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20 CÉNTIMOS

JUEVES 10 DE MARZO DE 1910

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y.

íTú

NUMERO 108

^CTi^LOlBi^íii NUESTRA P O R T A D A :

BELLEZAS

FEMENINAS

BETTY DARMAND TIPLE DE THE MUSICAL COMEDY, DE NUEVA YORK

CRÓNICA á convenir en una nueva reforma aei V amos Calendario. Esta será Halleyana, por lo mismo que las anteriores fueron Gregoriana y Juliana. Porque, no hay que darle vueltas, Halley se las trac... "Digan lo que quieran los termómetros", que en materia de tiempo sabido es que dicen algo, ó niegúenlo los sabios astrónomos, el famoso cometa que tenemos á la vista se mete de una manera inconsiderada con nuestro planeta. Esos temporales, esos terremotos esas constantes perturbaciones meteorológicas, son obra suya. El invierno no ha sido invierno, la primavera no parece que trae trazas de serlo. A ese paso, no van á quedarnos más estaciones que las de los ferrocarriles. Y en la inmensa mayoría de las poblaciones españolas son medianas... * * * • Sin embargo, la vida se desliza tranquila. En este Madrid de nuestros pecados, sólo los aspirantes al encasillado padecen de una inquietud febril, i Son tantos! Hay ciue ver ese ministerio de la Gobernación durante las horas de recibo. ¡ Ni que Merino y Fernández de la Torre diesen rosquillas! Y lo que dan son largas, como cuadra á buenos peones de la lidia electoral... Adiendo ese jribilo diario, del caserón de la Puerta del Sol sí que puede decirse lo que decía del fraile el pasmado del cuento: —¡ Válgame Dios, lo que se inventa para no trabajar! * * >!= Se marchó Anselmi. Ya no podemos discutir si ha perdido ó si ha ganado en facultades vocales. En arte es indiscutible. La noche que cantó Bólleme y se le rozó una nota, hubo gente, i Dios la perdone!, que se alegró, porque así pudo decir: "¿Ven ustedes como ha perdido?" Porque en eso de derribar ídolos somos maesti'os. No nos paramos á considerar que al cantante c¡ue se le roza una nota es como á un trompa que le sale un moro. La garganta ó el instrumento pueden seguir siendo buenos, pero la fatalidad es siempre mala. No tenemos piedad. Pero es que, además, no tenemos memoria. A Ga3'árre, con ser Gayarre, no le perdonamos una nota rozada. A los pocos días se murió. Esa fué la tínica nota que no debimos perdonarle : la de morirse. * * * También se ha acabado Salomé y consiguientemente hemos dejado de discutir sobre su moralidad ó su inmoralidad. Lo único que ha quedado esclarecido es que no tienen razón para juzgar inmoral á Salomé los que encuentran saludable el dios de Manon y Des Grieux, en San Sulpicio, y el de Romeo y Julieta, en la capilla de Capuleto, al pie mismo del altar de la Virgen. Y si á ustedes les parece, convendremos también en que no hay que hacer aspavientos ante Salomé cuando contempla la sangrienta cabeza de San Juan, porque nos extasiamos legítimamente ante el cuadro de Gisbert, Los comuneros, y en él hay también una cabeza cortada, la de Juan Bravo, exhibida y chorreando sangre, sin que nuestros nervios se alteren. A Salomé y á Casandra, ha seguido el Oro del Rhin, prólogo de la tetralogía wagneriana, con el cual prólogo conocemos ya la gigantesca obra del genio de Leipzig completa. Casi hemos hecho, y no por culpa nuestra,

algo de lo que hacen muchos lectores de novelas, que empiezan por el último capítulo, y si les mteresa, leen los anteriores. El libro de Wagner, así saboreado, gusta al respetable público, c[ue le ha declarado de texto y de oi-o, del Rhin o de donde sea, pero oi'o de ley. Pero ¡ ay! también se acaba, y sus intérpretes se van. Todo se va, menos la embajada marroquí, que vino pronto va á hacer tin añOo Menos mal que últimamente se ha dedicado á alfombrar las casas de algunos ministros, y eso, cuando menos, dejan. Conste, pues, que han montado una suntuosa esterería, aunc[ue en ella no expendan gatos. Porque ya sabrán ustedes que el último chiste de los ingenios dedicados á adivinanzas y colmos, es ese: el de decir c^ue los gatos se adquieren en las estererías, puesto c^ue muchas ostentan el rótulo de "Esterería y al-pargatería (¡ !). \NGEL M.''

CASTELL.

i O H . . . ! í l R A LAS CORT

S!

Y" a- es Antúnez licenciado en Derecho. ¿ Cómo ' no ? i Lo son el cincuenta por ciento de los españoles! Su expediente académico da fe de c¡ue pasó por las aulas de la Universidad; mas su espíritu está desnudo, limpio como tabla rasa. La vida sacudió y espantó de él, como bandada de pájaros errantes, aquellas ideas azoradas y mal prendidas de los libros, que entre sus manos apenas perdieron la virginidad. Acababan de expedirle el título y este pergamino flamante, crujiente y terso, era su única patente y arma para medrar. Con él en la maleta, vuelve al terruño. ¿ Qué hará? Importa no descubrir el secreto de su nesciencia. Abúrrele aquel vivir sedentario del casino en que vegetan y envejecen tantos y tantos abogados honorarios. Allí, para matar el tiempo, apenas se habla más que del campo y del ganado, cuando no prende la conversación en cuentos y dichos de vecindad. A su olfato, hecho á los perfumes cortesanos, la sociedad de su pueblo no traspira más que cursilería. Con el buen pasar de sus padres, Antúnez no se ha de abrir camino... y es forzoso no estacionarse. ¿ Por qué calle echará para llegar, y llegar pronto ? No está su porvenir en el casorio. Alto pica el mozo; mira con olímpico desdén á las de abajo y con indiferencia y recelo á las jóvenes de su clase, reinas de quiero y no puedo que brindan el mayor riesgo en sus pujos de vulgar hidalguía y en su emperifollada inutilidad; mientras hácenle ascos de repugnancia avarienta las señoritas adineradas, improvisadas á veces, que esperan en el delirio de sus ensueños la presencia—ya que no de un príncipe ruso—de un Rockefeller romantizado y rendido á sus plantas. No le atrae, ni aguijonea sus dormidos impulsos, el acicate de la carrera. Para abogar y pleitear no tiene palabra; para ser diplomático le falta el capital necesario á los gastos de representación, á través de las legaciones y embajadas; para triunfar en oposiciones á cátedras, á Registros, á Notarías, á tantas otras salidas que al licenciado en Derecho se ofrecen, se le ya la cabeza, perdió los papeles, se le desprendieron oxidados y romos los alfileres con que sujetó un punto, en la gárrula baraúnda de las clases, fórmulas, definiciones y procedimientos de la ciencia jurídica. Tarea ésta pesada, desveladora, sistematizada, tiránica, la repudia Antúnez, porque se compadece mal con los apremios del día, con este trabajar sobre la marcha, de nuestro tiempo, con el ajetreo celerísimo en que nos vemos envueltos y arrastrados, con ese gran principio de la economía que debe presidir actos é intenciones del hombre moderno: ir al fin sin reparar en los medios ; sacar el mayor producto posible del menor esfuerzo posible. ¿ Qué sería Antúnez ? A maltraer le traía tamaña preocupación, cuando hete que una tarde calurosa de Abríl el

pueblo entero se agolpó á la estación para saludar al diputado por el distrito, que iba á Madrid á la apertura de las Cortes. Y en esa tarde, como el hierro en el pedernal, la ambición mordente y tenaz sacó chispa de su cerebro aturdido, y el abogadete no desflorado y ya descaecido se sintió iluso y audaz. Aquella chispa fosforeció un momento, arrastrada como un balbuceo, entre sus labios, y tomó cuei"po en esta frase: "¡ Si yo fuese diputado...!" * * * Hallábase ae nuevo en M-^drid, no como estudiante, como pretendiente á personaje, siquier fuese minúsculo. Atiborrados los bolsillos de cartas de recomendación—la Santa Recomendación, que hace oficios de Santa Rita en España—^puso cerco al bufete de un abogado ilustre, y á su sombra agazapado, zascandileó, adquirió relaciones, se movió, como en el agua el pez, en el río revuelto de la política. Comparsa no más en la Academia de Jurisprudencia, se hacía oír, porque su acento era poderoso, su grito estentóreo. La marrullería aldeana suplía en él el empuje de una sapiencia robusta y bien administrada. Espadachín bien pronto y vocinglero, su agilidad de ardilla y su abejorreo adulador llevaron un día su nombre á los periódicos y su candidatura á un distrito. Ya le tenía secuestrado la política. Era un romántico de ideas que habían resbalado por su boca, como ráfaga de aire, como eco de otras voces, sin fluir de un manantial interno, en su cerebro exhausto. Don Quijote falsificado hacía inerme su primera salida como candidato. Y al fin paraba en lo que había de parar: sus ilusiones maltrechas, molido el cuerpo, manteada su madrugadora ambición en el escrutinio. Mas, desjDabilado con aquella lección dura y tozudo en sus empeños, no echó en saco roto cuanto las andanzas l^olíticas le enseñaron en la elección. Miró á su alrededor y vio c[ue la progenie de Sancho, dilatada y bullanguera, tenía tomadas las trincheras 5' las encrucijadas y tremolaba ahita la bandera del triunfo. Y así dióse prisa á justificar con bien forjada asimilación su parentesco en linca directa con acjuella legión formidable acaparadora de cargos y destinos. Cierto que su árbol genealógico era humilde ; que no podía invocar lazos de familia para monopolizar el favor oficial; que la fortuna no había arrojado entre sus manos el vellocino de oro, para deslumhrar, para imantar á los reacios, para sentirse pródigo y derrochar á tiempo ; pero á su alcance estaba la varita de virtudes de sus sueños. Pensó en el proverbio vulgar. La gota de agua horada las peñas. Su lengua, que no le hizo orador, le haría diputado. La lisonja, constante, desbordada, certera, le abriría todas las puertas. Al paso de los personajes, como alfombra de continuo hollada, sufrida y muelle, convertiríalo en tapiz decorativo la adulación, que todo lo reblandece y aprisiona. Y no anduvo descaminado. Diputado fué Antúnez á la postre, como lo son muchos. Llegaba al Congreso como á un hospital ó á una cárcel: era un número, una cifra de la mayoría muda y disciplinada; para los suyos, para su pueblo era ya un personaje. Trabajo le costó. Su jarabe de pico, miel empalagosa, destilada sin rebozo, cuajaba en caramelos del Congreso. * * * Pero en el Congreso"no es todo miel. Del tronco de un arbusto talla el escultor una estatua; mas si la base del monumento es quebradiza, pronto se derrumba. Al cabo, Calígula se equivoca; la investidura consular no transforma ni enaltece la naturaleza del exaltado. ^ Y así la honorabilidad del diputado del' montón mantuvo su tiesura en tanto guardó silencio ó se contuvo en los monosílabos reglamentarios. Tocó la cumbre Antúnez y, como á muchos de su jaez, el vértigo de las alturas lo mareó y lo lanzó á la sima. No midió sus fuerzas. Su enfrenada locua-

cidad doméstica encontró sebo en una interpelación, en c|ue á sus ojos brillaba el fuego fatuo de una subsecretaría; pidió la palabra, t a r t a m u deó vulgaridades disparatadas 3-, entre risotadas é interrupciones, la muerte parlamentaria del audaz ignaro fué como la de tantos diputados noveles que, al volar con alas prestadas. pierden pie en la realidad. Cayó del pedestal repentinamente del peor modo que se cae en política: de una indigestión de ridículo. P a r a los ilusos desvanecidos, la risa es daga envenenada. ¡ O h . . . ! ¡ I r á las C o r t e s ! RODOLFO



GIL.

• •

EL C1NEFOT0

Este curiosísimo aparato puede realmente descomponerse en dos. El primero sirve para impresionar el negativo fotográfico; el segundo tiene por objeto hacer desfilar con la debida velocidad ante la vista las imágenes positivas, dando de esta manera la ilusión del movimiento ó animación de los retratos. Ambos aparatos, y en esto estriba la originalidad de la invención, son automáticos, y su mecanismo ocupa solamente un reducido espacio. La impresión de las imágenes se verifica sobre un disco de celuloide sensibilizado, de 15 centímetros de diámetro, que puede jrecibir 24 ó 75 impresiones sucesivas. El movimiento automático se realiza por medio de una sencilla disposición, caracterizada por las siffuientes circunstancias •

I a fotografía animada ha constituido hasta la fecha una especialidad reservada exclusivamente á los profesionales. Sus dificultades eran múltiples, exigiendo material voluminoso y de crecido coste, manipulaciones delicadas y laboratorios especiales. El cinefoto, aparato inventado por los señores Huet y Compañía, ha suprimido estos inconvenientes, poniendo el arte de la cinematografía al alcance de todos los aficionados. Es preciso hacer

El mecanismo varía, en consecuencia. La variedad consiste en que el eje d ¿ chassis es móvil en lugar de fijo, resultando que la clavija, al introducirse en los sucesivos agujeros del disco, hace á éste girar dándole al mismo tiempo un movimiento vertical, en virtud del que las imágenes son obtenidas en la expresada disposición de curva espiral. El objetivo, como en la generalidad de los cinematógrafos, queda cerrado por un obturador durante el momento en que viene á colocarse ante el objetivo una parte de disco no impresionada todavía, destapándose luego mientras dura el período de exposición. El mismo mecanismo que asegura el movimiento del disco se encarga de mover sincrónicamente el obturador. Por último, cuando ha quedado impresionada sobre el disco sensible la imagen 24 ó 75, según los casos, un ingenioso dispositivo detiene automáticamente el mecanismo. Para la reproducción de los clichés cinematográficos del cinefoto, se han ideado dos clases de aparatos, cuyas condiciones esenciales vienen á ser las mismas de las cámaras que acabamos de describir. Estos aparatos están dotados de movimiento automático ó de manubrio.

Aparato para obtener los negativos.

Examen directo de las vistas del clnetoto.

la salvedad de que el cinefoto no sirve para tomar escenas de las que ordinariamente se exhiben en los salones de proyecciones animadas. El fin del cinefoto es más modesto, sin que eso le haga desmerecer en interés. Con este instrumento sólo se persigue la ob-

Primero. El disco presenta una serie de perforaciones entre las cuales existen las mismas distancias angulares que entre las imágenes, colocadas éstas en forma de curva—espiral ó circunferencia—unas al lado de otras. Segundo. Un resorte especial hace girar al disco, de modo que las partes donde ha de quedar impresionada una imagen van deteniéndose sucesivamente y durante un determinado espacio de tiempo delante de la abertura del objetivo. En los aparatos que obtienen la impresión de 24 imágenes, éstas quedan dispuestas en forma de circunferencia sobre el disco, que se coloca sobre un chassis fotográfico provisto de un eje central, alrededor del cual puede girar libremente el repetido disco.

Clisé con 75 lotogratlas.

En los aparatos para discos de 24 imágenes, la rotación del disco es continua, lo que permite contemplar durante tiempo ilimitado los gestos y alteraciones fisonómicas del retrato viviente. • • •

¡DIEZ Y OCHO MILTOROS! A 1 morir el último chulo, dicho sea en el buen '*• sentido de la frase, pues chulos se llamaron en tiempos á los cpie abrían los toriles, alargaban banderillas y realizaban otros servicios auxiliares, y aun, en tiempos m á s remotos, á los que bregaban con el capote y clavaban palitroques, al morir Carlos Albarrán (el Buñolero) se han publicado notas biográficas con varios curiosos detalles, y entre éstos hay uno que se presta á toda diversidad de consideraciones. E n los sesenta años que ejerció las funciones de torilero, ha descorrido los cerrojos de los chiqtieros, según cálculo aproximado, u n a s 18.000 veces, dejando en Hbertad en la candente, húmeda ó fría arena, nada menos c[ue á 1 8 . 0 0 0 TOROS. ¡ 3 6 . 0 0 0 CUERNOS, SEÑORES!

Clis6 con 2Í fotograiias.

Aparato de proyecciones.

tención de retratos animados, á los que ya hemos hecho referencia en un artículo publicado recientemente. El cinefoto faculta, pues, para obtener este género de retratos vivientes, que sorprenden y maravillan á todo el que los contempla alguna vez.

_ Apretando un botón, funciona el resorte que acciona sobre una clavija animada de un movimiento de vaivén. La clavija va introduciéndose en los agujeros del disco sensible y le imprime la requerida rotación. Tratándose del cinefoto de 75 imágenes, el sistema ofrece más complicación. En este caso, las imágenes van dispuestas en forma de espiral. Por tanto, ya no basta imprimir al disco un movimiento rotatorio, sino que es necesario dotarle de un movimiento helicoidal.

Si Carlos Albarrán hubiera sido un hombre de letras, ó tan siquiera de letra, en la significación que á la palabra da el pueblo bajo, y hubiera tenido la hmnorada de anotar lo que con esos 18 millares de toros hicieron los toreros á quienes correspondió lidiarlos, ¿qué obra de tauromaquia, por importante que fuera su autor, se iba á vender como el libro que con tales notas podía escribirse? i Sesenta años de toros en la plaza de M a drid ! Y qué diversidad de caracteres entre los diestros á quienes les dijo al soltar los cornúpetos : " A h í cpieda e s o . " Francisco Montes y el Calvillo; Rafael M o lina (Lagartijo) y el Mulato Meri.

Gallardos unos, desgarbados otros, valientes éstos, miedosos aquéllos, para él todos eran iguales y con la misma prosopopeya dejó salir al toro que fué recibido por el maestro valiente, entre delirantes aclamaciones, que al que volvió al corral mechado por el pinchaúvas inhábil, entre ensordecedores pitos. Escuchó el cencerro de Chironi, la bocina de Luna y todos los instrumentos c^ue, hoy como ayer, son tocados en la plaza para quitar el sueño á los toreros grandes y chicos, y se mantuvo impertérrito, abriendo todos los dias la puerta de la gloria para aquel que la quisiera ganar, ya que acercándose á los toros la consiguen todos los que quieran. Entre los 18.000 toros, salieron los que proporcionaron al Gordito los grandes éxitos y los que dieron motivo á las broncas que le echaron de la plaza de Madrid, como asimismo entre ellos estuvieron los que hicieron popular al Tato y el famoso Perejino, que le dejó inútil para volver al teatro de sus triunfos. Si Albarrán era dado á filosofar, ¡qué de vueltas daría en su cabeza á la psicología de las muchedumbres, al ver cómo un día eleveban á un torero para al siguiente aplastarle! Y cómo se reiría cuando oyera hablar de toreros modernistas y de toreros clásicos, títulos que oyó aplicar á unos y á otros, según la época: el primero, cuando estaban empezando, y el último, cuando se retiraban de la profesión. Ejerció su delicada misión en la concesión de órdenes mayores á un centenar de toreros que aspiraban á ser maestros, y más de cuatro veces, en su rubicunda faz, se dibujaría la burlona sonrisa, delatora de lo poco que confiaba en el arte de los neófitos; porque no hay que dudar que era aficionado de corazón, lo que demostró asistiendo á la plaza Hasta las últimas corridas del pasado otoño. ¡ Diez y ocho mil toros! ¡ Qué libro más importante se han perdido los aficionados con no recoger las respectivas impresiones! Al último torero que le soltó el toro, para que debutara en Madrid, fué á Emilio Soler (Canario) el día 2 de Agosto de 1903. Perteneció la res á la ganadería de D. Francisco Pacheco. Es un dato que pueden aprovechar los que hacen preguntas al "Averiguador taurino" de Los TOROS, y con el que cierro ésta que va siendo ya un poco latosa crónica, llamémosla así. DULZURAS. • • •

EL "AUTOPS" / ^ o n este nombre ha introducido un fabricante ^ ^ suizo en el mercado un ingenioso artículo de escritorio, que nosotros pudiéramos llamar el "frasco-pincel de goma líquida".

Como puede apreciarse en el grabado adjunto, el autops está constituido por un depósito cilindrico de metal (que en el dibujo aparece transparente) lleno de goma líquida, el cual se cierra por su parte superior con una tapa hermética á tornillo. Al otro extremo, el tubo está cerrado por un tapón de caucho atravesado por un pincel. El autops se colcca de pie sobre un pequeño re-

cipiente de vidrio con base ancha, sobre el que va á caer cualquier gota del líquido que pudiera quedar en el pincel. El modo de emplear el frasco-pincel es muy sencillo y práctico, pues se maneja como los pinceles ordinarios, reuniendo además la ventaja de poderse regular á voluntad la porción de goma con que se desea cargar las cerdas. Es de advertir que la goma no desciende al pincel por la sola acción de la gravedad; de manera que hallándose en posición vertical el autops, no puede escaparse ni una sola gota. Para que la salida del líquido se efectúe, es preciso ejercer una ligera presión sobre la pequeña pera de caucho ingeniosamente dispuesta entre el depósito y el pincel. De la fuerza y la frecuencia con que se ejerza esa presión dependerá la cantidad de líquido obtenida. El cilindro metálico se carga por la parte superior. El aparato constituye lo más cómodo, simple,» limpio y perfecto que hasta la fecha se ha ideado en la materia. *••

amor anida por primera vez en su juventud, adiestrada, aunque dormida, y sus labios se obstinan en prodigar sus besos sobre aquella boca que, con santa indignación, los rechaza y maldice. El arte de la Sra. Bellincioni sabe entonces traducir su humillación en gestos de odio y de venganza. La magnífica peroración de la orquesta halla su expresión adecuada en aquellos ademanes de la actriz, donde el despecho se trueca en amenaza, y donde hallamos todavía las súpHcas de un amor rendido y esperanzado. Cuando Jochanaan desaparece impasible en la cisterna, se manifiesta toda la vengativa altivez de la mujer zaherida. Cada uno de los desgarrados acordes de la música se traduce rítmicamente en tm movimiento, artístico y sobrio, de la actriz admirable. Y cuando laá notas del tema de la venganza aparecen como escupidas por el contrafagot, los ojos de la artista fulguran los rayos de su odio sobre la mazmorra donde yace el Bautista, y sus brazos se alzan imponentes en el espacio, mientras sus labios, fruncidos en trágico gesto, parecen ahogar una tremenda amenaza. LA BELLINCIONI Durante la grotesca disputa religiosa, de los judíos, actitud pensativa y reconcentrada de EN «rSALOME» la actrizladenuncia que una sola idea la domina. ace pocos días mi insigne maestro el señor Entre los gritos descomi)asados que defienden Menéndez y Pelayo, de cuyos labios siem- las diversas interpretaciones del dogma, se pre aprendemos cuantos le escuchamos su pa- escucha un instante la' voz del Bautista. Enlabra, me aseguraba que la idea de presentar tonces la atención de Salomé se despierta, sus á Salomé enamorada de Bautista no pertenece cejas se fruncen, sus brazos se extienden ríá Osear Wilde, sino á Heine, quien por pri- gidamente, entremezclando la voluptuosidad mera vez la expuso en su Atatrol. El texto bí- con la súplica. Mas, apenas reanudada la disblico nada deja entrever de esa incUnación es- cusión dogmática, vuelve á su ensimismamienpiritual, concebida por el poeta alemán y po- to y á su mutismo la mujer ofendida y enapularizada después por el drama del poeta bri- morada. tánico, y en los versículos del Evangelio de La protesta de su propia madre contra las San Mateo (xiv-i á 12) que nos narran la tra- imprecacio'»»» del Bautista, le sugiere la idea gedia, sólo hallamos en el impulso de Salomé de sellar para siempre aquellos labios con el la huella de una imposición maternal, por la silencio de la muerte, mas el impulso de su cual Herodías venga las palabras con que el amor la empuja á huir de su propio pensamienBautista recrimina su incesto. to. Poco después la súplica y la promesa de En esa narración bíblica la figura de Salo- Herodes le hace ver como inmediata y posimé aparecía apenas como esfumada y sin for- ble su venganza. Ante el juramento que la asema. Su carácter ofrece, sin duda, un aspecto gura, estalla su alegría satánica, y al comenzar cruel, atenuado por la obediencia con que se sobre el mismo brocal del pozo su danza, su somete á ía imposición de su propia madre. cuerpo todo se agita como enseña de victoria. Instrumento pasivo de otra voluntad, la suya La danza de Salomé, tal como la admiramos sólo se manifiesta en el ritmo ondulado con en la interpretación de la Sra. Bellincioni, es que su cuerpo oscila mientras danza, en la pe- un verdadero prodigio de belleza estética, dontición refleja de la cabeza del Bautista, y en de las artes plásticas podrían recrearse estula presentación que de ella hizo á su madre diando la expresión de las actitudes y la arcuando le fué entregada. monía de sus líneas. En ella hay mucho de La psicología con que la Sra. Bellincioni nos aquellas danzas primitivas de la India, donde revela el profundo sentir de la Salomé, de Os- se hacían evidentes por medio del gestó los ear Wilde, es mucho má^ complicada. Ingenua deleites de los sentidos, cuya tradición, en su y perversa, caprichosa y obstinada, inquieta y más bella forma, parece mantenida por las curiosa, indiferente á cuanto la solicita y per- bailaoras andaluzas, y ha sido recientemente seguidora de cuanto la rechaza, Salomé infla- creada de nuevo artísticamente por el soberama los sentidos de los que la rodean con el ^ no instinto de Isadora Duncan y de sus conencanto de su belleza primaveral. tinuadoras Maud Alien y Rita Sachetto. Ante la figura severa y solemne de Jochanaan, La Sra. Bellincioni comienza traduciendo que flagela los vicios de una sociedad con pa- con cadenciosa languidez el carácter indolente labras de fuego y predice su destrucción, sien- de la música, y mezclando con la ondulación te instintivo terror, que la aparta del profeta sensual de su cuerpo un gracioso infantilisBeduida bajo el pórtico del palacio del Te- mo. Los anhelos de placer, su ansia amorosa, trarca, escucha medrosamente las tremendas se unen á sus suspiros de,fatiga y á sus carreimprecaciones del Precursor y contempla con ras alocadas. Sobre el brocal de la cisterna, espanto sus ojos negros como cavernas. Mas, cerca del lugar donde el hombre amado difunmomentos después, su espíritu, ávido de sen- de la gracia de su santidad y de su hermosura,' saciones nuevas, se sieate atraído por el casto su pasión se exalta en movimientos de recataclaror de luna, por la pálida blancura marfi- do pudor y en anhelantes sonrisas. Las vacileña con que el demacrado cuerpo del profeta laciones rítmicas de su marcha, como saciada resplandece ante sus miradas de niña, á un de placer, desaparecen ante sus ansias de triunmismo tiempo inocentes y sabidoras. far, y las miradas vagas de sus ojos y la exEl prodigioso talento de actriz de la Sra. Be- presión lánguida y amorosa de su boca henllincioni basta á hacer evidentes estos tenues chida de besos, se borran ante sus anhelos de matices, Con pasos cautelosos, qiue tienen algo venganza. Satisfecha de su triunfo, segura de de felino, se va acercando al extático profeta, la sugestión que ejerce en cuantos la contemy sus ojos escrutadores se complacen en posar plan, Salomé se postra de rodillas ante el t e su luz en la carne castigada por la penitencia. trarca para pedir, como capricho pueril y fácil Alternativamente va sintiendo atractivo y re- de satisfacer, entre halagos y sonrisas, con las pulsión. De repente, descubre el encanto de manos juntas en movimiento gracioso y aniaquella boca que semeja cinta de escarlata en ñado, la cabeza del hombre que rechazó sus torre de marfil ó granada abierta con cuchillo caricias. de plata. Sus sentidos todos despiertan, el Ante la negativa de Herodes crece más y

H

xnás su obstinación. El apoyo de su madre hace su empeño más tenaz, y cuando presiente como posible el lograrlo, una mirada entre recelosa y satisfecha nos revela su confianza en sí misma. Cuando al fin consigue su empeño, la alegría estalla con perversa ingenuidad, y en tanto que se hacen los espantosos preparativos de la cruenta ejecución, el cuerpo adolescente de Salomé, acurrucado bajo el trípode que antes le prestaba su apoyo, aguarda pacientemente en actitud de inefable alegría, con los brazos cruzados sobre el pecho. A partir de este instante, creo imposible transcribir con palabras la impresión que el arte de la Sra. Bellincioni produce. En él hay algo que depende exclusivamente de su propio genio, de su profundo sentir, de su maravilloso modo de expresar, y en vano intentará la palabra escrita, no ya la mía, pobre y desmañada, sino la de los maestros mismos de la literatura, suplir con su frío análisis la impresión con que el arte de la actriz hiere directamente nuestro corazón y nuestra mente. La figura de Salomé, inclinada sobre el brocal del pozo, reconcentra en su fondo todo el interés dramático. Cuando sospecha que el verdugo ha dejado caer su sable sin consumar el sacrificio, se yergue con feroz indignación para formular ante el tetrarca su despechada queja. Mas al asomar en la boca de la cisterna la cabeza del Bautista, sostenida en la bandeja argentina por el brazo del verdugo, se lanza sobre ella profiriendo un grito de alegría diabólica y contemplándola con jubiloso arrobamiento. Después, mirando en derredor suyo con movimientos recelosos de selvática fiereza, con desconfianza medrosa y felina, como si temiese que le arrebatasen su presa, contempla arrobada el tremendo despojo, y lo arrulla y acanda, poseída de insensatas ansias, de amor. Tras recriminaciones traducidas en amenazas infantiles, de refinada y sarcástica, crueldad, se yergue Salomé orgullosa de ^^'^^ ^^t'^ící^ha y vengada. Después, como poseída de un éxtasis erótico, los brazos en alto, la cabeza inclinada hacia atrás, canta con ín'tinio deleite su amor y su ansia de caricias. Las ondulaciones de sus brazos, las contracciones ae sus manos expresan vivamente los anhelos ae su alma. Con ademanes de inmensa pasión, m»^11p f^ '^^™^"*^ t°«ia su ternura; su voz, S i ?m «^,!^^"'''1''°*'^' «^ va extinguiendo como un sUenrfn^n!? I-- ^^'^ l^S'^ada; después, en dfco se Í ^ Z ^ * ' T ^'^'^ d^ caliginoso y fatíV S s un h í ^ ^ ' ° ^ ^ ^^ ^'^eza de Jochknaan, w r a ^oy^rL ,P''°L''"?^^o mientras hay aliento mé s e ^ d S ^ ; J ^ admirable intérprete de SaloS i s labint l c h a t L,,o S e S af ^ A r^^ i í "erguirse ' ' - ^ ^ ' ^'''''' '^"'"^ sus de nuevo, en £ r de la sangri!.^'"^'"^"^^ ^'^ '^"™^"' ^' «^MANUEL

M A N R I Q U E DE LARA. * * *

MINERVA Y YO ' p n í n . . . tiüri... tilín... —^ AA. RR, el principe de Asturias y el Infante D. Jaltne saliendo á los lardines del Alcázar para dar un paseo.

L EN SEVILLA

El príncipe do Asturias y su. augusto hermano paseando por los jardines del Alcázar.

Fots, Barrera.

rxr

OTRO MITIN EN BILBAO

Bl frontón Euskaidnna dnrante el mitin nacionalista de protesta contra las escuelas laicas.

P rosigue la campaña contra las escuelas laicas, en diferentes poblaciones de España. Los nacionalistas bilbaínos organizaron un mitin de protesta, que se verificó el domingo último en el frontón Euskalduna y estuvo concurridísimo. p n el palacio episcopalde Barcelona bendijo el domingo el doctor Laguarda la bandera que han adquirido por suscripción los socios de la Unión profesional de dependientes y empleados de comercio de aquella ciudad.

BANDERA BENDECIDA

Bandera de la Unlfin profeslonnl de dependíente.V*^**™' '^^"^ í^^^^" y ^^^'^s " ° «litación 1^' ^^aloran este número de presentuye él ^ • ^""meración de aquellas constiDudií^J, í"^Jor elogio que de la nueva revista ^ L ^ " ^ . hacerse. sito conv^^T " " escritor tan culto y tan exquiterarioshac ^ Bello; sus grandes méritos liva oublÍM^'^ esperar que desarrolle en la nueEn el a S ^ ^ ^ ^ s ^ "bellos proyectos . al público, se n,Í1-^"'^^^==^'"'^"*^ *íHe dirige para A c T U A u S S f "^ frases muy lisonjeras agradecemos y atie>„^"^ ' " " y smceramente producir á c o n t i S a c i f f '=°'"P^^'^^'"°^ " ° ^^• La Prensa gráfica es"tá en España á la al-

tura de la mejor de Europa. Imposible dar al pueblo la actualidad en forma más rápida, más cuidadosa y más económica, después de los éxitos á& Nuevo Mundo y de ACTUALIDADES. Si nosotros llegáramos á realizar en el campo de las ideas lo que ellos han conseguido en el de los hechos, habríamos conseguido nuestro propósito y habríamos sido útiles á la causa de la cultura nacional." ACTUALIDADES agradece muy de veras este elogio y desea al nuevo colega vida próspera y muchos éxitos en el camino que se propone recorrer. " E U L A L I A EMERITENSE'-' ovela histórica, escrita por D. Juan Morlesín. Trátase de una narración histórica del tiempo del emperador Maximiano, en que se suma al m.érito literario el perfume del misticismo cristiano. El fin de la obra es trazar la figura de Santa EulaHa, virgen y mártir. Esta santa floreció en la Emérita Augusta, la colonia cesariana de la Vetonia (Lusitania, España), que llegó á igualar á las primeras ciudades del imperio romano. Unida á la suerte de éste, la Emérita pasó del esplendor á la ruina y sus piedras fueron testigos de los crueles martirios que por la fe de Jesús sufrieron varios santos. Sobre ellos sobresalió Santa Eulalia, la doncellita de los trece tormentos. Su ejemplaridad hizo brotar una advocación y un patronazgo; ambos obtienen el culto acendrado y popular de la Mérida de nuestros tiempos. La labor del Sr. Morlesín es de extraordinario mérito histórico y acusa, desde luego, una copiosa preparación, sobre textos romanos y del día. La novela transcurre en plena reconstrucción, y el lector, á tiempo que admira la figura de la santa, pura y hermosa, abnegada.y casta, ve discurrir la época romana con su ambiente, sus personajes, sus costumbres sociales y políticas... Eulalia Emeritense será obra muy leída y, desde luego, obtendrá un buen éxito entre, no sólo los católicos piadosos, sino también entre toda la gente culta que gusta de los estudios históricos bien documentados. " R Í A S DE E N S U E Ñ O " f^ olección de composiciones en prosa, casi ^ todas breves, de Prudencio Canitrot. Este nombre, que tres años ha saludábamos como un recién llegado "de promesas", es ya una realidad en las letras. Fino, sutil observador, sobrio y atinado en la tonalidad, enamorado del contraste bello, de lo que habla de belleza á los sentidos, un poco irónico y de un sentimentalismo aristocrático, Canitrot tiene singulares aptitudes para el cuento y para la irónica subjetiva. En ambos géneros ha tenido aciertos felices y definitivos. El libro Rías de ensueño es una buena prueba áe, ello; Camino viejo. Las tres rías, El paso de Oca, San Juan de Poyo..., cualquiera de sus pequeñas narraciones os darán ese juicio de Canitrot. " T I T A R U F F O Y SU A R T E " p r n reaHdad, este libro, si no indispensable, *-' era, por lo menos, esperado. i Tanto crujir las Prensas con, de, en, por, sin, sobre Tita Ruffo... y ni un mal folleticoí Ya está llenada la omisión. De suerte que pudiéramos casi añadir que el tomo "viene á llenar una necesidad..." Su autor, nuestro colega el Sr. Contreras, crítico mundial, ha ido reuniendo juicios, reseñas y noticias elogiosas, acerca de la labor del renombrado artista, y las reproduce, en páginas enfrentadas, en italiano y español. El índice es breve, pero bravo. No pueden vibrar y percutir con más entusiasmo todos los parches en los bombos de todas las orquestas que acompañen á Ruffo. Bien puede éste mercar la edición ó, más bien, reproducirla copiosamente y encargar el reparto en forma de lluvia á los primeros aeroplanos

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