inmobiliaria, afirmaban que esos activos eran solventes. Sin embargo, fueron ellos los que hundieron al banco

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Discurso pronunciado por el Secretario de Economía, Planificación y Desarrollo, Ing. Juan Temístocles Montás, en el acto inaugural del Décimo Congreso de Auditores Internos y Control de Riesgos, celebrado el jueves 24 de Septiembre del 2009 en el hotel Dreams Palm Beach, en Cabeza de Toro, Punta Cana, Higuey.

Señores y Señoras:

Ha transcurrido un año y nueve días desde que la economía mundial inicio un periodo de caída abrupta que por su magnitud y extensión ha sido considerada como la peor crisis del sistema capitalista desde la gran crisis de 1929. ¿Qué fue lo que detonó esta situación? A partir de agosto de 2007 se conoció de las graves dificultades que confrontaban una serie de instituciones financieras, pero no fue hasta septiembre del año pasado cuando se produjeron los acontecimientos que trastornaron violentamente el sistema circulatorio del capitalismo mundial. Entre el 15 y el 17 de septiembre de 2008, Lehman Brothers, institución emblemática del sistema capitalista, se declaró en bancarrota, la aseguradora AIG pasó a estar en manos del Gobierno y Merrill Lynch, otro símbolo del capitalismo, fue absorbida por el Bank of America mediante un acuerdo facilitado y financiado por el Gobierno de los Estados Unidos. Estos hechos dieron paso al pánico y a serias restricciones crediticias con efectos negativos en la economía real de todos los países del mundo

Existe un amplio consenso en ubicar tres causas como las responsables de la crisis financiera. Son tres causas que se interrelacionan una con otras. La primera de ella es el rápido crecimiento y el consiguiente hundimiento de los precios de las viviendas en los EE.UU. En efecto, el índice S&P/Case Shiller, que mide la

evolución del precio de la viviendas en los Estados Unidos, muestra como en el periodo comprendido entre enero de 2000 y julio de 2006, ese índice mas que se duplicó, iniciándose entonces un proceso de caída que lo ha llevado a colocarse en junio del presente año en el nivel que tenía cinco años atrás. El impacto de la caída de los precios de las viviendas ha sido fatal para el sistema financiero. La segunda causa tiene que ver con una disminución general de los estándares de suscripción de hipotecas, que se reflejó en una creciente proporción de las compras de viviendas financiadas con hipotecas subprime. Estas hipotecas, que representaban el 8% del total de préstamos hipotecarios en 2003, subieron al 28% en 2006. En ese periodo, el incremento de los prestamos subprime en dólares fue del orden del 292% al pasar de 332 mil millones de dólares en 2003 a 1.3 billones de dólares en 2006. Estos préstamos surgieron como parte de las innovaciones financieras más importantes de la década de los 90. Muchas instituciones, con el objetivo de incrementar las ganancias de corto plazo y a partir de la liberalización de los programas gubernamentales de apoyo a las vivienda, otorgaron créditos a millones a ciudadanos que anteriormente no hubieran calificados para ningún tipo de apoyo. Si bien para mucha gente representó la oportunidad de hacerse de un bien inmueble, también ocasionó el incremento del delito de cuello blanco y abusos en las condiciones del crédito.

La última causa tiene que ver con una muy mala gestión de los riesgos financieros de las empresas financieras debido, entre otras razones, al hecho de que los medidores de riesgos se mostraron ineficaces. Por ejemplo, todos los modelos que usaba Lehman Brothers para medir el riesgo de sus Obligaciones de Deuda Colatelarizada, conocida en ingles por su sigla CDO, es decir bonos basados en hipotecas de mala calidad, que perdieron su valor tras el estallido de la burbuja

inmobiliaria, afirmaban que esos activos eran solventes. Sin embargo, fueron ellos los que hundieron al banco.

A partir del momento en que los precios de las viviendas alcanzaron su punto máximo y comenzaron a caer desde finales de 2006, la morosidad en el pago de

las

hipotecas

así

como

las

ejecuciones

hipotecarias

aumentaron

considerablemente. En este contexto, los bancos y otros intermediarios financieros comenzaron a experimentar grandes pérdidas en sus carteras de hipotecas residenciales subprime y en los valores respaldados por hipotecas. A partir de agosto de 2007, estas pérdidas provocaron una pérdida generalizada de confianza en los bancos y otros intermediarios financieros, ya que los inversores de repente comenzaron a rehuir la disposición a asumir más riesgos crediticios. Entonces, los bancos endurecieron sus estándares de préstamos, lo que redujo la disponibilidad de préstamos y propició el aumento de su costo. Mientras los inversores se retiraban a la seguridad que dan los bonos del gobierno y otros valores de bajo riesgo, los rendimientos de los mercados de los títulos de deuda de riesgo se elevaron en relación con los rendimientos de los valores del Tesoro de EE.UU. Las preocupaciones de los inversionistas se intensificaron durante 2008 en las medidas que las pérdidas financieras seguían aumentando. La quiebra de Lehman Brothers y los graves problemas que se detectaron en otras instituciones financieras provocaron el pánico. Ya no había manera de ocultar la gravedad de la crisis financiera.

Si bien las causas anteriores explican cómo se originó la crisis financiera, debe indicarse que éstas se produjeron en un escenario caracterizado por la desregulación y la liberalización de los mercados financieros, paradigma que predomino a nivel mundial durante los años de la décadas de 1980 y 1990. Este

paradigma se sustentaba en el criterio de que los mercados financieros tenían la capacidad de autorregularse, fijando los precios de manera correcta y tendiendo al equilibrio. En atención a eso, se sugería que el Estado interviniera lo menos posible en el desenvolvimiento de los mercados. Estas fueron las ideas que predominaron en los últimos 35 años.

Pero muchos economistas habían señalado previamente, de manera correcta, a donde conducía un sistema financiero desregulado.

Uno de ellos, Hyman

Minsky, a mediado de la década de 1970, desarrolló su Hipótesis de la Inestabilidad Inherente del sistema financiero, según la cual

es inevitable la

conformación de burbujas, a raíz de la falta de regulación estatal sobre el mercado. Según Minsky, toda crisis financiera tiene su origen en una perturbación, que puede producirse por un cambio de política económica, puede ser el resultado de la aparición de una nueva tecnología o puede ser también producto de cambios abruptos en los tipos de interés.

Una vez que se produce el cambio, los precios comienzan a subir lo que se acelera a medida que pasa el tiempo. Como consecuencia, esto se refleja en un mejoramiento en los indicadores económicos.

Minsky decía que la combinación del mejoramiento de la situación económica y los bajos tipos de interés creaban las condiciones para el crédito fácil, lo que a su vez era una precondición para que se produjera una burbuja. La existencia de crédito fácil promueve la entrada de especuladores al mercado que ante la existencia de un buen negocio inyectan grandes sumas de dinero al mercado, dinero que obtienen de créditos por la vía de nuevos instrumentos

financieros, poniendo como garantía los mismos créditos obtenido, infravalorando frecuentemente los riesgos.

El otorgamiento de crédito fácil trae consigo un alza del consumo lo que produce un recalentamiento de la economía. Como consecuencia, los precios se incrementan lo que motiva a que mas especuladores aparezcan y que el crédito sigan aumentando, produciendo beneficios fáciles a los bancos y a los especuladores de turno. Según Minsky, es la etapa donde se piensa que si compro algo hoy, el año próximo valdrá más y podré obtener ganancia de ello. Entonces, los precios se siguen incrementando y la burbuja se acrecienta. Los indicadores económicos comienzan a mostrar una situación de

bonanza, creándose un

ambiente de euforia en el gobierno, en los consumidores, en la banca y en las empresas. Muy pocos se atreven a poner reparos ya que la mayoría no quiere que lo tilden de alarmista.

Los que confían ciegamente en el mercado, ante cualquier reparo, lo que dicen es que el mercado se autorregulará solo, que habrá una desaceleración de precios y que habrá un aterrizaje suave. Los especuladores se sienten seguros y le siguen metiendo aire a la burbuja porque asumen que esta no explotará. Nuevos especuladores presionan por entrar al mercado, creyendo que nada pasará. Estos serán los mayores perjudicados por la crisis por venir.

Sin embargo, algunos inversores que conocen su mercado, se dan cuenta que han llegado demasiado lejos. Entonces, comienzan a vender y tratan de escurrirse sin ser percibidos. A veces lo logran, a veces los ven. De una u otra manera, es el principio del fin. Entre los factores que pueden conducir a la crisis están que las condiciones económicas cambien, por ejemplo que los tipos de interés suban, o que

ocurra alguna serie de noticias inesperadas. Pero, sea por lo que sea, el ambiente cambia y todos sienten que el edificio se está incendiando y buscan, todos juntos, la salida. Todo el mundo quiere vender, pero no encuentran compradores. El pánico se apodera no solo de los inversores, sino también del público en general. Los precios se desploman rápidamente. El crédito se corta abruptamente. Las pérdidas comienzan a acumularse. Explota la burbuja. Los inversores pierden. La banca pierde. Las empresas pierden. Todos pierden.

La descripción hecha por Minsky sobre el proceso de auge y caída del sistema financiero retrata fielmente lo que ha ocurrido en todas las crisis financieras que se han producido. Fue lo que ocurrió en los Estados Unidos a partir de 2001. Primero se produce una disminución de los tipos de interés y se inicia un proceso de crecimiento de los precios de las viviendas. El proceso se intensifica en la medida en que se crean condiciones de acceso fácil al crédito hipotecario lo que estimula que sigan creciendo los precios. La especulación se adueñó del mercado con instituciones financieras buscando ganar dinero rápido. A continuación, las autoridades se ven obligadas a subir los tipos de interés lo que genera un proceso inverso de caída de los precios de las viviendas. Los deudores de baja calidad comienza a dejar de pagar y eso comienza a afectar a los bancos. Lo que vino a continuación todos los sabemos.

Estados Unidos liberalizo su sector financiero en 1998 y permitió que se crearan bancos integrados que pudieran hacer bancos de inversión, gestión de patrimonios, banca minorista y seguros. Pero no modernizó su sistema supervisor lo que permitió que instituciones como Lehman Brothers que incrementaron su cartera de activos casi por 20 entre 1998 y 2008, lo hicieran gracias a operaciones de derivados, cuya regulación había sido prohibida por el Congreso de los Estados

Unidos, así como a apalancamiento, fomentado por la Reserva Federal. En el caso del Citigroup sus operaciones con derivados era equivalente a 18 veces el valor de sus activos. El apalancamiento es la relación entre deuda y activos o sea que muestra la proporción de títulos que tiene un banco cuya compra ha sido financiada con prestamos. En el momento que quebró, Lehman Brothers

tenía un

apalancamiento de 44. Eso es como si una persona que tiene una casa que le ha costado 5 millones de pesos, tuviera un crédito con el banco por 220 millones. Lo señalado anteriormente nos permite entender que en el origen de la crisis está también un nivel astronómico de endeudamiento de las instituciones financieras. En un reciente trabajo del suplemento Mercados, del periódico El Mundo de Madrid, se explicaba que “un apalancamiento de 44 supone que tu capital solo cubre el 2.27% de tu cartera. Basta que sufras una pérdida de 2.27% de tus inversiones para que tu base de capital desaparezca”. Y eso fue lo que ocurrió con Lehman Brothers. Esa situación es la que nos permite entender porque hoy se está hablando de la necesidad de limitar el apalancamiento de los bancos y de endurecer los criterios para medir la base de capital de esas instituciones.

La estrecha vinculación de los mercados de capitales a nivel mundial contribuyó a que un problema que se originó en el sistema financiero de los Estados Unidos contaminara los sistemas financieros de la generalidad de los países desarrollados. A principio de 2009, las estadísticas de World Federation of Exchange revelaba que al terminar el 2008, el valor de la capitalización de las 50 bolsas más importantes del mundo habían caído 46.6%, al pasar de 60.8 billones de dólares a 32.5 billones de dólares en el lapso de un año. El valor de la capitalización de la bolsa de Nueva York cayó en un 41.2%, la de Tokio se redujo en un 28.1%, la de Brasil perdió en 56.8% y la de México el 41.2%. Estos datos

nos permiten entender porque se dice que la crisis financiera de 2008 es sin lugar a dudas la más grave desde la década de 1930.

Lo que ha ocurrido se ve como un fracaso del pensamiento ortodoxo que confiaba en la capacidad de los mercados de autorregularse como ya hemos indicado. El mismo Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal y abanderado de la total libertad de los mercados, reconoció el fracaso del modelo y personalidades como Dominique Strauss-Kahn, director del FMI, y Henry Paulson, ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos, han admitido que el mercado no garantizaba la estabilidad y que no solo la regulación, sino la intervención del Estado era necesario con dinero publico para evitar la catástrofe

Los efectos del colapso financiero sobre la economía real no se hicieron esperar. Cuatro efectos son evidentes:

El primer efecto tiene que ver con la caída de la economía. Se produce un desplome económico debido a la caída del precio real de las viviendas, al colapso de los activos, a la declinación de la producción y el empleo. Es lo que estamos viendo hoy a nivel internacional. Una indicación clara del desplome económico lo tenemos en la caída del comercio mundial, la que se puede apreciar cuando observamos la evolución del Baltic Dry Index que es un índice de la contratación de fletes marítimos de carga seca de las 26 principales líneas marítimas mundiales, administrado por el Baltic Exchange en Londres. En la medida en que la economía mundial entra en crisis, se reducen los contratos de transporte y en consecuencia el Baltic Dry Index también desciende, por lo tanto es un indicador adelantado al mercado y se revela como un eficaz termómetro de la evolución de la economía mundial. Este indicador llegó a colocarse por encima de 11,000 entre mayo y junio

de 2008, pero entre noviembre de ese año y enero de 2008 había caída por debajo de 1,000, encontrándose al día de hoy en 2,390. Esto lo que nos indica es que todavía estamos muy lejos del nivel a que se llegó entre mayo y junio de 2008. El Banco Mundial estima que este año el comercio mundial descenderá un 10%, una tasa desconocida en década.

Una consecuencia natural de esa situación es que el crecimiento económico mundial será negativo durante este año y el desempleo aumentara en prácticamente todos los países del mundo. Casi 50 millones de empleo se perderán este año a nivel mundial. En el caso de los Estados Unidos, que es nuestro principal socio comercial, la OCDE proyecta para este año un crecimiento negativo de 2.8%, con caída en las exportaciones e importaciones de bienes y servicio de -13.8% y -5.7% respectivamente. El desempleo ha crecido considerablemente en ese país en lo que va del año, representando ya el 9.7% de la población trabajadora.

Un segundo efecto es el referente al incremento del déficit fiscal que se produce porque las crisis financieras conducen a una reducción de los ingresos públicos y a mayores gastos asociados a los costos de rescate del sistema financiero así como a mayores transferencias de pagos y costos del servicio de la deuda. Los gobiernos se ven obligados a poner en marcha programas de estimulo fiscales para motorizar la economía y acortar la duración de la crisis. Para tener una idea del programa de estimulo que se viene aplicando basta que vemos el saldo fiscal que se espera tengan los gobiernos de las economías avanzadas durante los años 2009 y 2010. Como puede apreciarse, la economía norteamericana tendrá un saldo fiscal negativo equivalente al 13.6% del PIB, la zona euro 5.4%, Japón 9.9%, Reino Unido 9.8% y Canadá 3.4%. Para 2010, el saldo fiscal seguirá siendo muy elevado.

Saldo fiscal del gobierno general Economías avanzadas Estados Unidos Zona euro Japón Reino Unido Canadá

2007 -1.2 -2.9 -0.7 -2.5 -2.6 1.4

2008 -3.5 -6.1 -1.8 -5.6 -5.4 0.4

2009 -8.8 -13.6 -5.4 -9.9 -9.8 -3.4

2010 -7.7 -9.7 -6.1 -9.8 -10.9 -3.6

Un tercer efecto es el referente a la deuda pública, que se incrementa debido al hecho de que hay que financiar los déficits fiscales en que se incurren para rescatar el sistema financiero y disponer de los recursos necesarios para estimular la economía a través del gasto público. La experiencia indica que luego de una crisis financiera el incremento promedio de la deuda pública es de un 86%. De acuerdo con un estudio realizado por economistas del FMI, publicado el 9 de junio pasado, en los próximos años, la deuda pública bruta de los gobiernos de los países avanzados del G-20 pasará de representar el 78% del PIB en 2007 a 106% en 2010, lo que implicará una adición de deuda en esos países de más de 9 trillones de dólares en un periodo de tres años. Los economistas del FMI proyectan que para 2014, la deuda de los gobiernos de los países avanzados del G-20 llegará a representar el 114% del PIB, pero si la economía no se recupera adecuadamente, o sea que el crecimiento económico sea muy débil en los próximos años, con el consiguiente debilitamiento de los ingresos fiscales gubernamentales, entonces el nivel de deuda podría llegar a representar el 150% del PIB.

Algunos economistas han mostrado su preocupación por los altos niveles de endeudamiento. Se piensa que el ritmo al que se está acumulando la deuda podría propiciar una segunda oleada de crisis. Se indica que los niveles de deuda en todo el mundo solo se ven después de guerras

Por último, un cuarto efecto de la crisis financiera se refiere a la degradación del crédito en muchos países como una consecuencia natural del incremento del nivel del endeudamiento. Este tema es muy importante ya que si el endeudamiento llega a un nivel de insostenibilidad, los países pueden dejar de pagar la deuda, declarando moratorias.

Conviene señalar, sin embargo, que el hecho de que hoy algunos países hayan salido de la recesión y que otros estén anunciando su pronta salida tiene que ver con las políticas anticíclicas que han sido puestas en marcha con los programas estímulo. Existe en estos momentos el criterio de que se ha evitado la caída en el abismo, de que lo peor ha pasado debido a la magnitud de los recursos movilizados. Sin embargo, hoy, es motivo de mucha preocupación el que se esté de nuevo volviendo a las prácticas que llevaron a Lehman Brothers a la desaparición. Las empresas financieras siguen empeñadas en pagar a sus empleados enormes cantidades de dinero; siguen recurriendo al apalancamiento para especular en los mercados en lugar de prestar el dinero a empresas productivas y están combatiendo por múltiples vías la regulación eficaz de los derivados. La necesaria supervisión de las agencias de calificación de riesgo es otro tema que amerita la mayor de las atenciones. Esperamos que la reunión del G20, a celebrarse mañana en Pittsburgh adopte importantes decisiones sobre estos asuntos.

La crisis económica mundial se ha transmitido a nuestro país a través de varios canales: comercio, turismo, remesas, inversión extranjera directa, precios de las materias primas, contracción del crédito y costo del financiamiento.

La caída drástica de la demanda de las economías desarrolladas ha propiciado una reducción importante de las exportaciones de bienes procedentes del República Dominicana, al punto que en el primer semestre del año, las exportaciones dominicanas registraron una caída de 27%, comparada con igual período del año pasado. Este desempeño se explica, casi en su totalidad, por la caída de las exportaciones de ferroníquel y de productos de zona franca. Las exportaciones nacionales cayeron un 35.9% y las de zonas francas en un 21.9%.

Otro canal importante de transmisión de la crisis ha sido la caída del sector turismo, que representa alrededor del 10% del PIB.

Durante el primer

semestre, los ingresos se contrajeron 7.1% comparado con igual período del año pasado, según reporta el Banco Central. De hecho, la caída en el flujo de turismo empezó a sentirse con relativa intensidad a partir del segundo semestre del año pasado, cuando se evidenció una tendencia negativa de crecimiento en los flujos hacia República Dominicana. Las remesas son un flujo muy importante desde el punto de vista macroeconómico, con un fuerte impacto micro, entre los más pobres del país. Su valor representa cerca de un 7% del PIB de República Dominicana. La caída, según datos del Banco Central, fue en el primer semestre del año 5.1% cuando se compara con igual período del año pasado. En las últimas dos décadas, la inversión extranjera directa (IED) ha sido una importante fuente de crecimiento para República Dominicana; además, ha contribuido en gran medida a financiar los déficits en cuenta corriente de la economía. En 2008, la IED representó el 6.3% del PIB; sin embargo, se proyecta una caída importante de la misma en el presente año. En el primer

semestre, los flujos de IED cayeron 27.6%, en comparación con igual periodo del año pasado. La caída de los precios de las materias primas es otro factor que impacta

negativamente a la economía dominicana, incidiendo en varios

ámbitos. Por ejemplo, el desplome de precio del níquel condujo al cierre temporal de la empresa Falconbridge Dominicana, a una reducción importante de ingresos fiscales, al paro de cerca de mil trabajadores y a una reducción sustancial del valor de las exportaciones dominicanas. En lo que corresponde al canal financiero, la crisis se expreso primeramente en una disminución importante de la clasificación de riesgo soberano del país, reflejando un riesgo-país más elevado, y un aumento considerable de los spreads de los bonos soberanos. Si bien esto ha comenzado a cambiar desde el momento que se anuncio el nuevo acuerdo con el FMI, durante los primeros meses de este ano, el crédito privado ha caído drásticamente en la República Dominicana. Todo lo anterior se combina con una caída importante de las importaciones. Durante enero-junio de este año, las

importaciones no

petroleras cayeron 33.3%; y si bien esto se reflejará en un menor déficit en la cuenta corriente, da una tónica del enfriamiento que se ha producido en la economía dominicana. Eventualmente, esto significa disminución de la actividad económica y, por lo tanto,

destrucción de empleo. En 2007, la República

Dominicana creció 8.5%, y en el 2008 el crecimiento fue 5.3%. Esto significa una tasa de crecimiento promedio anual de 7% durante esos dos anos. En el primer semestre del presente año, el crecimiento fue sólo de 1.4%, según el Banco Central, lo que significa una caída de 5.4 puntos porcentuales con relación al

crecimiento promedio de los últimos dos años. Como efecto de la ralentización fuerte de la economía, el desempleo aumentó en un punto porcentual en abril respecto del nivel que se tenía en igual mes del año pasado. La caída del crecimiento económico se está reflejando ya en una importante reducción de los ingresos públicos. En el periodo comprendido entre enero y el 22 de septiembre, las recaudaciones del gobierno cayeron un 10.4% en relación igual periodo del año pasado. Esta caída ha significado que las instituciones recaudadoras han recibido hasta ahora 19 mil millones de pesos menos en comparación con igual periodo del año pasado. Esta situación, en forma similar a como está ocurriendo en los países desarrollados, obliga al gobierno a recurrir a un mayor endeudamiento, con fines de estimular la economía, hacer frente a problemas sociales y a la mitigación de eventuales desastres naturales.

Ante este panorama, el desafío inmediato que enfrenta el país es revertir la tendencia declinante del crecimiento económico, y reducir y mitigar los impactos de la crisis en el área social, específicamente en términos de desempleo y un mayor deterioro en términos de pobreza e inequidad. La estrategia de intervención del gobierno ha estado centrada en asegurar la estabilidad de la economía y buscar vías que nos permitan producir los estímulos necesarios para que retome la senda del crecimiento vigoroso y sostenido.

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