HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ Nº 27 Año 2015 Noviembre

HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ Nº 27 Año 2015 Noviembre Verdad e interpersonalidad en Juan Pablo II (“Una antropología adecuada”) Mª Pilar de Santiago Her
Author:  Lucas Carmona Vega

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HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ Nº 27

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Verdad e interpersonalidad en Juan Pablo II (“Una antropología adecuada”) Mª Pilar de Santiago Hernando

1. INTRODUCCIÓN: LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD 2. VOLVER A LA PERSONA: EXPERIENCIA Y ACCIÓN 3. PERSONA E INTERPERSONALIDAD: LA APERTURA AL OTRO 4. UNA ANTROPOLOGÍA ADECUADA: EXPERIENCIA Y REVELACIÓN 5. EXPERIENCIAS ORIGINARIAS: EL CAMINO DE LA COMPRENSIÓN DEL HOMBRE 6. LA VOCACIÓN AL AMOR: “FAMILIA SÉ QUIEN ERES” 7. LA FAMILIA “IMAGO DEI” 8. CONCLUSIÓN: LA RESPUESTA A UN DESAFÍO

1. INTRODUCCIÓN: LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD “Él (hombre) permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente”1.

El deseo que tiene el hombre de comprenderse a sí mismo es tan antiguo como su propia humanidad, la pregunta por la persona ha supuesto una constante en su caminar, ¿quién soy yo? La propia pregunta manifiesta su singularidad, sólo el hombre se pregunta por sí mismo y por las cosas que le rodean, sólo el hombre intuye que la cuestión encierra otra pregunta ¿quién quiero llegar a ser? Una pregunta que ya manifiesta que el hombre frente a cualquier otro ser vivo, es un ser inacabado, necesita construirse a sí mismo a través de sus actos. 1

JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza, Ed. Plaza & Janés, Barcelona 1994, pág. 204.

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Verdad e interpersonalidad en Juan Pablo II

La necesidad de bucear dentro de sí mismo para comprender la dramática de la vida y para entender la persona que soy y la que quiero llegar a ser, fue la pregunta que Juan Pablo II puso a la luz del hombre de la segunda mitad del siglo XX, un hombre que había perdido el sentido de su existencia y estaba sometido por el temor, aislado en las tinieblas de su propio naufragio: “Constituye una de las grandes paradojas de nuestro tiempo que el hombre, que iniciara el período que llamamos “modernidad” con la seguridad de haber alcanzado la “mayoría de edad” y la “autonomía”, se aproxime al final del siglo XX temeroso de sí, temeroso de lo que sea capaz de hacer, temeroso ante el futuro. En efecto, la segunda mitad del siglo XX ha sido testigo del fenómeno sin precedentes de una humanidad que no está segura de que exista probabilidad alguna de futuro”2. Es la falta de horizonte lo que imposibilita el futuro, Juan Pablo II expone la necesidad de enseñar al hombre de hoy a no tener miedo para que pueda florecer, él mismo fue testigo de la esperanza, portador de una novedad para el hombre de hoy; su misión fue poner a la vista un nuevo modo de mirar al hombre, una antropología adecuada que recupera al hombre histórico hundiendo sus raíces en el principio originario que reorienta el sentido de la vida. Las raíces del hombre se hunden en el acto creador de Dios de dónde procede, sin Él no puede comprenderse ni mirar al futuro con esperanza: “Debemos aprender a no tener miedo, debemos redescubrir un espíritu de esperanza y un espíritu de confianza”3. Esta es una lección sobre el significado de los enigmas de la existencia del hombre, de la dramática de su vida que pone a la luz aquellas razones por las que tiene motivos reales para confiar: “descubrir que no está solo sino rodeado por el amor: “La esperanza no es el optimismo vacío que surge de la ingenua confianza en que el futuro ha de ser necesariamente mejor que el pasado. La esperanza y la confianza son premisas de una actividad responsable y se cultivan en ese íntimo santuario de la conciencia en que “el hombre se halla a solas con Dios” y percibe, por tanto, que no está solo en medio de los enigmas de la existencia, pues ¡está rodeado por el amor del Creador¡”4. Esta fue la herencia que Juan Pablo II nos dejaba, mostrar que el hombre no está sólo, que a la pregunta por la persona responde la interpersonalidad, que sólo el amor da sentido a su existencia, y que la persona se revela en la acción5.

2. VOLVER A LA PERSONA: EXPERIENCIA Y ACCIÓN La clave de una antropología adecuada está presente en todo el discurso de Juan Pablo II consciente de realizar “un enorme y necesario esfuerzo por encontrar un nuevo modo de pensamiento filosófico”. Se hace necesario construir una nueva concepción del mundo, cambiar la perspectiva desde la que se dirige la mirada hacia las cosas y hacia el hombre mismo. La propuesta de Karol Wojtyla se centra en el hecho de que en la experiencia del bien o del mal la persona no sólo experimenta su contenido y toca su valor, sino que se experimenta a sí misma, entonces es la acción la que revela a la persona a través de sus experiencias que están vinculadas a la verdad. Esta tesis se apoya en el método de la fenomenología en tanto que considera la experiencia como camino para volver al hombre mismo. Karol Wojtyla entiende de forma original la fenomenología como: la experiencia del hombre en acción, en cuanto que ambas (experiencia y acción) son nociones inseparables para la comprensión del hombre desde dentro.

2

JUAN PABLO II, G. WEIGEL, en Testigo de la esperanza, Ed. Plaza-Janés S.A. Barcelona, 1999, p 32. Ibidem, pág. 33. 4 Ibidem, pág. 33. 5 K. WOJTYLA, Persona y acción, ed. BAC Madrid 2007. 3

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La respuesta de Karol Wojtyla se centra en que la acción es la ventana abierta a la intimidad que da acceso directo a la interioridad y al mundo de la persona: “me preguntas quien eres. Sólo tú mismo puedes verlo: mira la ventana de tu acción”6. Es una visión personalista de la fenomenología que exige aceptar la primacía de las experiencias originarias cuyo núcleo no es el método en sí, si no la persona como sujeto: “lo que caracteriza cualquier experiencia como personal es la presencia de la persona como sujeto de la misma”7. En efecto, la persona es irreductible a cosa o individuo; aparece como principio radical que se revela en los actos y se comprende en la experiencia de ellos pero, a la vez, trasciende a la experiencia misma pues es principio y sujeto de toda acción y experiencia. La persona es más que la experiencia que tiene de sí, revela su sustancialidad de ahí que sea irreductible: tiene un valor absoluto8.

3. PERSONA E INTERPERSONALIDAD: LA APERTURA AL OTRO La noción de verdad de la persona y su valor absoluto es un rasgo que pone a la persona en relación a otro sujeto: la apertura al otro que revela su dimensión comunicativa y trascendente; negar o silenciar este rasgo supone otra forma de reduccionismo que niega su originalidad9. Desde la apertura al otro se muestra el valor esencial de la capacidad de comunicación de la persona en la que el diálogo, al igual que en Sócrates, es el método de llevar a la luz la verdad escondida, auténtica mayeútica que pone a la persona a la luz. El diálogo exige siempre la presencia de un “tu” y posibilita el encuentro que da lugar a un “nosotros”10: “Se ha de destacar que las verdades buscadas en esta relación interpersonal no pertenecen primariamente al orden fáctico. Lo que se pretende, ante todo, es la verdad misma de la persona. Lo que ella es y lo que manifiesta de su propio interior. En efecto, la perfección del hombre no está en la mera adquisición del conocimiento abstracto de la verdad, sino que consiste también en una relación viva de entrega y fidelidad hacia el otro. En esta fidelidad que sabe darse, el hombre encuentra plena certeza y seguridad. Al mismo tiempo, el conocimiento por creencia, que se funda en la confianza interpersonal, está en relación con la verdad. El hombre, creyendo, confía en la verdad que el otro le manifiesta”11. Así Karol Wojtyla inserta su reflexión antropológica en la filosofía personalista a la que añade su propia personalidad; en ella parece encontrar el hilo conductor que a través de la historia del pensamiento, desemboca en la riqueza de la noción de persona la cual no puede entenderse sin las categorías de interpersonalidad, y de la comunión de personas, desde la lógica de la vocación al amor. La persona y su dignidad son elemento central: “compromiso fundamental de la defensa de los derechos del hombre contra toda teoría que disolviese su dignidad particular en la corriente infinita de la historia, además de la decisión de mostrar la profunda alianza que existe entre la razón humana y la fe cristiana. Se trata, pues, cuanto a su inspiración (…), estar abierto al diálogo como todo pensamiento que toma en serio el problema del hombre”12.

6

T. STYCZEN, “Presentación: Karol Wojtyla: filósofo-moralista”, en Mi visión del hombre, Ed. Palabra, Madrid 2005, pág. 131. J. J. PÉREZ-SOBA, La pregunta por la persona. La respuesta de la interpersonalidad, Ediciones de la Facultad de “San Dámaso”, Madrid 2004, pág. 185. 8 WOJTYLA, K., “La subjetividad y lo irreductible del hombre”, en El hombre y su destino, ed. Palabra, Madrid España 2005, pág. 28 y ss. 9 J. J. PÉREZ-SOBA, La pregunta por la persona. La respuesta de la interpersonalidad, Ediciones de la Facultad de “San Dámaso”, Madrid 2004, pág. 48-49. 10 K. WOJTYLA, Amor y responsabilidad. Estudios de moral sexual, Ed. Palabra, Madrid 2008. 11 JUAN PABLO II, Fides et ratio, n. 32, Carta Encíclica (14-XI-1998). 12 R. BUTTIGLIONE, El pensamiento de Karol Wojtyla, Encuentro, Madrid 1992, pág. 3. 7

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4. UNA ANTROPOLOGÍA ADECUADA: EXPERIENCIA Y REVELACIÓN El significado de “antropología adecuada”, expresión acuñada por Juan Pablo II, está destinada a desempeñar: la verdad total de la persona. Es sinónimo de visión integral del hombre, una concepción que busca comprender al hombre en lo que es esencialmente humano. Una antropología que se llama “adecuada” porque es capaz de responder a los interrogantes del hombre, le hace capaz de comprender e interpretarse a sí mismo. Responde por tanto, a la necesidad que tiene el hombre de comprenderse a sí mismo, a la urgencia de buscar su identidad, precisamente en estos momentos en los que asistimos al “naufragio del hombre”13. Rescatar al hombre de su naufragio supone encontrarlo de nuevo insertado en el misterio de Dios. Sólo el amor le salva, volver a creer en el amor humano nos remite a la fuente de todo amor, y descubre su fuente y finalidad, se revela en él la vocación a la que se siente llamado todo hombre. Juan Pablo II desarrolla esta expresión desde las categorías de Experiencia y Revelación que conducen a desvelar el carácter creatural de la persona en su doble modalidad hombre-mujer, lo que exige una explicación última, el Creador mismo: “Sin esto no hay modo de construir una antropología teológica ni, en su contexto, una “teología del cuerpo”, de que extraiga su punto de partida la visión plenamente cristiana del matrimonio y de la familia”14. Experiencia y Revelación son las fuentes del conocimiento al que Juan Pablo II nos remite para comprenderse al hombre y, así mismo, comprender el problema de la fe; son fuentes de la antropología integral en la que la corporeidad es la primera dimensión que explica a la persona.

5. EXPERIENCIAS ORIGINARIAS: EL CAMINO DE LA COMPRENSIÓN DEL HOMBRE La “teología del cuerpo” fue la centralidad de las enseñanzas de las Catequesis sobre el amor humano en las que ofreció las enseñanzas desde la Palabra de Dios del “significado del cuerpo” y la “vocación al amor”. Durante demasiado tiempo y sobretodo a partir de la modernidad, se había impuesto una mentalidad dualista y puritana del cuerpo humano mirado con sospecha, como elemento de amenaza contra el espíritu; la postmodernidad se va al otro extremo: observamos un exagerado culto al cuerpo, el cuerpo representa exclusivamente el placer y la fuerza. Frente a esta concepción la teología del cuerpo devuelve al hombre su propia imagen, esa que el hombre había perdido. Pero esta nueva concepción revela que el hombre, a través de su cuerpo, se comprende “imagen y semejanza de Dios”. El cuerpo aparece como la primera instancia que muestra el misterio del Dios en el hombre. ¿Qué significa experiencia originaria en las enseñanzas de Juan Pablo II? Si la experiencia humana en general es “un algún modo legítimo para la interpretación teológica” (cat. 4, n. 3), las experiencias originarias suponen “la más antigua descripción teológica registrada de la autocomprensión del hombre y el primer testimonio de la conciencia humana” ( cat. 3, n. 1). Suponen la raíz de toda experiencia humana porque se hunden en la prehistoria teológica (antes del pecado original) y poseen un “significado fundante” en cuanto que se remiten “a la primera vez que el hombre abrió los ojos a sí mismo” (cat. 11 n. 1).

13

En expresión de MCKINTYRE en su libro “Tras la virtud”, Ed. Crítica, Barcelona 1988. JUAN PABLO II, “Catequesis sobre el amor humano”, en Hombre y mujer los creó. El amor humano en el plan divino, Cristiandad, Madrid 2000, cat. 23 n. 3. 14

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Desde estas experiencias el sujeto capta: “qué es el mundo, las cosas; quiénes son los demás, uno mismo, Dios”15. Son experiencias primigenias que fundan a las demás, son universales y, por ser de todo hombre, nos son comprensibles y cercanas, nos sentimos reconocidos en ellas. Esta visión supone la necesidad de volver al origen, una nueva mirada sobre sí mismo desde el contexto de la corporeidad, la primera dimensión en la que se plasma la pregunta por el sentido de la vida tal como queda expuesto en las Catequesis sobre el amor humano. Resulta pues necesario desde el punto de vista de la Revelación partir del “Principio” (Mt 19, 3 ss y Mc 10, 2 ss) para comprender “la unidad del Plan del Dios y del corazón del hombre”16. El Principio se refiere al Génesis, hace referencia al estado originario en el que se muestra la prehistoria teológica de cada hombre antes del pecado original. El camino de la comprensión que recorre el hombre lo realiza a través de las experiencias originarias: El cuerpo es signo de la persona, en él se revela el drama de su existencia sobre la tierra; el encuentro entre el hombre y la mujer ocurre desde la mirada de Dios, el pecado abre una historia de la humanidad en la que el hombre queda ciego a su imagen y a la mirada de Dios; se oculta el significado de la creación escrito en su cuerpo y la concupiscencia introduce en la mirada del hombre y de la mujer un desorden que afecta a la confianza y a la vocación: la duda recíproca desde la que se contemplan no sólo afecta al otro si no a la autoposesión y autodominio de cada uno. A pesar de todo, no es más poderoso el pecado del hombre que el amor de Dios, éste no borra totalmente el significado del cuerpo, Juan Pablo II investiga en la experiencia originaria de pudor y encuentra en ella “como una primera integración afectiva”17, es una experiencia que tiende a despertar el amor a partir del cual el cuerpo humano rescata su valor moral. El cuerpo es desde el Principio sacramento de la creación, lo puramente biológico se transforma en humano y lo humano esconde y revela lo divino: el cuerpo es a la vez presencia y ocultamiento de Dios. Exige, por tanto, la antropología adecuada que la pregunta por la persona sea escuchada por un tú que responde desde el incondicional del amor: así, la interpersonalidad es la categoría adecuada ya que es en la persona del otro que se encierra el significado perenne de la propia vida, un tú que no se hace plenitud hasta que se encuentra con el Tú que se halla en el origen de toda criatura que no se debe la existencia a sí misma.

6. LA VOCACIÓN AL AMOR: “FAMILIA SÉ QUIEN ERES” Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. (Familiariaris Consortio 22, 23, 11) El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano”18. Esta es una vocación radical e innata, su comprensión aparece ante la experiencia de haber sido amado, la ausencia de él hace al hombre “un ser incomprensible para sí mismo”19 nos dice Juan Pablo II. Remite siempre a la fuente, es decir, al que ama, por eso la llamada a vivirlo, encuentra su origen en un amor originario y su fin en el amor de comunión que se asienta en dos ejes básicos: la llamada del hombre al don de sí y acogida del otro y, el misterio de Dios que le llama.

15

J. M. GRANADOS, La ética esponsal de Juan Pablo II, pág. 571. J. J. PÉREZ-SOBA, El corazón de la familia, pág. 185. 17 Crf. J. D. LARRÚ RAMOS, “El significado personalista de la experiencia del pudor en Karol Wojtyla”, en La filosofía personalista de Karol Wojtyla, pág. 97. 18 JUAN PABLO II, Carta a las familias (8- X- 1994). 19 JUAN PABLO II, Redemptor hominis, n. 10. 16

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En este sentido, la experiencia del amor, se presenta como una reflexión ética, que no consiste en una deducción lógica de principios, sino en la luz de un conocimiento que guía la vida20, no es un acto ciego sino que está unido a la razón, capaz de comprender e interpretar el sentido de la experiencia. Por eso no puede quedar reducida la persona a medio, y la realización del amor en mero usar o gozar; tampoco puede quedar expuesto el hombre a mera debilidad por la frágil intensidad del sentimiento romántico: exige algo más rotundo: “amar el amor humano”. “Siendo aún un joven sacerdote aprendí a amar el amor humano. Éste es uno de los temas fundamentales sobre el que centré mi sacerdocio, mi ministerio desde el púlpito y el confesionario, y también a través de la palabra escrita. Si se ama el amor humano, nace también la viva necesidad de dedicar todas las fuerzas a la búsqueda del amor hermoso”21. Y siempre lo mostró. El día ocho de octubre de 1994 en la plaza de San Pedro Juan Pablo II se dirigió a las familias en un año proclamado “Año de la Familia” por las Naciones Unidas, allí ante las familias de todo el mundo que habían acudido para el encuentro mundial, el Papa nos invocaba con su estilo personalista: “¿Familia, ¿qué dices de ti misma?”22. La pregunta sobre el ser de la familia, por su propia identidad antropológica, se hacía necesaria en el momento actual; se trataba de volver al principio para encontrar el sentido oscurecido. La familia necesitaba interrogarse por sí misma, no sólo como objeto de reflexión, sino como sujeto de su acción23. En esa misma alocución preguntó también: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?, la Iglesia quedó respondida como la “familia de Dios” y la familia, como “iglesia doméstica” y “camino de la Iglesia”, las dos atadas en vínculo indisociable. Pequeña Iglesia doméstica que vive la comunión de personas.

7. LA FAMILIA “IMAGO DEI” La afirmación de “el hombre es la única criatura en la tierra a la que Dios ha querido por sí mismo, no puede encontrarse plenamente sino a través de un sincero don de sí” expresado en la Gaudium et Spes 24, pone de manifiesto la relación, entre verdad del hombre y revelación. La familia y la comunión conyugal, son la plataforma específica de revelación de la persona; se expresa como íntima comunión de vida y amor24 y como santuario de la vida25, y esperanza de la sociedad. En la comunión existe un dinamismo entre eros y ágape, no es meramente un sentimiento que podría perder fuerza y fluidez, no se trata tampoco de un impulso, o de la consideración de la alarma del reloj biológico. Es algo más sólido, contiene el bien de la persona que expresan los fines del matrimonio: la exclusividad, implica fidelidad; la indisolubilidad, implica, la constitución de un nuevo ser comunional en “una sola carne”, que no puede romperse sin que se produzca también la muerte de la realidad del nosotros conyugal y; apertura a la vida: este último representa el bien máximo del matrimonio. Y es que el existir corporalmente, -pues no hay otro modo de existencia en este mundo-, pone a la luz el origen divino y la sacramentalidad del cuerpo humano, así como la imagen del Creador en él. Es la huella del artista en la obra creada.

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R. ACOSTA PESO, La luz que guía toda la vida. La vocación al amor como hilo conductor de la pastoral familiar. Ed. Edice 2007. 21 JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza. Ed. Plaza & Janés, Barcelona 1994, pág. 204. 22 JUAN PABLO II, Carta a las familias (8- X- 1994). 23 Cfr. L. MELINA, Por una cultura de la familia, Ed. Edicep Valencia España 2009 pág. 205. 24 BENEDICTO XVI, “Mensaje de la Vigilia del V Encuentro Mundial a las familias”, (8-VII-2006). 25 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, “La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad”, Instrucción Pastoral, parte 1, (27-IV-2011).

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El cuerpo queda expresado como “signo visible”26 de una realidad invisible, totalmente conformado y contagiado del espíritu y de sus propiedades, participa de la trascendencia y forma divina. El cuerpo entendido como sacramento27 primordial, es signo de la presencia de Dios en cuanto a su actualidad y origen, de ahí que sea imago Dei. La imagen de Dios en la corporalidad humana, es a la vez presencia y ocultamiento. Por eso, el hombre a través de sus actos y de sus experiencias queda convocado: a descubrirlo, por la inteligencia y a afirmarlo, por la libertad.

8. CONCLUSIÓN: LA RESPUESTA A UN DESAFÍO El mundo contemporáneo ha sufrido en pocos años un rápido proceso de descristianización, la familia se ha visto implicada en este proceso de desorientación y ha perdido su norte oscureciendo el significado de su propia identidad. Pero inevitablemente, la crisis de la familia supone la crisis del hombre; aún así, lo que no se ha podido eludir, es el dolor y el sufrimiento del hombre que se queda sin hogar o padece su ruptura. En efecto, la cultura ha olvidado amar el amor humano, ha disuelto el vínculo amor-libertad; pero la libertad sin el ancla y la dirección del amor verdadero, deja al hombre desorientado, el miedo es la respuesta del hombre de hoy; aún así la nostalgia está presente en los ojos del hombre que vive su pérdida, porque: ¿quién puede borrar los deseos del corazón? La grieta que fractura el corazón de los padres afecta también a los hijos nacidos de su amor, ellos experimentan que esa fractura será la herida que les dañe también a ellos. La crisis de la familia se apoya en el individualismo que interpreta la libertad sin exigencias objetivas, al final de su acción al sujeto individualista no le espera nadie más que su propia voluntad; su relación de pareja se plantea como un vivir juntos mientras el sentimiento o la voluntad resistan; oculta el bien objetivo que contiene la entrega de vida, esconde una fragilidad e inconsistencia que se acaba imponiendo más pronto o más tarde. Sin embargo, Juan Pablo II nos enseñó que no hay que caer en la desolación, el amor es más fuerte que la muerte. Se trata de rescatar la vocación de nuevo: “Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el cosmos, el mundo”28. Nos ofreció respuestas creativas a los problemas reales que existen para vivir la familia y orientó la pastoral familiar ante el dolor de las rupturas matrimoniales respondía en la Fiesta de los Testimonios: “No tenemos recetas sencillas. El sufrimiento es grande y podemos sólo animar a las parroquias, a cada uno individualmente, a que ayuden a estas personas a soportar el dolor de este divorcio.” Proponía una tarea de “prevención”; es decir, “que se profundizara desde el inicio del enamoramiento hasta llegar a una decisión profunda, madura” en atención a las fases del noviazgo, vinculando así la pastoral juventud y la pastoral familiar; recogiendo dentro de ésta última, por una parte: “el acompañamiento durante el matrimonio, para que las familias nunca estén solas”. Y por otra. “no dejar solos a las parejas divorciadas, insertarlas en la vivencia de la vida de comunidad según su circunstancia”. “El sueño de Dios sigue irrevocable, sigue intacto y nos invita a nosotros a trabajar, a comprometernos en una sociedad pro familia. (…). Y el Papa Francisco nos decía en Filadelfia: “Ayudémonos a que este «jugársela por amor» siga siendo posible. Ayudémonos los unos a los otros, en los momentos de dificultad, a aliviar las cargas. Seamos los unos apoyo de los otros, seamos las familias apoyo de otras familias.

26

JUAN PABLO II, Hombre y mujer lo creó, cat. CIII, Cristiandad, Madrid 2000, pág. 555. J. RATZINGER, El fundamento sacramental de la existencia cristiana. Ser cristiano. Sígueme, Salamanca 1967, pág. 67, 28 BENEDICTO XVI, Homilía de la celebración Eucaríscia, Domingo 2012, en el VII Encuentro Mundial de la Familia, Milán. 27

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No existen familias perfectas y esto no nos tiene que desanimar. Por el contrario, el amor se aprende, el amor se vive, el amor crece «trabajándolo» según las circunstancias de la vida por la que atraviesa cada familia concreta. El amor nace y se desarrolla siempre entre luces y sombras. El amor es posible en hombres y mujeres concretos que buscan no hacer de los conflictos la última palabra, sino una oportunidad. Oportunidad para pedir ayuda, oportunidad para preguntarse en qué tenemos que mejorar, oportunidad para poder descubrir al Dios con nosotros que nunca nos abandona. Este es un gran legado que le podemos dejar a nuestros hijos, una muy buena enseñanza: nos equivocamos, sí; tenemos problemas, sí; pero sabemos que eso no es lo definitivo. Sabemos que los errores, los problemas, los conflictos son una oportunidad para acercarnos a los demás, a Dios29”. Esta es la respuesta a un desafío aunque esté llena de dificultades, expone Pérez-Soba30 el rechazo con que fue acogido por muchos medios El Directorio de Pastoral familiar en España, había una razón, la escocedura que se produjo ante el diagnóstico de la crisis actual: no se quería escuchar que el pansexualismo desconoce la vocación al amor, ni que asistimos a una cosificación de la persona en sus momentos más frágiles: el comienzo y el final de la vida. Seguir proponiendo la necesidad de purificar el amor para no errarlo como hedonismo y la defensa de la vida y su dignidad, en todos los aspectos que tocan la existencia del hombre sigue siendo una exigencia. Pero este desafío, la Iglesia no puede ignorarlo, - dice- “tampoco vale encerrarse en una cultura alternativa en pequeños círculos. (…) (aunque sean cristianos). En consecuencia, el Evangelio del matrimonio y la familia es inseparable de la construcción de la “civilización del amor” en todas sus dimensiones”31. La centralidad del mensaje del Papa Juan Pablo II, tuvo como eje devolver a la familia y al amor humano su identidad; para cumplir una misión en el mundo: “ser iglesia doméstica” y “camino de la Iglesia”: “¡Ésta es la hora de la familia, en la Iglesia y en la sociedad! Juan Pablo II estaba convencido de que, a través de la familia pasa el futuro de la humanidad, nos devolvía la fuerza y la decisión al recordarnos nuestra identidad y nuestra misión en el mundo, algo que de nuevo nos permite exclamar con fuerza y confianza: “Familia, ¡sé lo eres!32.

29

PAPA FRANCISCO, Alocución a las familias en la Fiesta y Vigilia de oración. E.M.F. Filadelfia 2015. J. J. PÉREZ-SOBA DIEZ DEL CORRAL, El corazón de la familia, pág. 339. 31 J. J. PÉREZ-SOBA DIEZ DEL CORRAL, El corazón de la familia, 32 JUAN PABLO II, Carta a las familias Gratissimam sane, n. 17. 30

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¿Qué acompañamiento abre una esperanza? Juan Jose Pérez-Soba Ed. Monte Carmelo. Colección "Didaskalos Profamilia", nº 3. Burgos, 2015

1. MAGISTERIO BENEDICTO XVI • “Mensaje de la Vigilia del V Encuentro Mundial a las familias”, (8-VII-2006). • “Homilía del Domingo en la Celebración Eucarística”, Encuentro Mundial de la Familia, Milán 2012. • “Encuentro Festivo, Testimonio de las Familias”, Encuentro Mundial de la Familia, Milán 2012. PAPA FRANCISCO • “Mensaje a las Familias” en la Fiesta de las Familias y Vigilia de oración, E. M.F. Filadelfia 2015. CONCILIO VATICANO II • Constitución pastoral, Gaudium et spes (8-XII-1965). , CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA • “La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad”, Instrucción Pastoral, parte 1, (27-IV-2011). • Directorio de la pastoral familiar de la Iglesias en España (21-IV-2003). 2. JUAN PABLO II • Carta enc. Redentor hominis (4-IV-1979). • Exhortación Apostólica Familiaris consortio (22-XI-1981). • Carta a las familias Gratissimam sane (2- II- 1994). • Carta enc. Fides et ratio, Carta Encíclica (14-XI-1998). • “Catequesis sobre el amor humano”, en Hombre y mujer los creó. El amor humano en el plan divino, Cristiandad, Madrid 2000. • Cruzando el umbral de la esperanza, Ed. Plaza & Janés, Barcelona 1994 3. FUENTES • WOJTYLA, K., “La subjetividad y lo irreductible del hombre”, en El hombre y su destino, ed. Palabra, Madrid España 2005. • WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad. Estudio de moral sexual (Palabra, Madrid 2008). • WOJTYLA, K., Persona y acción (BAC, Madrid 2003). • WOJTYLA, K., Persona y acción (Palabra, Madrid 2011). 4. BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA • ACOSTA PESO A,, La luz que guía toda la vida. La vocación al amor como hilo conductor de la pastoral familiar. ( Edice 2007). • BUTTIGLIONE R., El pensamiento de Karol Wojtyla, (Encuentro, Madrid 1992). • GRANADOS J. M., La ética esponsal de Juan Pablo II (Fac. Teología “San Dámaso”, Madrid 2006). • PÉREZ-SOBA J. J., La pregunta por la persona. La respuesta de la interpersonalidad,(Ediciones de la Facultad de “San Dámaso”, Madrid 2004). • PÉREZ-SOBA J. J., El corazón de la familia. • MELINA L., Por una cultura de la familia, Ed. Edicep Valencia España 2009. • RATZINGER J., El fundamento sacramental de la existencia cristiana. Ser cristiano. Sígueme, Salamanca 1967. • STYCZEN T., “Presentación: Karol Wojtyla: filósofo-moralista”, en Mi visión del hombre, Ed. Palabra, Madrid 2005. • WEIGEL G., en Testigo de la esperanza, Ed. Plaza-Janés S.A. Barcelona, 1999. 5. ARTÍCULOS • LARRÚ RAMOS J. D., “El significado personalista de la experiencia del pudor en Karol Wojtyla”, en La filosofía personalista de Karol Wojtyla., en J. M. BURGOS (ed.), La filosofía personalista de Karol Wojtyla, (Palabra, Madrid 2007). • PÉREZ-SOBA J.J., “La credibilidad del amor: “Fides et ratio”, en Amar el amor humano, (Edicep, Valencia 2008). • PÉREZ-SOBA J. J., “Vocación al amor y teología del cuerpo”, Aula Magna (Pontificio Instituto Juan Pablo II Congreso Roma, 2009).

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HOMBRE Y MUJER LOS CREÓ

Nº 27

Año 2015

Noviembre

Verdad e interpersonalidad en Juan Pablo II

Mª PILAR DE SANTIAGO HERNANDO Profesora de Filosofía.

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Asociación Persona y Familia

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