Invitación al Pecado 2 Serie Multiautor Los Corretti Sarah Morgan

Invitación al Pecado – 2° Serie Multiautor “Los Corretti” – Sarah Morgan Argumento No había nada más peligroso que obligar a un Corretti a seguir las

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Invitación al Pecado – 2° Serie Multiautor “Los Corretti” – Sarah Morgan

Argumento No había nada más peligroso que obligar a un Corretti a seguir las normas de conducta de la sociedad. A la actriz Taylor Carmichael nada le importaba más que proteger su intimidad y tratar de que la gente olvidara su pasado, pero una indiscreta fotografía con el mujeriego Luca Corretti, una botella de champán y un vestido demasiado ceñido habían puesto en peligro la posibilidad de mejorar su malograda reputación. Luca Corretti, en cambio, no estaba preocupado, era como si nada le importara, como si lo que le gente pensara de él no le afectara en absoluto, pero Taylor estaba furiosa y no se le ocurrió mejor forma de vengarse de él y arreglar el desaguisado que anunciar que Luca y ella estaban prometidos y preparando ya su boda.

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Capítulo Uno –¿Zach, dónde estás? No me dejes en la estacada, por favor. No creo que pueda hacer esto sin ti. En cualquier momento, voy a caer en la tentación y ponerme a comer. Y, si lo hago, este maldito vestido acabará estallando. Cuando recibas este mensaje, llámame. Taylor tenía las manos tan sudorosas que le costaba sujetar el teléfono. Trató de recordar que solo era una boda con un montón de gente a la que no conocía y que no iban a prestarle mucha atención a ella. No entendía por qué estaba tan nerviosa. Si estaba allí, era solo porque el productor de su última película había insistido en invitarla. Trató de respirar profundamente, pero el vestido no le permitía hacerlo con comodidad. El diseñador había terminado de rematarlo cuando ya lo tenía puesto y le había sugerido que le avisara si necesitaba ir al baño. Para colmo de males, hacía mucho calor y el sol de Sicilia le estaba abrasando la espalda. Le parecía una situación absurda. Ese vestido le estaba oprimiendo y lo último que quería era tener que pedirle a alguien que la acompañara al baño. Página 3 de 242

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Por eso había decidido que no iba a comer ni beber nada. Aunque eso tampoco era una novedad. Su madre le había inculcado desde que era pequeña que debía comer con prudencia y estaba acostumbrada a tener siempre hambre. Pero últimamente le estaba costando mucho más resistirse a los antojos y eso no hacía sino frustrarla más aún. Tenía ganas de arrancarle la cabeza a alguien y, si llegaba a hacerlo, se iba a asegurar de que la cabeza perteneciera al miembro de la familia Corretti que la había obligado a ir a esa boda. Se había llegado a preguntar si lo habría hecho a propósito. Esa película era muy importante para Santo Corretti y no le habría extrañado nada que le hubiera ordenado al diseñador que le hiciera un vestido tan justo que ningún hombre pudiera quitárselo y echar a perder con un escándalo su regreso a la gran pantalla. Sabía que Zach se iba a reír mucho cuando la viera. Nunca la había visto vestida de ese modo. Ese día le estaba sirviendo para recordar lo mucho que odiaba ese mundo, la falsedad, las agendas ocultas de la gente detrás de todas esas sonrisas y buenas palabras. Tuvo que resistir la tentación de morderse las uñas. Miró su manicura recién hecha y vio que le temblaban las manos. No se atrevía siquiera a sujetar una copa de champán. Temía Página 4 de 242

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que la bebida acabara derramada en su vestido. O, peor aún, en el de alguna otra invitada. Sabía muy bien qué pensaría la gente si llegaba a ocurrirle algo así. Le molestaba que tuviera que importarle lo que pensara la gente. De mal humor, metió el teléfono en el bolso. Ni siquiera entendía por qué le afectaba tanto algo tan trivial. Durante los últimos dos años, había aprendido lo que de verdad importaba en la vida. Había gente con problemas reales y creía que el suyo era una tontería y que formaba parte del pasado. Sabía que había tomado malas decisiones y que había confiado en personas que no lo merecían, pero había cambiado y estaba decidida a que la gente lo viera. Iba a demostrárselo y para eso estaba en esa boda. No podía cometer ningún error. Lo peor que le podía pasar era que derramara el champán y que la gente pensara que había bebido más de la cuenta. Por muy difícil que se le pusieran las cosas, tenía muy claro que no podía permitirse ni un desliz. Era el precio que tenía que pagar para relanzar su carrera como actriz. Algo que deseaba desesperadamente. Tanto como para participar en el circo publicitario que formaba parte de su trabajo. Algo que tenía que sufrir para poder seguir haciendo lo que tanto amaba. Página 5 de 242

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Suspiró y sacó de nuevo su teléfono del bolso. –¿Zach? –comenzó con voz temblorosa–. Solo llamaba para decirte que hay un montón de mujeres preciosas en la boda. Si no quieres perder tu oportunidad, date prisa. No puedo ir al baño sin la ayuda de alguien. Te vas a reír mucho cuando me veas. Llámame, por favor. Le asustaba ver cuánto lo necesitaba, pero Zach era el que la había animado a seguir trabajando para conseguir su sueño y volver a actuar. Pensaba que, si no podía hacer frente a esa situación, tampoco iba a poder hacer frente a la atención que iba a tener cuando volviera a un set de rodaje. Echaba de menos actuar, pero no ese tipo de eventos sociales. –¡Taylor! –la llamó de repente Santo Corretti. Era el presidente de la productora que iba a hacer la película y tenía fama de haberse acostado con las protagonistas femeninas de sus últimas cinco películas. Vio que cruzaba el césped hacia ella. –Has llegado muy tarde. –La culpa la tiene el vestido que elegiste –replicó ella–. Han tenido que terminar de coserlo después de que me lo pusiera. No quiso decirle que había estado media hora esperando afuera, tratando de reunir el valor suficiente para entrar.

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Era algo demasiado embarazoso para que se lo confesara a nadie. Estaba aterrorizada y no quería que nadie lo supiera, de eso se trataba, de cuidar al máximo su exterior para que nadie pudiera descubrir que en realidad estaba temblando. –Y los paparazis muestran más interés en ti si les haces esperar. Es algo que sé por experiencia –agregó ella. –Bueno, pero recuerda que estás aquí para promocionar mi película, no tu persona. Quiero publicidad y me refiero a buena publicidad. Lo peor que podría pasar es que alguien tuviera la oportunidad de sacar a relucir tu pasado. Se quedó sin aliento. No habían conversado durante más de dos minutos y ya había salido a relucir el tema de su pasado. Era muy frustrante, pero se dio cuenta de que no había escapatoria. Sus errores habían sido muy públicos y habían conseguido marcarla para siempre. Era lo primero que pensaba la gente cuando la miraba y vio que a su productor le pasaba lo mismo. Le gruñó en ese instante el estómago. Llevaba horas sin comer nada. –En una boda con varios miembros de la dinastía Corretti presentes, estoy segura de que la prensa tendrá un montón de oportunidades para destacar las andanzas de otros –le dijo ella.

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La mujer que había sido en el pasado podría haber encontrado atractivo a Santo Corretti, pero había aprendido a evitar los problemas en vez de ir buscándolos. Sobre todo en lo relacionado con los hombres. Había aprendido la lección y la había aprendido muy bien. –¿Te has sonrojado? –le preguntó Santo mientras la miraba con atención–. Taylor Carmichael, la salvaje y depredadora Taylor, es capaz de sonrojarse cuando la situación lo exige. Me lo tomaré como una prueba de tus excelentes dotes para la actuación. Y me parece estupendo. Al público le encanta que las estrellas se muestren vulnerables. Puede que así esté dispuesto incluso a excusar tu escandaloso pasado. –Mi pasado no es asunto de nadie, solo mío. Pero sabía que nadie lo olvidaba. No podía librarse de él. –Bueno, ¿a quién quieres que encandile con mi encanto? – le preguntó ella. –¿No ibas a venir con alguien? –repuso Santo mientras miraba a su alrededor. –Sí, con mi amigo Zach, pero aún no ha llegado. «Cuando llegue, lo estrangularé con mis propias manos», pensó ella.

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–Recuerda que tu trabajo aquí consiste en hablar con la gente, no aproveches para añadir otra víctima más a tu largo historial amoroso. –Zach no es... Pero no terminó la frase. Habría sido mejor que se quedara en silencio, pero ya era demasiado tarde. –Me alegro, porque tu complicada vida amorosa no va a tener cabida en mi set de rodaje. –Mi vida amorosa no es complicada. De hecho, podría haberle dicho que su vida amorosa era inexistente, pero no lo hizo. –Hay dos razones por las que esta película va a ser un éxito. Para empezar, es mi película –le dijo Santo con seguridad y una sonrisa–. Y, además, tú eres la protagonista, Taylor Carmichael. La gente va a llenar los cines para ver tu gran regreso a las pantallas. Te conocen por tus escándalos y eso es algo que atrae mucho a la gente. Por eso irán a verte. Pero, si no me equivoco contigo, saldrán de los cines sabiendo que además puedes actuar. No eches a perder esta oportunidad. A pesar del calor que hacía, no pudo evitar estremecerse. Odiaba esa parte de su trabajo. Era como si la prensa y los estudios se creyeran con derecho a inmiscuirse en su espacio. Era algo que no ocurría solo en el set de rodaje, sino en todos los ámbitos de su vida. Había empezado a trabajar en el cine Página 9 de 242

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siendo solo una adolescente y había permitido que la manejaran, pero no iba a consentirlo más. Ya no era esa chica ingenua y no iba a permitir que se metieran en su vida. Aunque las cámaras la enfocaran en todo momento, no pensaba darles la ocasión de que la sorprendieran en un renuncio. Iba a comportarse tan bien que la prensa se iba morir de aburrimiento. Pensaba corregir como fuera las manchas de su pasado para conseguir que todo el mundo lo olvidara. –Bueno, ¿quién es la persona más importante de los presentes? Ponme al día –le pidió a Santo con la profesionalidad que había adquirido trabajando en Hollywood durante años–. ¿A quién se supone que tengo que impresionar? –A todos –repuso Santo–. Todos los invitados a la boda esperan tener la oportunidad de hablar contigo. Taylor Carmichael por fin vuelve de su exilio y no hay nadie que no quiera conocer todos los detalles. No dejan de rumorear. –Ya te habrás asegurado tú de que lo hicieran, ¿no? –Ahora mismo eres mi mayor activo y sé muy bien cómo cuidar y utilizar mis activos. Pero no les des detalles y no concedas ninguna entrevista hasta que yo te lo diga. –De acuerdo, no hay problema.

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Había metido su pasado en un cajón con llave y no lo había abierto durante años. La idea de que otras personas quisieran descubrir sus secretos le revolvía el estómago y las palabras de Santo no hicieron nada por disipar esa sensación. –Van a ser muy insistentes. Después de todo, eres la chica que despidió a su propia madre. –No despedí a mi madre, sino a mi agente. El hecho de que fuera además mi madre no tenía nada que ver con mi decisión. Pero sabía que debería haberlo tenido en cuenta, que no debería haberle resultado tan fácil deshacerse de su madre. –A la gente le fascina cómo conseguiste echar a perder tu propia vida. Sé que es muy morboso, pero es así. –Vaya, gracias –murmuró ella con dolor. Pero era un dolor que nunca mostraba a los demás y que hacía que se sintiera muy sola. Una sensación a la que ya estaba acostumbrada. –¿Qué es lo que has estado haciendo estos últimos años, Taylor? –le preguntó Santo de repente. Ella se quedó mirando fijamente una abeja que sobrevolaba cerca de ellos. Se acercó a una flor y después se posó con cuidado en sus frágiles pétalos. –He tratado de vivir apartada de todo este mundo, sin llamar mucho la atención. Página 11 de 242

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Santo la miró con los ojos entrecerrados, como si no la creyera. –Espero que sigas así y no vuelvas a las andadas. Lo que hagas puede dañar mucho la imagen de mi película. –No te preocupes, no lo haré. Le dolían los pies, ya no aguantaba más. Había olvidado lo incómodos que eran los tacones de aguja. Pero al menos esa molestia había hecho que se le olvidara el hambre que tenía. –Puedes estar tranquilo –insistió–. Si llega a haber algún escándalo relacionado con la película, no será por mi culpa. –Es tu primera aparición pública desde que te retiraste de repente –le dijo Santo con dureza–. Todo el mundo está esperando que cometas un desliz. Lo sabes, ¿verdad? –Entonces, se van a aburrir mucho. –No bebas, ¿de acuerdo? –¿Por eso le has pedido al modisto que me cosa el vestido tan justo que apenas puedo respirar? ¿Para que no pueda comer, beber ni usar el baño? –Lo único que pretendía con la elección de vestuario era resaltar tu cuerpo, que es uno de tus activos. Estaba satisfecha con su cuerpo. Siempre había sido una mujer esbelta. Era la única ventaja que tenía haberse pasado

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gran parte de su vida muerta de hambre para mantener la línea. –Y yo que pensaba que me querías para tu película por mis habilidades para la actuación... –respondió ella con amargura. Santo volvió a mirarla con los ojos entrecerrados. –Por supuesto, pero no soy tan ingenuo como para pensar que tu aspecto no va a ayudar a la película. Se trata de cine, Carmichael –le dijo–. No respondas a ninguna pregunta sobre tu pasado. Esta noche serás como la Mona Lisa, lo único que deben obtener por respuesta es una enigmática sonrisa. –La Mona Lisa nunca habría sonreído si hubiera tenido que meterse en este vestido. Si hubiera estado obligada a llevar lo que llevo puesto ahora mismo, su cara habría quedado inmortalizada para la eternidad con una terrible mueca de dolor. Bueno, ya que los dos lo tenemos muy claro, será mejor que me ponga a hablar con la gente. –Espera. No has respondido a mi pregunta –le dijo Santo mientras agarraba su brazo–. ¿Qué has estado haciendo durante los últimos dos años? Desapareciste de repente. ¿Has estado en una clínica de desintoxicación o a algo así? Suspiró frustrada. No le extrañaba que lo sospechara. Nunca se le había ocurrido a nadie que pudiera haber ninguna otra explicación para su ausencia. Página 13 de 242

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–Lo siento –murmuró Taylor apartándose de él para que la soltara–. Tengo absolutamente prohibido hablar de mi pasado. Son tus propias reglas. –Eres una mujer muy bella. Va a haber muchos hombres interesados en ti y que intentarán además sacarte algo de información y venderles la historia a las revistas. No sería la primera vez que te pasa. Sus palabras le hicieron tanto daño como si le hubiera dado un puñetazo. –Era joven y me fiaba de todo el mundo. Ya no soy así. Y, en cuanto a los hombres, te puedo asegurar que aquí no hay un hombre lo suficientemente atractivo como para tentarme.

Luca Corretti se bebió de un trago otra copa de champán para tratar de olvidar lo aburrido que estaba. No era fácil para él tener que portarse bien. Durante los últimos días, había conducido por debajo del límite de velocidad por primera vez en su vida, había declinado invitaciones a siete fiestas y se había ido a la cama antes de que amaneciera, aunque no lo había hecho solo. Pero eso no contaba.

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Para el resto del mundo, su comportamiento había sido impecable. Lo único que no había hecho para tratar de parecer más respetable había sido besar en público la cabeza de un bebé o ayudar a cruzar la calle a una ancianita. No estaba dispuesto a ser tan hipócrita solo para impresionar a la junta directiva. Habían decidido que su estilo de vida no era compatible con la dirección de otra sección de la empresa familiar, no parecían dispuestos a darle más responsabilidades. No solo tenía que cambiar radicalmente de actitud, sino que se había visto además obligado a soportar con buena cara la boda de su primo. A veces le daba la impresión de que era la única persona que odiaba las bodas. No creía en el amor ni en que nadie pudiera ser feliz para siempre. Creía que se trataba solo de una ilusión temporal. La verdad era que no sabía demasiado del amor ni del matrimonio, pero tampoco tenía intención de averiguarlo. Pensaba salir de allí a la primera oportunidad y esperaba poder hacerlo en compañía de la bella morena que había visto nada más entrar. –¡Luca! Te he estado buscando por todos lados. ¿Dónde has estado? Antes de que pudiera reaccionar, Luca se vio envuelto en los brazos de una mujer y en su asfixiante nube de perfume. En Página 15 de 242

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cualquier otro momento, no le habría importado verse así, pero se dio cuenta de que muchos invitados los miraban con gesto de desaprobación. –¿Que dónde he estado? –le preguntó él algo molesto mientras se apartaba de la joven–. Tratando de evitarte, Penny. –Me llamo Portia. –¿En serio? Entonces no me extraña que no lo recordara – le dijo él. Pero sus palabras no parecieron ofenderla y la mujer se echó a reír. –Eres un hombre muy travieso... –repuso con picardía. –Eso dice la gente –comentó Luca mientras dejaba la copa vacía en una mesa. Debía pensar en una manera de hacer que el tiempo pasara más deprisa, pero tenía que encontrar un entretenimiento que no tuviera nada que ver con el sexo ni con el alcohol. Portia bajó tímidamente los ojos. –En cuanto a lo de anoche... – comenzó ella. Consciente de que la única indiscreción que había tenido en los últimos días estaba a punto de hacerse pública, Luca le

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quitó la copa de champán y se la cambió por una con zumo de naranja. –¿Anoche? No sé de qué me estás hablando. Anoche me fui a la cama muy temprano y con un libro. La joven soltó una carcajada. –Un libro más que interesante –le contestó Portia–. Nunca lo olvidaré. ¿Cómo podría hacerlo? –agregó acercándose un poco más a él–. Estuviste increíble. Nunca me lo había pasado tan bien en la cama, ¡eres un genio! –Eso es lo que estoy intentando que vean los miembros de la junta –le dijo Luca–. Pero, lamentablemente, mi opinión no parece contar. Por alguna razón, parecen pensar que mi habilidad en el dormitorio está estropeando mi capacidad para pensar. Así que, por el momento, tengo que demostrarles que puedo mantener cerrada la bragueta. –Podríamos ser discretos... –le sugirió Portia–. E irnos antes de la boda. –Imposible. Me encantan las bodas y quiero mucho a mi primo –mintió descaradamente–. No puedo irme hasta que no lo vea casado con... Casado con... «¿Cómo demonios se llamaba la novia?», se dijo sin ser capaz de recordarlo. –Con la mujer de sus sueños –concluyó por fin. Página 17 de 242

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–¿Te gustan las bodas? ¿De verdad? –¡Claro! Siempre me hacen llorar –le dijo Luca con sinceridad–. La idea de dos personas prometiéndose amor eterno hace que me ponga a llorar como un bebé. –¡Vaya! No tenía ni idea de que fueras tan romántico – murmuró ella con los ojos llenos de lágrimas–. Y me alegra ver que en realidad no odias a tus primos, que eso solo es un rumor infundado. No eres tan malo como dice todo el mundo. –¿Malo? –repitió Luca fingiendo estar muy ofendido–. Soy un santo comparado con otras personas. –Eres más dulce y tierno de lo que pensaba –le dijo ella acariciándole el brazo con los dedos–. Excepto cuando no tienes que serlo. Se dio cuenta en ese momento de que se había equivocado a la hora de elegir acompañante para la boda. Para él no había sido más que una diversión, pero le dio la impresión de que ella se lo había tomado más en serio. Decidió que tenía que quitársela de encima antes de que los del consejo de administración de las empresas Corretti tuvieran que llamarle la atención. Pero, por desgracia, Portia parecía decidida a no separarse de él.

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–¿Te veré esta noche, después de la boda? –le preguntó entonces. –Querida, las aventuras de una noche son por definición precisamente eso, de una sola noche. –Con lo contento que estabas anoche... –protestó ella haciendo un mohín–. ¿Qué te pasa ahora? ¿No te gusta este vestido? Su elección de palabras lo dejó sin aliento. «¿Estoy bien, Luca? ¿Estoy más guapa que ella? ¿Crees que me querrá si me pongo esto?». Eran preguntas que nunca iba a poder olvidar. –¿Luca? Regresó a la realidad cuando oyó que Portia lo llamaba. La miró a los ojos. Llevaba demasiado maquillaje. –Estás muy guapa –le dijo con firmeza. Suspiró aliviado cuando una de las invitadas a la boda saludó a su acompañante con efusión. Portia se apartó a regañadientes para saludar a la otra joven. Miró a su alrededor y le distrajo una melena rubia que caía sobre la espalda desnuda de una mujer. Estaba de pie al otro extremo de la terraza y muchos invitados la rodeaban, como si estuvieran esperando su turno para hablar con ella. Se movió un poco para ver quién era. Página 19 de 242

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Cuando la mujer giró la cabeza y pudo verla, levantó sorprendido las cejas. Era Taylor Carmichael. Le alegraba saber que había una invitada a la boda con una reputación tan mala como la suya. Según los medios de comunicación, la vida de esa actriz había estado llena de alcohol, drogas y fiestas. Pero durante los dos últimos años había desaparecido por completo y se preguntó qué habría estado haciendo. Supuso que nada bueno. Era una de las pocas personas presentes en esa boda que podría conseguir que él pareciera un santo. O casi un santo. Mientras la miraba, recordó haber leído que su primo Santo la había contratado para que fuera la protagonista de su próxima película. Tenía un cuerpo increíble y no pudo evitar imaginar esa melena rubia esparcida sobre una almohada. Dio un paso hacia ella, pero recordó entonces que los miembros de la junta estaban observando cada uno de sus movimientos y esperando que cometiera un desliz. Haciendo uso de una capacidad de autocontrol que no sabía que poseía, se dio la vuelta y comenzó a hablar sobre economía y otros temas igualmente aburridos con el primer invitado con aspecto serio que se encontró. Página 20 de 242

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Si Taylor hubiera sido capaz de respirar de forma normal dentro de ese vestido, habría aprovechado para llenar sus pulmones y gritar como una loca. –Pobrecilla –le dijo una mujer con una voz demasiado dulce y condescendiente–. Esta boda debe de ser muy estresante para usted. –¿Por qué iba a serlo? –repuso Taylor sin dejar de sonreír mientras miraba a su alrededor con la esperanza de que apareciera por fin Zach. Creía que iba a necesitar que alguien le prestara una chaqueta cuando ese estúpido vestido terminara por estallar. –Es la oportunidad perfecta para conocer a gente interesante –agregó Taylor. Aunque no podía decir que su interlocutora lo fuera. –Pero aquí hay tantas tentaciones para alguien como usted... –respondió la mujer mirando el vaso de agua que Taylor sostenía en su mano–. Supongo que no se atreverá siquiera a tomar un sorbo de champán para no caer en ese vicio de nuevo. Después de todo lo que le habrá costado dejarlo... Teniendo en cuenta los ambientes en los que se mueve, será muy difícil controlarse, ¿no? –No, no es difícil. Página 21 de 242

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–Entonces, ¿por qué no está bebiendo? Si no lo hacía, era porque sabía que no podría ir después al servicio sin la ayuda de una costurera. –Voy a estar filmando doce horas al día en cuanto empecemos a rodar. Estoy totalmente centrada en mi trabajo. Estaba deseando empezar. Le había gustado mucho el guion y sabía que, en cuanto se metiera en su papel, se perdería por completo en él. La actuación era lo más importante en su vida. Y no solo porque le permitía escapar de su existencia vacía. Se le acercó entonces otra mujer. –No me puedo creer que vaya por fin a hacer otra película –le dijo la recién llegada–. Desapareció por completo de la faz de la tierra. Tiene que decirnos si los rumores de los que hablan en las revistas son ciertos. Sentía que esas personas la rodeaban como lobos esperando la oportunidad para saltar sobre ella. Era como si fuera su presa. Aunque, después de todo el peso que había tenido que perder preparándose para la película, no iban a encontrar más que huesos. Estaba deseando que terminara el rodaje para poder disfrutar otra vez de las rosquillas. Era muy golosa y le costaba Página 22 de 242

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no tomar demasiados hidratos de carbono. Hasta entonces, tenía que seguir cuidándose. Cada vez estaba más inquieta. Sabía que no iba a poder aguantar mucho más tiempo. Agotada, Taylor presionó un botón de su teléfono y lo hizo sonar. –¡Vaya! Perdonen –les dijo con una sonrisa mientras lo sacaba del bolso–. Tengo que atender esta llamada. Es importante. Encantada de conocerlas, las veré más tarde en la capilla. Con el teléfono pegado a la oreja, se alejó de la gente mientras hablaba animadamente. Vio que Santo la estaba observando, siguiendo todos sus movimientos. Podía mirarla todo lo que quisiera, no pensaba cometer ningún error. Estaba convencida de que podía hacerlo y que lo único que necesitaba era descansar un poco. Después, podría sentarse en la parte de atrás de la iglesia y tratar de aguantar el resto de la boda, evitando en la medida de lo posible las preguntas impertinentes. Había varios grupos de personas en la terraza, charlando animadamente. Miró a su alrededor para tratar de encontrar un lugar con menos gente. Vio el cuidado jardín que se extendía bajo la terraza y, un poco más allá, un laberinto hecho Página 23 de 242

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con altos setos. Fue a buen paso hacia allí. Le parecía el sitio perfecto. Creía que no iba a encontrar un lugar mejor para encontrar sombra y paz que ese laberinto. Los altos setos la protegían del abrasador calor de Sicilia y de las curiosas miradas de los otros invitados. Nada más verse allí, se quitó los zapatos y gimió de alivio cuando sintió la suave hierba bajo sus doloridos pies. Respiró profundamente y se concentró en el sonido de los pájaros. Tenía que vivir el momento, era lo que Zach le había enseñado. Tenía que centrarse en el presente y tratar de bloquear todo lo demás. Poco a poco, su pulso se fue apaciguando y notó cómo mejoraba el nudo que había tenido en el estómago. Seguía teniendo hambre, pero era algo que había sentido desde que firmara el contrato para esa película. Estaba pensando en lo orgullosa que estaba de sí misma por tener de nuevo el control de la situación cuando dobló una esquina del laberinto y se dio de bruces con un hombre. –¿Es que no puedes entender una indirecta? –le preguntó él con dureza mientras la agarraba por la cintura. Taylor lo miró desorientada y confusa. –¿Qué indirecta?

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No tardó en reconocerlo. Era Luca Corretti, un mujeriego y multimillonario que era una de las mayores atracciones turísticas de Sicilia. En otras palabras, era el último hombre en el mundo con el que querría verse a solas cuando estaba intentando no cometer ningún error y evitar que la gente se hiciera una idea equivocada de ella. –Mi dispiace, chicca –se disculpó Luca Corretti en italiano con una atractiva sonrisa–. Pensé que eras otra persona. –Pues no lo soy –repuso Taylor con frialdad–. Así que, si me sueltas, podré seguir caminando y tú podrás seguir haciendo lo que fuera que estuvieras haciendo. –Solo trataba de huir de mi pasado. «¿Tú también?», pensó ella. –Vaya. Debe de ser una tarea muy difícil para alguien de tu reputación. –En realidad, me refería solo a mi pasado inmediato. Al de anoche –le contestó Luca sin dejar de sonreír–. Pero tú no eres precisamente la mejor persona para juzgarme, ¿verdad, Taylor Carmichael? Tu pasado es tan sucio como el mío. Se le hizo de nuevo un nudo en el estomago al oír el desprecio con el que había dicho su nombre. –¿Sabes quién soy?

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–Por supuesto. Incluso te he visto semidesnuda –le dijo Luca con un peligroso brillo en los ojos–. ¿En esa película sobre una adolescente fugitiva? ¡Estabas muy sexy en ella! No sabía por qué habría tenido que recordarle precisamente esa película. Había hecho más de veinte, pero Luca había elegido la que había filmado en el punto más bajo de su vida. –Eso fue hace mucho tiempo – murmuró ella. –Sí, pero sigues teniendo las mismas piernas. Son maravillosas... Su tono era muy sensual y seductor y vio que se le iban los ojos a su escote. –Y lo mismo podría decir del resto de tu cuerpo. Recuerdo lo mucho que envidié al director. ¿Cómo se llamaba? Rafaele, ¿no? Y no solo fue tu director... ¡Un hombre con mucha suerte! Taylor se sintió como si alguien la estuviera estrangulando. –Preferiría no hablar de él. –¿Por qué no? Lo dejaste y él te traicionó vendiendo vuestra historia a la prensa. Lo sé –le dijo Luca encogiéndose de hombros–. ¿Qué más da? ¿A quién le importa? Pero a ella sí le había importado mucho que la traicionara de esa manera. Y aún le dolía. Página 26 de 242

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No le quedaba más remedio, aún sufría por su culpa. En cuanto aceptó el papel de protagonista en la película que iba a empezar a rodar, Rafaele había empezado a mandarle mensajes de texto. Igual que había hecho desde entonces. Aunque cambiara de número de teléfono, él siempre se las arreglaba para seguirle el rastro. Sus amenazas habían formado parte de su vida durante los últimos nueve años. De vez en cuando, la dejaba tranquila una temporada, solo para resurgir cuando menos se lo esperaba, cuando pensaba que por fin se había cansado de atormentarla. El vestido le apretaba como si fuera una boa estrangulando a su presa. No podía respirar y trató de cambiar de tema. –¿Qué aspecto tiene tu pasado? ¿Es rubia o morena? Dímelo para que la evite. No estoy de humor para tratar con una mujer enfadada y celosa. –Yo tampoco. ¿Por qué crees que me estoy escondiendo aquí? –le preguntó Luca fingiendo que sentía un escalofrío mientras miraba a su alrededor–. Espero que la junta directiva de las empresas Corretti no tenga cámaras de seguridad plantadas por el jardín. Se supone que debo portarme bien. A pesar de lo nerviosa que estaba, no pudo evitar sonreír. –¿Es lo que estás haciendo ahora? ¿Portándote bien? –le preguntó ella con incredulidad. Página 27 de 242

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–Estoy conteniéndome mucho y eso me está matando... Sobre todo ahora mismo, en este preciso instante –le dijo Luca mientras miraba su boca con evidente interés–. Puede que esté a punto de cometer otro desliz, un desliz maravilloso... Tú y yo... Juntos. ¿No te parece una idea muy interesante? Taylor sintió que su corazón empezaba latir más rápidamente. Sin poder evitarlo, también ella se fijó en la boca de Luca. Era firme, sensual y muy masculina. No tenía ninguna duda. Estaba segura de que Luca Corretti besaba muy bien. Porque, si los rumores eran ciertos, tenía mucha práctica. Horrorizada por sus propios pensamientos, Taylor apartó la cabeza y dio un paso atrás. –Es una idea que no me interesa en absoluto. Dejaré que sigas aquí escondido y espero que tu pasado no dé contigo. –¡Ojalá! ¿No la habrás visto de camino hacia acá? –No he visto a nadie. Pero, ¿qué aspecto tiene? –¿El de una mujer desesperada? –le contestó Luca. Le costó no echarse a reír. –¿Pasaste la noche con ella? –Bueno, no toda la noche. Nunca haría algo así –le confesó Luca con gesto de terror. Esa vez, no pudo evitar reírse. Página 28 de 242

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–¿Alguna vez has pasado toda la noche con una mujer? –¡No! –replicó casi ofendido–. Mi lema es «Hasta que el amanecer nos separe». Creo que la relación más larga que he tenido duró seis horas y fue muy aburrida. ¿Y tú? Prefería no pensar en las veces que había pensado que un hombre quería algo más serio con ella solo para descubrir después que lo único que quería era venderle su historia a la prensa. Había sido muy duro, pero esas experiencias la habían convertido en una mujer más independiente. –La verdad es que yo tampoco soy de comprometerme con nadie. Luca gimió al oírlo. –No deberías haberme dicho eso. –¿Por qué? –Porque eso te convierte en mi mujer perfecta –le dijo con una sonrisa muy seductora–. No me digas además que eres adicta al sexo y a los coches deportivos o estaré perdido para siempre. Se hizo el silencio entre ellos. Estaban de pie a la sombra del laberinto, pero el calor era sofocante y opresivo. Sus miradas se encontraron y se sostuvieron durante unos segundos. Como si fuera a cámara lenta, vio cómo Luca bajaba la cabeza hacia ella. Página 29 de 242

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Pero, de repente, oyeron voces. Horrorizada al darse cuenta de que había estado a punto de permitir que la besara, Taylor lo miró y vio que estaba muerto de risa. Ella no sabía si dejarse llevar por la risa o el pánico que sentía. Lo último que necesitaba era que alguien la sorprendiera allí con Luca Corretti. Sabía que nadie se creería que hubiera sido un encuentro inocente y totalmente casual. –No pongas esa cara de miedo, cara mia, voy a rescatarte. Luca tomó su mano y la obligó a correr a toda velocidad para adentrarse más aún en el laberinto. –Soy un experto escapista. No sabes lo bien que se me da huir de las mujeres. –¿Qué estás haciendo? –protestó ella apartándose–. No quiero que nadie me vea huyendo contigo. Además, no tires de mí así. Este vestido es demasiado ajustado. Intentó que le soltara la mano, pero no lo consiguió. Poco después, llegaron a un claro sombreado dentro del laberinto donde había una bonita fuente de piedra y, junto a ella, una botella de champán. –Aunque no sé si habrá copas –le dijo Luca con una sonrisa pícara y sexy mientras agarraba la botella–. A lo mejor tendremos que beber directamente de ella. Se sentía aliviada al ver que no los habían descubierto, pero seguía sin entender nada. Página 30 de 242

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–¿Cómo has...? –¿Quieres saber cómo he conseguido traerme una botella? Decidí dejarla aquí por si la necesitaba, en caso de emergencia. Y esto es, sin duda alguna, una emergencia. A juzgar por la expresión que vi en tu cara antes, lo necesitas tanto como yo. Y siempre estoy dispuesto a ayudar a una pecadora en apuros. Siéntate, ponte cómoda o date un chapuzón en el agua fresca de la fuente si quieres. Taylor miró la fuente y suspiró. –Ojalá pudiera. Este vestido es lo más incómodo que he tenido que ponerme en la vida, pero por desgracia no está diseñado para permitir que me siente. –Entonces, quítatelo. –Aunque quisiera, no podría. Me lo han terminado de coser con él puesto. Vio que Luca la miraba con incredulidad. –Sí, no me mires así. Yo tampoco lo entiendo. Luca se echó a reír, pero a ella no le hacía ninguna gracia. –Me encanta la idea de que estés casi cosida al vestido. Me parece que podría ser muy erótico –le susurró él mientras se le acercaba sin dejar de observar su cuerpo–. Pero no entiendo cómo han podido hacerte algo así. ¿Qué esperan que hagas si de repente sientes la necesidad de acostarte con alguien? Página 31 de 242

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–No voy a verme en esa situación. Luca miró su vestido con más detenimiento. –Este es tu castigo por no escoger algo de Casa Corretti. Nuestra ropa habría conseguido que te sintieras muy seductora y femenina. Y no necesitamos coser los vestidos una vez puestos para que sienten como un guante a la mujer. El vestido se convierte en parte de ella de una manera natural. Fue entonces cuando recordó que Luca Corretti dirigía la firma de moda que formaba parte del imperio empresarial de su familia. Creía que eso explicaba por qué era un hombre tan elegante. Aunque llevaba el pelo demasiado largo, con algunos mechones de pelo oscuro cayéndole sobre la frente, y no se había puesto corbata ni pajarita, sino una camisa con el cuello abierto, tenía un aspecto espectacular. –Yo no fui la que elegí el vestido –replicó ella algo enfadada–. Me puse lo que tu primo me dijo que me pusiera. –Claro, él nunca escogería algo de mi firma –le dijo Luca con una mueca de desagrado–. Eso podría interpretarse como que le gusta mi empresa y lo que hago y es algo que parece evitar a toda costa. Solo parece importarle seguir con la rivalidad que siempre ha habido entre nosotros. Esa tela ni siquiera te deja respirar. Podría ayudarte con eso... –Buen intento, pero no. Gracias.

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–Cada vez me gustas más –le confesó Luca riendo–. Podrías bañarte desnuda en la fuente –le sugirió mientras tomaba la botella de champán–. O podría hacer rodar esto sobre tu piel. Tenía tanto calor que la idea le seducía más de lo que habría querido admitir. –Me estás torturando. Será mejor que cambiemos de tema antes de que me derrita. Sabía que debía marcharse de allí, pero decidió que era mejor esperar para asegurarse de que ya se había ido también la gente a la que habían oído. Decidió esperar cinco minutos más. –Bueno, ¿quién es esa mujer de la que estabas huyendo? –No tengo ni idea. Al parecer, su nombre es Portia, pero la verdad es que no recuerdo más. –Veo que eres incorregible. –Sí, pero esa mujer no parece recordarlo porque quiere más. –A algunas mujeres les gustan los chicos malos –reconoció ella. –Y, por lo que he oído, tú eres una de ellas. –¿Siempre haces caso de los rumores?

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–Claro, me hacen reír mucho –le dijo mientras abría la botella–. Dime la verdad, Taylor Carmichael, ¿cómo te gustan los hombres? ¿Muy hechos, poco hechos o casi crudos? –Casi crudos. Entre el calor y la conversación, cada vez estaba más incómoda, le habría encantado poder meter los pies en el agua. –La verdad es que ya no recuerdo la última vez que estuve con un hombre –le confesó Taylor. –Así que eres una mujer desesperada. –No, soy una mujer que tiene completo control de sí misma. No soy esclava de mis impulsos. –Lo que dices parece el eslogan de una película sadomasoquista, Esclavo de sus impulsos. No me importaría protagonizar contigo esa película... –le dijo Luca con una sonrisa burlona mientras le servía una copa de champán y se la ofrecía–. Bebe. Así podrás soportar mejor esta boda tan aburrida. No le gustaba que la tentara. A regañadientes, negó con la cabeza. –No, gracias. El champán está en mi lista de sustancias prohibidas, sobre todo cuando tengo el estómago vacío.

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–A mí me encantan las sustancias prohibidas –reconoció Luca. Después, se tomó de un trago media copa de champán. El sol hacía que su pelo oscuro brillara con intensidad. Aprovechó que no la miraba para observarlo. Tenía unos pómulos muy marcados y una nariz masculina y seductora. Y su piel aceitunada... Hacía mucho que no miraba a un hombre al que encontrara atractivo y sintió cómo resurgía en su interior el deseo. Hacía tiempo que no se encontraba en esa situación. Se recordó entonces que Luca Corretti era el hombre más peligroso con el que podía haberse encontrado en esa boda. Tenía que mantener las distancias. –Pensé que estabas tratando de portarte bien. –Así soy cuando me porto bien –le dijo Luca sin dejar de beber champán. Aunque trató de controlarse, no pudo evitar reír. Sintió que se había encontrado con alguien como ella. –Así que los dos estamos haciendo un esfuerzo sobrehumano para comportarnos bien. ¿Cuál es tu excusa? –Tengo que demostrar a la gente que soy capaz de hacerme cargo de otra parte de la empresa familiar –le dijo con una firmeza que la sorprendió. Página 35 de 242

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Nunca se habría imaginado que fuera un hombre que quisiera tener esa gran responsabilidad. Y pensar eso no hizo sino conseguir que se sintiera culpable, lo estaba juzgando por lo que había oído y leído sobre él y sabía que quizás fueran solo rumores. Ella lo sabía mejor que nadie y decidió que no podía caer en la misma trampa. –Pero ya estás a cargo de la firma de moda, ¿no? He leído que has conseguido darle un gran cambio a Casa Corretti y que ahora va mucho mejor. –¿Qué quieres que te diga? Se me dan muy bien las finanzas. –Sobre todo cuando se trata de un negocio en el que tienes contacto a diario con un montón de bellas modelos, ¿no? Luca se echó a reír. –Algo así. Pero, aunque haya conseguido triplicar los beneficios de Casa Corretti, los miembros de la junta directiva no están contentos. No es suficiente para ellos. Tuvo que contenerse para no pedirle su copa de champán y tomar un sorbo. Tenía la garganta reseca por el calor. –Pero, ¿por qué quieres meterte en otros negocios de la empresa? –Por pura rivalidad entre hermanos. Página 36 de 242

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–Pero todos sois miembros de la misma familia. ¿No basta eso para que tengas un asiento en la junta directiva y más capacidad de dirección? –No. Al parecer, hay que ser viejo y no tener ya ninguna actividad sexual para poder tener un puesto en el consejo. Tengo la sensación de que haga lo que haga, no conseguiré nunca complacerlos. Taylor no pudo evitar sentir cierta compasión por Luca. –Te entiendo perfectamente. –Claro, seguro que sí –le dijo Luca con cierta incredulidad en su tono–. Dime, Taylor Carmichael, ¿qué otro tipo de sustancias tienes prohibidas? –Tengo prohibido tener nada que ver con hombres como tú. –¿De verdad? –repuso Luca mirándola a los ojos y dejando la botella de champán en la fuente. Sin que ella fuera consciente de lo que pasaba, se acercó a ella. Su cabeza estaba entre el sol y ella y solo podía ver su peligrosa mirada. –¿Qué estás haciendo? –le preguntó ella. –Estoy comprobando una teoría –respondió Luca acercando su boca a la de ella. Taylor se quedó sin respiración. –¿Qué teoría? Página 37 de 242

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–Quiero ver si somos tan compatibles como parece. Su sonrisa fue lo último que vio antes de que la besara.

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Capítulo Dos «¿Qué demonios estoy haciendo?», se dijo Taylor con desesperación. Abrió los ojos y se encontró mirando dos pozos negros, los ojos soñolientos y oscuros de ese hombre. La miraba con deseo y se quedó sin respiración. Su boca se movió con habilidad sobre la de ella. Besaba tan bien como se había imaginado y no pudo evitar que el deseo renaciera en su interior y se extendiera rápidamente por todo el cuerpo. Perdió de repente la capacidad de pensar en lo que estaba ocurriendo y le devolvió el beso con la misma pasión con la que la besaba Luca Corretti. Se sentía presa de un sentimiento visceral y profundo que ni siquiera podía nombrar. Luca la estaba seduciendo con sus labios y con su lengua. Era tan hábil que no tardó en sentir que le temblaban las rodillas. Tenía un nudo en el estómago y sentía que todo su cuerpo se derretía entre los brazos de ese hombre. Era increíble sentir el calor de la mano de Luca en su muslo desnudo... Página 39 de 242

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Horrorizada, intentó dar un paso atrás, pero apenas tenía fuerzas. –Mi vestido... –gimió entre beso y beso–. ¡Luca! –Estoy completamente de acuerdo, tienes que quitártelo. –¡No! –protestó ella apartándose antes de que Luca pudiera hacerlo–. ¡Mira! ¡Has roto la costura! –No, has sido tú la que has roto el vestido –murmuró él–. Creo que lo hiciste cuando envolviste tu pierna a mi alrededor. –Fuiste tú el que tomaste mi pierna y... Bueno, el caso es que no deberíamos estar haciendo esto. No quiero hacer esto. –¿No? Pues tu pulso parece opinar lo contrario. Ha pasado de cero a cien como el motor de mi Ferrari. –¿No querías demostrarle a la junta directiva que eres responsable? –Pensaba usar un preservativo. ¿Eso no cuenta? Tuvo que controlarse para no echarse a reír. Colocó su mano sobre la camisa de Luca, podía sentir sus fuertes músculos bajo sus dedos. –No creo que eso sirviera de mucho. Luca, no te conviene correr ningún riesgo ni a mí tampoco. Será mejor que volvamos a la boda antes de que llegue la novia. –Ahora mismo preferiría concentrarme en ti –le dijo Luca con una pícara sonrisa. Página 40 de 242

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Después, le dio un beso lento y sensual en la comisura de la boca. –Hay cosas por las que vale la pena arriesgarse y tú, Taylor Carmichael, eres sin duda una de esas cosas. Eres lo suficientemente sexy como para hacerme olvidar que hoy tenía que portarme muy bien. Tenía las manos enterradas en su melena y la besaba en el cuello. –Y lo que más me excita es haber descubierto que bajo tu perfecta fachada y tu compostura, sigues siendo la misma niña traviesa... Taylor cerró los ojos, pero decidió que era mejor que los mantuviera abiertos si quería controlar la situación y no perder por completo el control. –Te equivocas, Luca. No soy como crees que soy. –A lo mejor me equivoco... –No quiero hacer esto. –Me estás hundiendo, dolcezza –le dijo mientras besaba su mandíbula–. Piensa en mi pobre y delicado ego... Creía que no había nada delicado en él. Ni sus fuertes hombros, ni los duros bíceps. Emanaba masculinidad y fuerza por los cuatro costados. Se sentía tan desesperada que le dolía todo el cuerpo. Lo deseaba, pero no podía dejarse llevar. Página 41 de 242

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–No quiero hacer esto –insistió ella–. No te deseo. –Sí, claro que me deseas. Tanto como yo a ti, pero estás decidida a enterrar tu verdadera naturaleza para mostrarte como los demás quieren verte. –No es verdad –repuso ella contrariada mientras empujaba su torso para apartarlo–. ¡Ya basta! ¡Maldita sea, Luca! Aléjate de mí. Durante los dos últimos años, no había mirado ni a un solo hombre con interés, pero todo acababa de cambiar. Le costaba creer que estuviera en esa situación y que Luca Corretti hubiera conseguido que se dejara llevar por el deseo. Le había quedado muy claro que había mucha química entre ellos y eso le asustaba. De todos los hombres con los que se podía haber encontrado en ese laberinto, él era el más peligroso. –Ya no soy esa persona. He cambiado –le dijo ella con seguridad. –¿Esa persona? ¿Quién? ¿Te refieres a la mujer que abrazaba la vida plenamente sin pedir disculpas a nadie? –Me refiero a la mujer que estuvo a punto de echar a perder su vida por confiar ciegamente en hombres como tú –le espetó Taylor–. No pienso caer de nuevo en los mismos errores así que mantente alejado de mí. Lo digo en serio, Luca. Si quieres estar a la altura de tu reputación, adelante, pero yo no voy a dejar que me arrastres contigo. Página 42 de 242

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–¿Por qué estás tan avergonzada de ti misma? –No estoy avergonzada –protestó ella–. Lo que pasa es que he cambiado y ahora trato de comportarme como una adulta responsable. –Los adultos aceptan sus errores en vez de huir de ellos. Ella creía que no huía de sus errores, sino que estos la perseguían allá donde fuera. No había podido librarse nunca de los mensajes amenazantes. –Buena suerte con todo –le dijo mientras se alejaba de él–. Espero que te las arregles para convencer a la junta directiva de que has cambiado y que confíen en ti antes de que te dejes llevar por completo y acabes echando a perder tu vida. –Esa es la diferencia entre nosotros dos, cara mia –le dijo mientras agarraba de nuevo la botella de champán y se sentaba en la fuente–. Yo creo que esa parte de mi personalidad es lo mejor que tengo y, si la gente no lo aprecia así, es su problema, no el mío. Por un momento, sintió envidia al ver que no parecía importarle lo que la gente pensara de él, pero no había tiempo para reflexiones de ese tipo. Se puso rápidamente los zapatos. Pero el brusco movimiento hizo que se rompiera aún más la costura del vestido y la apertura le llegó hasta la cintura. Sujetó la tela como pudo con la mano y se separó de él corriendo por los Página 43 de 242

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sombríos pasadizos del laberinto. Era una suerte que los altos setos la protegieran de las miradas indiscretas de la gente. Sabía que, si a algún fotógrafo se le hubiera ocurrido esconderse en el laberinto, o a otro invitado a la boda, la situación habría sido horrible y creía que no habría podido explicarles lo que le había pasado y conseguir que la creyeran. Le habría bastado que la vieran como estaba para echar todo a perder antes incluso de empezar a rodar la película. Se le hizo un nudo en el estómago pensando en lo cerca que había estado de empeorar aún más su ya malograda reputación. Temblando de alivio, sacó el teléfono de su bolso y le envió un mensaje al diseñador. Necesito que cosas de nuevo el vestido. Te espero en el laberinto.

Luca no le impidió que se fuera. Le había costado controlarse y no detener a Taylor, pero le estaba resultando aún más difícil recobrar la compostura con lo excitado que estaba. No se atrevía a salir del laberinto hasta tener sus hormonas bajo control.

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Se llevó la copa de champán a los labios, pero se detuvo cuando vio a una mujer acercándose hacia él desde uno de los pasillos del laberinto. –¡Luca, ahí estás! Maldijo entre dientes al ver quién era y dejó la botella de champán en la fuente. –¡Paula! –Portia –lo corrigió la joven con media sonrisa. –Eso es lo que he dicho. Es que el laberinto distorsiona mucho el sonido. Vio que lo miraba con algo menos de calidez que antes. –¿Te estás escondiendo de mí? –Algo así. Es que no puedo confiar en mi capacidad para controlarme cuando estoy a tu lado –le dijo Luca. Aún tenía el sabor de Taylor en los labios y no le apetecía aceptar la poco sutil insinuación de Portia. –No debería haber dejado que pasara nada anoche. Eres una mujer muy bella, pero tengo que comportarme. Portia la miró con los ojos entrecerrados. –¿En serio? Entonces, ¿hoy no piensas tener nada con ninguna mujer? –le preguntó con cierta suspicacia.

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Algo en su tono le hizo pensar que quizás hubiera visto a Taylor, pero no lo creía posible. –Desgraciadamente, así es. Lo que compartimos fue muy especial, pero no puedo arriesgarme a nada más. Y eso me entristece mucho porque anoche fue increíble, una de las mejores noches de mi vida. Era una de las frases que más usaba en esas ocasiones y no le costaba nada repetir las mismas mentiras. –De acuerdo. Si tiene que ser así... –le dijo ella mirándolo intensamente a los ojos como si estuviera tramando algo–. No vas a olvidarme nunca, Luca Corretti. –Por supuesto que no. –Y no volverás a olvidar mi nombre. –La culpa es tuya por ser tan guapa. Te miro a la cara y pierdo la cabeza. «Tres minutos», pensó Luca mientras miraba el pasillo por el que había visto desparecer a Taylor. «Eso es exactamente el tiempo que voy a tardar en olvidarte».

Cuarenta y ocho horas más tarde, Taylor estaba sentada en la parte trasera de la limusina que la llevaba a la zona portuaria

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de Sicilia, donde iban a empezar a rodar las escenas de exteriores de la película. Se había pasado todo el día anterior encerrada en su habitación del hotel, mirando todas las revistas del corazón y publicaciones en Internet en las que solían hablar de ella. Afortunadamente, ninguna cámara los había capturado en el momento de debilidad que había tenido con Luca Corretti. Cuando se dio cuenta de que se había salido con la suya y de que nadie los había visto, se sintió muy aliviada. Decidió que, a partir de ese momento, iba a mantenerse alejada de hombres como Luca. No pensaba volver a hacer algo que le diera tanto poder a un hombre sobre ella. Pero sabía que no había reaccionado como lo había hecho porque hubiera perdido la cabeza, sino por la fuerte atracción que había sentido por él, algo para lo que no podría haber estado preparada. La culpa no era solo de su atractivo físico, también le había atraído mucho su honestidad. Había sido muy refrescante encontrarse con alguien así en esa atmósfera de falsedad que se había cernido sobre la boda. Creía que por eso había tenido ese momento de debilidad. Luca Corretti aceptaba de verdad cómo era, hacía lo que quería sin explicaciones ni disculpas.

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Sintió una punzada de envidia, pero prefería no pensar en ello. Además, no quería ser como Luca, un esclavo de sus emociones. Creía que había tenido una existencia mucho más plena y feliz desde que decidiera tomar el control de su vida. –Llegaremos en diez minutos, señorita Carmichael. La voz de su conductor la devolvió a la realidad y no pudo evitar emocionarse. Estaba deseando volver a un set de rodaje. Pensaba centrarse en su trabajo y olvidarse de todo lo demás. Sobre todo de Luca. Pero sabía que eso iba a ser difícil. Había pensado en sus besos más de lo que querría tener que admitir. Recordó todo lo que había pasado en la boda y sonrió. Había sido un día de locos. Seguía sin creerse que Matteo, el hermano de Luca, se hubiera fugado con la novia antes de que esta llegara al altar. Se había dado cuenta de que todos los Corretti compartían un mismo amor por lo prohibido y que eran muy apasionados. Egoístamente, había sido un alivio para ella que se tuviera que cancelar la boda, porque el escándalo había hecho que toda la atención que se había centrado en ella se dirigiera entonces a la familia Corretti. Sacudió la cabeza al recordarlo. Le parecía una situación de lo más irónica. Sobre todo después de que Santo Corretti

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hubiera estado tan preocupado temiendo que ella fuera a causar un escándalo en la boda. Cuando se acercaba el coche a la zona portuaria, vio que la esperaban muchos fotógrafos contra las vallas de seguridad y se le cayó el alma a los pies. Supuso que estaban allí esperando que metiera la pata de alguna manera en su primer día de rodaje, dándoles así más carnaza para sus revistas y unos cuantos titulares jugosos. Estaba muy cansada de ese circo y temía que fuera a tener que enfrentarse a ellos cada día. Sonó de repente su teléfono y vio que tenía un nuevo mensaje de texto. Lo miró rápidamente y el corazón se le aceleró al ver que se trataba de Rafaele. Había cambiado de teléfono y de número, pero el director no parecía tener problema alguno para ponerse en contacto con ella. Lo leyó. Buena suerte hoy. Disfruta de Sicilia. Guardó el teléfono en su bolso y se frotó las sienes con dedos temblorosos. En realidad no le estaba deseando suerte, sino que le estaba dejando muy claro que la controlaba y que sabía exactamente lo que estaba haciendo y dónde lo hacía. Se dio cuenta de que no iba a librarse de él. Nunca. Página 49 de 242

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Pero no podía permitirse el lujo de pensar en él en ese momento. Respiró profundamente cuando la limusina frenó y se preparó para ser la estrella de cine y esconder la parte de sí misma que ya no mostraba al mundo. Todos los invitados a la boda le habían parecido falsos y superficiales, pero ella también les había mostrado una fachada. Nadie había conocido a la verdadera Taylor. O quizás solo lo había hecho Luca, cuando la sorprendió en el laberinto y ella se dejó llevar por el deseo. Salió del coche fingiendo más seguridad de la que sentía, pero no le duró mucho cuando vio la expresión en la cara del director. Había pensado que la esperaba allí para darle la bienvenida, pero al verlo se dio cuenta de que no era así. Le costó mantener su sonrisa. –Siento mucho que tengan que sufrir este circo mediático. Esperemos que pierdan pronto el interés –le dijo. –¿Por qué iban a perder interés cuando es una fuente inagotable de jugosas historias? –le preguntó con frialdad–. La idea era que fuera a la boda para crear interés en la película, no en su vida personal. En cuanto Santo me dijo que la quería en la película, supe que sería un desastre. Abrió atónita la boca. No sabía qué decir. Pero no iba a dejar que nadie la viera desmoronarse y trató de seguir siendo profesional. Página 50 de 242

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–Me gustaría que me juzgara por mi actuación cuando empecemos a rodar, no por algo que sucedió hace años. –El mundo entero te está juzgando por la actuación que tuviste en la boda de los Corretti –le espetó el hombre con el rostro encendido. Taylor vio por primera vez que tenía un periódico apretado en la mano. –No llegó a haber ninguna boda, como ya sabrá. Pero no querrá culparme por eso, ¿no? –le dijo muy confusa mientras miraba el periódico–. Si le preocupa el escándalo, no creo que sea un problema. Estoy segura de que Santo Corretti ya estará tratando de apagar ese fuego. Y puede que la publicidad termine siendo incluso buena para la película. –¿Buena? –repitió el director–. ¿Cree que es buena publicidad que la gente vea a la protagonista de la película como una ladrona de hombres? Ella lo miró sin comprender nada de lo que le decía. –¿Qué? –¿No sabe de lo que le hablo? ¿Estaba demasiado borracha como para saber lo que hacía? Tome, léalo. Taylor estuvo a punto de perder el equilibrio cuando empujó el periódico hacia ella. –Yo no bebo. Y me acuerdo muy bien de todo. Página 51 de 242

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De hecho, uno de sus problemas era no poder olvidar el beso de Luca. Con el corazón en la garganta, abrió el periódico. –Portia Bateman. ¿Va a decirme que ese nombre no le suena? –Sí, eso es exactamente lo que le voy a decir, porque no conozco a ninguna Portia Bateman –le dijo mientras buscaba una noticia que hablara de ella–. De hecho, no conozco a nadie que se llame Portia... Pero en ese instante recordó un fragmento de la conversación que había tenido con Luca. «–Bueno, ¿quién es esa mujer de la que estabas huyendo? –No tengo ni idea. Al parecer, su nombre es Portia, pero la verdad es que no recuerdo más.» No podía creerlo, negó con la cabeza. –¡Oh, Dios mío! No, no, no pueden haberme hecho... Miré en todas partes. Busqué en las revistas digitales... –Así que sí conoce a alguien con ese nombre –le dijo el director. –¡No, no es así! Ni siquiera la he conocido. Pero él me dijo... –murmuró mientras leía un artículo y miraba la foto de una mujer rubia llorosa. Exclusiva: Taylor Carmichael me ha robado el novio, decía el titular. Y debajo había una fotografía de ella con Luca. Él Página 52 de 242

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tenía la mano en su muslo desnudo y se estaban besando. Y no parecía solo un beso, se estaban devorando el uno al otro apasionadamente. Miró la página con consternación y apretó el periódico con tanta fuerza que arrugó el papel. Todo empezó a darle vueltas y sintió que se mareaba. Había estado muy contenta pensando que ningún paparazi la había descubierto en la única y breve indiscreción que había tenido en dos años. Se le había olvidado que, desde que aparecieran los teléfonos móviles con cámara, todo el mundo era un fotógrafo en potencia. Y el dueño de ese teléfono no habría podido tener más suerte. Horrorizada, cerró un instante los ojos. No podía estar pasándole, no se lo creía. –¿Por qué han esperado un día para publicar esto? –le preguntó al director con un nudo en la garganta. –Al parecer, Portia le ofreció a Luca Corretti la oportunidad de comprar la fotografía, pero él se limitó a reírse y a animarla a venderle a la revista lo que quisiera. Y así lo hizo, vendió su historia al mejor postor. Le parecía increíble que Luca se hubiera reído al saber lo que Portia iba a hacer. Sintió un escalofrío por todo el cuerpo. Creía que no había hecho nada malo, pero nadie que viera esa fotografía iba a creerla. Había bajado la guardia un momento y había tenido muy mala suerte. Página 53 de 242

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Sin querer darle la satisfacción de que viera lo afectada que estaba, le devolvió el diario al director. Quería despertar y descubrir que todo había sido una pesadilla. O ir marcha atrás en el tiempo y empezar de nuevo. Lamentaba haber ido a esa maldita boda. Pero lo que más deseaba era ver de nuevo a Luca Corretti y darle una buena patada en cierta parte de su anatomía para que se le quitaran las ganas de volver a seducir a una mujer. –Entiendo su preocupación y está claro que la fotografía no es agradable, pero confíe en mí, por favor. Ese artículo no refleja... Verá... Por favor, júzgueme por mi capacidad para actuar, no por el circo mediático que me sigue a todas partes. –¿Cree que a esa jauría de periodistas le importa si puede actuar o no? Su esperada reaparición se ha ido al traste antes incluso de empezar a rodar. Santo Corretti ya viene para aquí y le puedo asegurar que no está contento. Después del fiasco de la boda, no estaba en el mejor estado de ánimo. Este proyecto significa mucho para él y no quiere que la película se vea perjudicada por la necesidad que parece tener de salir en las revistas. Se dio cuenta de que el director no estaba interesado en que le explicara lo que había pasado. En parte, no podía echárselo en cara. La imagen era muy incriminatoria.

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Solo había sido un beso. Todo el mundo se besaba y hacía cosas incluso más escandalosas en público, pero a nadie le importaba. Ella cometía un pequeño desliz y la evidencia aparecía por todas partes. Era algo que tenía que agradecerle a su madre. Se había asegurado de que los medios tuvieran noticias de Taylor Carmichael cada día desde que la puso por primera vez frente a una cámara. Se preguntó si Luca habría visto las fotos. Supuso que se reiría. Después de todo, no era su muslo desnudo el que había quedado a la vista de todo el mundo ni su carrera profesional la que corría peligro. Aunque la junta directiva se negara a darle más responsabilidades, aún tenía la firma de moda. Y, de todos modos, no parecía importarle lo que pensara la gente de él. De hecho, le había dado la impresión de que se comportaba mal a propósito para escandalizar y conseguir los titulares más llamativos sobre su persona. –Lo que puedo asegurarle es que Luca Corretti no tiene nada con esa mujer. Tuvieron una aventura. Ella quería algo más y él no. Por lo visto, no ha encontrado mejor manera de vengarse al verse rechazada. –¿Está tratando de decirme que la imagen está trucada? –No, pero... –¿No se estaban besando? –Sí, pero... Página 55 de 242

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–¿No es ese su vestido? ¿El que está roto de arriba abajo? –Sí, pero nadie rompió el vestido, sino que se descosió una costura –replicó ella. Se sentía como un zorro rodeado por una jauría de perros hambrientos. –Era muy ceñido. Incluso tuvieron que rematarlo cuando ya lo llevaba puesto. Supe desde el principio que era una mala idea –le explicó ella. –La noticia está en todas partes –le dijo el director con gesto de desagrado–. ¿Cómo voy a hacer frente a esto? ¿Cómo puedo centrarme en hacer esta película cuando todas las personas del equipo estarán pensando en su fotografía y en sus muslos? El mero hecho de estar ahora mismo cerca de usted hace que me sienta sucio. «El mundo entero va a saber que eres sucia, Taylor», era lo que le había dicho también él. Se quedó sin respiración al recordar las palabras de Rafaele. No podía creer que se viera en esa situación después de haber luchado tanto por limpiar su imagen. Estaba furiosa y creía que Luca tenía la culpa de todo lo que le estaba pasando. No le importaba lo que la gente pensara de él y la había puesto en una situación peligrosa sin pensar en las consecuencias. Creía que, si no hubiera sido tan despectivo con los Página 56 de 242

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sentimientos de esa tal Portia, ella nunca habría querido vengarse de esa manera. –La prensa ha exagerado todo para que parezca un escándalo, pero no es lo que parece –le dijo ella entonces. –La verdad ni siquiera importa –repuso el hombre–. No puedo trabajar teniendo que soportar este circo a las puertas del set de rodaje. Estás despedida. Aquellas palabras la dejaron sin aliento. –¿Qué? ¿Cómo? ¡No puede hacer eso! –replicó perdiendo por completo la calma. Quería actuar. Más que cualquier otra cosa, quería actuar. Necesitaba hacerlo. –No puede deshacerse de mí basándose en lo que dicen los medios de comunicación. No puede darles tanto poder. Tengo que hablar con Luca. Deme una oportunidad de resolver esto. Pero el director ya no la escuchaba. La gente le gritaba cosas y le hacía preguntas mientras él parecía absorto leyendo un mensaje de texto en su teléfono. –No puede arreglarlo. Dondequiera que vaya, parecen seguirle los problemas. Siempre hablan de usted y no de la película. Pero aquí ya ha terminado.

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Estaba furiosa. Creía que era una injusticia. Respiró profundamente y enderezó la espalda. –Eso es decisión de Santo Corretti, no suya. –Muy bien. Se lo dirá entonces él mismo –le contestó el director mientras hacía un gesto hacia el coche deportivo que estaba aparcando alguien detrás de ella. Taylor cerró los ojos. Le daba la impresión de que estaba viviendo una pesadilla. Tenía que hacer algo, pero nada de lo que dijera iba a poder borrar esa imagen de Luca con la mano en su muslo desnudo. Se obligó a quedarse muy quieta mientras Santo iba hacia ella. Parecía aún más enfadado que el director. A juzgar por lo poco que había leído sobre la fallida boda, Santo Corretti había tenido un fin de semana aún más complicado que el de ella. –No es lo que parece –le dijo ella intentando esconder la desesperación que había en su voz. Una parte de ella odiaba tener que disculparse, pero estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para poder hacer esa película. –Esa mujer tuvo una aventura con él. Es obvio que lo siguió y me vio con él.

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–Para empezar, ¿qué demonios estabas haciendo con Luca allí? –Estaba... Se quedó de repente callada. Se le había ocurrido una idea. Estaba furiosa con Luca. Creía que, si hubiera pagado a Portia, no tendría que verse metida en ese lío. Decidió que ella también iba a vengarse de él de otra manera. –Solo queríamos vernos a escondidas. Me dijiste que no querías verme con ningún hombre, así que estábamos tratando de ser discretos. –Luca nunca ha sido discreto. Hace exactamente lo que le da la gana con quien quiere. No le importa nada. –Pero a mí sí me importa y por eso lo hizo. Sabe cómo es la prensa y quería protegerme. Santo le lanzó una mirada de incredulidad. –¿No me dijiste que ibas a ir a la boda con un tal Zach? Te oí hablar con él por teléfono. –Y también te dije que Zach no es mi novio, ¿verdad? –le recordó ella–. Solo es un amigo. En eso no le estaba mintiendo. Era su amigo, pero tampoco confiaba plenamente en él. De hecho, no confiaba en nadie.

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–¿Así que lo estabas utilizando para cubrir el hecho de que en realidad estás con Luca? ¿Estás tratando de convencerme de que mi primo y tú tenéis una relación? –Eso es exactamente lo que te estoy diciendo. –Mi primo no es capaz de tener algo medianamente serio con nadie. –Creo que a él le ha sorprendido tanto como a mí ver la rapidez con la que se ha desarrollado nuestra relación. Después de lo que me dijiste, le pedí que guardara lo nuestro en secreto. No podemos cambiar lo que sentimos el uno por el otro, pero pensé que al menos podría intentar que no se enterara nadie. No hay nada sórdido en ese beso –le dijo para intentar salvar su carrera profesional mientras miraba de reojo al director–. Solo éramos dos personas compartiendo un momento muy especial. Por desgracia, se descosió mi vestido. Pero Luca y yo nos queremos, Santo. Bueno, ahora que ya lo hemos aclarado, ¿te parece que nos pongamos a trabajar? El director, que no estaba lejos, se echó a reír. –¿Espera que nos creamos esas tonterías? Hoy es Luca Corretti, ¿quién será mañana? Si no lo hubiera dicho con tanto desprecio, Taylor no se habría atrevido a tanto. Pero le molestaron tanto las ofensivas palabras del director, como si ella no fuera digna de que alguien la quisiera, que habló antes de pensar en lo que decía. Página 60 de 242

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–Mañana no va a haber nadie más –replicó Taylor fuera de sí–. Estoy enamorada de Luca y él está enamorado de mí. De hecho, nos vamos a casar. Llevaba toda la vida aguantando que la gente la utilizara así que decidió hacer ella lo mismo con otra persona. Y, como estaba en esa situación por culpa de Luca, le pareció que era el candidato más adecuado para sufrir las consecuencias de su mentira. –No quisimos decir nada el sábado para no robarles el protagonismo a los novios. Estábamos tratando de ser discretos, por eso nos apartamos del resto de los invitados para pasar unos minutos juntos y a solas. Durante unos segundos tuvo la satisfacción de ver a los dos hombres en silencio y con la boca abierta. Contuvo el aliento, sabía que no se lo iban a creer, pero había merecido la pena intentarlo. Santo fue el primero en hablar. –Si mi primo estuviera prometido para casarse, ya me habría enterado. –Es que aún es un secreto. De hecho, era un compromiso tan secreto que ni siquiera lo sabía Luca. Se le hizo un nudo en el estómago al darse cuenta de las enormes consecuencias de lo que acababa de decirles. Página 61 de 242

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–Nadie más lo sabe. Decidió cerrar la boca antes de decir alguna tontería o meter la pata de alguna manera. –Os agradecería que no se lo dijerais a nadie. En lo que concierne a la prensa, estoy sola y sin compromiso. Eso era lo que queríais, ¿no? El director dejó escapar un torrente de insultos en italiano y levantó las manos. –¡No puedo trabajar así! –replicó furioso–. Santo, si quiere que siga dirigiendo su proyecto, exijo que despida a la señorita Carmichael y me traiga a otra actriz. Santo se quedó en silencio y con el ceño fruncido. Taylor estaba temblando por dentro. Se dio cuenta de que todo había terminado. Estaba a punto de volver corriendo al coche y esconder su humillación tras los cristales tintados del mismo cuando Santo abrió por fin la boca. –No, Taylor va a seguir en esta película. El director lo miró con los ojos entrecerrados. –Si ella se queda, yo me voy. –Entonces, vete –le dijo Santo con seguridad antes de mirarla a ella–. Vamos a hablar con la prensa. Después, nos pondremos a trabajar, que para eso estamos aquí.

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–Pe... pero... ¡Acabas de despedir al director! –exclamó entre aturdida y aliviada–. Y el sábado me pediste que fuera discreta y que no le dijera nada a la prensa. –Eso lo hice cuando pensé que ibas a provocar un escándalo. El hecho de que Taylor Carmichael esté comprometida para casarse con Luca Corretti no es un escándalo, es una gran noticia. Eso hará que los medios de comunicación olviden tu pasado y además servirá para desviar la atención de todos los problemas que tiene ahora mismo mi familia, como lo de la boda. No me mires con cara de sorpresa –le dijo Santo mientras la tomaba por el codo y la llevaba hacia donde estaba la prensa–. Parece que por fin has hecho algo bien. Relájate, Taylor, todavía tienes trabajo. Pero ella no podía tranquilizarse. Creía que Santo la iba a despedir de verdad en cuanto se enterara de la verdad. Eso si no la mataba antes Luca.

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Capítulo Tres –Me han llamado de la junta directiva para que me presente ante ellos. Seguro que quieren que les dé una explicación y me arrepienta antes ellos por mis pecados. Va a ser una reunión apasionante, Jeannie. Me recordarán que soy la oveja negra de la familia y que no pueden depositar en mis manos la dirección de otra parte de la empresa. Parece que solo ven lo que hago yo. Mi hermano acaba de fugarse con la novia de mi primo y nadie sabe dónde están. Pero eso no les preocupa. Por otro lado, tengo otros primos que están tratando de hacerse con nuestro hotel más importante –se quejó Luca mientras se echaba hacia atrás en el sillón y ponía los pies sobre la mesa. Jeannie, su secretaria, frunció el ceño como hacía siempre que lo veía así. –Podrías intentar evitar ciertos escándalos, ¿no te parece? –Supongo que sí, pero eso no sería demasiado divertido. –Solo quería decir que creo que te iría mejor si fueras más... –comenzó ella sin saber cómo terminar la frase. –¿Más? Página 64 de 242

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–Más normal. –¿Normal? La mera palabra le daba escalofríos. –En el mundo de la moda, no hay nada peor que ser normal –le dijo a su secretaria–. Por cierto, ¿de quién fue la idea de poner lirios en mi despacho? Deshazte de ellos, por favor. Me recuerdan a los funerales. Jeannie puso una taza de café frente a él y miró el gran jarrón de flores frescas que adornaba la gran mesa que utilizaban para las reuniones. –Me encargaré de cambiarlas –le aseguró Jeannie–. Gianni me llamó con un ataque de nervios, quiere saber si te parece bien la ubicación que ha elegido para la sesión de fotos de la última colección. Al parecer, la agencia le está volviendo loco. Quería que te recordara que el tema es náutico y que piensa darles a las fotos unos giros inesperados, pero manteniendo ciertos elementos clásicos. Luca puso los ojos en blanco al oírlo. –Y eso traducido al idioma de las personas normales, ¿qué significa? Que quiere hacer las fotos en el mar, ¿no? –La agencia quiere usar tu yate, pero Gianni quiere algo más vanguardista.

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–No quiero que usen mi yate. Es mi guarida. La necesito para ocultarme y que no me encuentre la prensa. –Hablando de prensa, te han estado llamando toda la mañana para saber más acerca de tu última... –le dijo Jeannie con cierta incomodidad–. De tu última indiscreción. ¿Qué quieres que les diga? –Que no se metan en mi vida y que no es asunto suyo – replicó irritado mientras bajaba las piernas de la mesa–. No me mires así. Sé que en realidad no te sorprende mi respuesta. Llevas diez años conmigo. Sé que ya no puedo hacer nada que te escandalice o sorprenda. –No es eso. Es que me duele que escriban artículos tan crueles sobre ti –le explicó Jeannie. –No dejes que eso te afecte. A mí no me importa. –Por eso me duele. Tiene que importarle al menos a uno de los dos y está claro que a ti te da igual. Si veo a esa mujer, Portia... Me entran ganas de estrangularla con mis propias manos. ¿Cómo se ha podido atrever decir esas terribles mentiras sobre ti? –Sí, Portia. Está claro que la subestimé. No sabía cómo estaría Taylor haciendo frente a la publicación de la foto que les habían hecho en la boda. Pero creía que, si alguien era capaz de enfrentarse a la prensa, sería alguien como Taylor Carmichael, que estaría muy Página 66 de 242

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acostumbrada a ser el centro de atención. Sabía por los medios que su pasado había sido casi tan complicado como el de él. –Mis abogados están encargándose de todo. No estoy preocupado. –Ya me preocupo yo lo suficiente por los dos. Entre tu hermano y tú, tenéis a la prensa muy ocupada... –Hablando de mi hermano –la interrumpió él entre risas–. ¿Nadie ha hablado con él desde que se fugó con la novia? Luca miró el teléfono para ver si tenía algún mensaje. Jeannie sacudió la cabeza con desesperación. –¡No tiene gracia, Luca! Piensa en el pobre Alessandro. –Sí, pobre Alessandro. En realidad, mi hermano lo ha salvado de lo que iba a ser un matrimonio infeliz seguido de un divorcio muy caro. Debería estar celebrándolo y dándole las gracias a mi hermano. –No lo dices en serio. –Claro que sí. Además, ya sabes lo que pienso del matrimonio. –Tus padres estuvieron casados muchos años. Luca se quedó inmóvil. Creía que solo había una cosa peor para él que pensar en el matrimonio en general y esa era recordar lo que había sido el matrimonio de sus padres. –Preferiría no hablar de eso. Página 67 de 242

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–Lo siento –se disculpó Jeannie sonrojándose–. ¿Dónde crees que estará Matteo? Luca se encogió de hombros. –Escondido en algún lugar disfrutando de lo que debía de haber sido la luna de miel de su primo con la que debía haber sido su esposa. Por eso me fastidia aún más que la junta directiva se esté mostrando tan intransigente. Necesitan un Corretti para dirigir la compañía ahora que mi hermano no está. Hay que detener como sea a esa serpiente de Angelo antes de que ponga sus garras en la empresa. Deberían estar contentos de que quiera participar más. –No creo que estén pensando en eso después de ver tu foto con Taylor Carmichael. Luca tampoco podía quitársela de la cabeza. Todavía podía sentir su sedoso cabello entre los dedos y el apasionado beso que habían compartido. Durante los pocos segundos que había durado, antes de que Taylor lo apartara, creía que habían generado el suficiente calor y energía como para abastecer a un país entero. Le había sorprendido la atracción y la química que había entre los dos y sabía que a ella le había pasado lo mismo, aunque no hubiera querido dejarse llevar por ese deseo. Antes de que pudiera responder a Jeannie, sonó el teléfono que tenía en su mesa y ella tomó el auricular. Página 68 de 242

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–Despacho del señor Corretti, dígame –contestó con eficiencia y educación–. No, en este momento no está en la oficina –mintió Jeannie–. ¿De qué rumor me habla? Vio que se quedaba callada escuchando atentamente. Pero cada vez parecía menos tranquila y lo miró a él con cara de sorpresa. –No, no tengo ningún comentario que hacer –le dijo después a su interlocutor–. Sí, le diré que ha llamado. Su secretaria colgó el teléfono con mano temblorosa. Pocos segundos después, volvió a sonar, pero él le hizo un gesto para que no contestara. –Déjalo, seguro que es de nuevo la prensa para intentar obtener más detalles sobre el beso. Es mejor no alimentar su curiosidad –le dijo él. –No me han preguntado sobre el beso ni la fotografía – contestó Jeannie con nerviosismo–. Tú no eres de esas personas que matan al mensajero, ¿verdad? Se dio cuenta de que algo iba mal. Luca contuvo el aliento mientras la miraba a los ojos. –Eso depende del mensaje. Jeannie tragó saliva antes de hablar. –Quieren saber cuándo vas a publicar una nota de prensa para anunciar oficialmente tu compromiso. Página 69 de 242

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–Estoy segura de que no se refería a mí cuando dijo que no deseaba que nadie lo molestara –insistió Taylor mientras le dirigía una deslumbrante sonrisa al guardia de seguridad. –Bueno, la verdad es que no la ha mencionado, señorita Carmichael. Me dieron órdenes generales... –Por supuesto, lo entiendo perfectamente. Nos pusimos de acuerdo para no hablar el uno del otro –le explicó mientras se acercaba un poco más y lo miraba con coquetería–. Si lo hiciéramos, nuestra relación no sería un secreto, ¿no le parece? –Supongo que tiene razón –repuso bastante acalorado el guardia–. Y, conociendo al señor Corretti, estoy seguro de que estará más que contento de ver a una mujer tan hermosa como usted en su despacho. –Gracias –contestó ella mientras iba hacia el ascensor antes de que el guardia pudiera cambiar de opinión. Una vez dentro, dejó de sonreír y se miró en el espejo. Estaba deseando ver a Luca Corretti y cantarle las cuarenta. No había sido fácil convencer a Santo para que le diera un par de horas libres cuando estaban en pleno rodaje, pero al final había decidido que todos podrían ser más productivos si Página 70 de 242

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lidiaban cuanto antes con los medios de comunicación. Lo que no le había dicho al productor era que la única persona con la que pensaba lidiar era con Luca. Se abrieron las puertas y vio una gran oficina. Era elegante, moderna y lujosa. Las paredes estaban cubiertas con fotografías de famosas modelos. Parecía un lugar dedicado a la belleza y a la elegancia. No había nadie en el mostrador de recepción. Fue hacia un despacho y vio entonces a Luca Corretti. En ese mismo momento, él levantó la cabeza y sus ojos se encontraron. Durante un segundo, se sintió de vuelta en el laberinto, con su cálida mano en el muslo y dejando que la besara. Pero recordó entonces que estaba allí por culpa de él y apenas pudo controlar su ira. –¡Qué sorpresa tan agradable! –exclamó con tono sarcástico Luca mientras iba hacia ella–. ¡Pero si es mi prometida! ¡Qué alegría verte, cara mia! –Dadas las circunstancias, ¿cómo iba a mantenerme lejos de ti? –le contestó ella con la cabeza bien alta. Estaba preparada para la batalla. Fue a su encuentro y entraron en el que debía de ser el despacho de Luca. No sabía cómo demonios iban a salir de ese lío, pero estaba dispuesta a intentar cualquier cosa.

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Creía que lo difícil iba a ser cómo explicarle después a la prensa por qué lo había matado. –Déjanos solos un momento, Jeannie –le ordenó Luca a una joven que estaba en su despacho–. Después de todo, hoy es un día muy importante, me acabo de comprometer y me gustaría disfrutar del momento. Puede incluso que lo celebremos haciendo el amor sobre la mesa de reuniones, así que no entres sin llamar. La mujer le lanzó a Luca una mirada de preocupación y después salió del despacho cerrando la puerta tras ella. Taylor decidió que lo mejor era ser directa. –¿Cómo te atreves? ¿Cómo has podido atreverte a jugar con mi vida solo porque no eres lo bastante responsable como para ocuparte de tus propios problemas? ¡Deberías haber pagado a esa mujer lo que te pidiera por la foto! –Si me hubiera dejado chantajear por cada mujer que me ha amenazado con publicar nuestras historias estaría arruinado. –Entonces, deja de seducir y engañar a tantas mujeres. Así podrías librarte del problema –replicó ella mientras daba vueltas por el gran despacho y miraba las paredes–. Tienes fotografías de mujeres por todas partes. No lo puedes evitar, ¿verdad?

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–Dirijo una firma de moda. ¿Qué esperabas? ¿O es que acaso estás celosa? –¡No seas ridículo! Me da exactamente igual cuántas fotos tengas en las paredes o a quién besas. –¿En serio? Eres más liberal de lo que pensaba. ¿No eres tú la que has decidido que soy el hombre de tu vida y que te has comprometido conmigo? Cada vez estaba más enfadada. –¡Tienes suerte de que no quiera más titulares negativos porque, si no, te estrangularía con mis propias manos! –¡Cuánta pasión, querida! No me quejo, me gustan las mujeres que no tienen miedo de mostrar sus emociones. –¡Maldito seas, Luca! ¿Es que no te importa nada? ¿Sabes lo que me he esforzado estos dos últimos años para conseguir que la gente me viera de otra forma y me tomara en serio? Se supone que esta película era mi nuevo comienzo, pero después de que tú... Cerró con fuerza sus manos formando puños y se alejó de él. No le gustaba perder el control y también odiaba la atracción que sentía hacia él. –¿Yo qué? –Sabes de sobra el qué. ¡Me besaste! Y me tocaste el muslo como si estuviéramos a punto de... Página 73 de 242

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–¿Es que nunca terminas las frases? Eres como un crucigrama y soy demasiado vago para tratar de adivinar lo que quieres decir y llenar los espacios en blanco –comentó Luca. –¡Es que estoy...! ¡Estoy tan enfadada contigo! –No te preocupes por eso. Estoy seguro de que te vendrá bien expresar de vez en cuando lo que de verdad sientes. –No te metas conmigo, Luca –le dijo furiosa mientras le daba con el dedo índice en su musculoso torso–. Ten mucho cuidado. No he comido carbohidratos durante tres meses y soy especialmente peligrosa cuando tengo hambre. –Por si te sirve de algo, yo también estoy enfadado contigo y no sigo ninguna dieta especial. Pero vayamos al grano –le dijo Luca elevando bastante la voz–. ¿Por qué demonios se te ha ocurrido anunciar que estamos prometidos? –¡Porque, gracias a ti, estaba a punto de ser despedida antes incluso de empezar a trabajar! –¿Por qué te iban a despedir? –le preguntó Luca con el ceño fruncido. –Porque el director se negaba a trabajar con alguien con mi mala reputación. –Eso es una locura –le dijo desconcertado–. Te gusta el sexo y no te da miedo demostrarlo. ¿Qué tiene eso de malo? Le ardían las mejillas, no sabía qué decir. Página 74 de 242

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–¿Que qué tiene de malo? Lo que quiero es que la gente me juzgue por mis habilidades como actriz, no por mi capacidad para hacer el ridículo con un hombre en un sitio público. Era algo que ya había hecho en el pasado y había vivido desde entonces pagando ese error. Recordó entonces que ese hombre de su pasado le había dejado otro mensaje de teléfono, pero esa vez ni siquiera lo había abierto para leerlo. Vio que Luca la estaba mirando con curiosidad. –Así que te avergüenza que te vean besándote con alguien. Deberías superarlo. No sé por qué te importa tanto lo que piense la gente. Eres libre para hacer lo que quieras. Pero ella sabía que no era tan simple. Que un beso podía ser utilizado una y otra vez. –Es que yo no elegí a besarte. Me agarraste tú. –Tampoco recuerdo que protestaras mucho –le dijo Luca con mucha calma–. Se necesitan dos personas para besarse como se ve en la fotografía. –Yo nunca habría dado el primer paso. –Pero sí diste el último –le susurró con sensualidad–. No seas tan dura contigo misma. Fue un desliz comprensible. –¡Eres un...!

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–Cuidado con lo que dices, si te oye algún periodista van a tener aún más material. Seguro que tienen un teleobjetivo dirigido ahora mismo a esta oficina. –¿Cómo puedes bromear con algo así? La verdad es que ni siquiera sé por qué lo hiciste. ¿Por qué me besaste? Él se encogió de hombros. –No lo sé, surgió. Me apetecía y tú estabas allí. –¿Eso es todo lo que necesitas para besar a una mujer? ¿Que esté delante de ti? –Yo no soy como tú, no trato de esconder mi verdadera naturaleza. ¿Tengo que recordarte otra vez que tú también me besaste? –Estaba estresada y llevaba dos días sin comer. –Ahora entiendo que me besaras como lo hiciste –le dijo Luca sonriendo. –No te hagas ilusiones. –¿Cómo quieres que no me haga ilusiones cuando le has dicho a todo el mundo que quieres pasar el resto de tu vida conmigo? –Es que no sabía qué decir –respondió ella yendo hasta la ventana de su oficina–. No puedo permitirme tener una publicidad tan negativa ahora mismo. Dije lo primero que se me vino a la cabeza y la verdad es que no pensé que fueran a Página 76 de 242

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creerme, pero lo hicieron. Al parecer, a la gente le gusta la idea de que estemos juntos. –Por supuesto. De mí siempre han dicho que no tengo intención de sentar la cabeza y tú también has tenido siempre fama de chica salvaje. Desde su punto de vista, estamos hechos el uno para el otro. Por eso el público está fascinado con la idea. Si no hubieras dicho nada, mañana ya nadie se acordaría de la fotografía, pero solo has conseguido mantener su interés. –Las historias no mueren –replicó ella–. Nunca mueren. A veces siguen latentes, que es mucho peor, porque no tienes ni idea de cuándo te van a estallar en la cara. Luca la miró algo desconcertado. –No sé de qué estás hablando. No le extrañaba, pero no tenía intención de explicárselo. –Todo esto es por tu culpa. –Bueno, tú también me besaste, Taylor. –No me refería a eso, sino a que trataste mal a esa mujer y ella se vengó vendiendo la fotografía a la prensa. Si hubieras sido más sensible, esto no habría sucedido. –Tú también me besaste –repitió él en voz baja. Sintió de repente que tenía la boca seca y que el corazón le latía con fuerza. Página 77 de 242

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–O si le hubieras dado el dinero que te pedía para no... –Tú también me besaste –la interrumpió de nuevo. –Sí, está bien, ¡yo también te besé! –replicó enfadada sin poder quitarse de la cabeza imágenes de ese día–. No sé por qué, está claro que no estaba pensando en lo que tenía que pensar. –Eso es. No estabas pensando en lo que los demás esperan de ti, sino que de verdad eras tú misma, en tu versión más básica. Vi tu verdadero ser y tengo que decir que me gusta mucho más esa versión. –A mí no –le espetó Taylor–. Es una parte de mí misma que he dejado atrás. Sabía que lo que acababa de decirle no era cierto. Esa versión de ella misma aún seguía en su interior y, en ese momento, le habría encantado agarrarlo por el cuello y besarlo apasionadamente. Esa versión de sí misma que trataba de ocultar, soñaba con quitarle la ropa y explorar todo su cuerpo con las manos y la boca. Esa parte de Taylor Carmichael era más consciente que nunca del deseo sexual que había despertado en su interior y de cuánto lo necesitaba en esos momentos. Le parecía increíble que ese hombre tuviera tanto poder sobre ella y decidió que no podía dejar que la dominara de ese modo. No podía volver a ser la Taylor que había sido en el pasado. Y, para estar segura de que no iba a dejarse llevar Página 78 de 242

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por sus instintos, mantuvo sus manos entrelazadas y detrás de la espalda. –Te parece que todo esto es una broma o algo así, ¿verdad? –No, la verdad es que no. No me parece una broma. De hecho, creo que ni el matrimonio ni cualquier cosa que tenga que ver con el matrimonio es divertido –le dijo Luca frunciendo el ceño cuando el teléfono comenzó a sonar–. Desde que anunciaste nuestro compromiso hace unas horas, no han dejado de llamarme los periodistas. Creo que ya es hora de que rompamos. –¡No! –replicó enfadada–. Por favor, no tienes idea de lo mucho que quiero este trabajo. Necesito volver al cine. Luca la miró con frialdad. –Bueno, compra zapatos más baratos o, mejor aún, usa los cientos de pares que ya tienes. –¿Crees que esto tiene algo que ver con los zapatos? ¿Con dinero? –Por supuesto –le contestó Luca. Estaba muy equivocado. Taylor estaba deseando volver a actuar, pero había llegado a la conclusión de que nadie entendía que le gustara tanto su trabajo. La gente pensaba que lo hacía por la fama y porque su madre la había metido en ese mundo. Desde entonces, había sufrido mucho, pero le encantaba actuar. Página 79 de 242

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–Quiero que me tomen en serio como actriz, no necesitas saber nada más. Había aprendido que debía proteger su privacidad y lo hacía con la tenacidad de un guerrero. –Necesito que esta película salga bien. –¿Y para eso tengo que casarme contigo? –No, nadie ha dicho nada de casarse, pero pensé que quizás no te importara que siguiéramos algún tiempo haciéndoles creer que estamos comprometidos. Solo hasta que termine el rodaje. –No, lo siento. Llevamos comprometidos unos diez minutos y a mí ya se me está haciendo largo –repuso Luca. No podía soportar la idea de salir de allí y tener que admitir que se había inventado lo del compromiso. –Viajas continuamente –le dijo ella con desesperación–. No tendríamos que vernos mucho. Solo lo suficiente para que nos hagan alguna fotografía de vez en cuando... –No, no puedo hacerlo. No tengo intención de atarme a ninguna mujer, aunque sea todo una farsa. No es mi estilo y acabaría arruinando mi estilo de vida –le contestó mientras miraba el reloj–. Ya llego tarde a una reunión del consejo directivo. Y, cuando salga de esa reunión, me comportaré como un hombre solo y sin compromiso. Si no quieres que la Página 80 de 242

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prensa crea que te estoy siendo infiel, te sugiero que les digas cuanto antes que hemos roto. –Pero acabo de decirles que estábamos comprometidos... –Ese es tu problema, no el mío. Si quieres, diles que viniste a mi despacho y me encontraste con otra mujer. Diles lo que quieras, a mí me da igual lo que la gente piense de mí, no soy como tú. Espero que cuando salga de la reunión los periodistas me llamen para que les diga cómo me siento tras la ruptura. Si no lo haces, les diré que yo te he dejado a ti. Tú eliges, dolcezza. Sin decir nada más, salió de la habitación y la dejó allí de pie.

–Mujeres –susurró Luca mientras salía de su despacho. Le había sorprendido hasta qué punto era consciente de la atracción que sentía por esa mujer. Fue hacia la sala de juntas como un hombre tratando de escapar de su muerte segura en la horca. Nunca había entendido por qué alguien querría casarse de manera voluntaria. La idea de comprometerse con una mujer para el resto de su vida le parecía inexplicable. No se veía

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capaz de pasar tanto tiempo con una sola mujer, a veces incluso se le hacían largas sus aventuras de una sola noche. Se distrajo al ver que lo esperaba junto a la puerta la bella secretaria del presidente. –La junta lo está esperando, Luca –le dijo ruborizándose. Suspiró al oírlo. Sabía que iba a ser una reunión muy aburrida con unos cuantos señores de edad avanzada que se negaban a aceptar que ya estaban en el siglo XXI. Le habría encantado modernizar la compañía, pero no parecían dispuestos a dejar que lo hiciera. Entró en la habitación pensando que sabía cómo iba a ir la reunión. Empezarían diciéndole que su atroz comportamiento estaba manchando el apellido Corretti y el prestigio de la empresa, le dirían también que no pensaban darle un puesto en la junta directiva y él terminaría diciéndoles sin tapujos lo que pensaba de ellos. Estaba seguro de que esa parte iba a ser entretenida. Pero se quedó boquiabierto cuando vio al presidente de la junta esperándolo de pie y con lágrimas en los ojos. –Luca... –le dijo el hombre con los brazos extendidos hacia él. Había sido un buen amigo de su abuelo y lo conocía de toda la vida. Se apartó para que no lo tocara, pero se detuvo cuando una silla se interpuso en su camino. Página 82 de 242

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–No hace falta ponerse así –le dijo Luca–. Soy el tipo de persona que prefiere la verdad sin adornos. –No te voy a mentir, Luca, no teníamos ni idea. Ha sido una sorpresa. –¿El qué? –Lo de tu compromiso. –¡Ah! Sí. Bueno, el caso es que... El presidente de la junta lo abrazó efusivamente y Luca se quedó rígido. No sabía qué decir. –Antes que nada, quiero decirles que... –comenzó él. –Esto lo cambia todo –lo interrumpió el presidente. –¿El matrimonio? Sí, lo sé, por eso nunca he... Luca se quedó callado a mitad de la frase cuando el anciano tomó su cara entre las manos. –Si eres lo suficientemente responsable como para dar este paso, entonces eres lo suficientemente responsable para tener un asiento en esta mesa. –¿Cómo? –preguntó Luca sin entender. –Hemos decidido nombrarte sucesor de Matteo en la junta. Al menos hasta que se solucione todo y vuelva. Angelo piensa que puede entrar aquí y apoderarse del hotel, pero no se lo vamos a permitir. Y para eso necesitamos mostrar un Página 83 de 242

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frente unido. Ahora eres por fin un hombre de familia y un verdadero Corretti. Se apartó disimuladamente del hombre para que lo soltara. –Entonces, ¿me está diciendo que mi trabajo con Casa Corretti no significaba nada para ustedes, pero que ahora que estoy comprometido ya me consideran lo bastante responsable como para dirigir el hotel? –Para dirigir un grupo hotelero hace falta algo más que inteligencia –intervino otro de los miembros de la junta–. Se necesita además dedicación. Tiene que demostrar que es responsable no solo de sus empleados, sino también ante sus accionistas. Viendo el tipo de vida que llevaba, no nos pareció que fuera la mejor persona para el puesto, pero parece que nos equivocamos. No solo eso, sino que ha demostrado además que puede ser muy discreto. Tanto Taylor Carmichael como usted son personas muy reconocidas y no me explico cómo han logrado mantener la relación en secreto hasta ahora. La verdad es que todo esto ha sido una sorpresa para nosotros, Luca. –Para mí también –confesó Luca con honestidad–. No lo vi venir... –¿Qué planes tienes?

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Sus planes pasaban por asegurarse de que Taylor le dijera a la prensa que ya habían roto para poder seguir con su vida, pero empezaba a reconsiderar tal decisión. El compromiso, aunque fuera ficticio, parecía haberle dado el empujón que había necesitado para meterse en la junta directiva y tratar de cambiar las cosas desde dentro. Tenía muchas ideas innovadoras para intentar que la empresa familiar siguiera creciendo. Pensó que, si eso era lo que hacía falta para demostrarle a ese grupo de ancianos que podía hacer mucho por la empresa, quizás mereciera la pena reconsiderar las cosas. –Bueno, aún no tenemos fecha para la boda –les dijo después de probar un sorbo de agua–. Tardaremos aún algún tiempo en casarnos. Esa declaración fue recibida con gestos de aprobación por parte de todos los presentes. Más animado, Luca siguió explicándoles sus planes según se le ocurrían. –Ahora mismo los dos estamos ocupados, así que no podemos vernos muy a menudo. Lo miraron entonces con comprensión y Luca decidió que tal vez pudiera llegar a ser el primer hombre comprometido para casarse del planeta que se las arreglara para pasar unos

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cuantos meses en esa situación sin tener siquiera que pasar tiempo con su novia. Se dio cuenta de que podía aprovecharse también de la situación. Estaba pensando en ello cuando recordó lo que le había dicho a Taylor Carmichael. A lo mejor ella ya había hablado con la prensa para anunciarles que lo había dejado. Tenía que actuar con rapidez. –Bueno, la verdad es que solo venía hoy para compartir con ustedes la feliz noticia, pero me temo que no puedo quedarme. Me encantaría pasar más tiempo con ustedes, pero estoy seguro de que lo entenderán. Es el primer día de rodaje para Taylor y quiero ir a verla y darle todo mi apoyo. Están rodando exteriores en la zona del puerto. Vio que había conseguido impresionar a la junta. –Por supuesto. Después de la conducta que tuvo Matteo en la boda, la gente necesita ver que los Corretti somos gente leal. ¿Quién nos iba a decir que iba a ser Luca el que pusiera un poco de seriedad en la familia Corretti? «¿Seriedad?», se dijo alarmado. Estaba dispuesto a fingir durante algún tiempo respetabilidad para demostrarles a esos viejos excéntricos que podía hacer mucho por la compañía, pero, después de oír que lo valoraban por su seriedad, se preguntó si valdría la pena.

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–Vete, por favor, no dejes que te entretengamos –le dijo el presidente con emoción en la voz–. Tendremos mañana por la noche una reunión del comité ejecutivo del hotel. Esperamos oír entonces tus ideas para impulsar el negocio. ¡Y trae a tu novia, por favor! Luca sabía que sus ideas iban a ser las mismas estuviera comprometido o no, pero no dijo nada y salió de la sala. No sabía si la jugada le iba a salir bien o si había tomado la mejor decisión. Pero, en ese momento, lo más urgente era llegar a la zona portuaria antes de que Taylor lo echara todo a perder. Pensaba decirle que estaba dispuesto a seguir con la farsa del compromiso siempre y cuando le ayudara a conseguir un puesto en la junta directiva. Después de todo, pensaba que no podía ser muy difícil.

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Capítulo Cuatro –¿Cuándo van a casarse? –Cuéntenos cómo conoció a Luca Corretti. –¿Por qué no asistieron juntos a la boda? Los periodistas la rodeaban y le costaba respirar. Le hacían tantas preguntas que a Taylor le entraron ganas de gritarles a todos que la dejaran en paz, pero no pudo reaccionar. Vio que la observaba a cierta distancia Santo Corretti y que la miraba con el ceño fruncido. No le había dicho ni una palabra, pero ella había captado perfectamente el mensaje. Si no manejaba bien a la prensa, estaba fuera de la película y esa vez no pensaba salvarla. Pero no sabía cómo iba a salir bien de esa situación. Luca se había negado a seguirle la corriente y la jugada le había salido muy mal. En cuanto les dijera que ya no había ningún compromiso, todo terminaría para ella. Ese día estaba siendo una pesadilla. Ya había llamado para pedir un taxi. Estaba haciendo tiempo, esperando a que fuera a recogerla. Sabía que, en

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cuanto les dijera la verdad, tendría que dejar la película e iba a necesitar esa vía de escape. Después, pensaba replantearse de nuevo su vida. Sabía que no le iba a quedar más remedio que hacerlo. Su pasado era un obstáculo constante para su sueño. No sabía cómo iba a conseguir que la tomaran en serio como actriz cuando el destino seguía haciéndole tropezar una y otra vez. Se le había pasado por la cabeza dejar el cine y dedicarse al teatro. Quizás pudiera empezar de nuevo en Inglaterra. Tenía un nudo en su garganta. Decidió que lo primero que iba a hacer cuando se fuera de allí era comer algo. Lo segundo, llamar a esa tal Portia y darle la dirección y todos los datos personales de Luca. Creía que eran tal para cual. El rugido de un motor le hizo volver la cabeza durante un instante. El corazón de Taylor latía muy rápido. Había llegado el momento de dar la cara. –Tengo algo que decirles... –comenzó con un hilo de voz. Pero se dio cuenta entonces de que los periodistas no la estaban mirando. Enfocaban sus cámaras hacia un Ferrari rojo que iba hacia ellos a toda velocidad. Era un coche precioso, pero en ese momento se moría por ver el taxi que había pedido, el lugar donde iba a poder refugiarse después de hablar con la prensa. Página 89 de 242

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Algunos periodistas se volvieron hacia ella, esperando que terminara la frase. Era demasiado tarde para echarse atrás. Iba a tener que seguir adelante y decirles la verdad. El deportivo seguía avanzando y vio que varios periodistas murmuraban entre sí alarmados y que empezaban a echarse a un lado. En el último momento, el conductor frenó junto al grupo de reporteros. Taylor abrió la boca sorprendida al ver que no era otro que el increíblemente atractivo Luca Corretti. No podía creerlo, le hervía la sangre. Creía que estaba en esa situación por culpa de Luca. No solo la había besado en público y permitido que publicaran la foto, sino que además se había negado a seguirle el juego cuando los dos podían beneficiarse. Para colmo de males, tenía la osadía de presentarse en el rodaje para asegurarse de que ella le confesaba la verdad a la prensa. Al verlo salir del coche, estuvo a punto de perder los papeles. –Creo que iba demasiado deprisa, lo siento –les dijo a los presentes con una sonrisa–. Pero para algunas cosas merece la pena correr. Sobre todo si se trata de una mujer... Página 90 de 242

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A Taylor le parecía increíble que se mostrara tan relajado cuando su carrera estaba en peligro. Ya no tenía nada que perder y decidió decirle allí mismo lo que pensaba de él. –Luca Corretti, eres el... Pero se quedó callada cuando Luca tomó su cara entre las manos y la besó. Fue un beso ardiente y apasionado. Cuando por fin levantó la cabeza, de su garganta solo salió un gemido. No estaba dispuesta a protestar en público, así que se quedó en silencio. –Lo siento, tesoro. Perdona la interrupción –le dijo Luca entonces–. ¿Qué ibas a decirme? Que me echabas de menos, ¿no? ¿Que soy el hombre más sexy del mundo? ¿El más inteligente, divertido...? Luca rodeó sus hombros con el brazo y se volvió hacia los periodistas con su encantadora sonrisa. Ella, en cambio, estaba muda y no sabía qué hacer. El beso le había afectado tanto que no podía concentrarse en nada más. Todo lo que quería hacer era deslizar los dedos por su pelo oscuro, atraer su cara hacia la de ella y besarlo de nuevo. Y después un poco más... –Luca... –comenzó ella. –Perdona que no llegara a tiempo, cariño. No te merezco. Ella lo miró fijamente, con los ojos clavados en los de él. Se sentía atrapada en su mirada y en la atracción que había entre

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los dos. Pero no estaban solos y los periodistas les estaban haciendo todo tipo de preguntas. –Entonces, ¿es cierto? –les preguntó un reportero–. Luca, siempre dijo que no era de los que se casan. ¿Qué es lo que ha cambiado? Taylor estaba deseando hacerle la misma pregunta. Había sido un alivio ver que Luca iba a seguir con la farsa y que su trabajo estaba a salvo. Pensó que ya tendrían tiempo después para hablar de los detalles. Luca acarició suavemente su cara. –Me di cuenta de que no hay nada que desee más que estar comprometido con Taylor. –Acaba de romper los corazones de un millón de mujeres – le dijo otro periodista a Luca. –Solo estoy interesado en el corazón de una mujer – respondió acercándose un poco más a ella para poder decirle algo al oído–. ¿Cuánto tiempo se supone que tengo que seguir respondiendo a sus preguntas? A ella se le había pasado enseguida el enfado. Al oír su pregunta, le entraron ganas de reírse a carcajadas. Se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla. –Estropea esto y te sentenciaré a morir a manos de mil mujeres como Portia –le susurró ella entonces. Página 92 de 242

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–¿Portia? ¿Quién es Portia? –preguntó él con gesto inocente–. No conozco a nadie con ese nombre. Los periodistas seguían haciéndoles preguntas, pero Luca los miró con gesto cansado. –Bueno, creo que ya es suficiente por hoy –le susurró Luca al oído. –Bueno, tengo que seguir trabajando –les dijo ella a la prensa–. Así que si no hay más preguntas... –Un momento, por favor, cuéntenos cómo se lo pidió –le preguntó una reportera–. ¿Y por qué no lleva un anillo de compromiso? Taylor se quedó helada. Estaba tan cansada que no se le ocurrió una respuesta. Pero Luca se metió la mano en el bolsillo y sacó un enorme anillo de diamantes. –Elegí el tamaño grande para tratar de comprarla y que no se enfade mucho conmigo cuando me porto mal –bromeó Luca–. Lo he guardado yo hasta ahora porque la verdad es que no nos habíamos planteado hacerlo público tan pronto. Se preguntó de dónde habría sacado un anillo tan increíble en tan poco tiempo, pero iba a tener que esperar para saberlo. Le ofreció su mano y sonrió con gesto emocionado mientras Luca se lo ponía en el dedo indicado. Notó que las reporteras presentes la miraban con envidia.

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–Taylor, ¿podría decirme en una sola palabra lo que sintió cuando Luca le dio el anillo? Esa pregunta fue fácil de contestar. –Fue un momento indescriptible. Me quedé sin palabras. –Bueno, ahora si nos perdonan, tenemos que irnos –les dijo Luca a la prensa mientras tomaba su mano y la llevaba hasta el Ferrari sin soltarla–. Santo, cuando encuentres un director con talento y más valiente que el anterior, llámanos – añadió su prometido mirando a su primo.

Taylor iba a seguir en la película. No podía creérselo, estaba muy contenta y aliviada. Cerró un instante los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo de su asiento. Sintió la fuerza del motor al encenderse y sonrió. El coche era una maravilla. Una parte de ella se moría de ganas por echar a Luca de allí, tomar el volante y conducir a toda velocidad, pero ella ya no era así. Había cambiado. Se recordó que Taylor Carmichael se comportaba bien en todo momento y no iba a dejar que nadie volviera a aprovecharse de ella ni a pillarla con la guardia baja. Abrió los ojos, se sentía algo mareada.

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Seguía en la película, pero también estaba en compañía de Luca Corretti. Por desgracia, iba a necesitarlo para poder seguir trabajando. –¿Adónde vamos? –le preguntó ella. –Lejos de todas esas personas que parecen decididas a compartir un momento tan privado y especial como el de nuestro compromiso. Luca aceleró y tomaron la carretera que recorría la costa siciliana. –¿Por qué has cambiado de opinión? Pensé que no querías estar comprometido. –Así era –repuso Luca–. Pero no me importa fingir que lo estamos mientras me convenga. Descubrí durante la reunión que el compromiso me ha hecho parecer más respetable de manera instantánea. El presidente de la junta llegó a llorar de emoción. –¿En serio? –preguntó ella riendo–. ¡Qué gracia! El viento azotaba su pelo y tuvo que sujetárselo con una mano. Era una sensación increíble y no pudo contener una sonrisa. –Estoy de acuerdo –repuso Luca mirándola con una sensual sonrisa–. Parece que compartimos el mismo sentido del humor. Y que a los dos nos gusta la velocidad... Página 95 de 242

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Era extraño ver que tenían cosas en común. –Lo que vamos a compartir es una ambulancia si no disminuyes la velocidad –le dijo ella. –¡No digas eso! –repuso él con los ojos en la carretera–. Sé que te gusta la velocidad. –No, no me gusta conducir tan rápido. –Es verdad, no te gusta, te encanta –le dijo Luca. –Eres un imprudente. Luca le dedicó media sonrisa, pero trató de convencerse de que era la velocidad y no ese gesto lo que hizo que su corazón comenzara a latir un poco más rápido. –A lo mejor el problema lo tienen los otros conductores, que van demasiado despacio. Por si no lo sabías, esta es la velocidad con la que me gusta hacerlo todo, excepto el sexo por supuesto. –Eso no necesitaba saberlo. De hecho, había tratado de no pensar en ello, pero le resultaba casi imposible evitarlo cuando estaba con ese hombre. Todo en él emanaba masculinidad, incluso su forma de conducir. Apartó la mirada rápidamente, tratando de olvidar la pasión animal que habían desatado con solo un beso. Aunque había salvado su puesto en la película, se había metido en una Página 96 de 242

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situación complicada e iba a tener que pasar más tiempo del que querría con ese hombre. No sabía por qué, pero Luca la tentaba más que cualquier otro y no pudo evitar estremecerse. –De hecho, te conozco más de lo que quisiera y eres el hombre más exasperante que he conocido. –No me lo creo –repuso él con sensualidad–. Te hago reír y nos entendemos bien, dolcezza. Somos iguales. –No es verdad. No somos iguales –replicó ella nerviosa–. ¡Y conduces como un loco! –Eso lo dices porque tienes hambre. Por eso estás tan irritable. ¿Cuándo fue la última vez que comiste? –¿Qué? ¡No quiero comer! –protestó. Lo único que quería era salir del coche, dar marcha atrás al reloj y encontrar otra manera de salir del lío en el que se había metido. –Claro que quieres comer. Seguro que siempre estás con hambre y no entiendo por qué. Sin previo aviso, dio un giro a la derecha, entraron en un pequeño pueblo y aparcó poco después en un lugar algo alejado del centro para que nadie los viera. –Espera aquí –le pidió Luca. Desapareció durante unos minutos. Después, volvió y dejó caer una bolsa en su regazo. Página 97 de 242

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–Que no se diga que no se me da bien adivinar lo que necesita una mujer... Se le hizo la boca agua al oler la comida y abrió la bolsa con curiosidad. –¿Una hamburguesa? ¿Crees que eso es de verdad lo que quiere una mujer? Luca se inclinó hacia ella y se quedó sin aliento al pensar que iba a besarla de nuevo, pero se limitó a sonreír. –Se me da bien entender los deseos ocultos de una mujer, dolcezza. El orgullo le impedía darle la razón. –Pues parece que te equivocas porque no me apetece una hamburguesa –le aseguró ella. Su estómago gruñó en voz alta y Luca sonrió, pero no dijo nada y encendió de nuevo el coche. –Bueno, eso discútelo con tu estómago. Pero mientras estés comprometida conmigo, vas a volver a comer hidratos de carbono. De lo contrario, acabaremos matándonos el uno al otro y no quiero salir en la sección de sucesos de los periódicos. Luca se reincorporó a la carretera principal mientras ella se quedaba mirando la hamburguesa, recordando una vez que se escapó con unas amigas para ir a comer hamburguesas y su Página 98 de 242

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madre la sorprendió. Solo tenía doce años y le encantaba salir con amigas y sentirse casi normal por primera vez en su vida. Pero su madre había entrado en el restaurante y la había sacado de allí de la mano mientras le preguntaba por qué estaba intentando arruinar su carrera. Cerró la bolsa e intentó no pensar en la comida, pero el olor era demasiado tentador. –Eres muy cruel. Lo sabes, ¿verdad? –Come y ya está. No seas tan dramática. –No puedo –repuso ella–. Está en la lista prohibida. –¿Cómo? –Es que está en la lista prohibida. La lista de cosas que no puedo hacer. –¿Tienes una lista de cosas que no puedes hacer? –No espero que lo entiendas –le espetó ella enfadada–. Pero no puedo comer esto. Para empezar, mi personaje en la película es una mujer muy delgada. –A tu personaje lo acabará estrangulando tu prometido si no comes algo nutritivo y pronto –le dijo Luca mientras salía de la carretera–. Háblame de esa lista prohibida. Creo que yo también tengo una. –¿Tú? Lo dices de broma, ¿no?

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–No, tengo una lista. Pero la mía no es de cosas prohibidas, sino de prioridades. ¿Qué más tienes en la tuya? «Prohibido estar con hombres como tú», pensó ella. –Varias cosas, todas las que son malas para mí y también para mi carrera. –Parece una lista muy aburrida. Te sugiero que le des una vuelta a la lista y la conviertas en una lista de las cosas que debes hacer. Por ejemplo, deberías comer cosas que son malas para ti, pero que saben muy bien. Abre la bolsa y cómete esa hamburguesa antes de que se enfríe, alimenta a tu verdadero yo. Adelante, sé que quieres hacerlo y tú también lo sabes. Tenía razón. Quería hacerlo. Estaba cansada y muerta de hambre. Decidió ceder a la tentación, sabía que no iba a echar a perderlo todo por una sola hamburguesa. Trató de no pensar en su madre. Parecía poder oír su voz recordándole que iba a echar a perder su carrera. Cerró los ojos y le dio un mordisco a la hamburguesa. El sabor explotó en su boca y no pudo ahogar un gemido. –Creo que es la mejor que he probado en mi vida. Busca un contenedor, ¡deprisa! Tengo que tirarla a la basura antes de que me tiente y le dé otro mordisco.

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–Hazlo, Taylor. Toma un mordisco y luego otro. Cuando tengas el estómago lleno, podremos por fin hablar tranquilamente. Sintió que su fuerza de voluntad comenzaba a flaquear. –Está bien, tú ganas. Cuando termine el rodaje me voy a comprar un camión lleno de estas hamburguesas. ¿Cómo se dice en italiano? –Tienes que pedir «pane con la milza». –Pane con la milza –repitió ella–. ¿Eso es hamburguesa en italiano? Sé que «pane» significa «pan». Pero ¿«milza» qué es? ¿Ternera? ¿Jamón? –Bazo. Taylor dejó de masticar. –¿Cómo? ¿Estoy comiendo una hamburguesa de bazo? –Sí, sé que no suena bien, pero esa carne es un producto de lo más selecto, sobre todo en Palermo. Mi abuela la solía preparar cuando era pequeño. Taylor dejó el resto de la hamburguesa en la bolsa y la puso en el suelo del coche. –Para el coche, ahora mismo –le pidió. –¿Por qué? –Voy a vomitar.

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–Si devuelves en mi Ferrari, anularé el compromiso –le avisó Luca–. Taylor, deja de comportarte como una mujer cobarde. Solo intentaba comprarte algo con sustancia para que te alimentaras. Deberías darme las gracias. –¿Por qué quieres darme de comer? ¿Es que tienes algún problema con mi cuerpo? No me lo pareció cuando me rompiste el vestido hace unos días. Tuvo la satisfacción de ver que las manos de Luca apretaban con más fuerza el volante. –No he visto lo suficiente como para juzgar. El ambiente en el coche había cambiado de repente y se dio cuenta de que debería haberse limitado a hablar de comida. –De acuerdo –repuso ella limpiándose las manos en una servilleta–. Intentaré que se me pase, pero no vuelvas a mencionar lo que acabo de comer, por favor. –Nunca me imaginé que pudieras ser tan aprensiva. La carne es carne, sea de la parte del animal que sea. Y punto. –No suelo comer carne. Pero, cuando lo hago, me gusta saber lo que estoy comiendo antes de probarlo. Ahora entiendo por qué todas tus relaciones han sido cortas. Yo ni siquiera puedo fingir que te quiero lo suficiente como para casarme contigo. Me vuelves loca.

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–Cualquiera que quiera casarse tiene que estar loco, así que no creo que eso vaya a ser un problema. –¿Dónde estamos? –preguntó ella al ver que se adentraban en una zona de cipreses. Lo miró de reojo. No entendía por qué estaba tan en contra del matrimonio. –En un lugar en el que podemos estar seguros de que nadie nos molestará. Un sitio completamente privado. Llegaron frente a una hermosa casa construida en piedra de color miel. Una mujer apareció de la nada. –¡Luca! –exclamó. Comenzó a hablarle rápidamente en italiano y Luca respondió en el mismo idioma. Taylor miró a su alrededor, tratando de ignorar cómo se sentía al oírle hablar en esa lengua cantarina. No entendía qué le pasaba, tenía que recordar que no había nada romántico en esa situación y que así era como quería que siguiera. No pensaba volver a confiar en un hombre. Creía que se estaba limitando a utilizar a Luca Corretti para salvar su puesto de trabajo igual que él la utilizaba a ella.

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De repente, la mujer se le acercó y tomó sus manos. Vio que tenía los ojos llenos de lágrimas. –Yo... Bueno... –comenzó Taylor. –¿Qué estás intentando decir? –le preguntó Luca con impaciencia. –No lo sé. Solo quería ser amable y saludarla. –Si es después del mediodía, decimos simplemente «buona sera». Es Geovana y creo que te puede entender. Las manos de Geovana apretaron las de Taylor con cariño. –Bienvenida –le dijo la mujer. Le emocionó su calidez. –¿Cómo puedo decir «me alegra estar aquí» en italiano? Le preguntó Taylor a Luca. –I amarlo così tanto la sua folle –le respondió Luca. Taylor lo repitió lentamente y se sorprendió cuando Geovana la abrazó con fuerza. No estaba acostumbrada a que la abrazaran y se quedó algo rígida. –¡Vaya! ¡Qué cariñosa es! –murmuró. Era muy extraño para ella recibir ese tipo de bienvenida, sobre todo por parte de una desconocida. Le pareció que era muy maternal. Mucho más que su propia madre, que había estado demasiado concentrada en su carrera para tratar de que su hija llegara donde ella no lo había hecho. Nunca le había interesado saber lo que de verdad quería hacer con su Página 104 de 242

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vida y tampoco había habido afecto entre las dos. A los diecisiete años, se separó de ella y no habían hablado desde entonces. Geovana la soltó de repente y la besó en ambas mejillas. Taylor se sintió algo confusa. –Parece que le has gustado –le dijo Luca–. Es todo un cumplido. Vamos, te voy a mostrar nuestra suite. Se quedó sin aliento, pero decidió no decirle nada hasta que estuvieran solos. –¿No le suelen gustar tus novias? –Nunca ha conocido a ninguna –le dijo Luca mientras tomaba su mano y entraban en la casa. –¿Por qué no? Pensé que este hotel sería uno de tus escondites habituales para venir con amigas –le dijo ella mientras trataba de conseguir que soltara su mano–. ¿O es que tus mujeres entran y salen por la ventana? Cuando lo consiguió, se sintió muy aliviada. Le costaba respirar cuando Luca la tocaba y decidió que debía mantener las distancias con él en todo momento. –Esto no es un hotel. Luca abrió una puerta y entraron en una habitación que la dejó sin aliento. A través de las puertas de cristal se veía un

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enorme jardín y un viñedo. Y a lo lejos se veía el monte Etna. Le pareció que nunca había visto nada más bello. –Vaya, la verdad es que tienes buen ojo para la belleza, tengo que reconocerlo. Es impresionante. Y muy privado –le dijo ella mientras lo miraba–. Si esto no es un hotel, entonces ¿qué es? –Mi casa –respondió Luca quitándose la chaqueta y la corbata–. Y si no traigo aquí a ninguna mujer es para que no se pongan demasiado cómodas. La verdad es que debería haberte vendado los ojos antes de haberte traído a mi guarida privada. –Pero ¿por qué traes a ninguna mujer aquí? No lo entiendo. –Mi casa es un lugar para relajarme y las mujeres me agotan. La mayoría tiene una gran habilidad para malinterpretar todo lo que digo o hago, otras demandan todo tipo de atenciones... Eso sin hablar de todas las preguntas. ¿Este vestido me hace gorda? ¿Estoy guapa? ¿En qué estás pensando? Creo que esta última es la favorita de todos los hombres. –Sí, supongo que será duro para un chico como tú, al que no le gusta pensar. Si lo hubieras hecho no te habrías portado tan mal con Portia y ahora no estaríamos así. –¿Cómo? No sé por qué te quejas tanto –repuso él–. Ahora por fin los dos parecemos personas respetables. Es un milagro. Página 106 de 242

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Totalmente relajado, como si ella no estuviera allí, se quitó lo gemelos y se fue desabrochando los botones de su camisa, dejando que se abriera. Llevaba la cintura de los pantalones bastante baja y tragó saliva al ver sus tonificados abdominales. Apartó los ojos mientras trataba de ignorar la oleada de calor que se extendió por todo su cuerpo. –Gracias, pero preferiría que no me hicieras un striptease. –¿Es que te molesta? –No, no me molesta. Pero soy el tipo de persona que necesita espacio personal. Deberíamos habernos quedado en mi hotel. Tengo una suite con dos habitaciones. –No soporto los hoteles. –Eso sí que tiene gracia. ¿No quieres encargarte de los hoteles de tu familia? –Sí, pero eso es diferente –le dijo Luca–. Y, si vamos a estar prometidos, yo también necesito mi espacio. No se me da bien estar atrapado con una mujer. Pero, en ese momento, estaban solos en la misma habitación y él la miraba de arriba abajo. Se sintió como si su piel estuviera en llamas. Desesperada, decidió cambiar de tema. –Háblame de Geovana. ¿Por qué me abrazó con tanta fuerza cuando le dije que me alegraba estar aquí? Página 107 de 242

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–Porque en realidad no le dijiste eso, sino que estabas tan enamorada de mí que te estabas volviendo loca. Lo miró boquiabierta. –¡Le dije lo que me dijiste que le dijera! –Sí y lo hiciste muy bien. –Te crees muy gracioso, ¿no? Es como si le enseñaras a un niño a usar palabrotas. –Como no pienso casarme nunca, es mejor que no me hables tampoco de niños –replicó Luca–. No lo hice para gastarte una broma, sino porque se supone que estamos prometidos. No eres la única que puede actuar cuando es necesario. –¿Por eso me abrazó? ¿Porque le dije que estaba loca por ti? –Eso parece –le dijo con una sonrisa–. Debe de ser el día más feliz de su vida. Geovana ya había renunciado a verme llegar con una mujer a casa. –Es que no creo que encuentres a una mujer que te aguante. ¿Hace mucho que la conoces? –Desde que tenía cinco años –le confesó Luca–. Fue nuestra niñera hasta que mi madre la despidió en un ataque de celos. –¿Teníais niñera? –le preguntó con incredulidad. Página 108 de 242

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Pero recordó entonces con quién estaba hablando. Venía de una familia muy rica y no había tenido que ser utilizado por una madre ambiciosa cuando aún llevaba pañales. –Entonces ¿trabajaba tu madre? –Bueno, supongo que era un trabajo a tiempo completo tratar de que mi padre estuviera contento –le dijo Luca. Estaba a punto de preguntarle por qué lo decía cuando vio que iba a desabrocharse el cinturón. –¿Qué haces? ¡Espera un momento! No necesito verte desnudo. Este compromiso es falso, ¿recuerdas? –No voy a olvidarlo, dolcezza. No te preocupes. Asegúrate de no olvidarlo tú. Taylor puso los ojos en blanco. –Eso no va a ocurrir. –No estés tan segura. Todas las mujeres que conozco piensan que van a ser las que van a conseguir cambiarme y hacer que siente la cabeza. Taylor le dio la espalda y se paseó por la habitación. Había bellos cuadros en las paredes, pero ninguna fotografía, nada personal. –Todo el mundo sabe que eres un vividor, Luca. Va a ser difícil convencer a la gente de que esto es real. Voy a tener que enseñarte a actuar –le dijo ella. Página 109 de 242

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–Sé cómo actuar, no necesito tu ayuda. –Y puede que yo no necesite la tuya si Santo no logra encontrar otro director –comentó mientras iba hasta las puertas que daban a la terraza con vistas a la campiña siciliana–. Es una preciosidad... ¿Estás seguro de que la prensa no nos va a encontrar aquí? –Por supuesto que no estoy seguro. Nos pueden encontrar en cualquier lugar, ese es su trabajo. –¿No te importa? –¿Por qué iba a importarme? –Porque supondría una invasión de tu privacidad. –Nunca he necesitado ocultar lo que hago –contestó Luca quitándose la camisa. No pudo evitar quedarse mirando su musculoso torso y sus anchos hombros. Luca se giró en ese momento y la sorprendió observándolo. –¿Te gusta la vista? –le preguntó él. –No –repuso ella–. Lo que pasa es que no entiendo por qué te estás desnudando. –Lo hago para ti, dolcezza –le dijo con una sonrisa atractiva–. Y para que estén entretenidos los fotógrafos que tengan sus teleobjetivos dirigidos hacia aquí. No me gustaría

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decepcionarlos. Bueno, y también porque voy a darme una ducha. –¿Fotógrafos? –repitió horrorizada mientras miraba por los ventanales–. ¿Se ve la casa desde la calle? –No tengo ni idea. Supongo que lo averiguaremos ahora que te vas a quedar aquí. –No voy a quedarme aquí... –protestó ella mientras retrocedía hacia la puerta y la abría–. Si la prensa puede hacer fotos de la casa, no me puedo quedar. Tengo que ir a alguna parte donde sepa que no van a fotografiarme. Tengo que... –Tienes que calmarte –la interrumpió Luca acercándose a ella y cerrando la puerta con la palma de la mano–. ¿A qué viene todo esto? ¿De dónde sale tanto drama? ¡No estás en el set de rodaje! –No me gusta que me hagan fotografías. –Sí, eso ya lo he entendido. Lo que no sé es por qué. Eres actriz y todo el mundo capta imágenes de ti todo el tiempo. Forma parte de tu trabajo. –Y lo acepto cuando estoy trabajando, en los estrenos o incluso cuando voy a una fiesta. Sé que no puedo ir a ninguna parte sin ser reconocida, pero tengo que saber que estoy a salvo cuando estoy en casa. No quiero ser fotografiada cuando... Cuando creo que estoy sola –le dijo tartamudeando–. Me lo merezco. Todo el mundo merece tener esa intimidad. Página 111 de 242

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–Bueno, supongo que sí. ¿Por qué no me cuentas que es lo que te ha pasado? Se le hizo un nudo en el estómago. –¿Qué quieres decir? –Nadie se asusta así sin una razón. Así que, cuéntamelo. ¿Qué ocurrió? No quería hablar de ello. Había aprendido de la manera más dura que no podía confiar en nadie. Había sido muy ingenua a los diecisiete, pero al menos había aprendido la lección. –Me gusta mi privacidad, eso es todo. No hay nada malo en ello. –Pero, como les pasa a la mayoría de los famosos, la prensa te ve como una propiedad pública. Las palabras que usó desataron algo dentro de ella. –¡Soy una persona, no soy propiedad de nadie! –Taylor... –¡Ya basta! ¿De acuerdo? Ni siquiera sé por qué estamos hablando de eso. Odio a la prensa, eso es todo lo que necesitas saber. No voy a quedarme en un sitio donde puedan verme. Si me van a hacer una fotografía, quiero saberlo.

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Se sorprendió al descubrir lo mucho que seguía afectándole el tema. Fue a abrir de nuevo la puerta, pero Luca cubrió su mano con la de él. –Dios mío, Taylor. Estás temblando –le susurró–. Eres la mujer más complicada que he conocido en mi vida. Valiente un minuto y frágil al minuto siguiente. –No soy frágil. Se quedaron callados unos segundos. –Voy a hablar con mi equipo de seguridad –le dijo Luca–. Me aseguraré de que este lugar sea como una fortaleza. Las únicas fotografías que harán son las que decidamos nosotros. La soltó entonces y se dirigió al otro lado de la habitación, como si nada hubiera pasado. Ella, en cambio, seguía temblando. –¿Qué estás haciendo ahora? –le preguntó al ver que él miraba algo en su teléfono. –Me acabo de acordar que tenemos que fingir que acabamos de comprometernos y ni tú ni yo sabemos nada de eso. Seguro que hay alguna web donde expliquen cómo hay que comportarse en estas situaciones. Sus palabras consiguieron que se relajara un poco y sonriera.

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–Y no solo estamos comprometidos, se supone que acabamos de decidirlo, así que deberían vernos entusiasmados y... ¡Aquí está! «Diez hábitos de los recién comprometidos». Es increíble que alguien haya perdido el tiempo investigando y escribiendo sobre el tema. Taylor decidió seguir su consejo. Se quitó los zapatos y se sentó con las piernas cruzadas en el extremo opuesto de la cama. –¿Qué estás haciendo? –le preguntó Luca mientras miraba sus piernas. –Intento relajarme. Hago yoga –repuso ella–. Es bueno para el corazón y me ayuda a mantenerme flexible. –¿Flexible? –repitió Luca con la voz algo más ronca–. ¿Eres muy flexible? Sintió cómo se elevaba de repente la temperatura en la habitación y recordó cómo había sido sentir su boca sobre la de ella. –Lo suficientemente flexible como para asegurarme de que, cuando nos vean en público, parezcas muy cansado –le dijo ella bromeando mientras envolvía una pierna detrás de su cuello. –Vaya... Esa posición tiene muchas posibilidades, pero no vas a conseguir que parezca cansado. Tengo mucha capacidad

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de resistencia. Puede que seas tú la que parecerá cansada, tesoro. No creo que puedas seguirme el ritmo. El corazón comenzó a latirle con más fuerza aún. –He estado trabajando con un entrenador personal mientras me preparaba para este papel. Pero será mejor que dejemos el tema, ¿de qué hábitos habla esa página web? –Bueno, para empezar, se supone que las parejas recién comprometidas están tocándose todo el tiempo. No pueden evitarlo. Entonces, ¿qué te parece? ¿Tengo permiso para acariciar tu pecho en público? La verdad es que empieza a gustarme esto de estar prometido... –En público... ¡Es verdad! –murmuró ella sin querer pensar en su comentario–. Nos tienen que ver en público. De otro modo, nadie se va a creer que esto es real. Tenemos que ir a cenar o algo así. Pero, sigue leyendo, lo del compromiso también es nuevo para mí. –¿Nunca has estado comprometida? –No. Y tampoco tengo intención de hacerlo en un futuro. –¿No? –le preguntó Luca–. Entonces, hacemos una pareja perfecta. ¿Qué es lo que te ha pasado para que no quieras tener una relación a largo plazo? –La vida. Simplemente. –Te refieres a un hombre, ¿verdad? Página 115 de 242

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Luca tenía razón. El culpable había sido un hombre. Si podía llamar así a alguien que se había aprovechado de una niña vulnerable, de alguien tan cínico como para manipular los sentimientos de otra persona para su propio beneficio. –Bueno, no sé si era un hombre. Desde luego, no era un hombre de verdad –le confesó. –¿Es ese hombre la razón por la que odias tanto a la prensa? ¿Qué te hizo? No entendía por qué estaban hablando de eso. Creía que alguien tan superficial como Luca Corretti era la persona menos adecuada para tener esa conversación. –No importa... –Soy tu prometido, Taylor. Si hay algo en tu pasado que te ha afectado tanto, tengo que saberlo. –No, no tienes por qué saberlo –repuso nerviosa–. Mi pasado no es asunto tuyo. ¿Y el tuyo? ¿Hay algo en tu pasado que debería saber? –Nada en absoluto –respondió Luca con seguridad–. Mi vida es un libro abierto. Pero ella había aprendido que ninguna vida era así. Siempre había rincones ocultos, zonas de oscuridad e incluso todo un cementerio de secretos.

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Mientras tanto, Luca se levantó y se puso a hablar por teléfono en italiano. –Te voy a llevar a cenar –le dijo después–. Nos van a reservar una mesa en Da Giovanni. Es muy elegante. Podrás dar vueltas a una ensalada sin comer nada mientras me miras con adoración. –Tú también tendrás que hacerlo. –Puedo hacerlo, no te preocupes. Pero no te confundas y empieces a pensar que es real. –Si ves que me llevo una pistola a la sien para pegarme un tiro en la cabeza, será porque me he creído que tenemos algo de verdad. Hasta entonces, estás a salvo. Pero me temo que no vas a saber cómo fingir que eres un hombre enamorado, así que concéntrate porque te voy a dar algunos consejos. –Ya te he dicho que no necesito una lección de actuación. –La mejor manera de fingir una emoción de manera convincente es evocando de alguna manera esa sensación –le dijo ella sin hacerle caso–. Si tienes que parecer triste, debes recordar un momento de tu vida en el que estuviste triste por algún otro motivo. –Nunca he estado prometido, así que no voy a poder fingir ese sentimiento de horror...

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–Sí, sí, eres muy gracioso, pero eso no nos va a servir de nada. Esta noche tendrás que mirarme como si fuera la única mujer en el mundo para ti. ¿Sabrás hacerlo? –Solo si sé que han muerto el resto de las mujeres. Si no tengo más remedio, supongo que entonces no me importaría estar contigo... –¡Dios mío! –exclamó con desesperación–. Es imposible. No vas a poder fingir que estás comprometido con alguien. No está en tu naturaleza. –Te voy a demostrar que te equivocas. Puedo actuar. Quieres que parezca feliz, ¿no? Eso puedo hacerlo, lo que no puedo es relacionarlo con ninguna relación sentimental que haya tenido. –Muy bien, vamos a intentarlo de otra manera. ¿Cuál fue el momento más feliz de tu vida? –El día que me entregaron mi Ferrari –contestó Luca sin dudarlo un segundo. –¡Muy bien! Esta noche, vas a mirarme como si yo fuera tu Ferrari. –¿Puedo quitarte la capota? –¡Eres incorregible! –exclamó ella intentando contener la risa–. Creo que no ha sido buena idea. Vas a echarlo todo a

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perder y el nuestro será el compromiso más corto de la historia. –No voy a echar nada a perder. Me encanta mi Ferrari, siento verdadero amor por él –murmuró Luca–. ¿Por qué no te vistes de rojo para que os parezcáis un poco más? Taylor sacudió desesperada la cabeza. –Bueno, será mejor que vuelva al hotel. Tengo que cambiarme de ropa. Además, si voy a quedarme aquí, tendré que hacer las maletas. –Una de las ventajas de haberte comprometido conmigo es que soy el director de una firma de moda –le dijo mientras escribía un mensaje con su teléfono–. Si van a vernos juntos y a hacernos fotos, estaría bien que llevaras algo de Casa Corretti. –¿Así que además vas a utilizarme para que te haga publicidad de manera gratuita? –Por supuesto que te estoy utilizando. Eso es lo que estamos haciendo, ¿no? Yo te utilizo a ti y tú a mí. «Por supuesto que te estoy utilizando», eran palabras que Taylor no había podido olvidar. Pero no quería pensar en eso. Su situación era muy distinta. Esa vez, los dos estaban sacando provecho de ese falso compromiso. Hasta entonces, ella siempre había sido la víctima. Página 119 de 242

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Capítulo Cinco Luca detuvo el coche frente al restaurante, en una zona donde el aparcamiento no estaba permitido. –No puedes aparcar aquí –le recordó Taylor. Le brillaba mucho el cabello esa noche. Se había recogido el pelo en un moño. Parecía de verdad una estrella de cine. –¿Siempre obedeces las normas? –le preguntó él mientras admiraba su rostro. Su mandíbula y sus pómulos eran líneas perfectas, tenía hermosos ojos de gata y unos labios que lo incitaban a besarla, no podía evitarlo. –Ese vestido te sienta muy bien –le dijo él. –Ya lo sé, por eso lo elegí –replicó ella. Su madre había sido una mujer muy insegura que había necesitado su apoyo constante. Después, su trabajo en el sector de la moda lo había condicionado de tal manera que estaba acostumbrado a ofrecer halagos y alabanzas a todo el mundo. Pero le gustaba ver que Taylor no parecía necesitar su aprobación. Le presentó una selección de vestidos y ella eligió

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uno al instante, sin vacilar y sin preguntarle nada. La única ayuda que había necesitado de él había sido con la cremallera. –Claro que estarías mejor sin él. –Gracias por el consejo, pero prefiero intentar no provocar escándalos. –¿En serio? Yo lo intento a diario. Si no leo al menos un artículo crítico conmigo cada día, empiezo a pensar que debo cambiar mi comportamiento y esforzarse más por escandalizar a la prensa. Taylor puso los ojos en blanco al oírlo, pero vio que intentaba contener la risa. No dejaba de sorprenderle cuánto trataba de controlar sus emociones y lo reservada que era. A él le encantaban los desafíos y no pudo evitar preguntarse cuánto tardaría en conseguir que se resquebrajara ese muro que Taylor había erigido a su alrededor. –Vamos, dolcezza –le dijo él mientras se quitaba el cinturón de seguridad para salir del coche–. Esta noche, tengo que lucirte. Vas a tener que olvidarte de tu lista de cosas prohibidas o la convertiré en mi lista de cosas que debo hacer. –Si somos una pareja, mi lista es tan importante y válida como la tuya. –No, lo siento. Tu lista es muy aburrida –le dijo él mientras le desabrochaba el cinturón de seguridad. Página 121 de 242

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Sus dedos rozaron la suavidad de sus pechos mientras le apartaba el cinturón y ese contacto tan inocente fue suficiente para desatar su deseo. Contuvo la respiración mientras Taylor se aplastaba contra el respaldo para evitar que la tocara. –Cuidado, Luca. No te pases de listo. –¿Cómo? ¿Estamos prometidos y ni siquiera te puedo tocar? Atrapado por un ataque de lujuria, se encontró de repente mirando su boca. Era tan suave y femenina que le parecía una pérdida de tiempo no acercarse un poco más y besarla. Y como él nunca se negaba lo que quería, eso fue precisamente lo que hizo. No tardó en verse envuelto en las llamas, que parecían consumir todas sus terminaciones nerviosas. En cuestión de segundos, su entrepierna había despertado. Lo que había comenzado como un suave beso se transformó en algo básico y animal. Se olvidó de todo, solo podía pensar en desnudarla y en recorrer su tentador cuerpo con las manos. Quería estar dentro de ella y ver cómo desparecían todas sus inhibiciones. Pero, de repente, Taylor lo apartó empujándole el torso con las manos. –Se supone que estamos prometidos para casarnos, no se trata de una aventura de una noche. No tienes por qué tratar Página 122 de 242

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de meter toda la relación en seis horas –le dijo Taylor mientras salía del coche. Parecía muy nerviosa, como si huyera de él. Taylor era la que había insistido en que él debía representar bien su papel, pero no iba a poder hacerlo cuando ella parecía estar evitándolo. Salió enfadado del coche. –¡Taylor! –la llamó. Pero después le dio miedo que alguien pudiera oírles y decidió no salirse del papel. –Mi amore –le dijo–. ¿Adónde vas? Después de una breve pausa, Taylor se giró hacia él con una dulce sonrisa. –A ningún sitio, iba a esperarte aquí mientras aparcabas el coche. –Pero si ya está aparcado. –¿Cómo? –repuso ella mirando al Ferrari–. No vas a dejarlo ahí, ¿verdad? –Por supuesto. Los del restaurante deberían estar contentos de que lo deje aquí. Así la gente se animará a entrar para ver quién es el dueño de un coche tan bonito. –O dueña.

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–No, lo siento. Este es el coche de un hombre, tesoro – repuso él. –¿De un hombre o de un idiota que lo conduce como un loco? –Tú no serías capaz de conducirlo –respondió él para retarla–. Esta preciosidad tiene un motor con cuatro válvulas por cilindro que roza casi lo ilegal. Cambia de coche a bestia en menos de cuatro segundos. –Entonces se parece bastante a su dueño –replicó Taylor mientras iba hacia el restaurante. Él dejó de admirar el coche para fijarse en sus piernas. Esa noche estaba muy guapa y lo sabía. Estaba descubriendo que no había mayor afrodisíaco que una mujer consciente de su propio atractivo. Con la mirada fija en esas piernas, trató de recobrar la compostura. Estaba descubriendo que su coche y Taylor tenían más en común de lo que podría haber imaginado. Los dos necesitaban muchos cuidados y los dos eran llamativos. Cuando llegó a su lado, tomó su mano. Taylor lo miró con los ojos muy abiertos. –¿Qué estás haciendo? –Hago el papel de novio enamorado –le susurró él–. ¿Lo has olvidado tú? Si tengo que estar prometido, quiero estarlo Página 124 de 242

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con la mujer que me besó apasionadamente en el laberinto, no con esta versión descafeinada. –Así soy yo. –Si lo creyera, nunca habría decidido seguir con esta farsa. Me moriría de aburrimiento. –¡Signor Corretti! –lo saludó el hombre que los recibió a la puerta. Sintió que Taylor tiraba de su mano, tratando de liberarse. Pero no se lo permitió. La apretó con fuerza mientras hablaba con el dueño del restaurante en italiano. –Necesitamos una mesa. –¿Desean un rincón privado? –les preguntó el hombre. –Por supuesto –repuso él mientras observaba los brillantes labios de Taylor. –No, no hace falta que sea una zona privada –protestó ella mientras le hacía un gesto. Sabía que estaba tratando de transmitirle algo, pero él estaba demasiado ocupado decidiendo si sus ojos eran de color verde o azulado. –No necesito público –le susurró él. –Yo sí –repuso ella mientras deslizaba los brazos alrededor de su cuello y le dedicaba una sonrisa muy sensual–. ¿No quieres mostrarle nuestro amor al mundo, cariño? Página 125 de 242

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Fue entonces cuando recordó precisamente para que los vieran. –Eres una exhibicionista, cara mia.

que

estaban

allí

–Y eso lo dice el hombre que acaba de aparcar un Ferrari rojo en una zona prohibida –respondió Taylor riendo mientras tocaba su mejilla con uno de sus delicados dedos. Él volvió rápidamente la cabeza y consiguió atraparlo entre los dientes. Se dio cuenta de que ese juego iba a ser muy divertido. El dueño de restaurante, algo incómodo, carraspeó sutilmente para recordarles que no estaban solos. –Tengo una mesa libre al lado del agua. Es una de las más románticas. Por cierto, me gustaría felicitarlos por su compromiso. Todos estamos encantados con la noticia. Decidido a demostrarle a Taylor que podía actuar tan bien como ella, trató de imaginar qué sentiría un hombre en su situación. –Estoy feliz y emocionado –le dijo al otro hombre–. No puedo soportar la idea de separarme de ella ni por un momento. Giovanni, el dueño, los acompañó hasta su mesa. –Tu actuación ha sido terrible –le susurró ella entre dientes–. Deberías haberme dejado que te diera clases. Página 126 de 242

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–No las necesito. El problema no es con la actuación, sino con mi experiencia. No se me da bien hablar de algo que nunca he sentido –le dijo él. Se sentaron a la mesa y Luca pidió champán. –Por cierto, a partir de ahora, no quiero que me toques –le comentó Taylor en cuanto se quedaron solos. –¿Cómo? ¿No se supone que estamos prometidos? –Sí, pero no es necesario demostrarlo de manera tan pública. –Soy siciliano, Taylor. Somos gente apasionada y nos gusta tocar. –Entonces, contrólate. Taylor lo miró entonces a los ojos y él vio algo en ellos que no esperaba. Era pánico. Durante un momento, se quedó desconcertado, pero recordó cómo había reaccionado cuando la besó en el laberinto. –¡Claro! ¡Ahora lo entiendo! Disfrutar del sexo está en tu lista de cosas prohibidas y te está resultando difícil resistirte a mis encantos, ¿no? –No –respondió Taylor demasiado deprisa–. Para mí solo agua, por favor –añadió mirando al camarero que estaba a punto de servirle champán. Página 127 de 242

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Luca sacudió la cabeza y le dio la copa de Taylor al camarero. –Llénesela, por favor. Necesita ayuda para relajarse. –¡No necesito ayuda para relajarme! ¡Ya estoy relajada! Esperó a que el camarero se alejara para contestar. –¿Relajada? Nunca he visto a nadie tan tenso, Taylor. Sé que eres una mujer muy sensual, pero odias esa parte de ti misma, ¿verdad? ¿Por qué finges ser lo que no eres? –Aunque pienses lo contrario, yo como bien, lo que quiero y cuando quiero. A veces, también bebo. Y, para terminar, nuestra relación no tiene nada que ver con el sexo, así que eso es irrelevante. –Esperemos que no haya nadie en el restaurante que sepa leer los labios –repuso él bajando la voz–. Si estamos prometidos, va a ver comida y champán en nuestra relación. Pero, sobre todo, sexo. Un montón de sexo apasionado, ardiente y algo obsceno. Así que, si quieres que la gente crea que estamos juntos, será mejor que dejes de reprimir esa parte de ti misma. –Muchas gracias –le dijo Taylor al camarero que llegó en ese momento con su vaso de agua. Le dedicó una sonrisa tan coqueta al pobre hombre que apenas pudo contestar.

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–Veo que te gusta seducir, pero que después no terminas la faena –le dijo él. –Lo hago cuando quiero. –¿Y cuándo es eso? ¿Cuando explotas después de contenerte durante demasiado tiempo? Te reprimes tanto, dolcezza, que cuando finalmente te dejes llevar por el deseo vas a provocar un terremoto en la región. Pero no te preocupes, estaré allí para socorrerte. –¿Es que solo piensas en el sexo? –le preguntó Taylor sacudiendo la cabeza. –Estás enfadada porque te conozco mejor de lo que querrías. –No me conoces en absoluto. Luca dejó la copa en la mesa y se inclinó hacia delante en su silla. –Voy a demostrártelo –le dijo–. Te encantaría poder dejarte llevar. He visto cómo reaccionaste cuando empecé a conducir, pero solo duró unos minutos, enseguida recordaste que no deben gustarte los coches rápidos ni la velocidad. Te apetece beber champán, pero no te atreves por si tomas demasiado y pierdes el control. No vas a ningún lado sin mirar primero para ver si podría haber fotógrafos escondidos. Sabes que son parte de tu trabajo, pero por alguna razón que no quieres contarme te ponen muy nerviosa. Página 129 de 242

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–¿Ya has terminado? –le dijo Taylor con voz temblorosa. –No, todavía no. No confías en nadie y te encierras en ti misma. No me vas a decir por qué eres así, así que supongo que es algo de lo que te avergüenzas, algo de lo que te arrepientes. Vio que palidecía y que apartaba la mirada rápidamente. –No sabes lo que dices –protestó Taylor. –Veo que he dado en el clavo –le dijo él suavemente–. Bebe un poco de champán o mañana dirán en las revistas que estás embarazada y que esa es la razón por la que nos vamos a casar. Después de un momento de silencio, Taylor tomó la copa de champán y la levantó. –Por nuestro futuro. –Por el sexo –repuso él. El camarero se les acercó en ese momento con las cartas. –No te molestes en darle una a mi amada, Pietro, voy a pedir por los dos. –Pero, cariño, sabes que prefiero pedir la comida yo misma. –Lo sé, preciosa, pero soy un hombre siciliano y eso me impulsa a protegerte de todas las cosas, incluyendo las cartas

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escritas solo en italiano. Seguro que no pedirías lo que te conviene. –Pienso pedir lo que quiero comer, luz de mi vida –repuso Taylor con los ojos brillantes. –No, seguro que tú pedirías lo que crees que debes comer, gatita. Eso no es lo mismo. Esta es una cena romántica y se trata de alimentar los sentidos. No voy a dejar que cenes una hoja de lechuga, cariño. Luca le pidió al camarero lo que querían y lo hizo en italiano mientras Taylor fruncía el ceño. –No puedo creer que hayas pedido por mí sin consultarme –protestó en cuanto se quedaron solos–. ¿Qué órgano animal voy a tener que comerme esta vez? Él le dedicó una sensual mirada y levantó su copa de nuevo. –¡Por nosotros, amor de mi vida! Está claro que esto se me está dando mucho mejor que a ti. Si quieres, puedo encargarme de que alguien te dé clases de actuación. Se quedaron en silencio unos segundos. Después, Taylor lo miró a los ojos. –Hay algo que tengo que decirte, Luca –comenzó ella con una voz suave y sensual que hizo que se estremeciera–. Puede que este no sea el lugar, pero tengo que decírtelo... –añadió Página 131 de 242

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mientras tomaba sus manos entre las de ella–. Nunca me había sentido así, había renunciado al amor. Pero entonces te conocí y... No esperaba... –susurró con la voz quebrada. Luca se quedó perplejo al ver la vulnerabilidad que había en su cara. Sabía que estaba actuando, pero la emoción en sus ojos era tan real que no pudo evitar sentir algo de pánico. Ella le estaba ofreciendo la mirada que había estado evitando durante toda su vida. Siempre daba por terminadas las relaciones antes de que ninguna mujer se atreviera a mirarlo de esa manera. Intentó responder, pero no le salían las palabras. –Nunca pensé que esto pudiera suceder, que fuera posible sentir un amor como este, pero... Cuando te conocí... Lo eres todo para mí, Luca –le susurró con gran emoción–. Eso era lo que quería decirte. Te quiero. Son palabras que nunca le había dicho a ningún hombre, pero necesitaba decírtelo ahora. ¿Entiendes lo que estoy haciendo? Te estoy entregando mi corazón. Su mirada era tan convincente que se sintió muy incómodo, no pudo evitarlo. –Déjalo ya, Taylor, estás haciendo que me den escalofríos – le confesó. Ella cambió totalmente delante de sus ojos y lo miró con frialdad. Página 132 de 242

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–Si vuelves a llamarme «gatita» o me dices que necesito clases de actuación, la próxima hamburguesa que te comas será de un órgano tuyo, uno al que sin duda tienes mucho cariño. No pudo evitar estremecerse. Pero llegó un camarero con la comida y no pudo contestarle. –¡Qué bien huele! –exclamó Taylor al ver el plato–. Creo que la felicidad conyugal va a acabar con mi dieta. –Come, tesoro. Ya volverás a ponerte a dieta mañana. –Bueno, si no consiguen otro director, puede que no tenga que preocuparme por mi dieta. Pensó que otro hombre quizás no se hubiera dado cuenta de que Taylor era una mujer bastante insegura aunque no lo demostrara, pero su madre había tenido el mismo problema y era algo para lo que tenía un sexto sentido. Siempre tenía que decirle que estaba guapa, que su marido la seguía queriendo, que las otras mujeres en realidad no significaban nada... Disgustado al recordar esos momentos de su vida, apuró su copa de champán y dejó que el camarero se la llenara de nuevo. No sabía por qué lo había recordado en ese momento, cuando llevaba años sin pensar en ello. –Seguro que contratan a otro. Página 133 de 242

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–¿Cómo lo sabes? –Porque conozco a mi primo. Tiene muchos defectos, pero va a hacer todo lo posible para que la película siga adelante. Es demasiado competitivo para dejar que se hunda su proyecto, así que deja de preocuparte. –¿Y tu hermano? ¿No te preocupa tu hermano? –¿Por qué iba a estar preocupado? –¿Cómo que por qué? ¡Porque se fue con la novia de tu primo! –Ese no es mi problema –repuso él mientras le ofrecía caponata–. Prueba esto. Es delicioso. Taylor lo miró con el ceño fruncido. –No te preocupes, no hay bazo en ese plato, solo verduras. –¿Seguro? ¿Me lo prometes? –le preguntó antes de probarlo–. Está buenísimo... –agregó después gimiendo de placer. Vio cómo sus ojos se cerraban un instante y se relamía los labios con la lengua. Era la mujer más sensual que había conocido en su vida, pero parecía decidida a reprimir y controlar sus deseos sin piedad. –Solo son productos de las huertas sicilianas y un buen aceite de oliva. No hay nada mejor –le dijo él.

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–No me recuerdes que tiene aceite –protestó ella–. Entonces, ¿es un plato típico? ¿Es lo que te hacía tu madre cuando eras pequeño? –No, a mi madre no le gustaba cocinar ni nada relacionado con la casa. Tenía otras prioridades –le dijo él decidido a cambiar tema–. ¿Cocinaba tu madre para ti? –No, a mi madre tampoco le gustaban esas cosas – contestó Taylor con algo de frialdad. Se dio cuenta de que tenían más en común de lo que cualquiera de ellos podría haber imaginado. –Entonces, ¿cómo era? –le preguntó él queriendo saber más sobre Taylor. –Muy ambiciosa. Tenía grandes planes para mí. –¿No quería que fueras actriz? –Todo lo contrario, soy actriz porque ella quiso que triunfara desde que nací –le contestó Taylor sin mirarlo a los ojos–. Estaba decidida a lograr lo que ella no había conseguido y quería vivir de mi trabajo. Era madre soltera y el dinero escaseaba en casa. Cuando nací, me inscribió en una agencia. Aparecí en telenovelas siendo solo un bebé. Y seguí haciendo papeles desde entonces. No dejé de trabajar, así fue mi infancia. Ni siquiera fui al colegio como una niña normal, sino que estudié con tutores en el set de rodaje.

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–¿No te gustaba? –Claro que me gustaba –replicó ella mientras clavaba el cuchillo en un trozo de espárrago–. Después de todo, estaba viviendo el sueño de todo niño. –¿Es eso lo que te decía tu madre? Taylor levantó los ojos y lo miró. En ese instante, la vio como la niña que había sido, perdida, sola y sin amigos. –Fue increíble. Viajé por todo el mundo y en nuestra casa siempre había gente famosa. –Entonces, si todo era perfecto y fantástico, ¿por qué la despediste? Vio que volvía a estar pálida y que tomaba la copa de champán con dedos temblorosos. –Era mi agente y llegó un momento en el que decidí que no tenía en cuenta lo mejor para mí. Volvía a mostrarse como la mujer fría y distante que solía ser para los demás, ocultando sus inseguridades detrás de una sonrisa perfecta. –¿Y tu padre? –Mi padre no jugó ningún papel en mi vida hasta que vendió su historia a la prensa cuando yo tenía diecisiete años – contestó Taylor tomando otro sorbo de champán–. Bueno, ¿hemos terminado de hablar de mí? Los periodistas frente a la Página 136 de 242

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puerta del restaurante están empezando a molestar a la gente que viene a cenar en paz. Deberíamos irnos ya y no esperar al postre. Luca volvió la cabeza y se sorprendió al ver que había muchos periodistas. –¡Dios mío! ¿Siempre es así? –No. A veces es mucho peor, hoy es un día tranquilo –le dijo mientras se levantaba con calma–. ¿Nos vamos?

Taylor fue hacia la puerta del restaurante saludando con una sonrisa amable a los que se le acercaban para decirle algo. No sabía si era por el cansancio o por lo que había sentido al contarle a Luca cosas de las que no solía hablar, pero de repente sintió que perdía el control de la situación y se detuvo en seco. Luca le tomó la mano. –¿Estás lista? Tenemos que salir como dos personas enamoradas –le dijo él. –Los odio –replicó ella sin poder contener las palabras–. No puedo hacerles frente. ¡Son como cazadores en busca de su presa! Parece que están esperando saber cuál es tu debilidad para atacarte donde más duele. Página 137 de 242

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Y esos periodistas sabían cuál era su debilidad y creía que era solo cuestión de tiempo antes de que hablaran de ello. Había vivido durante tanto tiempo con la amenaza que ya no podía recordar cómo era vivir sin esa carga. Luca la rodeó con su brazo y ella se quedó sin aliento. –¿Qué estás haciendo? –Les das demasiado poder sobre ti – le dijo suavemente al oído–. Regla número uno, sé tú misma. Es mucho más fácil que vivir una mentira. Regla número dos, no dejes que el enemigo te vea débil. Vamos a salir sonrientes o enfadados, pero no vamos a darles la satisfacción de que te vean asustada. Capisci? Se dio cuenta entonces de que Luca la agarraba como lo hacía para protegerla, no para aprovecharse de la situación. Y que había evitado que la prensa viera su repentino ataque de pánico. Le sorprendió ver que podía ser un hombre sensible. –Levanta la barbilla. Si ocultas algo, debes ocultar que ocultas algo, ¿me entiendes? –No estoy intentado esconder nada. –Sí, claro. Escondes más secretos que la CIA, tesoro, pero ahora no es el mejor momento para hablar de ello. Enséñales esa sonrisa perfecta que usas en estas ocasiones y hazles ver que tu vida es maravillosa, aunque sea todo lo contrario. Página 138 de 242

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Hizo lo que le decía y sonrió. Tomó la mano de Luca y salieron a la calle. –Estás pensando solo en mí –le murmuró él al oído–. No estás interesada en ellos. Estás demasiado enamorada de mí como para pensar en otra cosa. Ella solo tuvo tiempo de protestar con un gruñido antes de que los acosaran con preguntas. –¡Luca! ¡Luca! ¿Podemos haceros una foto juntos? –¿Cuándo es la boda? –¿Cuándo conociste a Taylor? Estaba aturdida, le parecía increíble que no respetaran nada su intimidad. No había ninguna pregunta que no se atrevieran a hacerles. Era como si no tuvieran límites. Pensó entonces en lo que aún no sabían y se quedó helada. Sabía que acabaría saliendo a la luz, siempre lo hacía. No se había dado cuenta de que había dejado de andar hasta que sintió el brazo de Luca a su alrededor. –Ya tienen suficientes fotos de los dos –les dijo Luca con su tono despreocupado y tranquilo–. La boda será cuando decidamos que sea. Y no estáis invitados, así que marchaos a molestar a otros. La llevó deprisa y casi en volandas hasta el coche.

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Le parecía increíble que tuviera tanta facilidad para enfrentarse a la prensa. Estaba a punto de sentarse en el asiento del copiloto cuando Luca le tiró las llaves. –Conduces tú. –¿Lo dices en serio? –le preguntó ella. –Solo has tomado un sorbo de champán. Es mejor que conduzcas tú. Además, admítelo, estás deseando probarlo. –Me da igual un coche que otro. –Sí, seguro –repuso con incredulidad Luca. Le parecía mentira que pudiera conocerla tan bien con el poco tiempo que habían pasado juntos. –No soy una loca de la velocidad como tú. –Por supuesto que no –respondió Luca con una pícara sonrisa. Se dio cuenta de que no iba a poder engañarlo, así que sonrió y se sentó al volante con la intención de no conducir rápido. Quería demostrarle que un coche como ese también se podía conducir de manera tranquila y segura. Quería que viera que no la conocía tan bien como pensaba. –Vamos –la animó Luca–. Arranca ya si no quieres que nos hagan más fotos. Sus palabras consiguieron ponerla en marcha y encendió el motor. Página 140 de 242

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–¡Qué bien suena! –exclamó de manera espontánea. –Pues, venga, conduce. Supongo que ahora no te importará ir deprisa. Hay que intentar perderlos de vista, ¿de acuerdo? –le dijo Luca mientras colocaba la mano en su muslo y lo apretaba para que pisara el acelerador. Ella soltó un grito ahogado cuando el coche se movió y los paparazis tuvieron que saltar para dejarles pasar. –¿He atropellado a alguien? – preguntó aterrada. Luca miró por encima de su hombro. –No, desgraciadamente no. Pero si haces un trompo y aceleras a lo mejor tienes más suerte. –Eres incorregible –repuso ella riéndose–. Nunca he conducido un coche como este. –Se nota, Taylor –le dijo Luca–. Acelera. Si nos van a perseguir, dales algo que perseguir. –Eres un exhibicionista. –Y lo dice la mujer que rompió su vestido en una boda llena de famosos y rodeada de periodistas. –No rompí el vestido a propósito, lo hiciste tú –le recordó ella. –Fue maravilloso. Tengo debilidad por los muslos desnudos, sobre todo cuando me rodean las caderas.

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Fue un alivio sentir que habían dejado atrás a los fotógrafos y tenía que admitir que el coche era impresionante. Conducirlo era una experiencia liberadora y muy excitante. –¿Nos están siguiendo? –No –respondió Luca algo sorprendido–. Pensarán que nos vamos para hacer el amor y, como ya estamos casi casados, no les interesa. –¡Ojalá! –respondió ella. –¿Ojalá? ¿Qué quieres decir? ¿Que te apetece hacer el amor conmigo? –¡No! –replicó ella escandalizada–. Lo que me gustaría era que nos dejaran en paz. Luca había conseguido ponerle nerviosa y cambió de marcha demasiado pronto. –No era el momento de cambiar aún, dolcezza. Mantén el motor hasta que esté desesperado, hasta que no pueda más. Y entonces, dale lo que te pida. Sintió que se sonrojaba. –¿Es que para ti todo tiene que ver con el sexo? –No todo, pero sabes que este coche es muy sexual. Taylor mantuvo los ojos fijos en la carretera. Estaba tratando de no pensar en el sexo, pero le resultaba difícil cuando estaba con él. Decidió cambiar de tema. Página 142 de 242

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–Gracias por ayudarme a salir del restaurante. –De nada –repuso Luca–. ¿No vas a contarme por qué te dio ese repentino ataque de pánico? Parecías muy asustada. –Eso es lo que consiguen los periodistas –le confesó–. La prensa destruyó mi vida. –¿Qué quieres decir? Se limitaron a escribir sobre ti, ¿no? Eres demasiado sensible. –No solo es eso. Escribieron sobre cosas muy privadas que no eran de su incumbencia. Y también mintieron. ¿De verdad no te importa que hagan algo así? –No. Pueden escribir lo que quieran. Yo no soy como tú, no me avergüenzo de lo que soy. –¡Yo tampoco! Pero no me gusta exhibir mi vida. Supongo que valoro más mi intimidad. La gente cambia. No soy la misma persona que era a los diez, a los diecisiete o a los veinticuatro años, así que no quiero tener que ver esa versión de mí cuando enciendo el ordenador o abro una revista. Hay cosas que desearía no haber hecho, cosas que haría de manera diferente si pudiera volver atrás. Y había cosas de las que se arrepentía profundamente. Condujeron por la carretera de la costa, las vistas eran maravillosas.

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En un momento dado, se dejó llevar por un impulso y se paró en el arcén para mirar el paisaje. –Es precioso... –Sicilia es la isla más bella del mundo. Por eso trato de pasar tanto tiempo aquí como puedo. Sonó el teléfono en su bolso. Era un mensaje y lo sacó para mirarlo. –Espero que sean buenas noticias y tengamos un nuevo director –le dijo ella mientras miraba. No lo era y se quedó sin aliento mientras leía las palabras en la pantalla. Comenzaron a temblarle las manos y le entraron ganas de tirar el teléfono al mar. Pero sabía que así no iba a conseguir nada y que su pasado siempre iba a perseguirla. –¿Algún problema? –le preguntó Luca mientras la miraba. –No –repuso ella apagando el teléfono y guardándolo en el bolso. –Para ser actriz, mientes muy mal. Sabía que no se le daba mal mentir, pero Luca Corretti era demasiado bueno adivinando lo que le pasaba. No era tan superficial como había supuesto. –No te miento. Solo estoy cansada. Eso es todo.

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–Te preocupas demasiado por lo que la gente piensa. –No sabes cómo es esto –le dijo con un nudo en la garganta–. Las cámaras han grabado cada minuto de mi vida, mi primer novio, mi primer beso... No sabes lo duro que es que tus amigos y familiares te vendan por dinero. He sufrido mucho hasta que me di cuenta de que solo podía confiar en mí misma, en nadie más –añadió con firmeza y emoción. Siempre se le había dado bien ocultar sus sentimientos, pero ese hombre parecía tener facilidad para despertar todo tipo de emociones en ella. –Lo siento –se disculpó después–. No me hagas caso, han sido días difíciles. Sobre todo hoy. –¿Por qué te disculpas? Por una vez, has sido sincera y me has dicho lo que sentías –le dijo Luca mirándola a los ojos–. Tenemos que irnos. ¿Quieres que conduzca yo? –No, gracias. Estaba siendo muy amable con ella y supuso que no estaba acostumbrado a estar con una mujer con la que tuviera que hablar de temas tan emocionales y complicados. Se imaginó que estaría deseando librarse de ella. Diez minutos después, llegaron a la casa de Luca. En las puertas del jardín los esperaban dos guardias de seguridad. Vio que además tenía instaladas cámaras.

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–Dices que no te preocupa la prensa, pero que tienes mucha seguridad en tu casa. –Claro, necesito protegerme de todas las mujeres a las que he desairado. –Para eso te haría falta casi un ejército. –Bueno, afortunadamente ahora no tengo que preocuparme por eso. Ya tengo novia formal. –¿Me estás utilizando como parapeto contra las mujeres? –le preguntó ella sonriendo. –Algo así. Llegaron frente a la casa, aparcó y le devolvió las llaves del coche. –La verdad es que conduces bien para ser mujer. –¿Cómo te atreves a decir algo así? De haberlo sabido habría estrellado tu precioso Ferrari contra una farola. Se sentía mucho más cómoda bromeando con él y evitando tener que hablarle de su vida. Pero no estaba del todo tranquila. Estaba acostumbrada a pasar tiempo con hombres atractivos que solo se preocupaban de su físico, pero Luca era diferente. La atracción que sentía por él era mucho más profunda. Le atraía la confianza que tenía en sí mismo, su honestidad y su seguridad.

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Entraron en la casa y, cuando se vio por fin en su dormitorio, se dio cuenta de que no habían hablado de cómo iban a organizarse para pasar allí la noche. –¿Dónde voy a dormir? –En mi cama, ¿dónde, si no? Estaba demasiado cansada para pelear con él. No había dormido bien desde que consiguió el papel en la película y sabía que no iba a volver a dormir hasta que estuviera segura de no haberlo perdido por culpa de unas fotos. –Dormiré en tu cama, pero solo si tú no lo haces. –Las parejas de prometidos no duermen separados, Taylor. –No creo que tengamos que preocuparnos por la prensa durante la noche. –No, pero podríamos conseguir reforzar la historia si Geovana te oye gimiendo cuando pase por el pasillo. –No suelo gemir. Luca sonrió mientras se desabrochaba los botones de la camisa. –Lo harías si te acostaras conmigo, bellissima. –Estás muy seguro de ti mismo, ¿verdad? –No me gusta la falsa modestia. Puedo hacer que gimas de placer en menos de treinta segundos. ¿Quieres probarlo? Página 147 de 242

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El corazón le latía con fuerza. –No, gracias. Se quedó con la boca seca al verlo sin la camisa. No podía dejar de mirar sus hombros bronceados ni sus músculos. –Admítelo –le dijo Luca al ver que lo observaba–. No puedes dejar de pensar en el beso. –¿Qué beso? –Te miro y me pregunto cómo será pasarse la vida fingiendo ser alguien que no eres. Será muy incómodo y frustrante, ¿no? –le dijo con una sonrisa algo triste. –No estoy fingiendo. Lo que ves es lo que hay. Así soy yo. Luca dejó de sonreír. –Muestras al mundo una versión falsa y perfecta de ti misma. Les das lo que piensas que quieren ver, pero no es tu verdadero yo. A lo mejor eso es lo que quieren algunos hombres, pero yo no soy así –le dijo con firmeza. –Pero esto no es real, así que no importa lo que tú quieras o dejes de querer –repuso ella. –Si tengo que pasar tiempo contigo quiero hacerlo con la Taylor de verdad, la mujer con la que me encontré en el laberinto. Esa mujer me interesa mucho. ¿Vas a dejar que salga a jugar? –le preguntó con una sonrisa que conseguía derretirla por dentro. Página 148 de 242

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No había conocido a ningún hombre que emanara tanta sensualidad. Se sentía perdida en sus ojos negros. Tenía un atractivo muy masculino y lo que más miedo le daba era ver que la conocía muy bien. –Esa mujer es un producto de tu imaginación. –No, esa mujer me tocaba. Lo recuerdo muy bien. La atracción era mutua. –No, no lo era. –Cariño, tengo una naturaleza muy competitiva y me estás tentando para que te lo demuestre. –No te atreverás –repuso ella apartando la mirada–. Solo fue un beso. Nada más. Y en un momento poco oportuno. –Yo no lo veo así. Recuerda que estamos en esta situación por ese beso. –¡Precisamente! Sin previo aviso, Luca se le acercó, atrapó con una mano su nuca y la atrajo hacia él. –En esto tampoco estamos de acuerdo. A ti te parece que lo que ha pasado es algo malo, pero yo por fin he conseguido que los del consejo directivo me escuchen. –Yo, en cambio, soy la protagonista de una película sin director. Estaba tan cerca de ella que le daba miedo respirar. Página 149 de 242

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El teléfono de Luca sonó y él se quedó inmóvil. Pensó que iba a ignorar la llamada, pero se apartó de ella y le dedicó una sonrisa burlona mientras se sacaba el teléfono del bolsillo y leía el mensaje. Vio que levantaba con sorpresa las cejas. –Bueno, al parecer ya tenéis nuevo director. –¿De verdad? –repuso ella emocionada–. ¿Ha encontrado a alguien? ¿A quién? –A Rafaele Beninato. Le bastó con oír ese nombre para que se le revolviera el estómago. –¿Estás seguro? No podía creerlo. Era una pesadilla y le parecía una ironía del destino que fuera a verse en esa situación por culpa del beso que había compartido con Luca en el laberinto. De otro modo, seguirían aún con el primer director. Rafaele había encontrado la manera de volver a su vida, como hacía siempre. –Este es el director con el que... –le dijo Luca–. ¿No tuviste algo con él? –Sí, hace mucho tiempo. Entonces, ella era solo una joven de diecisiete años y su madre acababa de echarla de casa. Había estado en una situación muy vulnerable y se había sentido muy sola. La víctima perfecta para un hombre como Rafaele. Página 150 de 242

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–¿No es un poco mayor para ti? Estaba tan aturdida que no podía siquiera entender lo que le estaba preguntando. –¿Qué quieres, Luca? ¿Ahora toca hablar de las relaciones que hemos tenido en el pasado? Él la miró fijamente. –Supongo por tu reacción que él fue una de las personas que te decepcionó. ¿Va a ser difícil trabajar con él? –Soy muy profesional –murmuró ella–. No pasa nada. Me alegra tener de nuevo un director. –¿Estás segura? Porque, si quieres hablo con él y le dejo las cosas claras... Sonrió al oírlo. Sabía que era muy patético, pero por un momento deseó que de verdad fuera su prometido y que hubiera alguien en su vida que se preocupara lo suficiente por ella como para ofrecerle su apoyo. –Si le haces algo, nos quedaremos de nuevo sin director y quiero actuar. Tengo que hacer esta película. Luca se quedó mirándola durante un buen rato. –Muy bien. Pero será mejor que no se pase de la raya. Lo he visto un par de veces y no me gusta nada. Ese tipo me da escalofríos –le dijo Luca–. Quieren que estés en el set a las

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ocho. Me ha dicho que te envió un mensaje, pero que tenías el teléfono apagado. –Es que me gusta relajarme cuando no estoy trabajando. Era mentira, nunca se relajaba. No podía quitarse de la cabeza que sus secretos podían ser revelados en cualquier momento. Y que eran secretos que Rafaele conocía. –Te llevaré al set para que todos nos vean y te recogeré cuando termines. No podía creer que de verdad pensara que iban a pasar la noche juntos, en el mismo cuarto. Se dio cuenta entonces de que tenía problemas más urgentes que Rafaele. Su problema era un hombre muy alto e increíblemente sexy. –Tienen una caravana para mí –balbuceó ella–. Debería quedarme. Seguro que está muy bien. –No pienso dormir en una caravana por lujosa que sea – repuso Luca. –Nadie ha dicho que duermas allí. –A la gente le cuesta creerse que yo haya sentado la cabeza, Taylor. Si no pasamos la noche juntos, verán que todo es una farsa. Nos quedaremos aquí y te llevaré por la mañana. ¿No te parece mucho más romántico? Por cierto, ¿de qué va la película? Debería saberlo. Página 152 de 242

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–Mi marido es un soldado que desaparece en Irak y lo dan por muerto. Desolada, encuentro consuelo en los brazos del mejor amigo de mi marido, me quedo embarazada y al final resulta que mi marido no había muerto. Supongo que es una película sobre el perdón. Es uno de los papeles más emocionantes de mi carrera. –Parece la típica película romántica que tanto os gusta a las chicas. No me invites al estreno. –No te preocupes –le dijo ella–. ¿No podría usar otra habitación? Tengo que leer el guion. Es parte de mi rutina la noche antes del rodaje y no quiero molestarte. –Yo siempre intento acostarme con alguien la noche antes de una reunión importante –repuso Luca–. Y a mí sí me gustaría molestarte... Sintió que le temblaban las piernas. Era tan atractivo... Demasiado atractivo. –Tú y yo seríamos explosivos juntos. Los dos podríamos sacar provecho de esta situación. –Sí, claro. Para que mañana vendas la historia a la prensa. –Yo nunca haría eso –le dijo Luca con firmeza. Pensó entonces en Portia y se dio cuenta de que los dos tenían el mismo problema con la prensa.

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–Sigo sin creerme que no te moleste lo que la prensa dice de ti. ¿Es que no te importa nada? –Tampoco es eso. Lo que me importa es disfrutar de las cosas, vivir mi vida como quiero vivirla. No me preocupa tener contenta a la gente. Bueno, en la cama sí, claro. –Entonces, adelante. No voy a detenerte. Si encuentras a una mujer tan tonta como para acostarse contigo, llámala. Prefiero dormir en la habitación de invitados. –No, no es verdad. La idea te tienta, Taylor. Admítelo –le dijo Luca mientras se le acercaba y acariciaba su mejilla con el pulgar–. Pero te da demasiado miedo ser tú misma y entregarte a nadie. Te asusta ser vulnerable, no puedes confiar en nadie. Estás tan preocupada por controlar tus emociones que casi se te ha olvidado cómo vivir. El corazón le latía con fuerza. Se suponía que Luca Corretti no era más que un mujeriego superficial, no entendía cómo había conseguido conocerla tan bien en tan poco tiempo. –Sé que te extrañará. Pero, si no te arranco la ropa ahora mismo es porque no te encuentro atractivo, no porque me esté reprimiendo –le dijo ella. Luca se echó a reír y ella se apartó.

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–Eres tan arrogante que te cuesta imaginar que alguien no te desee, ¿verdad? –Estoy seguro de que en algún lugar del universo puede haber una mujer que no me desee –reconoció Luca–. Pero no eres tú. Vamos a ver durante cuánto tiempo consigues reprimir tu deseo, dolcezza. Por esta noche, puedes dormir en la cama, yo lo haré en el sofá. Taylor nunca había estado tan enfadada, confundida y excitada como lo estaba en ese momento.

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Capítulo Seis Cuando Luca llevó a Taylor al set de rodaje a la mañana siguiente, el sitio estaba lleno de gente. Su idea había sido dejarla allí e irse, pero al ver lo pálida que estaba, decidió aparcar. En una zona prohibida, por supuesto. –¿Estás bien? Taylor lo miró. Tenía ojeras. No parecía haber dormido demasiado. –¿Qué? Entendió entonces por qué no le había hablado durante el trayecto, parecía completamente ensimismada, como si no pudiera oír lo que decía. Y estaba tan angustiada por culpa de un tipo que la esperaba al lado del set de rodaje como un león esperando a que un antílope se separara de la seguridad de la manada para poder cazarlo. Así la esperaba Rafaele. Maldijo entre dientes y se desabrochó el cinturón. Taylor lo miró sin entender. –¿Qué estás haciendo? Vas a llegar tarde a la reunión. Luca le acarició su pálida mejilla con los dedos. Página 156 de 242

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–Espero que tengan buenos maquilladores porque tienes mala cara, Carmichael. Es una pena que no sea una película de vampiros. –¡Es verdad! –exclamó ella mientras abría el bolso–. ¡Se me ha olvidado maquillarme! No le extrañó el despiste. Parecía demasiado preocupada y asustada para pensar en nada más. Se le ocurrió una idea para distraerla. –Supongo que debería disculparme, Taylor. –¿Por qué? –Es culpa mía que no pudieras dormir. Deberías haber aceptado mi oferta, dolcezza, en vez de quedarte despierta y desesperada en la cama. –¿Crees que no he dormido porque el deseo me ha mantenido despierta? –No lo creo, lo sé. Deberías haber admitido lo que sentías. No te avergüences. Ya sé que soy irresistible. –¡Para mí no! El enfado había conseguido que recuperara un poco de color. Luca sonrió y salió del coche. –Estupendo, olvídate del maquillaje. Ya no lo necesitas. –¿Qué? Tengo unas ganas locas de estrangularte con mis...

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–Deberías darme gracias. Hace dos minutos tu rostro era del color de la mozzarella. Ahora por fin pareces humana. La ira es el mejor colorete que existe. Bueno, no tanto como la excitación sexual, claro. Me guardaré ese truco para cuando estemos solos. Ya te puedes enfrentar a él –le dijo mientras rodeaba su cintura y la atraía contra su cuerpo–. Nunca dejes que un hombre como Rafaele te vea asustada. Sal ahí y pelea. –¿Lo has hecho a propósito para que me enfadara? –le preguntó Taylor atónita–. ¡Eres...! –Sí, soy perfecto. Lo sé. Ahora sonríe –le dijo dándole un beso en la cabeza–. Tenemos compañía. No es la que habría elegido yo, pero así es la vida –le susurró–. ¡Hola, Rafaele! Veo que te gusta mi coche. Trabaja duro y a lo mejor podrás comprarte uno algún día. Rafaele lo ignoró y miró directamente a Taylor. Parecía un águila contemplando a su presa. Le gustó ver que ella conseguía saludarlo con fingida calma. –Hola, Rafaele. –Hola, querida –repuso el hombre–. Tenemos mucho de lo que hablar. –Me llamo Taylor, no «querida» –le dijo ella–. Y no tengo nada que hablar contigo. Página 158 de 242

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–Y muy pronto se convertirá en Taylor Corretti –intervino Luca con frialdad–. Tenlo en cuenta antes de llamarla «querida» o cualquier otro apelativo que implique intimidad. Soy muy celoso –añadió rodeando posesivamente los hombros de Taylor. Se la imaginó con diecisiete años y no le gustó nada pensar que había estado con ese hombre siendo tan joven. –Ya había oído lo del compromiso. Supongo que su gusto ha empeorado con los años –repuso el director. –No estoy de acuerdo –le dijo Luca. Podía sentir lo tensa y nerviosa que estaba Taylor. Cada vez tenía más claro que su historia con Rafaele no le había dejado buenos recuerdos y que el director lo sabía. –Espero que todo esto no te distraiga de tu trabajo. Es un papel difícil para alguien como tú –le dijo Rafaele a Taylor. Parecía estar escogiendo con cuidado cada palabra para erosionar su confianza y hacerla más vulnerable. Tuvo que contenerse para no decirle lo que pensaba de él. –Taylor es la actriz con más talento de su generación. Si no lo viste en la película que hiciste con ella hace años sería porque no estaba bien dirigida. –No es verdad –repuso Rafaele con una sonrisa cínica–. Taylor siempre ha respondido bien a mis indicaciones.

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Luca dio un paso hacia él, pero Taylor le agarró el brazo. –Puedo encargarme yo, Luca –le dijo ella–. Solo quiero hacer mi trabajo. –Me alegro porque hoy rodamos la escena en la que descubres que tu marido, al que dabas por muerto, en realidad está vivo –repuso Rafaele. –Muy bien, te dejaré entonces que trabajes –le dijo Luca–. Vendré luego a recogerte. Los de la junta directiva quieren conocerte, así que vamos a ir a tomar una copa esta noche al hotel. Preferiría pasar la velada a solas contigo, pero no nos quedará más remedio que ir. Antes de que Taylor pudiera reaccionar, tomó su cara entre las manos y la besó lentamente en la boca. Era un beso para darle en las narices a Rafaele, pero se perdió en un mundo de sensaciones en cuanto sus bocas se encontraron. La besó entonces apasionadamente y ella le devolvió el beso. Era como si no hubiera nadie alrededor, como si estuvieran solos en el mundo. Algún tiempo después, se separó de ella algo aturdido y desorientado. Se miró en sus ojos azules. Taylor no podía ocultar su sorpresa. –Bueno, debería ir a trabajar... – murmuró ella. –Sí, yo también –repuso Luca.

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Le parecía increíble cuánto deseaba volver a besarla. No estaba acostumbrado a la fuerza del deseo que sentía por esa mujer. Se metió en el coche y lo puso en marcha. No recordaba haberse sentido así con ninguna otra mujer. Era como si no pudiera controlar sus emociones ni su deseo. Con ella perdía la noción del tiempo y del lugar. Fue hacia su despacho pensando en lo bien que se le estaba dando representar el papel de novio enamorado. Estaba muy orgulloso de lo que había conseguido. Pero no estaba del todo tranquilo sabiendo que Taylor iba a tener que pasar todo el día con Rafaele.

–Tengo que admitir, Taylor, que ha sido una sorpresa para todos. Es la primera vez que Luca demuestra que puede ser responsable. El ambiente en la soleada terraza del hotel Corretti estaba lleno del humo de los puros y de la desaprobación que todos esos hombres parecían sentir por Luca. Taylor sabía muy bien lo duro que era ver que uno no encajaba en la familia donde había nacido y no le gustaba nada cómo hablaba el presidente de Luca. Página 161 de 242

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–La verdad es que no lo entiendo –le dijo ella–. Dice que Luca no tiene sentido de la responsabilidad, pero ha conseguido transformar la firma de moda y hacer de ella un gran negocio y una empresa muy prestigiosa en su sector. –Bueno, Luca siempre nos ha parecido que estaba más interesado en las modelos... –No estoy de acuerdo. Le gusta pasárselo bien, pero también ha trabajado muy duro. –Tengo que decirle que me agrada ver cómo lo defiende. –Lo triste es que tenga que defenderlo de los ataques de su propia familia – repuso ella. Empezaba a entender por qué Luca no aguantaba a los miembros de la junta directiva. Levantó la vista y vio que su prometido estaba rodeado por otros directivos del hotel. Ni siquiera trataba de ocultar lo aburrido que estaba y no pudo evitar sonreír. Se dio cuenta de repente de lo inteligente que era su estrategia. Como parecía que no ocultaba nada, nadie trataba de profundizar más en su vida. Era así como protegía su privacidad. Luca levantó en ese momento la cabeza y se miraron a los ojos. La atracción sexual era tan poderosa que pudo sentirlo desde el otro extremo de la sala.

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Se estremeció al recordar cómo la había besado esa mañana. Pero recordó entonces que todo era una farsa y que no podía confiar en él. No podía permitírselo. Luca se despidió momentáneamente del grupo de hombres con los que había estado hablando y se acercó a ella. –Te gustará saber que tu prometida te ha estado defendiendo –le dijo el presidente a Luca–. Estábamos hablando ahora mismo de tu adicción a las mujeres hermosas. Vio que Luca parecía algo tenso y se agarró a su brazo. –Estoy encantada de que Luca tenga tanta facilidad para apreciar la belleza –les aseguró ella–. También ayuda mucho que no sea celosa. Estamos juntos porque así lo hemos querido. El amor no puede ser algo que esté atado o cautivo, sino que ha de darse libremente. Vio que Luca la miraba con el ceño fruncido, pero no dijo nada. El presidente les presentó entonces a Nico Gipetti, el gerente del hotel. El hombre la saludó con entusiasmo y le dijo que era un gran admirador de su trabajo. Después, le preguntó a Luca por su hermano. –No sé nada de él –repuso Luca–. Pero no me extraña, debe de estar muy ocupado... –Creemos que no querrá volver hasta que no se olvide un poco el tema. No quieren herir los sentimientos de Alessandro

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–dijo ella interrumpiéndolo para que no dijera nada inapropiado. –Así es. No sabemos cuándo volverá. Pero pueden estar tranquilos –les aseguró Luca–. Pienso aumentar rápidamente los beneficios de los hoteles. Y trabajo mucho mejor solo. –Es un momento complicado para las empresas –le recordó Nico–. ¿Qué te hace pensar que lograrás conseguir lo que nosotros no hemos logrado? No sabes nada de la actividad hotelera. –Por eso conseguiré que sea un éxito –respondió Luca–. No tengo ideas preconcebidas, a veces se consigue más así. –Tal vez sea este un buen momento para que nos des algunos detalles sobre tu plan de crecimiento –intervino el presidente–. A Nico le interesará oírlos. –De acuerdo. Creo que han tenido poca ocupación durante los últimos años porque no tienen aprecio por el estilo ni por la belleza –les dijo Luca sin rodeos. Taylor estuvo a punto de echarse a reír al ver el gesto de sorpresa en los otros dos hombres. Le encantaba que fuera tan sincero y directo. No le importaba lo que pensara la gente, no tenía miedo de decir la verdad. Le gustaba estar con alguien que decía lo que pensaba. No era algo común en su entorno ni en su trabajo.

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Pero Nico no estaba de acuerdo con Luca. –Quizás deberíamos hablar en italiano para no aburrir a Taylor –les dijo el gerente. Luca tomó dos copas de champán cuando pasó a su lado la camarera con una bandeja. –Taylor no habla italiano –les dijo Luca mientras le entregaba a ella una copa–. Y me encantaría que participara en la conversación y expresara su opinión. Se dio cuenta de que los demás no hacían más que criticar a Luca, pero él estaba muy por encima de ellos y tenía una confianza innata, una gran fe en sí mismo que nadie conseguía destruir. Le llovían las críticas, pero él las utilizaba a su favor, elevándose por encima de ellos en todos los sentidos. No pudo evitarlo, sin saber muy bien por qué, se sintió orgullosa de él. Era absurdo. Después de todo, no era su novio, su prometido ni su amigo. Algo confusa, tomó un sorbo de champán y le hizo la pregunta que nadie más parecía interesado en hacerle. –Entonces, ¿tienes un plan para los hoteles, Luca? –Sí –respondió rápidamente–. Quiero renovar los seis primeros con la última colección para el hogar de Casa Corretti. No quiero hoteles anodinos ni aburridos. Tienen que estar llenos de estilo y originalidad. Así los huéspedes saldrán de aquí inspirados para redecorar sus casas. Página 165 de 242

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–Corretti es una marca fuerte. No necesitamos tu ayuda con eso. –Cuando ponga en marcha mis planes, Corretti no será solo una marca, sino un estilo de vida. Se quedaron todos en silencio. –¿Crees que la gente querrá copiar tu estilo de vida? –le preguntó Nico. –Por supuesto –repuso Luca rodeando la cintura de Taylor con el brazo. Lo miró con adoración como haría una novia enamorada. Pero no le costó hacerlo, esa vez su admiración era sincera. –Quieres transmitir a la gente el mensaje de que, si se alojan en un hotel Corretti, podrán absorber parte del estilo Corretti –le dijo ella–. ¡Me parece una idea genial! –Grazie, bellissima –repuso Luca dándole un tierno beso en los labios–. Y, ahora que lo pienso, tú serías perfecta para protagonizar la campaña que he planeado. Los hoteles Corretti son la primera elección de Taylor Carmichael, estrella de cine. –Bueno, antes tendré que probarlos para ver si me gustan –le dijo ella. –Cuando termine de redecorar los hoteles, estrenaremos la Suite Presidencial, cariño –repuso él con una pícara sonrisa.

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Se miraron a los ojos y a ella se le hizo un nudo en el estómago. Cada vez era más consciente de la atracción que había entre los dos. –Bueno, parece que Luca tiene grandes planes para el negocio, pero ¿qué pasa con vosotros dos? –les preguntó el presidente de la junta–. Sois perfectos el uno para el otro. ¿No se os ha ocurrido que una boda Corretti conseguiría anular el escándalo protagonizado por Matteo? Se quedó sin respiración al oír su sugerencia y sintió cómo se tensaba el brazo con el que Luca la sujetaba por la cintura. –No sé. No creo que sea buena idea apresurarse con la boda. La gente creería que nos casamos porque Taylor está embarazada y eso no es lo que queremos. –¿No quiere estar embarazada? –le preguntó el presidente preocupado. –No, no es eso –repuso Luca–. Pero todo a su tiempo. Antes tenemos que casarnos. El presidente se relajó un poco. –Me ha encantado ver fotografías hoy en la prensa en las que se os ve cenando juntos en un romántico restaurante –les dijo el presidente–. El amor te ha transformado, Luca. Y una gran familia es exactamente lo que necesitas. Supongo que Taylor renunciará a su carrera cuando os caséis, ¿no?

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Taylor estuvo a punto de atragantarse con el champán y Luca golpeó suavemente su espalda. –Así es –respondió Luca–. Está deseando ser madre. El mundo entero la ve como una glamurosa estrella de cine, pero en el fondo lo único que quiere es cuidar de su hogar, prepararme la comida y cuidar de mis hijos, ¿no es cierto, cara mia? Taylor tuvo la sensación de que Luca se estaba divirtiendo mucho con la conversación. –Por supuesto, estoy deseando tener bebés. Al menos seis, ¿verdad, Luca? –¿Seis? –repitió él sorprendido–. Por supuesto, bellissima. Me encantará hacerte tantos bebés como desees, siempre y cuando te puedas ocupar de ellos mientras yo esté de viaje de negocios, claro. –No te preocupes por eso. Viajaremos todos contigo, amor mío –le dijo ella. –Estupendo. Ya puedo imaginarme trabajando en mi portátil mientras seis niños adorables, vestidos con la ropa de Corretti Bambino, me interrumpen constantemente para que juegue con ellos, les lea cuentos y los arrope por las noches. La imagen que describió parecía tan viva y real que Taylor se quedó sin aliento. Se suponía que era una broma de la que después iban a reírse cuando estuvieran solos, pero no tenía Página 168 de 242

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ganas de hacerlo. No podía dejar de pensar en cómo sería tener una familia como la que había descrito Luca. Era algo con lo que nunca había soñado. Siempre se imaginaba sola en un futuro. No se veía capaz de confiar tanto en alguien como para formar una familia con él. No pudo evitar sentir una gran tristeza. –Bueno, chicos, os dejaremos solos para que podáis divertiros –les dijo entonces el presidente a Luca mientras le daba una cariñosa palmada en el hombro. Sonriendo con satisfacción, le hizo un gesto a Nico y los dejaron solos. –No sabía que tuvieras también una firma infantil. ¿Cómo has dicho que se llama? ¿Corretti Bambino? –No la tengo, pero se me acaba de ocurrir que sería buena idea –le contestó Luca–. Por fin he encontrado una utilidad para los niños, me ayudarán a aumentar mis beneficios. Sabía que tenía que reírse, que le hablaba así para escandalizarla y conseguir que se riera, pero tenía un nudo en la garganta y no se atrevía a hablar. Al verla así, Luca dejó sonreír y la miró con preocupación. –¿Estás enfadada conmigo? Estaba bromeando, tesoro. Sé que no quieres tener niños ni cocinar para mí, pero esos dos vejestorios necesitaban oírlo. Página 169 de 242

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–Sí –le dijo ella tratando de recuperarse rápidamente–. Parece que tu familia te apoya tanto como a mí la mía. ¿Por qué quieres trabajar con ellos cuando ya tienes tu exitosa firma de moda? –Porque piensan que no puedo hacerlo. Siento la necesidad de probarles que se equivocan. Los Corretti somos así de competitivos. –Y tú, además de ser un Corretti, eres el nieto de Marco Sparacino, ¿verdad? –¿Has estado investigando mi vida en Internet? –Puede que sí... –No me importa. Yo hice lo mismo contigo. –Mi vida es muy aburrida –repuso ella–. Pero tu abuelo fue una leyenda en el mundo de la moda. A la altura de Chanel y Dior. Leí su autobiografía, me pareció fascinante. –Sí, pero crecer con él fue un infierno. Siempre criticaba nuestra ropa y a mi madre le hizo sufrir mucho. La convirtió en una mujer insegura. Desde entonces, todo lo que le ha importado es estar siempre elegante y tener buen aspecto –le confesó Luca con algo de dolor en su voz–. Yo estaba tan cansado de que mi abuelo me dijera lo que tenía que ponerme que un día me presenté a una comida completamente desnudo. Después de eso, no volvió a criticar mi vestimenta.

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–¿Qué edad tenías? –le preguntó ella riendo. –Nueve o diez años. Ese día aprendí que era muy ingrato vivir tratando de complacer a la gente y que era mucho mejor hacer lo que uno mismo quiere, sin preocuparse por lo que piensen los demás. –Ahora estaría orgulloso. Has convertido Casa Corretti en algo que la gente asocia con el lujo y la elegancia. –Sí, gracias –le dijo Luca–. Por cierto, no te he preguntado aún. ¿Qué tal hoy con Rafaele? –Bien, todo ha ido bien –le mintió ella sin querer darle más explicaciones. –Si se pasa de la raya, dímelo. Tengo que proteger a mi prometida. Se le hizo de nuevo un nudo en el estómago al oírlo. Se dio cuenta de que seguir con esa farsa iba a ser más complicado de lo que jamás habría imaginado.

Una semana más tarde, exhausta después de días de rodaje con Rafaele y noches sin poder dormir en el dormitorio de Luca, Taylor se puso unas gafas de sol y salió de su caravana. La cegaron durante un segundo los flashes de las cámaras y se esforzó por mantener una sonrisa en la boca. Fue Página 171 de 242

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un alivio ver que ya estaba allí el Ferrari rojo y que Luca la esperaba junto a él hablando por teléfono. –No, no sé nada de mi hermano ni tengo nada que decir – le decía en ese momento a alguien. Lentamente, agarró la mano de Taylor y la atrajo hacia él mientras colgaba. –¿Te he dicho alguna vez lo sexy que eres? –le dijo con una sonrisa–. ¿Qué tal te ha ido? –Ha sido agotador. Hemos grabado unas escenas complicadas, cuando mi marido reaparece y descubre que estoy embarazada de su mejor amigo. Había trabajado muy duro para que nadie tuviera ninguna queja, pero el director había logrado hacer que se sintiera fatal con sus comentarios constantes. Le había hecho repetir cada escena varias veces y había intentado sacarla de sus casillas. –Entonces, necesitas relajarte. O, mejor aún, hacer el amor conmigo. Se quedó mirándolo a los ojos. Le habría encantado poder hacerlo, dejarse llevar durante unas horas y conseguir olvidarse de todo lo demás, pero no podía permitírselo. Cada vez era más complicado estar con él y la tensión sexual había llegado a límites insospechados.

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Su reacción instintiva era apartarse de Luca cuando la agarraba de ese modo, pero recordó que debían fingir estar muy enamorados. Cuando vio que iba a besarla, levantó su boca hacia él. Había pensado que sería un beso breve, pero Luca tomó su cara entre las manos y la besó muy despacio. Seducida por el calor de la boca y lo bien que besaba, sintió que iba quedándose sin razones para resistirse. Todo era perfecto y no quería que terminara, pero fue Luca entonces el que levantó lentamente la cabeza y se apartó de ella. Se miraron a los ojos. Ninguno de los dos sonreía. –Vámonos de aquí –le susurró Luca con un tono muy serio. Se sintió aliviada al ver que al menos él no había perdido del todo el sentido común. –Tengo una sorpresa para ti, entradas para la ópera de Palermo –le dijo ella. Era algo que se le había ocurrido para que los vieran juntos, pero sin perder la privacidad que les iba a dar tener asientos en uno de los palcos. No sabía si le gustaba la ópera, pero había tantos periodistas a su alrededor que no pudo preguntárselo. –Entra en el coche, dolcezza –le dijo Luca mientras la sujetaba por la cintura para protegerla de los reporteros–. Ahora mismo te saco de aquí. Página 173 de 242

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Le resultaba más fácil enfrentarse a la prensa cuando estaba con Luca. –Gracias. No tuvo que explicarle por qué le daba las gracias. –Empiezo a entender tu miedo a la prensa, nunca te dejan en paz. ¿Siempre ha sido así? –Sí. Desde el principio. Mi madre sabía darles exactamente lo que querían. Se le daba bien atraer la atención de los medios y utilizarlos para darme publicidad. –Justo lo que quiere uno durante su adolescencia, ¿verdad? –repuso Luca. –Y ha empeorado mucho desde entonces. Mi sueño es salir a la calle y que nadie me reconozca. Me encantaría vivir como una persona normal y no tener que preocuparme por las cámaras... –¿Qué harías si pudieras salir sin ser reconocida? –No lo sé. Por ejemplo, ir a un concierto y estar entre la multitud. Pero eso no va a suceder. Espero que al menos te guste la ópera. Me pareció una buena idea... –Soy siciliano. Me encanta la ópera. Ella se relajó un poco. Le apetecía ir a la ópera con él. Había pensado que la oscuridad del palco privado les protegería de las miradas indiscretas, pero resultó no ser así. Página 174 de 242

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En cuanto se sentaron y Luca rozó accidentalmente su pierna, fue muy consciente de lo cerca que estaban el uno del otro y no pudo centrarse en lo que sucedía en el escenario. Además, le frustraba ver que la gente se giraba para observarlos. Ni siquiera allí podían escapar de las miradas ajenas. Para colmo de males, cada vez estaba más preocupada. Aunque la relación era una farsa, la tensión sexual seguía creciendo entre los dos y era muy real. Y no solo era atracción física, sino una conexión más profunda. Era muy consciente de cada latido de su corazón, casi podía oírlos. Cuando Luca tomó su mano, se dio cuenta de que debía apartarla, pero no lo hizo. En vez de quitar la mano, entrelazó sus dedos con los de él y Luca movió la mano para sostenerla sobre su musculoso muslo. Todo era muy sutil y sensual. Tenía la mirada estaba fija en el escenario, pero no veía ni oía nada, solo podía sentir el contacto de su piel. Sintió cómo recorría su cuerpo una oleada de calor y el deseo se desataba en su interior. Se había prometido a sí misma que no iba a tener más relaciones, pensaba que era mejor no volver a confiar en un hombre. No podía darle a nadie tanto poder para traicionarla. Pero Luca era una tentación a la que no se veía capaz de resistirse. Página 175 de 242

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Llevaba un vestido largo, pero sin saber cómo, Luca había logrado llegar hasta su muslo desnudo y tenía en ese momento sus largos dedos muy cerca de la parte más íntima de su cuerpo. Instintivamente, apretó los muslos, pero el movimiento no hizo que Luca apartara la mano y no tardó en sentir sus dedos deslizándose dentro de sus braguitas. Se quedó sin aliento, le avergonzaba saber que Luca iba a darse cuenta de lo excitada que estaba. Lo miró y se quedó absorta al ver el calor que emanaba de sus ojos. Luca le sostuvo la mirada mientras sus dedos se deslizaban dentro de ella, explorando con precisión su centro de placer hasta que ella se movió hacia él sin poder controlar su cuerpo. Deseaba moverse aún más y gemir, pero no quería atraer la atención de la gente. Se vio obligada a quedarse totalmente quieta y en silencio. Y él se aprovechó de la situación, acariciándola hasta que sintió que estaba a punto de estallar de puro placer. La sensación era tan increíble que cada vez le costaba más controlarse. Una parte de ella quería que se detuviera. La otra, no deseaba que la sensación terminara nunca. No sabía lo que quería, pero Luca parecía tenerlo muy claro y no tardó en llevarla a las cotas más altas de placer hasta que alcanzó el clímax. En el escenario, la soprano seguía cantando mientras ella se deshacía entre sus manos. Sin poder dejar de temblar, Página 176 de 242

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lo miró fijamente. Luca se inclinó hacia ella y la besó lentamente, prometiéndole en silencio todo lo que aún le quedaba por sentir. Ella seguía con la mano en su muslo y podía sentir lo excitado que estaba, duro como una roca bajo la palma de su mano. Pasó el tiempo hasta que, de repente, escuchó aplausos. La ópera había terminado y había llegado el momento de ponerse de pie y actuar como si nada hubiera pasado. Fue Luca el que reaccionó apartándose de ella y alisando su vestido antes de que encendieran las luces. A ella le temblaban las piernas y no sabía si iba a poder caminar, pero Luca la tomó del brazo con calma y se las arreglaron para salir del palco y abrirse paso entre la multitud. La gente la miraba, a eso estaba acostumbrada. Pero hacía mucho que no se sentía tan vulnerable, no podía controlar la situación. Salieron a la calle y Luca la llevó hasta el coche. Fue un alivio meterse dentro y alejarse de la gente y de los periodistas. Ninguno de los dos dijo nada, pero la tensión era evidente. Estaba en el aire y les era casi imposible respirar, la atmósfera estaba cargada de sexualidad y el calor era insoportable. Se contuvieron hasta que llegaron a casa y Luca cerró tras ellos la puerta del dormitorio. Entonces, se movieron a la vez, Página 177 de 242

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besándose con desesperación mientras se desnudaban el uno al otro, sin poder esperar, con la pasión y el hambre del que llevaba demasiado tiempo esperando. Su vestido acabó poco después en el suelo, junto a la chaqueta de Luca. Comenzó a desabrocharle la camisa y fue increíble sentir su musculoso torso bajo las palmas de las manos. Luca la levantó del suelo como si no pesara nada y la aplastó contra la pared. Ella cerró al instante los ojos, podía sentir sus besos en el cuello y no tardó en tener su boca sobre el pecho en cuanto Luca le quitó el sujetador de encaje. Fue un alivio poder gemir y gritar de placer sin preocuparse por que nadie pudiera oírlos. Rodeó con las piernas las caderas de Luca y se estremeció al sentir lo excitado que estaba. Notó que él buscaba algo, poco después, sus pantalones acabaron en el suelo y lo sintió contra su sexo. –Ti voglio tanto, te deseo... –susurró Luca. Volvió entonces a besar su boca con una pasión que hizo que todo su cuerpo se estremeciera. Las sensaciones que recorrían su ser eran increíbles. –Yo también, yo también... –murmuró ella casi sin saber lo que decía mientras rodeaba su miembro con la mano.

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Luca gimió y dijo algo en italiano que ella no pudo entender. La agarró entonces por el trasero y se deslizó dentro de ella con fuerza mientras la presionaba contra la pared. La sensación de tenerlo dentro de ella fue tan increíble que no pudo ahogar un grito. Nunca había estado tan excitada, ni tan lista para hacer el amor. Las caricias en el palco de la ópera habían preparado su cuerpo para ese momento, poniendo a prueba su capacidad para controlarse. Se dio cuenta aliviada de que Luca había tenido el suficiente sentido común como para ponerse un preservativo. Ella, en cambio, no había tenido tiempo de pensar en nada. –Dios mío... –susurró Luca con voz temblorosa deslizándose más dentro aún de ella. Fueron moviéndose y encontrando su ritmo, aumentando la dureza y la velocidad de ese sensual baile hasta que llegaron al clímax. Los dos estaban completamente entregados a ese momento de placer, ya no fingían. Los dos sabían que habían deseado que ocurriera desde que se encontraron en el laberinto del jardín. Taylor sabía que aquello era una locura, pero no le importaba. En ese instante, no le preocupaba nada, solo vivir

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ese momento al máximo y disfrutar de esa explosión de sensaciones.

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Capítulo Siete Luca se despertó asustado y recordó lo que había pasado antes incluso de abrir los ojos. Había pasado la noche con una mujer, la noche entera. Y en su cama, donde nunca había estado con nadie. La mitad de la noche la habían pasado haciendo el amor. Después de la primera vez, cuando apenas consiguieron llegar al dormitorio sin arrancarse la ropa, lo habían vuelto a hacer en la alfombra, en su lujosa ducha y después en la cama, donde por fin, agotados y satisfechos, se habían quedado dormidos y abrazados. Abrió de repente los ojos al darse cuenta de que ya no la sentía a su lado. Vio que no estaba en la cama, sino que daba vueltas por la habitación recogiendo deprisa su ropa. –¿Qué pasa? ¿Ha habido una erupción en el Etna y tenemos que salir corriendo? –le preguntó riendo. –Vuélvete a dormir –respondió ella. Solo llevaba puesta su ropa interior y estaba despeinada, pero seguía siendo la mujer más bella que había visto en su vida. Era la primera vez que

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veía a una mujer más asustada que él después de haber pasado la noche juntos. La miró mientras se ponía una camiseta. –Es como un striptease a la inversa, nunca pensé que pudiera llegar a ser tan erótico –le dijo él–. ¿A dónde vas con tanta prisa, dolcezza? –Tengo que irme –replicó ella mientras se ponía unos pantalones vaqueros–. No sé adónde. Le enterneció verla tan asustada y se compadeció de ella. –No tienes por qué salir corriendo, no voy a declararte amor eterno ni a poner un anillo de compromiso en tu dedo. Conmigo estás a salvo. –Esto no tiene nada que ver contigo –le dijo poniéndose los zapatos–. Es que... Yo no hago esto. No soy así... No sabes cuánto tiempo llevaba sin hacer algo así... –Bueno, viendo cómo reaccionaste anoche, me hago una idea... No te recomiendo esos largos periodos de abstinencia, creo que tengo la marca de tus dientes en el hombro. Taylor lo fulminó con la mirada. –Ya. Supongo que ahora creerás que eres un dios del sexo o algo así. –Yo no he dicho eso, pero está claro que disfrutaste. Y mucho, dolcezza. Página 182 de 242

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–¿Y qué? Es que llevaba mucho tiempo sin tener relaciones sexuales. –¿Qué quieres decir? ¿Que cualquier otro hombre te habría hecho gemir como lo hice yo? –le preguntó él con una sonrisa–. Admítelo, lo de anoche fue increíble, el mejor sexo que has tenido en tu vida. –¿Por qué sois así los hombres? Cállate y deja que me vista en paz. Me tengo que ir. –Estás desperdiciando toda tu energía, cariño. Estás huyendo de un hombre que no te está persiguiendo, tesoro. –No me llames así. Cuando estamos solos, no hay necesidad de fingir nada. –Bueno, es que ya somos algo, dos personas con mucha química en la cama. Entiendo perfectamente tu aversión a las relaciones, pero no sé por qué estás así. ¿Es porque perdiste el control de la situación? –Yo nunca pierdo el control –protestó Taylor. –Me hiciste disfrutar de la ópera como nunca –prosiguió él–. No tenía ni idea de que pudiera ser una experiencia tan apasionante y no sabes cuánto me gustó ver que querías gemir y no podías. Fue algo muy erótico. –Te aprovechaste de mí –replicó Taylor fulminándolo con la mirada. Página 183 de 242

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–No te oí quejarte en el palco ni tampoco aquí. Te gustó mucho, Taylor. Llegaste a clavarme las uñas en la espalda. –¿Has terminado ya? –le preguntó Taylor con impaciencia– . Olvidemos lo que ha pasado. Sabía que debería haberse sentido aliviado al saber que pensaba así, pero no lo hizo y eso le sorprendió. –Por mí está bien. Pero, cuando quieras que te haga gemir de nuevo, solo tienes que decírmelo. Tienes mi talento y mis habilidades a tu disposición –le ofreció él. –Puedo vivir perfectamente sin tus habilidades –repuso enfadada. –¿Estás segura? Porque me pareció que estabas bastante desesperada. –¡No lo estaba! –protestó mientras recogía su bolso e iba a la puerta–. Voy a pedir un taxi. Al ver que hablaba en serio, suspiró y se levantó de la cama. –Si lo haces, las revistas dirán mañana que nos hemos enfadado. Cálmate un poco, ¿de acuerdo? Dame cinco minutos para ducharme y te llevaré al rodaje como siempre. –No, hoy no.

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–Sí, hoy sí, Taylor –insistió Luca mientras la agarraba por los hombros y la hacía girar–. Ha sido solo sexo. Increíble, es verdad, pero solo sexo. Y ahora te voy a llevar al trabajo. Se sentía como si estuviera hablando con una niña completamente aterrorizada. –Eso es todo. No dejes que la parte de ti que no está bien estropee esto. Tú fuiste la que nos metiste en este lío, pero ahora estamos en el mismo barco y seguiremos así mientras los dos saquemos provecho de la situación.

A Taylor no le gustaba nada que la tratara como si fuera una niña, no lo necesitaba. Había cometido errores en el pasado y había aprendido de ellos muchas cosas. Entre ellas, que no debía confiar en la gente. Y sabía que Luca se equivocaba, no era solo sexo, compartía algo más con él. Ese hombre había conseguido entenderla muy bien en poco tiempo. Esperó nerviosa en la habitación mientras Luca terminaba de ducharse. Le entraron ganas de olvidarse de todo y entrar al baño con él, pero no podía permitirse ese lujo. No quería pensar en esa noche ni en ese hombre.

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Como no lo conseguía, recogió su bolso y salió deprisa de la habitación. Se encontró con Geovana en la cocina. Estaba sacando un brioche del horno y el olor era otra tentación irresistible. –¿Podría hacerme un café, por favor? –le pidió. Geovana sonrió, asintió con la cabeza y le ofreció un trozo de brioche. –No, no muchas gracias. Solo café –le dijo. La mujer insistió y, como no quería ofenderla, probó un pedazo del bollo. Era delicioso. Cerró los ojos para disfrutar del sabor. Pero lo abrió al sentir que se le acercaba alguien. –Sexo y comida el mismo día, parece que has vuelto a los malos hábitos –le dijo Luca. –Solo quería un café, pero... Se interrumpió cuando Luca la besó y le quitó un trocito de su brioche. –¡No hagas eso! –¿El qué? ¿Besarte o robarte la comida? Geovana los miraba sonriente, parecía encantada de tenerlos a los dos allí, pero Taylor estaba muy incómoda. –¿Por qué no desayunas nunca? ¿No te gusta? Página 186 de 242

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–Claro que sí. Es mi comida favorita del día, pero mi madre mi inculcó desde muy pequeña que tenía que sacrificarme y pasar hambre para conseguir triunfar. –Debe de ser agotador tener que controlarse tanto. Taylor se quedó con la vista perdida, recordando la noche anterior. Levantó la vista. Luca la observaba, sabía que estaba pensando en lo mismo. No solo se había acostado con él, sino que por primera vez en mucho tiempo, había sido ella misma y Luca lo sabía. –Bueno, tengo que irme –les dijo ella levantándose de repente. Le dio las gracias a la anciana y fue hacia la puerta. Pero Luca se terminó de un trago su café y la siguió. –Yo te llevo –le dijo. Habría preferido ir sola, pero sabía que era mejor que la prensa los viera juntos. –¿Qué pasó con Rafaele? –le preguntó Luca ya en el coche–. Tú lo dejaste a él, ¿no? –Sí, pero no hay nada que contar. Muchas relaciones terminan mal. –¿Eso es todo? Me da la impresión de que hay algo que no me estás contando.

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Estuvo a punto de decirle la verdad, pero se contuvo a tiempo. Se recordó que no podía confiar en nadie. –Es un hombre complicado y muy crítico –le explicó ella tratando de quitarle importancia. También la había amenazado, pero eso no pensaba contárselo.

–Estas fotografías son muy aburridas –comentó Luca mirando unas imágenes de una chica en la playa–. Parece un anuncio de mantequilla, no de ropa. La chica parece demasiado buena, como si no hubiera hecho nada malo en su vida. Necesitamos algo más moderno. Después de la noche que había pasado con Taylor, estaba seguro de que cualquier cosa le iba a parecer aburrida o sosa. No podía dejar de pensar en ella y le preocupaba que estuviera sufriendo en el rodaje por culpa de Rafaele. Decidió que tenía que ir a verla y fue a por las llaves del coche. –Me voy a comer con mi prometida – le dijo al diseñador de su firma–. ¡Hasta mañana! Fue directo al coche y tardó solo unos minutos en llegar al puerto, donde estaban grabando los exteriores de la película. Página 188 de 242

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Cuando llegó, la vio caminando entre los edificios abandonados. Llevaba el pelo suelto y un vestido sedoso que flotaba a su alrededor. Supo en ese instante que era justo la imagen que quería para su campaña de publicidad. Le encantaba el contraste entre la zona industrial y la suave feminidad de su vestido floral. Estaba a punto de llamar a Gianni y darle la buena noticia cuando vio que Rafaele iba hacia Taylor dando grandes zancadas. Se quedó sin aliento al ver su arrogante actitud. Se quedó helado cuando vio que la agarraba de mala manera por el brazo y que la sujetaba con rudeza contra la pared de uno de los edificios en ruinas. Taylor trató de apartarse sin lograrlo y, cuando vio que Rafaele la agarraba por el pelo, salió furioso del coche, saltó la valla que rodeaba la zona donde rodaban y corrió hacia ella a tiempo de ver cómo la besaba ese hombre. Se lanzó contra él y le dio un puñetazo en la cara. El director estuvo a punto de caerse al suelo, pero no lo hizo y se abalanzó hacia Luca. Pocos segundos después, estaban los dos rodando por el suelo. Él era más joven que Rafaele y consiguió inmovilizarlo. –¡No vuelvas a tocarla en tu vida! –le gritó fuera de sí–. Capisci? –¡Luca! –lo llamó Taylor–. ¿Qué estás haciendo? Página 189 de 242

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–Estoy haciendo lo que alguien debería haber hecho – repuso Luca poniéndose en pie. Miró a su alrededor y vio que todos lo observaban con la boca abierta y sin palabras. –Le estaba mostrando cómo hacer una escena, idiota – replicó el director levantándose–. ¡Fuera ahora mismo de mi set de rodaje! Se dio cuenta de que había reaccionado de forma exagerada y miró a Taylor. Estaba despeinada y muy pálida. Tenía un aspecto frágil, pero muy bello. Su rostro le inspiró. Iba a hacer el anuncio allí y con Taylor. –¡Lo tengo! –exclamó en voz alta. Después, Luca se acercó a Taylor y le acarició con ternura la cabeza. Parecía exhausta. –Este es el sitio perfecto para la nueva colección. Así podríamos promocionar también la película –le explicó Luca–. Hablaré de ello con Santo. –Luca –susurró Taylor algo confusa–. ¿Por qué has hecho eso? Mira tu traje, está sucio. –No lo sé, me pareció que estabas tan asustada... Le tienes miedo, ¿verdad? Taylor se quedó unos segundos en silencio. Después, lo miró con desesperación en los ojos. Página 190 de 242

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–No necesito que me rescates, Luca. No era lo que esperaba que le dijera. Pensó que iba a darle las gracias. –Pero soy tu novio, Taylor –repuso él con firmeza–. Si veo que no estás bien, voy a intentar protegerte. Y sí, reconozco que soy algo posesivo, pero no esperes que me disculpe por eso. Soy siciliano y nosotros peleamos por nuestras mujeres. Si no te gusta que sea así, entonces puede que estés con el hombre equivocado. Taylor se quedó tan perpleja como estaba él con lo que acababa de decirle. Tenía que reconocer que algo había cambiado. No quería que esa relación terminara y eso le asustó más de lo que quería reconocer. Se dio media vuelta y se fue de allí sin decirle nada más.

–Luca, espera. ¡Espera! –gritó Taylor yendo tras él. Necesitaba hablar con él, nunca lo había visto como se acababa de mostrar en el set. Le bastaba con mirar su aspecto para saber que algo le pasaba. Luca Corretti siempre iba impecable, pero en ese momento tenía el traje lleno de polvo e incluso se le había Página 191 de 242

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descosido una costura del pantalón. Supuso que se lo habría hecho con la valla cuando saltó para ir hacia ella y protegerla. El corazón le latía con fuerza. Llevaba todo el día tratando de quitárselo de la cabeza sin lograr hacerlo. Habían compartido una noche increíble, llena de intimidad y pasión. –No te vayas –le pidió cuando llegó a su lado–. Espera, tenemos que hablar. –Me acaban de dejar muy claro que no soy bienvenido en el set –repuso él con frialdad. –Bueno, es que estamos rodando... –¿De qué quieres hablar? –la interrumpió Luca–. ¿Vas a contarme por fin que es lo que te pasa con Rafaele? –Na... nada –tartamudeó ella. –Ayer por la noche lo compartimos todo y fuiste tú misma. No vuelvas a esconderte, Taylor. Dímelo, dime por qué te asusta tanto ese hombre. Taylor tenía la boca seca. –Porque... Porque tiene el poder... –comenzó ella–. Pero no importa. No quiero ver más noticias negativas sobre mí en las revistas, solo quiero actuar. Luca se quedó mirándola. Después, le acarició la mejilla con suavidad.

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–Mi dispiace –se disculpó él–. Siento haberte puesto las cosas difíciles con el director. Se despidió de ella y volvió a su despacho. Se pasó la tarde al teléfono tratando de arreglar las cosas. Cuando fue a recogerla por la tarde, se sentía muy satisfecho con su plan, pero frunció el ceño al ver que Taylor lo esperaba ya y que parecía más pálida aún. –Tu primo ha despedido a Rafaele –le dijo Taylor nada más verlo. –Estupendo. Por una vez, Santo y yo estamos de acuerdo en algo –respondió Luca. –Rafaele debe de estar furioso... –¿Y eso qué más da? –le preguntó él–. Ven, entra en el coche. –Estoy empezando a pensar que este proyecto estaba condenado al fracaso desde el principio. Nada más encender el motor, sonó el teléfono de Taylor. –¿Quién es? ¿Rafaele? –preguntó preocupado. –No, es Zach. Le llamaré más tarde. –¿Y quién es Zach? –Un amigo. –Pensé que no tenías amigos, que no confiabas en nadie. Página 193 de 242

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–Bueno, en Zach es en quien más confío, pero tampoco totalmente... –¿Sabes si Santo ya tiene a alguien en mente para sustituir al director? –Eso es lo más curioso, le ha dado el trabajo a su secretaria, Elia. He hablado con ella muchas veces. Le encanta el cine. Por eso empezó a trabajar para Santo, para ver si con el tiempo conseguía dirigir, y él ha decidido darle esta oportunidad. –Seguro que esa tal Elia lo hará fenomenal. E incluso dejaré que te bese si es necesario –bromeó él. Vio que se les acercaban unos periodistas y la besó apasionadamente. Pero ella se apartó en seguida. –Bueno, ya es suficiente –susurró Taylor. A Luca le preocupaba ver que para él no era suficiente, que no se cansaba de ella. Agarró una gorra que tenía en la parte trasera del coche y se la puso a Taylor. –¿Qué haces? ¡Vas a despeinarme! –No te la quites, hazme caso. Y ponte las gafas de sol. Luca también se puso sus gafas y encendió el motor. –¿Adónde vamos? –Hoy eres mi Cenicienta y voy a lograr que tus sueños se hagan realidad. Página 194 de 242

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–Mi sueño es seguir con mi vida sin que nadie me moleste y acabas de... –Acabo de hacer eso mismo. Echando un vistazo al retrovisor, giró bruscamente a la derecha y se metió en el aparcamiento subterráneo del hotel Corretti. Aparcó en la plaza reservada para el equipo directivo, al lado de un coche bastante viejo. –¿Dónde estamos y qué estás...? Taylor se quedó callada al ver que salía una pareja del otro coche. –Dale a la chica tu chaqueta, tus gafas de sol y la gorra –le ordenó a Taylor. –Pero... –¡Hazlo y no preguntes tanto! –insistió él. El chico se puso las gafas y la chaqueta que llevaba Luca. Se separó de ellos y los miró. –No está nada mal –susurró al ver que la otra pareja se parecía bastante a ellos dos–. He encontrado a tu doble, Taylor. Recordad lo que os dije –añadió mirando a la otra pareja–. Tenéis que ir directamente a casa. Sin parar y sin mirar a nadie. El hombre asintió con la cabeza y Luca le entregó de mala gana las llaves de su Ferrari. Página 195 de 242

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La pareja se metió en su precioso coche y Luca abrió la puerta del otro vehículo. –Bueno, espero que funcione este trasto. Ponte esto –le pidió a Taylor. –¿Una peluca? Luca no le hizo caso y se puso la otra peluca. –Espero que aprecies lo que estoy haciendo por ti –le dijo– . ¿Estoy guapo de rubio? Taylor lo miró y se echó a reír. –¡Qué raro estás! Y el pelo no va demasiado con ese traje. –¡El traje! Es verdad, tengo que deshacerme de esto –le dijo mientras empezaba a quitárselo de mala gana–. No puedo creer que esté haciendo esto por ti. –¿Y por qué lo estás haciendo? –Porque me dijiste que era lo que más deseabas y me apetecía hacerlo. Solo quería que pudieras tener un día tranquilo –le dijo mientras la miraba a los ojos–. Pero me haces demasiadas preguntas. ¿No puedes disfrutar de la noche sin más? –Gracias –le dijo Taylor con lágrimas en los ojos–. Nadie ha hecho nunca nada parecido por mí. Me has hecho sentir muy especial.

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Se le acercó y le dio un beso. Luca se echó instintivamente hacia atrás, sacudido por emociones que no esperaba y sin saber qué hacer con ellas. Pensó que quizás hubiera sido mala idea organizar todo eso para Taylor. –No me sorprende que nadie lo haya hecho antes. La peluca pica un montón y no sé si podremos sacar el coche del aparcamiento. Venga, vístete. Taylor miró a su alrededor para comprobar que seguían solos y se quitó los pantalones. Él apretó los dientes, no podía dejar de mirarla y ella parecía estar disfrutando haciéndole sufrir. –Lo estás haciendo despacio a propósito para volverme loco. –¿Te estoy volviendo loco? –preguntó ella fingiendo inocencia mientras se quitaba la camiseta–. Bueno, tendrás que aguantarte. La verdad es que debería vengarme por lo que me hiciste en la ópera –añadió con una pícara sonrisa mientras lo abrazaba y se acercaba a su boca–. Te mereces que te haga sufrir –le susurró mientras le acariciaba la entrepierna. –Taylor... –susurró él sintiendo que perdía el control–. Pensé que te preocupaba que te pudieran sorprender haciendo cosas así en público.

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–Estamos en tu garaje privado. Además, yo no soy Taylor Carmichael. Ella está en casa de Luca Corretti ahora mismo. Estamos los dos solos... –Esto no era parte de mi plan –le dijo él. –Viene bien ser un poco flexible. Y hablando de flexibilidad... –susurró Taylor mientras rodeaba sus caderas con una de sus largas piernas. Completamente perdido en el deseo que sentía por ella, la aplastó contra el coche, apenas podía respirar. La miró a los ojos y la besó apasionadamente, con la misma hambre con la que la había devorado la noche anterior. No era el sitio más adecuado ni el mejor momento, pero su mano se deslizó entre las piernas de Taylor y se estremeció cuando notó lo húmeda que estaba. No pudo evitar gemir contra su boca. Pero un fuerte golpe en la distancia los detuvo en seco. Taylor se apartó de él y se vistió rápidamente. –Vaya, parece que este garaje no era tan privado como pensaba –le dijo Taylor. –Podríamos volver a casa... – respondió él sin poder pensar con claridad. –No. Después de que hayas organizado todo esto para mí, tenemos que aprovechar esta oportunidad –le comentó

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mientras se ponía unos pantalones cortos de flores–. Esta ropa es horrible, ¿quién la eligió? –Alguien con poco gusto, pero te quedan muy bien. Todo te queda bien. –¿De verdad crees que no nos reconocerán? –le preguntó Taylor poniéndose una peluca–. ¿Qué tal estoy de pelirroja? –La verdad es que, a pesar de la ropa que llevas, estás muy guapa. –¿No vas a decirme adónde vamos? –No, es una sorpresa. Y apaga el teléfono por si acaso. Taylor lo miró pensativa durante unos segundos. –No dejas de sorprenderme, Luca. Pensé que solo te importaba tu vida, nunca me habría imaginado que harías algo así por otra persona. –Bueno, esto también lo hago por mí. Me divierte fingir que soy una persona distinta. Y tú esta noche podrás ser tú misma –le dijo mientras arrancaba el coche–. Vaya, parece que no tiene apenas potencia. ¿Seguro que tiene un motor bajo el capó? –comentó divertido–. La próxima vez iremos en burro, será más rápido. ¿Qué tal ese disfraz? –Bien, me gusta ser pelirroja. –Pero sigues estando demasiado guapa, quítate el maquillaje –le pidió él–. Vamos a un concierto benéfico en el Página 199 de 242

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Teatro Greco de Taormina. Así podrás estar entre la gente sin que nadie te reconozca. Era lo que querías, ¿no? –¿En serio? –le preguntó entusiasmada–. ¿Y si nos reconocen? –No lo harán, no tenemos entradas VIP, cara mia, sino que estaremos abajo con la gente tal y como querías. Ya no eres Taylor Carmichael. Esta noche, eres Teresa, una buena chica siciliana de una estricta familia muy católica. Y yo seré Tomas, el hijo de un agricultor que espera tener suerte esta noche... Nos hemos fugado a escondidas porque tus padres son muy estrictos y te pegarían si supieran que estás conmigo. ¿Crees que podrías hacer el papel de una chica virgen sin nada de experiencia? –Claro –repuso ella–. Para el coche y quítate la ropa. Si soy virgen y nunca he estado con un chico, seguro que estoy desesperada por probarlo, Tomas. –Si paro el coche ahora, no creo que pueda volver a arrancarlo –le dijo él mientras conducía hacia Taormina–. ¿Te ves con fuerzas para empujar si se estropea? Supongo que no, no comes los suficientes carbohidratos para tener fuerza. –¿Estás cuestionando mi fuerza? –repuso Taylor–. No lo hagas. Porque seguro que puedo contigo, Corretti. –Inténtalo cuando quieras. Estoy desesperado desde anoche y lo que ha pasado en el garaje no me ha ayudado Página 200 de 242

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mucho –le confesó él–. Cuando quieras repetir lo de mi dormitorio no tienes más que sentarte encima de mí y arrancarme la ropa. No necesito ninguna advertencia previa. –Soy una buena chica de una familia católica, no sé de qué me hablas –repuso riendo. Los dos lo hicieron. Al menos hasta que el coche se estremeció y se detuvo de repente. –Será mejor que sigamos andando desde aquí. Será más rápido y también más seguro. Puedes andar, ¿no? Taylor le dio un puñetazo en el brazo. –Tengo fuerzas para andar y también para hacerte daño, Tomas –le dijo Taylor sonriendo. Le gustó verla así. Nunca la había visto tan contenta ni tan relajada. La abrazó y siguieron andando con un montón de gente que iba hacia el concierto. Notó que poco a poco iba poniéndose algo más tensa, como si temiera que la reconocieran. Pero fue calmándose al ver que nadie los miraba. –Bueno, Teresa. ¿Qué suele hacer una chica como tú un sábado por la noche? Taylor lo miró y parpadeó inocentemente. –Normalmente paso la tarde ordeñando mis cabras, Tomas. ¿Y tú? Página 201 de 242

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Él solía acostarse con una mujer diferente cada semana y después nunca volvía a verla. Estaba pensando en eso cuando la multitud los arrastró hacia delante. Instintivamente, buscó a Taylor para protegerla de la aglomeración de gente, pero vio que ya estaba bailando con los brazos en el aire al ritmo del grupo que estaba en el escenario. Al ponerse el sol, se hizo la noche sobre el monte Etna y el escenario se llenó de luces de colores. Era una noche mágica, muy especial. Taylor no dejó de bailar ni un minuto. Le pareció lo más sexy y erótico que había visto nunca. Se movía con elegancia y sensualidad, como si no estuviera pensando en nada, solo viviendo el momento. Era la primera vez que la veía así en público. –Eres una chica muy salvaje, Teresa – le dijo. Pero ella no podía oírle, así que tomó su cara entre las manos y la besó. Ella le devolvió el beso y sonrió contra su boca. Nunca la había visto tan feliz. Taylor rodeó su cuello con los brazos y lo besó apasionadamente, completamente ajena a la multitud que los rodeaba. Alguien los empujó sin querer y se separaron a tiempo, antes de que los detuvieran por conducta indecente. Página 202 de 242

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–Gracias por todo esto –le dijo Taylor mirándolo a los ojos– . Te has tomado tantas molestias... Me has sorprendido, Luca Corretti. Él también estaba sorprendido. Nunca se esforzaba por hacer algo que le hiciera feliz a una mujer porque nunca había querido tener una relación con ninguna. Pero ver a Taylor divirtiéndose le estaba encantando. Se miraron a los ojos. Tenía que salir de allí. –Vámonos –le pidió él. –No, espera –protestó ella con voz suplicante–. ¿No podemos quedarnos a ver los fuegos artificiales? ¡Me encantan los fuegos artificiales! Quería convencerla para irse de allí, pero no pudo hacerlo cuando vio cómo se iluminaba su cara mientras miraba hacia el cielo. Parecía una niña pequeña, encantada al ver cómo el cielo nocturno se llenaba de luz y color. Se quedaron hasta que terminaron los fuegos artificiales. Después volvieron al coche. –Ha sido increíble –le dijo Taylor. Levantó la mano para quitarse la peluca, pero él la detuvo. –No te la quites hasta que lleguemos a casa. –No quiero volver aún a casa. No estoy lista, Tomas –le dijo con emoción. Página 203 de 242

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–¿Qué es lo que tienes en mente, Teresa? ¿Qué quieres hacer? Taylor le agarró la parte delantera de la camisa y lo atrajo hacia ella. –Quiero ir a la playa y nadar –le susurró. –¿Te has traído un bañador? –No –respondió con una seductora sonrisa–. Pero no me importa porque lo que más deseo ahora mismo es poder bañarme desnuda en el mar.

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Capítulo Ocho Taylor no se había divertido tanto en toda su vida. Se sentía feliz, contenta y muy libre. Luca le había dado la oportunidad de dejar de ser Taylor Carmichael, la estrella de cine, y volver a ser la chica que había dejado atrás. Una niña que se había quedado sin infancia por culpa de su madre. –Me lo he pasado muy bien esta noche. Gracias por todo – le dijo a Luca mientras acariciaba sus musculosos muslos. –Continúa así y dejarás de ser virgen muy pronto, Teresa. –¿Me lo prometes? –le preguntó ella mientras deslizaba su mano aún más arriba. –Me equivoqué con tu personaje. No parecerías una niña buena aunque te vistiera de monja. –¿A qué distancia está la playa? –le preguntó ella. –Demasiado lejos. Necesito agua fría cuanto antes. Estaban cerca de casa y él se salió de la carretera principal para seguir por un camino sin pavimentar. Era increíble sentirse tan libre.

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–No me acostumbro a ver que nadie nos sigue. Luca apagó el motor y se quedaron callados unos minutos, escuchando el mar chocando contra las rocas y el rítmico sonido de las cigarras. La luna llena proyectaba una luz plateada sobre el agua. Le pareció el sitio más romántico del mundo. –Vamos –le dijo mientras salía del coche y se quitaba la camiseta. Corrió así hasta la arena y se quitó allí el resto de la ropa. –Tápate los ojos, Tomas. –¿Por qué iba a hacerlo cuando la vista es tan bonita? Soy un simple campesino, pero no soy tonto –le dijo Luca quitándose los vaqueros–. No me extraña que tu padre te haya tenido encerrada, Teresa. Eres un peligro para la humanidad. –Tengo que aprovechar esta noche al máximo antes de volver a casa con mis padres. –¿Así que de verdad vas a nadar desnuda? –le preguntó Luca al ver que se quitaba el sujetador. –Si llego a casa con la ropa mojada mi padre sospechará. –Es verdad –repuso Luca–. Entonces es mejor que te lo quites todo, Teresa. Metió los pulgares en los lados de sus braguitas y lo miró a los ojos. Se estremeció al ver cómo la observaba Luca. Se Página 206 de 242

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desnudó lentamente y después fue corriendo y gritando hasta el agua. Había soñado muchas veces con hacer algo así, pero nunca se había atrevido a nada parecido. Era demasiado peligroso. Pero esa noche no pensaba en nada más, solo en disfrutar. Luca se le acercó riendo y con algo en la mano. –¿Qué es eso? –le preguntó ella. –¿A ti qué te parece que es? Ya no eres pelirroja. –¡No! ¡La peluca! –exclamó ella. Intentó quitársela, pero Luca la tiró a la playa y se volvió hacia ella. –Ahora sí que estás desnuda. Y también lo estaba él. Se quedó sin aliento cuando Luca la levantó en sus brazos y una ola los empujó con fuerza. –No me sueltes, Tomas –le pidió sabiendo que no iba a hacerlo–. Hueles tan bien... –añadió mientras enterraba la nariz en su cuello. –Así olemos los pastores –bromeó Luca. Se besaron entonces apasionadamente, pero necesitaba más. Le bastaba la luz de la luna para ver sus poderosos hombros por encima de la superficie del agua. Tenía el pelo liso y húmedo y le brillaban mucho los ojos. –Estás muy guapo, Tomas. Página 207 de 242

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–No puedo creer que me esté bañando desnudo con Taylor Carmichael. Por fin ha salido a jugar la mujer a la que conocí en el laberinto. Se le hizo un nudo en la garganta al oír su nombre. Por un momento, oyó la voz de su madre diciéndole que no debía hacer eso, que debía pensar en su imagen, que no podía confiar en los hombres, pero esa voz era más débil que otras veces. Sonriendo, lo besó de nuevo. Llevaba mucho tiempo esperando ese momento. Nadaron y jugaron en el agua hasta cansarse. Después, salieron del mar de mala gana. Ella buscó su camiseta y se secó la cara con ella. Era muy consciente de lo cerca que estaba Luca. Había pensado que era inmune a la belleza masculina. Había trabajado con hombres muy apuestos, pero Luca era diferente. No solo le atraía su aspecto, también las ganas que tenía de vivir. Luca devoraba la vida sin pedir disculpas y lo admiraba y envidiaba a partes iguales. Sintió que se le encogía el corazón. No supo si sería por los nervios o por la emoción, solo sabía que lo deseaba. Agarró a Luca por el cuello y lo besó con urgencia. Él le apartó el pelo mojado de la cara y la besó con la misma desesperación. Sintió que estaba consiguiendo desentrañar algo en su interior.

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Ya no oía la voz de su madre, solo su propio corazón y sus deseos. Estaba tan excitada que no podía pensar con claridad. No se guardó nada, se entregó totalmente a él. –Me estás matando, Teresa. Riendo y sin aliento, lo empujó hasta que quedó tumbado boca arriba en la arena. –Pues ni siquiera he empezado –le dijo ella. Comenzó lamiéndole el torso, saboreando el agua salada en cada uno de sus músculos, en su tersa piel. Cuando sintió que a Luca le costaba respirar, que ya no iba a aguantar mucho más, se sentó a horcajadas sobre él y dejó que se deslizara dentro de ella. Las sensaciones eran increíbles. Él se aferró a sus caderas y no tardaron en encontrar un ritmo perfecto. Era casi como si llevaran toda la vida juntos. –Dios mío, Taylor –gimió Luca mientras la llamaba por su nombre real. Ya no había tiempo para juegos, solo para disfrutar de su pasión. Los dos estaban muy serios, perdidos en su propio mundo y ajenos a cualquier otra cosa hasta que llegó el momento del clímax y Luca tomó su cara entre las manos y la besó. Se dio cuenta entonces de que un beso no era solo una manera de manipular a alguien. A veces era simplemente un regalo maravilloso.

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Poco a poco, fueron volviendo a la realidad y Taylor se acurrucó contra él. –Siempre había querido hacer algo así. –¿Nadar desnuda? –No –susurró ella con emoción–. Ser yo misma. Ser invisible por una noche. Ser capaz de hacer lo que quiera, con quien quiera y sin pensar en las consecuencias. Es algo que he querido desde que era pequeña, cuando mi madre me metió en este mundo sin preguntarse si yo lo querría hacer –le confesó–. Fue muy duro vivir tan controlada. No podía ser una niña normal, ni siquiera podía comer como otros niños. Llegó un momento en el que me sentí ahogada por la situación. Yo solo deseaba que me quisieran, nada más. –Me sorprende que no te rebelaras contra todo eso –le dijo Luca. –Lo hice –le recordó ella–. Despedí a mi agente, que además era mi madre, y todos me criticaron por hacer algo así. Me sentí tan sola entonces... Fue muy duro ver cómo todos decían que la había traicionado. La verdad era que se aprovechó de mí. Después me di cuenta de que todo el mundo hacía lo mismo conmigo y que no podía confiar en nadie. –¿Qué hiciste entonces? ¿Adónde fuiste? –le preguntó Luca. Taylor suspiró antes de contestar. Página 210 de 242

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–Me fui a vivir con Rafaele. Él me estaba dirigiendo cuando pasó todo y vio cómo me desmoroné bajo la presión de la prensa –le confesó–. Me ofreció un lugar adonde ir. –En otras palabras, se aprovechó de la situación. –Eso no lo supe hasta más adelante. Fue una mala decisión. Tenía diecisiete años y hasta ese momento mi madre había tomado todas las decisiones por mí. Estaba sola y deseaba que alguien me amara por mí misma, no por el dinero que iban a ganar conmigo. Fue entonces también cuando mi padre vio la oportunidad de volver a mi vida y vender su historia. –¡Qué oportuno! –Sí. Durante esos meses la única persona que parecía que se preocupaba por mí era Rafaele, pero no era un buen hombre. Sabía que era el mejor momento para contárselo todo, hablarle de las llamadas telefónicas, las amenazas, el miedo con el que vivía... Pero era demasiado duro hablar de ello. –Pero, bueno, ya basta de eso. Esta noche es para divertirse –le dijo ella. Se dio cuenta en ese instante de que con él siempre se había divertido. Incluso, cuando discutían, la hacía reír.

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–Es una suerte que la junta directiva no pueda verte ahora mismo, desnudo en una playa pública. Desaparecería de un plumazo la respetabilidad que te acaban de conceder, Corretti. Luca se echó a reír y la abrazó. Era increíble estar así con él. No tenían prisa por vestirse. –No te preocupes por eso, no es una playa pública –repuso Luca–. Esta playa es mía. De hecho, hay un camino que va desde aquí a la casa. –¿En serio? ¿Estamos tan cerca de tu casa? –le preguntó–. ¿Podemos dejar aquí el coche y volver andando? –Claro, si quieres... Pero no es fácil de andar por ese camino de noche. –Bueno, entonces volvamos al coche. ¿Dónde está la peluca? No la encuentro. –No importa. Ya no la necesitamos. Se levantaron y se vistieron. –Me ha gustado mucho ser Teresa, ha sido divertido. –Te sienta bien divertirte, deberías hacerlo más a menudo –le dijo Luca mientras llegaban al coche–. Pero la próxima vez utilizaremos el Ferrari. –¿Dónde está ahora? –Espero que lo hayan devuelto al garaje y que no le haya pasado nada. Página 212 de 242

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–Estoy llena de arena, Luca. ¿Y si nos ve Geovana? –le preguntó algo avergonzada. –No te preocupes por ella, pero yo también prefiero evitar esa conversación. Como dos niños traviesos, se colaron en la casa sin hacer ruido. Y, en cuanto llegaron a la habitación, fueron directos a la ducha. Estuvo a punto de preguntarle qué sucedería cuando todo el mundo se enterara de que su relación había sido una farsa, pero no se atrevió a hacerlo. No quería hablar de eso. Por esa noche, no quería recordar que todo era falso. Además, sentía que al menos esa parte de su relación no lo era. El compromiso sí, pero el resto... Su atracción sexual y la química que había entre ellos era lo más real que había tenido en su vida. Se estremeció cuando Luca la besó bajo el chorro de la ducha y cerró los ojos. Sintió cómo iban bajando las manos de ese hombre por su anatomía y se quedó sin aliento cuando comenzó a acariciar con sus expertos dedos las partes más sensibles e íntimas de su cuerpo. Después de eso, dejó de pensar y se limitó a sentir.

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No tardaron en establecer una rutina de trabajo durante el día y otra muy distinta por la noche. Ninguno de los dos utilizaba la palabra «relación» ni nada parecido. A Taylor le gustó mucho trabajar con Elia, la nueva directora. Se entendían bien. De Rafaele, afortunadamente, no sabía nada y tampoco había recibido ningún mensaje de teléfono. Por primera vez en mucho tiempo, comenzó a relajarse y llegó a pensar que quizás Luca lo hubiera conseguido ahuyentar. Aunque salían a menudo juntos para que los vieran, a Luca se le daba bien darle privacidad y espacio. Varias semanas más tarde, se despertó una mañana y vio que estaba sola en la cama. Se sentó y se lo encontró de pie en el balcón de la habitación. Solo llevaba puestos los vaqueros y se estaba tomando una taza de café con la mirada perdida en el horizonte. –Hoy tienes la reunión con la junta, ¿verdad? –le preguntó acercándose a él–. ¿Por eso estás ya despierto? –Estoy disfrutando de la satisfacción de saber que la redecoración del hotel ha hecho que suban mucho los beneficios. También va muy bien la sección de hogar y

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decoración de Casa Corretti y tengo un equipo trabajando en la estrategia de lanzamiento de Corretti Bambino. Le encantó verlo tan feliz. Se acercó y lo abrazó, disfrutando de la paz y la privacidad de ese lugar. –¿Siempre has vivido en Sicilia, Luca? –le preguntó ella–. ¿Creciste en esta casa? –No. –¿No y ya está? Nunca me hablas de tu vida. –No hay nada que decir. –Claro que sí –repuso ella mientras se daba la vuelta para volver a la habitación. Pero Luca le agarró la mano antes de que se pudiera ir. –No hagas eso, Taylor. No finjas que no te importa y que no he herido tus sentimientos –le pidió–. No escondas la verdadera Taylor detrás de la estrella de cine. Sola hay una versión de ti que me interese, la verdadera. –¡Muy bien! Si quieres que sea sincera, lo seré –replicó ella–. Sí, me ofende que pasemos toda la noche haciendo el amor y que después no quieras ni responder a una sola pregunta sobre ti. Estaban frente a frente y podía sentir el calor que desprendía su cuerpo. Luca la soltó de repente y se pasó los dedos por el pelo. Página 215 de 242

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–Vístete –le dijo con voz temblorosa. No pudo evitar asustarse pensando que aquello era el final. –¿Por qué quieres que me vista? –Te voy a llevar a que conozcas a alguien.

Luca aparcó el coche frente a la casa y se preguntó de nuevo por qué habría decidido llevar a Taylor a un lugar donde nunca había llevado a ninguna mujer. Taylor parecía algo perpleja. –¿Dónde estamos? –En la casa de mi abuela. –¿Vamos a visitar a tu abuela? –Sí, ¿pasa algo? –le preguntó él mientras salía del coche. –No, claro que no. Solo estoy sorprendida, eso es todo. No pareces el tipo de persona que visita a menudo a su abuela. Pensé que no eras demasiado familiar. –Y no lo soy, pero mi abuela me mataría si no viniera a verla de vez en cuando. Escuchó la noticia de nuestro compromiso y quiere conocerte. Te agradecería que fingieras ser una novia enamorada. No necesita saber que nuestra relación se compone de mentiras y noches interminables de pasión. Página 216 de 242

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–¿Te preocupa lo que piense de ti? –Bueno, no quiero preocuparla. Perdió a mi abuelo hace unos meses y trato de venir a verla cuando estoy en Sicilia. Ahora mismo estará desayunando en la terraza. Luca agarró su mano y rodearon la casa. Tal y como había previsto, se encontraron a su abuela tomando café en la gran terraza. Esa casa estaba llena de recuerdos. La saludó en italiano y se inclinó para besar su mejilla arrugada. –He traído a Taylor para presentártela, nonna. –¡Ya era hora! Ven y siéntate, querida –le dijo la señora–. Quiero ver a la mujer que le ha robado el corazón a mi nieto favorito. –Eso nos lo dices a todos. Sabiendo que Taylor temía conocer a gente nueva, se preguntó si volvería a esconderse tras una fachada, pero vio que se sentaba en una silla y miraba a la anciana con una gran sonrisa. –Mi italiano es terrible, le pido disculpas –le dijo Taylor–. Mi dispiace. –El idioma no es tan importante. Está claro que Luca y tú habéis encontrando otras maneras de comunicaros –contestó la mujer con un brillo especial en los ojos–. Además, Luca habla bien otros idiomas. Siempre fue el más listo de mis nietos, pero Página 217 de 242

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lo escondía bien. Bueno, veo que no ha conseguido asustarte su reputación con las mujeres. –Yo tampoco tengo buena reputación. –Es verdad, eres la chica que despidió a su propia madre –le dijo la mujer. –¡Nonna! –Sí, lo hice –respondió Taylor con tranquilidad–. Mi madre me utilizó desde que nací para ganar dinero, por eso me metió en el mundo del cine. Nunca le importó lo que yo quería o necesitaba. No era buena para mí. Luca vio con sorpresa cómo su abuela tomaba con cariño las manos de Taylor. –La familia siempre debe apoyar y querer de manera desinteresada. Me alegra que fueras lo suficientemente fuerte como para sacarla de tu vida. Mostraste muy buen juicio para ser alguien tan joven. Bueno, dime qué es lo que te gusta de mi Luca. –Muchas cosas –repuso Taylor sin dudar un momento–. Me encanta su sentido del humor, su fuerza y el hecho de que esté tan orgulloso de ser quien es. Eso lo envidio, la verdad. Me gustaría ser así y estoy tratando de cambiar, pero no es fácil.

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–Bueno, tú eres actriz y mi nieto está acostumbrado al drama, os llevareis bien. –Preferiría no hablar de eso –intervino Luca. –Ya lo sé, nunca quieres hacerlo –le dijo su abuela con suavidad–. Hacéis buena pareja. ¿Vais a quedaros a desayunar conmigo? Pasaron un buen rato con ella. Taylor le contó a su nonna cómo había sido crecer en Estados Unidos, lo ambiciosa que había sido su madre y cómo había reaparecido su padre para hacer caja cuando ella ya era una actriz famosa. –Espero que vengas a verme a menudo –le dijo la anciana a Taylor cuando se despidieron–. Luca me llama «Nonna», que significa «abuela», pero si quieres, tú puedes llamarme Teresa. –¿Teresa? –repitió Taylor sorprendida. Taylor no volvió a abrir la boca hasta que estuvieron en el coche. –Pensé que Teresa era un nombre que elegiste al azar y resulta que es el de tu abuela. Por cierto, me ha parecido maravillosa –le dijo Taylor. –Tú también le has gustado mucho. –No pensará lo mismo cuando descubra que todo es mentira. –No, solo se enfadará conmigo. Página 219 de 242

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–Eso lo dudo mucho. Está claro que te adora. ¿Qué quiso decir cuando comentó que estás acostumbrado al drama? –Somos sicilianos, llevamos el drama en los genes. ¿Por qué mantener la calma cuando puedes gritar y explotar? –le dijo él para no ahondar más en el tema. –Nunca hablas de tu infancia, Luca. No me has contado nada de esa época de tu vida. ¿Cómo era tu madre? –Muy hermosa –contestó él sin quitar los ojos de la carretera–. Aún lo es. –No te preguntaba por su físico, ya sé que es bella. Quería saber qué tal madre había sido o cómo es su personalidad. Su madre era insegura, inestable y un peligro para sí misma, pero no quería hablar de ello. –¿Por qué quieres saberlo? –No lo sé, porque me interesa. Supongo que me pregunto por qué no crees en el amor ni en las relaciones. ¿Crees que tiene ella algo que ver? Recordaba perfectamente las palabras de su madre. «Él no me quiere, Luca. ¿Qué tengo que hacer para que me ame?» –A lo mejor no hay ninguna razón para que sea así. Simplemente, he nacido con buenos instintos para no meterme en problemas. –¡Pero si te has pasado toda tu vida metido en problemas! Página 220 de 242

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–No, he pasado mi vida tratando de divertirme y de ser fiel a mí mismo. Se quedaron unos segundos en un silencio tenso. –Nunca bajas la guardia, ¿verdad? –susurró Taylor–. Me echas en cara que no muestre mi verdadero yo, pero tú eres mucho más impenetrable. Pensé que lo que teníamos era algo más que una relación superficial, pero es evidente que estaba equivocada –agregó con amargura–. Olvida lo que te he preguntado. De todos modos, ya nunca confío en la gente, así que no sé por qué me gustaría poder confiar en ti. –Taylor... –No, de verdad, me has dejado muy claro que no quieres hablar de ello. No pasa nada –le dijo con frialdad–. Supongo que Santo y Elia te han dado permiso para usar el set de rodaje y hacer la sesión fotográfica de esta mañana, ¿no? No soy modelo, pero, si me dices lo que quieres que haga, lo haré. –Solo quiero que seas tú misma, Taylor Carmichael. –¿Qué versión? –le preguntó Taylor. Volvía a ser la estrella de cine que controlaba cada faceta de su vida y él echaba de menos a la Taylor real, con la que había pasado la noche haciendo el amor, hablando y riendo. –La versión real. Eres atrevida, moderna, fuerte y segura. Se nota en la forma en la que te mueves, en tu forma de tratar a la gente y de enfrentarte al mundo. Eres una gran triunfadora Página 221 de 242

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que ha aprendido a confiar solo en sí misma porque todo el mundo te ha utilizado y no vas a permitir que eso vuelva a suceder. Tienes tanto miedo de que vuelvan a hacerte daño que muestras al mundo una imagen de chica dura. Todo eso es lo que quiero ver cuando hagamos la sesión de fotos y lleves la ropa de Casa Corretti. Vio que Taylor lo miraba fijamente y que estaba pálida. –Te he dicho tanto, demasiado... –susurró entonces ella– ¿Por qué lo he hecho? –No lo sé –le dijo sinceramente y preguntándose lo mismo–. ¿A lo mejor porque confías en mí? –No, no confío en nadie. –¿Te preocupa que venda tu historia a las revistas? –le preguntó ofendido–. Taylor... –Recuerdas cada detalle, todo lo que te he dicho... –Porque se me da bien escuchar. –¿Sí? ¿Por qué? ¿Para no olvidar las partes más jugosas? –¿Cómo puedes siquiera pensar algo así, Taylor? Me conoces bien... –No, no te conozco en absoluto. No has dejado que te conozca. Yo te he contado muchas cosas y de ti no sé nada –le dijo Taylor con voz temblorosa.

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Luca maldijo entre dientes y respiró profundamente para tratar de hacerse con el control de una situación que se complicaba por momentos. Pero ya llegaban al puerto y los esperaban un montón de periodistas que rodearon el coche. –Tenemos que hablar –le dijo él. –Yo ya he hablado. El problema es que tú no lo haces y no me interesa tener una relación unilateral. Antes de que pudiera protestar, Taylor salió del coche y fue andando con seguridad hasta donde iban a hacer la sesión fotográfica. Le entraron ganas de ir tras ella y recordarle que su relación era falsa, que no había nada más entre ellos, pero estaba muy confuso y en ese momento no tenía tiempo para tratar de solucionar el problema. Taylor era tan profesional que se mostró muy simpática y tranquila mientras le hacían las fotos. Escuchaba con atención sus indicaciones y trabajó duro. Cuando llegó la hora de la comida tanto Gianni como él mismo estaban muy satisfechos con el resultado. No sabía cómo estaba en realidad Taylor porque había vuelto a ponerse la máscara que mostraba al resto del mundo. Esa vez, sintió que él era el culpable. La había empujado para que se mostrara su verdadera personalidad, pero se había

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negado a contestar preguntas personales. No se quitaba de la cabeza la discusión que habían tenido en el coche. Y seguía en su mente por la tarde, cuando entró en la sala de juntas. Pensó que iba a ser una reunión agradable y que estarían satisfechos con los resultados de sus cambios en los hoteles. Pero abrió la puerta y lo recibió un silencio sepulcral. Algunos directivos ni siquiera lo miraron a la cara. Se acercó a la mesa y se sentó en su silla. –¿Ha pasado algo? Todos se quedaron en silencio. –¿No lo sabes? –le preguntó el presidente. –¿El qué? –Se trata de tu prometida –le dijo con un gesto de desaprobación el hombre–. Parece que su pasado fue aún más salvaje de lo que creíamos. Una revista italiana ha asegurado que tiene ciertas fotografías en las que aparece desnuda. Lo entendió todo en ese instante. No tuvo que preguntarles quién había hecho las fotografías. –Entonces, ¿de verdad no lo sabías? –le dijo el presidente algo aliviado–. Naturalmente, esto perjudica tu imagen y la de las empresas Corretti. Espero que te distancies cuanto antes de sus acciones y rompas el compromiso. Página 224 de 242

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Encerrada en el set de rodaje, Taylor no vio hasta que salió a la calle esa tarde que ese día había muchos más periodistas esperándola. Respiró profundamente y se acercó a ellos. Pensaba dejarles que le hicieran alguna fotografía y seguir su camino como otros días. –Taylor, ¿tiene algo que declarar sobre las fotografías que se van a publicar mañana? –le preguntó alguien. –¿Qué fotografías? –repuso. Pero supo en ese instante de qué fotografías le hablaban y se quedó sin respiración. Las cámaras disparaban sin descanso y tenía los focos y los micrófonos listos para grabar su respuesta. Pero no pudo hacer ni decir nada. Se quedó inmóvil y en silencio. No podía creerlo, lo había hecho. Rafaele había llevado a cabo su amenaza, ese material con el que llevaba años chantajeándola y torturándola. Había vendido sus fotografías. Se las había hecho cuando ella aún confiaba en la gente. De hecho, no había sabido de su existencia hasta que rompió con él. Había imaginado muchas veces cómo iba a sentirse si llegaba a cumplir su amenaza, pero no sentía nada.

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Estaba como entumecida, desconectada de la realidad como si estuviera observando lo que pasaba desde el exterior y a cámara lenta. No se sentía traicionada, ese dolor ya lo había sufrido años antes. –Taylor, ¿sabe que las fotografías se publicarán mañana en una revista italiana? Para colmo de males, iban a publicarlas en ese país, donde vivía Luca, donde más daño podía hacerle. Supuso que su reunión con la junta no habría ido tan bien como había anticipado. Todos le hablaban a la vez y le entraron ganas de taparse los oídos y gritar. –No voy a hacer ningún comentario, pero hablaré con mis abogados –les dijo. En realidad, no estaba pensando en sus abogados mientras iba hacia el coche que la esperaba, sino en Luca. Le dolía haberle robado la posibilidad de presumir ante la junta de lo bien que lo estaba haciendo al mando de los hoteles Corretti. Sabía que las fotografías no le iban a importar, pero le habría dolido mucho que ella no le hablara de la posibilidad de que pudiera llegar a ocurrir algo así. Entró deprisa en el coche y le ordenó al conductor que la llevara al edificio Corretti lo más rápidamente posible.

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Vio al llegar que también allí había mucha prensa. Pero con la ayuda de los guardias de seguridad, consiguió entrar sin que la molestaran. Cuando llegó a la planta más alta, salió del ascensor decidida a preguntarle a la recepcionista por la sala de juntas. Pero no tuvo que hacerlo. En ese momento, vio a Luca salir de un despacho. Andaba como un sonámbulo y tenía mal aspecto. Con los ojos vidriosos, estuvo a punto de chocarse con una secretaria y ni siquiera se inmutó. No sonreía. Le quedó muy claro que la noticia le había conmocionado. Se le hizo un nudo en la garganta al verlo así. Le parecía increíble ver a Luca Corretti tan afectado. Ese hombre que hacía lo que quería y que no dejaba que nadie le dijera lo que tenía que hacer con su vida. La vio entonces y se detuvo. Era como si no pudiera creerse que estuviera allí. Nunca se había sentido tan humillada. Había tenido la esperanza de que Luca se riera con ella y le quitara importancia al asunto. Luca era la única persona que de verdad la había entendido, pero parecía haberse quedado sin palabras. Nunca lo había visto así. Parecía destrozado.

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Se acercó a su secretaria y le pidió que le preparara un whisky. Ella se quedó inmóvil viendo cómo la mujer se lo daba y él apuraba la copa de un trago con mano temblorosa. Después la miró a ella. –Acabo de descubrirlo, no tenía ni idea... –tartamudeó Luca. –Lo sé –repuso Taylor–. He venido para decírtelo yo misma. Siento haber llegado tarde... –¿Para decirme qué? –Bueno, no importa. Es obvio que lo has descubierto tú mismo. –Sí, así es. ¡Dios mío, Taylor! Verlo tan conmocionado le estaba inquietando más de lo que quería admitir. Le había parecido que Luca la entendía y le dolió que no se diera cuenta de que Rafaele se había aprovechado de ella, que hubiera sido su víctima. Luca sabía todo por lo que había pasado y le dolía que no la defendiera ni intentara consolarla. Por otro lado, tampoco le extrañaba que se mostrara tan consternado. Él había accedido a participar en el engaño para ganar respetabilidad y esas fotos lo habían echado todo a perder. Supuso que la junta directiva acababa de despedirlo. Página 228 de 242

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–Siento mucho que tengas esos sentimientos –le dijo ella. –¿Lo sientes? –le preguntó Luca con el ceño fruncido. –¡Por supuesto! No era lo que ninguno de los dos queríamos, no era parte de nuestro acuerdo. Decidió que lo mejor que podía hacer era salir de allí cuanto antes. La situación era demasiado dolorosa. –Se acabó, Luca. Ha terminado. Los términos de nuestro acuerdo han cambiado, así que esto es el final, no hay nada más que decir –le dijo ella. Se dio la vuelta y fue hacia la puerta. Después, sin poder evitarlo, cometió el error de mirarlo por última vez. Y deseó no haberlo hecho porque Luca tenía la vista perdida, con el aspecto de un hombre que lo había perdido todo.

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Capítulo Nueve A la mañana siguiente, Taylor seguía tumbada en la cama de su caravana, donde había pasado la noche. No había dejado de llorar y estaba demasiado cansada para levantarse y enfrentarse a la prensa. Tampoco había dormido. Se había quedado en la cama pensando en cómo estaría Luca. Tenía la esperanza de que, después de haber tenido tiempo para pensar en ello, hubiera llegado a la conclusión de que lo que había pasado no era tan importante y que volviera a ser el mismo de siempre, alguien capaz de reírse de todo. Pero seguía sin saber nada de él. Le daba la impresión de que todo el mundo la había llamado menos él. Querían saber qué opinaba de la inminente publicación de las fotografías, querían conocer su versión de los hechos y lo que sentía al saber que todo el mundo iba a verla desnuda. La verdad era que eso ya ni siquiera le importaba. Cada vez que su teléfono sonaba, lo miraba con la esperanza de que fuera él, pero ni siquiera le había mandado un mensaje. Página 230 de 242

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Hasta que vio lo devastado que estaba, no se había dado cuenta de lo importante que había sido para Luca que lo vieran como un hombre respetable dentro de su empresa familiar. Le dolía que todo el mundo fuera a verla desnuda, pero le molestaba más que Luca no quisiera saber cómo se sentía ella. Le parecía increíble que alguien hubiera conseguido sorprender a Luca Corretti. Y que ese alguien hubiera sido ella. Sabía que él también había cometido errores. Pero, como le pasaba a muchos hombres, tenía un doble rasero cuando se trataba del comportamiento de una mujer. Le parecía raro que ya ni siquiera le preocuparan las fotografías. Llevaba años temiéndolo, pero eso ya no le provocaba vergüenza. Lo único que le importaba era que su falso compromiso con Luca hubiera terminado. No iban a compartir más cenas, baños nocturnos en el mar, ni noches de pasión. Se le volvieron a llenar de lágrimas los ojos. Lo tenía muy claro. Se había enamorado de Luca Corretti. Lo quería de verdad, con sus defectos y sus cualidades. Sin que supiera cuándo ni cómo, sus sentimientos habían llegado a ser reales y ya no había tenido que fingir que lo amaba, porque era lo que de verdad sentía.

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Alguien llamó a la puerta de su caravana, pero se tapó los oídos y cerró los ojos. Se había tenido que enfrentar a la prensa muchas veces en su vida, pero esa vez le resultaba mucho más complicado hacerlo. Se había permitido el lujo de confiar en Luca y, por primera vez desde su adolescencia, había bajado la guardia. Había creído que Luca era su amigo. Pero, cuando surgieron los problemas, se había alejado rápidamente de ella. Volvieron a llamar a la puerta. No entendía por qué no podían dejarla sola. –¡Taylor! ¡Abre la puerta! Le llegó la voz de Luca desde el otro lado de la puerta y Taylor se quedó sin aliento. –¡Fuera! ¡Déjame en paz! ¡Eres un canalla y un hipócrita! ¡No quiero volver a verte! –Abre la puerta o la rompo de una patada. –¡Muy bien! Si eso es lo que quieres. Se puso en pie y de mala gana fue a abrirle la puerta. Luca entró deprisa y la cerró tras él para que no entrara ningún periodista. –¡Es horrible lo que hay ahí afuera! –¿Sí? Pues creo que afuera estarías más seguro –replicó ella cruzándose de brazos–. Tienes un aspecto horrible. ¿No es ese el mismo traje que llevabas ayer? Página 232 de 242

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–¿Qué? No. Sí, supongo que sí –le dijo Luca mientras se miraba a sí mismo con el ceño fruncido–. No lo sé. Solo sé que tengo algo que decirte. –¿Qué vas a decirme? ¿Qué sientes ser un hipócrita? –¿Por qué dices eso? –Vamos, Luca. Vi tu cara ayer, estabas conmocionado –le dijo ella casi llorando–. ¿Cómo te atreves a escandalizarte por esto después de todo lo que has hecho en tu vida? –Pero nunca he hecho algo así –respondió Luca–. Nunca pensé que pudiera sucederme a mí. ¡No quería que sucediera! –¿De qué hablas? ¿De estar con alguien como yo? Siento mucho haber perturbado tu vida tan perfecta –le replicó entre lágrimas de frustración y humillación–. Vete, no quiero ensuciar tu reputación aún más. Si crees que eres un santo, sal de aquí. Y no te ha pasado a ti, sino a mí. Es mi cuerpo el que aparece desnudo en cientos de páginas web, así que deja de ser tan mojigato. Tú has hecho cosas mucho peores, Luca Corretti. Luca se pasó las manos por el pelo. –¿De qué estás hablando? –¡De ti! Me parece increíble que te escandalices por unas fotografías en las que estoy desnuda. Fuiste tú el que casi me arrancó el vestido en la boda. Página 233 de 242

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Luca se quedó en silencio unos segundos. –¿Crees que me han escandalizado las fotografías? –le preguntó aturdido–. ¿Por eso me has llamado «hipócrita»? –Te vi ayer, Luca. Cuando saliste de la sala de juntas parecías un zombi, ni siquiera podías hablar. –Sí, pero no por las fotografías. Estaba conmocionado porque... Porque... –¿Por qué? Tenía el aspecto de un hombre que estaba a punto de saltar de un precipicio. –Porque acababa de darme cuenta de que estoy enamorado de ti. Es la primera vez que lo digo en voz alta y me suena tan raro como me siento –le confesó Luca mientras se sentaba en el borde de la cama y se quedaba mirando sus manos–. Mírame, estoy temblando. Taylor se quedó mirándolo atónita. Abrió la boca para hablar y volvió a cerrarla. –Es la primera vez que algo me conmociona tanto y aún lo estoy. Nunca me había enamorado de una mujer, nunca quise que ocurriera –prosiguió Luca con un hilo de voz–. Cuando decidimos fingir nuestro compromiso ante el mundo, pensé que iba a ser difícil y complicado, pero he disfrutado de cada

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minuto contigo. Eres inteligente, atractiva, divertida, segura, fuerte y muy sexy. –¡Espera un minuto! –lo interrumpió ella temblando también–. ¿De verdad me estás diciendo que me quieres? –Sí. La verdad es que anoche me quedé bastante perplejo cuando me dijiste que sentías mucho que yo tuviera estos sentimientos por ti. Fuiste muy dura. –Pero te lo dije porque pensé que lo que te había conmocionado era saber que iban a aparecer fotografías conmigo desnuda por todas partes. ¿Estabas así porque habías descubierto que estás enamorado de mí? –Sí. Pero no te preocupes por esas imágenes. Eso es lo que he estado haciendo toda la noche, trabajando con los abogados de la familia. Hemos detenido la publicación de las fotos. Fue ella entonces la que se quedó sorprendida. –¿Cómo lo habéis conseguido? –Bueno, tiene algunas ventajas pertenecer a la familia Corretti, eso es todo lo que necesitas saber. No iba a consentir que nadie más viera a mi esposa desnuda, solo yo tengo ese derecho. –¿Tu esposa?

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–Tienes que casarte conmigo –le dijo Luca poniéndose en pie–. Hasta que te conocí, nunca había pasado toda la noche con una mujer y ahora no puedo soportar estar separado de ti ni un segundo. Cuando no estoy contigo, no dejo de pensar en ti. Sé que te cuesta confiar en la gente y entiendo por qué, pero quería demostrarte que puedes confiar en mí. –Pero nuestro compromiso era falso. Lo hicimos porque nos daba respetabilidad a los dos. –¿Y te ha gustado ser respetable, dolcezza? No sé a ti, pero a mí me ha aburrido mucho tener que portarme bien. No me importa lo que escriban sobre ti. –Él me dijo que era preciosa. Rafaele... –comenzó ella sin poder contener las lágrimas–. No tenía donde dormir, no tenía a nadie... Mi propia madre me había dado la espalda, me había echado de casa y mi padre había vendido su historia a la prensa. Rafaele fue el único que me tendió una mano, pero no me di cuenta hasta mucho después de que solo quería aprovecharse de mí. –Tranquila, Taylor. No llores –le dijo Luca envolviéndola en sus brazos–. No se merece ni una lágrima tuya. –No sabes cuánto tiempo ha estado amenazándome con esas fotografías. Pagó a un fotógrafo para que me las hiciera a escondidas desde el jardín de la casa en California. No tenía ni idea, pensé que estábamos solos... –le contó llorando–. Me ha Página 236 de 242

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estado acosando durante años. Fuera donde fuera, volvía a aparecer en mi vida. Siempre supe que solo estaba esperando el momento adecuado para publicarlas. No podía con la presión. No sabes lo duro que es despertar cada día preguntándome si ese sería el día en el que por fin se publicaran las fotos, cuando todo el mundo iba a verme desnuda. Ha sido horrible. Al final, sufrí una crisis nerviosa tan grave que tuve que dejar de trabajar. –Es verdad, te retiraste y dejaste de hacer películas durante un par de años, pero nadie sabía dónde fuiste ni lo que hiciste. –No tenía nada que ver con las drogas ni con el alcohol, fue la presión lo que pudo conmigo. Quería escapar, lo necesitaba. Cuando me fui de Los Ángeles, conocí a Zach en el avión. –¿A tu amigo Zach? –Sí. Él es soldado y acababa de volver de servir en Irak. Nos pusimos a hablar y al final me fui con él a Washington. Allí estuve trabajando como voluntaria en un centro de rehabilitación para soldados. No les importaba quién era yo, se limitaron a agradecerme que quisiera ayudar. Por primera vez en mi vida, me sentí bien conmigo misma. Fue Zach quien me ayudó a separar la actuación de todo lo demás que estaba destrozando mi vida.

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–Empieza a gustarme ese Zach –le dijo Luca acariciándole el pelo suavemente–. Entonces, ¿por qué decidiste volver al cine? –Leí el guion y me gustó. Zach me ayudó a ver que me encanta ser actriz, lo que no me gusta es lo que pasa fuera del set de rodaje. Es como si todo el mundo estuviera deseando verme fracasar o que meta la pata. Y por culpa mía te has visto afectado también tú. No quiero ni pensar en lo que te habrán dicho los de la junta directiva, –Me dijeron que tenía que alejarme de ti y fue entonces cuando me di cuenta de que no quería hacerlo. No quiero que nuestro compromiso sea falso. Quiero que sea real, Taylor. –¿Está seguro? –le preguntó con una sonrisa temblorosa–. La verdadera Taylor puede meterte en muchos problemas... –No te preocupes por eso. Lo único que me importa es tener algo real en mi vida porque crecí en un ambiente lleno de falsedad. Mi madre se pasó toda la vida tratando de complacer a mi padre. –Nunca me has hablado de ella. –Mi madre se esforzaba demasiado para intentar que él la amara. Siento no haberte hablado antes de ella, pero es que nunca se lo he contado a nadie –le explicó Luca–. Mi padre la humillaba y hería continuamente, pero ella siempre volvía a intentarlo. Él viajaba mucho y llegué a temer sus regresos. Página 238 de 242

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Entonces ella pasaba de ser una mujer normal a una muy insegura. Entraba en mi habitación a todas horas, a veces incluso me despertaba para que le diera mi opinión sobre lo que se había puesto o cómo se había peinado. Estaba desesperada por conseguir que él le prestara atención. Llegué a pensar que el amor tenía más que ver con el aspecto y la ropa que con cualquier otra cosa. Mi padre seguía rechazándola y mi madre se dedicaba a estudiar el estilo de la última amante de mi padre para intentar copiarlo. Después, se culpaba por los continuos fracasos. Era muy duro... Taylor estaba horrorizada. Se dio cuenta de que Luca se había visto involucrado en el fracaso que había sido el matrimonio de sus padres y que eso lo había condicionado para siempre. –Ahora no me extraña que hayas huido siempre del compromiso. –Para mí, el compromiso significaba ser el responsable de los sentimientos de alguien, ser tan dependiente de otra persona como para tratar de adaptarte a lo que espera de ti y perder el sentido de ti mismo. He crecido viéndola sufrir cada día –le dijo Luca con dureza–. Aprendí que el amor se basaba en la manipulación y que era algo muy doloroso. Decidí desde el principio que no quería nada parecido en mi vida.

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–Lo entiendo perfectamente. Yo tampoco soy una experta, pero sé que eso no era amor. –Ahora lo sé –le dijo Luca–. Lo importante es que ahora lo tengo claro. Sé que ya no me importa que los demás me vean como una persona respetable. No quiero ser así, quiero seguir siendo yo mismo y serlo contigo. ¿Qué te parece convertir este compromiso en algo real? –le preguntó mientras la abrazaba con fuerza–. Podemos pasar el resto de nuestras vidas tratando de mantener nuestra mala reputación. Le pareció una idea tan maravillosa que las lágrimas llenaron de nuevo sus ojos, pero esa vez lloraba de alegría. –¿De verdad es lo que quieres? –Sí. Te quiero, Taylor Carmichael Corretti. Te quiero para lo bueno y para lo malo, mejor incluso para lo malo –le dijo con emoción Luca–. Me encantan las chicas malas. Si te casas conmigo, podremos pasar el resto de nuestras vidas tratando de escandalizar a la gente. Ella le dio un beso entre risas y lágrimas. Lo quería más de lo que creía posible. –Van a hablar de nosotros... –Ya no me importa –le dijo él–. Vamos, Teresa, vamos a romper algunas normas juntos. Podemos hacerlo vestidos o desnudos, tú eliges.

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No podía dejar de sonreír. Era tan feliz. Le costaba creerlo. –¿Lo dices de verdad? Nadie me había amado antes. Nadie. Espero que no estés haciendo esto solo porque te preocupa perder a la chica que es la nueva imagen de Casa Corretti... –Esto no tiene nada que ver con la nueva cara de Casa Corretti –le dijo Luca–, sino con la cara que quiero ver cada noche cuando me vaya a dormir y cada mañana cuando me despierte. Taylor tenía un nudo en la garganta que casi le impedía hablar. –Eres más romántico de lo que pensaba –le dijo riendo. –Ya, yo también estoy sorprendido. Luca sonrió y le dio un beso en la boca hasta que ella se apartó. –Yo también te quiero, Luca, pero no quiero destruir tu reputación. ¿Qué va a pasar con la junta directiva? –Ni lo sé ni me importa. Yo ya les he demostrado lo que puedo hacer. He mejorado mucho los beneficios de los hoteles, pero ese tema ya no me interesa. Se puede encargar de eso Matteo cuando vuelva de su luna de miel sin boda. Además, estaba algo incómodo y aburrido siendo tan respetable. El otro

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día alguien me dijo que era un hombre serio y formal. Me entraron escalofríos al oírlo. Taylor se echó a reír. –Pero ¿qué vas a hacer? Tienes tanto talento... ¿Vas a volver a centrarte en el negocio de la moda? –Voy a dedicarme a hacer lo que mejor se me da, vivir la vida al máximo. ¿Quieres hacerlo conmigo, dolcezza? Taylor no tuvo que pensárselo ni un segundo. –Sí –le dijo simplemente–. Claro que sí. –Bene. En ese caso, yo, Luca Corretti, te tomo a ti, Taylor Carmichael, para cuidarte y respetarte, para pecar contigo y hacerte el amor, vestidos o desnudos, todos los días de mi vida, hasta que no nos quede aliento o hasta que la muerte nos separe. ¿Qué te parece? Riendo e increíblemente feliz, lo abrazó con fuerza. –Me parece perfecto.

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