Jorge Martínez Rodríguez

1 EL CRISTIANISMO Y LAS CULTURAS INDÍGENAS. Del intento de acabar con ellas, al milagro de su resurrección. Jorge Martínez Rodríguez 2 Primera e

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EL CRISTIANISMO Y LAS CULTURAS INDÍGENAS.

Del intento de acabar con ellas, al milagro de su resurrección.

Jorge Martínez Rodríguez

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Primera edición: Enero 2010 Imprenta: Fray Bartolomé de Las Casas, San Cristóbal, Chis. México Derechos reservados Jorge Martínez Rodríguez

Diseño de portada: Carlos Herrera Diagramación: Silvia Flores

Se permite la reproducción parcial de esta obra, siempre y cuando se cite la fuente de la cual fue extraída.

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DEDICATORIA: Al “jTatic" Samuel Ruiz, en sus 50 Años de ministerio episcopal, sirviendo a las comunidades indígenas de Chiapas, promoviendo su autonomía y protagonismo en la sociedad y en la Iglesia A todas las víctimas de la intolerancia y de la represión

AGRADECIMIENTO: A todas las personas que tuvieron la amabilidad de leer el borrador de este trabajo y me hicieron interesantes observaciones y sugerencias; en particular, a Felipe Íñiguez y Marta Llauradó por la calidad de sus aportaciones. También a Mary, Pascuala, Armando y Agustín, las personas que, amablemente, aceptaron dar su testimonio, que está recogido en las entrevistas que aparecen al final del libro.

“Mientras no camine el indio, América no andará” (José Martí)

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INDICE DEL LIBRO 0. PRÓLOGO DE ELEAZAR LÓPEZ. 1. INTRODUCCIÓN 2. EL ENCUENTRO ENTRE DOS MUNDOS 2.1. Culturas mesoamericanas precolombinas 2.2. Culturas europeas de finales de la Edad Media 3. UN ENCUENTRO QUE RESULTÓ ENCONTRONAZO: GENOCIDIO DE LA POBLACIÓN INDÍGENA. 3.1. Causas del genocidio. 3.2. Testimonios de los indígenas. 4. LAS MOTIVACIONES DE LA CONQUISTA. 4.1. Justificación de la conquista y de la esclavitud. 5. LA PERCEPCIÓN DE LOS INDIOS POR PARTE DE LOS ESPAÑOLES Y VICEVERSA 5.1. La percepción que los españoles tenían de los indígenas. 5.2. Debate en España sobre la naturaleza de los indios. 5.3. La percepción que los indios tenían de los españoles. 5.4. El papel que jugaron las profecías indígenas y cristianas. 6. FACTORES QUE FACILITARON LA CONQUISTA. 7. EL CHOQUE ENTRE LAS CULTURAS 7.1. Los sacrificios humanos y las matanzas indiscriminadas. 8. LAS CONTRADICCIONES IMPLÍCITAS EN LA IDEA DE CONQUISTAR Y ESCLAVIZAR A LOS INDÍGENAS PARA CRISTIANIZARLOS. 9. LAS CONTRADICCIONES DEL GRUPO DE FRAY BARTOLOMÉ CON LOS ESPAÑOLES Y CON OTROS RELIGIOSOS. 10. LA INTOLERANCIA DEL DIOS CRISTIANO: DESTRUCCIÓN DE TEMPLOS, LIBROS Y SÍMBOLOS RELIGIOSOS. 11. IMPOSICIÓN DE LA DOCTRINA OFICIAL COMO LA ÚNICA VERDADERA. 11.1. Reacciones indígenas. 11.2. La imagen de Cristo que proyecta la Iglesia colonial. 11.3. La imagen de Cristo elaborada por las comunidades indígenas.

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12. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL PAPEL DE LA IGLESIA EN LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA. 12.1. La Iglesia colonial. 12.2. La Iglesia frente a la independencia de España. 12.3. La aplicación del Concilio Vaticano II en América Latina. 13 LA RESURRECCIÓN DE LA TEOLOGÍA Y DE LA ESPIRITUALIDAD INDÍGENA. 13.1. Propuestas a las iglesias y a la sociedad en general. 13.2. La teología India en Aparecida. 13.3. La Teología India en la voz de sus protagonistas. 14. CONCLUSIONES 15. LISTADO DE PERSONAS QUE APARECEN EN EL TEXTO 16. GLOSARIO DE ALGUNAS PALABRAS 17. BIBLIOGRAFÍA

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¿HA LLEGADO LA HORA DE LOS INDIOS? Hace unos cuantos días, en medio de las múltiples tareas que ocupan de ordinario mi atención, recibí por internet de parte de Jorge Martínez Rodríguez, - a quien no recuerdo dónde conocí personalmente -, un libro que él acaba de terminar y que está a punto de publicar. Mientras me trasladaba de un servicio a otro le eché un rápido vistazo y me fui percatando, con agradable sorpresa, que él retoma de manera muy diestra gran parte de las ideas, palabras y planteamientos que yo mismo he lanzado al viento y que son fruto de mi práctica indígena y pastoral. De modo que, cuando el Sr. Jorge Martínez me pidió que escribiera unas palabras que fueran una especie de presentación de su publicación, con gusto acepté para respaldar de este modo la difusión más amplia del trabajo académico que él está realizando, para bien de la causa indígena dentro de las sociedades nacionales y de las iglesias cristianas. Ciertamente quienes somos descendientes de los pueblos más antiguos de este continente y nos hemos unido a los soñadores de otro mundo posible, sentimos que estamos en un nuevo momento de la historia que hemos llamado kairótico, porque abre posibilidades de un futuro distinto del que ahora está vigente. Después de mucho tiempo de ser puestos a la deriva o al margen de las sociedades dominantes, los indígenas estamos emergiendo de la tumba, a la que nos han querido llevar, con la misma lozanía de Aquel que se levantó de entre los muertos para espanto de quienes quisieron aniquilarlo llevándolo al cadalso de la cruz; Él fue el mismo que creyó que su amigo Lázaro no estaba muerto y fue a despertarlo después de varios días de haber sido enterrado. Esta coyuntura favorable puede ser el inicio de un rumbo diferente a los derroteros impuestos a la humanidad, si tomamos en serio los aportes valiosos provenientes de la sabiduría milenaria de los pueblos, que florecían en la tierra antes del modelo social que desde hace más de 500 años se impuso sobre nosotros no sólo en este continente, sino en el mundo entero. Esto lo han entendido muy bien un número considerable de compañer@s provenientes de la sociedad civil y de las iglesias, que se han acercado a los procesos indígenas recientes y se han hecho entusiastas defensores de las causas que animan y dan sentido a nuestra lucha actual. Ellas y ellos han sido como el Moisés del Antiguo Testamento bíblico que, insertándose vitalmente en la cultura y espiritualidad de los nómadas del desierto, que eran los más marginados de su época, descubrió que ahí se ocultaba una energía de vida que podía servir para diseñar un mundo más humano y justo para tod@s. Y es que en los pobres, que conservan el espíritu de sus antepasados, se encuentran semillas de humanidad que pueden renovar la vida en todas sus manifestaciones: humanas, ecológicas y planetarias. Los indígenas no somos el problema a resolver, podemos ser la medicina que contribuya a la solución de los problemas. Los “pueblos originarios”, como nos llaman los obispos en el documento de Aparecida (mayo de 2007), somos el sustrato más antiguo de este “continente de la esperanza” y no hemos perdido las razones que dieron origen a nuestro caminar por estas tierras. Desde milenios atrás aquí hemos echado raíces y aquí nos hemos construido un rostro y un corazón que nos dan una identidad y un proyecto de vida truncado con la implantación de modelos de

7 sociedad que negaron todos nuestros derechos. Pero no nos destruyeron por completo; nuestras raíces siguen vivas y, con una terca esperanza a veces contra toda esperanza, resistimos de muchas maneras oteando el cielo en la noche larga de la injusticia institucionalizada, en espera de un nuevo amanecer, que ahora se vislumbra en el horizonte. Por eso estamos sacando de las cuevas nuestra sabiduría ancestral y la compartimos con nuestr@s herman@s mestiz@s y con toda la humanidad. En varios países de América la lucha indígena es ahora triunfante y está ofreciendo alternativas en muchos aspectos. En otros lugares los indígenas seguimos tocando puertas para plantear cambios estructurales de fondo que hagan posible sociedades verdaderamente incluyentes. Las iglesias cristianas están siendo igualmente desafiadas por la nueva presencia indígena en su seno, para exigir el lugar digno que nos corresponde no según el designio de los dueños del poder y del dinero, sino según el plan de Dios, que nos quiere a tod@s como sus hijas y sus hijos predilectos. Enhorabuena, pues, los escritos de Jorge Martínez. Ojalá que su contribución académica, resultado de muchas investigaciones de libros y de experiencias, abone el terreno para que en la milpa de los demás miembros de la sociedad pueda recibirse en mejores condiciones la semilla antigua y nueva que los indígenas aportamos para que llegue pronto la vida en plenitud – que soñaron nuestros pueblos y también Aquel que nació en Belén hace 2010 años -, para los humanos, las plantas, los animales y la tierra toda.

Eleazar López Hernández México, D. F. 12 de diciembre de 2009

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1. INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ ESTAMOS COMO ESTAMOS? Hace unos cuantos años, el Instituto Internacional de Aprendizaje para la Reconciliación Social (IIARS) organizó en Guatemala una exposición histórico-cultural que tuvo mucho éxito de público y de crítica. Llevaba por título: “¿Por qué estamos como estamos?”, y analizaba, desde diferentes perspectivas, cada uno de los periodos de la historia guatemalteca, desde antes de la conquista hasta nuestros días. Su objetivo era generar debates que permitieran clarificar un poco la compleja realidad que vive actualmente este país centroamericano. La finalidad de este estudio es también provocar debate sobre nuestro pasado, para poder clarificarnos un poco más sobre nuestra realidad presente. Ante las continuadas crisis que afectan a nuestros países, algunos analistas hablan con insistencia de la necesidad de “refundar el estado”, de “reconstruir el país”, de consensuar “un proyecto de nación”. Para este objetivo, será muy conveniente analizar bien el periodo de la conquista y colonización, porque allí se pusieron las bases de la casa que hoy se está derrumbando. Si no cambiamos estas bases, la reconstrucción corre el peligro de ser “edificada sobre arena”. En efecto, algunas características que definen a las sociedades latinoamericanas, y en concreto a la mexicana, tales como el generalizado irrespeto a la ley, el racismo que impregna toda nuestra cultura, las tremendas desigualdades sociales, la hipocresía y simulación en las relaciones sociales, la religión como práctica rutinaria sin proyección social, la política como el arte de engañar al otro, la obediencia servil, el machismo y otras más, hunden sus raíces en los oscuros tiempos de la conquista y cristianización de América por parte de los españoles. En este trabajo vamos analizar la agresión del Cristianismo contra las culturas indígenas de Mesoamérica; las modalidades de la resistencia indígena a esta agresión; la imposición de la cultura dominante y el modelo de sociedad y de Iglesia que se estableció, y, por último, el resurgimiento de la cultura y de la espiritualidad indígena, como uno de los signos más esperanzadores de nuestro tiempo. Para poder reconstruir el modelo de sociedad y de Iglesia que queremos proyectar hacia el futuro, tal vez necesitamos, como se dice popularmente, hacernos una “limpia”, limpiarnos y purificarnos de este legado histórico, para sentirnos libres para poder construir el futuro que deseamos. Si no se asume el pasado, no se puede comprender el presente, y menos aún, proyectar el futuro. Ojalá que este trabajo nos pueda servir de alguna utilidad, porque, como ya sabemos, “la Historia es maestra de la vida”.

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2. EL ENCUENTRO ENTRE DOS MUNDOS. Para poder comprender mejor el trauma que supuso el encuentro de los pueblos mesoamericanos con los españoles, es necesario tener una visión, aunque sea muy general, de las características culturales de estos pueblos, así como de la España de finales de la Edad Media, que veremos en la segunda parte de este capítulo. 2.1.

CULTURAS MESOAMERICANAS PRECOLOMBINAS

Entendemos como culturas mesoamericanas precolombinas aquellas que se han desarrollado en un periodo de tiempo muy dilatado, unos 30 mil años, y en un espacio geográfico muy amplio, desde el centro de México hasta Nicaragua, pasando por Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras. Comprende una gran variedad de pueblos y, aunque lamentablemente, la mayor parte de los libros y de las construcciones fueron destruidas o se perdieron, afortunadamente todavía se conservan muchas expresiones culturales a través de las cuales podemos acercarnos un poco al corazón y al espíritu de aquellas personas que vivieron en estas tierras a lo largo de siglos e incluso milenios. 2.1.1. ETAPAS DE LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS MESOAMERICANOS. Como ya dijimos, según la mayoría de los historiadores, la historia de los pueblos mesoamericanos se remonta a unos 30 mil años atrás y, en este larguísimo periodo de tiempo, podemos diferenciar tres etapas: a) El periodo nómada. b) El periodo de la agricultura y del sedentarismo. c) El periodo de la construcción de las grandes ciudades Sin embargo, como consecuencia de distintos ritmos evolutivos, en el momento de la Conquista coexistían en el continente pueblos nómadas, agrícolas y urbanos. Por ejemplo, los indígenas de las islas del Caribe eran muy diferentes de los pobladores de la ciudad de México. a) Nomadismo. Durante este periodo, que se calcula duró más de 20 mil años, el hombre mesoamericano dependió totalmente de la naturaleza, recolectando, para su alimentación, los frutos de las plantas silvestres En este periodo, la naturaleza aparece como la mediación más importante en la comunicación con Dios. Para referirse a Dios se utilizan nombres tomados de la misma naturaleza: La Madre Tierra, el Fuego Nuevo, el Viento Huracanado, el Manantial de Agua, la Cascada, el Cerro Sagrado, el Corazón del Cielo y Corazón de la Tierra.

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Durante este tiempo, las personas se sentían llamadas y obligadas a mantener la armonía con toda la naturaleza. Si no cumplían con este deber, venía el desastre. Muchas ideas, prácticas y costumbres que todavía conservamos actualmente proceden de este larguísimo periodo de la historia, durante el cual se fueron incrustando en el subconsciente de la conciencia humana. Por ejemplo, del mundo nómada procede el principio de convivir armónicamente con el conjunto de la creación. La creencia de que no somos superiores a la naturaleza, para estar por encima de ella para dominarla y explotarla; sino que somos parte de la naturaleza. Ella es la Morada Divina de la familia humana. Por tanto, todo lo que le suceda a la naturaleza, le sucederá también al ser humano. De ahí se sigue que, si tenemos necesidad de violentarla, como para rozar o cortar un árbol, se debe de pedirle permiso y perdón. Otra creencia que se remonta a estas edades tan antiguas es la de los nahuales. Todavía hay muchas personas en las comunidades indígenas que tienen la creencia de que la vinculación del ser humano con la naturaleza se expresa por medio del nahual, que es el animal que corresponde a cada ser humano. Lo que le pasa al nahual, le pasa automáticamente al ser humano a quien representa. Por eso hay que cuidar la naturaleza, para no hacerle daño al nahual. b) La agricultura. Hace aproximadamente unos 5 mil años, los pueblos mesoamericanos fueron pasando muy lentamente de ser nómadas a ser sedentarios y trabajar la tierra. Fue un paso que no se dio a la vez en todos los pueblos e incluso algunos no llegaron a darlo. Con el paso del nomadismo al cultivo de la tierra se dan también cambios muy importantes en la concepción del ser humano y en su relación con la naturaleza y con Dios. En la etapa anterior, los seres humanos se sentían totalmente dependientes de la naturaleza, a la que divinizaban. Ella, sin ninguna intervención humana, les proporcionaba los alimentos para poder vivir. Se puede decir que la naturaleza dominaba al hombre. En esta nueva etapa, el hombre se siente capaz de dominar y de domesticar a la naturaleza con el fin de que produzca lo que él quiere o necesita

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Seleccionando las mejores semillas y aplicando diversas técnicas de cultivo se consiguieron excedentes de producción, que posibilitaron la permanencia de la población en un lugar determinado Así es como la humanidad se fue convirtiendo de nómada en sedentaria y fueron apareciendo los pequeños poblados. En esta nueva modalidad de vida, el ser humano adquiere un protagonismo que antes no tenía. Ya no es el que lo espera todo de la naturaleza y de Dios, sino el que colabora con Dios para que las cosas se hagan. Dios y el ser humano hacen el mundo, transformando la naturaleza. El hombre se convierte en colaborador de Dios, al que considera Hermano o Compañero de Camino. Y concibe a la naturaleza como el resultado de la obra creadora de Dios y del quehacer del ser humano. Es la Casa Grande que hay que construir entre todos y para todos. En este periodo, el principal sacramento de la presencia de Dios ya no es la naturaleza sino el ser humano. “Dios no habita en templos, sino que vive en el corazón de mi hermano el hombre”, afirmó Netzalhualcoyotl en aquel tiempo. Esto va a modificar profundamente la concepción religiosa de Dios, el cual ya no es visto como el solitario Todopoderoso, sino como el Hermano que se acerca al necesitado, que pide solidaridad para poder vivir. En los relatos religiosos de este periodo aparece frecuentemente la figura del pobre, del enfermo, del caminante, del forastero, del diferente. Y el otro, el que no es como todos, empezó a ser considerado como enviado o venido de Dios. Los bizcos, los deformes, los que tenían algún defecto físico, eran llamados hijos de Dios y se les prodigaban atenciones especiales. Esta concepción religiosa antropocéntrica fue la fundamentación del alto nivel humanista alcanzado por muchos pueblos mesoamericanos: Toltecas, Nahuas, Mayas, Zapotecas, Aztecas. De hecho, algunos religiosos cristianos quedaron sorprendidos por esta concepción religiosa y descubrieron en esta reflexión teológica un cierto parecido con la doctrina cristiana de la encarnación del Verbo, porque claramente expresa la humanización de Dios y el endiosamiento del hombre. La mayoría de los pueblos sentía tan cercano a Dios que lo simbolizaron también en el alimento producido por la comunidad: el maíz, la papa, el banano. Los alimentos simbolizan a Dios porque nos proporcionan la vida, y son el resultado del don de Dios y del esfuerzo humano, por eso se consideran sagrados.

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Esta concepción religiosa de los alimentos se refleja en la práctica de determinados rituales, como oraciones y reverencias, que deben realizarse al inicio y al final de las comidas. Entre todos los productos agrícolas, hay uno que se va a convertir en el símbolo de las culturas mesoamericanas: el maíz. En efecto, el florecimiento y la grandiosidad de las culturas mesoamericanas se basan en el descubrimiento del maíz y en la generalización de su cultivo. Y si el hombre mesoamericano descubrió el maíz, también el maíz hizo posible al hombre mesoamericano. En efecto, según el Pop Wuj, libro sagrado de los Mayas, el hombre fue hecho de maíz y Dios es Zinteotl, o Dios del Maíz. Se dice que hay tanta variedad de seres humanos como de maíz: rojos, negros, blancos, amarillos. Esta veneración por el maíz se conserva todavía en nuestros días, tal como se puede apreciar en el siguiente texto, que expresa reflexiones actuales de la Teología India Cristiana sobre el particular. “La tortilla (de maíz) es sangre de nuestra sangre, es vida de nuestras vidas, consuelo de los tristes, la compañera inseparable de los pobres, muralla contra el hambre… Ella es Sacramento de Dios que se vuelve Nuestro Sustento. Dios se hace Maíz, se hace alimento que muere para darnos vida; y es como Jesucristo que muere en la Cruz y en la Eucaristía se convierte en Pan de Vida”1

c) La construcción de grandes ciudades. A partir de la experiencia de vida en los pequeños poblados, los pueblos mesoamericanos fueron conformando una organización social y un conjunto cada vez más avanzado de leyes y costumbres: • Apropiación comunal o comunitaria de la tierra. • Uso de tecnologías apropiadas pero no destructivas de la naturaleza. • Ejercicio del poder político como un servicio • Imagen de Dios muy cercano a la vida del pueblo. Sobre estos pilares se fueron construyendo las grandes civilizaciones, cuyas obras monumentales causan asombro aún hoy a quienes las visitan. Vamos a describir brevemente dos de ellas: la de los Mayas y la de los Aztecas. La civilización Maya.

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Revista Crhistus, Septiembre-octubre del 2009. Pág. 16. Mensaje final del Primer Encuentro Mesoamericano de Teología India, celebrado en Huehuetenango, Guatemala, el 4 de abril del 2008.

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Nos vamos a centrar en el periodo de máximo esplendor de esta cultura que se extiende desde el S. V d.C. hasta el S. X. En ese momento, por una conjunción de causas climáticas, políticas y sociales, se provocó una decadencia, que condujo al abandono de la mayoría de las ciudades Los pueblos mayas se organizaron en ciudades-estados y se extendieron en una región muy amplia: desde la península de Yucatán, en el sureste de México, hasta Nicaragua, pasando por Chiapas, Guatemala, El Salvador y Honduras. Durante este periodo, los Mayas desarrollaron una cultura muy floreciente. Domesticaron y cultivaron numerosas especies agrícolas. Algunas de ellas, como el maíz, el fríjol, el cacao o las papas (patatas), están integradas en la actualidad en las dietas del mundo entero. Promovieron la agricultura, desarrollando técnicas de riego y de cultivo muy avanzadas. Construyeron grandes pirámides y centros ceremoniales, con observatorios astronómicos incluidos, lo que les permitió poder predecir eclipses y llegar a conocimientos muy elevados. Fueron grandes matemáticos. Conocían el cero y crearon un sistema de numeración de base 20, a diferencia del nuestro, que es de base 10. También crearon varios sistemas de calendarios, algunos tan perfectos que les permitían medir el tiempo con mayor precisión que los calendarios europeos. Promovieron las artes (cerámica, tejidos, dibujos) y las letras. Tenían un sistema de escritura jeroglífica, que les permitió dejar impresa su historia en estelas monumentales y en códices manuscritos. Su organización social, que al principio era bastante igualitaria, se fue complicando en la medida en que crecía la burocracia de las ciudades–estado. Los esclavos y los campesinos, con su trabajo y sus tributos, tenían que alimentar a los sacerdotes, a los sabios, a los militares y a los reyes. Se supone que esto fue una de las causas principales del descontento social y del abandono de las ciudades en el siglo diez. Con el paso del tiempo surgieron también enfrentamientos entre las distintas ciudades, lo que también contribuyó a su destrucción. Esta situación conflictiva influyó también en el cambio de la imagen de Dios, que de Compañero y Amigo pasó a concebirse como un Guerrero. Y en la medida en que se enfrascaron en guerras entre ellos, los militares ascendieron en la escala social, lo que fue modificando también la imagen del hombre. Así se fue conformando una imagen guerrerista del hombre y de la religión, que se acentuó con los Aztecas, como veremos más adelante.

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A pesar del tiempo y de las destrucciones, de los Mayas conservamos monumentos importantísimos, que siguen siendo la admiración de visitantes y estudiosos de todo el mundo: Palenque, Tikal, Chichén-Itzá, Bonampak y muchos más; igualmente se conservan el Calendario maya y algunos libros, entre los que sobresale el Pop Wuj, que se considera como la Biblia de los Quichés. Se calcula que en la actualidad existen en la región unos 6 millones de indígenas descendientes de los Mayas, quienes conservan de sus antepasados numerosas costumbres y tradiciones. La civilización Azteca o Mexica. Con el abandono de las ciudades-estado mayas en el siglo diez se produjo una profunda recomposición del poder en Mesoamérica. Durante los siglos X al XII, el centro de México estuvo dominado por los Toltecas, que establecieron vínculos muy fuertes con los poblados mayas de Yucatán. En Oaxaca, los Mixtecos iniciaron un proceso de expansión, que los llevó a ocupar los Valles Centrales, donde habitaban los Zapotecos. En Centro América, se consolidaron los diferentes pueblos procedentes de los antiguos Mayas. Pero la transformación más grande del escenario político y cultural la va introducir un pueblo de origen desconocido, que, guiado por el Dios Huitzilopochtli, se puso en camino en busca de un lugar donde poder asentarse. Al llegar al lago de Texcoco, vieron una señal sorprendente: un águila sobre un nopal devorando a una serpiente. Interpretaron que ésa era la señal divina para asentarse y allí fundaron la ciudad de Tenochtitlán (México). Esto ocurría en el año 1323, y de la transcendencia de este evento nos da fe el hecho de que la figura del águila devorando a la serpiente forma parte del escudo actual de México. Esta creencia generó entre aquellos pobladores una mentalidad luchadora e innovadora y dio origen a una de las civilizaciones más grandes de Mesoamérica. Hicieron alianzas con las dos principales ciudades del lugar y, a partir de ahí, ejercieron una influencia decisiva sobre toda el área mesoamericana, construyendo en menos de doscientos años un imperio de enormes proporciones. ¿Cómo se explica una expansión político-militar tan sorprendente? En primer lugar, los aztecas tenían una organización política y social muy centralizada y muy militarista. El emperador azteca poseía un poder ilimitado, que abarcaba a todas las cosas y a todas las personas. Junto a él, los guerreros y sacerdotes formaban el grupo social de mayor prestigio, pero los guerreros eran ciertamente el principal apoyo del emperador. Apenas había grupos sociales intermedios y en la base de la pirámide social estaban los artesanos, los agricultores y los esclavos.

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Otra de las razones que explica también el éxito político-militar de los Aztecas es que fueron muy tolerantes con las culturas de los pueblos vencidos y muy hábiles para establecer alianzas e integrar en su cosmovisión elementos culturales y científicos de los otros pueblos. De esta manera, muy pronto comenzaron a sobresalir en matemáticas, arquitectura, astronomía y desarrollo del arte y la literatura. La ciudad de Tenochtitlán, con sus majestuosos templos recubiertos de oro y sus imponentes pirámides, era un buen exponente del desarrollo alcanzado por esta civilización en menos de doscientos años. Su religión era también muy tolerante con los dioses de los pueblos vencidos pero, a la vez, estaba muy influenciada por la concepción militarista de la vida. El carácter guerrero de la religión partía de la creencia, según la cual, el Dios azteca Huitzilopochtli nació revestido de un escudo y un arco de flechas, para poder defenderse de las fuerzas que estaban confabuladas para matarlo. En esta historia, Dios aparecía revestido de atributos guerreros y esta imagen de Dios legitimaba y justificaba el poder del emperador y de su séquito de guerreros. De esta manera, la concepción religiosa reforzaba la concepción guerrerista de la vida y viceversa, es decir, se retroalimentaban mutuamente. Dios, en general, era concebido como un guerrero. Era el Dios Sol que luchaba todos los días para conseguir la luz del día en contra de las fuerzas oscuras de la noche. Cada día, al amanecer, el Dios Sol tiene que “derramar sangre” (color rojo del sol) para poder derrotar a la luna y a las estrellas. Por eso hay que sacrificarle víctimas humanas, para reponer la sangre del corazón del Sol. Su concepción de la vida partía también de la creencia religiosa sobre la fundación de la ciudad de México. Los Aztecas se consideraban a sí mismos como “águilas” o “hijos del Sol”, que tenían que devorar a la serpiente, que era el símbolo de la tierra y de los agricultores que no habían alcanzado el desarrollo urbanístico. En esta perspectiva, saber guerrear y combatir era fundamental para poder conquistar un rostro y un corazón de verdaderos seres humanos. De ahí el lugar principal que ocupaban los guerreros en su estructura social. De esta manera, se fue conformando una imagen guerrerista del hombre y de la religión, pero con proyección de transcendencia. Vivimos para morir, pero morimos para vivir. Así se explican los sacrificios humanos como necesarios para alimentar la vida de los dioses. Otra característica común a los Mayas y Aztecas y al conjunto de pueblos mesoamericanos era la concepción cíclica de la vida y de la historia. Todo se repite en ciclos más o menos largos. Lo que sucedió una vez, tiene que volver a suceder algún día. Esto vino a chocar con la concepción lineal de los cristianos, tal como desarrollaremos más adelante. Lo adelantamos aquí porque, dentro de esta

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concepción cíclica, se puede entender más fácilmente la creencia en el retorno de Quetzalcóatl: si un día se huyó hacia el oriente, en algún momento tendrá que regresar. El retorno de Quetzalcóatl. Quetzalcóatl fue uno de los rostros de Dios más antiguos y más conocidos de Mesoamérica. Su nombre está compuesto de las palabras Quetzal, un pájaro que simboliza la libertad, y Cóatl, que significa serpiente, símbolo de la fertilidad. Este concepto de Dios une la fertilidad de la materia y la libertad del espíritu en un precioso nudo que simboliza la unidad y desafía la división. Él reconcilió los ámbitos del cielo y de la tierra. Creó la raza humana; nos dio la agricultura; nos enseñó las bellas artes y ordenó el tiempo sagrado en un calendario. Su culto se extendió por toda la región mesoamericana. En torno a esta divinidad se fue generando una creencia de que se había ausentado cuando la construcción de las grandes ciudades, porque su estructura rompía la unidad social, pero que algún día regresaría. Como ya señalamos, con la construcción de las grandes ciudades el poder se convirtió en la expresión de Dios en cuanto que hacía posible la lucha por la vida de todos. Pero, con el paso del tiempo, al desvincularse de la vida de los pobres y centrarse en manos de unos pocos, se convierte en poder para la muerte, es decir, en algo totalmente opuesto a los designios de Dios. Y en consecuencia, pierde su sentido teológico primero y ya no se pueden justificar religiosamente las acciones agresivas de un pueblo o de un sector del pueblo contra los demás. Ante esta situación de concentración del poder y opresión del pueblo pobre, surgió de nuevo entre los sectores oprimidos el recuerdo de la sociedad mucho más igualitaria que habían disfrutado anteriormente y comenzaron a recrear la creencia del retorno de Quetzalcoatl, que había desaparecido, yéndose hacia el oriente cuando empezaron a construirse las grandes ciudades. Se fue haciendo cada vez más común la creencia de que algún día regresaría para implantar la paz y la justicia. Por eso, al llegar los españoles, muchos indígenas creyeron que era el Dios Quezalcoatl, que venía para ayudarles a luchar contra el poderío de los Aztecas. Pronto se desengañaron, pero ya era tarde. Estos pueblos, cargados de luchas, ilusiones, esperanzas y frustraciones, como todos los pueblos, un buen día se encontraron con unos seres tan enigmáticos para ellos como si nosotros hoy nos encontrásemos con habitantes extraterrestres. Se encontraron con los españoles. 2 2

Para el estudio de la Culturas Mesoamericanas Precolombinas ver TEOLOGÍA INDÍA, de Eleazar López, Editorial Verbo Divino, Cochabamba, Bolivia, año 2000, Pág. 29 al 47.

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En el apartado siguiente intentaremos describir también brevemente algunas características culturales y religiosas de los europeos y de los españoles, para tener una visión más aproximada de los dos mundos enfrentados.

2.2.

CULTURAS EUROPEAS DE FINALES DE LA EDAD MEDIA.

Como nota introductoria quiero indicar que voy hablar de las culturas europeas de finales de la Edad Media y no de la cultura española, por dos razones: 1. Porque España, ya en aquel tiempo, formaba parte de un conjunto de países muy relacionados entre sí, que actualmente conforman lo que se llama la Unión Europea. Todos estos países tenían un substrato cultural común determinado por la gran influencia de la Iglesia y de la Religión católica. 2. Porque, aunque los españoles fueron la gran mayoría y los primeros europeos en llegar, con el tiempo, llegaron también personas de otras nacionalidades, principalmente religiosos y algún que otro pirata venido desde Inglaterra y de otros países nórdicos. Y para empezar, no olvidemos que, según la mayoría de los historiadores, Cristóbal Colón, el llamado “descubridor”, no era español sino italiano. Por tanto, hablaremos de la cultura española, en el marco de la cultura europea. 2.2.1. EL CRISTIANISMO Y EL IMPERIO ROMANO. La mayor parte de las personas de América Latina tienen unas referencias muy vagas de Europa, lo mismo que la mayor parte de los europeos no saben casi nada de estos países de América Latina. Las personas de América, que pertenecen a alguna iglesia cristiana, saben que “Jesús nació en tiempos de Emperador Romano Augusto”, tal como aparece en el capítulo 2 del Evangelio de Lucas. También saben que fue crucificado por orden de Pilatos, gobernador romano, porque así consta en los cuatro Evangelios. Por último, a través de los Hechos de los Apóstoles y de las Cartas de Pablo, también sabemos que algunos apóstoles, principalmente Pablo, predicaron en muchas ciudades griegas y romanas y que, al final de sus días, Pablo fue conducido como un reo y llevado a Roma, donde fue juzgado y condenado. Según la tradición se cree que en Roma también fue crucificado Pedro. La actual presencia del Papa de la Iglesia Católica en Roma también nos induce a pensar que esa ciudad tuvo mucho que ver con la expansión del Cristianismo. Partiendo de estos hilos, intentemos organizar el tejido.

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El Cristianismo nace judío pero muy pronto se hace griego y romano. En efecto, el Cristianismo nace judío. Jesús fue un judío. Todos los apóstoles, incluido Pablo, fueron judíos. Las primeras comunidades cristianas de Jerusalén fueron comunidades de judíos. Este es un hecho importante, que no se debe olvidar nunca; sin embargo, muy pronto, debido principalmente a la actividad misionera de Pablo, el Cristianismo sale del pequeño espacio de Palestina y se extiende por las ciudades del Imperio Romano, logrando un nivel de aceptación verdaderamente admirable. Este éxito sorprendente de Pablo en su actividad misionera se puede explicar por diversos factores: • Una entrega incondicional y sin medida de Pablo a la causa de la misión: hace lo que sea, con tal de ganar para Cristo aquellas comunidades. • Su conocimiento de las culturas griegas y romanas y su respeto hacia ellas, así como su gran capacidad para dialogar con estas culturas. • Su flexibilidad para acomodar el Cristianismo a las exigencias de estas culturas, forzando a veces aspectos del Cristianismo original, pero salvando siempre lo esencial. Baste mencionar el caso de la circuncisión, un rito muy importante de la religión judía, que logró suprimirla de la doctrina cristiana, y el trato dado a las mujeres, donde buscó rebajar la marca de la igualdad entre hombres y mujeres que Jesús había colocado muy alta, para acomodarse a las costumbres de aquella sociedad machista y patriarcal. Veamos algunas otras muestras de las acomodaciones que tuvieron que hacer Pablo y los demás misioneros, para favorecer la expansión del Cristianismo por el Imperio Romano. Aceptar la estructura familiar patriarcal y la organización piramidal de la sociedad. Jesús había insistido mucho en la igualdad entre todos sus discípulos, hombres y mujeres, resaltando una y otra vez que, “entre ellos, el que quiera ser el mayor que sea el servidor de todos, como el Hijo del Hombre que no vino a ser servido, sino a servir” (Mt. 20,24-28). Pablo, por el contrario, reconoce y legitima religiosamente el modelo patriarcal de familia, que había sido formulado por el filósofo griego Platón cuatrocientos años antes y se había constituido en la base de la sociedad romana: “Esposas, sométanse a sus esposos, porque este es su deber como creyentes en el Señor. Esposos, amen a sus esposas y no las traten con aspereza. Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque esto agrada al Señor. Padres, no hagan enojar a sus hijos, para que no se desesperen. Esclavos, obedezcan en todo a quienes aquí en la tierra son sus amos…Amos, sean justos y razonables con sus esclavos” (Col. 3, 18 – 4,1).

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Con esta doctrina, que se repite en varios otros lugares de las cartas paulinas, se sanciona el modelo patriarcal de familia, que llega hasta nuestros días, donde la esposa, los hijos y los esclavos deben obediencia “en todo” al “paterfamilias”, porque “esto es lo que agrada a Dios”. Y este modelo, que se consideraba la base de la sociedad romana, se constituyó también en modelo de la organización de la Iglesia, “la casa de Dios”, estableciendo también una organización piramidal y machista: obispos, presbíteros, diáconos y pueblo, donde las mujeres van desapareciendo de la escena pública y todas las personas deben obediencia y respeto a las autoridades que tienen por encima de ellas. La traducción al griego y al latín de todos los textos cristianos. Por último, los Evangelios se escribieron en griego y en latín, para que el mensaje llegase a aquellas gentes en su propia lengua. Del arameo, la lengua hablada por Jesús, sólo conservamos tres o cuatro palabras. Los demás escritos del Nuevo y del Antiguo Testamento también se escribieron en griego y en latín. Y junto con la lengua también se introdujeron en la cosmovisión cristiana muchos elementos de los ritos y costumbres de aquella sociedad, algunos de los cuales fueron incorporados en la doctrina cristiana como partes integrantes de la misma. Como vemos, la inculturación del Cristianismo en la cultura grecorromana fue en serio y las acomodaciones que tuvieron que hacer no fueron de poca monta. Fue el precio que tuvieron que pagar para facilitar la entrada del Cristianismo en aquellas culturas La novedad de las comunidades cristianas. Sin embargo, en el marco de aquella cultura grecorromana decadente, las comunidades cristianas se veían como un aire fresco de renovación, y muy pronto se convirtieron en referencia obligada para miles de personas que buscaban un nuevo sentido y orientación para sus vidas. Las comunidades cristianas se convirtieron en comunidades alternativas porque compartían sus bienes y mantenían prácticas de solidaridad efectiva entre ellas, para que a unas no les sobrase en demasía mientras a otras les faltaba lo necesario. También llamaban la atención por su carácter interclasista y por la importancia que daban a la atención de las personas pobres, enfermas, ancianas y encarceladas. El amor y la compasión que se vivía entre los miembros de las comunidades cristianas llevaba a la gente a exclamar: “¡Miren cómo se aman!” Por último, era motivo de respeto y admiración su sentido de libertad y autonomía frente al culto sagrado que se le rendía al Emperador. Sólo Jesús es “el Señor” al que hay que rendirle adoración y reverencia. Los cristianos estaban dispuestos a sufrir persecuciones antes que traicionar su conciencia.

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Estas prácticas religiosas resultaban muy subversivas para aquella sociedad tan corrompida, basada en la divinización del Emperador y en la explotación de los esclavos y de las colonias. Por eso, desde las más altas esferas del poder decretaron numerosas persecuciones en contra de los cristianos, acusándolos entre otras cosas de “ateos” y “traidores a la patria”. Pero la entereza de su fe se convirtió en otra fuente de curiosidad y atracción de las comunidades cristianas. Lejos de disminuir, con las persecuciones se acrecentaba el número de los cristianos, de tal manera que podían exclamar: “¡La sangre de los mártires es semilla de cristianos!. El Cristianismo imperial. Ante esta realidad, el emperador Constantino cambió la estrategia en relación a los cristianos: en vez de perseguirlos, mejor tenerlos como amigos y aliados. En efecto, mediante un decreto imperial, el año 313, reconoció la libertad religiosa de los cristianos y unos años más tarde declararon al Cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano. Junto con la libertad, los emperadores concedieron a la Iglesia grandes privilegios y grandes riquezas: templos, palacios y donaciones. De esta manera, los que antes eran calumniados, ahora son privilegiados; los que antes eran pobres, ahora son ricos y poderosos, y los que antes eran perseguidos se convierten en perseguidores, cuando el Cristianismo se declara la “religión oficial del Imperio”. El Emperador comenzó a tener una injerencia grande en la vida interna de la Iglesia: convocaba concilios, nombraba obispos e intervenía en la conformación de la estructura interna de la Iglesia acomodándola a la organización social del Imperio. El Papa, como Vicario de Cristo, se asemejó en títulos y en dignidad al Emperador, y los obispos, a los senadores romanos. Y como funcionarios imperiales, adquirieron palacios, poder y riquezas. Todo esto significó un cambio muy grande, para el que la mayoría de los cristianos no estaban preparados. Trastornó su mente y su corazón. Como era lógico, a través de este proceso de alianza entre la Iglesia y el Estado, se dio una politización de la Iglesia y una sacralización del Imperio, con una injerencia notable de cada institución en los asuntos propios de la otra. Pasados unos años, esta injerencia mutua se convirtió en rivalidad y en luchas de poder para definir quién estaba sobre quién, el papa o el emperador. Estas luchas de poder se continuaron a través de toda la Edad Media y se expresaron de diferentes formas, tal como veremos en el apartado siguiente. 2.2.2. LA IGLESIA EN LA CONFORMACIÓN DE LA EUROPA DE LA EDAD MEDIA.

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El emperador Constantino tomó una decisión política arriesgada, pero inteligente: aliarse con los cristianos, para mantener la unidad del Imperio y consolidar su estructura y organización frente a las amenazas de los pueblos cercanos, que lo estaban presionando. Por el Oriente lo amenazaba el virus de la división y por el Norte, los pueblos cercanos, llamados “barbaros”, que estaban fascinados por las riquezas de las ciudades del Imperio Romano, principalmente de la ciudad de Roma. Pero Constantino fracasó en ambos propósitos, ya que, a los pocos años, se dividió el Imperio en oriental y occidental, y en el año 476 la ciudad de Roma fue tomada por los “bárbaros” y depuesto su emperador, señalando así el final del Imperio Romano de Occidente. Este evento señala lo que en la historia de Europa se entiende como el final de la Edad Antigua y el inicio de la Edad Media, que termina precisamente en 1453, cuando cae el Imperio Romano de Oriente. Conviene señalar que el principio o el final de una época no viene señalado por un solo acontecimiento, sino por varios que, en conjunto, nos dan a entender que algo viejo está terminando y una era nueva está emergiendo; pero para precisar las fechas, se suele señalar un evento, que la mayoría de los historiadores consideran como el más relevante o determinante. En nuestro caso, en lo que coinciden la mayoría de los historiadores es en afirmar que la desintegración del Imperio Romano facilitó la emergencia de los pueblos que conformaron Europa durante la Edad Media. Pero comencemos por intentar ubicar geográficamente a Europa. Generalmente se dice que Europa es un continente que limita al Norte con el océano Ártico, al Sur con el mar Mediterráneo, al Este con el Mar Caspio y los montes Urales y al Oeste con el océano Atlántico. Pero actualmente hay consenso en decir que es más correcto afirmar que Europa es la parte más occidental de esa gran masa de tierra que es el continente euroasiático. Históricamente, se puede afirmar que este espacio geográfico fue habitado desde muy antiguo por una gran variedad de pueblos que protagonizaron importantes acontecimientos de la historia humana. Aquí se desarrollaron grandes civilizaciones entre las que sobresalen la griega y la romana, que hicieron aportes a la humanidad muy significativos en las artes, en las letras, en la organización política y en el derecho civil.

Pero estas conquistas que se habían logrado en los siglos anteriores parecía que estaban amenazadas de muerte con la desaparición del Imperio Romano. En efecto, una nueva invasión de pueblos, venidos de las estepas de Asía, llegaron a estos territorios que antes se conocían como provincias del Imperio Romano. Unos se

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instalaron en Italia, otros en España; otros diferentes en Francia o en Alemania; así en todas las regiones de lo que había sido el Imperio Romano. Eran pueblos agricultores y seminómadas. Por tanto, su nivel de desarrollo tecnológico era muy inferior al alcanzado por el Imperio Romano, y, en cuanto a su religión, la mayoría tenía su propia religión y algunos habían abrazado la religión cristiana, pero en su modalidad arriana, que era una herejía que había sido condenada por la Iglesia de Roma. De aquella unidad y casi uniformidad que presentaba el Imperio Romano, de repente nos encontramos con una gran diversidad étnica y una pluralidad cultural y religiosa. Pero hay que observar que la caída del Imperio no significó la caída de la estructura eclesial; al revés, a la caída del Imperio, la estructura de la Iglesia Católica emergió con gran poder y visibilidad. Mientras la autoridad política se desintegraba, los obispos permanecieron firmes en sus sedes y el último representante del antiguo orden en Roma ya no fue el Emperador o el Senado sino el Papa, que ocupaba la silla de San Pedro. Ante los pueblos recién llegados, la Iglesia adoptó la estrategia de buscar la conversión de los reyes y de los príncipes, porque, si el rey se hacía cristiano, todos sus súbditos también se bautizaban. De esta manera y gracias a las masivas conversiones, la Iglesia fue logrando la unidad religiosa de todos esos pueblos bajo la autoridad del Papa de Roma, el cual, día con día, iba acrecentando su poder. Se desarrolló toda una doctrina sobre el poder del Papa como Vicario de Cristo para intervenir no sólo en los asuntos religiosos, sino también en los problemas políticos de los príncipes y de los reyes. A partir de esta concepción del papado, los papas depusieron reyes, promovieron guerras y organizaron cruzadas, para ir a guerrear en contra de los musulmanes, que habían tomado la ciudad de Jerusalén y se habían extendido por casi toda España y otras partes de Europa. La autoridad del Papa de Roma contribuyó mucho para que se consolidase la unidad religiosa de todos los pueblos que invadieron los territorios de lo que había sido el Imperio Romano. Pero junto a la unidad religiosa, estaba siempre el sueño de reconstruir la unidad política que había tenido el desaparecido Imperio Romano. No fue fácil, por la diversidad de pueblos y regiones, pero se hicieron varios intentos. Carlo Magno, rey de los Francos (de Francia), fue el que tuvo mayor éxito en esta empresa, al conseguir ser consagrado Emperador por el Papa, en la navidad del año 800. Nacía así el que se llamó Sacro Imperio Romano Germánico.

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De esta manera se reforzó la alianza del poder político y del religioso, lo que generó mayor intolerancia y un espíritu de “cruzados”, para pelear juntos contra los musulmanes y contra los herejes. Este aspecto de la intolerancia marcó mucho el catolicismo de aquellos años. Durante ese tiempo se desarrolló la doctrina de que “fuera de la Iglesia no hay salvación”, ni para los paganos ni para los herejes; por tanto, no hay más alternativas que convertirlos o terminar con ellos. Consecuente con estas ideas, la Iglesia organizó Cruzadas para luchar contra los musulmanes y creó los Tribunales de la Inquisición para perseguir a los herejes. Los nuevos pueblos que invadieron el Imperio Romano eran campesinos y por tanto, se instalaron principalmente en las regiones rurales, agrupándose bajo la protección de los que se llamaban “señores feudales”, que eran como grandes finqueros que controlaban regiones muy extensas de pobladores. Los campesinos ofrecían al “señor feudal” su fidelidad, su lealtad y un tributo por las tierras que el señor le arrendaba y, en compensación, recibían protección y defensa por parte de su señor. Pero con el tiempo, sobre todo a partir del siglo XII, la gente volvió a concentrarse en grandes ciudades y el comercio volvió a ser una actividad floreciente entre ellas. Precisamente los comerciantes se convirtieron en la nueva clase social más dinámica y emprendedora. Se crearon ligas o asociaciones de comerciantes, quienes viajaban no solamente entre las principales ciudades de Europa, sino incluso hacia lugares lejanos de China y la India, para propiciar el intercambio de productos. El Oriente se veía como el polo complementario para impulsar el desarrollo y la economía de los países europeos. Junto a estos comerciantes surgieron también escritores aventureros, como Marco Polo, que viajaron a China y a la India e hicieron unas descripciones muy idealizadas de las riquezas que encontraron en esos países. Estas descripciones de Marco Polo motivaron aún más el deseo de viajar y comerciar con estos países lejanos. Pero había un obstáculo que parecía casi infranqueable para poder realizar este propósito: la expansión del Islam por todo el oriente medio. Egipto, Palestina, Irak, Irán… habían caído en poder del Islam y no se veía modo de llegar a la China por tierra sin pasar por esos países. El enfrentamiento entre el Cristianismo y el Islam venía desde muy atrás, pero se agudizó cuando los Papas de Roma comenzaron a organizar Cruzadas militares en contra de los musulmanes. Esto se consideró como una declaración de guerra y, prácticamente, cerró toda posibilidad de continuar comerciando con China y con la India por la ruta terrestre. Por eso, ante esta realidad, algunos empezaron a pensar en la posibilidad de alguna ruta alternativa para poder continuar comerciando con el Oriente. Y cuando Cristóbal Colón presentó a los Reyes de España su proyecto de llegar a la India por mar, los

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Reyes vieron la idea como muy interesante y por eso le apoyaron para que organizase su expedición. Lo que ninguno de ellos en ese momento podía tener en mente, era que, en el camino para la India, se iban a encontrar con otro continente, el que ahora llamamos continente americano. 2.2.3. ESPAÑA A FINALES DE LA EDAD MEDIA. Como el resto de los países cercanos al Mar Mediterráneo, España fue una provincia del Imperio Romano durante muchos años. Todavía quedan muchos monumentos que dan fe del nivel de desarrollo cultural y económico alcanzado en aquel tiempo: teatros, templos, acueductos, caminos, puentes, etc. También, igual que los otros países, a finales del siglo V, España fue invadida por los pueblos “bárbaros”, que se repartieron el territorio nacional entre varios de ellos, terminando así con la dominación romana. Estos pueblos invasores al poco tiempo se convirtieron al Catolicismo, pero su dominación en España fue mucho más accidentada que en otros países europeos, porque, a principios del siglo VIII, España fue conquistada por los Musulmanes, quienes se apoderaron de toda la península sin apenas encontrar resistencia, hasta llegar a la cordillera de montañas que separan a España de Francia. En una de esas montañas, llamada Covadonga, el año 718, un grupo de cristianos, invocando la protección de una Virgen que encontraron en una cueva, lograron derrotar al invasor. Esto lo consideraron como un milagro y allí comenzaron una serie de luchas para obligar poco a poco a la retirada de los Musulmanes, hasta lograr su expulsión definitiva en 1492, precisamente el año en que Colón organizó su viaje de ida a la India por vía marítima. Durante estos setecientos años que duró la estancia de los musulmanes en España hubo largos periodos de paz y convivencia pacífica, que dieron lugar a momentos muy creativos de intercambio cultural, que con frecuencia se mencionan como ejemplos de tolerancia y de un diálogo fecundo entre el Islam y el Cristianismo. Ciudades como Córdoba o Toledo, donde convivían pacíficamente judíos, cristianos y musulmanes todavía hoy siguen siendo un ejemplo digno de imitar. A través de los árabes residentes en España, los otros países europeos conocieron la filosofía griega y la literatura clásica, gracias a las traducciones realizadas por la Escuela de Traductores de Toledo; también gracias a ellos la medicina, la astronomía y las ciencias antiguas y modernas penetraron en el continente europeo. Los árabes transmitieron a Europa las matemáticas e introdujeron productos como el papel, el arroz y la caña de azúcar. Sin embargo, con el tiempo, España se contagió también de la intolerancia que se extendía por toda Europa y la rivalidad entre el Cristianismo y el Islam sustituyó a la

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paz y la concordia de la etapa anterior. De nuevo surgieron los enfrentamientos y la guerra. Con la llegada al poder de Isabel y Fernando, los llamados Reyes Católicos, España logró la unidad política de todos los pueblos que se habían ido recuperando a los musulmanes, quienes quedaron arrinconados al sur de la península, en el Reino de Granada. Pero los Reyes Católicos estaban decididos a asegurar también la unidad religiosa de España. Con este propósito ya habían instalado el Tribunal de la Inquisición, habían expulsado a los judíos, y estaban dispuestos a reconquistar también el Reino de Granada y expulsar a los musulmanes hacia África, para tener por fin la unidad política y religiosa de todo el territorio español. Con esta finalidad, con el apoyo de la Iglesia Católica, movilizaron las energías ocultas en el espíritu de las cruzadas y lograron una gran movilización popular y militar. Con todos estos recursos y después de diez años de luchas y asedio, consiguieron tomar la ciudad de Granada, el 2 de enero de 1492. Por eso, cuando se presenta el descubrimiento asombroso de todo un continente totalmente desconocido para los europeos, España estaba en unas condiciones excepcionales: terminadas las guerras de reconquista y expulsados los judíos y los hispanomusulmanes, los reyes de España vieron en los descubrimientos y posterior conquista la mejor manera de dar una salida natural al impulso expansivo y a las energías acumuladas en las guerras peninsulares. Estos hispanos, imbuidos de orgullo mesiánico y de espíritu de cruzados, son los que vinieron a luchar contra los indígenas, para arrancarlos de las garras del paganismo y traerlos a la unidad de la fe católica. Psicológica y espiritualmente estaban mal preparados para un encuentro abierto y amoroso con la religión y con la cultura de los pueblos de estas tierras.

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3. UN ENCUENTRO QUE RESULTÓ ENCONTRONAZO: GENOCIDIO DE LA POBLACIÓN INDÍGENA. Según consta en el Diario de Cristóbal Colón, el 12 de octubre de 1492, inmediatamente después de pisar tierra en la isla Guanahaní (Bahamas), el primer acto que realizó el almirante Colón fue clavar en la arena el estandarte real, coronado con la cruz, y levantar un acta ante notario en la que se decía: “Que todos diesen fe y testimonio de cómo él tomaba posesión de dicha isla por el Rey e por la Reina, sus señores…” Este primer gesto arrogante e insolente del almirante, en presencia de los indígenas que observaban entre curiosos y asustados, nos da el tono de lo que será el modo de actuar de los españoles en su relación con los nativos. La cruz sobre el estandarte real, más que un simbolismo cristiano, puede interpretarse como el calvario y la cruz que les esperaba a los indígenas. Hoy es un hecho histórico, generalmente aceptado por todos los historiadores, que los primeros cien años después de la llegada de Colón fueron desastrosos para las poblaciones indígenas. Según el cronista Fray Bernardino de Sahagún, “no quedó de ellos sombra de lo que fueron”. Se calcula que por el año de 1500, la población autóctona de lo que después se llamará el Continente Latinoamericano era de unos 80 millones de habitantes, y 50 años después se había reducido a 10. Estamos hablando de la desaparición de 70 millones

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de personas, por eso se dice que ha sido hasta ahora el genocidio más grande de la historia. Si nos limitamos a México: en vísperas de la conquista, su población era de unos 25 millones; cien años después, era de un millón. 3.1.

. CAUSAS DEL GENOCIDIO

Esta alarmante disminución de la población se produjo como consecuencia de la conjunción de varios factores: las matanzas directas provocadas por los conquistadores sobre la población indígena, el maltrato permanente al que fueron sometidos y las enfermedades que sobrevinieron con la llegada de los españoles. Analicemos a continuación a cada uno de estos factores. a) Homicidio directo

Por homicidio directo, durante las guerras o fuera de ellas. Los asesinados de esta manera constituyen un número elevado de personas, aunque relativamente bajo. Sin embargo, es importante estudiarlos porque, en este caso, hay responsabilidad directa sobre los asesinatos. A estas matanzas, consideradas a menudo como exageradas, hace referencia, de forma general, Fray Bartolomé de las Casas en su Breve Relación de la Destrucción de las Indias. Como muchos las consideran exageradas, no vamos a analizar estas descripciones generales, sino casos concretos relatados por el mismo Fray Bartolomé y por otros autores, tal como veremos a continuación: Matanza de Caonao, en Cuba Fray Bartolomé, en otro libro, nos cuenta la matanza de Caonao, en Cuba, perpetrada por la tropa de Narváez, a la que él estaba adscrito en calidad de capellán militar. El episodio empieza con una circunstancia casual: “El día en que los españoles llegaron al pueblo, en la mañana se pararon a almorzar junto a un arroyo, el cual estaba lleno de piedras amoladeras (buenas para afilar), y se les antojó de afilar en ellas las espadas”. Al llegar a la aldea, después del almuerzo, a los españoles se les ocurrió una nueva idea: comprobar si las espadas estaban bien afiladas. “Súbitamente sacó un español su espada en quien se creyó que se le revistió el diablo, y luego todos los demás sacaron sus espadas, y comienzan a desbarrigar y acuchillar y matar hombres y mujeres, niños y viejos, que estaban sentados, descuidados…Dentro de dos credos no quedó hombre vivo de todos cuantos allí estaban. Luego entraron a la casa y comenzaron lo mismo a matar a cuchilladas y estocadas a cuantos allí hallaron…” Fray Bartolomé no encuentra ninguna explicación para estos hechos a no ser el deseo de comprobar que las espadas estaban bien afiladas y “que el diablo se había apoderado de ellos”.

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Descuartizados en la expedición de Vasco Núñez de Balboa. El cronista Pedro Mártir nos cuenta un relato que se refiere a la expedición de Vasco Núñez de Balboa: “Que como en los mataderos descuartizan las carnes de bueyes o carneros, así los nuestros (los españoles) de un solo tajo le cortaban a uno las nalgas, a otro el muslo, o los brazos al de más allá: como animales brutos perecieron… Mandó el capitán español entregarlos en número de cuarenta a la voracidad de los perros” Mujeres ahorcadas en Yucatán. Diego de Landa, obispo de Yucatán, que no estaba especialmente a favor de los indios, cuenta el siguiente relato: “Que él vio un gran árbol cerca del pueblo en el cual un capitán ahorcó muchas mujeres indias en sus ramas y de los pies de ellas, a los niños, sus hijos… Hicieron en los indios crueldades inauditas, les cortaron narices, brazos y piernas, y a las mujeres los pechos y las echaban en lagunas hondas con calabazas atadas a los pies…” El mismo Diego de Landa cuenta esta otra historia conmovedora: “El capitán Alonso López de Ávila prendió una moza india y bien dispuesta y gentil mujer, andando en la guerra de Bacalar. Ésta prometió a su marido, temiendo que en la guerra no la matasen, no conocer otro hombre sino él y así no bastó persuasión con ella para que no se quitase la vida por no quedar en peligro de ser ensuciada por otro varón, por lo cual la hicieron aperrear (comer por los perros)” Regar las heredades con sangre de indios. Y para terminar esta macabra enumeración, un detalle referido en el año de 1570 por licenciado Alonso de Zurita, enviado a México como oidor de la Audiencia en 1554: “Oidor ha habido que públicamente en estrados dijo a voces, que cuando faltase agua para regar las heredades de los españoles, se habían de regar con sangre de indios”.1

b) Por malos tratos

Por “malos tratos” entendemos, sobre todo, las duras condiciones de trabajo, particularmente en las minas, impuestas a los indios por los españoles, cuyo único afán era el de hacerse ricos lo antes posible. Por eso les imponían ritmos de trabajo insoportables. Baste decir que la esperanza de vida de un minero de la época era de 25 años.

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Para estos casos ver: La Conquista de América, de Tzvetan Todorov. Editorial Siglo XXI, 15ª Edición, México 2007, Pág. 150-154

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Recordemos a este respecto lo que escribía, en 1550, el obispo y escritor Domingo de Santo Tomás en relación a Bolivia: “Habrá cuatro años que, para acabar de perder esta tierra, se descubrió una boca del infierno por la cual entra gran cantidad de gente, que la codicia de los españoles sacrifica a su dios, y es una mina de plata que se llama Potosí” Por otra parte, fuera de las minas, los impuestos eran tan desmedidos que llevaban al mismo fin. El religioso franciscano “Motolinía”, seudónimo de Fray Toribio de Venavente, observaba que los impuestos exigidos a los indios “eran tan grandes que muchos pueblos, no los pudiendo cumplir, vendían a mercaderes, que solía haber entre ellos, los hijos y las tierras…Así algunos pueblos casi del todo se despoblaron”. Es interesante observar que entre las causas del acabamiento de los indios por malos tratos, se señala el excesivo trabajo en la construcción de grandes templos, debiendo abrir los cimientos y cargar, a veces desde muy lejos, los materiales que se necesitaba para su construcción: “piedra, cal y tierra”. Así lo señala para Guatemala el historiador español Fray Juan de Pineda, en un informe elaborado en 1594; y para México lo menciona el mismo Motolinía, que presenta esta actividad como una de las “plagas” que están acabando con los indígenas, tal como veremos más adelante. Y como un ejemplo extremo del mal trato hay que señalar la esclavitud, especialmente significativa durante los primeros años de la conquista. A este respecto, escribe Juan de Zumárraga, primer obispo de México: “Después que Nuño de Guzmán vino como gobernador a Pánaco, han salido del puerto de aquella provincia, con su licencia y mandado, veintiún navíos cargados de esclavos, en los que ha sacado nueve o diez mil indios o más...Los que quedan, huyen a los montes de temor no los lleven a ellos también”. Otra consecuencia del mal trato, que también influyó mucho en la disminución de la población, fue el notable descenso de la natalidad, porque, según comenta el mismo Zumárraga, “ninguno tiene relación con su mujer, por no hacer generación que a sus ojos terminen haciendo esclavos”. Y Las Casas comenta: “Las pocas criaturas nacidas, de chiquitas perecían, porque las madres, con el trabajo y el hambre, no tenían leche en las tetas. Por cuya causa murieron en la isla de Cuba, estando yo presente, como siete mil niños en obra de tres meses. Algunas madres ahogaban de desesperadas las criaturas; otras, sintiéndose preñadas, tomaban hierbas para abortar”. Y sobre los malos tratos infligidos a niños y mujeres nos da más información un documento, que envían a Carlos V, en 1516, un grupo de dominicos, Se refiere a hechos que tuvieron lugar en las islas del Caribe. “Cuando llevaban de aquellas gentes captivas algunas mujeres paridas, por sólo que lloraban los niños, los tomaban por las piernas y los aporreaban en las peñas o los arrojaban en los montes, para que allí se muriesen”

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En relación a las mujeres de los mineros, comenta el mismo informe: “Cada minero español (dueño de la mina) se tenía por uso de echarse indiferentemente con cada cual de las indias que a su cargo tenía y le placía, ahora fuese casada, ahora fuese moza”. Cuando regresaba el marido de trabajar en la mina, “acaescía muchas veces azotarlo porque traía poco oro y atarle pies y manos como a perro, y echarlo debajo de la cama y él encima con su mujer.” Podemos hablar aquí de asesinatos por razones económicas y sociales, cuya entera responsabilidad recae en los colonizadores. Es interesante observar que esta situación fue la que llevó a la conversión a Fray Bartolomé al meditar en el texto de Eclesiástico 34, 19-22, que dice: “Ofrecer a Dios un sacrificio con lo que pertenece a los pobres es lo mismo que matar a un hijo en presencia de sus padres. Privar al pobre del salario que le corresponde es derramar su sangre”. c) Por enfermedades.

La mayor parte de la población murió por enfermedades, transmitidas de los españoles. Sin pretenderlo explícitamente, fueron los primeros en utilizar la “guerra bacteriológica”. En este caso la responsabilidad es más difusa e indirecta; pero tampoco se puede eludir del todo. Los españoles, aunque hubieran querido luchar contra las epidemias, como lo intentaron algunos religiosos, no habrían podido hacer gran cosa por la falta de medios. Pero, además, conviene observar que la situación que vivían los indios los hacía mucho más vulnerables a las epidemias. El mestizo Juan Bautista Pomar, en su Relación de Texcoco, terminada hacia 1582, reflexiona sobre las causas de la despoblación que, según sus cálculos, significa una reducción del orden de diez a uno. Ciertamente el principal factor fueron las enfermedades, y los indios, según él, eran especialmente vulnerables a las enfermedades porque estaban agotados por el trabajo y ya no tenían amor a la vida. La culpa es de “la congoja y fatiga de su espíritu, que nace de verse quitar la libertad que Dios les dio…, porque realmente los tratan los españoles muy peor que si fuesen esclavos”. Pero mal se podía esperar de los españoles que luchasen contra las epidemias, cuando ellos las veían como una prueba de que Dios estaba de su lado. El soldado y regidor de la ciudad de México, Bernardino Vázquez de Tapia, narra el gran daño que hicieron las viruelas sobre los naturales, matando a miles de ellos, de lo cual concluye que “milagrosamente Nuestro Señor los mató y nos los quitó de delante”. Esta misma visión era compartida también por algunos religiosos. Motolinía, miembro del primer grupo de franciscanos que desembarcó en México en 1523, comienza su Historia con una enumeración de las diez plagas enviadas por Dios como castigo a esta

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tierra. La referencia es clara: México, como el Egipto bíblico, es culpable ante el Dios verdadero, y por eso es justamente castigado. Según Motolinía, “la primera plaga fue de viruelas”, enfermedad traída por un soldado de Narváez. “Como los indios no sabían el remedio para las viruelas, morían como chinches a montones. Murieron también muchos de hambre, porque, como todos enfermaron de golpe, no se podían curar los unos a los otros, ni había quién les diese pan ni otra cosa ninguna”. “La segunda plaga fue los muchos que murieron en la conquista de la Nueva España, en especial en la conquista de la ciudad de México”. “La tercera plaga fue una muy grande hambre, luego que fue tomada la ciudad de México.…”. “La cuarta plaga fue la entrega y el reparto de los indios para trabajar en las granjerías de los españoles sin remuneración alguna. Muchos indios murieron por esta causa”. ”La quinta plaga fue los grandes tributos y servicios que los indios hacían”. “La sexta plaga fue las minas de oro. Los esclavos indios que hasta hoy en ellas han muerto no se podrían contar” “La séptima plaga fue la edificación de la gran ciudad de México. En especial, cuando deshicieron los templos principales del demonio, allí murieron muchos indios”. “La octava plaga fue los esclavos que hicieron para trabajar en las minas”. “La novena plaga fue el servicio de las minas, a las cuales iban de sesenta leguas y más a llevar mantenimientos los indios cargados. Y la comida que para sí mismos llevaban, a unos se les acababa en llegando a las minas, a otros, en el camino de vuelta antes de su casa, a otros detenían los mineros algunos días para que les ayudasen a trabajar; acabada la comida, o se morían allá en las minas, o por el camino. Otros volvían tales, que luego morían; y de éstos y de los esclavos que murieron en las minas fue tanto el hedor, que causó pestilencia, en especial en las minas de Oaxyecas. Por lo cual se despoblaron muchos pueblos, así del camino como de la comarca” Es importante observar que en la mayoría de estas “plagas” hay una responsabilidad directa por parte de los españoles, pero Motolinía las mira como una expresión de la voluntad divina y un castigo para los infieles.2 3.2.

2

TESTIMONIOS DE LOS INDÍGENAS.

Para los apartados sobre los malos tratos y las enfermedades, ver O.C. Pág. 145-149.

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Hasta aquí vimos algunas descripciones, narradas por cronistas españoles, de las crueldades cometidas por los conquistadores; veamos ahora algunos testimonios de las víctimas de esta tragedia. Las profecías de Chilam Balam. Chilam Balam es un conjunto de varios libros escritos por sacerdotes indígenas después de la conquista, pero describen acontecimientos de la etapa anterior. Presentan la conquista como un katún (periodo de tiempo) de miseria y de desgracia, que les llegó junto con el Cristianismo: “Preparaos a soportar la carga de miseria que viene a vuestros pueblos, porque este katún que se asienta es katún de miseria. Los muy cristianos llegaron aquí con el verdadero Dios, pero ese fue el principio de la miseria nuestra, el principio de las peleas con armas de fuego, el principio de los atropellos, el principio de los despojos de todo, el principio de la esclavitud por las deudas, el principio del padecimiento. Pero llegará el día en que lleguen hasta Dios las lágrimas de sus ojos y baje la justicia de Dios de un golpe sobre el mundo”. En otro lugar, expresan el cambio entre una etapa anterior, un tanto idealizada, y la realidad actual, fruto de la conquista: “Entonces todo era bueno. Entonces no había pecado. Entonces no había enfermedad. Rectamente erguido iba el cuerpo.… Cuando llegaron los dzules (extranjeros), ellos enseñaron el miedo, vinieron a marchitar las flores. Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron la flor de nosotros…¡Castrar el sol!. Eso vinieron hacer aquí los dzules” Cantares mexicanos. Un antiguo poema, escrito en 1523, recogido en Cantares Mexicanos, expresa con dramatismo el sentimiento de los indígenas por la pérdida de la nación mexicana: “Llorad, amigos míos, tened entendido que con estos hechos hemos perdido la nación mexicana. ¡El agua se ha acedado, se acedó la comida! Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en Tlatelolco.” Testimonio de los Kak’chiqueles de Guatemala. Señalan la terrible explotación mediante tributos y trabajos forzosos: “Durante este año se impusieron terribles tributos. Se tributó oro a Tonantiuh (Alvarado); se le tributaron 400 hombres y 400 mujeres para ir a lavar oro. Toda la gente extraía oro.

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Se tributaron 400 hombres y 400 mujeres para trabajar en Pangán, por orden de Tonantiuh, en la construcción de la ciudad de Dios. Todo esto lo vimos nosotros, ¡oh hijos míos!”. Testimonio de los incas del Perú. Comentan sobre todo las violaciones de las mujeres. Señalan “cómo después de haber conquistado y de haber robado, comenzaron a quitar las mujeres y doncellas y violarlas por fuerza y, no queriendo, las mataban como perros y castigaban sin temor de Dios ni de la justicia. Porque no había justicia”3 Éstos son algunos de los testimonios indígenas. Es cierto que después de esto sigue la colonia y el mestizaje y la construcción de la historia y cultura latinoamericanas que hoy conocemos. Pero, a más de cinco siglos de estos hechos, todavía tenemos que reconocer las condiciones de marginación y pobreza en las que actualmente viven los pueblos indígenas. En México, según un Informe de las Naciones Unidas para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas del año 2006, los indígenas están 11 puntos por debajo de la media nacional, y algunos, como los de Chiapas, están a 21 puntos por debajo. La misma desigualdad podemos observar en Guatemala, donde algunos pueblos, como los Q’eqchies, están a 14 puntos por debajo de la media nacional y 20 puntos por debajo de los ladinos. Del mismo modo es alarmante el desfase que existe en el acceso a la educación. En Guatemala, por ejemplo y según datos del año 2006, sólo el 17% de los estudiantes del ciclo básico son indígenas, cuando éstos representan el 50% de la población en el ámbito nacional. Todo esto nos hace recordar aquellos pensamientos que atormentaban a Monseñor Leónidas Proaño (1910-1988), el “obispo ecuatoriano de los indios”, poco antes de morir: si la llegada del Cristianismo sería una bendición o una desgracia para los indígenas. Es cierto que la historia está llena de guerras de conquista, la mayoría de las cuales se realizaron de forma violenta y destructiva; pero lo que crea ambigüedad en este caso es que se pretende envolverla con sentimientos humanistas y cristianos: “civilizar y cristianizar” a los indígenas; pero esto ya nos introduce en el capítulo siguiente.

3

Sobre los testimonios indígenas, ver EL PUEBLO Q’EQCHI, Jorge Martínez, SEFCA-Guatemala, 2007, Pág. 28-29. El reverso de la conquista, de León portilla, Editorial Joaquín Mortiz, 22ª. Edición, México, 1992. Págs. 62-78

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4. LAS MOTIVACIONES DE LA CONQUISTA DE AMÉRICA. No se puede dudar de la valentía de Cristóbal Colón. Vasco de Gama o Magallanes quizás emprendieron viajes más difíciles, pero sabían a donde iban. Colón no podía tener certeza de que al final del océano no estuviera el abismo y, por tanto, la caída al vacío, tal como pensaba mucha gente. No podía tener la certeza de que el regreso fuera posible. Entonces cabe preguntarse: ¿qué le movió a una aventura tan arriesgada? La respuesta no puede ser simple, porque la personalidad de Cristóbal Colón es muy compleja, tal como se refleja en sus escritos. Es un exponente claro de una época que está en la cresta entre dos eras históricas, con un pie en la Edad Media y otro en la Moderna. Por eso, en las motivaciones de los viajes de Colón encontramos elementos medievales de tipo religioso y misionero, junto con otros que expresan valores de la Edad Moderna, como la preocupación por el dinero (el oro) y el afán por descubrir nuevas tierras. Intentemos, pues, analizar las motivaciones de Cristóbal Colón. a) La “fiebre del oro”. Este móvil parece muy fuerte y muy explícito, hasta el punto de que se pudiera considerar casi como el único o el más importante. Los textos son muy numerosos. En el día mismo que sigue al descubrimiento, el 13 de octubre, ya anota en su Diario: “No me quiero detener por calar y andar muchas islas para hallar oro”. “Y en amaneciendo, dio las velas para ir a buscar las islas que los indios le decían que tenían mucho oro”. En una carta que le escribía a la Reina de España le decía: “El oro es un tesoro, y quien lo posee, tiene todo lo que necesita en este mundo y también puede comprar el cielo”.

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No duda en pedirle a Dios que le ayude a descubrirlo. En su Diario se puede leer: “Nuestro Señor habrá de mostrarme dónde nace el oro”. Y el 30 de enero de 1496, le pedía a Dios que le dé “un buen golpe de oro”. En relación a la consecución del oro, Colón promulgó este ordenamiento: “Ordeno que todos los vecinos de las minas de oro con más de 14 años entreguen cada tres meses oro en la cantidad estipulada, y que cada tributario se cuelgue del cuello una moneda de cobre en la que se le marcará su entrega. Y el que no la trajese, habrá de ser castigado…” (Y el cristiano castigo, dice el humorista y escritor mexicano Rius, era cortarles las manos) Pero esta “fiebre del oro” no fue exclusiva de Colón; contagió también al resto de conquistadores, hasta el punto de convertir este precioso metal en un dios al que sacrificaron su esfuerzo personal y la vida de muchos miles de indígenas. Veamos algunos otros testimonios que confirman este supuesto: • Hernán Cortés, el conquistador de México, decía: “Nosotros los españoles padecemos una enfermedad del corazón para la que hallamos remedio en el oro, y sólo en el oro” • Pedro de Alvarado, el conquistador de Guatemala, “pidió oro a los reyes indígenas kaq`chikeles. Quería que le diesen montones de metal, sus vasijas y coronas. Y como no se las trajesen inmediatamente, Alvarado se enojó con ellos y les dijo: ‘Conseguid el metal y traedlo dentro de cinco días. ¡Ay de vosotros si no lo traéis!. Yo conozco mi corazón’. Así les dijo a los señores.” • El conquistador y cronista español Bernal Díaz reconoce que: “Vinimos aquí para servir a Dios y al Rey, y también para enriquecernos” • Fray Juan de Torquemada, misionero franciscano en la Nueva España e historiador, reconoce la obsesión de los españoles por las riquezas, “porque la plática de aquellos tiempos y gentes no era otra” • Esta misma obsesión la reflejan los cronistas indígenas del Perú, cuando nos dicen que los españoles, “ de día y de noche, entre sueños, todos decían: Indias, Indias, oro, plata, oro, plata, del Perú…” Y añaden: “Por el oro y la plata se matan los españoles y descuellan a los pobres de los indios…” • Los cronistas indígenas mexicanos describen el júbilo de los españoles al recibir los regalos de Moctezuma: “Como si fueran monos, levantaban el oro… Como que cierto es que esto anhelan con gran sed. Tienen hambre furiosa por eso. Como unos puercos hambrientos, ansían el oro”. • Esta obsesión por el oro fue tan generalizada que ya se recoge en la literatura española de la época. Por ejemplo, el escritor Lope de Vega en su comedia El nuevo Mundo escribió: “So color de religión / van a buscar plata y oro / del descubierto tesoro”.

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En los países como Guatemala, en los que la abundancia de metales preciosos no era tan evidente, la forma más natural de satisfacer el ansia de riquezas fue mediante la adquisición de las mejores tierras y de los indios suficientes para trabajarlas, porque, según se decía, “tierra sin indios no vale nada”. En relación al papel que jugaron la Iglesia y la religión en la legitimación de la conquista y en el despojo a los a los pueblos autóctonos de sus tierras y de sus riquezas, hay un comentario de los indígenas guatemaltecos que dice: “Cuando llegaron los misioneros, ellos tenían la Biblia y nosotros la tierra. Ellos nos enseñaron que debíamos rezar con los ojos cerrados y, cuando los abrimos, ellos tenían la tierra y nosotros la Biblia” Sin embargo, en el caso de Colón no se puede decir que su motivación fuese exclusivamente la de adquirir riquezas. Él sabía perfectamente que la adquisición de riquezas era fundamental para lograr el apoyo del resto de los marinos y de los Reyes de España. Por eso les escribía diciendo que ha preservado oro “con el que se alegrarán sus Altezas y por ello comprenderán el buen negocio que esta empresa les traerá”. Pero en sus escritos aparecen también otras motivaciones. b) La expansión del Cristianismo en el Oriente. Al final de su relación del cuarto viaje (1502-1504), escribe: “Yo no vine a este viaje a navegar por ganar honra ni hacienda… Yo vine con sana intención y buen celo, y no miento”. ¿Cuál es esa sana intención? Aparece claramente en el Diario del cuarto viaje: llegar a encontrar al Gran Kan, o emperador de China, y extender el Cristianismo por todo el Oriente. Lo expresa con toda precisión en una carta al Papa Alejandro VI, en febrero de 1502: “El futuro viaje se realizará en nombre de la Santa Trinidad y yo espero en Nuestro Señor de divulgar su santo Nombre y Evangelio en todo el universo” Según esto, parece que el móvil principal que anima a Colón, hombre profundamente religioso, es la victoria universal del Cristianismo; él se considera como un elegido, como un enviado por Dios para esta misión divina. Por eso solicita a los reyes, el 27 de noviembre de 1492, “que no deben consentir que ponga pie en estas tierras ningún extranjero, salvo católicos cristianos, pues este fue el fin y el propósito, que fuese para el acrecentamiento y gloria de la religión cristiana, por tanto no debe venir a estas tierras ninguno que no sea buen cristiano” Hay que notar que otros conquistadores expresan ideas semejantes. Por ejemplo, Hernán Cortés concibe también la conquista como una avanzada evangelizadora, tal como le escribe al rey Carlos V: “Su principal motivo e intención es apartar y desarraigar de idolatrías a todos los naturales destas partes, y desear su salvación y que sean reducidos al conocimiento de Dios y de su santa fe católica, porque, si con otra intención se hiciese la dicha guerra, sería injusta”. Y declara que su aventura fue “la más santa y alta obra desde la conversión de los Apóstoles acá jamás comenzada”.

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En este sentido, es interesante notar que Hernán Cortés también le pide al Rey que le mande “frailes mendicantes” (franciscanos y dominicos), porque si “los nativos ven a canónigos y otras dignidades, con sus vicios y profanidades, sería menospreciar nuestra fe y tenerla por cosa de burla; y sería tan gran daño, que no creo aprovecharía ninguna otra predicación que se les hiciere”. Y en efecto, el monarca atendió su petición y le envió a doce franciscanos. c) Organizar una cruzada. Aparte de esta misión universal, Colón tenía un proyecto más concreto: conseguir dinero para organizar una cruzada y liberar a Jerusalén del poder de los turcos. Como un Quijote con varios siglos de retraso con relación a su época, Colón soñaba con poder organizar una cruzada en contra de los musulmanes. Piensa que se puede financiar con las riquezas que se obtengan de las tierras conquistadas y así lo hace saber a sus majestades, los Reyes Católicos: “Que toda la ganancia de esta empresa se gastase en la conquista de Jerusalén, y así lo supliqué”. Colón expone el proyecto también en una carta al Papa: “Esta empresa se tomó con el fin de gastar lo que de ella se obtuviere en el presidio de la Casa Santa (de Jerusalén) para la Santa Iglesia”. Y en su testamento deja estas instrucciones a su hijo: “Reunir la mayor cantidad posible de dinero para que, si los Reyes renunciasen a su proyecto, pueda ir solo con el más poder que tuviere” Fray Bartolomé reconoce que Colón era profundamente religioso y hace de él una descripción en la que se ve que conocía bien estos proyectos. “Era celosísimo del honor divino, deseoso de la conversión de estas gentes y singularmente aficionado y devoto de que Dios lo hiciese digno de que pudiese ayudar en algo para ganar el Santo Sepulcro en Jerusalén…Suplicó a la serenísima reina doña Isabel que hiciese voto de gastar todas las riquezas que por el descubrimiento para los reyes resultasen en ganar la tierra y santa casa de Jerusalén, y así la reina lo hizo” Por supuesto, que no se realizó la cruzada para liberar Jerusalén, pero esta mentalidad de “cruzados” acompañó a la mayor parte de los religiosos que vinieron a América, enfervorizados todavía por el reciente triunfo de los cristianos en contra de los musulmanes en la reconquista de Granada. Según ellos, ahora no se trataba de luchar contra los musulmanes, sino contra la idolatría y paganismo de los indígenas; pero lucha, al fin y al cabo, y lucha sangrienta, si era necesario.1 4.1.

JUSTIFICACIÓN DE LA CONQUISTA Y DE LA ESCLAVITUD

Resulta paradójico que el acontecimiento que marca como ningún otro el inicio de la Edad Moderna se pretenda legitimar con argumentos propios de la Edad Media. En 1

Sobre las motivaciones, ver La Conquista de América, de T. Todorov, Pág.18-22. Contra la Historia Oficial, de José Antonio Crespo, Debate, México, 2009, Págs. 27-29

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efecto, para justificar la conquista y dominación de los pueblos nativos de América, los autores echaron mano del principio medieval de la supremacía del Papa sobre los reyes y emperadores: el poder del Papa, como vicario de Cristo, sobre los reinos de este mundo, para repartirlos a su antojo entre los príncipes cristianos. Partiendo de este principio, el papa Alejandro VI (1492-1503), por la bula “Inter Caetera” dirigida a los reyes de España, determinaba: «Por la autoridad de Dios Omnipotente que nos ha sido concedida en san Pedro y como Vicario de Jesucristo, os donamos, concedemos, entregamos y asignamos a perpetuidad con todos sus dominios, ciudades, fortalezas, lugares y villas, las islas y las tierras firmes halladas y por hallar». Su antecesor Nicolás V (1447-1455), por la bula “Romanus Pontifex”, había hecho lo mismo a los reyes de Portugal. Les concedía «plena y libre facultad para invadir, conquistar, combatir, vencer y someter a todos los sarracenos (musulmanes) y paganos en cualquier parte que estuvieren y reducir a sus personas a servidumbre perpetua». En la “lógica” de los cristianos españoles la cosa estaba muy clara. Como dice el humorista Rius, la explicación era muy fácil: “Dios nombró su gerente general al Papa; éste nombró reyes a los bueyes esos, y ellos nombraron a Colón como descubridor oficial con amplios poderes para descubrir (y cubrir) a las indias…”. Pero, ¿alguna vez nos hemos parado a pensar qué pasaría por la mente de los indígenas que escuchaban aquellas absurdas palabras en una lengua totalmente ininteligible? De todos modos, a partir de estas donaciones papales, para los españoles ya se daba como un hecho la legitimidad de la conquista, pero para poder justificar la guerra, el saqueo de las riquezas y la esclavitud, era necesario demostrar que los indios rechazaban la propuesta de la conquista y evangelización pacífica que los españoles les ofrecían. Con tal motivo, el jurista español Palacios Rubios elaboró un documento llamado “Requerimiento”, que el historiador guatemalteco Severo Martínez Peláez (1925-1998) denomina “macabro truco legal”. Tal documento, leído por un pregonero, hacía saber a los indios que “sus tierras habían sido donadas por el Papa, vicario de Cristo, a sus majestades los Reyes de España y que sus muy católicas Majestades los requerían a aceptar la fe católica y a los reyes de España como sus superiores y señores y reyes de islas y tierra firme en virtud de la donación papal”. Si aceptaban la propuesta, prometía recibirlos (a los indios) con todo amor y caridad y que, en caso de no aceptar el ofrecimiento, entrarían poderosamente contra ellos, les harían la guerra por todas partes y los sujetarían al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus Majestades, y tomarían a sus personas, mujeres e hijos como esclavos para venderlos o disponer de ellos, y tomarían sus bienes y les causarían todos los daños y males que pudieren.

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Según Martínez Peláez, “hubo ocasiones en que se leyó desde lo alto de una colina, a una distancia en que los indígenas no podían ni siquiera escucharlo, no digamos ya entenderlo. Otras veces se leyó a gritos mientras los indios huían por los montes. Hubo también ocasión en que se leyó desde la cubierta de un navío antes de desembarcar a hacer redadas de esclavos” A los indios les quedaban pocas opciones: hacerse cristianos y súbditos del rey de España “de buen grado” o por la fuerza, porque no tenían otra alternativa. Años más tarde, como veremos más adelante, Bartolomé de Las Casas, ya al final de su vida, reconoció el derecho de los indios a renunciar al dominio español, pero esta postura no tuvo efecto práctico ninguno. A la monstruosidad del Requerimiento siguieron otros entuertos jurídicos que con pretexto de “buen gobierno” fueron aplicándose: Entre ellos, el Repartimiento, la Encomienda y las Reducciones. Por medio del Repartimiento y la Encomienda se buscaba entregar a los indios al servicio de los españoles, bien sea en trabajos puntuales o de forma continua; por medio de las Reducciones se obligaba a los nativos a vivir reunidos en pueblos, lo que facilitaba censarlos y cobrarles los tributos, así como tenerlos a la mano para los servicios que les fueran exigidos.2 Los conquistadores ingleses de Norteamérica fueron, como siempre, más prácticos para legitimar la expropiación de la tierra a los nativos; por supuesto, utilizando también la religión. La Asamblea de Nueva Inglaterra aprobó, en 1640, tres resoluciones que formaban un sencillo silogismo: 1) La tierra es del Señor y toda su riqueza también. Aprobado. 2) El Señor puede dar la tierra o una parte de ella a su pueblo elegido. Aprobado. 3) Nosotros somos su pueblo elegido. Aprobado. De esta manera, no había ni siquiera necesidad de preguntar o prevenir a los indios antes de despojarlos de sus propiedades.3

2

Ver “De la Historia de la Verapaz”, de Waldemar Godoy Prado, Imprenta “Casa del Arte”, Cobán 2006, Pág. 27-29. 3

Contra la Historia oficial, de José Antonio Crespo, Pág. 33

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5. LA PERCEPCIÓN DE LOS INDIOS POR PARTE DE LOS ESPAÑOLES Y VICEVERSA. Las relaciones interpersonales, tanto entre personas individuales como entre grupos o pueblos, están muy condicionadas por la percepción que unos tienen de los otros. Por eso es muy importante analizar cómo percibieron, cómo vieron los españoles a los indígenas y viceversa.

5.1.

LA PERCEPCIÓN QUE LOS ESPAÑOLES TENÍAN DE LOS INDÍGENAS

Comencemos por los españoles, iniciando con Cristóbal Colón. Para Colón los indios formaban parte del paisaje; más que personas, eran objetos. “En estas tierras hay muchas arboledas y hierbas y frutos y flores y gentes”, comenta en su Diario el 25 de noviembre de 1492. La primera descripción que hace de los indios es significativa: “Luego vinieron gente desnuda… El rey y todos los otros andaban desnudos, como sus madres los parieron, y así las mujeres sin ningún empacho”. Cuando hace alguna observación, generalmente se refiere al aspecto físico de la gente, a su estatura y al color de su piel. Y concluye con asombro que aunque vayan desnudos, los indios parecen estar más cerca de los hombres que de los animales. “Todas aquellas gentes isleñas y de la tierra firme, aunque parecen bestiales y andan desnudos, les parecieron ser bien razonables y de agudos ingenios”. Los indios físicamente desnudos, también están, para los ojos de Colón, desnudos culturalmente; son seres despojados de toda propiedad cultural: se caracterizan, en

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cierta forma, por la ausencia de costumbres, ritos y religión, “gente muy pobre de todo”. Son gentes desprovistas de lengua (porque no hablan Castilla), que carecen de ley y de religión (porque no conocen el Cristianismo). Su actitud frente a esta cultura fue, en el mejor de los casos, la del coleccionista de curiosidades, pero sin ningún esfuerzo por comprenderla. En un primer momento, Colón está muy sorprendido por lo que ha descubierto y se admira de todo. Se admira de la belleza de la naturaleza y de la hermosura de los indios: “muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras; todos de muy buena estatura, gente muy hermosa”. Esta admiración la extiende también al plano moral. Estas gentes son buenas, declara Colón, sin preocuparse por fundamentar su afirmación. “Son la mejor gente del mundo y la más mansa; en el mundo creo que no hay mejor gente ni mejor tierra”. Pero cuando los conoce un poco más, se pasa al extremo opuesto y los califica de “salvajes y llenos de crueldad” Unas veces los admira por su generosidad, porque “tienen todas sus cosas en común”, y otras, los tilda de ladrones porque no respetan la propiedad ajena. Al principio los consideraba “cobardes y sin armas”, pero, cuando asesinaron a varios españoles que habían quedado en una isla, los califica como “muy malos y muy más atrevidos”. Como dice el humorista Ríus, “Nada más matamos al primer gachupín apestoso, los indios nos convertimos en brutos, bárbaros, tontos, irracionales, salvajes, carentes de juicio, imbéciles y crueles” El fracaso de Colón, en su comunicación con los indios, se debe, en parte, a que nunca intentó comprender, ni mucho menos valorar, la identidad cultural de los mismos. Daba por supuesto que eran inferiores y que, para llegar a ser personas en sentido pleno, debían aceptar la religión y las costumbres de los españoles. En general, podemos afirmar que ésta fue la tónica del resto de los españoles anteriores a Hernán Cortés, incluidos los religiosos. A este respecto, baste mencionar algunos textos de Fray Tomás de la Torre, que es el cronista del grupo de religiosos que trajo de España Fray Bartolomé, cuando lo nombraron obispo de San Cristóbal. Comenta el cronista que cuando llegaron al pueblo de Teapa, los indios los salieron a recibir con mucha alegría porque ya tenían noticia del pensamiento del obispo. Esto a pesar de que “entonces eran bestias y muy brutales, en efigie humana”, porque todavía no estaban bautizados. Al comentar el estado en que hallaron a los indios al llegar a San Cristóbal, señala: “Digo verdad, para concluir, que ellos eran bestias en figuras de hombres y muchas veces desmayábamos de ver tan gran bajeza y bestialidad y los dejáramos si no nos detuviera el celo de su salvación”.

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Por último, cuando salen a visitar los pueblos de los Zoques, comenta: “Por cierto que se admiraron de ver aquellos pueblos y gentes cuan bestiales estaban sin ningún rastro de doctrina ni de conocimiento de Dios”1 La percepción de los indios que tenía Hernán Cortés. Los historiadores dicen que los conquistadores anteriores a Hernán Cortés no se preocuparon de comunicarse con los indios, porque sólo se preocupaban por recoger la mayor cantidad posible de oro. Cortés fue el primero que tuvo una conciencia política e incluso histórica de sus actos. Tan pronto como se enteró de la existencia del reino de los aztecas, ya no se contentaba con recoger oro; buscaba conquistar el reino de Moctezuma. Él es el que ha inventado la guerra de conquista y el que ha ideado una política de colonización para tiempos de paz. Por eso se preocupó mucho por comprender a los indios. Buscó información más que oro; se preocupó por conseguir buenos intérpretes. Logró comunicarse con Jerónimo Aguilar, un náufrago español que llevaba algunos años entre los indios y hablaba la lengua maya. Pero necesitaba también alguien que hablase la lengua de los aztecas. Por eso Cortés recibió como un milagro del cielo el hallazgo de una mujer, la Malinche, cuya lengua materna era el náhuatl, la lengua de los aztecas, y que había sido vendida como esclava entre los mayas y hablaba su lengua. Con esto, Cortés ya tenía el circuito completo para comunicarse con los aztecas: Jerónimo Aguilar le traducía en maya a la Malinche lo que Cortés quería que ella les comunicase a los aztecas. Pero al poco tiempo, la Malinche aprendió también el español y entonces se convirtió en una pieza fundamental para la conquista de México. Cortés la tomó como su amante y llegó a tener un poder tan grande que, según el conquistador y cronista Bernal Díaz (14961584), “mandaba absolutamente entre los indios de toda la Nueva España”. Como buen político, Cortés se preocupaba mucho de la reacción que pudieran provocar las acciones de los españoles: que no parezca esto o lo otro. Cuidaba mucho las apariencias, las simulaciones; buscaba impresionar a los indios tanto por su elegante presencia física como por la oratoria de sus discursos, cuidadosamente preparados. Procuraba mostrar acciones espectaculares y con gusto se hacía reconocer como un ser superior y divino. Con él comienza una política en relación a los indígenas más de palabras y de apariencias que de realidades. No sólo llegó a comprender bastante bien a los aztecas, sino que incluso los admiraba y describió con muchos detalles los monumentos y la grandeza de la ciudad de México. 1

Para estos testimonios ver: NACE UNA IGLESIA, por Fray Tomás de la Torre, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 2007, Págs. 132, 192 y 220.

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Cortés admiraba las cosas, los objetos de los aztecas, pero, sin embargo, no llegó a reconocer a sus autores como individuos humanos que se pudieran colocar en el mismo nivel que él. Para Cortés, los indios eran efectivamente sujetos, pero sujetos reducidos al papel de productores de objetos.2 La utopía de Vasco de Quiroga en Michoacán. Merece la pena presentar también la percepción sobre los indígenas de una persona que trabajó mucho por su dignificación. Nos referimos a Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán, México, (1537-1565), el cual tenía una imagen muy idealizada de los indios: “Parece que había en todo y por todo la misma manera e igualdad, simplicidad, bondad, obediencia y humildad…” Se trataba de un hombre ilustrado y estaba muy influenciado por las lecturas cristianas, pero sobre todo por la Utopía del escritor inglés Tomás Moro; por tanto, no veía en los indígenas lo que eran sino lo él quería que fuesen. (Es interesante observar que Tomás Moro se inspiró para escribir su Utopía precisamente en los primeros relatos idealizados sobre el Nuevo Mundo y sus gentes). Vasco de Quiroga tampoco respetó la identidad cultural de los indios; buscó transformarlos, pero no intentó asimilarlos al modelo español, sino más bien crear una sociedad nueva ideal, inspirándose en los principios de la utopía de Tomás Moro. Organizó dos aldeas siguiendo las prescripciones utopistas: una cerca de la ciudad de México, la otra en Michoacán, ambas llamadas Santa Fe. La unidad social de base era la familia extendida, formada por diez o doce parejas de adultos emparentados, bajo las órdenes de un padre de familia; los padres elegían a su vez al jefe de la aldea. Dentro de la aldea el trabajo era obligatorio para todos, hombres y mujeres, pero no debía pasar de seis horas diarias. Todos alternaban obligatoriamente el trabajo en el campo con el trabajo artesanal. Las ganancias de su producción se dividían equitativamente, según las necesidades de cada uno. Vasco de Quiroga estaba muy convencido de que esta modalidad de organización sería la más conveniente para los indios, e incluso pensaba que se debería de obligarlos a integrarla. Hay que reconocer que, no obstante su carácter impositivo y disciplinario, sus aldeas gozaron de gran estima y popularidad entre los indios.3 5.2.

DEBATES EN ESPAÑA SOBRE LA NATURALEZA DE LOS INDIOS

2

Sobre la actitud de Cortés, La Conquista de América. Por T. Todorov. Págs. 107- 142.

3

Sobre las experiencias utópicas de Vasco de Quiroga, ver O.C. Págs. 204-206.

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La postura de Fray Bartolomé y algún otro religioso, que defendían la igualdad y común dignidad de los indígenas, desató en España un gran debate sobre la naturaleza humana de los indios: si son o no personas humanas. Veamos algunos testimonios: • El dominico Tomás Ortiz escribe al Consejo de Indias: “Son como bestias brutas”. • El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo dice: “Son inferiores a los caballos; quemar pólvora contra ellos es como quemar incienso ante Dios” • El teólogo Ginés de Sepúlveda, basado en las doctrinas de Aristóteles, sostenía que “son esclavos por naturaleza y tan inferiores a los españoles como los monos a los hombres” Sepúlveda y otros, basándose en esta consideración de los indígenas como seres inferiores, legitimaron la guerra de sometimiento para cristianizarlos. Sin embargo, Fray Bartolomé se opuso abiertamente, apoyándose en la doctrina del Evangelio y en la práctica de Jesús: “No se justifica la muerte de una sola persona para salvarla… ¡No quiere Dios ganancia con tanta pérdida!”. Y propone “el único modo de atraer a los indios a la verdadera religión”, por medio del amor y las buenas formas, sin necesidad de utilizar violencia alguna. Para comprender mejor el relativo éxito de Fray Bartolomé y de los otros defensores de los indios, hay que observar que su postura estaba respaldada por los documentos oficiales de la Casa Real y por la Bula del Papa Inocencio III, Sublimis Deus, que reconocía la calidad humana de los indios; pero, a la vez, hay que reconocer que el pensamiento de Fray Bartolomé influyó mucho en el contenido y en la redacción de dichos documentos. Por otra parte, Fray Bartolomé y sus compañeros no se oponían a la conquista ni a la colonización, sino al modo violento de realizarlas. En esto eran herederos de la doctrina medieval del poder del Romano Pontífice para repartir tierras y reinos. Pero estaban en contra de la guerra y de la ideología esclavista, porque consideraban que la evangelización pacífica resultaba más productiva para el rey y más provechosa para la expansión del Cristianismo. De hecho, Fray Bartolomé había logrado en Guatemala la conquista pacífica de un extenso territorio que, por esto, se llamaría la Verapaz.4 Fray Bartolomé, al final de su vida, se radicalizó en su pensamiento y llegó a justificar los sacrificios humanos de los aztecas y la libertad de los indios para someterse o no al dominio del rey de España. Para la justificación de los sacrificios humanos, utilizó dos tipos de argumentos:

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Sobre los debates en torno a la naturaleza de los indios, ver O.C. Págs. 161-190.

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a) Históricos. Los sacrificios humanos se dieron en muchas religiones incluyendo la judeo-cristiana, como se puede ver con algunos ejemplos: la orden dada por Dios a Abraham de sacrificar a su hijo Isaac; Jefté sacrificó a su hija en agradecimiento por una victoria (Jue. 11, 31-40); los primogénitos de Egipto fueron sacrificados para la liberación de los israelitas; el mismo Jesús fue sacrificado por Dios Padre para liberarnos del pecado. b) Teológicos: La mejor prueba que uno puede dar de su amor a Dios consiste en ofrecerle lo más preciado que tenga. Ahora bien, ninguna cosa hay más preciosa para el hombre que su vida o la vida de sus seres queridos. Por tanto, es lícito inmolar incluso víctimas humanas al Dios verdadero, o al falso si es tenido por verdadero. Así pues, el sacrificio existe por la fuerza de la ley natural, y sus formas serán fijadas por las leyes humanas, especialmente en lo que se refiere a la naturaleza del objeto sacrificado. Fray Bartolomé, al tener que enfrentarse al argumento más embarazoso en contra de los indios (los sacrificios humanos), llega a percibir el carácter salvífico de todas las religiones, descubriendo que lo que hay de común y universal ya no es el Dios de la religión cristiana, al cual todos deberían llegar, sino la idea misma de la divinidad que se expresa de diferentes formas en cada una de las religiones. En cuanto a la libertad de los indios, Fray Bartolomé sugiere al rey de España, en una carta al arzobispo Carranza de Miranda, en agosto de 1555, ni más ni menos, que renuncie a sus posesiones de América; que devuelva a los indios a su anterior libertad, y que restituya sus territorios y estados a sus reyes y señores naturales. A este respecto, propone la siguiente estrategia: “Que se conserven los antiguos estados, con sus reyes y gobernadores; que se predique en ellos el Evangelio, pero sin el apoyo de los ejércitos. Si esos reyes locales solicitan integrarse en una especie de federación presidida por el rey de España, hay que admitirlos. Y si los reyes de las Indias quisieren traspasar en los reyes de Castilla el derecho y señorío que tienen sobre las minas de oro y plata, perlas y piedras y las salinas…”. En caso contrario, volvería la propiedad de las tierras y de sus riquezas a ser ejercida por los reyes y señores naturales de las Indias. Es interesante observar que a esta doctrina tan radical, no se le objetó nada; pero tampoco, por supuesto, se aceptó; simplemente se ignoró por completo. Por tanto, como dijimos más arriba, no tuvo ningún efecto práctico.5

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Sobre la radicalización de Fray Bartolomé, O.C. Págs. 192-204.

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Hasta aquí hemos presentado diferentes modalidades sobre la percepción que los españoles tenían de los indios. La gran mayoría consideraba que los indios eran efectivamente inferiores a los españoles y que debían asimilarse a su cultura para llegar a ser personas cabales; algunos los valoraron más positivamente, pero prácticamente ninguno los consideró como iguales, aunque diferentes. Y conviene observar que esta percepción no se modificó ni con la Independencia ni con las revoluciones posteriores; es como una mancha oscura que se prolonga hasta nuestros días, y que nos impide mirar la identidad real de los pueblos indígenas. Esta percepción tan generalizada sobre la inferioridad natural de los indígenas está en la base del racismo que impregna toda la cultura y la historia de los países de América Latina, encubierto bajo la forma de una igualdad legal, que en la práctica se contradice cada día con la discriminación real expresada de múltiples maneras. Veamos ahora la imagen que los indígenas fueron formando de los españoles. 5.3.

LA PERCEPCIÓN QUE LOS INDIOS TENÍAN DE LOS ESPAÑOLES.

En los escritos de Cristóbal Colón encontramos muchas notas que hacen referencia a la percepción que tenían los indígenas de los españoles; pero lo menos que podemos decir es que están viciadas por el complejo de superioridad que tenía Colón en relación a los indígenas. Según él, los indios debían sentirse inferiores y admiradores de los españoles. Así nos los presenta Colón: “Son crédulos y conocedores que hay Dios en el cielo, y firmes que nosotros hemos venido del cielo”, escribía el 12 de noviembre de 1492. Esta percepción la confirma por la extrañeza que muestra uno de los indios que trajo a España, en su primer viaje. Según relata el mismo Colón, “uno de los indios que trajo a España, habló con el rey y le dijo: ¿cómo es que los cristianos vienen del cielo y andan en busca del oro?” La extrañeza de este indígena refleja perfectamente la imagen contradictoria y distorsionada que proyectaron los españoles desde el primer momento: unos seres que se consideran superiores, mensajeros del Dios Amor, pero que los explotan y esclavizan para aprovecharse de sus riquezas y de sus mujeres. En varios textos indígenas podemos apreciar esta percepción: • En el Chilam Balam se leía: “Los muy cristianos llegaron aquí con el verdadero Dios, pero ese fue el principio de nuestra miseria y de nuestra desgracia… Nos cristianizaron, pero nos hacen pasar de unos a otros como animales. No hay verdad en las palabras de los españoles” • Hatuey, el cacique de Cuba, en 1511, ya señalaba muy bien la contradicción de los conquistadores, que hablaban con la boca de Jesucristo, pero en su corazón

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adoraban al “dios oro”. Decía: “Tienen un dios a quien ellos adoran y quieren mucho y por conseguirlo nos sojuzgan y nos matan”. Y, mostrando una cestilla llena de oro, dijo: “Veis aquí al dios de los españoles” Esta contradicción llevó a ver a los españoles como seres mentirosos. Tanto Motolinía como Fray Bartolomé insisten en que los indios eran gente que decían siempre la verdad; hasta se inventó la leyenda según la cual los indios serían un pueblo que desconocía la mentira. Evidentemente, esto no era así, pero lo cierto es que la mentira estaba muy castigada en las leyes indígenas, al menos de los aztecas, y los padres inculcaban mucho a los hijos que no dijesen mentiras. Por eso, al observar la conducta de los españoles, para los indígenas, las palabras “mentiroso” y “cristiano” vinieron a significar la misma cosa. Cuenta Fray Bartolomé que, en una ocasión, le preguntaron a un indio si era cristiano, el cual contestó: “Sí señor, yo ya soy poquito cristiano, porque ya saber yo un poquito mentir; otro día saber yo mucho mentir y seré yo mucho cristiano” Como hemos señalado, con el transcurso del tiempo, al observar la conducta y la práctica cotidiana de los españoles, la percepción inicial que tenían los indígenas de que eran unos seres superiores, medio divinos, se fue trasformando hacia el concepto de personas mentirosas, hipócritas, “ladinas”, crueles y explotadoras. Los que al principio eran tenidos por dioses, muy pronto comenzaron a ser llamados “popolocas”, palabra con la que los aztecas designaban a los pueblos “bárbaros”. En la crónica del dominico Fray Tomás de la Torre, escrita entre 1545 a 1550, podemos observar el cambio total de percepción: ahora son los indígenas los que ponen en duda la condición humana de los españoles. Al comentar cómo los robaban y los castigaban aparentemente sin motivo, los indios se preguntan: “¿Pues son personas? ¿Pues tienen corazón? ¿Pues conocen a Dios”. “Testigos son todos nuestros hermanos, dice el cronista, de cuántas veces hemos oído esto”6 Por supuesto que esta percepción tan negativa tampoco favoreció la comunicación ni el diálogo intercultural. 5.4.

EL PAPEL QUE JUGARON LAS PROFECÍAS INDÍGENAS Y CRISTIANAS.

Las profecías indígenas.

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Nace una Iglesia, Fray Tomas de la Torre, San Cristóbal de las Casa, Chiapas, 2007, Pág. 187188.

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La supuesta superioridad de los españoles está muy relacionada con la interpretación que se hizo de diferentes profecías que hablaban de la llegada de seres extraños, que identificaron con la llegada de los españoles. Estas profecías se encuentran en los relatos de los aztecas del centro de México, los tarascos de Michoacán, los mayas de Yucatán y de Guatemala, los incas del Perú…Tomados en su conjunto, estos relatos, provenientes de poblaciones muy alejadas entre sí, impresionan por su uniformidad respecto a la llegada de los españoles: son seres extraños; por tanto, venidos del cielo o enviados por los dioses, o tal vez ellos mismos son dioses. Su llegada siempre va precedida de presagios y su victoria siempre se anuncia como segura. Esta uniformidad se explica porque muchas de ellas son profecías a posteriore, es decir, elaboradas después que acaecieron los hechos. Su función fue la de ayudarles a asimilar dichos eventos, hacerlos más inteligibles, porque los integraban en su concepción cíclica del tiempo: el presente se vuelve más inteligible y, a la vez, menos inadmisible, en el momento en que podemos verlo ya anunciado en el pasado. Pero, al mismo tiempo, esas profecías ejercieron un efecto paralizador en los indios que las conocían y disminuyeron su capacidad de resistencia, tal como veremos más adelante. Las profecías cristianas. Pero no fueron sólo los indios los que sintieron necesidad de recurrir a los oráculos divinos para comprender lo que estaba sucediendo; también los cristianos escudriñaron en las Escrituras para encontrar argumentos que les dieran razón de lo que estaba pasando. Colón, al volver de su impresionante descubrimiento, se puso a escribir un Libro de Profecías, una colección de relatos extraídos de los Libros Sagrados que, supuestamente, predecían su propia aventura y las consecuencias de la misma. Fray Bartolomé dedica todo un capítulo de su Historia de las Indias a las premoniciones divinas: “La Providencia divina nunca consiente venir cosas señaladas para bien del mundo, sin que primero las prenuncien y antedigan que ellas acaezcan, o por sus siervos los santos o por otras personas, aunque sean infieles y malas, y algunas veces hasta por los demonios” A finales del siglo XVI, el jesuita José de Acosta muestra también su parecer al respecto: “parece cosa muy razonable que de un negocio tan grande como el descubrimiento de América haya alguna mención en las Sagradas Escrituras”. De esta manera, los cristianos, igual que los indígenas, trataron de integrar los hechos de la conquista y colonización de América en el marco de un plan divino, previamente establecido. El marco de la comunicación humana fue sustituido por el de la

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comunicación divina, en el que, para los españoles, el proyecto del Dios cristiano está llamado a imponerse sobre el de los dioses indígenas, dificultando así la comunicación entre ellos7

6. . FACTORES QUE FACILITARON LA CONQUISTA. La percepción que los españoles se hicieron de los indígenas y viceversa no hay duda que tuvo que influir en el desarrollo del enfrentamiento armado que se llevó a cabo poco tiempo después del primer encuentro. Siempre sorprende y llama la atención cómo fue posible la conquista de pueblos tan numerosos, y algunos tan organizados como los aztecas o los incas, por los españoles que numéricamente eran muy inferiores. Aquí nos vamos a limitar a presentar algunos factores que hicieron posible la conquista de México, en 1521, por parte de las tropas capitaneadas por Hernán Cortés. Pero la mayoría de estos factores son aplicables también a la conquista de los otros pueblos del continente. ¿Cómo se puede explicar que Cortés, a la cabeza de algunos centenares de hombres, haya logrado apoderarse del poderoso reino de Moctezuma?. La incertidumbre de Moctezuma Una primera razón fue el comportamiento ambiguo y vacilante de Moctezuma, que, al principio, casi no le opuso resistencia. Moctezuma estaba muy afectado por las profecías que anunciaban la llegada de gentes extrañas. Por eso, ante las

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Sobre las profecías indígenas y cristianas, ver La Conquista de América, de T. Todorov, Págs. 82-83.

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informaciones de que están presentes los españoles y que Hernán Cortes quiere comunicarse con él, “se queda mudo, como muerto. Se llenó de temor y como que se le encogió el corazón”. Moctezuma se siente muy turbado y quisiera como esconderse en una cueva. Parece que estaría dispuesto a ofrecerle todo lo que había en el reino, pero con la condición de que renunciase a su deseo de ir a verlo. Cuando llega Cortés, Moctezuma lo recibe con estas palabras: “Oh, señor nuestro, seáis muy bien venido: habéis llegado a vuestra tierra, a vuestro pueblo y a vuestra casa… Aquí está vuestra casa y vuestros palacios”. Con su tradicional diplomacia, el español respondió al emperador fingiendo sentidas palabras: “Moctezuma que nada tema. Nosotros mucho lo amamos. Bien satisfecho está hoy nuestro corazón. Hace ya mucho tiempo que deseábamos verlo”. A continuación, después de un prolongado y protocolario saludo, Moctezuma invita a Cortés a visitar sus palacios. “Sé que os han dicho que yo tenía las casas con paredes de oro… y que yo que era y que me hacía dios. Las casas ya las veis que son de piedra, cal y arena. A mí vedme aquí que soy de carne y hueso como vos y como cada uno, y que soy mortal y palpable”. De esta manera, Moctezuma, que era tenido por los aztecas como un ser medio divino, se mostraba ante Cortés como un hombre común, “mortal y palpable” En un gesto de audacia, Cortés lo hace prisionero junto con algunos principales, y con una mezcla de argumentos y amenazas consigue que Moctezuma pida a sus principales y vasallos que juren fidelidad al Rey de España. Después de esto, los nobles indígenas se retiraron en medio de dudas, confusión y tristeza y el emperador se echó a llorar. La inseguridad de Moctezuma se entrecruza con la audacia y el cinismo político de Cortés. Desde este momento, la suerte ya estaba echada, y los últimos acontecimientos de Moctezuma quedan en el misterio. La historia o la leyenda (para el caso poco importa) transcrita por el Jesuita Juan Tovar, incluso nos lo presenta, en la víspera de su muerte, dispuesto a convertirse al Cristianismo, pero, para colmo del ridículo, el cura español ocupado en recoger oro, no encontró tiempo para catequizarlo. “Dicen que pidió el bautismo y se convirtió a la verdad del santo Evangelio, y aunque venía allí un clérigo sacerdote, entienden que se ocupó más en buscar riquezas con los soldados que no en catequizar al pobre rey” Moctezuma murió en medio de los acontecimientos, tan misteriosamente como había vivido (unos dicen que fue asesinado a flechazos por los indígenas que lo consideraron un traidor y otros que probablemente fue apuñalado por sus carceleros españoles). Sus sucesores a la cabeza del estado azteca declararon inmediatamente una guerra feroz y sin cuartel contra los españoles, provocada principalmente por la gran matanza de sacerdotes y nobles que realizó Pedro de Alvarado, lugarteniente de Cortés, durante una fiesta que organizaron los aztecas en el Templo Mayor.

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Las divisiones de los indígenas Pero en esta segunda fase de la guerra hay otro factor que empieza a tener un papel decisivo: la explotación que hace Cortés de las rivalidades y divisiones internas que hay entre los diferentes pueblos que ocupaban la tierra mexicana. A este respecto, escribió Cortés: “Vista la inconformidad de los unos y de los otros, no tuve poco placer, porque me pareció hacer mucho a mi propósito, y que podría tener manera más fácil de sojuzgarlos”. En efecto, Cortés tuvo mucho éxito en esta empresa; supo sacar provecho de las luchas internas entre facciones rivales y, durante la fase final, logró tener a sus órdenes un ejército de tlaxcaltecas y de otros indios aliados, numéricamente comparable con el de los mexicanos. Por cada español, había mil indígenas luchando junto a Cortés. Se dice que sus unidades de combate estaban compuestas por diez jinetes españoles y diez mil combatientes indios de a pie. Estos pueblos, conquistados y sometidos por los aztecas, veían en Cortés a un libertador. Y si es cierto que los españoles buscaban oro, esclavos y mujeres; pero es que los aztecas hacían lo mismo. Según el historiador Bernal Díaz del Castillo (14961584), “todos aquellos pueblos dan tantas quejas de Moctezuma y de sus recaudadores, que les robaban cuanto tenían, y las mujeres e hijas, si eran hermosas, las forzaban delante de ellos y de sus maridos y se las tomaban, y que les hacían trabajar como si fueran esclavos…”.Por eso se unieron a Hernán Cortes, buscando probar suerte con los nuevos conquistadores. Esta participación masiva de indígenas en las filas de Cortés nos explica por qué se dice que “la Conquista la hicieron los indios y la Independencia, los españoles”, que es más que un juego de palabras; es una más de las paradojas de nuestra historia. En efecto, los tlaxcaltecas, chalcas y otomíes derrotaron a los aztecas, dirigidos por un puñado de españoles; y los criollos (españoles nacidos en América) iniciaron y consumaron la independencia, ayudados desde luego por miembros de las clases populares, entre los que destacan los liderazgos de Morelos o Guerrero. Las armas de los españoles A las vacilaciones de Moctezuma durante la primera fase de la conquista, a las divisiones internas entre mexicanos durante la segunda, se suele añadir un tercer factor: la superioridad de los españoles en materia de armas. En efecto, las flechas de los indígenas no se pueden comparar con los arcabuces y los cañones de los españoles. A la capacidad mortífera de las armas de fuego hay que unir el efecto psicológico que producían. Una crónica indígena las describe de la siguiente manera: “Cuando estalla, una como bola de piedra sale de sus entrañas, va lloviendo fuego, va destilando chispas”. Y, además, el uso de caballos les permitía también

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desplazarse con mucha facilidad y sorprender al enemigo, que no tenía otra forma de caminar más que a pie. Por último, los españoles también inauguraron, sin saberlo, la guerra bacteriológica, puesto que trajeron consigo la viruela y otras enfermedades que hicieron estragos en el ejército enemigo. Gracias a la conjunción de todos estos factores y después de una heroica resistencia, Cuauhtemoc, el último emperador azteca, fue capturado, “gracias a nuestro Señor Jesucristo, dice el cronista Bernal Díaz, y a Nuestra Señora la Virgen Santa María, su bendita madre” Pero todos estos factores, indiscutibles en sí mismos, no bastan para explicarlo todo. La llegada de los españoles introdujo un elemento nuevo que no encontraba explicación en la cosmovisión de los pueblos vencidos. Nos dicen los cronistas que sintieron como que “sus sacerdotes ya no sabían explicarse, y sus dioses se quedaron mudos; ya no les hablaban”. “Sacrificaban a sus dioses, pidiéndoles favor y victoria contra los españoles. Pero ya era por demás, porque respuesta de sus dioses en sus oráculos no tenían; sus dioses estaban como mudos o muertos”. Pero esto ya nos introduce en el tema siguiente.1

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Para los factores que facilitaron la conquista, ver O.C. Págs. 59-70. Contra la Historia oficial, de José Antonio Crespo. Págs. 46-70

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7. EL CHOQUE ENTRE LAS CULTURAS Además de los factores señalados en el tema anterior, en la explicación de la victoria de los españoles y en la reacción de los indígenas intervino también un elemento simbólico, religioso, cultural: la diferente forma de interpretar los acontecimientos presentes y la historia en general, por parte de unos y de otros. Toda la historia de los mayas y de los aztecas, tal como se cuenta en sus propias crónicas, está llena de profecías cumplidas. “Estas cosas se cumplirán y nadie podrá detenerlas”, decía el Chilam Balam. Y las cosas efectivamente se cumplían, puesto que las personas hacían cuanto podían para que así fuese. En otros casos la profecía era tanto más cierta cuanto que sólo era realmente formulada de manera retrospectiva, después de ocurrido el hecho. En cualquier caso, estos presagios y adivinaciones gozaban del mayor prestigio. A este respecto, se dice que los grandes jefes aztecas acudían regularmente con los sacerdotes adivinos antes de acometer cualquier empresa importante. El tiempo para ellos era cíclico; todo se repetía, todo estaba escrito. Por tanto, conociendo el pasado, se podía predecir el presente y el futuro. Como cada día del mes tenía su propio carácter, favorable o desfavorable, saber el día del nacimiento de una persona era conocer su destino. Por eso es que, apenas nacía una criatura, acudían al sacerdote para que hiciera la interpretación de la suerte que le esperaba. Tal como nos lo recuerda Diego Durán, “el sacerdote-adivino, vista la letra del día, pronosticaba y echaba suertes y decíales la ventura, buena o mala, según había caído la suerte”

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Según esta concepción, la vida de las personas de ningún modo era un campo abierto e indeterminado, que se podía realizar según la voluntad individual y la creatividad de cada uno, sino más bien la realización de un orden anteriormente establecido. Aunque no estaba totalmente excluida la posibilidad de influir en el propio destino, el porvenir del individuo estaba fundamentalmente determinado por el pasado colectivo. El individuo no construía su porvenir de acuerdo a su creatividad e iniciativa, sino que el porvenir se le revelaba. Por eso era tan importante el papel del calendario, de los augurios y de los adivinos. Ante cualquier acontecimiento desconocido, la pregunta fundamental no era “¿qué hacer?”, para enfrentar el acontecimiento, sino “¿cómo saber?”, para hacerlo inteligible e integrarlo en el orden preestablecido. Moctezuma sabía informarse perfectamente a cerca de los enemigos de su entorno: los tlaxcaltecas, los tarascos o los huastecos; pero la identidad de los españoles era tan extraña y su conducta tan imprevisible que no se podían explicar con ningún hecho de la historia pasada. Por eso, desconcertado ante un hecho insólito, Moctezuma convocó a los sacerdotes para que le descifrasen el misterio de estas personas. Es decir, perdió la capacidad de comunicarse humanamente con ellas y tuvo que recurrir a la interpretación religiosa, que los consideró como seres divinos. Si los indios hubieran sabido, escribe en varias ocasiones el historiador Bernal Díaz, “qué pocos éramos en aquel momento, qué débiles y agotados estábamos, les resultaría muy fácil terminar con nosotros”; pero les perdió la percepción que tenían de los españoles. Como ya dijimos, la concepción indígena del tiempo era cíclica; la de los europeos tenía dos dimensiones, una cíclica (cada año se repiten los mismos meses, las mismas semanas y los mismos días) y otra lineal, que mira al futuro. La historia avanza hacia el futuro cada año una unidad. Por eso, la imagen del tiempo para los mayas y aztecas era la rueda, y para los europeos, la flecha. De manera general, la referencia al pasado era fundamental para la mentalidad azteca de la época, mientras que, para los europeos, lo más importante estaba en el futuro. Esto hizo que vieran la conquista como un hecho absolutamente nuevo, que marcaba el comienzo de una era distinta. Como dice Fray Bartolomé en su Historia de las Indias, desde 1492 estamos en una época “tan nueva que nunca fue vista ni oída” De este choque entre un mundo ritual, ordenado conforme a los ciclos que se repiten indefinidamente, y un acontecimiento externo único, que no encaja en esta rueda del tiempo, resulta la incapacidad de Moctezuma para reaccionar de manera adecuada y eficaz a la presencia de los invasores.

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Y la concepción lineal del tiempo les permitió a los cristianos interpretar la facilidad de la conquista como un signo de la superioridad del Dios cristiano, y pensar que la historia se orienta hacia el triunfo final del Cristianismo sobre todas las otras religiones del mundo. Para terminar de marcar las diferencias, es interesante resaltar que en esa ambigüedad entre elementos medievales y modernos que caracterizaba a la mayor parte de los conquistadores, Hernán Cortés representaba no tanto el mundo religioso medieval, sino el mundo moderno capitalista, cuyos principales valores eran: la preeminencia del individuo frente a la sociedad, la libertad individual frente a lo colectivo; la iniciativa propia, el desarrollo personal, la mirada puesta en el futuro mucho más que en el pasado; el lucro individual y el deseo de riquezas y de poder. Como podemos ver, estamos ante un choque de culturas y civilizaciones, estamos ante dos concepciones del mundo diametralmente opuestas.1 7.1.

LOS SACRIFICIOS HUMANOS Y LAS MATANZAS INDISCRIMINADAS.

En relación a este choque de culturas, es interesante analizar la comparación entre los sacrificios humanos de los aztecas y las matanzas indiscriminadas llevadas a cabo por los conquistadores. La práctica de los sacrificios humanos fue uno de los hechos que más se explotó para comprobar la naturaleza salvaje y cruel de los indígenas y, por tanto, la necesidad de la guerra para “civilizarlos” y “cristianizarlos”. Pero, tal como hemos visto, los conquistadores no se quedaron cortos en sus matanzas indiscriminadas de indígenas. Por eso vamos a reflexionar sobre la naturaleza de estas dos formas de crueldad, que subyace a los dos modelos de sociedad que estamos confrontando. Dentro de la cultura azteca, el sacrificio de seres humanos era un homicidio religioso: se hacía en nombre de la religión oficial, y era perpetrado en la plaza pública en presencia de todo el pueblo. La identidad de la víctima se determinaba siguiendo reglas estrictas: no debía ser un conciudadano ni un extranjero demasiado lejano, sino un prisionero de países limítrofes que hablasen el mismo idioma, pero que tuviesen gobiernos autónomos. Por tanto, el sacrificado no debía ser ni completamente semejante ni totalmente diferente. También se tomaban en consideración las cualidades personales de las víctimas: el sacrificio de un valeroso guerrero se apreciaba mucho más que el de un hombre cualquiera. En cuanto a los inválidos de todas las clases, se les declaraba de entrada impropios para el sacrificio. Éste se efectuaba en la plaza pública y mostraba la fuerza del tejido social y su peso sobre los individuos particulares. En este sentido, 1

Para el choque de culturas, ver La Conquista de América, de T. Todorov. Págs.88-97

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recordemos la argumentación de Fray Bartolomé, que expusimos más arriba, defendiendo incluso la licitud de tales sacrificios. Las matanzas, en cambio, revelaban la debilidad del tejido social, la forma en que habían caído en desuso los principios morales que aseguraban la cohesión del grupo en la Metrópoli (España). Las matanzas se realizaban de preferencia lejos, allí donde a la ley le costaba hacerse respetar. Las matanzas estaban, por tanto, íntimamente relacionadas con las guerras coloniales que se desarrollaban lejos de la Metrópoli. Mientras más lejanas y extrañas fuesen sus víctimas, mejor. Se las exterminaba sin remordimientos, porque se las equiparaba más o menos con los animales. Por definición, la identidad individual de las víctimas de una matanza indiscriminada no interesaba. Al contrario de los sacrificios, las matanzas no se reivindicaban nunca, su existencia misma generalmente se guardaba en secreto y hasta se negaba Si el homicidio religioso era un sacrificio, podemos decir que la matanza era un homicidio ateo. Es como si los conquistadores obedecieran la ley de Iván Karamazov: lejos de Dios, “todo está permitido”. Lejos del poder central donde imperaba la ley, caían todas las prohibiciones y se rompían todos los lazos sociales, dejando al descubierto al ser humano en cuanto tal, guiado por sus pulsiones de muerte y destrucción. Lo que nos descubren las matanzas realizadas por los españoles es el contraste entre las normas de conducta que regían en la Metrópoli (España) y en las colonias; leyes morales y costumbres completamente diferentes aquí y allá. Resumiendo lo anterior, podemos decir que las matanzas indiscriminadas perpetradas por los españoles no se pueden explicar si no tomamos en consideración varios factores: el deseo de hacerse ricos lo más pronto posible y a cualquier precio; la percepción de que los indios eran seres inferiores, a mitad del camino entre los hombres y los animales, a quienes se podía eliminar sin mayores remordimientos, y la ausencia de la presión social que ejerce el grupo y la comunidad en una sociedad organizada. Lejos de la Metrópoli sintieron que todo les estaba permitido y se dejaron llevar por sus instintos de agresividad y de muerte. La comparación de estas dos formas de crueldad (los sacrificios humanos y las matanzas) nos permite comprender mejor las acusaciones mutuas de falta de humanidad, que se hicieron tanto por parte de los españoles como de los indígenas. Y esto nos demuestra también el abismo que se fue creando entre las dos culturas y las

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profundas dificultades que fueron surgiendo para poder realizar lo que podría haber sido un fructífero dialogo intercultural.2 Otras matanzas indiscriminadas posteriores. Las luchas por la independencia de América, tres siglos más tarde, se llevaron a cabo en México y otros varios países también con mucha violencia. Miguel Hidalgo fue un líder indiscutible que abanderó en México el movimiento de la independencia y hoy es reconocido, con justa razón, como uno de los “padres de la Patria”, a pesar de haber sido condenado a muerte, en aquel momento, por “traidor a la Patria” (¡Ironías de la historia!). Sin embargo, aparte de la violencia propia de la guerra, lamentablemente Hidalgo no escapó a la tentación de realizar matanzas indiscriminadas, cuyas víctimas en esa ocasión fueron principalmente los españoles. En la ciudad de Guanajuato y en otras partes del país, las tropas de Hidalgo cometieron grandes matanzas de criollos y españoles. Ordenó asesinar a todos los que se hallaban presos o cayesen prisioneros. Según el historiador José Antonio Crespo, “los delitos de Hidalgo sin duda serían considerados hoy como crímenes de guerra de lesa humanidad”. Y el historiador Enrique Krauze lamentaba que “el Grito de Dolores (“¡Viva México y mueran los gachupines!”) fue también un llamado a la crueldad, un llamado a la intolerancia, a la irracionalidad: la terrible convicción, puesta en práctica, de que la violencia redime” Al final de su vida, cuando estaba preso en el norte del país, Hidalgo confesó su política hispanicida (de muerte a todos los españoles) y reconoció que lo hacía para dar gusto “a los indios y a la ínfima canalla, que deseaban esas escenas”. Al ser interrogado sobre por qué no sometía a sus víctimas a un juicio antes de ejecutarlas, respondió: “No era necesario; sabía que eran inocentes”.3 Otros cientos de traiciones y ejecuciones jalonan la historia de la independencia y de la revolución mexicana. Podríamos dar unos saltos más, pasando por las matanzas cometidas por el ejército guatemalteco, principalmente en contra de los indígenas, en el conflicto interno que enlutó al país desde 1960 hasta 1996, hasta llegar a las atrocidades cometidas por los narcos en nuestros días. Si las analizamos detenidamente, probablemente no vamos a encontrar muchas diferencias entre todas ellas.

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Sobre los sacrificios humanos y las matanzas indiscriminadas Ver O.C. Págs. 155-157 Sobre las matanzas ejecutadas por Hidalgo, ver Contra la Historia oficial, de José Antonio Crespo, Debate, México, 2009, Págs. 90-97 3

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Así tendríamos el hilo completo de la dinámica de violencia que marca nuestra historia, desde el Imperio Azteca hasta nuestros días.

8. LAS CONTRADICCIONES IMPLÍCITAS EN LA IDEA DE CONQUISTAR Y ESCLAVIZAR A LOS INDÍGENAS PARA CRISTIANIZARLOS. Como dijimos más arriba, la conquista de América está cubierta por una nube de ambigüedad y confusión, porque se pretendió envolverla con sentimientos humanos y cristianos. Pero este papel de celofán no pudo ocultar mucho tiempo la ambición de riquezas y la crueldad de los conquistadores. Como es lógico pensar, las donaciones hechas por el papa a los reyes de España sobre las “islas y tierras firmes que se descubrieron o vayan a descubrirse”, no tenían mucho sentido para los caciques y reyes de los pueblos indígenas. Para ellos, los españoles eran sencillamente unos invasores que venían a someterlos a servidumbre y a quitarles sus tierras y sus riquezas. Por eso, las contradicciones no tardaron en aflorar. En el segundo viaje de Colón, los religiosos que lo acompañaban empezaron a convertir a los indios; pero no todos aceptaron su mensaje, como era de esperarse. Más que de una predicación en serio, cosa imposible en aquel momento porque ni siquiera conocían la lengua, se trataba de mostrarles imágenes y símbolos religiosos cristianos y pedirles que los venerasen.

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Nos dice el cronista Ramón Pané que “muchos de ellos, al salir del oratorio, tiraron las imágenes al suelo, las cubrieron con tierra y orinaron encima”. Al ver esto, Bartolomé, el hermano de Colón, decidió castigarlos de muy cristiana manera: “como lugarteniente del virrey y gobernador de las islas, formó proceso contra los malhechores y, sabida la verdad, los hizo quemar públicamente”. A partir de este momento, quedaba claro que la cristianización estaba indisolublemente ligada a la conquista material, y la conquista material sería, a la vez, resultado y condición de la cristianización. Colón escribe al respecto: “Vuestras Altezas tienen acá otro mundo, de donde puede ser tan acrecentada nuestra Santa Fe y de donde se podrán sacar tantos provechos…” (Carta a los Reyes, del 31 de agosto de 1498). Y el provecho que sacará España es indiscutible: “Por voluntad divina, he puesto bajo el señorío del Rey y de la Reina, nuestros señores, otro mundo, y por donde la España, que era dicha pobre, será la más rica”, escribe Colón en noviembre del 1500. Es interesante observar la evolución que se percibe en el pensamiento de Colón a través de los Diarios de los distintos viajes. Al principio habla como si entre las dos acciones se estableciera un cierto equilibrio: los españoles dan la religión y los indios entregan voluntariamente sus riquezas. Pero no cae en la cuenta de que las implicaciones de los dos actos se oponen entre sí. Porque, propagar la religión presupone que se considera a los indios como iguales ante Dios. Pero, si son iguales, eso quiere decir que pueden aceptar libremente la religión que se les ofrece o rechazarla, y pueden entregar voluntariamente las riquezas, o quedarse con ellas. Pero, ¿y si no quieren dar voluntariamente sus riquezas?. Entonces, piensan los españoles, habrá que someterlos, militar y políticamente, para poder quitárselas a la fuerza. Pero con esta acción ya los están colocando en una situación de desigualdad, de inferioridad, que contradice su condición de candidatos a ser cristianizados. En los viajes posteriores, Colón ya habla abiertamente de la necesidad de someterlos para cristianizarlos y, con esta intención, el mismo Colón que en el primer viaje había pedido a los reyes que sólo mandasen a América “buenos cristianos”, al salir en su tercer viaje solicitó que le autorizasen a llevar consigo a voluntarios criminales que serían indultados de inmediato. ¿Será que todavía piensa que estos criminales, al llegar a América, se convertirán de repente en buenos evangelizadores? En el cuarto viaje Colón cuenta cómo es que tomó posesión ante notario de una isla, pero el cacique, al enterarse de lo que estaban haciendo, intentó quemarlos y matarlos. Los españoles lograron reducir a los indios y tomaron a la familia del cacique como rehenes. Sin embargo, algunos de los indios lograron escapar y “los prisioneros que habían quedado, se desesperaron tanto por no haber podido salvarse con sus

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compañeros, que, a la mañana siguiente, aparecieron ahorcados con las cuerdas que pudieron hallar”. La guerra y la esclavitud se imponen en la relación con los indios. Definitivamente, la guerra había sustituido a la paz, y en la mentalidad de Colón se fue dando un desplazamiento progresivo del concepto de igualdad (ante Dios) entre indios y españoles hacia el de inferioridad de los indios, lo que lo condujo a una ideología esclavista. Aquellos indios que no se hiciesen cristianos, debían ser sometidos a la esclavitud; no veía otra alternativa para ellos. Y es triste pensar que el argumento para hacerlos esclavos era para acrecentar las riquezas y el negocio de los españoles. A este respecto, a Colón se le ocurrió que los barcos que llevaban animales de carga de Europa a América, podían ser cargados de esclavos a la vuelta, para evitar que regresasen vacíos, mientras no se conseguía oro en cantidades suficientes para llenarlos. Como los reyes de España no aceptaron esta sugerencia de Colón, porque ellos preferían tener súbditos que pagasen impuestos y no esclavos, Colón insistió en que se podrían vender en Brasil: “De aquí se puede, con el nombre de la Santa Trinidad, enviar esclavos a vender al Brasil, donde, si la información que yo tengo es cierta, me dicen que se podrían vender por lo menos cuatro mil…” (Carta a los Reyes, de septiembre de 1498). Ya en este momento, en el pensamiento de Colón, la propagación de la fe y la sumisión a la esclavitud estaban indisolublemente ligadas. Michele de Cuneo, un miembro de la segunda expedición, describe detalladamente la forma en que se desarrollaba la trata de esclavos en sus comienzos: “Cuando nuestras carabelas tuvieron que partir a España, reunimos mil seiscientos hombres y mujeres de esos indios, y el 17 de febrero de 1495 embarcamos quinientos cincuenta de los mejores hombres y mujeres en nuestras carabelas. Para los demás, hicimos pregonar que quien quisiera podría tomar cuantos necesitase; y así fue. Como todavía quedaron unos cuatrocientos, les dimos permiso de ir donde quisieran. Había entre ellos muchas mujeres con niños de pecho; temiendo que volviesen por ellas y como querían huir de nosotros, dejaban a los niños dondequiera en el suelo y huían como personas desesperadas…” Así fue el comienzo de la operación, pero veamos también su desenlace: “Cuando llegamos a aguas españolas, por el mucho frío habían muerto unos doscientos, que arrojamos al mar, y la mitad de los restantes estaban muy enfermos”

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Ríus nos dice que “el total de indios que pasaron a la esclavitud, después de la conquista de México, se calcula en unos tres millones, según los propios cronistas hispanos” Antes de terminar este apartado, digamos unas palabras sobre la situación de las mujeres indias. Se dice que eran doblemente despreciadas y ultrajadas: por ser indias y por ser mujeres. Ya hemos visto algunos ejemplos del trato que recibieron las mujeres de Yucatán ahorcadas de los árboles con los niños amarrados a sus pies, o la mujer que murió comida por los perros porque se negó a tener relaciones con un español. Ahora veamos otro episodio contado también por Michele de Cuneo, del cual él mismo fue protagonista. “Mientras estaba en la barca, hice cautiva a una hermosísima mujer Caribe, que el susodicho Almirante me regaló, y después que la hube llevado a mi camarote, y estando ella desnuda, según es su costumbre, sentí deseos de holgar con ella. Quise cumplir mi deseo, pero ella no lo consintió y me dio tal trato con sus uñas que hubiera preferido no haber empezado nunca. Pero al ver esto (y para contártelo todo hasta el final), tomé una cuerda y le di de azotes, después de los cuales echó grandes gritos, tales que no hubieras podido creer tus oídos. Finalmente llegamos a estar tan de acuerdo que puedo decirte que parecía haber sido criada en una escuela de putas”.1 La contradicción de predicar un Dios Amor en un contexto de violencia y esclavitud. En este contexto de violencia, esclavitud, robos y violaciones, huelga decir que la cristianización resultaba una cosa irrisoria. En efecto, en estas circunstancias resultaba sarcástico e insultante hablar a los indios de un Dios Padre que nos ama y nos pide que vivamos como hermanos. Fray Bartolomé lo percibió con toda claridad, tal como lo expresaba en una carta de 1535: las crueldades cometidas por los españoles inducen a los indígenas a la creencia de que “Cristo es el más cruel de los dioses y el rey un lobo hambriento de carnes de hombres”2. Como ironiza el humorista Ríus, “cristianizar a uno era dejarlo como un “santo cristo” y pacificar a los indios equivalía a enviarlos a descansar en paz por los siglos de los siglos.” Ante la falta de profetismo para enfrentarse a las injusticias y crueldades de los españoles, con frecuencia los frailes caen en la práctica de un ritualismo mágico, como se puede ver en la siguiente historia.

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En relación a este capítulo, ver La Conquista de América. Págs. 50-56 Ríus: 500 años fregados pero cristianos, Pág. 164. 2

Juan Friede. Fray Bartolomé, precursor del anticolonialismo. Edit. Siglo XXI 2ª Edic. México 1976. Pág. 77

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Cuenta fray Bartolomé que, después de la conquista de la ciudad de México, los españoles cometieron un sinfín de barbaridades, entre las que destaca la siguiente: “Los españoles andaban con perros bravos buscando y aperreando indios, hombres y mujeres; en esto, una india enferma, viendo que no podía huir de los perros, tomó una soga y atóse al pie un niño que tenía de un año y ahorcóse de una viga, pero no lo hizo tan presto que no llegaran los perros y despedazaron al niño, aunque antes de que acabase de morir, lo bautizó un fraile” El mismo ejercicio de la evangelización se convierte en un acto de violencia. Pero hasta el mismo acto de evangelizar se convirtió en un ejercicio constante de violencia psicológica y, en ocasiones, hasta física, tanto por el contenido de la evangelización como por el modo de realizarla. En cuanto a la violencia psicológica por el contenido, veamos este ejemplo: El primer catecismo que se escribió en América (quizás entre 1510 y 1521), el de Pedro de Córdoba, comienza con la revelación de “un gran secreto que vosotros nunca supisteis ni oísteis”: que Dios hizo el cielo y el infierno. En el cielo están todos los que se convirtieron a la fe cristiana y vivieron conforme a ella; en el infierno están “todos los que entre vosotros murieron, todos vuestros antepasados: padres, madres, abuelos, parientes y cuantos existieron y pasaron por esta vida; y allá iréis también vosotros, si no os hiciereis amigos de Dios y no os bautizareis y os hiciereis cristianos, porque todos los que no son cristianos, son enemigos de Dios”.3 En cuanto a la violencia por el modo de la evangelización, veamos algunos ejemplos: En 1563, Fray Francisco de Toral, primer obispo de Yucatán, escribía al Rey que los indios tenían razones más que suficientes “para renegar de nuestra fe, viendo las grandes molestias y vejaciones” que se les hacía, tanto por clérigos como por las justicias civiles. Se lamentaba de las tácticas empleadas por los religiosos para convertir a los indios a la fe cristiana. “Como no hay hombre docto sobre ritos e idolatrías, sin más averiguaciones y probanzas, comienzan a atormentar a los indios colgándolos en sogas altos del suelo y poniéndoles algunas grandes piedras a los pies, y a otros, echando cera ardiente en las barrigas y azotándolos bravamente”. Viéndose tan afligidos, los indios confesaban hechos que no habían cometido, y ser idólatras y que habían sacrificado muchas personas humanas, siendo todo mentira y falsedad y dicho por miedo”4 A este respecto, Motolinía escribía: "que se predique el Santo Evangelio por todas estas tierras, y los que no quisieren oír de grado el Santo Evangelio de Jesu-Cristo, sea por la 3

José María Vigil. Teología del Pluralismo Religioso. Ediciones El Almendro. Córdoba, España, 2005. Pag.37.

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Juan Friede. Bartolomé de las Casas, Págs. 239-240

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fuerza; que aquí tiene lugar aquel proverbio: más vale bueno por fuerza que malo por grado". Veamos, por último, el testimonio del cronista Tomás de la Torre, cuando describe la situación religiosa que encontraron en los pueblos cercanos a San Cristóbal. “El predicador sabía el credo en latín y los mandamientos en romance (español) y aquello es lo que iba a enseñar. Los encomenderos enseñaban a los indios una o dos veces en el año, cuando iban a ver sus ganados y recoger sus tributos. Juntábanlos a palos en la iglesia y decíanles el credo en latín y los mandamientos en romance, si los sabían; y los oí yo alabarse muchas veces de esto que habían hecho, y llamar a los indios perros emperrados que no querían saber las cosas de Dios ni creer en Él”. Cuando los religiosos comenzaron a enseñarles a los indígenas la doctrina en su propia lengua y de buenos modos, los españoles decían que estaban destruyendo la tierra y que eran unos locos, porque ”enseñaban las oraciones y artículos en lengua de indios y hacían que no las dijesen en lengua de cristianos…”. Termina el cronista diciendo: “Largas serían de contar todas las locuras y desvaríos que sobre esto hemos oído”5 Pero esto ya nos introduce en el tema siguiente.

9. LAS CONTRADICCIONES DEL GRUPO DE FRAY BARTOLOMÉ CON LOS ESPAÑOLES Y CON OTROS RELIGIOSOS El 9 de julio de 1544, Fray Bartolomé, recién nombrado obispo de Chiapas, salió de España muy contento, “con gran consolación y gloria”, porque llevaba consigo “el remedio de las indias”, las Leyes Nuevas, aprobadas el 20 de noviembre de 1542, y un grupo muy numeroso de religiosos dominicos, que él mismo había seleccionado, para que le ayudasen a implementar “el único modo de atraer a los indios a la fe cristiana”.1 Aunque ya tenía experiencia de las dificultades que su proyecto de evangelización pacífica encontraba tanto por parte de los conquistadores como de otros religiosos, sin embargo, no podía imaginar que iba a sufrir tal oposición que, en un periodo de unos dos años, se vería prácticamente obligado a renunciar al obispado de Chiapas y regresar a España para continuar la lucha a favor de los indios cerca y al amparo de la protección real. 5

Nace una Iglesia, Pág. 145. Y “500 años fregados pero cristianos”, de Ríus, México,2008, Pág. 139-145

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Nace una Iglesia. Pág. 51

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Sería muy largo contar la odisea de este obispo y el grupo de religiosos que lo acompañó; intentaremos resumir los momentos más significativos. Como ya sabemos, Fray Bartolomé comenzó siendo un sacerdote que tenía una hacienda con indios encomendados, pero, poco a poco, fue descubriendo la contradicción entre esta práctica medio esclavista y el mensaje bíblico liberador. Se convirtió de lo que estaba haciendo y renunció a la encomienda en 1514.Desde ese momento hasta su muerte, en 1566, fue un luchador incansable de la causa de los indios. Se hizo religioso dominico, porque los monjes de esta congregación fueron los primeros en denunciar los atropellos que hacían los españoles. Por ejemplo, en 1511, el P. Antonio de Montesinos ya predicaba, ante los atónitos conquistadores y esclavistas de la Isla de Cuba, con estas palabras: “He subido a este púlpito para haceros saber las faltas cometidas contra los indios. Estáis en pecado mortal por la crueldad y tiranía que usáis contra estas inocentes gentes, a las que matáis por sacar y adquirir oro cada día…¿Acaso estos no son hombres?. ¿No tienen ánimas racionales? ¿No os sentís obligados a amarlos como a vosotros mismos?...En el estado en que estáis no os podéis salvar más que los moros o turcos que no conocen el Evangelio”. Siguiendo las huellas de Montesinos, Bartolomé escribió un libro sobre “El Único Modo de llamar a la Fe”. En este libro insistía en que la predicación debía ser sin violencia y dando un buen ejemplo de vida. También afirmaba que las guerras que se habían hecho y se estaban haciendo para dominar a los indígenas y luego hacerlos cristianos, eran injustas, y que los bienes que estaban consiguiendo los españoles eran robados y debían devolverlos a los indígenas. Fray Bartolomé creía sinceramente en la fuerza de la ley y del derecho. Por eso trabajó mucho para conseguir que se modificasen las leyes en relación a los indígenas. Creía que esa era la mejor arma que él podría manejar para cambiar la suerte de aquellas desventuradas gentes. Con una dedicación increíble, hizo valer toda su fuerza moral y su capacidad intelectual para lograr la promulgación de las llamadas LEYES NUEVAS, en las que se establecía: • • •

La prohibición de la esclavitud de los indígenas. La supresión de las encomiendas y repartimientos de indígenas. La supresión del servicio personal

Este era el tesoro que traía en su maleta y venía con toda la ilusión para ponerlo en práctica en Chiapas y en todo el continente. Como sabía que había muchos sacerdotes y religiosos que no compartían su pensamiento, por eso se cuidó de traer consigo un buen grupo de dominicos que le ayudarían en la tarea. Rechazo generalizado de los españoles al obispo porque promovía las Leyes Nuevas

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Pero, mucho antes de llegar a Chiapas, no más tocar con los primeros españoles en tierras de Santo Domingo, se encontró con el primer rechazo, porque “como ya se habían promulgado las leyes de la libertad de los esclavos, los españoles no podían ver al obispo más que al demonio…Y a nosotros, por venir en su compañía, también nos mostraban mal rostro y no nos querían dar de comer, comenta el cronista Fray Tomás de la Torre.2 Al llegar a Campeche, se encontraron con el mismo problema: sólo el clérigo lo reconoció como obispo, el resto de españoles no lo reconoció y “muchos lo aborrecían entrañablemente y le beberían la sangre, si pudiesen” Después de pasar por muchas penalidades y sufrir la muerte de 9 religiosos que se ahogaron en un naufragio, llegaron a Chiapas, donde el deán de la iglesia había alborotado a la ciudad en contra del obispo, porque, según el cronista, “él y los demás españoles no creen más en nuestra teología y opiniones que los moros (musulmanes) en el Evangelio”. No obstante, Fray Bartolomé se mantuvo firme en su postura y publicó un Catecismo para confesores, en el que se decía: “nadie puede recibir la absolución, si no concede libertad a sus esclavos indígenas”. La respuesta fue un motín de los encomenderos, en el que gritaban a Fray Bartolomé: “La vida de un indígena no justifica la condena eterna de un español. Sois un bellaco, un mal fraile, mal obispo y merecéis severo y ejemplar castigo” Pero la visión de Fray Bartolomé era muy amplia. Aunque conocía bien las dificultades del camino y las enormes distancias que median entre Ciudad Real (San Cristóbal) y la Verapaz de Guatemala, sin embargo, solicitó que se anexase a la diócesis de Chiapas la extensa región de la Verapaz, para consolidar personalmente el proceso de “evangelización pacífica”, que él mismo había promovido con mucho entusiasmo en aquella región. Viaje a la Verapaz de Guatemala y a la Audiencia de Honduras. Enterado de que habían surgido problemas en la Verapaz, porque los militares y los encomenderos, contraviniendo lo acordado, habían ingresado a varias comunidades, Fray Bartolomé decide hacer una visita pastoral a esta región, a pesar de la oposición y de las dificultades que encontró. En efecto, conocedores en la ciudad de Guatemala de la visita del obispo, envían una carta al cabildo de Ciudad Real (San Cristóbal) para que impidan el viaje del obispo por los “problemas” que pudieran surgir. Entre otras cosas, la carta dice:

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O. C. Pág. 71

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“Ya vuestras mercedes saben y conocen y han oído las cosas del padre Fray Bartolomé de las Casas y cuán escandaloso ha sido a todos es notorio, y ahora tiene mejores armas porque lo han nombrado obispo…” “Lo que tememos es que, como sea enemigo de los españoles (él sabe el por qué),tenemos por cierto que les ha de predicar (a los indios) lo que siempre ha predicado, que es inobediencia y enemistad, y por ventura los apartará de la obediencia de Dios y del rey, lo que Dios no quiera; y pues lo hace y predica a los que están en encomienda de españoles…” “Y así suplicamos a vuestras mercedes provean cómo el obispo Fray Bartolomé de las Casas no entre en Tezulután (Verapaz), sino que se esté en su obispado de Chiapas, pues tiene bien que hacer allí, y para eso se lo dieron y encargaron…” “En caso de venir, sería probable suceder (lo que Dios no quiera) algún escándalo que ni él ni nosotros fuésemos capaces para poderlo controlar”.3 Pese a todo, Fray Bartolomé realizó el viaje, que le permitió disfrutar de la cariñosa acogida de muchas comunidades indígenas, pero también pudo constatar con dolor y tristeza que, en efecto, los militares y los encomenderos habían ingresado a varias comunidades y ponían en serio peligro el proyecto de evangelización pacífica, que tanto le había costado a él y al equipo de dominicos que estaban embarcados en esta tarea. Intentando poner remedio a los problemas de Verapaz y de Chiapas, se desplazó hasta Gracias a Dios (Honduras) para entrevistarse con el presidente de la Audiencia. Pero Fray Bartolomé salió muy frustrado de la Audiencia. Viendo que no le concedían nada y que más bien lo trataban como un loco, le hizo un requerimiento profético al presidente de la Audiencia: de parte de Dios y del Sumo Pontífice le suplica que saque a sus ovejas de la tiranía y que los españoles no impidan la predicación del Evangelio. Ante este requerimiento, el presidente de la Audiencia, que había sido promovido por el mismo Fray Bartolomé, se enojó mucho y le dijo delante de todos: “Sois un mal hombre, un mal fraile y mal obispo, desvergonzado, y merecéis ser castigado”. Ante esta situación, el obispo entró en angustia y congoja, semejante a la que sufrió Jesús en el Huerto de los Olivos, y con muchas lágrimas rogaba a Dios diciendo: “Señor, tú sabes lo que yo pretendo en todo esto y ves lo que de esto gano: que son hambres, sed, cansancio, aborrecimiento de todos; si me engaño, por tu Evangelio me engaño;

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O. C. Pág. 177-178.

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pero en el grado que lo creo, creo que no me engaño; pero si yo no lo entiendo, tú me alumbras, Señor, para que yo no sea el escándalo que en este mundo soy”4 Los habitantes de Ciudad Real intentan desconocerlo y rendirlo por hambre Al final, consiguió algunas concesiones de la Audiencia, entre otras, que viniese a Chiapas un oidor para ver las tierras y regular los tributos. Pero, como esto se divulgó, el Cabildo de Guatemala avisó al de Chiapas para que se organizasen y no permitiesen la entrada del obispo a la ciudad. Toda la ciudad firmaron un acuerdo de no recibirlo ni darle nada de comer. Pusieron postas en las entradas de la ciudad para decirle que, si quería llevar adelante lo comenzado, “que no lo conocían como obispo y que se fuese con Dios”. Los españoles intentaron rendir por hambre al obispo y a los frailes que le acompañaban. Reunieron a los alcaldes y principales de los indios y les mandaron que, “en ninguna manera, diesen al obispo ni a los frailes pan, ni agua, ni leña, ni huevos, ni otra cosa”. Pero los indios, escandalizados, decían: “¡Acaso los padres hurtan, matan o mienten!. ¿Por qué los quieren matar de hambre?. Y les llevaban comida de noche a escondidas. “Porque los indios, dice el cronista, son gente naturalmente buenos y aman a quien los ama”. Fray Bartolomé intentó por todos los medios poner en práctica las Leyes Nuevas, que con tanto esfuerzo había logrado que se aprobasen en España, pero todo fue inútil. La reacción de los encomenderos fue fulminante. Escribieron al Rey tratando a Bartolomé de “fraile no letrado, no santo, envidioso, vanagloriado, inquieto y no falto de codicia”. “Quitar los indios del poder de los cristianos, decían los encomenderos, es atentar contra Dios y ponernos a todos el cuchillo al cuello en el primer repiquete que los naturales hagan”. Los encomenderos decían que, de aplicarse Las Nuevas Leyes, “sus mujeres e hijas han de ir a la putería y sus hijos a buscar señores a quien servir”. Total, que las Leyes Nuevas, al igual que muchas otras disposiciones a favor de los indígenas, “se acataban, pero no se cumplían” Los encomenderos logran la derogación de las Leyes Nuevas: Esto radicaliza a Fray Bartolomé. Pero en esta ocasión, los encomenderos no se contentaron con no cumplir la ley; su oposición fue tan generalizada y radical que la Corona se vio obligada a revocar, el 20 de octubre de 1545 (tres años después de ser aprobadas), todas las disposiciones relativas a las encomiendas contenidas en las Leyes Nuevas. Esta disposición significó una gran derrota política para el movimiento indigenista y lascasiano, de la cual nunca pudieron recuperarse del todo. 4

O.C. Pág.228.

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Sin embargo, Fray Bartolomé era incansable. Ante la revocación de las Nuevas Leyes, radicalizó su postura, definiendo con más precisión el papel que, según él, correspondía a la Iglesia: hacer que se cumpliesen las Leyes Nuevas negando la absolución y excomulgando a quienes las quebrantasen. De esta manera, el problema del indio sufrió un cambio de jurisdicción: la responsabilidad de la imposición de las leyes protectoras de los indios pasó de la autoridad civil a la eclesiástica. Pero estas medidas tampoco surtieron efecto y provocaron una mayor animadversión contra Fray Bartolomé, “el hombre, según el cronista Antonio de Remesal, más mal quisto (querido) y más aborrecido de todos cuantos vivían en las Indias”5 Otro punto de confrontación de Fray Bartolomé con otros clérigos y obispos fue su práctica pastoral en relación a los indígenas. Se basaba en tres principios: 1. Administrarles los sacramentos como a hombres (personas)y no como a bestias (con buena preparación) 2. Tratar a los indios con amor, caridad y blandura. 3. Procurar siempre ser ejemplo de lo que se enseña. Esto chocaba con la práctica de otros religiosos, como los franciscanos, que tendían a bautizar masivamente, sin mayor preparación. Motolinía, que presumía de haber bautizado personalmente a más de 400 mil indígenas, se enemistó con Fray Bartolomé y le escribió una carta al rey desacreditándolo, porque ponía muchas exigencias para el bautismo de los indígenas. El principio de no pocos evangelizadores era: “indio cristiano, aunque muerto”. Mientras que el principio de Fray Bartolomé era: “indio vivo, aunque pagano. No quiere Dios ganancia con tanta pérdida”.6 Por todos estos problemas, la presencia del obispo y los religiosos causó un “gran estruendo” y escándalo no sólo entre los seglares, sino también entre muchos obispos y religiosos, que los acusaban de imprudentes e ignorantes. Para aclararse en este punto, el visitador convocó en México un Sínodo al que acudieron los obispos de Guatemala y México. Fray Bartolomé se dirigió hacia México, para participar en el Sínodo; pero en el camino recibió la noticia de que no llegase a la ciudad porque “su presencia era odiosísima y causaría gran escándalo”. No obstante continuó su camino, tomando determinadas precauciones, y participó en las deliberaciones del Sínodo. Se trataron muchos asuntos 5

Juan Friede. Bartolomé de las Casas. Pág.133.

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Juan Friede. Bartolomé de Las Casas. Pág. 110

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relacionados con el cuidado de las iglesias, pero “en algunas cosas tocantes a los indios, no pusieron los señores obispos tanto calor como era razón”. El ambiente en contra de Fray Bartolomé se hizo cada vez más enrarecido. El mismo virrey, Antonio de Mendoza, le mandaba salir de la Nueva España (México), “por lo muy alto que resonaba la voz de aquel clarín del Evangelio contra los desórdenes de los conquistadores”, dice el cronista. Esto provocó que Fray Bartolomé predicase en la Catedral de México en contra del virrey, aplicándole el texto de Is. 30, 8-11: “Este es un pueblo terco, criaturas hipócritas, hijos que no aceptan escuchar la instrucción de Yavé. A los videntes les dicen: “no tengan visiones”, y a los profetas: “no nos cuenten revelaciones verdaderas, háblennos palabras suaves y halagüeñas, no nos quiten nuestras ilusiones”, …déjennos en la paz del Santo de Israel” Ante la creciente oposición, Fray Bartolomé decide regresar a España. Todos estos problemas sugirieron a Fray Bartolomé que era mejor abandonar Chiapas y regresar a España, porque desde allí podría hacer mucho más, “estando al lado del rey y su consejo real”. Quizás las circunstancias del momento no permitían visualizar otra alternativa, pero la realidad es que Fray Bartolomé nunca pensó en aliarse con los indígenas para construir con ellos nuevos modelos de relación social que le permitiera confrontar a los españoles; en este sentido, podemos decir que creía mucho más en la fuerza del poder que en la fuerza del pueblo. No buscó el protagonismo de los indígenas, como sujetos de su propia liberación, sino la “salvación” que les pudiera venir desde el poder. Por eso huyó del pueblo y se refugió en el palacio real, pensando que desde allí podría ayudar mejor al pueblo. Pero, con el obispo ausente, el acoso y los ataques de los españoles contra los religiosos y contra los indios que los atendían, crecieron en intensidad y agresividad. Mandaron a prender a los indios que tenían amistad con los religiosos y no los ahorcaron porque estaban los religiosos de por medio, pero los torturaron y les hicieron mucho sufrir. “Esto, dice el cronista, fue una gran tentación para la fe y muchos indios la dejaron y se alejaron de los religiosos, viendo cuán caro les costaba”. Desde España, Fray Bartolomé todavía consiguió que se nombrasen algunos obispos y frailes para las diócesis de América, escogidos directamente por él o sus inmediatos colaboradores. También consiguió que, ante las quejas que le llegaban de Ciudad Real (San Cristóbal), el rey nombrase un juez pesquisidor, para que averiguase la verdad de todo. Pero los encomenderos de Ciudad Real le presentaron un escrito al juez, en el que se quejan de no recibir sacramentos “si tienen indios encomendados, opinión que no se tiene ni se guarda en la Nueva España (México), ni en la vieja”.

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El grupo de Fray Bartolomé se va debilitando. El argumento de los encomenderos tenía mucha fuerza porque respondía a una realidad y nos hace ver que el grupo de Fray Bartolomé se iba debilitando e iba quedando reducido cada vez más a unos cuantos dominicos de Guatemala y de Chiapas y algunos obispos y religiosos de otras diócesis, que continuaban comprometidos con la causa indígena. Como muestras del aislamiento del grupo de las Casas, veamos dos ejemplos: uno, que los superiores de los franciscanos y de los dominicos de la Nueva España fueron enviados desde México a España para solicitar que se suavizase la aplicación de las Nuevas Leyes; y dos, que, según el historiador Andrés Aubry, “el sucesor de Fray Bartolomé, el obispo Fray Tomás Casillas, hizo todo lo que Las Casas prohibía: bendijo las armas de la guerra del chol, tuvo esclavos y derrumbó símbolos religiosos indígenas”, pese a la resistencia y oposición del grupo de religiosos fieles al espíritu de Fray Bartolomé7 Fray Bartolomé tenía la oposición incluso entre personas importantes de su misma congregación. Baste mencionar al prior de los dominicos de México, Domingo de Betanzos, quien sostenía que los indios eran casi bestias y estaba muy molesto por la intervención de las Casas en la publicación de la Bula “Sublimis Deus” del papa Paulo III, que defendía la dignidad humana de los indios y condenaba la esclavitud. Ya en el lecho de muerte, el 13 de septiembre de 1549, este religioso se retractó de sus ideas e hizo esta impresionante confesión: “Porque yo muchas veces he hablado en cosas que tocan a los indios, diciendo que eran bestias y que tenían pecados y que Dios los había sentenciado y que todos perecerían…Declaro que revoco todo lo que en perjuicio de los indios dije. Y porque es verdad, lo firmo con mi nombre” 8 Mientras, el incansable Fray Bartolomé seguía moviéndose en España y consiguió que se enviasen varias cédulas reales (ordenanzas) orientadas a corregir los abusos de los encomenderos, pero no se hacía ningún caso del contenido de las mismas. Dice el cronista Fray Tomás de la Torre que “hacían con ellas lo que con todo lo demás, que es aceptar y no hacer caso”. La oposición aprovecha el asesinato de cinco religiosos en la Florida. Un lamentable suceso, ocurrido en 1548, avivó la polémica sobre el modo de evangelizar. De acuerdo con Fray Bartolomé, el Padre Fray Luis Cáncer, de Guatemala,

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Andrés Aubry, “Chiapas a Contrapelo, Edit. Contrahistorias, México, 2005, Pág.69.

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Juan Friede. Fray Bartolomé. Pág. 298-299.

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junto con otros cuatro compañeros de México, se ofrecieron para realizar un proceso de evangelización pacífica en La Florida, semejante al que habían realizado en la Verapaz. Pero los indígenas de esta región estaban muy escarmentados, porque habían entrado varias incursiones de españoles a hacer redadas de esclavos; por eso, al ver la nave que transportaba a los misioneros, dieron la voz de alarma, los apresaron, los mataron y los comieron en una gran fiesta de regocijo. Los enemigos del obispo, entre los que se contaba el doctor Ginés de Sepúlveda, aprovecharon este triste suceso a favor de su tesis de que “la predicación se debía hacer con las armas en la mano”. Pero Fray Bartolomé defendió con gran valor y convicción su postura. “Debe saber el doctor que nunca los indios hicieron daño a los cristianos sin que primero muchos agravios y daños hubiesen recibido de ellos”. Pero, continúa Fray Bartolomé, “aunque mataran a todos los frailes de Santo Domingo y al mismo San Pablo, con ello no se adquiriera un punto de derecho más del que antes había, que era ninguno, para usar la fuerza contra los indios”.9 Dice el cronista que, cuando fray Bartolomé salió de Ciudad Real (San Cristóbal), en la cuaresma de 1546, iba “herido y desilusionado, pero no vencido”. Durante veinte años continuó batallando de múltiples formas en defensa de los indios; pero no pudo menos de ir constatando el debilitamiento de su causa. Su trabajo no se había limitado a Chiapas y Guatemala; de alguna manera él había sido el abanderado de un grupo de heroicos obispos, nombrados por el Rey y diseminados por todo el continente, para que fuesen sus colaboradores en la implantación de las Leyes Nuevas, pero la reacción de los encomenderos fue tan contundente en todas partes que la mayoría de estos obispos terminaron también humanamente fracasados: unos encarcelados, como Agustín de la Coruña en Quito; otros, abandonando sus diócesis como el mismo Fray Bartolomé y Pablo Torres, de Panamá, y algunos asesinados, como Antonio de Valdivieso, en Nicaragua. Luchador hasta el último momento de su vida. En los últimos años de su vida, la actividad de Fray Bartolomé fue decayendo, tal como se desprende de una carta que le envía, en 1563, Fray Tomás de la Torre desde Tuzulutlan, Guatemala, en la que le dice: “Muchos años ha que no vemos carta de Vuestra Señoría. No sabemos si es vivo o muerto. Yo ya estoy cansado de escribir y no quiero tratar de nada, pues ningún remedio veo sino que estamos opresos y perseguidos de las justicias por volver por lo que es de Dios y del rey”10

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Nace una Iglesia. Pág. 366-367 Juan Friede. Fray Bartolomé. Pág. 203

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Sin embargo, todavía en los últimos días de su vida, cuando ya tenía 92 años, escribió una carta al Papa Pío V, en la que le pide la intervención de la Santa Sede para que, bajo pena de excomunión, ordenase la cesación de las guerras contra los indios y la violenta expropiación de sus bienes, con el pretexto de su evangelización. Era una especie de denuncia al Papa del cambio de política por parte de los reyes de España. 11 Así se fue extinguiendo la vida de este gran luchador por la causa de los indios, apenado por varios motivos: por la pérdida del apoyo del rey a su causa; porque “Dios pueda descargar su fuerza y su ira sobre España, por las destrucciones que hemos hecho en las Indias”, y también por haber cometido el error de promover la esclavitud de los negros para liberar a los indios de los trabajos forzados. Según sus propias palabras, “temía que por haberse aprovechado de sus esclavos negros no fuera absuelto en el juicio final”12 Pero también le apenaba la dirección que iban tomando sus colaboradores más cercanos, los dominicos de Chiapas y Guatemala. En efecto, los dominicos de Chiapas fueron perdiendo la radicalidad evangélica de los primeros años. Se concentraron en Ciudad Real y, con la ayuda de los españoles, que les entregaron el terreno y dieciséis mil indios para trabajar, y con las limosnas que recibieron de otros conventos, comenzaron a construir sus templos y conventos, cuya ostentación desdice del espíritu de pobreza que tanto les había acreditado. Pero sin duda, lo que más le habrá desilusionado a Fray Bartolomé fue saber que sus hermanos de Chiapas y Guatemala, reunidos en capítulo provincial en Cobán, en 1558, ante el asesinato de un compañero por parte de los lacandones, “declaran que no sólo era lícito al rey hacer la guerra a los lacandones, sino que en conciencia estaba obligado a hacerlo”13 Con esta declaración, se puede decir que termina esta gloriosa aventura: la evangelización por medios pacíficos. Fray Bartolomé murió en España, unos años más tarde, en 1566, pobre y triste, recordando a los “cristos que dejó crucificados en las Indias, no una sino millones de veces”. Libró una batalla imposible, porque estaba atravesada por una contradicción interna: evangelizar “de forma pacífica”, pero para conquistar. Sus adversarios veían que era mucho más simple lo contrario: conquistar para evangelizar.

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O.C. Pág. 214.

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Nace una Iglesia. Pág. 378-379.

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Como dijo D. Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal (1960-2000) y digno sucesor de Fray Bartolomé, “aunque su esfuerzo haya fracasado, su testimonio quedó para las futuras generaciones como semillas del Reino que algún día han de fructificar”.14

10. LA INTOLERANCIA DEL DIOS CRISTIANO: DESTRUCCIÓN DE TEMPLOS, LIBROS Y SÍMBOLOS RELIGIOSOS. El teólogo y estudioso de las religiones José María Mardones hace unas reflexiones muy interesantes sobre el fenómeno de la violencia que se introduce en la religión, cuando ésta se considera como “la única verdadera”. Considera que este fenómeno aparece en la religión mosaica, cuando proclama que Yavé es el único Dios y la religión judía la única verdadera. Esto conduce a la intolerancia, a la confrontación y al antagonismo con las otras religiones, sobre todo con las religiones politeístas, que reconocen diversidad de dioses. Es la postura que vemos en los profetas bíblicos: condenan y atacan las religiones de los otros pueblos, porque las consideran como idolatrías.

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Según Mardones y otros analistas, este carácter intolerante y violento se aplaca un tanto cuando el grupo religioso se automargina, separándose de los otros pueblos, como es el caso del judaísmo; pero cuando el grupo religioso tiene una conciencia misionera de que su religión debe extenderse por todo el mundo, como sucede con el Cristianismo y el Islam, las posibilidades de que estalle la violencia se acrecientan.1 Una aplicación concreta de esta intolerancia la encontramos en el choque de los misioneros cristianos con los representantes de las religiones autóctonas de América. Analicemos brevemente lo que sucedió en el encuentro de los misioneros con los sabios aztecas. Según algunos historiadores, una de las razones que nos explica el rápido crecimiento y desarrollo de la cultura azteca fue su capacidad para integrar los valores de otros pueblos cercanos o dominados por ellos. De hecho, en el aspecto religioso, eran muy tolerantes con las religiones de otros pueblos. El emperador Moctezuma había mandado construir un templo donde se adorasen los dioses de otras religiones, “la casa de los diversos dioses”, algo semejante al templo “al dios desconocido” que encontró Pablo en la ciudad de Atenas (Hec. 17, 22-23). La violencia y la intolerancia se imponen sobre las actitudes dialogantes. Cuando Hernán Cortés intentó destruir los templos de los aztecas, Moctezuma le dijo que no era necesario destruirlos, que se podían poner las imágenes de los españoles en una parte y dejar a sus dioses en otra, pero para Cortés esta propuesta no era aceptable. Incluso después de la conquista, los indios seguían intentando integrar al Dios cristiano en su propio panteón, como una divinidad más entre otras. Esto es lo que les plantearon los sabios indios a los misioneros cristianos en el famoso “Diálogo de los doce” (1525), tal como se recoge en el “Libro de los coloquios y la doctrina cristiana”, de Bernardino de Sahagún. Pero los misioneros, revestidos del espíritu de “cruzados” y con la mentalidad religiosa de aquella época, creían que, como habían ganado la guerra, eso era una señal de que su Dios era el único verdadero y que, en consecuencia, los dioses de los indígenas debían de ser eliminados y sus símbolos religiosos y templos, destruidos. Esto causó mucha tristeza a los sabios indígenas, quienes contestaron: “No nos parece cosa justa que las costumbres y ritos que nuestros antepasados nos dejaron, tuvieron por buenas y guardaron, nosotros, con liviandad, las desamparemos y destruyamos”. Y más adelante añaden: “De una manera sentimos todos: que basta haber perdido, basta 1

José María Mardones, “Matar nuestros dioses. Un Dios para un creyente adulto”, Edit. PPC, Madrid, España, 2ª Edición, 2007, Pág. 158-159.

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que nos han quitado nuestro gobierno. En lo que toca a nuestros dioses, antes moriremos que dejar su servicio y adoración. ¡Déjennos, pues, ya morir, déjennos ya perecer, puesto que ya nuestros dioses han muerto!”. Hablaban, dice el cronista, con gran pena, pero con toda sinceridad.2 Aquí se frustró el primer intento de diálogo interreligioso, que los indígenas propusieron a los misioneros cristianos. De todos modos, a través de este encuentro y de otros posteriores, los misioneros pudieron darse cuenta que en las tareas de evangelización no actuaban en un mundo inocente o salvaje sino en sociedades que tenían una religión formalmente establecida, arraigada al paso de los siglos y profundamente imbricada en todos los aspectos de la vida. Incluso se podían ver ciertas similitudes entre algunas prácticas rituales mesoamericanas y determinadas ceremonias cristianas. Pero su reacción no fue intentar comprender y dialogar con la nueva religión sino arrancar de raíz las ideas y las prácticas religiosas de los indios. A este respecto, es interesante observar que, con la excepción de Fray Bartolomé al final de su vida, la totalidad de los religiosos, incluso los que descubrieron la necesidad de defender a los indígenas de los abusos cometidos contra ellos por los españoles, sin embargo, no alcanzaron a descubrir que los indios tenían también derecho a la libertad de religión y a la libertad de conciencia. Prácticamente todos condenaron su religión como una idolatría y contribuyeron a la destrucción de sus templos y de sus divinidades, a las que llamaban ídolos, y a la quema de sus libros sagrados. Este proceso se realizó en medio de una violencia psicológica constante y frecuentemente acompañado también de violencia física. Al indio no sólo se le consideró como inferior, sino como la encarnación misma del mal, por sus prácticas idolátricas, realizadas con la intervención directa del demonio. De esta manera, “si al indio, vasallo inferior, el rey tenía la obligación de protegerlo paternalmente, al indio dominado por el demonio había que combatirlo, perseguirlo y castigarlo”. Generalmente los indígenas tuvieron que pasar por la humillación de tener que trabajar obligadamente en la destrucción de sus templos y de sus monumentos religiosos, para después, sobre las ruinas de los mismos, construir los templos cristianos. A este respecto recordemos lo que decía Motolinía: “La séptima plaga fue la edificación de la gran ciudad de México. En especial, cuando deshicieron los templos principales del demonio, allí murieron muchos indios”. Recordemos también lo que dijimos más arriba: que para muchos historiadores, esto fue una de las principales causas de la disminución de la población indígena. 2

José María Vigil. Teología del pluralismo religioso. Ediciones Almendro, Córdoba, España, 2005, Pág. 37-38

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Según Bonfil Batalla, “con frecuencia los nuevos templos cristianos se levantan en los mismos sitios que ocupaban los antiguos templos o se edifican sobre las pirámides. Muchos de los grandes santuarios que hoy reciben anualmente muchedumbres de peregrinos están exactamente en el mismo lugar donde antes estuvieron templos mesoamericanos a los que acudían peregrinos de todos los rumbos y desde lejanas distancias. Es el caso de Tepeyac, Amecameca y Cholula, en México, y Esquipulas, en Guatemala, por mencionar sólo unos cuantos. De ahí viene la expresión de que “los ídolos están detrás de los altares”3. La ruptura en el tejido social y familiar que acompañó este proceso la podemos ver en la conformación de “bandas de jóvenes indios adoctrinados y fanatizados por los frailes, que se dedicaban a destruir imágenes sagradas, que veneraban sus mayores, y denunciaban a los frailes las “herejías” de sus propios padres”4 Testimonios sobre las destrucciones de divinidades y edificios religiosos: Juan de Zumárraga. Fue el primer obispo de la ciudad de México. De 1536 a 1543 ejerció el cargo de inquisidor apostólico y llevó 183 causas contra los sospechosos de ser herejes o no ser creyentes. Entre otros muchos, ejecutó en la hoguera al cacique de Texcoco. En un informe presentado al Consejo de Indias, en 1531, declara que “se han destruido 500 templos y 20 mil divinidades indígenas”. Fray Tomás de la Torre. Este cronista, que tanto nos ha servido para seguir los pasos y las aventuras de Fray Bartolomé por las tierras de Chiapas y Alta Verapaz, también nos presenta la destrucción y quema de divinidades indígenas que realizaron en diferentes lugares. “La primera quemada solemne de símbolos religiosos indígenas fue en Zinacantlán, el día de San Francisco, donde se juntaron los símbolos religiosos que allí se hallaron y de los otros pueblos cercanos y se quemaron con grandes fiestas. Salían a verlos las mujeres y la gente común y dábanles de palos y escupíanlos, y espantábanse de lo que como ciegos habían reverenciado toda su vida”. Después se hicieron otras quemas públicas, en la ciudad y en otras partes, de las divinidades de la nación que llaman “zendales” y de otras que llaman “quelenes”. También se descubrió mucha miseria (muchas divinidades) en los Zoques y todo se limpió, según creemos, por la misericordia del Señor. En Chiapa de Corzo tenían escondida una divinidad que llamaban “Mavite”, de la cual conocían y contaban muchas cosas y a la que ofrecían sacrificios muchas personas. 3 4

Guillermo Bonfil Batalla, México profundo, Edición de Bolsillo, México, 2005, Pág. 123-134 O.C. Pág. 212

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El Padre Fray Pedro de Barrientos tenía gran maña para descubrir los símbolos religiosos y las malas costumbres de los indios. Gracias a esta habilidad, este padre descubrió al Mavite y la cofradía de sus servidores, y “el señor obispo, que ahora es (el sucesor de Fray Bartolomé), quemó todos los símbolos religiosos y al sumo sacerdote Juan Doche lo hizo esclavo perpetuo y así sirve en la catedral con unos grillos… Desde este tiempo comenzó a haber cristiandad en la tierra; se desterraron totalmente las borracheras y los indios comenzaron a ser cristianos y a frecuentar los sacramentos”5 Sobre la destrucción de divinidades indígenas en Guatemala, comenta el mismo cronista: “Fray Domingo les predicaba frecuentemente la Palabra de Dios y parecía hacer gran fruto, ya que los indígenas entregaron las divinidades y se quemaron, y se comentó como una cosa muy cierta que una divinidad habló en aquella tierra y les dijo: no nos sacrifiquen más, que ya nuestro tiempo pasó y nuestros dioses se acabaron”6 La destrucción de templos y símbolos religiosos fue tan completa que, según el teólogo Clodomiro Siller, “en América, todos los monumentos rituales fueron destruidos, y en muchos casos sus materiales fueron utilizados para la construcción de nuevos templos o palacios coloniales. Esto no sucedió en otros lugares del Extremo Oriente o de África, en donde, a pesar de que también llegaron misioneros de Europa, actualmente se da culto en muchos lugares que son milenarios.”7(En América Latina sólo quedan ruinas de los monumentos destruidos, sobre las cuales los indígenas actualmente realizan sus ceremonias) Destrucción de libros y saqueo cultural. A este respecto, el historiador venezolano Fernando Báez nos dice: “La destrucción de América Latina afectó también a los sectores culturales: la memoria histórica fue objeto de manipulación, fuego, robo y censura. El proceso fue lento y sistemático, feroz e implacable: hoy sabemos que el sesenta por ciento de toda la memoria escrita de la región desapareció. Un cincuenta por ciento por destrucción premeditada y un diez por ciento por desidia… Los frailes Fray Juan de Zumárraga y Diego de Landa se encargaron de hacer desaparecer el noventa por ciento de los códices mayas y aztecas”. (Edición electrónica, Mar. 17, 2009). Sobre el trabajo de Juan de Zumárraga, comentamos un poco más arriba, y respecto a Diego de Landa la Enciclopedia Wikipedia nos dice:

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Nace una Iglesia, Págs. 331-333 O.C. Pág. 346 7 Clodomiro Siller, Teología India, Tomo II, Abia Yala, Quito 1994, pág. 94 6

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“Fue uno de los primeros frailes franciscanos que viajó a la península de Yucatán, en donde trabajó durante tres décadas en la evangelización de los nativos mayas; fue consagrado Obispo de Yucatán en 1572. Debido a la reticencia de los mayas para aceptar la fe católica y para abandonar sus propios rituales religiosos, en junio de 1562, Landa mandó detener a los gobernantes y principales de toda la región, quienes fueron escarmentados. Y el 12 de julio de 1562 se realizó el Auto de fe de Maní, Yucatán, en donde se incineraron divinidades de diferentes formas y dimensiones, vasijas y códices con signos jeroglíficos. En esta ocasión, Landa pronunció las siguientes palabras: "Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sentían a maravilla y les daba pena". Se calcula que incineraron toneladas de libros, los cuales poseían registros escritos de todos los aspectos de la civilización maya”. El historiador Fernando Báez termina con esta reflexión: “Esta es la realidad. Los historiadores resaltan con vergüenza la quema de libros en Alemania durante la época nazi, condenan la destrucción de la cultura de los bosnios a manos de los serbios, pero ignoran la quema de los códices mayas y aztecas a manos de religiosos cristianos españoles”.

11. IMPOSICIÓN DE LA DOCTRINA OFICIAL COMO LA ÚNICA VERDADERA. Hoy es un dato fácilmente comprobable la resurrección de la teología y de la espiritualidad indígena, tal como expondremos más adelante. Pero, para que se pueda valorar en su justa medida lo que esto significa, tenemos que hacer un recorrido por la historia, para descubrir las estrategias de resistencia y sobrevivencia que las comunidades indígenas tuvieron que asumir durante estos quinientos años para enfrentar la imposición de la doctrina oficial de la Iglesia. Comencemos lamentando que todos los intentos de diálogo con las culturas indígenas por parte de algunos misioneros de los primeros tiempos de la colonia muy pronto fueron abandonados y sustituidos por la conformación de una iglesia colonial, que

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ejercía su presión e imponía su doctrina como la única verdadera sobre los pueblos conquistados. Esta concepción religiosa se apoyaba en la percepción generalizada de que el indígena es un ser inferior en todos los órdenes de la vida: social, cultural y religioso, y por tanto sujeto a dominación y explotación. Esta percepción fue una constante en la historia de América Latina, desde la conquista hasta nuestros días. En el caso de México, esta constante no se alteró ni con el proceso de la Independencia, ni con la Revolución, excepción hecha de Emiliano Zapata que introdujo en su programa político importantes elementos y reivindicaciones de la cultura campesina e indígena. En general, tal como lo documenta el antropólogo mexicano Bonfil Batalla, la cultura indígena fue negada, ocultada y rechazada como un estorbo para el desarrollo del país. Sin embargo, aparentemente, esto contrasta con la “exhibición” de elementos culturales indígenas, que, a primera vista, podría darnos la impresión de un aprecio y valoración de su cultura. Pero, según Bonfil Batalla, ”la presencia del indio en murales, museos, esculturas y zonas arqueológicas abiertas al público, se maneja, esencialmente, como la presencia de un mundo glorioso, extraordinario, pero muerto, pasado: un “objeto de museo” para atracción y distracción de los turistas”.1 Para imponer su monopolio doctrinal, la Iglesia tuvo que ver el modo de hacer desaparecer la presencia de elementos religiosos indígenas. Como dice Eleazar López, “la Iglesia buscó la forma de erradicar la teología institucional de nuestros pueblos, declarando una guerra sin cuartel contra los sacerdotes y sabios, contra los textos, divinidades y lugares sagrados de nuestros antepasados. Todo esto, para que la gente común no tuviese acceso a lo que llamaban “supersticiones o supercherías diabólicas”.2 11.1. REACCIONES INDÍGENAS. Ante esta realidad, las reacciones de las comunidades indígenas fueron muy diversas, buscando siempre la mejor forma de resistir y sobrevivir en circunstancias tan adversas. Analicemos brevemente algunas de ellas, teniendo en cuenta que, con frecuencia, utilizaron más de una, según las circunstancias les aconsejaban. a) Lucha de dioses. Frente a la intolerancia misionera, que negó el carácter divino a lo que los indígenas llamaban Dios o Dioses, surgieron de la parte indígena algunas voces que se atrevieron a desafiarlos en el mismo terreno. Por ejemplo, uno de los discípulos de Bernardino de 1

Bonfil Batalla. México profundo.Pág. 91-92

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Teología India, Pág. 98

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Sahagún del Seminario de Tlatelolco renunció al seminario y se declaró en rebeldía, acusando a los españoles de adorar al Dios Oro. Pero la Inquisición lo capturó, lo condenó y ajustició públicamente para escarmiento de las comunidades. Posteriormente surgieron otros movimientos rebeldes, que usaron incluso símbolos cristianos indigenizados, como la Virgen María, para enfrentar la dominación española. En Chiapas tenemos varios casos de rebeliones indígenas. Las más conocidas son las sublevaciones de los Chamulas y la famosa Rebelión de los Zendales de 1712, que, según algunos autores, fue la más importante y significativa de toda la colonia en Chiapas y Centro América. Se cree que el motivo de esta rebelión fue el incremento de impuestos y tributos, tanto por parte del gobernador como del obispo. Pero la ocasión para organizarse y sublevarse fue una supuesta aparición de la Virgen a la indígena María Candelaria de la Cruz, de Cancuc, la cual le reveló un plan de liberación religiosa, económica, social y política. Era algo así como la recuperación por parte de los indígenas del control de de su historia y de su destino. Nombraron sus autoridades civiles y religiosas y organizaron un gobierno propio. Su lema era muy significativo: “sacudir el yugo y cautiverio y restaurar sus tierras y libertad”.”Ya no hay rey, ni obispo, ni tributos, ni diezmos”. La rebelión llegó a extenderse por 30 pueblos de los Altos de Chiapas y durante ella fueron asesinados algunos españoles que vivían en estos pueblos, además de cuatro religiosos dominicos y varios sacerdotes más. Para poder dominarla, fue necesario que viniese un ejército de Guatemala al mando del Presidente de la Audiencia. Y, como sucedía siempre en estos casos, una vez controlada la rebelión, la represión fue brutal en contra de los dirigentes, para que sirviese de escarmiento a los demás. Estas confrontaciones violentas entre indígenas y españoles dejaron un saldo terriblemente desventajoso para los indígenas, pero también para la Iglesia las consecuencias fueron desastrosas. Se dificultaron mucho las relaciones con los indígenas y se abandonaron las utopías de los primeros misioneros de construir “iglesias indianas” (autóctonas), con clero nativo y estructuras propias. Actualmente, ante el resurgimiento de la cultura indígena, en algunos lugares vuelven a aparecer posturas intolerantes, tanto por parte de las iglesias como de sectores indígenas que se niegan a dialogar con el Cristianismo. En la diócesis de San Cristóbal se creó un ambiente de mayor tolerancia, tal como explicaremos más adelante, debido principalmente a la línea de una pastoral inculturada, que promovió el obispo “jTatic” Samuel Ruiz.

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b) Yuxtaposición religiosa. Otra forma de resistir y sobrevivir que ensayaron los indígenas fue la incorporación de los dioses y las creencias de los cristianos, pero sin abandonar las suyas propias. Se trata de poner dos creencias, una junto a la otra. Los indígenas van a la iglesia y rezan a Cristo y a los santos, pero con la misma devoción van a los cerros, cuevas o manantiales, para implorar el auxilio del Dueño de la Vida. El objetivo es poder integrar dos formas religiosas distintas. ¿Se puede ser, a nivel religioso, perfectamente cristiano sin dejar de ser indio?. La versión del Cristianismo intolerante presentada por los misioneros españoles no admitía ninguna competencia de otras religiones; pero el pueblo, al margen de los misioneros, unió en su vida ambas vertientes religiosas: la antigua y la cristiana. Podemos decir que el pueblo sencillo ya ha respondido que sí a esa pregunta, pero el Magisterio de la Iglesia todavía no ha dicho nada al respecto. c) Sobreposición religiosa. Una tercera alternativa de sobrevivencia para los indígenas fue la de sobreponer (poner encima) símbolos cristianos (templos, cruces, santos) sobre los símbolos religiosos indígenas. Fue una práctica impuesta por los misioneros y bien aceptada por los indígenas, que les permitía seguir con sus prácticas religiosas, enmascaradas con símbolos cristianos. De esta manera, muchos santos cristianos vinieron a representar divinidades indígenas. Estas prácticas dieron lugar a lo que comentábamos más arriba: que los indígenas “adoraban a su Dios detrás del altar”. Hoy los indígenas se preguntan si es sano continuar actuando de esta manera, enmascarando la propia identidad cultural y religiosa. De hecho, con motivo de los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón, muchos líderes religiosos indígenas pensaron que era el momento para sacar de la clandestinidad a sus dioses. Así lo expresaron en los objetivos de la Primera Reunión del Consejo de los Sacerdotes Mayas de Guatemala (1-15/12/91) y en el Encuentro en Bolivia (19.23/06/92).3 d) Proceso de convergencia entre las dos culturas y de síntesis teológica. En medio de tantas represiones y dificultades también surgieron intentos de lograr una convergencia entre las dos culturas y una síntesis de ambas tradiciones religiosas. En la primera mitad del siglo XVI, al calor de la primera evangelización, hubo algunos intentos en esta dirección. Quizás la persona que tuvo más claridad en este punto fue el franciscano Bernardino de Sahagún, quien valoró mucho la cultura indígena. Su trabajo se orientó en dos direcciones principales: la enseñanza y la escritura. Aprendió 3

Revista Crhistus, Septiembre de 1993. Pág. 10-11

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el náhualt e intentó traducir la Biblia al náhualt, pero los superiores de las órdenes de los agustinos, dominicos y franciscanos solicitaron a la Inquisición, en 1579, que impidiera la traducción de la Biblia a las lenguas indígenas. También organizó un colegio en Tlatelolco para los hijos de los indígenas nobles y principales, con un programa de estudios semejante a los colegios de España. La reacción de los españoles ante este propósito fue, primero, reírse de él, pero al ver los avances que tenían los estudiantes indígenas, comenzaron a obstaculizarlo hasta obligarlo a cerrar el colegio. Le escribieron al rey Carlos V diciéndole que enseñar a leer y escribir a los indios era muy dañoso y peligroso. Por último, escribió en náhualt la “Historia General de las Cosas de la Nueva España”, pero con grandes dificultades porque le cortaron los fondos y la ayuda.4 Este proyecto de Fray Bernardino contemplaba también la creación de una iglesia autóctona mediante la ordenación de religiosos nativos, que podrían servir de puente para un diálogo entre las dos culturas; pero este propósito también fue muy pronto abortado, porque el Concilio de 1555 prohibió que se ordenaran sacerdotes a indios, mestizos y negros.5 Pero quizás el ejemplo más claro y mejor logrado del intento de hacer una síntesis de las dos culturas es el relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, un relato lleno de simbolismos. En primer lugar, la Virgen “morena” no se aparece al obispo sino al indio Juan Diego. En segundo lugar, la que se aparece es la Virgen María, la madre de Jesús, pero se llama también Tonantzin, la madre de los dioses indígenas. Y por último, a través del relato, se va dando un cambio radical en el protagonismo de los actores: en el primer acto el indígena Juan Diego se pone de rodillas delante del obispo, pero, al final, es el obispo el que se arrodilla delante de Juan Diego. Este gesto del obispo arrodillado ante Juan Diego es el símbolo de una Iglesia que debe acercarse al mundo indígena con veneración y respeto.6 11.2. LA IMAGEN DE CRISTO QUE PROYECTA LA IGLESIA COLONIAL. Pero, lamentablemente, la imagen que la Iglesia ha proyectado sobre los indígenas no es precisamente la del obispo arrodillado, sino la del obispo prepotente y todopoderoso. Esta posición social de la Iglesia, vinculada con el poder de los conquistadores, condicionó el modo de la evangelización y hasta los contenidos de la misma. Es lo que expresaron con claridad un grupo de sacerdotes indígenas mexicanos, en un 4

La Conquista de América. T. Todorov. Pág. 229-234.

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México profundo, Pág. 133.

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Sobre estas diferentes reacciones, Ver Teología India. Pág. 49-57

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documento que elaboraron para la Conferencia de Aparecida, en junio del 2006. “ La Iglesia no vino en otro barco distinto, sino en el mismo barco de los conquistadores y para la misma empresa…Si los misioneros se unieron a los que vinieron a someter a los indígenas a la sociedad colonial, no pudieron mostrar la verdad sobre Dios y sobre el hombre, al menos no de una manera adecuada. Más aún, redujeron y afearon la verdad de Dios y de humanidad que estos pueblos ya tenían. Una evangelización hecha con la espada no es verdadera evangelización. Esto ya lo dijo en su tiempo Fray Bartolomé de las Casas”.7 La imagen de Cristo que aparece en la evangelización de los pueblos indios durante la colonia es la imagen que corresponde a un Cristianismo imperial, en el que el Reino de Dios se identificaba con la sociedad cristiana europea. En este esquema, Cristo era el “Señor del Gran Poder”, el Creador de cuanto existe, el Juez inapelable, el Dueño de todo, el Rey del universo. El poder de Cristo se transfería al Papa, que, por lo mismo, era “El Gran Señor, que tiene jurisdicción espiritual sobre todos cuantos viven en el mundo, porque es el Vicario de Dios”. Y, a través del Papa, este poder se daba también a los Reyes de Europa, que son “embajadores y delegados del Gran Señor y tienen todo su poder”. Las imágenes de algunos santos estaban particularmente ligadas a esta manera de entender a Nuestro Señor Jesucristo. Los españoles gustaban mucho de la imagen de Santiago Apóstol a quien llamaban Matamoros, vestido de soldado, montado a caballo y con el moro yaciendo entre las patas del animal. Otra imagen era la del Arcángel San Miguel con la espada en la mano y el Diablo abatido a sus pies. Eran símbolos religiosos en los que ellos se veían atinadamente reflejados. Las enormes cruces de piedra o de madera eran igualmente apreciadas, no tanto como expresión del sufrimiento y muerte de Cristo, sino en cuanto signo del triunfo cristiano sobre el paganismo indio. Por eso la pretensión inmediata, después de las conquistas militares, era implantar en el lugar más importante la cruz cristiana y hacer que los vencidos le rindieran honores.8 Esta fue la cristología dominante, aunque Fray Bartolomé de Las Casas presenta una imagen totalmente distinta: la del “Cristo crucificado en los indios, condenados por los españoles a morir antes de tiempo”. Pero, como ya dijimos, su impacto fue limitado,

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Memoria del XIII Encuentro nacional de sacerdotes indígenas, Puerto Escondido, Oaxaca, junio 2006. 8

Teología india, Pág. 159-160.

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aunque ejerció una notable influencia en determinados sectores de la cristiandad colonial.9 11.3 LA IMAGEN DE CRISTO ELABORADA POR LAS COMUNIDADES INDÍGENAS. Dice el teólogo Eleazar López que , “a pesar de la cristología misionera ligada al poder, y en continuidad con la “cristología lascasiana”, las comunidades indígenas, que entraron en contacto con la Iglesia, empezaron a apropiarse de los rasgos de Cristo que eran más afines a su realidad social y cultural. Muy pronto estas comunidades cristianas sacaron a nuestro Señor Jesucristo de los esquemas coloniales, lo sentaron en el petate de la vida del pueblo y lo vieron identificado perfectamente con ellos. Fue elaborándose así una cristología popular en torno a los atributos de Cristo que lo mostraban pobre, inerme, perseguido, calumniado, encarcelado, azotado, crucificado y asesinado. Al pueblo le agradaron los Cristos sangrantes y los “Santos Entierros”, y enfatizó este aspecto de dolor en las imágenes de Cristo, porque eran la expresión de la postración indígena. En todas estas imágenes populares, Cristo no aparece como un conquistador, un encomendero o un hacendado, sino como un pobre como ellos, “un fregadito”, como repiten a menudo hasta el día de hoy”.10 No hay duda, para las comunidades indígenas Jesús también es Dios. Lo ven como el Creador y Formador, Corazón del cielo y Corazón de la tierra, Nuestro Padre Jesús, Dios Padre y Madre. A veces hasta parece que hay una confusión entre Jesús y el Padre. Pero Jesús también es percibido como profundamente humano, con todas las características del ser humano, aunque se resalta que es “pobre”. Guamán Poma de Ayala, un indígena peruano convertido al cristianismo, escribió en el siglo XVI que Dios no sólo se hizo hombre, sino concretamente se hizo pobre. Por eso, “donde está el pobre, está Cristo y, por tanto, “servir a Dios nuestro Señor y favorecer a los pobres de Jesucristo son cosas que no pueden separarse”.11 Por último, Jesús es visto también en relación con la Vida del mundo y de la naturaleza en general. Para los indígenas la naturaleza es la mediación más convincente de la presencia de Dios y de su enviado Jesucristo. Por eso conciben a Jesús como Nuestro padre el Sol; él es el Dador de la Vida, el Lucero de la Mañana, el Vencedor de las fuerzas nocturnas, el que hace posible la lluvia y la agricultura. Es el Fuego Nuevo con que se inicia cada siglo de la humanidad. Todas las expresiones de vida que hay en la naturaleza son aplicables a Jesucristo, porque Él es la Vida y la Energía por la que existen los seres vivientes y todas las cosas creadas.

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O.C. Pág. 161 O.C. Pág. 163 11 O.C. Pág. 165-166 10

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En todos estos rasgos de la cristología elaborada por las comunidades indígenas cristianas ya podemos percibir elementos importantes de la teología india, que trataremos más adelante.

12. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL PAPEL DE LA IGLESIA EN LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA. Conviene aclarar que la orientación de la Iglesia nunca fue uniforme. Como sucede en toda sociedad de dimensiones tan grandes, en la Iglesia se puede observar una tendencia dominante, pero, junto a ella, hay otras tendencias representadas por grupos que se distancian más o menos de la tendencia dominante y, a veces, hasta pueden llegar a oponerse a ella. La división tan marcada que vimos en tiempos de la conquista, se puede apreciar igualmente en todos los momentos críticos de la historia de América Latina, principalmente en el periodo de la independencia y después del Concilio Vaticano II.

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Analicemos, pues, brevemente el papel que ha jugado la Iglesia en América latina, diferenciando tres grandes periodos históricos: la colonia, la independencia y la aplicación del Concilio Vaticano II. Esto nos servirá para conectar la historia de la conquista con el resurgimiento de la teología y espiritualidad indígenas. 12.1. LA IGLESIA COLONIAL. En los capítulos anteriores describimos detalladamente las posiciones enfrentadas de los religiosos y obispos que defendían la idea de que los indios primero debían ser conquistados para luego ser evangelizados, y las del el grupo de Fray Bartolomé de las Casas, que defendía la necesidad de una evangelización pacífica, que se apoyase únicamente en la fuerza del Evangelio y en el testimonio de vida de los misioneros. El grupo de Fray Bartolomé, aunque fue minoritario, sin embargo, tuvo ramificaciones importantes por todo el continente y una influencia grande en la Iglesia de aquel tiempo. Logró que “el tema indio” estuviese siempre presente en los numerosos sínodos y concilios que se celebraron en aquellos años. En efecto, entre el año de 1539 a 1639 se celebraron 51 sínodos y concilios, en los cuales los indios ocuparon una atención prioritaria, como se puede ver por algunas de sus conclusiones: “insistimos en la necesidad de que los sacerdotes sepan las lenguas indígenas”; “que nadie sea bautizado contra su voluntad”. En aquellos primeros años, apenas se prestaba atención a la pastoral de los españoles. En aquellos sínodos y concilios algunos obispos se opusieron abiertamente a la utilización de la religión por unas personas, cuyo Dios era el oro y la plata, y a la brutalidad con que se trataba a los indios. En algunos sínodos los obispos asumieron posiciones propias del grupo de Fray Bartolomé, como las siguientes: • La guerra que se hace contra los indios para hacerlos cristianos es “injusta, perversa y tirana”. • Los españoles están obligados a devolver a los indios lo que injustamente les han arrebatado. Reacción del rey de España y del Consejo de Indias. En un principio parecía que el rey estaba de acuerdo con la defensa de los indios hecha por los obispos, pero la verdad era otra. Lo único que interesaba al rey era tener justificación para reducir el poder de los gobernadores y de los terratenientes. Así, cuando los obispos quisieron llevar sus denuncias al Papa, el rey se los impidió. El rey era quien nombraba a los obispos y censuraba la correspondencia de éstos con el papa.

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El Consejo de Indias también actuó de forma parecida. Este Consejo fue el que prohibió que se continuaran celebrando los sínodos y se negó a recibir al obispo Juan del Valle, que venía desde Colombia con una mula cargada de documentos para demostrar la explotación de los indios. Una hermosa experiencia truncada por la envidia: las reducciones de los jesuitas. Desde finales del siglo XVI, la Iglesia se fue acomodando poco a poco a la organización colonial (la encomienda y las haciendas); adquirió notables posesiones y mano de obra de los indios para trabajarlas. En la pastoral, empieza de nuevo la preocupación por los problemas de los blancos y cada vez menos por los problemas de los indios. Así, la que un día fuera la Iglesia misionera y defensora de los indios del siglo XVI, se fue transformando en una “cristiandad” hispano-criolla-urbana. Cada vez más, la Iglesia vive centrada en las ciudades, de espaldas al indígena y al campesino mestizo. Sin embargo, se produjeron algunas excepciones, entre las que cabe resaltar las “reducciones” (pueblos de indios) promovidas por los jesuitas en diferentes países del cono sur, destacando las de los Guaraníes en Paraguay, dadas a conocer al mundo a través de la película “La Misión”. Siguiendo el ejemplo de Bartolomé de las Casas y Vasco de Quiroga, los jesuitas organizaron a los pueblos de indios según sus propias costumbres y les enseñaron lectura, música y oficios. Recogiendo la inspiración de las culturas indígenas y de los primeros cristianos, tenían prácticamente todos los bienes en común; crearon su propia organización y hasta su propio ejército para defenderse. Estos pueblos, organizados sin la “encomienda”, lograron un éxito económico superior al conseguido por el sistema explotador de los encomenderos. Eran un ejemplo evidente de que los indios sabían organizarse y trabajar; desmentían todos los prejuicios de la inferioridad de los indios, con los que los españoles y criollos querían justificar el sistema de explotación. El sistema no podía tolerar su presencia por mucho tiempo y los poderosos no descansaron hasta terminar con ellos. Como siempre, para aniquilarlos, se recurre a la calumnia y a la mentira. Se acusó a los jesuitas de querer formar un imperio indio independiente, de que tenían escondida una gran mina de oro y que de allí provenía su riqueza (Esta acusación la hizo el mismo obispo de Paraguay, D. Bernardino de Cárdenas, tal como consta en un documento de 1651 enviado al rey Felipe IV por los oidores de la audiencia de Charcas). Los obispos de Buenos Aires y Paraguay, apoyados por los franciscanos y los dominicos, pusieron en entredicho a las reducciones (“poner en entredicho” consistía en castigar a determinadas comunidades privándolas de todos los servicios religiosos), y calificaron a los indígenas de “herejes”, “traidores al rey” e “hijos del diablo”.

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Como resultado de todo esto, los jesuitas fueron expulsados y los indios, derrotados, huyeron a las montañas o fueron vendidos como esclavos. El “paño viejo” de la Iglesia no pudo soportar este “trozo nuevo” de Evangelio. 12.2. . LA IGLESIA FRENTE A LA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA. Desde 1808 hasta 1824, entre los criollos e intelectuales de América Latina se vive un periodo de efervescencia emancipadora de la dominación española. Por todas partes surgen movimientos que tratan de lograr la independencia de España. Como sucede en todos los momentos de crisis y transformación social, la Iglesia se dividió profundamente: por una parte el papa y los obispos; por otra, el clero bajo y el pueblo cristiano. Veamos. Carta del papa Pío VII e intervención de los obispos. En 1816, el papa Pío VII envió una carta, titulada “Etsi longíssimo”, a los obispos y a todo el clero de América Latina urgiendo su participación activa contra el movimiento independentista por considerarlo contrario a la religión. Era lógico que esto pasara si a la religión se la identificaba, como era el caso, con el orden político y social imperante. El papa presenta esta posición como una “exigencia de la santa religión que profesamos”. “Y como sea uno de sus hermosos y principales preceptos, continúa el papa, el que suscribe la sumisión a las autoridades superiores, no dudamos que en las conmociones de esos países, que tan amargas han sido para nuestro corazón, no habréis cesado de inspirar a vuestra grey el justo y firme odio con que debe mirarlas. Sin embargo, por cuanto hacemos en este mundo las veces del que es Dios de Paz…, hemos creído propio de las apostólicas funciones el exitaros más y más con esta carta a no perdonar esfuerzos para desarraigar y destruir completamente la funesta cizaña de alborotos y sediciones que el hombre enemigo sembró en esos países” (Juan Germán Roscio. Obras. Tomo II, Pág. 132-134). El papa pide a los obispos que demuestren a su grey “los terribles y gravísimos perjuicios de la religión” y a presentar ante sus ojos “las ilustres y singulares virtudes de nuestro carísimo hijo en Jesucristo, Fernando nuestro rey católico, para quien nada hay más precioso que la religión y felicidad de sus hijos” (Ibidem). Al publicar esta carta en Venezuela, el vicario general del arzobispado concluye diciendo: “Dios ha hablado; es forzoso obedecer” (Ibidem). Con motivo de las luchas insurreccionales, el vicario de Granada, Nicaragua, declaró que “el pueblo insurrecto ha sido y es traidor a Dios, al rey y a la patria”. (Breve historia de la Iglesia en Nicaragua, Pag. 51).

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Los obispos, siguiendo estas orientaciones y por el mismo hecho de ser nombrados por el rey, estuvieron prácticamente todos en contra de la independencia y a favor del rey de España. Si por ellos hubiera sido, estaríamos esperando aún que la independencia nos llegara del cielo. El caso de México es muy especial, porque primero condenaron la independencia pero luego la promovieron, tal como veremos más adelante. El movimiento de clérigos insurgentes. Durante este tiempo, el clero bajo, es decir, los sacerdotes y religiosos que estaban más en contacto directo con el sufrimiento del pueblo, vivieron una profunda división: unos se colocaron a favor y otros en contra del movimiento de independencia. Un grupo numeroso participó activamente con los insurgentes, muchos de ellos empuñando las armas. Sólo en la Nueva España (México) se pudieron contar hasta 128 clérigos insurgentes; algunos, como Hidalgo y Morelos, se convirtieron en auténticos líderes de la rebelión y se cuentan actualmente entre los primeros nombres de los héroes y próceres de la patria. Interpretando correctamente la religiosidad del pueblo, que no encontraba ninguna contradicción entre la fe en Dios y la lucha por la independencia, estos religiosos produjeron una “teología liberadora”, justificadora, digamos, de su praxis de lucha insurreccional. Hidalgo enarbolaba en su bandera la imagen de la Virgen de Guadalupe; Morelos, Rescio y otros, nos dejaron importantes escritos, refutando la utilización de la religión para continuar la dominación y el sometimiento a la monarquía española. La actividad de estos sacerdotes se manifestó por todas partes. Participaron en las asambleas constituyentes, como en Tucumán (Argentina), donde, de 24 diputados electos, 17 eran sacerdotes; o como en la primera junta de Guatemala, en la que, de 28 miembros, 13 eran clérigos; igualmente redactaban nuevas constituciones, como la de Quito, Ecuador, escrita por el director del Seminario de Teología. La originalidad el caso mexicano. El caso de México fue muy singular. Todo el mundo sabe que la bandera de la independencia la enarboló el padre Miguel Hidalgo, en 1810, en la parroquia de Dolores, al grito de: ¡Viva México y mueran los gachupines!. El movimiento libertario se extendió muy pronto por otros estados y tenía un sentido social muy avanzado, pero fue derrotado por las tropas realistas, con el apoyo de los criollos y del alto clero, y sus líderes fueron torturados y ajusticiados. Pero lo que muy pocos conocen es la importante participación en el movimiento de la independencia del canónigo Matías Monteagudo, director de la Casa de Ejercicios “La

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Profesa”, en la ciudad de México, y consultor de la Inquisición. Primero, en su calidad de inquisidor, intervino en la excomunión de los clérigos insurgentes Hidalgo y Morelos y ordenó juzgarlos, torturarlos y ejecutarlos. Pero luego, en 1820, dio un viraje de 180 grados y convocó a otros prelados a una reunión en el templo de La Profesa, para plantearles la necesidad de independizarse de España, pero por motivos totalmente opuestos a los del movimiento anterior. En efecto, en España, Fernando VII había firmado la Constitución liberal de 1812 y los prelados mexicanos pensaron que su aplicación les supondría la pérdida de muchos privilegios. Por tanto, opinaron que lo más conveniente era aprovechar la ocasión para independizarse de España, para poder continuar disfrutando sus privilegios. Es decir, que promovieron la independencia pero exactamente por motivos contrarios de los que habían intentado los insurgentes originales. En esa reunión de La Profesa los prelados acordaron proponerle al militar Agustín de Iturbide que encabezase el movimiento de independencia. Planearon también una estrategia para justificar ante el pueblo el viraje político, tanto de la jerarquía católica como del mismo Iturbide, quien en la etapa anterior se había hecho famoso precisamente por su lucha en contra de los insurgentes. Con este objetivo, se hizo ver que “las circunstancias en España eran muy otras” y se recurrió al peligro que corría “la santa religión que profesamos”; por último, se invitó a que se unieran al movimiento algunos líderes insurgentes sobrevivientes, entre los que figura Vicente Guerrero, que fue traído desde las montañas del sur donde estaba escondido. De esta manera, según comenta el escritor Octavio Paz, se produce un verdadero “acto de prestidigitación: la separación política de España se realiza en contra de las clases que habían luchado por la Independencia”. 1 Pero, volviendo al movimiento de clérigos insurgentes, hay que decir que, a nivel de América latina, fue tan decisivo que, según el historiador Enrique Dussel, “la oligarquía criolla, sin el apoyo de estos clérigos, no hubiera podido, de ninguna manera, llevar a cabo el proceso emancipatorio” (Materiales para una Historia de la Teología en América Latina, Pág. 415-416). El significado de la independencia para el pueblo y para la Iglesia jerárquica. Pero los eventos de la independencia, tan importantes en la historia de América Latina, para el tema que venimos tratando no fueron tan significativos. En efecto, los movimientos de independencia no estuvieron protagonizados por los indígenas sino por los criollos y ladinos ricos, y la situación de los indígenas y campesinos pobres no

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José Antonio Crespo. Contra la Historia oficial. Pág.105-107

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cambió significativamente con la independencia; continuaron sujetos al trabajo en las fincas y haciendas, en condiciones iguales o peores que antes de la independencia. Según el escritor Eduardo Galeano, el significado de la independencia para los indígenas y campesinos pobres lo expresa bien un escrito anónimo que apareció en un muro de Quito, el 10 de agosto de 1809, mientras la ciudad celebraba su liberación; decía: “Último día del despotismo y primero de lo mismo”. Y dos años después, un dirigente indígena escribía: “Hemos cambiado de amos”.2 Pero la situación de la Iglesia jerárquica sí que ha sufrido modificaciones. De cara al exterior, desapareció la dependencia del rey de España y se reforzó la dependencia del Vaticano, y al interior de los países se produjo una vinculación muy fuerte con los partidos conservadores y una pugna constante con los liberales, que intentaban reducir su influencia y su poder. En cuanto al trabajo pastoral, los cambios fueron menos sensibles. Su escaso clero continuó concentrado en las ciudades y su relación con los indígenas no se modificó sustancialmente. La responsabilidad de la “evangelización” de los indígenas que tenían los encomenderos, poco a poco la fueron asumiendo los patronos de las fincas. La “cristianización” consistía básicamente en la celebración de las fiestas patronales de la finca o hacienda, en las que, anualmente, se organizaba una misa solemne con la celebración masiva de los sacramentos, principalmente bautismos y matrimonios. Se trataba de la implantación de un cristianismo masivo, donde lo que realmente contaba era el número de bautizados. Mientras tanto, la vida de los pueblos y comunidades indígenas se fue organizando de forma paralela al discurrir de las parroquias y de la actividad pastoral de la Iglesia. En los pueblos los indígenas tenían sus lugares de culto, donde celebraban la “costumbre”, y fueron conformando cofradías que atendían a sus necesidades sociales. Estas cofradías posibilitaron un liderazgo indígena independiente que, en ocasiones, llegó a tener una fuerza capaz de enfrentar a la autoridad eclesiástica. En efecto, se dieron frecuentes casos de confrontación de las cofradías con los párrocos de las iglesias locales, por disputas sobre asuntos religiosos o profanos. En algunos lugares estas confrontaciones perduran hasta nuestros días. Así transcurrieron los años hasta que llegamos a la segunda mitad del siglo XX, en que tiene lugar un acontecimiento eclesial que iba a transformar profundamente la realidad eclesial del continente y del mundo católico: el Concilio Vaticano II. 12.3. LA APLICACIÓN DEL CONCILIO VATICANO II EN AMÉRICA LATINA. Con el Concilio Vaticano II (1962-1965), el papa Juan XXIII intenta iniciar una nueva época en la historia de la Iglesia. Se pretende que termine la época de “cristiandad” 2

Eduardo Galeano. Espejos. Siglo XXI. Pág. 183

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para que comience de nuevo a florecer el “Cristianismo”. Es decir, que la Iglesia deje de preocuparse de sí misma y empiece a preocuparse porque el Espíritu de Cristo se haga presente realmente entre los hombres, construyendo justicia y fraternidad. Entre los puntos más novedosos del Concilio, podemos señalar: • La Iglesia se siente solidaria con la suerte de toda la humanidad, sobre todo con la suerte de los más pobres. • La Iglesia deja de mirarse e identificarse con la jerarquía y se define como “Iglesia pueblo de Dios”. • El pueblo cristiano vuelve a sentirse parte activa y responsable del destino de la Iglesia. • La Iglesia inicia un diálogo con las otras iglesias cristianas, a las que llama “hermanos separados”, e incluso con las otras religiones del mundo. Coincidiendo con los años del Concilio y posteriores, los papas publicaron varias encíclicas sociales en las que defienden los derechos de los obreros y condenan los abusos del capitalismo y las injustas relaciones comerciales internacionales, que hacen que “unos pueblos sean cada vez más ricos a costa de otros que son cada vez más pobres” (Juan Pablo II) Toda esta efervescencia eclesial coincide con un movimiento social internacional que estaba demandando un cambio del sistema capitalista vigente. Este movimiento, en América Latina, cristalizó con el triunfo de la Revolución Cubana, que tuvo una repercusión muy grande en todo el continente. En este contexto eclesial y social los obispos de América latina se reunieron, en 1968, en Medellín, Colombia, para ver el modo de aplicar en sus diócesis los acuerdos conciliares. Hay que hacer notar que hicieron una lectura muy creativa de los textos del Concilio. En efecto, si en el Concilio se habló de la necesidad de “dialogar con el mundo”, en América Latina los obispos entienden que hay que “dialogar con los pobres”, que representan el 70% de la población. Y si el Concilio habló del protagonismo del “pueblo de Dios” en la Iglesia y en la sociedad, los obispos interpretan que, en América Latina, este protagonismo corresponde fundamentalmente al “pueblo pobre de Dios”. Y esto por una doble razón: sociológica (son la gran mayoría de la población) y teológica (son los preferidos de Cristo). La actitud ante los pobres divide profundamente a la Iglesia. Así es como del concepto de la “iglesia pueblo de Dios”, en América Latina se pasó a la concepción de la “Iglesia de los Pobres”, expresión que ya había utilizado el Papa Juan XXIII. Pero el cambio no fue general y se produjo una profunda división al interior de la Iglesia Católica, con reacciones muy fuertes de los grupos conservadores.

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Sin embargo, a nivel de todo el continente, se conformó un numeroso grupo de obispos muy comprometidos con la realidad de pobreza de América latina. Algunos, como Hélder Cámara, Pedro Casaldáliga, Samuel Ruiz y otros, son personas reconocidas a nivel internacional como grandes líderes religiosos de la segunda mitad del siglo XX. Junto a este movimiento de obispos, surgieron decenas de miles de Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), que intentaban poner en práctica el modelo de la Iglesia de los Pobres, y un numeroso grupo de teólogos, que pusieron en marcha un gran movimiento de Teología de la Liberación. Lo más novedoso de estos teólogos fue su metodología: reflexionar la Palabra de Dios a partir de la práctica de liberación que se estaba realizando en el continente, en la que estaban implicados muchos cristianos. Algunos de ellos, como Leonardo Boff o Gustavo Gutiérrez, están reconocidos a nivel internacional como de los mejores teólogos del siglo XX. La convergencia de estos tres factores: un grupo de obispos comprometidos con la suerte de los pobres, el trabajo de las Comunidades Eclesiales de Base y la asesoría de los teólogos, produjo un despertar de la Iglesia Latinoamericana como no se había vista en todo el periodo anterior, pero, como ya dijimos, provocó también la reacción de los sectores conservadores, que no estaban dispuestos a perder sus privilegios. El Vaticano condenó a la Teología de la Liberación, acusándola de estar infiltrada por el marxismo, y al movimiento de las Comunidades Eclesiales de Base por pretender, según el Vaticano, conformar una “iglesia paralela”. Estados Unidos manifestó en los Documentos de Santa Fe que las declaraciones de algunos obispos y la teología de la liberación “eran muy peligrosas para su política exterior en la región”. Y los gobiernos militares y las clases ricas de los diferentes países, avaladas por estas posturas del Vaticano y de EU, emprendieron una represión cruel y sistemática contra todas las personas que pudieran estar o parecer estar implicadas en cualquier proceso de concientización y de liberación del pueblo. De esta manera, todo el movimiento liberador, en el cual estaban implicados muchos cristianos, fue sistemáticamente reprimido, golpeado y martirizado, dejando tras de sí decenas de miles de mártires regados por todo el continente. Entre los cristianos podemos señalar a miles de testigos: algunos obispos, como Angelelli en Argentina, Romero en El Salvador y Gerardi en Guatemala; centenares de sacerdotes y religiosas; miles de catequistas y laicos. Todos ellos rubricaron con su sangre la sinceridad de su compromiso. En la actualidad, aunque debilitado por la represión y las nuevas circunstancias de la política internacional, este movimiento eclesial continúa luchando contra las injusticias del sistema y las incomprensiones de importantes sectores de la misma Iglesia. Encuentro de la Iglesia liberadora con el mundo indígena.

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Como consecuencia de esta nueva realidad eclesial, se dio un desplazamiento de muchos agentes de pastoral, principalmente religiosas y religiosos, de los centros urbanos hacia las zonas rurales, donde se encontraron con el mundo indígena, “los más pobres entre los pobres”, pero muy ricos en cultura y en valores humanos, que han conservado celosamente durante siglos. Este contacto cercano con el mundo indígena resultó muy enriquecedor para este sector de la Iglesia, que lo llevó a reconocer los errores que históricamente se han cometido con los indígenas y a cambiar de actitud en relación a ellos; a la vez, le permitió abrir un nuevo espacio de reflexión teológica: la Teología India Cristiana. Como un ejemplo de este nuevo modo de acercamiento al mundo indígena podemos señalar las líneas pastorales introducidas por el obispo Samuel Ruiz en San Cristóbal, Chiapas, durante los años de 1960 al 2000, entre las que podemos destacar: • • • • • • • • •

Catequesis liberadora. Lucha por la tierra Organización comunitaria. Descentralización diocesana Proyectos de promoción de la salud, la economía alternativa y la organización social Acogida solidaria a los refugiados guatemaltecos Pastoral de la mediación y la reconciliación en el “alzamiento zapatista” de 1994 Promoción del diaconado indígena Desarrollo de la Teología India-cristiana.

Y como ejemplos de la nueva actitud a la hora de acercarse a los indígenas, podemos mencionar estos dos testimonios: El Papa Juan Pablo II pide perdón a los indígenas. Durante la visita que Juan Pablo II realizó al Perú, en 1985, un grupo de dirigentes indígenas le entregó una Biblia, con una carta que decía: “Nosotros, indios de los Andes y de América, decidimos aprovechar la visita de Juan Pablo II para devolverle su Biblia, porque, en cinco siglos, no nos ha dado ni amor, ni paz, ni justicia. Por favor, tome de nuevo su Biblia y devuélvala a nuestros opresores, porque ellos necesitan sus preceptos morales más que nosotros. Porque, desde la llegada de Cristóbal Colón, se impuso a la América, con la fuerza, una cultura, una lengua, una religión y unos valores propios de Europa.

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La Biblia llegó a nosotros como parte del cambio colonial impuesto. Ella fue el arma ideológica de ese asalto colonialista. La espada española, que de día atacaba y asesinaba el cuerpo de los indios, de noche se convertía en la cruz que atacaba el alma india”.3 El contenido de esta carta y el gesto de devolver la Biblia reflejan, de una manera muy dramática, el sentimiento de rechazo e indignación de muchos indígenas ante las contradicciones que acompañaron a la evangelización de América, tal como señalamos en varias partes de este libro. Y sin duda, que le habrán hecho meditar profundamente a Juan Pablo II. De hecho, años más tarde, el papa contestó a esta carta, aunque de forma general. En efecto, en una visita a México, en 1993, el papa programó un encuentro con dirigentes indígenas de todo el continente en Izamal, Yucatán. Allí les pidió públicamente perdón por los abusos cometidos durante la conquista y la colonia. A la vez, solicitó con energía que se respeten los derechos humanos de los diferentes pueblos indígenas del continente, urgiendo a las iglesias locales a actuar en consecuencia. “Por desgracia, dijo el Papa, hay que afirmar que no siempre se ha apreciado debidamente la riqueza de vuestras culturas ni se han respetado vuestros derechos como personas y como pueblos. La sombra del pecado también se ha proyectado en América en la destrucción de no pocas de vuestras creaciones artísticas y culturales y en la violencia de que tantas veces fuisteis objeto”4 Los Hermanos franciscanos solicitan perdón a los indígenas. Los Hermanos franciscanos de la provincia del Sureste de México (Campeche, Yucatán; Tabasco, Quintana Roo y Chiapas), en la celebración del VIII Centenario de la fundación de su congregación, reunidos en el convento de Maní, Yucatán, el 13 de abril del 2009, hicieron una sentida declaración de perdón, en la que, entre otras cosas, dicen: “Pedimos perdón al pueblo maya, por no haber entendido su cosmovisión, su religión, por negar sus divinidades; por no haber respetado su cultura, por haberle impuesto durante muchos siglos una religión que no entendían, por haber satanizado sus prácticas religiosas y haber dicho y escrito que eran obra del demonio y que sus símbolos religiosos eran el mismo Satanás materializado. De manera especial pedimos perdón por el Auto de Fe de Maní, celebrado en este mismo lugar. Pedimos perdón, porque destruimos sus edificios, sus templos y encima de ellos construimos grandes obras arquitectónicas, muchas veces con el cansancio, el sudor y la sangre de los indígenas.

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Agenda latinoamericana, 1992. Pág. 57. Discurso de Juan Pablo II a los indígenas en Yucatán, México. Revista Christus, Sep. 1993, Págs. 46-47

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La historia y el pueblo han juzgado a nuestra Iglesia y a la Orden Franciscana; aceptamos con humildad el juicio y llevamos en nuestra conciencia la condena: cargar en nuestros hombros hasta el final de los días con el perdón y la bondad del pueblo del que un tiempo nos alejamos. Nosotros, hermanos menores de San Francisco, nos COMPROMETEMOS: A formar a nuestros hermanos que vienen atrás y a formarnos nosotros mismos, para comprender la cultura de la que hemos salido, promoverla y encarnar el Mensaje de Jesús hasta tener un cristianismo maya”.5 Los hermosos gestos de Juan Pablo II y de los hermanos franciscanos nos muestran un cambio muy grande de actitud, todavía minoritario entre los sectores cristianos, pero muy significativo, y de hecho nos introduce en el tema siguiente.6

13. LA RESURRECCIÓN DE LA TEOLOGÍA Y DE LA ESPIRITUALIDAD INDÍGENA. Eleazar López utiliza una comparación muy bonita para expresar la emergencia de la teología y de la espiritualidad indígena en los años ochenta del siglo pasado. Lo expresa así: “Como Lázaro, después de cuatro días muerto y enterrado, los pueblos indios de México y de todo el Continente hemos ido emergiendo recientemente de la tumba centenaria, con la lozanía y pujanza del Resucitado. Y esto ha conmocionado a la sociedad y a la misma Iglesia, porque muy pocos creían en serio que pudiera darse la resurrección del indio, como un despertar de quien en verdad no estaba muerto sino dormido. Ante este hecho, los modernos doctores de la ley y los fariseos de siempre se rasgan hipócritamente las vestiduras ante lo que ellos consideran una blasfemia del pobre, que se ha puesto en pie, subvirtiendo el orden establecido por el sistema y atreviéndose a levantar la voz para condenar a la sociedad injusta y exigir la construcción de un futuro mejor para todos.

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Edición electrónica. “Redes Cristianas”, julio del 2009. Sobre la Historia de la Iglesia en América, Ver: IGE. Cristianos: ¿Por qué temer a la revolución?. Centro de Estudios Ecuménicos, México, 1985. Págs. 81-128 6

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En cambio, para quienes contemplan la historia con ojos de fe, la resurrección india es prueba de que Dios está con nosotros”1. La emergencia actual del mundo indígena está favorecida no sólo por la pujanza interna de su movimiento sino también por circunstancias coyunturales externas. Entre otras, podemos mencionar una serie de actividades en torno al año 1992: • los eventos realizados con motivo de la celebración de El Quinto Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas, • la proclamación por la ONU de la Década Internacional de los Pueblos Indígenas, • la concesión del Premio Nóbel de la Paz otorgado a la dirigente indígena guatemalteca Rigoberta Menchú, • la celebración en Santo Domingo de La Cuarta Conferencia del Episcopado latinoamericano, con el tema de la inculturación del Evangelio. • La aprobación del convenio 169 de la Organización Internacional del trabajo (OIT) sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Y otras circunstancias más recientes, entre las que vamos a mencionar dos: una, la aprobación por las Naciones Unidas del Día de la Madre Tierra, el 22 de abril, a propuesta del presidente indígena de Bolivia, Evo Morales, declarado, el 29 de agosto del 2009, “Héroe Mundial de la Madre Tierra”, y dos, la actual crisis del modelo capitalista neoliberal, que hace que muchas personas vuelvan su mirada hacia las culturas indígenas en busca de alternativas a la situación actual. Con la lozanía y pujanza del Resucitado, los pueblos indígenas ofrecen su testimonio de fe y de esperanza en medio de la sequía estructural que prevalece en el ambiente. 13.1. PROPUESTAS A LA IGLESIA Y A LA SOCIEDAD EN GENERAL Lo que en realidad proponen los indígenas a la sociedad y a la Iglesia es ser reconocidos y tratados como diferentes pero iguales, y ser aceptados no sólo como personas aisladas sino como pueblos y colectividades con sus propias identidades culturales y religiosas. Es lo que reclamaba ya un grupo de sacerdotes indígenas de México en un documento preparatorio para la Conferencia de Santo Domingo, en 1992: “Rechazamos que se nos siga tratando como paganos e idólatras a quienes hay que conquistar para la fe”.”Tampoco aceptamos que se nos considere como sospechosos de herejía, por el hecho de defender nuestro derecho de ser diferentes en la cultura y en la expresión de nuestra fe” Y más adelante añadían: “No queremos ser tratados con paternalismos degradantes que nos reducen a la categoría de niños incapaces de valerse por sí 1

Teología India. Pág. 126-127

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mismos. Somos adultos y como tales exigimos ser tratados en la sociedad y en las iglesias”. Y como adultos y responsables planteaban a la jerarquía de la Iglesia la construcción de iglesias autóctonas que respondan a sus valores culturales: “Asumamos juntos, con audacia, el reto del nacimiento de las iglesias particulares indígenas, con jerarquía y organización autónomas, con teología, liturgia y expresiones eclesiales adecuadas a una vivencia cultural de la fe”, tal como ya se propuso en el CELAM, en Bogotá, Colombia, en 1986.2 Y estas propuesta, en parte, fueron asumidas por la Conferencia de Santo Domingo, que reconoce el derecho que tienen los indígenas “de vivir de acuerdo con su identidad, con su propia lengua y sus costumbres ancestrales, y de relacionarse con plena igualdad con los demás pueblos de la tierra” (Santo Domingo, 251) Pero en las últimas décadas, coincidiendo con la implantación del modelo neoliberal, que acentuó la exclusión y la marginación del mundo indígena, se dio una reacción fuerte, incluso violenta, de los indígenas en la sociedad y en la Iglesia. Muestra de ello es la sublevación de los zapatistas en Chiapas, en enero del año 1994. En este contexto, la Teología India, además de ser voz de protesta de los indios, poco a poco se ha ido convirtiendo también en voz de propuesta que articula el anhelo de un futuro mejor no sólo para los indios sino para la humanidad en general. Esto es así porque la Teología India ofrece la posibilidad de construir nuevos paradigmas de comprensión de la realidad y de construcción de alternativas de vida para todos: hombres y mujeres, plantas y animales, ríos y bosques.3 Y, como ya dijimos más arriba, la importancia de las propuestas indígenas se acrecentó mucho más todavía en estos últimos años cuando el modelo neoliberal entró en una profunda crisis, de la cual no se ve todavía una posible salida. En esta situación de crisis generalizada del modelo neoliberal los ojos de muchas personas del mundo se han vuelto hacia el tesoro escondido por siglos de las culturas indígenas. El amor por la vida, el cuidado y la veneración de la naturaleza, el sentido comunitario, la toma de decisiones por consenso, la valoración de las personas mayores, la economía orientada hacia la autosuficiencia alimentaria, las luchas en defensa de la tierra y del territorio, la espiritualidad ecológica, la austeridad compartida, la fraternidad universal son algunos de los valores que hoy se convierten en referentes obligados para buscar alternativas a la situación actual. Pero no es fácil pasar del olvido y del desprecio al reconocimiento y a la valoración. En muchas personas hay un rechazo visceral hacia los indígenas, provocado por un secular 2 3

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complejo de superioridad que les hace pensar que del mundo indígena no podemos esperar nada bueno. “La palabra india, dice Eleazar López, últimamente se ha vuelto referencia casi obligada para quienes desean un mundo más digno y más justo para el futuro. Pero a la mayoría de la gente le resultan incomprensibles las voces de los indígenas. Pues, aunque viven junto a nosotros, no nos conocen ni nos entienden, porque no se han interesado por nuestra vida. Les podemos reprochar lo mismo que Jesús a sus discípulos: “tanto tiempo he estado con ustedes y, ¿todavía no me conocen?”(Jn.14,9)4 Por eso, para que se puedan superar estos prejuicios de incomprensión y de desprecio, es necesario retomar y asumir las propuestas que los indígenas formulan hoy a la Iglesia y a la sociedad en general. A la Iglesia: Que admita en su seno, con igualdad de derechos y sin ninguna reticencia, a los indígenas, no sólo como personas aisladas, sino como pueblos con su historia, con sus organizaciones, sus culturas y experiencias religiosas; con su teología y ministerialidad propia. De nuestra parte, creemos que la jerarquía de la Iglesia debería ir más allá de estos planteamientos; debería pedir públicamente perdón por los atropellos cometidos contra los indígenas y manifestar una opción clara y definida a favor de su causa, para compensarlos un poco por tanto daño que se les ha causado. A la sociedad: Que se construya un proyecto de nación plural, en el que las culturas indígenas tengan el lugar que les corresponde, y que esto nos permita ver a la cultura occidental desde América Latina y no al revés, como actualmente sucede.5 En la Cuarta Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Abya Yala (América), celebrada en Puno, Perú, en mayo del 2009, los participantes llegaron a los siguientes acuerdos, que expresan bien su voluntad de ser aceptados como actores y protagonistas del devenir histórico: “la insurgencia cultural, la visibilización de nuestra civilización en esta época de crisis del pensamiento occidental; no más como folklor, sino como actores activos, que resistimos desde hace más de quinientos años y hoy ofrecemos nuestras alternativas a todas las sociedades”.6 13.2.

LA TEOLOGÍA INDIA EN APARECIDA.

De entrada hay que decir que en la Iglesia actual hay consenso para exigir transformaciones innovadoras y audaces en la sociedad para dar cabida digna en ella a los pueblos indios, con sus formas diferentes de vida, con sus valores culturales, con 4

O.C. Pág. 132.

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México profundo, Pág. 245.

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Edición electrónica en Redes Cristianas. 28/08/09

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sus anhelos de futuro. Pero cuando se trata de incorporar en la Iglesia la Teología India, afloran inmediatamente en los grupos más conservadores la intolerancia y la condenación. Esta actitud se manifestó de manera muy clara en la Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en Aparecida, Brasil, en mayo del 2007, tal como explicaremos más adelante. A diferencia de la participación indígena en la Conferencia de Santo Domingo, en 1992, que se redujo prácticamente a actividades culturales y folklóricas, en Aparecida se intentó que la participación indígena tuviese presencia e incidencia en los debates a la hora de formular los temas y los contenidos de la Conferencia. Con este propósito, Según Eleazar López, la Comisión de Pastoral Indígena de América Latina trabajó con esmero todos los documentos preparatorios de la Conferencia y después se conformó un equipo de expertos y expertas en Cultura y Teología India, para que hiciesen llegar la voz de los indígenas a los debates de la Conferencia. También se contó como delegados a la Conferencia con un buen número de obispos miembros de la Comisión de Pastoral Indígena o simpatizantes de la misma. Tomando en consideración todos estos aspectos, podemos decir que la voz indígena llegó muy preparada y muy fortalecida a la Conferencia de Aparecida. De esta manera, todo parecía preparado para conseguir un éxito notable, sin embargo, de repente, se produjo un incidente donde menos se podía esperar, que vino a dificultar el trabajo de la comisión indígena. En efecto, en el discurso de apertura, el Papa Benedicto XVI dijo unas frases en relación a la actividad de los primeros misioneros que causaron mucha conmoción. “El anuncio de Jesús y de su Evangelio, dijo el Papa, no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña”. Y añadió: “La utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso. En realidad, sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado”. 7 Estas afirmaciones suscitaron una reacción violenta por parte de varios líderes indígenas de todo el Continente, lo que puso en tensión a la Conferencia de Aparecida y exigió de ella clarificaciones y rectificaciones. La voz de líderes indígenas de Brasil, Chile, Perú y Guatemala fue muy contundente y los de Ecuador se expresaron en los siguientes términos: “Los Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Continente de Abya Yala rechazamos enérgicamente las declaraciones emitidas por el Sumo Pontífice en lo que se refiere a nuestra espiritualidad ancestral…”

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Benedicto XVI, Discurso inaugural de Aparecida.

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“Si analizamos con una elemental sensibilidad humana, sin fanatismo de ninguna especie, la historia de la invasión de Abya Yala, realizada por los españoles con la complicidad de la Iglesia Católica, no podemos menos que indignarnos. Seguramente el Papa desconoce que los representantes de la Iglesia Católica de ese tiempo, con honrosas excepciones, fueron cómplices, encubridores y beneficiarios de uno de los genocidios más horrorosos que la humanidad haya podido presenciar: más de 70 millones de muertos…” “Junto a los asesinos de nuestro pueblo, siempre estaba un sacerdote o un obispo para adoctrinar a los condenados a muerte, para que se bautizasen antes de morir, y por supuesto, para que renunciasen a sus concepciones filosóficas y teológicas” “Las iglesias cristianas y de manera particular la Iglesia Católica tienen una inmensa deuda con Cristo, con los pobres del mundo y con los Pueblos y Nacionalidades Indígenas que hemos resistido a semejante barbarie”.8 Esta voz indígena clara y fuerte incomodó terriblemente a los obispos, teólogos e invitados de Aparecida, pero colaboró también para que se tomara más en serio la causa indígena dentro de la Iglesia. Se estaba así dando cumplimiento a la profecía hecha por Mons. Leónidas Proaño, cuando manifestó al final de su vida: “Los indígenas han comenzado a abrir los ojos, han comenzado a recuperar su palabra, han comenzado a ponerse de pie, han comenzado a caminar, han comenzado a organizarse y actuar”. También se cumplía la reflexión visionaria que Don Bartolomé Carrasco, el Tata de los indígenas de Oaxaca, hizo con ocasión de la sublevación indígena de los años noventa: “Con estos indígenas crecidos y adultos, que tienen conciencia, voz y organización propia, debemos dialogar, en adelante, nuestras propuestas pastorales. Ellos son ahora la conciencia crítica de los demás”. Pero, la verdad es que las palabras del Papa y la reacción indígena fue algo así como un manto de hielo que parecía que venía a congelar todo el trabajo que se había preparado por parte de los indígenas. Fue necesario esperar a que los obispos realmente comprometidos con la causa indígena se atreviesen a romper el hielo con sus intervenciones proféticas. El primero en salir al ruedo a defender la causa indígena fue Mons. Álvaro Ramazini, presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala. Se expresó en los siguientes términos: 8

Ecuarinari (confederación de organizaciones indígenas de Ecuador), en su portal de internet, el 16 de mayo del 2007.

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“Los pueblos indígenas del Continente, a la par que buscan afianzarse en su identidad y reivindicar sus derechos, sufren las consecuencias del liberalismo económico de diferentes modos. Estos pueblos con sus valores son una contribución para abrir posibilidades de un mejor futuro para la humanidad entera”… “Esperan de la Iglesia dedicación, responsabilidad, pero sobre todo un vivo amor pastoral”. Este pronunciamiento profético desató los nudos de la tensión causada por las palabras del Papa y la reacción indígena y provocó que se abriera un debate serio sobre la realidad de los pueblos indígenas y sobre la Pastoral Indígena de la Iglesia con todas sus implicaciones. El siguiente en lanzarse al ruedo fue el presidente de la Conferencia Episcopal de Panamá, Mons. José Luis Lacunza, quien fue el primero en hablar explícitamente de la Teología India en la Conferencia. Otro de los grandes defensores de la Teología India en Aparecida fue Mons. Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal de las Casas, responsable de la Pastoral Indígena del CELAM (Comisión Episcopal latinoamericana) y de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Hizo una amplia exposición sobre la realidad de los indígenas y los diálogos que se han tenido sobre la Teología india. Al respecto, comentó: “Es creciente el consenso de considerar “teologías” a la llamada “Teología India” y es necesario escuchar sin prejuicios sus contenidos, definir sus logros, dificultades y deficiencias”. Estos pronunciamientos probablemente influyeron para que el Papa hiciese una especie de rectificación de sus palabras, el 23 de mayo, recordando “los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas”; pero donde ciertamente influyeron fue para que en el borrador del documento de Aparecida estuviese presente el término de “Teología India”, aunque al final no se pudo mantener, tal como explicaremos más adelante. Balance de la presencia indígena en Aparecida. Según Eleazar López, el balance fue positivo. Los indígenas se prepararon para salir al campo y jugar con ganas. Les metieron algunos goles, pero el resultado final lo consideran positivo. El principal gol que les metieron fue la negativa para que el término “Teología India”, que estaba en el borrador desde el principio, apareciese en el documento final. Tal como expresamos más arriba, en la jerarquía de la Iglesia se puede observar una postura mucho más abierta a favor de los derechos de los indígenas cuando se trata de exigir a la sociedad civil que les conceda dichos derechos, pero cuando se trata de sus derechos dentro de la Iglesia, la reacción es mucho más conservadora.

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Para sectores importantes de la jerarquía es un motivo de gran preocupación hablar de Iglesia autóctona, de Diaconado indígena, de Teología india, porque les suena a introducir modelos eclesiológicos extraños o a hacer planteamientos que ponen en riesgo la integridad de la fe cristiana o la unidad de la Iglesia. Este nerviosismo se percibe en la carta del cardenal Arinze al obispo Felipe Arizmendi, de San Cristóbal, en la que le ordena suspender la ordenación de diáconos indígenas porque “en la diócesis continúa la ideología que promueve la implementación del proyecto de una Iglesia Autóctona” 9 Esta preocupación de las autoridades vaticanas vino a coincidir con las actividades de grupos ultraconservadores mexicanos, laicos y sacerdotes, que ya desde el año 2004 comenzaron un trabajo en contra de los grupos indígenas, acusándolos de querer “asaltar la Conferencia de Aparecida”. Pero la batalla no se perdió sin luchar hasta el último momento. Cuando el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se opuso a que apareciese en el documento final la palabra “Teología India”, los presidentes de la Conferencia recibieron una solicitud para que se sometiese a votación la inclusión de dicho término. Y entonces se dio un hecho bastante insólito en nuestra Iglesia: que después de expresar su opinión el representante del Vaticano, la presidencia de la Asamblea sometió a votación el asunto, con los siguientes resultados: 59 votos a favor del uso del término “Teología India” dentro de la Iglesia y 63 votos en contra, por el momento. Si bien lo analizamos, este resultado es muy esperanzador, porque nos dice que casi la mitad de los obispos fueron capaces de expresar su opinión contraria a la del representante vaticano, lo que nos habla muy favorablemente de estos prelados que reconocieron el derecho de los indígenas a entrar en la iglesia,” sin dejar de ser indios”, tal como ellos lo vienen exigiendo ya desde la Conferencia de Santo Domingo. Pero este no fue el único gol que les metieron, según dice Eleazar López; estos mismos grupos conservadores influyeron en la redacción de algunos otros números de Aparecida en los que se puede notar una lectura rigorista y hasta fundamentalista de la salvación. Sin embargo, como ya dijimos más arriba, el balance de la presencia indígena en la Conferencia de Aparecida puede considerarse positivo, si tenemos en cuenta los siguientes logros: • La presencia indígena fue claramente notoria y significativa. Los indígenas estuvieron física y moralmente presentes a través de varios delegados indígenas oficiales; a través de obispos defensores de la causa indígena y de 9

Carta del Cardenal Arinze a Felipe Arizmendi, Octubre del 2005.

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teólogas y teólogos solidarios; a través de hermanas y hermanos indígenas que expresaron su voz fuera de la Asamblea por diversos medios. • Los enemigos de la causa india no lograron acallarlos ni condenarlos. Todo lo contrario, lograron simpatía, acercamiento y diálogo. Y con el auxilio de teólogas y teólogos amigos, elaboraron aportes sólidamente fundamentados y adecuadamente expresados, que circularon en los debates de la Asamblea. • Y, gracias a este esfuerzo coordinado entre indígenas, obispos y teólogos, se logró que prácticamente todos los planteamientos de la Pastoral Indígena Latinoamericana fuesen avalados e incorporados en el documento final, aunque algunos hayan sido matizados. Como un ejemplo de la acogida del trabajo de los indígenas, veamos solamente este texto, entre cientos que se podrían citar: “Los indígenas y afroamericanos emergen ahora en la sociedad y en la Iglesia. Este es un “kairós” (una oportunidad) para profundizar el encuentro de la Iglesia con estos sectores humanos, que reclaman el reconocimiento pleno de sus derechos individuales y colectivos, ser tomados en cuenta en la catolicidad con su cosmovisión, sus valores y sus identidades particulares, para vivir un nuevo Pentecostés eclesial” (DA 91) Desde luego, todo esto, dice Eleazar López, es obra del Espíritu de Dios, pero las mediaciones humanas que lo hicieron posible merecen el reconocimiento de las hermanas y hermanos indígenas del Continente, por la labor que desarrollaron.10 Consideraciones finales Quiero terminar este apartado copiando literalmente algunos párrafos de las conclusiones que presenta Eleazar López, que tanto me ha inspirado para la redacción de este tema. “Los indios estamos tocando hoy las puertas de la sociedad y de la Iglesia. Venimos cargando a cuestas el coraje de siglos de rechazo y marginación, y nos sentimos orgullosos de una identidad indígena recuperada con dolor y sangre; por eso, exigimos el lugar digno que nos corresponde. Parafraseando las proclamas zapatistas podemos decir que lo que queremos es: “Nunca más una Iglesia sin nosotros”. O como dijo nuestro hermano José Manuel Cachimuel en Santo Domingo: Lo único que pedimos es poder ser cristianos sin dejar de ser indios. Y para aquellos indígenas que reclaman el derecho a una libertad religiosa al margen del Cristianismo y de las iglesias, pedimos que se les respete su derecho y que se establezca con ellos un diálogo interreligioso, tal como lo reconoce Aparecida: “es necesario fomentar el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico”(DA 95) 10

Para este punto, ver Eleazar López, La Teología India en la Iglesia. Un balance después de Aparecida. Edición electrónica, Pág. 1-17.

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Según lo muestran los hechos, se acabó ya el estereotipo del indio sumiso y silente, del indio agachado y conformista. Ahora la mayoría de los indios, del campo y de la ciudad, habla de derechos a la tierra, a la vida digna, a la identidad propia, a la autonomía; ahora discutimos con otros sectores del pueblo sobre justicia, democracia, paz, nuevo proyecto de Nación para todos. Queremos que sea una realidad la consigna: “Nunca más un México sin nosotros”. Pero este cambio no se vive sin profundas contradicciones sociales y estructurales. Estamos, como dice el jTatic Samuel, en un momento de gracia que abre posibilidades a transformaciones audaces de la sociedad y de la Iglesia, pero no por ello conlleva necesariamente la disposición adecuada en quienes tienen el poder para emprender tales transformaciones. Por eso sabemos que la tarea no será fácil. Pero, los que luchamos por la causa indígena, decimos como San Pablo: “Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en nuestra contra?. Si Él sale en nuestra defensa, ¿quién nos condenará?” (Ro. 8, 31.34). Las espinas que indudablemente hubo en esta milpa de Aparecida y que continúan en la Iglesia, no serán suficientes para ahogar las preciosas, rozagantes y perfumadas flores, que Dios hizo brotar en la vida de las comunidades indígenas. Ahora esperamos que las propuestas de Aparecida sean asumidas por la Iglesia e integradas en su práctica pastoral cotidiana, porque las palabras por si solas no surten su efecto si no entran a circular en la vida de la Iglesia como la sangre en nuestras venas. Por eso, en este momento de gracia, reafirmamos nuestra esperanza, tal como lo hicimos en el Encuentro Latinoamericano de Teología India, realizado en Cochabamba, Bolivia, en agosto de 1997: “Que los árboles den fruto, los ríos no se sequen, reverdezcan los cerros. Que en un nuevo amanecer, juntos todos los pueblos, dancemos la danza de la vida en plenitud, comamos y bebamos saboreando juntos lo que Dios, Padre y Madre, nos ofrece”11 Pero para poder participar en este “banquete del Reino”, añadimos nosotros, será necesario despojarnos del vestido viejo del desprecio y la marginación y revestirnos del traje nuevo del respeto, de la equidad y la justicia. 13.3.

LA TEOLOGÍA INDIA EN LA VOZ DE SUS PROTAGONISTAS.

La Teología India, más que una elaboración académica realizada desde un despacho, es una vivencia personal y comunitaria que se va reflexionando desde la vida diaria de las comunidades. Por eso, vamos a terminar este capítulo con unas entrevistas a cuatro personas, que encarnan en su vida personal este proceso de encuentro entre la Teología India y el Cristianismo. Las tres primeras pertenecen a la etnia Tzotzil y la cuarta es Tojolabal; todas ocupan cargos importantes en la pastoral de base de la 11

Teología India. Pág. 204-205

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Iglesia Católica y participan en el proceso de formación que se lleva a cabo en la diócesis de San Cristóbal sobre Teología India Cristiana. María de la Luz Alcázar Solano (Mary), natural de Venustiano Carranza Chiapas; fue catequista y coordinadora de jóvenes; actualmente vive en Comitán de Domínguez y forma parte del Equipo Pastoral que trabaja en la Región Tojolabal La pareja Pascuala Hernández Santis y Armando Santis Jiménez son naturales ambos de San Juan Chamula, Chiapas, pero desde muy chicos se trasladaron con sus familias a Nuevo San Juan Chamula (Pacayal), del municipio de Las Margaritas, Chiapas. Ambos son catequistas y candidatos al diaconado. Pascuala ejerce además un importante servicio de salud en una clínica de Medicina Natural y Alternativa. Agustín Cruz Jiménez vive en el ejido Gabino Vázquez, del municipio de Margaritas, Chiapas. Fue catequista de la comunidad desde los años noventa y actualmente es diácono y coordinador del grupo de la región tojolabal que está interesado en la Teología India. A las cuatro personas se hicieron prácticamente las mismas preguntas, por tanto vamos a presentar juntas las respuestas, para que se pueda apreciar más fácilmente el camino recorrido por todas y cada una de ellas. ¿Cómo ha sido su proceso de encuentro con la cultura y con la Teología India?. Mary: “A mí, de pequeña, me educaron como cristiana. En mi casa había algunas costumbres, como el respeto a los ancianos o la veneración por el maíz, pero a mí me enseñaron que lo que realmente valía era lo cristiano. Yo observaba que había muchas costumbres indígenas, como ir a los cerros, pero en mi casa se respetaban esas costumbres, pero no participaban en ellas. Cuando adolescente, me eligieron como catequista de niños y más tarde como animadora de jóvenes. Así fui profundizando en la religión cristiana, pero sin tratar para nada sobre la Teología India. Sólo al llegar a trabajar con los tojolabales cambió mi perspectiva. Empecé a participar en los encuentros de Teología India y en los cursos de CENAMI (Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas). Y allí descubrí que yo soy indígena; allí descubrí mi identidad. Me dio mucha pena y mucha tristeza y pensé: ¿Dónde estuve yo todos estos años? ¿Por qué mis padres no me enseñaron esto?”. Pascuala: “De chiquita, sólo me enseñaron lo cristiano: oraciones, cantos, todo eso. Eso es lo que me enseñaron mis padres, sobre todo mi mamá. Cuando ya fui adolescente, empecé a darme cuenta de otras cosas, y cuando ya tengo como veinte años, ahí descubro lo que es la Teología India. Cuando hicieron la fiesta del patrono de la comunidad, San Juan Bautista, y también cuando la fiesta del Carnaval. Nos

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invitaban a participar y allí yo empecé a descubrir la Teología India. Miraba lo que hacían los encargados de organizar las fiestas: hacen mucha oración, hacen canto. También observé a los alféreces y otras autoridades, que celebran sus costumbres y también toman trago. Así empecé a grabar un poco lo que hacían los antepasados. Después cuando entré de catequista y candidata al diaconado, ya fui entendiendo un poco más, porque el P. Clodomiro Siller de CENAMI nos explicaba bien lo que es la Teología India: ¿dónde vive Dios?, ¿dónde está Dios?, ¿cuál es la sabiduría de los antepasados?. Entonces me estoy recordando de todo lo que hacían en las fiestas de mi pueblo y veo que era bueno lo que hacían: sus ritos y oraciones, sus danzas, todo era bueno; ahora lo estoy viendo. Dios está con ellos, Dios camina con ellos. Yo así lo descubrí que Dios está con ellos”. Armando. “Desde que empecé a vivir mi vida, como a los siete u ocho años, me voy introduciendo en los rituales que hace mi abuelito, mi abuelita y mis papás. Así me fui fortaleciendo en nuestra cultura hasta que llegué a los quince años. Allí entré en la religión cristiana y estuve unos años, pero descubrí que no sanaba, no salvaba. Me decían los catequistas que hay que rezar el Padre Nuestro y el Ave María. Yo lo hacía con todo el corazón, pero veía que no salvaba. Entonces me di cuenta que un ritual, una ceremonia indígena sí salva más. Por eso me pasé otra vez a la cultura indígena, pero siguiendo con las dos cosas, porque me gustaba leer la Biblia, me gustaba leer todo: la Biblia, la historia, el periódico, boletines de la Iglesia…. Hasta los 35 años estudié a lo profundo qué es lo que dice la Biblia en el Antiguo Testamento, y descubrí que hay mucho parecido con lo que me decían mis abuelitos. Así me sentí más fortalecido con los dos caminos que tengo”Agustín: “Cuando yo era niño, vivíamos en un rancho. Allí no hay posibilidad de estudiar la Palabra de Dios. La patrona sí exigía a nuestros papás que vayamos a la iglesia en las festividades, pero es un Cristianismo a su manera. Somos cristianos porque estamos bautizados y así vamos creciendo como niños, pero cuando yo ya era joven, nos trasladamos a esta comunidad de Gabino Vázquez. Aquí, al principio, la gente sí tenía una creencia, pero no saben muy bien qué es ser católico; pero en eso, ya llegó aquí también la Palabra de Dios, más o menos por el año de 1970. Unos años más tarde, la comunidad me nombró catequista; fue por el año de 1985. Desde ese año, empecé a ir a los cursos de formación a la Castalia, en Comitán. Yo no sabía leer ni escribir, pero allí en la Castalia aprendí también a leer y escribir, porque se organizó como una escuela de alfabetización y allí aprendimos muchos a leer y escribir.

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A mí me gustaba mucho la Palabra de Dios: creer en Dios y conocer a Jesucristo, todo eso me gustaba mucho. Y ya desde los años 89-90, en los cursos de catequistas se empezó a hablar de la Teología India. Nos decían que era para recuperar las raíces de nuestros antepasados. Yo fui como representante de la Misión Tojolabal a los primeros encuentros regionales de Teología India en Maní, Yucatán. En ese encuentro descubrimos cómo veneraban a Dios los antepasados y cómo respetaban la tierra, el agua y los árboles más que todo. Desde allí, al estudiar la Biblia y la Teología India, yo siento que estamos juntando como dos caminos para formar uno más ancho, como el encuentro de dos manantiales para formar un riachuelo más grande”. Ustedes han estado como bebiendo de dos fuentes: la religión cristiana y la espiritualidad indígena. ¿Sintieron choque o contradicción entre ellas?. Mary: “El descubrimiento de mi identidad indígena no me creó conflictos con mi identidad cristiana. Descubrí cómo los indígenas adaptaron ritos y costumbres para mantener sus creencias. Por ejemplo, en Carranza, San Bartolo representa al Dios del rayo y del agua. Los indígenas inculturaron el Cristianismo en sus ritos. Utilizan otros símbolos para expresar las verdades cristianas”. Pascuala: “Al descubrir la Teología India, no sentí contradicción con mi fe cristiana, porque yo conocía también el Evangelio y así me sentía yo más animada con las dos, con la fe cristiana y con la Teología India. Yo entiendo bien la Teología India y también el Evangelio de los cristianos. Las dos se igualan, pero yo sentía que todavía era más profunda, o más sabia, o más poderosa la Teología India, porque en todo lo que hacían los ancianos o los encargados de la fiesta, allí sentía yo que se manifestaba la presencia de Dios. Después, cuando tomé cursos por parte de la Iglesia, sentía yo que las dos son igual, nada más que la religión de la Biblia aparece como un poquito “falsa”, porque está poco practicada; en cambio, la Teología India está en lo profundo, en el corazón. Por eso me sentí bien y descubrí el valor de todo lo que hacían en mi comunidad, cuando oraban en el cerro, en el ojo de agua, en la cruz. Allí lo entendí todo”. Armando: “Como ya dije, no sentí una contradicción, porque yo estudié bien las dos cosas”. Agustín: “En los primeros encuentros, allí nos quedamos un poco desconcertados: ¿será que es cierto, o no es cierto?. Pero al profundizar más y consultar a nuestro corazón, allí empezamos a comprender más sobre estos dos caminos: por un lado viene la Palabra de Dios; por el otro, la Teología India; pero como que los conjuntamos y así se hace un camino más ancho.

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Entonces yo empecé a comprender que tanto la Palabra de Dios como la Teología India son para dar vida. Tanto la Palabra de Dios como la teología India alimentan nuestro espíritu, para que podamos vivir mejor y respetar también lo que es la Naturaleza: la tierra, el agua, el aire, todo. Conjuntamos la sabiduría que tienen nuestros abuelos con la sabiduría que hay también en la Palabra de Dios.” ¿Nos podrían decir qué les aportó la Teología India que no habían encontrado en el Cristianismo? Mary: “El encuentro con la Teología India me vino a completar mucho en la manera de aceptar las cosas. Allí se hace mucha oración para fortalecer el espíritu, porque si el espíritu está fortalecido, también el cuerpo está más sano. En la espiritualidad indígena, la oración es “hablar con Dios”, platicar con él de todos nuestros problemas, no es sólo “hablar de Dios”, como con frecuencia hacen los cristianos. Me aportó mucho para descubrir el amor a la Naturaleza. Debemos cuidar y trabajar la tierra, pero con cariño, sin enojo. También aprendí a no preocuparme sólo de los problemas materiales, sino sobre todo de la situación espiritual de las personas, porque muchas veces esta situación es la causa de los problemas materiales. Y por último, también me ayudó a descubrir la dignidad que hay en cada uno de nosotros, sabiendo que todos tenemos nuestra propia capacidad y eso es lo que debemos desarrollar. Pascuala: “La Teología India me aportó que, cuando hacemos una cosa, por ejemplo, que nos nombran para un cargo como el diaconado, nos da un poco de miedo, pero si hacemos oración, prendemos las candelas y hacemos una celebración, pues ahí sentimos la fuerza de Dios. Cuando hay problemas en la comunidad o en la familia, también se resuelven los problemas con la oración de los rituales de la Teología India. En estos casos, yo he sentido que allí está la fuerza de Dios. También nos aportó para el cuidado de la Naturaleza; pero cuesta trabajo el cuidado de la Naturaleza, porque la hemos maltratado mucho, hemos abandonado mucho la tierra. Con el aprendizaje de la Teología India, empezamos a trabajar la tierra, a sembrar el maíz, el frijol y todo lo que necesitamos para comer. Ahí están también los rituales de la Madre Tierra y estamos poniendo en práctica lo que pudimos aprender de la sabiduría de nuestros antepasados. Sentimos también la presencia de Dios, porque vemos que las milpas se crían bien, según le pedimos a Dios en los rituales que hacemos”.

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Armando: “La cultura indígena es como una caña dura, que no se quiebra con los dientes; el Evangelio es muy suave, como una caña tiernita, muy dulce y muy suave. Por eso pienso que el Evangelio no nos da mucha fuerza para solucionar un problema; la cultura nos da más fuerza. Desde la Teología India hemos platicado sobre la Naturaleza con los abuelitos, los ancianos y los principales. Yo miro que los cristianos se creen muy salvados. Pronuncian la palabra “Cristo Jesús”, pero no hacen nada de obra. Por eso yo miro que no me conviene eso, sino vivir de acuerdo con la Naturaleza, con la fuerza de los cerros, la fuerza del rayo, la fuerza de la montaña y las estrellas. Que seamos amigos de todas las cosas que hay en la Naturaleza, hasta de los reptiles que hay en el suelo. También podemos ser amigos con ellos. Muchos religiosos, muchos cristianos, estudian la Biblia, pero no respetan la Naturaleza. Por eso yo digo que eso es un poco falso, y hasta estamos burlando la Palabra de Dios, que está en el Cielo”. Agustín: “Un descubrimiento fue en relación con las siembras. Nuestros abuelos hacían ceremonias y rituales para las siembras. Primero hay que pedirle permiso a la tierra para que no se enoje y nos dé un espacio donde sembrar. Luego hay que pedir a Dios para que salga la semilla. Nosotros ahora lo hacemos con el símbolo de la vela y el incienso, para pedir a Dios que le dé fuerza a la semilla para nacer y crecer. Otro descubrimiento fue el recordar el respeto que había entre nuestros abuelos. A las personas se las saludaba con respeto y cariño. Esto ya lo estamos perdiendo y con la Teología India estamos intentando recuperarlo. También nos enseñó mucho sobre la reconciliación y resolución de conflictos, tanto familiares como de la comunidad. Cuando en la comunidad alguien cometía algún delito, el acuerdo era imponerle algunos trabajos comunitarios para reparar el daño que había causado. Ahora es diferente: se le impone una multa y ya. Así es como fuimos descubriendo y aprendiendo de nuestros antepasados” ¿Desde su experiencia, cómo miran el futuro de la Teología India? Mary: “Quiere ganas. Nos falta prepararnos más para tomar en nuestras manos la Teología India; hacerla nuestra, porque todavía está en otras manos. Hace falta más compromiso. No se ve fácil que la jerarquía de la Iglesia acepte la Teología India, con todo lo que implica: una cosmovisión y una simbología diferente”

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Pascuala: “El futuro de la Teología India yo lo veo relacionado con la Iglesia autóctona. Ya hacemos en nuestra lengua todas las lecturas, los cantos, las oraciones. Todo lo que era puro castilla, ahora es en nuestra lengua. Pero para los jóvenes se requiere un cambio más profundo, porque los jóvenes no entienden la Teología India ni la Iglesia Autóctona. Es una pena, porque yo entiendo bien, pero los jóvenes no entienden. Falta mucho para ayudarles a profundiza a los jóvenes, y también a los catequistas, porque hay muchos catequistas que no entienden la Iglesia Autóctona. El futuro está en los jóvenes, pero hay mucho trabajo que hacer con ellos para que entiendan. Es un poco difícil que el Vaticano esté dispuesto para permitir los cambios que es necesario hacer, porque ellos son de otra cultura, pero tal vez pueda ser. Si nos entendemos todos como hermanos, puede ser; pero, si no nos entendemos, va ser difícil para hacer el cambio”. Armando: “El trabajo de la Teología India nos puede traer algunos problemas, pero si trabajamos como quiere nuestro Creador y Formador, no hay vergüenza ni pena para hablar de la Teología India. La Teología India está muy clara y muy concentrada en nuestra mente y en nuestro corazón. La Iglesia Autóctona es como una escalerita; podemos decir que un día la vamos a ir subiendo, de escalón en escalón. Desde hace quinientos años, los mestizos o extranjeros nos obligaron a entrar por el camino de la Iglesia Católica. Por eso muchos hermanos piensan que ese es el único camino. Pero yo pienso que es más claro quedarnos con la Teología India. Sobre la Iglesia Autóctona, dicen y dicen, pero no hacen. Muchos diáconos no quieren y muchos sacerdotes no mucho quieren tampoco. Por eso no veo mucho futuro para la Iglesia Autóctona. Respecto al Vaticano, sabemos bien que ellos trajeron los problemas a América Latina. Trajeron en una mano la Biblia y en la otra la espada y la corrupción, por eso no podemos esperar mucho de Roma. Saldremos adelante con el esfuerzo de las personas que voluntariamente se sacrifican, como hicieron los profetas en aquel tiempo”. Agustín: “Nosotros tenemos un plan de trabajo para dar a conocer la Teología India en la región. Estamos dando cursos para dar a conocer esto a las comunidades. Yo veo bien el futuro de la Teología India, aunque a veces nos aburrimos y nos cansamos cuando vamos a los cursos, pero me gusta y lo veo magnífico. Pero con los jóvenes, eso sí lo veo muy difícil. Yo ya tengo un muchacho de 13 años. Lo que estamos haciendo es invitarlo, llamarlo a participar, tanto en la Palabra de Dios como en la Teología India. Pero con los jóvenes, como que tropezamos con un gran

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tope. Los jóvenes están muy influenciados por la migración y por la escuela. Son dos problemas grandes. Es como que tropezamos con un tope muy grande. Al hablarles de la Teología India, algunos muchachos te escuchan y algunos que miran para otra parte. Estamos muy preocupados por el qué hacer con ellos. Con la fuerza del Espíritu Santo vamos ir viendo lo que podemos hacer”. Todo el mundo habla de que estamos en una situación de mucha crisis, sobre todo económica. ¿Cómo afecta esta crisis a la cultura indígena y si la Teología India tiene una palabra que decir ante esta situación de crisis generalizada? Mary: “Bueno, la crisis económica no se siente tanto en las comunidades indígenas como en las ciudades. En las comunidades hay otro modo de vida: tienen su propia tierra y hacen sus siembras y sus trabajos. En lo que sí se siente es porque lo que se compra (jabón, azúcar, zapatos, etc.) es más caro. Ahí sí se nota. Mirando a la crisis, nosotros pensamos que somos personas que debemos salir adelante compartiendo lo que tenemos. El sistema capitalista lo convierte todo en mercancía; pero es importante que no veamos como una simple mercancía lo que tenemos: la tierra y los productos de la tierra, sino como una riqueza que nos ha de servir para nuestra vida. Podemos salir adelante si no somos tan consumistas, si sabemos administrar bien lo que tenemos y gastamos nuestros dineros en lo que realmente nos sea necesario. En este sentido, pensamos que este sistema económico tendría que cambiar: acomodarse más a las necesidades reales de la gente y no orientarse, como ahora, a gastos muy superfluos” Pascuala: “Sí, tenemos una palabra: que se una todo el mundo; que apliquemos la sabiduría de nuestros pueblos; que hagamos oración y ayuno para que cambie este sistema. Porque, sí es posible. Este sistema puede y debe cambiar”. Armando: “La mentada crisis, que no es tanto. No es cierto que hay tanta crisis. Hay un grupo de personas que concentraron todo el dinero del mundo y luego nos hacen creer que no hay dinero. Pero no es cierto que no hay dinero; es pura política. En la cultura y en la Teología India ahí no hay crisis, porque sabemos trabajar, sabemos sembrar las milpas, los frijoles, las verduras. Y no estamos acostumbrados a recibir mucho dinero, no estamos acostumbrados a vivir con tantos billetes en la cartera. En nuestra vida, estamos satisfechos si tenemos comida y las cosas necesarias para cada día; no sabemos de lujos ni cosas superfluas. Van a sentir la crisis los que viven en las grandes ciudades y ya se acostumbraron a tener muchas cosas, o como los políticos y gobernantes, que están acostumbrados a

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andar limpios y perfumados. Éstos sí sienten que hay crisis, pero, donde vivimos nosotros, como hijos de Dios en la montaña, aquí no sentimos nada” Agustín: “La crisis económica se vive de diferente manera en las ciudades y en las comunidades indígenas. Nosotros notamos que hay crisis, sobre todo cuando vamos a comprar las cosas necesarias de la canasta básica: azúcar, jabón, aceite, calzado, ropa. Pero, sobre la alimentación, gracias a Dios, en las comunidades tenemos nuestra tierrita, tenemos nuestro maicito, nuestros frijolitos. En la ciudad, yo miro que es muy diferente. Allí, prácticamente, si no tienes un peso diario, a lo mejor no tienes ni una tortilla que comer. Por eso yo me imagino que es muy diferente la crisis en la ciudad y aquí en las comunidades. En la Teología India también aprendimos que esta crisis es del sistema neoliberal y que hay que luchar para cambiarlo; hay que luchar por un mundo nuevo. Es una gran lucha para cambiar este sistema, pero un grupo solo no lo puede cambiar; tiene que ser una lucha conjunta de todos los grupos que trabajamos por un mundo nuevo y diferente. Estamos haciendo este gran esfuerzo. Ojalá que logremos ver el cambio, o quién sabe; quizás nuestros retoños van a ver un poco el resultado. Pero tenemos que hacer la lucha”12.

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Entrevistas realizadas a las personas mencionadas en el mes de octubre del 2009.

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14. CONCLUSIONES. Al terminar este estudio, tenemos que regresar a la pregunta de la introducción: “¿Por qué estamos como estamos?”, y preguntarnos si la lectura de este texto nos ha proporcionado alguna luz sobre nuestra realidad. Yo adelanto algunas reflexiones que a mí me ha provocado. En México se oye decir con frecuencia: “las leyes se hacen para violarlas”. Esta frase refleja la actitud de desprecio hacia las normas legales que se observa por todas partes. Tal vez nos puede ayudar para comprender esta actitud la practica constante y reiterada de “aceptar pero no acatar” las leyes y ordenanzas a favor de los indios durante la colonia. De esta manera se fue creando un país virtual, el de las leyes, que no tiene nada que ver con el país real, el de la vida cotidiana. Ahora es el momento de preguntarnos sobre las consecuencias de esta distorsión y ver si estamos dispuestos a enfrentarla. Las culturas mexicana y centroamericana son muy machistas y en estos países se cuenta con unos índices de violencia intrafamiliar de los mayores del mundo. Tendríamos que preguntarnos si las raíces de tales actitudes no estarán ancladas en las prácticas constantes del maltrato y violación de las mujeres indígenas en tiempos de la conquista y de la colonia. Ante el descrédito de la palabra de los políticos, es muy frecuente encontrar carteles propagandísticos con este lema: “¡Hechos, no palabras!”. Es triste pensar que ya las palabras no valen nada, porque perdieron toda credibilidad. ¿Cómo podemos relacionarnos y comunicarnos, si las palabras ya no son creíbles?. ¿No tendríamos que remontarnos hasta la actitud de los conquistadores de utilizar constantemente con los

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indígenas una política de apariencia, simulación y engaño? No olvidemos aquellas palabras del hermano indígena: “Yo ya ser un poco cristiano, porque saber un poco mentir”. ¿No tendremos que pensar en serio cómo devolverle credibilidad a la palabra? México es uno de los países del mundo con mayor desigualdad social. 50 millones de personas viven en la pobreza y, de éstas, 20 millones en la extrema pobreza. A la vez, México presume de ser un país muy cristiano y muy guadalupano. ¿Cómo se pueden compaginar ambas cosas?. ¿No tendremos que remontarnos a aquel catolicismo ritualista de los misioneros que, faltos de valor para denunciar proféticamente los abusos de los conquistadores y encomenderos, se limitaban a bautizar a los moribundos, antes de que fuesen ejecutados o de que terminasen de agonizar?. Recordemos la férrea oposición que encontró Fray Bartolomé y su grupo por parte de otros obispos y religiosos. ¿No habrá que volver a preguntarnos de nuevo qué Cristianismo queremos: el de Fray Bartolomé o el de sus opositores? Al repasar la historia oficial de nuestros países, nos encontramos con un desfile de personajes, convertidos en héroes, que se nos presentan como los modelos que debemos imitar. Generalmente son personas que actuaron con mucha violencia y crueldad y nunca se nos invita a analizarlos con una postura crítica para descubrir sus virtudes y sus errores. De esta manera se interioriza en nosotros la conciencia de que la violencia es el único camino para resolver los problemas. Tal vez la intolerancia y la falta de diálogo que caracterizó a nuestros conquistadores definió un modelo de liderazgo que se prolonga hasta nuestros días. ¿No será hora de pensar en promover un liderazgo diferente? Por último, en México todavía viven 11 millones de indígenas. (¡Después de 500 años, la población indígena no llega ni a la mitad de los 25 millones que había a la llegada de los españoles!). Las comunidades indígenas tienen un índice de Desarrollo Humano 11 puntos por debajo de la media nacional, y, en algunas comunidades de Chiapas, están a 21 puntos por debajo de la media nacional. Estos datos por sí solos muestran el fracaso de todas las políticas que se ensayaron desde la conquista hasta nuestros días, tendentes todas ellas a ignorarlos como pueblos diferentes y a integrarlos, desconociendo su identidad y su cultura. En esta marginación, la Iglesia tuvo una culpa considerable por su negativa a reconocer el valor salvífico de las religiones indígenas. ¿No será el momento de reconocer este fracaso y promover el desarrollo indígena a partir de sus propios valores y de su cultura?.¿No será el momento de construir modelos de nación pluriculturales y multiétnicos, donde los indígenas ocupen el lugar que les corresponde? ¿No será el momento de iniciar un fecundo diálogo interreligioso entre el Cristianismo y las culturas autóctonas de México y de América Latina?.

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Quizás hoy, por primera vez, estamos en condiciones de poder realizar un encuentro fructífero y fecundo entre las dos culturas y entre las dos religiones, que supere tantos desencuentros lamentables que sucedieron en estos 500 años de historia. Las entrevistas realizadas nos muestran que el camino es posible y ya está iniciado; sólo nos falta profundizarlo. La aventura merece la pena, porque, como dijo el escritor cubano José Martí, “América no andará mientras no camine el indio”. Estas fueron algunas de las reflexiones que a mí me fueron surgiendo, a la vez que avanzaba en la elaboración de este trabajo. Ojalá que en los lectores provoque también reacciones tendentes a comprender mejor nuestros problemas para buscarles soluciones más acertadas. Como dice Wallerstein, es necesario reconstruir la historia, porque “rememorar el pasado es un acto social, que crea compromiso”.13

15. LISTADO DE PERSONAS QUE APARECEN EN EL TEXTO. Agustín de la Coruña: (1508-1589) Obispo de Quito, Ecuador, apresado injustamente por el gobernador, en 1583. Permaneció 5 años encarcelado. Alejandro VI: (1431-1513) Fue papa de la Iglesia Católica entre 1492 y 1503. Fue el que repartió las tierras de América entre los reyes de España y Portugal. Alonso de Zurita: Español. Licenciado en Derecho. En 1554 vino a México en calidad de oidor de la Audiencia. Andrés Aubry: (1927-2007) Sociólogo, activista e historiador francés, que desde 1973 vivió en San Cristóbal, Chiapas, y colaboró mucho con D. Samuel y la diócesis. Angelelli: (1923-1976) Obispo de la Rioja, Argentina, que murió en un “accidente automovilístico”, preparado por los terratenientes. Antonio de Mendoza: (1496-1552) Virrey de la Nueva España (México), en el periodo de 1535 a 1550. Antonio de Montesinos: religioso dominico, que, en 1511, pronunció un sermón en la isla de Cuba en contra de la encomienda y esclavitud de los indios. Antonio de Valdivieso: Obispo de Nicaragua, asesinado por el gobernador en 1560, por proteger a los indios. Bartolomé Carrasco: (1918-1999) Obispo de Oaxaca, defensor de los indios y promotor de la Teología de la Liberación. Bartolomé de las Casas: (1484-1566) Sacerdote español. Fue el primer obispo de Ciudad Real (hoy San Cristóbal de las Casas) y gran defensor de la causa indígena. Bernal Díaz del castillo: (1496-1584) Conquistador español y cronista de las Indias. Bernardino de Sahagún: (1499-1590) Religioso franciscano español. Trabajó en la Nueva España (México) y es autor de varias obras en náhualt y en español. 13

Andrés Aubry, Chiapas a contrapelo, Pág. 181

117 Bernardino Vázquez de Tapia: Vivió en la primera mitad del siglo XVI. Fue conquistador español, cronista de las Indias y regidor de la ciudad de México. Bonfil Batalla: (1935-1991) Antropólogo mexicano, autor entre otros libros de “México profundo”. Carranza de Miranda: (1503-1576) Arzobispo español, muy influyente en la corte de Felipe II. Fue condenado por la Inquisición. Clodomiro Siller: Uno de los principales teólogos de la Teología India-cristiana. Tiene numerosas publicaciones. Constantino, emperador romano: (272-337) Dio libertad y muchos privilegios a los cristianos. Cristóbal Colón: (1451-1506) Navegante italiano, según la mayoría de historiadores. Se hizo famoso por el “descubrimiento” de América, en 1492. Cuauhtemoc: (1496-1524) Fue el último emperador azteca, derrotado por Hernán Cortés. Diego de Landa: (1524-1579) Español. Obispo de Yucatán, México. Destruyó muchos libros y símbolos religiosos indígenas. Diego Durán: (1537-1588) Cronista e historiador. Testigo e intérprete de la cosmovisión indígena. Domingo de Betanzos: (1480-1549) Fraile dominico español, superior de los dominicos en la Nueva España. A la hora de su muerte, se arrepintió de lo que había dicho de los indios. Domingo de Santo Tomás: (1499-1570) Sacerdote español, misionero y obispo. Escribió la primera gramática en lengua quechua. Eduardo Galeano: (1940-)Escritor y poeta uruguayo, muy conocido en el continente. Autor de “Venas abiertas de América Latina”. Eleazar López: (1948-) Indio zapoteco. Estudió Teología y se ordenó sacerdote. Es uno de los representantes más conocidos de la Teología India Cristiana. Emiliano Zapata: (1879-1919). Uno de los líderes más importantes de la Revolución Mexicana, conocido como el Caudillo del Sur. Enrique Dussel: (1934-)Escritor y filósofo argentino. Escribió más de 50 libros. Enrique Krauze: (1947-) Historiador mexicano actual. Tiene muchas publicaciones. Fernando de Báez: (1947-) Historiador venezolano, conocido por sus trabajos sobre destrucción de libros de los indígenas. Fernando de Magallanes: (1480-1521) Célebre navegante portugués, que dio la vuelta al mundo, pasando por el estrecho que hoy lleva su nombre, al sur de Argentina, y llegando al Oriente, cumpliendo así el sueño de Colón. Francisco de Toral: Religioso franciscano español; primer obispo de Yucatán, México, a mediados del siglo XVI. Murió en 1571. Gerardi: (1922-1998) Obispo guatemalteco, protector de los indígenas, asesinado dos días después de presentar un informe sobre las víctimas de la guerra en Guatemala. Ginés de Sepúlveda: (1490-1573) Teólogo, jurista e historiador español. Polemizó con Fray Bartolomé sobre la naturaleza de los indios. Gonzalo Fernández de Oviedo: (1478- 1557) Escritor, cronista de Indias y colonizador español. Gran Kan: Era el nombre que se daba a los emperadores chinos, equivalente a Rey de Reyes. Guamán Poma de Ayala: (1565-1644) Mestizo peruano, cronista de la conquista de América. Gustavo Gutiérrez: (1928-) Teólogo peruano, considerado el padre de la Teología de la Liberación. Hatuey: Un cacique de Cuba, que luchó contra los conquistadores españoles.

118 Helder Cámara: (1909-1999) Obispo brasileño, impulsor en la Iglesia de la opción preferencial por los pobres. Hernán Cortés: (1485-1547) Español, conquistador del Imperio Azteca. Iván Karamazov: Personaje de una novela del ruso Dostoyevski, denominada “Los hermanos Karamazov”. Jerónimo de Aguilar: (1489-1531) Español, náufrago y prisionero de los Mayas. Fue el primer intérprete de Hernán Cortés. José Antonio Crespo: Historiador mexicano contemporáneo, autor, entre otros muchos libros, de “Contra la historia oficial”, publicada en 2009. José de Acosta: (1539-1600) Jesuita español. Escribió sobre las costumbres y creencias de los indios. José María Mardones: (1943-2006) Filósofo y teólogo español. Escribió varios libros sobre el futuro del Cristianismo. José Martí: (1853-1895). Político, escritor y poeta cubano, muy opuesto a las pretensiones imperialistas de Estados Unidos Juan Bautista Pomar: (1535-1590) Mexicano mestizo. Fue historiador y escritor, interesado en la historia azteca precolombina. Juan de Pineda: (1513-1595) Religioso español, escritor e historiador. Juan de Torquemada: (1557-1624) Religioso e historiador español. Juan de Zumárraga: (1468-1548) Religioso español y primer obispo de México. Con él se entrevistó el indígena Juan Diego sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Juan Tovar: (1540-1626) Mexicano mestizo. Se hizo jesuita y escribió sobre la Historia de los indios de México. Leonardo Boff: (1938-)Teólogo brasileño de la liberación, muy conocido en el mundo cristiano. Leónidas Proaño: (1910-1988) Obispo ecuatoriano muy comprometido con la causa indígena. Es conocido como “el obispo de los indios”. Lope de Vega: (1562-1635) Poeta y escritor español, autor de muchos libros. Malinche (Dña Marina): (1502-1529) De origen azteca, fue entregada como esclava a los Mayas. Sirvió de intérprete a Hernán Cortés para comunicarse con los Aztecas. Marco Polo: (1254-1324) Escritor italiano, que viajó a China, a la India y a otros países del Lejano Oriente y contó las riquezas de aquellos pueblosMatías Monteagudo: Canónigo y consultor de la Inquisición mexicana en tiempos de la Independencia. Primero se opuso y luego apoyó la Independencia Michele de Cuné: Navegante italiano, que viajó con Colón el su Segundo Viaje y escribió varias crónicas. Miguel Hidalgo: (1753-1811) Sacerdote y militar mexicano, que proclamó la guerra de independencia de España. Moctezuma: (1466-1520) Emperador de los aztecas en tiempos de Hernán Cortés. Morelos, José María: (1765-1815) Sacerdote y líder de la independencia mexicana de España. Motolinía (Fray Toribio de Venavente): (1482-1569) Misionero franciscano e historiador de la Nueva España (México). Narváez, Pánfilo de: (1470-1528) Militar y conquistador español. Netzalhualcoyotl: (1402-1474) Monarca de la ciudad-estado de Tetzcuco, en el México precolombino. Octavio Paz: (1914-1998). Escritor y poeta mexicano. Premio Nobel de literatura en 1990.

119 Pablo Torres: Obispo de Panamá, fue atado a un poste de la plaza pública por los Contreras por proteger a los indios. Terminó abandonando la diócesis y fue enviado como reo a España. Palacios Rubios: (1450-1524) Fue un jurista español, autor del “requerimiento”, que se hacía a los indígenas. Pedro Casaldáliga: (1928-)Obispo, escritor y poeta español, que ha permanecido gran parte de su vida en Brasil. Gran promotor de la Teología de la Liberación. Pedro de Alvarado: (1485-1541) Español, conquistador de Guatemala, bajo las órdenes de Hernán Cortés. Pedro de Barrientos: Religioso español. Entre 1554 y 1572 construyó el convento de los dominicos de Chiapa de Corzo, en Chiapas. Pedro de Córdoba: (1482-1525) Fue uno de los primeros misioneros dominicos que llegaron a América. Escribió el primer catecismo publicado en las Indias. Pedro Mártir de Anglería: (1457-1526) De origen italiano, se trasladó a España y fue consejero de la reina Isabel la Católica. Fue el primer cronista de las Indias. Platón: Filósofo griego que vivió en el siglo cuarto antes de Cristo. Sus doctrinas influyeron mucho en el Cristianismo. Quijote de la Mancha: Es el personaje central de una famosa novela del español Miguel de Cervantes, publicada en 1605. Ramón Pané : Monje de San jerónimo de origen español, acompañó a Colón en el Segundo Viaje y escribió un libro sobre las “Antigüedades de los indios”. Reyes Católicos, Isabel y Fernando: Gobernaron en España a finales del siglo XV y principios del XVI. Expulsaron a los judíos y musulmanes y apoyaron a Colón en sus viajes al Nuevo Mundo. Ríus (Eduardo del Río García): (1934-) Célebre humorista y escritor mexicano. Escribió muchos libros sobre historia y religión. Romero: (1917-1980) Arzobispo de San Salvador, El Salvador, asesinado por defender la causa de los pobres. Samuel Ruiz García: (1924-) Obispo de San Cristóbal de las Casas de 1960 hasta el 2000. Aplicó en la diócesis los postulados de la Teología de la Liberación, adaptándolos a la liberación de los indígenas. Severo Martínez Peláez: (1925-1998) Historiador guatemalteco, que escribió “La patria del criollo”. Tomás Casillas: Religioso español, obispo de Ciudad Real (San Cristóbal), sucesor de Fray Bartolomé. Tomás de la Torre: Religioso dominico, que acompañó a Fray Bartolomé como cronista, en su viaje como obispo desde España a Chiapas, en 1544, y durante su estadía en Chiapas. Tomás Ortiz: Dominico español, que llegó a América en 1529, contrario al pensamiento de Fray Bartolomé. Vasco de Gama: (1469-1524) Célebre navegante portugués, que llegó desde Europas hasta la India, cruzando por el cabo de Buena Esperanza, al sur de África. Vasco de Quiroga: (1470-1566) Fue oidor de la Audiencia de México y primer obispo de Michoacán, México, entre 1537 y 1565. Organizó aldeas especiales para los indios. Vasco Núñez de Balboa: (1475-1519) Explorador, gobernante y conquistador español. Fue el primer europeo en descubrir el Océano Pacífico. Wallerstein: (1930-) Sociólogo norteamericano, muy crítico del neoliberalismo.

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16. GLOSARIO DE ALGUNAS PALABRAS UTILIZADAS EN EL TEXTO. Alienación: Pérdida de la dignidad y del valor propio. Ambiguo: Dudoso, vacilante. Antropocéntrico: Centrado en el ser humano, en el hombre. Arcabuces: Armas de fuego del siglo XVI Ateos: Las personas que no creen en Dios. Atónitos: Asustados Atributos: Cualidades. Bula pontificia: Documento del papa. Burocracia: Aumento excesivo de funcionarios en la administración pública. Cíclico: Circular, que se repite en periodos de tiempo. Ciudades-estados: Modelo de organización social de los Mayas. Cada ciudad tenía su gobierno propio y funcionaban como estados independientes. Cohesión: Unidad Comunidades alternativas: Comunidades diferentes, que llaman la atención porque tienen algo distinto que las otras. Convergencia: Encuentro Criollos: Hijos de españoles nacidos en América. Cruzadas: Expediciones militares organizadas con fines religiosos: para reducir a los herejes o controlar a los musulmanes. Deán de la iglesia: Presidente del presbiterio. Distorsionada: Deformada Divinizar: Convertir en Dios Edad Media: Periodo de la historia europea de unos mil años, que va desde la caída del Imperio Romano, en 1476, a la toma de Constantinopla por los musulmanes, en 1453. Efervescencia: Agitación, inquietud Embarazoso: Dificultoso, que encierra dificultad. Encíclicas: Documentos doctrinales del papa. Endiosamiento: Elevar al ser humano a la categoría de Dios Enigmático: Extraño, desconocido.

121 Estepas: Grandes llanuras medio desiertas. Fascinar: Atraer la atención, seducir. Genocidio: Intento de asesinar a todo un pueblo. Guerra bacteriológica: Que utiliza bacterias para provocar enfermedades masivas. Humanista: Persona preocupada por la humanidad Imbricar: Entrelazar Imbuidos: Llenos. Implícita: Oculta; que va dentro de otra cosa. Impregnar: Teñir, marcar Inculturación del Cristianismo: “Traducción” del Cristianismo en los moldes culturales griegos y romanos, o de otros pueblos. Indisoluble: Que no se puede separar Inerme: Impotente, sin armas. Injerencia: Intervención Inquisición: Tribunal controlado por eclesiásticos, encargado de juzgar a los herejes Insólito: Desacostumbrado Interclasista: Donde conviven personas de diferentes clases sociales, ricos y pobres. Involución: Caminar hacia atrás, retroceder. Islam: La religión predicada por Mahoma en el siglo VII de la era cristiana. Jeroglífica: Escritura que combinaba letras con dibujos y signos. Liviandad: Ligereza. Lógica: Manera de pensar Macabro: Mortal. Macabro truco: Engaño mortal Matanzas indiscriminadas: Matanzas en general, sin diferenciar las personas. Monstruosidad: Cosa horrible y rechazable. Musulmanes: Pertenecientes a la religión del Islam, predicada por Mahoma en el siglo VII de la era cristiana en Arabia Saudita. Por eso, a veces, también se denominan “árabes”. Nómadas: Personas que viven desplazándose constantemente, sin tener un lugar fijo para vivir. Oratoria: Arte del bien hablar Panteón: Templo consagrado a todos los dioses Paradigma: Modelo de comprensión Paradójico: Contradictorio Patriarcal: Modelo de familia en la que el padre tiene la autoridad total y todos deben obedecerle. Piratas: Personas que se dedicaban a atacar a los barcos o a los poblados, para robarles sus riquezas. Preeminencia: Primacía, dar ventaja a una cosa sobre otra Premonición: Presentimiento o advertencia. Presagio: Señal que anuncia algún suceso o acontecimiento Protagonismo: Importancia, relevancia. Pulsiones: Impulsos Religión mosaica: La religión de Moisés Repiquete: Alboroto Requerimiento: Documento mediante el cual se pedía a los indígenas que aceptasen la fe cristiana y al rey de España como su rey. Retrospectiva: Que se aplica a una cosa que ya ha sucedido. Sarcástico: Hiriente, que molesta mucho. Sedentario: Persona establecida en un lugar; lo contrario del nómada. Seminómadas: Medio nómadas. Silente: Callado, que no habla

122 Subconsciente: Conjunto de ideas y cosas que nos han impactado mucho. Ya no las recordamos, pero siguen influyendo en nuestra mente y en nuestra conducta. Substrato cultural: Una base cultural común. Subyace: Que está por debajo de otra cosa. Utopía: Proyecto social idealizado, que en la realidad no existe en ninguna parte Viceversa: Al revés Virtual: Imaginario, no real. Visceral: Desde el corazón y las entrañas

17. BIBLIOGRAFÍA: Eleazar López, Teología India, Editorial Verbo Divino, Cochabamba, Bolivia, 2000 Eleazar López, Teología India en la Iglesia. Un balance después de Aparecida. Edición electrónica, 2007. T. Todorov, La Conquista de América. El problema del otro, Edit. Siglo XXI, 15ª. Edición. México 2007. Guillermo Bonfil Batalla, México profundo, Edición de bolsillo, México, 2005. Fray Tomás de la Torre, Nace una Iglesia, San Cristóbal de las Casa, Chis. 2007. Ríus, 500 años fregados pero cristianos, Edición de bolsillo, 2ª. Edición, México, 2008 José María Vigil, Teología del pluralismo religioso, Ediciones El Almendro, Córdoba, España, 2005. Jan de Vos, Nuestra raíz. Editorial Clio, México, 2001. José Antonio Crespo, Contra la Historia Oficial, Editorial Debate, México, 2009. José María Mardones. Matar a nuestros dioses. Un Dios para un creyente adulto. Edit. PPC. 2ª. Edición, Madrid, España, 2007. Andrés Aubry, Chiapas a contrapelo, Libros de Contrahistorias, México, 2005.

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IGE. Cristianos: ¿Por qué temer a la Revolución?, Centro de Estudios Ecuménico, México. 1985 Eduardo Galeano, Espejos, Edit. Siglo XXI, México 2009. Juan Freide. Bartolomé de las Casas, precursor del anticolonialismo. Edit. Siglo XXI, 2ª Edición. España. 1976. Revista Crhistus, México. Septiembre de 1993. Revista Crhistus, México. Septiembre-octubre del 2009. El reverso de la conquista, de León portilla, Editorial Joaquín Mortiz, 22ª. Edición, México, 1992.

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