ISABEL la, REINA DE INGLATERRA*

ISABEL la, REINA por DE INGLATERRA* MARIE LANGER Isabel de Inglaterra siempre ha sido una figura enigmática para sus contemporáneos y para sus hi

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ISABEL

la, REINA

por

DE INGLATERRA*

MARIE LANGER

Isabel de Inglaterra siempre ha sido una figura enigmática para sus contemporáneos y para sus historiadores. Era incomprensible para todos cómo una mujer podía desempeñar su papel. Es cierto que Inglaterra admitía la posibilidad de una reina gobernadora. Pero iba implícita la idea de que quien reinara de hecho sería su esposo, que una mujer no sabía gobernar. Además, ¿por qué Isabel se había quedado soltera? ¿Por su carácter frívolo y dominante, por una anomalía física -tal vez que ella ni siquiera era mujer- o por sus vicios secretos? Estas eran las preguntas que se hacían sus adversarios, mientras que sus amigos simplemente no entendían lo que pasaba. . Hace poco la excelente biografía de J. E. Neale ** cayó en mis. manos, dándome la oportunidad de comprender a mi manera el enigma de Isabel. Comprendí la causa de su soltería, comparándola con mujeres de ahora, mujeres vistas en análisis o en el hospital, pero siempre con mujeres que por su historia y su constelación infantil habían tenido dificultades serias o impedimentos totales para el logro de la maternidad. Lo que cada una de estas mujeres en su historia infantil tenía en común con Isabel era que a su madre o sustituto materno le había ocurrido algo trágico o algo que la niña había interpretado ••• Conferencia dada en la Asociación P'sicoanalítica Argentina, en setiembre de

1954.

.•..•.J. 'E. NEALE: La Reina Isabel de Inglaterra. Biografía histórica de tilla mujer que mantuvo el cetro británico durante 44 años. Editorial Claridad, Buenos Aires, 1947.

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como tal, en relación con su maternidad, y que el temor y el sentimiento de culpa por esta tragedia impedían más adelante a la niña la identificación con su madre en su papel materno. Eran mujeres que, de niñas, en su inconsciente habían odiado a su madre intensamente, porque ella deseaba tener otros hijos, o porque quedaba embarazada aunque abortaba después, o porque llegaba a tenerlos, abandonando a la niña. En su odio la niña desea muchos males a la madre y más adelante no puede convertirse ella misma en madre, porque significaría convertirse en algo odiado, atrayendo sobre sí todos los males que le ha deseado antes. Ahora bien, ustedes podrán objetarme que esta situación es común a todos, porque todos, como amamos a nuestros padres, los odiamos al mismo tiempo. Efectivamente es así. Pero si este odio alcanza demasiada intensidad y si colaboran otros factores más, otros factores que aumentan la culpabilidad por este odio, puede convertirse en causa de la incapacidad posterior de la mujer para tener hijos. Este odio a la madre puede ser intensificado por la conducta de ella hacia la hija, porque la rechaza por ser mujer, porque la niña se sienta responsable de desgracias maritales de la madre y por muo chas otras causas. Pero hay un factor específico, que he encontrado en' la mayoría de los casos estudiados por mí. Si la niña cree en su mente infantil, llena de magia, que su odio ha tenido realmente consecuencias graves, porque realmente han ocurrido desgracias en su familia que se vinculan a este odio, entonces ella no se atreverá más adelante a tomar el papel de madre y a exponerse a la venganza del destino. Estas desgracias son graves accidentes, ocurridos a sus rivales inmediatos, los hermanos menores, o -y esto es peora la madre misma, o a un sustituto materno. La muerte de la madre durante el parto, una psicosis puerperal u otros accidentes similares tienen consecuencias para la niña. Más adelante sufrirá de incapacidad física de tener hijos, esterilidad e infertilidad. Encontramos también los mismos factores en un trastorno tan histérico como el falso. embarazó. En todos estos casos se trata de mujeres con vida sexual, que en un plano consciente tratan de embarazarse y de tener un hijo, pero que no logran tenerlo por un impedimento psicosomático. El problema de Isabel I parece distinto. Ella murió soltera, proba.

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blemente virgen, no puede ser considerada estéril. Sin embargo, creo . que todos los trastornos que impiden a la mujer tener hijos, sea esterilidad, infertilidad, embarazo extrauterino, eto., son distintas expresiones del mismo conflicto. En Isabel ha debido de existir, pues, aparte de todas las causas políticas complicadas que podían llevarla a quedarse soltera, un oonflicto similar al visto en distintas mujeres en la actualidad. Ella tuvo muchas veces la oportunidad de sentir .su odio como omnipotente por desgracias ocurridas a su madre y a sustitutos maternos, y a su amor para con ellas como impotente para evitar la desgracia o hasta como dañino en sí. De una u otra manera trágica, todas sus rivales quedaron eliminadas. Y siempre en relación con lo sexual y con un fracaso en su propia maternidad. Para una reina lo más importante del matrimonio era obtener descendencia. Para Isabel eso estaba prohibido. Por eso creo que su huída del matrimonio correspondía a la misma constelación que encontramos en la esterilidad psicógena y era la defensa más segura contra la mater-' nidad peligrosa. Se ha dicho de Isabel que rehuía el matrimonio por padecer de una anomalía física, algún trastorno, que la colocaba en una posición intermedia entre mujer y hombre, Sin embargo era una mujer sana, atractiva y -de jovende un físico exquisitamente femenino. Otros le atribuían, por el contrario, una vida amorosa intensa, promiscua y frívola. Pero nunca nada pudo ser comprobado. En todo caso, se ha murmurado mucho sobre la vida amorosa de Isabel. En eso entraba la exageración y la intriga política. Sin embargo dos veces el parlamento, sus consejeros y su pueblo estuvieron justificadamente alarmados, temiendo que su reina gobernadora cometiera una locura. Es decir, que dos veces estuvo realmente enamorada. Pero el segundo amor ya tenía su carácter muy específico e irrealizable. Quiero presentarles ahora a Isabel en su primer amor de reina, que parece tan normal como el amor de cualquier mujer joven, pero cuyo desenlace trágico' no solamente influyó en su futuro, sino que, según yo creo, ya fué una consecuencia de su pasado. Ocurrió cuando Isabel tenía 23 años. Un año antes había subido al trono y había afirmado al parlamento que no quería casarse, que eligiría como destino la virginidad. Que lo que le importaba no era el amor, sino su reino y la dicha de sus súbditos. Sin embargo se enamoró al año

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siguiente de Sir Robert Dudley, un hombre elegante, atractivo, audaz, bastante mayor que ella y casado con Lady Amata en un matrimonio estéril. El enamoramiento de Isabel era violento y, muy en contra de ·10 común en ella, indiscreto. Sir Robert, hombre ambicioso, hizo todo lo que pudo para conquistarla, abandonando a su mujer en su castillo lejano. Se dedicaba plenamente a Isabel. Surgió el escándalo. Murmuraban que ella se le había entregado, que estaba encinta. Toda Europa estaba observando el desarrollo del idilio. Sus consejeros se desesperaron, intentaron frenarla en toda forma posible. Ella no hacía caso a nadie: estaba enamorada. Y ocurrió la desgracia, que parece tan de acuerdo con toda la historia de Isabel, que es como si ella la hubiera provocado, aunque sólo sea por haberse enamorado de un hombre casado. Posiblemente el mismo día en que Lord Cecil, el miembro más importante del consejo privado de Isabel, en su desesperación tomó como confidente a Cuadra, embajador de España, para contarle que temía que Sir Robert podría matar a su mujer para poder casarse con Isabel -era el 8 de setiembre de 1556-, encontraron a Lady Amata muerta, con la base del cráneo rota, al lado de la escalinata de su castillo. Se había suicidado a causa del abandono de su marido y de las murmuraciones de la gente sobre la posibilidad de un casamiento entre éste y la Reina. Para cualquier mujer la muerte trágica de su rival hubiera significado un grave cargo de conciencia. Para Isabel, dada su historia anterior, fué un golpe definitivo. Aunque su amado estaba libre ahora, nunca más se hahló de casamiento. Por lo contrario, años después lo propuso 'como esposo a su gran rival, la reina María de Irlanda, es decir, intentó devolverlo a una imagen materna. Y nunca más se enamoró, hasta la época en la cual sus años ya le permitían eludir cualquier rivalidad con la madre. Anteriormente a Amata Dudley, cuatro mujeres influyeron fundamentalmente en la vida de Isabel Todas eran reinas. Isabel debía el haber sido engendrada a la infertilidad de Catalina de Aragón, la primera mujer de Enrique VIII. Su madre, Ana Bolena, fué decapitada por no haber podido dar a luz un príncipe heredero. Su madrastra, Catalina Parr, murió en el parto. La incapacidad de tener descendencia destruyó el matrimonio, la felicidad, la salud mental y física de su hermanastra, la reina María, llevándola a una

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muerte prematura. A raíz de esta muerte, Isabel llegó al trono. Pero ¿cómo explicar que todas estas mujeres hayan sufrido trastornos grao ves en su maternidad? ¿Era la medicina deficiente de la época? ¿Era la buena estrella de Isabel, que se libraba así de sus rivales? No creo. También en esta época la gran mayoría de las mujeres eran capaces de dar a luz un hijo sano. ¿Por qué entonces no las reinas, rodeadas de toda clase de cuidado? La mujer quiere tener un hijo por una necesidad biológica. Lo quiere tener por múltiples causas psicológicas. Pero una de éstas será siempre demostrar que ella es buena, intacta y libre de culpa. Antes se decía que Dios daba los hijos. Pero también hoy en día, aunque sea en forma distinta, cada una lleva su dios adentro. ¿ Qué fuerza puede haber existido dentro de estas mujeres, que les negaba el hijo anhelado con tanta ansiedad? Cada una tenía su destino propio, pero algo tenían en común. n-an reinas y tener descendencia y especialmente un hijo varón les era casi imprescindible para asegurar su condición de reina, . su' seguridad y felicidad y hasta, como para Ana Bolena, su vida. Dentro de ellas deben de haberse reprochado el aprovecharse de su futuro hijo para obtener seguridad; y el proceso normal, pero tan complicado, de la fecundación, del embarazo y parto debe de haber sido trabado e interceptado por todas sus ansiedades y necesidades. Si se sentían culpable de algo, el castigo más adecuado, aunque más cruel, que su conciencia moral les podía imponer, era la incapacidad de engendrar o dar a luz ese hijo sano. Tenerlo hubiera significado la prueba más convincente de su inocencia y derecho al trono que podrían ofrecer a sí mismas, al rey y al pueblo. Por eso fracasaron. y como era una prueba tan clara y difícil al mismo tiempo, y como Isabel a cada paso de su evolución había visto fracasar a cada una de ellas en esta prueba, ella misma, cautelosa y prudente, como era en todo, la evitó, protegiéndose con su soltería. La primera de las cuatro reinas que influyeron tan fundamentalmente en la vida de Isabel, fué Catalina de Aragón, la primera esposa de Enrique VIII. Ella era la viuda de su hermano mayor. Mujer culta e instruída, muy española y católica, llevaba seis años a su segundo esposo. Había sido trágicamente desafortunada en sus alumbramientos. Cinco criaturas, tres de ellas varones, habían nacido muertas o murieron poco después de nacer. Únicamente una

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hija había sobrevivido. En 1572, cuando ella ya tenía 42 años, estaba obesa, triste y agotada y no le quedaban más esperanzas de matero nidad, Enrique se decidió al divorcio. Es cierto que ya estaba enamorado de Ana Bolena, pero es cierto también que había sido, dentro de los conceptos de una corte y de esa época, un .buen marido, y que nunca se hubiera decidido por el divorcio, si no hubiera sido por la esperanza de obtener de Ana un hijo legítimo. María, la única hija viva de Catalina y de él, tenía derecho al trono. Pero la idea de una reina gobernadora aterrorizaba a todos. Su casamiento siempre sería la causa de muchas complicaciones y no se concebía la idea de una reina soltera. El pleito de divorcio tardó tanto que Enrique y Ana finalmente no esperaron más. Empezaron a vivir juntos y cuando Ana quedó encinta, el rey rompió con Roma. Como Isabel debía su existencia al fracaso de Catalina en su maternidad, era también la causa inmediata del establecimiento de la Reforma inglesa. Pero esto ocurrió antes de que ella naciera y que se supiera su sexo. Se esperaba el príncipe heredero. Ana Bolena lo esperaba con toda su alma. Cuando Enrique VIII se fijó en ella era una criatura joven, frívola, orgullosa y encano tadora, contrastando su carácter alegre con la amargura de Catalina. Su encanto residía principalmente, aparte de sus atractivos físicos, en su optimismo y seguridad. Tenía que supeditar su destino durante largos años a las alternativas del pleito de divorcio. Pero esperaba tranquila, sabía que iba a llegar a ser reina .. Al poco tiempo de juntarse con Enrique, quedó encinta. Estaba segura. Enrique repudió a su mujer por ella y su embarazo y rompió con el Papa. Dios había demostrado de qué lado estaba, al darle la bendición de una fecundación rápida y un embarazo fácil. Y ahora iba a demostrar a todos que ella podía ser una reina mejor que su rival humillada, dando al rey un príncipe heredero. Como ella, pensaba Enrique, pensaba el pueblo. Pero nació una princesa. Todo no estaba perdido. Ana era joven, su primer hijo había .nacido sano y sin complicaciones. En un futuro próximo iba a dar un príncipe al rey. Pero con el nacimiento de Isabel algo había cambiado. Dentro de ella, en Enrique y en la corte que ahora se atrevía a murmurar, a intrigar contra ella, presintiendo su fin. Enrique empezó a distanciarse y a buscar diversión con otras mujeres,

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-ella a amargarse, a hacerle escenas violentas de celos, intolerables para un rey del temperamento de él. Además, esta vez tardó un -afio, hasta poder anunciar un nuevo embarazo. Enrique volvió. Pero resultó que se había equivocado. Debió ser un atraso menstrual. Su 'cuerpo ya no respondía como antes y la necesidad enorme del hijo :ya trastornó su funcionamiento biológico normal. Pero Ana siguió luchando. Meses después quedó realmente -embarazada, Enrique se apaciguó. Por otra parte, mientras vivía -Catalina de Aragón, no iba a tocar la situación de Ana, para que no .se planteara de nuevo el pleito sobre los derechos de su primera mujer. y menos ahora que Ana estaba encinta. Catalina estaba mal, -enferma y gastadavMurió el 7 de enero de 1535. Antes del nacímiento de su hija mujer. Ana tal vez hubiera vivido la muerte de .su rival como un triunfo más, como un nuevo indicio de la ayuda de Dios. Ahora era distinto. Parece que ya no pudo resistir al sentimiento de culpa y vencer definitivamente a una rival muerta. Los funerales de Catalina tuvieron lugar el 29 de enero. El mismo día Ana abortó de un niño varón. Como dice N eale, había abortado .a su salvador. Lo demás fué rápido, Catalina había muerto, Enrique estaba libre. Ana lo había defraudado tres veces y había perdido su amor y su fe. Otra tendrá que darle el hijo varón. El 2 de mayo Ana fué -encarcelada en la Torre y acusada de adulterio con muchos e incesto -con su hermano. El 19 de mayo, después de haber sido anulado su matrimonio con Enrique por estas causas, fué ejecutada. Isabel, a la edad de dos años y ocho meses se había convertido en una princesa, ·en la hija bastarda de un rey y una ramera. Enrique VIII se casó cuatro veces más. La tercera mujer, Juana Seymour, le dió el hijo anhelado y murió en el parto. Se separó de la cuarta e hizo ejecutar a la quinta. Solamente con la última llegó a una convivencia más tranquila y prolongada y la última, Catalina Parr, intervino directamente en la vida de Isabel. Fué su segunda madre y una madre cariñosa. Cuando Enrique se casó con ella, Isabel tenía diez años. Posiblemente fué la primera vez que veía a su padre en un matrimonio seguro y con una mujer que le tenía simpatía y

la trataba maternalmente. estado

Catalina Parr ya no era poven, había

casada, tenía experiencia,ca1ma

y dones diplomáticos.

Logró

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con Enrique lo que ninguna de sus antecesoras habían logrado. SUpO' manejar al rey. Es cierto que Enrique ya no era el de antes. Seencontraba muy avejentado no tanto por los años, sino por abusos. y enfermedades. Isabel veía a sus padres a menudo pero no convivía con ellos. Cuando tenía trece años y medio, después de la muertede su padre, se trasladó a la corte de Catalina, que se había convertido ahora en reina madre. Catalina Parr, tres meses después dela muerte del rey, se casó de nuevo con Thomas Seymour. Posiblemente Isabel entró por primera vez en una constelación: edípica. Hasta la muerte de Ana, ocurrida cuando tenía dos años y .ocho meses, había tenido madre y parcialmente había convivido con ella. La había visto embarazada, se había enterado de su muerteterrible, de su degradación y de que su padre omnipotente, el rey, era el causante de lo ocurrido. Pero nunca había visto convivir a. sus padres, ni tenido oportunidad de experimentar celos frente a la. escena primaria o de sentirse atraída eróticamente por su padre.. Recién entrada en la pubertad, cuando normalmente se recrudece' de nuevo el complejo edipico, Isabel se enfrentó, sin experiencia pre-via, con toda la intensidad de su temperamento, con la pareja pa-rental, Ésta estaba formada por Catalina Parr, que ella quería bien, ypor Tomas Seymour. Daré algunos datos de él, que permiten com-prender su actuación. A la muerte de Enrique, su único hijo, nacidode su unión con Juana Seymour, fué hecho rey. Como todavía era' un niño, su tío, Somérset Seymour, asumió, después de algunas in-trigas, el papel de protector. Thomas Seymour era su hermano menor. Tenía en esta época 38 años, era soltero, ambicioso, atractivo y algofanfarrón. Empezó en seguida la lucha para conquistar por todos. los medios el favor del joven rey y derrocar a su hermano del poder. Un punto fundamental en sus planes era enamorar a Isabel paracasarse con ella. Pero pronto se dió cuenta de que el parlamentonunca daría su consentimiento. Entonces se conformó con el casamiento con Catalina, la reina madre. En un primer momento la buena relación entre las dos mujeres; subsistió. Para Catalina, mujer madura y segura de sí misma, Isabel era una niña, de la cual no iba a tener celos. Para Isabel, conscientemente no existía el planteo amoroso. Muy estudiosa y ávida de-

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.dominio intelectual, dedicaba casi todo su tiempo al estudio del .griego, del latín y de otros idiomas. Pero fué Seymour quien poco .a poco estableció una relación muy especial con la joven. Bromeaba con ella, jugaba con ella, la visitaba por la mañana en su alcoba, :para despertarla con juegos aparentemente inocentes. La gente empezó a murmurar y la institutriz de Isabel, alarmada, se quejó a la reina :madre de la conducta de su esposo. Catalina, en un primer momento, reac~ionó bien. Decidió entrar en la situación, y los juegos medio infantiles, medio amorosos, se desarrollaron ahora entre tres. Pero poco a poco Catalina pudo observar que Isabel estaba cambiando. 'Que se ruborizaba cuando se mencionaba delante de ella a Seymour, que ora lo buscaba, ora lo rehuía. Catalina perdió su seguridad, su 'buen humor. Además, estaba nerviosa últimamente, por encontrarse -embarazada. Empezó a reflexionar, a dudar y tomó la decisión, aparentemente inesperada, de alejar a Isabel de su casa. Sin embargo Isabel se fué en buenos términos. Todavía se conserva la correspon-dencia cariñosa entre las dos mujeres, posterior a la separación. Ésta se había producido en semana santa. En septiembre murió Catalina -en el parto. Durante todo este tiempo Seymour había seguido su complicada intriga en la lucha por el poder. La muerte de Catalina lo dejaba -en libertad y le ofrecía de nuevo la oportunidad de conquistar a Isabel, hermana muy querida del joven rey. Seymour era impetuoso ingenuo al mismo tiempo. Para conquistar partidarios para una .acción victoriosa, habló de más y con demasiada gente. Hasta que -el parlamento, descubriendo la trama del complot, lo detuvo, reunió toda clase de pruebas contra él y. lo hizo ejecutar. Una prueba fundamental falló: Isabel nunca admitió haber estado enterada, ni que Seymour la hubiera pretendido directamente o por intermedio de otros (su tesorero o su institutriz). Externamente Isabel se comportó en esta situación delicada con suma cautela, como una adulta o mejor aún. ¿Pero qué habrá pasado dentro de ella? Cuando entró en la situación era todavía una niña. Probablemente confundía sus sentimientos hacia el marido de su madrastra con un primer amor. Las consecuencias eran trágicas. ¿ Cómo Isabel, más adelante se permitiría querer, si su amor era destructivo? Si bastaba que se volviera celosa de su madrastra y

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del niño que ésta estaba esperando del amado, para que ella muriera, al darlo a luz. Si una de las acusaciones más graves que se hicieron a Seymour, fué haberla pretendido y posiblemente haber obtenidosu complicidad y su amor. Y aunque ella se callara y lo defendiera hasta el último momento, fué ejecutado. Ya había aprendido que era peligroso para las mujeres ser queridas por sus padres. Pero ahora había hecho una experiencia nueva. Que también su cariñó, tanto el .cariño ambivalente que había sentido por Catalina Parr, como el erótico-romántico por Seymour era destructivo. Pero Isabel no decía nada. Se retiró de nuevo a sus estudios y a su soledad. Su excursión dentro de lo que prometía ser una vida familiar normal, había sido breve. El hermanastro de Isabel siempre había sido enfermizo. Los hermanos se habían llevado bien, unidos en su fe protestante. Pero él murió cuando Isabel cumplió los veinte años, y subió al trono María,.. la única hija sobreviviente del matrimonio entre Enrique y Catalina de Aragón. Ahora Isabel era la segunda en el derecho al trono. Las relaciones de Isabel y María habían sufrido muchas alternativas. Cuando María contaba 18 años, su madre fué repudiada por el rey y 'ella declarada ilegítima por el inminente nacimiento de Isabel. Lógicamente, la odiaba en esa época y la odió mientras vivía Ana Bolena y ella debía humillarse delante de la pequeña intrusa. Después, las dos perdieron a sus madres, las dos cayeron en desgracia. Parece que entonces María adoptó el papel de hermana mayor o de madre y se ocupaba con cariño de Isabel. Pero mientras ésta crecía y se empezaba a notar cómo debía de ser un día la Isabel adulta, empezaron de nuevo las diferencias. María erafervientemente católica. Lo era por fe, pero lo era también para reivindicar a su madre y a España, ló era porque en la época de su máxima humillación, cuando ella ya no era princesa y tenía que rendir pleitesía a la recién nacida de una cualquiera, el apoyo indirecto a través de correspondencia e intrigas del Papa y de las cortes más importantes de Europa eran su casi único sostén. También lo era, porque la lucha por el mantenimiento del catolicismo daba a su propia lucha por la recuperación de sus derechos un contenido -, ultra personal y de apostolado. Pero principalmente lo era, porque su madre la había educado en esta fe. La situación de Isabel era

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muy distinta. No tenía madre en quien apoyarse, ni a quien recordar. El fin de su madre, aunque común en la época, había sido terrible. Para poder conservar su orgullo, eligió el camino opuesto al de su hermana. Mientras ésta siempre estaba en contra de su padre y únicamente después de largas luchas se sometió en apariencia a él y a sus exigencias, Isabel reprimió todo reproche contra él, toda reivindicación de su madre. Legítima o no, huérfana o no, se enorgullecía de él y compartía su fe. N o tenía madre, pero le bastaba con ser hija de Enrique. Creo que comprendemos mucho de su carácter, al darnos cuenta cómo superó la crisis grave de su primera infancia. Isabel, reina gobernadora soltera, mujer culta, independiente de juicio y valiente, para su época era incomprensible. Ni los protestantes más ferviente, felices con su advenimiento al trono, pudieron al principio concebir que ella, como mujer, reinara de hecho. Después hablaban de un milagro y de gracia de Dios, de la nueva Deborah que había superado y olvidado su sexo. Creo que la comparación más exacta no es con Deborah, sino con Palas Athena, nacida de la cabeza de Zeus. Isabel no tenía padres, tenía un padre, el rey. Físicamente y caracterológicamente se le parecía mucho. Y aquí tenemos una explicación más de por qué no eligió el camino del matrimonio, de una feminidad lograda y completa. Cuando miramos los retratos de la joven princesa o reina Isabel, encontramos a una joven delicada y femenina. Pero poco a poco, a través de los años de su reinado, su' identificación física con Enrique se hizo siempre más patente, convirtiéndose finalmente en una mujer imponente, pero de rasgos 'grandes, duros y hombrunos. Pero me estoy anticipando. Las relaciones de Isabel y María, después de la subida al trono de aquélla, en un primer momento fueron buenas. María estaba feliz y, ya no viendo rival en Isabel, no desconfiaba de ella. Además, estaba obsesionada por la idea de volver a su país lo más pronto posible a la religión verdadera. Por esta causa también se produjeron los primeros choques' con Isabel. Fué restituí da la misa en la corte, pero durante el mayor tiempo posible Isabel evitaba la asistencia, (;.v?ndo se enteró de que María ya estaba desconfiando de ella -porque ser protestante era también estar en contra de María y convertirse en candidata al trono para todos los protestantes disconformes con la política de María-, Isabel aparentemente

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se plegó. Pidió que le enseñaran la verdadera religión. Pero se mantenía bastante apartada, para dar a entender a sus partidarios que cedía únicamente por la fuerza. María tuvo que solucionar otro problema: el del casamiento. Era lógico que pensara en una alianza con España, pero era también lógico que tenía a todos en contra. Los nobles, porque entre ellos hubiera podido surgir un esposo-rey para ella y el pueblo que temía que a la imposición religiosa se sumara el sometimiento a un país extranjero. Sin embargo, como en el problema religioso, María, una vez en el poder y decidida a no sorneterse más, impuso de nuevo su voluntad y se inclinó por Felipe, el hijo de su protector, Carlos V de España. En cuanto hubo tomado su decisión, entró en un estado de apasionamiento tal como si realmente estuviera profundamente enamorada del hombre que nunca había visto. Tal vez lo estaba de veras, porque Felipe significaba España y España su madre. Cuando todo estaba decidido, surgió el primer complot serio contra ella. Un complot encabezado por Wiatt, y en el cual Isabel, a pesar de su cautela y de su simulacro de catolicismo, se vió envuelta. Frente a las más ligeras pruebas, María no dudaba en tomar medidas. En cierto punto justificadamente, porque quisiera Isabel o no, se había transformado en la contricante de María." Ésta era la reina católica y. en pro de España. Ella era la segunda en la sucesión al trono, protestante y bien inglesa. Quien estaba en contra de María, estaba en pro de ella. María actuó. Los complotados fueron ejecutados de la manera más terrible, e Isabel, contra la cual finalmente no se podían presentar pruebas claras, fué encerrada en la Torre. Entró, jurando su inocencia. Y se mantuvo afirmándola, a tal punto que María, después de algunos meses, tuvo que dejarla salir, mandándola a un castillo lejano, bajo custodia segura. María hubiera preferido poder eliminarla. Mientras viviera Isabel, no habría tranquilidad en el país. Y precisaba tranquilidad, para que pudiera venir Felipe. María tenía 38 años. Estaba apurada para poder casarse y tener hijos, antes de que fuera tarde. Y estaba igualmente apurada por cumplir su obra religiosa. Felipe llegó en julio. Aunque los londinenses lo recibieron fríamente, no se opusieron al casamiento, que tuvo lugar con toda pompa. Días después María reintegró a Inglaterra formalmente a la iglesia católica. El parlamento, contagiado por la emoción y el llanto de su reina, ;ecibió

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del legado del Papa la solemne absolución de su país. Simultáneamente se aprobaron las leyes contra la herejía. María era fanática. Necesitaba ganar su causa. La persecución de los herejes se llevó a cabo con tal crueldad y publicidad, que hasta los embajadores de los países más católicos se horrorizaron. El parlamento, al votar las leyes contra la herejía, nunca había previsto eso. El pueblo puso otro nombre a María. Ya no era más la católica, sino la sanguinaria. Pero, citando a Neale: en la devota mente de María no había lugar a dudas. Exaltado su ánimo por su casamiento y la reconciliación con Roma, aguardaba con ansias la máxima manifestación de la bondad divina, es decir: un hijo que heredase y preservase su obra. El día que pidió al delegado papal la absolución para Inglaterra, también le comunicó exaltada que estaba encinta. El dió inmediatamente la orden de que se cantase el Tedéum en todas las iglesias. "No temáis, María, exclamó el predicador de la catedral de San Pablo, pues contáis con el favor de Dios, y con su beneplácito, concebiréis un hijo en vuestras entrañas y le traerás a la luz del sol". Sin embargo, el pueblo dudaba de su embarazo. Al comunicar su embarazo, María, acusada por el pueblo por su casamiento con el extranjero, su vuelta a la religión abandonada y su responsabilidad por la tortura y muerte de los herejes, se sometía a unas ordalías: tener el hijo significará estar en la gracia de Dios. • Progresaba' el embarazo. Cuando se empezó a notar el estado de 'ánimo de María empezó a cambiar. Su exaltación cedió al temor de morir en el parto. Si esto sucediera sin que naciera un heredero vivo, Isabel sería reina y el furor del pueblo caería sobre Felipe. Para protegerle, se imponía llevar a Isabel a la corte y reconciliarse con ella. Pasaron los meses. El 30 de abril circuló por Londres la noticia de que había dado a luz un varón y se cantó un Tedéum, echándose a vuelo las campanas. Al día siguiente vino la desilusión. En mayo se esperó el magno acontecimiento de un momento a otro. Para dar ánimo a María, le llevaron tres niños hermosos dados a luz en un mismo parto por una mujer "de baja estatura y edad avanzada". En julio finalmente guardó cama. En agosto ya nadie dudaba de que no iba a nacer un niño, porque no existía embarazo. Felipe, harto de una mujer que él no quería y de un pueblo que le odiaba, tenía

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solo pensamiento: irse lo más pronto posible. A fines de agosto, dejó a María, para volverse -por corto tiempo como decíaa Europa. . María abandonó Londres, abandonó también la ilusión del embarazo: Dios había dictaminado en contra de ella. No iba a tener un hijo, que la justificase, ni un. heredero que prolongara su obra. ¿ Cómo se puede explicar lo que le había pasado aMaría? ¿Era una impostora que para retener al marido y engañar al pueblo había simulado estar encinta? Evidentemente, no. Eso no cabía dentro de su carácter y como mentira consciente hubiera sido una maniobra .demasiado burda y destinada al fracaso a corto plazo. María había sufrido una seudociesis, cuadro bastante raro y médicamente no del todo aclarado. La seudociesis no es como un atraso menstrual durante el cual la mujer fantasea un embarazo sin tener otros síntomas físicos. En la seudoeiesis, además de la fantasía de embarazo y la falta de menstruación; el cuerpo de la mujer sufre una cantidad de cambios que lo asemejan en alto grado al cuerpo de una mujer embarazada. El vientre crece y se abulta, los pechos se ingurgitan y producen a menudo colostro, hay movimientos intestinales espásmicos que simulan movimientos fetales, etcétera. ¿ Cuándo se produce este cuadro extraño? Entre nosotros se ve raras veces, pero entre los primitivos hay una sociedad en la cual ocurre con relativa frecuencia. Y es una sociedad en la cual la mujer ocupa una posición comparable, en límites, a la situación de María. Se trata de la gente de las Islas Marquesas *, donde hay menos hombres que mujeres. Por eso cada mujer está casada con varios hombres. Pero también su marido principal ocupa un poco el lugar de príncipe consorte. La mujer puede ser jefe de familia hasta formalmente. Tiene todos los derechos en lo social y sexual, pero está coartada en su maternidad. No es ella quien educa a sus hijos. La natalidad es pobre y por los frecuentes accidentes que ocurren durante el embarazo o parto -parecido a lo visto entre las mujeres de Enrique VII 1-, la maternidad es considerada como algo muy peligroso. Y estimado altamente, porque traer un hijo al mundo da mucho prestigio y seguridad social. Entonces allá la mujer, entre el deseo de ••• KARDIINER,

México, 1945.

ABRAHAM:

El individuo

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su sociedad. Fondo de Cultura Económica,

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tener un hijo y el temor de perderlo o de sufrir ella la muerte, se . decide a menudo a una transacción histérica. Inconscientemente si- . mula el embarazo y produce así una seudociesis. Como después no . nace un hijo de este embarazo ficticio, se acusa a un mal espíritubruja, la vehinihai, de haberlo comido dentro del seno de la mujer o de haberlo hecho destruir por otro espíritu, sometido a ella, el : fanaua. Es decir, quien roba el hijo es en el fondo la madre mala 1 o el padre, al servicio de ella. Volvamos al problema de las mujeres que rodearon. a Isabel. Ana Bolena se había mostrado más sana que María en su lucha ' contra un sustituto materno, Catalina de Aragón. Había sobrellevado bien un embarazo y había logrado un segundo. Eso, en vida de su rival Catalina. Pero cuando murió, cuando se transformó en su víc- . tima y espíritu vengativo, su conciencia no le permitió seguir adelante con un embarazo y conseguir la victoria definitiva sobre ella. Abortó el día de los funerales de su víctima. Seguramente las mujeres de las Islas Marquesas no se hubieran extrañado de esta coincidencia. Hubieran dicho que el espíritu de Catalina, disfrazado de Vehinihai, se había llevado al hijo de Ana Bolena, Ana Bolena había adquirido tardíamente su Vehinihai, la madre interna que prohibe y cela la maternidad de su hija. María la llevaba desde su infancia dentro de ella. Sabía que ya al nacer había desilusionado a su madre por ser hija mujer. Había presenciado muchos embarazos de su madre y muchos partos de los cuales nacieron hijos muertos. Probablemente en su inconsciente habrá deseado ese desenlace, pero al ocurrir en la realidad, se habrá sentido culpable. Era una adolescente, poco menor que Ana Bolena, cuando ésta, por su capacidad de embarazo, venció a su madre, quitándole todor : marido, trono, posición, pero privándola también a ella de todos sus derechos en favor de la hermanastra que iba a nacer. Odió a Ana Bolena y se habrá regocijado al ser ésta ejecutada. Su madre y Ana Bolena murieron con poco tiempo de intervalo. María lloró a Catalina, su madre, y triunfó cuando ejecutaron a la ramera, Ana Bolena. Pero en su inconsciente la situación debe de haber sido más compleja. Catalina y Ana, ambas eran madres y las mujeres del padre de María. Las circunstancias se prestaron para que María se sintiera libre de culpa en su duelo por la madre, desdoblando su imagen.

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{(:olocaba todo lo bueno, puro y amado en Catalina y lo malo y sexual en Ana. N o se reprochó su alegría por la muerte de Ana, porque era una alegría justificada frente a su conciencia. Pero cuando, muchos años después, ella llegó a ser reina, Isabel, la hija de Ami, su rival, la odiaba, desconfiaba de ella y temía su venganza. Dur~nte su supuesto embarazo, se vió llevada a reconciliarse con ella, para apaciguarla, para que no tomase el papel de la vehinihai vengativa. . Catalina representaba, pues, la madre buena, y Ana la mala. Pero en otro plano, Ana, la perversa, que había sido condenada por incesto era una parte de María misma. Ana había realizado lo que ella habrá fantaseado en sus deseos edipicos. Había conquistado al padre, echado a la madre de su lado y recibido una hija de él. Odiar y condenar a Ana era, pues, rechazar sus fantasías edípicas, condenar y negar su propia culpa. La negaba después de la muerte de Ana Bolena, y siguió negándola también más adelante. Por eso reinvindicaba tanto a su madre, luchaba por su fe y eligió, contra viento y marea, un esposo español. Así acallaba su culpa y demostraba a sí misma y a los demás cómo la había querido y lo inocente que era de su destino. Pero cuando tuvo que comprobarlo, exponiéndose a un embarazo, no pudo. Era estéril. Los acontecimientos de la infancia y adolescencia de María hacen comprensible su esterilidad. Tal vez, si no hubiera sido reina, si no hubiera existido tanta expectativa alrededor suyo, en espera de su hijo, si eso no hubiera sido el único medio de garantizar la seguridad de su marido y de retenerlo, ella se hubiera conformado y aceptado su esterilidad. Pero así no pudo. La seudociesis era un intento desesperado de negar su culpa, de salvar su matrimonio y su fe. Admitir la esterilidad hubiera significado confesar que Dios no estaba de su lado, que Isabel era mejor que ella. Hubiera sido aceptar la sucesión al trono de Isabel o admitir la victoria de Ana Bolena, su parte mala. No tenía salida. Catalina, la buena, había perdido el trono por no tener otra descerídencia que ella o hijos muertos. Ana, la mala, por no haber llegado al final de su embarazo. Ella, estéril, iba a caer víctima de complots e intrigas. La solución absurda en un plano racional, pero que le daba un tiempo más de respiro y seguridad, era un embarazo interminable que negara la culpa y mantuviera las esperanzas.

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. No pudieron ser mantenidas indefinidamente. Cuando Felipe se convenció ·de que no existía tal embarazo, se fué a Europa, María lo acompañó hasta Greenwich, de donde embarcó, y allí, viviendo cerca de un monasterio, que le permitía cumplir la disciplina de monja, aparte de sus obligaciones de reina, le esperaba de semana en semana, llorando, escribiéndole y rezando. Cuando pasaron los meses, se volvió melancólica Mientras tanto la situación de Isabel se había vuelto mucho más segura, gracias al fracaso de María como reina y al creciente apoyo de nobles, parlamento y pueblo para ella, nadie pensaba ya en la Torre. Pero persistían dos peligros: María podría' casarla o mandarla al extranjero. Entonces se produjo un nuevo complot. Y de nuevo, como era lógico, Isabel resultaba coma prometida. Pero mientras la primera vez María le había mandado a la Torre, esta vez le mandó sus disculpas, y con ellas un valioso anillo, por haber detenido a personas de su servidumbre. Después de nueve meses de ausencia, volvió Felipe. Se quedó tres meses, justo lo bastante para persuadir a su mujer de enredar a Inglaterra en su guerra contra Francia y provocar así el desastre bélico de Calais. Después todo terminó pronto. Una vez más, María, en su desesperación, recurrió a la ficción de creerse embarazada. Pero esta vez la ilusión se mantuvo poco tiempo. Abandonada por su esposo, estéril, acusada por su pueblo por la imposición de las leyes contra la herejía y por haber vertido inútilmente, en interés de causas extranjeras, sangre inglesa, se volvió cada vez más melancólica y enferma. Sobrevino lo peor. Frente a la insistencia de sus consejeros y apremiada por su salud desfalleciente, se vió obligada a ceder delante de su rival Isabel. La reconoció como sucesora suya, para morir poco después. Isabel, la hija de Ana Bolena, era ahora reina de Inglaterra. Una reina tan entusiastamente recibida y amada, como pocas veces habrá ocurrido en la historia. Una reina joven y radiante. Pero una reina con una triste historia tras ella. Sabía el destino de Catalina de Aragón. Muy niña había asistido a la tragedia de su madre. Tenía su parte y sentimiento de culpa por la muerte de su madrastra Catalina Parr y del esposo de ésta. Tras muchas angustias, intrigas y humillaciones, había sobrevivido a su hermanastra María, la católica.

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Isabel era inteligente. Sacó dos enseñanzas del fracaso de María. · Ésta había sido odiada por haber impuesto el catolicismo y un es· poso extranjero. Isabel restablecería la religión anglicana en su reino · y no se casaría nunca. La primera resolución jamás fué puesta en · duda. La segunda, a pesar de todo lo que Isabel. había visto como · peligros del amor y del matrimonio, se tambaleó al enamorarse de - Sir Robert Dudley, el más tarde conde de Leicester. Pero se impuso de nuevo, y para muchos años, cuando encontraron muerta a Lady Amata, muerta por la culpa de Dudley y de ella. Desde entonces, Isabel apoyándose en la identificación con su padre, y reprimiendo : el triste recuerdo de su madre, siguió sola su camino. En contra de los conceptos de su época, y. convenciendo muy paulatinamente a sus · consejeros, su parlamento y las cortes extranjeras, de que una mujer · podía reinar sola, independiente y con éxito, en una época tan difícil para Inglaterra que cualquier rey hubiera podido fracasar. Eso no impedía que sacara el mejor partido político de su condición de mujer. Inglaterra era pobre .en recursos económicos y guerreros. Parecía una presa fácil y necesitaba alianzas. Isabel las encontraba, empezando con los diversos príncipes una serie de intrigas y promesas matrimoniales interminables porque, con todo, era uno de los mejores partidos de Europa. No se trataba en serio de casarse sino de ganar tiempo y aliados para el momento. No había · enamoramiento, porque Isabel no conocía de sus pretendientes más .que algún retrato y los informes, desde luego entusiastas, de los res.pectivos embajadores. Sin embargo, de una de estas intrigas surgió inesperadamente una situación que .por momentos hizo perder' a Isabel su juicio frío y razonable y cuya pérdida sintió profundamerite como una renuncia definitiva -a su posibilidad de lograr el amor y de realizar una fantasía de maternidad auténtica. En 1570, cuando Isabel contaba 37 años, surgió, entre los muchos pretendientes, uno, que por muchas causas parecía más inverosímil , que los demás. Fué el duque de Alencon, hijo menor de Catalina · de Médicis, muchacho apocado, desfigurado por la viruela, que en esa época contaba 16 años. El proyecto desapareció, como había sur. gido, por razones políticas y sin ser tomado en serio en ningún momento por Isabel. En 1578 fué retomado por ambos, porque ambos se encontraron

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en situación política difícil y necesitaban el apoyo y prestigio que les podía dar el rumor de un casamiento entre ellos. Hasta ahora no hay nada de raro. Pero ocurrió lo inesperado. Alencon había cambiado mucho. Ya no era el muchacho enclenque y apocado de años atrás. Mostraba ahora una mezcla de ambición, valentía y romanticismo. Decidido, se lo jugó todo. Y surgió algo que general. mente encontramos únicamente en novelas cursis: un enamoramiento por cartas. Alencon empezó a bombardear a Isabel con cartas apa· sionadas y apasionantes e Isabel, sea en apariencia, sea por su edad, por su propio romanticismo frustrado y porque veía su última oportunidad de amor, entró en el juego. En 1579 Alencon mandó a su amigo íntimo a la corte de Isabel, para que la conquistara en su nombre. Efectivamente, éste logró transmitir a Isabel el anhelo y fuego de Alencon. Consiguió entrada a la alcoba de Isabel, para robarle prendas íntimas -un gorro de dormir, un pañuelo- para mandarlas a su dueño, hablándole y entusiasmándola con el amor de éste. Todos desconfiaban de él J del peligro de un casamiento con un extranjero. Se empezó a murmurar, a hablar de escándalo, a decir que Simier, por medios mágicos había conquistado no solamente el alma, sino también el cuerpo virginal de la reina. Por otra parte, ¿qué oponer a un deseo legítimo de la reina de casarse, si años atrás los mismos consejeros y el parlamento la habían suplicado que lo hiciese? Entonces se empezó a discutir en serio la utilidad del proyecto matrimonial. Había un argumento contra el casamiento que antes no había existido: la edad de la reina. Isabel tenía a la sazón 45 años, 46 hasta que se realizara el proyecto. Consultaron a sus médicos. ¿Se podría esperar todavía descendencia de ella? ¿Y si eso era susceptible de ocurrir, no había un riesgo muy grande de que ella no pudiera sobrevivir a un parto? Mientras tanto Alencon no esperaba que se decidieran sin haber sido escuchado por lo menos por la reina. Era el primero de sus pretendientes, que, despreocupado por prestigio, se decidió a ir a su encuentro. En agosto del mismo año, apareció, hábilmente disfrazado y con la ayuda de su amigo Simier, en la corte de Isabel. Sin que aparentemente nadie lo supiera, se trasladó al aposento de Isabel. Se encontraron y no se desilusionaron. Sinceros o no -será difícil de discernir- vivieron su idilio. Tam. bién es difícil afirmar, hasta dónde llegaron. Pero es de suponer que

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Isabel era demasiado reina, demasiado convencida de su dignidad y responsabilidad, para haberse entregado del todo. Y que, si hubiera ocurrido eso, no hubiera renunciado después. Todo eso no se sabe. Pero. lo que se supo a posteriori, fué, que pasaron. trece días con sus trece noches llenos de apasionamiento, de enamoramiento constante, de intercambio de valiosos regalos, de votos mutuos y hermosas promesas. Finalmente Alencon tuvo que irse. Pero ya desde Dover escribió cuatro cartas de amor a Isabel y tres de Boloña, asegurándole que no hacía más que secarse las lágrimas. ¿ Con todo, Isabel estaba seriamente enamorada? Es difícil de decir. Pero cuando el parlamento y el pueblo se convencieron de que esta vez ya no se trataba de un galanteo político, sino de un proyecto serio, surgió tal oposición, tal desconcierto y desesperación, que Isabel, tras larga lucha, renunció. Antes gritó, "lloró, persiguió con crueldad inusitada en ella a algunos opositores, se indignó y se desesperó frente a sus consejeros. Pero Isabel se indignó con razón. Siempre le habían pedido que se casase, que diese al país un rey y un heredero. Pero de hecho le habían quitado su última posibilidad de matrimonio y descendencia, y en cierto sentido la única. A Leicester, ella misma había renunciado, por sentimiento de culpa. Los demás pretendientes eran nada más que peones en un juego político. El primero y último al mismo tiempo, con el cual había pedido poderse casar, era Alencon, su rana, como lo solía llamar cariñosamente. Es interesante comparar los dos enamoramientos de Isabel. En el primero, cuando ella contaba 24 años, lo que la subyugó parecía . ser lo sexual. No apareció la idea de la descendencia, ni estaba ligada a Lord Robert, que vivía en un matrimonio estéril. En su enamoramiento preclimatérico, lo que prevalecía oficialmente era el anhelo del hijo. Pero si recordamos la historia de Isabel es de suponer que, por lo contrario, pudo enamorarse porque sabía íntimamente que ya no existía a su edad el peligro del hijo. Y también, porque al mismo tiempo encontraba en su joven amante -ella le llevaba veinte añosal hijo deseado por sus instintos maternales y nunca obtenido, a causa de la culpa ligada a su destino. ¿ Qué pasó dentro de Isabel en el plano afectivo en los años que transcurrieron entre su renuncia a Leicester y a Alencon ? Veintidós

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años que abarcaron la época de su madurez como mujer. No se le conocían amores, estaba plenamente dedicada al gobierno de su país y al manejo complicado de la situación internacional. Su lucha contra María Estuardo de Escocia era una parte importante de esta tarea. Analizando la opinión que Isabel tenía de María Estuardo, manifestada abiertamente en cartas y conversaciones, podemos pensar que esta lucha era una proyección de la lucha interna que ella llevaba contra su parte instintiva: su sexualidad contra Ana Bolena, dentro de ella. En lo externo, María era en todo lo contrario de Isabel. Era frívola, atractiva, sin pretensión de dominar por el intelecto, pero segura de sus recursos como mujer. Era católica, pero mientras las cosas iban bien, sin ningún fanatismo. Se había casado y había enviudado muy joven, llegando al trono de Escocia por herencia, sin sufrimientos, ni peligros. Una vez reina, ni pensó en seguir el sendero de Isabel. Se casó pronto, contra la voluntad de ésta, con Darnley, noble inglés, un joven atractivo e insignificante. A los pocos meses se cansó de él, tomando como amante a Riccio, un músico italiano. Quedó embarazada. Darnley, exasperado por la situación y por su desprecio e indiferencia, hizo matar a Riccio delante de ella, cuando estaba en el sexto mes de su embarazo. Con todo, dió a luz sin dificultades a un niño varón, Jaime, que posteriormente se convirtió en Jaime I de Inglaterra y Escocia. A Darnley no le sirvió de mucho haber hecho matar a Riccio. María pronto se enamoró de . otro y con su nuevo amante prepararon una trampa mortal a Darnley, en la cual sucumbió. Los nobles y el pueblo se indignaron. María fué llevada presa, acusada de asesinato, y encerrada en un castillo, del cual se escapó al cabo del año, cruzando la frontera con Inglaterra y pidiendo asilo a Isabel. Se inició una situación complicadísima. María, mientras dependía de Isabel, al mismo tiempo se sentía con derechos no solamente al trono de Escocia sino también al de Inglaterra. Isabel intentó durante mucho tiempo llegar a un arreglo. Surgieron complots e intrigas. María conspiraba continuamente. Mientras ella vivía e Isabel carecía de descendencia, era un peligro para ésta y para la fe protestante. Isabel la tuvo aislada, lejos de ella -nunca se habían visto las dos reinas-, protegiéndola y protegiéndose simultáneamente.

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Pero el parlamento y sus consejeros le insistían siempre en que para salvar la tranquilidad de su gobierno,' hiciese un pleito a María o la entregase a los nobles escoceses, por el asesinato de Darnley. En el año de la muerte de Alencon, ocurrido cinco años después de su idilio con ella, Isabel cedió. Se había descubierto la trama de una conspiración muy seria -la empresa- en la cual María, como plotada con las más importantes potencias católicas europeas, átentaba contra la vida de Isabel y la fe protestante. Sólo entonces cedió a las súplicas de sus consejeros y del parlamento, decidiéndose enjuiciar a María. Surgieron nuevas intrigas y dudas, pero el destino de María estaba sellado. Finalmente fué enjuiciada, condenada y ejecutada. María debe haber significado para Isabel, lo que Isabel en una época significó para su hermana, María la Católica. Personificaba su propia sexualidad peligrosa y llena de pecado. María era frívola, sensual y fértil Era todo aquello contra lo cual Isabel había tenido que luchar durante toda su vida de mujer, dentro de ella. Era Ana Bolena. María entró en la vida de Isabel cuando ésta tenía 27 años. En seguida se estableció entre ambas una relación llena de ambivalencia. Isabel la despreciaba y la perdonaba continuamente, intentando por todos los medios diplomáticos a su alcance controlarla y manejarla. Tenía 35 años cuando María misma se entregó en sus manos. Desde entonces, la mantuvo aislada, incomunicada, sin posibilidades sexuales, pero protegiendo su vida. Controlaba su correspondencia, conocía todo detalle íntimo de su vida. Como si intentara controlar en ella a su propia sexualidad, manteniéndola encarcelada y alejada de ella, pero sin decidirse de perderla del todo. Sólo cuando su última posibilidad de amor y goce sexual se había desvanecido, con el correr de los años y por la muerte de Alencon, sólo entonces decidió matar del todo a su sexo, firmando la sentencia de muerte de María: Isabel ya debía haber pasado el climaterio. Ya no se sentía mujer. Con esta firma también abandonó del todo a Ana Bolena, e, identificándose del todo ahora con su padre, comprobó públicamente la culpa de María, sustituto de Ana, sentenciando a ésta de nuevo. Los retratos de Isabel desde esta época en adelante nos muestran a

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una mujer grande, de rasgos toscos y hombrunos que ya no se parecen en nada a su cara graciosa de adolescente. Quisiera mencionar rápidamente el último episodio personal importante en la vida de Isabel. También este último episodio terminó 'en una tragedia, en la ejecución del ídolo adorado por toda Ingla'terra, el conde Essex, Él había hecho su aparición en la corte en 1587, el mismo año de la ejecución de María de Escocia. Su éxito -en la corte estaba asegurado de antemano, no solamente por su po.sición familiar -Essex era sobrino-nieto de Isabel e hijastro de Lei'cester-, sino por su extraordinaria hermosura, valentía e inteligen-cia, por representar la encarnación del ideal caballeresco de la época. .Isabel y él se acercaron en seguida y quedaron atrapados los dos -en una lucha amorosa y hostil, que iba a durar catorce años. Él lu-chaba con todos los medios: furia, declaraciones amorosas, desafíos, .seguidos de pedidos de perdón; para poder lograr sus ambiciones, imponer sus. amigos a la reina, manejar a Isabel. Ella entró en 'el · juego, pretendiendo domar su temperamento, para transformarlo de un joven aventurero rebelde en un razonable hombre de estado, sometido a ella. Al mismo tiempo, Isabel sentía un cariño sincero para -él, se desesperaba si lo sabía lejos y en peligro e intentaba retenerlo a su lado, ofreciéndole todas las ventajas de un favorito. Cuando · .Essex se había convertido en el vencedor de Cádiz, pareció que había .ganado la partida. Isabel ya no podía frenarlo. El pueblo lo idola'traba, cansado ya de ser gobernado tantos años por una reina, que -en la actualidad era una vieja, carente de atractivo sexual. Vino la · 'campaña en Irlanda y con ella el fracaso de Essex. Él no lo podía soportar, llegó a la traición y pactó con el enemigo. Isabel, como siem:pre en estas situaciones, estaba perfectamente al tanto. Ni quiso enitablar juicio contra él, pero lo privó de sus cargos, lo alejó de la 'corte y le impuso residencia forzada en su casa. Allí Essex, amar.gado pero no desanimado, organizaba su golpe de Estado. Todo su .amor filial por la reina se había trocado en odio. Él estaba decidido .a gobernar en lugar de ella, eliminándola, si fuera necesario, aunque formalmente iba a entregar el gobierno a Jaime Estuardo. Pre· paró el complot y falló. Su fracaso fué lamentable y de un ridículo patético. Finalmente él mismo se entregó en las. manos de la justicia y fué condenado a muerte. Todavía durante su juicio se mostró oro

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gulloso y lleno de rebeldía y desprecio por la reina. Pero muna· humildemente, admitiendo su culpa y maldiciendo su orgullo. Su ejecución ocurrió en 1601, cuando la reina contaba 68 años. Pareció después, como si él se hubiera llevado consigo todo el brillo de la corte, del reino y de la reina. Lo que siguió, fué la vejez, la decadencia, tranquilidad y depresión. Dos años después de la muerte de Essex, murió Isabel, resignada e indicando como su sucesor legal al trono a Jaime, el hijo de María Estuardo, uniendo así Inglaterra con Bscocia. ¿Qué amaba, rechazaba, controlaba y finalmente mataba Isabel' en el joven Essex? Creo que como María de Estuardo significaba para la reina su parte Ana Bolena, Essex representaba otra parte de ella. Cuando ella, de adolescente dependía de su hermanastra, la reina: María, su relación con ella oscilaba entre una humildad y un sornetimiento aparente y una rebeldía y unas intrigas más o menos secretas. Quería llegar al trono, necesitaba llegar e iba a llegar. Lo que Isabel adoraba, controlaba y condenaba en Essex era su parte adolescente, proyectada en un varón valiente. Cinco mujeres desgraciadas en su fin influyeron sobre Isabel' y la obligaron a renunciar al amor y a la maternidad. Isabel quedó soltera por la imposibilidad de identificarse con ellas, por temor de sufrir su mismo destino y para reparar lo que había destruído en sus fantasías infantiles. Cuando ella estaba por nacer, sus padres. se querían y, para fortalecer 'su unión, adoptaron e impusieron la: fe protestante. Después nació Isabel y -eso era su primera culpa-o nació mujer. Más adelante tuvo celos de su madre, y su nuevo embarazo y la unión de sus padres se derrumbó, convirtiéndose su padre en el verdugo de su madre. Inconscientemente, Isabel debió experimentar la tragedia de sus padres como la consecuencia de su odio y sus celos. En su vida ulterior esta situación de la pérdida de la madre' amada y odiada se repitió de nuevo cuatro veces en distintas formas, llevándola a la renuncia definitiva. ¿Podemos decir por eso que Isabel fué desgraciada? Evidentemente, no. Era el suyo el reino más pacífico y constructivo que haya: conocido Inglaterra. Isabel estableció la unidad religiosa y, extendiendo la fe protestante por su patria, perpetuó así la religión surgida de la unión feliz de sus padres. Tras su muerte sin descendencia, y

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siguiendo sus planes, logró la unión nacional de la Inglaterra de hoy. Uniendo a Inglaterra y Escocia por su muerte, unió la tierra de María ',y de Enrique VIII, unió de nuevo a Ana Bolena con su padre. Gracias .a su renuncia y deseo de reparación, reinó con capacidad de hombre .como reina virgen. Era clemente y tolerante hasta frente a los traidores. Dos veces, únicamente, se la criticó con severidad, se le reprochó haber sido cruel: cuando hizo ejecutar a María de Escocia, ·que para su inconsciente debe haber significado eliminar a través de ésta a su propia parte sexual, e, identificándose por culpa con su .padre Enrique VIII, matar en María de nuevo a Ana Bolena. La segunda vez, cuando, aunque con profundo pesar, hizo ejecutar al ídolo de su pueblo, al joven Essex, imagen masculina e idealizada de ·ella misma, joven, ambiciosa y traidora en su lucha por el gobierno -del reino, el trono de su padre.

RESUMEN La autora intenta aclarar las causas de la soltería y los episodios de la vida amorosa de Isabel I de Inglaterra, analizando las consecuencias psicológicas que habrán tenido sobre ella el fin trágico de su madre, Ana Bolena, y de otras mujeres, sustitutos maternos para ella. Basándose en sus estudios realizados en pacientes estériles, llega a la conclusión de que en Isabel las angustias profundas siempre relacionadas con la maternidad se habían intensificado tanto, a raíz de los acontecimientos ocurridos durante su infancia y adolescencia, que ya no le quedaba otro camino que rehuir -el matrimonio. RÉS Elizabeth

UMÉ

1 Reine d'angleterre

L'auteur essaye d'élucider les causes du célibat et les épisodes de la vie amoureuse d'Elizabeth I d'Angleterre en analysant les conséquences psyehologiques que la fin tragique de sa mere Anne Boleyn, et d'autres femmessubstituts maternels-purent avoir sur elle. S'appuyant sur ses études réalisées sur des patientes stériles, elle arrivé á la conclusion que chez Elizabeth I les angoisses profondes, -toujours en rapport avec la maternités'étaient intensifiées a te} poiut a l'issue des événements survenus pendant son enfance et son adolescence, qu'il ne lui restait 'plus d'autre issue que de fuir de le mariage.

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SUMMARY

Elizabeth I, Queen o/ Englarul . The writer attempts to c1arify the reasons for the spinsterhood and the episodes in the love-life of Elizabeth 1 oí England, by analysing the psychological consequences that the tragic death of her mother, Anne Boleyn, must, have entailed for her, On the hasis of studies carried out with sterile patients, she reaches the conelusion that in Elizaheth the deep anxieties connected from the first with motherhood had hecome so much intensified on account of the happenings in her childhood and adolescence that she had no choice hut to flee from marriage.

ZUSAMMENFASSUNG

Elisabeth l. von Englarul Die Autorin versucht die Ursachen aufzuklaren, wegen denen Elisaheth,

l., von England ledig blieb und inwie fern diese ihr Liebeslehen beeinflussten, Sie analysiert die psychischen Folgen die das tragische Ende ihrer Mutter, Anna Boleyn und anderer Frauen, die Mutterimagos darstellten, in ihr hervorrief. Gestützt auf ihre Studien üher sterile Frauen, gelangt sie zu dem Schluss, dass in Elisaheth die tiefen Aengste die immer mit der Mutterschaft verbunden sind, durch ihre Erfahrungen als Kind und junges Madchen sosehr gesteigert wurden, dass ihr kein anderer Ausweg hlieh, als die Ehe zu meiden.

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