Hay que reconocer que ha tenido ecos rfe unanimidad el aplauso con que ¡a api' nión pública ha rubricado el hecho de que ün Ministro desee y pida el fomento de vn diálogo sincero con sus administrados. Últimamente, por diversas circunstancias, ^a ganando muchos enteros el sistema. Y son altos cargos de ¡a Administración los que no sólo abren de par en par ¡as puertas de sus despachos, sino que van al encuentro de la opinión ajena, opinión no siempre favorable, pero que les ha de Servir de necesaria experiencia, de provechoso contraste, sea para reafirmar o para rectificar posiciones. Algo por el estilo quisiéramos que en nuestro ámbito —provincia!, comarcal y local— tomara carta de naturaleza. No basta empuñar ¡a batuta para ofrecer un