que se sigan empleando en documentos autorizados ya por la firma y el membrete impreso. Gran sensación causaron a finales del siglo pasado los cantos rodados con dibujos elementales que fueron encontrados por Piette en la cueva francesa 21

Cantos decorados encontrados en Mas d' Azil Francia

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de Mas d’Azil al norte de los Pirineos, correspondiente a un período entre el paleolítico y el neolítico, hacia el año 10000 a.C., a los que siguieron otros en yacimientos próximos. Su descubridor llegó a pensar que los dibujos eran antecesores de letras fenicias y griegas, pero Obermaier deshizo la teoría y vio en ellos figuras esquematizadas.

Signos geométricos del dolmen portugués de Alváo.

En el dolmen de Alváo, al norte de Portugal (4000 a.C.), se encontraron unas piedras con signos que hicieron pensar a algunos investigadores no sólo que tenían relación con escrituras orientales (cretense, semítica, chipriota, etc.), sino que la escritura había nacido en la Península Ibérica, y trataron de leerlos utilizando el alfabeto ibérico y la lengua vasca. Pero la conclusión final es que tanto estas piedras como las de Mas d’Azil, tenían un destino mágico, aunque no puede descartarse la idea de que sus dibujos se deban simplemente a un juego o entretenimiento.

Esta protoescritura se ha llamado sintética porque los objetos, signos o acciones tratan de sugerir pensamientos. Cuando los signos llegan a transcribir palabras y tratan de fijar el lenguaje, nos encontramos con la verdadera escritura, la analítica. El desarrollo de la escritura Tanto el libro prehistórico como el histórico precisan del lenguaje; el libro histórico, además, precisa de la escritura y de una materia escritoria resistente. No sabemos cómo y cuándo nació el lenguaje, ni lo sabremos jamás. Entre otras razones porque no parece probable que fuera el invento genial de un hombre o de un grupo de hombres extraordinarios. Más bien parece ser el resultado de la lenta evolución que convirtió a los primigenios homínidos en hombres. En otras palabras, nuestros antecesores son hombres cuando dominan el lenguaje. Y por esto los modernos lingüistas consideran anacrónicas y casi pueriles las viejas teorías y discusiones sobre su origen (onomatopeya, interjección, mímica, etc.) y evolución posterior, que probablemenle ha durado cerca de dos millones de años y ha guardado un paralelismo con el continuado desarrollo del cerebro humano. El hombre se nos aparece hoy, con más razón que se le apareció hace 2.300 años a Aristóteles, como un ser político o ciudadano, es decir, como un ser que debe vivir integrado en la sociedad, de la cual es un elemento. Pero, claro está, el grado de dependencia de los demás no ha sido siempre el mismo. Hubo un tiempo en el que el hombre podía vivir solo, juntándose ocasionalmente con otros hombres para acciones determinadas, como los lobos se juntan en manadas para la caza o con la hembra para aparearse. Entonces las necesidades de comunicación eran escasas y unos pocos gestos o gritos podían bastar para la transmisión de los pocos mensajes que eran capaces de concebir. El perfeccionamiento del lenguaje facilitó la transformación de las manadas ocasionales en asociaciones permanentes o tribus. También lo contrario vale: la formación de tribus dio lugar a un enriquecimiento del lenguaje paralelo al aumento del caudal intelectual. Tampoco sabemos, ni sabremos, como y cuándo nació la escritura. Aunque pueda desecharse la idea de un invento genial, como en el caso del lenguaje. La escritura sintética, la simple superación de las barreras temporales y espaciales a que están sometidos el gesto y la voz humanos, fue igualmente, como hemos visto, una lenta adquisición del hombre, y la escritura analítica resultó la coronación de un largo proceso, aunque no tan largo como el de la formación del lenguaje. En 22

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todo caso es tan reciente, algo más de 5.000 años, que la podemos calificar de moderna o, como dice D. Diringer, de un invento de ayer mismo. Pictogramas sumerios: "hombre", "pájaro", "pez", "buey" y "espiga".

En un principio los símbolos, dibujos o grabados, cuya técnica había llegado a dominar el hombre prehistórico, fueron meros pictogramas, en los que los dibujos equivalían a las palabras que denominaban a los animales u objetos representados: un bisonte era un «bisonte», un arco era un «arco», un caballo era un «caballo».

Ideogramas sumerios por derivación: "estrella" = "cielo" = "dios", "montaña" = "esclavitud", "pie" = "andar", "sol" = "luz" = "día" y "ojo" = "llorar".

Descubierta la posibilidad de transcribir las palabras por dibujos, el siguiente y decisivo paso en la creación de la escritura fue el Ideogramas sumerios por yuxtaposición: "cuenco" y "cabeza" = empleo de los dibujos como "comer", "mujer" y "montaña" = "esclava", "varón" y "montaña" = "esclavo", "mujer" y "vestido" = "señora" y "tableta" y "caña" = ideogramas para representar "escritura". palabras que significaban ideas abstractas o acciones: un ojo ahora puede significar, además de «ojo», la «vista» o «mirar»; un perro, aparte del animal, la «caza» o la «fidelidad»; un círculo, representación del sol, el «día» o el «calor», etc. El ideograma permitió una mayor riqueza expresiva, pero al mismo tiempo el procedimiento llevaba en sí una fuente de ambigüedad, requería un elevado número de signos distintos y originaba, consiguientemente, una tremenda dificultad en la interpretación a causa de este número y de los diferentes significados que se podían asignar a cada ideograma. Para obviar estas dificultades, un reducido grupo de personas debería ser capaz de dibujar los ideogramas y de interpretarlos correctamente. Este grupo llegó a constituir una casta influyente, cuya perduración fue posible mediante la iniciación y formación de discípulos. Nacen así la profesión de escriba y la institución de la escuela, desempeñada la primera por sacerdotes y ubicada la segunda en el templo. Por el uso frecuente de los ideogramas o jeroglíficos se fue produciendo una esquematización de los mismos, y, a medida que pasaba el tiempo, los dibujos guardaban menos parecido con el objeto original representado. Evolución de los ideogramas chinos "sol", "montaña", "árbol" y "niño".

Los dibujos sumerios, por ejemplo, se transforman y dan lugar a la escritura cuneiforme; de los egipcios, que perduraron varios milenios, surge pronto una versión cursiva, después la llamada escritura hierática y, más tarde, la demótica; los dibujos usados en un 23

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principio por los chinos evolucionaron a los signos de la actual forma de la escritura, que, con las variantes exigidas por su estructura, son utilizados aún hoy, además, por otras lenguas de su área de influencia, como el japonés, el coreano y el annamita. El paso siguiente y definitivo es la aparición del fonograma, la asignación de un valor fonético al dibujo. Esto supone una adaptación más exacta a la lengua, pero también una limitación. La escritura ideográfica, como las películas mudas sin letreros, puede ser comprendida por personas de distintas lenguas, ignorantes de la lengua en que fue redactado el mensaje. Así se explica el hecho de que se entienda el contenido de textos ideográficos antiguos aparecidos en las excavaciones sin que se haya llegado a saber nada de la lengua de los pueblos que los redactaron, y las dificultades con las que se ha tropezado en los diversos intentos de transformar la escritura china en alfabética, pues los viejos signos, cuyo significado es siempre el mismo para los que los conocen, son pronunciados en cada lengua o dialecto de manera diferente. La aparición del fonograma se debe a la necesidad de transcribir nombres propios (nacionales y extranjeros), partes de la oración como preposiciones, conjunciones y adverbios, y las flexiones verbales y nominales. El fonetismo se vio favorecido por los monosílabos homófonos que abundaban en la primera lengua escrita, el sumerio (el signo mu, «árbol», fue usado para «nombre» y «mi», que eran homófonos). Se desarrolló mediante el silabismo, es decir, mediante la adjudicación a determinados signos, aparte de su valor ideográfico, de otro silábico. En el caso de los monosílabos no había problemas: en los polisílabos se siguió generalmente el principio de la acrofonía, tomar el valor fonético de la primera sílaba de la palabra. En Egipto, cuya escritura es casi tan antigua como la sumeria, el proceso fue similar, pero no idéntico. Los egipcios, al igual que hicieron después los pueblos semíticos, no consideraron necesaria la transcripción de las vocales. De ahí que su fonetismo no se basara en sílabas, sino en las consonantes y fueran capaces, desde fecha temprana, de usar los jeroglíficos como si fueran letras. Realmente descubrieron el alfabeto, aunque no hay seguridad de que tuvieran conciencia de su descubrimiento, pues no se decidieron a usarlo, salvo para nombres propios, a pesar de su sencillez. El proceso no fue rápido pero sí constante, como podemos ver en la evolución de la escritura cuneiforme, y resultó de graneficacia al reducir considerablemente el número de ideogramas. La primitiva escritura sumeria contaba con unos dos mil ideogramas diferentes. Mil años después, en el ocaso político de este pueblo, cuando se había introducido el fonetismo como elemento auxiliar, el número de signos diferentes se había reducido a unos 800, reducción facilitada por la introducción de signos auxiliares o determinativos, que permitió subsanar los problemas presentados por la abundancia de polífonos (signos con más de un valor fonético) y homófonos (signos distintos que se pronunciaban de la misma manera). Para obviar los problemas de la polifonía, se imaginaron los determinativos fonéticos, sílaba auxiliar cuya consonante era la misma que la última de la palabra que determinaba. Para salvar la homofonía, crearon los determinativos semánticos, que, unas veces, aunque no caprichosamente, se colocaban delante y otras detrás de la palabra determinada y servían para indicar si ésta correspondía a un país, una montaña, un vestido, una planta, un hombre o una ocupación humana, un pez, un pájaro, etc., es decir, a qué grupo pertenecía dentro de una clasificación, característica de la civilización mesopotámica y elaborada desde muy antiguo, a la que se viene llamando lista de palabras.

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También usaban determinativos para ciertas indicaciones gramaticales, como el número, que podía ser, además de singular y plural, dual. El perfeccionamiento llega a su fin cuando surge hace más de tres mil años el alifato, creado por los cananeos y en el que se transcriben sólo las consonantes, sistema que, por las características de las lenguas semíticas -raíz triconsonántica en la que los derivados son fáciles de vocalizar-, siguen éstas todavía utilizando. Más tarde los griegos adaptaron el alifato a su lengua y crearon el alfabeto, asignando letras también a las vocales. El descubrimiento o invención del alifato y de su derivado el alfabeto fue un acierto tal que puede considerarse como uno de los grandes acontecimientos en el progreso humano. Suponía, como después demostraron los hechos, la posibilidad de que todos los hombres, y no sólo un grupo de iniciados, tuvieran acceso al pensamiento recogido por escrito y que, lo cual es mucho más importante, grupos distintos de los sacerdotes o de los dirigentes políticos pudieran incrementarlo, exponiendo sus sentimientos y su particular visión de la vida. El libro, por primera vez, deja de ser la voz de una casta para convertirse en vehículo de expresión de un individuo, el autor, nueva figura que aparece con el alfabeto, que suplanta al anónimo escriba y se va a convertir en protagonista del mundo cultural. Van a ser los profetas, que no eran necesariamente escribas ni sacerdotes, los que van a dar el contenido fundamental a la doctrina religiosa de la Biblia. Y en Grecia va a ser el hombre de la calle, independiente de cualquier casta sacerdotal o política, el que, valiéndose de esta especie de democratización y secularización de la escritura y de la lectura, se va a convertir en depositario del pensamiento escrito y en aventurero del espíritu, buscador curioso e inquieto de respuestas que expliquen las características del ser humano y del mundo que le rodea. Todo ello a fin de justificar el comportamiento social e individual. Como consecuencia, la tradición dejará de ser inamovible, aunque no sin resistencia por parte de las fuerzas conservadoras de la sociedad, que tratarán de evitarlo con castigos (destierro o pena de muerte) para algunos de los atrevidos pensadores. Pero la brecha abierta en las creencias dará paso a ideas renovadoras que sacudirán violentamente las viejas estructuras sociales y darán lugar a otras nuevas, muchas de las cuales siguen aún vigentes o han llegado hasta nuestros días. Bien es verdad que este gran invento del hombre resultó imperfecto en teoría para ser más útil, por esta imperfección, en la práctica. Teóricamente en una escritura alfabética a cada fonema le debe corresponder una letra y sólo una, pero en la realidad el número de

Poema de Yusuf. Texto Aljamiado.

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letras que constituyen los alfabetos o alifatos es inferior o superior al de los fonemas de las lenguas que los usan por herencia o como resultado de préstamos culturales. Hay que tener en cuenta que los pueblos adoptan los sistemas de escritura y alfabetos de otros con lenguas diferentes no por necesidad, sino por el prestigio del pueblo prestatario, que tiene una cultura superior. La adopción no se hace por razones técnicas y, en general, se introducen en el alfabeto adoptado muy pocas o ninguna novedades para representar los fonemas que no son comunes a las dos lenguas, al menos en los primeros momentos. Las lenguas están en constante evolución semántica, léxica, sintáctica y fonética. La lengua escrita es más conservadora que la hablada y recoge con retraso, cuando los recoge, los continuados cambios sintácticos, léxicos y especialmente fonéticos que se están produciendo en esta última. Los cambios ortográficos son pocos, parciales y sólo se adoptan al cabo de largos períodos. Este carácter conservador ha servido para mantener fácilmente inteligible el pensamiento escrito en grandes áreas con fuertes diferencias dialécticas, así como a través del tiempo. Como consecuencia, las letras pueden representar fonemas diferentes a lo largo del tiempo, puede conservarse alguna sin que equivalga a ningún fonema, pueden dos letras juntas representar uno solo, pueden, separadas, representar el mismo o una letra dos distintos. De ahí que los estudiosos, para tener por escrito una representación más exacta de la lengua hablada, hayan recurrido a los sistemas de transcripción fonética. the boys are playing in the street [&e ‘bciz e ‘pleiin in &e ‘stri:t] Ejemplo de modema transcripción fonética.

Si bien no en un grado tan extremo como en otras lenguas, el fenómeno ocurre en el español: h muda; b = v, g = j, e = k = qu, c = z. Se reconoce su escritura como de un fuerte fonetismo, pero se ha estimado conveniente la conservación de una vieja ortografía para mantener la unidad del idioma, aunque sólo sea en forma escrita, ya que la pronunciación de algunas letras es diferente en la amplia zona geográfica donde se utiliza como lengua oficial. Por otro lado, a pesar de las ventajas indiscutibles del alfabeto, que permite representar cualquier palabra combinando un pequeño número de signos -entre veinte y treinta-, el ideograma sin valor fonético perduró mucho tiempo junto a los sistemas silábicos y alfabéticos. Incluso en nuestros días, el triunfo del alfabeto no ha desterrado del todo el empleo del ideograma como representación de ideas sin valor fonético determinado. Además de los números, que tienen una larga tradición por ser contemporáneos del nacimiento de la escritura, se usan cada día con más frecuencia en el lenguaje científico (como los signos de las matemáticas, de la biología, de la física, etc.) y hasta en la calle (como las señales de la circulación), porque son más fáciles de captar y pueden ser interpretados por personas de diferentes lenguas o por analfabetos. Es más, muchas de las palabras de algunas lenguas modernas, por ejemplo el inglés, pueden considerarse como ideogramas parciales, pues la forma escrita guarda una relación muy lejana con la pronunciación. Algo de esto sucede también con algunas de las innumerables siglas (Dámaso Alonso llamó al nuestro el siglo de las siglas) que inundan nuestro mundo y que son pronunciadas de diferente 26

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manera en las distintas lenguas: TWA, en inglés es deletreada (tidabliu-ei) y en español se pronuncia túa. Conjeturas sobre el nacimiento de la escritura Varias razones pueden haber inducido al hombre a utilizar la escritura o, mejor dicho, varios tipos de mensajes y datos han debido ser considerados por éI tan importantes como para impulsarle a intentar fijarlos en el tiempo a fin de garantizar su exactitud frente a debilidades de la memoria o para información correcta de terceros. Cuando la gente tuvo conciencia de la importancia de la escritura y ésta se había consolidado al ser utilizada ampliamente, nadie supo cómo se originó, y nadie pudo imaginarse los tanteos íniciales, ni su progresiva evolución. Este es el motivo de que las sociedades primitivas consideraran la escritura un regalo de los dioses, como regalo de los dioses o de soberanos divinizados consideraron igualmente otras adquisiciones fatigosas y útiles del hombre: el lenguaje, la agricultura, la domesticación de los animales, etc. Por ello es difícil, si no imposible, saber con certeza cuál fue la causa primordial o primigenia que, además, probablemente no fue la misma en todos los pueblos, ni, con seguridad, fue una sola, sino la confluencia de varias. Si nos atenemos a los restos más antiguos y a los textos mas importantes, son posibles cuatro conjeturas o hipótesis, que podemos denominar religiosa, política, literaria y administrativa, de acuerdo con los tipos de necesidades que trataron de solucionar. Entre los textos mas antiguos conservados aparecen siempre los religiosos, lo cual puede llevarnos a pensar que la escritura nació para conservar cantos e himnos rituales que resonaban en los templos y procesiones, entonados por el pueblo durante las festividades; redactar maldiciones y conjuros mágicos; transmitir a los hombres el origen, las acciones y las cualidades de los dioses, así como las normas morales y sociales decretadas por ellos y los comportamientos de los hombres (ritos, conjuros, auspicios, plegarias, etc.) para conseguir su ayuda y evitar su imtación. Entre los pueblos primitivos, cantos y danzas rituales sirven para elevar el espíritu del grupo y dar seguridad al individuo que se ve defendido por la integración en un grupo cohesionado. Por otra parte, el peso de la religión o de la magia en las sociedades más primitivas nos lo indica el que la primera plasmación objetiva de ideas con pretensiones de permanencia en el tiempo, al menos según nuestras noticias y la opinión de los especialistas, corresponde el arte cuaternario, eminentemente mágico. Sin embargo, no parece probable esta hipótesis. Los cantos religiosos no precisaban estar escritos pues debían ser entonados, además de por los sacerdotes, por la gente del pueblo que no sabía leer, aparte de que eran fáciles de recordar de memoria por su brevedad. Sólo cuando la escritura, que no nació perfecta, como Palas Atenea, sino llena de ambigüedades y con grandes limitaciones, alcanzó un cierto grado de perfección y este nuevo arte era de dominio exclusivo de un grupo cerrado, los escribas, los textos escritos debieron de desplazar, para la conservación de la doctrina religiosa, a la memoria personal, en la que se tenía justificadamente una gran confianza por haber sido el único y natural instrumento de conservación y haber sido perfeccionada concretamente para este propósito. No todos los pueblos tuvieron el mismo interés por la transmisión temprana en forma escrita de su literatura religiosa. Por ejemplo, los arios que invadieron la India hace aproximadamente 4.000 años, crearon y mantuvieron durante milenios los libros verídicos sin recurrir a la escritura, 27

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transmitiéndolos oralmente mediante una depurada mileniotecnia, incluso en tiempos en que la escritura se había generalizado para usos políticos y comerciales entre ellos. También aparecen los políticos entre los textos primitivos: monumentos conmemorativos de las hazañas guerreras o de la piedad y buenas medidas administrativas de muchos gobernantes que desearon dejar un recuerdo a las generaciones posteriores de los méritos de sus personas en un gesto, es cierto, de vanidad, cultivada y favorecida por súbditos y cortesanos complacientes, pero en el que hay que ver también la conveniencia de consolidar los valores sociales. El recuerdo de los muertos importantes se conservó en monumentos funerarios, en los que unos pocos y sencillos símbolos bastaban para su identificación, pero no parece que la redacción de textos explicativos de las hazañas y el buen gobierno fuera causa suficiente para incitar a la invención de la escritura. Por ello no parece probable esta hipótesis como justificativa del nacimiento de la escritura, aunque sí de su desarrollo posterior. Descubiertos los ideogramas es natural que se usaran cuando llegaron a tener un valor fonético, pero no antes, para transcribir los nombres de los dioses y los de los gobernantes junto a imágenes talladas o dibujadas, así como para la transcripción de nombres de lugar y breves y sencillas frases sobre las relaciones entre unos y otros y de ambos con los lugares unidos a su actividad y a su memoria. Las listas de reyes, las cronologías y las breves narraciones históricas son posteriores a las estelas conmemorativas. Lo mismo podemos decir de la hipótesis literaria. Los cantos y poemas literarios, no religiosos, surgen con las primeras sociedades y mucho antes de la escritura. Su carácter popular y anónimo hace que no se transcriban casi nunca o sólo de manera parcial y tardía, como podemos observar en las sociedades históricas. Es más, su transcripción primera parece deberse a propósitos docentes, para que sirvieran de ejercicios en el aprendizaje de la escritura. La recitación, unida o no al canto y a la danza, tuvo un gran valor, como lo sigue teniendo hoy, para despertar emociones variadas (consuelo, alegría, enardecimiento, etc.) entre los miembros de un grupo y, consiguientemente, como medio para mantener y reforzar las relaciones sociales haciendo compartir a sus miembros unas mismas ideas y sentimientos. Lo mismo podíamos decir de la narración de historias ficticias o reelaboradas imaginativamente por el pueblo, que circularían desde fecha temprana. No tenía sentido transcribir estos poemas o cantos y cuentos para la lectura individual, poniendo sólo al alcance de unos pocos en privado lo que en su forma oral podía ser disfrutado por todos y en grupo, y perdiendo, así, su carácter aglutinador del pensamiento social. La conjetura o hipótesis administrativa es la que parece tener más posibilidades, es decir, que la escritura nació para resolver los problemas que hoy llamamos burocráticos y como consecuencia de las complejidades económicas que aparecen en las sociedades urbanas. Hace ocho o diez mil años se produjo un cambio trascendente en la evolución de la humanidad. Se trata de la aparición de las primeras sociedades sedentarias, agrupadas en pequeñas aldeas que se han localizado en Siria, el Irak e Irán, al norte y al este de lo que fue el centro de la denominada civilización mesopotámica, la de Sumer, Accad y Babilonia, en lugares donde los cereales, especialmente el trigo y la cebada, se daban de forma espontánea. Estos pequeños grupos dejan de ser depredadores o destructores para convertirse en productores mediante el cultivo de cereales, que les garantiza la subsistencia, y la fabricación de una serie de objetos. Jericó, oasis situado al oeste del Jordán y al norte del Mar Muerto, era una agrupación humana en 28

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el VIII milenio, según muestran las excavaciones arqueológicas, y en el VI ya se inició la irrigación artificial en el sur de Mesopotamia, lo que facilitó el crecimiento de la población por el aumento de las cosechas, lo mismo que por la domesticación de los animales, que facilitaron el trabajo en el campo y proporcionaron carne para comer y pieles y lana para los vestidos. Con independencia de las teorías biológicas que pueden explicar cambios importantes en las facultades psicológicas del hombre a causa de la fijación de caracteres hereditarios superiores durante los milenios de convivencia de cortos grupos de personas que han de reproducirse entre sí, el paso a la vida sedentaria tuvo como consecuencia la aparición de situaciones nuevas en el orden social. Por de pronto obligó a la conservación de los alimentos, lo que dio lugar a la creación de recipientes y al nacimiento de la cerámica, que ya en el VII milenio era endurecida por el fuego, así como a la construcción de almacenes y viviendas, y a la fabricacion de vestidos, ajuares domésticos y, herramientas para el laboreo de las tierras. Por otro lado, se hizo necesaria la distribución del trabajo, la aparición de especialidades en la producción de alimentos (agricultura y pastoreo, además de las antiguas caza, pesca y recolección de los frutos naturales) y el nacimiento de otras actividades no orientadas directamente a la producción de alimentos: sacerdocio, que defendía las cosechas de los poderes ocultos de la naturaleza; fuerzas militares, para evitar las depredaciones de los pueblos menos afortunados, y oficios artesanales para la construcción de los objetos de uso y también de lujo, que aparecer con la acumulación de riquezas. Fue precisa la concentración de todos los recursos obtenidos para su distribución entre los miembros de las aldeas, y cuando éstas fueron aumentando sus dimensiones al multiplicarse los alimentos por las mejoras técnicas en el cultivo, recolección y conservación, y se fueron convirtiendo en pequeñas ciudades, cada vez resultó más difícil saber de memoria cuál debía ser la aportación de cada uno y cuál la parte que le correspondía en el reparto de los bienes. La complejidad de estas operaciones subió de pronto cuando, como consecuencia de los excedentes acumulados, se originó un comercio con tierras alejadas, de donde se podian traer materias primas (madera, piedras duras o preciosas, minerales, etc.), que eran transformadas por los artesanos en objetos de uso, de lujo y mágicos. La administración de estos bienes correspondía a una corporación, a una serie de personas, y la corporación entera, y no alguno de sus miembros exclusivamente, debía estar en condiciones de conocer las deudas y los créditos para su liquidación en el momento oportuno, en el que podía estar ausente la persona que había hecho la operación. Probablemente de la precisión de conocer estas operaciones surgió la escritura para hacer las anotaciones precisas y formar los registros con el debe y haber de cada cual. Desde luego, en el IV Milenio en Mesopotamia se utilizaban con fines contables pequeñas figuras geométricas de arcilla (bolas, cilindros, conos, etcétera), en las que se hacían unas muescas para indicar no sabemos si la cantidad o la clase de mercancia. La necesidad que había que satisfacer, al no referirse simplemente a ayudar con un registro a la memoria de una persona, lo que hubiera podido resolverse con unos signos a los que el interesado atribuyera un valor subjetivo, sino que de lo que se trataba era de que pudiera ser conocida la operación en cualquier momento por otras personas distintas de la que hizo la anotación, dio lugar al establecimiento de un código objetivo, cuyas señales debían tener el mismo valor para las varias personas interesadas en conocer el mensaje, incluso al cabo de mucho tiempo. 29

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El número de señales de este código era muy reducido: se limitaba a la representación de una corta serie de objetos o animales y a unos signos para indicar las cantidades. El llegar a un acuerdo para la elección de los signos que representaran a los primeros y a las segundas no debió de ser un gran problema por el pequeño número de administradores y por vivir éstos juntos. En efecto, de la confección de los registros y de su custodia se encargó la casta sacerdotal, la cual, en un principio, por estar unidas las figuras del gran sacerdote y del soberano, tenía a su cargo conjuntamente funciones administrativas y religiosas. No hay que olvidar que en Mesopotamia el dueño de todo era el dios local, y el soberano su administrador en la tierra. En Egipto, que era un estado resultado de la unión de varios pequeños estados o nomos, la propiedad correspondía al faraón, quien era realmente el dios. Entre las personas que manejaban los registros debió de surgir la idea de utilizar los ideogramas como fonogramas, quizá como simple juego. Más pronto o más tarde descubrieron las amplias posibilidades de expresión que se conseguían por este nuevo procedimiento y se profundizó en su desarrollo y perfeccionamiento en el ambiente propicio que es un templo con un corto número de sacerdotes o servidores a su servicio. Cuando esta técnica alcanzó un cierto grado de perfección, es natural que surgiera la idea de utilizarla para fines políticos y religiosos, campos todavía indiscriminados y consustanciales con las funciones de los sacerdotes, pero distintos de los meramente administrativos. Se ilustran los monumentos conmemorativos de los soberanos con inscripciones para que perdurara su recuerdo e incluso se redactan breves textos reseñando acontecimicntos importantes para la comunidad. Se inicia la literatura religiosa escrita, transcribiendo, al principio, las tradiciones orales y se acrecienta después con aportaciones intelectuales nuevas que tenían campos fecundos de creación en los medios dedicados a la enseñanza y a la conservación del patrimonio escrito, cada vez más voluminoso. Además, es posible la recogida y ordenación de otra serie de observaciones y datos útiles referentes a los cultivos y a la medición de los campos, al movimiento de los astros y a la influencia de los meteoros, a la salud y a la enfermedad, etc., que constituyen el rudimentario acervo científico de las ciudades estado. No parece haber sido causa suficiente para el nacimiento de la escritura otro aspecto de las necesidades administrativas, surgido de la complejidad social a que da lugar la formación de grandes agrupaciones humanas: la precisión de fijar, y velar por su cumplimiento, normas de comportamiento, derechos y deberes, necesarios para la convivencia en común. Prueba de ello es que numerosos y poderosos pueblos que se rigieron por normas jurídicas y morales, no sintieron esta necesidad y no consideraron imprescindible la utilización de la escritura cuando supieron que otros la empleaban. Éste es el caso de los pueblos nómadas y trashumantes dedicados especialmente al pastoreo y el de aquellos que, conociendo la agricultura, no llegaron a constituir estados total o casi totalmente urbanos. En ellos, claro está, aparece y se desarrolla lo que hemos denominado libro oral o prehistórico, cuyo contenido se transmite oralmente de generación en generación, y se utiliza la protoescritura o libro protohistórico. Quizá la causa sea que los actos administrativos de carácter contable no se producían en ellos con la frecuencia ni tenían la importancia que en las sociedades urbanas y, por consiguiente, no eran necesarios los registros en los que sospechamos el origen de la escritura.

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También es verdad que los registros escritos, nacidos para ser conservados con vistas a una posible consulta posterior, exigen un local donde ser guardados. En una sociedad sedentaria es fácil dedicar un local a este menester, mientras que para un pueblo nómada, o no ligado con propósitos definitivos a un lugar, constituirían un estorbo, con independencia de que muchos datos concretos valederos para un campo de cultivo o una casa no tenían sentido cuando se abandonaba el lugar donde se encontraban. Bibliografía general Bohigas, Pedro: El libro español. Ensayo histórico, Barcelona, 1962. Bowen, James: Historia de la educación occidental, tomo 1: El mundo antiguo, Barcelona, 1976. Dahi, Svend: Historia del libro, Madrid, 1972. Feather, John (ed.): A dictionary of book history, London, 1986, and David McKitterick: The story of books and libraries, two views, Washington, 1986. Flocon, Albert: L’Univers des livres, Élude historique des origines a la fin du X VIIIe. siécie, Paris, 1961. Garza de la Rosa, Ramón, El mundo de los libros, Saltillo, 1984. McMurtrie, Douglas C.: The book. The story of printing and bookmaking, New York, 1965. Millares Carlo, Agustín: Introducción a la Historia del libro y de las bibliotecas, México, 1973. Pugno, G. M.: Trattato di cultura generale nel campo delta stampa, Torino, 5 vols., 1964-1969. Schreyer, Alice D.: The history of books, a guide lo selected resources in the Library of Congress, Washington, 1987. Vervliet, Hendrik D. L. (ed.): Liber librorum. Cinq mille ans dart du livre, Bruxelles, ‘1972. Weise, Oscar: La escritura y el libro, Barcelona, 1923. Bibliografía del capítulo Clood, Edward: The Story of Ihe Alphabet,.3.a ed., New York—1 938. Cohen, Marcel: La grande invention de l'écrilure et son évolulion, Paris, 1958. — (ed.): La escritura y la psicología de los pueblos, México, 1968. Diamond, A. S.: Historia y orígenes del lenguaje, Madrid, 1974. , Diringer, David: The Alphabet. A Key lo the History of Manking, 3.a ed., London, 1968. Driver, G. R.: Semitic Writing. From Pictograph to Alphabet, 2.a ed London, 1954. Escolar Sobrino, Hipólito: Historia social del libro. La tableta cuneiforme, Madrid, 1974. Février, James G.: Histoire de l'écriture, Nouvelle édition, Paris, 1959. Gans, Eric: The Origin of Language, Berkeley, 1981. Gaur, Albertine: A history of writing, 2 ed., New York, 1984. Gelb, Ignace J.. Historia de la escritura, 2.a ed., Madrid, 1982. Guojun, Liu y Zheng Rusi: The Story of Chinese Books, Beijing, 1985. Hackweil, W. John: Signs, letters, words, archaeology discovers writing, New York, 1987. Harris, Roy: The origin of writing, LaSalle, 1986. Flavelock, Eric A.: Aux origines de la civilisalion écrite en Occident, Paris, 1981. Jackson, Donal: Histoire de l'écriture, París, 1982. Jensen, Hans: Sign, Symbol and Script. An Account of Man's Efforts to Write, 3.1 ed., London, 1970. Logan, Robert K.: The alphabet effect, the impact of the phonetic alphabet on the development of western civilization, New York, 1986. Naveh, Joseph: Early History of the Alphabet. An Introduclion lo West Seinific Epigraphy and Palaeography, Jesusalem, 1982. Schmandt Besserat, Denisse: The origin of wriling, an archaeologist‘s perspective, Beverly Hilis, 1986.

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia del libro. 2ed. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1988. p. 48-68.

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2. El libro mesopotámico Introducción De los distintos tipos de libros que ha usado el hombre a lo largo de los tiempos históricos, probablemente fue el primero el creado, según todos los indicios razonables, por los sumerios y utilizado después, durante tres mil años, corno vehículo de la civilización mesopotámica y de otras civilizaciones del Próxímo Oriente, contemporaneas suyas e influidas por ella. Iniciado hace poco más de cinco mil años en las tierras bajas y pantanosas regadas, por los ríos Éufrates y Tigris, junto al Golfo Pérsico, sus probables inventores, los sumerios, desaparecieron como entidad política hace cerca de cuatro mil años. Sin embargo, su lengua, que dejó de ser hablada, se conservó en los textos escritos y fue cultivada como lengua litúrgica, literaría y cienfica entre sus herederos culturales dos mil años más. Ocurrió con ella algo similar a lo que ha acontecido con el latín en nuestra civilización occidental, que perduró como lengua de la Iglesia Católica y de la cultura europea muchas centurias después de la desaparición del Imperio Romano y de haber dejado de ser lengua hablada por el comun de las gentes. La tableta de arcilla y los signos cuneifomes fueron utilizados: a) Por los sumerios, llegados al sur de Mesopotamia probablemente en el IV Milenio, donde crearon una de las primeras y mas ricas civilizaciones urbanas a base de una productíva agricultura y de una eficiente organización social que fue posible por el descubrimiento de la escritura y su empleo generalizado en las tareas administrativas. b) Por los acadios (siglos XXIII y XXII), semitas de raza y lengua, que formaron el primer gran ímperio mesopotámico, desde el Mediterráneo hasta los Montes Zagros, y desde el Golfo Pérsico hasta las estribaciones del Cáucaso, y asimilaron la cultura sumeria, a la que dieron una nueva y fuerte personalidad. c) Por los babilonios, tambien semitas, que consiguieron crear dos grandes imperios, el babilónico antiguo o amorita (siglos XVIII al XVI) y el neobabilónico o caldeo (siglos VII al V). d) Por los sanguinarios asirios, igualmente semitas, algunos de cuyos reyes se preocuparon por formar grandes bibliotecas con los textos antiguos, de los que eran fervientes lectores y coleccionistas. Otros pueblos, en general no semitas, vecinos de Mesopotarnia, se sirvieron también de las tabletas y de la escritura cuneiforme aunque, claro está, los signos fueron distintos y adaptados a las peculiaridades fonéticas de cada una de las lenguas, como elamitas, hititas, hurritas, urarteos y los numerosos principados situados entre el Mediterráneo y Mesopotamia (Ugarit, Alepo, Cades, Tiro, etc.), de población semita, cuya configuración cultural se debió fundamentalmente al cruce de influencias egipcias y mesopolámicas. La relación podría aumentarse con la nómina de los pueblos que invadieron Mesopotamia en tiempos históricos antes de la era cristiana y fueron, después de la conquista, integrados en la superior cultura de los sometidos, como los guti, los casitas y los persas aqueménidas. El primer libro histórico creado por el hombre, a pesar de su enorme desarrollo y de que alcanzó al período helenistico y convivió con la cultura griega en el reino selenita, pernaneció varios milenios cerrado, oculto bajo los escombros y la arena del desierto, sin que sus mensajes pudieran ser recibidos directamente por los hombres de las civilizaciones posteriores, que llegaron a olvidarse de él. 35

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La causa de este olvido hay que buscarla, por un lado, en razones políticas. La formacíón del Imperio Romano dio lugar a que las tierras mesopotamicas pasaran de una situación central a otra excéntrica, y quedaran divididos sus pueblos en dos bloques incomunicados y antagónicos. Unos se incorporaron al Imperio Romano y sufrieron un proceso profundo de helenización; otros, precisamente los creadores de esta cultura, al reino de los partos arsácidas (cuatro siglos) y después al de los persas sasánidas (otros cuatro siglos). Por otro, en la pérdida de la hegemonía cultural, que pasó a los griegos y que hizo desaparecer la anticuada forma poco práctica y de difícil manejo del libro mesopotámico. El olvido fue tan total que cuando en el siglo XVII d.C. se despertó en Europa una curiosidad exoticista y algunos se fijaron en las inscripciones que aparecían en las ruinas asiáticas del Imperio aqueménida, hubo quien sostuvo que no eran tales inscripciones, sino simples grecas decorativas, puesto que aparecían en las jambas y dinteles de puertas y ventanas y en los pliegues de los vestidos de los personajes grabados o esculpidos. Los que intentaron la aventura del desciframiento dispusieron de textos trilingües -persa antiguo, elamita y acadio o babilonio- procedentes principalmente de los restos de las ruinas de Persépolis, ciudad residencial construida por Darío el Grande y ampliada por sus sucesores, y del monumento que el propio Darío mandó grabar en Behistun para conmemorar sus victorias contra los rebeldes. Carsten Niebuhr, en su obra Voyage en Arabie (Amsterdan, 1776-1780), proporcionó una colección importante de textos cuneiformes e hizo algunas aportaciones para su desciframiento, pero los primeros progresos efectivos se deben al alemán Georg Friedrich Grotenfeld, que partió de la idea de que las inscripciones de Persépolis publicadas por Niebuhr eran aqueménidas y que los textos que éste suponía alfabéticos estaban escritos en persa antiguo. Buscó una palabra que pudiera corresponder a «rey», pues sabía que los reyes persas llevaban el título de «gran rey, rey de reyes». Se trataba de encontrar una palabra repetida, seguida por otra que comenzara igual y fuera algo más larga por la desinencia del genitivo de plural. Delante de esta expresión debería encontrarse el nombre del soberano. Así localizó los signos que correspondían a los nombres de dos reyes. A continuación identificó el signo que representaba la palabra «hijo», que se encontraba entre los nombres de los monarcas. Al final llegó a la conclusión de que los personajes podían ser Jerjes, su padre Darío y el padre de éste, Hystaspes, que no fue rey. Comparando los signos comunes y teniendo en cuenta la probable pronunciación en persa, consiguió conrirmar su intuición y descubrir el valor de doce signos. Otros investigadores posteriores consiguieron identificar casi todos, y a mediados del siglo XIX se habían traducido con cierta aproximación las inscripciones en caracteres cuneiformes en persa antiguo. El número de éstas aumentó cuando el políglota y deportista inglés Henry Creswicke Rawlinson copió la leyenda persa del monte Behistun, grabada a cien metros de altura en una roca del monte

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Behistun, grabada a cien metros de altura en una roca cortada a pico y donde está representado Darío enfrentado a diez rebeldes sometidos por él. Siguiendo el mismo razonamiento de Grotenfeld, logró identificar nombres de reyes y de lugar, e incluso hacer una traducción del primer párrafo con la ayuda de los caracteres identificados y de su conocimiento persa. En un segundo viaje copió la versión que figuraba junto a la persa identificada como elamita y descifrada a lo largo del siglo XIX. En 1848 Rawlinson volvió para copiar la tercera inscripción. El número de signos diferentes usados en esta última, que constaba de 112 líneas, era de varios centenares, que debían de equivaler a sílabas o a palabras completas. Pero como el sentido se conocía por la versión persa y la lengua resultó ser semítica, como el árabe y el hebreo, pudo saberse el significado de medio millar de palabras y el valor de 150 signos. Mientras Raswlinson trabajaba en el desciframiento de las inscripciones de la roca de Behistun, un francés, Paul-Émile Botta, y un inglés, Austen Henry Layard, iniciaban sendas excavaciones en el norte de Mesopotamia tratando de descubrir viejas ciudades asirias. Y descubrieron ciudades y palacios enterrados en la arena, así como hermosos relieves en piedra y multitud de tabletas de arcilla, entre ellas las que constituían la biblioteca de Asurbanipal. Pronto se desarrolló una ciencia nueva, la asiriología, cuyo objeto era el estudio de las lenguas y dialectos utilizados en las tabletas, junto con el de la historia de los pueblos mesopotámicos, tarea que facilitó la gran cantidad de textos que surgieron en excavaciones posteriores. De la asiriología se desprendió una rama, la sumeriología, pues pronto se vio que los textos de las tabletas correspondían a dos lenguas muy diferentes: una semítica, a la que entonces se llamó asirio y ahora se llama acadio, y que abarca tanto el antliguo acadio como el babilonio y el asirio; otra aglutinante, sin relación con ninguna de las lenguas conocidas en el mundo, para la que el francés Jules Oppert, en 1869, propuso la denominación de sumerio, basándose en los títulos de los viejos monarcas, que se llamaban reyes de Accad y Sumer, La forma material del libro En Mesopotamia no había ni piedia ni madera, salvo la proporcionada por la palmera, que es de mala calidad. En cambio, abundaba la arcilla, que facilitó el desarrollo agrícola, estimuló la creación de una arquitectura a base de ladrillos y adobes, y proporcionó un material escritorio barato, cuya duración era superior a la de otros materiales como la madera, la piel o el papiro, en los que; por otro lado, no se podía escribir con tanta rapidez como en el barro blando. Por ello, en el libro mesopotárnico, denominado en acadio tuppu, que ha dado en latín tábula y en espaiñol «tabla» (dub, en sumerio), se empleaba como materia escritoria corriente la arcilla, cortada en pequeñas planchas, planas o ligeramente abombadas. Con frecuencia menor, la forma fue de conos, cilindros o prismas huecos, con un número de caras que oscila entre seis y diez. En realidad, con estas figuras geométricas se conseguía un volumen, un conjunto de páginas formando una unidad. Pero no se empleó en exclusiva la tableta de arcilla. En el caso de los documentos valiosos, los textos se grabaron en piedra o en metales preciosos, como el oro, o resistentes y maleables, como el pionio. También debieron de usarse -aunque no se han podido conservar por la acción del tiempo y de otros factores destructores- pieles e incluso papiro, empleando tinta para dibujar los signos, y en el reino asirio tabletas de madera con borde y un baño de cera en el interior. El tamaño de las planchas de arcilla era variable. Algunas pocas, miden 30 por 40 centímetros, pero la mayoría la mitad, y un gran número sólo la cuarta parte. Su forma suele ser rectangular, 37

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aunque las hay redondas y oblongas. En fecha temprana, los dibujos lineales -trazados con un estilete acabado en punta y no de sección triangular, como lo eran las cañas que se usaron después para la escritura cuneiforme-, seguían en los textos un orden descendente, de arriba abajo; luego cambiaron de orientación al girar la tableta, en el momento de escribir, noventa grados en el sentido contrario al de las manillas del reloj, con lo que resultó que las figuras verticales, como las del hombre, quedaron echadas y la escritura corría de izquierda a derecha. Este cambio se demoró varias centurias en las inscripciones monumentales y conmemorativas labradas en piedra o en otra materia dura. El texto suele estar muy apretado y con frecuencia en columnas, que en algunos casos llegan a ser doce. Un caso extremo de escritura apretada lo constituye un fragmento de tableta existente en el Louvre. Sus dimensiones son las de un sello de correos y contiene diecinueve líneas en signos minúsculos que sólo pueden observarse con precisión mediante una lupa o una ampliación fotográfica. El escriba, que tenía a mano un recipiente con agua para mantener blanda la superficie donde escribía, daba una inclinación de 45 grados a la tableta, sujeta con la mano izquierda, mientras escribía con la derecha; cuando su peso era grande, se apoyaba en un soporte de madera. Imprimía con la caña un golpe seco en el barro blando y luego la inclinaba, con lo que la señal tenía forma de cuña y de ahí el nombre de cuneiformes que dieron los europeos a los signos, formados por varias rayas horizontales, verticales e inclinadas. Cuando se había llenado el anverso, se giraba la tableta sobre el lado de la última columna y se seguía por el reverso. El primer lado era algo convexo o hundido para evitar que se borrara lo escrito al escribir por la parte de atrás estando aún blando el barro. El reverso era plano o cóncavo. Al aplilarse las tabletas quedaba encima el reverso donde figuraba el colofón, lo que permitía la identificación del contenido de la obra con cierta rapidez. En el colofón figuraba el título de la obra, que según una costumbre duró varios milenios, lo constituian las palabras iniciales. A veces se añadía el nombre del propietario de la tableta, por ejemplo, un rey o un templo, y el del escriba, e incluso la anotación, si procedía, de que era una copia y del estado del original, así como la advertencia de que se había comprobado el texto con el original, la fecha y consejos para su conservación. Si la obra exigía varias tabletas o era una serie, cada tableta llevaba su colofón en el que figuraban el título, el número de tabletas que contenían la obra o las serie y las palabras iniciales de cada tableta. En ocasiones los colofones incluían maldiciones, como nuestros documentos medievales, para los que las destrozaran, rompiéndolas o humedeciéndolas, o cambiaran el nombre del autor o propietario: que los dioses, airados y enfadados, le acosen en la tierra y hagan desaparecer de la misma su nombre y el de su familia, y que su carne termine siendo comida de los perros. Otras veces, las imprecaciones no son tan violentas y se limitan a indicar que ninguna persona temerosa de Marduk, o cualquier otro dios, se debería atrever a llevarse la tableta y que, en todo caso, debería devolverla al dia siguiente. Se conservan algunas tabletas con los caracteres sobresalientes, en vez de hundidos, que debían de servir para hacer varias copias por impresión. Incluso parece que había signos sueltos que, como en las cajas de nuestras imprentas, se juntaba para componer y luego imprimir un texto en múltiples ejemplares. Era la imprenta sin tinta. Si al escribir se cometía una equivocación, se borraba el signo dejando la superficie lisa. Una vez 38

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terminado el escrito, las tabletas se endurecían exponiéndolas al sol o, si el documento era importante, cociéndolas en el horno. Para garantizar el secreto de algunos documentos, especialmente cartas u órdenes, la tableta se colocaba dentro de una especie de sobre o funda, tambien de arcilla. Las inscripciones reales o de cierta solemnidad que se grababan con instrumentos apropiados en mármol o diorita, suponen un pequeño porcentaje comparado con la abundante documentación encontrada en tabletas de arcilla, y aunque no les faltó a sus diseñadores una cierta preocupación estética en la distribución de los signos, la escritura monumental no tuvo la importancia que en Egipto. Sin embargo, se empleó en los monumentos históricos para conmemoraciones, inauguraciones o restauraciones de templos o de grandes obras púbilcas, fijar límites, recordar expediciones a tierras lejanas o simplemente para engrandecer con ditirambos, exageraciones e incluso falsedades las acciones de los soberanos, como en el caso de los asirios. También se usó con un sentido de comunicación social para dar fe de las normas jurídicas unificadas. De esto, el ejemplo más famoso es el Código de Hammurabi. Gracias a las cualidades del barro secado al sol o sometido a la acción del fuego, ha llegado hasta nosotros una cantidad tan grande, y de tanta antigüedad, de textos enterrados entre los escombros de ciudades desaparecidas, algunas de las cuales fueron arrasadas o incendiadas. Por una ironía del destino, el asalto y destrucción consiguiente de las ciudades y, de manera especial, si el asaltante deseaba castigarlas borrándolas de la faz de la tierra y del recuerdo de los hombres por el fuego, ha permitido conocer, al cabo de miles de años y con bastante detalle, su historia. El número de tabletas descubiertas se aproxima al millón y está aumentando constantemente a causa de las excavaciones que se continúan haciendo. Las principales colecciones están en el Museo Británico, en el Louvre, en el de Berlín, en el de Estambul y en el de la Universidad de Filadelfia, aunque en los museos importantes de otras ciudades hay ejemplares en mayor o menor número y en otros, como en el de Bagdad, se está iniciando una gran colección como resultado de las sistemáticas excavaciones llevadas a cabo después de la Segunda Guerra Mundial en su territorio. Los escribas y el contenido del libro El arte de la escritura cuneiforme y de la lectura e interpretación de los intrincados textos estaba reservado a una clase social, la de los escribas (en sumerio dubsar, literalmente escritor de tabletas), que gozaba de gran consideración social. Su posición en la sociedad era algo similar a la de los universitarios en los tiempos modernos. Si en un principlo fueron simples escribientes y lectores, más tarde se convirtieron en los depositarios del saber religioso, literario y científico que se conservaba en los viejos textos y que se iba acrecentando con los nuevos que se fueron escribiendo o transcribiendo. A ellos se debe la configuración religiosa, política y administrativa de la sociedad mesopotáinica, cuya continuidad supieron mantener a través de varios milenios y a pesar de los avatares mllitares, de la creación y desaparición de estados y de las invasiones y establecimientos de pueblos de diferentes lenguas, estructuras y valores sociales. Tamibién a ellos les corresponde el mérito de la irradiación cultural mesopotámica sobre los países limítrofes y el que las tabletas de arcilla y el sistema cuneiforme de escritura fueran adoptados como forma de libro por varios pueblos.

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Liberados de los trabajos manuales, a ellos se abrían las puertas del sacerdocio y de los altos cargos políticos y administrativos. Los que realmente ejercían de escribas podían entregarse a tareas burocráticas o a la enseñanza e incluso a misiones que podíamos llamar bibliotecarias o de investigación, ordenando, copiando, conservando y corrigiendo los textos antiguos y los documentos valiosos; o trabajar de manera independiente en lo que serían las profesiones liberales de la época, como la medicina y la magia. Al servicio del templo del rey, de señores poderosos o ejerciendo por su cuenta, su categoría variaba por existir una jerarquía de puestos, partiendo del simple amanuense. A medida que fue pasando el tiempo, el número de escribas fue aumentando y hasta hay noticias de escribas del sexo femenino en Marí y Sippar , entre otras ciudades. Formaron una corporación o colegio, cuya reglamentación no se conoce, y fueron especializándose en campos restringidos del saber o de la religlón. Se posee una gran información sobre los métodos de enseñanza y el contenido de ésta. Se conservan muchas tabletas de ejercicios de alumnos y textos de escribas recordando sus años escolares y alabando su profesión. Los alumnos, que generalmente procedían de las clases acomodadas y eran hijos de antiguos alumnos, debían ejercitarse diariamente en el manejo de la caña, copiando deberes; aprender de memoria y escribir las listas de palabras empleadas como determinativos y frases gramaticales; manejar tablas métricas y resolver problemas matemáticos; copiar y recitar obras religiosas y literarias y hacer ejercicios de redacción, en los primeros tiempos en sumerio, más tarde en sumerio y en acadio. La escuela (bit tuppi) debió de nacer como dependencia de los templos, donde se inició la escritura por la precisión de contabilizar los bienes del dios de la ciudad. Con el tiempo, estas escuelas, llamadas «casas de las tabletas», se secularizaron y se convirtieron en centros de cultura. El nombre de «casa de las tabletas» se reservó para los centros dedicados a la enseñanza elemental de la escritura y la lectura. Los de enseñanza superior, equivalentes a nuestras universidades, se llamaron «casas de la sabiduría».

Estatua decapitada de un patesi.

El ideal del escriba culto puede quedar reflejado en las palabras orgullosas del rey asirio Asurbanipal, el gran coleccionista de libros, encareciendo su formación y sus conocimientos: «He aprendido lo que trajo a los hombres Adapa, los preciosos conocimientos escondidos de toda la ciencia escrita; he sido iniciado en los libros de los presagios del cielo y de la tierra, a ellos me he entregado en compañía de los sabios; soy capaz de discutir la serie hepatoscópica de los más eminentes

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especialistas de la lecanomancia; resuelvo divisiones y multiplicaciones embrolladas que desafían al entendimiento. He conseguido leer el ingenioso sumerio y el oscuro acadio, difícil de entender bien. Soy capaz de descifrar palabra por palabra las inscripciones en piedras de antes del Diluvio, que son herméticas, sordas y enrevesadas». Y no fue Asurbanipal el único soberano que hizo gala de sus conocimientos, pues se conserva un texto de su padre en el misnio sentido y, muchos siglos antes, un príncipe de Lagash se firmaba dubpatesi, que quiere decir «príncipe escriba». La mayoría de las tabletas disponibles corresponden a documentos económicos, administrativos y legales: intentarios, hipotecas, recibos, pagarés, contratos de arrendamiento, de compraventa y matrimoniales, sentencias judiciales, adopciones, etcétera. Dentro de la categoría de los documentos merecen un lugar especial las cartas privadas, las oficiales y las comunicaciones administrativas. Aparte de los documentos y cartas citados, hay numerosas inscripciones votivas, para tener propicios a los dioses, grabadas en vasos, estelas y estatuas. Las hay también en lápidas y muros para conmemorar la inauguración o restauración de palacios, templos y fortificaciones. Se ha conservado una abundante documentación diplomática que nos inforra con detalle, la más antigua, de los conflictos entre las ciudades sumerias; la posterior, de las relaciones entre los pueblos mesopotámicos o con sus vecinos poderosos -egipcios, hititas, mitanios, étc.-, o con los pequeños estados de la franja mediterránea. Merecen una cita especial, dentro del campo historiográfico, las narraciones, en general falseadas y exageradas, que los reyes asirios hicieron grabar en sus residencias y en cilindros y prismas vanagloriándose de sus hazañas guerreras, del número de pueblos sometidos por la fuerza de las armas o por el terror que infundían a sus enemigos, y de los abundantes botines y tributos recogidos, todo ello gracias a la protección de Asur, el dios nacional asirio, lo que da a estas versiones guerreras un aire de cruzada. Gran sorpresa constituyó para el mundo occidental el descubrimiento, a principios del siglo xx, del código considerado en aquel momento como el más antiguo del mundo, el de Hammurabi, rey amorita, el más importante del primer imperio babilónico (1728-1686 a.C.). Está grabado en una estela de diorita negra encontrada en Susa, capital del Elam, a donde había sido llevada (siglo XII a.C.) como botín de guerra por los elamitas. Consta de unos trescientos artículos, en los que se regulan los derechos y deberes, aplicando duros castigos, según nuestra mentalidad, a los infractores, pero en el que se protegen los derechos de los débiles, las viudas y los huérfanos. Se reconoce la ley del Talión «ojo por ojo y diente por diente», si bien, al ser la organización social clasista, los castigos dependen de la categoría y situación del perjudicado y del delincuente. Es también una especie de código comercial, además de civil y penal, y en él se señalan las cantidades que se deben abonar por la prestación de determinados servicios: jornales, alquileres de medios de transporte, etc. Se conservan bastantes ejemplos de literatura mesopotámica, que comprenden mitologías como el poema Enuma elis. «Cuando en lo alto», que se recitaba en Babilonia con motivo del año nuevo, o el Descenso y retorno de Istar, explicación mitológica de la muerte que trae a la natualeza el invierno y de la vida que vuelve con la resurrección primaveral; plegarias dirigidas a los dioses buscando su protección, como el himno a la misma diosa Istar o el dedicado al rey Shusin, que se recitaba públicamente con motivo de la boda anual del rey con una sacerdotisa, ceremonia relacionada con la fecundidad de la naturaleza y de los hombres; lamentaciones, como las de un 41

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antecesor de Job sobre el que se cebaban las desgracias; obras sapienciales, consistentes en proverbios, máximas, adagios, juegos de palabras y paradojas, fábulas protagonizadas por animales y debates, en los que dos objetos o dos conceptos discuten sobre sus cualidades y los beneficios que producen. La obra más famosa es el Poema de Gilgamés que llamó la atención cuando fue descubierto en la biblioteca de Asurbanipal, pues en él se encontraba una primitiva descripción del Diluvio. Se conservan varios ejemplares y en ellos se narran las hazañas míticas de Gilgamés, que fue realmente un rey de la ciudad sumeria de Uruk. Exalta la amistad, el amor y la aventura, pero también advierte la debilidad del hombre frente a la voluntad de los dioses y la inútil rebeldía contra el destino. El pensamiento científico estaba basado en la crenncia en la periodicidad y repetición de los fenómenos, lo que les llevó a poner un gran cuidado en la observación de todo lo que resultaba extraño o raro para anotarlo con sus circunstancias y formar grandes repertorios usados por astrólogos, arúspices y magos en general.También se han encontrado recopilaciones o repertorios médicos, en los que se establecian diagnósticos y pronósticos por medio de cuadros clínicos, así como la terapéutica adecuada en cada ocasión, dentro de la cual se incluían los encantamiento del mago junto con los remedios propiamente médicos. Se posee suficiente información sobre sus conocimientos matemáticos por dos tipos de textos: las tablas numéricas que empleaban para el cálculo rápido y que proporcionan el resultado de operaciones matemáticas, como la división, multiplicación, raíces cuadradas y cúbicas, logaritmos, etc., y las colecciones de problemas, hechas con fines didácticos, que suelen consistir en la resolución de problemas de regla de tres, repartimientos y ecuaciones algebraicas de primer y segundo grado. Una característica original de estas matemáticas reside en el valor posicional de las cifras, determinado por el sitio que ocupan, frente al principio de la yuxtaposición, que fue el característico de los pueblos de la Antigüedad. La notación posicional tiene la ventaja de poder expresar con facilidad números muy grandes y de facilitar las operaciones fundamentales. No tenían signo para el cero, por lo que quedaba en blanco el lugar que en las matemáticas modernas ocupa éste. Otra característica es el empleo de la base sexagesimal, cuyo origen no se ha podido explicar satisfactoriamente, si bien conocieron y utilizaron la decimal. Dividieron el día en doce horas, no en veinticuatro, la hora en sesenta minutos y el minuto en sesenta segundos, división esta última puramente teórica, pues no dispusieron de instrumentos para medirlos. En pocas palabras, las principales características del libro mesopotámico por lo que se refiere a su contenido, fueron: a) Brevedad. Las obras más largas, excluidos los repertorios de datos, no pasarían de la simple categoría de folletos; la mayoría ni siquiera llegarían a esto por su extensión, serían simples hojas. b)

Escasa circulación, pues no hubo, claro está, comercio del libro.

c) Anonimia, pues son obras colectivas, aunque muchas veces se consigne en las tabletas el nombre del copista, que con frecuencia garantizaba la corrección. d) Falta de los géneros más conocidos y en boga en la actualidad, como la poesía lírica profana, la dramática y la narrativa, y, dentro del campo intelectual, de tratados teóricos o especulativos. Se puede suponer que debió de existir una poesía lírica profana que se interpretaría, recitada o cantada, en las comidas y fiestas de los palacios reales y residencias de los personajes importantes

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acompañada de instrumentos musicales, cuya existencia es segura. También es probable que existiera una poesía y canción populares que entonarían los camelleros y barqueros durante sus viajes y los campesinos y los artesanos durante su trabajo. Sin embargo, los escribas no las debieron considerar dignas de ser transcritas y no han llegado hasta nosotros. El espectáculo que ofrece la representación teatral y que, en períodos históricos iniciales, ha tenido un carácter sagrado, se lo proporcionaban al pueblo mesópotárnico las grandes, aparatosas y brillantes fiestas religiosas, en las que se recitaban himnos y poemas con acompañamiento musical. Probablemente existió una narrativa popular, transmitida oralmente, que debió de ser del agrado del pueblo, alto y bajo, de las ciudades y campos mesopotárnicos, como lo ha sido en épocas posteriores y lo sigue siendo en la actualidad. Pero los escribas, si así fue, no debieron de considerar las obras de este género de valor suficiente como para ser recogidas en forma escrita. Por lo que se refiere a la literatura científica, lo único que conocemos, y lo único que probablemente existió, son repertorios de datos sin nociones de causalidad entre ellos y sin una exposición razonada de los principlos o leyes que justifican las relaciones mutuas que se exponen. e) Posición ancilar del libro escrito. La literatura, exclusivamente religiosa o no, es decir, con un matiz secular, fue oral, transmitida por la palabra del profesor a los alumnos y de unas generaciones a otras. Nos lo está indicando su transcripción tardía, aproximadamente un milenio después del nacimiento de la escritura. f) Primacia de los valores sociales sobre los literarios. La función del libro, en manos de los escribas, más que creadora fue rnantenedora de los logros conseguidos. Postura explicable, pues el nivel de vida alcanzado por los pueblos mesopotámicos era muy superior al de los vecinos y era natural que los escribas pensaran que esto se debía a que sus instituciones y sus creencias eran superiores y más ciertas que las de los demás pueblos. Cambiarlas, a la vista de los buenos resultados obtenidos, hubiera sido una locura. Sin embargo, la renuncia a la opción renovadora dio lugar al estancamiento social y, científico. Una gran parte del pensamiento mesopotámico ha llegado a nosotros no directamente, porque los libros en que estaba consignado han desaparecido, sino a través de las dos grandes culturas que han conformado la civilizacíón occidental: la judia y la griega. Supervivencias claras de la cultura mesopotámica son los horóscopos, la división del tiempo en horas, minutos,y segundos y la de la circunferencia sobre base sexagesirnal, así como la venta de determinados artículos por docenas. Las aportaciones a la cultura griega, importantes en el campo científico y en la creación de mitos, entraron a través de los jonios, quienes asimilaron conocimientos técnicos y científicos, el método de adquirirlos por medio de observaciones pacienteniente registradas y ordenadas y la afición a la especulación abstracta. Huellas de la literatura mesopotámica se encuentran en el Génesis (creación del hombre, Paraíso, árbol de la vida, Diluvio, etcétera) y en otros libros bíblicos: Cantar de los cantares, Job, Minnos, Proverbios, etc. También ha sido notable la influencia en ritos y ceremonias de las religiones judía y cristiana: exorcismos, bendiciones, empleo de la sal, el agua y el aceite como elementos culturales. La devoción personal a determinados santos recuerda la adoración de los dioses personales intercesores de la religión mesopotámica, como las tribulaciones de los demonios recuerdan las acciones de los espíritus maléficos mesopotámicos.

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El libro hitita Fueron, como hemos dicho, varios los pueblos que utilizaron la escritura cuneiforme y las tabletas, de arcilla y cuya cultura estuvo influida por la mesopotámica. Como tratar con detalle de todos sería alargarnos en demasía, vamos a referirnos sólo al más importante de todos, el hitita, del que solo se conocían hasta hace poco las vagas alusiones hechas en la Biblia. El hallazgo de una gran cantidad de tabletas cuneiformes en Amarna (Egipto, 1887) aumentó de manera considerable la información sobre los hititas, la cual creció, hasta permitir una visión muy completa de su historia, con las excavaciones hechas en Bogazkoy, a poco más de cien kilómetros al este de Ankara, por Hugo Winckler, desde 1916. Allí, que resultó ser el emplazamiento de la antigua capital Hatusas, se encontraron más de 10.000 tabletas cuneiformes, algunas de las cuales pudieron ser leídas y traducidas inmediatamente por el propio Winckler al estar en lengua acadia. Otras estaban en una lengua desconocida -en realidad eran varias, como luego se supo, que se pensó era el hitita. La frase Nu ninda-an ezzateni vadar-ma ekuteni, que pudo leer por su conocimiento de la escritura cunieforme, fue la pista que llevó al checo Bedrich Hrozny a pensar que el hitita podía ser una lengua indoeuropea, imaginó el significado de ninda, "pan", por su parecido con un ideograma sumerio y que ezzateni podía ser una forma del verbo "comer". Ezza tenía semejanza conlos verbos essen, eat y edo, que significan "comer" en alemán, inglés y latín, respectivamente. El parecido de vadar con wasser (al.) y water (in), "agua" era claro, lo mismo que el de nu con el alemán nun y el inglés now, "ahora". Teniendo en cuenta el paralelismo dela frase, podía darse por sentado que el significado del verbo ekute sería "beber". El trabajo continuado por otros filólogos y del propio Hrozny proporcionó grandes avances en la comprensión de la lengua y, ya en 1993, E. H. Sturtevant pudo publicar una gramática y, tres años después, un glosario con unas tres mil palabras hititas. La tuppa parna, casa de las tabletas, de la capital del reino era, al mismo tiempo, archivo del estado y, biblioteca real. Las varias lenguas de los textos de las tabletas dan una imagen de la composición política del reino, en el que se integraron pueblos distintos; su contenido aclara la dependencia cultural de Mesopotamia y revela la organización del estado, las creencias religiosas y los azares históricos que rodearon su corta -menos de un milenio- vida. La lengua oficial fue la hitita, que ellos llamaban nesita, del nombre de una antigua capital. Hay textos, fundamentalmente de carácter religioso, en la lengua de los indígenas, que eran los verdaderos hititas y a los que la minoría indoeuropea, al quitarles la independencia, les usurpó el nombre. A este pueblo y a su lengua les denominan los historiadores hati, protohali e incluso protohitita. Hay textos en hurrita, la lengua del pueblo que creó el imperio Mitanni a mediados del II milenio al norte y oeste de Asiria. Los hay, abundantes, en acadio, lengua religiosa, cultural y política, en la que se sostenían las relaciones exteriores, y en sumerio, por el gran prestigio que esta lengua mantuvo entre los acadios. Finalmente, hay unos pocos textos en luvita y alusiones al palacio, lenguas indoeuropeas hermanas del hitita, que debieron de ser las de otras tribus indoeuropeas que invadieron Anatolia. Cuando las tribus hititas nómadas se establecieron en la meseta anatólica, hacla el año 2000 a.C., eran analfabetas. Adoptaron la escritura durante el llamado Imperio Antiguo (siglos xviii al xv), cuando la creación de un gran estado obligó al establecimiento de una burocracia administrativa. La desarrollaron después de la toma de Babilonia por Mursil I (hacia 1600 a.C.), de cuya expedición trajo abundante botín, entre el que pudo figurar un buen número de escribas, a los que se encargaría la formación del archivo-biblioteca de Hatusas y la escuela de escribas. 44

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Además del la escritura cuneiforme, los hititas usaron otra llamada jeroglífica porque los caracteres son figuras de seres vivos (cabezas y otros miembros del cuerpo humano y de animales, vegetales) y variados objetos Jeroglíficos hititas. Los cuatro primeros son fonogramas silábicos me, fácilmente identificables. Se sa, wa, si; el último es el idograma de ciudad. asemejan a los jeroglíficos egipcios, aunque la técnica es distinta. Los textos de esta escritura, grabados en piedras o en sellos han aparecido al norte de Siria y en Anatolia y el interés de su contenido es menor que el de los cuneiformes. El de las tabletas cuneiformes se puede dividir en textos religiosos (himnos, rituales, exorcismos, poemas mitológicos, cosmogonías, etc.), administrativos (contratos, inventarios, normas legales, tratados, etc.) e históricos. Precisamente la aportación más importante de la literatura hitita es la historiográfica, moderna por su concepción si se compara con los descarnados anales cronológicos o con las crónicas ditirámbicas, parciales y nebulosas de los otros pueblos del Anliguo Oriente, mesopotámicos, egipcios e incluso hebreos. El autor, ficticio, es el propio soberano, que cuenta en primera persona, utilizando frecuentemente el estilo directo y el diálogo, los acontecimientos de su reinado, si bien a veces se ve precisado a iniciar la narración en tiempos anteriores. La preocupación de los reyes hititas por dejar constancia de sus triunfos en las tabletas cuneiformes es una prueba del valor reverencial que sentían por los textos escritos, debido quizá a su relación con los viejos imperios egipcio y mesopotámico, cuya antigüedad y continuidad debieron de ser para ellos, advenedizos a un primer plano internacional, motivo de su admiración y acicate para imitarlos. De aquí que se rodearan de escribas, babilónios y hurritas, y que confirieran a éstos y a los nacionales una gran categoría social. El gran escriba era la persona más importante del reino después del rey, la reina y el príncipe heredero. Era, en realidad, el primer ministro, encargado de los asuntos internos y de los internacionales. Se conocen bastantes nombres de escribas por los colofones de las tabletas, en los que se descubre, además, que ocupaban altos cargos en la administración y el gobierno. Por otro lado, el tuppala, hombre de las tablas, recibía una larga educación, debía dominar varias lenguas y los dos sistemas de escritura, el cuneiforme y el jeroglífico. Aunque el acadio no fuera siempre perfecto, su trabajo de copia, redacción y ordenación de las tabletas lo hacía con cuidadoso esmero, según puede verse en las propias tabletas y en los catálogos de la biblioteca de Hatusas.

Sello de Tarkondemos.

El hitita es el primer pueblo indoeuropeo que entra en la historia por ser el primero en adoptar la escritura. Su cultura literal está, como hemos dicho, totalmente influida por la mesopotámica. No tuvo el genio creador de otros pueblos y su literatura es una literatura secundaria. Su única aportación original es la histórica. No debieron sentirse atraídos por la ciencia -no han dejado textos matemáticos, médicos o astronómicos-, cuando otro pueblo indoeuropeo, que de ellos tuvo que recibir en un periodo primitivo ciertas influencias, el griego, iba a tener una intervención decisiva en el progreso de la ciencia humana. 45

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Martínez de Sousa, José. Pequeña historia del libro. 2 ed. Barcelona: Labor, 1992. p. 13-18.

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Antecedentes históricos Formas primitivas de comunicación EL LIBRO ORAL. Hace mucho tiempo, miles de años, cuando el hombre aun no disponía de un objeto apropiado para conservar la expresión de su pensamiento ni conocía un sistema de escritura que lo hiciera posible, utilizo lo que bien pudiera denominarse libro oral es decir la narración de hechos o sucesos verdaderos o fabulados. Por este procedimiento que a veces se adorna con el ropaje de la poesía, han llegado hasta nosotros, cuentos, leyendas, mitologías, sagas, y otras formas narrativas. Probablemente, muchas de las historias y tradiciones que conocemos y que a veces constituyen la única manera de intuir como pudo haber sido la vida en aquellas lejisimas épocas se apoyan en esta costumbre, que aun subsiste paralelamente a otros sistemas mucho más modernos de comunicación tiene sin embargo el inconveniente de que la información así transmitida esta sujeta al error y la deformación, dependientes en ocasiones de la condición personal del transmisor, lo cual contribuye a hacerla poco fiable. LOS MONUMENTOS PETREOS.

Posteriormente, a medida que el ser humano fue desarrollando su inteligencia y aguzando su ingenio, surgieron formas más consistentes y duraderas de emitir mensajes. Hoy nos preguntamos, por ejemplo, que significado encierran alguno de los monumentos megalíticos, como los crómlechs, llegados a nosotros a través de los siglos esparcidos por todos los puntos del planeta. Entre ellos el de Stonehenge en el Reino Unido, conjuntos de círculos formados por piedra construidos hace unos cuatro mil años, acaso santuario dedicado al culto solar. Las gigantescas esculturas de hasta diez metros de altura distribuidas en las islas de Pascua, en Chile, ¿qué significan?. ¿Expresan el culto a los antepasados?. La cultura megalítica del neolítico, comprende también otros monumentos pétreos como los dólmenes y los menhires, que se extienden desde el Mediterráneo occidental (especialmente en el sur de España), hasta el occidente Europeo (Bretaña, Sur de Inglaterra, Irlanda, País de Gales y Escocia). El Menhir es un monumento formado por una piedra gigantesca hincada en el suelo erigido ya sea por motivos culturales o por finalidad conmemorativa. El dolmen es un monumento funerario constituido por una o varias piedras que se sostienen sobre otras hincadas verticalmente sobre la tierra. Todas estas formas de expresión pétrea monumental ayudan hoy a entender ciertos aspectos de la vida del hombre primitivo; son, en cierta manera, mensajes, comunicaciones a través de los tiempos. Nos hablan de su estado cultural, del desarrollo de su pensamiento, de sus creencias religiosas, de sus costumbres. Si careciéramos de tales formas de expresión, ignoraríamos muchas mas cosas en torno a nuestros antepasados. LAS PINTURAS RUPESTRES. Un método más refinado y artístico lo forma las pinturas rupestres que podemos ver en muchas cuevas naturales, entre las que destacan las de 49

Cierva y bisonte de la cueva de Altamira (Cantabria, España)

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Altamira, en Cantabria y las de Lascaux en el sur de Francia, amen de otros lugares. Las primeras muestras de este tipo de cultura se remontan al paleolítico. ¿Qué ha querido transmitirnos el hombre prehistórico al convertir las cavernas en verdaderas galerías de arte? ¿se trata de mensajes, de propiciaciones, de expresiones, de miedo o temores, o acaso de una forma de comunicarse con la divinidad? No lo sabemos con certeza, pero si podemos afirmar que nos hallamos ya ante una muestra elevada de cultura, pues no solo utiliza la figura como elemento plástico, y medio de comunicación, sino que alcanza un grado notable de abstracción y constituye un claro antecedente del lenguaje escrito, que en definitiva se valdría de elementos naturales (por ejemplo la cabeza de un animal), para hallar la configuración ultima y más estilizada de las letras tal como hoy lo conocemos. METODOS NEMOTECNICOS. En un estadio posterior, cada una de las distintas culturas que van surgiendo aquí y allá, por toda la superficie terrestre, busca formas de comunicación mas estables (nemotécnico: "que sirve para auxiliar a la memoria") ciertos objetos debidamente manipulados cumplirán esta función, en lugares tan alejados entre si como el Perú, el Norte de América, y Australia. En el Perú, los incas utilizaron un instrumento nemotécnico denominado quipu (que en quichua significa nudo), formada por cordeles o cuerdecillas anudados de distintos colores unidos Bisontes de la cueva de Lascaux (Dordoña, Francia) a otro llamado cordel principal, del cual pendían. Mediante el número y la disposición de los nudos y el color, grosor y longitud de los cordeles constituían una especie de conjunto de signos con el que se podían realizar cálculos numéricos o dar razón de acontecimientos importantes. Los pastores del Perú lo emplean aun para inventariar sus ganados. En el norte de América se utilizaban varios objetos nemotécnicos. Los indios iroqueses emplearon el wampum, chal o cinturón de tejido bordado, con conchas y cuentas de vidrio de colores; les servían no solo como moneda en sus intercambios comerciales sino también para registrar acuerdos transmitir mensajes o como prenda de matrimonio. El significado del mensaje variaba según fuera el color simbólico de las figuras o de las conchas que las adornaban. Los indios dakota hacían uso de los llamados winter counts (cuentas del invierno), que consistían en pieles de animales en las que se dibujaban el acontecimiento más sobresaliente de el año sin duda se halla aquí un antecedente del uso del pergamino que, como más adelante veremos fue el material escriptóreo que sirvió de soporte a la cultura durante varios siglos de la antigüedad y de la edad media.

Quipu incaico

Los australianos primitivos utilizaron unas piezas de madera llamadas stickmessages (bastones mensajeros), entre las cuales se grababan unas muescas o signos que servían para transmitir órdenes y noticias de tipo social. 50

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Como objeto nemotécnico ya más cercano a nosotros podemos considerar el uso de las tarjas (palabra que da origen a la tarjeta, que es su diminutivo), palos o maderas que se partían longitudinalmente por el medio, usados en las provincias del norte de Argentina y en España para comprar al fiado. Al efectuar la compras enmarcaba una muesca en el listón, una parte del cual se quedaba el vendedor y la otra se la llevaba el cliente, al tiempo de ajustar las cuentas se confrontaban ambos trozos, que debían coincidir. Formas avanzadas comunicación

de

Inscripción cuneiforme persa en las puertas del palacio de Darío en Persépolis. Dice "Darío, el gran rey de países, el hijo de Histaspes, el aqueménida, que ha construido este palacio".

Es posible que el grado de cultura actual no hubiera podido alcanzar sin la consecuencia de dos intervenciones trascendentes que permitirían el avance hacia formas culturales tan elevadas como las que hoy conocemos: la escritura y el alfabeto.

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Bernal, John D. Historia social de la ciencia. I. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1987. p. 89-96

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3.2 LA CIVILIZACIÓN La cultura ribereña Parece que el primer paso para la realización de operaciones a gran escala se dio en pueblos que intentaron practicar la agricultura en los amplios valles de aluvión, despejados de bosques, de los grandes ríos, esto es, en los cursos inferiores y de tierras áridas.Tal vez se haya empezado por las orillas del curso inferior de los ríos, donde puede sembrarse en tierra húmeda, como hacen las tribus del Alto Nilo, procediéndose luego gradualmente a desecar los marjales y a despejar el curso del agua. De otra forma, también puede haber ocurrido que la práctica de la agricultura se haya iniciado en los pequeños valles altos, desplazándose luego paso a paso hasta los grandes valles de la parte inferior. En cualquier caso, debe de haber existido algú incentivo para la construcción de canales y presas. De este modo surgió una nueva clase de agricultura, basada primero en el riego natural y luego en la irrigación por medio de canales. En esos territorios la aldea deja de ser la unidad económica natural Las avenidas de agua y los estiajes no respetan sus límites: es preciso que muchos poblados trabajen unidos para la construcción de canales y presas, repartiéndose luego el agua. Cuando se conseguía o se imponía esa cooperación, que en algunos casos llegaba a abarcar hasta media docena de aldeas, aumentaban los beneficios de cada una de ellas. Esto supuso un nuevo adelanto cuantitativo en la producción de alimentos, al permitir que un número muy superior de personas habitaran el mismo territorio, y esto condujo, a su vez, a un cambio cualitativo en la organización social. Extensión de la coordinación social La coordinación social en un área mayor que la simple aldea era necesaria de hecho para que la agricultura de los valles ribereños funcionara a pleno rendimiento. Cuando llegó a conseguirse, su propia éxito la consolidó. El simple aumento en la escala de una operación con frecuencia abre posibilidades insospechadas. Cuando las tribus de las aldeas del Nilo se federaron o fueron conquistadas hasta integrarse en una sola unidad económica, quedaron capacitadas para producir un suplemento de riqueza tan grande que en el transcurso de dos o tres siglos estuvieron en situación de soportar el enorme lastre económico de las obras públicas estatales del primer imperio egipcio. Otro ejemplo, éste de tiempos más recientes, muestra la importancia que tiene el efecto de la organización, por sí mismo, independientemente de que se realicen cambios técnicos notables. El imperio Inca del Perú nació de la unión de cierto número de tribus independientes que cultivaban cada una cierta porción de valle, disponiendo por sí mismas de canales de riego limitados y viviendo de sus propios productos. La enérgica y dominante tribu de los incas, que se convirtió más tarde en una especie de aristocracia sagrada en parte por genio político y en parte por la fuerza, logró que esas tribus se federaran. Eso hizo posible considerar todos los valles como una unidad económica, construir largos canales, hacer presas en las aldeas de las montañas y organizarse para una distribución adecuada de las cosechas. El resultado fue que mientras se mantuvo su imperio nadie pasó hambre en el Perú. No obstante, lo interesante es que este sistema, sin emplear nuevas técnicas, suministró un excedente de producción lo suficientemente grande como para mantener a las clases dominantes incas -los hijos del sol- en un notable esplendor, permitiéndoles crear en unos pocos siglos una cultura intelectual de alto nivel y una singular arquitectura. La civilización sólo pudo originarse y echar raíces en los valles ribereños de agua abundante, donde se podían practicar los cultivos irrigándolos mediante canales naturales. Más tarde se fue propagando localmente al realizarse obras hidraúlicas mucho más complicadas para elevar el 55

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agua a canales elevados, excavando pozos y construyendo presas, pero hasta llegar a la Edad del Hierro nunca pudo salir de las llanuras de aluvión. Por ello, las primeras civilizaciones, estuvieron limitadas a cierto número de regiones especialmente favorables, de las cuales conocemos hoy Mesopotamia, Egipto, los valles del Indo y, unos siglos más tarde, los valles del Oxo y del Yaxartes, el río Amarillo y el Yangtse (Mapa 1). El origen de la ciudad Podemos pensar que la civilización nació primariamente de la ciudad -la civitas- que le da nombre. Pero en realidad la ciudad fue consecuencia y no causa de la civilización. La ciudad se diferencia de la aldea por el hecho de que la mayoría de sus habitantes no son productores de alimentos que trabajan el campo, sino administradores, artesanos, comerciantes y trabajadores. Antes de que pueda fundarse una ciudad es necesario que la técnica agrícola haya alcanzado un nivel tan alto que pueda mantener con sus excedentes a los no productores de la ciudad. Como hemos visto, esa técnica agrícola exige una organización centralizada. Y esto supone a su vez un cuerpo de administradores que cubra cierto número de aldeas. Una de ellas, la que contuviera el templo del dios totémico principal, se iría convirtiendo naturalmente en la ciudad que recogería y almacenaría los excedentes de las restantes aldeas. Como ignoramos dónde estuvieron situadas las primeras ciudades la transición de la aldea a la ciudad nos parece más brusca de lo que seguramente fue. De las ciudades descubiertas, Jericó parece ser la más antigua, pues sus muros de albañilería son de un período tan primitivo que ignoraba la cerámica.8.35a En la Mesopotamia inferior es posible advertir una transición de las aldeas a pequeñas ciudades edificadas en el mismo lugar. Otras fundaciones posteriores de ciudades 2.46 parecen estar presididas por la idea o incluso la experiencia de lo que la ciudad tenía que ser. Algunos indicios hacen pensar las las ciudades se fundaron reuniendo en todo o en parte a las poblaciones de varias aldeas. El propio asentamiento de la ciudad puede haber sido un promontorio natural reforzado, un refugio contra las inundaciones, más tarde santificado con un templo que se elevaría en la cima, siendo el prototipo la torre de Babel. La ciudad puede haber nacido primero en la aldea del principal mago de las aguas del distrito, bajo cuyas instrucciones se hubiera organizado la irrigación. Esto no implica necesariamente ninguna gran innovación, ni siquiera un empleo muy consciente de la ciencia. La excavación de canales y la construcción de esclusas al principio debe haber consistido en poca cosa más que en la limpieza de los cauces existentes, y el barrenado de los terraplenes formados naturalmente, al igual que, en tiempos mucho más recientes, el complicado sistema holandés de diques evolucionó a partir de los fosos de arena y las represas naturales de lodo. Aquí, como en todos los comienzos, el arte (techné) sigue a la Naturaleza (physe) según el dicho de Teofrasto: «... es cosa manifiesta que el Arte imita a la Naturaleza, y a veces produce cosas muy peculiares». 2.44a.139 Para realizarse con éxito y evitar la confusión, con todo, el trabajo de la irrigación necesitaba de una dirección autoritaria, delegada o asumida, con sanciones religiosas. Una vez establecida la ciudad, sin embargo, apareció una nueva división: la que se da entre la ciudad y el campo. Esta división no surgió de repente: durante siglos muchos ciudadanos poseyeron y cultivaron tierras fuera de la ciudad. El suplemento que proporcionaba la nueva eficacia de la agricultura iba a parar a la ciudad; quedaba muy poco para los aldeanos. El campesino egipcio de la época de las primeras dinastías era probablemente mucho más pobre en libertad y en condiciones de trabajo que sus antepasados de la época neolítica, aunque tenía un suministro de alimentos mejor y más regular. Su situación, sin embargo, no era peor que la de sus descendientes, los fellahín modernos.

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La evolución de la vivienda Al principio las ciudades dificilmente diferían de las aldeas: se componían de chozas que tenían un corral para los animales y una habitación para la familia, compuesta habitualmente por personas de varias generaciones, sirvientes y esclavos. A medida que crecía la población se iban añadiendo más cabañas en torno a un patio, frecuentemente dotadas de techo, que llegaron a ser las, primeras casas verdaderas. Se comenzó a construir con ladrillos de barro, pues el peligro de incendio era muy grande en las primitivas construcciones de cañas. La vida de la casa se centraba en el patio; las paredes exteriores carecían de ventanas. En el tiempo cálido, la familia dormía en la azotea bajo un techado; más tarde aparecieron los pisos superiores y las ventanas. Los espacios entre casa y casa se convirtieron gradualmente en calles, si bien se dejaban espacios libres para el mercado o para jardines. En torno a todas ellas, a medida que crecía la riqueza y con ella el peligro de guerra, se construyó una muralla que constreñía aún más la ciudad. Y cuando hubo también amenaza de lucha» se construyó una fortaleza interior desde la cual los hombres de armas podían dominar la ciudad o a la que podían retirarse si lo necesitaban. Ternplos, dioses y sacerdotes La ciudad se centraba en torno a un templo o casa más grande en la que un dios ayudado por sus sacerdotes gobernaba desde el pequeño panteón de los antepasados totémicos locales. La institución de los dioses es algo que se deriva esencialmente de la vida ciudadana, originándose de la exaltación de los simples espíritus del clan por la nueva riqueza disponible. Esta es la razón de que el dios pudiera ser un animal, como en Egipto, o tener como contrafigura un animal, como Zeus y su águila. Los primeros dioses, que encontramos en las Ieyendas sumerias de hace 5 000 años, fueron realmente muy humanos. Tenían reuniones, querellas y debates muy parecidos a los de la asamblea de ancianos de la ciudad. 2.20;9.134 Tarde o temprano un dios y su cohorte empezó a dominar en cada ciudad, pero no por ello se abolieron los demás dioses, sino que, diversamente, se les asignaron funciones subsidiarias. Al propio tiempo, el desarrollo de las ciudades se caracterizaba por la creciente separación del dios de las ocupaciones tribales y ciudadanas y por su identificación fisica con su casa en la ciudad y con la administración de sus tierras por los sacerdotes. Ios sacerdotes se instalaron en las ciudades desde el principio, obteniendo la mayor participación en sus beneficios. Fueron herederos de los chamanes de la Alta Edad de la Piedra y de los reyes-magos de las primeras comunidades agrícolas. En Egipto el rey-mago sobrevivió en la figura del Faraón, gobernante y sumo sacerdote. Los sacerdotes formaron la primera clase administrativa, disfrutando de un estatuto definido y correspondiéndoles funciones muy importantes. Organizaban la distribución del agua y las simientes, la siembra y la cosecha, el almacenamiento del grano, la distribución de los rebaños y el reparto de los productos.10 Los servidores de los templos y los artesanos El trabajo físico necesario para mantener la organización de la economía no lo realizaban los sacerdotes, o, en todo caso, se trataba de algo meramente simbólico. Así, por ejemplo, podemos ver pinturas en que los reyes-sacerdotes de las antiguas ciudades sumerias llevan la primera canasta de tierra de la excavación de un canal, o a los antiguos faraones llevando una azada, al igual que sus sucesores de hoy colocan prinieras piedras. Era necesario un cuerpo de servidores del templo para recaudar, almacenar y guardar los beneficios excedentes. El templo mismo se convirtió en un edificio que necesitaba constantemente de nuevas construcciones y obras de conservación, así como personal para preparar las ceremonias y fiestas. La mesa del dios debía surtida. El dios, naturalmente, estimaba sólo la esencia espiritual de los alimentos, pero los sacerdotes tenían que contentarse con sus residuos materiales. Todas estas actividades 57

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necesitaban trabajadores que tendían a especializarse cada vez más y a desligarse gradualmente de la agricultura. Los albañiles y carpinteros, los alfareros y tejedores, los carniceros, panaderos y licoreros se congregaron en torno al templo participando, si bien modestamente, de los beneficios de éste. La primera división del trabajo completa tuvo lugar cuando todos estos artesanos se dedicaron exclusivamente a estas tareas apartándose de la tierra. Nada era lo bastante bueno para los dioses y, con el suministro de materiales garantizado por el excedente agrícola, los artesanos mejoraron rápidamente sus técnicas. Nuevos oficios, como la joyería y la metalurgia, se añadieron a los antiguos. En las ciudades la vieja organización del clan de las aldeas, ya muy modificada por la aparición de la propiedad, se redujo a un papel meramente formal o continuó como un misterio gremial para los seguidores de cada uno de los oficios. 2.46 332 Sociedades divididas en clases. Esclavos y siervos Hasta la fecha se ha escrito muy poco acerca del proceso original de transformación de la economía de la aldea en economía urbana. Hay algunos testimonios de esta transformación, pero no se han interpretado completamente. Es preciso realizar un análisis económico y social de las ciudades realmente primitivas de la Edad del Bronce parecido al que nos ha dado Thomson de las ciudades griegas en la Edad del Hierro. 2.46 Lo que han descubierto los arqueólogos revela que las primeras ciudades se hallaban ya muy adelantadas en el camino de las sociedades divididas en clases, y las primeras leyes son muy explícitas sobre este punto. En el Código de Hammurabí (1800 a.n.e.), por ejemplo, encontramos un catálogo de castigos retributivos entre los que figuran los siguientes: «Si un hombre vacía un ojo a otro hombre, se le privará de un ojo a él. «Si alguien rompe un hueso a otro, se le quebrará un hueso a él. «Si alguien vacía un ojo a un hombre libre o rompe el hueso de un hombre libre, le pagará una mina de plata. «Si alguien vacía el ojo de un esclavo o le quiebra un hueso, pagará la mitad de su precio.» 2.226 Lo anterior supone la existencia de tres grados. En las ciudades más antiguas encontramos a los ciudadanos graduados según la riqueza, incluyendo a los sacerdotes, mercaderes y artesanos libres; existen también esclavos domésticos y, fuera de la ciudad, campesinos que son virtualmente siervos del templo. Podemos únicamente hacer conjeturas acerca de los estadios anteriores de la división en clases, basándolas generalmente en las pruebas mucho más accesibles, aunque posteriores, de Grecia. « división de clases parece haber nacido de una modificación progresiva de la participación en los productos de la comunidad aldeana, que, supervisada por los sacerdotes, tendía a proporcionar al dios una participación cada vez mayor, dando acceso a la población a un elevado número de hombres privados de franquicias y a extranjeros, que no tenían participación alguna en tales beneficios. El comercio y los mercaderes Las desigualdades resultantes se acentuaron todavía más convirtiéndose en permanentes con el comercio, que nació primero de los intercambios rituales y se convirtió después en una necesidad. Al principio se efectuaba en forma de simple trueque; más tarde se utilizó como unidad el ganado (pecunia) o bienes muy valiosos, aptos para el cambio por su fácil transportabilidad, como las conchas, el oro y la plata, y finalmente por medio del crédito. Los mercaderes especializados tienen su origen en la necesidad de mercancías extranjeras para las que era 58

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preciso emprender largos viajes y a veces expediciones armadas. Estos mercaderes, que al principio eran funcionarios de la ciudad o del rey, se establecieron más tarde por su cuenta, dedicándose al comercio como ocupación principal. Inicialmente el templo del rey era el más importante almacén y casa de banca, centrándose en él toda la vida económica. «Los impuestos se recaudaban en es pecie, distribuyéndose alimentos y materia prima. Muchos carnercíantes eran virtualmente siervos que recibían materia prima y alimento de sus amos, sacerdotes o nobles, para elaborar diversos artículos, aunque en las primeras épocas existieron algunos artesanos independientes que compraban materias primas y vendían productos acabados. Quienes no tenían bienes vendían su trabajo a cambio de un salario. Quienes tenían deudas obtenían préstamos irrisorios a intereses exhorbitantes, y cuando no podían pagarlas eran vendidos como esclavos. El derecho y el Estado Para evitar que en esas transacciones se produjera derramamiento de sangre o redundaran en pérdidas para el templo se habían inventado las leyes. Estas se presentan en los más antiguos documentos escritos. En algunos de ellos regulan los precios, los salarios y los honorarios de los médicos. Así, en el Código de Hammurabí encontramos la tasa de cinco ciclos por reducir un hueso o curar una enfermedad a un hombre, tres a un ciudadano y dos a un esclavo, siendo pagados en este último caso por el propietario. En las comunidades cazadoras y en las primitivas comunidades aldeanas la fuerza del derecho no podía ser muy grande. Tal vez fuera, simplemente, el sentido tradicional de lo permisible y de lo considerado como tabú, o incluso podía consistir en la responsabilidad del clan por los actos de sus miembros, generalmente satisfecha de un modo ritual. Pero en la ciudad donde existía la desigualdad social, era necesario todo un aparato de coerción. En las ciudades de Mesopotamia la primitiva asamblea de ciudadanos, enfrentada con amenazas de violencia exterior o interior, cedió el poder a un solo gobernante en forma de ensi o administrador del templo, o de lugal o gran jefe guerrero que era al mismo tiempo sacerdote del dios. En Egipto, el rey-sacerdote divino, el Faraón, se convirtió en jefe del Estado a partir de la primera dinastía. La observancia de las leyes y la exacción de tributos quedaban en manos de un cuerpo de servidores del templo con poderes policiales. El Rey se arrogó también el derecho a castigar con multas, prisión, flagelación o muerte. El poder del Estado, aunque nominalmente se hallara en manos de un individuo, de hecho dependía del apoyo de las clases superiores y de los sacerdotes y mercaderes, quedando templado tan sólo por el temor a una revuelta popular.11 En este libro seguiremos el nacimiento y la caída -la evolución y la diferenciación- de la sociedad de clases durante sus 5 000 años de existencia. Veremos que esa forma social ha servido para favorecer, reprimir o destruir las posibilidades del progreso humano. En sus comienzos, sin embargo, no caben dudas acerca de carácter progresivo en general. Fue algo que dio un enorme impulso al desarrollo de las técnicas y al comienzo de un enfoque racional de ellas, enfoque del cual había de surgir posteriormente la ciencia.

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Bernal, John D. Historia social de la ciencia. I. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1987. p. 237-280.

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VI. CIENCIA Y TÉCNICA MEDIEVALES 6.1 LA EDAD OSCURA EN LA EUROPA OCCIDENTAL

Mientras en los imperios orientales y en el Islam tenía lugar un brillante proceso cultural, la mayor parte de Europa seguía todavía inmersa en la confusión que la caída del imperio romano y las invasiones de los bárbaros habían dejado tras de sí. La decadencia de las ciudades se produjo por doquier entre los siglos V y XI. En Inglaterra, donde habían sido fundadas por extranjeros, desaparecieron completamente; en Italia, donde contaban ya con más de mil años de existencia, lograron sobrevivir aunque medio arruinadas y con menos habitantes. Los primeros gobernantes bárbaros -godos y francos al oeste y eslavos al este mantuvieron una sombra del sistema imperial que incluía el comercio a notable escala de artículos de lujo y de esclavos. La cultura clásica se extinguió gradualmente dejando algunas reliquias: véase el Canto del cisne de Boecio. La nueva cultura cristiana, que conservaba textos y fragmentos de las literaturas griega y latina se difundió a partir de encuentros tan distantes como Iona o Kiev3.21a. Unicamente en Constantinopla existía un imperio cristianizado, más griego que romano, capaz de mantenerse a sí mismo y conservar el legado clásico. Los reinos occidentales, pese a haber sido unificados por Carlomagno fueron incapaces de mantener una organización estatal según el modelo romano para afrontar el triple ataque de normandos, magiares y sarracenos. Sin embargo, no fueron vencidos por completo y volvieron a surgir al cabo de pocos años, vigorosos pero fragmentados. El éxito de su resistencia se obtuvo sobre la base de la defensa y autosuficiencia local que constituye el sistema feudal. Una vez que éste se halló bien establecido aproximadamente hacia el año 1000, la recuperación fue rápida. Los mismos factores que contribuyeron al desarrollo inicial de la Europa occidental -sus bosques y sus fértiles tierras- hicieron también esta vez que el progreso fuera rápido. A partir del siglo X comenzaron a manifestarse las intrínsecas ventajas económicas de Europa. Estas eran primordialmente agrícolas y se basaban en la adecuación del clima y las tierras de la Europa occidental para el cultivo de secano una vez superadas las dificultades técnicas de la tala de bosques y la labor de terrenos duros. El Oriente islámico, por otra parte, era una región árida en su casi totalidad y estaba por tanto sometida a una desecación y una erosión constantes, de consecuencias catastróficas cuando llegaron a combinarse con la decadencia de la organización gubernamental, única capaz de mantener los sistemas de irrigación y contener los estragos de las malas prácticas agrícolas. Europa occidental no presentaba exigencia alguna de organizacion amplia; únicamente era necesario el esfuerzo local y no ya el nacional. A pesar de partir de un estado de desorganización extrema, su economía pudo reconstruirse por sí misma, aldea por aldea. Lenta pero irresistiblemente nació una nueva civilización, que pronto superaría a las anteriores, sobre la sólida base de una tierra fértil, abundante y bien trabajada. No obstante, únicamente las partes occidentales y septentrionales de Europa fueron capaces de hacer uso de esas ventajas siempre. Su lejanía o, tal vez más, sus bosques, las salvaban de las últimas incursiones de los pueblos pastores de Asia. En el siglo XIII los tártaros arrasaron el Estado de Kiev, de alto grado de civilización. Este equivalente bizantino del Sacro Imperio Romano-Germánico de Carlomagno no quedó enteramente destruido pero tuvo que volver a surgir de sus restos en los bosques del norte. Consecuencia de ello fue que el Estado ruso, en la forma de la Gran Moscovia, se desarrolló unos siglos después que la Europa occidental. En los siglos XIV y XV correspondió la misma suerte al sureste de Europa, cuando los jóvenes reinos eslavos y finalmente la propia Bizancio cayeron bajo el dominio de los turcos. 63

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El universo de la cristiandad medieval fue por consiguiente muy limitado. Su línea medular corría desde Italia y el este de Francia hasta Inglaterra; hacia el este abarcaba sólo las tierras del Rhin y los Países Bajos; el oeste, Gascuña y Cataluña. Incluso en esta región los progresos más significativos fueron todavía limitados, concentrándose en las ricas y bien regadas llanuras agrícolas de Flandes, Normandía, la Champaña, el valle de París y los condados del sur de Inglaterra. En tierras de los francos, precisamente en la Isla de Francia, cuyo centro es París, empezaron a florecer esas formas económicas, la arquitectura y los primeros pasos intelectuales de la escolástica medieval. El otro gran centro cultural, Italia, especialmente en la Lombardía y la Toscana, estaba demasiado embuido de la influencia del mundo clásico para que pudiera aportar contribuciones tan claras. Su turno no llegó hasta la Edad Media tardía y el Renacimiento (Mapa 3).40

Mapa 3. La Europa Medieval Este mapa ilustra la distribución de las ciudades y centros del saber de la cristiandad medieval discutidos en el capítulo VI. Se advierte la concentración sobre la espina dorsal de Europa y las dos grandes rutas comerciales del Ródano y del Rin a cada lado de la barrera alpina. Se señalan especialmente cuatro zonas como centros del renacimiento comercial: el área del Mar del Norte (N); las dos grandes regiones italianas de La Lombardía (L) y la Toscana (T); y la zona del Mediterráneo occidental de la Provenza y el Languedoc (P), que debe extenderse para incluir Barcelona y las Baleares. También se indica una embrionaria área industrial, constituida por las minas de cobre y plata de Sajonia (1), las minas de estaño de Cornwall (2), las minas de hierro de Estiria (3), y los yacimientos carboníferos de Newcastle (4) y Bélgica (5).

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6.2 EL SISTEMA FEUDAL En contraposición a la economía esclavista de la época clásica que la precedió y a la economía capitalista que había de seguirla, la economía del período comprendido entre los siglos V y VII puede calificarse de feudal. Sin embargo, sólo entre los siglos XI y XIV aparece en Europa plenamente desarrollado el sistema feudal, que se completa con sus jerarquías políticas y religiosas y con el arte y el saber correspondientes. La base económica del sistema feudal era la tierra. Se caracterizaba por su dependencia de la producción agrícola local, consumida casi totalmente en el lugar de producción, y de una industria artesana dispersa. La unidad económica del sistema feudal era la aldea. En ella algunos hombres y mujeres, por lo general parientes entre sí, cultivaban la tierra y trabajaban muy alejados de los sentimientos y a veces incluso del culto a los antepasados de los antiguos clanes. Practicaban la rotación simple de los cultivos, por lo general, en las tierras del norte, con tres campos divididos en parcelas para el trabajo individual y algunos bosques y pastos. Por encima de los campesinos se elevaba la jerarquía de los señores, seglares o clérigos, con sus señores principales, obispos y reyes bajo la jefatura nominal del papa o del emperador. Un mismo señor podía tener dominio sobre una o varias aldeas, o tener tierras en varias de ellas, y sus siervos estaban obligados a trabajar para él además de para sí mismos. Esta obligación del servicio- feudal, es decir, de trabajo exigido por la fuerza o por la costumbre apoyada en la fuerza, es la que distingue la explotación feudal del sistema de trabajo asalariado, del capitalismo. La imposición de esta obligación a los campesinos que asegura que las tierras del señor serán cultivadas debidamente es al mismo tiempo lo que diferencia el sistema de la esclavitud de la época clásica. En teoría, las obligaciones feudales no eran del todo unilaterales. El señor, a cambio de los servicios de sus campesinos, les daba supuestamente su protección, pero ésta ha de entenderse más bien en el sentido de la que otorgan los gangsters de nuestra época. Por lo general el peligro del que el señor debía proteger a sus siervos lo constituían los ataques de otros señores. El único deber de los nobles era acudir al combate cuando eran requeridos para ello por un noble más poderoso, aunque también podían volverse contra éste si lo creían conveniente. Por lo demás, se limitaban a cazar y comer. La única obligación del señor espiritual era rezar, pero por lo común procuraba conseguir cuantos artículos de consumo podía reunir, al igual que su hermano seglar. La alta nobleza, religiosa o seglar, debía recorrer acompañada de sus sirvientes sus dispersos feudos en busca de alimentos, debido a la falta de transportes. Ni siquiera el rey podía permanecer demasiado tiempo en el mismo lugar, pues, al igual que un circo, se veía obligado a dar vueltas acompañado de su corte. La nobleza y el clero del sistema feudal venían a ser como parásitos de la economía aldeana. Este parasitismo, sin embargo, era consciente e inteligente. Los bailíes de los feudos, clérigos o seglares sabían muy bien cómo obtener de los siervos el máximo de los tributos o servicios. El hecho de que fuera posible mantener sin comercio ni organización a gran escala una clase parasitaria que junto con su servidumbre ascendía a la décima parte de la población, demuestra que la economía feudal era muy superior a la primitiva. Pese a que en su forma social significa un retroceso a una economía aldeana preclásica, también es cierto que representa la consecución de un nivel técnico superior, con amplio uso del hierro, mejores arados, aparejos y telares y utilizando artificios técnicos para ahorrar trabajo como el molino. Los adelantos técnicos de la época clásica, que, se concentraron en las ciudades y se emplearon en la producción esclavista de las villas en provecho de una plutocracia de comerciantes y propietarios agrarios, en la época feudal se difundieron ampliamente por las zonas rurales, dando lugar a que en todas partes existieran excedentes locales. Por consiguiente, el sistema feudal fue técnica y socialmente una base mucho más sólida que la plutocracia clásica para el progreso posterior. 65

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Al propio tiempo, el sistema feudal estaba muy subdividido localmente y le faltaba concentración para poder progresar con rapidez por su propia iniciativa interna. Lo que sí hizo, especialmente entre los siglos XI y XIII, fue difundirse por extensas regiones no cultivadas de Europa. Esta difusión del cultivo de la tierra era el único camino por el que la economía feudal podía desarrollarse sin perder su carácter. A ella la empujaron nobles y clérigos deseosos de aumentar sus propiedades y su poder, y a menudo también los siervos, que podían obtener mejores condiciones en las nuevas tierras. Hacia el final del siglo XIII esta expansión se detuvo por sí misma y condujo a una grave crisis económica de la que el feudalismo nunca llegó a recuperarse realmente. Al mismo tiempo, sin embargo, se desarrollaban dentro del sistema feudal otras formas económicas basadas en el comercio y la economía manufacturera urbana. Estas formas, al romper la autosuficiencia de la economía feudal, llegaron finalmente a destruirla; sin embargo, en un principio eran asimilables por el sistema feudal, que continuó aún durante dos siglos en Gran Bretaña y Flandes y muchos más en el resto de Europa. La economía feudal misma fue en gran parte un producto de la desorganización originada por el colapso de la economía clásica y los disturbios e invasiones bárbaras provocadas por éste. Una vez superadas estas condiciones, y una vez la guerra se hubo convertido en algo ocasional, volvieron a afirmarse por sí mismas unas formas de organización no tan directamente basadas en la tierra. Las ciudades medievales Comenzando por la región Mediterránea -el sur de Italia, Provenza y Cataluña- que había sufrido menos en la Edad Oscura, y poco después en Renania, los Países Bajos y Lombardía, donde los excedentes agrícolas eran mayores, las ciudades empezaron a desarrollarse nuevamente.»» Hacia el siglo XI estaban ya bien establecidas en estas regiones, y hacia el siglo XII se desarrollaron también en Francia, en Inglaterra y en la Alemania del este del Rhin. A medida que crecían procuraban emanciparse por sí mismas de las restricciones de la Iglesia y de las instituciones feudales. En Alemania e Italia, donde el gobierno central era más débil se convirtieron virtualmente en ciudades-Estado independientes; en Francia e Inglaterra continuaron subordinadas al poder real, aunque no ya al feudal. Esas ciudades vivían intercambiando nuevos productos manufacturados, elaborados por los gremios de artesanos en el interior de las murallas, por los productos excedentes de la economía feudal. Al principio vivía en las ciudades una parte muy pequeña de la población; a finales de la Edad Media, incluso en los países más urbanizados, corno Italia y Flandes, la población ciudadana no pasaba seguramente del cinco por ciento de la total. Sin embargo, este tipo de asentamiento era de capital importancia, puesto que a partir de él llegaría a nacer en definitiva la clase burguesa que habría de dar origen al capitalismo. El movimiento urbano fue también el foco de la nueva ciencia utilitaria, radicalmente distinta de la de los antiguos. Sin embargo, durante la mayor parte de la Edad Media las ciudades no tuvieron ese papel revolucionario. Una vez conseguido las libertades necesarias se adaptaron muy bien a la economía feudal, esencialmente rural. Esta economía, empero, no era en absoluto estable. En su primera fase, como se ha indicado ya, el acento principal se concentró en el establecimiento y ampliación del orden feudal3.31. A partir del siglo XIII ese orden empezó a quebrantarse, y no solo en Italia, donde se había implantado con menos seguridad, sino en su centro, en los Países Bajos, Inglaterra y el norte de Francia. El quebrantamiento fue en general progresivo y no ya regresivo. Se caracterizó por un aumento de la producción, y no sólo de alimentos sino también de productos textiles, acompañado de una diferenciación del campesinado, en cuyo seno, cuando menos los más ricos, se emanciparon del servicio feudal, con el consiguiente impulso del comercio y de las ciudades. Estas condiciones dieron ímpetu aún mayor a los cambios técnicos en la manufactura y en el transporte, cambios que conducirían más tarde a la nueva era del capitalismo.

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El impulso de las innovaciones técnicas, sin embargo, había existido desde el principio de la Edad Media, manifestándose especialmente en un mayor aprovechamiento de la tierra y en un creciente empleo de maquinaria. Era ahí donde el campesino y el trabajador medievales podían beneficiarse del legado de las técnicas clásicas y de las mejoras aportadas a éstas por los árabes. Como ya se ha dicho, lo que se perdió fue en su mayoría el arte de la producción de artículos de lujo y la organización de las grandes ciudades. Podía prescindirse de acueductos y baños, pero quedaban los telares y las fraguas. La agricultura y las artes plásticas mejoraron más aún, como veremos, por los adelantos conseguidos en Oriente y por las propias invenciones indígenas. Esta mejora se orientó hacia la sustitución de la acción humana por la acción mecánica y de la energía del hombre por la fuerza animal e hidraúlica. Es cierto que la artesanía medieval no consiguió nada que no hubieran podido realizar los artesanos griegos o romanos, pero a éstos les faltaba el incentivo de aquéllos: la necesidad de realizar mayor trabajo con menos esfuerzo humano. Durante casi toda la Edad Media hubo una escasez crónica de trabajo. No sólo ocurría que faltaba la fuerza de trabajo excedente de los esclavos, excedente que había contribuido al progreso técnico en la época clásica, sino que influía también la tendencia a ampliar los cultivos derivados de la naturaleza del sistema feudal. Los nobles necesitaban cada vez más tierra, pero casi siempre faltaban campesinos y nunca disponían de un número suficiente, sobre todo en la época de la cosecha. Naturalmente, cabía hacer que los campesinos trabajaran más y dieran más cantidad de productos al señor, pero esto tenía un límite, como demostraron de forma violenta las revueltas campesinas. De ahí la búsqueda, primero por parte de emprendedores señores feudales laicos o eclesiásticos, y más tarde por parte de mercaderes ricos, de métodos distintos de enriquecimiento -mediante molinos, fábricas textiles, minas y comercio exterior-. El progreso técnico fue lento al verse dificultado por los intereses creados de nobles y corporaciones, pero nunca llegó a detenerse y sus últimas consecuencias acabaron minando los fundamentos del sistema feudal y del orden mundial medieval que era la expresión intelectual de éste. 6.3 LA IGLESIA EN LA EDAD MEDIA El sistema feudal constituía la base económica de la Edad Media; su expresión intelectual y administrativa era la Iglesia. La unidad y el orden de la Iglesia contrarrestaban las tendencias anárquicas de los nobles y proporcionaban una base en común de autoridad a toda la cristiandad. Pese a que en cuestiones particulares se daban a menudo conflictos de poder entre el emperador y el papa, entre el rey y el obispo, cada una de las partes reconocía la necesidad de la otra para el mantenimiento de la sociedad. La Iglesia no se oponía al sistema feudal, sino que era una parte esencial de él; en realidad, no era posible cambiar el uno sin la otra, como más tarde mostraría la Reforma. En el período de transición anterior al siglo X, la Iglesia se ocupó en Occidente de la supervivencia de la cultura. Fue el único foco de defensa de la antigua civilización contra las sucesivas oleadas de bárbaros godos, vándalos, francos, sajones y lombardos, que a medida que entraban en el imperio romano debían ser ganados para el cristianismo. Más tarde el esfuerzo de la conversión alcanzó a los normandos y magiares. En todos los casos la Iglesia se imponía como heredera de las grandezas del Imperio, recurriendo a la ambición de los jefes bárbaros y a la credulidad y afición al milagro de sus seguidores. Fue inevitable que en este proceso la Iglesia misma se barbarizase; así aunque continuó aferrada a los aspectos externos de la religión -ritos, vestiduras, reliquias y milagros- perdió buena parte de su antiguo contenido intelectual. Llegó a salvarse algo gracias a los esfuerzos realizados en las lejanas misiones tempranamente establecidas en Irlanda y el norte de Umbría, donde monjes como Beda (673-735) y Erigena (aprox. 800-877) lograron conservar algo del saber y la fílosofia clásica.

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El primer movimiento general de recuperación intelectual de Europa fue el de Carlomagno, quien pese a ser él mismo iletrado, introdujo las escuelas palatinas en el siglo IX. Sin embargo, este movimiento se detuvo por las nuevas invasiones de normandos, inagiares y sarracenos. Sólo en el siglo X, con la reforma monástica iniciaba en Cluny, en Borgoña, la Iglesia empezó a construir seriamente una organización capaz de controlar las vidas y los pensamientos de todos los cristianos, desde el siervo hasta el rey. Esta organización fue también feudal, y doblemente feudal, pues no solamente existía la jerarquía de los eclesiásticos seglares -papas, arzobispos, obispos y sacerdotes- que eran al propio tiempo propietarios feudales, sino también el clero regular, los monjes, los cuales poseían sus propias tierras en sus monasterios y abadías que servían como puntas de lanza de la expansión feudal. A lo largo de casi toda la Edad Media -por lo menos hasta el siglo XIII e incluso en Italia- la Iglesia tenía mediante sus monjes y sacerdotes un monopolio práctico de la enseñanza e incluso del saber leer y escribir. La administración feudal pasó a manos de los clérigos, como atestigua aún hoy la palabra inglesa clerk -funcionario y clérigo-. Este monopolio dio al pensamiento medieval un alto grado de unidad, pero también limitó seriamente su horizonte. Esta limitación a un solo grupo de hombres no había existido ni en el pensamiento griego ni en el islámico. La actitud de la Iglesia medieval hacia los asuntos humanos había quedado establecida en la oscura época de la decadencia del imperio romano. La vida en el mundo era sólo una preparación para la vida eterna en el cielo o en el infierno, actitud que se debilitó gradualmente con el innegable progreso de las condiciones de vida humana pero que no se rechazaría hasta el Renacimiento. En la práctica, sin embargo, la Iglesia se interesó subrepticiamente por los asuntos humanos y estuvo muy interesada en el mantenimiento del orden feudal. La aparición de los frailes Los compromisos de la Iglesia con una economía esencialmente rural la colocaron a partir del siglo XII en oposición a los intereses de la sociedad secular de los mercaderes y artesanos de las nuevas ciudades. Estos expresaron su insatisfacción en forma de herejías, por lo general de las especies maniquea y mística, afirmando que el hombre podía acercarse a Dios sin necesidad de la mediación de la hueste de clérigos codiciosos y de mala vida. Esas herejías podían ser sofocadas durante algún tiempo por medio de las armas, como ocurrió en la gran cruzada contra los aibigenses de 1209, pero a mediados del siglo XIll se encontró una solución más satisfactoria. La Iglesia halló un arma nueva que autorizaba las órdenes mendicantes y predicadoras -los frailes franciscanos y dominicos- nacidos en parte como expresión y en parte como reacción al cambio de las condiciones económicas. Francisco de Asis (1182-1226) reflejó en su vida y en su predicación la rebelión de los habitantes más pobres de ciudades contra la mundaneidad y la riqueza excesiva. Su mensaje era tan popular como peligroso, de modo que fue precisa toda la diplomacia papal para evitar que condujera a la herejía y a la lucha civil. Dificultades parecidas son las que presentan hoy los "sacerdotes obreros" en Francia. Incluso cuando logró vencerse la resistencia «espiritual» de los franciscanos en 1312, su doctrina continuó actuando por medio de Occam (muerto aproximadamente en 1349) y Wycliffe (aprox. 1324-1384) y preparó el camino a la Reforma. Los frailes predicadores de la orden de Santo Dormingo fueron, por otra parte, deliberadamente reaccionarios desde el principio. Su intención visible era utilizar la persuasión para frenar la difusión de la herejía. Los habitantes de las ciudades eran inteligentes e incluso cultos, y contra ellos había de dirigirse todo el peso del saber ortodoxo. De ahí los trabajos filosóficos de Alberto Magno (1193-1280) y Tomás de Aquino (aprox. 1227-1274), y de ahí también su instintiva simpatía por 68

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Aristóteles, el gran defensor del orden. Es difícil determinar la efectividad de este tipo de persuación comparado con el de esfuerzos más brutales como las Cruzadas y la Inquisición, pero las herejías fueron reprimidas durante unos 3000 años. Sin embargo, y pese a los esfuerzos de los frailes, los dos últimos siglos de la Edad Media fueron testigos de una clara debilitación de la Iglesia bajo la influencia de las florecientes ciudades y el creciente poder de los reyes, que se aliaban cada vez más entre sí y con las ciudades en contra de la nobleza campesina. El papado tuvo que trasladarse forzosamente a Aviñón en 1309 y la Iglesia se dividió entre dos o tres papas de 1378 a 1418. Para acabar con esta fragmentación se dio una vez más autoridad a los concilios generales, pero ni siquiera estos pudieron poner orden y aunque quemaran vivo a Juan Huss en 1415 sus seguidores les desafiaron y mantuvieron un estado nacional independiente en Bohemia hasta 1526. Sin embargo, la Iglesia sólo se debilitó como organización, pues había impreso hasta tal punto su sello en el pensamiento social e intelectual que las discusiones políticas y científicas de los siglos siguientes se desarrollaron principalmente en términos de religión. 6.4 LA ESCOLÁSTICA Y LAS UNIVERSIDADES El renacimiento de la cristiandad occidental iniciado en el siglo X exigía una base intelectual más amplia que la constituida por el rescate del saber clásico, incluso en los casos en que era transmitido por pensadores tan capaces como Beda y Erigena. Los clérigos debían aprender a pensar y a escribir; las pretensiones espirituales y temporales de la Iglesia debían ser afirmadas y defendidas. Al principio se atendió a esta necesidad estableciendo escuelas catedralicias, como las de Chartres y Reinis. Pero hacia el siglo XII se hizo necesario convertirlas en universidades, con varios cursos que enseñaran las siete artes liberales, la filosofia y, lo que era más importante, la teología. La primera y más famosa, la Universidad de París, fue reconocida -más que fundada en 1160. La idea de una universidad -studium generale- donde pudieran estudiarse todas las materias no era completamente nueva. En la antiguedad habían existido las escuelas de Atenas y el Museo de Alejandría; los musulmanes habían tenido durante siglos sus escuelas en las mezquitas, las madrasseh donde era posible aprender tanto filosofia como religión, e incluso anteriormente, a partir del siglo XI, había existido una escuela de Medicina en Salerno. Aunque las nuevas universidades medievales se inspiraban en estos precedentes, eran más generales y sistemáticas en sus enseñanzas y adquirieron en seguida un lugar especial en la cristiandad como depositarias del saber. La Universidad de Bolonia se fundó al mismo tiempo que la de París, si no antes, Oxford en el año 1167, prácticamente como filial de París; Cambridge en 1209. Vienen a continuación Padua, en 1222; Nápoles en 1224; Salamanca, en 1227; Praga en 1347; Cracovia, en 1364; Viena, en 1367, y San Andrés, en 1410. Desde su fundación, las universidades fueron, y siguieron siendo hasta una época relativamente reciente, sobre todo, instituciones para la educación de los clérigos. Esto carecía de importancia en una época en que el clero tenía el monopolio de las ocupaciones ilustradas y era el responsable de la administración. Lo que sí es importante es que daban una educación general y especialmente que absorbieron algunas de las ideas del mundo clásico. La enseñanza se efectuaba por medio de disertaciones y discusiones, pues los libros escaseaban. El método continuó siendo el mismo cuando se añadieron las facultades de medicina. El plan de estudios se determinaba sobre la base de las siete artes liberales, sumario, excesivamente simplificado, del saber clásico. Las tres primeras -el trivium- eran la gramática, la retórica y la lógica, yse dirigían a enseñar al alumno a hablar y escribir correctamente—el latín—. A continuación venía el quadrivium, integrado por la aritmética, la geometría, la astronomía y la música. Sólo después de esto se podía estudiar filosofia y teología. Es importante notar que el estudio fundamental era no sólo de carácter secular sino también científico; en esto se seguía el modelo islámico. El derecho y la medicina se 69

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encuadraron en otras facultades, pero ni la historia ni la literatura encontraron lugar. A esta omisión se debe durante el Renacimiento la reacción humanista contra todo el sistema escolástico. En la práctica la enseñanza de la ciencia era muy escasa. La aritmética consistía en la numeración; la geometría, en los tres primeros libros de Euclides; la astronomía iba muy poco más allá del calendario y del modo de calcular la fecha de la Pascua; la física y la música eran muy elementales y platónicas. Hubo muy poco contacto con el mundo de la Naturaleza y de las artes prácticas y muy pocos deseos de tenerlo, pero al menos se inició el amor al saber y cierto interés por la argumentación. En la Edad Media tardía las universidades, con escasas excepciones como Padua, se habían convertido en guardianes del saber establecido y en barreras para todo progreso cultural, en tanto que en su primera época habían sido el foco de la vida intrlectual europea. El impacto del conocimiento árabe y griego En este mundo de actividad intelectual restringida y ávida se produjo el impacto del saber árabe, que llevaba consigo un caudal de conocimientos clásicos mucho más rico que el que se había conservado en Occidente. Empezando con unas cuantas obras en el siglo XI, se convirtió en un verdadero alud en el siglo XII, cuando el grueso de los clásicos árabes y griegos fueron traducidos al latín, la mayoría a partir del árabe3.2 pero algunos directamente del griego. La mayor parte de la traducción se realizó en España y alguna en Sicilia. Las Cruzadas tuvieron escasa influencia en la difusión de la cultura. Esa transmisión cultural tuvo un carácter completamente distinto a las de los antiguos tiempos salvo, tal vez, la que tuvo lugar entre la ciencia india y la ciencia islámica. Aquí, en vez del paso de una tradición casi muerta a una cultura nueva y vigorosa, lo que ocurrió fue la entrega de los frutos de una cultura que escasamente había dejado atrás su plena pujanza. Parece que al principio hubo alguna dificultad en la transmisión de ideas, expresadas en un lenguaje radicalmente distinto y procedente de un pueblo cuyas creencias religiosas no sólo eran extrañas sino abiertamente hostiles. Estos obstáculos, sin embargo, mostraron ser superficiales comparados a la similaridad subyacente entre la cultura transmitida por los árabes y la ya legada por los latinos. Lo que ocurrió fue de hecho una nueva recepción, más amplia y más próxima a su fuente original, de la cultura helenística que constituía ya la propia base. Ambas contenían el mismo substrato de ideas platónicas y neoplatónicas. Las palabras, eran desconocidas, pero no sus significados. Y no sólo era eso, sino que la religión del Islam se había enfrentado con los mismos problemas intelectuales -la creación del universo, la reconciliación de la fe y la razón, la inspiración literal o la existencia eterna del Corán y la validez de la experiencia mística- que dejaban perplejos a los cristianos. Duns Scoto y Tomás de Aquino continuaron la disputa ya anteriormente abierta entre Algazel y Averroes. En términos de la ciencia estrictamente sería lógico considerar el período comprendido entre los siglos IX y XIV como un esfuerzo unitario arábico-latino por conciliar fílosofia y religión y completar la imagen clásica del mundo. Pero esto significaría ignorar las diferencias económicas y geográficas que conducirían a una divergencia de importancia en las consecuencias de la empresa, pues mientras en el Islam se llegó a un compromiso que esterilizaba el progreso de la ciencia, entre los cristianos la disputa prosiguió hasta que, bajo el impacto de los cambios económicos, quedó destruida toda la imagen del mundo de los griegos, que fue sustituida por otra. La fe y la razón Ya en el siglo XI, antes de que se dejara sentir plenamente el impacto del saber árabe, las disputas de las escuelas giraban en torno al problema central de proporcionar una base para la fe en la razón o, más estrictamente, de reconciliar los escritos de los padres de la Iglesia con la 70

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lógica de los griegos. Al principio tal cosa parecía bastante fácil: San Anselmo (1033-1109) demostraba la existencia de Dios a partir de las ideas de perfección. Sin embargo, tos detalles de una religión racional eran más dificiles de encontrar. En realidad Abelardo (1079-1142) presentaba en su Sic et Non respetables citas de los padres de la Iglesia que expresaban opiniones opuestas sobre casi cada una de las cuestiones fundamentales. Luego, en el siglo XII, con la recuperación de las principales obras de Aristóteles, pareció que se disponía de una guía suficiente para resolver todos estos problemas. De hecho su legendaria fama quedó más que justificada cuando fue posible apreciar la amplitud de su saber y el rigor de su lógica; sin embargo, como hemos visto, las doctrinas esencialmente conservadores de Aristóteles habían sido formuladas para justificar una sociedad estática y dividida en clases. Sólo precisaba algunas alteraciones para adaptarse mejor a una economía cristiana y feudal que a una economía esclavista y pagana. Averroes, venerado durante toda la Edad Medía como el gran comentarista, había dado ya los primeros pasos, aunque sentía demasiado respeto por Aristóteles para que su versión fuera fácilmente adaptable a la revelación cristiana. Esta tarea incumbió al dominico Tomás de Aquino. Su gran Summa Theologica ofrece una explicación del universo de la Naturaleza y del hombre como escenario del drama mucho más importante del gobierno divino y la salvación humana. El conjunto está ordenado en un sistema admirable, con citas en favor y en contra de cada uno de los puntos discutidos, junto con un argumento que conduce siempre a la solución ortodoxa. La fe siempre es superior a la razón, en el sentido de que existen cosas que la razón sola no puede descubrir, pero igualmente revelación y razón no pueden ser nunca contradictorias. Conociéndose siempre las respuestas de antemano, los argumentos del teólogo tienen a menudo aire de alegatos particulares. Pese a todo, nunca han sido superados y forman la base de la doctrina católica actual. Dadas las limitaciones de la época, la obra de Tomás de Aquino fue una notable hazaña de sistema e ingenio pues es algo más que una mera adaptación de Aristóteles: incluye también el uso del método aristotélico para tratar las situaciones de la sociedad feudal, tema que los griegos jamás pudieron abordar. No obstante, no se advierte en la obra ningún progreso original del pensamiento, y adoptarla como base filosófica supone la quiebra intelectual de los defensores neotomistas de la reacción. En realidad, Tomás de Aquino fue demasiado hábil. No solamente reconcilió con la razón las fragmentarias y a menudo contradictorias doctrinas del cristianismo primitivo sino que utilizó la falsificación neoplatónica, la Jerarquía Celestial del llamado Dionicio Aeropagita, que de hecho era considerada como el evangelio por casi todos los pensadores medievales, como base principal para su ordenación del mundo, la cual, por lo tanto, tiene tan poca cosa de cristiana como de científica. Algunos historiadores contemporáneos, impresionados por el hecho de que la ciencia moderna haya surgido de la escolástica medieval, han ensalzado la calidad de la argumentación que hizo posible ese nacimiento. Sin embargo, hay que decir que no fueron los escolásticos quienes crearon la ciencia moderna, sino hombres como Leonardo, Bacon y Galileo que repudiaban violentamente sus intenciones y métodos. Además, la historia de la revolución científica muestra que una de las tareas más dif iciles y tediosas de la fundación de la ciencia fue la eliminación de los despropósitos acumulados en todas las épocas anteriores. Cuando comprobamos que fueron necesarios casi mil años para acupiular un saber que sin esos obstáculos hubiera podido obtenerse en doscientos, nos sentimos menos inclinados a reverenciar a quienes establecieron las doctrinas que retardaron tan eficazmente el progreso de la ciencia.

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La oposición nominalista Los trabajos de Tomás de Aquino no recibieron en su época tal buena acogida como en tiempos posteriores. Incluso antes del impacto del saber árabe existía ya una oposición al método de argumentación excesivamente general basado en la realidad de las ideas platónicas o de las formas sustanciales aristotélicas. Los argumentos de Roscelin de Compiègne (aprox. 1050-1122), el primer nominalista en oposición a los realistas se vieron reforzados pese a Tomás de Aquino por el franciscano Duns Scoto (aprox. 1266-1308). Los nominalistas, en efecto, al afirmar la importancia de los individuos y mantener que las cosas son antes que los nombres o ideas, rechazaron de hecho todo el esquema racional teológico. Como eran también buenos cristianos no fueron a parar directamente al escepticismo ni tampoco, en la mayoría de los casos, a un estudio directo de la Naturaleza, sino que más bien, como Algazel, llegaron a la afirmación de una fe ciega mística y tan superior que la razón humana no puede esperar llegar a entenderla. Sin embargo, como necesitaban discutir con los realistas tuvieron que desarrollar su razonamiento en sentido crítico, proporcionando así argumentos que serían de utilidad en el posterior revivir de la ciencia natural. La famosa navaja de Guillermo de Occam, «los entes no deben multiplicarse sin necesidad» o, más auténticamente, «resulta vano hacer con mucho lo que puede hacerse con poco», ha servido para eliminar buena cantidad de despropósitos de las teorías científicas. Poco más tarde la escuela de Buridan (aprox. 1297-1358) y Oresme (13201382) en París utilizó los métodos de Oecam para criticar la doctrina del movimiento de Aristóteles y preparar así el camino para la reforma de la dinámica de Galileo. En la química, durante mucho tiempo la razón había tenido escasa influencia, el enfoque alquimista también encontró apoyo en el místico Raimundo Lulio (aprox. 1235-1315), de Mallorca, principal fuente de la introducción del misticismo sufi de los musulmanes en la cristiandad, quien fue o a quien se atribuye ser uno de los fundadores de la tradición química que, como mostraremos, va de Paraceleso y Jean B. van Helmont a la química actual. 6.5 LA CIENCIA MEDIEVAL Ha sido necesario este largo preámbulo teológico y filosófico a la ciencia medieval porque la escasa investigación científica de esta época se emprendió casi exclusivamente con fines religiosos y fue hecha por clérigos: sacerdotes, monjes o frailes. En esto reside su acusado contraste con las condiciones de la ciencia islámica, donde pocos científicos tenían miras religiosas y la mayoría perseguía claramente fines utilitarios. Los actuales intentos de exaltación de la ciencia medieval en detrimento de la del Renacimiento son especialmente necios. Además de ser inexactos falsean el alcance de los trabajos de los clérigos y estudiosos medievales, atribuyéndoles cosas que no hicieron y oscureciendo su aportación real. Incluso Roger Bacon (aprox. 1235-1315), en su destemplada y maligna denuncia de su contemporáneos -llama «muchachos ignorantes» a Alberto Magno y a Tomás de Aquinonunca puso en duda que el principal fin de la ciencia fuera servir de apoyo a la revolución. Unicamente se diferencia de los demás en que busca ese apoyo en la experiencia y no ya en la razón. «Los hombres de la Edad Media eran muy competentes para razonar y también para idear y llevar a cabo experimentos. Estos experimentos, sin embargo, quedaron aislados y, como los griegos y los árabes, consistieron sobre todo en demostraciones que no conducían a un Progreso decisivo. Pese al crédito que merecen sus conquistas, los experimentadores medievales no hicieron gran uso de sus métodos para investigar la Naturaleza y menos aún para dominarla. Carecían de incentivo alguno para ello y existía una multitud de razones disuasorias. Como hombres de Iglesia tenían muchas otras preocupaciones: Gerbert (aprox. 930-1003), el primero de los científicos occidentales, llegó a ser papa; Robert Grosseteste (aprox. 1168-1253), el más capacitado, fue obispo y canciller de la Universidad de Oxford; Alberto Magno fue provincial de la orden dominica 72

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y responsable de toda Alemania al igual que Dietrich de Friburgo (aprox. 1300), el mejor experimentador. Incluso, el más atrevido de los pensadores medievales, Nicolás de Cusa (14011464), participó en la propaganda papal y terminó como obispo del Brizen. Así hacían ciencia en sus ratos libres. Las excepciones, Roger Bacon y el misterioso Pedro el Peregrino, confirman la regla. Roger Bacon gastó una gran fortuna en las investigaciones científicas, y pese a los deseos del papa sus ideas le llevaron a la prisión. Pedro el Peregrino fue un pionero del estudio experimental del magnetismo, acerca del cual publicó una breve carta. Según su admirador Roger Bacon, «no se preocupaba de discursos o batallas verbales, sino que perseguía las obras del saber y encontraba en ellas la paz». Todo el progreso medieval de las ciencias naturales puede resumirse en unas cuantas notas de Alberto Magno sobre historia natural y minerales, un tratado sobre aves de cetrería del emperador Federico II, algunas mejoras en la óptica de Alhazen por parte de Dietrich de Friburgo y de Witelo -que incluyen una explicación del arco iris sólo mejorada por Newton- y algunas críticas escasamente originales a la teoría del movimiento de Aristóteles por parte de Buridan y Oresme. Es sobre esta base que se afirma ahora que la revolución científica data del siglo XIII y que Alberto Magno, canonizado algo tardíamente en 1931, tiene por lo tanto derecho a ser considerado como santo patrono de la ciencia. Matemáticas y astronomía En las matemáticas y la astronomía, pese a que se obtuvieron resultados algo mejores, se trata esencialmente de la misma historia. Fibonacci (aprox. 1202), Leonardo de Pisa, introdujo el álgebra árabe y la numeración india en la cristiandad. Él mismo fue un matemático notable, pero no dejó escuela y la matemática no conoció ningún proceso importante hasta la época renacentista. En la mecánica, Jordanus Nemorianus (m. aprox. 1237), en un esbozo más bien simple de la teoría de la palanca, adelantó el principio de la igualdad del trabajo realizado por una máquina y el que se ejerce sobre ella, pero esto no afectó ni podía afectar a la mecánica real dado el estado de la técnica en esa época. En astronomía, Gerardo de Cremona tradujo del árabe el Almagesto de Tolomeo en el año 1175. Su estudio, junto con las tablas de las observaciones realizadas hasta la fecha compuestas a base de las observaciones árabes anteriores por orden del rey Alfonso el Sabio en el siglo XIII, hizo posible la continuación en la cristiandad de la antigua astronomía helenística. Aquí, como en el Islam, la astronomía se utilizaba principalmente para fines de cómputo del calendario y astrológicos. En la astronomía de observación, la única ciencia en la que era necesario observar, calcular y predecir con cuidado, la influencia islámica perduró mucho más que en cualquier otra rama de la ciencia. Las tablas de Maragha (aprox. 1260) y las de Ulugh Beg (1394-1449) fueron las mejores hasta el Renacimiento. Los astrónomos medievales mostraron ser capaces de realizar por si mismos algunas mejoras de detalle en los cálculos astionómicos, especialmente la escuela y del Merton College en el siglo XIV. También aportaron algunas mejoras a la trigonometría y a la construcción de instrumentos. La más importante de éstas fue la de Levi ben Gerson, de Provenza (1288-1344), que popularizó la escuadra de agrimensor, una especie de sextante primitivo que utilizaron los navegantes en los viajes de los descubrimientos de los siglos XV y XVI. Es interesante que al parecer la primera obra científica sería en inglés sea la recientemente descubierta Equatorial Planetarie un artificio mecánico para predecir las posiciones planetarias, descrito aunque no inventado por Geoffrey Chaucer (aprox. 1340- 1400), cuyo Tratado sobre el Astrolabio «para el pequeño Lewis, mi hijo» fue muy conocido. No hubo revisión radical de la astronomía, pues aunque la oposición impetuosa de la escuela de Alberto de Sajonia (aprox. 1357), Oresme y más 73

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claramente Nicolás de Cusa se atrevió a sugerir que era la tierra y no los cielos la que gíraba diariamente, lo hizo sin embargo sobre bases filosóficas. Los citados no fueron astrónomos, mientras que los astrónomos profesionales continuaron fieles a Tolomeo hasta el siglo XVII. Las limitaciones de la ciencia medieval Aunque la contribución a la ciencia de la cristiandad medieval puede haber sido ignorada injustamente en el pasado, el peligro actual consiste más bien en exagerar su importancia hasta el punto de hacer ininteligible toda la historia de la ciencia. « Lo significativo es que solamente floreció una tradición viva en los siglos XII y XIII, tradición que a principios del XVI se había convertido en una oscura pedantería que justifica y explica el desprecio de los hombres del Renacimiento por la barberie gótica.4.27 Este hecho, junto con la identidad práctica de los temas tratados y los métodos empleados por los escolásticos y la ciencia islámica, apunta la conclusión de que la ciencia medieval en su conjunto debe considerarse como el final más que como el principio de un movimiento intelectual. Se trata de la fase final de la adaptación bizantino-sirioislámica de la ciencia helenística a las condiciones de la sociedad feudal. Nació como una consecuencia de la caída de la antigua economía clásica y, a su vez, decayó y desapareció con el derrumbamiento de la economía feudal que la sucedió. Es injusto esperar de una ciencia más de lo que se le exigió en su época. A la ciencia natural islámica y cristiana correspondía una parte, aunque, no muy importante, de la gran tarea de justificar el orden divino del universo, cuyas características principales venían dadas por la revelación y se apoyaban en la razón, es decir, en la lógica abstracta y en la filosofia. Robert Grosseteste, que probablemente fue la mente más capacitada entre los sabios medievales y cuya influencia en el desarrollo del pensamiento medieval fue enorme, pensaba que la ciencia era sobre todo un medio de ilustrar las verdades teológicas. Emprendió su estudio acerca de la luz verificándolo mediante la experiencia real de la refracción de las lentes porque creía que la luz era análoga a la iluminación divina (Fig. 6). En la Edad Media, quienes pensaban de modo distinto -y éstos eran muy pocosfácilmente se veían perseguidos como herejes o bien, en el mejor de los casos, eran ignorados. También aquí el discípulo de Grosseteste, Roger Bacon, la voz más auténtica de la época que predicaba una ciencia puesta al servicio del hombre y profetizaba la conquista de la Naturaleza por 6. Teoría y Práctica Medievales medio del conocimiento, muestra hasta qué El sistema de las esferas tal y como se veía en la Edad Media tardía. Un hombre ha pasado a través de éstas y punto estamos lejos hoy del ambiente medieval. Pese a que predijo los barcos de contempla la mecánica celeste por la que funcionan. motor, los automóviles y los aeroplanos, así como una ciencia alquímica «que enseña cómo descubrir cosas capaces de prolongar la vida humana», su interés científico era esencialmente teológico. Para él el conocimiento científico era sólo una parte, al lado de la revelación, de una sabiduría íntegral que debía contemplarse, experimentarse y emplearse al servicio de Dios. 74

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La necesidad suprema consistía en justificar las verdades del cristianismo, considerándolo como el verdadero fin de la vida humana en la tierra. Ningún conocimiento mundano podía compararse con el esquema de la salvación del que la Iglesia con sus sacramentos y tradiciones, poseía la llave. Acerca de estas consideraciones el pensamiento medieval se dirigía a ordenar todo el conocimiento y toda la experiencia para la construcción de una mayestática imagen del mundo que en esencia contuviera todo lo que es importante para el hombre. Esta tendencia enciclopédica alcanzó su punto culminante en la Edad Media, no sólo en el esquema lógico completo de la Summa de Tomás de Aquino, sino también en otras obras que contenían informaciones más generales, como las de Bartolomé el Inglés (aprox. 1230-1240) y Vicente de Beauvais (m. aprox. 1260), cuyo Speculum Majus no fue igualado hasta la Encyelopédie francesa del siglo XVIII. La imagen del mundo medieval Es necesario decir aquí alguna cosa acerca de la imagen del mundo medieval, aunque sólo sea porque la ciencia moderna ha nacido en gran parte del intento de superarla y porque en ella pueden advertirse bastantes huellas de esa lucha. Las principales características del sistema medieval greco-árabe fueron su minuciosidad y jerarquía. El esquema etéreo y cosmológico de Aristóteles y los astrónomos alejandrinos se había convertido en un rígido mundo teológico- fisico, en un mundo de esferas u orbes. Figuraban en él las esferas del sol y la luna, las esferas de los planetas y, por encima de todo, la gran esfera de las estrellas fijas, sobre las cuales estaban los cielos, y, como contrapartida teológicamente necesaria, el inframundo, los círculos y abismos infernales tan firmemente descritos en el Infierno del Dante. El mundo estaba ordenado por rangos y lugares. Se trataba de un compromiso entre la imagen aristotélica de un mundo permanente y la imagen judeo-cristiana de un mundo creado por un acto y sólo susceptible de ser destruido por otro. Se trataba de un mundo transitario, que, pese a tener sus propias reglas, era únicamente un escenario en el que se representaba la vida de cada hombre, de la cual dependía en último término la salvación o la condenación. Jerarquía La jerarquía de la sociedad quedaba reproducida en la jerarquía del universo mismo; al igual que exístían papas, obispos, emperadores, reyes y nobles, existía también la jerarquía celestial de los nueve coros angélicos: serafines, querubines, tronos; dominaciones, virtudes, potestades; principados, arcángeles y ángeles (fruto todos ellos de la imaginación del poeudo-Dionisio). Cada una de ellas tenía una determinada función a desempeñar en el funcionamiento del universo, permaneciendo unidas al correspondiente rango de las esferas planetarias para mantenerlas en movimiento. El orden inferior de los simpIes ángeles que pertenecían a la esfera de la luna tenía, como es natural, mucho que ver con el orden de los seres humanos que estaban, precisamente, debajo de ellos. En general existía un orden cósmico, un orden social, un orden en el cuerpo humano, todos ellos representativos de estados a los que la Naturaleza tendía a volver cuando se la apartaba de ellos. Había un lugar para cada cosa y cada cosa conocía su lugar. Los elementos estaban en orden: la tierra debajo, el agua sobre ella, por encima el aire, y el fuego, el elemento más noble, por encima de todo. Los órganos nobles del cuerpo -el corazón y los pulmonesestaban cuidadosamente separados por el diafragma de los órganos inferiores del vientre. Los animales y las plantas tenían papeles apropiados que desempeñar en este orden general, no sólo en la satisfacción de las necesidades del hombre, sino incluso dándole ejemplos morales: así, la laboriosidad de la hormiga, el valor del león, el autosacrificio del pelícano, etc... Este cosmos tremendo, complicado pero ordenado, era también idealmente racional. Combinaba las conclusiones mejor establecidas y más lógicas de los antiguos con las verdades incuestionables de la Escritura y de la tradición de la Iglesia. Las escuelas podían diferir en algunos de sus detalles, pero ninguna dudaba de que se trataba sustancialmente de una imagen verdadera. 75

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Parecía que el problema esencial quedaba resuelto para siempre. Era posible contar pues con un universo que era al mismo tiempo práctico, apto teológicamente y muy razonable. 6.6 LA TRANSFORMACIÓN DE LA ECONOMÍA MEDIEVAL POR LAS NUEVAS TÉCNICAS A la luz de lo anterior puede comprenderse por qué un ataque a cualquiera de las partes de la imagen del universo se consideraba como cosa mucho más seria que un mero reajuste intelectual, como un ataque a todo el orden de la sociedad, de la religión y del mismo universo. Por consiguiente, era necesario resistir a esos ataques con todo el poder de la Iglesia y del Estado. El sistema del pensamiento medieval era necesariamente conservador, y si se hubiera abandonado a sí mismo de seguro habría perdurado hasta el presente. Pero no fue abandonado a sí mismo. Por mucho que el pensamiento medieval tendiera a ser estático la economía de la Edad Media no podía permanecer quieta. El sistema feudal, como se ha explicado anteriormente, contenía los gérmenes de su propia transformación. El aumento del comercio y las mejoras en las técnicas del transporte y la manufactura la empujaban lentamente hacia una economía mercantil y dineraria en lugar del régimen del servicio obligado. El aspecto técnico de esta revolución económica acabó siendo un factor decisivo en la creación de una ciencia experimental nueva y progresiva que tomara el lugar de la estática ciencia racional de la Edad Media. Presentaba a los hombres del Renacimiento situaciones y problemas con los que era incapaz de enfrentarse el viejo saber. Estos reajustes intelectuales pertenecen, por consiguiente, a un período posterior, pero los cambios técnicos esenciales tuvieron lugar durante la Edad Media y representan en realidad su contribución más significativa a la civilización científica del futuro. En esa sociedad aparentemente estática y bien ordenada los cambios técnicos permanecieron ignorados durante largo tiempo, pues apenas eran mencionados por las crónicas medievales a pesar de que figuraban en lugares de importancia en los litigios y en las cuentas señoriales. En el libro de notas de un maestro albañil, Villard de Honnecourt (aprox. 1250), tenemos un documento precioso que contiene explicaciones y esbozos de muchos inventos mecánicos. Eran pocos los estudiosos medievales que mencionaban las materias técnicas, y escasísimos los que intentaban comprenderlas. El carácter excepcional de ese interés queda patente en el elogio que hace Roger Bacon de Pedro el Peregrino: «Conoce la ciencia natural por experimentos y los medicamentos y la alquimia de todas las cosas existentes en los cielos o debajo de ellos, y se habría avergonzado si algún lego, o anciana, o rústico, o soldado hubiera sabido algo que él ignorara. Por consiguiente, entendía de la fundición de los metales y del trabajo del oro, la plata y otros metales y todos los minerales sabía lo referente al arte militar, las armas y la caza; había examinado la agricultura, la agrimensura y la crianza de ganado; además, había considerado la magia de las brujas y adivinas y los hechizos de todos los magos, y las tretas y artificios de los juglares. Pero como los honores y las recompensas le apartaban de la grandeza de su trabajo experimental se burló de ellos.» Sin embargo, este ideal estaba muy lejos de las aspiraciones de los escolásticos, que concedían escasa atención a cuestiones tan alejadas de la salvación. Los humanistas del Renacimiento, que creían que todo lo bueno procedía de Grecia y Roma, lo ignoraron deliberadamente. Se revelaban contra todas las conquistas de la Edad Media a las que calificaban de góticas y bárbaras. La arquitectura medieval A nosotros, sin embargo, que no tenemos que luchar a muerte con el feudalismo, nos basta echar una ojeada al desarrollo de la arquitectura gótica, desde las pesadas moles de los normandos a la esbeltez de las torres perpendiculares, para advertir que esos tres siglos transcurren en un 76

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mundo de rápido progreso técnico. En realidad la arquitectura es la mejor y más propia expresión de la técnica y el pensamiento medieval. Fue, con todo, un éxito meramente técnico y no ya científico. La maravilla de la construcción de bóvedas y contrafuertes, mucho más atrevidos que en las obras emprendidas por griegos y romanos, fue consecuencia de una serie de soluciones ad hoc para dificultades prácticas. La teoría no desempeñó papel alguno; tampoco podía hacerlo, pues, por ejemplo, la teoría del arco -independientemente del conocimiento operativo que se tuviera de ella- ha sido descubierta en nuestra época. Por la misma razón la arquitectura medieval contribuyó poco, directa o indirectamente, al progreso de la ciencia. Cosa distinta ocurrió con otras innovaciones; algunas de ellas, como la brújula y la pólvora, pusieron las bases de la nueva ciencia, mientras que otra, como los arneses de los caballos y el codaste del timón, influyeron indirectamente a través del aumento en la productividad determinado por ellas. Las innovaciones técnicas de Oriente y China Los progresos técnicos de la Edad Media fueron posibles por la explotación y desarrollo de inventos y descubrimientos que, en conjunto, dieron a los europeos un poder mayor para dominar y, en último término, para comprender el mundo, que el recibido con el legado clásico. Es significativo que los principales inventos -la collera, el reloj, la brújula, el codaste del timón, la pólvora, el papel y la imprenta- no se realizaron en la Europa feudal. Todo parece indicar que proceden de Oriente, y la mayoría de ellos en último término de China. A medida que aumenta nuestro conocimiento de la historia de la ciencia en China (y para ello resulta inestimable el gran estudio del doctor Joseph Needham acerca de los orígenes y la historia de las técnicas y la ciencia chinas), empezamos a advertir la importancia universal de su progreso técnico. Es bien sabido que la idea de la superioridad de la civilización occidental cristiana se base en una arrogante ignorancia del resto del mundo. La transmisión es siempre difícil de probar, pero es un hecho que muchos inventos que no aparecieron en Europa occidental hasta el siglo X o con posterioridad se encuentran plenamente descritos en China en los primeros siglos de nuestra era. Lo que aún no ha sido bien explicado es por qué este temprano progreso técnico chino, y en menor amplitud de la India y los países islámicos, se detiene tras un prometedor comienzo en el siglo XV, y por qué concluyó en la formación de las civilizaciones orientales de elevado, pero estático, nivel técnico. La razón aducida por el doctor Needham como especialmente aplicable a China es el advenimiento de una burocracia -los Mandarines- de educación literaria que no tenía interés alguno en las mejoras técnicas y que estaba, en cambio, muy ocupada en mantener sometidos a los comerciantes, únicos capaces de hacer progresar las técnicas abriendo nuevos mercados. Esto es justamente lo que no ocurrió en Europa. Los nuevos inventos, en la medida en que llegaban a emplearse, pusieron en Movimiento una revolución técnica que contribuyó de modo cumulativo a la ruptura de la organización feudal al mismo tiempo que aumentaba la productividad y el comercio. Mejores medios de producción agrícola en las aldeas suponen más excedentes para el cambio. Las mejoras en el transporte de las mercancías voluminosas eliminaron la necesidad de producirlo todo en una tierra tal vez adecuada para un cultivo específico, acrecentando así indirectamente la productividad. Por ejemplo, toda la región de Burdeos se dedicó al cultivo de la vid a partir del siglo XIII pues el vino era una de las mercancías más voluminosas de la época, como testimonia todavía nuestra actual unidad de peso, la tonelada, que fue originalmente el peso de un tonel o barrica de vino. El comercio aumentó a su vez la importancia de los mercaderes y por consiguiente la de las ciudades, de modo que la industria artesana empezó a desarrollarse tanto en las ciudades como en el campo. 77

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La característica más significativa para el futuro de la economía medieval fue que las ciudades no dominaron el campo. El sistema feudal mantuvo esta independencia, y la falta de esclavos impidió el nacimiento de fábricas según el modelo clásico. La industria nacida de los nuevos inventos se difundió por centenares de aldeas. Así fue especialmente cuando los molinos se convirtieron en la principal fuente de energía, pues extendieron la producción por todas partes donde había rápidas corrientes de agua y lugares ventosos. La minería y la fundición debían estar forzosamente en el campo, y, por lo tanto, dispersas. La localización rural agravó la ya mencionada escasez crónica de mano de obra y aumentó la exigencia de ingenio mecánico. Por otra parte, las restricciones impuestas por los gremios de las ciudades a los nuevos procedimientos que amenazaban arrebatarles el trabajo podían eludirse en el campo. Las nuevas guarniciones para caballerías De los inventos mencionados, las dos primeras, la collera para los caballos y el molino, fueron esencialmente medios más eficaces de transmitir la energía. De los dos, el primero tuvo un efecto más inmediato al sustituir un petral que le oprime el gaznate por la collera colocada sobre la parte delantera de los hombros del caballo, el esfuerzo de tracción permisible se quintuplica. Esta innovación, aparecida en China en el siglo VII, llegó a Europa en el siglo XI. Su consecuencia 7. La ciencia y la ténica en la antigua China inmediata fue que el caballo sustituyó al buey Grabado de la tumba de Wu Liang, 147 d.n.e., que en el arado, permitiendo además que pudieran muestra la mejora de los arneses y de las varas del carro. ser cultivados muchos acres de tierra innaccesibles a los bueyes. Al mismo tiempo, el carro arrastrado por caballos sustituyó a la carreta de bueyes. La introducción simultánea de las herraduras llenó los caminos de carromatos y furgones tirados por caballos. Las ventajas de los nuevos arneses se hicieron sentir primero en las regiones de los francos y los normandos convirtiendo la región comprendida entre el Mar del Norte y el Canal de la Mancha, ya favorecida por un suelo fértil y un clima sin sequías, en el principal centro de la producción. Los excedentes de grano, pescado, cuero, lana en crudo y tejidos -principales mercancías del nuevo comercio pesado- podían llevarse a los grandes rnercados, como los de la Champaña, y cambiarse por los productos más elaborados pero menos pesados del Este y del Sur. El molino de agua y el molino de viento El invento del molino de agua pertenece al período clásico; Vitruvio (aprox. 50) describe ya uno. El molino, sin embargo, tiene derecho a ser considerado invento medieval porque sólo en la Edad Media llegó a utilizarse ampliamente. Los molinos romanos fueron muy escasos; Ios ríos no eran muy apropiados para ellos y para el trabajo se disponía siempre de esclavos mediterráneos. Por contraste, el molino fue desde el principio un elemento característico de la economía feudal. En casi todos los señoríos existian un molino y un molinero (el Domesday Book cita cinco mil de ellos) y el señor hacía pleno uso de su derecho a exigir que todos sus siervos llevaran el grano a su molino. Los molinos no se limitaron a la molienda de granos; también abrieron el camino a un empleo más general de la energía. Dondequiera que fuera preciso aplicar la fuerza de una manera estable o repetida para realizar un trabajo -el molino es intrínsecamente estático- siempre se podía adaptar 78

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el molino. De la conversión del movimiento de rotación en movimiento alternado nacieron dos artificios, los dos al parecer en China: el martinete y el manubrio; el martinete es muy importante porque permite también la conversión del movimiento alternado en movimiento giratorio. Los molinos de viento, procedentes según parece de Persia, hicieron su aparición en Europa hacia el año 1150. Los molinos se utilizaban para el bataneo de las telas, para soplar fuelles, forjar hierro o aserrar madera; hasta la Revolución Industrial, sin embargo, no fueron empleados para los trabajos igualmente arduos pero más irregulares de trillar el grano, hilar y tejer. El simple hecho del empleo y rápido desarrollo de los molinos en Europa para muchos propósitos atestigua la escasez de fuerza de trabajo y su relación con el progreso técnico y científico. Los molinos de viento e hidráulicos precisaban ser construidos y manejados, tarea que quedaba casi siempre fuera del alcance de los forjadores de las aldeas. Nació por lo tanto el nuevo oficio de los constructores de molinos, que iban por las regiones construyendo y reparando molinos y fueron los primeros mecánicos en el sentido moderno de la palabra. Eran capaces de construir los mecanismos y sabían cómo funcionaban, entendiendo también del manejo de las presas y compuertas, siendo por lo tanto ingenieros mecánicos e hidráulicos a la vez. Fueron depositarios de la inventiva de la que en el Renacimiento y todavía más en la Revolución Industrial nacerían artesanos capaces de poner en práctica las ideas de la nueva filosofía. El reloj La mecánica también participó en el desarrollo, en la Europa medieval, de la forma actual del reloj mecánico, que derivó originalmente de las campanas con que se anunciaban las horas de servicio primero y más tarde todas las horas, tarea que estaba a cargo de un sereno provisto de un reloj de arena. En el siglo X se inventó el ingenioso mecanismo consistente en un pivote y un volante que da al péndulo un movimiento de vaivén. La generalidad del mecanismo funciona gracias a un peso que va descendiendo y que, mediante un movimiento de relojería (esencialmente de una forma derivada del molino), señala la hora. A algún monje o molinero debe de habérsele ocurrido que un mecanismo parecido de funcionamiento continuo podía servir para anunciar directamente la hora, construyéndose el reloj mecánico -como se le llama aún en el comercio- que eliminó al sereno con el reloj mecánico, que da las horas por sí mismo, nació el prototipo de la moderna maquinaria automática, susceptible de movimiento y regulación propia. Los instrumentos para medir el tiempo son, por supuesto, rnuy antiguos. Los árabes mejoraron enormemente los relojes de agua griegos convirtiéndolos en la base de muchos artificios automáticos complicados, pero funcionaban a base de flotadores y cuerdas y les faltaba la precisión y la fuerza de los complejos de volantes engranados. Hoy sabemos, sin embargo, que los engranajes dentados son mucho más antiguos, pues exístían ya en Grecia y en China. No es posible afirmar que el reloj sea un invento europeo, pese a que fue en Europa donde más se desarrolló. Los relojes fueron más bien objetos de prestigio que de uso. Eran orgullo de las ciudades y de las catedrales, pero en el Renacimiento el raro oficio del relojero fue para la ciencia lo que el de constructor de molinos había de ser para la industria: una fecunda fuente de ingenio y de destreza artesanal. La aguja de marear La observación del poder del magnetismo terrestre para orientar un imán natural debe de haber sido uno de los más dificíles e importante descubrimientos científicos. Apenas si hay dudas de que la propiedad de orientarse que posee un imán sostenido por un pivote era ya conocida en China mucho antes de las primeras huellas de su uso en otros lugares.

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Según el doctor Needham, parece que el descubrimiento es un subproducto de la adivinación geomántica (consistente en arrojar objetos sobre una mesa haciendo predicciones del futuro según la posición en que quedan). Esta práctica todavía perdura e, incidentalmente, ha dado lugar a la mayoría de los juegos de mesa, como los dados, los naipes y el ajedrez. Cierto objeto era el signo del Norte, La Osa Mayor o el Gran Oso, representado en forma de cucharilla. Estas cucharillas, talladas en piedra imán -una de las cinco piedras sagradas-, apuntaban siempre en la misma dirección. Hacia el siglo VI se descubrió que esta propiedad de orientarse también la poseían los pedazos de hierro, que habían estado en contacto con la piedra imán o que se habían dejado enfriar estando en la dirección norte-sur. Se conoce una descripción completa de una brújula, en el siglo X, consistente en un pedazo de hierro imantado colocado sobre una madera que flota sobre el agua, pero semejante artificio probablemente era ya conocido mucho antes. Se trata de la tradicional brújula china, cuya asociación con las mesas de adivinación queda puesta de manifiesto por los símbolos dibujados en su marco (Fig. 7). Sigue siendo un misterio cómo llegó a Occidente. En una saga del siglo XII hay una referencia a ella dando a entender que ya entonces era bien conocida. La aguja con pivote y el mapa con la rosa de los vientos parecen invenciones italianas del siglo XIII. El lento desarrollo de la brújula a partir de su primer descubrimiento tiene todas las características de las mejoras técnicas tradicionales. Sin embargo, en seguida se recurrió a la ciencia para explicar su funcionamiento. La primera obra científica original de la cristiandad occidental fue la Epístola de Magnete (1269) de Pedro el Peregrino (de Mericourt), contemporáneo de Roger Bacon, quien le admiraba como el mayor y más práctico científico de la época. Revela una gran independencia de pensamiento y mucha capacidad para idear y llevar a cabo series de experimentos. De este trabajo -tras un largo intervalo- proceden las investigaciones de Borman y Gilbert, de las que arrancan la teoría y la práctica del magnetismo y la electricidad. Sus efectos no se detienen aquí: la influencia del imán sobre la brújula proporcionó una base científica real a las doctrinas acerca de la influencia y de la inducción, hasta entonces puramente mágicas. Y lo que es más importante, suministró un modelo de trabajo para la doctrina de las atracciones, idea que llegó a impregnar toda la ciencia y que sirvió de norte para la gran síntesis de Newton. El timón de codaste Parece que el timón de codaste procede también de China. El junco chino difiere radicalmente de las naves occidentales, puesto que mientras que éstas últimas se derivaron de las canoas, en las que los costados se construyen a partir de la quilla central, el primero precede de la balsa de bambú, en la que se ha construido una proa y una popa. Como las balsas carecían de quilla, el lugar-natural para el timón estaba en medio de la popa. En Europa el timón central era más difícil de colocar debido a la inclinación de la popa, empleándose por lo tanto un remo o gobernalle colocado a estribor; cuando hacia el siglo XIII se agregó el codaste vertical, se hicieron navíos europeos de quilla más profunda, basados en los modelos vikingos, que eran mucho más eficaces para la navegación. Fue posible entonces ayudarse con velas para aprovechar la fuerza del viento. Y esto, a su vez, condujo al desarrollo de la vela de popa a proa a partir de la antigua vela latina. De este modo dejó de ser necesario esperar el viento de popa para navegar y fue posible hacer viajes incluso aunque hubiera tempestad. Los dos inventos para la navegación, la brújula y el timón de codaste, tuvieron en el mar un efecto de importancia comparable al de los arneses de las caballerías en tierra. Su empleo facilitó los viajes por mar abierto, que sustituyeron a los largos viajes costeros de los primeros tiempos. De este modo, los océanos se abrieron por vez primera para la exploración, la guerra y el comercio, con enormes y rápidas consecuencias políticas y económicas.

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La navegación Las consecuencias científicas del desarrollo de la navegación fueron de capital importancia. La navegación por el mar abierto, incluso en el Mediterráneo, exigía mapas y observaciones astronómicas, dando así un estímulo directo al desarrollo de una astronomía capaz de formular predicciones precisas, a una nueva geografía cuantitativa y a instrumentos adecuados para su empleo a bordo. Por otra parte, la navegación oceánica planteó el urgente problema de la determinación de la longitud, al que aportaron su esfuerzo todos los grandes astrónomos del siglo XVII. La necesidad de brújulas y otros instrumentos de navegación puso en marcha una nueva industria que requiere una gran habilidad, la de los fabricantes de cuadrantes y otros útiles, cuya consiguiente influencia sobre la ciencia, especialmente en el establecimiento cada vez más perfecto de cánones para realizar mediciones precisas, fue enorme. Muchos científicos, incluido el propio Newton, fueron constructores de instrumentos, y uno de ellos, Watt, habría de producir efectos revolucionarios en la industria y en la ciencia. Lentes y anteojos El descubrimiento de las lentes, descrito anteriormente, condujo hacia 1350 al invento de los anteojos o gafas, al parecer en Italia. Su empleo dio un impulso adicional al estudio de la óptica. Grosseteste, Roger Bacon y Dietrich de Friburgo explicaron la acción de las lentes en la concentración de los rayos de luz y en el aumento del tamaño de las imágenes. La demanda de gafas dio nacimiento a las industrias de los pulidores de lentes y fabricantes de anteojos, cuyo florecimiento se debe a la fácil disponibilidad de cristal transparente barato. A uno de ellos, Lippershey, según se cree por tradición, debemos el invento del telescopio en 1608, y parece que, al menos al principio, las combinaciones casuales de lentes, seguramente en el taller del fabricante de gafas, fueron más fructíferas que todas las conjeturas teóricas acerca del aumento de tamaño de las imágenes. La pólvora y el cañón De todos los inventos introducidos en Occidente en la Edad Media, el más destructivo, la pólvora, fue también el de mayores efectos políticos, económicos y científicos. Se ha pretendido que el invento original se debe a los árabes y a los griegos bizantinos, pero todo parece demostrar su origen chino. La clave de su funcionamiento consiste en la adición de algún nitrato (salitre) para hacer combustibles ciertas sustancias que arden sin necesidad de aire. El salitre se encuentra en estado natural en ciertas salinas y en terrenos que han sido abonados abundantemente. Tal vez se hayan utilizado primero por casualidad, mezclado con otros combustibles, o tal vez se advirtió que empleándolo en lugar de la sosa (natrón) como fundente del carbón de leña se producía una brillante llama y una tenue explosión. Durante algunos siglos en China se empleó únicamente para hacer fuegos artificiales y cohetes. La importancia militar de la pólvora se inició con su empleo en el cañón, derivado quizá del tubo de fuego de los bizantinos o tal vez más problemente del petardo de bambú de los chinos. El nombre mismo de barrica de cañón indica su construcción primitiva a base de tiras de hierro unidas mediante cinchas. El cañón, como las armas de fuego manuales que le siguieron tempranamente, fue eficaz en la guerra no tanto porque su alcance y su fuerza excedieran a los de las viejas catapultas y ballestas sino porque tenía un costo más bajo y se desplazaba más fácilmente. Su empleo en los asedios y batallas inició una revolución técnica en el arte bélico sólo comparable con el que tuvo lugar al principio de la Edad del Hierro tres mil años antes. Frente a quienes carecían de ellos, la pólvora, el cañón y los mosquetes convertían en prácticamente invencibles a sus poseedores, colocando así al hombre «civilizado» en una situación 81

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de clara superioridad frente a «nativos» mucho más numerosos. Pero también entre los hombres civilizados alteró mucho el equilibrio del poder. El cañón se hizo indispensable para la victoria y por tanto la economía tuvo que soportar un nuevo gasto bélico. Sólo las repúblicas ricas y los reyes apoyados por mercaderes disponían del metal y los técnicos expertos necesarios para fabricar los cañones. Este hecho arruinó por completo a la aristocracia terrateniente, al tiempo que sus castillos eran derruidos por las balas del cañón. El triunfo de la pólvora fue el triunfo del Estado nacional y el principio del fin del orden feudal. Los efectos de la pólvora no fueron menos importantes en el mar. Utilizada en los cañones navales, montados en barcos que se orientaban mediante la brújula y la nueva astronomía, la pólvora convirtió a los europeos occidentales en supremos señores de las rutas marítimas del mundo hasta mediados del siglo actual. Les permitió imponer su modelo cultural sobre otros pueblos, en su origen nada inferiores cultural o militarmente. Y de manera más inmediata, les permitió reunir en sus manos toda la riqueza accesible de la tierra y poseer así la acumulación de capital necesaria para financiar la Revolución Industrial. Las consecuencias científicas de la pólvora: la química y la fisica. En último término, sin embargo, fueron los efectos de la pólvora sobre la ciencia, más que los obtenidos en el arte bélico, los que tuvieron mayor influencia en la preparación de la Era Mecánica. El cañón y la pólvora no sólo debilitaron económica y políticamente al mundo medieval sino que fueron las principales fuerzas que destruyeron su sistema de ideas. Como señaló Mayow, "El nitro ha hecho tanto daño en la filosofía como en la guerra." En efecto, ante todo, se trataba de algo absolutamente nuevo en el mundo, de algo para lo que no existía una palabra griega. En segundo lugar, la fabricación de la pólvora, su explosión, la expulsión de la bala del cañón y su consiguiente deflagración proporcionaban problemas cuya solución práctica hacía necesaria la investigación sobre un nuevo tipo de causas y la creación de nuevas ciencias. Cualquiera que sea el origen de la pólvora, el ingrediente esencial -nitro (nitrato potásico)- sólo pudo producirse como resultado de un cuidadoso estudio acerca de la separación y purificación de las sales, probablemente en relación con la alquimia. Por otra parte, lo anterior llamó la atención sobre los problemas de la solución y la cristalización. Además, la física y la química medievales tuvieron que realizar un esfuerzo supremo para explicar la explosión de la pólvora. Se trataba claramente de una combustión, pero distinta a todos los fuegos terrestres y no necesitada de aire. Esto llevó a la especulación de que el aire lo suministraba el nitro, y, conversamente, de que el aire contenía nitro o por lo menos espíritu (anima) nitroso. Esta idea se convirtió en modelo para todos los intentos posteriores de explicar la combustión y con ella la respiración, la necesidad animal de aire. Finalmente, tras cuatro siglos de discusiones y experiencias, condujo al descubrimiento del oxígeno y con él a toda la química moderna. La misma fuerza de la explosión y la expulsión de la bala del cañón llamó la atención poderosamente sobre la posibilidad de encontrar un uso práctico a las fuerzas naturales, en particular a la del fuego, sirviendo con posterioridad de inspiración para el desarrollo de la máquina de vapor. Más adelante veremos que la maquinaria empleada para horadar el cañón se empleó para fabricar con precisión los cilindros que dieron alguna posibilidad de mostrar su eficacia a las primitivas máquinas de vapor. Por último, la trayectoria de la bala de cañón en el aire -la balística- sirvió de inspiración para el nuevo estudio de la dinámica. Los científicos clásicos habían estudiado cuerpos en reposo o a lo sumo cuerpos que actuaban recíprocamente con fuerzas relativamente estables. El nuevo mundo tenía que examinar el problema de los cuerpos en movimiento violento y fundar sobre esta base 82

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una mecánica nueva y mucho más comprensiva. La teoría del impulso había nacido mucho antes que el cañón pero el interés por la trayectoria del proyectil volvió a centrar la atención en ella. La nueva mecánica difería de la clásica en un aspecto de vital importancia: depencía de las matemáticas y al mismo tiempo las engendraba. Fue una mecánica cuantitativa y numérica. La destilación y el alcohol La primera preparación de los fuertes espíritus del vino se había realizado en la Europa del siglo XII, si bien la mayoría de los pasos que conducían hasta ella se habían dado ya en el desarrollo de la destilación por los árabes. Es probable que el último pero decisivo se diera en Salermo, cuya escuela médica era ya muy famosa. Había sido fundada en el siglo IX y llegó a absorber eventualmente lo mejor de la ciencia árabe a través de Sicilia, crisol de las culturas griegas, árabe y normanda. Como ya se conocía la destilación de perfumes y aceites, el alcohol se obtuvo seguramente por accidente en el curso de alguna preparación medicinal. La clave de su preparación consistía en enfriar el alambique lo suficiente para condensar el alcohol, tal como se hacía con el agua. El resultado de la destilación se bebió primero como una rara medicina siendo advertidas sus propiedades cordiales. Pronto se produjo en concentraciones susceptibles de arder, cosa que acrecentó su fama. En el siglo XIV se atribuía a Raimundo Lulio el haber destilado alcohol a partir de la cal viva produciendo casi alcohol absoluto. La palabra «alcohol» es equívoca: el término árabe se aplica en primer lugar a la pintura para los ojos y también a todo polvo fino. La gran demanda de alcohol -aguardiente, whisky, brandy o alcohol de quemarse inició solamente con la peste negra del siglo XIV. Se creía que quienes bebían regularmente alcohol no morirían, y de ahí su nombre de agua vitae. A partir de entonces su consumo quedó fuera del control de los médicos y empezó a producirse en cantidad, como testimonian las numerosas leyes promulgadas para limitar su ernpleo. El alcohol hizo nacer la primera industria científica, la de los destiladores, fundamento de la industria química moderna. La preparación del alcohol tuvo múltiples consecuencias sociales y científicas. Las más obvias, como son los efectos de la bebida y el hábito que ésta crea, no fueron en Europa de gran importancia social, pero en otras parte del mundo la misión civilizadora del alcohol sólo fue superada por la pólvora (la isla de Manhattan fue adquirida por los holandeses en 1626, 83

8. Ciencia y tecnología del Renacimiento a) Pruebas de laboratorio con copelas. Un mineral de peso conocido se mezcla con plomo duro. Se cuece al horno la mezcla hasta la escoriación. La plata resultante se pesa de nuevo para indicar cuantitativamente la cantidad de metal contenida en el mineral. b) Alambique para la producción de espíritus fuertes. A la derecha un condensador de reflujo en el que se enfría y devuelven los espíritus más débiles; a la izquierda, un alambique con un condensador de serpentín inmerso en una gran vasija de agua. c) Estirado mecánico de alambre. Una rueda hidráulica acciona un manubrio que cada medio giro estira el alambre a través de la plancha. (De la Pirotechnia de Biringuccio.)

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comprándola a los indios por tres barricas de aguardiente; su nombre significa «el lugar donde nos embriagamos»). Para la ciencia el alcohol tiene una doble importancia, química y física. La obtención de los espíritus del alcohol dio un gran impulso a la aplicación del mismo método para otras sustancias. Los condensadores enfriados por agua, mucho más eficaces, producidos por la industria posibilitaron la condensación de otras sustancias volátiles, como el éter. El serpentín y el condensador complementaron al alambique y la retorta como principales aparatos del laboratorio, haciendo posible la química orgánica (Fig. 8). Los procesos físicos de la destilación, en especial la extraña transferencia del calor del fuego al agua del condensador, mostraron ser muy dificiles de comprender. Para Black, en el siglo XVIII, quedó la tarea de establecer la doctrina del calor latente que constituye el comienzo de la termodinámica. Y a partir de esta doctrina de Black, el fabricante de instrumentos Watt inventó el condensador separado y produjo la primera máquina térmica eficiente. El papel Las dos últimas innovaciones técnicas procedentes de Oriente y que estaban destinadas a tener en Occidente mayores consecuencias que en su lugar de origen fueron el papel y la imprenta. La necesidad de disponer de un material para escribir más barato que el costoso pergamino se hizo cada vez más urgente con la difusión de la cultura. El proceso de la fabricación del papel se desarrolló originalmente en China y se basaba en las fibras vegetales. Se empleaba ya como material de escritura barato en el siglo I a.n.e., y se introdujo en Europa a través de los árabes en el siglo XII. Los trapos de lino suministraron en Europa la base para el primer papel de calidad, no superado desde entonces. El papel llegó a ser tan bueno y tan barato que su creciente disponibilidad condujo a su vez a la escasez de copistas y de ahí al éxito del nuevo método de copia proporcionado por la imprenta. La imprenta La técnica de imprimir no es muy difícil de inventar ni de practicar. De hecho, desde los tiempos más remotos se habían utilizado sellos, cuños y estampadores. Su rápida difusión en Europa es un ejemplo de una necesidad social y organizativa de hacer uso de un nuevo artificio técnico. Para que una necesidad sea efectiva es preciso que se haga sentir su existencia. Pero la necesidad concreta que de pronto hace surgir una técnica no es siempre sin más ni menos la que ésta llegará a satisfacer finalmente y en realidad. Incluso en la Edad Media tardía eran muy pocas las personas que experimentaban la necesidad de disponer de una gran cantidad de libros. De hecho, es probable que la imprenta no se hubiera desarrollado simplemente con fines literarios. Sólo se alcanza el pleno valor de la imprenta cuando se necesita una gran cantidad de copias baratas de un texto; por consiguiente, no debe sorprendernos que se desarrollara primero en Oriente para la reproducción de las oraciones budistas o taoístas, religiones en las que la cantidad representa una ventaja espiritual, y más tarde para la impresión de papel moneda, cosa que también implica grandes números. En Occidente, de forma bastante extraña, fue otro su uso, el desarrollo de los juegos de naipes, originalmente una forma de magia adivinatoria, lo que dio lugar a la necesidad de la impresión a gran escala, y algo más tarde las indulgencias papales, oraciones e imágenes sagradas. Los libros baratos, la religión y la nueva enseñanza La imprenta de tipos móviles de madera fue inicialmente un invento chino del siglo XI. Los coreanos utilizaron tipos móviles de metal por primera vez en el siglo XIV. La imprenta se introdujo en Europa a mediados del siglo XV y se difundió con extraordinaria rapidez, primero para oraciones 84

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y luego para libros. Los nuevos y baratos libros impresos facilitaron la lectura, creando así una mayor necesidad de libros y provocando una especie de reacción en cadena. Como es natural, los impresores se dedicaron primero a producir en grandes cantidades los libros que en manuscritos tenían mayor demanda. El interés se centraba en la religión y especialmente en la Biblia, cuya impresión y difusión entre las clases medias coincidió con la nueva tendencia a la emancipación del pensamiento del control de la Iglesia que llevaría a la Reforma. En segundo lugar venían la literatura y la poesía, tanto antigua como moderna, para deleite de la nueva aristocracia culta y de la nueva burguesía del Renacimiento. Poco más tarde, ya en el siglo XVI, la imprenta se convirtió en medio para los grandes intercambios científicos y técnicos, por presentar, de modo asequible a todos, descripciones del mundo de la Naturaleza y, por vez primera, los procedimientos de los oficios y las artes. Hasta entonces las técnicas artesanales eran tradicionales y nunca se habían vertido en escritos, pasando del maestro al aprendiz por la experiencia directa. Los libros impresos hicieron primero posible y luego necesario que el artesano fuera una persona ilustrada. Las descripciones de los proceditilientos técnicos, y aún más, las ilustraciones, ayudaron a que se establecieran por vez primera relaciones entre los oficios, las artes y las profesiones cultas. 6.7 EL DESARROLLO DE LA ECONOMÍA MEDIEVAL TARDÍA La discusión de la importancia de la imprenta ha excedido los blites de la Edad Media, sin embargo, antes de pasar a una consideración de la revolución científica del Renacimiento es necesalio apreciar los efectos de éste y de otros adelantos técnicos, considerados en su conjunto, sobre la economía y las ideas de la Edad Media tardía. En las regiones rurales, los efectos combinados de las mejoras en la producción y en el transporte aumentaron el excedente bruto de las aldeas y, consiguientemente, la cantidad de productos manufacturados susceptibles de consurno en ellas. En toda Europa, y pese a que todavía no se había quebrantado el dominio de los señores feudales, los campesinos ricos y los trabajadores urbanos reforzaron su posición y comenzaron a constituir un mercado a gran escala. Ello estimuló a su vez la producción de artículos manufacturados, sobre todo la de bienes casi de lujo como el vino y las telas de calidad (las telas burdas seguían siendo hiladas y tejidas domésticamente), y la producción de alimento adicional, como el pescado salado, así como la de metales, especialmente el hierro para instrumentos y armas. Estas manufacturas, aunque establecidas por lo general en el campo como ocupación parcial de los campesinos, fueron dominadas por los mercaderes de la ciudad. Hacia mediados del siglo XVI, momento que puede considerarse como el del giro crucial de la Edad Media, los mercaderes, vicos de las ciudades habían adquirido a través de su dominio de los gremios una posición de monopolio que utilizaban para obligar a comprar barato y vender caro. Estas oligarquías ciudadanas estaban con frecuencia en violenta oposición entre sí, llegando a veces hasta la guerra. Hacia el final de la Edad Media empezaron a apreciar el valor de la cooperación para la explotación común de los territorios menos desarrollados. La más famosa de estas asociaciones fue la Liga Hanseática del norte de Alemania, dedicada a la explotación del comercio en el Báltico. Desde 1358 a 1550 gobernó virtualmente sobre las antiguas plazas fuertes de los vikingos de Escandinavia. La Hansa tenía su propia marina y mantenía sus propias fábricas en otras ciudades, desde la Steelyard, en Londres, hasta Novgorod, con derechos de extraterritorialidad. Dedicándose a la compra de materia prima en países lejanos y a la venta de productos acabados retrasó el desarrollo de la industria fuera de sus propias ciudades. La extensión del campo de acción de las ligas de ciudades posponía pero no eliminaba las causas de conflicto interno en ellas, Los mercaderes extranjeros no podían mantener indefinidamente su dominio comercial ante el desarrollo de los recursos nativos. La Gran Bretaña, por ejemplo, fue 85

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hasta el siglo XV un país exportador de lana en bruto que se trabajaba en Flandes e Italia. Estaba dominada financieramente por lombardos, florentinos y hanseáticos. De hecho se había convertido en un país semicolonial aunque, como las colonias norteamericanas del siglo XVIII, poseía recursos tan grandes que su independencia económica era sólo cuestión de tiempo. En realidad, su emancipación se inició hacia el siglo XIV con el desarrollo de los talleres domésticos de tejidos de lana. En las ciudades medievales más avanzadas, las de Italia y los Países Bajos, el gobierno de las ligas de comerciantes ricos provocó revueltas de artesanos, como la de los ciompi en Florencia en 1378 y la de los tejedores de Brujas, Lieja y Gante de 1302 a 1382. Pese a tener éxito, estas revueltas no llegaron a establecer democracias urbanas de tipo griego porque las ciudades medievales estaban asentadas en un territorio feudal mucho más desarrollado y poblado. En lugar de esto, el resultado final de las luchas internas o entre ciudades fue el fortalecimiento de los reyes feudales o de los príncipes mercaderes y capitanes mercenarios (condottieri), que se hicieron con el poder en Italia. Se llegó así a la formación de losEstados nacionales del Renacimiento, todavía feudales en esencia pero centrados en las ciudades. Sólo posteriormente se desarrolló el sistema capitalista a partir de este núcleo burgués. El comercio y las matemáticas Son las ciudades, por lo tanto, lo que debemos considerar para contemplar el desarrollo de las ideas y especialmente de la ciencia en la Edad Media tardía. En ellas creció una nueva intelectualidad seglar formada por buenos cristianos que, sin embargo, eran muy independientes de la Iglesia y en cierto grado se oponían a ella, pues seguía siendo latifundista y continuaba firmeniente vinculada al sistema feudal. Al principio, con todo, sus propósitos no estuvieron en conflicto, pues la nueva burguesía estaba más interesada por la ganancia y el lujo que por las creencias. Se ocupaba más de la aritmética comercial, la artesanía fina y el arte que de las disputas de las escuelas. Sólo más tarde, cuando encontró en la Iglesia un obstáculo para su creciente poder y riqueza, se convirtió en la más ardiente defensora de la reforma. La numeración árabe introducida por Leonardo Givonacci en 1202 encontró su empleo principal en la contabilidad comercial. En unas pocas décadas las cuatro reglas de la aritmética, que hasta entonces habían sido un misterio limitado a los matemáticos, se convirtieron en enseñanza obligada para todo aprendiz de rnercader, creando de manera incidental un número amplio de Personas capaces de apreciar la matemática. Consecuencia de ello fue el álgebra simbólica y la introducción de los signos + y -, originariamente indicaciones para el peso que se agregaba o sustraía. El mismo interés mercantil fue el que hizo formar y mejorar las tablas astronómicas y los nuevos mapas en beneficio de la navegación. El arte y la ciencia El aumento de riqueza de los mercaderes dio un nuevo impulso al arte, cambiando al mismo tiempo sus temas y su estilo. Aunque continuó expresándose en forma religiosa, no se trataba ya del arte eclesiástico del primer período medieval que estaba incorporado en las catedrales góticas. Las ilustraciones de la Naturaleza sustituyeron al simbolismo teológico. El arte se fue haciendo al propio tiempo más secular y más naturalista. Buena parte de las riquezas acumuladas por los mercaderes se gastaron en cuadros y mansiones, en parte por placer y en parte para obtener prestigio. El número de artesanos se multiplicó y sus técnicas mejoraban sin cesar. En la industria textil, la alfarería, el vidrio y la metalurgia había amplios incentivos y oportunida. des para la investigación práctica de las propiedades físicas y químicas de la materia, constituyéndose así la base material para el resurgimiento de la ciencia. Este estadio alcanzó su pleno florecimiento en el Renacimiento. 86

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6.8 LAS CONQUISTAS DE LA EDAD MEDIA El legado de la Edad Media fue esencialmente económico, técnico y político. Su aportación intelectual no fue tan duradera, pues mientras que los fundamentos puestos por la economía feudal y modificados por el comercio urbano, fueron capaces de soportar los posteriores progresos del Renacimiento y de la Revolución Industrial sin quebranto alguno, las ideas medievales tuvieron que ser combatidas despiadadamente antes de que pudieran ser sustituidas por la nueva filosofía científica. Con esto no se quiere despreciar el enorme esfuerzo intelectual realizado por los sabios medievales dedicados a la recuperación y asimilación de los elementos de la ciencia clásica. Sin embargo, por las razones discutidas anteriormente, fueron incapaces, al igual que los árabes, de ir más allá de los límites establecidos por Aristóteles dos mil años antes. Las aportaciones medievales fueron, es cierto, más completas que las de los árabes. Establecieron los principios del método científico. A comienzos del período, Robert Grosseteste había formulado el doble método de resolución y composición o de inducción y deducción tan claramente como lo haría Newton quinientos años después. Pero el método solo, sin los deseos ni los medios de emplearlo, es casi peor que inútil. La complacencia que produce se convierte en un obstáculo para el progreso. La razón fundamental de que el progreso se retrasara tanto fue que en una economía feudal, sea árabe o cristiana, no hay modo de utilizar la ciencia racional para obtener ventaja práctica alguna. La astrología fue lo bastante apreciada por los príncipes para que hiciera progresar a la astronomía pero la alquimia, que mejoró la técnica química, debía muy poco a la razón y sus teorías acabaron siendo casi pura magia. En la medida en que el principal uso de la ciencia consistía en suministrar ejemplos a los teólogos no había razón alguna para exigir de ella algo más que una analogía formal de la experiencia. La prueba de la aplicación práctica no se empleó nunca. Durante toda la Edad Media, por lo tanto, la ciencia estuvo limitada al saber literario y a la discusión. Los progresos intelectuales logrados más tarde deben muy poco a los escolásticos, como no sea el estímulo constituido por el deseo de probar que se equivocaban. Los progresos se lograron más bien por la combinación del redescubrimiento de lo mejor del pensamiento clásico con los nuevos métodos experimentales inspirados por un nuevo interés práctico por el mundo de la Naturaleza y el arte. Mucho más significativas para el futuro que el pensamiento medieval fueron las impresionantes mejoras técnicas que se produjeron en la manufactura y el transporte y el legado de dificiles problemas prácticos que exigían para su solución la aplicación de la inteligencia. La cuestión suscitada al principio acerca de la determinación del tiempo y lugar del nacimiento de la ciencia moderna puede responderse parcialmente con estas consideraciones. Entre los herederos del primer gran brote de la ciencia natural helenística, sólo la Europa occidental estaba en condiciones de lograr un nuevo progreso. Hacia el siglo XV el mundo islámico se había paralizado económicamente y estaba arruinado por las invasiones y las guerras intestinas. Pese a los triunfos posteriores de turcos y mongoles había perdido su empuje intelectual. Su religión había dejado de ser liberal, convirtiéndose en una estricta ortodoxia. La India se había convertido en un campo de batalla entre las oleadas de invasores y el hinduismo fosilizado en una estructura de castas que proporcionaba estabilidad a expensas de toda posibilidad de progreso. China conservaba su antigua cultura, pero con un sistema estatal que le impedía -y seguiría haciéndolo durante otros cuatrocientos años- dar el paso decisivo de relacionar la técnica con el saber de los libros. La cultura europea al final de la Edad Media difícilmente estaba a un nivel superior material o incluso culturalmente que el de los grandes imperios asiáticos. Que anunciara una gran prornesa podía ser sólo una apariencia derivada de su relativa falta de fijeza y uniformidad en formas sociales y económicas. por grande que fuera el peso de la tradición, se encontraba contrarrestado en todas partes por las consecuencias de los conflictos entre los diversos intereses de las ciudades y del campo, de la Iglesia y del Estado. La autoridad del papa y del emperador, que a menudo 87

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apoyaban intereses en pugna, no era suficiente Para imponer un límite rígido a los cambios. El propio sistema feudal, que había dado a la Edad Media su carácter esencial, se estaba quebrantando ostensiblemente a finales del siglo XIV. Esto, sin embargo, no es una prueba de decadencia social, pues en muchos lugares hay indudables muestras de progreso técnico y económico. Estaba desapareciendo una sociedad vieja y otra nueva tomaba su lugar; se trataba de una sociedad capaz de hacer mejor uso de las ventajas de los recursos naturales de Europa y del trabajo de sus gentes que los nobles y prelados de la Edad Media.

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DESARROLLO TÉCNICO

-POLITICA Y SOCIEDAD

Construcción de Santa Sofia.

Justiniano cierra la Academia de Atenas.

Llega a Europa la seda procedente de China. 600 Impresión con letras de molde en China. 700 Arado de rueda y sistema de tres campos en el norte de Europa. 800 Los vikingos mejoran los barcos de vela. La collera, las herraduras y los estribos en Europa, procedentes de China. 900

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FILOSOFIA Y CIENCIA

Teología mística de Dionisio Aryabjala y Varahanithira: As trónomos y matemáticos indios. Universidad persa de JunDoctrina antiaristotélica del Numeración decimal: el cero. dishapur. ímpetu de Filópono. Dinastía T’ang en China. Brahmagupta: álgebra y trigo Predicación de Mahonia, dinometría. fusión del Islam en Persia, Introducción de las cifras hindúes en Siria. África y España. Traducciones del griego al siriaco. Geber, fundador legendario de la química islámica. Califas abasíes. Fundación de Bagdad. Carlomagno. Traducciones del sánscrito, siriaco y griego al árabe. Harán-al-Raschid. Casa del Saber. Al-Jwariznzi: Álgebra. Invasión de Europa por nor- Al-Kindi, primer filósofo Beda, primer historiador de la mandos y magiares. árabe. cristiandad. Erigena, primer filósofo. Nace el Sufismo, misticismo alquímico neoplatónico. Alfragano, fundador de la astronomía islámica. Rhazes: medicina y química. Al-Masudi: geometría. Caída del Califato. Abul Waja: trigonometría.

Difusión del uso de molinos de agua. Molinos. Molinos de viento en Persia. Reforma de la Iglesia. Empleo de lentes. Imperio contra papado.

Avicena: medicina y física. Al-Biruni: describe la India. Alhacen: fundador de la óp tica. Arzachel: tablas toledanas, órbitas, elípticas. Nacimiento de las ciudades Al-Ghazzali: retorno al mis- Omar Jayyuppi.- matemática. Alcohol. italianas. ticismo. Papel en España. Invasión de los turcos. Pedro Abelardo: Universidad de París, comienzo de la escolástica Vidrio coloreado. Primera Cruzada. Averroes. sistema aristotélico musulmán. Molinos de viento en Francia. Comunas en Flandes. Maimónides: sistema aristotélico judío. Brújula marina. Saladino toma Jerusalén. Traducciones del árabe al Leonardo de Pisa: introducción latín. de las cifras árabes. Robert Grosseteste: la ciencia en apoyo de la fe. Roger Bacony Pedro el Peregrino: experimentación y Empleo de la pólvora. Federico II, Emperador. ciencia para el uso. Inventos mecánicos y relojes Saqueo mongol de Bagdad. San Alberto, Tomás de Aquino: sistema aristotélico cristiano. de Villard de Honnecourt. Cisma en el papado. Al-Tusi: Tabla Islámica. Ramón Llull: misticismo silfico y alquimia. Duns Escoto, Guillernio de Occami: nominalismo. Empleo de gafas. Guerra de Cien años. Decadencia de la escolástica. Empleo de cañones. Peste Negra. Buridan, Oresine: desarrollo de la doctrina del ímpetu. Revueltas campesinas. Ibn -Jaldun: ciencia de histo- Ulugh Beg: observatorio de Sa Barcos de codaste. Fin del Cisma, ria. markanda. Pintura al óleo. Rebelión busita. Nicolás de Cusa: especulación acerca del movimiento de la Imprenta. tierra.

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Bernal, John D. La ciencia en la historia. 5a. ed. México: Nueva Imagen, UNAM, 1981. p. 89-115.

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2.3 LA BASE SOCIAL, DE LA VIDA PRIMITIVA El lenguaje Mucho tiempo antes de que fuera posible esa elaboración, la sociedad humana empezó a desarrollar el lenguaje, su medio más poderoso de cohesión y desenvolvimiento. El lenguaje mismo es un medio de producción, posiblemente el primero de todos. La cooperación de varios individuos en la persecución de un animal para cazarlo con sus simples manos o con garrotes y piedras sin labrar, solamente es posible con el uso de gestos o palabras. Esto pudo haber ocurrido previamente a la fabricación de cualesquiera instrumentos destinados a dicho propósito. El lenguaje primitivo se debe haber ocupado principalmente de la obtención de alimentos, incluyendo las maniobras para conseguirlos y la hechura y el empleo de los utensilios. 1 El grado en que el lenguaje ha influido en la estructura anatómica hereditaria del cerebro humano, muestra cuán temprana debe haber sido su adquisición. La coordinación del complejo de ojo y mano, que ocupa más de la mitad del cerebro humano, es fundamentalmente sólo una elaboración de la herencia que se remonta a un ancestro semejante al mono. En cambio, la coordinación del complejo de oído y lengua, que corresponde a la del ojo y la mano aunque no es tan amplia, es prácticamente una creación nueva. Esta última coordinación únicamente pudo surgir e implantarse en la herencia humana después de la formación de la sociedad. Todos los mamíferos utilizan en cierto grado sus voces para la comunicación social; pero, comúnmente, sólo lo hacen para expresar emoción -sexual, de cólera o de miedo- y, a su vez el escuchar dichos gritos produce una respuesta emocional apropiada. Fue sólo posteriormente cuando a la comunicación de la emoción y de la acción se pudo agregar la comunicación de informaciones acerca de cosas y lugares. La transición no es completa, el tono emotivo subyacente en el lenguaje sale a la superficie en la poesía, el canto y la música; pero nunca se halla enteramente ausente del lenguaje hablado, al cual le imparte cierto movimiento e incluso un carácter compulsivo que ha contribuido a la creencia en la magia de las palabras. No obstante, el aspecto mágico del lenguaje siempre ha estado subordinado a su aspecto utilitario 258 (véase la nota 1 del capítulo 1). Desde sus comienzos mismos, el lenguaje debe de haber sido casi enteramente arbitrario y convencional. El cada comunidad separada, el significado de los sonidos tuvo que conquistar aceptación y, ser fijado por la tradición en un lenguaje completo y capaz de referirse a la totalidad de la vida material y social. Por esta misma razón los lenguajes son tan diversos como es universal el lenguaje. Simbolismo Los objetos y las situaciones para cuya comprensión se emplea el lenguaje, siempre son mucho más complejos que los sonidos utilizados para describirlos. Como consecuencia, las palabras de un lenguaje son necesariamente símbolos abstracto y generalizados. Son suficientes,

1 Las primeras etapas en el desarrollo de los utensilios y del lenguaje son obviamente las más importantes, aunque sean a la vez las más difíciles de reconstruir. Anteriormente he aludido ya (nota 1 del capítulo 1) a las consideraciones de Haldane sobre los origenes prehumanos de lenguaje. También considera que algunas de las técnicas paleoliticas pueden haber sido instintivas, como lo es la construcción de nidos entre las aves. A pesar de que el desarrollo es relativamente lento, esto no es imposible debido a esa especie de transmisión hereditaria de experiencias advertida en las aves (sección 11.7) . A mi parecer, una vez pasada esta etapa crítica, dicho mecanismo -que es excesivamente lento- debe haber sido substituido por la transmisión social de las técnicas, lo cual puede ser considerado como el verdadero origen de la humanidad.

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exclusivamente, para indicar la acción convencional que la situación exige. En el acto mismo de creación de sus lenguajes, las sociedades humanas se vieron obligadas a generalizar, a acuñar una palabra para representa diferentes cosas y a emplear un simbolismo o taquigrafía verbal. El manejo de estos símbolos en el cerebro, junto con sus imágenes visuales directas, es lo que constituye, el pensamienlo humano. Las fórmúlas y teorías de la ciencla son únicamente. extensiones naturales y esmeradas del proceso del construcción del lenguaje. El simbolismo verbal, como lo veremos más adelante, puede ser fuente tanto de error como de conocimiento. Cuando se hace hincapié en los aspectos emotivos y compulsivos de las palabras, éstas se pueden convertir en conjuros mágicos. Cuando el símbolo es tomado en lugar del objeto o de la acción material, se puede convertir en el fundamento de la lógica idealista. La vida social primitiva El lenguaje, por su variedad y susceptibilidad al cambio, tiene una permanencia mucho mayor que la técnica. La Edad de Piedra pasó y ha sido superada, pero los lenguajes que empleamos en la actualidad son, fundamentalmente, los que deben de haber hablado algunas tribus de la Edad de Piedra. Por ello, el estudio del lenguaje -una reliquia viviente del pasado—debe ser un complemento esencial para el estudio de las reliquias supervivientes de las culturas materiales. Ambos estudios, junto con el testimonio de los pueblos primitivos existentes, permitirán la formación de una imagen de la vida social de los tiempos primitivos. Éste no es el lugar -ni yo soy la persona indicada- para intentar la presentación de esa imagen, sino únicamente para señalar aquellas partes que importantes respecto al origen y a la influencia de la ciencia. Las relaciones entre los miembros de un grupo social deber de haber modificado profundamente, desde el principio. la actividad y los sentimientos de los hombres y las mujeres individuales. La búsqueda de alimentos, su preparación y su reparto, el mero hecho de comerlos en compañía y las frecuentes comidas ceremoniales, fueron otros tantos actos sociales. Se trata de actos específicamente humanos porque señalan un profundo cambio respecto a la reacción animal incondicionada ante el alimento —el animal siempre está comiendo cuando tiene hambre y, además, procura apartar a los otros animales de su alimento. Por otro lado, las reacciones del hombre se han hecho condicionadas en alto grado, a través de las costumbres tradicionales establecidas para el mantenimiento del grupo social. Para decirlo de otro modo, el hombre es el único animal completamente autoadiestrado. En contraste con los otros mamíferos, cuyos progenitores sólo los adiestran durante unos cuantos días o semanas, cada ser humano que nace tiene que pasar por un elaborado proceso de educación, que empieza en el momento de su nacimiento, y se prolonga por muchos años. El proceso de acondicionamiento social o educación es estrictamente tradicional; y la tradición ha mantenido su continuidad y ha cambiado muy lentamente desde el comienzo de la sociedad hasta nuestros días (sección 12.1). Recolección de alimentos y caza. La división del trabajo Ahora bien, el carácter ecológico general de los grupos humanos fue determinado casi exclusivamente en un principio, y después en gran parte, por el modo como se procuraban sus alimentos. Primero deben de haber colectado todo lo que podían comer -semillas, frutos, raíces, miel, insectos y cualesquiera animales pequeños que fuera posible atrapar a mano limpia. Nada sabemos, salvo por inferencia, de cómo haya sido la vida en esta etapa. Todos los pueblos primitivos que sobreviven ya han pasado a la etapa siguiente, en la cual la recolección de alimentos se complementa con la caza de grandes animales. Por medio de los utensilios conservados, es posible seguir el desarrollo creciente de las técnicas de cacería adaptadas a los distintos tipos de presa, incluyendo el mamut.

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La división social insalvable que viene desde la etapa animal es la que existe entre los sexos. Los grupos sociales necesariamente pequeños del Paleolítico mantenían su continuidad a través de las mujeres, en tanto que los hombres jóvenes tenían que salir del grupo y se unían con muchachas de otros grupos en los cuales ingresaban. Esta situación correspondía a una división económica, conforme a la cual las mujeres colectaban frutos, nueces, granos, raíces e insectos, mientras que los hombres cazaban animales pequeños y pescaban. En este nivel no había mucha diferencia entre hombres y mujeres como recolectores de alimentos. El desarrollo ulterior de la caza de grandes animales -ocupación de varones- acrecentó la importancia del hombre como principal proveedor de alimento. Tal vez esto, combinado con la mayor fuerza, agresividad y destreza consiguientes, hizo que el hombre adquiriera el dominio sobre la mujer a fines de la Edad de Piedra; tal como acontece, por ejemplo, entre los cazadores australianos. Las familias tendieron a convertirse en patrilineales y las costumbres tribales en patriarcales. Esta tendencia puede haberse invertido cuando surgió la agricultura de azada, realzando la importancia de la mujer. Totemismo y magia La existencia misma del grupo dependía de la recolección diaria de alimento y ésta, a su vez, dependía de la provisión de animales y plantas vivientes dentro del radio de unos cuantos kilómetros en que se podían colectar y de la habilidad de hombres y mujeres para atraparlos o colectarlos. Ahora bien, solamente este último factor dependía de la técnica, la cual necesariamente se modificaba de manera muy lenta. Por otra parte, el número de animales y plantas variaba mucho y, algunas veces, en forma catastrófica. El hombre era enteramente un parásito de la naturaleza no dominada; lo único que podía hacer, por medio de técnicas mejores, era profundizar y ampliar el alcance de su parasitismo. En realidad, no pudo eludir esta condición hasta que logró la invención de la agricultura. Sin embargo, el hombre creía poder persuadir y engañar a la naturaleza para que lo ayudara, recurriendo a procedimientos que consideraba eficaces con sus compañeros de tribu y con los animales que cazaba. La magia se desarrolló para llenar las lagunas dejadas por las limitaciones de la técnica. Haciendo de cada animal o planta útil el totem de una tribu particular o de una parte de ella, empleando imágenes, símbolos y danzas imitativas, los miembros de las tribus primitivas creían que el animal o la planta podía ser estimulado a florecer. y a multiplicarse. Esto condujo también al intercambio de alimentos entre los diferentes grupos totémicos. De este modo, las elaboradas reglas sociales para las relaciones y.para la repartición de alimentos y de adornos, acabaron por quedar reunidas en un sistema complejo. La reproducción de la tribu y su abastecimiento alimenticio quedaban asegurados con el cumplimiento estricto de las reglas de los totems. En conexión con esto se encuentra la atribución de poderes a ciertas personas, animales u objetos, que eran considerados como tabú, o sea, sagrados; los cuales sólo podían ser manejados de acuerdo con las reglas más estrictas, cuya infracción traía consigo castigos temibles. La concepción de que algunos objetos tenían un mana, potencia o virtud latente, ha servido de sustento, y algunas veces de manera fructuosa, al desenvolvimiento de la ciencia. Por ejemplo, la fascinación del imán, con virtud de atraer el hierro, creó la ciencia del magnetismo. Pero con más frecuencia, debido a que las virtudes eran imaginarias, el culto a los objetos ha impedido su comprensión clara; como ocurrió con la importancia atribuida a ese metal peculiarmente inútil qué es el oro. El sistema totémico opera todavía entre muchos pueblos primitivos. Sus huellas se encuentran en todas las civilizaciones, incluyendo la nuestra, particularmente en las esferas más conservadoras de la religión y el lenguaje. En realidad, como lo ha demostrado Thomson, 2.59 todos nuestros términos de parentesco -padre, hermana, tío, etcétera- solamente se pueden entender como términos de relaciones totémicas. Y todavía conservamos en los leones y los unicornios las reliquias de los animales totémicos, transmitidos a través de la heráldica. 93

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Ritual y mito Para la ciencia han tenido una importancia más inmediata los ritos concernientes a las ceremonias totémicas, especialrnente los de los nacimientos, las iniciaciones y los funerales 2. La demostración de que los ritos de iniciación eran practicados en la Edad Paleolítica, la tenemos en los cortes hechos en las arcillas blandas de los cavernas por los participantes en dichos ritos y, también, por las impresiones de manos mutiladas. Estos rituales, por los cuales tenían que pasar todos, eran acompañados de himnos en que se daba expresión a las explicaciones o mitos acerca del origen y el desarrollo del mundo en términos totémicos. En esto consistió la primera educación formal, o sea la inculcación de un conjunto de creencias explicitas sobre el mundo y el modo de dominarlo, que era complementado —sin substituirlo nunca por entero- con el aprendizaje práctico de las técnicas usadas para cazar, cocinar, etcéteta. Una de las características de las ceremonias de iniciación era la de otorgarle nombres al iniciado, lo cual se consideraba de una importancia y una santidad particulares, ya que implicaba su relación con los ancestros totémicos y, por consiguiente, con el mundo entero. En verdad, como lo nuestra la etimología (nomen-nombre=gnosco-conocer), el conocimento de los nombres fue el primer conocimiento explícito. En su primera formulación, todos los mitos deben reflejar el nivel de la técnica práctica y de la organización social de su época; pero, debido a que su asociación con los ritos se consideraba necesaria para la conservación de la vida de la tribu y del universo mismo, los mitos cambiaron más lentamente que las condiciones reflejadas y, con frecuencia, se hicieron ininteligibles al ser reinterpretados en términos más modernos. El mito del jardín del Edén, por ejemplo, reflejaba originalmente el cambio de la caza a la agrilcultura, pero ha sido empleado para abarcar las ideas del tabú, del sexo, de la perversidad del conocimiento, de la ciega obediencia a divinidad y del pecado original. Los mitos se mezclaron fácilmente, incluso los de diferentes tribus, y acabaron por constituir una mitología común relativamente incoherente. De estos mitos totémicos proceden después de sufrir muchos cambios, aunque con una continuidad de tradición no interrumpida no sólo los credos de las religiones, sino también las teorías de la ciencia que han llegado hasta nosotros. 2.4 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA RACIONAL Las diferentes clases de conocimiento adquiridas por el hombre primitivo -acerca de los utensilios y las herramientas, del fuego, de los animales y las plantas, y de los ritos y mitos de la sociedadno eran, en sus primeros logros, completamente distintas. Dondequiera que existieron se mezclaron en una cultura común. Para comprender la génesís de la ciencia a partir de esa cultura no basta con describir su desenvolvimiento en términos de la experiencia humana de aquella época. También es necesario examinarlo a la luz de la ciencia moderna. Tenemos que estimar el alcance de lo ya conocido en un período y en un campo de experiencia determinados, en comparación con la relativa complejidad de lo que había por conocer. Una ciencia completamente racional y utilizable sólo puede surgir cuando existe cierta esperanza de obtener una comprensión del funcionamiento interno de una parte del medio ambiente, suficiente para poder manejarla a voluntad para provecho humano. Ahora bien, objetivamente, el inanimado es más simple que el animado y mucho más simple que el social; de tal manera que fue intrínsecamente necesario que el dominio racional y, en último término, científico del medio ambiente siguiera ese orden. 2 El profesor Haldane duda de que los ritos hayan tenido un origen humano. Lo que ahora consideramos como ritos pueden ser simplemente verbalízaciones de ciertas acciones, prehumanas o al menos pretingüísticas, preparatorias y provocadoras de la danza. Si el verdadero lenguaje se desarrolló hasta después, es posible que gran parte de sus funciones sociales y económicas hayan sido tomadas originalmente de los ritos.

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Fabricando y empleando los utensilios, el hombre fue transformando la naturaleza conforme a sus propósitos deliberados. Éste fue el origen de la mecánica racional -las leyes del movimiento de la materia, expresadas toscamente en el manejo práctico de la palanca, el arco, el bumerang y las boleadoras pamperas. Inclusive sin tener la comprensión del funcionamiento de la naturaleza, le fue posible al hombre aprovechar algunas porciones del medio ambiente, en las cuales se mostraban señales de regularidad. Lo único que necesitaba el hombre era saber lo que podia esperar, sin necesidad de hacer actuar él mismo a las cosas, y,estar presto a tomar lo que la naturaleza le daba. Éste es el campo de las ciencias de observación y descriptivas, como son los fundamentos de las artes de cazar y recoger los frutos cuando están maduros. El hombre se esforzó, además, por ejercer su poder más allá de lo que podía dominar por medio de la acción humana directa y de lo que podia esperar de la naturaleza; pero recurriendo a otros medios, primero por la magia y luego en función de la religión. En todo caso, los intereses del hombre primitivo eran prácticos y tenían un carácter rigurosamente. limitado. Estaban confinados a la satisfacción de las necesidades de la vida -alimentos, animales y plantas- y a los materiales para las herramientas y avíos, lo mismo que a otras cosas -como los cuerpos celestes y las características atmosféricas-que jugaban relacionadas con su abundancia. Si bien la esfera de lo racional y de lo esperado era pequeña, no obstante constituía casi todo lo que interesaba realmente al hombre primitivo. A medida que la sociedad se ha desarrollado, la esfera efectiva de la ciencia ha aumentado enormemente y, a la vez, el campo de interés ha crecido con la misma rapidez, o más rápidamente aún. Y no existe razón alguna para pensar que el hombre primitivo se halla sentido menos seguro en su mundo de lo que nos sentimos nosotros en el nuestro. En todo caso, el hombre primitivo tenía ciertamente menos razones para sentirse inseguro. La mecánica El principio del campo racional se construye dentro de la estructura del universo físico y del mecanismo sensorio-motor que ha sido desarrollado por los animales en el curso de millares de millones de años, de tal manera que en cada etapa han podido utilizarlo del mejor modo posible. En primer lugar, se deriva directamente de los elementos visual-manuales que posee el propio cuerpo -las coordinaciones del ojo y la mano que dieron al hombre tanta ventaja sobre los otros mamíferos, particularmente cuando se convirtió en un animal social. Para expresarlo de otro modo, la posibilidad del pensamiento racional en el hombre comienza con su relación con su medio ambiente físico. Con un artificio muy simple como es la palanca, por ejemplo, es posible conocer por anticipado lo que va a ocurrir en un extremo cuando se mueve el otro. Sobre la base de esta coordinación entre el ojo y la mano fue que se desarrolló en un principio la ciencia racional de la mecánica. Fue en este campo, y, primero sólo en este campo, en donde resultó posible ver y palpar intuitivamente cómo funcionaban las cosas. Y esto fue reforzado enormemente por el conocimiento adquirido con las primeras técnicas, Las raíces de la estática y de la dinámica se encuentran en la conformación, la hechura y el empleo de los utensilios. Así fue como el hombre, mucho tiempo antes de que pudiera existir alguna otra ciencia, había logrado ya determinar una lógica interna y esencialmente matemática en el manejo físico de objetos definidos y discretos. Con el avance de la ciencia, este aspecto físico es el que ha conservado la primacía de la racionalidad sobre los otros aspectos de la ciencia. La clasificación en la ciencia primitiva Sólo después, muchos millares de años después, se pudieron emplear los mismos métodos físicos para tratar otros aspectos de la experiencia humana -los aspectos químicos y biológicos— y hacerlos así lógicamente inteligibles y controlables. Lo cual no significa, sin embargo, que no se 95

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hubiesen establecido ya en ese tiempo los cimientos de las ciencias biológicas y de las sociales, sino únicamente que éstas tenían que seguir necesariamente un curso diferente, debido a su propia cornplejidad interna. Era imposible ver, siguiendo el mismo camino racional, lo que ocurría como consecuencia de alguna acción al condimentar un plato o preparar una mezcla. Pero sí era posible saber lo que ocurría intentándolo primero y luego recordándolo o aprendiéndolo de otros. En este campo, y todavía más en el del comportamiento animal, el conocimiento era esencialmente tradicional. También era estrictamente irracional porque con el conocimiento existente era imposible comprender y advertir las razones de porque ocurrían las cosas. No obstante, no parecía necesariamente irracional, ya que la misma familiaridad de la experiencia hacía innecesaria la explicación. En todo caso, siempre se podía encontrar alguna explicación mitológíca, frecuentemente en función de operadores abstractos pero personificados, como los ancestros totémicos o lo espíritus. Por consiguiente, la distinción, entre el campo racional y el descriptivo nunca era absoluta. Además, había una profusión de semejanzas y comparaciones por hacer; clases enteras de fenómenos eran similares en sus rasgos generales. Fue efectivamente en este campo en donde surgió la práctica de la clasificación, que condujo al desenvoIvimiento de las ciencias biológicas y, en cierta medida, de las químicas. Las primeras clasificaciones fueron formuladas necesariamente dentro del lenguaje,, que contiene implícitamente una teoría de los seres o las cosas (los sustantivos, capaces de acciones o pasiones (los verbos). También surgió una especie de razonamiento descriptivo por analogía, con gran frecuencia basado en la magia; el cual, aunque falso en un principio, se fue haciendo, cada vez más seguro con la acumulación y el examen de los hechos experimentados. A juzgar por el testimonio de los actuales salvajes, los pueblos primitivos deben de haber hecho una distinción bastante clara entre los campos de la experiencia en los cuales tenían un dominio aceptable sobre las cosas, aquellos otros en que podían calcular razonablemente lo que sucedería; y los otros campos en que debían confiar en los ritos y en la magia, No obstante, fue la estrecha interconexión de estos aspectos lo que le dio gran estabilidad a sus culturas. 3 Las sanciones de la tradición La enorme lentitud del cambio, contirmada por los registros arqueológicos, muestra cuán íntimo fue el apego del hombre primitivo a la tradición en todos los campos. Esto fue posible por su implícita consideración de la unidad de toda su cultura y del peligro de apartarse de la tradición en cualquier punto. ¿Cómo podía saber que la menor falla en la celebración de los ritos o en la pronunciación de los conjuros mágicos no traería por resultado la brusca subversión de todo el orden de la naturaleza, el agotamiento de las fuentes de aprovisionamiento alimenticio o el desencadenamiento de la enfermedad? Era más seguro no variar nada, a menos que las circunstancias hicieran absolutamente imposible el mantenimiento de la vieja tradición.

3 AIgunos aspectos importantes de la ciencia primitiva han sido pasados por alto, simplemente por el hecho de que se encuentran expresados en términos que han caído en desuso. Las descripciones y las reglas de las acciones pueden estar expresadas en función de los mitos, no obstante lo cual pueden ser perfectamente comprensibles dentro del marco de refencia de la cultura particular. De esa manera, tal como lo ha demostrado Santillana 9.50, la navegación polinesia establecío rutas muy precisas, aunque hayan sido descritas en términos de mitos sobre las estrellas. Del mismo modo es posible que muchos conocimientos matemáticos se encuentren expresados en las pautas de las danzas sagradas, en los dibujos Chirunga aparentemente abstractos de los aborígenes australianos. Nosotros conocemos un notable ejemplo de las habilidades numéricas de los hombre de la Edad Paleolítica, que es una piedra grabada con un raspador, que indica el conocimiento de la tabla de multiplicar e, incluso, de la existencia de los números primos. Muchas de las descripciones que se han dado acerca de las habilidades matemáticas limitadas del hombre primitivo, lo que exhiben no es tanto la ignorancia del hombre primitivo, sino nuestra ignorancia con respecto a los conocimientos que efectivamente poseían.

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2.5 LA TRANSFORMACION DEL MEDIO AMBIENTE Hasta aquí, hemos expuesto los orígenes de la ciencia en la sociedad primitiva solamente de una manera muy general, destacando cómo sus necesarias respuestas de adaptación dieron lugar un conocimiento creciente y mejor ordenado del medio material, biólogico y humano. Pero esto sólo constituye un aspecto del cuadro. El otro aspecto es el desarrollo y el uso de técnicas por parte del hombre primitivo, para alterar ese medio ambiente e impulsar la realización de otros cambios fundamentales en su modo de vivir. Esto se realizó de dos maneras. En primer lugar, toda técnica nueva ampliaba la parte utilizable o controlable del medio ambiente. Un nuevo tipo de arma como las bolas pamperas, por ejemplo, ya desarrolladas enteramente en la Edad Paleolítica, hizo posible la caza de presas volátiles en llanuras abiertas. Otros utensilios nuevos pueden haber acarreado consecuencias todavía más importantes. Los vestidos de piel, las cabañas y el fuego permitieron al hombre primitivo invernar en el norte. Tales cambios técnicos revolucionarios hicieron posible que la humanidad se propagara a nuevas regiones. En segundo lugar, el uso fructuoso de una nueva técnica, como el incencio de un bosque para aprovechar el suelo, a la larga acabó por alterar el propio medio ambiente y trajo consigo nuevos problemas cuya solución planteaba el dilema de efectuar otros cambios técnicos o de perecer. Otras crisis, que a menudo el hombre primitivo no podía distinguir de las que provocaba con su propia actividad, eran producidas por las modificaciones incontrolables en el medio ambiente físico que se debían principalmente a variaciones climáticas. Independientemente de su origen, estas crisis exigían el abandono de las viejas regiones o el desarrollo de nuevas técnicas para hacer frente a las nuevas condiciones. Ahora bien, ya sea que los cambios técnicos surgieran por el desarrollo interno de la cultura o que fueran impuestos por la modificación de las condiciones externas, lo cierto es que se efectuaron. Más aún, como lo demuestran los registros arqueológicos, los cambios fueron progresistas en su mayor parte y trajeron consigo un mayor dominio sobre una parte más extensa del medio ambiente. Utensilios al finalizar la Edad Paleolítica Los registros arqueológicos muestran que al finalizar la Edad Paleolítica el hombre contaba con un rico acervo de artefactos técnicos -cabañas, vestidos de piel cosidos, sacos y baldes, canoas, anzuelos y arpones. Estos utensilios se pueden interpretar del modo más fácil porque en su mayoría, si no es que todos ellos, se encuentran en pleno uso entre los salvajes contemporáneos; principalmente entre los esquimales y, de manera más limitada, entre los bosquimanos del África del Sur y los aborígenes australianos. Su técnica estaba constreñida a la recolección de alimentos y a la caza. Y no sólo se orientaban principalmente los propósitos de su vida hacia la persecución de los animales, sino que los artefactos de los cazadores se fabricaban en gran parte de los restos de animales cazados. Sobre la base de esta economía de cazadores se encontró la solución de la mayoria de los problemas mecánicos y técnicos implicados por el labrado y la unión de los materiales. Es interesante advertir que, a pesar de que los materiales han cambiado, la mayoría de los tipos de solución encontrados en aquel tiempo para estos problemas todavía se siguen usando y, con frecuencia, constituyen todavía la base principal de las técnicas modernas. Por ejemplo, uno de los mayores problemas de la civilización primitiva fue el de encontrar medios para conservar y transportar líquidos. Los primeros baldes y envases eran de piel y, en la actualidad, no obstante que los materiales han cambiado, simplemente se han adaptado los métodos de fabricación para emplear láminas metálicas en la hechura de baldes y recipientes. A pesar de que el vidrio y los plásticos han sustituido al cuero, las formas siguen siendo esencialmente las mismas. En la Edad 97

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Paleolítica ya se conocía ciertamente la cestería, lo mismo que rudamente el arte de tejer, probablemente derivado de aquélla. Y las propiedades plásticas de la arcilla. Los ulteriores desarrollos del vestido y de la alfarería se retrasaron en esta época, no sólo por la carencia de habilidad técnica, sino por que las condiciones de la caza -el nomadismo-no permitían que la mujer permaneciera en un lugar el tiempo suficiente para efectuar las complejas operaciones de hilar, tejer, desplegar y teñir; y, al mismo tiempo había escasa demanda de artefactos tales como las vasijas de barro, que eran pesadas para llevarlas a cuestas en largos recorridos. Proyectiles y máquinas Los progresos mecánicos dentro de la propia caza son particularmente importantes para la historia de la ciencia. El arpón, la lanza de madera, el muy ingenioso bumerang, la honda y las bolas pamperas, cuya acción depende de complicados movimientos dinámicos y aerodinámicos de sistemas en el espacio, son ampliaciones sucesivas del simple arte de arrojar garrotes y piedras. La decisiva invención del arco, más elaborada y de mayor importancia para el futuro, no parece haber ocurrido hasta la última parte de la Edad Paleolítica. El arco representa la primera utilización humana de la energía acumulada mecánicamente, la energía acumulada al combar lentamente el arco por la tensión que se gasta rápidamente al soltar la flecha. El arco es, por consiguiente, una de las primeras máquinas empleadas por el hombre; aun cuando en la trampa de resorte o de golpe se utilizan principios similares y, tal vez, se empezó a usar con anterioridad. Seguramente, el arco trajo como resultado un aumento de la eficacia de la cacería y, al parecer, su empleo se propagó con gran rápidez por todo el mundo.

Figura 1. Tecnología primitiva Utensilios esquimales a) Arpón con punta separable (las partes componenes se muestran amplificadas9. b) Taladro de arco. c) Arco compuesto. d) Bote de cuero de la Edad de Piedra, similar al umiak de los esquimales. Matemáticas de la Edad de Piedra e) Raspaduras en un mango de hueso, proveniente de Ishango en áfrica Central, que constituyen un testimonio del conocimiento de la multiplicación y de los número primos de la Edad Paleolítica (circa 10 000 a.n.e)

Para la historia de la ciencia, el arco tiene un triple interés. El estudio de la trayectoria seguida por la flecha estimuló la dinámica. El taladro de arco, que sustituyó la acción de las manos - y dejó en libertad a una de ellas-para encender una antorcha o hacer un taladro, constituyó uno de los primeros ejemplos de un movimiento giratorio sostenido. La vibración de la cuerda del arco probablemente dio origen a los instrumentos de cuerda y, de este modo, contribuyó tanto a la ciencia como al arte de la música. El otro modo de producir sonidos musicales, que, posiblemente es anterior, es el de los instrumentos de viento, de los cuales el cuerno y el caramillo vienen desde la Época Paleolítica. El hombre primitivo sabía bastante bien, por experiencia, que el aire, el viento son materiales. La ciencia de la neumática tiene su origen en la respiración. El aliento podía ser dirigido soplando o succionando a través de huesos huecos o de cañas. El aire se podía acumular en vejigas para flotar y podía ser impulsado por medio de fuelles para aviviar el fuego. Su fuerza podía emplearse para cazar en la cerbatana o para producir fuego con la bomba neumática de bambú. Este movimiento de un pistón libre o guiado dentro de un cilindro, constituyó la génesis del cañón y de la máquina de vapor. 2.6 LAS ORGANIZACIONES SOCIALES Y LAS IDEAS Debido a que los registros son materiales, es natural que conozcamos mucho más acerca de las conquistas técnicas del hombre primitivo que acerca de sus realizaciones en la esfera de las 98

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ideas; pero, las escasas indicaciones que poseemos, combinadas con lo que sabemos de los pueblos primitivos actuales, nos hacen ver que estas realizaciones también deben de haber sido considerables. En primer lugar, hubiera resultado imposible ejecutar los complejos trabajos mecánicos y de organización que desempeña una sociedad de cazadores, sin contar con una capacidad considerable para la intercomunicación y la organización social. A menudo, la caza se llevaba a cabo en gran escala y las presas eran animales como el mamut y el caballo salvaje, que implicaban la hábil disposición de centenares de hombres. A más de esto, existen testimonios directos del desarrollo de los mitos y los ritos en las reliquias paleolíticas, particularmente en los entierros. El hecho mismo de que se practicara el entierro de los cadáveres casi desde el principio de la Edad Paleolítica, indica cierta actitud hacia el destino del hombre después de la muerte. La actitud era, al parecer, algo simple; los entierros con utensilios y alimentos dan indicio de la creencia en una vida ulterior no muy diferente de la que sostienen las religiones contemporáneas. Pero ciertas prácticas, tales como el recubrimiento de los cadáveres con ocre rojo para simular la sangre, señalan una práctica muy considerable de la magia. Esto lo confirman también todas las notables pinturas que el hombre del Paleolítico Inferior nos ha dejado en las cavernas y en los refugios rocosos (sección 2.2.). Estas pinturas tienen un carácter esencialmente mágico y servían principamente al propósito de obtener mejores presas y cazar mayor número de animales. Es razonable suponer, por analogía con las tribus primitivas contemporáneas, que estos testimonios indican todo un conjunto de ritos, compuestos fundamentalmente de danzas y, cantos para revalidar los triunfos de la caza con danzantes enmascarados que representaban a los amrnales. De estas ceremonias deben de provenir el arte teatral y los ritos religiosos. La imitación de los animales se hacía, por supuesto, con el propósito de engañarlos, y el éxito de tal práctica no quedó limitado durante mucho tiempo a los animales. Las acciones engañosas fueron transferidas a la guerra y la ficción poética pudo degenerar fácilmente en franca mentira. El hechicero Al principio, todos los miembros de la tribu deben de haber participado en las ceremonias rituales; pero, a fines de la Edad Paleolítica ya se encuentran testimonios de un comienzo de especialización. Las pinturas encontradas en cavernas remotas e inaccesibles deben de haber sido ejecutadas por artistas adiestrados que, sin embargo, deben de haber tenido participación en las cacerías para conocer y estudiar a sus modelos en movimiento. Entre estas pinturas se encuentran ocasionalmente figuras aisladas de hombres vestidos de animales, que deben de haber tenido alguna importancia especial. En las más primitivas tribus contemporáneas encontramos a los hechiceros o chamanes, a quienes se atribuyen relaciones peculiares con las fuerzas que se juzgan dominantes de aquellas partes del universo o del medio ambiente que son importantes primordialmente los alimentos, pero también la salud y la ventura personal. Estos individuos se encuentran liberados, en cierta medida, del trabajo cotidiano del aprovisionamiento de alimentos y de la elaboración de utensilios y, como compensación, ejercen sus artes mágicas para el bien común. También tienen bajo su responsabilidad la preservación consciente del aprendizaje tradicional y, por lo tanto de su modificación en una sociedad en desarrollo. Sus precursores en las épocas antiguas son, por lo tanto, los antecesores culturales de los reyes consagrados, los sacerdotes, los filósofos y los científicos.4 4 La importancia que tuvieron para la ciencia los hechiceros o chamanes, es algo que todavía está por indagarse de modo completo. Seguramente a ellos debemos la conservación, si no es que hasta el descubrimiento, de las más útiles drogas conocidas hasta el siglo XIX . Las otras artes mágicas -y, particularmente, la predicción del futurosirvieron de fundamento a las seudociencias astrológicas y, a través de ellas, a las ciencias objetivas actuales.

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La teoría de la magia: los espíritus Las operaciones de los magos se basaban, al principio posibleblemente de modo explícito, en una especie de teoría esencialmente imitativa y simpatética acerca del funcionamiento del universo. Conforme a los testimonios de los entierros y de las pinturas, parece que esa teoría ya había sido elaborada en la Edad Paleolítica. La semejanza primero y después las imágenes o los símbolos simplificados podían ser identificados de tal suerte con los originales, que las operaciones ejecutadas en ellos eran transferibles por simpatía al mundo real. Estos símbolos e imágenes se encuentran conectados, a través de una secuencia ininterrumpida, con los que utilizamos fructuosamente en la ciencia moderna, pero se necesitaron muchos siglos de experiencia y de duras luchas para distinguir el sentido mágico del simbolismo de su valor meramente convencional. Otro aspecto del pensamiento primitivo que, en alguna etapa, se desprendió de la magia imitativa o simbólica, fue la idea de que los espíritus ejercen influencia sobre el mundo real y, por consiguiente, de la necesidad de controlarlos o de propiciarlos. La propla idea de espíritu es una idea bastante elaboraba. Posiblemente se originó en la incapacidad de aceptar el hecho de la muerte; y, como lo muestran los avíos sepulcrales, los primeros espíritus fueron concebidos en forma enteramente corpórea. Y, debido a que habían sido miembros de la tribu cuando vivían, se consideraba que seguían teniendo relación con ella. Se pensaba que actuaban sobre la naturaleza como los vivos, ya sea de un mod directo o a través de la magia, aunque originalmente no se les atribuía un gran poder. Solamente más tarde se concibió al espíritu (aliento, hálido, alma, psiquis) -que abandonaba al cuerpor con la muerte- como algo separado del cuerpo y capaz de una vida propia invisible, pero efectiva. En último extremo, la concepción del espíritu se formó de dos manera. La primera consistió en transformar el espíritu de un hombre poderoso en un héroe legendario primero y, luego, en un dios, para convertirlo en la figura central de la religión. La segunda manera fue la de divorciar al espíritu de su origen humano, haciendo de él un agente natural invisible como el viento o como la supuesta fuerza activa detrás de los cambios químicos y vitales. Este último, purificado de su naturaleza divina, ha desempeñado un papel sumamente importante en la ciencia, como se muestra en los capítulos subsiguientes; acabando por condensarse en los “espíritus” del vino o persistiendo en los “salvajes espíritus indomables” -el gas (o caos) de Van Helmont-que, en último término, fueron confinados a la prisión del gasómetro. 2.7 LAS CONQUISTAS DEL HOMBRE PRIMITIVO Este examen excesivamente abreviado de la técnicas y las ideas del hombre primitivo es suficiente, al menos, para mostrar cuánto se había hecho ya a fines de la Edad Paleolítica en el empleo de la inteligencia humana para dominar la naturaleza con instrumentos materiales y para asegurar, a través de los trabajos sociales ejecutados conforme a la tradición y los ritos, el mantenimiento de los progresos logrados. La base de la mecánica y de la física quedó establecida con la fabricación y el empleo de utensilios, la base de la biología con el conocimiento práctico y trasmisible de animales y plantas. El conocimiento de la sociedad estaba implícito en el lenguaje y en las artes, y fue sistematizado en el totemismo con el comienzo de la educación formal en las ceremonias de iniciación. El carácter de la sociedad, determinado por su dependencia de la caza y de la recolección de alimentos, era esencialmente comunal, sin que hubiera especialización propiamente dicha y sin que hubiera tampoco división en clases.

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Las limitaciones de una economía de cazadores Es tal la excelencia de las conquistas técnicas y sociales de los hombres del Paleolítico, que le puede extrañar a uno por qué no fueron capaces de mantenerse indefinidamente en ese estado. En realidad, parece que algunos lo lograron, pero sólo en los lugares más apartados, como la región ártica, el centro de Australia y las selvas tropicales. No obstante, es de dudar si se trata realmente de supervivencias paleolíticas o simplemente de grupos neolíticos obligados por condiciones externas, particularmente difíciles, a regresar a una cultura paleolítíca secundaria de caza y recolección de alimentos. Por lo demás, tal vez, la técnica paleolítica se encontraba demasiado adaptada a su propósito principal de cazar un número limitado de especies de presa en un número limitado de habitats, particularmente en llanuras abiertas. Cuando se alteraban las condiciones determinantes de esa abundancia, ya sea por cambios climáticos o por una caza excesiva de las presas, los rebaños se extinguían y las tribus tenían que trasladarse a regiones más favorables, o morían también en el lugar, como sucedió muchas veces y sigue sucediendo en la actualidad, o bien aprendían a cambiar su culltura de cazadores por otra cultura-tarea bastante más difícil. La debilidad esencial de una sociedad de cazadores es que es parásita de los animales que caza. Es capaz de hacer el mayor uso posible de dichos animales, pero no de controlarlos de algún modo positivo; es decir, puede matar los animales, pero no puede hacer que se alimenten o que se reproduzcan. Probablernente, la gran eficacia de los cazadores paleolíticos fue efectivantente la causa principal de la desaparición de los grandes animales en todos los sitios en que era fácil su caza. Otra causa contribuyente la tenemos en los cambios de clima, a resultas de los cuales las tierras de caza fácil y abierta fueron sustituidas por bosques en algunas regiones, como el occidente de Europa, o por desiertos en otras, como en África. Lo cierto es que, hacia el último periodo de la Edad de Hielo, la caza dejó de ser el tipo más progresista de cultura humana, y aun cuando se conservaron sus artes e incluso su organización social, éstas persistieron únicamente como parte de la cultura más rica y progresista surgida de la invención de la agricultura. Es posible que ciertas razones internas arraigadas en la forma de la sociedad paleolítica la hayan hecho menos capaz de enfrentarse a su medio ambiente, pero es difícil examinarlas. Las sociedades primitivas correspondientes a este nivel son raras en la actualidad y sus dificultades puramente internas se encuentran enmascaradas por la influencia destructiva de culturas más avanzadas, especialmente la nuestra. III. AGRICULTURA Y CIVILIZACIÓN 3.1 EL TRÁNSITO A LA ECONOMIA PRODUCTIVA Este capítulo abarca el periodo conocido comúnmente comlo Edad Neolítica o Nueva Edad de Piedra y, también, la Edad de Bronce -el periodo de las antiguas civilizaciones fluviales de Egipto, Mesopotamia, la India y la China. No haremos intento alguno de reconstruir la historia de estas civilizaciones, sino que solamente nos referiremos al papel desempeñado por ellas en los orígenes de la ciencia. Hace unos 10000 años dio principio una revolución en la producción de alimentos que acabó por alterar todo el modo material y social de existencia del hombre. Esta revolución se produjo principalmente, si no es que por completo, como resultado de la crisis en la economía de cazadores expuesta al terminar el capítulo anterior. Las dificultades a que tuvieron que enfrentarse entonces los hombres los llevaron a realizar una búsqueda intensiva de nuevos tipos de alimentos, o inclu-

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sive de antiguos alimentos ya despreciados, como las raíces y las semillas de yerbas silvestres. Esta búsqueda condujo a la invención de la técnica de la agricultura, la cual, junto con la utilización del fuego, y el empleo de la fuerza mecánica, constituye una de las tres invenciones más importantes de la historia humana. Al igual que todas las grandes transformaciones, el surgimiento de la agricultura no se logró de una sola vez, sino a través de la acumulación gradual de una serie de invenciones concatenadas que coadyuvaron a la conquista fundamental: el cultivo de las plantas sembrando su semilla. Esencialmente, se trata de la transfomación de la sociedad que permitió substituir la explotación del medio ambiente animado, por su dominio, o sea, del primer paso hacia la conquista de una economía completamente productiva. El origen de la agricultura El origen preciso de la agricultura es en la actualidad, y posiblemente lo será por mucho tiempo, tema de conjeturas. El hecho de que los animales y las plantas utilizados en la agricultura se limiten a unas cuantas especies estrechamente relacionadas entre sí -semillas y yerbas comestibles, ganado con cuernos nos indica que su origen debió de hallarse en un período definido y en alguna región limitada, posiblemente en el Medio Oriente. No se sabe aún si el cultivo de plantas y la domesticación de animales estuvieron siempre asociados desde un principio, o si esta asociación provino de la reunión de tribus puramente agricultoras con tribus exclusivamente de pastores. Los testimonios 2.1475 parecen señalar la primera alternativa. Los animales pueden haber sido traídos originalmente por los alimentos sobrantes de los cultivadores de grano y así fueron amansados luego. La domesticación no era enteramente nueva: en la Edad Paleolítica ya había sido domesticado el perro. Un pequeño indicio que me llamó la atención es el de que el medio casi universal de segar el grano -la hoz- es claramente, por su forma y por los dientes que tenía originalmente, un substituto de la quijada de una oveja, o De cualquier otro rumiante, que es una eficaz cortadora de yerba. 1 Pero, difícilmente se la hubiera usado si las ovejas no hubiesen sido relativamente abundantes y presumiblemente domesticables en las primeras etapas de la agricultura. En todo caso, el cultivo de plantas es una invención de mayores alcances que la domesticación de animales, porque sin tener este abastecimiento alimenticio generalmente es imposible mantener un número regular de animales dentro de una región restringida. Además, el mercado que constituyen las poblaciones rurales para la carne, las pieles y la lana, es esencial para una economía pastoral extensiva. Una tribu nómada de pastores o ganaderos en vastos terrenos de pastos, necesita disponer de tanta extensión de tierra como la que necesitaría para cazar a esos mismos animales en estado salvaje; y, sin un mercado que les permitiera adquirir armas, ornamentos y alimentos complementarios, hubiera sido escaso el incentivo para trocar las emociones de la caza por las molestias del pastoleo. Sin embargo, el cultivo de granos silvestres pudo haber surgido, sin que hubiera un rompimiento violento en la cultura, en alguna región bien provista en donde el grano fuese suficientemente abundante para ser recogido por las mujeres y guardado detro de cestos en poblados permanentes.2 Podría haber habido bastantes semillas como para que quedaran regadas en los alrededores y produjeran luego cosechas semejantes. La invención de la agricultura es probablemente poco más que la comprensión suficientemente clara de este acontecimiento accidental como para 1. Otro testimonio en apoyo de mi suposición es el de que, en un entierro de uno de los poblados humanos más antiguos que se han descubierto - en Sayalk, Persia—, los únicos objetos encontrados en la tumba fueron dos quijadas de oveja y una hacha de piedra. 2 La posibilidad de la agricultura proviene del hecho de que se pudieran almacenar los diversos granos comestibles, una vez que fue posible construir vasijas adecuadas. Al ser almacenados, los granos podían germinar, descomponerse y fermentarse; pero también es necesario apreciar el efecto de comerlos en este estado, como ocurre hasta nuestros días en la región del Alto Nilo. La cerveza parece haber sido un producto humano anterior al vino.

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justificar la práctica de desparramar el grano en una especie de sacrificio deliberado para obtener una recompensa más abundante en la siguiente temporada. Esto implica cierta permanencia del poblado, que puede haber sido determinada en algunos casos por la limitación de los terrenos abiertos en el bosque o de los sitios con agua en el desierto. Existen algunos testimonios de que la agricultura pudo haber empezado en los terrenos formados con el aluvión acarreado por los ríos desde las montañas a los bordes de las llanuras desérticas, ya que estos sitios constituían un lugar natural de refugio para hombres y animales cuando llegaba la sequía en las llanuras. Como la recolección de granos era una ocupación de las mujeres, es posible que la agricultura haya sido una invención femenina; y, en todo caso, debe de haber sido un trabajo de mujeres, cuando menos hasta la invención de la azada tirada por un buey o arado, porque dicho trabajo se hacía con la azada, derivada de la estaca para cavar paleolítica que utilizaban las mujeres para arrancar las raíces. En aquellos lugares donde la agricultura predominó sobre la caza en el suministro de alimentos, la posición social de la mujer se elevó en forma correspondiente, deteniendo y anulando la tendencia a cambiar el reconocimiento de los descendientes a través de la madre (matrilineal) , por la línea paterna (patrilineal) , que la caza había inducido en un principio, únicamente en aquellos lugares en donde predominó la recolección de provisiones, como en las tierras que lindaban con los poblados agrícolas, se operó el tránsito completo hacia el patriarcado -tal como se relata en la Biblia. Independientemente de su origen, la agricultura condujo a una relación fundamentalmente nueva entre el hombre y la naturaleza. El hombre dejó de ser un parásito de los animales y las plantas desde el momento en que pudo cultivar en una pequeña extensión de tierra la cantidad de alimentos que antes podía cazar o colectar en una gran extensión. Con la práctica de la agricultura, el hombre ejerció control sobre la naturaleza animada, a través del conocimiento de las leyes de reproducción, conquistando así una, independencia nueva y mucho más amplia respecto a las condiciones externas. La agricultura debe de haber consistido, al principio, simplemente en escarbar la tierra -o sea, en un cultivo de jardinería- en lugares desmontados temporalmente y luego abandonados; tipo de agricultura nómada que todavía practican muchas tribus en la actualidad. Pero, aun en este bajo nivel, la práctica de la agricultura tuvo un efecto explosivo sobre la cultura humana material y social. En comparación con algunos de los cambios ocurridos en la Edad Paleolítica, la agricultura señaló un nuevo orden de progreso. Condujo a una clase de sociedad que fue cualitativamente diferente, debido al enorme incremento cuantitativo en el número de individuos que podían encontrar sustento en la misma extensión de tierra. La caza era una ocupación casi continua, mientras que la agricultura dependia de las estaciones. La mayor parte de la población podía quedar libre para ocuparse de otras tareas durante una parte del año. De esta manera, la agricultura hizo surgir nuevas posibilidades y, con ellas, planteó nuevos problemas. Oficios agrícolas y artes domésticas La agricultura misma implica todo un conjunto de nuevas técnicas para el desarrollo de las plantas cultivadas y para la preparación de los alimentos obtenidos de ella; tales como la siembra, la escardadura, la siega, la trilla, el almacenamiento, la molienda, el cocimiento y la fermentación. Éstas trajeron aparejado otro conjunto de técnicas subordinadas; unas, como la tejeduría, resultaron del amplio abastecimiento de lana y lino, y otras, como la cerámica y la construcción de chozas, surgieron de las posibilidades y de las necesidades de la ocupacion permanente. La construcción de chozas fue conocida en la Edad Paleolítica, pero solamente en aquellos lugares en que había caza suficiente para permitir que se estableciera un poblado permanente. En las comunidades agrícolas esta técnica se hizo universal. Todo conspiraba para introducir un nuevo ritmo en el desenvolvimiento cultural. Existían las necesidades y los medios materiales. La tiranía de las viejas costumbres tuvo que ceder ante las nuevas condiciones. Un nuevo factor fue el surgimiento 103

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de la propiedad del suelo, aunque primero en forma de propiedad comunal y no de propiedad privada. En las comunidades de cazadores la mayor parte de lo que se producía era cosumido en el mismo sitio y los únicos bienes permanentes -los aparejos de caza, los utensilios de cocina y los vestidos —eran de uso constante y considerablemente personal. En cambio, en una comunidad agrícola el suelo, el ganado, las chozas,y los graneros eran siempre bienes más o menos fijos, poseídos de modo comunitario; y se hizo necesario encontrar medios para salvaguardar estos bienes y distribuirlos. Al principio, esto se logró extendiendo y complicando más todavía la organización totémica del grupo. La regla era el reparto igualitario y éste se hacía dentro de cada grupo; los intercambios rituales, regulados minuciosamente por las costumbres, se hacían entre los grupos en ocasión de ceremonias como las bodas y los funerales. Pero los nuevos métodos de producción acabaron por rebasar en mucho al antiguo sistema de distribución. El trueque empezó a ocupar el lugar del intercambio ritual, los individuos comenzaron a exigir imperiosamente lo que habían producido y así nació la propiedad privada, con su consecuencia inevitable de las desigualdades de fortuna. No obstante, el paso siguiente -la formación de clases sociales- no parece haber surgido sino hasta el momento en que se fundaron las ciudades. El trabajo La agricultura introdujo también un nuevo concepto en la vida social: el concepto de trabajo. En el período de la cultura de cazadores el trabajo no era concebido como algo distinto a los otros aspectos de la vida. Las acciones estaban estrechamente relacionadas con sus consecuencias. Quien cazaba lo hacía con el fin de obtener alimento para él y para los suyos y todos juntos devoraban la presa con gran rapidez. En cambio, en la agricultura media un largo intervalo entre lo que se hace y, lo que se recoge y, al mismo tiempo, muchas de sus operaciones son tediosas y agotadoras por sí mismas y carecen de las emociones de la caza. En realidad, con la agricultura se hizo más seguro el abastecimiento alimenticio, pero desaparecieron las posibilidades de las maravillosas cacerías y de los grandes festejos. De hecho, la transición de la caza a la agricultura es lo que conocemos en la leyenda como Ia "caída del primer hombre”. El hombre abandonó el “paraíso” o “edén”, que representa la llanura o el campo de caza fácil, para ganarse el pan con el sudor de su frente. La ciencia y los nuevos oficios No obstante, a pesar de ser tan indirecta la relación que existe en la agriculura entre el trabajo y su recompensa, condujo a la ampliación del concepto de causa y efecto, que se había de convertir en fundamento, de la ciencla racional y consciente. Por ejemplo, todo el curso de la vida de animales y plantas se hizo objeto de una observación interesada. Era necesario conocer cómo se reproducían y se desarrollaban, y, no sólo saber el modo de atraparlos o de colectarlas. A la vez, las nuevas técnicas que la agricultura trajo consigo introdujeron nuevos conceptos matemáticos y mecánicos. EI tejido es claramente una adaptación ulterior de la fabricación de cestos y ambas implican ciertas regularidades -primero ejecutadas prácticamente y luego consideradas reflexivamente- que constituyen la base de la geometría y de la aritmética. 2.63 Las formas de los modelos producidos en los tejidos y el número de hilos implicados en su producción son de naturaleza esencialmente geométrica y llevaron a una comprensión más profunda de las relaciones entre la forma y el número (figura 2). El arte de hilar fue, con la posible excepción del taladro de arco, la primera operación industrial que implicó la rotación y, a su vez, puede haber conducido al empleo de la rueda, que en el periodo siguiente vendría a revolucionar la mecánica, la industria y los transportes. Por otro lado, la elaboración de la cerámica fue la primera aplicación indirecta del fuego y exigió un control mucho mayor sobre éste que en el caso de su empleo para iluminar, calentar o cocinar. A su vez, la utilización de la cerámica amplió la esfera de las operaciones del arte de cocinar y estableció la posibilidad de fundir los metales y de realizar operaciones químicas elementales. 104

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Bernal, John D. La ciencia en la historia. 5a. ed. México: Nueva Imagen, UNAM, 1981. p. 136-152.

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3.4 EL ORIGEN DE LA CIENCIA CUANTITATIVA Cálculo, escritura y ciencia El gran alcance de las operaciones, las enormes cantidades de materiales y la magnitud de los servicios implicados en las actividades del templo urbano, provocaron un cambio cualitativo que señala el principio de la ciencia consciente. En primer lugar, cuando los sacerdotes ya no pudieron confiar en su memoria, se vieron obligados a registrar de algún modo las cantidades de mercancías recibidas y entregadas. Lo cual implicó el uso de la medida, primero como simple conveniencia -canastos de grano, tinajas de cerveza, piezas de tela-; pero luego, para permitir la comparación, se hizo necesario establecer ciertas normas. Se adoptaron conjuntos de medidas definidas -eclesiásticas o reales- y gradualmente se fueron coordinando los sistemas entre las distintas ciudades, en beneficio del intercambio comercial. Probablemente después, pero bastante pronto, se estableció la medida del peso con el consiguiente empleo de la balanza, que trajo consecuencias incalculables para la ciencia. La balanza debe de haber sido un producto urbano; en la economía rural no había nada que pudiera ser contado o medido -sólo había perniles de carnero, cargas de madera, etcétera. La medición del peso es necesaria, en primer lugar, para los metales valiosos que no pueden ser contados y para los cuales la unidad constituida por una «pieza» es demasiado indefinida. La balanza, único medio para comparar los pesos, tiene todas las trazas de ser una invención científica. Su prototipo fue probablemente la pértiga con cestas de carga que se balanceaba sobre el hombro. Sin embargo, fue necesario reducirla considerablemente en escala, a fin de que fuera verdaderamente adecuada para pesar metales preciosos9 (figura 3, sección 3.4). Números y jeroglíficos Aun antes de que se establecieran normas de medida, se hizo necesario anotar el número de objetos -ya fuesen cabezas de ganado o canastos de grano- que eran recaudados o entregados. Estas anotaciones deben de haber consistido primero en simples incisiones en una vara (figura 1 e, sección 2.5), luego en rayas dibujadas en planchas o trozos de arcilla y, después, en señales más elaboradas para representar los números grandes. Cuando existía el problema de que se pudiera olvidar la clase de objetos contados, el registro se hacía poniendo a continuación del símbolo numeral un dibujo o un signo taquigráfico del objeto en cuestión. Por extensión, estos símbolos acabaron por representar también acciones, formándose así las palabras; bien por un solo significado, como en el chino, o por combinación de sonidos con significados, como en la escritura cuneiforme de Mesopotamia o en los jeroglíficos egipcios que parecen haberse inspirado en aquélla. 2.24 La simplificación final del verdadero alfabeto, en el cual los símbolos únicamente representan sonidos y no palabras, no se efectuó sino hasta la Edad de Hierro. De este modo la escritura, el más grande invento manual-intelectual del hombre, emergió gradualmente del cálculo. Como lo ha señalado Speiser, "la escritura no fue una invención deliberada, sino un producto accesorio y contingente del poderoso sentimiento de la propiedad privada" 2.56 Primero las declaraciorres oficiales de propaganda, después las alabanzas a los reyes y los himnos a los dioses, y por último la ciencia y la literatura vinieron a ser registrados mediante la escritura.

9 Las unidades de peso suministran el registro más duradero de las medidas primitivas, especialmente en las proporciones que guardan unas con otras, corno las sesenta minas que constituyen un ciclo, que es la base de la notación sexagesimal de Mesopotamia, también utilizada en la astronomía. La persistencia de las unidades de peso, tal corno se usan actualmente en Europa, fundamentalmente de origen romano, o inclusive anterior, constituye un testimonio vivo de la continuidad de las mediciones en el transcurso de toda la historia de la civilización.

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Matemáticas, aritmética y geometría La maternática, o por lo menos la aritmética, surgió antes que la escritura. El manejo de los signos representativos de objetos (como simples símbolos) significó la posibilidad de ejecutar por vez primera las operaciones elementales de adición y substracción sin contar los objetos reales en el campo. Para esto se necesitó establecer una correlación entre dos colecciones diferentes de objetos. La primera colección utilizada como norma para esta correlación fije la de los diez dedos de las manos, que son los dígitos de la aritmética en los cuales se originó el sistema decimal. En una inscripción de una pirámide, el alma de un faraón es desafiada por un espíritu maligno para que demuestre que puede contar los dedos de sus manos, pasando triunfalmente el examen. Para efectuar cuentas más complicadas, lo mismo, que para sumar y restar, se utilizaron guijarros (calculi), de donde proviene el nombre de cálculo que seguimos empleando para las operaciones matemáticas. Más tarde, los guijarros fueron sustituidos por cuentas ensartadas por decenas en alambres de donde surgió la primera máquina de calcular, el ábaco, de mayor utilidad aún. La introducción de la medición hizo posible que se ampliaran las operaciones de sumar y restar cantidades. Las operaciones más complicadas de multiplicar y dividir surgieron cuando se a manejaron cantidades formadas por partes iguales; en particular, cantidades conectadas con las obras públicas, como son aquellas referentes a la excavación de canales y la edificación de pirámides. b

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Figura 3. Técnicas egipcias tal como se muestran en una tumba de Rekhmiré (c. 1470 a.n.e.) a) Cordelería (obsérvese el peso oscilante) y carpintería (en donde se advierte el uso del taladro de arco, el escoplo y la sierra). b) Fabricación de ladrillos y edificación (adviértanse las cargas balanceadas sobre una pértiga). c) Vaciado del bronce (obsérvense los fuelles movidos con el pie y la ausencia de tenazas). d) Acabado de vasos y medición del peso de metales preciosos (adviértase la similitud entre la balanza y la pértiga para acarrear ladrillos).

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Las propias operaciones de la edificación contribuyeron también, tal vez más todavía que la agrimesura, a la fundación de la geometría. Originalmente, las viviendas urbanas eran simples chozas rurales hechas de madera o de carrizo. En el espacio limitado de la ciudad, con el nuevo peligro de incendio, la sustitución de los carrizos por adobes resultó una mejora de gran importancia. El paso siguiente, de consecuencias mayores aún, fue la invención del bloque de arcilla seca hecho en moldes normales, o sea, del ladrillo. Tal vez el ladrillo no fue un invento original, sino una copia -hecha con el único material disponible en los valles- de las lajas que se encuentran en estado natural en los bancos de roca de las montañas. Para poder apilar adecuadamente los ladrillos era necesario que tuvieran una forma rectangular; y su empleo llevó

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necesariamente a la idea del ángulo recto y el uso de la línea recta, que surgió originalmente de la línea extendida del cordelero o del tejedor10 (figura 3, sección 14). La práctica de construir con ladriIllos, especialmente los grandes edificios de forma piramidal, no sólo hizo surgir la geometría, sino que también condujo a la concepción de las superficies de las figuras y de los volúmenes de los sólidos, que se pueden calcular con base en las longitudes de sus lados. Al principio sólo se calculaba el volumen de los bloques rectangulares, pero la necesidad estructural de rematar en punta los muros y de construirlos utilizando ademes, hizo que se consideraran otras formas más complicadas como la pirámide. El cálculo del volumen de una pirámide fue la operación de más altos vuelos de los matemáticos egipcios y con ella se esbozaron los métodos del cálculo integral. 2.45 La ejecución de planos a escala también proviene de la práctica de la edificación. En la estatua de Gudea de Lagash (c. 2250 a. n. e.), por ejemplo, se muestra el plano de una ciudad junto con el escantillón del arquitecto. 2.36,265 Con estos métodos matemáticos, un administrador estaba en posibilidad de planear por anticipado la operación entera de construir un edificio de ladrillos o de piedra. Podía calcular con exactitud el número necesario de trabajadores, las cantidades de materiales y de alimentos requeridos y el tiempo que tomaría la realización de la obra. Estas técnicas se extendieron fácilmente de la ciudad al campo, sirviendo para la disposición de los terrenos, el cálculo de sus superficies y la estimación de su rendimiento para fijar los tributos. Éste es el origen de la cartografía y de la topografía. Y fue este uso práctico el que llevó a formular después el nombre de geometría, o sea, la medición de la tierra. Las matemáticas surgieron, en rigor, corno un método auxiliar de la producción, que la vida urbana hizo necesario y posible (figura 4, sección 4.7). La astronomía y el calendario La habilidad para contar y, calcular, derivada de las necesidades prácticas de la administración del templo, tuvo un uso inmediato en el desempeño de otra actividad: la formulación de calendarios y el consiguiente desarrollo de la astronomía. El hombre primitivo debe de haber prestado cierta atención al sol, a la luna y a las estrellas; pero se vio inducido a ocuparse más de los acontecimientos violentos del cielo, como las tempestades y los truenos, que de los fenómenos enteramente seguros y regulares del día y de la noche. Por ello, necesitó primero de un calendario referido a la luna, en la cual se concentraban muchos ritos y mitos, 2.59 con escasa intervención de las matemáticas o de la astronomía. Pero, con el advenimiento de la civilización agrícola, se destacó la importancia del año, superando a la del mes. Cuando se tuvieron que planear las operaciones agrícolas en gran escala, se hizo necesario saber cuándo se debería tener todo listo para iniciarlas. La naturaleza, desde luego, ofrece varios indicios bastante buenos. Uno de ellos, que después quedó adulterado en la superstición del augurio, proviene de la conexión completamente práctica entre las aves y las estaciones. El cuclillo es valioso porque anuncia la primavera. Incluso se le pudo atribuir un carácter divino por hacer esto. En realidad, un observador agudo de la naturaleza cuenta con un calendario bastante bueno, sin necesidad de preocuparse por llevar cuenta alguna de los días.

10 Sin embargo, la idea del ángulo recto existió ciertamente antes de la edificación y, probablemente, antes del arte de tejer. Entre las pinturas de las paredes de las grutas de Lascaux se encuentran los llamados «blasones», o sea, figuras rectangulares divididas en cuadros algo irregulares en forma de tablero de ajedrez y con los cuadros coloreados alternativamente. El orígen más plausible de dichas figuras parece ser la hechura de pliegues, de la cual sabemos que efectivamente se realizaba en la Edad Paleolítica.

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Ahora bien, existe por lo menos un lugar -el valle del Nilo- en donde la avenida del río es un fenómeno regular que se repite cada año y para el cual es esencial prepararse de antemano. La duración real del año, de 365.2422 ... días, no es fácil de calcular. Requiere observaciones prolongadas y cuidadosas sobre el sol y las estrellas. Estas observaciones fueron hechas por los sacerdotes en Egipto y, ya hacia el año 2700 a. n. e., les permitieron formar un calendario solar que se siguió usando millares de años después. Los sumerios y sus sucesores en Mesopotamia estaban demasiado apegados a la luna para aceptar esa solución tan simple. En vez de esto, acometieron la tarea mucho más difícil de reconciliar el calendario lunar con el solar. Esta tarea requirió el registro de observaciones realizadas por muchas generaciones y el desarrollo de cómputos precisos. En Mesopotamia fue donde se elaboró el sistema sexagesimal -360 grados en un círculo (número muy cercano al de los días del año) , 60 minutos en una hora, 60 «segundos» minutos en un minuto- que todavía empleamos para medidas angulares y del tiempo. Estos cálculos calendáricos se efectuaban mediante extensas tablas matemáticas. Tales tablas se habían elaborado para ser utilizadas en las cuentas comerciales. De dichos cálculos surgieron el álgebra y la aritmética, incluyendo la muy importante notación del valor de posición de las cifras que había de volver siglos después a nosotros con el nombre de números arábigos -o, también, babilonios, persas o hindúes- que todavía utilizamos.2.45 La astrología La observación practicada en los templos de todas las civilizaciones antiguas, incluyendo las americanas, se extendió más allá de las necesidades del calendario. El sol, como regulador del año y portador de la cosecha, vino a ser adorado como un dios. La luna, aunque desplazada de la primacía que tuvo en la época de los cazadores, no fue despreciada y, además, se ampliaron las observaciones a las brillantes estrellas erráticas, que son los planetas, las cuales adquirieron divinidades menores propias. Todo esto superaba las exigencias de la agricultura y aun de la navegación, pero, para entonces, las necesidades calendáricas y astronómicas habían adquirido un significado religioso. El calendario mismo se hizo indispensable para fijar la colección cada vez más complicada de días de fiesta religiosa, cuya observancia escrupulosa -como ocurre con nuestro domingo, originalmente día del sol (Sunday, en inglés) - era considerada esencial para la preservación del orden de la naturaleza.11 Luego se le encontraron otros usos a la astronomía. Desde el principio, su estudio estuvo conectado con la religión. Así, se ocupó del mundo celestial en el cual moraban los espíritus después de la muerte, en particular los de los reyes sagrados. La representación de este mundo celeste fue primero muy semejante a la del mundo terrenal. Los egipcios se lo imaginaban como una cubierta plana apoyada en las montañas y a través de la cual fluía el Nilo celestial -la Vía Láctea. Los babilonios se lo representaban primero como el interior de una inmensa tienda cuadrangular, en la cual las estrellas estaban colgadas como si fueran lámparas.12 Fue sólo después de la invención de la rueda citando se pudo imitar con precisión el movimiento del cielo alrededor de su eje en el 11 Se ha comprobado que la invención de la semana para propósitos religiosos, tuvo un origen astronómico. Neugenbauer 2.45 ha rastreado su origen hasta la división artificial en cuatro partes de la aproximación más cercana al mes lunar, con lo cual se aseguró automáticamente que se diera el paso al mes real de 28.9 días, en sustitución de un calendario lunar más antiguo, dividido en tres conjuntos de nueve días, asociado con la diosa lunar Hécate, la de los tres rostros. El mito de la creación que figura en la primera parte del primer capítulo del Génesis, es un intento sacerdotal hecho para justificar esa construcción astronómica; pero, en rigor, lo que le dio realmente apoyo popular fue la institución regular del séptimo día, el sábado. 12 EI profesor G. Thomsons 8.85 ha expuesto vigorosamente el argumento presentado primero por Duheni, de que los orígenes de la astronomía se remontan hasta la época de la organización social totémica. Esto se aplica

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polo. La astronomía china parece haber partido de esta idea de la rotación; tal como se muestra en la antigüedad del pi, objeto semejante a una rueda que representa al cielo y el cual se puede utilizar efectivamente para fijar la posición de las estrellas del Boyero. En la astronomía china se mantuvo durante muchos siglos el dominio de las estrellas circumpolares sobre la eclíptica. 3.5 La idea de la rotación regular de los cielos atraían, la atención sobre los movimientos de los cuerpos celestes. Se pensó que si la recurrencia regular de los cielos afecta a la naturaleza y es causa de las estaciones, entonces debía afectar igualmente a la condición humana. Al principio, únicamente el rey divino era quien se encontraba en relación con los cielos; pero, después, este privilegio se hizo más común y todo aquel que podía pagar por ello tenía la posibilidad de normar su conducta por las estrellas. Los siete planetas quedaron domesticados por completo y gobernaban los días de la semana. Hasta el orden de estos días -Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venustiene un origen astrológico. Por lo demás, la astrología siempre estuvo conectada íntimamente con la astronomía y, a pesar de su carácter esencialmente falaz, durante varios milenios constituyó el principal incentivo para que los hombres se ocuparan de observar las estrellas; ya que, de no haber creído en la astrología, las estrellas les hubieran parecido demasiado remotas y carentes de eficacia. La medicina La otra ocupación que compartió con la astronomía la distinción de ser una profesión de la clase más elevada, fue la medicina. Pero aquí, no obstante que el prestigio era posiblemente similar, sin embargo, debido a la complejidad esencial de los sistemas vivientes, el verdadero éxito tenía que ser mucho más limitado. De hecho, el médico de aquella época no podía hacer prácticamente nada, salvo curar cierto tipo de heridas, reducir dislocaciones y fracturas y tratar de evitar que el paciente se matara, o lo mataran sus parientes, por seguir un tratamiento o una dieta inadecuada. En cambio, en donde el médico sí podía tener aciertos era en el diagnóstico. En la ciudad se presentaban suficientes casos como para permitir la comparación de unos con otros; y estas comparaciones, ampliadas por medio de conversaciones y codificadas por la tradición, representan el comienzo de la ciencia. Los médicos, desde mucho antes de la invención de la escritura, se trasmitían oralmente sus tradiciones, primero dentro de clanes cerrados que luego se fueron ampliando a través de la enseñanza y de la adopción (sección 4.5). De las noticias sobre las enfermedades y de su registro -de lo cual tenemos algunos ejemplos extraordinariamente interesantes en los primitivos papiros egipcios 2-12 -surgieron las ciencias de la anatomía y de la fisiología. El pronóstico -el saber cómo será el probable fin de la enfermedad- tuvo particular importancia en los tiempos primitívos, pues las leyes revelan, por lo menos entre los babilonios, que el médico que se equivocaba no sólo se exponía a ser procesado, sino que incluso tenía que perder un ojo cuando destruía por error el ojo de su paciente. Por lo tanto, no es de sorprender que muchas de las descripciones de casos en un papiro egipcio terminen con las palabras "caso que no debe tratarse". especialmente a la división del cielo en cuarteles, correspondientes a los distintos clanes y asociados a los colores y animales totémicos apropiados. Por analogía, esto explica igualmente los cuatro elernentos que, particularmente en la China, están asociados con los cuarteles.8.61 El quinto elemento considerado como central y real, la tierra amarilla, es una adición característica. Tal parece como si la ideología o la teoría de la ciencia indicara una adaptación de lo que es para nosotros el mundo inanimado de los conceptos derivados de la sociedad, de la misma manera como la práctica cientifica fue lograda por la ampliación de los procedimientos técnicos del hombre primitivo. No obstante, algunas veces la técnica misma es la que da nacimiento a la teoría. En este caso particular, la rueda es transferida a los cielos, identificándola con su movimiento entero y, luego, en detalle como ocurrió con el carro de la Luna, que fue un objeto de gran devoción en la Edad de Bronce. La mística de la rueda, con su movimiento de retorno, fue convertida en una imagen de la vida humana y en una promesa de la resurrección.

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La medicina oficial codificó después las plantas y sustancias minerales, cuyo conocimiento proviene tradicionalmente de los hechiceros y las brujas de las culturas primitivas. Algunas fueron escogidas por su manifiesta acción como purgantes o eméticos; otras, debido a que se encontró, de un modo menos claro, que tenían efectos benéficos en ciertas enfermedades, como ocurrió con la quinina, cuya acción sobre el paludismo fue descubierta por los indios sudamericanos; pero, en su mayoría, se trataba probablemente de atributos puramente mágicos basados en semejanzas como la de la mandrágora con el cuerpo humano. Sin embargo, los médicos urbanos disponían de una región mucho mayor para obtener sus drogas y podían organizar su producción. Ésta fue la fuente de donde surgieron, más bien que de la agricultura, la ciencia de la botánica y los primeros jardines de plantas o botánicos. 1.43 La química primitiva La química nunca alcanzó el rango de una ciencia reconocida en la Edad de Bronce; ni siquiera lo consiguió al finalizar la Edad de Hierro. Sin embargo, sus cimientos quedaron establecidos por las múltiples observaciones y prácticas de los metalúrgicos, plateros y alfareros. Los procesos de fundición de los minerales, de purificación de los metales, de coloración y de esmaltado de los mismos, implican complejas reacciones químicas que debieron ser aprendidas a través de muchísimas tentativas, en su mayoría fallidas. Los resultados acertados quedaron formulados en recetas, que se trasmitían con esmero y eran seguidas escrupulosamente. No tenemos manera de conocer todo el alcance de las conquistas logradas por los primeros químicos, pero lo que conocemos es bastante valioso. 2.47 Conocieron, por lo menos, nueve de los elementos químicos -oro, plata, cobre, estaño, plomo, mercurio y hierro,2.22 además del azufre y del carbono- y distinguieron y utilizaron compuestos de cinc, antimonio y arsénico. También conocieron reactivos, sólidos y líquidos, incluyendo álcalis como la potasa y el amoniaco (en la orina fermentada) y el alcohol en forma de cerveza o vino. Sus aparatos se limitaban a las vasijas de barro y de metal; carecían de alambiques y no podían ocuparse de los espíritus o gases. La orientación de su método de trabajo en el sentido de la ciencia racional y cuantitativa, constituyó un impulso poderoso; particularmente por la rareza y el valor de los materiales con que trabajaban. Desde el principio, hubo necesidad de pesar los metales preciosos, considerando las proporciones utilizadas en las aleaciones y en las mezclas registradas. El análisis químico o ensaye, que implica la separación de los metales ya aleados o mezclados en los minerales, surgió naturalmente de la necesidad de rescatar los metales más preciosos y de precaverse de la adulteración. El ensaye señaló un paso crítico en la historia de la química y, aun cuando no podemos precisar la fecha en que se comenzó a efectuar, sí sabemos cuándo aparecieron los primeros objetos de oro refinado, en vez de la aleación natural de oro y plata, o sea, el electro. A través de fuentes posteriores conocemos algunos de los procedimientos empleados, como el del antimonio para separar la plata del oro y la copelación para separar el plomo de la plata. El éxito asombroso y la persistencia de estos procedimientos se ponen de manifiesto por el hecho de que la receta para fabricar la copela que figura en un antiguo papiro egipcio -empleando huesos calcinados humedecidos con cerveza- todavía sigue siendo una manera recomendable para hacer copelas. El sorprendente espectáculo de la resplandeciente burbuja de plata hirviente, apareciendo súbitamente de la oscura masa del óxido de plomo macerado, produjo una impresión profunda. No sólo se convirtió en el centro del interés alquímico, sino que dio origen a las analogías espirituales de la purificación por el fuego y de la resurrección del cuerpo glorioso. En realidad, éste pudo haber sido el origen de la cremación (sección 4.5; figura 8, sección 7.1).

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El hecho de que no trabajemos conforme a la teoría química antigua, no implica que dicha teoría no exista. A pesar de que posiblemente nunca hayan sido expresados formalmente, los productos de los químicos antiguos muestran que éstos conocían los principios generales de la oxidación y la reducción y que podían introducir o eliminar algunos elementos no metálicos, como el azufre y el cloro. Debido a que se ocupaban principalinente en fabricar ornamentos, lograron una comprensión particularmente buena de los modos de producir colores y, como lo que interesaba más era la apariencia, estimaban los resultados por la presentación lograda. Al tratar de conseguir que el cobre tuviera la apariencia del oro, produjeron el latón; al tratar de lograr el azul turquesa o el lapislázuli, produjeron una sustancia azul vidriosa que fue el origen del vidrio. El hecho de que dominaran muchas transformaciones pasmosas los llevó a considerar que nada era imposible para su arte. Este saludable optimismo científico degeneró después en la superstición mística de la alquimia. Los primeros químicos nunca se tuvieron a sí mismos por tales sino como metalúrgicos, orfebres y joyeros. Eran técnicos muy apreciados, conectados estrechamente con el clero y con la corte, pero sin dejar de ser por ello trabajadores manuales que se ocupaban de un oficio bajo. Sus conocimientos no se podían considerar como una ciencia, al mismo nivel que la astronomía, las matemáticas y la medicina. Se trataba de un arte, pero de un arte perteneciente a la magia negra y con grandes posibilidades (secciones 4.7 y 5.6). 3.5 LOS ORIGENES CLASISTAS DE LA CIENCIA PRIMITIVA A pesar de la brevedad del esquema que hemos hecho de las conquistas científicas de las primeras civilizaciones, podemos advertir los avances enormes que se derivaron de la fundación de las ciudades. Asimismo queda en claro que los progresos científicos, en cuanto son distintos de los técnicos, se limitaron a los resultados surgidos de los problemas planteados por la administración en gran escala. Por lo tanto, fueron obtenidos por los sacerdotes y quedaron restringidos a ellos, debido a que únicamente los sacerdotes tenían acceso a los medios de registro y de cálculo. El término mismo de jeroglífico -escritura de sacerdotes- dio lugar a esta limitación. La asociación del aprendizaje y la ciencia con una clase, dentro de la recién formada sociedad de clases, se mantuvo como una de sus características conspicuas, salvo unas cuantas valiosas excepciones (sección 14.4), hasta el advenimiento de nuestra época. El prestigio de las matemáticas, la astronomía y la medicina como ciencias nobles de las antiguas civilizaciones impresionó de tal manera a los griegos y, luego, a los eruditos medievales que, con el agregado de la música, siguieron siendo los pilares de la educación superior; mientras que las ciencias fundamentales de la química y la biología todavía tuvieron que luchar para obtener el reconocimiento cultural. Más aún, el programa principal que la ciencia tuvo hasta el siglo XVIII -la comprensión de los movimientos celestes y su conexión con las vicisitudes de la vida terrestre- quedó establecido en sus rasgos generales casi desde el comienzo ele la civilización antigua. Una característica notable de las técnicas y la cultura de las primeras ciudades-estados fue la extremada rapidez de su desenvolvimiento, incluso juzgándolo con arreglo a las normas modernas. Se sabe, por ejemplo, que la construcción de las pirámides de Gizeh, con sus enormes dimensiones, su exactitud geométrica y astronómica y su intachable albañilería, se derivó de las sencillas tumbas talladas en la roca en el transcurso de apenas dos o tres siglos, del año 3000 al 2700 a. n. e. aproximadamente. Esta velocidad implica, como lo señala el carácter del propio trabajo, la existencia de hombres hábiles y prácticos, dispuestos a inventar y poner a prueba nuevos métodos dentro de un enorme campo de actividades. Al principio, parece que los mismos innovadores eran técnicos; las leyendas acerca de estos héroes culturales, como Iinhotep, 113

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Tubal-Caín y Dédalo, los muestran como artesanos que inventaron y fabricaron portentosas cosas nuevas. Escríbas y trabajadores Poco después de la fundación de las primeras ciudades, en la época de las primeras dinastías egipcias o de los primeros reinos de Mesopotamia, es ya manifiesto que las necesidades de la organización en gran escala llevaban a los organizadores a divorciarse de los procesos técnicos concretos. En la medida en que se fueron haciendo más numerosos e indispensables, se convirtieron en una casta ostensiblemente separada de los artesanos y con un pronunciado sentimiento de superioridad respecto a ellos. En un fragmento de un papiro egipcio bastante antiguo, aunque no se ha podido precisar su fecha, se muestra un ejemplo muy interesante de esta nueva actitud. Se trata de las instrucciones que da un padre a su hijo, al enviarlo a estudiar al "Colegio de Escribas": Yo he considerado violento el trabajo manual; ofrenda tu corazón a las letras. También he reflexionado acerca del hombre que está liberado del trabajo manual, ciertamente no hay nada más valioso que las letras. Como un hombre que se zambulle en el agua, así debes calar por ti mismo en las profundidades de la Literatura de Egipto... Yo he visto al herrero dirigiendo su fundición, también he visto afanarse al metalúrgico ante el humo encendido. Sus dedos están como la piel del cocodrilo y apestan más que los huevos de pescado. ¿Y qué me dices del carpintero cuando labra o corta la madera?; ¿acaso puede tornarse mayor descanso que el labriego? Sus campos son la madera, sus instrumentos de labranza son el cobre. Y en la noche, cuando ha terminado su trabajo, sigue trabajando más que sus brazos (durante el día). En la noche, enciende una lámpara. . . La suerte del tejedor que trabaja en una barraca cerrada resulta peor que la de la mujer. Sus muslos están encogidos oprimiendo su pecho, sin que pueda respirar libremente. Por un solo día en que deje de producir la cantidad de tela que tiene asignada, es golpeado como el lirio en los estanques. Únicamente sobornando a vigilantes de las puertas con (sus) pasteles, puede lograr ver la luz del sol...Te digo que el oficio del pescador es el peor de todos los oficios; en verdad no vive sino para (su) trabajo en el río. Se mezcla con los cocodrilos y cuando faltan los macizos de papiro tiene que gritar (para obtener auxilio). Si no le dicen dónde acecha el cocodrilo, el temor ciega sus ojos. En verdad, no se puede encontrar alguna ocupación que sea mejor que la profesión del escriba, que es la mejor de todas. El hombre que conoce el arte del escriba es, por ese solo hecho, superior; sin que se pueda decir lo mismo de ninguna otra ocupación. Yo te la señalo a ti. En verdad, cada trabajador reniega de sus compañeros. Nadie dice al escriba, "ara los campos para fulano". . . Un día (transcurrido) en la cámara de instrucción es mejor para ti que la eternidad fuera de ella; los trabajos que se realizan allá (perduran como) las montañas... En verdad, la diosa Rennit está en el sendero de Dios. Ella presta su apoyo al escriba, tanto el día de su nacimiento como el día en que, convertido en hombre, entra en la Cámara del Consejo. En verdad, no existe escriba que no coma la comida de la Casa del Rey (¡vida, poderío y salud para él!)2.13

Como se advierte, los empleos de cuello blanco -o, por lo menos, de falda blanca- eran considerados superiores, tanto moral como prácticamente, y valían la pena de entrentarse a la escritura fantásticamente complicada y a los sistemas de cálculo de Ia civilización primitiva. Los sacerdotes-administradores, apartados de los menesteres materiales, tendieron a elaborar sus propios métodos simbólicos y, a atribuirles una realidad independiente. Esto resultó valioso en cierto sentido, porque permitió que por lo menos unas cuantas inteligencias selectas tuvieran el ocio necesario para pensar y, así, pudieron tomar esos símbolos como base para crear las construcciones abstractas de las matemáticas. Las grandes conquistas de los calculistas egipcios y babilonios sirvieron de fundamento para la construcción, posterior y más abstracta, de las matemáticas griegas. Pero, a la vez, esta preocupación por los símbolos permitió el mantenimiento de ideas mucho más primitivas, como la magia por afinidad de la época de los cazadores, y el fortalecimiento de la creencia en el poder de los espíritus. Magia y ciencia En realidad, con la mengua en el primer impulso inicia el avance técnico, la magia parece haber adquirido más importancia que nunca. Dejó de ser una explicación progresiva -aunque erróneadel funcionamiento de las cosas en el mundo, para convertirse en un obstáculo para el progreso 114

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del pensamiento eficaz. Por provenir de los sacerdotes, cada vez más divorciados de los procesos de producción, la magia se caracterizó por ofrecer soluciones a los problemas reales que eran aparentemente demasiado fáciles. Al atribuir a los espíritus el dominio sobre la salud y el éxito, se impidió la realización de investigaciones conducentes al descubrituiento de acciones útiles para alcanzar éstos. También favoreció el empelo de vagas analogías como supuestas explicaciones de los acontecimientos naturales, en función de los actos de los espíritus divinos. Se consideró al mundo de la naturaleza como una simple versión ampliada del mundo humano. De hecho, cada avance logrado en la técnica humana constituía una invitación para tratar de entender el resto del universo en función de esa fractuosa actividad humana. Los principales mitos sobre la creación ofrecen justamente explicaciones de este tipo. La hechura del mundo es atribuida al trabajo de un supremo técnico en riego que aparta las aguas de la tierra; y la hechura del hombre se atribuye al trabajo de un alfarero supremo que lo modela con arcilIa. Estos mitos son más tecnomórficos que antropomórficos. Tomándolos con las debidas reservas -y considerando las enormes dificultades que había para formular teorías científicas generales antes de que existiera un lenguaje científico- podemos reconocer en muchos mitos los prototipos de las teorías científicas. En los mitos, las fuerzas de la naturaleza son personificadas; pero, tal vez sus autores, los sacerdotes, utilizaron la personificación como una manera de expresarse. Lo cierto es que las teorías contenidas en ellos fueron advertidas con facilidad por los jonios, quienes las reconstruyeron prescindiendo de los dioses (sección 4.5).2.60 ...2.25 Sin embargo, mientras la ciencia no avanzó hasta el punto de que la mayor parte del medio ambiente que interesaba a la humanidad fuera controlable racionalmente por su acción directa -conquista que es bastante reciente-, fue muy difícil demostrar que la teoría de los espíritus no daba al hombre ningún dominio práctico sobre la naturaleza. La creencia en los espiritus no parecia ser peor que las otras y, haciendo una combinación sensata entre la fe y la probabilidad, era posible imaginar que las cosas marchaban de acuerdo con ella. Los hombres se recuperaban generalmente de las enfermedades, las plantas cultivadas crecían la mayor parte de las veces y cada mañana se podía ver al sol elevándose sobre el horizonte. No obstante, mientras los hombres se apegaron a las explicaciones de los fenómenos naturales con base en los espíritus, el desarrollo de la ciencia fue activamente inhibido. Porque entonces, no sólo parecía inútil cualquier intento de encontrar una comprensión racional o de conseguir un dominio sobre el exterior, sino que tales tentativas podían resultar perjudiciales, ya que parecía indudable que los espíritus se podían disgustar ante esos actos que atentaban contra sus prerrogativas. Esto no es sino otra forma de decir que se ponía en peligro el modo de vida de los sacerdotes; para quienes la teoría mágica de los espíritus constituía un interés creado, particularmente cuando empezaron a decaer las primeras instituciones económicas de los templos y los sacerdotes fueron dependiendo cada vez más de las ofrendas de los creyentes. El peligro que representaba para la aristocracia de los dioses cualquier intento de dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, es lo que significa fundamentalineute el mito de Prometeo.2.58 El fuego pertenecía desde un principio a los cielos y el hombre no tenía derecho a tomarlo para sí. Lo que requerían los sacerdotes era devoción: práctica inflexible de los ritos propiciatorios, observancia esmerada de todos los tabús y resignación ante la voluntad de los dioses. Mientras estas concepciones -que aún no han desaparecido en nuestra sociedad- recibieron el apoyo de la autoridad, la sola indagación minuciosa del método de funcionamiento del universo fue una manifestación de impiedad. Tales indagaciones podían agraviar a las potencias celestiales, haciendo que su resentimiento se desfogara no sólo en quien trataba de averiguar sino en la sociedad entera. Las fuerzas de la religión han estado identificadas estrechamente, desde un principio, con el mantenimiento del dominio de la clase privilegiala. Por ello, varios siglos después de la fundación de las primeras ciudades, cuando las clases gobernantes dejaron de favorecer el progreso material y técnico, la religión coadyuvó a la restricción del avance intelectual. 115

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Bernal, John D. La ciencia en la historia. 5a. ed. México: Nueva Imagen, UNAM, 1981. p. 185-205.

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Las etapas en el desarrollo de la ciencia griega La historia de la ciencia griega, no obstante que constituyó un movimiento continuo, puede dividirse, para efectos de conveniencia, en cuatro fases principales que podríamos denominar la etapa jónica, la ateniense, la alejandrina o helenística y la romana. La etapa jónica (sección 4.5) llena el siglo VI a.n.e. y representa el nacimiento de la ciencia griega, que se produce en la región en donde se hace sentir con mayor fuerza la influencia de las viejas civilizaciones. Esta fase se encuentra asociada a las figuras legendarias de Tales, Pitágoras y otros filósofos de la. naturaleza, quienes especularon, en un sentido eminentemente materialista, acerca del modo como se formó el mundo y la manera en que se ha desarrollado. Esta filosofía, como corresponde a una época de desenvolvimiento social, fue esencialmente positiva y promisoria. La segunda etapa (sección 4.6) abarca desde el año 480 hasta el 330 a. n. e., entre la terminación victoriosa de las guerras médicas y la supresión de la independencia efectiva de las ciudades griegas por Alejandro Magno. En esta época fue cuando la cultura griega alcanzó la culminación de sus logros en la democracia ateniense de la Edad de Pericles, aunque sólo fuera para destruirse a sí misma en las contiendas intesunas y en las guerras. Durante este periodo, los intereses de la filosofía se trasladaron de la explicación del mundo material a la interpretación de la naturaleza del hombre y de sus deberes sociales. Corresponde así al gran periodo de Sócrates, Platón y Aristóteles, quienes son considerados comúnmente como las cumbres de la sabiduría griega. La tercera fase de la cultura griega (sección 4.7), denominada helenística, comienza con la decadencia de las ciudades-estados independientes y su consiguiente sustitución por imperios territoriales de un nuevo tiro. El imperio de Alejandro puso nuevamente a la ciencia griega en contacto directo con las viejas fuentes de la cultura oriental, incluyendo hasta la India. Alejandría se convirtió en una nueva morada para la ciencia, cuando, por primera vez en la historia, la investigación fue subvencionada mediante la fundación del Museo. Como resultado, se produjo un gran desenvolvimiento de las matemáticas, la mecanica y la astronomía, que nosotros asociamos con los nombres de Euclides, Arquímedes e Hiparco. Para la historia de la ciencia, a diferencia de la de la filosofía, esta tercera etapa fue la más importante de todas, porque entonces fue cuando el cuerpo de las ciencias exactas quedó formulado por vez primera como un todo coherente, gran parte del cual sobrevivió hasta 2 000 años después, a pesar de las pérdidas sufridas en las épocas tenebrosas subsecuentes. A partir del siglo II, con el surgimiento de Roma, este esfuerzo se empezó a debilitar y acabó por detenerse bastante tiempo antes de que ocurriera la caída del Imperio Romano. Esta última etapa (sección 4.8) no se distingue por originalidad alguna, pero, como constituyó el puente entre la ciencia clásica y el desarrollo ulterior, merece consideración por separado. 4.5 LA CIENCIA GRIEGA PRIMITIVA Naturalismo jónico Tal como se reconoce generalmente, la ciencia griega se originó en las ciudades jónicas del Asia Menor, particularmente en Mileto -en donde era más estrecho el contacto con las antiguas civilizaciones- y en las nuevas colonias helenas que se habían formado en Italia y Sicilia. Surgió en el siglo VI a. n. e., coincidiendo justamente con la terminación del dominio de la vieja aristocracia latifundista y con la toma del poder por parte de un grupo de caudillos locales -los tiranos- con el apoyo de los mercaderes. El mundo griego del siglo VI se caracterizó por su violenta expansión. Su centro comercial estuvo primero en la parte oriental del Mar Egeo, surcado principalmente por los jonios, quienes constituían uno de los grupos tribales originales de la tierra firme griega. Los jonios establecieron colonias en toda la región mediterránea, desde Marsella, Nápoles y Sicilia 119

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hasta las costas orientales del Mar Negro. Cuando la presión de los persas los hizo abandonar su territorio original, las colonias se convirtieron en centros comerciales y culturales de un carácter esencialmente análogo. Por esto es razonable incluir entre el grupo de filósofos jonios a Tales -de la ciudad de Mileto-, a Heráclito -de la cercana Éfeso-, a Pitágoras -refugiado de Samos que se estableció en el sur de Italia- y a Empédocles -de Sicilia. En esta época y en tal ambiente, la tradición resultó menospreciada, dando ocasión a la formulación de nuevas respuestas a los viejos problemas. El gran valor de periodo inicial del pensamiento griego consistió en su intento de resolver todas las cuestiones de un modo simple y concreto. Así, se hizo la tentativa de formular una teoría del mundo -de cómo se formó y en qué manera actúaen función de la vida y el trabajo cotidianos. Filósofos y sabios Quienes plantearon y dieron respuesta a tales problemas fueron llamados después, por Sócrates, filósofos, o sea, amantes de la sabiduría. Pero, en su propia época se les llamó sencillamente sofistas, es decir, sabios. Es muy poco lo que sabemos acerca de ellos o de sus opiniones; éstas fueron transmitidas principalmente por tradición oral y, finalmente, unos cuantos fragmentos se conservaron gracias a las referencias hechas en las obras de Platón y Aristóteles, quienes las utilizaban, sobre todo, para refutar o ridiculizar a sus predecesores. Pero, el hecho de que fueron conocidos y recordados y de que las leyendas acerca de sus vidas persistieron, muestra cuán importantes deben de haber sido en su tiempo. Cuando cristalizó la nueva civilización, después de las guerras de la primera Edad de Hierro, estos filósofos representaron un nuevo tipo social. Sin embargo, siguieron siendo esencialmente sabios o eruditos que habían recogido los antiguos conocimientos del Oriente y los ofrecían de manera fragmentaria, previamente adaptados, mejorados y acomodados a la nueva época. A la vez, fueron profetas y dirigentes de misterios religiosos y, muchas veces, fundaron comunidades semimotiásticas que servían también de escuelas. Quienes tenían éxito -y éstos son los únicos de los cuales tenemos noticias se las arreglaban generalmente para afianzarse en el puesto de consejero político o científico de algún tirano o caudillo democrático, y eran consultados o daban, posiblemente, consejos gratuitos sobre toda clase de asuntos, cuando se disgustaban con su protector lo más frecuente era que algún otro gobernante rival los tomara a su servicio. El contar con un filósofo de fama venía a añadir prestigio y estabilidad a un gobierno. Así, Pericles se benefició con la presencia de Anaxágoras; aunque luego, este filósofo llegó demasiado lejos en sus burlas de las creencias populares y tuvo que ser despedido. Independientemente de que favorecieran las tendencias democráticas o aristocráticas, los filósofos eran casi todos personas acomodadas. Pero sabemos de algunos que tenían que trabajar para vivir; Protágoras y otros solistas del siglo V aceptaban pagar por sus enseñanzas. Platón, que era bastante rico para no tener necesidad de hacerlo, despreciaba a los sofistas por ello, considerando que así los filósofos perdían su carácter de aficionados. No solamente en Grecia encontramos tales filósofos. En muchas otras partes del mundo, las perturbaciones de la Edad de Hierro dieron lugar al surgimiento de hombres que proclamaban ideas y mensajes similares. En Palestina, tenemos a los profetas y a los autores posteriores de la literatura erudita, como el Eclesiastés o el Libro de Job. Es posible que jeremías conociera a Tales en Naucratis, en Egipto. En la India, tenemos a los rishis y los budas, entre los cuales el más famoso fue Gautama, el Buda. En la China, Lao-tsé y Confucio vivieron casi al mismo tiempo. Todos ellos coinciden en la formulación de concepciones sobre el mundo de la naturaleza y el hombre. En su mayor parte, aconsejaron a los príncipes y trataron de hacer reformas sociales, sin obtener un éxito perdurable. Muchos eran heterodoxos para su época, cuando proclamaban como hacía Confucio- que trataban de recobrar la sabiduría de los antiguos. Sólo después habrían de convertirse en fundadores de nuevas ortodoxias. 120

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El triunfo de los filósofos se debió al hecho de que ofrecieron, en el terreno de las ideas, los elementos necesarios para dar el salto consecuente a la transformación económica de la civilización del bronce a la Edad de Hierro. Así, suministraron lo que Marx llama la superestructura ideológica requerida por el nuevo sistema de relaciones de producción. En este nuevo sistema, el gobierno de la sociedad -en manos de los mercaderes, los tiranos y los caudillos militares- se encontraba, aparentemente, más divorciado del aspecto material de la producción que lo que había estado en la Edad de Bronce. Los filósofos, a diferencia de los grandes directores de obras de su tiempo canales, pirámídes y templos-, no se ocupaban de la dirección material de la economía. Como consecuencia de esto, las superestructuras que establecieron eran generalmente de carácter idealista y hostiles al desenvolvimiento de la ciencia experimental. Sin embargo, los primeros filósofos jonios no responden por completo a la descripción anterior. En su época, todavía no se establecía por completo el Estado esclavista y el dominio de los ricos. Por lo tanto, estos filósofos diferían de la mayoría de los sabios del Oriente, puesto que eran, al mismo tiempo, materialistas, racionalistas y ateos. Y se ocuparon menos de la moral y la política y más de la naturaleza, que sus sucesores. El mundo y sus elementos: Tales, Heráclito y Empédocles Tales fue el primero de los filósofos griegos tradicionales. Se le atribuye la formulación de la teoría de que todas las cosas se encontraban constituidas originalmente por agua, de la cual se formaron la tierra, el aire y los seres vivientes. En esta teoría se puede reconocer la misma opinión contenida en el Génesis; representando ambas un mito sumerio común acerca de la creación, que es bastante explicable en un país cenagoso, en donde el terreno seco tiene que ser conquistado a los pantanos. Estos mitos son fundamentalmente materialistas, debido a que se conservaron fielmente en su forma original, que proviene de una época anterior a las primeras sociedades divididas en clases. Lo que es nuevo en la versión de Tales, es que éste prescindió del creador. Al igual que Laplace, muchos siglos después, en su respuesta a Napoleón, Tales «no tuvo necesidad de esa hipótesis». El materialismo de Tales reside en su interés por la naturaleza y en su rechazo de la especulación metafísica, la cual se hizo intervenir después para justificar la sociedad dividida en clases. No se trata propiamente de un materialismo mecanicista, sino, más bien, de considerar a toda la materia como viviente. Tales fue un hilozoísta -materia-vida. Tanto el materialismo como el ateísmo fueron mantenidos fundamentalmente por los posteriores filósofos de la escuela, Anaximandro y Anaxímenes, quienes modificaron la hipótesis para poder dar explicación de un mayor número de feriómenos. Éstos consideraron también a la tierra, el vapor y el fuego, como elementos -l, m, n; en griego, ατοιχεΤχ o letras- de los cuales se encuentra formado el mundo, tal como las palabras se forman de la pronunciación de las letras. Heráclito, el filósofo del cambio, tuvo como divisa la expresión todo fluye. Juzgaba que el fuego era el elemento primordial, debido a su gran actividad y a que puede transformarlo todo. Su expresión al respecto es reveladora: "Todas las cosas se cambian en fuego y el fuego se cambia en todas, como el oro por mercancías y las mercancías por oro". Con esto se vuelve a poner de manifiesto cómo los procesos técnicos y la práctica económica engendraron la nueva filosofía. Heráclito introdujo también la idea de los opuestos: algunas cosas, como la flama, tienden a moverse hacia arriba, mientras que otras, como la piedra, se mueven hacia abajo. Ambos opuestos son necesarios uno al otro y producen una tensión como la del arco y su cuerda. Así tenemos la primera formulación de una filosofía dialéctica. Empédocles, que fue el sucesor de esta escuela de filósofos materialistas, demostró por medio de un experimento que el aire invisible es también una sustancia material; igualmente, estableció el orden jerárquico de los antiguos elementos, colocando a la tierra, el agua, el aire y el fuego, respectivamente, uno por encima del otro, los cuales luchan entre sí cuando dicho orden es 121

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perturbado, hasta que recuperan su posición. Pensaba que las tendencias opuestas del amor y el odio -a los cuales concebía como principios materiales que actuaban mecánicamente- mezclaban continuamente a los elementos y los volvían a separar también de continuo. El pensamiento es similar -aunque, posiblemente, independiente por completo- al dualismo del yin y el yang de la China antigua. En este caso se tienen también dos principios -masculino y femenino, fuego y agua—que actúan recíprocamente para formar los otros elementos -el metal y la madera y, finalmente, la tierra- y, a partir de éstos, a través de ulteriores combinaciones, las «diez mil cosas» del mundo material. La orientación principal del pensamiento jónico fue la consideración de un mundo dinámico de continuas transformacianes mutuas de los elementos materiales. La mayoría de los filósofos posteriores se inclinaron a concentrarse más en el orden natural estático de los elementos y a considerarlos como partes fijas e inalterables de la estructura del universo. Este orden estático de los elementos, consagrado por Aristóteles, fue utilizado para limitar cualquier tipo de cambio progresista y, particularmente, cualquier cambio social. Esto se pudo hacer equiparando los elementos con las clases sociales y deduciendo, de ahí, que el estado ideal y definitivo del universo social consistía en la subordinación de las clases inferiores a las superiores. La identificación del mundo social con el mundo natural entorpeció la comprensIón de ambos. De este modo, la teoría originalmente materialista se convirtió en una teoría formal que obstaculizó el desarrollo de la astronomía, la medicina y la química, al sobrecargarlas de rebuscadas analogías que pretendían justificarse en el orden universal. Otra confusión profundamente arraigada en la concepción del mundo de los antiguos era su consideración de que los elementos debían cumplir dos funciones incompatibles. Por una parte, los concebían en su aspecto de materiales y de movimientos reales del mundo, tal como lo conocían; sirviéndoles para explicar así, sin recurrir a los dioses, el panorama entero de la tierra y el mar, de los días serenos y de los tempestuosos. En este sentido, todavía hablamos nosotros de furia de los elementos. En otro sentido completamente distinto, los elementos también eran considerados como cualidades -calor y frialdad, humedad y sequedad, liviandad y pesadez- atribuibles a todas las cosas. Cada elemento no quedaba restringido así a una sustancia material en particular, como se hizo con los elementos químicos en el siglo XIX. Anaxágoras (aproximadamente, 500-428 a.n. e.), el último de los filósofos jonios, llegó incluso a decir que los gérmenes de cada elemento se encontraban en todas las cosas, como nuestros estados de la materia, gaseoso, líquido y sólido. El triunfo de la escuela jónica original fue el haber formulado una concepción del universo, incluyendo su formación y su actividad, sin hacer intervenir a los dioses o al destino. Su debilidad básica la constituían su vaguedad y su carácter puramente descriptivo y cualitativo. Por sí misma, no podía conducir a ninguna parte, ni tampoco se hubiera podido hacer con dicha concepción nada concreto. Lo que se necesitaba era introducir el número y la cantidad en la filosofía. Cantidad y número: Pitágoras La tendencia de asociar arbitrariamente razones numéricas simples a los objetos celestes -que, posiblemente, tuvo su origen en la astronomía babílónica- aparece ya en la obra de Anaximandro (611-547 a. n. e.), quien estableció las distancias de las estrellas, la luna y el sol en nueve, dieciocho y veintisiete veces, respectivamente, el espesor del disco terrestre. La atribucíón de números a todos los aspectos de la naturaleza se encuentra asociada con las doctrinas de Pitágoras (582-500 a. n. e.) . Este pensador provenía de Samos, una isla cercana a Mileto, pero emigró al sur de Italia, en donde fundó una especie de escuela filosófica y religiosa. Independientemente de 122

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que Pitágoras haya o no sido una figura enteramente legendaria, lo cierto es que la escuela que llevó su nombre fue bastante real y tuvo una influencia enorme en las épocas subsiguientes, particularmente a través de su exponente más importante, Platón (427-347 a. n. e.) . En la enseñanza pitagórica se encuentran mezcladas dos tendencias, la matemática y la mística. Es difícil decidir qué porción de las matemáticas pitagóricas era propiamente original. Su famoso teorema sobre el triángulo ya era bien conocido como regla práctica por los egipcios y los babilonios, quienes, por su parte, formularon grandes tablas de triángulos —pitagóricos—. Puede ser, incluso, que todas las teorías pitagóricas de los numeros provengan -tanto en su aspecto místico como en el matemático- de alguna fuente del pensamiento oriental, como lo sugiere acusadamente su mismo carácter. Pero, independientemente de que Pitágoras haya sido un pensador original o un transmisor, es incuestionable que la conexión establecida por su escuela entre las matemáticas, la ciencia y la filosofía, ya nunca se perdió. Pitágoras vio en los números la clave para la comprensión del universo. Así, por un lado, relacionó los números con la geometría, mostrando cómo los cuadrados y los triángulos pueden ser construidos ordenando puntos de manera apropiada; por otra parte, relacionó los números con la física, por medio del descubrimiento de que las cuerdas cuyas longitudes se encuentran conectadas por razones simples, emiten notas situadas a intervalos musicales regulares -octavas, terceras, etcétera. Esto vino a enlazar la armonía, previamente apreciada sensorialmente, con las razones entre los números y, por consiguiente, con las formas geométricas. Los pitagóricos señalaron así la tónica de la geometría griega, con su insistencia en la importancia cósmica de los cinco sólidos regulares cuyas caras son triángulos, cuadrados y pentágonos. El pentágono fue considerado particularmente- como figura mágica, debido a que su construcción con regla y compás constituyó un verdadero triunfo matemático. Dos de los sólidos platónicos, el dodecaedro y el icosaedro, tienen simetría pentagonal. Toda la síntesis geométrica de Euclides conduce, en rigor, al método de construcción de esos dos sólidos; y la prueba de que no podía ser más que eso fue un punto culminante de la geometría griega, que anuncia la moderna teoría de los grupos.4 Las razones y los irracionales En la escuela pitagórica, aunque posiblemente algún tiempo después de la muerte del maestro, se hizo un descubrimiento matemático fundamental. Si cada medida de longitud se puede expresar por medio de un número, entonces la proporción entre dos medidas diferentes sería expresable por medio de la razón entre dos números. Pero, un caso muy simple sirve para demostrar que esto no se cumple. Cualesquiera que sean los números utilizados para expresar la longitud de los lados de un cuadrado, no es posible expresar la longitud de su diagonal con otro número, entero o fraccionario. Lo cual es equivalente a decir de ninguna fracción multiplicada por sí misma puede tener como producto exactamente el número 2, o sea, que V2 es irracional. El descubrimiento de la existencia de los números irracionales constituyó una seria conmoción para la escuela pitagórica entera y contribuyó a su disolución. Una de las salidas intentadas ante el problema, fue el considerar que las mediciones eran irreales; la otra salida, que vino a ser adoptada finalmente fue la de extender el concepto de número para hacer que incluyera a los irracionales.2.52 A los pitagóricos debemos también la importancia dada al círculo y a la esfera en la astronomía. Consideraron que la Tierra era una esfera y, luego, pensaron que se movía junto con los planetas

4 Las propiedades peculiares de los sólidos platónicos han ejercido influencia a través de la historia entera. Sirvieron de guía ilusoria a Kepler, pero de guía al fin, para la determinación del sistema planetario. También reaparecen en la ciencia moderna, en dominios tan diferentes como el de la estructura de los virus y el de la teoría de los líquidos. 9.173

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-el sol, la luna y una misteriosa anti-tIerra- alrededor de un fuego central permanentemente invisible. Esta idea después de haber sido racionalizada por Heráclides (375 a. n. e.) y Aristarco (aproximadamente, 310-230 a. n. e.) , fue la que condujo a la representación moderna del sistema solar. La obra de la escuela pitagórica constituye el fundamento mismo de la matemática y de la física. Incluso en las matemáticas es bien evidente el elemento místico. Los pitagóricos relacionaron el alma eterna con las formas eternas de números, atribuyéndola particularmente al numero 10 = 1 + 2 + 3 + 4. Según ellos, el mundo en su integridad estaba constituido por números puros. Esta forma de idealismo extremado se encuentra conectada con la magia de los números cabalísticos, que todavía se invoca en la santísima trinidad, los cuatro evangelistas, los siete pecados mortales y el número de la bestia apocalíptica. También se muestra en la física matemática moderna cuando sus adeptos tratan de hacer de Dios el supremo matemático. El misticismo ingresa en la ciencia Tambien en la física los pitagóricos fueron demasiado más allá de los hechos, substituyendo el conocimiento experimental por el misticismo de los números. El aspecto místico del pitagorismo se encontraba conectado con los misterios órficos, una reliquia de la antigua magia de la sociedad primitiva que después se convirtió en un medio de evadir las duras realidades de la Edad de Hierro. 2.58.1,54 El orfismo, como religión de esclavos, tiene algunos puntos de semejanza con el cristianismo, particularmente en su simbolismo de la rueda y, la caverna. 8.115 La principal tesis de los pitagóricos era la doctrina de la transmigración de las almas, esencialmente igual a la de los hindúes, aunque es posible que fuera enteramente independiente de la influencia de la India. El propósito del culto era escapar del ciclo de la reencarnación por medio de experiencias místicas comunes, orgías y del éxtasis de la contemplación mística, teorías = visiones. 12.20.38 Esto es similar a la idea de la adquisición del nimana a través del yoga, que Gautaina trató en vano de resistir. La idea de la reencarnación no era irrazonable en la Edad Paleolítica, cuando surgío por vez primera. Pero en la Edad de Hierro resultaba ser esencíalmente reaccionaria, porque quitaba todo, significado a la injusticia social y a la guerra y las aprobaba, por lo, menos tácitamente (sección 12.2) .2.16 En el Bhagavad Gita, cuando Arjuna pregunta horrorizado cómo ha surgido la lucha fratricida, Krishna le contesta: Cuando el rojo matador piensa que mata Y qne el muerto piensa que es matado, Poco conocen los caminos recónditos, Yo vuelvo, paso y vengo de nuevo.

El propósito místico consistía en lograr la liberación a través de la purificación. Originalmente, dicha purificación era una ceremonia puramente mágica de iniciación, o reencarnación. Después, adquirió relación con la alquimia a través de la purificación de los metales por medio del fuego (sección 3.4). Los pitagóricos introdujeron la idea de la purificación a través del conocimiento, esto es, el conocimiento puro de la contemplación pasiva. Esta concepción, tal como la expresaba Platón, consiste en considerar que el pueblo -al igual que los espectadores de un juego- se puede dividir en tres clases: los que van a comprar y vender, los competidores y los espectadores. A estos últimos, que se limitan a contemplar, los consideraba Platón muy superiores. Este ideal de la ciencia pura como una contemplación, que tuvo su origen en un rito primitivo y luego fue adulterado por la sociedad dividida en clases, ha perdurado hasta nuestros días. Ahora, como antes, ofrece una excusa conveniente para gozar del conocimiento sin responsabilidad. A pesar de que las consecuencias de las concepciones pitagóricas son claramente reaccionarias, 124

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en realidad provienen de una época posterior a la de Pitágoras mismo. La comunidad pitagórica original, según Thomson, era tan política como religiosa y, por ello, fue perseguida y acabó por ser dispersada. Thomson considera al pitagorismo como la primera expresión del pensamiento democrático, es decir, del racionalismo de la clase media de comerciantes, opuesto al tradicionalismo de la aristocracia terrateniente, y compara su influencia con la que tuvo el calvinismo. En particular, Thomson relaciona la insistencia pitagórica en el valor del medio y de la armonía, con la solución de la lucha política mediante el ascenso de los mercaderes, la cual es una idea que nosotros asociamos a Aristóteles. La influencia de Pitágoras La escuela de Pitágoras señaló un cambio de rumbo en el desarrollo de la ciencia griega, tanto en la teoría como en la práctica. De ella provienen dos sistemas de pensamiento muy diferentes. Sus aspectos más abstractos y lógicos fueron tomados por Parménides y, entremezclados con muchos ingredientes místícos, se convirtieron en el fundamento del idealismo platónico. En un sentido opuesto, la teoría de los números de Pitágoras recibió un contenido materialista en la teoría atómica de Leucipo de Mileto (475 a. n. e.) y Demócrito de Abdera (420 a. n. e.). En cuanto a la ciencia práctica, los pitagóricos establecieron la posibilidad de tratar las magnitudes físicas reduciéndolas a números y medidas, método general que -a pesar de que muchas veces se ha pretendido extender más allá de sus límites propios ha suministrado un medio continuo para dilatar el dominio del hombre sobre la naturaleza. Para los matemáticos, la importancia de Pitágoras es aún mayor, ya que su escuela estableció el método de prueba consistente en hacer un razonamiento deductivo a partir de ciertos postulados. Este método constituye el procedimiento más poderoso para generalizar la experiencia, puesto que transforma un determinado número de casos en un teorema. 5 Teniendo tanto valor en matemáticas, la prueba deductiva se ha empleado, incluso en favor del idealismo, para probar palpables desatinos partiendo de principios evidentes por sí mismos. Parménides Entre quienes primero abusaron de la prueba deductiva, se encuentran Parménides de Elea (470 a. n. e.) y su discípulo Zenón de Elea (450 a. n. e.) -Elea se encontraba en el sur de Italiarelacionados con el partitto aristocrático y conservador de la ciudad. Parménides fue el filósofo de la razón pura. Atacó violentamente a la ciencia observacional y experimental en su conjunto, proclamando que tales estudios sólo podrían dar lugar a opiniones inciertas, debido a la falibilidad de los sentidos, en tanto que las verdades relativas al número y apreciadas por la razón pura, eran absolutas. La exigencia de que la verdad absoluta y la certeza no se encuentran en los sentidos falibles -"en Ios ojos ciegos, en los oídos resonantes de ecos"-, expresa la profunda

5 La escuela pitagórica representa una primera mezcla del manejo de los números -de origen babilonio, esencialmentecon las formas geométricas; lo cual se llegó a convertir en una especialidad de los griegos, aunque probablemente tuvo su fuente en Egipto. La introducción del número distingue a la geometría del simple dibujo y hace posible, a su vez, la introducción de la lógica demostrativa, que constituye la contribución fundamental de los helenos a la ciencia. A pesar de que carezco de datos suficientes para probarlo, tengo la fuerte sospecha de que este paso decisivo se debió al hecho de haber transferido a las matemáticas la argumentación utilizada en los litigios, y en los procesos judiciales característicos de las ciudades-estados mercantiles. La noción de prueba a partir de los postulados, y aun el argumento por reductio ad absurdum, parecen provenir de los tribunales. Q.E.D. -es decir, quod erat demonstrandum- es el argumento decisivo para ganar un litigio en el tribunal de la razón. Y, no obstante que se haya abusado de ellas fuera del dominio de las matemáticas, lo cierto es que las nociones de prueba y de generalidad suministraron una garantía para precaverse del pensamiento deshilvanado, cosa que la ciencia de la India y la China antiguas nunca llegaron a adquirir.

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necesidad de asirse a algo estable, cosa que se presenta siempre en épocas de perturbación, habitualmente en quienes llevan las de perder. No es de sorprender que esta tendencla idealista y anti-cíentífica haya sido adoptada después por Platón y persista en la filosofía hasta nuestros días. Parménides fue todavía más lejos; apelando a la lógica, refutó la concepción de Heráclito de que todo cambia. Si lo que es, es y lo que no es, no es, entonces nada puede ocurrir jamás y el cambio es imposible. Y no sólo el cambio, sino que en semejante universo también es imposible la variedad. El universo real es vivo e inmutable. La variedad y el cambio que nos muestran los sentidos deben de ser únicamente apariencias, y el mundo aparentemente material debe de ser sólo una ilusión. Tal concepción constituye la primera formulación clara del idealismo extremado y el principio de la lógica formal. Hegel examinó la lógica de Parménides y refutó sus pruebas, sosteniendo que la idea del ser y su contradicción, la idea del no-ser, hacen surgir la idea del devenir y luego, a través del mismo idealismo dialéctico, todo el complejo mundo ideal. Ésta fue la filosofía que Marx invirtió paya ponerla sobre sus pies, fundando así el materialismo dialéctico (sección 1,12.9). El idealismo de Parménides no era tan puro como parece. La idea de la unidad inmutable resultaba sumamente conveniente para que una minoría siguiera gobernando por derecho «divino». El discípulo de Parménides, Zenón, atacó el fundamento mismo de las matemáticas y la teoría física de Pitágoras, planteando cuatro ingeniosas paradojas que parecen probar lógicamente que el tiempo y la distancia no pueden ser continuos ni discontinuos. Si el espacio es continuo, entonces el corredor nunca puede llegar a la meta. Si se halla a la mitad del recorrido, tardará cierto tiempo en recorrer la mitad de la distancia que le falta, y así ad infinitum. Si el espacio es discontinuo, entonces la flecha jamás se podrá mover, ya que tendrá que estar en un punto o en el siguiente, sin que haya nada entre ambos puntos. Las paradojas de Zenón no fueron enteramente inútiles, ya que con ellas empezó la exigencia de buscar el rigor en las matemáticas. Dichas sutilezas eran tomadas como prueba de que el mundo visible no podía existir realmente, pero también vinieron a servir para mostrar que la razón pura puede ser más necia y vana que cualquier invención de los sentidos. Los átomos y el vacío: Demócrito La respuesta más eficaz a las tendencias idealistas anteriores fue dada por Demócrito, cuya Teoría atómica había de llegar a tener una enorme influencia sobre la ciencia posterior. En vez de concebir un universo compuesto de números ideales, Demócrito imaginó un universo formado por innumerables partículas índivisibles o átomos que se movían en la oquedad del espacio vacío. Los átomos eran inalterables, en lo cual concordaban con la inmutabilidad de Parménides; tenían diversas formas geométrícas, que explican su capacidad para combinarse y formar todas las diversas cosas del mundo; y su movimiento explicaba todos los cambios visibles. De esta manera, Demócrito pudo incluir en su teoría el contenido matemático del pitagorismo partícularmente su insistencia en la importancia de la forma geométrica-, al mismo tiempo que rechazaba su idealismo y su misticisirio. La introducción del vacío -la nada- en la filosofía fue también un paso atrevido. El universo de los primeros filósofos era el del sentido común; se trataba, por lo tanto, de un universo lleno, pleno. La idea del vacío era aborrecida por todos los filósofos eminentes y este aborrecimiento era imputado a la naturaleza. Muchas de las grandes conquistas de la física renacentista -como lo son la dinámica de Galileo y sus ulteriores desenvolvimientos técnicos y científicos, entre los cuales se hallan las leyes sobre los gases y la máquina de vapor- surgieron en el proceso de derrumbamiento de esa idea (sección 7.8). La teoría atómica tuvo, desde el principio, un matiz político radical, debido a que era francamente materialista y a que evítaba ctialquier apelación a las armonías preordenadas. La autoridad de 126

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Platón y Aristóteles, quienes sostenían doctrinas de formas ideales o sustanciales (sección 4.6), fue suficiente para evitar su acepción general. Sin embargo, la teoría atómica se mantuvo durante toda la época clásica como una herejía persistente y, a través del pensamiento de Epicuro y Lucrecio, produjo efectos sobre la filosofía y la ética en sus etapas posteriores. Postulaba un mundo que se mantenía a sí mismo, a través de la actividad natural de sus partes y sin necesidad de la dirección divina. El atomismo de Demócrito era completamente determinista; pero, después, Epicuro introdujo cierta variación o predisposición original en sus átomos, para permitir la variedad y el libre arbitrio en el hombre. 2.43 Sería un error pensar que el atomismo griego era esencialmente una teoría científica de la física. Desde luego, no era posible extraer de él conclusiones que pudieran ser verificadas prácticameate. No obstante, constituye el antecedente directo y reconocido de todas las teorías atómicas modernas. Gassendi (sección 7.8), el primero de los atomistas modernos, obtuvo sus ideas directamente de Demócrito y Epicuro. Newton (sección 7.8) era, a su vez, un ferviente atomista y fue bajo la inspiración de su obra que John Daltort (sección 9.4) pudo establecer finalmente la teoría atómica de la química. Los átomos de la química no han resultado ser tan indivisibles como lo implica su nombre, pero, las profundas explicaciones de la física nuclear todavía se mantienen dentro de la misma tradición atómica. La época de Pericles Al terminar las guerras con los persas, la ciudad de Atenas quedó colocada en la posición de dirigente económica y cultural del mundo griego. Había conquistado este puesto por su coraje y su persistencia en oponerse al invasor. En gran parte, su éxito se debió al uso que se le dio al dinero obtenido de las minas de plata del Laurión para acuñar moneda. Por consejo de Temístocles, este dinero se aplicó a la construcción de una flota tripulada por los ciudadanos más pobres, la cual no sólo aseguró la victoria para la ciudad, sino que también dio poder al pueblo humilde dentro del gobierno. La prominencia comercial de Atenas incrementó todavía más su riqueza y dio a la ciudad artistas y escultores, lo mismo que historiadores y filósofos. Durante el siglo siguiente, aun después de la desastrosa guerra con Esparta, Atenas fue el centro intelectual del mundo griego; y el legado de la ciencia jónica -particularmente la tradición matemática y astronómica de los pitagóricos- recibió allí nuevo ímpetu. Este periodo tuvo una importancia enorme para el desarrollo de la ciencia en el mundo, ya que estableció el enlace entre las especulaciones poéticas de los jonios y los precisos cálculos del periodo alejandrino. En realidad, el último de los filósofos jónicos, Anaxágoras de Clazomene, se radicó en Atenas y fue amigo de Pericles y luego, como ya lo hemos dicho, fue expulsado por su racionalismo el año de 432 a. n. e. Én esta época se plantearon los principales problemas de las ciencias, tanto sociales como naturales, aun cuando muchas de sus diversas soluciones fueron propuestas sólo en los siglos subsecuentes. A partir de entonces, la ciencia griega se hizo autónoma y desenvolvió su carácter propio, dentro de sus limitaciones inherentes y en gran medida inconscientes. En las ciencias naturales, esto se manifestó mediante el énfasis en las matemáticas y en la astronomía, considerándolas como fuentes para probar la verdad, y, en un nivel inferior, también en la medicina como medio de preservar la salud y la belleza. El triunfo de la geometría A partir del momento en que se descubrió lo irracional (sección 4.5), los matemáticos griegos se apartaron de los números y dedicaron su atención a las líneas y superficies, entre las cuales no se suscitaban esas dificultades lógicas. El resultado fue el desarrollo de una geometría de las medidas que es, tal vez, la principal aportación de los griegos a la ciencia. Los matemáticos babitonios, y sus sucesores hindúes e islámicos, se mantuvieron primordialmente dentro de la 127

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aritmética y el álgebra. Los más eminentes autores de esta transformación fueron Hipócrates de Quíos, alrededor de 450 a. n. e., y Eudoxo, 408-355 a. n. e. Hipócrates fue el primero que enseñó en Atenas por paga, y también fue el primero en emplear letras para denotar los elementos de las figuras geométricas. lgualmente se ocupó de buscar una solución geométrica a los problemas clásicos de la cuadratura del círculo y de la duplicación del cubo. Aun cuando fracasó en ambos intentos, estableció una serie de proposiciones valiosas dentro de los lineamientos con que Euclides formuló posteriormente sus Elementos. Estos dos problemas, junto con el de la trisección del ángulo, que nunca pudieron ser resueltos con regla y compás, condujeron a muchos geómetras -como Hipías de Elis- a construir curvas de orden superior y a establecer una nueva rama de la geometría. Posiblemente, Eudoxo fue el más grande de los matemáticos griegos. Fue él quien estableció la teoría de las proporciones, que es aplicable a todas las magnitudes, y descubrió el método de exhaustación -o de aproximaciones sucesivas- para medir líneas y superficies; el cual, después de haber sido ampliado por Arquíniedes, sirvió de base para el cálculo infinitesimal. Astronomía esférica En este mismo periodo se produjo el desarrollo lógico de la concepción del mundo de Pitágoras. Su autor fue también Eudoxo, quien fue tan buen astrónomo como matemático. Logró explicar los movimientos del sol, la luna y los planetas, recurriendo a una serie de esferas concéntricas, cada una de las cuales giraba sobre un eje fijo en la esfera exterior más próxima. El modelo era tosco y mecánico, pero pudo servir al mismo tiempo, realizado en la forma de esferas metálicas, como un procedimiento de observación mucho más flexible que el antiguo gnomon o reloj del sol horizontal. En rigor, todos los instrumentos astronómicos actuales se derivan de ese modelo. Sin embargo, la teoría de las esferas era demasiado simple, incluso para explicar hechos conocidos desde mucho antes por los babilonios, como la menor duración de las estaciones de otoño e invierno -que es de 89 días y 19 horas y de 89 días y 1 hora, respectivamente, mientras que la de la primavera es de 92 días y 20 horas y la del verano es de 93 días y 14 horas. En aquella época, estos errores parecían secundarios y se corregían agregando mayor número de epiciclos celestes; proceso que fue produciendo una complejidad creciente en la explicación, hasta que Copérnico y Newton lo descartaron por completo. 6 La medicina griega: Hipócrates La medicina griega contribuyó igualmente a la formación de una concepción científica y coherente del mundo. En su desenvolvimiento se entretejen dos tramas, una empírica y otra filosófica, que

6 La construcción de una astronomía poliesférica, como ampliación de la simple rotación de los cielos; fue una conquista tan faritiliar para los antiguos y tan olvidada por los modernos, que es difícil advertir el avance tan grande y decisivo que representa. Para los astrónomos de Babilonia, la precisión del movimieinto de los cielos era puramente asunto de recurrencias matemáticas, por lo cual reducían los hechos a números y fórmulas, sin hacer, intento alguno de justificación. En cambio, la consideración de los griegos fue francamente visual y casi táctil. Lo que pretendieron fue reproducir en el espacio un modelo de la máquina celestial. Y hubiera sido muy difícil que pensaran en eso, debió haber sido inspirados por la existencia de máquinas reales. Sabemos que el movimiento del reloj no era nuevo para los griegos y, por esto, en el tratado seudo- aristotélico De Mundo, encontramos que el autor emplea una analogía mecánica para explicar la acción de Dios como el primer motor: Porque él no necesita de la contribución o del servicio de otros, como nues.tros gobernantes terrenales, debido a su flaqueza, necesitan de muchas manos para realizar su trabajo; pero es más característico de la divinidad el ser capaz de realizar diversos tipos de trabajo con facilidad y por medio de un simple movimiento, justamente como los antiguos maestros de un oficio pueden ejecutar muchas diferentes operaciones, haciendo dar vueltas a una máquina. De esta manera, el autor evitó la necesidad de considerar una providencia detallada y dio comienzo a una controversia que todavía continúa en nuestro tiempo.

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luego han persistido en el desarrollo de la medicina. Al igual que la matemática, la medicina griega muestra una continuidad ininterrumpida con la medicina de las civilizaciones más antiguas (sección 3.4). Al parecer, los médicos griegos pertenecían a los Asclepiades -o clan de Esculapio, el semidiós de la medicina-, que era uno de los clanes o gremios de artesanos. En realidad, en el juramento hipocrático 2.59.332 -que aún se utiliza- tenemos una reliquia bien conservada de la ceremonia de adopción dentro del clan, en la cual se contraían ciertas obligaciones con los otros miembros del clan y con sus familiares. Así, por ejemplo, se dice en una cláusula: Impartiré por precepto, por disertación y por cualquiera otra manera de enseñar, no sólo a mis propios hijos sino tambíén a los hijos de quienes me han enseñado y a los discípulos obligados por convenio y juramento conforme al código de los médicos, pero a nadie Más. 1.44.213

En Grecia, como en las viejas civilizaciones, el médico era algo aristócrata y se ocupaba principalmente de la salud de los miembros de la clase dominante. El tratamiento del pueblo común seguía en manos de hechiceros y charlatanes que utilizaban los remedios tradicionales y mágicos. El primer desarrollo de la medicina griega se asocia con la figura casi legendaria del médico Hipócrates de Cos. Los llamados escritos hipocráticos forman un gran volumen de tratados médicos, redactados posiblemente entre los años de 450 a 350 a. n. e., cuyo tono es resueltamente clínico. La medicina es considerada como el arte de curar a los pacientes. El aforismo más famoso de Hipócrates fue escrito ante la necesidad de prevenir a los médicos que no debían alimentar a sus pacientes que sufrían de fiebre: La vida es breve; el arte, largo; la ocasión, fugaz; el experimento, peligroso; el juicio, difícil. Con todo, no solo debemos estar dispuestos a cumplir con nuestro deber, sino que también el paciente, los ayudantes y las cirunstancias externas deben cooperar.

Cada caso es considerado de acuerdo con sus condiciones, pero la opinión que sobre él se establece está basada en la observación de los casos similares. En esto sigue la tradición de los médicos egipcios (sección 3.4). Las causas y curaciones magicas o religiosas de las enfermedades no se mencionan y, yendo más lejos, Hipócrates renunció explícitamente a dichas causas. Así, en el aforismo relativo a la enfermedad «sagrada», o epilepsia, se dice: Me parece que la enfermedad llamada sagrada no es más divina que cualquier otra. Tiene una causa natural como las demás enfermedades. Los hombres la consideran divina simplemente porque no la comprenden 7 ... En la naturaleza todas las cosas son semejantes en cuanto todas pueden ser reducidas a las causas precedentes. 1.43.4

La escuela de Cos, es, además, intolerante respecto a la aplicación de la filosofía a la medicina. En la Medicina Antigua -cuyo autor es, posiblemente, Protágoras el sofista- se afirma: Todos aquellos que tratan de discutir el arte de curar sobre la base de un postulado -calor, frío, humedad, sequedad, o cualquier otra cualidad fantástica-, limitando las causas de la enfermedad y de la muerte entre los hombres a..uno o dos postulados, no solamente están obviamente en un error sino que deben desecharse, particularmente porque se equivocan acerca de lo que es un arte o técnica y, más aún, en considerar que todos los hombres, en las crisis de la vida, acostumbran ofrecer elevados honores a los practicantes y artífices de este oficio, cuando son diestros.

7 Es un comentario triste «acerca del lento progreso de la cicucia médica y de la oscuridad que rodea a la epilepsia, el que las causas de esta enfermedad particular sigan siendo casi totalmente desconocidas y que el tratamiento que se imparte a los enfermos es sólo un paliativo. No obstante eso, el estudio de la epilepsia ha arrojado mucha luz sobre el funcionamiento normal del cerebro. 6-70

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Pero, a pesar de esta acusación, el empleo de los postulados filosóficos en la medicina tendió a incrementarse e, incluso, acabó por abrirse paso en los escritos hipocráticos. Esta fundamentación filosófica se desarrolló, en parte, por la iniciación de los estudios anatómicos y fisiológicos. Así, por ejemplo, un discípulo de Pitágoras, Alcinacón de Crotona, aprendió por medio de la disección algunas funciones de los nervios y se atrevió a afirmar que era el cerebro y no el corazón- el órgano de la sensación y el movimiento. Este hecho, que debe de haber sido conocido prácticamente por los cazadores primitivos, todavía era negado con obstinación por los médicos 2000 años después. Las doctrinas más místicas encontraron aceptación con mayor facilidad. Filolao, otro pitagórico, formuló la doctrina de los tres espíritus o almas del hombre: espíritus vegetarianos, que el hombre comparte con todas las cosas que se desarrollan, ubicados en el ombligo; el espíritu animal, compartido únicamente con las bestias y que da la sensación y el movimiento, situado en el corazón; y el espíritu racional, sólo poseído por el hombre y alojado en el cerebro. Estos espíritus se posesionaron de la fisiología y la anatomía durante muchos siglos, impidiendo al hombre utilizar el testimonio de sus sentidos, hasta que Harvey acabó con ellos (sección 7.5). La doctrina de los humores Más persistente y dañosa para la práctica y la teoría de la medicina fue sin embargo la doctrina de los cuatro humores, que tuvo su primera formulación clara en Empédocles (sección 4.5). Como filósofo que era, Empédocles extendió sus ideas cosmológicas hasta hacerlas abarcar su teoría médica. Consideraba que los mismos cuatro elementos -o «raíces de las cosas»- que constituyen el universo, deben de encontrarse también en el hombre y en todos los seres animados. Tomando, posiblemente, modelos y mitos más antiguos, Empédocles concebía al hombre como un microcosmos -es decir, como un mundo en pequeño que conformaba al macrocosmos o mundo en grande. Los cuatro elementos del universo -fuego, aire, agua y tierra -se equiparaban a los cuatro humores del cuerpo -sangre, bilis amarilla, flema y bilis negra. También hubo esos cuatro colores sagrados en la alquimia: rojo, amarillo, blanco y negro. 8 De acuerdo con el humor predominante, el hombre podía ser sanguíneo, colérico, flemático o melancólico. Esto condujo al establecimiento de todo un sistema de medicina aparentemente racional, que por muchos siglos substituyó al arte práctico de la medicina de la escuela hipocrática original, secciones 5.6, 7.2, 8.7). Conforme a esta teoría, el tratamiento consistía en tratar de restaurar el equilibrio apropiado entre los elementos, mediante el control de las dos parejas de cualidades opuestas -calor y frío, humedad y sequedadque determinaban a los elementos mismos. El fuego era caliente y seco; el aire, caliente y húmedo; el agua, fría y húmeda; y la tierra, fría y seca. Si un hombre tenía fiebre, necesitaba mayor frialdad; si tenía escalofrío, necesitaba calor. Es fácil advertir ahora que estas teorías no guardan prácticamente relación alguna con los hechos fisiológicos y que la práctica médica basada en ellas difícilmente podía tener un buen efecto, si es que alguna vez lo producía. Desgraciadamente, a pesar de sus cuidadosos estudios clínicos, la escuela de Cos tampoco estaba en condiciones de prescribir tratamientos efectivos. Los hipocráticos se destacaban en el pronóstico y confiaban luego en el poder curativo de la naturaleza sobre el paciente cuando no le aplicaban algún tratamiento violento o inadecuado. Por consiguiente, los médicos preferían una doctrina en la cual tuviesen una participación mayor en la curación y que exaltase su arte conforme a una filosofía digna de ser adoptada por los hombres mejores. 8 Esta selección de colores es, efectivamente, mucho más antigua que la doctrina de los humores. Se trata de los colores que son más fáciles de producir artificialmente y con ellos estaba constituida la paleta básica de la pintura de la Edad de Piedra. Se les encuentra en la mitologia egipcia, después en la hindú y, con algunas modificaciones, también en la mitologia china. Asimismo, dichos colores son los cuatro Varna que marcan las distinciones entre las castas 8.46 (sección 4.6) .

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Bernal, John D. La ciencia en la historia. 5a. ed. México: Nueva Imagen, UNAM, 1981. p. 206-223.

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4.6 LA PROEZA ATENIENSE La filosofía social de Atenas En el segundo periodo del pensamiento griego -que es el periodo central- el interés de la filosofía, que todavía incluía a la ciencia, se trasladó del plano material al dominio de lo ideal. En este traslado se reflejaron las últimas etapas de la dramática culminación que tuvo el desenvolvimiento de la ciudad-estado en el imperio ateniense, el los siglos V y IV a. n. e. Estos acontecimientos mantuvieron su enorme importancia dentro de la ciencia y la política contemporáneas, debido a que pusieron de manifiesto las nuevas fuerzas operantes en la sociedad y porque quedaron formulados con claridad y belleza para las generaciones subsiguientes en las obras de los historiadores como Tucídides. En primer lugar, tenemos el surgimiento, por primera vez en la historia, de una democracia ciudadana constituida deliberadamente. Esta democracia permaneció en el poder el tiempo suficiente para mostrar algunas de sus inmensas posibilidades creadoras, de las cuales todavía ofrecen testimonio el Partenón y las tragedias atenienses. Su derrumbe se debió a que estaba basada en la esclavitud y en la explotación del territorio ajeno. Por ello fue incapaz de resistir los ataques de la reacción aristocrática, representada por el Estado de Esparta, mucho más primitivo y bien apoyado por el oro persa. El derrumbe de la democracia ateniense señaló el punto crítico en el desarrollo de la civilización clásica. Nunca más habría de acercarse tanto al control popular de la vida social y al derrocamiento del gobierno de los ricos. La ciudad-estado griega, a pesar de sus posteriores éxitos materiales y de sus realizaciones intelectuales, quedó condenada a su destrucción final. La democracia estuvo muy cerca de ofrecer una verdadera superación de las contradicciones económicas de la ciudad de la Edad del Hierro; pero, una vez desaparecida, el único camino posible consistió en incrementar la esclavitud interna y las aventuras militares en el exterior. Esto condujo a la propagación de la civilización griega en una gran parte del mundo durante otros cinco siglos, pero su desarrollo interno había terminado ya. Los filósofos de la reacción Los tres miembros de la gran tríada de filósolos griegos -Sócrates, Platón y Aristóteles- pertenecen todos a Atenas, pero a la Atenas de la decadencia. Los tres derivaron de la grandeza revolucionaria de la primera ciudad libre su enorme capacidad y habilidad, para influir sobre el pensamiento -y pusieron esa capacidad y esa habilidad al servicio de la contrarrevolución. Sócrates -al menos tal como lo presenta Platón-, el propio Platón y Aristóteles mostraron un gran desprecio por la democracia, que sólo podía encubrir parcialmente el profundo temor que les inspiraba. Marx mostró una excesiva benevolencia hacia los filósofos, o tal vez pensó en su antiguo favorito, Epicuro, cuando dijo: "Hasta ahora, los filósolos únicamente han tratado de comprender al mundo; la tarea, sin embargo, consiste en transformarlo." La tarea que Platón se puso por delante, de un modo completamente consciente, fue la de impedir que el mundo cambiara, por lo menos en el sentido de la democracia. Sócrates y la lógica Esta reacción idealista dentro del pensamiento griego se expresó en función de la nueva técnica de la lógica, o del manejo de las palabras: logoi. En la época democrática, la política ateniense dio a la discusión y a la oratoria una importancia superior a la que tenían en la mayor parte de las ciudades griegas (sección 4.4), constituían un medio reconocido para adquirir fama y riqueza. Esto dio lugar a un nuevo interés por las palabras y sus significados. El dominio sobre la gente a través de la palabra, se vio mejor recompensado que el dominio de las cosas por medio del trabajo. Surgió así una nueva clase de sabios profesionales -los sofistas- que enseñaban el camino 133

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para obtener tal éxito a quienes podían pagar por ello. El más famoso de los sofistas, Protágoras, es recordado por su frase, «El hombre es la medida de todas las cosas», en la cual expresaba la primacía de la convención humana sobre cualquier conocimiento absoluto. Su oponente fue el propio Sócrates, quien desarrolló un método de argumentación con el cual, planteando a su opositor una serie de preguntas acerca de sus conocimientos, podía hacer ver claramente y en poco tiempo a su auditorio que su opositor no sabía siquiera de qué estaba hablando. Para Sócrates, el principal objetivo del hombre era la bondad individual, o virtud, que resultaba automáticamente del conocimiento. Tanto la palabra griega arete, como la latina virtus, se referían originalmente a una virtud viril y combativa. Ares era el dios de la guerra. Por lo tanto, tuvo que pasar bastante tiempo para que esa virtud se ablandara hasta poder ser incorporada al ideal ciudadano, y más tiempo aún para que se acomodara a la sumisión cristiana. De acuerdo con Sócrates, el conocimiento que conducía a la bondad no era el conocimiento físico ni, en rigor, nada que pudiese ser aprendido, sino más bien el repudio de toda opinión para confiar exclusivamente en la intuición interna. En esto se asemejaba a su contemporáneo, el filósofo chino Lao-tsé, quien se mostraba escéptico de la convención y confiaba en el cumplimiento de una verdad natural interna. Sócrates tenía su «demonio» privado, que lo inspiraba en sus momentos críticos. Es difícil establecer cuáles fueron sus propias opiniones, ya que nunca escribió nada y casi todo lo que sabemos de él proviene de Platón. Sócrates fue un magnífico conversador y una gran personalidad, y tuvo una influencia enorme en la Atenas de su tiempo, ganándose tanto amigos devotos como enconados enemigos. No obstante que él mismo era un hombre del pueblo, Sócrates no fue partidario de la democracia y, al menos en sus últimos años, se relacionó principalmente con los ricos y con jóvenes aristócratas. Algunos de ellos, como Alcibíades, tomaron partido contra la ciudad en la guerra espartana; mientras que otros, como Critias y Carmides, tomaron parte en el gobierno reaccionario de los treinta tiranos que se formó después de la derrota. Dicho gobierno fue derribado por una rebelión popular en 403 a. n. e. y sustituido por una democracia que, sin embargo, se comprometió con los espartanos a no tomar represalias políticas. Bajo este nuevo gobierno fue cuando se acusó a Sócrates de impiedad y de corrupción de la juventud, aunque las verdaderas razones de su proceso eran de carácter político. Al parecer, sus enemigos querían solamente desterrarlo, pero su defensa tranquila y desafiante hizo que lo sentenciaron a muerte, convirtiéndolo en el primero y más famoso de los mártires de la fisolofía. Las circunstancias de su vida y de su muerte señalan, en mayor medida que su mismo carácter, la separación del pensamiento griego en dos cursos diferentes. De ahí en adelante, la filosofía tendrá una rama moral o ética y otra rama natural o física; y durante 2000 años, la primera será la que goce del mayor prestigio. Platón Platón, como joven ateniense rico y aristócrata, estuvo bajo el influjo de Sócrates en la época en que su atribución política parecía definitivamente frustrada por el retorno de la democracia. Entonces decidió dedicar su vida a la filosofía, con el objeto de encaminar a los hombres a una vida mejor como consecuencia del cumplimiento de los principios de un Estado perfecto. Esto lo llevó al sendero del idealismo filosófico, convirtiéndolo realmente en su máximo exponente de todos los tiempos. Pues aun cuando no fue en modo alguno el primero de los idealistas, tuvo la habilidad de presentar sus concepciones en la forma de diálogos de una belleza y persuasión que nunca han sido superadas en los escritos filosóficos. Ciertamente, la belleza de su expresión ha sido un obstáculo para que los hombres de todas las épocas pudiesen advertir la fealdad de las ideas expresadas. El principal objetivo político de Platón, expresado particularmente en La República y Las Leyes, era formular la constitución de un Estado en el cual se mantuvieran para 134

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siempre todos los antiguos privilegios de la aristocracia -los mejores hombres- y que, al mismo tiempo, pudiera ser aceptable para los miembros de las clases inferiores. Para inspirarse, volvió los ojos a Esparta, en donde se suponía que la vida cuartelaria que hacían colectivamente los ciudadanos los mantenía alejados de las intrigas y sobornos políticos y, a la vez, conservaba la sujeción de los ilotas; no obstante que Esparta había fracasado notoriamente en conseguir lo primero y, en último término, también lo segundo. Platón dividió a los ciudadanos de su República en cuatro clases: los guardianes; los filósofos, que la gobernarían; los soldados, que la defenderían; y el pueblo, que haría el trabajo. Los guardianes tendrían todo en común, sin hacer vida familiar. A los hombres del pueblo sí se les permitía ese lujo, pero no se les otorgaba poder alguno. Esta división en clases sería permanente y quedaba justificada por un mito o «noble mentira» acerca de que la divinidad había creado cuatro tipos de hombres -de oro, de plata, de bronce y de hierro. También fueron cuatro los colores -amarillo, blanco, rojo y negro- que se tomaron para los humores (sección 4.5) y cuatro las castas originales del varna en la India: brahmines (sabios), chatrias (guerreros) , vaicias (agricultores) y sudras (siervos). No obstante, Corniord sostiene que Platón no pensaba en una división de la sociedad en clases y que cada clase fue escogida como la más apropiada para cumplir con sus obligaciones. Sin embargo, el pasaje que él mismo cita difícilmente se presta a tal interpretación. En la alegoría de Platón, se dice: Si los gobernantes descubren a uno de sus hijos cuyo metal esté meiclado con bronce o hierro, «deben, sin la menor piedad, asignarle la posíción propia de su naturaleza, relegándolo entre los artesanos y los campesinos. Si, por el contrario, estas clases producen un hijo que contenga oro o plata en su composición, los gobernantes lo deben elevar, de acuerdo con su valor, al rango de los guardianes». 2.16.13.1

Lo anterior muestra con toda claridad que normalmente las clases eran hereditarias, pero que Platón, tal como lo hace en la actualidad la clase dirigente británica, era lo suficientemente hábil para advertir que el procedimiento más seguro para perpetuar el dominio de las clases superiores consistía en permitir que un número limitado de miembros aptos de las clases inferiores se encumbrara hasta aquéllas. Por medio de este rígido sistema de clases, Platón esperaba formar un gobierno perfecto y, sobre todo, estable. Los guardianes no tendrían responsabilidades familiares -únicamente ante el Estadoy tampoco tendrían preocupaciones o ambiciones materiales. Estarían sujetos a una educación filosófica, matemática y musical que, según pensaba Platón, induciría a una benevolencia superior. De esta manera, esperaba injertar en la constitución espartana algunas de las glorias recordadas de la Atenas de Pericles, cuando la nueva democracia había confiado el gobierno de la ciudad a un culto grupo de ciudadanos ricos. Platón esperaba lograr la aceptación de sus concepciones políticas al encontrar un príncipe que fuera filósofo o que pudiera ser educado para serlo. Su último esfuerzo, en este sentido, lo realizó con Dionisio el joven, tirano de Siracusa, pero ni él ni su corte pudieron soportar el rigor exigido por el adiestraimiento matemático. La república de Platón ha sido juzgada de diversas maneras por las generaciones posteriores. En la Edad Media, por contraste con el gobierno arbitrario e ineficaz de los reyes y los nobles iletrados, se la tuvo por un ideal avanzado, particularmente a causa de su presentación en una prosa tan bella y persuasiva. Pero actualmente advertimos en ella, en buena parte, una anticipación del modo de mantener el dominio de la clase capitalista que encontró eco en el espurio Estado Corporativo de los fascistas. Para apoyar esta tesis central de su ciudad ideal y justificar, a la vez, la vida de sus guardianes filósofos, Platón hizo suyas las consideraciones de Pitágoras y Parménides (sección 4.5) que exaltaban la aprehensión de las verdades absolutas, que se juzgaban ínmutables, lógicas y matemáticas. El énfasis en la discusión de las palabras y de sus verdaderos significados, tendía 135

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a prestar a las palabras una realidad independiente de las cosas y de las acciones a las cuales se referían. Puesto que existe una palabra para denotar la belleza, entonces la belleza misma debe ser real. En rigor, la belleza debe ser más real que cualquier objeto bello. Ningún objeto bello es siempre bello, ya que es cuestión de opinión si lo es o no lo es; mientras que la belleza sólo tiene como contenido a la belleza misma y debe existir independientemente de todo objeto, en este mundo material tan imperfecto y dudable. Y esta misma lógica se aplicaba a las cosas concretas: una piedra en general debe ser más real que cualquier piedra en particular. El idealismo platónico Así se desarrolló el fantástico mundo de las ideas -imágenes de la perfección- de las cuales el mundo material no sería sino una vacilante sombra sobre los muros de la caverna en que estamos prisioneros en esta vida. 2.49 Por lo demás, Platón no se preocupó realmente de dar una explicación de esas apariencias; lo que le importaba sobre todo era demostrar que ciertas concepciones abstractas eran absolutas y eternas, independientes de las impresiones sensoriales y sólo inteligibles con los ojos del alma. Habría una tríada de valores absolutos: verdad, bondad y belleza. El primero se debe a Parménides, el segundo a Sócrates y el tercero es propiamente una contribución de Platón, derivada de la actitud esteticista de amor al arte por el arte que prevalecía en Atenas en los días de su juventud. Estos valores absolutos siguen teniendo sostenedores entre nosotros. Y la pretensión de que son superiores a los sentidos y tienen mayor validez que cualquier conocimiento basado en ellos, sigue empleándose ahora, como entonces, para poner un límite a la investigación científica y tratar de fundamentar concepciones intuitivas, místicas y reaccionarias. No obstante, Platón mismo recurrió a los conocimientos científicos de su tiempo para argumentar en favor de su teoría de las ideas. En efecto, utilizó con amplitud las matemáticas y la astronomía o, mejor dicho, la astrología. La palabra astrología o razonamiento, logos, sobre los astros, fue acuñada por el propio Platón para sustituir al término antiguo de astronomía, o sea, la mera ordenación, (nomos) , de las estrellas. Más tarde, la astrología adquirió tan mala fama que se volvió a la palabra primitiva. Con la astrología, Platón abarcó y extendió las concepciones místicas de Pitágoras acerca de la importancia cósmica del número y de las figuras geométricas, encontrando en ellos ejemplos de verdades absolutas independientes de los sentidos. Al parecer, Platón no hizo muchas aportaciones a las matemáticas, pero es indudable que su influencia les dio un gran prestigio, haciendo que después muchas inteligencias se dedicaran a ellas. Sin embargo, debido a su espíritu abstracto y contemplativo, apartó a las matemáticas de su origen y de su aplicación en la experiencia práctica, con lo cual hizo que se retardara el desarrollo del álgebra y de la dinámica. La astrología Platón equiparó la astronomía con las matemáticas; pero se trataba de una especie peculiar de astronomía, ya que se interesaba más en cómo debían ser las estrellas que en cómo son en realidad. La antigua concepción popular de los cuerpos celestes -y particularmente del sol, la luna y los planetas- consistía en considerarlos seres divinos. De ahí que las personas anticuadas juzgaran impía la concepción de los filósofos jonios, según la cual los astros eran esferas de fuego que erraban (planein) , a través del cielo. Platón salvó la situación, pero a un costo tremendo para la ciencia: combinando las matemáticas con la teología, y en contra de los testimonios ya existentes, 2.21.77 afirmó que los planetas mostraban su divinidad en la inmutable regularidad de sus movimientos perfectos y circulares, formando entre todos ellos la inaudible armonía de las esferas. Así se proscribía cualquier alteración en los cielos, del mismo modo en que él hubiera 136

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querido proscribirla de los asuntos humanos; y, entonces, el deber más elevado del hombre era el de contemplar la eternidad, para encontrar en ésta la prueba de sn propia inmortalidad. La filosofía de Platón refutó a la ciencia y ofreció en su lugar la fe. Al postular la perfección celeste, ahogó las ideas -ya expresadas por los pitagóricos- de que la tierra era la que se movía. Su influencia fue suficientemente efectiva -junto con la de su gran rival y sucesor, Aristóteles- para retrasar durante 2000 años el conocimiento del verdadero movimiento de los cielos, y, con ello, la posibilidad de una física válida. La Academia Cuando fracasaron sus esperanzas de encontrar un príncipe filósofo, Platón volvió a Atenas, en donde fue hecho prisionero y estuvo a punto de ser vendido como esclavo. Durante cuarenta años (387-347 a. n. e.) expuso sus doctrinas a un grupo muy selecto de discípulos, en los jardines del héroe Academo. A la entrada estaba escrita la inscripción: «No entre aquí quien ignore las matemáticas.» La enseñanza en la Academia no cesó con la muerte de Platón. Aun cuando la Academia no desarrolló las ideas platónicas de un modo importante, sí sirvió para conservarlas y, apoyada en el prestigio de Platón y de Aterias, se mantuvo cerca de 1000 años, hasta que Justiniano la clausuró en 525 de nuestra era. La Academia fue una ampliación y una racionalización de la confraternidad mística de Pitágoras. En ella tenían lugar las discusiones entre los iniciados y el aprendizaje de los aspirantes. Su mayor importancia radica en haber sido el antecedente de las universidades y las sociedades científicas de nuestro tiempo. Platón mismo fue quien determinó el carácter y dio su tono a la institución; que fueron, ciertamente, académicos en el moderno sentido de la palabra. El conocimiento puro -de las mafemáticas, la astronomía y la música, casi exclusivamente- se adquiría a través de la lectura de textos, más bien que del estudio de la naturaleza, que estaba llena de engaños e irregularidades. Sin embargo, la insistencia de Platón en las matemáticas aseguraba, al menos, la presencia de una disciplina científica en una educación que, de otro modo, hubiera sido puramente literaria. Confucio, cuya influencia en la educación china había de durar casi tanto como la de Platón en la occidental, omitió las matemáticas. Esto bien pudo haber contribuido al relativo retraso de la ciencia china. Idealmente, en la Academia ateniense, el conocimiento de lo verdadero, lo bueno y lo bello se emprendía sólo por amor a ello. En realidad, su enseñanza era considerada, por los griegos primero y luego por los romanos, como un excelente adiestramiento para que los jóvenes de buena familia hicieran una carrera distinguida. El platonismo Pero la influencia de Platón tuvo un alcance mucho mayor que el de la Academia. Se fue alterando progresivamente, con la acentuación de sus elementos místicos y el debilitamiento de sus aspectos lógico y matemático. El platonismo afectó a todo el pensamiento conformista en los periodos posteriores de la época clásica. Pronto se mezcló con el cristianismo y constituyó sin duda el principal apoyo intelectual de su teología. Después de la clausura de la Academia, todas las obras originales de Platón cayeron en el olvido, con excepción de la más absurda de ellas, el Timeo, que contiene su explicación mítica de la formación del mundo. Sus enseñanzas se transmitieron ampliamente a través del neoplatonísmo de Plotino, cuyo pensamiento era todavía más místico (sección 4.8). Los árabes redescubrieron algunas de sus otras obras y las tradujeron; pero sólo fue en el Renacimiento cuando se las volvió a estudiar en su versión original, produciendo un efecto tan grande o más que el que tuvieron al ser escritas. A Platón se debe, con mucho, que los primeros humanistas no fueran científicos. No obstante, en los siglos XVI y XVII, la inspiración matemática de Platón desempeñó un importante papel en la orientación del pensamiento de Kepler y Galileo (sección 7.5) y, a través de los platónicos de Cambridge, en el pensamiento de Newton (sección 7.9). 137

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Aristóteles Aristóteles, que primero fue discípulo de Platón, rompió con la Academia después de la muerte del maestro y fundó, en 335 a. n. e., una nueva escuela de filosofía, el Liceo, que rivalizó con la Academia. Nació en Estagira, en Tracia, pero pertenecía al clan griego de los Asclepíades o médicos (sección 4.5). Aristóteles vino a ocupar, por una serie de razones, una posición central en la historia de la ciencia. Por haber Vivido en la época de la culminación de una fase de la vida política griega y del comienzo de otra, estuvo en condiciones de recoger todo el conocimiento de las ciudades libres de Grecia y de transmitirlo para que fuera aplicado en los imperios que tomaron su lugar. Durante la mayor parte de su vida, Aristóteles gozó de los favores especiales que le concedieron las ciudades y los reyes, y aprovechó plenamente esas oportunidades. Su producción científica es mayor y abarca un dominio mas amplio que la de cualquier otro hombre por sí solo, antes o después de él. Además, la mayor parte de su obra llegó a la posteridad, porque fue manejada y ampliada con voluminosos comentarios por el Liceo, que en un principio fue tan activo en la investigación como lo era la Academia en la contemplación. Aristóteles fue un lógico y un científico, más que un filósofo moral. Careció de la fervorosa inclinación reformista de Sócrates o de Platón. Por haber pertenecido a una generación posterior, se dio cuenta de que las ideas sociales de Platón eran extemporáneas. El príncipe filósofo de Platón, Dionisio el joven de Siracusa, no fue capaz de establecer, ni quiso hacerlo, el tipo de república aristocrática independiente con que sofiaba aquél. También Aristóteles tuvo su propio príncipe filósofo, nada menos que el joven Alejandro, del cual fue tutor de 343 a 340 a. n. e., sólo que éste soñaba con fundar un gran imperio militar macedónico y no con gobernar una ciudad-estado griega. Aristóteles se contentó con hacer lo mejor posible dentro de las circunstancias. Ante todo, fue el filósofo del sentido común, casi del lugar común. No consideró necesario transformar al Estado. Todo lo que hacía falta era que el pueblo adoptara un curso de acción moderado, para que las cosas se pudieran desenvolver de la mejor manera posible. En esto consiste su famosa doctrina del medio -ni demasiado mucho ni excesivamente poco- que fue la base de su ética. Clasificación y lógica formal Aristóteles hizo grandes aportaciones a la lógica, la física, la biología y las humanidades; de Liceo, él fue quien las constituyó en disciplinas formales y, además, añadió la metafísica para incluir en ella todo lo que no cabía en las primeras. Su contribución mayor, a la vez que la más peligrosa, fue la idea de la clasificación, que se encuentra implicada en toda su obra y fue la base de su lógica. Introdujo -o, por lo menos, codificó- el procedimiento, que todavía empleamos, de clasificar las cosas por semejanzas y diferencias. La respuesta a la pregunta ¿a qué se asemeja la cosa?, constituye su género; y la contestación a la cuestión ¿en qué difiere de las cosas a las cuales se asemeja?, viene a ser su diferencia. Su argumentación verbal, el silogismo -todos los hombres son mortales; Sócrates es un hombre; por consiguiente, Sócrates es mortal- todavía se sigue enseñando a guisa de lógica, como si siempre fuera posible conocer lo general antes de conocer lo particular. Aristóteles fue el primero de los grandes enciclopedistas. Trató de dar alguna explicación de cada uno de los aspectos de la naturaleza y de la vida humana, que revestían interés en su tiempo. Lo que es más, consiguió hacerlo de un modo ordenado -cosa en que fracasaron muchos enciclopedistas posteriores. El orden lo había heredado de los primeros pensadores. Hizo suyo y formuló rigurosamente el sistema de los cuatro elementos superpuestos -fuego, aire, agua y 138

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tierra- dentro de la esfera sublunar y agregó un quinto elemento, el éter, para las regiones superiores. La tierra, el agua y el aire están poblados de seres vivientes, cada uno de ellos en su propio lugar y con su forma apropiada. Aun cuando cada individuo se encuentra sujeto al nacimiento y a la muerte, a la generación y a la corrupción, sin embargo la forma permanece inmutable (sección 11.2). Aristóteles rompió definitivamente con la escuela jónica, al rehusarse a considerar cómo se formó el mundo. El mundo siempre ha sido como es ahora, porque ése es el modo razonable que tiene de ser. No es necesario considerar creación alguna. Esta idea representó ciertas dificultades cuando el aristotelísmo fue tomado como fundamento filosófico de la Iglesia Católica; pero, en último término, resultó fácil superar dichas dificultades, introduciendo una creación súbita en el comienzo y una destrucción repentina al final, dejando mientras tanto a todas las cosas tal como se encontraban. La física aristotélica La clave para la comprensión del mundo, según Aristóteles, era la física. Sólo que el significado que él le daba a la física no es el que ahora le damos -estudio de las leyes del movimiento de la materia inanimada-, sino algo enteramente opuesto. La física o naturaleza de todo ser era aquello a lo cual tendían a desarrollarse y el modo como se comportaban normalmente. En realidad, debido a sus antecedentes médicos y a sus intereses biológicos, Aristóteles interpretaba al mundo como si todas las cosas tuviesen vida. Empleaba el término física en el sentido que tiene la palabra naturaleza en el himno siguiente: Sea deleite para el perro ladrar y morder, que ésa es su naluraleza.

El propósito de la indagación científica era encontrar la naturaleza de todas las cosas. Tenía que ocuparse de explicar por lo tanto, desde por qué caen las piedras hasta por qué algunos hombres son esclavos. En cada caso, la respuesta era la misma: «ésa es Su naturaleza». De hecho, dicha contestación es tan explicativa como el decir «ésa es la voluntad de Dios, que debe cumplirse», aunque parezca más científica. Tal como lo expresaba Butier, refiriéndose a Hudibras, un filósofo posterior. Él sabía qué es qué, y más alto que eso no puede volar la intelligencia metafísica.

En su Física y en su Tratado del cielo, Aristóteles aplicó este método a lo que nosotros llamamos el universo físico, donde menos aplicable es. Su explicación es apenas algo más plausible que la de Platón y carece de la exaltación emotiva y del interés matemático de este último. Pero, debido a que forma parte del gran universo lógico aristotélico, vino a ser la forma principal en que se transmitió a la posteridad el pensamiento griego acerca de la estructura del universo. Esto resultó particularmente desafortunado para el progreso de la física. Hubo necesidad de que Giordano Bruno fuese quemado vivo y Galileo condenado, antes de que se desecharan las doctrinas derivadas de Aristóteles, más bien que de la Biblia (sección 7.5). La subsecuente historia de la ciencia es, de hecho y con mucho, la historia de los sucesivos derrumbres de Aristóteles, en un campo tras otro. En rigor, Ramus no exageraba demasiado al sostener en su famosa tesis de 1536: «todo lo que enseñó Aristóteles era falso». 139

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Las cansas finales Aristóteles edificó su mundo físico sobre la imagen de un mundo social ideal, en el cual la subordinación sería el estado natural, 2-20.135 En tal mundo, cada cosa conoce su lugar y, generalmente, lo mantiene. El movimiento natural ocurre únicamente cuando algo se encuentra fuera de lugar y tiende a recuperarlo tal como la piedra cae a través del aire y del agua para reunirse con su tierra nativa, o como las chispas se elevan para unirse a los fuegos celestes. Esto se aplica solamente a los objetos que no tienen por sí mismos movimiento natural. Pertenece a la naturaleza de las aves el volar en el aire y a la de los peces el nadar en el agua. De hecho, las aves están hechas para volar y los peces para nadar. De este modo se pone de manifiesto una de sus principales ideas, la de las causas finales, conforme a la cual los organismos, y hasta la materia, están dotados del propósito de alcanzar fines apropiados. Aristóteles admitió también otras causas, como la causa material y la causa eficiente -que suministrarían base material a las cosas y las harían actuar, respectivamente-, pero las consideraba inferiores a las causas finales. Esta doctrina ha sido una calamidad para la ciencia ya que ofrece un medio voluble de explicar cualquier fenómeno, postulando para él una finalidad apropiada sin tener que molestarse en indagar cómo se comporta. El movimiento y el vacío La batalla de la ciencia en contra de las causas finales ha sido prolongada y la victoria todavía no es, en modo alguno, completa. Según Aristóteles, el movimiento natural es final; todos los demás movimientos requieren de un motor, como el caballo que jala el carro, los esclavos que reman para impulsar la galera o el motor inmóvil que hace girar la esfera externa de los cielos. Pero, ¿qué decir del movimiento violento, como el de la flecha que es disparada por un arco? Éste fue un problema bastante difícil para la física griega, sobre el cual ya había demostrado antes Zerión, como un triunfo de la lógica, que la flecha no se movía en absoluto. Aristóteles encontró la solución, postulando como motor al aire: «el aire se abre ante la flecha y se cierra detrás de ella». Este error llevó a otro, que había de ser un obstáculo igualmente grande para la física posterior. Si el aire es necesario para el movimiento violento y este movimiento existe en el mundo sublunar, entonces el mundo sublunar debe de estar completamente lleno de aire y el vacío es imposible. El silogismo es completo, pero como la premisa menor es errónea, el argumento entero se derrumba. Aristóteles hizo uso también de otro argumento en contra del vacío, que parece encontrarse en cierta contradicción con el primero: «como el aire se opone al movimiento, si se pudiera retirar el aire, entonces un cuerpo siempre permanecería en reposo, Ya que no podría ir a parte alguna, o bien, si se moviera lo haría perpetuamente a la misma velocidad; y, como esto es absurdo, no puede existir el vacío». Es interesante hacer notar que en este pasaje Aristóteles establece, casi palabra por palabra, la primera ley del movimiento de Newton y que utiliza su rechazo a priori para probar la imposibilidad de algo que se encuentra casi a su alcance. Pero el vacío no lo podía admitir en ningún labo, porque su aceptación lo llevaría directamente al atomismo y al ateismo. La doctrina de que "la naturaleza aborrece el vacío" tuvo su origen práctico en las experiencias de succionar líquidos, que llevaron después a inventar la bomba de succión. Finalmente, las limitaciones de la bomba de succión condujeron a Torricelli a producir el vacío (sección 7.8). Biología: la escala de la naturaleza Lo inadecuado de la física aristotélica y la gravedad de sus errores quedan compensados, en parte, por la amplitud y la calidad de sus observaciones biológicas. La expresión de la cualidad no es apliacable a Aristóteles, ya que las valiosas contribuciones que hizo a la clasificación y a la anatomía de los animales recibieron escasa atención, la cual sólo se les vino a prestar en la 140

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época moderna, cuando eran demasiado anticuadas para ser de alguna utilidad. En la biología, la idea de las causas finales es mucho más plausible, puesto que expresa la adaptación con éxito de los organismos a su medio ambiente- "Abuelita, ¿por que tienes los dientes tan grandes?", "Para poder comerte mejor, hijita". El malvado lobo del cuento era un perfecto aristotélico y un ecólogo no tan malo. No obstante, incluso en la biología las causas finales tuvieron un efecto paralizante. Las indagaciones se daban por terminadas en el momento en que se podía atribuir cierto propósito a un organismo u órgano. La idea rectora de la biología aristotélica es la de que cada cosa en la naturaleza trata de lograr la perfección que le es posible, lo cual consigue en distintos grados. Esta idea llevó a Aristóteles a establecer una escala de la naturaleza, que empezaba con los minerales, seguía con los vegetales, continuaba sucesivamente con los animales cada vez más perfectos y culminaba finalmente en el hombre. Podría considerarse que esta escala implicaba la solución, pero Aristóteles estaba convencido de que en el mundo nada cambia y de que las especies son mojoneras eternamente fijas para señalar la perfección o la imperfección. Ciertamente, tendía más a considerar a la bestia imperfecta, que al revés. Su enorme autoridad, agregada a la del Génesis, alejó la idea de la evolución por más de 2 000 años. La idea de los distintos grados de perfección fue útil en otro sentido, porque justificaba la creencia de que algunos hombres eran naturalmente amos y otros eran naturalmente esclavos. Si estos últimos eran tan monstruosos como para no entenderlo así, las guerras para someterlos a la esclavitud quedaban justificadas naturalmente. Materia y forma El concepto de amo y esclavo, de orden y subordinación, se encuentra a lo largo de todo el pensamiento de Aristóteles. Lo expresa en su adaptación de los ideales de Platón, el concepto dual de materia y forma. La materia es bruta, indiferenciada; la forma le es impuesta por la mente. La materia más cruda es capaz de adquirir cualquier forma: tiene potencialmente todas las formas. La forma representa un propósito de perfección, que no siempre se alcanza. Al esculpir una estatua, por ejemplo, la materia es pasiva y se acomoda hasta cierto punto; pero a veces es refractaria, como cuando quiebra el martillo o de algún otro modo se rehusa a aceptar la forma que el escultor le quiere imponer. Como resultado de esta resistencia de la materia, nada en el mundo sublunar es perfecto y cada cosa particular tiene sus cualidades accidentales, que son otras tantas frustraciones de la finalidad racional, producidas por la materia y el azar. Sustancia y esencia Las formas de Aristóteles se distinguen de las ideas de Platón porque no son universales, sino que cada una de ellas se refiere a un animal o cosa en particular. Con arreglo a la terminología de Aristóteles, las formas son sustanciales. La palabra sustancia significa para Aristóteles algo muy diferente de lo que representa en la ciencia moderna. Se trata de una característica metafísica por la cual una cosa es ella misma y no otra. Para permitir en alguna medida el cambio, preservando la individualidad, Aristóteles postuló la existencia de una esencia subyacente a cada sustancia. Así, un hombre tiene sustancialmente dos piernas, pero éstas no son parte de su esencia y, por lo tanto, puede perder una pierna o ambas sin dejar por ello de ser hombre. Las ideas de esencia y de potencialidad son de carácter biológico, y expresan los límites inferior y superior de lo que puede alcanzar el individuo de una especie. En el primer caso, apenas si se las arregla para existir; mientras que, en el segundo, exhibe plenamente sus facultades. La idea de la potencialidad abre el camino para concebir la evolución de las formas, de lo imperfecto a lo perfecto. La perfección siempre es concebida, siguiendo a Parménides y Platón, como lo más elevado e inmutable. Las cosas vivientes son sensibles y corruptibles; por encima de ellas se 141

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encuentran los cuerpos celestes, sensibles e incorruptibles. En un plano más elevado aún, se encuentra el alma racional, insensible e incorruptible; y, por encima de todas se encuentra Dios, la más inmutable de todas las sustancias y, por consiguiente, la más real y la que realiza su potencialidad con mayor plenitud (figura 6, sección 6.5). El hombre y Dios Así, el coronamiento de la obra de Aristóteles fue su extensión al hombre como un animal social, y más allá de éste, a Dios. De acuerdo con la doctrina de Filolao, él hombre contiene en sí mismo tres almas o espíritus: el alma vegetativa, el alma animal y el alma racional. Esta última pertenecía exclusivamente al hombre. La finalidad de cada alma su fuerza motriz, era tratar de alcanzar su propia perfección: el alma vegetativa el crecimiento, el alma animal el movimiento y el alma racional la contemplación. La perfección del alma racional era tratar de alcanzar algo todavía más perfecto, que sólo podía ser Dios, el motor inmóvil del universo entero, centro y confín al mismo tiempo de la metafísica de Aristóteles. La aspiración y el amor únicamente pueden darse hacia arriba: «Es necesario que amemos lo superior cuando lo tenemos a la vista», como hace el esclavo con su amo, la mujer con su esposo y el hombre con Dios. El amor hacia lo inferior de la escala no se menciona. Esta conclusión teocéntrica fue la que hizo que los escolásticos medievales se apegaran a Aristóteles, ayundándoles a pasar por alto la contradicción entre su filosofía y el relato bíblico de la creación. Tomando en su conjunto, el sistema filosófico de Aristóteles es una mangnífica y amplia racionalización de la experiencia y de la actitud de un ciudadano regularmente moinodado. únicamente una inteligencia que conjugaba una enorme laboriosidad con una complacencia inquebrantable, pudo haberlo construido. Su genio no radica en ninguna de sus partes por separado. Salvo unas cuantas investigaciones biológicas, sus trabajos no son origiriáles; pero todo lo que hizo suyo lo tomó de sus mejores congéneres. Su genio peculiar consistió en la amplitud, en la ordenación sistemática y en la unidad que logró darle a su sistema entero, por medio de su lógica. Para conseguir esa amplitud, Aristóteles había efectuado otra innovación de inmensa importancia para la posteridad. En vez de hacer por sí mismo todo el trabajo o de discutirlo simplemente con sus colegas -como era la práctica en la Academia-, Aristóteles organizó la investigación. En el Liceo -que posiblemente estaba subvencionado por Alejandro-, los jóvenes recolectaban informaciones sobre casi todas las cosas, desde las formas literarias, sociales y naturales hasta las constituciones de sus ciudades, desde los animales y plantas hasta las piedras. Lo que conservamos hoy de esos resultados constituye el conocimiento más valioso y sistemático que tenemos de la vida y el pensamiento griegos. Pero, todavía de mayor valor que eso, fue la práctica de tales investigaciones. De la misma manera que la Academia es la primera universidad, así también el Liceo es el primer instituto de investigación. La influencia de Aristóteles Como lo haremos ver en la siguiente seccíón (4.7), el ulterior desarrollo del método de Aristóteles vino, muy pronto, a socavar o refutar la mayor parte de sus propias conclusiones, incluyendo la principal de las causas finales. Ciertamente sus opiniones sobre muchos temas resultaron anticuadas antes de que él las diera a conocer. Sin embargo, tuvo una enorme influencia sobre el pensamiento arábigo y medieval, a pesar de esas limitaciones o, tal vez, justamente por ellas. Las conquistas mas notables de la ciencia griega se han perdido por completo o, como ocurrió con los trabajos de Arquímedes, sólo llegaron a ser apreciadas en el Renacimiento. La comprensión de esas conquistas requería lectores de una cultura elevada y especializada, que difícilmente hubo en la época del oscurantismo. En cambio, la comprensión de las obras de Aristóteles, aunque son 142

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arduas de leer, no requieren -o, al menos, no parece requerir- sino del sentido común. Al igual que HitIer, Aristóteles nunca habló a la gente de algo en lo cual ésta no creyera ya. Sus observaciones no necesitaban de experimento o aparato alguno para ser verificadas, sus resultados no necesitaban de fastidiosas deducciones matemáticas, y tampoco era indispensable poseer una intuición mística para entender el significado interno que atribuía a las cosas. Platón recurría más a la imaginación y tenía mayor fervor moral; mientras que Áristóteles explicaba simplemente a sus lectores que el mundo que ellos conocían era precisamente el mundo tal como lo conocían. Al igual que le ocurre a Jourdain en el Bourgeois Gentilhomme de Moliére, todos ellos habían sido filósofos sin haberse dado cuenta de ello. Si el mundo permaneciera inmutable, Aristóteles estaría en lo justo; pero lo cierto es que el mundo no permanece así. 9 Tomados en conjunto, los tres grandes filósofos de la decadencia de Atenas señalan decididamente una interrupción del movimiento científico iniciado con los filósofos jónicos. Debido a que el orden social ya no podía avanzar, se repudió la idea de que la naturaleza misma cambiara y se desarrollara. La filosofía dejó de ser progresista y, como parte de la misma reacción, dejó de ser materialista. En su lugar floreció el idealismo, en la forma mística de Sócíates y Platón o en el esquema conformista de Aristóteles. La filosofía enseñó entonces la aceptación de la vida tal como era, sin ofrecer, a quienes la encontraban intolerable, otra cosa que la resignación a la idea de que sus sufrimientos eran inevitables y formaban parte del gran orden de la naturaleza. Tal filosofía se encontraba en camino de convertirse en religión, sólo que en una religión para beneficio exclusivo de las clases dominantes.

9 He sido acusado -y creo que con razón- de haber sido injusto con Aristóteles. Mi actitud hubiera sido imperdonable en caso de que hubiese escrito una historia de la filosofia griega o, incluso, una historia de la ciencia griega. Pero, para el propósito de este libro, muy poco de lo que Aristóteles pensó o escribió resulta importante; ya que su influencia durante muchos siglos se debió, más bien, a lo que se le atribuía. Las contribuciones sutiles y sugestivas de nuevos pensamientos, hechas por Aristóteles, no fueron apreciadas; manteniéndose, en cambio, las partes insulsas y vulgares. Asumiendo una actitud menos sesera de la que adopté en el texto, podría decir que el propósito de Aristóteles fue el de dar una explicación biológica precisa -esto es, natural- del mundo, considerado tonto algo en movimiento. lncluso su lógica, como lo ha señalado Haldane, surgió de las dificultades suscitadas por la clasificación biológica. Lo que no quisiera es dar la impresión de que la influencia de Aristóteles fue conscientemente embrutecedora. En realidad, tanto para los árabes como para los escolásticos tardíos —como Oresme, en el siglo XIV-, sirvió como una visión coherente de otro mundo, como una inspiración para un pensamiento ordenado. Si bien Tomás de Aquino equivocó enteramente el espíritu de investigación existente en Aristóteles, no lo hizo así porque fuese incapaz de interpretarlo correctamente, sino porque era un buen cristiano y no podía seguir al infiel Averroes.

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Meeren, Marie Vander. El papel amate, origen y supervivencia. en Arqueología mexicana. v. IV, 23 (enero-febrero, 1997) p.7073.

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Las diversas civilizaciones que se desarrollaron en el mundo a través del tiempo manifestaron su inquietud por dejar plasmados sus conocimientos, hechos históricos, costumbres y creencias, con el propósito de asegurar su legado de generación en generación. Para esos fines, buscaron una variedad de materiales, que dependían de los recursos naturales que proporcionaba su entorno. Las culturas mesoamericanas no fueron la excepción; en sus abundantes expresiones, utilizaron como soporte de escritura lienzos, piel de venado, papel de maguey y, en mayor cantidad, papel amate. ANTIGUEDAD DEL PAPEL AMATE Según las investigaciones realizadas, la manufactura del papel amate corresponde al Clásico. La existencia de machacadores de piedra que datan del 500 al 600 d.C. y que han sido encontrados en varios sitios arqueológicos del país lo confirman. Esas piedras eran, y son, la principal herramienta con la que el artesano manufacturaba las hojas de papel. Durante ese periodo el papel amate se utilizó para diversas manifestaciones; una gran cantidad estaba destinada a la realización de los rituales durante las fiestas religiosas, para las cuales se fabricaban atavíos para sacerdotes, danzantes y para los que iban a ser sacrificados; también se usó en diversas ofrendas. Asimismo, el amate es utilizado para la elaboración de numerosos documentos o códices. En este último caso, aunque sabemos que hubo una enorme producción, lamentablemente son pocos los ejemplares que se conservaron. La destrucción generalizada de documentos al principio de la Colonia, el descuido y el abandono de otros, aunados a la inevitable acción del tiempo, han sido los principales causantes de las pérdidas irreparables.

Huellas de machacador de piedra estriada sobre papel. Códice de San Pedro Totoltepec, Estado de México (detalle).

SUPERVIVENCIA DE UNA TRADICIÓN En los primeros tiempos de la Colonia, los españoles intentaron interrumpir la fabricación del papel amate, porque tenía una estrecha relación con losrituales religiosos prehispánicos, sustituyéndolo por el papel europeo; pero, a pesar de las prohibiciones, la manufactura del amate para fines rituales perduró a través del tiempo. Gracias a ello, en la primera mitad de este siglo, algunos etnólogos y otros estudiosos redescubrieron esa actividad en la Sierra Norte de Puebla y algunas regiones de Veracruz y Oaxaca. Actualmente, se sigue elaborando el papel amate en la localidad de San Pablito, municipio de Pahuatlán, en la Sierra Norte de Puebla.

Machacadores de la zona arqueológica de Zempoala, Veracruz.

Los primeros datos que tenemos acerca del papel se advierten en los escritos de algunos cronistas del siglo XVI, tales como Mártir de Anglería, fray Diego de Landa, 147

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Bernal Díaz del Castillo y fray Bernardino de Sahagún, autores que hablan de papeles manufacturados con diversas fibras vegetales como el maguey, la palma y el amate. LA MATERIA PRIMA

Machacadores de San Pablito, fotografiados en 1989.

Sabemos, gracias a diversos estudios que se realizaron al respecto, que las fibras vegetales utilizadas en la elaboración del amate provienen de las cortezas intemas, o líber, de diferentes géneros y especies de árboles. En la mayoría de los casos, eran el género Ficus y Morus, los cuales pertenecen a su vez, a la familia de las moráceas.

La selección de la materia prima dependía también de los recursos naturales de las diferentes regiones donde se elaboraba el papel amate. En San Pablito,el resurgimiento de esta actividad, sobre todo en los años cincuenta, y la explotación irracional de las especies provocaron un agotamiento de ciertas moráceas en la región. Esa situación obligó a los artesanos a buscar alternativas y utilizar otras especies vegetales, como el jonote colorado, y así responder a la creciente demanda de producción de papel amate. El jonote colorado permite su explotación durante todo el año, lo cual significa una ventaja para ellos, mientras que del Ficus solamente se obtienen fibras entre marzo y mayo. LAS TÉCNICAS DE ELABORACIÓN Cuando comparamos la elaboración de una hoja de papel amate al inicio de la Colonia con el tipo de manufactura que actualmente se lleva a cabo en San Pablito, nos percatamos de que existen algunas modificaciones en cuanto a las técnicas empleadas.

Paquetes de jonote colorado listos para la venta.

Retomando las fuentes del siglo XVI, vemos que Francisco Hemández, protomédico del rey Felipe II, fue el único que dejó alguna información acerca de la fabricación del papel amate. La observación personal de varios códices resguardados en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia permitió corroborar algunos de sus datos.

Formación de la "cuadrícula" de fibras sobre una tabla de madera.

Según Francisco Hemández, los hacedores de papel cortaban únicamente las ramas gruesas de los árboles, dejando los renuevos. En seguida, se dejaba reblandecer

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las ramas en los ríos o arroyos cercanos durante una noche. Al día siguiente, se arrancaba la corteza de la rama y se separaba la corteza externa de la interna para guardar únicamente esta última. Una vez limpia la corteza, se extendían los segmentos de fibras sobre una superficie plana y se golpeaban las fibras con un machacador de piedra estriado hasta obtener una hoja. Posteriormente, se golpeaba de nuevo con otra piedra sin estrías para dejar liso el papel. Las necesidades definían la unión de varias hojas para obtener el tamaño deseado. Actualmente, los fabricantes de papel de San Pablito compran sus fibras al jonotero, quien por lo general es una persona ajena a los habitantes del pueblo. El jonotero se traslada por diferentes puntos de la sierra para recolectar las cortezas. En el lugar, arranca la corteza del árbol y separa la interna de la externa, para posteriormente formar bultos; después lleva a vender su mercancía a los artesanos. Al momento de comprar los paquetes de jonote, éste se encuentra todavía húmedo, razón por la cual los artesanos ponen a secar las fibras sobre tendederos antes de almacenarlas para evitar que se pudra el material. En lugar de reblandecer la fibra en el río, los artesanos ponen a cocer el jonote en grandes cazos. Las labores empiezan con la preparación del agua de cocción, a la que agregan cierta cantidad de ceniza y cal, materiales que ayudan a reblandecer la fibra y a eliminar ciertas sustancias. La proporción de ceniza y cal depende de la especie vegetal que se va a preparar. El tiempo de cocción puede ir de tres a seis horas, dependiendo del tipo de fibra. Durante la cocción, se muelen constantemente las fibras para controlar su cocimiento. Una vez cocidas, se enjuagan abundantemente y se dejan reposar en recipiciltes con agua.

Con el machacador de piedra se dan pequeños golpes sobre las fibras para entrelazarlas y formar de esa manera la hoja de papel (familia Xotenco)

Se inicia entonces la colaboración de la hoja de papel. El artesano deposita haces de fibras sobre una tabla de madera, Colocando líneas paralelas y cuidando que las fibras se distribuyan por igual en todas partes. Despues dispone otras en sentido perpendicular a las primeras para formar una especie de cuadrícula. Con el machacador de piedra va dando pequeños golpes regulares, sobre las fibras hasta entrelazarlas y así formar la hoja de papel. La calidad de la hoja depende del tiempo de cocción de la fibra, pero también de la destreza y cuidado del artesano para obtener una superficie uniforme. Al final dobla los bordes de la hoja 149

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hacia el interior con el fin de reforzar las orillas del papel. Para terminar el trabajo, deja secar la hoja al sol. Cabe mencionar que en las diversas actividades de elaboración del papel amate participan todos los miembros de la familia. El formato de uso general es aproximadamente de 40 x 60cm; sin embargo, los artesanos han desarrollado una técnica para hacer hojas de gran formato, de aproximadamente 120 x 80 cm. En contraste con su elaboración en la época prehispánica hasta los años setenta de este siglo, el papel amate se fabrica ahora casi exclusivamente con fines comerciales. Los símbolos religiosos como las representaciones antropomorfas y zoomorfas adquieren un carácter decorativo y surgen nuevos temas inspirados por motivos autóctonos. Por otra parte, los artesanos distribuyen una gran cantidad de papel, lo cual ha permitido una diversidad de manifestaciones artísticas tanto en el arte contemporáneo como en nuestras expresiones populares, particularmente en Guerrero, donde algunas comunidades nahuas, como la de Xalitla, adoptaron el amate de hace décadas como soporte para sus pinturas. Pareciera que la afinidad productiva de una y otra época entre los pueblos indígenas logra reencontrarse, a pesar de las vicisitudes del tiempo.

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De la escritura al libro. Barcelona: Promoción Cultural, 1976. p. 49-68.

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2.1. CHINA, INVENTORA DEL PAPEL, DE LA IMPRENTA Y DE LOS TIPOS MOVILES Tsuen-Honin Tsien Profesor de Literatura China y conservador de la Far Eastern Library de la Universidad de Chicago.

Nadie ha contribuido probablemente tanto como los chinos al progreso de las artes gráficas, esto es, a la producción de libros en su forma moderna: un texto impreso con tinta negra sobre papel blanco. Sabido es que el papel fue inventado en China unos cien años antes de nuestra era y que se difundió por todo el mundo durante la Edad Media. Los chinos emplearon por primera vez la técnica de la impresión con caracteres de madera en el siglo VII u VIII y los tipos móviles unos 400 años antes de Gutenberg. También el uso de la tinta china se remonta a la más antigua civilización de ese pueblo. Gracias a tales técnicas resultó posible producir múltiples ejemplares de un volumen paginado y dar a las obras escritas una amplia difusión. Se ha dicho que la imprenta es la madre de la civilización y el papel el medio que perpetúa las ideas y aspiraciones de los hombres y ensancha su capacidad de comunicación y de diálogo. Pues bien, el papel y la imprenta son dos de los cuatro grandes inventos chinos (junto con la brújula y la pólvora) que contribuyeron a la modernización de Occidente. No hay ningún otro logro de los pueblos de la antigüedad que pueda compararse en importancia con la invención del papel y el arte de la imprenta que de ella nació. Una y otro han tenido enormes repercusiones en la vida intelectual del hombre moderno. Piénsese en lo que ocurriría en la vida cotidiana de nuestra sociedad si se dejara de producir papel o no se conocieran las técnicas de impresión. Si bien es cierto que existen otros medios de información y comunicación, no pueden suplir la función del papel y de la imprenta, que es básica y permanente. El papel es una lámina fibrosa que se forma sobre una fina trama suspendida sobre el agua. Al evacuarse el agua queda una superficie plana que se seca a continuación. A lo largo de los dos mil años transcurridos desde que empezó a fabricarse papel, esa técnica ha evolucionado mucho; las máquinas son hoy bastante más complejas. Pero no han variado, en cambio, los principios o

Este grabado en madera de José Annam, impreso en Frankfurt en 1568, es la ilustración más antigua que se conoce sobre la fabricación del papel en Europa. En él se advierte la notable similitud de las herramientas y de la técnica empleados por los fabricantes de papel europeos con las que utilizaban varios siglos antes en China. (Ilustración tomada de Old Papermakinag, por Dard Hunter, Mountain House, 1923.)

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procedimientos básicos. El invento del papel en China tuvo su origen en la operación de macerar y agitar trapos en el río, varios siglos antes de Cristo. Es muy probable que la idea de fabricar papel surgiera accidentalmente un día en que alguien dejó secar las fibras así obtenidas sobre una lámina o esterilla.

El papel, una de las más importantes contribuciones de toda la historia a la civilización, fue inventado por los chinos unos cien años antes de nuestra era. En la serie de ilustraciones que se presentan a continuación y que pertenecen a un libro sobre la tecnología china publicada en 1637, pueden verse las cinco etapas de la fabricación del papel. Se remojan en agua los tallos de bambú.

Ha habido estudiosos occidentales que han puesto en tela de juicio el origen chino del papel. Sus dudas se deben, en parte, al hecho de que la palabra «papel» procede de «papiro» y, en parte, a su desconocimiento de las características del papel chino. El papiro, que se utilizó antes que el papel en la historia, estaba hecho con tiras laminadas de caña de papiro, al paso que el papel es un producto manufacturado a base de fibras. El papel tiene su origen en la costumbre de escribir sobre tejidos y en el ulterior perfeccionamiento que lo convirtió en un sucedáneo económico de aquel antiguo procedimiento. El papel y los productos textiles están íntimamente relacionados. No sólo se fabricaban originalmente con los mismos tipos de materia prima sino que además eran parecidos en sus propiedades y en su forma. Y hasta sus modalidades de utilización eran intercambiables.

La diferencia principal entre uno y otros estribaba probablemente en las técnicas de fabricación y, por ende, en sus costos de producción respectivos. Los tejidos se f a b r i c a b a n mediante un procedimiento de hilado mecánico, y el papel mezclando fibras desintegradas hasta convertirlas en una fina lámina por medio de operaciones químicas. Se ha atribuido el invento del papel a Tsai Lun, funcionario encargado de manufacturas chinas, quien el año 105 de nuestra era presentó a la Corte su método de fabricación de papel con cortezas de árbol, cáñamo, trapos y redes de pesca. Es muy probable que se escogiera de un modo arbitrario esa fecha como la de la invención del papel, puesto que consta que mucho antes de esa época se empleaba ya un papel hecho de fibras vegetales y de seda. Hace pocos años se descubrieron en el norte de China unos fragmentos de ese papel más antiguo, anteriores a la era cristiana. El descubrimiento tuvo lugar en 1957, en una tumba no posterior al segundo siglo antes de Cristo en Pa-chiao, en la provincia de Shensí. De ser esto cierto, habría que situar por lo menos dos siglos antes de Tsai Lun los comienzos de la fabricación del papel en China.

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Se cuecen al fuego las fibras interiores de los tallos.

Soportes de la información y su contexto histórico I

Pero es posible que Tsai Lun fuera un innovador que empleó nuevos materiales y nuevas técnicas. Las disponibilidades de trapos y demás materiales de segunda mano eran limitadas, y la utilización de fibra nueva procedente de la corteza de los árboles y de otras plantas proporcionó nuevas fuentes de materias primas, con lo que resultó posible fabricar papel en mayor escala para atender una demanda cada vez mayor. Las principales materias primas para la fabricación de papel en China eran el cáñamo, el yute, el lino, el ramio y el rotén, la corteza de moral, el bambú y la caña, los tallos de trigo y de arroz, y las fibras floríferas como el algodón. Las mejores son probablemente el cáñamo y el algodón, ya que dan una mayor cantidad de fibras puras y alargadas; pero, como resultan primordiales para la industria textil, durante siglos y siglos se ha fabricado en China el papel con bambú y morera. Aunque el papel se empleó para la escritura muy verosímilmente desde la fecha misma en que fue inventado, tan sólo en el siglo III después de Cristo sustítuyó totalmente a las tablillas de madera y bambú como materia Se ponen a secar en un cedazo la pulpa o pasta obtenida después de la cocción. prima de los libros chinos. Hemos descubierto también que a partir de entonces el papel empezó a fabricarse con una fina trama, encolado y lastrado a fin de mejorar su calidad para la escritura, y teñido con una sustancia insectífuga con objeto de darle mayor perdurabilidad. Se fabricaba además en varios colores y formatos, según fueran a escribirse en él poemas, notas o cartas. Se lo recortaba asimismo para hacer bordados y decoraciones y se lo empleaba ampliamente en la confección de libros y documentos, en la pintura y la caligrafía, para presentar ofrendas a los espíritus o como tarjetas de visita, para envolver objetos o cubrir ventanas y para fabricar artículos tales como abanicos, sombrillas, farolillos, cometas, juguetes e incluso como papel de uso higiénico y de aseo. Y todo esto se hacía antes de que terminara el siglo VI. Sabemos también que, a partir del siglo VII o del VIIl, se confeccionaban con papel sombreros, trajes, pantalones, sábanas, mosquiteros, cortinas y otros muchos enseres domésticos, así como pantallas, baldosas e incluso armaduras. El empleo del papel como «dinero volador» para sustituir a las pesadas monedas metálicas se inició oficialmente a principios del siglo IX. Marco Polo, uno de los primeros visitantes europeos, pudo observar la amplia difusión del papel moneda y la extraordinaria quema de efigies de papel en ofrenda a los muertos, en el imperio del Gran Kan. La pasta seca y prensada se coloca sobre una plancha de madera.

La expansión mongola llevó el papel moneda, los naipes y 155

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otros muchos objetos de papel y de imprenta a diversas partes del mundo. En 1294 fabricaron por primera vez papel moneda los persas, dándole el nombre chino de chao (dinero). Se dice que ciertos viejos sistemas bancarios y contables utilizados en Europa sufrieron la influencia china. También se ha afirmado el origen chino de la costumbre de empapelar las paredes, introducida en Europa por misioneros franceses en el siglo XVI y muy imitada a partir del XVII. No se sabe a ciencia cierta cuándo se empleó en China por primera vez este procedimiento; en todo caso, la decoración de las casas chinas con rollos pintados y caligrafiados es muy antigua y corriente. Es posible que esos rollos se colgaran primero y que luego fueran modificados para poder pegarlos a las paredes de los hogares europeos. Gracias al papel, los libros resultaron mucho más baratos y manejables, pero antes de la invención de la imprenta no era posible multiplicarlos y difundirlos. No conocemos la fecha y el lugar exactos de impresión del primer libro en Se ponen a secar las hojas de papel en China ni tampoco su primer impresor. Hubo, sin duda, toda paredes calentadas con ese fin (Ilustraciones tomadas de T'ine-kung k'ai-wu, por Sung Ying- una evolución gradual en la que intervinieron muchas personas, especialmente los varones piadosos que solicitaban hsing, reedición de 1927). en gran número copias de los textos sagrados. Es muy larga la historia de las técnicas chinas de reproducción anteriores a la imprenta, entre ellas el empleo de sellos para imprimir en arcilla y más tarde en papel, los estarcidos y estampados y las inscripciones en piedra que se imprimían con tinta. Todos estos sistemas prepararon el camino para el empleo de los tipos de madera en la imprenta. La fecha más antigua que puede señalarles al comienzo de la impresión en China es aproximadamente el año 700 después de Jesucristo. En 1965 se descubrió, en Corea, un talismán búclico con inscripciones en chino, impreso en una fecha no posterior al año 751; y se conocía ya anteriormente otro talismán, también en chino, impreso en el Japón hacia el año 770, lo cual indica que en aquella época la imprenta era ya un arte conocido y desarrollado, Como Corea y el Japón estaban una y otro dominados por la cultura china mucho antes de la fecha en la cual se imprimieron esos textos, no cabe duda de que esta técnica fue introducida desde China. No se ha encontrado en este país material 156

Este trozo de papel, el más antiguo del mundo, data de unos cien años antes de Cristo, y fue encontrado recientemente en una tumba de Pa-chiao, en la provincia de Shensi, al norte de China. Este descubrimiento permite fijar la fecha de la invención de/ papel en más de doscientos años antes de la época de Tsai Lun, tradicionalmente considerado como su inventor. La técnica elaborada y descrita por él ante la Corte Imperial en el año 105 constituye, sin lugar a dudas, un gran adelanto en el arte de la fabricación del papel. Foto tomada de Written on Bamboo and Silk, por Tsuen-Hsuin Tsien, University of Chicago Press. Chicago, 1962.

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Esta figura de un letrado que sostiene en sus manos un libro de bambú está grabada en una baldosa que se encontró en una tumba del siglo III antes de Jesucristo y que pertenece actualmente a la colección del Royal Ontario Museum de Toronto (Canadá). Foto Colección del Royal Ontario Museum, Toronto.

impreso comparable, pero se han descubierto y se conservan todavía ejemplares de los siglo IX y X, entre ellos la célebre Sutra del Diamante, que es un libro completo en forma de rollo de papel impreso el año 868, calendarios de los años 877 y 882, muchas láminas sueltas con dibujos búdicos de 947 a 983 y dos versiones de una sutra impresas en 957 y 973. Todas esas muestras impresas están más o menos relacionadas con el budismo; los clásicos del confucionismo no fueron impresos hasta la primera mitad del siglo X. A partir de entonces, la imprenta fue ampliamente utilizada y perfeccionada por muchos funcionarios, personas privadas, religiosos y entidades comerciales. Las impresiones chinas de los siglos XI al XII, que pueden compararse con los incunables europeos, destacan sobre todo por la excelente calidad del papel, las tintas, la caligrafía, las ilustraciones, la confección y otros muchos aspectos.

En la confección de los caracteres se utilizaba la madera de los árboles caducifolios: peral, yuyuba, catalpa y, a veces, manzano, debido a la suavidad y uniformidad de textura de todos ellos. El manuscrito, escrito en una fina hoja de papel, se trasladaba a la superficie de madera por medio de una pasta de arroz. Una vez seco, se raspaba el reverso del papel, quedando una delgada lámina y los caracteres invertidos en la madera. Se recortaban entonces los tipos utilizando para ello gubias y formones. Después se daba la tinta con un pincel y se colocaba una hoja de papel sobre la superficie impregnada de tinta frotando el reverso con un cepillo blando. Al parecer, un impresor hábil podía imprimir así de 1.500 a 2.000 hojas dobles al día. El arte chino de la impresión progresó aun más gracias a la introducción de los tipos móviles en el siglo IX y de la impresión policroma en el XIV. Según los anales de la época, un artesano llamado Pi Sheng utilizaba hacia 1041-1048 tipos móviles de barro. Recortaba los caracteres en arcilla blando y los cocía en un horno. Colocaba luego los tipos en una placa impregnada con una mezcla de resina y de cera y oprimía la superficie con una tabla lisa con objeto de igualar los caracteres. Se empleaban varias placas sucesivamente y la impresión se efectuaba con toda rapidez. Más tarde empezaron a emplearse otros materiales para 157

Artesanos dedicados a la fabricación de tipos móviles de madera en el Palacio Wu Ying. (Ilustración tomada de Chungkuo pan-k'o t'u-lu, Biblioteca Nacional de Pekín, 1961.)

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A la derecha un talismán búdico en chino, que data de los años 704 a 751 y que constituye el texto impreso más antiguo que se conoce. Fue descubierto en Pulguk sa, Kyongju (Corea sudoriental), en 1965. Los caracteres fueron grabados de modo invertido en una pieza de madera y luego impresos sobre papel. Abajo, una sutra ilustrada, impresa en el año 975, descubierta en las ruinas de la Pagoda de la Cumbre del Trueno, en Hangcheu (sudeste de China) en 1942.

fabricar los tipos móviles: la madera a principios del siglo XIII, el bronce a fines del XV. En las centurias siguientes se utilizaron intermitentemente tipos de madera, bronce, estaño, plomo y cerámica. En 1340 se hacían ya impresiones policromas. Esta técnica progresó a fines del XVII, publicándose entonces muchos manuales de pintura y de papelería en varios colores. Se empleaban para ello una serie de tipos distintos, uno para cada color, aplicándolos sucesivamente al papel. Con este método se confeccionaban en especial las ilustraciones de los libros, los mapas, el papel de cartas y los textos que llevaban puntuación y comentarios. A lo largo de los siglos la impresión con tipos de madera predominó en la producción china de libros; los tipos móviles sólo se utilizaron ocasionalmente. Como la lengua china tiene un número muy grande de caracteres distintos, el primer procedimiento resultaba más sencillo y más barato. Una vez impresos los ejemplares necesarios, se podían almacenar fácilmente los tipos para volver a emplearlos cuando fuera indispensables imprimir nuevos ejemplares. Se optaba por los tipos móviles únicamente cuando se trataba de producir libros voluminosos. A mediados del siglo XIX ambos sistemas -los tipos fijos y los móviles- empezaron a ser sustituidos gradualmente por las modernas técnicas de impresión: litografía, tipografía, etc. El papel se popularizó muy pronto en China y empezó a difundirse por todo el mundo: hacia el Este, en Corea en el siglo II y en el Japón en el III; hacia el sur, en Indochina en el siglo III y en la India antes del VII; y hacia el oeste, en el Asia Central en el siglo III, Asia occidental en el VIII, Africa en el X, Europa en el XIII * y América en el XVI. Se ha dicho a menudo que los chinos guardaron el secreto de sus técnicas de fabricación de papel hasta que unos artesanos papeleros cayeron en manos de los árabes en el siglo VIll, fecha en que ese secreto fue revelado al mundo exterior. Pero esto no es cierto. La lentitud de la progresión hacia Occidente se debió fundamentalmente al aislamiento geográfico y cultural, más * En Europa cristiana se usó el papel en el siglo Xill; en España musulmana, Europa también, se usaba, al menos, en el siglo X. (N. R.)

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que a un deseo de ocultar esa técnica, ya que el arte del papel fue introducido en los países vecinos de China en cuanto éstos entraron en contacto con la cultura china. Al iniciarse la difusión de esta última hacia el Oriente, los coreanos fueron los primeros en adquirir libros chinos impresos en papel y en adoptar los caracteres chinos como sistema nacional de escritura, en el siglo II. A través de Corea los libros chinos pasaron al Japón a principios del siglo III. Sin embargo, la fabricación de papel no se inició en el Japón hasta que, en el año 610, un monje coreano, que había aprendido las técnicas de fabricación de la tinta y del papel, fue al Japón y ofreció sus conocimientos a la corte nipona. A partir de entonces cientos de monjes y de estudiantes fueron enviados desde el Japón y Corea a estudiar y comprar libros en China. Allí aprendieron, sin duda, las técnicas chinas de impresión y las introdujeron a su regreso en esos países. No se sabe a ciencia cierta cuándo empezó a difundirse el arte del papel hacia el sur, pero ello debió de ser muy pronto. Según documentos chinos, a fines del siglo III se enviaba como tributo a la corte china papel confeccionado con materias primas propias de Indochina. Se supone que los indochinos aprendieron de los chinos ese arte. Todavía hoy los métodos que emplean los papeleros indochinos se parecen más a los chinos que a los de cualquier otro país de Asia. En lo tocante a la imprenta, los indochinos venían adquiriendo desde el siglo X muchos tipos de libros chinos -libros canónicos confucianos, búclicos y taoístas, obras de medicina y literarias. Durante siglos se imprimieron en esa región de Asia libros en chino y textos bilingües en chino y en vietnamita- utilizando para ello los tipos móviles de madera y las técnicas de policromía exactamente como en China. En la India la introduccion del papel no fue probablemente posterior al siglo VI. Un monje chino llamado I Ching, que vivio en ese pais de 671 a 674, utiliza la palabra sanscrita Kakali para designar al papel en su diccionario chino sancrito. Como los textos sagrados indios se aprendÍan de memoria y eran transmitidos oralmente durante generaciones y generaciones, el papel no tuvo, sin duda una gran difusión en el país, hasta la era Musulmana, esto es, hasta después del siglo XII. Y la imprenta llegó a la India mucho más tarde todavía. En direccion oeste, la fabricacion del papel llegó a Samarcanda, el año 751, al ser hechos prisioneros dos papeleros chinos, los cuales introdujeron las técnicas de su país en el mundo árabe. Cuarenta años más tarde entraba en funcionamiento una segunda fábrica de papel en Bagdad gracias a unos artesanos chinos llegados a la ciudad. A partir de entonces el papel hizo su aparición sucesivamente en Damasco y Trípoli, en el Yemen, Egipto y Marruecos. Los árabes monopolizaron la Una impresión del Mo tzu, obra filosófica del fabricación de papel en Occidente durante unos cinco siglo V antes de nuestra era, hecha en 1553 siglos, antes de que penetrara en Europa en el siglo XII. en color azul y con tipos móviles de bronce. (Ilustración tomada de Chung-kuo pan-k'o t'ulu, Biblioteca Nacional de Pekín, 1961)

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Tras la conquista de la Península Ibérica por los árabes éstos introdujeron el arte de¡ papel en España, montando la primera fábrica en Játiva, hacia el año 1150. En esa misma ciudad funcionaba un molino para macerar trapos. El papel llegó también probablemente a Europa cruzando el Mediterráneo, desde Egipto o Palestina a Italia, a través de Sicilia. Se sabe que había molinos de papel en las ciudades italianas de Babriano, Bolonia y Génova a fines del siglo XIII y en varias ciudades de Francia y de Alemania en el XIV. El célebre artesano Ulman Stromer, que montó un molino de papel en Nuremberg hacia el año 1390, utilizaba herramientas y procedimientos -entre ellos el del estampado hidráulicosimilares a los empleados en China. En el siglo XV empezó a fabricarse papel en los Países Bajos, Suiza e Inglaterra y en el XVI en el Nuevo Mundo: en México antes de 1580 y en las colonias inglesas de América del Norte a fines del siglo XVII. En su larga historia de más de 1.500 años, el papel se difundió desde China a casi todas las partes del mundo. Cabe discutir sobre la posible influencia china en las artes de la imprenta en Europa, pero es innegable que en este continente se conocían las técnicas de China y muchos artículos impresos procedentes de este país. El origen chino del papel y su adopcíón posterior por otros muchos países no ofrecen la menor duda. La fabricación de papel, que era ya un arte plenamente desarrollado antes de que saliera de las fronteras de China, constituye probablemente el más completo de los inventos que ese país ha dado al mundo.

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1193. p. 67-82.

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3. El libro egipcio El sistema de escritura Un sistema nacional El sistema de escritura egipcio, nacido al servicio de una cultura eminentemente religiosa y nacional, pervivió durante las dominaciones asiria y persa (siglos VII al IV), durante el reinado helenístico de los Ptolomeo (Siglos IV al I) y durante el tolerante paganismo romano (siglos I al IV de nuestra era), a pesar de la pérdida de la independencia política. Pero fue dejando de tener sentido a medida que se desarrollaba el cristianismo y, desaparecía la religión tradicional. Por otra parte, los sacerdotes egipcios guardaron celosamente los secretos de su escritura y se negaron a enseñar su complejo sistema a los cristianos, para los que el sisterna alfabético de los griegos era más útil y, estaba más en consonancia con los tiempos y, con la universalidad de la Iglesla. Por si fuera poco los Padres de la Iglesia se habían formado en la cultura helénica. El sistema de escritura egipcio sólo fue empleado por el pueblo que lo creó y los límites de su expansión son los mismos que los de la expansión política de los faraones. La explicación de que fuera un sistema privativo de sus creadores, quizá esté en el aislamiento en que se forjaron el pueblo y, la cultura egipcios. Surgidos en las riberas del Nilo, los desiertos circundantes les mantuvieron aislados de los vecinos durante los siglos de formación, en los que adquirieron personalidad propia. Cuando llegó el momento de la expansión imperial, la civilización había adquirido un fuerte sentido tradicional con escasas posibilidades de evolución. No hubo deseo de atraer a otras gentes, de las que se consideraban superiores, hacia sus modos de vida.

Para el francés Jean Francois Champollion es la gloria del desciframiento de la escritura egipcia, que se encontraba en su juventud, parada enla primera fase cuando sólo se sabía que algunos singnos equivalían a letras. Champollion tuvo la intuición de que la escritura egipcia utilizaba fundamentalmente ideogramas y que los signos equivalentes a letras servían principalmente para nombres extranjeros, como Ptolomeo o Alejandro.

Con el triunfo del cristianismo, que desarrolló un nuevo sistema de escritura, el copto, y el cierre o abandono de los antiguos templos, al final del Imperio Romano no quedó ninguna persona que pudiera expresarse mediante el sistema de escritura egipcio o simplemente entenderlo. Y cuando una nueva religión, el Islam, se impuso en Egipto sobre el cristianismo, los restos de la vieja civilización pagana no despertaron entre los sabios musulmanes el menor interés científico, aunque los grandes monumentos, como los templos y las pirámides, dieron pábulo a fantásticas leyendas. El paso del tiempo y la desaparición de los cada vez más débiles apoyos en que basar su desciframiento volvieron más impenetrable aún, si cabe, el misterio de los textos grabados en los monumentos o escritos en papiros. Desciframiento Los primeros intentos de desciframiento se inician en Europa en el siglo XVI, basándose en los testimonios de la antigüedad clásica sobre la escritura egipcia. muy escasos y de poca fiabilidad. Realmente lo único positivo conseguido en esta tarea hasta el siglo XIX fue la sospecha de que los signos que estaban rodeados de una especie de lazo oval, al que se denomina cartucho, debían corresponder a los nornbres de soberanos. La sospecha se confirmó y, el cartucho es el jeroglífico para la palabra ren, «nombre». 163

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Fue decisivo para el desciframiento el hallazgo casual, por unos soldados de la expedición de Napoleón, de la Piedra de Rosetta, losa de basalto negro. de 81 centímetros de altura y, 77 de anchura, en la que había una inscripción en tres tipos de escritura: La especie de lazo en que están inscritos los jeroglíficos se denomina en egipcio griega, jeroglífica y ren, que significa nombre, y en estos tres lazos o cartuchos figuran los nombres demótica. Por las 26 de tres soberanos: Ptolomeo, Cleopatra y Alejandro. líneas de que constaba el texto griego pudo saberse que la inscripción contenía un decreto del faraón Ptolomeo V Epífanes, y que los textos en caracteres jeroglíficos y, en demóticos eran una versión egipcia de este decreto, redactado originalmente en griego. Por desgracia, la piedra se encontraba mutilada: faltaban en general los principios y finales de las líneas, y la parte superior, donde estaban los jeroglíticos, habían sufrido mucho más, quedando sólo un trozo pequeño del texto. Aunque se tradujo el texto griego, no resultó fácil desentrañar los otros dos y sólo se consiguieron pobres resultados hasta que intervino el joven francés Jean-Francois Champollion, que había podido transcribir correctamente los nombres de Ptolomeo y Cleopatra gracias a un obelisco con una inscripción bilingüe encontrado en 1811 que contenía un decreto de Ptolomeo VII mandado grabar en griego y en caracteres jeroglíficos por los sacerdotes del templo de Isis de la isla de Filae. La transcripción de los nombres suponía un gran descubrimiento, pero aún quedaba un largo camino en el desciframiento de la escritura, que no era alfabética. Se supuso certeramente que sería de gran utilidad el copto, lengua muerta hablada por los antiguos egipcios y conservada por los cristianos del país para usos religiosos. El primer paso en este camino lo dio Champollion, que había adquirido un profundo conocimiento del copto, al identificar dos cartuchos reales como correspondientes a los faraones Ramsés y Tutmosis, mencionados por Manetón, el historiador egipcio. El primero constaba de un círculo, que Champollion supuso sería el sol, de un signo intermedio desconocido y de dos signos finales conocidos e identificados como s. El signo central lo relacionó, examinando la Piedra de Rosetta, con la idea de nacer. Recurriendo al copto vio que ms era la forma para «ser nacido» o «niño» y que el sol era Ra. Esto le proporcionaba el nombre de Ramsés con el significado de «hijo de Ra». El contenido del cartucho de Tutmosis solo se diferenciaba del de Ramsés en el primer signo. Champollion lo identificó con un ibis, que según los historiadores griegos representaba al dios Thot. Champollion descubrió que en la escritura se utilizaban al mismo tiempo ideogramas y letras, como en estos dos nombres correspondientes a Ramsés y Tutmosis, donde pueden advertirse un dibujo del sol y otro de un ibis, que representan respectivamente a los dioses Ra y Thot.

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Las excavaciones Como consecuencia del interés suscitado por Egipto y sus restos arqueológicos, se iniciaron una serie de excavaciones de eruditos europeos y de saqueos de los nativos tratando de conseguir obras de arte, objetos diversos y papiros, tanto en griego como egipcios, para satisfacer las apetencias de los grandes museos europeos o de simples viajeros curiosos. Entre los prirneros y más célebres excavadores figuran el italiano Giovanni Battista Belzoni, aventurero explorador y descubridor de tumbas, el alernán Karl Richard Lepsius, que ordenó la cronología egipcia y el francés Auguste Mariette, al que se debe la creación del Museo de Bulak en El Cairo y la del Servicio de Antigüedades egipcio (1858), que intentó poner orden en la anarquía excavadora y depredadora. A finales del siglo (188l), se creó en Inglaterra el Egypt Exploration Fund, al frente del cual realizaron una gran labor B. P. Grenfell y A. S. Hunt. Inglés fue también el gran excavador W. M. Flinders Petrie, al que se deben hallazgos fundamentales para la historia temprana de Egipto y de numerosos papiros. Mariette y Lepsius tuvieron dignos sucesores en sus compatriotas G. Maspero y Adolf Erman, autores de estudios importantes sobre la historia de Egipto en general y, en especial sobre la lengua y, la literatura. En el siglo XX, intervienen en las excavaciones muchos países y universidades que mantienen misiones permanentes; y la riqueza de la cultura epipcia, así como su refinado arte, llegan al gran público con el sensacional descubrimiento de la tumba de Tutankamen, realizado por Lord Carnavon y el arqueólogo H. Carter. Las excavaciones dieron origen a dos nuevas especialidades dentro de los estudios históricos generales, la egiptología la papirología, nombre este último reservado al estudio de los papiros griegos y latino. El origen de la escritura El problema del origen del sistema de escritura egipcio está sin solucionar por no haber acuerdo entre los investigadores. Para unos fue una creación original para atender a las necesidades de una organización social elevada que precisaba una burocracia y, una compleja contabilidad. Para otros es una derivación del mesopotámico. Para los antiguos egipcios no existía ninguna duda: fue un regalo del dios Thot, al que debían también el lenguaje y toda la ciencia. Como los sistemas son similares y parece más moderno el egipcio, tiene ciertos

Ejemplos de jeroglíficos que representan objetos o seres fácilmente identificables: "ojo", "jirafa", "escarabajo", "sol", "montaña".

Ejemplos de jeroglíficos que representan acciones: "golpear", "volar", "comer", "andar", "llorar".

Ejemplos de jeroglíficos que representan ideas abstractas: "dirigir", "sur o Alto Egipto", "encontrar", "vejez", "frescura".

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Ejemplos de jeroglíficos consonánticos; m,f,b,h,r.

visos de probabilidad la suposición de que surgió en Egipto, pero que sus autores tenían una idea del invento sumerio y desarrollaron su sistema con originalidad, tanto por lo que se refiere a su adaptación a las peculiaridades de la lengua como a la selección de los objetos representados en los jeroglíficos, así como a la manera de dibujarlos.

Ejemplos de determinativos semánticos: hombre, planta, luz (sol), ideas abstractas (rollo de papiro), escritura (utensilios de trabajo del escriba).

La palabra jeroglífico, «escritura sagrada», procede del griego y está justificada porque, cuando las dos culturas se pusieron en contacto, los jeroglíficos se usaban exclusivamente como escritura monumental grabada en estelas o en las paredes de los templos. Los jeroglíficos, que fueron usados durante treinta y cuatro siglos, desde el año 3000 hasta el final del siglo IV d.C., se escribieron sobre papiro con tinta, en fecha temprana, y tuvieron, desde su nacimiento, un claro carácter ornamental. Los dibujos están estilizados, son muy simples y, por haber captado los elementos esenciales de los objetos o de los seres que querían representar, eran claramente identificables por los antiguos egipcios y aún lo son en su mayoría por los hombres de hoy. Hay algo más de setecientos dibujos diferentes, que representan objetos manuales, plantas, pájaros, animales, construcciones, astros, miembros y posturas del cuerpo hurnano, etc. Unos están vistos de frente, otros de perfil, otros desde arriba y en otros, finalmente, se combinan los ángulos de visión. Al principio la escritura era exclusivamente vertical: después fue también horizontal, de derecha a izquierda, aunque a veces, las menos, es de izquierda a derecha. Es fácil saber la dirección porque los seres vivos representados miran al comienzo de la línea. Cuando el texto está formado por líneas horizontales y tiene varias columnas, la primera está a la derecha. En algunos casos, éstas están enfrentadas, es decir, una está escrita de derecha a izquierda y la siguiente de izquierda a derecha. Los jeroglíficos parecen inscritos en unos cuadrados ideales: dos altos son colocados uno a continuación de otro; dos largos, superpuestos; cuatro pequeños, reunidos en un cuadrado. Todo ello para conseguir una bella y equilibrada distribución, pues, especialmente en las inscripciones monumentales, la claridad de la escritura se subordina a la armonía de la composición, llegándose incluso a la supresión de algunos signos importantes, aunque en -la proximidad se pusieran otros redundantes. Existe un tipo de escritura, denominado cursiva jeroglífica, que, aunque se remonta a las primeras dinastías, aparece sólo con frecuencia en los llamados textos funerarios colocados junto a las momias. Más importancia tiene la escritura hierática, «sacerdotal» o «sagrada», nombre dado por Clemente de Alejandría porque en su tiempo había quedado reducido su empleo a los textos sagrados. Su origen se explica por la rapidez con que debían ser redactados los documentos administrativos y por la caña utilizada para su trazado. Los ejemplos más antiguos corresponden a las primeras dinastías y en realidad es una simplificación de los jeroglíficos, con muy pocas ligaduras y acentuando los rasgos característicos o diferenciales de los signos para evitar equivocaciones. 166

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Evolucionó mucho a lo largo del tiempo, se escribió siempre de derecha a izquierda y se utilizó para toda clase de textos: religiosos, literarios, administrativos, cartas, etc., y en las materias más diversas, como telas, pieles, madera, piedra y cascote, ostraca, pero principalmente en la materia escritoria más corriente, el papiro. El último texto fechado en escritura hierática corresponde a principios del siglo III d.C. A mediados del I milenio aparece una nueva cursiva que desplazó a la hierática de los usos civiles e incluso de los religiosos y conmemorativos. Heródoto (II, 36) la llamó demótica, «popular», y Clemente de Alejandría epistográfica o epistolar. También ha recibido el nombre de enchorial, «del país». Se diferencia bastante de la hierática por la abundancia de las ligaduras y porque grupos de signos que aparecían en aquélla aislados quedan ahora formando una sola figura. En la época helenística y en la romana gozó de amplia preferencia. especialmente fuera de los templos, y cuando desapareció en los inicios de la época bizantina algunos de sus rasgos fueron heredados por la escritura copta. La escritura copta o egipcia (del árabe qobt, derivación, a su vez, del griego gyptios) sustituyó a las anteriores a partir del siglo IV d.C. Consta de treinta y dos letras, de las cuales veinticinco son préstamos del alfabeto griego. Las restantes fueron tomadas de la escritura demótica. El copto fue el vehículo de la predicación criístiana entre el pueblo bajo -la clase superior estaba helenizada- y especialmente en los medios rurales. Desplazado por el árabe a partir del siglo XIII como lengua familiar de los cristianos, se conservó como lengua litúrgica y, aún se sigue hablando en nuestros días en alguna aldea del sur. El rollo de papiro El papiro El libro material creado por la cultura presidida por los faraones es el primero que utiliza la tinta y una materia ligera, el papiro que puede ser considerado como el antecesor del papel, al que se parece en su aspecto exterior y en una serie de cualidades: color, flexibilidad, tersura y facilidad para recibir la tinta sin que ésta se corra. Precisamente «papel» (papier, paper en algunas lenguas occidentales) se deriva de la palabra griega papyros, que parece ser de origen egipcio, nombre dado a unas hojas parecidas a nuestro papel y a la planta de la que se obtenía, el cyperus papyrus. En la Antigüedad crecía con profusión en todo el país, tanto en las tierras pantanosas del Delta como en las aguas estancadas, a causa de las inundaciones del Nilo, de una profundidad aproximada al metro. En menor cantidad, se daba también en Sicilia, Mesopotamia y Siria. En nuestros días sólo se encuentra espontáneo en Sudán y Etiopía. El tallo tiene una sección triangular y su grosor es el del brazo de un hombre. Su altura alcanza entre los tres y los seis metros, y en su interior hay una serie de filamentos envueltos en una sustancia viscosa que con habilidad se pueden extraer en toda su longitud.

Muestras de escritura hierática (parte superior) y demótica.

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Relieve de la tumba del escriba Kaninisut en Gizé, correspondiente a la III dinastía. Puede observarse a los escribas trabajando con diversos tipos de cajas y bolsas para guardar los papiros a su lado.

Los egipcios la usaron, dada su abundancia, ademas de como materia escritoria, para otros varios menesteres, desde su aprovechamiento como simple leña para el fuego, hasta para la fabricación de esteras, cuerdas, velas de barco, ropas, calzado y pequeñas y ligeras embarcaciones. Plinio el Viejo, apoyándose en la autoridad de Varrón, equivocadamente afirma que empezó a usarse como materia escritoria después de la fundación de Alejandría y de las conquistas de Alejandro. Según él, los filamentos interiores se extraían con una aguja y se colocaban unos junto a otros en una tabla. Sobre esta capa se superponía otra serie de filamentos más cortos, perpendiculares a los primeros. Conseguida por presión una materia compacta, se alisaba, dándole una mano de cola, se prensaba, se secaba al sol y, se pulía hasta conseguir una superficie tersa, con piedra pómez y con pulidores de marfil o concha. Las hojas resultantes tenían un espesor aproximado de una décima de milímetro, eran flexibles, se podían doblar y enrollar, y en ella no se corría la tinta. Su altura variaba entre 42 y 16 centímetros y su anchura oscilaba igualmente mucho, llegando a los 40 centímetros en algunos casos. En general, las de mejor calidad, formadas con los filamentos del centro del tallo, eran más anchas que las de peor clase, para las que se utilizaban los filamentos próximo a los bordes de la planta. Bastantes de los papiros encontrados conservan parte de su antigua flexibilidad y blancura. La humedad les hace frágiles y les ennegrece y cuando se han humedecido y secado varias veces. se deshacen con facilidad al menor roce. El papiro rnás antiguo conocido corresponde a la primera dinastía. Fue encontrado en la tumba del visir Hemaka en Sakkarah y está en blanco. Los más antiguos escritos corresponden a la dinastía V. Son fragmentos de libros de cuentas y se encontraron en un templo funerario. El rollo Los rollos se formaban empalmando las hojas. Se montaba una sobre otra uno o dos centímetros, se pegaban con goma, se prensaba la juntura y se pulía después para obtener una superficie lisa en la que no tropezara la caña al escribir. El pulimento es tan perfecto en muchos casos que resulta difícil ver a simple vista la unión. 168

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Ignoramos el número de hojas que tenían los rollos, que no debió de ser uniforme a lo largo de la historia, pero sabemos que, si el texto era largo y precisaba más hojas, el propio escriba las pegaba. Si por el contrario al ser breve, no se necesitaban todas, cortaba las que no había utilizado. Los rollos egipcios alcanzaban una gran longitud en comparación con la que tuvieron después los griegos. Los papiros, todos en el Museo Británico, de Harris, Greenfield, Ani y Nu, por ejemplo, tienen una longitud de 40, 37 y 20 metros, respectivamente. Los rollos escritos se guardaban en jarras, en cajas de madera o en bolsas de piel, cuyas diversas formas pueden contemplarse en los relieves y pinturas de las tumbas. A veces las bolsas de piel tienen un asa para poder transportarlas con facilidad. En ocasiones el título del papiro se ponía en los receptáculos en que se guardaba, pero con frecuencia figuraba en una etiqueta exterior. Se utilizaba para escribir la cara en la que los filamentos aparecían en forma horizontal, paralelos a la línea de la escritura. Quedaba en el interior del rollo, con lo que se conseguía que la parte del texto estuviera más defendida tanto de los efectos de la luz como de cualquier accidente físico. El escriba, aunque podía trabajar de pie, normalmente se sentaba con las piernas cruzadas y escribía, sin otro apoyo que su cuerpo, sobre el rollo, que iba desenrrollando con la mano izquierda mientras escribía con la derecha. El comienzo del texto se encuentra en la parte derecha del rollo. Rara vez usaron signos auxiliares. No sangraban la primera línea de un párrafo. Todas comenzaban uniformemente en cada columna, pero no tenían exactamente la misma longitud, por lo que el final de la columna puede presentar entrantes y salientes, es decir, su apariencia es similar a la de un folio mecanografiado sin justificar. También variaba el número de líneas por columna en un mismo papiro. Al final del texto suele haber un colofón donde después de expresar la alegría por haber terminado el trabajo y asegurar que el texto es correcto se añade el nombre del copista y la fecha. En las copias de textos religiosos no es raro encontrar una observación sobre su origen divino su antigüedad y las peculiaridades de su lenguaje antiguo.

Aunque el papiro fue en Egipto el material usual para la escritura, los escribas utilizaron, como en otros pueblos, para documentos cortos, ostraca, cascote, restos cerámicos, como éste, perteneciente a la XIX dinastía, en el que se utiliza la escritura hierática para unas cuentas.

La ilustración La tinta roja se empleaba, en general, en todo aquello que se consideraba importante o destacable para la claridad del texto: marcar los títulos, los encabezamientos, el comienzo de un nuevo párrafo, determinados signos auxiliares correcciones, todo ello sin reglas estrictas y, por tanto, al arbitrio del escriba. La tinta permitió la ilustración del libro, que alcanza su época dorada en el Imperio Nuevo (siglos XVI a XII) y no obedece primariamente a motivaciones estéticas y ornamentales. Nace como 169

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complemento del texto, a fin de aclararlo, según parece demostrarlo la no existencia de elementos puramente decorativos y extraños a la acción. Se ilustra especialmente el Libro de los muertos, pero también libros mitológicos, de medicina, astronomía, geografía, etc., e incluso otros de literatura amena y recreativa. Posteriormente, las ilustraciones se hicieron necesarias por el poder mágico que encerraban. Sobre algunas de ellas, los muertos debían recitar una formula u oración en determinados lugares y momentos. Por otro lado, el poder mágico de los dibujos está acreditado desde tiempos antiguos, en los que a algunos jeroglíficos representando seres vivos se les mutilaba para evitar los perjuicios que pudieran ocasionar, ya que no se les consideraba seres inertes. Otros materiales para escribir El papiro fue siempre un material caro. Por ello, cuando el texto primitivo del recto no tenía interés para el poseedor, o bien se borraba el escrito antiguo para escribir en la misma cara, o bien se utilizaba el verso, conservando el rollo íntegro, o con más frecuencia troceándolo, generalmente para notas breves, cálculos, borradores y ejercicios escolares. Para estos últimos menesteres se usaron normalmente, adernás de los fragmentos de papiro, tabletas de madera recubiertas de una ligera capa de yeso y, de manera más amplia, como en otros pueblos de la Antigüedad, ostraca. La piel se empleó raramente como materia escritoria, pero su uso data de tiempos antiguos. En ella, así como en otros materiales resistentes corno los metales, se escribieron documentos importantes de los archivos reales o los libros rituales de los templos. Cerramos esta relación recordando que numerosos textos fueron grabados o pintados en estelas de piedra y en las paredes de los templos y de las tumbas con una abundancia tal que no ha tenido parangón hasta la civilización islámica.

El Libro de los muertos, nombre que recibió en las excavaciones porque siempre aparecía junto a las momias, era un manual para ayudar a los muertos en la otra vida. Su producción fue muy abundante y su presentación, en muchos casos, rica, con ilustraciones, como podemos contemplar en estas páginas del Libro de Hunefer (año 1300 a. C.). que se conserva en la British Library y corresponde al momento más importante, la psicostasia, o juicio, en la que el alma hace una confesión de su comportamiento moral para conseguir la inmortalidad feliz.

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Los elementos de trabajo de los escribas eran, además del rollo de papiro, la funda para los pinceles, la pequeña bolsa con la tinta en polvo, un recipiente con agua y la paleta con dos hendiduras circulares para disolver en una la tinta negra y en la otra, la roja, según podemos ver en los numerosos testimonios gráficos de los monumentos o de los propios papiros. Cuando no llevaban en la mano estos utensilios, se los echaban al hombro, quedando la paleta sobre el pecho y la funda de los pinceles y la bolsa, que estaban atadas a la paleta, en la espalda.

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Los pinceles eran de caña, con uno de sus extremos, el que hacía de pluma, machacado para que terminara en filamentos sueltos como un pincel. Su longitud tenía unos 20 centímetros de promedio y su grosor andaba alrededor de los 2 milímetros. Se guardaban en una funda circular. Acceso al libro No debió de existir cornercio del libro en Egipto, salvo por lo que se refiere al Libro de los muertos, que era fabricado en serie, quedando normalmente en blanco un espacio para poner el nombre del destinatario. La causa puede estar en el hecho de que los reyes, los señores poderosos y los templos tenían a su servicio escribas que podían copiar los textos que precisaran o desearan. Por otro lado, los propios escribas podían hacer lo mismo para su uso particular. No debieron de sentir los faraones, aunque algunos declaran ser capaces de leer y entender los escritos y los príncipes asistieran a las escuelas del palacio, el interés por los libros y su contenido que sintieron los reyes asirlos. No hay ninguna. noticia de una biblioteca de carácter tan completo, o que pretendiera serlo, como la de Asurbanipal. No obstante, sabemos que las había por la información de los historiadores griegos y por los testinionios procedentes de las excavaciones. Con independencia de las bibliotecas particulares, probablemente poco numerosas y con escasos libros, había dos instituciones típicas donde se conservaban: la «casa de los libros» y la «casa de la vida», y sabemos igualmente que había un jefe responsable de su conservación. Las «casas de los libros» eran en realidad unas oficinas administrativas. En ellas se guardaba, aparte de algunos libros, la documentación administrativa. Sus fondos, pues correspondían más a los que tradicionalmente contienen los archivos que a los que hay en las bibliotecas. La «casa de la vida» era, más que una biblioteca, un centro de estudios superiores. En ella se coleccionaban y clasificaban libros de toda clase y a ella acudían los escribas para consultar datos, copiarlos y obtener información. Fueron las depositarias de la milenaria tradición cultural. Por ello, cuando los templos en que estaban establecidas se cerraron por el triunfo del cristianismo, se cerró al mismo tiempo para los hombres el libro egipcio, y cerrado permaneció hasta el siglo XIX de nuestra era. Los escribas y su formación El escriba, el hombre que dominaba la lectura y la escritura, fue objeto, en Egipto como en Mesopotamia, de una eran consideración social. Así lo atestiguan, por un lado, el tratamiento artístico de determinados escribas, representados parcialmente en forma hierática como rniembros de la segunda clase social, después de los soberanos y sus familiares. Por otro, los numerosos textos conservados en los que se ensalzan las ventajas de la profesión, frente a las molestias de otros oficios. Ciertamente les correspondía una posición clave en la sociedad. El escriba secular era un funcionario a cuyo cargo corría la adrninistración del estado, altamente centralizado al ser el faraón -rey y, dios al mismo tiempo-, al menos teóricamente, el dueño del país, inmensa propiedad cuya explotación y gobierno era complicada y, debía basarse en un cuerpo de personas con una adecuada formación y cierta independencia en el obrar. A los escribas sacerdotales, que tenían naturalmente a su cargo el culto de los dioses en una sociedad tan religlosa como la egipcia, les correspondió un poder grande. Muchas veces intervinieron en las luchas sucesorias e impusieron sus criterios y conveniencias. A causa de este poder los faraones los mimaron, tanto en las épocas antiguas como en la helenística. 171

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Gracias a los escribas fue posible el mantenimiento casi inmutable del estado egipcio, tres veces milenario. Ellos educaron al pueblo bajo y a las clases dirigentes para la consolidación y pervivencia de las estructuras sociales, administraron la riqueza del país y la fomentaron haciendo posibles, con sus conocimientos técnicos, un mayor aprovechamiento de los recursos naturales y la creación de nuevas fuentes; fueron el instrumento de distribución de esta gran riqueza entre los habitantes y a ellos se debe en gran parte el carácter alegre de los egipcios, su satisfacción por sus instituciones y, el gobierno paternalista y humano de que disfrutaron en comparación con la crueldad que caracteriza al de otras sociedades contemporáneas y posteriores. No sería justo. aplicando un criterio de nuestros días, achacar a los escribas egipcios, como a los mesopotámicos, por ejemplo, la condena de grandes masas a una vida dura como resultado de la explotación de que fue objeto su trabajo, cuyo producto se transfirió a las grandes construcciones o Relieve de madera perteneciente a la tumba del escriba Hesiré, en Sakkarah, perteneciente a al lujo de las clases superiores. A pesar de las fuertes la III dinastía. Hesiré aparece delante de la mesa contribuciones, los campesinos y los artesanos de las ofrendas llevando sobre el hombro los dispusieron de lo suficiente para vivir y, no estuvieron utensilios de escriba. en el desamparo en que se encontraba la población de otros pueblos no tan organizados ni dirigidos por una clase poderosa de escribas. En cambio, se debe contabilizar entre los méritos de los escribas egipcios el elevado código moral que trataron de hacer cumplir. A las escuelas acudían preferentemente los hijos de los nobles y los de los escribas, pero también estaban abiertas a los de famillas de sectores sociales más bajos. Esta apertura a muchachos inteligentes de las clases inferiores permitió que la casta de los escribas se fuera renovando con sangre joven y ocupara siempre un puesto destacado en la rectoría intelectual. Primero aprendían la lectura y la escritura: luego matemáticas y geografía. Ejercitaban la memoria, la expresión oral y la escrita. Recibían una sólida moral, que moldeaba su carácter y comportamiento, inculcándoles el contenido de la literatura sapiencial, que abarcaba desde el aprendizaje de las buenas maneras hasta un conjunto de valores morales. Contenido del libro Literatura funeral Aunque han sobrevivido muchos, más textos cuneiformes, las muestras de la literatura mesopotámica resultan menos variadas y ricas que las egipcias. Los egipcios cultivaron una literatura funeral como consecuencia de su preocupación por la vida en el más allá, recogida fundamentalmente en los llamados Textos de las pirámides, que aparecen tempranamente en las paredes de éstas; en los Textos de los sarcófagos pintados en los ataúdes y en el Libro de los muertos, nombre que dieron los nativos a los papiros que se encontraban junto a las momias. Tanto los primeros como este último están formados por textos diversos de distinta longitud y 172

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carácter. En el Libro de los muertos hay unos capítulos con instrucciones para la conservación de las momias. otros están destinados a los ritos funerarios, otros facilitan el libre movimiento en la peregrinación del fallecido, indicando los peligros que le acechan y las maneras de evitarlos. Pero el más importante de todos es el 125, en el que se describe el juicio o psicostasia. En él el muerto hace unas confesiones que revelan el grado de moralidad alcanzado por la religión egipcia, que castigaba el asesinato o la incitación al mismo, el robo, la avaricia, la extorsión, la insolencia, el adulterio, la sodomía, la falsedad. etc., y recomendaba la piedad hacia los dioses y, la ayuda a los débiles y necesitados: «Yo he contentado al dios por medio de lo que ama. Yo he dado pan al hambriento, agua al sediento, vestido al desnudo y una barca al que no la tenía». Bien es verdad que estas normas morales son comunes a otros pueblos de la Antigüedad. Pero la originalidad egipcia estriba en que los delitos y el mal comportamiento no sólo eran castigados, por la sociedad y por la justicia terrena, como en los demás pueblos, sino que impedían gozar de la otra vida. Literatura sapiencial Un género característico de la literatura egipcia es el sapiencial o de educación moral, constituido por un conjunto de consideraciones morales, preceptos y, consejos atribuidos a personajes ilustres y famosos, incluso soberanos, que la mayoría de las veces no pueden haber sido los verdaderos autores. La técnica es uniforme, un padre da consejos a su hijo para el triunfo en la vida o al menos para vivir de la manera más conveniente. El contenido, guardando una cierta semejanza en la temática, fue variando, como es natural, con arreglo al sentir de los diversos tiempos o a la categoría social el fingido o verdadero autor. Estas obras gozaron de una gran popularidad durante siglos y fueron utilizadas como libros de lectura, dictado y formación literaria y moral en las escuelas de escribas, según lo atestiguan las abundantes copias que se han encontrado, muchas de ellas simples trabajos escolares. Normalmente los egiptólogos les han dado el título de Enseñanzas o Advertencias, seguido del nombre del protagonista como Ani y Amenmopet. A veces, tienen forma de cuento (Habitante del desierto, Campesino elocuente), diálogo (El desesperado y su alma), o sátira, como la Sátira de los oficios. Literatura narrativa y poética La literatura narrativa también fue cultivada por los egipcios, que sintieron por ella una gran predilección, como puede desprenderse del número de copias encontradas de algunas de las obras de este género. No es probable que fueran compuestas por escribas. Su carácter popular, induce a pensar en un origen anónimo y oral. Si es cierta esta suposición, la labor de los escribas se habría reducido a transcribirlas, a pulirlas y a introducir ciertos pasajes y darles un tono elevado y, grandilocuente. De todas formas, fueron aceptadas en los centros de formación de escribas y copiadas por los alumnos en sus ejercicios de aprendizaje de la lectura, la escritura y la redacción. 173

Los egipcios, alegres y aficionados a la buena vida, solían amenizar sus banquetes con canciones entonadas por bellas esclavas. En ellas los amantes se almentaban por su separación y hacían votos por su pronto encuentro: "Quisiera que vinieras a mí como un impaciente caballo del rey, como el más rápido de sus establos".

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Las más famosas y más antiguas son el Cuento de Sinuhé, donde se refieren las aventuras de un cortesano exiliado, el Cuento del náufrago, el Cuento de los hermanos, el Cuento del príncipe predestinado, sobre temas que han pasado a la literatura universal, y el Viaje de Wanamón, que algunos consideran un relato histórico del viaje de un sacerdote a las ciudades fenicias en busca de madera de cedro. Como en todas las literaturas primitivas, en la egipcia la poesía ocupa un lugar central, y poéticos Uno de los documentos más antiguos de la escritura egipcia es la son los textos más antiguos Paleta de Narmer o Menes, el soberano que unificó los primitivos reinos del norte y del sur y con el que se inicia la primera dinastía. conservados, gran parte de cuya belleza nos resulta imposible apreciar, no sólo por el enorme foso que suponen los milenios transcurridos y el corte en la tradición directa, sino porque al no escribir los egipcios las vocales, se ignora la pronunciación completa de las palabras, así como el ritmo, la cantidad y los acentos, que tanta importancia deberían de tener en una poesía destinada a la recitación o al canto. Únicamente el contenido puede ser un elemento de valoración y sólo ciertos procedimientos formales, como los estribillos, la aliteración y los contrastes pueden darnos una idea, aunque parcial, de su preceptiva. Un lugar destacado ocupan las metáforas, cuyo empleo frecuente se ha justificado como consecuencia de la pobreza de palabras abstractas. Hay, una poesía religiosa con himnos notables, como el dedicado a Atón por Amenofis IV, y parte de la literatura funeral, a la que nos hemos referido; hay una poesía épica, como el Poema de Cades sobre la victoria de Ramsés II, y hay una poesía lírica con dos orientaciones: una melancólica y otra alegre y sensual, que canta la alegría del amor. Hasta podemos contar con un esbozo de poesía drarnática. El triunfo de Horus, grabado en el templo de Edfú. Literatura científica Los logros científicos de los egipcios fueron inferiores a los mesopotámicos en su conjunto. Incluso el pensamiento mesopotámico se inclinó más a la abstracción que el egipcio, cuyo caudal intelectual se basaba exclusivamente en el empirismo, al menos según las conclusiones que se desprenden de la documentación disponible. Lo mismo que en el libro mesopotámico, no encontramos en el egipcio ningún tratado general sobre cualquier materia, ni un cuerpo de doctrina elaborado exponiendo las relaciones causales entre los hechos y, las cosas y las leyes científicas deducidas de estas relaciones. Tampoco produjeron los egipcios ninguna historia de su país, aunque elaboraron numerosos documentos útiles a los historiadores posteriores. Sus conocimientos de medicina justifican la fama que tuvieron en la Antigüedad y el que los grandes médicos griegos, Hipócrates, padre de la medicina, Dioscórides y Galeno, entre otros, debieran su formación al estudio de los libros egipcios de esta materia. Ignoraron siempre las 174

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causas de las enfermedades, aunque fueron capaces de diagnosticar muchos males y contaron con un surtida farmacopea, muchas veces inútil, absurda y repelente por el uso generalizado que hicieron de excrementos de animales y humanos. Bien es verdad que estos ingredientes y otros, como las aguas sucias del lavadero, parece ser que sólo fueron usados por los magos. Un conocimiento rnás exacto y práctico de la realidad lo tuvieron los cirujanos, según se desprende del Papiro Smith, donde nunca se habla de poderes mágicos y se analizan con detalles los síntomas de las dolencias, heridas y fracturas, se da un pronóstico y se recomienda un tratamiento adecuado para sus posibilidades. Características generales El libro creado por los egipcios superó, tanto en los aspectos formales como en el propio contenido, al mesopotámico, su coetáneo y probable predecesor. Pero ambos tuvieron importantes características comunes. Una de ellas es la brevedad. La única excepción es el Libro de los muertos. pero no es una obra unitaria, sino un conjunto de composiciones distintas, algo similar a lo que sucede con la Biblia.

Famosa estatua procedente de Sakarrah que se conserva en el Museo de Louvre y corresponde a la V dinastía. Representa con gran realismo y, al mismo tiempo, nobleza, a un escriba sentado en actitud de escribir.

Otra es la anonimia, que se da también en la escultura y en la pintura. En las obra literarias está justificada además por la fuerza de la tradición oral y, por su paso tardío a la escritura. También les es común a los dos libros la falta de tratados científicos, aunque los escribas en ambos casos acopiaron una gran cantidad de datos procedentes de la experiencia alcanzada en medicina, arquitectura, agronomía, matemáticas, ciencias naturales y astronomía. Por lo que se refiere a los géneros literarios, con independencia de que en Egipto existiera un rudimentario teatro, el libro de este país ofrece dos géneros nuevos: la poesía lírica y la narración. Ambos probablemente debieron de existir en Mesopotamia, pero circularían sólo en forma oral entre el pueblo iletrado. Los escribas egipcios no dudaron en poner al servicio de la educación el arte monumental, que constituye una sección del libro egipcio. Los grandes edificios -palacios, templos, tumbas-, por su grandiosidad, eran una recordación constante de la grandeza y eternidad del país y de sus instituciones. Las inscripciones y pinturas con que estaban decorados no buscaban primordialmente un efecto estético. Eran un medio de información, con una función similar a la de los templos cristianos medievales cuyos edificios servían para impresionar al creyente con la magnificencia de Dios, y cuyos decorados capiteles, retablos y, puertas eran un instrumento para la enseñanza de la historia sagrada a una población analfabeta y, también para impresionarla. Supervivencia Para los autores y recopiladores de los libros del Antiguo Testarnento, Egipto era el país de la saiduría, lo que indica que conocían y admiraban el pensamiento del pueblo del Nilo. Hay que llamar la atención sobre el hecho de que la religión egipcia fue evolucionando, al menos en sus niveles superiores, hacia el monoteísmo y la espiritualidad. 175

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La supervivencia después de la muerte y la existencia de un tribunal que juzga el comportamiento de los hombres para castigarlos o premiarlos, la misericordia y la caridad con el prójimo son ideas que los egipcios concibieron antes de la redacción de los libros más antiguos de la Biblia, e incluso antes de la existencia del pueblo hebreo. En los Salinos y en los Proverbios pueden descubrirse claras influencias de la poesía egipcia y de su literatura sapiencial. Por lo que se refiere a los caracteres formales, en la poesía de los dos pueblos se encuentran fenómenos parecidos: división en estrofas, paralelismo, empleo de metáforas y juego de palabras con un sonido semejante o repetición de una palabra en la línea siguiente. Heródoto reconoció que los egipcios inventaron la geometría y que de ellos la aprendieron los griegos (II, 109) y es probable que también aprendieran de ellos otros conocimientos matemáticos. Pero la gran deuda de los griegos con el pensamiento egipcio es la medicina, a la que sigue la del calendario, creado por los egipcios hace cinco mil años y aún en uso con pequeños retoques. No parece haber sido mucha la influencia directa de las obras literarias egipcias sobre las griegas, pero algunos argumentos o temas orales egipcios, extendidos por el Mediterráneo, gozaron de cierta difusión y popularidad en época temprana y fueron utilizados por los escritores griegos. En este sentido, el Cuento del náufrago puede ser un remoto antecedente de los viajes de Ulises.

La lectura y la escritura en Egipto estuvieron solo al alcance de los escribas, pero los textos escritos se hicieron públicos en estelas, muros y columnas de los templos para dar a conocer a los contemporáneos y a las generaciones futuras disposiciones (Piedra de Rosetta, por ejemplo) y acciones de los faraones, como en esta puerta de Karnak, cuyas figuras y signos gráficos servían también para impresionar al pueblo.

Aunque una extendida egiptofilia, a través de la Alejandría helenística, exageró la influencia egipcia en pensadores griegos como Tales, Solón, Pitágoras, Demócrito y Platón, puede admitirse que determinadas concepciones surgidas en Egipto sirvieron de base al naciente discurrir filosófico heleno y empaparon el pensamiento religioso, especialmente los cultos populares y mistéricos. Pero la aportación más patente de los egipcios a los griegos y al mundo clásico fue la forma material del libro: el uso del papiro en forma de rollo, el empleo de la tinta y la utilización de las ilustraciones como complemento aclaratorio del texto e incluso con fines ornamentales para conseguir un libro lujoso.

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Escolar Sobrino, Hipólito, Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 99-114.

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China Los comienzos de la escritura A pocos pueblos les ha correspondido un puesto tan destacado en la historia del libro como al chino, que tempranamente encontró su propio sistema de escritura aportó a la hurnanidad el descubrimiento del papel, la impresión con planchas y, luego mediante tipos móviles, así como una tinta de calidad. También es un honor importante, que habla por sí sólo del amor a la tradición del pueblo chino, cuya homogeneidad cultural ha sido más prolongada que la de ningún otro, el hecho de que su escritura es la más antigua de las actuales pues, a pesar de no ser alfabética y, resultar complejo su dominio, ha variado muy poco, generalmente en el aspecto caligráfico y, en el aumento del número de caracteres, a lo largo de más de tres mil años. Los cambios de la escritura se refieren al vocabulario, que escasamente sobrepasaba los tres mil caracteres durante la dinastía Shang, alcanzó los 9.000 al iniciarse la era cristiana y son en la actualidad 50.000. Si en las primeras inscripciones la primacía era para los pictogramas e ideogramas, terminó siendo muy elevado el número de los caracteres fonéticos. También a la forma de los caracteres motivada por la distribución interior de los rasgos y por las variaciones de estilo influidas por la necesidad de escribir con rapidez para atender a la creciente demanda. Igualmente influyó el cambio de los materiales escritorios. y principalmente el pincel, que permitía curvas ligeras y favoreció la caligrafía y la ilustración. Los trazos se hacían horizontalmente y con más frecuencia de arriba a abajo. Los caracteres aparecen inscritos en un cuadrado ideal y se escriben separados. La larga historia de China y su influencia en una amplia área de Asia no fueron sólo el resultado de acciones bélicas, sino que obedecieron también a razones culturales y la cultura creada por el pueblo chino ha sido el producto de una clase social que se apoyaba en el libro porque daban un gran valor a la tradición, a las normas contenidas en los libros antiguos. Tal importancia tuvo el libro que hasta el siglo XVI en Europa occidental no se habían producido tantos libros como en China. Sólo les superaron los pueblos musulmanes en su conjunto. Según los especialistas chinos, dos fueron los acicates para la utilización de la escritura, uno religioso y otro administrativo. Sentían un gran deseo de estar en contacto con los espíritus mediante fórmulas mágicas y oraciones, y tenían gran afición a las artes adivinatorias. Luego surgieron los problemas políticos y administrativos de un gran imperio y la necesidad de dar fe de los contratos. Finalmente la redacción y estudio de obras de pensamiento, que encerraban normas de comportamiento e ideas para una vida más plena y feliz. El nacimiento de la escritura siguió un camino similar al de otros pueblos que quisieron superar las Iimitaciones temporales y locales del mensaje oral, que sólo puede ser conocido por personas que están junto al autor en el momento de su emisión. Utilizaron tarjas, palos con muescas, para hacer fe en acuerdos y contratos privados, y cuerdas con nudos, como los peruanos, para recordar asuntos comunitarios. Por otro lado, como muchos otros pueblos, recurrieron a la memorización de textos de leyes, mitos y canciones. La memorización se convirtió en hábito y gracias a él no tuvo consecuencias irreversibles para el legado cultural chino la decisión del emperador Quin Shi Huang, que al final del siglo III a.C.. ordenó la destrucción de todos los libros en poder de personas privadas, pues pasado el temporal, muchas obras, cuyos textos habían desaparecido, pudieron reconstruirse gracias a las personas que los sabían de memoria.

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También, al igual que los pueblos del Próximo Oriente y los europeos, emplearon, en fecha tan antigua como el tercer milenio a.C., dibujos y pinturas para comunicarse, primero de trazo realista, luego esquemático, en rocas y cuevas habitadas y también en objetos sueltos como huesos, piedras y restos cerámicos. Puede ser que también en rnateriales perecederos, que naturalmente se han perdido. Existe una leyenda que atribuye la invención de los ideogramas a Fu-hsi y su sistematización a Tsang Chiech en el tercer milenio, Se piensa generalmente que los creadores de la escritura fueron chinos, aunque hay quien supone que la idea pudo venir de fuera, cuando llegaron noticias de la escritura sumeria o de la de Mohenjo Daro, en la cuenca del Indo. De todas formas, no fue fácil el proceso porque el chino es una lengua monosilábica y los monosílabos son solo algo más de un millar cuando se usan hoy más de 40.000 caracteres para exponer la sensibilidad y la riqueza intelectual del pensamiento chino. Primeros materiales para las inscripciones

Muestra de la escritura primitiva china grabada en bronce. Corresponde al llamado trípode de Da Yu, de la dinastía Zhou Occidental (siglos XII a VII a. C.) y en ella consta la recompensa del rey a un nomble consistente en tierras, caballos, vehículos, ropas y esclavos.

Durante la dinastía Shang, en la segunda parte del segundo milenio, se usaron con propósitos adivinatorios caparazones de tortugas y huesos de mamíferos escritos con pictografía, distribuidas a veces en columnas. Los más antiguos, finales del segundo milenio, muestran una escritura ya evolucionada. Los gobernantes de la dinastía Shang los tuvieron en gran estima, así como a los huesos adivinatorios, los guardaron cuidadosamente en su palacio, donde han sido descubiertos, al cabo de 3 000 años, en excavaciones recientes. Son los restos más antiguos de la escritura china y han proporcionado, aunque su interpretación es difícil por ser los caracteres distintos de los actuales, información preciosa para el conocimento de la primitiva sociedad china, a pesar de ser registros y no estar destinados sus mensajes a la circulación. De esta época son también las primeras inscripciones en objetos de bronce (trípodes, instrumentos musicales, armas, bandejas, copas, jarros campanas y recipientes para granos), cuya aparición coincide con la de la propiedad privada. Sus dueños los utilizaban principalmente para ofrecer sacrificios, Entre las inscripciones, algunas hechas con posterioridad a la fabricación del objeto, las hay con cerca de 400 caracteres y en ellas podía figurar el nombre del dueño, las razones de su construcción, su posible utilización, referencias a un hecho que se quería recordar, por ejemplo un contrato o una donación e incluso el nombre del artesano que lo fabricó. A veces estaban decoradas. Su uso se alargó desde el siglo XV a.C. al I d.C. En estas primitivas inscripciones los signos grabados solían resaltarse con tinta negra o roja para que fueran leídos con rnás facilidad. Probablemente las inscripciones en piedra fueron contemporáneas de las de bronce. Las más antiguas de las encontradas parecen de fecha reciente, siglo V a.C. y consisten en cilindros con un poema en alabanza de la caza. Posteriormente se generalizan y se tallaron en rocas, monolitos 180

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y estelas para conocimiento general de los triunfos militares, de grandes proyectos y de construcciones monumentales. Algunas también contenían alabanzas a personas. El emperador Ling Di, de la dinastía Han Oriental, ordenó en el año 175 a.C. que fueran copiadas en piedra delante de su palacio las obras clásicas de Confuncio para que pudieran leerlas los que supieran. Un buen número de sabios, funcionarios y esclavos trabajaron en la revisión y preparación de los textos que fueron dibujados por calígrafos de fama antes de que los canteros realizaran su trabajo que les llevó ocho años. Cada lírica contenía unos 70 caracteres, de 2,5 cms. cuadrados, y, el total de los empleados en los más de cuarenta bloques de piedra escritos por los dos lados sumaron aproximadamente 200.000. No se conserva ninguno de los bloques, aunque sí algunos fragmentos. Fue tal el interés despertado entre los estudiosos y fue tal el número de los que acudían para copiarlos o colacionarlos con sus ejemplares, que fue preciso poner protecciones materiales y vigilantes para que no resultaran maltratados. Si las otras inscripciones en piedra pueden considerarse epigráficas porque sus textos eran más cortos, éstas habría que calificarlas de litográficas porque su finalidad, aparte de la conservación de la forma correcta de los textos, se orientaba igualmente a facilitar su difusión a través de la copia o del calco, antecedente de la subisguiente impresión, realizados por los interesados. Es un fenómeno singular en la historia del libro.

Las tiras de bambú fueron utilizadas como materia escritora para los primeros libros chinos, desde la dinastía Shang en el II milenio a. C. Cabían, como puede verse en éstas correspondientes a la dinastía Han (siglo II a. C. al siglo II d. C. ) muy pocos signos escritos con un pincel en cada una de las tiras, que se unían entre sí por medio de un cordón para formar un volumen.

No fueron éstos los únicos textos chinos grabados en piedra. Posteriormente otros emperadores ordenaron la copia de nuevas obras y de estos primeros revisados. Los budistas, siguiendo su ejemplo, también quisieron, a partir del siglo V d.C.. dejar grabados en las rocas de las montañas, aunque fundamentalmente para su perduración, los textos más sobresalientes de su literatura religiosa. El ejemplo más destacado es la llamada Montaña de los sutras pétreos, en Fang shang, Hopei, una verdadera biblioteca en piedra, porque están grabadas más de cien obras en más de siete mil bloques de piedra. También los partidarios de la doctrina taoísta grabaron algunas de sus obras, pero no en un número tan elevado.

Los libros de bambú, seda y madera Para los libros corrientes se utilizaron como materia escritoria tiras de bambú y listones de madera pulida, material abundante y barato, quizá desde los tiempos de la dinastía Shang, aunque no se haya conservado, ni encontrado en las excavaciones, ninguno de este período. Las noticias vienen de fuentes literarias. Los restos más antiguos, todos descubiertos en tumbas, proceden de la segunda centuria a.C. y contienen documentos oficiales. Junto a las tumbas han ido apareciendo libros de tiras de bambú y listones, sujetos con cuerdas y, a veces, cerrados con un sello impreso. En los primeros se escribieron las obras de Confucio y otros clásicos; también obras de artes marciales, medicina, adivinación, leyes, registros y contratos.

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Se troceaba el bambú y de los trozos se sacaban las tiras, cuya longitud podía variar entre setenta y diez centímetros y se secaban al fuego, antes de escribir con tinta utilizando un pincel; después se unían entre sí con un cordel o con unas hebras de lino o seda, formando un volumen, que podía ser defendido con sendas tiras en blanco al principio y al final, en las que se solía poner el título y algún adorno decorativo. Normalmente hacían falta varios atados o volúmenes para un solo libro, que solían envolverse juntos con una tela o colocarse en Una bolsa. Los listones tuvieron un destino limitado, textos de corta extensión: documentos, registros, inventarios, noticias, dibujos, artículos breves y principalmente la correspondencia. Los listones que contenían la misiva se cubrían con dos tabletas, una arriba, donde se escribían las señas, y otra abajo. Después se sujetaban con una cuerda y se sellaba la arcilla que cubría el nudo. Este tipo de material tenía ciertos inconvenientes: los libros abultaban y pesaban, resultaba molesto abrirlos y cerrarlos para su lectura y estaban expuestos a que se rompieran las hebras y se soltaran las tiras, lo que podía originar la pérdida de algunos elementos y, desde luego, muchas molestias para su reordenación. Sin embargo, fueron utilizados durante 1.700 años, desde la dinastía Shana hasta la Han Oriental. Durante siglos, sólo fueron capaces de escribir los miembros de una pequeña casta que heredaba los caraos al servicio del emperador y de los señores feudales. Además de conservar la documentación, actuaban como historiadores o archiveros oficiales. Este estado de cosas acabó en el Período de los Estados Guerreros (sigIos V al III a.C.) cuando aparecieron escritores particulares y se desintegró el sistema de historiadores oficiales. Los libros más antiguos supervivientes fueron escritos y editados por Confucio (551-478 a.C,) al final del Período Primavera y Otoño. Se trata de los seis clásicos o libros canónicos utilizados por la escuela confuciana: Libro de los cantos, Libro de los documentos, Libro de los ritos, Libro de la música, Libro de los cambios y Anales de Primavera y Otoño, que terminaron siendo las obras más representativas de la cultura de los tiempos feudales. Por otra parte, Confucio amplió el círculo de sus alumnos, antes exclusivamente hijos de la nobleza, acogiendo a muchachos de otras clases sociales, lo que terminó por romper el monopolio de una casta sobre el libro. En el Período de los Estados Guerreros (476-221 a.C.) vivió el gran poeta Qu Yuang y florecieron notables pensadores, confucianos y de otras escuelas, cuyas obras circularon con profusión, y como no faltaron notables médicos, matemáticos, astrónomos, filósofos y, literatos, la época ha sido una de las más brillantes del libro chino, aunque las continuadas guerras y asaltos fueron la causa de la destrucción de muchos volúmenes.

La utilización de la seda y la invención del papel permitieron dar una forma nueva y más grata a los libros. El rollo ya fue utilizado en Egipto, Grecia y Roma, como el que se reproduce en la ilustración que es de papel del siglo VIII d. C.

En el año 221 a.C. Quin Shi Huang acabó con el último de los Estados Guerreros, superó el régimen feudal e inauguró la dinastía Quin, de corta duración. que unificó el país y persiguió a sus enemigos. Mandó acabar de construir la gran muralla y destruir, como hemos dicho, todos los libros en poder de personas privadas, salvo los que se referían a su dinastía y los de medicina, 182

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farmacia, adivinación, arboricultura y agricultura, quizá porque pensaba que la brillante producción intelectual del tiempo de los Estados Guerreros había sido la causa de la anarquía reinante. Los particulares debían llevar sus libros a los funcionarios para que quemaran los prohibidos. Por sugerencia de su consejero Li Sau, fue unificada la escritura, pero fueron perseguidas con especial encono las doctrinas de Confucio, 400 de cuyos alumnos murieron quemados con los libros. La medida fue tan eficaz que de algunas obras importantes no quedó ningún ejemplar. Los libros de la biblioteca imperial, a los que naturalmente no les afectó la prohibición, se salvaron, si bien temporalmente, pues fueron destruidos el año 206 a.C. cuando la capital fue conquistada y, quemada por Xiang Yu. A la dinastía Quin sucedió, el año 207 a.C., la Han, que gobernó durante cuatro siglos en uno de los períodos más brillantes de la cultura china por el desarrollo interior y la expansión exterior. El trato hacia el libro mejoró cuando el año 191 a.C. se autorizó la posesión de libros por particulares y llegó a su mejor momento medio siglo más tarde con el bibliófilo emperador Wu Di que ordenó la creación de bibliotecas y contrató copistas para multiplicar los libros. Salieron a luz muchas viejas obras escritas en tiras de bambú, que fue preciso restaurar. El emperador, por otro lado, sólo autorizó las escuelas donde se enseñaban las doctrinas de Confucio, poniendo con ello un freno al desarrollo intelectual y reforzando el valor de la tradición. El año 10 d.C. Hsu Shen compuso el primer diccionario en el que se recogían más de 9.000 caracteres. Fue una consecuencia del gran número de lectores y bibliófilos, que también obligó a la creación de sistemas de clasificación bibliográfica. corno los creados por los bibliotecarios imperiales Liu Hsiang y su hijo Liu Hsin. En la tercera década de la era cristiana otro emperador. Cheng Di, envió a especialistas en diferentes materias por todo el país para localizar libros con destino a las bibliotecas nacionales. Posteriormente, durante la dinastía Han Oriental, se abrieron librerías, por lo que fue más fácil la adquisición de libros y la formación de bibliotecas privadas y se propició un gran momento cultural. También durante esta dinastía empezó a usarse el papel como materia escritoria, que durante bastantes años fue despreciado por parecer pobre. Una novedad importante del Período de los Estados Guerreros fue la utilización de la seda como materia escritoria, que, aunque cara, era flexible y ligera, podía doblarse y enrollarse y, era más fácil de transportar y guardar. Se cortaba al tamaño deseado y por eso los libros de seda no tienen uno fijo, dependen de la extensión del escrito. Un rollo de seda equivalía a un volumen de tiras. Los rollos de seda fueron ganando terreno con rapidez hasta terminar ocupando un lugar destacado y continuaron en este puesto durante más de seiscientos años, hasta que fueron sustituidos por los de papel, que, con cualidades similares, resultaban mucho más baratos. La utilización de la tinta y el pincel para escribir sobre seda tuvieron gran influencia en la nueva apariencia de los signos. En los años finales de la dinastía Han Oriental llegaron a utilizarse los rollos de seda en acciones rnilitares como toldos de los carros, tiendas y bolsas. Del siglo II a.C. se han encontrado en una tumba, junto a una veintena de libros, tres mapas en color dibujados en seda. El papel Según el historiador chino del siglo V Fan Ye, el invento del papel se debió a Cai Lun, que para 183

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producirlo usó cortezas de árboles, cáñamo, trapos y restos de redes de pescar al iniciarse la II centuria d.C. Otro historiador contemporáneo de Cai Lun indica que se utilizaban desechos de seda, que se machacaban en una solución líquida hasta conseguir una pasta, derramada después sobre unos bastidores de bambú, que al secarse formaba la hoja de papel. Sin embargo, modernos descubrimientos en excavaciones parecen mostrar que el papel fue usado un siglo antes, al iniciarse la era cristiana, por lo que se piensa que el mérito de Cai Lun, eunuco de la corte imperial, se redujo a aceptar y dar publicidad a un invento existente. Posteriormente para la fabricación de la pasta de papel se han usado vegetales muy variados. El papel tuvo amplio éxito y se empleó, además de para escribir, para adornar las paredes de casas y templos, para manteles, para fabricar objetos, como farolillos y sombrillas, para tarjetas, cartas y como papel moneda y papel higiénico. Consiguientemente su fabricación se extendió por las diversas provincias del imperio, lo que dio por resultado una gran variedad de tipos de papel porque fueron utilizados muy diversos ingredientes: juntos tiernos, paja de trigo y arroz, almizcle, líquenes y capullos de gusanos de seda. Se fabricó en diferentes colores (amarillo, azul, gris, etc.). Durante varios siglos los chinos siguieron utilizando las tiras de bambú y las telas de seda junto con el papel, pero al comenzar el V d.C. se prohibió la utilización de las tiras de bambú y de los listones de madera en los libros. El papel llegó a Viet Nam y Corea en el siglo III d.C., a Japón, procedente de Corea, en el V, y a la India en el VI. En Occidente no se conoció hasta el sigIo VIII, cuando en el año 751, durante la dinastía Tang, un ejercito chino fue derrotado por los árabes y algunos soldados prisioneros enseñaron a los vencedores la fabricación del papel y establecieron unos molinos en Samarcanda. El papel fue utilizado en forma de rollo, como lo había sido la seda, con hojas pegadas lateralmente, que a veces fueron impregnadas con una sustancia para darles un tono amarillento y evitar los ataques de los insectos. La altura de las hojas solía ser de 30 cms., dependiendo su longitud de la extensión del texto. La escritura se hacía en columnas que tenían entre 12 y 20 caracteres. En determinadas épocas y en los libros anotados, la tinta roja se usaba para el texto y la negra para los comentarios. También se escribieron los comentarios en caracteres más pequeños. A los rollos les daba consistencia una varilla sujeta a la primera hoja y alrededor de la cual se enrollaban, que normalmente era de madera corriente, pero que podía ser, en ejemplares lujosos pertenecientes a los emperadores y a la alta nobleza de madera de sándalo, porcelana, rnarfil, jade u oro. Una cuerda de colores sujetaba el rollo, que se guardaba en una bolsa de papel o seda, de la que colgaba una etiqueta con el título de la obra. Con una cinta era sujetos los diferentes rollos que contenía una obra. Aunque el título encabezaba las obras, al final, en el colofón se consignaban datos como la fecha, el nombre del copista y el número de rollos que formaban la obra. Los libros fueron copiados a mano en rollos desde el siglo II al X y durante la dinastía Tang (siglos VII al X) abundaron los copistas y las librerías, razón por la que se han conservados muchos de estos siglos, en los que también floreció la literatura histórica. Igualmente fueron abundantes las obras poéticas, las filosóficas, las filológicas y las de referencia, necesarias estas últimas para facilitar el acceso al creciente número de obras en circulación. Durante la dinastía Han Oriental se había iniciado la traducción de obras budistas y se escribieron otras obras sobre esta doctrina. El Tripitaca o Triple cesta, que reunía los hechos y dichos de Buda, llegó a totalizar más de cinco mil fascículos. Precisamente la traducción de las obras budistas obligó a la creación de signos fonéticos para facilitar la pronunciación de las palabras extranjeras. 184

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También fue compilada la Patrología taoísta por orden del emperador Xuan Zong, de la dinastía Tang, que llegó a alcanzar casi 400 fascículos y se llamó Conjunto de las tres colecciones que penetra en el misterio. A finales del siglo pasado se descubrieron en un monasterio budista, Dunhuang en el Noroeste, una gran cantidad de rollos pertenecientes a los siglos V al X, que arrojan luz sobre los contenidos de los escritos. Había alunos libros impresos, pero la mayoría eran manuscritos budistas, taoístas, confucianos, obras filológicas, geográficas y médicas, novelas, canciones populares, cartas, cuentas, calendarios, contratos y oráculos, escritos en varias lenguas. Algunos emperadores llegaron a formar grandes bibliotecas. Yuan Di, a mediados del siglo VI, reunió cerca de 70.000 libros, Yan- Di, a comienzos del VII, unos 90.000 y Wen Zong más de 50.000 en el siglo IX. También algunas personas privadas reunieron colecciones de varias decenas de miles de libros. Variedad de encuadernaciones A las molestias que originaba el manejo del rollo se unía la dificultad de encontrar con rapidez un párrafo determinado, problema que se acrecentó cuando se formaron los grandes diccionarios. Por ello apareció una forma de encuadernación desconocida en Occidente, la larga hoja de papel plegada, en vez de enrollada, formando una pila de hojas rectangulares, que daba al libro forma de acordeón. Apareció en el siglo IX d.C. y permitía leer una página sin desenrollar la totalidad. La primera y la última podían teñirse de color y, eran de un papel más fuerte para dar consistencia al libro. Es la llamada encuadernación sutra. Pero, para evitar que se pudiera deshacer la pila, se inventó la encuadernación Encuadernación llamada sutra, característica del libro chino, remolino consistente en pegar una hoja consistente en doblar la tira hasta formar una especie de a la primera y última de la pila, con lo acordeón. Esta primera forma fue modificada con variantes que ésta quedaba más segura. buscando la seguridad, como las llamadas encuadernaciones mariposa y remolino. Corresponde a una obra budista de la

No resultaban prácticos estos dinastía Tang formada por 211 hojas. procedimientos y fueron ideados otros, como la encuadernación llamada mariposa, porque al abrirse el libro las hojas se movían como alas de mariposas, en la que los dobleces de las hojas se pegaban y quedaban las páginas escritas enfrentadas, igual que los versos en blanco. El procedimiento duró poco tiempo, pues fue sustituido por otro en el que quedaban ocultas las páginas en blanco porque se pegaban los márgenes sin doblar. Por último, se terminó haciendo unos agujeros en las hojas por los que se metían unas tiras para sujetarlas, conforme al procedimiento indio o al de las tabletas de madera de Grecia y Roma. La impresión No se sabe con certeza cuándo se iniciaron las impresiones de textos, en las que al principio se utilizaban planchas de metal, madera, piedra y barro cocido. Aunque se da por sentado que fue durante la dinastía Tang, ésta gobernó durante un largo período de tres siglos VII al X. Advirtamos 185

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que con mucha anterioridad los chinos utilizaron la impresión, como otros pueblos primitivos, por medio de sellos. También, como hemos indicado, las copias monumentales en piedra, cuyos textos estaban libres de erratas, fueron utilizados para sacar calcos en papel. El libro impreso conservado más antiguo cuya fecha se conoce, el Sutra de Diamante, hoy en la British Library, fue encontrado en el monasterio de Dunhuang, con otros 20 impresos rnás y siete mil manuscritos. En él figura la fecha de impresión, el año 868 d.C., y consta de siete hojas pegadas, seis de texto y, la primera con un retrato de Buda rodeado de monjes. La impresión es muy buena, lo que hace suponer que el arte de imprimir tenía una larga experiencia e historia, creencia corroborada por referencias escritas, aunque no se haya conservado ninguno anterior fechado. La técnica de la impresión de textos surgió para atender a la gran dernanda que había de algunas obras como calendarios, obras de adivinación, portentos y sueños. También porque a los budistas les interesaba multiplicar y, difundir ampliamente sus escritos religiosos. En cambio, los intelectuales no se sintieron atraídos, en los primeros tiempos, por el nuevo procedimiento y, por ejemplo, las obras de Confucio no se imprimieron hasta principios del siglo X. Por contra, hubo poetas que prefirieron dibujar y grabar sus poemas. La impresión mediante planchas facilitó la inclusión de ilustraciones junto al texto. La forma corriente de presentación fue colocar la ilustración en la parte superior y el texto en la inferior. La ilustración, aparte de su valor decorativo, tenía como finalidad atraer al lector y, ayudarle a desentrañar el texto, especialmente a las personas que conocían pocos signos, y favorecieron la existencia de una literatura popular. Los libros literarios contenían descripciones gráficas de lo narrado; los científicos, de los objetos, animales y plantas de los que se trataba; los militares, de fortificaciones, mapas y armas. La ilustración, que había ganado atractivo con la impresión en varios colores, desarrollada a partir del siglo XIV, fue extremadamente brillante en el siglo XVIII, durante la dinastía Ming, en cuyo tiempo vivieron excelentes artistas y se produjeron algunas obras de entretenimiento con más de 200 grabados y otras con hasta cinco colores. La tipografía El uso de tipos sueltos o tipografía fue inventado por un trabajador, Bi Sheng, en el siglo XI. Consistía en grabar en pequeños pedazos de arcilla los caracteres separadamente, endurecerlos en el horno, llevarlos a una plancha de hierro sobre la cual se había derramado una mezcla de resina, cera y cenizas, colocarlos dentro de un recuadro, la forma de hierro, al aIisarlos para que mantuvieran la misma altura y acunarlos para que no se movieran. Terminada la impresión, los tipos, que podían volver a usarse, eran devueltos a sus almacenes. La tipografía no pudo desplazar a las planchas grabadas, cuyo uso estaba muy generalizado, por que resultaba muy lenta la composición por ser numerosos los caracteres, aparte de no existir una gran demanda de libros y ser escasa su difusión por el poco número de los capaces de leer. Se fue perfeccionando mediante el empleo de tipos de estaño, que presentaron dificultades porque no recibían la tinta bien y se deterioraban con facilidad. Mejor resultado dieron los tipos grabados en madera, creados por Wang Zhen en el siglo XIV, que se obtenían grabando una serie en una plancha, separándolos después con una sierra y puliéndolos para dejarlos del mismo tamaño y altura. Wang Zhen escribió un libro explicando su invento, que fue perfeccionado con unas mesas circulares que permitían localizar con rapidez los caracteres. En tiempos de la dinastía Mino, (siglos XIV al XVII), a causa del crecimiento de la demanda de libros, se generalizó el empleo de tipos sueltos, para los que se utilizó el cobre. 186

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Por otro lado, en el siglo XIII la técnica de tipos sueltos pasó a Corea, desde donde se dio a conocer en Japón en el siglo XVI. Es posible que Gutenberg tuviera noticia de este invento. De todas formas, la tipografía europea tuvo un gran éxito y se difundió con gran velocidad porque los caracteres eran pocos, las letras del alfabeto, más, al principio, algunas abreviaturas. La revolución en la tipografía y en la impresión chinas se produjo en el siglo XIX cuando llegó la técnica europea, introducida por los misioneros. Hoy su producción anual alcanza los 40.000 títulos. Japón Los japoneses, alejados del mundo y separados por el mar del continente Euroasiático, tardaron mucho en poseer una escritura y un libro propios, líbrándose de los tanteos de otros pueblos. A través de Corea, en el siglo IV o V d.C. tuvieron las primeras noticias de la escritura y del libro chinos, que estaba ya bastante desarrollado y se escribía sobre papel con tinta. En el período Nara, siglo VIII, se produjeron tres acontecimientos importantes referentes al libro japonés: la aparición del papel y la tinta, la confección de las primeras obras japonesas y el comienzo de la xilografía, utilización de planchas de madera para la impresión. Parece ser que la escritura y la literatura chinas llegaron a Japón a través de Corea al inicio del siglo V d.C. En la introducción de la escritura y el libro les cabe una participación muy importante a los misioneros budistas, que, a partir del siglo VI, introdujeron, con su doctrina, los textos religiosos e incitaron a los japoneses primero a aprender chino para entenderlos y luego a la creación de la escritura y de los primeros textos japoneses, allá por el siglo VII, según los testimonios conservados más antiguos. La escritura japonesa, que adquirió su forma definitiva en el siglo XII, se deriva de los signos fonéticos chinos, pues éstos, por ser tan diferentes las lenguas, no servían para el japonés. Los monasterios, donde los monjes se entregaban a la labor de copia, fueron factores decisivos en la difusión de las ideas a través de la palabra escrita. Los libros japoneses más antiguos de los que se tienen noticias son del siglo VIII d.C. En la introducción de la técnica xilográfica fue importante la decisión, obedeciendo a un voto, de la emperatriz Sotoku de imprirnir un millón de textos budistas en caracteres chinos que repartió entre los principales monasterios del país dentro de una pequeña pagoda de madera. Algunos de estos textos han pervivido hasta nuestros días y son los más antiguos impresos de todo el mundo. Se trata de un conjunto de oraciones mágicas, que los fieles deben repetir con frecuencia como un acto piadoso. La impresión xilográfica, por otra parte, fue prácticarnente un monopolio de los monasterios budistas, pues resultaba muy cara y poco rentable. Sólo podían realizarla los ricos monasterios.

Reproducción de una de las pagodas repartidas por la emperatriz Sotoku en agradecimiento por haber sido sofocada una rebelión. En elinterior iba el texto impreso de un darani, conjunto de oraciones y amuletos budistas, que aquí se muestran extendidas.

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Quedan algunos restos primitivos del empleo de tiras de bambú. Sin embargo, la forma material del libro japonés fue el rollo de papel, plegado con las diferentes maneras usadas por los chinos aunque al final terminaron cosiendo las hojas por un lado y crearon el códice, de forma parecida a los occidentales.

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A pesar del uso profuso de la xilografía no se interrumpió la producción de manuscritos, por los que los directivos de la sociedad japonesa, emperadores, nobles y monjes sintieron una gran atracción. En el siglo VIII los emperadores crearon un escritorio en la corte, del que salieron lujosos manuscritos en bellos papeles escritos, a veces, con caracteres de oro y plata en papel púrpura. La nobleza, por su parte, encargó bellos y ricos manuscritos para ofrecérselos a los monasterios. Tiempo dorado para los manuscritos fue el período Heian (siglos VIII al XII) cuando salieron del escritorio imperial las antologías poéticas waka y se copiaron los textos esotéricos budistas así como los clásicos chinos.

Antología poética impresa en Edo (Tokyo) en 1703, en la que aparece el texto, en cursiva colocado enla parte superior, encima del retrato de la poetisa, sentada y vuelta de espaldas, con un gato dormitando delante de ella para dar un aire más familiar a la escena.

La tipografía llegó a finales del siglo XVI y fue introducida por los jesuitas en Amakusa y Nagasaki para difundir sus ideas religiosas, pero el éxito fue limitado y temporal porque los textos japoneses estaban escritos con caracteres romanos. Mayor importancia y trascendencia tuvo la tipografía china traída de Corea por los generales que tomaron parte en una expedición militar. El primer libro tipográfico, del que no se conserva ningún ejemplar, fue Kobun Kokyo, impreso por orden del emperador en 1593.

Escasamente medio siglo duró el interés por la tipografía pues la urbanización y la extensión de la enseñanza crearon una gran demanda de lectura a la que se podía atender mejor, por ser más rentable, con la impresión por medio de planchas de madera. Fueron muchos los editores privados, más de mil entre 1600 y 1867 con talleres en Kyoto, Tokyo y Oasaka, que llegaron a publicar entre los sglos XVI y XVII varios cientos de miles de títulos, cantidad superior a la de muchos países europeos. Entre las obras de más demanda se encontraban las de filosofía, educativas y narraciones, los clásicos chinos y tratados morales. La historia de la tipografía tradicional empezó a decaer cuando en 1850 se estableció la primera imprenta occidental en Tokyo. Desde entonces, por su enorme desarrollo económico y educativo, no ha dejado de crecer la producción de impresos hasta el extremo de que en la actualidad Japón ocupa uno de los primeros puestos mundiales por el número de ejemplares y títulos, tanto de libros, 45.000 anuales, como de publicaciones periódicas. India Aunque la tradición sostiene que las obras de Buda estaban escritas cuando murió (siglo VI a.C), la verdad es que durante muchos siglos su transmisión se realizó de forma oral porque no se había desarrollado la escritura, que fue conocida en el territorio de la India 2.500 a.C., en MohenjoDaro, Valle del Indo, en Pakistán actual y por los signos y restos arqueológicos se supone que los habitantes de estas tierras debieron de tener una civilización semejante a la de los sumerios. Pero desapareció sin dejar más huella que unos restos arqueológicos. Cuando los arios llegaron a la India a mediados del segundo milenio a.C. no conocían la escritura y la transmisión de sus himnos religiosos se realizaba de forma oral, en su lengua, el sánscrito. Los brahmanes, sacerdotes pertenecientes a la casta superior y los únicos que conocían la literatura no querían escribirla ante el temor de que la conocieran personas indignas, e incluso estaba prohibida la recitación de un simple fragmento ante gentes de clase inferior. 188

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El hinduismo, la religión traida por los arios, descansa en los Vedas (Saber), que comprenden Rigveda, Samaveda, Yayurveda y Atharvaveda, a los que se añaden, entre otros textos los Bramanas, Sutras y Vedantas, el final de los Vedas o Upanishads. Hay dos obras muy importantes para la cultura hindú, que al parecer datan del siglo V a. C., el Mahabarata, largísimo poema de 1000.000 versos, fruto de sucesivas ampliaciones, que se atribuye a Vyasa, y el RamaYana, de tamaño más reducido, una cuarta parte, que cuenta las aventuras de Rama, encarnación de Visnú, y cuyo autor parece ser Valkimi y, por ello, es considerado el primer poeta de la India. En el siglo VI a.C. aparecen el budismo y el jainismo, movimiento este último que tuvo sólo un desarrollo local frente al universal del budismo, muy interesado en difundir sus ideas orientadas a la salvación personal, que dependía de los esfuerzos del individuo. Buda no escribió nada, pero sus hechos y dichos fueron recogidos por sus discípulos en el Tripitaca o Triple cesta, escrito en pali, lengua literaria parecida al sánscrito que tuvo una función siinilar a la del latín en la Edad Media. Además, la doctrina dio origen a gran cantidad de obras, desde simples oraciones a rneditaciones. Las varias escrituras inclias derivan de la llamada brahmi, cuyos primeros testimonios datan del reinado de Asoka (274-237 a.C.) y corresponden a los edictos que mandó grabar en rocas. La derivación más extendida es la devanagari utilizada para el sánscrito y el hindú. Para escribir utilizaron hojas de palmera, el material más característico, cuya preparación era laboriosa. Aunque se podía escribir directamente en ellas, para conseguir una mayor duración se reparaban metiéndolas en agua o en leche y luego secándolas. El rniedo a rasgarlas obligó a un escritura redondeada. También usaron otros soportes, como la corteza de abedul, en trozos de unos diez centímetros, que preparaban untándolos con aceite y puliéndolos. Igualmente, telas, metales, el cobre principalmente, y en ocasiones el oro y la plata. Sólo los reyes emplearon la seda, pero estuvo generalizado el uso del algodón, que se preparaba dándole una pasta de polvo de arroz o trigo y alisándolo después. Los hindúes no usaron las pieles por respeto a los animales, ni siquiera la arcilla, salvo para breves inscripciones. Tampoco gozó de su predilección la triadera. Para documentos oficiales o donaciones reales, se utilizó el cobre, en el que se grababa el texto con un martillo. El anillo que sujetaba las hojas podía llevar el nombre del donador. El papel llegó a la India con los musulmanes y para la literatura religiosa nunca alcanzo el prestigio de los libros de hojas de palmera y de corteza de abedules. Sentados en el suelo, para escribir apoyaban la materia escritoria en la rodilla derecha, flexionada y levantada y empleaban un pincel o plumas de caña o bambú. La tinta utilizada para las cortezas y las telas, era de dos clases, una lavable y la otra duradera. Se destacaban algunas palabras con tintas de color, roja, verde y amarilla, normalmente. Algunos manuscritos muy valiosos fueron escritos con letras de oro y plata. Los trozos de tela u hojas podían enegrecerse con una preparación especial para escribir con tiza. El rollo clásico, con hojas pegadas lateralmente y enrolladas, dejó paso al conjunto de varias hojas de palma provistas de un agujero en la parte inferior por donde se pasaba un cordón o un anillo para sujetarlas, lo que daba al conjunto forma de abanico. A veces, cuando las hojas eran muy largas, eran dos los agujeros atravesados por sendas cuerdas. Este tipo de manuscrito fue el más representativo de la cultura de la India y va unido a la extensión de su influencia por Asia, al Norte y al Sudeste. Al deteriorarse las hojas con facilidad, su copia se consideró un deber religioso y algunos monasterios tenían bosques de palmeras en su entorno para disponer de hojas. Precisamente por necesitar buenas condiciones climáticas para su conservación, los más 189

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antiguos se han encontrado fuera de la India. Empiezan a ser abundantes a partir del siglo XIII, pero la mayoría son posteriores al XIV. Al conjunto de las hojas se le añadían las tapas protectoras, al principio y al final normalmente de madera pintada de color y decorada con dibujos. También podían ir lacadas sobre rnaderas ricas, e incluso ser de metal o marfil, y adornadas con rubíes, piedras preciosas o filigrana de plata. Los musulinanes que no tenían recelos religiosos sobre los animales, utilizaron las pieles, labradas, en la encuadernación.

Muestra de un libro escrito en hojas de palmera, con las tapas de madera y un orificio en la parte baja para pasar elcordón que sostiene las hojas. Corresponde a un manuscrito del siglo XVIII que contiene un episodio del Mahabarata.

En las bibliotecas de los jaínos, cuyos adeptos eran generosos en donativos con sus templos, los libros se metían en bolsas de tela y luego en cajas metálicas para liberarlos de las hormigas. Sentían adoración por algunos libros valiosos que exponían al público con este objeto. En sus bibliotecas voluminosas contaban además con escribas y copistas, monjes y brahmanes o personas laicas para la pronta reposición de los perecederos libros.

En Bengala, durante los siglos VIII al XII, los budistas bajo el dominio de la dinastía Pala crearon un arte decorativo que se extendió por otras tierras asiáticas porque a sus famosos monasterios acudían estudiantes y peregrinos de los lugares más lejanos, que volvían a su casa con manuscritos que habían copiado. La ilustración, que guarda relación con la escultura, es de pequeñas dimensiones por la estrechez de la hoja de palma, e incluso cuando se utilizaron las hojas de papel, perduró la costumbre de las ilustraciones pequeñas, cuyo dibujo se rellenaba posteriormente de colores vivos. Llegó a tener tanta importancia que no sólo se ilustraron los textos con escenas referentes a su contenido, sino que llegó a haber libros ilustrados sin texto o con muy poco texto. Desde la más remota antiguedad, a la India, por su posición geográfica central entre lor lejanos Oriente y Occidente, le ha correrpondido un papel de puente y ha mantenido relaciones más o menos continuas con las civilizaciones occidentales, como Egipto, a través del comercio marítimo y porteriormente con Roma por medio de caravanas, aunque su influencia religiosa y cultural la ha ejercido principalmente hacia el Norte, Asia Central, y hacia Oriente: China, Japón, Indochina, Birmania y Malasia a

Tapas de madera dibujadas y coloreadas, de un libro escrito en hojas de palmera. Corresponden a un manuscrito cingalés del siglo XVIII. Puede advertirse que son dos los agujeros y las cuerdas que mantienen unidas las hojas.

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las que exportó, con sus textos, la religión budista, propagada por comerciantes y monjes misioneros. También extendieron hacia el Este el Islam y no tanto el hinduismo, que tenía dificultades de adaptación a otras culturas. Uno de los primeros territorios a los que llegó el budismo, por la acción del hijo de Asoka, Mahendra, fue la isla de Ceylán, cuyos monjes tuvieron en gran estima los manuscritos. En los monasterios, que terminaron siendo un centro de irradiación cultural y religiosa hacia el Este, había un lugar para la biblioteca, donde los monjes se aplicaban a la copia de manuscritos, que exportaban incluso al Sur de la India, y enseñaban a escribir a los jóvenes discípulos. La secta budista que dominaba en la isla, hinayan, se oponía a la representación gráfica o escultórica de Buda y en sus manuscritos religiosos no aparece ninguna ilustración figurada, aunque se ornaron algunos laicos. Los birmanos creen que el budismo llegó a su tierra por Asoka, pero parece que fue en tiempos posteriores. Usaron en sus escritos religiosos, jurídicos, históricos y administrativos, materiales preciosos, como el oro y el marfil para trabajos cortesanos, aunque se imponen como materia escritoría las hojas de palma. La escritura tiende a perder su simple papel utilitario para convertirse en un elemento decorativo. Los libros se decoran y sus cubiertas se lacan. En el extrerno sudoriental de Asia se siente la alegría de vivir, que se refleja en la rica decoración del libro, en cuyas ilustraciones pueden aparecer escenas eróticas. A estas tierras llega la influencia china, y por ello no es raro encontrar libros escritos en seda y encuadernados en forma de acordeón. Naturalmente, a donde llegaron los musulmanes, la escritura se hacía en papel y en árabe. En cambio, los misioneros cristianos, para captar conversos, tradujeron fragmentos de la Biblia a las lenguas nativas y los publicaron en las diversas escrituras.

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 121-133.

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Los comienzos del libro griego La escritura y el libro minoicos Hasta el inicio del II milenio los escasos habitantes de la isla de Creta vivían en cuevas de las montañas, pero a partir de este tiempo se advierte en los restos arqueológicos, un crecimiento de la población y, de la riqueza, que dan origen a una brillante civIlización llamada minoica por el mítico rey Minos que gobernaba desde un gran palacio, el Laberinto o palacio de la doble hacha, labrys, en el que estaba encerrado el Minotauro o toro de Minos. La riqueza que permitió el desarrollo de esta civilización no se originó, como en Mesopotamia y en Egipto, por el notable incremento de la producción agraria a que dieron lugar la construcción de canales y, la generalización del regadío, pues los cretenses no dispusieron de recursos hidráulicos semejantes a los que proporcionaron el Nilo o el Éufrates y el Tigris. Puede que la causa esté en un cambio social, plasmado en el nacimiento de una insiitución, centralizadora de la riqueza, cuya residencia era el palacio, sin que sea posible saber si fue una monarquía o un colegio sacerdotal. Esta institución controlaría la producción, recogiéndola y distribuyéndola, y canalizaría los excedentes, principalmente lana (había rebaños de ovejas en la isla, según ha podido saberse tras la lectura de las tabletas), pero también de aceite, vino y trigo, hacia la exportación marítima a Egipto y a las ciudades cananeas en primer lugar y, después, a las islas del Egeo y, a Anatolia. El comercio marítimo, que no se limitó a la venta de productos propios (llevaría, además, los productos egipcios a Asia y los de ésta a Egipto), favoreció el desarrollo de una industria artesana (ceramica y joyas), que vino a convertirse en otra fuente de prosperidad. Quizá a este gran desarrollo del comercio marítimo y al hecho de que los navegantes minoicos se hicieran presentes en todos los lugares del Mediterráneo oriental se debe la idea de la talasocracia o imperio marítimo cretense, de la que habla Tucídides, y que habría que entender no como un dominio militar, sino simplemente como una hegemonía comercial. En efecto, los minoicos fueron un pueblo pacífico. Los palacios no estaban fortificados (o las defensas eran tan endebles que no han dejado rastro), en las representaciones no aparecen escenas bélicas y en las tumbas son raras las armas. La prosperidad económica y la existencia de un órgano centralizador de la riqueza condujeron a la adopción de la escritura por la ineludible necesidad de contabilizar los bienes. Los cretenses conocían los sistemas egipcio y mesopotámico de escritura. Pudieron, en consecuencia, adoptar cualquiera de ellos, especialmente el segundo que, por sus facilidades demostradas de adaptación a diversas lenguas, había sido aceptado por varios pueblos con las modificaciones convenientes. Sin embargo, prefirieron crear unos sistemas propios, probablemente por la singularidad de su cultura y de su estructura so195

Los cretenses crearon varios sistemas de escritura, que Arthur Evans, su primer estudioso, clasificó en jeroglífica y lineal, y subdividió a ambas en A y B. Los cuatro fueron usados sucesivamente en la primera mitad del segundo milenio. Sólo ha podido ser descifrado el sistema lineal B, el último en aparecer. En la parte superior, un ejemplo de la escritura jeroglífica A; en la inferior, otro de la lineal A.

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cial, originada y reforzada por el carácter insular. Tomaron el soporte material, la arcilla, de los mesopotámicos; pero aquí acabó el préstamo, pues la escritura cretense no evolucionó a la cunciforme. Antes de la aparición de la escritura propiamente dicha los minoicos usaron sellos, grabados en esteatita primero, y después en marfil, ya en el III milenio. Arthur Evans, el descubridor de la civilización minoica, clasificó en dos grupos los diversos signos de escritura que aparecieron en las excavaciones de Creta, jeroglíficos y lineales, atendiendo a su aspecto exterior, puesto que nunca pudo descifrarlos, y los subdividió, a su vez, en dos subgrupos, de acuerdo con su antigüedad y su forma, a los que denominó simplemente A y B. Ha aparecido, además, otro sistema de escritura, el utilizado en el disco encontrado en Festos, si bien todo parece indicar que no corresponde a una escritura cretense y, que se trata de un objeto procedente de otras tierras. Ninguno de los sistemas de escritura, a excepción del denominado lineal B, ha sido Disco de archilla, de 15 centímetros descifrado. de diámetro, enconstrado en el palacio de Festos. Las inscripciones en espiral que figuran en las dos caras han sido impresas con sellos individuales y no se han podido descifradar. Probablemente el disco procede de un lugar fuera de la isla.

Aunque no haya llegado hasta nosotros ningún texto religioso, poético, histórico, narrativo o de carácter sapiencial o científico, podemos imaginarnos la existencia de una literatura cretense oral compuesta de mitos, alabanzas religiosas, narraciones exóticas y sabiduría popular o superior, mantenida viva al correr de los años por los funcionarios del palacio e incluso por los atrevidos navegantes. Pensar lo contrario por la carencia de textos sería absurdo. Los cretenses mantuvieron relaciones constantes con otros pueblos de la Antigüedad que contaron con una amplia literatura y no iban a ser ellos una excepción. Las escenas pintadas que aparecen en las paredes de los palacios muy bien pudieran ser, algunas al menos, ilustraciones de leyendas, como lo fueron después en Grecia, en vez de copias de espectáculos reales. Por otro lado, se hace difícil de comprender que fueran mudas las solemnes procesiones y lo natural es que en ellas resonaran cánticos y acordes de instrumentos musicales, y que los espectáculos para los que se congregaban los cretenses no se limitaran a juegos y ejercicios atléticos. Pudo haber misterios religiosos, como en Egipto, pero con más seguridad debió de haber cánticos en honor de los dioses con motivo de solemnes festividades, como las había en Babilonia y en la Tebas egipcia. Es natural que existiera una literatura narrativa, en la que las aventuras marineras y las escenas exóticas y fantásticas ocuparan un lugar central.

Es muy probable que las escenas que aparecen en los muros de los palacios cretenses no reflejen escenas reales, sino leyendas míticas, como esta tauromaquia, en la que el toro puede representar la fuerza del mar de la que se libran con maña los valientes navegantes.

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y es probable que algunos de sus temas hayan perdurado en la Odisea. Algunas narraciones serían originales, pero las más serían adaptación de historias y leyendas de Mesopotamia, Egipto y las ciudades cananeas, que las gentes del mar conocerían y gustarían de transmitir. Lo que es dudoso es si esta literatura llegó a Evolución de la escritura cretense desde la jeroglífica o ser escrita, Posibilidades de que se pictográfica a la lineal. escribiera hubo. Pudieron escríbirla con tinta sobre papiro, pieles o madera, procedimiento que debió de estar bastante extendido y cuya desaparición es explicable por la fragilidad de los materiales. Pero también pudo suceder que no llegara a escribirse y que la literatura cretense se mantuviera en el período oral. Hay que tener en cuenta que la duración de la civilización cretense fue corta y la transcripción de las obras literarias se produce siempre bastante tiempo después de la aparición de la escritura. El mundo micénico Los aqueos La Grecia del II milenio, anteriormente envuelta en mitos y leyendas, ha entrado recientemente en el campo de la historia gracias a la fe y a la ilusión de Heinrich Schliemann, que excavó Troya. Micenas y Tirinto en los años setenta del siglo pasado, descubriendo tesoros que maravillaron al mundo y restos arqueológicos que confirmaron la realidad histórica de Troya y la existencia de la civización reflejada en la Iliada y la Odisea, y a la que se denomina micénica por la importancia que tuvo en ella esta ciudad situada en el Peloponeso. Había sido su artífice un pueblo indoeuropeo, el denominado aqueo por Homero. Con gran rapidez, estas gentes asimilan a su fuerte organización, guerrera y patriarcal, elementos de la rica civilización cretense: la navegación, la escritura, el arte, la técnica artesanal y probablemente elementos religiosos y míticos. Conquistaron Creta y, primero como piratas y después como comerciantes, se adueñaron del Egeo y de sus islas, y se establecieron en puertos de la costa de Anatolia, de Chipre, de Sirla e incluso del Mediterráneo central, Sicilia e Italia, consolidando y ampliando la hegemonía marinera de los minoicos. Modificaron los sistemas de escritura de la isla y trasformaron el llamado lineal A en el B, que ha podido ser descifrado. El desciframiento de la escritura lineal B chocó con grandes dificultades, e incluso se mostraba insoluble porque no aparecía ninguna inscripción bilingüe, hasta que el arquitecto inglés Michael Ventris lo logró aplicando la técnica criptográfica, lo que le llevó a la conclusión de que las tabletas estaban escritas en un griego arcaico, como tenía que serlo el de quinientos años antes de Homero, y de difícil lectura por esta razón y por el sistema silábico imperfecto empleado, que constaba de 87 signos diferentes, de 16 de los cuales no pudo hallar el valor fonético. Los 61 restantes representaban vocales (seis) y sílabas. El sistema intercalaba una vocal entre dos consonantes seguidas, suprimía alguna de éstas (por ejemplo, la s- inicial seguida de consonante, o -n, -r y -s finales, y transcribía varias por un mismo signo: r = r y 1; k = k, kh y g; p =p, ph y b; t = t y th. La literatura micénica Las pruebas de la literatura micénica son más convincentes que las de la literatura minoica, aunque no sean palpables dado su carácter oral. Nuestra fuente sobre ella son la Iliada y la 197

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Odisea, especialmente esta última. Ambas, en una medida difícil de precisar proceden de la literatura micénica, conservada y divulgada por unos cantores, los aedos, para entretenimiento de las clases superiores. Su función social era importante, pues sus cantos tenían un doble carácter: educativo e informativo. Servían para mantener vivo y reforzar el sentimiento común, ensalzando las hazañas de los héroes, describiendo las acciones de los dioses y enalteciendo los valores morales, Eran heraldos de las noticias más recientes y como archivos de tradiciones podían improvisar sobre un asunto solicitado por cualquiera de los asistentes. Esto supone un gran repertorio de temas variados, un sistema sencillo de composición, como lo es el verso suelto, y una técnica a base de frases hechas o fórmulas, que se pueden aplicar a cualquier descripción, En la Odisea se describen con detalle la actuación de los aedos Demódoco en la corte de Alcinoo, rey de los feacios, y la de Femio en la de Itaca. La literatura narrativa micénica cantaba las acciones de los dioses o de hombres famosos, bien por las hazañas que habían llevado a cabo, bien porque los efectos de las pasiones o de los caprichos de los dioses sobre sus vidas les habían arrastrado a la tragedia o al infortunio, a pesar de las advertencias de buenos y, prudentes consejeros. Estos temas pueden ser creación de los aqueos. pues están en línea con su espíritu bélico y su estado de desarrollo social. Estatua de marmol representando a una citarista, a uno de los aedos que con sus recitaciones entretenía a las cortes micénicas.

En cambio, las narraciones marineras y exóticas que aparecen en la Odisea debieron de ser una aportación de los egeos, que, o bien las crearían ellos, o bien las tomarían de los vecinos con los que mantuvieron contacto a través del mar. También pueden deberse a los egeos las aventuras poco edificantes de los dioses, algunas de las cuales traslucen un tratamiento humorístico que sólo puede surgir en personas que no tienen fe en unos dioses que no eran los suyos, sino los de sus bárbaros amos. A este espíritu egeo puede obedecer también la concepción negativa del jefe supremo. Agamenón, como soberbio mezquino, inferior en el campo de batalla y en la prudencia a otros reyes que peleaban a sus órdenes y que en ocasiones exteriorizan su desprecio hacia él. Los escribas y el material escritorio No parece que existieran otros tipos de literatura, por ejemplo, religiosa, jurídica o científica, al menos, su estado no pasaría de ser elemental, porque no han quedado restos o alusiones, debido quizá a que no hubo un colegio o casta de escribas a los que se debe su creación en otros países, como Egipto, Mesopotamia, Imperio Hitita o ciudades cananeas.

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El arqueólogo norteamericano Carl Blegen descubrió (1923) en Pilos unas seiscientas tabletas y después cuatrocientas más, correspondientes a la escritura lineal B, mostrando así que este sistema no fue exclusivo de la isla de Creta, sino que estuvo generalizado en el continente.

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En realidad, no sabemos nada ni de la formación ni de la situación social de los escribas micénicos, aunque, al parecer, no les correspondió el poder político y religioso ni tuvieron la formación literaria de los escribas de esos otros pueblos. Quiza fueron simples amanuenses, contables de los bienes del palacio o públicos. Por lo que se refiere a las características de las tabletas, diremos que su tamaño mayor suele ser de 25 por 12,5 centímetros, las hay alargadas, como barras, y hay sellos y rótulos de pequeñas dimensiones. En general, son planas y de color gris. Algunas aparecen en color rojo, pero este tono se debe al proceso de oxidación que sufrieron durante el incendio de los edificios donde se guardaban. Ni los cretenses ni los micénicos las cocieron, Iimitándose a ponerlas al sol para endurecerlas. Este hecho puede explicarse porque no había peligro probable de inundación, lo que suponía la pérdida de las tabletas, ni necesidad de que duraran mucho tiempo, pues cuando perdía valor su contenido, probablemente en el plazo de un año, eran disueltas en agua para volver a utilizar la arcilla en nuevas tabletas. Es casi seguro que los escribas utilizaron otro material escritorio, probablemente papiro, procedente de Egipto, y, con más seguridad, pieles que podían obtener sin recurrir a la importación. La creencia se funda en las formas de los signos, más propias para ser dibujadas con tinta que para ser grabadas en barro.

Las tabletas de arcilla utilizadas por los micénicos tienen, a veces, forma alargada.

Las tabletas eran guardadas en arcas de madera o en cestas de mimbre. Un sencillo rótulo de arcilla daba razón del contenido de los documentos guardados en el recipiente. Precisamente la marca de los mimbres en los rótulos ha llevado a la conclusión de que se guardaban en cestas como la aparición de bisagras junto a las tabletas ha hecho pensar en las arcas de madera. Las tabletas no están firmadas y no se han descubierto, ni quizá se descubran, los nombres o los cargos de ningún escriba, hecho que contrasta con lo sucedido en otros pueblos que usaron la arcilla como materia escritoria. Las tabletas se utilizaron para registrar servicios y entregas de tributos y mercancías. No parece que la escritura fuera utilizada con otra finalidad, pues se hace difícil de comprender que, si hubiera tenido algún grado de difusión, no hubieran sentido los jefes micénicos la tentación de eternizar sus nombres en lápidas sepulcrales y en las Piedras de los monumentales palacios y fortalezas, cuando fueron tan amantes de la gloria personal y se sentían orgullosos de sus ilustres antepasados. El hecho de estar limitada la función del escriba a la mera labor contable puede ser una buena explicación del olvido aparente en que cayó la escritura cuando las cortes aqueas desaparecieron . y cambiaron las estructuras sociales, especialmente las económicas. Pero no hay ninguna seguridad de que la lineal B desapareciera del todo. El alfabeto Los siglos oscuros El gran movimiento de pueblos que se produjo en los Balcanes y en el Próximo Oriente a finales del siglo XIII fue la causa del hundimiento de la cultura micénica, como lo fue también de la 199

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destrucción del Imperio Hitita y de algunas florecientes Ciudades cananeas. Se inicia en Grecia la Edad de Hierro, en la que aparecen estados cuya organización Política ya no descansa en la casta como única interlocutora del poder constituido, sino en la persona particular. Los dioses se humanizan, y si al individuo se le sigue exigiendo la entrega generosa de su esfuerzo e incluso de su vida, ya no es en nombre de ellos, sino en el de los otros seres humanos que conviven con él en la polis o en la urbs. Dos causas explican este viraje en la historia de la humanidad y el papel de protagonistas que les corresponde en él a los griegos. Por un lado, la situación excéntrica, dentro de las culturas importantes de la Edad del Bronce, de la minoica y, de su sucesora la micénica. Por otro lado, la llegada a Grecia, y su establecimiento en ella en una época de crisis política, de nuevas gentes indoeuropeas con una organización social muy diferente, característica de los pueblos seminómadas y en la que no está ahorcado el individualismo. Hay una primera época, llamada Siglos Oscuros por su carencia de noticias históricas, que abarca unos cuatrocientos años y que termina en el siglo VIII. Los restos arqueológicos reflejan una sociedad pobre, que ni reedifica ni construye grandes palacios o fuertes murallas. Sin embargo, el Egeo se convierte en un Mediterráneo griego, porque diversos grupos emigraron, alrededor del año 1000. desde la península a las costas de Asia Menor, donde, aprovechando promontorios próximos a fértiles valles, formaron pequeños núcleos de población. Estos asentamientos terminan agrupándose en tres grandes regiones, cuyos habitantes se denominan eolios, jonios y dorios, conforme al dialecto hablado. Los primeros ocupan la costa norte; los segundos, el centro; y los terceros, la parte sur. En estos siglos se fijan los dialectos, que no impiden la comprensión entre sus hablantes: en ellos se elaboran los mitos comunes y la religión compartida igualmente por todos; en ellos se origina la fragmentación política, en pequeñas unidades rurales que van a dar origen a la polis, la ciudad o pequeño estado griego; en ellos, por último, nace, a pesar de la pluralidad de estados, un sentimiento de comunidad supranacional, que hace a los griegos, ya moren en Europa, en Asia o en las islas, distilitos de los otros pueblos, los bárbaros, que hablaban otra lengua, tenían otra religión, otras actitudes ante la vida y valores diferentes. Ya no se consideran aqueos, argivos o dánaos, nombres que recibieron en los poemas homéricos los combatientes en Troya y que tan ligados están a una pequeña región; el Peloponeso. Ahora se llaman a sí mismos panhelenos, al principio, y después simplemente helenos. El nombre de griegos, como es sabido. es el apelativo latino, graeci, derivado del de un pequene pueblo, los graes, con el que tempranamente entraron en contacto los romanos. Origen del alfabeto Durante mucho tiempo se pensó que la lengua griega no había sido escrita antes de la invención del alfabeto. Todo obedecía a la falta de restos de escritura anteriores y de la afirmación de Herodoto (V, 58) de que los fenicios que vinieron con Cadmo y se establecieron en Tebas (Beocia) enseñaron a los griegos, entre otras cosas, las letras, que por eso se llaman con justicia fenicias. Y. sin embargo, Heródoto debió de conocer otra teoría como lo demuestra el que su afirmación va limitada por un «a mi parecer». En efecto, algunos escritores milesios, como Anaximandro, Dionisio y Hecateo, dijeron que, antes de Cadmo, Dánao trajo las letras desde Egipto a la Argólida, e incluso algunos cretenses (por ejemplo, Dosiadas de Creta, amigo de Teórcrito) sostuvieron que su isla fue el lugar donde por primera vez se había empleado la escritura. Resulta, a la luz de los conocimientos actuales, que los milesios y los cretenses, cuyas afirmaciones 200

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sobre el origen de la escritura griega tenían por quiméricas, se basaban en unos hechos reales, pues, en el Peloponeso, del que la Argólida es una parte, y en la isla de Creta se han encontrado tabletas escritas en griego, según hemos dicho. Bien es verdad que no se puede llamar egipcio a ninguno de los sistemas de escritura cretense, pero nadie puede negar que sus creadores intentaran imitar la escritura egipcia. En último caso, cabe la confusión entre ambos, pues se basaban en el empleo de ideogramas y fonogramas. El origen semítico del alfabeto es evidente por el nombre, la forma, la ordenación y el valor numérico de las letras. pues, aunque aparezcan algunos casos de difícil explicación hay una abrumadora mayoría de concordancias. El nombre de las letras no tiene ninguna significación en griego; en cambio, la tenía en las lenguas semíticas, si bien solo conocemos con seguridad el de algunas y suponemos el de otras: aleph «buey»; beth, «casa»: daleth, «tablero», kapli, «palma de la mano», mem, «agua»: pe, «boca»; resh, «cabeza». etc. Se puede suponer que el autor del alfabeto debió de ser un escriba griego que mantuvo contactos con los fenicios por motivos comerciales y quizá residió en la propia Fenicia. Pudo conocer, además de la lengua fenicia y su alifato, un sistema silábico, como el micénico, en el que se valoraban los sonidos vocálicos.

La más antigua inscripción griega. Figura en un vaso encontrado en Atenas y corresponde a los últimos años del siglo VIII.

Inscripción de la llamada Copa de Néstor (c. 700) encontrada en las islas Pitecusas, cerca de Cumas.

Inscripción en una vasija encontrada en Monte Himeto (finales del siglo VIII o principios del VII)

Ostraca procedentes de Corinto.

Es imposible precisar el lugar donde se concibió el alfabeto y la ciudad griega donde por primera vez se usó, pero no tendría nada de particular que esto hubiera sucedido en una de las ciudades jónicas de la costa asiática, cuyo desarrollo económico exigiera contratos escritos. También pudiera haber sucedido en alguna isla meridional, por ejemplo en Rodas, como alguno especialistas sospechan. Como resultado de la comparación de la forma de las letras griegas con las de diveras variantes fechadas del alifato semítico, se piensa en la posibilidad de los últimos años del siglo IX. Su difusión, como es natural, fue lenta, pues las inscripciones mas antiguas encontradas pertenecen a finales del siglo VIII o principios del VII. Las más antiguas no muestran un alfabeto unificado. Hay diferencias en el número de letras y en el valor fonético de algunas. Pero de estas diferencias no se puede deducir que el alfabeto fuera inventado en varios lugares. Es posible explicarlas por evoluciones sucesivas, debidas a la diversidad dialectal, a la falta de acuerdo y comunicación y a que, con cierta seguridad, el alfabeto comenzó como si fuera un código secreto al alcance de unos pocos asociados a un negocio. No cabe pensar en un inventor filántropo preocupado por el progreso cultural del hombre. Además, Grecia no era un estado unificado, ni la escritura una función reservada a una casta que impusiera uniformidad. Lo que resulta admirable, por el contrario, es que en esta situación no se produjeran mayores diferencias.

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Difusión del alfabeto El alfabeto quedó constituido de la sIguiente manera. Diez signos del alifato se incorporaron sin modificación alguna por ser comunes los sonidos que representaban: beta, gamma, delta, zeta, lambda, mi, ni, pi, ro, tau. Siete se asimilaron a consonantes con sonido parecido: theta, kappa, koppa, digamma, xi, sigma y san y san y otros cuatro se utilizaron para las vocales: alfa, eta, iota y omicron. Más tarde se añadieron dos signos para las vocales ypsilon y omega, tres más para consonantes (phi, ji, y psi) y desaparecieron tres letras primitivas: digamma. koppa y san, quedando el alfabeto formado por veinticuatro letras, de las cuales siete eran vocales. El nuevo procedimiento de escribir sirvió en Grecia primero y ha servido después en otros lugares para destacar, dentro de la sociedad, la individualidad de la persona ahogada antes en el anonimato de la clase social. Los griegos advirtieron que el alfabeto, auxiliar de la inteligencia, ayudaba a los hombres a pensar y a Tabla comparativa de los alfabetos fenicios y expresarse. Como estaba a disposición de todos y, no griegos, según Brandestein, con la indicación sólo a la de un grupo o colegio con espíritu conservador del nombre de las letras y de su valor numérico. abrió nuevos horizontes a la mente, convirtiendo los En el alfabeto semítico E, S y M se refieren a lugares públicos y las casas privadas de las ciudades las inscripciones de Eliba, Samaria y Mesa. griegas en escenarios de fiestas deslumbrantes del discurrir, donde brillaba una inteligencia vivaz y, curiosa en busca de explicaciones racionales de la vida. Todo este esplendoroso discurrir se hubiera limitado a unos hermosos e intrascendentes juegos de artificio si no hubiera sido posible recoger las mejores ideas en forma escrita y darles así perennidad. Sin el alfabeto no hubieran sido posibles los logros intelectuales de Grecia, ni los de Roma, ni nuestra civilización occidental. El alfabeto griego, como el semítico, ha tenido un larga descendencia. Por un lado están los alfabetos epicóricos o locales de Asia Menor que han sido utilizados para escribir dialectos griegos y otras lenguas habladas en esta península por frigios, pamfilios, carios, licios y lidios. Hay una serie italiana, como el latino, etrusco, sículo, osco y umbrio, y hay otra serie, consecuencia de la cristianización, formada por los alfabetos copto, armenio, georgiano, gótico (creado en el siglo IV por Ulfilas para evangelizar a los germanos) y, cirílico, creado (siglo IX) por los apóstoles de los esclavos, los hermanos Cirlio y, Metodio, para los habitantes de Moravia y Bulgaria. Según la tradición, el primero de los hermanos concibió un alfabeto, del que se conocen dos variantes, llamadas glagoítico y cirílico, con cuarenta y cuarenta y tres caracteres, respectivamente. Este último fue mantenido por la Iglesia Ortodoxa (Rusia, Bulgaria y Servia) a partir del cisma (siglo XI), mientras que el primero, usado por los eslavos partidarlos de la lglesia Romana, fue desapareciendo sustituido por alfabetos derivados del latino. El alfabeto ruso actual es una simplificación del ciríleco, hecha primero por orden de Pedro el Grande y después por los soviéticos. La Edad Arcaica Los poemas homéricos La redacción definitiva de La Iliada y la Odisea cierra el período de la historia de Grecia llamado Siglos Oscuros e inicia otro nuevo, la Edad Arcaica. La escasa información sobre este suceso ha 202

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Iliada Ambrosiana, códice de pergamino del siglo IV d. C., que se conserva en la Biblioteca Ambrosiana. Es el manuscrito literario ilustrado más antiguo, pues primeramente aparecieron las ilustraciones científicas, luego los retratos y finalmente la ilustración de obras literarias, que no comenzó, al parecer, hasta este siglo. Conserva más de cincuenta miniaturas, aunque debió de tener tres veces más, entre las que abundan las acciones bélicas, que no derivan con probabilidad de libros, sino de frescos, sarcófagos y vasos pintados. En la escena, Afrodita muestra a Zeus la herida que le ha causado en la mano Diomedes mientras ríen Hera y Atenea.

dado nacimiento a la cuestión homérica, polémica que ha hecho correr ríos de tinta y que se refiere a la existencia de un poeta llamado Homero, a su intervención en la creación de los poemas a él atribuidos desde la Antieguedad y fundamentalmente a la propia génesis de éstos.

Hoy generalmente se admite que hubo un poeta llamado Homero que dio la redacción definitiva a estos poemas, utilizando otros que los aedos venían recitando desde la época micénica y que trataban de los hechos más importantes acaecidos en aquella sociedad. Estos dos poemas que cantan respectivamente un episodio de la Guerra de Troya, centrado en la cólera de Aquiles, y las aventuras de Ulises de vuelta finalizada la guerra, a su patria, Itaca donde le esperan su mujer, Penélope, y, su hijo, Telémaco, se han mantenido ininterrumpidamente vivos, veintisiete siglos, desde que fueron compuestos hasta hoy, admirando, por su contenido y belleza, a los hombres que han tenido conocimiento de ellos a través de todas las formas materiales que el libro ha presentado en este largo período: transmisión oral, al principio; rollo de papiro, después; códice medieval, en pergamino primero y en papel más tarde, para terminar en el libro impreso ya en el propio siglo XV. Pocos libros han ejercido tanta influencia en la formación de los hombres como La Iliada y la Odisea, y, desde luego, ninguno la tuvo similar en la Antigüedad Clásica, especialmente en el mundo helénico. También en Roma, como recuerdan los versos de Horacio: Romae nutriri mihi contigit atque doceri iratus Graciis quantum nocuisset Achilles. (En Roma, siendo niño, aprendí cuánto daño había causado a los griegos la cólera de Aquiles)

Las recitaciones de los poemas durante la Edad Arcaica en las fiestas públicas sirvieron para acentuar la unidad entre los belenos por encima de la fragmentación en múltiples y pequeños estados rabiosamente independientes. Inculcaron o acentuaron determinados valores esenciales, que fueron característicos del hombre griego, al que Isócrates terminó por definir por la educación que poseía más que por el nacimiento. Así como en los tiempos anteriores la persona o artista encargado de la transmisión de la poesía épica era el aedo -en el que se confundían autor y ejecutante- que, cantando acompañado por la 203

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lira, iba recreando e improvisando sobre un tema conocido, la aparición del libro escrito, con un texto establecido al que había que someterse, da lugar, en la difusión de la poesía épica, a una nueva figura, la del rapsoda, que es un mero ejecutante, aunque con independencia pueda ser el autor de algunas obras recitadas por él y, en vez de cantar, recita acompañado por un bastón con el que marca el ritmo. Los rapsodas viajaban no como los antiguos aedos de corte en corte para deleitar a una minoría aristocrática, sino de ciudad en ciudad, dando recitales públicos a una audiencia popular y El aedo micénico acompañado por la lira entretenía en multitudinaria con ocasión de solemnidades el milenio IIa. C. a las cortes con su poemas, mientras religiosas, entre las cuales estaban los juegos. que el rapsoda del milenio Ia. C. viajaba de ciudad en Generalmente estos recitales obedecían a ciudad dando recitales públicos. El primer dibujo procede concursos o competiciones con otros rapsodas. de un fresco del palacio de Pilos; el segundo, de un El vencedor recibía un premio que, a pesar de ánfora de figuras de pintura roja. ser honorífico, le deparaba buenos ingresos económicos, al igual que sucedía, si bien en menor cuantía, con los ganadores de las pruebas deportivas. Como, al pasar el tiempo, evolucionó la lengua y, por otra parte, aumentó la audiencia popular, gran parte de los poemas homéricos, de obligada recitación, resultaron poco comprensibles para la mayoría del auditorio. Esto trajo una ampliación de la actividad del rapsoda, que de simple recitador se convirtió además, en comentarista, que aclara las palabras y expresiones oscuras, destaca las bellezas poéticas y trata de sacar enseñanzas morales, para lo cual no duda en recurrir con frecuencia a interpretaciones alegóricas, una descripción breve y viva de la actividad de un festejado rapsoda. lón, aunque correspondiente al final del siglo V o principio del IV, nos la proporciona Platón en el diálogo de este nombre. Aparición de la figura del autor La historia del libro en la Edad Arcaica es un largo caminar hacia el desarrollo pleno, que se consigue en el siguiente período, el llamado clásico. Una de las novedades más importantes es la aparición de la persona del autor. El reconocimiento de la obra original y, de los méritos consiguientes atríbuidos al que crea algo de valor, no se limita al campo del libro o de la producción literaria, sino que con el mismo orgullo de los autores literarios, y gozando de un reconocimiento similar, firman sus obras, por primera vez en la historia, los escultores y los fabricantes y decoradores de piezas cerámicas, cuyos temas en gran parte están inspirados en las obras literarlas y, por ello, podemos considerarlos como ilustradores de las mismas. Los poetas, que guardan un cierto e innegable parecido con los profetas de Israel, sus contemporáneos, heredan el prestigio de los antiguos aedos e incluso lo superan. Se consideran, y aparecen claramente ante los demás, como personas inspiradas por la divinidad, capaces de conocer el pasado y anunciar el futuro, porque están en posesión de la sabiduría, son sophoi, y han penetrado en la esencia de las cosas. Están al servicio de causas nobles, como la justicia o el orden social.. y. por ello, se arrogan el papel de guías espirituales de su comunidad o de todos los hombres. El carácter sagrado de sus mensajes, más que razones estilísticas, es la causa de la admiración y respeto de que gozaron. Su aparición se ve facilitada, en ambos casos, por la utilización del alfabeto y por la ausencia de colegios sacerdotales con larga tradición y exclusividad en el dominio de las letras. Finalmente, tienen una pretensión de educadores al tratar de dirigir por el recto 204

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camino a sus conciudadanos. Ahora bien, como ni Zeus ni los dioses olímpicos fueron tan exigentes como Yahveh, ni los griegos veían tantos males en sus organizaciones políticas, ni estaban en peligro de desaparecer absorbidos por una potencia extranjera, el tono es muy distinto. En la Edad Arcaica no existieron ni la industria ni el comercio del libro. La difusión del libro escrito se hacía, como hemos visto, de forma oral, cantándolo, recitándolo de memoria o leyéndolo en voz alta. Es algo parecido a lo que La educación del pueblo griego a través de la expresión oral, quedó acontece con las partituras musi- reforzada por la educación gráfica, por la serie de imágenes dibujadas cales, que sólo algunas personas, en objetos de uso, principalmente en platos, bandejas, copas, ánforas, en su mayoría profesionales, vasos y jarros; en frisos y tímpanos de los templos, y en estelas y estatuas autores y ejecutantes, las utilizan recordando los mitos griegos. En esta crátera de principios del siglo V aparece Ulises sujeto al mástil de la embarcación para resistir a los directamente y las leen. Al público atrayentes cantos de las sirenas. en general la música le llega a través de los oídos, no de la vista, como en la Edad Arcaica le llegaban los mensajes en verso o en prosa contenidos en los libros escritos. Naturalmente, el que la difusión de los mensajes escritos se produjera de forma oral, hizo que fuera mucho más amplia y profunda. La educación en la Grecia Arcaica era, como vemos, audiovisual. Este procedimiento que ha vuelto a tener una gran fuerza en nuestros días, fue un factor decisivo en la unificación cultural del pueblo griego por la gran difusión que alcanza al reforzar, por medio de imágenes, la expresión oral, más fácil de comprender y más atractiva para grandes sectores de la población que la escrita. El libro es escrito, directamente por el autor, o por un discípulo o secretario que transcribe sus palabras. Aunque se lleguen a hacer algunas copias, muy pocas desde luego, éstas no circulan porque no había una demanda suficiente que justificara la existencia de una industria y comercio del libro. Para una sociedad pobre y no acostumbrada a la lectura, la posesión del texto escrito no tenía sentido. Por ello, lo más que pudo suceder en este aspecto es que algunas personas, con soltura en escribir, copiaran por encargo y ocasionalmente algunos libros o que grandes aficionados transcribieran de memoria las obras que habían escuchado y que más les agradaban. Es probable que los textos escritos de los poemas épicos los poseyeran exclusivamente en un primer momento, los rapsodas, sus intérpretes. Cuando dejan de estar en poder exclusivo de ellos, los nuevos poseedores son ciudades, que los guardan en sus archivos para organizar los concursos y recitales, o curiosos y ricos eruditos interesados en su estudio y corrección, o, al final de la Edad Arcaica, los simples maestros de escuela cuando se impone en los programas de enseñanza de la lectura la utilización como textos de los poemas homéricos. La difusión de los libros varió, como sucede en la actualidad, con relación a su contenido y a la capacídad de asimilación por parte de la gente. La poesía épica y lírica gozó de una amplia audiencia, los libros históricos y geográficos, que también se leyeron en los concursos, ocupan un segundo lugar, y los filosóficos, científicos o técnicos, que son los últimos en aparecer, la tuvieron menor, pues el círculo de discípulos y, personas interesadas en estos temas constituían una pequeña minoría. 205

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 135-146.

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7. Atenas. El siglo de Pericles El teatro El mejor ejemplo de lo que fue el libro en la Edad Arcaica, creación escrita y difusión oral simultánea entre grupos numerosos de personas, lo constituye el teatro, que surgió, en esta Edad, de los cantos populares en honor de Dionisos y llegó a su máxima altura e influencia en la Atenas del siglo V cuando escribían los tres más importantes cultivadores de la tragedia (Esquilo, Sófocles y Eurípides) y el más célebre de los autores de comedias, Aristófanes. Se consideró tan necesaria la función educativa del teatro que la organización de las representaciones fue atribución del gobierno, y se repartió, a propuesta de Pericles, una ayuda económica de un dracma, equivalente al jornal de tres días, a los ciudadanos pobres para que pudieran acudir a las representaciones teatrales. Esta dieta era la misma que percibían los ciudadanos a los que les correspondía ejercer una función pública. El arconte convocaba anualmente un concurso entre poetas para premiar a tres, cada uno de los cuales debía presentar un conjunto de obras: tres tragedias y un drama satírico, llamado así porque los personajes se vestían de sátiros. Los tres grupos seleccionados se respresentaban en tres días sucesivos durante fiestas llamadas Grandes Dionisias, que se celebraban en primavera con asistencia de visitantes extranjeros. También había representaciones en invierno, menos importantes, en las fiestas Leneas, y, fuera de Atenas, en los demos o barrios, durante las llamadas Dionisias rurales. El propio arconte asignaba a cada poeta un corego, un productor que financiaba, de su propio peculio, los gastos originados por la representación, pagando al coro y el montaje escénico. También presidía el jurado, designado por sorteo, que premiaba la mejor de las obras. El premio consistía en una recompensa económica y, una corona para el poeta, la autorización al corego para hacer una placa conmemorativa y la inscripción del primer actor en el regisiro oficial de premiados. El sufrir y reír del pueblo reunido suponía una comunidad de sentimientos y, por tanto, una consolidación de los valores y, actitudes sociales. Pero es que además, la tragedia y la comedia, con sus características tan diferentes, se complementaban. La tragedia, escrita en lenguaje elevado y cuyos personajes eran reyes históricos, héroes o dioses, cumplía su función educativa tratando de conmover a los, espectadores a través de la compasión por la desgracia que se echaba en un inocente, del temor que originaba una acción violenta, del castigo ejemplar (némesis) que los dioses infligían a los mortales dominados por la soberbia (hybris) a consecuencia de

Odeón, teatro para competiciones musicales, construido en una ladera de la Acrópolis en recuerdo de su mujer por Herodes Ático, rico e influyente sofista del siglo II d. C.

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los favores que habían recibido graciosamente de la Fortuna. El ánimo del espectador se serenaba por la catarsis o purificación de las pasiones dañinas que le producía la contemplación del espectáculo. La comedia, cuyos personajes eran personas contemporáneas conocidas por todos, servía para dar escape a los posibles resentimientos de los humildes contra los poderosos, influyentes y populares, quien con lengua soez, gracia gruesa y tono de farsa eran ridiculizados para que, a través de las carcajadas, se tranquilizaran los ánimos de los espectadores que, en número de 15.000, llenaban los graderíos, donde permanecían un día entero, comiendo, bebiendo y escuchando con mayor o menor atención, al igual que en las corridas de toros de algunas ciudades durante las fiestas locales. La lectura individual Como ocurre en ciertas ocasiones, el máximo esplendor de una actividad coincide con la aparición de otra nueva que la va a suceder. Ahora, coincidiendo con el momento culminante de la difusión oral y colectiva, se inicia primero y se generaliza después, la lectura individual como procedimiento de acceso al contenido del libro, lo que supondrá, por un lado, la posibilidad de llegar a él en cualquier lugar y tiempo, aunque a costa de una circulación más reducida de los mensajes, y, por otro, el que los autores, cuando se den cuenta del fenómeno, escriban para un público restringido y elitista, y se olviden de su primera función de educadores de las masas. Hay una serie de datos que nos hacen, pensar en la evolución hacia una sociedad de lectores durante el siglo V. Por ejemplo, las escenas de libros que decoran la cerámica y las citas de los poetas trágicos referentes a la lectura y a la escritura. En la cerámica roja, característica del siglo V, aparecen por primera vez, escenas con personajes leyendo rollos, cuyos nombres (Safo, Linos, Museo, etc.) se hacen constar. En unos casos la lectura se efectúa ante unos amigos; en otros, la persona puede estar preparando una recitación. Hay, además, otras escenas de la vida en las escuelas, como en el célebre vaso decorado por Duris, al principio del siglo V, que se encuentra en Berlín, donde podemos ver a los alumnos y profesores leyendo rollos, escribiendo en tabletas y tañendo la lira y la flauta en presencia del pedagogo.

En el más famoso de los vasos pintados por Duris a principios del siglo V, hoy en el Museo de Berlín, están representadas las actividades de una escuela, lecciones de lectura y música. En las paredes de advierten un rollo atado, un par de tabletas sujetas con una cuerda, una cesta de mimbre, dos grandes copas, una caja de flautas y tres libros.

Las citas de los trágicos se refieren principalmente a registros documentales, a la primera fase de utilización de la escritura. No es sorprendente que no se mencionen los libros, porque en los tiempos pasados, en los que transcurrían las acciones, la existencia del libro era escasa y su circulación prácticamente nula. Se alude a tabletas (deltoi y pinaques), se llama a Hades deltógrafo, porque registra las acciones de los hombres, y se dice que la Justicia (Diké) escribe los delitos en las tabletas de Zeus. Más tarde, al final de la centuria. Eurípides llega a hablar de "desenrollar la mente", como si se tratara de un rollo. Pero las citas más abundantes sobre la nueva situación se encuentran en Platón, Jenofonte y Aristófanes, en los que se puede apreciar una opinión desfavorable al libro, al frente de la cual se colocó Sócrates. 210

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En Fedón Sócrates cuenta cómo consiguió y leyó un libro de Anaxágoras y en la Defensa de Sócrates se dice que un libro de este sofista se podía comprar por un dracma en la orquestra, nombre de una terraza semicircular al pie de la Acrópolis en el ágora ateniense.

Tabletas de madera recubierta de cera para el aprendizaje de la escritura, en la que el maestro ha escrito las dos líneas superiores, que han sido copiadas dos veces en la parte inferior dentro de unas líneas paralelas marcadas por el propio maestro.

Para Sócrates el libro es fuente de información, en este sentido le utiliza cuando quiere conocer las ideas de Anaxágoras (Fedón) o, en compañía de unos amigos, los tesoros que nos han dejado en herencia los sabios de otros tiempos en los libros escritos, según refiere Jenofonte en sus Memorables al hablar del encuentro con el sofista Antifonte.

En otra ocasión (Protágoras) compara a los libros con algunos oradores políticos, incapaces de improvisar, de contestar o preguntar sobre cuestiones complementarias, aludiendo probablemente a la costumbre, iniciada por Pericles y que se iba imponiendo por aquellos tiempos finales de la centuria, de escribir los discursos para pronunciarlos después de memoria, a la que se sumó en seguida la de encargar a un especialista, logógrafo, el discurso de defensa para luego recitarlo ante el tribunal como propio. Pero es en la parte final de Fedro donde se reúnen más argumentos en contra. El libro que a la larga, debilitará la memoria, sale malparado al compararlo con el profesor, al que no puede sustituir, especialmente si de lo que se trata es de conseguir una formación humana y no una transferencia de información. Forma falsos sabios, llenos de erudición, que no han asimilado ni convertido en pensamiento propio su contenido. Escribir libros es como escribir en el agua, un esfuerzo baldío. Al separarse del autor, circulan sin rumbo fijo y lo mismo caen en manos amigas que en las enemigas o indiferentes. No son capaces de defenderse o defender a sus autores. Platón, en su segunda carta, llegó a recomendar a su amigo Dionisio que no escribiera libro alguno. Los escritos, además, permanecen a través del tiempo y el autor puede cambiar de ideas y arrepentirse de las primeras que expuso. De todas formas, mal se compaginan estas afirmaciones de Platón con la personalidad de nuestro filósofo que fue autor de numerosas obras y que se preocupó de reunir y leer las de otros autores. La enseñanza En el siglo V un porcentaje continuamente creciente de la población griega y, concretamente, de la ateniense, era capaz de leer y escribir. Las escuelas para el aprendizaje de la lectura y de la escritura, cuya existencia puede arrancar del siglo anterior, se generalizan en éste y, de manera especial, a continuación de las Guerras Médicas, como consecuencia de la riqueza que inundó a Grecia en general y a Atenas en particular, lo que permitió a un número creciente de padres pagar una buena educación a sus hijos, pues la enseñanza en Grecia no fue oficial, a costa del gobierno 211

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sino asunto meramente privado. La escuela en Grecia no nació, como en Oriente, para enseñar a leer y, escribir a los miembros de fina casta, sino para mejorar la educación de los ciudadanos en general y facilitarles el cumplimiento de sus derechos y deberes. No existieron, como sucedía en Egipto y en Mesopotamia, colegios sacerdotales o de escribas con la doble función de conservar los textos sagrados y llevar la administración pública. Por otra parte, el aprendizaje de las técnicas de la lectura y de la escritura en un sistema alfabético no era una cuestión tan abstrusa y complicada como el de los sistemas cuneiforme y jeroglífico. El que habían creado los griegos podía dominarse rápidamente y sin necesidad de recurrir a profesores especializados. Cualquiera podía enseñarlo y, consiguientemente, el maestro de primeras letras, grammatista, no gozaba de gran consideración ni se hacía rico. La educación de los niños se completaba con los ejercicios atléticos y las lecciones de música vocal e instrumental y, especialmente para las muchachas, que acudían a escuelas distintas de danza, enseñanzas que corrían a cargo respectivamente del paidotriba y del citarista. La práctica adquirida de la lectura y la escritura la utilizaban, más que para la lectura de los pocos libros existentes, para las obligaciones de la vIda administrativa y política, que cada vez imponían más exigencias: redacción de contratos, inscripción en los registros oficiales a fin de acreditar la condición de ciudadano, en su caso, y, la pertenencia a una tribu, a través de la cual ejercían los derechos políticos. También para conocer, ya que estaban obligados a desempeñar cargos públicos, las sentencias de los tribunales, los honores o premios concedidos a determinados ciudadanos, los inventarios de los templos, las cuentas de los encargados de la construcción de edificios públicos, los acuerdos políticos y las disposiciones legales. Por ello la escritura y el libro fueron calificados por Eurípides de lethes fármacia, «remedios contra el olvido». Crecimiento de la producción bibliográfica La generalización del libro a lo largo de la centuria se debe a la aparición y desarrollo de nuevos géneros, como el teatro, en sus dos versiones de tragedia y comedia, cuyo gran siglo es precisamente el V, pero fundamentalmente a otros que utilizan la prosa en vez del verso. Algunos de estos últimos precisan un lenguaje cuidado, rico y sonoro. Similar al poético, por estar sus obras destinadas a la recitación, como los discursos, o a la lectura pública, como algunas composiciones históricas, pero en las obras de otros géneros se va a utilizar una prosa sencilla y escueta, puramente informativa, como en los ensayos y tratados filosóficos, científicos y técnicos, cuyo cultivo se inició en el siglo anterior. Van dirigidos, en vez de a una audiencia pasiva, a personas individuales apremiadas por la necesidad de saber algo, de recibir una información, a la que acceden mediante la simple lectura. Por otra parte, se puede advertir fácilmente el crecimiento de la producción de obras escritas durante el siglo V. En él se debieron de escribir varios millares de obras dramáticas para los festivales atenienses. Va aumentando el número de obras de los filósofos, que empezaron siendo autores de una sola y acabaron con una gran cantidad en su haber, como lo muestran las cincuenta atribuidas a Demócrito de Abdera. Finalmente, aparecen una serie de manuales o tratados destinados a la formación, y, por tanto, a la lectura personal. Se escriben obras de medicina, algunas de las cuales han llegado a nosotros en el Corpus Hippocraticum, así como manuales de retórica que los sofistas ofrecían a sus alumnnos. Pero hay otros donde se condensa la experiericia de grandes profesionales: Damón escribió sobre música; Ictino, arquitecto del Partenón, sobre la construcción de este templo; el escultor Policleto, sobre la proporción del cuerpo humano; Sófocles, sobre el coro teatral; Agatarco de Samos, sobre decoración escénica; Metón, sobre el calendario; Hipódamo de Mileto, sobre urbanización 212

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de ciudades, etc. Si cada vez fue mayor el número de libros escritos es porque la demanda creció y entre los nuevos libros abundaban los destinados a la lectura personal más que a la audición colectiva, aunque entre estos últimos, además de la poesía dramática, gozaba de gran fortuna la lírica coral, que contó en el siglo V con cultivadores tan importantes como Simónides de Ceos, Baquílides y Píndaro. Pero si Heródoto, que dio un tratamiento a los personajes históricos similar al que recibían en la poesía épica y en la tragedia los héroes, escribió su Historia para que fuera leída ante la multitud, Tucídides, un poco posterior, vio la historia como hecha por los hombres y escribió la suya, según confiesa, no para presentarla a un concurso y recitarla en público, sino para que sirviera de objeto de meditación a los futuros lectores. Esta gran producción y su correlativa demanda dieron lugar a la circulación de ejemplares entre personas particulares, al nacimiento del comercio del libro y a la formación de bibliotecas privadas. Los sofistas y el libro Clemente de Alejandría afirma, en su lista de primeros inventos, que Anaxágoras fue el primero en publicar un libro escrito. No tenemos ninguna otra prueba que autorice esta afirmación, pero de todas formas, es probable que fuera el primero en hacerlo en Atenas. El filólogo alemán Wilamowitz, movido por las alusiones a la lectura y al conocimiento de las tragedias, sostuvo que fueron los textos de las tragedias los primeros en circular. En las Ranas de Aristófanes, Dionisos declara que estaba leyendo la Andrómeda, de Eurípides, y más adelante el coro dice que el público puede seguir el debate entre Esquilo y Eurípides porque todos los espectadores tienen en su mano un ejemplar. Plutarco habla de atenienses que se salvaron de los piratas en Caria y de la esclavitud en Sicilia por ser capaces de recitar de memoria los coros de Eurípides. Otro filólogo alemán, Pfeiffer, profesor en Oxford, al que no le convencen las pruebas de Wilamowitz, se inclina a pensar que la circulación del libro en Atenas se debe a los sofistas que fueron los primeros profesionales de la enseñanza superior, cuyo contenido dejaron establecido para mucho siglos. Se autodefinían como sofistas, palabra que antes de ellos tenía un doble sentido, el de hombre diestro y el de poseedor de grandes conocimientos. La palabra luego tomó un matiz peyorativo por los ataques de Platón, que les consideraba carentes de sentido ético y capaces de utilizar argumentos falsos, circunstancias que en mayor o menor grado debieron de concurrir en algunos. Fueron grandes viajeros y acudieron, desde sus lugares de nacimiento, a Atenas donde Pericles y otras personas ricas les hicieron un buen recibimiento. No formaron 213

En Las ranas, Aristófanes describe humorísticamente una disputa entre Esquilo y Eurípides para ver a quién le corresponde el trono de los poetas trágicos y llega a decir que todos los espectadores tienen en la mano un ejemplar de Andrómeda de Eurípides, afirmación exagerada que buscaba la risa del pueblo al que debía de sorprender y parecerle mal tanto libro circulando por Atenas y tantos muchachos rodeando arrobados a los presuntuosos sofistas. (Basilea, Froben, 1547).

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escuelas filosóficas, ni tuvieron una ideologia común, aunque quizá pueda caracterizarles un cierto escepticismo en cuanto a las posibilidades del conocimiento. Tenían una gran fe en la fuerza de la razón, se sentían educadores de los hombres y, partían de la idea de que la naturaleza humana es perfectible mediante la enseñanza. Enseñaban a triunfar en la vida, fundamentalmente a través del dominio de las técnicas de la comunicación y de la persuasión, y se hicieron pagar grandes emolumentos. Daban cursos completos de tres o cuatro años de duración, pero también permitían la asistencia, mediante el pago de la entrada, a una corta serie de lecciones e incluso a una sola, Sócrates calificó de prostitución espiritual la venta que realizaban de sus ideas, y los muchos enemigos que se crearon les vieron como codiciosos cazadores de jóvenes ricos, en los que despertaban realmente admiración. Ellos encontraban honrosas y justas sus ganancias porque sus discípulos, gracias a la formación que les proporcionaban, podían triunfar en la vida y defender su fortuna o aumentarla.

En el diálogo platónico Fedro, Sócrates cuenta que el dios Toth se jactó ante el faraón le replicó que, por el contrario, se debilitaría su memoria por falta de uso. Terminarían siendo, con muchos conocimientos adquiridos y no bien asimilados, falsos sabios vanidosos, no verdaderos sabios. (Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 4569).

Por de pronto, ayudaron a la circulación de los libros ajenos, pues dentro de sus planes de estudio entraba la lectura de las obras de los grandes poetas. Además, solían entregar a sus alumnos discursos modélicos sobre asuntos variados contemplados desde puntos de vista contrarios, para que los aprendieran de memoria y procuraran imitarlos. Finalmente les hacían estudiar los manuales de retórica.

La posesión por particulares de las obras de los sofistas está acreditada, por ejemplo, cuando el bello Eutidemo le dice a Sócrates, que tiene una gran colección de obras de sofistas (Memorables). También, en la tradición de que los libros de Protágoras fueron retirados a sus dueños para quemarlos en el ágora cuando fue condenado por ateísmo. La utilización de los libros fue una característica distintiva de los sofistas. Aristófanes arremetió contra unos y otros, y para explicar la desgracia de una persona sólo encontró dos posibles causantes: o la intervención de un sofista (Pródico) o la lectura de un libro. La idea de la relación ente unos y otros está corroborada por la postura contraria de Sócrates hacia ambos en los diálogos platónicos y en las Memorables. No es explicable una inquina tan grande contra el libro (salvo que admitamos que al combatirlo estaba pensando en los causantes de su difusión) como la que muestra Sócrates en Fedro, donde al informar el dios Toth al faraón de la serie de inventos concedidos a los hombres (los números y el cálculo, la geometría y la astronomía, el juego de las damas y los dados, así como los caracteres de la escritura) le alabó unos y le censuró otros, como la escritura, que iba a originar al hombre más perjuicios que beneficios. En uno de los ataques contra los que escriben libros es utilizada la metáfora del buen jardinero, que procura sembrar su semilla en el campo más apropiado y al que pueda seguir cuidando hasta que dé el fruto apetecido. El escritor ignora en qué manos caerá su libro, que probablemente no serán siempre lb más adecuadas para conseguir una buena cesecha. Así puede ser también, desde el punto de vista de Sócrates, la actuación de los sofistas, que no se preocupan de seleccionar 214

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unos buenos alumnos donde inculcar las enseñanzas, sino que recibian a todos los que estaban dispuestos a pagar. El siglo IV a.C. El triunfo de la prosa A pesar de las opiniones de Sócrates y Platón, el libro prosiguió su desarrollo y en el siglo IV nos es dado contemplar un paso más en su circulación y, en la lectura personal, es decir, que ya no era preciso esperar, para llegar al contenido de un libro, a que un profesional lo recitara en un espectáculo multitudinario o en una pequeña reunión de amigos. Ahora el Iector disponía de un ejemplar y, podía conocer o repasar su contenido en el momento y lugar que quisiera, aunque en general, no hiciera la lectura directamente, por la poca claridad de la escritura, y, prefiriera recurrir a un esclavo entrenado para que se lo leyera en voz alta. En este siglo siguen cultivándose los géneros tradicionales, pero lo mismo que el anterior fue el del teatro y de la historia, éste lo es de la filosofía y de la retórica, ambas escritas en prosa. En él vivieron los fundadores de las grandes escuelas filosóficas que iban a perdurar durante siglos: Platón, creador de la Academia, Aristóteles, del Liceo, Zenón de Citio, de la Stoa y Epicuro, del Kepos o Jardín. También los grandes oradores, prácticamente todos los que constituyen el canon alejandrino: Isócrates, Lisias, Licurgo, Demóstenes, Esquines, entre otros. Una vez creados los mecanismos de la distribución, el libro escrito permitió a los autores de obras en prosa, y ellos lo sabían y lo aprovechaban, que sus creaciones pudieran alcanzar, si no la eternidad, al menos una larga duración y una gran amplitud geográfica. Éste es el caso de la filosofía, cuyas doctrinas se mantuvieron en las respectivas escuelas durante muchos siglos (la Academia platónica pervivió más de 900 años, hasta el 524 d.C. pero no las habrían conocido personas que vivían en otros lugares si no hubieran circulado ampliamente los libros que las exponían. La retórica Es también, aunque parezca extraño a primera vista, el caso de la retórica, el arte de hablar bien. Los discursos, que anteriormente se escribieron para hacerlos más bellos y convincentes, pero que iban destinados a su recitación de memoria, ahora no se escriben para ser pronunciados, sino simplemente para que circulen en lugares diversos y puedan ser leídos en distintos momento, de manera individual o colectiva. Algunos de los escritos por Isócrates merecen más el calificativo de ensayos políticos. Por otra parte, los buenos oradores evitaban la improvisación, como Demóstenes, y después de pronunciados los discursos, los corregían y pulían antes de ponerlos en circulación. Incluso hay obras dramáticas, según reconoce Aristóteles en su Retórca, que son más aptas para la lectura que para su representación.

A los griegos les agradaba sobremanera la conversación, lo mismo en los encuentros callejeros, en el gimnasio mientras los jóvenes hacían ejercicios físicos que en las comidas con amigos, en los simposios, donde se comía y bebía, se cantaba y se bailaba, y las parejas podían entregarse al amor, pero donde también se reflexionaba sobre cuestiones políticas, morales y filosóficas.

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No podemos pasar adelante sin dedicar unas líneas a la retórica y empezamos con el elogio de la palabra que hizo Isócrates. «Nos distingue de los animales, que nos superan en otras cualidades, como la velocidad y la fuerza. Nos permite convencernos mutuamente y expresar de forma clara nuestras decisiones. Por ella los hombres salieron de la vida salvaje, se juntaron para la formación de ciudades, establecieron leyes y descubrieron los oficios y las artes. Por ella ha sido posible la fijación de los límites legales entre lo justo y lo injusto, entre el mal y el bien, y gracias a esta distinción podemos vivir reunidos. Con la palabra desaprobamos a los que se portan mal y elogiamos a los que lo hacen bien. Con su ayuda discutimos los asuntos dudosos y proseguimos nuestras investigaciones en los dominios de lo desconocido y son los mismos los argumentos utilizados por el orador al hablar ante la multitud que los empleados por el hombre al reflexionar. Ningún trabajo intelectual es posible sin el concurso de la palabra, que es la guía de todas nuestras acciones y pensamientos y tanto más recurrimos a ella cuanto más inteligentes somos». El prestigio intelectual de un hombre se basaba en su capacidad para hacer partícipe de sus ideas a los otros hombres, en sus facultades persuasivas, mediante la utilización de formas expresivas bellas, y la consideración social de los oradores corría pareja con la de los autores de libros, sean de creación o pensamiento, de nuestros días, pues similar era su pretensión, aunque nosotros preferimos emplear hoy el término comunicación al de persuasión, que a muchos lectores heriría como expresión de soberbia.

La educación del pueblo griego se basó primero en la palabra, en los poemas y narraciones míticas, después, en la representación artística de los mitos en pinturas y esculturas; finalmente en los libros. Una representación notable de uno de los mítos, la lucha de los centauros y lapitas, está representada en esta bella metopa de la Acrópolis ateniense.

La retórica, el arte de hablar bien, bene dicere, como dirían más tarde los romanos, tenía como objetivo fundamental conseguir la comunicación del orador con su auditorio para persuadirle. Su estudio se inició en Atenas con los sofistas a finales del siglo V, pero sus orígenes fueron sicilianos.

Eran tres los géneros retóricos: forense, deliberativo y, apodíctico. Los dos primeros tenían por objeto convencer a los jueces y a los miembros de la asamblea respectivamente para que tomaran una decisión. El tercero servía para la alabanza, y, en menos ocasiones, para el vituperio de personas vivas o fallecidas.

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Teóricamente la oratoria forense y la política deberían haber desaparecido o, al menos, haber perdido importancia, cuando variaron las circunstancias políticas que dieron origen a su nacimiento y desarrollo: la vida en la pequeña ciudad estado donde todos los ciudadanos intervenían directamente en el gobierno y en las actuaciones judiciales. Pero en Oriente después de la creación de las monarquías belenísticas y en Roma después del establecimiento del Imperio continuó prestándose gran atención a su estudio y a su práctica en las escuelas, en pleitos judiciales fingidos (declamationes, en latín) o en ejercicios suasorios en los que el alumno debía hablar como lo hubiera hecho un personaje histórico o mítico ante un problema señalado por el profesor. La oratoria panegírica siguió siendo durante toda la Antigüedad un género de gran aceptación en la vida política y social y no se mantuvo, como las dos anteriores, encerrada en la escuela, aunque los grandes rétores u oradores lo mismo daban lecciones magistrales en las escuelas de las ciudades por las que pasaban que acudían a los concursos públicos en ocasiones los juegos o fiestas religiosas, generaimente con discursos encomiásticos. La retórica, desde el siglo IV a.C. en que se configuró su estructura, fue la parte fundamental de la enseñanza superior en la Antigüedad Clásica, continuó ocupando un lugar central en el proceso educativo en la Europa Occidental durante dos mil años y no desapareció de los planes de enseñanza hasta el pasado siglo. El romanticismo inició la liberación de las fomas expresivas de las rígidas reglas y limitaciones impuestas por la retórica y poética tradicionales. El adjetivo retórico, que en el siglo XVIII se aplicaba al lenguaje adornado, hoy tiene un sentido peyorativo de afectación y grandilocuencia y se suele aplicar también a las palabras brillantes que hilvanan lugares comunes o encubren un pobre pensamiento. Esta larga perduración se debió a que poco a poco el Interés de la retórica se desplazó de la audiencia a la creación, de tratar de convencer a perseguir una mejor comunicación por medio de un procedimiento considerado bello y por ello se sometieron a sus preceptos todos los autores y, cayeron bajo su órbita todos los géneros literarios. Formas de la vieja retórica siguen vivas en los discursos que llamamos académicos por su tono solemne y su contenido sigue interesando en nuestro días, aunque dentro de un círculo muy reducido, el de los estudios estilísticos, pues los conceptos creados por sus teóricos son instrumentos inapreciables para el análisis textual tanto de los escritos de tiempos pasados, concebidos con arreglo a sus normas y valores, como de los actuales, que han de usar figuras de pensamiento y de dicción. Producción y comercio del libro No hay noticias de cómo se realizaba la producción y difusión del libro en los siglos V y IV, aunque debió de existir un comercio del libro, más o menos ocasional, que se fue consolidando a lo largo de la centuria, y desde luego hubo libreros porque la palabra, bibliopolar, está documentada en esta época, Eupolis, célebre autor de comedias, contemporáneo de Aristófanes, habla de un lugar «donde se vendían libros». Es muy probable que el librero, que al principio, y fundamentalmente después, fue editor, se dedicara a reproducir los libros sin encontrar ningún inconveniente en el autor, quien, con toda seguridad, se mostraría encantado y no trataría de conseguir ningún beneficio en concepto de derechos de autor. Para la reproducción de los originales se debió de recurrir a esclavos, mano de obra más barata que la de los hombres libres y que se empleaba en grandes cantidades en los talleres atemenses de armas, instrumentos musicales, cerámica, etc. De estos talleres procederían 217

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los papiros que, según cuenta en su Anábasis, encontró Jenofonte en las costas del Mar Negro entre los restos de un naufragio. Ignoramos si la reproducción se hacía mediante el dictado en voz alta a varios escribas, o si los escribas copiaban directamente del original. Es claro que ambos, procedimientos serían normales y que al primero, corriente más tarde en Roma, sólo se recurriría en el lanzamiento de un original cuya demanda en múltiples ejemplares estuviera asegurada, caso muy raro en este siglo. Es probable que el comercio estuviera orientado principalmente a la exportación, pues en Atenas la mayoria de las personas que desearan obtener un libro lo copiarían personalmente o lo reconstruirían de memoria, como hizo Euclides de Megara al reconstruir el diálogo Téeteto, según la ficción platónica. Cuando se trataba de bibliotecas de centros docentes, como la escuela de Isócrates, la Academia platónica o el Liceo aristotélico, de esta función se encargaría un esclavo o un servidor. El trabajo de copista, como el de maestro, estaba muy mal pagado. Por las representaciones gráficas sabemos que los escribas egipcios escribían sentados apoyando el rollo sobre sus rodillas. Es casi seguro que los griegos no lo hicieran así. En primer lugar, las representaciones gráficas griegas muestran a las personas, bien es verdad que leyendo, no escribiendo, sentadas en una silla o en un taburete. En otras ocasiones, aparecen de pie, escribiendo quizá, pero no en un rollo sino en unas tabletas de madera. De todas formas, lo que es seguro es que no se apoyaban en una mesa. Lo probable es que escribieran sentados en una silla, banco o taburete y que entre el papiro y las rodillas colocaran algo rígido, una tabla, por ejemplo, pues para escribir no utilizaban, como los egipcios, un pincel con el que prácticamente no hay necesidad de hacer presión, sino un cálamo duro, y estaban expuestos a rasgar el papiro, si éste no descansaba sobre algo sólido, en cuanto hicieran algún tipo de presión. Favoreció también la expansión del libro la aparición de grandes centros de enseñanza superior en Atenas, como la escuela de Isócrates, la Academia platónica y el Liceo aristotélico. Estos centros fueron promotores de la creación intelectual, de la producción de libros y, de su difusión fuera de la ciudad hacia personas que, por haber sido alumnos, al volver a sus ciudades seguían interesados en conocer las novedades intelectuales atenienses. Además, reunieron en su seno las obras de los directores y de sus principales investigadores y las producidas fuera que pudieran resultar de interés para la formación de los alumnos y para la labor investigadora. La trayectoria de Isócrates es característica de la nueva situación traída por la aparición del libro. Pudo perfeccionar la enseñanza que impartía en su escuela porque recomendaba a sus numerosos alumnos la lectura de los grandes autores, junto con la de sus propias obras, que debían servirles de modelo. Es decir, en su pedagogía el libro era un factor fundamental. Pero es que, además, su obra no hubiera sido posible sin el libro. Fue a escoger como medio de expresión literaria e intelectual la oratoria, género para el que no tenía condiciones físicas y no hubiera podido triunfar actuando personalmente en un pleito ante el tribunal o en el ágora en una asamblea del pueblo. Tampoco sin el libro hubiera tenido trascendencia su ideología política, la unidad cultural de los griegos por encima de contingentes y temporales divisiones políticas, que fue una base firme para la gran expansión de helenismo, iniciada casi con su muerte. Es más, sin el desarrollo de la circulación del libro, quizá no habría llegado no ya a expresarla, sino ni siquiera a concebirla. La existencia del libro le permitió a Isócrates ser entendido fuera del Ática, en la Grecia continental, en las islas y en Asia, Egipto e Italia. Tan grande fue el interés que Isócrates puso en lograr la difusión escrita de sus obras, que debió de montar un gran taller de copia y la producción debió de alcanzar tales extremos que Aristóteles habla de la existencia de fardos de discursos de Isócrates. 218

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Bibliotecas En el siglo V, como hemos visto, se formaron en Grecia las primeras colecciones privadas de libros, que no merecen el nombre de bibliotecas. Por otro lado, no tienen visos de verdad las leyendas, muy difundidas en la Antigüedad, de la biblioteca fundada por Pisístrato en Atenas ni de la creada en Samos por su tirano Polícrates. Las bibliotecas son, en cambio, instituciones características del siglo IV a causa del desarrollo de la circulación del libro, que le convirtió en un instrumento imprescindible de comunicación de ideas, especialmente a partir de la expansión de la cultura griega tras las conquistas de Alejandro. Tenemos, en primer lugar, las privadas de los centros docentes: Academia platónica, Liceo aristotelico y la hipocrática Escuela de medicina de Cos. Les siguen las públicas creadas por los reyes helenísticos, como los seléucidas en Antioquía, los macedonios en Pella, los atálidas de Pérgamo y los ptolomeos en Alejandría, motivados por eI prestigio que proporcionaba la posesión de libros y la estancia en la corte de literatos y estudiosos. De la monumental biblioteca de los atálidas tenemos noticias literarias y conocemos los restos de su espléndida local, que nos permiten hacernos una idea de sus dependencias: habitaciones para guardar los libros, patios y pórticos para pasear leyendo en voz alta y hacer tertulias, así como una serie de retratos de los grandes escritores. Más noticias y menos restos tenemos de la que fue la primera biblioteca de la Antigüedad, la de Alejandría, que formaron Ptolomeo Lago, primer rey de Egipto, y sus sucesores, para alcanzar y mantener la hegemonía intelectual del mundo griego. Por ello reunieron una cantidad enorme de libros, que la leyenda hace ascender con exageración a varios cientos de miles, y recibieron como huéspedes a los escritores más ilustres en el Museo, una institución creada por ellos para alojar a sus invitados intelectuales. La Biblioteca de Alejandría, cuya vida se prolongó durante ocho siglos, fue decisiva para la conservación y transmisión de la literatura griega, pues sus directores, entre los que hubo grandes filólogos como Zenódoto de Efeso, Erastóstenes de Cirene, Aristófanes de Bizancio y Aristarco, y los colaboradores que a su lado trabajaron estudiaron las obras de los grandes autores griegos, fijaron el texto y añadieron comentarios para su valoración y comprensión.

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 318-343.

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Guía de lecturas

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Soportes de la información y su contexto histórico I

14. Los incunables (II)

La imprenta en Italia Es natural que el primer país en disponer de talleres tipográficos, después de Alemania, fuera Italia, con una situación económica brillante y, además, cabeza, por un lado, de la vida religiosa, y, por otro, del mundo intelectual. Allí residía el Papa y abundaban los príncipes de la Iglesia y sus administradores, que precisaban libros para sus actividades, lo mismo que para su perfeccionamiento espiritual y recreo. Allí había surgido el Renacimiento, muchas personas sentían admiración reverencial por la cultura antigua y el gusto por las artes y por los libros estaba muy extendido. Eran muchos los que podían asesorar a los impresores en sus ediciones y también los que deseaban tener libros propios y disponían de dinero para comprarlos. Las organizaciones comerciales estaban muy desarrolladas, contaban con buena financiación y sus canales de distribución y venta alcanzaban a las ciudades más importantes de Italia y de Europa, lo que auguraba un gran éxito a los talleres de imprenta que se montaran. Estas circunstancias iban a influir en la producción incunable italiana, que fue la de mayor volumen y la de más amplia extensión geográfica, pues nada menos que 70 ciudades contaron con talleres. Destacó en la presentación material del libro, al que aportaron belleza y novedad en tipos, gracia en las ilustraciones y un contenido, aparte del religioso, de carácter literario con la publicación de obras de los autores de la Antigüedad clásica y de los modernos italianos. En Italia, por otra parte, había más autores que en Alemania y, por tanto, la imprenta, además de facilitar el acceso a la gran memoria escrita, fue poco a poco convirtiéndose en un importante medio de difusión de las nuevas ideas. Los impresores alemanes establecidos en la península se adaptaron bien a los gustos italianos y, cuando algunos regresaron a su país, llevaron a él los aires renovadores que habían respirado en ella. La atención a los autores clásicos caracteriza a los impresores italianos, que, en general, contaron con asesores humanistas. Los libros orientados a la resolución de las necesidades espirituales y administrativas de la Iglesia ocupan un segundo lugar, siendo el tercero para las obras de estudio, leyes y medicina. Otra novedad de la primera imprenta italiana fue la protección que las autoridades locales y personas influyentes otorgaron a los impresores, que van desde la concesión de privilegios o exclusivas temporales para evitar la competencia, hasta ayudas financieras, pues el crecimiento de la producción fue superior, en ocasiones, a la demanda del mercado y hubo bastantes impresores con problemas económicos, en Italia y fuera de Italia. Fueron, naturalmente, alemanes los introductores de la imprenta, los clérigos Konrad de Sweynheim y Arnold Pannartz, que procedían de la saqueada Maguncia. Los clérigos hicieron un alto en el monasterio de Subiaco, muy cerca ya de Roma, donde su superior, el cardenal español Juan Torquemada les invitó a montar allí sus trebejos e imprimir algunos libros. Primero produjeron, al parecer, un Donato, del que no ha quedado ni ejemplar ni resto alguno, lo que no tiene nada de particular si consideramos que era un libro de texto y, por tanto, muy manejado. Después, De

Meditationes, de Torquemada, Roma, Ulrico Han, 1467.

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Oratore, de Cicerón, en cuarto y sin fecha, y De divinis institutionibus adversus gentes, de Lactancio, en folio, con la fecha, 29 de octubre de 1465, y lugar, monasterio Sublacensi. Dos años más tarde, el 12 de junio de 1467, salía la cuarta obra impresa en Subiaco, De civitate Dei, de San Agustín. En ninguna de ellas, en cuya composición utilizaron tipos nuevos diseñados por Konrad Sweynheim, aparecen los nombres de los impresores. De Subiaco marcharon nuestros clérigos a Roma, última etapa de su viaje, y en el año de su establecimiento (1467) en la urbe, en casa de los hermanos Pedro y Francisco Massimo, imprimieron las Epistolae ad familiares, de Cicerón, utilizando nuevos tipos más próximos al gusto humanístico. En siete años, hasta 1473, trabajaron juntos y produjeron una cincuentena de ediciones, principalmente Padres de la Iglesia, San Agustín y San Jerónimo, y autores clásicos: Cicerón, Apuleyo, César, Livio, Lucano, Aulo Gelío y Estrabón, entre otros, asesorados por el gran humanista Giovanni Andrea deí Bussi, obispo de Aleria y después bibliotecario de la Vaticana. Aunque sus tiradas eran cortas, 270 ejemplares, encontraron grandes dificultades para la venta, pues no fueron capaces de montar una organización comercial, ni entraron en contacto con una importante, y se deshizo la sociedad. Continuó únicamente en el negocio Pannartz mientras que Sweynheim se dedicó al grabado. Pero para asegurarse un pasar tranquilo solicitaron, y obtuvieron, sendos beneficios del papa Sixto IV. En 1467 estaba establecido en Roma como impresor otro alemán, UIrico Han de Ingolstadt, que en ese año sacó Meditaliones de vita Christi, del mencionado Juan Torquemada, su protector, muy leído en su tiempo, cuyo nombre latino era Johannes de Turrecremata. La obra está embellecida por 31 grabados en madera y es el primer libro aparecido fuera de Alemania con grabados. Llegó a publicar unas 80 obras, entre las que destaca Missale Roinanum, primer libro con notación musical impresa. Fue grande la actividad impresora en Roma, donde eran numerosos los documentos que había que reproducir para la Curia; también la producción de libros a la que contribuyeron cerca de 40 talleres diferentes, entre los que destacan los de Esteban Plarmck (Mirabilia Romae y Compendium elegantiarium, de Lorenzo Valla), y Euchario Silber, que dio a conocer la carta de Colón De insufis in mare indico nuoer inventis. Usaron indistintamente los tipos romanos y los góticos tradicionales. Sin embargo, su crecimiento fue limitado, pues si los impresores de la ciudad recibieron el patronato del Pontífice y de los príncipes de la Iglesia, su clientela, al no contar la ciudad con buenas organizaciones mercantiles que distribuyeran los libros por el ancho mundo, se tuvo que limitar a la jerarquía religiosa y secular romanas y a los peregrinos y visitantes de la urbe. La ciudad donde la imprenta alcanzó el máximo desarrollo fue Venecia (Venetia), lo que parece natural, dada su fuerza política y cultural, así como, principalmente, la solidez de su vida financiera y sus potentes empresas mercantiles, cuyas redes comerciales tenían una amplitud inigualada en aquellos tiempos. Consecuentemente, al finalizar la centuria había en ella 150 talleres, propiedad de impresores de diferentes nacionalidades, principalmente alemanes e italianos, y su producción de incunables, abundantísimos todavía en las bibliotecas actuales, sobrepasó los 4.000. La ciudad, al decir de los contemporáneos, estaba atiborrada de libros que se ofrecían en numerosos puestos de venta. A sus impresores se debe, en gran parte, la difusión, fuera de Italia, de las literaturas clásica e italiana, así como del espíritu renacentista, pero, en general, los impresores venecianos fueron hombres de negocios y publicaron obras de gran demanda a los mejores precios: libros de estudio, a dos columnas, en caracteres góticos, con textos muy compactos para reducir costos. No se interesaron, en general, por atender a los nuevos lectores.

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El primer taller de la ciudad adriática fue el de Johannes de Espira, que también abandonó Maguncia después del mencionado saqueo. Su primer libro, aparecido en 1469, fue Epistolae ad Familiares, de Cicerón, cuya corta edición de 100 ejemplares se agotó con gran rapidez y obligó a Juan a hacer una reedición de 300. En el mismo año imprimió Historia naturalis, de Plinio. Consiguió del gobierno veneciano un privilegio, el primero de los otorgados a impresor alguno, para que durante cinco años nadie pudiera imprimir estas obras. A su muerte temprana, en 1470, le sucedió al frente del taller su hermano Wendelin, durante siete años. Los hermanos imprimieron unas 70 obras, muchas religiosas, otras clásicas y también algunas italianas, como la primera edición del Canzoniere, de Petrarca, y la Divina commedia, con comentarios de Jacopo della Lana. El negocio terminó quebrando y en ello tuvo, quizá, alguna parte, la aparición de otro taller, en 1470, el del francés Nicolaus Jenson, que imprimió, como Wendelin, más de un libro mensual, principalmente Padres de la Iglesia y clásicos latinos, en tipo de letra romano de gran perfección que ha servido de modelo a posteriores diseñadores de letras. Se dice que el rey Carlos VII le envió hacia 1458 a Alemania para conocer el nuevo arte y que Jenson, en vez de regresar a Francia, donde había muerto el rey, marchó a Venecia. Sus bellas impresiones causaron tal admiración que el papa Sixto IV le nombró conde palatino. Produjo (1474) libro en 16.o, Officium B. M. Viginis. Otro notable, por su inventiva y gusto artístico, impresor establecido en Venecia fue el alemán Erhard Ratdolt, que, al principio, estuvo asociado con Bernhard Maler y Pedro Loeslein. A él se debe la invención de la portada, en la impresión del Kalendarium, de Juan Mueller Regiomontanus, en 1476, del que se hicieron una edición latina y otra italiana. En la primera página, en efecto, aparecen el título, el nombre del autor, la ciudad, la fecha y los nombres de los impresores, el de Ratdolt y sus asociados Pedro Loeslein, probablemente el corrector, y Bernhard Maler, el ilustrador. Era, también, la primera vez en que se usaba la numeración arábiga para la datación, así como la primera que en Italia se utilizaban iniciales grabadas, que, probablemente lo mismo que las orlas florales, pueden deberse a Maler. Su especialidad fueron las obras de matemáticas y astronomía y su edición más notable, la de la Geometria, de Euclides (1482), con más de 400 grabados en madera y diagramas. En 1486, por invitación del obispo, se volvió a su natal Augsburgo, donde permaneció activo hasta su muerte en 1528. En las dos últimas décadas de la centuria creció enormemente el número de talleres de italianos. Uno de los más prolíficos fue el de Boneto Locatello, que, habiendo comenzado en 1487, realizó más de 140 ediciones. Otro italiano fue Ottaviano Scotto, que terminó dedicándose con preferencia a la edición y encargó sus libros a diversos talleres, principalmente al de Locatello. También merecen recordarse los hermanos Juan y Gregorio de Gregorii, entre cuyas numerosas obras hay algunas bellamente adornadas con grabados en madera, Battista de Tortis, con taller abierto de 1481 a 1514, que utilizó un tipo de letra gótica muy severo, que dio lugar a que en España se denominara «de Tortis» a los tipos góticos, y Andrea Torresano di Asola, al que se deben algunas innovaciones en la paginación. Se dedicó a la producción de obras filosóficas y jurídicas y formó sociedad con el más famoso de los impresores venecianos, Aldo Manucio, del que nos ocuparemos en un próximo capítulo. Tarde llegó la imprenta a Florencia (Florentia) porque los Médicis se desinteresaron por los libros impresos, de pobre aspecto al lado de los venerables y fastuosos manuscritos que ennoblecían sus bibliotecas y las de sus amigos. El primer impresor de la bella, culta y rica ciudad de Florencia fue un italiano, Bernardo Cennini del Fora, orfebre, que sólo imprimió una obra, aunque voluminosa, Commentarius in Virgilium, de Servio Mauro Honorato, entre 1471 y 1472. Hubo en la ciudad un curioso taller, el establecido en el convento de Ripoli, que llegó a publicar, entre 1476 y 1484, unas 70 ediciones, en las que trabajaron las monjas. El taller fue dirigido por el dominico Domeni225

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co da Pistoia y asesorado por el alemán Juan Pedro de Maguncia, que, en su taller privado, sacó la edición princeps del Filocolo, de Boccaccio, en 1472. En 1477 se imprimió el, al parecer, primer libro con grabados en cobre. Se trata del Monte Santo di Dio, de Antonio Bettini de Siena, impreso (1477) por Nicoló di Lorenzo o Tedesco, que en 1481 concluyó una edición de la Divina commedia con grabados de Baccio Baldini inspirados por Botticelli. Debió de encontrar graves dificultades al imprimir conjuntamente texto y grabados, pues, a partir de la tercera página, la impresión se hizo por separado. Una tercera obra con grabados en cobre fue Geografia, de Francesco de Berlinghieri. Citemos, para cerrar este breve apartado, la primera edición de las obras de Homero, preparada por el cretense Demetrio Chalcondylas, en dos volúmenes (14881489) y realizada por Bartotomeo di Libri, que publicó algunos sermones de Savonarola. Estos impresores florentinos y otros en los que no podemos detenernos, fieles al espíritu de la ciudad, produjeron obras humanísticas e italianas, bellamente adornadas e impresas. En Bolonia (Bononia), asiento de una muy famosa universidad por sus estudios jurídicos, también se retrasó el establecimiento de la imprenta (1470), probablemente por la resistencia ofrecida por los copistas, que constituían un numeroso y poderoso gremio. Su producción, como es natural, se vio orientada por la universidad: tratados jurídicos principalmente, y también libros de medicina y clásicos latinos y griegos. Contó con cerca de 50 talleres, pero la producción de la mayoría fue muy pequeña y más de la mitad de las cerca de 270 ediciones realizadas en la ciudad lo fueron por tres talleres, los de Ugo Ruggeri, Francesco Platone de Benedetti y Benedetto di Ettore. En la capital de la Lombardía, Milán (Mediolanum), también tardaron en establecerse los impresores (1471), a pesar de la riqueza de la ciudad y de las preocupaciones culturales del duque Galeazzo Maria Sforza. Sin embargo, sus 30 talleres fueron muy activos y llegaron a publicar cerca de un millar de incunables, lo que te concede un tercer puesto en la producción incunable italiana, después de Venecia y Roma. Los impresores más notables fueron Filippo Lavagna di Lodi, que se autoproclamó primer impresor de la ciudad, fue más editor que impresor y cuenta en su haber con 60 obras; Antonio Zaroto, que llegó a imprimir 150, y Dionigi da Paravicino, impresor del primer libro fechado compuesto enteramente en griego, Epitome octo parti . um oralionis, de Constantino Láscaris (1476). Consignemos, finalmente, que fueron varios los libros impresos en griego en distintos talleres. Es imposible seguir con la historia de la producción incunable italiana, pero, como despedida, dedicaremos dos palabras a la ciudad de Nápoles (Neapolis), capital del reino regido por la dinastía aragonesa, que dio tantas pruebas de amor al libro bello. Su primer impresor (1470) fue Sixto Riessinger, que previamente había trabajado en Roma, a donde regresó al cabo de una década. Su producción, unas 50 ediciones, se orientó a las obras jurídicas, aunque también publicó algunas literarias. El de más producción de los impresores napolitanos fue Mattia Moravo de Olmuetz.

La imprenta en el resto de Europa, excepto España La primera ciudad francesa que dispuso de taller de imprenta fue, naturalmente, París (Parigii). Su instalación, por iniciativa de la famosa universidad de la Sorbona, la más importante entonces, fue tardía (1470), cuando llevaban más de diez años vendiéndose en la ciudad los libros impresos. El retraso se explica por la resistencia que al nuevo invento oponían los miles de personas que en París vivían de la producción de manuscritos, entre copistas, ilustradores y libreros, que formaban el poderoso gremio de St. Jean Evangéliste.

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El taller lo establecieron en la propia universidad el prior Jean Heynlin y el bibliotecario Guillaume Fichet con tres impresores alemanes contratados: UIrich Gering, Martin Krantz y Michael Friburger, cuyo primer trabajo fue Epistolae, de Gasparino Barzizius. La empresa común, que imprimió, con tipo romano, una treintena de obras, principalmente clásicas (Salustio, Valerio Máximo, Cicerón) y de los humanistas italianos (Lorenzo Valla y Gasparín de Bérgamo), duró poco, pues en 1473 Fichet marchó a Roma con el cardenal Bessarion, Heynlin a Basilea, donde asesoró al impresor Amerbach, según hemos dicho, y los alemanes se retiraron de la Sorbona y abrieron su propio taller, Soleil d’Or, en la calle de Saint Jaeques, donde sacaron una treintena de libros, entre ellos textos de estudios filosóficos, teológicos y canónicos, la primera edición francesa de la Biblia y numerosas obras religiosas, de devoción y de teología pastoral. La producción de los numerosos talleres parisinos se orientó, naturalmente, a la teología, pero también a la literatura cortés, a las crónicas, a las novelas de caballería y a la traducción de autores clásicos, todo en francés. Pero, desde luego, los que dieron una personalidad original a la imprenta francesa incunable fueron los libros bellamente ilustrados y, principalmente, los de horas, cuyo auge duró treinta años, a caballo entre los siglos xv y xvi. En esta actividad destacaron editores como Jean Dupré y Antoine Vérard, que recurrieron a varios talleres para realizar las obras por ellos diseñadas, en las que ocuparon un lugar preferente los misales, las crónicas y los libros de horas. También publicaron traducciones de clásicos y de escritores italianos, como el Decameron y Les cent notivelles, de Boccaccio. Otro editor de libros de horas fue Simon Vostre, cerca de un centenar, impresos en su mayoría en el taller de Philippe Pigouchet. Algo más de tres mil fueron los incunables aparecidos en Francia, de ellos la mitad en París, que llegó a contar con 60 talleres, y de la cuarentena de ciudades francesas que imprimieron incunables el segundo puesto, con cerca del millar, es para Lyon (Lugaunum), que llegó a contar con 40 talleres y fue una de las ciudades con mayor producción de incunables. Este enorme desarrollo se debió al espíritu emprendedor de sus editores, que buscaron mercados y trataron de satisfacer las necesidades y gustos del público, pero, principalmente, al hecho de ser una encrucijada de caminos, que permitió la celebración de ferias muy concurridas y a sus comerciantes desarrollar un activo tráfico mercantil, lo mismo con las tierras del norte, Alemania y Países Bajos, que con las del sur, las penínsulas italiana y española. Se especializaron en libros universitarios, jurídicos y médicos, sin olvidar las apetencias de las nuevas clases sociales incorporadas a la lectura, que gustaban de la literatura en francés. Su primer impresor fue Guillaume Le Roy, asociado con el culto y rico Barthélerny Buyer, que cedió su casa para el establecimiento del taller. Su primer libro fue De miseria humanae conditionis, del cardenal Lotario, al que siguió (1473) la Légende Dorée, de Jacques de Voragine, primer libro impreso en francés. Una de sus más bellas ediciones fue el Roman de la rose (1481) con 86 grabados en madera. Quizá el más notable impresor lionés fue Jean Trechsel, que se hizo cargo del taller de Nicolaus Philippi cuando se casó con su viuda, tanto por su gran producción como por haberse adelantado a Aldo Manucio sacando un tipo de libro manejable, con caracteres pequeños y precio bajo, así como por su maestría al crear libros bellos, tal una edición de Terencio (1493) con 150 grabados en madera. En Ginebra (Geneva), perteneciente a la Confederación Helvética, la imprenta llegó el año 1478. El primer libro impreso en ella fue Le livre des saints anges, de Francisco Jiménez, impreso por Adam Steinschaber, cuya residencia en la ciudad fue breve. Otros dos impresores, Aloys Cruse y Jean Belot, no tuvieron una vida muy activa. En los Países Bajos se han conservado algunos fragmentos de impresos, sin fecha y sin nombre de impresor, que muy bien podían corresponder a los años sesenta. Sin embargo, la primera obra 227

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con el nombre de impresor es Historia scholastica super Novum Testamentum, de Pedro Comestor, impresa en Utrecht (Ultrajectum) por Nicolaus Keterlaer y Gerardo de Leempt (1473). Por los mismos tiempos aparecían en Alost (Alostum) dos libros, sin nombre de editor, De duobus amantibus, de Eneas Silvio, y Speculum conversionis peccatorum, de Dionisio Cartujano. En la ciudad universitaria de Lovaina (Lovanium) el primer impresor fue Johann Veldener, que en 1474 imprimió el Belial, de Jacopo de Teramo. Fue además el productor del primer libro con grabados impreso (1476) en los Países Bajos, Fasciculus temporum. Como otros muchos impresores de incunables, emigró, con la idea de mejorar el negocio, primero a Utrecht y luego a Kuilenberg. En cambio, Johann de Westfalia, que inició su trabajo en Lovaina en el mismo año 1474, permaneció en la ciudad veintidós años y llegó a imprimir unos 200 libros. En Brujas (Brugae) tuvo su taller un inglés, William Caxton, que imprimió seis libros, el primero de los cuales, aparecido en 1473, fue Recuyell of the Historyes of Troye. Casi al mismo tiempo abría el suyo en la ciudad Colard Mansion, calígrafo, que imprimió hacia 1474 Le jardin de dévotion, de Pedro de Alliaco. En Amberes (Antuerpia) hubo más talleres que en ninguna otra ciudad de los Países Bajos, aunque empezaron tarde, pues el primer libro, impreso por Mathias van der Goes, apareció en 1481. En cambio, en Bruselas sólo hubo una imprenta durante el siglo xv, la de los Hermanos de la Vida Común, que se estrenó con Opuscula, de Gerson, en 1475. Entre las otras ciudades con imprenta incunable están Deventer (Daventria), Delft (Delphum), Leyden (Lugdunum Batavorum), Gante (Gandavum) y Harlem (Harlemum). El primer impresor inglés fue William Caxton, anteriormente comerciante de paños, que, como hemos visto, tuvo su primer taller en Brujas, desde donde se trasladó a Inglaterra en 1476 y se estableció en Westminster (Westmonasterium). Allí produjo el primer incunable inglés The Dictes or Sayengs of the Philosophres, en 1477. En su haber hay numerosas obras pequeñas, pero también dos ediciones de The Canterbury Tales, de Chaucer, la segunda con grabados, la muy popular The Golden Legend, de J. de Vorágine, y bastantes obras (religiosas, morales, alegóricas, enciclopedias, historia, novelas y poesía), todas en inglés y traducidas algunas por él mismo. Por ello, su mérito como difusor de la literatura en lengua inglesa se considera superior a sus méritos como impresor. La siguiente ciudad que contó con imprenta en Inglaterra fue Oxford (Oxonia), donde se estableció Teodoro Rood, procedente de Colonia, cuyo primer libro (1478) fue Expositio Sancti Ieronirni Apostolorum, de Rufino. Dos años más tarde apareció el primer impreso en Londres (Londinunt), una indulgencia contra los turcos, realizado por Johannes Lettou. A Londres se trasladó, a finales del siglo, Wyrikyn de Worde, primero ayudante y luego heredero del taller de Caxton. En los países orientales de Europa la imprenta apareció primero en Hungría, en 1473, promovida por el rey Matías Corbino, que invitó al italiano Andrea Hess a imprimir una famosa historia de Hungría del siglo XIII, Chronicon Budense. En Bohemia el primer libro datado, Statuta synodalia, es de 1476 y fue impreso en Pilsen (Pilsna); en Praga, donde se publicaron la mitad de la treintena de incunables checos, el primero fue Articuli statuum utraquisticorum (1478). En Polonia fue Cracovia (Craca) la primera ciudad con imprenta (1473), y uno de los primeros libros impresos fue Expositio psalterii, de Torquemada. En Montenegro la imprenta llegó en 1493, cuando en Venecia ya se habían estampado libros para la Iglesia croata en alfabeto glagolítico. También en la última década del siglo xv aparecieron los primeros impresos en Suecia y Dinamarca. Curiosamente el primer libro impreso en Portugal (Faro, 1487) es la Torá en hebreo. Además, en Leiria se estableció una imprenta hebrea (1492), que trabajó en la última década del siglo xv. Contaron con talleres de imprenta Oporto y la pequeña localidad de Chaves, pero la gloria de la edición incunable portuguesa le corresponde a Lisboa por la edición de la Vita Christi (1495), de 228

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Ludolfo de Sajonia, mal traducida pero bien impresa por Valentín Fernández o de Moravia y Nicolás de Sajonia, en cuatro volúmenes con hermosos grabados.

La imprenta en España Son oscuras las informaciones sobre la introducción de la imprenta en España, falta de claridad que se debe en parte a los pocos documentos encontrados en los archivos sobre los primeros impresores y fundamentalmente a la falta de colofones explícitos en los primeros libros. El colofón más antiguo fechado aparece en Comprehensoriunt, de Johannes, 23 de febrero de 1475, impreso en Valencia probablemente por Lambert Palmart. Sin embargo, se pueden hacer varias afirmaciones: 1.a) Llegó con cierto retraso, en la década de los setenta, explicable por la situación periférica de la Península y por la falta de grandes universidades o de rica vida urbana; 2.a) Los primeros impresores fueron alemanes, lo que es natural porque el gremio internacional estaba constituido en su mayoría por ellos; 3.a) El camino de introducción fue Italia, según muestran los tipos romanos empleados en los primeros impresos, hecho comprensible por las intensas y extensas relaciones con Italia. No se ha conservado ningún libro xilográfico producido en España. Sin embargo, hay noticias de la existencia de grabados en los primeros años del siglo xv y se conocen algunos de la segunda mitad de este siglo. También las hay de la confección de naipes y de grabados con texto, aunque sobre planchas metálicas. Durante algún tiempo pareció que el honor de ser el primer libro impreso en España era para la Gramática (Libellus pro efficiendis orationibus, de Bartolomé Mates), impresa por Johann Gherlinc en Barcelona en 1468, fecha que resultó una errata probablemente por 1488. El honor fue otorgado también a Obres o trobes en lahors de la Verge María, de Lambert Palmart, que contiene 45 poesías en honor de la Virgen, la mayoría en valenciano, presentadas en un certamen que tuvo lugar en Valencia el 11 de febrero de 1474; pero hoy se piensa que ni siquiera fue la primera obra impresa en Valencia, aunque se le reconoce el mérito de haber sido el primer libro impreso de carácter literario. Igualmente fue candidata al honor una edición de Ethica, Oeconomica, Politica, de Aristóteles, hecha por Enrique Botel, magíster fibrorum de stampa, Jorge vom Holtz de Hoeltíngen y Juan Planck (o Blanch) de Hallis en Zaragoza o en Barcelona en 1473 ó 1474. incluso ha sido propuesto el Sacramental, de Clemente Sánchez Vercial, al que el autor de la hipótesis, Pedro Vindel, le atribuye, sin prueba documental, el año 1470 como fecha de su impresión en Sevilla. Los impresores habrían sido los calígrafos andaluces Antonio Martínez, Alfonso del Puerto y Bartolomé Segura, utilizando letras talladas en

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madera. La idea le vino del colofón del Repertorium quaestionum super Nicolaum de Tudeschis, de Alonso Díaz de Montalvo, impreso por ellos en Sevilla en 1477, en el que afirman ser los primeros impresores establecidos en la ciudad: Si petis artifices primos quos Ispalis olim vidit et ingenio propirio monstrante peritos Tres fuerunt homines marini Antonius atque de portu Alphonsus segura et Bartholomeus.

Cuyo sentido no está claro, aunque lo más probable es que quiera significar que tuvieron que derrochar gran ingenio para resolver algunos de los problemas que, a principiantes inexpertos, planteaba la puesta en marcha de un taller. Hoy goza de general aceptación la idea de que la primera obra impresa en España fue una conservada en la catedral de Segovia, la Sinodal de Aguilafuente, que contiene las constituciones aprobadas en un sínodo celebrado en ese pueblo perteneciente a dicha provincia y diócesis, en los primeros días del mes de junio de 1472, para recordar a los clérigos sus obligaciones y evitar que se mezclaran en las contiendas civiles y sembraran guerra y discordia los que debían ser árbitros de la paz. La obra consta de 48 hojas, impresas con un tipo romano y no tiene colofón, aunque fue impresa con toda probabilidad antes de finalizar el año, en Segovia, por el alemán Juan Parix de Heidelberg, que debió de permanecer en la ciudad hasta 1475, fecha en que probablemente marchó a Toulouse. Parece confirmar esta presunción un documento que menciona a un tal Juan Paris, nombre poco común, como residente en Segovia a finales del siglo XV. En ella imprimió, al menos, ocho obras y en ella se estableció, probablemente invitado por el acaudalado obispo Juan Arias de Ávila. Apoyan esta idea el hecho de que los 19 ejemplares conservados de las obras impresas por Juan Parix, ocho se encuentran en la catedral de Segovia y que el historiador segoviano Diego de Colmenares afirma “que las actas sinodales se imprimieron y luego” inmediatamente.

Sinodal de Aguilafuente

Ha suscitado extrañeza que el primero libro impreso en España lo fuera en Segovia, dentro del reino de Castilla, y no en Aragón, más próximo y más relacionado con Italia; pero muchas veces la voluntad de un hombre, en este caso la del obispo segoviano, puede adelantarse al acontecer natural de las cosas cuando las circunstancias son propicias. Vivía la ciudad en su mejor momento

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histórico, con ferias, fiestas y torneos brillantes, el rey le habia concedido primacia sobre las otras ciudades de su reino, era el centro de la vida política y allí fue proclamada Isabel reina en 1474. El obispo era hijo natural del converso Diego Arias, tesorero de Enrique IV, y hermano de Pedro Arias o Pedrarias de Ávila, que heredó el cargo de su padre y consiguió privilegios sobre unas alcabalas en 1466 para establecer, bajo la superintendencia del obispado, un estudio de gramática, lógica y filosofía equivalente a una universidad. Es comprensible que deseara completar la actividad universitaria con la introducción de la gran novedad mecánica al servicio de la formación espiritual de sus feligreses. Con todo, hay sospechas de la existencia de talleres en Barcelona, Zaragoza y Valencia por los mismos tiempos en que Juan Parix imprimía en Segovia. Conocemos un contrato de Enrique Botel con sus paisanos Holtz y Planck firmado en 1473, en el que se comprometía a enseñar el oficio de impresor. La sociedad editó, como hemos dicho, una obra de Aristóteles. De todas formas, la primera obra fechada (1475) en Barcelona (Barcino) es Rudimenta Grammatices, de Nicolás Perottus, impresa por Juan de Salzburgo (probablemente el Planck socio de Botel) y por Pablo de Constanza u Horus, que también estuvo asociado con Botel. Se conocen algunos libros que debieron de ser impresos en Barcelona por aquellos años, pero no aparece ningún otro datado hasta 1478, los Commentaria in libros Ethicorum, y Commentaria in libros Politicorum, de Santo Tomás a las obras de Aristóteles, impresos por Pedro Brun, de Ginebra, y Nicolás de Spindeler, de Zwickau. La asociación debió de durar poco y Spindeler, antes de marchar a Tarragona, remató en Barcelona media docena de obras, entre otras, Regiment dels Princeps, de Egidio de Colonna, y Ética, Política y Económica, de Aristóteles. Con Pedro Brun estuvo asociado un clérigo catalán, Pere Posa, que terminó siendo el más prolífico de los impresores de la ciudad, al menos 36 ediciones, en los 20 últimos años del siglo. I n i c i ó su labor con una Historia de Alexandre, de Quinto Curcio, en valenciano, y la terminó, ya en 1505, con Arbor scientiae, de Raimundo Lulio, del que había hecho una edición anterior en 1482. También publicó el primer libro de matemáticas aparecido en España. Suma de la Art de Arithmética, de Sant Climente. Otro editor catalán, que, como Pere Posa, tuvo librería, fue Pere Miquel, que debió de empezar como librero y tuvo relaciones comerciales con Johann Gherlinc, el impresor de la Gramática de Mates, que trabajó después en varias ciudades del occidente peninsular: Braga, Orense, Monterrey y Salamanca. Miquel inició sus actividades impresoras (1491) con Naturae ordo studentium pauperum, de Janer, y llegó a publicar 17 obras más, principalmente de teología, medicina y leyes, hasta 1495, cuando le sobrevino la muerte mientras imprimía Tirant lo Blanch, de Joanot Martorell.

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Un taller importante en Barcelona, ya en la última década, fue el Juan Rosenbach, de Heidelberg, que vino de Valencia (1492) y se volvió, al cabo de seis años, a Tarragona, después de haber impreso casi una veintena de libros, entre ellos obras en catalán, como Libre dels angels y Libre de les dones, de Francisco Jiménez. También tuvo su taller en la última década el burgalés Diego de Gumiel, que gustaba llamarse El castellano, y remató (1497) la edición de Tirant lo Blanch iniciada por Pere Miquel. Publicó Scala Dei, del mencionado Francisco Jiménez, pero princípalmente obras en latín, un misal, un donato, y Doctrinale, de Alexander de Villa Dei. Interrumpió su estancia en Barcelona para imprimir en Gerona y, al final de la centuria, marchó a Valladolid. El primero de los editados en Zaragoza (Caesaraugusta) que lleva fecha es el Manipulus curatorum, de Guido de Monte Rocherii, impreso por Mateo Flandro en 1475. Es, además, el primer impreso en España que lleva nombre del Introductiones latinae, de Nebrija. impresor. Después Botel y Horus, cuya asociación hemos mencionado, publicaron en esta ciudad los Fori Aragonum, en 1476. El segundo pertenecía a una familia de ricos comerciantes y había estudiado en la universidad de Basilea. Su taller, regentado más tarde por su hermano Juan, fue uno de los principales de España en las dos últimas décadas del siglo. Entre sus obras hay ediciones de Aristóteles (Política, Ethica), Séneca (Proverbios, Epístolas), Salustio (Obras), Torquemada (Expositio super Psalterio), Sánchez de Arévalo (Espejo de la vida humana), Ramón de Llavia (Cancionero), López de Mendoza (Proverbios), Pedro, condestable de Portugal (Coplas), Boccaccio (De las mujeres ilustres), Díaz de Montalvo (Ordenanzas reales), García de Valera (Crónica de España), Breydenbach (Viaje a Tierra Santa), Juan de Capua (Exemplario), Khetam (Compendio de la salud humana) y Manuel Díaz (Libro de albeiteria), aparte de un Missale Caesaraugustanum. Pablo Horus traspasó su negocio a Jorge Coci y se retiró a Constanza en septiembre de 1499. Coci estuvo asociado con Leonardo Hutz y Lope Appentegger. Valencia, capital del reino de su nombre, tuvo una gran actividad impresora de acuerdo con su potencia comercial y sus inquietudes culturales. El introductor de la imprenta en la ciudad fue probablemente Jacobo Vitzlant (Wissland), comerciante alemán que representaba a la compañía Ravensburg, muerto en 1475, y de cuyo taller debió de hacerse cargo Lambert Palmart, alemán que había estudiado en París. Hasta 1493, año en que vendió su negocio, publicó probablemente más de una docena de obras, aparte de algunas indulgencias, aunque sólo llevan su nombre las aparecidas a partir de 1486. Entre sus autores figuran Aristóteles, Salustio, Esopo, Mela y Francisco Jiménez. Publicó también una edición de los Furs de Valencia y otra de la Biblia, la llamada Valenciana, en colaboración con Alonso Fernández de Córdoba, platero y maestro impresor, que en 1477 había publicado el Confessionale, de San Antonino, y siete años más tarde unas obras de Jaime Pérez, administrador del obispado, en asociación con Gabriel Luis de Ariño. Nicolás Spindeler, que había tenido taller abierto en Tortosa, Barcelona y Tarragona, se estableció en Valencia en 1489 y llevó a cabo, por encargo del librero Juan Rix, la primera edición de Tirant lo Blanch. Se imprimieron 715 ejemplares, y en la primera de sus 388 hojas figura una bella orla con el nombre de Spindeler. Vuelto a Barcelona después de terminar el Tirant, regresó a Valencia en los últimos años del siglo y debió de imprimir docena y media de libros, algunos sin hacer constar su nombre. 232

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Pedro Hagenbach y Leonardo Hutz aparecen asociados en la última década y en su taller se debieron de imprimir una decena de libros, entre otros Furs Fets en las Corts de Oriola, Hores de la Setmana Sancta y De musica, de Guillermo Despuig. No aparecen en los colofones libros atribuidos a Miguel Albert, pero los documentos le acreditan como el productor de Repertorium perutile de pravitate haereticorum, asociado con Juan Gómez de Carrión. Otros impresores valencianos fueron Lope de la Roca, que produjo una docena de libros, Pedro Trincher, Alfonso de Orta y Cristóbal Cofmann. Tres españoles (Antonio Martínez, Alfonso del Puerto y Bartolomé Segura) se declararon introductores de la imprenta en Sevilla (Hispalis), según hemos visto. Fueron también los impresores de dos ediciones del Sacramental, de Clemente Sánchez Vercial (1477 y 1478). En 1480 aparece Fasciculus temporum, aunque figuran sólo los nombres Bartolomé Segura y Alfonso del Puerto. Dos años más tarde, Crónica de España, de Diego García de Valera, aunque a nombre de Alfonso del Puerto exclusivamente. Por otra parte, Antonio Martínez imprimió en su taller Espejo de la cruz (1486), de Cavalca. En 1490 fue impreso Vocabulario universal en latín y en romance, un folio de 550 hojas, de Alfonso Fernández de Palencia, .por los llamados Compañeros alemanes, Pablo de Colonia, Juan Pegnitzer de Nuremberg, Magno Herbst y Tomás Glockner, que habían sido llamados por la reina, probablemente muy interesada en que la rica ciudad bética contará con una buena producción tipográfica. Al año siguiente el taller tiene una producción notable, 1.724 hojas impresas correspondientes a seis libros, algunos tan voluminosos como Vidas, de Plutarco, traducidas por Alfonso de Palencia, Floretum Sancti Matthaei, de Alfonso Tostado, y Las siete partidas, con las adiciones de Díaz de Montalvo. No continuaron con esta actividad los años siguientes, en los que se separó de la asociación Pablo de Colonia, reduciéndose los companeros a tres, para terminar en dos en 1499, por separación de Glockner. A partir de 1498 recuperaron la actividad, que había permanecido mortecina desde 1491, e imprimieron una veintena de ediciones, entre ellas una de Las trescientas, de Juan de Mena. En general, trabajaron de encargo, para libreros o para patrocinadores, como la reina, a la que se debe la edición del Vocabulario. Por invitación de los reyes se estableció en Sevilla Meinardo Ungut, que había trabajado en Nápoles, y que estuvo asociado con Estanislao Polono hasta su muerte en 1500. Fue el taller sevillano de mayor producción, unas 70 ediciones, hechas también normalmente por encargo, que van desde bulas pasando por breviarios a obras clásicas (Aristóteles, Catón, Curcio, Séneca, Josefo), medievales (Boecio, San Francisco, San Buenaventura), de teología pastoral, derecho, medicina y literatura moderna, como Caída de príncipes, de Boccaccio; Proverbios, de López de Mendoza, y El Corbacho, del Arcipreste de Talavera. Mencionemos, por último, entre los talleres sevillanos, el de Pedro Brun, que había tomado parte en varios trabajos tipográficos en Cataluña, y que en Sevilla tuvo como socio a Juan Gentil en la impresión de Nobiliario, de Fernando Mejía, en 1492. La abundante producción de Salamanca (Salmantica), donde residía la más importante universidad española, plantea graves problemas a los historiadores porque más de un centenar de libros no tienen nombre de impresor, aunque, por los tipos empleados, se supone que fueron dos los talleres, conocidos, respectivamente, como los impresores de las Introductiones latinae y la Gramática castellana, ambas de Nebrija. El primero, cuya relación con la universidad se ignora, así como con Nebrija, del que se ha dicho, sin más prueba que una tradición antigua, que era el dueño o el protector, tuvo actividad desde 1480 hasta 1492, iniciada con las mencionadas Introductiones y terminada con Materies grammaticae, de Fernando Nepos. Se le atribuyen 30 233

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ediciones, la mayoría en latín, principalmente de libros al servicio de la universidad, como obras de gramática y retórica, principalmente de Nebrija, teología, derecho, astronomía y clásicos. El segundo taller, que podría ser sencillamente el mismo con un mejor utillaje y nuevas fuentes de tipos, empezó más tarde, en 1492, y alcanzó una actividad mayor, pues llegó a producir 90 ediciones, cifra no alcanzada por ningún otro taller incunable en la península. Entre sus ediciones ocupa un lugar destacado la Gramática castellana, impresa en 1492, en cuyo prólogo Nebrija hablaba profética y orgullosamente de la lengua castellana, destinada a ser compañera del imperio. Una tercera parte de las ediciones está en castellano, entre ellas algunas tan difundidas como la Crónica, de García de Valera, la Coronación, de Juan de Mena, y los Proverbios, de López de Mendoza, marqués de Santillana. Abundan las obras de Nebrija, y el resto son del mismo carácter que las producidas en el primer taller, después de todo las que podían interesar a un público universitario. Otro taller de Salamanca perteneció al alemán Leonardo Hutz, que había trabajado en Valencia, y al navarro fray Lope Sanz, cuya primera noticia la proporciona el colofón del Tractatus contra haereticam pravitatem, de Gundisalvo de Villadiego, en enero de 1496. Debieron de producir una docena de libros en los tres años que duró la asociación, los más sin indicación del impresor, entre ellos sendos comentarios de Santo Tomás y Thomas Bricot sobre Aristóteles y Repetición de amores, de Ramírez de Lucena. Cerramos el apartado de Salamanca con la mención del librero Juan Porras, que encargó, según constancia documental, bastantes e importantes obras en diversas imprentas. Sin embargo, no ha sido posible probar si fue propietario de algún taller antes de 1500, aunque incluso se ha pensado en la posibilidad de que fueran suyos, o tuviera alguna participación en algunos de los dos talleres anónimos mencionados. Es probable que los primeros impresos salidos en Valladolid (Vallisoletum) fueran bulas realizadas en el monasterio de Nuestra Señora del Prado, pero no hay constancia clara, sino simple sospecha, porque en el siglo siguiente a este monasterio y al de San Pedro Mártir de Toledo se les concedió este privilegio. El primer taller secular establecido fue el Juan de Francour, de origen francés, que imprimió, en 1492, un Tratado breve de confesión, y dos libros jurídicos en el siguiente. Quizá una docena imprimió el taller de Pedro Giraldi, probablemente italiano, y Miguel de Planes, cuya producción más famosa fue la primera carta de Colón, De insulis nuper inventis, sin fecha. También se les ha atribuido una edición de Visión deleitable, de Alfonso de la Torre. El impresor zamorano, Antonio de Centenera, se cita como el más característico de la imprenta española incunable por el dibujo de sus tipos, alejados de la influencia extranjera, por sus grabados, como en Los trabajos de Hércules, de Villena, y porque la mayoría de sus libros, algo más de una docena, estaban en castellano y eran de autores españoles: Vita Christi per coplas, de Íñigo de Mendoza (dos ediciones, 1482 y 1483); Ordenanzas reales, de Díaz de Montalvo; Introductiones latinae, de Nebrija; Libro de los evangelios moralizados, de Juan López; Proverbios, de Séneca; Tratado de vida beata, de Lucena; Regimiento de príncipes, de Gómez Manrique; Coplas de la pasión, de Román, y Suma de casos de conciencia, de Bartolomé de S. Concordio, entre otros. Fadrique de Basilea o Bici fue el primer impresor establecido en Burgos (Burgi), que inició su actividad haciendo unos impresos para la catedral en 1482, pero cuyo primer libro fue la Grammalica latina, de Andrés Gutiérrez (1485), cuyos 400 ejemplares fueron sufragados por el autor. En su haber hay unos 70 incunables, gramáticas latinas y obras de Nebrija (cuatro), Pedro Mártir (Opera) y Lucio Marineo (De Hispaniae laudibus), Diego de San Pedro (Cárcel de amor, Tractado de amores de Arnalle y Lucenda), Fernando de Rojas (La Celestina, primera edición), Alfonso de la 234

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Torre (Visión deleitable), Hernando del Pulgar (Cartas y Glosas de Mingo Revulgo), García de Santa María (Doctrinal de Caballeros), entre otras. Aunque no publicó tantos libros, otro impresor de la ciudad, Juan de Burgos, cuya actividad se inicia en 1489 se distinguió también por el buen diseño de sus grabados. Entre sus libros, algunos de los cuales son reediciones de otros de Fadrique de Basilea, recordamos Doctrinal de los caballeros, de García de Santa María; Commetarii de bello gallico, de César, y varias gramáticas latinas. Quizá en Toledo, como en Valladolid, la imprenta se implantó para la producción de bulas en el monasterio de San Pedro Mártir, aunque las que llevan fecha más antigua lo fueron en el taller de Juan Vázquez, en 1484. Dos años más tarde daba a luz Confutatorium errorum, de Jiménez de Prexano, obispo de Coría, así como Claros varones, de Hernando de Pulgar. En total los libros impresos por él no llegaron a la docena. De 1494 es una edición de De potu, de Julián Gutiérrez, médico de los Reyes Católicos, hecha por el impresor Antonio Téllez, impresor de indulgencias, que el año siguiente imprimió otra obra del mismo Gutiérrez, De computatione dierum. Pero el mejor taller de Toledo fue el de Pedro Hagenbach, que había trabajado previamente en Valencia con Leonardo Hutz. Empezó en 1498 con Leyes de estilo y siguió con Cura de la piedra, del mencionado Gutiérrez, y Comentarios, de César. Sin embargo, sus obras más notables fueron Missale Toletanum, hecho, como las obras anteriores, por encargo del librero toledano Melchor Gorricio, y el Missale Mozarabe, por encargo del Cardenal Cisneros. En Guadalajara Moisés Levi Alkabiz montó la, al parecer, primera imprenta con caracteres hebreos en España, que en el año 1482 publicó In prophetas minores. No obstante, bien pudiera haber sido Juan de Lucena el primer impresor de libros hebreos, en Toledo o en Montalbán, según documentos de un proceso incoado por la Inquisición. Algunos años más tarde Elieser Alantansi imprimió en Hijar, provincia de Zaragoza, un Pentateuco en hebreo en 1490. En Pamplona (Pampilona), capital del reino de Navarra, se estableció Arnaldo o Arnauld Guillén de Brocar, probablemente francés, en 1489, donde imprimió en la última década del siglo una docena de libros, entre ellos misales y encargos de algunas diócesis, Epílogo en medicina y cirugía, de Khetam; Crónica troyana, de Guido de Colonna, y Tabla de la diversidad de los días y horas, de Nebrija. El establecimiento de la imprenta en Granada (Granata), la capital del reino moro de su nombre hasta 1492, se debió a su prelado, Fernando de Talavera. La actividad del taller, montado por los impresores establecidos en Sevilla Meinardo Ungut y Juan Pegnitzer fue corta, sólo dos obras. La primera lleva la fecha de 1496, Vita Christi, de Francisco Jiménez, aunque la primera obra impresa pudo ser una con varios trabajos del propio arzobispo, Breve y muy provechosa doctrina..., dirigida a la formación de los nuevos cristianos granadinos. En total fueron 26 las ciudades españolas que dispusieron de imprenta en el siglo xv. Además de las citadas, están ciudades grandes como Palma de Mallorca, Murcia, Tarragona, otras sedes episcopales como Santiago, Coria, Mondoñedo, Lérida, Gerona y Tortosa, pequeños pueblos, como Huete y Montalbán, y monasterios como Montserrat y San Cugat.

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Escolar Sobrino, Hipólito. Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993. p. 344-368.

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Los incunables (III)

Aspectos formales Es natural que la gente, al contemplar por primera vez algún incunable, crea que se trata de un manuscrito, tan grande es su parecido. Pero esto no debe sorprender, pues ni Gutenberg ni los impresores que le siguieron pretendían cambiar la forma del libro, sino reproducirlo con la mayor rapidez posible y, además, sin llamar excesivamente la atención para que los habituales compradores se encontraran con algo familiar, no con algo extraño. Si el libro impreso fue adquiriendo poco a poco características diferentes, se debió, más que a un afán de originalidad, a imperativos surgidos, por un lado, de las conveniencias de fabricación y venta y, por otro, de las apetencias del público, cuyos gustos, por ser ese su negocio, los comerciantes del libro estaban interesados en atender. Los cambios no afectaron a la forma de códice, pero influyeron en la materia escritoria. Al buscar un mercado más amplio y una mayor baratura, el papel fue desplazando al pergamino, que pronto se utilizó sólo ocasionalmente para ejemplares de lujo o respeto, destinados en su mayor parte a mecenas o a los patrocinadores de las ediciones. El papel era fuerte, de mucho peso y con un color grisáceo, parecido al pergamino. Solía llevar, salvo en los de peor calidad, una marca de agua, la filigrana. Había dos tamaños, el denominado forma regalis, de aproximadamente 70 por 30 cm, y el de forma mediana o communis, con un promedio de 50 por 30 cm. El tamaño del libro resultante. al doblar la hoja, era 50 por 30 y 30 por 25 cm, respectivamente. Es el denominado folio. Si se hacían más dobleces resultaban los tamaños cuarto, octavo, doceavo, dieciseisavo y veinticuatroavo. El tamaño folio era el apropiado para grandes libros de estudio y consulta, aquellos que en las bibliotecas medievales estaban encadenados a los estantes, mientras que los formatos más pequeños, que fueron apareciendo más tarde, se adaptaban muy bien a las obras seculares y a las propias para la lectura religiosa o simplemente placentera en cualquier lugar y tiempo. La mancha del texto en los primeros libros dejaba grandes márgenes y tenía un aspecto compacto, sin apenas blancos ni puntos y aparte. Generalmente aparecía en dos columnas, pues con las líneas a página entera la lectura hubiera resultado muy dificultosa en el tamaño normal al principio, el de folio. Curiosamente la doble columna fue la preferida para los libros bíblicos, litúrgicos y jurídicos; en cambio, la línea única era usual para la literatura clásica. En algunas obras con comentarios, especialmente en las jurídicas, siguiendo también la presentación de los manuscritos, el texto aparecía en el centro con grandes caracteres y a su alrededor se componían las glosas o comentarios en un cuerpo más pequeño. Pronto empezaron a aparecer libros en formato menor, buscando una grata lectura y una mayor manejabilidad y se hizo rara la doble columna. Biblia de Gutenberg.

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Los cambios también alcanzaron a la letra. El tipo de ésta más generalizado en los manuscritos de mediados del siglo XV era el gótico, con innumerables variantes de acuerdo con el contenido del texto y con los estilos regionales. En Italia y España, se utilizaba una variante llamada rotunda, más redondeada, y en la corte de los duques de Borgoña una gótica cursiva denominada bastarda. En letra gótica, claro está, fueron compuestas las primeras obras impresas en Alemania, para que los lectores no sufrieran extrañeza por la novedad de un nuevo tipo. Por otro lado, si la legibilidad de la letra empleada por Gutenberg, la llamada deforma o textura, no era buena, el aspecto de la página resultaba muy noble. En Italia los humanistas habían puesto en circulación una letra llamada humanística o romana, inspirada, como hemos dicho antes, en la carolingia. Su creación obedecía al deseo, expresado por Petrarca, de mayor claridad. Esta letra fue imitada por los impresores alemanes establecidos en Italia, que deseaban satisfacer los gustos de los clientes, y, por el prestigio cultural de los italianos, fue pronto utilizada en otros países, como Francia y España, en cuyos primeros impresos se emplearon tipos romanos. Durante el siglo XV se usaron los dos tipos con sus variantes y, aunque cada taller se veía limitado por los tipos disponibles en sus cajas, progresivamente se fueron especializando: el gótico para las obras religiosas y jurídicas, para los libros de estudio y para los de consulta, pues a los que les manejaban no les resultaba molesta su lectura por estar habituados a ella; el romano para la literatura clásica y para las obras modernas, para el nuevo público que leía por gusto, no por necesidad. A la larga terminaron desapareciendo las variantes regionales y se impuso, ya en el siglo XVI, el romano en Europa, a excepción de los países germánicos, donde el tipo gótico, al que llaman fraktur, ha perdurado hasta nuestros días, en parte por orgullo nacional, pero principalmente por el peso que la literatura religiosa tuvo en Alemania. Su gran inconveniente frente al romano es que carece de cursiva. Con el tiempo los impresores fueron disponiendo de letras de diferentes tamaños, que gustaban utilizar en una misma obra. Otra novedad que se fue imponiendo con la imprenta fue la desaparición de las abreviaturas que llenaban las páginas de los manuscritos por el deseo de ahorrar tiempo en su copia. Los primeros impresos respetaron estas abreviaturas, que obligaron a Gutenberg al empleo de 300 tipos diferentes. Aunque no de forma rápida, terminaron por desaparecer porque sin ellas la lectura era más fácil y grata, e incluso se acortaba el tiempo de la composición al buscar el cajista el preciso entre un menor número de signos. Para facilitar el trabajo de los encuadernadores se idearon, a partir de 1470, las signaturas, consistentes en unos signos tipográficos como abreviaturas, asteriscos, parágrafos, calderones, cruces, etc., así como letras del alfabeto, que se duplicaban o triplicaban cuando a ello obligaba el elevado número de las hojas, y se ponían en el recto de la primera hoja del primer pliego. Con el propósito de asegurar la finalidad de las signaturas, se imprimía el registro, índice en el que constaban éstas o las primeras palabras de los pliegos o sólo las de la primera mitad de las hojas. A todo ello se añadía la clase de cada pliego, es decir, el número de hojas que tenía. Otra ayuda complementaria para el plegado en la encuadernación eran los reclamos, nombre que se da a la palabra o sílaba colocada a la derecha, debajo de la última línea en el verso, y que era la misma que iniciaba el recto de la siguiente hoja. También con esta finalidad se empezó a utilizar, a partir de 1470, la foliación, al dar a cada hoja un número correlativo, en numeración romana, colocado en la parte superior derecha del recto; más tarde el procedimiento se perfeccionó con la numeración de las páginas, es decir, las dos caras de la hoja, y el empleo de la numeración arábiga.

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Los datos de identificación de los incunables (título, autor, impresor, lugar y fecha), cuando figuran en ellos se encuentran en el colofón, cuya larga historia la iniciaron los escribas mesopotámicos dos mil años antes de Cristo. A estos datos finales se les denominó colofón, es decir, remate de la obra, en la Antigüedad clásica. Sorprendentemente, al cambiarse la forma del libro del rollo al códice, se mantuvo el colofón por la fuerza que la tradición o mejor, la rutina, tiene siempre en las actividades humanas y de manera destacada en el libro. Los escribas medievales siguieron consignando los datos de identificación al final de la obra, aunque el título algunas veces apareciera al comienzo: es el denominado incipit, «comienza», seguido del título de la obra. Los primeros incunables, y después un buen número de ellos no tenían colofón, ni noticia alguna sobre la fecha, el lugar o el taller de impresión. Tampoco lo tuvieron una buena parte de los publicados con posterioridad. El primer colofón apareció en el Salterio impreso por Fust y Schoeffer y en él se indicaba el nombre de éstos, el año, 1457, y el día, la víspera de la Asunción, 14 de agosto, así como un largo párrafo, ya no parecía preciso mantener el secreto de Gutenberg, definitorio del nuevo arte de escribir, en el que figuraban estas palabras: adinventione artificiosa imprimendi et caracterizandi absque calami ulla exaratione. En Venecia y en Roma aparecieron colofones en verso redactados por los humanistas que preparaban y corregían los textos. Gustaron tanto, que otros impresores los repitieron en reediciones de la misma obra, a veces sin cambiar siquiera el nombre del primer impresor. Al principio se alababa el invento maravilloso que permitía escribir sin pluma y sin cálamo, como en el Salterio maguntino; después, algunos impresores se vanagloriaron de haber conseguido dominar este arte gracias a su ingenio, así hicieron los primeros impresores sevillanos; loaban la calidad de su trabajo y la baratura del precio del libro, y citaban encomiásticamente a las personas responsables de la edición: impresor, patrocinador y corrector, aparte de al autor. Pronto pasó la moda de recurrir a los humanistas y el colofón apareció con la simplicidad de la prosa del impresor consignando los datos imprescindibles: lugar, impresor y fecha. Para esta última se utilizaban generalmente los numerales y el calendario (calendas, nonas e idus) romanos. La difícil lectura de las letras mayúsculas dio lugar a erratas en las fechas, que han traído de cabeza a los estudiosos de los incunables, pues estos errores hicieron pensar a algunos que la imprenta se había iniciado en alguna ciudad unos años antes. Claro que a los mismos errores han dado lugar fechas escritas con numeración arábiga, como en el caso que hemos citado de la Gramática de Mates. Conviene finalmente consignar que, al estar escritas en latín la mayoría de las obras, los nombres de las ciudades donde estaban establecidas, las imprentas se ponían en esta lengua. Añadamos también que algunos colofonenes en general cortos, fueron embellecidos con grabados en madera. La portada, en la que figuran los datos de identificación que constaban en el colofón y que ha sido quizá la novedad más revolucionaria que trajo la imprenta a la concepción material del libro, sugrió con fines de pronta identificación. A veces, la primera hoja y, otras, la primera página, se dejaban en blanco para que no se ensuciara el texto, que emprezaba en la tercera página o en la vuelta de la primera hoja o segunda página. A mediados de la década de los setenta se pensó que en esta página en blanco podía ponerse una indicación, incluso abreviada, sobre el autor y el título, lo que permitía a los comerciantes conocer inmediatamente la obra de que se trataba. También se advirtió que el texto de esta primera página podía utilizarse para promocionar la venta del libro con unas palabras laudatorias y adornándolo, para llamar la atención del comprador y atraerlo, con un grabado.

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La primera portada apareció en el Kalendarium, de Regiomontano. Constava de un panegírico de la obra en verso, dentro de una orla, y daba el nombre del autor, el de los tres miembros y el de la sociedad impresora Erhard Ratdold, Bernhard Maler y Pedro Loeslein, más la indicación de la ciudad, Venetia, y el año, 1476. Fue un anticipo que no encontró imitadores inmediatos. Su generalización coincide con los años últimos de la década siguiente, aunque la primera portada completa con título, autor, editor, impresor, fecha y lugar figura en Exercitium super tractatus parvorum logicarium Petri Hispani (Leipzig, 1500), finalizando ya el período incunable. Las portadas, como hemos dicho, se iniciaron poniendo una sola palabra, por ejemplo, Biblia, o un resumen del título en la primera página, pero poco a poco se les fue prestando más atención. Muchos impresores prefirieron resolverla con un grabado en el que figuraba el título y un dibujo, generalmente una orla, en especial cuando las ediciones no Marca comercial de los eran de obras de estudio, sino obras nuevas, los textos estaban en las Cuatro Compañeros lenguas vernáculas y se buscaba un público más amplio que el Alemanes. profesional estudioso. Un paso más fue la inclusión de un dibujo alusivo a la narración, si la obra era literaria, una escena edificante, si el tema era religioso, o el autor escribiendo o dirigiéndose a un auditorio. Fust y Schoeffer fueron los primeros impresores en utilizar (Biblia de 1462) una marca comercial, que, cuando se generalizó, se colocaba normalmente a continuación del colofón, aunque, a veces, principalmente por falta de espacio, se trasladaba a la primera página, formando una especie de portada. En este caso, solía ser la marca del editor. La de los maguntinos consistía en dos escudos colgados de un trozo de rama. Este tipo de marca, en cuyos escudos figuraban las armas, si las tenían, de los propietarios de las imprentas o de sus ciudades, no fueron tan numerosas como las más sencillas resueltas con motivos geométricos, círculo con una raya vertical cruzada por una o dos verticales, un 4 con la raya vertical prolongada cruzada por una raya (alusiones a la cruz) y las iniciales del nombre y unos grandes puntos. Al final del período y en el siglo XVI se enriquecieron con motivos vegetales y con figuras humanas. La introducción de la marca tipográfica, que después se generalizó, pudo deberse al horror vacui, al deseo de rellenar la última página cuando el colofón resultaba una mancha pequeña en la gran hoja blanca y por ello ésta fue adornada en ocasiones con una orla. Ciertamente, respondía también a razones de orgullo profesional, pues los artesanos solían tener la suya, pero quizá la motivación principal fue el deseo de los impresores de que sus productos fueran identificados con facilidad entre los de la competencia, pues la marca se ponía en la última página y en los fardos o cajas en que eran transportados los libros. Curiosamente era una identificación para analfabetos, para los mozos que intervenían en el manejo y transporte de los libros.

Ilustración En los manuscritos medievales las iniciales constituían el principal elemento decorativo y los impresores, consecuentemente, empezaron dándoles la misma importancia. Por ello, en los primeros incunables se dejaron los huecos para que los rubricadores las dibujaran y colorearan, lo mismo que los titulillos, aunque, por si no se llegaban a pintar y para evitar posibles errores, solían imprimir una letra pequena, generalmente de caja baja, en el hueco dejado para las 242

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capitulares. Schoeffer trató de superar esta barrera y, como hemos dicho, en las dos ediciones del Salterio maguntino (1457 y 1459) usó, haciendo gala de gran ingenio, los colores en la impresión de iniciales y titulillos. Dado que este procedimiento era complejo y la iluminación a mano, además, cara, la ilustración tomó otros rumbos: abandono del color y utilización de grabados en madera, aprovechando el desarrollo que las impresiones xilográficas habían conseguido. En las iniciales resulta, a veces, difícil reconocer la letra por la exhuberante decoración, en la que aparecen motivos vegetales y clásicos (putti, urnas, trofeos), figuras humanas y de animales, de acuerdo con los gustos de cada lugar. La ilustración no se limitó a las iniciales, a las marcas, a los colofones o a las portadas. Mucha más importancia tiene la ilustración inserta dentro del texto para ayudar a la comprensión y dar un aspecto más grato al interior. La iniciaron los alemanes, y el estilo alemán, anguloso, como la letra gótica, se dejó sentir en los primeros tiempos del libro incunable, porque o los grabadores eran alemanes o los grabadores nativos se inspiraban en los dibujos de las ediciones alemanas, cuando no los copiaban. Además, al igual que no era infrecuente la utilización de unos mismos grabados en diversas obras, e incluso en la rnisma, por un impresor, tampoco su cesión a otros nacionales y extranjeros. El precursor de este procedimiento fue Albrecht Pfister, que en 1461 incluyó más de doscientos grabados en madera en su edición de Edelstein. Unos, de mayor tamaño, precedían a cada fábula; otros, todos iguales, más pequeños y colocados al lado, representaban al autor que extendía la mano, como en el posterior accipies, para despertar el interés por la lectura de la fábula a la que se refería la ilustración. Fueron varias más, según hemos visto, las ediciones de estas características dadas a luz, entre 1460 y 1465, por Pfister, que, sin duda alguna, había descubierto el atractivo que ejercían, por sus ilustraciones, los libros xilográficos y deseaba ganarse a un público más amplio, al formado por personas no profesionales de la lectura, al que no podemos llamar vulgar porque estaba formado por personas educadas, hombres y mujeres de la nobleza y de la rica burguesía. El ejemplo de Pfister lo siguieron en la década siguiente los hermanos Guenther y Johann Zainer en Augsburgo y Ulm, respeclivarriente, y después incontables impresores, a los que nos hemos referido en las páginas anteriores. Nos limitaremos, pues, a recordar alguna que otra obra, como las dos ediciones en diferentes dialectos alemanes de la Biblia impresa en Colonia en 1478 por Heinrich Quentell, cuyas ilustraciones, de inspiración holandesa, influyeron en otras Biblias posteriores. Quentell fue el creador de un motivo muy repetido en la iconografía incunable, el accipies, grabado representando al maestro con el discípulo, anunciándole la entrega de la santa sabiduría de un renombrado doctor: tanti doctoris dogmata sancta. Otro curioso libro, por ser el primero de viajes impreso, es Peregrinatio in Terrant Sanctam (Maguncia, 1486), del deán de esta ciudad Bernhard Breydenbach, en el que narra su viaje a los Santos Lugares acompañado del dibujante Erhard Reuwich, autor de los grabados (ciudades, trajes y alfabetos) en los que se muestra lo observado por ellos. 243

Fábulas, de Esopo, Nápoles, Francesco del Tuppo, 1485

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La Crónica de Nuremberg es quizá el monumento más importante de la ilustración incunable alemana. Fue publicada por Anton Koberger en 1493 e ilustrada por Michael Wolgemul, maestro de Durero, y Wilhelm Pleydenwurff. Los 1.909 mapas, vistas de ciudades, retratos de personajes y escenas históricas responden a la realidad, algunas veces, y otras muchas son fruto de la fantasía. Bastantes se repiten para ilustrar motivos distintos (en realidad sólo hay 645 diferentes). En efecto, los mismos rostros sirven para distintos personajes y las mismas vistas para varias ciudades. Los grabados son de tamaños diferentes y la composición resulta muy movida.

Fascilo di Medicina, de Ketham, Venecia, De Gregoriis, 1495.

También suelen citarse, entre las obras notables ilustradas, la sátira social Das Narrenschiff, de Sebastián Brant, con grabados, al parecer, de Durero, Basilea, 1494, cuya edición latina (Stultifera navis) apareció en la misma ciudad tres años más tarde y alcanzó 15 ediciones antes de finalizar la centuria.

La ilustración tardó algún tiempo en entrar en los libros italianos, pues los humanistas la despreciaban por considerar que lo importante era la palabra y que cualquier imagen distraía e impedía el gozoso placer de la buena literatura. Además, la pintura, como la escultura, eran consideradas actividades artesanales y sus creaciones no gozaban, ni mucho menos, de la estima de las obras de los hombres de letras. Por estas razones eran escasos los libros ilustrados que poseían las bibliotecas de los grandes bibliófilos renacentistas. Al principio, al igual que en todas partes, se dejó sentir la influencia alemana, que se advierte claramente en el primer libro impreso en Italia con ilustraciones, Meditationes, del dominico y cardenal español Torquemada, producido por Ulrico Han en Roma, en 1467. También se advierte una influencia extranjera en uno de los más valiosos incunables del país, el Esopo publicado por Francesco del Tuppo en Nápoles en 1485. Entre las primeras obras ilustradas por italianos están las técnicas y científicas, como De re militari, de Roberto Valturio, impresa en Verona, en 1472, o Fascicolo di Medicina, de Johannes Ketham (Venecia, 1495), cuya gracia de dibujo y composición ha hecho pensar a los críticos en que pudieran ser obra del propio Mantegna. Después, se ilustraron obras de literatura religiosa, como las Epístolas, de San Jerónimo, impresas en 1497 en Ferrara por Laurentius de Rubeis, cuyos pequeños grabados, de la anchura de una columna, con escenas de la vida del santo son una delicia y encajan perfectamente con la tipografía. También las hay de literatura ligera, como Novella della figliuola del Mercante, impresa en Florencia, donde hubo una gran producción de este tipo de literatura. Igualmente encontramos disquisiciones intelectuales y alegóricas, como la enigmática Hypnerotomachia Poliphili, del dominico de vida poco ejemplar, Francesco Colonna, impresa por Aldo Manucio en 1499, al finalizar el período incunable, que contiene una de las colecciones más bellas de grabados de autor desconocido. Para algunos, esta especie de novela erótica, llena de simbolismo y misterio, que transpira empacho de cultura clásica, es un cierre de la época incunable de belleza similar a la Biblia de Maguncia que la abrió. Sin embargo, el libro fue una ruina económica, pues el público selecto al que iba destinado, los exquisitos humanistas, sentían desprecio por las ilustraciones, según acabamos de señalar.

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El arte del grabado italiano está alejado del primitivismo o medievalismo que caracteriza al alemán. Es, en una palabra, la expresión de las nuevas corrientes renacentistas con un predominio de líneas curvas, no angulosas, y de reposada composición, frente al tradicional expresionismo de que hacen gala los artistas alemanes. También estuvieron al principio los libros franceses sometidos a la influencia del arte alemán, pero se comprende, dada la rica tradición de iluminadores de manuscritos, que los incunables franceses fueran mostrando su personalidad, reflejada principalmente en los libros de horas, tan bellamente iluminados en los manuscritos, pero también en grandes obras, como La cité de Dieu, de San Agustín, publicada por Jean Dupré en Abbeville (1486) y La Mer des Histoires (París, 1488-1489), impresa por Pierre le Rouge. No fue importante la aportación española al grabado del libro incunable. Hubo bastantes libros ilustrados, porque fueron muchos relativamente los impresos en castellano y catalán, pero, como gran número de las imprentas estuvieron en manos de alemanes, predominan las ilustraciones de origen alemán o inspiradas en el arte alemán. No se inicia hasta la década de los ochenta y el más antiguo de los incunables españoles ilustrados es Fasciculus temporum. La impresión fue realizada en Sevilla en 1480 por Alonso del Puerto y Bartolomé Segura, y sus grabados están copiados de los de la edición realizada en Venecia el año anterior por el alemán Georg Walch. Por el mismo tiempo, Enrique Botel y Juan Hurus imprimían en Zaragoza Arte de bien morir, con once xilografías de inspiración alemana. Un carácter más nacional tienen las ilustraciones de Los trabajos de Hércules, de Enrique de Villena, impreso por Antonio de Centenera en Zamora en 1483. Según opinión generalizada, sus once grabados (uno de los trabajos, El combate de los centauros, está sin ilustrar) fueron realizados en metal, probablemente estaño, por un español, aunque con la denominada técnica criblé, o cribado, con el dibujo en relieve como si de madera se tratara. La gran producción del libro incunable aparece en la última década de la centuria, en la que abundan consecuentemente los que llevan ilustraciones. Un puesto importante entre los talleres le corresponde al zaragozano de los hermanos Hurus, que utilizaron en gran cantidad grabados alemanes, retocaron otros y encargaron otros más a artistas residentes en Zaragoza, pero tomando como modelo los utilizados en las ediciones alemanas. También, cuando la obra era nacional, los grabados fueron confeccionados en Zaragoza, como en Crónica de España, de Diego de Valera (1493), Fori Regni Aragonum (1496) y Crónica de Aragón (1499). Aparecen, además, algunos grabados realizados en Zaragoza en obras copiadas de ediciones extranjeras, como el Viaje a Tierra Santa (1498), de Breydenbach, en el que, al lado de ilustraciones copiadas de las ediciones alemana y lionesa, hay algunas más originales. En Valencia, Nicolás Spindeler publicó (1490) la primera edición de la novela Tirant lo Blanch, cuya primera página está encuadrada por una orla justamente alabada, compuesta de cuatro piezas, cuya anchura varía, como es natural, conforme a las normas tipográficas. La más ancha, la inferior, tiene en su centro un escudo, sujeto por dos leones, y, entre el follaje, aparecen algunas cabezas humanas y animales, lo mismo que en el margen derecho, donde se puede apreciar una figura de pastor o cazador y algunas bestias huyendo entre la espesura. La orla fue utilizada posteriormente en Constitucions fets per D. Fernando y Grammaticae introductiones, de Nebrija, impresas por Juan Rosenbach en Barcelona, respectivamente en 1494 y hacia 1500. Precisamente, este Juan o Hans, quizá el impresor más importante de Cataluña, imprimió en catalán y en Barcelona la primera edición (1493) de Cárcel de amor, de Diego de San Pedro, con

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16 xilografías, que han sido calificadas de refinadas porque se salen un tanto del gusto gótico que caracteriza a los incunables españoles y a las otras obras ilustradas del mismo Rosenbach, como el Libre de les dones (1495), de Francisco Jiménez, y un Missale Tarraconense, Tarragona, 1499. En Burgos, al gran impresor Fadrique de Basilea o Biel se deben varias obras literarias ilustradas, como Tractado de amores de Arnalle y Lucenda (1491), Cárcel de amor (1496), La Celestina e Historia de los nobles caballeros Oliveros de Castilla y Artús d’Algarbe, ambas de 1499. Destaca entre sus ilustraciones una orla en la famosa gramática de Elio Donato, De octo partibus orationis (1498), en cuya parte inferior los cazadores y la jauría acosan a un jabalí y en las tres bandas restantes aparecen animales, hombres, uno gateando por un árbol, y mujeres. En el recuadro normalmente dedicado a la inicial, el autor, de medio cuerpo, sostiene con una mano un libro y con la otra parece dirigirse a los alumnos. Hay, además, un grabado en que aparece el autor escribiendo un libro en una biblioteca. Salamanca tuvo una gran producción bibliográfica a causa de su vida universitaria. Precisamente por el carácter erudito de su público y de estudio de la mayoría de los libros impresos en ella, son muchos los que carecen de ilustraciones. Entre éstas son característicos los grandes escudos de los Reyes Católicos, principalmente en obras jurídicas e históricas, y las portadas resueltas con un dibujo y unas pocas palabras grabadas. Hay una edición de Las décadas, de Tito Livio (1497), en la que aparece el autor escribiendo un libro sentado en un sillón adornadísimo, como si fuera una inicial, con motivos florales entre los que se destaca un doncel tocando una vihuela. De la segunda imprenta recordamos Confessional, de Alonso Tostado, 1498, con un grabado de tosco dibujo y gran fuerza expresiva, y la Fiameta, de Boccaccio (1497), cuya portada tiene un dibujo gracioso de Pánfilo y Fiameta. Finalizaba el siglo, 1498, cuando vino a establecerse a Toledo Pedro Hagenbach, donde otros impresores, como Juan Vázquez, también hicieron libros ilustrados. El más sobresaliente de todos es el Missale Mixtum o Mozárabe, impreso por Hagenbach en 1500, que contiene una crucifixión, modelo de serenidad, encuadrada por una espiral y en cuyas esquinas están los símbolos de los cuatro evangelistas. También tuvo, por el valor comercial de la plaza, una gran producción bibliográfica Sevilla, donde aparecieron unas ochenta obras con ilustraciones, pero de no gran importancia. De carácter heráldico las tuvo muy abundantes, cosa rara en los libros sevillanos, el Nobiliario, de Fernando Mexía. Han sido muy elogiados los grabados incluidos en sus obras por Ungut y Polono, en los que los críticos han visto algunos detalles inspirados en motivos locales. Ingenuo, pero muy característico, es el dibujo de la portada de Improbatio Alcoranis, de Ricoldus, impresa (1500) por Polono, en el que el fraile desde una mesa, en la que hay un libro abierto, se dirige a cinco musulmanes, que parecen mostrar sus dudas o pedir explicaciones. También de Polono es una impresión (1496) de Las trescientas, de Juan de Mena, en cuya portada éste aparece entregando a Juan II un ejemplar.

Producción y comercio del libro El descubrimiento de la imprenta supuso el renacimiento del comercio del libro en la Europa occidental, desaparecido prácticamente desde la caída del Imperio Romano, y su creciente importancia, muy superior a la que había alcanzado en la Antigüedad, en los países musulmanes y en Bizancio, se explica por las favorables circunstancias sociales y económicas. Por un lado, un naciente capitalismo facilitó los medios económicos a los productores del libro; por otro, la existencia de redes comerciales y ferias hicieron posible su expansión geográfica; además, el que la gran 246

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producción fuera en latín, lengua de cultura superior, común a los países europeos occidentales; finalmente, un general aumento de la riqueza y de la cultura entre los laicos proporcionó suficiente número de compradores de libros entre personas privadas, ricos letrados y burgueses, que vinieron a sumarse a los tradicionales compradores y poseedores: bibliotecas de la Iglesia, de las universidades, de la realeza y de la alta nobleza. Desde el principio se reconoció que la imprenta había abaratado el libro notablemente. Por ejemplo, el obispo Giovanni Andrea de Bussi, protector de los protoimpresores italianos Sweynheim y Pannartz, afirmaba que Dios había dado a la humanidad un regalo que permitió adquirir libros, incluso a los pobres, pues, en efecto, los precios llegaron a descender un 80 por 100. Bien es verdad que no todos sus contemporáneos pensaron como él. Un teólogo dominico, Filippo di Strata, que vivía en Venecia a finales del siglo xv, se dolía de que la baratura ponía en manos de personas sin formación libros peligrosos, como relatos mitológicos o poesías eróticas, que podían arrastrarlas a la herejía o al pecado. En su enfado llegó a decir que el hombre había podido vivir seis mil años sin imprenta y podía seguir existiendo sin ella otros tantos. Algunos, con un sentido aristocrático de la cultura, se lamentaban de que las materias que en los felices tiempos pasados fueron escasamente conocidas por los sabios, ahora estaban al alcance de cualquiera y en lenguas vulgares. Otros, por último, se preguntaban si la imprenta sería una ayuda o un impedimento para los estudios superiores, dada la moda de divulgar que había traído publicando los textos con comentarios y dando versiones abreviadas. Por otra parte, la aceptación social y la difusión de la imprenta fue infinitamente más rápida que la de otros progresos del libro, como el alfabeto, el códice o el papel, que tardaron siglos en generalizarse. Es más, la imprenta descubrió un mercado latente de libros y lo amplió notablemente. Sin embargo, el libro impreso no dejó sin trabajo a los copistas y algunos de ellos, desengañados de una poco feliz aventura tipográfica, volvieron a su anterior profesión, que siguió teniendo una buena clientela durante el siglo xv. Es más, algunos monasterios, acostumbrados a los manuscritos y con mayores recursos de mano de obra que dinero, prefirieron seguir adquiriendo libros mediante la copia manual en vez de comprarlos y llegaron a copiar libros impresos. El desarrollo de la industria y el comercio del libro, conviene no olvidarlo, fue un negocio dirigido a la obtención de beneficios económicos a través de la satisfacción de las necesidades de lectura de la gente. La imprenta no nació, según sabemos, como consecuencia de los afanes proselitistas de un grupo religioso, ni por el deseo de extender la cultura, que podían haber sentido las minorías cultas de los humanistas, ni al servicio de las necesidades docentes, como surgieron los estacionarios universitarios, sino que Gutenberg quiso sencillamente explotar una idea que podía proporcionarle dinero. Como la imprenta surgió en un tiempo en que los gremios estaban en decadencia, no estuvo sometida a limitaciones en su actividad ni en su personal. La mayoría de los impresores no, empezó por el escalón humilde del aprendiz. Entraron en el negocio adultos cuya actividad guardaba alguna relación con la de la imprenta, como copistas, notarios, iluminadores, rubricadores, fabricantes de naipes, encuadernadores, orfebres, grabadores, libreros, papeleros, clérigos y universitarios. Entre estas personas de acarreo hubo aventureros y especuladores que, a veces, actuaron en competencia desleal o sin el instinto suficiente para descubrir las apetencias del público y calcular correctamente las tiradas. Erasmo, no sin ironía, afirmaba que era más fácil hacerse impresor que panadero. La industria, desde sus inicios, se vio involucrada en cuestiones crematísticas que a Gutenberg le ocasionaron quebraderos de cabeza y pleitos. Después, los talleres precisaron recursos, 247

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económicos para el equipamiento (local, máquinas, letrería) pero fundamentalmente para financiar la producción, es decir: para el pago de los operarios y del papel, gastos cuya recuperación era lenta y había que conseguirla colocando los ejemplares en otras localidades, pues no eran suficientes los ingresos proporcionados por las ventas en la propia ciudad, ni aun en el caso de ser universitaria, para amortizar los gastos de producción. Por ello, era necesaria la creación de una red comercial, a veces de carácter internacional, para cuyo montaje no todos los impresores estaban capacitados. Algunos trabajaron como simples impresores confeccionando breviarios, misales y bulas por encargo de la autoridad eclesiástica para los clérigos de su diócesis o para los encargados de predicarlas y recaudar las limosnas correspondientes. También para la confección de documentos, como en el caso de Juan Parix y el obispo de Segovia Juan Arias de Ávila. Cuando el trabajo se acababa, liaban los bártulos y emigraban a otro lugar. Otros, tratando de evitar el riesgo, trabajaban para editores, para personas que sufragaban los gastos de la edición y destinaban los ejemplares a la venta. Generalmente la figura del editor surgió de un impresor que pudo montar una gran red comercial y que disponía de recursos superiores a los que consumía su propio taller. Tal fue el caso, entre otros, del gran editor alemán, el más poderoso del siglo xv, Anton Koberger, o de numerosos italianos, de cuyas actividades hemos hablado, pues el editor puro, sin taller, no se dio hasta la centuria siguiente. En otros casos, la iniciativa de creación de un taller se debió a un rico comerciante que sufragó la instalación del taller y financió la producción, como Jacobo Vizlant en Valencia. En ocasiones fue preciso crear sociedades para la producción de libros, en las que el impresor era la pieza esencial, pero en las que a su lado, y al lado de los financieros y comerciantes, había un lugar para los intelectuales, cuya función era la selección de los libros, la preparación de los originales y la corrección de pruebas. Por ello no es infrecuente que los promotores de imprentas fueran clérigos o personas muy cultas, que conocían el arte de imprimir o que simplemente contrataban a un impresor para regir el taller de la sociedad. Clérigos fueron, por ejemplo, los protoimpresores italianos, los dos alemanes que se establecieron en Subiaco, y muy culto fue Aldo Manucio, el veneciano que creó su propio taller y editorial. Pero a veces estos servicios de asesoramiento eran contratados, como el diseño de los tipos o la confección de grabados, tareas no siempre realizadas por el personal del taller. Los impresores vendían directamente los libros en sus ciudades, establecían, con esta finalidad, delegaciones en otras importantes, enviaban vendedores ambulantes a las ferias, cambiaban sus libros por los de otros impresores para atender a su clientela, se los vendían a comerciantes de diferentes mercadurías o simplemente a libreros, generalmente antiguos estacionarios o vendedores de manuscritos. A la larga, la impresión se fue concentrando en las ciudades con extensas organizaciones comerciales, como Venecia. Al no ser fácil el cálculo de las tiradas ni las necesidades del mercado y al coincidir a veces dos o más editores en la edición simultánea de la misma obra, o de obras del mismo tipo, se producían graves crisis económicas que obligaban a cerrar talleres y los restos de invendidos tenían que ser ofrecidos en saldo a mayoristas, grandes editores con extensas redes comerciales. Las ferias, como las de Francfort y Lyon, fueron útiles fuentes de información comercial y permitieron elaborar proyectos editoriales más seguros. Tratando de evitar esta competencia casual, así como la piratería que se extendió rápidamente, y que consistía en la reedición de los libros editados por otro editor que habían conseguido éxito, lo que suponía menor riesgo y menores gastos en la preparación de los originales, las autoridades concedieron a ciertos editores exclusivas, que se llamaron privilegios. La primera concedida en España lo fue en 1498 al libro Cura de la piedra, de Julián Gutiérrez, impreso en Toledo por Pedro Hagenbach. 248

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La profesión de librero no fue independiente hasta el siglo XVI. En el XV vendían los libros, como actividad complementaria, escribientes, maestros y comerciantes, estos últimos como una mercancía más. Por ser normalmente personas cultivadas, estaban bien considerados socialmente. Más de 10.000 títulos debieron de imprimirse en el siglo xv, con un número tres veces superior de ediciones, que pueden arrojar algo más de diez millones de ejemplares para cien millones de europeos. La cifra es relativamente mayor de lo que parece, porque los más no sabían leer, un 90 por 100, y de los que sabían una buena parte no disponía de dinero para comprar libros ni tenía mucho interés en la lectura. De todas formas, los cálculos son estimativos. Parece ser que las tiradas, al principio, fueron inferiores a los 200 ejemplares y que en la última década esta cifra se había elevado. No faltaron casos de tiradas de mil y más ejemplares. Unas tres cuartas partes de los libros editados estaban escritos en latín. Sólo un 10 por 100 de esa cantidad eran los escritos en lengua italiana, seguidos por los escritos en alemán y francés. En lengua española fueron cerca de un 1 por 100, bien es verdad que el doble que en inglés. Estas cifras pueden completarse con la indicación de que el porcentaje de libros latinos impresos en Italia fue superior (82,5 por 100) al de los otros países, aunque le seguía de cerca Alemania (80,3 por 100), países con muchas ventas en el exterior. En cambio, en Inglaterra en latín sólo fueron impresos el 45 por 100 y en España el 48, ocupando una posición intermedia, entre las primeras y las segundas, Francia, con un 71 por 100.

Contenido La oferta de libros se centraba en los de tema religioso, más de un 40 por 100. Dentro de este grupo estaban las Biblias completas o en ediciones parciales de algunos libros, generalmente en latín, aunque no faltaron en lenguas vulgares, así como comentarios bíblicos. También los libros litúrgicos, misales y devocionarios principalmente, y libros de horas para rezos de los laicos, en los que la ilustración tenía un lugar destacado. Un tercer puesto lo ocupaban los sermonarios y confesionales necesarios para la labor pastoral de los sacerdotes. También abundan los libros piadosos muy populares, como La imitación de Cristo, de Kempis, La leyenda áurea, de Jacobo de Vorágine, y Las florecillas, de San Francisco. Las obras eruditas, clásicas, medievales y contemporáneas, ocupaban un 30 por 100. Entre ellas se incluyen los grandes tratados teológicos y filosóficos, que se estudiaban en las universidades, así como los escritores eclesiásticos notables: Aristóteles, San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo, San Alberto Magno, San Buenaventura, San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, San Gregorio, Pedro Lombardo y San Juan Crisóstomo, entre los principales. Dentro de este apartado están incluidos también los autores clásicos, de los que los más editados fueron los latinos Cicerón, Virgilio, Esopo, Salustio, Seudocatón, Ovidio, Vegecio, Boecio, Séneca y Terencio, así como las gramáticas para el estudio de la lengua latina, entre las que destacan por el gran número de ediciones la de Donato y el Doctrinale, de Alejandro de Villedieu, escrita en el siglo XIII, y que llegó a tener 279 ediciones en los siglos XV y XVI, a pesar del esfuerzo que exigía de los alumnos, que debían aprender de memoria dos mil versos con las reglas gramaticales. Los textos en lenguas vulgares eran en su mayoría traducciones de obras piadosas escritas en latín y también de textos clásicos y medievales. De las escritas originariamente en lengua vulgar destacan las de los italianos Dante, Boceaccio y Petrarca.

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Guía de lecturas

Naturalmente, a medida que pasaba el tiempo, fue aumentando el número de obras originales, escritas para ser impresas, y, aunque seguían siendo gran mayoría las redactadas en latín, el porcentaje de las escritas en lenguas vernáculas fue representando un porcentaje mayor a medida que pasaban los años. No es sorprendente que la casi totalidad de las obras impresas fueran antiguas o comentarios de obras antiguas, pues la función de la imprenta como instrumento social fue la perfección y accesibilidad de la memoria colectiva del hombre, que se conservaba en los libros. Por ello, en los primeros años se buscaron manuscritos en las bibliotecas de los monasterios, muy ricas, a pesar de la decadencia a que habían llegado. Si en el desarrollo de esta memoria colectiva el primer gran paso se dio con la invención de la escritura por los sumerios en el IV milenio a.C., que permitió la existencia de los primeros imperios extensos, y el segundo, con el descubrimiento del alifato semítico (II milenio a.C.), y principalmente de su derivado el alfabeto griego (I milenio a.C.), que supuso la posibilidad de la humanización de la sociedad y de un progreso infinito, la invención de la imprenta, tercer paso en este caminar, aceleró todas las posibilidades al permitir su utilización teóricamente a todos los hombres cuando hasta entonces había estado limitada a pequeños grupos muy cerrados. La producción de incunables en España debió de andar alrededor del millar, pues si bien no han sido localizados más de 850, es de suponer que se hayan perdido algunos. No respondió exactamente ni a las apetencias de lecturas ni a las lecturas reales de los españoles. Se importaron, como puede comprobarse examinando los catálogos de las bibliotecas, en los que las ediciones españolas representa sólo el 10 por 100, los libros más famosos, especialmente los de cultura superior, que eran editados por unos 366 pocos editores especializados en el mercado internacional. Los libros religiosos representan, como en el resto de Europa, más del 40 por 100, entre los que no faltan los escritos en lenguas vernáculas (la producción en lengua castellana fue tres veces superior a la en lengua catalana) para la edificación de los laicos, la nobleza y la alta burguesía. Entre ellos mencionaremos las seis ediciones de Vita Christi, de Íñigo de Mendoza. De las obras de teología pastoral españolas destacamos el polémico Sacramental, de Sánchez Bercial, que terminó siendo retirado por orden de la Inquisición, el Confessional, de Alfonso Tostado, y Lucero de la vida cristiana, de Pedro Ximénez de Prexano, obispo de Coria, que alcanzó siete ediciones. Fueron escasas las biblias y comentarios bíblicos en latín. En castellano no se publicó ninguna y, en catalán, la traducción hecha por un hermano de San Vicente Ferrer, Bonifacio, que fue retirada y quemada por la Inquisición con tanto celo que no queda de la edición en la actualidad más que una hoja con el colofón. Se publicaron 69 ediciones de autores clásicos, 45 en latín, 24 en castellano y cuatro en catalán. Entre las ediciones latinas abundan las escolares, 29. El número de gramáticas y libros de texto para el aprendizaje del latín fue también 69. No faltan ediciones del popular Donato, si bien son numerosas las de autores españoles, entre los que sobresale Nebrija. También merece destacarse el diccionario latino-español de Alonso de Palencia. Contamos 80 obras de derecho civil, la gran mayoría en castellano, 54, superando a las catalanas, 17, y a las latinas, nueve. En este campo no había competencia de los editores extranjeros. Incluso los Reyes Católicos animaron su difusión para consolidar el nuevo Estado. Destacan las ediciones con comentarios (Ordenanzas Reales, Fuero Real de Castilla, Las Siete Partidas y Las Leyes de Estilo), del jurista Alonso Díaz de Montalvo.

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Las ediciones de obras históricas suman 31 (seis en latín, 24 en castellano y una en catalán). Recordamos la Crónica del rey don Rodrigo, recopilada por Pedro del Corral, Crónica del rey don Pedro, del canciller López de Ayala, Crónica abreviada de España, de Diego de Valera, publicada a instancias de la reina Isabel, y Claros Varones, de Hernando del Pulgar, que alcanzó cinco ediciones. De medicina, veterinaria, astronomía y ciencias naturales encontramos 49, la mayoría también en castellano. Las obras literarias suman 70. De las 59 ediciones castellanas, tres corresponden a La Celestina. Hay, además, 29 narraciones, entre ellas obras de caballerías, que tanto se iban a editar en el siglo siguiente, como Baladro del sabio Merlín, Libro del Abad de Montemayor y especialmente Tirant lo Blanch, de Martorell. También amorosas, como Historia de la donzella Teodor, o Grimalte y Gradisa y Grisel y Mirabella, ambas de Juan Flores, y Arnalte y Lucenda y Cárcel de amor, la última tan popular que tuvo tres ediciones en castellano y una en valenciano, de Diego de San Pedro. Fue grande el éxito de la poesía, pues se imprimieron 27 ediciones en castellano y una en catalán. Las obras del marqués de Santillana y de Juan de Mena alcanzaron 14 ediciones, seis los Proverbios, tres Las trescientas, cuatro Coronación de Iñigo López de Mendoza. Dos ediciones tuvieron las Coplas de Mingo Revulgo, y no faltaron ediciones de poetas como Jorge Manrique, Fernán Pérez de Guzmán y Juan del Encina.

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Díaz Barriga Castañeda, Alfredo y Magaña Avila, Rubén. México y el mundo en la antigüedad. México: Ediciones Pedagógicas, 1983. p. 32-44/120-129

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16 Las culturas agrícolas más antiguas de Mesoamérica a) ¿Qué región geográfica ocupa Mesoamérica? Esta zona histórica abarca desde Sinaloa y río Soto La Marina, hasta el río Motagua (Honduras) y el Golfo de Nicoya (Costa Rica), incluyendo la Península de Yucatán, Belice y Guatemala. Se divide en 5 zonas: el Occidente, al Altiplano Central, la Costa del Golfo, Oaxaca y la zona maya. b) ¿Qué es un horizonte cultural? Es una Mapa de Mesoamérica etapa en cuyo desenvolvimiento hay rasgos característicos comunes en una amplia área geográfica. Dichos rasgos, son: técnica de la cerámica y de las figurillas de barro, construcciones, elaboración de armas y utensilios de piedra, y la decoración de la cerámica y la arquitectura. c) ¿Qué es la "estratigrafia”? Los horizontes culturales se han precisado por los restos de cerámica, figurillas de barro, objetos de jade, hueso y piedra, restos de construcciones, armas, etc., que se han encontrado en diversas capas del terreno. Las capas más profundas son las más antiguas. Un mismo lugar ha tenido, generalmente, varios aspectos de evolución. A la etapa más profunda y antigua se le asigna el número I, a la siguiente el II sucesivamente, según las diferencias de evolución. Actualmente se utiliza otro procedimiento para fechar lugares y objetos por medio del isótopo Carbono 14, que es bastante exacto. d) ¿Cuáles son los horizontes culturales de México? Estos son:

Prehistórico Arcaico Preclásico Protoclásico Clásico Postclásico Histórico

± ±

35 000 a 5000 a. C. 5000 a 1 800 a. C. 1 800 a 200 a. C 200 a, C. a 200 d. C. 200 a 800 d. C. 800 a 1 200 d. C. 1 200 al siglo XVI

f) ¿Cuándo se inician la agricultura y la cerámica? A fines de la época prehistórica se inicia la agricultura con la domesticación del maíz; el actual procede de la "hibridación" del “teocintle" o maíz silvestre, con alguna otra variedad. Esto ocurrió en algún lugar de la Huasteca, el sureste de México o en los Altos de Guatemala.

"Teocintle" y maíz híbrido.

El principio de la Agricultura ocasionó la sedentarización de los pueblos, la construcción de las primeras aldeas y la invención de la cerámica. Los primeros indicios de agricultura se encontraron en La Perra, Tehuacán y Yanhuitlán (+ 5000 a. C.) 255

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17 Horizonte Preclásico a) ¿Cuáles son las características de la época preclásica? Las principales son: sedentarización de los pueblos, cultivo del maíz y otras plantas, construcción de aldeas con casas de barro y varas, culto a los muertos y a la fertilidad, La Venta, Tabasco. surgimiento de la magia y los—shamanes— ,primeros centros ceremoniales de construcción primitiva, entierros con ofrendas, cerámica variada en formas, estilos y colores, fi gurillas modeladas al pastillaje y con incisiones formando multitud de peinados, adornos personales y pintura corporal y facial. b) ¿Dónde se desarrolló la civilización olmeca o de La Venta? En el sur de Veracruz y en Tabasco nacíó) esta cultura que había de ser la raíz y tronco de las culturas clásicas y posteriores de Mesoamérica. La región es rica en alimentos naturales: caza, pesca y frutas tropicales (aguacate, zapote, papaya, etc.) El jaguar era su animal totémico y centro del culto religioso. Los olmecas construyeron los primeros centros ceremoniales con orientación norte-sur las primeras estelas y esculturas, utilizaron la escritura, el calendario, y la observación de los astros. 1

Mesoamérica Preclásica

c) ¿Cómo eran la cerámica y las esculturas olmecas? Fabricaron botellones, vasijas asa-estribo y vertedera, platos, cazuelas, jarros, cerámica blanca y negra, y figurillas “caras de bebé” y atigradas o felinas. Fabricaron también adornos, pectorales, espejos, narigueras, orejeras, hachas rituales de diversos materiales, como hematita, cristal de roca, jade. Esculpieron cabezas colosales, altares, estelas y otros monumentos de basalto. d) ¿Cómo era La Venta? Era un centro ceremonial orientado de norte a sur, con montículos, plataformas y una pirámide redonda y estriada. Todo estaba cubierto de barro y pintado de rojo. En el subsuelo se encontraron mosaicos de losetas de serpentina azulverde, con semejanza de jaguar estilizado, también se descubrieron dos entierros con cientos de objetos, adornos y joyas de jade. e) ¿En dónde más floreció esta cultura? Otros centros importantes de la cultura olmeca fueron: Tres Zapotes, San Martín Pajapán, San Lorenzo, Catemaco y los Tuxtlas (Veracruz). La primera época de Monte Albán fue obra de los olmecas y se le llama Cultura de Los Danzantes por la figuras que adornan los muros del edificio más antiguo. Monte Albán II corresponde al periodo protoclásico y es de influencia maya. 256

Cabeza olmeca

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La primera época maya, periodo Mamom, es de clara influencia olmeca. La cerámica se ha encontrado en Uaxactún, Tikal, Kaminaljuyú (Guatemala), Dzibilchaltún (Yucatán), en Copán y Playa de los Muertos (Honduras).

Cerámica Mamom.

La influencia olmeca llegó al Valle de México: TIatilco; a Morelos: Chalcatzingo, Gualupita y Xochicalco, y a Cholula en Puebla.

f) ¿Qué centros preclásicos hubo en el Valle de México? Hacia 1800 a. C., ya había aldeas junto al lago, en lugares altos. Cultivaban el maíz, y había caza y pesca abundante. Los primeros pueblos fueron: Arbolillo, Tlatilco y Zacatenco. Usaban metates y molcajetes, cerámica blanca y negra con inciso o sin soportes, platos, vasos y ollas. Rendían culto a los muertos. Posteriormente se formaron poblados: Copilco, Atoto, Coatepec, Xalostoc, Azcapotzalco, Tetelpan, Tlapacoya, Pirámide de Cuicuilco y dios viejo del fuego. etc. En Tlatilco se observa clara influencia olmeca por las figuras cara de bebé y de lana, objetos de concha, jade, serpentina y hueso, flautas, silbatos y huesos surcados. Empieza la división del trabajo. En Copilco se encontraron entierros en ollas con ofrendas, cerámica policromada y figurillas con dos caras o dos cabezas. Hacia el final del Preclásico, en el Valle de México se construyen los primeros centros ceremoniales: Cerro del Tepalcate, Cuicuilco y Tlapacoya, donde hay basamentos para los templos. El de Cuicuilco es de cuatro conos truncados. Aparece el dios Huehueteotl (dios viejo del fuego). La erupción del Xitie cubrió una gran extensión del Valle. Nuevas formas de cerámica. Aparece ya la división del trabajo, y un sacerdocio organizado.

Cerámica de Occidente

g) ¿Qué centros preclásicos hubo en Occidente? Se han encontrado restos preclásicos en el Opeño (Jacona), Apatzingán y Curutarán (Michoacán), en Chupícuaro (Guanajuato) y Mezcala (Guerrero). En las tumbas del Opeño, se han hallado figuras humanas, zoomorfas y collares de jade de influencia olmeca. Chupícuaro fue un gran centro alfarero y agrícola que influyó grandemente en el Altiplano.

18 Gran época clásica de Mesoamérica a) ¿Cuáles son las características del periodo clásico? Esta época se caracteriza por el refinamiento de la arquitectura: uso del tablero y talud, perfeccionamiento de la escultura y pintura mural, y la cerámica; centros urbanos planificados, supremacía de la casta sacerdotal o teocracia, con Quetzalcóatl y Tláloc como dioses hegemónicos, desarrollo de la industria artesanal y el comercio; difusión de la escritura y el calendario. b) ¿Cuál fue la ciudad más notable del Altiplano en el Clásico? Teotihuacán fue un gran centro religioso, artístico y comercial, y fue obra de pueblos nahuas y de la costa del Golfo.

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Guía de lecturas

Pirámide de Quetzalcóatl.

Es una gran ciudad construida sobre un eje, el Camino de los Muertos. Al norte, la Gran Plaza con la Pirámide de la Luna; en el centro, a un lado, la Pirámide del Sol, y al sur, la Ciudadela de Quetzalpapalotl. Hay otros numerosos edificios: los subterráneos, Palacio de Quetzalpapalotl, Los Caracoles Emplumados, Palacio de los Jaguares, Terriplo de los Animales Mitológicos, Teparititla, etc. Abundan las pinturas al fresco, con escenas mitológicas. Su cerámica es fina y bella. Son característicos los vasos con soportes y tapas, decorados al fresco.

Recibió fuerte influencia délas culturas del centro de Veracruz, y, a su vez, extendió su influencia en toda Mesoamérica. Al sobrevenir la decadencia y dispersión, la cultura se refugió en Azcapotzalco, Cholula, Xochicalco, y tal vez en el Tajin. Sus dioses: eran Quetzalcóatl (viento, estrella vespertina), Tláloc (lluvia), Chalchitlique (aguas) y Xípe Totec (primavera). c) ¿Dónde se desarrolló la cultura zapoteca? Con la base cultural olmeca y maya, se desarrolló en Monte Albán la cultura zapoteca. Son características las tumbas con pinturas de escenas mitológicas en los muros, las urnas funerarias, y cerámica café, gris y negra. En la arquitectura se utiliza el tablero en escapulario. La ciudad es grandiosa y monumental, con numerosos edificios alrededor de una gran plaza, con observatorio, escalinatas, tumbas, el juego de pelota, y las plataformas norte y sur. d) ¿Cuáles fueron los centros clásicos que hubo en la costa del Golfo? En el sur continúa la llamada cultura olmeca, en el Cerro de las Mesas, Laguna de los Cerros, San Lorenzo y los Tuxtlas. Son características las cabezas colosales, quizá señales astronómicas, o las cabezas de los jugadorzis de Cerámica de Monte Albán I. pelota. Se encontraron cuatro en La Venta, dos en Tres Zapotes y cinco en San Lorenzo. En el centro de Veracruz florece la cultura que se ha llamado totonaca. Las ciudades de esta cultura son: Remojadas, Quauhtochco, Polvareda, Los Cerros, Nopiloa, y El Tajín. Objetos caracteristicos son: los yugos, herraduras funerarías; palmas, adornos de piedra de formas diversas; hachas rituales, candados, formas de uso 258

Yugo, palma y hacha votiva, del centro de Veracruz.

Soportes de la información y su contexto histórico I

desconocido; y caritas y figuritas sonrientes. La cultura huasteca se desarrolló al norte de Veracruz, en Pánuco. La cerámica es bella y variada corno toda la clásica. e) ¿Qué importancia tuvo la cultura maya? A los mayas se les ha llamado “los griegos de América” por su brillante cultura. La primera tuvo lugar en la época clásica, Pirámide de Uaxactún, Guatemala. en Chiapas, Guatemala, Honduras, y en algunos lugares de Yucatán. Las ciudades principales, cuyas ruinas subsisten, son: Palenque, Yuxchitlán, y Boríampak (Chiapas); Uaxactún, Tikal, Piedras Negras y Quirigua en Guatemala, y Copán en fionduras. La arquitectura es monumental. Los templos están coronados de crestería sobre esbeltas pirámides con escalinatas, grandes plataformas, columnatas, estelas conmemorativas esculpidas y con inscripciones. En Yucatán, la cultura clásica maya floreció en Oxkintok, Etzná, Holanctún, Xtampak y Chakarnputún (Campeche).

Figurilla de Jaina y Máscara de Mezcala.

Todas las ciudades fueron abandonadas por causas desconocidas. Se suponen cambios climáticos, invasión de la selva, pestes, hambres, guerras civiles o religiosas, pero su influencia se hizo notar hasta Xochicalco, en el estado de Morelos.

f) ¿Cuáles fueron los rasgos fundamentales del Clásico en Occidente? En Mezcala, Gro., se desarrolló la lapidaria. Hay bajorrelieves en piedra, hachas antropomorfas, metates variados, maquetas estilizadas en tecalli y serpentina, adornos de concha y collares de cristal de roca. En Oztitlán hay restos de bóveda falsa maya. En Colima se dio el apogeo de la cultura de Los Ortices. Figuras zoomorfas de barro y huecas: perros, pericos, iguanas, cangrejos, tarántulas, etc., maquetas con escenas de la vida cotidiana, maternidad y deformidad en los humanos. Vasijas acalabazadas, ollas trípodes, cafés, rojas y negras. En Jalisco El Complejo Tuxcacuesco muestra en la cerámica influencia del Altiplano Central. En Nayarit, la cultura de Ixtlán se muestra en maquetas de escenas comunes, figuras humanas huecas: guerreros, músicos, danzantes, juegos, enfermos y deformes. Figuras caricaturescas, con grandes narigueras.

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Maqueta de Colima.

Guía de lecturas

53 México. Horizonte postclásico a) ¿Cuáles son las características del horizonte postclásico? Estas caracteristicas son las siguientes: El poder de los sacerdotes decae y pasa a manos de guerreros. Se forman confederaciones de unos pueblos con otros. Los centros ceremoniales se transforman en urbes civiles. Invasiones de pueblos bárbaros del norte: Chichimecas-nahuas. Formación de nuevos centros culturales con los pueblos incultos, que asimilan la cultura clásica (olmeca). Introducción del arco y la flecha. Uso de los metales: oro, plata, cobre.

Atlante de Tula.

b) ¿Quiénes eran los toltecas? Eran de origen nahua, un pueblo bárbaro del norte que se estableció, en el Valle Mixeóatl, jefe chichimeca, se estableció en Culhuacán junto al cerro de la Estrella y llegó a dominar el centro del país. Después de su asesinato, un grupo usurpó el poder hasta que su hijo Ce Acatl Tepiltzin Quetzalcóatl lo recobró, estableciéndose en Tollán (Tula, Hidalgo), a la que elevó a gran esplendor artístico y científico.

Los toltecas asimilaron la cultura olmeca a través de la teotihuacana y la colaboración de los nonoalcas (pipiles), procedentes del sureste. Influyeron en todo el centro del país. c) ¿Cómo decayó el Imperio Tolteca? Una serie de luchas civiles y religiosas desmembraron el imperio. La lucha entre los sacerdotes de Quetzalcóatl (olmeca) y los de Tezcatlipoca (nahua) dio por resultado la emigración de los primeros a Cholula, a la costa del Golfo y a Yucatán (Chichén Itzá), mientras que otro grupo, quizá antagonista, volvió a Culhuacán el que resurgió y alcanzó la supremacía en el Valle.

Mesoamérica Postclásica.

d) ¿Quiénes sucedieron a Topiltzin? Ellos fueron: Matlacxochitl, Matlacóatl, Tlilcóatl, Huémac, que huyó a Chapultepec, y NauyótI, que terminó gobernando en Culhuacán. e) ¿Cómo eran la arquitectura y las demás artes toltecas? Se admiran aún en Tula (Hidalgo): columnas de serpientes, frisos de tigres caminantes, zopilotes o águilas devorando corazones, el muro de los caracoles cortados, los grandes atlantes (guerreros), juegos de pelota, los frisos coloreados, los chac mool, columnas cuadradas, etc. La cerámica, llamada de Mazapán, es anaranjada, con combinaciones lineales, finas y gruesas; vasijas con soportes y cerámica plumbate (brillo metálico). 260

Soportes de la información y su contexto histórico I

Pirámide de Xochicalco.

f) ¿Quiénes dominaron Cholula y Xochicalco? Cholula existía desde la época preclásica, según la primera pirámide descubierta que aún muestra pintura mural al fresco (friso de los chapulines). En la época clásica sufrió la ocupación teotihuacana. En la postclásica fue ocupada por los olmecas históricos y después fue refugio de toltecas.

Xochicalco fue otro refugio de la cultura clásica teotihuacaria. En el Clásico sufrió la influencia zapoteca y teotihuacana; en el Postclásico fue dominada por los toltecas y tuvo su época de esplendor. Es un cerro fortificado con pirámides, plataformas, plazoletas, juegos de pelota y un observatorio. Su cerámica es de influencia zapoteca y teotihuacana. g) ¿Qué fue Monte Albán IV en el postclásico? En esta época, Monte Albán IV era una gran necrópolis sagrada zapoteca, con nuevas construcciones. El valle estaba densamente poblado y recibió influencia totonaca. h) ¿Qué culturas hubo en la costa del Golfo? La cultura olmeca continuaba su presencia en el Cerro de las Mesas (Superior I) y en el Complejo Soncautla. En esta época floreció el Tajín, en sus últimos periodos que fueron de esplendor. Objetos característicos, son: yugos (herraduras funerarias), palmas, adornos de piedras de formas diversas, hachas votivas (zoomorfas y antropomorfas), figuritas sonrientes. La ciudad tiene muchos edificios y juegos de pelota; lo más notable es la Pirámide de los nichos (365). Dioses: Quetzalcóatl (viento, estrella vespertina), Xochipilli (vegetación). Su influencia abarca amplia zona.

Pirámide del Tajin.

La cultura huasteca continúa en Pánuco V y Las Flores; hay figuras y, cerámica tipo Mazapán. i) ¿Dónde florece la cultura maya en el Postclásico? Finaliza el antiguo esplendor maya y empieza la nueva época. Continúa la construcción de Uaxactún y Bonampak. Cerámica Tepeu III. Vasijas y cajetes de soportes cilíndricos con bajorrelieves o grabados, colores del rojo oscuro al naranja. Los itzacs ocupan nuevamente Chichén Itzá, mientras los xiúes fundan Uxmal, y los cocomes, Mayapán. Así se forma la Liga de Mayapán que duró dos siglos. Al cabo de este tiempo, los cocomes expulsan a los itzaes de Chichén dominan toda la región. j) ¿Cómo fue el postclásico en el Occidente? En Guerrero hay, indicos culturales en Tepecoacuilco y en Ichcatepec. En Michoacán, hay indicios en Apatzingán y en Tepetate. En Colima, en Armería hay cámaras mortuorias con ofrendas de armas, joyas y figuras de barro. Figura de Colima

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Guía de lecturas

En Jalisco, en Cofradía y Coralillo se encontraron figuras tipo Mazapán y hachas de garganta. En Nayarit, en Ixtlán Medio, hay un templo circular al dios del viento, hachas antropomorfas y cerámica polieromada. En Guasave Sinaloa, se hallaron entierros en bulto con ofrendas: calabazas decoradas, pipas, macanas, sellos, malacates, hachas orejeras y cerámica. Complejo Aztatlán: vasijas de lalabastro, pipas, máscaras de barro, malacates. Navolato, Chametla Medio y último: máscaras zoomorfas, orejeras, anillos y cascabeles. 54 México. Horizonte histórico a) ¿En qué se caracteriza este horizonte? El horizonte histórico se caracteriza por: Existencia de información escrita. Códices indígenas: prehispánicos y posthispánicos. Crónicas de misioneros y conquistadores: Cortés, Bernal, Sahagún Motolinia, Landa y otros. Crónicas de historiadores indígenas: Tezozómoc e IxtlixóchitI. Llegada de nuevos grupos chichimecas-nahuas. b) ¿Dónde se radicaron los chichimecas de Xólotl? Xólotl encabezó el grupo de los chichimecas que se establecieron en el Valle, en Tenayuca. Eran de costumbres, idioma y religión primitivos, pero al establecerse adoptan la cultura tolteca ya decadente y que sobrevive en Culhuacán. Dominaron la región con el uso del arco y la flecha que introdujeron. c) ¿Quiénes fueron sus reyes o caciques? Estos fueron: XólotI, Nopaltzin, Tlotzin, Quinatzin, Techotialazin, Ixtlixóchitl. Xólotl permitió el establecimiento de nuevos inmigrantes: los tecpanecas, los otomiés de Xaltocan y los acolhuas de Coatlinchán. Nopaltzin sometió Culhuacán, último reducto tolteca. Quinatzin se trasladó a

Mapa Tlotzin.

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Soportes de la información y su contexto histórico I

Texcoco. Ixtlixóchiti se enfrentó al señor de Azcapotzalco, y traicionado, es derrotado y rnuerto. d) ¿Cuáles fueron las tribus nahuas o nahuatlacas? Fueron llegando sucesivamente y ocupando diversos lugares del Valle de México: culhuas, xochimilcas, chalcas, tecpanecas, tlahuicas, tlaxca ltecas y aztecas.

Fundación de Tenochtitlán

Los tlaxcaltecas ocuparon Payahuatlán y después, Tlaxcala. Era una república gobernada por un senado constituido por los caciques de Tepectipac, Tizatlán, Ocotelolco y Quiahuiztlán. Fue refugio de descontentos de¡ Valle y nunca fueron sometidos por los aztecas. Los tecpanecas de Azcapotzalco alcanzaron la hegemonía en el Valle durante el gobierno de Tezozómoc, con la ayuda de aztecas y tlatelolcas. e) ¿Quiénes fueron los aztecas o mexicas? Fue la última tribu nahuatiaca establecida en el Valle. Procedían de Aztlán y de Chicomoztoc (siete cuevas). Recorrieron el territorio de lo que hoy son los estados de Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Hidalgo, México y D.F. Fueron mal recibidos por su carácter de intrusos, sus sacrificios humanos y su carácter altivo y pendenciero. Muchos años peregrinaron por el Valle, hasta fundar su ciudad en un islote donde un águila devoraba una serpiente (1325). A la muerte de su guía Tenoch, los mexicas transformaron la teocracia en monarquía electiva (1376) fecha que eligieron a su primer rey que fue Acamapichtli quien reinó hasta 1396. f) ¿Quiénes fueron los reyes aztecas? Acamapichtli, “Manojo de cañas" (13761396); Huitzilihuitl, “Plumas de colibri" (1396-1417); Chimalpopoca, "Escudo humeante" (1417-1427); Izcóatl, “Culebra de obsidiana" (1427-1440); Moctezuma Ilhuicamina, "Flechador del cielo” (14401469); Axayácatl, "Cara en el agua" (1469-1481); Tizoc, "Pierna enferma" (1481-1486); Ahuizotl, "Perro del agua" Moctezuma Xocoyótzin, "El joven señor enojado", (1502-1520). g) ¿Cómo era el gobierno entre los aztecas? El rey, Tlacatecuhtli o Tlatuani, recibía el cargo por elección, aunque debía ser de la familia reinante. El Cihuacóatl o administrador general presidía el tiatocan o consejo de ancianos, representantes de los barrios (calpulli). Había jefes de los barrios, inspectores de policía y cobradores de tributos. 263

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El rey era jefe supremo del ejército. Los guerreros distinguidos formaban una especie de orden militar: caballeros tigres y caballeros águilas. La "guerra florida" contra los enemigos era para adquirir víctimas y esclavos. h) ¿Cómo era la educación azteca? De los 10 a los 20 años asistían a la escuela. El Calmecac era para los nobles, y el Tepochcalli, para los plebeyos. Había uno en cada barrio. Allí aprendían el arte de la guerra, prácticas religiosas, canto, danzas, astrología, el calendario y la herbolaria. La disciplina era estricta. i) ¿Cómo eran las artes mexicas? Según Sahagún, Tenochtitlán poseía 78 edificios. El recinto ceremonial tenía el Templo Mayor, con los santuarios de Huitzilopochtli y Tláloc. Los muros lucían almenas, esculturas y pintura mural. Al frente estaban: La Casa de las Tinieblas, el Cihuacóatl, el Templo de Chicomecóatl y el de Xochiquetzal, el Templo del Sol, el de Quetzalcóatl, el Coatepantli, el Calmecac y otros. Hay en el Museo de Antropología numerosas esculturas: Piedra del Sol, la de Tizoc, la Coatlicue, vasos de corazones, altar de los siglos, serpientes, emplumadas, etc. La cerámica posee buen acabado: platos, vasos, copas, cajetas, jarras, botellones, idolillos, etc. Instrumentos musicales: caracol, tepoilaxtle, huehueti, flautas, sonajas, raspadores y cascabeles. Tenían varios tipos de danzas. j) ¿Cómo era su religión? Creían en cuatro soles o mundos anteriores: agua, viento, fuego y tierra, y, vivían en un quinto sol. Su fiesta más solemne era la de Fuego Nuevo, en el Cerro de la Estrella, cada 52 años. Sus dioses, eran: Tloque Nahuaque (invisible), Ometecuhtli y Omecihuatl (cielo y tierra); Tonocatecuhtli y, Tonacacihuatl (alimentos), Huitzilopochtli (guerra), Quetzalcóatl (viento, Venus), Tezcatlipoca (noche, magia, luna), Tláloc (lluvia), Chicomecóatl (fertilidad), Chalchitlicue (aguas), Xochiquetzal (flores), Centeótl (maíz), Xipe Totec (primavera). El Tlalocan era el paraíso de Tláloc. El Mictlán era el mundo inferior. k) ¿Cómo eran la escritura, la numeración y el calendario? La escritura era jeroglífica, representaban los objetos directamente o por símbolos. Escribían sobre papel de maguey, corteza de amate o en piel de venado. Los números dígitos se representaban con puntos o dedos; el 5 con una mano; el 20 con una banderita, el 400 con una pluma; el 8 000 con una bolsa. Para obtener otras cantidades se fraccionaban las figurillas. Había dos calendarios: el religioso o Tonalámatl, de 260 días, se componía de 20 meses de 13 días cada uno. Servía para adivinar el porvenir de los nacidos, para determinar ciertas fiestas y para dar nombre al año.

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El calendario Xihuiti estaba formado por 18 veintenas, más 5 días inútiles. Los dos calendarios coincidían en su comienzo cada 52 años en la Fiesta del Fuego Nuevo. l) ¿Cuáles son los códices aztecas? Son cuatro muy importantes artísticamente: el Borbónico (prehispánico, Biblioteca del Congreso de París), el Tonalámatl de Aubin (Biblioteca Nacional de Paris), Matrícula de tributos (México), Tira de la Peregrinación (México). Otros códices nahuas de la región poblanotlaxcalteca: Humboldt, Magliabecchianus, Telleriano Remensis, Vaticano A o Ríos, Sigüenza, Ramírez, Duran, Osuna, etc. 55 Otras áreas culturales de México a) ¿Cómo decayó la cultura maya? Ya en la época histórica, la cultura maya entró en franca decadencia por la dominación de los cocomes que terminaron la Liga de Mayapán. Viene después la ruina y decadencia de las ciudades por guerras civiles, unidas a calamidades naturales. Pero los mayas continuaron con su cultura mucho tiempo después de la conquista. b) ¿Cuáles son los rasgos característicos de la cultura maya? Las ciudades eran indepeudientes y estaban gobernadas por jefes hereditarios llamados Halach Uinic. Cultivaban: maíz, frijol, chile, calabazas, cacao, tomate, vainilla, y recolectaban frutas tropicales. Comían carne de animales silvestres. Sólo los hijos de los nobles podían ingresar a la escuela. Tenían muchos dioses: Hunab Pu (invisible); los Oxlahuenti (cielos), los Balonil Ku (mundos inferiores); Izamal (dios bienhechor); Ixchel (hogar); Kinich Kak mo (fuego); Ku kul kan (viento); Yum Kax (maiz); Chac (lluvia). Sacerdocio: Ah Kin mai (gran sacerdote), chilanes (augures), nacones (sacrificadores) y chaques (ayudantes). Hacían penitencias crueles.

Huitzilopochtli, dios de la guerra.

La arquitectura maya era grandiosa y monumental. Son mundialmente famosos los edificios de: Palenque, Piedras Negras, Tikal, Uaxactún, Copán, Quirigua, Chichén ltzá, Uxmal, Kabah, Labná, Zayil, etc.

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Ayala Falcón, Maricela. El nacimiento de la escritura en Atlas Histórico de Mesoamérica. México : Larousse, p. 67-73

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El nacimiento de la escritura Se ha dicho que el hombre es el único animal que cuenta con la posibilidad de comunicarse con sus semejantes por medio de un lenguaje que le permite transmitir sus experiencias y conocimientos, entendíéndose por lenguaje cualquier medio que se emplee para expresar ideas. Existen por lo menos tres clases de lenguaje: hablado, escrito y mímico. En lo referente al escrito, los estudiosos del tema aún no han acordado cuándo un código cifrado puede o no clasificarse como escritura. El sistema más ampliamente usado -no por el número de usuarios sino por su difusión- es el alfabeto, el que no hay todavía una total certeza sobre su origen a pesar del reducido número de escritura de las que puede provenir -aunque parezca increíble. Aunque la comunicación escrita es básica para cualquier cultura, no todas las sociedades han sido capaces de inventar una escritura propia. Al evolucionar, el hombre ha creado diferentes formas de comunicación por medio de imágenes (dibujos, signos) pero no todas ellas son «escrituras». En realidad, la comunicación visual por medio de imágenes es ilimitada, y existen registros de este tipo en todo el mundo. Entre las formas más antiguas y simples de comunicar ideas por medios visibles están las pinturas, por ejemplo las rupestres a las que se considera «antecedentes de la escritura», «escrituras embrionarias» o «preescrituras». Como parte de éstas tenemos los dibujos y pinturas del Paleolítico Superior encontradas en Europa y en el norte de Africa. Por sus características se denominan pictogramas (o iconogramas) y constituyen el estado más primitivo de representación de los pensamientos. Su contenido se refiere generalmente a la inscripción de temas que les eran familiares. La siguiente etapa es de las denominadas escrituras de registro, o pictóricas-directas. Mediante la agrupación de dibujos sinópticos, que imitan a los naturales, se emiten los mensajes; en este grupo se encuentran aquellos registros procedentes de Norteamérica. El siguiente paso es de los pictogramas-ideogramas en que la relación entre objeto representado por el signo y la idea significada es indirecta, está sugerida (ideogramas). Se llega a la creación del pictograma con sentido universal y aparecen los ideogramas, signos que representan ideas, cualidades o acciones; aquí el sentido de la oración se deduce por la yuxtaposición de los distintos elementos. En este grupo se encuentran la escritura china y las primeras etapas de la sumerio-acadía y la egipcia. Durante estas fases la escritura es independiente del lenguaje, pero dicha sítuación cambia al aparecer los primeros fonogramas. En ellos el signo representa un sonido y de esta manera se enlazan con el lenguaje hablado. Los fonogramas pueden ser de tres clases: a) un número indefinido de sonidos y especialmente una palabra completa (mono o polisilábicos), b) un solo sonido o sílaba (silabarios), y c) el alfabeto. Pero la evolución no siempre sigue el mismo camino, a veces hay retrocesos o bien pueden coexistir las diferentes etapas. De ahí el problema de definir y descifrar a las escrituras. Si aceptamos que «escritura» es la utilización de un sistema de trazos para anotar el discurso, nos encontramos con que en Mesoamérica hubo otras más antiguas, además de las aceptadas: la maya y la mexicana, cuya invención posiblemente propició la difusión de esta idea, es decir, la de crear sistemas propios de escritura. Por lo que se sabe hasta el momento, existen en Mesoamérica dos clases de registros: los iconográficos y los que podemos denominar «textos escritos». Aquí también los pictogramas e iconogramas precedieron a la escritura, pero no tenemos ningún sitio en donde la evolución se haya dado completa. 269

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Las inscripciones más antiguas conocidas proceden de la cultura olmeca y corresponden a la etapa pictográfica, figuras humanas y de animales, e ideográfica; algunos signos esquematizados; bandas cruzadas que pueden significar un rango, la llamada U (por su forma) y que se asocia con el cielo, liquido para indicar sacrificio, las fauces del jaguar para indicar la entrada al inframundo, es decir, las cuevas. Pero estos signos no están escritos yuxtapuestos, sino que se localizan dentro de las figuras talladas y sólo podemos interpretarlos dentro de su contexto. Los únicos monumentos procedentes de esta zona con textos calendáricos y gráficos, el 13 de La Venta, el E de Tres Zapotes y la estela C del mismo sitio (con una fecha equivalente a 31 a.C.), son demasiado tardíos para corresponder a la cultura olmeca y por sus características se ha pensado que pueden asociarse a la zona maya. Aunque por su antigüedad la cultura olmeca influyó con sus avances culturales casi en toda Mesoamérica, hubo algunos lugares en que los grupos coloniales y "olmecoides" tomaron la delantera. Entre estos logros están la creación de la escritura, la numeración y el calendario. Las inscripciones más tempranas conocidas, en las que se observa un sistema calendárico plenamente desarrollado y que sirven de marco temporal para el registro de eventos escritos, son las estela, 12 y 13 de Monte Albán, Oaxaca. Fueron localizadas en asociación al edificio llamado Los Danzantes en su fase 1 (500 a. C., aproximadamente), y todo parece indicar que los dos monumentos conforman un solo registro integrado por una fecha escrita en el sistema calendárico mesoamericano, el evento ocurrido y el sujeto que actuó en él. Los signos escritos han podido identificarse por su presencia en otros monumentos posteriores, tanto del sitio -Danzantes lI, lápidas del Montículo J- como en algunos lugares cercanos: San José Mogote. El calendario mesoamericano está formado por la combinación de dos ciclos, o años: uno consiste en 20 signos-días, combinados con 13 numerales para dar 260 días (13 x 20 = 260); se le conoce con distintos nombres, pero los más comunes son tonalpohualli o tzoIkín (que es inventado). El otro se compone de 18 ciclos de 20 días cada uno y 5 días más (18 x 20 + 5 = 365); es el año solar llamado xíhuiti, tun, o haab. Antes de proseguir con el tema cabe aclarar las diferentes clases de registros que hubo en Mesoaméríca. Por las fuentes coloniales sabemos que los mesoamericanos «se valían de sus signos y libros para anotar todas sus cosas»: religión, calendario para señalar las fechas religiosas y hacer augurios; astronomía, ligada a la religión por las posiciones que los dioses astros ocupaban; historia, incluyendo sus hechos bélicos; tributos que debían pagar los pueblos sojuzgados; geografía, mapas en que se marcaban los territorios; etcétera. Dehecho;- todas estas «cosas» podemos reducirlas a dos temas básicos que no están desligados entre si: religión e historia, y es desde esta perspectiva que podemos comprender las inscripciones mesoamericanas. Ya Alfonso Caso habla señalado que las Lápidas del Montículo J, de Monte Albán, conmemoraban las conquistas de otros sitios. Los jeroglíficos, o glifos (signos mínimos que conforman la escritura) en ellas escritos se pueden reconocer desde la época anterior y, con algunos cambios (unos desaparecen y otros nuevos se incorporan) continuaron utilizándose para sus anotaciones, algunas de carácter histórico y otras religiosas. Lo fundamentalmente importante del sistema es que la idea de crear escrituras se transmitió al resto de Mesoamérica. Su calendario fue copiado íntegro en toda la macroárea, conservándose algunos de sus signos en regiones distantes como Xochicalco. En otros casos lo que permaneció fue la idea, aunque la forma se adaptó; por ejemplo el glifo del año que en Oaxaca se escribió con la cabeza del dios de la lluvia (Cocijo), posteriormente fue cambiada por la de Tláloc (mixtecos, mexicanos), o bien por la simbolización del dios de la lluvia (mayas). Sin embargo, no todas las culturas mesoamericanas lograron crear «escrituras», es decir, no llegaron a la creación de "signos" que se identificaran como palabras. No podemos perder de vista el hecho de que el conocimiento de la escritura en Mesoamérica, y en el mundo hasta hace 270

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poco, era privilegio de unos cuantos, de la clase gobernante y del sacerdocio que en ocasiones eran el mismo grupo. En el mundo antiguo la escritura siempre estuvo muy relacionada con la religión y, consecuentemente, con el sacerdocio. Este grupo era el heredero del conocimiento y el encargado de interpretar los designios de los dioses mediante la adivinación, ya fuera por la observación de los astros o de otros fenómenos naturales, para lo cual necesitaban de todo su tiempo y con esto justificaban el que ellos fueran los encargados de la distribución de las tierras, su administración y el empleo de la mano de obra. A ellos les tocaba interpretar los deseos de los dioses y decidir cuándo había que realizar determinados rituales y los sacrificios que se deberían llevar a cabo. Con este conocimiento la pequeña parte de la población que sabía leer y escribir afianzó su posición privilegiada, resultando además un excesivo respeto por la sabiduría del pasado. El deseo de los gobernantes por perpetuar su paso por la tierra, demostrar su origen divino y relatar la historia de su reinado al consignar aquellos eventos en que habían actuado atendiendo a los deseos de los dioses (eventos astronómicos), dieron origen a los registros históricos. Si a ello agregamos la conciencia que tuvieron algunos pueblos, como el maya, sobre la repetición cíclica de los acontecimientos, ya fuera en determinadas fechas o en el momento en que se repetía un evento astronómico, el resultado es la necesidad de conocer con precisión la fecha del suceso para contrarrestar los efectos nocivos que esto pudiera acarrear. Posiblemente los primeros en adoptar, y adaptar, el sistema calendárico de Monte Albán fueron los mayas que habitaban el área vecina, la costa del Pacífico de Chiapas y Guatemala, pero le dieron un viraje y lograron desarrollar un sistema más complejo y preciso. Utilizando el mismo sistema numérico en que los puntos indican el valor de 1 y las barras el de 5, desarrollaron un sistema posicional en que los ciclos (y por lo tanto los números) aumentan su valor de 20 en 20, con una alteración: el valor del tercer ciclo no es 400, sino que por estar apoyado en el sistema calendárico equivale a 360 (18 X 20), y así se continúa la proyección vigesimal ad infinitum (360 X 20 = 7 200, 7 200 x 20 = 144 000 . . . ). Más tarde los mayas inventaron los signos para indicar cada ciclo (estela 29 de Tikal, 292 d.C.) y no tardaron mucho en crear su propia escritura que, valiéndose de pictogramas e ideogramas en su origen, muestra desde sus primeras etapas la relación entre estos signos y el lenguaje hablado. Es decir, los signos corresponden a lo que se ha llamado «logogramas». Así, para escribir la acción de sentarse en el trono, "entronización", dibujaron la mitad inferior de un cuerpo humano en el acto de sentarse; el nombre del sujeto, ligado a la acción, se escribió con signos que lo identificaban, «pájaro», «escudo», «serpiente», «jaguar», etcétera. Lo interesante de estas inscripciones tempranas es que los títulos están escritos fonéticamente (en su aspecto fonético la escritura maya es silábica). El descubrimiento del contenido hístórico en los monumentos mayas (no en sus libros o códices) ha permitido grandes avances en su desciframiento, como son el establecer cuál puede ser la lengua representada, su estructura gramatical y el contenido de sus mensajes de tipo religioso, histórico, astronómico y astrológico. Pero de sus mensajes se han podido derivar otras clases de información: genealógica y política. La interpretación de sus mensajes tiene aplicación a otras dísciplinas afines, como la arqueología, la antropología social, la lingüística, la historia y la propia epigrafía, pero ya no la maya sino la de Mesoamérica. Las inscripciones de otras áreas han comenzado a verse con un nuevo enfoque, y textos que no tenían un sentido aparente ahora pueden ser reestudiados. Con ello no quiero decir que la escritura maya se haya difundido. De hecho lo que tenemos son tres sistemas de registros, que son: a) uno que sí contiene signos gráficos (como las escrituras zapoteca y maya) y que incluiría la escritura mixteca (comprendiendo el estilo Nuiñe y los códices de este grupo), las inscripciones de Xochicalco y la mexicana (incluyendo códices y monumentos); 271

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b) otro que solamente registra pictogramas-ideogramas (como los monumentos olmecas) en el que estarían las estelas de Izapa y los grabados del Tajín, y c) un tercero que combina fechas e iconogramas pero carece de signos propios de escritura; aquí podríamos incluir los códices del llamado grupo Borgia (que parecen proceder de la zona Puebla-Tlaxcala), las pinturas de zona tlaxcalteca (Cacaxtla y Tizatlán) los monumentos de Teotenango y los pocos que se conocen de Tula. Las pinturas y monumentos teotihuacanos son un caso particular. Estos distintos sistemas tuvieron un desarrollo paralelo en tiempo y quizá algún día entenderemos el porqué de su distribución geográfica. Se sabe que desde una época temprana los habitantes de la zona mixteca comenzaron a dejar consignadas sus fechas al valerse del mismo sistema calendárico de Monte Albán (tumba de Yucuñudahui, 290 d.C.), pero se desconoce qué pasó después ya que los siguientes registros conocidos de este grupo corresponden a una fecha aproximada al 800-900 d.C. Son algunos monumentos esculpidos procedentes de la región y con un estilo propio, aunque con origen en los signos zapotecos (Nuiñe), los códices del grupo mixteco ya con sus propios glifos calendáricos para los días y el año (y que contienen las genealogías de los gobernantes), así como estelas y dinteles localizados en Monte Albán en que se combinan ambos sistemas de escritura: el zapoteco y el mixteco. Posiblemente la situación geográfica del área mixteca y las relaciones que sostuvo con grupos del área central -Teotihuacan, valle de Tehuacán y Cholula- así como con la zona zapoteca, influyeron en el desarrollo y caracterización de su propia escritura. En el área central tenemos como gran centro religioso y comercial a Teotihuacan, pero esta ciudad parece no haber dado ninguna importancia a los registros históricos. Alfonso Caso, intentó demostrar que, en Teotihuacan se conoció el tonalpohualli, pero prácticamente todos los glifos que él identificó como fechas parecen corresponder a nombres de dioses. El arte teotihuacano es fundamentalmente religioso y de ahí que los glifos representados estén asociados con deidades; por ejemplo, el triángulo y el trapecio son símbolo de Tláloc, como también lo es otro que él llamó 5 «turquesa» para denotar la bigotera del mismo dios. Las «bandas entrelazadas» parecen identificar al jaguar y el «ojo de reptil» es el nombre de una diosa. Los glifos «ojo arrancado» y «líquido derramándose» o «líquido precioso» se asocian al sacrificio. Hasta el momento todo parece indicar que las representaciones teotihuacanas son de contenido religioso, por lo que no fue necesario el uso del calendario. Es notable que a pesar de sus relaciones con la zona maya y la zapoteca, no hayan sido influidos por el concepto histórico que ambas culturas tuvieron, y quizá su propia forma de concebir al mundo, haciendo caso omiso de las inscripciones históricas, haya sido la que influyó en otras áreas con las que mantenían relaciones, para que éstas no se hubieran valido del calendario o la escritura sino hasta que cesó su influencia. No es sino hasta la caída de Teotihuacan que sitios como Xochicalco, en Morelos, y Cholula, en Puebla, adquieren una cierta preeminencia y comienzan a desarrollar sus inscripciones. Adoptan el calendario de Monte Albán pero parece ser que es a través de la zona mixteca, pues en sus inscripciones se reconocen signos de ambos lugares y otros

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desarrollados por ellos mismos (glifo del año representado por un cuadrado con un nudo o lazo; Xochicalco y Teotenango). También aparecen en sus monumentos rasgos de origen maya (Xochicalco y Cacaxtla), especialmente en algunas figuras humanas, dejando algunos monumentos que parecen ser de contenido histórico por los temas tratados (Piedra Seler, murales de Cacaxtla), y otros de tema religioso (estelas de Xochicalco, lápidas de Teotenango). Algunos de estos monumentos presentan, además de las fechas, glifos que no se han descifrado pero que por sus características pueden formar un sistema incipiente de escritura. De Tula conocemos una serie de monumentos esculpidos adosados a los edificios que son de carácter religioso. lnscripciones con fechas sólo se conocen la cincelada en el cerro de La Malinche que presenta la fecha 1 caña, identificada como el nombre de Quetzalcóatl y asociada a la fecha 8 pedernal. Además se conocen otras 7 fechas que, por el estilo de la numeración y algunos glifos calendáricos, parecen apuntar una relación con Xochicalco. De El Tajín se conocen varios relieves que han sido interpretados de diferentes formas. No presentan signos calendáricos y las imágenes parecen asociarse a asuntos religiosos o a ciertos rituales, pues hay escenas de sacrificios y autosacrificios, aunque es posible que estos sucesos aludan a temas de carácter histórico como puede ser la entronización de un gobernante y los sacrificios que se llevaban a cabo en esa clase de acontecimientos. Todo parece indicar que fue la zona Mixteca-Puebla la que dio origen, durante el Postclásico, a la costumbre de escribir en libros o códices hechos de papel de amate o en piel. En ellos se anotaba tanto la historia (códices mixtecos y algunos mexicanos) como los temas religiosos (códices del Grupo Borgia y algunos mexicanos). De la zona maya se conocen tres códices de los que no hay duda acerca de su origen; los tres se escribieron en el Postclásico (aunque de uno de ellos, el de Dresde, se piensa que es copia de uno anterior escrito durante el Clásico). Se les ha asignado como lugar de origen la península yucateca. Es dificil precisar de quién tomaron los mexicanos la idea de dejar registros históricos y religiosos escritos en monumentos y en códices, aunque por algunas referencias coloniales y por ciertos rasgos de sus registros, parece ser que fue un grupo procedente de la mixteca, los tlailatoques, quienes les enseñaron el arte de pintar las historias. Pero los mexicanos desarrollaron sus propios signos, y éstos incluso llegaron a tener una función fonética-silábica. A pesar de la destrucción de sus códices y monumentos, algunos se salvaron y son de contenido religioso, histórico y administrativo. El celo misionero nos privó de la mayor parte de la historia de los pueblos prehispánicos; el saqueo nos está privando de lo que se conservó. El desciframiento de lo que nos queda apenas comienza. Bibilografía AYALA, Maricela 1983 «El origen de la escritura jeroglífica maya», Antropología e historia de los mixe-zoques ‘ y mayas. Homenaje a Frans Blom, México, Centro de Estudios Mayas, UNAM/Bringham Young University. NIARCUS, Joyce 1979 «Los orígenes de la escritura americana», Ciencia y desarrollo, CONACYT, México, núm. 24, enero-febrero, p. 32-52. 1980

«La escritura zapoteca, Investigación y Ciencia, Barcelona, núm. 43, abril, p. 28-44. 273

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Gutiérrez Solana, Nelly. Códices de México: historia e interpretación de los grandes libros pintados prehispánicos. México: Panorama, 1985. p. 7-23

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Introducción Las culturas prehispánicas de México nos dejaron innumerables vestigios indicativos de la grandeza que habían alcanzado: pirámides, templos, esculturas en bulto y en relieve, pinturas murales, vasijas, piezas hechas de metales preciosos. Todo ello constituye un claro testimonio de la creatividad y habilidad manual de los antiguos pobladores de México. Entre estos valiosos edificios y objetos destacan los códices, ya que la información que nos proporcionan acerca de la religión, los rituales, la historia y muchos aspectos más es riquísima; pero, además, nos brindan un goce estético incomparable cuando, al contemplar página tras página, admiramos sus trazos delicados y hermosos llenos de un espléndido colorido. Quien toma un códice en sus manos queda fascinado del mundo que se le presenta: figuritas hechas con todo lujo de detalles, y dibujadas con tal precisión que pueden compararse a las de los mejores manuscritos de la época medieval europea. La historia de los códices, de cómo empezaron a ser reconocidos como originarios de México y de cómo, poco a poco, fueron descifrados constituye un episodio sumamente interesante del estudio de las culturas prehispánicas. El arte de elaborar códices no llegó a su fin con la conquista española, y así tenemos que no todos los conservados en la actualidad son prehispánicos, sino que muchos se hicieron por interés de los propios conquistadores, es decir, para conocer más a fondo las culturas indígenas. En este libro encontrará el lector una amplia información sobre los principales códices del México antiguo. De cada uno se dan datos como su localización actual, el material empleado en su elaboración, sus medidas, el periodo en que se realizó, la cultura a que pertenece, los estudios más sobresalientes que tratan sobre él, y también un acercamiento a su contenido. Los códices son un medio muy importante para comprender las culturas que florecieron en México y merecen ser estudiados por todo mexicano interesado en la historia de nuestro país. La palabra códice empezó a ser usada desde fines del siglo pasado para designar a los manuscritos elaborados dentro de la tradición indígena. Sin embargo, no es del todo correcto, pues códice significa un manuscrito cosido en un lado. Los del México antiguo no están encuadernados de esa manera y, además, muestran formatos variados; no obstante, el término ha tenido tal aceptación, que se utilizará en este libro. Los códices eran elaborados a mano por expertos pintores. Se usaban tres materiales: la piel curtida de animal, el amate o papel indígena y el lienzo o tela, aunque de este último sólo tenemos ejemplares posteriores a la conquista. En el caso de la piel de animal que podía ser, por ejemplo, la del venado, se cubría con una imprimación blanca para lograr una superficie lisa. El amate o papel indígena se elaboraba de la manera siguiente: la corteza del árbol se ponía a remojar, después se machacaba con un objeto de piedra hecho especialmente para ello, con ranuras en su superficie. Las fibras aplastadas se unían entre sí, pero se les daba una mayor consistencia con un engrudo. Para mejorar la calidad de la superficie que se iba a pintar se cubría con una capa de cal que se alisaba y pulía. Los pinceles eran de pelo de conejo y tenían diversos grosores según los trazos que se requerían. Los colores eran principalmente de origen mineral y se disolvían en agua, por lo tanto, la técnica era semejante a la acuarela europea. Los lienzos, por su parte, están hechos de fibras de maguey, algodón o algún otro material. Es indudable que los pintores de los códices tenían una gran destreza lograda a través de muchos años de entrenamiento. Es probable, también, que se escogieran a los discípulos más diestros de las escuelas y se les enseñara toda la tradición de la pintura. En el caso de los códices rituales y calendáricos, que son tan complejos, se requería de una educación especial, pues los dioses tenían atavíos específicos que necesitaban conocer. En la escuela donde estudiaban los futuros 277

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sacerdotes, llamada entre los mexicas calmecac, se han de haber seleccionado a los mejores dibujantes para que realizaran los manuscritos. Al respecto es muy interesante lo que nos dice Fray Francisco de Burgoa en su Palestra historial, del siglo XVII, cuando habla de los zapotecos y mixtecos: «entre las barbaridades de estas naciones se hallaron muchos libros a su modo, en hojas o telas de especiales cortezas de árboles que se hallaron en tierras calientes, y las curtían y aderezaban a modo de pergaminos, de una tercia poco más o menos de ancho, y unas tras otras las zurcían y pegaban en una pieza tan larga como la habían menester, donde todos sus historias escribían. . . y para esto a los hijos de los señores y a los que escogían para su sacerdocio, enseñaban e instruían desde su niñez, haciéndoles decorar aquellos caracteres y tomar de memoria las historias».1 La noticia de la existencia de libros entre los indígenas llegó pronto a los europeos, ya que entre las cosas que mandó Hernán Cortés a Carlos V se mencionan dos libros.2 Bernal Díaz del Castillo, fiel cronista de la conquista, habla también de los libros cuando narra la visita a pueblos del actual estado de Veracruz; así nos dice: «y hallamos las casas de ídolos y sacrificaderos y sangre derramada e inciensos con que sahumaban y otras cosas de ídolos y de piedra con que sacrificaban y plumas de papagayos y muchos libros de su papel, cogidos a dobleces como a manera de paños de castilla»3 La existencia de códices está documentada para todas las regiones del área cultural conocida como Mesoamérica, con excepción de la región del occidente. Sabemos que habían numerosos códices entre los mayas; Fray Diego de Landa se refiere a ellos en su Relación de las cosas de Yucatán: «escribían sus libros en una hoja larga doblada con pliegues que se venía a cerrar toda entre dos tablas que hacían muy galanas, y que escribían de una parte y de otra a columnas, segun eran los pliegues; y este papel lo hacían de las raíces de un árbol y le daban un lustre blanco que se podía escribir bien».4 Sabemos también que, en el altiplano central, entre mexicas, tlatelolcas y tezcocanos existían depósitos de estos códices, verdaderas bibliotecas, llamadas amoxcalli, o sea, casas de libros. ¡Cómo debió dolerles a los indígenas la quema y destrucción de los libros que contenían la sabiduría de sus sacerdotes y las historias de sus pueblos! Zumárraga y Landa ordenaron la destrucción de muchos códices, otros desaparecieron al quemarse las grandes bibliotecas en el sitio de Tenochtitlan y Tlatelolco; por estas y otras tristes circunstancias sólo existen 16 códices que se piensa que fueron elaborados antes de la llegada de los españoles. Hay varios tipos de códices o manuscritos según su forma y tamaño. El más conocido es aquél en el cual una tira de papel o de piel se dobla a manera de biombo. La mayoría se leen con la tira colocada horizontalmente, pero, en otros casos, se puede poner en sentido vertical como sucede con el códice mixteco conocido como Códice Selden. Para, proteger los manuscritos se pegaban la primera y última hojas a las cubiertas de madera, por cierto, son pocas las que se conservan. A diferencia de nuestros libros, de tradición europea, que se leen de izquierda a derecha, la lectura de los manuscritos prehispánicos se hace, por lo general, de derecha a izquierda, es decir, comenzando por lo que nosotros consideraríamos el final del códice. Más adelante, al hablar de los códices doblados a manera de biombos, se verán estos detalles. 1 2 3 4

Burgoa, 1934, I, p. 288. Cortés, 1960, p. 22. Díaz del Castillo, 1955, p. -143. Landa, 1973, P. 15.

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Otro tipo de manuscrito es la tira que no se dobla sino que los dibujos son continuos; por lo general, son angostas y se componen de pedazos de piel o de papel que están pegados. Es muy conocido el manuscrito llamado Tira de la Peregrinación que narra parte de la historia de la travesía de los mexicas, pero hay otros también importantes como el Códice Baranda, el Tlatelolco, el Fernández Leal, el Moctezuma, etcétera. El Códice Baranda es una tira de piel que procede del occidente de Oaxaca y fue realizado en el siglo XVII e incluye, entre lo representado, a un español y un caballo. También tiene ilustrada una curiosa serpiente de cascabel. Este códice se lee en sentido horizontal, que es la manera más común de leer las tiras, aunque en algunas hay que hacerlo de derecha a izquierda y en otras de izquierda a derecha. El Códice de Tlatelolco es muy interesante, pues registra acontecimientos sucedidos en siglo XVI, desde antes de 1554 hasta después de 1562. Es una tira que mide 325 cm de largo y 40 de ancho. Entre los acontecimientos que presenta está la guerra contra los indios de Zacatecas, en la que los tlatelolcas fueron aliados de los españoles. En cuanto al Códice, Fernández Leal, procede de Cuicatlán, al norte de Oaxaca. Es una tira de 80 cm de largo por 36 de ancho. Fue elaborada en el siglo XVI y, entre otras cosas, tiene pintados a indígenas con los glifos de sus nombres personales; también muestra ceremonias como el sacrificio por flechamiento y los voladores. Como ejemplo de tiras compuestas verticalmente, y que se leen de abajo hacia arriba, está el Códice Moctezuma. No se ha podido determinar con exactitud dónde fue realizado, pero es posible que proceda del estado de Morelos, quizá del pueblo llamado Xochitepec. La tira en la que está pintado es de papel de amate, y fue hecho en el siglo XVI. Sus medidas son 250 cm por 20 de ancho. Al tercer tipo de manuscrito se le denomina rollo. Es una tira que se enrolla para guardarse con facilidad. Pocos son los que se conservan, entre ellos están el Rollo Selden, que describiremos posteriormente, y el Códice Tulane, ambos procedentes del oeste del estado de Oaxaca. Este último está pintado en un rollo de piel y, al igual que el Códice Moctezuma, está hecho para ser leído verticalmente. Sus dimensiones son 378 cm de largo por 22 de ancho. Fue pintado en el siglo XVI, y tiene varias genealogías de personas además de glifos cronológicos y topográficos. El lienzo, que puede considerarse como el cuarto tipo de manuscrito es una tela que se compone de largas tiras de algodón o fibra de maguey. No se conserva ningún ejemplar de la época prehispánica, pero es seguro que existieron antes de la conquista. Según John B. Glass, "el lienzo es una de las formas más comunes usadas como mapas y para documentar la historia de las aldeas y sus límites".5 Entre los lienzos más importantes tenemos el de Tlaxcala. El original fue hecho probablemente en el siglo XVI, pero la copia que se conserva en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historta de México data de 1773. Está formado por cuatro lienzos de tela, cada uno mide 105 por 203 cm. Uno de los lienzos presenta, al centro, el escudo español y, a su alrededor, los glifos de los cuatro barrios de Tlaxcala. También aparecen indios y europeos pintados conforme a la tradición pictórica europea. Hay lienzos, en cambio, con dibujos hechos a la usanza indígena como el de Zacatepec número 1. Este procede de Santa María Zacatepec, población situada en la Mixteca de la costa de Oaxaca, y fue realizado en el siglo XVI. En la superficie pictórica, de 325 por 225 cm, se pueden observar los glifos de los años y los días, los toponímicos y figuritas; todo ello muy semejante a los códices mixtecos. Además se emplean las huellas de pisadas para indicar los viajes. Otro lienzo, también procedente de Oaxaca, es el de Guevea. No se conserva el original, que fue pintado en el siglo

5 Glass. 1975. p. 9.

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XVI, sino una copia hecha en 1892. Sus dibujos son muy europeos y los jeroglíficos se glosan en zapoteco y español. Del occidente de México se conservan muy pocos manuscritos, por lo que los lienzos procedentes de esta región son especialmente importantes. Entre ellos están el de Jucutacato y el de Sevina. El primero fue pintado en el siglo XVI y, como su nombre indica, procede de Jucutacato, en el estado de Michoacán. Leonardo Manrique decía: «No cabe duda de que consigna un intinerario que se desprende en varias rutas, pero se ignora a qué puede referirse. Se ha interpretado como lista de lugares de minas, como la peregrinación de quienes fueron a poblar Jiquilpan y como un registro de la peregrinación de los frailes misioneros».6 El contenido del Lienzo de Sevina es cartográfico e histórico. Fue realizado en el siglo XVI y en él aparecen iglesias, pueblos, frailes y personas a caballo. El último tipo de manuscrito es aquel que consta únicamente de una hoja, ya sea en papel de amate o piel. Un ejemplar es el manuscrito de Aubin número 20, realizado, antes de la conquista, sobre piel de animal. Este se consideraba que formaba parte del conjunto de códices llamado grupo Borgia, pero actualmente se piensa que fue realizado en Oaxaca por el estilo y la forma de los toponímicos. Los temas son las cinco divisiones del tonalpohualli y las cinco direcciones cósmicas, es decir, las referentes a los cuatro puntos cardinales y al centro. La división anotada anteriormente se refiere al formato de los manuscritos, pero también se les puede clasificar según su temática. En esta clasificación se sigue la establecida, en el artículo de códices, por John B. Glass, publicado en el volumen XIV del Handbook of Middle American Indians. El primer tipo lo constituyen los manuscritos cuyos temas son la religión, los ritos y el calendario. Muchos de ellos fueron realizados con fines augurales, es decir, para adivinar el futuro. Encontramos además la representación de los dioses. Es incalculable el valor de estos códices por la información que nos proporcionan sobre la manera de pensar de los antiguos mexicanos. Los conocimientos que tenemos sobre los dioses que adoraban, la manera de representarlos, los ritos y ceremonias hechos en su honor derivan, en gran parte, de estos códices rituales y calendáricos. Muy común en estos manuscritos es la ilustración del calendario de 260 días, y los dioses asociados con los días comprendidos dentro de dicho calendario. Los mejores ejemplos del primer tipo de manuscrito son los del llamado grupo Borgia, de los cuales se hablará extensamente en el primer capítulo de este libro. Debido a su asociación con los dioses y las ceremonias, los frailes encargados de la evangelización de los indígenas tuvieron un gran celo en destruir los manuscritos rituales. De cientos que debieron existir sólo sobreviven unos cuantos, todos ellos en Europa donde fueron enviados por los conquistadores o poco después de haberse instituido el gobierno colonial. Lo extraordinario es que si por un lado, se quemaron los manuscritos indígenas, por otro, la curiosidad de los mismos españoles los llevó a encargar la elaboración de otros nuevos con explicaciones sobre la religión y los rituales indígenas. Estos contienen generalmente textos más o menos correctos, en español, sobre lo ilustrado. Como ejemplo de este tipo de códices, hechos bajo la corona de España, están el Magliabecchiano, el Telleriano Remensis y el Ríos. El segundo grupo lo forman los manuscritos de tema histórico. Los más importantes son, sin duda, los códices mixtecos. En ellos encontramos una relación detallada de los personajes y 6 Manrique, 1979, p. 72.

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dinastías de algunos pueblos de la región oeste del estado de Oaxaca. Los nacimientos, casamientos, conquistas y muertes de los príncipes y princesas están relatados en ellos, y, sobre todo, la vida de un famoso personaje cuyo nombre era 8 Venado, «Garra de Tigre». Algunos de estos códices mixtecos fueron hechos en la época prehispánica, otros continuaron la historia hasta después de la llegada de los españoles. De estos códices y del eminente investigador Alfonso Caso, a quien debemos su lectura e interpretación, se hablará extensamente en el capítulo II. También tenemos manuscritos históricos del centro de México; la mayoría de ellos son anales, es decir, crónicas que nos narran año por año los sucesos acontecidos. Entre estos están la Tira de Tepexpan, la primera parte del Códice Mendoza, el Códice Aubin, el Códice Xolotl y la Tira de la Peregrinación. La Tira de Tepexpan, por ejemplo, cubre un amplio periodo cronológico, pues abarca desde fines del siglo XIII hasta los últimos años del siglo XVI. Como su nombre indica, se trata de una larga pieza de papel indígena, originalmente doblada como biombo, que mide 625 cm de largo por 21 de ancho. En ella se narra, en la parte inferior, la historia de México Tenochtitlan y, en la superior, la historia del señorío de Tepexpan. Las ilustraciones de los acontecimientos sucedidos en esos años se colocan arriba y abajo de una línea continua de círculos con los signos del año indígena. De esta tira tenemos un estudio reciente y muy completo de Xavier Noguez. Otro ejemplo interesante de un manuscrito histórico es el Códice Xolotl, la Tira de Tepexpan narra la historia de ese señorío, el Códice Xolotl relata la historia de Tezcoco, desde la llegada de los chichimecas de Xolotl, a principios de] siglo XIII, hasta 1427. Este códice contiene además mapas de partes del Válle de México que resultan de gran interés. Muy relacionados con los códices históricos son los genealógicos que forman el tercer tipo de manuscritos. Varios, sobre todo los procedentes de la Mixteca, contienen información tanto histórica como genealógica. La mayoría de los manuscritos que se limitan exclusivamente al tema genealógico provienen de la época colonial y fueron hechos para defender los derechos hereditarios en los litigios que eran comunes después de la conquista. Un ejemplo de ello es la genealogía de la familia Mendoza Moctezuma elaborada en el estado de Hidalgo en el siglo XVI o XVII. Este manuscrito, nos dice Leonardo Manrique, «formaba parte de la reclamación de derechos y privilegios hereditarios que hizo un tal don Diego Mendoza de Austria y Monctezuma, quien se decía descendiente de Cuauhtémoc».7 La genealogía consta de seis fragmentos de tela pintada al óleo, de 30 por 19 cm cada uno; en cada fragmento se pintó a un personaje dentro de la tradición europea de pintura, que incluye técnicas como el modelado a base de sombras. De los seis personajes representados cinco muestran vestuario indígena y sólo uno está vestido a la usanza española. Lo que es interesante es el empleo de glifos onomásticos prehispánicos, aunque también aparecen blasones europeos. Se conserva en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México. Una genealogía totalmente diferente a la anterior es la de los señores de Etla, pues sólo aparecen los bustos de los personajes y, además se empleó solamente tinta y no colores en su elaboración. Esta fue hecha en Etla, Oaxaca, en el siglo XVII. Consta de seis hojas de papel europeo de dimensiones diversas. El dibujo de las figuras está hecho con técnica europea, y se usan líneas para denotar las relaciones entre las parejas. Los nombres, tanto españoles como indígenas, están escritos en caracteres latinos. Los manuscritos cartográficos forman el cuarto grupo. Los hay que funcionan únicamente como mapas mientras que otros, además de ello, incluyen información histórica y genealógica. 7 Ibid.

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Cuando los españoles llegaron a tierras mexicanas, una de las cosas que les llamó mucho la atención fueron los mapas que les enseñaron los indígenas. En los escritos de Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo encontramos referencias a ellos. Según John B. Glass, la mayoría de la cartografía mesoamericana que se conserva procede del Valle de Mexico y, entre ellos enumera a dos que forman parte del Códice Kingborough, el Mapa Santa Cruz, de la Ciudad y Valle de México, los del Códice Xolotl y el plano de Papel de Maguey. Como observa el mismo autor, es en los mapas donde se encuentran supervivencias indígenas aún en el siglo XVII, por ejemplo, se sigue el uso de huellas de pisadas para identificar los caminos, y también la manera tradicional de representar las corrientes de agua y los cerros. Un ejemplar cartográfico interesante es el llamado Plano de Papel de Maguey, que puede representar un barrio de Tenochtitlan o de Tiatelolco. Este conservado en la Biblioteca Nacional de Antropología de México, fue hecho en papel de amate y no de maguey como parece indicar su nombre. Su elaboración se efectuó entre los años 1557 y 1562. Mide 238 por 168 cm. Es un plano muy detallado, pues no sólo se dibujan las pequeñas casas, sino además se incluyen los nombres de los propietarios. El dibujante ilustró, asimismo, las calles, acequias y templos locales. Otro ejemplo, también muy interesante, es el Mana de Coatlinchan, del estado de México, elaborado en el siglo XVI en papel de amate. El plano muestra 68 cabeceras, barrios y estancias con sus nombres jeroglíficos; en el centro de todos ellos está Coatlinchan. La manera en que se ilustró continúa las tradiciones indígenas, ello puede observarse en el dibujo de las casas y los glifos. Este mapa mide 45 por 42 cm, y se conserva en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México. Un subtipo de los manuscritos cartográficos son los cartográficos históricos, que incluyen información tanto geográfica como histórica y genealógica en una sola hoja o lienzo. El patrón que siguen estos manuscritos, opina John B. Glass,8 es el siguiente: en los bordes de la hoja se colocan los glifos de lugares que representan los límites de una aldea, y el signo de dicha aldea casi siempre se dibuja en el centro de la hoja. Alrededor de este signo aparece la genealogía de la familia reinante y escenas históricas para establecer así la legitimidad de dicho gobierno. Este tipo de manuscrto cartográfico e histórico era común en Oaxaca y en la región central de México. Un ejemplo tardío de este subgrupo es el Mapa de Contlantzinco, Tlaxcala, hecho en el siglo XVIII con técnicas europeas, pues se trata de óleo sobre tela. En él podemos observar varios caminos, dos de ellos con huellas de pisadas. También hay una iglesia, varias casas y personajes con indumentaria indígena. Como se cubre parte de la región alrededor de Contlantzico se ilustró el cerro de La Malinche. Este mapa mide 74 por 54 cm, y también se conserva en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México. Ejemplos importantes de mapas cartográfícos e históricos, elaborados en el siglo XVI, son los Mapas de Cuautinchan, Puebla, que abarcan sitios como Cholula, Puebla, Tecali, Tecamachalco y parte del río Atoyac. En total son cuatro planos, de los cuales el tercero forma parte del acervo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México. Están hechos en papel de amate, y en ellos se mezclan la influencia europea con la local, pues los cerros y ríos, en algunos casos se pintan siguiendo la tradición indígena. Asimismo es común encontrar las huellas de pisadas para indicar los caminos.

8 Glass, 1975, p. 33.

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Un lienzo cartográfico e histórico procedente de Oaxaca es el de Zacatepec número 1, del que ya se habló anteriormente. En éste la mayoría de los glifos mayores están conectados por caminos o bandas en zigzag que parecen indicar actividades bélicas. Para aquellas personas interesadas en la economía tanto prehispánica como colonial, es importante el estudio del quinto grupo de manuscritos, aquellos que denominamos códices económicos. Algunos son catastrales, y muestran las propiedades de tierra con sus medidas, nombres y las personas a quienes pertenecían. También tenemos censos, listas de impuestos y de tributos; en este último caso existen, tanto de la época anterior a la Conquista como posterior a ella. Entre los que tratan de la primera época tenemos la Matrícula de Tributos y la II parte del Códice Mendoza. En cuanto a manuscritos que tratan de la segunda época, es decir, de los tributos bajo el dominio de la corona, podemos anotar el Códice Chavero, el Códice Kingsborough y el Códice Mariano Jiménez. El último grupo de manuscritos son los etnográficos, que ilustran las costumbres indígenas, su modo de vivir, indumentaria, leyes, etcétera. Casi todos estos manuscritos, nos dice John B. Glass, fueron hechos por el interés que tenían los españoles en conocer los detalles de la vida indígena. Entre los más importantes están los siguientes: el Códice Ixtlilxóchitl, el Magliabecchiano, el Mendoza, el Ríos, el Mapa Quinatzin, etcétera. Hay que aclarar que tratan diversos asuntos además de la etnografía. Todos ellos cubren el estado de México y el Distrito Federal, pero los hay que proceden de otras partes como los Primeros Memoriales, provenientes de Tepepulco, estado de Hidalgo, y realizados bajo la dirección de Fray Bernardino de Sahagún, así como parte de la Relación de Michoacán, hecha en Tzintzuntzan, estado de Michoacán entre 1539 y 1541. En esta última hay una amplia y rica información sobre la historia y la etnografía de la cultura tarasca. Antes de terminar esta introducción coviene agregar unas cuantas palabras acerca de la escritura indigena y del tonalpohualli, el calendario de 260 días, el cual está muy relacionado con los códices. La escritura en Mesoamérica se desarrolló desde una época temprana, por lo tanto, cuando los códices que se conservan fueron elaborados, ya los signos y símbolos empleados estaban bien establecidos. Esta escritura usaba de representaciones pictográficas, glifos ideográficos y, en algunos casos, de la escritura fonética. Como indica el nombre del primer tipo, se trata de glifos representativos de objetos, animales, personas, dioses, etcétera. Los glifos ideográficos son más avanzados, pues representan ideas por medio de símbolos, ejemplos de ello son los glifos empleados para indicar la noche, el movimiento, el fuego, etcétera. Es común que se usen, en un mismo códice y hoja, tanto glifos pictográficos como ideográficos. Por último, tenemos los glifos fonéticos que representan sonidos, por lo general, silábicos. La escritura fonética, entre los nahuas, según comenta Miguel León Portilla, «se empleó principalmente para representar nombres de personas y lugares»;9 guarda semejanza con un tipo de escritura llamada rebus, la cual «por medio de dibujos de cosas, cuyos nombres son la base para representar varios sonidos que, al unirse, constituyen la palabra que se desea.»10 Entre los mayas la escritura estaba bastante más desarrollada lo que ha significado problemas mayores para su lectura. El fonetismo, en la escritura maya, jugaba un papel mucho más importante y se usaba frecuentemente en la escritura rebus. Es fundamental tener en cuenta que, debido a ciertas limitaciones de la escritura en Mesoamérica, se requería de textos memorizados para completarla, los cuales agregaban información que no 9 León Portilla, 1961, p. 62 10 Ibid.

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podía registrarse de otra manera. En las escuelas se le daba gran importancia a la transmisión de tradiciones orales que pasaban de generación a generación. Así lo expresa el siguiente poema náhuatl tomado del Manuscrito de cantares mexicanos conservado en la Biblioteca Nacional de México: Yo canto las pinturas del libro, lo voy desplegando, soy cual florido papagayo, hago hablar los códices, en el interior de la casa de las pinturas. También de gran antigüedad en Mesoamérica es la existencia de dos calendarios: el xiuhpohualli que significa cuenta de los años y el tonalpohualli que significa cuenta de los días. El primero estaba dividido en 18 meses de 20 días, que multiplicado resulta 360 días a los que para completar los 365 días del año, agregaban cinco más, llamados nemontemi. Cada mes tenía su nombre y festividades específicas en honor de determinados dioses. El tonalpohualli es una especie de almanaque adivinatorio u horóscopo que empleaban los sacerdotes para adivinar el futuro y determinar qué días corrían con suerte y cuáles eran aciagos. Este calendario estaba formado por 20 semanas de 13 días. Cada uno de los 20 días tenía su signo especial y se combinaba con numerales. Cuatro de los signos de los días se usaban, asimismo, para representar los años dentro del ciclo calendárico formado por 52 años que, en náhuatl, se llamaba xiuhmopilli. En el mundo náhuatl esos cuatro signos eran ácatl (caña), técpatl (pedernal), calli (casa) y tochtli (conejo). Estos signos se acompañaban de numerales. Cada 52 años volvían a empezar los dos calendarios: el xiuhpohuaIli y el tonalpohualli. En este libro encontrará el lector las descripciones y los comentarios sobre los principales códices del México antiguo pero, de ningún modo, se incluyen todos los códices existentes que son muy numerosos; si el lector tiene interés en continuar y ampliar el estudio de los mismos debe remitirse a la bibliografía que le servirá de guía para adentrarse dentro del fascinante mundo de los códices.

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Foncerrada de Molina, Marta. Cacaxtla: la iconografía de los olmeca-xicalanca. México: UNAM, 1993. p. 147-150.

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5.4.23 Bandas acuáticas con diseño de planta de maíz y volutas al centro Pórtico A: (Láminas VI, IX). Los murales y las dos jambas del Pórtico están rematados en su nivel inferior por una banda acuática, la cual se continúa verticalmente en el extremo exterior de las primeras para formar un marco que encuadra las representaciones con geométrica precisión. Delimita un espacio cuadrado señalado por la rítmica distribución de líneas diagonales, que dividen a la angosta franja en espacios ocupados por distintos seres acuáticos: tortuga, caracol, serpiente, lirio. Originalmente, la banda llegaba hasta el vano; en un tiempo posterior fueron sobrepuestas, a cada lado del vano, el marco de volutas y la exuberante planta de maíz. La parte superior de los murales está derruida; en mi opinión, el diseño de la banda se contintiaba idéntico por otra parte. Kubler60 sugiere la de un mascarón y volutas de acuerdo con los elementos presentes a los lados del vano (figura 48). Toda esta configuración es original de Cacaxtla. Los elementos que la componen se remiten a Teotihuacán, por ser en la metrópoli donde se gestó el concepto de banda fecunda. Algunos ejemplos tomados de la pintura mural del sitio confirman lo anterior.61 En la metrópoli, la banda acuática se utilizó como marco escénico que enriquece directamente el tema central. La banda en Cacaxtla sugiere también el cumplimiento de una función adjetival que califica la abundancia de la naturaleza; traspone estos dones benéficos a los seres humanos y a las bestias míticas, e incluye dentro de este complejo de prosperidad a las bestias divinas. Con un sentido similar a lo arriba expuesto, puede explicarse la planta florida que se desprende ingrávida del torso del personaje felino de lajamba Norte (LánÚna VI). En este caso, la metáfora construida por las imágenes: banda acuática, vasija-Tláloc, gotas de agua, forman un todo significativo de dones benéficos en torno al agua. Esta imagen yuxtapuesta a la figura humana, así como las plantas de maíz con frutas y flores, próximas a la puerta central, son derivación del complejo iconográfico teotihuacano en torno a la prodigalidad de la naturaleza. Me limito a citar algunos ejemplos al respecto: Tepantitla, Patio 2, Mural 6; Tetitia, Patio 5;62 la combinación figura humana-Tláloc-planta, gotas de agua, está presente en el mural 1 del Pórtico 9 de Tetitla 63 así como en un fragmento del mural de la Colección Sáenz. 5.5 Ejercicios de lectura de los Murales y Jambas del Hombre-Pájaro y el Hombre-jaguar Animada por las crónicas de Muñoz Camargo, por el aspecto estilístico de los Murales que lo asocian con lo maya, y quizá también por la presencia del singular pilar norte en el aposento central del Edificio E (figura 47) y cuyos restos producen en el espectador la sensación de estar frente a una estela labrada en territorio maya, en la última parte de este capítulo intentaré reunir mis observaciones tanto sobre el sistema sígnico de Cacaxtla como sobre el significado particular de los signos pintados en los Murales. De mis avances, doy cuenta brevemente en estas páginas. 5.5.1 Mural del Hombre-Pájaro (Lámina IX). «Entorno al agua» (figura 41b). Caminaron los que venían de la región lacustre (Costa del Golfo los que dan prosperidad (rituales propiciatorios: manos insignias). 60 61 62 63

Kubler, 1980, p. 166. Miller, 1973, pp. 80-81, figs. 114-119; p. 84, figs. 125-128; p. 98, figs. 166-167; p. 110, figs. 201-203. Ibid., p. 98, figs. 166-167; p. 136, figs. 274-277. Ibid., p. 141, fig. 290; pp. 132-133.

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«Ojo emplumado» (figura 41b). Sagrado (calificativo). Otra alternativa es que los escribas de Cacaxtla pudieran haber utilizado este signo para indicar la región donde se construyó la ciudad. Los olmeca-xicalanca llegaron como peregrinos de otras regiones, para asentarse en una serranía que dominaba fértiles valles írrigados por el Río Zahuapan, por lagunas y riachuelos circundantes. De manera que cabe la posibilidad de que este signo fuese el topónimo de Cacaxtla, algo que aún debe ser estudiado. «13 Pluma de águila» (figura 41a). El nombre calendárico del personaje de aspecto maya. Quizá se trata de una figura legendaria ataviada a la manera de los hombres de esta cultura, cuyo rango político-religioso está señalado por la barra ceremonial, insignia de autoridad que lo remonta a las tierras de origen. El mural, como conjunto, puede ser una expresión funeraria que reconoce la injerencia maya en el gobierno de la ciudad (la de un dignatario o un descendiente de un linaje fundado en el Golfo), anterior al período de conflicto que registran los taludes. Los símbolos de poder, la danza sagrada, la serpiente mítica, dan testimonio de su antigua vitalidad y grandeza, de un pasado considerado como sagrado. Los acentos de muerte que aparecen, pueden sugerir el incidente bélico registrado en los taludes; evento que debió aniquilar el transitorio poderío maya en Cacaxtla. De ser así, el pintor los manejó con gran sutileza para dejar más claro el mensaje de autoridad y, antigüedad. En la jamba adyacente (Uamba Sur), la danza funeraria del personaje maya que sostiene el caracol del que emerge una figura humana, señala la definitiva instauración del fi- - «Ojo de reptil», el que simboliza, a mi juicio, la instauración de un pueblo nuevo, el de los olinecaxicalanca, quienes debieron eliminar los originales componentes mayas de la región poblano-tlaxcalteca. Su nombre, «Ojo de reptil», lo repite el «hombre florido» de laJamba opuest-a Uamba Norte), bajo este mismo signo calendárico se le identifica con el número 9, esta vez, dentro de un cartucho flameante. Este hombre, disfrazado de jaguar, representa al gobernante presente. Su linaje es el de «Ojo de reptil». Tales personajes son símbolos de la autoridad mítico-militar de un tiempo sólo contemporáneo a la ejecución de las pinturas de «13 pluma de águila» y «3 venado». Son representativos de un pasado mítico legendario relacionado, posiblemente, con las etapas iniciales de la migración olmeca-xicalarica desde la Chontalpa tabasqueña. ¿Surgió de entre los migrantes un líder que temporalmente ejerciera el poder de mando, quizá con los suyos, en Cacaxtla? Creo que el planteamiento de la pregunta puede considerarse válido, aunque la respuesta, por desgracia, se mueve exclusivamente en el terreno de la hipótesis. Otro elemento importante al que puede dársele valor significativo, es el quetzal de alas extendidas con tres gotas de sangre en el pico que se encuentra en el tercio inferior derecho del Muro Sur, precisamente sobre el signo nominal "13 pluma de águila". Su significado más inmediato redunda en el plumaje particular que recubre el cuerpo de la serpiente sobre la que se posa el personaje. Estas plumas y el color azul del ofidio le confieren cualidades sagradas serpiente emplumada puede ser, en este caso, la acepción zoomorfa de Tláloc, deidad de la lluvia que con el rayo provoca el fuego en la tierra. La imagen visual condensa magistralmente tales atributos (figura 41c). El quetzal tiene sangre en el pico. Forma en la cual está representada la sangre debe de tener valor significativo. Así que la imagen del ave tiene, a mi juicio, una doble significación, no excluyente sino complementaria: 1) el sacrificio ritual; 2) la designación de destrucción y muerte; es decir, un símbolo que alude a la muerte (sacrificio) en la guerra de «13 pluma de águila». En este caso, el quetzal pareciera reforzar la jerarquía dinástica expresada a través de la serpiente emplumada, monstruo divino que sanciona la dignidad de rango y la autoridad trascendente de «13 pluma de águila» y de su acompañante "3 venado". 288

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5.5.2 Mural del Hombre-jaguar (Lámina VII). La lectura de los signos insertos en el mural del Hombre-jaguar, «9 ojo de reptil flameante» la hago de la siguiente manera: «Entorno a la estera» (figura 40d) «1 estera»

(figura 40c).

Vinieron los olmeca-xicalanca y se marcaron los linderos. En «I estera» se asentó el poder del llamado «9 ojo de reptil flameante». «9 ojo de reptil flarneante» (figura 40a). (el nombre del gobernante) en fecha de Fuego Nuevo «Ojo de reptil». «2 cabeza humana» (figura 40b). Recuerda el tiempo de poderío «maya». Alude al Hombre-Pájaro «13 pluma de águila», representado en el muro contiguo. «9 ojo de reptil flarneante» y «7 ojo de reptil». (figuras 40ae). Representan al linaje guerrero constructor de Cacaxtla. Podría decirse que el gran tema del Mural Norte y la jamba Norte, es la apología de la guerra. La dimensión en este caso es más humana que divina. En el Pórtico, la representación figurativa establece, a mi juicio, la relación dinástica entre grupos étnicamente diferenciados; las circunstancias históricas de Cacaxtla propiciaron la implantación de un régimen político compartido, a pesar de una etapa inicial de violencia. En su etapa de consolidación y florecimiento fue llevado a cabo, seguramente, por unos cuantos dignatarios, por personas de apariencia maya aculturadas en el Altiplano, las que transitoriamente lograron en Cacaxtla imponerse como gobernantes y propiciar la elaboración de un programa pictórico afín con las raíces tradicionales de su cultura costeña. En lo demás, habían dejado de ser mayas. Su ascendencia, en la región de Cacaxtla, no parece haber durado más que unas cuantas generaciones. La huella de su paso histórico se borró para siempre. Dio paso a lo tolteca, a lo mexica, para jamás volver a surgir. A la luz de estas consideraciones, resulta evidente que argumentos deterministas no son suficientes para explicar la iconografía de los Murales del Pórtico. Como producto cultural, podrían clasificarse como un ejemplo único de sincretismo, que pone de manifiesto una estructura político-religiosa pluiralista. Es decir, comparten el tema de la apoteosis: en un mural, un dignatario de apariencia maya, y en el otro, el olmeca-xicalanca mayormente identificado con la tradición cultural del Altiplano Central. En el Mural del Hombre-jaguar o «9 ojo de reptil flameante» y su jamba respectiva, puede hablarse de un arte dinástico que hace una apología del guerrero y de un ritual que maneja la fertilidad de la tierra y el agua fructificante en torno al poder de la lanza en una fecha de Fuego Nuevo.64 Todo el conjunto simbólico, de explícito acento felino, representa una imaginativa variante local de concepciones político-religiosas tradicionales del Altiplano Central.

64 Recurre el jaguar como símbolo de Tláloc en su aspecto terrestre.

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Valles, E. Atlas de Historia Universal. Barcelona: Jover, 1988. Tarjeta B-7

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LAS CRUZADAS Desde fines del siglo XI hasta fines del XIII se organizan y se llevan a cabo en Europa occidental grandes expediciones religioso-militares contra el Islam, inicialmente destinadas a rescatar del poder de los musulmanes el Santo Sepulcro, o lo que es lo mismo: la ciudad de Jerusalén. Estas expediciones se denominan «cruzadas» porque sus participantes «tomaban la Cruz». A fines del s. XI, el Califato de Bagdad estaba en manos de bandas armadas de turcos seldjúcidas -pueblo procedente del Asia Central, del mismo tronco que hunos, ávaros y petchenegos-. Un caudillo turco, titulándose «Vicario del Califa», se adueñó del reino y relegó el Califa a la mera condición de jefe religioso. En cuanto al Califato fatimita de Egipto, se hallaba en plena decadencia. Sin embargo, en el curso de las Cruzadas, en 1171, el jefe curdo Saladino se apoderó de Egipto, tomó el título de sultán y organizó el país. Sucedieron a la dinastía ayubita (la de Saladino), los mamelucos, guardia personal del sultán que se alzó con el poder y vigorizó el Estado egipcio. El sultán mameluco Baibars (1260-1277) fue un formidable enemigo de los cristianos. En 1258, el Califato de Bagdad cayó en poder de los sucesores del mogol Gengis Khan, cuyo imperio abarcaba la mayor parte del Asia, Siria y Palestina, en el momento en que se desarrolla la primera cruzada, pertenecían nominalmente a Egipto, pero de hecho estaban dominadas por los turcos seldjúcidas, excelentes guerreros pero pésimos administradores, que nunca lograron organizar un Imperio coherente. Tres fueron las causas principales de las Cruzadas. La primera de orden reliligioso: los turcos prohibieron las peregrinaciones cristianas al Santo Sepulcro, autorizadas por los árabes, lo cual provocó gran irritación en toda la cristiandad; la segunda de orden psicológico: los caballeros cristianos de Occidente ansiaban honores, aventuras, guerra y botín; y la tercera de carácter político: la necesidad de auxiliar al Imperio bizantino en su lucha contra los turcos. Añádanse las ambiciones personales de importantes personajes (reyes y príncipes) y los intereses económicos de las ciudades mercantiles de Italia, deseosas de ampliar sus negocios en el Levante mediterráneo. Primera cruzada (1095-1099) Tras la predicación de Urbano II en el Concilio de Clermont (1095), un tropel de campesinos, aventureros, vagabundos y mendigos, inflamados por la palabra de Pedro el Ermitaño, partieron (1095) hacia Constantinopla sin ninguna clase de organización: cometieron, a lo largo del camino, una serie de tropelías y acabaron aniquilados por los turcos en el Asia Menor. La verdadera cruzada partió en 1096 al mando de Godofredo de Bouillón, de su hermano Balduino de Flandes, de Bohemundo de Tarento (normando de origen) y de Raimundo de Tolosa. Los cruzados se concentraron en Constantinopla y, por Asia Menor, alcanzaron Siria. Vencieron en Edesa, Dorilea y Antioquía y tomaron Jerusalén (junio de 1099). Con sus conquistas formaron el reino de Jerusalén (Protector del Santo Sepulcro, Godofredo; primer rey, a la muerte de Godofredo, en 1100, Balduino de Flandes). Predominó en este reino, organizado a la manera feudal, el elemento francés. Segunda Cruzada (1147-49) Predicada por San Bernardo de Claraval para oponerse a la reacción turca (toma de Edesa); dirigida por Conrado III de Alemania y Luis VIII de Francia; fracasó. Tercera Cruzada (1189-92) Reacción contra la toma de Jerusalén por Saladino (1187). Tomaron parte en ella Federico I Barbarroja, Ricardo I de Inglaterra (Corazón de León) y Felipe II Augusto de Francia. La expedición alemana regresó a su país al morir fortuitamente Federico en Asia Menor; también se retiró Felipe 293

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Augusto, por diferencias con Ricardo. Éste logró conquistar una faja costera en Palestina, desde Jaffa a Tiro. Cuarta Cruzada (1202-1204) Predicada por Inocencio III y dirigida por Bonifacio de Monferrato. En lugar de dirigirse a Egipto, los venecianos pactaron con los cruzados y los desviaron hacia Constantinopla. Los cruzados tomaron la ciudad, la saquearon y acabaron fundando en ella el llamado Imperio latino de Constantinopla, que duró 57 años (1204-1261). Quinta Cruzada ( 1217-1221) Dirigida por Andrés de Hungría, que fue derrotado, y continuada por Juan de Brierine, quien logró desembarcar en Egipto, pero hubo de abandonar la empresa por falta de refuerzos. Sexta Cruzada (1228-1229) Dirigida por el Emperador Federico II, a la sazón excomulgado. Pactó con el sultán de Egipto (tratado de Jaffa), que atravesaba un difícil momento, la cesión de Jerusalén, Belén y Nazaret. En 1244 los egipcios, recobraron Jerusalén. SéptIma (1248-1254) y octava (1270) Cruzadas En plena decadencia de la idea de Cruzada, esta expedición y la siguiente fueron obra de la fe y entusiasmo de Luis IX de Francia (San Luis). La séptima tuvo por objetivo Egipto, los cruzados tomaron Damieta, pero fueron derrotados en Mansurah y el propio rey cayó prisionero. La octava atacó Túnez; el ejército cruzado fue diezmado por la peste que causó la muerte al propio monarca. El resultado final de las Cruzadas, por lo que a sus objetivos se refiere, constituyó un fracaso, pues San Juan de Acre, última posesión cristiana en el Levante mediterráneo, se perdió en 1291, y los Santos Lugares continuaron en poder del Islam. Pero estas expediciones tuvieron gran repercusión en otros aspectos, a saber: ampliaron el campo de conocimientos de los occidentales, tanto en el dominio geográfico como en el científico y el técnico. En el orden económico, ciertos productos desconocidos o conocidos únicamente en España y Sicilia, se difundieron por toda Europa: algodón, caña de azúcar, arroz, diversos árboles frutales. Además, favorecieron en gran manera las relaciones comerciales entre Occidente (representado por pisanos, venecianos, genoveses, catalanes, provenzales) y el Oriente próximo. En conjunto, las Cruzadas avivaron los contactos entre las grandes civilizaciones medievales del mundo medíterráneo: latina, bizantina y musulmana.

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Sánchez Mariana, Manuel. Introducción al libro manuscrito. Madrid: Arco Libros, 1995. p.12-31.

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3.

LA ÉPOCA DEL LIBRO PRODUCIDO A MANO

a)

Sistemas de producción del libro en la Edad Media

El libro monástico. Debemos empezar por situarnos en el momento de la crisis del mundo antiguo. Tras la expansión de los pueblos bárbaros por el Imperio Romano, es decir, desde fines del siglo IV, todas las actividades culturales van a quedar reducidas al ámbito eclesiástico. La función de formación intelectual de las antiguas escuelas de retórica va a ser asumida,en estos momentos de crisis por las escuelas catedralicias, y en una segunda etapa y con una mayor extensión geográfica, por los centros monásticos.Tras la entrada de los pueblos del Norte, la iglesia asumirá claramente la defensa de la cultura latina, y las escuelas catedralicias se convertiran en los reductos de los conocimientos antiguos10.En la peninsula Ibérica, la figura más significativa en este sentido es la de San Isidoro, a quien, al ser elegido Obispo de Sevilla, San Braulio, tras enumerar sus obras, saluda como «restaurador de los monumentos de la antigüedad»; sus Etimologias serán efectivamente, la recopilación de la ciencia antigua para uso de las escuelas catedralicias y monásticas. Pero la institución más significativa en la transmision de la cultura en la alta edad media es el monasterio.La palabra monje (del griego monos, uno solo) designaría en sus origenes al que se retiraba a hacer vida solitaria; pronto pasaria a denominar al que se dedicaba a la vida religiosa, y seguididamente al que, sometido a una regla, convivía con otros para la practica de la religión. El monacato no parecia haber existido en la primitiva iglesia cristiana; nace en Egipto a fines del siglo III, de donde se extIende a Palestina, Siria, el mundo bizantino, y de allí a Occidente.Juan Casiano, escita del siglo V que había conocido a San Juan Crisóstomo en Constantinopla y viajado por Oriente, es uno de los introductores en Europa, sobre todo a través de sus instituciones, autentica regla monastica, a la que seguirán, por su gran difusion, la llamada regla del maestro y sobre todo, resumiendo y perfeccionando las anteriores, la regla de San Benito, modelo de concisión y claridad, que sera seguida por todas las comunidades monástica de Europa hasta el siglo XIII. Se considera su autor a San Benito de Nursia (h 480-h. 547), a quien se ha llamado padre del monacato occidental, no porque fundase una orden determinada, sino precisamente porque redactó este conjunto de normas de vida aptas para toda comunidad cenobítica, especie de guía para la vida colectiva, tanto en el aspecto material como espiritual. La ocupación de los monjes en la copia de códices debió introducirse muy pronto en la orden benedictina, ya que desde tiempos muy antiguos tenemos testimonios de su práctica constante y sistemática. Quizá la heredaron del monacato primitivo, y sin duda la desarrollaron ante la necesidad de procurarse los textos básicos para el desenvolvimiento de su vida espiritual. Sin embargo, la Regla benedictina no menciona tal actividad dentro de la detallada enumeración de las funciones del monje en su vida diaria. Sí se establece, en cambio, la práctica de la actividad intelectual como fundamento de la vida espiritual y ejercicio primordial del monje, a través de la «lectio divina», es decir, de la lectura detallada y pormenorizada de la Biblia y de los Santos Padres, tratando de captar todo su significado, incluso en el aspecto gramatical, y meditando sobre su contenido; la lectio se debía practicar diariamente entre las horas dedicadas al Oficio y al trabajo manual, y se había de intensificar en Cuaresma. La lectura se haría normalmente en voz alta, aunque se establece la posibilidad de realizarla en silencio fuera de las horas para ello marcadas. Como no todos los monjes sabrían leer,para los letrados se ofrece a la «dectio» la alternativa de la «meditatio» o meditación sobre un pasaje que se hubiese escuchado leer a otro monje. La necesidad de procurarse los códices para el desenvolvimiento de la liturgia y de la «lectio» les 10 En general puede verse la obra colectiva dirigida por G. CAVALLO, Libri e lettori nel medioevo Bari, 1977, con trabajos de B. BISCHOFF, G. CAVALLO, G. CENCETTI, etc.

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debió obligar, ante la imposibilidad de adquirirlos por otro procedimiento, a dedicarse a su transcripción como ocupación habitual. Debemos pensar, sin embargo, que esta tarea ocuparía solo a algunos monjes especializaos, ya que no todos tendrían capacidad para realizarla. El códice se producía generalmente para uso de la propia comunidad, y a base de los materiales producidos y elaborados en el monasterio, quedando vinculado al mismo. Existió, sin embargo, el intercambio de códices, así como los monjes itinerantes que realizaban tareas de copia en varios monasterios. Aunque no existía un comercio organizado de libros, había ciertos procedimientos de adquisición: los donativos de libros en las fundaciones de los personajes reales o grandes señores son frecuentes, y el encargo de copias a un monasterio importante con un buen taller no debió ser raro. Los monjes misioneros que partían a realizar nuevas fundaciones solían portar copias de los códices de la comunidad de origen, y los peregrinos que retornaban a su convento llevaban en su equipaje ejemplares de aquellos textos interesantes que habían encontrado en otras tierras. Si una gran parte de los textos que se utilizan en los monasterios procede del mundo romano, el sistema cultural en que están inscitos es radicalmente diferente. No olvidemos que el monasterio es una institución de origen oriental, pues de ahí se deriva la diferencia fundamental entre la cultura latina antigua y la monástica. En el mundo bizantino, el monasterio se concibe desde sus orígenes como un centro conservador de cultura; al transplantar la institución al mundo latino se dará una contraposición en la concepción de la cultura escrita, pues mientras la grecolatina era creativa y constantemente renovadora, la tradición de Oriente era fundamentalmente conservadora; y así quedará incorporada al monacato occidental y reflejada en las reglas monásticas. En los monasterios se leerán los textos reconocidos, tanto los bíblicos como los de los Padres de la Iglesia, sin que apenas se realice ninguna obra de creación, ni en el campo religioso ni en el profano. Se copiaban los códices para durar siglos, e incluso milenios -como de hecho han durado algunos-, y se transcribían una y otra vez las mismas obras, iguales en todos los monasterios, prescindiendo de toda labor de creación intelectual, repitiendo sin cesar un determinado repertorio. La copia de un códice podía durar varios años sin que esto tuviese una especial significación, ya que lo importante era que el texto, que iba a quedar incorporado para siempre al acervo espiritual del cenobio, fuese correcto y legible por todos. El procedimiento de producción y el objetivo de la misma nos harán comprender rápidamente lo limitado de estas bibliotecas, que en la mayor parte de los casos contarían solo con unos pocos volúmenes, mientras que en los centros importantes apenas se llegaría al centenar. Si nos ceñimos al ámbito hispano, la comparación de los catálogos existentes (San Millán de la Cogolla, Silos, Oña, etc.) nos pondrá de manifiesto la gran similitud de contenido de cada una de ellas. Todos los monasterios poseían algún ejemplar de la Biblia, generalmente de gran formato y a veces de rica decoración. No solían faltar los comentarios bíblicos, especialmente a los Salmos y a los Evangelios, así como el del Apocalipsis de Beato de Liébana. Componente básico, incluso en monasterios pobres, era el de los textos de uso en la liturgia; los textos básicos de la liturgia hispana (llamada impropiamente mozárabe) eran el Antironario o colección de antífonas de los Salmos para ser cantadas y recitadas en las distintas festividades, el Liber orationum o libro básico de las oraciones litúrgicas, el Liber ordinum y el Liber misticus que contienen el ritual y el oficio, el Liber commicus o recopilación de Epístolas y Evangelios para las fiestas del año litúrgico, etc.; y a estos textos se agregarían, a partir del siglo XI, los de la liturgia romana. El núcleo más nutrido lo constituían las obras de los Padres de la Iglesia, cuya base eran los grandes autores (San jerónimo, San Agustín, San Gregorio), pero en el que podía haber una cierta variedad de autores «locales», y así entre los hispanos abundan San Isidoro, San Ildefonso o San Julián de Toledo. Los manuscritos de la Regla benedictina, así como las vidas de los Santos, también son frecuentes. Tampoco faltaban los códices canónicos o colección de Concilios de la Iglesia española, fundamento del dogma y 298

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de las relaciones eclesiásticas. Mientras que para las relaciones civiles, pues no olvidemos que los monasterios eran células bastante autónomas, era necesario disponer de una copia del Liberjudiciorum como texto legal básico. Otras textos profanos podían encontrarse también, como las gramáticas y los glosarios, y dentro de esta categoría podemos incluir los textos de autores clásicos latinos como Terencio, Lucano, Salustio, Virgilio, Ovidio y Juvenal, que los monjes utilizarían para el perfeccionamiento de la lengua latina. Excepcionalmente rica en este aspecto era la biblioteca del monasterio de Ripoll, que además contaba en el siglo XI con una colección de libros científicos: Ripoll fue uno de los principales hitos en la transmisión de la ciencia árabe al continente europeo. Esta tendencia unitaria, dentro de un mundo tan diversificado y ruralizado como el de la alta edad media, tiene una explicación: desde fines del siglo VIII, en que Carlomagno reune en su corte a las principales figuras de la cultura monástica, la tendencia unificadora irradiada a través de los monasterios es muy fuerte. Por otro lado, los contactos y la circulación de los textos son mucho, más frecuentes de lo que, vistos desde una perpectiva actual, podríamos esperar de la lejanía y la dificultad de las comunicaciones. Así nos podremos explicar, por ejemplo, que en San Millán de la Cogolla en el siglo XI tuvieran un texto francés en escritura carolina que anotaron en los márgenes con letra visigótica, o que una obra tan característica de los monasterios hispanos como el Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana fuese también copiada en un monasterio francés en la misma época. El libro universitario. A partir del siglo XII va a tener lugar en Europa un cambio trascendental, como es la transformación de una sociedad ruralizada y dispersa en otra agrupada en torno a unos nucleos urbanos, a consecuencia del aumento de las actividades comerciales y de la implantación de los gremios en las ciudades11. Estos nuevos núcleos serán generalmente las antiguas cabeceras de diócesis, cuyo origen se romontaba al mundo romano, y en torno a ellos se desarrollará una gran actividad económica e intelectual. Como consecuencia de ello, y para satisfacer a las nuevas necesidades, la formación religiosa impartida en el monasterio habrá perdido en buena parte su efectividad, y deberán aparecer nuevos sistemas de enseñanza; así surgirán los estudios generales, como respuesta a la necesidad de disponer de profesionales en leyes, medicína, etc., que demandaba la nueva forma de vida12. Las escuelas anexas a las catedrales procedían a veces del mundo romano, aunque en muchos casos habían arrastrado una vida lánguida en una época de preponderancia de los monasterios. Ahora, a partir del siglo XII, comenzarán a revitalizarse y a transformarse, surgiendo las agrupaciones de profesores y estudiantes que darán lugar a las primitivas universidades. Los Estudios Generales surgen en muchos casos por transformación de las escuelas catedralicias, y en otros se crean de nuevo, recibiendo siempre a través de una bula papal la licencia para enseñar y la facultad de conceder grados. Bolonia, especializada en la enseñanza del Derecho, Paris, dedicada a la Teología, y otras varias universidades, en las que se enseña principalmente Leyes, Medicina o Gramática, van desarrollándose en el siglo XIII. El desarrollo de los Estudios trajo consigo la necesidad de disponer de nuevos textos con más urgencia de la habitual. A fines del siglo XII o principios del XIII la práctica de la escritura estaría poco desarrollada, pues se venía arrastrando la costumbre de la copia monástica de simple repetición de un texto, realizada por un monje que era mero calígrafo, que se limitaba a reproducir 11 H. PIRENNE, «L’instruction des marchands au moyen age», en Annales d'histotre économique et sociale, 1, 1929, pp. 13-28. 12 H. RASFIDALL, The universities ofEurope in the Middle Ages. A new ed. by F. M. POWICKE and A. B. ENIDEN. Oxford, 1936, 3 v.

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unos rasgos sin en muchas ocasiones entender su significado; por eso en los primeros tiempos a los alumnos les costaría trabajo escribir con soltura lo que oían en las clases. Pronto se experimentaría la necesdad de contar con textos correctos, de ejecución rápida, y en cierta cantidad, por lo que se creó en los estudios la figura del «estacionario», cuya misión era la de conservar los «ejemplares», o textos aprobados por la universidad, cuidando de que la difusión de éstos se hiciese con la máxima fidelidad posible. Las copias para los estudiantes se hacían a veces de las «pecias» o cuadernos en que se dividía el ejemplar, de modo que pudiesen hacerse a la vez tantas copias como cuadernos tenía, ensamblando luego textos que a veces no se habían copiado en orden consecutivo. A veces, sobre todo en los textos teológicos en uso en París, se ha anotado en el margen de estas copias el número de las pecias del ejemplar, o se aprecia este procedimiento de copia por el incorrecto ensamblaje de los textos. Las copias podían ser realizadas por los propios estudiantes, o bien encargarse a los talleres de libreros adscritos a la universidad. Lo esencial es, sin embargo, que la urgencia de la producción hizo crear un sistema de escritura diferente, más próximo a las escrituras cursivas de uso en la vida común, de ejecución rápida, y que se fue implantando un sistema «técnico» de abreviaturas de gran complejidad, que solo el especialista de una determinada materia y conocedor de su léxico podía descifrar con facilidad (como en el caso de los textos teológicos o jurídicos), lo que contrasta fuertemente con la claridad y sencillez de la copia monástica. Todavía hay más cambios: el formato de los libros se reduce considerablemente, y la decoración desaparece casi por completo, aunque en los siglos XIV y XV determinados textos universitarios (sobre todo algunos jurídicos) serán también ilustrados13. En las Universidades de la Península Ibérica Salamanca, Valladolid, Lérida, etc se copiaron indudablemente textos por el mismo procedimiento que en las del resto de Europa. En las Siete Partidas alfonsíes se establece la necesidad de la existencia de estacionarios en los estudios, que antes de abrir su estación habían de obtener la licencia del rector, tras comprobar la corrección de sus ejemplares; tanto los privilegios concedidos por Alfonso X al estudio de Salamanca como los de Jaime II al de Lérida dan por sentada la existencia en los mismos de estacionarios como parte esencial de la vida académica. El activo intercambio de copias que debió existir se hacía, según las Partidas, a través del "bedeb". El libro entre particulares. Tras la crisis de la cultura monástica, a fines del siglo XII, y con la creación de estudios y universidades, la vida intelectual sale de los monasterios y catedrales. La progresiva secularización de las actividades intelectuales desplaza el concepto del libro como instrumento exclusivo de formación espiritual, mientras va surgiendo un progresivo interés por la cultura escrita entre las personas particulares; este interés es de diversa naturaleza, no siempre exclusivamente intelectual: los reyes ven frecuentemente en la cultura escrita, en un momento en que se están formando en Europa las nuevas nacionalidades y se van imponiendo las lenguas vernáculas, un instrumento de unificación y consolidación de sus reinos. Los afanes intelectuales de Alfonso X de Castilla no solo tienen por objeto la satisfacción personal del monarca, sino que tienden a crear un soporte cultural en lengua vernácula sobre el que sustentar su reino renovado. Pero además el libro se convertirá en un objeto que prestigia a su posesor. Convertido el libro en un objeto comercial, primero serán los monarcas y algunos nobles los que podrán permitirse el lujo de formar una biblioteca y de patrocinar la literatura y las artes del libro, como signos evidentes de una superioridad espiritual; y más tarde vendrán los intelectuales, procedentes de la burguesía,

13 J. DESTREZ, La «pecia» dans les manuscrits universitaires du XIIIe et du XIVe siécle. Paris, 1935. I. HAJNAL, L’enseignement de l'ecriture aux universités médiévales. 2e ed. Budapest, 1959. G. POLLARD, «The pecia system in the medieval universities», en Medieval scribes, manwcripts & libraries. Essays presented to N.R. Ker. Ed. by M. B. PARKES and A. G. WATSON, London, 19 7 8, pp. 14 5-16 1. La production du livre universitaire au moyen age: exemplar et pecia. Actes du symposium tenu au Collegio San Bonaventura de Grottaferrata en mai 1983. Paris, 1988.

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quienes, tras haber pasado por la Universidad, han adquirido conciencia del bagaje cultural de que son herederos; éstos últimos serán los «humanistas», que, después de más de un siglo de vida universitaria, comienzan a aparecer en Italia en el siglo XIV. Así pues, el gusto por poseer y coleccionar privadamente bellos libros, es decir, la bibliofilia, surgirá a partir del siglo XIII y se desarrollará en el XIV y en el XV; como consecuencia de ello, nacerá un activo comercio del libro, que dará lugar a la creación de talleres laicos dedicados a su confección, donde se desarrollarán una serie de artes aplicadas al libro (caligrafía, iluminación, encuadernación); en los libros salidos de estos talleres se ha desvanecido totalmente el carácter «funcional» del manuscrito monástico, en el que la ilustración era simplemente un complemento explicativo del texto, se han convertido en objetos de lujo, destinados en unas ocasiones a la más grata lectura y en otras a la contemplación estética, cuando no a la ostentación. En ocasiones se crearán auténticas obras de arte, con la colaboración de algunos de los más destacados artistas de la época, en las que el texto quedará relegado a un segundo plano. Pero no todos los libros creados en esta época serán piezas excepcionales de bibliófilo. Desde el siglo XIII, al aumentar considerablemente el número de personas letradas, se incrementará también el gusto por la literatura puramente recreativa, que, a diferencia de los textos religiosos o científicos, estará escrita en lengua vulgar. El manuscrito literario presentará unas características totalmente diferentes del fabricado para el bibliófilo, al que nos hemos referido; su decoración será nula o muy escasa, y estará escrito sobre un material barato, el papel, cuya fabricación se ha perfeccionado y extendido en gran escala en el siglo XIV, para imponerse definitivamente en el XV. En la difusión del libro entre particulares a gran escala, a fines de la Edad Media, tiene parte principalísima el surgimiento en Italia, a fines del siglo xiv, del fenómeno cultural del humanismo. En las universidades del Norte de Italia, donde el peso de la tradición clásica había sido siempre muy grande, los estudios de leyes basados en el Derecho romano van a conducir a un creciente interés por el mundo clásico antiguo. La vuelta al clasicismo se iniciará con el descubrimiento de los textos griegos y latinos de la antigüedad, a la que los primeros humanistas se entregarán con febril fruición, acudiendo a los monasterios para rescatar del olvido las obras abandonadas que han de constituir no sólo el modelo literario sino el espíritu que ha de impregnar todos los aspectos de la vida. Esta actitud supondrá un paso más en la progresiva secularización de la cultura. Los humanistas generalizarán el hábito de coleccionar libros para uso propio o de sus amigos eruditos, e iniciarán la costumbre de vincular su colección de libros a una determinada institución, en vida o tras su muerte, de donde surgirán las primeras bibliotecas públicas. Nace así una nueva valoración del libro, transmitida a toda la sociedad, que hace que se intensifique su comercio y producción, y que a fin de cuentas dará lugar, a mediados del siglo XV, y ante la creciente demanda, a la invención de la imprenta. b) Materiales y su preparación De la diversidad de materiales empleados en la fabricación del libro manuscrito, a algunos de los cuales hemos hecho referencia más arriba, no vamos a ocuparnos aquí14, ya que nosotros vamos a tratar exclusivamente de una forma de libro, la de códice, referida a una época determinada, la que, iniciada en la antigüedad romana, se prolonga hasta nuestros días, desarrollando su etapa más significativa entre los siglos VII y XV, cuando el códice elaborado y escrito a mano es el

14 El lector interesado podrá recurrir a numerosas obras donde se trata de las formas del libro y los materiales empleados en su fabricación, como la clásica de Wattenbach, la más divulgativa de D. DIRINGER, The handproduced book (London, 1953), o historias de la escritura como la de M. COHEN, La grande invention de Vecriture et son evolution (Paris, 1958, 3 v.).

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procedimiento normal de producción del libro. En este largo período, en el que todavía estamos inmersos en gran medida, el pensamiento escrito se transmite casi exclusivamente plasmado sobre dos materiales: el pergamino y el papel. El pergamino es el soporte de la escritura durante una parte de la edad antigua y casi toda la edad media, continuándose su uso ocasional en la edad moderna. Es probablemente el soporte de la escritura que ha sido utilizado durante un período más largo de la historia, al menos en Europa, y aunque hoy día no sea en el que mayor número de testimonios escritos conservemos, su importancia y significado nos aconsejan dedicarle aquí unas líneas. La piel de animal fue utilizada para escribir con cierta frecuencia en la antigüedad; en las ciudades griegas del Asia Menor lo había sido en numerosas ocasiones, por lo que no es extraño que el nombre que se dió a la preparación de la piel utilizada en época posterior aparezca vinculado a Pérgamo, aunque la leyenda recogida por Plinio15, según la cual el pergamino habría sido inventado allí al cortárseles el suministro de papiro de Egipto por Ptolomeo V Epifanes, en el siglo V a. de C., tenga pocos visos de realidad. El pergamíno se fabricó con pieles de ternera, cabra, oveja, carnero u otros animales, curtidas en cal, adelgazadas, puestas a secar tensadas sobre un marco de madera, cortándoles el pelo y alisándolas con piedra pómez. Material costoso procedente del sacrificio de rebaños que, en la alta edad media, pastorearían los propios monjes en los monasterios, preparando las pieles para escribir ellos mismos, mientras que desde el siglo XIII sería fabricado por talleres artesanos que comercializaban estos productos. Siendo un producto costoso, había que aprovecharlo al máximo, utilizando incluso los bordes de la piel con formas irregulares o los trozos que resultaban con agujeros tras la preparación, cosiendo con aguja e hilo las rasgaduras, e incluso a veces, cuando escaseaba el producto virgen, borrando textos inútiles para volver a escribir (palimpsestos). Tras la preparación de la piel, y habiendo recibido una imprimación que permitía fijar la escritura, se cortarían las hojas que, dobladas por la mitad, habrían de formar parte del cuaderno, ya que una de las ventajas del pergamino respecto al papiro era que se plegaba fácilmente. La calidad resultante era variable y dependía tanto de la calidad de la piel como del proceso de preparación. En los códices del período romano el pergamino suele ser blanco y fino, haciéndose más tosco, grueso y amarillento en la época del códice monástico (siglos VIII-XII), aunque en los escritorios carolingios se preparan magníficos pergaminos de tono marfileño en los que apenas se diferencia el lado del pelo del de la carne. A partir del siglo XI el pergamino resulta más delgado y blanco, al menos en la cara de la carne, aunque suele aparecer muy marcada la diferencia con, la cara del pelo. Finalmente, en el siglo xv se consigue la máxima calidad, delgadez, blancura y uniformidad, utilizando pieles de ternera joven, sobre todo en los códices humanísticos italianos 16. Pero a finales del siglo XIII había comenzado ya en Europa una de las revoluciones más trascendentes en la historia del libro, de la que todavía hoy nos estamos beneficiando: se trata de la sustitución de una materia escritoria costosa, cuya producción exigía el sacrificio de numerosos animales, por otra mucho más barata y con posibilidades de producción prácticamente ilimitadas como es el papel 17. Como en otras ocasiones la revolución vino de Oriente. Los chinos venían fabricando el papel de seda, fibras de plantas y trapos desde tiempo inmemorial, y al ocupar los árabes el Turquestán aprendieron su fabricación de los prisioneros chinos, estableciendo varias fábricas en el siglo VIII; coincidiendo en el tiempo con su expansión por Occidente, pronto llegaría

15 PLINIO, Hist. nat., XIII, 70. Cita a Varrón. 16 R. REED, Ancient skins, parchments and leathers. London, 1972. R. REED, The nature and making of parchment. London, 1975. 17 A. BLUM, La route du papier. Grenoble, 1946. D. HUNTER, Papermaking: The history and technique qí an ancient craft. 2nd ed. New York, 1947.

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esta materia a la Península Ibérica islamizada, utilizándose aquí normalmente entre los musulmanes. Su uso entre los cristianos, sin embargo, no parece haber tenido lugar hasta una época posterior, hacia fines del siglo XI o principios del XII, y esto solo en casos aislados localizables en la Península Ibérica y en Sicilia. Conocemos tres casos de códices mozárabes o castellanos de esa época en los que se utiliza, siquiera parcialmente, el papel, que son el del Glosario latinoárabe (conservado en la Universidad de Leiden), originario quizá de Toledo, el Glosario latino procedente de Silos (Bibliothéque Nationale de Paris, Nouv. acq. lat. 1296), y el del Breviario y Misal de Silos (Monasterio de Silos, ms. 6). Parece tratarse de casos esporádicos de una fuerte influencia mozárabe, pues el uso del papel, llamado entonces «pargamino de trapo» o «pargamino de paños», no se generaliza en Castilla, como en el resto de Europa, hasta mediados del siglo XIII, en que Alfonso X lo autoriza para los documentos reales, difundiéndose su uso librario incluso con posterioridad. La frecuentemente recordada cita de la Geografía de Al-ldrisi, según la cual en Játiva existiría hacia mediados del siglo XII una fábrica de papel de calidad excepcional, serviría para cercioramos de la difusión y calidad de esta materia en el medio hispano-islámico. Al tosco papel islámico, fabricado de la maceración de trapos y el prensado de la pasta resultante, había sucedido la mejora en el procedimiento de fabricación consistente en la utilización de un cedazo rectangular con fondo de hilos metálicos, sobre el que se depositaba la pasta que iba a constituir, una vez seca, la hoja de papel. La extensión del nuevo procedimiento de fabricación dio lugar, sin duda, a la aceptación de este material como sustituto del pergamino. En el siglo XIV la industria del papel experimenta un gran incremento, como consecuencia del cual el uso del pergamino empieza a sufrir un serio retroceso, que hará que en la centuria siguiente, y excepto para usos suntuarios, el pergamino sea totalmente relegado. Comienzan también en el siglo XIV a grabarse, por medio de una figura de alambre en el fondo del cedazo utilizado para la fabricación, ciertas figuras que indican las marcas de procedencia correspondientes a cada fabricante, lo que conocemos como filigranas o marcas de agua, que hoy, debidamente identificadas, nos sirven para situar y datar el papel18. Desde esa época hasta pasado el primer cuarto del siglo XIX, salvando las diferencias de calidad debidas a los materiales empleados, el procedimiento de su fabricación no variará practicamente en nada, y el papel constituirá de hecho la única materia escritoria. Una vez dispuesto el material para escribir, había de dársele una forma antes de ejecutar sobre él la escritura19. A partir del siglo IV de nuestra era, esta forma era con toda probabilidad la del códice o reunión de cuadernos cosidos por la parte del plegado. Para formar un cuaderno, se doblaban las hojas de pergamino o papel, o bien en varios dobleces, o en uno solo, introduciendo en este caso unas hojas dentro de otras para constituir así un cuaderno de 4, 6, 8, etc., fólios, según se utilizasen 2, 3, 4, etc., hojas de material sin plegar. El formato podía variar, y de hecho en la edad antigua predominó la forma cuadrada, pero desde la edad media hasta hoy ha prevalecido un formato de libro en el que el ancho es dos tercios del alto. La hoja de papel tal como resulta de la fabricación doblada por la mitad puede denominarse bifloria; el cuaderno de cuatro folios (resultado de doblar dos hojas resultantes de la fabricación), binio; el de 6 folios, ternio; el de 8 folios, que es el más frecuente, quaternio, el de 10 folios, quinio, el de 12, senio, y así sucesivamente. El pergamino constaba de dos caras de distinta calidad y color, la correspondiente al pelo, más áspera y oscura, y la de la carne. Al preparar los cuadernos se cuidaba generalmente de que las caras de pelo y carne resultaran enfrentadas, para evitar el mal 18 C.-M. BRIQUET, Les filigranes: dictionnaire historique des marques de papier. Paris, 1907, 4 v. A. BLUM, La route du papier. Grenoble, 1946. 19 L. GILISSEN, Prolégomenes a la codicologie. Ghent, 1977. J. VEZIN, « La réalisation matérielle des manuscrits latins pendant le haut moyen age», en Codicologica 2: Eléments pour une Codicologie comparée, Leiden, 19 7 8, pp. 15-5 1.

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efecto de la desigualdad de calidad; esta norma se ha denominado modernamente, con una expresión un poco pedante, «ley de Gregory», y cuando no se cumple en algún lugar de un manuscrito suele ser síntoma de la falta de alguna hoja. Pero antes de ponerse a escribir sobre estos cuadernos, antes quizá de plegar las hojas, había que preparar cada página delimitando dentro de ella el espacio que había de ocupar la escritura, para que el efecto visual y la legibilidad del texto fueran los mejores posibles. Herencia quizá de los procedimientos de preparación de los calígrafos profesionales del mundo grecoromano. Los procedimientos de rayado o pautado del material escritorio varían sobre todo según las épocas y la materia empleada. Es frecuente en toda la edad media realizar un punteado o perforado de las hojas con una aguja previo al trazado de las líneas que marcan el espacio de la escritura, punteado destinado a guiarse al trazar el rayado; este punteado puede apreciarse en las cabeceras y pies de las páginas, en los márgenes exteriores, y más raramente en el centro del folio o en los margenes interiores, o bien no apreciarse por haber sido cortado al encuadernar. El resultado de la trama del pautado depende, por tanto, de la situación de estos puntos, y puede ser indicio de la procedencia de un escritorio determinado, en el que se emplease un cierto sistema. Las rayas que delimitan el espacio de la escritura pueden estar trazadas a punta seca (es decir, con una incisión sin color), corno ocurre generalmente hasta el siglo XIl; a partir de esta época, y hasta el siglo XIV, se suele rayar con punta de plomo, que marca una línea de color gris; en el siglo XV se raya también con tinta, de color más tenue que el de la escritura. El pautado puede ser más o menos complejo, según se marquen dobles márgenes, espacios para iniciales, se disponga el texto a línea tirada, dos o tres columnas, etc. Para escribir se utilizaría el cálamo (es decir, el tallo vegetal) o la pluma de ave, que se iba cortando con el cuchillo o escalpelo según se iba gastando; el predominio de este último instrumento debió ser absoluto a partir del siglo XII. Las tintas estaban generalmente compuestas de sulfato de hierro (vitriolo) y nuez de agallas, mezclados con distintas sustancias disolventes y fijadoras; el exceso de óxido de hierro de las tintas dio a veces como resultado la corrosión del papel por exceso de acidez, con el transcurso del tiempo, como podemos observar en algunos manuscritos de los siglos XV y XVI. Las tintas de colores, obtenidas de diversos minerales, son frecuentes en la alta edad media, y las rojas de óxido de plomo o de sulfuro de mercurio (minio) en todas las épocas. El oro también se utiliza ocasionalmente en los textos, ya sea pulverizado en un líquido en suspensión (siglos IX-XI) o en láminas (siglos XIV-XV). c) Escrituras Trataremos de dar una idea somera de los sistemas de escritura que se pueden encontrar en los manuscritos occidentales de la edad media, pudiendo acudir para ampliar el tema a las varias historias de la escritura y a los numerosos tratados de paleografia20. El punto de partida serían las diversas escrituras en uso en el bajo Imperio Romano. A la escritura capital, de largo abolengo, habría que añadir las utilizadas por los calígrafos profesionales para la copia de códices desde el siglo IV, como la uncial y la semiuncial. La uncial, sin apenas evolucionar, se siguió utilizando en la alta edad media para la transcripción de títulos o de textos que interesaba destacar, sobre todo en la época carolingia, pero incluso hasta el siglo XII. La semiuncial tendrá menos duración como sistema de escritura, pero pervivirá como componente esencial de las escrituras monásticas altomedievales o precarolinas. Estas últimas acusarán también fuertemente 20 Por ejemplo: J. G. FEVRIER, Histoire de l’ecriture. Paris, 1948. M. COHEN, La grande invention de l’ecriture et son evolution. Paris, 1958, 3 v. 1. J. GELB, Historia de la escritura. Madrid, 1976. A. GAUR, Historia de la escritura. Madrid, 1990. G. BATTELLI, Lezioni di Paleografia. 3.a ed. Cittá del Vaticano, 1949. H. FOERSTER, Abriss der late¡nischen Paldographie. 2. Aufi. Stuagart, 1963. J. STIENNON, Paléographie du moyen age. Paris, 1973. B. BISCHOFF, Paldographie des r6núschen Altertums und des abend1ndischen Mittelalters. Berlin, 1979.

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la influencia de las escrituras cursivas o de uso común21. Con el fin del Imperio Romano, desaparecen, en el siglo VI, entre otras muchas instituciones, los sistemas de transmisión de la cultura del mundo antiguo, que son asumidos por una institución nueva que, procedente de Oriente, arraiga en Occidente con gran fuerza: el monacato. Diversas reglas, y sobre todo la Regla benedictina, atribuida a Benito de Nursia, contribuyen a la difusión de los monasterios y a concentrar en ellos las tareas de enseñanza y de escritura, debiendo producir los textos de uso en la vida monástica, tanto para la liturgia como para las lecturas sagradas que la regla preceptuaba. Al desconocer los monjes los sistemas de copia de los calígrafos romanos, han de crearse un sistema caligráfico propio, apto para copiar los textos con la claridad que exigía el carácter sagrado de su contenido, tomando para ello elementos de la escritura uncial, y, en gran medida, de la semiuncial, con fuerte influencia de las escrituras cursivas. Así surgen una serie de sistemas caligráficos que se van unificando por territorios, dando lugar a la escritura merovingia, utilizada en la Galia, la escritura visigótica, de uso en la mayor parte de la Península Ibérica, la beneventana, propia del Sur de Italia y Sicilia, y la insular, empleada en las islas Británicas. En el desarrollo de la escritura merovingia, con fuerte influencia de la semiuncial y de la cursiva, tendrá gran importancia la labor unificadora de las grandes abadías del centro de Francia, así como su adopción por la cancillería regia. Las escrituras insulares son de formación más tardía (del siglo VIII) y exclusivamente monásticas, derivan en gran medida de la uncial, y acusan la influencia de la escritura rúnica, utilizada en Escandinavia; la movilidad de los monjes anglosajones hace que estas escrituras aparezcan también en el Continente de Europa. En Italia existe una gran variedad de escrituras. Una de los sistemas de escritura monásticos más definidos es el que se desarrolla en el siglo VIII en torno a la abadía de Montecasino, de donde se extiende al Sur de Italia, conocido como escritura beneventana; las influencias en su formación son muy variadas, incluyendo las de otras escrituras monásticas italianas o hispanas, y su duración se alargó considerablemente en el tiempo, incluso hasta fines del siglo Xlll22. La escritura llamada visigótica no es más que, como en los casos anteriores, una adaptación para uso librario de distintas grafías romanas, existiendo una variedad cursiva previa a la minúscula o redonda que encontramos en los códices; es característica la influencia de la uncial en la formación de ciertas letras, además de la habitual de la semiuncial, y la facilidad para formar nexos; los códices más antiguos, como el ms. 2 7 de Autun o el Oracional tarraconense (Catedral de Verona) nos situan su nacimiento hacia el siglo VII, aunque hasta el siglo IX no tenemos ejemplos como para hacer un estudio. Dentro de la visigótica podríamos distinguir la escritura de la zona mozárabe, de carácter más tosco y arcaizante (como la del Wice misceldneo de la Catedral de León), dentro del que destaca, con abundante producción, el grupo toledano (del que proceden las Etimologías de San Isidoro, el Apologético contra Elipando de Eterio y Beato, ambos en la Biblioteca Nacional, y otros varios), y la asturleonesa, más fina y elegante (por ejemplo en la Biblia de joannes, del 920, en la Catedral de León), desarrollada a partir del siglo X en Castilla con influencias de la carolina (como en los Morales de San Gregorio Magno, copiados por Florencio en el Monasterio de Valeránica en 945, y otros muchos, entre ellos los códices de San Millán de la Cogolla y de Silos). Aunque en el año 1090 el Concilio de León ordenó el uso de la littera gallica es decir, de la carolina en los libros de culto, la vieja escritura siguió en uso durante la centuria siguiente, aunque ya muy contaminada; en Toledo parece que se continuó, en combinación con el empleo de la liturgia mozárabe, incluso hasta el siglo XIII, con carácter imitativo y arcaizante, pues ya nadie empleaba tal escritura23.

21 J. MALLON, Paléographie romaine. Madrid, 1952. 22 E. A. LOWE, The Beneventan script: a history of South Italian minuscule. Ed. V. Brown. Roma. 1980. 2 v. 23 P. EWALD, G. LOEwE, Exempla scripturae Visigothicae, Heidelberg, 1883. Z. GAR CíA VILLADA, Paleografía española... Madrid, 1923, 2 v. A. MILLARES CARLO, Tratado de paleografía española... 2.’ ed. Madrid, 1932, 2 v. A. MILLARES CARLO, Manuscritos visigóticos: notas bibliográficas. Barcelona, 1963. A. M. MUNDÓ, «La datación de los códices litúrgicos visigóticos toledanos», en Hispania sacra, 18, 1965, pp. 1-25.

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En Francia, y pronto en buena parte de Europa, se utiliza desde fines del siglo VIII una minúscula redonda de gran perfección, creada en los escritorios monásticos del Norte de Francia y difundida gracias al afán unificador de Carlomagno: es la llamada escritura carolina 24. En la región pirenaica se empieza a utilizar en el siglo IX, y en el siguiente se difunde por la Marca Hispánica, correspondiente a la actual Cataluña, donde funcionan notables escritorios como el de Ripoll o el de Vich; al primero pueden asignarse las magníficas Bibliw llamadas de Roda (Bibliothéque Nationale de Paris) y de Farfa (Biblioteca Vaticana). En Castilla la introduce Alfonso VI en los documentos, aunque en los códices no aparece hasta el siglo XII, siendo el más antiguo fechado el de las Homilías de San Agustín, copiado en Toledo en 1105 (Catedral de Toledo). La duración de la carolina en Castilla es corta, pues en la época de su introducción esta escritura ha empezado ya a experimentar una evolución. El paso de la escritura carolina a la gótica será el resultado de una transformación gradual en la que influirán los cambios decisivos en la estructura social y económica que en esa época tienen lugar en Europa. Desde el siglo XII las letras se van haciendo más angulosas y adquiriendo una tendencia a la verticalidad, características principales de la escritura gótica, desarrollada entre los siglos XIII y XV. La necesidad de escribir aumentará considerablemente a partir del siglo XIII, con el aumento de las actividades económicas, el resurgimiento de las ciudades y la formación en ellas de los gremios, y la fundación de los Estudios Generales o Universidades. Siendo una escritura que se difunde rápida y totalmente por toda Europa, una de sus características principales es la diversidad, dependiendo no solo del lugar en que se utiliza, sino del medio en que se produce y del tipo de texto copiado; así hay escrituras propias de textos litúrgicos (las más regulares y angulosas), de textos universitarios (con abundantes abreviaturas para los teológicos o jurídicos), de textos literarios en vernácula (generalmente con más influencia de la cursiva), etc., y su clasificación y nomenclatura presenta no pocos problemas a los paleógrafos25. Muy importante en este período es la revalorización de las escrituras cursivas que, derivadas de la carolina, se desarrollan paralelamente a la gótica, en la que influyen en gran medida, empleándose no solo en los documentos, sino también para la copia de textos en los códices, sobre todo en lengua vernácula. En España, tras una fuerte influencia francesa en la época de Alfonso el Sabio y sus sucesores, en la que se imita la más pura gótica libraria de más allá de los Pirineos, se pueden distinguir, desde el siglo XIV, varios tipos: el púramente gótico, con empleo reducido a los códices latinos de contenido religioso, principalmente los litúrgicos; el redondo o semigótico, de formas más anchas y redondeadas, con influencia de la letra de privilegios, que es el más abundante en los códices castellanos del XIV y del XV; y las variedades de la cursiva, de las que es muy característica la bastarda, empleada sobre todo para textos latinos, y la derivada de la cortesana de los documentos de la época de los Reyes Católicos. Cuando a mediados del siglo XIV empiezan e exhumarse de los monasterios los códices de la alta edad media, los humanistas descubridores de nuevos textos no pudieron menos de contrastar la dificultad y complejidad de las escrituras en uso en esa época con la claridad de la escritura carolina; comienzan entonces a imitar la littera antiqua, que no era, como ellos pensaban, la utilizada por los contemporáneos de Cicerón, sino la originada por la reforma de la época de Carlomagno, e incluso a veces ya muy evolucionada. Surge así la escritura humanística26, cuya 24 B. BiSCHOFF, «Panorama der Handschriftenüberlieferung aus der Zeit Kar1s des Grossen», en Karl der Grosse: Lebenswerk und Nachleben. Ed. W. BRAUNFELS, II, Düsseldorf, 1965, pp. 233-254. B. BISCHOFF, «La minuscule caroline et le renouveau culturel de Charlemagne», en Bulletin de VInstitut de Recherche et d’Histoire des textes, 15, 1967-68, pp. 333-336. 25 B. BiscHoFF, G. I. LIEFTINCK, G. BATELLI, Nomenclature des úritures livresques du IXe au xvie siécle. Paris, 1954. J. KIRCHNER, Scriptura gothica libraria a saeculo xii usque adfÍnem medú aevi. Munich, 1966. O. MAZAL, Buchkunst der Gotik. Graz, 1975. 26 B. L. ULLMAN, The origin and development of humanistic script, Roma, 1960.

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etapa preliminar está representada por Petrarca y sus contemporáneos, quienes imitaron la escritura carolina de los siglos X y XI a base de regularizar y redondear los rasgos de la escritura gótica que ellos usaban. Ya en el siglo XV, Poggio Bracciolini, notario de Florencia y posteriormente secretario de la cancillería pontificia, fijó definitivamente el tipo de la escritura humanística, utilizado abundantemente para copiar textos clásicos antiguos y humanísticos contemporáneos en bellos códices sobre fina vitela. En la segunda mitad del siglo surge y se impone en los mismos círculos la humanística cursiva, conjunción de la cursiva italiana y la humanística redonda, en la que los palos de las letras se inclinan a la derecha y los caracteres se unen entre sí. La primitiva imprenta, inventada por esos años, adoptará, junto a la letra gótica y la humanística redonda, la itálica, trasunto de la humanística cursiva. En España la humanística se va imponiendo para la copia de códices a mediados del siglo XV en la Corona de Aragón, por influencia de la Corte napolitana de Alfonso V; en Castilla se copian ya códices en humanística nada más mediar el siglo27, aunque será a finales (Introductiones latinae de Nebrija, Biblioteca Nacional) cuando se hará más uso de ella. Su uso entre nosotros será, sin embargo, minoritario, pues se seguirán empleando la gótica, la semigótica y las variedades de la cursiva, y en el siglo xvi la itálica que, con carácter cada vez más cursivo, dará lugar a la escritura moderna.

27 El Policraticus dejohannes de Salisbury (Biblioteca Nacional, ms. 10143), por García, en Alcalá, en 1452.

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Sánchez Mariana, Manuel. Introducción al libro manuscrito. Madrid: Arco Libros, 1995. p.31-48.

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d) La ilustración del códice En el proyecto de preparación previo a la ejecución de un códice en la edad media, había que tener en consideración, al tiempo que se rayaba el pergamino y se delimitaba el espacio de la escritura, el tipo de ornamentación y el lugar que habían de ocupar en la página los elementos decorativos de que constase. El proceso era normalmente el de trazar primero la escritura, proceder seguidamente a la rubricación, es decir, a la copia en rojo u otros colores de títulos, capítulos, suscripciones, etc., caligrafiar a continuación las iniciales simples, para lo que el copista había escrito en el hueco o al margen una letra minúscula que servía de guía al calígrafo, y pasar seguidamente a caligrafiar o pintar iniciales ornamentadas o historiadas, orlas o escenas ilustrativas. La ilustración de un códice, por tanto, podía constar de varias fases y necesitar el concurso de varios artesanos o artistas especializados. Corno ocurre con la preparación de los materiales, el plan previo y calculado de distribución de los elementos gráficos y ornamentales de una página puede ser indicio característico de un determinado taller, y por tanto su estudio puede servirnos para determinar el origen de un manuscrito. Este tipo de cuestiones, más que las puramente artísticas, es el que nos puede interesar más aquí. Dentro de la ornamentación de un códice podríamos destacar varios elementos, unos ajenos al texto en sí y otros directa o indirectamente relacionados con él. Entre los primeros se encontraría la coloración del pergamino (habitualmente de púrpura, en los códices tardorromanos o en los carolingios), o el uso de tintas de oro, plata o diversos colores (códices áureos, argénteos, etc., también de la antigüedad o de las épocas carolingia y otoniana); el oro y la plata se utilizan pulverizados y en suspensión en un líquido, y se aplican con cálamo o pluma; la escritura de colores, con el pergamino teñido, se utiliza en un códice hispano (al parecer asturiano) como es la Biblia conservada en la abadía de la Cava del Tirreni. Entre los elementos decorativos indirectamente relacionados con el texto estaría la ornamentación de títulos, íncipits, iniciales o primeras letras de libros, capítulos, etc., a veces con motivos abstractos, vegetales, zoomórficos o antropomórficos. También entrarían en este apartado las páginas enteras decoradas con motivos geométricos, llamadas páginas tapiz, que aparecen ocasionalmente en los manuscritos visigóticos, y con especial riqueza en los angloirlandeses y en los otonianos. La decoración de orlas que enmarcan la primera página del texto, a veces con motivos alusivos al mismo, pero en la mayor parte de los casos puramente ornamentales, reviste especial importancia en los siglos XIV y XV. La ilustración del texto propiamente dicho puede constar de escenas en las que se interpreta el contenido de aquél, bien con una intención moralizante, es decir, para hacer comprender mejor el significado de las palabras a aquellos cuya formación intelectual no es muy profunda, o de complementos del texto (retratos de los autores o de personajes históricos, gráficos, esquemas, etc.). Las ilustraciones pueden ocupar una página entera, una parte de ella, una columna, y en ocasiones incluso dos páginas consecutivas; como es frecuente que exista una tradición ilustrativa, es decir, que con el texto se transmitan las imágenes, no solo la iconografía sino incluso la disposición de las ilustraciones pude alumbrarno para el conocimiento de su procedencia. La denominación de miniatura, menos exacta que la de iluminación de códices, hace referencia al empleo en la ilustración del minio o sulfuro de mercurio, que se utilizó no solo en la pintura de escenas, sino en la rubricación de epígrafes, colofones, iniciales, etc. Un conocimiento mínimo de la técnica de la miniatura, siguiendo los tratados medievales que se conservan, nos facilitará el estudio de la ilustración en los códices. Una capa de blanco de plomo sobre el pergamino permitía alisar la superficie a ilustrar y fijar mejor los colores; sobre esta capa podía trazarse el dibujo previo con lápiz de plomo, y seguidamente se aplicaban los colores (formados con tierras pulverizadas) por capas de distinta intensidad, formando así el modelado; podían acentuarse los trazos con tintas a pluma. Un bamiz de agua con clara de huevo o miel fijaba finalmente la pintura. El oro, como fondo o en elementos decorativos, desde el siglo XII se aplicaba en láminas que posteriormente se bruñían con gran esfuerzo. No todas las ilustraciones eran coloreadas; las hay 311

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monócromas, cuya calidad suele consistir en una mayor perfección del dibujo, que a veces se colorea ligeramente a la aguada con toques tenues. El sombreado en distintos tonos del gris da lugar a la técnica de la grisalla, muy utilizada en Francia y Flandes en los siglos XIV y XV, y si se realiza con otros colores origina la llamada técnica de camafeo28. Conservamos pocos testimonios del arte de la iluminación en la antigüedad clásica, y casi todos ellos son tardíos y procedentes del mundo bizantino29 ; citemos el Dioscórides (Biblioteca Nacional de Viena) del año 512, el Homero de la Biblioteca Ambrosiana de Milán (siglo IV), o, procedente del mundo paleocristiano, el Génesis de la Biblioteca Nacional de Viena (siglo VII); derivan del mundo romano el Vergilius Vaticanus y el Vergilius Romanus (Biblioteca Vaticana), y otros códices de contenido religioso como la Itala de Quedlinburg en Berlín (siglo IV) o el Evangeliario de Cambridge, célebre por ser el enviado por San Gregorio a San Agustín. En el Dioscórides de Viena (512), dedicado a juliana Anicia, hija del emperador de Occidente, manuscrito que estuvo en Constantinopla, podemos ver al comienzo una serie de escenas que reproducen esquemas tradicionales y luego, intercaladas en el texto, figuras de plantas que muestran una mayor originalidad y carácter naturalista. Tras las grandes invasiones, en el apogeo de la cultura monástica, la iluminación queda reducida casi exclusivamente a los códices religiosos, y adquiere una gran preponderancia el elemento simbólico, que convierte la decoración de los manuscritos en algo muy singular que supera lo meramente estético, sin por eso desdeñar lo decorativo. En estos primeros siglos las Islas Británicas conocen una intensa vida religiosa, y el arte angloirlandés desarrollará en los monastenos uno de sus momentos de máximo esplendor; estos escritorios asimilan influencias celtas y anglosajonas, y producen un estilo plano, bidimensional, abstracto y puramente ornamental, en el que en ocasiones aparecen animales o incluso la figura humana, pero reducidos a un esquema decorativo; se producen sobre todo Evangeliarios como el de Lindisfame, del siglo VIII (British Library), o el llamado Book of Kells, probablemente del siglo IX (Trinity College, Dublin)30. El estilo insular será continuado en las fundaciones irlandesas del Continente, tales como Luxeuil, Sankt Callen, Bobbio, etc., y ejercerá en toda Europa una gran influencia. En el Continente los manuscritos merovingios muestran mucha mayor sobriedad en la decoración, que se reduce a adornos e iniciales con figuras de aves y peces de un grafismo esquemático que se ha relacionado con motivos coptos. En realidad la primera gran etapa de la historia de la iluminación de códices la encontraremos el el período carolingio; a partir de fines del siglo VIII se producen códices de gran riqueza ornamental que reflejan el espíritu del imperio; se trata de volver a los modelos antiguos, resucitando viejas técnicas, volviendo a representar la figura humana y valorando el volumen y el modelado; a la influencia clásica se mezclan la bizantina y la insular, y el resultado muestra unos códices de gran riqueza y sentido decorativo, aunque de escasa creatividad. Las escuelas que se desarrollan corresponden a los talleres monásticos y episcopales, en Reims, Metz, Tréveris, Tours, SaintDenis y otros, y la influencia clásica es especialmente apreciable en la escuela palatina de Aquisgrán, sobre todo en una serie de códices agrupados en tomo al Evangeliario de la Coronación de Viena. Casi todos los manuscritos ilustrados de este período (excepto alguno de carácter científico, como el astrológico de Metz, de la Biblioteca Nacional de Madrid) son de carácter religioso: Evangeliarios, Salterios, Sacramentarios, Biblias, etc.31

28 M. SMEYERS, La miniature. Turnhout, 1974 (Typologie des sources du moyen age accidental, 8) 29 K. WEITZMANN, Late antique and early Christian book illumination. London, 1977. 30 C. NORDENFALK, Celtic and Anglo-Saxon painting: book illumination in the British Isles 600-800. London, 19 7 7. J. J. G. ALEXANDER, Insular manuscripts 6th~9th Century. London,1978. 31 W. KÖHLER, F. MÜTHERICH, Die karolingischen Miniaturen. Berlin, 1930-1971, 4 v. F. MÜTHERICH, J. E. GAEHDE, Karolingische Buchmalerei. Munich, 1976.

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La iluminación carolingla entra en decadencia con la división del imperio, y la miniatura centroeuropea no vuelve a alcanzar su preponderancia hasta el llamado período otoniano, iniciado a mediados del siglo X, y que corresponde al resurgimiento del Sacro Imperio bajo Otón 1 (912973) y sus sucesores. La iluminación otoniana desarrollará un arte al servicio del Imperio, de aspecto solemne, caracterizado por un estilo exclusivamente religioso, hierático y antinaturalista, con tendencia a la composición simétrica, en el que la figura de la Divinidad se destaca con monumentalidad sobresaliente; la riqueza de colorido y la profusión de oro son complemento esencial de este arte imperial. Los centros monásticos más importantes de producción son Reichenau, Tréveris, Ecliternach, Ratisbona, Salzburgo, Maguncia y Colonia. Uno de los ejemplares más notables de este estilo es el célebre códice áureo de los Evangelios del Escorial, que perteneció a la Catedral de Spira y fue hecho probablemente en Ecliternach a comienzos del siglo XI, en tiempos de Conrado II. En la Península Ibérica no poseemos ningún ejemplo de lo que pudo ser la ilustración del libro en la época visigoda; uno de los pocos elementos decorativos con que contamos, la «rosa de los vientos» representada en el Oracional tarraconense conservado en la Catedral de Verona, de fines del siglo VII, nos trae recuerdos de modelos clásicos. Quizá un ejemplo significativo de lo que había sido la iluminación visigoda lo podamos encontrar en la Biblia guardada en la abadía de la Cava del Tirreni, cuya escritura firma Danila, y que algunos sitúan en el reino asturiano en la primera mitad del siglo IX; en este lujoso ejemplar encontramos el pergamino teñido de colores, como en la antigüedad y en el mundo carolingio, y decoración de recuadros e iniciales, éstas con peces, de herencia merovingia. Los manuscritos de la época de Alfonso III que han llegado hasta nosotros (en dos de ellos, conservados en El Escorial, figura su ex-libris) presentan un aspecto mucho más modesto, aunque ya aparecen en ellos elementos decorativos que se utilizarán con frecuencia en época posterior, como el «daberinto» o combinación de letras en que se inscribe el texto de propiedad en este caso, «Adefonsi principis líber», o la Cruz de los Angeles o de Oviedo. Como en otros manuscritos de la época podemos rastrear en éstos tanto influencias merovingias como otras procedentes del mundo islámico, entre las que se encuentran los contornos decorativos de las iniciales inspirados en las inscripciones cúficas. Una de las obras más importantes de este período es la que contiene las Vitae Patrum, copiada por Armentarítis para el abad Trasamundus, en 902 (Biblioteca Nacional, Madrid), en cuyas magníficas iniciales no escasea la influencia europea. Los más antiguos manuscritos ejecutados en la zona mozárabe carecen de decoración, con la excepción de la Biblia Hispalense (Biblioteca Nacional), del siglo X, que en sus figuras monócrornas de profetas y en la tabla de concordancias de los Evangelios, de colorido escaso y tenue, con figuras de símbolos de los Evangelistas, nos muestra una peocupación por el volumen y una intención naturalista que no encontramos en los manuscritos de la zona asturleonesa, a la vez que una influencia islámica más definida, manifiesta en la decoración de palmetas y otros elementos vegetales estilizados. En la región leonesa, tras la repoblación de la zona y la creación de numerosos monasterios, aparece desde principios del siglo X un nuevo estilo de iluminación que muestra características bastante diferentes del puramente mozárabe. En la Biblia del 920, de la Catedral de León, en la que la iluminación ha adquirido un desarrollo inusitado en códices anteriores, con destacada preeminencia de la figura humana, nos aparece ya este nuevo estilo, cuyas características quedan ya formadas hacia el año 940: ausencia de volumen y perspectiva, abandono total de los principios del clasicismo, colores planos perfectamente delimitados; la figura humana, carente de todo realismo y sin volumen, se concibe como un conjunto de paneles recortados y coloreados a los que se hubieran añadido cabeza, pies y manos; el espacio también es totalmente convencional, y las figuras se suelen destacar sobre bandas de colores que suplen la falta de perspectiva y separan los distintos planos de la acción; cuando se representan arquitecturas o elementos de la naturaleza se hace de un modo igualmente convencional y extremadamente estilizado; las composiciones narrativas se ordenan de forma equilibrada y geométrica, y a veces se encierran en un círculo. En los manuscritos leoneses se aprecian influencias árabes, aunque 313

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no son decisivas en la formación del estilo, y uno de sus elementos principales, la importancia del color, nos lo relaciona más con la iluminación europea que con el arte islámico. El estilo leonés se extiende pronto por Castilla y la Rioja. En él se producen Biblias, como la de San Isidoro de León, ejecutada por Florencio y Sancho, en el monasterio de Valeránica, en 960, libros litúrgicos, como el Antifonario de la Catedral de León o el Salterio de San Millán de la Cogolla (Real Academia de la Historia), códices de Cdnones conciliares de la iglesia española, como el Albeldense, copiado por Vigila en 976, o el Emilianense (ambos en El Escorial), o copias del Comentario al Apocalipsis escrito por Beato de Liébana hacia el 776, que conservamos en numerosos códices de los siglos X y XI, como el de San Miguel de Escalada, copiado por Mayo a mediados del siglo X (Pierpont Morgan Library, New York), los dos de San Salvador de Tábara, el ilustrado por Magio, Emeterio y Senior entre 968 y 970 (Archivo Histórico Nacional, Madrid), y el iluminado por la monja Ende y el presbítero Emeterio en 975 (Catedral de Gerona), el del monasterio de Valcavado, pintado por Obeco en 9 7 0 (Universidad de Valladolid), el conservado en la Seo de Urgel, del siglo X, los procedentes de San Millán de la Cogolla, de los siglos X y XI (Biblioteca Nacional, El Escorial, Real Academia de la Historia), el copiado por Facundo, en León, el año 104 7, para los reyes Ferriando 1 y Sancha (Biblioteca Nacional), o el de Silos, iluminado por Petrus entre 1091 y 1109 (British Library)32. Paralelamente a la miniatura mozárabe y leonesa, en Cataluña se desarrolla durante los siglos IX a XI una corriente de iluminación ajena a la del resto de la Península Ibérica, que supone, por un lado, una pervivencia de antiguos modelos hispánicos, y por otro, una incorporación a las corrientes europeas. El centro cultural más importante, incluso a nivel europeo, y capaz de competir con Toledo, es el monasterio de Ripoll, cuya biblioteca se conservó en gran parte intacta hasta el siglo pasado (hoy se conservan sus restos en el Archivo de la Corona de Aragón); en esta abadía se producen sobre todo notabilísimos ejemplares de Biblias: las dos más importantes conservadas datan del siglo XI, y son las denominadas de Farfa (Biblioteca Vaticana) y de Roda (Bibliothéque Nationale, Paris); sus miniaturas, monócromas o de tenue colorido, de gran perfección de dibujo y notable sentido del volumen y del modelado, contrastan con las figuras planas de los Beatos, y nos traen recuerdos clásicos, entroncados quizá con las primeras iluminaciones hispanas33. En Centroeuropa tras el período otoniano se inicia una larga etapa de decadencia de la iluminación de libros. En las Islas Británicas, tras el período monástico, destacan con personalidad propia los escritorios catedralicios, primeramente el de Canterbury y luego el de Winchester, que prolongan su producción, en la que destaca la calidad del dibujo y la discreta combinación de los colores, hasta el siglo XI. Por entonces ya se ha producido en Europa el carnbio decisivo de estilo. En la segunda mitad del siglo XI surge, intimamente unido a los movimientos de reunificación monástica en torno a la abadía de Clurry, el estilo de iluminación que conocemos como románico, que pronto se extenderá por toda Europa. Aunque existen diversas escuelas locales, llama la atención la unidad del estilo y la abundancia de semejanzas, tanto en los motivos ornamentales como en las técnicas de ejecución. El románico concentra su atención en la iluminación de iniciales y en los motivos puramente ornamentales, creando un mundo fantástico inserto en una decoración

32 J. DOMÍNGUEZ BORDONA, La miniatura española. Barcelona, 1929, 2 v. J. Wi LLIAMS, Early Spanish manuscript illumination. London, 1977. J. FONTAINE, Lartprérro main hispanique, II: Lart mozarabe. Abbaye SainteMarie de la Pierre-qui-Vire, 1977. P. K. KLEIN, Der áltere Beatus-Kodex Vitr. 14-1 der Biblioteca Nacional zu Madrid. Hildesheirn, 1976, 2 v. M. MENTRE Contribución al estudio de la miniatura en León y Castilla en la alta edad media. León, 1976.J. YARZA, Artey arquitectura en España, 500-1250. Madrid, 1979. J. YARZA, Historia del arte hispdnico, II: La edad media. Madrid, 1980. 33 P. BOHIGAS, La ilustración y la decoración del libro manuscrito en Cataluña. Período románico. Barcelona, 1960. P. K. KLEIN, «Der Apokalypse-Zyclus der Roda-Bibel und seine Stellung in der ikonographische Tradition», en Archivo español de arqueología, 1972-74, pp. 267-334.

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abstracta, perdiendo de vista la realidad objetiva. La iluminación se aleja del contenido del texto, y crea un mundo aparte, de carácter a veces un tanto profano. En las iniciales se mezclan los entrelazos con motivos vegetales estilizados y figuras de animales fantásticos y monstruosos, a los que se mezcla en ocasiones la figura humana distorsionada y muy esquematizada. Al llegar el siglo XII, con la influencia bizantina que viene a través de Italia, se introduce un cierto naturalismo, y empiezan a aparecer las escenas narrativas, aunque interpretadas de modo esquemático y poco realista, con cierta tendencia a la simetría; los movimientos son forzados, y los pliegues de los ropajes y fondos arquitectónicos convencionales. Aunque los libros ilustrados son casi exclusivamente de tema religioso, aparecen en ellos ocasionalmente escenas profanas. Los escritorios monásticos de producción más abundante son los del Norte de Francia, que es donde se crea el estilo, pero pronto se extenderá por el Este y Sur y de ahí a toda Europa. En Castilla comienza a introducirse el nuevo estilo en la época de Fernando 1, con los monjes venidos de Francia, y la diferencia entre el antes citado Beato del año 1047, pegado a la tradición estilística leonesa, y el Diurno, ejecutado para el mismo rey en 1055 (Universidad de Santiago de Compostela), es muy reveladora de la renuncia al estilo antiguo y la adopción de unos distintos presupuestos y una nueva iconografía. Como en el caso del cambio de letra, la sustitución de la liturgia tradicional hispana por el rito romano, a fines del siglo XI, supondrá el golpe definitivo al viejo estilo de iluminación. Un caso muy característico es también el de la Biblia aragonesa del monasterio de San Juan de la Peña (Biblioteca Nacional), copiada todavía en la escritura visigótica pero con una iluminación en sus iniciales totalmente renovada conforme al nuevo estilo románico. Pero será en el siglo XII cuando se producirá en España una gran abundancia de códices de estilo europeo. Entre los códices de carácter religioso destacarán las Biblias, como la magnífica, de interés iconográfico excepcional, de la Biblioteca Pública de Burgos, la del San Isidoro de León, de 1162, que es una reinterpretación en el nuevo estilo de la del año 960 (también los Beatos se «traducirán» al nuevo estilo, en varias copias), o la Biblia de Avila (Biblioteca Nacional, Madrid), que en las escenas de la parte castellana, de dibujo incorrecto pero espontáneo y expresivo, presenta un gran interés iconográfico y estilístico. Pero también se iluminarán textos profanos, y sobre todo las recopilaciones documentales, como el Libro de los testamentos de la Catedral de Oviedo, cuyo pintor, formado quizá fuera de la Península, muestra un gran dominio del dibujo y del uso del color; dentro de esta corriente debemos incluir, en Catalufia, el Liberfeudorum maior. Obra de importancia singular, dentro de un estilo plenamente europeo, ya de fines del siglo XII, es el Códice Calixtino, escrito por el monje francés Aimeric Picaud para la Catedral de Compostela (donde todavía se conserva), precioso de ejecución y con magníficas iniciales. La reforma cisterciense impondrá, desde la segunda década del siglo XII, también un cambio en el estilo de decoración, haciendo que se abandone en parte la gran exuberancia ornamental del románico. La decoración de los manuscritos producidos bajo la influencia cisterciense es mucho más sobria, y tiende a prescindir del color y de los elementos superfluos y paganizantes, alcanzando sin embargo una gran finura y perfección en la ejecución de los temas ornamentales. En España este período es todavía mal conocido, y es importante para su estudio el conjunto de códices del monasterio burgalés de Las Huelgas. El siglo XIII marca un cambio trascendental en las artes del libro, al que contribuyen una serie de acontecimientos históricos de gran trascendencia, como el nacimiento de las Universidades, el patronazgo de las letras por parte de los monarcas, y en general la secularización de todas las actividades relacionadas con la producción y difusión del libro. En lo que se refiere a la ilustración, notamos un considerable avance en la concepción estética de la página en su totalidad, con fina decoración de los márgenes y abundante empleo del oro. Desde el siglo XIV se va abriendo paso progresivamente una corriente realista, que culminará en el siglo XV, enlazando con la época del humanismo. Los principales talleres de producción ya no están en los centros monásticos, sino 315

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que se instalan en las grandes ciudades, generalmente vinculados a una corte. Desde el siglo XIII París alcanzará la primacía, constituyéndose en el más activo centro de producción en la época de San Luis; entre las más notables obras que allí se producen se encuentran las denominadas Biblias moralizadas, en las que la ilustración predomina absolutamente sobre el texto, tratando de aclarar su significado a los escasamente letrados; el modo de encerrar sus escenas en medallones o marcos lobulados y la composición simple y clara de las escenas nos trae el recuerdo del arte de las vidrieras que por aquellos mismos años se realizan en las catedrales góticas; aunque las composiciones resultan algo estereotipadas y los personajes inexpresivos, el conjunto tiene un gran valor decorativo; quizá la más notable y completa de estas Biblias que conservamos sea la que se guarda, en tres volúmenes, en la Catedral de Toledo. Similares presupuestos artísticos encontramos en los varios Salterios iluminados en esa época 34. Desde el siglo xiv la preponderancia en la confección del libro la adquieren los talleres laicos, que abandonarán en gran parte la producción litúrgica de gran tamaño para uso en los oficios relígiosos, y se concentrarán especialmente en los libros litúrgicos de uso personal, más pequeños y manejables, como los breviarios y libros de horas. Muy importantes son también los cambios referentes a la técnica de iluminación, que desde esta época siguen de cerca las innovaciones de la pintura en general, cuyo objetivo final es la consecución de un arte naturalista que reproduzca fielmente la realidad. En la primera mitad del siglo XIV destaca el taller parisíno de Jean Pucelle, que crea una decoración de orlas con fino encuadramiento en oro, del que parten ramas de hojas secas, de singular fortuna posterior; las figuras humanas y de animales intercaladas en el encuadramiento o en la banda inferior crean un conjunto de gran finura, articulado a veces con incipientes paisajes. En la segunda mitad del siglo destacan los libros iluminados para el gran bibliófilo Carlos V de Francia, en los que las escenas alcanzan mayor desarrollo y aparecen los primeros intentos de retrato del rey, cornenzandose a apreciar ya la influencia flamenca35. En Centroeuropa el gótico alcanza unas proporciones artísticas mucho más modestas, aunque en Austria y en Bohemia se producen algunas obras interesantes bajo influencias bizantinas, italianas y francesas. En Inglaterra continúa, en el escritorio monástico de Saínt Alban, la tradición del dibujo correcto; en el siglo XIV se acentúa la influencia francesa, creando obras con decoración marginal de gran riqueza e imaginación, sobre todo en los Salterios36. En Italia la iluminación fluctua entre la influencia bizantina y la del gótico intemacional37; sólo avanzado el siglo XIV se producirán obras interesantes en la región lombarda, como los códices del Tacuinum sanitatis, tratados de medicina con iluminación realista; en Siena crea escuela el pintor Simone Martini, quien ilumina algunos libros con estilo elegante y perfección técnica; y en Bolonia destaca, a fines del siglo XIV, Niccoló di Giacomo, que suele firmar sus obras, como los Comentarios de Bártolo de Saxoferrato de la Biblioteca Nacional de Madrid. En Castilla destaca con su máxima brillantez, desde mediados del siglo XIII, la iluminación de libros patrocinada por Alfonso X, quizá por noble emulación de la bibliofilia de su tío Luis IX el Santo de Francia, alguno de cuyos ricos ejemplares a Biblia moraliada de Toledo, al parecer poseyó. Asombra, sin embargo, el que sin partir de una determinada tradición se haya podido conseguir una ilustración tan acabada como la que muestran algunos códices alfonsíes, en los que, a las influencias francesa e italiana, se une un elemento autóctono, interpretado todo ello

34 R. BRANNER, Manuscript painting in Paris during the reign of Saint Louis: a syudy of styles. Berkeley, 1977. 35 H. MARTIN, La miniature francaise du XIIIe au XVe siele. Paris, 1923. F. AVRIL, Manuscript painting at the court of France: the fourteenth Century. New York, 1978. 36 E. G. MILLAR, English illuminated manuscripts from the Xth to the XIIIth Century. Paris, 1926. E. G. MILLAR, English illuminated manuscripts of the XIVth to the XVth Century. Paris, 1928. 0. E. SAUNDERS, English illumination. Florence, 1928, 2 v. 37 E. B. GARRISON, Studies in the history of medieval Italian painting. Florence, 1953-1962, 4 v.

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con gran maestría y con un notable sentido narrativo y estético. Entre las obras iluminadas para Alfonso X el Sabio sobresalen los ejemplares de las Cantigas o poesías en honor de la Virgen y de sus milagros escritas en lengua gallega y acompañadas de la música con que habían de ser cantadas en las festividades de la Catedral de Sevilla; los códice complementarios del Escorial (T.1. 1) y de la Biblioteca Nacional de Florencia (éste sin terminar) disponen las historias en seis cuadros por página, encuadrados por cintas de decoración geométrica con leones y castillos en las esquinas; las escenas destacan sobre el color del pergamino, con fondos de arquitecturas góticas o de paisajes, según se trate de interiores o exteriores, con numerosos personajes y profusión de detalles narrativos, que nos ponen ante los ojos todos los aspectos de la vida de la época; el dibujo es correcto, y el colorido tenue y bien administrado. Aun reconociendo el gran tributo debido a la miniatura francesa, la castellana alfonsina ofrece abundantes diferencias estilísticas y una riqueza iconográfica inexistente en aquélla; aparte del fuerte mudejarismo que la impregna, se han señalado influencias concretas con la miniatura del Sur de Italia, aunque al no haberse podido establecer una filiacíón precisa la cuestión dista de estar resuelta. El segundo códice de las Cantigas del Escorial, firmado porjohannes Gundisalvi, es de abolengo más claramente francés; el Lapidario (Escorial) nos retrotrae, sin embargo, a la pervivencia de los motivos clásicos, mientras que el Libro de los juegos (la última obra del Rey Sabio, de 1283), destaca de nuevo por su interés iconográfico38. El patrocinio de bellos libros continúa, aunque no en tan gran medida, con los sucesores de Alfonso X, y produce obras tan interesantes como la General estoria (Escorial) o la Gran estoria de Ultramar (Biblioteca Nacional, Madrid), del que solo se llegaron a pintar dos escenas de batalla, en tiempos de Sancho IV, y la magnífica Crónica troyana (Escorial), copiada por Nicolás González e ilustrada con numerosas escenas guerreras para Alfonso XI. En la segunda mitad del siglo XIV el arte de la iluminación decae en Castilla, no llegando a producir ya nunca más obras de la categoría de las antes citadas. En la Corona de Aragón el período gótico es de una gran actividad: los reyes encargan ejemplares a Italia, Aviñón o París, por lo que los influjos son muy variados. Destaca el estilo italianizante introducido por el pintor Ferrer Bassa, a quien Alfonso IV encarga en 1333 una copia de los Vsatges que no ha llegado a nosotros, pero que indudablemente influyó en algunas recopilaciones de documentos que se realizaron en la época. La obra más destacable es sin duda el Libre deis privilegis de Mallorca (Archivo del Reino de Mallorca), copiado en 1334 por Romeu des Poal, de Manresa, con iluminaciones de un inconfundible abolengo sienés; a la misma corriente puede asignarse el Libre verd o privilegios de Barcelona (Archivo Histórico de la Ciudad, Barcelona). Entre las obras litúrgicas destaca especialmente el gran Misal de Santa Eulalia (Catedral de Barcelona), donado por el obispo don juan Armengol a fines del siglo XIV, que es el libro iluminado más original de la época; la espléndida composición del juicio Final, dispuesta a modo de orla alrededor del texto, y las restantes orlas e iniciales, revelan la mano de un maestro de gran inventiva y habilidad39. La influencia italiana de Cataluña quedará un tanto mermada al pasar a Aragón, donde se infiltrará el mudejarismo vigente, como podemos ver en la ffistoria escolística de Pedro Coméstor (Biblioteca Nacional), persistiendo en cambio la imitación de los modelos franceses. No podemos dejar de mencionar la intervención de los aragoneses en la escuela de iluminación de la corte papal de Aviñón, desde donde se realizaron numerosos trabajos de encargo para reyes y otros personajes; destaquemos las obras realizadas para donjuan Fernández de Heredia, en gruesa gótica textual e ilustradas con obras francesas y retratos de intención naturalista (Biblioteca Nacional de Madrid, etc.). 38 A. DOMÍNGUEz RODRÍGUEZ, «Filiación estilística de la miniatura alfonsí», en Actas del XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte, I, Granada, 1973, pp. 345-358. A. DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ, Astrologia y arte en el Lapidario de Alfonso X el Sabio. Madrid, 1984. Historia ilustrada del libro español: Los manuscritos, bajo la dir. de H. ESCOLAR. Madrid, 1993. 39 P. BOHIGAS, La ilustración y la decoración del libro manuscrito en Cataluña. Período gótico y Renacimiento. Barcelona, 1965-67, 2 v.

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Pero la gran transformación en el arte europeo tiene lugar en el siglo XV. En Francia, la influencia flamenca irrumpe con fuerza en el círculo del gran bibliófilo de la primera mitad del siglo, jean de Berry, Duque de Berry40 para el que los hermanos Pol, jehannequin y Hermarm de Limbourg realizan una de las más importantes obras de la iluminación de todos los tiempos, las Tres riches heures del Duque de Berry (Museo Condé de Chantilly); en el calendario que, como en otros libros de horas, precede al texto, crean una visión del paisaje totalmente nueva y de inspiración naturalista, e introducen la ilusión del espacio al perfeccionar la interpretación de la perspectiva. La tradición gótica, sin embargo, pervive en esa época, y en ella se crea también alguna obra maestra corno las Horas de Rohan (Bibliothéque Nationale de Paris), de gran sentido dramático en la iluminación, relacionable con círculos provenzales o catalanes. Sin embargo el gran centro productor de manuscritos es el Ducado de Borgoña, que alcanza su máximo esplendor en la época de Felipe el Bueno, en la segunda mitad del Siglo41; para él trabajan numerosos artistas de los Paises Bajos, y los talleres de Guillaume Vrelant, Jean Tavernier, Simon Marmion y otros producen una obra abundante no solo para el Duque sino para numerosos clientes de Europa; del primero de los talleres citados procede quizá el Libro de horas de Juana Enríquez (Biblioteca de Palacio, Madrid) en el que, como en otras producciones del mismo origen, destaca la brillantez de colorido y las ricas orlas de fino dibujo. Ocupado Paris por los ingleses en la guerra de los cien años, la corte se traslada a Tours, donde destaca uno de los principales maestros de la iluminación, Jean Fouquet, pintor tan bien dotado para la composición de escenas con numerosos personajes como para el retrato fiel e intimista, autor de obras maestras como las Antigüedades judaicas de Flavio Josefo, las Grandes crónicas de Francia (Bibliothéque Nationale de Paris) o el Libro de horas de Etienne Chevalier (cuyos restos se conservan en el Museo Condé de Chantilly). Su discípulo Jean Bourdichon, última gran figura de esta escuela, sin las dotes excepcionales de pintor del anterior crea obras maestras de la iluminación como las Horas de Ana de Bretaña (Bibliothéque Nationale de Paris), con finas orlas de flores, frutas e insectos, y el magnífico retrato de la destinataria. En el Ducado de Anjou se hace notar el patrocinio del Duque René, y se produce una gran obra maestra, el libro de Coeur damour épris (Biblioteca Nacional de Viena), de 1465, con escenas iluminadas con una luz llena de misterio y poesía. Podemos considerar como la primera etapa de la miniatura flamenca la.antes citada del Ducado de Borgoña bajo Felipe el Bueno, que tendrá su continuidad, ya en Flandes, bajo Carlos el Temerario y María de Borgoña; en la época de ésta última, mujer de Maximiliano, a fines de siglo y comienzos del XVI, los talleres de Gante y Brujas desarrollan la última gran etapa de la pintura de libros; destacan dos grandes artistas, Gerard Horeribout y Simon Bening, y ambos colaboran en la obra más ambiciosa de la escuela, el Breviario Grimani (Biblioteca de San Marcos, Venecia), con grandes pinturas al estilo de las de los retablos y bellas orlas en «trompe I’oeil», típicas de la escuela 42. También en el siglo XV la miniatura italiana encuentra su propio camino: se iluminan antifonarios y libros de coro, Biblias, libros de horas y breviarios, pero también, desde que la corriente humanística comienza a hacerse sentir, obras profanas de los autores de la época y de los clásicos antiguos. Los talleres de Toscana y de otros reinos producen, por encargo de particulares, manuscritos en fina y blanca vitela, cuidadosamente caligrafiados en escritura gótica o humanística, y con una iluminación frecuentemente sobria que en muchos casos se reduce a las iniciales en oro y colores, y a las elegantes orlas de entrelazos (llamadas a veces «a bianchi girari») en los que se enredan figuras de niños y animales, con el escudo y la divisa del propietario, en la primera página del manuscrito. Otra categoría de libros son los de gran lujo, concebidos como obras de

40 M. MEISs, French painting in the time of jean de Berry. London, 196 7, 2 v. M. THOMAS, The Golden Age: manuscript pain ting at the time ofJean, Duc de Berry. London, 1969. 41 L. M. J. DELAISSÉ, Le siécle d'or de la miniature flamande: le mécénat de Philippe le Bon. Bruxelles, 1959. 42 P. DURRIEU, La miniature flamande au temps de la cour de Bourgogne (1415-1530). Paris, 1927.

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arte, en los que no se cuida tanto la composición de la página cuanto la riqueza y brillantez de las pinturas, que se conciben como cuadros ejecutados sobre el pergamino y enmarcados por orlas que son una auténtica síntesis de los estilos ornamentales de la época. Los trabajos principales, obra de los grandes talleres, son patrocinados por los príncipes o por las grandes familias de la nobleza, como los Sfórza en Milán43, los Este en Ferrara, los Duques de Urbino, la dinastía de Aragón en Nápoles44 o los Medici en Florencia. La sola mención de algunas de sus principales producciones supone una antología de la pintura de libros: la Biblia de Borso dEste (Biblioteca Estense de Modena), iluminada por Tadeo Crivelli y otros en Ferrara; el Libro de horas de Bona de Saboya, viuda de Galeazzo Maria Sforza (British Library) o las Obras de Virgilio que pertenecieron a Hipolita Maria Sforza, de 1465 (Universidad de Valencia), productos de los talleres lombardos; las Obras de Petrarca (Biblioteca Nacional de Madrid) para Federico de Urbino, atribuidas a Matteo de Volterra; los libros de coro de la Biblioteca Piccolomini, en Siena, iluminados por Girolamo da Cremona y Liberale da Verona. En Florencia se produce en el taller del librero Vespasiano da Bisticci una gran cantidad de libros de encargo para toda Europa; entre los talleres florentinos quizá ninguno alcanzó la celebridad, por su producción de arte, del de Attavante degli Attavanti, donde se crearon obras de gran riqueza decorativa que hoy nos resultan algo excesivamente elaboradas y recargadas en las orlas y frisos con medallones y camafeos que enmarcan pinturas de un estilo influenciado por Ghirlandajo, como en la Biblia de Urbino (Biblioteca Vaticana), en el Misal (Bibliothéque Royale de Bruselas) y el Breviario (Biblioteca Vaticana) de Matías Corvino, o en la Biblia de los Jerónimos (1494 -1497) (Arquivo da Torre do Tombo, Lisboa). Ya en el siglo XVI gozó de general admiración Giulio Clovio, pintor de libros croata establecido en Roma, incluido por Vasar en sus Vidas de artistas, que es el introductor del manierismo romano en la miniatura; último exponente de un arte que se extinguía, su estilo fue muy imitado en diversos lugares, entre otros en España45. La miniatura castellana de la primera mitad del siglo XV continúa una corriente iniciada a fines de la centuria anterior, que se refleja en la ilustración de códices en papel con textos en vemácula: se trata de la ilustración historiada de textos principalmente aunque no exclusivamente literarios, de un arte tosco, pero expresivo y lleno de valor iconográfico, como el que encontramos en las Décadas de Tito Livio del Conde de Benavente, curiosa trasposición a la época del mundo romano, en los Castigos y documentos de Sancho IV, o en las Siete Partidas del Conde de Haro, en este caso de fuerte influencia italiana (todos ellos en la Biblioteca Nacional de Madrid). Ejemplo notable de este estilo sería también la Biblia de Alba (Colección de los Duques de Alba), traducida al castellano por Mosé Arragel de Guadalajara, ilustrada por judíos toledanos en 1430. En todos ellos es apreciable hasta cierto punto la influencia francesa, aun siendo obras de un arte autóctono; pero poco a poco se van incorporando las influencias italianas, borgoñanas y flamencas; éstas últimas aparecen en los manuscritos pintados porjorge inglés para el Marqués de Santillana, y son ya fortísimas a fines de siglo, por ejemplo en el manuscrito humanístico de la Gramática latina de Nebrija hecho para Juan de Zúñiga (Biblioteca Nacional), así como en todos los libros litúrgicos iluminados en la época de los Reyes Católicos. También son notables, y de fuerte influencia flamenca en general, los libros de coro de las catedrales de Toledo, Sevilla, Granada, Ávila y Burgos, y de los monasterios de Guadalupe y de Santo Tomás de Ávila. Paralelo a los talleres de Gante y Brujas, y fuertemente influenciado por ellos, es el de la Catedral de Toledo a principios del siglo XVI, donde se ejecuta una obra tan ambiciosa como el Misal Rico de Cisneros, encargado por éste para la diócesis en siete grandes volúmenes pintados entre 1503 y 1518 por 43 E. PELLEGRIN, La bibliotheque des Visconti et des Sforza, ducs de Milan, au XVe siecle. Paris, 1955. 44 G. MAZZATINTI, La biblioteca dei re d'Aragona in Napoli. Rocca S. Casciano, 189 7. T. DE MARINIS, La biblioteca napoletana dei re d'Aragona. Milano, 1947-1952, 4 v. (Suplemento, Verona, 1969, 2 v.). 45 P. D’ANCONA, La miniature italienne du Xe au XVIe siecle. Paris, 1925. M. SALMI, La miniatura italiana. Milano, 1955. J. J. G. ALEXANDER, Italian Renaissance illuminations. New York, 1977.

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Bernardino de Canderroa y sus seguidores46. La última gran empresa de iluminación será, en la segunda mitad del siglo XVI, la de los libros litúrgicos y cantorales del monasterio del Escorial, labor para la que se requirió a Giulio Clovio, que a consecuencia de la edad no pudo acudir, siendo realizada, imitando en gran manera su estilo, por fray Andrés de León, fray Julián de la Fuente el Saz y Juan de Salazar. En la Corona de Aragón la continuidad del estilo de iluminación en el siglo XV no es tan brillante como hacía presagiar la de la centuria anterior; sin embargo en la primera mitad se cuenta con una figura tan excepcional como la de Bernat Martorell, también pintor de retablos, quien en los Comentarios a los Usalges dejame Marquilles, de hacia 1448 (Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona) pone de manifiesto sus grandes dotes para la composición narrativa en la miniatura de la entrega del libro ante la reina doña María, mujer de Alfonso el Magnánimo. Tras la muerte de Martorell la influencia borgoñona y flamenca se extiende en la Corona de Aragón; lo mejor se produce fuera de su territorio, en la corte humanística napolitana de Alfonso V el Magnánimo, para la que trabajan los calígrafos e iluminadores italianos más selectos del momento.

46 A. MUNTADA, Misal Rico de Cisneros. Madrid, 1992.

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Brookfield, Karen. La escritura. México: Aguilar, Altea, 1994. p.24-25.

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Brookfield, Karen. La escritura. México: Aguilar, Altea, 1994. p.26-29.

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Millares Carlo, Agustín. Introducción a la historia del libro y de las bibliotecas. México: FCE, 1971. p. 73-88.

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CAPITULO IV. EL LIBRO EN LA ANTIGÜEDAD GRECORROMANA Y EN LA EDAD MEDIA (Conclusión) 1. Ornamentación y miniatura. 2. Encuadernación. 1. ORNAMENTACIÓN Y MINIATURA A. La miniatura griega clásica, bizantina y medioeval. El arte de la ilustración del libro,1 conocido por los egipcios desde época muy remota,2 apareció en el mundo helénico con anterioridad al nacimiento del Imperio de Alejandro, pero se desarrolló particularmente en la época de los Tolomeos. La substitución del rollo por el códice trajo consigo un cambio en la técnica y en los procedirnientos de la ilustración y favoreció el auge de ésta, ya que el pergamino era materia más apta que el papiro para recibirla y conservarla. "Pero -escribe Balil- 3 la ilustración del libro había nacido en el rollo de papiro, no en el códice, y por ello no es de extrañar que escribas e iluminadores adoptaran en el códice las modalidades propias de la ilustración de rollos de papiro. El conservadurismo de los copistas medioevales explica que muchas de estas modalidades se hayan conservado en ellos y que estas copias constituyan, no solamente en lo iconográfico, un documento para el conocimiento del aspecto de los papiros ilustrados.” Los que se conservan de esta clase son escasos en número y su iluminación se limita a simples esquemas o croquis. Por testirnonios clásicos sabemos, empero, que el retrato del autor solía colocarse al comienzo del volumen, y es presumible que existieran de antiguo ciertos libros con ilustraciones imitadas, mediata o inmediatamente, de arquetipos pictóricos. De estas ilustraciones podemos formamos una idea por los manuscritos del Bajo Imperio,que nos han conservado elementos y esquemas iconográficos propios de la pintura o del arte clásico en general.4 La miniatura propiamente bizantina se divide en cuatro periodos, a saber: 1o Desde Constantíno a León el Isáurico (325-7.17). Pertenecen a este periodo los códices notables, como el Dioscórides dedicado en el año 512 a Julia Anicia, del que ya hemos hablado,5 y la Ilias Ambrosiana del siglo V o del VI. El primero contiene ilustraciones de dos categorías: cuadros -seis en total- que preceden al texto, y, dentro de éste, figuras de plantas y animales. Aquéllas representan esquemas tradicionales, que remontan a épocas anteriores (por ejemplo, la imagen del autor con un rollo en la mano); las figuras, en cambio, tienen todo el aire de ser completamente originales. Los 58 folios subsistentes de la Ilias contienen el texto homérico en el anverso y otras tantas ilustraciones a toda plana en el reverso, las cuales parecen derivar de modelos helenístico-orientales de época muy antigua. Además de estos manuscritos de contenido profano existen otros elaborados en el ámbito cristiano, como el Cottoniano del Génesis, de fines del siglo v o primeros años del VI, que tenía en su origen 330 ilustraciones repartidas en 315 folios, y el Génesis de Viena, algo más reciente.

1 A. Balil, “El libro ilustrado”; Louis Réau, Histoire de la peinture au Moyen age. La miniature (Melun, 1946). Véanse las observaciones de A. Boutemy y L. M. J. Delaissé en Scriptorium (Bruxelles), IV (1950), pp. 264-274. 2 El ejemplo más antiguo -una obra escénica escrita con motivo de la coronación de Sesostris I (papiro del Ramesseum de Tebas) se fecha hacia el año 1980 a. C. 3 Pág. 277. 4 Una lista de los principales códices ilustrados de autores clásicos puede verse en Balil, pp. 296-298. 5 Véase anteriormente, p. 35.

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2o Desde León el Isáurico (717) a Miguel III (842). No hay en este periodo códices iluminados con figuras, como consecuencia de la lucha iconoclasta, pero sí iniciales ornamentales, arcos y columnas en los cánones de los Evangelios, decoración fantástica, geométrica, pájaros, etc. 3o Desde Miguel III a Basilio II (842-976). Restablecido por la emperatriz Teodora el culto a las imágenes, la miniatura cobró nuevo esplendor con el advenimiento de Miguel III. Los artistas se esforzaron por reproducir los modelos antiguos en cuanto a las figuras, pero sin abandonar en la ornamentación las encantadoras composiciones, llenas de fantasía y de caprichos. Ejemplo notable de esta modalidad es el manuscrito de los Diálogos, de San Gregorio Nacianceno, de la Biblioteca Nacional de París, escrito para Basilio I (867-886). En los códices del siglo x es donde más se nota la fusión de las dos maneras de arte, antigua y moderna. 4o De Basilio II (976-1025) a las postrimerías del siglo XII. Iníciase la decadencia, pero aún pueden citarse algunos códices notables~ como el Salterio de San Marcos de Venecia, y el Menologium de la Biblioteca del Vaticano. Las figuras de este último, cuando aparecen aisladas, mantienen sus proporciones normales, pero en los grupos se percibe el comienzo del alarganfiento que había de caracterizar a la escuela griega de las centurias XI y XII. Durante la Edad Media los monasterios bizantinos se distinguieron por su actividad en la producción del libro; bastará recordar los existentes en la pequeña península de Athos, a orillas del Egeo, que florecieron entre los siglos x y xv; el de Santa Catarina, al pie del monte Sinaí, de donde procede el célebre Codex Sinaiticus de la Biblia, hoy en el Museo Británico, etc. Considerada en conjunto y contrapuesta a la que en escuelas diversas se desarrolló en el occidente de Europa, la miniatura cultivada en las provincias orientales del Imperio Romano mantuvo una mayor fidelidad a los modelos de origen helenístico y una posición tradicionalista, muy propia de manifestaciones artísticas, como la ilustración de libros, vinculadas a ambientes áulicos y oficiales. B. La miniatura en los centros de cultura romana (siglos I -VII). “Los ejemplos de miniaturas romanas conservados son bastante escasos, y probablemente ninguno representa el producto original de un artista. Al preparar nuevos libros se copiaban con el texto las ilustraciones, sin preocupación por la originalidad del trabajo, y por eso en la copia se reproducían los caracteres del arquetipo, mejor o peor, según la habilidad del artista. En estas reproducciones se notan, en general, la falta casi absoluta del sentimiento de la naturaleza y la deficiencia en la ejecución; son como un pálido reflejo de la magnificencia del arte antiguo, del cual nos quedan testimonios insignes en las pinturas murales de Pompeya y en los antiguos mosaicos.” 6 Entre los códices en escritura capital clásica de los que en su lugar hicimos mérito, dos solicitan la atención por sus ilustraciones: el Vergilius Vaticanus y el Vergilius Romanus. El primero7 consta de 76 hojas con 50 pinturas, obra de tres o cuatro manos, que algunos suponen copiadas de un volumen del tiempo de los Antoninos. Entre las diecinueve del segundo,8 de menor valor artístico, se encuentran representaciones del poeta, con un volumen en las manos y sentado entre un pupitre y una capsa. Algunos especialistas se inclinan a creer que las pinturas de trece ejemplares de las comedias de Terencio, encabezados cronológicamente por el Terentius Dembinus, ya citado,9 proceden de un ejemplar en papiro de los primeros tiempos de la era cristiana. 6 Battelli, Lezioni, p. 96. 7 Reproducido íntegramente por F. Ehrle, Fragmenta et Picturae Virgiliana codicis Vaticani 3225 phototypice expressa (Romae, 1899) (Codices e Vaticanis selecti. I). Segunda edición, Ciudad del Vaticano, 1930. Véase De Wit, Die Miniaturen des Vergilius Vaticanus (Leiden, 1959). 8 Picturae, ornamenta, complura esripturae specimina codicis Vaticani 3867, qui codex Vergilii Romanus audit, phototypice expressa (Romae, 1902) (Codices e Vaticanis selecti, II). 9 G. Jachmann Terentius. Cod. Vat. lat. 3868 picturis insignis. (Lipsiae, 1929) (codices e Vaticanís selecti, XVIII). Cf. L. W. Jones y C. R. Morey, The Miniatures of the Manuscripts of Terentius (Princeton, 1931).

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De los escasos códices iluminados de contenido religioso atribuibles a este periodo, el más antiguo es el fragmentario de la Itala de Quedlinburg, conservado en Berlín (siglo iv), en escritura uncial y con técnica ilustrativa semejante a la del Vergilius Vaticanus, y un Evangeliario, de la biblioteca del Colegio de Corpus Christi de Cambridge’, que quizá fue uno de los manuscritos enviados por San Gregorio Magno a San Agustín, obispo de Canterbury, con figuras copiadas de algún antiguo ejemplar y adornos que recuerdan la decoración clásica.

C. La miniatura entre los siglos VIII y XII. Fuera de Italia, en donde la decoración de los libros se redujo en el transcurso de las centurias séptima y octava al empleo de iniciales en las que se entremezclan hojas con cabezas estilizadas de animales reales o imaginarios, las nuevas formas ornamentales que se difundieron especialmente por obra de los monjes irlandeses, no alcanzaron, en, los primeros siglos de la Edad Media, la variedad lograda más adelante. La crítica señala la existencia de varias escuelas: la “merovingia”, con ornamentación limitada casi exclusivamente a combinaciones estilizadas y pocas tintas; 10 la "irlandesa" con sus iniciales características de “entrelazados"11 y la “visigótica". Según teorías modernas, apoyadas principalmente en los estudios del profesor Neuss, la ilustración de los textos, con la consiguiente representación de figuras -humanas, debió de ser practicada en España durante la época visigótica, continuando una tradición de origen norteamecano, que se perpetuó más tarde en la miniatura mozárabe.12 Con referencia al periodo anterior a la invasión árabe escribe Dominguez Bordonal3 que “la falta de manuscritos artísticos auténticamente comprobados no implica la de una escuela de miniatura visigoda, que cabe suponer excelente, si, como es muy probable, puede asignársele el famoso Pentateuco Ashburnham, conservado en la Biblioteca Nacional de Paris. La dificultad de su inclusión, dentro de cualquier otra escuela, los resultados hasta ahora obtenidos en el estudio del texto, de ciertas particularidades artísticas y, con menos seguridad, del sistema de abreviaturas, y, por otra parte, los vestigios que de algunas de sus interpretaciones iconográficas pueden rastrearse en posteriores pinturas, mozárabes y románicas, favorecen la tesis que defiende el origen español del códice. Represéntanse en él episodios del Antiguo Testamento, desde la Creación hasta el fin del ministerio de Moisés, distribuidos en zonas irregulares dentro de cada página-pintada, únicamente el frontispicio, en el que se ha querido ver un recuerdo del armario que se destinaba en la Sinagoga para custodiar el libro santo, y la historia del Diluvio, ocupan por sí solos páginas enteras. Es en esta historia del Diluvio donde aparecen más visibles algunos detalles comunes con los Beatos”. Importancia especial reviste la miniatura rnozárabe, practicada sobre todo desde los promedios del siglo x, lo mismo en el territorio español. sometido a la dominación musulmana, que en los Estados libres del Norte de la Península. No todos los códices copiados en la llamada escritura “visigótica" en número de cerca de trescientos, entre completos y fragmentarios, presentan, como es de presurnir, igual interés desde el punto de vista decorativo; junto a algunos desprovistos de valor, artístico, la mayoría ofrece epígrafes, iniciales, arquerías, orlas, ajedrezados, geometrizaciones de figuras humanas y animales e interpretaciones esquemáticas de los mismos asuntos. Lugar principalísimo ocupan los manuscritos de los Comentarios de San Juan y El libro de Daniel, obra escrita por San Beato de Liébana hacia el año 766, que es una especie de

10 Por ej., un Fredegario del siglo VII. Paris, Bibl. Nat., lat. 19910. 11 Evangeliario de San Gall, c. 760; Libro de Kells (c. 800), Dublin, Trinity College. 12 W. Neuss, "Elementos mozárabes en la miniatura catalana" en Homenaje a Antonio Rubió i Lluch, en Estudis Universitaris Catalans (Barcelona), XXI (1936), pp. 507-523. Cf. p. 511. 13 La miniatura, p. 13.

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"catena aurea" o mosaico de los Padres españoles y norteafricanos. Del éxito logrado por esta obra, que dado su contenido, se prestaba a una ilustración prolija e impresionante, dan buena prueba las veinticuatro copias y tres fragmentos que se conservan, ejecutadas entre los siglos x y XII: el ejemplar más antiguo con fecha es el que firmó el calígrafo Magio, en San Miguel de Escalada, el año 92614 (fig. 33); el más moderno, asimismo con expresión de año, es el terminado por Egas en San Mamedes de Lorváo, en 1183;15 pero las hay posteriores y atribuibles a los comienzos de la centuria decimotercera. “Las miniaturas que propiamente ilustran los Beatos son verdadera versión gráfica de pasajes del Apocalipsis y de la Profecía de Daniel; pero hay además otros asuntos que, aunque de simbolismo o significación alusiva a dichos libros, no tienen relación tan inmediata como la de aquéllos, o la tienen más con las interpretaciones y comentarios de los Padres, que con los textos sagrados. Tales son el alfa y la omega, la Majestad del Señor, la lucha del ave con la serpiente, los intérpretes o inspiradores de la obra, la genealogia temporal de jesucristo, desarrollada en varias páginas e ilustrada con algunas historias, comenzando por la de Adán y Eva, y terminando con la Anunciación o el Pesebre. Hay también, ocupando muchos folios preliminares, episodios de la vida y muerte de jesús, y ángeles portadores de los Evangelios, y representantes de las iglesias orientales, emparejados y dentro de arcos, con los símbolos evangelistas. Consérvase, en fin, en muchos ejemplares, el mapa mundi, cuya importancia documental no es necesario encarecer. Muchas miniaturas ocupan página entera y aun dos páginas; otras, más reducidas, se ajustan también a los márgenes del texto; otras se hallan intercaladas en éste, sin regularidad. Las figuras destacan, sin perspectiva y relieve, sobre bandas horizontales de colores enteros y contrapuestos; otras veces, sobre fondos de color uniforme o sobre el pergamino sin teñir. Ninguna de estas maneras es privativa del arte español. No se emplea el oro como fondo de composición historiada, y si, en pocos ejemplares, como aplicaciones suntuarias o en temas ornamentales."16 Durante el renacimiento carolingio, debido a Carlo Magno y a sus colaboradores (el escritor lombarda Pablo Diácono, el inglés Alcuíno, el español Teodulfo, el alemán Rabano Mauro, etc.), se perfilan en la miniatura varias escuelas, a saber: la de Reims, la palatina, la renana, de Ada o Godescalco, la de Tours, monasterio del que fue abad el mencionado Alcuino, las de Metz, de Saint-Denis, de Fulda, etc. Como nota distintiva común puede señalarse la magnificencia de las ilustraciones, con representaciones figurativas cada vez más frecuentes y lujosas. “Aumenta asimismo en esta época la costumbre, contra la cual había clamado San jerónimo, de -escribir con oro o plata sobre pergamino de púrpura". Se conservan preciosos códices de este periodo confeccionados del modo dicho, entre los cuales pueden citarse el Salterio, escrito en oro, que Carlo Magno envió al papa Adriano, para corresponder al regalo que éste le habla hecho de una colección canónica, en recuerdo de su visita a Roma en 774 (Viena, manuscrito 1861); el Evangeliario, copiado en pergamino teñido de púrpura y escrito con plata y oro, que hizo transcribir en 781, también como recuerda de su estancia en Roma (Paris, Bibl. Nac., nouv. acq- lat. 1203);

14 Beato, Tompsoniano. New York, Colección Morgan. 15 Lisboa, Archivo de la Torre de Tombo. 16 Domínguez Bordona, La miniatura, p. 24. Se ha planteado el problema de si el arte de los Beatos sería una creación del siglo x, o si se trata de una serie iconográfica establecida previamente, con raíces orientales, africanas e hispanas, anteriores en varios siglos. Esta segunda hipótesis, a la que anteriormente hemos aludido, parece lo más plausible. Por su parte Bohigas, El libro español, pp. 34-35, refiriéndose a la presencia en la miniatura mozárabe de un motivo decorativo —el trenzado o lacería- caracteristico, como hemos dicho, de la decoración irlandesa de los siglos VII y VIII, y que alcanzó gran favor en la iluminación de los códices carolingios, se inclina a considerar como cierto e indudable “que en monasterios españoles, con núcleos importantes de emigrados mozárabes, que se habían formado en ambiente islamizado y eran conocedores de la lengua y cultura árabes, se desarrolló brillantemente un estilo original de miniatura al que rodemos aplicar el calificativo general de mozárabe, por la parte que en él corresponde a este elemento demográfico”.

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el Evangeliario, de Godescalco (Paris, Bibl. Nac., lat. 1093), ejecutado como los anteriores por encargo, de Carlo Magno entre los años 781 y 783; el Evangeliario, de San Medardo de Soissons, donación de Ludovico Pío (París, Bibl. Nac., lat. 850), escrito con oro sobre pergamino natural; el libro de oraciones de Carlos el Calvo, que combina el pergamino natural con el de color (Paris, Bibl. Nac., lat. 1152); el Evangeliario de Carlos el Calvo, conservado en Munich; el de Lotario, conservado en París, etc... El P. Villanueva vio en Ripoll un Salterio, escrito en pergamino purpúreo, con letras de plata y epígrafes de oro, atribuible —según él- al siglo IX, que fue destruido por un incendio. La costumbre de escribir con oro o plata sobre el pergamino teñido de púrpura, se perdió dede el siglo XI.” 17 En los siglos X-XI tuvo lugar el renacimiento llamado l"otoníano”, en parte derivado del carolingio. A este renacimiento pertenecen varios manuscritos de los cuatro evangelios y algunos evangeliarios, copiados en países alemanes, especialmente en las regiones cercanas al Rin durante el reinado de los Otones (I, 936-973; II, 973-983; III, 983-1002) y de los emperadores Enrique II (10021024) y Enrique III (1039-1056). Iníciase esta serie con el Evangeliario, de Egbert, arzobispo de Tréveris (977-993). Continúa con los Evangeliarios, de Otón II y de Teofana (983-992), conservado en Gotha, y por los de Otón III y de San Enrique II, hoy en Bamberg y Munich, respectivamente. En el grupo que examinamos entran asimismo los evangeliarios en letra de oro, a veces llamados de Enrique el Santo, copiados probablemente entre 1002 y 1014 para una iglesia del Imperio, que Carlos V de Francia regaló en 1379 a la Santa Capilla.18 Las miniaturas de todos estos códices provienen de una rnisma escuela, cuyo centro principal parece haber sido Reichenau, cerca de Constanza. De este grupo posee el monasterio de El Escorial uno de los manuscritos mejores, el codex aure’, escrito con letras de oro, a dos columnas. Según lo indican las inscripciones colocadas en los frontispicios, fue ejecutado para la catedral de Spira, en tiempo de Conrado Il el Sálico, por diligencia del hijo de éste, Enrique III, cuando estuvo asociado al trono como rey por su progenitor (1033-1039). De entre las miniaturas de este célebre manuscrito las principales son cincuenta y un cuadros consagrados a escenas de la vida de Cristo. En el siglo XI hizo su aparición el “románico”, que consiste, esencialmente, en el bizantinismo implantado sobre la tradición propia de cada país, y que en España abrió un ciclo histórico nuevo. Gómez Moreno, que ha estudiado a fondo esta reacción social concordante en todos los países de Europa,19 establece, en lo que concierne a la miniatura española, tres grupos de códices: a) manuscritos en los que perdura lo puramente tradicional o mozárabe, sin influencia de la nueva corriente (por ej., el Breviario de la reina Sancha, hoy en la Biblioteca Universitaria de Salamanca,20 el Antifonario de León 21 o el Liber Comitis de la Academia de la Historia);22 b) manuscritos en que lo mozárabe se mezcla con lo románico (Diurnal de Santiago de Compostela-23 Beato de Silos,24 Beato de Saint-Sevére),25 y e) grupo románico, que caracterizado por el matizado a rayas, en escalas graduadas que ayudan al relieve, parece, inaugurado por un códice escrito en Ripoll en 1055 (hoy en el Vaticano). Al mismo territorio catalán y a los comienzos de la undécima centuria pertenecen dos códices de la Sagrada Escritura: la Biblia que se supone originaria de Ripoll, también llamada de Farfa por haber pertenecido al monasterio italiano de este nombre, y la de 17 18 19 20 21 22 23 24 25

Bohigas, Resum, pp. 31-32. Paris, Bibl. Nat., lat. 8851. El arte románico español. Esquema de un libro (Madríd, 1934). Sign. 2268. Antes en la Real de Madrid, 329 (2. J. 15). Millares, Manuscritos, núms. 134, p. 48, y 154, p. 71. Ibíd., núm. 35, pp. 26-27. Ibid., núm. 97, pp. 48.49. Ibid., 155, pp. 71. Ibid., 43, pp. 31-32. Paris, Bibl. Nat., lat. 8878.

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Sant Pere de Roda, que se guardan, respectivamente, en el Vaticano y en la Biblioteca Nacional de País.26 El arte de estos manuscritos es esencialmente narrativo, y sus dibujos a pluma constituyen la mejor expresión de la miniatura románica en Cataluña. Fuera de dicha comarca,y como fruto de esa primera invasión del arte europeo, que impone a todos los productos un mismo sello, en el que se filtran y rezuman con fuerza los caracteres hispánicos, citaremos, a comienzos del siglo siguiente, las magistrales miniaturas del Libro de los Testamentos, de la iglesia catedral de Oviedo, mandado formar por el obispo don Pelayo entre los años 1126 y 1129. D. La miniatura entre los siglos XIII y XVI. Ya hemos aludido anteriormente a la secularización de la escritura y de la producción del libro, acaecida en el transcurso del siglo XIII. Otro tanto ocurrió con la miniatura, que ahora entra en el periodo llamado “gótico" más nivelador aún que su antecesor el románico. Durante él y aún después, “la influencia predominante en el mundo cristiano deja de ser italiana, y más concretamente de la Lombardía, para venir de Francia. En uno y otro caso, fue la preponderancia de ciertas órdenes religiosas la que impuso al mundo la nueva oríentación en todas las modalidades de la vida civil y de las bellas artes, por irradiación del núcleo, no limitado a una sola ciudad, que se ofrece como modelo a Europa. Uno de los factores que contribuyen a dar más prestigio a la nación vecina es la Cruzada, empresa esencialmente francesa, aunque provocase colaboraciones de otras monarquías. Las últimas expediciones de este orden, impregnadas de misticismo, no rebasaron el siglo XII, pero prepararon la expansión de la influencia francesa en los sucesivos. El arte, sobre todo, fue de inspiración francesa; sus maestros constructores, escultores y decoradores se esparcieron por toda Europa, para practicar y enseñar los cánones triunfantes en Reims y Chartres. Los libros de esta época revelan tal dominio técnico de la escritura y un gusto tan refinado en la alternancia dentro del texto de los tres colores, negro, rojo y azul, y en la policromía del decorado, que no cabe superarlos. Además, empieza a aparecer con toda franqueza la ilustración, es decir, la composición pictórica que materializa a los ojos del lector la escena de que trata el texto. No faltan en los siglos anteriores las tentativas en este sentido, pero no pasan de tentativas; unas veces son apuntes marginales que, por la fuerza de la sugestión literaria, parecen emanar del cálamo del amanuense, un momento desviado de su verdadero empleo, y cuando adquieren más vuelo, cuando revelan un trabajo aplicado y consciente del pincel y del bruñidor, resultan alegorias, más o menos conexas con el escrito, pero derivadas de otra fuente de inspiración. Las escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, apelaciones a la piedad del lector, se intercalan en una infinidad de obras del periodo pregótico, pero no con el carácter que luego adquieren en los libros seminovelescos, como las Crónicas Troyanas. Con los diversos manuscritos de esta epopeya, que tanta influencia tuvo, se podría formar un verdadero museo de obras maestras,de la miniatura, de un colorido dealumbrador’27 En las postrimerias del siglo XII se ejecutaron hermosos volúmenes en el Norte de Francia, por ejemplo, en el monasterio de Saint-Amand, y a fines de la centuria siguiente existen ejemplares producidos por la librería francesa, en tiempo de San Luis y de sus inmediatos sucesores hasta el siglo XIV, que nos deleitan con sus letras historiadas, acompañadas a veces de figurillas colocadas en los márgenes como ornamentación: señalemos en particular las Biblias de pequeño tamaño, en un solo volumen, a dos columnas en caracteres muy finos, y escritas en una vitela de prodigiosa delgadez. También son obras importantes de la época y del estilo “gótico” francés los dos Salterios, del monarca antes mencionado,el de la Biblioteca Nacional de París, escrito en 1254, y el de la colección Thompson, que lo fue hacia 1270.

26 Sobre estos y otros códices catalanes de la misma época, véase Bohígas, El libro español, pp. 36-40, y el valiosísimo libro del propio autor La ilustración y la decoración del libro manuscrito en Cataluña. Contribuación al estudio de la miniatura catalana. Período románico. (Barcelona, 1960.) 27 Víctor Oliva, El libro espaliol (Barcelona, 1930), pp. 6-7.

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En España anuncian los caracteres distintivos de la miniatura gótica muchas composiciones de los Libros de Feudos,28 de la Vida de San Ildefonso 29 o de la Biblia 2-3, de la Academia de la Historia, manuscritos que pueden considerarse como producto de transición entre las antiguas tradiciones locales y el arte de los iluminadores de la corte de Alfonso X el Sabio30 quienes nos han dejado bellísimos ejemplares como los de las Cantigas (de El Escorial (fig. 34) 31 y Florencia), el Libro del ajedrez, de los dados y de las tablas, fechado en Sevilla en 1283, etc. Con referencia a las primeras, ha escrito atinadamente la máxima autoridad en el conocimiento de la miniatura española, que “el contenido anecdótico. de las poesías dio motivo a sus ilustradores para interpretar multiformes escenas en las que intervienen actores de toda condición social: hombres y mujeres, religiosos y laicos, cristianos, moros y judíos, reyes, comerciantes, señores, mendigos. Ellas nos enseñan: cómo se peleaba y cómo se administraba la justicia, cómo se navegaba y se practicaba el comercio; se refieren ora a los esplendores del culto religioso, ya a la brillantez de los deportes; nos muestran a los hombres de entonces en la animación de la calle, en las faenas campesinas, en el ejercicio de las artes plásticas y musicales, en las interioridades del hogar. Son, en fin, expresión gráfica completa de la vida medioeval española en la paz y en la guerra, en las ciudades y en el campo, en la tierra y en el mar, en las relaciones públicas y en la intimidad de la familia. El miniaturista ha relatado con la misma precisión de detalles, con igual pintoresca exactitud, las escenas solemnes, las humildes y aun las irreverentes y escabrosas, matizándolas en ocasiones con notas de encantador humorismo. Las Cantigas son para el siglo XIII lo que los Beatos para los siglos X y XI. Su riqueza en representación de trajes, armas, navíos, muebles litúrgicos y profanos, instrumentos músicos y hasta reproducciones de tapices, altares, retablos y cuadros, hace de los manuscritos del rey Sabio verdaderos tesoros documentales para la arqueología española medieval"32 Esta escuela continuó brillantemente en tiempo de los sucesores de Alfonso X, a saber: Sancho IV,33 Fernando IV y Alfonso XI.34 Figura principal de la miniatura francesa del siglo XIV es Juan Pucelle, a quien se deben la Biblia, de Roberto de Billing35 y el Breviario de Belleville.36 En tiempo de Carlos V el arte se hizo más realista, por influencia de la escuela flamenca, como se deja ver en los trabajos de Jacquernard de Hesdin (Petites y grandes heures, de Berry)37 y de otros artistas, hasta llegar a la producción de los hermanos Limbourg, de comienzos de la centuria decimoquinta (Tres riches heures, del duque Juan de Berry).38 Después de la guerra de los Cien Años.hay que registrar los trabajos importantes de Juan Fouquet, el gran maestro de Tours, de gran originalidad, a pesar de las influencias flamencas e italianas que en su obra se perciben; de Bartolomé de Clerc; del anónimo que trabajó en Angers, al que se deben las grandes “heures”39 de Rohan de Jacobo de Besançon, autor de un Paraíso con gran número de personajes er el pretendido Libro de horas del emperador Carlos V,40 libro interesante porque en él trabajaron todos o casi todos los miniaturistas que 28 Barcelona, Arch. de la Corona de Aragón. 29 Madrid, Bibl. Nacional. 30 Juan González, Martín Pérez de Ayllón, Martín Pérez de Maqueda, Pedro Lorenzo. 31 T.I.1. y J.b.2. Las ilustraciones del primero han sido reproducidas y analizadas desde, el punto de vista de su indumentaria, arquitectura, escultura, pintura y artes industriales por José Guerrero Lovillo. Las Cantigas: estudio arqueológico de sus miniaturas (Madrid, 1949). Véase F. J. Sánchez Cantón, "La vida en España en los tiempos del Rey Sabio" en Arbor (Madrid), XIV, núm. 48 (1949), pp. 471-478. 32 Domínguez Bordona, La miniatura, p. 38. 33 Durante su reinado se copió el manuscrito de la Estoria de España, mandada componer por su padre. 34 Gran conquista de Ultramar (Madrid, BibI. Nac.); Crónica Troyana (El Escorial), escrito por el copista del monarca, Nicolás Núñez. 35 De 1327 (Paris, Bibl. Nat., lat. 11935). 36 Ibid., lat. 10483. 37 C. 1390-1405. Ibid., lat. 919. 38 1408-1416. Chantilly. 39 Paris, Bibl. Nat. 40 Madrid, Bibl. Nac., procedente de Toledo.

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empleaban a la sazón en París los libreros más conocidos, tales como Verard, los Pedro de Rouge y los Guyot Marchant; de Juan de Besançon, uno de los artistas más en boga en la capital de Francia a fines del siglo xv, que minió para Carlos VIII un Libro de horas de la Biblioteca Nacional de Madrid, excepto la cabeza del monarca, que substituyó por la de Luis XII, Juan Bourdichon,autor de las Horas de Ana de Bretaña, y último miniaturista francés anterior a la invención del libro impreso. El siglo XVI, un poco más avanzado, señala en Francia, salvo algunas excepciones, un periodo de decadencia, así en la industria de la caligrafia como en el arte de la iluminación. Otro país en que la pintura de manuscritos floreció sobremanera fue Flandes, donde la decimoquinta centuria señala un momento de apogeo. Recordemos brevemente los nombres de Mielot, de Guillermo Vrelant, Wrenlant o Wyelant y de Alejandro Bening. El primero ejecutó para Felipe III el Bueno, duque de Borgoña, el tomo segundo de los Miracles de la Vierge,41 adornado con extraordinarias “grisailles”. El segundo, fallecido hacia 1478, trabajó varias veces para la corte de Borgoña, y ejerció manifiesta influencia sobre los miniaturistas españoles de su época. Vrelant pintó los rostros de sus personajes llenos de dulzura, casi con perjuicio del vigor del sentimiento, y se preocupó excesivamente de los detalles. Obra suya son las pinturas de uno de los más bellos manuscritos de la biblioteca de los duques de Borgoña, o sea el tomo segundo de las Chroniques du Hainaut,42 y las Horas de la reina de Aragón doña Juana Henríquez,43 ejecutadas hacía 1467-1468, y que se consideran como su obra maestra. El tercero pertenece a la escuela de Gante-Brujas; nacido a fines del siglo xv, es autor del Jouvencel de la Biblioteca Real de Munich, copiado en Gante en 1486. Rivales de Vrelant: fueron Juan Tavernier y Loyset Lyedet, y de Bening, Gerardo Horebout, autor del Hortulus animae de Margarita de Austria, de la Biblioteca Imperial de Viena. "La miniatura italiana conoció diversas escuelas entre las cuales ocupa acaso el primer lugar la florentina, con Francisco d’Antonio del Chierico, con Gerardo y Monte di Giovanni, con Attavante degli Attavanti, el más famoso de los maestros de esta escuela, y con los dos Boccardini; luego la sienesa, con Sano di Pietro, Nicolás di Ser Sozzo Tegliacci y Juan di Paolo, y la boloñesa con Nicolás di Giacomo, Amico Aspertini, Domingo Pagliaroli. La escuela ferraresa se enorgullece con Tadeo Crivelli, Franco Rossi, Guillermo Giraldi, Martín da Módena; al paso que entre los miniaturistas de la Alta Italia se distinguen Liberale da Verona (del que fue discípulo el florentino Francisco Rosselli), Jerónimo dai Libri, también veronés (maestro del romano julio Clovio, que fue llamado «príncipe de los miniaturistas», pero que al mismo tiempo inició la decadencia del arte), Jerónimo Cremonese y los dos Preda Ambrosio y Cristóbal, honor de la escuela lombarda."44 En la centuria a que nos referimos hallamos una serie de admirables libros de los mejores tiempos del Renacimiento; su ejecución material es irreprochable, con letras ornadas y márgenes de, estilo muy puro, algunas miniaturas de estos volúmenes son dignas de rivalizar con las maravillosas producciones de la pintura contemporánea. Citemos un Petrarca (Sonetti, Canzone, Trionfi, de la Biblioteca Nacional de Madrid) ejecutado para Federico Montefeltro, primer duque de Urbino, con un busto del autor colocado en una gran letra historiada, y hacia el fin, tres o cuatro grandes miniaturas para los Trionfi. Francisco d’Antonio del Chierico fue el miniaturista preferido de los Médicis. Probablemente iluminó dos manuscritos de los Trionfi, uno de tamaño reducido en la Biblioteca Nacional de Madrid, y

41 42 43 44

Paris, Bibl. Nat., fr. 9199. Bruxelles, Bibl. Royale, núm. 9243. Madrid, Bibl. de Palacio. G. Fumagalli, Bibliografía, p. 37.

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otro, copiado en Florencia en 1475 Antonio Simhaldi, que fue de Lorenzo de Médicis y pasó luego a poder de los reyes de Francia.45 A Attavante se atribuye fundadamente un misal confeccionado para León X, cuando todavía era cardenal Juan de Médicis, con una Anunciación y un Calvarió.46 En los manuscritos napolítanos (Corte de Alfonso V, 1443-1458) la decoración de gusto renacentista, así como las miniaturas propiamente dichas, son de una ejecución un tanto inferior, sobre todo sí se los compara con los productos tan perfectos de los talleres florentinos. En las páginas anteriores nos hemos referido a la influencia francesa sobre las miniaturas ejecutadas en España. Tal influencia se prolonga durante el siglo XIV y primera mitad del XV: en tres misales del Archivo de la Corona de Aragón, las grandes imágenes del Calvario que decoran el canon son copias de las imágenes correspondíentes que se ven en los mísales parisienses de la época de Carlos VI. A partir de la segunda mitad de la centuria decimoquinta la influencia francesa propiamente dicha cedió el sitio a la flamenca. El artista más ímitado es, como ya hemos dicho, Guillermo Vrelant. Y junto a esta influencia aparece, para ir ganando cada vez más terreno, otra italiana, que en los países de la Corona de Aragón se percibe, desde los comienzos del segundo tercio del siglo XIV, en una serie de notables manuscritos, en particular barceloneses y valencianos.47 No faltan, empero, ejemplos de artistas independientes y originales, aunque en escaso número. Las tendencias aludidas -indígena, flamenca e italíana- se yuxtaponen e incluso se mezclan en la práctica. Una nota hasta cierto punto característica de España es la predilección por los matices decorativos tristes y sombríos y los colores negro y gris. En el transcurso del siglo XVI desapareció el elemento indígena y se disputan el terreno los otros dos. El flamenco pasó en la Península por iguales etapas que en el país de origen. Las creaciones de la escuela de Gante-Brujas substituyeron como modelos las obras de los maestros más antíguos: al estilo un tanto descarnado y uniforme de Guíllermo Vrelant sucedieron las imágenes exuberantes de Bening y Horebout, con fondo de oro o de color y flores, frutos, insectos, etc. Tales tendencias nuevas aparecen en el llamado Misal rico de Cisneros;48 ejecutado en Toledo entre 1503 y 1518 por varios artistas, todos españoles: los principales se llamaban Bernardino de Canderroa, Alfonso Jiménez y Alfonso Vázquez, quienes componen y pintan a la manera flamenca, ya con sujeción todavía al estilo antiguo, ya adoptando los procedimientos de la escuela reciente. El arte imitado, de Bening halló su expresión genuina en la Crónica de Juan I de Portugal, escrita por Fernando Lopes;49 e iluminada quizá por Antonio de Manda, artista célebre en Portugal durante la primera mitad del siglo XVI, del que se sabe haber estado en relaciones con Simón Bening, hijo de Alejandro. El estilo de éste persistió en España hasta época avanzada del siglo XVI, y en tiempos de Felipe II, por lo menos hasta 1575, se le encuentra todavía en las decoraciones de las ejecutorias. Entre tanto la influencia italiana fue ganando terreno, y acabó por ganarse las preferencias de los últimos miniaturistas españoles. Compruébalo la serie de los libros de coro que el monarca antes nombrado hizo ejecutar para el monasterio de El Escorial, a un grupo de artistas, encabezados

45 46 47 48 49

Paris, Bibl. Nat., ital. 548. Ibid., vitrina 25-8. Bohigas, El libro español, pp. 55-62. Madrid, Bibl. Nac., ms. 1540-1546. Ibid., vitrina 25-8.

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por fray Andrés de León, y del que formaban parte fray Julián de la Fuente del Saz, Francisco Hernández, Cristóbal Ramírez, Ambrosio de Salazar, etc.50

2. ENCUADERNACIÓN Daremos a continuación somera noticia de este aspecto de las artes del libro hasta las postrimerías del siglo xv, reservando para el capítulo XI el tratar de la encuadernación desde la época renacentista en adelante. No puede hablarse propiamente de encuadernación hasta que el rollo o volumen de papiro fue substituido por el códice. “El libro en forma cuadrada u oblonga exigía, especialmente si constaba de más de un cuadernillo u hojas, que de algún modo se las uniera y protegiese. Unas tablillas de madera, comúnmente de cedro, con unas bandas de cuero para envolverle, y una correa con que todo se sujetaba, parece que fue la encuadernación primitiva del libro, como lo indica Marcial en uno de sus epigramas. Los esclavos, entre los romanos, además de copistas, eran los encuademadores y se llamaban ligatores librorum.» 51 Las cubiertas hicieron posible una ornamentación externa del libro, sujeta a las influencias técnicas y decorativas de cada época, y a las concepciones artísticas propias de cada país. Desde el siglo IV en delante la encuadernación del libro aparece ya caracterizada con todo el lujo oriental del estilo bizantino. El ejemplo más antiguo es el Evangeliario, cubierto de plata y pedrería, que Teodelinda (m. en 625) regaló a la basílica de Monza, donde -se conserva, en el año 595. Frecuentemente exornábanse las cubiertas del códice con oro, piedras preciosas y esmaltes. “Un manuscrito del siglo XI (en el monte-Athos) tiene una cubierta de plata realzada con camafeos. El Louvre posee una encuadernación bizantina del siglo IX en oro repujado, que representa la visita de las mujeres a la tumba deCristo y explicada por una inscripción en uncial.” 52 En España se practicó la encuadernación bizantina antes que en otras naciones de Europa: dos ejemplares conservados en Jaca, compuesto uno de ellos por una placa de marfil con figuras de relieve representando el Calvario, y el otro, que perteneció a la reina Felicia, mujer de Sancho Ramírez de Navarra, tiene también en el centro una placa de marfil y cubierto lo demás con una plancha de plata labrada y dorada. Pronto hicieron su aparición las encuadernaciones en las que las tapas de madera se recubrían con cuero. Éste se adornaba con diversas representaciones, que grabadas en pequeños hierros, se estampaban en seco, en relieve y sin oro. Esta técnica, que se conoce con el nombre de "gofrado”, fue empleada en la época carolingia. El número y variedad de los mencionados hierros aumentaron en el periodo románico, con adornos procedentes del mundo vegetal o animal, imágenes de santos, caballeros y otras figuras humanas. En el llamado gótico, las encuadernaciones ofrecen en un principio una decoración más sencilla; pero hacia sus postrimerías abundan los ángeles y santos, y, más tardíamente, escenas eróticas y de cacería, especialmente en las cubiertas “grabadas” en cuero, que se usaron, sobre todo en Alemania y Austria, en los siglos XIV y XV.53 50 Pablo Durrieu, “Manuscrits d’Espagne remarquables -par leurspeintures ou par la beauté de leur execution, d’apres des notes prises i I’exposition historique pour le quatriéme centenaire de Colomb, et complétées i la Bibliotheque Nationale et la Bibliotheque de I’Escorial", en Bibliotheque de l'Ecole des Chartes (Paris) LIV, 1893. 51 Antolín, "Notas”, pp. 294-308 52 Cucuel, ÉIéments, p. 52. 53 DahI, Histoire, p. 61.

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“Las encuadernaciones de gusto gótico son escasísimas en España; pertenecen casi todas a los siglos XIII-XIV, y presentan una decoración de pequeños hierros cuadrados, triangulares y ovales, que llevan inscripto un motivo heráldico y ornamental. No habiéndose explorado definitivamente muchos de nuestros grandes depósitos de libros, el repertorio de estas decoraciones es todavía muy exiguo: castillos de tres torres, león pasante, águila explayada, flor de lis, dos leones afrontados, cardina, dragón inscripto en triángulo; estos hierros, yuxtapuestos los unos a los otros, forman recuadros sencillos o se distribuyen más o menos regularmente por las cubiertas para completar la decoración, todavía gofrada o en frío; el mejor ejemplar conservado es el manuscrito del siglo XIII que contiene la Regla de San Benito, hoy en el Museo Arqueológico Nacional, procedente del Monasterio de las Huelgas. Los tipos puramente góticos debieron alcanzar corto desarrollo, absorbidos pronto por la serie mudéjar, en la cual se prolongaron sus temas, pero sólo, como elementos secundarios.” 54 El mudéjar, estilo genuinamente español, es el resultado natural de aplicar a la encuadernación los recursos ya experimentados en la decoración de los cueros. “Su característica esencial es la de presentar en todos los ejemplares una técnica y estilo idénticos, aunque con una infinita variedad de tipos; sus decoraciones componen una veces un gran lazo de gusto granadino, formado por cintas que se entrecruzan, rellenándose el resto de la cubierta con decoración menuda de pequeños hierros sueltos de figuras variadísimas pero grabados constantemente en forma de cordón o cordelillo; otras veces las composiciones recuerdan las de techumbres mudéjares con estrellados, cuadrángulos cruzados, entrelazados sencillos, rombos, etc., completados por la decoración menuda de cordón, que también compone las cenefas o horduras con dibujos siempre diferentes.”55 Entre el estilo mudéjar y el renacentista importáronse en Espafia desde-Italia, Francia y Borgoña las encuadernaciones en telas ricas (terciopelo, velludo, brocado, raso, etc.), bordados con aljófar, pedrería y esmaltes, con exhibición de emblemas en su parte central y en las manezuelas.

54 López Serrano, La encuadernación en España, pp. 14-15. 55 Ibid., pp. 15-16.

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Millares Carlo, Agustín. Introducción a la historia del libro y de las bibliotecas. México: FCE, 1971. p. 113-134.

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CAPITULO VI. LOS INCUNABLES 1. Definición. 2. Repertorios bibliográficos. 3. Peculiaridades de los incunables. 4. Problemas de localización y datación. 5. Normas para la redacción de las fichas de los catálogos de incunables.

1. DEFINICIÓN Se llaman incunables (del lat. incunabulum, cuna) los impresos caracteres movibles, desde los orígenes del arte tipográfico hasta el año de 1500 inclusive. El término latino, aplicado a una categoría de libros, fue empleado primeramente por el librero holandés Cornelio van Beughem en el repertorio que tituló Incunabula typographiae (Amsterdam, 1688).

2. REPERTORIOS BIBLIOGRÁFICOS Desde el siglo XVIII se consideró a los incunables como los tesoros más apreciados de las grandes bibliotecas, y a partir de los promedios, y más correctamente de la segunda mitad de la centuria decimonona se inició el estudio científico de sus características. Careciendo, en efecto, muchos de estos libros, de todos o de algunos de los datos bibliográficos esenciales (nombre de impresore indicación de fecha o de lugar de impresión) han sido necesarias detenidas y minuciosas comparaciones de diversos tipos de imprenta y de diferentes prácticas tipográficas entre sí, para determinar, no siempre con certeza, la data y procedencia de muchos ejemplares. Las investigaciones y trabajos preliminares llevados a cabo por J. W. Holtrop para los Países Bajos (1868), por Thierry-Poux para Francia (1890), por Gordon Duff para Inglaterra (1896), por Conrado Haebler para España (1909) y por otros eruditos, han dado resultados del mayor interés desde el punto de vista práctico. C. Burger publicó los Monumenta Germaniae et Italiae typographica (Berlín, Harrassowitz 1892-1916, 2 vols.), y a Conrado Haebler, el insigne especialista de los incunables españoles, debernos la obra titulada Typen-Repertorium der Wiegendrucke (Halle-Leipzig, 19051924), que contiene el catálogo de todos los tipos usados por cada impresor, ordenado por regiones, ciudades y talleres. También son de carácter general las Type Facsimile Society Publications (Oxford, 1900-1908), editadas por una entidad fundada por Proctor y Duff, con la misión de dar a conocer en facsímil una página entera del libro elegido como representante de cada uno de los tipos aludidos en el Index del primero de los citados bibliógrafos, del que hablaremos al tratar de los problemas de localización y datación,1 y la GeselIschaft für Typenkunde des 15.jahrhunderts Verböentlichungen (Leipzig, 1907 y sigs.), dirigida por Isaac Collijn, de Upsala, espléndida colección de facsímiles, con indicación para, cada uno de ellos del lugar de funcionamiento de la imprenta, nombre del impresor, descripción técnica de los tipos, facsímil de la letra “M”, id. de la serie de cifras árabes, título del libro y referencias a los repertorios.2

1 La Sociedad en cuestión alcanzó a publicar 328 láminas en fototipia, cuyos, índices fueron redactados por Burger. 2 En 1935 llevaba publicadas 2.150 láminas extraídas de incunables célebres de todos los países, con un conjunto de 28 volúmenes. Algunos de éstos fueron acompañados, entre 1907 y 1931, de monografías, con el título común de Beiträge zur Inkunabelkunde. La Comisión preparaba asimismo, para los asociados de la Wiegendraucke Geseuschaft, estudios especiales acerca de los comienzos de la imprenta, tales como la interesante colección Der Buchdruck des 15. Jahrhunderts. Eine bibliographische Uebersicht (Berlin, 1929-1936). Obras de consulta indisensables son el Handbuch der Inkunabelkunde, de Conrado Hebler (Leipzig, 1925) y el Manuale degli incunabuli. 2a ed. (Milano, 1953), de Domingo Fava.

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I. Internacionales. El estudio de los libros pertenecientes al primer siglo de la imprenta (poco numerosos, relativamente pues se cifran en unas 35.000 ediciones), si bien remonta, como hemos dicho, al siglo XVII, no asume carácter científico hasta la centuria pasada, con la publicación de la obra de Luis Federico Teodoro Hain: Repertorium bibliographicum, in quo libri omnes ab arte typographica inventa usque ad annum MD, typis expressi ordine alphabetico M simpliciter enumerantur vel adcuratius recensentur. Stuttgartiae, suntibus Cottae; Lutetiae Parisiorum, 1826-1838. 4 vols. Varias reimpresiones, la última de 1940. Ordenado alfabéficamente por autores o por la primera palabra del título en los anónimos. Para encontrar fácilmente los libros registrados por un determinado impresor, o salidos de las prensas de una mism ciudad, se utiliza el siguiente índice de Conrado Burger: Ludwig Hain’s Repertorium bibliographicum. Register. Die Drucker des XV. Jahrhunderts. Leipzig, Harrassowitz, 1891. 248 pp. (Centralblatt für Bibliothekswesen. Beheiste. Band 2, Heft 8). El Repertorium fue objeto muy pronto de varios suplementos: W. A. Coppinger. Supplement to Hain’s Repertorium Bibliographicum; or, Collection Toward a New Edition of That Work. London, Sotheran, 1895-1902. 3 vols. En el vol. 3, pp. 319-670, “The printers and publishers of the xv century with lists of their works”, por Burger. Dietrich Reichling. Appendices ad Hainii-Copingeri Repertorium bibliographicum; additiones et emendationes. Monachii, Rosenthal, 1905-1910. 6 vols. Id. Supplementum (maximam partem e bibliothecis Helvetiae collectum). Monasterii Guestphalorum, Theissingianis, 1914. 109 +cxxxv pp. II. Nacionales. Más a fondo se penetró en el conocimiento de esta categoría especial de libros, cuando se procedió a estudiar los que dieron de las prensas cuatrocentistas de una determinada nación. Enumeraremos los repertorios y colecciones de facsílmiles de mayor importancia: Alemania: Véanse luego los volúmenesI (1908), II (1912) y III (1913), del Catalogue of Books Printed in XVth Century, del Museo Británico. Monumenta Germaniae et Italiae typographica. Deutsche und italienische Inkunabeln in getreuen Nachbildungen. Berlin, Harrassowitz, 1892-1916. 2 vols; 300 láms. España y Portugal: Conrado Haebler. Bibliografía ibérica del siglo XV. Enumeración de todos los libros impresos en España y Portugal hasta el año de 1500 con notas críticas. Leipzig, Hiersemann, 19031917. 2 vols. Reprod., New York, Burt Fránklin, 1962. Francisco Vindel. El arte tipográfico en España en el siglo XV. Madrid, Tall. Góngora, 19451953. 9 vols.; 3.000 facs. I. Prólogo general, por Agustín G. de Amezúa. Cataluña. Apéndice. II. Salamanca, Zamora, Soria y Reino de Galicia. III. Valencia, Mallorca y Murcia. IV. Zaragoza. I. Sevilla y Granada. VI. Valladolid, Toledo, Huete y Pamplona. VII. Burgos y Guadalajara. VIII. Dudosos de 348

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lugar de impresión. Adiciones y correcciones a toda la obra. IX. Índices generales. Bibliografía gerai portuguesa. Sec. XV. Lisboa, Impr. Nacional, 1940.1944. 2 vols. Conrado Haebler. Typographie ibérique du XV. siecle. Reproduction en facsimilés de tous les caractéres typographiques employés en Espagne et Portugal jusqu‘a l'annee 1500 avec notices critiques et biographiques. La Haye, Nijhoff, 1901-1902. 137 pp.; 87 láms. Conrado Haebler. Geschichte der spanischen Frühdrucke in Stammbaumen. Mit 489 Abbildungen. Leipzig, 1932. Francia: Véase el vol. VIII (1949) del Catalogue of Books Printed in the XVth Century, del Museo Británico. O. Thierry-Poux. Premiers monuments de l'imprimerie en France au XV.e siécle. Paris, Hachette, 1890. 24 pp.; 40 láms. Holanda y Bélgica: M. F. Campbell. Annales de la typographie néerlandaise au XV.esiecle. La Haye, Nijhoff, 1874. XII + 629 pp. Supplément, 1878-1890. M. E. Kronenberg. CampbeIl's «Annales de la typographie néerlandaise au XV. siecle». Contributions to a New Edition. The Hague, Nijhoff, 1956. 168 pp. J. Holtrop. Monuments typographiques des Pays Bas, au XV., siecle. Collection de facsimilés d'apres les originaux conservés a la Bibliotheque Royale et ailleurs. La Haye, Nijhoff, 1868. XIII + 126 pp.; 133 láms. Véase el tomo IX (1962) del Catalogue of Books Printed in the XVth Century, del Museo Británico. Inglaterra: E. G. Duff. Fifteenth Century English Books. A Bibliography of Books and Documents Printed in England and of Books for the English Market Printed Abroad. London, Oxford U. P., 1917. IX + 136 pp.; 53 facs. Id. Early English Printing. A Series of Faesimiles of All the Types Used in Engaland During the XVth Century. London, Kegan Paul, 1896. VIII + 40 pp.; 40 Iáms. Italia: Véanse los vols. IV-VII (1916-1935) del Catalogue of Books Printed in the XVth Century, del Museo Británico, y antes, Monumenta Germaniae et Italiae typographica. III. Catálogos de los incunables de una biblioteca determinada3 España: Biblioteca Nacional (Madrid) Diosdado García Rojo y Gonzalo Ortiz de Montalbán. Catálogo de incunables de la Biblioteca Nacional. Madrid, Blass, 1945. VIII + 627 pp. Suplemento, 1958. 40 pp.

3 Sólo se citan los de mayor importancia.

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Los ejemplares “relaciónanse por orden alfabético de autores o de títulos de obras, cuando así procede; se reproducen con fidelidad tipográfica -en caracteres góticos, griegos o romanos- sus más destacados pasajes, y se consignan las principales referencias que aconseja su debida consulta e imponen las reglas catalográficas vigentes en las Bibliotecas del Estado”.4 Real Academia de la Historia (Madrid) Francisco García Romero. “Catálogo de los incunables existentes en la Real Academia de la Historia”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), LXXVIII (1921), pp. 967, 112,146, 225-255 y 321-349. Monasterio de El Escorial (Madrid) Benigno Fernández, 0. S. A., “Incunables espafioles de la Biblioteca de El Escorial”, en La Ciudad de Dios, LV, pp. 214-218; 535-539; LVI, pp. 58-57; 220-223; 379-386; LVII, pp. 7380; 422-428; LVIII, pp. 251-257; 417-423- LIX, pp. 65-70; 420-430; 699-703; LXIII, pp. 406409, 586-595.- LXXXVI, pp. 55-70; 235-274; -423-434; LXXXVII, pp. 42-47; 107-118; 195200; 355-365; 430-437; LXXXVIII, pp. 161-174; LXXXIX, pp. 110-118, y XC, pp. 123-135 y 200-217. Biblioteca Universitaria (Barcelona) A. Blánquez Fraile. Incunables de la Biblioteca Universitaria de Barcelona. Barcelona, 1945. Inglaterra: Biblioteca del Museo Británico Roberto Proctor. An Index to Early Printed Books in the British Museum, with Notes of Those in the Bodleian Library. London, K. Paul, 1898-1938. 6 vols. Completados con cuatro suplementos que contienen la lista de los incunables ingresados en el Museo Británico entre los años 1899-1902, con adiciones y correcciones a los artículos del Index y la lista de los 387 facsimiles contenidos en la colección “Wolley Photographs" de Jorge Dunn, procedentes de la colección M. J. Meyer, vendida en Gante en 1869. Catalogue of Books Printed in the XIV7th Century Now in the BrItIsh Museum. London, Longmans, 19089 vols. I. Xylographica and books prínted with types at Main, Strassburg, Bamberg and Cologne. 1908. Este volumen, publicado bajo la dirección de A. Pollard, discípulo de Proctor, fue sabiamente comentado por L. Delisle en Journal des Savants (Paris), 1910, pp. 26-35 y 49-60. II. Germany. Etwill, Trier. 1912. III. Germany. Leipzig, Pforzheim. German-speaking Switzerland and Austria-Hungary. 1913. IV. Italy. Subiaco and Rome. 1916. V. Italy. Venice. 1924. VI. Italy. Foligno, Ferrara, Florencé, Milan, Bologna, Naples, Perusa and Trevizo. 1930. VII. Italy. Genoa. 1935.

4 Regino Mollergui de Asaiza, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (Madrid), LIII, núm. 1 (1947). pp. 203207.

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VIII. France. French-speaking Switzerland. 1949. IX. Holland. Belgium. 1962. Universidad de Cambridge J. C. T. Oates. A Catalogue of the Fifteenth Century Printed Books in the University Library Cambridge. Cambridge, U. P., 1954. 898 pp. IV. Catálogos colectivos de los pertenecientes a las bibliotecas de uno o varios países. Bélgica: Luis Polain. Catalogue des livres imprimés au XV.e siecle des bibliotheques de Belgique. Bruxelles, Société des Bibliophiles, 1932. 4 vols. Francia: María Pellechet. Catalogue général des incunables des bibliotiques publiques de France. Paris, Picard, 1897-1907. 3 vols. Incompleto. Trabajo modelo, del que su autora, ventajosamente conocida por sus catálogos de impresos del siglo xv de las Bibliotecas de Dijon, Versalles y Lyon, sólo publicó el tomo I (Abano-Biblio). Los tomos II y III (que llega a Gregorius Magnus) fueron dirigidos por L. Polain. Se sigue el orden adoptado por Haebler, pero en los autores de los que existe gran número de libros o de opúsculos, hallamos, al frente de su artículo, una sucinta relación de los títulos de sus tratados, con referencia a los números en que se describen las diversas ediciones. Italia: T. M. Guarnaschelli, E. Valenziani, E. Cerulli. Indice generale delle inconaboli delle biblioteche d'Italia. Roma, Istituto Poligrafico dello Stato, 1943-1954. Vols. I-III: A-L: Véase Alfredo Cioni, Giunte e correzioni, ete. (Firenze, Sansoni, 1960). (Biblioteca degli Eruditi e dei Bibliofili, LII) Estados Unidos, Canadá, México: Margarita Bingham Stillwell. Incunabula in American Libraries. A Second Census of Fifteenth Century Books Owned in the United States, Mexico and Canada. New York, The Bibliographical Society of America, 1940. 619 pp. En 1964 publicó un tercer censo Frederick R. Goff. v. Catálogo colectivo mundial. Los, trabajos para su compilación inician en 1904 por una cómisión que presidía C. Haebler: Gesamtkatalog der Wiegendrucke. Herausgegeben von der Konmusion für dem Gesamtkatalog der Wiegendrucke. Leipzig, Hierseniann, 1925-1940. Siete volúmenes y el fascículo 1o. del octavo (A-Federicis). Descripciones completas, transcripción de los títulos en caracteres góticos o romanos, según se hubiese empleado uno u otro en las obras originales, e indicación de las bibliotecas en las, que hay ejemplares, cuando los conocidos no pasan de diez. Recientemente ha visto la luz una reedición publicada por las editoriales Kraus e Hierseman, y se anuncia la reanudación de este repertorio. 351

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I. Tipos.5 Los más antiguos productos de la imprenta no conocieron más tipos de letra que el “gótico” y el “romano”. En el primero se incluye el llamado, “textura" totalmente anguloso o desprovisto de curvas, tal como lo exhiben el Calendario turco para 1455 (fig. 36), las Biblias de 42 y 36 líneas (figs. 37, 38) y el Psalmorum codex de 1457 (fig. 40); el “casi humanistico” ("littera fere humanistica”) o de “suma” (fig. 46), así designado por haberlo usado Schoeffer en su edición (1467) de la Summa theologica de Santo Tomás de Aquino, y que caracterizado por una cierta tendencia a redondear sus trazos, comparece ya en el Catholicon de 1460 (fig. 39), y la “littera rotunda” (fig. 47), que se diferencia del tipo “textura” en el predominio de las curvas en ciertas letras como b, c, d, h, o, etc.6 y es el único carácter gótico que emplearon los impresores españoles del siglo xv y de parte de la centuria siguiente (“letra de tortis"). En cuanto al "romano”, parece averiguado que sus creadores fueron los dos tipógrafos Schweynheim y Pannartz, quienes se sirvieron de él para imprimir en el monasterio de Subiaco un Lactancio, De divinis institutionibus, primer libro con fecha cierta publicado en Italia. Con anterioridad nos hemos referido a la hipótesis de Audin 7 de que Nicolás Jenson, enviado en 1458 por el rey de Francia Carlos VII a Maguncia para que aprendiera el nuevo arte, hubiese sido el grabador de los punzones de letra redonda usada por los prototipágrafos italianos. Pero lo más probable es que Jenson se limitara a perfeccionar el carácter romano, inspirándose en los más hermosos ejemplos de escritura humanística, al establecerse en Venecia en 1470. Aunque el tipo redondo de imprenta no fue usado en Alemania hasta 1472. fecha en que Gunther de Reutlingen publicó en Ausburgo las Étimologías de San Isidoro, no deja de hallárselo, aunque excepcionalmente, en manuscritos ejecutados por copistas alemanes del siglo xv: tales, por ejemplo, el que contiene las Epistolae familiares, de Cicerón, terminado en 1444 por “Joannes Andreae de Colonia”,8 y un ejemplar de la traducción latina de Tucídides por Lorenzo Valla, escrito entre 1457 y 1458 por un cierto "Theodericus Rouer, almanus”, y hoy conservado en la Biblioteca Real de Estocolmo.9 En los impresos del siglo xv (así como en los de la centuria siguiente) son muy frecuentes las abreviaturas e idénticas a las empleadas en los manuscritos coetáneos. Una clasificación de las que exhibe la figura 48, facsímil del fol. [1] r de la Via paradisi, de “Magister Petrus”, impresa en Salamanca hacia 1498, da el resultado siguiente: 10 Signos abreviativos

Línea para el signo general (dominorum, 1.7), y para m, n (sciendum, 1. 5; dicendis, 1.4). Sigla entre dos puntos:. i. = id est, 1.28.30. 31. - .s. = scilicet, 1. 29. 3 = -ue (quae, que, 1. 6). 44 = -rum (capitulorum, 1. 8). p = per, par, por (super, 1. 25; parte, 1. 22; temporibus, 1. 7).

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