Historia de los Molinos de Agua

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Historia de los Molinos de Agua. En Castilla, debido a su configuración geográfica, se desarrolló una importante industria molinera. Los molinos ocuparon lugares muy pintorescos al lado de los numerosos riachuelos que discurren por sus valles. Esta industria tomó gran auge con el cultivo del maíz, procedente de América, a partir del s. XVII. Las primeras referencias de la sustitución de la fuerza humana o animal por la fuerza hidráulica, como fuente de energía para el funcionamiento del molino, la encontramos escrita por Antipates de Salónica, que en el año 84 a. C. ya nos habla de un molino de agua de rueda horizontal. Vitrubio, en el año 25 a. C. descubre la existencia de la rueda vertical movida por agua y aplicada a la molturación del grano. En Castilla, la sustitución de la fuerza humana por la hidráulica no se produce hasta la Edad Media, y más concretamente en los siglos XI y XII, momento éste en el que la geografía comienza a cubrirse de pequeños molinos, que aprovechan la energía hidráulica de los numerosos arroyos y regatos, que permiten a nuestros campesinos conseguir la energía necesaria para moler sus cereales sin una gran inversión. En torno a los molinos se crearon multitud de leyendas y diversas coplas: los molinos eran lugares de reunión de las gentes, viejas y jóvenes, de las aldeas próximas y en ellos se comentaban los acontecimientos cotidianos, los chismes y cuentos unas veces reales y otras fruto de la imaginación de los contertulios. Todo el ir y venir de las parroquias cercanas era puesto en tela de juicio en los molinos. Además, al estar generalmente alejados del resto de la población, la imaginación y la malicia de las gentes les dieron una fama poco menos que pecaminosa y son muchas las canciones populares que aluden a ello. La explotación de los molinos podía hacerse de dos maneras: por veceras o turnos de todos los propietarios del mismo: cada propietario tenía el derecho de moler un día o medio, según sus necesidades, o por maquila, si había un propietario y éste les cobraba en especie, es decir, retiraba una cantidad del grano que llevaban a moler. Cabe también mencionar que había dos tipos de molinos, de rueda horizontal con rodezno y de rueda vertical (aceñas). Con frecuencia, al estudiar los molinos de agua se aprecia un largo esfuerzo por determinar históricamente los inicios. Con este fin, de manera recurrente, se apuran algunos datos que por escasos, terminan siendo empalagosamente asiduos. Si bien en ellos se da noticia del ingenio y su antigüedad, poco aportan sobre el carácter, y menos acerca de la influencia o normalización de los molinos hidráulicos. En todo caso, se podría suponer que la estructura y mecanismo de los más antiguos se acomodase a la simplicidad con que se describen los denominados molinos griegos o nórdicos, siendo el posterior desarrollo de sus formas y técnicas el que determina, por así decirlo, los inicios de una cultura hidráulica medieval.

Dentro de esta cultura paralelamente se establecería el tipo de molino vitrubiano. Vitrubio, hacia el año veintisiete a.C., se limita a una sumarísima descripción del ingenio sin aportar ningún detalle específico, salvo que tales molinos están compuestos por una rueda de corriente baja que transmite el movimiento a las muelas a través del engranaje de otras dos ruedas dentadas. Por tanto, utilizaremos el término de «rueda D molino vitrubiano» únicamente en función del dato descriptivo.

Al modelo vitrubiano correspondería el molino descubierto en el Agora de Atenas, arqueológicamente datado en el siglo V, sin otras diferencias que el modo de recibir el agua. Este molino ateniense podría servirnos como prototipo de molino vitrubiano. Este molino, respecto al primitivo que denominamos de tipo griego o nórdico, ofrece un avanzado desarrollo técnico y una capacidad de rendimiento mucho mayor. Este modelo sería el que iba a aceptar, elevando sus prestaciones, la práctica feudal con los matices que luego se especificarán.

El desarrollo de la rueda horizontal fue más lento que la vertical, pero en la medida que a aquélla se le fueron sumando perfeccionamientos llegaría a configurarse como un ingenio de altas prestaciones y mecánica perfecta. A través de la modalidad de rodezno y cubo llegará hasta nuestros días con absoluta hegemonía.

Los adelantos técnicos durante la Edad Media no se establecen de forma extensiva y definitiva, coexistiendo molinos de bajo rendimiento junto a sistemas muy depurados. Aun en el siglo XVI, Juanelo, da noticia de un tipo de molino de rueda vertical que, siendo el más común, no es precisamente el que mejores servicios presta y, para mayor desdicha sin excesivas posibilidades de mejora, ya que «tantos cuantos molineros hay, tantas opiniones hayarán en ellos, y esto lo causa que los más de ellos son hombres de muy poco ingenio y de menor especulación». Juanelo llegaría a establecer sus mejores fórmulas a través del molino de rodezno y cubo, del mismo modo que más tarde, en el siglo XVIII, lo haría Villarreal. Este último autor todavía encuentra como común en su época el mismo tipo de rueda vertical que merecía los reproches de Juanelo. Tanto Juanelo como Villarreal ponen de manifiesto que los ingenios más rústicos estarían en manos del pueblo llano y, por tanto, es de suponer que los sistemas más depurados estarían en manos de quien tuviera holgada faltriquera. Un esquema comparativo de los molinos, en virtud de las técnicas con que en cada caso aparecen resueltos, podría indicarnos por dónde caminan los desarrollos:

El número de soluciones y particularidades aplicadas a los molinos dista mucho de agotarse en este esquema. La intención es mostrar cómo las técnicas se van conformando evolutivamente. El molino feudal correspondería al descrito en la columna número cinco. Mecánica y técnicamente este gran molino es inferior al d rodeznos, sin embargo, su capacidad de producción es mayor, y en esta expresa su más clara diferencia y la causa primordial de su aceptación dentro de una economía orientada a la superproducción. Esta característica tendría, para el feudalismo, mayor peso que otras consideraciones de carácter técnico, sobre todo aquéllas que se afanan por establecer unos mantenimientos mínimos.

El sistema feudal estaba capacitado para sostener un equipo de mantenimiento que resultaría poco asequible a la economía familiar del campesinado. Tanto Juanelo como Villarreal insisten en las serias dificultades que plantea el molino de rueda vertical debido a lo complejo de su mecanismo de transmisión, el cual originaba frecuentes descalabros. A su vez, la mecánica de la rueda, muy inferior al rodezno, sería causa de especiales y continuas atenciones. 1. González Tascón, a partir de la documentación de los molinos de Olivares (Zamora, siglo XlII), compone un organigrama que refleja la amplia estructura de la empresa feudal; en la sección técnica, aparte del oficial molinero, el aprendiz, el maquilero... aparece también un maestro encargado «de la vigilancia de ruedas , ejes y engranajes, de los caudales del agua, del picado de las muelas...». Además del inevitable y prolijo mantenimiento del gran molino habría que sumar el coste de sus instalaciones: grandes presas y obras de contención, edificios para la instalación de ruedas de gran tamaño, etc.; todo ello, levantado en sillería o, al menos, en buena fábrica como prevención de fuertes corrientes o avenidas y las fuerzas propias que origina el ingenio. El modelo popular que Juanelo describe como «más común», básicamente participaba de la misma mecánica del gran modelo feudal. Pero, el molino popular presentaba una carpintería y obra muy precaria, por tanto, las averías serían múltiples, sus rendimientos escasos y, en relación inversa, el aprovechamiento de energía sería mínimo. El reto técnico del molino popular tendría que asumirlo el molino de rodezno y cubo. Este tipo de molino de transmisión directa, eliminaba los complicados órganos de transmisión de los ingenios de rueda vertical, con lo cual:

1.—Se conseguía una reducción de espacios y se evitaba la construcción de presas y edificios de gran fábrica. 2.—Se reducía a sus mínimos el mantenimiento al prescindir de los delicados, complicados y múltiples órganos de transmisión. Se suplía una rueda de mecánica endeble por otra de mayor robustez y de larga duración. 3.—Se establecía un mayor ahorro de energía, o aprovechamiento de agua, mediante el cubo. Esto, a su vez, permitía adaptar los molinos a cursos de escasa corriente. La construcción de los rodeznos necesitaría las labores de un especialista, ahora bien, este requerimiento ofrecía un valor de cambio aceptable, ya que la robustez del rodezno prolonga las prestaciones y elimina el mantenimiento; una rueda de este tipo es capaz de superar varias décadas sin necesidad alguna de reparación. La construcción del cubo también resultaba inicialmente costosa, pero permitía un mayor ahorro de energía y, consecuentemente, el ingenio podría instalarse en arroyos de escaso caudal y prolongar su actividad durante épocas de sequía. Al mismo tiempo, reduciendo la envergadura de las presas se controlaba más eficazmente la corriente de agua y desaparecía el posible daño que originaban las crecidas o los excesivos caudales de agua. A través de estos aspectos se configuraba lo que con el tiempo llegaría a ser el prototipo de molino popular. Aunque la mecánica del rodezno dio origen a complejos aparatos industriales, el modelo en sí tenía capacidad de proyectarse a niveles muy simples: como el rústico molino que aparece en tantos arroyos. La lentitud expansiva del molino de rodezno en la agricultura debe condicionarse a la diferencia de apremios entre el medio rural y la economía feudal. En el pueblo, las lentitudes estarían en razón de una subsistencia, más o menos digna, y no en función de una superproducción acuciada por el beneficio.

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