Independencia del Caribe colombiano

D O S S I E R Independencia del Caribe colombiano 1810-1821 Adelaida Sourdis Nájera La independencia de la Nueva Granada tuvo especiales connotacion

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Independencia del Caribe colombiano 1810-1821 Adelaida Sourdis Nájera

La independencia de la Nueva Granada tuvo especiales connotaciones en la región del Caribe. La emancipación comenzó en Cartagena de Indias el 22 de marzo de 1810 y terminó en la misma ciudad el 10 de octubre de 1821. Dos fechas que señalan los momentos definitivos que abren y cierran el proceso, cuyos antecedentes se remontan a las últimas décadas del siglo XVIII cuando, bajo la égida de José Celestino Mutis, la ilustración española entra en el virreinato, y sus consecuencias se despliegan y surten efectos durante todo el siglo XIX e incluso en las primeras décadas del XX, cuando aún se pagaba la deuda externa contraída para financiar la guerra.1 En las provincias de Cartagena, Santa Marta y Riohacha, el proceso a favor y en contra de la independencia se dio en las ciudades, bien pequeñas por cierto. Las provincias eran vastas extensiones de llanura, montañas y bosque húmedo tropical escasamente pobladas, donde lo urbano primaba sobre lo rural, en medio de condiciones de vida dominadas por los elementos de la naturaleza. La vida giraba en torno a las urbes, que jalonaban la actividad económica y social manejada por la encumbrada casta de blancos criollos y peninsulares, pues la posición social y los bienes económicos estaban unidos a la limpieza de sangre. Los pueblos, distribuidos la mayoría en las márgenes y desembocaduras de los ríos y en las orillas

de las ciénagas, eran en su mayoría pobres caseríos donde se desarrollaba una vida primitiva y atrasada que poco influía sobre los acontecimientos. La independencia se gestó en Cartagena, donde nació el segundo Estado soberano de América, después de Caracas, y en Santa Marta se organizó la resistencia por los partidarios de la monarquía española. Riohacha, la provincia más pequeña, siguió hasta el último momento el derrotero trazado por Santa Marta. En las islas de San Andrés y Providencia, integradas a Cartagena, se siguió un proceso independentista determinado por su condición insular. (Sourdís, 1994 y 2009) Al final, en 1821 el Estado español asentado en Cartagena de Indias rindió a Colombia su último reducto, la Plaza Fuerte, y sus autoridades y ejército partieron para nunca más volver (Sourdís, 2010). Este trabajo presenta episodios decisivos en las provincias de Cartagena y Santa Marta, en el contexto de la Nueva Granada, que marcaron la historia. Dos etapas se dieron en el proceso de independencia en el Caribe, de 1810 a 1815 y de 1816 a 1821. En la primera, las ciudades, villas y corregimientos reasumieron el poder político ante la prisión de los reyes legítimos y la imposición por Napoleón Bonaparte de su hermano José en el trono de los Austrias y Borbones, y formaron Juntas de Gobierno que buscaron su autonomía y defendieron los derechos

1 Ver: Adolfo Meisel Roca (2010)

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de Fernando VII. En la segunda, con el desarrollo de los acontecimientos y las influencias externas, esos cuerpos tomaron un carácter independentista radical, lo que llevó a la formación del Estado independiente y soberano y se concretó en la guerra final liderada por Simón Bolívar.

Cartagena A Cartagena llegaban, por diferentes conductos, las noticias de los acontecimientos españoles de 1807 y 1808. El establecimiento de la Junta de Quito en 1809, su destrucción y el castigo de sus líderes por tropas virreinales de Perú y Santafé pusieron en alerta a los aristócratas terratenientes y a los poderosos comerciantes de la ciudad organizados en el Real Consulado de Comercio. El germen autonomista crecía y se discutía sobre la creación de una junta similar a la de Cádiz. ¿Por qué Cádiz? Cartagena mantenía estrechos vínculos comerciales con esa ciudad. En 1795 de los 35 individuos que integraban el Consulado, 13 eran naturales de aquella ciudad. Un oficio de su Gobernador al gremio cartagenero, fechado el 28 de febrero de 1810, “Oficio del Gobernador de Cádiz con el cual remite una Proclama al Real Consulado de Comercio y Proclama de la Junta Superior de Cádiz a la América Española”, explica la preferencia. El mandatario les envió una extensa proclama de la Junta de Gobierno gaditana, en la cual, después de relatar las vicisitudes de los gobiernos españoles de facto, el desarrollo de la guerra contra los franceses y las ventajas del pueblo de Cádiz para poder resistir, informaba sobre la creación de la Junta Superior de Gobierno, “cuya formación deberá servir de modelo en adelante a los pueblos que quieran erigirse un gobierno representativo digno de su confianza” (Corrales, 1884a, tomo 2: 42-43).

Mompox En la villa de Mompox, la segunda población de importancia en la Provincia, se sucedieron las cosas con celeridad. Situada en la isla de su nombre, en el río Magdalena, se convirtió desde temprana época en el más importante puerto fluvial del reino. El comercio floreció y entre sus moradores se acumularon importantes fortunas, no sólo por los intercambios comerciales, sino por el crecimiento agrícola y el desarrollo de las más grandes ganaderías del país que, aunque situadas varias en la provincia de Santa Marta, eran propiedad de ricos nobles momposinos. Para mediados del siglo XVIII, Mompox

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era la ciudad comercial más importante del reino después de Santafé y Cartagena de Indias. Era también centro del cuantioso contrabando que introducían ingleses y holandeses e inundaba el virreinato de Nueva Granada. En su puerto desembocaban los caminos del trato ilícito que se embarcaba por el Magdalena hacia el interior del país. Como era natural, el antagonismo de los cartageneros con los comerciantes momposinos fue constante2. Las dos ciudades mantuvieron conflictivas relaciones y Mompox, dada su autosuficiencia económica, su Caja Real subsidiaba a la Plaza Fuerte y la existencia de importantes organismos públicos y de carácter cultural, se acomodaba mal a la primacía y control de Cartagena. Un importante grupo de criollos ilustrados residía en la villa y ocupaba cargos en el Cabildo y en el colegio universidad de San Pedro Apóstol (más conocido hoy como colegio Pinillos). Entre ellos figuraban Juan Fernández de Sotomayor, nacido en Cartagena, doctor en Cánones, educado en Santafé en el Colegio de San Bartolomé y graduado en el del Rosario, párroco de la ciudad, masón y autor de un Catecismo Revolucionario que causaría revuelo entre las autoridades peninsulares; Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres, prestigioso abogado del Colegio del Rosario de Santafé, inscrito en la Real Audiencia; su hermano Germán, también abogado rosarista, de quien el Libertador diría que era uno de los hombres que más derecho público sabía; José María Gutiérrez de Caviedes, Rector del colegio de San Pedro Apóstol, natural de Cúcuta, conocido como “El Fogoso” por su encendida oratoria, también abogado del Colegio Mayor del Rosario inscrito en la Real Audiencia; era hermano de Frutos Joaquín Gutiérrez, signatario en Santafé del Acta de independencia del 20 de julio; José María Salazar, apodado “El Sabio”, venía de Rionegro, Antioquia, abogado del Rosario, había sido miembro de la tertulia de “El Buen gusto” en Santafé, y Pantaleón de Germán Ribón, comerciante momposino, Regidor y Comandante Militar de la ciudad. Estos hombres estaban al tanto de los acontecimientos europeos, pues por las vías del contrabando llegaban a Mompox, libros, impresos y noticias de lo que ocurría. En 1809, el Comandante de ingenieros Vicente Talledo, nombrado por el Virrey, le escribía sobre las “ideas libres y criminales” que se cocinaban en el puerto ribe2 Sobre Mompox, ver: David Ernesto Peñas y Oscar Árquez Van –Stralen (1994) y Pedro Salzedo del Villar (1987).

reño. Su enfrentamiento con los momposinos que le opusieron toda clase de trabas, fue extremo. Su hostigamiento llegó a tal punto en razón del reconocimiento de la Suprema Junta Provincial, que aquellos se levantaron contra él obligándolo a salir de la ciudad y lo demandaron ante la Junta solicitando su remoción. El sobreseimiento de su causa, pues alegó que cumplía órdenes del Virrey, fue otro motivo de encono de los momposinos contra los cartageneros. La noticia de la revolución de Santafé y su desconocimiento del Consejo de Regencia, conocida en Mompox en la noche del cinco de agosto, causó júbilo y revuelo entre los habitantes que se apresuraron a declarar su independencia. Pero fueron más lejos que la capital, pues mientras allí se reconoció al Rey, los momposinos no sólo desconocieron al Consejo de Regencia que gobernaba en su nombre sino que desmontaron su retrato y las armas de España de la Sala Capitular. La ciudad se volcó a las calles y con vítores, aclamaciones, música, pólvora y repique de campanas armó tremenda celebración. El pueblo eligió a dos regidores patriotas, el Alcalde Ordinario, Pantaleón de Germán Ribón, y el catedrático José María Gutiérrez de Caviedes como sus representantes en la corporación, en reemplazo de dos concejales afectos al Rey. El seis de agosto, reunidos los miembros del Ayuntamiento en la sala Capitular, reconocieron a la Junta provisional formada en Santafé. El 10, reunidos nuevamente para agradecer la actuación de los elegidos en los sucesos del cinco, uno de los capitulares, probablemente el mismo Gutiérrez de Caviedes, pidió descolgar el escudo de armas de España y reemplazarlo por la imagen de la libertad, lo cual fue aplaudido y aprobado (Corrales, 1884: doc. VII: 190). La determinación junto con el acta del cinco de agosto fue comunicada a la Junta Provincial donde cayó como un balde de agua fría. Cartagena no podía aceptar que la rica Mompox se separara de su tutela y, menos aún, que reconociera a la junta de Santafé, cuya capitalidad desconocía. García de Toledo, presidente de la Junta Provincial, en extenso informe a la corporación manifestó alarmado: …A la primera noticia de la revolución de Santafé, se suscribe a ella sin conocimiento de esta capital, proclamando su libertad e independencia absoluta del Consejo de Regencia … de suerte que hasta ahora se ignora a que distrito o nación pertenecía Mompós en esta jornada… Siendo ella parte de una provincia que ni se ha separado del Gobierno de España, ni sustraídose de los jefes

y autoridades constituidos por el mismo Gobierno, no tiene absolutamente arbitrio de erigirse su absoluta independencia, sin caer en el caso de aquella verdadera rebelión que caracterizan las leyes [a] cuyos generales principios está sujeta toda la provincia (Corrales, 1884, Doc. LXXIV: 210-217) En enero y febrero de 1811, ocurrió el primer enfrentamiento civil en Nueva Granada. Mompox fue sometida a sangre y fuego por tropas cartageneras al mando de Antonio José de Ayos, síndico procurador de Cartagena. Los momposinos se enfrentaron valientemente a la expedición militar en el sitio de Las Quintas, pero sus cañones de guaduas no eran oponentes para los bronces de la Plaza Fuerte. Ayos llevó a cabo una severa represión y los dirigentes momposinos fueron apresados y sus bienes confiscados. Algunos huyeron, entre ellos Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres, quien se fugó a Socorro. Con grilletes en los tobillos, llegaron a Cartagena notables personalidades, entre ellas los tres hermanos Cárcamo, tíos de los Piñeres. Aunque Germán y Gabriel desaprobaron la separación de Mompox de Cartagena y su adhesión a la Junta de Santafé, resintieron muchísimo el trato dado a sus coterráneos. La intervención de Germán logró que a algunos les devolvieran sus bienes y fueran puestos en libertad, pero otros, aunque sin grilletes, permanecieron encarcelados hasta después del once de noviembre del año siguiente.

Independencia absoluta La independencia absoluta de Cartagena se ha presentado como el resultado de un acto tumultuario en el que pardos, negros y mulatos dieron un golpe de Estado a la Junta de gobierno, lo cual desconoce el origen y la realidad de los hechos. Desde el establecimiento de la Junta Suprema de Gobierno en la ciudad amurallada se perfilaron dos facciones políticas: la de los Radicales y la de los Autonomistas. Los primeros querían la libertad absoluta, dirigidos por los momposinos Germán y Gabriel Gutiérrez de Piñeres y otros cartageneros de significación. Germán era abogado del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, experto en derecho público, asesor de la Armada Real en el Apostadero de Marina, y Gabriel, dedicado al comercio ultramarino, era regidor perpetuo3 del Cabildo de Cartagena. Los Autonomistas, 3 Los regidores perpetuos eran aquellos que compraban al Rey el cargo, el cual podían traspasar a otra persona siempre y cuando reuniera las calidades requeridas.

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Fachada del Cine Padilla. Boceto Eduardo Polanco

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liderados por José María García de Toledo, rico terrateniente, nieto del Conde de Pestagua, abogado del Colegio del Rosario y miembro prominente del Cabildo como Alcalde de primer voto, eran conocidos como el partido de los “Regentistas” o “Aristócratas”, pues insistían en el reconocimiento del Consejo de Regencia. Consideraban inoportuna la independencia de España, entre otras cosas, porque temían que pardos y negros libertos organizaran una revolución como sucedió en Haití, en donde casi perece la civilización de los blancos y, además, no estaban dispuestos a renunciar a sus prerrogativas de clase. Recuérdese que la población de Cartagena estaba compuesta en gran parte por pardos, negros y sus castas. La organización económica les preocupaba, pues sabían que la ciudad dependía, en cerca de la mitad de sus ingresos, de los situados o transferencias de la Caja Real de Santafé, que reunía los ingresos de las cajas de todo el país, y que cerca del 80% de sus egresos se empleaban en sufragar los altos gastos militares que demandaba la defensa del imperio en el Caribe4. En un principio, García de Toledo ganó el apoyo de los estamentos populares: artesanos, pequeños comerciantes, oficiales de baja graduación, hombres de mar y, en general, una nutrida población blanca pobre, parda

y mestiza, residente en el barrio Getsemaní, conocido como el “arrabal”, por estar en las afueras del centro y principal recinto de la ciudad, pero posteriormente estas gentes se unieron a los Radicales cuya prédica fue más convincente, entre otras razones por la simpatía de este partido hacia las clases subalternas y hacia los esclavos cuya libertad ofrecía5; lo que demuestra que en los estamentos populares no existía un proyecto político definido. En estas circunstancias, el 19 de junio de 1811, los Radicales presentaron al Síndico Procurador de la ciudad un preciso petitorio firmado por Miguel Días Granados, Joaquín Villamil, Basilio del Toro de Mendoza, Germán Gutiérrez de Piñeres, Manuel Rodríguez Torices, José Fernández de Madrid y cuatrocientos setenta y nueve individuos más, en el que solicitaban la formación de una constitución provincial que dividiera el poder público en sus tres ramas, Legislativa, Ejecutiva y Judicial y desconociera el Gobierno de la Península6. Fernández Madrid y Rodríguez Torices habían estudiado en el Colegio del Rosario en Santafé y editaban el periódico “El Argos Americano, papel político, económico de Cartagena de Indias”. Torices gobernó el Estado de Cartagena entre 1812 y 1814, y ambos fueron presidentes de las Provincias Unidas de Nueva Granada entre 1814 y 1816.

4 Sobre el situado de Cartagena y su peso en las finanzas, ver: Meisel (2003). Sobre la función defensiva de Cartagena, ver: Rodolfo Segovia (2006).

5 Con motivo de la independencia Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres libertó a sus esclavos en Mompox. 6 Corrales (1889, Tomo 2: 72-73).

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Ante el mantenimiento del statu quo, se valieron de los estamentos populares, liderados por Pedro Romero que acudieron en tumulto a la sede de la Junta, y dieron un golpe de Estado el 11 de noviembre de 1811. La Junta, entonces, se vio obligada a declarar la independencia absoluta de España y crear el “Estado libre, soberano e independiente” de Cartagena de Indias. El Acta suscrita ese mismo día es un modelo de reflexión que explica en detalle las circunstancias y los antecedentes que llevaron a la decisión de separarse de España. Su consistencia y extensión muestra que no fue un documento concebido al calor de circunstancias espontaneas, sino, todo lo contrario, fruto de sesuda y madura reflexión7. En ella se reconoce la influencia del proceso de independencia de los Estados Unidos.

Santa Marta En Santa Marta las ideas liberales poco o nada se conocían en los albores del siglo XIX8. Los esporádicos viajeros que por allí pasaban eran empleados de gobierno o comerciantes que no se involucraban en política. Sólo se recibían los periódicos oficiales y la traducción de los Derechos del Hombre no llegó a esas latitudes. La región era muy pobre, principalmente por la escasez de población. No obstante, en 1810, las noticias de las ocurrencias en Cartagena y la participación en los hechos de Miguel Díaz Granados, miembro prominente de la sociedad samaria, motivaron a algunos criollos a seguir el ejemplo de la Plaza Fuerte. Lo ocurrido en Santafé el 20 de julio los reafirmó en sus propósitos y los vecinos principales pidieron al Gobernador que convocara a Cabildo Abierto para elegir una Junta de Gobierno, lo cual se hizo el 10 de agosto de ese año. El Cabildo eligió un cuerpo de once miembros presidido por el Gobernador y con participación del clero. Determinó que: “Se instalase y gobernase el pueblo en los mismos términos propuestos por el citado ilustre ayuntamiento de Cartagena, por parecer los más conformes a la seguridad del pueblo...” (Amarís Maya, 1978). Es decir, recortando las funciones del Gobernador quien debería actuar junto con el Vicepresidente, José Munive y un vocal, Antonio Viana, promotores de la formación de la Junta. 7 Ver Acta de Independencia Absoluta de Cartagena de Indias en El Argos Americano, Suplemento, 18 de noviembre de 1811; y en Corrales (1889). 8 Sobre Santa Marta, ver: Restrepo Tirado (1953).

Víctor Salcedo y Somodevilla, el Gobernador, escarmentado con lo ocurrido a su colega Montes en Cartagena, aceptó el pronunciamiento, pero desde ese momento empezó a maquinar el cambio. El 22 de diciembre logró que se reuniera una multitud vociferante en la plaza de la ciudad para pedir un cambio en la Junta. Con la fuerza pública a su disposición, accedió a las peticiones de la turba y los patriotas de la corporación no tuvieron más remedio que aceptar los hechos. Días después, Viana renunciaba y se trasladaba a Mompox. El 7 de mayo de 1811, desembarcó el nuevo Gobernador y Comandante General designado por el Consejo de Regencia, Tomás de Acosta, buen político como su antecesor, quien hábilmente manipuló la situación hasta conseguir la liquidación de la Junta, hecho que se llevó a cabo el 26 de junio. Desde ese momento, Santa Marta se convirtió en el primer bastión realista del país adonde confluyeron los españoles y criollos enemigos de la causa libertaria (Sourdis, 1994).

Valledupar y los pueblos del río No toda la provincia samaria apoyó al Rey. En los pueblos del río, Remolino, Guaímaro y Sitionuevo y en la ciudad de Valledupar se organizaron grupos que apoyaron la revolución. En esta última, la familia Fernández de Castro, dirigida por una aguerrida dama, doña Concepción Loperena de Fernández de Castro, y otros criollos principales buscaron la independencia (Sourdís, 1994). El 22 de mayo de 1811, cuatrocientos vecinos se pronunciaron contra el Rey y las autoridades españolas. Posteriormente, el 4 de febrero de 1813, el cabildo de Valledupar declaró la independencia absoluta. Doña Concepción leyó el Acta, tomó juramento de fidelidad a los presentes y quemó el escudo y el retrato del Rey. El ejemplo de Valledupar lo siguieron Barrancas, el 26 de marzo y Chiriguaná, el 25 de mayo.

Riohacha Esta provincia presentó siempre una situación bien precaria. Poblada en su mayor extensión por indígenas guajiros que nunca pudieron ser sometidos al dominio español, mantenía en su capital una escasa vecindad de españoles y criollos que subsistían de alguna agricultura, el contrabando y el comercio con los indios. Estos aguerridos dueños del suelo, armados por ingleses y holandeses, asolaban y robaban los cultivos de españoles y crio-

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llos y traficaban con los extranjeros a lo largo de la costa guajira. Constituyeron un permanente problema para las autoridades coloniales e impidieron el afianzamiento del Estado en su desértica región, pues defendieron con fiereza su libertad y sus costumbres. En Riohacha, se constituyó una Junta Suprema de Gobierno el 17 de septiembre de 1810 presidida por el Gobernador, la cual se manifestó fiel a la monarquía y se negó a aceptar la autoridad de Santafé. Los indígenas, amistados con las autoridades por las facilidades que les habían concedido para comerciar con Riohacha, respaldaron las pretensiones realistas aunque nunca formaron parte de los cuerpos de milicias.

La reconquista La reconquista de la Nueva Granada por el ejército expedicionario comandado por el General Pablo Morillo, se inició desde abril de 1815 con la ocupación de la provincia de Cartagena llevada a cabo por tres frentes: uno organizado desde Santa Marta por el Gobernador y Capitán General del Reino (el virreinato había sido suprimido), Francisco de Montalvo y Ambulodi, contra la línea del Magdalena, cuyas cabeceras eran Barranquilla y Mompox, y dos por el ejército expedicionario. El sitio fue una lucha dura y sin cuartel durante un año que sacrificó a un tercio de la población de la provincia y a la mitad de los habitantes de la ciudad, liquidó la clase dirigente, destruyó la economía, y dejó un saldo de desolación y miseria, causa principal de la decadencia posterior de la región. Es importante recalcar que la ofensiva de Morillo no se limitó a la Ciudad Amurallada, sino a toda la provincia. Tres expediciones que partieron por tierra desde Santa Marta cruzaron el Magdalena en diferentes puntos y ocuparon todos los pueblos que hoy conforman los departamentos de Atlántico, Bolívar, Córdoba y Sucre. Simultáneamente la escuadra española sitió a la ciudad por el mar. Cerca de 17 poblaciones fueron incendiadas, unas por orden del gobierno cartagenero para que el enemigo no encontrara recursos, otras, entre ellas Barranquilla, en represalia por los realistas. La ciudad amurallada fue sitiada por mar y tierra durante 107 días. Las tropas invasoras impidieron la entrada de alimentos y refuerzos. Bien sabía Morillo que a Cartagena sólo podía rendírsela por hambre. Caballos, burros, perros, cueros, ratas y otras alimañas fueron consumidos por una población hambrienta que prefirió la muerte antes que entregarse. El cinco de diciembre de 1815, al caer

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la tarde, los patriotas evacuaron la ciudad en una flotilla de naves corsarias que logró burlar el cerco de los barcos realistas. Muchos naufragaron y otros fueron abandonados por los corsarios en playas panameñas, después de haber sido despojados de las pocas pertenencias que habían logrado salvar. El seis de diciembre los españoles entraron a la ciudad donde sólo encontraron desolación y muerte. Eran tantos los cadáveres y tal la pestilencia, que Morillo ordenó apilarlos en barcazas, echarlos al mar y hacer sahumerios en toda la ciudad. Los relatos cuentan que se formó sobre la Plaza una densa nube que la cubrió durante varios días (Sourdis, 1988).

Independencia segunda etapa En 1817 comenzó el declive del dominio español. Bolívar invadió el continente por la vía del Orinoco, en la provincia de Guayana, fundó la segunda república de Venezuela, estableció su capital en Angostura (hoy, Ciudad Bolívar) y se aprestó a invadir Nueva Granada, cruzando los Andes desde los llanos de Casanare. Atacados por donde menos lo esperaban, los españoles fueron derrotados en el Pantano de Vargas el 25 de junio de 1819 y en el puente de Boyacá el 7 de agosto siguiente. Santafé cayó en manos de los patriotas, pero no así el Gobierno realista que huyó a buscar refugio en la joya de la Corona, Cartagena de Indias, donde tenía la posibilidad de recibir refuerzos de Cuba y Panamá. El nueve de agosto, apenas conoció la noticia de la derrota de Barreiro en Boyacá, Sámano salió de Santafé, amparado por la oscuridad de la noche, acompañado de la Real Audiencia, otras autoridades y numerosas personas afectas al Rey. Huyó precipitadamente con su guardia personal. Dejó todo abandonado y en lo único que pensó fue en poner tierra de por medio con las tropas de Bolívar. El gobierno de Cartagena había quedado en manos del Brigadier Gabriel de Torres y Velasco, nombrado por el Capitán General del Reino −el virreinato había sido suprimido por el Consejo de Regencia−, Francisco de Montalvo y Ambulodi. Torres era un militar de carrera, buen administrador, profundamente leal al Rey pero de tendencia liberal. Cinco años llevaba ejerciendo su mandato cuando el virrey Sámano y las autoridades virreinales llegaron a Cartagena a finales de agosto de 1819, después de la caída de Santafé en manos de los patriotas. El anciano militar no confiaba en él y comenzó a interferir en el gobierno buscando asumir el control político e indisponerlo con la guarnición y los altos mandos milita-

Acceso Principal al cine Padilla. Foto Anónimo 1969.c.Propiedad Fototeca Histórica Cartagena de Indias

res. Los enfrentamientos no demoraron. En octubre, el Gobernador escribía al Rey manifestándole que el Nuevo Reino se perdía y culpaba al Virrey del desastre que veía venir (Sourdís, 2010). Con fundamento en la constitución de Cádiz de 1812, vigente nuevamente en España a partir de 1820, asumió el mando militar y político después de deponer a Sámano y enfrentarse con la Real Audiencia, pues se negaron a jurar la carta magna. Fue respaldado por casi toda la oficialidad, las tropas y la menguada elite que quedaba en la ciudad, entre ella los miembros del Cabildo que habían sido nombrados por él. Ante estos hechos Virrey y Audiencia se embarcaron para Jamaica el cinco de julio de 1820 (Sourdís, 2010).

El drama toca a su fin Gabriel de Torres quedaba como único y legítimo representante del Estado español en Nueva Granada con sede en la plaza fuerte de Cartagena de Indias. Se acercaba el momento más crucial de su carrera: defender los

restos de ese Estado al cual había dedicado su vida, contra fuerzas victoriosas muy superiores, impulsadas por la gloria y la pasión de construir un país libre y soberano. La dominación española tocaba a su fin y el recinto amurallado era uno de los últimos pedacitos de tierra que le quedaban a España en Cundinamarca, que así se llamaba el país, pues el nombre de Nueva Granada había sido suprimido desde 1819 por la Ley Fundamental que creó a Colombia. El gobernador propuso a Bolívar una conciliación en la cual pedía deponer los odios, olvidar lo pasado, reunir nuevamente a los pueblos y volver al amparo de la corona española. La indignación del Libertador fue mayúscula y su respuesta, dada a través de su ayudante, el 28 de agosto de 1820, contundente: … es el colmo de la demencia, y aún más, de lo ridículo, proponerle a la República de Colombia su sumisión a la Nación española, a una Nación siempre detestablemente gobernada; a una nación que es el ludibrio de la Europa y la execración de la América, por sus primeras

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degollaciones y por sus posteriores atrocidades…(Corrales, 1884: Tomo 2, doc. 338: 415-416).

Comenzaba el epílogo de la ofensiva por la costa del Caribe y de dieciséis meses de asedio a Cartagena por tierra y mar por las tropas colombianas, al mando del Coronel Mariano Montilla y las fuerzas navales comandadas por el Almirante Luís Brion y el Capitán de Navío José Padilla. Pero la toma de la ciudad sería lenta, pues la Plaza aprovisionada era inexpugnable. Había que cortarle sus suministros y rendirla por hambre como lo habían hecho los españoles en 1815. Desde Barranquilla, Montilla marchó sobre la ciudad. Llegó a Turbaco el primero de julio de 1820, sentó cuartel y estableció el bloqueo de la Plaza por tierra. En el mar, la escuadra comandada por Brión cerró el cerco y, por el río, Padilla se internó por el canal del Dique para cubrir ese acceso a la ciudad e impedir que entraran suministros del interior. El resto de la provincia, salvo Corozal y sus inmediaciones, estaba dominado. El golpe final lo dio Padilla. Con sus fuerzas sutiles se había tomado el Canal del Dique con el fin de entrar a la bahía, pero en ese momento estaba situado en Chimá, en cercanías de Lorica, pues se le había ordenado retirarse hacia allá en razón del armisticio pactado por Bolívar y Morillo para regularizar la guerra. Contaba de 45 a 50 buques menores, entre flecheras y bongos armados y 1200 hombres de desembarco (Sourdís, 2010). Roto el armisticio en abril, en acuerdo con Montilla, sin pensarlo dos veces, entró en acción. Con el mayor sigilo bajó por el Sinú y salió al mar. Afrontando difíciles condiciones marítimas, las embarcaciones atravesaron el golfo de Morrosquillo, bordearon la costa y entraron nuevamente a la bahía de Barbacoas donde, en esa época, desembocaba el canal del Dique, y entraron al caño del Estero, vía que comunicaba a esa porción de mar con la bahía externa de Cartagena. El cuatro de mayo entró a la bahía externa de cuyas aguas se apoderó poco a poco y esperó el momento propicio para atacar. Entró en acción el 24 de junio en la noche de San Juan. Las naves españolas estaban surtas en el muelle del Arsenal (actual localización de los parqueaderos del Centro de Convenciones) al abrigo de las murallas en la bahía de las Ánimas. Hacia la media noche, en absoluto silencio y con sus buques sin luz alguna, Padilla ordenó levar anclas. Sus fuerzas cayeron sobre las naves españolas, las abordaron y echaron a pique, ante la confusión de la guarnición, que no pudo reaccionar. Algunas embarcaciones se capturaron, lo mismo que armas municio-

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nes y víveres. Según el informe de Padilla murieron cerca de 100 españoles y tres colombianos (Urueta, 1889: 14). Destruida la marina y ocupada la bahía interna, en los días siguientes se rindieron las fortalezas de Bocachica. La entrega de la ciudad fue entonces inminente. Torres no tuvo otro camino que pedir una rendición honrosa a lo que se accedió. Se acordó que se entregaría la Plaza el 10 de octubre, si antes no recibía socorros, y se conservarían todos los bienes y enseres existentes en ella. Los soldados de la guarnición prestarían juramento de no servir contra Colombia en la guerra que se libraba, pero no así los oficiales. Éstos conservarían sus banderas, sus espadas y equipajes y la tropa sus mochilas. Se autorizó a todos embarcarse en buques colombianos hacia Sabanilla o Santa Marta para ser transportados desde allí hacia Cuba. Igual se hizo con las familias que no quisieron seguir en Cartagena. La capitulación garantizó la seguridad de los habitantes de la ciudad y aseguró el respeto de sus propiedades, sin importar sus opiniones políticas (Restrepo, 1969: 290-291). El 10 de octubre de 1821, en medio de salvas de fusilería, el Gobernador español, su estado mayor y sus tropas, abandonaron Colombia para nunca más volver.

Bibliografía Amarís Maya, Rafael (1978, abril, mayo, junio), Santa Marta en la emancipación Neogranadina. En Boletín de Historia y Antigüedades, V. 65, No. 721, Bogotá. Castro Tres Palacios, Pedro (1979), Culturas aborígenes cesarences e independencia de Valledupar. Bogotá: Casa de la Cultura Valledupar. Sociedad Bolivariana del Cesar. Corrales, Manuel Ezequiel (1884). Documentos para la historia de la Provincia de Cartagena de Indias hoy Estado Soberano de Bolívar en la Unión Colombiana, 2 v. Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas. Corrales, Manuel Ezequiel (1884a), “Oficio del Gobernador de Cádiz con el cual remite una Proclama al Real Consulado de Comercio y Proclama de la Junta Superior de Cádiz a la América Española”. Docs. XIX y XX. En Corrales (1884), Tomo 2: 42-49. Corrales, Manuel Ezequiel (1889), “Representación para que se expida la Constitución”. Efemérides y Anales del Estado de Bolívar. Bogotá:Casa Editorial de J. J. Pérez. 4 v. Tomo II: 72-73. Cuño, Justo (2008). El retorno del Rey: El restablecimiento del régimen colonial en Cartagena de Indias (1815 – 1821). Castelló de la Plana: Universitat Jaume I.

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