Revista Del Observatorio Del Caribe Colombiano

Revista Del Observatorio Del Caribe Colombiano A G U A I T A No 23-DICIEMBRE DE 2011-PRECIO $15.000 C A R T A G E N A D E I N D I A S - C

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Revista

Del

Observatorio

Del

Caribe

Colombiano

A G U A I T A

No 23-DICIEMBRE DE 2011-PRECIO $15.000

C A R T A G E N A

D E

I N D I A S

-

C O L O M B I A

A G U A I T A

REVISTA DEL OB SERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO

A G U A I T A

REVISTA DEL OB SERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO Número

23

/ DICIEMBRE

DE

2011 /

Director Académico Directora Ejecutiva (E) Editor CONSEJO EDITORIAL

Alberto Abello Vives Weidler Guerra Curvelo Cristo Figueroa Sánchez Adolfo Meisel Roca Claudia Mosquera Jorge Nieves Oviedo María Trillos Amaya Fabio Zambrano Pantoja Gloria Triana

CARTAGENA

INDIAS

Antonio Hernández Gamarra Beatriz Bechara de Borge Ariel Castillo Mier

CONSEJO ASESOR

María del Rosario Guerra de la Espriella Jaime Abello Banfi Carmen Arévalo Correa Patricia Iriarte Díaz Granados Mario Giraldo Beatriz Bechara de Borge Roberto Burgos Cantor Gustavo Bell Lemus

ENTIDADES DE APOYO

Universidad del Atlántico Universidad de Cartagena Universidad de Córdoba Universidad de La Guajira Universidad del Magdalena Universidad Popular del Cesar Universidad de Sucre Cámara de Comerciode Cartagena Cámara de Comercio de La Guajira Cámara de Comercio de Montería Cámara de Comercio de Sincelejo

concepto gràfico

Eduardo Polanco

diseño gràfico y diagramaciòn

Joaquín Camargo

colaboradores en este nùmero

Antonio Hernández Gamarra Patricia Iriarte José F. Buscaglia Salgado Alberto Abello Vives Joaquín Viloria De La Hoz Luis Elías Calderón Gloria Triana José Padilla Priscila Herrera de Núñez Adelaida Sourdís Nájera Aline Helg Cristo Hoyos Oscar Collazos Guillermo Tedio Rafael Vergara Navarro Juan Gustavo Cobo Borda Jesús Guanche Jacques Gilard Alfonso Rodríguez M. Cristo Rafael Figueroa Sánchez Rubén Darío Álvarez P.

fotografías

DE

Alberto Abello Vives Joaquín Viloria de La Hoz Juan Diego Duque Jose Dangond Teresa Cepeda Regina Delgado

Eduardo Polanco Fototeca Histórica Cartagena de Indias Rubén Darío Álvarez P. impresión Gráficas DUCAL canje, suscripciones y correspondencia Getsemaní, Calle del Guerrero No 29-02 2do piso, Cartagena de Indias, Colombia telèfonos 6602491-6601364-660239 apartado aereo 1549 correo electronico aguaitacaribe.org sitio web www.ocaribe.org El material de esta publicación puede ser reproducido parcial totalmente, citando la fuente y el autor. Las opiniones expresadas en los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen al Observatorio del Caribe Colombiano. Impreso en Colombia, Printed in Colombia, Bogotá, Colombia, Diciembre de 2011 issn

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Editorial Opinión La reforma a las regalías: ¿se fortalece la institucionalidad? Antonio Hernández Gamarra 11 El proceso de integración regional del Gran Caribe en el diario El Tiempo, 1994-2005 Patricia Iriarte 21 El Caribe al final de la era usoniana: Hacia un nuevo modelo de confederación José F. Buscaglia Salgado 38 Curazao: más fragmentación, menos integración del Caribe Alberto Abello Vives. Entrevista a Ieteke Witteveen 59 Economía y Sociedad La economía anfibia de la isla de Mompox Joaquín Viloria De La Hoz 64 Cultura Una deslumbrante anonimia Oscar Delgado en la poesía colombiana Luis Elías Calderón 89 Entrevista a Rogelio Martínez Furé Gloria Triana. 98 Dossier Al respetable público de Cartagena José Padilla 108 Un asilo en La Goajira Priscila Herrera de Núñez 111 Independencia del Caribe Colombiano 1810-1821. Adelaida Sourdís Nájera 113

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El general José Padilla: un itinerario militar y político en la construcción de la Nueva Granada independiente Aline Helg 122 En el siglo XIX temprano, mientras Cartagena se independizaba, La Habana plantaba Alberto Abello Vives 133 Artes Plásticas Justo Manuel Tribiño Sánchez, la fotografía en el Sinú y las sabanas de Bolívar Cristo Hoyos 144 La Alegría de Leer Para leer el Caribe Oscar Collazos 148 Textos de medianoche o la ética del buen leer Guillermo Tedio 152 Libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835 Rafael Vergara Navarro 155 José Luis Díaz-Granados, poeta Juan Gustavo Cobo Borda 156 David Sánchez Juliao Juan Gustavo Cobo Borda 158 El tigre en el imaginario del Caribe colombiano Jesús Guanche 159 Irrupción de la pasión en una vida rutinaria Jacques Gilard 161 El hacer cotidiano del país silenciado Cristo Rafael Figueroa Sánchez 164 La Alegría de Bailar Mingo Pimientel, el cajero innombrado Rubén Darío Álvarez P. 169 Noticiero 187 Autores 199

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L A I R O T I D E

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n este año 2012, el Observatorio del Caribe Colombiano celebra 15 años de existencia, dedicados al estudio, la reflexión y la divulgación del conocimiento sobre el Caribe colombiano.

Durante estos 15 años, la revista Aguaita, uno de los medios de divulgación del Observatorio, se ha constituido en un espacio de encuentro y reflexión para los investigadores a nivel regional, nacional o internacional, que analizan, dialogan y debaten sobre los temas económicos, sociales y culturales del Caribe colombiano, desde diferentes perspectivas, enfoques y disciplinas, sujetos siempre al rigor académico y al empleo de un lenguaje comunicativo, accesible a un público amplio. Leal y coherente con tales propósitos, definidos en nuestro número inicial, Aguaita 23 ofrece en la presente edición un material variado que garantiza una visión amplia y plural de la región, abarcadora tanto de la actualidad, como del pasado, en sus proyecciones futuras. Destacamos, entre otros, los trabajos del doctor Antonio Hernández Gamarra, director académico del Observatorio del Caribe Colombiano, reflexiona sobre la reforma a las regalías en Colombia y su incidencia sobre la institucionalidad del país para la asignación del gasto público; el historiador Joaquín Viloria analiza la economía anfibia de la histórica isla de Mompox; el acostumbrado dossier de nuestra revista, dedicado con ocasión del Bicentenario de la Independencia de Colombia, a la figura de José Padilla, sacrificado prócer de caribeño en esa lucha, ahonda, desde la miradas diversas de estudiosos nacionales y extranjeros, en la significación de su figura, sus acciones y sus obras; el joven investigador Luis Elías Calderón rescata la valiosa obra del poeta Oscar Delgado, víctima de la violencia partidista, cuando apenas comenzaba su renovadora producción. Asimismo, como en los números más recientes de la revista, Aguaita 23 se preocupa por la apertura temática para abarcar el Gran Caribe. En esta línea figuran la entrevista con la antropóloga Ieteke Witteveen, en Curazao, que nos alerta sobre la peligrosa tendencia en la región hacia la fragmentación, en lugar de la salvadora integración, y los artículos de Patricia Iriarte sobre el proceso de integración regional del Gran Caribe en el diario El Tiempo y el del profesor José F. Buscaglia Salgado, quien examina el candente y alarmante escenario del Gran Caribe en lo que denomina “el final de la era usoniana”. La realidad del Caribe colombiano nos invita a seguir liderando la reflexión y discusión sobre los temas prioritarios para el desarrollo regional. Por ello, el Observatorio ha elaborado y socializado, en los últimos meses, en diferentes foros regionales, el documento “Agenda Caribe: un propósito colectivo”, que contiene las líneas de acción prioritarias para reducir la pobreza y disminuir la inequidad. Esta propuesta surge de un análisis de la realidad regional, respaldado con cifras y estadísticas del SID Caribe, el Sistema de Indicadores de Desarrollo, con el que periódicamente le hacemos seguimiento a la situación social y económica de la región. La celebración de los quince años del Observatorio se centrará en el análisis prospectivo de la región, el cual se afianzará con el ofrecimiento de un programa de educación formal de postgrado en este campo y la planeación estratégica de la Corporación con la participación de expertos y actores regionales. Los invitamos a acompañarnos en esta actividad colaborativa y en las Aguaitas futuras que reforzarán nuestra tarea de divulgación de los estudios regionales. Esta edición de Aguaita no puede pasar por alto el suceso luctuoso que constituye el fallecimiento de Madalina Barbosa Senior (1961-2011), vinculada al Observatorio del Caribe Colombiano desde su fundación, inicialmente, como asesora jurídica y, más adelante, como directora ejecutiva, cargo del que debió retirarse por su penosa enfermedad. A su entusiasmo, sus ideas y su espíritu conciliador, esta institución debe buena parte de los logros alcanzados en beneficio de la región del Caribe Colombiano. Registramos este hecho con profundo pesar, pero confiamos en que su memoria servirá como ejemplo a las generaciones venideras en el esfuerzo por contribuir al progreso de la región y del país.

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O P I N I Ó N

La reforma a las regalías: ¿se fortalece la institucionalidad? Antonio Hernández Gamarra

Introducción Son dos los objetivos de este documento. El primero de ellos es examinar los principios que en Colombia gobernaban, con anterioridad a la reforma de 2011, la generación, distribución y uso de las regalías por la explotación de los recursos naturales no renovables (RNNR). El segundo es reflexionar sobre si las normas contenidas en esa modificación constitucional, y en la respectiva reglamentación legal, mejoran la institucionalidad que hoy existe en el país para la asignación del gasto público. Para estos propósitos, el documento, además de esta introducción, contiene cuatro secciones: en la primera se exponen las normas básicas que gobernaban el régimen de regalías antes de 2011, el valor generado por las mismas y su distribución entre los distintos beneficiarios; en la segunda se ponen de presente las limitaciones que tenía ese marco institucional; en la tercera se examinan los propósitos iniciales del proyecto de Acto Legislativo presentado por el gobierno al Congreso en agosto de 2010; y en la cuarta se reflexiona tanto sobre el alcance de la reforma constitucional de 2011 como sobre su desarrollo legal. Antes de abordar los temas señalados, es bueno hacer una importante precisión semántica. Cuando en este documento se emplea la expresión regiones es para referirnos a todos los departamentos y municipios del país, en tanto que cuando hablemos de regiones minero-energéticas será para señalar a los departamentos y municipios en cuyo territorio se adelantan explotaciones de RNNR, así como a los puertos marítimos y fluviales

por donde se transportan dichos recursos o productos derivados de los mismos.

1. La institucionalidad vigente antes de 20111 1.1. Normas básicas constitucionales Las regalías tienen su origen en la expresión soberana de la Constitución Política de 1991 que declaró al subsuelo y a los recursos naturales como propiedad del Estado (Art. 332). Es decir, desde un punto de vista económico, las regalías son el precio de los RNNR en el subsuelo y por lo tanto no pueden interpretarse como un tributo para quienes explotan esos bienes. Esa distinción es muy importante porque el uso de las regalías debe encaminarse a reponerle al patrimonio estatal el valor del bien que se vende y no a reparar las externalidades negativas que su explotación supone, las cuales deben ser subsanadas por las compañías que explotan los RNNR, con cargo a otros costos2. 1 Esta y la siguiente sección son una versión resumida de una exposición más amplia del autor contenida en el documento “Regalías y Desarrollo Regional”, que se puede consultar en www.caribe.org 2 Sobre esto existe jurisprudencia de la Corte Constitucional que en la sentencia C-567/95, (Magistrado ponente: Fabio Morón Díaz), señaló: “Según el artículo 332 en concordancia con el artículo 360 de la Constitución Política estipula:

a. Que el Estado es propietario del subsuelo;



b. Que éste es el titular originario de las regalías;

c. Que las regalías por la explotación de los recursos naturales no renovables son una especie de contraprestación económica que hace parte del patrimonio del Estado (…)”

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En particular, la reparación para evitar el daño ambiental debe ser prevista en los planes de desarrollo de las explotaciones minero-energéticas y regulada por la respectiva licencia, de suerte que se garantice la sostenibilidad del proyecto desde un punto de vista ambiental. Si al evaluar un proyecto se concluye que la inclusión de los costos ambientales lo hace inviable económicamente, habría que concluir que la actividad no debería adelantarse. Así las cosas, el canon de regalías es un precio que pagan al Estado las compañías minero-energéticas, neto de los costos ambientales de los proyectos. La Constitución de 1991 dejó la fijación de ese precio a la ley, pues en su Artículo 360 se leía: “la ley determinará las condiciones para la explotación de los recursos naturales no renovables”. El reparto o distribución de las regalías entre sus beneficiarios tampoco fue objeto de la norma constitucional de 1991 puesto que, al respecto, de manera general, en el Art. 360 de la Constitución Política se señaló: “los departamentos y municipios en cuyo territorio se adelanten explotaciones de recursos naturales no renovables, así como los puertos marítimos y fluviales por donde se transporten dichos recursos o productos derivados de los mismos, tendrán derecho a participar en las regalías y compensaciones”. Disposición que se complementó en el Art. 361 donde se leía “con los ingresos provenientes de las regalías que no sean asignados a los departamentos y municipios se creará un Fondo Nacional de Regalías cuyos recursos se destinarán a las entidades territoriales en los términos que señale la ley”. Respecto al uso que se debe dar a las regalías, la norma constitucional de 1991 (Art.361) expresó que las correspondientes al Fondo Nacional de Regalías (FNR) “se aplicarán a la promoción de la minería, a la preservación del ambiente y a financiar proyectos regionales de inversión definidos como prioritarios en los planes de desarrollo de las respectivas entidades territoriales”. El texto constitucional guardó silencio sobre el uso que se debería dar a los recursos percibidos por las regiones minero-energéticas. De las disposiciones transcritas se puede concluir que las normas constitucionales de 1991 contenían amplia flexibilidad para fijar el canon de las regalías, para determinar el reparto entre los beneficiarios y para señalar el uso que a ellas podía dárseles.

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1.2. Normas básicas legales A partir de las normas establecidas en la Constitución de 1991, las leyes 141 de 1994 y 756 de 2002 establecieron el canon de regalías para los distintos RNNR, las reglas de distribución entre sus beneficiarios y los usos que a ellas se les podía dar. Al examinar en detalle esas normas se constata que el canon de las regalías de hidrocarburos se fijó marginalmente creciente con el volumen diario de la producción por campo. Por el contrario, en el caso del carbón se estableció una discontinuidad cuando la producción pasa de los tres millones anuales de toneladas por proyecto3. Por lo que se refiere al níquel, el canon es del 8% de la producción en la única explotación hoy existente, situada en el departamento de Córdoba4. Esas normas legales establecieron que la distribución de las regalías entre sus beneficiarios estaría gobernada por dos principios básicos: El tipo de bien, ya que los coeficientes de reparto se fijaron según se trate de hidrocarburos, carbón, níquel y así sucesivamente. El volumen de producción en cada uno de ellos. Además, las mencionadas leyes previeron que, cuando la producción superase ciertos límites, las regalías “se cederían” por parte de los departamentos productores a otros departamentos de la misma región de planificación5 y por parte de los municipios productores a los demás municipios del mismo departamento. Con la noción de cesión de las regalías se pretendió moderar los ingresos de los departamentos y municipios productores, en beneficio de las áreas circunvecinas a las explotaciones. En cuanto al uso que se debería dar a las regalías que se destinaban a las regiones minero-energéticas es de señalar que, según la ley, las mismas se podían destinar a los proyectos considerados como prioritarios en los respectivos planes de desarrollo (de departamentos, distritos y municipios), y con prioridad para mejorar las coberturas de los bienes sociales considerados meritorios (salud, educación, saneamiento básico, etc.). Además, la Ley 683 de 2003 señaló que el 5% del valor de las regalías que se 3 Si la producción de la mina es inferior a tres millones de toneladas anuales, el canon es el 5%; si es superior a esa cantidad el canon es el 10%. 4 Este documento se refiere, en lo fundamental, a las regalías generadas por los hidrocarburos, el carbón y el níquel, por cuanto ellos aportan casi el 98% de las regalías totales. 5 Cuando se expidieron esas normas existían los CORPES.

destinasen a las regiones minero-energéticas y el 50% de las que recibía el FNR deben destinarse al Fondo de Pensiones Territoriales (FONPET). Contrariando el espíritu de la Constitución de 1991, las leyes 141 de 1994 y 756 de 2002 y las demás que, a lo largo de los últimos 17 años, se expidieron sobre la materia, atomizaron el uso que el FNR dio a sus recursos. Así, en vez de hacer del Fondo un instrumento para la financiación de grandes proyectos regionales, éste se convirtió en el financiador de múltiples iniciativas de escasa significación para el bienestar de los habitantes de las regiones.

1.3 Valor, generación y distribución de las regalías. El valor monetario de las regalías en general depende del volumen de producción, del canon, del precio internacional cuando el bien se exporta, del costo de transporte entre la boca de mina y el puerto y de la tasa de cambio6. Bajo el marco legal antes descrito, y en atención al volumen de la producción y a los precios, los hidrocarburos, el carbón y el níquel han generado el grueso de las regalías, ya que entre 1994 y 2009 ellos representaron el 97.8% del valor total de las regalías, según las cifras del Cuadro 1.

CUADRO 1 Regalías generadas entre 1994 y 2009, según tipos de bienes. Billones de pesos constantes de 2009 y porcentajes TIPO DE BIEN

MONTO GENERADO

PARTICIPACIÓN

Hidrocarburos

34.7

82.2

Carbón

5.2

12.3

Níquel

1.4

3.3

Otros

0.9

2.1

Total

42.2

100.0

Fuente: Con base en la Exposición de Motivos al proyecto de Acto Legislativo No. 13 de 2010 Senado, por el cual se constituye el Sistema General de Regalías, se modifican los artículos 360 y 361 de la Constitución Política y se dictan otras disposiciones sobre el régimen de regalías y compensaciones, publicado en la Gaceta del Congreso No. 577 de 31 de Agosto de 2010 (de aquí en adelante Exposición de Motivos).

Por lo que hace a la distribución de su valor entre las regiones minero-energéticas7 y el FNR8, este último recibió entre 1994 y 2009 el 21.2% del total, mientras que a las primeras les correspondió el 79.8% restante. En lo referente a la distribución interdepartamental, el Cuadro 2 señala que el grueso de ellas se destinó a nueve departamentos y que su distribución per cápita fue muy desigual. En esta información, el índice de ingreso per cápita equivale a 1 para el promedio nacional y es 32.6 veces más alto en Casanare y notoriamente superior en Arauca, Meta, La Guajira, Huila y Cesar, para mencionar los más elevados. 6 En el caso del petróleo también dependen de la calidad del hidrocarburo. 7 Que en la jerga de la tecnocracia se conocieron como regalías directas. 8 Que con el paso del tiempo los tecnócratas denominaron regalías indirectas.

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CUADRO 2 Distribución territorial de las regalías en las regiones minero-energéticas DEPARTAMENTO Casanare

PARTICIPACIÓN EN LAS REGALÍAS (%) 23.5

PARTICIPACIÓN EN ÍNDICE DE INLA POBLACIÓN (%) GRESO PERCAPITA 0.7 33.6

Meta

12.1

1.9

6.4

Arauca

10.4

0.5

20.8

La Guajira

9.7

1.8

5.4

Huila

8.9

2.4

3.7

Santander

5.6

4.4

1.3

Cesar

5.4

2.1

2.6

Córdoba

4.9

3.5

1.4

Antioquia

3.4

13.2

0.3

Tolima

3.3

3.1

1.1

Resto

12.8

66.4

0.2

Total Nacional

100.0

100.0

1.0

FUENTE: Cálculos del autor con base en la Exposición de Motivos.

La distribución al interior de los departamentos fue también muy desigual, como puede verse en la Gráfica 1 que muestra los valores per cápita recibidos en 2009 por los departamentos de Cesar, La Guajira, Casanare y Meta, y sus principales municipios productores.

2. Limitaciones de la institucionalidad legal vigente antes de 2011 La distribución de las regalías entre sus beneficiarios, y el uso que a las mismas se les podía dar, tenían las siguientes debilidades institucionales: El reparto porcentual de su valor entre las regiones minero-energéticas y el FNR no estuvo precedido de ningún análisis sobre la conveniencia de esa distribución. Como se desprende de la enumeración de las variables que afectan su valor monetario y, dados los coeficientes para su reparto, los recursos que se destinaban a cada beneficiario no tenían en cuenta las necesidades que con ellos se podían satisfacer, lo cual dio lugar a manifiestas desigualdades entre los departamentos y a su interior, como se puso de presente en la sección anterior.

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La norma sobre “cesión”, que buscaba su redistribución inter e intra departamental, tenía dos graves defectos. El primero es que estaba referida al volumen de producción y no al monto de los ingresos percibidos por los departamentos y municipios productores9. El segundo era que los recursos que cedían los municipios se repartían por igual entre los otros municipios del departamento, con independencia de la población y de las necesidades de los beneficiarios de la cesión. Las regalías no se sumaban a los recursos que se distribuyen a través del Sistema General de Participaciones (SGP) para estimar cuáles y cuántas eran las necesidades que se podían satisfacer con ellas y durante cuánto tiempo. Como el canon y los coeficientes de reparto eran relativamente fijos, el monto de las regalías que se destinaban a las regiones minero-energéticas era marcadamente pro cíclico. 9 Con lo cual, bajas en las cantidades producidas que se vieran acompañadas por aumentos más que proporcionales en los precios conducirían a una menor cesión, a pesar de que el ingreso aumentase. Y también al contrario, aumentos en la producción que fueran acompañados por bajas en los precios más que proporcionales podían dar lugar a mayor cesión.

GRÁFICA 1

Fuente: Cálculos del autor, con base en información de Ingeominas y de la Agencia Nacional de Hidrocarburos.

Como nunca fue posible impulsar una ley general sobre ahorro en tiempos de bonanza10, la tendencia fue que con ingresos transitorios, dada la no renovación de estos recursos, se financiaron gastos permanentes que a la larga podrían terminarán desfinanciados. En la mayoría de los casos no se ha contado con un precio de mercado para determinar el costo de transporte de la mina al puerto y, por lo tanto, la fijación del precio en boca de mina responde a criterios administrativos que son, en ocasiones, objeto de controversias. Existió y, aun existe, una muy débil institucionalidad en las regiones minero-energéticas y, en especial, en los municipios productores, para la planeación inter temporal del gasto y para el uso de las regalías. Esto sumado a la atomización de los recursos, a la debilidad de los controles (fiscal, disciplinario, penal, ciudadano, etc.) y a la presencia de grupos armados ilegales en casi todas ellas, dio lugar a muchas ineficiencias, irregularidades e indebidos usos de estos recursos y a que ellos hayan tenido escaso

10 Sólo en el caso de los hidrocarburos se pudo crear el Fondo de Ahorro y Estabilización Petrolera (FAEP), que desafortunadamente terminó siendo usado por el gobierno anterior para financiar gasto.

impacto en el bienestar de las regiones, en especial de las minero-energéticas.

3. El proyecto de acto legislativo Dadas esas debilidades institucionales, y el propósito de establecer una regla fiscal que disciplinase al gobierno nacional en el manejo de sus finanzas, es perfectamente entendible que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos propusiese muy al inicio de su mandato una reforma al régimen de las regalías. Además, como el país verá aumentar en los próximos años su producción de gas, hidrocarburos, níquel, oro, polimetálicos y carbón, la reforma propuesta por el gobierno buscaba prevenir los efectos de la llamada enfermedad holandesa, mediante erl establecimiento de un fondo de ahorro de los ingresos extraordinarios.

3.1. Propósitos iniciales Para ello el proyecto de Acto Legislativo13 de 2010 Senado se propuso redireccionar los recursos de las regalías a fin de:

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garantizar el principio de equidad en la distribución de la riqueza extraída del subsuelo en tres direcciones: Primero, generar ahorro para épocas de escasez, promover el carácter contracíclico de la política económica, y mantener el gasto público a través del tiempo. Este es un concepto de equidad intergeneracional. Segundo, un mecanismo de inversión de los recursos minero-energéticos que priorice su distribución hacia la población más pobre y contribuya a la equidad social. Tercero, el reconocimiento de los recursos del subsuelo como una propiedad de todos los colombianos, debe favorecer el desarrollo regional de todos sus departamentos y municipios. Este concepto de equidad regional, fortalece la integración de diversas entidades territoriales en pos de proyectos comunes. (Proyecto de Acto Legislativo, p. 7).

Para esos fines, luego de examinar la experiencia internacional sobre mecanismos de ahorro para manejar el aumento de las exportaciones11, y de presentar un balance del actual Sistema de Regalías, la propuesta de reforma constitucional se fundamentó en cuatro principios: el ahorro para el futuro; la equidad regional, social e inter generacional; la competitividad regional; y el buen gobierno. Inicialmente se previó que con los recursos de las regalías se crearían del Fondo de Ahorro y Estabilización y el Fondo de Competitividad Regional (compuesto por el Fondo de Compensación Regional y el Fondo de Desarrollo Regional). Además se señaló la asignación de un 10% de los recursos para proyectos de ciencia, tecnología e innovación y se propuso que los departamentos, municipios y distritos en cuyo territorio se adelanten explotaciones de RNNR, así como los puertos marítimos y fluviales por donde se transporten dichos recursos o productos derivados de los mismos tendrían derecho de participación en las regalías y compensaciones.

3.2 ¿Era necesaria una reforma constitucional? De la lectura de la Constitución de 1991 se puede concluir que sus normas contenían amplia flexibilidad para fijar el canon de las regalías, para determinar el reparto entre los beneficiarios y para señalar el uso que podía dárseles. En efecto, fueron las leyes 141 de 1994 y 756 de 2002 las que establecieron esos parámetros y, en particular, que 11 Se examinaron las experiencias de Noruega, Chile, Venezuela, México y Alaska.

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el reparto dependiera, en cada caso, del volumen de producción y de unos porcentajes fijos, con independencia de las necesidades y de la población de los beneficiarios. Ese sistema dio lugar a manifiestas debilidades institucionales, como ya se señaló, siendo las principales de ellas que la distribución no se hiciese con criterios racionales y que los montos para financiar el gasto territorial, y el del Fondo Nacional de Regalías (FNR), tuviese un marcado sesgo pro cíclico. Esas fallas de la institucionalidad fueron producto de la mediocridad conceptual y distributiva de las leyes 141 de 1994 y 756 de 2002. Por eso hubiese bastado la derogación de esas leyes y el diseño de un nuevo marco legal para que los propósitos del Proyecto de Acto Legislativo 13 de 2010 Senado pudieran hacerse realidad. En efecto, si se quería que una parte de las regalías se destinase al ahorro para cubrir los pasivos por concepto de las pensiones territoriales, ello hubiese posible, sin necesidad de una reforma constitucional, como se venía haciendo desde que se aprobó el artículo 48 de la Ley 863 de 2003. De igual manera, para que las regiones minero-energéticas y el FNR ahorren, no se requería una norma constitucional. Basta recordar que la Ley 209 de 1995 creó y reglamentó el funcionamiento del FAEP, disposición legal que bien hubiese podido extenderse a las regalías que generasen otros RNNR. En lo referente a las asignaciones para el Fondo de Competitividad Regional, y los demás beneficiarios que se buscó instituir con el proyecto de Acto Legislativo 13 Senado 2010, el legislador estaba plenamente facultado para regularlas mediante ley. Afirmación que se basa en la jurisprudencia de la Corte Constitucional contenida en la sentencia C-567/95, (magistrado ponente Fabio Morón Díaz), que de manera terminante concluyó que el Congreso es soberano para establecer la destinación de los recursos de las regalías, pues allí se lee: (…) Se observa que en el artículo 361 de la Carta el Constituyente dio plenos poderes al legislador para regular el régimen de las regalías, no como derechos adquiridos, ni como bienes o rentas de las mencionadas entidades del orden territorial, sino como derechos de participación económica en una actividad que se refiere a bienes de propiedad del Estado, al señalar que con los ingresos provenientes de las regalías que no sean asignados por la ley a los departamentos y municipios se creará el Fondo Nacional de Regalías cuyos recursos se

destinaran a las entidades territoriales en los términos que señale la ley, para los fines y objetivos previstos en el citado artículo 361 de la Carta Política. (…) Además, es claro que según lo dispuesto por el artículo 359 numeral 1° de la Carta política, la ley puede señalar la destinación específica de las rentas nacionales que en las que participen los departamentos y municipios y que lo que se establece por las partes acusada de los artículos 14 y 15 de la ley 141 de 1994 es ejercicio de esta competencia, ya que la mencionada renta recibida por la explotación de los recursos naturales no renovables es nacional, por pertenecer exclusivamente al Estado y porque en ella deben participar los departamentos y municipios en los términos establecidos en la ley, todo lo cual permite al legislador establecer la destinación de los recursos de las regalías” (Subrayado fuera de texto)

4. La reforma de 2011 4.1 Las normas constitucionales A pesar de esas sólidas consideraciones jurídicas, movido por consideraciones sobre la mecánica política a la hora de tramitar las normas, el gobierno presentó una reforma constitucional la cual cumplió sin mayores tropiezos con las aprobaciones y trámites previstos por la Constitución. En efecto, en virtud del Acto Legislativo 05 de 2011 se ratificó que

la explotación de un RNNR causará a favor del Estado, una contraprestación económica a título de regalía, sin perjuicio “de cualquier otro derecho o compensación que se pacte

Se estableció que los ingresos del Sistema General de Regalías se destinarán para financiar proyectos de desarrollo social, económico y ambiental para las entidades territoriales y al ahorro para su pasivo pensional; para garantizar el crecimiento de las inversiones en ciencia, tecnología e innovación; para la generación de ahorro público; para la fiscalización de la exploración y explotación de los yacimientos y conocimiento de la cartografía geológica del subsuelo; y para aumentar la competitividad general del economía, buscando mejorar las condiciones sociales de la población.

Se crearon los Fondos de Ciencia Tecnología e Innovación, de Desarrollo Regional, de Compensación Regional, de Ahorro y Estabilización, se establecieron Asignaciones Directas para las regiones minero-energéticas y se asignaron recursos para la fiscalización, el funcionamiento, y el monitoreo y control de los recursos. En virtud de esa norma constitucional, y de la reglamentación legal, las regalías se destinarán en forma permanente a nueve usos, según los porcentajes que se señalan a continuación.

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CUADRO 3 USOS DE LAS REGALÍAS Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación (FCTI) Fondo de Ahorro y Estabilización (FAE) Pensiones Territoriales (PT) Subtotal Asignaciones Directas (AD) Fondo de Compensación Regional Fondo de Desarrollo Regional Fiscalización Funcionamiento Monitoreo y Control

9.5 28.5 9,5 47.5 9.5 22.8 15.2 2.0 2.0 1.0

Fuente: Con base en el Acto Legislativo 05 de 2011 y el Proyecto de Ley “Por el cual se regula la organización y el funcionamiento del Sistema General de Regalías”

Habrá, sin embargo, un período de transición en el cual las Asignaciones Directas empezarán siendo cerca del 28.5% de los recursos totales en 2012 e irán declinando hasta reducirse al 9.5% del total a partir del 2015. Correlativamente, los recursos destinados al Fondo de Compensación Regional y al Fondo de Desarrollo Regional, que inicialmente serán menores, se irán incrementando hasta alcanzar las proporciones señaladas en el cuadro anterior.

·

Con los recursos del SGR se podrán financiar proyectos de inversión y la estructuración de proyectos, los cuales deben estar en concordancia con el Plan Nacional de Desarrollo y los planes de desarrollo de las entidades territoriales.

·

El FCTI tendrá como objeto contribuir al incremento de la capacidad científica, tecnológica, de innovación y de competitividad para dar valor agregado a los productos y servicios de origen nacional y elevar el bienestar de la población en todas sus dimensiones.

·

El FDR tendrá como objeto mejorar la competitividad de la economía, así como promover el desarrollo social, económico, institucional y ambiental de las entidades territoriales.

·

El FCR tendrá como objeto financiar los proyectos de impacto regional o local de desarrollo en las entidades territoriales más pobres ; y que

4.2 La reglamentación legal Para orientar la asignación del gasto entre esos diversos usos la ley reglamentaria del Acto Legislativo 05 de 2011, en proceso de conciliación entre la Cámara de Representantes y el Senado de la República a mediados de diciembre de 2011, estableció que: ·

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la Comisión Rectora del Sistema General de Regalías (SGR) señalará las directrices generales para su funcionamiento.

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·

Los recursos de las AD se destinarán a la financiación o cofinanciación de proyectos de inversión estratégicos.

Como se deduce de la lectura de estas disposiciones, la ley no asigna prioridades para los gastos financiables del FCTI, del FCR, del FDR, ni para las AD, (que en conjunto representan más del 55% de las regalías totales). Ello a menos que se entienda que al señalar las directrices generales la Comisión Rectora del SGR quedará facultada para fijar dichas prioridades. Aún si ese fuera el entendido esa Comisión se verá, con el paso del tiempo, sujeta a presiones de muy diversa índole, lo cual puede llevar a una atomización del gasto en desmedro de las finalidades que persigue la ley. Una lista de prioridades hubiese limitado las facultades de los órganos colegiados para financiar los proyectos de inversión evitando atomizar el gasto; facilitaría la administración del Banco de Programas y Proyectos de Inversión del SGR; acotaría, respecto de los recursos de regalías, el campo de los contratos plan; y especializaría los recursos de consultoría particular, cuya proliferación puede ser fuente de malversación de recursos. El mayor rigor a la hora de priorizar el uso de los recursos hubiese mejorado la equidad entre los departamentos y a su interior. De esa manera habría una política nacional para el uso de las regalías - que es de lo que se trata - y se evitaría que el gasto estuviera guiado principalmente por el cabildeo de las entidades territoriales y de circunstancias políticas locales. Mecanismos que tienen dos graves defectos. De una parte, alienta la atomización de los recursos y con ello su desperdicio. De otra, profundiza la inequidad puesto que las entidades territoriales con mayores recursos humanos y con más capacidad institucional terminarían por obtener más recursos para sus proyectos. Eso en cuanto a la eficiencia. En relación con el reparto entre las entidades territoriales, según la ley en proceso de conciliación los recursos del FDR se distribuirán entre los departamentos en mayor proporción de acuerdo con la participación de cada uno de ellos en la población total del país y, en menor medida, según la pobreza relativa. Además, la participación de cada departamento en la población total del país ponderará exponencialmente más que la pobreza relativa. Ello conduce a que los departamentos más poblados y relativamente menos pobres

participen en una mayor proporción de los recursos del FDR. Resultado, a todas luces, contrario a los propósitos que sobre equidad quedaron consignados en el Plan Nacional de Desarrollo y a las motivaciones que se tuvieron para reformar las regalías. Por lo que hace al FCR, la ley sigue criterios similares a los analizados para el FDR, ya que el 40% de los recursos se asignan por población, el 50% por NBI y el 10% según la tasa de desempleo relativa y pondera exponencialmente más la población relativa que la pobreza relativa. Es decir, que tampoco en este caso existió la voluntad para que la reducción de la pobreza fuese el criterio que gobernase el uso de los recursos del FCR. Por lo tanto se reitera que lo ideal hubiese sido establecer la asignación de los recursos en proporción a la población cuyas necesidades se deban satisfacer y no hacerlo en proporción a la población total.

4.3 ¿Fortalece la reforma de 011 La institucionalidad? En la institucionalidad sobre la asignación del gasto público en Colombia la debilidad más notoria es la desconfianza generalizada de los actores sociales sobre la capacidad del gobierno y del Congreso para asignar las erogaciones con criterios de equidad y eficiencia. Es por ello que cada quien busca que las normas le asignen una fracción de ese gasto con independencia de sus necesidades y sin tomar en consideración las posibilidades del Estado para satisfacerlas. El resultado de ello es la inflexibilidad del gasto, la falta de discusión sobre sus prioridades y un creciente déficit fiscal, en especial del Gobierno Nacional Central. La reforma constitucional sobre regalías de 2011, y su reglamentación legal, nada hicieron para mejorar ese estado de cosas y por el contrario lo agravaron. Ello es así porque los excesos de reglamentación contenidos en el texto constitucional aprobado no resisten ningún examen lógico. ¿Qué estudio determinó que los territorios en donde se producen los RNNR deban recibir sólo el 9,5% del total? ¿Qué análisis sustenta la asignación a perpetuidad de porcentajes fijos para financiar los pasivos pensiónales territoriales y el Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación? ¿Bajo qué lógica se establece, por siempre, que los Fondos de Compensación y de Desarrollo Regional crecerán a la mitad de lo que lo hagan los recursos totales? ¿Por qué al Fondo de Ahorro y Estabilización se le asignará una suma cercana al 28.5% de los recursos

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totales con independencia de la situación macroeconómica y de la presencia de situaciones excepcionales que ameriten incrementar el gasto? Más importante aún, ¿por qué asignar porcentajes de un monto total que por su naturaleza será variable dado que depende de los precios internacionales de los recursos naturales y de la tasa de cambio? ¿En dónde queda, entonces, la idea de que el Acto Legislativo tenía como propósito desarrollar una política anti cíclica? Sin duda, haber dejado esas inflexibilidades en el cuerpo de la Constitución es innecesario e inconveniente a la luz de los más elementales principios sobre asignación de recursos. En virtud de esas disposiciones, la normatividad sobre regalías quedó convertida en una sarta de porcentajes, sin consideración por la equidad ni por la eficiencia, pues las debilidades institucionales, señaladas en la sección segunda de este documento, que antes estaban solo en la ley, quedaron consagradas, de ahora en adelante, en el cuerpo de la Constitución.

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O P I N I Ó N

El proceso de integración regional del Gran Caribe en el diario El Tiempo, 1994-20051 Patricia Iriarte Díaz Granados. El presente artículo está basado en la tesis “Identidad e Integración. Los discursos sobre el Gran Caribe en la prensa escrita de cuatro países de la región. 1994-2005”, trabajo de grado para optar al título de Magister en Estudios del Caribe. Directora: Socorro Ramírez Vargas. Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI. Universidad Nacional de Colombia. Instituto de Estudios Caribeños. Barranquilla, 2010 1

Resumen

La investigación sobre los discursos de identidad e integración del Gran Caribe en la prensa escrita de cuatro países caribeños aborda el problema de la representación de estas categorías en la prensa regional, teniendo como punto de partida la creación de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) en 1994 y como fecha de llegada la de la IV Cumbre de la AEC en Panamá, en el año 2005. El estudio se realizó con los principales diarios de Colombia, Jamaica, Cuba y Costa Rica. Tras una búsqueda en archivos físicos y digitales se seleccionaron 210 registros de 15 acontecimientos claves del proceso de integración y se organizaron para hacer un análisis cuantitativo y cualitativo de las noticias publicadas. Este análisis, combinado con la revisión de las declaraciones firmadas por los Jefes de Estado y planes de acción de la AEC, y con las opiniones de cuatro actores claves del proceso, concluye, por una parte, que la Asociación de Estados del Caribe no ha aprovechado los medios masivos de comunicación para transmitir a la opinión pública la imagen de una comunidad grancaribeña en construcción, y confirma igualmente que en los medios impresos del Caribe continental El presente artículo está basado en la tesis “Identidad e Integración. Los discursos sobre el Gran Caribe en la prensa escrita de cuatro países de la región. 1994-2005”, trabajo de grado para optar al título de Magister en Estudios del Caribe. Directora: Socorro Ramírez Vargas. Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI. Universidad Nacional de Colombia. Instituto de Estudios Caribeños. Barranquilla, 2010 1

existe un bajo nivel de comprensión y un escaso compromiso con el tema de la integración regional del Gran Caribe, comparados con los de Cuba y Jamaica. La investigación deja planteada una discusión sobre el papel de la comunicación en los procesos de cooperación e integración del Gran Caribe, y describe la actuación de las instituciones de integración regional desde el punto de vista de los medios masivos de comunicación. Asimismo, propone un abordaje interdisciplinario del problema desde una perspectiva combinada de la cultura, la política y la comunicación. Para el caso concreto de Colombia, analiza el cubrimiento realizado por el periódico El Tiempo a los acontecimientos seleccionados y concluye que la cobertura periodística de este medio se caracteriza por la superficialidad de la información, la cual privilegia, como los demás países, la agenda oficial de la AEC sobre las reuniones de la sociedad civil y se concentra en las actuaciones del jefe de Estado colombiano o de sus funcionarios en las cumbres presidenciales. No se distinguen artículos de fondo o informes especiales que presenten a los lectores un panorama completo de la cooperación y del proceso integracionista del Gran Caribe, si bien se reconoce en el tratamiento de estos temas la existencia de unos intereses comunes y los elementos de una identidad caribeña compartida. Palabras clave: Identidad, Integración, Gran Caribe, Asociación de Estados del Caribe, medios de comunicación, prensa, Cuba, Colombia, Jamaica, Costa Rica.

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Introducción El Gran Caribe -entendido como la macro región geohistórica conformada por las Antillas Mayores y Menores, Centroamérica, México, Colombia, Venezuela y las Guyanas- es un espacio político y cultural que se construye a partir de los procesos históricos, económicos y sociales que se han dado en ese territorio desde tiempos prehispánicos. Lo anterior implica que ha habido una evolución del concepto de región Caribe y de lo Caribe, y que en el curso de esa evolución se ha producido una gran cantidad de conocimiento, ideas, imágenes y referentes simbólicos, tanto en los países del área como fuera de ella. Pero, ¿qué se comunica en el Gran Caribe sobre el Gran Caribe?, ¿cómo y con qué frecuencia los discursos sobre identidad e integración han permeado la agenda pública de la comunidad caribeña en la última década? En otras palabras: ¿Existe el Caribe para la opinión pública? ¿Existe discusión pública sobre las decisiones nacionales que involucran al Caribe? Estos interrogantes se plantearon en relación con la Asociación de Estados del Caribe y se circunscribieron, para efectos de la investigación, a cuatro países miembros de esta organización: Colombia, Jamaica, Costa Rica y Cuba. El énfasis en los países hispanohablantes responde, fundamentalmente, a la hipótesis de que es en éstos en donde se observa una marcada incomunicación o “déficit” informativo acerca del Gran Caribe y sus dinámicas de cooperación e integración regional. Determinar cómo y en qué medida los diarios más influyentes de estos países transmiten a sus lectores los discursos de identidad e integración y cómo se refleja en estos medios la función de la AEC, fue uno de los objetivos principales de la investigación. La observación de los registros de prensa sobre 15 acontecimientos relevantes de la agenda regional de integración en el periodo 1994-2005 se hizo desde la óptica de los imaginarios sociales, de los efectos ideológicos de los medios de comunicación y de la teoría de la agenda setting o fijación de agenda, entre otras herramientas conceptuales. El análisis cuantitativo y cualitativo, aplicado a las unidades de análisis, buscó determinar las tendencias, las constantes, las ausencias y rupturas que se observan en el cubrimiento de los cuatro medios impresos a los primeros 11 años de la Asociación de Estados del Caribe. Pero evaluamos también, con la ayuda de tres secretarios gene-

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rales de la asociación y de un investigador colombiano, el papel mismo de la AEC en el posicionamiento de la idea de una región integrada. Los resultados de tal abordaje creemos que serán de interés para los estudiosos del Caribe, al abrir nuevas perspectivas sobre el papel de las comunicaciones y los medios masivos en los procesos de integración.

La presencia mediática del Gran Caribe En una entrevista con Jean Liberman (1997), al responder a la pregunta sobre la crisis de la autorepresentación en la sociedad moderna, Cornelius Castoriadis afirmó: “Ninguna sociedad puede perdurar sin crear una representación del mundo y, en ese mundo, de ella misma”. Más adelante, tras definir la representación que de sí mismos tenían los hebreos, los griegos y los romanos, planteó que los occidentales modernos “se han representado como aquellos que, por una parte, iban a establecer la libertad, la igualdad, la justicia y, de otra, iban a ser los artesanos de un movimiento de progresión material y espiritual de la humanidad entera”. Si llevamos la pregunta al mundo caribe resulta pertinente averiguar cuál es la autorepresentación que esta región del mundo ha hecho sobre sí misma, y cuánto de ella tiene que ver con la idea de un mismo ethos caribe compartido más allá de las diferencias lingüísticas o el estatus político. Una manera -entre muchas- de explorar esa imagen es observar cómo aparecen el discurso identitario y la agenda integracionista en los diarios de algunos países en la década 1990-2000 y cómo se presentaron estos asuntos; si estaban presentes, ver con qué frecuencia y qué espacio le habían asignado en cada uno de los medios. Adicionalmente, a manera de complemento, es preciso analizar la forma como los procesos de integración son registrados por la prensa y cuáles han sido los hechos o momentos en que se ha informado u opinado sobre ellos.

Respecto a la actuación de la AEC se determinó si había o no un esfuerzo específico de la organización en el campo de la comunicación y para ello obtuvimos el punto de vista de tres ex secretarios generales de la AEC y de un historiador colombiano cuyo objeto de estudio ha sido el Caribe y su historia social y política. En este sentido, se trataba de establecer si la divulgación de sus actividades mediante comunicados de prensa o la publicación de una columna en algunos países del área eran suficientes para insertar en la conciencia colectiva la idea del Gran Caribe, y si existía una respuesta de los medios frente a ese esfuerzo de divulgación de la AEC.

Los países escogidos La selección de países se hizo con base en una combinación de criterios: a) Pertenencia de los países a las distintas subregiones que conforman la AEC y simultáneamente, a otros órganos de cooperación subregional. b) Presencia de fenómenos identitarios interesantes de observar respecto a lo Caribe. c) Cercanía a Colombia y facilidades de comunicación. De acuerdo con estos criterios, se escogió un país de cada uno de los subgrupos en los que se organizan las actividades y representaciones al interior de la AEC, y que corresponden a diferentes áreas geográficas del Gran Caribe, a saber: Colombia, por el G-3 (que inicialmente agrupó a los tres países continentales del Caribe, junto con Venezuela y México2, conformando un bloque mayoritario en términos de población frente a los países del Caribe insular), porque la construcción de la AEC había sido planteada entre ellos como una oportunidad para retornar al Caribe y fortalecer su condición caribeña. Costa Rica, por el Sistema de Integración Centro Americano, porque se trata del país mesoamericano que más esfuerzos ha hecho a nivel gubernamental por asumir su condición Caribe, tal vez debido al papel que al 2 Firmado el 13 de junio de 1994 en Cartagena de Indias, el acuerdo estableció una reducción y gradualmente una eliminación de aranceles durante 10 años para el comercio de bienes y servicios entre sus miembros, e incluyó aspectos sobre la inversión, servicios, compras gubernamentales, control de la competencia desleal y propiedad intelectual. La población de los tres países sumaba entonces 170 millones de habitantes, cifra que representaba el 70% de la población de todo el Gran Caribe, pero Venezuela abandonó el grupo para unirse al Mercosur en 2006, con lo que el G-3 terminó siendo un G-2 entre Colombia y México.

respecto han jugado pensadores y organizaciones sociales de Puerto Limón, situado sobre ese mar. Jamaica, por la Comunidad del Caribe, Caricom, pues posee una trayectoria de liderazgo en el Caribe Occidental, es uno de los mayores promotores de la AEC y ha ocupado su Secretaría General. Cuba, porque es el país que más promueve los procesos regionales de integración como arma política contra la hegemonía económica, política y militar que los Estados Unidos ejercen en la región, no sólo a través de mecanismos comerciales o diplomáticos sino, sobre todo, mediante mecanismos ideológicos como los medios de comunicación. Por otra parte, era interesante comenzar el análisis –muy prometedor, por cierto– de este caso de prensa oficial, cuya política editorial obedece a los lineamientos de un partido único en el poder y que ha combinado históricamente periodismo y propaganda. Así, las figuras de Fidel Castro y el Ché Guevara serían los íconos más destacados de la Revolución Cubana y el Granma, uno de los grandes bastiones ideológicos del régimen castrista.

Los 15 hechos claves A partir de una periodización de la AEC y de otros hechos destacados en el proceso reciente de identidad e integración regional del Gran Caribe, se identificaron los 15 hechos claves de este estudio: Julio 24 de 1994: Creación de la AEC en Cartagena, Colombia. Agosto 17-18, 1995: Primera Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno, Trinidad y Tobago3. Mayo 1997: Primera reunión de la Asociación de Estudios del Caribe (CSA), Barranquilla, Colombia. Julio 1997: Reunión de Ministros de CARICOM para el tema de propiedad intelectual. Noviembre 23-25, 1997: I Foro de la Sociedad Civil del Gran Caribe, Cartagena. Noviembre 28, 1997: III Reunión Ordinaria del Consejo de Ministros AEC, Cartagena.

3 Vale señalar la carencia de una versión en español de la Declaración y los planes de acción de esta primera Cumbre, en la página oficial de la AEC.

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Diciembre 2-4, 1998: II Foro de la Sociedad Civil, Barbados4 Abril 16-17, 1999: II Cumbre de Jefes de Estado AEC, Sto. Domingo. Octubre 1999: III Foro de la Sociedad Civil. Cancún, México Junio 16, 2000: XIV Cumbre Grupo de Río y XV Encuentro del G-3 en Cartagena. Diciembre 2000: VI Reunión ordinaria del Consejo de Ministros de la AEC, San Pedro Sula, Honduras. Abril 7-8, 2001: Cumbre de Presidentes del G-3 Julio, 2001: XXII Conferencia Jefes de Gobierno de CARICOM, Bahamas. Diciembre 11 y 12, 2001: III Cumbre de Jefes de Estado de la AEC, Margarita, Venezuela, con el lema “La consolidación del Gran Caribe”. Julio 29, 2005: IV Cumbre de la AEC, Panamá. Como puede verse, se escogieron no sólo las reuniones clave de la AEC y de otros organismos de cooperación regional, sino las de un movimiento muy activo a principios de los noventa que buscaba incidir políticamente desde la sociedad civil en el proceso de integración regional. Los tres foros de la sociedad civil realizados entre 1997 y 1999 fueron impulsadas, entre otros, por la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (Cries), que articula a 70 centros de investigación, fundaciones, asociaciones, académicos y expertos de América Latina y del Caribe, con el objeto de “promover la investigación económica, política, medioambiental y social así como la participación en el debate público, el empoderamiento y la incidencia de la sociedad civil en la agenda regional y global.” 5

4 Surgen organizaciones de administración colectiva en el Caribe anglo: Copyright Org. of Trinidad and Tobago, y Barbados Agency for Musical Culture Incorporated (Bamci). 5 Tomado de la página web de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (Cries):http://www.cries.org/?page_id=569

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Las categorías de análisis Uno de los criterios de organización de los registros de prensa fue la agrupación bajo tres grandes categorías de actividad de la agenda de cooperación e integración del Gran Caribe, las cuales nos permiten saber qué tanta atención le dedicaron los medios a la agenda de la AEC, a la de otros mecanismos de cooperación más antiguos, como SICA y Caricom, y cuánto a la agenda informal que se desarrolla al margen de las asociaciones de países, tratados y convenciones. Estas categorías fueron: 1. Actividad de la AEC: noticias relacionadas con la AEC como Cumbres de Presidentes, reuniones ministeriales, foros, aniversarios, etc. 2. Otros escenarios de integración: noticias relacionadas con otros mecanismos de integración o cooperación intraregional como Caricom, G-3, Grupo de Río, Sistema de Integración Centroamericana, Cariforum, etc., así como también las relaciones bilaterales entre países. 3. Identidad, cultura, sociedad civil: noticias relacionadas con la esfera de la cultura, identidad caribeña, deporte, turismo e iniciativas de la sociedad civil que contribuyen de alguna forma a la integración, pero no tienen ese propósito específico. Por ello no se incluyeron en esta categoría los Foros de la Sociedad Civil del Gran Caribe; estos se agruparon en la categoría 1 por representar esfuerzos de intención estratégica, muy articulados a la agenda del movimiento social y de la misma AEC en la región.

Los resultados tangibles La búsqueda así organizada en los cuatro diarios caribeños para el periodo de estudio 1994-2005 arrojó un total de 210 registros de prensa. A continuación se presentan los resultados obtenidos país por país.

CUADRO 1 Unidades de registro por categoria COLOMBIA

COSTA RICA

JAMAICA

CUBA

TOTAL x CATEGORIA

CATEGORÍA 1: REUNIONES O EVENTOS DE LA AEC

16

14

14

20

64

CATEGORIA 2: REUNIONES O EVENTOS DE OTROS MECANISMOS DE INTEGRACIÓN O COOP. INTRAREGIONAL

13

4

20

46

83

CATEGORÍA 3: ESFERA IDENTIDAD, CULTURA, SOCIEDAD CIVIL

11

13

15

24

63

TOTAL REGISTROS X PAIS

40

31

49

90

210

 

GRÁFICO 1 Porcentaje de registros por categoría

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Uno de los primeros antecedentes de cubrimiento periodístico de los sucesos del Gran Caribe: el titular de primera plana del periódico neoyorkino The World, informando sobre el hundimiento del buque norteamericano Maine en el puerto de la Habana, el 15 de febrero de 1898, hecho que dio lugar a la Guerra Hispanoamericana.

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Decisiones vs. Registros: vacíos y exclusiones Además de los anteriores elementos de análisis, la investigación hizo una revisión detallada de ocho documentos oficiales emanados de las Cumbres de Jefes de Estado, reuniones del Consejo de Ministros de la AEC y XIV Cumbre del Grupo de Río, con el objetivo de identificar las decisiones y acuerdos más relevantes alcanzados por estos organismos en materia de cooperación o integración regional, y cruzar los datos con los 210 titulares de prensa recogidos. El resultado se llevó a un cuadro donde se contrasta lo que consideramos susceptible de ser registrado como noticia y los registros finales hallados en los medios. Los documentos analizados, con las respectivas noticias que generaron fueron los siguientes: 1. Convenio Constitutivo de la AEC por el cual se establece la naturaleza, propósito y funciones de la Asociación. 25 jefes de Estado firman el documento. 2. Declaración de Principios y primer Plan de acción de la AEC, emanado de la I Cumbre de la AEC en Trinidad Tobago. Ag. 17-18/ 1995: · Define el comercio, turismo y transporte como áreas prioritarias de trabajo y adopta planes de acción en cada una. ·

Propone el desarrollo sostenible como modelo para superar la pobreza de la región.

·

Se compromete a proteger y conservar el Mar Caribe como patrimonio común de los miembros.

·

Estrecha cooperación para combatir la amenaza de las drogas en la región.

3. Declaración, Plan de trabajo y creación del Comité de Transporte de la AEC. 4. Declaración de la II Cumbre de jefes de Estado de la AEC en Santo Domingo, que toma las siguientes decisiones: · Establecimiento de la Zona de Turismo Sustentable del Caribe. (ZTSC) ·

Liberalización del comercio.

·

Impulso al programa “Unir al Caribe por aire y mar”.

·

Directriz para implementar el Acuerdo Regional de Cooperación en materia de Desastres Naturales.

·

Acuerdo para desarrollar un mecanismo de cooperación en materia de ciencia y tecnología.

·

Ordena elaborar plan estratégico para intercomunicar a la región mediante una red virtual de telecomunicaciones y apoyar la consolidación del Sistema de Información Cultural de América Latina y el Caribe.

5. Plan de Acción de la VI Reunión ordinaria del Consejo de Ministros de la AEC. 6. Conclusiones de la XIV Cumbre Grupo de Río y XV Encuentro del G-3: · Proponen nueva Ronda de Negociaciones Comerciales en el foro de la OMC. ·

Conforman grupo de trabajo de alto nivel para revisar los objetivos y mecanismos de este Foro Latinoamericano, estabilizar el mercado petrolero internacional y analizar el proceso de paz en Colombia

·

La Cumbre respalda los esfuerzos del Presidente Pastrana para alcanzar una paz firme y duradera en su país.

·

Promete fortalecer el sistema multilateral de comercio, el regionalismo abierto y la intensificación de las relaciones económicas entre las regiones del mundo en condiciones de equidad.

7. Declaración de la III Cumbre de la AEC en Margarita: · Establece la región del Gran Caribe como Zona de Cooperación ·

25 países firman por la Zona de Turismo Sustentable del Caribe.

·

Se firma acuerdo entre AEC, Fondo OPEP y Banco de Desarrollo de Venezuela para incrementar el acceso de los países del Caribe al Fondo.

·

8 países firman Acuerdo Energético de Caracas.

·

Se firma memorándum de entendimiento con Universidad Marítima del Caribe.

·

Se crean mesas ejecutivas de los Comités especiales de Desarrollo al comercio, Administración y presupuesto, Transporte, Desastres y Turismo.

8. Declaración de la IV Cumbre de la AEC en Panamá: · Reconoce que es hora de moverse más rápidamente hacia sus objetivos a través de una mayor consulta y cooperación entre sus miembros, tomando en cuen-

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ta la dinámica de la agenda internacional y jugando un papel más activo en la comunidad internacional. ·

Apoya la reforma de la ONU en el sentido de fortalecer la Asamblea General.

·

Reitera la condena al terrorismo y la necesidad de fortalecer la lucha contra el tráfico de drogas, y contra la corrupción.

·

Ratifica su rechazo a la utilización del Mar Caribe como sitio de tránsito y trasborde de material nuclear y desechos tóxicos,

·

Propone reunión del comité especial de Turismo sustentable en el primer semestre de 2006

No existe, en la muestra analizada, una clara correspondencia entre las noticias generadas por la AEC en estas reuniones (compromisos de los gobiernos, creación de instrumentos para la cooperación, medidas de alcance regional, etc.) y las noticias publicadas por la prensa de los cuatro países. Salvo la columna institucional que la asociación mantiene en los diarios de Trinidad Tobago y que es reproducida en Jamaica y República Dominicana, en ningún periódico se cita un comunicado de la asociación o se publica un artículo que tenga como fuente a la entidad, fuera de los registros realizados a las cumbres y reuniones coyunturales. En el caso de El Tiempo, de Colombia, los titulares se refieren más a los hechos anecdóticos que rodearon las reuniones que a contenidos de fondo, y el diario costarri-

cense circunscribe su cubrimiento a las actuaciones del Presidente de la República y a los beneficios directos que la reunión pudiera traer al país. La visión de Granma y The Gleaner es un poco más amplia, pero, en general, la información entregada a los lectores por los cuatro diarios no refleja la importancia que, desde nuestro punto de vista, tienen los acuerdos alcanzados6. Aun las cuatro áreas de trabajo que la AEC definió, en su momento, como prioritarias y los planes de acción adoptados en materia de comercio, turismo, desastres naturales y transporte (como el programa “Unir al Caribe por aire y mar”), fueron ignorados por los medios. Tampoco se hizo eco del compromiso de protección y conservación del mar Caribe como patrimonio común de los miembros ni del Acuerdo Regional de Cooperación en materia de Desastres Naturales ni de la firma de 25 países por la Zona de Turismo Sustentable del Caribe, que es uno de los mayores avances logrados por la asociación. Ni siquiera capturó la atención de los medios el acuerdo alcanzado en la última cumbre entre la AEC, el Fondo OPEP y el Banco de Desarrollo de Venezuela para incrementar el acceso de los países del Caribe al fondo de la organización petrolera. De manera que son grandes y profundos los vacíos y exclusiones que presenta el cubrimiento periodístico regional a las acciones de la AEC e igualmente hay grandes falencias por parte de la organización para posicionar en la opinión los temas claves de su agenda por la integración.

GRÁFICO 2 Ubicación de las unidades de registro por sección

Fuente: Elaboración de la autora

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6 Para una descripción más detallada de los programas anunciados por la AEC en la primera etapa, ver Socorro Ramírez Vargas (2007: 29-32)

CUADRO 2 Frecuencia de aparición de noticias por etapas de la AEC y por país Etapas 1994-1998 Conformacióny expectativa comercial 1999-2000 Dispersión temática institucional 2001-2005 Redefinición de AEC como área de cooperación Totales

COL

JAM

C.R.

CUBA

TOTAL REGISTROS

5

4

1

3

13

5

4

3

7

19

6

6

10

10

32

16

14

14

20

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La visión de El Tiempo El Tiempo, fundado el 30 de enero de 1911 por Alfonso Villegas Restrepo y vendido en 1913 a Eduardo Santos Montejo, Presidente de Colombia entre 1938 y 1942 y director del periódico hasta 1976, es en la actualidad el diario de mayor circulación en Colombia y fue prácticamente durante siete años el único nacional, debido a la crisis de su tradicional competidor, El Espectador, que por problemas financieros se convirtió en semanario entre 2001 y 2007. Este periódico es la base de un conglomerado conocido como Casa Editorial El Tiempo (CEET), que posee varios periódicos regionales, revistas temáticas y parte de un canal local de televisión (Citytv). El grupo editorial tiene un portal en internet con 1.612.000 usuarios semanales y un crecimiento de 6%, el cual permite publicar clasificados en línea y consultar un archivo digital desde 1990 y una sección multimedia de noticias. En agosto de 2007 el grupo español Planeta se convirtió en el accionista mayoritario al conformar una “sociedad estratégica” con la familia Santos, propietaria tradicional del periódico.

El Estudio General de Medios7 (EGM) de 2008 reportó 1,2 millones de lectores para el diario capitalino, con un crecimiento de 4% frente a los seis meses anteriores. El segundo lugar lo ocupó en ese estudio el vespertino Q’hubo, que creció 51% y registraba 508.600 lectores. En los dos años siguientes, hasta el primer semestre del 2011, los lectores de El Tiempo pasaron de 1’110.000 a 1’136.142 con una tendencia creciente, según los datos de la primera ola del 2011, que arrojó 1’144.005 lectores diarios. Los domingos el diario de Planeta y la familia Santos tiene 1.937.400 lectores, y 5.495.000 al mes, según la primera medición del 2011. También según la EGM, eltiempo.com es el primer portal colombiano en Internet seguido por canalrcn.com, que tiene 848.712 visitantes a la semana. Un elemento para tener en la cuenta en el análisis del cubrimiento realizado por el diario El Tiempo es su histórica relación con los círculos de gobierno, especialmente en la última década, cuando dos miembros de la familia propietaria del periódico entraron a ocupar altos cargos en la administración del presidente Álvaro Uribe: Francisco Santos como Vicepresidente de la República y Juan Manuel Santos, hoy Presidente de la República, 7 Realizado por la Asociación Colombiana de Investigación de Medios (Acim). Se elabora a partir de entrevistas personales con aplicación de cuestionario estructurado a personas entre 12 años y 69 años en hogares de los estratos 1 al 6, en 50 capitales y municipios del país. La muestra en 2010-2011 fue de 12.095 encuestas.

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como Ministro de Defensa. Con esto a la vista, abordemos el análisis de los registros noticiosos relacionados con la AEC y la agenda de integración. El Tiempo es el diario que más noticias registra sobre este organismo, aparte del Granma, y el que menos publica noticias sobre identidad, cultura y sociedad civil, categoría en la que el jamaiquino The Gleaner lleva la delantera. Hay, sin embargo, que distinguir entre la frecuencia con la que aparece una información y la calidad de la misma, y tal es el caso de El Tiempo, puesto que una mirada cuidadosa de cada uno de esos registros nos muestra que en su mayoría estos no están informando en profundidad sobre las diferentes facetas e implicaciones de los hechos que recoge. Por ejemplo, sobre la II Cumbre de la AEC celebrada en abril de 1999 en Santo Domingo, República Dominicana, el periódico publica dos notas tres días antes de la reunión. La primera se tituló: “Cumbre de Pastrana y Chávez”, y destaca el encuentro de los dos mandatarios que se daría en el marco de la reunión de la AEC. La segunda pone el énfasis en un resultado indirecto de la reunión para el Grupo de los Tres, y se titula: “El Caribe, nueva ruta para el G-3”. Veamos los primeros tres párrafos de esta noticia: Contrario a lo que muchos creían, el Grupo de los Tres (G-3), conformado por Colombia, México y Venezuela, aún no ha muerto. La asociación, que siempre ha tenido aspiraciones de ejercer su influencia comercial y política en el Caribe y Centroamérica, podría resucitar en Santo Domingo en el encuentro de gobernantes de los 25 países de la Asociación de Estados del Caribe (AEC). La II cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la AEC tendrá lugar del viernes 16 al domingo 18 de abril, y los organizadores confirmaron la presencia de los presidentes Fidel Castro (Cuba), Andrés Pastrana (Colombia), Ernesto Zedillo (México) y Hugo Chávez (Venezuela).

Es decir, que para el periódico la noticia no es la AEC ni la Cumbre sino el G-3 o, en el primer caso, la reunión de Pastrana y Chávez. El 17 de abril, un día después de instalada la reunión, la noticia se refiere a los viajes del Presidente y se titula nuevamente: “Pastrana y Chávez se ven las caras”, en una fórmula retórica que nos remite a una película de vaqueros.

Para la IV Cumbre de la AEC, celebrada en Panamá, El Tiempo destacó las declaraciones del Secretario Ejecutivo del CEPAL sobre el informe de los Objetivos del Milenio, según el cual, Chile era el único país que en ese momento había cumplido con la meta de reducción de la pobreza. La otra noticia que, a juicio del periódico, valía la pena destacar de la Cumbre fue el mensaje de agradecimiento del presidente Álvaro Uribe a los países asistentes por el respaldo dado a Luis Alberto Moreno para su elección como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. En síntesis, vemos que el diario colombiano no centra su mirada ni desarrolla los resultados directos de esta cumbre, como fueron el establecimiento de la Zona de Turismo Sustentable del Caribe ni la liberalización del comercio en la región, por mencionar sólo los acuerdos más destacados, y ese es, en general, el talante del periódico frente a los hechos de la agenda integracionista, lo que nos indica que no posee una política editorial orientada a promover el tema entre sus lectores. La siguiente línea de tiempo8 muestra la evolución de los registros sobre la AEC en el diario colombiano desde 1993, cuando aparecen dos menciones a la futura asociación, hasta el 2005, con un total de 47 registros en 12 años.

Una razón consistente por la que aparecen más registros sobre la AEC en El Tiempo que en The Gleaner y en La Nación es que el país fue sede de la firma del Convenio Constitutivo en 1994 y luego Cartagena lo ha sido del I Foro de la Sociedad Civil y de varias reuniones del Grupo de Rio y del G-3, a las que la AEC ha estado de una forma u otra vinculada. Del 2005 al 2008 se registran sólo menciones indirectas a la AEC en el cuerpo de otras noticias, y en 2009 el tema vuelve a ser noticia por el nombramiento del Vicepresidente Francisco Santos como Presidente del Consejo de Ministros de la Asociación y por la reunión de Ministros de Turismo de la AEC que se realizó en Barranquilla en abril de ese año.

8 Recurso que permite visualizar el resultado de las búsquedas en el archivo electrónico de El Tiempo.

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Primera página del acta de constitución de la asociación de estados del caribe, firmada en Cartagena el 24 de julio de 1994 primera firmas acta de constitución de la asociación de estados del Caribe.

La segunda línea de tiempo muestra los resultados de la búsqueda por “Gran Caribe” en el archivo electrónico entre 1991 y 2004, donde encontramos sólo 21 referencias al tema en un periodo también de 12 años (1.75 veces por año en promedio). En el 2005, año de la última cumbre de la AEC, no aparece mención al Gran Caribe en este periódico.

En la categoría 3 de Identidad, cultura y sociedad civil, El Tiempo registró, entre otras, las siguientes noticias: · Congreso Internacional sobre Filosofía y Cultura del Caribe. ·

Seminarios Internacionales de Estudios del Caribe.

·

Colombia país invitado de honor al Festival de la Cultura Caribeña en Santiago de Cuba.

·

Buceo en el Caribe.

Facsímil del acta de constitución y firmas de los mandatarios asistentes a la reunión de Cartagena.

·

Nombramiento de Ken Francis como embajador en Kingston.

·

Reportaje sobre La Habana.

Una posible interpretación Hasta aquí las herramientas metodológicas nos permiten hacer un análisis básico de la información recabada y definir sus características; ahora corresponde interpretarla y dar los primeros esbozos a una tesis sobre la visión de integración que predomina en la prensa escrita de la región, buscar las lecciones que deja esta década de acercamientos y lejanías, y proponer nuevas formas de construcción. La interpretación de los datos hasta aquí descritos y comentados debe ir acompañada de una serie de consideraciones que hacen parte del problema por el cual nos estamos preguntando: la inserción real y tangible de la idea de integración del Gran Caribe en los países que hacen parte de la AEC.

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En 2009 Colombia, representada por el Vicepresidente Francisco Santos, fue elegida para presidir el Consejo de Ministros de la Asociación de Estados del Caribe.

Una forma de captar esa cualidad tangible del concepto “Gran Caribe” - presentado en sociedad hace ya 16 años con la creación de la Asociación de Estados del Caribe- era buscar su huella en los medios de comunicación. Actualmente los medios impresos son los que mejor nos permiten, en nuestros países, rastrear esa huella física representada en el ejemplar de papel. La radio, la televisión y el Internet son más difíciles de fijar, y su impacto sobre el espectador es más volátil. El periódico permanece más que la radio, los libros más que el periódico (los archivos digitales más que los libros y quedan, de seguro, muchas posibilidades más a futuro). Esa revisión de la prensa escrita estaba al alcance de la investigación y podía extenderse, merced esos mismos medios de comunicación, a tres países más aparte de Colombia. Decíamos que una forma de captar la presencia del concepto y del discurso del Gran Caribe es registrando su aparición en los medios, pero existen muchas formas más porque la idea se expresa de múltiples maneras. De la forma como lo hace en la literatura, la música, las artes plásticas o la economía se ocupan las respectivas disciplinas. De la comunicación, desde una óptica política y cultural, intenta ocuparse este estudio, y es desde este campo donde se hace la interpretación. Cuando hablamos de los discursos sobre el Gran Caribe en la prensa escrita de cuatro países caribeños estamos hablando de los fragmentos de ese discurso presentes en las noticias. Así, la investigación se propuso observar esas “huellas mediáticas” a lo largo de una década (desde la primera hasta la última cumbre de jefes de Estado de la AEC), pero era inevitable ampliar hasta el 2005 el periodo de estudio para poder tener, de primera

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mano, el registro noticioso de un hecho histórico que fue noticia en 1994. Hemos aislado y analizado un cuerpo de noticias producido a lo largo de 11 años por unos medios que pertenecen a países y contextos muy diversos, pero comparables entre sí y unidos por el denominador común del Caribe. Existe, en este sentido, una cuestión insoslayable en los parámetros de comparación de los medios que hemos estudiado y es hasta qué punto Jamaica resulta un caso lo suficientemente representativo del Caribe anglófono como para inferir una tendencia de todo el bloque angloparlante y enfrentarlo a las tendencias que representan Cuba, Costa y Colombia dentro del Caribe hispano. Frente a esta consideración podemos señalar que la posición de Jamaica en la comunidad anglocaribeña es de una incuestionable ascendencia, no tanto por el volumen de su población o por el tamaño de su economía como por el activo papel que ha jugado en la política regional y su liderazgo intelectual, incluso a nivel de formación periodística, ya que su Instituto de Estudios en Comunicación de la Universidad de West Indies es un referente en esta área para todo el Caribe occidental. Indudablemente, la pregunta sólo podría resolverse en la medida en que se extendiera el estudio a otros países del Caribe inglés como Trinidad Tobago, Barbados y Belice, pero partiendo de un hecho reconocido, como es la autoridad de Jamaica en el tema integracionista y, en particular, de la AEC, nos atrevemos a otorgar a Jamaica cierta representatividad respecto al grupo de países reunidos en Caricom.

Conclusiones La evidencia conseguida a través de esta investigación apoya la hipótesis de una Asociación de Estados del Caribe que no aprovecha adecuadamente los medios masivos de comunicación para transmitir a la opinión pública regional las imágenes y representaciones de una comunidad gran caribeña en construcción, y confirma igualmente que existe una pobre comprensión y un escaso compromiso de los medios impresos del Caribe continental con el tema de la integración regional del Gran Caribe. Volviendo a las preguntas que le hacíamos al material recopilado sobre cómo se representó el Caribe y sus procesos de integración en sus primeros once años de vida,

Así fue titulada por El Tiempo la noticia de la constitución de la AEC en Cartagena, el 24 de julio de 1994. La imagen corresponde al archivo electrónico del diario colombiano.

y si la existencia de la AEC contribuye a informar mejor a la opinión pública sobre estos aspectos, no tenemos respuestas unívocas ni polarizantes. La cuestión estará condicionada por múltiples factores, uno de los cuales sería que la Asociación de Estados del Caribe despliegue las actividades que le corresponden a favor de la cooperación y la integración a corto, mediano y largo plazo, no sólo desde la esfera política y económica, sino también desde la cultural, en su sentido originario, que involucra adaptación y creatividad. Hasta el momento, la fuerza del ideario integracionista se ha diluido en declaraciones post-cumbres y estudios académicos, mientras que la imagen que se le vende a la opinión sigue siendo la de un Caribe que intenta aglutinarse como comunidad para enfrentar los retos del presente y del futuro, pero que, al final, sucumbe ante el poder avasallante de pragmáticos acuerdos comerciales más consonantes con los intereses de las grandes potencias que con los de la historia y el espacio compartido. Hemos visto, desde las primeras páginas de este documento, cómo la creación de la AEC aparece en el pa-

norama como un punto de quiebre, como un hito del proceso de construcción identitaria del Caribe, en tanto que región socio-histórica, y, en consecuencia, marca el inicio de la más ambiciosa expresión de esa identidad, la cual se define a sí misma, desde adentro, como Grancaribeña. Analizar la forma en que los medios han hecho llegar este discurso a los lectores de cuatro países, y qué papel ha jugado en ello la AEC, fue el propósito de esta investigación. Cada una de las preguntas que se han planteado aquí surgieron desde la etapa de formulación del proyecto hasta el momento mismo de la redacción, y quizás las respuestas solo puedan encontrarse a partir de un esfuerzo investigativo de largo plazo, interdisciplinario e interinstitucional, que se ocupe de estudiar el problema de la integración regional del Gran Caribe desde la perspectiva combinada de la cultura, la política y la comunicación. Toda la información recabada a lo largo de este estudio y el análisis realizado podrían ser útiles para evaluar, en conjunto, el impacto de la AEC sobre la agenda mediática de la integración y trazar una estrategia que

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permita, a futuro, lograr ese impacto. Desde el primer momento, la revisión de la información indicaba que la Asociación de Estados del Caribe no parecía estar empleando los medios masivos para llevar a la opinión pública de estos países las imágenes y representaciones de una comunidad que busca el ideal de integración, lo cual confirmaba, en primera instancia, la hipótesis de trabajo. Por otra parte, al observar la información publicada entre 1994 y 2005 podríamos determinar si el compromiso de los medios con el tema era más alto en la comunidad anglófona (representada por Jamaica, donde parecen discutirse más ampliamente los asuntos de la cooperación intrarregional, y existir una mayor conciencia de región) que en los países hispanohablantes. El análisis mostró que esta diferencia es clara desde el punto de vista de la calidad de los contenidos publicados, más no de la frecuencia o cantidad de espacio dedicado a la temática. Ahora bien, después de conocer y analizar el comportamiento y las características de los cuatro diarios seleccionados, encontramos que ciertamente existen similitudes y diferencias en los discursos sobre el Gran Caribe y la integración, pero todos comparten un imaginario y una noción común de identidad caribeña que rebasa las fronteras nacionales. Caso especial lo constituye la prensa cubana, cuya política editorial para el tema de la cooperación y la integración regional sigue la línea trazada por el gobierno cubano en materia de política exterior. Aventurando respuestas para las preguntas que nos suscitaba la investigación, considero que el débil interés que despierta el proyecto grancaribeño en esta orilla del Caribe se debe a dos factores que se conjugan (casi habría que decir que se confabulan) para ello: el primero, que al ser la cultura un tema cultural en la AEC, la agenda de la asociación no contempló nunca una campaña efectiva para validar sus propósitos de cooperación e integración en todos los países miembros, siendo más débil su presencia en el Caribe continental. El segundo, que el Caribe no ha sido ajeno a la lógica de mercado que ha signado la industria mediática y, en particular, la producción informativa en todo el mundo, y en tal sentido, la información que nos interesa está de una forma u otra determinada por la dinámica que gobierna los grandes medios y que no es precisamente la de construir una comunidad regional.

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Apartes de las entrevistas realizadas para esta investigación a Norman Girvan, Rubén Sillié, Luis Fernando Andrade y Gustavo Bell.

Norman Girvan, exsecretario general de la AEC. ¿Ve usted diferencias en el manejo que le da al tema del Gran Caribe la prensa del Caribe insular, la de Centroamérica y los tres países grandes del Caribe continental? Se necesita un análisis de contenido de la prensa en esos países. No tengo la información; leo básicamente la prensa del Caribe anglófono por Internet y algunas otras de Estados Unidos, pero no puedo comentar acerca del manejo del tema en otros países del G.C. Yo creo que hay una conciencia en países específicos como Cuba, Venezuela, en menor grado México, y quizás Colombia. ¿Qué acciones propondría usted para lograr que la comunicación y los medios masivos jueguen un papel importante en los procesos de integración? Eso no es fácil porque los medios masivos son de propiedad privada. Entonces, creo que jugar un papel más importante en los procesos de integración, depende de los patrones de comercio y de inversión intra gran caribeña; es decir, yo creo que los medios piden el comercio y la inversión: si hay más comercio e inversión entre los países del Gran Caribe, los medios van a tomar más interés en los issues sobre los países a los que su propio país están vendiendo o invirtiendo. ¿Puede alcanzarse la aspiración de una sociedad (comunidad) Caribe integrada sin actuar sobre los sistemas cognitivos que regulan, orientan y configuran esa sociedad? La respuesta es no, no se puede sin actuar sobre eso. Es un esfuerzo de largo plazo, pero es muy necesario. […] Si podemos promover mas intercambio social, seria de gran valor. Carifesta también es de gran valor para promover una conciencia cultural. Yo creo que el rol de los académicos, intelectuales y escritores puede tener un impacto.

Rubén Sillié, exsecretario general de la AEC. ¿Qué obstáculos debe superar la asociación antes de adoptar una política permanente y una agresiva campaña de medios para promover sus actividades hacia la cooperación y tener una presencia más fuerte? Yo diría que ya la asociación (AEC) está necesitando una campaña permanente de comunicación, porque uno de los problemas que ha tenido para avanzar y cumplir adecuadamente el papel que le corresponde en la región ha sido que es una gran desconocida, eso es verdad, y fuera de los momentos estelares de las grandes reuniones y demás, hay muchas cosas que se están haciendo como son los proyectos y los acuerdos sobre áreas específicas que se están poniendo en práctica. Es decir, hay una serie de actividades que muestran un avance en la consolidación de ese proyecto regional, pero no siempre es posible divulgarlo. ¿Qué opina sobre el papel de los intelectuales y la cultura en el proceso integracionista? ¿Cómo es posible que en la AEC dejaran de lado el tema cultural? Cuando yo llegué no estaba y traté de incorporarlo […] pero por más que quiera un secretario general, si no tiene mucho apoyo de los gobiernos...

Luis Fernando Andrade, actual Secretario General de la AEC. ¿Qué piensa del papel de los medios en la integración grancaribeña? Los medios a nivel nacional influyen en determinada forma sobre la opinión pública, pero en el ámbito internacional la opinión pública es etérea. Esa relativa influencia que los medios tienen allí no puede compararse con la influencia del cuarto poder a nivel nacional, donde hay

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gente directamente afectada que opina y logra influir de alguna manera. En el campo internacional la integración va respondiendo a momentos políticos, económicos, no culturales, porque esa no hay necesidad de acelerarla.

Gustavo Bell, Vicepresidente de Colombia entre 1998-2002. Ex ministro de Defensa. Actual embajador de Colombia en Cuba. Si se reconoce que la comunicación puede ser un elemento dinamizador de los procesos de integración regional, ¿por qué cree que los gobiernos de la región no han trabajado activamente en este frente? Yo creo que ha faltado voluntad política; no sé cómo es el caso de los otros países, pero aquí [en Colombia] los centros de decisión, de poder, están en Bogotá y el peso de lo andino es demasiado grande. Si hubiera voluntad política, ¿hay suficiente conocimiento por parte de esos centros de decisión para entender el problema y trabajar hacia allá? No, no la hay, pero la cosa es más grave aún. Yo diría incluso que ni nosotros mismos todavía tenemos pleno conocimiento de lo que significa que estemos en el Gran Caribe. Es un conocimiento que se ha ido produciendo en los últimos 20 años y en la perspectiva de la historia es poco tiempo, muy poco tiempo. […] Apenas se está produciendo y después viene la socialización, la formación, la circulación del conocimiento, etc. ¿Qué dificultades ha encontrado usted o cuáles señalaría como las principales dificultades para una más activa inserción de Colombia en el Gran Caribe? El país sigue siendo muy andino, y en tanto que la frontera Caribe del país no es problemática, no hay mayor atención sobre ella. Las otras fronteras del país, que son las que están generando problemas, tienen toda la

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atención del Estado. Como aquí no hay problemas, salvo el conflicto limítrofe con Nicaragua, no hay mayor inquietud, como tampoco hay mayor comercio. ¿Qué representa hoy la AEC en el contexto político, económico y social de la región? Es una oportunidad que está ahí, pero no la veo muy actual. Creo que está en crisis, en el sentido en que está casi inactiva; uno no ve que se registre nada significativo ocurriendo en la AEC, a menos que esté ocurriendo y nosotros no lo estemos registrando, pero tengo entendido que está muy paralizado. ¿Cree usted que la AEC ha considerado seriamente el asunto de la comunicación en su gestión y que ha sabido comunicar sus objetivos? Yo pensaría que no. No tengo mayores elementos de juicio, pero yo diría que a la asociación le hace falta un segundo aire.

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O P I N I Ó N

El Caribe al final de la Era Usoniana: Hacia un nuevo modelo de confederación José F. Buscaglia Salgado

La creciente crisis fiscal y la parálisis política en los Estados Unidos de América, la ascendencia de Brasil como poder global y la imponente presencia china en Centroamérica y en las Antillas están redibujando las fronteras y transformando profunda y vertiginosamente las relaciones de poder en el Mar Caribe. Un siglo después de que la Pax Usoniana1 fuera impuesta a boca de cañón con la conquista de Cuba y Puerto Rico en 1898, la influencia de los Estados Unidos en la región que una vez fuera su segunda zona de expansión extraterritorial (luego de la Invasión de México en 1846) va en merma. Este hecho coincide con la crisis profunda de los modelos económicos y políticos del patio, que emergieron en la etapa de la postguerra a partir de 1948, desde Fort-deFrance a la Habana y de San Juan a Kingston. Añádase a esto el hecho de que el Caribe, junto con Centroamérica, ha pasado a convertirse en la zona del mundo con el índice mayor de crímenes violentos contra el ciudadano. 1 Téngase presente que en todo momento utilizo el gentilicio de americano para referirme a los habitantes de todo el continente. A diferencia de lo que es costumbre en los Estados Unidos de América y que es una noción muy errada, si no abiertamente racista, América no son dos, sino un solo continente que incluye también las islas de las Antillas y las Bahamas, las Malvinas y las Galápagos, entre muchas otras islas y archipiélagos. Prefiero, por tanto, referirme a los americanos de los Estados Unidos de América utilizando el neologismo de usonianos. Ver José F. Buscaglia-Salgado (2003), Undoing Empire, Race and Nation in the Mulatto Caribbean (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2003).

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Para complicar más las cosas, el arco de las Antillas se apoya en Venezuela y México, estados que hoy enfrentan una crisis potencialmente desastrosa. En el primero, el populismo mediático ha vencido a la inteligencia y su República Bolivariana anda camino de convertirse en un narcoestado. En el segundo, la presidencia de la república ha instalado al ejército en el zócalo y, en el nombre de acabar con los narcos, amenaza con reducir el ámbito público de la primera potencia cultural americana en una ilusión virtual y propagandística. Frente a tales retos se hace necesario plantear y disponer de una estrategia común y coordinada de supervivencia que responda a los intereses de los pueblos de las Antillas y el Gran Caribe. De lo contrario, todas estas gentes quedarán a merced de los acontecimientos en un mar que será disputado, como punto neurálgico en el trasiego de mercancías a nivel mundial, entre las nuevas potencias mundiales y las grandes mafias. Este ensayo se divide en cuatro partes. La primera busca dejar claro lo que está en juego y dar una voz de alerta que propulse la acción contundente y responsable. La segunda invita a una autocrítica muy necesaria sin la cual, como es ya costumbre, los pueblos de la región y sus representantes se entregarían al fatalismo, al desprecio común y a la inacción más servil. La tercera pretende rescatar del olvido el proyecto decimonónico de la Liga Antillana y su visión de una confederación amplia y abierta de los pueblos de la

Alexandre Sabès Pétion (1770-1818), primer presidente de la República de Haití, 1806-1818

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región. La cuarta se apoya en el precedente histórico para proponer no ya una solución postcolonial, sino también post-nacional al vacío de poder y a la peligrosa entropía que va creando la retirada usoniana.

El final de la Doctrina Monroe

Antonio Maceo Grajales (1845-1896)

Gregorio Luperón (1839-1897)

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La medida de la retirada de los Estados Unidos de la región que llegó a conocerse en la jerga imperial como su traspatio o backyard fue marcada claramente y, por primera vez, en 1999, cuando se le otorgó a la compañía Hutchinson Whampoa Limited licencia de operación de los puntos de entrada al Canal de Panamá en Balboa y en Colón por cincuenta años. Esta compañía, con sede en Hong Kong, está enteramente en manos de las fuerzas armadas de la República Popular China. Lo que entonces fue una declaración de intención clara y directa se confirmó de la forma más contundente en febrero de 2011 con el anuncio de que estaba ya entonces completamente proyectada, financiada y bajo construcción una red ferroviaria de escala colosal entre el puerto pacífico de Buenaventura hasta Cartagena de Indias en el Mar de las Antillas. Este ambicioso megaproyecto chino tiene el doble propósito de extraer materia prima del corazón del continente y, a la vez, canalizar todo el comercio entre el Mar del Sur de la China y el Océano Atlántico que, por su caudal, cada vez mayor y más vertiginoso, no podrá pasar por Panamá. Compárese este gesto concreto de expansión mercantil con el mensaje bobo del Presidente Barack Obama un mes más tarde cuando, en un viaje corto por América Latina, exhortó a los brasileños a que pusieran de su parte y ayudaran a la recuperación económica de los Estados Unidos “buying American”, es decir, comprando productos usonianos. A esto hemos llegado al final de la corta y poco célebre era del mundo unipolar: China invierte fuerte y Estados Unidos, en vez de invadir, como fue su costumbre durante más de un siglo en América Latina, viene ahora a pedir limosna. Si ya en Mar del Plata, en 2005, el ambicioso proyecto usoniano del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), anunciado originalmente en Miami en 1994, se sabía moribundo, hoy por hoy, es un cadáver. Si el ancestro directo del ALCA, anunciado por el Presidente Kennedy, en 1960, durante el apogeo de la era imperial usoniana, fue siempre de dudosa legitimidad y procedencia, su famélico legado carece hoy de toda fuerza o empuje frente al avance decisivo de China en nuestra América.

A escala menor, pero todavía muy revelador, es el control casi absoluto de los intereses chinos sobre el comercio al detal en Belice, un país que se ha convertido en la cabeza de playa de Pekín en el litoral norte y caribeño de Centroamérica. Este hecho responde, sin lugar a dudas, a una estrategia concertada que pretende poner coto al avance de los intereses mercantilistas de los Estados Unidos al sur del Río Grande y consolidar los intereses chinos desde Yucatán a la Patagonia. Así, pues, China está presta a extraer la riqueza mineral de América del Sur, a controlar el tráfico comercial de Panamá y a tener una presencia comercial indiscutible en toda América Latina y el Caribe. La Doctrina Monroe, por medio de la cual Estados Unidos reclamó, a titulo propio y en exclusividad, desde 1823, la hegemonía absoluta y el derecho de intervención imperial sobre el continente, ha sido efectivamente desactivada. Pienso que uno de los más nítidos actos de repliegue imperial pudiera darse en Puerto Rico durante la próxima década. Aquella isla que una vez fuera llamada “la vitrina de la democracia”, “el puente entre las Américas”, o “la estrella brillante” (The Shinning Star) de la civilización usoniana en la Cuenca del Caribe, es actualmente un país en quiebra económica y el mejor ejemplo del fracaso rotundo del modelo económico usoniano, hoy adoptado universalmente, basado en el consumo desmedido de productos y servicios. Los puertorriqueños sirvieron bien a ese propósito cuando se ensayaron en aquel mercado cautivo, entre las décadas de 1960 y 1990, modelos de propaganda y de consumo que luego serían implementados en todas partes en nombre de la libertad y del famoso shopping masificado que vino a matizar el concepto de “la búsqueda de la felicidad” esbozado en la Declaración de Independencia de las Trece Colonias Inglesas en 1776. Muy a pesar de haber cumplido fielmente e incluso rebasado toda expectativa, los puertorriqueños resultaron ser cultural y lingüísticamente inasimilables y el pequeño país se ha convertido en una carga fiscal pesada para una metrópolis que se enfrenta a una deuda impensable y a la insolvencia más rotunda y desastrosa. La etapa clásica del Imperio Usoniano comenzó con la invasión militar de Puerto Rico el 25 de julio de 1898 y bien podrá llegar a su fin con el abandono oficial del país por medio de la renuncia a toda obligación tutelar sobre el mismo. La

cuestión no es si se dará o no este momento y, menos aún, lo que los puertorriqueños puedan pensar al respecto. La pregunta es, sencillamente, cuándo. Con la retirada de los Estados Unidos, China no es la única potencia en ascendencia que busca quedarse con un pedazo del Caribe. Recientemente, Cuba anunció que comenzaría a construir un megapuerto en la villa de Mariel, 45 millas al Este de La Habana. El mismo tendría cabida para los barcos de mayor porte en el mundo, buques comerciales cuyos 15.5 metros de calado han obligado a la ampliación del Canal de Panamá. La primera fase del megapuerto de Mariel que, según el gobierno cubano, podría mover inicialmente más de un millón de contenedores al año, deberá completarse para el 2014, justo a tiempo para coincidir con la inauguración de las nuevas instalaciones en Panamá. Dado que las obras escasamente han comenzado, este proyecto pudiera ser descartado como uno más en la larga lista de planes ilusorios de los hermanos Castro a lo largo del pasado medio siglo.2 Después de todo, facilidades de mayor envergadura existen ya a muy corta distancia de La Habana en Nueva Orleáns, Tampa y Fort Lauderdale. Además, la inmensa mayoría de los que atracarían en Mariel serían buques de bandera china con destino a los principales puertos de la costa atlántica de los Estados Unidos. Bajo las restricciones actuales, cualquier embarcación que atraque en Cuba está vedada de entrar en aguas territoriales de los Estados Unidos. Como es común a tantos de los proyectos anunciados desde La Habana, la razón de esta sinrazón debe hallarse en otra parte. Brasil está financiando el proyecto. De esa manera, el gigante sudamericano está buscando expandir su zona de influencia en el Caribe de la manera más efectiva y directa, es decir, llevando al gobierno cubano a entrar en una deuda con la que no podrá cargar. Distinto a lo que sucedió en Cuba con la nacionalización de las empresas usonianas, en la década de 1960, con las obligaciones fiscales que desaparecieron al desgajarse la Unión Soviética o con las extremadamente generosas concesiones energéticas que disfruta hoy el país cortesía de la República Bolivariana de Venezuela, esta será una deuda que el gobierno cubano tendrá que pagar, de una forma u otra, entren o no en operación las facilidades proyectadas en Mariel. Seguramente, más allá del discur2 Pienso, por ejemplo, en la famosa “Zafra de los 10 millones” de toneladas de azúcar en 1970 y en el descalabrado intento, durante la siguiente década, de engendrar mediante la manipulación genética una vaca lechera del tamaño de un perro mediano que pudiera dar leche en casa a todos los niños de la isla.

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USRC Colfax, vapor ligero de 250 toneladas, de la clase a la que perteneció el Telégrafo/La Restauración.

so solidario, el cálculo del gobierno brasileño es que, carente de reservas de moneda dura, Cuba tendrá que pagar por un proyecto que no necesita haciendo concesiones políticas onerosas para sus ciudadanos y de gran ventaja para Brasil. De esta forma, la potencia en ciernes adquiriría una base importante en el Caribe, retando a los Estados Unidos en su propio traspatio y haciéndole frente al avance de China en el continente.

Hablemos de nosotros Nada de esto es juego de niños. La retirada de los Estados Unidos será un proceso gradual, paulatino y siempre parcial. Hoy es la lucha contra el narcotráfico, pero lo cierto es que a los usonianos siempre les sobrarán razones para mantener cierta injerencia y tratar de intervenir en nuestros asuntos. Pero no quede duda de que, tan pronto como otras potencias comiencen a sustraer beneficios de una geografía que, estratégicamente hablando, les servirá casi exclusivamente como zona de paso, las gentes y pueblos del Caribe correrán el riesgo casi impensable de sufrir mayores agravios que en nin-

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gún otro período de su dura historia. Desde San Salvador hasta Port-of-Spain ésta ya es la región con el índice mayor de crímenes violentos en el mundo. Todo apunta al empeoramiento de esta condición, máxime cuando se considera que toda la zona está enmarcada entre México y Venezuela. El primero de estos países ha lanzado al ejército a las calles para evitar convertirse en un narcoestado. Las consecuencias de esta medida draconiana serán inevitablemente trágicas, porque cuando mandan las armas, las libertades siempre pierden. El segundo país ya ha comenzado el proceso de implosión en dirección al estado fallido preferido por las mafias. Sin embargo, la mirada del crimen organizado internacional está puesta sobre Cuba. Dado su emplazamiento estratégico en la boca de entrada al Golfo de México y como coraza protectora natural que es del Canal de Panamá, la posibilidad real de que el país se convierta en un estado fallido como Haití supondría verdaderas ventajas para los intereses más perjudiciales y nocivos. Esto, a su vez, acabaría por transformar la economía de toda la región como sitio de paso donde estarían permitidas y promovidas oficialmente las formas más devastadoras de explotación humana y

del medioambiente. Bajo tales condiciones, que son ya más que incipientes en Cuba, Haití y la República Dominicana, el Caribe se convertiría en el mayor prostíbulo del planeta y las calles de sus ciudades serían disputadas entre unas fuerzas del orden totalmente mercenarias y bandas de delincuentes juveniles mejor equipados y dispuestos a matar. Ese ya es el caso en Kingston, Jamaica, y en la Ciudad de Guatemala. Nadie debe dudar que éste es, por defecto, el escenario más probable. En 2009 hubo 984 asesinatos en Puerto Rico y el año pasado, en Trinidad, 472. Aún la Federación de San Cristóbal y Nevis, que es el estado más pequeño de América, tanto en extensión como en población, reportó 40 asesinatos el año pasado. En Cuba, donde hasta fechas recientes, las armas estuvieron exclusivamente en las manos de la casta militar que rige el país, la tasa de asesinatos va en alza súbita. Las cifras son inexistentes puesto que, según el discurso oficial, ese tipo de malformación social se da en cualquier otra parte del mundo, menos allí. Pero en una visita reciente en marzo de 2011 pude confirmar, hablando con vecinos del barrio habanero de La Palma, que los asesinatos con armas de fuego ocurren prácticamente todas las noches a la altura de la Calzada de Diez de Octubre, una de las principales arterias de la ciudad. Se están dando casos, inauditos hasta hace poco, en los cuales grupos de jóvenes, sin otro empleo que la camorra, ajustician al personal uniformado de la Policía Nacional Revolucionaria. Como en tantos otros lugares del Caribe, la policía en Cuba comienza ya a replegarse de las barriadas particularmente problemáticas en ciudades como La Habana y Santiago. Tal parece que la situación es similar en todas partes, desde Laventille Hills en Port-of-Spain hasta Cité Soleil en Port-au-Prince, pasando por los más de cien “focos urbanos insalubres” recientemente identificados por las autoridades cubanas. Es allí donde se sufren las condiciones más infrahumanas dada la casi total ausencia de infraestructura y de servicios básicos. Después de todo, de algo hay que vivir. Por un lado, la miseria extrema en esos llamados focos insalubres es la que, en parte, provoca la violencia que fomenta el tráfico y consumo de estupefacientes, la prostitución y la muerte por contrato o por gusto. Por otro, estos focos quedan totalmente desasociados de las zonas de desarrollo económico que, al obedecer a un modelo dependiente y disparejo, responde directamente a los intereses que buscan mantener a un gran sector de la población en la miseria más dura y servil. Si el primer escenario es inaceptable, el segundo

es totalmente injustificable. En la ciudad de Kingston, se puede distinguir claramente este juego a muerte con navaja de doble filo. Allí, en días de semana, y de 8 am a 2 pm, se monta un gran mercado de productos, principalmente chinos, bajo los auspicios de un verdadero ejército de mercenarios al servicio de los mayoristas. Estos agentes paramilitares van vestidos de negro y llevan cascos y viseras que les tapan el rostro, portan escopetas de cañón recortado y subametralladoras made in U.S.A. y circulan, a toda velocidad, por las calles, al lomo de ruidosas motocicletas fabricadas en la India y en China. A media tarde, todo este andamiaje se desmonta instantáneamente. Los locales cierran colocando gruesas planchas de acero sobre puertas y ventanas. Las calles quedan vacías. Entra entonces a ocupar el ámbito público un verdadero ejército del lumpenproletariado que cobra forma en gangas de chiquillos bien armados que se matan para defender el territorio, puerta por puerta, bajo los auspicios de los partidos políticos y de los capos de la droga. Los intereses de estos dos patrocinadores suelen ser afines en cuanto a la necesidad de mantener vivo este ritual cotidiano que lleva escenificándose por más de cuatro décadas en la capital de Jamaica a la sombra del albo monumento a la Reina Victoria. Para esto sirvió la independencia, preparada cuidadosamente como fue por los ingleses, con el visto bueno de los usonianos, para que Jamaica, como tantas otras antiguas colonias británicas, fuese ingobernable y sumisa a perpetuidad. Añádase a este teatro callejero sin fin ni finalidad aparente, el extenso mercado de servicios sexuales que está muy bien desarrollado en La República Dominicana, seguido de cerca por Cuba. Quien haya viajado a La Habana desde Toronto, como he hecho yo innumerables veces, no puede dejar de notar que el avión va lleno de hombres de mediana edad y mujeres jóvenes, en su inmensa mayoría todos caucásicos, listos para practicar el más descarado acto de saqueo concebible y que ha convertido al Caribe en el segundo destino del mundo para comprar sexo y gente. Los vuelos desde Madrid y Ciudad de México llevan el mismo tipo de clientela, tanto así que, en España, a los aficionados al turismo sexual en Cuba, se les llama lecheros. El negocio está muy bien montado, y no hace falta viajar al Caribe para entrar en el juego. Hay una extensa gama de portales en la red donde se vende todo tipo de gente a precios de ganga. Allí el amor no es ciego, sino todo lo contrario: el objeto del deseo puede ser comprado a la medida de la fantasía, según el género, el fenotipo, la nacionalidad, la edad, factores varios

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de biometría y hasta por los servicios a prestar. Al final, mientras los gobiernos de la región siguen invariablemente apostando al turismo como motor del desarrollo sostenible, como en los quince campos de golf que se abrirán próximamente en la Cuba socialista, los países del Caribe y, más específicamente, las islas de las Antillas, van dirigiéndose rápidamente en dirección del estado fallido que promueve el crimen organizado antes de apropiarse del territorio y de su gente. La crisis climática y la caída de los mercados, que ya son fenómenos globales ineludibles, sólo ayudarán a acelerar este proceso. La corrupción, a todos los niveles del gobierno y de la empresa privada, es el otro gran agente catalítico empujándonos hacia el abismo. La necesidad de tomar acciones claras, contundentes y en común, debiera ser imperante cuando se enfrenta la devastación a tal escala. No debe quedar duda de que, lejos de ser una bendición, el repliegue usoniano abre un espacio extremadamente precario para la iniciativa a escala regional. Sería fatal e injustificable desaprovechar tal oportunidad. Pero ¿cómo esperar concierto tal en una región donde la obra popular y colectiva, con pocas, aunque notables excepciones, ha burlado todo escenario? Si estos panoramas, interconectados como están, pintan un futuro desalentador para el Caribe, no podemos dejar de contemplar la mayor de todas las amenazas que enfrentamos. A medida que el águila imperial alza vuelo y va perdiéndose en el horizonte, regresa nuestra propia áurea tiñosa en busca de carroña. Al final, aunque nos cueste decirlo, nosotros seguimos siendo nuestros peores enemigos. Ha de quedar claro a estas alturas que todos los proyectos que, hasta la luz de hoy, han querido dar salida a los pueblos salvándoles de sus penurias, isla por isla o puerto por puerto, han fracasado. La salida única y, en exclusiva, no es posible, por más que deseemos apartarnos de nuestro entorno y de nuestros vecinos. Nuestro pronunciado insularismo, aún en los casos de los pueblos caribeños del continente, nos vuelve soberbios e ignorantes, siempre dispuestos a complacer mucho más al visitante europeo o usoniano que al paisano de la isla de enfrente. No he visitado otra región en el mundo donde las gentes se desprecien tanto como se desconocen. El odio entre haitianos y dominicanos es el ejemplo clásico. Pero ese caso nos describe a todos y es producto de una tradición despótica que viene de la plantación y que nutre por la vena más gruesa ese odio que mostramos, no ya contra el vecino, sino contra nosotros mismos. Ahí deben estar

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también las bases que explican los altos índices de violencia en nuestros países. En Cuba, desde Pinar del Río a Camagüey, no es poco común oír decir de las gentes del lado opuesto de la isla: “en Oriente, ni los perros ni la gente”. Y en Puerto Rico, una expresión lo resume todo: “El jíbaro es cosa mala”. Así nos desconocemos y nos desdeñamos, rechazando a este, por ser blanco o moreno o chino o prieto; a aquél, por ser católico o protestante, judío, musulmán o hindú; al de más allá, por hablar francés, inglés, mal español, creole o patois. Así procedemos continuamente, separándonos para no juntarnos, hasta cuando nos encontramos frente al espejo con el mismo reflejo del amo, capataz o cazador de esclavo que ayer nos tomó por la fuerza y nos trató como a una bestia. Por eso mismo, vuelvo a recalcar, ningún pueblo caribeño ha alcanzado a levantarse sobre su herencia esclavista y colonial, por sí solo y sin apoyo, para darse verdaderamente a la fuga y lograr construir una sociedad de hombres y mujeres libres. Esa posibilidad no existe. Ahí están, para dar fe del cadáver insepulto de la colonia y de la plantación, los départements de Francia donde los “franceses franceses” de “la Francia francesa”, como allí les llaman, y los franceses descendientes de los amos de plantación o Békés son todavía dueños y señores de todo y de todos. Por ahí también se encuentra Puerto Rico, el milagro económico, hoy tornado en el ejemplo más prístino de la bancarrota a nivel global. Pueblo pobre ese donde la mayoría de la población suplica, cada vez con mayor anhelo, que la colonia sea hecha estado federado de una metrópolis que, desoyendo su rezo, como de costumbre, conduce al país camino del despeñadero. Fueron precisamente los odios raciales y las envidias las que hicieron imposible la federación de las antiguas colonias británicas propuesta por Londres en 1958 bajo el nombre de West Indian Federation (WIF) o Federación de las Indias Occidentales. De poco sirvió entonces la defensa del honor isleño para acabar matándose en las calles en nombre de nadie como se estila hoy en Jamaica y en la Trinidad. No se pueden olvidar tampoco las grandes revoluciones que tanto orgullo provocan entre sus supuestos herederos. No hay imperios coloniales más desdichados que la tiranía de los hermanos Castro o el reino de la superstición más alucinante e innombrable en Haití. Ahora que el mundo sufre la inclemente dictadura de los mercados y las repúblicas burguesas del Atlántico Norte se enfrentan sin remedio a la parálisis política, a la incoherencia moral y a la insolvencia económica, la necesidad de buscar soluciones urgentes a nivel regional

nos obliga a levantarnos contra nuestra herencia colonial. Nada es más deplorable en esa desagraciada herencia que el racismo que mostramos contra nosotros mismos. Quien no se haya enterado debe saber que, en la República Dominicana, es legalmente imposible ser inscrito como ciudadano y obtener documentos que indiquen que uno es “negro” o “mulato”. Allí sólo hay “blancos” e “indios”. En esta última categoría existe incluso un descriptor que designa a los ciudadanos de piel más oscura como “indios quemados”. Oficialmente, pues, no hay dominicanos “negros” porque “negros” son los haitianos. Precisamente por esto es por lo que debemos aceptar de plano la total disfuncionalidad del modelo de la nación estado en nuestro mundo y, sobre todo, de la nación estado insular, regida por la casta socio-racial minoritaria que heredó la colonia de los amos europeos. Pero, si hacemos esto ¿a qué árbol arrimarse? ¿Acaso carecemos de precedentes o es que poco nos han contado de quiénes somos y de dónde venimos? Ciertamente el modelo y la filosofía de la “supremacía blanca” o White supremacy, que ha imperado por más de un siglo bajo la Pax Usoniana, nos ha nublado la visión. Pero nuestra vocación por el (auto) desprecio y nuestra preferencia por el cacicazgo y la dictadura racial también es una carga pesada que nos quita fuerzas y que produce en nosotros una atrofia que nos impide obrar en conjunto.

Recordemos el futuro Con estas consideraciones de por medio, propongo regresar a un momento clave de la historia caribeña cuando la revolución en Saint-Domingue puso a arder a toda la región. Entonces, los hijos del Caribe se dejaban seducir fácilmente por los ideales republicanos, mientras celebraban con gran júbilo la quema de los cañaverales. Tratándose de una revolución contra el sistema de plantación basado en el trabajo esclavo, ninguno de aquellos ideales tuvo mayor atractivo que el de la igualdad absoluta entre los ciudadanos. Pero, ya extintas las llamas, los debates fueron grandes y se llegó a pagar un alto precio por las ideas. No hubo contraste mayor que cuando, a principios del siglo XIX, la herencia republicana y autoritaria de Toussaint Louverture se bifurcó siguiendo, por un lado, el ideal del imperio de la libertad imaginado por Alexandre Pétion y, por otro, la idea de la patria regida por una casta militar despótica, según puesta en escena por Jean Jacques Dessalines, el primer gran tirano de la historia “postcolonial” antillana.

Ramón Emeterio Betances Alacán (1827-1898), en los tiempos en que fungió como embajador de la Liga Antillana en París y Londres.

Aunque hoy son prácticamente desconocidos por todos, el modelo y las ideas de Pétion recibieron abrigo y promoción, a mediados del siglo, en manos de un grupo diverso de conspiradores y revolucionarios ubicados principalmente en Haití y en la República Dominicana. Su visión de una Confederación Antillana tuvo gran auge de 1868 a 1898 como alternativa a las tendencias despóticas de los caudillos del patio y a la agenda expansionista de los Estados Unidos. El mismo modelo se contemplaba entonces en Canadá aunque, a diferencia de ese ejercicio y del trágico proyecto de los Estados Confederados de América, el proyecto de la autodenominada Liga Antillana era un movimiento que, ante todo, defendía la igualdad de los ciudadanos sin distinción de “razas”. En febrero de 1867, Gregorio Luperón, uno de los principales jefes militares dominicanos, y el puertorriqueño Ramón Emeterio Betances compraron conjuntamente en la colonia danesa de Santo Tomás, y muy probablemente con dinero haitiano, el vapor Telégrafo que zarpó rumbo a Haití con bandera usoniana. Una vez en San Marcos, a finales de mes, cambiarían su nombre por el de La Restauración y se harían a la mar inicialmente con bandera haitiana. Según palabras del corresponsal del New

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York Herald, Luperón contaba “con una tripulación de gente problemática de todas las naciones” (Keim, 1870: 94-95). La idea era regresar a Santo Tomás donde Betances recibiría del cubano Domingo Goicuría Cabrera quinientos fusiles que le había comprado. Las armas serían llevadas de allí a Puerto Rico para comenzar la insurrección. Se había acordado que, al final de lo que seguramente sería una guerra breve, la República de Puerto Rico prestaría todo su apoyo al derrocamiento de Buenaventura Báez, presidente de la República Dominicana que, para entonces, buscaba venderle a Estados Unidos toda la bahía y la península de Samaná. También se contemplaba ya la idea confederativa, según reza la proclama del Comité Revolucionario de Puerto Rico, en Nueva York, del 16 de julio del mismo año: ¡Puertorriqueños: preparaos a ser los primeros… Cuba os seguirá y os prestará ayuda… ¡Cubanos y puertorriqueños!, unid vuestros esfuerzos, trabajad de concierto, somos hermanos, somos uno en la desgracia; seamos uno también en la Revolución y en la Independencia de Cuba y Puerto Rico. Así podremos formar mañana la confederación de las Antillas (Pérez Moris, 1975: 297).

El plan fracasó. A petición de Washington, Betances fue arrestado por los daneses en Santo Tomás, y las armas prometidas por Goicuría nunca llegaron a su destino. Comenzaba a hacerse patentemente claro que habiendo triunfado sobre los estados secesionistas, Estados Unidos venía a reclamar el Mar de las Antillas como su zona exclusiva de acción e influencia, y no estaba dispuesto a ver germinar el proyecto confederativo en un mar de “negros libres” a la haitiana. Sin armas ni apoyo externo, los comités revolucionarios en Puerto Rico no dejaron de compartir la visión de un solo pueblo antillano. En su “Proclama a los puertorriqueños” de 1868, el Comité Interior Norte de Borinquen cerraba con tres gritos de guerra: “¡Viva Puerto Rico libre! ¡Viva Cuba independiente! ¡Viva el pueblo de las Antillas!” (Pérez Moris: 300). La República de Puerto Rico se proclamó el 23 de septiembre de 1868 y su primer acto en el orden legal, antes de ser sofocada por el ejército español y la Guardia Civil, fue abolir la esclavitud. El 10 de octubre del mismo año, el Grito de Yara marcaría el comienzo de la guerra en Cuba. La deuda ideológica y la inmediatez programática del proyecto con la Revolución Haitiana serían entonces innegables. Así se lo recordaría Betances a un grupo de cubanos en 1870: “En una noche de octubre de 1802, sesenta y seis años

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menos tres días antes del Grito de Yara, Pétion vio la Revolución, la contempló de frente y se entregó a ella”. Más tarde, volviendo sobre la figura de Pétion, añadiría: “Tales son nuestros precursores, ¡oh cubanos!” (Betances, 1975: 52, 62). Frustrada la insurrección en Puerto Rico, Betances se refugió en Venezuela, para luego pasar nuevamente a la República Dominicana. En parte reservado del 8 de junio de 1869, el Ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Manuel María Gautier, le escribió al Capitán General de Puerto Rico, por mediación del cónsul de Francia, para denunciar la conspiración en ciernes. En él decía que Betances había pactado con el presidente anterior, José María Cabral y de Luna “poniendo a su disposición parte de los recursos con que cuenta el Club Revolucionario de las Antillas, a trueque de que él (Cabral) facilite dos mil dominicanos para iniciar la revolución en la Ysla de Puerto Rico”. Al regresar Báez al poder, éste procedió inmediatamente a confiscar los quinientos fusiles que Betances “tenía preparados para el armamento” y a declararle persona non grata en los territorios bajo su control. En la misma carta, Gautier explica que la intención de Betances era “un plan muy meditado, vasto, complexo y de vital trascendencia. El Señor Betances dice: Cabral, Luperón, Pimentel, todos y cada uno de esos pequeños héroes de la Guerra Civil, están dispuestos a cooperar activamente en favor de la revolución de las Antillas españolas”. Concretamente, afirmaba el ministro de Báez: “El plan es provocar una emigración de hombres que saliendo de Mayagüez y otros pueblos de Puerto Rico afluyan a Puerto Plata en número de 300. Una vez posesionados en aquel lugar en clase de pacíficos habitantes, Luperón se presentará en aquella plaza para apoyar el movimiento intestino que se operaria a su vista”. De acuerdo con el ministro y haciendo referencia directa a La Restauración “un hermano del mismo Doctor Betances se encuentra ya en Puerto Plata con un número sospechoso de Puerto Riqueños y el vapor en que debía conducir mas [de] cien auxiliadores de la misma procedencia” (Archivo Histórico Nacional). Este plan tuvo que ser alterado, pues era ya evidente para Luperón y Betances que los Estados Unidos actuaban activamente en apoyo del enemigo. Se sabía que el vapor Tybee, de la compañía Spofford y Tileston, que servía la ruta comercial entre Santo Domingo y Nueva York, transportaba armas para Báez y acababa de remolcar sus únicas dos goletas de guerra, el Alta Gracia y el Capotilla, desde Santo Domingo hasta Samaná. Allí las atacó La

Foto de José Brunet.

mercio americano y surcar por alta mar sin autoridad legal” (Howard, 1869:38).

Agarrotamiento de Angiolillo en la Prisión de Bergara, 20 de agosto de 1897.

Puerto Rico, The Shinning Star of the Caribbean: ¿El colonialismo como modelo regional?

Restauración a finales de mes, en un intercambio de artillería que duró desde las cuatro de la tarde hasta el ocaso, mientras el Tybee se mantenía a distancia segura. Las acciones de Luperón iban dirigidas a establecer claramente ante la opinión internacional que la Bahía de Samaná estaba bajo el control de los soberanistas de Puerto Plata y no de los anexionistas de Santo Domingo.

La respuesta de Washington a las reivindicaciones de Luperón no se hizo esperar. Alegando falsamente que en la acción contra las goletas de Báez La Restauración había disparado en dirección del Tybee, el secretario de la armada, George Robeson dio órdenes a Elías K. Owen, comandante del Seminole, de capturar a La Restauración por “interferir con el co-

Muy a pesar de que Luperón había sido la figura militar más notable de la Guerra de Restauración (18631865) e, incluso, jefe de estado en el Triunvirato de 1866, en correo reservado al capitán del Seminole, el secretario del presidente Ulysses S. Grant describiría a La Restauración como “vapor pirata” (Howard: 40). Evidentemente, tratándose de lo que el presidente Grant veía como una suerte de “conspiración de negros” en La Española contra sus planes de anexar no ya Samaná, sino toda la República Dominicana, a Luperón y a los suyos no se les concedería el grado oficial de beligerantes. Fue cierto que La Restauración sí recurrió al cambio de bandera, a conveniencia, como se informara en el New York Times y en otros testimonios de la época. Sabemos, por ejemplo, que zarpó de Santo Tomás con bandera usoniana por no permitírsele salir bajo ninguna otra, que izó la haitiana en San Marcos, que atacó Puerto Plata bajo la venezolana y que entró en la Bahía de Samaná desafiando toda suerte y desplegando airadamente el pabellón dominicano (Moore, 1906: 2, 1084). Pero, si bien esta podría aparecer ante la opinión pública en Estados Unidos como “una tripulación de gente problemática de todas las naciones”, lo cierto es que eran hombres que daban por patria a las Antillas y el Gran Caribe y que, frente al avance del poderoso estado norteño, defendían su derecho a navegar libremente por el Mar de las Antillas, desde Cuba hasta Venezuela, haciendo uso a conveniencia de los colores de cualquiera de los futuros países que integrarían la confederación por la cual luchaban. Aun así, con o sin cambio de bandera, La Restauración no logró asestar más que un golpe político de menor escala en toda la contienda por el control de aquella extensa geografía. En términos tácticos, era el arma necesaria para vencer la geografía insular y, aprovechando la debilidad estratégica de España luego de la pérdida de Santo Domingo, transportar las fuerzas “multinacionales” del ejército republicano de una isla a otra. Pero era completamente insuficiente para enfrentarse al poderío naval usoniano que ahora veía al vapor como un estorbo de poca monta contra sus planes de expansión. El Seminole no consiguió apresarlo. Pero el Tuscarora, bajo el mando del comandante Walter W. Queen, lo persiguió hasta Road Town, Tórtola, donde su capitán, Domingo Acevedo, lo había llevado con instrucciones de vender-

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lo por mediación de la empresa Costa Hermanos y Cía. Confiscado por las autoridades inglesas y, más tarde, devuelto a Acevedo, La Restauración se subastó el 21 de julio de 1869, siendo comprado por un mercader y hacendado inglés al precio de $10,025 dólares (Moore: 3, 675-676). La entrada de la armada usoniana en el escenario bélico que llevó a la venta del vapor de guerra de la Liga Antillana fue un golpe duro para los confederados. Con él se frustró todo plan para invadir Puerto Rico y para llevar voluntarios de aquella isla en gran número para apoyar la causa de la libertad popular en la República Dominicana antes de pasar a Cuba y volver sobre Puerto Rico con mayores refuerzos. Perdida la guerra por mar, como la estuvo desde un principio dada la total asimetría de las fuerzas en pugna, el escenario bélico se desplazaría de la República Dominicana al Oriente de Cuba. Al igual que en Saint-Domingue y en la Guerra de Restauración, la Guerra de Cuba dio pie a un proceso de creciente injerencia popular en los asuntos de estado que causó graves preocupaciones entre los líderes de las élites criollas y los esclavistas. Fue allí donde, con mayor contraste, la tradición igualitaria louverturiana y el republicanismo populista de Pétion vinieron a medirse con la noción patricia de la independencia bolivariana. La tendencia hacia el caudillismo había encontrado nombre y apellido en la persona de Carlos Manuel de Céspedes, un mediano propietario y esclavista que fue el autoproclamado líder del alzamiento de Yara. Céspedes había comenzado su campaña liberando a sus esclavos y ordenándoles acto seguido que corrieran detrás de su caballo para ir a matar españoles. Pero ya, medio siglo antes de quien es considerado por la historiografía oficial el “padre de la patria”, entre 1808 y 1812, se había dado en Cuba la llamada conspiración de Aponte, inspirada por la Revolución Haitiana. Uno de sus principales cabecillas, el liberto habanero José Antonio Aponte, contó con la colaboración esencial del dominicano Hilario Herrera. Entre los dos, lograron planificar y echar a andar la primera intentona revolucionaria que tuvo por escenario la isla entera, desde Santiago de Cuba hasta La Habana. Por más que la historiografía patricia y paternalista criolla se empeñe en desestimarlo, lo cierto es que, como demuestra este caso, la revolución libertaria en las Antillas comenzó con los que lucharon por las ideas louverturianas y no con quienes hicieron fuerza contra ellas. Uno de los principales portavoces del antillanismo en Cuba fue Antonio Maceo Grajales. Maceo es una figura muy similar a Luperón en cuanto ambos fueron jóve-

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nes de escasos recursos económicos que se incorporaron a la lucha armada para pronto demostrar sus cualidades de liderazgo como militares, estrategas e ideólogos políticos. Ambos llegaron a contar también con la lealtad incondicional de un sector muy numeroso de la población. Pero, aun más que en el caso de Luperón, las élites criollas cubanas y los voceros de los intereses extranjeros vieron con recelo la estrella de Maceo acusándolo continuamente de querer implantar en Cuba un régimen a la haitiana, es decir, un estado político donde los “blancos” fueran supuestamente subyugados por los “negros”. Nada pudiera haber sido más ajeno a la realidad, lo cual no quita que Maceo fuera un confederado de principio y vocación antillanista. Así lo dejó claro a raíz del Pacto del Zanjón que, en 1878, puso fin a la guerra comenzada por Céspedes. En aquel acuerdo, los portavoces políticos de la República de Cuba en Armas tranzaron con las autoridades españolas para evitar lo que en términos eufemísticos ambos grupos llamaban “la ruina de Cuba”, expresión que, lejos de ser netamente una referencia a la bancarrota económica, guardaba mucha más relación con las pesadillas de las élites en cuanto a la injerencia montante de las clases populares en la vida política del país. El 15 de marzo de ese año, Maceo y otros cinco líderes del Ejército Libertador o Mambí, entre ellos, el puertorriqueño Juan Rius Rivera, se pronunciaron en contra del pacto con España, en lo que ha venido a llamarse la Protesta de Baraguá. Diez días más tarde, habiendo realizado nuevas acciones bélicas, Maceo aclararía sus razones declarándose incondicionalmente partidario de la libertad más abierta y de una independencia enmarcada dentro del modelo confederado: Nosotros tenemos diez años de penalidades y de fatigas sin cuento; nuestro Ejército está fuerte, floreciente y aguerrido; con nuestra política de dar libertad a la esclavitud, porque la época del látigo y del cinismo español ha caducado, debemos formar una nueva república asimilada con nuestra hermana la de Santo Domingo y Haití. (Maceo, 1998:1, 83)

Ante la imposibilidad de sostener la campaña, Maceo se vería obligado a abandonar Cuba para asentarse en Jamaica. Allí, al año siguiente, según Paul Estrade (1996: 31), formaría secretamente la Liga Antillana “en contacto con Luperón y Betances”. Aquí habría que aclarar, sin embargo, que la Liga Antillana llevaba ya una década en existencia y que Maceo vino a sumarse a un proyecto que, como la misma guerra de Cuba, procedía en gran me-

El programa de la Liga negra Antillana es como V. sabe predominio de la raza de color en las Antillas y acá no es nueva pues, cuando estudiaba en París, estudiantes de Haití decían que el porvenir forzoso era para ellos, los de color, las Antillas, y a la raza blanca, el continente americano era su doctrina Monroe en estos últimos tiempos, lo que no es extraño hallándose en el poder en Ahiti el General Salomón, el cual, en unión de su buque, quería realizarla en Jamaica en 1866. Tiene centros en todas las Antillas y todos los gobiernos están alertas lo que indica gravedad... Esa idea… es más temible que el mambisismo: su centro está en Santo Domingo, Puerto Plata. Debe haberlo también en Haití. Aquí es pensamiento de Maceo y ha tomado forma y cuerpo con la liga, especie de masonería negra… (Archivo General de Indias, Diversos)

Como buen médico en el mundo de la plantación, du Defair concluía diciendo que “Esa enfermedad se cura a fuerza de palos”. Maceo fue perseguido en Jamaica, tanto por agentes españoles como por cubanos separatistas partidarios de la patria chica o insular. La carta de Federico Cisneros a Polavieja, fechada en Kingston el 16 de marzo de 1881, demuestra el rencor que éstos sentían ante la figura del revolucionario y el odio contra los que veían como gente de “raza negra”. Nótese el uso de los apelativos racistas típicos del pensar caribeño y antillano y el hecho de que, distinto a la opinión del que suscribe, la causa antillanista era un movimiento social abierto: me apresuro a participar a V.E. (Vuestra Excelencia) como aun el mulato Maceo quiere perturbar la Ysla, lo que no logrará porque aquí los blancos le seguimos paso a paso. Para esa salió de aquí un Colás en el pasado viaje, que era el secretario de Maceo, ha llevado papeles de él con la idea de atraerse algunos de color; muy extraño que un pícaro blanco se ocupe a favor de los mulatos en contra de los de su color… Colas no solo ha llevado correspondencia de Maceo, sino también del cuarterón Barbastro; este, aquél Colas, un Doctor Hernández, Rulat, un Fernández, formaban un Comité para tratar de que Cuba sea gobernada por ellos… Creo que el Cónsul español nada sabe aquí, pues ya Colás estaría en la cárcel, vigílelo mucho, es partidario de los de color porque quiere vengar la ahorcada de su padre… Colás está de acuerdo para hacer fondos con un mulato Teodilio

Foto del autor

dida de Haití y de Santo Domingo. Así lo corrobora el testimonio del espía español Ernesto Gautier du Defair y Langlade quien a 10 de diciembre de 1880 resumía en carta cifrada al teniente general Camilo Polavieja lo siguiente:

Dibujo anónimo sobre un muro del Instituto Superior de Arte, La Habana, Cuba, carboncillo sobre papel, 1998.

Mainot, de Guantánamo, que vive en Port au Prince, el que vive con un español Fernández, tiene una tiendita, junto al teatro, hacen allí monedas, timbres, billetes; el Fernández ha sido juzgado en Puerto Rico por falsario, ha ofrecido a Maceo dinero, Colás coloca todo lo falsificado en Cuba, Mainot lo lleva, viene a esta en el francés, sigue para Hayty, y al tocar en Cuba se entiende con los simpatizadores. Esto no lo sabe el Cónsul español aquí. El Doctor Hernández envía billetes falsos a Colón. Le doy el hilo, le sirva General, tenga cuidado, de aquí a Puerto Príncipe, Hayty, están trabajando los de color, y algunos blancos los ayudan (Archivo General de Indias, Diversos).

Queda claro que este era un proyecto político que respondía a una lógica y a una logística supranacional que chocaba con la visión de la patria chica de las élites criollas que en las Antillas ha sido siempre el del pequeño imperio insular regido desde las viejas cabeceras coloniales. Agobiado por las intrigas dirigidas contra su persona, Maceo se trasladó a Port-au-Prince. Su reunión con el presidente provisional haitiano, Joseph Lamothe, marcaría una coincidencia total entre el principio de la igualdad louverturiana y el proyecto republicano radical y federalista. En su carta de despedida del 23 de septiembre de 1879, Maceo alude a las conversaciones habidas entre ambos y afirma que “la historia de Cuba es igual a la de Haití” prometiendo a Lamothe: Hablando en nombre de Cuba, me atrevo a asegurar a Haití, el más profundo agradecimiento por los servicios que pueda prestarle en la obra de su independencia y obtenida ésta, General, no necesito hacer resaltar a sus ojos las ventajas que resultarían de una alianza entre ambos países, que poblados por hombres de una misma raza, tendrían que sostener y defender los mismos intereses (AGI).

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José Buscaglia

Empresa Champion, casa de apuestas en el mercado central, Kingston, Jamaica.

La importancia de estas palabras y de este compromiso deben sopesarse dentro del precio político que podrían obligarle a pagar los que dentro y fuera de Cuba le acusaban de ser partidario de una “república negra”. Pero más que nada hay que verlo en el marco de las gestiones en favor del proyecto de la Liga Antillana dentro del cual, tanto para Maceo, como para Betances y Luperón, Haití era eje central por su primacía, por su ejemplo y por el apoyo constante a la causa libertaria de los países vecinos. También hay que entender que se estaba enunciando aquí una visión populista a gran escala que, a la inversa de la tradición recogida en el pensamiento de las élites criollas de ayer y de hoy, sabía que la libertad ciudadana únicamente se podría asegurar si se lograban sostener y defender los intereses de un pueblo que no se podía entender quebrado y repartido isla por isla, sino reunido en una confederación de repúblicas independientes. De lo contrario, claro quedaba, serían las élites criollas las que heredarían la nación de la colonia isla por isla.

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Los tres lustros siguientes serían el interregno en Cuba entre la Guerra de los Diez Años y la del 95, un período de conspiración continua y secreta donde la figura de Betances adquirió una importancia sin par, aunque poco reconocida hoy. A partir de 1880, y a petición de José Martí, éste fungió como representante de los intereses cubanos en Francia. La llegada de Luperón a la presidencia de la República Dominicana también le obligó a asumir compromisos importantes. De 1881 a 1887, Betances fue el embajador plenipotenciario de ese país en Londres y en Paris. Este era, en esencia, el puesto de mayor relevancia política que podía ocupar entonces un hijo de las Antillas hispanas fuera de su patria. Betances asumió el papel y lo revistió a su usanza, convirtiéndose en el embajador sin cartera de lo que efectivamente fue la delegación de la Liga Antillana en las dos principales capitales imperiales a finales del siglo XIX. En esas funciones tuvo audiencia en 1882 con William Gladstone, primer ministro británico, a quien pidió ayuda para liberar a José Maceo Grajales y Francisco “Flor” Crombet Tejera, ambos jefes del Ejército Mambí, presos de los españoles. Aprovechó también Betances aquella ocasión para intentar convencer a Gladstone de la necesidad de incluir a Jamaica en la futura Confederación Antillana. Que el federalismo antillanista guardaba diferencias irreconciliables con la noción de la patria chica criolla no fue nunca un secreto. Si, para unos, la confederación era la única forma de asegurar el respeto de los derechos de todos los ciudadanos en países que surgían de la plantación y de afianzar éstos frente a los intereses expansionistas del nuevo imperio usoniano, para otros, la patria insular era la única forma de prevenir la “ruina del país” luego del inevitable desmoronamiento del régimen colonial español. Por eso, precisamente, los principales promotores del antillanismo tuvieron que obrar en secreto. En octubre de 1995, Maceo lanzaría la invasión del Occidente cubano al mando de mil setecientos hombres. En pocas semanas logró lo que en diez años había sido imposible durante la primera guerra: burlar las defensas españolas y asomarse a La Habana. A su juicio, con los debidos refuerzos y suministros, la guerra llegaría pronto a su fin. Pero el gobierno provisional de la República de Cuba en Armas, dirigido por el hacendado Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía, se negó a apoyar a Maceo alegando que su plan era instaurar “la república negra”, con él a la cabeza. A esto respondió el Mayor General, en carta a Cisneros, siguiendo una línea claramente petioniana: “Yo creo que la práctica sincera

de la democracia producirá sus saludables efectos cuando seamos libres” (Maceo: 108-109). Cisneros nunca contestó. Ante tal situación, Maceo pidió a los representantes de Cuba en Estados Unidos que le enviaran urgentemente treinta mil fusiles. Nunca llegaron. Luego de efectuar la hazaña militar más impresionante en tres décadas de lucha, Maceo corría el riesgo de perder su ejército por falta de armamento y municiones. El único que vino a su auxilio fue el puertorriqueño Rius Rivera quien, luego de una expedición anfibia impensable que atravesó los manglares de la más agreste costa pinareña, se reunió con él un 23 de septiembre de 1896 para celebrar juntos el aniversario de la Primera República de Puerto Rico. En diciembre, Maceo burló las formidables defensas de la trocha de Mariel a Majana para preparar un asalto directo a La Habana y poner fin a la guerra. Tras las líneas enemigas, seguiría las instrucciones de ir a reunirse primero con el generalísimo Máximo Gómez. Nunca llegó. El 7 de diciembre de 1896, cayó víctima de una emboscada bajo circunstancias de las que no se puede descartar totalmente la traición. Su muerte fue un golpe desmoralizante y devastador para el Ejército Mambí y favoreció la ascendencia, en Cuba y en Puerto Rico, del sector criollo partidario de la intervención militar usoniana. Si la guerra que tanto había prometido estaba por perderse, el proyecto de la Confederación Antillana corría peor suerte. En Santo Domingo, un antiguo teniente de Luperón llamado Ulises “Lilís” Heureaux había regresado al poder para convertirse en dictador y reinar, por medio del terror y con bicornio a lo Dessalines, de 1889 a 1899. En Puerto Rico los reformistas criollos, bajo la dirección de Luis Muñoz Rivera, todavía buscaban pactar con un gobierno que era cada día más débil en Madrid y más sanguinario en Cuba y Filipinas. Ante tal situación, Betances recibió en su piso de Neuilly-surSeine a un joven tipógrafo anarquista llamado Michele Angiolillo Lombardi, alias Josep Sants, Giuseppe Santo o Emilio Rinaldini. Fue el anarquista Domenico Tosti quien los presentó. Luego de esa reunión Betances y Angiolillo volvieron a darse cita varias veces en el mismo apartamento. En la penúltima de éstas, como le era ya costumbre, Angiolillo se sentó en una butaca que estaba colocada bajo los tres cuadros que Betances tenía en su salón de recepción y que encarnaban simbólicamente la triangulación misma de su álter ego político. Uno era el del revolucionario italiano Felice Orsini, quien fue guillotinado por intentar asesinar a Napoleón III en 1858

y que, sin duda, había sido un héroe de su juventud para el republicano incondicional de Betances. Los otros dos eran Giuseppe Garibaldi, la imagen central, y Abraham Lincoln. Fue entonces cuando Angiolillo le confesó a Betances su interés de “dar un golpe que mantenga viva la llama (del anarquismo) y que siembre el espato entre la burguesía de Europa”. El plan de Angiolillo era claro y directo: “Voy a matar al rey de España”, le dijo a Betances. Éste intentó persuadirlo alegando que aquel sería un atentado contraproducente tratándose de que Alfonso era un niño. En su lugar le sugirió que centrase sus esfuerzos en Antonio Cánovas del Castillo, líder del Partido Conservador, presidente del Gobierno y principal responsable por la política genocida seguida en Cuba por el General José Valeriano Weyler y su sistema de reubicar a la población rural en campos de concentración donde imperaba el hambre y la muerte. El asesinato de Cánovas serviría, sin duda también, en ojos de Betances, para vengar la muerte de Maceo. Con suerte, provocaría a su vez la caída del gobierno en Madrid y daría impulso a los insurrectos cubanos (Franco, 1973: 3, 239). Cansado de “los puertorriqueños inmóviles y silenciosos” y convencido de que “mientras más oprimido ha sido, más sangre necesita verter un pueblo para conquistar la libertad”1, el viejo Betances se vistió de Orsini habiéndole dado a Angiolillo un objetivo más preciso. Al siguiente día, en la mañana del 30 de julio de 1897, Angiolillo pasó a despedirse de Betances. Diez días más tarde, Cánovas y su esposa se encontraban en el Balneario de Santa Águeda en Mondragón, Guipúzcoa. En aquella mañana del 8 de agosto, después de regresar de misa, ambos salieron de su habitación. Ella se detuvo en las escaleras para hablar con una amiga. Cánovas bajó para esperarla sentado en un banco. Fue entonces cuando se le acercó Angiolillo, sereno y convencido, y le disparó tres tiros, a quemarropa: el primero, en la cabeza; el segundo en el pecho; y el último, en la espalda. El 20 de agosto Angiolillo sería agarrotado en la Prisión de Vergara, en Euskadi, sin haber delatado a ningún cómplice. En el contexto antillano, el asesinato de Cánovas surtió consecuencias muy contrarias a lo esperado por Betances. Resultó en la llegada al poder del viejo liberal Práxedes Mateo Sagasta, quien pactaría con el autócrata Muñoz Rivera en Puerto Rico y sería incapaz de detener la intervención usoniana en la Guerra de Cuba, luego del hundimiento del buque de guerra U.S.S. Maine en febrero de 1898. Luperón había fallecido un año antes y ahora

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quedaba Betances, solo y desconsolado, contemplando con horror lo que siempre temió posible: la consolidación de la hegemonía usoniana en el Mar de las Antillas y el consiguiente ascenso al poder de las capas criollas que habrían de pactar con los nuevos amos para establecer regímenes insularistas donde el poder estaría basado en la ideología de la “supremacía blanca” a la usoniana.

Hacia un Congreso de Ciudades Caribeñas A poco más de un siglo de aquellos sucesos, el imperio usoniano se encuentra en plena decadencia, paralizado políticamente y cercano a la quiebra económica y hasta moral. Los tiempos son, por tanto, propicios para retomar el proyecto que quedó truncado en 1898. Lo que propongo es reconsiderar aquel modelo actualizándolo conforme a las exigencias y retos del siglo XXI. Ante todo, este es un ejercicio de reflexión, un esbozo de ideas y posibilidades en días en los que la humanidad se enfrenta a una catástrofe ecológica y a una mortandad de proporciones nunca antes vista (León, 1947: 228-237). Ese sentido de urgencia nos exige asumir posturas bien informadas y tomar medidas valientes. Nos hallamos, por tanto, ante la oportunidad de soñar, diseñar y dar cuerpo a formas alternas de organización social y política a la nación estado y, sobre todo, al atrófico modelo de la patria chica e insular de las élites criollas en cualquiera de sus múltiples variantes de tipo colonial, neo-colonial o postcolonial. Dos siglos después de que la revolución en Saint-Domingue se hiciera patria en Haití, esta forma de ordenamiento político en el Mar de las Antillas y el Gran Caribe no ha logrado establecer la igualdad ni garantizar plenamente las libertades ciudadanas, amén de promover el bienestar que acompaña a la paz social y al desarrollo económico sostenible. Por eso, y a diferencia de la visión de los confederados decimonónicos, lo que sugiero no es ya una federación de naciones insulares, sino una confederación de ciudades-estado, libres y soberanas, compartiendo un mismo mar. Esta invitación atrevida a repensar el Caribe en hora tan crítica no es sólo un llamado a revirar el modelo del estado insular criollo y las condiciones impuestas desde Washington durante el pasado siglo. Es también un llamado a desactivar las estructuras de explotación económica que, desde hace medio milenio, han operado ininterrumpidamente en el Caribe, primordialmente en

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función de intereses extranjeros. Me refiero, ante todo, al modelo de la ciudad de cabecera instaurado por la fuerza y mantenido mediante el terror desde que Nicolás de Ovando puso pie en Santo Domingo en 1502. Por demasiado tiempo las antiguas capitales coloniales, desde La Habana hasta Port-of-Spain, han regido como monarcas absolutistas sobre el resto de las villas y territorios en sus respectivas islas. Esta tiranía tiene hondas raíces en nuestras tierras. A raíz de la primera gran sublevación de esclavos en las inmediaciones de Santo Domingo, en 1521, los vecinos de Puerto Real y Monte Cristi, en el lado opuesto de la isla, enviaron a España una propuesta para juntar las dos poblaciones en un puerto único que sirviera a toda la Banda Norte. La idea era lograr controlar y defender el comercio de cueros para mutuo beneficio de la corona y de los vecinos. La propuesta dejaba claro que los corsarios portugueses, franceses e ingleses eran los que controlaban las aguas y el comercio de la costa más allá de las villas. Así mismo pedía que se enviasen labradores gallegos, portugueses y castellanos, y denunciaba a los colonos de Santo Domingo que “no quieren ser labradores sino cavalleros” (Betances: 42-44). De aquello no hubo nada. Por las próximas ocho décadas, el auge en la exportación de cueros se dio en torno a una economía informal y a una sociedad definida por las instituciones y por la mismísima cultura del contrabando donde, a pesar de existir la esclavitud, los códigos raciales de la plantación no eran observados tan estrictamente y un creciente número de los llamados morenos portaban armas y hacían pingües negocios como ganaderos, agricultores y mercaderes. Fue entonces, en 1603, cuando el Gobernador y Capitán General Antonio de Osorio entraron al interior del territorio, al mando de ciento cincuenta soldados del presidio de Puerto Rico, con órdenes de hacer valer la autoridad real y de la iglesia católica. Los pueblos de la Banda Norte intentaron negociar pidiendo ejercer sus fueros y, entre otras cosas, que se les devolviera el derecho a elegir sus alcaldes. Al ser desoídos sus reclamos opusieron resistencia. El ganadero Hernando Monitor, descrito en los documentos como “mulato”, fue el cabecilla al frente de los vecinos del Valle de Guaba. Osorio hizo de su suplicio un espectáculo público. El mismo procedimiento se siguió con casi todos los morenos que se le atravesaron en el camino, pues, aunque se reubicó a los españoles y a gran parte del ganado en nuevas poblaciones, a los llamados negros se les mató para exhibir sus cuerpos como escarmiento en las villas y a lo largo

de los caminos. Cumplida la real cédula con tal celo que la acción es conocida desde entonces como las devastaciones, para 1606, habían desaparecido del mapa cinco de las principales poblaciones de La Española y un sinnúmero de otras comunidades menores. Habrán pasado cuatro siglos, pero desde aquel Santo Domingo de Osorio a La Habana de los hermanos Castro y a la macrocefalia más extrema en San Juan de Puerto Rico, no ha habido que mover ni un dedo para mantener intacta la primacía de la cabecera insular como centro del poder absoluto y sede incuestionable del estado. Sin embargo, es sobradamente evidente que los pueblos antillanos y caribeños poseen una cultura regionalista que privilegia lo local y que, desde las comarcas más distantes, se organiza en torno a una profunda desconfianza y recelo de la capital. Por eso, cuando los jamaiquinos se encuentran en Londres, lo primero que quieren saber es de cuál parroquia provienen. Igualmente, en Nueva York, los puertorriqueños se mofan de todo orden establecido señalando que, para todos los efectos, aquella ciudad usoniana es el pueblo más grande de “la isla”. Este es, valga aclarar, también un golpe contundente contra aquellos criollos de rancia alcurnia que, desde San Juan, miran con desprecio a los que ellos denominan como niuyorricans y no como puertorriqueños legítimos. Eso comienza a explicar la razón por la cual, lejos de toda lealtad a la corona y a la casta militar de las antiguas cabeceras coloniales, la actividad revolucionaria radical que dio vida a la Liga Antillana tuvo sus bases en Le Cap y, no tanto, en Port-au-Prince; en Santiago de los Caballeros y no en Santo Domingo; en Mayagüez y no en San Juan; en Guantánamo mucho más que en La Habana; y en Montego Bay, más que en Kingston. Esto es también lo que explica, dada la larga historia del contrabando y la conspiración política en la región, el porqué villas tan distantes como Baracoa en Cuba, Puerto Plata en la República Dominicana y Cabo Rojo en Puerto Rico comparten una conexión entre sí, que llega a la raíz de su ser, de su lengua y hasta de su arquitectura, y que es mucho más directa que la que éstas guardan o no con las ciudades de cabecera en sus respectivas islas. Lo mismo ocurre con poblaciones tales como la villa de Trinidad en Cuba e innumerables otros pueblos en la costa caribeña de Venezuela y de Colombia. Esta brecha entre la isla y la cabecera insular se tornó mucho más pronunciada durante las repetidas intervenciones militares que caracterizaron la Pax Usoniana y llevaron a las correspondientes ocupaciones de Cuba, Haití,

la República Dominicana y Puerto Rico. En nombre de la higiene y de una mayor salubridad, las fuerzas de ocupación promovieron la ideología de la “supremacía blanca” mediante la reestructuración del ámbito público de acuerdo con el modelo segregacionista norteño. Durante el transcurso del siglo XX, esto condujo a las ciudades de cabecera a ser beneficiarias de todo tipo de proyectos de “modernización” que, a la vez, surtieron el efecto de reducir a muchas de las otras villas y pueblos en las islas a la más desesperante ruina. De hecho, el Caribe moderno puede verse como una colección de cientos de ciudades y pueblos donde, debido a la decadencia económica y a la emigración forzada promovida oficialmente desde las capitales, los sobrevivientes viven entre los escombros de una infraestructura urbana que fue construida durante las

Chen’s Supermarket: los intereses chinos controlan todo el comercio de ultramarinos en Belize.

La empresa China Railway Group y el Gobierno de Colombia construyen una vía ferroviaria transoceánica diseñada para superar el volumen del comercio del Canal de Panamá.

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dos últimas décadas del siglo XIX y las primeras tres del XX. La gran mayoría de ellas fueron puntos neurálgicos del comercio caribeño durante la era de la navegación, habiendo perdido su conexión con la región y con el resto del mundo con el advenimiento del automóvil y del transporte aéreo. Con el fin de darle voz y participación activa a estas comunidades marginadas para que tengan injerencia en las decisiones políticas que pudieran modelar el futuro desarrollo de las fuerzas productivas en la Cuenca del Caribe, propongo la creación de un Congreso de Ciudades Caribeñas o CCC. La idea de esta propuesta es desatar las fuerzas productivas de toda la región, dentro del más estricto sentido de la sostenibilidad ecológica, montando una red amplia y flexible de ciudades y puertos. El modelo está basado en el respeto de los fueros locales, conocido entre los angloparlantes como el home rule, y en la idea, cada vez más popular en estos tiempos de crisis climática global y de los sistemas de gobernanza a nivel macro, de que la escala local es el espacio más propicio para efectuar cambios contundentes y manejables. Ante la crisis montante del estado nacional, grande y pequeño, imperial o colonial, se hace necesario, cuando no imperante, retomar el modelo de la ciudad estado libre y soberana. Sostengo que este proyecto es el modelo natural, es decir, el que dicta la naturaleza misma para la región. Ya lo anunciaba el célebre “Son de la Loma” (1925) de Miguel Matamoros cuando, honrando la procedencia de los integrantes del famoso trío, enardecía a Santiago de Cuba frente a la Habana otorgándole a la ciudad el título de “tierra soberana”. Dada su organización física como archipiélago en torno al cual gira una extensa franja de la Tierra Firme americana, la Cuenca del Caribe está bien dotada, quizás más que ninguna otra zona del orbe, para ensayar el modelo de la confederación amplia de ciudades estado. Con el fin de la etapa clásica del Imperio Usoniano y la crisis endémica del estado nacional y de la economía basada en el consumo cada vez más vertiginoso, el mundo caribeño y antillano pudiera, por primera vez en su historia, tomar las riendas de su destino de forma conjunta y organizada para dar ejemplo al resto de las sociedades del planeta. Frente al desastre en ciernes a escala global, ¿quién pudiera oponerse a un plan de integración regional basado en el desarrollo sostenible de las fuerzas productivas y en la protección de los fueros locales y del medioambiente? ¿Quién pudiera dejar

de considerar seriamente una propuesta destinada a dar voz y futuro a un gran número de comunidades que han vivido, desde hace casi un siglo, al margen de las principales rutas comerciales y obligadas a mendigar y a vender a sus gentes para sobrevivir? La oposición a la propuesta seguramente buscaría como objetivo principal el modelo de la ciudad estado para tildarlo de utópico e inoperante. Sin duda, muchos llegarían a alegar que en el Caribe no existe precedente alguno para tales desafueros. Una vez más, haría falta recordar lo que la censura inclemente de la nación estado criolla americana se ha esmerado en extirpar de la historia caribeña. Será, para muchos, noticia saber que fue precisamente en el Mar de las Antillas donde hace ya dos siglos se ensayó por primera vez en América el modelo de la ciudad estado. La pugna entre la patria y la libertad, la república y el imperio que, como hemos visto, se desataría a lo largo del Mar de las Antillas durante el siglo XIX hasta la imposición de la Pax Usoniana en 1898, tuvo como escenario primado, más allá de Haití, a Cartagena de Indias. Entre 1795 y 1803, entraron en este formidable puerto los aires libertarios de Saint-Domingue y la Guadalupe por vía de Trinidad, Curaçao, Maracaibo, La Guajira y Riohacha. Las ideas republicanas y, sobre todo, la de la igualdad de los hombres, llegaron, como de costumbre, de contrabando y en boca de personas descritas por las autoridades españolas como “negros y mulatos”3 y otros tantos “reos de alta traición que vagan por las Antillas” (AGI, Patronato). La República Independiente de Cartagena fue la tercera en romper con la corona en la América hispana cuando, el 11 de noviembre de 1811, un nutrido contingente de las clases populares, liderado por los artesanos mulatos, tomó por las armas el Palacio de Gobierno y obligó a la Junta Suprema, compuesta por jefes criollos (léase españoles en el sentido de casta y “blancos” en el orden racial), a decretar la independencia absoluta. El ejemplo de Cartagena es poco conocido por considerarse, en la historia oficial de las naciones criollas, una suerte de anomalía. Para comenzar, la república de Cartagena se erigió como ciudad estado y no como nación o imperio. Además, la independencia absoluta se proclamó junto con la abolición de todo derecho y privilegio basado en distinción racial, al menos entre los libres y ciudadanos del nuevo estado. El ejemplo cartagenero sería contrario a las aspiraciones de las élites criollas caraqueñas así como de las del altiplano andino. Por eso Cartagena fue atacada 3 Ver, por ejemplo, el excelente libro de Paul Gilding (2011).

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por Bolívar para sufrir acto seguido el asedio del “Pacificador”, Pablo Morillo, quien, en diciembre de 1815, tomó y desoló la plaza en nombre de Fernando VII, luego de la heroica resistencia a un cerco de cuatro meses a la que negaron todo auxilio los caudillos bogotanos. Si el modelo cartagenero apuntaba ya claramente a la defensa de la libertad ciudadana y local, en su forma más absoluta y radical, también se dieron allí los primeros pasos hacia un ejercicio económico alternativo. Abandonada a su suerte por los ejércitos continentales, Cartagena abrió su puerto a los llamados piratas del Caribe, muchos de los cuales vinieron a defender la plaza frente al ejército borbónico en nombre de los ideales libertarios del mare liberum o mar libre. Contamos, pues, con el importantísimo precedente de un modelo alternativo al mercantilismo y al exclusivismo comercial que daba ya por claro y cierto que no hay forma más efectiva de proteger los intereses propios y los recursos de una localidad que poniéndolos en manos de la comunidad misma. El ejemplo de Cartagena de Indias da también toda la razón a la necesidad imperiosa de eliminar todos los ejércitos de tierra en la región. Los generales y patricios de la independencia americana siguieron, a sabiendas o no, el ejemplo de Dessalines. Desde aquellos días infelices, los ejércitos caribeños invariablemente han servido para oprimir a los pueblos y, muy en especial, a las mayorías étnicas y a las minorías políticas. Caudillos no han faltado, desde Dessalines hasta Rafael Trujillo, y no ha habido ejemplo más depurado que el de los hermanos Castro. Al final, como se demuestra hoy en Venezuela y en México, ni el caudillismo populista ni el mandar al ejército a tomar la plaza, puede vencer a las mafias. No hay, por tanto, forma más viable de acabar con los narcos y con los mercaderes de la muerte que retirando todas las armas de la calle y poniendo en manos de cada comunidad la responsabilidad de defender su propia cultura e intereses comerciales. Pero, una vez más, este es un esfuerzo que no se puede hacer en solitario. Aquí sólo la unión hace la fuerza. Por eso, aunque habrá que resistir todas las tentaciones de perpetuar las fuerzas armadas dedicadas al control interno y a la represión, sí será necesario establecer un cuerpo bien informado y equipado para patrullar y defender nuestras aguas territoriales. Una guardia costanera de mar y aire estaría encargada de esta importante labor, así como de salvaguardar el libre movimiento de gentes y mercancías autorizadas en la zona. Tal como lo veo, los estados miembros tendrían la responsabilidad de man-

tener esta fuerza destinada a patrullar mares y cielos y a proteger las entradas, así designadas y autorizadas por la CCC, al Mar de las Antillas por el Atlántico y Panamá. No hay desarrollo sostenible ni paz, sin seguridad y sin ley. Pero la ley debe ser justa y la seguridad no debe poner límites a las libertades ciudadanas. En este sentido no tenemos otra opción, pues la posibilidad de tomar la iniciativa se da dentro de un espacio muy precario. Bajo estas condiciones, todo está en juego y habrá que jugarse el todo por el todo. Los estados miembros deberán salvaguardar no solamente el control de sus aguas territoriales a doce millas náuticas de la costa y mantener el más estricto control sobre sus zonas de exclusividad económica a doscientas, sino trabajar conjuntamente y con presteza para definir cuanto antes el Mar de las Antillas o Caribe, así como también todo el Banco de las Bahamas, como aguas internas del archipiélago, tal como lo es el Mar de Joló para las Filipinas. (Ver mapa) No lograr tomar posesión de nuestras aguas, llegando así finalmente a reclamar control directo de nuestra zona de hegemonía natural sobre el Mar de las Antillas, en su totalidad, reduciría a las gentes y pueblos de la región a la peor situación de servilismo como testigos mudos de la disputa por la hegemonía sobre una de las zonas neurálgicas de todo el comercio global entre los Estados Unidos, China, Brasil y las mafias. Una vez establecida la soberanía conjunta del CCC sobre el Mar de las Antillas y el Banco de las Bahamas, sería preciso establecer una aduana encargada de recolectar los debidos impuestos a toda mercancía producida en estados no-miembros que entre y pase por nuestras aguas. No me engaño. Todo esto toma tiempo de montar y son grandes los intereses internos y externos que harán fuerza contra la iniciativa. Pero ¿qué otra salida nos queda? El caos y la desunión en este caso equivaldrían a auspiciar, a escala regional, el mismo tipo de escenario de ruina y devastación preferido por los imperios y las mafias. Es decir, sería efectivamente ver convertir toda la región en una colección vergonzosa de estados fallidos. Con el fin de la Doctrina Monroe en el continente una nueva política de autogobierno debe surgir en el Caribe. El CCC será el portavoz que haga saber al mundo que el Caribe y las Antillas, como nos enseñó Betances, pertenecerán, de ahora en adelante, a los hijos del Caribe y de las Antillas. Los detalles de la organización del congreso deberán comenzar a ser abordados en una sesión inicial de consulta regional. La invitación a participar en la misma sería extendida de la forma más amplia posible y no ha-

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bría restricciones para las poblaciones que quisieran enviar una delegación, fuera esta sancionada o no por los estados nacionales o las autoridades coloniales. En todo caso, el CCC es una iniciativa que deberá surgir desde la base, es decir, que deberá en un principio ser una iniciativa ciudadana. Posiblemente, esta reunión pudiera efectuarse en Curaçao o en la Federación de San Cristóbal y Nevis, países cuya organización política es afín a la visión aquí esbozada. En la reunión inicial se deberá establecer un calendario de sesiones subsiguientes y un sinnúmero de comités que irían dando forma a los distintos componentes institucionales y jurídicos de la confederación en ciernes. Se debería procurar que las reuniones fueran regulares, pero itinerantes, tomando lugar siempre en una localidad distinta a lo largo y ancho del archipiélago y costas de la América continental. A manera de lanzar una propuesta inicial y tentativa, he identificado 66 villas y ciudades en las islas, desde Bridgetown a La Habana, de San Andrés a Freeport, y 18 en el continente, desde Cumaná a Chetumal, que pudieran enviar delegados a las primeras reuniones del CCC. Sin duda alguna, este número crecerá a medida que se vaya dando forma al modelo mediante la participación libre y voluntaria. Al igual que fue el caso en Puerto Real y Monte Cristi en el siglo XVI, y en el de la República Independiente de Cartagena de Indias en el XIX, estas ciudades y pueblos reclamarían jurisdicción sobre su zona de influencia inmediata o hinterland. Ejercerían sobre esta, tanto en mar como en tierra, control absoluto de los recursos y deberán en todo momento procurar salvaguardarlos y protegerlos mientras explotan todo su potencial económico a corto y a largo plazo. En este sentido, los estados miembros serían exhortados a rescatar la tierra y los mares para el cultivo y el autoconsumo, así como también a adquirir y a desarrollar tecnologías que ayuden a la máxima recuperación de la energía solar, del viento y de las mareas. Después de todo, gracias a su ubicación geográfica privilegiada, los pueblos del Caribe encaran el fin de la era de los hidrocarburos con las mejores condiciones para producir toda la energía renovable que puedan requerir. Por dar un ejemplo, en las Antillas Mayores, la isla de Puerto Rico pudiera quedar dividida al menos en cinco ciudades estado independientes: Ponce, Mayagüez-Arecibo, San Juan, Fajardo-Esperanza y Caguas-Humacao. De igual manera, La Española contaría con al menos catorce, Cuba con quince y Jamaica con cinco o más ciudades miembro. Propongo también que urbes que histórica-

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mente hayan estado vinculadas con el Caribe, desde Caracas a Veracruz, Nueva Orleáns y Miami, logren acceder al estatus de observadores. Esto incluiría también a muchas de las antiguas metrópolis coloniales. Para asegurar la más estricta igualdad, cada ciudad miembro enviaría el mismo número de representantes a un congreso que debiera ser unicameral aun cuando éste se pueda dividir en grupos de trabajo o comités. Con el fin de promover la pluralidad política a nivel local, el número de diputados enviados por cada estado miembro pudiera ser entre tres y cinco. En todo caso, los diputados ejercerían por cuatro años y pudieran ser reelectos una sola vez, fuere consecutiva o no. No habría representación alguna a nivel insular o de los antiguos estados nacionales o dependencias coloniales, salvo en el caso cuando, debido a su tamaño, una isla sea representada por una sola villa o ciudad, como en el actual caso de la ciudad estado de Curazao que, desde el 10 de octubre de 2010, ha venido señalando el camino a seguir habiéndose convertido entonces en una república independiente. Las ciudades con estatus de observador tenderían un único representante con voz, pero sin voto. Acorde con la visión de los viejos confederados antillanos, el CCC sería una entidad totalmente laica y tendría una figura presidencial de importancia simbólica con poco o ningún poder político. Este puesto honorario debería ser conferido a un intelectual público o a una figura destacada en el campo de la creación cultural y no a un político o tecnócrata. Esta persona debiera ocupar el cargo por un término de dos años, sin posibilidad alguna de reelección. El poder ejecutivo sería ejercido por una Junta de Síndicos compuesta de diez miembros electos entre los diputados al congreso. Sus cargos durarían cuatro años, sin posibilidad de ser reelegidos, y serían renovados en pares y de forma escalonada, cada dos años. La junta tendría un presidente y un secretario. Estas restricciones están destinadas a evitar el caciquismo, el partidismo y el caudillismo que por siglos han caracterizado casi toda empresa política en el Caribe y las Antillas. Habría una judicatura encargada de velar por los derechos de los estados miembros de la mancomunidad y de resolver disputas comerciales y aduaneras. Estos puestos serían nombramientos de seis años, hechos por votación mayoritaria, en el pleno del congreso, y tendrían la posibilidad de renovación, privilegiando así el poder judicial sobre el de los políticos de turno.

Mapa colonial del Caribe al cual se le ha sobrepuesto en azul marino la línea que demarcaría el límite de sus aguas territoriales y el comienzo del mar interno del archipiélago. Gracias a esta nueva demarcación todo el Mar de las Antillas o Caribe, junto con el Banco de las Bahamas en su conjunto, serían designados como zona hegemónica exclusiva del Congreso de Ciudades Caribeñas. Corriendo a lo largo de la franja occidental del archipiélago de las Bahamas y el arco de las Islas de Barlovento la zona de exclusividad económica de 200 millas náuticas está marcada en azul celeste. Los propuestos puntos de entrada y salida a esta vasta zona quedan numerados: 1) Canal de Panamá, 2) Canal de Yucatán, 3) Canal de la Mona, 4) Canal de Trinidad.

Eventualmente, cuando haya cobrado forma y se haya instalado oficialmente el CCC, su sede permanente debería ubicarse en La Española, por ser esta la tierra donde se forjó y desde donde siempre se apoyó y financió el ideal antillanista y pancaribeño. Aun así, esta no debe ser una sede en exclusividad y menos una capital política. Se procurará siempre mantener el modelo más descentralizado y minimalista de administración y de gobierno de forma tal que, aunque la sede del congreso fuese a ubicarse en La Española, la Junta de Síndicos pudiera ser itinerante. De igual manera, como en los puestos permanentes de la guardia costanera y de las aduanas, los tribunales pudieran estar repartidos estratégicamente a lo largo del territorio. Queda claro, ante todo, que fuera de estas exigencias, los estados miembros dispondrían de total libertad para organizarse políticamente de acuerdo con sus preferencias y tradiciones. Lo único que estaría prohibido por ley interna del CCC sería la constitución de partidos u organizaciones políticas, religiosas, sindicalistas y de presión a

escala regional. Esta medida pretende hacer abortar toda iniciativa encaminada a asumir el control del congreso, centralizando el poder en un solo partido, corporación o persona. Evidentemente, el modelo propuesto representa un desvío pronunciado de las prioridades del CARICOM y de la Asociación de Estados Caribeños que, en la actualidad, promueven la idea de la integración regional. Igualmente, el proyecto del CCC es aparentemente irreconciliable con los intereses de los estados coloniales y nacionales de la región y más aún con el modelo de clientilismo del ALBA, ideado en La Habana y financiado por Caracas. Tampoco será visto con buenos ojos desde Washington, Pekín o Brasilia. Aún así, dada la catástrofe medioambiental que enfrenta el planeta, los riesgos patentes en el fin del imperio aquí esbozados, y la sobradamente probada incapacidad de los gobiernos actuales para garantizar los derechos y la felicidad de los pueblos de la región, no habría nada que perder iniciando discusiones en torno a este modelo que, aunque distinto

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Bibliografía

Propuesta para una bandera del Congreso de Ciudades Caribeñas basado en la insignia bicentenaria de la República Independiente de Cartagena de Indias (1811) y en los colores y diseños predominantes en los distintos pabellones de los actuales estados, nacionales y coloniales, de la región.

a lo que estamos acostumbrados, tiene raíces concretas en nuestra historia y es, de cierta forma, propiciado por nuestra geografía. No hay razón por la cual, al menos inicialmente, las estructuras que sostendrían al CCC no puedan ir desarrollándose de forma paralela y simbiótica con las estructuras del poder vigente. Después de todo, así se ha estado haciendo en Europa durante el pasado medio siglo. Eventualmente, en la medida que crezca y cobre forma, el congreso debiera comenzar a reclamar poderes de los antiguos estados coloniales o nacionales para desarrollar una política económica común y los rudimentos de una política exterior bajo una misma bandera. A tales efectos, y de manera muy preliminar y tentativa, me he tomado la libertad de diseñar un pabellón inspirado en la insignia patria de la República Independiente de Cartagena de Indias, por ser ese el ejemplo primero y muy heroico de una ciudad estado libre y soberana en nuestra historia común. (Ver ilustración) El mismo pretende recoger también las formas y colores que predominan en las distintas banderas de los actuales países de la región. Tan pronto fuere posible, se deberá derogar todo obstáculo a la circulación libre de gentes, mercancías e ideas entre los estados miembros. Las ganancias derivadas de los aranceles comerciales impuestos al comercio extranjero por nuestras aguas y cielos deberán ser utilizadas para mantener la guardia costanera, la estructura política y judicial del CCC y, en la medida que sea posible, repartirse equitativamente entre los estados miembros para obras de educación, salud e infraestructura. Estos últimos renglones deben entenderse siempre en función del desarrollo sostenible, la autogestión y el más amplio despliegue de las libertades ciudadanas. Willemstad, Curaçao, 31 de mayo de 2011

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O P I N I Ó N

Curazao: más fragmentación, menos integración del Caribe. Entrevista a Ieteke Witteveen

Alberto Abello

Alberto Abello Vives

El Caribe antillano es muy poco conocido en Colombia, así existan con estas islas, como ocurre con Curazao, relaciones históricas de carácter social, cultural, económico y político. Uno de los más importantes sucesos políticos del Caribe, en 2010, fue precisamente el cambio de status político de esa isla. Aguaita aprovechó la realización de la 36ª Conferencia Anual de la Asociación de Estudios del Caribe para entrevistar a la antropóloga Ieteke Witteveen1 en la ciudad de Willemstad. ¿Qué significa el 10/10/10 (diez de octubre de 2010) para el Caribe holandés? Primero quiero recordar qué se entiende por Caribe holandés. Se refiere al antiguo país llamado “Antillas Holandesas”, compuesto por las islas de Curazao, St. Maarten, Bonaire, St. Eustatius y Saba, las cuales hacen parte del Reino de los Países Bajos. Desde el 10 de octubre de 2010 el país “Antillas Holandesas” ha dejado de existir. Eso fue después de un proceso de reestructuración política en el Reino Holandés, apoyado en varios referendos y en resoluciones adoptadas por los representantes políticos. El resultado de los referendos fue, con una excepción, unívoco: las islas no querían seguir perteneciendo al país que se formó en 1954, pero tampoco deseaban 1 Ieteke Witteveen es antropóloga, directora de IDA SA, Institute for Culture and Development y ex directora del National Archaeological-Anthropological Memory Management Foundation (NAAM), con amplia experiencia en distintos lugares de América y el Caribe.

Ieteke Witteveen

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eliminar el vínculo existente con el Reino. St. Eustatius fue la excepción: la isla se pronunció a favor de seguir formando parte de las Antillas Holandesas. La nueva estructura política a partir de esa fecha implica que dos islas, Curazao y St Maarten, tengan ahora la categoría de país dentro del Reino, un estatus comparable al de Aruba. Aruba conserva la categoría de país dentro del Reino, que ya posee desde 1986. Lo que hay que agregar es que hasta ahora ni Curazao ni St. Maarten son reconocidos por la comunidad internacional como entidades legales. Es bueno contar también que la isla St. Maarten está dividida en dos partes: una, del Reino Holandés; la otra, francesa. Todo lo anterior como una herencia de la colonización. Finalmente, a veces, se incluye Surinam en el Caribe Holandés. Sin embargo, Surinam es un país independiente desde 1985, pero mantiene el holandés como idioma oficial. ¿Qué significa para el resto del Caribe? Se crearon tres (3) nuevas entidades estatales en el Caribe. Curazao, St Maarten –cada uno un país- y otro integrado por Bonaire, St.Eustatius y Saba, conocidos como BES. Desde el punto de vista de formación de una identidad propia, darle más visibilidad a Curazao y St. Maarten puede resultar positivo. Pero la eliminación del gobierno a nivel de Antillas Holandesas significa, en la práctica, la aparición de países cada vez más pequeños y con ello una capacidad de gobernar más limitada. La consecuencia es, por lo tanto, un debilitamiento de las instituciones del anterior país Antillas Holandesas, como el Banco Central, la Corte, la universidad, los institutos del patrimonio cultural y también de la moneda nacional, el florín Antillano. Las islas Bonaire, St. Eustatius y Saba usan desde enero de 2011 el dólar americano. Para el Caribe significa indudablemente más fragmentación, menos integración, en medio de más presencia europea, holandesa, lo cual es motivo de preocupación. La pregunta que queda es cómo nosotros en el Caribe podemos aprovechar esta presencia Europea, por ejemplo, a través de proyectos de cooperación y de acuerdo a nuestras condiciones y ambiciones.

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¿Qué significa para los curazaleños el nuevo status político de la isla? Fue muy emocionante recibir en la medianoche de 9 al 10 de Octubre el nacimiento del nuevo país Curazao, con todos sus símbolos nacionales, su bandera, su himno. Esto crea un sentido de orgullo y de responsabilidad. Es verdad que hay un alivio, porque ya no hay dos gobiernos (el de los Antillas Holandesas y el de Curazao). En mi opinión, creo que hay además suficientes condiciones para fortalecer este proyecto de país, Curazao, y lograr estatus jurídico, legal e internacional. Tenemos un idioma propio, el papiamento, reconocido oficialmente; hay gente capacitada y multilingüe, tenemos un puerto natural, experiencia en el terreno comercial y estamos cerca el continente latinoamericano. En lo político, se comienza a mencionar la posibilidad de una independencia estatal (del Reino de Holanda), pero esta idea no llega aun a los órganos legislativos. En materia de independencia estamos en pañales. Para comenzar, falta una discusión sobre la nueva constitución. En mi opinión, faltan todavía muchas narrativas para crear una memoria, una identidad nacional. Hay muchos silencios, por ejemplo, sobre la esclavitud de africanos que marcó por siglos nuestra historia, la resistencia, el cimarronaje. Falta contar más de los propios eventos, de los héroes. A raíz del robo del busto de bronce de Félix Chakutoe, líder de la primera huelga ocurrida en el puerto en 1922, surgió la oportunidad de ampliar la construcción de nuestra memoria y de ampliar nuestros mitos. Con ayuda pública se logró rescatar el busto, pero se encontró cortado en 14 pedacitos. Con publicidad, con una exposición, se logró entonces recrear su historia, y obtener fondos para la restauración. El busto restaurado fue entregado el 1º de Mayo de 2011 a la comunidad, en presencia del primer ministro de Curazao. Hoy Chakutoe es un héroe nacional como Tula, el líder de la gran rebelión de esclavos (1795). Para esta reconstrucción de una memoria colonizada y fragmentada, necesitamos revivir nuestra historia con el Caribe, incluyendo en ella las relaciones con la costa Caribe colombiana.

Casa Penha, construida en 1708.

¿Significa el nuevo status más y mejor integración a la Corona holandesa o significa más autonomía y el camino hacia la independencia como Nación? No creo que, en lo político, signifique más integración al Reino Holandés. Por lo menos, eso no es el deseo de la mayoría de los curazaleños. En el Acuerdo de Gobernación de una coalición de tres partidos de Curazao expresan el deseo de un país solidario, soberano y sostenible y preparar más emancipación e independencia. Es bueno recordar que durante la segunda Guerra Mundial, Curazao tenía excelentes condiciones para crear su nación independiente. Hubo una propuesta de una constitución propia y de auto gobernación con una estructura federal con las otras islas que fue negociado en los años 1950- 1954. El líder fue el doctor Da Gosta Gómez, contemporáneo de Eric Williams. El plan fue frustrado por el gobierno colonial. En 1954, sí se firmó un ‘Estatuto’ como base legal para un país autónomo: las Antillas Holandesas, pero éste quedó subordinado al país Holanda. Con el marco constitucional del 10/10/10 hay espacios para crear más autonomía. Curazao puede negociar sus propios intereses y participar en tratados con el Cari-

be sin preocuparse de las necesidades de las otras partes del Reino. La estructura constitucional nueva del Reino será evaluada cada cinco años, para comenzar en 2015. Es importante aprovechar el tiempo para trazar un plan de desarrollo de una nación que garantiza un desarrollo social, cultural y protección en una forma más equitativa para todos los 145.000 habitantes, con una política de derechos culturales que incluye los migrantes y toda la población de los barrios populares. Una estrategia para la independencia fue planteada por el último orador de la Conferencia de la 36ª Conferencia Anual de la Asociación de Estudios del Caribe, la jurista y ex primer ministro, Suzy Römer. Ella, después de hacer un análisis histórico y jurídico de los criterios para conformar un Estado y de examinar la situación de nuestro país, sus puntos fuertes y débiles, planteó la posibilidad de trabajar por un estado independiente en forma de una unión de estados independientes en el Reino, en el cual los países sean soberanos y tengan su propio estatus legal internacional. Eso implicaría que el Reino no consistiría en un sólo estado constitucional, sino que estaría formado de diferentes estados independientes como Cu-

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razao. Los países independientes pueden trabajar juntos en aéreas de manejo específico, como es el caso en el modelo de la Commonwealth. ¿Qué pasó realmente, si sectores del Caribe hablan de una integración regional deseada, pero la experiencia de la desintegración de las Antillas Holandesas pareciera que va en contravía de las experiencias integradoras? Sí, es una observación correcta. La desintegración de las Antillas Holandesas va en la contravía de una mayor integración. Tengo que decir que, en este proceso, estuvimos muy solos. Quizás por falta de conocimiento de nuestra realidad por parte de los lideres e intelectuales en el resto del Caribe. Quizás logremos en un futuro unirnos de nuevo con una red de pensadores en el Caribe que nos permita evaluar, por ejemplo, la experiencia de cincuenta años de independencia de otros países caribeños pequeños. Y reformular conceptos de nación, de autonomía e independencia para el resto del siglo XXI. El nivel de vida de los curazaleños es superior al de muchos en el Caribe. Con el nuevo status, de acuerdo con su punto de vista, ¿mejorará?; ¿empeorará? Sí, actualmente la vida de los curazaleños es superior a la de muchos otros países de la región, pero esa estimación esconde la desigualdad y la pobreza en que vive la población. Es un poco prematuro para pronosticar si podemos mantener el nivel de vida, si empeorará o mejorará. Lo que si se nota es una tendencia al estancamiento

de la economía. Falta claridad sobre el manejo de compañías vitales como el puerto, la industria marítima, la zona libre, entre otros. Y los inmigrantes de nuestra región no están incluidos. Se les ve como una amenaza al empleo local y a la identidad curazaleña, en lugar de verlos como una fuerza innovadora. ¿Cómo han quedado las finanzas entre Holanda y Curazao, luego del 10/10/10? Hubo una negociación favorable entre las Antillas Holandesas, Curazao y Holanda, antes de formarse el nuevo país. Se eliminaron en un 70 % las deudas de las Antillas Holandesas por una suma total de 1,2 millones de dólares. La contraprestación es una supervisión financiera del Reino Holandés. Después de muchos años hay un saldo positivo en el presupuesto de 2011. ¿Está previsto un cese de subvenciones y transferencias desde Holanda? Si, así es. Hay dos instancias que reciben directamente fondos holandeses. Uno se dirige hacia proyectos sociales, bajo el lema de combatir la pobreza (AMFO) y recibe en 2011 6,5 millones de euros, compartido entre Curazao 64 % y St. Maarten 36 %. Este flujo de fondos a las ONG desaparecerá a partir de 2013. Hay aporte sustancial también a una instancia gubernamental para sostener el gobierno (USONA), para proyectos de infraestructura y buen gobierno por una suma cercana a los 120 millones de dólares. Estos subsidios se eliminarán también. No sé si después se inventarán otro

Panorámica de Willemstad, capital y única ciudad de Curazao. Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

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Planta desalinizadora de agua

fondo o proyecto para mantener lazos logísticos, políticos, comerciales o quizás culturales. ¿Y qué hacer con los pasaportes holandeses de los curazaleños al lograr mayor autonomía? Bueno, quedamos en todas las islas con el pasaporte holandés. Lo que se nos hace un poco más difícil es viajar entre las islas. Antes usábamos la misma cédula para todas las islas de las Antillas Holandesas. Actualmente tenemos que viajar con pasaporte y hay mucho más control. Los habitantes de las islas BES sí tienen una cédula nueva, propia del Caribe Holandés. Un pasaporte propio curazaleño, en papiamento, es la opción para el futuro, si votamos, después de un referéndum, por un Curazao independiente. Colombia y Curazao tienen una larga historia de relaciones, ¿cuáles son según usted los procesos más interesantes de esas fluidas relaciones? Verdad. La larga relación data de los tiempos precolombinos, pero esto no ha sido estudiado suficientemente. Sí es conocido que, desde el siglo XVII, hubo relaciones comerciales entre Curazao y Cartagena. También llegaron africanos esclavizados como parte del comercio de Cartagena. Hay una fascinante historia de contrabandistas, refugiados, piratas, comerciantes, cimarrones, en las que se involucran diferentes etnias -indígenas, europeas, judía sefardí y africanas-.

En el campo comercial y cultural hubo siempre intercambio. Así, según me contó en Barranquilla el rector José Consuegra, el primer libro de Barranquilla fue impreso en Curazao por Agustín Betancourt, al final del siglo XIX. En esta época llegaron familias pudientes de la Costa para dejar estudiando sus hijas acá. A la vez, llegaron desde Curazao gentes pobres que después de la abolición de la esclavitud (1863) no encontraron trabajo en Curazao. Con la recolonización holandesa y la industrialización con la petrolera Shell, se aflojaron los contactos entre Colombia y Curazao. Durante los últimos 20 años han llegado emigrantes de toda Colombia, Barranquilla, Pereira, Antioquia, Cali, hasta de Guapi, para trabajar acá para buscar una mejor vida. Resumiendo, los procesos más interesantes son: el flujo continuo de personas, el comercio y recientemente la exportación de conocimiento en el terreno de salud y de urbanización hacia Curazao. Ojalá logremos abrir un campo investigación histórico, cultural y de desarrollo conjunto. ¿Cómo siente Curazao la amenaza del narcotráfico? ¿Cómo la vive? Curazao tiene una larga historia de tráfico de productos comerciales ilegales, incluyendo armas y seres humanos. El tráfico de narcóticos es algo conocido acá desde la década de los años 70, con el auge de la bonanza de la marihuana. Es llamativa la política militar para combatir al tráfico de cocaína. Por ejemplo, desde los años 2000, hay una base militar de EEUU y un guardacostas holandés. No veo una nueva amenaza del narcotráfico en Curazao; aunque se dan prácticas criminales y asesinatos, por arreglo de cuentas, no se trata de una realidad diaria. Sí creo que es tiempo para que nuestros gobiernos se orienten hacia otra política y a abrir una discusión con las metrópolis sobre un proceso de descriminalización del comercio de productos narcóticos. ¿Cómo se aprecia el Caribe colombiano desde la isla? Siempre hubo muy buenos lazos familiares con Colombia y mucho aprecio para su gente. Pero la memoria sobre las gentes que llegaron o se fueron de Colombia se hace remota, va desapareciendo, en tal grado, que el Caribe colombiano es una incógnita para nosotros. Creo que es algo mutuo. Por eso te agradezco por la atención a Curazao en la revista AGUAITA.

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E C O N O M Í A

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S O C I E D A D

La economía anfibia de la isla de Mompox Joaquín Viloria De La Hoz1

1 El autor agradece los comentarios de Adolfo Meisel, María Aguilera, Luís Armando Galvis, Juan David Barón y Andrea Otero, así como la colaboración de Luís Garcés, José Mola y Jhorland Ayala, estudiantes en práctica en el CEER - Banco de la República Sucursal Cartagena.

Introducción Aprendimos a vivir de la pesca, la caza y la agricultura… Nuestra vida es una lucha permanente en que debemos defendernos en tierra y agua, con todo lo que encontramos… ¡Es una cultura “anfibia!”, Orlando Fals Borda, Historia Doble de la Costa, Tomo I, Mompox y Loba.

La isla de Mompox va mucho más allá de las calles y casonas coloniales de la villa del mismo nombre. Esta isla continental del Departamento de Bolívar la conforman seis municipios del Bajo Magdalena, que de occidente a oriente son: Cicuco, Talaigua Nuevo, Mompox, San Fernando, Margarita y Hatillo de Loba. A su vez, forma parte de la Depresión Momposina, ecorregión que comparten los departamentos de Bolívar, Magdalena, Cesar, Córdoba y Sucre. En esta amplia zona se viene barajando de tiempo atrás la posibilidad de crear un nuevo departamento, con capital en Mompox, El Banco o Magangué. La subregión Isla de Mompox se forma por la bifurcación del río Magdalena en los brazos de Mompox y 1 El autor agradece los comentarios de Adolfo Meisel, María Aguilera, Luís Armando Galvis, Juan David Barón y Andrea Otero, así como la colaboración de Luís Garcés, José Mola y Jhorland Ayala, estudiantes en práctica en el CEER - Banco de la República Sucursal Cartagena.

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Loba, a la altura del municipio de El Banco. La subregión tiene otros caudales importantes derivados del Magdalena, como el brazo de Chicagua y el caño el Violo, entre otros. El brazo de Mompox es el límite con el Departamento del Magdalena, mientras que el de Loba sirve de límite interior con los municipios bolivarenses de Magangué, Pinillos, Barranco de Loba y San Martín de Loba. El objetivo de este trabajo es analizar la economía de los seis municipios que conforman la isla de Mompox y su interrelación con el medio ambiente, que en este caso se refiere a los humedales que se forman al paso del río Magdalena por esta subregión, creando en sus habitantes una “cultura anfibia” (Fals Borda, 1980, 19-A). En este orden de ideas, el documento se estructuró en siete partes, incluyendo la presente Introducción. Luego sigue una breve reseña histórica de Mompox y su área de influencia, en la que se abordan los acontecimientos

Reseña histórica A la llegada de los españoles, el cacique Mompoj gobernaba cerca de cincuenta pequeñas tribus como los de Güitaca, Chilloa, Chimí, Chicagua, Jagua, Malibú, Kate, Kimbay, Menchiquejo, Talahigua y otras más. También estuvieron bajo su mando varios caciques como Zuzua y Mahamon, los más importantes, además de otros como Zimití, Zambe, Chilloa y Omigale. La villa de Santa Cruz de Mompox fue fundada por Alonso de Heredia el 3 de mayo de 1537, aunque otros historiadores como Otero D’Acosta (1933) sostienen que fue en 1540. Otros asentamientos coloniales de la época fueron Tenerife, Tamalameque y Simití. Mompox se consolidó como el eje del transporte fluvial entre Cartagena y Santafé, lo que aumentó la utilización de indígenas como bogas en el río Magdalena, actividad que los fue aniquilando casi hasta el exterminio. Esta región fue explorada desde los primeros años de la conquista. Es así como en 1537 el capitán Antonio Lebrija y Maldonado, miembro de la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada, que más tarde fundaría Santa Fe, remontando uno de los brazos occidentales del río Magdalena llegó a la ciénaga de Simití, en donde encontró un poblado indígena que rebautizó con el nombre de San Antonio del Toro de Simití (Badel, 1999). Ante la creciente actividad minera, se hizo necesaria la construcción de un camino entre Simití y Guamocó en 1623, como continuación del ya existente entre Mompox y Simití (Salcedo del Villar, 1987: 51).

Joaquín Viloria

más destacados desde la época precolombina, pasando por la colonial y republicana, y llegando hasta nuestros días. Después, se aborda una descripción general de la subregión, poniendo especial énfasis en sus características físicas y biológicas. En la siguiente sección se trata el tema de las vías de comunicación, destacándose el estado de aislamiento en que ha permanecido la isla de Mompox. Otra sección está referida a las condiciones sociales, medidas a través de algunos indicadores de educación y pobreza. La sección dedicada a la economía de la subregión es la más extensa y se estudian las actividades productivas como la agricultura, ganadería, turismo y artesanías, así como el desempeño fiscal de las entidades territoriales. El documento cierra con unas reflexiones finales.

Niños en la Albarrada: a la derecha el brazo de Mompox y a la izquierda los Portales de la marquesa.

El crecimiento de Mompox fue acelerado y, a principios del siglo XVII, tenía cerca de 4.000 habitantes. Para esta época, parte de la población era de origen africano, repartida entre esclavos, zambos, mulatos y negros cimarrones, formando estos últimos palenques en Norosí, Tiquisio, Simití y otras zonas de difícil acceso (Peñas y Arquez, 1994). Además del comercio y la navegación, en Mompox se desarrolló una intensa actividad ganadera alrededor de las haciendas y la minería, las cuales contaban con mano de obra esclava. En efecto, en 1637, el alcalde ordinario de Mompox y encomendero de Pansegua, Diego Ortiz Nieto, tenía haciendas en la zona de Tiquisio, Loba y Norosí que sumaban más de 200 caballerías de tierra (equivalentes a 84.600 hectáreas), 3.000 cabezas de ganado y 50 esclavos (Fals Borda, T-1, 1980: 58-64 A). Para el siglo XVIII, Mompox se había convertido en una villa de gran dinamismo económico y demográfico, en torno a actividades como el comercio, lícito e ilícito, la ganadería, la minería y la navegación. El oro traído de las minas de Loba y la serranía de San Lucas creó la oportunidad para que los orfebres iniciaran la tradición momposina de la filigrana (Peñas, 1986). En el siglo XVIII, se desarrolló en las colonias españolas una aristocracia con mayorazgo y Mompox no fue la excepción. A nivel regional seis familias se ennoblecieron a partir de la compra de títulos, permitida por los monarcas españoles en todas sus colonias. Esta nobleza agraria estaba constituida por los marqueses de Premio Real, Valdehoyos, Torre Hoyos y Santa Coa, y los condes de Pestagua y Santa Cruz de la Torre. Los marque-

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sados de Torre Hoyos y Santa Coa se establecieron en Mompox, donde concentraron sus propiedades rurales y desarrollaron la actividad ganadera de manera extensiva. También los condes de Santa Cruz se establecieron en la villa. José Fernando de Mier y Guerra llegó a Santa Marta en las primeras décadas del siglo XVIII y una de sus primeras misiones militares fue la de someter a los indígenas de la vertiente suroriental de la Sierra Nevada. Una vez “pacificó” esta zona pidió a las autoridades la merced de tierras de algunos valles en San Sebastián de Rábago (actual zona de Nabusímake y Pueblo Bello), mientras en la zona plana su tío tenía la hacienda de Santa Bárbara de las Cabezas. Otras de sus propiedades fueron los hatillos de Calenturas y uno en Valencia de Jesús (Fals Borda, T-1, 1980: 85). Entre 1744 y 1770, de Mier y Guerra fundó 21 poblaciones en la provincia de Santa Marta, la mayoría en la margen oriental del río Magdalena. Empezó por El Banco y terminó en El Piñón. La mayoría de caminos que construyó para comunicar estas nuevas poblaciones, como el del Paso del Adelantado, entre Tenerife y Cerro de San Antonio, atravesaban sus propiedades rurales. En los primeros años del siglo XIX se extendieron por la Nueva Granada los vientos independentistas y a Mompox llegó el 5 y 6 de agosto de 1810, fecha en que sus vecinos declararon la independencia absoluta de España. Pese a las pérdidas ocasionadas por las guerras de la independencia, Mompox siguió siendo una ciudad próspera durante las primeras décadas del siglo XIX y los primeros gobiernos de la república le mantuvieron su estatus de autonomía política y administrativa. Es así como en 1833, Mompox era uno de los 19 departamentos de la Nueva Granada, al igual que Bolívar, Magdalena o Cundinamarca. La condición de Mompox como departamento va a ser intermitente a lo largo del siglo XIX y primera década del XX. En 1910 este municipio retornó al departamento de Bolívar y El Banco, al Magdalena. A mediados del siglo XIX, un fenómeno natural terminó aislando la isla de Mompox: el río Magdalena cambió de curso, lo que implicó el acelerado secamiento del brazo de Mompox, en beneficio del brazo de Loba. En los siguientes años, la navegación a vapor siguió utilizando esporádicamente el brazo de Mompox, pero en 1862 todo el flujo ya se realizaba por el de Loba (Peñas y Arquez, 1994). Esto generó la decadencia de Mompox y el auge de Magangué, ciudad que empezó a organizar, ha-

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cia mediados del siglo XIX, una gran feria comercial, a la cual llegaban compradores y vendedores de todo el país. A finales del siglo XIX, la minería del oro se reactivó en los distritos de San Martín de Loba, Morales y Simití, lo que se tradujo en materia prima para los orfebres momposinos que practican este arte de tiempo atrás. También la ganadería se consolidó en esa época, ahora con el impulso de los “nuevos ricos” de Magangué, comerciantes criollos y extranjeros que se establecieron en este puerto bolivarense. El siglo XX transcurrió para las diferentes poblaciones de la isla de Mompox entre el aislamiento geográfico ocasionado por el cambio de cauce del río Magdalena y el arraigo de prácticas como la ganadería extensiva, actividades artesanales como la orfebrería y la ebanistería. En 1955 se inició la economía petrolera en la depresión momposina, con la exploración y explotación del Campo Cicuco, en ese momento en jurisdicción del municipio de Mompox. Con la división territorial de Mompox, los campos petroleros pasaron a formar parte de Talaigua Nuevo (1984) y luego, al municipio de Cicuco (1994). A pesar de las dificultades causadas por el aislamiento, las familias tradicionales momposinas conservaron en buen estado sus casonas señoriales. En efecto, por el estado de conservación del conjunto de sus edificaciones del centro histórico, la ciudad de Mompox fue declarada Monumento Nacional en 1959 y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995. Al decir de un nativo, “el aislamiento ha generado en Mompox una sociedad receptiva. Aquí sólo quedaron ganaderos y artesanos olvidados viviendo en hermosas casas coloniales”.

Descripción geográfica La isla de Mompox se forma por la bifurcación que toma el río Magdalena a la altura del municipio de El Banco: uno es el brazo de Mompox que, desde este punto hasta la Boca de Tacaloa, tiene cerca de 145 kilómetros de extensión y transporta un caudal de 633 metros cúbicos por segundo. El otro es el brazo de Loba, de 175 kilómetros de longitud y un caudal de 5.724 metros cúbicos por segundo, luego de recibir las aguas de los ríos Cauca y San Jorge (Plan de Desarrollo del municipio de San Fernando, 2008). Además de estos dos brazos, la isla está conformada por una serie de caños, ciénagas, meandros, madre-viejas y demás humedales, los cuales le dan una característica muy particular en términos ambientales.

MAPA 1 División político-administrativa de la Isla de Mompox

Fuente: Elaboración propia, con base en IGAC.

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CUADRO 1 Información general de los municipios de la isla de Mompox Nombre municipio Cicuco Hatillo de Loba Margarita Mompox San Fernando Talaigua Nuevo

Fundación o creación 1994 1738 1600 1537 1759 1984

Superficie Km2 132 196 263 630 288 261

Participación % 7,5 11,1 14,9 35,6 16,3 14,7

Joaquín Viloria

Fuente: Gobernación del Departamento de Bolívar, 2008.

Portales de la marquesa.

La subregión de Mompox está en la zona central del Departamento de Bolívar, no muy lejos de su capital en términos de distancia, pero se agrava en términos de tiempo al constatar el mal estado de sus vías de comunicación. El Municipio de Cicuco está a 190 kilómetros de

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Cartagena y, por su territorio, corren los brazos de Loba y Chicagua, así como caño el Violo. Por su parte Mompox y Talaigua Nuevo se extienden a lo largo del río Magdalena - brazo de Mompox, pero también son bañados por el brazo de Chicagua. San Fernando está asentado en el brazo de Mompox, a 270 kilómetros de Cartagena. El caño Guataca separa a este municipio del de Mompox. En Margarita y Hatillo de Loba, el río Magdalena se divide en los brazos de Loba y Mompox. Hatillo de Loba está localizado en el extremo oriental de la isla de Mompox, a 360 kilómetros de la capital departamental (ver Mapa 1). La extensión de los seis municipios es de 1.770 Km2, equivalente al 6,8% del territorio departamental, siendo el de mayor extensión Mompox (35,6% de la subregión), seguido por San Fernando (16,3%). Esta isla, y en general la Depresión Momposina, ha sufrido a lo largo del tiempo un proceso de hundimiento “debido al peso de los sedimentos y a su localización entre fallas geológicas activas”. Algunos cálculos indican que en los dos últimos milenios este hundimiento pudo haber fluctuado entre cerca de 2 y 5 metros (Plazas et al., 1993; Peñas y Arquez, 1994). En casi todos los municipios de la isla de Mompox cerca del 80% del territorio se encuentra en zonas bajas, como ciénagas, caños y pantanos, mientras el restante 20% está constituido por tierras planas donde se encuentran los cascos urbanos y rurales del municipio, la mayoría de los cuales sufren las arremetidas de las crecientes del rio Magdalena. La subregión cuenta con un ecosistema diverso, pero algunas de las especies se encuentran en peligro de extinción. Dentro de las especies ícticas que aún se conservan

CUADRO 2 Población atendida por inundaciones, 2008 Subregión

Dpto. Bolívar La Mojana Isla de Mompox Loba

Población total

Población afectada

Porcentaje población (%)

1.077.633 252.238 117.210

200.017 80.100 67.218

18,6 31,7 57,3

63.533

14.730

23,0

Fuente: PDM de Margarita, 2008-2011.

están el barbudo, bocachico, mojarra amarilla y mojarra lora. También anfibios como babillas, galápagos, tortugas y nutrias, entre otros. Las especies agrosilvoforestales más representativas de la subregión son el cantagallo, mangle, pimiento, coquillo o cocuelo y campano, entre otras. La mayor parte de los habitantes de la subregión derivan su sustento de la pesca, pero la actividad más extendida es la ganadería (PDM de Talaigua Nuevo 2008-2011). Entre sus numerosas ciénagas se pueden destacar Loba, Pajaral, Jovito, Coroncoro, Caimanes, Chimborazo, a Sierpe, Agudelo, Agudelito, Orellano, Simón, Nevera, Conejo, Larga, Pajaral, Papayal, Caimanes, Caballo, Copé, Chuchemo, Peoresná, Palenquillo, Astillero, Baúl, El Palmar, El Rodeo, Vara Santa, Cajitas y Palmarito. Las ciénagas de Menchiquejo y Campo están comunicadas a través de caño Largo. Por su parte, el caño Perico comunica a la ciénaga de Menchiquejo con caño Guataca, el cual es el cauce natural por donde ingresan las aguas del brazo de Mompox a las dos ciénagas antes mencionadas. Entre los caños se destacan El Violo, Jagua, Limón, Peludo, La Cruz, Paloprieto, Caimanes, Corredor, Simón, Guadua, Manglar, Mata de Lata, Corredor, Caño Mono, Vizcaíno, Pajarito, Guataca, el Saco, el Rodeo, el Brazuelo, el Fangal, los Campanos, los Mangos y Hoja Ancha. Cuenta también con la quebrada Grande, los Arroyos Cañogrande y Gualí, entre muchos otros. Los innumerables humedales representados por ríos, ciénagas, caños y quebradas hacen de la depresión Momposina en general y de la isla de Mompox en particular una subregión de gran riqueza natural, pero a su vez compleja para su administración sustentable. La Depresión Momposina está sujeta a los períodos de crecidas y de estiajes del río Magdalena y sus derivaciones. Durante el período de lluvias y crecientes, la mayoría de estos municipios se inundan hasta en un 80% de

su territorio. Este sistema aluvial de crecientes presenta elementos a favor y en contra: proporciona fertilidad a los suelos, pero así mismo ocasiona las inundaciones, que afectan la economía y las condiciones de vida todas las poblaciones de la subregión. Según las variaciones del nivel de las aguas del río Magdalena, el año hidrológico se puede dividir en cuatro períodos: en marzo se tiene el mínimo nivel del agua. De abril a octubre, se da un aumento progresivo del nivel de ríos y ciénagas. De noviembre a diciembre, se presenta el máximo nivel de aguas (crecientes e inundaciones) y, luego, en enero- febrero, disminuye el caudal de los ríos

GRÁFICO 1 Participación departamental de damnificados y viviendas afectadas de la región Caribe, 2010

Gobernadores y Alcaldes de las capitales departamentales del Caribe colombiano, 2010. Nada va a ser igual, todo va a ser mejor. Estabilización, reconstrucción y desarrollo de las zonas afectadas por el desastre invernal: el reto es la gerencia, documento presentado al Presidente de la República, Cartagena, diciembre de 2010.

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Colegialas paseando en bici por la Albarrada.

hasta llegar a su nivel mínimo en marzo. No hay duda que las inundaciones y los costos que acarrea son un serio problema tanto para la isla de Mompox, como para la región Caribe colombiana. En 2008, la ola invernal dejó en el Departamento de Bolívar más de 200 mil personas damnificadas, de las cuales 80 mil se concentraban en los municipios de La Mojana bolivarense, 67 mil en la Isla de Mompox y 15 mil en Loba. Al sumar la población afectada de las tres subregiones vecinas, participa con más del 80% del total departamental. Al interior de cada subregión Mompox presentó el caso más dramático, ya que más del 57% de su población resultó afectada por las inundaciones en el año de la referencia, agravando las condiciones de pobreza de la población más vulnerable. En 2010, la ola invernal fue el acontecimiento más destructivo en la historia reciente de Colombia. En efecto, su impacto fue 4,5 veces mayor que el terremoto del Eje Cafetero. A diciembre de 2010, el número de damnificados ascendía a 2,2 millones de personas y el número de viviendas afectadas era de 315 mil. El costo estimado de la reconstrucción estaría entre 10 y 12 billones de pesos. A nivel nacional, los departamentos de la región Caribe fueron los más afectados, en tanto el 68,5% de los damnificados (1.405.397), y el 66,1% de las viviendas afectadas (191.149) se encontraban allí. El sector rural costeño es uno de los más afectados, si se tiene en cuenta que las crecientes han inundado cerca de 155 mil hectáreas sólo en los departamentos de Córdoba, Bolívar y Atlántico (Gobernadores y Alcaldes de las capitales departamentales del Caribe colombiano, 2010).

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Una de las formas tradicionales de control de las inundaciones ha sido la construcción de diques o jarillones. El problema es que la mayoría de carreteras-dique de la subregión se diseñaron sin las especificaciones técnicoambientales requeridas, como la falta de box culvert o alcantarillas, lo que impide el intercambio de agua entre el río y las ciénagas en las diferentes épocas del año. No hay duda que ese es el objetivo de los hacendados ubicados a un lado de la carretera-dique: que no se inunden sus fincas, pero secan las ciénagas y le traspasan el problema a los pobladores al frente del dique o las que se ubican aguas abajo. Al respecto dice un reconocido economista: “La idea de que la única solución es dragar los ríos y construirles diques a lo largo de toda su extensión, es absurda e inoperante. Al respecto, algunos expertos piensan que la desordenada construcción de diques en el Magdalena Medio en los años pasados encañonó el río y contribuyó a la ruptura del Canal del Dique en 2010” (A. Montenegro, 2011). Por fortuna para la isla de Mompox y sus habitantes, no todos los proyectos son de este tipo, sin especificaciones técnicas y poco respetuosos con el medio ambiente. Desde 1991, la Fundación Neotrópicos impulsa un proyecto piloto en la Reserva Natural El Garcero, de 600 hectáreas, financiación alemana y duración indefinida. Los objetivos a largo plazo son restaurar y conservar los hábitats alterados de la planicie de inundación, como son los pantanos, ciénagas, playones, caños abandonados, bosques riparios y terrazas, así como la construcción de un modelo para la utilización de estas planicies inundables. Desde 1998 se viene impulsando un trabajo conjunto con la Alcaldía de Hatillo de Loba, en cuya jurisdicción se encuentra la Reserva, y la Corporación de Desarrollo Sostenible del Sur de Bolívar - CSB2. Proyectos como El Garcero no deberían ser la excepción en este territorio, sino más bien conocer y difundir entre la población y las instituciones las experiencias que han acumulado a lo largo de casi dos décadas. Luego de los desastres causados por la ola invernal de finales de 2010 y la poca iniciativa de las corporaciones autónomas regionales ante este problema, el gobierno nacional decidió intervenirlas, pero el proyecto de ley no fue aprobado. En el caso de esta subregión, el Gobierno ordenó fusionar las Corporaciones de Sucre, Mojana y

2 www.neotropicos.org

CUADRO 3 Red vial por Zonas de Desarrollo Económico y Social – ZODES, 2007

Red vial ZODES Magdalena Medio Loba Depresión Momposina Mojana Montes de María Dique Total Bolívar

Total Km vías

Superficie Km2

685,1 186,56 255,93 199,95 910,87 860,31 3.098,72

8.317 2.875 1.770 6.143 3.719 3.154

Densidad vial Km/ Km2 0,08 0,06 0,14 0,03 0,24 0,27

25.978

0,12

Fuente: Gobernación de Bolívar, 2008 A.

Sur de Bolívar, creándose Corpomomposina, con sede en Sincelejo (Viloria, 2010). La fuerte temporada de lluvias e inundaciones de finales de 2010, puso al descubierto la falta de previsión y de planeación de muchas Corporaciones Autónomas Regionales. En tal sentido, la Fiscalía General de la Nación abrió investigación a siete Corporaciones de la costa Caribe y la del Valle, “por no haber acatado las recomendaciones hechas por el Ideam para prevenir los anunciados desastres que deja la ola invernal” (RCN Radio, 17 de diciembre de 2010). De otra parte, la propuesta de los gobernadores y alcaldes de las capitales departamentales del Caribe colombiano apuntan a diseñar y adoptar un Plan de Reconstrucción, Reactivación y Desarrollo Regional. El Plan debe ser adoptado por decreto presidencial, el cual “debe regionalizarse y, por tanto, en los proyectos de largo plazo se privilegiará los que generen mayor impacto ambiental, social y económico a escala regional”. Este documento propone que la intervención de las áreas afectadas deberá contemplar tres etapas: atención inmediata durante el periodo de emergencia; reconstrucción y rehabilitación prioritaria y proyectos estructurales dirigidos a la reactivación productiva y al desarrollo económico de largo plazo. Las áreas sobre las cuales se propone intervenir son las de vivienda (reubicación de poblaciones afectadas, proyectos nuevos de vivienda y programa de subsidios de mejoramiento). Los proyectos deben incluir infraestructura vial y de servicios públicos y sociales (colegios, jardines sociales, hospitales, estaciones de policía). Otras áreas de intervención serán las de recuperación y nuevos proyectos de infraestructura vial (Gobernadores y Alcal-

des de las capitales departamentales del Caribe colombiano, 2010). También se deberían conocer las experiencias de otros países, para tener en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre el tema de las inundaciones. Una reciente inundación en Estados Unidos muestra las diferencias con respecto a Colombia: el gobierno norteamericano autorizó al ejército para que dinamitara un dique sobre el río Mississipi, lo que provocó la inundación de 50 mil hectáreas de cultivos, pero salvó a una pequeña población de 2.800 habitantes. En Estados Unidos está permitido inundar durante períodos críticos algunos terrenos escogidos de manera planeada y anunciada, para evitar catástrofes mayores, cosa que en Colombia no se está haciendo (Montenegro, 2011).

Vías de comunicación La subregión de la Depresión Momposina en su totalidad sufre el problema de las vías de acceso: en invierno se dañan y se vuelven intransitables, mientras en verano se secan los caños, ciénagas y ríos que sirven a una parte de la población como vía de comunicación. En 2007 esta subregión tenía 256 kilómetros de vías, la mayoría en mal o regular estado. En épocas recientes, el acceso a la isla de Mompox podía ser por agua, tierra o aire. Pero desde hace algunos años, el acceso fluvial directo a Mompox no se está haciendo o se hace con mucha dificultad. Desde Magangué el trayecto duraba cerca de una hora, pero la mayor difi-

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o departamentos que conforman la subregión no hacen referencia a la movilidad fluvial. Así, por ejemplo, por el río Magdalena sólo circulan embarcaciones con motores fuera de borda de dos tiempos, los cuales consumen mucha gasolina (dos kilómetros por galón). Por lo anterior, un pasaje en chalupa cuesta 6.500 pesos por un trayecto de once kilómetros (580 pesos por km.), mientras en Barranquilla o Santa Marta en un trayecto terrestre se pagan menos de 100 pesos por km.3 Aunque las poblaciones no son comparables, ya que estas últimas son ciudades grandes o medianas, sin problemas de inundación, con estos datos se busca llamar la atención de cómo la falta de buenas vías le genera a la Depresión Momposina desventajas competitivas. Algunas alternativas podrían ser la adopción de los motores fuera de borda de cuatro tiempos (el problema son sus costos, cercano a los 30 millones de pesos), los motores internos o los Over Craft, los cuales no necesitan profundidad. Sin buenas carreteras, con los ríos y caños sedimentados gran parte del año y sin rutas aéreas, la subregión de Mompox sigue aislada, con problemas de costo y tiempo de transporte.

Población y condiciones sociales En esta sección se abordará de manera general el tema demográfico, la calidad de vida, así como los servicios públicos, educación y salud en la subregión momposina. En el 2008, la población de los seis municipios que conforman la isla de Mompox era superior a 98 mil Joaquín Viloria

cultad eran los niveles del río ya que en época de sequía no se podía utilizar. Por lo anterior, el acceso a Mompox y municipios adyacentes se hace por vía terrestre, a través de tres corredores, con trayectos terrestres y fluviales: el primero viene del noroccidente, sigue la ruta terrestre El Bongo -Magangue. En este puerto fluvial se atraviesa un brazo del río Magdalena hasta Bodega, para continuar por una carretera que está en mal estado hasta Mompox. Este recorrido es el que presenta las mejores características, pero tiene grandes limitaciones como el estado de la carretera y la calidad del servicio de las chalupas o el ferry. El segundo es el corredor proveniente del nororiente, de los municipios de Bosconia (Cesar) y Santa Ana (Magdalena). Presenta inconvenientes por la presencia de tramos en malas condiciones, por lo que es poco utilizado por turistas y transportadores. El río se cruza en planchones improvisados entre las poblaciones de Santa Ana y Talaigua Nuevo. De aquí hasta Mompox se utiliza la misma carretera que viene de Bodega. El tercer corredor sigue la ruta El Banco (Magdalena), El Burro y San Alberto (Cesar), el cual empalma con el puente de Botón de Leiva. Esta carretera presenta varios tramos sin pavimentar, la cual se hace casi intransitable en época de lluvias. De occidente a oriente la isla de Mompox es atravesada por una carretera en regular estado, siguiendo la ruta Bodega-Cicuco-Talaigua NuevoMompox-San Fernando-Margarita-Hatillo de Loba. Esta carretera, incluso en malas condiciones, es de primordial importancia para la población y la economía de la depresión momposina El transporte aéreo ha sido irregular a través de los últimos años. Así, por ejemplo, durante el período de violencia y secuestros masivos de la década de 1990, los vuelos en la ruta Cartagena-Magangué o hacia Mompox eran frecuentes. En años recientes, estas frecuencias desaparecieron. Así mismo, de acuerdo con versiones de las autoridades locales, los vuelos Cartagena-Mompox de la empresa TACA (Transporte Aéreo Caribeño) no despegaron por dos razones fundamentales: incumplimiento de la Gobernación de Bolívar, institución que se había comprometido a comprar un cupo fijo en cada vuelo, y por el alto costo del pasaje por pasajero (cerca de 500 mil pesos ida y vuelta). En síntesis, los medios de transporte y vías de comunicación siguen siendo un problema en toda la Depresión Momposina. Los planes de desarrollo de municipios

Antiguo mercado, en etapa de restauración.

3 Entrevista con Eduardo Torres, Movimiento Pro Departamento de la Depresión Momposina.

habitantes, los que representan el 5% de la población departamental. Por su parte, el sólo municipio de Mompox, con una población superior a 42 mil habitantes, concentraba el 43% de la población subregional. Los restantes cinco municipios, tenían un tamaño de población similar, que fluctuaba entre los 9.500 y 13 mil habitantes. Entre 1973 y 2008, la población de la isla de Mompox pasó de 61 mil a 99 mil habitantes, lo que representó una

tasa de crecimiento del 60% durante el período, mientras el sólo sector rural superó el 100%. Esto nos indica que en pleno siglo XXI, la isla de Mompox sigue siendo una región mayoritariamente rural. A nivel departamental y durante el mismo período la tasa de crecimiento de la población total fue cercana al 100%, pero mientras la rural cayó considerablemente (-40%), la urbana tuvo un incremento superior al 160%.

CUADRO 4 Población del Departamento de Bolívar y municipios que conforman la isla de Mompox, 1973 - 2008 Año  

1973     1985     2005     2008  

Municipio

Total Cabecera Resto Total Cabecera Resto Total Cabecera Resto Total Cabecera Resto

Cicuco

Hatillo de Loba

Margarita

Mompox

            11.094 6.819 4.275 11.075 7.045 4.030

            11.470 2.736 8.734 11.544 2.984 8.560

11.254 1.944 9.310 9.741 2.295 7.446 9.406 1.645 7.761 9.449 1.659 7.790

24.086 15.310 8.776 34.763 17.667 17.096 41.565 22.591 18.974 42.133 23.548 18.585

San Fernando Talaigua Nuevo

10.293 1.708 8.585 10.054 2.314 7.740 12.965 2.740 10.225 13.154 2.790 10.364

15.802 0 0 20.582 5.510 15.072 11.086 4.867 6.219 11.148 5.050 6.098

Subtotal

Dpto. Bolívar

61.435 18.962 26.671 75.140 27.786 47.354 97.586 41.398 56.188 98.503 43.076 55.427

980.606 558.619 397.898 1.288.984 852.455 436.529 1.878.993 1.399.666 230.383 1.937.316 1.464.962 240.206

Fuente: Censos y proyecciones del Dane.

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En 2008, cuatro municipios tenían mayor población en el sector rural, mientras sólo dos (Mompox y Cicuco) eran más urbanos. Mompox, con una población superior a los 42 mil habitantes, concentra el 43% de toda la población subregional, mientras en el otro extremo estaba Margarita con 9.500 habitantes, que sólo llegaba a representar el 10%.

CUADRO 5 Necesidades básicas insatisfechas (NBI) en Colombia, Bolívar y municipios de la Isla de Mompox, 1973-2008 Municipio Cicuco Hatillo de Loba Margarita Mompox San Fernando Talaigua Nuevo Dpto. de Bolívar Colombia

1973     99,4 89,2 98,9 89,2   70,5

1985     96,4 75,5 93,3 75,5   45,6

1993     84,8 52,3 83,9 74,3 54,2 35,8

2005 60,88 78,35 76,03 49,26 69,8 63,48 46,6 27,6

2008 60,88 78,35 76,03 51,63 69,80 63,48 46,60 27,78

Fuente: Dane, Censos de población.

Con respecto a las condiciones de calidad de vida, se presentan los indicadores de NBI e Índice de Calidad de Vida - ICV. En 1973, los municipios de Mompox y Talaigua Nuevo tenían los índices de NBI más bajos de la subregión (89,2%), diez puntos porcentuales más bajo que Margarita (99,4%), el municipio de la subregión con mayores niveles de pobreza, pero casi veinte puntos por encima de la media nacional (70,5%). Según el Censo del 2005, Mompox había bajado su NBI al 49%, mientras Talaigua Nuevo estaba por encima del 63%, Margarita con 76%, por encima de la media departamental (47%), mientras los seis municipios estaban muy por encima de la media nacional (28%). En tres décadas, la pobreza medida por NBI bajó en todos los municipios de la Isla de Mompox, al igual que en todo el país. En 2007, los seis municipios tenían 69 mil estaban afiliados al régimen subsidiado, llegando a una cobertura

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del 71% del total de la población (Gobernación de Bolívar, 2008 A). Al ser una subregión con altos índices de pobreza, es preocupante que cerca del 30% de su población esté por fuera del sistema de salud, por tanto, las políticas nacional, departamental y municipales deberían estar encaminadas a llevar esta cobertura al 100% de la población más vulnerable. En cuanto al Índice de Calidad de Vida (ICV), San Fernando y Hatillo de Loba presentan los más bajos (menor calidad de vida), mientras Mompox y Talaigua Nuevo resultaron con los más elevados, aunque todos los municipios de la subregión están por debajo de la media nacional (78,8%) y departamental (73,9%). En síntesis, tanto el índice de NBI como el ICV muestran a la subregión momposina con mayores niveles de pobreza que la media departamental y nacional.

CUADRO 6 Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) e Índice Calidad de Vida (ICV) de los municipios de la Isla de Mompox Subregión Isla de Mompox

Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) %

Índice Calidad de Vida (ICV) %

60,90 78,30 76,00 49,30 69,80 63,50 46,60

52,60 47,20 48,80 58,30 46,20 53,98 73,90

27,60

78,80

Cicuco Hatillo de Loba Margarita Mompox San Fernando Talaigua Nuevo Total Bolívar Total Colombia Fuente, Gobernación de Bolívar, 2008 y DNP, 2003.

La cobertura de servicios públicos es uno de los indicadores con los que se mide el NBI y, por tanto, la pobreza y calidad de vida de la población. Al analizar las cifras de cuatro servicios domiciliarios, se observa que en energía eléctrica sólo Mompox presentó una cobertura superior a la media departamental e igual a la nacional, seguido por Cicuco. Por su parte, la cobertura de alcantarillado es baja en todos los municipios, siendo dramático los casos de Hatillo de Loba, Cicuco y Margarita, con co-

berturas inferiores al 1%. Mompox presenta una cobertura del 29%, muy por debajo de la media departamental (44%) y nacional (73%). Esta baja cobertura afecta a toda la población, ya que gran parte de las aguas servidas son arrojadas a ríos o ciénagas, sin ningún tratamiento, originando contaminación, enfermedades diarreicas y estas, a su vez, problemas de desnutrición, lo que afecta la calidad de vida de la población.

CUADRO 7 Cobertura de servicios público, 2007 (%) Subregión Isla de Mompox

Cicuco Hatillo de Loba Margarita Mompox San Fernando Talaigua Nuevo Subregión Total Bolívar Total Colombia

Energía eléctrica

Alcantarillado

Acueducto

Gas natural

89,8 81,2 77,8 93,6 83,7 87,0 88,2 91,8

0,5 0,4 0,5 29,0 10,2 11,9 15,4 44,4

84,9 59,0 56,7 80,1 75,3 75,8 75,0 71,0

0,0 0,0 0,0 42,5 0,0 33,4 22,5 57,6

93,6

73,1

83,4

40,3

Fuente, Gobernación de Bolívar, 2008.

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En acueducto sorprende que Cicuco tenga una cobertura superior al departamento y a Colombia, seguido por Mompox. Margarita y Hatillo de Loba son los dos únicos municipios de la subregión que presentan una cobertura inferior a la media departamental. En cuanto al gas natural domiciliario, los únicos que tienen cobertura son Mompox y Talaigua Nuevo. Esta situación es crítica si se tiene en cuenta que el servicio de gas domiciliario es el más barato de todos, lo que afecta aún más las condiciones de pobreza de la subregión. La estratificación socioeconómica también nos aproxima a la pobreza de estos municipios de la Depresión Momposina. En el municipio de Mompox, el menos pobre de los seis, hay tres estratos en el que ganaderos, algunos comerciantes y docentes se ubican en el estrato más alto. Otros profesores, comerciantes y la mayoría de orfebres pertenecen al estrato 2, mientras los ebanistas al 1 y 2. Lo que pudimos indagar en diversas entrevistas es que muchos de los hijos de docentes y orfebres llegan a la educación superior. En el caso del municipio de Margarita sólo hay dos estratos socioeconómicos, pero cerca del 90% de la po-

blación pertenece al estrato uno, y son beneficiarios de programas sociales que usan el subsidio del Sisben y el de Familias en Acción4. La estratificación en los restantes cuatro municipios no es muy diferente a la presentada en Margarita, resaltando la extrema situación de la pobreza en la subregión de Mompox. La educación es otro de los indicadores que se analizan, como una manera de aproximarse a las condiciones sociales de la subregión. Mientras la población subregional equivalente el 5% del total departamental, por los niveles de escolaridad la participación dentro del departamento oscila entre 4% y 6%, siendo la excepción la participación en el nivel normalista (10%) y en la educación superior (2%). La cifra de normalista parecería confirmar la creencia de la vocación pedagógica de los momposinos, en donde se dice que cada familia de la subregión tiene al menos uno de sus miembros en la actividad educativa. En cuanto la educación superior, la baja participación puede que se compense parcialmente con la migración de algunos jóvenes a estudiar en universidades de Barraquilla y Cartagena principalmente.

GRÁFICO 2 Tasa de cobertura neta por niveles, Isla de Mompox y Departamento, 2009 (%)

Fuente: MEN, Sistema Nacional de Información de Educación Básica, SINEB.

4 Entrevista con Nelvis Garrido, funcionaria de la Alcaldía de Margarita.

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Joaquín Viloria

Al analizar la cobertura neta para el año 2009 en los diferentes municipios de la Isla de Mompox y de Bolívar, en su conjunto, se observa un indicador muy bajo en Transición, así como un cuello de botella entre la primaria y la secundaria. En efecto, en los municipios de San Fernando, Hatillo de Loba y Talaigua Nuevo la cobertura de transición es inferior al 50%, mientras en primaria, cuatro de los seis municipios tienen indicadores por encima del 100%. En secundaria se cierra el embudo ya que todos los municipios presentan un indicador bastante inferior a la primaria.

Chalupa con productos del campo (piñas).

GRÁFICO 3 Tasa de analfabetismo de Colombia, Bolívar y municipios de la Isla de Mompox, 2005 (%)

Fuente: Dane, Censo 2005.

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Con respecto al analfabetismo, las cifras son más preocupantes. Mompox, el municipio con menor analfabetismo de la subregión, está siete puntos porcentuales por encima de la media nacional, mientras Margarita, en el otro extremo, tiene veinte puntos más de analfabetismo. Es dramático tener estos índices de analfabetismo y de cobertura neta, en una región donde se está pensando hacer una economía más competitiva y contar con una población más capacitada para impulsar este proceso y tener mejor nivel de vida. En este sentido, uno de los proyectos prioritarios de los gobernantes locales debe ser el incremento de la cobertura educativa y la erradicación del analfabetismo.

Actividades económicas A grandes rasgos se podría decir que Mompox es un municipio de artesanos (orfebres y ebanistas) y prestador de servicios, San Fernando es ganadero, Cicuco tiene una pequeña actividad petrolera, mientras Margarita es eminentemente agrícola, siendo la naranja su principal producto. De todas formas, la ganadería es la actividad con presencia en todos los municipios de la subregión5. El Campo petrolero de Cicuco inició actividades en 1955, en un área de 50 mil hectáreas, a cargo de la Colombian Petroleum Company, filial de la multinacional Esso. Aunque existen nuevas exploraciones y expectativas, la actividad petrolera ha decaído en los últimos años, generando escasa demanda por mano de obra, así como bajos pagos por regalías.

CUADRO 8 Número de unidades productivas por tipo de actividad económica en la isla de Mompox, 2005 Municipios

Cicuco Hatillo de Loba Margarita Mompox San Fernando Talaigua Nuevo Subtotal Isla de Mompox Total Dpto. de Bolívar Participación Subtotal Isla de Mompox Total Dpto. de Bolivar

Comercio

Servicios

Artesanías

Otras actividades

Total

170 89 11 566 61 194 1.091 20.433

114 60 24 459 11 150 818 17.003

43 14 0 197 2 121 377 4.796

46 68 19 199 9 57 398 5.065

373 231 54 1.421 83 522 2.684 47.297

0,41

0,30

0,14

0,15

1,00

0,43

0,36

0,10

0,11

1,00

Fuente: Dane, Censo 2005.

5 Entrevista con Nelvis Garrido, Alcaldía de Margarita.

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En toda la economía de la subregión se censaron 2.700 unidades productivas (Censo 2005), de las cuales 53% se concentraban en el municipio de Mompox y 20% en el de Talaigua Nuevo. En cuanto a la participación de las actividades económicas, el 41% se concentraba en el comercio, 30% en servicios y 14% en producción artesanal de diverso tipo. En las dos primeras actividades económicas, la participación de la subregión es inferior a la departamental, pero en la tercera se ubica por encima de la media, confirmando la vocación artesanal de Mompox y su área de influencia. En el comercio y los servicios se ha observado en los últimos años el aumento en la informalidad, tales como las ventas ambulantes, el mototaxismo y la venta de minutos de celulares, fenómeno que se extiende a las otras ciudades del Caribe colombiano. En la subregión se encuentran unos municipios con escasas fuentes de empleo en el sector privado formal, por lo que la población se refugia laboralmente en el Estado y en la economía informal. La población que tiene vinculación laboral con el Estado la constituyen los empleados o contratistas de las alcaldías, los docentes, médicos y enfermeras del sector oficial y, en menor proporción, la fuerza pública.

Usos del suelo y ganadería Las tierras de la subregión están comprendidas en el piso térmico cálido. Estas condiciones físicas han influido en algunas de las actividades económicas que desarrolla la población, como la agricultura y la ganadería. Los principales cultivos son maíz, yuca, cítricos, tabaco y hortalizas. También hay pequeños cultivos de caña y plátano. Los terratenientes han construido jarillones que alteran la dinámica hídrica de las ciénagas y ríos. Con estos diques se disecan las ciénagas y caños que, luego, son utilizados para ampliar los potreros o asentamientos poblacionales. La pesca artesanal y la minería también se practican en la zona, en la mayoría de los casos con herramientas rudimentarias lo que genera baja productividad por unidad. Las cifras sobre el uso del suelo en la subregión momposina muestran la dominancia de la ganadería. Los suelos dedicados al pastoreo representan el 56% de la isla de Mompox. Si a estos le agregamos la extracción de fauna y flora, pesca artesanal y la zona de ciénagas y pantanos, su participación se eleva al 88%. Por su parte, los suelos dedicados a la agricultura tradicional representan sólo el 8%.

CUADRO 9 Usos del suelo en la subregión Isla de Mompox Uso del suelo

Pastoreo extensivo y recolección de madera Extracción de fauna y flora; pesca artesanal Pantanos y Ciénagas Agricultura tradicional Generación de energía; consumo y transporte Total

Kilómetros cuadrados

Participación (%)

1.025,6 315,5 287,9 148,2 69,6

0,56 0,17 0,16 0,08 0,04

1.846,8

1,00

Fuente: IGAC.

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Durante el período de lluvias y de inundaciones, la ganadería y la agricultura disminuyen su actividad, mientras se incrementa la pesca. Ésta es la segunda actividad económica rural más importante de la mayoría de municipios de la subregión, después de la ganadería. La producción pesquera proporciona tanto proteínas como algunos ingresos para uno de los segmentos de población más pobre de la subregión6.

MAPA 2 Usos del suelo en la isla de Mompox

Fuente: Elaboración propia, con base en IGAC.

6 Se pesca en los ríos Cauca, Magdalena, Chicagua, Caño del Violo y ciénagas que son ricas en bagre, dorada y bocachico, entre otros. En sus ciénagas abundan los galápagos o hicoteas, chigüiros, iguanas y babillas, los cuales son cazados y comercializados en su mayoría de manera ilegal por una población muy pobre.

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La isla de Mompox ha sido una zona propicia para el desarrollo de la ganadería desde los inicios del período colonial. En el siglo XVIII se crearon y desarrollaron la mayoría de haciendas ganaderas. Estas se consolidaron durante el siglo XIX. A partir de la segunda mitad del siglo XIX se dio una expansión de la ganadería en la Costa Caribe, producto de la introducción de pastos artificiales como el pará, guinea y yaraguá. Con la introducción de este pasto en algunas subregiones de la Costa Caribe, se empezó a cambiar parcialmente la costumbre de la trashumancia del ganado, esto es, la necesidad de desplazar los hatos de un sitio a otro, según la estación de lluvia o sequía. En el caso de la Depresión Momposina, y más específicamente de la isla de Mompox, la trashumancia se sigue practicando, ya que durante el período de inundaciones la mayoría de los potreros quedan bajo las aguas. Esto obliga a los ganaderos a trasladar su ganado a zonas altas del Departamento del Magdalena. En época de estiaje el ganado regresa a los “playones”, zonas bajas en donde crece el pasto una vez ha bajado la inundación. En la primera década del siglo XX, los alemanes Adolfo Held y Augusto Tietjen iniciaron en el munici-

pio de Zambrano la ganadería de Jesús del Río, que con el pasar de los años se fue extendiendo hacia Mompox y algunos municipios del Departamento del Magdalena (Tietjen, 1939: 336 y 337). La ganadería de Jesús del Río estuvo siempre bajo la administración directa de personal alemán, siendo el primero A. Tietjen, entre 1909 y 1932, quien impuso a todo el personal a su cargo la disciplina y la mística por el trabajo. En este último año, Tietjen le compró a Held las haciendas La Esmeralda, El Garzal y La Inteligencia, ubicadas en el municipio de Mompox (Meisel y Viloria, 2003). La Esmeralda, hacienda fundada por los momposinos Juan Ribón y Tomás Torres, al pasar a manos de Tietjen en 1932, continuó la tradición de Held de contratar personal alemán para la administración. Fue así como por esta hacienda pasaron, además de Held y Tietjen, administradores como Haeckermann, Smith, Naguel, Lengeman y Bartel, entre otros, quienes formaron sus hogares con mujeres de la región, dejando descendencia en las diferentes poblaciones de la Depresión Momposina (Plan de Desarrollo del Municipio de San Fernando, 2008)7. En la actualidad esta hacienda tiene cerca de 3.200 hectáreas8.

CUADRO 10 Inventario ganadero de la isla de Mompox, censo 2005 Municipio

Cicuco Hatillo de Loba Margarita Mompox San Fernando Talaigua Nuevo Subtotal Total Dpto. Bolívar

Ganado vacuno

13.145 12 12.067 16.376 8.997 13.456 64.053 114.961

Fuente: Dane, Censo 2005. 7 En esta subregión se establecieron familias de origen extranjero como los Cock, Sinning, Tietjen, Haeckermann, Lengeman, Schultz, Hundelhaussen, Hamburguer, Bartel (alemanes), Abuabara, Chicre, Chartuni, Eljadue, Naissir, Salem, Hazbum, Dau, Namen, Hadechini, Bayter, Bechara, Malkum (sirio-libaneses), Ciódaro, Di Filippo, Vitola, Felizzola, Alario, Rossi, Rinaldi, Luquetta, Piscioti, Romano, Vigna, Galiano, Cianci, Mazzenet (italianos), Van Strahlen (holandés-curazaleño). Cfr. Peñas y Arquez, 1994: 171-172. 8 En esta subregión cada hectárea puede costar entre 10 y 12 millones de pesos.

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Iglesia de Santa Bárbara, construcción de estilo barroco.

Agricultura En 2005 el hato ganadero vacuno de los seis municipios de la subregión ascendió a 64 mil cabezas y cinco años después se estima que aumentó a cerca de 70 mil, de lo que resulta una densidad de 0,5 cabezas por hectáreas. Las tierras que sufren inundaciones son adecuadas para pastos resistentes como el admirable.

La agricultura de la isla de Mompox se caracteriza por la bajísima tecnificación, así como por la escasa asistencia técnica y acceso al crédito. Adicional a lo anterior, las actividades agropecuarias están altamente relacionadas con la calidad de los suelos y el fenómeno de inundaciones y sequía que se alternan a lo largo del año. Los datos sobre la agricultura de la subregión resultan contradictorios cuando se comparan el Diagnóstico Zodes con los planes municipales de desarrollo.

CUADRO 11 Producción agrícola de la Isla de Mompox Producto

Hectáreas

Productores

Toneladas

420

800

8.200

Yuca

7.500

800

64.719

Maíz tradicional

5.580

800

17.516

Plátano

2.540

200

35.250

Caña panelera

205

320

430

Otros

645

0

0

Total

16.890

2.920

126.115

Cítricos

Fuente: Planes Municipales de Desarrollo de los seis municipios de la isla de Mompox, 2008-2011. Sólo se encontró información cuantitativa para los municipios de Mompox, Margarita y San Fernando.

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Así, por ejemplo, mientras la información del Zodes (Planeación Departamental de Bolívar) calculó el área sembrada en cerca de 9 mil hectáreas y la producción en un poco más de 36 mil toneladas, en los planes municipales estas cifras ascienden a 17 mil hectáreas y 126 mil toneladas. En estos últimos datos, el municipio de Mompox representó el 90% y 87% respectivamente. En el municipio de Margarita los cultivos de naranja y otros cítricos son los de mayor participación, mientras en los otros municipios los cultivos se concentran en maíz y yuca. Margarita es un municipio eminentemente agrícola, siendo la naranja su principal producto. Al respecto, vale la pena señalar que esta vocación se recoge en el eslogan del municipio: “Margarita, la tierra de la naranja dulce y la mujer bonita”. A propósito del prototipo de la mujer margariteña, algunos lugareños afirman que éste es el resultado del fuerte mestizaje que se presentó entre la población nativa y los inmigrantes que se establecieron en la subregión en el último siglo. En el municipio de Margarita se producen hasta dos cosechas de naranja al año, constituyéndose en la base de la economía local. La época de recolección o cosecha grande es en el trimestre octubre-diciembre y los primeros días de enero. La cosecha pequeña o de veranillo se da en el trimestre marzo-mayo. Las variedades de naranja son la nativa, 69 ó criolla, la margarita y valencia. También se cultivan otros cítricos como pomelo, toronja blanca y roja, tangelo, naranja agria, mandarina, así como diversos tipos de limones como el criollo, dulce, mandarina y tahití. Se tiene cultivos complementarios como mango, maíz, yuca, plátano, mafufo, coco, caña, panela y mamoncillo (Plan de Desarrollo del Municipio de Margarita, 2008-2011). Los naranjales se explotan de manera rudimentaria, sin poda de árboles y bajo control de malezas. En efecto, los productores sólo cortan las ramas que obstaculizan la recolección de las frutas y apenas a un 20% de los cultivos le aplican control de malezas. Así mismo, en la zona no se tiene la costumbre de regar los cultivos, lo que por lo general origina baja productividad de los naranjales. En Margarita hay un poco más de 1.300 hectáreas dedicadas a la agricultura, de las cuales el 30% está en naranjas y otros cítricos, 29% en maíz tradicional y 27% en yuca. La producción anual es de 15.400 toneladas, de las cuales el 52% son naranjas y cerca del 40% yuca. La producción de maíz, plátano y yuca de los municipios de la

Artesanos momposinos en su taller de orfebrería.

isla de Mompox se destina en su mayor parte para el autoconsumo, así como para comercializar en la subregión. Los rendimientos de la mayoría de estos cultivos son bajos, debido a la manera rudimentaria como se explotan.

Artesanía momposina Al recorrer las calles de Mompox … se escuchan los tintineos de los martillos. Son los joyeros o, más bien, artistas orfebres que trabajan en sus talleres, elaborando los finos tejidos de filigrana” (Proexport Colombia: www.colombia.travel). Esta frase muestra una parte de la economía artesanal de Mompox y sus alrededores, en donde, además de la orfebrería, se practica la ebanistería, la alfarería, el tejido a mano y la fabricación de productos alimenticios. Estos artesanos se han agremiado en varias organizaciones. En efecto, algunos lugareños calculan que cerca del 80% de la economía de la ciudad de Mompox gira en torno a estas dos actividades artesanales (orfebrería y ebanistería), además de la docencia. La “Asociación de Artesanos - Empresarios de la Isla de Mompox” congrega tres organizaciones: Asocia-

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ción de Orfebres, Asociación de Empresarios de la Madera y Asociación de Mujeres Artesanas. Las dos primeras son beneficiarias de un proyecto con recursos de la Unión Europea, que busca posicionar a los artesanos en la comercialización de sus propios productos9. Los orfebres locales están organizados en la Asociación de Orfebres de Mompox y la Asociación de Orfebres Momposinos (ADOM), así como en una empresa asociativa de trabajo, El Crisol E.A.T, la cual agrupa a los joyeros más tradicionales. También funciona “La Escuela Taller Santa Cruz de Mompox”, en donde los jóvenes reciben formación en las labores y oficios tradicionales de la subregión. Ésta escuela es un organismo descentralizado que recibe aportes de la cooperación española (Plan de Desarrollo de Santa Cruz de Mompox, 2008). En Mompox existen 96 talleres de ebanistería, cada uno de los cuales emplea en promedio entre 6 y 10 trabajadores. También hay unos 80 talleres de orfebrería, entre los cuales el más grande tiene 22 empleados y el más pequeño, 6. De la Asociación forman parte 28 talleres de ebanistería, 36 de orfebres y 18 asociaciones de mujeres, para un total de 82 microempresas asociadas. El producto más representativo de la ebanistería subregional es la mecedora momposina y el de la orfebrería, la filigrana en oro o plata. Pero las artesanías de la subregión también están representadas por los bolsos, carteras y mochilas en hilo de fique que elaboran mujeres artesanas de San Fernando, así como el queso de capa y el dulce de cáscara de limón que se consigue en cualquier esquina de Mompox. La comercialización de los artesanos es individual, aunque tienen en Mompox un centro de exposición llamado la “Casa del Artesano”. Los orfebres participan anualmente en Expoartesanías en Bogotá. Según la orfebre Doris Peñalosa, cerca del 50% de la mercancía de los orfebres se vende a las joyerías de Cartagena, el 35% en las de Barranquilla, Bogotá y Santa Marta y el restante 15% se vende localmente. Los artesanos de la subregión no tienen acceso al crédito institucional, por lo que se ven en la necesidad de trabajar con sus propios recursos o con créditos del mercado informal a altas tasas de interés, limitándose su capacidad de expansión. A pesar de tener la Asociación, muchos artesanos siguen siendo individualistas, lo que limita su capacidad para mejorar la competitividad,

así como lograr economías de escala o aglomeración. Un ejemplo de esto es la falta de un catálogo para promocionar los productos de la ebanistería tanto regional como nacionalmente. Este último es un proyecto que la Asociación desea impulsar. Otro proyecto de singular importancia que se encuentra en su etapa inicial es el de la reforestación para el suministro de madera a los ebanistas. Por su parte, Proexport, Universidad del Norte y Gobernación de Bolívar, impulsaron el proyecto de “Asociación de Microempresas de Orfebres”. En los inicios del proyecto se convocó a los 80 talleres de orfebres de la ciudad, con la intención de crear una red de orfebres para la internacionalización de la filigrana. Se escogieron 15 talleres para la capacitación y al final quedaron 13 talleres-microempresas. En la capacitación a los orfebres se trataron temas de negocio y contabilidad como costos, administración, innovación, diseño, mercados, plan de negocios, asociatividad y creación de confianza10. En septiembre de 2010, esta Asociación inició un punto de venta en la Sociedad Portuaria de Cartagena, en la temporada de cruceros. Se debe destacar que Mompox no cuenta con minas de oro en sus cercanías. Éstas se ubican a gran distancia de la ciudad, en las subregiones de Loba y en la Serranía de San Lucas. Pero durante el período colonial, al ser Mompox una ciudad comercial de ubicación estratégica, allí se acuñaban monedas. Esto dio la oportunidad a los momposinos de entrar en contacto con el precioso metal, aprendiendo así el arte de la orfebrería. La tradición se ha guardado celosamente entre algunas familias de la ciudad, que heredan el arte y el oficio de generación en generación. En los últimos años, la filigrana de Mompox se ha centrado más en la plata, debido a los altos precios del oro y como una alternativa para hacer más accesible el producto a mayor número de clientes. En Hatillo de Loba se puede comprar oro y plata, pero los artesanos prefieren la plata canadiense por ser de mejor calidad. Ante esta situación, los orfebres de Mompox le han propuesto al Gobierno que compre una máquina para purificar la plata procedente de Hatillo y así poder trabajar con la materia prima de la región. Esta necesidad también puede verse como una oportunidad de negocio para algún empresario.

9 Información suministrada por Luz Marina Guerra, Presidenta de la Asociación de Artesanos - Empresarios de la Isla de Mompox. Entrevista realizada en Mompox, mayo de 2010.

10 Entrevista con Doris Peñalosa, Presidenta de Mompox Filigress S.A.S.

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Las construcciones coloniales, la celebración de la Semana Santa, así como las afamadas artesanías elaboradas por orfebres y ebanistas hacen de Mompox un destino turístico en crecimiento dentro del Caribe colombiano. Además, el ser Patrimonio de la Humanidad, le pone un sello distintivo a la ciudad dentro del Cluster Turístico de Colombia. En la ciudad hay nueve hoteles inscritos en el Registro Nacional de Turismo y 19 casas de familia que prestan el servicio de alojamiento. En total tienen 400 camas para ofrecer al turista: 200 en la hotelería formal y otras 200 en alojamientos familiares11. Al igual que en Cartagena, Santa Marta y otras ciudades colombianas, en Mompox se ofrece alojamiento a bajo costo, para turistas extranjeros o mochileros, en un hostal cuyo propietario es un inglés. En Semana Santa pueden llegar a Mompox cerca de 3.000 visitantes, entre turistas y familiares de nativos. Se espera que esta cifra aumente en los próximos años, ante la llegada de una empresa del orden nacional como Aviatur, así como por las buenas condiciones de seguridad que se viven en la subregión12. Para el turista Mompox debe ser mucho más que Semana Santa y casonas coloniales. La ciudad y la subregión se debe vender como un centro turístico en el que se puede hacer turismo cultural, gastronómico, ecológico y rural, en el que participan las poblaciones vecinas y sus atractivos naturales como el río Magdalena, así como las innumerables ciénagas y caños que circundan la isla de Mompox.

Desempeño fiscal La mayoría de municipios de la isla de Mompox son ganaderos, pero los únicos impuestos que pagan sus habitantes son los del predial. En otras palabras, desde el punto de vista fiscal, la única relación entre la ganadería y los municipios momposinos es el impuesto predial. Otros impuestos como el de degüello y venta de ganado en pie no siempre son pagados13. En esta sección se presentan los datos generales de las finanzas de los entes municipales y su desempeño fiscal medido por el DNP. 11 Entrevista con Gustavo Díaz Ospino, Secretario de Educación y Turismo de Mompox. 12 Entrevista con Jimmy Alvarado, socio de Cootrahostal, cooperativa que ha administrado el Hostal Doña Manuela en los últimos años. 13 Entrevista con Eduardo Torres, Movimiento Pro Departamento de la Depresión Momposina.

Joaquín Viloria

Semana Santa y turismo

Plaza de la Libertad y estatua en homenaje a la Libertad. En esta plaza s encuentra ubicado el Palacio Municipal.

El DNP viene publicando hace varios años los resultados de desempeño fiscal para departamentos y municipios, a partir del cálculo de seis indicadores: porcentaje de ingresos corrientes destinados a funcionamiento, los que corresponden a transferencias y a recursos propios; porcentaje del gasto total destinado a inversión, magnitud de la deuda y capacidad de ahorro. En 2009, las fuentes de mayor participación en las finanzas territoriales fueron los recursos del Sistema General de Participación-SGP (46%), recursos propios (35%) y regalías (7%). Con base en estos indicadores de desempeño fiscal del 2009, los municipios de Rionegro (Antioquia) y Nobsa (Boyacá) mantuvieron sus posiciones 1 y 2 a nivel nacional respectivamente. En el caso de Bolívar, el municipio de Turbaco ocupó la primera posición a nivel departamental y el 83 en el agregado nacional. De los municipios de la subregión, Mompox se ubicó en el puesto 402 a nivel nacional, seguido por Cicuco (966) y Hatillo de Loba (1.009). Es preocupante observar que de los quince municipios con peor desempeño fiscal, Bolívar clasificó siete municipios, a saber: Barranco de Loba (puesto 1.101, el último a nivel nacional), Carmen de Bolívar, Montecristo, San Estanislao, Soplaviento, Margarita (1.094) y Talaigua Nuevo (1.088), estos dos últimos pertenecientes a la subregión de la isla de Mompox.

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CUADRO 12 Distrito de Cartagena y municipios de la isla de Mompox: magnitudes financieras y ranking de desempeño fiscal municipal, 2009 Municipios

Transferencias Ingreso tributario Transferencias Posición Total ingresos Total gastos totales per cápita per cápita 2009

Cartagena

428.702

922.193

874.263

287

459

185

Mompox

17.646

19.293

19.978

36

417

402

Cicuco

5.552

6.436

7.148

7

501

966

Hatillo de Loba

7.168

7.350

7.196

11

616

1.009

San Fernando

6.440

7.888

14.429

13

487

1.054

Talaigua Nuevo

7.195

10.443

12.177

12

644

1.088

Margarita

6.612

6.688

10.794

6

697

1.094

Nota: las tres primeras columnas numéricas están en millones de pesos; la cuarta y quinta en miles de pesos. La última columna está en números absolutos. Fuente: DNP, Desempeño fiscal de los departamentos y municipios 2009, Bogotá.

Lo que se observa en todos los municipios de la subregión es una gestión fiscal deficiente, bajo recaudo y débil base gravable. En cinco municipios, el ingreso tributario fue inferior a 15 mil pesos por persona, mientras en Mompox se elevó a 36 mil pesos. Pero las diferencias son abismales cuando se compara con Rionegro (Antioquia), Nobsa (Boyacá) o Cartagena, quienes presentaron ingresos tributarios per cápita (ITPC) de 855 mil, 807 mil y 287 mil pesos, respectivamente. El ITPC de Margarita o Cicuco no llega a ser el 1% de lo recaudado por Rionegro, el municipio de mejor desempeño fiscal en los últimos años. Otro de los problemas fiscales graves de los diferentes municipios son los embargos. Si se toma como ejemplo el municipio de Hatillo de Loba, en 2008 tuvo ingresos corrientes de 6.600 millones de pesos, de los cuales más de 3.100 millones se destinaron a salud y educación pública y 1.500 millones a pago de embargos y demandas (pasivos contingentes)14. De acuerdo con lo anterior, la Alcaldía sólo dispone del 30% del presupuesto para ade14 Entrevista con Eduardo Torres, Movimiento Pro Departamento de la Depresión Momposina.

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lantar los proyectos aprobados en el Plan de Desarrollo Municipal. En síntesis, la economía de esta subregión se sustenta básicamente en la ganadería presente en todos los municipios, algunas actividades agrícolas, principalmente en Margarita, y una fuerte presencia de artesanos en Mompox. Ante un mercado laboral limitado, una parte considerable de la población se encuentra en la informalidad, por ejemplo, las ventas y prestación de servicios. En términos de las finanzas públicas, los presupuestos de estos municipios se han caracterizado por tres elementos básicos: alta dependencia de las transferenciasSGP (87% de los ingresos totales), base gravable débil y crecimiento de los pasivos contingentes o embargos en los últimos años.

Reflexiones finales La villa de Mompox fue muy importante durante el período colonial y primeras décadas de la república, por su condición de puerto fluvial intermedio entre el mar Caribe y el interior andino. Esto le permitió tener

un comercio dinámico lícito y de contrabando alrededor de productos como oro, tabaco, ganadería, telas, además de ser asiento de gran parte de la nobleza criolla costeña. La condición de insularidad, la sedimentación del brazo de Mompox y el desvío natural del río Magdalena por el brazo de Loba, aisló a esta ciudad y a la isla en su conjunto de los departamentos de Bolívar y Magdalena, así como del país. Este aislamiento se hizo más evidente y dramático, cuando en la primera mitad del siglo XX la navegación por el río Magdalena fue remplazada por las carreteras y más tarde por la conexión del ferrocarril del Atlántico, que unió a Bogotá con Santa Marta. Estas nuevas vías pasaban a mucha distancia de Mompox y su área de influencia. La isla de Mompox, al ser una llanura inundable, se aniega gran parte del año, convirtiéndose en un enorme reto para la población y para la economía anfibia de la subregión. Inundaciones y sequías no sólo generan mayor pobreza, sino que agrava el aislamiento que vive la zona por la falta de vías de comunicación. En toda la subregión se encontró una gestión fiscal deficiente, con bajo recaudo, débil base gravable, alta dependencia del SGP y crecimiento de los pasivos contingentes. En términos de su economía se encontró una actividad ganadera en todos los municipios de la isla, agricultura principalmente en Margarita y Mompox, así como artesanías y turismo religioso en este último municipio. A pesar de su aislamiento y pobreza desarrollados en un hábitat de humedales, los habitantes de la Depresión Momposina han desarrollado una cultura y una economía anfibias, como un intento por adaptarse al medio natural. Estas particularidades geográficas y culturales fueron destacadas por el sociólogo costeño Orlando Fals Borda (1987), quien planteó la necesidad de conformar el Departamento de la Depresión Momposina, propuesta que muchos años después fue incluida en el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014. Al perderse las técnicas milenarias del manejo hídrico desarrollado por los antepasados zenúes y pacabuyes, las actuales poblaciones tratan de resistir las embestidas de las crecientes, con prácticas poco técnicas y deficientes, que agravan tanto la situación social como ambiental de la zona. Las autoridades locales, regionales y nacionales deben impartir a pobladores y ganaderos, técnicas sobre buenas prácticas, que hayan tenido éxito en otras zonas del país o del exterior. De esta forma se podría lograr que la economía anfibia sea funcional con el

medio ambiente y con la calidad de vida de la población asentada en la isla de Mompox.

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Gobernadores y Alcaldes de las capitales departamentales del Caribe colombiano (2010). Nada va a ser igual, todo va a ser mejor. Estabilización, reconstrucción y desarrollo de las zonas afectadas por el desastre invernal: el reto es la gerencia, documento presentado al Presidente de la República, Cartagena, diciembre de 2010. Lemaitre, Daniel (1950). Mompós, tierra de Dios. Cartagena: Editora Bolívar. Meisel, Adolfo y Viloria, Joaquín (2003). “Los alemanes en el Caribe colombiano: el caso de Adolfo Held, 1880-1927”, Dávila L. de Guevara, Carlos, 2003. Empresas empresarios en la historia de Colombia. Siglos XIX y XX. Una colección de estudios recientes, 2 tomos, Bogotá: Naciones Unidas/CEPALGrupo editorial Norma-Universidad de los Andes. MEN – Ministerio de Educación Nacional, Sistema Nacional de Información de Educación Básica, SINEB, Información electrónica. Montenegro, Armando (2011, 15 de mayo). “Inundaciones contra inundaciones”, El Espectador, Bogotá. Otero D’Acosta, Enrique (1933). Comentos críticos sobre la fundación de Cartagena de Indias / sacados a luz por Enrique Otero D Costa bajo el patrocinio de la Academia Colombia de Historia. Bogotá: Imprenta la Luz. Peñas, David Ernesto (1986). “La orfebrería momposina: el aprendizaje de la paciencia”, Boletín Cultural y Bibliográfico, N° 7, Biblioteca Luís Ángel Arango, Bogotá. Peñas Galindo, David Ernesto y Oscar Arquez Van-Strahlen (1994). Espacio, poblamiento y sociedad en la región momposina. Mompox: Ediciones Malibú. Plazas, Clemencia, Ana María Falchetti, Juanita Saenz Samper y Sonia Archila (1993). La sociedad hidráulica Zenú. Estudio arqueológico de 2.000 años de historia en las Llanuras del Caribe colombiano. Bogotá: Museo del Oro – Banco de la República. Proexport Colombia: www.colombia.travel Salzedo del Villar, Pedro (1987). Apuntaciones historiales de Mompox, Comité Hijos de Mompox. Cartagena: Gobernación Departamento de Bolívar. Tietjen, Augusto (1939, mayo). “El ganado zebú en Colombia”, Revista Nacional de Agricultura, Bogotá. Viloria De la Hoz, Joaquín (2010). “Finanzas y gobierno de las corporaciones autónomas regionales del Caribe colombiano”, Documentos de Trabajo Sobre Economía Regional, N° 126, Banco de la República, Cartagena.

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C U L T U R A

Una deslumbrante anonimia. Oscar Delgado en la poesía colombiana Luis Elías Calderón

El Octavo Piedracielista Oscar Delgado (1910-1937) perteneció por generación, amistad y afinidades literarias al grupo que en 1939 se congregó en torno a la publicación de los Cuadernos de Piedra y Cielo, cuyos integrantes fueron Jorge Rojas, Eduardo Carranza, Tomás Vargas Osorio, Arturo Camacho Ramírez, Gerardo Valencia, Darío Samper y Carlos Martín. Sin embargo, Delgado murió dos años antes del boom de Piedra y Cielo y su obra no fue recogida en volumen, razones por las cuales quizás su nombre rara vez ha sido asociado al movimiento que se venía gestando desde inicios de la década, con activa participación suya.1 Uno de los miembros de Piedra y Cielo, Carlos Martín (1998: 99), resume las características generales del grupo, a las que Oscar Delgado no era ajeno: “Si bien es cierto que el motivo de la agrupación fue una razón editorial, sin embargo, en el fondo, latían similares influencias, similares ambiciones, unas determinadas modalidades que revelan un idéntico afán de renovación y de innovación.”2 En efecto, Delgado igual que ellos compartía vivamente el anhelo de renovar la poesía colombiana, y su aporte, 1 Uno de los pocos críticos que sitúa a Delgado en el Piedracielismo es Fernando Charry Lara. Véase Bonnett (2003: 217). 2 Similar es la opinión de Carranza: “Unidos por lo que suele unir a los jóvenes: el parentesco generacional hecho de anhelos comunes, de admiraciones coincidentes y de ciertas similitudes en el idioma poético”. En: Martín (1984: 13)

Oscar Delgado (Foto cortesía de Regina Delgado)

en el momento, fue tan significativo que incluso en 1936 el mismo Eduardo Carranza (1937), -orgulloso Capitán de Piedra y Cielo-, tomó la obra del costeño como punta de lanza para contrarrestar los ataques que Laureano Gómez venía haciendo a la nueva poesía colombiana que eclosionaría en Piedra y Cielo. Delgado polemizaba en

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El Tiempo al estilo en que después lo haría Carranza; exponía en tertulias y cafés capitalinos sus conceptos sobre la literatura, la política o el suceso del momento, y tenía pensado editar sus poemas con prólogo del camarada Tomás Vargas Osorio. Por otra parte, quienes ven en Piedra y Cielo una estética grupal que trasciende la coincidencia generacional y las intenciones literarias, pueden encontrar en Oscar Delgado otros elementos que lo acercan al piedracielismo: ciertos giros del idioma, ciertas imágenes, ciertos temas persistentes e incluso algo de ese “galimatías de confusión palabrera” que tanto incomodaría a Juan Lozano y Lozano (1940: 2): Largo retorno de horizontes lentos en cristalino rumbo de alas limpias Los futuros piedracielistas, y en general los jóvenes poetas nacionales como Delgado, eran influenciados por la nueva poesía española, especialmente por la generación del 27, que había vuelto a las viejas formas de la literatura hispánica, como el romance y la canción. Federico García Lorca, por ejemplo, era ya un fenómeno en Hispanoamérica, hoy conocido como lorquismo americano. La difusión de las voces españolas sería mayor en 1932 y 1934 cuando Gerardo Diego (1932) publica su antología de la nueva poesía española (1915-1931), en la que además de Lorca aparecen, Guillén, Alberti, Cernuda y otros tantos, en quienes los poetas colombianos descubrieron la metáfora deslumbrante e insólita, herencia de Góngora y Juan Ramón Jiménez, cuyo libro Piedra y Cielo daría el nombre al grupo colombiano. Nuestros poetas, por su parte, reiteraron su independencia estética y sus ideales políticos no fueron siempre coincidentes. En este marco se fue gestando el movimiento que sólo alcanzaría a publicar siete cuadernillos, dejando por fuera a otros integrantes del grupo. No obstante, con el paso de los años se ha unificado bajo el rótulo de Piedra y Cielo a todos los poetas de aquella generación, y la atmósfera que rodea a aquel nombre lo convierte hoy en un mito, sin nómina ortodoxa ni fatídica como algunos han pretendido. Así Piedra y Cielo cobra más importancia como fenómeno de una época que como reducto grupo de poetas; la prueba: las réplicas del piedracielismo en la Costa Caribe como Mar y Cielo en Cartagena o Arena y Cielo en Barranquilla, que hablan del furor y alcance nacional del suceso literario. Podemos decir, entonces, apartados del facilismo de las fechas, que Oscar Delgado hizo parte del grupo

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y generación que hoy se conoce como Piedra y Cielo, y no únicamente por amistad, sino también por intereses literarios comunes y una cierta estética grupal bastante discutida pero innegable. Lo mismo podríamos afirmar de Aurelio Arturo, Antonio Llanos o Jorge Artel, quienes tampoco publicaron en los célebres cuadernos, pero, en cambio, han figurado esporádicamente como miembros del grupo, porque en efecto, todos pudieron haber sido el octavo piedracielista.

Por la senda de una voz La obra poética de Oscar Delgado irrumpe en el panorama nacional a principios de los años treinta, durante el período que Cobo Borda (2003: 196) llama “el verdadero cambio” en la literatura de América Latina y el país. El episodio lo cuenta así Lino Gil Jaramillo (1937: 98), colega del poeta: “Prestaba sus servicios en un gran rotativo y, de un momento a otro el joven comenzó a cantar en una forma que rompía los modos y las modas en uso. Eran pequeñas canciones y breves comentarios de extraña guisa, escritos en un estilo de fugas y canzonetas […] Esas cosas gustaban o no gustaban, pero eran tenidas en cuenta por las gentes de letras”. Sol de abril: siete flechas de música en los arcos de los caminos trémulos de viajes. En efecto, los poemas y las prosas de Delgado habían comenzado a aparecer en Lecturas Dominicales de El Tiempo, dirigido por Jaime Barrera Parra, quien se había convertido en mentor de los nuevos poetas del país. La obra de Delgado llamaría pronto la atención de sus contemporáneos que, en mayoría, aplaudían el surgimiento de la nueva figura poética. Del lado opuesto estaban los conservadores y puritanos del arte, quienes en su afán por desbaratar todo lo que no oliera a su noción de libertad y orden, atinaron a develar los excesos en que habían caído los nuevos poetas: la fórmula e incluso el calco. Su poesía aparecería luego como free lance en los suplementos literarios de El País (dirigido por Rafael Maya), La Nación (dirigido por Clemente Manuel Zabala,) la pá-

loca a Oscar Delgado en puesto de avanzada, pues se comprende que con tan rica vena imaginativa y un acopio vocabular tan espléndido, su obra literaria no podrá subestimarse o relegarse a sitio inferior. (Anónimo, 1935: 5)

Portada libro Los Poetas de la naturaleza

gina literaria de El Heraldo (dirigida por Alberto Charry Lara) y la revista de variedades Civilización, de Barranquilla, en donde ya habían figurado algunas prosas suyas. Oscar Delgado tenía, pues, los medios a su favor y las influencias necesarias para lanzarse como poeta a escala nacional. La mayoría de sus colegas, periodistas, poetas, escritores y políticos formaban parte de la élite intelectual de la época y podían favorecer su obra con una publicación o un guiño, más de camaradería que de crítica como es la usanza colombiana.3 Una de esas voces anónimas de los diarios –quizás la de José Umaña Bernal o la de Antonio Brugés Carmonareconocía en 1935 dos de los elementos indisociables de la poesía de Delgado: calidad y novedad: Oscar Delgado ocupa un lugar significativo en el equipo de los trabajadores literarios que vinieron a la actividad cotidiana después de la aparición del grupo de ‘los nuevos’. Las producciones que hasta el momento ha entregado a la publicidad lo señalan como dueño de una finísima sensibilidad artística condicionada por un firme, un inalterable y exigente sentido crítico. Posee, además, una aguda percepción de los matices que lo lleva a hacer de su prosa una labor lenta, minuciosa y difícil que va dominando los naturales escollos que surgen entre pensamiento y expresión, de manera muy novedosa y singular. […] El empaque de su prosa co3 Armando Barrameda Morán (1936: 2A) dice que la primera persona que saludó la aparición de Oscar Delgado en la literatura nacional fue Esteban Coímbra, sin dar más detalles al respecto.

Un año más tarde otro colega, Roberto García-Peña (1936: 8), incluía ligeramente el nombre de Delgado en el nuevo canon de la poesía colombiana, en una revista chilena publicada por colombianos residentes en aquel país. El mismo año un redactor de El Tiempo lo ratifica como una de las novedades poéticas de Colombia, a propósito de la reciente publicación de Canciones para iniciar una fiesta, primer poemario de Eduardo Carranza (1935), con el que se sepultó oficialmente lo que quedaba del Romanticismo y del Modernismo en Colombia: “Los beocios y filisteos que se quedaron en don Miguel Antonio Caro, Flórez y Abel Marín, y se pasmaron en Pombo, no captan estos versitos del joven Carranza o de Camacho Ramírez, otro joven que está componiendo lindo, o de Oscar Delgado, como antes nos pasó con León de Greiff y Barba Jacob.” (Anónimo, 1962: 18). Pese a la relevancia de estos comentarios, no dejan ellos de ser alusiones escuetas a una obra brevísima que apenas consolidaba su discurso, con el agravante de no hallarse recogida en volumen. Ayudaba a la propaganda de la poesía de Oscar Delgado, atizando al mismo tiempo la polémica literaria, comentarios como los de Laureano Gómez contra los nuevos poetas que según él no seguían “el encanto del ritmo y de la rima” (Ventura, 1936, 15 de julio: 8) y cuya poesía se empecinaba en llamar “el género modernista” (Ventura, 1936, 16 de agosto: 8). Según Gómez, bajo el seudónimo de Jacinto Ventura, las combinaciones métricas en los versos como los de Delgado eran un disparate y la tal novedad obedecía a una fórmula matemática fácil, inventada para eludir las dificultades propias del arte poético. También le repugnaban el tratamiento de ciertos temas como la mujer, el amor, la sexualidad, que calificaba de “rastrera sensualidad” (Ventura, 1936, 9 de septiembre: 33) y el uso del leguaje: “Los versos que más aplausos coleccionan –dice Gómez- son los que han roto con mayor audacia las antiguas sujeciones de la métrica clásica y se reducen a una forma libre, vaga, generalmente asonantada, sarpullida de vocablos exóticos y en donde la calificación encargada a los adjetivos utiliza un truco bastante ingenuo que consiste, por lo general, en una trasposición de las sensaciones: así, las cosas de gustar se oyen, las de oír se ven, las de oler se palpan, etc.” (Ventura, 1936, 16 de agosto: 8). En esto último, se refiere Laurea-

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no Gómez a la sinestesia que Delgado había heredado del simbolismo y convertido en característica de su estilo, así como el verso libre y los otros elementos aludidos por él. La respuesta de Carranza (1936) a estas críticas no se hizo esperar y enfiló unos versos de Delgado contra el oído rancio de El Monstruo: “Publicamos hoy un breve recorte de la obra de Oscar Delgado, para regocijo de unos pocos y para la indignación de todos los Jacintos Ventura enfundados en el impermeable de su mal gusto. Sí señores: para que rasguen sus vestiduras todos los polvorientos eruditos, los solemnes figurones, que miden la poesía y la moral por centímetros”.

Delgado, auto-caricatura El Tiempo

Aldea. Gris. Blanco en azul. Nubes hilando y deshilando en las ventanas el color del tiempo. Pero fue, sin duda, la inclusión en 1936 del poema “La luna nueva de octubre (Canción lunática)” en la célebre Selección de literatura Samper Ortega (Samper Ortega, 1936) lo que posicionó el nombre de Oscar Delgado en la poesía colombiana, al lado de ciertos contemporáneos

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suyos como Arturo, Artel y Carranza, y de los nombres ya entonces consagrados de la lírica nacional como Silva, Valencia y Rasch Isla, entre muchos otros. La publicación que llevaba por título Los Poetas (de la Naturaleza), era uno de los cien tomos de una muestra que pretendía dar un panorama de todos los valores de las letras de Colombia y llegar a todos los rincones del país y al extranjero. Igualmente importante para la historiografía literaria de Delgado es el hecho de que ese mismo año figuraron unos poemas y unas prosas suyas en El Tiempo y El Heraldo bajo el título general de Canciones Falsas, los primeros, y Notas Artificiales, las segundas, acompañados de una nota, a manera de prólogo, de Tomás Vargas Osorio (1936: 13), quien años más tarde integraría el grupo poético “Piedra y Cielo”. Importante decimos, porque según los amigos más cercanos a Delgado, Canciones Falsas sería el nombre definitivo que llevaría su libro de versos,4 después de una rigurosa escogencia: según Carranza (1936), Delgado llamaría a su libro Guitarras de una noche mientras Samper Ortega (1936) sugiere que el nombre sería Breves canciones de antes. El nombre o anuncio del poemario de herencia vanguardista de Delgado, constituye para el crítico Raúl Bueno (1985: 117), el “primer rodeo” del sentido global del texto, el cual orienta al lector evitando su extravío en la maraña de significados posibles. Oscar Delgado está enterado de ello, pues al leer sus poemas con el enfoque del título Canciones falsas, descubrimos un horizonte más preciso en la interpretación; una consciente intención estilística y literaria y una definida concepción de la poesía que quizás los otros nombres no le concedían. Al final el libro nunca llegó a la imprenta, pues Delgado fue asesinado en su aldea natal antes de cumplir 27 años y el tiempo y esa especie de fugacidad de las publicaciones periódicas sentenciaron sobre su poesía un olvido casi total, pese a que el crimen se convertiría momentáneamente en un fatídico detonante publicitario para la obra y figura del poeta. Fue así como en el lapso de pocos meses escribieron sobre el bardo malogrado, Lino Gil Jaramillo, Hernando Téllez, Carlos Ariel Gutiérrez, Rafael Caneva Palomino, José Constante Bolaño, Enrique Caballero Escobar, Antonio Salcedo y otros tantos menos conocidos, pero igual de importantes en la vida intelectual del país en aquellos días. Los adjetivos elogiosos de su brevísima obra llovieron entonces por montón: ágil, telegráfica, esbelta, aérea, fresca, sinóptica, novedo4 Véase en especial el testimonio de Antonio Brugés Carmona, citado en Anónimo (1937: 1).

sa, limpia… Luego el largo silencio de casi 50 años, con escasísimas reminiscencias de aquella voz nueva, en una que otra nota recordatoria del aniversario del asesinato del poeta. Sobresalen, por ejemplo, la inclusión del poema Canción lenta en el especial “Treinta años de poesía colombiana” de Lecturas Dominicales, (Anónimo, 1939), y la aparición de varios poemas en la antología Ecos de poesía, Líricos de la Costa Atlántica publicada por Rafael Caneva Palomino (1943: 120).

Campanas encendidas otra vez En 1982, Carlos Alemán preparó una muestra de la obra poética y periodística de Oscar Delgado con el nombre de Campanas Encendidas (Delgado, 1982), publicada en los Cuadernos de Cultura Popular del entonces Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura). Aunque el pequeño volumen no atendía al título de Canciones falsas y la intención editorial del poeta tampoco quedó enteramente clara, es ésta la más importante publicación en su bibliografía, puesto que vino a constituir, a fin de cuentas, el poemario que había prometido Delgado y cuya ausencia lo había marginado de lecturas, antologías y estudios literarios. En dicha colección de cuadernillos, Oscar Delgado se reencontró medio siglo después con Eduardo Carranza, Aurelio Arturo y otros pocos de aquella generación que ya habían alcanzado la gloria del canon e incluso, la revista Semana comparó el suceso editorial de Colcultura con la ya lejana colección de Piedra y Cielo. (Anónimo 1982: 13)5 Campanas Encendidas significó de esta forma el redescubrimiento de una obra que pese a los años seguía siendo fresca, de ahí su positiva recepción entre los nuevos y viejos lectores de Delgado, que ya no solamente se iban en elogios, sino que anotaban también las que para ellos eran las carencias del poeta. Por ejemplo, Armando Barrameda Morán (1983: 2), entre los viejos, dice desde El Heraldo que en la poesía de Delgado “no hubo sofisticaciones” (Barrameda, 1983: 2); otros no percibieron sino una promesa literaria que jamás se concretó: “más expectativa que realizaciones”, escribiría el novelista Ramón Illán Bacca (2006: 2). Lectores más jóvenes como el poeta Vargascarreño (1994: 1), admirarían la atemporalidad de la obra, y el poeta Samuel Serrano (1994: 24-30) destaca en Delgado los primeros asomos del creacionismo de 5 “La última cosecha. Con profusión de géneros, tendencias, tamaños y colores, Colcultura se expone, otra vez, a la complacencia y la ira”. En: Semana, agosto 30 de 1982, p. 13

Página de Lecturas Dominicales, noviembre 18 de 1931, p. 11

POEMA Canción Fácil, Lecturas Dominicales

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Huidobro en Colombia. Felizmente hoy su nombre no resulta raro y cada vez más lo encontramos en antologías, tesis de grado, artículos y ensayos especializados.6

¿Cuál novedad? Entre los adjetivos recurrentes dados a Oscar Delgado desde su advenimiento a la poesía está el de novedoso. El calificativo obedecía, sin duda, a lo extraño que resultaba su versificación dislocada, a la brevedad sistemática en un país devoto de la profusión y a cierto uso particular del lenguaje. “Novedoso miniaturista del verso y la prosa” sintetizaría Lino Gil Jaramillo (1958). El mismo Eduardo Carranza (1936), en tono mucho más lírico que crítico, advertía en 1936 estos rasgos en la poesía de Delgado al calificarla de sinóptica, mínima, original, nueva, de “aérea arquitectura” y al percibir también en ella “una cálida palpitación americana”, es decir, la que sería la posición de Delgado y su generación frente a lo hispánico7. Detengámonos, pues, en estas características de su obra, consideradas en la época como novedosas, las mismas que le ganaron al poeta elogios y rencores. El primero de esos rasgos es, sin duda, el uso del verso libre y la prosa poética, raros, pero no desconocidos, en el país. Por ejemplo Luis Vidales (1926), a quien Delgado (1937) había tildado de “terrorista métrico”, había empleado el verso libre en poemas de Suenan timbres y José Asunción Silva ya había incursionado a finales del siglo XIX en la prosa estrictamente lírica. Sin embargo, la mayoría de los poetas colombianos posteriores seguían embelesados con el soneto y la declamación. Inclusive, ciertos integrantes de Piedra y Cielo -generación a la que se le tiene por renovadora de la poesía colombiana- se caracterizarían por volver a las viejas formas de la poesía castellana, como el romance o la canción; por instaurar un neoclasicismo, al que Delgado no fue totalmente ajeno, aunque prime en su producción el verso sin rima, sin forma preestablecida, sincopado, con el que irrumpe a inicios de la década del 30, abriendo las ventanas del país a los nuevos aires poéticos que soplaban en el ámbito de la lengua española en las generaciones del 98 y del 27, Huidobro, Neruda… El logro no es, desde luego, una inventiva personal ni mucho menos privilegio suyo; 6 Véanse los trabajos universitarios de grado de Alberto Lora (1988), Grey Donado Alvarino y Luis Elías Calderón 2004 y Rolando Senior Martínez (2007). 7 Así lo ve David Jiménez Panesso (2002: 59) al hablar de tropicalismo en los casos de Gregorio Castañeda Aragón, Jorge Artel y Darío Samper, entre otros.

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su mérito radica en haber sido el más ruidoso promotor del cambio en el país. Una revolución en lo formal que hoy pasaría desapercibida. Esquema de diciembre Ante los espejos del alba la aldea gris se perfuma con el agua de oro de las campanas. Pulveriza vidrios de frío el sol nuevo. Va la neblina teñida en cantos de pájaros. El río falsifica estatuas de nubes. De extremo a extremo de la mañana el trópico cuelga sus hamacas de colores. El segundo evento novedoso en Delgado es el uso del lenguaje, alimentado por las lecturas de García Lorca, en particular. Algunos críticos percibieron estas influencias en la nueva generación poética colombiana, pero no sus alcances; descubrieron la fórmula sin admitir renovación ni originalidad. Uno de ellos fue Juan Lozano y Lozano (1940: 2), que acusaba a la muchachada de estéril: Liberación que no va sin embargo hasta la emancipación del calco de los poetas nuevos, españoles e hispanoamericanos, que constituyen su biblia poética. García Lorca, Alberti, Pellicer, González Rojo, Villaurrutia, Huidobro, Neruda y otros pocos. Sensación de las cosas, elementos decorativos, trucos literarios, vocabulario, todo lo han tomado, ya compaginado y compilado y hecho, de esos poeta”.

En el caso individual de Oscar Delgado, Samper Ortega (1936: 104) había anotado lo propio, pero le concedía, en cambio, originalidad y talento: Como todos los poetas que comenzaron a darse a conocer hacia 1930, atestigua en sus producciones la influencia del bardo español Federico García Lorca. No obstante, en Oscar Delgado hay una cierta originalidad que puede llevarlo lejos el día que se resuelva a romper los moldes en que, por ahora, ha querido voluntariamente encerrarse y, abandonando toda imitación, ensaye volar con sus propias alas. En efecto, el Lorca de Libro de poemas (1921), de Canciones (1921-1924) e indudablemente de Romancero Gitano (1928), parece ser el paradigma para Oscar Delgado. El lorquismo en su obra es, a veces, impúdico, bordeando los límites del calco. Veamos: Delgado: Luna para piano Oye la luna de la alberca. (El agua toca la luna escrita para piano por Claudio Debussy). Oye la luna de la alberca… Debussy Mi sombra va silenciosa por el agua de la acequia. Por mi sombra están las ranas privadas de las estrellas. Lorca: La sombra manda a mi cuerpo reflejos de cosas quietas.



Pero Delgado no se quedaría en la imagen y la metáfora lorquiana, ni en el paisajismo piedracielista, sino que experimentaría con su propio lenguaje; así lo ve el poeta Samuel Serrano (1994: 24), cuando afirma que: “Oscar Delgado […] no se conformó con alcorzar postales de nuestra geografía, como lo harían sus contemporáneos Piedracielistas, sino que buscó a través del rechazo de la lógica inmediata, otra realidad más profunda para la creación artística, convirtiendo su poesía en una metafísica de la imagen”.

Oscar Delgado (Foto cortesía de Regina Delgado)

La aritmética del bridge se olvida por completo detrás del sol exacto que recorta para la edición de lujo de la tarde a la adolescente que pasea por la costa la fotogenia de sus quince años sobre el nivel del mar. Los giros verbales y la adjetivación sinestésicos rescatan del simbolismo una nueva metáfora, igual de sugerente y musical. A ello se le suma la brevedad y la concisión (ausencia del palabrerío imperante en Piedra y Cielo). El manejo del lenguaje sería la razón principal por la cual se lee hoy a Delgado con la misma frescura y regocijo que hace ochenta años. Su fina elaboración de la palabra lo pone a la cabeza de su generación, quizás por eso Carranza (1936) -gran vidente de su época- afirmaba tempranamente que el poeta de Santa Ana gozaba de “una muy difícil ubicación en la demografía del canto”, al compararlo con cuatro contemporáneos suyos, los futuros piedracielistas Gerardo Valencia, Arturo Camacho Ramírez, Tomás Vargas Osorio y él mismo, y con otros poetas asociados al grupo como Antonio Llanos y Aurelio Arturo. Con sus Canciones Falsas y sus Notas Artificiales, Delgado desacraliza la idea dulzona que el vasto público aún tiene de la poesía. He aquí otro importante rasgo estilístico suyo. Si bien es cierto que en su obra hay jazmines, rosas, lágrimas, niñas y lunas, el carácter no es el mismo de la literatura anterior y la cursilería no tiene cabida alguna. Las mujeres en Delgado, por ejemplo, están lejos del

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ideal pálido y frágil del Romanticismo y, por el contrario, transpiran en el baile o se ocupan de rudas labores. La luna no es como la de Silva, fría y fantasmal, sino loca y sensual. Los mismos títulos concebidos por el autor se oponen ya a cualquier amarre sensiblero que pueda sugerir la palabra canción (11 de los 21 poemas conocidos llevan este nombre): Falso y artificial le quitan el carácter solemne a su poesía, al igual que el sustantivo “notas”8, en vez de prosas o un nombre más literario. Así le daba Delgado su adiós al Romanticismo y al agonizante Modernismo en Colombia. Por último, pero igual de relevante en la obra de Delgado, es el americanismo, entendido aquí como máximo aporte de aquella generación de poetas y escritores nacionales a la tradición hispánica. En ese empeño sobresalen también en la poesía los coetáneos Aurelio Arturo, Darío Samper, Jorge Artel y el propio Carranza. Nutridos por las corrientes en boga en la época (terrigenismo, indigenismo, negrismo) y, sobre todo, por los conceptos de José Vasconcelos (1925) acerca del mestizaje americano9, los intelectuales de Latinoamérica asumieron otra postura frente a lo propio. El vuelco de la generación colombiana a lo americano no fue solo hacia el paisaje tropical, sino a sus costumbres y a su gente, y no como exótico fondo histriónico, sino como protagonistas: El recuerdo de Berta Alvarez comprende una extensa comarca: desde el río erudito en estrellas hasta el límite de los más remotos acordeones. Lo admirable en Delgado es que poseía una clara idea del papel que debía jugar la literatura costeña en la constitución de una nación y de una identidad. En su texto sobre Jorge Artel escribe estas líneas que no necesitan explicación: Si nuestra generación aportó a la contabilidad literaria nacional el descubrimiento de la geografía de Colombia, los poetas costeños, sin pretensiones de monopolizar la alta temperatura, han comenzado a definir la dimensión tropical de la literatura nueva del país. El trópico no es una alegoría botánica ni es ese octosílabo paisaje de hojalata en el que creen derretirse dos o tres pintorescos poetas tropicaloides. Quizás cuando Jorge Ar8 En una carta a sus hermanas, escrita en Bogotá el 18 abril de 1932 (Archivo de la familia Delgado), Delgado califica de “notica” su Elegía de Guty Cárdenas. . 9 La Raza Cósmica, Misión de la raza iberoamericana, los colombianos la conocían desde su primera edición en Barcelona, y Vasconcelos visitaba frecuentemente el país como conferencista.

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Una mirada contemporánea a la lejana generación. Además de los Piedracielista aparece Aurelio Arturo, Oscar Delgado, Matilde Espinosa, Hernando Rivera Jaramillo, Ovidio Rincón, Carmelina Soto, Héctor Fabio Varela, José María Vivas Balcázar y Oscar Echeverry Mejía.

tel extirpe de su instrumento poético la cuerda de las musiquillas vacilantes, el trópico se madure en sus versos y en los versos y en las prosas de los que vamos sintiendo canciones violentamente nuestras como nuestra brisa, nuestra música, nuestras estrellas, nuestros ríos y nuestros árboles.(Delgado, 1931: 11) Podríamos concluir afirmando que al grupo de Piedra y Cielo y sus contemporáneos no se les puede acusar de haber hecho una poesía vacua y despreocupada, sin admitirles paralelamente la frescura de su lenguaje y la renovación que aportaron a las letras colombianas de entonces. Tampoco corresponde a la realidad histórica y social en que surgieron estos poetas, considerarlos hoy como poetas que cantaban a espaldas de los grandes temas que conmovían al mundo, volcados “a las cosas intranscendentes” como diría Lino Gil Jaramillo (1937: 98) de Oscar Delgado. No hay que olvidar que eran jóvenes sin grandes preocupaciones ni amarguras europeas de entreguerras, testigos jubilosos, además, de la modernización del país iniciada en 1930 por los gobiernos liberales. Si bien es cierto que no más de cinco nombres de aquella generación se han salvado a la lectura de los años, a ellos se les debe, también, haber puesto la poesía colombiana a tono con la de Hispanoamérica y España. Fueron, como casi siempre en los relevos generacionales, la evolución de la tradición, antes que la ruptura con ella.

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E C O N O M Í A

Y

S O C I E D A D

Entrevista a Rogelio Martínez Furé

Rogelio Martínez Furé, (Matanzas, 1937), prestigioso escritor, africanista, folclorólogo, poeta, traductor, cantante y compositor, es reconocido por sus aportes a los estudios de las religiones, músicas, danzas, oralidades y literaturas africanas y afrocubanas. Cofundador del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, asesor, dramaturgo y uno de sus directores artísticos. Doctor honoris causa por el Instituto Superior de Artes de la Habana, ha sido merecedor, entre otros premios, de la medalla Alejo Carpentier (1955), la orden Félix Varela (2000), el Premio Nacional de Investigación Cultural Juan Marinello (2001), el Premio Nacional de Danza (2002), el Premio Internacional Fernando Ortiz (2004). Entre sus obras se destacan: Poesía Yoruba (1963), Poesía anónima africana (1968-1977-1985), Diálogos imaginarios (1979-1997), Diwan africano: Poetas de expresión francesa (1988), Diwan: Poetas de lenguas africanas (1996), Diwan africano: Poetas de expresión portuguesa (2000), Briznas de la memoria (2004) Eshu (Oriki a mí mismo y otras descargas) (2007) Cimarrón de palabras (2010). En el mes de abril de este año, participó con el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, en el I Festival de Artes Escénicas del Gran Caribe, realizado en Cartagena. En el marco de las actividades académicas del Festival, nos concedió la siguiente entrevista.

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José Dangond

Gloria Triana.

Rogelio Martínez Furé, durante el conversatorio realizado en el Teatro Adolfo Mejía.

Esta primera versión del Festival de Artes Escénicas del Gran Caribe, ocurre en un año que tiene dos exaltaciones: la celebración del Bicentenario de la independencia de Cartagena y el Año Internacional de los Afrodescendientes, quisiéramos su opinión sobre el significado de estos dos acontecimientos y la importancia del Festival. Yo creo que es una ocasión de privilegio la que tiene este festival para contribuir a recordar dos realidades históricas y contemporáneas, de suma importancia, no sólo

José Dangond José Dangond

Comparsa Africana. Conjunto Folclórico Nacional Ekobios.

José Dangond

Escena de Noche de Baile. Presentación de la Asociación Ay Macondo en la Plaza de la Proclamación.

Presentación de la Compañía Colegio del Cuerpo. Obra: Mar Adentro, Homenaje a Etelvina Maldonado, Teatro Adolfo Mejía.

para Colombia y el Caribe, sino también para el resto del mundo. La primera, recordar esa hazaña extraordinaria del pueblo de Cartagena, al enfrentarse al colonialismo español, en la cual la población africana y sus descendientes desempeñaron un papel muy importante, en ese acto heroico de rebeldía en contra de la explotación colonial. La segunda, conmemorar las aportaciones de los africanos y sus descendientes al desarrollo de las culturas materiales y espirituales de este continente y del mundo. Yo creo que eso le da una importancia al festival, que estamos celebrando en Cartagena, porque va a contribuir a que nuestros pueblos tomen conciencia de sus aportaciones como protagonista de la historia, dejen los complejos de inferioridad y el papel de segundón que la historiografía tradicional en nuestro países le ha adjudicado a los procesos históricos en los cuales el pueblo ha participado. Es cierto que en determinado momento histórico hay individualidades extraordinarias, geniales, que han llegado a simbolizar la lucha colectiva, pero no debemos olvidar que el verdadero hacedor de la historia son los pueblos, los hombres y mujeres de las clases populares, los campesinos, los obreros y los pequeños artesanos. No podemos seguir considerándonos paisaje exótico, o segundones en los procesos históricos. Repito, la historia es una realización plural y este festival, al celebrarse en ocasión del Bicentenario de la Independencia de Cartagena de Indias, la heroica ciudad de Cartagena, no sólo de Colombia y de América del Sur, sino también la heroica Cartagena de nuestro Caribe, de nuestro mundo, no es una fiesta de una exaltación provinciana. Simplemente se trata de asumir un aspecto de nuestra historia que ha sido tergiversado y subvalorado por la historiografía convencional. Como por ejemplo, la participación de Pedro Romero en la Independencia de Cartagena. ¿Tenía usted información sobre este hecho? Bueno, para mí, llegar a Colombia y, en particular, a Cartagena es descubrir aspectos de la historia Cuba, porque como ustedes saben han sido muy profundos los lazos, los intercambios económicos, pero también los culturales y sociales entre la isla de donde soy originario y este país de América del Sur. Podemos ver que ha habido a lo largo de los siglos un ir y venir constante de influencias culturales, de relaciones económicas y procesos históricos de los cuales compartimos los protagonismos. En este caso, este matancero que participó en esta lucha fundacional de la independencia de Colombia, fue para mí un descubrimiento. Una revelación maravillosa. El caso

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Gloria Triana, durante el conversatorio realizado en el Teatro Adolfo Mejía.

de este héroe, tan poco conocido en Cuba, de la Independencia de Cartagena, debe ser dado a conocer a nivel no sólo regional, sino de todo nuestro continente, porque va a servir de estímulo para esa solidaridad permanente que ha existido y que espero exista siempre entre los distintos pueblos del Caribe. El Festival de Artes Escénicas del Gran Caribe busca eso, integrar y fortalecer la solidaridad existente entre los pueblos del Caribe. Por esto, la participación, como invitado especial, del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, que celebrará 50 años el próximo año y que se ha constituido como un grupo que tiene gran reconocimiento e importancia, es un referente muy importante para las Artes Escénicas del Caribe. Como uno de sus fundadores, cuéntenos cómo fue el proceso de creación del Conjunto. En 1962, con el coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes Cortés, fundamos el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, con el objetivo de hacer conscientes a los cubanos y cubanas del rico patrimonio de la cultura popular tradicional. Como sabemos, con anterioridad, a mediados del siglo pasado en Cuba, había una visión clasista de la historia y de la cultura y, en cierta medida, salvo excepciones extraordinarias, como el maestro Don Fernando Ortiz, Olivia Cabrera o José Luciano Franco, eran pocos los que se interesaban en la cultura creada por el pueblo. Había un paternalismo y un sentido aristocratizante en cuanto a la interpretación del origen de la cultura nacional. Nosotros nos propusimos que el pueblo de Cuba se diera cuenta de la riqueza de su patrimonio ancestral heredado de nuestros abuelos y abuelas y que se viera que la cultura

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popular anónima y colectiva tenía tantos valores como la cultura libresca erudita o la mal llamada cultura “culta”, y por eso nos propusimos entrar en contacto con esas verdaderas bibliotecas vivientes, como dice el gran escritor y filósofo maliense Amadou Hampâté Bâ, que son los ancianos y ancianas de todas las comunidades. Entonces comenzamos a tratar de reunir a hombres y mujeres que habían aprendido las músicas, las danzas, las oralidades nacionales de sus ancestros, hicimos audiciones públicas anunciadas por la prensa y se fueron presentando personas de los más diversos niveles socio económicos y culturales y se escogió un reducido número de bailadores, tocadores y cantadores, que no tenían ninguna experiencia de tipo profesional. Ahí surge nuestra compañía, en un momento, a partir de 1959, en el que todos pretendíamos aportar algo al renacimiento cultural, socio económico y político del que éramos protagonistas. Así surge, como una especie de cimarronaje cultural, y se fue abriendo paso, una concepción donde no veíamos el llamado folclor, la cultura popular tradicional, como algo del pasado, sino considerándola como una cantera de fuerzas vitales que podía contribuir al desarrollo de una cultura, que le hablara al hombre y a la mujer de la época, a los contemporáneos, a las nuevas generaciones, para que dejaran de padecer ese complejo de inferioridad del que habíamos sido víctimas durante siglos de dominación colonial española. Se recolectaron las músicas y las danzas más raizalmente cubanas y se llevaron a la escena, pero no con el objetivo de hacer una reproducción etnográfica. Estaban los antecedentes europeos, principalmente hispánicos y franceses, los antecedentes africanos Yoruba, Congo, Carabalí, Arará, y también los antecedentes llegados desde Asia o de otras islas del Caribe y de la América continental. Era una reinvención, una nueva asunción de lo que consideramos el verdadero rostro múltiple. Fue una tarea difícil, porque se trataba de destruir estereotipos y edificar una nueva identidad verdaderamente nacional, sin chovinismo ni xenofobia. Yo insisto siempre en mis textos que debemos huir del chovinismo, que ustedes saben es esa enfermedad que hace a algunos creerse el ombligo del mundo, como si su cultura fuera la única, como si su música fuera la mejor, sus mujeres las más hermosas, sus hombres los más valientes, su comida la más rica. Rechacemos también la xenofobia que es esa otra enfermedad de despreciar todo lo extranjero porque identifican lo extranjero como peligroso. Fue una hazaña verdaderamente digna de nuestra tradición de lucha, a lo largo de los años esa tradición

de lucha que heredamos de nuestros antepasados, indios americanos, de nuestros antepasados africanos o asiáticos y de la mejor tradición de los comuneros de Castilla o de los que participaron en las guerras en la Andalucía rebelde del siglo XV y XVI. Ese fue el objetivo de la Compañía. El año próximo vamos a celebrar el aniversario 50 y todavía hay muchos retos y vacíos por llenar, pero nos inspira esa concepción renovadora de la cultura tradicional. No miremos hacia el pasado con idealizaciones ni como piezas de museos, sino como una cantera de formas vitales que puedan ayudarnos a desarrollar una cultura para los hombres y mujeres de este siglo XXI, en el cual vivimos, pero sin olvidar los antecedentes. Hay un viejo axioma africano que yo también he traducido y divulgo a través de textos de mis conferencias o clases, que dice: “no debemos olvidar nuestros orígenes, porque el futuro está lleno de muchos imprevistos”. Hay otro, también africano, que dice: “no debemos contentarnos con relatar lo que ha sido, sino contribuir a modelar lo que deberá ser”. Ese siempre ha sido objetivo del Conjunto Folclórico, mirar al pasado, pero no detenernos allá con una visión lírica, idealista, romántica, sino hacer mas conscientes a nuestros pueblos de la riqueza de su patrimonio cultural y hacer conscientes a los hombres y mujeres que hasta hace poco se les negaba cualquier protagonismo en los procesos históricos y culturales, del que son creadores de expresiones culturales, con valores universales. Enfrentarse al estudio de las tradiciones culturales de los pueblos, con un sentido crítico muy desarrollado, saber que, tanto lo antiguo como lo moderno, tienen tradiciones positivas que debemos asimilar, asumir y seguir desarrollando, pero que también la cultura erudita o la cultura libresca u oral también tienen tradiciones negativas que debemos eliminar. En su libro “Diálogos Imaginarios” cita a Nicolás Guillén, cuando explica la intención que se tuvo desde el principio, acerca del enfoque del Conjunto Folclórico. Guillén habla de hacer esa proyección escénica de acuerdo a los aspectos teatrales contemporáneos y modernos “sin paternalismos ni populismo costumbrista” ¿Cómo se ha interpretado esa frase en el trabajo del CFN? Debemos huir del auto exotismo, de vernos nosotros mismos como paisaje exótico para entretenimiento de turistas ociosos. Tenemos que profundizar en el conocimiento de los valores positivos que heredamos de nuestros antepasados y al mismo tiempo hacer una síntesis

fecunda entre lo mejor de la tradición con lo mejor de la contemporaneidad, ya que vamos a realizar proyecciones escénicas. Nosotros siempre insistimos en los programas, que no hacemos folclor, porque el folclor que es anónimo, colectivo, funcional, tradicional, espontáneo, solamente lo hace el pueblo; éstas son las reglas que caracterizan al hecho folclórico y nosotros hacemos proyecciones escénicas de inspiración folclórica. Hacemos un espectáculo que tiene un libretista, un coreógrafo, un diseñador de vestuario y luces y artistas con nombre, apellido y una formación académica. Hay otros aspectos del Conjunto Folclórico Nacional que lo distinguen de muchos otros. Desde el principio estuvo vinculado a las investigaciones que se hacían sobre las tradiciones populares con el objeto de revitalizarlas y hacer lo que ustedes han dicho que se hizo. Recuerdo que en 1968, estuve en la Habana y conocí a Argeliers León, Director del Instituto de Investigaciones Etnográficas que realizaba trabajos sobre este tema, ¿Cuál es la importancia de la investigación de las tradiciones populares para el trabajo en Artes Escénicas, en general, y cuál ha sido su relevancia en el desarrollo del Conjunto Folclórico Nacional? Yo creo que en primer lugar la investigación de campo o bibliográfica, en el caso que se trate de danza histórica, es imprescindible. Cada vez que vayamos a acercarnos a la cultura popular tradicional, debemos investigarla profundamente, y cuando ya aprendamos todas sus reglas, sus características, entonces el creador tiene diversas opciones: puede hacer una reconstrucción de tipo etnográfico, llevada para ilustrar una conferencia académica, pero también puede irla desarrollando a distintos niveles hasta utilizar el ballet clásico con la técnica clásica tradicional. Hay muchos niveles de apropiación creativa de los valores de la cultura popular tradicional, pero siempre hay que partir del conocimiento profundo de la verdad de la cultura popular tradicional, sin invenciones gratuitas, sin paternalismo. Hay gente que piensa, esto es demasiado arcaico, demasiado primitivo, yo soy el genio creador y voy a convertir esto en cultura. No, esas formas culturales, corresponden a otros niveles, a otras concepciones de lo bello y de lo artístico. El trabajo basado en las danzas religiosas de la santería es una apropiación creativa muy interesante del Conjunto Folclórico Cubano, ¿es posible hacer una proyección escénica de estos rituales?

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El Conjunto Folclórico tiene todos los sábados en la Habana una actividad que se llama “Sábados de Rumba”. Yo siempre he soñado con un espacio así en Cartagena. Cuéntenos cómo se desarrolla esta actividad. Ese es uno de los grandes proyectos del conjunto. Ya tenemos más de 25 años de vida institucional. Nos dimos cuenta que los bailarines ya profesionales, los músicos profesionales con el ritmo del montaje, de las clases, los ensayos, las presentaciones, iban perdiendo contacto con la realidad cotidiana del pueblo, que es la fuente nutricia de la cultura popular urbana nuestra. Entonces, nos surgió la idea de hacer un espacio en el año 82, donde entráramos en conexión de nuevo con la realidad, haciendo reuniones al estilo de las que se realizan en las aldeas o pueblos, para oír a los cuenteros. Nos sentábamos en círculo y ahí se empezaba a dar una charla sencilla sobre un aspecto de la cultura cubana, digamos la presencia hispánica en la cultura tradicional, se les enseñaba y se ilustraba y después había la posibilidad de que esos hombres y mujeres del pueblo bailaran con los bailarines profesionales del Conjunto. A la vez que nos servía también para alimentar a las nuevas generaciones que no tenían ese contacto directo con personas conocedoras, también retroalimentaba a los artistas de la compañía. Y, además, no sólo en el aspecto de la música y la danza, también se nos ocurrió “tirar pimienta guinea en fiesta de calambuco”, es decir, estimular a los asistentes para que ex-

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José Dangond José Dangond

Presentación del Grupo Atabaques. Obra: Exilio, Teatro Adolfo Mejía

Presentación Teatro Negro de Barlovento. Espectáculo Musical: Una sola voz, Teatro Adolfo Mejía José Dangond

No, en realidad desde cuando fundamos el Conjunto, nos basamos en la sabiduría popular, en esas bibliotecas vivientes que son los mayores, porque ellos son los que tienen el conocimiento profundo de la identidad cultural nuestra. Ellos nos asesoraban en los textos, en los cantos, en los pasos, en los diseños de vestuario, pero nunca reprodujimos en escena ninguna ceremonia ritual secreta, porque como conjunto no nos interesaba explotar en público lo que es secreto de ritualidad. Recreábamos la parte artística que cualquier persona que va a una ceremonia religiosa puede ver en Cuba y en cualquier lugar, porque se fundamenta, sobre todo, en las danzas de carácter ritual cubano, de antecedentes africanos, porque en esta tradición se encuentra la mayor riqueza de danza, canto y vestuario. Tenemos muchas tradiciones religiosas de origen africano alrededor de cinco, cada una con su música, su danza, sus instrumentos musicales, su vestuario y evidentemente, ninguna otra expresión de la cultura popular cubana en música, puede competir en cuanto a la belleza y riqueza de los movimientos de estas danzas.

Presentación del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba. Obra: Obatereo y apalancados, Teatro Adolfo Mejía.

José Dangond

Cierre del I Festival de Artes Escénicas del Caribe en la Plaza de la Trinidad, Getsemaní.

presaran su sensibilidad artística. Les decíamos: no crean que el genio cae con el último aguacero, cada hombre tiene dentro de sí potencialidades creativas, por qué no traen la semana que viene un cuento o una anécdota de la vida de ustedes y entonces la gente comenzó a escribir sus experiencias, sus vivencias, los niños a pintar lo que vieron durante la semana y se fue creando un proceso de retroalimentación, donde aprendíamos y socializábamos el quehacer artístico. Maestro, si hiciera una proyección escénica de las expresiones de la cultura popular del Caribe colombiano, que conoce muy bien, ¿Cómo la haría? Yo creo que Cartagena es una ciudad simbólica y representativa de la síntesis, por su posición geográfica y por su historia. Es la síntesis del Caribe. Yo creo que sería el espacio para ese permanente encuentro, esa permanente retroalimentación entre lo particular y lo general y lo universal, a partir de los géneros musicales y danzarios más característicos y más conocidos a nivel internacional. Siempre he insistido en que la música más conocida en nuestros países es la música urbana, no la música folklórica. La música folklórica tiene un área de conocimiento más limitado. Por ejemplo, en Cuba lo más conocido es el bolero, el chachachá y el mambo, que han sido trasmi-

tidos durante un siglo por los medios de comunicación. Aquí hay una música urbana con profundas raíces tradicionales folklóricas, pero la urbana es la que identifica a nivel del mundo a Colombia y es a partir de esa columna vertebral, que tú vas insertando las otras expresiones más locales, más regionales y nacionales. No hay que tener miedo a las apropiaciones, porque ninguna danza surgió de la nada, toda danza tiene un antecedente, aún las que consideramos más folklóricas se han inspirado en danzas anteriores. Nuestra cultura contemporánea de América es el resultado de infinitas apropiaciones de todo tipo de danzas cortesanas que el pueblo humilde transformó, como por ejemplo, muchas de las danzas que entraron en los grandes salones. Quién en este momento sabe que la zarabanda, tan famosa en el barroco, era una danza de los negros de América, que todavía en Cuba se adora a los inquisís, a los paleros en zarabanda y la gente culta, leída y escribida piensa que la zarabanda es lo más fino, lo mas distintivo, sin embargo, es una danza de los negros esclavos. Maestro, además de africanista, compositor y dramaturgo usted es poeta, un poeta que canta o un cantor que hace poemas. Háblenos de su último libro.

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Yo publiqué en la Habana, recientemente, un libro que se llama Cimarrón de Palabras, donde yo me inspiro en elementos estilísticos de la oralidad, de la oralidad caribeña, y trato temáticas contemporáneas, utilizando imágenes, metáforas aprendidas de la oralidad de nuestro pueblo. Ese uso extraordinario, que hace de nuestra lengua, a pesar de haber sido una lengua que nos llegó de otro continente, nos hemos apropiado de ella, le hemos dado nuevos ritmos, nuevos contenidos semánticos, nuevas estructuras. El maestro concluye esta entrevista con una de sus conocidas descargas: “Es una descarga en el sentido más hermoso. Descargar es soltar lo que se tiene en lo profundo del corazón. Son estos poemas una descarga iconoclasta y cimarrona. En el texto y el contenido hago una síntesis de la lengua española y no rechazo el habla moderna, ni términos de otras lenguas”. Martínez Furé no concibe la poesía sin música y encanta con su verbo cadencioso, lleno de espiritualidad. Al recitar “Aguardiente nuevo”, un poema dedicado a la lengua, sonríe: Esta lengua otrora imperial y negrera la aprendieron mis abuelos a latigazos, cepo y boca abajo hoy es mía/nuestra materna como cabello, sangre y sudor por eso lengua amada haré lo que desee contigo nadie podrá impedirlo terminarán bebiendo de este aguardiente de palabras nuevo pero fiel a sus raíces aromoso a mango y guayaba a canela, pimienta y miel. Ah lengua mía nuestra fogoso alazán déjame montarte acariciar tus crines como amante fiel adormecerme con tu trotar seguro mientras Afefé susurra versos de San Juan de la Cruz Santa Teresa y Federico.

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Conozco San Millán, Alcalá de Henares y Salamanca mas no acato coyundas académicas ni sueño con sillón entre inmortales con el aché de la palabra hablada caribeña me conformo con su jocundo anonimato que convierte el yo individual en el nosotros por eso lengua amada haré lo que desee contigo terminarán bebiendo de este aguardiente nuevo.

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Homenaje a José Padilla (1784 – 1828) El 2011, año del Bicentenario de la Independencia de Cartagena de Indias, ha sido considerado año de la Afrocolombianidad. En ese marco celebratorio se han desarrollado diversas iniciativas, de las cuales, sin duda, la más destacada ha sido la Expedición Padilla, homenaje a la memoria histórica del general riohachero José Padilla, la figura más destacada del Caribe colombiano en la independencia nacional. Organizada por la Universidad Tecnológica de Bolívar, con apoyo de la Alcaldía Distrital de Cartagena, la Armada Nacional, la Escuela Naval Almirante Padilla y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, y en sinergia con los Ministerios de Cultura y de Tecnología de la Información y las Comunicaciones, el Observatorio del Caribe Colombiano, la Sociedad Suiza de Americanistas y varios diarios y universidades estatales y privadas de la región y del país, así como museos, cámaras de comercio y secretarías de educación de la región, la Expedición Padilla estuvo orientada hacia la reflexión sobre los 200 años de la vida republicana colombiana. Para el efecto se convocó a un grupo de científicos sociales, ingenieros, docentes, artistas, comunicadores y gestores culturales con quienes se emprendió un recorrido por la geografía marina y terrestre de las hazañas militares del general, acompañado de actos culturales (exposiciones, seminarios, conferencias, talleres, conciertos),

mediante los cuales se enaltecían los aportes militares del general Padilla a la independencia nacional, soslayados con frecuencia por una historia oficial llena de prejuicios sociales y raciales, hoy mandada a recoger tras reconocer el carácter diverso y plural de la cultura colombiana. La figura, no exenta de polémicas del general José Padilla, representativa de la notable contribución del Caribe colombiano a la gesta independentista, se destaca por sus habilidades como militar puestas de manifiesto desde 1805 en la Armada Española, con la que participó en la Batalla de Trafalgar, tras la cual fue detenido por varios años durante los cuales se apropió de importantes conocimientos navales que le permitieron, en 1809, convertirse en jefe de los talleres del Arsenal en el arrabal de Getsemaní en Cartagena de Indias. Padilla, en 1811, estuvo presente en los acontecimientos que condujeron a la declaración de la independencia absoluta de Cartagena de Indias y en 1812 comenzó a mostrar su talento de estratega audaz en la batalla en la bahía de Cispata. Su prestigio aumentó de manera considerable en 1815 cuando siendo alférez de fragata logró romper el bloqueo realista al Canal de Bocachica durante el Sitio de Cartagena y, en 1816, quebrar el cerco español a la isla Juan Griego (Margarita). En adelante, fue protagonista, en 1820, de la batalla de la Laguna Salada, en la que recobró el dominio de Valledupar y Riohacha, al que siguió la liberación del fuerte de

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Sabanilla y de Santa Marta; en 1821, en la noche de San Juan, rescató a Cartagena de las manos reconquistadoras; y, en 1823, en la batalla naval de Maracaibo consumó la independencia de Venezuela. Terminado el periodo bélico, Padilla quiso incorporarse a la política, pero para esa época, pese a la declaración de la Constitución de 1821 acerca de la igualdad legal de los hombres nacidos libres en el país, en la práctica, las diferencias socio raciales, tanto en lo público como en lo doméstico, operaban como en la Colonia. Así, sin orígenes aristocráticos ni blasones comprados ni propiedades rurales ni estudios formales, hijo de padre afrodescendiente, constructor de canoas, y de madre wayúu, Padilla, perteneciente a la clase de los pardos, fue visto como una amenaza para la élite política blanca y europeizante que ostentaba el poder, la cual, temerosa de la transformación de la Nueva Granada en otro Haití, acusó a Padilla de conspirar contra Simón Bolívar. En 1828, después de haberle suspendido su pensión, confiscado sus bienes y borrado su nombre de archivos y registros como si no hubiera existido nunca ni hubiera expuesto su vida por la libertad de la naciente nación, Padilla fue encarcelado, enjuiciado, condenado, fusilado y ahorcado en la plaza pública de Santa Fe de Bogotá, como cualquier criminal de baja calaña. Aunque en 1831 se inició la rehabilitación oficial del héroe militar, fortalecida en 1881 con la erección de una estatua de bronce en Riohacha, la figura emblemática de Padilla, como lo comprobó la Expedición Padilla en su periplo por Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Aracataca y Riohacha, pese a que encarna la diversidad cultural del Caribe colombiano y la participación masiva de los afrodescendientes en el proceso de la independencia nacional, no es aún lo suficientemente conocida en su región natal. Con la intención de contribuir a subsanar ese oprobioso olvido, la revista Aguaita reúne diversos estudios de destacados investigadores nacionales como la historiadora Adelaida Sourdís Nájera y el economista Alberto Abello Vives, y extranjeros como Aline Helg, clave en la vindicación contemporánea del nombre y las hazañas de Padilla, así como un fragmento de la novela Un asilo en la Goajira, escrita en 1879 por Priscila Herrera de Núñez, paisana de Padilla, defensora temprana de los méritos militares del máximo héroe naval de la independencia. Junto a tales textos, ofrecemos la edición de un artículo del general José Padilla, revelador de su poco conocida faceta de escritor polemista, en la que muestra no sólo su sentido de pertenencia a la clase de los pardos,

la conciencia de su situación marginal en la sociedad, su pensamiento adelantado a su tiempo acerca de algunas instituciones como el matrimonio, su actitud crítica frente a la doble moral de las élites de la época y su defensa de la dignidad de las etnias discriminadas y excluidas de la nacionalidad colombiana (los afrodescendientes y los indígenas), sino asimismo la posesión del don de la palabra, el cual le confiere una gran vigencia en nuestra época, en la que las mejores armas son las de la inteligencia, el conocimiento y el lenguaje capaz de comunicar con eficacia ese nuevo saber. Hombre de su tiempo, héroe sacrificado, clave en la independencia de Cartagena y el Caribe, víctima de los temores y los apuros de su época, forjador de hazañas memorables gracias a su conocimiento de la guerra naval, la trayectoria vital de Padilla, desde la humildad de su cuna hasta su ascenso a las altas esferas de la dirigencia nacional, sin olvidar jamás su origen, no deja de ser ejemplar para los habitantes del Caribe y del país y de sembrar inquietudes y reflexiones oque contribuyan a la consolidación de la vida republicana mediante el esplendor del saber.

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Al respetable público de Cartagena1 José Padilla 1 José Padilla, Al respetable público de Cartagena, 15 de noviembre de 1824, en: AHNC, Sección República (SR), Archivo Restrepo (AR), fondo xi, caja 88, vol. 170, fols. 125-126 (énfasis en el original).

El comunicado inserto en la Gaceta de esta ciudad del sábado 13 de corriente no ignoro que es dirigido contra mí, no es esta la primera tentativa con la que mis enemigos, los enemigos de mi clase, han tratado de desconceptuarme delante del gobierno, delante de mis conciudadanos, delante del mundo entero; ya se ve, yo no pertenezco a las antiguas familias, ni traigo mi origen de los Corteses, de los Pizarros, ni de los feroces españoles que por sus atrocidades contra los desagraciados indios, su rapiña, su usura y su monopolio amontonaron riquezas con que compraron nuevos abuelos ó dieron á estos un lustre desconocido de sus progenitores, no, por esto es que en mí se encuentra como inmoralidad y vicio lo que en los hijos y los nietos de aquellos se considera como virtud, toda vez que no ha habido un padre de familia que como el que suscribe el artículo, les haya enrostrado los escándalos que en todos tiempos han cometido contra la moral y contra la decencia pública. Ciudadanos, qué sensible es a mi corazón contemplar que los sacrificios que he hecho por mi Patria, y que me han adquirido el alto rango que obtengo, sean el motivo del célo, de la rabia y del negro odio con que me miran estos hombres a quienes Colombia no debe sino traiciones e indiferencia, esos hombres que cada día y desvergonzadamente redo-

1 José Padilla, Al respetable público de Cartagena, 15 de noviembre de 1824, en: AHNC, Sección República (SR), Archivo Restrepo (AR), fondo xi, caja 88, vol. 170, fols. 125-126 (énfasis en el original).

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blan sus ataque y minan el santo edificio de la libertad y de la igualdad del pueblo, para levantar sobre sus ruinas el tablado de la ambición, y sustituir a las formas republicanas las de sus antiguos privilegios y la dominación exclusiva de una pequeña y miserable porción de familias sobre la gran mayoría de los pueblos. Padre de familia, cualquiera que seas, ¿por qué no te quitas la máscara y me atacas sin hipocresía? pero bien es que yo te conozco y aún quisiera encontrar motivos que justificaran en ti, ese celo por la moral y por la decencia pública, en ti que tan impunemente las has ultrajado porque para tanto sirven los privilegios y las riquezas que tu padre amontonó en esta tierra, porque en la suya jamás los tuvo. Yo no desconozco Ciudadanos, las leyes sagradas de la moral, pero consentid conmigo que el honor y la decencia me impiden unir a mí la mujer que la Iglesia quiso hacer mi compañera perdurable, porque ella afeó mi lecho con las manchas del adulterio, ¿y dónde está la razón que aprueba que padezca yo el castigo debido a las debilidades de aquella mujer privándome del primer precepto de la naturaleza y de la primera ley de la sociedad que exige mi reproducción? Si mi infiel esposa con su adulterio disolvió los vínculos que nos unían, ¿por qué no se me permite escoger a otra compañera virtuosa y unirme a ella? porque lo prohíben las prácticas religiosas y porque los pueblos han de ser siempre esclavos de los errores primitivos. Si los contratos matrimoniales depen-

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diesen en Colombia como en otras naciones cultas, de la autoridad civil, yo tendría una esposa legítima y más virtuosa que la del Padre de familia autor del artículo, y más honrada también; pero me extravío del asunto principal, y del objeto que motiva esta manifestación pública. El Padre de familia ha reprobado en mí la concurrencia a uno de los bailes de esa Sociedad, con una señora que no es mi esposa porque la Iglesia no ha querido que lo sea, pero con una señora que posee todas las virtudes de fidelidad conyugal, de honor, y de decencia, y lo ha reprobado porque se ofendió su decencia y su moral pública: ¡hipócrita! Mejor dijera porque se ofendió su orgullo, y su soberbia aristócrata al ver en el baile a una señora cuya familia ha cooperado a levantar el edificio en que la nobleza quiere que se le erijan altares, porque de cuando acá ese interés por la moral y la decencia pública. ¿Es acaso el baile de San Simón el primero a que he conducido a esa señora, ni el primero en que han alternado con ella esas privilegiadas? ¿Esas privilegiadas modelo de las buenas costumbres, no la han visitado en mi misma casa, no la han obsequiado, no han hecho con ella demostraciones de amistad y de cariño en los actos y en los lugares más públicos y decentes? ¿De qué se ofende pues la moral y la decencia del Padre de familia? No se ofendía, ni se ruborizaba en tiempo del gobierno español de conducir a su familia a los bailes públicos, y de que alternase con la barragana del español Ignacio Romero, con la prostituta, Coronela del Fijo, y con otras tantas que entonces eran el modelo de las buenas costumbres? ¡Está manchada acaso esa señora que ha ofendido su moral y su decencia con los escándalos que en tiempos anteriores han dado en esta plaza muchas ¡Ah! Si vivieran los Lanas, los Villavicencios, Los Canelas, los Gastones, los José Miguel de Radas, y otros tantos de su tiempo, veríamos más ejemplos de las buenas costumbres: si viviera el Cirujano León que fue a sepultar en una de las calles de Gimaní, a la débil señorita que despreciando la decencia pública, y faltándose a sí misma se entregó sin rubor y sin modestia al goce de los placeres sensuales: si vivieran los Ramírez, los Valdeses, los Neyras, y los otros de aquellos tiempos, los Piñeres, los Salazares, los Jugos, los Carabaños, Los Villapoles, Los Galindos, y los otros de los nuestros, podrían contarnos mucho de las correrías de Barranquilla, podrían contarnos muchas virtudes de las que son ejemplo de las buenas costumbres. Ejemplo de las buenas costumbres ha sido el mismo Padre de familia y otros, cuyas fecundas esposas no han esperado para ser madres, sino la bendición de su vientre, concibiendo y pariendo prodigiosamente en un momento mismo, sin

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que por esto haya ofendido su moral y su decencia pública que yo idolatro. Yo creo por tanto ciudadanos que no han sido estas virtudes las que animaron al Padre de familia para reprobar mi concurrencia al baile con esa señora, contra la cual ha dejado correr la mordacidad de su pluma, todo el mundo sabe la clase a que ella pertenece, y el deseo de vejar y degradar a esta clase han sido las únicas intenciones del padre de familia, de este hombre a quien como a otros muchos, la patria nada ha costado, porque nada han hecho en su favor, al contrario tengo muy presente la traición que uno de ellos, sujeto principal, hizo a un jefe de nuestra línea, cuando sitiábamos esta plaza, descubriendo al gobernador Torres un plan de conspiración que se había proyectado en la ciudad. Tales son estos que con ojos seremos e indiferentes miraron la suerte de su patria, tales estos que en el día, no se que mano impolítica ha colocado el candelero, con repugnancia general, mientras que los fieles servidores de la patria yacen en el olvido, en el desprecio, y en la miseria. Sepa pues el editor del tal artículo a quien conozco, y a quien desprecio por insignificante, que si algún poderoso ha pagado su miserable pluma para que me vulnere, yo no temo a su cliente porque la espada que empuñé contra el rey de España, esa espada con que he dado a la patria días de gloria, esa misma me sostendrá contra cualquiera que intente abatir a mi clase, y degradar mi persona. ¡Cobardes¡ Días de peligro tuvo la patria ¿en donde estabais? Adulando a Torres y solicitando y obteniendo cruces de Isabel y prerogativas del rey de España y acompañando a los enemigos. ¡Vergüenza del género humano¡ ¿por qué no fuisteis a despojar a Morales de Maracaibo, ¿por qué no viniste a allanar la toma de esta plaza, sacando las fuerzas españolas de la Bahía y haciendo rendir castillos de Bocachica? En fin yo os desprecio, y si he movido mi pluma no he tenido otra intención que la de manifestar al público que yo idolatro la moral y las buenas costumbres, y que habría aceptado los consejos de cualquiera en quien hubiera reconocido sinceridad y buena fe, y no la hipocresía y perversidad con que cubre los negros deseos de ultrajarme ese que se dice honrado Padre de familia, cuyas intenciones se dirigen a causar la división de las personas, de las familias, y aún de toda la República, tal vez con el objeto de lisonjear a los opresores de la patria a quienes tanto han idolatrado esos que quieren establecer ahora la virtud y el orden a su agrado. Cartagena noviembre 15 de 1824

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Un asilo en la Goajira1 Priscila Herrera de Núñez 1 Priscila Herrera de Núñez (1935). “Un asilo en la Goajira”. Varias cuentistas colombianas. Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana. Sección 2ª. Cuento y novela, 11. Bogotá: Minerva.

IV Hemos dicho ya que hacía algunos años que el gobierno de Santa Marta cometía grandes injusticias con el Departamento de Padilla. Es bien sabido que las injusticias agotan la paciencia de los pueblos y los lanza a las revoluciones. Los naturales de aquel Departamento son activos y valientes hasta la temeridad; el yu­go impuesto por los sámarios los tenía exacer­bados y resolvieron romperlo pronto: estaban cansados de él. Silva era muy patriota, amaba a su país natal, con ese amor loco y ciego con que al­gunas almas apasionadas aman la tierra don­de ven la luz primera. El provincialismo en él era casi una manía. Riohacha, lugar de su nacimiento, era, a su modo de ver, el mejor país del mundo, y Silva no habría podido vi­vir feliz en ningún otro lugar. Las grandes y be­llas poblaciones de los Estados Unidos del Nor­te y Europa habrían parecido a Silva aglome­ raciones de lindos palacios y de hermosos edi­ficios vacíos y sin ningún interés para él; una multitud de seres extraños, esa gran reunión de hombres indiferentes, y la nostalgia lo habría matado en poco tiempo. Silva amaba 1 Priscila Herrera de Núñez (1935). “Un asilo en la Goajira”. Varias cuentistas colombianas. Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana. Sección 2ª. Cuento y novela, 11. Bogotá: Minerva.

a Riohacha con pasión, de la misma manera que amaba a su esposa y a sus hijos,

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Las glorias c las desdichas de Riohacha, eran sus desdichas o glorias propias. Patriota por convicción y por familia admiraba y envidiaba a los próceres de la Independencia, héroes de tan grande epopeya que lo entusiasmaban hasta la locura. Bolívar le parecía a Silva la figura más co­losal de los tiempos antiguos y modernos, le tributaba respeto, admiración y gratitud. Padilla, el marino afortunado, el bravo entre los bravos, era riohachero y Silva tenía fana­tismo por este hombre singular, cuya sola pre­sencia anunciaba la victoria en los combates, y a quien sus acciones distinguidas de valor y su habilidad de primer marino, le hicieron ganar muchas batallas y le conquistaron el título de Benemérito de la Patria. Testigos de las grandes proezas de este hé­roe son: Trafalgar, en España, cuando simple soldado de la marina, supo distinguirse; y en la antigua Colombia, Tolú, Cartagena, Ocuare, Angostura, Lorica, Ciénaga, Santa Marta, Riohacha, etc., y más que todos la barra de Maracaibo, donde la gloria colocó sobre las sienes de Padilla, una inmarcesible y brillante corona. Y este héroe tan valiente y afortunado, que supieron respetar las balas enemigas, murió tristemente en un banquillo, víctima de la mas grande injusticia, despedazado su noble corazón no tanto por las balas asesinas, como por 1a ingratitud de sus amigos y compañeros de ar­mas, y de la patria que con su sangre, y sus esfuerzos había ayudado a fundar. . . . Silva, a pesar de su admiración por Bolívar, no podía perdonar a este grande hombre que. se hubiera ofuscado hasta el extremo de con­firmar la injusta sentencia de muerte dada contra este valiente, a quien él mismo había llamado con suma justicia, el Nelson colom­biano, y que por sus muchos servicios bien merecía que le hubiera tocado mejor suerte. Los grandes hombres cometen también gran­des faltas, porque en ellos, todo está a su me­dida. Perdonemos a Bolívar la injusticia que cometió con Padilla, porque fue víctima de muchas otras, que sus conciudadanos cometieron con él. San Pedro Alejandrino, última morada de aquel genio colosal, fue testigo de las tris­tezas que amargaron sus últimos días. El Li­ bertador de cinco repúblicas también tuvo que llorar la ingratitud de la patria y el abandono de los que todo se lo debían. Bolívar, lo mismo que Padilla merecía una suerte me­jor; la posteridad les ha hecho justicia. ¡Paz a sus tumbas venerandas!

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Silva, como lo hemos dicho, era muy aman­te de su país, y fue uno de los primeros y más entusiastas en trabajar para que se sa­cudiera el yugo que pesaba sobre la altiva Riohacha, La revolución del 67 estalló, y Sil­va puso su brazo y su dinero al servicio de ella. El 12 de agosto, una bala enemiga rompió sin piedad el noble pedio de Silva, que mu­rió como un valiente, vitoreando a la liber­tad y creyendo en el triunfo de su causa, por­que era justa, y corazones tan leales como el suyo la defendían. ¡Infeliz! ¡Quién le hubiera dicho que dos días después de su gloriosa muerte, Riohacha, el país de sus afecciones, sería presa de las lla­mas; aquel ejército compuesto de un puñado de valientes, de que tanto se enorgullecía, se­ría destruido casi en su totalidad, y lo que es peor aún, que su adorada esposa y sus hijos, acostumbrados a gozar de todas las comodidades que proporciona la riqueza, se verían obli­gados, por causa del incendio, a sufrir las pri­ vaciones que impone la miseria! ¡Cruel ironía de la suerte! La señora de Silva, tan acariciada y favorecida por la for­tuna pocos días antes, vio a esta caprichosa voltearle la espalda y abandonarla para siem­pre. Aquella infeliz mujer, en sólo cinco días había perdido el esposo tiernamente amado. Irreparable pérdida que acababa con su dicha, y las llamas habían consumido en pocos momentos todas sus propiedades, fruto de mu­chos años de asiduo y honrado trabajo. Viuda, pobre y sola con sus desventurados huérfanos, se veía obligada a refugiarse en la Goajira. Aceptaba la hospitalidad que los sal­vajes le ofrecían porque entre ellos encontra­ría la tranquilidad y los recursos para vivir, que 1e sería muy difícil hallar entre los civi­lizados que siendo hermanos se llaman enemi­gos y se portan como tales

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Independencia del Caribe colombiano 1810-1821 Adelaida Sourdis Nájera

La independencia de la Nueva Granada tuvo especiales connotaciones en la región del Caribe. La emancipación comenzó en Cartagena de Indias el 22 de marzo de 1810 y terminó en la misma ciudad el 10 de octubre de 1821. Dos fechas que señalan los momentos definitivos que abren y cierran el proceso, cuyos antecedentes se remontan a las últimas décadas del siglo XVIII cuando, bajo la égida de José Celestino Mutis, la ilustración española entra en el virreinato, y sus consecuencias se despliegan y surten efectos durante todo el siglo XIX e incluso en las primeras décadas del XX, cuando aún se pagaba la deuda externa contraída para financiar la guerra.1 En las provincias de Cartagena, Santa Marta y Riohacha, el proceso a favor y en contra de la independencia se dio en las ciudades, bien pequeñas por cierto. Las provincias eran vastas extensiones de llanura, montañas y bosque húmedo tropical escasamente pobladas, donde lo urbano primaba sobre lo rural, en medio de condiciones de vida dominadas por los elementos de la naturaleza. La vida giraba en torno a las urbes, que jalonaban la actividad económica y social manejada por la encumbrada casta de blancos criollos y peninsulares, pues la posición social y los bienes económicos estaban unidos a la limpieza de sangre. Los pueblos, distribuidos la mayoría en las márgenes y desembocaduras de los ríos y en las orillas

de las ciénagas, eran en su mayoría pobres caseríos donde se desarrollaba una vida primitiva y atrasada que poco influía sobre los acontecimientos. La independencia se gestó en Cartagena, donde nació el segundo Estado soberano de América, después de Caracas, y en Santa Marta se organizó la resistencia por los partidarios de la monarquía española. Riohacha, la provincia más pequeña, siguió hasta el último momento el derrotero trazado por Santa Marta. En las islas de San Andrés y Providencia, integradas a Cartagena, se siguió un proceso independentista determinado por su condición insular. (Sourdís, 1994 y 2009) Al final, en 1821 el Estado español asentado en Cartagena de Indias rindió a Colombia su último reducto, la Plaza Fuerte, y sus autoridades y ejército partieron para nunca más volver (Sourdís, 2010). Este trabajo presenta episodios decisivos en las provincias de Cartagena y Santa Marta, en el contexto de la Nueva Granada, que marcaron la historia. Dos etapas se dieron en el proceso de independencia en el Caribe, de 1810 a 1815 y de 1816 a 1821. En la primera, las ciudades, villas y corregimientos reasumieron el poder político ante la prisión de los reyes legítimos y la imposición por Napoleón Bonaparte de su hermano José en el trono de los Austrias y Borbones, y formaron Juntas de Gobierno que buscaron su autonomía y defendieron los derechos

1 Ver: Adolfo Meisel Roca (2010)

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de Fernando VII. En la segunda, con el desarrollo de los acontecimientos y las influencias externas, esos cuerpos tomaron un carácter independentista radical, lo que llevó a la formación del Estado independiente y soberano y se concretó en la guerra final liderada por Simón Bolívar.

Cartagena A Cartagena llegaban, por diferentes conductos, las noticias de los acontecimientos españoles de 1807 y 1808. El establecimiento de la Junta de Quito en 1809, su destrucción y el castigo de sus líderes por tropas virreinales de Perú y Santafé pusieron en alerta a los aristócratas terratenientes y a los poderosos comerciantes de la ciudad organizados en el Real Consulado de Comercio. El germen autonomista crecía y se discutía sobre la creación de una junta similar a la de Cádiz. ¿Por qué Cádiz? Cartagena mantenía estrechos vínculos comerciales con esa ciudad. En 1795 de los 35 individuos que integraban el Consulado, 13 eran naturales de aquella ciudad. Un oficio de su Gobernador al gremio cartagenero, fechado el 28 de febrero de 1810, “Oficio del Gobernador de Cádiz con el cual remite una Proclama al Real Consulado de Comercio y Proclama de la Junta Superior de Cádiz a la América Española”, explica la preferencia. El mandatario les envió una extensa proclama de la Junta de Gobierno gaditana, en la cual, después de relatar las vicisitudes de los gobiernos españoles de facto, el desarrollo de la guerra contra los franceses y las ventajas del pueblo de Cádiz para poder resistir, informaba sobre la creación de la Junta Superior de Gobierno, “cuya formación deberá servir de modelo en adelante a los pueblos que quieran erigirse un gobierno representativo digno de su confianza” (Corrales, 1884a, tomo 2: 42-43).

Mompox En la villa de Mompox, la segunda población de importancia en la Provincia, se sucedieron las cosas con celeridad. Situada en la isla de su nombre, en el río Magdalena, se convirtió desde temprana época en el más importante puerto fluvial del reino. El comercio floreció y entre sus moradores se acumularon importantes fortunas, no sólo por los intercambios comerciales, sino por el crecimiento agrícola y el desarrollo de las más grandes ganaderías del país que, aunque situadas varias en la provincia de Santa Marta, eran propiedad de ricos nobles momposinos. Para mediados del siglo XVIII, Mompox

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era la ciudad comercial más importante del reino después de Santafé y Cartagena de Indias. Era también centro del cuantioso contrabando que introducían ingleses y holandeses e inundaba el virreinato de Nueva Granada. En su puerto desembocaban los caminos del trato ilícito que se embarcaba por el Magdalena hacia el interior del país. Como era natural, el antagonismo de los cartageneros con los comerciantes momposinos fue constante2. Las dos ciudades mantuvieron conflictivas relaciones y Mompox, dada su autosuficiencia económica, su Caja Real subsidiaba a la Plaza Fuerte y la existencia de importantes organismos públicos y de carácter cultural, se acomodaba mal a la primacía y control de Cartagena. Un importante grupo de criollos ilustrados residía en la villa y ocupaba cargos en el Cabildo y en el colegio universidad de San Pedro Apóstol (más conocido hoy como colegio Pinillos). Entre ellos figuraban Juan Fernández de Sotomayor, nacido en Cartagena, doctor en Cánones, educado en Santafé en el Colegio de San Bartolomé y graduado en el del Rosario, párroco de la ciudad, masón y autor de un Catecismo Revolucionario que causaría revuelo entre las autoridades peninsulares; Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres, prestigioso abogado del Colegio del Rosario de Santafé, inscrito en la Real Audiencia; su hermano Germán, también abogado rosarista, de quien el Libertador diría que era uno de los hombres que más derecho público sabía; José María Gutiérrez de Caviedes, Rector del colegio de San Pedro Apóstol, natural de Cúcuta, conocido como “El Fogoso” por su encendida oratoria, también abogado del Colegio Mayor del Rosario inscrito en la Real Audiencia; era hermano de Frutos Joaquín Gutiérrez, signatario en Santafé del Acta de independencia del 20 de julio; José María Salazar, apodado “El Sabio”, venía de Rionegro, Antioquia, abogado del Rosario, había sido miembro de la tertulia de “El Buen gusto” en Santafé, y Pantaleón de Germán Ribón, comerciante momposino, Regidor y Comandante Militar de la ciudad. Estos hombres estaban al tanto de los acontecimientos europeos, pues por las vías del contrabando llegaban a Mompox, libros, impresos y noticias de lo que ocurría. En 1809, el Comandante de ingenieros Vicente Talledo, nombrado por el Virrey, le escribía sobre las “ideas libres y criminales” que se cocinaban en el puerto ribe2 Sobre Mompox, ver: David Ernesto Peñas y Oscar Árquez Van –Stralen (1994) y Pedro Salzedo del Villar (1987).

reño. Su enfrentamiento con los momposinos que le opusieron toda clase de trabas, fue extremo. Su hostigamiento llegó a tal punto en razón del reconocimiento de la Suprema Junta Provincial, que aquellos se levantaron contra él obligándolo a salir de la ciudad y lo demandaron ante la Junta solicitando su remoción. El sobreseimiento de su causa, pues alegó que cumplía órdenes del Virrey, fue otro motivo de encono de los momposinos contra los cartageneros. La noticia de la revolución de Santafé y su desconocimiento del Consejo de Regencia, conocida en Mompox en la noche del cinco de agosto, causó júbilo y revuelo entre los habitantes que se apresuraron a declarar su independencia. Pero fueron más lejos que la capital, pues mientras allí se reconoció al Rey, los momposinos no sólo desconocieron al Consejo de Regencia que gobernaba en su nombre sino que desmontaron su retrato y las armas de España de la Sala Capitular. La ciudad se volcó a las calles y con vítores, aclamaciones, música, pólvora y repique de campanas armó tremenda celebración. El pueblo eligió a dos regidores patriotas, el Alcalde Ordinario, Pantaleón de Germán Ribón, y el catedrático José María Gutiérrez de Caviedes como sus representantes en la corporación, en reemplazo de dos concejales afectos al Rey. El seis de agosto, reunidos los miembros del Ayuntamiento en la sala Capitular, reconocieron a la Junta provisional formada en Santafé. El 10, reunidos nuevamente para agradecer la actuación de los elegidos en los sucesos del cinco, uno de los capitulares, probablemente el mismo Gutiérrez de Caviedes, pidió descolgar el escudo de armas de España y reemplazarlo por la imagen de la libertad, lo cual fue aplaudido y aprobado (Corrales, 1884: doc. VII: 190). La determinación junto con el acta del cinco de agosto fue comunicada a la Junta Provincial donde cayó como un balde de agua fría. Cartagena no podía aceptar que la rica Mompox se separara de su tutela y, menos aún, que reconociera a la junta de Santafé, cuya capitalidad desconocía. García de Toledo, presidente de la Junta Provincial, en extenso informe a la corporación manifestó alarmado: …A la primera noticia de la revolución de Santafé, se suscribe a ella sin conocimiento de esta capital, proclamando su libertad e independencia absoluta del Consejo de Regencia … de suerte que hasta ahora se ignora a que distrito o nación pertenecía Mompós en esta jornada… Siendo ella parte de una provincia que ni se ha separado del Gobierno de España, ni sustraídose de los jefes

y autoridades constituidos por el mismo Gobierno, no tiene absolutamente arbitrio de erigirse su absoluta independencia, sin caer en el caso de aquella verdadera rebelión que caracterizan las leyes [a] cuyos generales principios está sujeta toda la provincia (Corrales, 1884, Doc. LXXIV: 210-217) En enero y febrero de 1811, ocurrió el primer enfrentamiento civil en Nueva Granada. Mompox fue sometida a sangre y fuego por tropas cartageneras al mando de Antonio José de Ayos, síndico procurador de Cartagena. Los momposinos se enfrentaron valientemente a la expedición militar en el sitio de Las Quintas, pero sus cañones de guaduas no eran oponentes para los bronces de la Plaza Fuerte. Ayos llevó a cabo una severa represión y los dirigentes momposinos fueron apresados y sus bienes confiscados. Algunos huyeron, entre ellos Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres, quien se fugó a Socorro. Con grilletes en los tobillos, llegaron a Cartagena notables personalidades, entre ellas los tres hermanos Cárcamo, tíos de los Piñeres. Aunque Germán y Gabriel desaprobaron la separación de Mompox de Cartagena y su adhesión a la Junta de Santafé, resintieron muchísimo el trato dado a sus coterráneos. La intervención de Germán logró que a algunos les devolvieran sus bienes y fueran puestos en libertad, pero otros, aunque sin grilletes, permanecieron encarcelados hasta después del once de noviembre del año siguiente.

Independencia absoluta La independencia absoluta de Cartagena se ha presentado como el resultado de un acto tumultuario en el que pardos, negros y mulatos dieron un golpe de Estado a la Junta de gobierno, lo cual desconoce el origen y la realidad de los hechos. Desde el establecimiento de la Junta Suprema de Gobierno en la ciudad amurallada se perfilaron dos facciones políticas: la de los Radicales y la de los Autonomistas. Los primeros querían la libertad absoluta, dirigidos por los momposinos Germán y Gabriel Gutiérrez de Piñeres y otros cartageneros de significación. Germán era abogado del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, experto en derecho público, asesor de la Armada Real en el Apostadero de Marina, y Gabriel, dedicado al comercio ultramarino, era regidor perpetuo3 del Cabildo de Cartagena. Los Autonomistas, 3 Los regidores perpetuos eran aquellos que compraban al Rey el cargo, el cual podían traspasar a otra persona siempre y cuando reuniera las calidades requeridas.

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Fachada del Cine Padilla. Boceto Eduardo Polanco

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liderados por José María García de Toledo, rico terrateniente, nieto del Conde de Pestagua, abogado del Colegio del Rosario y miembro prominente del Cabildo como Alcalde de primer voto, eran conocidos como el partido de los “Regentistas” o “Aristócratas”, pues insistían en el reconocimiento del Consejo de Regencia. Consideraban inoportuna la independencia de España, entre otras cosas, porque temían que pardos y negros libertos organizaran una revolución como sucedió en Haití, en donde casi perece la civilización de los blancos y, además, no estaban dispuestos a renunciar a sus prerrogativas de clase. Recuérdese que la población de Cartagena estaba compuesta en gran parte por pardos, negros y sus castas. La organización económica les preocupaba, pues sabían que la ciudad dependía, en cerca de la mitad de sus ingresos, de los situados o transferencias de la Caja Real de Santafé, que reunía los ingresos de las cajas de todo el país, y que cerca del 80% de sus egresos se empleaban en sufragar los altos gastos militares que demandaba la defensa del imperio en el Caribe4. En un principio, García de Toledo ganó el apoyo de los estamentos populares: artesanos, pequeños comerciantes, oficiales de baja graduación, hombres de mar y, en general, una nutrida población blanca pobre, parda

y mestiza, residente en el barrio Getsemaní, conocido como el “arrabal”, por estar en las afueras del centro y principal recinto de la ciudad, pero posteriormente estas gentes se unieron a los Radicales cuya prédica fue más convincente, entre otras razones por la simpatía de este partido hacia las clases subalternas y hacia los esclavos cuya libertad ofrecía5; lo que demuestra que en los estamentos populares no existía un proyecto político definido. En estas circunstancias, el 19 de junio de 1811, los Radicales presentaron al Síndico Procurador de la ciudad un preciso petitorio firmado por Miguel Días Granados, Joaquín Villamil, Basilio del Toro de Mendoza, Germán Gutiérrez de Piñeres, Manuel Rodríguez Torices, José Fernández de Madrid y cuatrocientos setenta y nueve individuos más, en el que solicitaban la formación de una constitución provincial que dividiera el poder público en sus tres ramas, Legislativa, Ejecutiva y Judicial y desconociera el Gobierno de la Península6. Fernández Madrid y Rodríguez Torices habían estudiado en el Colegio del Rosario en Santafé y editaban el periódico “El Argos Americano, papel político, económico de Cartagena de Indias”. Torices gobernó el Estado de Cartagena entre 1812 y 1814, y ambos fueron presidentes de las Provincias Unidas de Nueva Granada entre 1814 y 1816.

4 Sobre el situado de Cartagena y su peso en las finanzas, ver: Meisel (2003). Sobre la función defensiva de Cartagena, ver: Rodolfo Segovia (2006).

5 Con motivo de la independencia Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres libertó a sus esclavos en Mompox. 6 Corrales (1889, Tomo 2: 72-73).

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Ante el mantenimiento del statu quo, se valieron de los estamentos populares, liderados por Pedro Romero que acudieron en tumulto a la sede de la Junta, y dieron un golpe de Estado el 11 de noviembre de 1811. La Junta, entonces, se vio obligada a declarar la independencia absoluta de España y crear el “Estado libre, soberano e independiente” de Cartagena de Indias. El Acta suscrita ese mismo día es un modelo de reflexión que explica en detalle las circunstancias y los antecedentes que llevaron a la decisión de separarse de España. Su consistencia y extensión muestra que no fue un documento concebido al calor de circunstancias espontaneas, sino, todo lo contrario, fruto de sesuda y madura reflexión7. En ella se reconoce la influencia del proceso de independencia de los Estados Unidos.

Santa Marta En Santa Marta las ideas liberales poco o nada se conocían en los albores del siglo XIX8. Los esporádicos viajeros que por allí pasaban eran empleados de gobierno o comerciantes que no se involucraban en política. Sólo se recibían los periódicos oficiales y la traducción de los Derechos del Hombre no llegó a esas latitudes. La región era muy pobre, principalmente por la escasez de población. No obstante, en 1810, las noticias de las ocurrencias en Cartagena y la participación en los hechos de Miguel Díaz Granados, miembro prominente de la sociedad samaria, motivaron a algunos criollos a seguir el ejemplo de la Plaza Fuerte. Lo ocurrido en Santafé el 20 de julio los reafirmó en sus propósitos y los vecinos principales pidieron al Gobernador que convocara a Cabildo Abierto para elegir una Junta de Gobierno, lo cual se hizo el 10 de agosto de ese año. El Cabildo eligió un cuerpo de once miembros presidido por el Gobernador y con participación del clero. Determinó que: “Se instalase y gobernase el pueblo en los mismos términos propuestos por el citado ilustre ayuntamiento de Cartagena, por parecer los más conformes a la seguridad del pueblo...” (Amarís Maya, 1978). Es decir, recortando las funciones del Gobernador quien debería actuar junto con el Vicepresidente, José Munive y un vocal, Antonio Viana, promotores de la formación de la Junta. 7 Ver Acta de Independencia Absoluta de Cartagena de Indias en El Argos Americano, Suplemento, 18 de noviembre de 1811; y en Corrales (1889). 8 Sobre Santa Marta, ver: Restrepo Tirado (1953).

Víctor Salcedo y Somodevilla, el Gobernador, escarmentado con lo ocurrido a su colega Montes en Cartagena, aceptó el pronunciamiento, pero desde ese momento empezó a maquinar el cambio. El 22 de diciembre logró que se reuniera una multitud vociferante en la plaza de la ciudad para pedir un cambio en la Junta. Con la fuerza pública a su disposición, accedió a las peticiones de la turba y los patriotas de la corporación no tuvieron más remedio que aceptar los hechos. Días después, Viana renunciaba y se trasladaba a Mompox. El 7 de mayo de 1811, desembarcó el nuevo Gobernador y Comandante General designado por el Consejo de Regencia, Tomás de Acosta, buen político como su antecesor, quien hábilmente manipuló la situación hasta conseguir la liquidación de la Junta, hecho que se llevó a cabo el 26 de junio. Desde ese momento, Santa Marta se convirtió en el primer bastión realista del país adonde confluyeron los españoles y criollos enemigos de la causa libertaria (Sourdis, 1994).

Valledupar y los pueblos del río No toda la provincia samaria apoyó al Rey. En los pueblos del río, Remolino, Guaímaro y Sitionuevo y en la ciudad de Valledupar se organizaron grupos que apoyaron la revolución. En esta última, la familia Fernández de Castro, dirigida por una aguerrida dama, doña Concepción Loperena de Fernández de Castro, y otros criollos principales buscaron la independencia (Sourdís, 1994). El 22 de mayo de 1811, cuatrocientos vecinos se pronunciaron contra el Rey y las autoridades españolas. Posteriormente, el 4 de febrero de 1813, el cabildo de Valledupar declaró la independencia absoluta. Doña Concepción leyó el Acta, tomó juramento de fidelidad a los presentes y quemó el escudo y el retrato del Rey. El ejemplo de Valledupar lo siguieron Barrancas, el 26 de marzo y Chiriguaná, el 25 de mayo.

Riohacha Esta provincia presentó siempre una situación bien precaria. Poblada en su mayor extensión por indígenas guajiros que nunca pudieron ser sometidos al dominio español, mantenía en su capital una escasa vecindad de españoles y criollos que subsistían de alguna agricultura, el contrabando y el comercio con los indios. Estos aguerridos dueños del suelo, armados por ingleses y holandeses, asolaban y robaban los cultivos de españoles y crio-

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llos y traficaban con los extranjeros a lo largo de la costa guajira. Constituyeron un permanente problema para las autoridades coloniales e impidieron el afianzamiento del Estado en su desértica región, pues defendieron con fiereza su libertad y sus costumbres. En Riohacha, se constituyó una Junta Suprema de Gobierno el 17 de septiembre de 1810 presidida por el Gobernador, la cual se manifestó fiel a la monarquía y se negó a aceptar la autoridad de Santafé. Los indígenas, amistados con las autoridades por las facilidades que les habían concedido para comerciar con Riohacha, respaldaron las pretensiones realistas aunque nunca formaron parte de los cuerpos de milicias.

La reconquista La reconquista de la Nueva Granada por el ejército expedicionario comandado por el General Pablo Morillo, se inició desde abril de 1815 con la ocupación de la provincia de Cartagena llevada a cabo por tres frentes: uno organizado desde Santa Marta por el Gobernador y Capitán General del Reino (el virreinato había sido suprimido), Francisco de Montalvo y Ambulodi, contra la línea del Magdalena, cuyas cabeceras eran Barranquilla y Mompox, y dos por el ejército expedicionario. El sitio fue una lucha dura y sin cuartel durante un año que sacrificó a un tercio de la población de la provincia y a la mitad de los habitantes de la ciudad, liquidó la clase dirigente, destruyó la economía, y dejó un saldo de desolación y miseria, causa principal de la decadencia posterior de la región. Es importante recalcar que la ofensiva de Morillo no se limitó a la Ciudad Amurallada, sino a toda la provincia. Tres expediciones que partieron por tierra desde Santa Marta cruzaron el Magdalena en diferentes puntos y ocuparon todos los pueblos que hoy conforman los departamentos de Atlántico, Bolívar, Córdoba y Sucre. Simultáneamente la escuadra española sitió a la ciudad por el mar. Cerca de 17 poblaciones fueron incendiadas, unas por orden del gobierno cartagenero para que el enemigo no encontrara recursos, otras, entre ellas Barranquilla, en represalia por los realistas. La ciudad amurallada fue sitiada por mar y tierra durante 107 días. Las tropas invasoras impidieron la entrada de alimentos y refuerzos. Bien sabía Morillo que a Cartagena sólo podía rendírsela por hambre. Caballos, burros, perros, cueros, ratas y otras alimañas fueron consumidos por una población hambrienta que prefirió la muerte antes que entregarse. El cinco de diciembre de 1815, al caer

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la tarde, los patriotas evacuaron la ciudad en una flotilla de naves corsarias que logró burlar el cerco de los barcos realistas. Muchos naufragaron y otros fueron abandonados por los corsarios en playas panameñas, después de haber sido despojados de las pocas pertenencias que habían logrado salvar. El seis de diciembre los españoles entraron a la ciudad donde sólo encontraron desolación y muerte. Eran tantos los cadáveres y tal la pestilencia, que Morillo ordenó apilarlos en barcazas, echarlos al mar y hacer sahumerios en toda la ciudad. Los relatos cuentan que se formó sobre la Plaza una densa nube que la cubrió durante varios días (Sourdis, 1988).

Independencia segunda etapa En 1817 comenzó el declive del dominio español. Bolívar invadió el continente por la vía del Orinoco, en la provincia de Guayana, fundó la segunda república de Venezuela, estableció su capital en Angostura (hoy, Ciudad Bolívar) y se aprestó a invadir Nueva Granada, cruzando los Andes desde los llanos de Casanare. Atacados por donde menos lo esperaban, los españoles fueron derrotados en el Pantano de Vargas el 25 de junio de 1819 y en el puente de Boyacá el 7 de agosto siguiente. Santafé cayó en manos de los patriotas, pero no así el Gobierno realista que huyó a buscar refugio en la joya de la Corona, Cartagena de Indias, donde tenía la posibilidad de recibir refuerzos de Cuba y Panamá. El nueve de agosto, apenas conoció la noticia de la derrota de Barreiro en Boyacá, Sámano salió de Santafé, amparado por la oscuridad de la noche, acompañado de la Real Audiencia, otras autoridades y numerosas personas afectas al Rey. Huyó precipitadamente con su guardia personal. Dejó todo abandonado y en lo único que pensó fue en poner tierra de por medio con las tropas de Bolívar. El gobierno de Cartagena había quedado en manos del Brigadier Gabriel de Torres y Velasco, nombrado por el Capitán General del Reino −el virreinato había sido suprimido por el Consejo de Regencia−, Francisco de Montalvo y Ambulodi. Torres era un militar de carrera, buen administrador, profundamente leal al Rey pero de tendencia liberal. Cinco años llevaba ejerciendo su mandato cuando el virrey Sámano y las autoridades virreinales llegaron a Cartagena a finales de agosto de 1819, después de la caída de Santafé en manos de los patriotas. El anciano militar no confiaba en él y comenzó a interferir en el gobierno buscando asumir el control político e indisponerlo con la guarnición y los altos mandos milita-

Acceso Principal al cine Padilla. Foto Anónimo 1969.c.Propiedad Fototeca Histórica Cartagena de Indias

res. Los enfrentamientos no demoraron. En octubre, el Gobernador escribía al Rey manifestándole que el Nuevo Reino se perdía y culpaba al Virrey del desastre que veía venir (Sourdís, 2010). Con fundamento en la constitución de Cádiz de 1812, vigente nuevamente en España a partir de 1820, asumió el mando militar y político después de deponer a Sámano y enfrentarse con la Real Audiencia, pues se negaron a jurar la carta magna. Fue respaldado por casi toda la oficialidad, las tropas y la menguada elite que quedaba en la ciudad, entre ella los miembros del Cabildo que habían sido nombrados por él. Ante estos hechos Virrey y Audiencia se embarcaron para Jamaica el cinco de julio de 1820 (Sourdís, 2010).

El drama toca a su fin Gabriel de Torres quedaba como único y legítimo representante del Estado español en Nueva Granada con sede en la plaza fuerte de Cartagena de Indias. Se acercaba el momento más crucial de su carrera: defender los

restos de ese Estado al cual había dedicado su vida, contra fuerzas victoriosas muy superiores, impulsadas por la gloria y la pasión de construir un país libre y soberano. La dominación española tocaba a su fin y el recinto amurallado era uno de los últimos pedacitos de tierra que le quedaban a España en Cundinamarca, que así se llamaba el país, pues el nombre de Nueva Granada había sido suprimido desde 1819 por la Ley Fundamental que creó a Colombia. El gobernador propuso a Bolívar una conciliación en la cual pedía deponer los odios, olvidar lo pasado, reunir nuevamente a los pueblos y volver al amparo de la corona española. La indignación del Libertador fue mayúscula y su respuesta, dada a través de su ayudante, el 28 de agosto de 1820, contundente: … es el colmo de la demencia, y aún más, de lo ridículo, proponerle a la República de Colombia su sumisión a la Nación española, a una Nación siempre detestablemente gobernada; a una nación que es el ludibrio de la Europa y la execración de la América, por sus primeras

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degollaciones y por sus posteriores atrocidades…(Corrales, 1884: Tomo 2, doc. 338: 415-416).

Comenzaba el epílogo de la ofensiva por la costa del Caribe y de dieciséis meses de asedio a Cartagena por tierra y mar por las tropas colombianas, al mando del Coronel Mariano Montilla y las fuerzas navales comandadas por el Almirante Luís Brion y el Capitán de Navío José Padilla. Pero la toma de la ciudad sería lenta, pues la Plaza aprovisionada era inexpugnable. Había que cortarle sus suministros y rendirla por hambre como lo habían hecho los españoles en 1815. Desde Barranquilla, Montilla marchó sobre la ciudad. Llegó a Turbaco el primero de julio de 1820, sentó cuartel y estableció el bloqueo de la Plaza por tierra. En el mar, la escuadra comandada por Brión cerró el cerco y, por el río, Padilla se internó por el canal del Dique para cubrir ese acceso a la ciudad e impedir que entraran suministros del interior. El resto de la provincia, salvo Corozal y sus inmediaciones, estaba dominado. El golpe final lo dio Padilla. Con sus fuerzas sutiles se había tomado el Canal del Dique con el fin de entrar a la bahía, pero en ese momento estaba situado en Chimá, en cercanías de Lorica, pues se le había ordenado retirarse hacia allá en razón del armisticio pactado por Bolívar y Morillo para regularizar la guerra. Contaba de 45 a 50 buques menores, entre flecheras y bongos armados y 1200 hombres de desembarco (Sourdís, 2010). Roto el armisticio en abril, en acuerdo con Montilla, sin pensarlo dos veces, entró en acción. Con el mayor sigilo bajó por el Sinú y salió al mar. Afrontando difíciles condiciones marítimas, las embarcaciones atravesaron el golfo de Morrosquillo, bordearon la costa y entraron nuevamente a la bahía de Barbacoas donde, en esa época, desembocaba el canal del Dique, y entraron al caño del Estero, vía que comunicaba a esa porción de mar con la bahía externa de Cartagena. El cuatro de mayo entró a la bahía externa de cuyas aguas se apoderó poco a poco y esperó el momento propicio para atacar. Entró en acción el 24 de junio en la noche de San Juan. Las naves españolas estaban surtas en el muelle del Arsenal (actual localización de los parqueaderos del Centro de Convenciones) al abrigo de las murallas en la bahía de las Ánimas. Hacia la media noche, en absoluto silencio y con sus buques sin luz alguna, Padilla ordenó levar anclas. Sus fuerzas cayeron sobre las naves españolas, las abordaron y echaron a pique, ante la confusión de la guarnición, que no pudo reaccionar. Algunas embarcaciones se capturaron, lo mismo que armas municio-

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nes y víveres. Según el informe de Padilla murieron cerca de 100 españoles y tres colombianos (Urueta, 1889: 14). Destruida la marina y ocupada la bahía interna, en los días siguientes se rindieron las fortalezas de Bocachica. La entrega de la ciudad fue entonces inminente. Torres no tuvo otro camino que pedir una rendición honrosa a lo que se accedió. Se acordó que se entregaría la Plaza el 10 de octubre, si antes no recibía socorros, y se conservarían todos los bienes y enseres existentes en ella. Los soldados de la guarnición prestarían juramento de no servir contra Colombia en la guerra que se libraba, pero no así los oficiales. Éstos conservarían sus banderas, sus espadas y equipajes y la tropa sus mochilas. Se autorizó a todos embarcarse en buques colombianos hacia Sabanilla o Santa Marta para ser transportados desde allí hacia Cuba. Igual se hizo con las familias que no quisieron seguir en Cartagena. La capitulación garantizó la seguridad de los habitantes de la ciudad y aseguró el respeto de sus propiedades, sin importar sus opiniones políticas (Restrepo, 1969: 290-291). El 10 de octubre de 1821, en medio de salvas de fusilería, el Gobernador español, su estado mayor y sus tropas, abandonaron Colombia para nunca más volver.

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D O S S I E R

El general José Padilla: un itinerario militar y político en la construcción de la Nueva Granada independiente1 Aline Helg

1 Este texto se basa en la presentación que hice el 1º de octubre de 2011, en Riohacha, en el marco de la Expedición Padilla, revisada y complementada para la ponencia que presenté en Cartagena el 16 de noviembre de 2011 en el Seminario Internacional “Bicentenario de la independencia de Cartagena de Indias: Reflexiones sobre su en 1784, a Cartagena, donde Pocos hombres contribuyeron a ladelindepenhistoria” organizado por el Instituto Internacionaltanto de Estudios Caribe.

dencia de Colombia como el general José Padilla y pocos fueron tan olvidados después como él. Hoy en día, la mayoría de los manuales escolares colombianos borran su papel de libertador naval de Venezuela y Colombia (Serrano, 2009), porque era un pardo de origen humilde y porque quiso que las promesas de igualdad contenidas en las luchas independentistas se realizaran concretamente en la paz republicana. En consecuencia, mencionar al general o almirante Padilla y su injusta ejecución por orden de Simón Bolívar en 1828 significaba recordar al pueblo, sobre todo en la región caribeña, que la república no logró construir una sociedad igualitaria y liberada del racismo colonial. Además, hablar de Padilla implicaba el riesgo de que los afrodescendientes, víctimas del racismo, se movilizaran para combatirlo, un riesgo que las élites gobernantes no querían correr. Por fin, de mayo a noviembre del 2011, la Expedición Padilla, organizada por la Universidad Tecnológica de Bolívar, la Alcaldía de Cartagena y la Armada Nacional, entre otras instituciones, han reivindicado su memoria, por tierra y por mar, recorriendo parte del itinerario que condujo a Padilla de Riohacha, su lugar de nacimiento, 1 Este texto se basa en la presentación que hice el 1º de octubre de 2011, en Riohacha, en el marco de la Expedición Padilla, revisada y complementada para la ponencia que presenté en Cartagena el 16 de noviembre de 2011 en el Seminario Internacional “Bicentenario de la independencia de Cartagena de Indias: Reflexiones sobre su historia” organizado por el Instituto Internacional de Estudios del Caribe.

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se radicó después de la independencia. Otra razón que ha permitido devolver a Padilla el papel que le correspondía en el panteón de los próceres de la nación, es que 2011 fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas Año de los Afrodescendientes y, en Colombia, Año de la Afrocolombianidad.

Mi encuentro con José Padilla Cuando en 1995 empecé mi investigación histórica sobre el Caribe colombiano, mi propósito era entender por qué las historias de la independencia guardaban silencio sobre el papel de toda la región caribeña en el proceso independentista de la Nueva Granada, un trabajo iniciado magistralmente por Alfonso Múnera en su libro El fracaso de la nación, sobre Cartagena hasta 1811 (Múnera, 1998). Mi encuentro con Padilla fue casual: leyendo la correspondencia de Simón Bolívar, descubrí una carta que escribió a Francisco de Paula Santander desde Lima, en abril de 1825, en la cual el Libertador denunciaba: […] el espíritu que [Padilla] tiene con respecto al gobierno y al sistema […] Yo creo que este negocio merece muy bien la atención del gobierno, no para dar palos, sino para tomar medidas que eviten en lo futuro los desastres horrorosos que el mismo Padilla prevé. La igualdad legal no es bastante para el espíritu que tiene el pueblo, que quiere que haya igualdad absoluta, tanto

Foto Iluminada Anónimo Avenida José Padilla. 1905.c. Propiedad Fototeca Histórica Cartagena de Indias.

en lo público como en lo doméstico; y después querrá la pardocracia, que es la inclinación natural y única, para exterminio después de la clase privilegiada. Esto requiere, digo, grandes medidas, que no me cansaré de recomendar. (Bolívar, 1825, vol. 1: 1076)

Busqué la respuesta que Santander le mandó en julio de 1825 y éste era mucho menos crítico de Padilla que Bolívar: “Yo no sé cómo pueda destruirse el germen de pardocracia; nada les gusta y todo les incomoda. Ellos lo quieren todo exclusivamente; y debo ser justo con Padilla, que hasta ahora es de los menos chisperos” (Santander, 1825, vol. 5: 16). El intercambio entre el presidente y el vice-presidente de lo que se llamó después la Gran Colombia, sobre la pardocracia (literalmente, el gobierno absoluto de los pardos, un término probablemente inventado por Bolívar) captó mi curiosidad. Según Bolívar, la pardocracia llevaría a la exterminación de los blancos e, implícitamente transformaría a Venezuela y la Nueva Granada caribeña en otros Haití. Leí tres biografías de José Padilla bien documentadas escritas por historiadores hace algunas décadas

y publicadas por las Fuerzas Armadas2 y emprendí una larga búsqueda del texto escrito por Padilla, acerca del cual debatían Bolívar y Santander en 1825. Empecé por encontrar varias cartas que Padilla les escribió, reunidas en las ediciones de sus respectivos archivos3. El documento al cual aludían Bolívar y Santander fue difícil de localizar: terminé por descubrirlo en el Archivo Histórico Nacional de Colombia, en el Archivo Restrepo de su Sección República. Era un panfleto impreso cinco meses antes de la carta de Bolívar, con fecha 15 de noviembre de 1824— lo cual significaba que tuvo cierta difusión, pero también nos recuerda que en la época el correo se demoraba semanas o meses para circular. Empecé entonces a entender que José Padilla encarnaba tanto las oportunidades que se abrieron a modestos pardos como él en las guerras de independencia como los límites de la igualdad legal decretada por las constituciones independentistas, desde la del Estado de Cartagena de Indias en 1812 a la de la República de Colombia en 1821. Efectivamente, Padilla pasó de participante en el derrocamiento del gobernador español de Cartagena, en 1810, a capitán de navío en el ejército libertador, en 1817, a comandante general de Marina, en 1821, y culminó su carrera militar ganando, en 1823, la batalla naval de Maracaibo, que liberó por mar a la Gran Colombia. Pero no obtuvo cargo político eminente en el gobierno y su vida se terminó prematuramente el 2 de octubre de 1828, cuando fue fusilado por orden de Bolívar. Con la excepción de su ejecución, la carrera de Padilla fue ejemplar de las de muchos héroes militares, en su gran mayoría pardos, mestizos, negros e indios de las clases populares, que se distinguieron en los campos de batalla, pero fueron marginalizados por la misma república que habían contribuido a establecer. No obstante, a diferencia de la mayoría de ellos, como lo señala la carta de Bolívar de abril de 1825, Padilla no lo aceptó y, después de la independencia, siguió luchando por la plena igualdad sin silenciar su identidad socio-racial de pardo.

2 Otero D´Acosta (1921), Uribe White (1973) y Torres Almeyda (1981). 3 O’Leary (1874 – 1914); Archivo Santander (1913-32).

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Plano Manuel de Anguiano 1908, Cartografía y Relaciones históricas de Ultramar Tomo V Colombia, Panamá, Venezuela. Servicio Histórico Militar Madrid España.

Las exclusiones raciales de la colonia española Antes de continuar, conviene detenerse un momento en las exclusiones raciales que los libres afro-descendientes, ricos o pobres, enfrentaban bajo la Corona española. Entre éstas, la exigencia de la limpieza de sangre —que excluía a los individuos de “la mala raza de negros, moros, judíos, recién convertidos”4— y el estigma racial de la “mancha de la esclavitud”—que marcaba hereditariamente a los libres descendientes de esclavos, mestizos o no— habían prohibido a generaciones de negros, pardos, mulatos, zambos, cuarterones y quinterones de América acceder al colegio y la universidad, a funcio4 Ver, por ejemplo, “Pablo García sobre su noble ascendencia gallega” (1799 – 1805), en: Colombia, Archivo Histórico Nacional de Colombia, Bogotá (AHNC), Sección Colonia, Fondo Guerra y Marina, rollo 3, fols. 1-41 verso.

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nes reales y eclesiásticas, así como a honores y profesiones superiores. Desde el principio del proceso independentista, en 1810, decretos y constituciones declararon la igualdad de los hombres libres nacidos en el país, sin diferencia racial, pero los legisladores y gobernantes se negaron a promulgar e implementar medidas para atenuar las desigualdades originadas en el principio colonial de la limpieza de sangre. Por consiguiente, después de 1821, en el momento de constituir los gobiernos y administraciones republicanas, la antigua jerarquía socio-racial de la Colonia se reprodujo, porque los únicos con formación superior eran casi exclusivamente blancos acomodados. Para justificar el resurgimiento de la preponderancia de los blancos, las nuevas élites promovieron el concepto de la igualdad basada en los méritos, sin reconocer que los ciudadanos, por razones históricas ligadas a su raza (la limpieza de sangre y la mancha de la esclavitud), provenían de condiciones desiguales. Así, los requisitos republicanos permitieron a

miembros de la élite criolla blanca que no lucharon en las guerras de independencia, conservar su predominio.

La carrera naval y militar de Padilla

Eduardo Polanco

Volviendo a José Padilla, su carrera fue extraordinaria y atravesó las grandes revoluciones de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Nació en 1784 cerca de Riohacha, de madre wayúu y padre negro, oriundo de Santo Domingo. A los 14 años de edad, en plena revolución de Santo Domingo, Padilla se alistó como muchacho de cámara en un buque, navegando en el Mar Caribe. Así, desde muy joven, Padilla fue un hombre del mundo caribeño y atlántico en profundas mutaciones, enfrentado a experiencias que contribuyeron a formar su personalidad y ampliar su visión del futuro. En 1803, se enroló en la Real Armada Española y, en 1805, peleó en la batalla de Trafalgar, a raíz de la cual fue hecho prisionero durante tres años junto con otras personas de distintas partes del Atlántico. Cuando en 1808 Padilla fue liberado y nombrado contramaestre del apostadero de Cartagena, se estableció en el arrabal de afrodescendientes de Getsemaní. Allí, otro acontecimiento transatlántico, cambió su trayectoria: la invasión napoleónica de España, que desencadenó el proceso independentista de la provincia de Cartagena, al cual contribuyó plenamente detrás de Pedro Romero y los hermanos Gutiérrez de Piñeres. Padilla

Placa que ilustra avenida José Padilla en la Calle Larga.

participó en la guerra contra las provincias realistas de Santa Marta y Riohacha desde principios de 1812, distinguiéndose en varios combates navales. En 1813, conoció a Simón Bolívar cuando éste se refugió en Cartagena y, a partir de este encuentro, aceptó incondicionalmente su liderazgo. Cuando quiso juntarse con sus tropas, en marzo de 1815, fue encarcelado como traidor por el aristócrata venezolano Mariano Montilla (Torres: 17-43), quien habría de convertirse en el peor enemigo de Padilla hasta el momento final de su ejecución, en 1828. A mediados de 1815, cuando, de regreso al trono de España, Fernando VII envió al general Morillo, con miles de soldados, a reconquistar Venezuela y la Nueva Granada, Padilla fue liberado de la cárcel y se dedicó con otros a la defensa de Cartagena. Sobrevivió los 106 días de sitio impuestos por Morillo a la ciudad portuaria. Además, Padilla fue de los que pudieron escapar, y al comando de una goleta, logró romper la línea española y abrir paso a otros buques patriotas para refugiarse en Los Cayos, en Haití. Simultáneamente, Bolívar dejó su exilio en Jamaica y se asiló también en Haití (Torres: 40-41). Padilla, al igual que Bolívar y otros patriotas, vivió más de dos meses en Los Cayos, beneficiado por la hospitalidad del presidente mulato Alejandro Petión. En Haití, seguramente, Padilla admiró a Petión y su gobierno, compuesto de negros y mulatos, en una nación cuyos ciudadanos eran casi todos afrodescendientes, y soñó con la posibilidad de formar un gobierno que incluyera hombres de color, después de la liberación de la Nueva Granada caribeña. Padilla volvió a respaldar a Bolívar en la competición por el liderazgo de los exiliados y como miembro de la primera expedición libertadora equipada por el gobierno haitiano, desembarcó en Ocumare, al oeste de Caracas, mientras que Bolívar, ante las amenazas españolas, regresó a Haití. Entonces Padilla se integró en las tropas dirigidas por Manuel Piar, el único general afrodescendiente en la época, quien durante la reconquista logró formar en la Guayana el núcleo del ejército de liberación de Venezuela. Cuando Bolívar llegó con la segunda expedición financiada por Haití, no toleró la amenaza que Piar representaba para su poder absoluto y lo hizo juzgar y fusilar en octubre de 1817, oficialmente por conspiración racista. Se sabe que Padilla presenció esta ejecución y que Bolívar, hábilmente, le encargó, en su calidad de pardo, de mantener la disciplina entre las tropas, compuestas casi exclusivamente de pardos, negros, mestizos e indios, quienes consideraban racista la ejecución de Piar. A raíz de esta acción, Bolívar

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Foto aérea instituto Agustín Codazzi 1970.c.

promovió a Padilla a capitán de navío (o coronel). (Rodríguez , 1998: 187-188 y Torrres: 44-45). A lo largo de los tres años siguientes, Padilla actuó de manera decisiva como capitán de buques de guerra, tanto en el Orinoco, el Apure y el Magdalena, como en la costa caribeña. Junto con Montilla, contribuyó a liberar a Riohacha, Santa Marta y Cartagena, sometiendo esta última a un sitio de cinco meses en 1821. Entonces Padilla logró destruir la Armada española en la Noche de San Juan (el 24 de junio) y diseñar una hábil estrategia, gracias a la cual los patriotas pudieron entrar en Cartagena en octubre. El mes siguiente, el gobierno de la Gran Colombia nombró a Padilla comandante general del Tercer Departamento de Marina, que se extendía de Riohacha al Golfo de Mosquitos en Panamá, y lo ascendió a general de brigada o contraalmirante (Torres: 50-79). Padilla llegó a la cumbre de su carrera militar en el Lago de Maracaibo, en 1823, primero, cuando forzó con su flotilla la barra de defensa española que bloqueaba la entrada al lago por el Mar Caribe, y segundo, cuando aseguró la victoria de los

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patriotas—y la independencia de Venezuela—en la batalla naval de Maracaibo del 24 de julio de 1823. A raíz de esta acción, Bolívar lo calificó “el Nelson” colombiano (Torres: 83-136).

Padilla frente a las desilusiones de la república Así, desde 1813, José Padilla había apoyado a Bolívar, y por su triunfo en Maracaibo que, hay que repetirlo, consagró la derrota definitiva de España en la Gran Colombia, él esperaba como reconocimiento político el puesto de intendente del departamento de Magdalena (incluyendo las provincias de Riohacha, Santa Marta y Cartagena). Sin embargo, el gobierno colombiano restableció a Montilla en este puesto y encargó a Padilla la comandancia de la empobrecida Marina del litoral, subordinada a Montilla. Por su triunfo en Maracaibo, a Padilla sólo se le otorgó el ascenso a general (o almirante), el uso de una medalla de oro y la pensión anual de 3.000 pesos. Sin de-

jarse embaucar, en una carta a Santander, Padilla comparaba amargamente los altos cargos que “otros militares” habían obtenido como “premio” por sus servicios con su propia compensación, que describía como “la paga de un mercenario”. En su calidad de oficial, quería “concluir su carrera con honor”, y no con una pensión. (“Padilla a Santander”, 30 de agosto de 1824, en Uribe White: 301303). Estas palabras muestran la inmensa desilusión de Padilla en 1824, su sentimiento de haber sido marginalizado por ser un pardo de origen humilde, y no un aristócrata blanco como Montilla (el cual se había opuesto a Bolívar entre 1813 y 1816). Su enemistad con Montilla, nacida en su encarcelamiento por éste en 1815, ya había renacido en 1822, cuando Montilla, como intendente de Magdalena, sospechaba que los pardos y los patriotas radicales agitaban “el asunto de la raza”. Montilla pedía reiteradamente a Santander que retirara a Padilla de Cartagena, acusándolo de respaldar a “la maldita gente de Santo Domingo”, es decir, a los que se habían exiliado en Haití después de la reconquista en 1815. Además, Montilla se quejaba de que “algunos zambos de Getsemaní” habían comenzado a decir que los soldados pedían “por jefe al coronel [sic] Padilla” (una denigración ya que, en 1821, Padilla había sido ascendido a general de brigada o contraalmirante). (Montilla, 1992, vol. 2: 922-23, 927, 941, 943 y 969). A pesar de estas acusaciones, Padilla era muy popular en la región de Cartagena y a lo largo del río Magdalena, y, en 1822, fue elegido senador de la República. En 1824, la indignación de Padilla creció a medida que la élite cartagenera iba restableciendo las jerarquías socio-raciales, como lo muestran algunos incidentes, entre los cuales se destaca la carta anónima publicada por un “padre de familia” que vilipendiaba al general pardo por cohabitar de manera “inmoral” con Anita Romero, hija del fallecido Pedro Romero. Por este medio se le excluía del grupo de padres de familia respetables que personificaban a los verdaderos ciudadanos con derechos cabales, sin necesidad de mencionar su raza. De manera similar, poco después, un acaudalado comerciante español, quien además había sido deportado por ser realista durante la Primera Independencia (1811-1815), rehusó a Padilla y Anita Romero la entrada a un baile privado en su residencia, bajo el pretexto de que vivían en concubinato, cuando era evidente que tal decisión obedecía a su condición de pardos. En otras palabras, la exclusión

moral de Padilla y su compañera era, en realidad, una exclusión racial disfrazada.

Al respetable público de Cartagena o la igualdad según Padilla Asociando su exclusión a la de los pardos, en general, Padilla empezó a interpretar cada manifestación de desprecio de su persona como un regreso al sistema de castas de la colonia. Y en noviembre de 1824, publicó el incendiario panfleto dirigido Al respetable público de Cartagena que, como lo señalé al principio, tanto alarmó a Bolívar en Lima, en el cual advierte que “la espada que empuñé contra el rey de España, esa espada con que he dado a la patria días de gloria, esa misma espada me sostendrá contra cualquiera que intente abatir a mi clase [parda], y degradar a mi persona”. Padilla comenzaba así: No es ésta la primera tentativa con que mis enemigos, los enemigos de mi clase, han tratado de desconceptuarme delante del gobierno, delante de mis conciudadanos, delante del mundo entero; ya se ve, yo no pertenezco a las antiguas familias, ni traigo mi origen de los Corteses, los Pizarros, ni de los feroces españoles que por sus atrocidades contra los desgraciados indios, su rapiña, su usura y su monopolio amontonaron riquezas con que compraron nuevos abuelos […] Ciudadanos, que sensible es en mi corazón contemplar que los sacrificios que he hecho por mi Patria, y que me han adquirido el alto rango que obtengo, sean el motivo del celo, de la rabia y del negro odio con que me miran esos hombres a quienes Colombia no debe sino traiciones e indiferencia, esos hombres que cada día y desvergonzadamente redoblan sus ataques y minan el santo edificio de la libertad y de la igualdad del pueblo, para levantar sobre sus ruinas el tablado de la ambición, y sustituir a las formas republicanas las de sus antiguos privilegios y la dominación exclusiva de una pequeña y miserable porción de familias sobre la gran mayoría de los pueblos.2

Al respetable público de Cartagena ofrece una comprensión poco frecuente de la visión que tenía Padilla de la igualdad. Como Bolívar lo señaló correctamente a Santander, Padilla deseaba la igualdad absoluta en las esferas pública y privada, entre las cuales no hacía diferencia. Según Padilla, si la República había abolido los privilegios de clase y raza, sólo el servicio a la patria debería importar en la nueva jerarquía social, y a causa de sus notables logros militares, él merecía un rango superior y el correspondiente respeto, independientemente de que fuera un

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pardo de origen humilde. Aun cuando se consideraba superior a sus conciudadanos, él era, a su parecer, no sólo un individuo de méritos republicanos, sino también parte de una categoría socio-racial colonial: la clase parda. Cualquier afrenta hecha a él, constituía una afrenta a todos los pardos y, por extensión, a la república en cuya construcción ellos habían participado más que los blancos de la élite. La noción de igualdad que tenía Padilla iba más allá que la de otros funcionarios afrodescendientes, que vislumbraban que la República extendería la igualdad de derechos y deberes a todos los ciudadanos sin consideración de raza y clase.5 A diferencia de ellos, Padilla desafiaba abiertamente la jerarquía socio-racial heredada del colonialismo español y amenazaba con movilizar a los pardos para conseguir la igualdad concreta. Aunque en todos los casos, un pequeño grupo de blancos poderosos, reacios a renunciar a su pretendida superioridad racial, en una postguerra con escasos recursos y pocas posibilidades de empleo, esgrimía el fantasma de la pardocracia para silenciar a los afrodescendientes prominentes, sólo en el caso de Padilla su discurso les permitió deshacerse de él. Además, la visión de igualdad de Padilla reñía con aquélla de los aristócratas cartageneros que rodeaban a Montilla, que percibían las exigencias de algunos pardos —promociones equivalentes a las de los blancos e igualdad en las relaciones privadas— como manifestaciones de arrogancia y violaciones a la esfera privada. También, al anunciar que usaría su espada para defender la igualdad de derechos y la completa integración de la clase parda en todos los niveles, Padilla planteaba justo el escenario que, desde finales de la década de 1790, las autoridades coloniales y de la Primera Independencia habían predicho que convertirían a la Nueva Granada caribeña en otra Haití. En otras palabras, cuando Padilla comenzó a utilizar la raza para movilizar a la gente, sus detractores pudieron fácilmente enarbolar el espectro de la revolución haitiana y acusarlo de preparar una guerra racial. Al mismo tiempo, en 1824, los ataques de Montilla contra Padilla redoblaron sus intentos de retirarlo del puesto de comandante de la Marina. Padilla publicó entonces una invectiva contra los pardos que durante la colonia buscaban comprar gracias para pasar por blancos y rehusaban pertenecer “a la clase que se llamaba de pardos en tiempos de la tiranía y a la que correspondí, a esta clase se le llamaba ruin, baja, oscura y la que se apellidaba con 5 Para ejemplos, ver Aline Helg (2011: 320-325).

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todos los dicterios ignominiosos” (Torres: 323)6. Detrás del desprecio que reproducen estas palabras se transparentan los sufrimientos de Padilla bajo la discriminación racial colonial, sin embargo, es de apreciar que pese a los repetidos ataques de la aristocracia contra él, su popularidad no disminuía en la región, pues nuevamente fue elegido senador en 1825, con gran perjuicio de Montilla.

Padilla frente al conflicto entre Bolívar y Santander Entre 1826 y 1827, la Gran Colombia entró en una fase de fragmentación y división política, que se puso de manifiesto con las veleidades separatistas de Venezuela y el conflicto entre Bolívar y Santander (y sus respectivos aliados). Esta situación desconcertó a Padilla, quien en 1825 había votado, como todos, por la reelección de Bolívar como presidente, pero había contribuido también a la reelección, más difícil, de Santander como vice-presidente. Si como militar Padilla demostró desde 1813 una fidelidad y obediencia sin falla a Bolívar, como ciudadano se sentía más cercano a las ideas de Santander, a quien escribía con frecuencia. Ahora esta doble lealtad se hacía difícil de mantener. Efectivamente, en 1826, en violación de la Constitución de 1821 que estipulaba su vigencia hasta 1831, Bolívar diseñó una constitución autócrata y semi-monárquica y con la intención de conseguir apoyo para debatirla en una asamblea constituyente mandó a un emisario a Cartagena y otras ciudades. Padilla, junto con Montilla, lo respaldó y contribuyó a la firma, por una parte escogida de la ciudadanía, de un acta a favor del proyecto de reforma constitucional de Bolívar. La actuación de Padilla sorprendió a varios de sus seguidores, entre los cuales figuraban los que Montilla solía llamar “la maldita gente de Santo Domingo” (Manuel Marcelino Núñez, Juan José Nieto, Mauricio Romero y Calixto Noguera). Consciente de la incoherencia de su respaldo al proyecto inconstitucional de Bolívar, Padilla escribió al vicepresidente Santander para justificar su gesto como una medida inevitable para proteger el orden público en Cartagena (Torres: 189) Hasta principios de 1828, Padilla logró mantener su apoyo ambivalente, pero seguía escribiendo a Santander para felicitarle por defender “una libertad garantizada por un sistema popular representativo” (Archivo Santander: 6 Respuesta del almirante Padilla a un panfleto publicado en Caracas por el capitán Renato Beluche, 24 de diciembre de 1824.

vol. 17: 245-246). Sin embargo, cuando en febrero, desde su hacienda de Turbaco, Montilla exigió que todos los oficiales y jefes militares firmaran una “exposición” atribuyendo la miseria del ejército al gobierno civil de Santander y pidiendo amplios poderes para Bolívar, la doble lealtad de Padilla llegó a su punto de ruptura. Como comandante de la Marina, prohibió que los oficiales bajo su mando la firmaran y ofreció defender, otra vez con su espada, a los del ejército que no querían firmar la exposición. Astutamente, Montilla seguía los eventos desde su hacienda y dejaba crecer el conflicto.

La caída de Padilla Según testigos, el 2 de marzo, Padilla reunió a algunos oficiales pardos y les dijo que “estaba a la cabeza del pueblo” para proteger su libertad, porque si “la corona” [es decir, la constitución de Bolívar] iba a “verificarse”, “nos darían una patada” por ser pardos (Torres: 331)7. En los cuatro días siguientes, los incidentes conflictivos se multiplicaron. Desde Turbaco, Montilla asumió facultades extraordinarias para restaurar el orden público, pero contradictoriamente retiró la mayoría de los soldados de Cartagena. Según varias fuentes, el paso dado por Montilla era una trampa para provocar la caída de Padilla: tentó a Padilla para que tomara las riendas, y poder así acusarle de dar un golpe e iniciar una guerra de razas (Torres: 245-351). Trampa de Montilla o no, la evacuación de las tropas provocó la acción de Padilla: el 6 de marzo Padilla movilizó a la Marina y a los pocos soldados que permanecían en la ciudad y los asignó a puestos de guardia. Supuestamente a solicitud del pueblo, se posesionó de la intendencia y el mando militar del departamento, un acto que él sabía que era ilegal, pero que juzgó necesario para asegurar la tranquilidad de la ciudad y hacer “entrar en razón al general sitiador”, como calificaba a Montilla (Corrales, 1889, vol. 2: 371-372).8 Pero no recibió el apoyo masivo que esperaba del pueblo, y el consejo municipal rechazó su autoridad. Tres días después, Padilla huyó a Ocaña, donde se preparaba una convención extraordinaria para debatir el proyecto de constitución autócrata de Bolívar, con el 7 “Proceso por los tumultos de Cartagena levantado por el general Mariano Montilla . . . contra el general Padilla y los oficiales que se negaron a firmar la representación militar contra la convención de Ocaña”, 12 de marzo de 1828. 8 Padilla al Director de la Comisión de la Gran Convención, 12 de marzo de 1828.

fin de obtener el respaldo de los partidarios de Santander. No logró nada concreto y, sin duda, mal aconsejado, regresó a Cartagena, donde Montilla inmediatamente le hizo detener y escoltar para enviarlo a Bogotá a fin de encarcelarlo y juzgarlo. Allí Padilla fue involucrado en la tentativa de asesinato de Bolívar en septiembre de 1828, acusado de conspirar con Santander y sentenciado a muerte con trece acusados más. Al día siguiente, el 2 de octubre, Padilla fue públicamente despojado de sus insignias militares y fusilado. Su cadáver fue colgado de una horca. Al supuesto jefe de la conspiración, Santander, le fue conmutada la pena de muerte por el exilio (Ortega Ricaurte: 1942: 13, 15 y 249).

Análisis del trágico destino de Padilla El destino trágico de Padilla genera preguntas importantes. Una fundamental es ¿por qué Bolívar lo hizo ejecutar, pero dejó con vida a Santander? El mismo Bolívar procuró la respuesta en una carta que escribió poco después: porque Padilla era pardo y en su juicio encarnaba el riesgo de la pardocracia: Ya estoy arrepentido de la muerte de Piar, de Padilla y de los demás que han perecido por la misma causa; en adelante no habrá justicia para castigar al más atroz asesino, porque la vida de Santander es el perdón de las impunidades más escandalosas […]. Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar y Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino en favor de ese infame blanco [Santander], que no tenía los servicios de aquellos famosos servidores de la patria. Esto me desespera, de modo que no se qué hacerme (Bolívar, vol. 2: 505-506).

La comparación que Bolívar hizo entre Piar y Padilla era todavía más relevante sabiendo que tanto en 1817 como en 1828, Bolívar no tomó medidas represivas contra José Antonio Páez, que sí amenazaba su poder absoluto: en el primer caso, lo neutralizó con una promoción militar, en 1828 lo dejó dirigir la secesión de Venezuela. Aun cuando Páez no tenía más educación formal que Padilla, era blanco, y en 1828 se había transformado en un caudillo potente con vastas propiedades de tierras y amplias redes de clientelismo vinculando el campo a las ciudades, los campesinos a las élites, los pardos a los blancos. Ya era demasiado tarde para mandar el ejército con el fin de neutralizarlo o reprimirlo y podría desencadenar una verdadera guerra civil. Así que Bolívar vio en Páez

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más bien un líder fuerte, capaz de impedir en Venezuela los sublevamientos populares y la pardocracia que tanto temía en este periodo de construcción de la nación. Al contrario, Padilla era popular pero había hecho la guerra sobre los ríos y sobre el mar. En sus numerosos años de lucha naval, no había adquirido tierras y riquezas a partir de las cuales construir su propia red clientelista y pesar políticamente más allá de Cartagena et Getsemaní. Aun allí, el fracaso de su breve toma de poder en marzo de 1828 demostró que no tenía suficientes seguidores para lanzar un movimiento popular similar a los que llevaron a la declaración de independencia de Cartagena en 1810-1811. Su detención cuando volvió de Ocaña en abril de 1828 no generó protestas. Cuando su hermana, Magdalena Padilla, pidió a quince políticos y religiosos notables de Cartagena que testificaran que él no había perturbado el orden público en marzo, todos rechazaron su solicitud (AHNC). De igual manera, el volante que ella publicó para refutar “las acusaciones horribles con que se intenta vilipendiar las gloriosas proezas de mi hermano el general de división José Padilla” tampoco consiguió movilizar a los cartageneros (AHNC). Muy probablemente, como en abril de 1828, el pueblo cartagenero no se movilizó para salvar a Padilla. A fines de septiembre del mismo año, Bolívar sabía que si su proceso y ejecución se realizaban en la lejana Bogotá, no se producirían grandes protestas en Cartagena y Getsemaní. Sin embargo ¿por qué, en 1824, como en 1828, Padilla no logró movilizar masivamente a los pardos, a las clases populares de Cartagena y Getsemaní de las cuales se reclamaba parte y con las cuales se identificaba? Las explicaciones son múltiples. Primero, la igualdad que exigía su panfleto Al respetable público de Cartagena concernía sobre todo a la esfera privada de la aristocracia, a la cual muy pocos pardos podían aspirar, pues casi todos conducían su vida privada entre si, en sus propios barrios populares. Por otra parte, las amenazas proferidas por Padilla de volver a empuñar su espada para defender a su clase (de pardos) no eran del gusto de muchos de ellos, porque les volvía a colocar en el sistema de castas socio-raciales de la colonia. También estas intimidaciones fácilmente se podían calificar de racismo anti-blancos y apelación a una guerra de razas que no correspondía a la visión republicana de la posguerra. Una segunda explicación se encuentra en que la situación de crisis económica de la posguerra golpeaba sobre todo a las clases populares y hacía que sus reivindicaciones de igualdad correspondiesen a una concepción

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más tangible que la que Padilla exigía en su panfleto. A los efectos de la crisis, se añadían causas estructurales, en particular los cambios demográficos y socio-económicos resultantes de los diez años de guerra padecidos por la ciudad portuaria y su arrabal desde 1812, en particular, los 106 días del sitio de Cartagena por el general español Pablo Morillo que causaron la muerte de una tercera parte de su población. En realidad, en 1824-1828, la mayoría de los habitantes de Cartagena eran mujeres negras y pardas de las clases populares que luchaban diariamente por su supervivencia y la de sus familias. Para ellas, como para gran parte de los hombres pobres, en 1828, las cuestiones militares y el conflicto entre Bolívar y Santander contaban menos que otros problemas más concretos, como la reintroducción de la alcabala colonial o, para el 10% de los cartageneros, en su mayoría mujeres, que seguían esclavos, la falta de perspectiva de manumisión. Una tercera explicación yace en la falta de claridad y de constancia política del mismo José Padilla. El episodio de su respaldo a la constitución semi-monárquica de Bolivar en 1826 y a la dictadura del Libertador en 1827 le apartó de sus antiguos compañeros demócratas de Los Cayos y comprometió su liderazgo para el futuro. Además, a diferencia de las milicias voluntarias de Lanceros de Getsemaní y de Pardos Patriotas que expulsaron al gobernador español en junio de 1810 e impusieron la declaración de independencia del Estado de Cartagena de Indias a la Junta Suprema el 11 de noviembre de 1811, las nuevas unidades militares republicanas, incluyendo la Marina dirigida por Padilla, se componían de soldados y marinos reclutados a la fuerza. Eran trabajadores, artesanos y, principalmente, campesinos arrancados de varias regiones, que tenían poco en común con sus jefes Montilla o Padilla, y aspiraban, sobre todo, a regresar a sus familias y faenas. Por consiguiente, la mayoría de los marinos y de los escasos soldados que Montilla no retiró de la ciudad no se convirtió en defensora de Padilla cuando asumió el poder en marzo de 1828. Tampoco parece que hubiesen protestado cuando el 2 de octubre llegó a Cartagena la noticia del fusilamiento de José Padilla.

La rehabilitación de Padilla por los liberales en 1831 La ironía de la historia es que menos de dos años y medio después de la ejecución de Padilla, su memoria fue utilizada por los partidarios de Santander contra la dictadura del general venezolano Rafael Urdaneta. Efec-

Cine Padilla Interior. Foto Anónimo 1969.c.Propiedad Fototeca Histórica Cartagena de Indias

tivamente, en febrero de 1831, los pueblos del río Magdalena se sublevaron contra la dominación de Cartagena y las violaciones de la Constitución de 1821 por Urdaneta. Para levantar una “División Liberales del Bajo Magdalena” contra los partidarios del difunto Bolívar, apelaron a vengar el sacrificio de Padilla, sin mencionar que era pardo. En dos meses ganaron todo el Departamento de Magdalena a la causa de Santander, y terminaron por tomar a Cartagena después de otro sitio y forzaron a Montilla a regresar a Venezuela. En mayo de 1831, los liberales habían triunfado en casi toda la Nueva Granada. Francisco de Paula Santander fue llamado de regreso de su exilio en Europa. Se celebraron elecciones, y en octubre se inauguró en Bogotá una convención que aprobó una nueva constitución en muchos aspectos idéntica a la de 1821. Sintomáticamente, uno de los primeros actos de la convención fue rehabilitar la memoria del general José Padilla y de otros que fueron ejecutados luego del intento de asesinato de Bolívar. En Cartagena, la prensa liberal floreció, celebrando la libertad y la restauración de los derechos del pueblo. Una proclama titulada “A los espíritus de Padilla”, firmada por “seiscientos cartageneros”, pedía vengar su sangre y, olvidando el poco respaldo que había recibi-

do en 1828, afirmaba que el pueblo lo “idolatraba”.9 En un desagravio simbólico, Padilla recibió honras fúnebres en la catedral de Cartagena en octubre de 1831. Según un testigo, los trofeos militares y los versos de una sentida elegía provocaban “a la vez el sentimiento y la indignación”. Los objetos e inscripciones del catafalco señalaban a Bolívar como responsable de la muerte de Padilla, “víctima inocente de un tirano”.10 En conclusión, José Padilla fue uno de los actores más decisivos de la independencia de Venezuela y Colombia, no solo por su genio militar naval, sino porque, como pardo, contribuyó a movilizar los miles de hombres no blancos que lucharon por fundar la república. Sin embargo, después de la independencia, Padilla representó un problema para las élites republicanas, porque exigió la igualdad absoluta, en las leyes y en las esferas públicas y privadas, y denunció la permanencia de las jerarquías y las exclusiones socio-raciales coloniales en la nueva nación. En otras palabras, planteó la necesidad de que la independencia no fuese solo una revolución política, sino también socio-económica—una visión que Padilla 9 Correo Semanal, Cartagena, 24 de junio de 1831. Véanse también otras ediciones de Correo Semanal; El Cartagenero Liberal, Cartagena, junio-agosto de 1831; y El Hércules, Cartagena, 1831. 10 Rejistro oficial del Magdalena, Cartagena, 13 de octubre de 1831.

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no supo transformar en un movimiento popular amplio y que chocaba con el temor al poder de la mayoría que alentaba a las élites. En los casi 200 años que siguieron a 1831, el silencio sobre el papel clave de José Padilla en la historia colombiana persistió por la misma razón: como se decía antes y como se sigue repitiendo, “aquí en Colombia no hay racismo”, aun cuando las estadísticas muestran que si alguien nace indígena, negro o pardo, no tiene igualdad de oportunidades que los blancos y los mestizos. Este año, con la celebración del Bicentenario, en las calles de Cartagena y en los medios de comunicación nacionales enfatizan, por primera vez, el papel de Pedro Romero, José Padilla y miles de personas de las clases populares en el nacimiento de la república de Colombia. Es de esperar que este hecho sirva para despertar la conciencia de los actuales habitantes de la región caribeña, que fue la cuna y el campo de batalla de Padilla en la guerra y en la república, en el sentido de que queda mucho por realizar de su sueño de “igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico”.

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D O S S I E R

En el siglo XIX temprano, mientras Cartagena se independizaba, La Habana plantaba Alberto Abello Vives1 1 Este artículo fue leído como ponencia, resultante de los trabajos de investigación del autor en compañía Resumen

del historiador Ernesto Bassi Arévalo, en el Diplomado El Caribe, epicentro de la América Bicentenaria, realizado en la Escuela de Verano de la Universidad Tecnológica de Bolívar en Cartagena de Indias, en junio de 2010.

Cartagena de Indias fue la primera ciudad colombiana en declarar la independencia absoluta de la Corona española, el 11 de noviembre de 1811. Explicar este momento, como lo han hecho los historiadores locales, permite complejizar la comprensión de la independencia en la historia de Colombia. Pero si se quiere entender a Colombia como parte de las dinámicas geohistóricas que caracterizaron el Caribe, los sucesos independentistas en Cartagena hacen parte de esa marcada particularización entre el Caribe colombiano y las Antillas, esa otra orilla del Mar Caribe. Con el propósito de contribuir al análisis comparativo en la historia de las independencias del Caribe, este ensayo explica lo ocurrido en La Habana, principal puerto español en el Caribe, mientras Cartagena se independizaba, lo que permite comprender también las complejidades de esa área de investigación cultural.

Introducción Durante la última década, en el norte de Colombia, ha surgido un proceso acentuado de identificación cultural con el Caribe, entendido éste como esa amplia región supranacional, diferente y diferenciada, entre el norte y el 1 Este artículo fue leído como ponencia, resultante de los trabajos de investigación del autor en compañía del historiador Ernesto Bassi Arévalo, en el Diplomado El Caribe, epicentro de la América Bicentenaria, realizado en la Escuela de Verano de la Universidad Tecnológica de Bolívar en Cartagena de Indias, en junio de 2010.

sur de América, a la que pertenece por su geografía, a la que se encuentra unida por la historia desde los primeros poblamientos antes del mundo hispano y con la que conserva rasgos culturales similares. Esa identificación ha conducido a la propuesta de un cambio de nombre: Costa Atlántica ayer, Caribe colombiano hoy. En ese proceso han jugado papel singular los aportes de investigadores e intelectuales que le dan soporte científico. Se ha salido al encuentro del Caribe y en ese andar ha predominado, como resulta obvio en tan corto tiempo, la búsqueda de acercamientos y similitudes con los caribes continentales e insulares de América. Una corriente de pensamiento llega incluso a sugerir la posibilidad de concebir al Caribe como una gran región culturalmente homogénea, cuando aun es indefinible como unidad y lo predominante es precisamente la gran diversidad en materia cultural. El Caribe está lejos de ser un conjunto de territorios, bañados o no por el mar Caribe, uniformes en el campo de la cultura. Luego del énfasis en la búsqueda de lugares comunes, de puntos de encuentro, es hora de otorgar, especialmente, desde el campo de los estudios, herramientas que permitan tener sobre aquél una mayor y mejor comprensión de ese mundo complejo que es esta región.

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La Independencia y descolonización, tema que adquiere notoriedad a raíz de los bicentenarios de las independencias de la América continental, están invitando a entender, precisamente, al Caribe como una región de múltiples caminos. La diferencia entre las independencias ocurridas en el Caribe hispano insular al finalizar el siglo XIX (Cuba y Puerto Rico) y las ocurridas en los países latinoamericanos con costas sobre el mar Caribe durante la primera mitad de esa centuria (Colombia, por ejemplo, comenzando en 1810), los procesos de descolonización británica de algunas de las Antillas bien entrado el siglo XX, o aun la incorporación de algunas Antillas menores como territorios de ultramar de naciones europeas, constituyen uno de esos rasgos diferenciadores que se dan en la región. El Cuadro 1 muestra la cronología de los dos siglos de independencias que van entre la revolución haitiana y el nuevo estatus político de las Antillas Holandesas en 2009. Esta situación, el gran período sin finalizar de la descolonización, es uno de los factores que afecta los procesos de integración regional y condiciona patrones políticos, comerciales y culturales que distancian los territorios caribeños entre sí. Los procesos han sido disímiles y, como tales, contribuyen a definir muchas de las particularidades de las nuevas naciones independientes. La conmemoración del bicentenario de la independencia de Cartagena de Indias (el 11 de noviembre de 1811 se firmó su Acta de Independencia) es una ocasión singular para ampliar, desde el estudio de las resistencias, emancipaciones, independencias, aboliciones y búsqueda de libertades, que marcaron al Caribe desde la Conquista misma, esa comprensión de un mundo Caribe no homogéneo. Un mundo de raíces múltiples; más rizomático, a la manera de Edouard Glissant. El largo y diverso camino de las independencias, las profundas asimetrías en el tamaño de las naciones, su población y sus economías, los diferentes modelos económicos de explotación agrícola durante el período colonial (algunos fueron islas de plantaciones y otros territorios dedicados a las haciendas), la diversidad cultural (lenguas, religiones, relaciones con las metrópolis) y ambiental hacen del Caribe una región poco homogénea que difícilmente puede ser vista como una unidad. Esa visión de un Caribe menos homogéneo – una visión seguramente menos romántica – ayudará, no sólo a una mejor comprensión de la realidad, sino seguramente a entender los obstáculos a la imaginada integración pan caribeña. En 1994, en Cartagena de Indias, nació la Asociación de Estados del Caribe, pretendida como la

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más avanzada y abarcadora forma de integración regional. Sin embargo, esa compleja situación política derivada de la coexistencia de múltiples estatus políticos (naciones independientes, muchas de ellas independizadas en la segunda mitad del siglo XX; territorios aun británicos; departamentos franceses de ultramar; estados asociados a Estados Unidos) no le ha permitido posicionarse como uno de los organismos de integración más importantes de América. Este ensayo, escrito como preámbulo a la conmemoración del bicentenario de la independencia de Cartagena de Indias, indaga cómo una serie de factores que han sido planteados por los historiadores como posibles causas que motivaron la independencia de la Nueva Granada de la Corona española tuvieron repercusiones distintas –y en vía contraria a la independencia- en otros territorios del Imperio Español. Al estudiar los orígenes de la Independencia, los analistas argumentan a favor de factores externos e internos –políticos, ideológicos y económicos– que sirven como detonantes de las guerras que dieron al traste con la posesión española sobre los territorios americanos. La independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la llegada de las ideas de la Ilustración a América, las reformas borbónicas, la pérdida del “consenso español” y su impacto en el Nuevo Mundo, la invasión francesa de España en 1801 con la toma del trono español por Napoleón y el consecuente vacío de poder al otro lado del Atlántico, así como los conflictos de intereses entre criollos y peninsulares hacen parte de ese conjunto de factores externos con alta incidencia interna, cuyas consecuencias fueron precisamente las guerras por la expulsión de los españoles. Sin embargo, lo que acontece en Cartagena de Indias y en La Habana, planteadas como ciudades “hermanas”, “cercanas” o, al menos, “parecidas”, por ensayistas que salen al reencuentro de la “caribeñidad”, nos muestra cómo se abren dos caminos a partir de las repercusiones diferentes de los mismos factores arriba mencionados. Como lo sugiere el título de este ensayo, mientras Cartagena se independizaba, La Habana plantaba, es decir, desarrollaba las plantaciones azucareras esclavistas y exportadoras, y convertía a Cuba, a partir de ellas, en la gran productora de azúcar del Caribe.

Recolección de caña de azúcar. Grabado de W. Clark, 1823. Foto de I.G.D.A.

La Habana y Cartagena de Indias Estas dos ciudades, además de tener ciertas similitudes en su ingeniería y arquitectura, de haber estado conectadas en la ruta de las embarcaciones que llevaban a España los metales preciosos provenientes del Perú y México y de vivir del situado fiscal, se habían impuesto ante otras ciudades por su importancia estratégica para la Corona. Cartagena eclipsó a Santa Marta al norte y La Habana hizo lo mismo con Santiago al oriente. Pero, además, así como la provincia de Cartagena mostró al despuntar el XIX una superioridad demográfica y económica en el conjunto de provincias del Caribe neogranadino, en La Habana y su entorno regional se concentraba también la actividad económica frente a las otras regiones de la isla. Mientras Cartagena asumía el camino de la independencia, declaraba la guerra a Santa Marta por realista y sufría los rigores de la Reconquista hasta ver la salida de las últimas tropas españolas en 1821, en Cuba se daba la expansión de las plantaciones azucareras a partir de la ocupación británica de La Habana y de la Revolución Haitiana a finales del siglo XVIII. En el XIX, mientras Cartagena vivió la decadencia luego de su independencia,

La Habana vivió su esplendor. Esplendor arquitectónico y urbanístico, riqueza para sus élites esclavistas y negreras a partir de la producción y comercialización de azúcar.

La Plantación Al hacer referencia a la plantación impulsada desde La Habana, se hace desde la visión de un modelo agroexportador particular que se logra en la isla inglesa de Barbados, en la primera mitad del siglo XVII, y se convierte, precisamente, en un modelo de explotación agrario que transforma las técnicas de producción y la productividad anteriores y marca lo que luego en materia de caña de azúcar se hace en el Caribe y Brasil. Se trata de la plantación surgida de la denominada sugar revolution (revolución azucarera), como se ha llamado desde el mundo angloparlante a las transformaciones técnicas, productivas, sociales, comerciales y políticas que ocurren luego de la asistencia que expertos holandeses expulsados del norte brasilero brindaron a propietarios ingleses que ocupaban la isla. Los cambios poblacionales debidos a la importación masiva de esclavizados africanos y el crecimiento gigantesco de la producción y del comercio fueron algunas de sus características. Y ese “modelo”, alcanzado

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inicialmente en Barbados, se irrigó posteriormente a las Antillas británicas y francesas. En general, la plantación es una unidad socioeconómica conformada por una gran extensión de tierra dedicada al monocultivo y exportación de azúcar, que utiliza mano de obra esclava en grandes cantidades, intensiva y confinada, cuyo trabajo es supervisado por hombres blancos para propietarios ausentistas. Su funcionamiento exigía un sistema legal favorable e involucraba la actividad portuaria y el sistema de navegación, todo ello al amparo de las coronas. La plantación, donde se introdujo, generó cambios en la oferta natural de los recursos, al tumbar los bosques originales para utilizar las tierras en el cultivo y usar la madera en las construcciones y como combustible. Con facilidad esta forma de producir caña remplazaba otros cultivos por su alta rentabilidad, muy superior a la de otros productos agrícolas. Si se observa el Esquema No 1, la ruta de los cultivos de caña, que a partir de la revolución azucarera podemos denominar como plantaciones, encontramos que éstas tuvieron un desarrollo tardío en el Caribe español. En

Mapa del Gran Caribe. Fuente: Klak (1998)

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algunas regiones, como la provincia de Cartagena, en el Caribe colombiano, nunca se desarrolló este sistema de explotación agrícola. Son varias las razones que explican la no introducción del sistema de plantaciones en el Caribe hispano. Una de ellas, tal vez la más importante, está asociada a la explotación y tráfico de los metales preciosos, objetivo central de la conquista y colonización españolas. Recordemos que, desde la visión mercantilista de la época en España, predominaron aquellas vertientes metalistas que privilegiaron la búsqueda del oro y la plata. Por ello abandonaron islas que luego fueron ocupadas por naciones enemigas y se adentraron en el continente, saquearon inmensos territorios y poblaciones, incorporaron la esclavitud y crearon el sistema de flotas para el transporte de la riqueza extraída de las minas continentales. Cuando el sistema de transporte contaba con pocas embarcaciones o éstas eran poco frecuentes, el espacio de las embarcaciones se reservaba a aquellos bienes de mayor valor/peso. Predominó la búsqueda de una mayor rentabilidad de los sistemas, lo que descartaba la posibili-

dad de transportar cualquier otro producto (especialmente agrícola) y desestimulaba su explotación o cultivo. Así, el oro fue el principal renglón transportado en el siglo XVI, para luego ser la plata en los dos siglos siguientes. Muy a pesar de las reformas borbónicas y del interés de estimular nuevas exportaciones desde sus colonias, los metales siguieron siendo el principal renglón transportado entre las colonias y la península. Muy poco se logró en materia de diversificación de producción y transporte y si bien la política borbónica fue poco exitosa, en La Habana encontró mayor eco y mayor capacidad de negociación por parte de los hacendados interesados en el negocio de las plantaciones azucareras a partir de los últimos años del siglo XVIII. Mientras que peticiones orientadas a buscar apoyo para promover un nuevo desarrollo agrícola y diversificar la producción realizadas desde las provincias de Cartagena y Santa Marta en el hoy Caribe colombiano fueron desatendidas por la Corona, la élite cubana logró consolidar un grupo de presión importante que obtuvo poco a poco logros en sus reivindicaciones, siendo ellas muy importantes en las primeras décadas del siglo XIX. En el mundo, la guerra entre Gran Bretaña y España y, en la Nueva Granada, el levantamiento de los Comuneros en los Andes Orientales, según Helg (2005) fueron sucesos que “dirigieron la atención de las autoridades coloniales hacia asuntos más urgentes”.. Y fue precisamente la toma de La Habana por los ingleses desde Jamaica en 1762 el principal detonante del interés de los hacendados por romper las barreras impuestas por la Corona y transformar las viejas haciendas en verdaderas plantaciones de alta productividad utilizando mano de obra esclava.

La Independencia de Cartagena Bassi (2007) argumenta que varias razones explican el aumento del deseo de las élites cartageneras, integradas por comerciantes y hacendados, de obtener mayor autonomía de España. Un factor fueron las medidas para la importación de licores. También influyó la promulgación del Reglamento de Libre Comercio (1778), que impidió a los puertos del imperio negociar sin tener que usar a Cartagena y Cádiz, lo que favorecía a Santa Marta. Y, finalmente, obraron la persistencia de la negativa española de comerciar con naciones neutrales en tiempos de paz y el establecimiento del Consulado del Comercio en 1795, que amplió el poder y la influencia de los comerciantes y se convirtió en un foco de las ideas liberales.

Recordemos, entonces, que el 22 de mayo de 1810 fue el punto de partida de la ruta de la independencia de Cartagena, cuando se expulsa al gobernador español y se nombra una Junta de Gobierno, precisamente por esa reivindicación de mayor autonomía y el vacío de poder producido por la invasión francesa de la Península Ibérica. El acta de Independencia, cuando Cartagena declaró su independencia absoluta, se firmó al año siguiente, el 11 de noviembre de 1811, bajo el grito “¡Que viva la libertad. Que muera la Tiranía!”, el año siguiente, el 11 de noviembre de 1811. La radicalización a favor de la independencia estuvo a cargo de esa élite local, vinculada al comercio legal e ilegal, portadora, como se ha dicho, de ideas liberales y democráticas, y de artesanos, mulatos y negros libres. Pedro Romero, artesano oriundo de Matanzas, Cuba, lideró la movilización popular de los Lanceros de Getsemaní, denominada así por el barrio colonial desde donde se inició la marcha, frente al convento de San Francisco, hasta el Palacio de Gobierno, frente a la Catedral. En 1815, Cartagena fue sitiada por la reconquista española al mando de Morillo y sólo hasta el 10 de octubre de 1821 se hicieron finalmente a la mar las embarcaciones con los derrotados españoles.

El camino de La Habana Tres podrían ser las causas que hicieran que La Habana tomara un rumbo diferente, a fines del siglo XVIII y principios del XIX: la ocupación inglesa en 1762, que estimuló la introducción del sistema de plantaciones y la importación de esclavos, como arriba se anotó; la independencia, en 1776, de Estados Unidos que, al no poder comerciar con las colonias británicas, generó una demanda insatisfecha que los habaneros se propusieron cubrir; y la revolución haitiana, con la declaratoria de independencia en 1804, que al transformar totalmente el sistema de plantaciones, cambiar la propiedad de la tierra y la forma de trabajarla y, como resultado de todo, afectar el mercado mundial de azúcar, aceleró el impulso de la economía azucarera y del sistema de plantaciones en Cuba (García, 2004). En efecto, aunque no hay coincidencia en la historiografía sobre los orígenes de la plantación esclavista azucarera en Cuba, bajo la tecnología de la sugar revolution, la literatura historiográfica coincide en que se inició durante la segunda mitad del siglo XVIII, pero es ya el siglo XIX el que permite observar su consolidación. Esta manifestación tardía de la revolución azucarera tuvo lugar

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simultáneamente en Puerto Rico, Trinidad y la Guayana británica (Knight, 1977). Para comprender la introducción del sistema de plantaciones en Cuba es preciso repasar algunos acontecimientos de su siglo XVIII. En 1739, se había creado la Real Compañía de Comercio y establecido el monopolio azucarero. Sin embargo, por esa época, la producción de azúcar era muy pequeña: en 1740 sólo llegaba a escasas 2000 toneladas. El alza de los precios internacionales desde 1755 estimuló el aumento de la producción en la isla, a tal punto de superar ya en 1758 la poca capacidad de transporte de las flotas, lo que ocasionó un enfrentamiento entre el Gobernador y los azucareros con la Real Compañía. Poco más tarde, en 1762, durante los 11 meses de la invasión inglesa, se introducen a La Habana 4000 esclavos. Estos entraron a la isla, en buena medida, para el negocio del azúcar. Asi, la idea de organizar en la isla hispana una sociedad de plantación esclavista logra echar raíces, a la manera de lo ocurrido en la Jamaica a partir de la caída de ésta en manos británicas en 1655. Entre 1760 y 1792, Cuba era el único territorio colonial hispánico que exportaba azúcar. Luego, a partir de 1792, La Habana vive su primer auge azucarero “que envejece repentinamente todas las formas administrativas y jurídicas de la colonia” (Moreno Fraginals, 2001, p. 81). Entran en conflicto las necesidades de la producción con el régimen jurídico colonial: la política imperial había construido las barreras para una fácil expansión del negocio, que chocaban con el estímulo a la producción local y el avance del sistema de plantaciones a raíz de las circunstancias internacionales. La Habana tenía las condiciones para el desarrollo de la plantación: “a. Tierras fértiles, de fácil explotación, situadas cerca a la costa, con fácil acceso a los puertos de embarque; b. bosques que proporcionaban maderas de gran calidad para la construcción de trapiches, carretas e implementos, y para levantar el conjunto de edificios requeridos, aparte de suministrar combustible – leña – durante toda la zafra; c. ganado abundante para alimentar esclavos y tirar del trapiche y las carretas; Instrumentos de trabajo” (Moreno Fraginals, 2001: 41) . Sin embargo, existían serias limitaciones establecidas por la política imperial para la expansión. Entre ellas se contaban: el monopolio del comercio que frenaba las actividades mercantiles con comerciantes de otra nacionalidad, la prohibición del comercio directo de esclavos, el

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uso restringido a las tierras (mercedes, bosques, baldíos, mayorazgos), la restricción al uso de los bosques destinados por la Corona como materia prima para la reparación de la Marina Real en el astillero del puerto, abierto en 1748, y el pago de impuestos y diezmos. España, además de producir azúcar, no poseía un amplio mercado interno del azúcar ni una amplia red de comercialización internacional, no contaba con una gran marina mercante y restringía la existente, como ya se ha anotado, para las necesidades de la Corona. Buena parte de sus capitales se orientaban a la minería, haciéndolos escasos para otras actividades comerciales, especialmente para la financiación del negocio azucarero y el desarrollo de la técnica y la infraestructura. Había un desbalance entre el “impetuoso desarrollo productor de la colonia y la capacidad consumidora y re exportadora metropolitana, que obligó a la sacarocracia –nombre acuñado por Moreno Fraginals– a buscar otros cauces del comercio internacional” (Moreno Fraginals, 2001: 377). Del conflicto entre productores y la Corona surgen a finales del siglo XVIII el Real Consulado (en 1795, con una junta de fomento incorporada), como en Cartagena, y la Sociedad Patriótica, que “se tomaron atribuciones que nunca se dieron en sus congéneres americanos” (Moreno Fraginals, 2001: 89). Hacían parte de estos los hacendados y comerciantes de las provincias de Cartagena y Santa Marta. Los productores propusieron la utilización de los diezmos para el arreglo de caminos y de la infraestructura, y muchos se negaron a pagarlos. Ya en 1804, la Corona aprueba el no pago de este tributo por parte de los nuevos ingenios que se organizaran desde esa fecha y da un trato nuevo a los viejos ingenios: les congela el monto del pago a una cantidad fija sobre la base de la producción del año de expedición de la medida (Moreno Fraginals, 2001: 106). Entre 1789 y 1804 se libera el negocio de esclavos negros y se otorgan permisos para comprar y también para participar en el negocio. Los productores criollos obtuvieron poco a poco importantes conquistas para el negocio azucarero y el desarrollo de las plantaciones. En Cuba el negocio azucarero no fue producto de una política deliberada de la Corona, como ocurría en las colonias de las metrópolis inglesa, francesa y holandesa. “La vida azucarera ha sido edificada – según Moreno Fraginals – por sus propias manos, no la ha importado de España, es un fenómeno insular,

autóctono”. De ahí el papel de la elite habanera con la Corona y la relación con otras naciones Mediterráneo (Chipre, Creta y Sicilia) en el impulso a las plantaciones azucareras; “los Finales de la edad media azucareros –según el mismo autor– son gentes Pre-‘sugar revolution’ atraídas por un centro que tiene su base en InglaPenínsula Ibérica Post-‘sugar revolution’ terra y Francia” (Moreno Fraginals, 2001: 109). (Valencia y Granada) Siglo XV Ya en 1820 se armonizaron los intereses de la Iglesia con los de los hacendados. La Iglesia Islas Madeira Islas Canarias justificó la esclavitud mientras las élites habane1530s y São Tomé 1492 Perú ras de hacendados y comerciantes, vinculadas al 1500-1510 negocio del azúcar, adquirieron riqueza y poder. La Española Brasil Nueva España En este caso, cualquier intento de restricciones al 1790s 1520s comercio hubiese hecho estallar la independen1640s 1640s 1511 1519 1515 cia de la isla. Guadalupe y Cuba Puerto Rico Barbados Jamaica Martinica Los azucareros fueron ganando espacio, ob1660s tuvieron “leyes que aseguraron el disfrute pleno 1660s de la propiedad inmobiliaria liquidando los anti1700-10 1820s St. Kitts, Antigua, guos conceptos de tierras mercedadas”, “borraHaití Montserrat y Nevis 1790s ron los obstáculos a la devastación de montes, y por último consiguieron la expulsión de los veEsquema 1. Cronología del azúcar. Fuente: Abello y Bassi (2006), p 20 gueros que quedaban en las tierras realengas” (Moreno Fraginals, 2011: 84, 107, 112). Los azucareros primero consiguieron libertad para la de Boyacá, en la isla se avanzaba en las conquistas que la expansión de los cultivos en un radio de 30 leguas desde sacarocracia arrebataba, poco a poco, a la Corona. La Habana (1800) y luego conquistaron definitivamenY eso se ve reflejado en el crecimiento de la poblate la propiedad, no sólo del suelo, sino de los bosques ción esclava a partir de la década de los veinte del siglo existentes en ellos, cuya propiedad estaba en manos de XIX. Basándose en los censos de población y vivienda, la Corona (Funes, 2005). Es en 1815 cuando se expide Modesto González establece el tamaño de esta población la Real Cédula que levanta los obstáculos legales para el en 194,145 en 1817, 286,942 en 1827 y 436,495 en 1841. desmonte y el uso del bosque para el negocio azucarero En 1860 Cuba contaba con cerca de 2000 plantaciones, y concede “a los particulares el derecho perpetuo a abatir de las cuales se calcula que la mitad poseía ya máquinas con entera libertad sus árboles” (Moreno Fraginals, 2001: a vapor. 209). De igual forma, el auge del negocio azucarero había La complejidad del Caribe traído consigo, no sólo mayor demanda de madera, sino una expansión de la demanda de tierras para la agricultura Así las cosas, cuando Cartagena de Indias, como par(para la ampliación de los cultivos de caña en las haciente de la América continental, tomó el camino de la indedas, para los nuevos cañaduzales y para el reemplazo de pendencia, quienes asumieron liderazgo en Cuba desde aquellas tierras de baja productividad). La poca claridad La Habana mantuvieron la isla (hasta 1898) “en el seno sobre la posesión de las vegas de tabaco, las haciendas del imperio sin –como lo asegura Piqueras– haber llegacomuneras, los realengos y los terrenos comunales fue do a ser nunca parte real de la nación española y sin haber también una severa restricción a las inversiones requeridisfrutado de un autogobierno efectivo, aunque efímeradas por las plantaciones y la importación de esclavos. Es mente se proclamó lo uno y se le otorgó lo otro”. Según la Real Orden del 16 de julio de 1819, la que da claridad este autor, en 1825, “impotente ante la pasividad de los y tranquilidad sobre la propiedad y dominio particular habaneros frente a las ideas emancipadoras, Félix Varela, de las haciendas en la isla de Cuba (Sanz Rozalén, 2005: precursor del pensamiento independentista, escribió que 257). Cuando en la Nueva Granada se libraba la Batalla en Cuba no había amor a ninguna patria, “más que a las

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cajas de azúcar y a los sacos de café”, ni existía “otra opinión que la mercantil”. Pues ante el dilema de escoger entre la plantación esclavista y la nación, considerándolas con realismo incompatibles, la élite insular colonial y la mayoría de la población optó por los fabulosos beneficios que proporcionaba la primera en la era dorada de los altos precios del dulce, demanda mundial en expansión y mano de obra asegurada aun sirviéndose de medios ilícitos para obtenerla” (Piqueras, 2005). La élite habanera de plantadores, negreros y comerciantes renunció a seguir la tendencia independentista de la América Hispana y prefirió acercarse a la Corona y a las clases poderosas españolas. Esto le permitió a España mantener su posición estratégica en el Caribe, luego de la pérdida de las posiciones continentales, a cambio de protección a sus negocios, ascenso y reconocimiento social, presencia temporal de criollos en la administración insular y complicidad en la trata clandestina de esclavos. La trata de esclavos fue abolida por los británicos en 1807, al despuntar los tiempos de la revolución industrial. Durante mucho tiempo presionaron para que las otras potencias europeas cesaran la introducción de esclavos de contrabando en las Antillas. En 1815, con Francia, y en 1817, con España y Portugal, firmaron tratados prohibiendo la trata. Pero la demanda de Cuba continuó creciendo (Moya Pons, 2008). El caso de Francisco Arango y Parreño ilustra el “matrimonio” entre la “sacarocracia” criolla y la Corona española. Esclavista y promotor de expediciones a África, Arango y Parreño fue uno de los voceros más destacados de los hacendados. Siendo una de las cabezas más visibles de esta élite, fue nombrado por Fernando VII ministro del Consejo de Indias en 1815 y ministro del Consejo de Estado en 1819. Mientras Cartagena padecía la reconquista (entre 1815 y 1821), La Habana entre 1814 y 1820 “selló una suerte de alianza con la metrópoli y el reformismo absolutista”. Mientras Cartagena vio con sus propios ojos el triunfo de una revolución política y militar que sellaba definitivamente la independencia de la Nueva Granada, La Habana presenció una profunda reforma económica que selló a Cuba como la “siempre fiel isla”. (Piqueras, 2005) Pero la historia siguió haciendo sus esfuerzos por juntar a las dos ciudades, que habían estado unidas por las rutas del comercio de los metales. Sus residencias y fortificaciones, más no su economía, las hacían semejantes, al ser construidas bajo las mismas tendencias de ingeniería y

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arquitectura de la época colonial. Pero es la participación de Pedro Romero y de José Fernández de Madrid en los sucesos de su época la que las une a pesar de los caminos distintos recorridos. Acaso, ¿no resulta curioso que, por un lado, un artesano de Matanzas, Pedro Romero, residente del barrio cartagenero de artesanos de Getsemaní, fuera líder destacado de la independencia de Cartagena, y, por el otro, que el joven cartagenero José Fernández de Madrid, fundador del Argos Americano, firmante del Acta de Independencia de Cartagena, y quien fuera miembro, como representante de esta ciudad, del Congreso de la Unión y miembro del triunvirato que gobernó a la Nueva Granada desde 1814, fuera desterrado por Pablo Morillo y su destierro terminara en La Habana donde –según el historiador Eduardo Lemaitre– se le puso en libertad condicional, pudo publicar el Argos Americano y terminara viviendo allí cerca de 10 años? ¿Estuvieron Cartagena y La Habana unidas por estos dos protagonistas de la Historia a pesar de haber tomado rumbos diferentes?

La comprensión del Gran Caribe El estudio comparativo de los casos de Cartagena de Indias y La Habana, en las primeras décadas del siglo XIX, mientras una se independizaba de la Corona Española y sufría luego con dureza la Reconquista y el subsiguiente período de despoblamiento y crisis hasta finales del siglo, y la otra arrebataba paulatinamente medidas a la Corona a favor de las élites de hacendados promotores del sistema de plantación esclavista y azucarera que llevó a la isla a ser gran exportadora de azúcar en el mismo siglo, hace aun más complejo el entendimiento del Gran Caribe. Si bien los procesos de independencia se han surtido a lo largo de dos siglos, con características distintas entre las colonias de las distintas metrópolis, en el caso estudiado, dos ciudades del mismo Caribe Hispano, se encuentran resultados distintos frente a las mismas circunstancias internacionales (reformas borbónicas, independencia de Estados Unidos, Revolución Haitiana). La una toma el camino de la independencia, la otra el camino de las plantaciones que se había abierto con la revolución azucarera de Barbados. Mientras que en el hoy Caribe colombiano no hubo plantaciones de este corte, a partir de La Habana, Cuba se convirtió en una poderosa isla de plantaciones, llegando a ser el primer territorio hispano en incorporar masivamente el sistema.

Cuando, para muchos expertos en el Caribe provenientes de las ciencias sociales, el Caribe es el área geográfica de las grandes plantaciones azucareras y éstas definen su cultura y su sociedad, la situación que salta a la vista en el caso expuesto en este escrito es que el Caribe es un área cultural aun más compleja de lo que se piensa y el Caribe colombiano es un territorio que contribuye a entenderlo más diverso y complejo.

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Anexos Tabla No 1. Fecha independencias en el Gran Caribe Países Antigua & Barbuda Antillas Holandesas Aruba Bahamas Barbados Belice Colombia Costa Rica Cuba Dominica El Salvador Granada Guatemala Guyana Haití Honduras Jamaica México Nicaragua Panamá República Dominicana St. Kitts & Nevis St. Lucia St. Vincent & Grenadines Surinam Trinidad y Tobago Venezuela



Año 1981 1863 1986 1973 1966 1981 1810 1821 1902 1978 1821 1974 1821 1966 1804 1821 1962 1836 1821 1903 1865 1983 1979 1979 1975 1962 1810

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A R T E S

P L Á S T I C A S

Justo Manuel Tribiño Sánchez. La Fotografía en el Sinú y las sabanas de Bolívar. Cristo Hoyos

Justo Tribiño nació en Cartagena en 1879 y allí aprendió el arte de la fotografía con los maestros de la época. Platero, tallador, relojero, dibujante, profesor y fotógrafo, su perfil corresponde al del artista integral y versátil de su época; su personalidad oscilaba entre el científico que se deslumbra por la tecnología, los avances de la humanidad y la curiosidad, sensibilidad, creatividad y el exquisito humor con que se le conoció, propios del artista. Marquesa Tribiño, descendiente próxima, nos termina de complementar su estampa: “de impecable vestir, con camisas siempre encajadas, llevaba sacos y lucía chalecos, bajo de estatura, pero delgado, con cabellos rebeldes y un bastón, el cual manejaba con destreza y elegancia”. Sumada a su larga aventura por las tierras del Sinú hasta establecerse en Montería, la descripción corresponde también al hombre romántico del siglo XIX. En 1953…“Para las generaciones que se levantan, Montería es una ciudad sin historia y sin tradiciones, porque no hubo en el pasado quien se preocupara por dejarles el recuento…y en el presente hay quienes se empeñan en borrar hasta el nombre de los que fueron los mejores artífices de su prosperidad y su grandeza… Ayer no más ese girón de historia monteriana que sí podemos llamar a Don Justo Tribiño, dejó este mundo de miserias y de ingratitudes, acompañado tan solo por un corto número de sus familiares y sus amigos” (Exbrayat, 1996). Qué

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precisión la de Don Jaime Exbrayat para denominar a Justo Tribiño como “girón de historia monteriana” y qué feliz coincidencia, porque nos estamos ocupando precisamente del fotógrafo que hace el registro, el documento fehaciente para que nosotros hoy podamos acercarnos al alma del artista y a través de él al pasado de la ciudad y sus alrededores. “Muchos pueblos del hoy departamento de Córdoba quedaron grabados en su albúmina y a través de esas fotos hemos conocido cómo eran el vestuario y los atuendos que usaron nuestros abuelos. Cómo ha sido el desarrollo arquitectónico y urbanístico de la ciudad de Montería y cómo fue el intenso tráfico fluvial y comercial por el río Sinú” (Martínez Simanca y Serpa Espinosa, 1985). Un análisis minucioso de las tomas de Tribiño, nos obliga a dar respuesta a una serie de aspectos que se deben cotejar con la dinámica, el crecimiento y el destino de la ciudad. En una de las que suponemos sus fotos tempranas, por cuanto las construcciones son de palma en la Antigua Plaza de Montería, debemos preguntarnos por las razones del estilo en la construcción de la ermita con una clara influencia centroeuropea: la culata cortada e inclinada, el balcón debajo del alar, rasgos arquitectónicos que nos recuerdan las casas campesinas de paja de la campiña alemana o de los montes del Tirol. Asimismo las fotos de la Calle del Comercio y de la Avenida 20 de Julio comprueban y justifican la explotación pionera y la industria maderera, un comercio de insumos, materiales y herramientas de construcción para el estilo de casa monteriana asimilado a las construcciones de todo el Caribe isleño. Variadas imágenes sobre medios de

comunicación, la navegación fluvial, los servicios públicos, las condiciones e inconvenientes de las vías terrestres y el desarrollo automotriz. La demanda de textiles apropiados para el clima y las confecciones son visibles y temáticas recurrentes en las fotografías estrictamente documentales, que cumplían con los objetivos de registro de lo real, en el instante preciso, circunscrito a espacio y tiempo elegido por el fotógrafo. Justo Tribiño, también supera esta primera concepción del oficio fotográfico en el ámbito local y es en la auto-fotografía, para la cual se requiere de una reflexión, que supera la técnica y la limitación del mecanismo, al ingeniarse un dispositivo especial para ese momento, al definir una pose, un gesto y una ambientación cuidadosa para proyectarse. En síntesis, asume la actitud experimental moderna que trasciende lo que se concibe tradicionalmente como fotográfico y se incluye como objeto y motivo de representación que, consciente o no, termina produciendo una imagen escenificada y manipulada que en Europa pusieron de moda los pictorialistas en la última mitad del siglo XIX. Este pionero de la fotografía, quien mantuvo funcionando el reloj de la catedral por más de cuarenta años, murió en Montería el 16 de octubre de 1953. Tribiño es la figura apropiada para acercarnos al inicio de la fotografía en el Sinú y a sus seguidores que, además de la presencia temprana y única de la sahagunense Amalia Ordóñez, nos debemos referir también a los logros de otros profesionales y aficionados como Adolfo Portnoy, Efraín Flórez y sus descendientes, Pedro

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Sosa Jattin, Nayib Amín Amín, Rafael Sánchez Cuellar, Amín Jattin Jattin, y muchos más. Pero, sin duda alguna, al lado de Justo Tribiño la figura que se destaca y que merece un capítulo aparte es Doña Amalia R. de Ordóñez. Las incipientes investigaciones la convierten en pionera y sorprendente figura femenina del oficio fotográfico en la región y el país quien, con seis fotografías iluminadas de niños, participó junto a Joaquín Pablo Silgado Montalvo (1866-1955), también artista autodidacta, ebanista, escultor, tallador de imágenes de santos en madera policromadas, artesano y músico, en la Exposición Nacional de Bellas Artes y Música que se realizó en Bogotá, en 1899, para festejar el Primer Centenario de la Independencia, imitando el modelo de estos eventos de moda en las grandes capitales del mundo que trataban de exaltar los logros de sus países en modernidad, artes aplicadas y desarrollo industrial.

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A L E G R Í A

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Para leer el Caribe1 Juan Diego Duque

Óscar Collazos 1 Palabras de Oscar Collazos en el encuentro con estudiantes y docentes, realizado en el Teatro Adolfo Mejía el 12 de abril de 2011, dentro del programa ”LEER EL CARIBE” orientado a fomentar la lectura entre niños y jóvenes escolarizados de la ciudad de Cartagena de Indias, impulsado por el Área Cultural del Banco de la República, el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, la Secretaría de Educación Distrital, la Universidad de Cartagena, el Observatorio del Caribe Colombiano, el Centro de Formación de la Cooperación Española y la Red de Educadores de Español y Literatura del Distrito.

El escritor en la inauguración del programa en el Teatro Adolfo Mejía.

Muchos de ustedes se preguntarán qué hace un escritor nacido en Bahía Solano (Chocó), que pasó gran parte de su infancia en Buenaventura (Valle del Cauca) y que ha vivido más de 20 años fuera de Colombia, qué hace ese escritor en el programa “Leer el Caribe”, un programa en el que han sido elegidos escritores que, además de grandes escritores, fueron o son sus amigos: Germán Espinosa, Roberto Burgos Cantor, Jaime Man1 Palabras de Oscar Collazos en el encuentro con estudiantes y docentes, realizado en el Teatro Adolfo Mejía el 12 de abril de 2011, dentro del programa ”LEER EL CARIBE” orientado a fomentar la lectura entre niños y jóvenes escolarizados de la ciudad de Cartagena de Indias, impulsado por el Área Cultural del Banco de la República, el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, la Secretaría de Educación Distrital, la Universidad de Cartagena, el Observatorio del Caribe Colombiano, el Centro de Formación de la Cooperación Española y la Red de Educadores de Español y Literatura del Distrito.

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rique Ardila y Ramón Illán Bacca, entre otros. Pueden ustedes preguntarse por qué un escritor de cuentos y novelas que transcurren en el litoral Pacífico colombiano es ahora objeto de generosa distinción por parte de las entidades organizadoras de “Leer el Caribe.” Las preguntas, en este sentido, pueden ser muchas y pueden despertar sospechas. Les ayudo amablemente con algunas. Primera: ¿por qué ha sido usted elegido para representar el programa “Leer el Caribe” si hemos leído en Internet que seis de sus novelas (¡seis en total!) están ambientadas en Bogotá y que otra transcurre en Barcelona (España)? Segunda: ¿cómo puede un escritor expresar el alma de una región o una cultura por el solo hecho de haber vivido alrededor de doce años en

una de las ciudades capitales de esa región y esa cultura, como es Cartagena de Indias? ¿Basta vivir unos pocos años en una ciudad, región o país para extraer de su realidad el alma que la distingue en medio de otras ciudades, regiones o países? Cada una de estas preguntas -ustedes deben tener guardadas otras más- tiene que ver con la formación de la identidad personal y cultural de un escritor. Y, por lo general, la identidad de un escritor se empieza a formar en el lugar donde nace y vive. Esa identidad crece en medio de las tradiciones y costumbres que el individuo hereda antes de volverse escritor; se hace con las experiencias y recuerdos de su infancia y los primeros años de su juventud, con los recuerdos y experiencias de sus padres y, así sucesivamente, en una línea de sentido inverso que nos devuelve a los primeros tiempos de la memoria. Esta identidad es en gran medida la herencia que se recibe de la sociedad y su cultura, pero también del ámbito social en que se vive. Algunas veces, lo que llamamos identidad no es uno, sino muchos rostros; no es una rama, sino muchas ramas salidas del tronco de un árbol llamado sociedad. Por último, viene el sello de una época, es decir, del tiempo que vivimos y nos vive y que muchas veces vivimos sin saber que ese tiempo se volverá dentro de poco Historia. Estas son las etapas que marcan como una especie de hierro candente la memoria de un escritor. Lo que

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hereda de los demás y lo que vive por su cuenta en algo llamado experiencia individual. Muchas veces, respondiendo a la necesidad de rebelarse contra la herencia y lo establecido, contra la tradición que han recibido de sus padres, los jóvenes tratan de buscar en lo foráneo, es decir, en lo que viene de fuera, aquello que más les sirve para formar su identidad de individuos. A veces encuentran en esas experiencias algo más vivo que lo que heredaron y vivieron sus mayores: a veces superponen lo que heredaron a lo que recogieron en la experiencia de su época. No habría que preocuparse por ser fiel con la tradición que se ha heredado. El tiempo y las experiencias modifican las costumbres de los individuos y los pueblos; las modifican, pero no borran las señas de identidad. Es como una vieja fotografía, vista después del paso de los años: no somos iguales, pero conservamos algunos de los primeros rasgos. Es natural que un joven rechace, en primer término, aquello que le entregan sus mayores, como es natural la rebeldía que nace y crece en la edad en que, dentro de toda clase de confusiones, los jóvenes quieren parecerse a ellos mismos y no a sus padres y abuelos. La identidad de una persona (y el escritor no es más que una persona que escribe libros) se forma de ambas maneras: recogiendo la herencia natural de la tradición que le transmiten sus mayores, o rebelándose contra todo aquello que se les impone como una obligación. El joven preferiría elegir él mismo lo que desea para su vida y la vida de su grupo, antes de que le impongan lo que debe vivir. Hasta donde puedo recordar, me hice escritor por rebeldía, porque no encontraba respuestas satisfactorias a mis preguntas, porque

Estudiantes de la I.E Antonia Santos, quienes escenificaron los capítulos 9 y 10 de “Rencor”, en compañía de Ana Arnedo y Oscar Collazos.

no me sentía cómodo en la sociedad donde vivía ni la educación que se imponía era una educación que me hiciera sentir libre. Por estas y otras razones, por un impulso extraño, por el temprano amor a las palabras y porque sentía la necesidad de contar con palabras y a través de historias lo que vivía, soñaba, pensaba y sentía, por todo eso me hice escritor. En ningún momento, ni antes ni después, me pregunté si era un escritor del Pacífico o, por extensión, un escritor colombiano. Lo que sucede a una persona que decide volverse escritor es más misterioso que rebelarse contra la tradición de los mayores. Escribo sobre este punto, porque es uno de los que más inquietan a los lectores, sobre todo a los jóvenes. Sin que uno se dé cuenta, tarde o temprano, se empieza a sentir que muchas cosas rechazadas en la pubertad o adolescencia se quedaron grabadas en la memoria. Sin darnos cuenta, aprendemos inconscientemente muchos hábitos y costumbres, un idioma y muchas formas de nombrar objetos, hechos y sentimientos. Aprendemos, sin darnos cuenta, a festejar ciertas fechas, a comer determinada comida, a relacionarnos con los vecinos, a vestir de

determinada manera, a bailar como bailan los de nuestro grupo y, en fin, a vivir en sociedad sin que se diga que somos forasteros o extraños. Estas son algunas de las experiencias que construyen la identidad de una persona y de un grupo, que no es más que la suma de muchas personas. Regreso al comienzo de estas palabras. Trataba de explicarles por qué estoy aquí, aceptando la generosa propuesta de ser el escritor que este año representa al programa “Leer el Caribe”, alguien a quienes ustedes ven como escritor que, en cierto sentido, habla y escribe sobre el Caribe, toma y expresa situaciones y realidades del Caribe colombiano, un escritor cuyos libros, al menos algunos de sus libros, sirven para leer (leer es entender lo que se vive) esta región de un país, parte inseparable de una inmensa región continental e insular compuesta por muchos países. Al aceptar la invitación a este programa dejé sentado que en mi obra literaria, compuesta por más de 25 libros, resultado de 45 años de dedicación a la literatura y al periodismo, había solamente dos (2) cuyos temas habían salido de la realidad del Caribe, una realidad que llevo vivien-

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do, observando y en muchos sentidos estudiando en los últimos doce (12) años de mi vida. Tenía otro argumento para aceptar la invitación: hacía muchos años, cuando ni siquiera conocía Cartagena de Indias, escribí dos relatos cortos ambientados en esta ciudad de formidable origen colonial y turbulenta vida republicana. Los había escrito cuando vivía en otra ciudad del Gran Caribe, La Habana, sin sospechar que algún día vendría a vivir a Cartagena de Indias. Estaba seguro de que acabaría viviendo frente al mar, como si regresara al mar de mi infancia, pero no sabía frente a qué mar. Acabé viviendo frente al mar de Cartagena, más tranquilo que el colérico y alebrestado mar Pacífico. Ustedes deben saber que los libros son también una fuente de conocimiento. A través de los libros se realiza el más fantástico viaje hacia el pasado o hacia el presente que no conocemos. Muchos libros nos hablan del futuro y el futuro acaba pareciéndose a los libros del pasado. Leer es conocer. Cuando escribí esos cuentos (están incluidos en el libro que publicó el IPCC y que seguramente tienen ustedes en sus manos), entre 1970 y 1971, conocía apenas una parte de la historia de esta ciudad. Empezaba a conocer el mapa de los países que conforman el Gran Caribe y algo sabía de las relaciones que los caribeños mantenían entre sí, unas relaciones de desconocimiento mutuo, más que de conocimiento recíproco. Cartagena había tenido tanta importancia en la historia de la América colonial y en el momento de organizar las luchas por la independencia, que no era difícil imaginársela e inventarla gracias a los libros que hablaban de ella. No era una Cartagena vivida, sino una Cartagena imagina-

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da: la de un boxeador enfermo que evoca en un hospital de Manga sus días de esplendor y se lamenta de la ingratitud humana; el monólogo de dos solteronas que viven en un caserón arruinado del centro amurallado y evocan de manera delirante la pasión que ambas sintieron por el extranjero que se escapa con la fortuna que les garantizaba una vejez. Esa fue mi tímida entrada al ámbito de Cartagena de Indias. Quiero llegar a este punto: antes de decidir que viviría en Cartagena, ya conocía Cartagena de Indias. No fue difícil entrar en este territorio. Mucho más difícil, por lo doloroso, fue el descubrimiento de sus problemas actuales y de sus desigualdades sociales, saber que, pese a ser La Ciudad Heroica, protagonista de la primera independencia absoluta del dominio español, plaza fuerte de España en América, Cartagena de Indias mantenía una herencia colonial que había pasado como de contrabando en sus casi dos siglos de república, produciendo heridas sociales que no habían cicatrizado, alimentando prejuicios y conductas excluyentes, visibles en la vida cotidiana de hoy. Cartagena de Indias era, a mis ojos y a los ojos de sus habitantes, una ciudad fragmentada, un territorio marcado por el esplendor de la ciudad colonial restaurada, pero marcado también por una extensa periferia de pobreza y miseria. No decidí escribir conscientemente sobre este mapa de desigualdades. Ahora puedo decir que, lentamente, la realidad de la ciudad fue penetrando mi conciencia de escritor, tocando mi sensibilidad de ciudadano y, por último, imponiéndome la necesidad de escribir sobre lo que veía y vivía. El ejercicio del periodismo me acercaba semanalmente a esa

realidad. Creo haber escrito casi mil artículos de opinión durante once años, siempre desde Cartagena. Y aunque no ha sido Cartagena el tema de esos artículos periodísticos, no hay semana en la que no tenga los ojos puestos en el presente y porvenir de esta ciudad. He vivido en muchas ciudades del mundo, como ustedes saben. En el momento de empezar mi vida en Cartagena de Indias no pensé que debía escribir sobre la ciudad ni imaginé que, poco a poco, sus realidades más dramáticas penetrarían en mi conciencia y en mi sensibilidad. Uno no sabe en qué medida la realidad que vive y las experiencias que goza o sufre, van modificando o añadiendo elementos a su identidad. Creo que la identidad individual es algo que nunca se acaba de hacer. Deja puertas abiertas por donde se cuelan nuevas experiencias y esas nuevas experiencias con como retoques que el tiempo va haciendo a un gran retrato. Hoy no somos iguales a lo que fuimos hace 20 años. Somos apenas casi igualitos, como se dice. Por eso no creo que existan identidades cerradas, porque creo que la vida, de un individuo o de un pueblo, se van modificando de acuerdo con lo que viven. Somos una pared sobre la que se ha pintado y sobre la que se pinta incesantemente. Una capa de nueva pintura no borra, sino que esconde las capas anteriores. Es necesario buscar en esa superficie, arañarla, rascar, reconocer lo que hay detrás, en el fondo o encima. En este sentido, me sentí abierto a la posibilidad de que mi vida en Cartagena modificara algunos rasgos de mi identidad cultural, como, en años anteriores, la habían modificado los 17 años que viví en Barcelona, los dos que permanecí en la Habana,

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donde, creo, descubrí la fascinante complejidad del Caribe. Hoy no puedo olvidar el año largo que viví en Berlín, las experiencias juveniles de orden cultural, literario y político que me vinculan aún hoy al París de 1968. Parte inseparable de mi memoria de escritor son esos diez años de vida en Bogotá, en épocas y circunstancias muy diversas. Estas son las capas de pintura, unas de colores más intensos, otras de matices más tenues, unas más densas, otras apenas delgadas, unas capas de pintura ásperas, seguramente las del dolor y la violencia que se obstina en ser parte de nuestras vidas, esas son las capas de pintura que reconozco en mi identidad de individuo y escritor. Hace 14 años, cuando la Universidad del Valle decidió concederme el título académico de Doctor honoris causa en Literatura, y reconocer que mi obra literaria expresaba aspectos de la cultura de la región que desde el Valle da el salto hacia la cordillera occidental para caer después en la costa del Pacífico de Buenaventura, en esa fecha tuve la impresión de estar dividiendo mi vida y mi obra literaria en dos geografías, la del Chocó y el Valle del Cauca, pero que, en resumen, eran una sola geografía: el Pacifico colombiano. A un año de haber llegado a Cartagena (en 1998), fui invitado por el historiador Alfonso Múnera a participar en uno de los irremplazables eventos del Instituto Internacional de Estudios del Caribe. Le comenté al profesor Múnera que no tenía nada que decir, habida cuenta de que en ese congreso participaban importantes figuras de la Historia y la Cultura del gran Caribe. A manera de pretexto, le planteé que lo único que podía decir era que el Caribe se extendía hacia el océano Pacífico y lle-

Encuentro con los estudiantes en Casa Bolívar.

gaba hasta Guayaquil, el puerto ecuatoriano al sur de Buenaventura. “Haz una ponencia sobre ese tema”, me dijo Múnera. “Es una hipótesis muy buena”, me animó mi amigo Antonio Benítez Rojo, el cubano autor de un libro ya clásico sobre el Caribe: La isla que se repite. Había conocido a Benítez en la Casa de las Américas de Cuba, en 1969 y él había sido uno de los lectores cubanos a los que intrigó la atmósfera de mis primeros cuentos, algunos animados por la música popular del Caribe que se escuchaba y sigue escuchando en Buenaventura. Añadí a mi hipótesis inicial nuevos ingredientes, sin saber que construía una versión de mis raíces culturales. Por las anécdotas de mi abuela materna y tías de Quibdó, había oído hablar desde niño de personajes llegados desde Cartagena a la selva chocoana en busca de la riqueza aurífera y maderera. En efecto, las migraciones de cartageneros y siriolibaneses del Caribe por la ruta del Río Atrato, dejaron huellas perecederas en el Chocó, un departamento que toca las costas de ambos mares. Este hecho añadía un nuevo ingrediente a la complejidad de mis raíces, chocoanas y vallecaucanas.

Sigo sustentando la hipótesis de la intromisión cultural del Caribe en el Pacifico. Los viajes de la cultura son largos y modifican el rostro o los rasgos de otras culturas. La cultura del Caribe, el continental de Colombia y el insular de las antiguas Antillas españolas, francesas, inglesas y holandesas ha penetrado en la cultura del Pacífico. No fue difícil, pero tampoco fue un hecho consciente encontrarme escribiendo obras literarias con arraigo en Cartagena, primero, y después, en razón del tema abordado en otra de mis novelas, en la región de los Montes de María y las sabanas de Sucre y Córdoba. Rencor, la primera de esas novelas, transcurre íntegramente en Cartagena; Señor Sombra, la segunda, tiene como escenario de los acontecimientos que narro la ciudad de Bogotá y el vasto territorio de conflictos y crímenes monstruosos que ha vivido la región Caribe en los últimos 25 años. Ninguno de estos libros, tampoco los cuentos citados con anterioridad, obedecieron a la necesidad de expresar de forma alguna la identidad Caribe; no pretendí añadir nuevas realidades a las ya expresadas por grandes escritores vivos y muertos. A

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los vivos les debo todavía mi amistad. A los ya muertos, mi admiración: aprendí a escribir, si es que he aprendido a escribir, leyendo los cuentos y novelas de Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, José Félix Fuenmayor, Héctor Rojas Herazo y Manuel Zapata Olivella. Mi primer padrino literario fue un barranquillero discreto y generoso: el periodista Germán Vargas Cantillo. Los primeros, estimulantes elogios a mis cuentos los recibí de Cepeda Samudio, Alberto Duque López y el profesor Carlos María, los tres de Barranquilla. La lectura de los novelistas citados fue más estimulante que la lectura de escritores nacidos en el interior de Colombia, no porque no existieran grandes escritores, sino porque prefería elegir aquellos que estaban más cerca de mi sensibilidad. Había en ellos una fuerza, una intensidad, un deseo de salirse de las normas de la literatura andina tradicional, que los volvía ejemplares para los jóvenes de entonces. Me llena de orgullo saber que una pequeña porción de mi obra puede ser leída desde las claves culturales del Caribe colombiano. No soy un escritor del Caribe, es cierto, como tampoco lo soy del Chocó o el Valle del Cauca. Por razones que los críticos explicarían mejor que yo, soy un escritor itinerante, algo así como un ave migratoria que apenas se detiene en su vuelo, pero que se contagia del aire que respira en cada territorio. No sé si la metáfora define mi condición de escritor. Lo único que sé es que, al cabo de doce años, una parte de la geografía cultural del Caribe colombiano es ya un fragmento inseparable de mi vida de escritor. Cartagena, Teatro Adolfo Mejía, abril 11 de 2011

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Textos de medianoche o la ética del buen leer José Luis Garcés González (2011) Textos de medianoche Montería: Ministerio de Cultura - Editorial El Túnel. Guillermo Tedio Este libro, con su título de tejido nocturno, Textos de medianoche, es realmente un diario del insomnio como estado de doble actividad, la de leer y la de escribir, coronada por la fiesta y la dicha de pensar. Conforman los textos aquí reunidos una especie de bitácora o libreta de viaje, de álbum de navegación espiritual, de prontuario ético de la memoria y la inteligencia, un diario de a bordo en que el capitán de barco que es José Luis Garcés González, como los verdaderos timoneles, ha ido anotando

los eventos de la travesía por el “alto y proceloso mar del mundo” de la literatura y la cultura. Este libro tiene ese dejo sabrosón de los antiguos almanaques donde uno iba encontrando desde las sintomatologías y los cambios del tiempo atmosférico hasta el listado onomástico para bautizar a los recién nacidos. Aquí hay de todo, pero en una línea muy definida de botica, de vademécum de artesano que sabe que si no hay lectura, no hay creación, porque en estos tiempos de la comunicación digital, donde impera la rapidez de la liebre cibernética por encima de la tortuga pasitrote, el intelectual, mucho más ahora que antes, debe entender que no se puede dar el lujo o quizás la soberbia de la ignorancia. Todo amoroso recorrido bibliográfico es una especie de encuentro con las distintas vidas y las distintas muertes de personajes y de pensamientos e ideas que deambulan por la pulpa, a veces olorosa a tinta recién estrenada y otras, a papel viejo y enmohecido. Uno con los libros y su lectura, recibe transfusiones de

sangre, pero también, con cada personaje cuyo aliento es apagado por el demiurgo escritor, alcanza un sentido más profundo de la muerte. Así como uno guarda luto por sus difuntos de sangre, igual debería guardarlo cuando ha presenciado la caída de un personaje. Los cadáveres familiares merecen una lágrima, pero seríamos muy duros e insensibles si no lloráramos también por el hueco en el costado que nos deja el deceso del señor Alonso Quijana, después de haber cogido calle como el loco don Quijote. Seres sin corazón seríamos, si no nos conmoviera la locura de Susana San Juan y aún la muerte de Pedro Páramo ejecutada por su hijo bastardo, el arriero Abundio Martínez. Solidario que es uno con los personajes de papel, con los autores vivos y muertos, con los personajes y las ideas, con la aventura del pensamiento, con la inteligencia y la lucidez del razonamiento creador. Está claro que este libro, Textos de medianoche, debe ser un testimonio parcial de la historia intelectual del José Luis nocturno, pero también del diurno, porque ante estos textos gozosos de quien se sabe auténticamente feliz en la lectura y luego en el comentario escrito, uno tiene la sospecha de que como al señor Quijana, a su autor, las noches se le pasan de claro en claro y las días, de turbio en turbio. No es la tumultuosa noche del Cabrera Infante de Tres tristes tigres ni la noche de Walpurgis que convoca al conciliábulo de brujas y demonios en las pinturas de Goya. Es la noche tranquila y calurosa del Caribe, en la que silenciosamente van siendo convocadas las sombras de personajes que nacen, viven, padecen y mueren. Textos de medianoche o de noche entera se fueron haciendo seguramente cuando el cuerpo descansa de las ta-

reas de la vida oficial, pero la mente está más viva que nunca, abierta a la inspiración de la sombra celeste y a la luz que viene del ordenado alfabeto que nos reta en las páginas. “Algo tenía claro desde el principio: no quería sentar cátedra acerca de nada, y todo lo escribiría con un lenguaje accesible. Quería dejar constancia de una lectura, y, quizás, estimular a otros a continuar el acercamiento con los libros o con los textos escritos. Y establecer un testimonio que tuviera algo de juego o de informalidad, y permitiera la sonrisa, el brote de felicidad, el deseo de buscar y abrir el libro que se comenta, o detectar la reseña o el fragmento del pensamiento que se señala”, (11) nos dice Garcés González, lo que nos acerca a la convicción de que el conocimiento nos hace modestos, sin que se trate aquí del falso recato del soberbio y el vanidoso, sino de la humildad del aprendiz de jardinero que prepara la tierra untándose de abono y cortándose con las espinas de sus rosales y el áspero contorno de las macetas. Porque está claro que los libros dejan su impronta y sus estigmas en nosotros, y sus heridas y legados son tan intensos y de tal hondura que después de la lectura de un buen libro ya no somos los mismos. Evoca José Luis su experiencia primicial, cuando aún no sabía leer: “Mi contacto inicial con la letra escrita se dio con unos periódicos viejos que mi madre me dejaba en el cuarto para que me desaburriera mientras ella salía al mercado y yo me quedaba encerrado”, así que “yo esperaba mirando papeles, untándome de unos papeles a los que no les conocía la función o el significado.” (14) Igualmente evoca la imagen de la madre: “Sentada en una mariapalito, en el patio, debajo de un palo de guaná-

bana, que en ocasiones botaba unos gusanos largos y peludos, madre se veía concentrada en la lectura” de un libro que resultó ser la novela Malditas sean las mujeres, de Manuel Ibo Alfaro. (14) Es interesante la imagen de caverna platónica que nos ofrece el autor en relación con el cuarto donde se quedaba, de niño, en espera de la madre: “En ese cuarto largo, de piso de tierra, en donde una pequeña ventana de barrotes situada al lado izquierdo permitía la entrada de una luz opaca, vivíamos con mi abuela y varias sombras.” (14) Informa José Luis que muchos de esos libros cuya experiencia de lectura nos transmite en este texto, fueron comprados en librerías de segunda —o quizás de tercera o de cuarta, anoto yo—, porque en nuestras ciudades muy pocas veces las librerías de viejos ofrecen placenteras sorpresas. De esos libros, que parecen pajarracos desplumados, dice José Luis: “Son libros del amor y del trauma. Y están a la vista del público y expuestos a las agresividades del sol o de la lluvia como viejas rameras montadas en escaparates de poca vida.” (17) Se deduce que no se trata del lector europeo o de un Borges, que halló ya los libros ordenados en los anaqueles de su biblioteca familiar. Como el cubil de cualquier intelectual de nuestro patio, la biblioteca de Garcés González, en un gran porcentaje de su pulpa y su tinta, se fue haciendo a punta de amorosas pobrezas en los empastes, pero de dignas riquezas y plenitudes estéticas y de pensamiento, con libros comprados en librerías donde las ediciones, manoseadas y heridas de muerte por el comején, la polilla y la intemperie, son realmente, como el mismo autor anota, putas abandonadas al olvido. Pero una vez

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que estas “viejas rameras” han caído en manos de José Luis, se convierten en objetos sagrados que alcanzan cierta honorabilidad como Areusas y Elicias con el himen celestinescamente restaurado, para luego darse su dueño el placer de dejarlas sin fondo, porque por algo Barthes habla del erotismo en el placer de la lectura y Ralph Waldo anota que una biblioteca es un harem. Tal vez sea ese placer el que ha llevado a Borges a decir, cuando se comprende un texto, ya esté volcado en un código o en otro: “¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir!”, como ocurre al sacerdote del dios maya Qaholom en el genial cuento “La escritura del Dios”. Como ya se dijo al comienzo, este libro es una bitácora o un almanaque a la antigua, con textos que van desde el informe o el comentario puntual al libro leído hasta una crítica, a través del Conde de la Barrera —un alter ego cinéfilo de José Luis—, a las películas proyectadas en el Festival de Cartagena de Indias, o la descripción de imágenes que han atormentado al autor como la de aquel perro necesitado de comida y de compañía que se quedó mirándolo desde la plaza de Carmen de Bolívar mientras el escritor se alejaba en un vehículo. Este libro es una especie de inauguración de un nuevo género miscelánico que bien podría llamarse “Diario intelectual”, una especie de Vuelta a la noche en ochenta mundos donde están desde las citas que le han quedado ardiendo al autor entre los ojos hasta entrevistas a escritores, como la realizada al narrador cubano Manuel Cofiño, comentarios sobre pintura y reflexiones sobre la amistad como cuando dice que “frente a la incomprensión y caos del mundo, la amistad es un buen puerto donde atracar nuestro velero.” (49).

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El libro empieza dando pequeños golpes de boxeador veterano que sabe tener paciencia en el combate, porque está seguro de su fuerza para ir soltando luego los porrazos contundentes. Y claro, el volumen tiene un hilo conductor, una unidad: el enriquecimiento mental y espiritual con el libro, el arte y la cultura, con la experiencia vuelta imagen que germina, de donde los lectores salimos llenos de manchas y de luces, como el tigre, sin respuestas, ¿para qué?, lúcidamente confundidos, como debe ser en toda verdadera experiencia de pensamiento y con una altura ética y estética que propone siempre una hondura de la existencia. Son interesantes los tipos de discursos o textos que se van agrupando en el volumen. Unas veces son simples transcripciones de subrayados de párrafos —como los hechos en Rayuela—, de citas que movieron los cimientos del autor-lector o que confirmaron sus sospechas y convicciones epistemológicas. Otras, son las imágenes que le crean o provocan las historias o los razonamientos de los libros leídos, pues es de entender que para el creador, la lectura de un libro resulta más inquietante que para el lector común, en la medida en que al tiempo que analiza y comprende, por ejemplo, la historia contada en una novela, está tratando de crear, con su imaginación, desarrollos narrativos que pudieran hacer parte de sus creaciones futuras. Del mismo modo, están los comentarios a novelas, a volúmenes de poesía, a ensayos de ciencias sociales como la filosofía, de autores clásicos y contemporáneos. A veces, apuntes de verdadera pedagogía como este en que José Luis hace suyas las reflexiones de George Steiner sobre Nietzsche, en cuanto a la relación entre el maestro

y el discípulo: “Esa masa amorfa y degradada de alumnos, que no lee, que no pregunta, que no critica, no se merece al maestro que estudia, que piensa, que se capacita para profundizar el conocimiento.” (125) Según José Luis, a través de los libros se conoce personalmente a los autores. Del escritor Singer, Premio Nobel 1978, dice: “Me gustaría explicar cómo conocí a Isaac Bashevis Singer. No cómo lo leí. Cómo lo conocí. Pues la lectura es un proceso de iniciar y volver a empezar. De insistir. De clasificar. Es, quizá, una ceremonia inacabable”. Y nos explica entonces, cómo entró a una librería de Montería y cómo al fondo encontró al escritor polaco: “En ese recorrido me llamó la atención un título, en letra grande y negra, Un amigo de Kafka, y el nombre del autor, en letras rojas, Isaac B. Singer.” (240) Quiero terminar estos apuntes con una cita tomada de esta bitácora de viaje de lecturas: “No hay duda, todo libro tiene su tiempo. Tiempo en nosotros, si lo leemos antes, lo desperdiciamos, o nos hacemos un equivocado juicio de valor sobre él. Tenemos que estar preparados cultural y anímicamente para abordarlo. El libro, como texto, es el mismo. Él espera en la biblioteca o en la mesa. Nosotros somos los que cambiamos. Entonces, al leerlo con las condiciones debidas, el libro se abre, se entrega y le descubrimos su propuesta o su secreto. Conclusión: Tenemos que prepararnos, como si fuéramos a combatir un match de boxeo.” (150) Y finalmente, para Garcés González, la lectura y la escritura serían un doble ejercicio necesario para “Retornar a lo espiritual, a lo intelectual, al pensamiento, a la idea trascendental de regresar a lo ético.” (165)

Libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835 Aline Helg Libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835 Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT 491 pp. Rafael Vergara Aline Helg, profesora suiza y hoy hija adoptiva de Riohacha y Cartagena de Indias, doctorada en Historia en la Universidad de Ginebra, docente en diferentes universidades de Suiza, Estados Unidos y en la Universidad de los Andes en Colombia, es miembra activa de asociaciones de latinoamericanistas y autora de varios libros y múltiples artículos, además de asidua invitada a partici-

par en seminarios y publicaciones colectivas sobre El Caribe y Colombia. La doctora Helg se vinculó al conocimiento del país desde 1979, mientras investigaba para su tesis doctoral, cuando le correspondió vivir los cruentos momentos de la aplicación del Estatuto de Seguridad y la consecuente crisis de derechos humanos, lo que paradójicamente la estimuló al estudio de nuestra historia. Esa presencia temprana en el país y los largos años de investigación la relacionaron vivencialmente con Orlando Fals Borda y Manuel Zapata Olivella, pioneros en la investigación de la historia del Caribe Colombiano y posteriormente con Alfonso Múnera, Aquiles Escalante, Efraín Aldana, Adolfo Meisel, Eduardo Posada Carbó, Dolcey Romero, Gonzalo Sánchez, Jorge Orlando Melo, Margarita Garrido, Fabio Zambrano y Alberto Abello, entre otros. Libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835, traducción del libro editado en inglés por la Universidad de Carolina del Norte, constituye la culminación de su proceso investigativo, pues, como la autora

lo expresa, “no hubiera sido completo su trabajo si no llegaba en español a los colombianos”. El libro, revisado por el historiador colombianista y latinoamericanista David Bushnell, en 491 páginas recorre los 65 años cruciales de la independencia de El Caribe colombiano, sustentando sus novedosas afirmaciones y revelaciones sobre nuestra historia en la investigación de fuentes y manuscritos rastreados en Colombia, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Para este exhaustivo estudio, se consultaron 83 fuentes primarias y 287 secundarias, entre las que se incluyen 22 periódicos de la época, desde “El Argos Americano” (18101811) hasta “Los Riohacheros defensores de la Constitución y las leyes del Estado de la Nueva Granada” (1833). Desde el inicio se deja claro que uno de los propósitos del libro es “visibilizar a los afrodescendientes en el proceso de la colonia y la independencia”, y concluye, en un viaje al presente, afirmando que el blanqueamiento por la vía del mestizaje, concebido en la Constitución de 1886, se frustró por-

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que la del 1991 reconoció la diversidad racial en el territorio, al tiempo que cuestiona la disparidad y profundidad del reconocimiento entre los indígenas y las negritudes, los pardos (ascendencia mezclada), zambos (negros e indígenas) y mulatos (negros y blancos europeos). Tomando partido, la autora valora en el Fracaso de la Nación de Alfonso Múnera un gran aporte a la historiografía, al rescatar el papel protagónico de Pedro Romero, los Lanceros de Getsemaní y los libres de todos los colores, visibilizando el papel de los negros y mulatos en la independencia. Helg, con abundancia de fuentes, en el capítulo IV, profundiza en los hechos que se desarrollaron con la insurrección y la ruptura radical de los lazos con la España despótica, en

los días previos y el 11 de noviembre en Cartagena de Indias. Con rigor y pasión hace justicia al blanqueamiento y minimización de los héroes invisibilizados por sinrazones de raza, investigando con profundidad la vida, obra y sacrificio del general José Padilla y su aporte sustancial a la independencia del Caribe y la liberación de Riohacha, Sabanilla, Soledad, Santa Marta y Cartagena en la noche de San Juan. Su estudio de Padilla nos invita a una relectura de la historia nacional. En seis capítulos : La Frontera, El Campo, Las Ciudades, La Primera Independencia, Igualdad y Libertad Bajo la República, Los Desafíos Pardos y Liberales al Proyecto de Bolívar y Una perspectiva Panamericana, desarrolla su búsqueda acerca de “los

orígenes históricos del silencio que Colombia ha mantenido sobre su dimensión afrocaribeña” y nos plantea, a lo largo del texto, una serie de interrogantes fundamentales como por qué las clases populares no desafiaron colectivamente las élites blancas durante el proceso de independencia, por qué la raza no se convirtió en una categoría organizacional de la región y por qué la costa Caribe se integró a la Colombia Andina sin hacer valor su identidad afrocaribeña, a los cuales va elaborando respuestas persuasivas. Libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835, es un libro necesario para saber quiénes somos y por qué.

José Luis DíazGranados, poeta2 Como todos los hombres, percibe que en él hay alguien que afirma, alguien que niega, y alguien, quizá, que ambos los espía. Alfonso Reyes, Tránsito de Amado Nervo Juan Gustavo Cobo Borda Desde sus primeros poemas, de 1968, ya José Luis Díaz-Granados fusionaba amor y canto, exaltación verbal de la mujer, y juego cómplice en el escenario de la ciudad. 2 Prólogo al libro El laberinto.Antología poética, 1968-2008, de José Luis Díaz-Granados que editará próximanente el Fondo de Cultura Económica.

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José Luis Díaz-Granados,

Pero ya asomaban allí los seres reales que, poco a poco, se transformaban en presencias míticas, como su padre, Emejota, quien ya se trasluce en el rostro del hijo, en sus gestos y lecturas. O la música que emanaba del mar, en el álbum de recortes de

su madre, recobrada en la frialdad del páramo, en el tinto que se congela mientras hilvana sus versos. Buhardilla o cueva para reelaborar en la fantasía todo cuanto lo hirió en desdenes o rechazos, en ardores conver-

tidos en puro hielo. O en asombros infantiles que no se apagan. Porque Díaz-Granados ha edificado, con su escritura, un personaje que es él mismo, pletórico de humor y malicia, pero a la vez un oficiante literario, devoto de Neruda y Sartre, fiel a sus amigos, investigador infatigable de todos los chismes literarios e históricos, cultivador de la tertulia y el diálogo o periodista verbal y escrito de nuestra escena cultural. Así deviene cronista puntilloso de sí mismo. Y autor de muy válidos volúmenes, como aquel llamado El otro Pablo Neruda (2003), donde la anécdota y la semblanza nos deparan una admiración compartible por ese niño poeta, que siempre preside sus noches y sus días. También es palpable en su poesía su arraigo en el solar nativo, Santa Marta y la Costa Caribe, donde la dicha del “paseo vallenato al anochecer”, retrasa la irrupción de la muerte, que llega y “no muere nunca”, en una afirmación animal, ante el regocijo que el mundo y sus criaturas suscitan. Su terca voluntad de afirmar la dicha y la aventura, en contra de un “sol aburrido y sonriente”. Ave nocturna en Bogotá, y persona deslumbrada por el sol y el mar en el trópico, sus horas de burócrata en el DANE se vieron mitigadas por figuras como Luis Vidales, dueño del humor y la travesura profunda que fueron Suenan timbres, pero también muy firme en sus convicciones de izquierda. Igual sucedería en José Luis Díaz-Granados, cercano en el diálogo y en la admiración, que se prolongaba también hacia León de Greiff, otro paradigma de erudición y bohemia, de juego verbal y fascinación por la mujer, en todas sus edades, máscaras y disfraces. A ellos rinde indirecto homenaje en poemas como

“Algarabiónica”, una veta de su poesía que hace honor a su versatilidad en el manejo de todas las formas expresivas. Pero el regocijo celebratorio del idioma o de la comunicación con el otro, maestro o compañero de generación, no soslaya la aguda conciencia de sí mismo, espía de sus gestos, intuición del otro que lo habita o sorpresa compasiva de proyectarse en el transeúnte que se ha hecho viejo al esperar el bus por tantos siglos. De ahí que los dilemas íntimos se proyecten en la pantalla ampliada de los eventos sociales, con su inclinación por una opción política de izquierda, por un compromiso que obligaría a varios años de exilio en Cuba, en protección de su vida amenazada. Solo que tal distancia, agravada aún más con el paso de los años (nació en 1946), lo que hace es dibujar, con mayor nitidez, sus raíces: la Sierra Nevada de Santa Marta, las calles del barrio Palermo y su reconocimiento sobre ese ir y venir perpetuo, entre la exaltación y el ridículo, siempre con la pretensión de apresar una fábula huidiza, una roñosa y sarcástica expresión que lo redima. Allí donde puede formular, por fin, su rechazo a tantas sumisiones y dependencias, torvas y castrantes, a la fatigosa necesidad de la sobrevivencia diaria, reflejada, también, en ese poema sobre los poetas inéditos y menospreciados, que mantienen viva la llama de una vocación delirante. Para lograrlo, en su caso, siempre estará a mano el llamado imperioso de la literatura. Intentar un soneto a fines del siglo XX, releer a James Joyce, resucitar sus viejos y ajados papeles en una “bulla feliz”, en un desafuero creativo, en una rima imprevista o parodiar, en contra de sí mismo, a

José Asunción Silva. Por ello, quizás, Cioran, al cuestionar a Paul Valery, afirmó: “La poesía es inacabamiento, explosión, presentimiento, catástrofe”. Así comprendemos mejor su incursión en la novela, en torno a la prostitución goyesca de la calle 13 en Bogotá, porque el poeta que no encuentra ya sus fantasmas “ni veo mi geografía”, obtiene el destierro, el verdadero sentido de su errancia: todos sus errores y emociones, todos sus hallazgos y fracasos no son más que la patria en que ha habitado: el vasto universo de la literatura. El afán inconcluso de rehacer un mundo en fragmentos, en desflecadas ilusiones, cada vez más inciertas, halla sustento en el rigor eufórico del lenguaje. Por ello su poesía se nutre, a la vez, de la fatiga y el entusiasmo, para rehacer, sobre tan innumerables ruinas y cadáveres, el nombre que designe el naufragio. Sólo que sus dotes de observador memorioso, que todo lo registra, le permite logrados retratos, como sus visiones adolescentes de un ídolo poético como Jorge Gaitán Durán, o el mantener encendidos los fuegos (y juegos) felices de la infancia, que han dado pie a tantos libros para niños, exuberantes de adivinanzas, trabalenguas y armónicos disparates. Por ello es justo que celebremos esta afinada auto-antología de sus poemas, entre 1968 y 2008, porque en ella lo que prima es la plenitud gozosa en que “desnudos / morimos como ángeles”. Mujer y canto para acompañarnos a vivir el laberinto.

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David Sanchez Juliao (19412011) Juan Gustavo Cobo Borda “Todo el mundo lo llamó a uno el turco, ¡y yo no soy turco”. Soy de Zahle, Líbano”: así nos presenta David Sánchez Juliao, nacido en Lorica, en 1945 y fallecido en el 2011, a su personaje Abraham al Humor, quien vive, por cierto, en Lorica, “ciudad antigua y señorial, a orillas del río Sinú y sobre la Costa del Caribe”, donde administra su almacén El Barata (que descubriremos luego no se trata de precios reducidos, sino del nombre El Pirata) donde vende telas de la mejor marca, artículos para el hogar y zapatos importados por la Aduana o por Panamá. Al poner en práctica su literatura-casete, Sánchez Juliao se involucra como atento oyente de Don Abraham, con las graciosas inflexiones y erratas de quien pierde su idioma nativo y no asimila del todo la lengua de su nuevo destino. Pero el impertérrito regenta su tienda, hace propaganda radial, grabada por él mismo, a través de Radio Progreso de Córdoba y, en forma democrática, atiende igual “al indio flojo, al negro bícaro o al blanco contrabandista”, renegando de paso de la indolencia tropical de sus nuevos compatriotas y de las bromas, desaires y chismografía que, en torno suyo, tienden los ociosos

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del lugar. Pero él tiene el orgullo satisfecho de su raza, trabajadora y con plata. Estos apellidos, Abdallah, Jattin, Char, Gossaín, Manzur, Morad, Amin, Saleme, Turbay, Ayala, lo respaldan, y el viejo caserón de madera, al “frente de la esquina norte del Mercado Municipal, diagonal al edificio de Chéquere Fayad”, es punto de encuentro de todos los habitantes, quizás no siempre compradores, pero sí habituales que propagan bulos, rumores o maledicencias, sea de pie o en taburete, como corresponde a la índole de estas gentes que conoce a fondo, pues desde 1930 las ha acompañado a punta de popelina, opal, zaraza, etamina, tafetán, percal, otomana, dril armada, organdí, coleta margarita, tela gloria y galletica everley. En el treinta, llega él y el carro; en 1940, el teléfono; en 1950, la televisión; en 1960, la emisora; en 1970 llega el hombre a la luna y, ahora, en 1980, el hijo mayor, Farid, se va a graduar de Veterania (que traducido, más tarde, comprendemos que es Veterinaria). El cuento se sustenta en la gracia verbal, en el carácter de víctima perpetua de don Abraham, hasta el punto de que un grupo de parroquianos ha decidido alquilar una oficina en la plaza del pueblo, para no hacer nada, sino reírse de él, y su comadre Josefina Horóscopo, de Chibolo, Magdalena, al verlos, les gritó: “Se van a herniar, carajo, de tanto trabajar” (p. 399), por lo cual la oficina terminaría, indefectiblemente, por llamarse La Hernia.

Rescate, entonces de figuras de entraña popular, el texto forma parte de esa década creativa en que Sánchez Juliao, de 1973 a 1983, produjo El Pachanga, El Flecha, Historias de raca mandaca y Nadie es profeta en Lorica, donde la voz del autor, sus picarescas inflexiones y su comprensiva empatía con el carácter popular, hacían que este comunicador y sociólogo, intentara darle un sentido político a ese recate de tradiciones y mestizaje, a lo cual no era ajeno, de ningún modo, el trabajo de Orlando Fals Borda, en lo que luego sería La historia doble de la costa, y a la agitación proselitista en torno al secular problema de la tierra, en medio de los grandes latifundios de la costa, y las asociaciones de usuarios campesinos. Pero lo que cuenta, en este caso, es el humor como arma y la fórmula mágica para salir del atraso: “poner un impuesto a la flojera” utilizando como lema el escudo del Líbano, con su divisa: “Orden y ahorro”. Sin olvidar que en 1957, por ejemplo, las Actas del Consejo Municipal de Lorica estaban escritas en árabe: todos sus miembros pertenecían a tal comunidad. La voz de David Sánchez Juliao, al narrar en casette estas historias, mantuvo así vivos el tejido de la cultura popular y la conciencia de las gentes sobre sus orígenes, trabajos y porvenir. Los narradores orales iniciaron los relatos que dan sentido al mundo y los narradores orales continúan manteniéndolos vigentes.

El tigre en el imaginario del Caribe colombiano Libardo Barros Escorcia Las huellas orales del tigre. La oralidad, fuerza viva incontenible para sobreponer la adversidad Barranquilla: La Torre de Montaigne. 120 pp. Jesús Guanche La cultura de tradición oral es uno de los grandes tesoros vivos con que cuenta la humanidad; sus manifestaciones forman parte de ese rico patrimonio cultural asumido, heredado y transmitido más allá del tiempo en que se efectúan los hechos históricos y perviven de múltiples maneras, especialmente en el modo de decir de sus transmisores.

Este libro de Libardo Barros Escorcia ahonda en la experiencia cultural de cinco pueblos del Caribe colombiano (Altos del Rosario, Soplaviento, Sincé, Río de Oro y Campana Nuevo) y constituye una seria contribución al estudio sobre la cultura de tradición oral relacionada con el imaginario y la identidad de grupos humanos que han vivido en condiciones extremadamente difíciles en la Colombia actual. La obra alcanza singular actualidad social en momentos en que organismos internacionales como la UNESCO han logrado el reconocimiento mundial de estas expresiones culturales y su proclamación como patrimonio de la humanidad, así como el reconocimiento mediante la Declaración Universal y la Convención sobre la Diversidad Cultural. En este sentido, el Carnaval de Barranquilla, donde el tigre americano o jaguar hace gala de su presencia múltiple en imágenes, cantos y demás expresiones como reflejo de la oralidad, fue declarado el 7 de noviembre de 2003 Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. El autor se plantea como cuestión de base un problema clave para resolver: ¿cuáles son las significaciones relacionadas con el tigre que tienen los actuales habitantes de cinco pueblos del Caribe colombiano como componentes de la tradición oral de su imaginario colectivo? El profesor Barros Escorcia considera este proceso de inclusión imaginaria un signo de resistencia ante múltiples

actos de violencia física y moral del paramilitarismo y otros grupos armados en la zona. Para el análisis de este fenómeno se propone estudiar el contexto sociopolítico actual de los habitantes de estos cinco pueblos; identificar los géneros de la tradición oral más recurrentes en la significación de las imágenes orales del tigre; caracterizar esas imágenes orales con las que los habitantes de los pueblos seleccionados relacionan al jaguar; así como especificar los espacios y los momentos en los cuales se manifiestan dichas imágenes del tigre como parte del patrimonio cultural vivo en estas cinco regiones. Como marco referencial operatorio, Barros Escorcia pone en evidencia que la actual situación política de violencia en el Caribe colombiano ha afectado el desarrollo socioeconómico de esta región, pero afirma que sus habitantes han encontrado respuestas creativas para resistir las dificultades de su supervivencia. Los géneros de la tradición oral presentes en el imaginario cotidiano sirven como catalizadores de los procesos de preservación de la identidad cultural. El jaguar ha facilitado la creación de imágenes orales que revelan la realidad actual de cada pueblo y lo que desean construir para el futuro. En las cinco comunidades se han creado espacios culturales en los cuales el jaguar aparece como protagonista principal en celebraciones o fiestas populares que han trascendido el contexto local y se proyectan

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en una celebración regional tan reconocida a nivel mundial como es el Carnaval de Barranquilla. La estructura de contenido de la obra está constituida por cuatro capítulos relacionados entre si: el primero aborda el papel de El imaginario de la oralidad, donde se hace énfasis en la importancia de la antropología cultural en el contexto de las ciencias sociales y su aporte metodológico para comprender e interpretar, fuera del paradigma etnocéntrico, las particularidades de la historia oral y el imaginario que, a través de ella, han elaborado los pueblos. Luego, se especifica el funcionamiento de estos principios en el Caribe colombiano, con énfasis en la génesis del conflicto armado en Colombia (que nace de las disputas por la tenencia de tierras) y se analiza el impacto que esto ha generado en las frágiles culturas locales. En el segundo capítulo se estudia la problemática de Los animales antropomofizados, donde Barros Escorcia hace referencia a los bestiarios y el origen de los relatos sobre animales; la presencia del jaguar en crónicas y relatos; la narración de cuentos, coplas y teatro sobre el tigre; las diversas paradojas en relación con las imágenes orales de este animal, y las proporciones del tigre en el imaginario colectivo. Esta perspectiva aporta nuevas aristas de análisis sobre el tema de la oralidad y la manera en la cual la creación de bestiarios fue un elemento fundamental para sistematizar y comprender la relación entre los animales y los seres humanos. El tercer capítulo aborda el tema de El tigre en el imaginario colectivo, una cuestión clave dedicada a los alcances y posibilidades del símbolo en la oralidad construida en torno a la figura del jaguar, con referencias a la con-

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notación que tuvo esta para las culturas prehispánicas en América Latina e indoafrolatinas. Con ello, el autor se propone ir más allá de otros estudios sobre el tema de la oralidad y el imaginario. Para lograr su objetivo emplea ejemplos de las voces y testimonios de los creadores populares, resultado de un amplio trabajo de campo en condiciones personales de alto riesgo. El cuarto capítulo está dedicado especialmente a presentar Las imágenes orales del tigre en el Caribe colombiano, lo que permite caracterizar y diferenciar los cuentos que se narran en Altos del Rosario, los contextos y las formas de narrarlos, así como sus estructuras y los tropos de la «oralitura»3 alteña respecto de los cuentos de pescadores en relación con la caza del tigre en Soplaviento. Tales consideraciones hacen posible diferenciar esta tradición de la oralidad que sirve de base a la danza de la muerte del tigre en Río de Oro y su escenificación callejera y, en cierta medida, la acercan al escenario para la matanza del tigre en Sincé. 3 Nina de Friedemann (2002), «Las dos orillas del río». Revista Oralidad, nº 11. La Habana: Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe-UNESCO: 31-39.

Estas expresiones de la oralidad donde el tigre ya ha desaparecido del paisaje local subrayan su diferencia respecto de los cuentos de las comunidades wiwas y wayúus en Campana Nuevo, Dibulla, donde el tigre es parte del entorno natural/cultural y, por lo tanto, de la propia identidad indígena. Todo lo anterior es el núcleo duro de la tradición oral que nutre las escenas del tigre en el Carnaval de Barranquilla, es la fuente del imaginario que luego se proyecta en la modernidad ya internacionalizada. Se subraya que la «domesticación festiva» del tigre a través de los géneros de la oralidad tiene un hondo sentido psicológico en el imaginario popular del Caribe colombiano, vinculado a las azarosas vivencias que constituyen su realidad social. En ello radica la importancia y novedad de esta investigación antropológica, con diversas posibilidades de trascender a otros campos del saber: como conocimiento sistematizado, con fines docentes y como base para proyectos fílmicos, especialmente en el ámbito de la antropología visual. En el conjunto de reflexiones conclusivas se sintetizan las cuestiones fundamentales desarrolladas a lo largo de la investigación. Lo anterior hace posible proponer otras ideas destinadas a la realización de documentales cinematográficos sobre las imágenes del tigre en varios pueblos del Caribe colombiano, que tiendan a proteger y preservar este tipo de patrimonio sumamente frágil y cambiante; elaborar una antología sobre el bestiario musical del Caribe colombiano; crear una antología sobre cuentos, teatro, danza, música, artesanía y otras expresiones de la tradición popular en las que el tigre aparezca como personaje principal; relacionar estos resultados con pro-

yectos de ONGs vinculadas con el medio ambiente, especialmente en el contexto de las comunidades indígenas donde el tigre aún tiene espacios de protección, y dar a conocerlos a través de programas de enseñanza en el Caribe colombiano que preserven la historia oral. Los testimonios sobre el tigre en el Caribe colombiano o, como decía Nina de Friedemann, los «tutores de campo» pueden llegar a convertirse, según se ha previsto por la UNESCO, en verdaderos «tesoros humanos vivos» si son portadores conscientes de esa tradición oral y logran transmitírselas a las nuevas generaciones por diferentes vías. En este sentido, este ensayo antropológico puede y debe convertirse en facilitador de la detección de personas y grupos significativos del Caribe colombiano; es decir, personas y grupos que posean los conocimien-

tos, habilidades y técnicas necesarias para crear, producir y transmitir determinados elementos del Patrimonio Cultural Vivo. Estos deben ser seleccionados por dichas comunidades y reconocidos por el Estado como testimonios de sus tradiciones culturales y del talento creativo de tales comunidades y grupos presentes en su territorio. Esta es otra de las potencialidades del trabajo que ahora se presenta. Al mismo tiempo, conozco el trabajo que se realiza en Colombia, tanto en relación con el acervo cultural construido o edificado como con el patrimonio vivo, también denominado en otros contextos lingüísticos y filosóficos como «patrimonio cultural inmaterial» o «patrimonio cultural intangible», y lo sé por conversaciones sostenidas durante el VII y VIII Encuentro para la Promoción y Difusión del Patrimonio Inmaterial

de Países Iberoamericanos, efectuados en siete ciudades de Venezuela (2006) y en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia (2007), respectivamente, cuya directora general es la profesora colombiana Isadora de Norden, quien ha expresado un marcado interés en proteger y promover estas manifestaciones culturales. La oralidad y su transmisión es una manifestación viva de la fuerza de la diversidad cultural, de la incontenible creatividad de nuestros pueblos para sobreponerse a las más difíciles condiciones. Estas cinco comunidades del Caribe colombiano no han dejado morir al tigre, aunque éste ya no forme parte del paisaje. Por esa fuerza aún la tambora resuena para alzar la voz y repetir: «Yo vide el tigre».

Irrupción de la pasión en una vida rutinaria

siempre como un suceso. Así es con Memoria de mis putas tristes y su millón de ejemplares, tanto que una peripecia, insólita, aunque “macondiana” (la venta de una edición pirata en Colombia), precipitó la salida del libro autorizado (el 21 de octubre del 2004, aniversario de la atribución del premio Nobel, en lugar del 27 de octubre, como estaba previsto) e incluso incitó al autor a retocar el último capítulo —en donde se cree descubrir una sutura incierta (p. 98). Esta novela permanece en la línea temática que ha dominado la obra y se puede decir incluso que la depura —a su manera, nueva y única; pero, ¿no es lo que se hubiera podido decir cada vez desde que El Co-

Gabriel García Márquez (2004) Memoria de mis putas tristes Madrid: Mondadori 109 pp. Jacques Gilard Desde Crónica de una muerte anunciada, la aparición de una nueva novela de García Márquez se orquesta

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ronel no tiene quien le escriba sucedió a La Hojarasca? El hecho es que se encuentra aquí la misma interrogación sobre el tiempo, la vida o la muerte, con el catalizador —cada vez más activo con el paso de los años— del tema del amor. El tiempo, la vida y la muerte, como desde los comienzos con un umbral de intensificación que puede ser El otoño del patriarca o, más seguramente, Crónica de una muerte anunciada. Otro catalizador es el tema correlativo de la vejez, muy fuerte en la presente novela (habla de los amores de un nonagenario), aparecido con El otoño del patriarca, resaltado en El amor en los tiempos del cólera y dramatizado en El general en su laberinto (que era también un adiós a la temática del poder). En Memoria de mis putas tristes la vejez se junta con el amor loco y marca una continuidad —que acentúan diversos elementos de la anécdota— con Del amor y otros demonios. García Márquez no termina de coronar una obra que parecía haber encontrado, con cada una de sus novelas precedentes, su culminación. Con una insistencia notable en un “hoy” que dice simplemente que hay escritura y vida (“hoy”, en las páginas 10, 15, 28, 36, 62, etc.), el protagonista de Memorias de mis putas tristes parece enviar a los muertos conscientes, ya sean narradores, ya sea focalizando la narración, noticias inaugurales: seguimos el relato y el pensamiento, si no de un muerto, al menos de un hombre que podría o debería estar muerto, puesto que vive y escribe, “hoy”, después de haber pasado su cumpleaños noventa y uno. Tiene cierta familiaridad con la idea de la muerte, pero no con la de la vejez —superflua o parasitaria ahí donde se trata de vida y de muerte—, y puede, pues, entregarse a las ansias y a las alegrías del cambio, a pesar de

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que entró desde hace largo tiempo en la etapa que niega toda novedad. La novedad para él es el descubrimiento del amor, a pesar de que se contentó hasta entonces con la frecuentación de prostitutas. El personaje estima que comenzó a los 90 años “una nueva vida” (10), puede evocar con conmiseración su “vida anterior” (65), abre su corazón “a las delicias del azar” (66), para proclamar en la última página que es al fin “la vida real” (109). Esta última afirmación es para oponerla a lo que él veía en el pasado como mi “vida real” (sus visitas a los prostíbulos, (19), y para relacionar con su aceptación de la idea, formulada al comienzo de la aventura por la proxeneta que es su cómplice, que “el bolero es la vida” (28). El bolero, fondo sonoro recurrente de toda la historia, es la expresión más perfecta de los viejos mitos de amor del siglo XX y, ¿por qué no? si le creemos a García Márquez, en el XXI. Como en Del amor y otros demonios y en algunos relatos anteriores, el amor-pasión está ahí para conjurar la muerte y postular la perennidad de la vida. El protagonista, viviendo en un aplazamiento prolongado, es aquí, como raramente en García Márquez, narrador autodiegético e inclusive escritor —un escritor particular que no se reconoce ningún don para narrar y se asume como el plumífero rutinario que ha sido a lo largo de una interminable vida en un diario local (12). Así se toma distancia con la literatura, que estará constantemente presente de manera subrepticia, y se plantea entonces la pregunta acerca de la naturaleza de este relato. Para el escritor se trata de producir “un registro” (16) “una relación” (17); en suma una memoria, lo que remite al título. Pero la pasión amorosa desvía

al escritor del título y de lo que era un viejo proyecto —quería recapitular sus relaciones tarifadas, y esta recapitulación se titularía “Memorias de mis putas tristes” (18). No traiciona completamente ese proyecto, puesto que su pasión de nonagenario recurre a la mediación de una vieja y sabia madame (a la cual el anciano le reclama una adolescente virgen para sus 90 años), más bien lo rebasa porque la sórdida relación del comienzo se transforma en pasión, la memoria se convierte en historia y novela de amor. Incluso antes de que el viejo proyecto sea evocado, se trata de “esta memoria de mi grande amor” (12) y, hacia el final del relato de “la determinación que me hacía falta para no solo escribir esta memoria, sino para empezarla sin pudores con el amor de Delgadina” (93). De hecho, el relato no vas más allá de esta historia de aceptación alegre de la vida y del amor. Del inventario proyectado no se conoce sino el comienzo (bastante tardíamente, (104106) y esta Memoria… es a la vez una memoria truncada y una memoria total; las frecuentaciones de antaño son olvidadas en beneficio de la sola pasión crepuscular. La realidad de esta pasión es incierta puesto que permanece confinada a la subjetividad del protagonista. La adolescente objeto de su amor es un personaje inalcanzable, al límite de lo imaginario. No se conoce su vida, sino a través de la dudosa palabra de la vieja alcahueta y el protagonista no la ve, sino dormida. Aunque parece una adolescente, su virginidad no es verificada puesto que el cliente-pretendiente, enamorado contemplativo, no pasa nunca al acto. El erotismo permanece, además, en el terreno de las palabras y en la literatura puesto que el nombre

que el anciano atribuye a su amada es prestado del romance de Delgadina, dramática historia de un incesto no consumado que, en García Márquez, deja de ser un incesto y termina en una especie de beatitud: la bien amada atraviesa todo el libro, noche tras noche, profundamente dormida y no se la oye hablar, sino la única vez que sueña en voz alta. Quizás incluso no se trata de la misma persona, pues uno puede preguntarse si el protagonista sería lo suficientemente lúcido como para darse cuenta de una sustitución siempre posible. Es lo que insinúa una escena de reencuentro, pero es cierto (y la proxeneta sabe servirse del argumento) que la adolescencia es precisamente la edad en la que los cuerpos se transforman. En eso que no es sino un pequeño “clandé” (fr. col., ‘clandestino’) tropical, el nonagenario no vive menos su pasión. El lugar es tan inapropiado y los amores tan castos, mutatis mutandis (y, sobre todo, menor la sensualidad), que en Del amor y otros demonios. Todo sucede en el espíritu del nonagenario que se desvía poco a poco hacia el amor loco (“estaba muriéndome de amor. Pero también me di cuenta de que era válida la verdad contraria: no habría cambiado por nada del mundo las delicias de mi pesadumbre”, (83), no sin saborear —como Delaura y Sierva María en Del amor… — “aquel género de vida doméstica” (76). Finalmente, le basta oír decir, por su Celestina tropical, que la bella dormida “está lela de amor por ti” (109) para dar crédito a ese dudoso propósito e instalarse definitivamente en su amor y en el mundo. Fiel a su temática fundamental, García Márquez nos entrega, pues, con Memorias de mis putas tristes, un desarrollo inesperado, patético y ple-

Jacques Gilard. Archivo Teresa Cepeda

namente dominado. Las reticencias que expresan las primeras críticas de la prensa española, sobre todo, acerca de la temporalidad, llevan a destacar la habilidad de la construcción de este libro corto (100 páginas con una tipografía muy aireada). Expidamos primero la cuestión de la cronología: solo la ignorancia de la historia colombiana (manejada por García Márquez con discreción y tino) puede conducir a pensar que el protagonista tiene menos de noventa años. El libro está dividido en 5 capítulos que cubren, en cuanto a la historia principal, un año y un día: de un 28 de agosto al 29 de agosto del año siguiente. El primer capítulo cuenta los dos primeros días de lo que no es todavía una historia de amor, enriqueciéndose y alargándose con un buen número de analepsias externas. El segundo cuenta los dos días siguientes. El tercero abarca de septiembre hasta Año Nuevo. El cuarto cuenta las peripecias de un mes de enero algo incierto, y el quinto, que abarca hasta el mes de agosto siguiente, anuncia la superación de un siglo de existencia y se abre a una “verdadera” vida, iluminada de amor. Las analepsias, casi inexistentes en los capítulos 3,

4 y 5, reaparecen discretamente en el quinto (un descubrimiento tardío sobre la madre muerta desde hace largo tiempo), y el regreso sobre la primera experiencia sexual, evidentemente con una prostituta. La construcción sutil, en su aparente simplicidad, está ligada a lo que constituye la esencia misma del libro: la irrupción de la pasión en una vida rutinaria, la transformación de una memoria en novela de amor. Aquí se revela, como siempre en García Márquez, pero más nítidamente que nunca, parece, la secreta tensión autobiográfica que hace vibrar sus relatos. El protagonista sin nombre, oscuro periodista provinciano, es lo que García Márquez habría sido si hubiera pasado la vida escribiendo una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla (en lugar de alejarse de allí, como lo hizo a los 25 años); a la larga, el autor habría sido ese apagado cronista que la ficción transforma en poeta inspirado por el amor. Por otra parte, y en ello ayuda la edad, el factor temporal impregna lo que en uno (el protagonista) como en el otro (el autor) toma la tonalidad del balance. Sin este amor a la vez penoso y providencial, el protagonista sería perfectamente anacrónico: formado en el otro fin de siglo, es —sin que eso sea dicho— un puro modernista y ha sido, pues, rechazado por sus lectores cuando el siglo XX se impuso con un “ímpetu ciego”, cuando los aviones volaron sobre la ciudad y el correo hizo ahí su aparición (41), dicho de otra manera, cuando se impuso la sensibilidad de las vanguardias (que no son nombradas tampoco). Sin la gracia de la poesía que lo proyectó en un más allá imprevisible, García Márquez, el redactor de El Heraldo, sería hoy tan anacrónico como lo era su

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personaje antes del descubrimiento de la pasión. Las alusiones al avión y al correo aéreo incitan a completar la reflexión con una mirada sobre el espacio donde se desarrolla la acción. Remiten a la aventura de la aviación en Barranquilla —que, visiblemente, el novelista ha verificado en un libro de historia local. Pues la ciudad donde el protagonista pasa toda su vida, “esta ciudad de mi alma” (p. 16), es evidentemente Barranquilla, presente en Memoria de mis putas tristes como nunca lo había estado en sus relatos anteriores: reconocible en los detalles más íntimos liberados de la demagogia del mito oficial y del lugar común

populista, enmascarada bajo ligeras inexactitudes (“el vasto horizonte del río grande de la Magdalena a veinte leguas de su estuario”, (11) y nunca designada bajo su nombre. Es la ciudad de los años 1950 —el tiempo del joven redactor de El Heraldo—, retocada con ínfimos anacronismos, que dicen de las ataduras afectivas (la alusión al pintor “Figurita”, muerto en 1961), pero que se combinan con todo el resto para privilegiar la aventura intelectual y artística (las alusiones al amigo Cepeda Samudio y al músico Pedro Biava): siendo que el protagonista no ha sentido nada de su época (ni mutaciones ni guerras ni debates ideológicos), es molestado

en su cotidianidad de soltero egoísta por el signo de la “Violencia” que representan los militares presentes en esta ciudad pacífica. El personaje de ficción termina con su larga y hueca vida en el medio donde el joven García Márquez comenzó a desplegar sus alas. Uno y otro escriben, uno y otro conjuran el miedo a la muerte exaltando con la escritura la vida y el amor. Con Memoria de mis putas tristes, García Márquez rinde también un bello homenaje a la ciudad que jugó un papel fundamental en su formación.

El hacer cotidiano del país silenciado

necesidad de valorar los modos y usos a través de los cuales la literatura culta, en medio de una creciente globalización cultural, se apropia y transforma códigos masivos -asociados con la expansión de los medios de comunicación- y formas populares -asociadas con oralidades urbanas y rurales-. Si bien dichos estudios, al realizarse desde la academia y en los ámbitos de una cultura canónica (Chartier 1995: 125), establecen jerarquías y dicotomías entre centro y periferia, alto y bajo, refinado y vulgar, no por ello desconocen la asimetría de las mismas y le apuestan a la necesidad de crear un espacio de lectura crítica donde no sólo se reconozcan diferencias, sino se busquen brechas y orificios, gestos y pliegues capaces de debilitarlas o hasta borrarlas (Amar Sánchez 2000: 11). Dichos estudios se fundamentan en la

Roberto Burgos Cantor (2009) Una siempre es la misma Bogotá: Planeta Colombiana. 268 pp. Cristo Rafael Figueroa Sánchez Entre los variados trayectos abiertos por los estudios literarios contemporáneos, propuestas teórico-críticas de procedencia interdisciplinaria y culturalista4 enfatizan la 4 Rowe y Scheling (1991), Cornejo Polar (1994), Chartier (1995), Pacheco (1995), Perus (1996), Zubieta (1999), Amar Sánchez (2000) y Rodríguez (2011)

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Traducción: Alfonso Rodríguez M., octubre de 2011

conciencia según la cual la literatura hace apropiaciones no neutras de códigos populares/masivos; por una parte, tales apropiaciones pueden generar tensiones que consagran, jerarquizan o descalifican (16); por otra, al operar sobre “restos de una cultura atomizada”, el autor letrado intenta articularlos en el proceso de enunciación por medio de simulacros de oralidad y a través de la emergencia de voces silenciadas y de representaciones de itinerarios urbanos o rurales, recurrentes en varias de nuestras narrativas (Zubieta 1999: 7). Precisamente, Francois Perus (1996: 932) señala una tensión doble y conflictiva en las narrativas latinoamericanas contemporáneas, acentuada hoy al ubicarse en procesos truncos de modernización con las consecuentes rupturas socioculturales y la imbricación de temporalidades múltiples: de una parte, la tensión siempre renovada entre norma literaria y lenguajes vivos, y de otra, la que ocurre entre lenguajes y formas provenientes de la literatura universal y las persistencias residuales de tradiciones vernáculas. Así mismo, inspirada en Bajtín, destaca dos maneras, usualmente superpuestas, de relacionar lenguaje literario y lenguajes vivos: una que opera en un movimiento de arriba hacia abajo por medio de estilizaciones, reducciones o exclusiones de estos últimos; y otra que procede de abajo hacia arriba incluyendo lenguajes vivos dentro de una enunciación calculada que pone a prueba las normas de la literatura canónica (937). En estas dos maneras es indispensable pensar en el otro representado, quien no sólo ha quedado fuera de los sistemas de poder, sino que se constituye en experiencia viva producida en el lugar del yo que elabora una interpretación, es

decir, que enuncia el texto. En esta perspectiva, Michel de Certeau valora las prácticas cotidianas -lo común, las voces anónimas, la memoria silenciada, la diversidad del día a día, las maneras de actuar y de decir, en fin, la historia vivida-, cuya dinámica rompe con los modelos estructurales que pretenden explicar uniformemente los comportamientos y genera apropiaciones creativas “del espacio organizado por las técnicas de la apropiación socio-cultural” (de Certeau 2004B: 246). Entonces, la cultura popular/masiva que se representa e interpreta en la literatura erudita se configura “como una alteridad que regresa una y otra vez con un lenguaje que no siempre se deja entender” (Ortega 2004: 31). No obstante, ese otro que se produce en el presente de enunciación de los textos, si bien no se deja asir del todo, persiste en la inscripción que de él hace el autor cuando lo interpreta y en el residuo que regresa fantasmalmente -palabras, frases, ecos- y asedia (39). Puede decirse entonces que la oralidad y las prácticas cotidianas que vehicula el texto letrado se constituyen en el espacio del otro, usualmente identificado con figuras marginales.

Los efectos de una enunciación incluyente Dentro de los anteriores trayectos teórico-críticos abordamos la última colección de cuentos de Roberto Burgos Cantor, Una siempre es la misma (2009), la cual ratifica, sin duda, la calidad alcanzada por una escritura que en su proceso de decantación ha experimentado con formalizaciones narrativas de diversa factura: autobiografías, relatos clásicos, crónicas, cuentos infantiles, cuentos largos y novelas de amplia cobertura

espacio-temporal. El libro, integrado por siete cuentos largos, equipara el lugar y el tiempo de enunciación con los enunciados narrativos: Burgos Cantor decide volver a Cartagena y a poblaciones aledañas y focalizar, por primera vez, a Bogotá y localidades circunvecinas dentro de claros contextos de globalización cultural y económica, correspondientes al último tercio del siglo XX y a los inicios del actual milenio. De esta manera, el país contemporáneo entre las décadas 60/70 y nuestros días se filtra en los textos por medio de indicios y referencias que, distribuidos con economía expresiva, vehiculan transformaciones urbanas, luchas de poderes, violencias perpetuadas, efectos socio-culturales de los medios de comunicación, desconocimientos de derechos o hegemonías institucionalizadas: el cine memorable del Hollywood de mediados del siglo XX, la música de los años noventas, las renovaciones urbanísticas de Bogotá, la industrialización de Cartagena, el holocausto del Palacio de Justicia, el célebre programa radial “Las voces del secuestro”, los transportes masivos, los frustrados tratados de paz, los informantes del ejército contra grupos armados, las posibilidades de Internet y los desarrollos de las redes informáticas. En la elaboración de los textos, Burgos suele proceder desde los entramados de la cultura popular: hablas, dichos, diálogos de grupos, refranes, transcripciones de programas radiales, noticieros de televisión, conversaciones telefónicas, avisos de prensa, informaciones de Internet, letras de canciones o imaginarios locales sobre sueños y premoniciones. Los ecos y rumores de esta oralidad diversa, transformados en fábula narrativa, generan efectos contun-

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dentes de verosimilitud al poner en escena la voz del otro: alteridad que instaura la diferencia entre haceres populares y enunciados letrados y, al mismo tiempo, se constituye en ajenidad inquietante que, sin embargo, parece familiar. Burgos oye al otro marginal y anónimo y al identificar el lugar desde donde éste habla, no pretende dominarlo; más bien se deja mirar por él, para hacer suya la distancia que los separa. Si el acontecer es en Bogotá, se trata de la recepcionista de una línea de teléfono caliente que establece vínculos con los clientes para espantar la soledad; de la secretaria pueblerina que al ser maltratada por su compañero sentimental decide entablar denuncia en la fiscalía ante la imposibilidad de saber por qué se le acabó el amor por él; de la estilista de un salón de belleza del centro de la ciudad que decide convertirse en prostituta para salvarse de las ausencias o de la profesional de clase media que establece un negocio de acompañantes sin ánimo de lucro como una forma de servicio humanitario que permita establecer vínculos entre las personas. Si la narración ocurre en Cartagena o sus alrededores, se trata de un boxeador fracasado cuya incapacidad de asumir la derrota lo rebaja existencialmente ante sí mismo hasta el punto de acabar con su vida cuando decide ahogarse en el mar frente a la mirada sorprendida de la policía; de un miserable pescador que muere durante la pesca infructuosa, mientras el hijo que lo acompaña se esfuerza por llegar a tierra para enterrarlo; o de un gay desencantado que mientras espera la muerte en un hospital y exorciza las exclusiones de que fue objeto, se pregunta insistentemente por la naturaleza del tiempo en su historia personal y en el acontecer humano.

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A la manera del viajero que entró en contacto con tribus brasileras, reseñado por De Certeau (2004a: 155), Roberto Burgos también parece sobrecogerse ante la voz y el espacio vital del otro que ve, oye y conoce, hasta el punto de olvidarse de sí mismo. No por casualidad prefiere los narradores en primera persona que registran timbres específicos de voces al tiempo que liberan las sintaxis y semánticas correspondientes y diluyen los tránsitos entre primera y tercera persona gramaticales o viceversa; en ocasiones, establece una segunda persona que confronta a los protagonistas y, al implicarse en narradores y focalizaciones, se identifica secretamente con los marginados al disimular o volver ambigua su presencia dentro del coro de voces que van y vienen en los entramados narrativos: de allí que las composiciones textuales adopten la forma de monólogos, diálogos dilatados, conversaciones interrumpidas o juegos narrativos donde son características las focalizaciones fluctuantes y la superposición de discursos. Dichas formalizaciones no sólo evitan la mirada jerárquica, sino que propician la irrupción de voces, cuya fuerza oral/experiencial construye versiones otras de la realidad que viven los personajes y de las maneras de enfrentarla. Quizá por ello, en la dramatización de los haceres y de los itinerarios existenciales de los protagonistas marginados, Burgos visibiliza especialmente las “tácticas” de que habla De Certeau (2004b: 250-251), entendidas como astucias, ingenio, desvíos, resistencias, modos de responder de los débiles, resignificaciones o maneras de enfrentar cotidianamente el peso de las “estrategias” generadas en las instancias de poder.

Una poética de la palabra oral y espontánea Entre otras apropiaciones, los siete cuentos escenifican al valor, el poder y las posibilidades de la palabra oral y espontánea, la cual desde su condición de significante incapaz de fijarse en significados estables, narra e intenta explicar los flujos de vidas de suyo incomprensibles: la protagonista de “Una jamás se imagina”, convencida del valor de la palabra viva, no comprende el lenguaje formulario de las denuncias y declaraciones, pues la letra escrita de la ley, al estar constreñida en formatos estandarizados y en bultos de papel, no le permite comunicar el desconcierto que le produce no saber en qué momento se “pudrió la felicidad” y qué razones la llevaron a entablar la denuncia contra su compañero sentimental; no obstante, la fuerza y la verdad existencial de sus palabras logran cambiar la actitud del fiscal, quien al escucharla se desprende de las fórmulas jurídicas y comprende que la justicia no puede resolver los asuntos del amor por estar encarcelada en significados convencionales. Por su parte, en “Usted dice que…”, la protagonista tiene necesidad de ser escuchada y sólo la palabra que oye o pronuncia en la línea telefónica la mantiene viva, por eso al enterarse casualmente del asesinato de su pareja se siente muerta en vida, ubicada “en una lejanía sin palabras” (27) Asimismo, en “Depende digo”, la dueña del servicio de acompañantes se prende de una poética de la palabra oral para defender el negocio: luego de experimentar el horror del incendio y las muertes del Palacio de Justicia y después de culminar una carrera universitaria y una maestría en Londres, se pregunta por el sen-

tido de un saber acumulado en letra muerta: libros, monografías, disertaciones, etc. Cree entonces que el lenguaje académico no incita la vida, alimentada siempre por deseos y luchas (217), sino que disminuye los fulgores que ésta puede tener. Por eso, cuando decide establecer el Negocio de Acompañantes u “ oferta de intimidades”, no lo concibe tanto para cubrir vacíos, sino como espacio en el cual al oírse entre sí, las personas puedan establecer vínculos y sentirse seres vivos luego de “rasguñar el silencio” (201). Precisamente con su argumento experiencial y alejado de lo convencional, intenta convencer al agente del Estado de no sellar el negocio, pues no se trata propiamente de un trabajo, sino de “una dramaturgia sin público” (217) y sin ánimo de lucro. A su vez, la estilista del salón de belleza en “Una siempre es la misma” siente que las vidas vehiculadas en las conversaciones diarias de los clientes, constituyen el soporte de una interminable novela oral, de la cual también ella es personaje activo; al escuchar un diálogo entre prostitutas, decide irse a un prostíbulo con el objeto de vivir otros episodios de la vida/novela y de saber “Qué hay más allá de lo que se ve” (190). Igualmente, el boxeador fracasado de “Entre golpes” siente que se comunica mejor por medio de las letras de canciones -boleros o vallenatos-; de hecho, su última acompañante, una prostituta sin educación, al oír las dolorosas verdades que el campeón expresa en su delirio, valora el efecto que en ella produce la palabra lacerada de él hasta el punto de sentirse hermanada en el mismo sentimiento de fracaso y de derrota. Asimismo, el hijo adolescente del pescador en “Quiero enterrarlo” al conocer el re-

lato del acabamiento físico y moral del padre, descubre dentro de sí “una cometa de palabras” y cuando logra pronunciarlas, sabe que su destino está irremediablemente asociado con la desposesión física y existencial. Finalmente, el enfermo terminal de VIH en “El tiempo es nada” cree que tanto la palabra oral como la escrita deben ser “capaces de esfumar los fantasmas de lo que se invoca” (260), es decir, han de tener un efecto concreto en la realidad que construyen, pues de lo contrario no tiene sentido apegarse a ellas.

La apropiación diferenciada del archivo culto El riguroso proceso de textualización al que Burgos somete ámbitos y referentes, inserta estos relatos cotidianos en el archivo de motivos literarios de rancia estirpe letrada debilitando así las fronteras entre cultura erudita y cultura popular; ambas se transforman y se invaden mutuamente: las formas populares son apropiadas por el letrado quien al incluirlas en su enunciación, modifica los códigos de las mismas y a la de formación vez transforma y ensancha su lugar de enunciación al insertarlas alteradas en los archivos de la tópica culta. Ello explica, en gran parte, el efecto de reescritura oralizada de viejos motivos y tópicos literarios que tienen varios de los cuentos, cuyos entramados discursivos fusionan tradiciones y acercan memorias de distinta procedencia: versiones de la expulsión del paraíso no asociadas con el castigo, sino con la imposibilidad de explicar las contingencias de la vida; desvíos y nuevas derivaciones del clásico relato de formación, el cual no se orienta a estadios cada vez ma-

yores de superación, sino a constatar que se es parte del infortunio; necesidad de preguntarse por el origen del mismo a través de un nuevo Ubi sunt, que al centrarse en los vacíos más que en las pérdidas, enfoca desde las márgenes las dolorosas consecuencias originadas en los desiguales procesos de modernización del país; urgencia de preservarse de la soledad y de desahogarse frente a otro u otra que escuche y sea testigo del dolor o de la felicidad; el deber ancestral y mítico de sepultar al padre, cuya resonancia clásica se metamorfosea en el delirio de un joven aprendiz de pescador obsesionado por enterrar a su padre para ahuyentar el frío de la muerte; igualmente la pregunta por el tiempo que consume la vida o la vivencia riesgosa del azar como manera de afirmarse en el mundo, dejan de ser estructuras arquetípicas para convertirse en experiencia situada y vivida en medio de soledades y exclusiones. Así pues, las dramatizaciones y representaciones de vidas precarias y de marginados logradas por Burgos Cantor, evidencia la necesidad de visibilizar identidades locales y regionales que discurren silenciosa en medio de identidades homogeneizadas; estas voces y quehaceres cotidianos ponen en cuestión poder: la voz y la mirada de esta mayoría excluida remueve los cimientos de la literatura culta y desplaza los dispositivos letrados hacia lugares que por medio de textualizaciones oralizadas, muestran las fuerzas y los fundamentos secretos de un acontecer cotidiano que es capaz de sobrevivir a todo tipo de exclusiones y desconocimientos.

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Mingo Pimientel, el cajero innobrado 1 Rubén Darío Álvarez P. 1 Agradecimientos a: Dolores Pacheco de Álvarez, Sara Sofía Ballesteros Ledesma, Maribel Pimientel Ballesteros, Rafael Pimientel Aguirre, Rosina Aguirre Palacios, Lina Aguirre Palacios, Adolfo Pacheco Anillo, Efraín Pimientel Leal, Aura Aguilar Caro, Rafael Pacheco Orellano, Eduardo Pacheco Orellano, Rodrigo Rodríguez, Gabriel Martínez, Dionisio Camargo, Orlando Landero, Juana Estrada, Luz Marina Guerra Alvis y David Laravez Ramos. Cada que yo piso esta tierra, de su genio percutor— se acostum-

Mingo, yo me acuerdo es de la mía. Y en Flamenco me decía una negra: “Landero, no te vayas todavía”. (“Flamenco”, Andrés Landero)

Detrás de la efigie del ya legendario acordeonista sanjancintero Andrés Gregorio Guerra Landero, más conocido en Colombia y en el mundo como “Andrés Landero, el Rey de la Cumbia”, existió la silueta de uno de los mejores percusionistas que ha tenido el departamento de Bolívar en todos los tiempos, y que la misma región aún desconoce. Se trata de Domingo Germán Pimientel Aguirre, a quien sus familiares, coterráneos y colegas —quienes alcanzaron a conocer la eficacia 1 Agradecimientos a: Dolores Pacheco de Álvarez, Sara Sofía Ballesteros Ledesma, Maribel Pimientel Ballesteros, Rafael Pimientel Aguirre, Rosina Aguirre Palacios, Lina Aguirre Palacios, Adolfo Pacheco Anillo, Efraín Pimientel Leal, Aura Aguilar Caro, Rafael Pacheco Orellano, Eduardo Pacheco Orellano, Rodrigo Rodríguez, Gabriel Martínez, Dionisio Camargo, Orlando Landero, Juana Estrada, Luz Marina Guerra Alvis y David Lara Ramos.

braron a llamar “Mingo Pimientel”, el cajero hasta ahora innombrado, quien falleció en el preciso instante en que se disponía a expandir, por toda la región del Bolívar Grande, sus alas de juglar emancipado. Mucho antes había acompañado a Landero, por espacio de diez años, en sus correrías por toda la Costa Caribe colombiana; y en sus grabaciones llegó a poner en alto canciones como “La pava congona”, “Cantó mi machete”, “Las mellas de Pivijay”, “El soltero”, “La muerte de Eduardo Lora”, “La sombra”, “Los tres pueblos”, “Así se goza”, “Se casa Mingo” y “Gozamos esta noche”, entre otros. A parte de los estudios de grabación, la mano explosiva de Mingo Pimientel se hizo sentir en parrandas y conciertos que también se convirtieron en espacios para múltiples leyendas, según las cuales el cajero de Evitar rompía el cuero de la caja, le colocaba un pañuelo y seguía

sacando sonidos que hacían temblar la tierra. En otras ocasiones se quitaba los zapatos y tocaba la caja con los pies, cuando no con los codos, pero desde muy temprano se dio cuenta de que su destino estaba en la percusión que había aprendido de sus ancestros en las calles y patios de Evitar, en donde, arropados por las luces de los mechones y las velas, los músicos, las cantadoras y los decimeros le ganaban al aburrimiento, teniendo como fondo el estallido de varios tambores que diversificaran el sonido. Sin embargo, durante las entrevistas que, en su larga y fructífera vida, Landero concedió a los medios masivos de comunicación, nunca se

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Rubén Darío Álvarez Rubén Darío Álvarez

En esta casa de la Calle Grande de Evitar nació Mingo Pimientel. Para cuando se tomó esta gráfica aún vivía Rosina Aguirre, su madre.

En el barrio El Campo, del municipio de San Cayetano, aún se alza esta casa en donde vivió Mingo recién casado con Sara Sofía Ballesteros.

refirió a Mingo Pimientel como uno de los principales puntales de la riqueza musical de su conjunto. En ninguna de las líneas del libro “Andrés Landero, Rey de la Cumbia”, de Alberto Hinestrosa Llanos, una biografía narrada en primera persona, el autor de “La pava congona” menciona a Mingo Pimentel, como sí lo hace con Eduardo Lora, Adolfo Pacheco o Antonio “Toño” Fernández, sus coterráneos más cercanos en las actividades musicales y vitales,

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que fueron su escuela en el arte de la juglaría. De manera que no resulta tan extraño el desconocimiento que existe entre las nuevas generaciones de focloristas, respecto a la existencia de Mingo Pimientel en los anales de la música folclórica bolivarense, con todo y que sus actuaciones, desde la planicie de los cueros, hicieron presencia en casi todo el norte de Bolívar y en los rincones más apartados del litoral Caribe.

En esta tierra de olvidos y desconocimientos, resulta casi natural que la gente recuerde a los protagonistas de los hechos, pero no a quienes trabajaron detrás de las cortinas para que el protagonismo de esos protagonistas fuera posible. De esa manera es muy fácil recordar al futbolista que metió el balón numerosas veces en las redes para que se cantaran los goles, pero nadie se acuerda de los jugadores que estuvieron a sus espaldas poniendo, tornillo a tornillo, lo que sería la fabricación de ese gol. Bajo esas premisas del olvido y del facilismo, no sería complicado acordarse del actor —o del grupo de actores— que hizo vibrar a los espectadores con la encarnación de un drama, pero casi nadie se preocuparía por evocar a esos directores, guionistas o libretistas que lograron —a punta de ingenio y de trabajo silencioso— el tan esquivo premio de los aplausos del público. En la cultura popular de la Costa Caribe colombiana, los casos no han sido diferentes. Son muchas los directores de conjuntos, orquestas, bandas y combos; y demasiados los compositores y cantantes que han brillado en su momento y traspasado las barreras del tiempo, convirtiéndose en los llamados clásicos que el público desprevenido tanto consume. Pero también han sido muchos los personajes que, desde la espesura de las sombras, han aportado bastante para que la grandeza de los famosos pudiera solidificarse; y para que muchas piezas musicales, actualmente llamadas clásicas, perduraran, a pesar del embate de los calendarios y de los abandonos que caracterizan a nuestro medio. Mingo Pimientel es uno de esos hijos de las sombras.

Los Herrera lograron asentarse en lo que hoy es el barrio San Juan; y los Payares, totalmente ignorantes de que sus rivales estaban en el mismo pueblo, reiniciaron sus vidas en lo que hoy es el barrio La Sapera. El pequeño asentamiento humano pasó a llamarse “Evitar”, de acuerdo con las Rubén Darío Álvarez

Domingo “Mingo” Pimientel Aguirre nació el 11 de mayo 1938 en el corregimiento de Evitar, jurisdicción del municipio de Mahates, al norte del departamento de Bolívar, pero la distancia entre las dos poblaciones es de sólo quince minutos, viajando en automotor. A su vez, Mahates (a hora y media de Cartagena por carretera) fue fundado en 1533 por el conquistador español Pedro de Heredia, a quien también se le atribuye la erección de Cartagena de Indias, pero fue sólo hasta el siglo XVIII cuando se dio la creación de Evitar, que, junto a corregimientos como el Palenque San Basilio, Malagana, Gamero, San Joaquín, Mandinga, Solabanda y Pava hace parte de la más o menos amplia geografía que compone al municipio. Según la cuentística tradicional de Evitar, esta población empezó a conformarse en 1728, gracias a que dos familias del vecino municipio de Soplaviento (Bolívar), al norte del corregimiento en mención, iniciaron una terrible discordia en cuanto se supo que uno de los hombres de los Payares había sostenido relaciones sexuales con una de las muchachas aún vírgenes de los Herrera, situación ésta que para la época se consideraba una ofensa inadmisible al honor familiar, lo cual debía pagarse con matrimonio, cárcel, una dote de alto valor material o —en el peor de los casos— la muerte. Desde ese momento, y por la negativa de los Payares a propiciar un matrimonio o pagar una cuantiosa dote, se produjo una guerra sin cuartel en la que salieron a relucir insultos, golpes, armas

y persecuciones, hasta que ambas familias, cada una por su lado, decidieron abandonar el pueblo. “Nos vamos —dijeron los Herrera— para evitar una tragedia, para evitar problemas a nuestros descendientes y para evitar que otra hija se enrede con alguno de los Payares”.

En esta casa, del barrio La Gloria, en San Jacinto vivió Mingo cuando Andrés Landero se casó con Lastenia Alvis. Antes había vivido en el barrio Miraflores, en la casa materna de Landero. Rubén Darío Álvarez

Más allá del Canal del Dique

La casa materna de Landero en el barrio Miraflores en San Jacinto, en donde Mingo se hospedó por primera vez.

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los varones, pues la mayoría eran entrenadas, desde muy pequeñas, en las faenas de administración y mantenimiento de una vivienda, como también en la fabricación de mochilas, atarrayas, trasmayos y otros souvenires, oficio que eventualmente podían compartir con los hombres. Sin embargo, las veces en que el nombre de Evitar ha resonado, a través de los medios masivos de comunicación de Colombia, no ha sido por sus actividades agrícolas, artesanales o pesqueras (que en estos momentos se encuentran en franca crisis), sino por sus músicos y cantantes, cultivadores del bullerengue y de otras vertientes de nuestra música popular costeña. Prueba de ello son las producciones discográficas de las desaparecidas hermanas Emilia y Marta Herrera, nacidas y criadas en el pueblo, al igual que el Rey Vallenato Juan David “El Pollito” Herrera, sobrino de Mingo Pimientel. Los cuatro fueron alimentados artísticamente por los festejos en honor a San Sebastián durante las fiestas patronales del mes de enero; y por las celebraciones en Rubén Darío Álvarez

razones que esgrimieron los Herrera para abandonar a Soplaviento. En otra versión de la misma leyenda, se afirma que el pueblo en donde se originó la discordia entre las dos familias no fue Soplaviento, sino otro corregimiento perteneciente a Mahates. De acuerdo con esa misma versión, los Herrera dijeron: “nos vamos de mala gana, para evitar una tragedia”. De ahí en adelante, el sitio que abandonaron pasó a conocerse como “Malagana”, mientras que el lugar a donde llegaron fue bautizado como “Evitar”. Por esos mismos tiempos, el territorio en donde hoy reposa Evitar era montañoso, poblado de árboles maderables, conejos, guartinajas, venados, babillas que sobrepasaban los tres metros de largo y tigres que asustaban con sus ronquidos en las horas de la noche. “El ronquido del tigre —dicen los ancianos evitaleros— era como un toque de queda. Antes de que roncara, todo mundo estaba recogido, pero la gente temblaba bajo las sábanas cuando sentía esa cosa como trueno que se acercaba y luego se alejaba entre la oscuridad del monte”. Tanto los árboles como las montañas y los animales se fueron acabando bajo la mano arrasadora de los comerciantes que ambicionaban el cuero y la carne de las babillas, la madera y los territorios para levantar casas y hatos ganaderos. En esa misma época, muy pocas familias (cuyos integrantes podían pasar de los diez) se preocupaban por proporcionarles estudios a sus hijos varones, pero sí por enviarlos a la roza (parcela) a “pajarear”. Es decir, a espantar al pájaro yolofo, que se comía los sembrados de arroz, de guineo manzano y de otros productos del pancoger. En el caso de las mujeres, el acceso al estudio no era muy diferente al de

Luis Roberto Pimientel, el hijo mayor de Mingo, residente en San Cayetano.

los nombres de San Juan y San Pedro, en donde el bullerengue, los toques de tambor y las flautas de millo siguen haciendo escuela, como en los viejos tiempos.

Un tambor que persigue El recuerdo más lejano que actualmente posee la familia Pimientel acerca de los antecedentes musicales de Mingo, data de las épocas en las que su abuelo paterno, Manuel Salvador Pimientel Santana, era el ejecutor del redoblante en la banda “Ají molido”, de Evitar. Recuerdan también que el redoblantero Manuel Salvador contrajo matrimonio con la comadrona (partera) Liberata Sánchez. Y de esa unión nació Erculano Pimientel Sánchez, quien, con el paso del tiempo, también se convirtió en percusionista, ejecutando regularmente el redoblante y algunos de los instrumentos que integran la extensa gama de la percusión folclórica, aunque en la carpintería encontró su verdadero y definitivo modus vivendis. Años después, Erculano Sánchez (“Cuya”, como se le apodó hasta el final de sus días) se unió en matrimonio a Rosina Aguirre Palacios (“Tilla”, como la rebautizaron sus hijos) y, de esa convivencia, nacieron Juana Teolinda, Domingo Germán, Ana Isabel, Urbano, Luis, Rosa Elvia, Rita, Juan Elías y Adolfo, quienes, a medida que fueron creciendo, también se entrenaron en los quehaceres de la agricultura, la pesca y la artesanía, pues como se dijo al principio, en esos tiempos eran muy pocas las familias que tenían entre sus proyectos la educación escolar de sus hijos. Dolores Pacheco (“Lola”), una prima de los Pimientel, hija de un decimero llamado Maximiliano Pacheco Palacios, quien, a su vez, era medio

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hermano de Rosina Aguirre, cuenta que, desde muy pequeño, Mingo Pimientel mostró fuertes inclinaciones hacia la música, pero también un temperamento rebelde e irreverente que lo impulsaba a decir verdades y a insultar con palabras certeras a sus propios mayores cuando intentaban encauzarlo por el camino de los trabajos del campo, que odiaba con la misma energía con que amaba la música y las caminatas por los pueblos y veredas cercanas en donde empezaba a mostrar su genialidad de tamborero innato. Mientras el resto de sus hermanos varones se desgañitaba las gargantas entre los sembrados de arroz y guineo manzano, fungiendo como “pajareros”, Mingo no perdía la oportunidad para practicar la percusión en un pequeño tamborito de su propia fabricación. En la extensa y selvática geografía del Evitar de entonces existían árboles maderables que también servían para la fabricación de instrumentos, especialmente los de percusión, que se utilizaban en las noches de bullerengue y en las fiestas patronales. Mingo no fue ajeno a esta costumbre de fabricar sus propios tambores. “Pero antes de eso —cuenta Rafael Pimientel, otro de sus hermanos percusionistas— Mingo tocaba sobre unas cajas de madera en donde venía empacado el jabón para lavar ropa, que traían de Cartagena con destino a las tiendas de los pueblos que estaban a orillas del Canal del Dique. A ese jabón le decían ‘jabón de perro’. Con esas cajas es como recuerdo a Mingo tocando las primeras piezas que interpretaba la banda ‘Ají Molido’ y las que se escuchaban en los radios de ese tiempo”. Paralelo a su talento musical, Mingo Pimientel era dueño de un abundante sentido del humor que ex-

Juan David “El Pollo” Herrera, uno de los herederos del talento musical de Mingo Pimientel.

hibía en las reuniones nocturnas con su numerosa parentela infantil, dado que para esos años aún no había llegado la luz eléctrica a Evitar, y otra de las maneras de relajar el cuerpo y la mente, después de las labores del día, era escuchar los cuentos y ocurrencias de quienes tenían la gracia para tales menesteres. Mingo era uno de esos. De hecho, su sentido del humor es una de las características que más recuerdan sus coterráneos y familiares, pues, al parecer, no sólo hacía uso de él en las rondas nocturnas del pueblo, sino a cualquier hora del día. “Como la vez en que a Isabel María Palacio, una tía-abuela de Rosina Aguirre, se le perdió un pollito, cosa que ella comentó con varios vecinos, pero sin percatarse de que Mingo la estaba oyendo. El muchacho se le acercó y le preguntó si se trataba de un pollo jabao, gordito y grandecito, a lo que ella dijo que sí. ‘Bueno — dijo Mingo— vaya a la casa que ‘Tilla’ lo tiene amarrado en una pata de su cama’. La tía Isa corrió enseguida hacia la casa de Rosina Aguirre y le preguntó angustiada: ‘Rosina, mija, tú por qué me haces eso. Si tú querías ese pollo, me lo hubieras pedido,

que yo te lo hubiera regalado, pero no tenías que robártelo’. Después de una discusión bien larga llegaron a la conclusión que se trataba de una broma de Mingo.” La anécdota la cuenta la prima “Lola”, quien relata que, en otra oportunidad, “Mingo se montó en una burra, que era propiedad del maestro ‘Cuya’, su papá, y salió gritando por la calle, como si fuera un presentador de ceremonias: ‘señoras y señores del pueblo de Evitar, a Rosina Aguirre, mi madre, se le acaba de perder un lechón. Así que en donde esta burra se pare, allí tienen el lechoncito escondido’. La burra se detuvo en la terraza de Nicolasa Payares, una señora tartamuda, quien, en cuanto vio la aglomeración de gente y la gritería de Mingo, por poco le da un infarto. Y esa broma casi le cuesta una cueriza a Mingo”. Como nota agregada, vale decir que cuando el travieso Domingo cometía fechorías de este calibre, bromas en las que sabía que no saldría bien librado con Rosina Aguirre, optaba por quedarse todo el día en la calle y volver a la casa bien avanzada la noche, para que nadie lo viera en medio de la penumbra.

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Pero, en cuanto percibía que Rosina Aguirre había descubierto su presencia, decía: “esta noche hay gente en el suelo”, queriendo decir que si la mamá le pegaba, la tumbaba. Pero Mingo nunca lo hizo, por supuesto.

“En este pueblo me ahogo” Aunque en Evitar la fisonomía de algunas familias conserva acentuados rasgos negroides, la mayoría de los nativos tiene, en el color de su piel y en las marcas faciales, cierta señal indígena que termina de complementarse con el cabello lacio que caracterizó a los pobladores que encontraron los europeos en esta sección de las Américas. Algunos de los hermanos de Mingo Pimientel, especialmente las mujeres, heredaron esos rasgos indígenas de su padre Erculano, cuya pequeña estatura, cabello, ojos y el rostro ovalado lo anunciaban como un descendiente innegable de la etnia indígena costeña, aunque nunca se supo de cuáles de las extensas ramas de esos grupos humanos descendía. En todo caso, vale la pena resaltar que, en Evitar, como en muchos pueblos de la Costa Caribe colombiana, se dieron (y todavía se dan) manifestaciones culturales sincréticas nacidas, obviamente, de los elementos afro, indígena e hispano. Eso explicaría el origen del nombre que los mismos evitaleros le daban a las reuniones de ron, tambores, bailes y cantos que se organizaban en los patios de las casas o en casetas improvisadas bajo las estrellas. Se llamaban “guachernas” o “parrandas”. Y las canciones y ejecuciones que amenizaban el encuentro eran conocidas como “música de sexteto”.

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Una de las extensas calles del corregimiento de Evitar.

Esto último hace recordar el nombre que los habitantes del palenque San Basilio (a 45 minutos de Cartagena, por carretera) le dan a los conjuntos de son palenquero, en donde no existen instrumentos melódicos, sino tambores, maracas, claves, marímbula y canto. Así fue en Evitar en un principio, aunque, con el paso del tiempo, se fueron integrando a las veladas percutivas, instrumentos como el carángano, las gaitas y, por último, el acordeón. Pero cuando Mingo Pimientel era apenas un niño, sus intervenciones con las cajas de madera en donde se empacaba el “jabón de perro” se dieron en esas guachernas o parrandas. Su hermano, Rafael Pimientel, y su prima, Dolores Pacheco, coinciden en que Mingo tendría algunos 12 años de edad, cuando decidió que la música sería su destino. En más de una ocasión, la prima Lola le oyó decir que se asfixiaba en Evitar, que necesitaba salir de ese encierro para hacer lo que más le gustaba: tocar la caja, cantar y volverse un músico famoso, como

los que se escuchaban en las emisoras que alcanzaban a sintonizarse en los radios del pueblo. Uno de esos músicos de renombre era Carlos Román, quien por aquellos tiempos se hacía acompañar de su hermano Roberto y de Aníbal Velázquez. “El bocachico de ojos azules” era la canción que más sonaba en las emisoras y en los picós de la región Caribe colombiana, cuando Mingo salió de Evitar a recorrer los pueblos con su tamborito al hombro. En ese momento se hacía acompañar de su primo Alfonso Sánchez Pimientel, quien tocaba la guacharaca de lata, fabricada con el tallo de la mata de corozo, que nace entre los cenegales y las orillas de los ríos. Grupos de parranderos de la cabecera municipal de Mahates se reunían alrededor de Mingo y de Alfonso Sánchez para verlos y escucharlos cantando “El bocachico de ojos azules”, pero en una versión muy personal improvisada por el mismo Mingo. Al final, les regalaban monedas que ellos invertían en su propia alimenta-

ción y, algunas veces, en transporte, pues en la mayoría de las oportunidades sus correrías eran a pie. Dicho de otro modo: Mingo Pimientel empezó siendo un auténtico juglar como los que fundaron la música que hoy se conoce en Colombia y en el mundo como “vallenato”.

El encuentro con Landero: nadando por un sueño Mingo tenía 15 años de edad cuando se encontró con el acordeonista sanjacintero Andrés Landero. Dos años antes, su prima Lola se había mudado con su familia para el municipio de Mahates y fueron varias las ocasiones en que lo vio pasar por su casa, con la caja al hombro y en compañía de Alfonso Sánchez, el primo encargado de la guacharaca. En esa época, las correrías de Mingo podían durar un mes completo, tiempo en el que nadie sabía de su vida, en parte por el atraso en las comunicaciones de ese entonces; y en otra parte, por su despreocupación y alegre irresponsabilidad con todo lo que significara modales y formalismos. Recuerda la prima Lola que en una de esas ocasiones en que el cajero apareció por Mahates, llegó a su casa con la única intención de saludar a su tío Maximiliano Pacheco, el decimero, padre de Lola y marido de Rosa Orellano Moreno, una campesina del corregimiento de Higueretal, jurisdicción del municipio de Soplaviento (Bolívar). Maximiliano llevaba varios meses sin saber de la vida de Mingo. Pero no sólo eso, también estaba enterado de que los padres de ese sobrino ignoraban todo acerca de su paradero. Por esa razón, la visita de Mingo se convirtió en un hospe-

daje que duró varios días, en los que el juglar aprovechaba para sentarse en la terraza de la vivienda, ejecutar su caja y esbozar su canto. Relata la prima Lola que, en cuanto los mahatenses escuchaban el golpe de la caja y la voz de Mingo, no podían evitar las ganas de acercarse para presenciar el acto. Y mucho menos podían reprimir el deseo de arrojar algunas monedas en el sombrero que los dos músicos errantes colocaban en medio del improvisado escenario. Durante los tres días en que Mingo permaneció en casa de los Pacheco Orellano, únicamente escuchó consejos y regaños afectuosos de parte de su tío Maximiliano, pero ninguno de esos requerimientos impidió que prosiguiera con sus correrías juglarescas y aparentemente sin destino. Precisamente, cuenta la prima Lola que fue esa la palabra que brotó de los labios del tío Maximiliano cuando lo despidió en la puerta, después de ofrecerle su casa para las veces en que necesitara de alguna posada. “!Qué destino!”, dijo el decimero en el mismo instante en que las lágrimas resbalaban por sus pómulos rosados. Después de esa despedida, la prima Lola no volvió a ver a Mingo sino hasta una tarde en que aquel había regresado a Mahates, pero ya como el cajero oficial de Andrés Landero. El conjunto estaba amenizando una parranda en la casa de una familia prestante de apellido Prens. Rafael Pimientel, el otro hermano tamborero de Mingo, recuerda que el juglar tenía 15 años de edad cuando se conoció con los hermanos Arrieta, oriundos del corregimiento Las Piedras, jurisdicción del municipio San Estanislao de Kostka-Arenal (Bolívar), quienes tenían un conjunto de acordeón. Con ellos se veía todos los fines de semana, pues, desde Evi-

tar, sólo había que tomar una canoa en la ciénaga El Pozón para cruzar hasta Las Piedras. De tanto incursionar con los Arrieta, en parrandas y en fiestas de los ricos del pueblo, la fama de Mingo Pimientel se fue regando por toda la zona, como al mismo tiempo se iban dispersando las canciones de Andrés Landero en las emisoras, en los picós y en las casetas que solicitaban sus servicios de ídolo populachero. En una de esas parrandas aficionadas, uno de los hermanos Arrieta le comunicó a Mingo que Andrés Landero iba con frecuencia por Las Piedras y que ya estaba enterado de las calidades suyas como cajero, razón por la cual el evitalero trataba a toda costa de estar en ese corregimiento siempre que llegaba el viernes, pero pasaron muchos días para que pudiera encontrarse con Landero. Regresaba a Evitar los lunes o los martes, si es que no se le torcía el camino hacia otros pueblos. Pero cuentan sus hermanos que un sábado, en las horas de la mañana, se enteró de que Andrés Landero había llegado a Las Piedras y que estaba tocando en la casa de una familia rica. Mingo recogió una muda de ropa, la metió en el tamborito y salió corriendo hacia las orillas de El Pozón, pero, cuando llegó, no había ningún canoero en los muelles naturales de la ciénaga. De pronto, divisó a lo lejos a un pescador que en ese momento se disponía a lanzar la atarraya, pero el primero que cayó al agua fue Mingo. El cajero nadó con toda su fuerza hacia donde estaba la embarcación. Iba con una de las manos alzadas, sosteniendo el tamborito para que no se le mojara la ropa, hasta que al fin pudo agarrar, con la otra mano, el borde de la canoa, lo que sorprendió al pescador, pero enseguida ayudó al recién llega-

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do a embarcarse. “Compa, lléveme pa’ Las Piedras, que me están esperando pa’ un compromiso y estoy atrasao”, fue lo primero que le dijo Mingo al pescador y, al parecer, sus palabras fueron tan convincentes que el hombre no tuvo inconvenientes en suspender la pesca y cumplir con la petición del cajero. En cuanto llegó a Las Piedras, Mingo Pimientel se dirigió a casa de los Arrieta, se bañó nuevamente y cambió de ropa, después de pedir que le presentaran a Andrés Landero. Uno de sus amigos músicos lo llevó hasta la parranda, pero antes de ingresar a la vivienda en donde aquella se desarrollaba, le pidió a Mingo que se quedara sentado en la puerta. Desde su aposento, Pimientel alcanzó a escuchar cuando el amigo le dijo a Landero: “te traigo a un cajero que es tremendo berraco.” A los pocos minutos, Landero pidió que se lo presentaran. El cajero entró con su instrumento colgando de la mano izquierda y extendió la diestra para saludar al acordeonista. Enseguida ocupó el taburete de cuero de vaca que había sido hasta el momento el soporte del cajero oficial que Landero había llevado ese día a Las Piedras. Unos minutos después tocaron la primera pieza, un paseo. Más tarde, una cumbia, un merengue, un son, otro paseo y todo lo que se le podía ocurrir al “Rey de la cumbia”. La noche se introdujo en el pueblo silenciosamente, haciendo que las amas de casa prendieran los mechones que coronaban las cercas de caña brava y hacían brillar las botellas de ron que los parranderos se turnaban para servir el trago. Pero casi nadie se dio cuenta cuando Landero dijo, acercando su rostro al de Mingo: “tú te vas conmigo pa’ San Jacinto”. La noticia no tardó en llegar a los oídos

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de Rosina Aguirre. Y fue precisamente ella quien se lo hizo saber a la prima Lola. Para esos días ya había fallecido trágicamente el cantante sanjacintero Eduardo Lora, quien acompañó a Landero en sus correrías durante cierto tiempo. —Lola —dijo Rosina—, supe que Domingo se fue con Andrés Landero. —¿Verdad? ¡Qué bueno! Ahora sí va a adelantar bastante. —De pronto, pero lo que no me gusta es que él es quien va a reemplazar a Eduardo Lora. —¿Y eso qué tiene? —¿Y si le pasa lo mismo?

Mingo, el cajero-show Mingo Pimientel y Andrés Landero trabajaron juntos durante 10 años, desde 1953 hasta 1963, aunque después de esta última fecha, Landero solicitó, en varias ocasiones, los servicios del cajero únicamente para grabaciones, actividad ésta que se extendió hasta 1965. Es decir, hasta un año antes de la temprana muerte de Pimientel. Al parecer, no existe un registro preciso de cuáles fueron las primeras grabaciones de Andrés Landero en las que participó Mingo. Pero por las informaciones que suministran sus familiares y amigos cercanos, es posible que se hayan concebido a partir de 1954. En estos momentos es bastante improbable que exista en el departamento de Bolívar, o en cualquier otra parte de Colombia, un amante de la música de acordeón que posea la colección completa de los discos que grabó Andrés Landero, desde antes de que su cajero fuera Mingo Pimientel, hasta los discos compactos que acometió en la déca-

da de los años noventa, unos meses antes de morir. Muchos de los amantes de la música del juglar sanjacintero conservan uno que otro disco de larga duración (o long play, como los llamaban), pues los formatos de 45 y 78 revoluciones por minuto, en donde se conocieron las grabaciones iniciales de los juglares del Caribe colombiano, tampoco se encuentran con facilidad en las discotecas personales de quienes se han hecho conocer como melómanos y coleccionistas furibundos de discos. Se sabe, por informaciones de colegas, amigos y familiares de Landero y de Pimientel, que sus grabaciones comenzaron en Cartagena, en la empresa “Discos Curro”, de propiedad de un cartagenero llamado José María Fuentes, a quien se le conocía como “El Curro Fuentes”, hermano de Antonio Fuentes, fundador de la ya legendaria compañía “Discos Fuentes”, que también operó en Cartagena y que ahora funciona en la ciudad de Medellín. Posteriormente, originaron grabaciones en la ciudad de Barranquilla en “Discos Tropical”. De todas formas, varios de los músicos que conocieron a Mingo Pimientel en las épocas en que laboraba con Landero coinciden en recordar que una parte del repertorio que alcanzaron a grabar durante el periodo comprendido entre 1954 y 1965 está compuesto por canciones como “La muerte de Eduardo Lora”, “Así se goza”, “Gozamos esta noche”, “Las miradas de Magali”, “La novia del estudiante”, “Muchachos, trabajen”, “Mujeres malas”, “Fiestas novembrinas”, “La fiebre”, “Cariñito”, “Se casa Mingo,” “La pava congona”, “La sombra”, “Dolor guajiro”, “Flamenco”, “Jipi-japa”, “Dos amigos”, “Tres ricos pueblos”, “Hojas verdes”, “Los obreros”, “La licore-

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ra”, “Recuerdo de mi madre”, “Mal casada”, “Mercedes”, “La hamaca grande”, “Serenata”, “La grifa”, “La babilla de Altamira”, “El solitario”, “Cuna de Landero”, “Pánfilo Yances”, “Candelaria”, “Flor marchita”, “Recuerdo de mi padre”, “Cóndor sin plumas” y “Prueba de amor”. En cuanto a correrías juglarescas, los días que prosiguieron para Mingo Pimientel, después del encuentro con Andrés Landero en la población de Las Piedras, fueron iguales. Sólo que esta vez las caminatas se saldrían de los ámbitos de la zona norte del departamento de Bolívar para abarcar gran parte del territorio de la Costa Caribe colombiana. Por todas esas poblaciones el genio percutor de Mingo Pimientel se hizo sentir, puesto que una de sus principales características era el sonido explosivo que le sacaba a la caja que, para ese entonces, carecía del parche sintético que empezó a utilizarse en la década de los setenta. A propósito, y de acuerdo con lo que informan los tamboreros de Evitar, hubo dos razones poderosas para que el celuloide (como se llama el material en cuestión) reemplazara al parche de cuero de venado: la casi extinción de ese animal, cuyo cuero era el más idóneo para la fabricación de los tambores; y la poca resistencia de ese mismo cuero a los embates de la intemperie. Por esa falencia, un cajero, tocando al aire libre y en plena madrugada, podía verse en apuros cuando el sereno nocturno aflojara la tirantez que las cuñas de madera le imprimían al cuero. Con el paso del tiempo y las constantes parrandas y conciertos para los que Landero era solicitado, dada la alta sintonía de sus canciones en toda la región, la habilidad de Mingo se hizo más creciente y ostensible,

Maribel Pimientel, hija de Mingo, residente en Cartagena.

hasta el punto de que terminó por convertirse en algo así como la estrella central del conjunto. Rafael Pimientel, su hermano, quien en algún momento hizo parte del conjunto de Andrés Landero, como ejecutor de las congas, cuenta que, en plena parranda, Mingo inventaba estrategias de toque que podían convertirlo en una especie de “cajero-show”, como cuando tocaba con los talones, con el codo, con la barbilla; o como cuando le quitaba el cuero a la caja y le colocaba un pañuelo para seguir sacando el mismo sonido que le extraía a la piel del venado, razón por la cual se ganó cierta fama de brujo que nadie llegó a comprobar. Pero a esa estrategia de reemplazar el cuero con un pañuelo le han agregado una leyenda según la cual, cuando estaba parrandeando con sus amigos más cercanos, Mingo resolvía el problema de la falta de dinero buscando un hormiguero en el que metía los dedos, sacaba un billete y lo entregaba a alguien para que comprara una botella de ron, pero no sin antes advertirle a ese alguien que no podía esperar el vuelto. Paisanos y familiares de Mingo también comparten el recuerdo que

era tal la fuerza del evitalero para sacarle resonancia a la caja que muchas veces el acordeón de Landero se vio apagado bajo esa artillería, y era ese el momento en el que Mingo sacaba a relucir su grito de guerra: “estás ahogao, magparío”. Era entonces cuando quienes presenciaban la parranda lo aplaudían y hasta le tiraban monedas o le introducían billetes en los bolsillos, estimulados por el asombro de ver a un percusionista no común dentro de quienes andaban regando la música de acordeón por la Costa Caribe de Colombia en esa época. En efecto, en menos de lo que tal vez pensaron sus familiares y paisanos, la fama, la genialidad, la rapidez, la nobleza, pero también la irreverencia de Mingo Pimientel se hicieron famosas en casi toda la región costeña, por lo cual (como suele suceder con los personajes legendarios) se le endilgaba una ubicuidad que lo mantenía en Cartagena, pero al mismo tiempo en El Carmen de Bolívar, en San Jacinto, en Valledupar, en Montería, en Sincelejo, en Mahates, en Corozal, en Ovejas o en Riohacha, pues sus familiares en realidad nunca conocieron con certeza la orientación exacta de sus itinerarios. Únicamente aprendieron a resignarse con sus desapariciones continuas y a verlo aparecer repentinamente, en medio de un tumulto de gente que admiraba la música de Andrés Landero, pero que también había recibido las noticias del espectáculo en el que Mingo se transformaba cuando se colocaba la caja entre las piernas y dejaba caer su mano de jornalero sobre el cuero amarillento y quejumbroso que hacía bailar a todo mundo en todas partes.

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Rafael Pimientel, hermano de Mingo y ex integrante del conjunto de Landero.

“Este sí es el cajero”, dijo Adolfo Como ya se ha dicho, la irreverencia de Mingo Pimientel, rasgo que no dejó de lado ni siquiera para erigirse como el acompañante de “El rey de la cumbia”, es otra de las características que señalan sus familiares y amigos de Evitar, y de otros pueblos, al momento de recordarlo. De ahí, el afán de sobresalir por encima del sonido del acordeón que con tanto esmero ejecutaba Andrés Landero para enmarcar las canciones que interpretaba. Pero el cajero llegó a tener tanta conciencia de su importancia en el conjunto, que lo proclamaba a boca llena, sin el pudor y modestia respetuosas que mostraría cualquiera de los instrumentistas de los conjuntos vallenatos actuales, si tuviera que referirse al líder de su agrupación. Al respecto, Eduardo “Lalo” Pacheco (q.e.p.d.), primo de Mingo y hermano de la prima Lola, solía contar una anécdota que ocurrió en la población de El Copey, del departamento del Cesar, cuando Landero se disponía a amenizar una caseta, como

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se les llamaba anteriormente a los sitios en donde se realizaban conciertos con agrupaciones musicales. Según el primo Lalo, mientras Landero esperaba adentro, en compañía del guacharaquero y el conguero, Mingo estaba en la calle conversando y tomándose sus tragos; y resolvió entrar a la caseta cuando le dio la gana. El portero le pidió la boleta correspondiente, a lo que el cajero respondió diciendo que no la tenía y que si no lo dejaban entrar tampoco habría fiesta. Después de varios minutos de discusión, Mingo pidió que le llamaran a Landero, pero el adversario accedió cuando le vino en gana. Cuando al acordeonista llegó a la puerta de la caseta, encontró a los dos hombres intercambiando palabras, pero terminó regañando al portero por no haber dejado entrar a Mingo, quien ingresó al recinto lanzando una de sus insolentes frases: “no joda, si yo no entro, Landero no es nadie esta noche”. Una horas después, cuando el conjunto había interpretado varias piezas, y cuando Mingo se había lucido como siempre, el portero de la caseta, quien para esas alturas de la noche ya hacía parte del público, no

tuvo otro remedio que admirarse con la destreza del percusionista evitalero: “!Mierda! —dijo—, es verdad: ese cajero vale plata”. El cantautor sanjacintero Adolfo Pacheco Anillo cuenta que conoció a Mingo Pimientel en 1957, pero fue sólo hasta 1961 cuando vinieron a relacionarse. Para esta última fecha, Pacheco regresaba de Bogotá, en donde había finiquitado cierto periodo como estudiante universitario, para luego posicionarse como docente del “Instituto Rodríguez”, de San Jacinto. Y fue precisamente en ese municipio en donde el compositor y el tamborero llegaron a estrechar amistades. Según Adolfo, después de la muerte del cantante Eduardo Lora, al conjunto de Landero entró el cajero Joselito Estrada, quien terminó ejerciendo la función de manager (aunque en ese tiempo no se usaba ese término en la música de acordeón) cuando apareció en escena Mingo Pimientel, quien no sólo conocía la ejecución de la caja sino también la del tambor denominado “pechiche”, que, antaño, los tamboreros conocidos como “chaqueros” en el palenque San Basilio, tocaban para comunicarle noticias a la comunidad. Aparte del pechiche, Pimientel ejecutaba hábilmente los cuatro aires del estilo vallenato (paseo, son, merengue y puya), pero también el chandé, el bullerengue y la chalupa (de las sabanas de Bolívar, Sucre y Córdba), aunque además se lucía con el tambor mayor de los conjuntos de gaita, en el cual podía tocar excelentemente ritmos como el merengue y la puya, pero frotando manualmente ambos parches de cuero. En otras palabras, conocía el “sobo de cuero”, como le llaman los percusionistas campesinos a ese estilo de ejecución.

Cuando Adolfo Pacheco regresó a San Jacinto, en el conjunto de Landero no sólo estaba Mingo Pimientel, sino también su hermano Rafael, quien se hacía cargo del llamador, ese tambor tradicional que se utiliza especialmente en el toque de la cumbia. Conversando con Pacheco acerca de sus nuevas funciones en el conjunto de Landero, después del ingreso de los hermanos Pimientel, Joselito Estrada le dijo graciosamente al compositor: “Andrés me cambió por una golerá”, haciendo referencia al color negro (como el de los “goleros” o gallinazos) de los tamboreros de Evitar. Debido a la continuidad en los compromisos musicales del conjunto, por dificultades en el transporte entre Evitar y San Jacinto, Mingo y su hermano Rafael decidieron radicarse en esa población, más exactamente en el barrio Miraflores, en donde quedaba la vivienda de Rosalba Landero, la mamá de “El rey de la cumbia”. Y posteriormente en el barrio La Gloria, a donde se mudó Landero después de comprometerse sentimentalmente con Lastenia Alvis. En esa casa, Mingo y Rafael vivieron hasta que el primero contrajo nupcias con una joven del municipio de San Cayetano. Al igual que familiares y paisanos de Mingo, Adolfo Pacheco también resalta la capacidad del evitalero para lograr el golpe altisonante de la caja, “que era como un disparo que hacía despertar a quienes nos estuviéramos durmiendo en medio de la parranda”, dice el compositor, quien anota que en los años cincuenta, cuando aún vivía en Bogotá y después de escuchar varias de las grabaciones de Pimientel y Landero, dijo: “ahora sí es verdad que mi compadre se encontró un buen cajero”. “Es que

Mingo no sólo era un cajero excelente —agrega Pacheco—, también era un músico excepcional para la época. Era inteligente, dinámico y con mucha chispa musical. De hecho, enseñó a tocar bullerengue a Landero y, tanto en parrandas como en grabaciones, le corregía cosas que mejoraban las interpretaciones. En consecuencia, no me extrañó cuando supe que Mingo también tocaba el acordeón e improvisaba versos de cuatro palabras y décimas, después que se tomaba sus tragos en las parrandas, aunque no era tan bebedor, como pudiera creerse”. Por su parte, el acordeonista sanjacintero Rodrigo Rodríguez, quien para la época contaba con ocho años de edad, evoca que “aún no me había decidido a ser músico, pero ya me llamaba la atención todo lo que tuviera que ver con ese arte. Por eso, siempre que oía el golpe del tambor en la calle, me iba en busca del sonido hasta que llegaba a una cantina que tenía Adolfo Pacheco en el barrio La Gloria. Allí casi siempre encontraba a Landero, a Mingo Pimientel y a Toño Fernández parrandeando. Recuerdo que Adolfo y Landero competían con Toño en improvisación de versos, pero el gaitero constantemente les ganaba y terminaban mentándose las madres. Mingo, quien siempre me pareció un poco tímido, nada más observaba las peleas y tocaba su caja con una destreza que nunca más he visto en cajero alguno”. Adolfo Pacheco ratifica que después de la separación de Landero y Pimientel, acaecida en 1963, éstos siguieron reuniéndose, pero únicamente a nivel de grabaciones. El mismo Pacheco aprovechó uno de esos encuentros para solicitar la colaboración de Mingo en la grabación de su primer trabajo discográfico con

el acordeonista Humberto Montes. Fuera de esas producciones discográficas, los hermanos Pimientel organizaron su propio conjunto, con el acordeón y el canto de Mingo, quien, según Adolfo Pacheco, manejaba el mismo estilo de Landero, pero con una nota más fina y mucho más cuidadosa.

De San Jacinto a San Cayetano Junto a la inteligencia musical, el espíritu aventurero y la irreverencia de Mingo Pimientel, hay otra característica de su personalidad que sus allegados suelen recordar con frecuencia: su extremado gusto por las mujeres. De acuerdo con quienes, en Evitar y en otros lugares, cuentan anécdotas fragmentarias acerca de la vida del cajero, éste tenía mujeres repartidas por casi todos los departamentos que visitó cuando hacía parte del conjunto de Andrés Landero. Su propia viuda, Sara Sofía Ballesteros Ledesma, cuenta que durante el tiempo en que hizo vida marital con Mingo nunca dejó de enterarse de los amoríos que aquel iba dejando a lo largo de los pueblos que recorría con Landero y, posteriormente, con su propia agrupación. Respecto al mismo tema, un primo de Mingo, llamado Efraín Pimientel Leal, contó que, en cierta ocasión, por poco atentan contra su vida en el corregimiento de San Joaquín, jurisdicción de Mahates, pues a finales de los años 50 se enteró de que un pariente suyo hacia parte de la agrupación del famoso acordeonista sanjacintero Andrés Landero y, por ser admirador de éste, empezó a averiguar de quién se trataba. Mientras laboraba en el antiguo mercado del barrio Getsemaní, Efraín no perdía

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la oportunidad de entrevistarse con los músicos de los conjuntos vallenatos que con asiduidad llegaban a Cartagena, para, de esa manera, empezar a enterarse de quién era el familiar en cuestión. Unos días antes de que comenzaran las tradicionales Fiestas del Once de Noviembre, Pimientel Leal se enteró de que uno de los invitados a esa gesta carnestoléndica era nadie menos que Andrés Landero, quien estaría un sábado por la tarde cantando sus canciones a las afueras del antiguo “Teatro Cartagena”. Ese sábado, Efraín acudió temprano a la cita y por fin pudo descubrir, en el rostro y en los gestos del hombre que ejecutaba con maestría la caja, a un familiar cercano. En cuanto el conjunto terminó la primera tanda de canciones, el comerciante no tardó en acercarse al cajero. Tras el saludo inicial, vino una pequeña conversación en la que salieron a relucir los nexos familiares, lo que terminó en un fuerte abrazo y en el brindis con unos cuantos tragos de ron. En ulteriores fiestas novembrinas volvieron a verse unas cuatros veces más, pero ya no con la misma efusión del día en que se conocieron. “Después de eso —contó Efraín—, supe que Mingo iba a tocar en San Joaquín, pero no tenía la fecha exacta en que estaría en ese pueblo. De todos modos viajé un fin de semana con la idea de que nos viéramos nuevamente, pero cuando llegué al pueblo presentándome como Efraín Pimientel, preguntando por el conjunto de Landero y diciendo que Mingo era mi primo, salieron los hombres de una familia de allí diciendo que Mingo se había ido la noche anterior, después que ‘perjudicó’ (mantuvo relaciones sexuales con una joven virgen) a una hermana de ellos. Los tipos insistían en que yo tenía que saber en

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dónde estaba él. Dije la verdad, que no sabía, que yo vivía en Cartagena y que apenas acababa de conocerlo, pero no me creyeron. Otra familia, a la que por fortuna le caí bien, intercedió por mí y fue cuando los hombres me dejaron quieto. Apenas tuve la oportunidad, me regresé para Cartagena”. Para cuando se realizó el presente escrito, Efraín Pimientel residía en el corregimiento cartagenero de Caño del Oro, y laboraba como vendedor de hielo en el mercado de Bazurto de la capital de Bolívar. No obstante la cantidad de mujeres que, según sus conocidos, pasaron por la vida de Mingo Pimientel, se cree que únicamente tuvo hijos con Sara Sofía Ballesteros Ledesma, natural del corregimiento San Cayetano, jurisdicción de San Juan Nepomuceno (Bolívar), población que dista de Cartagena una hora y media, aproximadamente, viajando por carretera. Mingo y Sara Sofía se conocieron en 1961, aunque Andrés Landero, desde tiempo atrás, era cercano a la familia Ballesteros Ledesma, pues estaba enamorado de una hermana de Sara Sofía, con quien tuvo contacto desde la primera vez que fue a hacer una de sus presentaciones en ese municipio. En esa ocasión, Mingo aún no pertenecía al conjunto. Fue a principios de la década de los sesenta cuando Andrés Landero volvió por San Cayetano y, en cuanto pudo, se dirigió a la residencia de los Ballesteros a visitar a la mujer que admiraba. Lo hizo en compañía de Mingo y fue así como éste se conoció con Sara Sofía. Al parecer, y según las tímidas palabras de Sara, la atracción fue mutua e instantánea, puesto que el cajero siguió visitándola en los meses posteriores hasta que decidieron irse a vivir juntos, empresa ésta que sólo ocurrió al año siguiente cuando

ocuparon una vivienda en San Cayetano, en el barrio La Troncal, sector El Campo, lugar en donde aún habita Sara Sofía. En 1963 nació Luis Roberto Pimientel, quien actualmente también está radicado en San Cayetano; y, dos años después, nació Maribel Pimientel, a quien su padre bautizó con ese nombre, en homenaje a una mesera que había conocido en un pueblo del departamento del Magdalena. Maribel reside con su esposo y con sus hijos en un barrio cartagenero llamado El Nuevo Bosque. Luis Roberto y Maribel, quienes son, hasta el momento, las únicas personas que se conocen como hijos de Mingo Pimientel, afirman que carecen de recuerdos personales de su padre, pues el primero tenía tres años de edad cuando el cajero murió; y la segunda contaba con cinco meses de nacida. Por consiguiente, los datos fraccionarios que manejan se los han suministrado Sara Sofía y personas que fueron cercanas al percusionista de Evitar, entre ellas Andrés Landero. Cuenta Sara Sofía que, en el poco tiempo en que hizo vida marital con Mingo, debió acostumbrarse a sus largas ausencias, a la escasez económica y a los rumores que le endosaban al evitalero el consabido don de la ubicuidad, gracias al cual podía estar parrandeando en Valledupar, librando competencias en Maicao o persiguiendo a alguna admiradora en Retiro Nuevo. Cuando Sara Sofía se hacía a la idea de que a lo mejor ya no volvería más, el marido errante se presentaba como un huracán de alegría que lo inundaba todo. Resolvía los problemas económicos con el dinero que traía de sus giras, pero, en cuanto comenzaba a reacomodarse en la vida hogareña, recibía alguna razón de Andrés Landero, si

¿Quién apagó la caja? Domingo Germán Pimientel Aguirre, “Mingo Pimientel”, murió en Cartagena, en el Hospital Santa Clara, a las 3:00 de la madrugada del 22 de noviembre de 1966, después de una intervención quirúrgica, mediante la cual los médicos intentaron conocer el origen de un dolor que sufría desde tiempo atrás. Aún después de haberse cumplido 40 años de la desaparición del cajero, sus familiares, paisanos y amigos siguen barajando hipótesis para tratar de acercarse a la verdad de ese padecimiento

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es que éste no iba personalmente a buscarlo, para cumplir con otra gira de compromisos en pueblos conocidos o por conocer. “La única forma de que Mingo no se fuera con Landero —afirma Sara Sofía— era que estuviéramos en época de carnavales de Barranquilla, que acá también se celebraban con la misma algarabía. En esos días, se alegraba mucho y se la pasaba tocando el tambor en la danza de los negritos. Landero ya lo sabía, y por eso siempre se buscaba a otro cajero”. Sara Sofía dice no estar segura de si 1965 fue el último año en que Mingo Pimientel acompañó a Andrés Landero en sus grabaciones, pero sí recuerda que para esa época ya el antiguo cajero tenía su propio conjunto, en donde era el acordeonista y cantante, haciéndose acompañar de su hermano Rafael, el encargado de las congas; y de su primo, José Domingo Cienfuegos, en la caja. Recuerda, incluso, que a mediados de 1966, Mingo y su conjunto salieron en una de sus giras juglarescas y volvió a saber de él en el mes de noviembre, cuando estaba agonizando en Cartagena, en el Hospital Santa Clara.

Rosina Aguirre, madre de Mingo Pimientel.

que terminó por quitarle la vida. Dichas presunciones todavía parten de una supuesta gastritis, pasan por una ulcera, tocan los terrenos del cáncer estomacal, hablan de alguna intoxicación, señalan cierto envenenamiento por celos profesionales, acuden al mito del mal trago de ron y aterrizan siempre en el maleficio que le aplicaría alguna hembra despechada. Lo realmente concreto es que Mingo Pimientel tenía sólo 28 años de edad cuando partió de este mundo, dejando en sus conocidos el recuerdo de una excelsitud musical que se convirtió en promesa y terminó en frustración, pues en él estaba encarnado el gran preludio de algo monumental en la música de acordeón de Colombia. Así lo corrobora el compositor Adolfo Pacheco, quien aún recuerda las veces en que, en compañía de Andrés Landero, visitó a Mingo en su residencia de San Cayetano y juntos presenciaron la destreza y el oído musical que el evitalero desplegaba sobre los botones del acordeón. Min-

go, a su vez, también llegaba a San Jacinto a visitar a Pacheco Anillo; y fue precisamente en una de esas visitas cuando el percusionista le comentó las incidencias de un cólico que venía sintiendo desde semanas atrás, por lo cual el compositor le recomendó las calidades profesionales de Alfredo Maciá, un conocido médico del corregimiento de Malagana (Mahates) e, incluso, le escribió una nota para que la recomendación tuviera más peso. Por su parte, Sara Sofía Ballesteros cuenta que desde que Mingo empezó con sus padecimientos, un médico de San Juan Nepomuceno, llamado Carlos Cuevas, le diagnosticó una gastritis. Junto con el tratamiento de cinco meses que le asignó, el galeno le hizo la advertencia de que la afección era de cuidado, pues podía convertirse en úlcera y posteriormente en cáncer. Sin embargo, y según las palabras de Sara Sofía, el paciente sólo duró dos meses aplicándose el tratamiento, porque, en cuanto desaparecieron los malestares, volvió a su rutina de acordeón, correrías, trago y mujeres. Precisamente, este último tópico constituye una de las teorías que se manejan respecto a las causas de la muerte de Mingo. Sara Sofía cuenta que la última vez que lo vio con vida, fue en agosto de 1966, cuando partió hacia las fiestas patronales de Mahates, de donde saldría hacia Marialabaja, en donde vivía con una mujer, según las noticias que llagaban a San Cayetano, respecto a la demora de Mingo en su última correría. “Por esos días —recuerda Sara— me contaron que él tenía relaciones desde tiempo atrás con esa mujer, pero que al mismo tiempo visitaba a otra. Esta última tenía la idea de que Mingo se casaría con ella, pero él dizque dijo en una pa-

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rranda que no se iba a casar con nadie. Un hermano de la muchacha lo oyó y dijo: ‘eso lo veremos’. Cuando Andrés Landero supo lo del fallecimiento de Mingo, también dijo: ‘carajo, Mingo se dejó matar de la mujer de Marialabaja’. Así que por eso hay una parte de gente que dice que lo de él fue un maleficio. Otros dicen que le dieron a beber vidrio molido en un trago de ron”. El mito del “mal trago” es otra de las teorías que se manejan entre familiares y amigos del cajero, ya que fue una de las estrategias aniquiladoras que hicieron carrera no sólo entre los artistas de antaño, sino también entre personas comunes y corrientes, cuando entre ellas se despertaban las envidias cotidianas y los celos profesionales. El “mal trago” hace parte también de la extensa cadena de sortilegios que, según las leyendas pueblerinas, se utilizaban en las zonas rurales de los países latinoamericanos, pero especialmente caribeños, como una forma de demostrar poder, sin ponerle una mano encima al adversario. Por causa del famoso “mal trago” fueron muchos los talentos que se frustraron, muchas las carreras en ascenso que se frenaron y muchos los matrimonios que se desintegraron, ya que a la persona que tenía la mala suerte de recibir ese tipo de agresión, podía perder la razón, enfermarse físicamente para siempre o, en el peor de los casos, morir sin que nadie supiera a ciencia cierta qué fue exactamente lo que le sucedió. Porque tal parece que el letal “mal trago”, no solo destruía a las personas, sino que se convertía en un enigma para la ciencia, ya que hasta ahora no se ha sabido de médico alguno que haya descubierto la brutal anomalía; y nunca se ha visto que una víctima de ese trago haya salido en buenas con-

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diciones de un hospital. Casi todos los pacientes aquejados por lo corrosivo del “mal trago” van a parar, de acuerdo con la rapidez y creencia de sus familiares, a los consultorios de esos desentrañadores de misterios, a quienes los campesinos llaman “curiosos”. Pero, en muchas ocasiones, al mismo enfermo y a su familia les ha faltado fe o tiempo para ponerlo en manos de un curador de esa clase. Por eso la muerte siempre extiende sus garras en el desencadenamiento de ese tan temido “mal trago”.

De prisa por la vida La última correría de Mingo y su conjunto terminó en el corregimiento de Ñanguma, jurisdicción de Marialabaja, en los Montes de María, norte del departamento de Bolívar. Rafael Pimientel lo recuerda perfectamente, ya que en esa oportunidad invitó a su primo José Domingo Cienfuegos para que se encargara de tocar la caja, que Mingo había abandonado para ejecutar el acordeón y el canto. Lo recuerda también, porque, en cuanto terminaron la gira, Mingo no regresó a San Cayetano, sino que se quedó en Marialabaja con una mujer —de la que nadie recuerda su nombre—, y que había conocido de tiempo atrás, en una de sus incursiones con el conjunto de Andrés Landero. Rafa lo recuerda por otra razón: antes de esa última gira, Mingo no había vuelto a quejarse del dolor que le aprisionaba el estómago; pero, cuando se estaban acercando a los predios de Ñanguma, el padecimiento estomacal lo obligó a detenerse. El resto del conjunto regresó a Evitar, y Mingo se quedó en Marialabaja con la idea de volver a convocar a sus músicos, una vez se le aliviara la molestia. Pero pasaron varios días en los que Rafa no tuvo más

noticias de Mingo y durante los cuales le explicó someramente a Rosina Aguirre que habían suspendido los toques, debido a que a su hermano le había retornado el dolor que supuestamente debía desaparecer con el tratamiento que le aplicó el médico Carlos Cuevas, en San Cayetano. Por esos mismos días, había llegado a Evitar, procedente de Venezuela, otro primo de los Pimientel Aguirre, Rafael Cienfuegos, hermano de José Domingo, quien en ese momento reemplazaba a Mingo en el toque de la caja. Rafael Cienfuegos tenía urgencia de encontrarse con Mingo por dos poderosas razones: porque llevaban mucho tiempo sin verse, aunque sí tenía referencias del pariente cajero, ya que en Venezuela se escuchaba la música de Andrés Landero, y los evitaleros que iban y volvían le decían que quien tocaba la caja en esas grabaciones era nadie menos que su primo Domingo Pimientel Aguirre. La segunda razón era que le traía un acordeón nuevo, como obsequio de fin de año. “Como vimos que Mingo no mandaba razón ni grande ni pequeña — cuenta Rafa—, el primo y yo resolvimos irnos para Marialabaja a llevarle el acordeón y a ver cómo seguía con su dolor. Salimos de Evitar el 21 de noviembre. Cuando estábamos en la Cruz del Vizo, nos encontramos con unos compadres de Mingo, quienes venían de Marialabaja. Ellos nos avisaron que el hombre había pasado una mala noche con ese dolor, que le daban y le hacían de todo, pero no dejaba de rabiar”. Recuerda Rafa que cuando llegó a Marialabaja encontró a Mingo en peores condiciones de las que imaginaba: se le notaba pálido, sus palabras eran ininteligibles, permanecía doblado sobre las rodillas y emitía un quejido persistente que

pedía que lo lleváramos a San Cayetano, que nos quedaba más lejos todavía”. No obstante, la presencia de los tres hombres con el enfermo en la casa de Lina Aguirre provocó la desesperación de ésta, pues lo primero que les reclamó fue el no haberlo trasladado a un centro médico de Cartagena, ya que en Mahates, al parecer, no había quien hiciera ese tipo de terapias. Recuerda Rafael Pacheco, otro hijo del decimero Maximiliano Pacheco y hermano de la prima Lola, que “yo estaba en la plaza haciendo una diligencia, cuando de pronto alguien me avisó que en la casa de mi tía Lina tenían a Mingo, quejándose de una gravedad que nadie sabía de dónde le venía. Enseguida me fui a verlo y encontré la casa llena de gente. Me acerqué a la cama de tijera en donde lo tenían acostado. Estaba rabiando y casi no se le entendía lo que decía. La hablé varias veces, pero creo que no me reconoció. Alcancé a mirarle la barriga y noté que se le veían unos nudos que daban vueltas. Era como si las tripas se le estuvieran enredando por dentro. Comencé a preguntar qué era lo que le pasaba al primo, pero nadie sabía. Una de las cosas que escuché, después de su muerte, era que tenía varios días de estar tocando y tomando ron por los lados de Marialabaja, sintió hambre y se le dio por comerse un pedazo de plátano —que todavía no estaba muy maduro— con un pedazo de queso. Dicen que eso pudo haberle provocado una intoxicación”. Algo parecido ha relatado, durante todos estos años, Rosa Elvia Pimientel, una de las hermanas menores de Mingo, a quien le contaron que el cajero “se había tomado un purgante, a lo mejor pensando en que se le desterraría el dolor para

Rubén Darío Álvarez

terminó por desesperar al primo y al hermano. Dice Rafa que “lo primero que se me ocurrió fue salir a la calle a buscar plata, porque no tenía la suficiente como para pagar un viaje hasta Evitar. Primero empeñé por cien pesos el acordeón que José Domingo le iba a regalar a Mingo. Después fui donde los hermanos Andi, que eran amigos nuestros de parranda, y me prestaron veinte pesos. Con ese presupuesto alquilé un carro que nos llevó hasta El Vizo”. En la estación gasolinera de la Cruz del Vizo se encontraron con el médico mahatense Ángel Varela, quien examinó rápidamente al enfermo y recomendó que se le practicara un lavado urgente, ya que, al parecer, presentaba una obstrucción en el intestino grueso. El enfermo fue trasladado a Mahates en el camión de un amigo de los Pimientel, a quien conocían como “El Papirro”, quien también había presenciado el rápido examen del médico Varela en la estación de El Vizo, pero ni él ni Rafa ni José Domingo visualizaron que el traslado más recomendable debía ser hacia Cartagena, dada la incertidumbre que se respiraba en cuanto al verdadero mal que aquejaba a Mingo. “Reconozco que en ese momento hubo aturdimiento entre todos nosotros —recuerda Rafa—, porque debimos irnos para el hospital Santa Clara, en Cartagena. Además, creo que entendí que la cosa no era tan grave cuando el doctor Varela me dijo que debíamos hacerle un lavado. Creí que con eso se mejoraría, y hasta ahí. Por eso lo llevé a Mahates, a la casa de mi tía Lina Aguirre, pensando en que ella misma, o con ayuda de alguien que supiera de eso, le podía hacer lo que recomendó el médico. Pero hacerle caso a Mingo también hubiera sido una locura, porque él, en su agonía,

Sara Sofía Ballesteros, esposa de Mingo.

siempre, pero también se puso a tomar ron, y eso parece que empeoró las cosas. Pero lo que creo es que la falla fue haberlo llevado a Mahates. Si lo llevan a Cartagena, quizás estuviera vivo todavía”. Siendo las 6:30 de la tarde, Rafael Pimientel decidió irse para Evitar en busca de sus padres para darles la mala noticia. En ese momento, cuando no había vehículos disponibles, tanto mahatenses como evitaleros acostumbraban a trasladarse por una ruta llamada “El camino viejo”. De esa manera, el hermano de Mingo, sin importarle un salvaje aguacero que se precipitó sin aviso, llegó a Evitar siendo las 7:30 de la noche. Recuerda Rafa que “lo primero que hice cuando llegué a Evitar no fue ir directo donde ‘Tilla’ a contarle lo de Mingo, sino que me escondí un rato en la casa de los papás de José Domingo Cienfuegos. Allí les conté lo que estaba pasando, para que me dieran ánimos para decírselo a mi

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mamá, porque yo sabía que apenas me viera iba a hacer lo que siempre hacía cuando me veía regresar de alguna correría, que era preguntarme por Domingo. A final de cuentas, fue Rafael Cienfuegos quien se atrevió a darle la noticia, pero no le dijo que Mingo estaba grave, sino que tenía el dolor de siempre y que quería que lo acompañaran a verse con los médicos de Cartagena”. Pese al cuidado con que le transmitieron la noticia, Rosina Aguirre pareció presentir que algo aún más serio estaba sucediendo, por lo que, a su vez, comunicó los acontecimientos a Erculano, su esposo, y juntos partieron a Mahates, aún con la menuda lluvia que había dejado el intenso aguacero que comenzó a las 6:00 de la tarde. Lina Aguirre Palacio cuenta que los esposos Pimientel Aguirre llegaron a Mahates siendo, aproximadamente, las 8:30 de la noche. Casi al instante, después de presenciar la lucha de Mingo con el dolor del estómago, decidieron trasladarlo a Cartagena en un carro de propiedad de Marco Jácome (q.e.p.d.), un conductor de buses y amigo muy cercano de la familia Aguirre Palacio. “Cuando llegamos a Cartagena —dice Lina— eran como las 9:00 o 9:30 de la noche. Media hora después ya estaban preparando a Mingo para hacerle una operación. Esa operación duró más o menos como una hora, pero cuando lo sacaron de ese cuarto me pareció que estaba peor que cuando entró, porque ya ni siquiera hablaba ni reconocía a nadie. Lo primero que nos dijeron las enfermeras fue que no le diéramos nada, ni agua ni comida. Los médicos aseguraban que Mingo se iba a recuperar. Sólo había que esperar con paciencia. Pero Rosina, mi hermana, presentía que eso no iba a pasar y por eso le pidió a Marco Já-

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come, que la ayudara con los trámites de la funeraria. A mí me pidió que me regresara para Mahates y fuera preparando a la gente.” En algún pasaje de las anécdotas que se han contado en estos cuarenta años, respecto a la muerte de Mingo, se dice que, en las horas de la madrugada, las enfermeras del hospital Santa Clara le pidieron a los esposos Pimientel Aguirre que abandonaran la pieza en donde estaba su hijo, por temor a que le suministraran algún alimento o líquido que pudiera perjudicarlo. Sin embargo, Rosina detuvo a una de las funcionarias y le dijo con toda la seguridad que le transmitía su instinto materno: —Ese muchacho está muerto. —¿Y usted cómo sabe? —Yo lo sé. Más bien cuídelo y cuide a mi marido, mientras yo regreso. —¿Para dónde piensa ir? —Voy a esperar a que amanezca para ver por dónde anda Marcos Jácome, que salió anoche a hacer las diligencias del cajón y esas cosas. Dicen también que Rosina Aguirre salió del Hospital Santa Clara sin conocer la ciudad. Caminó varias calles, tratando de huir de la desesperación y del suplicio absurdo que significaba haber perdido un hijo de un momento a otro y sin ninguna explicación razonable. Por ese motivo, no volvió nunca más a Cartagena. “Me tocó conocerla en un día muy triste”, es lo que ha dicho durante cuatro décadas a todo el que la cuestiona por su negativa a regresar a la capital de Bolívar. Aseguran también que mientras caminaba por las calles del Centro Histórico de Cartagena, sin dirección alguna, huyendo de su propia exasperación, Rosina Aguirre se encontró con una paisana a quien

tenía mucho tiempo de no ver, pues, al parecer, ésta había emigrado de Evitar desde muy joven y se quedó viviendo para siempre en uno de los barrios populares de la ciudad. —¡Rosina Aguirre!—dijo sorprendida la paisana, y enseguida interrogó:—¿usted qué hace por aquí? —Mija, es que tengo a Mingo en el hospital, se acaba de morir y estoy buscando a Marcos Jácome para ver por dónde es que está haciendo las diligencias del entierro. —Bueno, pero no se ponga a caminar así, sin conocer. La pueden atracar. Regresemos al hospital y desde allá llamamos por teléfono a todas las funerarias, para ver si nos dan razón de Marcos. Cuando las dos mujeres regresaron al Santa Clara se encontraron en la puerta con Marco Jácome, quien acaba de regresar de Mahates, después de haber dejado a Lina Aguirre haciendo los preparativos para recibir el cadáver de Mingo. Fue allí en donde el paisano se enteró de que el hijo de Rosina había fallecido a la 3 de la madrugada de ese 22 de noviembre. A las 3 de la tarde del mismo día, el féretro con los restos mortales de Mingo Pimientel pasó por la casa de Lina Aguirre y siguió de largo hacia Evitar, en donde lo esperaban los parientes y amigos, quienes, aún viéndolo a través del pequeño vidrio de la cubierta, no se convencían de la repentina y desgarradora pérdida. Otra de las cosas que recuerda Rafael Pacheco es que el día 23 de noviembre, el célebre Andrés Landero estuvo en la casa de los Pimientel Aguirre, en compañía de una rubia “que parecía una reina de belleza. ¡Y cómo lloraba Landero a Mingo! Has-

Rubén Darío Álvarez

Simón Herrera, cajero excepcional, cuñado de Mingo y padre de Juan David “El Pollo” Herrera.

ta le sacó una canción que se llama ‘La muerte de Mingo’”. Esa canción, compuesta en ritmo de paseo, es muy poco recordada entre los sanjacinteros y demás seguidores de la música de Andrés Landero, ya que no fue promocionada con el ahínco de las otras que integran el repertorio del “Rey de la Cumbia”. La prima Lola Pacheco recuerda que a su regreso de Venezuela, en donde estuvo trabajando cuando acaecieron los episodios que finalizaron con la muerte de Mingo, tuvo el disco de acetato en sus manos y hasta se enteró de una petición que Rosina Aguirre le hizo a Landero en alguna ocasión. “Mi tía Rosina —cuenta Lola— le pidió a Landero que no permitiera que programaran la canción en las emisoras. Y la verdad es que cuando ella la escuchaba se incomodaba bastante, como que la hería la letra y la forma como Andrés cantaba esa pieza.” Landero, quien ya había vivido un caso nefasto con la madre de Eduardo Lora, quien murió en cuanto escuchó la canción que el acordeonista le dedicó a su compañero de correrías, hizo caso de la petición de Rosina Aguirre y,

como consecuencia, la pieza nunca más volvió a escucharse en las emisoras y, por ende, ni en los picós ni en los establecimientos de diversión. Por esa razón son muy pocas las personas que en San Jacinto se acuerdan de ella. La letra es la siguiente: La muerte de Mingo Por algo Landero llora al perder dos compañeros: primero fue Eduardo Lora; segundo, Mingo el cajero Qué triste se oye mi cumbia al perder mi compañero. Ya se murió ese cajero, está durmiendo en su tumba Ese fue un amigo fiel, no se borra de mi mente. Dejó Mingo Pimientel su recuerdo para siempre Sara Sofía Ballesteros relata que las noticias acerca de la gravedad de Mingo llegaron a San Cayetano por boca de una prima suya, quien vivía en

Malagana, y quien, a su vez, recibió la mala nueva por parte de unos amigos que presenciaron la llegada de Rafael Pimientel a la Cruz del Vizo, cuando traía de Marialabaja al hermano. “Yo me enteré, al día siguiente, de que estaba grave —recuerda Sara Sofía—; o sea, el 22 de noviembre en el medio día. Enseguida me fui para Evitar, porque pensé que se lo habían llevado para allá, pero cuando quise llegar me encontré con la noticia de que ya había muerto. Pero no me convencí hasta que no tuve el cadáver ante mis ojos”. El sepelio se cumplió el 23 de noviembre a las 5 de la tarde en el minúsculo y enmontado cementerio de Evitar, en donde tantas veces el pequeño Mingo se metió a jugar con sus primos para asustar a las primas que le temían a sus pesadas bromas. “Rosina era robusta y bonita cuando se casó con Erculano —cuentan los evitaleros—. Pero, desde que murió Mingo, más nunca volvió a engordar”.

Una presencia permanente Durante los últimos cuarenta años, la presencia de Mingo Pimientel en las familias Pimientel Aguirre y Pacheco Orellano ha sido permanente, persistente y repetitiva, a través de las anécdotas y los recuerdos que dejó en las personas que lo conocieron de cerca. Tal vez sin tener una férrea conciencia de lo que fueron sus kilates como percusionista y acordeonista con futuro, parientes como la prima Lola Pacheco se han encargado de mantener vivo su recuerdo en contra del olvido, que, al decir del escritor uruguayo Eduardo Galeano, resulta ser la peor y la más definitiva de las muertes.

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El olvido, sin embargo, parece haber logrado contaminar la memoria de los músicos y paisanos que tuvieron alguna cercanía con él, pues como se dice al principio de este artículo, ni el mismo Andrés Landero lo mencionaba en sus entrevistas ni en las declaraciones que dio a periodistas e investigadores durante todos los años en que permaneció siendo “El Rey de la cumbia”. En el mismo corregimiento de Evitar, las nuevas generaciones ignoran que existió en el departamento de Bolívar un Mingo Pimientel que en los años sesenta se alzó como uno de los mejores tamboreros que ha parido el Caribe colombiano en todos los tiempos. No existe en Evitar una memoria escrita, una imagen o monumento que se encarguen de despertar el orgullo de los coterráneos de Mingo, respecto a su existencia y a la obra que, aunque corta, fue digna del aplauso de sus contemporáneos en la música popular costeña. De ahí el título del presente artículo. De todas maneras, vale destacar que entre las generaciones que precedieron a Mingo permaneció, como un estigma genético, la inquietud por los asuntos musicales, toda vez que entre sus hermanos surgieron tamboreros que, aunque abandonaron la carrera por diferentes circunstancias, no dejaron de inculcar a sus hijos la preocupación por esa manifestación artística. Un ejemplo palpable es Juan David Herrera Pimientel, “El Pollito”, hijo de Ana Isabel Pimientel, otra de las hermanas menores de Mingo, quien contrajo matrimonio con el también cajero Simón Herrera, famoso en Valledupar y en todo el departamento del Cesar por su destreza y picardía en el contrapunteo con la caja. “El Pollito” Herrera empezó a

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destacarse en el ámbito de la música vallenata desde muy niño, pues fue quien siguió de cerca los pasos de su padre en eso de darle sus buenos golpes a la caja, con lo cual se acostumbró a ganar festivales desde muy temprano siendo el acompañante de muchos niños acordeonistas que percibían en él a una garantía de peso para levantarse con los primeros puestos. Más tarde, abandonó la caja y se decidió por el acordeón, algo parecido a lo que hizo su difunto tío. En poco tiempo logró aventajar a los niños acordeonistas que en un principio lo solicitaban como cajero. Su oído, su ingenio, su gracia y su velocidad causaron desde el comienzo la admiración de familiares, vecinos y colegas que avizoraron lo que “El Pollito” sería en el futuro cercano. Acompañado de su hermano Israel en la guacharaca, “El Pollito” Herrera Pimientel acumuló más de 50 primeros puestos en las categorías menores de casi todos los festivales de la Costa Caribe colombiana, hasta llegar a obtener el más codiciado y prestigioso de todos: el de “Rey de la Leyenda Vallenata”, que se disputa anualmente en la ciudad de Valledupar. Ahora se encuentra entre los pocos reyes que han completado el ciclo de Rey infantil en 1983, Rey aficionado en 1990 y Rey Profesional en 1996. Ya antes había concursado en 56 festivales en distintas categorías saliendo ganador en 54 de ellos. En el Festival de La Leyenda Vallenata ocupó el segundo puesto en los años 1992, en aficionados; y 1995, en profesionales. Cuando fue coronado como Rey Profesional en 1996, derrotó a Alfredo Gutiérrez y a Alberto “Beto” Villa, quienes fueron a dar al segundo y tercer puesto, respectivamente.

Coronado a los 21 años de edad, ha sido uno de los reyes más jóvenes del Festival Vallenato. Ya para entonces había hecho pareja musical con el cantante Miguel Morales, llegando a grabar unas tres producciones con notable éxito. “El Pollo”, al igual que su hermano Israel, heredaron de su tío Mingo Pimientel, no sólo la destreza y el ingenio musical, sino también su espíritu aventurero, derrochador y alegremente irresponsable. Del seno de la familia de la prima Lola Pacheco también dio frutos la vena musical: el segundo de sus hijos, Marco Aurelio Álvarez Pacheco, es actualmente uno de los mejores bajistas que han surgido del departamento de Bolívar, lo que puede corroborarse mediante las producciones discográficas que ha concebido con infinidad de conjuntos y cantantes de música vallenata y tropical, entre los que se destacan “Los soneros de Gamero”, “Los Muchachos”, “Los Pechichones”, Rafael Ricardo y Otto Serge, Julio Rojas, Miguel Herrera, Alfredo Gutiérrez, Mariano Pérez y Aníbal Velásquez, entre otros. Un hijo de Marcos, Daniel Andrés Álvarez Arrieta, ya empieza a destacarse como acordeonista, cantante y compositor de mucho futuro, lo que puede tomarse como una significación de que el espíritu de Mingo ha seguido presente en las generaciones posteriores a su temprana desaparición, no sólo en anécdotas sino en lo que él mejor sabía hacer: sacarle a la vida los sonidos más bellos y más largos, aunque ella misma se empeñe en ser corta y repentina.

N O T I C I A S

Investigaciones, Cátedras, eventos, becas, programas, talleres, seminarios, y publicaciones confirman el compromiso del Observatorio del Caribe Colombiano con la región Redacción Aguaita

Investigaciones Finalización de la investigación para la Construcción de la Visión Prospectiva y Estrategias de Desarrollo en los Montes de María El Observatorio del Caribe Colombiano y el Departamento Nacional de Planeación (DNP), con el apoyo de la Fundación Red de Desarrollo y Paz de los Montes de María, la Unión Europea y las Gobernaciones de Bolívar y Sucre, desarrollaron, entre los meses de febrero y junio del año 2011, la Construcción de una Visión Estratégica Territorial Prospectiva en la Subregión de Montes de María, en el marco del proyecto de Gobernabilidad con visión de futuro adelantado por el DNP. El principal objetivo era establecer líneas estratégicas que permitieran a los municipios de la región determinar políticas específi-

cas de desarrollo regional y fortalecimiento institucional, teniendo en cuenta las potencialidades del territorio. El proceso contó con la participación de más de 150 personas entre actores, expertos y líderes del orden nacional, regional y local, y se desarrolló en 6 fases: diagnóstico, análisis estructural, análisis de juego de actores, construcción de escenarios y lineamientos estratégicos. En cada una de las fases se obtuvieron resultados por medio de la realización de 6 talleres participativos y 2 subregionales. En el estudio fueron priorizadas 12 macrovariables estratégicas, sobre las cuales se deben enfocar los esfuerzos y la intervención público-privada para el logro del escenario apuesta o visión para la subregión al 2032.

Programa de Asistencia Técnica a las Comisiones Regionales de Competitividad CRC La Confederación Nacional de Cámaras de Comercio-CONFECAMARAS y el Observatorio del Caribe Colombiano, adelantan el Programa de Asistencia Técnica a las Comisiones Regionales de competitividad–CRC de Bolívar, Córdoba, Cesar, Magdalena, La Guajira, Sucre y Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. El convenio tiene como objetivo fortalecer a las Comisiones Regionales de Competitividad de la Región Caribe Colombiana, para que puedan gestionar y desarrollar proyectos que les permitan orientar la transformación productiva de los departamentos de la región.

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La primera etapa de ejecución, ya cumplida, estuvo dirigida a desarrollar en los miembros de las CRC la capacidad necesaria para identificar, priorizar y elaborar iniciativas productivas. Para lo anterior se realizaron talleres en seis departamentos de la región Caribe, en los cuales se contó con la participación de las Comisiones Regionales de Competitividad y representantes de los sectores público, privado y de la academia. La segunda etapa de ejecución, orientará técnicamente a las Comisiones Regionales de Competitividad, en la elaboración del perfil de competitividad de sus respectivos departamentos.

Sistema de Indicadores de Seguridad Alimentaria y Nutricional En el marco del proyecto “Caribe Sin Hambre”, el Observatorio del Caribe Colombiano realizó el diseño del sistema de información regional de seguridad alimentaria y nutricional, enfocado en el monitoreo y la evaluación, el cual se integrará al Sistema de Indicadores de Desarrollo -SID-. Este trabajo tiene el objetivo de brindar información periódica sobre el progreso de la región en indicadores claves hacia la erradicación del hambre y la malnutrición infantil en el marco del Conpes Social 113, así como evaluar el desempeño del Plan de Desarrollo para un Caribe Sin Hambre.

Diseño de la Planeación Estratégica del Plan Especial de Salvaguardia (PES) del Espacio Cultural de Palenque de San Basilio El Observatorio del Caribe Colombiano y el Ministerio de Cultura, a través del Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes de Bolívar, adelantan la construcción del Plan Estratégico de Salvaguardia del Espacio Cultural de Palenque de San Basilio, llevando a cabo un proceso participativo con la comunidad palenquera. El Plan Estratégico del PES para Palenque de San Basilio se realizó en 4 fases las cuales se desarrollaron a través de encuentros programados con la comunidad y su diáspora. Los encuentros participativos han permitido priorizar aquellos proyectos que tendrían incidencia en el corregimiento de Palenque dentro de 4 líneas estratégicas identificadas en el PES: Trasmisión de Saberes; Identidad, Memoria y Territorio; Desarrollo, Cultura y Auto-

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nomía; Difusión y Apropiación del Patrimonio Cultural e Inmaterial.

Convenios Ecopetrol y el Observatorio del Caribe Colombiano se unen para promover el conocimiento y el desarrollo de la región Ecopetrol y el Observatorio del Caribe suscribieron un convenio de cooperación que beneficiará a los ocho departamentos y a los municipios del Caribe colombiano en los cuales Ecopetrol hace presencia. El convenio fue firmado durante una reunión organizada por las dos entidades, a la cual fueron convocados los alcaldes y gobernadores electos de la región. Durante el evento, Antonio Hernández Gamarra, Director Académico del Observatorio, realizó la presentación de la Agenda Caribe, un documento que plantea la propuesta de este centro de investigación para reducir la pobreza y la inequidad en la región y que contiene las

líneas de acción prioritarias en los temas de nutrición infantil, educación, infraestructura, entre otros. Entre los puntos del convenio figuran: la elaboración de documentos de investigación que permitan tener un conocimiento sistemático de los departamentos, municipios, corregimientos, veredas y barrios de la región Caribe; promover espacios, eventos y actividades que permitan, a los diferentes actores del desarrollo en la Región, disertar, construir y evaluar propuestas de desarrollo; promover la generación de sinergias, la producción y transferencia de conocimientos y la formación de capacidades entre los actores del desarrollo en el territorio; y la ejecución de programas para reconocer, valorar y promover la diversidad étnica y cultural, entre otros.

Presentación y firma del acuerdo de voluntades sobre la visión Talleres, socializaciones de investigaciones, fo- prospectiva de los Montes de María y el plan prospectivo estratégico ros y publicaciones del Departamento de Sucre Seminario taller sobre indicadores En Sincelejo, la Gobernación de Sucre, el Observade ciencia, tecnología e innovación El OCyT y el Observatorio del Caribe realizaron, en tres sesiones, durante el mes de marzo, el Seminario Taller sobre Indicadores de Ciencia, Tecnología e Innovación. Con este taller se busca fomentar la formación de un equipo especializado en el manejo de las herramientas y metodologías, que oriente la evaluación y el seguimiento de la política de cada uno de los departamentos de la Región en esta materia. Los temas por tratar son: apropiación social de la ciencia, la tecnología y la innovación, capacidades, inversión y formación en CTI, bibliometría, innovación y vigilancia tecnológica.

torio del Caribe Colombiano, la Fundación Red de Desarrollo y Paz de los Montes de María, la Unión Europea, la Gobernación de Bolívar y la Cámara de Comercio de Sincelejo, realizaron la presentación y firma del acuerdo de voluntades sobre “La Visión Prospectiva de los Montes de María y El Plan Prospectivo Estratégico del Departamento de Sucre.” El evento, realizado el 20 de junio en el Salón Corcovao de la Gobernación de Sucre, contó con la presencia de Dr. Jorge Barraza, gobernador de Sucre, el director académico del Observatorio del Caribe, Dr. Antonio Hernández Gamarra y el Dr. Oswaldo Porras, Director de Desarrollo Territorial Sostenible del Departamento Nacional de Planeación, así como los líderes y equipos técnicos de las entidades y organismos público-privados que han propiciado estas iniciativas en el Departamento de Sucre y la Subregión de los Montes de María.

Conversatorio de Investigadores de la Región Caribe colombiana El 17 de agosto de 2011 se realizó en la ciudad de Santa Marta, la primera reunión preparatoria para el IV encuentro de investigadores, con la participación de los vicerrectores de investigaciones de las Universidades de Sucre, Magdalena, Popular del Cesar y Atlántico, el rector de la Universidad del Magdalena y los Directores Acadé-

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mico y Ejecutivo del Observatorio del Caribe. Así mismo fue invitado a la reunión, el Dr. Rafael Molina, Vicerrector de Investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia. En la reunión se definió que uno de los puntos para trabajar en el IV encuentro, que se realizará el próximo año, es el fortalecimiento de la RED Ocaribe como mecanismo de encuentro y divulgación entre los diferentes grupos de investigación de las universidades, que les permitan conformar grupos colaborativos, capacitaciones, entre otras, a través de la utilización de las herramientas de la web. Se acordó, además, que durante el IV Encuentro de Investigadores se presentarán los avances del Plan Estratégico de Investigaciones de cada universidad, acompañado de los estados del arte de las diferentes áreas del conocimiento y la presentación de las investigaciones seleccionadas por el comité académico de las diferentes

universidades que participarán en el encuentro. Para ello se seguirá trabajando, a partir de enero de 2012, con los representantes de las universidades, quienes conformarán un comité académico en diferentes escenarios para concretar la agenda de trabajo. Socialización de resultados del proyecto: Construcción de una visión estratégica prospectiva en la subregión de los Montes de María El 24 y 25 de octubre se presentó la investigación “Construcción de una visión estratégica prospectiva en la subregión de los Montes de María”, en las ciudades de Sincelejo y Cartagena, respectivamente. El evento realizado en Sincelejo, se llevó a cabo en el Museo Arqueológico de Sincelejo y contó con la participación del Gobernador de Sucre, Dr. Jorge Barraza; la Sra. Elvia Mejía, Directora Ejecutiva de Región Caribe Ya; el Sr. Roberto Prieto; del Departamento Nacional de

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Planeación y la Sra. Berena Vergara, del Observatorio del Caribe Colombiano. En la Gobernación de Bolívar se presentó la investigación “Construcción de una visión estratégica prospectiva en la subregión de los Montes de María”. El evento contó con la intervención del Director de Planeación de Bolívar, Dr. Federico García Cano, Roberto Prieto, del Departamento Nacional de Planeación, Hugo García Santis, Asesor de Planeación Departamental de la Gobernación de Sucre, Héctor Manuel Olier Castillo, Coordinador Desarrollo Territorial de la Gobernación de Bolívar y la Dra. Beatriz Bechara de Borge, Directora Ejecutiva del Observatorio del Caribe Colombiano.

Conferencia: Precios de los alimentos: de la crisis a la estabilidad Con motivo de la Celebración Mundial de la Alimentación, el Observatorio del Caribe Colombiano organizó una conferencia con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación FAO. El evento contó con la presencia del Sr. Carlos Augusto Del Valle, oficial de proyectos FAO-Colombia y del Dr. Malachy Pilgrim Dottin, Representante de la FAO en Colombia. En este mismo espacio se presentaron las estrategias y avances del plan de abastecimiento regional a cargo de Elvia Mejía Fernández, coordinadora técnica del Programa “Caribe sin hambre”, y el Observatorio del Caribe Colombiano presentó un estudio donde se contrastaron los datos de variación de precios, producción y sus repercusiones en la seguridad alimentaria de la Región.

La conferencia estuvo a cargo de Antonio Hernández Gamarra, Director Académico del Observatorio del Caribe y tiene como propósito analizar los aspectos sustanciales de la región Caribe frente al proyecto de la ley de Regalías. El evento fue transmitido por la Red Nacional Académica de Tecnología Avanzada RENATA.

Foro: La confiabilidad y la prestación del servicio de energía eléctrica en el Caribe Taller de validación de indicadores del sistema de información de seguridad alimentaria y nutricional Expertos en el tema, representantes de la FAO, Ministerio de la Protección Social, Ministerio de Agricultura, Corporación Colombia Internacional (CCI), entre otras instituciones, participaron en el taller de validación de los indicadores de acceso y disponibilidad que hacen parte del Sistema de Información de Seguridad Alimentaria y nutricional.

Con la participación del Ministro de Minas y Energía, Dr. Mauricio Cárdenas Santamaría, la Superintendencia de Servicios Públicos (SSPD) y el Observatorio del Caribe Colombiano organizaron el Foro: “La Confiabilidad y la Prestación del Servicio de Energía Eléctrica en el Caribe”, el 17 de noviembre en Cartagena de Indias. El propósito del Foro fue generar acciones correctivas para las debilidades que hoy se detectan en la prestación del servicio de energía eléctrica en esta región, especialmente asociadas a la estabilidad y a la calidad del servicio, así como emprender las acciones que posibiliten la prestación de un servicio óptimo. Las memorias del evento están disponibles en la sección noticias de la página web del Observatorio del Caribe Colombiano.

Conferencia: Regalías y desarrollo regional Con la participación de las Comisiones Regionales de Competitividad de la región Caribe y el Observatorio del Caribe Colombiano, se realizó la conferencia “El Acto Legislativo y la Reglamentación sobre Regalías” en la ciudad de Cartagena de Indias, el 15 de noviembre.

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Taller de actualización y priorización de proyectos departamentales del plan regional de competitividad Con la participación de la Comisión Regional de Competitividad del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y el Observatorio del Caribe Colombiano, se realizó la actualización y priorización de proyectos departamentales del Plan Regional de Competitividad del Archipiélago, los días 23 y 24 de noviembre. Este proceso se viene adelantando en los 32 departamentos del país, en el marco del Programa de Asistencia Técnica a las Comisiones Regionales de Competitividad, liderado por la Confederación Colombiana de Cámaras de Comercio (Confecamaras). En la región Caribe, este programa cuenta con el acompañamiento del Observatorio del Caribe Colombiano. El desarrollo de los talleres y los resultados que de ellos se deriven, serán un aporte sustancial tanto al fortalecimiento de la Comisión Regional de Competitividad, como al diseño de los programas de gobierno para el desarrollo del archipiélago. Lanzamiento del libro “Buenas prácticas competitivas en las ciudades colombianas: análisis de casos” El 16 de agosto, se realizó el lanzamiento del libro “Buenas Prácticas Competitivas en las ciudades colombianas: Análisis de Casos”, y la presentación del “Sistema de Indicadores de Desarrollo del Caribe Colombiano SID CARIBE, en la ciudad de Barranquilla y el 17 de agosto, en la ciudad de Santa Marta. El Observatorio del Caribe Colombiano ofrece con este estudio nuevas herramientas para la creación de estrategias y el diseño de políticas públicas para el desarrollo competitivo de las ciudades del país. En esta oportunidad, los investigadores del Observatorio del Caribe y la Cámara de Comercio de Cartagena, realizaron la medición y seguimiento de la competitividad de las ciudades

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del Caribe Colombiano con el objetivo de dar a conocer los avances y retrocesos en esta materia. El documento analiza la competitividad de 22 ciudades de Colombia y evidencia que las ciudades del Caribe colombiano se encuentran rezagadas al ocupar los últimos lugares del ranking en el período de estudio, en tanto que los avances logrados en la mayoría de los indicadores fueron mínimos. En contraposición, otras ciudades de Colombia lograron avances significativos en algunos indicadores clave para la competitividad, lo que hizo que ascendieran dentro del ranking o que mantuvieran las primeras posiciones. Estos descubrimientos motivaron la búsqueda e identificación de los mecanismos que llevaron a estas ciudades a obtener resultados favorables. De esta indagación surgió el trabajo “Buenas Prácticas Competitivas en las ciudades Colombianas: Análisis de Casos” que contiene una breve reseña de las experiencias exitosas, también llamadas buenas prácticas competitivas, adelantadas por las ciudades ubicadas en las mejores posiciones y aquellas con mayores avances en indicadores clave de competitividad. El evento realizado en Barranquilla contó con la participación de los actores clave dentro de las administraciones de las ciudades que lograron progresos significativos, quienes fueron los encargados de mostrar cómo lo hicieron y evidenciar que es posible conseguir cambios importantes durante un periodo de gobierno. Son ellos: Maricel Cabrera Rosero, subsecretaria de Calidad de la Educación de Pasto, Luis Fernando Ulloa Vergara, Gerente general de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, Iván Mauricio Pérez Salazar, Ex secretario de Hacienda de Medellín y el Dr. Luis Alexander Moscoso Osorio, Alto Consejero para la Gestión y la Inversión Social de Barranquilla. En Santa Marta, el libro fue presentado por los investigadores del Observatorio del Caribe Berena Vergara y Fernan Acosta.

Lanzamiento en la 24a de la Feria Internacional del Libro de Bogotá de José Félix Fuenmayor, entre la tradición y la vanguardia de Albio Martínez El escritor e investigador cultural Albio Martínez Simanca presentó la biografía de José Félix Fuenmayor, escritor del Caribe colombiano, maestro de Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio, entre otros. Como “un ejercicio investigativo que rescata acontecimientos olvidados y perdidos”, fue descrito por el crítico Álvaro Medina, el libro que narra la vida y obra de José Félix Fuenmayor. El autor barranquillero se constituyó, inicialmente, en el maestro local de jóvenes escritores como Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio y, más adelante, en un modelo admirado por las generaciones siguientes, no sólo en la región Caribe, sino asimismo en las letras nacioanles. Albio Martínez, en su libro, editado por el Observatorio del Caribe Colombiano, rescata interesantes aspectos biográficos de José Félix Fuenmayor y penetra con profundidad en la crítica de su obra, realizando un recorrido por la Barranquilla del siglo XIX.

del Caribe colombiano y contribuir a la formulación de una política pública audiovisual. La investigación recorrió todo el Caribe Colombiano, donde se seleccionaron 25 obras audiovisuales que las organizaciones realizaron entre el 2004-2010. Germán Rey, experto en políticas culturales y colaborador en esta investigación, definió esta investigación como “un ejemplo de cómo se pueden construir políticas culturales ascendentes, desde las regiones, partiendo de sus realidades y sus retos. Creo que fue un acierto haber participado de una investigación sobre la situación del cine y el audiovisual en la región Caribe dirigida por Patricia Iriarte y que se convierte desde ya en un imprescindible banco de memoria. Los estudios de caso son estupendos. Cuando realicé el proceso que concluyó en el Compendio de Políticas Culturales del Ministerio de Cultura de Colombia, siempre aspiré a que las políticas evolucionaran, se articularan entre sí y, sobre todo, respondieran a las expectativas y demandas regionales. Esta experiencia concreta esa aspiración.”

Una mochila cargada de contenido audiovisual caribe

El libro “Los Usos del Audiovisual en el Caribe Colombiano” fue presentado en la 24a Feria Internacional del Libro de Bogotá. Patricia Iriarte, junto con un grupo de docentes, iniciaron en el 2010 la investigación para identificar los usos del audiovisual en las organizaciones sociales y culturales

La Mochila Audiovisual, otro de los resultados de la investigación ‘Observatorio Audiovisual del Caribe’, fue presentada en las ciudades de Cartagena, Barranquilla y Santa Marta. La Mochila Audiovisual del Caribe es una colección de nueve DVD que recoge 21 trabajos documentales y cuatro argumentales que fueron identificados en los ocho departamentos del Caribe durante una investigación realizada por el Ministerio de Cultura y el Observatorio del Caribe Colombiano. Los trabajos están clasificados en las

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siguientes categorías: Narración documental clásica, Documental etnográfico, Documental de creación, Documental histórico, Documental de personaje y Argumental. La selección se hizo entre las producciones realizadas por organizaciones sociales, colectivos audiovisuales, instituciones educativas y realizadores independientes que cumplieron criterios de pertinencia, calidad técnica, estética y narrativa. La producción de la Mochila Audiovisual contó con el apoyo del IPCC y la Universidad Jorge Tadeo LozanoSeccional Caribe.

Eventos La 24a Feria del Libro de Bogotá una vitrina para las instituciones del Caribe Con el fin de ampliar, fortalecer y divulgar el estudio y la generación de conocimiento del Caribe colombiano, el Observatorio del Caribe Colombiano participó en la Feria Internacional del Libro de Bogotá presentando publicaciones, investigaciones y programación académica. Las Universidades de Cartagena, Córdoba y del Magdalena, el Parque Cultural-Museo del Caribe, las Cámaras de Comercio de Cartagena y Montería, el Centro de Investigaciones Económicas del Banco de la República, la Asociación Cultural El Túnel y la Corporación La Carreta Literaria Leamos, fueron algunas de las entidades que se unieron en este evento.

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Este espacio anual se establece como una vitrina para ofrecer una visión de la nueva producción de conocimiento de un Caribe que se piensa y se narra a sí mismo en contexto con el país. Las palabras de Alberto Abello Vives, reconocido investigador sobre el Caribe, resumen la destacada participación: “En la actual Feria del Libro hay un stand, es el 212, que creo es un ejemplo de cómo hacer región. Es un stand lleno de luz como el sol del Caribe y azul como el mar. Un espacio para el encuentro, el contacto. Pero lo más importante es el punto donde la producción de la región, habiendo contribuido o no económicamente sus casas productoras, está presente con generosidad. Están todos invitados y caben todos, sin jerarquías, sin discriminaciones. Qué bueno ver al Observatorio, con el Museo del Caribe, con las universidades, con publicaciones de las Cámaras de Comercio, del Banco de la República. Esta es una forma de hacer región y por lo tanto vale la pena que se fortalezca para los próximos años. Se trata de un stand verdaderamente Caribe, de gran amaño como la región y, representativo de todo el territorio, es un cruce de caminos, donde cada cual pone un poquito y los que no ponen también están. Felicitaciones a los que tienen confianza entre sí”.

I Muestra Editorial de Publicaciones sobre el Caribe, en la 24ª FILB

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El perfeccionamiento de la gaita como instrumento musical: con la participación de Juancho Nieves, Jorge Nieves y Elber Álvarez.

La Universidad Tecnológica de Bolívar, la Corporación Universitaria del Caribe- CECAR y la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco, participaron en la I Muestra Editorial de Publicaciones sobre el Caribe. Las universidades presentaron publicaciones sobre diversos temas de la realidad del Caribe colombiano: economía, medioambiente, investigaciones en educación, literatura, música, mostrando la diversidad y calidad de las publicaciones de la región.

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Procesos creativos, dramaturgia y la puesta en escena de las danzas en el Caribe: con la participación de Rogelio Martínez Furé y Manolo Micler (Conjunto Folclórico Cubano) y Gloria Triana.

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Los afrodescendientes y su influencia en la cultura venezolana: con la participación de José Arcadio Carrasquel (Hijos de Orisha, Venezuela) y Jesús Mora Pèrez Palomino.

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La literatura, la música y el teatro en las obras de García Márquez y Mario Vargas Llosa: con la participación de Jorge Alí Triana y Gloria Triana.

Historia y Expedición por el Caribe colombiano

Cátedra del Caribe Agenda Caribe: un propósito colectivo En la Universidad Popular del Cesar, en Valledupar, el asesor Académico del Observatorio del Caribe, Dr. Antonio Hernández Gamarra, realizó una Cátedra del Caribe, titulada “Agenda Caribe: un propósito colectivo”. El Dr. Hernández propuso las líneas de acción prioritarias en busca de la creación de la Región Caribe y de su fortalecimiento.

I Festival de las Artes Escénicas del Caribe

Durante la Feria Internacional del Libro de Bogotá, se realizó el panel “El Caribe colombiano en la Independencia Nacional”, integrado por Alberto Abello Vives, Adelaida Sourdis, Adolfo Meisel, Jorge Conde y Sergio Paolo Solano. Los panelistas presentaron aspectos de la región Caribe de 1811, en un recorrido donde abordaron la situación económica y social, para entender el contexto donde se gestó la Independencia. En este marco histórico se presentó la “Expedición Padilla”, una iniciativa de varias instituciones del Caribe que harán homenaje a la figura más representativa del Caribe en la Independencia: el Almirante José Padilla. La Expedición difunde reflexiones, análisis y crónicas del siglo XIX sobre la calidad de vida y riqueza cultural de los pobladores de los principales lugares asociados a la participación de Padilla en la Independencia de la Nueva Granada. A bordo de una embarcación de la Armada Nacional, los expedicionarios desembarcaron en cada uno de los puertos de la región Caribe a donde llegó la expedición, para realizar actos simbólicostalleres, seminarios y exposiciones.

El Observatorio del Caribe Colombiano apoyó a ImaginAcción Corporación Cultural, en el desarrollo del componente académico, del I Festival de las Artes Escénicas del Caribe, realizado del 14 al 16 de abril. En el marco del Festival se realizaron cuatro conversatorios

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Presentación en Cartagena de José Félix Fuenmayor, entre la tradición y la vanguardia Albio Martínez Simanca presentó en Cartagena su libro José Félix Fuenmayor, entre la tradición y la vanguardia, editado por el Observatorio del Caribe Colombiano, el jueves 3 de Noviembre en la Biblioteca Fernández de Madrid de la Universidad de Cartagena.

En el marco de las celebraciones del Bicentenario de Cartagena de Indias Sistema de Indicadores Georeferenciado de Desarrollo de la Región Caribe colombiana Jorge Quintero, investigador del Observatorio del Caribe, presentó en la Universidad de la Guajira, Riohacha, el Sistema de Indicadores Georeferenciado de Desarrollo de la Región Caribe colombiana.

Conversatorio y proyección del video sobre el I Festival de Artes Escénicas del Caribe Gloria Triana, Araceli Morales, Álvaro Restrepo, Marie France Delieuvin, Lobadys Pèrez y Wilfran Barrios, realizaron un conversatorio en la Plaza de la Trinidad sobre los resultados del I Festival de Artes Escénicas del Caribe.

Con dos conferencias y un concierto se llevó a cabo una noche conmemorativa de la Independencia en la Iglesia de la Trinidad. El almirante (r) Jairo Cardona dio la conferencia “La noche de San Juan”, Sergio Paolo Solano habló sobre las clases populares en la Independencia y Amelia Gómez cerró el evento con una serenata a Getsemaní.

Resultado de las Becas en Investigación Cultural Héctor Rojas Herazo El jurado conformado por Tatiana Rudd, Ricardo Chica Gélis y Jorge Conde escogieron los proyectos de investigación: Advenimiento de la mala palabra / Escatologías narrativas de lo festivo en la ciudad de Cartagena, presentado por Juan Carlos Guardela Vásquez y Capital simbólico de la música champeta y su relación con el desarrollo social. Estudio de caso en la ciudad de Barranquilla, presentado por Jorge Enrique Giraldo Barbosa, como los becarios de la XIII Convocatoria de becas de investigación cultural Héctor Rojas Herazo.

Lanzamiento del libro El fantasma urbano de Samir Beetar Ricardo Chica y Santiago Burgos realizaron en la Plaza de la Trinidad, el lanzamiento de su libro El fantasma urbano de Samir Beetar publicado por la Universidad de Cartagena. El libro es producto de la investigación realizada por Santiago Burgos, Gustavo Franco y Liliana Vega, bajo la tutoría de Ricardo Chica, premiada con la beca Rojas Herazo 2006. Chica y Burgos continuaron el trabajo que culminó en la publicación del libro. De izquierda a derecha: Ricardo Chica, Tatiana Rudd, Jorge Conde

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El Observatorio del Caribe en los medios Feria Internacional del Libro de Bogotá La participación del Observatorio del Caribe Colombiano, universidades, Cámaras de Comercio y otras organizaciones del Caribe en la Feria Internacional del Libro

Cierre del Programa Leer el Caribe 2011 En el Paraninfo de la Universidad de Cartagena se llevó a cabo el cierre del programa Leer el Caribe con la presencia del autor invitado, Oscar Collazos, maestros y estudiantes de las Instituciones Educativas Soledad Acosta de Samper, Antonia Santos, Liceo de Bolívar, Luis Carlos López, Nuestra Señora del Carmen, Hijos de María, Santa María, Nuestra Señora de la Victoria y John F. Kennedy y representantes de las entidades vinculadas al programa. La agenda del día empezó con la presentación de la obra “Knock out técnico”, obra teatral basada en un cuento de Oscar Collazos, a cargo del Teatro Estudio de Cartagena. Luego, los estudiantes hicieron representaciones escénicas de las problemáticas expuestas en las columnas de opinión y las novelas del autor. La I. E. Soledad Acosta de Samper presentó “Exaltación a la obra de Oscar Collazos” y “Un día en la mente de Oscar Collazos”. La I. E. Antonia Santos realizó una representación de los capítulos 9 y 10 de Rencor. La I. E. Nuestra Señora del Carmen presentó un cortometraje en video basado en En la laguna más profunda. La I. E. Liceo de Bolívar presentó una “Lectura apoyada en imágenes de un fragmento de Señor Sombra. Ana Arnedo de la Secretaría de Educación Distrital hizo entrega de una placa de agradecimiento al autor invitado por su participación en el programa.

de Bogotá, fue destacada por diversos medios.

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Destacado como el libro de la semana José Félix Fuenmayor, entre la tradición y la vanguardia de Albio Martínez Simanca El Portal del Hispanismo del Instituto Cervantes ha destacado como libro de la semana a José Félix Fuenmayor, Entre la tradición y la vanguardia de Albio Martínez Simanca, editado por el Observatorio del Caribe Colombiano.

Estudio sobre Buenas prácticas competitivas en las ciudades colombianas El estudio sobre Buenas Prácticas competitivas fue ampliamente reseñado por diversos medios nacionales. La noticia fue divulgada por El Tiempo, Portafolio, El Colombiano, El Heraldo, El Nuevo Día, en los portales RENATA, La Opinión y los sitios web de la Alcaldía de Pasto y de la Empresa de Acueducto, Agua y Alcantarillado de Bogotá.

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A U T O R E S

Antonio Hernández Gamarra. [email protected]

Sincé, 1944. Ex contralor general Economista de la Universidad Nacional, fue elegido Contralor General en agosto de 2002 y por su desempeño fue premiado con la Orden del Congreso, con Especialización en Política Monetaria en la Universidad de Rice en Estados Unidos. Fue decano de economía de la Universidad Externado y la Universidad del Valle. Entre l982 y 1989 ocupó la presidencia de la Financiera Energética Nacional y de la Empresa Colombiana de Gas. Posteriormente fue nombrado Ministro de Agricultura en el primer gabinete del gobierno de Samper. En 1996 se desempeñó como codirector del Banco de la República, cargo que ocupó hasta 2001. Director académico del Observatorio del Caribe

Patricia Iriarte Díaz Granados [email protected]

Sincé, Sucre. Comunicadora Social de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Magister en Estudios del Caribe, escritora, realizadora audiovisual. Desarrolló parte de su carrera periodística en Bogotá, donde residió entre 1982 y 2000. Estuvo vinculada a diversos medios escritos y a entidades como el Ministerio del Medio Ambiente, el Departamento Nacional de Planeación y la Universidad Javeriana, entre otros. Sus temas de interés han sido el medio ambiente, la ciencia, la cultura y el desarrollo. Autora de tres poemarios, Mal de amores (1992), Territorio de delirio (1998) y Libro de viaje (2008). Ha publicado además los libros Manual para cubrir la guerra y la paz (1999) y Totó Nuestra diva descalza (2004).

José F. Buscaglia Salgado [email protected]

Profesor Titular en el Departamento de Estudios Transnacionales de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo donde dirige el Programa de Estudios Culturales Caribeños. Se dedica a investigar el espacio, el pensamiento, y el cuerpo como instrumento discursivo en el Caribe y el mundo insular atlántico. Su primer libro, Para desmontar el imperio, la raza y la nación en el mundo mulato

del Caribe (Undoing Empire, Race and Nation in the Mulatto Caribbean, University of Minnesota Press, 2003), propone una visión post-hegeliana de la historia y monta una dura crítica de la colonialidad, la racialización, y de la ideología nacionalista e imperial usoniana. El trabajo de Buscaglia es profundamente transdisciplinario y se nutre de sus estudios en historia (bachillerato, Universidad de Princeton), arquitectura (maestría, Universidad de Buffalo) y teoría de la crítica, en la literatura comparada (doctorado, Universidad de Buffalo). Por eso le interesan cada vez más la historia de la piratería, el contrabando y las gentes de mar a la vez que busca alternativas al terror de la raza y del caudillismo criollo en este fin de imperio que comienza a abrirse a las posibilidades de un mundo post-colonial y post-nacional. Su trabajo más reciente es la primera edición verdaderamente crítica y documentada de los Infortunios de Alonso Ramírez (Madrid: Polifemo, 2011) de Carlos de Sigüenza y Góngora (1690).

Alberto Abello Vives [email protected]

Santa Marta, Magdalena. Economista de la Universidad Externado de Colombia, con posgrados en evaluación de proyectos sociales y métodos y técnicas de investigación aplicados a las ciencias sociales y Magíster en Estudios del Caribe de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor Titular de la Universidad Tecnológica de Bolívar en Cartagena de Indias, ejerció como decano de la Facultad de Economía y Negocios y en la actualidad es director académico de la maestría en Desarrollo y Cultura y Codirector del Laboratorio Iberoamericano de Investigación e Innovación en Cultura y Desarrollo. Fue fundador y primer director del Observatorio del Caribe Colombiano y la revista Aguaita. Ha publicado y compilado artículos y libros sobre el Caribe colombiano entre los que se destacan El Caribe en la Nación Colombiana (2006) y Un Caribe sin Plantación. Gestor de proyectos culturales en la región Caribe, ha sido asesor del Museo del Caribe (Barranquilla), de la Casa Museo de García Márquez en Aracataca y de la exposición temporal Caribe Espléndido del Museo Nacional de Colombia. Cofundador de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. En 2011, en el marco del bicentenario de la independencia

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de Cartagena de Indias, fue el director académico de la Expedición Padilla.

Adelaida Sourdís Nájera

Joaquín Viloria De La Hoz

Dra. en Ciencias Jurídicas e Historiadora de la Universidad Javeriana, Magister en Investigación Social Interdisciplinaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en convenio con el Archivo General de la Nación. Miembro de número de la Academia Colombiana de Historia y correspondiente de las de Cartagena, Bogotá, Real Academia de Historia de España, Salvadoreña de Historia y Nacional de Historia del Ecuador. Entre sus libros figuran Antonio de Arébalo: la pacificación de la Provincia del Río del Hacha (1770 - 1776) (Investigación y prólogo). El Ancora editores, Bogotá , 2003; El Registro Oculto Los Sefardíes del Caribe en la formación de la Nación Colombiana 1813-1886. Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 2000 y 2001; El Patrimonio Documental de Bogotá, Siglos XVI – XIX: Instituciones y Archivos. En coautoría con Fernando Mayorga García y Juana Marín Leos. 2011; Ganadería en Colombia: cinco siglos construyendo país. 2008; Los judíos en Colombia: una aproximación histórica. Coautoría y edición con Alfonso Velasco Rojas. 2010.

[email protected]

Santa Marta, 1962. Economista de la Universidad Externado de Colombia. Magister en Planificación y Administración del Desarrollo Regional, Universidad de los Andes. Magister en Economía y Políticas Públicas, Universidad de Chile. Doctorado en Historia. Gerente del Banco de la República – Santa Marta.

Luis Elías Calderón [email protected]

Santa Ana, 1977. Profesor de literaturas francófonas en la Universidad del Atlántico.  Licenciado en Lenguas Modernas de la Universidad del Atlántico y Especialista en Estudio Latinoamericanos del Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de la Sorbona.  Candidato a Máster en Literaturas Comparadas y literaturas en lenguas Extrajeras de la Universidad de Buenos Aires.  He publicado en periódicos y revistas especializadas en literatura, historia y cultura del Caribe.  Coeditor de la revista de historia regional Aldea.

Gloria Triana

[email protected] Bogotá. Se graduó en Sociología con especialización en Antropología Social. Estudió en la Universidad de Texas y en El Colegio de México en el área de estudios latinoamericanos. Profesora y fundadora del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional. Directora e Investigadora de la Sección de Etnografía del Instituto de Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional. Profesora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional. Su aporte más importante ha sido su trabajo de antropología visual. Yurupari, Aluna y Alé-Kumá son documentales que constituyen un valioso patrimonio de imágenes donde están registradas las más importantes manifestaciones populares expresadas en la música, la danza y las tradiciones festivas. Por su trabajo ha recibido varias veces el premio de periodismo Simón Bolívar y el India Catalina de del Festival de Cine de Cartagena.

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[email protected]

Aline Helg

[email protected] Profesora de historia en la Universidad de Ginebra, Suiza. Cursó sus estudios de posgrado en la University College London y en la Universidad de Ginebra, donde obtuvo el doctorado en Letras (historia contemporánea) en 1984. Enseñó en la Universidad de los Andes en 197981 y en el Instituto de Estudios Universitarios del Desarrollo en Ginebra en 1983-86. Profesora de historia latinoamericana en la Universidad de Texas de 1989 a 2003. Sus temas de investigación histórica incluyen la diáspora africana en las Américas, el racismo, la esclavitud y la construcción nacional en América Latina. Libros: La educación en Colombia, 1918-1957. Una historia social, económica y política; Lo que nos corresponde. La lucha de negros y mulatos por la igualdad en Cuba, 1886-1912 y Libertad e igualdad en el Caribe colombiano, 1770-1835, entre otros.

Cristo Hoyos [email protected]

Sahagún, Córdoba, 1952. Historiador de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia y artista plástico de amplia trayectoria. Su obra se ha desarrollado en el campo de la pintura, el grabado, el

dibujo y el diseño y ha sido exhibida en los museos de Arte Moderno de Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga y Bogotá, así como en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia y en el Centro Colombo Americano. Ha participado en varios salones regionales y nacionales de artes visuales. Seleccionado para la Primera Bienal de Pintura del Caribe y Centroamérica en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo. Fue incluido en Colombia, Contemporary Images en el Queens Museum of Art. Ha realizado lustraciones para libros y revistas así como diseño de afiches, carteles, vestuario y escenografía para obra teatrales, cine y ópera. En el campo de la docencia se le reconoce como el primer maestro de figurín en Colombia. Desarrolló la exposición “Un poeta para el Caribe” en homenaje a Jorge García Usta. Su trabajo Tambucos, ceretas y cafongos. Recipientes, soportes y empaques del antiguo Departamento de Bolívar (2002) se ganó la Tercera Convocatoria de las Becas de Investigación Cultural Héctor Rojas Herazo del Observatorio del Caribe Colombiano y el Ministerio de Cultura en 2001.

Oscar Collazos [email protected]

Bahía Solano, Chocó, 1942. Vivió parte de su infancia y adolescencia en Buenaventura,escenario de sus primeros libros de cuentos y novelas: El verano también moja las espaldas (1966), Son de máquina (1967) y Los días de la paciencia (1977). Fue director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas de La Habana (1969-70). Vivió en Barcelona desde 1972 hasta 1989. Allí publicó sus novelas: Crónica de tiempo muerto (1975), Jóvenes, pobres amantes (1983), De putas y virtuosas (1983), Tal como el fuego fatuo (1986) y Fugas (1988). Fue escritor invitado del Berliner Künstlerprogramm( Berlín, 1977). A su regreso a Colombia se vinculó como colaborador regular a La Prensa, El Espectador, El Tiempo y El Universal de Cartagena. Es columnista de los dos últimos diarios y ha sido distinguido en dos ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar a mejor columna de opinión. Entre sus novelas posteriores destacan: Morir con papá (1997), La modelo asesinada (2000), El exilio y la culpa (2002), Batallas en el Monte de Venus (2004) y Rencor (2006). De esta novela ha dicho la escritora española Cristina Fernández-Cubas que “es de lo más crudo - y al tiempo tierno- que he leído en los últimos tiempos. Y de lo mejor.” Y el chileno Luís Sepúlveda: “Rencor es una gran novela políticamente incorrecta.” De su novela juvenil La ballena varada (1994), se han vendido 200 mil copias en es-

pañol. Señor Sombra y En la laguna más profunda son sus más recientes obras de ficción. Es Doctor Honoris Causa en Literatura de la Universidad del Valle. Reside en Cartagena de Indias desde 1998 y es profesor invitado de la Universidad Tecnológica de Bolívar.

Manuel Guillermo Ortega Hernández (Guillermo Tedio) [email protected]

Cuentista, ensayista y profesor titular de la Universidad del Atlántico donde coordina el área de Literatura. Par académico inscrito en COLCIENCIAS y Director de GILKARÍ, Grupo de Investigación Literaria del Caribe, categorizado en A. Licenciado en Filología e Idiomas. Estudió Derecho, graduándose con una tesis meritoria sobre Derecho de autor o propiedad intelectual. Magíster en Literatura hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo. Ha publicado tres libros de cuentos, La noche con ojos, También la oscuridad tiene su sombra y El amor brujo. Su cuento “Tierra de iguanas” fue premiado por El Espectador en el Concurso Nacional de Cuentos, 1975. Edita y dirige en Internet la revista La casa de Asterión [http:// lacasadeasterion.homestead.com], donde se publican ensayos sobre literatura, arte y cultura.

Juan Gustavo Cobo Borda [email protected]

Escritor, periodista, poeta y crítico. Miembro de número de la Academia Colombiana de la Lengua desde 1993. Entre sus cargos destacados se cuentan la subdirección de la Biblioteca Nacional, la dirección de las revistas Eco y Gaceta. Tras la desaparición, en 1984, de la revista Eco, Juan Gustavo Cobo se incorporó al servicio diplomático y fue agregado cultural de Colombia en Argentina y España. Sus más recientes libros son el poemario La musa inclemente (2002) y el ensayo crítico Vargas llosa: la pasión de narrar (2010).

Rafael Vergara Navarro [email protected]

Abogado de profesión, realizador de audiovisuales, ambientalista y defensor de los ecosistemas locales por vocación. Ex director del DATT y del Damarena. Ha publicado artículos en diversos medios nacionales. En el año 2011 fue el Coordinador General del Bicentenario de la Alcaldía de Cartagena. AGUAITA V E I N T I T R É S / D I C I E M B R E 2 0 1 1

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Jesús Guanche

[email protected] Lic. en Historia del Arte y Dr. en Ciencias Históricas (especialidad antropología cultural). Investigador Titular de la Fundación Fernando Ortiz, Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Artes y Letras y de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana y del Instituto Superior de Arte. Ha publicado varias monografías entre las que destacan Significación canaria en el poblamiento hispánico de Cuba, Santa Cruz de Tenerife, 1992 (Premio “6 de septiembre”, 1991, Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Puerto de la Cruz); Componentes étnicos de la nación cubana, La Habana, 1996 (Premio de investigaciones 1997, Ministerio de Cultura, Cuba); Valentín Sanz Carta en Cuba: un itinerario vital, (Premio Especial de Investigaciones Americanistas, 1994, Casa de Colón, Las Palmas de Gran Canaria, 1999), España en la savia de Cuba, La Habana, 1999; Cultura popular tradicional cubana, La Habana, 1999; Artesanía y religiosidad popular en la santería cubana: el sol, el arco y la flecha, la alfarería de uso ritual, La Habana, 2000; y más de cien artículos sobre diversos aspectos de la cultura cubana y sus características etnohistóricas.

Jacques Gilard (1943-2008) A este investigador francés, Colombia y su región Caribe le deben un homenaje por su dedicación minuciosa, con el rigor de los filólogos alemanes, al estudio de las letras, la historia y la cultura popular. Políglota (portugués, catalán, castellano, valenciano, inglés, alemán, italiano y latín), hispanista en sus comienzos académicos, la lectura de Cien años de soledad le cambió radicalmente el rumbo a su vida profesional: en adelante sería americanista, colombianista y, sobre todo, caribeñista. Fue el gran estudioso del periodo formativo de Gabriel García Márquez, lo que lo llevó a postular la hipótesis de la existencia del Grupo de Barranquilla, un conjunto de intelectuales antiacadémicos que renovó las letras (el cuento y la novela), el periodismo y la cultura colombiana. Resultado de esa investigación fueron su tesis doctoral García Márquez et le groupe de Barranquilla, dirigida por Claude Fell, profesor de la Sorbona, defendida en 1984; el descubrimiento de la obra de Antonio Brugés Carmona, la recuperación de los primeros cuentos de José Félix Fuenmayor, de algunos ejemplares de la revista Crónica y las ediciones de la obra periodística de Ramón Vinyes, Álvaro Cepeda, Gabriel García Márquez, ý de la obra literaria de Álvaro Cepeda y Marvel Moreno. Traductor al francés de la obra de José Asunción Silva, Álvaro Cepeda y Marvel Moreno, en-

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tre otros, Gilard se destacó asimismo como catedrático de Literatura hispanoamericana de la Universidad de Toulouse, director del IPEALT (Instituto Pluridisciplinar de Estudios sobre América Latina de Toulouse) y de las revistas Caravelle y l’Ordinaire Latino-américain. Tras su jubilación hasta su fallecimiento se centró en la investigación en torno a la cultura popular y a las tradiciones orales hispanoamericanas en su relación con el romancero español y los pliegos de cordel.

Cristo Rafael Figueroa Sánchez [email protected]

Nacido en Sahagún, Córdoba, es licenciado en Filosofía y Letras , Magíster y Doctor en Literatura de la Universidad Javeriana, institución en la cual dirigió la carrera y la maestría en Literatura. En la actualidad es profesor titular y director del Departamento de Literatura de la Universidad Javeriana y profesor asociado y director del programa de Humanidades de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Recientemente salió a la luz su libro Barroco y neobarroco en la narrativa hispanoamericana. Cartografías literarias de la segunda mitad del siglo XX.

Rubén Darío Álvarez P. [email protected]

Cartagena, 1965. Cursó los estudios de primaria y bachillerato en el “Colegio de bachillerato mixto La Trinidad”. Comunicador social y periodista de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla. Ha estado vinculado a las emisoras Caracol Cartagena, en el noticiero “Así va Cartagena”, a Radio Vigía de la cadena Todelar, en el “Noticiero Todelar de Bolívar” y al telenoticiero “Cartagena TV”. En la actualidad trabaja para el diario El Universal. Ganador del premio de poesía otorgado por el “Primer concurso literario de la Universidad Autónoma de Caribe” en 1992 y finalista con el reportaje a Antonio María Peñalosa en un concurso de Periodismo Cultural organizado en Cartagena en el año 1994. La crónica “Mi pierna izquierda” resultó ganadora en el primer concurso de periodismo de la agencia nacional de noticias de Colombia, Colprensa. “Una historia para contar y bailar” fue finalista en el “Concurso distrital de periodismo de Cartagena”. Ha publicado dos antologías de crónicas: Noticias de un poco de gente que nadie conoce, (2007) y Crónicas de la región más invisible (2010). En preparación tiene los libros La fuga del esplendor: el boom de la música popular cartagenera en los 80; y Libreta de apuntes para escribir viajando. Vicepresidente de la “Red para el avance de las comunidades afrodescendientes” y vicepresidente de la “Asociación de periodistas afrocolombianos del Caribe”.

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