INTRODUCCIÓN A LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO

INTRODUCCIÓN A LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO José Brotóns Menargues Docente del Master de Práctica Clínica de la AEPCCC 1 Tanto este mater

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INTRODUCCIÓN A LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO

José Brotóns Menargues Docente del Master de Práctica Clínica de la AEPCCC

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Tanto este material como el curso no pretenden ser únicos ni exclusivos. Mi principal objetivo es que os sirvan para entender la Terapia de Aceptación y Compromiso y, sobre todo, lograr que os despierte interés. El interés necesario para que busquéis libros y otros materiales que os ayuden a profundizar en el tema. Es una terapia que puede enriqueceros, tanto profesional como personalmente, su flexibilidad la hace compatible con otros procedimientos y, aún siendo una terapia conductual, notareis ciertas afinidades con aproximaciones humanistas. Estar abiertos os ayudará a comenzar vuestra profesión con mejor pie.

LA BASE FILOSÓFICA DE ACT “Después de varios miles de años, hemos avanzado tanto que por las noches cerramos a cal y canto puertas y ventanas, mientras los “nativos”, menos avanzados, duermen en sus chozas totalmente abiertas”.

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A veces, la propia experiencia; otras veces, algo que leemos, nos da a entender que el progreso material de nuestra sociedad, que tanta “comodidad” nos ha traído, no ha ido aparejado a un incremento del bienestar psicológico. Sorprende ver la sonrisa, la risa de niños que viven en barrios marginales de otros países menos avanzados, la paz y serenidad de personas que únicamente disponen de lo esencial. Esta sociedad, a pesar de todos sus intentos, no nos garantiza la felicidad. Nos venden continuamente la felicidad, nos la “regalan” con un coche, con una casa en tal barrio o urbanización, nos potencian el deseo de éxito, poder, posesiones…, y éstos se convierten en nuestros objetivos y, por supuesto, esperamos que al obtenerlos nos llegue la felicidad. No siempre llega, lo que nos recuerda que debe haber algo más. El Señor Vishnú estaba tan harto de las continuas peticiones de su devoto que un día se apareció a él y le dijo: “He decidido concederte las tres cosas que desees pedirme. Después no volveré a concederte nada más”. Lleno de gozo, el devoto hizo su primera petición sin pensárselo dos veces. Pidió que muriera su mujer para poder casarse con una mejor. Y su petición fue inmediatamente atendida. Pero cuando sus amigos y parientes se reunieron para el funeral y comenzaron a recordar las buenas cualidades de su difunta esposa, el devoto cayó en la cuenta de que había sido un tanto precipitado. Ahora reconocía que había sido absolutamente ciego a las virtudes de su mujer. ¿Acaso era fácil encontrar otra mujer tan buena como ella?. De manera que pidió al señor que la volviera a la vida. Con lo cual sólo le quedaba una petición que hacer. Y estaba decidido a no cometer un nuevo error, porque esta vez no tendría posibilidad de enmendarlo. Y se puso a pedir consejo a los demás. Algunos de sus amigos le aconsejaron que pidiese la inmortalidad. Pero ¿de qué servía la inmortalidad, le dijeron otros, si no tenía salud? ¿Y de qué servía la salud si no tenía dinero? ¿Y de qué servía el dinero si no tenía amigos? Pasaban los años y no podía determinar qué era lo que debía pedir: ¿vida, salud, riquezas, poder, amor…? Al fin suplicó al señor: “Por favor, aconséjame lo que debo pedir”. El señor se rió al ver los apuros del pobre hombre y le dijo: “Pide ser capaz de contentarte con todo lo que la vida te ofrezca, sea lo que sea”. (Anthony de Mello)

Es curioso como cambia el significado de la palabra “resignación” de nuestro contexto a otro, como p. ej. el de India. Aquí nadie quiere “resignarse”, no sólo eso, sino que nos hemos ido al otro extremo del continuo, el de la “no tolerancia” de prácticamente nada. El progreso, y sobre todo, el control del medio que ha ejercido la tecnología en nuestros países nos ha facilitado mucho la vida. Nadie está dispuesto a sufrir lo más mínimo, es comprensible, por eso llevamos aire acondicionado en el coche, tenemos calefacción en casa y llevamos las pastillas en el bolso. ¿Por qué sufrir?. Este control que hemos ejercido en el ambiente para “aliviarnos” la vida y evitar el sufrimiento “innecesario” se ha generalizado a nuestro medio interno. Nosotros, como producto y, a su vez, como productores sociales hemos aprendido y seguimos transmitiendo bien la lección; para ser feliz hay que desembarazarse de todo lo negativo, eso implica ejercer el control necesario sobre el contexto externo para hacerlo lo más cómodo posible y, por supuesto, controlar lo que internamente nos perturba. Así que luchamos por no tener ningún rastro de dolor en nuestras vidas.

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Sentir tristeza o ansiedad no es normal, algo debe andar mal, esto no me deja vivir, así no puedo ser feliz. El médico, incluso el psicólogo, está de acuerdo con nosotros y por eso nos receta ese fármaco para no sentir o nos enseña esa estrategia que dice nos ayudará a controlar la emoción o sensación negativa. Parece que las emociones, o por lo menos algunas, no sólo se han etiquetado de negativas sino que se han convertido en “enfermedades” en si mismas. No obstante, al igual que la alegría viene con la persona, la tristeza, la ansiedad, la ira son emociones humanas y no “enfermedades”. Se puede pensar, llegados a este punto, que cuando esas emociones sobrepasan un determinado nivel si requieren tratamiento; pero lo que nos importa ahora es por qué han llegado a ser tan intensas o duraderas que necesitan de una terapia. En definitiva: ¿qué es lo que ha convertido ese dolor emocional en un problema emocional?. Los clientes vienen a consulta y si se les pregunta por su objetivo o, lo que es lo mismo, qué pretenden o desean conseguir con la terapia, nos contestan frases como éstas: (tomadas al pie de la letra)              

“Quiero salir, conocer gente y no agobiarme” “Quitarme los nervios y poder decir algo sin pensar: “se van a reír de mi” “No tengo que pensar en eso. Esos pensamientos no son normales” “No quiero llorar, ni sentirme triste, ni agobiarme, ni que esas ideas me vengan a la cabeza. Yo quiero estar como cuando estoy bien” “Me gustaría no tener esos pensamientos negativos” “Necesito controlar la ansiedad. Esta ansiedad no me deja vivir” “Volver a ser la de antes y poder hacer las cosas con ilusión” “No tener dudas y saber lo que tengo que hacer” “No tengo las ideas claras. Envidio tener firmeza de ideas” “Quiero cambiar de pensamientos, ser más optimista. No tengo éxito en la vida por mi pensamiento pesimista” “Quiero aprender herramientas para poder controlar mis emociones” “Necesito saber de dónde viene la tristeza para poder solucionarla. Si no sé donde está el fallo no puedo arreglarlo” “No es normal lo que me pasa, toda mi vida bien y ahora que no tengo problemas…” “Quiero sentirme bien para poder ser feliz”

Todos pretenden, cuando vienen, eliminar de sus vidas esos eventos internos que les molestan (sensaciones y pensamientos “negativos”), algunos lo declaran abiertamente otros indirectamente pero la evitación experiencial es algo generalizado y aprendido en el contexto socio-verbal. Todos tienen, en definitiva, el mismo objetivo: “tú quítame esto y yo luego haré mi vida”. Pero, ¿y si tuviera que comenzar a hacer su vida incluyendo ese dolor (pensamientos o sensaciones)?. En esas frases no sólo es llamativa la evitación de las experiencias o contenidos internos, también es curioso como esas experiencias internas se han convertido en razones que justifican su comportamiento “desadaptativo o limitante”.

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¿Y si ese cliente para salir y conocer gente tiene que contar con el “agobio”?. Cuando le preguntamos por qué no hace lo que desea (salir para conocer gente) nos dice que no lo hace porque se pone nervioso o porque piensa que se van a reír de el. ¿Y si ese otro cliente para hacer su vida tuviera que contar con esos pensamientos que dice no son normales o con la tristeza o con el agobio o con las dudas…? Hay uno que nos dice que la ansiedad no le deja vivir y por eso necesita controlarla, ¿y si tiene que comenzar a vivir incluyendo o dejando un hueco a la ansiedad? ¿Y si, a pesar de no saber donde está el fallo, tuviera que poner su atención en lo que le importa, en su vida y seguir adelante? Algunos nos dirán que ya lo hacen, que están haciendo su vida o que han dejado un hueco al dolor; pero su conducta continuamente nos está indicando que el control, la lucha y la evitación de sus eventos internos es lo que predomina. Todo ha sido una lucha por suprimir esos contenidos que no le “dejaban vivir”. Quizá llevan años o meses luchando por eliminar esas sensaciones o pensamientos, su dirección es clara: la del control. Pero luchar contra lo que existe y es real sólo provoca más sufrimiento. “Recibí de la naturaleza mi cuerpo y mis emociones, es absurdo que me censure por estar asustado, por sentirme inseguro, egoísta o vengativo. Hacerlo es como enojarme por el tamaño de mis pies. No soy responsable de mis sentimientos sino de lo que hago con ellos…” (Hugh Prather)

¿Y qué hacemos con ellos? Un cliente con un T. de pánico, p. ej., cuando le preguntamos cómo le ha ido la semana nos daremos cuenta de que su contestación dependerá de la cantidad de ansiedad (sensaciones) que haya tenido. Si no ha habido prácticamente sensaciones nos dirá que la semana ha sido muy buena y estará muy contento. Eso nos indica que sigue en la dirección del control, la que siempre ha llevado, o sea, la que aprendió. Por eso, antes de venir a terapia se pasó tanto tiempo intentando controlar (evitar, escapar, luchar…) sus sensaciones. ¿Lo consiguió? No. Lo que nos recuerda que el problema no es tener sensaciones si no tenerles miedo, intentar controlarlas. La manera más segura de tenerlas es no quererlas y actuar en consecuencia. También sabemos como un pensamiento intrusivo, p. ej., hacerle daño a alguien, sólo se convierte en una obsesión cuando nos lo tomamos en serio, nos asustamos e intentamos suprimirlo. O como el recuerdo de un hecho traumático al ser evitado puede convertirse en un problema más serio. En éstos y en otros casos que iremos viendo comprobaremos que el fallo no está en las sensaciones o pensamientos sino en lo que hacemos con ellos. Quizá el problema sea la solución que hemos puesto en marcha. En conclusión y como dice la tan, conocida, plegaria de la serenidad, hemos de cambiar lo que se puede cambiar y aceptar lo que no se puede cambiar. A lo mejor es adecuado controlar o manejar el medio, el ambiente, lo externo para conseguir lo que deseamos. Gracias a ese control voluntario, a veces, conseguimos muchas cosas en la vida: unos estudios, mantener nuestro trabajo, ponernos a dieta, hacer ejercicio físico a diario…todo esto son cosas que, en gran medida, dependen de nuestro esfuerzo. El 5

control funciona en muchas áreas de nuestra vida y da sus frutos, pero, a veces, se generaliza en exceso pretendiendo cambiar lo que, por lo menos directamente, no se puede.

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EL TRASTORNO DE EVITACIÓN EXPERIENCIAL

Hemos visto que la evitación de las experiencias internas, a las que les hemos puesto la etiqueta de “negativas”, es un fenómeno generalizado en nuestra sociedad: evitación experiencial. Bastaría con ser conscientes de nuestros pensamientos negativos y de nuestras sensaciones para darnos cuenta de este hecho. Cuando ellos se “activan”, sin darnos cuenta, nos veremos movilizando todas nuestras armas para acabar con ellos. Con estos recursos, sean cognitivos o conductuales, sólo pretendemos eliminar el “dolor”. Pero la ACT, además, propone una alternativa psicopatológica, el trastorno de evitación experiencial. Este se produce cuando la evitación experiencial llega a cronificarse y a generalizarse haciendo que la vida de una persona quede muy limitada. El TEE se da en muchos T. psicológicos que aparecen en los sistemas de clasificación y en todos ellos podemos ver la lucha de la persona por eliminar esos pensamientos, sensaciones o emociones que vivencian como barreras para llevar la vida que desean. En muchos problemas de ansiedad (ansiedad generalizada, pánico y agorafobia, obsesiones, estrés postraumático, hipocondría…), en depresiones, en algunos T. de personalidad, de alimentación, en algunas adicciones podemos observar el TEE; incluso en otros problemas no sindrómicos cómo el dolor crónico, el estrés laboral, ciertos problemas de pareja, el suicidio…y la ACT es una terapia especialmente indicada para esas personas que manifiestan el TEE. Ejemplo: Eva nos contaba, cuando vino a consulta, que hacía un año que comenzaron sus mareos. Los mareos que se producían cada dos o tres días, quizá por una lesión de cuello, a los cinco meses iban siendo a diario. Esos mareos se acompañaban de otras sensaciones desagradables: visión borrosa, ligero dolor de cabeza…y todo esto, cada vez, le ponía más nerviosa. Un día, en el trabajo, lo notó especialmente fuerte y se asustó. Pensó que se iba a desmayar, perder la conciencia y caer, y eso suponía, a su vez, hacer el “ridículo”. Se fue a urgencias, trabajaba en la cocina del hospital y, posteriormente, pidió la baja en el trabajo. En adelante el mareo y las sensaciones que le acompañaban se hicieron más presentes. Ahora les tenía pánico, lo que hacía que éstas fueran más y más fuertes. Su miedo , como suele suceder, se fue generalizando a otras situaciones, ya que, las sensaciones, ahora, las podía tener en cualquier lado. Sus pensamientos anticipatorios, como es lógico, también fueron en aumento y comenzó a evitar, además del trabajo, el ir por la calle sola, alejarse de casa, los centros comerciales, cines, bares y restaurantes, medios de transporte, gimnasio…En ningún sitio se sentía segura, ni siquiera en su casa. Podemos imaginarnos las consecuencias de todo esto en su vida de pareja, en las relaciones sociales, en su ocio, en el terreno laboral, incluso en el familiar, ya que, antes, salía de compras con su madre…

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Vemos, pues, como la evitación de las experiencias internas puede llevar a limitar la vida de una persona hasta extremos “sorprendentes”. Pensar, por un momento, en la distancia que existe entre lo que esta chica desearía en su vida y lo que, realmente, tiene. Ser consciente de esa distancia supone mucho más dolor que el que ha pretendido evitar. Este mayor sufrimiento surge de la evitación experiencial. Ella piensa que ha hecho todo lo que ha podido para resolver su problema (las sensaciones), pero, sea lo que sea, lo que ha hecho, todo lo hizo con la pretensión de controlar esos eventos internos que le hacían sentirse mal. Cuando viene a consulta su objetivo es claro: eliminar esas sensaciones para poder seguir haciendo su vida. Para ella son esas sensaciones y pensamientos negativos los responsables (la razón, la causa, la barrera) de su estrecha vida. Por eso nos insiste en que le ayudemos a eliminar su dolor y, sólo así, podrá volver a “vivir”. Pero, ¿cuánto tiempo lleva ella intentando evitar y controlar esas sensaciones?; ¿ha conseguido algo en todo este tiempo?. No; pero quizá espere que nosotros le demos, le enseñemos algo que ella no conoce para controlar su dolor. No hay nada para controlar ese dolor, de hecho el problema es: intentar controlar. Cambiar su dirección, su camino, no siempre es fácil; pero su motivación, sus ganas de salir de esa situación nos pueden ayudar a que comprenda su error aunque, quizá, ese proceso también sea doloroso.

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ALGUNAS DIFERENCIAS PRÁCTICAS DE ACT CON OTROS MODELOS DE INTERVENCIÓN CONDUCTUALES MÁS TRADICIONALES:

En primer lugar, como hemos visto, ACT acepta el sufrimiento como parte de la vida y del individuo. Aunque pueda parecer algo lógico y simple si examinamos otros modelos cognitivo- conductuales, quizá derivados del modelo médico, nos daremos cuenta de que la función de estos últimos es desterrar el dolor de la vida, como si de algo antinatural se tratara. En ACT lo importante no son los síntomas si no lo que el cliente hace con ellos. Por eso no se emplea ninguna técnica para cambiar directamente lo “negativo”. El terapeuta intentará en todo momento que la persona haga un hueco a esos contenidos mientras se dirige hacia lo que realmente valora en su vida. Esto se hará independientemente de si se va, o no se va, el dolor. El cliente intentando evitar el dolor ha dejado de hacer aquello que era importante para él. El compromiso será actuar en la dirección valiosa ,a pesar, del malestar. Esto que acabamos de decir nos hará comprender ciertas diferencias en los instrumentos de evaluación. Los instrumentos empleados tradicionalmente preguntan por síntomas (pensamientos negativos, sensaciones…), estos instrumentos sólo hacen ahondar más en la dirección del control. Es comprensible, después de rellenar un cuestionario de este tipo tendremos todavía más claro que todo eso es lo que nos sobra y nuestras razones para seguir luchando o controlando serán todavía más firmes. En esta terapia necesitamos sentir, escuchar la experiencia del cliente para poder comprenderla. Eso nos hace romper con la etiqueta de “profesional” y ponernos a la altura de nuestro cliente. Intentaremos no caer en el papel de profesor o educador y estar muy atento a lo que sucede en cada momento para poder emplear la técnica adecuada en el momento que corresponda. En ACT no podemos contar con una perfecta programación de la próxima sesión; cogeremos lo que, en cada momento, traiga el cliente. Pretendemos que el cliente afronte esos contenidos dolorosos. Por tanto, nosotros, aprenderemos a coger todo lo que el cliente traiga, por doloroso que sea. De hecho, nos creceremos con el dolor por que es lo que necesitamos en ese momento. Esto nos lleva a comprender que ACT no se puede aplicar como “manual universal”. El cliente ha de contactar con su propia experiencia y ésta es particular. Por eso algunos clientes necesitarán más trabajo de valores, con otros trabajaremos más el distanciamiento de sus contenidos, etc. La flexibilidad es una característica fundamental. ACT es una terapia experiencial, lleva a contactar con sus sensaciones, emociones y pensamientos a cada persona, a cada cliente. Es importante que el psicólogo que trabaja con esta terapia haga lo mismo con sus propias experiencias sólo así podrá entender lo que está trabajando y, por tanto, comprender la experiencia de su cliente. Hay que tener en cuenta que cuando nos referimos a contactar con las experiencias internas no nos 9

referimos a los característicos análisis lingüísticos y de pensamiento, muy al contrario, eso es una de las cosas que “critica” la ACT. Las experiencias hay que vivirlas, sentirlas, escucharlas…no tratamos de reflexionar sobre ellas, de analizarlas, de aprender algo a través del lenguaje o pensamiento. En la medida que pretendemos capturarlas por medio de palabras nos vamos alejando de ellas. Para ACT la causa principal del sufrimiento es la intromisión del lenguaje en áreas en las que no es útil. La conducta verbal, seguida literalmente, nos puede alejar de la realidad y, además, el poder del lenguaje para hacernos vivir un pasado (recuerdos) o un futuro que aún no ha llegado es evidente y no tiene por qué ser siempre una experiencia positiva.

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LOS VALORES DE LA TERAPIA:

1- Las personas, todas, de alguna manera, desean una vida más llena y completa.

2- Sean cuales sean las circunstancias es posible vivir una vida orientada en la dirección de los valores personales.

3- Los obstáculos que se interponen en nuestro camino para hacer esa vida que deseamos son fundamentalmente impuestos por el contexto socioverbal.

4- Dicho contexto socioverbal puede alterarse para aumentar la capacidad de la persona de vivir en una dirección valiosa.

5- Nos comprometemos a ayudar al cliente, a acercarlo hacia sus valores.

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PROCESOS DE CAMBIO EN ACT (Strosahl, Hayes, Wilson y Gifford, 2004)

1- Procesos de aceptación y mindfulness:

 Aceptación de los contenidos internos desagradables como una experiencia más en nuestra vida.  Distanciamiento, con respecto, a los eventos internos desagradables.  Yo como contexto: Distinguir entre el yo tal y como lo considera el cliente y un sentido del si mismo independiente de los roles, pensamientos, sentimientos, estados corporales…

2- Procesos de compromiso y cambio de comportamiento:

 Contacto con el momento presente  Valores: Identificación de las direcciones valiosas que dirigirán la terapia. Sólo dirigiéndonos hacia lo que nos importa tendrá sentido la aceptación de los contenidos desagradables.  Acción comprometida: El compromiso de ir (actuar) en la dirección valiosa.

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PROCESO DE EVALUACIÓN:

 ENTREVISTA

 AUTORREGISTROS

 CUESTIONARIOS SOBRE VALORES

 OTROS CUESTIONARIOS PARA EVALUAR, POR EJEMPLO, LAS CREENCIAS ANTE EL DOLOR PSICOLÓGICO O LA CREDIBILIDAD ENTRE RAZONES Y ACCIONES, ETC.

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LA DESESPERANZA CREATIVA:

Hacer ver al cliente que lo que importa no es tanto el problema como lo errado de su dirección: es algo esencial en la terapia. Para él su problema han sido y siguen siendo esos eventos internos que ha pretendido controlar durante tanto tiempo sin éxito. Cuando llega a consulta continúa con su dirección pidiéndonos, que le ayudemos a conseguir eso que él no ha podido, o sea, controlar, eliminar sus sensaciones o pensamientos negativos. Para nosotros el problema es diferente, el problema es lo que ha estado haciendo durante todo ese tiempo para eliminar ese dolor interno. Es fundamental hacerle sentir esa desesperanza, hacerle ver que todo lo que ha hecho, quizá, durante años, estaba de antemano destinado al fracaso. Ejemplo: Manuel tiene 37 años está casado y tiene dos hijos, uno recién nacido. Nos dice que siempre ha sido una persona nerviosa y que tiene un problema de ansiedad desde los 13 años, un problema que le diagnosticaron como “fobia u obsesión por el ruido”. A esa edad sus padres discutían mucho por las noches y el recuerda no poder dormir, quería, necesitaba silencio. También en esa época comenzó a sentir ansiedad ante ruidos como los producidos al masticar por un hermano, los ronquidos de su padre… Hace 7 años se casó, fue una temporada de elevado estrés, los preparativos de la boda, sus problemas con un hermano, el futuro viaje en avión…Fue ahí cuando tuvo sus primeros ataques de pánico y reconoce que a partir de ese momento su “fobia a los ruidos” se incrementó. Durante estos 7 años ha visitado médicos (alprazolán), un psicólogo, un psicoanalista, un grafólogo, y por último, un psiquiatra (adofén y fluoxetina) y ha leído numerosos libros de autoayuda. Con los ataques de pánico aprendió a temer enormemente a las sensaciones (miedo al miedo), con lo que, los estímulos (ruidos) que antes le producían una ansiedad más o menos llevadera ahora le llevaban al pánico. Su “fobia a los ruidos” dejó paso a un T. de pánico. Cuando llega a consulta ha dejado toda la medicación, es un poco hipocondríaco y no tolera los efectos secundarios. Durante una sesión: Aprovechamos que está nervioso y se le ve desesperado.

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T: Me gustaría que me contaras, un poco, la historia de tu lucha con la ansiedad. Me decías antes que estás cansado de pelear con ella ¿no?. C: Si, llevo 7 años haciendo de todo y estoy harto. T: Vamos al principio de la batalla, hace 7 años, cuando comenzaron los primeros ataques de pánico. Lo primero fue ir al médico. Cuéntame qué te llevo ahí y lo que obtuviste. C: Yo estaba acostumbrado al nerviosismo que me producían los ruidos pero nunca había tenido una ansiedad tan alta, no sabía lo que me pasaba. El médico me dijo que tenía un problema de ansiedad y me recetó Alprazolán. T: ¿Qué tal te fue? C: Me alivió un poco la ansiedad pero el miedo a los ruidos siguió estando. Además, no quiero depender de una medicación. T: Luego fuiste a una psicóloga… C: Me enseñó unas técnicas para distraerme de los ruidos poniendo la atención en otras cosas o imaginándome, p. ej., a la gente desnuda o…Al principio parecía que funcionaba pero luego fue peor, ya no podía concentrarme en otras cosas, no lo conseguía… T: También fuiste a un psicoanalista… C: Si, hablábamos de mi pasado. El fue el que me dijo que mi problema seguramente venía de cuando oía discutir por las noches a mis padres y …pero el problema seguía igual. T: Después fue un grafólogo, muchos libros de autoayuda… C: Si quería encontrar algo que me ayudara a solucionar mi problema de ansiedad. T: No lo conseguiste y, por último, fuiste a un psiquiatra, ¿no?. C: Hace unas semanas, y me dio esos antidepresivos y ansiolíticos; pero, me ponían peor porque me sentía mal y tenía miedo de seguir tomándolos. T: Voy a resumir esto para ver si lo he entendido bien: primero fuiste al médico que te dijo que tenías un problema de ansiedad y te dio pastillas para no sentir la ansiedad, luego a un psicólogo que te enseñaba a distraerte de los ruidos para no tener ansiedad, con el psicoanalista buscasteis la causa del problema para eliminarlo, y como no dio resultado nada de esto, visitaste al grafólogo y leíste varios libros de autoayuda con el objeto de encontrar algo para …¿ves algo común en todos estos intentos, en todas estas visitas?. C: No se… T: ¿Cuál es tu objetivo al venir aquí? ¿Cuál es tu intención? ¿Qué esperas de la terapia? C: Que me enseñes algunas técnicas o estrategias para solucionar esto. T: ¿Para solucionar qué? C: Mi ansiedad, estoy harto ya y quisiera quitármela de encima o por lo menos aprender a controlarla. T: Vamos a quedarnos con eso: “quitármela de encima”, “aprender a controlarla”. ¿No ha sido esa tu intención a lo largo de todos estos años?,¿ no es ese el objetivo que has llevado a todas las consultas de los distintos profesionales, incluso lo que has intentado hacer por tus propios medios: eliminar la ansiedad?. C: Si. Yo creo que es normal ¿no?

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T: Tan normal que no sólo tú, sino los profesionales a los que has ido compartían ese mismo objetivo: controlar o eliminar la ansiedad. Unos lo hacían dándote medicinas para no sentirla, otros buscando las causas, otros enseñándote técnicas para controlar o evitar la ansiedad… ¿resultados? C: Sigo estando igual o peor, ya que cada vez estoy más desesperado y no encuentro solución. De hecho me ha costado venir aquí porque, a veces, siento que no hay nada que hacer. En otras ocasiones me queda algo de esperanza y confío en que alguien me pueda ayudar y sepa como hacerlo. T: Me pongo en tu lugar y, sinceramente, pienso que debes haber sufrido mucho. Son muchos años luchando contra esas sensaciones y esos pensamientos negativos. ¿has tenido alguna vez la sensación de pelear, pelear y cuanto más peleas peor te sientes? ¿has sentido alguna vez que tu esfuerzo por controlar el problema no daba su fruto? ¿y si la ansiedad no se pudiera controlar? ¿Y si todo lo que has hecho durante estos años hubiera estado condenado al fracaso de antemano? ¿Y si la ansiedad no es el problema sino lo que has estado haciendo con ella: intentar controlarla? C: Me estás rompiendo los esquemas…

Eso es lo que queremos: “romperle los esquemas”. Hacerle ver, hacerle sentir que su comportamiento, su lucha no ha servido para nada. La dirección que ha llevado con respecto a sus contenidos internos ha sido el problema. Que quede claro que no es él quien no tiene futuro sino las conductas de control. T: Le cuenta la metáfora del polígrafo (Hayes et al., 1999). Usamos, en este caso, sólo la parte de sensaciones y pensamientos. Es lo que nos interesa en estos momentos. T: (Haciendo referencia a la metáfora anterior) Sentirse amenazado, acorralado e intentar evitar aquello que crees que te puede destruir. ¿No es eso lo que has estado haciendo tú durante todo ese tiempo? ¿te resulta familiar esa lucha?. C: Entonces, ¿qué puedo hacer? (se le ve nervioso).

Hay clientes que están muy “enganchados” a sus comportamientos de control o que tienen miedo a dejar ese camino. A veces tenemos que recurrir a la desesperanza en más de una ocasión, a veces tenemos que insistir en lo errado de su viejo camino. La desesperanza es una experiencia que puede producir dolor pero, a veces, necesitamos sentir que el camino que andábamos acaba aquí, en medio de la nada y sin habernos acercado lo más mínimo a donde deseábamos. Sólo así tendremos el impulso necesario para cambiar a otro camino. Tras la desesperanza viene la parte “creativa”: la otra dirección; pero no conviene correr, podemos aprovechar el dolor que ahora mismo siente para hacerle más consciente de su evitación, de su lucha. C: Entonces, ¿qué puedo hacer? (nervioso y algo desesperado). ¿no puedo hacer nada? ¿toda la vida tengo que estar así?. No puedo seguir así… T: ¿cómo te sientes ahora mismo?. Por favor dime que sientes. C: Ansiedad. El dolor en el pecho de siempre, nerviosismo… T: Permítete sentir esas sensaciones y dime lo que te viene a la cabeza mientras las sientes. C: Que no puedo más, no quiero seguir así, no quiero seguir pasándolo mal… T: ¿Te es familiar todo eso?. Es lo de siempre, ¿no?. Es la lucha de siempre, la lucha contra ese dolor, la lucha que no te ha funcionado nunca…y sin embargo sigues luchando. ¿y si la mejor manera de tener ansiedad es no queriéndola?.

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No le hacemos que sienta dolor por nada, tendrá que ir aprendiendo a hacerle un hueco a ese dolor y, además, le servirá para hacerle más consciente de lo que interesa en el momento. Sigue luchando, si; pero si lo hace es por que no sabe hacer otra cosa. Una vez alcanzado el propósito, hacerle sentir lo desesperanzado de su lucha, vamos a la parte “creativa”: el otro camino. T: Escucha este cuento atentamente: Una noche mientras se hallaba en oración, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar de una rana. Pero, al ver que todos sus esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles, se asomó a la ventana y gritó: “¡Silencio! ¡Estoy rezando!” Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida de inmediato: todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorecer su oración. Pero otro sonido vino entonces a perturbar a Bruno: una voz interior que decía: “Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de tus salmos…” “¿Qué puede haber en el croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios?”, fue la displicente respuesta de Bruno. Pero la voz siguió hablando: “¿Por qué crees tú que inventó Dios el sonido?” Bruno decidió averiguar el porqué. Se asomó de nuevo a la ventana y ordenó: “¡Canta!” y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, con el acompañamiento de todas las ranas del lugar. Y cuando Bruno prestó atención al sonido, éste dejó de crisparle, porqué descubrió que, si dejaba de resistirse a él, el croar de las ranas servía, de hecho, para enriquecer el silencio de la noche. Y una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significaba orar. (Anthony de Mello). T: El hermano Bruno era un santo y lo consiguió en una noche. Probablemente a nosotros nos cueste un poco más. ¿y si esas sensaciones y pensamientos con los que has estado luchando, evitando e intentando mantener bajo control durante todos estos años fueran importantes para ti? ¿Y si los necesitaras para vivir una vida más amplia y plena?…

Le hacemos vislumbrar ese otro camino: el de la aceptación. Camino que, por supuesto, no está exento de dolor.

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LAS TÉCNICAS DE ACT

En la terapia las intervenciones del terapeuta se orientan constantemente a hacer que el cliente observe su propia experiencia. Las técnicas típicas de la ACT son:

1- Las metáforas. Las metáforas, cuentos, proverbios favorecen modos de discurso menos literales, el contacto del cliente con su experiencia y validar la sabiduría cotidiana de éste sin recurrir a razones socioculturalmente aceptables, permiten socavar la tendencia a la evitación experiencial. (Wilson y Luciano, 2002)

2- Las paradojas. Las paradojas tratan de señalar dónde la vida del cliente resulta paradójica. La mayor paradoja en la que está atrapado el cliente es la de evitar aquello que le resulta desagradable y al mismo tiempo desear hacer algo que le importa en su vida.

3- Los ejercicios experienciales. Realmente son exposiciones a esos contenidos internos que ha estado evitando largo tiempo. Aprovechamos en consulta esos momentos de dolor, el contacto directo con esas sensaciones y pensamientos permite, poco a poco, observarlos como contenidos y debilitar la tendencia a evitar.

Pero ACT no se limita a un protocolo específico de metáforas, ejercicios… Es una aproximación global en la que puede hacerse una amplia variedad de innovaciones y puede combinarse con otros procedimientos y técnicas tradicionales.

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LOS COMPONENTES DE ACT En ACT los elementos o componentes de la terapia han de estar presentes, en mayor o menor medida, en cada sesión. No hay un orden establecido de aplicación, se han de aplicar flexiblemente en función de las necesidades del momento. Eso si, aún estando presentes, habrá clientes con los que trabajemos más unos que otros.

1- Valores del cliente.

2- Exposición a los eventos privados.

3- Desactivación de funciones y distanciamiento respecto al contenido de los eventos privados.

4- Fortalecimiento.

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1- VALORES “Cuando naciste, estabas llorando y todos alrededor tuyo sonreían. Vive tu vida para que cuando mueras, tú seas el que está sonriendo y todos alrededor tuyo estén llorando” Hablamos de dolor, de eventos internos dolorosos y de su aceptación. Esto, en ACT, sólo tiene sentido mientras el cliente se acerca hacia lo que le importa en su vida. Hemos de propiciar la clarificación de los valores del cliente y esa valoración se centrará en acciones, porque, como hemos visto los esfuerzos por controlar la actividad suelen ser efectivos mientras que el control del pensamiento o de las sensaciones suele dar el fruto no deseado. Tener claro lo que importa al cliente y, por supuesto, que a él le vaya quedando claro, si no lo tenía. Podemos hacerlo de varias formas; pero no tenéis que tomarlas al pie de la letra, ya que, no son incompatibles entre si. Hemos de aprovechar en cada momento lo que “viene a cuento”, hay que ser flexibles y tener recursos para ir aplicándolos cuando hacen falta. Eso si, la evaluación de los valores ha de ser completa: dirección valiosa, metas u objetivos, acciones, barreras. A) Clarificación formal de valores: - Evaluación narrativa de valores, se puede mandar para casa. - Discusión, en consulta, sobre sus valores. Establecer una clara dirección y concretar acciones. - Estimación de valores. - Teniendo presente y claras cuáles son sus metas y las acciones que tiene que ir realizando para conseguirlas, así como para ir en su D. V. ir concretando las barreras que se interponen entre él y lo que desea. Las barreras habrán ido saliendo durante la evaluación, ya que, sus principales obstáculos para ir hacia donde desea serán esos pensamientos y sensaciones que llama “negativos” y que, de alguna manera, pretende controlar. - Establecer compromisos. Actuar en la D.V.; en muchos casos estos compromisos serán verdaderas exposiciones. El compromiso será hacer en nuestra vida lo que deseamos haciendo un hueco al dolor. Para hacerlo de esta forma nos podemos apoyar en cuestionarios, formularios y metáforas, también podremos hacer algún ejercicio experiencial o exposición en imaginación para hacer presentes las barreras o clarificar los valores. Ejemplo: METÁFORA DEL JARDÍN.

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EVALUACIÓN NARRATIVA DE VALORES (Wilson y Luciano, 2002) Las siguientes son áreas vitales que son valiosas para algunas personas. No todo el mundo tiene los mismos valores, y esta hoja de trabajo no es un test para comprobar si usted tiene los valores “correctos”. Describa sus valores como si nadie fuera a leer estas líneas jamás. Mientras trabaja, piense acerca de cada área en términos tanto de metas concretas que usted pudiera tener como también en términos de direcciones vitales de carácter más general. Así, por ejemplo, podría valorar casarse como una meta concreta y ser una buena pareja como una dirección vital valiosa. En el primer ejemplo, casarse es algo que puede completarse. El segundo ejemplo -ser una buena pareja- no tiene un final. Usted siempre podría ser mejor compañera o pareja, no importa cuánto lo sea ya. Trabaje a lo largo de cada una de las áreas vitales. Algunas de estas áreas se solapan; por ejemplo, puede tener problemas intentando mantener a la familia separada de las relaciones de pareja. No obstante, haga lo que pueda para mantenerlas separadas. Numere de forma clara cada sección, y manténgalas separadas una de otra. Puede que usted no tenga metas en ciertas áreas: puede saltarse esas áreas y discutirlas directamente con su terapeuta. Es también importante que escriba lo que valoraría si nada se interpusiera en su camino. No estamos preguntándole qué piensa que podría conseguir de una manera realista, o qué piensa usted o piensan otros que usted se merece. Queremos saber qué le importa, qué cosas quiere conseguir y por las que querría trabajar. Reflexione sobre todo esto, pensando que está en la mejor de todas las situaciones posibles. O sea, mientras rellena la hoja, figúrese que la magia existe y que cualquier cosa es posible. Piense en qué estaría haciendo la persona ideal para usted si esa magia ocurriera. Piense que mira desde lejos con un catalejo a usted mismo en un mundo mágico, qué vería hacer a esa persona, a usted mismo, en cada una de las áreas importantes en su vida. Céntrese en lo que ve que esa persona está haciendo y no en lo que esa persona está sintiendo o pensando. ¿Qué estaría haciendo, por ejemplo, en el ámbito de su trabajo, con su familia, con sus amigos, etc.? 1- Matrimonio/parejas/relaciones íntimas. En esta sección escriba una descripción del tipo de persona que a usted le gustaría ser en una relación íntima. Escriba sobre la clase de relación que le gustaría tener. Intente focalizarse en su papel en esa relación. 2- Relaciones familiares. En esta sección describa el tipo de hermano/hermana, hijo/hija, padre/madre que quiere ser. Describa las cualidades que quisiera tener en esas relaciones. Describa cómo trataría a esas personas si usted fuera su persona ideal en esas relaciones. Describa qué se vería haciendo. 3- Amistades/relaciones sociales. Escriba qué significa para usted ser un buen amigo. Si usted fuera capaz de ser el mejor amigo posible, ¿cómo se comportaría con sus amigos? Intente describir una amistad ideal. 4- Empleo. Describa que tipo de trabajo le gustaría desempeñar. Éste puede ser muy específico o muy general (recuerde, está en un mundo ideal). Escriba, también, por qué le gustaría hacer ese trabajo. A continuación, discuta qué clase de trabajador le gustaría ser con respecto a sus empleados y compañeros. ¿Cómo le gustaría a usted que fuesen sus relaciones laborales?

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5- Educación/formación. Si le gustaría seguir una educación, formal o informalmente, o seguir alguna formación especializada, escriba sobre ello. Escriba acerca de por qué esa clase de formación o de educación le atrae. 6- Diversión. Argumente el tipo de vida recreativa que le gustaría tener, incluyendo pasatiempos, deportes, actividades de ocio, etc. 7- Espiritualidad. En esta sección no nos estamos refiriendo necesariamente a una religión organizada. Lo que queremos decir con espiritualidad es lo que ésta significa para usted: puede ser tan simple como la comunión con la naturaleza, o tan formal como participar en un grupo religioso organizado. Signifique lo que signifique la espiritualidad para usted, está bien porque eso es lo que es para usted. Si ésta es un área importante de la vida, escriba acerca de cómo querría usted que fuese. Como sucede con todas las demás áreas, si ésta no es una parte importante de sus valores, pase a la siguiente sección. 8- Ciudadanía. Para algunas personas, participar en los asuntos de la comunidad es una parte importante de la vida. Por ejemplo, algunas personas sienten que es importante trabajar como voluntarios con los pobres o los ancianos, ejercer como grupo de presión ante las autoridades, participar como miembro de un grupo comprometido en conservar la naturaleza o participar en la estructura de servicio de un grupo de autoayuda, tal como Alcohólicos Anónimos o Asociación de Apoyo para Padres de Niños Autistas. Si esta clase de actividades orientadas a la comunidad son importantes para usted, escriba acerca de qué dirección le gustaría tomar en esas áreas. Escriba sobre que le atrae. 9- Bienestar físico. Incluya sus valores relacionados con mantener su bienestar físico. Escriba acerca de temas relacionados con la salud, tales como el sueño, dieta, ejercicio, fumar, etc.

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B) Evaluación de valores mediante la exposición: La exposición está muy presente durante toda la terapia, la podemos usar en diferentes ocasiones y para distintos fines. Clarificar los valores mediante la exposición se recomienda, prácticamente, en todos los casos, especialmente cuando las respuestas del cliente ante sus valores son demasiado generales o poco “vividas” o cuando son pocas áreas las que funcionan mal en la vida del cliente y, sobre todo, cuando encontramos en algún área pensamientos, recuerdos o sensaciones evitadas. Cuando el cliente no se toma demasiado en serio el trabajo sobre valores o sus respuestas son demasiado ambiguas o generales la exposición nos ayudará a ver si hay algo importante tras esos argumentos. Por ejemplo: Una cliente en el área de pareja había escrito que le gustaría tener una relación de pareja con la que se sintiera satisfecha…En esos momentos estaba separada y no tenía pareja, por lo que esto sería una meta a alcanzar. Estimando la importancia de esto, dijo que, realmente, tampoco era demasiado importante para ella, que estaba bien sola…¿Era verdad?, sus respuestas de evitación ante ciertos estímulos sociales (hombres), sus recuerdos de fracasos y la anticipación de futuros problemas nos dijeron que para ella eso tenía más importancia de la que decía. Y todo ello lo pudimos ver con la exposición a los contenidos evitados, en este caso, en imaginación. Luego, pasaríamos a la exposición en vivo (comprometerse a actuar en la dirección valiosa). Una chica llega a consulta y, en un momento concreto, dice que había quedado esta noche (viernes) con amigas pero que estaba cansada y no le apetecía. Iba a llamarlas para decirles que no iría. Le di el teléfono y le propuse que llamara para confirmar la cita y obligarse a ir, simplemente como un acto que iba en su D.V. Al verse “acorralada” surgieron las barreras (ansiedad y pensamientos negativos anticipatorios). Tras obtener la información necesaria hicimos una exposición en imaginación a todo lo que temía que pudiera ocurrir esa noche. Esto nos sirvió para clarificar y estimar sus valores, evaluar sus barreras y hacerles un hueco, ya que esa noche salió. Y, aunque suene a cuento, esa noche conoció a su pareja, otra meta a alcanzar.

Muchas veces necesitamos exponer a los clientes a ese dolor para que se den cuenta de la importancia que tienen sus valores. En ciertos momentos te puede decir un cliente que le da todo igual, que no le importa nada… En esa misma sesión y en ese mismo momento quedarnos con esa desesperanza nos servirá para que se de cuenta de que son excusas y palabras para tranquilizarse mientras sigue huyendo de todo lo que valora. ¿Si nada importa por qué ha venido a terapia?. Si hay dolor entre el cliente y algo que tiene delante seguramente es por que ese algo es importante para él, si no, no dolería. Este tipo de argumentos surgen cuando los clientes, precisamente, creen no poder conseguir todo aquello que les importa y usan esas palabras para tranquilizarse, para seguir evitando el dolor que produce alejarse de lo que desean. Ir en la dirección valiosa, luchar por conseguir sus metas traerá “dolor” (pensamientos y sensaciones evitadas), pero sólo permitiéndose tener estos contenidos podrá apostar por lo que quiere. Hasta ese momento el había abandonado, cada vez que intentaba acercarse a lo que valoraba aparecían esas barreras y al no estar dispuesto a sentirlas dejaba su camino. La finalidad de la exposición a los contenidos evitados no es otra que ampliar la vida del cliente.

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C) Otros ejercicios experienciales: Ejercicio del EPITAFIO Ejercicio del FUNERAL Ejercicio del MORIBUNDO: (Adaptarlo a cada caso) En primer lugar haremos que se siente cómodo, como en cualquier exposición, que preste atención y sea consciente del ambiente que le rodea, podemos pasar luego a su respiración y cuando esté más relajado comenzamos: “Imagina, por un momento, que estás acostado en una cama de hospital, enfermo. Te han dicho que te queda un mes de vida (que nos haga una señal cuando tenga la imagen). En esas circunstancias podemos hacer un repaso a nuestra vida y darnos cuenta de lo que , realmente, era importante para nosotros. ¿Has dejado de hacer algo que te hubiera gustado hacer?, ¿Qué cosas cambiarías si tuvieras tiempo para hacerlo? Podemos hacer desfilar, como en el ejercicio del funeral, las personas significativas en su vida, una a una. Le preguntamos si le hubiera gustado cambiar algo en esa relación, hacer algo más por esa persona. Podemos hacerle imaginar que se despide de ellas: ¿Qué les diría?. Si tuviera otra oportunidad, unos años más por delante, ¿qué haría diferente?. También podemos preguntarle por qué no ha hecho eso que le importa, lo que nos ayudará a su vez a clarificar sus barreras y, sobre todo, a que nuestro cliente se de cuenta de que en la mayoría de ocasiones esas “razones” que dice tener para no haberlo hecho las vea como excusas. Al final lo que deja huella en la vida es lo que uno hace. También podemos hablarle o presentarle las distintas facetas de su vida (trabajo, estudios…). Le podemos preguntar que cambiaría de eso, qué cosas dejaría de hacer, qué cosas haría. Le hacemos expresar que cambiaría si en esos últimos momentos de su vida, cuando está todo perdido, los médicos se hubieran equivocado y, prácticamente, su vida comenzara de nuevo…” Tratamos de dejar claro que lo que deja huella en la vida y, en nosotros mismos, es lo que hacemos y que, a pesar, de las sensaciones o pensamientos “negativos” podemos y debemos seguir actuando para ir hacia lo que nos importa. No es el dolor el que limita nuestra vida sino lo que hacemos por controlarlo. Evitar ese dolor significa alejarse de lo que valoramos. Ejemplo: En un momento del ejercicio, al final… T:…me has dicho que para ti es muy importante ser un buen marido y hacer todo lo que eso supone, darle cariño, escucharla, comunicarte más con ella…Antes del ejercicio te he preguntado por qué no lo hacías y tu respuesta fue que, a veces, llegas tarde y cansado, otras no tienes ganas, en otras ocasiones por el trabajo no llegas de humor…Te pregunto: ¿Qué te parecerían esas respuestas en el lecho de muerte? ¿te producirían algún alivio?

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C: Excusas.

Ejemplo: Metáfora del dentista. También hemos de hacer que el cliente entienda sus propias experiencias dolorosas, lo que hizo con ellas, qué otras cosas pudo haber hecho y dónde le habrían conducido. T: ¿Recuerdas la última pareja que perdiste? Dices que debido a su trabajo algunos fines de semana tenía que viajar. Aquello, poco a poco, fue produciendo malestar en ti: “seguro que se lo pasa mejor con los compañeros que conmigo”, “se está haciendo una vida aparte”, “y si conoce a alguien”…La desconfianza y el miedo a perderlo fueron aumentando. ¿Qué elegiste hacer en esos momentos? C: Agobiarle. Cuando llegaba a casa yo estaba enfadada, le hablaba mal, a la mínima discutía, le hacía preguntas que demostraban mi desconfianza, cuando sonaba el teléfono le preguntaba quién era, le controlaba las llamadas registrando su móvil…incluso, alguna vez, le dije que eligiera: o su trabajo o yo. T: ¿Qué finalidad tenían esos comportamientos como, por ejemplo, continuamente para “saber” dónde y con quién estaba…

revisar su móvil o llamarle

C: Quedarme más tranquila. Aliviar mi ansiedad… T: ¿Aliviar tu miedo a perderlo? C: Si, y al final lo perdí. Me imagino que se cansó de tanta presión. T: Al final intentando aliviar tus miedos, tu ansiedad, conseguiste lo que menos querías: perderlo. ¿Podrías haber actuado de otras formas? C: Podría haber sido más sincera, contarle antes mis miedos, haber buscado ayuda psicológica… T: Quizá hubiera sucedido algo diferente. Lo que te llevó a perderlo, ¿fueron esas sensaciones de ansiedad o lo que hiciste al dejarte llevar por ellas?, ¿podrías haber hecho otra cosa, a pesar, de tu ansiedad?

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TOMAR UNA DECISIÓN

Una vez que el cliente tiene claro lo que quiere en su vida, en esas áreas abandonadas, una vez que ha comprendido que la dirección que llevaba era equivocada y que sólo le producía más dolor, hay que hacerle tomar una decisión para que se vaya comprometiendo a trabajar por su bienestar. Hemos de hacerle ver que el dolor es parte de la vida y que, por tanto, luchar contra el no es lo más adecuado. Existe un dolor “natural” que surge cuando las cosas no van como deseamos y existe un dolor añadido que aparece al intentar controlar al primero, sobre todo, cuando esos intentos de control nos ocupan tanto que dejamos de hacer nuestra vida. El sufrimiento, el problema comienza cuando somos conscientes de lo lejos que estamos de nuestros valores. T: Me dices que no es esto lo que quieres en tu vida, que no quieres seguir con tu pareja. Llevas años así, hace un momento ha quedado claro por qué no rompes la relación: “si lo dejo se va a hundir, es muy dependiente”, “me comprometí a darle una nueva oportunidad”, sensación de culpa, fracaso… Antes de que surgiera el dolor y destapara todos esos contenidos dolorosos me habías dicho que te venía bien estar con tu pareja, que necesitabas alguien tranquilo a tu lado, que te diera estabilidad… Me da la sensación que eran simplemente palabras para aliviar tu dolor y seguir por donde vas. Hasta ahora, alrededor de 4 ó 5 años, cada vez que te has planteado tomar una decisión de pareja ha surgido ese dolor, esos pensamientos y sensaciones, te has sentido mal y has dejado de hacer lo que querías. Ahora, después de todos estos años, te pregunto: ¿Has conseguido acabar con el dolor?, ¿se ha solucionado el problema? C: No, cada vez me veo más mayor y siento que estoy perdiendo mi vida. T: Hace el ejercicio: El dique con agujeros (Luciano y wilson, 2002) T: ¿Y si, aunque nos duela, sólo existen esas dos alternativas?. Quedarnos en esta situación evitando el dolor, lo que a la larga nos produce mucho más dolor o soltar y, a pesar del dolor, hacer nuestra vida. Tenemos que elegir entre ese dolor que llevas tiempo sintiendo y que cada vez es mayor porque te das cuenta de que te vas alejando de lo que deseas en tu vida o ese otro dolor que surgirá al ampliar tu vida, al dirigirla hacia donde desees. ¿Prefieres ser libre, hacer lo que deseas y contar con el dolor que eso supone o seguir evitando el dolor mientras ves que tu vida la manejan tus miedos? C: Hacer lo que deseo. T: ¿A pesar del dolor?, ¿a pesar de esos pensamientos y sensaciones de culpa, tristeza, inseguridad…?

Se ha comprometido a ampliar su vida, a tomar sus decisiones, es un buen comienzo, lo que no quiere decir que será fácil llevarlo a cabo. Habremos de enseñarla a hacer un hueco al dolor, a distanciarla de sus contenidos mientras comienza a responsabilizarse de su vida.

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2- EXPOSICIÓN La exposición está, prácticamente, presente en toda la terapia. El objetivo de la exposición es enseñar a nuestro cliente a vivir con sus sensaciones y pensamientos mientras se dirige en la vida hacia lo que valora. En la terapia, a menudo, surgen esos pensamientos y ese dolor, por lo que aprovecharemos el momento para que aprenda a hacerle un hueco. El “no deseo” de los eventos privados nos deja, prácticamente, sin otra alternativa que la del control, a pesar de que éste nos aleje de lo que nos importa . La exposición nos ayuda a flexibilizar ese repertorio creando otras posibles respuestas más consistentes con nuestros valores. La alternativa al control de los contenidos evitados es la aceptación, sin intentar manejarlos, sin darles nombre o sin cambiarlos en modo alguno. Tampoco se trata de “soportarlos”. ¿Qué pasaría si esos pensamientos, sensaciones, recuerdos no fueran problemas a resolver o analizar sino eventos para ser percibidos u observados?. Escuchar una música que nos agrada, contemplar un cuadro que nos entusiasma, observar una puesta de sol son algunas de las situaciones que para ser vividas plena o intensamente requieren de una mente atenta y silenciosa. ¿Quién dijo que esas sensaciones están ahí para racionalizarlas o para intervenir sobre ellas? El “cuerpo” tiene sus propios mecanismos autorregulatorios de la emoción, al cuerpo no hay que decirle como tiene que funcionar, de hecho, cuando interferimos en él suele funcionar peor. Sin embargo, cada vez que notamos algo que no coincide con nuestros gustos movilizamos todos nuestros recursos para eliminarlo interfiriendo con su adecuado procesamiento. Las exposiciones durante la terapia, en sesión y fuera de ella, son abundantes. Aunque el objetivo principal de la exposición, como ya hemos dicho, sea aceptar esos contenidos para que, a pesar de ellos, el cliente pueda hacer la vida que realmente desea hay otros objetivos, en ocasiones, más a corto plazo, como pueden ser, p. ej., clarificar los valores del cliente, hacerle más consciente de las barreras que se interponen en su camino, hacerle ver el control y la resistencia ejercidos, facilitarle el contacto con el material evitado, romper con la rumiación… Ejemplo: Viene a consulta nuestra cliente, mujer de 50 años. A pesar de haber insistido en la ineficacia del control, a pesar de esforzarse por llevar a cabo la terapia sigue evitando ciertos recuerdos, pensamientos y, especialmente, las sensaciones que éstos traen. Cuando entra tiene mala cara, dice que las Navidades nunca han sido buenas para ella, siempre lo pasa mal por estas fechas, mientras me cuenta como han sido esas noches, las cenas y el vacío que deja su marido en la mesa; comienza a sentirse mal…

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T: ¿Cómo te sientes ahora mismo? C: Mal. T: ¿Dónde sientes ese malestar, esa sensación? C: En la boca del estómago. T: ¿Lo sueles notar a menudo en ese lugar? C: Si, es el mismo que aparece cuando intento relajarme, por eso estos días no he hecho la relajación. (Le habíamos dicho de hacer la relajación para que entrara en contacto con esas sensaciones que siempre ha ido evitando mediante el ruido, el movimiento y la distracción. El dolor principalmente aparecía en el silencio, la relajación sería una exposición a esos contenidos que aparecen en él). T: Bien, pon toda tu atención, como ya sabes, en ese lugar, en la boca del estómago. Cierra los ojos y permítete sentirlo C: No puedo, no puedo. (abre los ojos inmediatamente) T: Por favor, vamos a intentarlo. Recuerda, “no puedo” es un pensamiento y si te lo tomas en serio, como has hecho antes, abres los ojos y no lo haces. Vamos a contar con ese pensamiento de “no puedo” y con todos los que vengan mientras cerramos los ojos y ponemos toda la atención en la sensación. Cierra los ojos de nuevo y vamos a intentarlo otra vez, a pesar de lo que diga nuestra mente, vamos a centrarnos en la acción de prestar atención a lo que sentimos. (Cierra los ojos y comienza a hacerlo) Ya sabes como es, atenta, muy atenta, sin juzgar, sin analizar la sensación, sólo “escúchala”. Si viene algún pensamiento a tu mente obsérvalo (puede decirlo en voz alta para asegurarnos de que no se va con el) y déjalo ir (volviendo a poner la atención en las sensaciones con paciencia y sin reproche alguno). Las lágrimas le caen, se nota que está haciendo un gran esfuerzo, lo está pasando mal pero está abriéndose a ese sufrimiento que lleva tiempo evitando. Sólo así el dolor dejará de limitar su vida. Esta exposición duró unos 45 minutos, cuando estaba ya mucho más tranquila, poco a poco, abrió los ojos. No fue una experiencia agradable pero le ayudó a comprender mejor lo que tenía que hacer cuando venía el dolor, a reforzar la idea de que el control no funciona, a tomar, de nuevo, la decisión de abrirse al dolor para poder ampliar su vida, a reanudar la relajación como una experiencia de apertura y aceptación de lo que venga en ese momento…En definitiva: dejar un espacio al dolor, ese espacio que le corresponde por ser, simplemente, parte de nuestra vida. En este ejemplo que hemos visto la atención de la cliente se dirigía hacia las sensaciones, a pesar de estar abierta y sin pretender rechazar los pensamientos que pudieran surgir. En otras ocasiones nos puede convenir que el cliente mantenga la atención en otros contenidos, tales como pensamientos, imágenes o recuerdos, incluso que los mantengan, permaneciendo, por supuesto, abierto a las sensaciones que estos traigan. En definitiva, tenemos que exponer al cliente a esas barreras psicológicas, debidamente evaluadas en el trabajo con los valores, que “le impiden” conseguir o ir hacia donde desea. Con la exposición conseguiremos que el cliente siga hacia delante. En cualquier caso, no hemos de olvidar que para que la exposición funcione hay que mantener los contenidos evitados hasta que la ansiedad sea, prácticamente, nula. También hay que tener en cuenta que no haya control alguno (conductas de evitación y escape) y, por supuesto, saber que estar atento a las sensaciones, siempre que se pueda, mejora la eficacia de la exposición.

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ELEMENTOS CLAVE DEL MINDFULNESS (Germer, 2004)

1) No conceptual

2) Centrado en el presente

3) No valorativo

4) Intencional

5) Observación participativa

6) No verbal

7) Exploratorio

8) Liberador

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ELEMENTOS ESENCIALES DEL MINDFULNESS (Vallejo, M. A.)

- CENTRARSE EN EL MOMENTO PRESENTE

- APERTURA A LA EXPERIENCIA Y LOS HECHOS

- ACEPTACIÓN RADICAL

- ELECCIÓN DE LAS EXPERIENCIAS

- RENUNCIA AL CONTROL

- EXPOSICIÓN CONDUCTUAL Y APRENDIZAJE DE NUEVAS RESPUESTAS

- REGULACIÓN EMOCIONAL

- REDUCIR LA CREENCIA EN REGLAS

- CONTROL DE LA ATENCIÓN

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3-DISTANCIAMIENTO “Seppo, antiguo maestro zen, contaba: cada vez que mis hermanos monjes se aproximan y yo les pregunto “¿Qué es esto?”, ellos inmediatamente intentan tener la lengua larga. ¿Es qué no lo ves? Lo tienes frente a ti en este mismo instante. Si utilizo las palabras para señalártelo, entonces estará a cien kilómetros de distancia.”

Realmente, cada vez que intentamos conceptualizar o nombrar algo, ese algo se aleja de nosotros. ¿Alguna vez habéis estado observando un paisaje grandioso, una puesta de sol o cualquier otra cosa realmente bella? En cuanto pretendéis describirla o pensar en ella perdéis la experiencia real y la sustituís por palabras, palabras que pretenden agarrar algo inalcanzable, palabras que nos alejan de la realidad, de lo que es y de lo que nos hace sentir. No es necesario que sea algo grandioso o bello, cada vez que nombramos algo, lo que sea, ese concepto y las características a él asociadas se hacen más visibles y podemos llegar a ignorar la experiencia directa y única de ese objeto. De esta forma el pensamiento nos lleva a pasar por alto las experiencias del día a día y, éstas, quedan sustituidas por lo que hemos aprendido y por lo que queremos ver. Así, llega un momento que la “realidad” que vivimos está totalmente determinada por nuestras creencias, sin darnos cuenta de cuan alejados estamos de lo que, quizá, sea real. Como ejemplo a esto podemos ver la rigidez de nuestras creencias y su resistencia al cambio, a pesar de que la realidad ponga de manifiesto su incongruencia, nosotros seremos capaces de falsear esa realidad e ignorar las evidencias con tal de acomodar lo real a lo que creemos, para seguir pensando lo que pensamos. El no diferenciar entre el hecho real y lo que se piensa, vivir los pensamientos como si estuvieran ocurriendo, es lo que se conoce como fusión cognitiva (estar pegados a nuestros pensamientos y no ver otra cosa que ellos) y en ACT vamos a intentar “distanciarnos” de nuestros contenidos e ir rompiendo esa fusión con nuestros pensamientos. Si observamos nuestra mente nos daremos cuenta de que no para de pensar durante todo el día, intentemos estar atentos y comprobaremos que vamos por la vida perdiéndonos esas experiencias del momento, experiencias que se ignoran o quedan transformadas por el lenguaje. El lenguaje, por supuesto, es importante para nosotros, es lo que nos diferencia de los animales, pero cuando se usa mal puede llegar a dar problemas. A veces, incluso, nos da la sensación de que no es que se use mal, sino que prácticamente nos usa él a nosotros y nos lleva de un lado a otro sin apenas ser conscientes. ¿Qué diferencia hay entre ése que va por la calle hablando solo, al que llamamos loco, y nosotros? La única diferencia es que hablamos más bajito (pensamos). Si estamos atentos podemos observar como nuestra charla mental nos desplaza en el tiempo, las palabras nos llevan a un futuro, a veces al pasado; pero siempre nos alejan del momento presente, el único real. El presente no se piensa, se vive. Gracias al

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lenguaje podemos recordar cosas que sucedieron y anticipar lo que puede suceder, lo que no siempre resulta agradable, permanecer en el presente nos da el conocimiento necesario para dirigirnos en la vida hacia lo que nos importa. Observar el pensamiento requiere atención, permanecer atento, en nuestro puesto de vigía. El objetivo es darse cuenta de los pensamientos sin relacionarse con ellos (irse con ellos) y sin intentar echarlos o suprimirlos. La alternativa, de nuevo, es la aceptación. Esto último, dejar que los pensamientos se vayan solos sin influir en ellos, no siempre es una tarea fácil, nos daremos perfecta cuenta de que sentimos cierta adicción, así cuando, p. ej., nos preocupamos o nos sentimos culpables podremos notar esa ansiedad que surge de la necesidad de seguir castigándonos con la culpa o la preocupación. Realmente queremos, “necesitamos” seguir haciéndolo. La atención es la clave, sólo estando atentos y en silencio podremos ser conscientes de nuestro flujo de pensamiento, podremos mantenernos en la perspectiva del observador y cuando nos damos cuenta de que nos hemos ido con algún pensamiento, sin reproches y con paciencia volvemos a la posición. En ACT hay diversos ejercicios que nos ayudan a, poco a poco, ir consiguiendo esta perspectiva, la perspectiva del “yo como contexto”. A lo largo de nuestra vida nos hemos ido creando una identidad, hemos ido llenando nuestro concepto del yo y nos identificamos con un montón de cosas, tales como, la profesión, el sexo, la edad, el cuerpo, las propiedades, el estatus, las capacidades y, sobre todo, con nuestras sensaciones y pensamientos. Esa identidad que en algunas filosofías llaman ego es lo que en ACT equivale al “yo como contenido”. Nos confundimos con nuestro contenido y hemos perdido la perspectiva de lo que realmente somos, el “yo como contexto”. Pero si pensamos un poco acerca de todas estas cosas, ésas con las que nos identificamos, observaremos que tienen una naturaleza cambiante y que, sin embargo, nosotros podemos sentir en nuestro interior algo que permanece y que trasciende a todos esos cambios, que siempre ha estado ahí y que sigue estando. Es fácil darse cuenta de nuestra identificación con todas aquellas cosas de naturaleza variable, es fácil comprobar como vivimos, como sentimos, como nos encontramos cuando estas cosas cambian, algo normal y que seguirá sucediendo, y mientras sigamos aferrados a ellas seremos dependientes y viviremos en función de como vayan las cosas. Hemos clasificado las emociones en negativas y positivas, los pensamientos igual, el trabajo puede ir bien o mal, nuestras capacidades están en tela de juicio hay algunas buenas y otras no tan buenas, tener una profesión determinada es mejor que tener otras, tener estudio mejor que no tenerlos… Identificarnos con todo esto supone ser esclavo de ello. La gente se queja continuamente de que su estado de ánimo es muy cambiante: ¿A qué te has agarrado esta vez?. El motor que alimenta esas identificaciones es el lenguaje, el pensamiento, observándolo podremos ir rompiendo con ellas y coger práctica para vivir el “yo como contexto”. Mientras sigamos fusionados a nuestros pensamientos, identificados con nuestra mente, nuestra libertad será escasa y nuestro comportamiento vendrá determinado por nuestro pasado, esos hábitos tan arraigados que se repiten una y otra vez por disfuncionales que sean, hábitos que llegan a parecerse a los instintos animales por su rigidez. ¿Dónde está nuestra racionalidad, ésa que nos puede dar una libertad para elegir comportarnos de la manera más adecuada en ese momento?. En ACT lo que nos importa es actuar en función de nuestros valores, a pesar de lo que diga nuestra

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mente, eso significa vivir el presente, es así como podremos crear un espacio entre el estímulo y la respuesta, un espacio de consciencia para poder elegir en ese momento lo que realmente deseamos hacer, tener la libertad de escoger vivir como deseamos. 4- FORTALECIMIENTO

Los clientes tienden a volver a los viejos hábitos y costumbres, a volver a dejarse llevar por sus pensamientos, a intentar controlar sus sensaciones, aunque esto les aleje de sus valores. Hemos de seguir fortaleciendo el compromiso de que, pase lo que pase, siga actuando en su dirección, claro que, para eso hemos de seguir creando un mayor espacio para la aceptación. Cuando estamos bien y nuestro estado de ánimo es más estable, nuestros pensamientos, probablemente coincidan con el camino que nos indican nuestros valores pero, en otros momentos, nos dirán incluso lo contrario. No tomarse en serio esos pensamientos y, a pesar de ellos seguir hacia lo importante requiere de una mayor distancia con respecto a nuestros contenidos, o sea, seguir fortaleciendo la perspectiva del “yo como contexto”, en definitiva aceptar nuestros contenidos como lo que son. Tendremos que estar atentos para darnos cuenta de qué barreras siguen surgiendo durante el proceso de terapia, a veces serán las ya vistas que vuelven a coger fuerza, otras veces serán algunas que nos vengan como nuevas. Estas barreras pueden propiciar caídas durante la terapia, caídas que tenemos que aprovechar para que todo quede más claro y fortalecer a la persona para que ésta siga el camino valioso. Es muy probable que en las caídas volvamos a ver rastros de control, el cliente no aceptó plenamente sus sensaciones o sus pensamientos, sólo un poco. Posiblemente tengamos que hacerle más consciente de eso y recurrir, de nuevo, a la exposición para que logre estar plenamente abierto a lo que venga. De cualquier modo estas caídas o recaídas son una oportunidad para aprender a tener claro que es lo que nos importa (si no, no dolería) y, como no, para aprender a caerse y levantarse.

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