Invertiré mi Dinero en la Gente

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Fundación W.K. Kellogg

“Invertiré mi Dinero en la Gente” Un bosquejo biográfico del Fundador de la Empresa Kellogg y la Fundación W.K. Kellogg

“Invertiré mi Dinero en la Gente”

Publicado por la Fundación W.K. Kellogg Battle Creek, Michigan

Décima Edición, Diciembre 2001 Revisado y reimpreso 2000, 1998, 1993, 1991, 1990, 1989, 1987, 1984. Primera Edición publicada en 1979. Número de catálogo de la Biblioteca del Congreso: 90-063691 Impreso en Estados Unidos de Norte América

Tabla de Contenido Parte 1 – La casa de W.K. Kellogg Residencia en la Calle Van Buren..........................................5 Part 2 – El Filántropo “Invertiré mi Dinero en la Gente” ......................................23 Los Comienzos....................................................................23 Los Años del Sanatorio ......................................................38 El Ejecutivo ........................................................................41 Éxito y Tragedia ..................................................................43 El tímido Benefactor ..........................................................55 La Fundación W.K. Kellogg ................................................60

U

n hogar no es meramente un refugio transitorio. Su esencia yace en su permanencia, en su capacidad de desarrollo y solidificación, en su calidad de representar, con todos sus detalles, las personalidades de la gente que vive en él. H.L. Mencken, 1929

Parte 1

Casa de W.K. Kellogg Residencia en la Calle Van Buren W.K. Kellogg. El nombre de este hombre, pronunciado o escrito, después de casi medio siglo después de su muerte, se asocia con el empresariado, la creatividad, la visión y el humanitarismo. Esas son palabras trascendentes. No importa lo apropiado que sean, probablemente el señor Kellogg – el desarrollador de una industria mundial de cereales y una fundación internacional que se dedica a ayudar a la gente a resolver problemas de la sociedad las habría evitado. Se avergonzaba de cualquier signo de halago para él. Con una candidez que calzaba con su devoción por la acción y los resultados, era conocido por evitar las felicitaciones, la adulación o la ovación. Elsie Hoatson Elbon, la enfermera de W.K. durante mucho tiempo en sus últimos años de vida comentó: “Nunca lo escuché hacer alarde sobre las muchas cosas que había 5

hecho por los otros. Nunca.” Tal como lo comentaba el mismo, los tributos lo hacían sentirse incómodo. Por ejemplo, en 1931 redactó un memorando durante su trabajo:

Me opongo a que el editor de (un periódico nacional) me llame el Rey del Cereal… Utilizó la palabra filantropía varias veces. Le pedí que la eliminara y que sacara la salsa de sus comentarios. Ese mismo año aconsejó a su nieto:

Al conversar con la gente, olvídate de la palabra “yo”. Mantén tus pies en la tierra y tu cabeza en alto, pero no demasiado en alto. Sé humilde. Para un hombre con la riqueza de W.K., su residencia en 256 West Van Buren no era grandiosa ni ostentosa. Tenía 418 metros cuadrados de espacio habitacional (contando el sótano), lo que la transformaba en una casa que no era más grande que la mayoría de las casas en el vecindario. Era una estructura de dos pisos, como la de la mayoría de las casas vecinas. Sin embargo, era diferente a las casas más cercanas por su diseño simple y su exterior estucado. Esto contrastaba con los estilos prevalecientes más populares con mucho ornamento, con estructuras góticas. Tal como el hombre, la casa de W.K., estaba libre de adornos, incluso mínimos. Su personalidad calzaba bien con los gustos y preferencias simples de su dueño. Tenía un aura de estabilidad y durabilidad que captaba la atención y la mirada de todo el que pasaba y se tomaba el tiempo de observarla detenidamente. Desde 1911 hasta 1990 la casa de West Van Buren estaba justo al frente del Parque McCamly. Entre 1918 y 1924 vivieron allí el señor Kellogg y su segunda esposa, la Dra. Carrie Staines. Ocasionalmente recibían visitas. Frecuentemente se hacían reuniones familiares que juntaban a tres generaciones de la familia Kellogg alrededor de una mesa o del árbol navideño, y en las calurosas tardes de verano se sentaban en el vestíbulo de la casa para compartir limonada helada escuchando la música que les llegaba de los conciertos de la banda local en el parque.

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La casa estaba justo al este del cercano Hotel Kellogg (que luego se llamó Hotel Hart) a una distancia muy corta al noroeste de Kellogg Inn en la calle Champion, donde algún día se instalaría la primera oficina de la Fundación. Muchas de las calles de la ciudad eran de piso endurecido, muy parecido a los caminos rurales de mucho tránsito, tal como estaba la calle Van Buren al frente de la casa Kellogg en sus años iniciales. A toda hora se podían escuchar los carros y carruajes tirados por caballos, haciendo sonar sus herraduras y guiados por fornidos hombres que entregaban a los hogares y negocios a lo largo de sus rutas los bloques de hielo de 25 kilos que se derretían fácilmente. También los hombres de blanco repartían con sus canastos de alambre las botellas de vidrio llenas de crema y leche fresca y se podían ver los distintos repartidores haciendo su trabajo. Junto con eso se escuchaban los metálicos sonidos del tranvía eléctrico al pasar por la calle Washington por el Sanatorio hasta la Avenida Ann, pasando por Wood y finalmente devolviéndose por su camino, por Washington hasta la Calle Main yendo de vuelta al centro de la ciudad. Había pocos automóviles en los caminos, aunque cada vez aumentaban más. Muy pronto la calle Van Buren comenzó a tener una impresionante superficie pavimentada con adoquines. El resultado final fue una cacofonía de ruido y actividades en un próspero y ocupado Battle Creek. Visto desde el vestíbulo de la casa Kellogg, todo parecía una imagen viva de prosperidad, vitalidad y progreso. Cuando el señor Kellogg caminaba por su jardín y miraba más allá de la casa de madera ubicada en la Calle Champion, podía ver el Sanatorio de Battle Creek de seis pisos y dos cuadras de extensión. Muchas veces, esa vista naturalmente le recordaba dos décadas y media de días de trabajo de 14 horas, una infinidad de tareas y bajos salarios que había vivido en el “Sanatorio”, condiciones que indudablemente le dejaron una profunda impresión. Un ex-vicepresidente de la Fundación Kellogg, Leonard White, recuerda: “Durante toda su vida, incluyendo los 25 años que trabajó para el Dr. Kellogg en el sanatorio, W.K. fue generoso. Se aseguraba que la gente que necesitaba ayuda adicional la recibiera, que se perdonaran las deudas. Durante toda la Depresión se preocupó que sus empleados tuvieran carbón para sus cocinas cuando lo necesitaran.”

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John L. Kellogg, Jr. y Will Keith Kellogg II, nietos de W.K. Kellogg en la entrada de la residencia de la Calle Van Buren. Están con su uniforme del Cuerpo de Entrenamiento Militar de Ciudadanos (el equivalente de la escuela secundaria del Centro de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva de Estados Unidos). Aproximadamente el año 1926.

La residencia de Van Buren de W.K. Kellogg se muestra aquí cerca del Sanatorio Battle Creek.

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Después que W.K. Kellogg se mudó a Kellogg Inn, John L. Kellogg, Jr., y su madre (ambos en la fotografía) vivieron en la casa Van Buren, tal como lo hizo Will Keith Kellogg II, el otro hijo de Hanna. Era el año 1926.

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La preparación para trasladar la casa de 100 toneladas comenzó en marzo de 1990.

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En la mañana del 24 de marzo, la casa de W.K. Kellogg comenzó su corto viaje por el centro de la ciudad.

Las líneas eléctricas y telefónicas se tuvieron que bajar a medida que la casa se trasladaba y pasaba por los hitos más conocidos en las calles, cercadas para el evento. Las líneas se iban restaurando a medida que la casa iba pasando. 11

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Casi cuatro horas más tarde, la casa se reubicó en el centro de la ciudad y se sacaron las vigas de acero.

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Durante todo el verano de 1990 la construcción continuó alrededor de la casa limpiando el terreno para dejarla en su posición permanente.

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A fines de septiembre, el trabajo en el exterior estaba casi listo. El muro de piedras que bordea el camino del Parque Lineal de la ciudad ya estaba construido. 15

La decoración clásica de principios de los años 20 se recrea en la sala de estar. Un imponente piano y una alfombra oriental, similares a los originales del señor Kellogg, se ven acentuados por una elegante estatuilla de una joven. La estatuilla originalmente pertenecía al señor Kellogg.

Restaurado con su belleza original, el comedor refleja su propios tiempos históricos. El separador de ambiente alto pertenecía al señor Kellogg.

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Esta recreación del elegante dormitorio alberga algunas de las posesiones del señor Kellogg. El sillón al lado del escritorio, la escultura del elefante y las pinturas le pertenecían. Los otros muebles son auténticos de la época.

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Desde el sitio de la sede de la Fundación en octubre de 1990, desde el norte mirando a través del río Battle Creek, se puede ver cómo la casa se mezcla con toda su serenidad con el entorno.

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El vestíbulo y el jardín de invierno de la Casa Kellogg hoy están frente a un muro bajo de piedras cerca del río en el centro de Battle Creek.

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Russell G. Mawby, ex director ejecutivo de la Fundación Kellogg y presidente de la junta, señaló que W.K. pensaba que “algunas veces es necesaria la caridad en forma de alimento, vestuario y refugio, pero que usualmente el mayor bien se puede lograr ayudando a la gente a ayudarse a si misma, lo principal es darles la oportunidad de hacer lo que es importante para ellos en vez de hacerlos todo por ellos o decirles qué deben hacer.” Mawby dijo, “Esa convicción llegó a ser el propósito de la Fundación que creó el señor Kellogg, y tal como ha sucedido con la casa de la Calle Van Buren, ha resistido la prueba del tiempo.” Norman Williamson, Jr., nieto de W.K. Kellogg, describió la casa tal como la recordaba:

Al frente había un vestíbulo abierto donde uno podía sentarse cuando había buen clima - ... Inmediatamente detrás del vestíbulo estaba el jardín de invierno que llevaba al segundo piso. La entrada de la calle era directamente hacia la sala de estar. Era grande, abarcaba todo el ancho de la casa con ventanas en el lado este y oeste y con un jardín de invierno en el lado sur. Había una replica de un gato negro de cristal Lalique que servía como retén para la puerta. También había un Boston terrier de cerámica con un collar con joyas, y en la década de los 20, W.K. compró un piano profesional. Recordó un pasadizo desde la sala de estar al comedor. Dijo que en el camino uno pasaba por un baño a la izquierda y una escalera al sótano a la derecha. El comedor era cómodo, igual que la sala de estar, y se extendía a través de todo el ancho de la casa. Tenía una mesa de comedor con capacidad para doce personas o más. Un botón de pie en el sitio de W.K. permitía llamar a la servidumbre de la cocina. Williamson dijo que la cocina tenía un refrigerador “que producía el milagro de los cubos de hielo. En casa sólo teníamos la acostumbrada caja de hielo que tenía que “recargar” regularmente el hombre del hielo.” Y, para él, el sótano era lo “más fascinante para nosotros, los niños” porque tenía una pequeña mesa de billar que también se “convertía en sofá para dar espacio adicional para sentarse en las ocasiones más entretenidas como el intercambio de regalos en Navidad.”

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La sirvienta ocupaba el departamento sobre el garaje; el chofer vivía en la antigua casa de W.K. cerca de la Calle Champion. Después que W.K. terminó sus departamentos Kellogg (el Inn), se cambió allí en 1924, pero Williamson dijo que había vacilado en decidir por su suite en el sexto piso o su antigua residencia. Finalmente, la casa la ocupó varios años Hanna Kellogg (primera esposa del hijo de W.K., John) y sus dos hijos, John Jr. y Keith. La casa llegó a ser propiedad de la Fundación Kellogg en 1987. Ha estado vacía por 12 años, donde sus habitaciones vacías dan refugio del clima a aves aventureras que han encontrado su camino a través de la chimenea y con sus oscuras ventanas mirando inexpresivamente hacia el cambiante vecindario. El 24 de marzo de 1990 se llevó la antigua casa de W.K. Kellogg desde su ubicación en la Calle West Van Buren al terreno de la sede corporativa de la Fundación Kellogg en el centro de la ciudad. La casa renovada se ha transformado en la base del programa de la Fundación llamado Expert-In-Residence. Este programa lleva a reconocidas autoridades a Battle Creek por periodos cortos para realizar seminarios y talleres en áreas de interés para los campos programáticos de la Fundación. Con su subestimado encanto y su elegante comodidad cuidadosamente restaurados, la Casa Kellogg continúa atendiendo con la tranquila tradición de su dueño original. El viejo amigo de W.K. y médico, doctor George Slagles dijo: “Will Keith Kellogg fue un gran hombre. Lo que hizo por la ciudad de Battle Creek se puede ver en toda la ciudad – la Escuela Ann J. Kellogg y mucho más. El “buscaba las cosas”. Era una máquina escondida bajo una apariencia calmada. Fue un tremendo desarrollador e hizo que Battle Creek se transformara en lo que es hoy.”

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Parte 2

El Filántropo “Invertiré mi Dinero en la Gente” La Fundación W.K. Kellogg existe debido al entretejido de la fortuna. Lo que ha forjado esta historia han sido los principios de una religión visionaria, el flujo de los negocios, la rivalidad entre hermanos de mucha voluntad, el éxito de un centro de acondicionamiento de salud y el descubrimiento inesperado de un cereal en hojuelas. Sin embargo, el foco aun está en el particular señor W.K. Kellogg. Nacido en el siglo diecinueve, fue uno de los grandes promotores de ideas y provocadores de hombres tradicionales como Andrew Carnegie, Henry Ford, Bertrand Russell, J.C. Penney, Bernard Shaw, y Charles Stewart Mott, que tenían la fuerza motriz y voluntad de varias vidas y que comenzaron sus últimos años con el máximo de sus fortalezas. Aunque poseía una extraordinaria perspicacia para los negocios, Kellogg era inmensamente tímido. Tenía fe en la habilidad del público para conocer un buen producto cuando lo ve.

Los Comienzos “Nunca Aprendí a jugar” El primero de la familia Kellogg en emigrar a América fue Joseph Kellog – nacido en 1626 y proveniente de un largo linaje de Kelloggs escoceses e ingleses – quien se asentó en Hadley, Massachusetts, donde la familia Kellogg prosperó por casi dos siglos. Uno de los descendientes de Joseph, John Preston Kellogg, dejó Hadley en 1834 con su esposa, Mary Ann, y sus dos hijos para ir a Flint, Michigan.

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John Preston Kellogg era un cristiano creyente, pero estaba muy consciente de las necesidades humanas en el plano terreno. Estaba muy desilusionado con la medicina, ya que se practicaba en ese ambiente tan primitivo. Cuando Mary Ann falleció de tuberculosis, John buscó algo firme en que creer. Se transformo en un abolicionista y a menudo acogía a los esclavos que escapaban a Canadá. Pero no era suficiente. Kellogg se casó con Ann Janette Stanley y en 1849 su hija de dos años Emma Frances sucumbió a un caso mal diagnosticado de inflamación pulmonar. Aun más disgustado con los malos servicios médicos, Kellogg encontró consuelo en la fe Adventista del Séptimo Día, que consideraba la salud personal de suma importancia. Fumar tabaco, beber alcohol y comer carne era tabú. Cuando los Adventistas establecieron una oficina de publicaciones en Battle Creek, Michigan, John se fue con su familia y creó una fábrica de escobas. La familia Kellogg creció a medida que la fe Adventista se desarrolló tremendamente en Battle Creek. En 1866 los Adventistas crearon el Instituto de la Reforma de Salud Occidental en la ciudad, donde Merritt G. Kellogg – el primogénito de la familia – se transformó en doctor. Otro hijo médico, John Harvey Kellogg, fue destinado a administrar esta misma institución con el nombre de Sanatorio de Battle Creek y lo transformó en uno de los más famosos centros de acondicionamiento de salud en el mundo. Sin embargo, el nombre de Will Keith Kellogg, nacido el 7 de abril de 1860 sería mucho más conocido para millones de necesitados prematuros del mundo.

Fui el séptimo hijo nacido el séptimo día del mes. Mi padre fue el séptimo hijo y el nombre “Kellogg” tiene siete letras. El capricho de toda la vida de W.K. Kellogg fue alojarse en las habitaciones del séptimo piso de los hoteles y en habitaciones que terminaran en siete. Sin embargo, normalmente no era un hombre de muchas bromas. Si uno ve las fotografías de Kellogg con su cara de póquer durante su juventud, podría llegar correctamente a la conclusión que realmente era formal.

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Incorporado tempranamente en el comercio de escobas, W.K. Kellogg era un vendedor con su propio territorio a los 14 años, en cuyo momento comenzó a pavimentar su camino en el mundo. Trabajo duro, largas horas y el régimen Adventista y ciertamente las características estrictas de crianza de la vida familiar pionera moldearon a un joven cuyas perspectivas lo guiaban hacia un auto mejoramiento. “De niño, nunca aprendí a jugar”, solía decir, y a menudo lamentaba su inhabilidad para sonreír o reír fácilmente. Podía reírse por lo bajo, pero uno tenía suerte si lo encontraba haciéndolo. Después de todo, era una vida dura. Las enfermedades y la muerte rodeaban a la familia Kellogg. Murieron otros tres niños y Will escasamente sobrevivió a la malaria. También tuvo pocos estudios. Pero Will leía mucho – incluso después de una partida difícil:

Cuando estudiaba en la escuela, el profesor pensaba que era torpe porque tenía dificultades al leer lo que decía el pizarrón. Sólo a los 20 años pude averiguar que sucedía: era corto de vista. Un buen examen médico podría haber resuelto el problema el primer día de clases. Desde entonces, a menudo pienso qué puede hacer la ciencia por los niños desvalidos si es que se interviene en el momento oportuno. Buscando experiencia en el comercio de las escobas, el adolescente Will se fue a Texas, pero la vida de la ciudad lo repelió. Los alcantarillados abiertos en las calles de Dallas le disgustaron, porque su preocupación por la salud – igual que su familia – era fervorosa. Decidió que había aprendido suficiente en la escuela de los duros golpes de Texas y se fue a casa. Will sabía lo que necesitaba saber y cuándo aprenderlo – y no iba a perder tiempo mientras aprendía. En 1880 el impaciente Will se inscribió en un curso de negocios que completó en cuatro meses comparado con otros alumnos que tomaron todo un año académico para terminarlo. Ese mismo año se casó con Ella Osborn Davis, y como esposo responsable hizo caso a la oferta de trabajo de su hermano John en el Sanatorio Battle Creek.

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La casa donde nació W.K. Kellogg 7 de abril, 1860.

Temprano en Battle Creek, Michigan.

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W.K. Kellogg nació en el seno de una gran familia, y comenzó a pavimentar su propio camino en el mundo tempranamente. A los 14, Kellogg era un exitoso vendedor de escobas con su propio territorio.

“Tengo miedo que siempre sea un hombre pobre,” dijo Kellogg de su carrera de 26 años como contador, cajero, y empleado de servicios generales del Sanatorio Battle Creek. Tenía cuarenta años de edad cuando se tomó esta fotografía y aun era empleado del Sanatorio. Se casó con su primera esposa, Ella “Puss” Davis el mismo año que aceptó la oferta de trabajo en el Sanatorio Battle Creek de parte de su hermano.

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En la cima de su popularidad, el Sanatorio Battle Creek era una construcción en expansión, de múltiples edificios con una altura de 15 pisos con una atención anual de 5000 pacientes. El Sanatorio promovía el régimen vegetariano del Adventismo y el uso de la hidroterapia, conjuntamente con los últimos descubrimientos en el diagnóstico médico.

El Dr. John Harvey Kellogg, un eminente medico, era el empleador de su hermano menor durante un cuarto de siglo en el Sanatorio Battle Creek. Con frecuencia se veía al “Doctor” pedaleando en su bicicleta mientras su hermano menor, W.K. Kellogg corría a su lado para hablar de las actividades futuras del Sanatorio.

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Trabajando de noche en la cocina del Sanatorio, Will Kellogg hervía el maíz para ayudar al Doctor a buscar un substituto digerible del pan. Un día en 1894, después que un lote de maíz cocido se dejó reposar accidentalmente, probaron nuevamente. Sin saberlo, habían “templado” el maíz al dejarlo reposar. El maíz comprimido se descamó con cuchillas diseñadas por Will. Así se creó el cereal para desayuno de la modernidad. Este pequeño edificio, en la Calle Brook detrás del Sanatorio, fue el primer laboratorio que produjo cereales para los pacientes del Sanatorio en 1896.

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Una clave para el éxito de W.K. Kellogg en la industria de cereales para desayunos fue el énfasis que puso en la publicidad. Incluso cuando Wall Street colapsó en 1929 y los agentes bursátiles estaban a punto de saltar al abismo, Kellogg duplicó su presupuesto en publicidad. Aquí se reproduce el primer aviso “Sweetheart” que se lanzó en 1907.

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Entre 1902 y 1906 más de cuarenta empresas se organizaron en Battle Creek para producir alimentos y bebidas de cereales. La intensa competencia durante las décadas siguientes dejó solamente algunos sobrevivientes. Uno de los más exitosos fue la empresa de W.K. Kellogg. Esta caricatura de una revista muestra como un ingeniero en eficiencia descubrió cómo la impresión evitaría que el señor Kellogg firmara su nombre en cada una de las cajas de Hojuelas de Maíz. (Reproducción autorizada, Copyright 1936 de The New Yorker Magazine, Inc.)

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Kellogg rechazó quedarse exclusivamente en su escritorio y paseaba por la fábrica por lo menos varias veces cada semana. Su curiosidad mecánica frecuentemente lo empujaba a probar nuevos equipos en la fábrica, y aquí se le ve probando una planta de energía en la fábrica.

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Seis años después de la muerte de su primera mujer, W.K. Kellogg se casó con la Dra. Carrie Staines del personal medico del Sanatorio Battle Creek en 1918.

Los trabajadores de la empresa eran parte de la “familia” de W.K. Kellogg y él derrochaba su atención hacia ellos, incluyendo la entrega de clínica médica y dental en la planta conjuntamente con una guardería para los niños de las trabajadoras. Aquí aparece el señor Kellogg en la víspera de un viaje estacional a California, despidiéndose de dos empleados antiguos.

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W.K. Kellogg esperaba que miembros de su familia siguieran con el negocio, pero esa historia está enlazada con encuentros temperamentales y tragedias. Aquí aparece con sus dos hijos y sus nietos. En la fila de atrás está Will Keith II (hijo de John L.), Karl Kellogg y John L. Kellogg. Adelante está Will Lewis y Karl Landram (ambos hijos de Karl) y John, Jr. (hijo de John L.). El hijo mayor de Kellogg, Karl, era doctor y John L. era un exitoso empresario y durante un tiempo fue presidente de la Compañía Kellogg. Esta foto de 1923 muestra a W.K. Kellogg con su hija Beth (Sra. Norman Williamson) y sus niños – John, Norman, Jr., Elizabeth Ann, Kenneth y Eleanor Jane.

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W.K. Kellogg era una persona formal que pocas veces se relajaba completamente. Casi todas las fotografías lo muestran vestido escrupulosamente con traje formal. Sin embargo, disfrutaba viajando y con la horticultura, y estas pocas fotos informales lo muestran en su casa en el Lago Gull a fines de la década del 20, un periodo de prosperidad y de expansión internacional de las operaciones de su empresa.

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Will Kellogg fue uno de los primeros empresarios que reconoció el potencial de los mercados internacionales. Expandió las operaciones de la empresa a Canadá y Australia en 1924 e Inglaterra en 1938. Hoy, la Compañía Kellogg tiene plantas en numerosos países en todo el mundo. La foto de arriba muestra la Casa Central de la Compañía Kellogg en Battle Creek.

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Los Años del Sanatorio “Siempre Seré un Hombre Pobre” Will Kellogg era un hombre delgado y bajo – aunque era mucho más alto que su pequeño hermano doctor. En el Sanatorio, Will realizaba trabajos que iban desde tareas administrativas hasta tareas de servicios como asistente del hombre que incluso Will llegaría a llamar “El Doctor”. Will fue contador, cajero, embalador y embarcador, niño de mandados y empleado de servicios generales. El Dr. John Kellogg, en ese momento medico en jefe, transfería todo lo que no estuviera relacionado con los servicios médicos del sanatorio a su hermano menor, manteniendo la relación de hermano mayor. Para Will esta no era la mejor de las circunstancias ni el mejor de los trabajos, pero la llegada de su primer hijo, Kart Hugh, en 1881 y John Leonard en 1883 ciertamente lo llevaron a quedarse en su puesto. Siguieron otros hijos: Irvin Hadley que murió en su lactancia, William Keith, Jr., que falleció a los cuatro años, y la única hija de los Kellogg, Elizabeth Ann, que nació en 1888. “Me siento un tanto triste,” escribía en su diario en este periodo “Como se ven las cosas ahora, me temo que siempre seré un hombre pobre.” El sanatorio promovió el régimen Adventista, junto con muchos de los remedios innovadores y no convencionales del Dr. Kellogg: curas de agua, baños de minerales, vegetarianismo, aire puro y luz solar. John Harvey Kellogg se exigía mucho, y llevaba a su hermano por el mismo camino. Entre las empresas del Dr. Kellogg había una empresa de alimentos saludables que fabricaba alimentos para el Sanatorio, y la Empresa Publicaciones Buena Salud que imprimía los libros del Doctor. Will estaba a cargo de embarcar los libros por todo el país; era tan solo una tarea más en una carrera que ocasionalmente lo hacía trabajar 120 horas a la semana. Will aprendió a ver los detalles gracias a su prodigiosa memoria casi fotográfica. Se transformo en un cuidadoso observador y en un astuto negociador, en un formidable, pero auto-crítico empresario.

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Estaba tan sobrecargado de trabajo que estoy consciente que muy poco de él o casi nada se realizaba satisfactoriamente. Will a menudo ayudaba a una persona pobre o a un niño necesitado a recibir atención médica en el Sanatorio, y típicamente pagaba los servicios de su propio bolsillo. Era un hombre con una energía casi ilimitada. El insomnio lo acosaba, por lo tanto pasaba sus noches tomando notas e ideas para el día siguiente. Tomar notas en las noches de insomnio se transformó en un hábito que duró gran parte de su vida. Con mucha frecuencia las ideas valían la pena. La relación entre los hermanos Kellogg era de un fluctuante conflicto y atención. La personalidad dominadora del Doctor inquebrantablemente causaba tensión. Will era tranquilo, reservado, retraído, sombrío e introvertido. John era dramático, extravagante, cómodo consigo mismo y con los otros, un exhibicionista. Quizás era inevitable que tenían que encontrarse, y es extraño hacer notar que, si no se hubieran separado sus caminos, nunca se hubiera podido lograr una gran cantidad de bien. Will y John se llevaban lo suficientemente bien como para trabajar juntos en muchos proyectos, incluyendo los largos experimentos e investigación necesaria para desarrollar alimentos saludables para el sanatorio. Después de todo, tenían mucho en común; tal como lo dijo un médico del Sanatorio, los hermanos “eran como dos personas tratando de subir una misma escalera simultáneamente.” En cierta medida, ellos cooperaban entre sí y se ayudaban uno con el otro. En 1894, después de haber terminado el trabajo del día, Will tenía la tarea realizar una serie de experimentos en la cocina del sanatorio, cociendo maíz para ayudar al Doctor en su búsqueda de un substituto digerible del pan. Trabajando con un grupo de rodillos para moler Granola, uno de los otros productos originales del Sanatorio, los dos hermanos trabajaron diariamente sin éxito en el logro de una sustancia comestible. Un día, después que un lote de maíz cocido se dejó accidentalmente en reposo, probaron de nuevo. Sin saberlo, habían “templado” el maíz dejándolo reposar - un proceso que hoy está muy perfeccionado y que no era conocido 39

en esa época. El maíz comprimido se descamaba de los rodillos con cuchillas diseñadas por Will y se crearon las primeras hojuelas de cereales. Will convenció al Dr. Kellogg para que no moliera más las hojuelas, sino que las sirviera tal como estaban, completas. Al principio, el alimento se daba solamente a los pacientes del sanatorio, pero a medida que comenzaron a llegar los pedidos de antiguos pacientes, la “Granosa” se comenzó a empaquetar y vender a través de la empresa de alimentos del Sanatorio. El Doctor, nunca tan preocupado de los asuntos de negocios, le cedió a su hermano la distribución del nuevo producto de maíz en hojuelas.

El Dr. Kellogg y otros no pensaban en ese momento que se pudiera desarrollar el negocio. Confieso que en ese momento no me había dado cuenta hasta qué nivel se podía desarrollar el negocio de los alimentos en Battle Creek. A pesar del secreto, el proceso para fabricar cereales en hojuelas se filtró. Entre 1900 y 1905, docenas de empresas de hojuelas de maíz surgieron abruptamente en Battle Creek, ya que gracias al Sanatorio, el nombre de la ciudad había quedado como sinónimo de salud. Los Kellogg no querían perder el control del mercado. Con una mayor cantidad de trabajo, los hermanos tenían tan poco tiempo que tuvieron que combinar sus tareas. A menudo el Doctor iba en bicicleta desde su casa al Sanatorio mientras Will corría al lado de él, intercambiando notas para el día de trabajo. Los dos pocas veces estaban de acuerdo. Will construyó una nueva fábrica para fabricar alimentos para el Sanatorio, y cuando se completó a un costo de $ 50.000, el Doctor sostuvo que nunca había autorizado ese gasto. Le pidió a Will que pagara la fábrica personalmente. Fue un golpe severo, y finalmente Will pagó la deuda. Pero las desavenencias continuaron aumentando y finalmente en Agosto de 1901 Will vació su escritorio, le dijo al Doctor que ya no podría seguir trabajando para él y dejó su empleo en el Sanatorio. Se quedó con la Empresa de Alimentos Sanitas por unos cuantos años más, ya que no estaba relacionada corporativamente con su hermano.

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El Ejecutivo “Yo estaba aún verde” Battle Creek estaba en el medio de un auge de cereales para desayunos. Surgieron cuarenta y dos empresas para fabricar alimentos y bebidas para desayunos. Solo unas cuantas sobrevivirían, y Will Kellogg tenía el instinto y el sentido de los negocios para unirse a los ganadores – porque había visto el potencial de las hojuelas de maíz. Antes de fines de siglo, Will ya había experimentado con ese cereal. Hizo largos experimentos antes de encontrar la combinación correcta de ingredientes y los mejores equipos de fabricación. En 1906, W.K. Kellogg creó su propia nueva empresa, las hojuelas de maíz de Kellogg se transformaron en un inmediato éxito en los desayunos, y en un logro sorprendentemente creativo en la vida de un hombre que ya tenía 46 años de edad. La “Compañía Kellogg” no llegó a ser el nombre oficial de la corporación hasta 1925, pero el mundo de los que comían cereales al desayuno ya conocían las palabras que aparecían en rojo en los paquetes Sanitas: “Tenga cuidado con las imitaciones. No hay nada auténtico sin esta firma. W.K. Kellogg.” Esas palabras comenzaron a aparecer en los paquetes producidos en la propia fábrica de Will, gracias a la venta de acciones a través de un antiguo paciente del Sanatorio que había confiado en Will Kellogg. “Yo estaba aun verde al comenzar el negocio”, confesó Will, pero le enseñó una o dos cosas a los corredores de la bolsa sobre promociones, publicidad y la publicidad persona a persona. Mientras promocionaba los alimentos Sanitas, Kellogg entregaba muestras puerta por puerta. Comenzó a promover sus nuevas Hojuelas Tostadas de Maíz de igual forma, resuelto a ganarles a los oportunistas que habían llegado a Battle Creek aprovechándose de su éxito. No era tan solo una empresa para ganar dinero, tal como lo recuerda uno de sus antiguos socios:”El señor Kellogg creía que abasteciendo hojuelas de maíz y otros productos a la gente estaba dando un servicio de salud.”

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El Día de la Independencia de 1907 trajo un precoz desastre a la nueva empresa. Un incendio destruyó la fábrica de la Calle Bartlett – una pérdida de $ 60.000. Para cualquier otro empresario de Battle Creek esto podría haber significado el fin. Sin embargo, mientras la producción continuaba en una planta secundaria, Will Kellogg llevó rápidamente a un arquitecto a la escena y se prepararon los planes para construir una fábrica de cereales moderna y protegida contra incendios antes que las ruinas dejaran de echar humo.

El incendio no ha tenido consecuencia alguna. No se puede quemar lo que ya está grabado en la mente de la mujer Americana. Por supuesto, una clave del éxito de la compañía estaba en la publicidad. El presupuesto para publicidad en Kellogg creció rápidamente a medida que la producción se expandía, porque él creía en la clara identificación de un buen producto y no en una venta difícil del producto. La piedra angular más fuerte resultó ser el coraje. Cuando Wall Street colapsó en 1929 y los corredores de la bolsa estaban a punto de saltar al abismo, Kellogg se encogió de hombros con confianza y duplicó su presupuesto de publicidad: “Este es el momento de salir a gastar más dinero en publicidad.” Tenía razón. La Compañía Kellogg, segura que todos los americanos debían tomar desayuno – especialmente un desayuno de bajo costo – se vio muy poco afectada por la Gran Depresión. Sin embargo, hubo problemas legales. El Dr. John H. Kellogg pensó que de alguna forma era el Kellogg y que la firma de Will en los paquetes de los cereales implicaba que el famoso doctor estaba endosándolos. El Kellogg mayor incluso llegó a establecer su propia Compañía de Alimentos Kellogg. Los hermanos no tuvieron remordimiento alguno en demandarse entre ellos y el litigio resultante no tan solo terminó en victorias para Will Kellogg, sino que también causó un casi completo alejamiento entre los dos hombres. Esta era una separación que habría de durar hasta el fin de sus vidas, ambos fallecidos a los 91 años. Los hermanos no se vieron mucho en sus últimos años. En 1943, el Dr. Kellogg envió una nota de reconciliación a su hermano, reconociendo que Will había sido acusado erróneamente, pero la entrega de la nota se demoró. El Doctor murió antes que Will la leyera.

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Éxito y Tragedia “Amable Providencia” Llegó el día que se le pidió al tesorero de la compañía revisar los libros personales de Kellogg y ordenarlos. Al volver, el tesorero le dijo a su jefe: “Bueno, estos libros indican que usted tiene un valor de un millón de dólares.” “No valgo eso,” dijo W.K. respirando apresuradamente. Revisó las cifras y aceptó los hechos. “Bueno, nunca esperé tener un valor tan alto.”

Al principio pasamos periodos muy agotadores y tuvimos muchas horas de ansiedad, sin saber de donde sacar fondos para pagar los salarios de la semana siguiente. En ningún periodo de mi vida aspiré a llegar a ser rico, pero quizás la dura competencia desarrolló mi espíritu luchador y en los esfuerzos para asegurar nuestra participación, el negocio ha tenido éxito. Mi esperanza es que la riqueza que me ha traído la amable Providencia pueda ser útil para muchos otros y que me encuentre a mí como un fiel administrador. Las donaciones de caridad de Will Kellogg eran muchas, y era difícil calcularlas realmente. Su casa estaba siempre abierta para sus amigos y parientes que les estaba yendo mal y muchas visitas a los hogares de sus amigos enfermos terminaban en ayuda financiera que no se había solicitado. Su forma de hacer feliz a los otros quizás compensaba el haber fracasado en llevar una vida “común y corriente” en casa. Para su familia, había sido un autócrata. Había criado a sus hijos con la severidad con la cual él había crecido. Como había tenido muy poco tiempo para pasar con su esposa y sus niños – la construcción de una firma de éxito había sido una meta que consumía todo su tiempo – surgieron barreras entre él y otros en su hogar. W.K. tuvo que lamentar profundamente esto años más tarde, particularmente después de la muerte de su esposa, Ella, en 1912. Por algunos años no quiso casarse nuevamente, por el temor a hacer infeliz a otra mujer. Aun así, en 1918 conoció y se casó con una distinguida doctora del Sanatorio, la Dra. Carrie Staines.

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Mientras tanto, la Compañía Kellogg se relacionó responsablemente y con mucho juicio con sus empleados. En 1927 se instaló una guardería en la planta para los niños de las trabajadoras. Una clínica médica y dental atendían a los niños y una nutricionista atendía sus necesidades nutricionales. La Depresión renovó su preocupación por sus empleados y se crearon más turnos para que se pudieran contratar más hombres de familia. El presidente Herbert Hoover vio un potencial en el experimento para aplicarlo en un programa para toda la nación y llamó a Kellogg a la Casa Blanca para debatir el tema. Kellogg también suministró fondos para la construcción de un parque de 10 acres en los terrenos de la planta de Battle Creek para dar trabajo a aquellos que no recibían un salario. Como uno de sus legados, en 1944 Kellogg entregó 21.400 acciones de la empresa al Fondo Twenty-Five Year para dar asistencia a empleados veteranos ante necesidades financieras. En cierto sentido, los trabajadores eran parte de su “familia” y les daba toda su atención. En casa, la fortaleza y los consejos sabios estaban allí, pero su cartera tendía a quedarse cerrada. Will Kellogg escribió un día a su hijo Kart: “Sobre todas las cosas, quiero que mis hijos se desarrollen y transformen en hombres con conciencia y con la verdad, y si por alguna razón nunca pueden adquirir una gran cantidad de dinero, apreciaré los atributos de la sinceridad, honestidad y la confianza por sobre todas las cosas.” Kellogg esperaba que otros miembros de su familia siguieran con el negocio, pero incluso esa historia está llena de enfrentamientos y tragedias. La primera catástrofe ocurrió cuando Kenneth, el primogénito de su hija Beth, se cayó accidentalmente de la ventana de un segundo piso a la calle de cemento. A pesar de su riqueza, poco pudo hacer Kellogg por el niño permanentemente lesionado.

En parte, la creación de la Fundación se debió al hecho que aunque yo podía pagar con amplitud las cuentas médicas y quirúrgicas de Kenneth, encontré que era casi imposible obtener un tratamiento adecuado para él durante los primeros diez o doce años de su vida. Esto me hizo preguntar cuales eran las dificultades en el camino de padres necesitados que buscaban ayudar a sus niños cuando surgían las catástrofes, y resolví dar la asistencia necesaria para esos niños. 44

La “Casa Grande” de W.K. Kellogg estaba a una altura de 500 pies sobre el Valle de Pomona (California) y miraba hacia el Rancho de Caballos Árabes Kellogg de 800 acres. Estaba particularmente orgulloso de la belleza de sus potros Árabes mellizos, Calamyr y Calamyra. Tal como lo hizo más tarde con sus casas, en 1923 Kellogg donó su rancho de caballos Árabes de $ 3 millones para usarlo en servicios públicos. Aquí se muestra al comediante Will Rogers, al Gobernador de California James Rolph y al señor Kellogg en la ceremonia de traspaso del rancho a la Universidad de California. La propiedad fue utilizada por el gobierno de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial como una Estación de Remonta del Ejército y hoy es el Campus Pomona de la Universidad Politécnica del Estado de California.

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A medida que su empresa prosperaba, Kellogg compró propiedades en Florida y Michigan y un rancho en California. Durante la II Guerra Mundial donó las dos casas para usarlas en servicios públicos. Arriba se observa la casa de Dunedin Isles, al norte de Clearwater, Florida y abajo se muestra la propiedad del Lago Gull cerca de Battle Creek, Michigan.

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En 1930, el señor Kellogg creó la Fundación W.K. Kellogg y muy pronto la hizo beneficiaria de sus activos personales valorados en $ 45 millones. Hasta 1967, el personal de la Fundación trabajaba en dos pisos de “The Inn”, una casa de departamentos de Battle Creek construida por el señor Kellogg en 1924. Kellogg mantuvo un departamento en el Inn. Como durante sus últimos 14 años de vida, sufría de glaucoma, tenía varios perros.

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Por más de una década durante los 30, la Fundación W.K. Kellogg hizo funcionar el Proyecto de Salud Comunitaria de Michigan (MCHP). Fue un esfuerzo pionero que demostró en siete condados de Michigan que la salud de la familia, sus oportunidades educacionales y el estándar de vida general podía mejorarse a través de servicios de salud pública, a través de atención y revisión médica de los niños, junto con un programa extensivo de mejoramiento escolar, mayores servicios de bibliotecas y más desarrollo comunitario general. W.K. Kellogg tenía una oficina en la Casa Central de la Fundación. Debido a su preocupación por la salud y educación de los niños, se sentía intrigado con el Proyecto de Salud Comunitaria de Michigan y asistió discretamente a muchas de sus reuniones con los líderes de la ciudadanía.

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Se orientaron programas integrales, con millones de dólares de asistencia de parte de la Fundación, para dar oportunidades de una educación más avanzada a los administradores de hospitales y escuelas públicas. Por ejemplo, la Fundación inició un esfuerzo que finalmente incluiría el fortalecimiento de cursos pre-grado y post-grado en 38 escuelas de medicina, odontología y enfermería en Estados Unidos y Canadá. Kellogg rechazaba la exposición pública y a menudo rechazaba recibir el crédito por su apoyo financiero a los proyectos comunitarios. Aquí aparece entremezclado entre la gente durante una ceremonia de dedicatoria del auditorio que entregó a la Ciudad de Battle Creek.

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Los regalos personales del señor Kellogg y el apoyo de la Fundación Kellogg también han beneficiado todos los aspectos de la vida en la ciudad natal de Kellogg en Battle Creek, Michigan. Tales esfuerzos por el mejoramiento comunitario han incluido la Escuela Ann J. Kellogg (arriba, izquierda), denominada así por la madre de W.K., que por mucho tiempo ha sido un modelo nacional de llevar la educación de los niños discapacitados hacia un sistema regular de escuelas primarias y secundarias. Otros esfuerzos incluyeron un santuario para aves, una Granja y Bosque Experimental (abajo, izquierda), una escuela secundaria y auditorio (arriba) y el College Comunitario Kellogg (abajo).

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W.K. Kellogg a fines de la década de los 20.

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Aunque este evento puede haber sido el que creó la chispa que llevó a la creación de la Fundación W.K. Kellogg, el material que alimentó las llamas yace en la creencia confirmada de Kellogg que era inadecuado dejar una gran fortuna a los niños propios.

Nunca se ha sabido que los dólares producen carácter, y el carácter nunca se producirá a través del dinero. El hijo de W.K., John Leonard – conocido generalmente como “J.L.” – comenzó a trabajar para la compañía en 1908 y fue superintendente de fábrica en 1912. Pero J.L. tenía una personalidad fuerte como su padre y finalmente renunció a la compañía en 1925. W.K. luego se interesó por el hijo de J.L., John, Jr. Desafortunadamente, nuevamente surgieron pugnas y John, Jr. se estableció por sí solo en la industria alimenticia, solamente para llegar al suicidio por un fracaso en los negocios. Por lo tanto, W.K. continuó con el control, manteniendo un dominio muy riguroso, incluso cuando estaba en su casa de invierno en California. Finalmente cedió el control de la compañía a destacados hombres de negocio, pero no pudo disminuir su propio ritmo de trabajo. Luchó por las metas de sus intereses tan diversificados tan ardientemente como había trabajado para construir su compañía. Will Kellogg también fue uno de los primeros empresarios Americanos en reconocer el potencial de los mercados internacionales. Expandió las operaciones de la empresa a Canadá y a Australia en 1924 y a Inglaterra en 1938. Hoy, la Compañía Kellogg tiene plantas en numerosos países alrededor del mundo. Éxitos como estos siempre son asombrosos cuando uno recuerda que la fuerza motriz detrás de ellos era un hombre con poca escolaridad formal, y este era un hecho que Kellogg siempre tenía presente. A medida que fue envejeciendo, Kellogg buscó la influencia enriquecedora de los viajes y la literatura. Ocasionalmente financiaba proyectos que estaban años adelantados a su tiempo, como por ejemplo, experimentos con la calefacción solar. Pero más importante fue su búsqueda de una forma adecuada para distribuir su vasta fortuna. Quizás fue este interés el que lo hizo vivir por décadas más allá de sus expectativas de vida. Aunque Kellogg ponía mucha atención a su propia 53

salud, las enfermedades lo molestaban. Sufría de glaucoma, una enfermedad ocular que lleva a una pérdida gradual de la vista. Durante los últimos nueve o diez años de su vida, Kellogg quedó totalmente ciego. Rechazó sentirse descorazonado y sin embargo siguió manteniendo su mente ocupada. Aun así, Kellogg tenía sus momentos tristes y de introspección: “Daría todo mi dinero solamente para ver el sol y el pasto verde nuevamente.”

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El Benefactor Tímido “Soy una Persona Egoísta” En un período, John Preston Kellogg tenía un caballo Árabe, un animal que su hijo Will amaba profundamente. Cuando su padre vendió el caballo, el descorazonado Will se prometió a si mismo que algún día tendría su propio establo con ese tipo de corceles. Como era usual, Will cumplía con su palabra. Con su riqueza corporativa, a través de los años Kellogg adquirió caballos y construyó establos cerca de su villa de 19 habitaciones sobre una pequeña colina en California. Ella se transformó en el Rancho de Caballos Árabes W.K. Kellogg de 800 acres a cinco millas de la ciudad de Pomona, California. En 1932, Kellogg donó el rancho de $ 3 millones a la Universidad de California, que funcionó por casi una década como el Instituto de Reproducción Animal W.K. Kellogg. Más tarde la propiedad fue utilizada por el gobierno de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial como una Estación de Remonta del Ejército y hoy es el Campus Pomona de la Universidad Politécnica del Estado de California. El rancho también ha jugado un importante rol en la perpetuación del caballo Árabe en América. La reproducción y entrenamiento de caballos aun sigue siendo una parte importante del programa educacional de la Universidad. Kellogg mismo disfrutaba cabalgando a los lugares más remotos de su propiedad hasta que un accidente y algunos cuasi accidentes lo convencieron para que dejara de cabalgar. Sin embargo, comenzó a hacer caminatas. A Kellogg le encantaban los perros. En 1927 compró a Rinson, hijo del famoso perro de la película, Rin Tin Tin. Rinson fue el primero de tres ovejeros alemanes que hicieron que los últimos años de Kellogg fueran más felices y fáciles, sirviendo como guardaespaldas, guías y fieles amigos. En 1934, Kellogg compró una villa en Dunedin Isles, justo al norte de Clearwater, Florida. Esta casa y su propiedad en el Lago Gull al norte de Battle Creek también se pusieron a disposición de los militares esta-

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dounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, la Fundación vendió la casa de Dunedin Isles. La propiedad del Lago Gull se entregó a la Universidad del estado de Michigan y hoy se utiliza como una estación experimental biológica y para programas educacionales agrícolas fuera del campus. La verdadera razón para dar estas propiedades al servicio público durante la guerra es típica de Kellogg: Pensaba que era un pecado que él viviera en el lujo mientras otros pasaban apuros por años de racionamiento. Desechó muchos lujos como los botes y los automóviles, ya que el manto de la riqueza nunca había reposado cómodamente sobre sus hombros. El disfrutaba de las cosas más finas, pero su conciencia puritana a menudo lo asaltaba mediante las tal llamadas indulgencias egoístas. De acuerdo a él, estaba bien gastar dinero en los otros. En 1909, Kellogg escribió: “Si tengo éxito en salir de las deudas y prosperar en mis negocios, espero hacer buen uso de cualquier riqueza que me llegue”. Sus primeras filantropías personales fueron espontáneas y variadas. Incluyeron la ayuda a profesores rurales, a niños británicos huérfanos por la guerra, ayuda a los ciegos y ayuda a un sinnúmero de programas médicos y hospitalarios. En 1925, Kellogg pidió a tres amigos que velaran por la Corporación de Becas, una agencia que había creado para distribuir casi $ 1 millón y que fue la predecesora de la creación de una fundación de un alcance mucho mayor cinco años más tarde. Aun así, incluso con tales contribuciones tan considerables a las necesidades públicas, Kellogg necesitaba saber como reinvertir su dinero en la gente de una forma más efectiva.

Ha sido mucho más fácil ganar dinero que saber cómo gastarlo inteligentemente. El amor de Kellogg por los niños y su talento para la organización finalmente lo llevó a dar forma a una agencia que tendría una administración fiduciaria de tiempo completo con metas específicas – una agencia que iba a requerir personal experto y profesional. Kellogg llamó al Dr. A.C. Selmon, un médico Adventista misionario que le había ayudado a enfrentar un ataque de neumonía durante una visita a 56

China. Selmon se transformó en el primer presidente de la Fundación y recibió la siguiente petición específica:

Quiero crear una Fundación que ayude a los niños discapacitados en todas partes para enfrentar el futuro con confianza, salud y seguros con su confianza en este país y sus instituciones. En Junio de 1930, se organizó la Fundación de Bienestar para los Niños W.K. Kellogg y luego se reorganizó solo dos meses más tarde como la Fundación W.K. Kellogg. Kellogg se había dado cuenta que especialmente sirviendo a los niños, la Fundación podría ayudar al mundo en general. El presidente Herbert Hoover invitó a Kellogg a asistir a una conferencia sobre la Salud y Protección de los Niños en la Casa Blanca, afectando el concepto inicial de su fundación en un momento cuando se sentían tremendamente las necesidades nacionales. “No quiero restringirlos de manera alguna”, le dijo a su nuevo personal. “Utilicen el dinero como quieran siempre que fomente la salud, la felicidad y el bienestar de los niños”.

Alivio, vestimenta y refugio son necesarios para los niños en la miseria, pero el mejor bien para la mayor cantidad de niños sólo puede provenir de la educación del niño, de los padres, de los profesores, del médico de la familia y de la comunidad en general. La educación ofrece la mayor oportunidad para mejorar realmente una generación tras otra. A través del Fideicomiso de la Fundación W.K. Kellogg, Kellogg hizo que la Fundación fuera beneficiaria de aproximadamente $ 45 millones (mayormente a través de acciones de la Compañía Kellogg). Con Will Kellogg como consejero, su Fundación fue guiada por la acción. Las ideas antiguas se guardaron en favor de conceptos con asesoría sólida y práctica, que se podían implementar directamente. Kellogg apoyó el primer énfasis de la Fundación en la aplicación del conocimiento existente a los problemas de la gente. Ese compromiso se reflejó durante la década de los 30 en el Proyecto de Salud Comunitaria de Michigan (MCHP) – un esfuerzo pionero que demostró en siete condados de Michigan que la salud de la familia, sus oportunidades educacionales y el estándar de vida general podía mejorarse a través de servicios de salud públi57

ca, a través de atención y revisión médica de los niños, junto con un programa extensivo de mejoramiento escolar, mayores servicios de bibliotecas y más desarrollo comunitario general. Decir que W.K. estaba intrigado con el MCHP sería una subestimación. El mantenía una oficina en la Casa Central de la Fundación en Battle Creek y discretamente asistía a las muchas reuniones con los líderes de la ciudadanía. Por mucho tiempo ya pensaba que el “niño olvidado” de América no estaba exclusivamente en las áreas pobres de la ciudad sino que también en las comunidades rurales donde las mejoras socioeconómicas eran lentas de realizar. Después de la Segunda Guerra Mundial, periodo en que la Fundación temporalmente revisó su programación para dirigir recursos al esfuerzo de la guerra, la organización desplazó su foco desde la acción directa del MCHP para principalmente dar asistencia financiera a las instituciones, comunidades e individuos. Kellogg se negó a dictar metas e instrucciones, aunque ocasionalmente refunfuñaba por el alto costo de la filantropía (“¿Por qué es necesario utilizar llamadas larga distancia para regalar dinero?”). La perspectiva internacional de Kellogg en su empresa era igualmente tangible en la programación de la Fundación. La Fundación estaba concediendo a ciudadanos de otros países becas de estudio en Estados Unidos desde 1937. Inmediatamente después de la segunda Guerra Mundial, la Fundación amplió sus áreas de acción para incluir todo Estados Unidos, Canadá y Latino América. Hacia fines de la década de los 30, se diseñaron programas integrales, con millones de dólares de asistencia de parte de la Fundación, para dar oportunidades de una educación más avanzada a los administradores de hospitales y escuelas públicas. Durante estos años, la Fundación también inició un esfuerzo que finalmente incluiría el fortalecimiento de cursos de pre-grado y post-grado en 38 escuelas de medicina, odontología y enfermería en Estados Unidos y Canadá. En todos los esfuerzos de la Fundación, Kellogg permaneció detrás de la escena, evitando sobresalir. Tenía que ser persuadido para asistir a las cere58

monias que distinguían sus donativos, y si llegaba a asistir, se sentaba en la fila trasera, sin ser visto.

Un filántropo es uno que haría el bien por el amor de sus conciudadanos. Amo hacer cosas por los niños porque lo disfruto. Por lo tanto, soy una persona egoísta y no un filántropo. Cualquier éxito de la Fundación se debe a los fiduciarios y al staff. Ellos tuvieron la visión. Yo solo suministré los fondos. A través de sus primeras filantropías y la Fundación que lleva su nombre, casi todos los aspectos de la vida comunitaria en la ciudad natal de Kellogg, Battle Creek, se han beneficiado. La Escuela Ann J. Kellogg, denominada así por la madre de W.K., por mucho tiempo ha sido un modelo nacional de llevar la educación de los niños discapacitados hacia un sistema regular de escuelas primarias y secundarias. El College Comunitario Kellogg ha recibido millones de dólares en donativos para instalaciones y programas educacionales. Las escuelas públicas y privadas de Battle Creek han sido ayudadas fortaleciendo los programas académicos, proveyendo entrenamiento práctico para los profesores y administradores y usando nuevas tecnologías de instrucción en la sala de clases. Un edificio juvenil, el Centro Y de la Familia y una clínica de guía para el niño representan solo algunos de los beneficiarios orientados a la juventud de la asistencia de Kellogg. La vida cultural y educacional de la comunidad ha mejorado mediante la ayuda de Kellogg para un centro/escenario cívico, un auditorio, la adición de un centro de artes cívicas, un zoológico, el Santuario de Aves W.K. Kellogg, y la Granja y Bosque Experimental. Los hospitales de área, las bibliotecas y otras agencias de servicios humanos han sido ayudados en sus esfuerzos para mejorar la salud y el bienestar de los ciudadanos del área. Sin embargo, el principal trabajo de la Fundación está en todo el mundo. En más de medio siglo de ayudar a la gente a ayudarse a si misma, la Fundación apoya programas en Estados Unidos, Latino América y el Caribe. Además, se conceden donativos a países del sur de África para ayudar a preparar líderes en la educación, en la agricultura, en las profesiones de la salud y en la administración pública y de negocios. La participación limitada a nivel mundial se logra a través de los Programas de Liderazgo Internacional 59

de Kellogg y a través de redes internacionales de actividades relacionadas con los intereses programáticos de la Fundación. Mucho antes de su muerte, Kellogg estaba resignado con su inevitable destino. En 1933 dio instrucciones para un funeral simple donde “los gastos no debían exceder los $ 500”. No tenía idea que viviría por muchos años más y que iba a permanecer activo en la corporación y la Fundación que tanto amaba. Sin embargo, en 1946, Kellogg rechazó su reelección en la Junta de Directorio de la Compañía. La separación nunca fue completa y la ética del trabajo pionero lo llamaba incluso cuando hizo que la Fundación fuera su mayor interés. En su nonagésimo cumpleaños, la fábrica de Battle Creek le regaló una medalla correspondiente a los 45 años de trabajo, y Kellogg respondió con una poco característica y apenada frase: “No la merezco. Después de todo, ya no trabajo aquí.” La segunda esposa del señor Kellogg falleció en febrero de 1948. John L. Kellogg, hijo de W.K., murió inesperadamente de una hemorragia cerebral. Un año más tarde la amada hermana de W.K., la señora Clara Butler, también falleció. Aquellos que conocían bien a Will lo vieron envejecer mucho desde ese momento en adelante y su cumpleaños número noventa y uno estuvo marcado por enfermedades y recuperaciones. Tuvo la fuerza para visitar la oficina que tenía en la Fundación y asistir al funeral de su hermana, pero a mediados de septiembre tuvo que volver al hospital. Falleció muy tranquilo, a media tarde del 6 de octubre de 1951, y sus cenizas fueron sepultadas en el Cementerio Oak Hill de Battle Creek, la ciudad que había ayudado a ser “La Capital del Cereal del Mundo.”

La Fundación W.K. Kellogg La Fundación W. K. Kellogg se creó en 1930 para “ayudar a la gente a ayudarse a si misma.” A través de los años, la programación de la Fundación ha evolucionado y ha tratado de seguir innovando y respondiendo a las siempre cambiantes necesidades de la sociedad.

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Como organización privada que otorga donativos, la Fundación da asistencia financiera a organizaciones e instituciones que han identificado y analizado problemas y han diseñado soluciones constructivas y prácticas para ellos. La Fundación apoya estas soluciones para ser adaptadas por aquellos que enfrentan problemas similares en todas partes, de tal manera que el “efecto dominó” pueda beneficiar otros individuos y comunidades. Su programación se enfoca en la aplicación de conocimiento más que en la investigación. Hoy, la Fundación W.K. Kellogg está entre las más grandes fundaciones del mundo en términos de activos, donativos anuales y donaciones totales. Para lograr su mayor impacto, la Fundación guía sus donativos hacia áreas específicas. Ellas son: Salud, Sistemas Alimenticios y Desarrollo Rural, Juventud y Educación y Filantropía y Voluntariado. Par intensificar su efectividad, la Fundación trata de aprender del conocimiento, de la experiencia y de las lecciones aprendidas por sus proyectos en cuanto a: Liderazgo, Tecnología de Información y Comunicaciones, Diversidad y Desarrollo Comunitario Social y Económico. La Fundación concede donativos en Estados Unidos, Latino América y el Caribe y seis países en el sur de África: Botswana, Lesotho, Mozambique, Sudáfrica, Swazilandia, y Zimbabwe. Para obtener más datos de la programación de la Fundación y los procedimientos para solicitar donativos, por favor escriba a: Fundación W.K. Kellogg P. O. Box 550 Battle Creek, Michigan U.S.A. 49016-0550 O visite nuestro sitio Web en: www.wkkf.org.

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Las instalaciones actuales de Fundación W.K. Kellogg, One Michigan Avenue East, Battle Creek, Michigan.

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