Story Transcript
2013
Ediberto Ordaz Cabrera
Historias dispersas en la tierra del viento.
LA VENTA, JUCHITAN, OAXACA.
PROVENGO... Provengo de una tierra fecunda y ancestral Del valle de los vientos Provengo de un lugar remoto, allende los cerros De la tierra del guamuche y guanacasle Del espino y del mezquite Del ngupi, la iguana, el garrobo y la compeche De la tierra del chincuyo, la tortolita y la bachaca De donde la vida se liga al queso seco,totopo y camarón Provengo de un río que fluye desde el cerro De una región donde conviven los hombres y las almas De donde nace la sandunga , la llorona…y el Dios que nunca muere. Provengo de la gente de las milpas y carretas. Provengo de pasochivo, la tunita, paso garrobo y el palmar. De allá provengo...mi corazón viene marcado con la sangre de los viejos, de aquellos que soñaron, de aquellos que sufrieron, de aquellos que murieron y se fueron llevando en el alma una esperanza... Soy de esa parte de los cerros en donde mi piel se ha curtido por los vientos. De esa parte del mundo provengo...de ese rinconcito…
De la milpa vengo yo…de la La Venta vengo yo.
INDICE
4.- Dedicatoria 5.- Introducción 6.- El lodo y mi libertad infantil 8.-Mi verdadera educación 11.- La casa del chiguiligui 13.- Mis huarachos 18.- Sembrando el maíz. 20.- Polito 23.- Y los rebeldes…¿ estaban guidxas? 26.- La búfalo negra. 30.- El chechio 32.- El cine 36.- El corte de caña 39.- El chamaquito que se ahogó por la curva 43.- La cuchibruja 47.- El encantado 50.- ¡¡¡Se salió el rio!!! 52.- La chuchaprieta 57.- La yunta que jaló pa´l Palmar 61.- La clausura 66.- La boda de los micos 68.- La bañada de vela 77.- “Licha” La manuna 80.-El secreto del diablo 83.- ¿El lápiz o el machete? 85.- Los Mañas 87.- Cristus ti Juchitan 89.- Los taganeros 2
93.- El rapto de la María 97.- El regaño de mi Nana 99.- Tia Nata 101.- El soliloquio de Hilario 104.- ¡ Paco aún vive! 106.- Carta a mi amigo Paco 108.- Queso seco 111.- Oda al totopo 113.- Fui miembro de la ETA 115.- Historia de un rechazado 119.- La muchacha que no quiso ser mi novia 123.- Yo maté al gringo 125.- Yo vi a Cristo en Pasochivo 127.- La Huerta de tiu Teba 131.- Los solterones del pueblo 134.- La Chucharrabia 137.- El canto de Mamá 139.- Las mujeres de La Venta 141.- La rama 145.- Los viejos 150.- Chibiguicha 152.- El viento que pasa por mi pueblo 154.- También somos Zapotecas 155.- Me llegará 157.- Mis jícaras de morro 158.- Volver al monte 160.- Penúltimas palabras.
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Dedicado a: A toda mi familia. Al pueblo de La Venta, Oaxaca.
En reconocimiento de: + Todos los que vivirán siempre en nuestra memoria. Porque a donde se han ido, de esa dimensión solo nos separa el tiempo.
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Introducción. Todos tenemos historias que contar. Es cosa de voluntad el llegar a decirlas. Por algún tiempo soñé con decir lo que vi y lo que sentí cuando despertaba a la vida, en esta mi querida tierra. Mi pretensión más grande al compartir estos relatos, autobiográficos algunos, otras son historias escuchadas o que creí haber escuchado o de plano algunos inventados, no es más que el simple deseo de volver a mis orígenes. Animar a otros a hacer lo mismo, para dejar manifestado que nuestro pueblo es rico en tradiciones, costumbres propias. Aquí presento una muestra de nuestra cultura. El maestro Andrés Henestrosa dice “Quien lee un libro, lee dos. De leer libros me vinieron impulsos de escribirlos.” El gusto por leer lo aprendí de mi Padre. El poder recordar, la memoria es herencia materna. He aquí, con mi osadía de llevar a cabo este proyecto: Escribir un Libro. Cargar en la memoria nuestro origen, tarde o temprano no impulsa a buscar el camino por donde hemos transitado, volver a sentir aquellos primero años de nuestra infancia. Confieso que al escribir estos relatos he vuelto a vivir en La Venta. He tratado en la medida que mi retentiva me ha permitido, ser fiel al lenguaje común de nuestro pueblo. Por tanto escribo de La venta, para los Venteros. Pero si por alguna razón llegase a otras manos; algunas de las expresiones aquí vertidas no son faltas ortográficas, así hablamos en mi pueblo. Hay muchas generaciones antes que la mía, permítaseme el atrevimiento de hablar en nombre de ellas, hacer un alto y decirle a las nuevas generaciones: Así somos en La venta, esto es lo que somos, lo que llevamos. Así somos Los Venteros. Orgullosos de nuestros orígenes Zapotecas. La historia de los Pueblos registra episodios gloriosos de héroes, de grandes batallas, de grandes conquistas, colosales defensas. ¿Y nosotros? La historia en la Venta, se ha escrito todos los días, a diario se lucha con una de las armas más grandes y poderosas: El Trabajo. Y los héroes: Todos. Por tanto de Nosotros los Venteros se seguirán escribiendo historias de todos los días.
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El lodo y mi libertad infantil.
Me gusta ir a jugar a un hermoso lugar llamado: infancia. Los juguetes usados en aquellos tiempos, aun están ahí, un poco empolvados, pero funcionan. Mi activismo lúdico, tuvo una época de mucho movimiento, entre los seis y los diez años. Quiero hablar de mi libertad en la infancia, fui un niño libre, al que no le importó que le dieran ordenes, de todas formas terminaba haciendo lo que me decían y luego lo mío. Tuve una vocación tempranera de amor irracional hacia a mis padres, en ocasiones, bajo las sombras del viejo guamuche y sentado en una piedra, muy a pesar de mis inclinaciones filosóficas a cerca del “por qué los sapos salen de repente cuando hay lluvia”, “ que hace un sapomú en tiempo de seca”, “siempre que las cuches jalan palmas, van a parir”, y otras “disertaciones” a cerca de hormigas y moscas; llegaban a mi mente ideas del abandono en que me quedaría si mis padres me faltaran, era un miedo desmedido, esto hacía que “mis filosofías” pasaran a un segundo plano, para pensar en lo mucho que amaba a mis padres. Y ya ni se diga, cuando alguien moría en el pueblo, la idea de la muerte de mis progenitores se me revelaba más nítida, la mente se proponía también jugar conmigo. He buscado en mi memoria, como cuando se buscan fotografías antiguas en algún baúl antiquísimo, imágenes de mis primeros contactos con este mundo terreno, mi esfuerzo llega hasta la edad de los seis años, hacia atrás, alguna que otra imagen dispersa. Desde esa temprana edad, me gustó ser un vago en el patio de la casa antigua, gran extensión de terreno, en tiempo de agua crecía el monte bastante alto. En dicho monte me hallaba inmerso entre: “maravillas”, “higuerías”, “cola de chucho” y otras malvas que el tiempo borró el nombre de mi cerebro, más si las veo, las reconozco.
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Mi primer hato ganadero consistió en botellas vacías: dos de cerveza corona, una de coca cola y dos botellitas-ampolletas. Las primeras eran mi yunta, la segunda la vaca madre y las terceras, los becerritos. En virtud de haber sido “su primer dolor”, dice mi madre, es decir “el mayor”, empecé jugando solo, esto me ayudó, como en los cuentos de las mil y una noches, a hablar muy bien con los juguetes y los animales. En mi carreta (lata vacía de sardina), por su contenido, se adivinaba el juego del momento, si estaba llena de piedritas, era porque “había ido al cerro a bajar piedras”, llenas de palito seco, “había ido a traer leña”, llena de tierra, “había ido a acarrear tierra” para hacer lodo y construir casas. El lodo, fue fundamental en mi infancia, diría que, no concibo esta etapa de mi vida sin el lodo. Estaba presente en muchas partes: en las paredes de las casas, las lagunas de los patios, caminos llenos de lodo en donde pasaban las carretas, lodazales donde se bañaban los cuches, a la orilla del canal, muchas de las calles del pueblo eran lodo cuando llovía, los surcos de las cañas y las milpas cuando se regaban, cuando “agarraba” agua el río, en la orilla quedaba un lodo fino y en la cara de la chamaquitada se les pintaban barba y bigote, las ladrilleras usaban lodo para hacer ladrillos, lodo en las uñas, en los codos, en las rodillas, en las orejas…como el niño del pantano, vivir en el lodo. Correr por los surcos de maíz, al ir a cuidar zanates en pasochivo, con los huarachitos llenos de lodo, las ruedas de la carreta se impregnaban de lodo, que se iba desprendiendo conforme avanzaban, la sumidera de cascos de vacas y toros en el lodo “chicloso” de la tunita. Al ir conociendo y asociándome con más chamaquitos, jugábamos futbol en los grandes lodazales que dejaba la lluvia, en las resbaladillas de lodo en el río, a las peleas a lodazo. En nosotros se cumplían las palabras bíblicas de que “del polvo vienes y ahí retornaras”, lo nuestro era polvo mojado. Mi libertad me llevaba a correr tras los chuchos, y a su vez que ellos me corrieran, bajar de los árboles, nidos de: chitoguí, zanates, tortolitas. En el patio, con orden o sin ella, recolectar blanquillos de gallinas, cholas, hasta de culebras, no lo supe hasta que me dijeron de que se trataba, luego tuve miedo. Los límites eran hasta donde el miedo me dejara llegar, tales como el panteón. Conocí desde muy temprano la hermosa libertad de ser un simple, sin ataduras, simple como el aire, como la flor de un rato, como los “bibilitos” del río, como "el gulabere", como el piñón, como el zacate paral, como la subaziña, las cañas del dren, como el “chiverío” de tiu Rey Moya, como las vacas criollas de tiu Toño Ordaz, como “cañero” el caballo de tiu Beto Jiménez, tan simples como: Jorge, Adán y Chelís. Por eso cuando un mal pensamiento de soberbia se cruza por mi mente, hay un niño en mi interior que me grita: eres libre…y simple. Así fuiste, así eres y así serás… La biblia tiene razón, somos polvo, somos lodo…y ahí volvemos.
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Mi verdadera educación.
En esa tierra abundaban las Maravillas, plantas de mediana estatura con hojas muy pequeñas... Yo perseguí gallinas debajo de las maravillas...
Mañana vamos a la milpa, dijo mi Padre... Era la época de siembra, en ese tiempo, aun no abundaban los tractores, por lo tanto la preparación de la tierra sé hacia a través de un arado de madera tirado por una yunta de bueyes. Días antes había llovido, la rudeza del viento daba tregua a la gente. Me levantaron a las cuatro treinta de la mañana. Un niño de diez años a esa hora por ningún motivo desea separarse de la cama, sentado al borde de la misma aun con los ojos cerrados se escuchaba la conversación de mis padres: ¡Aún es pequeño, déjalo dormir! Era Mamá; ¡Ya es tiempo que aprenda! Le respondía mi Padre. Y desde fuera, me daba la instrucción final: ¡ Vaaaamonos ¡!!! Eso significaba fin de la conversación, y como consecuencia no había forma de llevarle la contraria, dicho está. Me decía Mamá: - ¡Ya lo oíste! Toma un poco de café pa`que tengas algo caliente en el estomago. – No tengo hambre – le respondí, -De todas formas tómalo, te va a ser faltaY a continuación las instrucciones finales: ¡ no vayas a hacer travesuras! ¡agárrate bien de la carreta! ¡no te acerques mucho a los toros! ¡el sombrero, no te lo quites!¡no te metas mucho al monte, hay culebras! ¡En el morral ya te puse tu tostada aparte, con un pedazo de queso, el fresco es tuyo y el seco de tu Papá...también te puse un platanito, no te lo vayas a comer antes!
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Dejaba la cama aun aturdido por el sueño, caminaba como sonámbulo en busca de mi sombrero, huaraches y un pedazo de liste o palma para atar mis pantalones. Con la sombra de la noche aun salimos con rumbo a Pasochivo, solo alcanzaba a ver la silueta de Mamá, inmóvil, como queriendo prolongar sus cuidados a través de instructivos, (las recomendaciones era el lenguaje, con el te decían los Papás: te quiero, te necesito, te pasa algo y me muero). Enfilados en el camino me acostaba en la carreta mientras Papá comenzaba con sus silbidos a tararear sus canciones, quizá las letras de esas viejas canciones hablaban de temas para mí en ese momento tan extraños: amor, celos, traición, etc., al cabo de poco tiempo nuevamente quedaba completamente dormido. Durante el recorrido, de repente despertaba por algún brinco de la carreta y solía escuchar como un eco lejano; ¡ chiuu ey!! Chiuu gûey!! Vamos, apúrense...cuando van a aprender a caminar rápido hombree, pero eso si a la hora de la comida...ahí están!!! Los Toros eran parte de la familia por tanto mi Padre hablaba con ellos, mas tarde yo aprendería ese lenguaje y llegaría a darles trato de gente. La claridad de la mañana iba quitando las sombras de los cuerpos, a poca distancia del terreno, tomaba conciencia plena de que había amanecido y pronto estaríamos trabajando. ¡Vamos a sembrar sorgo! Comenzó diciendo Papa –con estos pedazos de palma amárrate el pie del Pantalón pa`que no te entre tierra- había comenzado mi primer curso de agricultura. - Yo voy a ir adelante con la yunta mientras tú vienes atrás con la botellaEra una botella de coca-cola que se sujetaba con una vara de medio metro y una tapa agujereada para dejar salir la semilla. El primer surco comenzó a abrirse a mis pies, sentí la suave textura de la tierra y el aroma a tierra mojada, comencé a depositar el sorgo en la abertura que la tierra ponía a mi alcance. El primer surco estaba concluido y pude ver la raya de un extremo a otro por donde momentos antes con paso tambaleante fui intermediario para crear vida, sentía una gran responsabilidad, debo suponer que fue mi primer acto consciente del sentido de la responsabilidad, me sentí al nivel de cualquier hombre, emocionalmente había dejado de ser niño, faltaban muchas más cosas para que llegase la madurez. Los demás surcos que vinieron fueron difíciles, pasé por diversos estados emocionales: cansancio, fastidio, dolor, sueño, enojo, frustración,etc. Desde siempre mi padre ha conocido los tiempos de las cosas: hora de comer, hora de trabajar, hora de jugar, hora de hablar y de callar; aun en esta ocasión al ver mi expresión sombría y enojada me dice – ¿tienes hambre?- solo lo miraba y con movimiento de cabeza dije sí, y me dice – terminamos este pedazo y comemos-. La faena había concluido y yo había sobrevivido, cuando al fin dijo – listo- , busqué desesperadamente la sombra del Guamuche, es el momento del día en que el sol revienta lo que a su paso se interpone, sentía que la cara me estallaba de caliente, me senté bajo ese árbol y me cayó de golpe lo pesado del trabajo, comencé por quitarme las espinas de los pies que a pesar de mis guarachos habían traspasado hasta la piel. El regreso se marcó por el silencio de ambos, todo ardía en nuestro entorno, algunas mariposas pasaban presurosas buscando sombras, a poca distancia pude ver una iguana deslizarse por un paral, no tuve tiempo de emocionarme menos de señalarla, de inmediato se metió en su hueco; a lo lejos escuchaba el canto de una tortolita, los toros avanzaban presurosos pues ahora buscaban el río. Bajamos a la ladrillera para que la yunta tomara agua, de igual forma baje de la carreta con intenciones de meterme en río – te va a ser malo – me dice Papá, no hablo solo me adelanto a los toros y con la copa del sombrero comienzo a beber y a beber....
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Llegamos al pueblo, mis ánimos tomaron nuevos bríos, sí, era el momento de lucirme, llegamos a casa y nos esperaban Mamá y mis hermanos...me sentí héroe...me sentí el Hombre...era el principio de la verdadera educación.
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“La casa del Chiguiligui.” (Chinguiili.)
Habíamos estado bañando en el canal durante toda la tarde, a esa hora solo alcanzábamos a ver la siluetas en el agua, pese a que nuestros ojos rojos y los dedos apozolados era señal inequívoca de que "la bañada" había terminado, era tanta la "bulla" que no era posible dejar el juego. En casa nos habían recomendado, advertido, aconsejado y hasta amenazado: - Antes que entre la oración te quiero aquí en la casa, ¿oíste...? - Si...má...no vamo a tardá- Acuérdate que por el rumbo del canal, a esa hora sale a espantar un chamaquito que dicen que se ahogó hace mucho- Siempre me dices esas " guicheras"...es puro chisme- De todas maneras, te entra la noche y a cintoronazos te va a ir a sacá del agua tu papáQuizá hubiésemos seguido en el agua, pero solo bastó que un chamaquito gritara que había escuchado en medio del tule el "chillido" de una víbora sorda para que todos saliéramos como cuando bajaban las vacas a beber agua al río. El miedo se nos metió entre el cuerpo "ballusco" y la ropa "chipa", éramos cinco que caminábamos cerca-cerca por aquello que mi amá me había contado. En eso vamos cuando de repente y de la nada empezamos a escuchar "la risadera" de un nunito, nuestros pies se detuvieron casi a la par del corazón, comenzamos a ver de dónde provenía aquella risa loca. Al final del campo de los venados divisamos una casita de lodo que tenía la ventana abierta con una linterna encendida. Tenía que ser de esa casa de donde nos llegara la risa del chamaquito, así que ya sea por miedo o porque no nos quedaba de otra, ya que a fuerza pasaríamos por ese lado, nos fuimos acercando poco a poco hasta quedar a diez metros de la ventana.
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A esas alturas ya solo respirábamos, nadie se atrevía a dar el siguiente paso, ya no teníamos palabras solo monosílabos, se nos había olvidado hasta el nombre de cada uno, sin darme tiempo de nada me empujaron de tal forma que casi me hicieron llegar a la ventana, ellos en cambio se alejaron lo mas que pudieron, así que no me quedó de otra que “torear al toro”, como pude me colgué de la varillas hasta dejarme completamente claro el panorama…y lo que vi me hizo saltar de inmediato y correr como “guichita” hasta mi casa, a la vez que les gritaba a los otros – es el muertito…es él, el hogado- y todos “ pata pa´que te quiero”… ¿Que fue? ¿ que viste? ¿era el muertito…? Y yo tirado en el suelo, risa y risa…casi igual que la del nunito. - Ya nos espantaste guicha, que fue lo que visteeee…Nada…nada…solo era un nunito que le estaban haciendo chiguiligui…por eso no paraba la risa. Y todos comenzamos a reír…como si nos estuvieran haciendo chiguiligui. ____________ Lo curioso es que después ya nadie vio esa casa…a lo mejor si era el muertito en “la casa del chiguiligui.” ____________ Chiguiligui: proviene del zapoteco chinguiili que significa cosquillas.
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Mis huarachos.
- Ya es tiempo de cambiar tus huarachos, mañana te llevo a Juchitán- me dijo mi madre. - ¿Voy a ir...? Siempre me dices lo mismo, luego ni me llevas, solo agarras un pedazo de liste y sacas la medida de mis pies...solo eso llevas.- Ahora si...ya es hora de que conozcas. Al fin conocería Juchitán, en aquel tiempo mi mundo solo estaba conformado por La Venta y más o menos diez kilómetros a la redonda: Ingenio y Unión. Al Ingenio me llevaban al Seguro por enfermedad y a Unión a que me santiguara la viuda Sótera, fuera de eso, nada. Ese día previo al viaje, andaba de los mas obediente, decía mi Nana - pero seda anda ese chamaquito...de seguro tiene lumbríz...¿ no se estará haciendo guichita? - Es que mañana voy a Juchitán a comprar mis huarachos- ¿Y por eso tas alegre? Ni que fueras a Puerto o a Mina. - No conozco Juchitán, Nana, solo sé de lo que me cuenta mi amá...y dice que está muy bonito.Esa noche, previo al viaje, el insomnio se apoderó de mí persona y en los ratos que dormía, soñaba que caminaba en unas calles llenas de dulce de coco...hasta los chuchos olían a coco. Desperté a la par que lo gallos, en medio del claro-oscuro de la mañana caminé hacia el río con un poco de temblor de que me fuera a salir la cuchibruja, pero era más grande mi emoción que cualquier espanto. Al llegar al rio ya había aclarado, la corriente de agua cristalina se veía más intensa, algunos "bibilitos" jugueteaban aún cerca de la orilla, saqué mi jabón roma y el "gabazo" de bejuco de campanilla y como Dios me trajo al mundo ¡¡¡ al agua !!!, así bañábamos toda la "chamaquitada", desnudos.
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Así andaría de contento que comencé a platicar con los pececitos - no se espanten chunquitos, hoy no traje mi botella de sidra, no vine a pescarlos, solo me baño y me pelo a Juchitán - y me reía solo-solo, y si, razón tenía mi Nana, parecía "guichita". Poco fue lo que vi en el viaje para lo que contaría después... Salí del río oliendo a jabón roma, divise una carreta que se dirigía hacia el rumbo de mi casa, tomé la sabia decisión de subirme, así protegería mis pies del polvo del camino y de paso me aseguraba de que al ser inspeccionado por mi madre aprobara mi aspecto. De todas formas no le pareció mi trabajo de limpieza corporal - ¿Y atrás de las orejas, no te “refegaste”? - Si me “refegué”, hasta mero con arena me pase la mano ahí… - Mira…¿y esto qué es? Hasta papallaste tienes la mugre ahí tras de l´oreja. Agarra esa jicarita de morro, llénala con agua y te me pones a limpiarte las orejas, no vas a andá entre la gente así. - Sí, má. En otro momento le habría discutido a mi madre, pero hoy no era oportuno, mi viaje pendía de un hilo, y muy delgado por cierto. Para situaciones especiales, mi madre, siempre sacaba una botellita llena de aceite de almendra. - Ponte esto en la cabeza, pa´que no se te pare el pelo. - P´al puro copete, porque lo demás, aunque le ponga aceite, siempre se para. - Tú póntelo… - Sí, má. Listo. De la casa a la parada del camión, distaban escasos cien metros, en ese tramo, se me acercaron dos chuchos a los que solía acariciar de vez en cuando, hoy, ni cerca, por más que meneaban la cola y se me quería untar, yo me alejaba. - Chuchos, váyanse pa´llá, me van a manchá, voy a Juchitán. - Te guelves a llená de lodo y aquí te quedas. Y que diablo le tienes que “tar” diciendo a medio mundo a onde vas pues. - Solo se lo digo a los chuchos pa´que no me manchen con sus patotas. - Y crees que los chuchos te entienden. Apúrate, déjate de guicheras. - Sí, má. Parados en la parada. En la esquina de la casa de tia Fausta, desde ahí se divisaba el bulto verde con franja blanca, hacia su aparición el carro teco por el rumbo de Mando Pandita. - Ahí viene el teco. Te subes primero, a esta hora viene llenísimo. No te sueltes de mi vestido. No te vayas a perdé dentro del carro…o te vayan a pachurrá. - Sí, má. Encaramados en el pasillo del autobús, salimos con rumbo a Juchitán, a mi encuentro con un nuevo mundo. Una vez que el camión “agarró” la panamericana, sentí una sensación de seguridad, ya estaba arriba…a menos que se ponchara y nos quedáramos en medio camino, pero no, Dios sabía mi necesidad de conocer Juchitán, no permitiría que esto llegara a suceder. - Má, ahí viene un señor cobrando… - Ese no es señor, es “Abrán de la Julia”, es cobrador, pero tú no vas a pagar… - Su pasaje señores… - Aquí´stá…cobrate. - ¿Y el pasaje del niño…? - Este ta muy biuchi todavía. No paga.
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Como no señora, si paga medio. ¿Medio? ¿Medio que…? Mira Abrán, deja de estar jodiendo y pásate de largo, este es un “chiguitiu” todavía, no paga. - Si paga medio pasaje, ya está grandecito. - Me vas a enseñá tú, a yo, que soy su madre, que yo lo parí, este un biuchito y no paga. Con razón ese Lino Chirri se está haciendo rico, a costilla de toda esta chamaquitada. Y de seguro el mismo camino llevas tú, pero deja que yo vea a la Julia, le voy a decí que clase de marido tiene. - Bueno, bueno…señora. No es para que se ponga así. El niño no paga. Ta bien, yo solo cumplo ordenes, soy trabajador, ahí le digo después a Lino. - Dile, y tú crees que le vamos a tener miedo a ese panzón. Tres como él que se lo digo en su cara. Al menos la ida sería gratis, lo cual auguraba un buen viaje. Aun de pie, lograba ver el panorama que se presentaba a mi vista, los árboles parecían correr en sentido contrario. Los cerros del ojo de agua parecían imponentes muros, lo que desde el pueblo se veía azul, ahora, al pasar cerca de aquellas altas montañas, se tornaba en un tono verdoso. Al pasar por el cerro de la llovizna, realmente esperaba que lloviera, no llovió, pero fue como subirme a un columpio y lanzarme por el aire. En La Ventosa, subieron y bajaron más gentes. Seguimos el camino, se veían potreros y más potreros, con infinidad de vacas coloradas. Cuando al fin tuve a mi vista aquel enorme caserío, me di cuenta que mi apá tenía razón cuando me dijo que en Juchitán me perdería. Desde que entramos divisé aquel mundo de mujeres recias vendiendo, y expresiones de júbilo al anunciar su mercancía - Agua de tamarindo. - Guetabingui. - Tamal de elote. Quesadilla de arroz. - Huevo de tortuga. Ven aquí…papá. - Totopo güero… - Mira qué bonito camarón, papá…ven. - Horchata de arroz. Si al entrar a la ciudad, aquella romería me había parecido fascinante, llegar al mercado fue una catarsis de emoción. Coches, carretones, autobuses, bicicletas, carretillas. Me quedé ensimismado viendo los canastos llenos de tortitas de coco, nueganos, xiñacoco, nanches, curados, empanaditas de leche. Más hermoso que el sueño. - Má, cuando sea más grande quiero viví en Juchitán. Aquí “taría” todo el día comiendo dulce. Quiero sé teco. - Ahh pobre, ciego que nunca ha visto medio mundo se le parece. Solo en la fiesta de noviembre, en La Venta, había visto a tantas mujeres con sus trajes multicolores, pero, hoy aquí, parecía un mariposario, mujeres de rostro duro y mirada de esperanza, enfundadas en sus trajes regionales y una palangana en la cabeza. Acostumbrado a ver solo casas de lodo, de palma y una que otra de material, se presentaba ante mí aquel edificio gigantesco que me dejó boquiabierto. - Este es el palacio. - Y ahí vive algún rey, má. - Pues…casi, esos políticos viven como reyes. Es la oficina del presidente. Vamos pa´rriba, en el segundo piso venden huarachos. - Si, má.
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Subimos, por un pasillo muy estrecho se apreciaba, por un lado infinidad de ropa colgada y por otro, vitrinas llenas de cosas de oro. Y el griterío de las vendedoras. De repente sentí que unos brazos morenos y enormes me sujetaban del hombro. - Ven pa´cá xha papá, ¿que buscas? Pantaloncito, camisita, trusitas. - Suéltame, a comprá huaracho vine yo. - Más adelante tengo otro puesto de huarachos, vamos… - Maa.. - Usted es la mamá del niño, pues…yo vendo huarachos, vengan. Fiel a su costumbre mi madre metió mano en su bolsa y sacó el mecatito para medir los huarachos. - ¿No me lo guá midí, má? - Hay, tras que aquí tás. Ora mídetelo. Bajamos a los puestos de comida, me impresionó “el iguanero” que estaba en el piso, también había engupi. Mi madre hizo sus compras para llevar, por cada tipo de dulce que compraba, recibía un buen pedazo, aquello era la gloria. Ya para enfilarnos a la parada de los tecos, nos tomamos un vaso de horchata de coco. Dulces y horchata se hicieron uno en mi panza. De nueva cuenta no encontramos asientos, así que parados. El camión olía a fruta madura, a flor de coyol y sudor. La desgracia empezó ya de vuelta, pasando la gasera, mi estomago empezó a agitarse, empecé a sentirme como cansado, patente oía que mi estomago hacía “rrrrrrrr”, mi mirada se perdía en el vacío, los árboles pasaban hacia atrás más rápido, pensé “ Diosito que no me vayá a agarrá aquí”. Llegando a La Ventosa, comencé a sudar, claramente sentía el impulso de abrir la boca y expulsar a aquellos “demonios” que se zangoloteaban en mi panza. Si en la venida sentí una grata sensación al pasar por el columpio del cerro de la llovizna, ahora estaba aterrorizado, “hasta aquí guá llegá.” El vértigo se hizo más patente, ahora solo necesita un pequeño impulso y todo quedaba dicho. Mi madre se dio cuenta de mi palidez, de mi excesivo sudor, de mi mirada perdida. - ¿Qué tienes tú…? - No sé. Tengo basca. Creo que quiero “revesá”. - Aguántate los diablo, ya estamos en Ojo de Agua, falta poquito. - Noo..puedo. Creo que ataque me quiere dá. - Te dio insulto, por todo lo que tragaste. Ya estamos por la ETA, ya llegamos. A estas alturas, mis ojos lagrimaban, los oídos me zumbaban, la panza revuelta. Había un impulso superior a mis fuerzas que recorría desde la panza, pasando por la tráquea hasta llegar a la boca. Si hablaba aquello sería el caos, jalé del brazo a mi madre y a través de señas le hice ver que aquello era inevitable, o me bajaba o ahí se desataba el infierno. - Bajan chofer.. Una cuadra antes de llegar a nuestra parada, salté, mis pies todavía estaban en el aire, como cuando te avientan agua en la espalda para “ramearte”, así fue la hecatombe, todo voló por los aires. Como no voltee a ver a nadie, no tuve vergüenza, vergüenza mi madre que le habrán cuestionado “¿Qué tanto le diste a ese pobre chamaquito.? Por un buen rato estuve sentado detrás de la casa de mi tiu Juve. Un chamaquito que venía de cuidar chivas me dice - ¿te pegaron? Le respondí “mejor me hubieran pegado.” En casa, mi hermanitos ya me esperaban para que les platicara mi hazaña.
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- Tengo gana de recostarme en el catre. Después les platico. Busqué mis huarachos nuevos, los abracé y me fui a acostar en un catre viejo que teníamos bajo un palo de tamarindo. Y dije para mis adentros… “pero ya conozco Juchitán.”
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Sembrando el maíz.
Hubo un tiempo en que en pasochivo se sembraba maíz usando el arado, no había la costumbre de preparar la tierra con tractores, es más, creo que no los encontrabas en La Venta. Aquel día era la yunta que jalaba el arado de madera y mi padre dirigía esa procesión abriendo la tierra fresca yo le seguía con un morralito lleno de granos de maíz, la mano izquierda en el morral y la derecha con el puño lleno de la semilla que iba depositando una a una en aquellos surcos recién abiertos que olían a humedad, a madera, a café, a chicozapote y hasta canela, una vez que la semilla descansaba en el fondo, con el pie derecho la cubría de tierra, así surco por surco, ir y venir, pa´rriba y pa´bajo, nos deteníamos solo para beber agua en una “cantarilla” de barro negro o en un “lipo”. - ¿y a qui´hora comemos, pá?- le preguntaba Él hacía como que no me oía bien - ¿Qué a qui´hora nos vemos?...pues no mas que me voltee.Ya no era necesario seguirle cuestionando, aún no era hora. Después de veinte surcos, el sol quemaba, mi madre sabedora de los tiempos me había puesto un paliacate rojo en la cabeza bajo del sombrerito de palma. - No voy a ponerme ese pañote, má…- Póntelo shunco, al ratito va a agarrar lumbre tu cabeza- No, parezco guichita así…- Mejor que parezcas…y no que el sol te vuelva guicha, acuérdate del chamaquito de allá abajo, quedó guicha por el sol…todos los días camina por el bordo del canal hablando guicherías.- Ese solo se hace guicha pa´no ir a la escuelaCuando sentía que verdaderamente se quemaba mi cabeza por el solazo que pegaba, me ponía a remojar mi paliacate para ponérmelo en la cara, la yunta no paraba, así que la
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distancia entre el arado y yo se acrecentaba, para poderlos alcanzar ya no solo caminaba, corría…el maíz ya no caía entre los surcos, es más, ya no caía. Días después que ya nacía la milpita, mi padre me decía: - he visto algunas partes como que no nació el maíz, se lo han de haber comido los zanates.Nos pasábamos horas interminables vigilando la parcela para que los zanates no fueran a arrancase las milpitas. En el terreno habían dos grandes árboles: un huamuche y un guanacasle, del primero me servía de su sombra y del segundo de sus ramas. Bajo la sombra del huamuche contemplaba el horizonte lleno de cerros, me hacía a la idea de andar de cerro en cerro montado en un caballo rojo y poder ver el otro lado de las montañas, esa siempre fue mi curiosidad: que había allende los cerros gigantones; se lo había preguntado a mi tata y me dijo: - ¡ mas monte, eso hay…!- se lo pregunté a Mamaneche y me dijo – ahí tan las cuevas donde vivían los rebeldes, en el tiempo en que vivía tu tata Puli- , se lo pregunté a mi padre y me respondió – ahí..nomás tras lomita, ahí´stá el porvenir, luego San Miguel, las Conchas…- un chamaquito en la escuela me contó que de allá bajaban “las chucharrabia” cuando comían “chilío”, y que también de ahí bajaban por el mes de mayo los guichitas que andaban por el pueblo. * Y hoy digo…¿ por qué no le pregunté a Dios? Sé lo que me habría dicho: - hay vida…m´hijo, hay vida.* Creo que ya pocos…o nadie siembra maíz en pasochivo, me han dicho que ahora siembran fierros. Ojala que no se acaben nuestros huamuches, huanacasles, gulaberes, chapernas, granadillos, palo mulatos, acacias, piñones, huachanalás, pochotes, huele noche (lo que nos servía para la rama), guayacanes, maravillas, lambimbos, anonas, el nanchal del pie del cerro y muchos otros árboles que amamos en la infancia. Evoco algo de la letra de aquella hermosa canción de Roberto Carlos: * “Yo quisiera no ver tanto verde en la tierra muriendo y en las aguas del río los peces desapareciendo… Yo no estoy contra el progreso si existiera un buen consenso… errores no corrigen otros eso es lo que pienso…”
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POLITO
Y nadie más ocupó su lugar en mi vida....
Polito fue hijo de la Vera, una perra muy bonita que tenia tiu Pancho. Decía Tia Jacinta: - Ya está cargada esa chucha, cuando para les voy a regalar un chuchito-. Polito llenó mi corazón de alegría, era juguetón inteligente, muy noble. Tanto lo quisimos que formaba parte de la familia. Su pelo negro brillante contrastaba con una mancha blanca, hocico alargado, ojos rasgados. Había complicidad en su mirada, me seguía a todas partes. Pienso que Polito también se sentía niño pues le gustaba salir conmigo por las tardes a jugar con toda la “chamaquitada”, a todos les gustaba que saliera, siempre lo cuidaban de los otros chuchos, porque; sí me daba cuenta que a lo lejos no faltaba uno que otro perro observando a Polito para que al primer descuido se le fuera encima, no faltó el día en que uno de esos chuchos en forma repentina se lanzó sobre mi amigo, su primer ladrido dirigido a intimidar fue acallado por la andanada de garrotazos y piedras que le llovían –¡Van a revolcar a Polito ¡ -¡ Le están pegando a Polito ¡ ¡Paren, paren la pelota, es Polito! Momentáneamente el juego se suspendía, - vamos pa`la casa – mientras nosotros íbamos rumbo a la casa, tres niños estaban persiguiendo piedra en mano al perro sarnoso rumbo al canal, hasta que se metía en un terreno lleno de monte, lleno de cola de Chucho. En ese tiempo mi Papá, con el dinero que le dieron de la Caña compró seis vacas cargadas: La Cantinera, La Chaparrita, la Carta Blanca, La Mariguana, La Amapola y la Metralleta. Desde ese momento (previo entrenamiento) Mayo y Yo, fuimos oficialmente pastores.
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Esos primeros días del pastoreo Polito nos acompañaba a sol y sombra. -De mientras, las vacas van a ir mancornadas, asi en vez de seis, cuidan tres- ¡No por andar abriendo la boca van a dejar que se metan en la milpa de la gente¡¡llévense a Polito ¡–. - Les traje sus guarachos de Juchitán - decía Mamá - Primero amárrense un paño en la cabeza, por el sol, dicen que un chamaquito quedo guicha por tanto sol, no les vaya a pasar lo mismo - Y tú Mayo, cuidadito, tú eres más atrabancado, obedece a tu hermanito - Yo no sé pa`que llevan a ese chucho, de estorbo nomás - No es chucho Amá , es Polito - Les puse una coca en el morral, cuando lleguen la meten en el lodo pa´que no se calienteLos bueyes jalaban la carreta por delante, detrás desfilábamos como en procesión religiosa. A los tres pares de vacas les seguíamos Mayo, Polito y Yo. Atravesamos toda La Venta, cada cuadra que pasábamos se sentía en embate de los perros que querían atacar a Polito, - déjalos, que se acerquen – decía Mayo con un machete medio afilado en una mano, con la otra se sujetaba un pantalón atrevido ( de dos colores) que se le venía cayendo por que le quedaba guango (se lo había traído Mamaneche de Puerto, de los que le daban sus patrones a mi tía Toña) – Nomás que le hagan algo, les mocho el pescuezo - . Mientras Mayo venía con el machete en lo alto, como estatua de la libertad, yo sujetaba a Polito para que se pegara a mis pies y vigilaba a las vacas porque me di cuenta que con todos los ladridos se habían puesto nerviosas y comenzaban a ariscarse -Vaca, vaca hoo- Mariguana, cantineraaaaa- y le soltaba con toda la fuerza de la mano derecha una piedra que el daba en el cacho, y santo remedio. En el primer puente doblábamos hacia la derecha, por ahí comenzaban los cañales, - aunque sea una hectárea, pero procura sembrar caña, por el seguro- decían los ejidatarios, se distinguía inmediatamente la parcela de tiu Metodio, era caña plantilla, largas varas con hojas verde oscuro y en lo alto ondeaban espigas doradas cual si fuera un ejército romano, subiendo al bordo del Canalito te llegaba el olor mezclado de plantas silvestres: diente de león, la flor del abrojo, huelinoche, huizache, zacáte paral, zacatón, la flor de coyol, la panelita, flor de un rato, papaya orejona y la miel pegajosa de algunas varas de caña. El sereno de la noche había dejado el monte empapado de agua -Quítate los huarachos, Mayo, te va a regañar Mamá, ¡están nuevecitos.¡-Si no me los he puesto, los metí en el morral – Polito venía marcando el paso entre toda la malva, de repente se le metía el diablo y empezaba a perseguir a la cantinera que venía mancornada con la chaparrita, pero inmediatamente desistía ya que era recibido por una andanada de patadas. - Van a cuidar que no se metan a la caña-Que coman por toda la orilla-Aquí los dejo, voy al terreno de allá abajo a limpiar regadera – -No jueguen con espina de escanal tiene mucha hormiga – -Si Apá... Y seguía mi Padre su paso presuroso con su carreta, así empezó a confiar en nosotros. Así fueron muchos días, en vacaciones era desde temprano hasta la tarde, de Lunes a Domingo, y en días de escuela o a veces algún día de fiesta llevábamos las vacas al Salado, pero Polito estaba siempre a mi lado.
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El día en que murió Polito, amaneció con un suave silencio, era sábado, lo recuerdo por que la Iglesia de Tiu Beto Enrique, había invitado a toda La Venta a ver una Película: La vida de Jesús. Curiosamente ese día amaneció sin viento, ya llevaba muchos días con un ventarrón, estaba muy motivado pensando en la noche, en la película, mientras tanto había que trabajar. A cuidar vaca. Con mi amigo recorría todo el bordo del canal, jugábamos y bañábamos en el segundo puente. Cuando me ponía masticar caña, a mi perro le hacia sus cigarritos, juntos viéndonos a los ojos, se nos derramaba la miel por toda la cara. A la hora del almuerzo, llegaba corriendo, nos sentábamos los tres, abríamos el morral que contenía: haciendo un cóncavo en el centro cuatro totopos, en medio un pedazo de queso, y ocasionalmente rebanadas de plátano frito como postre. Perseguía a las vacas cuando era requerido. Me jalaba del pie del pantalón para llevarme a jugar en los cañales. O salpicarnos agua en medio de las pozas de las regaderas. * -¡¡ Tito, Titooo, veeen...!!! Apurateeee.... gritaba Mayo al cruzar la tranca del terreno. - Que fue? -Mató el carro a Polito ¡¡¡ -¡¡¡ Nooo!!! ¿Cómo? ¿A qué hora? Sentí como una espina de mezquite atravesaba mi garganta. -Orita, manito, ahistá tirado en la carretera¡¡¡ Corrí...alcancé a ver al carro teco que desaparecía por la curva de Tiu Chente Fuentes, estábamos en el segundo puente. El cuerpo estaba en medio de la carretera, aun con los ojos abiertos, llegué hasta él, lo tomé en mis brazos y lo llevé a la orilla del camino. Le di la espalda a Mayo no quería que me viera llorar, comencé a hablarle como si aun viviera – Que hacías ahí Polito. No te dije que no anduvieras por la carretera? - Si ya íbamos a comer. Mi Polito, no te puedes morir... - Mira nomás como quedasteLo abrazaba y sacudía, como infundiéndole calor, para volverlo. Y grité con todas mi fuerzas ¡¡¡¡ Pinche carro Teco....¡¡¡¡¡¡ ¡¡¡Mataste a POLITOOO ¡¡¡ ----Y Ahora....que le vamos a decir a Papá...¡¡¡
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Y los rebeldes… ¿estaban guidxas?
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¡ A tu Abuelo Marcelino, lo mataron cuando tu Papá estaba chiquito!
Un día te voy a llevar a Santiago para que conozcas la tumba de tu Abuelo, me decía mi Mamaneche, y si me cumplió. En aquellos dias llegar para llegar a Santiago había que caminar desde la carretera principal hasta el pueblo – vamos a llegar con Nana Giña, saludas a todos -¿ Y cómo murió mi abuelo Maneche? – - ¡ Lo mataron, m`hijo, junto con su hermano Cenorino y tiu Don !, ese día en casa de Nana Giña, velamos a tres.Hoy, Maneche tiene noventa y tantos años, es fuerte como el guayacán, como la piedra del cerro, como los nortes de invierno. La imagen que tengo de ella, es que siempre la veo caminando, atravesando veredas, pasando el río, el canal, por los cerros. Es caminante. - Aunque era una chamaquita- me dice - me acuerdo bien como vivíamos en La Venta. Las calles eran angostos caminos, por aquí pasaba la gente que venía en carretas desde Oaxaca con rumbo a Chiapas. Eran tiempos de los rebeldes, en el pueblo muchos se hicieron rebeldes. Cuando llegaban a tu casa tenias que darles comida o si no te amenazaban de muerte. Cuando el gobierno los perseguía se iban a esconder en el cerro, ahí donde dicen que vive el diablo. Alrededor de alguna Hacienda la mayoría vivíamos en casas de palma. Todos nos conocíamos, ahora, algunos no conocen ni a los de su propia casa. Me contaban que la cosa en Juchitán se puso más fea. Ahí los rebeldes pasaban por las casas, robando, violando y matando. Al amanecer siempre encontraban a un teco muerto, colgado de algún sauce llorón. -¿Y por que eran así? - ¿Así como? - Así, rebeldes pues.
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-Contaban que después de la bola, de la revolución, los que ocuparon el gobierno salieron igual o peor que los anteriores. Puro trácala. No supieron o no quisieron repartir bien las tierras. Y además ahí en Juchitán siempre andan peleando. No digo que fuera malo por lo que peleaban, pero todo lo que hacían no eran cosas de cristianos. - ¿Y en La Venta, por qué peleaban los rebeldes? – - A lo mejor, muchos ya estaban cansados de ser pobres y querían morir. - Vi en un libro, que el istmo no siempre fue Oaxaca, que antes éramos otro estado. - No sé de libros. Lo que te platico es lo que me contaba tu tata Puli. Llegamos a Santiago. Entramos a un patio grande y sombrío. Ha de ser porque lo inmensos árboles de mango y tamarindo sirven de enramada, no dejan pasar un solo rayo de sol. Algunas gallinas han salido revoloteando al vernos pasar. Al momento se aquietan y siguen rascando la tierra. Al fondo se ve una casa de una sola pieza. - Shuuu, gente…onde andan? De la misma oscuridad de la casa, sale una viejita encorvada, de “nosecuantos” años, viene buscando de donde provienen las voces. -Uhh, pasen por aquí, a la sombra. Pero…mero quien son…pues -Soy Inés. - Ah, tú es que eres. ¿Y este bultito? -Es el hijo más grande de Lejandro. Es el mayor. -Ven pa´ca, mhijo. Ya no veo de muy lejos. Estoy como a un metro de distancia. Me acerco. Ha comenzado a pasarme la mano por toda la cara, como si en los dedos tuviera ojos. - Es igualito que el papá. Y tu papá se parece mucho a tu tata Marcelino. Entren… La casa es más sombría que el patio. En el centro, una hamaca cuelga, en ella se vislumbra la forma permanente de algún cuerpo humano. Al fondo en una mesa de santo y a punto de extinguirse una veladora arde, como perpetuando su brillo. Un cuadro roído por los años o por las sombras encierra la figura de un San Martín montado en un caballo, envalentonado por su investidura clava la lanza en el pecho de algún pecador que llora como una Magdalena. - Anda a jugá con tu primito. Ta bañando en la pila de agua. Allá por donde están las cuches. Tardo más salir al patio, que en lo que estoy de vuelta. Llego con el corazón a punto de reventar. -Vámonos Maneche. - Le digo, acercándome a su oído. - Si todavía vamos a ir al panteón. ¿Que pasó? - Ese chamaquito tá guidxa. Maneche vámonos de aquí. Nana Giña advierte que algo sucede. Y creyendo adivinar, Comenta. - Ha de estar cansado por el sol. Recuéstate un rato en la hamaca, papá. - Recuéstate un rato.-No Maneche. También el santote que está ahí, ya me dio miedo. En el panteón encontramos al fin la tumba. Por el monte que la cubre apenas se ve el nombre. - Esta es la del finado Marci. Tu abuelo. Ponle estas flores, para ya que volvamos. - Mejor vámonos derecho pa La Venta. -¿Por qué? Tanto que estuviste molestando para venir.
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-Ya te dije que ese Chamaquito está guidxa. - Pero si es tu primo. Y no está guidxita. Está un poco enfermito, eso es todo. - De todas maneras, ta guichita. Si vieras a la hora que salí, estaba bañando por onde estaban las cuches. No me di cuenta hasta que estuve bien cerca y me tenía agarrado de un brazo, le vi los ojos, eran como de guidxa. Empezó a gritar como cuando matan a los cuches. Le salía baba de la boca. Y me dijo -¡¡¡ ráscame el lomo, o te pego!!! - Tu Nana Giña, quiere que nos quedemos a dormir. - No. Yo me voy. Y no vuelvo a venir hasta que se me pase el miedo. O sea grande. A Nana Giña de todas formas no le afectó que saliéramos el mismo día, pues ya estaba creída que teníamos mucho tiempo en Santiago. Me llenó de muchas bendiciones. - Saluda a tu Papá. Dile que pal otro año te traiga. Pa que juegues con tu primito. - Si. Como no…(pensé). -Maneche. ¿Y por qué la gente se convierte en Guidxa? -Algunos así nacieron. Otros la misma gente los vuelve así. De último están los que se hacen guidxa, engañan a los demás. Son estos últimos de los que debes tener más cuidado, son los peligrosos. -¿Entonces a los rebeldes, los hicieron guidxas? -Pues sí, cuando te quitan todo lo que tienes, cuando te engañan. Así te vuelven. - ¿Entonces, yo puedo quedar guidxa? - Si, si no te apuras, con este solazo, hasta guidxa puedes quedar. Camina rápido. ¡¡¡Eso es que está!!!. Dijo al final. Y seguimos caminando.
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La Búfalo Negra.
- Hoy me dijo, que si no le compras la bicicleta, ya no cuidara vacas.-
Había esperado toda la mañana, conforme llegaba la hora, mi corazón acelerado no me permitía estar quieto. Cerca de las cuatro de la tarde comenzó la catarsis, con cada sonido de camión salía corriendo hacia la carretera, para comprobar desalentado que no era el carro Teco. - si sale algo de utilidad de la caña , te voy a comprar una bicicleta- frase que se grabó en mi mente desde ese momento. Me veía recorriendo las calles del pueblo, desde que canta el gallo hasta entrada la oración, llegar hasta pasochivo, y ya encarrerado me pasaría a los cerros del Porvenir. Soñaba con mi bici recostado del otro lado del río, en el arenero, entre gritos de niños y mujeres que llegaban a bañarse. - Debes practicar pa cuando llegue- ¿Y si no alcanzas el pedal? , porque tu papá dijo que va a comprar una grande-¿Y qué? Aunque no alcance, algún día voy a crecer! Al cabo de las cinco de la tarde, mi esperanza se desvanecía, de los niños que se habían enterado que ese día llegaría mi bicicleta, llegaron puntualmente a hacerme compañía, una hora después solo quedamos Baldemar, Mayo y Yo; el primero porque vivía enfrente, el segundo porque era mi hermano ( pa donde va si ahí vive). - Voy a esperar este camión de las cinco, si no, pues ya no vino - Y que tal si le robaron la bici-Y si se emborrachó? – - A lo mejor se descompuso el camión -De seguro no encuentra un color bonito – - A un chamaquito de allá bajo, la Bicla le llegó en un carrote de mueblería-Mejor hubieras ido con tu papá-
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-No quiso, dijo que me iba a perder en Juchitán-. En eso siento una inmensa sed, ya por la resequedad del viento ya por desilusión. – Orita vengo, voy tomar agua a la tinajaMi Madre me ve entrar - y tú, que tienes – -¡Nada! – -Nada? Mira la cara, ¿lloraste? ¿O qué? – -No, es por el norte, se me metió una basura – -Ha de ser por la bendita bicicleta, no va a tardar en que llegue tu papá, los infierno, mira, agarra un pedazo de sandía -¡¡¡No quiero...!!! Entro presuroso a la cocina buscando la tinaja para beber agua, al llevarme la jícara a la boca se me desparrama el liquido sobre la camiseta al punto que no aguanto más y comienzo a sollozar, no bien ha comenzado a rodar la primera lagrima cuando desde fuera se escucha un grito -¡ Ahí viene!!! ¡¡¡Ahí viene!!! --¡¡¡es una negra!!! Sí, una bicicleta negra marca Búfalo. Rápidamente me tragué la única lágrima y salí corriendo, en mi loca carrera me enredé en una hamaca que estaba en el corredor, mientras más esforzaba por zafarme más bolas me hacía. ¡¡¡Mi bici!!! – Ta chula apáComencé a palpar cada uno de los accesorios, a oler la pintura nueva, el plástico aún cubría algunas de sus partes. - ¿Y onde andabas? - era la voz de Mamá cuestionando a Papá – Me vine en el carro del´Ingenio -¿Y todo el día pa comprar una bicicleta?-Ah, mujer, mujer...si no es comprar por comprar- ¿Y el disco que te dije que me compraras?, ¿es este? A ver, ponlo. Comienza a sonar una consola rojiza, la aguja raspa el disco negro de treinta y tres. -Para, para...pero...esa no es la canción que te pedí...te dije: “ una lagrima y un recuerdo y esa dice cuatro lagrimas--Está bien hombree, es lo mismo- decía mi padre de manera conciliadora - Son tres lagrimas mas...Siguieron su polémica, mientras a la Búfalo Negra le pasaba un trapo mojado para sacarle el polvo del camino. -Y ahora como la vas a andar, ta muy grande, no alcanzas-¿ Y qué? Voy a aprender algún día, y mientras la voy a andar empujando-. La noche llegaba, el viento incesante e impetuoso se metía por entre los agujeros de casas y las ramas de árboles. Las plantas desde que van naciendo en esta tierra se van doblando a modo del aire. Desde su llegaba no me había despegado de la Búfalo. Baldemar y Mayo habían tratado de sujetarla para que subiera y empezara a manejar, todo fue en vano, no alcancé a pedalear. - A cenar – nos gritaba Mamá, llamado que era atendido de manera puntual, ya que el menor atraso implicaba quedar fuera del festín. La cocina con sus paredes de lodo y techo de tejas rojizas, era nuestro refugio para las tardes frías de mucho viento. Una batea vieja de madera, era usada con doble propósito: lavar ropa en el río y como nuestro comedor, nos sentábamos a su alrededor tratando de encontrar un hoyo que tenia para meter lo pies. La cena consistía en una taza de café, un plato en donde nos servía un
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pedazo de queso , cinco camarones secos, dos o tres memelas hechas a mano en el horno de barro y cuando era época festiva alcanzaba para un tamal o un pedazo de quesadilla de arroz. – No vayan a andar tocando mi bicicleta- sentencié a mis hermanos. Al acostarme, metí la búfalo y la coloqué al lado de mi cama - y ahora tú- me dice Mamá – que diablo te pasa, tas guicha o ¿qué?, me sacas esa bicicleta del cuarto inmediatamente, no estás viendo que ya no dan ni ustedes en este pedacito- - llévatela a la cocina - -¿ y si me la roban?, que quede aquí Má- -No.- Y a la cocina. Recién nos habíamos conocido y ya nos separaban, la metí hasta el fondo, cubriéndola con una lona que Papá usaba para el riego de la caña, atranqué la puerta lo mas que pude. Esa noche me embargaba la emoción, no conciliaría el sueño, comencé a imaginarme montado en la Búfalo y con el viento empujándome hacia Unión, recorrer la orilla del río dejando la marca de las llantas, ir al nanchal a recoger nanches, a robar caña en el terreno de Tiu Metodio, le llevaría el desayuno a papá cuando estuviera regando la caña, iría a visitar diariamente a: Nana Lola, a Mamaneche, tia Chana, tia Enriqueta. Pasaría por la casa de tiu Fanio Porra para que me siguieran los chuchos y nunca me alcanzaran. Me iría a Pasochivo a cuidar Zanates, a cuidar el sorgo, perseguiría a las “compeches”, a las “ engolitas”. No tendría miedo de pasar por la vieja iglesia en donde dicen que en la noche espantaba una gallina gigante con un montón de pollitos. La usaría para salir corriendo cuando le chifláramos a Lipe Sandia. Para irle a avisar a tiu Chenuno que a Adán se lo están comiendo las hormigas. Pa ir a comprar relleno de cuche en casa de tia Jacinta. Para pasar cerca de los que se estuvieran besando en las calles obscuras y hacerles burla. Para pasearme con mi tiu Che cuando llegara en Noviembre. Para llevar a mis hermanitos a dar vueltas y vueltas como locos al campo de los Venados. Pero sobre todo, soñé con llevar en la parrilla de la Búfalo, a una antigua compañera de escuela: La Mona de Tiu Cadio. Amanecía, antes de entrar en la cocina, miré fijamente hacia donde estaban los cerros, no había nubes: pronto vendría la calma. Llevé mi bicicleta al patio, la arrimé junto al palo de ciruelo y me senté en un palmón a contemplarla, se veía impresionante, increíble que ya tuviera mi bici, antes me había bastado para jugar : una penca con un pedazo de liste simulando un caballo, dos botellas vacías uncidas que jalaban una lata ovalada de sardina llena de piedra o arena como yunta de bueyes, un montón de ampolletas vacías me servían de becerritos en un corral, un par de huarachos que usaba como carritos , mismo que deslizaba por una carretera echa en tierra, una caja de tomate vacía con cuatro llantas echas de ladrillo, una horqueta con dos tiras de hule y una gamuza para ir a matar golondrinas o en su defecto chincuyos (eran más sonsos), un par de latas viejas o algún perol roto para usarlo como tambora. - Vamos a lavarla- Era Mayo que estaba a mi lado con una cubeta con agua y una de sus camisetas limpias. – Nomás mira que no se raye -. Desde temprano llegaron varios niños que vivían cerca, querían verla, ayudarme y de paso manejarla (lo ultimo estaría difícil). Entre cuatro mantenían sujeta a la Búfalo, me subí, pero esta vez no pedalee desde la silla sino que me monte en el tubo del cuadro, comienzan a empujarme, era terriblemente difícil. Papá que observaba la escena me dice – por lo pronto hazlo a medio pedal, después vas a agarrar maña - Y sí, con el tiempo pedal completo y maña. Cuando llegó el tiempo en que dominaba completamente a mi Búfalo negra, por las tardes me gustaba de recorrer los rincones de La Venta.
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También tuve caídas, pero no aminoraron mis ganas por andar en bici, porque al final de cuentas son las propias caídas y el cúmulo de momentos emocionantes los que han formado mi carácter. * Mi Búfalo negra se fundió con la tierra, quizá hoy les cuento estas cosas porque alguna de sus partículas desperdigadas en el aire, llegó hasta mí.
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EL CHECHIO"
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Dile a tu tiu Chano que te preste el canasto de piscá, mañana empieza la cosecha.-
Del verde bandera, hoy Pasochivo ha tomado un tono color chicozapote claro, las milpas secas ya, nos ofrecían el maíz y el pasto, aquellas otrora "señoritas" estaban convertidas en mazorcas. Es un acontecimiento para mí, a duras penas y con apoyo de mi madre, mi papá ha cedido en mis empeños en acompañarlo en calidad de "chechiador." El chechio era práctica común en nuestro pueblo, era el arte de encontrar lo que otros no encontraban, ver lo que otros no vieron...llevar lo que dejaron, en resumen, creatividad para pasarse de la raya. - Nada de meterte al pante... si tu papá quiere darte algo, hazte del rogar...pero lo agarras.-¿Y si no chechio nada, má?- Solo pégate del lado de tu tata...por donde el pisque ahí te arrimas...ya no ve con el derecho y seguro va a ir dejando mazorcas.En la tarde preparé la indumentaria que llevaría la día siguiente: un clavo grande, un morral y un saco de fertilizante vacío: el equipo chechiador. En la noche muy temprano suspendí mis juegos con la "chamaquitada" - yo ya no juego...tempranito me voy al chechio.Me acosté abrazando mi equipo de trabajo, no sin antes advertir: - Má...levántame cuando se levante mi apá...no me confío del gallón peluco de tía Fana.Yo vivía en ese tiempo en tres mundos: realidad, fantasía y los sueños; en los dos primeros despierto y en el tercero dormido. No me costaba trabajo pasar de un mundo a otro, aquella noche al entrar al mundo de los sueños me vi entre “cuartillos , almudes y fanegas de maíz”, entre “tercios, cargas y carretas de mazorcas”, y me detenía en un camino largo, largo…pero en lugar de tierra, de
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arena, estaba lleno de galletas de animalito y las flores de los árboles despedían un aroma a café de olla. Cinco en punto de la mañana, - jala…despierta, ya están unciendo los toros, ya puse un perol con café en la lumbre- - ni hambre tengo- - pues lo tomas…pa´que tengas algo en el estomago.A esa hora muchas carretas desfilaban con rumbo a Pasochivo, voces cercanas y lejanas de piscadores y chechiadores, era tiempo de cosecha. En el terreno seguí las instrucciones dadas, a una distancia prudente seguía de manera sigilosa a mi tata, a su derecha quedaban abandonadas las mazorcas… - Solo ten cuidado que no te pique un alacrán, en el totomoste duermen…Con el descuido de mi tata y la generosidad de mi padre llené mi costalito de mazorcas. En casa me esperaban mi hermanitos con garrote en mano para empezar “ la´paliada”. Separamos los olotes…y al fin tenía en mi haber dos cuartillos de maíz que de manera inmediata llevaría a venderlos y recibir “el vueltu” y sentir que ya era grande…ya era responsable de algo. Uno de mis sueños se hizo de inmediato realidad: comprar galletas de animalitos y algo mas…
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El Cine.
- ¿Apá me dejas ir al cine?. Era la pregunta mágica, la respuesta me abría las puertas del infierno o del paraíso, o en su defecto el purgatorio hasta antes que decretaran su no-existencia. Al filo de las cinco de la tarde, a través de un aparato de sonido colocado en lo alto de un palo, se escuchaba el primer anuncio de Chegüis. Mismo que levantaba grandes inquietudes - Su cine Mary presenta hoy: Santo el enmascarado de Plata contra las momias de Guanajuato. Toda “ la chamaquitada” salíamos corriendo para ver el cartelón. Si no se lograba el permiso para entrar, por lo menos habías visto el cartelón. Mientras observo al Santo, mi mente comienza a trabajar arduamente tratando de encontrar la estrategia perfecta que satisfaga a mis padres, y concedan el permiso. -Corran a sus casas chamacos- decía tiu Mariano - ya dijo El Santo que esta va a ser su última película, que se acabó el cine pa `él. En tanto algunos llegaban a ver el cartelón, otros salíamos disparados con el alma en un hilo, dispuestos a todo, todo era todo, ni más ni menos. A las cinco me decían que sí, a las seis, no sé, déjame ver, a lo mejor... nunca se concluía la frase, por tanto mi interpretación era que a lo mejor sí, ellos pensaban tal vez que a lo mejor no. El asunto iba tornándose abrumador a medida que las sombras de la noche se apoderaban de los rincones. - ¿Y ya te dieron lugar tus papás pa que vayas al cine? - Dice que primero tengo que pelar un chiquigüite de mazorca, y desgranarlo después. ¿Y tú.?
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- Hicieron que jurara que me voy a levantar a las cinco todos los días para ir a ordeñar. - ¿Y juraste? ¿Te creyeron? - Sí, es fácil. No les bajes la mirada cuando estés jurando, sino se dan cuenta. - Ayúdame. Se me va a hacer de noche. Y me amenazaron que si no termino, no hay cine. - Bueno. Voy a llamar a otros tres chamaquitos que están allá fuera. A esas horas el aparato de sonido estaba en todo su esplendor, ya que – no falte usted, podrá ver trompadas, balazos, aventura, acción y misterio.- Todo junto en dos horas. En otros momentos las tareas asignadas se habrían demorado una eternidad, hoy, día de cine, eran concluidas a la velocidad de la luz. - Amá, ya terminé lo que me dijiste. ¿Ahora sí ya puedo ir? - Dile a tu papá. - Pero en la tarde me dijiste que sí... - Te dije a lo mejor... - Me dijiste sí, me engañaste... expresión que era acompañaba por un ahogamiento. -Ente engañé a mi Madre, cuantimas a tú, Chamaquito. Dile a tu papá, si él dice sí , que te dé vueltu. Recostado en una hamaca, con un libro entre sus manos, llegaba a pararme frente a él. - Apá, voy al cine. -¿Que? No te escuché. - Al cine- mi voz era tan débil que no la reconocía -dice mi Amá que si me das lugar que vayaEn este momento del sonido se dejaba escuchar la canción “pajaritos a volar...” y se anuncia: - Después de esta selección, comenzamos.- ¿Y no vas a tener miedo cuando salgas? - No. Me voy a pegar con unos que pasan por aquí. Cuando vea que ya esté cerca de la casa arranco a corré. - Acuérdate que debajo de ese palo de caulote espantan. A Juan Santiago, un día que venía tomado se le apareció un hombre sin cabeza montado en un caballo. - No le hace, voy a correr mucho, no me va alcanzar. - Pero mañana temprano que no te quieras levantar para ir a la ordeña, agua fría te voy a echar. - Te lo juro que me levanto.- En tanto le veía fijamente a los ojos. - Bueno, vete pues... - Pero, ¿y pa la entrada? - ¿No tienes? Yo ya te di lugar. Dile a tu madre que te dé. - Si ella me mandó pa cá. Ora apá, ya va a empezá el cine.. La canción estaba a punto de concluir, llegaba el momento de la rudeza. Comenzaban pataleos, lloriqueos, lamentos, quejidos. Mas lo que se me ocurriera. Fin de la canción. -Esta fue la última selección. Esperamos que disfrute la película. - Anda apá, voy al cine. Si no, voy a dejar que me mate un carro. Como si un carro me anduviera buscando para aniquilarme por faltar al cine. Cuando sentía que todo estaba perdido, me recostaba debajo de un pinito, siempre a la vista de mis padres. Cesaban las lágrimas, venían los suspiros y acariciaba a mi chucho Polito. - ¡¡¡Ta bien, vete!!!
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En eso llegaba mamá, sostenía un cajoncito de madera que olía a billetes, monedas y manteca de cuche. Salía corriendo, chiflando, como norte de noviembre. Llegaba a tiempo, vivía casi enfrente. El cine, era el patio de una casa, una cuarta parte cubierta por un techo, el resto bajo las estrellas. En la parte techada se encontraba el viejo proyector, que en innumerables ocasiones quemaba las películas. También repartidas algunas bancas de madera. A la intemperie podías usar todo el suelo como silla, mesa o cama. O si llevaste ropa limpia y tu mamá te recomendó hasta el cansancio – no te ensucies porque esa misma ropa vas a llevar mañana a Juchitán- podías hacer uso de un block, un cartón de cerveza vacío, una llanta de coche o de plano pasarte parado las dos horas de la película. Con el tiempo fui descubriendo que ya no era tan necesario el dinero para las entradas, solo requeríamos el permiso. En la parte trasera del cine, descubrimos que el baño era bastante bajo, subíamos y ya en la azotea nos confundíamos con los que habían pagado entrada. En algún momento de tantas evasiones, estuve a punto de ser descubierto, me salvó mi osadía y determinación. Me hallaba plácidamente disfrutando la función, cuando siento en la espalda que alguien me alumbra con un reflector - A ver tú- me señala - Tú no pagaste - Sííí, si pagué. - A qué horas, no te vi entrar por la puerta. - No me viste, pero si pagué. - No pagaste, no me quieras hacer pendejo. Órale vamos, pa´fuera. Como la mayoría de los que estaban a mi alrededor también estaban de “mojados”, hacían como que no se percataban, concentrándose completamente en la película. - Si pagué, Chegüis. Si quieres te lo juro. A Nere le pagué, puras moneditas. Si quieres vamos a preguntarle.- Me levanto decidido. A la vez que le digo: - No creo que se acuerde por tanta gente, pero vamos. Y de repente, como salidas de la nada, se escuchan dos o tres voces -Sí pagó, yo lo vi. - Ta bien, pero les voy a caer cabrones. Ya sé por donde están entrando. Dicen que el testimonio de dos es verdadero, me quedé. Al cerrar el acceso del baño, descubrimos una mata de guayaba, en la casa de mi tata Pocho, vivía atrás del cine. Nos volvieron a caer. Cuando de plano no habían opciones, me paraba en la entrada viendo pasar a toda la gente, por mi mente desfilaban dos cosas: - en una de esas que se descuiden me pierdo entre toda la gente y ya estoy dentro, o que tal si localizo por aquí a mi tiu Picho, mi tiu Mado o mi tiu Chueca- y si venían alegres eran más espléndidos con el bolsillo. Me han llegado a contar que hubo niños a quienes tiu Mariano los ponía a perseguir cucarachas por la carretera, con el fin de conseguir la entrada. En ocasiones llegaban los húngaros con su carro-casa. Oliendo a tabaco, sudor y orín. Desde que llegaban, emprendían su peregrinar por todo el Pueblo. Desde las ancianas hasta las niñitas, vestían atuendos típicos: largas indumentarias hasta el piso, de colores chillantes. Tratando de leerle la mano a cuanto Ventero se dejara. También se instalaban en el cine, ellos traían las novedades para el Pueblo, por que a nivel nacional estábamos a años de distancia en cuanto a estrenos.
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El drama no solo estaba en la pantalla , también por lo oscurito se advertían arrumacos de parejas que más que dos parecían uno, borrachos que entraban por error, ya que después de haberse quedado dormido en alguna cantina se clavaban al cine pensando que era fiesta. Cuando la película se ponía aburrida desde el techo comenzábamos a tirar naranjazos, o ya en el extremo del caso a escupirle a los de abajo. En la entrada, como custodia diaria, divisabas a Reina de tia Juventina que vendía naranjas, y desde el interior, escuchabas a Peña de tia Laura, al ver que Santo iba perdiendo , decir – Se está dejando.* Y así se fue dejando el cine. Llegó el video, los avances tecnológicos. Llegaron las nuevas generaciones, prevalecieron los juegos individuales a los colectivos. Y fin del cine en La Venta. Creo que también los Húngaros se extinguieron, platicando un día con mi tiu Chegüero me dijo que lo más seguro es que se regresaron a Hungría, de donde salieron hace mucho tiempo, y los que se quedaron, andan sembrando piña, allá por Loma Bonita. Hoy el Cine está en espera de que algún amante de este arte decida reiniciar la aventura.
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El Corte de Caña.
Ayer fue la Caña. Y hoy es el aire.
Hubo un tiempo en que en La Venta, en los terrenos de riego se sembraba mucha caña. Podías ver ondear los cañales verde y amarillo, ya sea con la intensidad del norte o la suave brisa del sur. Cuando era el primer corte, plantilla, las varas se alzaban al cielo de manera descomunal, luego venia la soca y resoca. Son las cuatro de la mañana, en la cocina de los cortadores de caña, alguien pone café en la lumbre y limpia un morral donde colocará comida para llevar al corte. Afuera se escucha el roce del machete pasando encima de la piedra de afilar. Se oye el ruido de un camión de redila y voces de personas que vienen en la parte trasera – ¡vámonos! ¡dale compañero, apúrate, sal de la cama que está amaneciendo¡ ¡ a ver a qué horas! Y así continuaba el camión recogiendo trabajadores. En medio de los cañales, yo podía correr a través de los surcos, sentía la frescura de la oscuridad, ponía las manos frente a mi cara para que las hojas de caña fueran golpeándome al avanzar velozmente, en ocasiones me llenaba de aguate, o tropezaba con un hueco de “engupí”, en una ocasión machete en mano llegue a perseguir una culebra bejuquilla, la seguí corriendo como unos diez metros cuando de pronto se da la vuelta y se pone erguida sobre su cola en forma amenazadora, tuve que desandar el camino e irme presuroso con un miedo atroz. Para regar la caña, sé hacia a través de las regaderas que se construían en las orillas, trayendo el agua del canal principal. Pasaba horas metido en el agua... - Ojalá no salga el norte para mañana, me toca quema- Se ven limpio los cerros, no hay nubes.
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Era un espectáculo hermoso el ver el fuego como consume los cañales, las espirales de humo se elevaban hacia el espacio, chispas salpican por doquier, animales que salen precipitadamente a riesgo de quedarse y morir achicharrados. Esa zafra le tocó a mi papá ser el aguador, sentados en la carreta con dos tambos empatados en forma horizontal, mismo que llenábamos en el río la tarde anterior. Un día me dice mi padre – mañana tengo un compromiso vas a llevarle el agua a los cortadoresA las cinco enfile rumbo a donde cortaban, al bajar a mano derecha por el tercer puente, comencé a ir por un camino angosto, al alzar la vista diviso un montón de luces que vienen hacia mí, era la alzadora junto con cinco camiones, buscando la orilla del camino para darles paso me fui subiendo a un bordo y por la oscuridad no vi que una rueda de la carreta se había elevado y la carga se fue de lado, nos fuimos a tierra, quedamos en pleno centro del paso. -Paren, paren ¡¡- Ahí´sta una carreta volteada. -Ahí´stá tirado el aguadorAl verme perdido y sabiendo lo que se avecinaba, salté y rodé por el suelo hasta quedar cubierto de polvo y lodo. -¿ Que te pasó? - ¿te duele? decía Chepico al momento que me tomaba del brazo y me levantaba. –No sé qué pasó, les juro que no tuve la culpa- se amontonó la gente, levantar aquellos dos tambos llenos y la carreta, no fue fácil. Desde muy pequeño, me acostumbré a hablar con Dios, pero siempre que el agua me llegaba hasta el cuello – Dios mío ayúdame a salir de esta, ya no lo vuelvo a hacer- y ahí estaba el señor presto tendiendo su mano, ayudando a su pobre hijo débil. Llegué con el agua a la hora del desayuno –¡qué pasó aguador¡ a ver a qué horas cabron, ya estamos tomando agua del canal - no sé imaginaban que no había mucha diferencia de la que les llevaba, era del río. En el corte no siempre se usó la cargadora, hubo un tiempo en que los camiones se llenaban a puro hombro, sé hacia un tercio de caña y subía al camión a través de una escalera de madera hasta llenarlo. También llegaban los guatambos, un grupo de cortadores que venían de guerrero o Chiapas con todo y familia y se quedaban en galeras. En la fábrica de ingenio, ahí se concentraban las cosechas de caña, y se pagaban una vez al año. -Dicen que la otra semana dan la utilidad. -No creo que me toque mucho, mi caña tenía mucha basura. -Están dando dos costales de azúcar-. - Nomás que me den el dinero de la caña: te compro tus zapatos. -De ahí va salir pa´que vayas a pagar tu promesa a Santuario. -Voy a pagarle todo el fiado que tengo con tu tía Chefa. - Vamos a ir a pasear a Juchitán. - Los dientes es que deberías arreglarte. -¿O quieres ir a ver unas muchachas a Unión? ya pronto serás hombre hecho y derecho, si quieres te llevo nomás pa que las veas y sepas distinguirlas de los Mampos.El día que daban el dinero, desde temprano me mandaban a comprar relleno en casa de tia Jacinta,era día de abundancia, tenía derecho a comerme un pan entero y al medio día me daban pa comprarme una coca y tomármela sin compartir, una para cada uno. Mi Papá se
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bañaba temprano, lo veía ponerse el sombrero y los guarachos con una alegría contagiosa, el rostro de mi Madre se iba endureciendo conforme las horas del día avanzaban, - son las cuatro y no ha llegado- -de seguro que ya está en la cantina- -pero déjalo cuando llegue- pero está muina no se me va pasar- y el milagro surgía: mi Padre aparecía, más alegre de lo que se fue, un poco por lo que traía y otro por las cervezas que ya se había tomado – ¿Y dónde infierno estabas?- - muchos ya llegaron desde hace rato, que bárbaro, de seguro que te quedaste con tu tiu Chico- y por toda respuesta mi Madre solo obtenía una sonrisa de mi Padre quien comenzaba a sacar los billetes –mira, ahí´stá, pa que dejes de estarme difamando- y juntamente con mis hermanos estábamos atentos a la escena en espera de la morralla...la cual se nos destinaba y unos segundos estábamos en tremendo banquete hartos de dulces y galletas en la tienda de Alicia o de Tia Fausta. Al siguiente día Mamá, con unos pedazos de mecate nos medía los pies, y se iba a Juchitán – son muchos pa llevarlos, de la Canada les traigo sus Zapatos-. Después de algunos años, estando lejos de La Venta me entero que un nuevo Ingenio abría en espinal, lo que equivalía la competencia para el viejo Santo Domingo. De ahí muchos fueron dejando de sembrar caña porque ya no les redituaba, un día el Ingenio de Santo Domingo cierra y cerraron muchas esperanzas, la gente dejó de sembrar la caña, sí, la misma que nos sirvió de postre, por que quien al amparo de una tarde no corrió tras un camión lleno para jalar una vara de caña, quien no disfrutaba de igual forma un pedazo de caña cruda o cocida, quien no hizo cigarritos con la caña, quien no cubrió el hambre con un trozo de caña, a quien no se le llenó de tizne el cachete al pelar la caña quemada, compartimos el pan con las bestias cuando frente a frente comimos caña con las cuches, con las vacas, caballos, hasta los chuchos mascaban caña. La caña en La Venta dejó historia.
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El chamaquito que se ahogó en la curva.
Fui un ahogado que no se murió.
El día en que me ahogué, pintaba como un día cualquiera, digamos, que no tan cualquiera, por que los ventarrones estaban detenidos. Fue en época de vacaciones escolares. Pero siendo más precisos, era domingo. Y digo que era domingo, con la firmeza y contundencia que me está permitido asegurar un detalle, partiendo de la lógica de mi padre, “como es domingo encierra las vacas en el salado y ya puedes irte a jugar.” A mis escasos diez años me habían hecho responsable de cuidar seis vacas, pero para que la tarea fuera más sencilla, - te las vamos a mancornar, así en vez de seis, cuidas tres.- ¿Má…y por qué hay chamaquitos que siempre están juegue y juegue, y nunca trabajan? - Déjalos…tú no tienes que ver con ellos, además, así no van a dá buena pinta. - Pero yo si quiero andá como ellos. - ¿De flojo queres andá…? No sabes que a los flojos se les mete el diablo y se vuelven guidxas…? por eso ves que se andan riendo solo-solo. - Mmmh, aunque sea que me haga guichita, yo solo quiero jugá. - Y si, vas a jugá m´hijo, pero primero haz lo que te “dijieron”. “Haz lo que te dijieron.” Frase contundente, éramos tan pobres, que estábamos cortos hasta en palabras - Voy a bañar al rio.
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- Pimero “haz lo que te dijieron.” - Voy al campo de los venados. - Primero “haz lo que te dijieron.” - Voy a matá compeche por el rumbo del canal. - Primero “haz lo que te dijieron.” Aquello con mi madre era como estar rezando con tia Laura: - Maria madre Dios. - Ruega por nosotros. - Santo Niño de La Venta. - Ruega por nosotros. - San Antonio de Padua. - Ruega por nosotros. De ahí que, cuando la cosa se ponía más difícil, de los ruegos pasáramos a los lamentos - Má, déjame ir…solo un ratito, todos van menos yo. - ¿ Y qué? No se va a cabá el mundo porque no vayas. Venían las amenazas: - Si no dejas que vaya, ya no voy a ir al mandado. - ¿N o v a s a i r ? Veremos dijo un ciego. Las lágrimas eran el último recurso, no podías saltarte un paso, hay que llevar la secuencia. En algunas pláticas con la “chamaquitada” habíamos llegado a una conclusión: que nuestras madres debieron haber ido a la misma escuela a aprender a ser mamá, porque a todos nos hacían y decían lo mismo. Mismo método. Así que no nos quedaba a nosotros más que hacer y decir lo mismo, también. Fueron diálogos que se repitieron una y mil veces, de ahí que se hayan quedado muy bien grabados en mi mente. Este día no fue la excepción. Primero “hice lo que me dijieron” y me fui al canal. Nos juntamos en la casetita de tia Laura. Seríamos como seis, de los cuales yo era el más “pipiliste.” El mas “biuchito” y con muy poca experiencia en la nadada. Decidimos, bueno, decidieron ir a la curva que está por “antá” tiu Chente Fuente. Alguien se preguntaría, que cual sería la plática de aquellos chamaquitos aventureros. Algo así: - Si ven que anda cerca el güero de tia Nico, me dicen, me anda buscando, me quiere pegá - ¿Por qué? - Le dije que era hijo del sol. - “Jeero” déjalo que se acerque…un pescozón le guá dá… - Ven que ya parió la chucha pinta que tiene mi tata. - ¿Y que tuvo? - Chuchito, sonso, ni modo que Lengucharro. - No miren p´allá, no miren p´allá…ahí tan unos chuchos pegados de colita. - Jo…jooo, y tú nomás quieres mirá, pué… - Les va a salí bolita en el ojo. - Beeestia, lo va destripá ese chuchón. - Vamos a aventarles piedra. - Y cuando regresemos, pasamos por mi casa, en el guamuche hay una panalota, vamo a desbaratarla, ayer me picó un mendigo charnahuite y me tuve que poné lodo para que no se me hinchara y ni así.
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- Ya estamo cerca. Vamos corriendo. Mampo el que se quede de último. Empieza la corredera. Como siempre, “los sapi” al último. Ese día de mampo no me bajaron. Antes de llegar a la curva, nos topamos con Lipe sandía, solo vimos que ya no nos alcanzaran las piedras, y empezó la chifladera, otros traducían “ a dónde vas mujer de mi alma.” Y a correr, hasta la curva. A esa hora, literalmente “hervía” de chamaquitos, era una de encueraditos que formaban una fila india para tirarse clavados. Nos confundimos con la bola, y nos pusimos a tono, encuerados. Mis prácticas de nado consistían en las veces que iba al río, por donde estaba bajito o el chapoteadero en algún lodazal. Le habían abierto totalmente a la compuerta, todos comenzaron a meterse al agua. Me senté en una pequeña piedra, desde ahí disfrutaba del bullicio. Pese al “chiguititero” el agua de canal tenía un tono verde esmeralda, en cada “sambutida” me llegaban las gotitas del agua fresca. La corriente, el remolino, se veían imponentes, lo que propiciaba que mi miedo estuviera plenamente justificado. Ya me había resignado a ser espectador pasivo. Pero… hay algo que siempre altera el curso de la historia, una palabra, una mirada, un gesto, una foto, una silueta; precisamente lo que vi fue la silueta del chamaquito encuerado, de mi misma estatura y pude reconocer que íbamos en el mismo salón. Entraba y salía del agua, como “Juan por su casa”. Comencé a darme valor, me decía, y yo ¿por qué no? si somos “biuches” los dos, si él puede yo también puedo, empecé a estudiar sus movimientos, se veía todo tan fácil…ya no pude mas, voy por qué voy, caminé como poseído hasta donde se estaban aventando, si avisarle a ninguno de mi “pandilla”, me dejé llevar por los encantos del agua verde esmeralda del canal, el duende de las profundidades me llamaba, me decía – ven chamaquito, ven…- y allá voy ¡¡¡al agua pato!!! Me arrepentí cuando ya iba en el aire…ya para qué…caí, dijera mi amá “como piedra en la hondura”, y como aparte de “biuche” estaba “tembeleque”, aquella remolineadera y la fuerza de la corriente, me daba vueltas y vueltas a la vez que me arrastraba, a los infierno, creo yo, porque lo que estaba viviendo en ese momento era un vil infierno, abajo pataleando, arriba manoteando, como estaba en medio de la bola de chamaquitos, nadie se daba cuenta, gritar no podía, cada vez que abría la boca era para pegar un trago de agua, las fuerzas minaban, la corriente me arrastraba…pánico, terror, debilidad, agotamiento, todo junto, uno a la vez. Fue hasta que el canal ya me había arrastrado bastante, separándome del grupo, fue en ese momento que la chamaquitada empezó a gritar - se está hogando un chamaquitooo, se está hogando…se lo está llevando el canal, ahí vaaaSentí que alguien me jalaba del copete y me abrazaba, me llevaba hacia la orilla, me faltaba el aire, temblaba y lloraba. Todos en silencio solo me miraban. Me sentía tan pesado al momento de poner los pies sobre la tierra, toda el agua tragada, a cada paso que daba sentía que la tierra retumbaba…solo escuchaba voces lejanas, el agua se me había metido hasta por los oídos. - ¿Y pa que diablo te metiste si no sabes nadá.? Solo movía la cabeza, negaba todo, pensé por un momento que me había quedado mudo, la lengua muy pesada, era incapaz de moverse para articular palabra. Mas miedo, hasta aquí había llegado “ciego, sordo y guidxa.” Un buen rato estuve como “niño autista” meneándome para adelante y para atrás. - Vámonos, ya estuvo…
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De forma temblorosa me levanto, alguien me sostiene de un brazo, y ya un poco repuesto y con una voz ronca, como de ultratumba, les dije, mirándolos con tristeza - No le vayan a decí a mi amá…me van a matá… De toda la algarabía con que llegamos, ahora regresamos en silencio, el pelo tieso , la piel ceniza y la ropa chipa. Medio pueblo ya lo sabía, al pasar por la casa de Gelo, escuche la voz de un chamaquito que gritaba: - Ahí va el chamaquito que se hogó en la curva. Ese día no me pegaron, mi amá se había ido a “dejá limosna”, a una fiesta a Ingenio. Estuve un mes con el oído podrido por toda el agua que se le había metido. Y juré que no me volvería a ir al canal, pero fue un juramento de borracho, a la siguiente semana ya andaba vagueando por el sifón. Pero de la tunda no me escape, en el molino de tiu Fidel, alguien “echó la plática” con mi madre presente, y fue hasta ese día que le pegaron “al chamaquito que se ahogó en la curva.” Y “pa´cabarla de jodé, ese chamaquito, era yo.”
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La Cuchibruja.
El ruidero que oyes cuando baja el viento de los cerros, es porque los antiguos paisanos nos están contando historias antiquísimas.
Algo de esto lo escuché de los viejitos de La Venta, eran sus creencias…así pensaron que sería. Antes, cuando apenas se estaba poblando La Venta, había mucho monte, solamente se veían algunas haciendas, de gente que no eran de estos rumbos. Porque la apariencia de los de estas regiones, es muy notoria. El viento nos ha curtido la piel, tomamos el color de la tierra, como la de Pasochivo. Hoy todavía ha quedado la muestra de esas construcciones, está en el centro de La Venta. En una de esas haciendas, vivió una muchacha muy bonita, tan linda que siempre querías estar mirándola, su rostro era como el de la virgen maría. ( La grandota que está en la iglesia.) Tenía quince años, en aquellos tiempos, esa era una buena edad para casarse. Los muchachos (los pocos que había), forzosamente querían pasar por el camino de la señorita.
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La morada de santos y demonios ha sido siempre en los cerros, y ahí estaba Santo Niño con su Mamá. El santito, antes de ser patrono, vagaba por pasochivo, de repente escuchó la plática de dos muchachos que hablaban de una mujer muy bonita que vivía en la hacienda. - No quiere casarse con ninguno de nosotros- Siempre está hablando de gente color de la leche, que viven en las ciudades- No le gusta nuestra piel-. Al oír aquello, el Santito que había estado escondido detrás de un “gumagal”, sintió curiosidad por conocer a aquella bella niña referida. Devuelta al cerro le dijo a su Santa Madre – Ya sé en donde quiero estar...quiero vivir en La Venta- Pero, hijo, ahí ni siquiera es pueblo. - No importa...quiero ser patrono de ahí. -Pero habiendo tantos pueblos sin santos, te vienes a fijar en este... - La verdad, Madre, es que me enteré que ahí vive un Ventera muy bonita y quiero conocerla, aunque me digan niño, ya tengo ganas de tener novia-. Todo lo dicho había sido escuchado por el Diablo. El llamado Niño, se transformó en un autentico Ventero y bajó de los cerros. Fue en un arroyito donde la vio por primera vez. Ni en toda su santera vida había visto algo igual. Dicen que estos seres no deben enamorarse, porque pierden la cabeza. Para que necesita el Pueblo un Santo Guidxa. El Santo guidxa y la gente otro poco, todo se vuelve guidxera. Pero al ver esta hermosura, cualquiera, santo o demonio, se rinden ante su belleza. Y este no fue la excepción, estaba maravillado, amor de inmediato. Se acerca y le dice: - Buenos días, muchacha- ella lo ve de pies a cabeza -Que quieres...- Te vi y me enamoré, quiero que seas mi mujer...- Los santos no se andan por las ramas. Del nicho al hecho. -Ni sé quien sos. Dijo ella indiferente. -Un Ventero y punto. La niña que había sido aleccionada por el diablo, tenía todo planeado. - Bueno, está bien, solo que primero vas tener que pasar una pequeña prueba.-Adelante-. Un enamorado está dispuesto a todo. - Sumérgete en el arroyo. Vas a estar hundido hasta que te diga, si aguantas, nos casamos. Mientras uno se hundía en el arroyo, la otra salía corriendo rumbo a su casa – Pa que aprendan estos Venteros-. Pasaron lo días y como Santo Niño no aparecía por el cerro, su Mamá, salió a buscarlo. Satanás le dijo – lo vi jugando con unos Venteros en Pasochivo-. Recorrió todos los rincones del monte. Su instinto materno la llevó a aquel arroyo. Alcanzó a distinguir un cuerpo que flotaba, de inmediato supo de quien se trataba. – ¿Hijo que haces ahí?, ¿ que pasó?En tanto que en brazos sostenía al cuerpo amoratado y “aposolado” del vástago. La Santa lloraba – quien te hizo esto mi Ba´du´(1).- Han herido a mi pequeño-Quien fue, mi sangre, dime-. - ¡So...lo jugábamos Má, quise demostrarle a la muchacha de la Venta que realmente estoy enamorado y... quiero casarme con ella!.- balbuceaba temblando.
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- Esto no es de gentes, parece cosa del demonio. Te voy a curar y me dirás quien es esa mujer.- Lo que el santo calló el diablo lo sopló - fue fulana, no le gustó el color de tu hijo-. La Santa bajó. Para no ser reconocida se vistió de Tehuana. (Es por eso que cuando las mujeres se visten de traje regional, se parecen a la virgen). La niña sentada bajo un lambimbo, se olvidó por completo del muchacho del arroyo. -Bia´ Pabiá´ sicarú (2). Pero cadi caquiñe ña´cani (3). Por qué le hiciste eso al muchacho? -¿Yo?. A quien? -Sabes de quien hablo. ¿No te das cuenta que el color de la piel es el reflejo de la tierra, de tu tierra? La pobreza real es la que existe dentro de tu ser, no la que suponemos. Despreciar tus raíces es negar tu origen. Olvidar de dónde vienes es darle la espalda a quienes han formado parte de lo que actualmente eres. - No te conozco, no sé quién eres, mujer-. Le responden. - Muchacha, buscas estrellas en tu cabeza. Lo que ves arriba, no es más que polvo de la tierra, huellas de muchos seres humanos que han pasado por aquí, que pisaron tierra firme antes de pretender elevarse al confín del cielo. Agraviaste a mi hijo, te metiste con un santo, se ha quedado en el cerro, enfermo, moribundo por la maldad que le hiciste. Por cuanto has hecho, tendrás lo siguiente: A partir de hoy, por las noches buscaras lo que no has encontrado y nunca encontrarás. Tu forma será dual: humana de día y cerdo en las noches. Te arrastrarás en cuatro patas como las cuches. Tu trompa irá lamiendo las pisadas de los hombres, en el suelo tendrás que buscar. Nunca hallarás lo que tu desmedida ambición soñó. Solo encontrarás mierda. Así será: ¡¡¡ a comer mierda!!! . Y desde entonces en las noches calurosas, cuando la gente sale a los patios y duermen en sus catres, muchos han visto a una cuche grande y negra como la noche, los ojos le brillan en la oscuridad, chorrea una baba espumosa de su boca y sus dientes le rechinan como carreta. Se acerca sigilosa a los durmientes buscando a aquel muchacho que dejó hundido en el arroyo. De día vuelve a la normalidad. Con algunos moretones quizá. ***** Cada generación de Venteros ha sospechado de alguna mujer en especial. Durante el recorrido nocturno, se le ha perseguido hasta el cansancio, se le apedrea, se le avientan garrotazos, y se le llena toda de mucha maldición. Y no falta el marido que escudado en la leyenda, haya justificado una golpiza a su mujer diciendo que lo confundió con la mismísima Cuchibruja. O algún borracho que se cayó en el lodazal, llegó a su casa y le dijo a su mujer: ¿ qué crees? me revolcó la Cuchibruja!. O lo peor, algún bribón que se vistió de Cuchibruja para andar tocando mujeres dormidas. También hay gente que la ha visto, o que en verdad fueron revolcadas por ella. En este punto me detengo, con advertencia para muchos que maltratan a las mujeres, insinuando que son la Cuchibruja. La maldición aun persiste, no vaya ser que con tanto enredo y maldad, les pase lo que la hermosa dama: ¡se conviertan en cuches y coman mierda!
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(1) Niño. (2) Mira que hermosa. (3) No era necesario. Nota: Los santos de estas tierras hablan Zapoteco.
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El encantado.
Muchas veces fui encantado y me desencantaron. En las postrimerías de los años setenta solíamos salir todas las noches a jugar, bajo aquellos postes con sus grandes lámparas en forma de cucharas. Desde “entrada la oración” nuestros padres y abuelos solían sentarse en los corredores de las casas a hablar de la gente y del tiempo, sí, rara vez hablaban de animales, a menos que en ese momento hubiesen perdido alguna vaca o algún caballo. Hablar de la gente, era, hablar del pasado, hablar del tiempo era hablar de lluvia o sequía, norte o calma; para los Venteros no hay términos medios, o eres o no eres, mojado o seco, alegre o triste, normal o guidxa, pa´bajo o pa´rriba, “chiguitiu o chiguitía” En tanto “la viejada” sentados en los corredores “platica y platica”, la chamaquitada comenzábamos a juntarnos en las esquinas de las calles donde hubiera un poste con luz, cuando había; unos llegaban con una memela y queso fresco en la mano, otros con pedazos de caña, otros mas, envuelto en sus camisetas traían los montones de mezquites, primero comer y luego jugar. - Hay que jugar temprano, porque ya me dijo mi amá que si llego muy noche ya no hay cena.- Que no juegue ese pelón, hace un ratito le pegó en el pescuezo a mi chucho-
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Peyo, te anda buscando tu mamá, venía con un chirrión en la mano, dijo que te habías “echado” el buelto que sobró del mandado.- Que no jueguen “los biuchitos” solo estorban- Aquí quédate shunquito, no te vaya a destripá esa chiguititada.- Este poste va a ser la base.- A que vamo a jugá pueeee- Encantado, encantado…- Noo, mejor cinco piedritas…- Jahh…¿y este? Ni que fuéramos mampitos…- “Perense, perense” ahí viene Fidel nerre, traigan una hojita de limón pa´que toque una canción.- Niños de La Venta, Juchitan, Oaxaca, su servidor y amigo Fidel Perez, originario de la sierra de los Chimalapas, tiene el gusto de tocarles esta bonita pieza: la llorona.Comenzaba Fidel con la hojita de limón entre los labios a emitir sonidos musicales que el juraba que se trataba de la llorona, para nosotros daba igual, solo queríamos divertirnos. Aunque a decir verdad, en mi círculo infantil más cerrado, es decir, parientes y vecinas, confieso que si jugaba a: cinco piedritas, el piso, la cebollita, Doña Blanca, la cojita, a la rueda de San Miguel, a la víbora de la mar, vamos a to matarile rile ron, el patio de mi casa; fue por esas épocas en que una maestra me obligó a cantar “tengo una muñeca vestida de azul…” y siendo honesto ni tenía muñeca y ni su vestido era azul. Una vez concluida la canción – dale Fidel vete a cantarle a tiu Fidel- le decíamos, pero se iba a la tienda de tia Fausta pa´que le regalaran tomates podridos. - Hagan los equipos- Soy buen jugador- Soy otro- Venga Peyo- Venga TinoY así sucesivamente, se conformaban los equipos, unos a cuidar la base y otros a correr para que no te “encanten”, encantar era el hecho de que fueras tocado, lo que equivalía a quedarte paralizado en el lugar hasta que llegara otro de tu equipo a tocarte y desencantarte, el objetivo: que todos alcanzaran la base, el poste. Eran correteaderas por las calles de La Venta. - Tay, tay…se cortó la pata Tino, se le metió un vidriote de los verde, de botella de sidra- Pónganle un poco de café- Ni pa´ tomá tenemos, cuantimás pa´ andá tirandolo- Tierra échenle a ese…Y efectivamente, con un pedazo de “totomoste” , papel estrasa o trapo viejo, cuando había, lo rellanábamos de tierra y con un liste se lo amarrábamos en la cortada, santo remedio. El juego se detenía, para esto, uno de “los biuchitos” que servían de halcones de las mamás, ya que eran los vigilantes, en cuanto vio la sangre, salió como “alma que lleva el diablo” a dar aviso, que vinieran a ver a Tino “por que se le estaba saliendo la vida por la cortada.” E n la lejanía escuchamos unos gritos - Peyooooo, Peyooooo…- es la mamá que anda cerca del bordo del río y sus gritos se escuchan hasta la casa de Alicia de tiu Laido que es por donde andamos jugando.
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Peyo está petrificado, sabe que no le espera nada bueno, pero en el fondo se siente satisfecho ya que el buelto lo usó para andar comprando dulces y chiquitracas de tienda en tienda; es la hora de pagar. Hoy el juego se suspende por sangre, mañana volveremos nuevamente, total somos niños aún, nos queda mucho tiempo para el juego y la vagancia. Las pláticas de cuchibruja y chuchaprieta se aplazan para cuando estemos más cansados; para darle ánimos a Tino le contaremos historias más horrendas que las que él está viviendo en este momento: - Me acuerdo cuando me rajé la mano, por poco y se me vuela el dedo gordo, fue con una paloma que me explotó en la mano cerrada, ahí si corrió sangre pa´que veas, ni quien me ayudara, a mi amá la engañé, creo, le dije que un chuchón me venía siguiendo y me caí encima de un pedazo de vidrio.- Yo me corté con el machete de mi apá, fuimos a cortá zacate paral, cuando no me vio mi apá agarre su machete marca torito y zas, ahí´stá la rebanada. - Yo me caí de la bici cuando choqué con una “cuchinota”, me “choyé” las dos rodillotas por que caí hincado, según mi madrina dijo que fue santo niño el que me castigó porque no hice mi primera comunión. De todas formas Peyo y Tino serán castigados, uno por mano larga y el otro por no ver por donde anda… así es el juego. * Pero nunca dejaremos de jugar…así seamos “viejonotes.”
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¡¡¡ Se salió el río!!!
Las campanas sonaron al filo de la media noche. Fuimos despertados de manera intempestiva, ya no había tiempo que perder, la suerte estaba echada. Días previos, la lluvia no había dejado de caer, era difícil caminar por las calles del pueblo, caminos otrora polvorientos, hoy desaparecían a la vista, estaban anegados de agua. En cuanto el torrente que caía del cielo daba una pequeña tregua, corríamos desesperados a ver al río, colocando en la orilla pequeñas ramas para ver el avance de las aguas. - Es mucha agua la que está agarrando el río. - Y este temporal no se ve pa´cuando… - Mi Tata dice que del tiempo que lleva vivo, no había visto llover tanto aquí en La Venta. - Las milpas no van a soportar tanta agua, se van a pudrí. - También en los potreros ya se nos complicó la cosa, ya no se ve el zacate. Las vacas solo están comiendo espino. - Toda la leña se mojó, tuvimos que despedazar un ayubo viejo para hacer la lumbre y cocer la comida hoy. - Y los chamaquitos no preguntan si hay, solo dicen “dame”.
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- Y cuando llueve, pega más fuerte el hambre. - Tata vida, a ver donde vamos a parar… El espacio de la calma se alargó por unas horas durante la mañana. Por toda la parte alta del bordo del río, se observaba a grupos de gentes testificando lo que a sus ojos se mostraba de manera cruda e implacable. Aquel río de corrientes finas y aguas cristalinas, hoy estaba convertido en un “corriental” de aguas lodosas. A su paso arrastraba troncos, ramas secas, calabazas, amates, milpas, morrros secos,mazorcas y bultos no identificados, que para muchos, como fue el caso de Tiu Cheno, sin duda se trataba de cuerpos humanos. Observábamos embelesados aquel desfile, aquella procesión de “cosas” que la corriente arrastraba hacia el mar. El río estaba “vomitando” lo que en mucho tiempo se había tragado, con esos temporales se “purgan” a los ríos. La última noticia de la mañana corrió como reguero de pólvora, solo faltó que tiu Mariano hiciese el anuncio a través del tocadiscos, se le habían mojado los cables que si no…lo anunciaba. Un paisano había llegado de San Miguel Chimalapa, poco fue lo que vio para lo que vino a decir al pueblo. - Hermanos de La Venta, si vieran “el aguajal” que cayó anoche en las montañas, apenas pude salir de aquellas tierras inundadas. Pues toda esa agua está bajando pa´estos rumbos, esto que están viendo en el río no es nada, lo que les va a llegar es el doble. Aquella noticia no necesitaba ser demostrada. Bastó la palabra. La gente de La Venta acostumbrada a contradecir todo lo que les digan, con este anuncio se quedó muda. De acuerdo a los viejos del pueblo, los animales si entienden el lenguaje humano. Por que, como explicar que cuando van a llegar visitas los chuchos se revuelquen, el ganado se ponga triste cuando ya los van a matar, las vacas mañosas saben cuando uno las regaña. Pues al parecer la noticia dada , la entendieron los chuchos, por que se les vio caminar entreverados, volteaban a la derecha y a la izquierda, como cuando alguien los persigue. Solo eso dijo el Migueleño y se fue, no se supo a donde, igual y se lo llevó la corriente del río. Al menos tiu Cheno atestiguó que vio al bulto flotar por el paso de la huerta. Muchos potreros abrieron sus trancas de par en par, para que el ganado se marchara a las partes más altas. Era la tarde del día señalado, la lluvia no cesaba, por ratos chipi-chipi y por ratos tupidos goterones. Para los niños del pueblo, la noticia pasó a ser anecdótica, cuando vieron que pasada una hora de lo dicho por el Migueleño no ocurrió ningún cataclismo. El juego continuó. Aquellas grandes corrientes de agua que ya se dejaban ver por todas las calles servían para que muchos osados niños, tomaran un palmón, lo aventaran al agua y comenzaran a remar. Los viejos se preocupaban, los niños se divertían, los animales cavilaban desde sus escondites. Algunos hombres, de manera precautoria, comenzaron a sellar con dos o tres hileras de blocks las puertas de sus casas. Fue la noche del día señalado, mis sueños estuvieron impregnados de simbolismos, me soñé convertido en pasarío caminando por encima de las turbulentas aguas del río. Habrá sido media noche, madrugada, solo sé que estaba oscuro, y comenzó el repique de campanas, era la señal, las calles era ríos, parecía que el norte prestaba sus sonidos. El tañer de las campanas era incesante, inclemente y desesperado. El pueblo se partió en dos, el boquete más grande que el agua le hizo al bordo fue por el rumbo de la huerta, las corrientes se deslizaban por el sanjón.
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El agua se metía por todos lados. Nos sacaron de las camas y de los catres. Los pequeños en brazos y los más grandecitos tomados de las manos de los adultos. Los humanos gritaban y lloraban. Los árboles crujían. Las corrientes arrastraban. -¡Agarrense del mecate¡ – -La linterna, la linterna- Dios mío…perdónanos. - ¡Por ahí no, hay una poza¡- ¡Amarren los tanques¡ -¡Donde quedó el chucho!, ¡ el chucho, el chucho! -Ya se empezó a meter el agua ¡ ¡ ahí va un bulto, se lo lleva la corriente! Voces lejanas y cercanas, todo caos, confusión. Vamos nos dijo mi Padre, ¡ esto se lo va a llevar la chingada ¡, salimos buscando los remansos, cada vez el agua subía mas, en las partes altas del pueblo habían camiones que estaban evacuando a todos. - Váyanse, yo me quedo – nos dijo mi padre, cuando nos vio a salvo. - Pero...¿por qué? - ¡Voy a cuidar la casa! -. Salimos de La Venta con rumbo a Juchitán, el refugio estaba listo: la Casa de la Cultura. El tiempo que aún le quedaba a la noche se volvió largo e intenso. Amanecimos desayunando en el refugio, mas tarde nos llamaron: “ a todos los damnificados de La Venta, pasen a esta parte, aquí hay ropa que el pueblo Juchiteco ha donado con gusto para ustedes hermanos.” Regresamos al pueblo con la incertidumbre con la que regresa alguien que sabe que todo será distinto. Para los ojos de un niño, aquello que estaba a la vista era dantesco: las calles deslavadas, se veían como cabezas calvas, las casas de material tenían la marca del nivel de agua, los cercos de paral destruidos, las casas de lodo con grandes aberturas, tanques de gas desperdigados por doquier, animales muertos diseminados en los montones de basura que había servido de represa. Desde los techos de las casas todo era observado por chivos, perros y gatos, que habían sobrevivido. Supimos de luego de gente desaparecida…aparecieron después, solo supe de una niña muerta, fue de lo más doloroso. De todo aquello que el río se llevó, de lo mío, fue mi primer jardín que había armado detrás de la cocina de lodo. Sin que nadie lo supiera, me fui a ver atrás de la casa, fue desolador “ver la nada” en que se había convertido el pequeño espacio que tanto esfuerzo me costó, me senté en un viejo palmón y lloré por mis cinco milpitas, mis tres cañitas, mi mata de tomate y otras florecitas que habían nacido solas. No quedaba nada. A cambio el río nos dejó a toda la chamaquitada un hermoso arenero del otro lado, ese fue el gran consuelo de los niños. Muchas historias personales se vivieron, algún día serán contadas por quienes asistieron puntualmente a este evento inolvidable.
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La Chuchaprieta.
“ La Matlacihua era un ser fantástico... y ya en figura de mujer seducía con sus irresistibles y mágicos encantos a los hombres... era un genio malévolo cuyo destino era pervertir y dañar... es decir, el diablo de los indios” Historia de Oaxaca. (José Antonio Gay).
Toda la noche la habían seguido, cuando llegaron por el rumbo de la Huerta, desapareció. Como si se lo hubiera tragado la tierra, todos los rincones fueron revisados, y nada. Mi Tata Pocho me había dicho – el día en que se te aparezca, no muestres miedo, tiembla por dentro si quieres, pero no muevas ni un dedo – -No creo que pueda Tata, en cuanto la vea, voy a pegar el porrazo- Si le sostienes la mirada te va a respetar- Pero dicen que ni las balas le entran. ¿Hay alguna forma de atraparla?-Si-¿Cómo?- Lo primero es lo que te dije, no te espantes, segundo, agarra una piedra y la orinas de tal manera que formes una cruz, le apuntas directo a la cabeza. Es la única manera de que se puede matar a La Chuchaprieta. Quienes la habían visto, coincidían en una cosa: Era una perra de tetas grandísimas. Cuando pasaba a tu lado, sentías en el aire un hedor a cuero remojado. Se perdía en la oscuridad de la noche. Las tetas se golpeaban unas contra otras, haciendo ¡Plap,plap, plap!!! La noche en que revolcó a un borracho de Ingenio, antes de las doce, se escucharon muchos quejidos por el rumbo de la Huerta. Era una combinación de voz humana y de animal. Más que quejido de dolor, era de pena, como melancolía. Salida del infierno. La huerta, tenía algo de misterio. Muchas tardes de calma o de viento se veía a toda la “Chamaquitada” de La Venta cortando manguitos tiernos para hacer pico de gallo. Árboles frondosos de mango, tamarindo, coco, cuajilote; se erguían altivos por el viento. En su interior podías deslizarte por la malva sin ser visto más que por la “cuchinada”, que no sé por qué, pero sobreabundaban, compitiendo el territorio con los niños. Los mil caminitos de las cuches, te metían por distintos laberintos, maravillosos escondites. Un bordo separaba a la Huerta del río. Era una especie de balneario gastronómico. Cansados de jugar pelota, salíamos en bola, cortábamos manguitos verdes y pasamos al río a bañar hasta que la piel quedara apunto de desprenderse y los ojos tan rojos como “huevos de chucho” nos decían al llegar a casa.
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- Ya le abrieron la cabeza a un Chamaquito. Y todas las piedras, garrotes, u otro artefacto, se detenían al instante para corroborar lo dicho. - ¿A quién jodieron.? - Es un Chamaquito de “allá abajo.” En la Huerta nunca me tocó la dicha de ver un mango maduro. Si los hubo, no los vi. Pasar por la huerta, cuando empezaba a ocultarse el sol, a la entrada de la oración, me hacía sentir un escalofrió por todo el cuerpo. Un silencio sepulcral, algunos grillos empezaban a cantar. Se escuchaba el lamento agónico de algunas chicharras de mayo, que enganchadas a una mata de higuería, comenzaban a desprender la muda. Me aferraba desesperadamente al sonido distante del tocadiscos de tiu Mariano, que anunciaba que “ en la casa de la señora Francisca Betanzos de López, encontrará usted, pan capricho”. Ese retumbo, ese eco del aparato, era mi contacto con el mundo real o irreal, a veces confundo cual es cual. De la revolcada que le dieron al Ñero, se sospechó hasta de Adán, por decirlo menos. Solo algunos enterados, como fue el caso de tiu Cheno, quien a su vez me participó de la noticia, supimos que había sido La Chuchaprieta. El caso fue que la referida persona, estuvo emborrachándose en la cantina de tia Tacha. Al salir, tiu Chalito le dijo: - Vete derechito hasta allá arriba, hasta el final, hasta donde topes, ahí es Ingenio.- Con la dirección tan precisa y aquel otro en sus cabales. Se perdió. Fue siguiendo a un carro teco, confundió el verde con el azul. Daba vueltas y vueltas en el campo de los cañeros. Tiu Cheno me dijo, que hasta los chuchos se burlaban de él. Cuando pasó por casa de tiu Chenuno, el sol rojizo comenzaba a perderse entre los cerros. El borracho refirió lo de su extravío. Casi lloraba, pues pensó que con tanta caminada ya andaba cerca del fin del mundo. Y no sabía como regresar. - No te preocupes hermano. Aquí te vamos a ayudá. Dijo Tiu Chenuno. - Orita no están los muchachos, los invitaron a una fiesta. No tardan. Espéralos y te llevan a la carretera. No hubo necesidad de esperar tanto. De repente se escucha un griterío. Eran cinco chamaquitos que traían en una carretilla a Adán, mismo que aventaba manotazos al aire. - ¡¡¡Que no de la fiesta vengo, pué... déjenme, que no Lejandro me invitó, pué.¡¡ rezongaba!!. -Aquí les trajimos a Adán. Se lo estaban comiendo las hormigas allá en la fiesta. -Muchas gracias mhijo. Ya les dije a estos muchachos que no tomen. Tienen mal tomar. A la par que bajaba de la carretilla al bulto, una cubeta de agua fría traída del río, se le empapaba en la cara, hinchada ya por los piquetes, ya por el alcohol. - Por qué es que me pegas, pué. ¿Que no soy tu hijo...? -Muchacho descarado. Le voy a decir a la gente que ya no te invite. Que ¡bárbaro!. ¡Párate.! A gatas Adán había alcanzado a afianzarse del horcón de la casa. Y comenzaba a cantar: - Cantadito sí, cantadito no. Se llevadon a Dosalba. Se lo llevadon La Ventosa. Se lo llevadon los Priistas. Se lo llevadon José Luis. Ahoda... el son de la Paudlina. Mientras el Ñero, se había acurrucado cerca de un Tapesquillo de Gallinas. Dormía Placidamente. - Mira Dan, vas a encaminar a este señor. Te vas por todo el bordo hasta la huerta. Ahí lo dejas, ya es tarde. Dice que vive en Ingenio. -Que no borracho, ando, pué. -Ni modo. Jorge no ha llegado de Unión. Estás mas en juicio que éste.
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Ahí van por el bordo del río. Las sombras de la noche comienzan a descender. Se entrevé a dos siluetas tomadas de la mano. Se bambolean encorvados de tal forma que asemejan a estampas de la transformación del mono en hombre. - Que no mi Apá me dijo que te deje en la Huerta, pué. Sin esperar respuesta, le ha soltado del brazo. Se da media vuelta y regresa más aprisa. Algo ha escuchado a cerca de las criaturas que dicen haber visto por la huerta. El borracho Ñero descendió del bordo de manera intempestiva, ya que no se percató de lo alto de donde se hallaba. Ha quedado atascado entre parales que cercan al corral de Miño Moya. Se queda dormido pensando que va en el ultimo autobús de las ocho de la noche. Lo más feo principió alrededor de las once. Comenzó a sentirse un olor a animal muerto. Entre calabaza podrida y sebo que se unta a la coyunda. Quejidos lastimeros salían de lo profundo del monte. Se enmarañaban gemidos y suspiros. A esas horas el hombre ya estaba en su juicio. Logra despertar. No sabía dónde estaba. Ni como llegó ahí. En medio de la penumbra, los quejidos y la pestilencia, no había duda: estaba perdido y había ido a parar a la quinta de los infiernos. La luna se asomaba por entre las ramas de guanacastle. Lo que vio, lo dejó estupefacto. A diez metros, estaba la bestia. Se veía impresionante, como de metro y medio de grande. Sacaba la lengua, como cuando los chuchos están cansados, y por cada bocanada de aliento, la fetidez era insoportable. El hombre, que ha quedado como estatua, siente que el orín le mancha el pantalón. Es la Cuchaprieta. Avanza encarrerada hacia el tipo. ¡Flap, flap,flap,flap!! De un salto se eleva y lo cubre. Ruedan por el suelo. El hombre grita, llora. Siente que las tetas duras del animal del diablo, le revientan la piel, como si fueran latigazos. Cuando está a punto de clavarle los colmillos en la pierna, la bestia se percata del hedor del orín humano y sale corriendo rumbo al río. El hombre revolcado, alcanza a llegar hasta la Agencia Municipal. Ahí es donde dice tiu Cheno que lo encontró en la madrugada. Lo llevó a Ingenio. En el camino le contó lo sucedido. - ¿Y cómo se llama el señor, Tiu Cheno? - No me vas a creer, fue lo único que no le pregunté. -¿Y conoce la historia del origen de la Chuchaprieta. ? -Sí. Es parecida a la de La Cuchibruja. - Solo que en este caso, se trató de una muchacha, que la casaron de trece años, ella no quería, pero sus padres la encajan con un viejito. -¿Así como usted? -Más viejito. Yo todavía doy mis brinquitos, aquel ni caminar podía. -Por desgracia, la única noche que estuvieron juntos, se embaraza la muchacha. Tuvieron un chamaquito. Pero la mujer, empezó a engañar al anciano. Se metió con un jovencito. Desde que nació el niñito, la muchacha se negó a darle el pecho, darle de mamar. El viejito cuidaba al infante, le daba atol con queso seco y fríjol con mantequilla. Vivian en la Huerta. Dicen que el viejito, era como Hilario, había estudiado un poco de magia negra. Todos los años tenían su reunión en los cerros de ojo de Agua o la Tunita. El invitado principal era el diablo. Era ocasión especial, no estaba permitido faltar. Se iría por tres días.
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Estaba con el dilema, quería tanto a su hijo, que no pensaba separarse de él, menos conociendo a la Madre. Pero el diablo es el diablo. Al diablo no se le puede mandar al diablo. ¿Pa donde va? Y si lo mandas a la chingada, regresa. Le encargó mucho a su mujer el cuidado del pequeño. Le dijo que con su vida le respondería si algo le pasaba. Se fue con el corazón desecho. Como era de esperarse, en cuanto el viejito salió montado en su caballo, la mujer se fue al río. Allí estaba el amante, y a darle rienda suelta al arrumaco. Se olvidó de su hijo. Dicen que los vieron por el rumbo de Chicapa. Tres días fueron suficientes para que la inocente criatura muriera de hambre y sed. El viejo regresa, algo presentía. Entra y ve la escena: el nunito completamente negro, con un pedazo de totomostle en la boca. Muerto de hambre. El Anciano solo gritaba, se arrancaba los pelos, se pegaba la cabeza en la pared. Estaba loco. Lo que más quería, se lo habían arrebatado. Ahora solo quería vengarse. Comenzó los preparativos para llevarla a cabo el escarmiento. Al cuarto día, la chamaca volvía como si nada hubiese pasado. (¿Habrá mujeres así?) El viejo tenía todo listo, antes de entrar le grita: ¡¡¡Eres una vil perra!!! - Y tú un desgraciado borracho, viejo loco. -Ya que ese el camino que escogiste, eso tendrás: - Nunca más saldrás de esta Huerta. Tomarás la forma de lo que realmente eres: Una perra, una chucha. Por haberle negado la leche a tu hijo, tus tetas aumentaran diez veces su tamaño. Por catrina y presumida, siempre apestarás a animal muerto. Llorarás por siempre la muerte de tu hijo. Serás La Chuchaprieta. Dicen que el viejo, después de esto, se perdió en los cerros. Por ahí debe andar. La mujer ha quedado en la Huerta a cumplir su maldición. Trata de desquitarse con niños y borrachos. Mi Tata tenía razón. Una piedra orinada en forma de cruz, te puede salvar, trata de pegarle en la cabeza, porque sino...Dios te libre. * - Y el borracho, Tiu Cheno. - En la cantina, bebiendo. - Nunca supo quien fue. ? -Pudo haber sido cualquiera. Fíjate en los crudos, se ven apaleados, como si la mismísima Chuchaprieta los hubiera revolcado.
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“La yunta que jaló pa´l palmar.”
El Chaparro era “blanquisco” y el Moreno, como su nombre, negro. Siempre unidos por el “ayubo”, jalaban la carreta con paso cadencioso, la marcha uniforme de sus patas daban la impresión de que eran soldados en un solemne e interminable desfile militar. Sus cascos grandes y redondos, imprimían en la tierra la huella momentánea de un andar sereno y sin sobresaltos, como una resignación ancestral de su destino. Desde que salía de la escuela, El Chaparro y el Moreno, que así le puso por nombre mi padre a aquella yunta, me esperaban en el fondo del patio debajo de la sombra del viejo tamarindo. S e entretenían comiendo “totomoste” y calabaza picada, aquella yunta tenía algo especial, solían tomar de mi mano el manojito de mazorcas, pasando su lengua rasposa por todo el contorno de mis dedos. -
En cuanto salgas de la escuela nos vamos a cortar zacate paral para los toros. Hoy no puedo, quedamos que a las cuatro de la tarde vamos a jugar futbol con los de allá abajo. Pues dile a los de aquí arriba que le digan a los de allá abajo que tú no puedes hoy, primero están tus obligaciones y después la jugada de pelota. Si quieres el domingo me voy a cuidarlos todo el día…anda apá…te juro que si… No tienes que andar jurando nada, ya dije que vas a cortar zacate y punto.
Y mi padre ya no decía una palabras más, estaba dicho todo, con esa determinación férrea, comenzaba a uncir la yunta, colocaba el “ayubo” en la nuca de los toros, poco a poco iba enredando las largas coyundas de cuero alrededor de los cachos recortados, como cuando las mujeres se trenzan las largas cabelleras, luego les colocaba sus respectivas “nariceras” en la trompa. Una vez uncidos, Chaparro y Moreno, eran llevados hasta el timo de la carreta, y con un balsón de “lechuguía” se unían yunta y carreta. Mi padre abordaba la carreta, se encaramaba en la parte frontal, una mano en la varilla y con la otra sostenía la puya, como en la época de los romanos, y con el rechinido de las ruedas de la carreta, salía con rumbo al cañal, a una prudente distancia le seguía, ni los
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argumentos más dramáticos respecto a mis ganas de ir a jugar, lograban que mi padre emitiera una palabra. Ya cansado de gemir y caminar, por el rumbo del canal optaba por subirme a la carreta, estaba convencido que era imposible lidiar con el silencio de mi padre. Sentado en la cama de la carreta, con mis pies colgados, escuchaba como la ruedas iban aplastando a las pequeñas piedras del camino, dejando a su paso trillas paralelas, se incrustaban en mis huarachos de cuero, el pega-pega, las espigas de zacate colorado, los platanitos del cola de chucho y de repente era sorprendido por las rasposas espinas de una “gumaga”. Pasábamos, en medio de lagunas y regaderas. Al llegar al cañal, desatábamos a la yunta, para que de manera desesperada comenzaran a devorar cuanta pastura se presentara a su alcance. Ahí comenzaba el corte del zacate, tercio por tercio, se llenaba la carreta. Entrada la oración volvíamos al pueblo, cargados con zacate, un tercio de caña, unos toros que regurgitaban lo comido y decenas de luciérnagas que se nos cruzaban en el camino, en tanto que mi padre, rienda y puya en mano, entonaba un viejo canto: -
Ya vamos llegando a Penjamo, ya brillan allá sus cúpulas…si una muchacha te mira y se agacha es que es de Penjamo.
Ambos regresábamos contentos, a estas alturas el juego se me había olvidado. Esa misma rutina habría de repetirse una y mil veces con la misma secuencia y frecuencia, a no ser por el día en que mi padre, por índole de carácter estrictamente personal (se fue a cobrar la raya a Ingenio),no podía ir y le pidió a mi tiu Juan, blusa, para más señas, que me acompañara en tal faena. Muy a su pesar, y no de buena gana, mi tiu aceptó, él, como mayor que era, estaría a cargo, y yo en el papel de siempre, de acompañante, auxiliar, chalan, achichincle. En el camino de ida, no pasó nada extraordinario, salvo por la bejuquilla verde que pasó enfrente de la yunta y los toros asustados se salieron del camino, metiéndose en un motón de espinas de escanal, fuera de eso, todo fue normal. A partir de ese momento me di cuenta que mi tiu y la yunta no hacían muy buena química, algo no funcionaba entrambos. Pero no se lo podía decir, ya que desde que nos subimos a la carreta, me dijo claramente, que él no iba por su gusto, que si por él fuera no iría, que lo estaban obligando, que tuvo que perderse un juego de pelota, que nomas porque mi amá lo amenazó…y un sinfín de argumentos negativos, así que opté por el silencio, pero para mis adentros me llené de risa, que en varios momentos estuvo a punto de brotar a carcajadas, confieso haberme alegrado del malestar ajeno. Ya estando en la parcela, lejos de dejar en libertad para que la yunta pastoreara, mi tiu decidió que los persogaría, clavó en la tierra dos varillas de carreta y de ahí amarró a los toros. Estábamos cargando la carreta con el zacate paral cortado, ahí nos percatamos que las varillas que servían de estacas estaban rotas, lo toros avanzaban, al principio lentamente, mi tiu Juan, aún sostenía un tercio de zacate en el hombro, cuando le vi el rostro descompuesto y pegó el grito: -
Chaparroooo, Morenoooo….donde van hijos de la chingada.
Fue la voz cavernosa de mi tiu, fue un ruido que brotó desde dentro del cañal, fue la mala hora que ya mi tiu traía metida en sus adentros, no lo sé…pero a partir de ese momento, aquellas bestias comenzaron a huir de manera despavorida, los gritos de mi tiu solo hacía
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que los animales incrementasen su carrera. A partir de ese momento comenzó la carrera persecutoria, aquellos faunos endiablados, desafiaban la gravedad al mantener la cola en posición vertical muy a pesar de velocidad que imprimían a su galope, muy a pesar del viento que les aplanaba las orejas, en tanto que el pastor, que para esas alturas, estaba en completo estado de locura, ya que se había despojado de los huarachos, arremangado el pantalón y corría gritando desaforadamente. Las bestias parecían disfrutar de la carrera, brincaban cercos, regaderas, aplastaban cañas, ni siquiera respetaban a los grandes lodazales, la vida se les iba en correr y correr. Sentí temor, ya por no saber el paradero de los toros y mi tiu, ya por la palidez de la tarde que moría, ya por la quietud aterradora que siguió al momento de la catarsis, por cualquier cosa, me subí a la carreta, y de repente creía escuchar algún grito de mi tiu. El sol, como pelota roja, se ocultaba entre las espigas de las cañas, su escasa luz ya no provocaba en los cuerpos, sombras. El sol murió con la tarde, pronto comenzaría la negra noche, alguien pasó por el camino y preguntó qué pasaba, le conté, me dijo: “mejor vámonos, por hoy ya no los van a encontrar, a esos animales se les metió el diablo…y si dices que agarraron por ese rumbo, van derechito pa´l palmar, ahí menos los encontraran y a tu tiu…a lo mejor ya le jugaron la cabeza los duendes y anda perdido.” Decidí quedar a esperar, agarré la cacha del machete, me puse en medio de la carreta. El manto negro de la joven noche se iba extendiendo, de en medio de un matorral de zacatón veo aparecer a mi tiu Juan, pero sin la yunta, su rostro pálido casi resplandecía contrastando con las sombras que ya caían. -
No los pude alcanzá, al principio se paraban, cuando llegaba cerca de ellos, arrancaba a correr otra vez, pero ya cuando llegaron al tercer puente, no pararon, se me tapó el felgo de tanta corredera, se metieron por el rumbo del palmar, ahí si tuve mucho miedo entrar. Lo que siento es que me va a matá tu papá, ya no va a tené yunta. Vamonos.
No dije nada, no tenía nada que decir. Escondimos todas las cosas entre los surcos de caña, solo nos quedamos con el machete y emprendimos el regreso al pueblo. Cerca-cerca, por aquello de los espantos del camino. Ahí vi la gran diferencia de regresar sin mi padre. Llegamos a la casa, a mi tiu le tocó explicar los hechos, para mí, que presencié los hechos, creo que exageró en su versión de los acontecimientos: habló de una corriente de aire que invadió el cañal, que a lo mejor ahí los toros vieron algún alma de difunto o alguna nauyaca se paró en su cola y esto provocó el miedo de las bestias. De todas maneras nadie le creyó. Le dijeron hasta de que se iba a morir cuando estuviera viejito. -
De todas maneras, mañana te subes en el primer carro teco que pase para Unión, te bajas en la mojonera y te metes en ese palmar y no sales de ahí hasta que me traigas a esa yunta. No fui a jugar futbol…y a parte no me lo agradecen. ¿ Que dijiste? Que mañana voy temprano a buscarlos.
En cuanto mi Apá se enteró del suceso, ya no esperó que amaneciera, pero en vez de irse al palmar, se fue al cañal, donde estaba la carreta y dice que ahí estaban los toros echados junto al timo, como si nada hubiese pasado. Por eso no creyó que la yunta se hubiese metido en el palmar y volver como si nada. -
Lo más seguro, es que se quedaron bañando en el primer puente y dejaron persogados a esos toros, quebraron la estaca y se metieron al fondo del cañal y ahí ya no los encontraron.
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Chaparro y Moreno, siguieron comiendo totomoste de mi mano, con el tiempo aprendí a manejar carreta y quedé a cargo de la yunta, para eso mi hermanito Mayo sería mi achichincle, a quien habría de platicarle muchas historias mitad verdad, mitad fantasía. Un día me dijo: -
¿Tito, y de verdá se metieron los toros al palmar? No sé, eso fue lo que contó tiu Juan. Yo solo vi unas sombras que corrían. ¿Quieres que cante una canción, chunco? Si no sabes cantá. ¡¡¡ Ya vamos llegando a Penjamo, ya brillan allá sus cúpulas…si una muchacha te mira y se agacha es que es de Penjamo.!!! Chiuuu eeeey, Chaparroooo…Morenooo.
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LA CLAUSURA.
En los asuntos escolares me inicié como un “oyente”, era lo usual, apenas comenzaban a funcionar los kinder. Ser oyente en el salón, equivalía a ser un ente ambulante, sin derechos ni obligaciones, es decir, no contabas, eras un arrimado, un cero a la izquierda. Por tanto la única aspiración en esas circunstancias era poder escuchar bien, si, oír, oír, oír…y luego repetir. - ¿Y qué aprendiste, hoy? - Nada. Ni caso me hicieron. La maestra solo me vio y me dijo: “aquí sigues pué…” Me pidió que hiciera una plana de una letra que parece horqueta de hule. - Mmm, así no vas a llegá muy lejos. Pal próximo año ya vas a entrar a primero, aprende lo que puedas. - No guá aprendé nada, má. Mejor me quedo en la casa y me espero. - No. Sos el mayor, y tienes que dar el ejemplo a tus hermanitos. Así tengamos que trabajá día y noche, van a tener estudio. No voy a hacerles lo mismo que me hizo tu tata, que con tal de que los ayudara en el trabajo de la casa, no me dejo ir a la escuela. - Si me gusta la escuela, pero pa que voy si no me toman en cuenta. Cada vez que pasan lista, cuando terminan y no dicen mi nombre, los chamaquitos empiezan a gritar “ faltó uno, faltó uno…ahhh, pero es el oyente, este no cuenta” y todos se empiezan a reír, hasta la maestra, ya vi que se ríe por lo bajo. - Déjamelo estar…con esos chamaquitos. Tú sigue. - Bueno, pero cómprame un lápiz nuevo, mira este, ya está todo mascado, se lo tuve que quitá de la boca a la cuche, ya se lo estaba comiendo.
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Al rato vas antá tu tia Chefa, que te dé uno y lo apunte. Pero le dices a tu papá que le saque punta con el machete, no vayas a agarrá la medialuna, te puedes tasajear la mano. El haber iniciado como oyente, tuvo su recompensa al año siguiente, con “toda la experiencia” que traía del año anterior, me fue relativamente fácil el iniciar el primer grado. Había entrado al maravilloso mundo de la primaria, de los párvulos, nos llamaban “los de parvolito”, los que solo saben rayar cuadernos, los que solo iban por el recreo, los que a la hora de formarse en vez de filas hacíamos bolas, los destetados, los que así empiezan pero sabrá Dios como van a terminar, los sapi, los últimos de la fila. Como nos llamaran era lo de menos, asistimos con orgullo, llevando bajo el brazo el cuaderno de pasta roja, de cartoncillo, engargolado con un alambre fino de acero inoxidable, a prueba de párvulos. Sosteniendo en la mano un lápiz de madera, recién afilado con el machete de papá o en su defecto, afilado con los dientes. Para mí, representaba mucho mas, al fin aparecía en la lista de asistencia. - Sentados niños, vamos a pasar lista de asistencia. Los oídos me zumbaron, el corazón acelerado, divague entre la emoción y el miedo, cada nombre, cada apellido mencionado era señal de que se acercaba la hora de la verdad. - Ordaz Cabrera Ediberto. - Presente.Fue tan débil mi respuesta, pese a que lo había estado ensayando todo el día anterior, simplemente, me ganó la emoción y los nervios. Acostumbrado a ser “ninguneado” durante todo un año, el que hoy, mi nombre figurara en la lista y lo escuchara en la voz del maestro, fue sin duda la confirmación de mi existencia terrena y de ser oficialmente un estudiante de “parvolito”, pero estudiante al fin. -¿ No vino Ediberto.? - Presente, maestro. -Habla recio cabezón, te van a poné falta. Aquella lista, a la que respondería toda vez que fuese requerido, se vio sacudida, tambaleada, años más tarde, cuando empecé el quinto año. - Ya se está acercando el día en que van a terminar la primaria, muchachos, es necesario que traigan su acta de nacimiento original, se los digo con tiempo para que no vayan a tener problemas con su certificado. La solicitud hecha en la escuela, la convertí en un ultimátum para mis padres. - Que dice el Director, que si no les entregó mi acta de nacimiento ya no me van a dejar seguir en la escuela, me van a sacar de la lista. Y de nada va servir todos los años que ya anduve. - Al rato que vaya tu papá a la Agencia…no, mejor a la casa de tiu Beto Jimenez, el tiene todo ese “papelaje.” - Y ese director, no tiene por qué estarte amenazando. Deja que me lo encuentre en la calle, me va a escuchá y le voy a decir hasta de lo que se va a morí. Para eso si está listo ese panzón, pero que tal cuando se pone a platicar con las muchachas practicantes que vienen de la normal, de eso si no dice nada. Ni sabe con quién se está metiendo…y no voy a decírselo ahorita porque tengo que lavar toda esta ropa, pero…
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Bueno…no así mero me lo dijo, no me amenazó, ni lo dijo amuinado…creo que lo que dijo es que va a haber problema con el certificado, realmente podría haber problema si no lo tenemos a tiempo, antes de terminar de sexto. - Mmm, de todas maneras, por ahí le tengo algunas que le voy a decir, aprovechando. Solicitaron copia de mi acta, no fue posible, a “alguien” se le olvidó asentarme en el libro del registro de La Venta, con el número del folio que me asignaron originalmente, estaba registrada una niña, que por cierto ya había muerto. Así que no quedó de otra que en ese momento y a la edad cercana a los once años, llevarme a Juchitán al registro civil “a presentar a un niño, vivo, a quien se le pone por nombre, Ediberto.” Sin la “ ele” , para que no se confunda al escribirlo. El acta me fue entregada. Así que no solo me habían “ninguneado” como oyente, sino que, además, no existí legalmente hasta los once años. Concluido lo anterior, las condiciones legales estaban dadas para que el final de la instrucción primaria se llevara a cabo. En sexto año, el maestro Lopez Cartas, nos dejó a mitad del curso, supongo que por su proyecto musical denominado “ La Raza”, el timón lo tomó el maestro Rodulfo. - A partir de ahora, debo decirles, jóvenes adolescentes, han dejado la niñez, un mundo distinto les espera, pasaran a la secundaria, ahí las cosas serán distintas. A diferencia de acá, allá son varios maestros, aquí solo tenían uno para todas las materias. Se los digo de una vez, no va a ser fácil, pero ustedes pueden, han aprendido lo necesario para poder enfrentarse al reto que viene. Sean valientes. Recuerden a sus maestros. Solo queda el último eslabón: la clausura. Ya había presenciado otras clausuras, pero, una cosa es ser invitado y otra ser anfitrión. En esta, mi clausura, sería anfitrión. Aunque lo correcto sería decir “la chamaquitada estaba motivada”, ya que en realidad éramos un montón de chamaquitos todavía, pero el orgullo nos impulsaba a sentirnos y a que nos llamaran “jóvenes adolescentes.” Eso sonaba más acorde con nuestras ansias de ser grandes. Por lo tanto me atengo a decir que “los jóvenes adolescentes” estaban motivados. Solía en ese tiempo, asistir a la escuela con mis huarachos de cuero o de plano a “puro pie.” Sobre todo en épocas de lluvia, esa calle de la primaria se convertía en una fábrica de chocolate chicloso, se reventaban las correas con tanta mojada. Ni modo, descalzo. - Muchachos, se acordó que ustedes van a ir de pantalón negro y camisa blanca, listo. Ahh, pero eso sí, todos con zapato. Nada de huaraches, por favor. Y esto no está a discusión. Díganles a sus papás, que si no tienen dinero, que vean como le hacen, que pidan fiado…o lo que tengan que hacer, eso sí, ZAPATOS, no todos los días termina un hijo la primaria. - Y las niñas, ahí la maestra Catalina les va a decir cómo va a ir vestidas. Eso si, nada de chanclas. - Recuerden que va a ser como el año pasado, buscan su madrina y cada quien debe llevar la comida con su respectiva mesa. Y va a venir un fotógrafo de Juchitán, todos bien rasuraditos, procuren cerrar la boca a la hora que les tomen foto con su madrina. Siendo el mayor, representaba el primer orgullo para mi madre en estos menesteres, pero también el primer ensayo. Pantalón y camisa se compró en algún comercio cerca del mercado, los zapatos en la canada, para tal ocasión acompañé a mi amá a la compra a Juchitán. - Te vas a poner esta camisa, mira qué bonita está, se llama guayabera, es puro lujo. - Pero…si no dijieron que lleváramos de esas…yo quiero una de las de siempre. -
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Pero esta es mejor…mira, hasta cuatro bolsas tiene enfrente. Muy elegante. Chanza bonito te vas a vé…ninguno se va vé tan bien como tú. - No quiero esa…son de las que se pone mi tata cuando va a la política. No me lo guá poné… - Ahhh, chamaco, chamaco…que es que te crees pué…pues se va a comprar esta y te la vas poner y listo. - Pues no…mejor voy desnudo. - Pues te vas desnudo, los infierno. Se acabó. Cuanto te debo muchacha…¿eso es lo último? ¿cuánto lo menos? ¿No hay rebaja…pués.? No fui desnudo y si de guayabera, para completar la escena, uno de mis tíos le dice a mi amá que me vería muy bien usando una corbata. Guayabera y corbata, ¿algo más?. Una de las hijas de mi tia Chefa, sería mi madrina, de regalo me llevó un perfume y un anillo, nunca había usado ni lo uno ni lo otro. Se sacrificaron dos pollos, aunque para ser honestos, ya andaban medio “cholencos”, sus días estaban contados, se aprovechó la ocasión y se les envió al guisado. La clausura empezaría a las siete, desde la cinco de la tarde estaba ya bien puesto. Aunque mi amá me regañaba por todo, ni bien ni mal, de vez en cuando la veía que me estaba mirando con ojos orgullosos. Su primer hijo, su primer dolor, dejaba la niñez y se iba convirtiendo en todo un hombrecito. A las seis, me vi por última vez en la luna del ropero, y decidí agarrar al toro por los cuernos. Los rostros serios de mis hermanitos, contrastaban con mi alegría, mas bien, se sentían raros de verme vestido así, no asimilaban la transformación. Ni bien había cruzado el patio del vecino, escuché a alguien decir – Jaj…de corbata va él, pues..Hasta ahí llegó, fuera corbata, hecho bolas la metí en una de las cuatro bolsas de la guayabera. De mí no se iba a burlar nadie, no estaba dispuesto a permitirlo. Cuando llegué a la escuela, ante la falta de costumbre para usar zapatos, sentía que los pies se me quemaban, los dedos estaban como cacahuates garapiñados. El evento empezó. Palabras más, palabras menos. Que si ya no son niños, que si ya van a entrar en otra etapa, que si esto es el principio de una gran carrera. Todos atentos con nuestras respectivas madrinas y padrinos. Se entregaron los papeles. No sé por qué sentía la mirada de alguien de en medio del gentío, de repente me topé con los ojos de mi madre y en ese momento movió de un lado a otro la cabeza, ¿y ahora que hice? Me dije. En ese momento me percaté de lo que estaba pasando, la única mesa visible en la explanada era la de mi madre con un perol lleno de pollo, platos y demás enseres para la cena. Una vez entregado los papeles y respectivas felicitaciones, se escucha en el micrófono. - Bueno…como les informamos con anticipación, aquí en la escuela sería la entrega de papeles y la cena se hará en la cancha que está frente a la agencia municipal. Por lo que les estamos invitando para que se trasladen a dicho lugar. - ¿Madrina, va a ir a la cancha? Yo voy a vé pa´que me quiere mi amá, ahí me está haciendo señas. - Ya cené, pero a lo mejor voy. Dile a tu mamá que ya me fui. - Má…dice el tocadisco que allá bajo va sé la fiesta. - Bueno…hijo de tu…madre. ¿Que no oíste cuando dijieron eso? Aquí tienes a tu pendeja con el perolote y al pobre de Mayo cargando esa mesota desde la casa. ¿ Y pa´que dejaste que se fuera tu madrina? Alcánzala, dile que falta la cena, los diablo. - No supe cuando dijieron eso. Y mi madrina dijo que ya se iba, que ya había cenado. Y ya se despareció de entre la gente, ya no la guá alncanzar. -
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Aaaay nana. Mira la vergüenza que andas haciendo pasar chamaquito. Pues ahora pa´que se te quite, te me llevas esa mesa hasta la cancha, ahorita mismo. Ese fue el castigo. Ya no sabía si me dolía mas la espalda por la mesa o lo pies por lo zapatos. Metido bajo aquella mesita de madera, nos fuimos a la cancha. La mesa parecía que avanzaba sola, pues desde abajo, me ocultaba de la pena y de las burlas. Algunos relámpagos se veían por el rumbo de Ingenio. Con una honda tristeza quedé viendo hacia el cielo y dije para mis adentros. - Solo falta que llueva en mi clausura. No llovió. Y como mi madrina ya no cenó con nosotros, alcanzó para que junto con mis hermanitos nos diéramos “una entrada” con aquellos pollos cholencos que hasta sed nos dio, para lo cual nos tomamos una coquitas. Así clausuré mi primaria.
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“ La boda de los micos.”
Esta historia dicen que fue presenciada por tiu “Tomas vivo”, se mencionan otros nombres de quienes pudieron haberla vivido, pero cuando me la contaron el protagonista fue el que ya dije, así la cuento, con muchísimo respeto.
En los viejos tiempos, en La Venta, era la montaña quien nos proveía de leña, madera: para las casas, para hacer carretas, mesas de santo, bateas, camas de penca; por lo que era común el ir y venir de las montañas o simplemente cuando alguien ya estaba a punto de quedar guidxa ( o guicha como lo decimos) agarraba su morral y su machete y “jalaba” para el cerro, santo remedio. - Si te vas por todo el arroyo vas a llegar a la montaña- te decían cuando preguntabas por los caminos que te llevarían al “pie” de los cerros. Un día de tantos que han habido en La Venta, tiu Tomas vivo tenía que ir a leñar; aún oscuro todavía agarró su machete, hacha, cantarilla y morral, poniéndose en camino, en ese momento le dijeron que se llevara a un chucho de compañero, pero dijo que no, que solo iría él y su alma (que para esos casos es más que suficiente), pero las advertencias siguieron – Ten cuidado Tomás, por el rumbo de la Tunita, cerca del rancho de tiu Bulmaro sale un chupamiel y ya le ha chupado el seso a varios aquí en La Venta, no seas confiado.-
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Pero como tiu Tomás era de esos Venteros bragados que no respetan ni al diablo y no le tienen miedo más que a su mujer y a su mamá; respondió – déjalo que se me aparezca uno de esos…a planazo de machete me lo voy a agarrarDecidió ese día no llevar carreta, solo iría a cortar y amontar la leña para luego ir a buscarla; se internó en el arroyo con todas “sus chivas” al hombro. El arroyo seco, estaba lleno de vida, a cada paso que daba era acompañado por el trinar de chitoguís, zanates, chincuyos, xahuís, centzontles, tortolitas; los bereguidxas y los pasaríos salían de la nada corriendo, por el cielo se veía la silueta tempranera de un zope que hacía su rondín por aquello de las dudas y las iguanas perezosas desde lo oscuro de sus huecos solo se les “coyoleaban” los ojos, expresión muy propia de nuestro pueblo. Cuando pasó por el rumbo del rancho de tiu Bulmaro se acordó del chupamiel y a manera de precaución apretó muy fuerte la cacha del machete. Dicen que un hombre solo en el cerro puede ser cosa de peligro porque a los duendes que ahí viven les gusta jugar con la imaginación de la gente, imitan voces humanas agradables y te van llevando hasta el mero centro de los cerros, ahí te pierden, para que luego hagan que aparezcas cerca de un pueblo llamado Las Conchas; pero para eso ya has perdido la razón: quedas guidxa…pues. Con lo que ya había leñado el buen Ventero completaba una carreta, de esta forma decidió almorzar, destapó su morral y emergieron rozagantes los totopos, queso seco y camarón; iba a dar el tercer bocado cuando de repente empezó a escuchar voces que llegaban de algún punto del cerro, en una mano el totopo y en otra el machete, se quedó inmóvil, tratando a toda costa de identificar si las voces era humanas, pero todo era confuso, eran cientos de voces, una algarabía, solo escuchaba: “ heee, yiiii, uaaa, chiii , choooo, uiiii, cooo, cheeee…-“ Al parecer es zapoteco, le decía a su alma (como no quiso llevar al chucho era su compañera) al decir esto comenzó a caminar en dirección en donde provenía la bulla. Con cada paso las voces eran más intensas y audibles – chiii, cooo, coo, chéCuando por fin llegó al lugar de donde procedía la bulla, se quedó pasmado por lo que sus ojos veían: en un claro de la montaña estaban congregados cientos de micos, changos o monos en una algarabía total. Se acomodó en el hueco de un árbol para poder presenciar aquel espectáculo único, tenía que verlo bien para poder contarlo en el pueblo; de entrada se pudo dar cuenta que aquella bacanal de micos era una fiesta, incluso fue un poco más atrevido en sus deducciones: se estaba celebrando una boda. Alcanzó a ver que dos micos jóvenes sentados en el tronco de un árbol era el objeto de la atención de toda “la changada”, dedujo que se trataba de hembra y macho, pues la hembra se le veía la cabeza llena de flores. En otra esquina habían cinco micos que les colgaba del pescuezo una papaya orejona, sin duda serían los músicos, ya que se meneaban al mismo tiempo de un lado a otro golpeando piedras y palos, a la vez que coreaban – chiiii, coooo, cheee , chhhi, co, che. – En otro plano del escenario se veía al resto de “los invitados” , unos bailaban, chango con changa o changa con changa, pero no macho con macho, eran muy conservadores; y los más viejos y tiernitos se deleitaban con un “zapotemico” en cada mano; fue distinguiendo a cada personaje, vio incluso cuando la bailadera era total y empezaron a formarse, uno por uno le iban dejando una fruta fresca en las manos de los micos-novios y en sus pies les despedazaban morros secos, ni que decir, era el mediuxhiga.
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Cuando de plano ya no se pudo aguantar la risa, fue en el momento en que empezaron a bailar la cola y fue tanta y tan fuerte la risa que se resbaló con las piedras cayendo en un montón de ramas secas, pese a la escandalera de los contertulios el ruido del porrazo fue escuchado, detectando de inmediato al intruso, lo que originó el caos y la locura, lloviéndole a tiu Tomás: piedras, palos, papayas, morros, zapotemicos; quien tuvo que emprender la huida de manera dramática, viniendo a parar hasta su casa, muerto de miedo y de risa. Días después volvió al sitio: la leña estaba carbonizada…y sus cosas llena de zapotemico. Jamás olvidaría la histórica boda de los micos… * Cuando le pregunté a tiu Cheno si se sabía esta historia, me dijo: - m´hijo…eso no es nada, yo anduve por ahí al día siguiente, era un lunes…estaban haciendo ni más ni menos que la lavada de olla.- ¿Y cómo es que esa “micada” tienen tradiciones parecidas a las de nosotros?- No son monos en verdad…- me dice tiu Cheno - son gente antigua que se perdió en el cerro, la cuchibruja les jugó el cerebro y ahí quedaron a vivir…y eso que no te he contado del día en que los micos eligen a su presidente… * En ocasiones que veo a la borrachada pelearse en las fiestas me pregunto ¿ no será que alguno de los micos de aquella boda bajaron del cerro y se quedaron a vivir con nosotros? ¿Será?.
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La bañada de Vela.
Llego Noviembre. Es la fiesta del Pueblo. A estrenar se ha dicho.
Todo empieza un año antes – y los mayordomos para el próximo año son: Angelino Solórzano y esposa.- en mi infancia llegue a pensar que la Fiesta era propiedad de Lino, siempre él. La vida en La Venta se detiene en Noviembre, hay un espacio, una tregua, ante las ocupaciones diarias, ante el embate de la cotidianeidad, una estocada a la rutina. Fin de un ciclo para empezar el siguiente y así hasta ser llamado a otros lugares, a la quintaesencia de los cielos o los infiernos, según sea el caso. Las cosas se preparan durante un año, pero son seis días la culminación intensa y como en la creación para descansar al séptimo. Desde que empieza el mes se dejan escuchar esporádicamente los cohetes, ruido cercano o lejano según la distancia de tu casa con la del mayordomo. Es jueves temprano, un grupo de mujeres con sendas cubetas en la cabeza y acompañadas por “el muní”, van por las calles, se dirigen al río a lavar el maíz. Todas bailan armoniosamente al compás de canciones tradicionales y nuevos temas que el par de músicos son obligados a entonar, cuya negación los llevaría a la condena unánime del grupo de féminas – ¡pa que contratan a estos¡- - no saben tocar el pito- ¡que traigan a Pancho Tina! -mejor le hubiera dicho a mi marido que viniera, él toca mejor – cada frase es
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acompañada por estruendosas carcajadas, los limites son trastocados constantemente – mejor que toquen la canción de la cola- -¡ si que toquen la cola! Risas. A esa hora el agua del río está fría, arremangadas las enaguas sumergen las pichanchas, una y otra vez hasta que a la materia prima se le consigue desprender la cal impregnada desde su cocimiento. En la concentración de la tarea se olvidaron de la música, momentos de seriedad híbrida - Ya le pedí a Santo Niño que pal próximo año si me da vida, voy a ser madrina de calenda – Yo todavía le debo la promesa de hace tres años -Si pal sábado regresa mhijo de Cancún voy a apuntarme con un Toro-Ya vieron que a la hija de... ya se le nota la pancita- Y se va a casar por la iglesiaAlguien se percata que los músicos se han ido a sentar como a cincuenta metros del grupo -¡Ora músicos jijos de la chingada, toquen algo huevones! – -No les den de desayunar a los cabronesNuevamente la algarabía se desborda, y sin meditarlo un segundo, sin ponerse de acuerdo cual va, el dueto reacciona con un estruendo de tamboras y flautas, es una pieza que al principio no se logra distinguir a que genero corresponde, después de reponerse del susto logran encontrar el ritmo – es la Sandunga, Sandunga Mamá por Dios...! -Vamos a bailá comadre, ora que estamos vivas, quien quita pal próximo... - ¡¡¡Arriba santo niño¡¡¡ arriba los mayordomos!!! ¡¡¡esto es vida, no la que me da mi marido!!! Gritos, euforia total. Se quema un “tiempo” y piden diana al Muní, el maíz está listo para llevarse a la molienda y hacer tortillas. Van regresando, -vamos a pasar por la iglesia a ver al santito-No dejen de tocar músicos, el santo se los va agradecer- algo comenta uno de los músicos en zapoteco a su compañero, alguien le entendió y le revira – te entendí cabrón, ahora menos te toca desayuno- nuevamente las exigencias –musicooooss - . Los munís que se atreven a venir a tocar en estos eventos ya deben estar al tanto, y ha de ser porque el trabajo escasea en esa fechas en otros lugares, porque de otra forma no es fácil aguantar tal presión. Ahí van, músicos, mujeres y Lipe Sandía tirando cohetes a diestra y siniestra. En la iglesia se detienen a ofrecer al santo el maíz lavado y por enésima vez y con un grado de exigencia mayor, pues es pal santo, se pide a los mentados Munís que con mayor ímpetu se entonen – a ver, a ver, échense la llorona- cubeta en mano y cabeza la mujeres comienzan a danzar armoniosamente haciendo círculos concéntricos, barriendo con sus enaguas el polvo del piso que el viento ha dejado días previos, es la danza de la alegría, la vida. - Ahora tóquense Dios nunca muere- grita Lipe Sandia al punto en que deja soltar un cohete de luz que se va silbando por el espacio como energúmeno, como contagiado del éxtasis del momento, - ¡cállate Lipe, si no es entierro¡¡ es una voz que viene de la parte oscura de la iglesia, es algún marido joven, que por recomendaciones de terceros y por aquello de que más vale pájaro en mano, ha decidido seguir la procesión a cierta distancia. Se avanza hacia el molino, para convertir el maíz en masa, al molinero se le despertó desde temprano, se le pide que esté listo, para esto se observa el horizonte claro-oscuro, en esto días la vida de los gallos se trastorna, ya no saben a qué horas cantar. -Vamos Forto, vamos que ya está amaneciendo, pícale con la molienda- ya por necesidad o por fregar - Musicooooos – orita sí, una cumbia, vamos- Ora, la cumbia del borracho- los artistas prestos comienzan a lanzar sonidos al viento, las parejas de mujeres presurosas buscan el corredor del molino, y otra vez -¡que baile
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Sandía, que baile Lipe...! No hubo necesidad de repetir la solicitud, Lipe Sandia aparece en media pista trayendo en la mano una botella de mezcal, trae puesto un pantalón roto del tiro, mismo que se sostiene de la cintura por un mecate, comienza a girar con la piernas en forma de arco y las manos elevadas (así debió haber bailado el hombre de las cavernas ) – Dale sandia, dale - sin detenerse en su baile avanza hacia una muchacha gordita que lo ha estado observando desde un rincón – ¡vamos a bailá muchacha¡- intenta sujetarla de un brazo, pero de la nada aparece otro brazo que sujeta a Lipe del cuello – tranquilo Sandia, que chingados te pasa, es mi vieja – es el marido joven que ha saltado al círculo y constata con satisfacción que sus pensamientos no estaban tan errados. Es muy temprano para pelear, las señoras presurosas, ocupan con sus cuerpos la totalidad del espacio y se despedazan en un baile desordenado de tal forma que Lipe y compañía son desplazados e ignorados ¡¡ arriba santo niño!!! ¡¡¡arriba la virgen María!!! ¡¡¡ arriba Forto Gorila¡¡¡ ¡¡¡arriba el Muní!!! Y al calor del barullo, y fuera de lugar alguien grita ¡¡¡muera el gobierno¡¡¡ ¿ Cual? --el que sea, es lo mismo. Risotadas. Durante el día se prepara la tortilla, caldo de res para los señores que le dan el último toque a la enramada, son más de cien metros cuadrados que se ha cubierto con palma verde. El olor de las palmas recién cortadas se mezcla con el del pan acabado de salir del horno, la cocina que también aporta al olfato su correspondiente olor a mole y sus condimentos. En la tarde será la toreada, se ha preparado un corral circular con varas y bejucos, en el centro se deja un horcón para amarrar a los animales, en los alrededores se ponen los puestos de las taberneras, de tal forma que las mujeres y niños estén pegados al corral y los hombres en los respectivos establecimientos etílicos. - El primer toro de la tarde es el “ Rabo verde” propiedad del Sr. Angelino Solórzano-¿También los toros son de él?- pregunta un borracho desde lo alto del corral. Aparece un toro color bermejo, es atado al palo de en medio sujetándolo de los cuernos con una soga que forma una cadena para ir soltándolo, se le dan puyazos y le avientan cohetes en los pies para ponerlo bravo. Apenas se suelta al toro -Sáquenlo, no sirve-Está jugado- sáquenlo con todo y torero-MúsicooosSe trata de una banda de Juchitán contratada ex profeso para la ocasión. En los alrededores se ve a tanto vendedor que ya no se sabe si hay más oferta o demanda – Nueganos, nueganos, aquí están sus nueganos-Paletas de leche y de sabor- Platanitos, palomitas, chicharroncitos -Nanches, curados- dulce de coco, de chilacayota- Playeritas y trusitas con el retrato de Maicol Yakson, llévela una a su niño-. Ante este paraíso del sabor los niños olvidaron el motivo de su estancia en el lugar – Y que quieres que haga si ya no tengo más dinero - dice una Mamá que se trenza en una reyerta con su hijo de apenas siete años –quiero chiñacoco--Retírate de mi vista, ve a molestar a tu padre-Y ontá- Allá con las cantineras, mira al cabrón como está besuqueando a esa borracha-¡Pá dame diez pesos!-Vengase pa cá cabroncito, mira, esta muchacha iba a ser tu madre.-
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* La noche del jueves ha llegado y con ella el cansancio de muchos, la embriaguez de otros tantos y a prepararse para lo que viene, el viernes. La claridad del viernes aparece, en la mañana nuevamente la lavada de maíz, durante todo el santo día la toreada, en la iglesia ya están instaladas la vendedoras de Nanches y curados. Todo el día se lleva a cabo la toreada, por tanto, el tiempo se va en comer y beber, el relajamiento total. En la noche será la calenda, la madrina ha mandado a elaborar a Juchitán con anticipación un torito de petate que será el centro de atención del espectáculo pirotécnico. Desde las ocho de la noche las calles serán recorridas, por hombres, mujeres, niños y mampos. Si el Muní está en condiciones será el encargado de amenizar el recorrido, si no Chema García estará presto, se irán deteniendo en lugares estratégicos para bailar, en tanto una turba frenética de adolescentes y jóvenes se lanzan al frente para torear a la botarga pirotécnica, que será conducida por...es correcto, por Lipe Sandia. En este recorrido, se grita, se baila, se canta, se toma, se fuma, se come, se ríe y el que quiera puede llorar. En este punto el Ventero es uno con el cosmos, encuentra su génesis, aflora el Yo, pero no el Yo que quiere apropiarse de todo, si no el Yo que soy Tú, la vida está y hay que tomarla, no hay mañana, hoy quiero vivir porque no sé si existiré mañana. El clímax de la calenda llega al momento de entrar en los atrios de la Iglesia – Viva el Santo Niño - Vivaaaaa-Préndanle lumbre al Torito-Esperen ahí´stá Lipe - Con todo y él – . Por precaución alguien ha llegado con una cubeta llena de agua y le pide a Lipe Sandia se descubra, lo bañan totalmente, y nuevamente se introduce en el torito y empieza la quema. Comienza a salir chispas por todos lados, los frenéticos se han quitado la camisa cual capa de Torero y comienzan a hacer faenas taurinas. El torito salta, los cohetes empiezan a estallar, salen buscapiés en distintas direcciones, la gente se arremolina donde pueda, ruedas de lumbre giran por los aires. De la nariz del animal brotan borbotones de lumbre. Como salido de ultratumba aparece de entre el gentío un bulto negro: Uriel Mogono, llega cayendo de borracho, se quita la camisa para capotear, el torito le asesta una cornada en la costilla a la par que hace explosión el ultimo cohete, el más grande e intenso, el estruendo simula a una bomba, la chispas cesan, la gente ensordecida salen en distintas direcciones, hay confusión, nadie se percata que alguien ha quedado en el suelo, son dos cuerpos -Abran paso, cuidado. Mogono está sangrando, tiene un hueco en la panza- Llamen al doctor-También está hasta el gorro. Hace rato lo vieron llorando en la cantina de la Nagua. -Por este lado, aquí está Lipe Sandia, creo que le dio un ataque de asma-No, no. Está quemado, se le achicharro el lomo, por eso no puede hablar-. Era el ingrediente final como en tiempo de los romanos: la sangre. El cerrojo del Viernes será la fiesta en la casa de la reina de las festividades, a las once de la noche los borrachos de la mañana querrán curarse, y los recientes irán a dormir, como entregando la estafeta. *
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El sábado, el día grande, el día fuerte, las emociones están en su punto mas elevado, como nadie trabaja, la familia está reunida, los hijos dispersos en distintas partes de la republica han acudido al llamado –Cuanto que no te veíamos-Te fuiste de aquí siendo un chamaquito y mira... - Ya viste al hijo de...no te da como que regreso un poco delicado -Delicado? Mampo es ese –, No falta una madre que llega al extremo del sentimentalismo – Como me gustaría morir así, rodeada de todos mis hijosY un Padre también que con extrema aspereza le conteste -Oh que la chingada, ya vas a empezar, deja de entristecer a los muchachos, vinieron a divertirse no a escuchar lamentaciones, vamos a la Toreada.La corrida durará hoy solo medio día. En la tarde, el espectáculo carnavalesco de La Venta, la regada de frutas, es el paseo de carros alegóricos, que no por ser de pueblo deja de tener su toque especial. Nuevamente el pueblo es uno, se van exhibiendo por todo el pueblo carros con temática diversa, los mampos de Unión, de Juchitán, de Ingenio y locales, se han esmerado por presentar su creatividad ya sea en los adornos de los carros como en los trajes de las muchachas, por que los muchachos se han adueñado de los caballos del pueblo y desfilan cual caballería revolucionaria. Al final del recorrido se hacen regalos aventándolos a la multitud. Cinco toros serán sacrificados en pleno reguero de objetos y barullos de gente, se hará una competencia entre cinco grupos de cuchilleros profesionales y se premiara quien logre terminar de descuartizar en menor tiempo al animal. Cada grupo tiene apoyo, las gentes de igual forma se dividen para animar a su preferido - Métele el cuchillo en la garganta-Pon la cubeta pa recoger la sangre-Empieza a quitar el cuero Fanillo – -Les dije que no metieran a Lipe, con la quemada este cabron no se puede mover-Empieza a cortarle las patas-A quien?-Como a quien, pues al toro, pendejo, ni modos que a Sandia – -Echen la carne a la carreta-Apúrate Lipe deja el pinche mezcal, coño-Ahí va la panza, cuidado, cuidado con la mierda, cuidadooo-Ya se empapó la cara el cabron -Rápido, rápido, Fanillo... -Ya estuvo?—Ya?- Ya? . -Ya estuvo¡¡¡ Aquí ¡¡¡ -Ganamos ¡¡¡ ¡¡GANAMOOS!!! Bravo Fanillo¡¡¡ Nos chingamos a todos. Los músicos se paran como resortes a entonar la diana, los cohetes zumban por los aires, bueno, no todos, uno no logro despegar y se fue a incrustar en una enramadita de La Mariatocho , quien tuvo que dejar la fiesta y salir corriendo a cuidar su patrimonio . El paseo ha concluido. Se llevará toda la carne a casa del mayordomo para preparar el estofado del domingo. Después del paseo, hay un espacio de dos a tres horas a manera de preparación para lo que será el baile principal, el plato fuerte, los mejores músicos regionales o hasta nacionales
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(siempre y cuando los mayordomos estén en condiciones y les hayan cumplido con las promesas de ayuda.) Nadie puede ni debe quedar ajeno a este momento. Los Músicos afinan, las taberneras arreglan su delantal, se maquillan de tal forma que como único espejo tendrán el ojo clínico de un borracho tempranero que no acierta a descifrar si es sábado o domingo -Como me veo tú, carotón-Tas chula mamacita-Mmmh ya sé lo que quieres tú, pero te vas a joder – Lo chula debe entenderse así: una cara gorda, que se estira por la peineta que se le inserta en frente. Cachetes, uno más colorado que el otro. Una sombra verde militar sobre los parpados, que no distingues si mira hacia el frente o hacia los lados. Los labios resaltan por una tonalidad rojo sangre, y una expresión fija como si fuera a dar un chito siempre. Le brilla a la luz de los focos de 40 watss un diente de oro y mas al fondo hay un espacio que lo cubre con un chicle. Para rematar con lo descrito, desprende de su cuerpo un aroma a creolina recién desperdigada. Son las nueve de la noche, la gente ha comenzado a llegar, esporádicamente se escuchan trompetas afinándose. En el exterior de la enramada, con una linterna de gas, se observa a un par de señores invitando a todo mundo al juego de la lotería, a cazar monedas con un arito de metal, se trata de “Los Mañas”, de quienes ya se sospecha de cometer actos truculentos en contra de muchos infantes, que han visto mermado el presupuesto que se les ha asignado para la ocasión. A través de muchos niños y no tan niños que han sido estafados, corre la voz de que esa noche alguien va a “machucar” a los mañas. Mucha chiquillada se arremolina en torno a la mesa de juego, nadie sabe quién será el vengador por tanta trácala de los mañosos, pero todos esperan a alguien. - ¡¡¡Ahí viene Manuelon!!!Como por arte de magia se abre una valla humana para dejar pasar a un hombre alto y fornido, portando tremendo cuchillo en la cintura, y de la mano viene un niño con los ojos rojos de tanto llorar – A ver, mhijo, quien te robó?-¡Ellos!-. Si dudar a señalado al par de miniempresarios, que se quedan pasmados. -Órale, hijos de la chingada, a ver si como roncan duermenSaca del bolsillo del pantalón un billete arrugado, lo avienta sobre la mesa y dice: – Muévanle a esa pinche cajita, ora van a ver como se gana, par de pendejos...De manera temblorosa, el maña mayor comienza a mover el cajón donde se guardan los dados, a la vez que los arroja – ¡El valiente, señor, y usté le puso a la chalupa!-Como que a la chalupa cabrón , la mitad del billete está en el valiente, el norte lo movió- --No señor, yo vi que usté le puso a la chalupa- responde el maña menor - ¡¡Chalupa mis huevos!! los dos se van derechito a la chingada, aquí dice triple, trescientos pesos, órale – Al decir esto, había colocado la mano derecha en el cuchillo y con la otra exigía el dinero. Esa noche vi consumada la venganza de tantos agravios pasados, el ver la actitud temblorosa y humilde con que los mañas tuvieron que desembolsar aquella cantidad. – -Sigan jugando chamacos, voy a estar en el puesto de Na´Placida, por cualquier cosa.-Avisen a la Policía- dice horrorizado Maña mayor.
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-Ya les dijimos – -Que dijeron , van a venir?. –No. – -Dijo Tato me muero, que no. Que no es problema de ellos-. Si te mueres aquí, tú serás el responsable. O ya te tocaba o te pusiste donde no debías. La música comienza, el bullicio se acrecienta, la idealización del Ventero, la camaradería, todos se conocen, hasta los que nunca se han visto. De repente la pista de baile se inunda de parejas ansiosas por dar rienda suelta a su pasión más ancestral por el baile. La noche se va en beber, bailar y ocasionalmente en comer. Volvemos a fundirnos con el universo, en nuestro microcosmos, al menos por hoy, hay abandono, alegría, salir del encierro, del claustro, del cascarón. Los que aguanten se irán a las cinco de la mañana. No faltará quien agobiado por el peso de los días previos ha hecho de sillas y cartones un lecho de rosas, y dormirá un sueño profundo hasta que sea despertado por lo chuchos que reclamen su alimento. * Ha llegado el domingo. – Dicen que hay un muerto allá por la carretera Noviembre sin muertito, no es noviembre, dicen los viejitos. Se ha corrido la voz. -Es un pobrecito que vino de Porvenir a la fiesta-¿Y que le pasó ?-Nada. Que un camión lo aplastó, le sacó las tripas-Ni modo Dios lo tenga en su gloria- Quien sabe, porque dicen que desde temprano lo vieron rete-borracho y andaba toreando carros. —Pues ni modo, ya le tocaba, era su hora, aquí ninguno muere si no es su hora. El Agente Municipal y sus policías se encargaran del cuerpo del finadito. Porque la fiesta tiene que seguir. Es el día con un toque más religioso. Los hermanos mayores y un grupo de hombres se instalaran en medio de la enramada. Hay varios recipientes con cera liquida, custodiado por una persona que usará una jícara de morro para ir rociando la mecha de metro y medio que porta otro participante. Van pasando por cada unos de los cazos u ollas de barro, e irán girando hasta convertir los hilos en gruesas velas. La bañada de vela. Es el día de las limosnas, mismas que más temprano que tarde se tendrán que devolver, porque motivo de fiestas, aquí, sobran. En el centro de la enramada también se colocan mesas donde se invitara a comer a los hombres, las mujeres no, tendrán que llevarse a sus casas el estofado, el mole o la carne frita. Nuevamente fiesta por la tarde, pero reservando energías para el cerrojo final. El lunes. * La grandiosa lavada de Ollas. Desde muy temprano se han empezado a quemar cohetes, “tiempos” y uno que otro balazo. Las ollas de caldo de res, con hueso oreado, han empezado a ser colocadas en la lumbre, la pancita se reservó para hoy, la cecina que se ha secado al sol en estos días, son colocadas en sartenes.
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Desde la una de la tarde, la gente comienza a acudir a la enramada de los mayordomos. La vista se engalana con un colorido multicolor, los trajes regionales emergen, como mariposas en plena primavera. Llegan concentraciones de gente por todos lados, la gente de la reyna, la gente de los capitanes, la gente de las madrinas. Las mujeres portan orgullosas, toda una suerte de artículos de oro: cadenas, pulseras, cadenillas, aretes, media onza, onzas, y todo lo que brille. Ataviadas, en la cabeza llevaran adornos de plástico, desde peines, globos, flores, cintas y frutas de diversa índole. Los hombres portando sombrero, huarachos y ropa de salir, llegaran al mismo tiempo con las mujeres, pero se irán deslizando hasta separarse totalmente. -Viva Santo Niño de La Venta -Vivaaaa-Viva La Venta-. -¡¡¡Vivaaa!!! - ¡¡¡Viva la Reinache.!!! Nadie contesta. Pues ella misma ha gritado su viva. En este punto el viento que había amainado, ha comenzado a desatarse, como haciendo comparsa con el momento, las grandes bocanadas de polvo, se arremolinan por toda la enramada. -Ya se había tardado-Es lo normal-Cuando has visto que en La Venta no haya viento- Nacimos, crecimos y moriremos con el viento, es parte de nosotros.En tanto las mujeres bailan al son de una marimba, los hombres se empinan unas tras otras las cervezas, tratando de esquivar el arenero y las hojas que son arrastradas por el viento. Las nubes pasan presurosas por el cielo, el viento arrecia con más furia, se escuchan los silbidos de árboles y cables. La música continúa, la gente baila, grita. Alegría y nostalgia se han fundido. El polvo incesante se esparce por todos los rincones, rostros polvorientos pero alegres. Al final de cuentas fuimos polvo, al polvo volveremos, y el polvo hoy nos acompaña. * El Martes será el recalentado…todo en familia…y volver a esperar otro Noviembre. El ciclo del viento.
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“Licha” La Manuna.
Para las niñas de ayer…que en su mundo infantil hubo alguna Manuna. El abuelo y los nietos se sientan alrededor de un quinqué, la noche ha traído la oscuridad al pueblo, son tiempos antiguos. En el cielo han prendido las luces, alumbran las estrellas; en la tierra, las luciérnagas imitando a las estrellas, ponen todo su empeño en brillar. - Tata, platícanos una historia, tú si sabes contar y tienes tiempo, mi apá y mi amá trabajan mucho, tan cansados y siempre andan bravos. - Si, Tata, pero que no sea de la cuchibruja o la chuchaprieta, esas me dan miedo. - Bueno, yo me siento en este banquito y ustedes en el petate, ahí les va: * Cuando La Venta era una hacienda, con unas cuantas casas en sus alrededores, en una casita de palma vivía una familia muy pobre, no se pa´que les digo lo de pobres, si los únicos ricos eran los hacendados. Vivian en esa casa, juntos, los abuelos, los padres y sus dos hijos, niño y niña. La niña se llamaba Alicia, era una muchachita de diez años muy tierna; prietita y bonita. Los padres de Alicia sembraban en un terrenito: maíz, ajonjolí, calabazas. En aquellas épocas, los campesinos tenían bien presente cuando empezaban las aguas o época de lluvias, días más días menos, pero no fallaba, por lo que se preparaban a tiempo para la siembra. En una de las cosechas, el Papá divisó una calabaza que había nacido en su terreno, era de “las pescuezudas”, muy lisa y muy bonita, en cuanto la vio pensó en Alicia. Se la llevó. Alicia recibió aquel regalo muy emocionada, era su primera “manuna”, anteriormente solo había jugado con “pancha yagas” así se les dice en zapoteco a las muñecas de palo. En
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cuanto recibió aquella hermosa calabaza, dijo: - no es una calabaza, es mi hija y se llamará “Licha.” Aquel año parecía normal, se prepararon los terrenos para los cultivos, solo esperaban las lluvias…pero las lluvias no llegaban. Ni una gota de agua caía. Algunos, con la seguridad que les daba la experiencia, se aventuraron a sembrar el maíz, veían como, las milpitas que surgieron se fueron marchitando y secando poco a poco. El pueblo se volvió triste. Pasó la estación de lluvias. Llegaron los vientos de noviembre. Los hacendados decidieron salir con rumbo a Chiapas, atrancaron las puertas de su hacienda, uncieron sus yuntas y una noche se marcharon. Las cinco familias restantes, eran tan pobres que hasta el aire les faltaba, ¿A dónde van los pobres cuando no tienen a dónde ir? A la tierra de ninguna parte, a ningún lado, para allá se van. La familia de Alicia tenía un pozo en el patio de la casa. El pozo se alimentaba de las aguas subterráneas que bajaban de los cerros, pero al faltar las lluvias, también el pozo se empezó a secar. Las aves dejaron de cantar, ya no les alcanzaba la saliva. Solo se escuchaba el ulular del viento y las lamentaciones de las gentes. - Que pecado tan grande cometimos que Dios nos castiga así… Alicia, siempre traía cargando a la Licha, no la soltaba ni cuando dormía, platicaba mucho con ella. -¿ Licha, si tu pudieras hablar, le pedirías a Dios que nos mande agua? Mis papás, mi Tata y mi Nana andan muy tristes; las tortolitas ya dejaron de cantar. Si se acaba el agua nos vamos a morí. Y yo no quiero dejarte sola, aunque seas de cáscara dura te van a comer los cuches, ya los conozco. Pasaban los días y ni señas. Los tapancos se vaciaron. Todo animalito que se moviera en el patio, al siguiente día amanecía asado, porque también se dejó de hacer caldo, para no gastar mucha agua. Los hombres comenzaron a ir al monte a campear, era difícil encontrar presas, si acaso algún “lengucharro” atorado entre las zarzas o algún garrobo muerto de hambre, que ya no movía ni los ojos, pues, eso se llevaba para la comida. Los animales también emigraron hacia las profundidades de las montañas. Se aproximaba ya, la nueva estación de lluvias, y con ella llegaban nuevas esperanzas. Después de un año sin lluvia, el pueblo parecía un sepulcro, el único pozo que no se había secado por completo era el de la familia de Alicia, solo daba diez cubetas por día y después lodo. Algunos empezaron a quedar guidxas, por la sed, por hambre y por tanto pensar. Fue aquella semana santa, la noche del domingo de ramo, Alicia jugaba con su manuna junto al pozo, pudo oír lo que su familia decía. - Para mañana, ya no hay nada que comer. ¿ Que vamos a hacer? - El monte está vacío. No hay ni compeches si quiera. - Pues…lo único que nos queda es comernos la calabaza de Alicia. - Pero si es la muñeca de mi nieta, no podemos hacerle eso. La quiere mucho. Se va a morir solo de pensarlo. - De todas formas, sin comida, nos vamos a morir todos.
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En tanto la plática se desarrollaba, Alicia, sumida en una profunda tristeza, abrazó muy fuerte contra su pecho a la Licha, su muñeca, su hija, y comenzó a llorar amargamente, se “bebía las lagrimas.” - No dejaré que te coman, Licha, así me muera de hambre, tú nunca serás comida. Al decir aquello, entre sollozos, había bañado de lágrimas a la manuna. - Prefiero enterrarte, antes de verte en comida. Pero…si te entierro te comen los cuches. Te voy a dejar en un mejor lugar, dentro del pozo. Sin pensarlo más, dejó caer a la calabaza en el pozo y salió corriendo sin ser vista. Llegó hasta el petate donde dormía, se tiró boca abajo, y siguió, llora y llora, toda la noche. Cuando “echaron a buscar” a la calabaza, ni la sombra. Alicia para no decir donde había dejado a Licha, prefirió volverse muda. No habló más. Se fue secando, se fue muriendo. Un día amaneció con su carita alegre, abrazando a una Pancha yaga, soñó que había vuelto a encontrar a la Licha y la abrazó para no soltarla más…y así murió. La enterraron junto al pozo, porque siempre la vieron ahí… Aquellos días de semana santa, hallaron en el pie del cerro, un palo lleno de papaya orejona, eso comieron durante la semana, total, es vigilia, decían. Los sábados de gloria, se acostumbraba, limpiar los pozos, se tiraba toda el agua y se dejaba que se volviera a llenar con agua nueva. - Si lo único que nace, al día, en el pozo son diez cubetas, y quieren que lo tiremos. - Es la tradición, es un acto de fe, hijo. El señor proveerá, ya lo verás. - No. No creo que esté haciendo mal, si tengo sed no voy a tirar el agua. - Solo te pido un poco de fe. Confío en que Dios abastecerá en gran manera, pronto veremos la luz…ayer vi volar en el cielo un montón de patos, también muchísimas hormigas acarreando hojitas…créeme, ya se acercan las lluvias. Las viejas costumbres prevalecieron, el sábado de gloria a temprana hora, comenzó la limpia. Fueron nueve cubetas de agua que se vaciaron al suelo sediento. En la décima, un grito desde la profundidad del pozo, se oyó, de parte de quien se había metido a limpiar. - Aquí hay un bulto. Aquí hay algo. Es…una calabaza. Es la calabaza de Alicia. Todos lloraron. Llevaron a la manuna a enterrar en el mismo sitio donde yacía Alicia. El Tata, tenía razón, aquella tarde del sábado, les llegó del sur un aire fresco, fresco, con un olor a tierra mojada, relámpagos lejanos, truenos más cercanos… Aquella noche llovió como no había llovido en trescientos treinta y tres días y más... Al día siguiente, el domingo de resurrección de nuestro señor, todo el pueblo reverdecía, todos los pájaros volvieron a cantar…y de manera inexplicable de la tierra donde se había enterrado a Alicia y su muñeca, brotaba un montón de matitas de calabaza. Aquel año, fue de las mejores cosechas que ha habido en este pueblo. Gracias al amor de Alicia y la fe de sus abuelos. Y siempre se recuerda a Alicia y su manuna. Esa es la historia que quería contarles. * Abuelo y nietos, lloran en silencio, la historia de Licha la manuna, les ha llegado al alma. - Mañana que vaya a Pasochivo, voy a buscarte una Manuna, m´hija. - Gracias, Tata…y va a ser mi hija…y se llamará Licha. El olor de la tierra mojada invade los rincones, gracias a Dios, seguro ha de llover.
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El secreto del diablo.
Esta historia nos fue referida por Tiu Cheno, nos la confió a aquellos que le creíamos y quienes pudiéramos soportar tamaña responsabilidad, la mayoría de aquel grupo selecto, o bien se murieron o quedaron guidxas, yo estoy vivo y voy a contar este gran secreto.
Si te preguntan, por que llegaste a esta hora, diles que el diablo te entretuvo en el cerro .
En las tarde cálidas, cuando el viento cesaba, solía pasear por las calles de La Venta. Sentado en el corredor de la casa de Julián Gala, ahí encontraba a tiu Cheno... Tiu Cheno era un viejito regordete, con los ojitos entrecerrados, el mentón como acucharado, dicharachero, juguetón. Fue muy hablantín, me encantaba su compañía, escuchar sus historias algunas fantásticas y otras también. Muchos le burlaban porque decían que era chismoso, que todo lo que contaba se lo inventaba en el momento – no viejo – le decían - es una vil mentira lo que dices- - nunca has estado ahí- -nadie ha visto lo que platicas –
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Cierto o falso, yo le daba su lugar, porque al final de cuentas si él decía que así fue, es porque él así lo vio y punto. Tiu Cheno estaba casado con tia Roma, y con ellos vivía La Nacha de tia Roma, creo que le daban ataques a la Nacha. De las historias que contaba tiu Cheno, mis favoritas eran las que decían que él había conocido al diablo en el cerro, y el propio Satanás le había hecho participe de historias increíbles, se tenían confianza, eran amigos. - Cuándo estaba más joven - decía el viejito -me metía por el rumbo de la Tunita, y me subía a los cerros- ¿ Y cómo era El Diablo tiu Cheno, estaba feo? – - Cuando lo conocí, tenía el semblante de hombre, vestido de negro, con botas y sombrero; en la mano traía una reata – - ¿ Y qué le decía, tiu Cheno? interrumpía su relato con el fin de que fuera directo al grano - Solo me miraba- - al principio pensé que era un alma de este mundo, sí, porque a la hora que iba a comer, me decía “ Me gusta mucho lo que te pone de almuerzo tia Roma, todo lo que comen en La Venta es muy sabroso”. -De donde eres hermano, le decía, porque no te he visto nunca en el Pueblo- “ No tengo casa, aquí vengo a descansar, por que cuando paso por La Venta me arden mucho los ojos” –¿y eso porque? - “ Hay mucho norte, y con toda la polvodera, yo no sé como aguantan Los Venteros” – bueno, es que a nosotros desde que nacemos, las parteras empiezan a soplarnos lo ojos, y queman chileancho abajo del catre del nunito, así ya queda protegido contra los ventarrones- “ con razón, ni yo que soy el diablo aguanto los nortazos de La Venta” en eso tiu Cheno detenía su relato y me miraba fijamente como comprobando el efecto de sus palabras – desde ese día me iba al cerro a platicar con mi amigo, al principio no le creía mucho, se pasaba diciendo pura faramalleada: “ yo soy el dueño del mundo, si quiero puedo echar a perder las cosechas, aconsejo a los políticos, les meto idea a la gente, por ejemplo: que le pongan agua a la leche, a los checheadores les hago robar del pante, hago que en la política se maten entre hermanos, a los matanceros que se vayan a Juchitán a vender la carne buena y todo el pellejo se quede, que cuando vayan los cañeros a rayar a Ingenio se gasten el dinero con las taberneras y que los hombres odien o quieran a los mampos” – no te creo – le decía tiu Cheno - todo eso que dices lo he visto que algunos lo hacen en La Venta sin tu ayuda.- ¿Y no le daba miedo, tiu Cheno? – No- me decía satán, que cuando no iba al cerro, se sentía triste, aburrido- ya nos teníamos mucha confianza, cuando nos despedíamos me encargaba que le trajera: queso seco, camarón, totopo, pimpo, cecina y cerveza. Al diablo le gusta mucho el queso seco con totopo. “Me voy a dar una sentada con todo esto que me traes hermanito” decía Satanás al momento que preparaba un perol de café en donde remojaba el totopo. -Y mañana te voy a contar lo mejor, horita ya estoy cansado.- Dijo Tiu Cheno. Y emprendía su camino rumbo al canal, por donde vivía, sosteniendo su figura encorvada llevaba una varilla de carreta de caulote, dicho bastón cumplía un doble propósito: sostener su humanidad agobiada por los años y repeler el ataque de los chuchos. - Ahora sí, me dijo tiu Cheno, esto que te voy a contar nadie lo sabe- - cuéntaselo a la gente cuando seas grande, cuando hayas conocido bastante de la vidaMientras tanto entre mis manos sostenía una memela de maíz nuevo con un pedazo de cuajada que mi Nana Lola me había regalado.
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- La cosa fue así - comenzaba diciendo – en una de mis vistas al cerro, llego y el diablo no estaba, me senté a esperar, porque ese día había pedido que le llevara mole negro, no me dijo porque, le pregunté pero solo me dijo: es algo especial. Ya me estaba agarrando el sueño cuando de la nada aparece el diablo, venia vestido de mujer el desgraciado, que pasó diablo, no que muy macho...no me vayas a salir que eres mampo... “ No sé lo que es un cumpleaños” decía Satán “ y quiero hacer mi cumpleaños hoy...por eso te pedí el mole negro” y comenzó un baile muy raro, se retorcía mucho, movía la caderas pa´todos lados, aplaudía y pegaba unos gritos que luego regresaban como eco, empecé a sentirme preocupado, dije ¡¡al diablo ya se lo llevó la chingada¡¡ él seguía y seguía...me dije, a este hay que pararlo porque si no, no sé cómo vaya a terminar esto... ¡ Satanás, Satanás¡ ya vuelve, ¿ya te gustó ser vieja o qué? “Soy feliz, por primera vez soy feliz” – decía. Ya más calmado le dije: mira manito, porque no lo celebramos como en La Venta, vamos a la cantina, con unas taberneras y nos ponemos briagos...nomás que vestidos de machos porque así...aunque seas el diablo...no le entro. Hay tres lugares: Ingenio, Unión o Juchitán, donde tú digas, me dijo, bueno, vamos a Unión ahí tengo una querida. En menos que canta un gallo ya estábamos en una cantina de Unión, al ver aquel hombrón se nos acercan unas cantineras, ahí empezó todo, yo pensaba que el diablo lo sabía todo y me di cuenta que no, él nunca había tomado mezcal, no conocía los efectos, se tomó como cuatro botellas, y otra vez, comenzó a bailotear como en el cerro, pero esta vez dije, ni quien te salve mi hermano, comenzó a quitarse la ropa, a gritar como guidxa y vino corriendo un mampo con un traje de Tehuana y que se lo ponen, ahora sí ...fue la guichera total, se puso un tulipán colorado en la oreja, comenzó bailando la Sandunga, siguió con el son del ombligo... y bailó y bailó hasta el amanecer y empezó a abrazar y querer besar a unos pescadores de Chicapa que se divertían en otra mesa. Ahí fue el acabose, hasta que lo encueraron y lo corrieron de ahí gritándole: ¡¡a parte de mampo, guidxa!! Lárgate de aquí mampo, hueles muy feo¡¡ Salimos como alma que lleva el diablo, él, pa´los cerros y yo me quede en La Venta. Desde ese día no he vuelto a verlo, me han dicho a veces, en tal lugar vieron al diablo y me voy corriendo a parar por ahí, pero nada, aunque si escucho algunos ruidos y como que alguien me ve, como que entre el monte hay alguien escondido...es él , pero no me quiere dar la cara, se le cae de vergüenza, porque yo sé su secreto: EL DIABLO ES MAMPO. Es lo que me contó Tiu Cheno. Verdad o Mentira, es cosa de creencias.
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¿El lápiz o el machete?
“Los machetes que salen buenos son los torito o los martillo, esos busca.” Las ampollas se habían roto, la sangre comenzaba a manar de la mano derecha, era la mano que sostenía el machete y apenas íbamos en el tercer surco. Habían pasado cinco días desde que se había realizado el corte en aquel Cañal y por la experiencia de los viejos campesinos del pueblo, había escuchado decir, que el destronque se tenía que hacer en cuanto se llevaran la última vara de caña o de lo contrario los troncos se irían secando, lo que complicaría hacer los recortes a los tronquitos secos, enjutos. La sabiduría de los viejos me quedó clara en cuanto asesté el tercer machetazo, los cinco dedos de la mano derecha cedieron ante el impacto brutal de aquellos resecos troncos, que se me figuraba que el diablo les había chupado el jugo. En el surco contiguo veía con que habilidad y rapidez mi padre deslizaba el machete, como partir el queso fresco, pero, además iba silbando. Cuando tuve ante mi vista el final del surco, sentía que los dedos comenzaban a “engarrotarse”: -
¿No me digas que ya te cansaste? No. Pero…o está muy seca la caña o el machete no tiene filo. O las dos cosas…si hubieras venido cuando te dije… Me dejaron mucha tarea en la escuela, por eso no venía Esta también es tarea…aquí también tas aprendiendo. Si pero yo no me pienso quedá de campesino…ta muy difícil esta cosa Pues métele duro al estudio, no vaya ser el diablo que te quedes a medias, porque entonces sí, ni quien te salve de esto.
Aquello fue lo último que escuché, siguió el curso de su surco y yo me preparé a emprender mi segunda línea, segunda agonía, segundo martirio. La mano derecha presentaba un grado excesivo de enrojecimiento con algunas manchas blancas que parecían gotas de agua: eran ampollas. A la mitad del surco nuevo, vi que las pequeñas manchas se habían convertido en pequeños globos , amenazaban con “destriparse”, aquello denotaba un peligro extremo, tomé el paliacate rojo que traía en la cabeza y apliqué un vendaje rápido, no estaba dispuesto a dejar mis “pedazos de cuero” en aquel sitio.
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Por mi mente pasaron muchas ideas acerca de lo injusto de la vida, acerca de la pobreza…pero principalmente acerca de mi futuro, me resonaron como un eco cavernoso las palabras de mis maestros, Delfino y Álvaro: “prepárense bien muchachos, la vida no es fácil, si con estudios es difícil, imagínense sin él…no pierdan el tiempo.” Ahora más que nunca me quedaba clara la filosofía de mi vida: prefiero morir estudiando que morir destroncando. Nadie me haría cambiar de decisión. En cada nuevo machetazo, la mano “tembeleque” rebotaba por los aires, la mano izquierda quiso auxiliar, imposible, no soy zurdo, a seguirle. Para rematar aquel dantesco cuadro de sufrimiento comenzó a arreciar el norte, lo que ocasionaba el revoloteo de la basura de la caña acumulada en medio de los surcos; eran remolinos de basura en los que me veía envuelto: era mi tembladera por los machetazos o la fuerza del remolino que me movía, ya no sabía, solo me dejaba llevar. Y fue en el fatídico tercer surco en donde los pequeños globos de agua estallaron, solo me dije “ya se vació mi mano”, lo primero que sentí fue una frescura, el aire me llegó hasta la carne viva que quedaba a la intemperie una vez que las ampollas reventaron, volví a los machetazos, la tarea no concluía, ni modo, solté el garabato de la mano izquierda y con las dos manos, como si estuviera pegando hachazos. Aún así, el dolor se incrementaba, la sangre era más evidente, pues con los golpes la piel se abría cada vez más. Pero mi orgullo adolescente no me permitía dejar a medias las tareas. -
¿Estás llorando o que te pasa? Nooo. Es este basural que se arremolinó con el nortazo, son basuritas en los ojos. Si quieres termina este surco y te vas a ver las vacas. ¿No quieres que te termine lo que me dijiste? Bueno, si vas a poder, síguele. No, mejor voy a ver las vacas.
Después que él terminó con su tarea me encontró recostado debajo de un caulote, junto a la cantarilla de agua. -
¿Cómo ves? ¿Ta duro…no? Si. No toy acostumbrado. Y… ¿Cómo es que no te salen empollas? Ya tengo callos. Hace mucho que tuve empollas, se secaron, a los pobres, a los que no estudiamos no nos queda de otra. Por eso ya te dije, estudia. Sí. Aquí me di cuenta que para nosotros hay dos opciones: “ el lápiz o el machete.” Y yo me voy por el lápiz…si acaso el machete me va a servir pa sacarle punta a mi lápiz. *
Mi padre sigue en el campo con su machete…yo me vine a la ciudad lápiz en mano. Sin embargo un día guardaré en los cajones los lápices y tomaré el machete nuevamente hasta que me salgan callos…por que dejé una tarea pendiente.
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“Los Mañas.”
En aquel tiempo de” los mañas” llegué a sufrir un trastorno que hoy sé bien que se llama: ludopatía. No perdí más, porque no tuve más que perder. Y desde entonces ya no creo más en los juegos de azahar, ni en la suerte; creo en el trabajo. Mi creencia de que eran de Unión se sustentaba en el hecho de que siempre los vi bajar del carro teco, a menos que fueran de Chicapa, pero en fin, eso es lo de menos. De aquel “mini-casino” que se formaba en la fiesta de noviembre ellos eran los primeros en llegar y los últimos en irse. En medio de aquellos nortazos se les llenaba la cabeza de tierra, ya que al “pelito corto y parado” que usaban, les daba por llenarlo de aceite o brillantina. Me gustaba verlos instalados: en la larga mesa ponían un juego de lotería o cartitas gigantes protegido con grueso vidrio transparente, un cajón de madera en donde metían dos dadotes romboides que al menearlos hacían: taca-taca-taca-taca-taca-taca, una linterna de gas que daba una luz muy blanca y según mis cavilaciones, en cada bolsa del pantalón traían un puño de monedas que no rebasaban los cien pesos y cuyo sonido daba la impresión de que traían mucho “buelto ” para apostar con cuanto chamaquito ludópata se toparan en La Venta.
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El por qué se les puso “los mañas” solo basta con volver a leer la frase; el cuándo, el cómo y el donde, tampoco es relevante, lo único claro de todo aquello es como me lo dijo un día mi tata – solo llegaban a chingar a la chiguititada del pueblo-. Cuando la fiesta terminaba y los veía subirse al carro teco me llenaba de coraje y tristeza, diciendo para mis adentros – allá se van mis diez pesos…y me lo dijo mi amá: cuidadito te voy a andar viendo cerquita de esos mentados mañas por que los infierno te va a cargá-. Y si me cargaba los infierno, al pensar en mi dinero perdido o robado por los mañas; solo de pensar que con ese “buelto” me podría haber “atacado” de dulce de chilacayota, xiñacoco, curado, nanche, “ñeve” de coco, gelatina amarilla que traían a vender en una cajita de vidrio o un refresco que se llamaba “½ litro”, así se llamaba, éramos tan simples o predecibles que alguien de la refresquera habrá dicho “ - ya déjense de chingaderas y a este refresco el vamos a poner por nombre “ ½ litro”, listo, así se vendió. Antes de haber sido arrastrado al mundo de la ludopatía por los mañas, mis experiencias en los juegos de azahar se nutrieron de aquellas tardes que nos reuníamos en casa de alguna vecina a jugar a las cartitas y al momento de que ganar gritaba: “ aquí nomás.” Una de las mañas de “los mañas” consistía en que cuando los ludópatas íbamos perdiendo ellos se mantenían inexpresivos, ya que una sonrisa, una mueca, un guiño entre ellos podía malinterpretarse y desembocar y desatar la furia contenida de muchos chamaquitos energúmenos que andábamos como “león enjaulado” queriendo recuperar el patrimonio perdido o robado según nosotros; al no conseguir la devolución de los dineros o “jalábamos” pa´la toreada o a desbaratar panal de avispas a “piedradas”, era tanta la muina. Cuando había empezado ganando y poco a poco empezaba a perder, me metía tanto en el personaje que decía: - otra más y ya…- y ya, ya me dejaban “peluco.” En otras ocasiones mi instinto de “ludópata infantil” me decía que estaba muy cerca de conseguir lo anhelado, lo venteaba como los chuchos, por tanto, al quedarme sin nada corría como desesperado a mi casa a ver si Dios me hacía un milagro de que me dieran más, a cambio recibía lo siguiente: - Mira chamaquito no te retires de aquí vas a ve, no tengo y aunque tuviera no te daría, ya te dí diez pesos ¿Qué lo hiciste? De seguro ya te fuiste a atacá de curado, ya no hay, ponte a desgraná maíz, es lo que debes hacer-. Pensaba que sería más fácil ganarle a los mentados mañas a que me volvieran a dar dinero. En ocasiones mis “urgentes” necesidades coincidían con la aparición de unos hombres que caminaban por todo el pueblo gritando – fierroo viejo que vendaaan- y a juntar pedacería de lo que fuera; llegué a vender hasta un machete ensarrado pensando que no servía, cuando mi apá lo “echó a buscar” para que lo afilara, donde machete, ya no estaba - ¿viste un machete marca torito que estaba detrás de la puerta?- No - Qué raro, ahí estaba - Alguien lo habrá robado…no sé, no sé y no sé. Confieso que también me divertí viendo que “despelucaran” a otros, ¿Por qué no? ni modo que yo solo. *** Pasaron los años, el tiempo me ha curado de esa enfermedad obsesiva-compulsiva por el juego. Y los mañas: sepa Dios por donde andan. Ya los perdoné.
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“Cristu sti Juchitán.”
Para quienes a pesar de todo se mantienen firmes en la fe.
Hace muchos años en La Venta uno que otro viejito vivía con la creencia de que Cristo había muerto en Juchitán y que los rebeldes lo habían asesinado. Este pensamiento fue alimentado en algún momento por pláticas antiguas de uno que otro vendedor que pasaba por estos rumbos. En el tiempo en que tuvo su origen este rumor el pueblo era una gran hacienda agrícolaganadera, era el paso obligado de los “vaístos” que traían ollas de Oaxaca; los Chimas que traían frutas, café, ajo, chilemoleras, piedras del cerro para afilar machete, jícaras de morro, bateas, metates, manos de metate, petates, camas de penca, mecate de palma; los chamulas con su café y panela; los Huaves cargaban con pescado y camarón seco y los Tecos comerciaban con sal, añil y cochinillas. Por tanto el punto de intersección que significaba este espacio geográfico era bien conocido por los caminantes. El hecho de quedarse por unos días en los alrededores de la hacienda era aprovechado para hacer negocio, es decir, aquí se iniciaba “la venta” de toda la gama de mercancías que transportaban los caminantes venteros, de acuerdo a algunos viejitos del pueblo este pudo ser el origen del nombre que se le dio al pueblo: LA VENTA; otros dicen que no es ese el origen del nombre, simplemente, ya se les olvidó.
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Aquellas reuniones puede describirse que eran una especie de “pequeña babilonia”, entre todo el parloteo se escuchaban lenguas como: zapoteco, zoque, mije,tzotzil, huave y un poco de español. La platicadera era un intercambio cultural muy importante, pero también derivó en que algunos sucesos fueran tergiversados o mal interpretados. Entre los vendimiadores pudo haber llegado algún “hijo de Dios” conocedor de las santas escrituras que haciendo acopio de valor e infundado en el mandamiento de ir y predicar el evangelio, les arengaba a cerca de la vida y enseñanzas de Jesucristo, “ lo dijeron en zapoteco para que lo entendieran en tzotzil y posteriormente lo platicaran en zoque a uno que hablaba español.” Y ya conocida la historia en el pueblo fue pasando de boca en boca, hasta la firme creencia de algunos viejitos de décadas recientes que afirmaban de manera categórica que a Cristo lo mataron los rebeldes en Juchitán, y la tergiversación de los hechos se dio por la mala interpretación de unos versículos escuchados en “la pequeña babilonia” formada por los tianguistas, y la plática pudo haber sido así: “Oraque beeda ca soldadu, guluza ca ñee ni cá primé que, ne zaqueca ñee stobi que, de iropa hombre ni ucuá ne Jesús lu cruz que. Peru ora bidxiña ca ra nuu be, biiya ca ma guti be ma qué niguza ca ñee be.” ( Sn Juan 19:32-33). Los humanos, y mayormente los Mexicanos, tenemos la característica de que lo que no entendemos lo componemos, pues imaginemos estos versículos dichos en aquel tiempo, pasando del zapoteco al tzotzil y de ahí al zoque para rematar en español…y si además, el que lo escuchó en español era de mente fantástica, aquel sermón quedó entendido así: “ Los rebeldes ya habían matado a Jesús cuando llegaron los soldados a liberarlo… y fue en Juchitán, porque hace tiempo se supo que por el rumbo de Cheguigu mataron a un tal Jesús.” A muchos, nadie se tomó el tiempo de aclararles el suceso y la confusión y se murieron con la creencia de lo que les dijeron, otros simplemente afirmaban - esto es lo que me contaron mi abuelos y mis padres, y si ellos dijeron que así fue…es que así fue-, finalmente a quienes se les hizo la observación de “los enredos babilónicos” pudieron salir de tan craso error, aunque muy en el fondo quedó clavada la espinita en forma interrogante…entonces, ¿Quién fue aquel “tal Jesús” que mataron los rebeldes en el puente Cheguigu en Juchitán?
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Los Taganeros.
Proviene del Zapoteco: Ta = señor y Ga´na´ = mapache. * Tá´gana´. Individuo vicioso o maniático que se atreve, a riesgo de su propia vida, a acercarse disfrazado y cautelosamente a las camas ajenas en las en las noches, con el fin de atentar vilmente contra el pudor de las mujeres que tienen la desgracia de tener sueños pesados y dormir, por exceso de calor, en los corredores o patios hogareños, o dentro mismo de sus propias casas que se dejan abiertas.( Párrafo tomado de la pagina de Fundación histórico cultural Juchitán.) * El pueblo entero se levantó aquella calurosa mañana, con la noticia de que por todo el rumbo del canal habían perseguido al hombre, se les perdió al llegar al panteón. Fue por ahí del mes de mayo, dos detalles me harían recordar el mes: el calor y los “cirgüelos de mayo”, los grandotes, verde por fuera, amarillo por dentro. Era muy raro que los patios se cercaran, podemos decir, que La Venta se parecía un poco a esos pueblos “gringos” que no tienen cercos en los patios. La gente pobre no conocía de ventiladores – con trabajo tenemos luz, decían.Todos se conocían, a los chuchos se les conocía por su nombre, nadie era extraño. En las tardes en que la gente salía a refrescarse y a platicar en los patios, por doquier se escuchaban saludos amistosos Güenas tardes tiu Pedro Güenas tardes hijo…
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Quen mero es ques ese chamaquito, pué… Que no el hijo de Lejandro es, el mayor… Ahh, el mayor… La capa negra de la noche ha descendido, en la penumbra, las siluetas de las cosas y de humanos se agrandan. La algarabía de chamaquitos y las voces de los grandes, poco a poco se han ido suavizando, la noche avanza y con ella el cansancio de la gente. Todo patio se convierte en dormitorio, van saliendo a relucir, viejos catres, hamacas, camas de penca y petates. Todo el firmamento sirve de techo, recostados a la intemperie, los osados niños mirando al infinito intentan contar las estrellas, los padres exigen silencio, a dormir. Casi todo el pueblo descansa en las profundidades del sueño, de vez en cuando, a lo lejos se escucha algún chucho confundido que solo ladra por ladrar. Cuerpos viejos, maduros, jóvenes y tiernos, caen en lo más hondo del sopor. Ronquidos, soplidos, sueños, pesadillas, resuellos alternados, se mezclan lo onírico y lo real. El pueblo, La Venta, se ha dormido. Cuando parece que todas las almas hallan acomodo en el mundo de Morfeo, un bulto se mueve entre las matas de limón. A la distancia, parecería cualquier cosa, menos gente. La misma negrura nocturnal agiganta a la figura, se mueve muy despacio, ha estado en ese sitio por más de una hora, al acecho, en espera, inmutable. Sabe que los chuchos, cansados ya de ladrar, y como nadie les ha hecho caso, duermen y sueñan. El bulto avanza, precisa su objetivo, va directo al catre donde duerme la muchacha mayor de la familia. En tiempos más antiguos, dirían que es el nahual. Pero hoy, los nahuales se extinguieron, el misterio está aclarado, es un hombre. Su avance es tan sigiloso, tan suave, que asemeja a una serpiente deslizándose en el agua. Se agacha y comienza a gatear, alcanza la punta del catre y va palpando, centímetro a centímetro, ha comenzado el toqueteo, ha comenzado a manosear a la mujer dormida. Una mano en el cuerpo dormido, la otra en el suelo, para no dar un paso en falso, intensifica el manoseo, y pierde el control de sus impulsos, se acelera, ambiciona ir más allá de lo que su mano abarca, así, excitado ya no puede detenerse; al mismo tiempo la mano del suelo busca tierra firme, pero ha caído exactamente en la quijada de un chucho que duerme al lado del catre. Son dos gritos y un ladrido que se oyen al unísono, el chucho-la muchacha-el hombre. Es un griterío que rasga el silencio de la noche. Voces. Confusión. Trastorno. Aaaay, papaaaaa, un hombre…me tocó, me tocó; ayúdame Queee, que fue…que jijo de la chingada… El padre se levantada como impulsado por resortes, toma un machete, que siempre guarda bajo el catre, por si las dudas… La muchacha llora, grita. La madre corre en su auxilio, la abraza. El resto de los niños llora también, no saben porque, pura solidaridad, para esos están, para llorar cuando se les requiera. Para esto, tres vecinos, al igual que el padre, han desenfundado sendos machetes y comienza la persecución. ¿Que fue…que fue.? ¿Es un animal? No, es un pinche taganero de la chingada. El taganero, ha salido, como “patada de mula”, no corre, vuela. Atrás lo persiguen cuatro sombras que al igual tratan de volar, el escándalo se extiende. Gritos. Ladridos. Agarrenloooo, es un taganero.
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Oraaaaa taganeroooo Vamos a caparlo al jijo de la chingada. Pa que se le quite al cabrón… La calle por donde van pasando, más gente se va uniendo al contingente. Machetes, palos, piedras, puyas, varillas de carreta, manos de metate, cajetes, todo un arsenal en manos de la turba enardecida. En tanto la bola llega por el rumbo del campo de los venados, el taganero se ha tirado al canal, ha cruzado y avanza hacia la pila. Es tanto el bullicio de los perseguidores, es tanta la confusión, que algunos no saben ya por que corren. Agarrenloooo. Matenlo. Pero…mero que es… No sé…lo que sea, no creo que haya hecho nada bueno. La gente llega hasta el panteón, el taganero se ha esfumado, este espacio está lleno de intersecciones: el camino del dren, izquierdo y derecho, la parcela de la primaria, el sanjón, el panteón. Por hoy la presa se les fue, al taganero se lo ha tragado la tierra. Los planazos de machetes se dejan caer en la estructura de cemento del sifón. A estas alturas ya no se entiende nadie, el padre de la muchacha mancillada, habla más fuerte para ser oído por todos Pero que no llegué a saber quien fue…se lo va a cargar la chingada o…se va tener que casar a güevos con ella. Que hizó… Estaba manoseando a m´hija, la Maríona… Ahhh, jijo…lástima que no lo agarramos… Los güevos le hubiéramos cortado al cabrón… Todo se vuelve anecdótico. La búsqueda se da por concluida, ya nada se puede hacer. Comienzan a regresar a sus casas, sin percatarse que el taganero, agazapado entre “el charral”, a corta distancia, con ojos de tigre, los observa. La turba se disuelve. El taganero, el hombre-mapache, hoy, ha corrido con suerte: manoseó y no lo agarraron. Sabe que al día siguiente, las especulaciones en el pueblo habrán de estar a la orden, pero no le preocupa, también sabe que no está solo en esta empresa, son varios en el pueblo que tienen esta “maña”, por tanto pudo haber sido uno o ninguno. Que me lo comprueben, dice. La Maríona, la hija mayor, la mancillada, la toqueteada, la taganeada, llora de manera desconsolada, hasta hipo le ha dado. El chucho a partir de mañana ya tiene apodo nuevo “quijada chueca”. La madre culpará al padre Desde cuando te dije que cercaras este patio, pero no…prefieres irte con tus amigotes a la cantina Jaj….ora sí, ahora yo guá tené la culpa. Al siguiente día, desde temprano, el pueblo ya lo sabía. Solo había que agregarle los detalles, para eso, no habría que hacer mucho esfuerzo, solo un poco de imaginación. En el molino, en las carnicerías, en las carretas, en las esquinas, todos ya sabían: “habían taganeado a la Maríona, la hija de…” A pesar del incidente, los taganeros siguieron haciendo de las suyas, también se llegó a descubrir que hubieron “falsos taganeros”; se dio, así: aquellas muchachas de padres muy estrictos, que no las dejaban salir, se ponían de acuerdo con el novio para “la visitación
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nocturna” con la consigna de que si los descubrían, ellas gritarían…EL TAGANERO, EL TAGANERO….y en estos casos, curiosamente los chuchos no ladraban. El verbo “taganear” no fue presentado a la real academia de la lengua, o sí, no lo sé, pero por tratarse de un modismo regional, solo fue aceptado por nosotros, los del Istmo.
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El rapto de la María.
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¡¡¡Alguien se “juyó”!!!- frase anunciadora del advenimiento de alegrías y sin sabores.
Los cohetes se han escuchado inmediatamente después del último canto de los gallos; las explosiones son de par en par. - Y qué tal si son balazosLe digo a mi tata, en el momento de escucharlos ya estamos metidos en medio de los surcos, la gente ya anda piscando, - son cuetes…lo sé, ya no hay borrachos a esta hora, en el pueblo solo sacan su pistola andando así; ya ni le pienses: hubo novia.- ¿Y…como saben que hubo novia? – esta pregunta desata las miradas y risas picaras de los piscadores. - Fácil, por la bulla que andaban haciendo anoche por el rumbo del río, se supo que se habían robado a una chamaca – - ¿Por qué las roban? ¿No que dicen que es malo robar y que si quiero algo, mejor lo pida? - Si las piden…pero primero se las roban. – Esta última frase desencadena la risa a desparpajo. Y al ver mi rostro pensativo, mi tata, a la par que trae metido entre sus dedos cuatro mazorcas para completar mi chechio, me dice: - Es la tradición, cuando seas grande lo vas a
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entender, aquí en La Venta los hombres somos muy “secos”, nos cuesta mucho hablar de cosas de cariño, solo borrachos nos volvemos “bachacas amorosas.” Por eso en vez de ir a hablar con los padres de la novia, mejor la robamos y después que hablen otros por nosotros. Aquí empezaran mis primeras lecciones filosóficas, pienso en el verbo, “robar”, empiezo a conjugarlo para encontrarle sentido a este suceso - Yo robo mazorcas en el pante…malo- Yo robo dulces en la tienda de tia Fausta…malo- Tú robas un lápiz en la escuela…peor – - El roba caña en la parcela de tiu Metodio…malo – - Nosotros robamos “cirgüelo” en el “cirgüelar” de tiu Teba…ni se diga, malo. – Pero los domingos en el “beis” escuchó a todo el gentío que dice: - Dale Cobo, róbate la segunda, róbate la tercera…- Eso es robar base- dicen: - Cobo es el mejor robador de bases desde las Conchas hasta Chicapa. Y hoy escucho – que bueno que se robaron a la Maríona, ya era hora- - primero las roban y luego las piden…es lo mejor.Cuando volvemos al pueblo, me cercioro de que las suposiciones y conjeturas hechas en Pasochivo han resultado ciertas, “se han robado a la María.” Los padres de la novia deberán asumir una actitud de molestia, coraje; aunque en el fondo o no muy en el fondo ya deseaban que algún hijo de Dios se llevara a esta “camastrona”, dicen ellos. De acuerdo a la madre, los santitos han oído sus suplicas, ya habrá ocasión de pagarles la promesa en Esquipulas o en Catemaco, - aaay santo niñito de atocha, al fin me has hecho el milagro, te prometo que el primer hijo de la María te pague la promesa de ir de rodilla desde la casetita de la Reinache hasta tu nicho. – En casa del novio el ambiente es distinto, desde que se han enterado “ a deshoras de la madrugada”, la mamá “ya no pegó el ojo en toda la noche”; el papá, ha encontrado el pretexto para sacar de debajo de la mesa de santo una ánfora de mezcal que sobró del velorio de los siete años de su tata, se ha metido varios “fajazos”, por lo que ya ha empezado a hablar “aguado” – ya era hora m´hijo, los Venteros somos machos, ya tenía un poco de miedo de que fueras a salir “mampito.” Viiiva La Venta…viiiva mi tata que me regaló este mezcal, viiiiva tia Fausta que me dá fiado…- los chuchos se levantan para ir en busca de otro sitio mejor donde dormir; su mujer lo queda viendo con una mirada que echa lumbre, sus ojos parecen carbón del horno. - Cállate borracho, cállate… a ver por onde los infiernos se llevan a este viejo borracho, a parte que “atraparon” a mi hijo, además tengo que soportar a este viejo guidxa, acuéstenlo en un catre allá por donde están los cuches.- Aaaay nana, aaaay Diosito lindo que mal hice que me castigas así, pa´que me mandes este infierno, Dios mío llévame mejor de este mundo.El hijo que ha estado escuchando se le acerca y la abraza, - ya mamá…ya, ni que me estuviera muriendo. - Pues casi papá, casi; pero José ¿ que no había otra mujer en el pueblo que te gustara? ¿esa viejona mero…? ¿ en esa mero te fuiste a fijá…? Habiendo tanta muchacha bonita en La Venta…mero esa “camastrona”, “casco viejo”…esa ta´güena pero pa´tu tiu Chico.- No hables tan fuerte má…te va a oír ; ya va a ser de la familia y tienen que respetarla…esa es la que quiero y punto.-
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Aaaay nana, aaaay virgencita de Catemaco. ¿Ahh…y era virgen cuando menos? Eso es cosa mía, má…eso no tengo porque andarlo gritando.Te equivocas mhijo, es la costumbre, eso es cosa de todos; además en esta familia todas hemos llegado virgen al casamiento.- Me valen las costumbres, no lo voy a decir, así me maten no lo digo, además que les importa.- Allá tú, mañana no te quejes que empiecen las habladurías.- No me importa, además…estoy muy enamorado.- Aaaay naana, ahora sí ya quedó guidxa este, ¿enamorado?, “engatusado” es lo que estás, de seguro que te dieron agua de tapanco, por eso te engreíste con esa mujer, quien sabe que “chizo” te hicieron…pero no te preocupes, el Chiveleño me lo va a decir… Así seguirán hasta que uno de los dos se quedé dormido en medio de la plática y despierten cuando escuchen el riudero de cuches en la canoa peleando por un pedazo de caña. - Vayan a buscar a tiu Pancho y a tiu Laido para que vayan a tomar conformidad.A tiu Laido lo encuentran poniéndose sus tenis para salir a dar agua a sus cinco vacas – que dice mi amá que si pueden ir de chagola, porque mi hermano Che se robó a Maríona- - puerta gabiá…ora mero pues, dile que voy ver vaca y regresando voy, ¿ya dijeron Pancho bolis?- - pa´llá voy.A tiu Pancho se le encuentra bajando de la lumbre una olla de relleno de cuche, que servirá para que venda tia Jacinta como desayuno. - Tiu Pancho, tiu Pancho.Por la ladradera de “la chuchada” que hay en el patio de la casa, no se oye nada. - Tiu Panchoooo, tiu Panchoooo.- Que pasó m´hijo, que quieres…- ¿Qué si van a ir de chagola al rato…?- ¿Y eso? No me digas que Che sonso ya jaló mujer.- Sí…la Maríona de allá abajo, la que vive por el panteón.Tiu Pancho anda de buenas y acepta gustoso: - Allá vamos, diles…que tengan listo el mezcal.Se ha intensificado la coheteada al unísono con el tocadiscos de tiu Mariano que anuncia: “ En la casa de la señora Jacinta Antonio de Marcos encontrará usted, relleno de marrano gordo y pimpo, pase usted, ahí lo atenderán con mucho cariño.” Diez en punto de la mañana están los chagolas en casa de la novia, a esa hora la noticia ya llegó hasta el ojo de agua. El ambiente es tenso, por lo que tiu Pancho interviene de inmediato saludando a todo mundo - Buenaasss- a la vez que se van dando la mano, menos las respectivas madres de los novios. La plática momentánea de tiu Pancho versará sobre de la vida de sufrimiento que ha de llevar un chucho cholenco que pasa a su lado. -¿ Y qué le pasó a la pata del chucho? ¿ Es una enfermedad, así nació?- No, por mañoso se la cortaron, se comió todo el frito de tia Lupe y como era la comida de ese día, todos los hijos de tia Lupe estuvieron corriendo tras el chucho, lo alcanzaron por el rumbo del sifón y ahí le metieron un filazo de machete.- Aaah…entonces no de buenas anda así…-
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Y en ese momento interviene tiu Laido de manera radical, ese es el acuerdo, mientras tiu Pancho los distrae, tiu Laido aprovecha para entrar al tema. -Vinimos a ver lo de los muchachos, a tomar conformidad pues…Aquí empieza el estira y afloja, realmente de lo que se trata es de puro formalismo, definir formas y fechas. Días más días menos, detalles más detalles menos, el acuerdo está sellado. La María fue pedida y es dada. Después de un compás de espera, de manera abrupta irrumpe una estruendosa tronadera de cohetes…rematando todo con “el tiempo.” La gente del pueblo entiende la señal – ¡Ya estuvo…hubo acuerdo, ya dieron a la María!- Bendito sea Dios, ya era hora, ya se andaba quedando, ya estaba cazcorva y amargada.En esta ocasión la novia se ha salvado de pasar por el vía crucis de demostrar la pureza de su cuerpo, de que no ha sido tocada ni con un mecate de palma, que es virgen pues. Los tiempos van cambiando, en otro momento el ritual se hubiese llevado hasta sus últimas consecuencias, faltaba más. A partir de ahora la María vivirá en casa de los suegros, solo saldrá a la calle con sus cuñadas o su suegra, el tesoro ha de ser custodiado, salvaguardado hasta las nupcias. El buen José que a duras penas terminó la primaria, no le queda más opciones para ganarse el sustento, es decir, ser : leñador, cortacaña,sembrador, piscador, campeador o en última instancia checheador. La María de igual modo, dejó la escuela en quinto de primaria, que porque le pegaba mucho la maestra y escuchó un platica en el molino de tiu Fidel que la gente que estudia mucho se vuelve guidxa, y dijo, no vaya a ser…, por lo que su repertorio laboral se circunscribe a la casa, al hogar, ¿ y tu mujer trabaja? No. ¿A qué se dedica? Al Hogar. Por tanto lavará ajeno y echara totopo para vender. Eso sí, han jurado que todos los hijos que tengan van a estudiar, han pensado en tener siete, “así sea lo último que hagamos”, aunque los llevemos a la rastra…tienen que ser “ALGUIEN.” * Esta una de las formas en que se iniciaron algunas historias de amor en La Venta, unos casos se “troncharon” en el camino, pero la mayoría permanece hasta el día de hoy.
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El regaño de mi Nana
Bastón en mano camino con mi Nana por el pueblo - Este no es La Venta- me dice preocupada - Si nana, es el mismo pueblo en que viviste- No…no recuerdo haber caminado en estas calles- Son las mismas, solo que las han cubierto de cemento- Ahh… es eso, el cemento ha borrado nuestras huellasCon un andar sereno y silencioso seguimos rumbo al río, algunos chuchos flojos nos han querido ladrar, pero se callan al percatarse de que están en la hora de la siesta. Desde lo alto del bordo contemplamos el río - ¿ Por qué lloras nana?- Le digo al ver sus lagrimas - Es que…por un momento vi esto lleno de gente ¿te acuerdas? - Las mujeres lavando con su batea de madera, - La chamaquitada jugando en el arenero, corriendo en las playitas- He visto las carretas que pasan de un lado a otro del río- He visto chamaquitos pescando con anzuelos, agarrando camarones - He visto a las madres que bañan a sus shuncos con jabón y arena
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Es como si de repente este río nos devolviera las palabras y las risas que aquí dejamos, aun con lágrimas mi nana, me mira fijamente y me dice: -¿A dónde te fuiste?...¿Por qué no cuidaste lo que nos dejaron los antiguos? Mira hoy el descuido y abandono en que han dejado este lugar, este río alimentó nuestras almas…es parte de tu vida, sus entrañas te sostuvieron, es tu casa.Balbuceando casi, le respondo: - Todo cambia nana, los tiempos…la gente…ya ves las calles, las casas…todo… - ¿Cambiar para que abandones a tus amigos? El río ha sido siempre tu amigo, a él le traías tristeza y te devolvía alegría, traías penas y te daba tranquilidad, hasta la mugre le traías…¿ Y qué le vas a dejar a los que vienen? ¿Ríos de cemento?- Es el progreso nana…- Progreso ni que “la puerta gabiá”, ingratos es lo que son…cadi quite´cabe ique´lu, cadi guzandiú…bicaadiaga shimodo caduxhu ca´ bi´cu´yooxho…cadu ´yanu.Y voltea la mirada hacia los cerros. - Voy a volver nana…ya verás que volveré… En ese momento siento la brisa suave del viento y un olor a sauce recién cortado que me llega hasta el alma… He despertado…solo me quedan: el regaño y la promesa.
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Tia Nata.
Con un andar sereno, como evocando una mañanita fresca de Junio, así recuerdo a tia Nata, en ocasiones envuelta en un rebozo viejo, tan viejo como la misma creación del mundo. Algo curioso de su presencia, y para mi mente infantil mucho mas, era que siempre se me “aparecía”, nunca la vi venir, cuando me daba cuenta ya estaba cerca de mí, solo la veía irse. Yo respetaba a tia Nata, ya porque así nos enseñaron en el pueblo…o por temor, sí, era un poco de todo, la pregunta que nunca me pude responder ¿por qué no veo de donde sale tia Nata? Nunca escuché su voz, ¿habló alguna vez?, seguramente que sí, pero nunca la escuché, no estaba preparado para escucharla, creo, ya que el halo de misterio que rodeaba a la figura enigmática de aquella anciana, era tal, que llegué a pensar que no era de este mundo, del mundo de los de aquí, de los vivos. Su piel, blanca, como las “Samalanquesas”, algo así como un color “güero-transparente”, sus manos largas como las “beliguanas” de las casas y su cuerpo medio jorobado por los años, hacían de tia Nata algo especial, hasta incomprensible para un pueblo tan común, que cualquier distingo es sinónimo de extravagancia.
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La única ocasión en que pude ver sus ojos, fue una tarde que me paseaba por el rumbo de la Huerta, en ese instante alternaba mis travesuras entre aventar garrotazos a los manguitos tiernos y tirarle piedras a las cuches, no le pegaba ni a uno ni a otro, pero sucedió que en aquel momento uno de los palos que aventaba a los mangos dio en el blanco, un racimo de mango se desprendía desde lo alto, pero ni bien tocaba tierra aquella fruta, cuando una cuche negra los atrapó y salió corriendo con el manojo de mangos en la boca; decidido a no dejar mi trofeo en manos de aquel cuadrúpedo, salí tras ella, garrote en mano, al subir el bordo del río, aquel endemoniado animal se metió entre un espinero, solo pude aventarle el garrote y pegarle en una pata…y se la tragó la tierra. Bajé del bordo, y fue precisamente al internarme en la Huerta nuevamente, en el sitio donde había caído el racimo de mangos, estaba parada, ni más ni menos que tia Nata, no decía nada, solo me miraba, no percibí el color de sus ojos, es que había un brillo en su mirada, un no sé que de tristeza, amargura, sufrimiento, compasión, reproche…solo me miraba, ni una palabra. Yo solo dije: -
Es que la cuche se llevó mi mango.
Entrecerró los ojos y su mirada fue más intensa, se dio media vuelta y siguió sus pasos para el rumbo de “allá abajo.” Nunca me habló. Unos chamaquitos me dijeron que tenía la voz ronca. Seguí a tia Nata con la mirada, en especial me fijé en su pies…para ver si“cholenqueaba”…y no. * Han pasado muchos años, todavía recuerdo a la viejita caminando por la orilla del pueblo, me lamento de no haber platicado con ella, me imagino cuanto no me habría contado tia Nata; aún así, hay tiempo, yo sigo vivo, un día contaré lo que me habría contado.
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El soliloquio de Hilario.
Cuando fui descubriendo el mundo de los libros, pensé: - tiu Hilario es “el quijote de La Venta, el caballero de la triste figura.” “Me gusta andar por toda la orilla del bordo del río, desde la casa de tiu Beto Enrique hasta el campo de los cañeros, me dicen Hilario o Yayo. Aunque el solazo esté como infierno llevo puesto siempre mi saco negro, me han dicho en algunas casas que no me baño ni me cambio, pero si lo hago, en la curva del río. Cada vez que voy caminando por el río me topo con carretas llenas de arena, algunos paisanos me saludan bien, otros léperos me empiezan a gritar – onde vas Yayo pupo, ya vas a hablar con Satanás- y otras leperadas que no me gusta andar repitiendo. Ayer tenía mucha hambre, llevada dos días sin comer, me metí en una parcela del otro lado del arenero, empecé a comer elote tierno, me gusta el elote tierno por que cuando lo voy mordiendo va saliendo la leche blanca de los granos y es muy sabrosa. Estaba saboreando lo mas tiernito cuando sentí en el lomo un tremendo garrotazo – tenía mucha hambre, solo dos voy a comé, ni que fuera a acabarme el maizal- sigo mi camino, bajo al río, hay un pocito de agua fresca y clara, me agacho y con las manos empiezo a beber, en eso estoy, cuando de la nada escucho un griterío de chamaquitos que van corriendo detrás de un caballo, como no lo pueden alcanzar le avientan piedras y garrotes; se percatan de mi presencia - aquí está Hilario, vengan, aquí anda Hilario- todos me
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rodean – ¿Hilario…de verdá dicen que tas guidxa?- uno más atrevido me jala del saco – ora Yayo pupo…”hacenos” una magia, ¿ no que sos mago…? - Empiezan a aventarme arena en la cara, me levanto para irme, a la par que el coro de niños empiezan con una cantaleta Yayo guicha, Yayo guicha, Yayo guichaaa – paso el arenero con rumbo hacia la huerta por ahí me encuentro con un muchacho que le dicen Adán – onde es que vas pué…- me dice que no mero Ventero sos pué…- yo sé que este muchacho es diferente a todos los demás, este me respeta; en noviembre pasado me regaló un cajete con “estojado” que le dieron en la enramada - que no la Dosalba me dio el cajete pué…yo ya toy lleno, cómelo mejor…me dijo, es muy bueno Adán. Cuando platico con Adán le digo que ya no beba mucho, me dicen que el otro día que se quedó dormido en la calle ya se lo estaban comiendo las hormigas, lo regañé muy fuerte, le dije - mula, el azúcar no se revuelve con la sal - ; hoy al verme muy molesto, me queda viendo y mueve la cabeza - así te vas a maliá manito, mejor vamos a Unión a ve la novia de Jodge, que no cedveza vende la muchacha pué…, ¿queres que te cante un canción?, ahí vá…..”cantadito si, cantadito no…se lo llevadon La Ventosa, se lo llevadon a Dosalba, se lo llevadon los Priistas- y como si no estuviéramos hablando los dos, Adan se trepa al bordo y “jala” pa´bajo y yo “jalo” pa´rriba. La cabeza me empieza a dar vueltas, veo borroso, sigo caminando con la mano en la frente y las palabras salen solas de mi boca - las vacas van cayendo al pozo porque no escucharon al cuidador, así le pasará a la gente mala, van a caer en pozos de lumbre, el azúcar no se revuelve con la sal… llévense a “pasiár” a los chuchos, se aburrieron de andar de méndigos; ya les dije que mis amigos están en el panteón, mañana voy a verlos; la vaca come lumbre… la vaca, la pala, la vaca la pala, la vaca la pala, la pala, la vaca, la pala la vaca…Así sigo por el rumbo del “prensadero”, ya no me sale la voz, para esto, me persiguen como cinco chuchos viejos, sin dueños, alguien los abandonó en la huerta, los vi desde que eran chuchitos, así que piensan que soy su papá. Me gusta andar por la orilla del pueblo por que cuando paseo por las calles céntricas, unos me vacilan, otros se corren cuando me ven, otros se amuinan, dicen que “afeo” al pueblo, yo si me baño, en las mañitas, por la curva del río. A lo mejor tienen razón cuando dicen que estoy guidxa, pero yo no siento que lo estoy, es que a veces el dolor de cabeza es muy fuerte y no aguanto, tengo que salir a caminar para que se me pase y cuando ando hablando solo es porque no puedo evitarlo, las palabras salen solitas, ¿Qué quieren que yo haga? Peor es que inventé chisme de la gente, pero eso no hago. Hace poco escuché que dijeron que se me pegó la “guichera” por andar estudiando la magia negra, otros dicen que me dieron bebedizo, hay quienes afirman que hice un pacto con el diablo que no cumplí…todo eso es mentira. Y tampoco quedé guidxa por estudiar mucho, como andan diciendo y agarrando de pretexto algunos chamaquitos para no ir a la escuela. Esto es sencillo, estos dolores de cabeza empezaron cuando vivía en la ciudad, ahí comencé a pensar en la tristeza del mundo, en la ingratitud de los hombres, en la maldad de quienes pregonan el bien pero hacen lo contrario. Cuando miré, miré y miré a mi alrededor y vi que todo era una farsa, que en cuanto podemos estamos clavando el cuchillo en la espalda del amigo, del hermano.
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Cuando veo al río convertido en basurero, árboles muertos a diestra y siniestra; me dicen que siempre ha sido así, que para que me preocupo, que como dice el viejo tango “ el mundo es una porquería.” Pero no puedo evitar preocuparme…si me ven siempre amontonando basura para quemar no es tanto que me guste la lumbre, es por que quisiera limpiar, purificar al mundo…por eso es que estoy guidxa…y como no voy a dejar de pensar nunca me voy a curar…seguiré el camino de los guidxas. Pero…guidxa, guidxa, lo que se dice GUIDXA, no estoy.”
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¡Paco aún vive!
-En Administración no hay mucha matemática, además...te gusta hablar en público...¡ vamos a estudiar esa carrera!- Eso me decía Paco en secundaria. Y ahí vamos...
La última vez que nos vimos fue a orillas de la carretera, atrás de la casa de su tiu Julián, estudiábamos en el Tec de Juchitán. Había llovido mucho esa tarde, y no pudimos ir a la escuela, el retumbo incesante de rayos se oía en forma consecutiva. Recostados en la banqueta de la casa, comenzamos a recordar a Elizabeth, su novia y amiga mía, por desgracia ella había fallecido un año antes, contaba al morir quince años: - Recuerdas – me decía Paco -la noche en que chocó el carro teco, estábamos sentados por la iglesia de Santo Niño, y de repente escuchamos que alguien venia llorando por toda la carretera- era Chema el hijo de Santiago Liebre, que solo decía - acaba de pasar un accidente, chocó el carro Teco – fue una de las noches más largas, amargas y tristes que recuerde se hayan vivido en La Venta. La gente comenzó a alborotarse, muchas preguntas, pocas respuestas - ¿Qué pasó?- -¿En dónde? - ¿Y cómo?- -¿Hay heridos? Dicen que hay muchos muertos. Los perros ladraron toda la noche, hasta que vieron el sol. Mucha gente corría hacia la carretera internacional, unos a pie, otros en bicicletas y los que tenían en camionetas. Adelante de la caseta de Guzmán, había chocado el Autobús de las ocho de la noche Juchitán-Unión Hidalgo con un tráiler. De la Venta murieron cinco: Elizabeth, Lucia, Teófila, Rosa y Tia Marga. Además de muchos heridos. – Este incidente repasábamos, mientras mirábamos al cielo que nuevamente se habían formado nubarrones negros lo que indicaba un próximo aguacero con tormenta eléctrica.
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Platicamos de nuestros proyectos y de cosas intrascendentes. A Paco le debo los consejos con mi primera Novia - y que voy a hacer cuando me diga que sí - - solamente le agarras la mano y le dices que te demuestre su amor - - ¿Y luego? - si te pregunta cómo, le dices que con un beso y si no te pregunta la abrazas y te la fajas.Lección que apliqué al pie de la letra, misma que hubiese funcionado de maravilla de no ser por un montón de chamaquitos que llegaron corriendo con una palma ardiendo y gritaban – ¡aquí están unos que se están besando!- -miren, miren – alumbrándonos de improviso, lo que motivó una sensacional huida en forma casi animal. Por esas fechas nos juntábamos con: Tony Guacho, Tocoyaso, Bacardy, Che Juan, Trolo, Cheyera y Fallo. Su novia era Lupita la nieta de tia Fina. Paco era muy popular en el Pueblo, vi en él, un hermano mayor, siempre protegiéndome. Como punto de reunión estaba la Casetita de tia Laura, donde La Elisa nos alquilaba revistas, vendía “cubiertos” y platanitos próximos a entrar en descomposición. - Vamos a tomar un raspado con tia Tomasa - le dije - No, me está esperando Mi´amá.Nos despedimos de mano quedando en vernos al siguiente día...y nunca jamás volvimos a encontrarnos. Tenía unos minutos de haber llegado a Casa, escuché a Karina que llegaba corriendo - ¡¡ murió Paco ¡¡ dijo - ¿Quien Paco?- -Paco, Omar, tu amigo¡¡- -pero...no creo..no puede ser, si orita tuve con él- - pero, ¿cómo?- ¡¡fue un rayo¡-lo mató el rayo- Y así fue...un rayo. Un pinche rayo, como dijera más tarde Bacardy. El día del entierro, aun persistía la lluvia, grandes nubarrones se alzaban por los cielos, los truenos desafiantes sacudían los cimientos del pueblo. Alguien me dijo que entrara a despedirme, no sabían que un día antes, vivos y sin saber, nos despedimos. Estaba tendido en el ataúd, el rostro sereno, marcado por las quemaduras, ajeno ( o¿ no?, quien sabe ) del dolor que invadía con su partida, por un instante me quedé observándolo, y murmuré las palabras , que había oído de mi Madre decirle a mi tiu Peyo cuando murió - ¡ vete derecho!. Después del entierro, fuimos a casa de Lupita y tomamos licor. * La ausencia física pesa demasiado cuando el cariño es entrañable. Subir al camión para ir a la escuela significaba pesadumbre, esperaba encontrarlo entre el gentío, entre charlas de muchachas, en la biblioteca, echando volados por los pasteles. La primera clase que tuvimos Che Juan y Yo, sin él, fue un desastre, la maestra pasaba lista de asistencia, - Omar Desales- silencio, miradas de angustia – Omar Desales, ¿no vino?con voz temblorosa, casi balbuceando dije – ya no va a venir- todos nos veían con curiosidad, -¿ Por qué? ¿Qué pasó?- - ¡murió!, ¡le cayó un rayo!-. Un rayo que terminó con su vida y la de su Mamá, que truncó sueños, que desvió el curso de muchas ilusiones. Su amistad entrañable no la olvido, cuando dices: “me acordé de fulano”, es porque en algún momento se te ha olvidado y a Paco, no tengo porque acordarme de él, si está presente, si sigue siendo mi amigo, vive en mi memoria como parte indisoluble de lo que soy. Quedó en la mitad del camino, yo he proseguido hasta este tramo, las circunstancias dispusieron que así se dieran las cosas, por tanto mientras me quedé vida y memoria, para mí...¡¡Paco está Vivo!!.
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CARTA A MI AMIGO PACO.
Fue la tarde del jueves 23 de Junio de 1983. ( Al cumplir treinta años de tu partida.) Han pasado treinta años, mis recuerdos siguen frescos, como la misma tarde en que por última vez compartimos la vida. No pensábamos en morir, éramos tan jóvenes que nos la pasábamos disfrutando y haciendo planes. Si acaso “la muerte” nos habría de llegar por algún amor rechazado, pero sería la muerte del amor. Esa tarde nos bebimos la última copa de vida que te quedaba, me la invitaste como buen amigo. No diré que fue un acto sin precedentes, muy al contrario, en otras ocasiones habíamos decidido no ir a clases, “que importa esa materia, además va a llover…”, decidimos que esa tarde no iríamos a Juchitán. Amparados en la firme determinación de que no nos importaba la materia y lo más importante: iba a llover en La Venta. Esto último para nosotros era una causa más que justificada. Honrar a la lluvia. Darle su lugar. ¿Te acuerdas Paco?, recostados en aquella banqueta de la vieja casa de tu tío, viendo pasar a la gente, los carros, los chuchos. Añoramos el pasado cercano en la secundaria. ¿Por qué tuvimos que hacer una recapitulación de muchas de nuestras vivencias? ¿Por qué traer a nuestra memoria a Elizabeth, tu exnovia y mi amiga, quien había fallecido un año antes? Fue como extraer un álbum con fotografías color sepia e irlas mostrando y anotando en pie de foto. Sin duda, hoy lo veo con claridad, aquella tarde nos embriagamos con nuestra amistad, sobreabundó la camaradería, años más tarde a leer a García Márquez, la luz del
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entendimiento me diría que en aquella cita, si darnos cuenta asistíamos al encuentro de “la crónica de una muerte anunciada”, Dios lo sabía, nos regaló ese bello momento. Eres más que un amigo Paco, eres mi hermano mayor, conjugo el “ser” en un presente de aquí y ahora, no un presente de que eres pero no estás, no, tú eres y estás. ¿Recuerdas la última frase que te dije al despedirnos? “Vamos a casa de tía Tomasa a tomarnos un raspado” respondiste, “hoy no, otro día, me está esperando mi amá.” En efecto, te estaba esperando para que emprendieran juntos el último viaje, el que no tiene regreso. Esa misma tarde, un rayo separó tu cuerpo de tu espíritu, emprendiste el vuelo hacia otras dimensiones, dejaste un vacío, el espacio del gran amigo. Quién diría que a la tarde siguiente, la risa se convertiría en llanto y el gozo en sufrimiento. Verte tendido en aquel rígido ataúd, me dio la impresión que se trataba de una de esas horribles pesadillas, que era una broma pesada. Fiel a los consejos de mi madre, que me dijo que me despidiera de ti, ya enfrente de tu féretro, solo acerté a decirte: “vete derecho, Paco.” En otras páginas ya he descrito los detalles de aquella tarde, hoy escribo para decirte que seguimos juntos, en planos distintos, como las vías del tren, pero vamos en la misma dirección. Te has adelantado, así fue dispuesto por Dios, mucho tiempo estuve cuestionando ¿ Por qué así? ¿Por qué tan joven? Así fue y punto. Hoy agradezco la oportunidad de haber podido convivir, momentos antes de que fueses llevado a otras dimensiones. Ya tendremos tiempo en la eternidad para conocer los caminos del Señor, allá se nos han de revelar muchos misterios, por lo pronto a mí me toca vivir en este mundo material y tú en el espiritual, pero un día volveremos juntarnos para reír a carcajadas. Sigues vivo…mi amigo, mi hermano, Paco. ( Omar Desales Carrasco. + )
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Queso seco.
- Tia Chefa, dice mi amá que le manden diez peso de queso secoDecir “ que le manden” no era más que le dieran fiado a uno. Entonces mi tía Chefa, en su tiendita, atrás de un mostrador de madera, agarraba el cuchillo y comenzaba a rebanar el queso, a la vez que me decía: - Ya tas peludo m´hijo, dile a tu Tata que te resure. - Sí, mañana voy a ir…ayer me dijo mi amá que si no me resuro, cuando esté durmiendo me va a “peloniar”.Me ponía en el plato el pedazo de queso en forma de triangulo y me suponía que lo cortaban así para que nos dieran de menos. - Ah…también me dijo que le manden diez centavos de dulce de perita. - ¿También eso te dijo? Mmh…y pa´ella es el dulce? - No…son pa mis hermanitos. - ¿Seguro? - Siii…tia Chefa, lo juro, si no pregúntenle a mi Mamaneche, ahí viene. - ¿Es verdá tia Inés? ¿Su mamá también le dijo que lleve dulces?
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- Al sabeer mamá… Maneche me mira fijamente, pese a que le sostengo la mirada, se da cuenta de todo. -
Creo que si Chefa, ya ves que toy media sorda, aayy nana, ya sabes que cuando una llega a vieja, vamos perdiendo hasta el cambio del mandado.
De un botellón de vidrio, sacaba un puño de dulces rojos y verdes, en forma de pera y me los envolvía en un pedazo de papel estraza. - No te comas todos, llévales a aquellos también. - Si pa´ellos es.. Salía como el Jibarito, “loco de contento con mi cargamento.” En tanto mi tía, hacía sus anotaciones del fiado en su libreta, Maneche me ve salir con mi platito de peltre, aún no me tenían confianza de darme los de vidrio, mueve la cabeza y comenta – estos chamaquitos de hoy…ya no son como los de antes. En casa ya me esperan, entrego el plato con el queso…¿Y el dulce? ¿Cual dulce? No fui a comprar dulce, a comprar queso fui yo. Aún somos cinco chamaquitos en casa, faltan dos por nacer, de manera estratégica se ha dispuesto en el suelo de la cocina, una batea redonda de madera, en la mañana, boca arriba sirvió para lavar ropa en el río, ahora, boca abajo, servirá de comedor de cinco “biuchitos” irreverentes que al percatarse de lo tardado del servicio, arremeten con sus vasos, golpeando la mesa-batea, para exigir de manera inmediata que se sirvan las viandas. - Ya voy, no tengo cuatro manos. Pa eso sí, muy listos, pero díganles mandado, ahí te quiero ver. - Pa´que quieres cuatro manos, solo queremos cená. La repartición ha comenzado: tres memelas, un pedacito de queso, por lo salado que es no necesitas mas, un vaso grande de café. En ocasiones hasta postre había, una memela de dulce o un memelocho de mantequilla, eso solo en días especiales. Yo creo que con eso nos festejaban, el día del niño, reyes magos…hasta cumpleaños, creo. - ¿Qué regalo? ¿Que fiesta? Eres santo niño ¿o que…? Ayyy papá, confórmate con que tengas tu queso seco y ya. Dale gracias a Dios que estamos vivos, que los cinco ustedes se lograron. - Yo solo pregunté, ayer oí a unos chamaquitos que ya fueron a Puerto, ahí si les regalan juguetitos. - Tú los has dicho, Puerto. Este no es Puerto, es La Venta. Somos pobres. Además acuérdate que estamos juntando “buelto” pa comprarles estreno en noviembre. - Y mis huarachos también, ahora quiero de tres correas. - Sí. Tú papá ya vio un sombrerito en Unión, ahora que raye de la caña te lo va a comprar. - ¿Y ya cenaste, má…? - No, voy a esperá que venga tu papá de regar la caña. Cenen ustedes. En esto último del dialogo va encriptado el mensaje de amor con que nos comunicábamos con nuestros padres, esa era la manera de decirles y que nos dijeran te quiero. Por la rudeza de las faenas diarias nos volvíamos “secos”, como el queso, por lo que lo demostrábamos sin demostrarlo. Al menos que hubiera fiesta… La cena continuaba. Partida la memela en dos, era sumergida en los grandes pocillotes de café, venía luego el acto succionador que se complementaba con el pedacito de queso seco. Y así estábamos acostumbrados. En la escuela, ¿Qué desayunaste hoy? Queso seco. En la
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milpa ¿Qué trajiste de almorzar? Queso seco. Había quienes hasta en el velorio querían dar queso seco en vez de tamal. Por eso he dicho que mi vida está ligada al queso seco, va en mi sangre… Y esa vieja costumbre de ser alimentados con el queso seco, se le ha quedado a mi madre, me lo sigue mandando hasta donde me encuentre. - No te olvides del queso seco, m´hijo…en la pobreza o en la riqueza, siempre estará ahí….ten siempre un buen pedazo, no sabes en qué momento lo vas a necesitar. Cada vez que voy a La Venta y ya de vuelta pienso que se ha olvidado del queso seco…pues no, de manera silenciosa, ha puesto en la cajuela del auto una cajita de cartón. - ¿Y eso? Le digo. - Es queso seco. Es tu bastimento…nunca te debe faltar.
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Oda al totopo.
Para nuestras abuelas y madres que pasaron muchas horas junto al pretil del horno “creando circunferencias de vida”: el Totopo, y para quienes aún siguen al pie del horno.
Ha llegado el tiempo de la pizca De mazorcas robustas se llenan los canastos Las redes se apretujan casi a reventar Y las carretas presurosas regresan hacia el pueblo. Hoy los tapancos lucen hasta el tope Se guarda la cosecha para lo que vendrá Lo que viene es la sequía, es la escasez Se guarda de lo poco que ya es mucho. Mazorcas blancas y amarillas se desgranan Solo quedan olotes a los lados De maíz se llenan litros y cuartillos Que se han vaciado en ollas y cubetas. El crepitar de la lumbre se oye en la cocina En latas entiznadas que se sostienen por tres piedras hierve el maíz entre agua y cal entre brazas y el humo que se funde con el viento.
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En la pichancha se han de lavar los granos El maíz “aposolado” está listo p´al molino Y ahí va la mujer con un yagual en la cabeza Paisana erguida y orgullosa que sostiene la cubeta. La materia se ha transformado, la masa está lista Para ser tocada por manos industriosas Al golpe cadencioso de las “palmas” de la mano Se crea la circunferencia con hoyos que dibujan infinitos. El horno espera, el fuego espera… Es el último paso de la hechura Es el cocimiento, es la purificación ¡ Al fin! Ha surgido la hechura…la criatura, es el Totopo. Es nuestra circunferencia de vida, el eterno retorno Es el maná Zapoteca que nos han legado Somos nosotros, nuestra raza…el hombre polvo, tierra …el maíz polvo, tierra…EL TOTOPO.
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Yo fui miembro de la ETA.
Se han convertido en arboles aquellas plantas que regábamos en las clases de agricultura, y nosotros, muchachos ayer, convertidos en adultos hoy. Dos años antes de mi ingreso, solía vigilar de cerca todo lo que hacían en la ETA, eran muchachos y muchachas adolescentes alegres y alborotados, yo quería estar ahí, ser uno de ellos, soñaba con que llegara el día para entrar. Sin duda, la llegada de la ETA a La Venta significó una gran novedad, fue más o menos a finales de los setentas, la otrora chamaquitada, ahora ya muchachitos, iban creciendo, requerían seguir en su proceso educativo, en otro momento las opciones más viables habían sido: Ingenio, Unión o Juchitán, lo que implicaba un gasto extra y el riesgo de que los mas “biuchitos” se “echarán a perder andando sueltos por ahí”. Decían los viejos: -
Hasta los pueblos más chiquitos y feos ya tienen secundaria…”cuantimás nojotros” ¡No vayamos siendo un pueblo muy grande y bonito! No…pero es nuestro pueblo, así que para nosotros es el más bonito. Pues… vamos a exigirle al gobierno, ya es hora Dicen que ya hay un proyecto y permiso, el problema es que hace apenas unos años se terminó la primaria y ya andamos pidiendo secundaria. Pues …que de mientras ocupen la casona, ahí donde está la agencia.
En la casona, ahí empezó todo. Ví llegar gente del Porvenir, San Miguel, Vistahermosa, creo que hasta de las Conchas; en aquellos rumbos, entre los cerros tampoco tenían secundaria, así que la ETA de La Venta significó mucho en esos momentos para mucha gente. Los de la ETA eran “los estudiantes”, los demás éramos “los de la primaria” -
¿Y porque a nosotros no nos dicen estudiantes…? también estudiamos Ah bueno, es que ellos ya son muchachos que están en otro nivel Ustedes todavía no pintan… Como quien dice “no se logran todavía pué…” No ves que hay varios en el pueblo que ni a palo quisieron seguir, hasta tercero o cuarto, no más.
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Unos porque no tenían cabeza p´al estudio, a otros les ganó la ambición de lo que ganaban chechiando. Por eso te digo…”la biuchitada” todavía anda entre azul y buenas noches…entre que si y que no. Yo si quiero estudiá mucho…nunca guá dejá la escuela. Así dicen todos y la hora de la hora, ni pa´tras ni pa´delante, como carreta a tascada en el lodazal. Yo guá llega lejos…van a vé… Si muy lejos…hasta Pasochivo….jajajaja.
Me gustaba ver pasar por la calle a aquella muchachada sin mochila, eran unos rebeldes, llevaban los libros bajo el brazo, algunos traían el pelo largo…hasta novia ya tenían otros. Fiel a mis costumbres vespertinas: jugar y comer memelas con queso o chicharrón o en el último de los casos memela untada con manteca y sal; me apostaba en la puerta de los salones de la casona, para ver cómo eran las clases de “los estudiantes” de la ETA. Vi que los maestros no gritaban tanto, como en la primaria, más bien platicaban con sus alumnos, aquello estimulaba mucho más el deseo de ser parte de la ETA. Los veía haciendo cosas muy novedosas, aunque muy ligadas al campo: criar conejos, criar pollos, la crianza de abejas o “ubejas” como decía mi Nana, también hacían cacahuates garapiñados. Así pasaron dos años de espera, fue el mejor curso propedéutico que he tenido en mi vida, “in situ”, en tiempo real, como ya en otro tiempo había sido oyente, traía toda la experiencia en el arte de “estar ahí sin ser tomado en cuenta”, no me costó involucrarme y ser parte de ellos aunque no lo supieran. Llegó el tiempo esperado, algunos barros tímidos asomaban por mi rostro, dejando ver un cambio que se avecinaba, pensé que eran por el lodo del canal y los solazos que me daban cuando andaba en la milpa; mentalmente estaba listo para ser parte de la ETA, la otra pregunta era ¿físicamente lo estaba también? Sin duda que no, así que las primeras acciones fueron: dejarme el pelito largo (colita de pato), ponerme cinturón en vez de un pedazo de liste y empezar a amansar el par de zapatos que mi amá me había comprado en Juchitán, que me quedaban apretados, pero “te lo pones porque no hay más…” “ Pero es que…” “No hay -pero es que- que valga…te lo pones y se acabó, bonito te dicen, tu Papá rajándose el lomo para ganar un pedacito de buelto y tú despilfarrando, pues no, no naciste en cuna de oro m´hijo, así que jala…a ponerse sus zapatos.” A ponerme mi zapatos…así empezó todo en la casona, ahí empecé a ser parte de la ETA, miembro activo de las fuerzas básicas de la secundaria de La Venta. Tiu Cheno me contó que él había regalado el terreno donde se construyó lo que hoy es la Secundaria, eso me dijo él…verdad o mentira, no lo sé, es cosa de preguntar. Y si tienes tanta tierra, porque no me regalas un poco le dije a tiu Cheno, levantó del suelo un poco de tierra prieta y me la dio, no, le dije, quiero un terreno…ves aquel cerro pelón, me dijo, es mío me dijo, agarra lo que quieras….
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Historia de un rechazado.
La secundaria había concluido, y ya en el paroxismo de nuestra algarabía, a los Ventoseños que estaban en nuestro grupo B se les ocurrió que para la clausura llevaríamos: pantalones de mezclilla, camisa blanca manga larga y encima un chaleco de mezclilla. Ya después caí en la cuenta que se trataba de una imitación de Rigo Tovar, ni modo, se impuso la mayoría. Ya olíamos a muchachos, el futuro empezaba a tomar forma, ya en casa imponíamos cierto respeto, ya no tan fácilmente nos “ninguneaban”, el pelo largo y el bigote fino, pero tan fino que a algunos solo se les veía una raya negra, eran la marca de nuestra rebeldía. La maestra de orientación, se había pasado casi todo un año tratando de encaminarnos para la elección de nuestras carreras y ya cansada de no poder “sacar de su concha” a tantos cabeza dura, optó por decirnos al final “pues ya es decisión de ustedes lo que vayan a elegir, nomas no se vayan a arrepentir después” en eso se resumió todo el curso. Varias escuelas preparatorias de la región llegaron a darnos pláticas: “que si nosotros somos los mejores”, “ que otra escuela como está no van a encontrar jamás”, “que de aquí han salido los mejores”, “ que el futuro es el mar”, bla, bla, bla… Ya no quedaba duda, era el ITRI nuestra elección. Eran tiempos de efervescencia política en Juchitán, principios de los ochentas, la COCEI estaba en pleno apogeo y su cuna había sido precisamente el Tecnológico, además, ahí quemaban carros. Así se fue desparpajando la chamaquitada de secundaria, unos para Juchitán, otros a Puerto, uno que otro al DF y otros simplemente agarraron rumbo “pa´donde sea.”
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Apenas nos dieron las fichas para presentar examen y ya nos sentíamos “estudiantes del Tecnológico”, el numero 232 debía ser el de la suerte pues ese era mi numero. Mi amigo Paco y yo nos enfrascamos en nuestra preparación previo al examen durante toda una semana, mas memoria que razonamiento, por una semana anduvimos “como ausentes.” -
Dejen de estar haciendo bulla, que no ven que tu hermanito está estudiando para que entre al ITRI. Y qué tal si no lo pasa. De que lo pasa lo pasa, ya le prendí una veladora a santo niñito pa´que haga el milagro. Pues…si no pasa ya sabe, la milpa lo espera, las vacas necesitan quien vaya a cuidarlas. Dicen que un muchacho de San Dionisio se quedó guidxa cuando le “dijieron” que no pasó el examen. Pues…este, con examen o sin examen ya anda quedando medio guidxa. Déjenme estudiar…si no paso será culpa de todos ustedes.
Llegó el día de la prueba, la evaluación, la hora de la verdad; me levanté mucho antes que los gallos, mucho antes que los gatos, que las cuches, y que los chuchos. En la antigua cocina de lodo, en una mesita de madera y bajo un foco de 100 wats, reclinado sobre mi mano, trataba de repasar lo último que se pudiera. A lo lejos mi madre me observaba, ella pensaba que estaba preocupado y…pues sí, si lo estaba. -
¿Queres un poco de café con pan? Ayer compre pan capricho antá la Ines. Ni hambre tengo… Comete algo m´hijo, así pa´que tenga fuerza tu cerebro. Un poquito de café…pero con el pimpo que trajiste de antá tia Jacinta. Bueno. Y ya no estés preocupado, ya te dije que tiu Daví del´Ingenio me dijo que si tienes problemas que le hablemos. Mmmh, a ver qué pasa.
Era un “a ver qué pasa” que parecía más a presagio de tragedia que a duda de un resultado. Nos pidieron estar media hora antes del examen, llegué una hora antes, por aquello de que no encontrara el salón, por aquello de que me hubiesen puesto en otra lista, por aquello de que se fuera a descomponer el carro y no llegue a tiempo, por aquello de que “alguien” nos diera la clave del examen a los tempraneros y de plano por aquello de que al que madruga Dios ayuda. Tres lápices, un sacapunta , un borrador y una mente que de repente se ponía tan blanca como las sabanas blancas tendidas al sol en los patios de La Venta, eran mis armas de combate. Recibida las instrucciones, la petición de último minuto se deslizó por mis labios balbuceantes: -
Dios, no lo hagas por mí…hazlo por mi amá, ella es la que va a sufrí mas si no paso.
Una vez que estás en medio río, en medio de la tormenta, en medio del examen no te queda más que avanzar: lo que sabes, sabes, lo que no, lo inventas. -
¿Y cómo te fue? Contesté todas. ¿Y tú?
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De la chingada. Cuando llegué a la parte de Física y Química, mi mente ya no dio, eso nunca lo vimos en secundaria. Con la ayuda de Dios chance y pase…no estuvo fácil pero tampoco muy difícil, claro que en unas contesté de acuerdo a mi criterio, ahí es donde va a haber problema, no sé qué criterio tenga el que califique. A ver qué pasa en una semana que nos den el resultado.
Fue mi semana más larga y sinuosa de aquella época, soñaba con letras y números, eran ejércitos de números que venían vestidos de negro, con capuchas al estilo kukuxklan y palmas ardiendo entre sus manitas… ¡querían quemarme vivo! Llegó el dia “D”, ahora quien se levantó temprano fue mi madre, yo no, pues no dormí durante toda la noche, así que ya estaba despierto; todo mi destino estaba puesto en ese resultado. La cocina de lodo, la mesita de madera y el foco de 100 wats nuevamente se presentaban a mi vista, servido en la mesa estaba el desayuno: un tamal de res resguardado entre hojas de plátano, la mitad de una quesadilla de arroz, una memela de mantequilla con un pedazo de cuajada fresca envuelta en hojas de “madricacao” y una taza de café recién salido de un viejo “pato” que hervía y humeaba todavía. De repente por mi mente cruzó la imagen de mi pesadilla, los números vestidos de negro estilo kukuxklán, y claramente, como anuncio luminoso apareció en mi mente, la leyenda: “ y que tal si no pasaste, pue...” Esa visión me hizo sentir indigno ante aquel suculento manjar, iba a lanzar mi cantaleta de “no tengo mucha hambre”, cuando la voz de mi padre se hizo presente -
Jaj…ora si, mira, ni los que van a la milpa los atienden así…hasta pareces Licenciado m´hijo. Deja en paz a m´hijo, no ves que hoy le van a dá su papel pa que empiece a estudiá en el ITRI, así que este es el desayuno de mi futuro Licenciado. A ver qué pasa…- Dije entre dientes…
Al Tec llegábamos en distintos momentos, para no atosigarnos con preguntas mutuas, me dirigí al salón donde estaban publicadas las listas, mucha gente alrededor, como pude llegué hasta aquellas hojas blancas con una fila de números negros, casi igual a la pesadilla, mi ficha era la 232, así que comenzó el martirio en toda su plenitud. Fui repasando…227…228…230, mi corazón acelera sus latidos, 231….y…233, ¿y el 232?, habré repasado aquella lista unas cinco veces…y nada, nunca apareció el bendito 232. Un vacío recorrió todo mi cuerpo, fui a sentarme cerca de los baños, al voltear al otro extremo veo que están sentados en completo abatimiento, Paco y Chejuan, sus caras largas me lo decía todo. La desgracia une también al mexicano, nos sentamos los tres a poner sobre la mesa los motivos por los cuales no fuimos aceptados. -
Se convocaron a 600 y solo aceptaron a 300. Hubo venta de exámenes previamente. Muchos recomendados Y anexas y similares de la Republica Mexicana…
Venía otro trago amargo, creo que más amargo ¿ cómo se lo voy a decir a mi amá.?
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De regreso a La Venta, dentro del carro teco alguien traía un manojo de flor de coyol, olía a panteón, dije para mis adentros, solo falta que el chofer ponga en su estéreo “Dios nunca muere”, con eso si ya soporto mas y me pongo a llorar. Cuando pasamos por el cerro de la llovizna, patente vi que aquellas montañas se hacían más grandes que de costumbre, como que se me venían encima, me querían aplastar. Cuando bajé del autobús, sentí que flotaba, todos mis argumentos que previamente tenía preparados para el discurso ante mi madre se me borraron. Desde que me divisó, su corazón de madre le comunicó del dolor del hijo. -
No pasaste… ¿verdad? No ¿Y eso? Solo a los ricos les dan chance que estudien, ellos tienen para comprar los exámenes. Saben que soy de La Venta, ellos les dan chance solo a los Juchitán. No llores…no por eso se va a acabar el mundo, alístate, vamos pal´Ingenio, a ver a tu tiu David. Y si mejor me quedo a ayudá a mi apá en la milpa? Tas pendejo, mi primer hijo y que no estudie, no, así sea lo último que haga pero vas a estudiá…ora, vámonos que se hace tarde. Y en verdad quieres entrar al ITRI Si tiu, solo quiero una oportunidad, solo denme chance de entrar y van a ver.
Quince días después, al sindicato del TEC se le autorizaba a que metiera un grupo mas, ahí me colé. -Ahora van a ver cabrones, ya estoy adentro, vamos a ver quien estudia más, quien es más cabrón.
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La muchacha que no quiso ser mi novia.
Supongo que las niñas me empezaron a gustar cuando me di cuenta que yo era un niño, teóricamente. Desde muy corta edad sentí atracción por las niñas. Los juegos y las “ajuntas” me habían mantenido muy ocupado, por lo tanto no sentí la necesidad de buscarme a alguna compañerita como novia, hasta el tiempo en que comencé la secundaria. Aunque, siendo sinceros, una de las recomendaciones o más bien amenazas, me fueron dadas desde el primer día en que comencé a ir a la E.T.A., me llegó de mi madre. - Estas yendo a estudiá no a buscá novia. Cuidadito y me digan que ya tienes novia, porque, aaayyy nana, ni sabes cómo te va a ir. - ¡Qué diablo!…ni se de que tas hablando, má. - Si ya me di cuenta como ya te empezaste a arreglar, antes ni si quiera te peinabas, pero ahorita…día y noche andas con ese peinito en la bolsa. - Pero…si tú me lo trajiste de Juchitán…yo no te lo estaba pidiendo. - Pues claro, con esa greñita que ya te empezaste a dejá, ni modo que te lleves el “tumbapiojo” pa´peinarte, ¿o vas a andá en la bolsa con los peinotes que regalan en la lavada de olla? - Además no ando buscando novia. - Más te vale. Aquel viejo ropero, con su espejo de media luna, eran testigos del tiempo interminable que pasaba frente a él, tratando de descifrar el misterio que había en mi mirada, es decir, trataba de encontrar en la imagen reflejada algo que me indicara realmente quien era yo. Mi mundo adolescente se me mostraba de manera violenta, de un día para otro, empezó a preocuparme
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mi apariencia, en cada oportunidad que tenia de abrir la boca para pronunciar palabra “se me iba el gallo”, tan escabrosa se había puesto mi voz que aquellos chuchos que otrora corrían hacia mí con solo una palabra pronunciada, hoy, con solo decirles “CHUCHO”, me quedaban viendo, primero como extrañados, después, como desconociendo quien les hablaba, se daban media vuelta y se marchaban. - Tá jodido que ni los chuchos, te hagan caso.- me decía mi apá. Algunos chamaquitos, que todavía seguían incrustados en la infancia, llegaban a casa de vez en cuando a buscarme para jugar al encantado, a las carreras de caballo montados en las pencas de palma, a desbaratar nidos de calandria, a matar compeches o simplemente a bañarnos encuerados en el río o en el canal; eran rechazados fríamente, tan frío como una barra de hielo. - No guá salí. Vayan ustedes, ya no soy chamaquito, ya ando en la ETA. - Jaj…y ese…ta´guidxa…o que… - No tá guidxa…tiene chibiguidxa…de seguro que algo vio y no quiere decí. - Guá estudiá. Ya no puedo salí. - Dejen ese…vamos a bañá a la pila. Le di la espalda a toda “la biuchitada”, ahora solo me juntaba con los de mi edad, con puros estudiantes de la ETA. En las pláticas de adolescentes, escuchadas en la escuela, se me empezó a despertar la curiosidad, de que se sentiría tener una novia. Desde luego que mi necesidad se volvió imperiosa conforme oía las fantásticas aventuras, las cuales, normalmente rayaban en lo inverosímil, pero a esa edad, adoleces de todo, y no distingues entre realidad y fantasía. - Vieran que bonito es cuando nos besamos. - Yo solo había besado a una calabaza, pero, cuando ya´taba frente a la chamaquita, me temblaban las piernas, no sabía cómo decirle… - Yo no le dije nada, le agarré la mano, la abracé…y la fajé. Sentí mucha cosquilla en el cuerpo, ella, solo me dijo: “tati nomá, nos van a mirá.” - Yo estaba muy emocionado, después de besarme con ella, hasta calentura tuve toda la noche. Me temblaba la quijada de la emoción. - ¿ Y tú ya tienes novia? ¿Ya besaste a alguna chamaquita? Cuando sabía que la plática estaba a punto de llegar a la pregunta incomoda, de manera sigilosa abandonaba el grupo, me perdía por atrás de los salones. Fue mi amigo, el finado Paco, quien me alentó con las primeras lecciones a cerca del mundo del noviazgo. - No sé qué les guá decí cuando estemos solos, Paco. - Es fácil. Solo platica como si nada. Cuéntales guidxeras, a las chamaquitas les gusta que les cuentes cosas pa´que se rían. Agarra confianza, no mucha, porque si no, ya no les vas a poder decir nada. Luego solo dile, que está muy bonita, que te gusta mucho y que quieres que sea tu novia. Eso es todo. - Pero… y si no está bonita. - Pues…búscate una bonita. Y aunque no esté bonita, tú dile que es muy bonita. - No sé si pueda. Tengo miedo. Me vayan a agarrá a palmada, cuando les diga. - No te hacen nada. No mas tienes que ve que sea una chamaquita que desde que le hables no se ponga arisca, esas son capaces de decirle a los maestros o a sus hermanitos. En cuanto veas que se pone arisca, pélate. - Pues a ver…., bueno, y si me dice que sí, que diablo guá sé después…
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Le agarras la mano, le dices que quieres que te demuestre su amor. Ella te va a preguntar cómo y tú les va a decí que con un beso. Y ya, te la fajas. - Mmm, pa´tú es fácil, ya has tenido muchas, pero yo… - Mira, hay una chava que vive por la huerta, se me hace que le gustas, porque ya vi que cuando vamos caminando te queda viendo. - ¿Sí? Qué raro, no me había fijado… - Por sonso, no estás en la jugada. Yo te la voy a conchabar, cuando ya esté lista, te digo y tú le entras. - Así…si. Y yo le llevo recados a la que me dijiste pa´que sea tuya. Quizá fue un día, una semana, que duró aquella interminable espera. El drama ya estaba memorizado, el dialogo muy ensayado por supuesto que con los únicos que no descubrirían este gran secreto: los chuchos; ya estaban acostumbrados a mi voz, CHUCHO VEN PA´CA…te paras aquí…yo vengo de allá, tú serás la muchacha y yo el muchacho. Y luego el discurso del amorío. El día y la hora señalada llegaron, hice acopio de valor y decidí enfrentarme al mundo. Porque no solo me enfrentaba a la muchacha, sino también al mundo de la vergüenza, al mundo de las habladurías, si, por que al otro día estaría en boca de todos. Solo sé que al momento de tener a la muchachita frente a mí, de aquella voz cavernosa, ahora parecía salida de ultratumba, sentí en los oídos como si el agua del río se me hubiera vaciado en ellos, se me taparon, ni yo mismo oí lo que decía, solo recuerdo que cuando me percaté de lo que hacía, es porque de manera inevitable nuestras bocas habían chocado y “patente” oí la rechinadera de dientes. Ese fue mi primer beso. La prueba estaba superada, aquel maravilloso acontecimiento lo compartí con mi amigo Paco. Ahora sí, cuando la plática en la escuela versara sobre novias, ya estaba preparado para responder a la pregunta incomoda, ya “sabía de mujeres”, ya era hombre de mundo, ya no me escondería detrás de los salones a sufrir por las burlas. El gusto duró quince horas con treinta minutos, a la hora en que nos daban los treinta minutos para el desayuno, en la escuela, otra muchachita llegó corriendo hasta donde estaba, me entregó una hojita de cuaderno, bien doblada; me estaban cortando. Adiós noviazgo. Se acabó. Y yo que ya me había enamorado. Pero aquello sirvió para entender que la vida es así, encuentros y desencuentros. Con todo “el cúmulo de experiencia” adquirida recientemente, tomé la valiente de decisión de buscarme otra novia, ahora sí, ya estaba preparado. El método no podía fallar, lo había probado y funcionó. Apoyado también por mi amigo Paco, seleccionamos una muchacha, de entre varias que me gustaban. Me dije, total, soñar no cuesta nada. Por aquellos días, algunas muchachas todavía solían salir a comprar pan, literal. Por algunos días me dedique a investigar el ir y venir de mi “futura novia”, conocí de sus mandados, sus hábitos alimenticios se me revelaron a través de los lugares donde acudía a hacer sus compras. Aquella tarde en que me decidí a declararle mi amor, procuré desde muy temprano, tener lista toda mi tarea escolar y de la casa. Me di una buena bañada con jabón nórdico, para ver si con el olorcito atraía “a la presa”, me puse mi pantaloncito café de pana, el de la suerte, ese me ayudó con mi primera conquista. Y salí…salí con determinación. De manera decidida me aposté por el rumbo de la vieja iglesia católica, por ahí pasaría, sabía a qué esa hora iría a comprar pan capricho en la casa de tía Chica Cheu.
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La divisé a escasos cien metros, la piel se me puso como carne de gallina, el corazón me hacía: tun-tun-tun. La mente se me puso en blanco, ya era demasiado tarde para echarme para atrás, ella también me había visto. - ¿Te acompaño? - No sé, yo voy pa´llá, onde vas tú. - También pa´llá. - ¿Antá tia Chica? ¿Vas a comprá pan? - Si. No. Digo, voy pa donde vayas. ¿Es que, quería hablar contigo? - ¿Querías? ¿Y eso? - Párate un ratito. Aquí por la barda. Es que desde que te vi me gustaste. Ya te “dijieron” que estas muy bonita, de seguro. Y quiero ve si querías ser mi novia. Si me vas a decí que no, piénsalo bien. - La verdá, no, no quiero ser tu novia. - Pero, por que…que tiene de malo. - Nomás. No quiero. - Pero, mero por qué, dime… - No te va a gustá, mejor así que quede. Amigos si quieres…eso sí, fíjate. - No. Yo quiero que seamos novios. Dime por qué no… - Bueno. La verdad, creo que somos medio parientes, tas muy chaparrito y…los Ordaz son muy faramalla. - Aah…pero… pero no somos familia, y…yo creo que yo soy de los Ordaz pero de otros, de los de Ixtaltepec, así me dijo mi tata; anda mala, aunque sea hoy, si mañana no te gusta solo me mandas un recadito pa´decirme que ya no. Oraa. - No, ya te dije que no. No quiero sé tu novia. Aunque me ruegues. No es no. - Dame un chito, pué…aunque sea. - Menos, déjame pasá, si no, este plato te guá desbaratá en la cabeza. Ella sale despavorida, me quedo medio recostado en la pared…¿y ahora…? En ese instante se escucha en el tocadisco la voz medio gangosa de tiu Mariano que dice: “en la casa de la señora Francisca Betanzos de Lopez, encontrará usted, pan capricho, pan capricho para su cena, pase usted que ahí lo atenderán con mucho cariño.” Me siento en una gran piedra, mi mirada se pierde a través del bordo del río, me tocó la frente y los cachetes, están como las brasas del horno, me sacudo el polvo de mi pantaloncito pana, ahora será el de la mala suerte, me levanto y agarro una piedra…camino, pateo una lata de sardina y le tiro la “piedrada” a dos chuchos que pasan pegados de colita. Desanimado y triste, me digo: veee…esa es que va a sé mi suerte. Y por un tiempo estuve triste por aquella muchacha que no quiso ser mi novia.
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Yo maté al gringo.
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Y qué tal si los gringos le echaron veneno a tu paleta – No creo, si no, no estuviera dulce…dicen que el veneno amargaAjá , sigue comiendo todo lo que den esos “mentados” gringos, tilinte vas a quedar – Hablas de envidia por qué no te tocó, si clarito oí que te dijeron que ya no había, que hasta la próxima navidad. –
Primer gringo. Me gustaba caminar por toda la orilla de la carretera, de la casetita de tía Reina-Che hasta el puente de Ingenio; en pasochivo me esperaba el contingente de vacas (eran como diez, pero por lo estrecho del camino parecía un regimiento) ansiosas por bajar hasta la ladrillera para saciar la sed que les producía todo el pasto seco y el espino que se engullían. Prefería esta ruta por ir viendo pasar los carros de los gringos y saludarlos con mi sombrero en mano, pero en el fondo, muy en el fondo, prefería este camino por que soñaba siempre con algún bulto tirado, que se le caía a los gringos y cuyo contenido estaba repleto de: dulces, galletas y juguetes. Solamente hallaba a mi paso latas vacías de refresco mismas que me servirían de vasos al quitarles las tapas, raspándolas en el piso de cemento. El encuentro cercano que tuve con los “mentados” fue una tarde muy tranquila en La Venta, de esas tardes en que la gente solía sentarse en sus banquetas, y en sus solares
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amarraban a dos horcones sendas hamacas multicolores de “liste” o de “pita” mirando al cielo en busca de nubes que vinieran a mitigar la incesante resequedad de las milpas. El alboroto se había desatado por el rumbo de la agencia, una vagoneta con cuatro gringos se habían estacionado en media calle y repartían dulces (aunque el dulce se llame de otra forma en ingles siempre sabe a dulce), también con guitarra en mano entonaban cánticos en un español medio entendible “ la vida es como una pompa de jabón” decían, y estratégicamente habían conseguido con tía Laura unas jicaritas de morro que llenaron de agua y fab, haciendo con ello un espumarajo que luego con una tira de palma en forma circular se metía al agua jabonosa y al sacarla se soplaba para hacer las burbujas o pompas de jabón, como le decían ellos. Los gringos, creo, siempre han deseado tener una piel como la nuestra, color chicozapote y re-estirada por lo ventarrones, ya que nunca se cansaban de tomarnos fotos, según algunos chamaquitos de aquel tiempo, con la muina de no haber alcanzado dulces, decían que las fotos eran para hacernos “chizos” y después nos llevarían al fin del mundo; - porque estos gringos no son gringos, son robachicos - decían. Eran finales de los setentas. Son los primeros gringos que conocí…luego conocí a otro. * Segundo gringo. Comenzaban los noventas, concluida mi carrera profesional, mi primer empleo: vendedor de pollo vivo, estaba feliz, pues me pagaban y me dieron un vochito. En cierta ocasión, en platica de jóvenes Venteros, escuchaba atentamente la triste y desalmada historia que contaba Chuy Jimenez: su papá estaba muy acongojado por la muerte de su compañero fiel, amigo inseparable, lo vio morir casi en sus brazos, arrodillado junto al cuerpo blanco trataba de reanimarlo y darle vida, los ojos claros, abiertos pero inexpresivos, daban señales de una vida que concluye dejando aun pendientes. Conforme la historia avanzaba y los detalles abundaban, los latidos de mi corazón se acrecentaban, ¿sería posible? ¿Estaremos hablando de lo mismo? - ¿Y cuando fue Chuy ? – - Hoy en la mañana. - ¿Por dónde? - Tercer puente. . . - Sí…entonces es lo mismo, ¡¡¡ fui yo, yo maté al gringo …!!! ¡¡¡ yo maté a tu gringo.!!! * Aquella trágica mañana, regresaba de Unión en el vochito, a la altura del tercer puente, de manera intempestiva el gringo sale del monte y queda en media carretera, por un instante pensé que correría…y no…era demasiado tarde, fue un golpe seco…la polvodera…aturdido seguí el camino, a través del retrovisor alcancé a ver una carreta, alguien bajó corriendo hasta donde yacía el gringo. Aquel día lo confesé…fui yo, yo maté al gringo…yo maté al “chuchón” blanco de tiu Chu Jiménez.
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Yo vi a Cristo en Pasochivo.
“ Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.“ ( San Juan 8:32)
En los viejos tiempos, se sembraba en pasochivo maíz y ajonjolí. En la mojonera que separa a La Venta e Ingenio, la Tierra es prieta, pero si avanzas hacia el rumbo de la Tunita, va tomando un color más claro. El gran llano se extiende desde la carretera hasta la fila de cerros del norte, hasta el Nanchal. Hoy la tierra se ve seca, enjuta, como boca desdentada. No siempre fue así. Crecían algunos árboles grandes y muchos de mediana estatura. En el tiempo que vamos a referirnos el arroyo se sentía vivo, armonioso, rebosante de vitalidad. Fue en el arroyo donde lo vi. Vestía una túnica blanca, guarachos de tres correas, colgaba de su hombro un morral y en su mano sostenía un machete, que por ratos parecía espada. El pelo largo, largo, casi le llegaba a la cintura. Su cara brillaba, no se distinguía la forma.
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Al medio día cuando el sol revienta la piel, el ganado venia buscando el agua fresca del arroyo. Las víboras se resguardan en los troncos de granadillo tirado en la sombra. Los alacranes se han enroscado en el “totomoste” de las mazorcas. El campesino se esconde bajo su carreta, porque hecha lumbre por la cabeza. El, se sentaba en el timo de una carreta, luego se paraba sobre una de las ruedas. Y comenzaba a hacer movimientos con las manos, siempre con la mirada fija hacia los cerros. No sé qué diría. Por los ademanes se veía que no andaba de buenas. Como que se entendía con el viento, con los árboles, los animales, hasta con las piedras. Después de un buen rato, bajaba, se acercaba a un palo de caulote, cortaba dos varitas largas y delgadas. Con ellas formaba una cruz y subía nuevamente. Se notaba más tranquilo. Como que el regaño había pasado. Yo lo veía desde lo alto de un Guamuche de Tiu Casimiro. Ahí me escondía. Con la cruz en la mano, comenzaba a señalar a los cuatro puntos cardinales. A mi entender, que estaba bendiciendo la tierra. Era medio día, y a esa hora toda alma se tira hacia el descanso. Pero Cristo trabajaba. Nuevamente bajaba de la carreta, se arrodillaba, besaba la tierra. Quedaba viendo hacia la parte donde me escondía, moviendo la cabeza hacía un gesto de saludo. Para mis adentros, pensaba, como me habrá visto. Pues claro, es Cristo. Una vez concluido este ceremonial, Él comenzaba a caminar en forma decidida hacia el rumbo de la Tunita. El machete lo mantenía siempre en alto. Eternamente en guardia. La silueta se perdía en el horizonte. Pero la cosa estaba clara, Cristo iba al cerro. Por momentos meditaba, pero si por ahí vive el diablo, porque va por ese rumbo. No lo había entendido hasta el día de hoy: Cristo bendijo a Pasochivo. Cuando buscaba los cerros con el hierro desenvainado, estaba buscando a Satanás para librar la batalla por los dominios de este mundo. La lucha eterna entre el bien y el mal. La lucha por el domino de La Venta, especialmente por Pasochivo.
* En esas tierras se libran batallas de señoríos espirituales. Esa heredad preciosa, está bendita por Cristo. Pero nunca se debe olvidar que muy cerca está el demonio. Acecha desde el cerro. Y resopla en los oídos de los hombres. El camino por el que peregrinemos, puede llenarnos de gusto o de lamento. A la conciencia. Que la bendición, no venga al convertirse un día en maldición. Depende de Todos. * Habrá escépticos, dudaran que Cristo anduvo en Pasochivo, hacen bien en dudar, porque para poder llegar a conocer la verdad de las cosas, el primer paso es la duda. Pero como alegato, en defensa de mis dichos, he aquí dos pruebas pertinentes: en primer lugar; el día de hoy, ¿acaso estas tierras no son objeto de luchas y disputas? La segunda; la más contundente creo, existe por estos rumbos un animalito, un reptil, lagartija pues, que vive cerca de lagunas o del río, se llama Pasario ó Pasariu, a quien muchos hemos visto hacer travesías náuticas por encima del agua. Pues bien, uno de los grandes milagros de Cristo fue haber caminado sobre las aguas.
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Cuando dejó sus enseñanzas en Pasochivo, cuando hablaba desde la rueda de la carreta, el Pasario fue el único animal que estuvo atento y aprendió lo que ningún hombre ha aprendido. El Pasario practica todos los días lo que Cristo le enseñó: caminar sobre las aguas. * Cuando abrí los ojos, vi grandes maquinas que se movían por la fuerza del viento. Todo había cambiado. Unos dicen que para mal, otros para bien. Al tiempo.
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La huerta de tiu Teba.
Desde que subíamos al bordo del río se miraba imponente, en primer plano, un guanacasle enorme como custodio de tan suculento manjar, en segundo plano, hileras e hileras de “ palos de cirgüelos”. El terrenito que tiu Teba convirtió en huerta, recibía toda la humedad del río, el límite entre la huerta y el río era un viejo cerco compuesto principalmente por ramas secas de “gumaga” y espino. Por más que nos habían dicho que “de esa huerta no debíamos tocar nada”, era imposible resistirse ante los encantos de aquellas jugosas frutas; era por decirlo de un modo: la fruta prohibida. Para aquella turba de chamaquitos se cumplía el dicho que siempre me recordaba mi Nana “se juntaba el hambre con las ganas de comer”; ya que después de aquellas grandes batallas que sosteníamos la chamaquitada en las orillas del río, ya sea jugando al futbol, jugando a los indios y agarrándonos a lodazos, a enterrarnos por completo en la arena, o hacer “castillos de arena” poniendo toda nuestra imaginación posible; pero además, después de varias horas encuerados y “aposolados” por el agua, no nos quedaba más que hambre. Cuando el cuerpo decía “quiero “cirgüelo”, había que darle “cirgüelo”, así estuviera el dueño presente, lo teníamos que conseguir, faltaba más, si para eso Dios nos había dado maña, por que como me decía mi madre: lo que Dios no te dio de cuerpo te lo dio en maña.
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Tiu Teba fue conociendo los horarios en que llegábamos al río, antes de que nuestros juegos concluyeran, lo divisábamos que venía bajando del bordo, alto, flaco y pelón, así recuerdo a tiu Teba, cargaba en una mano una reata y en la otra un machete, yo suponía que serviría para lazar y cortarle la mano a algún chamaquito que encontrara robando en su huerta. Nunca supe de alguno de los nuestros que se hubiese quedado mocho , al contrario, éramos puro mano larga. De solo recordar aquellos “cirgüelotes” carnosos, verdes por fuera y amarillo por dentro, comienzo a salivar abundantemente; ya ni se diga, pensar en la sal molida con chile pijita que se amasaba para acompañar tan suculenta vianda. Sabíamos perfectamente que tiu Teba se apostaba atrás del Guanacasle, ahí pasaba horas de vigilia, en espera de que el grupo de mañosos osara penetrar en sus dominios, para que de esta forma, comenzar las persecuciones acompañadas por el ruido de los planazos de machete, chiflidos y demás palabrería que el viejito profería. Sabíamos que él estaba ahí, agazapado entre los matorrales de higuería. El juego había concluido y era la hora de “los cirgüelos”, sentados en la playita del río, como cuando los zopilotes esperan, así estábamos al acecho, esperando. Alguien tenía que ceder. En cierta ocasión, en la escuela, algún chamaquito estuvo platicando que un día anterior había ido a robar “cirgüelo” en la huerta de tiu Teba -
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Ni se imaginan. Vi unos “cirgüelotes” que mas parecían mandarinas. Y lo mejor es que nunca ví que llegara tiu Teba, supe que estaba malo, no puede caminá. Ahí mismo, debajo de los palos me di “una sentada” con el montonal de “cirgüelo”, hasta se me escurría la miel por toda la quijada, unos me lo comía con sal y chile, los mas amarillitos me los echaba “puru – puru”. Si van a ir hoy lleven bolsa, yo tuve que quitarme la camiseta y amarrarle las mangas para llenar del montón de “cirgüelo”. Beeestia…y ¿te comiste todo? Con mis hermanitos, hasta las cuches se saboreaban. Saliendo de la escuela nos vamos pa´llá.
En efecto, salimos, comimos y nos fuimos. Decidimos entrar a la huerta por distintos puntos, nunca había sido tan fácil “la robadera”, hoy ante nuestros ojos y manos, se presentaba un paraíso, lo gajos colgaban como si fueran foquitos navideños, solo percibíamos dos colores: verde y amarillo. Osadamente me trepé a uno de los palos mas chaparros, y ahí encaramado en una horqueta, le di rienda suelta al pecado de la gula, a los sazones me los masticaba, a los maduros les hacía un huequito y me los chupaba, estaba tan feliz que antes de comerlos les hablaba -
Ven pa´ca chunquito, no te guá sé nada.
La bolsa del mandado de mi amá, estaba hasta el full de la fruta, dicen que la ambición rompe al saco, me quité la playera chipa que llevaba puesta, le hice un “ñudo” falso a las mangas y comencé a llenarlas también, quería mas. En aquel momento perdí la cordura, como en los tiempos del Génesis, el huerto y la fruta prohibida me habían vuelto completamente guidxa, sentí que estaba como en sueños, solo en aquel paraíso terrenal, dejé de escuchar a mis colegas “robacirgüelo”, en pocas palabras deje de percibir la realidad. Enajenado, imbuido en mis cavilaciones con mi tesoro, nunca vi lo que venía. De la nada, pero de la nada mas absoluta, surgió la cabeza pelona de tiu Teba, sí, era él, que como ángel que custodiaba el Edén, apareció con tremendo machete en la mano.
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Jijos de la chingada, puerta gabiá, ma´rayo joda, chamaquitos del demonio.
Aquella serie de improperios los expulsaba con una voz chillona a la vez que aventaba machetazos a los matorrales. Yo seguía encaramado en la horqueta del árbol, pasmado, inerme, estático, como fotografía antigua, más o menos como se ponía mi tata previo a un ataque epiléptico. Segundos que se me figuraron una eternidad, fue el tiempo en que tardó en llegar la orden de mi cerebro a mis manos y pies: ¡ salta, corre, pélate!. Me lancé al vacío, como los garrobos se tiran desde las alturas, sin saber en donde caerán, pero no caí en tal vacio, caí en medio de ramas secas de espino y pega-pega. Con playera en mano, corría y corría, por cada machetazo que tiu Teba daba a las ramas, soltaba una “mentada de madre”. Yo ya no corría, volaba. Logre salir de la huerta de tiu Teba, a la chamaquitada, mis colegas, no les ví ni el polvo, se los tragó la tierra. Al fin llegue por el rumbo del prensadero, me percate de que tiu Teba ya no me persiguiera, me escondí de tras del Guanacasle, por si las dudas y desde ahí alcancé a ver que el viejito estaba también en el otro Guanacasle, seguía habloteando, pero a manera de triunfo alzaba las dos manos, en una sostenía el machete y en la otra mi bolsita llena del fruto de “mi trabajo”: los “cirgüelos”. Solo dije para mis adentros: “Teba pelón.” Con la ropa llena de abrojo y pega-pega, los pies y manos cuadriculados por las raspadas que me hicieron los matorrales que crucé, llegué a mi casa, ahí estaba mi madre esperándome: -
¿Y ora tú? ¿Te revolcó una cuchibruja o qué? ¿Que los infierno te pasó? Nada. ¿Nada? Si hasta pareces pichancha así como traes el cuerpo. Anduve jugando a la escondida en el río. Mmmmh… Por cierto, voy a comprar maíz. No encuentro mi bolsa del mandado, la que me regaló tu Nana cuando vino de Santuario. ¿sabes dónde está? No. Ni sé de cual me hablas. ¿No es la que se llevó con las memelas mi Mamaneche el otro día? No, esa es la azul. Donde los diablo lo habré dejado…
Mi madre nunca supo que su bolsita de Santuario, la que le regaló mi Nana, se le quedó a tiu Teba, yo solo me quedé con el sabor de aquellos “cirgüelotes” que comí en su huerta.
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Los solterones del pueblo.
Decían en el pueblo, que de tanto escoger se quedaron abriendo la boca. Yo no sé qué amores clandestinos pudieran estar disfrutando, lo cierto es que el grupo de solterones de La Venta siempre se les veía en bola y hablando de mujeres. -
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Sé que ella quiere, me doy cuenta cuando me voltea a ver; nomás ayer, que iba pal río, con su batea de ropa en la cabeza no paraba de ver pa´la ventana de mi casa, yo estaba escondido adentro, desde un huequito la espiaba. ¿Y porque no le has dicho nada? ¿Y si a la hora de la hora no quiere? Te buscas a otra y ya. No quiero a otra, la quiero a ella. Pues si…Miona, pero si no le dices nada, te la van a ganar. Róbatela. Si, róbala. Luego buscas a tiu Pancho y a tiu Laido para que sean chagola. Lo guá pensá..a ver. A los cuarenta y soltero no hay mucho que pensá. ¿ No serás mampo? Eres mampo viejo, por eso no te atreves… Tan guidxas todos ustedes. Ya van a ver.
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Solían sentarse en las esquinas de las calles, contándose historias que quizá solo sucedieron en sus pensamientos, pero las repetían tanto que terminaban por creérselas ellos mismos. -
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¿Se acuerdan de la hija de…?, pues fue mi novia. Si, como no. Qué diablo te iba a hacer caso, esa no es mujer pa nosotros. Ellas buscan novio de Mina o de Puerto. Pues por poco me caso con ella. Si, solo faltó que se lo “dijieras”. Ja,ja,ja. Búrlense, pero faltó poco pa´que fuera mía. Ella me rogaba que la sacara de su casa, me faltó valor y dinero. Un día me dijo: “ Flavio, llévame a donde quieras, a Unión, a Chicapa, a La Conchas o a donde diablo quieras pero ya no quiero seguí en esta casa, ya no quiero seguí lavando ropa ajena.” En ese momento me mostró sus manitas “balluscas y aposoladas” de tanta lavadera, se me recostó en el pecho pa´llorar, me acuerdo el olor de su pelo negro, olía a cintule de río. Me empapó la camisa de lagrimas, hasta ahí conocí el sabor salado de las lagrimas. A otras novias que tuve les salían puras lágrimas dulces, sabor estorreja. ¿Y porque no hiciste lo que te pedía? Por miedo. ¿Tamaño camastrón y con miedo…? La última vez que nos vimos, no me di cuenta que uno de sus hermanitos nos había estado espiando y se fue corriendo a decirle a sus papás: que un viejón estaba besuqueando a su hermanita, llegó su papá y se armó la “peliadera” Y después, ¿ya no se vieron? No, se la llevaron a Puerto. Fue hace dos años, por el tiempo de zafra. Hace un mes me dijeron que la vieron por la séptima sección en Juchitán, pero ya andaba cargada, a punto de parí. ¿Y porque no vas a buscarla? Qué tal si es tuyo el chamaquito… Jajajajaja. Qué tal si se le pasmó en la barriga por dos años. Aunque se burlen, si ella quisiera, si me hago cargo del chiguitiu. Tas guidxa Flavio, si no es tuyo, como vas a mantené a un chiguitiu ajeno. Mejor arrejúntate con “la dedo mocho”, ya tiene cincuenta y dicen que todavía es virgen. ¿Es la que vive por el río? No, ella no habla con la gente, solo platica con las cuches,está medio zafada. Igual que tú. Mejor así. Entre guidxa y guidxa…nomás la espuma de la baba se mira. A lo mejor mañana se me trepa, me subo al carro teco y me voy a buscarla a Juchitán. Déjate de chingaderas Flavio, nosotros nacimos así y así vamos a morí, sin nadie. Pero yo quiero una familia. Nosotros somos tu familia. Y si no te conformas, ya te dije, búscate a la guidxa, la “dedo mocho”. ¡¡¡Si queres vamos a pidí su mano…o su dedo. !!!
Se oye al unisonó estruendosas carcajadas que casi llegan hasta el río. Desde su esquina tiu Fidel, que se corta las uñas de los pies con un cuchillo cebollero, los mira molesto. Nada le gusta a tiu Fidel, y grita desde su casa: -
Mujer es lo que deberían buscá huevones. Ya´stan viejos.
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Los cinco “alegres y guapos” solteros, se levantan y se encaminan “hacia donde sea”, rechinan las correas de sus huarachos, a su paso van dejando un olor a tabaco y brillantina. Los chuchos ya no ladran a su paso, ya saben, son los mismos de siempre, y en el supuesto de que los chuchos piensen, dirán: “ pa´que les ladramos si están igual que nosotros”. Solos. *** Salí del pueblo y no supe mas de ellos, pero a juzgar por la lógica de Alex de tiu Juan Ramo, que decía: “esto es como la muerte paisano, de que te llega…te llega”, hay esperanza. No siempre estarán solos.
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LA CHUCHARRABIA.
Dicen que por ahí anda una “chucharrabia.” Vengo de “por ahí”, ando “por ahí”, quiero estar “por ahí”…debo seguir “por ahí.” En La Venta había la creencia de que los perros se volvían rabiosos por que en los meses de abril y mayo se la pasaban en los montes comiendo chilillo o chiliu, según se te acomode el lenguaje. Otra teoría “científica” de Los Venteros, es que se debía a los inclementes rayos del sol que caen sobre los cuerpos y las plantas, “por ahí” de esos mismos meses. Así que el único antídoto conocido en aquellos tiempos para combatir a la chucharrabia era: o los matabas a garrotazos o le pegabas un balazo. - Dicen que por allá abajo vieron una chucharrabia. - Lo vienen siguiendo por todo el bordo del canal. - Métanse a la casa chamaquitos, esos animales tienen el diablo adentro. - ¿Qué es una chucharrabia, má.? Ayer en la escuela un chamaquito me dijo que parezco chucharrabia cuando me amuino. - Es un chucho con rabia. Empieza a echar espuma por la boca, se les pone la mirada vidriosa, ladra como si estuviera viendo a un espanto. Desde que vieron al perro negro, que estaba debajo de la carreta, con la mirada perdida, como ido, como pensando en el infierno, lo sentenciaron… - Algo tiene Capitán. No quiso comer en todo el día, cosa rara, para un chucho tan mañoso como él. - Desde que llegó del monte, se metió debajo de la carreta, le hablamos pero solo nos queda viendo, esta como guidxa el Capi. - Y qué tal si estando en el monte comió chiliu, de seguro que le va a pegar la rabia. ¿qué vamos a hacer? - Matarlo, que más.
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Pobre Capitán, no quiero que lo maten. Es un chucho muy bueno, hasta parece gente, siempre me cuida cuando vamos a cuidar las vacas. - Ya sería su hora. El perro ha comenzado a lanzar mordiscos al aire, como si estuviera atrapando moscas. Los viejitos decían que estaba asustando a los malos espíritus que se le querían meter al cuerpo. La baba se les escurre por la quijada, emite sonidos raros, “la vara de lengua” casi le llega al suelo en cada entrar y salir de la boca, “las canicas” de los ojos se ponen vidriosas y sin control, es decir, le “coyolean” los ojos. Capitán es observado desde el corredor de la casa, alguien le llama: “capitán, capitán, capitán”, el animal solo responde con un gruñido, parecido al que tiu Cheno me contó de la chuchaprieta. Ya no es el mismo. - Al saber que diablo tiene ese chucho. - Yo creo que es la rabia. - Ni modo. Tendremos que matarlo. - ¿Y por qué no lo curan pá? No quiero que maten a mi capi… - No tenemos ni pa curarnos nosotros, menos pa un chucho, luego le pedimos a tiu Fanio que nos regale uno, él tiene un montón. - No quiero del montón…yo quiero a Capitán. En eso están, el perro ha comenzado a levantarse, medio “tembeleque”, siguen sus gruñidos, siguen sus mordiscos al aire. Avanza hacia el corredor, parece muy determinante a llegar hasta donde se encuentran sus amos; en eso, de la nada surge desde dentro de la casa un cubetazo de agua que se desparrama en el patio, eso fue el detonante para que aquel animal saliera despavorido, como “alma que lleva el diablo”, ahí comenzó todo, ahí empezó la persecución, ahí empezaron los gritos: - Ahí va un chucharrabia - Mátenlo - No dejen que se meta en las casas. - La chucharrabia, la chucharrabia… - Se fue por el canal, síganlo…no dejen que se pierda. - Escondan a los chamaquitos, nos los vaya a morder Quienes persiguen al Capitán son un grupo de hombres jóvenes y viejos, llevan en sus manos piedras, varillas de carreta, machetes, leños y puyas. Solo un hombre de aquel nutrido grupo carga su pistola, es Manuelón. El griterío es intenso, desde la cocina tia Tomasa grita - Shoooo…nana, hasta parece que los chucharrabia son ustedes. - Hay que matarlo tía…antes que muerda a alguna gente - Pero con ese escándalo ya no se sabe que diablo es lo que están haciendo. El perro casi llega al campo de los venados, en el bordo del canal se ve a Chelis y Adán cuidando chivas, el perro se dirige al chiverío, desde lejos alguien le grita a los hijos de tiu Chenuno: - Háganse a un lado, ese chucho tiene rabia… - Chelis, Adan…cuidado con el chucho, los va a morder Al ver aquel bullicio, Chelis cree que se trata de alguna calenda matutina, cree que es noviembre, también grita y bailotea golpeando el perol en donde tia Romanita les puso el almuerzo. - Coooorran guidxas…los va a morder la chucharrabiaaa
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Ja ja ja…que no de la milpa vengo yo pué…que no la chucharrabia es mi amiga pué… - Pues que se los lleve la chingada…ya cumplí con avisarles, ya los hice gente. El Capitán se pierde entre las chivas y los topes negros, cuando el contingente llega hasta donde se encuentran los alegres “cuidachivas” el perro ya va por el sifón, se mete por un caminito que va hacia el panteón, como presagio de lo que le espera quizá, busca sepultura. A estas alturas en todo el pueblo ya se sabe que andan siguiendo a un chucharrabia, pues desde su altoparlante Mayo Guiba anuncia: - Atento aviso, ateeeento aviso…al pueblo en general se le avisa que un chucharrabia anda suelto, que tengan mucho cuidado, la rabia es contagiosa.- En seguida se escucha la canción “el baile del perrito”, como preámbulo a la bulliciosa persecución que en esos momentos se escucha por la huerta. Del nutrido grupo que inició persiguiendo a la chucharrabia solo quedan los mas esbeltos, se van quedando los gorditos y panzones hasta atrás, otros aprovechan la salida de sus casas y se meten en las cantinas, a Manuelón le ha ido peor, se le ha tapado “el felgo” en varias ocasiones, pero es más grande el ansia de estrenar su pistola, aunque sea en un chucho. Los minutos del Capitán están contados, hay quienes dicen que con toda la corredera y el sudor había vuelto a la normalidad, dicen que hasta los demonios que traía por dentro se tuvieron que salir de aquel cuerpo por miedo a la turba enardecida que reclamaba sangre. En animal consciente de lo que le esperaba, buscó su ultima salvación, regresar a su casa; por lo que se internó en las calles del pueblo, buscando a sus amos, las calles vacías a esa hora del día ya por temor o flojera, ni si quiera se veían a otros perros, que en circunstancias como estas suelen ladrar hasta por las orejas, es el miedo a ser confundidos o que alguien se aproveche de la confusión para despacharlos al otro mundo. Mi Tata vio pasar el bulto, dice que “cholenqueaba” de la pata izquierda, igual que la canción, parecía que flotaba, aquel animal ya iba muerto, solo estaba recogiendo sus pasos, me dijo. Fue en la casa de tia Fausta donde pudo meterse, buscó la mesa de santo. La gente se apostó en el cerco de paral, esperaban a Manuelón que también ya “cholenqueaba”, con una mano se apretaba el “felgo” y con la otra cargaba su pistola. Fueron tres tiros los que se oyeron, pero solo uno recibió en la frente el Capitán, allí quedó recostado con los ojos abiertos, volteados hacia donde estaban los santos de la mesa…en ese momento dejó de oírse la canción “el baile del perrito”…uno a uno los perseguidores fueron yéndose a sus casas, la tarea estaba concluida. En ese instante en la casa de tiu Fanio, un padre y un hijo, miran extasiados el montón de perros en el patio. - Quiero el blanquito, el peludo, se llamará Duque. No quiero negro, esos se vuelven CHUCHARRABIA. -
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El canto de Mamá.
“ De niño la escuchaba cantar...”
No sé si ella dejo de cantar o yo dejé de escucharla cuando hube de remontar el vuelo. Pero sin duda aquel canto me ha enseñado que es más delicioso hacerlo en medio de la escasez que en la deslumbrante abundancia. “En el lago de Hipacaraí…” nunca supe a ciencia cierta si el referido lugar existía o donde se ubicaba, pero escuchar a Mamá entonar la canción alimentaba mi esperanza de que había un lugar donde se podía estar bien. La veía cantar, no de tristeza, ni de dolores escondidos, no era cantar por cantar, no era la voz, era un canto a la vida, a su vida, a sus hijos. Era un canto genético, era la voz de generaciones ancestrales que le alentaban a infundir ánimo a sus descendientes. Era la palabra transmitida en sueños por sus predecesores, por aquellos que creyeron en sus ideales y que en ese momento le señalaban la tarea de perpetuar la generación. Ella baja con su batea de madera en la cabeza, le sigo presuroso su pasos hasta el río, en el fragor de la lavada , oigo su copla al compás de las aguas cristalinas, al unísono de calandrias y tórtolas. A cada prenda le va quitando las manchas del trabajo y juego diario. Nosotros ensuciábamos, ella limpiaba. - Pobres pero limpios.- nos decía.
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La escuché cantar también en la cocina, su lugar predilecto, entendió que alimentar aquellas criaturas era asegurar que llegaran con bien a la batalla. En mis innumerables noches de insomnio, bajo a las profundidades de mis recuerdos de infancia y ahí aparece tu canto: Mamá. Supo cantar, cuando la adversidad nos subyugaba, cuando era muy difícil alimentar a tantos… sin embargo alcanzó para una rebanada de sandía. Al salir de casa con mis sueños, esperanzas y optimismo, dejé de verla y su voz en apariencia se debilitaba, pero estaba equivocado: se hizo más firme. Muchos años han pasado, aun perdura la resonancia del canto de mi amá. Con el mayor cariño… nos entregó su canto y su vida.
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La mujeres de La Venta…
En la sucesión de los tiempos y el devenir de la historia de nuestro pueblo: La Venta, encontramos la marca indeleble de la mujer Ventera. Cada generación ha tenido y tiene su particularidad, no podemos hablar de preferencias, a cada generación le ha tocado vivir en tiempos distintos y distantes. Empezare remontándome al tiempo de las abuelas, las nanas, las pioneras, las constructoras, las que partieron de la nada para ofrecer el pan, las que estuvieron al lado de los abuelos y se fajaron los refajos al cinto y emprendieron la lucha diaria por conseguir el sustento, que en ocasiones alcanzaba hasta quince miembros de la familia, las que mascaban el tabaco amargo, las que extraían del monte la cura para cada una de las dolencias, las que supieron aplicar los secretos más recónditos en la cocina, las que se arrodillaron frente a las parturientas para extraer nuevas criaturas del vientre materno, las que en muchas ocasiones fueron robadas del seno familiar para formar un nuevo clan, un nuevo grupo. La rudeza de esos tiempos nos lo han relatado con lujos de detalles, fueron tiempos violentos, nunca sucumbieron ante la tentación del dolor, ante lo agobiante de las tareas diarias, la estrechez de la economía, ya sea porque no les quedara de otra, ya porque si se regresaban a sus casas eran devueltas nuevamente a proseguir en la lucha, “no te casaste pa un día” les decían sus padres, fueron los tiempos de : “hasta que la muerte los separe”, en efecto solo la muerte podía con aquellas fortalezas, aún así después de muertos seguían las
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costumbres de recordar a los “difuntitos” como si estuvieran vivos, así que la muerte tampoco pudo con las abuelas. Siguiendo la sucesión del tiempo, me ocuparé de la época de nuestras madres, aquí nadie nos lo contó, nos tocó vivirlo, somos directamente la carne de su carne, los huesos de sus huesos, sangre de su sangre…por lo que es un tanto difícil sustraernos de caer en lo subjetivo del asunto. Aún así, haré un esfuerzo para ser objetivo y no sucumbir a los encantos de hablar hasta por los codos de lo mucho que nos arrastra, nos subyuga, nos deleita, nos apasiona, nos conmueve, nos vulnera, nos aprisiona, nos permea, el amor a nuestras madres. Perdí la objetividad… Nuestras madres, sabedoras de los tiempos, herederas de una tradición culinaria por excelencia, de la pasión por el trabajo, la pasión por el cuidado de sus hijos. Vasos receptores de vida, continuadoras de una tradición cultural milenaria: la zapoteca; han sabido imprimirle a su misión de madre un carácter que pasa de lo férreo a lo dulce, de lo terreno a lo sublime. Ellas, las que han estado dispuesta a todo por sus hijos, las que junto a nuestros padres han dejado el sudor en aras del sustento diario, las que dejaron de comer por darlo a su descendencia, quienes se olvidaron de sus dolencias para ver las nuestras, han sido las que en medio del dolor se han doblado pero nunca se quebraron, eso y más han sido nuestras madres. Hoy, agobiadas por el dolor, por los años de trabajo continuo, por la carencias, avanzan por la vida con pasos muy lentos, en otros casos los pies se han negado a seguir, aún así, su espíritu imbatible permanece inmutable, así seguirán hasta el día en que se tengan que marchar. Muchas se adelantaron a emprender el viaje definitivo, el sin retorno, pero en los corazones de quienes las amamos siguen vigentes sus dichos, sus alegrías, sus anécdotas, sus consejos, su mirada, en pocas palabras siguen aquí, en medio de nosotros. Hablando de las nuevas generaciones de mujeres de La Venta, quizá las formas se mudaron pero el fondo es el mismo, la vida y los nuevos tiempos impulsó a muchas a salir del seno familiar a buscar nuevos horizontes, a prepararse para combatir y disputar en el terreno profesional con quien se ponga, así sea el género masculino. Ellas son el resultado de la combinación de abuelas y madres, en ellas se funde el carácter de lucha y perseverancia. Flores delicadas pero que ni los mismos ventarrones pueden derribar, así son las Venteras más jóvenes. En ellas late el germen de la tradición ancestral, del arte de la cocina, del comercio, del gusto por la vida, el amor por lo hijos…por la madre tierra. Así que, una mujer de La Venta, es en suma, hechura y heredera de una raza milenaria, como lo dicen bien en el pueblo “no nacieron hoy”, saben ser cuando se necesita ser. Quise ser objetivo y me perdí en un mar de subjetividades, igual hasta divagué, las palabras querían salir al mismo tiempo, es mi sentimiento…pero como ser objetivo ante tal monumento, como no caer en la subjetividad cuando lo que tengo ante mí, es, ni más ni menos que a: LAS MUJERES DE LA VENTA…. Que cada quien diga lo que siente…al final de cuentas.
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LA RAMA.
Esta remembranza es de hace aproximadamente cuarenta años (más o menos, da igual: lo viví y punto.)
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Ha amanecido, según yo, más temprano que otros días, la noche anterior me acosté muy “alebrestado” dijera mi Madre, - ese chamaco anda como loco- comenta Nana Lola, y sí, estaba ansioso por que llegara el veinticuatro de diciembre y hoy…era veinticuatro. Aun el sol no se asoma por el rumbo del río, el canto de los gallos ha cesado, un gracioso “xahui” sacude sus alas en lo alto del tamarindo, observa hacia los cerros cerciorándose de que no hay ni una nube que amenace la calma de este día. - Pa eso si estás listo- dice mi apá – de todas maneras vas a ir a ver las vacas al salado- este golpe bajo no lo esperaba, aún así, es demasiada mi alegría por ser hoy veinticuatro, que exclamo de manera valiente – tá bien pero voy de una vez, al rato que regrese desayuno… - checa bien que estén todas (solo era seis vacas) y ve si ya parió la “carta blanca” , si ya parió, buscas al becerrito, que no esté solo porque se lo pueden comer los coyotes.Y dijo bien mi Nana, ando como loco, voy a buscar mi bicicleta “búfalo”, está ponchada, ni modo a pie, dijera mi madre – no naciste con bicicleta, camina, para eso hizo Dios los
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caminos: pa caminar- me pongo mis guarachos casi rojos por el limón que les puse para ablandarlos y para que pierdan el olor a cuero viejo, el sombrerito que me compraron en el mercado de Juchitán, no encuentro cinturón, ni modo un pedazo de palma en la cintura, un pequeño machete y una reata en mi hombro y adelante. El sol no sale aún pero ya está claro, desde que salgo comienzo con mis fantasías (“ que si Dios va hacer que pase un carro y me lleve rápido hasta el salado, que si cierro los ojos y ya estoy en el potrero ) en eso voy pensando cuando por el rumbo de “La Pila” diviso un bulto rojo…¡¡¡es “cañero”!!! es un caballo de tiu Beto Jiménez, cañero es flaco, peludo pero manso, es muy popular entre la “chamaquitada”; tomo dos hojas de totomoste (que en las calles de La Venta abunda) y me acerco sigiloso al caballo le doy el alimento y le pongo el mecate en el pescuezo, lo acerco a una loma y me le monto…y andando. Voy en mi caballo (porque en ese momento es mío) balbuceando canciones, el aire fresco de la mañana me da en plena cara, me inunda el olor de la caña de azúcar y del agua fresca y media podrida del “dren”; cañero marcha cual “rocinante” llevando a don Quijote, diviso desde lo alto del bordo la inmensidad de los cañales…esta es la naturaleza de Dios, ahí está Dios...es el milagro de la vida. Estoy de vuelta después de haberme cerciorado que habían seis vacas…bueno en realidad vi seis bultos ya que quedé en el bordo del dren montado en cañero; procuro cortar varios pedazos de caña pa mis hermanitos pues me gusta verlos cuando llego y me dicen: - trajiste caña…Tito.Ahora sí el sol ilumina al pueblo y como bien dice Mamaneche “cuando todos van yo ya vengo”, durante el viaje de regreso he venido pensando y pidiéndole a Dios que no vaya a salir el norte en la noche pues nos ha tocado algún año que era tan fuerte que la rama era insostenible. Dejo a cañero en donde lo he tomado no sin antes darle un poco de zacate paral como agradecimiento, paso por el panteón y veo a varias señoras poniendo flores en las tumbas; al llegar por al campo de los venados desfilan una cuche con sus cinco cochinitos buscando un poco de lodo cerca del canal. - ¿Y cómo viste a las vacas? - -Bien, ahí estaban…comiendo- ¿Viste a todas? - - sii pá…ahí taban todas…- luego balbuceo - si nomás son seis- ¿Que dijiste? ¡Que estaban todas y eran seis…! Mi madre me llama a la mesa, el desayuno está listo: carne frita, totopos, queso fresco, un pedazo de quesadilla y una gran taza de café (este banquete no es del diario…) hoy veinticuatro hay una especie de bonanza en casi todas las mesas del pueblo. En la comida, me ha dicho Mamá que va a freír pescado lampreado y frijol de olla, nos va a hacer unas estorrejas, mi tía Chana nos ha llevado dulce de limón relleno con coco, Mamaneche dulce de papaya y Nana Lola dulce de calabaza cáscara dura. Son las cinco de la tarde, en casa de Litin nos reunimos con los hijos de Manuelon (Ingo, Cherra, Johonson y Cama) ha llegado el momento: nos disponemos a ir a cortar la rama. Con varios meses de anticipación he seleccionado un árbol llamado “huelenoche” que está rumbo a pasochivo y allá nos dirigimos presurosos, todos con machete en mano, es un árbol de mediana estatura, Cherra decide subir, no sin antes espantar a un “lengucharro” que sin saber nos observa desde el tronco. Regresamos con nuestra rama en hombros y en el camino nos hemos encontrado con distintos grupos de niños que también cargan con sus ramas; para adornarla hemos
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arrancado previamente de las enramadas de la fiesta de noviembre los adornos de papel china…es todo; Ingo comenta - ¿…y porque no le ponemos vejigas? Todos lo quedamos viendo sin decirle nada…primero porque no tenemos dinero para comprarlas y segundo porque nuestra rama la hemos adornado siempre así… Una vez que ha concluido toda la parafernalia del adorno, la escondemos en la cocina de Mariacruz, con la consigna dada a Litin – cuida que los cuches no vayan a despedazar la rama…si no, tú vas a ir a cortar una nueva aunque sea de noche.A eso de las siete de la noche, (digo siete porque eran las siete, hoy con toda la cambiadera no sabes a qué hora es en realidad) previa cena rápida con un tamal de res y un pimpo, estoy rumbo al escondite de la rama, todo el equipo está reunido y se han agregado alguno que otro hermano menor que a última hora la mamá puso como condición – si no va él … no vas tú – en ese momento comienza el ensayo general, se afinan garganta e instrumentos musicales: una lata vacía de sardina, un viejo perol azul que se va descascarando a cada golpe del bolillo, una lata vacía de manteca “Covadonga” que servirá de tambora central… y de última hora se une Che Carmelo con una guitarrita que le compraron cuando fue al veintinueve en Unión. Comenzamos a discutir cual será la logística del viaje, unos opinan que empecemos en nuestras propias casas – así ensayamos y a fuerza nos van a dar algo – otro dice que mejor empecemos lo más lejos – pa que no nos dé vergüenza – y yo les digo – vamos con tia Fania de Furtino…ella nos va a dar, pero hay que estar listos por que va a querer que vayamos a su mandado- todos estamos eufóricos y por lo tanto no nos ponemos de acuerdo en lo que vamos a cantar, - vamos como salga sino aquí nos va amanecer- grita Cherra molesto. Llegamos a la primera casa, son varios chuchos de Furtino que no nos dejan entrar, entonces desde la entrada comenzamos los cánticos y la sonadera de latas, como somos la primera rama de la noche en varias cuadras a la redonda se nos junta un montón de chamaquitos curiosos que mas que rama parece posada lo que estamos pidiendo. - Ya llegó la rama…pedimos licencia para comenzar por que en esta casa vive un general…- Arriba del cielo tiraron gabazo lo supo Cheepo y aventó un balazo - Arriba del cielo tiraron memela lo supo chenuno y se fue pa Chivela- Naranjas y limas, limas y limones…- Ya se va la rama muy agradecida por que en esta casa fue bien recibida- Ya se va la rama muy desconsolada porque en esta casa no le dieron nada- Ya se va la rama por toda la alambre porque en esta casa tan muriendo de hambre.Y así vamos cantando por casi todo el pueblo…digo casi porque nadie se atreve a ir por la casa de tiu Andres buchudo, porque está cerca del panteón, conforme avanza la noche nos vamos topando con distintos grupos de ramas y en ocasiones nos encontramos con niños con quienes tenemos cuentas pendientes, viejas rencillas y comienzan los choques y terminamos apedreándonos mutuamente. También topamos a borrachos a quienes no solo les hemos cantado la canción de la rama, sino que además han puesto como condición para darnos – o me cantan una ranchera o no hay nada- y hacemos acopio de valor y entonamos alguna que otra que hemos escuchado de Juan Santiago.
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A estas alturas ya nos han dado desde moneditas hasta dulce de chilacayota, pasando por tamales y no falta algún pícaro que aprovechando la oscuridad nos ha metido un memelocho en nuestra cubeta. Faltando poco para la media noche y cuando los mas chiquitos empiezan a quedarse dormidos en alguna casa (incluso nos hemos percatado de su ausencia dos casas más adelante y tenemos que regresar a buscarlos), decidimos hacer el alto - yo ya no sigo- solo nos estamos topando con borrachos- - pues vamos a comernos y repartirnos lo que nos dieron- en ese momento tomo la palabra y les digo: - acuérdense de lo que hemos estado platicando, dijimos que el dinero que juntemos hoy lo vamos a ocupar para comprar las mascaras que se van a poner los viejos el treinta y uno- . Elegimos el patio de la casa de tía Vitorina para comenzar el conteo y la comilona, en la cubeta hay una revoltura de dulces de camote, papaya, estorrejas, tamales y el mentado memelocho - ¡pues así va estar difícil repartirlo…vaya metiendo la mano y lo que saquen…! - todo es algarabía, regocijo, ya estamos contando el dinero y las historias que acabamos de vivir, cuando de pronto y sin decirnos nada se aparece una sombra con enagua y poniendo las manos en la cintura, solo nos mira a cada uno, a su lado está un niño con su guitarrita: es tia Onésima que trae de la mano a Checarmelo - a ver…como que no le van a dar nada a Ché…él llevó su guitarra y ustedes nomás pusieron un montón de latas viejas - Pero ninguno le dijo que trajera la guitarra- Además ni se escuchaba lo que tocaba, con el ruidero que hicimos- Y ni si quiera sabe tocar Checarmelo- Pues no sé cómo le van a hacer pero a mi hijo le dan su parte ahorita…que si no, hay viene Gapito- Es que… ya dijimos que vamo a guardar el dinero pa las mascaras del treinta y uno, pa cuando salgamos a los viejos. - Que los viejos ni que la chingada, ora, denle su parte…y un poco más, porque él trajo la guitarra. No tuvimos alternativa, aquellos dulces nos supieron un poco amargos esa noche, porque a nuestra edad y en aquellos tiempos no era sencillo conseguir un poco de dinero. Se le entregó su parte… - Ora si, ustedes y su rama se van mucho a la chingada- nos dijeron. ** No nos fuimos a donde nos dijeron, nos fuimos a nuestras casas y por muchos años mas continuamos con esta hermosa tradición.
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LOS VIEJOS.
“Muy buenas noches señores por acá Ha llegado el viejo, ha llegado el viejo, pidiendo caridá Caridá, caridá por el año que se vá Una limosna para este pobre viejo Que anda todo roto, que anda todo roto Sin comer totopo. Una limosna para este pobre viejo Que ha dejado hijo, que ha dejado hijo, para el año nuevo. Cuando era joven usaba su manopla Ora que ya es viejo, ora que ya es viejo,ora ya no sopla.” Por fin había llegado, el tan anhelado treinta y uno de diciembre, en La Venta, esperábamos este día desde que iniciaba el año. Me tocó ser niño en una época en que lo rudo del trabajo del campo se impregnaba un poco en el carácter de nuestros padres, difícilmente se abrían para demostrar sus querencias, a menos, claro está, como era mi caso, que estuvieran “con varias encima”, en ese momento se volvían “rete-cariñosos y rete-payasos”, todo lo que no te decían en juicio te lo decían tomados: que si eras su orgullo, que tú eras muy chingón, que te parecías mucho a tu tata, etcétera ,etcétera, etcétera.
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Nuestras madres, sin embargo, eran más consentidoras, nunca se guardaban su cariño…llegaban lejos, casi hasta las lagrimas, al grado de decirte que para ella eras como la niña de sus ojos, de ahí que algunos siempre pensaron que eran niñas y después ya nadie los pudo convencer de lo contrario, hasta el sol de hoy, y pues ni modo, así quedaron, cada quien su vida. Las explosiones de júbilo de un pueblo trabajador como lo es La Venta, alcanzan su máxima expresión en sus fiestas, en su reuniones grupales, ahí donde reina la informalidad, el desparpajo, la bulla y toda la faramalleada, total, se trata de divertirse y atenuar con un poco el difícil y pesado de las faenas diarias. En el pueblo se tiene muy arraigada la costumbre de que por muy tarde que haya terminado la fiesta, al día siguiente hay que levantarse muy temprano a: -
Ordeñar Leñar Atizar la lumbre Sembrar Pastorear Cocinar el relleno, la carne frita, Salir a vender chilerrelleno La matanza de vacas, cuches y pollos. Hornear el pan
Para nosotros Los Venteros, más que otros días de fiesta, el treinta y uno de diciembre tiene una significación muy especial, es la culminación del un ciclo, es el término de algo y eso no puede quedar sin ser celebrado, “ así mañana no tenga que comer, pero el treinta y uno aquí se cena barbacoa de chivo. ” Hay sentimientos encontrados, se mezclan la alegría y la tristeza, transitamos de la apoteosis a la calma, de la risa exacerbada al llanto profundo, de la palabrería al mudo silencio, de lo sacro a lo profano y viceversa. Esa noche la fiesta comenzará entre vivos y culminará trayendo de la memoria a los difuntos -
Tu tío siempre venía a La Venta los treinta y uno, hasta que le pegó la maldita enfermedad que lo tiró y lo llevó al panteón. ¿Te acuerdas como bailó Nana el año pasado? Como que ya presentía que esa era su última cena. A mi hermanito lo dejamos de ver después de aquel treinta y uno que estuvimos en casa de Tata, el día primero agarró su maleta y se fue para el otro lado y no ha vuelto desde entonces.
Comenzábamos a prepararnos para “salir al viejo” una vez que hubiese pasado el veinticuatro, la rama. En ese tiempo los corrales para las vacas estaban al lado de nuestras casas, es decir, casi dormíamos con las vacas, pues ese era el lugar ideal para los ensayos, comenzábamos buscando los trastes más viejos y desvencijados que estuviera a nuestro alcance: latas de manteca Covadonga, latitas de leche nido, cazos desfondados, ánforas de plástico y todo objeto del cual se pudiera obtener algún sonido que hiciera acorde con una serie de voces desafinadas, pero eso sí, entrañables y emotivas. Confeccionábamos nuestras propias mascaras de cartón, la diferencia entre la vieja y el viejo era que, a la del viejo le poníamos cejas y bigotes de algodón, la de la vieja pintura roja en los labios, listo.
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Se procuraba que la ropa hubiese estado si uso, es decir sin estar expuesta a la vista por un buen tiempo, si era de alguna Nana muerta hacia mucho, mejor, de lo contrario corríamos el riesgo de que se identificara a los danzantes y estos se negaran a seguir en la procesión de la fiesta. Así comenzaba el peregrinar, de casa en casa, de patio en patio, de cantina en cantina, de punta a punta, desde tia Reyna Che hasta la curva de tiu Chente Fuente. -
Ya lo saben, el que no quiera quedar a lo último, no le toca nada. Pero si yo les presté el refajo de mi Nana Pues sí, pero orita ya es del grupo, si te vas, no te lo puedes llevá, pero ni creas que te va a tocá algo si nos dejas a medio camino. Juntos vinimos, juntos nos vamos. Bueno, pero no vamos a ir a la casa de lodo que está junto al panteón, ahí ni luz tienen, solo una linternota vieja. Sonso, los pobres son los que más dan. Ya viste en la casa de ese gordote que acabamos de pasá, un poco de hueso oreado no´staba dando, mendigo gordo se va a pudrí con su dinero, pinchi gordinflón.
El coro seguía, el cual se amalgamaba con la tronadera de latas y peroles, de tal forma que no nos entendíamos ni si quiera nosotros: “ Muy buenas noches señores por acá, ha llegado el viejo pidiendo caridá”…y de ahí pa´l real solo oías el “prachin, prachin,prachin” de los “instrumentos “ musicales que algunos adornaban con papel de china; desde luego que la música pasaba a segundo término cuando se desataba la furia incontenible del baile, danza, contoneo o hasta ataques epilépticos de los viejos danzantes. La catarsis llegaba a su punto más alto cuando a algún borracho se le ocurría ser parte de aquella parafernalia dancística, en ese momento se armada la escandalera de tal magnitud que, o nos daban dinero o nos corrían. Lo citado era la señal de que la procesión de los viejos debía terminar, cuando el número de borrachos era bastante visible y a los sitios donde llegábamos simplemente nos ninguneaban o de plano nos querían ver la cara, haciéndonos bailar hasta lo que no. La noche en que me vestí de vieja, ya fue en mi época de preparatoriano, había una calma tan poco usual en el pueblo, que sin ser exagerado, podías escuchar estando en la casetita de tía Laura, los gritos que provenían de la casa de tía Reina Che, que muy diligente daba de comer ticiagual a sus cuches. El grupo de revoltosos que nos juntábamos siempre, habíamos estado con muy buena disposición de que ese día en vez de andar en las cantinas, recordaríamos los añejos tiempos de nuestra niñez y nos vestiríamos de viejos para recorrer el pueblo; el problema se presentó como a las cinco de la tarde. -
Pero si Chupata ya había dicho que él iba a ser la vieja Pues si…pero tengo un compromiso en Ingenio, primero las chavas y luego el desmadre. ¿Y si traemos a una vieja de verdá? Sí, tengo unas amigas que trabajan en una cantina de Unión, si les digo si vienen. No, el chiste es que seamos nosotros mismos, tiene que ser uno de nosotros la vieja. Yo no…, la gente ya sabe que estoy cholenco, me van a conocé luego luego. Y si traemos a Adan de tiu Chenuno, con dos cervezas a él le bailan hasta los ojos… Ajá…y después, quien lo va a controlar… ¿tú?, ya ves que cuando está borracho no le hace caso ni a tia Romanita. Pues si no hay quien, vamos a celebrar anta la Copa.
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Ya…ya estuvo suave, yo me visto de vieja, con tres condiciones: primero, me van a cuidá que ningún borracho me vaya a” manosiar”, dos, ustedes traen la nagua y el huipil, y tres, yo voy a recibí más de lo que se junte. Ya está…así quedamos.
No te preocupes primo, me dijo Rey puya, yo te cuido, como yo voy a ser el viejo, al que te toque le voy a reventar la boca de un madrazo, no va a pasar nada, ya vas a ver. A las siete de la noche, de manera puntual, estaba completamente transformado (¿se dice transformada?) en vieja; la enagua roja con bolitas negras me llegaba hasta “el ojo” del pie, un huipil de color carne, más bien chipa, una máscara con nariz grande y ojos chiquititos, labios color axiote en posición siempre de beso y unos tenis por si había que salir corriendo; todo lo anterior se complementaba con mi anatomía: flaco y chaparrito. Solo me faltaba un chiquihuite y estaría armado para ir vender guetabingui de casa en casa. El juramento, la última instrucción: por ningún motivo se revelaría la identidad de los viejos. Desde que salimos de casa de tia Mélida de Foncho Carrasco, gritos, algarabía, chiflidos, palomitas, chiquitracas, en vez de ladrar, los chuchos también reían, hasta las cuches que a esa hora ya se habían acostado para dormir, se levantaban desorientadas, como preguntando ¿ …y ahora que…? Así empezó la noche, el baile, la pedidera, la diversión en grande. Me pusieron mil nombres, pensaban que realmente éramos viejitos de La Venta, que si es mengana, que si es sutana, que no, lo más seguro es que es perengana. Y yo muda…perdón, mudo. Y como dice un viejo refrán: “la fiesta estaba bien hasta que un borracho soltó un botellazo”. Fue alrededor de las 11:30 de la noche, por el rumbo de la casa de Angelino de tia Chicha, “por allá abajo”, en un patio grande, varias familias celebraban su fiesta, íbamos a pasarnos de largo, cuando varios chamaquitos llegaron corriendo a decirnos que nos estaban llamando y ahí nos iban a dar bastante dinero. La decisión fue unánime “vamos, ya faltan pocas casas, con lo que nos den aquí, le paramos.” Y si…vamos, pues si para eso salimos. Desde que abrieron paso y nos dejaron en medio de la pista, presentí que aquello no pintaba bien. Unas muchachas medio borrachas atraparon al viejo para que bailara con ellas, yo, la vieja, en media pista, de repente siento que una sombra grandota se me acerca por la espalda, me agarra del brazo y me dice “tú también vas a bailar, viejita”, era un “grandote sombrerudo”, que en mi vida Ventera lo había visto jamás, no me dio tiempo de voltear a ver a mi grupo, que entre toda “la bola” se perdían, con una mano me había sujetado de un brazo y con la otra me agarraba la cintura, por más esfuerzos que hacía por desprenderme “de los brazos” del grandote, no me podía mover ni un milímetro, trataba con todas mis fuerzas de zafarme y que no descubrieran quien era yo, como iguana maneada, “más te vale que bailes, aunque sea un poquito”, me decía, y yo en mi desesperación por zafarme me seguía retorciendo, que a decir de mis compañeros, mas tarde, ellos suponían que yo andaba muy a gusto bailando con el tipo. -
Mira vieja terca, o bailas o aquí te carga la chingada.
Al decir aquello se señalaba la cintura, ahí cargaba una pistola. Hasta ahí llegó el forcejeo, ablandé mi cuerpo y comencé el baile, una canción sueltos y otra canción pegados. A esas alturas yo flotaba, quería tener alas en los pies para salir volando. Al fin el infierno se acabó, nos dieron: aplausos, las gracias y dinero. Salí como alma que lleva el diablo, el refajito volaba por los aires, una vez que llegué a la calle, corrí para el rumbo del río y atrás de una casita de lodo, comencé a arrancarme toda la vestimenta.
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No que me iban a cuidar, cabrones, hijos de la chingada. Pero…mero que pasó, pues… ¿No vieron al grandote que me tenía apergollado y me amenazó con la pistola? ¿ El de sombrero? ¿No era Juan Santiago? Nooo…saber de onde era, hablaba como la gente de San Miguel. ¿Y porque no le dijiste que no eras mujer? ¿ Síii? ¿ Y cómo? ¿Con señas? Además me dio miedo cuando vi la pistolota. Ya hombre. Pero nos dieron buen dinero, vamos a seguir para terminar y repartirlo. ¿Seguir? Pues a ver quien se viste de vieja…porque yo no. A la chingada con todo esto.
Y fue así como aquella noche, queriendo revivir las tradiciones me vestí de “vieja”…pero me maltrataron. Al año siguiente solo fui cantor. Todos olvidaron el incidente, al fin de cuentas sucedió un TREINTA Y UNO DE DICIEMBRE EN LA VENTA.
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“CHIBIGUICHA”
“Los bultos se movían en la oscuridad, solo veía dos sombras, primero pensé que eran dos cuches, pero conforme me iba a cercando me daba cuenta de que era gente…”
Era un grupo como de doce gentes que venían como por el rumbo del canal, al principio supuse que habían matado a alguien, por que escuchaba un griterío, así de lejos me era muy difícil distinguir lo que decían; un año antes, me había tocado ver la muerte de Bundio y cada vez que veía un alboroto se me ponía “la carne de gallina”; la visión que tuve de esa muerte se me quedó grabada, en parte también porque mi madre me dijo – y que es que buscabas hasta allá abajo …? No ya te dije que no te andes metiendo donde no te llaman? A ver cómo los diantres le vas a hacer cuando te vayas a dormir, patente vas a ver la cara del muerto- y no solo veía su cara, también escuchaba sus gritos, clarito veía que me agarraba de la mano y me llevaba por la orilla del panteón, diciéndome: - tú viste todo…tú estuviste ahí y no me quisiste ayudar- y en mi desesperación creía decir - no sé, yo no sé nada…yo estoy muy chiquito, porque no le jalas las patas a los que te mataron- y en ese momento era despertado violentamente por las sacudidas de mi madre que me decía – que diablo te pasa, no te dije que no vieras al muerto?, pues ahora te jodes porque ya no se te va
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a quitar de la cara, anda, levántate, ayuda a tu papá a agarrar el cuche pa´que lo mate …más sufrimiento. Pero esta ocasión era distinto, conforme se acercaba el grupo, en su mayoría mujeres, podía distinguir que no se trataba de algo malo, porque era un griterío y carcajadas, algunos “chuchos” asustados al principio y convencidos después de que aquello terminaría en alguna comilona seguían a corta distancia a la comitiva y por cada explosión de carcajadas “los chuchos” lanzaban sus ladridos al viento, entonces, se volvía una comparsa, un coro humano-animalesco. Cuando aquella gente llegó cerca por donde me hallaba, al fin pude distinguir que era lo que se decía, era un desparpajo total, y de en medio del grupo salía una voz fuerte y chillona que decía: - Che pimpo tiene chibiguichaaa- y el coro gritaba - ¿de quieeen? – de la Chula y Tino Muxe - ¿y que estaban haciendoooo?- en ese momento se intensifica el relajo, todos hablan al mismo tiempo, los perros ladrando corren asustados, varias gallinas soñando que son garzas se tiran desde un tapesquiu, dos “ cholos” energúmenos sueltan un estruendoso canturreo y en las puertas de las casas se asoman chamaquitos atraídos por el ruido. Han pasado a mi lado, los gritos continúan: - Che Pimpo tiene chibiguichaaaaa- - ¿de quieeeen?- - de la Chula y Tino Muxe- - y que estaban haciendoooo? Otra vez el desparpajo, el griterío, el caos. Un niño que se ha visto expectante la escena se acerca a su madre y le pregunta – Má, por que no dicen que estaban haciendo? ¿Qué estaban haciendo?- -Nada, nada – y por que gritan mucho pues… - - por nada, bueno…si, los hallaron haciendo leperada. Y así avanza el contingente, Che Pimpo camina cabizbajo, un tanto avergonzado por que sabe que al día siguiente todo el pueblo sabrá que tiene “Chibiguicha” de la Chula y Tino Muxe, pero también sabe que el único remedio para este mal…es la exhibición. El recorrido alcanza hasta las orillas del pueblo, todos ya lo saben, todos ya lo cuentan, al fin, después de quince días de estarse secando, enjutando y con el sueño espantado, esta noche al fin Che Pimpo será libre…podrá dormir en paz, por que el secreto ha sido compartido y ya no le pesa tanto. El grupo se diluye por el rumbo del campo de los cañeros…alguien avisó que Tino Muxe machete en mano viene a matarlos a todos…antes que el marido de la Chula se adelante y se lo lleve de corbata.
El término Chibiguicha tiene su raíz Zapoteca: Dxiibi guiidxa': Locura por espanto. Shi bi´yu oo , que significa : cuéntanos lo que viste, ¿Qué viste? Cuéntalo (coro de oyentes.)
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El viento que pasa por mi pueblo.
Hoy salió el norte en La Venta. Nubarrones grises surgieron en lo alto de los cerros El viento baja a la ladera y cruza por el valle Atropella a su paso todo lo que topa Arrastrando todo para el rumbo de Chicapa. ¿Has oído al viento del pueblo como suena? Como si gente de antes estuvieran platicando Como si nadie hubiera muerto en este espacio Como si nuestros abuelos anduvieran de paseo Como si los que ya no están, hoy regresaran Como si la muerte no es más que vida misma Como si el ayer se hiciera presente en el hoy.
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¿Has oído al viento del pueblo como silba? Como cuando el chiflido era parte del lenguaje Como cuando niños jugando al encantado Como miles de chicharras en el mes de mayo Como chiflarle al ganado en el potrero. Yo he oído al viento cuando pasa por mi pueblo Y es el mismo de hace siglos dando vuelta y vuelta Lleva y trae de paseo a los que ya no vemos… Entonces cuando el viento ha de venir Llegara acompañado de las almas que se fueron de paseo a descansar a la casa de los vientos…de los nortes.
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También somos Zapotecas.
Descendemos de los hombres de las nubes De los que habitaron Mitla y Monte Alban De los que anhelaron vivir entre los aires Y bajaron gustosos a situarse en Juchitan. Cosijoeza también nos ha legado Su sangre de valor y de lealtad Su indómito carácter nos ha dado Para alcanzar la ansiada libertad. Mi pueblo también es Zapoteca Viviendo en realidades y los cuentos Ligada siempre a la tierra Juchiteca. La Venta es camino de los vientos Donde anduvieron gentes que hoy se han ido Pero perduran en la memoria de los tiempos.
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Me llegará.
Me llegará el olor de las flores de coyol Con la brisa suave que viene del sur Me llegará el aroma fresco de la flor de acacia Desde lo alto de los arboles regados por las calles Me llegará el cantar melancólico y profundo de palomas Que arrullan a sus crías del otro lado del río Me llegará en lo avanzado de la noche, el ladrido de perros Que se espantan de sus propias sombras agigantadas Me llegará el sabor del mole negro, el queso seco y el totopo Que brota de la mano bendita de la mujer Ventera Me llegará la silueta difusa del campesino cansado Que vuelve del monte con la carreta llena de leña Me llegaran las voces alegres del gentío en plena fiesta Celebrando vida y muerte por igual Me llegará en un acto bondadoso y sin igual La visión del manto de la noche estrellada en este pueblo M e llegará el mugido de las vacas llamando a sus becerros En medio de sogas, rejos y mancuernas Me llegará el crepitar del granadillo convertido en leña
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En el pretil del horno donde se cuece “el relleno de marrano gordo” Pero sobre todo…me llegará la voz de cada padre, hermano y amigo De cada paisano que se ha marchado por la senda sin retorno Esa voz me ha de llegar de forma perceptible…solo para Atestiguar lo que supongo: “aquí estamos…de aquí somos y nunca nos iremos”
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Mis jícaras de morro.
Hoy romperé mis jícaras de morro aventaré los pedazos al rio Que se vayan a Chicapa , hasta llegar al mar Que las corrientes del río los sacudan como barcos Y las mojarras hagan casitas bajo su sombra En el trayecto se unan con los amates que los arboles sueltan de sus ramas Aunque las tinajas se queden al desamparo y mis manos sirvan de pocillo para beber No he de sucumbir a la tristeza del abandono No voy a llorar por la padecería cuando se aleje No dejaré que el apego a la materia me aprisione Las jícaras rotas serán mi poesía La poesía es un acto…romper es un acto Será el acto de romper mis jícaras de morro Un poema, un memorial para mis muertos.
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Volver al monte…
Dejé mi monte para recorrer ciudades Me abrí paso entre mezquites y espinos Rompí el silencio de la quietud matutina Y grité: ¡este no es mi sitio, me voy! Mi voz se impuso al barullo de zanates Las bachacas suspendieron sus quehaceres Iguanas y compeches levantaron la cabeza Y enmudeció la tortolita sorprendida. Yo quería traspasar los cerros y ver un mundo nuevo, Un mundo moderno, un mundo más bello Quise comprobar historias que me habían contado; Ya no quería ser de pueblo…de monte, ahora sería de ciudad.
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Con mis esperanzas y mi juventud a cuestas Salí una mañana tibia del mes de junio El viento se ausentó y los chuchos me ladraron Mi padre y mis hermanos me miraron Y mi madre llorando me decía: - a ver si te hallas – Me deslumbraron las luces de grandes avenidas En vez de arboles ahora me rodeaba de gentes Ahora veía ríos de concreto y chapopote En vez de guanacasles y guamuches, veía grandes torres Y ya no hubo silencio, solo bulla. Han pasado muchos años desde aquella mañana en que salí del pueblo La luz de la ciudad me ha vuelto cegatón El intenso y constante ruido atrofió mis oídos Y el bello mundo que antes parecía, me parece hoy solo distinto Pero nunca mejor al pequeño mundo, al pequeño monte que dejé. Ya no me queda juventud, solo voz y pensamiento Y mi clamor en esta lluviosa mañana de octubre Es: - ¡Madre…no me hallé…quiero volver! Sí, quiero volver a mi pueblo, a mi rumbo… Volver a los montes…a mi monte.
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Penúltimas palabras… Lo que se ha contado en este libro, corresponden a unas cuantas del caudal de historias acaecidas en nuestras tierras. En algunas hemos figurado como protagonistas, en otras, nos han llegado de oídas y ya en el último de los casos, inventadas, como las inventaba tiu Cheno. Somos originales, puesto que somos fieles a nuestro origen, algunas de las costumbres aquí mencionadas se han ido perdiendo conforme van llegando nuevas generaciones, pretendo, al dejarlas por escrito, que sean un testimonio fiel de los viejos tiempos, de los tiempos de antes. Además de mostrarles una ventanita al pasado a los Venteros de hoy. Estas son mis penúltimas palabras…porque las últimas serán dichas antes de partir para siempre de esta tierra.
Autor: Ediberto Ordaz Cabrera ( El Mayor.)
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Historias dispersas en la tierra del viento.
Sobre este libro: Todos tenemos historias que contar. Es cosa de voluntad el llegar a decirlas. Por algún tiempo soñé con decir lo que vi y lo que sentí cuando despertaba a la vida, en esta mi querida tierra. Mi pretensión más grande al compartir estos relatos, autobiográficos algunos, otras son historias escuchadas o que creí haber escuchado o de plano: algunas inventadas, no es más que el simple deseo de volver a mis orígenes. Animar a otros a hacer lo mismo, para dejar manifestado que nuestro pueblo es rico en tradiciones y costumbres propias. Aquí presento una muestra de nuestra cultura. El maestro Andrés Henestrosa dice “Quien lee un libro, lee dos. De leer libros me vinieron impulsos de escribirlos.” Sobre el Autor: Ventero, nacido vivo el 11 de enero de 1966, es el mayor de siete hermanos.
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