IMPACTO DE UN PROTOCOLO DE ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA RESISTENCIA EN MUJERES POST-MENOPAÚSICAS DE UN GIMNASIO DE COOMEVA E.P.S

IMPACTO DE UN PROTOCOLO DE ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA RESISTENCIA EN MUJERES POST-MENOPAÚSICAS DE UN GIMNASIO DE COOMEVA E.P.S CRISTIAN JAVIER DIAZ S

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IMPACTO DE UN PROTOCOLO DE ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA RESISTENCIA EN MUJERES POST-MENOPAÚSICAS DE UN GIMNASIO DE COOMEVA E.P.S

CRISTIAN JAVIER DIAZ SANCHEZ DIEGO AUGUSTO GÓMEZ GÓMEZ

UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE PEREIRA CIENCIAS DE LA SALUD, RISARALDA, PEREIRA 2008

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IMPACTO DE UN PROTOCOLO DE ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA RESISTENCIA EN MUJERES POST-MENOPAÚSICAS DE UN GIMNASIO DE COOMEVA E.P.S

CRISTIAN JAVIER DIAZ SANCHEZ DIEGO AUGUSTO GÓMEZ GÓMEZ

PROYECTO DE GRADO INVESTIGACIÓN EXPLICATIVA EXPERIMENTAL

DIRECTOR JOSÉ CARLOS GIRALDO TRUJILLO ASESOR ALEJANDRO GÓMEZ RODAS

UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE PEREIRA CIENCIAS DE LA SALUD, RISARALDA, PEREIRA 2008

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TABLA DE CONTENIDO Pág. 1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA. ......................................................... 5 2. JUSTIFICACIÓN .............................................................................................. 7 3. OBJETIVOS ....................................................................................................... 9 3.1 OBJETIVO GENERAL ....................................................................................................... 9 3.2 OBJETIVOS ESPECIFICOS .............................................................................................. 9

4. MARCOS CONTEXTUAL Y LEGAL ............................................................. 10 4.2.3 LA FUERZA: CONCEPTUALIZACIÓN GENERAL ......................................16 4.2.4 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA EN EL ADULTO MAYOR ......................... 19 4.2.7. OSTEOPOROSIS ........................................................................................................... 23

5 METODOLOGIA .............................................................................................. 25 5.1 DISEÑO............................................................................................................................... 25

5.2 POBLACION Y MUESTRA .......................................................................... 26 5.3 VARIABLES .................................................................................................. 27 5.3.1 Variable independiente. Entrenamiento de la fuerza general. .................................... 27 5.3.2 Variables dependientes: fuerza máxima y fuerza resistencia: .....................29 5.4 TÉCNICAS ......................................................................................................................... 30

6 RESULTADOS .................................................................................................. 32 7 DISCUSIÓN ..................................................................................................... 36 8 CONCLUSIONES ............................................................................................. 40 9. RECOMENDACIONES .................................................................................. 41 10. BIBLIOGRAFIA ............................................................................................ 42 ANEXOS ............................................................................................................... 45

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RESUMEN El periodo postmenopáusico se caracteriza por un descenso de la actividad hormonal en la vida de la mujer, que conlleva a la declinación de las capacidades condicionales, en especial la fuerza muscular. Este hecho remarca la importancia de estimular y mantener niveles moderados de fuerza para realizar las actividades cotidianas. El objetivo del presente trabajo fue determinar el impacto de un protocolo de fuerza resistencia sobre la fuerza general en un grupo de mujeres postmenopáusicas que asisten a un Gimnasio de Coomeva EPS. Metodología: Doce pacientes fueron incluidos en el estudio divididas en 2 grupos (Grupo control, GC; y Grupo intervención, GI), seleccionadas de manera aleatoria teniendo en cuenta como mínimo haber realizado 8 semanas de trabajo en circuito. En ambos grupos se determinaron los niveles de fuerza resistencia en miembros superiores e inferiores y fuerza máxima de miembros superiores. Al GI se le realizó un programa de resistencia general a la fuerza al 20% de la carga máxima, incrementando este valor cada 4 semanas hasta completar 12 semanas, mientras el GC continuó desarrollando el mismo trabajo en circuito que venían realizando. Resultados: Después de 12 semanas de intervención se obtuvo un incremento significativo en los niveles de fuerza máxima (p=0.04) y resistencia general a la fuerza (p=0.042) de miembros superiores en el GI, y de la resistencia general a la fuerza en miembro inferior (p=0.035) para el mismo grupo. Conclusiones: el programa implementado durante 12 semanas produjo una mejora significativa en los niveles de fuerza resistencia en el grupo de mujeres postmenopáusicas. Palabras clave: postmenopausia, fuerza general, fuerza resistencia, fuerza máxima.

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1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA. El envejecimiento es un proceso biológico normal del ser humano que conlleva alteraciones en el desarrollo integral en aspectos funcionales, anatómicos, psicológicos y sociales. El sedentarismo por su parte, acelera aún más el proceso de envejecimiento, siendo éste uno de los principales factores de riesgo de muerte prematura. Igualmente, la actividad física se reduce con la edad exponiendo al adulto mayor a una disminución de su repertorio motor, a lentitud de sus reflejos, declinación del tono muscular en reposo y pérdida de la fuerza en los miembros inferiores, entre otros. Según Andrade et al., (1996), esta pérdida ocurre básicamente por la disminución en el número y tamaño de las fibras musculares tipo I (de contracción lenta) y en las tipo II (fibras de contracción rápida). De acuerdo a estos autores, dentro de las fibras tipo II, las fibras IIb son las que sufren mayores niveles de atrofia mientras que las IIa son las menos afectadas. Es importante enfatizar que las fibras tipo II en su conjunto, son las fibras de mayor diámetro y por ende las que más producen fuerza, velocidad y menores tiempos de reacción; su atrofia por tanto, reduce en gran medida las capacidades condicionales especialmente durante la etapa denominada menopausia. Ahora bien, dado que el simple hecho del avance en la edad trae consigo la declinación de algunas capacidades condicionales del individuo por una atrofia selectiva de fibras musculares, además de otros factores que coadyuvan a la inmovilidad e inactividad, estas terminan potenciando este fenómeno con los consiguientes agravantes en la función y calidad de vida de las mujeres que terminan su ciclo fértil. La menopausia ya no es vivida como un periodo de agotamiento, sino como el inicio de una serie de cambios hormonales que establecen un nuevo orden biológico. Este nuevo orden también implica ciertas alteraciones físicas y psicológicas cuyo impacto en la calidad de vida puede reducirse mediante las intervenciones terapéuticas. Con el advenimiento de la menopausia se genera una disminución de las facultades motrices fuerza, resistencia, velocidad, flexibilidad, coordinación, agilidad, equilibrio, relajación y la plasticidad, debido en parte a una deficiencia de estrógenos, los cuales durante su etapa fértil, ayudan a mantener una adecuada función del sistema osteomuscular. El ejercicio físico, puede retardar y mitigar la aparición prematura y el desarrollo de estos fenómenos en la etapa postmenopáusica, constituyéndose en eje central y

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fundamental de los programas de prevención y promoción de la salud encaminados a potenciar la funcionalidad y calidad de vida en las mujeres. Una adecuada prescripción del ejercicio es importante para reducir la pérdida de fuerza muscular en la mujer postmenopáusica. Es conveniente aclarar que las mujeres que no realizan actividad física regular y están bajo un tratamiento de reemplazo hormonal, no suplen por sí solas la pérdida de fuerza, pues sólo mantienen sus niveles de calcio; es decir, las bondades del ejercicio logran prevenir el riesgo de lesiones, mejoran ostensiblemente la función osteomuscular y brindan una mejor calidad de vida en esta población. Hasta el momento no se ha establecido la dosis mínima efectiva de ejercicio en mujeres postmenopaúsicas con el fin de retardar la pérdida de hueso relacionada con la edad, como tampoco la dosis suficiente para estimular una ganancia absoluta en la masa muscular. Dadas las particularidades y cambios específicos en la función motora, tono muscular y fuerza muscular experimentados por las mujeres postmenopáusicas, el presente trabajo de investigación buscó dilucidar la eficacia de un programa de entrenamiento de la fuerza en estas mujeres, el cual consistió en desarrollar un protocolo que involucró la fuerza resistencia para el mantenimiento y/o mejora de la fuerza muscular, cuyos resultados se compararon con el programa que venían desarrollando en el mismo gimnasio de Coomeva EPS. Finalmente, basados en la evidencia que se tiene en este tipo de estudios, es indispensable enfocar acciones de prevención específicas para minimizar los efectos posteriores del déficit de la fuerza iniciado en la etapa postmenopáusica, para prevenir la aparición ulterior de fracturas y enfermedades osteomusculares que puedan limitar e incapacitar a la mujer posmenopáusica.

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2. JUSTIFICACIÓN La actividad física regular trae consigo beneficios para la salud y un aumento en la expectativa de vida, al igual que se han documentado los innumerables beneficios a nivel psicológico y social que trae consigo el ejercicio sistemático y controlado. A medida que las personas envejecen, se producen modificaciones en su estado de salud y se reducen las funciones fisiológicas necesarias para conservar la homeostasis del organismo, entre ellas, una de las principales, es la pérdida de fuerza y masa muscular. Niveles moderados de fuerza son necesarios para realizar las actividades de la vida cotidiana; sin embargo, la declinación de la fuerza en las piernas y de la parte baja de la espalda en personas mayores, no sólo limita la locomoción sino que también se asocia con un incremento en el riesgo de lesiones. Esta pérdida de la fuerza se hace especialmente evidente durante la postmenopausia; en esta etapa, las mujeres son más susceptibles a sufrir alteraciones osteomusculares debido a que la elasticidad, masa y fortaleza muscular disminuyen, provocando reducción del movimiento y, por tanto, el inicio de deficiencias en la velocidad de reacción y fuerza funcional. Conociendo los riesgos a los que se exponen las mujeres postmenopáusicas en cuanto a la disminución de su capacidad funcional, es de vital importancia intervenir de forma directa con estrategias específicas de movimiento, a fin de reducir la declinación de la fuerza muscular. Por esto, se hace necesario determinar qué tipo de protocolo de fuerza puede traer consigo mayores beneficios para esta problemática, pues protocolos que manejen altas cargas no son adecuados, debido a que la intensidad de un programa de ejercicios debe ser baja al comienzo y a que las personas de edad avanzada tienen mayores riesgos de lesiones relacionadas con el ejercicio. Como el ejercicio de baja intensidad está asociado con un bajo riesgo de lesión, sería apropiado comenzar los programas de ejercicios con una baja intensidad. La intensidad de ejercicio debería ser la suficiente para sobrecargar a los sistemas cardiovascular, pulmonar y músculo esquelético sin producir un impacto severo sobre los mismos. La intensidad recomendada por el ACSM (1995) para adultos mayores es del 50 al 70% de la frecuencia cardiaca de reserva. De acuerdo a lo anterior, surge una serie de dudas respecto a qué se debe hacer y qué tipo de entrenamiento se debe realizar para mejorar o mantener los niveles óptimos y necesarios de fuerza muscular en las mujeres postmenopáusicas.

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Este estudio identificó el impacto que tuvo un tipo de entrenamiento de la fuerza resistencia sobre la fuerza general en un grupo de mujeres posmenopáusicas. Actualmente se conocen efectos benéficos del ejercicio como factor protector de patologías neuromusculares; sin embargo, no es claro qué tipo de protocolo trae consigo el mantenimiento de la fuerza general e inclusive la mejora de la misma, en población de mujeres postmenopáusicas. En conclusión, los resultados de este estudio aportan elementos que pueden contribuir al mejoramiento de programas de ejercicio de fuerza sobre una población que requiere de atención especial por las implicaciones que para la salud tiene su condición.

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3. OBJETIVOS 3.1 OBJETIVO GENERAL Determinar el impacto de un protocolo de fuerza resistencia sobre la fuerza general en un grupo de mujeres postmenopáusicas que asisten a un Gimnasio de Coomeva EPS.

3.2 OBJETIVOS ESPECIFICOS •

• •

Evaluar los niveles de la fuerza máxima y la fuerza resistencia, a partir de una batería de test [dos test para miembro superior (Press de banco y flexión de bíceps), y dos test para miembro inferior (Leg Press y flexo extensión del miembro inferior con silla)], en un grupo de mujeres postmenopáusicas en un gimnasio de Coomeva E.P.S. Implementar un protocolo de la fuerza acorde al resultado obtenido de la evaluación. Determinar la existencia de diferencias estadísticamente significativas en los niveles de fuerza resistencia a partir de la implementación del protocolo en esta población.

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4. MARCOS CONTEXTUAL Y LEGAL Según el DANE (2007), actualmente en Colombia existen cerca de 3 y medio millones de mujeres mayores de 50 años (7.7% de la población nacional) y se espera que para el año 2015 esta cifra se incremente aproximadamente a 5’700.000 (10.7% de la población). Los rápidos avances de la ciencia y la tecnología en los últimos 50 años han permitido que la expectativa de vida haya aumentado de manera progresiva, de tal forma que la mujer actual pasa cerca de la tercera parte de su vida en estado de deficiencia estrogénica (Barón, 1998). Según Schurman et al., (2004) la osteoporosis es un problema de salud pública mundial. Afecta a más de 200 millones de personas y se calcula que entre el 30 y el 50% de las mujeres postmenopáusicas desarrollarán esta enfermedad. Conociendo que la población de más de 65 años aumenta un 1% por año, que la tasa de mortalidad que sigue a una fractura de cadera es un 20% más alta dentro del primer año, que un 10% de las mujeres se hacen dependientes luego de una fractura, que el 19% requiere cuidados domiciliarios, que menos del 50% retornan a sus actividades habituales y que los costos directos e indirectos que genera esta patología son altísimos, se hace necesario elaborar pautas de diagnóstico, prevención y tratamiento que permitan atenuar los efectos sobre la salud pública que produce la osteoporosis desde el punto de vista médico, social y financiero Según estudios epidemiológicos que se han realizado en nuestro país referente a la menopausia, ésta ocurre en promedio a los 52.26 años en Colombia (Onatra, 1994). Los factores determinantes que conllevan a un estado de menopausia temprana son los factores genéticos (Weg, 1987), la raza (Walker, 1984), vivir en alturas mayores a 2.000 m (Palacios, 1993), la ausencia de actividad sexual (Hauser, 1963), menor paridad (McKinley, 1972), el estrés (Coulam, 1986) y la falta de actividad física regular. Muchos estudios han demostrado que la edad de la menopausia, a diferencia de la menarquia, no ha sufrido mayor variación desde la época griega, así como no hay correlación entre la edad de las dos. Tampoco se ha podido comprobar una relación entre la edad de la menopausia y longevidad. Se ha demostrado también que no existe ninguna relación con el uso previo de anticonceptivos orales. La salud es vital para mantener el bienestar y la calidad de la vida de los adultos mayores. La salud es esencial para que los ciudadanos de edad

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sigan haciendo una contribución activa y positiva a sus respectivas sociedades. El mantenimiento de la salud y de la calidad de vida durante la totalidad del ciclo vital contribuirá a promover una comunidad intergeneracional armónica y una economía dinámica. Según Suárez (2006), las enfermedades relacionadas con la edad y el envejecimiento se pueden dividir en dos grupos: las dependientes de la edad y las relacionadas con la edad. Las enfermedades dependientes de la edad son aquellas cuya patogénesis está directamente relacionada con el envejecimiento de la persona. Las enfermedades más comunes de este grupo son las enfermedades cardíacas. El riesgo de sufrir estas enfermedades se incrementa con la edad y una serie de medidas adecuadas pospone su aparición. Debido a la mayor longevidad de las mujeres, este grupo de enfermedades muestra una clara preponderancia femenina. Una serie de situaciones sociales cuya incidencia aumenta con la longevidad, como la viudez, el aislamiento social y la institucionalización, también muestran esta preponderancia. Las enfermedades relacionadas con la edad, a diferencia de las anteriores, se presentan en un determinado período de la vida, pasado el cual, su incidencia influye marcadamente. Estas enfermedades o alteraciones tienen una relación temporal con el huésped, pero el factor crítico no parece estar relacionado con el proceso de envejecimiento; muchas enfermedades neurológicas pertenecen a este grupo. Las enfermedades dependientes de la edad se manifestarán si se presenta una determinada combinación de factores, con una cierta secuencia, en una determinada edad de la persona. Si su aparición se puede retardar por un tiempo suficientemente largo, estas enfermedades se presentarán y por lo tanto disminuirá su importancia como causas de morbilidad y mortalidad. Partiendo del hecho de que la salud y el bienestar en la edad avanzada dependen de la calidad de vida que se lleve desde el nacimiento, los estilos de vida saludables buscan crear conciencia sobre lo que significa el proceso de envejecimiento y desarrollar hábitos de autocuidado y de cuidado mutuo, campo en el que la Ley 100 de 1993 enfatiza, y con la que el Estado pretende cubrir la totalidad de la población del país en materia de seguridad social, garantizando la protección mínima, quitándose la exclusividad de la ventaja de la misma a las personas trabajadoras bajo los principios de universalidad, solidaridad y eficiencia (Suárez, 2006) . A partir de 1990, la Ley 10 y posteriormente con la Ley 100 de 1993, se habla de salud como servicio público, universal, estatal, como parte del sistema de seguridad social integral y no exclusivamente asistencial como se

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venía manejando. En la actualidad, se considera que la responsabilidad en cuanto al adulto mayor es Estatal a través de diferentes entidades tales como la red de Solidaridad Social, el Ministerio de Protección Social por medio de la Dirección de Salud Pública, y otras entidades en asocio con Organizaciones no Gubernamentales, involucrando en sus planes y programas la competitividad de los departamentos y municipios hasta entidades públicas y privadas, incluyendo ONGs y asociaciones de participación y sus recursos. Existen múltiples entidades de los órdenes gubernamental y privado, con acuerdos contractuales, con miras a preparar el país para el cambio demográfico. En el campo gubernamental el principal actor es la Red de Solidaridad Social (RSS) quien en conjunto con otras entidades, organizaciones e instituciones, viene desarrollando proyectos y programas definidos que pretenden cubrir la totalidad de la población del país. Tal como se mencionó previamente, gran parte de los esfuerzos están enfocados hacia la solidaridad y la participación ciudadana con el fin de crear y desarrollar la corresponsabilidad de todos por medio de sensibilización y concientización de la población en general en diferentes aspectos que incluyen: - Educación a la población en general con respecto a la vejez como etapa de la vida de todos los individuos, por lo cual se fomenta la creación y el hábito de estilos de vida saludables; preparación para una vida activa y segura y fortalecer la capacidad de las comunidades; promoción de la salud y prevención de la enfermedad con programas específicos legislados claramente en el artículo 262 de la Ley 100 de 1993. - En la visión para el 2019 en Colombia, en el plan nacional de salud pública, está el incrementar los niveles de actividad física en un 15%; inclusión del adulto mayor dentro de los planes de desarrollo de los municipios y a nivel Nacional, para aportar a la recuperación e integración social y generacional, en campos que van desde la cultura con el Sistema de Información Artística y cultural y sus programas, la recreación con programas como el Nuevo Comienzo y en el Deporte con programas como Glorias y Pioneros del Deporte; la educación con los programas de básica primaria, educación básica secundaria y educación media vocacional. - Información y divulgación en los programas anteriores e incentivar el desarrollo de organizaciones de origen comunitario, como comités del Adulto Mayor, para establecer bases de datos con actores y servicios relacionados con la vejez y/o preparación para la jubilación, entre otros.

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Existen programas de atención en salud previamente legislados con infraestructura definida, afiliación a seguridad social, subsidios con el programa de Atención Integral al Adulto Mayor de la RSS, Fondo de Solidaridad Pensional, Fondo de Pensiones públicas y de Pensiones de las Entidades Territoriales, programas de participación social, política y desarrollo comunitario, por medio de los comités locales como el Municipal, para la Atención Integral al Adulto Mayor, de la tercera edad, y Asambleas de Beneficiarios, entre otros.

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4.2 MARCO TEÓRICO 4.2.1 ADULTO MAYOR. A medida que las personas envejecen, se producen modificaciones en su estado de salud: se alteran las estructuras óseas y se reducen las funciones de las células y los tejidos de todos los sistemas del organismo (Larson et al., 1987), al igual que aparecen cambios que afectan el tamaño y función de los músculos y el sistema esquelético. Los músculos equivalen aproximadamente al 40% del peso de cada persona. En los ancianos la masa muscular disminuye en forma progresiva, situación que se agrava en personas sedentarias. La fuerza muscular disminuye en un 20% en las personas de 65 años; sin embargo, en algunos casos puede llegar al 40% (ACSM, 1998). Estos cambios son ocasionados por la atrofia y se caracterizan por modificaciones estructurales de las fibras musculares. En la práctica clínica se presenta como pérdida de la fuerza y la velocidad de contracción del músculo, lo que genera una disminución en la capacidad del esfuerzo y la aparición de una fatiga precoz. Dentro del proceso de envejecimiento, se encuentra la degeneración de las articulaciones, sobretodo de la columna vertebral. En las mujeres mayores de 35 años, se produce una pérdida del 1% de la masa ósea cada año. En los hombres esa pérdida se demuestra en forma más tardía hacia los 55 años, estando entre el 10% y el 15% a los 70 años (Matsudo, 1997). De esta manera, estos cambios fisiológicos que surgen a medida que se alcanza una edad avanzada, generan una tendencia mayor a sufrir fracturas por fragilidad ósea, constituyendo una de las mayores causas de enfermedad y muerte de los ancianos. 4.2.2 EL EJERCICIO EN EL ADULTO MAYOR. El Colegio Americano de Medicina del Deporte (1995) recomienda que los objetivos de un programa de ejercicio para poblaciones de adulto mayor se deban enfocar a mantener la capacidad funcional para una vida independiente, reducir los factores de riesgo de enfermedades cardíacas, retardar el avance de enfermedades crónicas, promover el bienestar psicológico y proveer oportunidades para la interacción social. Aunque muchos de los principios generales de la prescripción de ejercicio son los mismos para los individuos de todas las edades, se debe tener especial cuidado cuando se diseña un programa de ejercicios para individuos

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de avanzada edad. Los programas de ejercicio para adulto mayor deben combinar ejercicios de resistencia, fuerza y flexibilidad para de esta manera promover una mayor calidad de vida a estas poblaciones. Las normas generales para la prescripción de ejercicios para poblaciones de adulto mayor fueron desarrolladas a partir de las guías establecidas por el ACSM (1995). El tipo de ejercicio para los individuos de avanzada edad debe incluir actividades con bajo impacto para las articulaciones. Estas actividades incluyen caminatas, bicicleta fija, ejercicios en el agua, natación, máquinas escaladoras. Las actividades deben ser accesibles, convenientes y placenteras para los participantes. Los programas de ejercicios deben comenzar con períodos cortos e incrementar gradualmente su duración. Además de la duración del programa de ejercicios en si mismo, el adulto mayor necesita de tiempo adicional para la entrada en calor y para la vuelta a la calma, alrededor de 10 minutos o más. La intensidad de un programa de ejercicios debe ser baja al comienzo ya que las personas de edad avanzada tienen mayores riesgos de lesiones relacionadas con el ejercicio. Como el ejercicio de baja intensidad está asociado con un bajo riesgo de lesión, sería apropiado comenzar los programas de ejercicios con una baja intensidad. La intensidad de ejercicio debería ser la suficiente para sobrecargar a los sistemas cardiovascular, pulmonar y músculo esquelético sin producir un impacto severo sobre los mismos. La intensidad recomendada por el ACSM (1995) para adultos ancianos es del 50 al 70% de la frecuencia cardiaca de reserva. La intensidad debería ser monitoreada regularmente por medio de la frecuencia cardiaca o por medio de la escala de esfuerzo percibido denominada escala de Borg. En lo que corresponde a la frecuencia es recomendable que el programa de ejercicios sea de tres a cinco días por semana. Los individuos de edad avanzada que se ejercitan a muy baja intensidad en períodos muy cortos deben de realizar actividad física una mayor cantidad de días, es decir, cinco a siete días por semana. Refiriéndose a la progresión, ésta debe ser conservativa y gradual para el adulto mayor. La etapa inicial, de cuatro a seis semanas, debería incluir ejercicios de baja intensidad que permitan la adaptación con un mínimo riesgo de lesión. Esta población puede necesitar un mayor período de puesta a punto antes de ejercitarse a mayores niveles de intensidad. Inicialmente es

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mejor incrementar la duración del ejercicio en lugar de la intensidad para de esta manera evitar las lesiones y promover la seguridad. El ejercicio ayuda a reducir el dolor y la rigidez y aumenta la flexibilidad, la fuerza muscular e involucra aspectos psicológicos como un aumento de la autoestima. Los ejercicios de fortalecimiento incluyen el ejercicio isométrico y los ejercicios de estiramiento, para conseguir fuerza y flexibilidad respectivamente sin sobrecargar las articulaciones. El ejercicio aeróbico de bajo impacto también ayuda a estabilizar y fijar las articulaciones, y puede incluso reducir la inflamación en algunas de ellas. La bicicleta y caminar son beneficiosos, y la natación o los ejercicios en agua son recomendados especialmente para las personas con artritis; a su vez, los ejercicios de gran impacto con pesas, tienen un marcado efecto anti-osteoporótico para las mujeres premenopáusicas (Matsudo, 1999).

4.2.3 LA FUERZA: CONCEPTUALIZACIÓN GENERAL Niveles moderados de fuerza son necesarios para la realización de tareas de la vida cotidiana, para el desempeño de los más variados trabajos, así como para constituir un desarrollo armónico de la estructura corporal en las diversas fases de crecimiento. Podemos apreciar que la máxima expresión de movimiento queda reflejada dentro del seno de las actividades físicodeportivas, donde cada vez son solicitados mayores niveles de exigencia, entre los cuales, la fuerza representa un alto exponente. Desde la perspectiva de la actividad física y el deporte, la fuerza representa la capacidad que tiene un sujeto para vencer o soportar una resistencia. Esta capacidad del ser humano viene dada como resultado de la contracción muscular (García, 2002). Knuttgen y Kraemer (1987) ajustan aún más la definición, adaptándola a las características dinámicas de cada movimiento, ya que entienden la fuerza como la capacidad de tensión que puede generar cada grupo muscular contra una resistencia, a una velocidad especifica de ejecución, durante una contracción muscular máxima voluntaria. Rodríguez (1995) define la fuerza como la capacidad de generar tensión intermuscular frente a una resistencia, independientemente de que se genere o no movimiento. Su entrenamiento periódico y sistemático permite obtener diversos beneficios físicos tales como hipertrofia muscular; aumento del consumo energético cuando no se realiza actividad física, lo que facilita la reducción de grasa corporal; mejora del aspecto físico y aumento del autoestima; incremento del contenido mineral del hueso haciéndolo más fuerte y resistente; aumento de la fuerza de las estructuras no contráctiles

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como tendones y ligamentos; ayuda a prevenir malos hábitos posturales; posibilita importantes adaptaciones neuromusculares; mejora el rendimiento deportivo y es componente esencial de cualquier programa de rehabilitación Es importante tener en cuenta que la fuerza de cada individuo está condicionada por un conjunto de factores diversos, conocerlos y tenerlos en cuenta ayuda a comprender mejor el entrenamiento de la fuerza y ofrece la posibilidad de poder explicar por qué en ocasiones somos capaces de generar mayor o menor fuerza. Los factores biomecánicos que condicionan el desarrollo de la fuerza son de tipo genético o de constitución; por ejemplo, la longitud de los huesos, los ángulos de inserción del músculo, entre otros (García et al., 1996). Son muchos los factores fisiológicos que influyen en la capacidad de contracción del músculo y por ende en el desarrollo de la fuerza: la eficiencia neuromuscular, la longitud del músculo y el tono muscular son algunos de ellos. Las fibras musculares junto con las terminaciones nerviosas que las estimulan forman las denominadas unidades motoras. Por esta razón la fuerza de contracción depende del número de unidades motoras activadas. Cuanto mayor sea el número de unidades motoras que intervienen, mayor será la activación de fibras musculares y en consecuencia mayor será la fuerza de contracción (García, 2002). Las ganancias de fuerza son el resultado de la movilización de unidades motoras adicionales para actuar sincrónicamente, facilitando la contracción e incrementando la capacidad del músculo para generar fuerza (García, 2002). Tal es así que los aumentos iniciales de fuerza durante las 8 a 10 primeras semanas de un programa de entrenamiento con pesas pueden atribuirse principalmente al aumento de la eficiencia neuromuscular. Por lo tanto, es importante entender que las adaptaciones nerviosas acompañan siempre a las ganancias en fuerza que resulta del entrenamiento con pesas; también la longitud del músculo influye en la capacidad de contracción de la musculatura. El músculo se halla en condiciones de realizar mayor fuerza si en el momento previo a la contracción muscular se encuentra ligeramente estirado. El tono muscular, definido como el grado de tensión intramuscular que determinado músculo presenta en condiciones de reposo, también es un condicionante de la capacidad de contracción muscular ya que las posibilidades de desarrollar tensión disminuyen ante grados elevados de tono muscular. La fuerza muscular está regulada por mecanismos nerviosos pero además depende de diversos factores como el grosor, la longitud del músculo y el ángulo de la articulación (Rodríguez, 1995).

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4.2.3.1 TIPOS DE FUERZA La producción de fuerza está basada en las posibilidades de contracción de la musculatura esquelética. Dicha contracción se genera en virtud de la coordinación de las moléculas protéicas contráctiles de actina y miosina dentro de las unidades morfofuncionales en las fibras musculares (sarcómeras) (Rodríguez, 1995). Según el modelo de terminología propuesta por Vittori (1990) y Vélez (1991) se distinguen dos modelos de manifestaciones de la fuerza: la manifestación activa de la fuerza y la manifestación reactiva de la fuerza. La primera consiste en la tensión que es capaz de generar un músculo por acción de una contracción muscular voluntaria; la manifestación reactiva es la capacidad de fuerza que realiza un músculo como reacción a una fuerza externa que modifica y altera su propia estructura y se caracteriza por producirse tras un ciclo de estiramiento y acortamiento. La manifestación activa de la fuerza contempla diferentes manifestaciones de fuerza en función de su magnitud, su velocidad de ejecución y su tiempo de duración, de acuerdo a estas características se divide en fuerza máxima, fuerza veloz y fuerza resistencia. La fuerza máxima se define como la mayor fuerza que es capaz de desarrollar el sistema nervioso y muscular por medio de una contracción máxima voluntaria (Letzelter, 1990). Esta se encuentra condicionada a ciertos factores como el diámetro de las fibras musculares, el volumen muscular, siendo el resultado de la hipertrofia del músculo (esto significa que mientras mayor sea la masa muscular mayor será la fuerza); la composición de fibras, la coordinación intramuscular que consiste en la activación sincrónica de un gran número de unidades motoras de la musculatura y de la frecuencia y sincronización de los impulsos que inervan esas unidades motoras y finalmente la motivación. La fuerza máxima se puede representar de dos formas: fuerza absoluta y fuerza relativa. La fuerza absoluta se define como todo el potencial de fuerza que presenta morfológicamente un músculo o un grupo sinérgico y la fuerza relativa indica la relación de la fuerza máxima y el peso corporal, es decir, la fuerza por kilo de peso (García, 1996). La capacidad de soportar la fatiga en la realización de esfuerzos musculares que pueden ser de corta, media y larga duración, se define como fuerzaresistencia. Supone por tanto, una combinación de las capacidades de fuerza y resistencia, donde la relación entre la intensidad de la carga y la duración

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del esfuerzo van a determinar la preponderancia de una de las cualidades sobre la otra (González-Badillo et. al., 1995). A su vez, el entrenamiento de la resistencia a la fuerza presenta, según Harre y Leopold (1988), dos manifestaciones: la resistencia absoluta a la fuerza y la resistencia relativa a la fuerza. La resistencia absoluta a la fuerza corresponde al valor medio absoluto del desarrollo repetido de fuerza realizada, y la resistencia relativa a la fuerza, representa la capacidad del atleta de oponerse a la fatiga; no obstante, desde una perspectiva eminentemente práctica se distinguen el entrenamiento de la resistencia general de la fuerza y el entrenamiento especial de la fuerza.

Según Rodríguez (1995) el tipo de fibras musculares implicadas en la acción va a tener una importancia vital para este tipo de manifestación de la fuerza, siendo las fibras blancas, rápidas o fibras FT (fibras de alta velocidad de contracción, gran producción de fuerza y adaptadas a esfuerzos intensos de naturaleza anaeróbica), las que poseen un papel preponderante en contraposición a las fibras rojas, lentas o ST (poseen escasa velocidad de contracción, poca fuerza y adaptadas a esfuerzos prolongados de naturaleza aeróbica). 4.2.4 ENTRENAMIENTO DE LA FUERZA EN EL ADULTO MAYOR Según Westcott (1994), en un estudio realizado en hombres y mujeres entre 60 y 90 años de edad, sugiere que no importa la edad para (para qué?) reponer el tejido muscular y acelerar el metabolismo a través del entrenamiento de la fuerza realizado en forma sistemática, este estudio concluye que puede reducir el riesgo de obesidad, osteoporosis, hipercolesterolemia, y los dolores lumbares y artríticos. El entrenamiento de la fuerza en el adulto mayor proporciona un sin numero de beneficios a nivel osteomuscular, metabólico y psicológico; sin embargo, la ausencia de programas de fuerza en esta etapa de la vida puede traer perjuicios afectando a su vez la calidad de vida del sujeto. Según Westcott (1994), el sedentarismo trae consigo perdida entre 2,3 y 3.1 cm de tejido muscular por década en el adulto mayor. Esta pérdida progresiva de masa muscular se traduce en menor actividad con la consecuente pérdida de masa muscular y, segundo, la menor actividad conlleva a un metabolismo más bajo, lo que trae como consecuencia un

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menor gasto calórico y aumento de obesidad. En una investigación con 1.132 adultos, Westcott (1994) demostró que con 2 meses de entrenamiento de la fuerza máxima es suficiente para obtener gran cantidad de tejido muscular, pues los hombres ganaron en promedio 1.7 Kg y las mujeres 0.8 Kg ejercitándose 2 – 3 días por semana en sesiones de 30 minutos. La disminución de los niveles de estrógenos junto a la pérdida de fuerza muscular trae consigo enfermedades degenerativas como la osteoporosis, la cual es definida como una enfermedad causada por la pérdida gradual de proteínas y minerales óseos (Stenchever, 2001). Como existe una alta correlación entre condición muscular y estado óseo se puede concluir que a músculos débiles le corresponden huesos débiles. Se ha demostrado que el entrenamiento de la fuerza general ayuda a mejorar la densidad ósea mineral, y de esta manera a prevenir la osteoporosis (ACSM, 2004). Sin embargo, no se conoce la magnitud de los componentes de la carga determinada de actividad física que se requiere para que traiga consigo beneficios en la densidad mineral ósea, pero si existen fuertes evidencias que demuestran que la actividad física está relacionada con la prevención de la pérdida mineral ósea (Matsudo, 1999). Aunque la masa ósea puede ser incrementada por terapia farmacológica, la actividad física es la única intervención que puede potencializar las dos a la vez, el incremento de masa ósea y de fuerza, y reduce el riesgo de caídas en la población de adultos mayores. Conociendo de antemano que para desarrollar una respuesta adaptativa al ejercicio se requieren actividades que involucren sobrecarga, es importante enfatizar que el estímulo del hueso es literalmente la deformación de las células del hueso. Las contracciones musculares en ausencia de grandes cargas (como en la natación), también pueden estimular la formación del hueso pero es más difícil estimarlo y no se encuentra evidencia sobre este hecho. Además, se hace necesario identificar que para que exista una completa remodelación del ciclo en la secuencia del hueso (mineralización, formación), se requiere de 3 a 4 meses de estímulo de sobrecarga y mínimo de 6-8 meses es requerido para llevar a cabo un nuevo estado de la masa ósea que sea cuantificable (ACSM, 2004). Según Matsudo (1997), el fortalecimiento de la musculatura conlleva a incrementar la masa muscular proporcionando como resultado un aumento de la densidad ósea. Se debe tener en cuenta que durante el desarrollo de un plan de entrenamiento de la fuerza se debe evitar la maniobra de Valsalva, es decir,

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intento de exhalar aire con la glotis cerrada o con la boca y nariz cerrada. Al llevar a cabo un ejercicio con pesas es necesario realizar la inspiración y espiración durante su ejecución, de esta forma se minimiza el aumento de la presión arterial que inclusive puede ser mejor que en la ejecución de actividades aeróbicas cuando estas técnicas respiratorias son utilizadas. En la segunda o tercera semana del entrenamiento los incrementos de la fuerza muscular generalmente aumentan aproximadamente un 10-15% por semana, durante las primeras 8 semanas de entrenamiento (Matsudo, 1999). Si bien es cierto hoy en día no se estandariza la magnitud de la carga idónea para generar adaptaciones fisiológicas en la población del adulto mayor en cuanto al trabajo con pesas, si se evidencia un aumento de la fuerza muscular cuando se desarrolla un protocolo de fuerza de moderada intensidad.

4.2.5 MENOPAUSIA Y CLIMATERIO Según López Ibor (1998) la menopausia se define como la cesación de la menstruación en la mujer cuando esta llega a la edad critica, que suele ser en el décimo lustro de su vida. El climaterio o edad crítica es el conjunto de hechos de índole general que acompañan el declinar de la vida sexual en un periodo de tiempo que se inicia antes de la menopausia y acaba después. En el climaterio se produce una verdadera crisis endocrina y vegetativa, que se caracteriza por una serie de fenómenos que afectan a todo el organismo. En el estudio cronológico del climaterio se distinguen tres periodos: premenopáusico, menopáusico y postmenopáusico. En el periodo premenopáusico se presentan los fenómenos involutivos que preceden a la aparición de las primeras manifestaciones del climaterio. Estos fenómenos afectan tanto al aparato genital como al organismo general. Así como la primera regla precede a la fertilidad, existiendo entre una y otra un periodo de esterilidad fisiológica, al alejarse en el tiempo la mujer de la madurez sexual, recorre el mismo camino en sentido inverso, al superar los 40 años, solo en pocos casos conserva la capacidad de fecundación, puesto que el índice de fertilidad va descendiendo hasta los 45 años. En el periodo menopausico se presenta en la mujer las primeras manifestaciones del desequilibrio endocrino producidas por la reducción en la secreción del ovario y en las demás glándulas endocrinas. Al desaparecer el cuerpo luteo o cuerpo amarillo y la hormona segregada por el ovario (Foliculina), este altera el ritmo de maduración de los folículos y con él el

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ritmo menstrual y la cantidad de secreción de hormona estrogénica, culminando todo ello en el cese de la regla. En este periodo se producen así mismo una serie de fenómenos generales, siendo los vasomotores los más llamativos. Aparecen sofocos que a veces son violentos, acompañados de una sensación de angustia y de crisis sudorales. Estos fenómenos se manifiestan en mayor o menor grado, según la constitución personal. Finalmente en el periodo postmenopáusico, el ovario queda totalmente inactivo y en la mayor parte de las mujeres origina un descenso de la actividad hormonal correspondiente (estrógenos). Los aparatosos síntomas suelen remitir en el plazo de 4 a 7 meses tras la menopausia. El primer signo de la postmenopausia es la atrofia de la mucosa vaginal (se podría decir que el índice de climaterio lo da el estado de dicha mucosa), que empieza alterarse produciéndose una descamación celular patológica muy diferente a la que tiene lugar en la mujer joven. En esta etapa se aprecia cierto grado de involución de los genitales externos: disminución del vello y aplanamiento del monte de Venus, los labios vulvares se tornan flácidos y arrugados, la vagina se estrecha y pierde elasticidad, se produce atrofia mamaria, aparecen signos externos de virilización como aumento del vello de tipo masculino (hipertricosis), hay tendencia a la adiposidad y pueden aparecer múltiples cuadros clínicos concomitantes tales como la hipertensión, las artropatías y disminución de los niveles de la fuerza general. Se distingue un cuarto periodo que se denomina senilidad en el cual se empieza a reducir los típicos trastornos climatéricos, pasada ya la crisis endocrina producida por el climaterio. En realidad se trata de una fase involutiva postclimaterica en la que se establece una adaptación del sistema nervioso a la situación ocasionada por el cese funcional de las gónadas. 4.2.6 EJERCICIO EN MUJERES POSTMENOPÁUSICAS El ejercicio regular tiene un efecto positivo sobre el mantenimiento de la densidad mineral ósea en mujeres postmenopáusicas, y la acción protectora está localizada en los sitios esqueléticos usados predominantemente (Matsudo, 1999). En un estudio del American College of Sports Medicine (1995) en donde se compara el ejercicio de alto impacto contra el de bajo impacto, en un grupo de mujeres postmenopausicas, se encontró que los dos mantienen la densidad mineral ósea en la columna lumbar, y no se encontró diferencia significativa entre estos dos tipos de ejercicio.

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Aunque el ejercicio es benéfico para prevenir la pérdida de la densidad mineral ósea en pacientes posmenopáusicas, este no parece compensar la deficiencia estrogénica (ACSM, 1995). Las diferencias encontradas en la densidad mineral ósea entre aquellas pacientes que tienen antecedente de una vida de entrenamiento, y aquellas que han sido mucho menos activas, no pueden ser subestimadas. En un estudio de Bassey et al (1995), se encontró que las mujeres de edad avanzada indisciplinadas que no realizan las actividades físicas de forma regular, tienen una menor respuesta en la prevención de la osteoporosis. En una investigación similar Drinkwater et al (1995), mencionan que el ejercicio continuo de fuerza y resistencia (pesas) en diferentes grupos musculares, dos a tres veces por semana, principalmente en miembros superiores e inferiores, mantiene la elasticidad, masa y fortaleza muscular necesarias para mantener la DMO y reducir el riesgo de fracturas por trauma. 4.2.7. OSTEOPOROSIS La osteoporosis es una enfermedad que se caracteriza por una deficiencia ósea que generalmente se encuentra en pacientes de avanzada edad, así mismo, se presenta con mayor ímpetu en las mujeres postmenopáusicas debido a la declinación en los niveles de estrógenos, ya que puede acarrear la posibilidad de sufrir fracturas en el sistema óseo. Aunque se han dado muchas definiciones del término osteoporosis aquella aportada por González et al (1998) engloba los requerimientos actuales: “Enfermedad esquelética sistémica, caracterizada por baja masa ósea y deterioro micro arquitectónico del tejido óseo, con aumento subsecuente en la fragilidad del hueso y en la susceptibilidad al riesgo de fracturas” El inconveniente principal de esta definición es que deja por fuera las causas localizadas de osteoporosis, como neoplasias y la inmovilización prolongada de una parte del cuerpo. Una definición operativa, quizá tenga mayor utilidad para el clínico en su práctica diaria; en ese sentido hay un acuerdo entre varias instituciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Fundación Nacional de Osteoporosis de los EE.UU. y la Fundación Europea de Osteoporosis y Enfermedad Ósea para definirla en términos de la densidad mineral ósea, según parámetros de densitometría ósea (Kanis et al, 2003). De acuerdo con esta definición de categorías

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diagnósticas, válido para mujeres caucásicas adultas, la osteoporosis se considera según los siguientes criterios: 1. Normal. Valor de la DMO no mayor de 1 desviación estándar (DE) por debajo del promedio para adultos jóvenes. 2. Masa ósea baja (osteopenia). Valor de la DMO mayor de 1 DE por debajo del promedio del adulto joven, pero no inferior a 2.5 DE por debajo del mismo. 3. Osteoporosis. Valor de la DMO mayor de 2.5 DE por debajo del promedio del adulto joven. 4. Osteoporosis severa (osteoporosis establecida). Valor de la DMO mayor de 2.5 DE por debajo del promedio para el adulto joven en presencia de una o más fracturas por fragilidad. Matsudo (1999) enuncia que entre menos densidad mineral ósea (DMO) el hueso está predispuesto a sufrir algún tipo de fractura, especialmente fracturas intertrocantéricas del fémur. Datos obtenidos en atletas físicamente activos mostraron que el ejercicio tiene un efecto benéfico sobre la DMO (Stillman et al., 1986). El ejercicio puede ser una medida preventiva o terapéutica para las mujeres que entran en la menopausia trayendo consigo menor riesgo de padecer de osteoporosis. Por otro lado, un estudio realizado con mujeres postmenopáusicas sometidas a un programa de 12 meses de caminata supervisada (20 minutos por día) demostró que la caminata contribuyó a disminuir la pérdida de masa ósea del calcáneo y muy posiblemente de la columna lumbar, así como estableció una mejora de la capacidad funcional (Brooke-Wavell et al, 2001). En otro estudio, Kerr et al (1996), en población de mujeres posmenopáusicas comparando dos protocolos de entrenamiento de resistencia a la fuerza, concluyó que las cargas altas con bajas repeticiones fueron más efectivas en aumentar la masa ósea. Por lo tanto, la actividad física que involucre ejercicios de moderada y alta intensidad como un protocolo de fuerza, puede revertir la pérdida de masa muscular e incluso aumentar la masa ósea en mujeres posmenopáusicas, siendo éste el mejor medio para prevenir el riesgo de fracturas y la declinación de la fuerza muscular en esta etapa.

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5 METODOLOGIA 5.1 DISEÑO

La presente correspondió a una investigación experimental con el siguiente esquema: AG1 O1 O2 O3 X1 O4 AG2 O1 O2 O3 - O4 Donde: A=azar en la conformación de los subgrupos.

G1=GC. Grupo de mujeres postmenopáusicas que actualmente realizan realizaban un protocolo de fuerza-resistencia en forma de circuito. Dicho grupo venían desarrollando el programa con una frecuencia de 3 días a la semana, una intensidad de 2 horas diarias y las cargas que movilizan movilizaban eran de son de 20% de la carga máxima, desarrollándose con auto carga o con máquinas. G2=GI. Con características similares a las del grupo 1. O1= Preprueba. Evaluaciones de fuerza máxima en miembro superior, que consistió en la prueba de press de banco y fuerza resistencia en miembros superiores e inferiores, que involucro las pruebas de máximo número de repeticiones para leg press, el test de levantarse de la silla en 30 segundos y el test de flexión de bíceps para determinar la fuerza resistencia de miembros superiores en 30 segundos. O2=control. Evaluaciones de fuerza máxima y fuerza resistencia, después de 4 semanas del inicio del protocolo de fuerza resistencia. O3=control. Evaluaciones de fuerza máxima y fuerza resistencia, luego de 8 semanas del inicio del protocolo de fuerza resistencia. O4=postprueba. Evaluaciones de fuerza máxima y fuerza resistencia, una vez finalizado el protocolo de intervención de 12 semanas.

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X1= Estimulo experimental. Incrementos de 20% en la carga a levantar acorde a resultados de test previo. - = Sin estimulo.

Hipótesis de investigación (HI): Existen diferencias significativas en los niveles de fuerza general entre un grupo de mujeres postmenopáusicas que realizan entrenamiento de fuerza resistencia en circuito y un grupo que realiza entrenamiento con sobrecarga adicional relacionada con fuerza resistencia. Hipótesis nula (HO): No existen diferencias significativas en los niveles de fuerza general entre un grupo de mujeres posmenopáusicas que realizan entrenamiento de fuerza resistencia en circuito y un grupo que realiza entrenamiento con sobrecarga adicional relacionada con fuerza resistencia.

5.2 POBLACION Y MUESTRA Para el presente estudio se contó con una población perteneciente al gimnasio de Coomeva E.P.S Cartago que cumpliera los siguientes criterios de inclusión: ser mujer en etapa postmenopáusica, que viniera desarrollando un programa de ejercicio en circuito y no presentara patologías osteomusculares o metabólicas diagnosticadas por los médicos de dicha entidad. No se incluyeron en el estudio mujeres que llevaran menos de tres meses de trabajo de fuerza en circuito y que no tuvieran el aval de Coomeva E.P.S Cartago para la participación en el estudio. Para recolectar la información pertinente, fue necesario la creación de una ficha que permitiera tener información de las personas que fueran aptas para llevar a cabo un protocolo de fuerza (ver anexo # 9) y a su vez, tener en cuenta los criterios de inclusión de la presente investigación, ya que era de vital importancia conocer el estado actual de los participantes así como el tiempo de actividad física. Todas las participantes incluidas en el estudio firmaron oportunamente el consentimiento informado (Ver anexo #10).

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Para llevar a cabo esta selección, se utilizó un instrumento de detección de las mujeres que cumplieran con las condiciones arriba mencionadas y que fueran susceptibles de participar en el estudio (ver anexo # 9). Una vez aplicado este instrumento de detección, se seleccionó un grupo de 20 mujeres pertenecientes al gimnasio de Coomeva E.P.S Cartago, las cuales cumplían en su momento con los criterios de participación del estudio. Seguidamente, se realizó un procedimiento de asignación de grupos por azar simple, incluyendo 10 mujeres en el grupo de intervención y 10 mujeres en el grupo control. Al finalizar el estudio, se tuvo una deserción de 3 mujeres en el grupo de intervención y de 4 mujeres en el grupo control, debido a condiciones físicas propias de las participantes que les impidió un normal desempeño en el estudio. Además, a cada una de las integrantes previo a la participación en la investigación, se les informó acerca de los objetivos de la misma y las implicaciones que traía consigo el desenvolvimiento del proceso por medio del consentimiento informado. Fueron partícipes de la investigación, un grupo de mujeres postmenopáusicas que realizaban protocolo de fuerza general y resistencia aeróbica en forma de circuito. Dicho grupo venía desarrollando el programa con una frecuencia de 3 días a la semana, una intensidad de 2 horas diarias y las cargas que movilizaban correspondían al 20% de la carga máxima, desarrollándose con auto carga o máquinas. A este grupo se le realizó un test de fuerza máxima y tres más de fuerza - resistencia (miembro superior e inferior). Dicho grupo se dividió en dos subgrupos aleatoriamente; para la escogencia de los subgrupos, se manejó la técnica de muestreo por azar simple, la cual consiste en extraer de una población finita de N unidades, subpoblaciones de un tamaño fijado de antemano; a uno de los subgrupos se le aplicó un estímulo adicional en resistencia a la fuerza, incrementando el 20% de la carga máxima calculada en los test, mientras que el otro subgrupo siguió con el trabajo en circuito que venían frecuentando sirviendo de control de las variables a intervenir.

5.3 VARIABLES 5.3.1 Variable independiente. Entrenamiento de resistencia a la fuerza. El entrenamiento de la resistencia a la fuerza es la variable independiente del presente estudio. Se desarrolló teniendo en cuenta los siguientes parámetros: duración de 12 semanas, cada 4 semanas de intervención con el protocolo A (grupo intervención) y protocolo B (grupo Control) se realizaron

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controles a los subgrupos (batería de test), y se aumentó la carga en un 20% de la carga máxima, acorde al resultado del test previo del grupo experimental. El protocolo A que se implementó en el grupo intervenido se desarrolló de la siguiente manera. Luego de la ejecución de los test de entrada (anexos #5, 6, 7, 8), se efectuó por medio del azar estadístico la escogencia de los dos subgrupos. De acuerdo a los resultados de las evaluaciones, se incrementó la intensidad en un 20% de la carga máxima ya calculada, y cada 4 semanas de llevarse a cabo el protocolo A y el protocolo B, se realizó los mismos test aplicados al inicio a los subgrupos y se aumentó la carga en un 20% al GI acorde a dichos resultados. Para el desarrollo del protocolo A, se incluyó tres series de 12 repeticiones con un descanso de dos minutos por cada serie ejecutada para cada uno de los 4 ejercicios estipulados en miembro superior e inferior. Para el miembro superior se destinaron un total de 2 ejercicios: press de banco (figura 1) y flexión de bíceps (figura 2); y para miembro inferior 2 ejercicios: Leg Press (figura 3) y flexo extensión de miembro inferior con silla (figura 4).

Figura 1.

Figura 2.

Figura 4.

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Figura 3.

El protocolo B que se venía desarrollando en el gimnasio de Coomeva EPS para las mujeres posmenopáusicas, se denominó como un trabajo en circuito de fuerza muscular y resistencia aeróbica, este consistía en 15 minutos de bicicleta estática seguido por una serie de 15 repeticiones por cada grupo muscular, en un total de siete ejercicios, con el 20% de la carga máxima. Teniendo en cuenta la presente investigación, se optó por no modificar el protocolo B para el grupo control, mientras que para el grupo intervenido se desarrolló el protocolo A. A priori a la ejecución del protocolo A y B, se efectuó un control del grupo en lo que se refiere al tiempo de actividad física y al consumo farmacológico, dicho control se realizó para lograr una manipulación de las variables que intervienen en la investigación (anexo 9). Luego de aplicar el protocolo A y B durante 12 semanas, se comparó la efectividad de los dos programas de acuerdo a los resultados obtenidos.

5.3.2 Variables dependientes: fuerza máxima y fuerza resistencia: •

Fuerza Máxima:

La fuerza máxima se define como la mayor fuerza que es capaz de desarrollar el sistema nervioso y muscular por medio de una contracción máxima voluntaria (Letzelter, 1990), • Fuerza Resistencia: La capacidad de soportar la fatiga en la realización de esfuerzos musculares que pueden ser de corta, media y larga duración, se define como fuerzaresistencia. Supone por tanto, una combinación de las cualidades de fuerza y resistencia, donde la relación entre la intensidad de la carga y la duración del esfuerzo van a determinar la preponderancia de una de las cualidades sobre la otra (González-Badillo et. al., 1995). A su vez, el entrenamiento de la resistencia a la fuerza presenta, según Harre y Leopold (1988), dos manifestaciones: la resistencia absoluta a la fuerza y la resistencia relativa a la fuerza. La resistencia absoluta a la fuerza corresponde al valor medio absoluto del desarrollo repetido de fuerza realizada, y la resistencia relativa a la fuerza, representa la capacidad del atleta de oponerse a la fatiga; no obstante, desde una perspectiva eminentemente práctica se distinguen el entrenamiento de la resistencia general de la fuerza y el entrenamiento especial de la fuerza.

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Variables

Indicador

Ítem

Fuerza resistencia

# de repeticiones

Código Numérico

Fuerza máxima

Kilogramos

Código Numérico

5.4 TÉCNICAS TÉCNICAS E INSTRUMENTOS: La valoración de la fuerza máxima del miembro superior, se hizo a través del número de repeticiones que fuera capaz de realizar, levantando un peso medio tantas veces como pueda el sujeto, protocolo del cual se deriva la fórmula [(LIBRAS X N° REPETICIONES) X 0,03 + N° LIBRAS]. Acá, el peso movilizado “libras” se multiplica por el “número de repeticiones” que el sujeto realiza correctamente, el resultado obtenido se multiplica por una constante (0.03) y a este finalmente se suma el número de peso movilizado (Ramos, 2001) Se utilizó el test de repetición máxima, de acuerdo al protocolo descrito por Sandra Matsudo (1999), el cual requiere de una máquina de musculación denominada press de banco plano, utilizado generalmente para el desarrollo de los músculos pectorales. Este test ha sido descrito en varias oportunidades por Kraemer y Fry (1995), consistente en la realización de una fase de preparación donde se elongan los grupos musculares específicos involucrados directamente con el test; seguidamente a esto, se realiza una serie de 5 a 10 repeticiones con sobrecarga equivalente a 40 a 60% de la carga máxima como forma de calentamiento, durante un minuto el individuo se recupera elongando sus grupos musculares involucrados en la ejecución del ejercicio. En seguida se realizan tres a cinco repeticiones con intensidad entre 60 y 80% de la carga máxima estimada (anexo #5), y finalmente se procede a realizar la última ejecución con el máximo número de repeticiones posibles. La evaluación de fuerza máxima en miembros inferiores (Leg Press), no se logró llevar a cabo como se tenía previsto en la metodología, ya que las participantes del presente estudio manifestaban temor al desarrollar la ejecución del ejercicio con altas cargas, y por lo tanto se optó por evaluar la fuerza resistencia y no poner en riesgo la integridad de las participantes.

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Para la evaluación de la resistencia a la fuerza en miembros inferiores, se utilizó la máquina tipo prensa para el desarrollo del test, que es utilizada principalmente para la zona del cuadriceps (anexo #8). Este test ha sido descrito por Heyward (1998), y consistió en realizar el máximo número de repeticiones con una carga de 20% de la carga máxima estimada, hasta llegar al grado de fatiga. En cuanto a la resistencia a la fuerza, se realizaron dos tipos de test, tanto para miembros superiores como inferiores. Para miembros superiores es utilizado el test de flexión de bíceps donde el evaluado se sitúa sentado en una silla, con la espalda recta y pies totalmente apoyados en el piso. El test comienza con el brazo extendido hacia abajo a un lado de la silla, perpendicular al suelo. A la señal ¡atención ya!, el evaluado flexiona el brazo completando totalmente el ángulo de movimiento, volviendo a la posición inicial con la mano totalmente extendida. Para la ejecución de esta prueba es necesario contar con un reloj de pulso con precisión de segundos, silla sin descansa brazos, y mancuerna de peso entre 2 y 3 Kg. Este test ha sido descrito por Rikli y Jones (1999). El resultado es consecuencia del total de movimientos completos de flexión, realizados correctamente dentro de 30 segundos a la máxima velocidad posible (anexo#7). Finalmente para miembros inferiores se prosiguió con el test de levantarse de la silla en 30 segundos, descrito por Rikli y Jones (1999). Este consiste en que el individuo se sienta en la silla con la espalda recta y pies apoyados en el piso, los brazos cruzados contra el tórax; a una señal, el individuo intentará durante 30 segundos el máximo de repeticiones de sentarse y pararse completamente. Para el desarrollo de esta prueba se recurrió a un reloj de pulso con precisión de segundos y una silla con una altura aproximada de 43 cm (anexo #6). ANALISIS ESTADISTICO Para el manejo de la información se utilizó una prueba estadística denominada diseño experimental por bloques aleatorizados, planteada por Douglas C Montgomery, con el paquete estadístico SPSS versión 13 para Windows Xp. Este método permite establecer la existencia de diferencias significativas entre grupos a través del tiempo utilizando mediciones parciales, estableciendo para el presente estudio un nivel alfa de signficancia de p

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