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HISTORIA AGRARIA' JI • Dlciembre 200j • pp, 87-l/0 • © SEHA
Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y contradicciones, ss. XVIII-XIX Germán Pacheco Troconis
1. INTRODUCCiÓN
El artículo analiza el tema de la hacienda en la historiografía latinoamericana; los resultados alcanzados en los nuevos estudios sobre las regiones hispanoamericanas muestran la presencia de distintas formas productivas, entre ellas la hacienda, cuya relación con el mercado fue estratégica en su gestación y evolución, por oposición al modelo establecido por Chevalier, en el cual ésta resultó de la contracción de los mercados, la desmonetización y la crisis demográfica, erigiéndose durante cierto tiempo en sinónimo de la gran propiedad territorial. Presenta las unidades económicas surgidas en la producción de añil de la Provincia de Caracas, producto de su articulación a un mercado en expansión, Propone una tipología de las haciendas, que fue una de las unidades fundamentales, y constata la presencia de ciclos de trabajo que responden a circunstancias históricas que involucran la Provincia, el espacio colonial y las relaciones con las metrópolis, Estos ciclos enmarcaron el desenvolvimiento de las haciendas de añil y condicionaron su direccionalidad hacia la implantación de uno u otro régimen de trabajo: el esclavista, el asalariado o el mixto, Caracteriza asimismo la pequeña producción mercantil, y muestra cómo ella y la hacienda mantuvieron durante los siglos XVIII y XIX relaciones de complementariedad y contradicciones, necesarias de desentrañar para comprender su funcionamiento, Fecha de recepcion de! origina!: Febrero de 2002, VerIión defi nitio«: Junio de 2003, • Germán Pacbeco Troconis es Profesor Asociado de !a Uniuersidad de Venezue!tt, Fttcu!tttd de Agronomítt, Instituto de Economía Agríco!a, Dirección para correspondencia: Urhanizacián San Isidro, 3, a Avenida, Residencias Sonia, Apto, 9 A, Marttcay t v enezneia}. Esmai]: petchecogermetn@hotmtti/,com
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2. LA HACIENDA EN LA HISTORIOGRAFíA LATINOAMERICANA: EL CASO DE LA PROVINCIA DE CARACAS, ELEMENTOS PARA UNA REVISiÓN ANALíTICA El estudio de la hacienda tiene importancia para explicar las estructuras agrarias latinoamericanas. Las primeras investigaciones fueron realizadas en México hacia fines de los cuarenta, revistiendo el trabajo de Chevalier carácter de pionero 1 Su propósito fue explicar el origen de la gran propiedad territorial y su evolución. La hacienda clásica, en su tesis, fue una resultante de la contracción de los mercados, la desmonetización y la crisis demográfica. Este arquetipo se erigió en sinónimo de la gran propiedad rural de espacios complementarios, con un elevado grado de autosuficiencia y sistemas de trabajo forzado ligados a su escasez, que tuvo en la falta de circulante un inductor de la fijación del trabajador a la tierra. Estas unidades en el norte mexicano surgieron articuladas a las minas ante la necesidad de contar con materias primas para las fundiciones, terrenos para sus bueyes y muladas y alimentos a precios no especulativos. A estas haciendas se sumaron las orientadas por propósitos agrícolas y ganaderos, pues las economías externas advenidas con la minería creaban oportunidades para colocar los excedentes de capital en las nuevas alternativas (Chevalier, 1982: 210-211). El modelo, que recordaba rasgos medievales, se extrapoló para explicar la formación de los grandes dominios en el México de los siglos XVI y XVII, e influyó en la historiografía latinoamericana sobre el medio rural. Dada la influencia marxista significó la traslación del modo feudal a América. Esto devino del carácter pionero de su trabajo que aunado al intento de presentar una síntesis socioeconómica del mundo rural en la Nueva España, condujo al sacrificio de la profundidad local (Cuello, 1988). Los nuevos estudios y técnicas de investigación han revelado un mapa complejo de circunstancias rurales y unidades económicas que lo trascienden (Morner, 1979) La controversia surge del comportamiento de la producción frente a la crisis del XVII; de la forma en la que interactúa la hacienda frente al mercado, de su grado de apertura hacia su entorno económico, y del régimen de trabajo que prevalece con sus consecuencias sociales. Brading (1975) al analizar la crisis ha alertado acerca del peligro de sobredimensionar sus efectos en la Nueva España, pues si bien la depresión económica de mediados del XVII estuvo asociada a ella, no comportó igual intensidad ni fueron ruinosas todas sus consecuencias; la industria doméstica de telas, apunta él, derivó estímulos de la contracción del comercio trasatlántico estos años; esta situación abrió también posibilidades disímiles para las haciendas: en el norte algunas fueron abandonadas y otras medraron en condiciones de autarquía esperando mejores tiempos, como acotó Chevalier; en el centro ocurrió lo contrario: la naturaleza biológica del rubro, el tipo de producción y la ubicación geográfica permitió una respuesta productiva favorable (Brading, 1975: 31). Las haciendas de cereales y caña y las ganaderas lo ilustran: las primeras orientadas hacia el mercado y con niveles altos de capital no tuvieron la flexibilidad de las de ganadería mayor, La obra de Chevalier "La formación de los latifundios en México" fue publicada por primera vez en 1950.
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cuyo carácter extensivo y baja demanda de fuerza de trabajo, les permitió un mayor ajuste (Berthe, 1966:102 en Brading, 1975; Chevalier, 1982:146). Chevalier (1982) asimismo circunscribió su tesis al reseñar la presencia de tendencias contrapuestas en la formación de las grandes propiedades, y prevenir sobre el carácter no unívoco de sus conclusiones, Observó además la resistencia encontrada por la hacienda para erigirse en la unidad predominante donde hallaba una densa población indígena, como Oaxaca, México (Chevalier, 1982: 236-237). En esta región se contaba para 1810 con 83 haciendas de cara a 928 poblados indígenas (Brading, 1975: 35); allí el modelo económico basado en la hacienda, por su limitado número y dimensiones -no mayores de 1,200 hectáreas- había mostrado limitaciones para abastecer las ciudades, Por oposición las comunidades indígenas tuvieron importancia en proveer alimentos básicos a precios razonables, trabajando sus miembros en las haciendas sólo temporalmente (Miño, 2001: 168), Los estudios de Taylor (1975) en el México colonial mostraron diferencias entre la haciendas norteñas y las oaxaqueñas, sitas en las tierras altas de este Valle, Las de Oaxaca se alejaban del modelo de Chevalier: no eran inmensas unidades independientes económica y administrativamente, capaces de autoabastecerse, ni de impartir justicia dentro de sus limites, Eran empresas mixtas: con combinaciones de actividades agrícolas y ganaderas, orientadas al mercado regional, cuya demanda fundamental la representaba el mercado de Antequera, y si bien incluían trabajadores permanentes, atados por el sistema de peonaje, dependieron del trabajo transitorio de las comunidades cercanas. Otras formas de propiedad rural fueron los ranchos ganaderos y las tierras de labor intensiva articuladas al mercado (Taylor, 1975), Lockhart (1982) reseña la coexistencia funcional de las grandes propiedades de los encomenderos en el Perú colonial temprano, cuya base era el tributo indígena, con los estancieros dedicados a una agricultura intensiva estrechamente imbricada con la ciudad, sustentadas en el trabajo esclavo; ellos conformaban un grupo social diferente integrado por pequeños hortelanos y agricultores con habilidades agronómicas especificas, Él ha apuntado también que los términos estancia y hacienda eran intercambiables en el siglo XVII, exhortando a estudiar el latifundio en sus múltiples manifestaciones para evitar reconstrucciones enajenadas de la realidad, En un estudio sobre las haciendas neogranadinas Villamarín (1979) revela el mercado como inductor de su establecimiento y le resta peso al argumento de la opresión del trabajador indígena por la hacienda, En la Sabana de Bogotá éstas se distanciaban del modelo de Wolf y Mintz, cuyas particularidades básicas eran: su orientación hacia un mercado de dimensiones reducidas, el uso de una limitada dotación de capital y la importancia de la ganancia como soporte de prestigio y poder, Ellas además de abastecer el mercado de Santa Fe proveyeron a lejanos espacios mercantiles, Los estímulos para la inversión de capital y las variaciones de la producción dependieron de la dinámica mercantil, El peonaje por deudas, observa Villamarín, no fue predominante en la colonia, la hacienda pudo ser un régimen de trabajo menos opresivo que el minero, una suerte de refugio de los trabajadores, Tovar (1988), también sobre la Nueva Granada del siglo XVIII, resalta el impacto del mercado sobre la evolución de las empresas agrarias desarrolladas por los grandes hacendados, las f-l ist,
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cuales no estaban pensadas en "términos de autoconsumo, sino en términos de la circulación de sus productos." Sus motivaciones básicas fueron el dinero y la riqueza, valores principales del capital mercantil. Un caso particular fueron las haciendas jesuitas. Colmenares (1998) para el Virreinato Neogranadino y Konrad (1995) para el novohispano, destacan su racionalidad orientada por el cálculo económico. Y apuntan que sus inversiones y las combinaciones productivas además de inscribirse en las economías regionales se guiaban por la obtención de ganancias. La generación de beneficios era imprescindible para sus fines religiosos, sociales y culturales, lo económico sin perder su racionalidad se supeditaba a estos cometidos. La historiografía venezolana sobre la propiedad territorial no escapa a la influencia del modelo de Chevalier. Brito Figueroa ha sido el representante más conspicuo; sus estudios orientados a construir una síntesis socioeconómica de la Venezuela colonial influenciaron los análisis de la cuestión rural, velando las particularidades de las regiones. El desarrollo de la historia regional en las últimas décadas al relevar la importancía de seleccionar las unidades económicas como objeto de investigación y destacar la existencia de diversos tipos de haciendas, muestra la inexactitud metodológica de establecer un arquetipo, de cara a la complejidad de la realidad regional y local". Una expresión de la heterogeneidad de la hacienda es la connotación imprecisa del término en los documentos. Éste designa indistintamente a fines del siglo XVIII y principios del XIX, a una unidad económica dedicada a explotar uno o más rubros para satisfacer las necesidades internas o el mercado externo, mediante el uso de trabajadores permanentes o/y transitorios, trátese de mano de obra esclava y/o asalariada, y empleo de tierra y capital con una intensidad variable, cuyos fines económicos no estaban asociados necesariamente a la obtención de prestigio y poder. Las haciendas de la Provincia de Caracas en el siglo XVIII tenían su razón de ser en la producción mercantil; el hacendado con una mentalidad arcaica ganado por la apropiación y adquisición de tierras como medio esencial de prestigio social y poder, había dejado de ser el leit motiv, sin negar el papel de la tierra como símbolo de poder. Eran las ganancias del mercado su motivación económica. De cara a esta Algunos estudios de las haciendas con nuevas propuestas son: el de PINEIRO (1992) que analiza las haciendas de cacao en la Provincia de Venezuela hacia fines del siglo XVIII. él destaca el condicionamiento ejercido por las características botánicas del cultivo sobre la función de producción y enfatiza en su administración y prácticas contables. FERRY (1989) ha ahondado en la caracterización de estas unidades en los siglos XVII y XVIII. Los estudios sobre las haciendas de añil en los siglos XVIII y XIX en la Provincia de Caracas y la de BARINAS DE PACHECO (1989) (1994) Y (2000) han revelado su papel como soporte del crecimiento económico local y regional de importantes zonas de la Provincia de Caracas, y establecido una tipología de haciendas, considerando variables, como el tipo de productor, su racionalidad económica y forma de gestión, el régimen de mano de obra, los niveles de capital y la tecnología. la propiedad y tenencia, el tamaño y uso de la tierra, la articulación con la economía regional, y el papel del mercado en su dinámica. Para el siglo XX los trabajos de Ríos (1988) sobre la Hacienda son de particular importancia para la historiografía venezolana.
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orientación al interior de algunas de ellas su economia tuvo un bajo grado de monetización; la combinación de lo no monetario con lo monetario se correspondía con uno de sus rasgos centrales (Macera, 1979). Las tierras de la hacienda tenían un carácter complementario: existían los espacios para producir los coloniales que demandaba ultramar o para los frutos de consumo interno, áreas de producción de subsistencia, zonas de pastos para las bestias de labor y transporte y de corrales para su manejo, así como bosques para la madera para las labores; además los espacios de edificaciones para el beneficio y las viviendas, y las requeridas para las labores artesanales complementarias de la actividad agrícola. La diversificación productiva atemperaba las dificultades de mercados inestables, como los exteriores. Su mayor requerimiento de fuerza de trabajo era una limitante por las dificultades para obtenerla. ¿Se enmarcó la hacienda de añil bajo este perfil? Si lo hizo, ¿en qué medida se acercaba o distanciaba de esta descripción? ¿Podemos hablar de una hacienda de añil tipo? A estas preguntas intentaremos dar respuesta en la segunda parte del artículo.
3. LA HACIENDA DE AÑIL Y LA DINÁMICA DEL MERCADO Su aparición y expansión estuvo ligada en gran parte a la diversificación económica que ocurría en la Provincia, inscrita en el contexto de los cambios industriales europeos y del nuevo régimen mercantil establecido por la política borbónica. El índigo era una materia prima estratégica para la industria de punta de la época: la textil; su origen tropical le imprimía limitaciones ecológicas y de adaptación para producirlo en Europa, de cara a su creciente demanda; los intentos por establecerle en el sur España a fines del siglo XVI lo constataron: los suelos y el clima condujeron al fracaso de las experiencias (Sarabia, 1981: 41-48). La industria textil europea tuvo un pilar en la del estampado, que hizo del algodón y de los tintes sus rubros fundamentales. Las indianas y pintados, que venían en sus inicios por la India y otros regiones del mediano oriente, fueron producidas progresivamente en Europa desde mediados del XVII (Martín, 1992). Su demanda se convirtió en una fuerza de gran rnaqrutud", acicateada por los gustos de los consumidores, las imposiciones de la moda, los incrementos de ingresos y el mayor gasto de ciertos sectores (Chapman, S. y Chassagne, S., 1981; Berg, M., 1991). A estos requerimientos se sumaría la demanda colonial surgida en el desarrollo de la economía atlántica, abierta a la égida de la revolución industrial. Las necesidades americanas le daban la demanda de los obrajes, del sistema doméstico y de la industria a domicilio de México, Perú y la Audiencia de Quito. Estados Unidos también fue un consumidor de añil, cuyas necesidades cubrió con su producción, principalmente de En 1785 Francia producía 800.000 piezas, Inglaterra, 13.5 millones de yardas y Barcelona, 90.000 piezas (CHAPMAN, S. y CHASSAGNE, S, 1981: 228). Mulhouse, una ciudad del alto Rhin, fabricaba 146000 piezas en 1786. Este dinamismo potenció la demanda de tintes, entre ellos el añil
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Carolina del Sur, hasta su declinación hacia los ochenta; su más importante mercado fue Londres, al cual se exportaron 561.340 libras, como promedio quinquenal en 1770. (Nash, 1992: 689) Una aproximación cuantitativa del consumo de índigo evidencia su importancia comercial; para Inglaterra, solamente: las importaciones de sus colonias de América continental fueron ascendentes hasta 1773, situándose para 1750, 1760 Y 1770, como promedios de cinco años, en 57.460,481.140 Y 561.340 libras, respectivamente (Ibid) y las realizadas por Cádiz, mayormente añil de Guatemala y de la Provincia de Venezuela, sumaron entre 1784-1795: 4.206.126 libras por un valor de 580.361 libras estertinas". De la India, su fuente principal desde inicios del XIX, ingresó entre 1805-1814, una media anual de 5600.000 de libras (Alden, 1965: 58) A ello se sumaba el de Brasil ingresado vía Portugal. Holanda y Francia que fueron también importantes consumidores. Para los mercados de las colonias españolas americanas se ha estimado que el añil de Guatemala hacia Perú y México entre 1772-1800, representó un 10% del total exportado, lo cual equivalió a 2.400.000 libras, es probable que una porción fuese reexpedida hacia la Península, pues los obrajes habían declinado (Floyd, 1959: 237).
CUADRO 1. COMERCIO EXTERIOR DE LA GUAIRA Y EXPORTACIONES DE AÑIL: 1784·1795 (VALORES EN PESOS FUERTES) Años
Exportaciones Globales
Exportaciones de añil
Porcentaje
1784
1.089.006
157.791
14.49
1785
1958695
266.465
1360
1786
2.004.210
338.756
16.90
1787
1.796.330
457.125
25.45
1788
2.050.381
632.445
30.85
1789
2388183
790.346
3309
1790
1.928.843
586.7 46
30.42
1791
2.476.236
875.997
35.38
1792
2.747.112
850.286
3095
1793
2.735.974
874.822
31.98
1794
3.067.264
1.122.241
36.59
1795
2.729193
870.485
31.90
Fuente: AGI, Caracas, 902 e Indiferente General, 2647, en García-Baquero A (1985) Boletín de la Academia Nacional de la Historia, t LXVIII (271 673-701) Humboldt, A (1941), t 111, p. 89 Archívo General de la Nacíón, Real Hacienda, Libro Manual de la Real Caja de La Guaira, tomos 1544, 1548, 1.556, 1561, 1.563, 1566, 1.569, 1573, 1.585 Y 1.588. Cálculos propios.
El núcleo principal de añil de la Capitania General de Venezuela estaba en la Provincia de Caracas. La Corona española por la importancia del tinte para la indus(NADAL, 1978: 322) Cálculos propios. Para este período el añil de estos dos centros fue su fuente principal. 92
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tria textil mundial promovió su establecimiento: indirectamente, al propiciar el comercio general mediante el sistema de Libre Comercio, y directamente con sus medidas para fomentar el cultivo. La primera remesa importante fue en 1775, cobrando notoriedad desde entonces: entre 1774-1778, salieron para España, 82.351 libras, de ellas a Cádiz 52.806 libras (Pacheco, 1999: 597); entre 1784-1788: 1.567.187 libras, y entre 1791-1795, 3.748.919 libras (Ibid: 435). El crecimiento inusitado del añil se refleja en su aporte a las exportaciones globales por La Guaira, nunca inferiores del 13.6% en la época de mayor auge: El añil venezolano se erigió entonces en un competidor importante del guatemalteco.
CUADRO 2. AÑIL: GUATEMALA V VENEZUELA: EXPORTACIONES TRIENALES 1784-1796 (MILES DE LIBRAS) Períodos
Guatemala
Venezuela
Proporción
1784-86
2637
627
1787-90
3799
2.050
1.8:1
1791-93
3766
2.134
1.7: 1
1794-96
2.507
2426
1.1: 1
4.2:1
Fuente: Archivo General de la Nación, Real Hacienda. Libro Manual de la Real Caja de La Guaira, tomos 1.544,1.548,1.556, 1.561, 1.563,1.566,1.569,1.573,1.585 Y 1588: Libro Manual de la Real Tesoreria Foránea de Puerto Cabello, tomos 1723,1738,1740,1745,1751,1754 Y 1757. Correo Mercantil de España y sus Indias, Octubre 1792-Septiembre 1794 y Julio-Diciembre 1802 Humboldt (1941), t 111, p. 89; Y Troy, F. (1959) (Cálculos propios).
Constatando este dinamismo las exportaciones del añil entre 1775-1796, crecieron a una tasa del 24.6% mientras que las de Guatemala lo hicieron al 1.6%, cifras que contrastan (Pacheco, t 11. 2000: 447). El añil venezolano iba a Cádiz, esencialmente, donde la mayor parte de los índigos americanos se reexportaban, consumiéndose una corta porción en la Península".
En las primeras décadas del siglo XIX, el rubro aún cuando había perdido importancia en la estructura económica venezolana", conservaba el tercer lugar entre los principales productos agrícolas de exportación, siendo superado sólo por el café y el cacao. Sus principales mercados para fines de la primera mitad del XIX eran: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, destacando el primero con las plazas de Nueva York, Boston y Filadelfia (Pacheco, 2000). España ya no tenía signiPara 1785 el consumo español, principalmente el de Cataluña, era cerca del 20%.(AGI, Guatemala 669. Informe de 9 de junio de 1786, sobre la Representación 497 de 15 de enero de 1786 con testimonio de ....). La participación del añil en términos relativos osciló entre el 845% y el 14.87% de las exportaciones estos mismos años (FERRIGNI, 1986: 60). HiN, Agrar. 31 • Diciembre 2003 • pp.
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ficación mercantil en su comercio. Para entonces las primeras tres naciones tenían un consumo promedio anual de índigo de 4.910.738 libras castellanas, de las cuales Gran Bretaña y Francia concentraban el 94.28%. Otros países de consumo importante eran los Países Bajos, Rusia, Italia, los Estados del Norte y Turquía (Ronquillo, 1851: 208). Bajo la expansión del mercado hacia fines del XVIII se fueron estableciendo las haciendas de añil y labranzas campesinas en la Provincia; el cultivo se inscribió en un contexto, cuyos elementos a favor fueron las dificultades atravesadas por la producción de la Audiencia de Guatemala hacia 1770 7 y los problemas de los productores de cacao de Venezuela". Las haciendas de añil fundadas estos años" pudieron superar uno de los problemas neurálgicos en las economías provinciales de la colonia: la disponibilidad de fuerza de trabajo. Las estadísticas arrojan una población para la Provincia hacia el último tercio del XVIII de 252.242 habitantes, de estos 111.743 pardos, 39.501 esclavos y 40.360 indios". Los Valles de Aragua, la región añilera más importante de la Provincia, a fines de 1760 contaban con una población estimada entre 25.000 y 30.000 habitantes, y una densidad demográfica de 961.5 habitantes por legua cuadrada, rasero elevado (Pacheco, 2000, t 1: 138). Para 1795, en pleno apogeo del añil, los Valles
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El añil de Guatemala confrontaba hacia 1770 dificultades: una inflación de los insumos agrícolas y de los alimentos por la concentración de los recursos en la producción del índigo: una escasez de medios de transporte, los cuales se volvieron insuficientes porque su oferta crecía a menor tasa que su demanda, extendiéndose la inflación al precio de las mulas: este problema era neurálgico por la gran distancia que había entre las áreas de siembra, que miraban al Pacífico, y los puertos de exportación ubicados en el Golfo Dulce en el Caribe. Adicionalmente hubo eventos naturales que afectaron la producción y el comercio: se presentaron pérdidas en las plantaciones durante seis años por una infestación endémica de langostas: y el tráfico mercantil se vio constreñido asimismo por el terremoto de Santa Marta, que destruyó gran parte de las casas e infraestructuras comerciales de Santiago de Guatemala; finalmente estuvieron los daños por los ataques ingleses al puerto de Omoa, donde la captura del índigo y averías de otros bienes, representó cerca de 1.000000 de pesos (FLOY, 1965; GORDILLO, 1980). La producción de cacao tuvo distintas limitantes: sus características botánicas, las dificultades de navegación ligadas a las coyunturas bélicas de 1756-1763, que agravaban sus mermas; la declinación de su demanda por el techo presentado en el consumo europeo y la competencia del cacao de Guayaquil en sus más importantes mercados: Nueva España y España; las restricciones de un sistema de precios administrados y los problemas de eventos naturales, como una gran sequía que desoló las plantaciones en 1766 (PACHECO, 2000: 194) Para 1785-1787 se reseñan un total de 220 haciendas, 121 de ellas asentadas en jurisdicción del partido de La Victoria, en los Valles de Aragua, siguiendo en importancia los de Ocumare y las jurisdicciones de las ciudades de San Sebastián y Valencia (Castro y Araoz, José de. Estado general en el extracto de la población y producciones de la Provincia de Venezuela, 1785-1787, Archivo de la Academia de la Historia, Colección Traslados 6, salón 115, Caracas). Hemos utilizado como fuentes los siguientes documentos: AGI, Caracas, 269. Extracto que contiene el número de personas de esta Provincia de Venezuela, según matricula de los curas de ellas en los años de cincuenta y nueve, sesenta, sesenta y uno y setenta y dos; y Castro y Araoz, José de, op cit. Para los cálculos (PACHECO, 2000: 137).
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habían mejorado notoriamente su demografía acorde con los avances de su economía, situándose sus habitantes en 52.000 y su población relativa en 2.000 personas por legua cuadrada, casi igual a las regiones mejor pobladas de Francia (Humboldt, t 111 1941: 88). La demanda estacional del cultivo atraía de los llanos numerosos jornaleros, estimados en 4000 a 5.000 hombres en la temporada (Humboldt, T 111, 1941: 89) cifra que debió ser superior considerando los procedentes del interior de los Valles. Un informe de 1787 cuantificó la población ocupada en estas labores en 20.000 personas, una elevada porción de ella trabajadores libres, sin embargo pudo ser una cifra abultada por los hacendados que reclamaban ayuda para el cultivo ". La Provincia globalmente no tenía una situación poblacional tan propicia, pues comprendía los llanos, su densidad demográfica era de 35 habitantes por legua cuadrada. Sus valles centrales y los centro occidentales, donde estaban las principales áreas añileras, presentaban una demografía favorable con mejoras sustanciales para la década de los ochenta de la misma centuria, que permitió el desarrollo del cultivo, pues sus exigencias de mano de obra no eran fuertes salvo labores como la escarda y el beneficio. Coexistió esta producción con otros rubros, sin presentarse situaciones insolubles en una época donde la expansión de los mercados y la diversificación habida demandaban mayores recursos.". Las haciendas de añil aunque compartieron caracteres comunes de las agrícolas de la Provincia, manifestaban particularidades que les diferenciaban. Su complejidad de funcionamiento y sus relaciones con el entorno social y económico exige la consideración de variables, conducentes a establecer sus particularidades. Las variables ponderadas fueron: el tipo de productor, su racionalidad económica y forma de gestión, el régimen de mano de obra, los niveles de capital y la tecnología, la propiedad y tenencia, el tamaño y uso de la tierra, la articulación con la economía regional, y el papel del mercado en su dinámica. Ellas asumieron tres modalidades": haciendas con régimen de trabajo esclavista, haciendas con régimen de trabajo asalariado y haciendas con régimen de trabajo mixto, que eran una combinación de los dos anteriores. La coexistencia de relaciones de producción y trabajo diferentes expresaban los procesos sociales que se venían dando. En la jurisdicción de la Audiencia de Guatemala, las haciendas establecidas se explotaban mayormente con mano de obra india mediante el sistema de reparti11
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AGI: Caracas 501. Representación de cosecheros del añil de Caracas al Intendente, Francisco de 8aavedra, 2 de julio de 1787, en Informe de 8aavedra, 23 de noviembre de 1787. El cacao era poco exigente en mano de obra fija, requería menor cantidad que el algodón, el café y la caña. Las haciendas cañeras cubrieron sus exigencias sin antagonismos insolubles con el añil, por cuanto algunas unidades eran mixtas, permítiendo una mejor distribución del recurso con aminoración de los tiempos muertos, y las monoproductoras no tuvieron la intensidad de la antillana. El tabaco no interfíríó con el cacao ni con los otros cultivos de plantación; él no despertaba interés en los hacendados, no era sencillo de producir y exigía cuidados cuyas condiciones de trabajo sólo los podría asegurar la producción familiar, a la cual se ligó; contó además con una fuerte intervención de la Corona. El café cobró importancia cuando el añil declinaba (PACHECO, 2000) La tipología y caracterización de las haciendas que presentamos es un resumen, basado en las investigaciones de PACHECO (1989) (1994) Y (2000).
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miento impuesto a raíz de la prohibición de su empleo en los obrajes de añil en 1737 (Solórzano, 1993) o con ladinos (mestizos), cuya importancia se acrecentó con la declinación de la mano de obra indígena. El empleo de sistemas compulsivos o el pago de salarios, en uno y otro caso, estuvieron en su base. El uso de esta fuerza de trabajo deparaba mayor flexibilidad sin exigir desembolsos iniciales de capital. La operación con esclavos estuvo reservada a los cultivadores más ricos, cuyos tamaños de hacienda les permitía atemperar algunos efectos de la rigidez del trabajo esclavo (Mac Leod: 1973). Ellas eran propiedad de españoles, aún cuando las hubo de la Iglesia o de corporaciones religiosas (Solórzano, 1993: 34). Las haciendas con régimen de trabajo esclavista: éstas pertenecían a grandes propietarios, usualmente orientados por criterios rentistas, asentados en las ciudades, o eran de hacendados con experiencia agronómica y vinculación al negocio agrícola, algunos con conocimiento en el cultivo. Los primeros en su mayoría eran los llamados mantuanos, criollos descendientes de encomenderos o de españoles llegados a la Provincia en calidad de funcionarios o en actividades mercantiles, donde algunos casaron con criollas adineradas. Los nuevos hacendados no conformaban un grupo homogéneo: la mayoría eran españoles de origen vasco, muchos relacionados con la Compañía Guipuzcoana, pues habían venido a la Capitanía por su mediación; un número menor procedía de otras regiones: Cataluña y las Islas Canarias, conformaban un núcleo de medianos productores, muchos al frente de sus haciendas, donde solían habitar. Este grupo cobró importancia a raíz de la implantación del sistema de Libre Comercio, eje del diseño de la política comercial borbónica. Estas haciendas se constituyeron sobre terrenos privados, cuya posesión y propiedad tenía generalmente raíces históricas, sustentada sobre: compra-ventas, herencias, donaciones, dotes matrimoniales, composiciones y permutas. La apropiación de tierras realengas y de los naturales fue también importante. Su superficie osciló entre las 188 y 864 hectáreas, es probable que algunas sobre las cuales disponemos de información parcial fuesen de mayor tamaño, éstas tenían numerosos esclavos y sembraban dos o más cultivos para el mercado; nuestras cifras para los valles aragüeños, donde estaba el núcleo más importante, revela que de 15 haciendas, seis sembraban dos o más rubros, siendo el añil en éstas un cultivo complementario (Pacheco, 2000: 279). MacKinley (1995) encontró datos similares en una muestra de doce haciendas esclavistas. La explotación de la tierra integraba áreas complementarias. La producción de subsistencia por su elevado número de esclavos era parte de su funcionamiento intrínseco y garantía de su equilibrio poblacional, soporte imprescindible de la operación agrícola, de allí la presencia del binomio articulado plantación-conuco 14 Usar esclavos, únicamente, para la producción agrícola planteaba una restricción: la rigidez de su mano de obra, consistente en que la dotación de trabajadores de una 14
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El conuco era una pequeña parcela donde se le permitía al esclavo desarrollar sus cultivos de subsistencia. Fue común en el Caribe. Y cumplía fines económicos y políticos: garantizaba el mantenimiento de los esclavos a menor precio y les mantenía ocupados en su "tiempo de ocio", impidiendo conatos de rebelión (PACHECO, 2000)
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plantación, permanece inalterada de cara a las variaciones de trabajo exigidas por las diferentes actividades estaciónales de su producción. A ello se adicionaban las características botánicas y agronómicas del añil, que hacían más marcada la estacionalidad del trabajo agrícola, sobre todo en épocas punta de mayor demanda de fuerza de trabajo. De forma análoga, sucedía con los efectos por las variaciones del mercado: cuando éste era desfavorable o en expansión el hacendado tenía una capacidad restringida de juego para ajustar el factor productivo trabajo, de modo que el recurso presentaba bajo este régimen una baja plasticidad económica; concurríendo las leyes de la rigidez de la mano de obra esclava (Gorender 1988). Con estas particularidades, quienes estaban en mejores condiciones para emplear esclavos eran los hacendados de mayores posibilidades financíeras, que explotaban sus tierras con combinaciones productivas que comprendían más de un rubro, atemperando así el problema de la rigidez de la mano de obra esclava frente a la estacionalidad ligada a la naturaleza biológica del rubro. Además de la diversificación productiva se disminuía la rigidez alquilando los esclavos para la actividad agrícola a otros hacendados o para actividades complementarías de lo rural y aún para servicios urbanos (Pacheco, 2000: 311-312). No fue ajena a otras regiones de Hispanoamérica esta práctica. En el Perú colonial temprano cuando un proyecto requería de mano de obra extraordinaria se acudía a esta modalidad (Lockhart, 1982: 239-240). La estructura de inversiones estaba constituida esencialmente por la tierra, incluyendo los cultivos, y las infraestructuras, a ellos se adicionaba el capital de trabajo representado por los esclavos, y los equipos y semovientes para el trabajo y transporte. Los esclavos, considerados como bienes de producción, representaban una porción sustancial del desembolso productivo (en las haciendas estudiadas, entre el 27.9% y el 38.5%) (Pacheco, 2000: 278). Su número estaba condicionado, entre otros por la combinación de cultivos usada y la acumulación de capital del hacendado": La dotación tecnológica no guardaba mayor diferencia entre las haciendas, siendo las mayores variaciones en el equipamiento de las oficinas. Las haciendas con régimen de trabajo asalariado: se explotaban en la Colonia con asalariados, remunerada en moneda o en moneda y especie, determinado, esencialmente, por la escasez monetaria, escasez que entorpecía los cambios y operaciones al menudeo (Pardo, t 1.1973). Los trabajadores eran indios no tributarios, mestizos o negros libres provenientes de los mismos valles o áreas circunvecinas, donde el tipo de producción predominante, la ganadería extensiva, determinaba bajos niveles de ocupación y la emigración en algunas temporadas del año. Las características agronómicas del cultivo con épocas exigentes en mano de obra, que hacían al trabajo de marcada estacionalidad, las restricciones del trabajo esclavo, el tamaño de las haciendas y los menores niveles de acumulación de sus propietarios, propiciaron su implantación. Fueron las más numerosas, erigiéndose la modalidad en hegemónica hacia mediados del siglo XIX, cuando las relaciones de trabajo se modificaron con la 15
Un documento de 1793 reseña la presencia de 320 esclavos en 15 haciendas de añil de los valles aragüeños, con una media de 21 esclavos por explotación; en la misma área geográfica hemos encontrado haciendas de grandes propietarios, con dos y tres rubros para el mercado que pasaban de los 100 esclavos (PACHECO, 2000:278-279).
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fijación del trabajador a la tierra por los mecanismos de endeudamiento, entre ellos las deudas hereditarias, ausentes en la colonia. Se constituyeron sobre terrenos propios o arrendados, cumpliendo el arrendamiento un papel importante en su fundación. El arrendamiento de tierras comunales pertenecientes a los indígenas estuvo presente, al igual que en la Audiencia de Guatemala. Fue particularmente importante en su constitución, aunque no exclusivo de eüas". El valor del canon, a diferencia del papel del mercado en los arrendamientos de tierras privadas, era tasado acorde a los intereses de los hacendados con el aval del Estado Colonial", siendo el precio pagado por el uso de éstas tierras fijo e inferior al mínimo del rango de valores de las particulares. Las tierras eran explotadas a título individual y en sociedades o compañías, forma organizativa con tradición en la América hispánica, pues los españoles eran dados a la creación de compañías (Lockhart, 1982); por lo cual se hizo presente en la agricultura de la Provincia cuando la necesidad de capitales lo demandó; el añil fue su principal impulsor por ser un cultivo semipermanente y un negocio altamente especulativo. Varias de ellas se hicieron con participación de comerciantes urbanos, presencia de relaciones contables y capitales mixtos, que denota su carácter de empresas. Estas haciendas fueron unidades de menor tamaño, con promedio cercano a las 60 hectáreas y una elevada especialización sobre la base del añil. Las haciendas con régimen de trabajo mixto: operaron bajo una combinación de relaciones esclavistas y de trabajo libre. Se constituyeron en terrenos privados, adquiridos por lo general, por la vía de compraventa, y en terrenos arrendados, algunos a naturales. Su superficie osciló entre las 24 y las 160 hectáreas, siendo escasos los valores superiores en el rango; se trataba frecuentemente de una explotación mediana con una especialización en el cultivo. También se encontró ocasionalmente en haciendas de mayor tamaño La diversificación productiva no concurrió en ellas con el marcado grado de las esclavistas.
4. LAS HACIENDAS DE AÑIL Y LOS CICLOS DE FUERZA DE TRABAJO EN LOS SIGLOS XVIII-XIX El predominio de uno u otro régimen de trabajo en las haciendas varió a lo largo del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. Su preponderancia era determinada por la conjunción de varios elementos: cuando se facilitó la importación de esclavos y fue económico su uso, sin problemas de naturaleza política, se privilegió el esclavista, en caso contrario la prioridad la tuvo el régimen de trabajo asalariado, o bien se 16
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El informe levantado por Pedro Estebanot, por orden del Gobernador y Capitán General ante la querella introducida por los indios contra el Corregidor Antonio Carvajal, situó en 25396 pesos el monto recaudado por arrendamiento de tierras comunales en la jurisdicción de los pueblos de Turmero, Cagua y Escobar de la Provincia, entre 1786-1796 (Registro Principal de Caracas, Caracas, Sección Tierras, Año 1795, Letra T Nº 1 Y 7, fs 1-33). Nuestros cálculos para hacer la conversión en superficie, arrojan unas 5.079 fanegadas, la mayoría dedicadas a la siembra del índigo (PACHECO, 2000: 321) Registro Subalterno del Distrito Mariño, Turmero. Protocolo Año 1786, fs 53v-54. Hist. Agrar. 31· Diciembre 2()(),) • pp. 87-1 lO
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acudió a una combinatoria de ambos, acorde a las circunstancias. Nosotros hemos distinguido cuatro ciclos: (a) Primer Ciclo (inicios del siglo XVIII hasta comienzos de 1780): la explotación de las haciendas se hizo mediante esclavos, o con mano de obra libre, mayormente oriunda de las Islas Canarias, o con una combinación de ambas, prevaleciendo el régimen de trabajo asalariado. El ciclo presentó dos fases: inicialmente primaron condiciones a favor de la vía esclavista, pues el tratado de Utrech, en 1713, le confirió a los ingleses el privilegio de proveer de esclavos a las colonias españolas de América, entre ellas la Capitanía. Al suspenderse éste hacia mediados del lapso hubo restricción para la importación de esclavos, situación superada por la disponibilidad de indios, mestizos, zambos y blancos de pocos recursos, la mayoría canarios. El incremento de esta inmigración tuvo partícular importancia en la transición hacia el régimen de mano de obra asalariada en la segunda fase (Hernández, 1999). (b) Segundo ciclo (comienzos de 1780 hasta fines de 1790): en él distinguimos una primera fase caracterizada por la oxigenación de la vía esclavista, desde fines de los ochenta hasta mediados de los noventa, apuntalada en la Real Orden de 13'de junio de 1777, aprobada al fínal del período anterior por las necesidades crecíentes de fuerza de trabajo planteadas en la Provincia de Venezuela con la diversificación agrícola, cuyos efectos se sintieron avanzados los ochenta. Este lapso se corresponde con la incorporación de los grandes hacendados, después de que los medianos y pequeños cultivadores desbrozaron el camino inicial de la incertidumbre. Ello generó presiones para la introducción de esclavos, mayormente por los grandes propietarios, pues la diversificación agrícola y especialmente la expansión del añil al ejercer una fuerte presión sobre la demanda de trabajo frente a su oferta, habían encarecido los salarios de los jornaleros; ello se hizo con apoyo financiero y facilidades otorgadas por la Corona": y mediante el concurso privado, con autorización Real. El ciclo comenzó a agotarse en la segunda mitad de los noventa, ligado a las insurrecciones esclavistas presentadas en algunas colonias españolas y francesas y en la Capitanía, que repercutieron en Tierra Firme por los temores de índole ideológica surgidos entre los hacendados y por la supresión de la importación de negros por la Corona durante un tiempo (Izard, 1979). Hubo asimismo una escasez de esclavos en los mercados exteriores por las demandas simultáneas de las economías provinciales americanas en desarrollo. (e) Tercer ciclo (fines de 1790 hasta 1830): el clima reinante entre las esclavitudes en la Provincia de Caracas, sensibilizó a importantes funcionarios y a un sector dirigente sobre la importancia de reconducir la esclavitud hacia el trabajo libre; una de las ideas concebidas fue el desarrollo de proyectos de colonización en tierras de los grandes hacendados que reforzaron el uso de jornaleros de cara al empleo de mano de obra negra. Los pequeños productores y sus familias: blancos de origen canario y negros manumisos fueron el componente humano de estos planes (Humboldt, 18
El total de negros adquiridos por los productores de añil entre 1784-1788 con auxilios financieros de la Corona, según cálculos de Pacheco (2000), fueron 545 esclavos distribuidos entre 27 hacendados, por un monto de 94.564 pesos (AGI, Caracas 727. Testimonio del inventario, corte y tanteo de los caudales existentes en las oficinas de la Real Hacienda).
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1941; Hernández, 1999: 44 y ss). La erosión del esclavismo, como sistema, se acentuó durante el período independentista, apuntalándose la vía asalariada. (d) Cuarto ciclo (desde 1830 hasta 1870): en él se-asiste a la imposición definitiva del uso de fuerza de trabajo asalariada. Alcanzada la Independencia las posibilidades de obtener esclavos eran remotas: a las dificultades económicas se sumaron las restricciones de la nueva legislación en países de tradición esclavista y la situación que primaba entre las esclavitudes. La ineficiencia económica del esclavismo llevó a su abolición en 1854. La escasez de mano de obra acentuada en estos años condujo a su fijación y a la figura del peonaje presente a fines del período colonial de forma circunscrita. Esta tuvo un puntal neurálgico en lo que Carvallo y Ríos (1984) han denominado el binomio plantación-conuco, base productiva de la hacienda. Para hacer más efectivas las relaciones serviles de producción se aprobaron las ordenanzas de trabajo. La inmigración tuvo gran importancia para aliviar la carencia de fuerza de trabajo en el proceso de sustitución de un régimen de trabajo por otro. Los trabajadores que llegaban a la nación, muchos oriundos de Canarias 19, debieron encarar las normativas que establecían los procedimientos adoptados por los hacendados para impedir la libre movilidad de la mano de obra. A la par que se constituían las haciendas de añil surgían en la Provincia modalidades de la pequeña producción mercantil, muchas de naturaleza campesina y otras de vínculos urbanos.
5. LA PEQUEÑA PRODUCCiÓN DE AÑIL Y SUS PARTICULARIDADES Esta unidad la hallamos en las distintas vaguadas de la Provincia, revistiendo mayor importancia en las aragüeñas, excepto en las de la Victoria, donde operó fuertemente la concentración de la tierra. Ellas se fundaron sobre terrenos de propiedad privada o en tierras arrendadas, siendo éstas las de mayor frecuencia. Cuando se trataban de tierras propias solieron adquirirse por distintas vias: las herencias y las compras-ventas fueron las más comunes. En ocasiones ocurría un fraccionamiento de antiguas heredades mayores, que servía para consolidar otras propiedades cuyos dueños estaban interesados en hacerse de una mayor cantidad del recurso". Las superficies transadas se situaron usualmente bajo las 24 hectáreas. El arrendamiento fue otra manera de acceder a las tierras los pequeños productores de índigo, un número importante de ellos blancos de origen español. Su importancia se percibe igualmente en otros cultivos, entre éstos la caña de azúcar, en 19
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El derrumbe de las exportaciones de vino y las de barilla presentado al cese de las guerras napoleónicas en las Islas Canarias, arrastró a la quiebra a sus principales casas mercantiles, destruyendo capacidad productiva, con la expulsión de sus pobladores en la segunda y tercera década del siglo XIX (HERNÁNDEZ y PAZ, 1992) Registro Subalterno del Distrito Mariño, Turmero Protocolo. 1790. ts 1-4: Registro Subalterno del Distrito Girardot, Maracay: Protocolo Año 1789, Is42-42v y I 53; Protocolo Año 1790. IS.14, y Is 11v-14 Protocolo Año 1798. fs 97-97v y Is 99 v-102; Protocolo. Año 1799. Is. 100v102; Protocolo Año 1809. Is. 4 v - 6, Y I 26.
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la zona de la Victoria, lo cual permite formarnos una idea de su carácter extendido para ésta época". Pensamos que su frecuencia estuvo asociada a la flexibilidad económica que le comunica esta figura al productor en relación a la fijeza de la tierra y sus implicaciones agronómicas, superando los beneficios a las restricciones. Estos arrendamientos se hicieron en tierras privadas e indígenas, y en ocasiones los arrendadores fueron pequeños y medianos propietarios, algunos de ellos cultivadores de añil; como estos arrendamientos solían pagarse en especie a precios futuros, ello debió constituir un inductor de la figura, pues la capacidad de negociación abonaba a favor de los propietarios en la fijación del precio del producto. La redacción de los contratos era minuciosa y las variaciones presentadas en los montos, plazos y cláusulas contenidas en ellos, eran función de diversos factores. Para los montos eran determinantes las condiciones agronómicas de los terrenos, su localización, y las perspectivas de mercado del rubro susceptible de producirse en los terrenos en arrendamiento; para los plazos y acuerdos, las condiciones personales de los arrendatarios y su poder de negociación tenían importancia. En una muestra de negociaciones de esta índole en los Valles de Aragua, conformada por 19 transacciones, las superficies oscilaron entre las 4 y las 40 hectáreas, siendo este último valor atípico, el valor modal, para las transacciones con información sobre el área arrendada, fue de 4 hectáreas'", Los plazos de arrendamiento fluctuaron entre 2 y 7 años y el canon varió entre 7 y 10 pesos/ fanegada/ añ0 23 . A despecho de que las condiciones se estipulaban en forma taxativa, no fueron extraños los juicios por el incumplimiento de compromisos adquiridos, con sus consecuencias para la producción agrícola. Las reclamaciones obedecían a diversas causas: los problemas agronómicos, la inexactitud de la cabida señalada en los contratos, lo oneroso de los cánones, la no desocupación de las tierras arrendadas, o la violación del lapso estipulado. Ello expresa las restricciones de los usos jurídicos e instrumentos legales. El carácter engorroso de los trámites legales en cualquier reclamación civil, determinaba que las querellas además de onerosas eran cosa de nunca acabar, arruinándose muchos hacendados (Depons, 1960). Esta vulnerabilidad deparaba inseguridad a los involucrados. Como los arrendatarios, constituían el sector más débil, los dueños de la tierra, con frecuencia terratenientes, salían favorecidos por sus influencias y vinculaciones con las instancias legales 24 La debilidad de los arrendatarios, manifestada en su baja capacidad de 21
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Registro Subalterno del Distrito Ricaurte. La Victoria Protocolo Año 1776. fs. 50 v-54 y fs. 61 v - 64 v; Protocolo Año 1797 fs 48 y 57; Y Registro Subalterno del Distrito Girardot Maracay. Protocolo Año 1807 f. 99. Para esta variable se dispuso información en 12 de las 19 negociaciones Archivo General de la Nación. Archivo de Aragua t X. Año 1783, fs 1-6 y f 29; t XIII Año 1785. f 1; t XIV, f 1; t XVII. Año 1786, fs 1-76; t XXV. Año 1789, fs 4-12v, fs 91-93, fs 97-107, fs 160-175, fs 207-211 y 215; Registro Subalterno del Distrito Girardot, Maracay: Protocolo Año 1788, fs 42v-45; Protocolo. Año 1798. fs 99v-102; Protocolo. Año 1799, fs 49v-50v, y Protocolo Año 1806. f 44. En la mayoría de los órganos e instancias de decisión acerca de la vida colonial. de una u otra forma tenían influencia los grandes propietarios; la Real Audiencia, el Real Consulado, los Cabildos, constituyen buenos ejemplos de ello
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negociación, se expresaba usualmente en los plazos convenidos para el usufructo de la tierra, por lo general cortos: cuando más nueve años y algunos hasta dos años, lo cual desincentivaba el mejoramiento de la agricultura, al negar toda posibilidad de realizar inversiones importantes en las siembras del añil u otros cultivos, dado que las mejoras, por estipulaciones de los contratos quedaban íntegramente al dueño o a sus herederos al finalizar el convenio, sin que mediase para el arrendatario ninguna contraprestación monetaria. Esta falta de estímulos incidía en la productividad del cultivo. Esta conducta económica inmediatista de los propietarios afectaba a largo plazo al desarrollo de las haciendas, pues las mejoras eran circunscritas. Otras figuras de tenencia en precaria se encontraron, aunque con escasa frecuencia, como la medianería, donde las partes: el propietario y el medianero, adquirían el compromiso de compartir los gastos del cultivo ocasionados y de repartir los beneficios por mitad>. Esta es una diferencia sustancial con otros núcleos de índigo coloniales: Guatemala y Filipinas, donde el sistema de colonato o de inquilinos fue relevante. En Guatemala en el siglo XVIII su producción tuvo un importante soporte en los -cpoquiterosc-, pequeños cultivadores con capacidades de producción entre las 6 y las 100 libras de tinte, acorde a las dimensiones de siembra". Ellos eran esencialmente ladinos (mestizos), que expresaban el quiebre demográfico en los sectores indígenas, siendo su incremento la otra cara de la declinación de la población india en las zonas añileras, especialmente en las regiones salvadoreñas (Palma, 1993). Este productor fue un sostén importante de la producción del índigo, asignándosele la responsabilidad de buena parte de su extracción": sus condiciones productivas hacían nugatorias las posibilidades de mejorar cualitativamente la producción de la materia tintórea proveniente de sus parcelas, ya que se trataba de un añil beneficiado en condiciones rudimentarias y con una tecnología elemental, con batido manual, donde se obtenía a veces deficiente y hasta fraudulento (Floyd, 1959). Esta población campesina se asentó en tierras no colonizadas o de origen indígena, desocupadas por el descenso demográfico anotado. Otras veces ocupaban tierras de las haciendas, incluso sin conocimiento del propietario o mayordomo (Liendo, 1993; Browning, 1971). Revistió una importancia funcional para el comerciante y para el hacendado; para los mercaderes era un sector no despreciable en la obtención de su masa de ganancia, pues los habilitaban con su crédito y les compraban la producción a precios envilecidos; en las haciendas participaban en la explotación en condición de aparceros, ocupantes u otras formas de colonato; su acceso era incentivado por el hacendado con el señuelo de la tierra, con el cual atraía el recurso escaso. A modo de ejemplo en los tiempos de apremio una hacienda grande requería unos 200 25 26
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Archivo General de la Nación. Archivo de Aragua, t XX f. 10. Minuta de la Representación del Presidente de la Real Audiencia de Guatemala, 14 de septiembre de 1782. AGI, Guatemala, 669. Existen diferencias en los estimados: FLOYD (1959) le asigna la responsabilidad de 1/3 de la cosecha. SOLÓRZANO (1993), posiblemente sustentado en una representación de los comerciantes de Guatemala y España, del 17 de septiembre de 1782, los sitúa responsables de 2/3 de la producción (AGI, Guatemala, 669)
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peones (Browning, 1971: 114). Así en la producción y el comercio del índigo uno y otro se beneficiaban, pero bajo una relación asimétrica. En Filipinas la explotación con inquilinos fue adoptada desde los inicios, convirtiéndose en predominante en su agricultura avanzado el siglo XIX. En estos acuerdos, el hacendado suministraba la tierra y los insumas productivos: carabaos, arados, peines y semillas, aportaba además las oficinas con sus tanques o cubas. El productor directo ponía su trabajo y en la fase de beneficio obtenía una remuneración por cada pila de hierba llevada a los tanques. El sistema presentaba variantes pudiendo ser que todas las operaciones, incluido el beneficio, fuesen responsabilidad del nativo, para ello recibía anticipos en dinero y especies del hacendado o de un comerciante, a menudo de origen chino, a cargo del cual corría la gestión de intermediación; como contrapartida comprometía la futura cosecha (Pacheco, 2002: 116). En la Provincia de Caracas procurados de las tierras, los otros recursos productivos los obtenían por distintas formas, dependiendo ello de la naturaleza del factor y de sus peculiaridades como productor; así la mano de obra era provista por medio de la contratación de jornaleros, variando si se trataba de pequeños arrendatarios de nexos urbanos o de productores campesinos, entonces debió relevar la participación del productor directo y de su familia para ciertas labores, posiblemente las menos duras, jugando la fuerza de trabajo alquilada un papel complementario. El trabajo en las labores más fuertes, como la cosecha y el beneficio, se dejaba a los jornaleros. La participación directa de los agricultores en labranzas de añil fue reseñado por Humboldt (1941) durante su viaje por los valles Aragüeños. En los de vinculaciones urbanas su concurso debió orientarse más a las tareas administrativas de la unidad, como la supervisión, el control y la organización, empleando más asalariados. Los capitales requeridos, cubiertos usualmente con préstamos privados, eran destinados a inversiones en las infraestructuras necesarias y a la adquisición de semovientes, equipos y herramientas. Cuando la disponibilidad era menor se alquilaban los servicios de obrajes a grandes o medianas haciendas, o se adoptaba la combinación de las dos modalidades anteriores. La selección de la primera alternativa al implicar erogaciones de cierta cuantía guardaba correspondencia con las dimensiones y necesidades específicas de las unidades: la construcción de algunas infraestructuras como las piletas para el beneficio del cultivo eran del tipo llamado "tanques sencillos de mano", que no requerían la fuerza animal o hídrica usada en las añilerías mayores, ni elevados desembolsos de dinero": esta escala, como era lógico, demandaba menor consumo monetario en equipos y bestias. El levantamiento de oficinas de dimensiones superiores, emprendidas algunas veces con racionalidad de fuerte matiz inmediatista, estuvo determinada por las rachas favorables de precios y mercados y por las expectativas positivas asociadas a los años de boom económico. En la Provincia de Caracas no concurrieron otras formas sociales productivas, no así en la de Cumaná, de la misma Capitanía General de Venezuela, donde los 28
En los materiales revisados, hemos encontrado referencias a estas estructuras, localizadas, naturalmente, en pequeñas plantaciones del cultivo. (Archivo General de la Nación, Archivo de Aragua, t XVII f. 1-76 Y t XIV f 23).
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indios sembraron añil en sus tierras o en las Misiones bajo la dirección de los religiosos (Pacheco, t 1, 2000: 243). La siembra en terrenos comunales fue un caso frecuente en el Nuevo Reino de Guatemala, sobre todo en la región salvadoreña, corriendo a cargo de los sacerdotes de los pueblos, comúnmente, la colocación de sus añiles en los circuitos Otras veces era subastado en remates públicos con el pretendido propósito de obtener mejores beneficios. Este tipo de mercado fue pervertido adquiriendo en algunos pueblos, como los de la Alcaldía Mayor de San Salvador, un carácter forzado: la venta del índigo se hacía bajo la supervisión de las autoridades que utilizaban mecanismos de desviación de poder, al establecer de forma arbitraria los precios y condiciones a los indígenas. (Palma, 1993: 257).
6. HACIENDA V PEQUEÑA PRODUCCiÓN: COMPLEMENTARIEDAD V CONTRADICCIONES Los cultivadores del añil fueron un grupo heterogéneo en su origen geográfico, profesión y posición económica y social, como se expresaba en sus intereses productivos y conducta económica. Sus divergencias se palparon desde el comienzo. Para sobrevivir económicamente la hacienda y la pequeña producción desarrollaron procesos de complementariedad en su gestión. El proceso histórico de conformación de la propiedad generó fuertes asimetrías en la distribución de la tierra, la concentración encontró límites en las tierras comunales y en la pequeña producción campesina, que ocupaba tierras sin apropiar". lo cual hizo posible el acceso de productores de menos recursos económicos. En las zonas de mayor concentración la figura del arrendamiento y aún de los subarrendamientos también les permitió obtener tierras productivas, ya que la modalidad era funcional al terrateniente, a su lógica económica. Para éste su recurso más abundante: la tierra, fue un instrumento para suplir las carencias de los otros factores productivos. La cesión temporal de tierras incultas a los pequeños cultivadores para fundarlas para la producción de añil le permitió desarrollar áreas de su hacienda bajo situaciones de restricción de recursos de capital, sin revestir problemas a futuro de reconocimiento de bienhechurías, ya que los contratos establecían la reversión de las mejoras al hacendado a su finiquito, sin pago alguno. Otras veces las tierras eran entregadas en forma de "donación graciosa", figura que permitía usufructuarias por el período definido, con el compromiso de retornarlas desarrolladas, una vez terminado éste. Su puesta en producción además de la valorización habida con la fundación, les generaba una renta para la inversión o el consumo (Pacheco, 1989 y 2000). La fundación de las tierras presentaba mayor limitación: muchas pequeñas unidades no podían adquirir compromisos económicos para erigir las infraestructuras productivas requeridas, pues las inversiones en oficinas, significaban desembolsos de cuantía, que no podían asumir. El cultivador tenía tres alternativas: en la primera asumía las inversiones o arrendaba tierras fundadas, circunscribiéndose los desembol29
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AGI. Caracas 398. Expediente promovido por los vecinos españoles del Pueblo de La Victoria en la Provincia de Caracas para que se elija en Villa, 1793, Colección Traslados, Archivo de la Academia de Historia.
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sos a gastos corrientes. La segunda era alquilar a los hacendados servicios productivos, específicamente los de benetícío". disponiendo así de los tanques para las operaciones bioquímicas requeridas; al no atarse a las restricciones del capital fijo tenía mayor flexibilidad en el manejo de los recursos y de su producción, pero al no tener garantía de acceso oportuno al beneficio se arriesgaba a perder el tinte. La tercera alternativa combinaba ventajas de las otras dos. Contaba con servicios propios del beneficio, acorde al tamaño de las unidades, mientras que los prestados por las bestias se cubrían alquilándolas durante las operaciones". Ella aseguraba una mayor flexibilidad económica y seguridad productiva al permitir combinaciones de recursos acorde con las necesidades, y determinar lo más conveniente. Los pequeños y medianos agricultores, con el avance del cultivo se resintieron económicamente del ascenso de los costos aparejados al mismo. Hacia fines de los ochenta la situación de muchos era comprometida: su ganancia se achicaba y tenían serios compromisos con los mercaderes prestamistas, intermediarios del gran comercio, y con los hacendados arrendadores de tierra. La reducción de sus beneficios provenía del alza de los costos de los recursos e insumas: jornales, arriendo e intereses del capital, y la baja del precio del fruto. La causa de este mal, anotaba una carta, radicaba en la expansión considerable de las siembras en los últimos años, con sus efectos sobre los costos productivos; la falta de numerario, y "más que todo por la inteligencia que hay en los encomenderos del comercio español y los agentes secretos de algunos de esa ciudad, para no ofrecer más que unos precios menguados y viles?". El poder de mercado de los comerciantes derivado de sus acuerdos mercantiles les permitía obtener ganancias entre 50-65%, pues los cosecheros no tenían alternativas frente a sus necesidades, presentadas con mayor fuerza en invierno>, Además el escaso número de comerciantes con caudal debió inducir presiones competitivas entre los productores para realizar sus frutos, facilitando el abatimiento de sus precios, pues la exportación para España no era posible sino por gracia concedida, estando inmersos en un mercado cautivo. Ante al alza de los costos algunos productores medianos renovaron las presiones para importar esclavos. Y frente a la comercialización monopólica los pequeños y medianos cultivadores apoyaron la decisión del Intendente de comprar los frutos con el dinero de las Cajas Reales, solicitando preferir a los cosecheros frente a los revendedores, que se aprovechaban del apuntalamiento de los precios por las compras. Ello garantizaría los precios de sostenimiento a niveles que el mercado imperfecto había impedido. Según los productores debía privilegiarse a quienes carecían de recursos para el transporte a la ciudad, que resentían con mayor intensidad el alza de sus costos por su menor disponibilidad económica>'. 30 31
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AGN, Archivo de Aragua, t V bis fs 453-454; y t XXV, fs 207-211. Archivo General de la Nación, Archivo de Aragua, t LXXXVIII, f 29 AGI, Caracas, 501. Representación de los labradores de añil de Maracay dirigida al Intendente, 23 de noviembre de 1787. Ibid. AGI, Caracas, 501. Representación de los labradores de añil de Maracay.
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Por oposrcron, los grandes hacendados, con intereses económicos distintos, por ser los propietarios del principal recurso productivo: la tierra, se habían beneficiado del encarecimiento de su valor bajo las presiones de la demanda derivada. El incremento del arrendamiento, uno de los costos fundamentales, deparaba angustias a los pequeños y medianos productores que sentían se les asfixiaba económicamente, al punto que su precio sobrepasaba al valor de la unidad de superficie en tiempos anteríores". Mientras los precios del añil fueron favorables el problema no se palpó, cuando esta tendencia se revirtió afloraron las divergencias entre hacendados y labradores. Estas contradicciones se agudizaron con el tiempo. El fomento agrícola y la aparición de nuevos rubros dejó gravitar con fuerza los efectos negativos de la apropiación. Un documento anotaba": "la ambición estimuló a muchas familias a pedir terrenos considerables sin cultivarlos, y sólo con el objeto de saciar su orgullo y ambición". Su conducta, en su opinión, desnaturalizaba la asignación de tierras realengas a los nuevos pobladores de los territorios que pugnaban por incorporarse al cultivo del añil bajo su dinámica de mercado. Los litigios promovidos por las familias dominantes impedían además el desarrollo de terrenos baldíos e incultos sobre los cuales se abrogaban la propiedad, al consumirse los capitales requeridos para la fundación de las tierras.
El incremento de las tierras incorporadas al dominio privado analizado como afán de prestigio, vela el problema de la racionalidad económica del gran propietario; la posesión de una reserva de tierras en la hacienda sirvió para precaverse ante la vulnerabilidad del mercado o las fluctuaciones climáticas en la época (Florescano, 1971: 95, y 1990: 110-111). Ella serviría para expandir las áreas de siembra del cultivo o de la combinación de cultivos cuando la tendencia de precios era favorable, o en caso contrario abocarse a los cultivos de subsistencia, y aún alcanzar un grado de control de la oferta por la vía de la exclusión, al aumentar la apropiación de las tierras; la concentración, por otra parte, al vetar el acceso de los pequeños labradores al recurso significaba la confiscación de su derecho, conduciéndole a vender su fuerza de trabajo a los propietarios, que la requerían. Los grandes hacendados del añil no escapaban a los problemas de la economía agraria colonial, entre ellos la descomposición de las relaciones de producción esclavista, base de -sus explotaciones. Los conatos de alzamiento, las fugas y número de negros libertarios se incrementaron hacia la década de los noventa, por efectos de las insurrecciones esclavistas. La erosión de la esclavitud requería a los hacendados: redoblar los castigos, aumentar la vigilancia y organizar y mantener cuadrillas que redujesen las fugas y capturaran los evadidos, ello acarreaba pérdidas económicas al acortar la vida útil del esclavo e incurrir en mayores desembolsos, paralelamente se generaban contradicciones con los agricultores de menos recursos por negarse a que se les incluyera en la cobertura de los gastos de las cuadrillas'", cuando ellos no tenían esclavos.
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AGI, Caracas, 104. Documentos justificativos. AGI, Caracas, 466. Informe sobre la Representación del Intendente de Caracas, Esteban Fernández de León, sobre la solicitud de los labradores de reparto de tierras en los Valles de Aragua, Sevilla, 15 de enero de 1810. Registro Subalterno del Distrito Mariño, Aragua. Protocol01799, fs 72v-74.
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7. CONCLUSIONES El añil en la Provincia de Caracas surgió bajo una combinatoria de factores, donde resaltaron las dificultades de la producción de Guatemala hacia 1770 y los problemas de los productores de cacao de Venezuela. El análisis de la producción agrícola constata la presencia de ciclos de trabajo en los cuales se inscribe el desenvolvimiento de las haciendas de añil, ciclos que condicionaron su direccionalidad hacia la implantación de uno u otro régimen de trabajo: el esclavista, el asalariado o el mixto. Las haciendas de índigo si bien presentan características comunes de otras unidades de su tipo en la América hispánica, guardan especificidades que le apartan del modelo de Chevalier, y aportan a la diversidad de formas de la hacienda. Su producción se articuló al mercado externo en un período expansivo y estuvo guiada por la búsqueda de la ganancia, para lo cual ejecutaron una estrategia de reclutamiento de la fuerza de trabajo bajo los regímenes señalados, acorde a la mayor o menor escasez de mano de obra, a la política colonial, y a las circunstancias que privaban en el espacio colonial americano y en la Provincia. La hacienda y la pequeña producción mercantil: sus unidades econormcas, mantuvieron una relación funcional, no exenta de conflictos y contradicciones, agudizadas en las crisis. En las grandes haciendas tendió a predominar el régimen esclavista: sus mayores dimensiones, recursos de capital y la posibilidad de emplear combinaciones productivas atemperaron la rigidez del trabajo esclavo. La pequeña producción mercantil tuvo en el arrendamiento y el subarrendamiento importantes soportes para acceder a la producción del índigo. A diferencia de Guatemala, donde prevaleció el sistema de colonato con predominio de la aparcería, en la Provincia de Caracas fueron unidades autónomas, explotadas mayormente por españoles. El arquetipo de hacienda establecido por Chevalier no fue característico en la Provincia, en ella destaca, al igual que lo revelan otros estudios latinoamericanos, una pluralidad de formas productivas, cuya relación con el mercado fue estratégica en su gestación y evolución. Dada su importancia en la conformación de las economías regionales y en el desarrollo rural es menester profundizar en el estudio de su organización y funcionamiento, para una adecuada interpretación de la estructura agraria colonial en Hispanoamérica y su evolución a fin de comprender los procesos y fenómenos recientes.
AGRADECIMIENTOS El autor agradece los comentarios realizados por los editores y evaluadores anónimos a las distintas versiones de este texto.
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