Hombres maltratadores, mujeres golpeadas Yo, el golpeador

Revista La Nación 30 21/5/2006 Documento / Nota I / Testimonios Hombres maltratadores, mujeres golpeadas Considerado un problema de derechos humanos

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Revista La Nación 30 21/5/2006 Documento / Nota I / Testimonios

Hombres maltratadores, mujeres golpeadas Considerado un problema de derechos humanos y de salud pública, la violencia familiar está presente en una de cada cinco parejas en el mundo; historias de las que decidieron decir "basta" Por Fabiana Scherer | LA NACION "La tierra del silencio es la que hace el humus más fértil. Si el crimen no se nombra, es menos crimen, porque la palabra es el primer testigo incómodo" Griselda Gambaro Fue en el Día de la Madre, en 2005. Darío quiso ahorcarla. "Llegué a ponerle un pie en la cara. ¿Sabes cómo se llama eso? Eso se llama pi-so-te-arla. Todos los nervios, las broncas que tenía con los demás, me las agarraba con mi señora, con mis hijos. Hasta que ese día estuve a punto de ahorcarla y ella dijo BASTA." Nancy hizo la denuncia. Llevaba trece años de casada y los mismos de silencio. El personal de la comisaría de su barrio la orientó en los pasos que debía seguir. Pero, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los casos, Nancy y Darío no se separaron. "No puedo decirte por qué decidí seguir con él –dice ella–. Todavía no me lo pregunté. No es fácil. Me costó mucho aceptar lo que me pasaba, porque me decía a mí misma que no podía estar ocurriéndome. Yo no era ese tipo de persona que uno tiene en el imaginario." La historia de Nancy y Darío, una pareja de clase media que vive de un comercio en Ezeiza y de las clases de gimnasia que ella da, es apenas un ejemplo de un flagelo presente en una de cada cinco parejas: la violencia. Se sufre a puertas cerradas, con el silencio como el peor de los testigos y, en ocasiones, con la muerte como corolario visible de ese drama social en el que la mayoría de las víctimas son mujeres que se sienten "merecedoras" del maltrato. "En casa siempre se contó una anécdota: decían que desde que nací necesité de los golpes para estar atenta. La partera tuvo que darme un buen chirlo para que reaccionara, y por eso siempre se bromeó: "Desde chiquita, Dorita necesitó de las tundas". Dora, Dorita, es ama de casa. Trabaja como empleada doméstica. En toda su vida, vio el mar "sólo dos veces"; la segunda, después de separarse del hombre que la golpeaba. La violencia familiar no distingue clases sociales ni nivel educativo. "La violencia no depende de lo económico ni de la formación, sino del aprendizaje cultural –explica Analía Vega, coordinadora de los equipos interdisciplinarios de la Dirección de Coordinación Política de Géneros–. Este es uno de los tantos mitos que sobreviven en este terreno. De la violencia hace uso un hombre sin educación y hasta un médico cirujano; un hombre sin trabajo y uno que tiene varias cuentas abiertas en un banco. Las estadísticas suelen incluir a mujeres de clase media o baja, que son las que acceden a la ayuda pública y dan a conocer sus historias. En otras escalas sociales, el problema es disimulado por medio de las consultas a servicios privados: médicos, abogados y psicólogos. " Yo, el golpeador Osvaldo tiene 31 años. No pestañea. Mira fijo a los ojos y confiesa: "Yo era un monstruo. Casi mato a la madre de mis hijos. La amenacé con un puñal, la golpeé, no la apuñalé pero sí le pegué con ese puñal en la cabeza. Y todo lo hice delante de mis hijos. Ahora quiero dar la cara. Doy la cara por todo lo que hice, por el hombre que fui".

Respira entrecortado. Con las manos apretadas entre sí, se despega de una silla blanca de plástico, de esas que se adhieren al cuerpo. El aire es caliente, agobiante, y por momentos asfixiante en este cuarto de la Comisaría de la Familia que funciona en Tristán Suárez. Hasta allí se acercó Osvaldo para pedir ayuda. Quería terminar con esa locura. "Sabía que si no paraba en ese momento no iba a tener otra oportunidad. ¿Hasta dónde iba a llegar la próxima vez?", se pregunta, a pesar de que conoce la respuesta. La falta de datos oficiales en lo referido a registros de violencia familiar da cuenta de la debilidad del sistema público con relación a este tema. De todos modos, realizar un análisis de los casos y de los homicidios en ese marco resulta complejo. En parte, depende de la denuncia de las víctimas, aunque también es cierto que no existe una sistematización en la carga de datos. Fue por eso que el Ministerio del Interior decidió crear un programa oficial destinado a asistir a las víctimas de violencia familiar y abuso sexual. "El proyecto destinado a la violencia familiar se ocupará exclusivamente de la redacción de una nueva ley acerca de este tema –explica Eva Giberti, coordinadora del programa–. Incluye la creación de una brigada móvil de la Policía Federal para asistencia, atención y acompañamiento de las víctimas." En abril pasado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dio a conocer la lista de magistrados y demás funcionarios judiciales que conformarán el grupo de trabajo que ayudará en la constitución de oficinas para la atención de este tipo de violencia. Mientras tanto, las noticias policiales, que suelen hablar equivocadamente de "crímenes pasionales", echan luz cotidiana sobre casos de violencia que tienen como ejecutores, en un 42 por ciento de los casos, a las parejas de las víctimas. Mi padre, el golpeador "Yo veía a mi viejo golpear a mi mamá; crecí con eso. Crecí llorando al lado de mi vieja, tratando de consolarla. Hasta que un día dije basta, y lo enfrenté. Así recuerda Osvaldo su niñez en Tucumán. "Pero nunca me imaginé que yo iba a hacer lo mismo, que yo iba a golpear a mi mujer, a mis hijos. Vine a Buenos Aires dispuesto a salir adelante, a formar una familia, y la formé. Al tiempo estaba ejerciendo la violencia igual que él." Se aprende, es cultural; eso dicen de la violencia. "Existen pautas culturales que venimos arrastrando, en un contexto patriarcal, que marcan diferencias muy notorias en la educación de niños y niñas", analiza el psicólogo y especialista en el área de violencia familiar Jorge Corsi. En este mismo contexto, el mundo de lo privado es el que les corresponde a las mujeres: "Se les asignan los roles de ama de casa, socializadora, reproductora de lo cotidiano –señala María Colombo, presidenta del Consejo Nacional de la Mujer–. En cambio, los hombres asumen el mundo de lo público, los roles de independencia, racionalidad y solvencia económica". Aunque son menos, también los hombres pueden sufrir maltrato. "Nunca denuncié a mi mujer –confiesa Mauro (46), un hombre robusto que advierte que no quiere fotos–. Todo el tiempo ponía en duda mi lugar como hombre. ¿Qué esperaba?, ¿que la golpeara? Nunca lo hice; ella sí. Finalmente, la dejé. Después de 14 puntos en la cabeza." La psicóloga social Silvia Fairman explica en su libro El hombre maltratado por su mujer (editorial Lumen Humanitas) que estos casos no son reconocidos por la Justicia, ni por la policía ni por la población. "En la Argentina no suele haber cifras de maltrato en los hombres porque no se animan a hacer la denuncia. Menos aún sin son golpeados por sus compañeras."

Tener el control "Me embaracé pensando que al ver la panza iba a dejar de pegarme, que al saber que llevaba un hijo suyo iba a cambiar, que iba a ser como el chico que conocí en la facultad. Pero no. Perdí a mí bebe en el sexto mes. Fue después de una paliza que casi me cuesta la vida a mí también. Era su hijo, pero él estaba seguro de que no", cuenta Martina, licenciada en marketing. Hoy tiene 33 años (prefiere no dar a conocer su rostro), una nueva pareja y un pasado que le dejó como secuela la imposibilidad de embarazarse nuevamente. Hace un año inició los trámites de adopción. Los embarazos suelen aumentar los niveles de violencia, por lo que es frecuente que a los hospitales lleguen mujeres con pérdidas y con golpes que suelen ser fatales para la madre y para la criatura. "Tengo fresca la imagen de una mujer con un embarazo de siete meses que llevaba estampada la zapatilla del hombre que la había pateado", cuenta Liliana Balacco, inspectora de la Dirección General de Coordinación Política de Género. Una de las características de los hombres con conducta violenta es el control y la dominación, por lo que el embarazo se convierte en una amenaza hacia ese control. "Por lo general, en el marco de la violencia familiar los golpes están dirigidos a la cabeza de la víctima –señala la licenciada Analía Vega, coordinadora de los equipos interdisciplinarios de la Dirección de Coordinación Política de Géneros–. Durante el embarazo, lo más frecuente es que vayan hacia la panza, los senos y los genitales." Un avasallamiento a la condición femenina. Osvaldo, que estuvo nueve años con su mujer, dice ahora: "No sé si la amaba. Yo creía que sí, pero hoy no lo sé. Traje tres hijos al mundo sin saber qué era hacer el amor. Lo hacía por pura satisfacción, sin importarme si ella quería o no. ¿Cuidarme? Para qué. Era sólo satisfacción. Los embarazos siempre fueron momentos muy críticos: me irritaba fácilmente porque me ganaba la desconfianza. Yo estaba seguro de que ella me engañaba, de que ese hijo por venir no era mío. Vivía haciéndoselo sentir. Le hice perder un embarazo. Tuve mi momento de arrepentimiento, pero mis dudas siguieron por mucho tiempo comiéndome la cabeza". Aun en el marco del matrimonio puede hablarse de abuso sexual. Aquellas relaciones obligadas en las que la mujer no elige ni el momento ni las condiciones son las violaciones perpetradas por su pareja. En muchos casos, las víctimas no sólo están expuestas al abuso psíquico y físico, sino también al riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. En Francia, por ejemplo, el 46,9 por ciento de las mujeres fueron violadas por su cónyuge o ex pareja. "Me costó asumir que sufría violencia. Ya separados, él abusó de mí sexualmente –narra Marcia (32)–. El no podía entender cómo yo había bajado más de 20 kilos. Me decía: «Claro, ahora te cuidás, ahora te ponés linda». No dejaba de preguntarme si estaba con alguien, si salía con «algún macho». Lo que no sabe es que no yo adelgacé por una cuestión estética, sino porque estuve un mes sin comer, con una gran angustia. Me levantaba y lo único que hacía era llorar y fumar. Ni siquiera podía atender a mis hijos." Nunca volvió con él. Osvaldo y Nancy están en otro plan. Desde aquel Día de la Madre de 2005 creen que su historia empezó a cambiar. Aquel episodio "no fue el primero, pero sí el último", dice ella, poniendo énfasis en cada palabra. ¿Qué fue lo que cambió? "Su compromiso", aclara Nancy. Nidia no puede decir lo mismo. Ella, a su marido, nunca le escuchó pedir perdón. "Tenía la esperanza de que fuera a cambiar, pero no. Esta es la última vez que me pega", dice, con angustia, y muestra los moretones que marcan su rostro y sus brazos.

"No quiero hacerlo más y no lo voy a hacer más –asegura Darío–. Después de que mi señora hizo la denuncia hablamos mucho en casa, y lo seguimos haciendo con el psicólogo que trabaja en la comisaría. Empecé con los grupos de hombres con conductas violentas y ella, con el de mujeres maltratadas. Mi compromiso es real. Para mí fue muy importante que mis hijos se acercaran y me dijeran: «Papá, si estás enfermo nosotros te vamos a curar ». También me di cuenta de que mis hijos necesitaban ayuda, que ellos estaban sufriendo." Mientras posa para la foto que se publica en la tapa de esta Revista, sus hijos lo están mirando. La comunicación se convirtió para Nancy, Darío y sus chicos en uno de los pilares de la familia. Todo lo hablan, nada se oculta. "Poné en el epígrafe que lo nuestro es una misión cumplida", dice Darío. Nancy respira profundo. Piensa que todo irá mejor. Toma con sus manos las de esta cronista y expresa su deseo más profundo: "Esta vez, espero que no me falle la intuición".

Femicidios Por Silvia Chejter * En todo el planeta y día a día hombres y mujeres son asesinados. Mientras los asesinatos contra hombres, más numerosos, por cierto, ocurren por motivos diversos, los de mujeres en su gran mayoría son crímenes sexistas y sexuados. Muchos casos son de violaciones seguidas de homicidio, de mujeres prostituidas asesinadas por organizaciones mafiosas que las explotan, etcétera, pero muchísimos más son cometidos en el marco de las relaciones de pareja. En la Argentina, entre 1997 y 2003 fueron asesinadas 1284 mujeres en la provincia de Buenos Aires. En los casos en que se conoce al victimario, el 70% corresponde a quien fue su pareja, ex pareja, concubino, novio o amante. Uno de los argumentos que contribuyen a la impunidad de estos crímenes son las argumentaciones que tienden a disculpar y a representar a los agresores como "locos" o a concebir estas muertes como "crímenes pasionales". Estos crímenes deben ser comprendidos en el contexto más amplio de las relaciones de dominio y control masculino sobre las mujeres, propias de culturas patriarcales, con sus múltiples mecanismos de violentar y silenciar. Para dar cuenta del carácter sexista se habla de "femicidios, un concepto que quiere indicar el carácter social y generalizado de la violencia basada en la inequidad de género. * Socióloga. Directora del Centro de Encuentros Cultura y Mujer

Los niños como testigos Por Dr. Norberto R. Garrote * Es interesante reparar en la trascendencia de la familia y admitir que, más allá del concepto idealizado que tenemos de ella, debemos aceptar que en su seno se desarrollan episodios violentos. Dichos acontecimientos se vinculan con el ejercicio de la fuerza en la interacción de sus miembros. La fuerza que se despliega no siempre es física; frecuentemente es psicológica. Sucede habitualmente que los más vulnerables son los niños, como víctimas que son de la violencia que sufren a manos de sus padres o como testigos de la que protagonizan éstos. Así podrán registrar carencias de estimulación y de afecto que establecerán un vinculo inseguro con las figuras paternas y afianzarán un modelo de sí mismo y de su relación con los demás marcadamente negativo. Aquel que recibe el rechazo y el desprecio por parte de sus progenitores se reconocerá a sí mismo indigno y merecedor de castigos. Las consecuencias pueden estar vinculadas con las secuelas físicas, si fue el castigo corporal el que primó, sin omitir la repercusión que en su salud mental provocará cualquier tipo de maltrato o abuso sufrido. Jefe de la Unidad de Violencia Familiar del Hospital General de Niños Dr. Pedro de Elizalde. Documento / Nota II / Enfrentar el dolor

Retrato de una denuncia Es el paso fundamental, el que debe dar la víctima de violencia para poner freno al sufrimiento. En casos de riesgo, un juez puede determinar que el maltratador deje el hogar. La Revista fue testigo de un operativo en el Gran Buenos Aires Decirlo "Hacer la denuncia es uno de los pasos más difíciles que toma la mujer –explica la capitán Irma Díaz, al frente de la Comisaría de la Mujer de Malvinas Argentinas, provincia de Buenos Aires–. Suelen sentirse malas compañeras, madres y mujeres. En ningún caso, salvo excepciones, los hijos son alejados de su madre. Un juez dispondrá, dependiendo del riesgo al que esté expuesta, la exclusión del hogar del hombre violento y las medidas para que la mujer reciba la cuota de alimentos designada." El trámite de denuncia puede realizarse en diferentes organismos. "Si la agresión dejó marcas físicas –cuenta Díaz–, se la deriva a un médico forense para que constate las lesiones. Es importante que se sostenga la denuncia para tomar medidas. Es frecuente que a los días siguientes la mujer aparezca en la comisaría acompañada por su pareja y retire la denuncia. Nosotros intentamos que ambos comien-cen terapia, pero no siempre aceptan. " . Documento / Nota III / Recuperarse

Cicatrices Ellas desean dejar de sufrir en silencio el peor de los castigos. Ellos piden perdón, quieren cambiar, no volver a ser maltratadores. El día a día en los grupos de recuperación Miriam se casó con su primer novio, con el hombre que le dio su primer beso. Con el chico de la casa de enfrente que conoció a los 9 años. Parecía un cuento de hadas, el final de toda novela rosa. Había encontrado al hombre perfecto. Eso creía, pero una noche armó el bolso y lo dejó. "Fueron 16 años de violencia psicológica, social y física –cuenta–. Poco a poco me fue aislando, hasta que me dejó sola." En la voz de Miriam se confunden el dolor, la bronca y la impotencia, y ante los rostros de las otras mujeres que la escuchan en el grupo de ayuda de la Comisaría de la Familia de Tristán Suárez busca

desesperada una solución. "Perdí el trabajo, por la violencia. Yo era jugadora de hockey y docente. Hoy, siendo una mujer profesional, tengo que trabajar por hora." Las historias que se escuchan a diario en los grupos son desgarradoras. Hace nueve meses que Miriam tomó la decisión de irse de la casa, no sin antes haber hecho todo lo posible para que su cuento de hadas tuviera un final feliz. "Creí que me mataba –la voz se entrecorta–. Estaba peinándome en el baño: intercambiamos unas palabras y él me acogotó con una mano, sacándome poco a poco el aire. Mis hijas le pedían por favor que me soltara. Me desmayé. Mis dos nenas salieron a la calle a gritar; el barrio se enteró y él las hizo entrar. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que estaba sola, de que no tenía a nadie que me defendiera, de que si me mataba nadie se iba a enterar." Se fue de la casa con la más chica. "Mi hija de 15 se quedó con el papá. Yo les pedí perdón a ellas, porque una es responsable, de alguna manera, de haber permitido esto durante muchos años." ¿Amar es sinónimo de poseer? Fabián Rambelli, licenciado en psicología social y coordinador de los grupos de protección operativos que funcionan en la Comisaría de la Familia de Tristán Suárez, subraya las diferencias que manejan tanto el hombre como la mujer en una relación violenta respecto del concepto del amor: "Son totalmente diferentes y estereotipadas. Cuando dicen amar mucho a su mujer, la relación pasa por la necesidad de asegurarse la posesión absoluta de esa mujer. En cambio, la mujer hará del amor un símbolo de sacrificio y sometimiento". En nombre del amor se cometen los hechos más aberrantes, y en este campo es importante destacar la intervención de un tercero en la ayuda para el cambio. "La violencia es el punto de quiebre de una pareja, y no hay vuelta atrás si no se pide ayuda –destaca Rambelli–. Se trata de un círculo repetitivo; es un camino de autodestrucción, de un amor adictivo, dependiente, posesivo, basado en la inseguridad." (ver El círculo de la violencia.) La dependencia y la inseguridad están presentes en el comportamiento de la mujer abusada, lo que la arrastra a una mayor humillación cuando su pareja le es infiel. En los grupos de ayuda suele escucharse que les duelen más los "cuernos" que los golpes. "Cuando me enteré de que me engañaba, me desesperé; no lo podía soportar. Era capaz de andar con los ojos en compota antes que soportar que se fuera con otra. Hasta pensé en suicidarme", cuenta Delia a otras mujeres, que asienten con la cabeza y con el dolor que les rompe el pecho. "Quizá no hubiera reaccionado nunca si no descubría que estaba con otra –dice Marcia con cierto despecho–. Sospechaba que estaba con alguien, que había otra mujer, hasta que lo vi. A ella le dijo que estaba separado. Me sentí usada, en todo sentido, porque sufrí violencia física, psicológica y, encima, me engañó." ¿Se pueden recuperar? En los grupos de hombres que intentan recuperarse de su propio infierno, la realidad es diferente. Los testimonios dan escalofríos en boca de los golpeadores. "Me puse ciego, le tiré a pegar una puñalada y le pegué en la cabeza. Pero no puedo acordarme de nada más, no sé qué pasó después. Sé que lo hice delante de mis hijos; ellos también sufrían. Yo practiqué la violencia con ellos. Los golpeé, los lastimé, no sólo físicamente; también psicológicamente. Para mí era normal pegarles, era algo natural", cuenta Osvaldo frente a sus compañeros de grupo, y esta vez parece quebrarse. Hablar de sus hijos le nubla la vista. El de los chicos como objeto de venganza en la disputa de los padres es un tema recurrente en los grupos.

"Están en medio de la situación; a veces, como testigos; otras, como víctimas directas del golpe, del abuso que empuja a una madre a tomar la decisión de hacer la denuncia, de irse de la casa –afirma la licenciada en psicología social Julia Canossa, coordinadora general de campo del programa Area Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires–. Es frecuente escuchar: «Podía aguantar que me golpeara a mí, pero cuando le pegó a mi hijo me decidí a decir basta». Otras mujeres, en cambio, trabajan la negación desde el inconsciente. Por lo general, ellas ya saben cuándo se va a producir el hecho de violencia; entonces deciden, en su fantasía, proteger a sus hijos y los llevan a un cuarto, los encierran, creyendo que no se van a enterar, cuando en realidad ellos escuchan, se aterran, se confunden, y las secuelas psicológicas son graves." Osvaldo dice que recuperó su dignidad. "Hoy me dicen Osvaldo. Ya no va más el indio, el borracho, el loco. Recuperé mi relación con mis hijos. Estoy separado de su madre, y vivimos bien así. Ellos me dicen papá. No me tienen miedo; podemos hablar. Mi vida cambió. Hoy puedo mirar a mis tres hijos a los ojos y pedirles perdón. Decirles que era otro. Les hablo con honestidad; no oculto lo que fui porque quiero recuperarlos, recuperar el tiempo que pasó. Sé lo que quiero y puedo mirar a mi hijo de frente y escuchar que me diga: «Yo no me voy a olvidar más lo que le hiciste a mamá». O que me ponga a prueba diciéndome: «Por qué no me pegás, por qué no me retás». Osvaldo nació de nuevo." El único perfil que define a un agresor es que no existe un perfil definido. Y decir que un maltratador puede ser recuperado es entrar en un terreno espinoso. Sin embargo, la rehabilitación de hombres violentos ocupó un lugar en la agenda internacional luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió, en 2001, que el problema de la violencia familiar no se resolvía sólo con la atención a la víctima y destacó la importancia de tratar también a los agresores. Frente a este planteo, hay posiciones que señalan que el trabajo con los maltratadores sólo consigue que se los absuelva de la responsabilidad. "Se sabe que en un 80 por ciento no son enfermos mentales, que en una cifra similar no son alcohólicos ni adictos a las drogas –comenta Analía Vega–. Y que en un porcentaje parecido provienen de una familia violenta." Los programas de atención a los hombres que han ejercido violencia contra las mujeres surgieron en los Estados Unidos y Canadá a comienzos de la década del 80. Su objetivo, tal como señala Jorge Corsi, un pionero en este campo en la Argentina, fue complementar los programas de atención y los de prevención de la violencia. "No se trata de curar una enfermedad. Se trata de encararlo como un proceso de responsabilidades frente a la violencia. Estos tratamientos no deben crear falsas expectativas de seguridad para ellas o desresponsabilizar a los poderes públicos de las acciones judiciales." En la ciudad de Buenos Aires, más de 600 hombres con conductas violentas hicieron cursos de rehabilitación desde 1997. La mayoría llega derivado por los juzgados, la policía, los hospitales y otros organismos oficiales. María, que compartió con su marido situaciones de violencia durante 30 años, nunca vivió ese momento en que el hombre "se hace cargo". "Hice todo lo posible para que resultara, hasta busqué quien lo cambiara –confiesa–. Hizo terapia con el grupo de hombres violentos. El me decía que estaba comprometido, pero me llamaron, dos veces, para decirme que no había nada que hacer. Y era cierto, no había nada que hacer. El volvió a casa. Los primeros días fueron bárbaros, pero después aparecieron las mentiras, las agresiones y los golpes. La última vez me desfiguró la cara. Me fui; me escondí para que no me vieran. Pasaron seis años y, aun así, me sigue llamando."

Según la OMS, los programas de terapias para hombres con conductas violentas arrojan resultados positivos. Más del 50 por ciento de los que terminan el tratamiento permanecen no violentos durante períodos que van de seis meses a tres años, por lo que es necesario que continúen en terapia grupal o individual. Marcia, que vivió cuatro años y medio de violencia, es escéptica. "Ahora él dice que quiere recuperar a su familia. Quiere hacer terapia. Si quiere cambiar, lo felicito, que lo haga por él, por sus hijos, porque él sigue siendo padre. Tengo un nene y una nena que lo necesitan. Para mí, una persona no cambia de un día para otro."

En el mundo -En Brasil, cada 4 minutos una mujer es agredida en su hogar o por una persona de su entorno afectivo. -En México, el 70 por ciento sufrió algún tipo de violencia por parte de su pareja. -En Estados Unidos, cada 15 segundos una mujer es golpeada, por lo general, por su compañero íntimo. -En Francia, cada mes mueren entre 10 y 15 mujeres por agresiones de su pareja. -En Inglaterra, una de cada 10 sufre algún tipo de violencia física en una relación de pareja y una de cada ocho fue violada por su compañero. -En España las estadísticas arrojan cifras de altísimo riesgo en las mujeres que se separan o en las etapas posteriores a la ruptura. En 2003, 68 mujeres perdieron la vida. Siete de cada 10 asesinadas estaban en trámite de divorcio.

El círculo de la violencia Cuando la violencia contra la mujer es ejercida por su pareja, adopta la forma de ciclos de agresiones, según explican los especialistas en el campo. -De acumulación de tensión: se suceden pequeños episodios que llevan a roces permanentes, con un incremento constante de la ansiedad y la hostilidad. -Explota la tensión: ésta es denominada "el episodio del golpe". El agresor rompe cosas, golpea y abusa de ella. -Luna de miel: llega el arrepentimiento, promete que eso no volverá a ocurrir. Llora, se justifica, se disculpa. -Vuelve a acumular tensión: el ciclo se repite.

Sin recursos Por Jorge Corsi * En los últimos 20 años se han producido avances y retrocesos en los intentos de dar respuestas a este grave problema social, pero no se ha logrado generar políticas de Estado que asuman el problema como lo que es: un problema de derechos humanos, un problema de salud pública y un problema de seguridad ciudadana.

En el año 2000, el Banco Interamericano de Desarrollo llevó a cabo en nuestro país el Estudio Diagnóstico sobre Seguridad Ciudadana, uno de cuyos componentes era, precisamente, la evaluación acerca del estado de situación del problema de la violencia familiar. En aquel momento ya se señalaba la ausencia de un criterio especializado que proporcionara homogeneidad a las respuestas que se generaban desde el sector público. La forma de atender el tema variaba infinitamente en cada municipio del país, ejemplificando la dispersión de criterios que impera en los organismos gubernamentales. En la mayor parte de los casos, los reducidos recursos que se asignan a la cuestión se agotan en la atención de las urgencias, sin que puedan articularse programas de prevención que apunten a objetivos de más largo plazo. Por este camino, es previsible que cada vez tengamos más casos y menos soluciones. * Director de la carrera de Especialización en Violencia Familiar de la UBA

Datos útiles -Línea mujer gratuita: 0-800-66-68537Atención todos los días, las 24 horas -Atención de emergencias: Carlos Pellegrini 211, 7º piso; 4323-8000 Int. 4392 -Consejo Nacional de la Mujer: Av. Paseo Colón 275, 5º; 4345-7384/7385/7386 -Programa para madres maltratadas por sus hijos mayores de 14 años: Hipólito Yrigoyen 3202; 4956-1768 -Grupo para hombres violentos: Hipólito Yrigoyen 3202; 4956-1768 -Atención integral a la violencia: .Piedras 1277; 4307-3187 .California 601; 4301-3103 .24 de Noviembre 113; 4931-6296 .Humberto I 470; 4300-7775 .Cafayate 5230; 4605-5741 Int. 32 .J. Salguero 765, Almagro; 4867-0163 -Comisarías de la familia y de la mujer .Almirante Brown, Andrade 98; 4238-9760 .Berazategui, 160 entre 24 y 25; 4395-1283 .Esteban Echeverría, Monte Grande, Benavides 221; 4296-5650 .Ezeiza, Tristán Suárez, Fariña 37;4234-3566/9332 .Florencio Varela, Sargento Cabral y Alfon- sina Storni; 4275-7185/8208 .La Plata, 1 entre 42 y 43 Nº 523; (0221) 423-1826 .La Matanza, Ombú 3720; 4484-5826 .Malvinas Argentinas, Grand Bourg, rutas 8 y 197; (02320) 423-193 .General Pueyrredón, Mar del Plata, Independencia 2474, piso 2°; (0223) 492-0019 .Merlo, Juncal 363; (0220) 483-6060 .Morón, García Silva 923; 4629-6150/6171 .Quilmes, Pilcomayo 68; 4252-0033/6006 .San Isidro, Juncal 46; 4512-2345 .San Martín, Mitre 703; 4512-6712/6714 Línea gratuita: 0-800-222-22876. Atención todos los días, las 24 horas

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