Intimidades desde el Palacio de la Aduana: una mirada etnográfica y pedagógica

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Intimidades desde el Palacio de la Aduana: una mirada etnográfica y pedagógica

Alcaldía Mayor de Cartagena de Indias Centro, Plaza de la Aduana Tel: 662 4811 www.cartagena.gov.co Alcaldesa Judith Pinedo Flórez Universidad de San Buenaventura - Cartagena Calle Real de Ternera PBX: 653 9595 – Fax: 653 9590 Cartagena de Indias - Colombia www.usbctg.edu.co Rector Fray Pablo Castillo Nova, OFM Escuela de Gobierno y Liderazgo Getsemaní, Av. del Centenario. Cra 9 No. 30-42 Tel: 664 7437 www.escueladegobierno.gov.co Directora Olga Elvira Acosta Amel Coordinadora del Proyecto: La Historia del Servidor Kellys Gómez Garcés © “Intimidades desde el Palacio de la Aduana: una mirada etnográfica y pedagógica ” es una publicación de la Universidad de San Buenaventura Cartagena y La Escuela de Gobierno y Liderazgo de Cartagena de Indias. Prohibida su venta. Prohíbida la reproducción total o parcial de su contenido por cualquier medio. Impresión Departamento Editorial de la Universidad de San Buenaventura - Cartagena Tiraje: 500 ejemplares Diciembre de 2008 Impreso y hecho en Colombia

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ÍNDICE Prólogo Presentación Agradecimientos Nota metodológica

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Margarita Botero Mazenett o la custodia del patrimonio de Cartagena de Indias Una mujer de armas tomar Mirringa Mirronga La custodia de la administración pública

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Orlando González o los tejedores de la cultura Crónica de Un Hombre del Bajo de la Marcela (Jorge García Usta 1960 - 2005 / Libro de las crónicas 1989) El equipo ZSO Los tejedores de la cultura Techos y lechos de la cultura

35 35 37 46 51

María Bernarda Pérez: Servicio público y política social Las casas de cartón Sobrevivientes Lo mío es lo político, lo mío es lo local Nidos de María Mulatas Trayectos de formación En el lecho del hogar En la administración pública Al pie desde su niño

61 61 67 70 73 78 78 79 84

Conclusiones Recomendaciones

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PRÓLOGO “Intimidades desde el Palacio de la Aduana: una mirada etnográfica y pedagógica”, son tres historias de vida hilvanadas alrededor de tres personajes singulares de la administración pública en la Cartagena de Indias de fines del siglo XX. Es un trabajo de investigación etnográfica que recrea lo público, desde la concepción de mundo de dos mujeres y un hombre hechos en el barro y la arena del Caribe y que en la Heroica tuvieron en algún momento las oficinas distritales como punto de apoyo. Ser y hacerse cartagenero desde las historias contadas es vivir y sentir la ciudad que se construye con emigrantes de la serranía San Lucas y nativos descendientes de esclavos e indígenas. Lo contado, en su esencia, toma la forma de la memoria colectiva. El libro reúne a tres personajes y de cada uno de ellos toma recuerdos, imágenes, y anécdotas impregnadas de lo cotidiano. Entre el cielo y el mar, entre el centro amurallado y la periferia, entre techos y lechos diversos, se oye el trasegar de mil ciudades en una sola. Urbana y rural, opulenta y pobre, bella y desagradable, paradisiaca y contaminada. Todo eso es Cartagena. El cuerpo de los relatos dice en muchas voces las historias de una y variadas realidades. Una de las realidades consiste en el servicio al público, un concepto hacia el cual se hace un primer acercamiento. Las variadas realidades están construidas desde espacios de lo público, desde una oficina, una y muchas bibliotecas y una y muchas formas del servicio social. Los relatos desde allí escritos, constituyen un primer acercamiento para describir las cualidades del servidor. El libro describe el contexto social con las palabras escuchadas. El lector tiene no sólo frente a sus ojos, sino entre sus oídos, los sonidos de quienes han luchado valerosamente por aquello que les apasiona: por 5

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el otro, por el ciudadano, por los destechados, por los nadies. Escuchar el temperamento organizativo de Margarita, el deambular cotidiano de Orlando por la cultura y la entrega y la solidaridad por las comunidades de María Bernarda, nos sugiere el convencimiento y apego que ellos sienten por esta ciudad. Cada servidor muestra su espíritu, su herencia social y su entrega ciudadana. Tres historias hacen “Intimidades desde el Palacio de la Aduana: una mirada etnográfica y pedagógica” y en ellas se recogen partes de la vida de una ciudad bulliciosa, excluyente pero con esperanza. El libro es una invitación a leer lo que somos, en un mismo y múltiples sentidos. Es un retrato hecho a pinceles de palabras para crear conciencia colectiva, conciencia ciudadana y pensamiento acerca de lo público. A veces vemos personajes como el Gobernador Escallon Villa, en su peregrinaje por un territorio desmesurado, o el aliento utópico del escritor Jorge García Usta en la zona suroriental, en sus roces agridulces con la burocracia. En el recorrido y de la mano de los investigadores aparecen situaciones que a diario se cuentan sin que los oídos oigan. Vivencias que golpean el corazón, lo hacen vibrar y sentir y nos hacen entender que para ser Cartagenero, es indispensable escucharnos a nosotros mismos. Uno de los aprendizajes claves. El resultado de la indagación corresponde al esfuerzo admirable de tres investigadores, quienes con mucho cuidado y respeto por las distintas voces que aparecen en cada una de las historias, recrean de manera amena y sencilla las imágenes que dan lugar a un cuadro fresco y sincero de quienes al contar iban dibujando su destino, por eso, este libro en sus manos, es un texto para abrazar y comprender lo que somos y debemos ser como caribeños y cartageneros. Transparencia, participación y democracia son valores que transpiran en el fondo del relato, pero también indiferencia y discriminación. Creo que el propósito de provocar interrogantes y reflexiones sobre el quehacer público está asegurado. JUDITH PINEDO FLÓREZ

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PRESENTACIÓN Las historias plasmadas en este libro muestran a tres personas que viven al servicio de la administración pública. En las entrañas de su servicio se encuentran trayectos de vida, vitales para una sola ciudad. Las ciudades son construidas colectivamente, con aquellos que la habitan, quienes la sienten, la viven, la trabajan, la organizan y ayudan a edificarla socialmente. Por esta razón cada servidor es un sujeto político que con su participación en la cosa pública ayuda a generar confianza. Sin duda, uno de los retos que tiene el plan de desarrollo “Por una sola Cartagena 2008- 2011” es restablecer la confianza de las ciudadanas y los ciudadanos en el gobierno y la acción colectiva, objetivo que solo lograremos en la medida que comprendamos que la piel de la ciudad es la piel de la gente que le sirve para hacerla grande, desarrollarla y convertirla en un lugar sagrado de todas y todos. Leer la ciudad en las historias de las y los servidores públicos nos da herramientas para repensar la ciudad. Nuestros servidores son Cartagena y Cartagena vive por su gente, gente que escucha, que comunica, que le encanta hablar, en cualquier momento y en cualquier lugar, respeta los intereses colectivos y es solidaria con su comunidad. Y también gente que debe ser respetada y valorada como pieza fundamental en el desarrollo de la ciudad. Desentrañar sus vidas nos permite hacer visible su importancia y sus aportes ahora perceptibles para el interés colectivo.

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Por esto, La Escuela de Gobierno y Liderazgo ofrece a los ciudadanos y ciudadanas cartageneras la oportunidad de conocer su administración siendo participes de los obstáculos y triunfos que los servidores han vivido con el fin de levantar a su ciudad, de recrear los principios y valores que ellos nos ofrecen. Su entrega día a día los hace servidores y custodia de lo público. Los Invito a descubrir en el texto que significa ser servidor de la ciudad soñada por todos.

OLGA ELVIRA ACOSTA AMEL

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AGRADECIMIENTOS  Sin la disposición para atendernos y hablar de las siguientes personas hubiese sido imposible escribir las tres historias que componen el texto. A todas ellas y ellos muchas gracias.  Servidores protagonistas de las historias: Margarita Botero, María Bernarda Pérez, Orlando González.  Voces de otros servidores públicos: Dr Moisés Álvarez, Alfredo Alvear, Rodrigo Romero, Ángel Escorcia, José Luis Barbosa, Ivett Berrío, Doris Herrera Zarate, Roque Julio Ariza, Astrid Forero.  Otras voces: Rocío García, Ana Dolores Teheran, Silvia Marín, Yolanda González, Rafael Ruiz.  Agradecemos igualmente a Gina Ruz Rojas Directora del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena de Indias - I.P.C.C, por ayudarnos con la corrección de estilo y las sugerencias dadas.

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NOTA METODOLÓGICA La investigación cualitativa etnográfica tiene la intencionalidad de dar a conocer a un grupo humano, su ethos. En este caso, las tres historias escritas reúnen las voces de tres actores que a su vez nos envían hacia otras voces y distintos lugares de Cartagena de Indias. La territorialidad de la indagación se extendió desde San José de Los Campanos hasta el centro de la ciudad amurallada; desde allí hasta donde el antiguo perro y más allá hasta La islita y las bibliotecas Jorge Artel, el Centro Cultural Estefanía Caicedo, Centro Cultural Las Palmeras y otros tantos sitios de otras y otros tantos personajes de las historias. Nos preguntábamos fundamentalmente por las cualidades de tres Seres que fueron contando a veces y cantando otras, sus vidas. Les dejamos que contaran, sin pausa, hasta que las palabras dibujaran sus haceres, lo sucedido, las anécdotas, los ejemplos, sus saberes, sus temores, dudas, y sobre todo los hilos que los unen al servicio público. Luego cada una de esas palabras, hasta los suspiros, fue puesta en las hojas del ordenador, en ese espacio con límites desconocidos en el cual fue posible encontrar los motivos de las historias. Y después, como corresponde, se tomaron los hilos y se ordenaron según sus colores, fueron saliendo de los registros los relatos, como si se tratara de lo mismo que pasa en la pasión del decir/2 del Libro de los abrazos de Eduardo Galeano: “De los bolsillos va sacando papelitos, uno por uno, y en cada papelito hay una buena historia para contar, una historia de fundación y fundamento, y en cada historia hay gente que quiere volver a vivir por arte de brujería. Y así ella va resucitando a los olvidados y a los muertos; y de las profundidades de esta falda van brotando los andares y los amares del bicho humano, que viviendo, que diciendo va.” 

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Y como en el Génesis, después de haber sido creadas todas las cosas, El Creador le dio al hombre la potestad de darles nombre, para que dándoles nombre, entendiera que de él dependía el sentido y el significado de lo que en palabras contaba, cantaba, escuchaba. Quienes al texto hemos dado vida, apenas colgamos de hilos invisibles las ideas y sentimientos que dicen quienes vieron. Los protagonistas de las historias tuvieron la oportunidad de revisar los textos a publicar, añadir o eliminar aquello que consideraron pertinente. Por ello son responsables de lo dicho u omitido.

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Margarita Botero Mazenett

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Margarita Botero Mazenett o La Custodia del Patrimonio de Cartagena de Indias Una Mujer de Armas Tomar

Fachada de la Tesorería Distrital de Cartagena

Para encontrar a Margarita basta con llegar al centro Calle Vélez Daníes Edificio Facuseh, al frente de la Notaría Segunda desde donde se ve el letrero: TESORERÍA DISTRITAL Se pasa una puerta estrecha en cuya entrada está un vigilante y se suben las escaleras, en el tercer piso en la puerta leemos “ARCHIVO GENERAL, se entra y empieza a percibirse el orden y la organización. La historia de aquel lugar es una antes de la llegada de nuestra servidora y otra después. Así nos lo permite saber la Profesional Especializada Doris Herrera Zarate, funcionaria de la oficina Fondo de Pensiones del Distrito: “Esta oficina tiene dos etapas, antes y 15

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después de Margarita. Antes que llegara Margarita no sé ni quien estaba ni me interesa hablar mal de nadie, pero las cosas no andaban bien y después que llegó Margarita las cosas cambiaron un 100%. Hoy en día usted viene a buscar un documento y lo consigue inmediatamente, o sea te lo buscan en el sistema, porque todas las historias laborales están sistematizadas; y además existen unos libros que se llevan manualmente y en tres minutos es fácil encontrar la información solicitada. Por ejemplo, yo trabajo mucho con Historias Laborales Inactivas que vengo a buscar y están ahí; muy a pesar de que Margarita eso no lo encontró y por eso es que aquí adolecemos de muchas cosas con las historias laborales porque ella no encontró toda la información en el expediente. Ella las fue armando con el papelito que encontraba, con la incapacidad, o sea, así las fue armando y así están. Las que llegaron después están completas, pero esas viejas son un problema serio y tenemos problemas graves en el Distrito por eso. Porque nosotros estamos manejando el programa Pasibocol del Ministerio de Hacienda y necesitamos ingresar la información que reposa en ella, de todos los ex funcionarios y entonces estas personas de los años 70 y 80 casi no se encuentran la información completa, porque no organizaban las historias laborales. Yo me imagino que dejaban los papeles por ahí y no le daban la importancia que todo esto requiere, porque es la fuente de información para que todas esas personas puedan demostrar la vinculación laboral que en algún momento tuvieron con la administración distrital y les permite con el tiempo acceder al reconocimiento de la pensión de vejez”. La vida de Margarita son los archivos, pues ella sabe en qué consiste su existencia: “Los documentos son un proceso como el ser humano; se dividen en tres partes: los Archivos de Gestión, que son los de oficina que es cuando el documento nace y toma fuerza, que sirve para la toma de decisiones de la administración y también para información al ciudadano. Después pasa al Archivo Central que viene siendo éste, también para la toma de decisiones de la Administración, para la consulta del público, pero ya el documento no tiene tanta capacidad de consulta. Ya después de cierto tiempo, o sea de treinta años pasa al Archivo Histórico, para la investigación y la cultura y el documento nunca muere. Por ejemplo, una Historia Laboral debe permanecer en todo su ciclo de vida cien años, según la Ley de Archivos y las Tablas de Retención Documental”. 16

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El primero de diciembre de 1952 nació Margarita y fue aprendiendo el sentido de la organización y la rectitud, primero en el hogar y luego mediante la educación religiosa: “En la casa todo era tan organizado, si tú cogías una aguja, tenías que dejar la aguja ahí en el mismo puesto sí no te daban duro. Llegabas del colegio y sí traías un lápiz que no era tuyo te daban duro. Sí te mandaban a una fiesta di tú y traías el vestido manchado te lo quemaban. Mi papá le gustaba mucho el colegio de monjas, porque te enseñan a vivenciar los valores humanos como el respeto, la responsabilidad, la solidaridad, la honestidad y la honradez además labores manuales como bordar, tejer. El siempre decía que esa clase de educación es muy buena y rígida”. Margarita es de Zambrano, Bolívar, y con un padre arriero le tocó vivir para arriba y para abajo, algo que más adelante reviviría: “Yo nací en Zambrano, pero muy pequeña, nos mudamos para Vijagual, en el Departamento de Santander a orillas del Río Magdalena, allí estudié hasta 4º de primaria. De 5º Primaria hasta 3º de Bachillerato estudié en Betulia Santander, con monjas, ahí pase a Ocaña donde estudié de 4º a 5º de bachillerato, y luego el 6° en Bucaramanga también en colegio de monjas. A partir del tercero de bachillerato nos fuimos a vivir a Morales, Sur de Bolívar. Mi papá era comerciante, Betulia le quedaba muy lejos para sus negocios y por eso nos mandó a estudiar a mis hermanos y a mí, en ciudades más cerca, porque tocaba viajar por el río Magdalena que era en ese momento el único medio de transporte en chalupa o en lancha para llegar a Gamarra, departamento del Cesar y luego por carretera ir a Ocaña o a Bucaramanga”. El padre se convirtió en un espejo para verse como servidora: “Mi papá era un tipo que le servía a la gente, o sea, él prefería quitarse el bocado de la boca, para atender las personas. Mi mamá si era más “retro” en eso, me entiendes, mi mamá nos decía “Gabriel es que es pendejo”. En su hogar Margarita aprendió de su padre que hay que respetar a la gente, no burlarse de ella, y sobre todo, en tono enfático, servirle. De su madre aprendió que “como mujer tenía que ser muy femenina no hablar con la boca llena, coger bien los cubiertos, en fin, la aplicación de todas las normas de la urbanidad de Carreño que hoy en día me han servido muchísimo, en mi casa teníamos la empleada del servicio 17

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y cuando llegábamos a vacaciones, mi mamá la enviaba para su casa, para enseñarnos a cocinar, lavar ropa, lavar plato, planchar, yo no sé por qué, y hoy en día me acuerdo que yo contaba los platos y si pasaban más de 30 decía que no los iba a lavar y me ponía a llorar”. En cuanto a su mamá apunta: “Mi mamá se llama Esperanza, todavía vive, tiene 92 años, lúcida, se acuerda de todo”. Margarita es una memoria viva de la Administración Distrital, memoria activa y crítica que puede entreverse en la memoria de Doña Esperanza: “En estos días me estaba diciendo: -Oye Margo y ¿Santofimio todavía está preso, no lo sacan?”. En el hogar de una barranquillera, un paisa, tres hermanos Yudys Maritza, Francisco y Guiomar, empezó a gestarse su interés por la política: “Es como allá en mi casa, en Morales en ese tiempo, eso era como el hotel del pueblo, allá llegaba todo el mundo, liberales, conservadores se alojaban allá. Y llegó Álvaro Escallón Villa y Simón Bossa López, en el año de 1974, liberales del MRL, para la campaña presidencial que llevaría al Doctor Alfonso López Michelsen a la presidencia, ahí empecé yo a “-politiquear-” y cuando ¡pum! el Presidente nombra Gobernador de Bolívar al Doctor Álvaro Escallón Villa de filiación liberal, y el 24 de agosto de ese año me nombran alcaldesa, entonces decía mi papá: “vea usted, van a nombrar a está loca de alcaldesa”. Una niña todavía, 21 años, sin experiencia, entonces cuando yo tome posesión llegó el Gobernador con la mayoría de los integrantes de su gabinete a darme el respaldo y dijo: ¡Mientras que yo sea el gobernador de Bolívar Margarita Botero será la Alcaldesa de este pueblo! Entonces la política mía fue, ¡aja! yo andaba con mi revolver 32 corto, ¡aja! porque ya se oía hablar del ELN y vamos a ver que todos los fines de semana me iba para un pueblo diferente por las inundaciones y me metía con el agua a la cintura, los habitantes de esas zonas apartadas de la Administración Central me pedían recursos para levantar un terraplén, para el puesto de salud, para una cosa para la otra, medicamentos, entonces yo disfrutaba mucho el contacto con esa gente de poderle llevar una voz de aliento y consuelo, después del discurso disfrutaba de un buen sancocho de gallina criolla hecho en leña, en Arenal, Regidor, Río Viejo, Bodega Central, Norosi. En la vereda de San Cayetano, una vez de los tantos viajes que realicé, llegué en tiempo de inundaciones, con el agua al cuello repartiendo drogas para la diarrea, y se me acerca un niño diciéndome si tenía remedio para la Cagalera. 18

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Según unos amigos de mi papá, nos informaban que los guerrilleros preguntaban mucho por mí, ellos salían a Micoahumao y como todo eso era gente conocida de mi papá les decían: “no hombre, si es una niñita pero esa niñita si está trabajando”. Ya entonces, en enero de 1975 el Ejercito de Liberación Nacional (ELN) asaltó a Morales al mando de Nicolás Rodríguez alias Gabino, ese momento fue muy horrible, mataron 5 agentes de policía, se llevaron la plata de la Caja Agraria, en verdad yo me asusté muchísimo, pero gracias a Dios no me pasó nada, después de que todo eso pasó la gente se reía de los informes de los periódicos a nivel nacional, figúrate que el señor Carlos Murcia, columnista de El Espectador me llama por teléfono, y me pregunta: ¿Señorita Alcaldesa usted sintió mucho miedo? Y yo le contesté: ¡claro! yo temblaba como carro viejo. Yo en realidad en ese momento dije lo que viví, y para completar el periódico el Bogotano que era prensa amarillista publica “LA ALCALDESA DE MORALES SALIO EN PELOTA” la gente buscaba en las páginas del medio de los periódicos y no encontraba nada, para completar las dos salen en primera página, eso fue muy chistoso por lo extrovertida que soy y las personas que me conocían decían que ahí está ella pintada”. Al salir de la Alcaldía de Morales, Margarita nos enseña que en este país tiene verdadero valor su “lengua pelá” y no las armas: “Esa fue una época increíble porque le serví mucho a esa comunidad. Y como tenía el apoyo del Gobernador recibía mucha ayuda. Ya después de eso a mí me quitan cuando ya nombran Gobernador a Nicolás del Castillo, eso fue en el 75, yo duré 9 meses en la Alcaldía, bueno, entonces a mi me quitan, por cuestiones políticas, cuando nombran como Secretario de Gobierno el Doctor Rafael Ballesta Morales, candidato a esa posición por el Faciolincismo, grupo que había perdido las elecciones en ese Municipio. Y por eso era obvio que yo no podía seguir en el cargo a pesar de todo el apoyo que recibí de la ciudadanía y las fuerzas militares acantonadas en esa región. El comandante de la V Brigada, que ya conocía mi trabajo, le decía al Gobernador que no me quitara. Para esa época hicieron un seminario en Simití, Sur de Bolívar, había delegados de los Ministerios, Gerentes de Institutos Descentralizados, Comandante de la V Brigada, de la IV, Senadores, Representantes y toda la plana mayor de la gobernación,

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gerente de la licorera, IDERBOL, en ese tiempo, toda esa gente y habla el Comandante de la Policía de Santander y elogió mi administración. A mí me invitó un sobrino de Álvaro Gómez, Camilo Gómez, que fuera a defender la obra de gobierno de Escallón. Yo estaba repartiendo los lapiceros y las libretas para los apuntes. Y en eso de un momento a otro yo le dije al moderador que quería hablar y me mandó alzar la mano y me dieron la palabra. Yo recuerdo en ese discurso dije: “Con palabras muy ciertas tengo que decirlo, que el Sur de Bolívar estaba convertido en holocausto por las palabras dichas por el General José María Rivas, pero nos encontramos a la solución satisfactoria de nuestro pasado y a la gloria de nuestro futuro. Hoy públicamente quiero darle las gracias al gobernador Nicolás del Castillo por tener la gentileza de visitar estos pueblos olvidados del Sur de Bolívar. Pero afortunadamente desde el gobierno de Álvaro Escallón Villa, estos pueblos se han asociado en cooperativas, en acciones comunales de verdad y no donde trabajaba el tesoro público en beneficio de algunos ciudadanos. Pero los problemas que tienen los municipios del norte son los mismos problemas de los municipios del sur. Desgraciadamente el Departamento de Bolívar cuenta con un presupuesto muy por debajo de lo que pensamos y el gobierno tiene que darle una solución inmediata a los problemas más urgentes, y aquellos que no lo tienen buscar con el tiempo que ellos sean subsanados”. No, eso era y me aplaudían y toda esa cosa. Entonces decía: “Por eso hace pocos meses cuando fui alcalde del municipio de Morales y dialogaba con algunos de los guerrilleros me decían: compañera estamos luchando por los pobres, por los campesinos indefensos. Por eso yo les digo a ustedes, como representantes del gobierno, que la solución de la guerrilla no está en el ejercito con las armas, sino en el gobierno haciendo obras en beneficio de la ciudadanía. Bueno, ese discursó a mi me salían palabras yo seguía. Yo no tengo pena, pero a veces como que, la lengua se me enreda, yo no sé, como que me emociono. Esa noche en la fiesta el Gobernador me decía “-El Alcalde-”, yo pienso que fue por el discurso y me vine para Cartagena al día siguiente”. “El 7 de agosto del año 1975, llegué a esta ciudad, y el 15 de diciembre de ese mismo año me posesioné en la Alcaldía de Cartagena y para este diciembre cumplo 33 años, como servidora pública, soy fiel testigo de los cambios y retos de la Administración Distrital el progreso y desarrollo de 20

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la ciudad. Imagínate, yo he visto una transformación total. Por ejemplo, cuando yo llegué la administración era muy pequeña. Sólo existía la Secretaría Privada, la de Obras Publicas y la de Hacienda. No existía por ejemplo el DATT, la Secretaría de Educación, el Dadis etc. Cuando yo llegué el alcalde era Raimundo Angulo Pizarro él estuvo antes que Manuel Domingo Rojas en 1987 y de ahí en adelante se dio la descentralización administrativa. Después empezó a agrandarse la administración. Ya en el año 90 empieza a funcionar lo que era el Tránsito, Educación y el Dadis porque ya los profesores que antes eran del departamento pasan al Distrito. Ahora educación maneja casi siete mil docentes”. Las fallas de la administración pública se hacen manifiestas en los ires y venires, a los cuales está expuesto el servidor público. En el caso de Margarita, la situación es emblemática: “En la alcaldía el 15 de diciembre de 1975, fui recepcionista en el despacho del alcalde, hasta 1988 cuando se hace la descentralización, en el año 1989 me nombran como Secretaria en la oficina de Asuntos de la Comunidad. Me tocó todo el proceso de la división de la ciudad por comunas, eso fue un “bololó”, era como la oficina de emergencias y desastres. Ahí me nombró el alcalde Manuel Domingo Rojas, era mejor sueldo, dure muy poco, íbamos a los barrios, o sea si había inundación y nosotros siempre estábamos en ese cuento. También organizábamos las fiestas del once de Noviembre, y por cuatro años fui la Chaperona de la reina popular como se le llamaba, en un tiempo me comisionaron para trabajar en la Sede Alterna de la Cancillería que funcionaba en la ciudad, en la casa del Marqués de Valdehoyos, al igual cuando se realizó el Encuentro Nacional de Artistas Colombianos en el Centro de Convenciones. A partir de 1990 en el mes de agosto el Alcalde Nicolás Curi Vergara, me nombró como Jefe de información y Documentación del Despacho, pero no tenía oficina, nada más aparecía en el organigrama, yo decía que trabajaba en la Andi más tarde me comisionaron para el DATT, como Jefe de Licencia de Conducción ahí me nombra Nicolás Curí, en la primera Administración. Ya en la administración de Gabriel García, quien tomo posesión el primero de Junio de 1992, seguía sin tener oficina y funciones especificas, era un desastre”.

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Y llegó el momento en que Margarita encontró el lugar para hacer lo que mejor sabe: “Yo me sentía súper mal, pero en ese tiempo me lo pasaba en la Oficina de Protocolo colaborando, ya para febrero de 1993 resolví ir al archivo para buscar mis decretos de nombramientos y posesiones para llevarlo a la oficina de Relaciones Laborales para la expedición de un Certificado de Tiempo, para aportarlo a una entidad bancaria para que me dieran la Tarjeta de Crédito. Fui al archivo varias veces a buscar los documentos y me encontré con una desorganización total que les era muy difícil ubicar mi Historia Laboral; en ese tiempo conformaban la Oficina: la Jefe de Archivo, una Secretaria y 5 mensajeros y nadie respondía. De tanto ir y venir yo me aburrí y un día bajando las escaleras pensé “yo debo proponerle al alcalde que me mande para el archivo para organizárselo. Yo creo que las cosas se dan porque se tienen que dar. Ese día duré hasta las diez de la noche y no pude hablar con el Alcalde, porque estaba ocupado. Al día siguiente, amanecí con la misma inquietud y entré y le dije: “Alcalde, permítame cinco minutos de su precioso tiempo, usted sabe que yo soy la jefe de Información y Documentación del Despacho, no tengo oficina ni un carajo, así a “lengua pelá”, si usted quiere me manda para el archivo para organizárselo. A los dos días me encontró en protocolo y me dice: “Oye Botero, tú qué haces aquí si te vas para el archivo”, pero como yo ganaba más que el Jefe de archivo, no me nombraron sino que me comisionaron por memorando para ocupar el cargo de Jefe de Archivo a mediados del mes de marzo, para mí fue un reto muy grande en lo personal y laboral, los empleados no creían en mí, y es cuando empieza mi verdadero trabajo de Organización, Selección y Clasificación, empezando principalmente por las Historias Laborales, ya que para ese entonces manejaba unas 5.600 entre activas e inactivas, imagínate tú eso era la locura, porque no contábamos con las herramientas necesarias para desarrollar ese trabajo, sin computador, todo tenía que hacerse a mano y clasificando por orden alfanumérico pero muchas veces nos encontrábamos que una sola persona tenía 5 Historias Laborales, y desde ese mismo momento clasifiqué las Activas y las pude transferir a la oficina de Talento Humano, proceso que pude realizar con el cambio de gobierno cuando llega Guillermo Paniza Ricardo, el primero de Enero de 1995. Muchos querían seguir con los mismos procedimientos y no le apuntaban al cambio, menos mal que llegaron muy buenos funcionaros con otra visión de lo que era la administración pública”. 22

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Margarita logró cambiar tanto la imagen de la oficina como de la función que allí se cumple: “Con la llegada de Paniza a la Alcaldía, empezó a tomar forma la organización del acervo documental de la Administración, se creó el Archivo General del Distrito por decreto y el Manual de Correspondencia, esto fue posible con la reestructuración administrativa que se llevó a cabo en el mes de mayo de ese mismo año y también mi nombramiento en propiedad, pero en el mes de diciembre abrieron concurso para los cargos de Jefes, en el cual concursé y tuve la fortuna de ganármelo. En muy poco tiempo logré cambiar la imagen de la oficina, dejando atrás la desidia de quienes allí laboraban; hace mucho tiempo se pensaba que la persona que mandaban al archivo era por castigo. Eso era horrible, entonces la gente se quejaba porque no encontraban la información, y cómo la iban a encontrar si todo era un desorden, los decretos sin empastar, metidos en A-Z, puros paquetes amarraos con cabuya, eso era difícil para encontrar un documento, te podías demorar meses”.  Ivett Berrío Berry, funcionaria leal y discreta, a cargo de Margarita, comenta qué tan decisiva fue la llegada de su jefa: “En el año 1993 el archivo entró en un proceso de organización por iniciativa de ella, o sea, sinceramente el archivo era una cosa horrible, un desorden, había papeles, fólderes sin identificar, Historias Laborales sin organizar. Entonces ella decidió bajar de la estantería toda esa información, clasificarla, ordenarla, codificar, hacer inventario. Las personas que venían colaborándole se dedicaban más que todo al reparto de correspondencia y bueno había personas apáticas al trabajo, entonces a esto hay que ponerle también un poquito de amor y ella ha sido una persona que ha trabajado con dedicación y amor, y en este trabajo siempre se encuentran obstáculos 23

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que por su carácter, por ser una persona franca, demasiado perfeccionista, dicharachera y alegre hace el ambiente de trabajo agradable”. Moisés Álvarez Marín, Director del Archivo General, reconoce que a Margarita hay que considerarla la jefa: “Yo siempre la he visto a ella así y por eso de manera jocosa, aunque en la escala de la estructura administrativa yo soy el jefe de ella, en la práctica yo siempre digo que es al revés, que ella es la jefa, porque realmente ella con su trabajo ha logrado institucionalizar el deber que todos tenemos de conservar el patrimonio”.  

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Mirringa Mirronga

Margarita Botero Mazenett, técnico del archivo general, en su oficina.

Para comprender en imágenes lúcidas a Margarita, basta con algunas cuantas estrofas de aquel poema de Rafael Pombo “Mirringa Mirronga, la gata candonga  Va a dar un convite jugando escondite,  Y quiere que todos los gatos y gatas  No almuercen ratones ni cenen con ratas.  A ver mis anteojos, y pluma y tintero,  Y vamos poniendo las cartas primero”. “Tenía un equipo, pero casi no me marchaba, porque ellos pensaban que tenían que hacer lo que dijera la jefe de Recursos Humanos y no yo. Al principio no me hacían caso, después las cosas cambiaron. Ahí había gente por pura política, que no hacían nada. En ese momento esa persona pensó que me iba a chantajear o que yo hiciera cosas indebidas, que adulterara fechas, o documentos y yo para eso no sirvo. Esa funcionaria me llegó a decir que la oficina dependía de ella, sabiendo yo, que era directamente del Alcalde, y siempre se presentaba y me sacaba de la oficina, un día cualquiera se me perdieron 20 decretos originales, fue cuando me puse pilas le informe al alcalde de turno recibiendo todo su apoyo”.

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“Llegaron en coche ya entrada la noche Señores y damas, con muchas zalemas, En grande uniforme, de cola y de guante, Con cuellos muy tiesos y frac elegante. Al cerrar la puerta Mirriña la tuerta En una cabriola se mordió la cola, Más olió el tocino y dijo “¡Miau! ¡Este es un banquete de pipiripao!” “Para finales de ese año, solicité mis vacaciones, y para sorpresa me concedieron tres, pero como se aproximaba el cambio de gobierno regresé, y en mi ausencia habían encargado a un funcionario, un funcionario de jerarquía solicita unos libros al archivo y cuando regresan los libros una funcionaria se da cuenta de la falsificación en una Diligencia de Posesión y la pérdida del libro de decretos del año 1970, como consta en el libro de préstamos”. “Mas, ¡ay! que una espina se le atasca indina, Y Ñoña la hermosa que es habilidosa Metiéndole el fuelle le dice: “¡Resuelle!” Mirriña a Cuca le golpeó en la nuca Y pasó al instante la espina del diantre”. “Yo revisaba y como me pedían una cosa y otra no sabía qué era, entonces le dije a la persona que estaba encargada: “Mira, ahora que me fui de vacaciones falsificaron un acta de posesión aquí”, no me dijo nada y también se lo manifesté directamente a la persona que había solicitado los libros en mi ausencia, sin recibir ninguna respuesta”. Pero ¡qué desgracia! entró doña Engracia Y armó un gatuperio un poquito serio Dándoles chorizo de tío Pegadizo Para que hagan cenas con tortas ajenas. “Yo tenía que regresar como en febrero, pero inmediatamente se posesiona Paniza yo me reintegro. Yo no conocía a Paniza, pero a mi regreso esa persona me pregunta que por qué estoy ahí si yo estoy de vacaciones, lo 26

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que se me ocurrió decir “Paniza me mando a llamar, fue una excusa mía en ese momento. Pero la mayoría de los nuevos funcionarios sabían quién era Margarita Botero y me empiezan a pedir información como es normal en cada cambio de administración, sobre los actos administrativos vigentes, en su momento le entregué toda la información al Jefe de Control Interno, el cual puso en conocimiento de las autoridades competentes sin tomar ninguna medida hasta la presente”, concluyó Margarita. Y como dice el viejo adagio popular: cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta.  “¡Cuidado, patitas, si el suelo me embarran! Que quiten el polvo, que frieguen, que barran ¡Las flores, la mesa, la sopa!... ¡ Tilín! Ya llega la gente. ¡Jesús, qué trajín!” “Esta oficina está así arreglada porque yo he tirado trapero, brillo; por eso los pisos aquí son brillantes, porque a mí todo me gusta limpio yo soy maniática del aseo, así como es mi casa, es mi oficina. Mi familia toda es así, yo veo el vidrio sucio y le digo a la muchacha: “se me dañó la retina del ojo” y ya ella sabe que es que el vidrio está sucio. Todas las niñas que llegan para hacer el aseo saben que soy así. Te digo con toda sinceridad, no todas las personas que trabajan con la administración tienen sentido de pertenencia. Si tú tienes una oficina, con el poco de documentos tirados, eso es horrible, pero es porque no tiene sentido de pertenencia. Por lo menos esos muebles que tú ves aquí tienen treinta o cuarenta años. Eso pertenecía a Talento Humano y los recuperé; con mi caja menor los he ido tapizando, pintando, restaurando, porque si tú no cuidas las cosas quién las va a cuidar. Aquí tenemos equipo de sonido, televisor, nevera, de todo. Claro, si uno dura aquí diez horas diarias, desde las ocho hasta las cinco o seis”.

Sillas restauradas. Muestra del sentido de pertenencia

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La Custodia de la Administración Pública Para Moisés Álvarez Marín, director de Archivo Histórico, la administración pública apenas se está percatando de la importancia del trabajo en el archivo y del ejemplo de nuestra servidora: “Escasamente en esta administración es cuando estamos abriendo unos nuevos espacios y hay como mayor preocupación, pero en las administraciones anteriores casi nadie se había preocupado por estas cosas. Por eso el trabajo de ella ha sido casi solitario y ha estado avanzando en contra de la corriente, eso es importante. Ahora, para la propia administración también ha sido una pieza clave porque para muchos aspectos de la propia gestión administrativa se requiere tener la información ahí. Por ejemplo, a ella le toca radicar y gestionar todos los actos administrativos, como los decretos, resoluciones que expide la administración y ordenar su publicación en la gaceta. Entonces, la administración siempre encuentra en ella un funcionario dispuesto a la hora que sea, porque, a veces, hasta fuera de horario, cuando hay un alcalde con la necesidad de expedir un decreto a media noche, tiene que llamarla a ella y tiene que ir al despacho con sus papeles, su sello y todo eso para hacer el trabajo que normalmente haría durante su horario en el día. Pero la gestión es así y los alcaldes requieren actuar de esa manera”. Para él nuestra servidora actúa como le corresponde a un funcionario de la administración pública: “Es una persona que a lo largo de toda su vida ha actuado con absoluta claridad en el cumplimiento estricto de su deber y jamás, nunca, ni por casualidad, ni siquiera por rumores, como se acostumbra en la administración, he escuchado que ella haya estado involucrada en un acto irregular en la alcaldía, a lo largo de su carrera. Yo voy a cumplir 24 años, ella tiene más años que yo de estar aquí, pero jamás, en los 24 años que yo llevo en la administración, he escuchado siquiera un rumor. Y por supuesto, soy testigo del manejo transparente que tiene de todas sus cosas, porque aún en una dependencia como donde está ella, en el pasado se cometía algunos desafueros. Ella, incluso, ha detectado algunas irregularidades que se cometieron en el pasado. Incluso, gente que se supone estaban en unas instancias superiores a la de ella. Y sobretodo manejado con criterio político esto es un poco difícil. Ella

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tuvo el valor, no solamente de detectarlas, sino de ponerlas en evidencia y denunciarlas”. Lo público es algo sagrado, tiene que corresponder a la imagen de una administración pulcra. El lugar desde el cual Margarita y su equipo atienden es excepcional: “En primer lugar, creo que es un elemento clave de toda la administración, y que ella lo ha cumplido con sobradas calidades, es la información oportuna y eficiente que le ha tenido al ciudadano, y a la propia administración porque son dos campos de trabajo paralelos. Al ciudadano, porque quien acude al archivo en búsqueda de algún documento que le interese de manera particular o de manera colectiva a una comunidad, encuentra en ella una respuesta instantánea, porque ella se ha preocupado por mantener un orden allí, que le garantiza la información oportuna y de calidad. Porque muchas veces es posible que se responda rápidamente pero que la información sea deficiente; en este caso no, es oportuna y es eficiente. A mí me consta porque nosotros también somos usuarios de ella; entonces muchas veces uno solicita información y eso es inmediato. Es casi un caso excepcional dentro de la administración”, agrega Álvarez Marín. Todo aquello que sabe nuestra servidora sirve para comprender que estamos en una época en la cual los documentos públicos tienen un valor excepcional. Ella es su custodia, Moisés Álvarez afirma: “Creo que más de cuatro alcaldes se han salvado de líos porque la solución legal y el cumplimiento de los requisitos ella se los ha hecho ver y así ha actuado”. Custodiar una oficina y los archivos que en ella existen es conservar la ciudad, es ponerla a salvo de piratas, es algo que gracias al trabajo coordinado entre Margarita la jefa y su jefe, no podremos olvidar, eso lo reconoce Moisés cuando afirma: “Tiene un gran valor, porque el trabajo conjunto es el que garantiza la construcción, la permanencia y el servicio a la comunidad, de lo que en términos generales podemos decir que es la memoria de la ciudad. No solamente la memoria institucional de la alcaldía, sino la gran memoria de la ciudad. Es decir, todos los temas de la ciudad cruzan por la administración y al ser el archivo la memoria de la institución, en este caso de la alcaldía, pues de hecho es la memoria de la ciudad”, remata Álvarez Marín.

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Las cualidades de un servidor público están relacionadas con los saberes que va adquiriendo, con la actitud frente a lo público, con la responsabilidad y respeto que se tengan con los bienes colectivos. Valoramos en Margarita a una persona cuyas palabras demuestran un saber técnico: “Cuando llegué tenía desarrollado el sentido de la organización. Me he capacitado en el Archivo General de la Nación, he hecho todos los cursos en Gestión Documental, Organización, Clasificación, Elaboración de Tablas de Retención Documental, Fondos Acumulados, Valoración de la documentación. Por ejemplo, ahora estamos trabajando en adaptar en el Distrito las Tablas de Retención Documental, esto nos va a determinar el tiempo de permanecía de los documentos en cada ciclo; si se conserva, si se microfilma, si se destruye, todo tiene que ser acorde a las normas archivísticas, y en pleno siglo XXI, implantar la tecnología de punta con la digitalización de los documentos para conservar la memoria de nuestros pueblos”. El valor de su trabajo es mucho más diciente cuando reconocemos que su memoria fue haciéndose tocando pieza a pieza la historia de la administración: “A mano íbamos sacando por la nómina todos los activos. Me hice un formato de cuándo el funcionario entraba, cuántas vacaciones, toda la información, porque aquí se perdía esa información. Aquí quedó copia y todas las historias laborales de los funcionarios activos se pasaron a Talento Humano. Aquí están nada más las inactivas. Había personas que tenían hasta siete historias laborales. Todo me tocó a mano y en cajas, ya en el 95 cuando llegaron los computadores y empezamos a codificar, si tú llegas, Martínez, Pérez Elizabeth, enseguida se busca la M, está en la caja 27. En estas oficinas teníamos documentos de los años 1938, 1940. En 1996 hicimos transferencias al Archivo Histórico. Ahora mismo nosotros contamos con una documentación desde el año 1950 hasta la fecha”. A muchos de los colegas de Margarita les cautiva tanta eficiencia y honestidad y más les agrada su trato con la gente, el tacto con el cual maneja la cosa pública: “Les agrada, algunos dicen que me luce, como le digo las verdades de frente; por ejemplo, toda oficina que produce una información debe conservar ese documento que es para la toma de decisiones de la misma oficina. Pero ¿qué pasa? Las personas encargadas 30

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muchas veces no conservan su información, entonces me piden la misma información muchas veces, entonces yo me les “-caliento-” y les digo: ¿cómo?, no hay derecho. Es impresionante que las personas no se responsabilicen de lo que producen, yo les digo: ustedes tienen que tener toda la información organizada. Y qué pasa, cuando llega un jefe nuevo y le pide información y no la tiene, entonces a mí me ponen a trabajar doble. Tú puedes pedir un documento dos, tres veces, pero ya más, es teso ¡y a la misma oficina!”, termino diciéndoles que no cumplen con la Ley de Archivos”, insiste Margarita Una servidora pública buena, forma a servidores públicos buenos, hace escuela, enseña ante todo valores ciudadanos. Nadie mejor que Ivett, quien ha bebido de esa fuente, para darle significado al servicio público y exaltar a su maestra: “De pronto eso de ser perfeccionista ha servido mucho para que la oficina se maneje con transparencia, eficiencia y eficacia. Ella es una persona con los pies sobre la tierra, sabe mucho de la función pública, se ha documentado para siempre tener una respuesta acertada para no cometer errores. No le gusta que el documento sea mal utilizado. Es una persona que ha procurado que la oficina tenga la mejor imagen, aunque sabemos que el funcionario público en la calle, tenemos una cruz, que bueno; hemos aprendido a vivir con ella, pero que nosotros hemos logrado que esa imagen cambie y las personas, los usuarios que llegan acá han dado testimonio. La misión de nosotros es custodiar la información para que no se haga mal uso de ella, que no se hagan sustracciones para beneficio de particulares, o sea, la memoria de la administración toca custodiarla”. Ivett Berrío, secretaria del archivo general.

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Quienquiera que llegue al archivo central subirá los escalones, quizás pensando en un trámite tortuoso, en una oficina llena de carpetas polvorientas y mal organizadas, con funcionarios cuya frase habitual es: venga dentro de tres o más días hábiles. Margarita subió también escalones para buscar sus documentos y sufrió por el desgreño administrativo. Al bajar los escalones en su mente surgió la idea de dedicarse con alma, vida y corazón para establecer su nicho. Desde entonces, entre regaños, traperos, computador, compañeros, risas y vaciadas, ella es la custodia del acervo documental del Distrito en el Archivo Central en Cartagena de Indias. Margarita se define a sí misma como hiperactiva y extrovertida y así la podemos distinguir, pues, Doris, una de las tantas funcionarias de la administración que la visitan, puede sentarse un buen rato a conversar y disfrutar de sus chistes: “No se deja echar carreta para nada, por ejemplo, si ella le delega un trabajo a uno y no lo hacemos a tiempo en eso es muy estricta , siempre nos dice que uno debe hacer las cosas bien o sino que mejor no se hace, que así como la ciencia, la tecnología día a día evoluciona nosotros los seres humanos debemos ser mejores siempre, y no quedarnos estancados en el pasado”. “Por último quiero agradecer de manera sincera todo el apoyo y colaboración que he tenido en todos estos años al frente de la oficina del director del Archivo General del Distrito, doctor Moisés Álvarez Marín, a quien admiro por ser una persona idónea, eficiente, entregada a su trabajo, amigo sincero, quien siempre ha compartido conmigo sus saberes y me ha servido de ejemplo para mi capacitación, preparación en todo lo relacionado con la archivística y como ser humano”, concluye Margarita Botero. Entrada a las oficinas del archivo general.

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Orlando González

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Orlando González o los Tejedores de la Cultura Crónica de Un Hombre del Bajo de la Marcela (Jorge García Usta 1960- 2005) Libro de Las Crónicas 1989

Al nacer un hombre en El Bajo de La Marcela Vale más que otro hombre En cualquier parte del mundo A los dos años conoce el sabor de tierra, Los deseos del barro por su ombligo Y la forma en que sabiéndola orinar La tierra deja de ser polvo. Y el amor de dos cuerpos Que se pegan y le pegan Y reúnen para él cuarenta granos de arroz Para que pueda conocer otro día. Al cumplir diez años Comprende que la ceniza que se acumula En su camisa es diferente Y que tendrá que usar los puños Para llegar a los treinta. Al cumplir quince años. Descubre en los besos de su madre La edad de una tierra inalterable. Oye hablar de tías, canoas y preñeces, Y de un tal Pedro “Chita” Miranda. Y se une a vecinos de espaldas desalmadas Que compran la vida con el espinazo de un jurel.

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Un día conoce el cuerpo de una mujer Aprieta y muerde sus piezas una a una Y desde entonces Cuida más su canoa. Otro día al morirse Deja una cama un retrato Unas ropas en los alambres. Y su nombre en otro hombre del El Bajo de La Marcela Que tiene diez años Y ha comenzado, también, a usar los puños.

“A Orlando González, Alberto Martínez Monterrosa a gentes de la Puntilla”   

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El Equipo ZSO En el año 1984, en el sector el Progreso en Olaya Herrera, a cuatro locos: Eder Blanco, Marcos Bolaños, Ismael Serna y Rodrigo Romero se les ocurrió crear una biblioteca comunitaria. Recogieron unos libros y los llevaron a la casa de un tío de Eder, según Rodrigo ese fue su primer lecho. “Como ese sector se inundaba siempre que llovía nosotros tratábamos de evitar al máximo que se nos mojaran los libros, por eso alzábamos los estantes y le fuimos haciendo barricadas al agua. La Biblioteca en ese entonces no tenía sino unos libros prestados por el Tío de Eder quien los reclamó una vez efectuada la marcha del libro del primero de Mayo del 86, fecha que corresponde a su inauguración”.  A los doce años Rodrigo, nacido en el año 1964, vendía chance, trabajaba en carpintería, se rebuscaba. Hacia el año 85 conoció a Orlando González, quien desde los siete años vendía lotería, incluso, llego a venderle a los profesores del colegio INEM. Rodrigo recuerda el aspecto de ambos: “Yo era flaco, larguirucho y usaba un afro; él era más flaco que yo, pero tenía una voz fuerte”. Cuando Orlando tenía siete años su madre biológica viajó a Venezuela. Quedó a cargo de su tía, a quien presenta como su mamá; una mujer que se dedicó a la enfermería, a atender enfermos donde la llamaran pues tenía que salir a buscar alimento para los seis miembros de la familia: Omar, Farud, Yennys (hija de un hermano a quien ella crió), Orlando y Edgar a quienes recoge y para ella misma. Orlando vivía en ese entonces en Blas de Lezo y allí tuvo su primera oficina: “Yo te puedo decir que teníamos una “pandilla” de 13 pelaos. Recuerdo yo lo que hoy es 13 de Junio, o sea era un monte. Y nos trajimos un pedazo de poste de luz de esos tiempos que era concreto. Lo partimos primero como el hecho de un desorden de venir por la calle rodando algo ¡ra! ¡ra! y mamando gallo y como lo vimos ahí, a que éramos capaces de llevarlo. Parece que estuviera cortado con una sierra, está redondito, está muy bonito y nosotros le decíamos la oficina. Todavía se conserva en Blas de Lezo y yo te invito que te pases por ese barrio y todavía lo encuentras 37

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ahí y eso tiene más de treinta años. Nosotros tuvimos problemas por muchas cosas, nosotros éramos los que descargábamos los palos de mango; palo de coco mal estacionado, palo de coco que desocupábamos pero era pa’ comer y todo; y a veces los palos de mango que desocupábamos era mango biche y era pa’ venderlos y para tener plata el fin de semana no era pa droga sino pa invitar la gaseosa. “Entonces compartíamos, juegos entre amigos, teníamos unos códigos, el que entraba nuevo tenía que pasar por el callejón del burro, que era a dale patada todo el mundo, era el ritual de bienvenida y aceptación. Pandillas siempre han existido, la chusma de pelaos que salíamos a buscar en otra parte la forma de divertirse, hacer el intercambio de juegos. Hacíamos un campeonato de tapitas y traíamos equipos, jugábamos en la cancha de Blas de Lezo. Otras veces éramos nosotros los que nos íbamos a otros barrios. La pelea de las pandillas es el control del territorio. Nos poníamos de acuerdo en el grupo y estábamos pendientes si había pelas bacanas y estábamos pendiente de coger por esas calles. Pero eran “pandillas sanas”, nosotros no peleamos con armas, era a las trompadas. Me puse a pensar en eso a raíz del problema de pandillas en Cartagena y realmente los enfrentamientos entre los estudiantes con las pandillas es la búsqueda de control de territorio. El problema de las pandillas de hoy no son las pelas sino las drogas. La droga se apodera de ellos y los convierte en unos autómatas. Hacen cosas por hacerlas”, reflexiona González.  Orlando era además de flaco, peludo; un muchacho cuyas andanzas creaban desconfianza hasta en su propia madre de crianza, Yolanda González: “Yo una noche llegué a mi casa como a la una de la mañana. Ese día me bañé, me acosté a dormir. Mi mamá empieza a hablar con mi hermano mayor que era prácticamente el que sobrellevaba la carga de la casa, ella le dice: “yo no sé qué le pasa a Orlando, me preocupa porque anda metío por allá por Olaya. Mira, anda pelúo, anda flaco y todos los días sale y regresa: ¿no estará consumiendo vicio y esa vaina y tal?”, recuerda Orlando. Doña Yolanda siente como suyos a los hijos que recogió incluso desde cuando los cuidaba, pues, Lola, la madre natural, salía a trabajar a la maternidad de Bocagrande. Hoy en día recuerda cómo aquel a quien ella creía de pronto iba a crecer con resentimiento, salió adelante. 38

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Al INEM Orlando ingresó en el año 1978 y solo duró allí hasta 1980, cuando fue expulsado. La causa, su lucha por preservar los espacios visibles de aquella institución: “Se empezaron a hacer construcciones de unas paredes que están todavía en este momento, limitándole el espacio a los estudiantes. Las mallas no eran suficientes, sino unas paredes porque el estudiantado supuestamente se salía. Yo siempre he dicho que el estudiante que quiere estar en clase está. Entonces veíamos innecesarias unas paredes que lo que hacían era asfixiar al estudiante, quitarle aire. Construyeron paredes, nosotros las tumbamos”. A partir de aquí se asoman los primeros actos de liderazgo de Orlando.  La facilidad de expresión, la oratoria de Orlando se hizo con base en la lectura y el teatro. La lectura de Mao influyó con fuerza para convertirse en el presidente del Comité Estudiantil del INEM y adelantar sus primeras luchas: “Cuando ya me metí en el cuento estudiantil me iba de corrido, o sea no almorzaba, no comía, porque entonces me iba, terminaba en el INEM, me iba pal Liceo de Bolívar y después en la noche pasaba por el Núñez. Llegaba a mi casa tardísimo, no comía no almorzaba. Fíjate esa es la inclinación de lo que a uno realmente lo identifica, le gusta” recuerda Orlando. En el INEM la flacura y la voz de este joven inquieto se hacen sentir y hacen sufrir al hablar como presidente del Comité Estudiantil: “Nosotros mismos montábamos el poco de pupitres, hacíamos la tarima y ¡ra, ra, ra! nos montábamos. Había una persona ahí que me decía: yo no sé como haces tu pa hablar, quien te ve a ti flaquito ahí. A mí me da miedo cuando te montas en eso”.  Del teatro aprendió a crear los escenarios del diálogo, al respecto conceptúa: “Cuando estás en las tablas, cuando estás montado en la tarima te olvidas de todo el mundo y empiezas a actuar; yo creo que el teatro es el diario vivir de uno”. Desde el teatro empezó a representar y representarse en la realidad social de Cartagena: “Por ahí vas a encontrar una foto donde estamos nosotros montando, Mitigando el Hambre, de Germán Danilo Hernández; nosotros escribimos: Penas de un Hogar, basada en un tema de Diomedes Díaz, una canción vallenata y tiene unos pasajes de ranchera. Lo cómico es que nosotros la montamos de acuerdo a experiencias que ve uno en esas zonas marginadas: un matrimonio, un tipo borrachín despreocupado de la vida sale a beber, sale a caminar y no le 39

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importa lo que deja en la casa; pero también está la mujer, el sostén de la casa, que sin embargo lo sale a buscar toda preocupada”. Orlando González, por intermedio de Rafael Ruiz, entró al sector de la Puntilla y el Progreso en Olaya para hacer teatro y a su vez para promover la militancia de jóvenes en el MOIR: “A mí me lleva un grupo de amigos; en ese tiempo estaba haciendo teatro con el grupo La Pandonga que tenía Laura García y que era como una escuela del Teatro Libre de Bogotá y la parte cultural del MOIR; yo había asistido a unos talleres. Pero lo mío de pronto era hacer algo diferente. Entonces un amigo, Rafael Ruiz, me dice: “¡mierda hermano!, estoy haciendo ahí un proyecto en la comunidad; en ese momento no se hablaba de proyectos, se hablaba de los grupos. Y encuentro que en dos sectores muy pequeños de Olaya: El Progreso y La Puntilla, había cuatro grupos de teatro y el que menos tenía era el grupo al que yo iba a llegar, tenía nueve integrantes. Yo decía: hay un trabajo chévere aquí de juventudes”.  El contacto con la gente de dichos sectores, el reconocimiento que hace del territorio, del terreno y del tejido social que encuentra lo hacen desistir de su apego al MOIR: “Rafa militaba conmigo en la Jupa, éramos del MOIR, él me lleva a mí como amigo a la zona, me presenta y me decía: “aquí está la oportunidad de vincular jóvenes. Cuando ya empecé, que vinculé un poco de jóvenes amigos, que hacíamos reuniones, empiezan a pedirme la cuota de sostenimiento en el partido. Entonces yo decía: 40

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“-¡no joda, como les voy yo a quitar plata a la gente que no tiene pa comer, eche no sea marica!-”. Empecé a discutir con ellos y hubo un distanciamiento”.  ¿Qué había y qué encontró Orlando en aquellos dos sectores? Rodrigo Romero describe el material humano que allí había: “Cuando Orlando llegó encontró un movimiento cultural grande, donde niños, jóvenes y adultos estaban compenetrados con unas actividades culturales y sí bien no nos conocían, si sabíamos que había un potencial, a unos que les gustaba la danza, a otros el teatro, a otros la literatura. Ya habíamos fundado la Biblioteca, recogimos unos cuantos libros los llevamos a una casa. Pero a nosotros nos faltaba algo, una persona que realmente conociera el trabajo cultural. Este comité en el año y medio que llevaba hacia muchas actividades culturales; teatro callejero porque nosotros no teníamos los espacios para hacer ninguna clase de eventos, ni nada”. Orlando descubrió un contexto social y cultural hecho de valores humanos: “En el fondo nosotros tratamos de mostrar los valores de la comunidad, había jóvenes muy valiosos, de allí sacamos pintores, periodistas, gente interesante, docentes, bibliotecarios; gente que valía mucho, pero que estaban ahí, ocultos, arrinconados, no se atrevían a salir y mostrar su voz. Decir: ¡miren, aquí estamos nosotros!”. Orlando se convirtió en el líder, en un tejedor de sueños, en alguien quien estableció nexos entre la comunidad y los actores sociales y culturales de Cartagena. La suma de fuerzas sociales fue creando un contexto cultural: EL EQUIPO DE LA ZONA SURORIENTAL Rodrigo Romero: “Ya entonces el mismo Rafael Ruiz trajo a Stevenson Carranza, Alfredo Alvear, Ismael Salinas, Wilfrido González que actualmente son miembros activos. El movimiento se fue llenando y veíamos en Orlando una persona líder, que podía traernos muchas cosas porque se había ganado nuestra confianza. Venía de tan lejos… nos dimos cuenta que el tipo quería realmente trabajar por la cultura. Ese día, era domingo, se quedó hasta tarde y al día siguiente ahí estuvo nuevamente. Ya la cosa no era que nos reuniéramos de vez en cuando, eso se volvió una rutina de todos los días. Orlando caminando las calles 41

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Sala de lectura de la Biblioteca Pública Caimán, en el sector de La Puntilla, de la Zona Sur Oriental.

de la Puntilla con nosotros, íbamos casa por casa, visitando a los líderes, abríamos la biblioteca y nos repartíamos horarios, eran las once de la noche y todavía estábamos atendiendo”. La biblioteca de La Puntilla antes de tener sede propia fue itinerante a las malas, hasta cuando Ana Dolores Teherán les dio su mano, su amor, su amistad, su hermandad y su casa en las alturas. Alfredo describe así aquel lecho: “Dolores nos prestó un espacio en su casa, porque ella no permanecía ahí, se tenía que quedar en el trabajo; ella tenía cuatro hijos y los dos más pequeños hacían parte del grupo de danza. Primero nos dio el Túnel, entrabamos por un callejón hasta el fondo donde había un cuarto grande y ahí funcionaba la biblioteca. Después se fue para Medellín y nos dejo toda la casa. Yo me casé en 1994 y me quedé viviendo ahí, desde mayo hasta diciembre. Me mudé porque salían unos ciempiés impresionantes y mi esposa estaba embarazada y estaba atemorizada. Un día, creo que era 30 de diciembre, encontró uno en el televisor, y me dijo que ella se iba, que no seguía ni un día más en esa casa. Cuando llegaron Orlando y Rafael, ellos llegaban a cualquier hora, esa era la casa de todos, encontraron a mi mujer toda nerviosa, mientras yo estaba en la tienda. Ella les dijo que la ayudaran a mudarse, le alcahuetearon eso y empezaron a trastear las cosas. Yo regresaba de la tienda cuando los encontré bajando el colchón, la cama”.

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Orlando en cambio dormía plácidamente creyendo espantar no sólo a los ciempiés sino a Ana Dolores. Ana Dolores, la mujer que vino a los doce años a Cartagena y luego aceptó a un nuevo hijo bajo su techo: “Lo echábamos a cojones y el hombre aquí, asustándonos a nosotros porque roncaba más cuando se quedaba aquí en la biblioteca “¡-mmmm-!”. Él es como si fuera un hermano, un hijo. Andaba por ahí pidiendo, a veces yo me enfermaba también y él era el que salía por ahí a buscar y me traía (Dice Ana Dolores con lágrimas en los ojos, voz entrecortada). Ellos han sido mi familia: si, son unos hermanos para mí”.  Un 23 de abril de 1986 se hace la marcha del libro y el primero de Mayo aparece entonces como la fecha de algo que ya había empezado y que continuaría en medio de logros y dificultades. El trabajo se hace a mano, libro a libro, en un movimiento de artesanos preocupados por la formación de los niños en las zonas marginadas, recuerda Orlando: “Un grupo de jóvenes hicimos todo un esfuerzo con carretillas, se recogieron en ese entonces 270 libros, hoy la biblioteca tiene más de 1000 volúmenes”. La suma de fuerzas sociales, esto es, el apoyo de Jorge García Usta, Silvia Marín, Dalmiro Lora, Gustavo Tatis y muchos más escultores de la cultura cartagenera, permitió que con un sobre, con muchos recortes de prensa, Cartagena, con el calor de sus gentes conquistara a la fría Bogotá: un encuentro de dos alturas. Así nos lo deja ver Rodrigo: “Debido al trabajo que estábamos haciendo todas las fundaciones que venían, como Colcultura y Fundalectura llegaban allá. Eso era una maravilla para ellos, les parecía importante que en una zona marginal como era La Puntilla hubiera personas tan emprendedoras. Una de las primeras bibliotecas comunitarias del país fue esa. La cultura en estos barrios tan inhóspitos era algo especial porque, incluso en comunidades con mayor desarrollo no las había”.  Cuenta Orlando que en el año 1991, Jorge García Usta, el vigía cultural del Caribe, el hombre que tejió muchos de los conceptos trascendentales para Cartagena, concibió la idea de crear un instituto que se encargara de la cultura. La cultura como tal no tenía una estructura administrativa autónoma en la administración y por ello tampoco la red de bibliotecas. 43

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“Cartagena era la única ciudad que a pesar de su riqueza cultural no tenía un ente y la Secretaria de Educación era Secretaria de Educación y Cultura, entonces limitaba al trabajador cultural porque educación era educación siempre y le importaba nada la parte cultural. Las bibliotecas en ese momento eran bibliotecas comunitarias, no tenían aportes porque educación decía: no, si eso no es nuestro, eso es de la comunidad, nosotros no podemos aportar nada. Nace, entonces, en la casa de Jorge, en su espacio, una reunión de amigos entre ellos Fredy Durante, Eparkio Vega, Rómulo Bustos, Alberto Abello, muchos amigos. El que menos charreteras tenía era yo; yo era para ellos la visión de la comunidad. Con base en eso empieza a crearse el Instituto Distrital de Cultura. Eso dio muchas vueltas porque cuando sale como Instituto de Cultura, Carlos Díaz, quien era concejal en ese momento dice: “-Bueno y agréguenle una vaina que tenga que ver con el deporte-”. Nace el Instituto de Deporte y Cultura. Nos devuelven otra vez el documento y él dice: “-no, pero por favor, hagan una vaina que meta recreación-”. Nace el Instituto de Recreación Cultura y Deportes. Sin embargo el Instituto crea más fuerza hacia la parte deportiva que hacia la misma parte cultural. Cuando ya nace la Ley del Deporte, la Ley 191 de 1995 se divide, cultura queda en el aire y pasa nuevamente a Educación”. En el año 1992 Orlando entra a hacer parte de la administración de Gabriel García Romero como coordinador de la red de bibliotecas comunitarias. En 1995, hay cambio de administración, el alcalde elegido fue Guillermo Paniza. Orlando le escribió en ese entonces una carta a la Secretaria de Educación, Patricia Martínez, para quedarse en Educación. Sin embargo, sintiéndose algo desleal con el sector cultural y frente a la falta de respuesta, aceptó un nombramiento en el IDER como auxiliar administrativo en recreación. Esta fue una decisión que tuvo que tomar, la cual le fue muy incómoda, ya que con mucha nostalgia debía abandonar lo que más quería y le gustaba hacer, trabajar por la cultura popular y las bibliotecas comunitarias.  El ingreso de Orlando y algunos de los integrantes del comité al IDER se dio al aunar esfuerzos para poderse mantener dentro de la administración, más no como parte de la política del comité, según palabras de Alfredo Alvear: “Hubo una vez cuando se creó el IDER, que se apoyó bastante a las 44

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bibliotecas, estaba el doctor Freddy Durante, nos unimos políticamente. Pero de ahí en adelante cada quien decidía su línea política. Realmente a nosotros nos unió siempre la parte cultural, la danza, el teatro, las fiestas de La Popa, las fiestas novembrinas”.  En Marzo del 2001 Orlando fue nombrado director del Centro Cultural Las Palmeras durante la administración de Carlos Díaz Redondo. Después, entre 2002 y 2003, trabajó en la dirección de la biblioteca Jorge Artel. Desde el 2004 hasta el 2007, en la administración de Alberto Barbosa Senior y la tercera administración de Nicolás Curi Vergara, Orlando salió de nómina. No obstante, como lo expresa José Luis Barboza Grau, Orlando es alguien que hace política cultural y no algo distinto: “No es politiquero y de hecho si ha estado por fuera de las administraciones es porque no ha caído en eso, en la politiquería de estar pegado a un político. Yo sé que hoy en día él regresa al Instituto de Patrimonio y Cultura por sus cualidades”. Según Rafael Ruiz la tenacidad de Orlando es inquebrantable: “Ahora, sí a Orlando lo llegan a votar mañana del IPCC, eso no lo afecta ni un centímetro, sigue en su mismo viaje porque él, este trabajando en su biblioteca o no este, sigue en su mismo cuento”. Orlando a partir del año 2008, en la administración de Judith Pinedo Flórez, se desempeña como Coordinador de la Red de Bibliotecas Comunitarias del Distrito, conformada por 9 bibliotecas.   45

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Los Tejedores de la Cultura El trabajo cultural, el servicio público, ya sea dentro o fuera de la administración, requiere de personas consagradas, personas que como Ana Dolores Teherán sienten que servirles a las comunidades hace parte de su vida. Dolores sabe que una comunidad se hace grande cuando se le dedica tiempo a los pequeños: “Aquí venían niños de todos los lados habidos y por haber, aquí también a ellos les mandaban libros de la universidad, de todas partes para beneficio de la comunidad y aquí nunca se cobró un peso, nunca. Los niños practicaban danza, había talleres de pintura. Cuando eran las cuestiones de la JAL nosotros nos congregábamos para ir a trabajar al día siguiente bien temprano con todos ellos. Ellos nos dedicaban mucho tiempo a nosotros. Fue una época muy hermosa, sobre todo para los niños. Ellos estuvieron aquí en la casa 13 años”. ¿Qué llegamos a saber acerca del tejido social en el cual Orlando fue tejiendo de unos sueños, una realidad? A la gente de Olaya Orlando le hizo ver la necesidad de salir tanto de la miseria material como de la miseria espiritual: “Estamos tratando de cambiar un poco la cara de una zona marginada, es una zona donde sí no cambias tú, que estás permanentemente oliendo el aire putrefacto que produce la Ciénaga de la Virgen; matándose con el vecino por unos granos de arroz, por cosas pendejas, nunca vas a lograr algo. Porque todo el mundo te va a estigmatizar, todo el mundo te va a mirar como el vago, el de la zona negra, la zona mala de la ciudad y nadie va a voltear a mirar para acá”. Orlando ve en aquella gente la parte humana y continua diciendo: “o sea, empiezan a creer que únicamente en Olaya se consume vicio y que no hay una vaina humana, que la gente también quiere salir adelante”.  A Jorge García Usta, Orlando le describió el material del cual está hecha la gente de Olaya y otros sectores: “Mira Jorge, esa gente allá construye un mundo diferente al que hemos construido acá dentro del sector amurallado. Esa gente se fue asentando poco a poco. Fueron abriendo las vías, fueron construyendo el barrio con relleno, con aserrín, con piedra, 46

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luchando contra las persistentes aguas de la ciénaga; metiéndose en el corazón de la ciénaga-”. En un medio social, en el cual las condiciones de subsistencia son tan difíciles, Orlando vivió la solidaridad humana: “Había personas que se quitaban el pan de la boca para que el otro comiera. Yo estaba con ellos en la biblioteca y llegaba uno de los muchachos: “-mi mamá que vayas a la casa-” y cuando llegaba me tenían el plato de comida y tenía tres o cuatro casas donde comía y si era de quedarme, me quedaba a dormir”, recuerda Orlando. No se trataba sólo de compartir el pan. Alfredo Alvear cuenta cómo se movía la gente en torno a un proyecto cultural que sentía suyo: “Cuando organizábamos esos eventos en los parques, vinculábamos a mucha gente, todos colaboraban. Había un momento en que no sabíamos de donde salían los refrigerios, los micrófonos, los premios. Tanto que a veces no sabíamos de quién eran las cosas. Esa dinámica impactaba tanto que cuando hubo un concurso nacional de bibliotecas, nos ganamos el premio. No fuimos todos porque no teníamos los recursos, la única que viajó a representarnos fue Silvia Marín. Ese premio quedó en la puntilla, pero era en representación de todas las bibliotecas”.

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El proyecto a partir de allí, continúa diciendo Alvear, se expandió: “Y seguíamos trabajando con la marcha del libro, para que la comunidad aportara y sintiera que eso era de ellos. En el Nuevo Paraíso la señora Edith prestó la casa para que funcionara, en Fredonia, Orlando se apoyó en la Fundación Amigos de los Niños, yo me vinculé y prestábamos servicios en los talleres con los niños y en contraprestación nos cedieron un espacio para que funcionara la biblioteca. Los niños se mantenían y lograron hacer un trabajo interesante que ha sido fundamental para el mantenimiento de la biblioteca”. Sin embargo, no en todas partes la imagen de unos flacos, cabelludos y locos alcanzó para comprender lo que Antoine de Saint Exùperi nos enseñó: “Lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve bien con el corazón”. “-En el Pozón estaba John Alexis Mosquera, pero después se desvinculó, porque la gente criticaba, qué pretendíamos con eso; que no ganábamos nada. Incluso decían que era una pandilla y eso fue un problema en el barrio. Nosotros decíamos que éramos una pandilla cultural-”, afirma Alfredo. La gente creía que había intereses políticos ocultos.  Luego los muchachos empezaron a vivir los vaivenes y tejemanejes que por épocas recaen en la administración pública, al respecto sentencia Alvear: “Pero no había un movimiento político. La única vez fue cuando se creó el IDER, en la administración de Gabriel García Romero, entramos casi todos como empleados del Distrito. Cada biblioteca tenía su administración y los recursos que se conseguían se repartían entre todas, eso era lo que nos mantenía. Se generó cierta rivalidad con los otros bibliotecarios que no se vincularon y cuando nos sacaron, todo ese material se perdió. Después entramos en carrera administrativa. Yo creo que Orlando no entra porque después de que terminó el bachillerato no siguió estudiando y no había terminado carrera. Pasó el concurso de la carrera administrativa de ese entonces, por eso fue coordinador”. Al respecto Orlando aclara: “Lo que pasó fue que suprimen mi cargo para darle paso a otro en la Secretaría de Educación y en el IDER; es que pierdo el concurso por una jugada del director de la época, Álvaro Tinoco Padilla, para favorecer al hijo de un amigo suyo, fueron cinco milésimas que me sacó en la entrevista, supuestamente. Quede trabajando porque le dijeron a Tinoco que quien conocía mejor a las comunidades en el 48

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IDER era yo”. La inestabilidad laboral es un riesgo en la administración pública cuando todo depende del político de turno y no de las capacidades del funcionario. Es la situación que padeció Alvear, “Los que entran son Ismael Salinas, Wilfrido González. Rodrigo Romero entra cuando se crea el Instituto de Cultura. El Instituto ha cambiado de nombre primero era IDC y más recientemente el I.P.C.C. Cuando se acabó eso algunos quedaron por fuera y otros quedaron por contrato; quedamos unos cuatro por contrato y me mantuve varios periodos. Tú sabes cómo funciona la política, tenía uno que estar del lado del político de turno, yo entraba y salía, porque no me gustaba andar detrás de los políticos. Me sacaban y después no llamaban. Cuando el Instituto lo tenía Lewis Montero arrasó con mucha gente. Como yo no pedí cacao me la montó y no me pagaban, así que estuve trabajando gratis durante tres meses, cuando eso estaba en Boston. Después me pasaron para las Palmeras y estando ahí, me mandó un remplazo y yo me fui. Entonces entre en el Tecnológico de Comfenalco. Cada uno se fue vinculando a Instituciones diferentes, pero donde estuviéramos seguíamos apoyando el trabajo en La Puntilla. Yo todos los programas que podía llevar del Tecnológico, los llevaba para La Puntilla. Carranza desde la Personería hacia lo mismo y eso lo aprendimos de Orlando”.  La cultura se hacía desde la altura. Cartagena fue pintada por niños que encontraron cerca a sus casas el único sitio que les ofrecía no sólo libros sino regocijo. Al respecto Gustavo Tatis en El Universal de Cartagena escribió un texto titulado Un trabajo cultural a la altura desde la puntilla “Y desde lo alto donde se advierte la presencia de Cartagena vista desde un pretil de las nubes los niños pintan en hojas de cuaderno y en hojas tamaño carta sus primeros sueños comandados por Marcos Bolaños”. Panorámica de la Zona Sur Oriental de Cartagena de Indias.

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El texto de Gustavo sirvió para disipar las preocupaciones de doña Yolanda acerca de las llegadas tarde de Orlando a casa: “-Pa satisfacción mía como a los tres días sale Gustavo Tatis con un trabajo, muestra qué se está haciendo en La Puntilla. Dice: “Cultura desde la altura, desde la biblioteca la Puntilla, empieza a hablar y tal. Entonces, ¡erda!, mi mamá cuando ve el nombre mío y me ve a mí retratado cuando estoy yo haciendo teatro se le salen las lagrimas”. Al flaco Doña Yolanda sí le daba comida pero no engordaba, no le aprovechaba por estar en la calle y comer tan tarde; le decía que porque mejor no se mudaba para La Puntilla. Aquel joven caminante de la cultura recibía pelas de su madre y abuela quienes además le escondían la ropa dejándolo en calzoncillos o desnudo para que no se perdiera. Desde el techo de la casa donde escondía su escaso ropaje, Orlando siempre comprendió que el camino se hace al andar y acostumbró a su madre a que salía el día del bando y no regresaba sino hasta el día de la coronación. Ahora ya vestido con el reconocimiento de muchos, Doña Yolanda recuerda sus suspiros de tranquilidad cuando entendió que su hijo no andaba metido en cosas raras, ¡uff!.  Para Orlando el olor en Cartagena es igual en todas partes, es un aire especial, un viento que viene del mar, que llega a todos los rincones sin diferenciar a ricos y pobres, ni al centro y sus periferias; el mar y el aire es de todos, de una ciudad que puede aprender a respirar a través del vaivén de las olas y olores diversos: “Yo tengo un problema, es que trato con todo el mundo. Tuve una dificultad con Clara Calderón que es una de las primeras amigas. Ella no era funcionaria, sino concejal, pasó sobre mí y no saludó. Otro día estaba en una actividad en el barrio, ella llegó a saludarme y yo le dije: “-Clara Calderón, ¿tú saludándome a mí?!-” y ella me dijo: “-¿Dónde fue eso?-” yo le dije: “-en la puerta del Concejo-”. Me dice: “-no, que en la puerta del concejo es otra cosa-”. “-Mira Clara, si tú me saludas un la puerta de mi casa yo te saludo donde te encuentre-”. Esta ciudad tiene un solo olor, el del mar, pero ese es el mismo mar en La Boquilla o en Bocagrande”.  

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Techos y Lechos de La Cultura Orlando se hizo en la calle, en la Universidad de la vida: “Yo vendí lotería, periódico; me puse de ayudante de los cacharreros, de los cachacos cuando empezaron a llegar aquí con cajetas y todas esas cosas y caminar bastante, eso me dio mucho, la malicia, el trato. Del cachaco aprendí que no hay que arrugarse a nada; esa vaina de que usted sabe hacer esto, claro yo soy un experto, así no lo sepa”.  En los caminos de la vida Orlando conoció, desde que militaba en el MOIR, a Jorge García Usta, Jorge fue su padre: “A pesar de ser un hombre joven hacía las veces de padre, te orientaba, empezaba a hablar contigo a darte consejo. Siempre trataba de hacerte ver las cosas, de ayudarte, con respeto por lo tuyo, lo que tú pensaras, me decía: -tú eres una persona valiosa, pero recuerda que las otras personas también lo son y son de esas personas que te vas a valer-, Jorge fue una persona para quien no existían diferencias cuando se acercaba a alguien. Cuando le fui a ayudar con lo del Festival de Música del Caribe y el Festival de Cine, Jorge era el jefe de prensa, venía gente de todas partes, nacional e internacional; ese trato que le da Jorge al director de una película es el mismo que le da a cualquier participante. Es un trato horizontal, igual para todo el mundo”. Orlando aprendió de Jorge a no ser explosivo, a ser prudente, a no meterse en problemas sin necesidad. Para Orlando, para quienes aprendieron con él como José Luis Barbosa Grau, no hay nada más importante que defender la dignidad: “Orlando siempre le decía a uno que teníamos que trabajar por la gente, por lo humano, que el libro te forma, el libro te orienta pero lo que está dentro del libro, eso no tiene precio y es encontrarse uno con su realidad, con su identidad, con uno mismo. Experimentar sus sueños desde la lectura. La dignidad de nosotros estaba por encima de cualquier necesidad o de cualquier interés”. José Luis aprendió con Orlando a leer y actuar: “Orlando se tiraba con nosotros en el suelo, en cualquier rincón y nos motivaba a la lectura. Yo no tenía ese hábito de leer, era para mí un trabajo entrar a trabajar en comunidad, tenía muchos miedos de desarrollar actividades de lectura, talleres. Cuando teníamos un evento Orlando

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era el locutor y en todos los momentos decidíamos por consenso o dedocráticamente que Orlando fuera nuestro representante. Hasta que de pronto, de una manera muy grosera, en algunas reuniones, Orlando se iba negando a representarnos y a hacer las cosas que nos correspondían. Por él, por la obligación, los regaños y empujones, nos atrevimos a hacer muchas cosas”, concluye José Luís  La red de bibliotecas para Orlando tiene un sentido cultural profundo, constituye un tejido social desde el cual ir a las comunidades, ir desde la administración pública hacia las instituciones educativas, los actores culturales, las mujeres, los hombres, los niños sobre todo. Rodrigo Romero comenta cuál es la dinámica que desde el 2008 existe: “Este año, gracias a la dinámica que Orlando le impregna al trabajo cultural, hemos podido reabrir algunos espacios, recuperar el sentido. Ahora podemos notar que nos faltan espacios, tenemos que cuadrar la agenda para ver cuáles se pueden prestar, porque ya no quedan suficientes. Todo esto se debe a las ganas de trabajar. Es importante entonces que en estos puestos se tenga a personas que realmente le guste el trabajo cultural, el trabajo comunitario. Nosotros sacamos las bibliotecas a otra parte, con las bibliotecas itinerantes, recitales de poesía en diferentes escenarios. Llevamos a los niños a paseos por los monumentos, participan en talleres literarios; desplazamos los servicios que se prestan en la Biblioteca Distrital a otras comunidades, no esperamos que la gente venga a solicitar el servicio, nosotros buscamos a las entidades para hacer las actividades y para realizar los programas. Nosotros tenemos una programación activa, permanente”.  Los lugares de la cultura son sagrados, por eso es muy difícil conservarlos cuando hay servidores a quienes no les duele el esfuerzo de tantos años; son encargados y se posesionan de un trabajo que no sienten, así nos lo permite pensar Ángel Escorcia al referirse al estado de la biblioteca Jorge Artel antes del 2008: “Esto era un nido, una ratonera, estaba apagado. Era un centro de lectura y un espacio para hacer reuniones, sobre todo políticas. Había unos programas de lectura infantil dirigidos por el IPCC. Para prestar los espacios era una tramitología, no había una disposición y era muy poco el contacto con el público, sobre todo con los jóvenes de la comunidad”. Y es que en la administración pública se requiere 52

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de servidores que vean mas allá de las apariencias, el corazón de las personas: “Fíjate que los grupos de hip-hop fueron señalados duramente, simplemente por su atuendo; mas su idiosincrasia, su cultura, no se tuvo en cuenta. Decían: esos son unos marihuaneros. No se detuvieron a preguntar ¿Quién era Julio?, ¿Qué hace Julio?, ¿Quién era El Espectro?, ¿Qué hace Pedro El Espectro? Se van a encontrar que en el grupo había abogados, tecnólogos en sistema, odontólogos, estudiantes de medicina, que son pelaos sanos”. La cultura es un bálsamo para alcanzar un bienestar social en Cartagena, pues, cura las heridas de la violencia: “Mira, un ejemplo lo tuvimos esta semana con el caso del niño asesinado por su padre en Bogotá. En Cartagena se tiene una idea errónea del trabajo cultural, se cree que es solamente apreciar una danza y ya, pero no es así, la cultura ofrece unos espacios para la formación de mejores personas, y contribuye a disminuir esos niveles de violencia que estamos viviendo, permite que la gente sea más tolerante”, insiste Ángel.  Rodrigo cuenta que la biblioteca de La Puntilla se convirtió en un símbolo para la comunidad: “En La puntilla, igual que en todos los sectores pobres de la ciudad de Cartagena, hay toda clase de pandillas; se pelean con piedra, con armas blancas y armas de fuego. Al lado izquierdo de la biblioteca está La Islita, que es una calle sin salida, donde hay muchos jóvenes pandilleros. Al lado derecho está el sector de Playas Blancas donde ocurre lo mismo. La biblioteca fue el escenario para las mesas de conciliación de los jóvenes en conflicto. Se reunieron con la Policía, con los líderes y llegaron a unos acuerdos. Ese ha sido el escenario para tratar todo lo que pasa en la comunidad. Ellos lo ven con mucho respeto. Saben que hay mucha gente de otras partes, también pueden estar los hermanos, los abuelos porque allí se reúnen grupos juveniles, Junta de Acción Comunal, grupos de tercera edad. Luego entonces ese espacio deben cuidarlo porque lo van a necesitar para muchas cosas, es un espacio sagrado”. Orlando sabe que puede más un lugar de la cultura que un changón: “A pesar de que los jóvenes que están en este momento en enfrentamiento no aparentan verlo como ese símbolo de la comunidad, lo respetan, o sea, está ahí, saben que está marcado ahí. A veces juegan allá en una cancha que tenemos. Un día hubo un enfrentamiento, hubo 53

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una discusión, Uno de los muchachos salió corriendo y regreso con un changón y todo el mundo le grito, los pelaos que estaban ahí empezaron a gritar y a correr y tal y le dijeron: ¡no, aquí no, aquí no, aquí no!”. Ser servidor público en Cartagena es encontrarse fácilmente con otros, compartir aventuras, juegos, retos, desilusiones. Para ello se requieren los valores encarnados que hacen parte de la vida de Orlando y de quienes lo han acompañado como lo afirma Alfredo Alvear: “Orlando es una persona muy chispa, es un motor para organizar cosas de la nada, se le ocurre algo y listo, vamos a hacerlo y se lanza, nos metía en el cuento, porque es una persona que convence. Lo más importante es que Orlando analizaba cuál era el fuerte de cada uno. Nos conocía y a partir de ahí atraía a las personas. A mí me atrajo por la pintura, a otros por la música o la danza y a cada quien le fue dando su lugar. Nos encargábamos de coordinar esos grupos. Eso creó un lazo familiar fuerte”. Rafael Ruiz también lo valora y al respecto manifiesta: “No solamente él miraba las bibliotecas, sino él almorzaba en mi casa, desayunaba en la casa de Rodrigo. Recuerdo que en una oportunidad yo me fui a prestar servicio militar y él se quedó en mi casa, prácticamente vivía allá. Se compenetró tanto que ya no solamente era la biblioteca sino otras cosas paralelas a la biblioteca que crea una especie de familiaridad”. A Orlando definitivamente es mucha la gente que lo reconoce, sobre todo por lo que es, por lo que hace, por lo que dice, como lo afirman:  Rodrigo Romero: “Me identifico mucho con su facilidad para conformar equipo, siempre nos dice que cuando se unen fuerzas son mejores los resultados. En el último sondeo de Cartagena Cómo Vamos, la red de bibliotecas, bajo la coordinación de Orlando, es una de las mejores gestiones. Se integra a una Red de bibliotecas a nivel local, regional y nacional, en los siete años que llevo trabajando con las bibliotecas no se había dado y ese es un gran logro. Quiere decir que cuando se trabaja con esa disposición, se logran esos objetivos de desarrollo de la parte humana, las bibliotecas se llenan de usuarios, se abren espacios”. Ángel Escorcia: “Él siempre está dispuesto a construir un sueño; tiene una visión de la Cartagena Cultural y está tratando de acercarse a ese sueño 54

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poquito a poquito. Para lograrlo trata de aprender cada día, lo que no sabe, para poder luchar ese sueño, porque considera que un sueño que se construye sobre bases débiles se derrumba como castillo de naipes. Es un soñador precavido, que aprende de sus derrotas para convertirlas en fortalezas. Uno de los sueños hechos realidad con la ayuda de Orlando es el Festival de gaitas del Socorro. Orlando no toca ni la puerta, pero es un enamorado 100% de la cultura. A él no hay que decirle ven que te vamos a pagar, es él quien está pendiente para decirnos: “-pilas, faltan pocos meses para el festival-” ¿A quién hay que invitar?, ¿En qué puedo ayudar?, ¿Qué vamos a organizar? Y fuera de eso se encarga de presentar el festival desde el primer hasta el último día. Si el festival comienza a las seis de la tarde a las seis está y si se termina a las seis de la mañana, hasta las seis de la mañana está. Al finalizar sí se tienen que recoger las sillas, el carga sillas y por muy cansado que esté, ahí tiene el micrófono”.  Silvia Marín: “Admiro mucho la pasión por lo que hace, la tenacidad y las ganas diarias de hacer que a sus barrios no sólo se les mire y hable por la violencia o la inseguridad sino por las actividades culturales que allí se hacen diariamente. La voluntad de trabajo, la mística hizo que se le abrieran muchas puertas, pero también hizo que no se cerraran muchas bibliotecas. Porque parecía que algunos alcaldes no sólo no apoyaron esta labor sino que además la torpedeaban. Sin ser político ha realizado proyectos y gestiones en busca del mejoramiento de la calidad de vida de la comunidad de la ZSO, además ha trabajado con todos los alcaldes de turno con o sin remuneración, con o sin aprobación de los administradores locales. Lo más importante es que la comunidad lo apoya y cree en él y valora su trabajo”.  José Luis Barbosa Grau: “Él no es muy político pero tiene una vocación política que es de servicio, de trabajo con la comunidad, de movilizar gente. Él tiene una influencia en mí y en todos los bibliotecarios de los corregimientos y es que le decimos hasta el padre de las bibliotecas públicas”. La huella de Orlando escrita en los recuerdos de José Luis, está igualmente inscrita en alguien que lo recuerda desde los doce años: “Hoy en día por ejemplo la biblioteca pública de Bayunca la dirige un muchacho, Edgardo Pereira, quien fue uno de los auxiliares que yo tuve. Era un niño de diez, doce años quizás, ahí Edgardo iba. Es el director 55

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del grupo cultural Corillo de Bayunca y él también recuerda desde niño la influencia de Orlando González”.  De acuerdo a Alfredo, algunas de las cualidades de Orlando y también algunos de sus descuidos pueden parecer funestos para otras personas: “Sí, sí tiene algunas personas que chocan con él, precisamente por sus ideales. Por lo menos hay personas que no les gusta la forma de ser. De pronto por qué siempre tiene que ser él el que lidere. Porque figura siempre. Yo conocí una coordinadora que decía que con él no quería tener nada que ver, cuando nosotros estábamos en las bibliotecas. Ella es una gran persona pero no le gustaba la forma de actuar de Orlando. Hay personas que le critican, que se mete en líos sin planear las cosas. Ya cuando está en la marcha es cuando va arreglando todo y hay personas que deben tener todo planificado antes de iniciar las cosas. Él sí planea, pero hace las cosas cuando se le presenta el momento, prende la chispa. Si no lo hacemos ahora se desaprovecha la oportunidad. El tiene eso y hay varias personas que lo han atacado mucho, porque él no tiene titulo de bibliotecólogo y él dice. “Deja que hablen, lo malo es que no digan nada, porque eso indica que no se está haciendo nada”. Yo creo que Orlando no necesita ningún título para que en Cartagena se reconozca el trabajo que ha hecho toda su vida por las bibliotecas comunitarias. Él se la sabe todas, pero alguna gente como no le ve un poco de títulos no quiere reconocerlo. Él se le mide a lo que sea y le sale bien, pero como vivimos en una sociedad de papel, entonces se desconocen sus potencialidades”.  Hacer la historia de Orlando es recorrer la memoria inquebrantable de la ciudad heroica. Orlando visibilizó la imagen de Estefanía Caicedo, la hizo eterna; igual Orlando sabe que la memoria de Ana Dolores, como ella misma lo dice, es memoria viva: “Allá se está creando un salón infantil que va llevar mi nombre. A pesar de que uno no ha estudiado ni nada le abrió las puertas a mucha gente. Yo estoy conforme con mi vida y él paso por aquí por la tierra porque eso para mí fue muy bonito, muy, muy bonito”. El hogar es para Orlando su techo y lecho fundamental. Rodrigo Romero contó que no le conocía los miedos a Orlando o que por lo menos esos miedos no estaban en una calle oscura, en un callejón estrecho o 56

Intimidades Intimidades desde desde el el Palacio Palacio de de la la Aduana: Aduana: Una una mirada etnográfica y pedagógica

De izq. a der. Ana Dolores Teherán, acompañada de una de sus hijas y Alfredo Alvear

en una comunidad apartada. El día de “ángeles somos” nos enteramos que Orlando sí tiene miedos, el miedo que en alguna ocasión Jorge le conoció cuando se detuvo antes de cruzar la calle que da al cuartelillo de Olaya, a dos cuadras de su casa. Jorge le dijo: “ahora que tienes hijos ya no cruzas las calles a la carrera, como antes, sin importarte nada”. Mary, su esposa y sus tres hijos: Orlando José, Shamit Antonio y Lisandro Enrique ahora lo esperan, así sepan que su trabajo como servidor público no tiene límites ni horarios. La palabra para nombrar al esposo y padre es ORGULLO.  De la vida de Orlando siempre harán falta historias. Quedan algunas que nos sugiere Silvia Marín. “El proceso cultural que se dio en la ZSO de Cartagena no es medible porque no se ha hecho una evaluación cualitativa de los efectos que han producido las bibliotecas y las actividades culturales de ese sector. Pero, por lo que vimos y doy testimonio es que muchos niños y jóvenes se salvaron de ser pandilleros porque en vez de estar en una esquina maquinando algo, estaban en los talleres o en los comités o asistiendo a eventos culturales. Tampoco se ha valorado que la ZSO de Cartagena sea el sector con más artistas, no sólo en la plástica sino también en la música popular, en el baile. Vale la pena investigar también eso”.

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Rocío García recuerda por la espesa barba la historia de un ser infinito, Jorge García Usta y para ella Orlando González quedó escrito en la espesura de su mirada como el amigo incondicional, hermanos del alma.  

De izq. a der. Jorge García Usta, Orlando González y grupo de apoyo del Festival de Cine de Cartagena.

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María Bernarda Pérez Carmona

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María Bernarda Pérez Carmona: Servicio Público y Política Social Las Casas de Cartón

Un sábado de Octubre de 2008, 2:30 P.M., llegó a su casa en San José de los Campanos una mujer con una cabellera espesa y dispersa por la brisa del mar; con su cuerpo erguido y a la vez cansado de tanta entrega, se bajó de la mototaxi y se olvidó de comer para contar su vida.   María Bernarda es una mujer que desde niña supo el significado de vivir en un barrio en emergencia y “ver” el paso de aguas que lo arrastran todo: “Recuerdo que primero estábamos en una casita de madera y el agua venía pero arrasando con todo; Ceballos era paso obligado de las aguas porque era la zona de baja marea, el nivel freático estaba por debajo de la bahía, de manera que llegaba y se inundaba. El agua le llegaba a la cintura a los más grandes y a nosotros nos montaba mi mamá en una mesa o en una cama y ahí veíamos pasar la tarulla, el sábalo, el pescado, la culebra, eso entraba por la puerta y salía; se quitaba la luz, no había agua, no había 61

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alcantarillado, había un puesto de salud pequeño, había una sola escuelita, ¡Uy, no!, era muy fuerte la manera como nosotros vivíamos allá. Era un problema las basuras, las excretas, las aguas servidas ¿hacia dónde las echamos? El barrio se fue poblando, ya lo que tú hacías debía tener en cuenta al vecino porque si echabas el agua a la calle estabas molestando, si las heces estaban en un tanque como se acostumbraba o en hueco, ya fastidiabas. Estábamos afectando al medio ambiente”. Con lágrimas en los ojos María Bernarda recordó cómo allí en Ceballos, en su niñez, en vez de alegrarse con la lluvia, como lo hacen todos los niños, lloraba cuando hacia arriba veía gotas de agua atravesando los techos de cinc. Evocó entonces la canción de Ali Primera: Las casas de Cartón. “Qué triste, se oye la lluvia, En los techos de cartón, Qué triste vive mi gente, En las casas de cartón”.  A Ceballos, según le contó su madre, llegó María Bernarda a los dos añitos. “Nosotros somos una familia de bajos ingresos, mi papá Daniel Pérez Mendoza(q.e.p.d) trabajaba en el terminal, en ese entonces una de las empresas que mejor captaba personal y mejor pagaba, pero mi papá era un obrero raso que venía de Tolú, Sucre; mi mamá, Ana Fermina Carmona, una campesina de las sabanas de Bolívar, en San Juan Nepo; nos asentamos en un lotecito allí en Ceballos, eso fue como en el 69, nací en el 67, 20 de Mayo”, recuerda María Bernarda.  El padre de María Bernarda murió en 1990, cuando ella había terminado de estudiar trabajo social en la Universidad de Cartagena. Fue de él, de quien quedaron las huellas de andar la ciudad y la vocación de servicio, a raíz de las pilatunas que le consentía, de los paseos juntos, de ir para todas partes: “De cinco hermanos yo era la única mujer, me llevaba a todos los sitios, yo conocí el bando muy pequeña, habían unos espacios musicales que hacía la banda departamental. Todas las tardes me llevaba al Parque Centenario a escuchar las retretas; me llevaba a hacer el mercado. Me formó con carácter, es más, yo creo que a mí las ganas y la inclinación de servir a la gente me vienen de él, porque llegaba una palenquera y llamaba a todos los niños de la cuadra, de la calle y yo 62

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repartía, sacaba de la porcelana y le daba a todos mis amigos. El se reía, le decía a la palenquera: “¿-Por qué te sentaste?, yo no te dije-” y se reía y se reía y finalmente pagaba. Se iba a visitar el pueblo de mi mamá, San Juan de Nepomuceno, traía mucho ñame, yuca y yo sacaba a escondidas, él después se daba cuenta y me picaba el ojo”. Aquel guiño del ojo la acompaña y ha acompañado con otra sentencia: “Él decía: usted no coma, estudie, lo que le va a quedar es el estudio, estudie”. María Bernarda es una mujer cuya herencia cultural hay que entenderla desde la oralidad propia de sus progenitores. Su historia está hecha de los retratos sobre la pobreza, las luchas sociales, la defensa de los derechos del ciudadano y otras más. De acuerdo a Roque Julio, aquel lecho le dio una de las mejores cualidades de servidora pública: “Sabe escuchar, es un don que no se sabe de quien lo aprendió, debió ser de su mamá, porque las madres le enseñan a uno a callarse en un momento determinado. Y viene de una tradición de la lectura, de la tradición oral. Sabe escuchar, logra saber lo que la gente necesita y espera”. Sin embargo, en los tiempos en que trabajaron juntos en la fundación Formar, Roque tuvo que disgustarse con ella por un arrebato de impaciencia, arrebato que ha aprendido a manejar a través del servicio público: “Ella llegó a dirigir a la gente, hicimos un trabajo en el Guamo, yo no quería ir y me dijo:”Te vas o te vas, sí no te vas, hasta aquí llega todo-”, me fui. Después nos reconciliamos donde la mamá, en eso ha cambiado, porque la ciudad creció, la madurez, los años, los hijos”. La madre es una conciliadora y María Bernarda, en 1990, cuando ya en Ceballos la identificaban como líder, fue una emparapetadora: “No estaba trabajando, terminé y no estaba trabajando, seguí trabajando con el propósito de crear una fundación y de trabajar con el barrio, organizamos las Juntas de Acciones Comunales, los grupos de jóvenes; organizamos una corporación que se llama corporación de bachilleres de Ceballos, fíjate las expectativas, y lo más importante ahí en ese entonces era terminar el bachillerato. Entonces arrancamos con la propuesta de incentivar que los jóvenes entraran al SENA. Ya la comunidad empezó a identificarme; claro, desde mucho atrás como líder, pero acá como una oportunidad de conectarse con las instituciones. Bueno, me llevaban allá cualquier tipo de problemas que el hijo malcriado, que el hijo que se les 63

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estaba descomponiendo, que metieron preso a fulano, que el otro le pegó no, no, no. Era emparapetadora porque me tocaba hasta irlos a sacar del CAI donde los tenían presos porque robaron, porque pelearon. Entonces me decían: yo voy a ir a hablar con el coronel pa’ que quiten este CAI porque, ajá, nosotros los metemos presos y usted los viene a sacar y no había acta que se cumpliera porque cómo hacía yo con un delincuente o un ratero que se comprometiera con la Policía”.  Los inicios de María Bernarda como líder están en Ceballos, cuando se dio cuenta de que en vez de llorar podía estudiar para ayudar a su gente: “Entré a la universidad en el 87 y a mí me preguntaban ¿Por qué escogiste trabajo social? Y yo dije: yo quería estudiar medicina, pero mi hermano me dijo ¡no!, estudia trabajo social. Hoy estoy aquí, voy a estudiar trabajo social porque quiero ayudar a sacar a mi barrio adelante”. Ceballos era el patito feo inmerso en la zona industrial de Mamonal; en medio de constantes amenazas de desalojo, el barrio, cuenta María Bernarda, supo resistirse: “Apareció un político que se llamaba Víctor Camacho y decía que esos lotes eran de él y nos organizaron desalojo. No nos pudieron sacar, resistimos. Fue una movilización de todo el barrio porque nosotros decíamos: sacan a 20 familias y nos llevan a todos. Resistimos una semana sin salir a trabajar, sin salir a clase porque todos los días nos metían un piquete de doscientos policías para sacar a esas veinte familias. Hubo un día, el 16 de Julio de 1987, ahí nos metieron a la policía a las cuatro de la mañana, cuando la gente iba saliendo a trabajar y los que venían de parrandear, de la virgen del Carmen se dieron cuenta que nos estaban sitiando, hubo una señora, Concepción Perlaza, se dedicó a levantar el barrio de casa en casa: ¡Nos van a sacar! ¡Nos van a sacar a la fuerza! Mira, ahí fue un sitio, ahí nadie cocinó, nadie comió; todo el mundo era ahí, ahí, ahí. Se reventaba un enfrentamiento por allá por el lado del playón con la Policía, la Policía corría pa’ allá, luego se reventaba otro por acá. Pero no, las familias se acordonaron todas dentro de sus casas, hubo unos que prendieron fuego a sus enseres para que no los sacaran. Ese día se clausuró la estampida de desalojo que venía pa’ Ceballos; no pudieron. Ese día era la fecha límite para poderlo hacer”.

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Entró entonces un proceso de negociación pero nadie nos daba esperanza, se tienen que ir, ya es una sentencia ejecutoriada. Después vinieron los García, hicieron la urbanización Los Corales y quedó una franja entre Ceballos y la vía. Era una zona verde; dijeron que era de ellos. Fue un enfrentamiento fuerte, fuerte; pero ellos tuvieron que negociar con las familias por cuenta de nosotros. Presionamos y tuvieron que darles una vivienda a tres familias que estaban ahí, pero Víctor Camacho no quería irse. El tipo seguramente ahí tenía un lote donde había tres cabaret que estaban lesionando a la comunidad. Cuando los cabaret se acabaron como negocio, se fueron y la gente se apoderó de tres viviendas, pero no del lote que decía él”, cuenta María Bernarda.  “Qué alegre, viven los perros Casa del explotador. Qué triste se oye la lluvia En los techos de cartón”  Las formas de resistencia fueron siempre pacíficas. Se trataba de iluminar la noche, hacerse ver; aunque aparecieron algunos que opacaron el movimiento comunitario: “Actuamos en bloque: Nuevo Bosque, Ceballos, El Libertador, La Campiña, Nueve de Abril, La Conquista, Calamares, Santa Clara. Estábamos ahí, uniditos, defendiéndonos y cuando uno decía: ¡alerta! ahí todos salíamos. Organizamos una vez un paro, cada quien por su problema. Los Calamares tenía problemas de pago de vivienda de interés social del UPAC; Nuevo Bosque, problemas de vías y de aguas, Ceballos todo sin resolver; La Campiña vías inadecuadas; El nueve de abril, La Conquista, Bajo Libertador, Zaragocilla. Una vez en el barrio organizamos una marcha para ambientar una propuesta y cuando nos dimos cuenta atrás venían las banderas del M 19, del EPL y del ELN ¡horrible! Nos dio mucho, o sea, pusieron en riesgo nuestras propias vidas. Eso fue como en el 88, en ese entonces el alcalde era Edgardo Martínez Pareja, no sabíamos qué hacer, dónde meternos, porque veníamos con antorchas, ambientando a la comunidad a que se movilizara y establecer unas mesas de negociación. Ahí resultaron unas obras y beneficiaron a los Calamares y Nuevo Bosque. Cuando ya respondieron a sus peticiones, se retiran de la mesa y quedamos nosotros solos peleando contra el mundo”. 65

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En Ceballos nuestra líder conoció, como nunca antes lo ha vivido, procesos de acción comunitaria. Y es que las condiciones del barrio implicaban estar viéndose a diario los unos con los otros: “En Ceballos las calles eran largas, no había callejones, entonces dejaban el portillo para que cruzaran. En la misma casa, cuando tú veías, era el rumero de gente cruzando por la sala, cruzando de un lado a otro iban a hacer las compras a la misma calle”. En medio de estos azarosos aconteceres diarios hasta la misma policía comprendió la justeza de sus luchas por la tierra: “Nosotros teníamos una cancha en el sitio donde hicieron el Centro Comercial Mamonal Plaza. Todo el barrio tenía un equipo por calles; entonces jugábamos un día voleibol las mujeres y otro día los hombres jugaban microfútbol. Cuando estaban construyendo el Centro Comercial vinieron y cerraban la cancha. La Policía entendió que nosotros estábamos reclamando derechos y ahí había un poco de complicidad entre los policías y nosotros. Cuando ya terminaban los trabajadores de poner el último clavito en la lámina de cinc, que era cerrando el lote diciendo: “esta es mi propiedad”, salía la comunidad entera sin que nosotros le dijéramos ¡vamos!, todo el mundo con un cinc aquí, con los palos, con los clavos, todo se lo robaban y se lo llevaban; la Policía salía correteando a la gente pero no cogían a nadie”. Ceballos era un barrio olvidado, arrinconado en sus propios senderos, en los pasos que aún están por descifrar: “Cuando nos inundábamos nosotros nunca salimos a la vía, ni nos sacaron digamos que a albergues, nunca sacaron los bomberos aguas de las casas porque nosotros nos quedábamos solos, solidarios los unos con los otros. El esquema de prevención y atención a desastres no existía. Era cruel, cuando se iba la inundación, que bajaba la marea, podía quedar el charquero, los mosquitos: éramos unos jeroglíficos porque teníamos que coger piedrecitas por aquí, piedrecitas por allá”, recuerda María Bernarda.    

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Sobrevivientes “Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron  sobreviviendo -dije- sobreviviendo.  Tengo un poema escrito más de mil veces,  en él repito siempre que mientras alguien  proponga muerte sobre esta tierra  y se fabriquen armas para la guerra  yo pisaré estos campos sobreviviendo.  Todos frente al peligro sobreviviendo,  tristes y errantes hombres sobreviviendo...  Sobreviviendo...” Víctor Heredia  Después de Ceballos, desde la Fundación Formar y como funcionaria de Corvivienda, María Bernarda conoció la cruda realidad de Henequén. Roque Julio describió mediante una anécdota aleccionadora la vida de los niños allí: “Ese fue un momento importante en mi vida, que incluso provocó cambios en mis hijos. Recuerdo que mi hijo mayor, me estaba pidiendo unos zapatos de marca NIKE, y yo en ese momento no tenía plata, le dije: “-mira mijo, esos zapatos valen ciento veinte mil pesos y yo no tengo plata-”, Yo tenía una moto, así que le dije: “-vamos donde yo trabajo-“, lo monté en la moto y me lo llevé para Henequén, desde que llegamos fue vomitando; le dije: “-cuenta cuántos niños están aquí sin zapato-”. Él empezó a contar y contó más de 60 niños metidos dentro de la basura, algunos jugando, otros ayudando a sus padres a clasificar los desechos, “-mira, ellos están trabajando y mira la cara de felicidad que tienen-”, le llamé a dos niños y se los presenté. Cuéntenle a mi hijo ¿Cuántas veces se han puyado aquí? (Señalando manos y brazos) Y ellos respondieron- cuatro y cinco veces. ¿Qué hacen cuando se puyan? – Nada, seguimos trabajando contentos- respondieron los niños, buscando para el diario. Cuando salimos de ahí, le pregunte ¿Qué aprendiste de estos niños? Y me dijo: de todo - Papi cómprame los zapatos que sean, cualquiera, no importa”.

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“Niños color de mi tierra Con sus mismas cicatrices Millonarios de lombrices. Y por eso Que tristes, viven los niños, En las casas de cartón” Los recicladores de Henequén les dieron lecciones de comercio: “Nosotros íbamos a enseñarle a la gente, pero ellos tenían un saber y tenían sus contactos a nivel regional y nacional, sabían a cómo vender el vidrio, el plástico, el papel, nos daban clases a nosotros de cómo no dejarnos “clavar”. Se les puso una bodega con un capital que donó la Fundación Semillas y ellos nos decían como evitar que nos hicieran trampa. El cartón lo mojaban, las latas de cerveza las aplanaban y le echaban tierra. Todas esas trampas las fuimos aprendiendo, cómo comercializar el material. Eso sirvió para que se abriera otro grupo de recicladores en la calle, en el centro de la ciudad y tuviera una bodega en Getsemaní”.  Escuchando a Roque se puede decir que María Bernarda empezó a conocer en qué consisten las condiciones de vulnerabilidad de una población: “Con el Gobierno de Gabriel García Romero, logramos dar un paso muy importante, porque había una trabajadora social que se llamaba María Magdalena Gómez Acosta, que trabajaba en Corvivienda y comenzaba a tratarse en Cartagena el problema ambiental por el basurero a cielo abierto de Henequén, a raíz de una tutela interpuesta por una residente del barrio 20 de Julio, esta tutela se falló a favor de los vecinos del barrio y se ordenó la clausura del botadero de basuras a cielo abierto en esta zona. Entramos a trabajar un grupo en la propuesta del manejo ideal de residuos sólidos, para ello impulsamos una campaña fuerte, la cual fue acogida por el Alcalde. En el grupo estábamos nosotros con la fundación Formar, y desde la administración se encarga a la doctora María Elena Cabarcas. Logramos 68

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dinamizar este proceso hasta la salida de los recicladores para el relleno sanitario de La Paz. Las condiciones sanitarias de Henequén eran gravísimas, había contaminación de todo tipo y se estaba convirtiendo en un problema sanitario de gran impacto en la ciudad, porque Cartagena estaba creciendo para esa Zona. Se logró organizar a los recicladores en una cooperativa, que se llamó Cooperativa de Recicladores de Cartagena RECICAR. María B. se encargaba de organizar los grupos de recicladores, mujeres, niños, jóvenes; dictaba los talleres y adelantaba trabajos de tipo social. Ella tenía unos contratos en Corvivienda, pero básicamente se dedicaba a liderar los programas de la fundación Formar para atender la problemática de los recicladores. A partir de ahí se establecen contactos con las comunidades cercanas a Henequén como: Vista Hermosa, 20 de Julio, Arroz Barato. La Madre Elfride fue fundamental porque tenían un trabajo de base junto con la hermana Erlinda”, concluye Roque. Sin embargo la misma María Bernarda reconoce que con darles una vivienda no era suficiente y que hubiera sido mejor valorar los nichos que aquellas personas habían construido: “Había una gran dificultad con los recicladores que estaban asentados en el sitio y no querían salir. Iniciamos todo un proceso social para poderles brindar otras alternativas, eso no llegó a feliz término, hubo una serie de problemas y también hay que entender, hombe, ellos son recicladores, ellos viven de eso, esa es su ocupación y su fuente de trabajo. Teníamos que dignificar eso, no acabarlo, sino mirar cómo yo puedo mejorar esas condiciones sin sacarlos de su experiencia, de su conocimiento. Ya había unos canales de comercialización bien definidos, ellos tenían sus negocios, tenían sus clientes, ya ahí había una red de comercialización bastante clara. Y entre otras cosas los estigmatizaban tanto que yo sabía que ninguna empresa iba a querer trabajar con ellos, por eso no tuvimos cómo avanzar mucho. Ellos están hoy día ahí, muchos desde allá, desde donde está el relleno; otros se dedicaron a sembrar. Esa lucha trajo también hasta pérdidas de vida”. Son estas personas, estas gentes a quienes desde el movimiento María Mulata se les evocaba al leer “Los Nadies”, de Eduardo Galeano: “Que no son seres humanos sino recursos humanos, que no tienen cara sino brazos, que no tienen nombre sino número, que no figuran en la historia universal sino en la crónica roja de la prensa local. Los Nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”. 69

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 Lo

Mío es lo Político, Lo Mío es lo Local

María Bernarda fue y ha sido una mujer de retos: El primero, a petición de Guillermo Paniza, lo emprendió en Malagana: “Cuando hice mis prácticas profesionales en Malagana me puso un reto, tienes que hacer un proyecto recreativo aquí en Malagana sin que la gobernación ponga un peso, ¡Ay!, ahí fueron muchas las noches que pasé por allá. La participación ciudadana comunitaria era entendida como el apoyo de los vecinos en la construcción de la obra física, le hicimos una cancha múltiple, multideportiva y no les costó ni un peso, nos tocó pedir la colaboración y la participación de ganaderos, de empresarios de la misma comunidad, ese fue mi primer fogueo como profesional en la comunidad. Ya iba a salir, son los dos últimos años de la universidad y tú vas a Malagana y todavía está la cancha y está el kiosco. Yo apenas llego digo: este es mi hijo”. El segundo reto consistió en demostrar que era la número uno. “Me presenté al concurso de la Alcaldía y pasé en el primer puesto. Paniza me dijo: “sí quedas en el primer puesto, entras; sí quedas de segunda no. Entonces yo le dije: ¡ah, y usted porque me dice, eso, él me respondió: ¡Ah, porque yo se que tú eres buena”.  María Bernarda fue nombrada por Guillermo Paniza a comienzos del año 1995 para que atendiera a personas de la tercera edad en Caño del Oro. Poco a poco se fue agotando frente a una labor fundamentalmente asistencialista: “A la Alcaldía entré como directora de un centro de vida, pero ese programa era asistencialista, era un centro donde asistían adultos mayores, Ellos llegaban a las ocho, recibían atención psicosocial, atención recreativa y se acompañaban hasta las tres de la tarde. Ese trabajo no me gustaba tanto, pero lo emprendía porque yo tenía la expectativa y la experiencia, era de trabajo comunitario, de organización. Me sentía como asfixiada, sin embargo, ahí me idee cosas, integramos la comunidad con los adultos mayores, es decir, no sacábamos al señor por el simple hecho de que iba a comer al centro de atención, sino que integramos a la familia”. En un ir y venir de Cartagena a Caño del Oro y viceversa pudo hacer uso de los conocimientos que había y estaba adquiriendo gracias a la confianza que depositó en ella la entonces Secretaria de Participación, 70

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Judith Pinedo, “Yo estaba haciendo un postgrado en administración, del programa de desarrollo social, con énfasis en desarrollo del municipio y venía toda esa estrategia Colombia al filo de una oportunidad. Coincidió con todos los cambios estructurales que se dieron en el país: la Constitución del 91, la nueva Ley de Educación, el nuevo Régimen del Distrito, de los municipios, el sistema de planeación. Todas esas herramientas las estaba viendo en el postgrado y el Distrito las tenía que poner en práctica, entonces le dije: “déjenme la oportunidad de incidir en eso” y entonces me trasladaron para ser coordinadora de una unidad que se llamaba Unidades Estratégicas de Orientación”. A finales de ese mismo año, convencida de no poder ser trasladada hacia Cartagena presentó una licencia, casi que una renuncia y expresó que era por cuestiones familiares cuando en realidad necesitaba alejarse por un momento de la realidad más inmediata: “En el 95 me dio un arrebato de irme para Montelíbano, Córdoba, a trabajar con la Fundación San Isidro, que es como una agencia de Cerromatoso; allá no me fue bien, quería como cambiar; yo dije, no, yo me quiero ir, quiero experimentar fuera de la ciudad, quiero mirar otras cosas; me hablaban de muchas posibilidades, pero no me gustó”.  En las interacciones que tuvo con Judith Pinedo, María Bernarda ya veía una futura colaboración: “Judith en ese entonces, demostró ser una mujer muy inteligente. Digamos que Paniza tuvo muchos aciertos con Judith en la Secretaría de Participación Ciudadana porque ella montó toda la política social del Distrito, que ahora está en cabeza de las primeras damas. Ya se institucionalizó la atención a población vulnerable, es decir, al adulto mayor, a los jóvenes, a la familia y la infancia, a los discapacitados, los menores en condición de calle. En ese momento no se hablaba de desplazados, porque no existían como tal. Montamos con ella, toda la infraestructura, los programas y los proyectos de la Secretaría de Participación Ciudadana. Antes eran programas voluntarios de las primeras damas, que hacían el día de la batica, que decidían trabajar por los niños, etc., era muy asistencialista y era ocasional. Digamos que a partir de ahí se institucionaliza. Judith le imprime un carácter social, atendiendo a la pobreza, ella decía: “Ojo que el problema en Cartagena es la pobreza”; hicimos el primer diagnóstico de pobreza en Cartagena que se llamó “Los Nadie” haciendo alegoría a un poema de Eduardo Galeano: 71

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son los que aparecen en las Crónicas Rojas de los periódicos locales, sin rostros, sin nombre”. Así son “Los Nadies” de Eduardo Galeano: “Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte , que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita, cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levante con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba”. Después del arrebato de Cerromatoso, luego del viaje que alguna vez todos tenemos que hacer para encontrar un destino, María Bernarda se decidió por el suyo propio: “Yo dije no lo mío es lo político, lo mío es lo local y me regresé y estaba mi puesto yo había pedído una licencia, regrese de mi licencia, no perdí continuidad para nada, y cuando regresé a los pocos meses los amigos de la localidad me dijeron vamos a escoger al alcalde local y te vamos a proponer a ti yo les dije no, no, no, no me vayan a meter en ese lío, yo no quiero ser eso. No, vamos, tú eres. En 1997 sacan a la alcaldesa menor, Leila Vargas y los compañeros me dicen: “-Vamos a lanzarte a ti de alcalde menor-”. Le comentamos a Judith y ella dijo: -“no me metan en eso, hagan su proceso comunitario-”. Cuando fuimos donde Paniza nos dijo: “Sólo si arrollan”. Nos dimos a la tarea de visitar a los 45 Ediles. Porque eran 9 ediles en cada comuna, de las 5 que tenía la localidad, desde la 11 hasta la 15, ¡Dios mío!, cómo hacemos para convencer a 45 Ediles sin negociar una calle, un puesto, porque nosotros no teníamos esa posibilidad. Nos sentamos con ellos, retomamos el manejo de las cifras, el tema de los datos de pobreza. A decirles vamos a trabajar juntos, vamos a resolver un problema grave que tenía la zona en ese momento, que era el agua; Porque aquí había un solo tanque, que era el del Carmelo, bombeaba de las partes altas de Blas de Lezo para El Socorro, La Consolata, Los Caracoles, era un problema grave, no había agua. Cuando llego a la alcaldía menor mi primer trabajo fue organizar el despacho de los carro tanques, tanto para Nelson Mandela, como para los otros barrios de la zona que no tenían agua, manejando esas cifras me gané 42 votos de los 45 Ediles. Cuando aparezco en la plancha con 42 y los otros candidatos cada uno con uno, me escogieron a mí”.  

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Nidos de María Mulatas María Bernarda se ha hecho líder y servidora en la política. Su ideario de servicio es inseparable de una actitud frente a la creación y soporte de movimientos comunitarios. De allí que se haya identificado con el movimiento de las María Mulatas: “Hubo una discusión que dimos en la finca de una amiga en Arjona, donde ya estábamos todos, alrededor de 120 personas dispuestas a conformar un movimiento ciudadano. Teníamos que darle un nombre que nos identifique y que tenga relación con la propuesta política, que sea diciente y que sea pegajoso. Yo recuerdo que la gente decía “-Renovación-” “-Reconstrucción-”. De esa discusión salió María Mulata. Y lo justificamos, Judith decía –primero porque María mulata se le dice al Macho y a la Hembra, eso refleja equidad de género, las María Mulatas viven en colonias, donde está una hay mil. Ellas defienden sus procesos colectivos, nunca se ha hablado que sea un ave en peligro de extinción, ha resistido todos los embates ambientales, la devastación del hombre, es un pájaro que defiende su colonia y su nido, se mantiene siempre alegre, vuelan y buscan el alimento para ellas y para su colonia. Dijimos que así como la María Mulata tenemos equidad de género, vivimos en colonias, defendemos los procesos colectivos, como lo público es de todos lo defendemos para todos. Por tanto, como María mulatas defendemos la ciudad y la vamos a seguir defendiendo, y como María Mulata vamos a proveer tanto para nosotros como para la ciudad. Digamos que la vivienda, la salud, la educación”.  Después de la salida de Nicolás Curi en Agosto de 1999, incluso antes, desde el 95, las María Mulatas empiezan a hacer sus nidos: “como éramos María Mulatos comenzamos a montar unos nidos. Eran unos sitios en los diferentes barrios donde la gente se sentaba a discutir sobre qué quería trabajar, qué era importante para ellos y sobre todo se generó una movilización y organización alrededor del tema. Llegamos a tener asambleas de hasta 300 miembros no simpatizantes, firmaban en libros porque nos dábamos unas pelas que terminábamos doce, diez de la noche, una de la mañana; quién era miembro, quién era honorífico, quién decidía quién no, cómo decidía, cómo votaba. Votamos la propuesta, todavía Judith no era ni siquiera candidata al concejo sino estábamos dándole soporte a la plataforma política. Votamos que Judith iba a ser 73

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candidata al concejo y llevamos nuestra propuesta: “Cambio Total en el Concejo”. Salieron electos ella y Nicolás Pareja. Luego regresé a la Oficina de Participación, estábamos trabajando allí el tema de atención a la población desplazada, que venía llegando en masa a la ciudad, que tampoco sabía dónde llegar y quién la atendiera. Entonces montamos, primero la montó Mercedes Maturana y yo continúe en la Oficina de Atención al Desplazado. Ahí hicimos unos grandes aportes y avances. Hoy hay una urbanización Revivir de los Campanos, con cooperación internacional. Estando en ese trasegar decidimos que Judith quería llegar a la alcaldía. Hicimos una campaña muy limpia sin ningún tipo de apoyo político, Judith saca 46.000 votos, perdimos con Carlos Díaz y seguimos trabajando en los barrios, con la gente, con todos los sectores, expandiéndonos”.  A pesar de los vaivenes de la administración pública y de las disputas políticas María Bernarda se le medía a lo que fuera. Siempre encontraba un nido que hacer: “Duro un año como gerente comunera porque gana Curi. Vinieron otras elecciones y él tenía a otra persona y nos sacó, pero como yo había ganado el concurso y ocupé el primer puesto, indagamos en la Comisión del Servicio Civil (CNSC) cómo era el proceso. Nos respondieron que el ordenador del gasto era él y me podía mover para donde quisiera. Así, él me da una comisión por encargo, que es una herramienta que le da la ley y me encargan de la Alcaldía menor por un año. Tres meses en la localidad Sur Oriental y después en la zona centro, por espacio de dos meses. El trauma de las alcaldías menores era el permiso de los bailes los fines de semana. Cuando llegaba el jueves yo quería irme, porque era la presión, hasta en mi casa, a Ceballos iban hasta concejales y representantes a pedirme los permisos para bailes los fines de semana. Todavía no estaban decantadas las funciones del alcalde menor. Ejercía como una especie de puente entre la comunidad y la administración. No contratábamos, solamente articulábamos la gestión. Yo contaba con mi Alcalde, me apoyó mucho. La verdad es que la zona no se movía si yo no decía. Hicimos mucha pavimentación en María Cano, la Gaitana, e instalamos el agua. Arturo Zea, era del PNR, él era muy exigente y en el grupo hicimos unos talleres formativos. Hablamos de derechos humanos, de desarrollo social, revisamos los informes de Naciones Unidas en desarrollo social, teníamos que prepararnos y hacer lecturas. Debatimos 74

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el POS muchas veces. Y una de las estrategias que él nos hablaba era las de las asambleas, de los consejos de rehabilitación. Montamos como una especie de pequeños concejitos locales. En las noches nos reuníamos todas las comunidades en el Centro Recreacional Napoleón Perea y cogíamos cada quince días un tema. El primero, fue el agua, que era el tema más fuerte. Le planteamos a Aguas de Cartagena que los recursos de la JAL van para la construcción del tanque de las Colinas y por dos periodos consecutivos el dinero de la JAL fue para la construcción del tanque. Cuando fuimos a entregar los carnets, hicimos unas asambleas con toda la comunidad, para escoger los sitios donde se iban a entregar, los puntos, quiénes iban a estar, todo esto con los líderes abordo”. “Así fuimos dándole una dinámica a la Alcaldía que no era únicamente el tema de los permisos, el tema de la vigilancia del espacio público, sino que se podían trabajar otros temas de interés para la comunidad. Ya después salí de la Alcaldía menor y regresé a mi puesto en la Unidad de Planeación Estratégica. Curi trabaja en una reestructuración de la administración que no la puso en marcha. Entra una disputa entre los concejales Judith y Nicolás Pareja y a mí como castigo, no sé, me colocaron en la atención de población desplazada. Yo dije bueno, yo los atiendo pero con la condición que yo escoja al equipo que acompañe. La administración no los quería, porque eran todos los María Mulatas y a ellos hay que echarlos de aquí. Mercedes Maturana montó la oficina, cuando salió me comisionó a mí. También fue duro ese proceso; primero por el conocimiento, segundo por desmontar los miedos que existían porque existía mucho temor. Apenas empezaba el problema de desplazados en Cartagena. El impacto más fuerte era Mandela”, recuerda María Bernarda.  Durante el tiempo en que María Bernarda defendió a las comunidades no le cabía en la cabeza el cobro de valorización, porque con qué plata podían pagar aquellos cuyos techos no soportan el peso de una lluvia; sin embargo, como otro castigo, durante la administración de Carlos Díaz, le correspondió asumir el papel de chepito: “Ahí no había campo de acción, ahí sí me castigó duro, porque pasé a ser la trabajadora social de Valorización. Cuando llego lo primero que hago es revisar qué hace la trabajadora social aquí. Me dijeron que ella está dedicada era a salud ocupacional. Yo digo: “-eso es hacia el interior de la dependencia, 75

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pero ¿Hacia el exterior qué hace-? Me dijeron que tenía que cobrar. ¿Cómo así cobrar? Es que valorización vive de la cartera ¿Cuál cartera?, explíquenme. Me explican que las obras que se hacen las tiene que pagar el ciudadano. Yo dije con todo lo que peleé cuando era líder de Ceballos, mira eso; cuando en Ceballos nunca nos metieron una vía porque nos tocaba pagar el reflejo de la vía del Bosque. Me va a tocar duro, pero esto es un reto. María Bernarda asúmelo, porque los puestos no te hacen a ti, uno es el que hace el puesto, como para hacer una catarsis. Y me dediqué a cobrar por cerca de ocho meses, me convertí en la persona más importante en valorización. Claro, porque yo salía a cobrar casa a casa, como un chepito, y con el recaudo les pagaban el sueldo. Ya mi motivación no era tanto cobrar por cobrar, sino para que me pagaran mi sueldo y el de mis compañeros. Encontré así una motivación para salir todos los días a cobrar”. Escarbando y escarbando encontró de nuevo lo suyo: “Había un director no idóneo, bueno, cambiaron al director y vino Pedrito Pereira. Cuando vino Pedrito, dije: “-bueno, por lo menos con él podremos hacer algo-”. Encontré un proyecto archivado, que no le daban paso porque Valorización no tenía plata, estaba totalmente quebrada, tenían el problema del Corredor de Carga, del alcantarillado de Bocagrande, las vías de la Zona Norte que nadie pagaba y había un solo proyecto por allá abajo, la pavimentación de unas calles de San Isidro, que un grupo de empresarios lo querían. Entonces le dije a Pedrito: Mira, yo voy a cobrar, indudablemente voy a seguir cobrando, pero déjame meterme en esto. Yo quiero analizar qué es lo que hay en valorización, vamos a ver qué más puede hacer Valorización”. “Hicimos una alianza bien buena con el Doctor René Andrade y Dionisio Arango, quien era mi jefe en técnica, aunque la trabajadora social era un apéndice que no se sabía ni dónde estaba, por eso yo dije que era de técnica porque técnica es quien hacía los proyectos. Cuando reviso los proyectos de Valorización me doy cuenta que se les tiene que hacer promoción, socialización, hay que hacer una investigación de campo porque hay que definir si las personas tienen o no capacidad de pago, cómo es el negocio directo, la plusvalía que se genera. Me encontré a un amigo, que era el director de una multinacional JASBAN, que queda 76

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detrás de la Purina. Él cuando me vio, me dijo: “-bueno, vamos a trabajar juntos-“. Nos metimos duro a ese proyecto. Y lo sacamos adelante. Es una de las experiencias que a mí más me llena de satisfacción, no por el pavimento, sino por la confianza que generamos en un grupo de empresarios hacia el Distrito de Cartagena. Valorización no tenía para hacer esas vías, porque lo que indica la norma es hagan la vía y después la cobran. Nosotros nos inventamos una figura de valorización anticipada y nos ganamos la confianza de las empresas y Alma Viva, por ejemplo, puso 500 millones de pesos, de entrada. Cuando ya habíamos recaudado el 50% fue cuando comenzamos los trabajos. Visité a cada uno de los gerentes, los llamaba, los enamoraba, hacíamos almuerzos de trabajo. La comunidad no tuvo que pagar ni un peso. Luego presentamos en esa misma línea la carretera del Prado frente a Telecartagena, otra en Los Alpes, pero allá la comunidad no podía pagar por anticipado. Ahí nos quedamos con las ganancias que se obtuvo por las obras de San Isidro, logramos sostener a Valorización por un tiempo. Luego nos entregaron las carteras del alcantarillado, pero eran papas calientes, más que cualquier otra cosa. Hubo un respiro porque todos los recursos que se obtuvieron entraron a valorización en el 2002”, cuenta María Bernarda.  

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Trayectos de Formación En el Lecho del Hogar

Un servidor público no se hace solo ni de un día para otro, no surge de la nada. Es más bien ese polluelo a quien desde el nido se le da alimento y se le enseña a volar. De hacer esto se encargó el padre de María Bernarda: “Él decía que el dedo índice debía estar en el lomo del libro y con el otro pasar las hojas, no podíamos cancanear y nos ponía a leerle a los borrachos. Nos tocaba leer hasta dos y tres páginas. Yo sentía bochorno, rabia, ganas de llorar. Yo decía: “mi papá cómo nos va a poner a leer delante de un poco de borrachos que no están prestando atención a nada” y lo otro era que él me llevaba a las fiestas. Cuando ponían el primer disco él tenía que abrir la sala conmigo. Tú sabes que cuando uno está en la adolescencia quiere bailar con el pelaito que lo está mirando y él no dejaba. Entonces cuando iba bailando conmigo levantaba su mano y me decía: “vas brincando, no tienes porque brincar, mueve los pies y las caderas, las mujeres que muevan los hombros no saben bailar”. Tenía que bailar erguida, la música escogida por él, eran los vallenatos de su gusto, de Alejo Duran, de Bobea y sus vallenatos, Luis Enrique Martínez. Me decía: “tiene que ir como una palmera, recta, mueve tus pies y tus caderas, tu cuerpo, no tiene porque temblar” y me paseaba por toda la sala”.  La historia de vida de María Bernarda tiene múltiples matices, mucha entrega y responsabilidad social. Los temas de los cuales se ha ocupado preferentemente tienen que ver con la pobreza, la emergencia social, la organización comunitaria, las luchas sociales y políticas para hacer de Cartagena una ciudad diferente, una ciudad en la cual no haya tanta desesperanza. Roque Julio nos ratificó que siendo ya una niña en Ceballos, su cara, su mirada, sus lágrimas, su regocijo también, anidaban a una servidora pública: “Como ella vivió en carne propia la situación de no tener un techo ideal, cuando niña en Ceballos que era un tugurio, ella está proyectando que muchos Cartageneros mejoren sus condiciones de vida, para que no pase por la experiencia que ella pasó con las inundaciones. Recuerdo que un día estábamos almorzando en el patio de su casa y encontramos dos culebras, bien grandes, no almorzamos, nos fuimos. Muchas veces tuvimos que buscar con los amigos escombros

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para calzar la casa y alzarla, había mucha humedad. Nosotros nos íbamos a ayudarla a construir la casa. Por eso yo veo que ella está proyectada hacia las comunidades más pobres; trata siempre de ayudarlos, está tratando de reubicar a las familias de las Faldas de la Popa, de la Loma del Marión, se está pensando que los cartageneros y las cartageneras tengan un trabajo digno en la ampliación de la refinería. Para ello se tiene que capacitar, porque la mano de obra no calificada cunde y se necesita del trabajo calificado, soldadores, eso va de la mano de UNAD, SENA, hay que preparar a la gente”. Es tanta su entrega que se olvida incluso de sí misma: “Es una mujer trabajadora; es una hormiguita, ni come cuando esta afanada con el trabajo”, dice Roque.

En la Administración Pública

La historia de nuestra servidora pública no comienza o termina con una u otra de las administraciones, se sostiene en sus cualidades. Su carrera administrativa no ha sido azarosa, no es proclive al activismo ni a las soluciones a corto plazo. Roque Julio nos lo deja ver así: “Ella es muy organizada, centrada, sabe hacia dónde va. Es decir es muy agendada, no se desvía de sus metas, al menos que pase algo que ella no pueda controlar. Ahora mismo con el desarrollo de la propuesta del Plan de Emergencia Social PES, yo la veo centrada, aunque no es fácil. Por el manejo de los mismos funcionarios de aquí, se encuentra resistencia. La propuesta que está manejando María Bernarda también es una propuesta que se generó del plan Cartagena para todos y todas. Es un hecho, que viene de unas bases que trae de su trabajo comunitario desde hace mucho tiempo, a medida que se entrega al trabajo social se fortalecen esas bases y esos valores y hoy se perfila como una buena funcionaria pública, como una servidora. Donde quiera que ha estado ha sido la misma, con las mismas características, se ha movido en equipo”. Y es que el trabajo público requiere precisamente de reunir fuerzas sociales, de sumar, de acercarse, de encontrarse con quienes son dolientes de su ciudad, los apasionados a quienes se refiere Roque: “Hicimos un grupo de amigos. La mamá de María B. era la mamá de todos nosotros. Allá íbamos a desayunar, a almorzar y a pasar las “-peas-” y el “-guayabo-”. Pero sobre todo predominaba entre nosotros el valor del respeto, la solidaridad, el compañerismo y ante todo el apoyo incondicional a las 79

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personas menos favorecidas, que fue lo que distinguió a María B. y a ese grupo de personas que te cuento. Estaban Amaury Padilla, Gustavo Balanta, Marlín Barco, Cecil Blanco, Edilberto Blanco (q.e.p.d)”.  En la administración pública hay que aprender a establecer prioridades y sobre todo entender que desde allí hay que ofrecer oportunidades para satisfacer las necesidades del conglomerado social. Por eso para María Bernarda es indispensable comprender que vivimos en un estado social de derecho: “Sabes, este país comenzará a cambiar cuando veamos que el ciudadano y la ciudadana no son sujetos de ayuda, sino que son sujetos de derechos. Fíjate que nosotros no vemos la pobreza como una necesidad, si se ve como necesidad de falta de vivienda, se le da la vivienda, pero si se ve como una falta de oportunidad tú le brindas oportunidades. Y de pronto no le das la vivienda, pero sí le das la opción y él escoge entre esa y otras para satisfacer su necesidad de vivienda. Gente que tiene la casa pero no tiene trabajo. Eso nos pasó en Flor del Campo, les entregamos las casas, pero siguen existiendo los problemas de riñas, violencia porque no se resuelve el problema con la vivienda, sino con atención integral”. En el mismo sentido, Roque Julio señaló que el trabajo por hacer en Cartagena tiene como centro de gravedad la cultura ciudadana: “Siguen siendo los mismos problemas, incluso en la primera página de El Universal de hoy, una noticia acerca de las basuras en la Avenida Pedro de Heredia. Pero tenemos que seguir trabajando para resolver esos problemas que están en el colectivo. Cartagena lleva doce años de privatización de servicios de aseo, con unos horarios establecidos, pero la gente sigue sacando la basura todos los días en horarios que no les corresponde. Pero es por eso, porque se necesitan propuestas de formación de cultura ciudadana. Ya en otras ciudades se ha avanzado en construcción de cultura ciudadana. Cuando María B. te decía que nos equivocamos al reubicar a los recicladores, es por algunas situaciones. Cuando vivimos la reubicación de Chambacú, se hizo de manera abrupta, sin tener en cuenta la cultura de la gente. Llegan a unas casas con piso, con mejores condiciones, con calles pavimentadas y un parquecito, que antes no tenían y eso genera esos comportamientos de destrucción, falta sentido de pertenencia. Eso no se puede seguir dando en Cartagena, reubicando a la gente sin trabajar la cultura ciudadana, mejorar los comportamientos sociales de la gente y eso es lo que ha tratado de hacernos ver María B. 80

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No se trata de desalojar a la gente, por desalojarlas, sino ver cómo se compaginan las condiciones viejas con las nuevas y poder proyectar una mejor condición social, la dignificación de la gente”. Cartagena requiere mujeres que como María Bernarda usan sus saberes para comprender el mundo de lo social. La formación de ciudadanía no se logra prometiendo el arreglo de una calle, o un puesto: nada que sea solo un paliativo o un dulce para incautos votantes. El servicio público se relaciona con los procesos de participación comunitaria para la toma de decisiones colectivas: “Yo conocí a Judith desde la personería y es precisamente ella quien hace la defensa de los de Ceballos, en el problema de tierras con los García. Ella impulsó el respaldo, evitó que reubicaran a las señoras, fue quien defendió nuestros derechos. Desde el 95 empezamos a trabajar la propuesta política: María Mulata. Un grupo de ciudadanos amigos nos sentamos y comenzamos a pensar un quehacer diferente en la política. Nosotros queremos ser una alternativa en la ciudad. Decirle a la ciudad: no es únicamente vendiendo el voto, no es por la camiseta, no es por la tierra. Entre otras cosas eso no funciona porque ellos llegan ofrecen y después se van. Nosotros comenzamos a hacer organizaciones de base, pero políticas, que se llamaban para nosotros las células o los nidos de la María mulata, en los diferentes sectores populares de la ciudad. Es empoderar a quien tiene el poder, el ciudadano común y corriente”, plantea María Bernarda. Las relaciones entre la administración pública y el ciudadano requieren de procesos en los cuales se escuchan las voces de todos, el eco de los problemas que no cesan en cada rincón de la ciudad: “Por eso la importancia y el éxito que tuvo Desarrollo Local. Nosotros vemos que en un sector existen uno o dos líderes, y ese es el que viene al centro, ese es el que busca. A ese supuesto líder es al que ven que trae las inquietudes, el que busca el Sisben, el que mueve, el que trae la respuestas, es el que tiene la cercanía. Pero el ciudadano que está en la comunidad está al margen de lo que el líder diga y haga. Eso puede ser lo que esté pasando. Cuando vamos a las mesas de negociación, este señor pelea por la callecita donde él vive. ¿Dónde estuvo el acierto de Desarrollo Local? En que movilizó hasta el último ciudadano que está allá en la comunidad y lo articuló en algo que se llamaban los núcleos, de tal manera que los vecinos se reunieron 81

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y decidieron sobre su suerte. Luego ese vecino sacó un representante y se llevó un grupo articulador de cuadra; luego ese núcleo articulador decidió sobre los que estaba representando. Ya con un ejercicio de planeación previo, posteriormente ese núcleo saca un representante para el grupo articulador del barrio para llegar al foro. Ahí estuvo el gran acierto, que la planeación recoge todas estas visiones”, cuenta María Bernarda. Sin embargo, no basta con planear cuándo desde la concepción misma de la política administrativa, las relaciones entre la administración y la ciudadanía se manifiestan en una larga espera o corresponden a acuerdos de papel: “Hoy por hoy yo me hago la pregunta ¿Será que el Estado o las Normas se hacen para no funcionar? Vemos que hay muchos proyectos y la comunidad presenta, aunque se ha avanzado mucho, un rosario de necesidades. Pero eso llega hasta ahí. Para que se logre la intervención y se dé la respuesta adecuada pasa mucho tiempo”. De acuerdo con Roque, el primer paso para la participación ciudadana es la organización de las comunidades y la planeación conjunta. De igual manera, los problemas de la Ciudad tienen que ser considerados desde la familia y la escuela como los lugares de formación del ciudadano: “Sí, existen muchos problemas todavía, no queremos decir que ya hemos acabado los problemas. En las faldas de la popa las pandillas, es más, en las pandillas juveniles ya se encuentran vinculados niños de diez y doce años. Pero ahora tenemos una relación más cercana con esas pandillas, hemos entrado a un proceso de resocialización y hemos puesto a las familias a discutir el problema. Nos hemos dado cuenta de que el problema está en las familias y por eso se ha considerado que la escuela es el centro del desarrollo de toda comunidad. Son conceptos diferentes, se veía la escuela para mandar a los niños a estudiar y ahora estamos diciendo que las escuelas deben servir para las organizaciones cívicas, comunitarias, juveniles. Las bases se reúnan a debatir sus problemas y concertar soluciones. Es crear un espacio para la participación. Es decir, es una cuestión tan relevante, que en estos momentos me están diciendo que hay muchas organizaciones comunales, que antes las tenían los grupos tradicionales, que están trabajando. Las Juntas de Acción Comunal, que eran cuestiones politiqueras, hoy la Secretaría de Participación Ciudadana

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tienen los datos de cuanta gente nueva, sobre todo mujeres, están dirigiendo Juntas de Acción Comunal. Se está viendo que las mujeres tienen mayor participación en la construcción social de su espacio, de su barrio y de su ciudad”. María Bernarda observa que mientras la ciudadanía se mueve a pleno sol, hay una clase política cuyos techos son impermeables a la lluvia: “Nos dábamos cuenta de que aquí hay muchos líderes y una formación ciudadana. Pero hay una clase política que no está formada y no tiene discurso, y si lo tiene no lo suelta, sino que quiere mantener ese círculo de pobreza y de ignorancia, porque de allí saca”. Ella, en cambio, según Roque, es transparente como una gota de lluvia: “No tiene rabo de paja; o sea es honesta y transparente como pocos. Vive en San José de los Campanos con sus mellizos Picazo y Capri, no le sé los nombres, siempre les he dicho así”. 

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Al Pie Desde Su Niño  El ejercicio de lo público es la vida de María Bernarda y es trascendental para la vida de Cartagena. De ello depende el que los niños crezcan en condiciones favorables, en condiciones dignas de su ser: “Un niño que ha tenido bajo peso, que está por debajo de su talla, según el parámetro normal, es un niño que va a tener deficiencias educativas para toda su vida. Yo siempre le he dicho, incluso se lo propuse a Conmfamiliar, deben tener una unidad que detecte los problemas que tienen los niños y sobre eso poner a funcionar un grupo especializado con los padres. Y esa es una tarea que se debe hacer con educación, porque el docente va a lo que desde su conocimiento le corresponde hacer, él no tiene la otra herramienta, que si la debe tener un grupo interdisciplinario, que evalúe y mire, para atender realmente el problema”. Al niño cartagenero hay que atenderlo, servirle para poder verle distinto a aquel que en un verso inscribió Pablo Neruda en “Al pie desde su niño”: “El pie del niño aun no sabe que es pie, y quiere ser mariposa o manzana  Pero luego los vidrios y las piedras, las calles, las escaleras, y los caminos de la tierra dura van enseñando al pie que no puede volar, que no puede ser fruto redondo en una rama. El pie del niño entonces fue derrotado, cayó en la batalla, fue prisionero, condenado a vivir en un zapato” El problema no es única y exclusivamente de hambre, es todo un conjunto de situaciones complejas que se están empezando a comprender, María Bernarda lo entiende así cuando plantea: “Lucha contra el hambre se hacía desde los colegios y desde unos comedores comunitarios, más que todo se trabajaba la ración alimentaria servida. No, acá no, acá es un conjunto de programas que se articulan entre sí para ejecutarlos en el territorio. A la misma familia que se le hace la identificación, se le mide cómo está su 84

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vivienda, se le mide cómo está su ingreso, se le mide cómo esta su salud, su educación; cómo está la familia, sí hay crisis, si hay patología, sí tiene problemas con la justicia, sí conoce a dónde acudir, y se le aplican nueve programas. Esos nueve programas tienen que dar como resultado una movilidad social. La gente tiene que subir un peldaño y no solamente trabajamos con el concepto de familia sino con el de individuo, porque en la familia hacemos una política diferencial: una cosa es atender niños, otra cosa es atender mujeres, otra cosa es el adulto o el hombre. Para nosotros no funciona únicamente la familia para definir los programas sino el hogar. Porque en ese hogar encontramos que hay más de dos o tres familias y es posible que exista un amigo que ha llegado, que no hace parte de la familia sanguínea, pero hay unos lazos de hecho, o unos lazos afectivos que lo unen. Trabajamos con el individuo y la familia en el hogar y el territorio. Claro, yo no puedo hacer intervención aquí a esta familia, luego aquí; yo tengo que hacer una política que cubra el territorio. Se levanta una línea base de la condición de la familia. Lo importante aquí no es la línea base, tenemos la línea base, sabemos en qué condiciones están, dónde están y en qué territorio, sino, cómo lo abordamos, qué vamos a hacer con ellos y cómo es un espacio articulador, cómo le ponemos metodología e intereses para llegar con el mismo enfoque. Estamos en ese proceso de construcción”.  En ciudades de otros países como Brasil y Venezuela las condiciones de vida social han dado lugar a situaciones insostenibles para la convivencia humana, situaciones que conllevan a la degradación de la existencia, a la violencia, el resquebrajamiento de los valores. El Plan de Emergencia Social Pedro Romero tiene el firme compromiso de Liberar La Heroica de una pesadilla social. “Y entonces a la tierra bajó y ni supo nada, porque allí todo y todo estaba oscuro, no supo que había dejado de ser pie, si lo enterraban para que volara o para que pudiera ser manzana”  Cartagena es una ciudad de ensueño y de sueños, una ciudad deslumbrante desde el cielo, una ciudad inmersa en un enorme mar, en la inmensidad de sus gentes, de niñas y niños que con apenas cuatro o cinco añitos 85

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ingresan sus cuerpecitos negros en interiores de colores vivos, al interior del mar. En ese interior toman la arena, se la tiran y luego la llevan a sus cabecitas, con ella se ungen, reciben la arena sagrada, la arena a veces caliente a veces húmeda en la cual hunden sus pies desnudos. Entre ellos, una niña erguida como una palma, con una cabellera espesa y dispersa por la brisa del mar, espera ser formada en la ciudad del futuro. En los sueños de Roque entrevemos las imágenes de dicho lugar: “Si, esa propuesta se ha venido trabajando en la ciudad de Cartagena. Incluso, hoy se tienen unos indicadores desde el programa Cartagena Cómo Vamos. Nos podremos dar cuenta más adelante, creo que a la generación que siga después de nosotros les va a tocar más fácil, “-más sabrosa la cosa-” con estas herramientas que nosotros no las teníamos, recuerda que empezamos antes del 91. A partir de la Constitución de 1991 hemos hecho algunas cosas y con las herramientas que ofrece, Cartagena cómo Vamos, se nos da la oportunidad de medir, evaluar y de planear la ciudad. Es un momento para soñar la ciudad que queremos; antes soñábamos pero no teníamos los medios para alcanzar ese sueño, saber si se estaba convirtiendo en realidad o no”. 

 

“Barquito de papel en qué extraño arenal han parado tu sonrisa y mi pasado vestidos de colegial Cuando el canal era un rio cuando el estanque era el mar y navegar era jugar con el viento, era una sonrisa a tiempo”. Joan Manuel Serrat.

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Fotografia: Aura Oliveros Acosta

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CONCLUSIONES Al escribir tres historias de vida de tres servidores públicos en Cartagena de Indias, nos encontramos con algunas imágenes de sus vidas y de la ciudad.  Cartagena es de gentes que saben y les gusta hablar, con cualquiera, en cualquier momento, donde sea. Al escucharlos, sus ojos, oídos, recuerdos, pensamientos y sentimientos tuvieron el rumor a veces suave a veces fuerte del mar. El oleaje de sus historias nos permitió auscultar situaciones y anécdotas de un paisaje en ciertas noches esplendoroso por las puestas del sol y en otras oscuro como una tormenta o incluso como pequeñas lloviznitas que pueden ser un alivio para techos seguros o catástrofes para lechos vulnerables y vulnerados.  Cartagena es una sociedad hecha de comunidades, con un solo mar y vientos y brisas que traen consigo el temperamento de sus gentes, algunos inmersos en sus intereses individuales, otros comprometidos con los bienes colectivos. Una ciudad atrayente por el calor y el color de sus gentes y a quienes podemos diferenciar según el lugar que ocupen en la administración. Hay quienes desde la administración pública se despreocupan y abusan de la ciudadanía y los bienes sociales y hay quienes lo entregan todo por sus conciudadanos. En la administración pública se requiere de una política que respete el lugar del servidor, sus dones, sus bienes sociales, sus saberes. La política se puede hacer bien desde una oficina ordenada y organizada desde un saber técnico o desde la calle, saliendo a cultivar a los niños, a cultivarlos con los ya cultivados, con los cultos. Igualmente la política se puede hacer desde un servicio social de entrega continua, sin pausas ni detenimientos, sin actitudes azarosas: con planeación que contemple organización y participación ciudadana.  89

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El capital político en Cartagena esta en sus gentes, en la capacidad que tienen para congregarse frente a problemas comunes, situaciones difíciles, vulneración de derechos, dolores humanos, fiestas, jolgorios, velorios. La política en la Heroica requiere de conceptos claros respecto a lo cultural, a lo administrativo y sobre todo a la emergencia social, al sinnúmero de personas en busca de oportunidades y no de regalos inútiles. Se requieren hogares con techos y lechos en los cuales ver crecer a los niños satisfaciendo sus necesidades básicas y encontrando las oportunidades que hacen grande a la ciudad.  Las historias elaboradas muestran la capacidad de los tres servidores estudiados para unirse y enseñarle a otros, para hacer escuela, para formar ciudadanos, para construir la ciudad. El paisaje natural que se huele y ve en los relatos muestra la danza de los cuerpos a veces tortuoso por el hambre y otras alegre por el bando. A veces son cuerpos de niñas y niños que bajo las inclemencias de la lluvia ven con lágrimas cómo todo se deshace a sus pies y otras veces esos mismos seres encuentran espacios de alimento para mitigar el hambre o para nutrir su espíritu. A veces en la oscuridad de la noche o incluso a plena luz del día, cuerpos siniestros que desvalijan los bienes de la administración o bienes de la comunidad y otras veces bajo la luz de la luna, el sol, las estrellas o hasta de la lluvia más inclemente, otros cuerpos tejen aquí bibliotecas, allí archivos, allá soluciones integrales. Y hay cómplices para unos y otros; aquellos para hacer de la administración una torta burocrática o un palacio de la inquisición y estos, arriba de las escaleras unos, para custodiar los bienes públicos, otros en la red de bibliotecas para crear espacios sin distinciones para la cultura y otros en el PES para deshacer las distancias entre los procesos comunitarios y las decisiones de gobierno.  Resulta sorprendente cómo en tres personas diferentes pueden reunirse tantas cualidades similares. Cada una de ellas y él es irrepetible, son únicos. No son los únicos pues siempre han trabajado en equipo, siempre han comprendido que la suma de esfuerzos es fundamental para saber hacer las cosas, para responder por la cosa pública. La cosa pública es de todos sólo cuando encontramos servidores como aquellos a quienes hemos hecho visibles. Servidores que han sufrido y gozado sus orígenes, seres de carne y hueso que han sabido que más que el hambre es la 90

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indiferencia, la falta de oportunidades y una clase de gentes politizada la que desprecia y menosprecia el valor de los ciudadanos, de su interés y capacidad para construir ciudad. Hay de gentes gentes, gentes que ven en otros a los nadies, gentes que viven a expensas de quienes viven en los techos de cartón y hay otros que velan y se desvelan por el ciudadano: María Bernarda por el ciudadano como sujeto de derechos, Margarita por el servicio que se merece cualquier ciudadano frente a los actos administrativos y Orlando por la formación de ciudadanía usando la cultura como herramienta social. Cada servidor en sus relatos lleva la marca de una ciudad que los ha visto crecer, que los reconoce como suyos, como ciudadanos que merecen un lugar en la Historia de La Heroica. Ellos con su entrega la aman, la sienten, les duele, les apasiona. Por eso para ellos va el aprecio de los cartageneros que los sentimos como los imprescindibles. “Hay hombres que luchan un día y son buenos Hay otros que luchan un año Y son mejores Hay quienes luchan muchos años Y son muy buenos Pero hay los que luchan toda la vida Esos son los imprescindibles” Bertold Brecht

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RECOMENDACIONES El texto elaborado tiene en su textura una invitación que se debe convertir en punto de referencia para el servidor publico en Cartagena de Indias. Otros estudios con el mismo sentido son indispensables para producir conocimiento en la administración pública. A manera de sugerencia, algo parecido se puede hacer con servidores del sector salud y educación, entre otros, de tal manera que se den a conocer situaciones concretas en dichos ámbitos. Para la Escuela de Gobierno y Liderazgo se recomienda hacer estudios de barrio para identificar el liderazgo en niños y/o jóvenes. Esto permitiría conocer de cerca una parte del capital humano que es fundamental para los retos del presente y futuro de la ciudad. El presente trabajo es el punto de partida para adelantar otros en los cuales las perspectivas pueden ser otras. Entre ellas puede hacerse una investigación que privilegie la voz de los usuarios para elaborar el concepto de servidor público. Han existido y existen servidores públicos que pertenecen a la vida intelectual de la ciudad. Tales historias son fundamentales para promover relaciones imprescindibles entre política y academia. Nos regocija ofrecer en el texto palabras vivas de Jorge García Usta, que viviendo, que diciendo va.

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LOS INVESTIGADORES Antonio José Osorio Restrepo Licenciado en Bilogía y Química, Universidad del Quindío Magister en Educación, Universidad del Valle Investigador de la Universidad de San Buenaventura Docente de la Escuela Normal Superior de Cartagena de Indias Rigoberto Carmona Orozco Licenciado en Pedagogía Reeducativa, Universidad Luis Amigo Especialista en desarrollo para el aprendizaje autónomo, UNAD Especialista en pedagogía del lenguaje, universidad de pamplona Investigador de la Universidad de San Buenaventura Docente de la Escuela Normal Superior de Cartagena de Indias Gledys Montes Rivera Licenciada en Ciencias Sociales, Universidad del Atlántico Especialista en Docencia Universitaria, Universidad Santo Tomas de Aquino Especialista en Técnicas y Métodos de Investigación Social, Universidad de Cartagena III Semestre de Maestría en Educación Superior, Universidad Santiago de Cali Investigador de la Universidad de San Buenaventura Docente de la Escuela Normal Superior de Cartagena de Indias

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