Irene Lucek: Trabajando hasta el amanecer Una mujer que forjó su independencia entre carreteles de hilo y agujas de coser

Irene Lucek: Trabajando hasta el amanecer Una mujer que forjó su independencia entre carreteles de hilo y agujas de coser Irene tiene 93 años, llegó a

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Irene Lucek: Trabajando hasta el amanecer Una mujer que forjó su independencia entre carreteles de hilo y agujas de coser Irene tiene 93 años, llegó al puerto de Buenos Aires desde Estados Unidos con su marido argentino. No hablaba el idioma y no conocía a nadie. Pero aquí encontró su pasión y Allen fue el lugar que recibió su arte con los brazos abiertos. Irene estudió corte y confección y encontró en la ciudad valletana a su clientela. Confeccionó trajes y vestidos de un día para otro y trabajó hasta el amanecer para terminarlos. Siempre dejaba un toque personal en su ropa. Esta “angloargentina” se entregó por completo a su pasión: la costura. Irene Lucek llegó a Allen cuando, como ella dice, “no tenía muchas cosas”. El casamiento con Ismael Sigampa la trajo para estos pagos. Ella nació y creció en Estados Unidos, en Pensilvania. Su padre había llegado a las costas americanas desde Europa con un amigo, Tomy Sabasky, y allí ambos se casaron. Desafortunadamente, la madre de Irene falleció cuando ella era un bebé. Irene se crió con su padre y con la familia de Tomy, que la recibió como su propia hija. “Nunca nos faltó nada” dice, porque su padre era panadero y Tomy zapatero. Cuando tenía tan sólo 15 años conoció a Ismael Sigampa, de unos 20 años, en la casa de una amiga y un día le pidió casamiento, al mes de conocerlo se estaba casando. Ella aceptó sin estar “muy enamorada” y como era menor debió presentarse ante un juez para poder casarse. Fueron a la Corte Suprema que quedaba en Philadelphia. “El juez me preguntó por qué me quería casar, si estaba obligada, si tenía algún problema. Yo le dije que no, que él me había pedido y bueno, me voy a casar”, dice Irene y riéndose agrega “yo no era de salir ni nada, yo era de cuidarme, pero por culpa de mi amiga… me embromé!!”. Y se embromó nomás, el 28 de Junio de 1929 Irene caminó hacia el altar y partieron. Así fue que llegó al puerto de Buenos Aires. No hablaba castellano así que le costó mucho. Justo llegaron en plena crisis del ’30. Su marido tenía a su tío en Argentina, era ingeniero agronómo y le dio trabajo a Ismael. La prodigiosa memoria de Irene le permite acordarse de las fechas exactas del viaje: zarparon de Nueva York en el Southern Star (Estrella del Sur) el 9 de Julio del ’29 y llegaron a Buenos Aires el 5 de agosto. Estuvieron allí un tiempo y después de nacer María, su primera hija, partieron a La Rioja donde vivía toda la familia Sigampa, allí nacieron Juan Argelino y Elizabeth, sus otros dos hijos. Viajaron por varias partes del país hasta que finalmente se asentaron en Allen. Cuando el ferrocarril se detenía ruidosamente en la estación de Allen, Irene se preguntó: “Ay, ¿a dónde vamos?”. Primero pararon un tiempo en el Hotel España hasta que se desocupó una casa del galpón en el que trabajaba Ismael y se mudaron allí. En Allen nació su última hija, Irene Mercedes. Cuando era joven quería ser enfermera y costurera. Pero sólo un deseo se hizo realidad. Irene recibió su diploma de corte y confección en Buenos Aires y trabajó un tiempo allá para la casa de modas Garvi, una de las más importantes de aquellos tiempos. Ahí tenía muchas clientas. Incluso iba una baronesa de Alemania y la casa de modas eligió a Irene para que le explicara lo que quería en inglés. Ya en Allen no se animaba a trabajar como costurera. Pero un día una señora vio un vestido que ella le había hecho a su hija y le encantó. La señora era dueña de un conocido negocio de aquel momento, la tienda Ideal. Así fue que Irene comenzó a vender su ropa en Allen. “El vestido que vio lo había hecho a mano, todo fruncidito, fruncidito… yo no tenía máquina”. Recuerda que en aquellos tiempos había una joven que siempre paseaba a caballo e

Irene quedó muy impresionada; era la hija del Dr. Velazco y también fue una de sus primeras clientas. Pero después se compró una Singer, que aún tiene, y más tarde una Overlook. La clientela fue aumentando, Sra. de Eidilstein, Ethel Bentata, Hilda Viera, Sarita Sitzerman, Sra. Flügel, la Sra. Clara de Vaisman, entre muchas otras, eligieron sus diseños, cuidadosos, elegantes, con bordados originales que fueron casi un sello en muchos de sus vestidos. Irene aún hoy se sorprende de la cantidad de personas a las que vistió. Tuvo tantos clientes que se pregunta “¡¿cómo hice para hacer tanto?!”. Trabajó para familias muy conocidas y prestigiosas no solo de Allen sino también de la región. Vestidos de novia, de egresados, trajes de civil, bautismos, son algunas de las cosas que Irene cosía para sus clientes. Estaba presente en cada detalle de la ropa desde ir a comprar la tela junto a la clienta hasta la diseñar la ropa interior que debía usarse con el vestido. “A mí me gustaba mucho, me dedicaba completamente a mis modelos, a mis clientes” cuenta Irene. Muchas veces tuvo que quedarse trabajando hasta el amanecer porque alguna mujer quería un vestido para salir al día siguiente y tenía que trabajar toda la noche para dárselo a tiempo. Así es que hacía trajes, vestidos y todo tipo de ropa de un día para otro. Su trabajo era muy admirado en Allen. “Una vez un cura me dijo: ‘es la primera vez que veo a una criatura verdaderamente vestida para un bautismo” dice Irene orgullosa. Y así cuando se separó de su marido, a los 30 años, era una mujer independiente, tenía su cartera de clientas y podía mantenerse sola. Su método de trabajo consistía en no dibujar, solo miraba el modelo, cortaba la tela y la cosía. Pero por supuesto tenía que adaptarlo al gusto y el cuerpo del cliente. Hizo ropa de hombre por un tiempo, pero después dejó porque no se “veía en eso”. Le gustaba bordar, nos muestra alguno de sus últimos bordados y nos recuerda que “no bordaba manteles ni nada por el estilo”, sólo la ropa que ella elaboraba, especialmente para la Sra. de Sitzerman. Polleras, vestidos, bolsillos, a todo le hacía detalles para darles delicadeza y dejar su marca personal en ellos. Nunca hizo un vestido que no le saliera como ella quería, porque “si no me gustaba lo desarmaba y empezaba de nuevo”, dice Irene con su hermosa sonrisa. Con sus 94 años, Irene ya no puede coser más. El último traje que hizo fue a los 79 años. Una de sus nietas, Silvia, heredó la profesión y estudió diseño de indumentaria en Buenos Aires. “Una de mis hijas”, dice Irene, “tiene una mano linda para el bordado”. Nunca les enseñó inglés a sus hijos quizá por aquellos años en La Rioja donde la familia de su flamante marido no le gustaba escucharla pues temían que “hablara mal de ellos”. El castellano “empecé porque me gustaba leer y para mi la primera revista era el Para ti”. Con ella aprendió pero le brillan sus ojitos cuando sabe que puede encontrar alguien con quien hablar su idioma nativo. Hablaba con los mormones de la Iglesia de los Santos de los Ultimos Días “venían chicos americanos con los que aprovechaba a charlar en inglés. La costura y el bordado fueron las pasiones de su vida. Desde Estados Unidos a Argentina, Irene siguió a su marido y aquí encontró su profesión. Su amor por la costura hizo que siguiera con sus creaciones hasta que sus ojos dijeron basta. Ahora repite algo melancólica: “trabajé hasta casi los 79 años, que dije no puedo más y ahora lo extraño, pero no puedo coser más”. Dijo Irene durante la entrevista: -

“Me dedicaba completamente a mi modelo, a mis clientas”.

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“La mayoría de gente cuando me ve, me dice Yo todavía tengo aquel vestido que me Ud. me coció, como guardándolo… yo siempre daba gracias a Dios, que diera a mis manos, que pudiera trabajar” “Yo no puedo criticar a otras modistas, cada uno tiene su estilo” “ A mi me duele mucho ver que la gente no ayude nada al pueblo, por que el que verdaderamente (…) vive a acá tiene que ayudar, yo siempre reniego cuando veo que pasan cosas, a estos que le pagan para no trabajar, ¡por que no los hacen trabajar!? Si yo veo que cobran sin trabajar!! Pero esa gente que cobra y no trabaja ¿para que la queremos? Háganla trabajar!!!”.

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