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JUAN EL BAUTISTA: “La voz que clama en el desierto” Por Magalí Gutiérrez. Algunas consideraciones… Para abordar el tema de Juan el Bautista, es imprescindible hacer un mapeo general sobre los siguientes temas, antes de introducirnos en su persona. A saber: a) La idea mesiánica en los tiempos de Juan y de Jesús, b) Conceptos escatológicos de ese tiempo, c)
Grupos constitutivos religiosos de esa época,
d) El ritual bautismal a través de la historia pagana hasta la judía.
a) La idea mesiánica en los tiempos de Juan y de Jesús: El desarrollo de la Idea mesiánica tiene sus
Nueva Era, restablecería el Templo de Jerusalén
origines en el Antiguo Testamento con la
y desde allí el mundo sería gobernado. Para
promesa hecha por Dios al Rey David, de que un
otros, sería simplemente un tiempo de reformas
descendiente de su linaje gobernaría en la
sociales y mayor justicia. En el caso de la
tierra. La importancia del tema se relaciona
corriente sionista, esta idea se realizaría en la
directamente, con la función profética, porque
restauración física de un estado judío en
fue una de las formas de oposición a la
Palestina.
Dominación Romana (63 a.C.-70 d.C.). Algo
El salvador esperado por el Israel del Antiguo
que hemos dejado expuesto en los anteriores
Testamento, tiene un nombre: Mesías, el que
trabajos sobre los siguientes profetas: “Visión
está consagrado para realizar el plan que Dios
inaugural de Isaías” y, “Vocación de Jeremías”.
ha proyectado desde siempre para la salvación
Para la tradición hebrea, el Mesías es quien
de la humanidad. Por su parte el Nuevo
ayudará a liberar a Israel de sus enemigos y
Testamento revela todo él que esa espera se
establecer su reino en todo el mundo. Se puede
ha visto coronada con el advenimiento de
así considerar el mesianismo, como
Jesús de Nazaret, y que en Juan el Bautista:
una
corriente dentro del judaísmo que tiene la
“esa
voz”
comenzó
anticipadamente
a
esperanza en la llegada de un mundo nuevo,
exaltarse con el anuncio de que era Jesús el
de la mano de un descendiente de David. Esta
Mesías esperado.
Así, comienza una alternancia de características
rostro del Mesías: El Mesías como profeta y
distintivas del concepto mesiánico, que irán
siervo paciente.
siguiendo una evolución hasta alcanzar esa
Siendo profeta, porque habla en nombre de
plenitud, cuando la comunidad post pascual,
Dios, y porque su palabra se hace coherente en
vea en Jesús al Mesías esperado.
su expresión heroica más elevada; así el profeta mesiánico, es capaz de sufrir y morir por su
El mesías rey: el mesianismo bíblico,
pueblo. Con todo esto, va acunándose la idea
tiene un desarrollo considerable que
en Israel, de un Mesías cuya mansedumbre y
remonta desde el siglo X, con la
humildad, habrán de traer esperanza a los
monarquía
el
pobres de Israel. Pues siendo pobre, servidor y
adquiere
paciente, tan solo él, podrá comprender y
davídica,
fenómeno
profético
donde
contornos suficientemente precisos. En
alentar a este resto.
este periodo el mesías, -el que
Sumado a estas tres semblanzas mesiánicas, se
realizará las promesas divinas- es
le agregan dos gestos
presentado como un rey extraordinario
purificador y victorioso. El primero, es el Mesías
descendiente de la estirpe de David.
sacerdote, cuya vida está centrada en la
Esperado como un auténtico soberano,
mirada interior pura y ascética; mientras que el
un rey perfecto.
orden victorioso de este Mesías, lo convertirá
novedosos, de tono
también, en un Mesías escatológico, quien Más tarde con el deterioro de la figura de los
triunfará definitivamente para instaurar de
reyes políticos que gobernaron Israel, surge una
manera fecunda el Reino de Dios.
etapa profética: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Zacarías, y otros, que realizan un giro radical, en la figura mesiánica. Surge así, un nuevo
En conclusión: La imagen mesiánica cambia y se sucede entre el mesías rey a la del mesías como siervo paciente, para reformar esa instancia en la del mesías hijo de hombre, - esto es sin esa visión dominante de un rey poderoso- (vida ascética, pobre y humilde servidor), para más tarde concluir en la del mesías escatológico. Podríamos decir que Juan el Bautista tomó de esas figuras antes mencionadas, la del profeta con vida ascética, y heroica, anunciando la conversión al Pueblo. Mientras que Jesús, le dio preferencia a la figura mesiánica del siervo doliente, inclinándose hacia un entendimiento y acercamiento hacia los “pobres de Yahvé”: el resto. Más tarde, la comunidad post pascual, advertirá que Jesús, es el Mesías también escatológico, y que Juan, es su antecesor.
b) Conceptos escatológicos de ese tiempo, La revelación de Dios de todos los tiempos en la historia del Pueblo de Israel, ha sido progresiva, donde el concepto de escatología de Israel, fue “un darse cuenta” que era para ellos, el mismo Dios como su principio y como su fin último. Las líneas de evolución de esta escatología pueden enlazar con los conceptos de Reino de Dios y de promesa mesiánica. Un concepto que fue cambiando en el Antiguo Testamento, -con la promesa de la tierra prometida y un mesías rey-, a los nuevos conceptos de promesa del reino y promesa de un mesianismo escatológico. Porque el judío piadoso supo vislumbrar siempre a Aquel que promete y que constituye su verdadero referente en el “ya” –de la historia presente- y el “todavía no”-el futuro próximo-.
La esperanza de Israel se orienta hacia un futuro histórico tangible: la descendencia y la tierra prometida -caracterizada por la abundancia de bienesun horizonte que se fue ensanchando hasta el límite de la historia, e incluso más, hacia el futuro terreno de Dios,-la universalidad de todo lo creado- más allá de la historia presente. Este paso esperanzador se verá en las últimas etapas que abarca el Antiguo Testamento, y se volverá preciso en el Nuevo, donde ese futuro adquiere con la figura del Bautista, el anuncio de la llegada de ese Reino esperado y con Jesús la esperanza definitiva: “Es él
el que habían estado
esperando”, sentencia Juan Bautista para referirse a Jesús. O sea, con Jesús la escatología se vuelve esperanza efectiva cristológica.
Grupos constitutivos religiosos de esa época.
Estructura religiosa de Palestina En Palestina, la religión tenía gran importancia y estaba muy unida a las cuestiones sociales y políticas. De hecho las autoridades religiosas y políticas eran las mismas. Él máximo órgano político-religioso era
el Sanedrín, que tenía poderes religiosos, políticos y judiciales. En la época de Jesús y de Juan el Bautista, existían diversos grupos religiosos: Sumos sacerdotes: Encarnaban la máxima autoridad: presidentes del Sanedrín y jefes del pueblo. También eran los responsables del Templo y del cumplimiento de la Ley. Eran nombrados por el gobernador romano y pertenecían a las familias más nobles del pueblo. Sacerdotes: Su misión era la dedicación al culto. Cabe distinguir tres subgrupos: Los que pertenecían al grupo social de los 1) saduceos (la aristocracia). Realizaban las funciones de culto en el templo de Jerusalén. 2) Los sacerdotes rurales, que vivían de algún oficio. Su nivel socioeconómico era bajo. 3) Los levitas eran los ayudantes de los sacerdotes. Su nivel socioeconómico era el más bajo.
Fariseos: Se cree que su nombre se deriva del arameo perssaya, que significa separados. Recibieron este nombre porque su observancia exagerada de la ley los separaba del pueblo sencillo. Se consideraban los buenos, los cumplidores y por eso no se relacionaban con el pueblo ni con los saduceos. Pertenecían a la clase media (artesanos) y eran para el pueblo, sus guías espirituales, porque los consideraban cultos y sabios. Abundaban entre ellos los maestros de la Ley. Sus ideas se fundamentaban en una estricta fidelidad a la misma. Juan y Jesús se enfrentaron muy a menudo con ellos, sobre todo en temas doctrinales. De hecho, este grupo social fue el que más presionó para condenar a muerte a Jesús.
Saduceos: Su nombre se deriva de Sadoc, del que descendían, desde los tiempos de Salomón, los sacerdotes de
Jerusalén. Eran de clase social alta y pertenecían a la aristocracia. Tenían grandes propiedades y eran los principales sacerdotes; su influencia era muy poderosa. Políticamente colaboraban con los romanos para mantener el poder. Zelotes: su nombre se deriva de la palabra celo, debido a su celo exagerado por el cumplimiento de la Ley. Podríamos decir que eran fanáticos de la Ley, de situación social baja. Políticamente estaban en contra de los romanos y fomentaban frecuentes rebeliones y escaramuzas. Se los consideraba alborotadores.
Esenios: Se cree que su nombre significa "los devotos, los silenciosos" Eran una especie de monjes austeros y sacrificados, que vivían en comunidades monásticas en el Qumrán; cerca del Mar Muerto. Rezaban y meditaban sobre las Escrituras, esperando la venida del Mesías. Observaban el sábado religiosamente. A este grupo perteneció al menos en un principio Juan el Bautista.
Helenistas: Eran los judíos nacidos fuera de Judea, en las colonias del norte de África y del Mediterráneo oriental. Su lengua era el griego (de ahí el nombre de helenos). En Jerusalén y otras ciudades del país, tenían su sinagoga propia, donde leían la Biblia y rezaban en griego. Otros grupos: “El resto”, o “Los pobres de Yahvé” Los que pertenecían a la escala social más baja; es decir, los pobres y marginados
Los campesinos: Poseían algunas tierras de cultivo, que apenas les proporcionaban lo suficiente para sobrevivir. Los jornaleros o trabajadores: quienes trabajaban por cuenta ajena, en paro muy a menudo. Los pequeños artesanos de aldea: Realizaban diferentes tareas: herreros, carpinteros, albañiles…A este gremio pertenecía José, esposo de María Las mujeres, los niños, los esclavos no judíos (la mayoría árabes), los pastores asalariados, los pecadores (prostitutas, adúlteras) y los publicanos: estos últimos que eran los encargados de recaudar los impuestos. Los mendigos y los enfermos: La falta de alimento y de higiene en las capas más bajas de la sociedad traía como consecuencia que, además de hambrientos, la mayor parte de los mendigos estuviera enferma... Estas dolencias podían ser físicas: ceguera, lepra…. o psíquicas: afecciones mentales o nerviosas. A
causa del desconocimiento de estas enfermedades, los enfermos eran considerados poseídos.
La vida de estas personas era muy dura. Además de su miseria material, la gente los consideraba impuros. Pensaban que si estaban enfermos era porque habían cometido un pecado y Dios les había castigado. Por eso nadie se acercaba a ellos. Por toda esta gente es por la que Jesús sentía una predilección especial, hasta jugarse la vida por ellos.
d) El ritual bautismal a través de la historia pagana hasta la judía.
El bautismo fue una vez un rito religioso
bautismo en el caso de los cristianos. Sin
pagano practicado entre los pueblos de la
embargo ninguna de ellas es original. Han sido
antigüedad y también entre los judíos. La
usadas por muchos pueblos anteriormente y
palabra bautismo es de origen griego:
en el caso del Judaísmo y el Cristianismo les
“baptizo” que significa sumergir. Los baños
han dado nuevos significados, que son
sagrados son comunes a muchas religiones
definitivos por haber sido asignados por Dios
antiguas, como los ritos eléusicos o el
mismo.” (“Génesis in Space and Time”,
hinduismo y el budismo.
Intervarsity Press 1972)
El teólogo presbiteriano Francis Schaeffer
Los romanos del tiempo de Juan y Cristo se
escribe: “Hay dos señales designadas para
interesaron en las religiones místicas de
marcar la promesa de los pactos [divinos]; la
Egipto y Babilonia en algunas de las cuales se
circuncisión en el caso de Abrahán y el
practicaba el bautismo como ritual. Por
ejemplo en los ritos de iniciación del culto de
El bautismo cristiano deriva del bautismo
Isis, el iniciado confesaba sus pecados
establecido por Juan el Bautista. La genealogía
delante de otros devotos y era luego
de Juan en Lucas 1:5,6 indica que el hombre
bautizado en la creencia que el baño ritual lo
designado por Dios para bautizar a Jesús era
purificaba de sus faltas y lo enrolaba en las
descendiente de Levitas por la línea paterna y
filas de la diosa salvadora.
también materna. Juan es por lo tanto el hombre adecuado para bautizar y ordenar el ministerio de Nuestro Señor. No sabemos
Los judíos también practicaban el bautismo
precisamente cuál es el origen del bautismo de
ritual para purificación, como sabemos por
Juan. Si la idea vino de fuentes judías o
citas varias del Apóstol Pablo y por los
paganas, pero podemos afirmar que la
documentos sobrevivientes que muestran
práctica es adoptada y santificada en la Iglesia
que el uso del bautismo era común entre los
Cristiana como ejemplo de Nuestro Señor
Levitas y las comunidades religiosas no
Jesucristo.
levíticas de diferentes épocas, como por ejemplo entre los Esenios del primer siglo.
El bautismo entonces no es una invención cristiana sino que fue precedido por ritos similares de otras religiones.
ADENTRANDONOS EN LA PERSONA DE JUAN EL BAUTISTA Con todo este contexto descripto nos dirigimos ahora específicamente a la persona de Juan el Bautista. Adentrarnos en su persona, sin olvidar estos conceptos vertidos con antelación es sumamente relevante, puesto que ha sido un hombre marcado por estas instancias. Circunstancias todas que fueron definiendo su fe, su misión y su mensaje. Cinco momentos distintivos, intentaremos abordar desde y con su persona. A saber:
1. Datos biográficos generales, 2. Relato sobre el nacimiento de Juan el Bautista, texto Lucas 1, 5-17, 3. Predicación centrada en el Reino: fuentes: Marcos 1. 2-8; Mateo 3, 1-6; Lucas 3. 3-9, 15-17. 4. Tensión entre la figura de Juan el Bautista y Jesús en los textos evangélicos, 5. Juan el Bautista: “una voz que clama en el desierto”.
1. Datos biográficos generales:
Jefe de una secta judía emparentado con los esenios. La tradición cristiana lo considera el precursor de Jesús. Los esenios eran una de las muchas sectas judaicas de la época que esperaban la llegada de un Mesías. Entre los esenios había un grupo, llamado de los bautistas, que daba gran importancia al rito bautismal. Gracias a los Evangelios se conoce la historia del grupo liderado por Juan Bautista, que llevaba una vida ascética en el desierto de Judá, rodeado por sus discípulos. En sus predicaciones, -que tuvieron gran acogida por parte del pueblo-, exhortaba a la penitencia, basándose en las exigencias de los antiguos profetas bíblicos. Jesús recibió el bautismo de Juan a orillas del río Jordán. El tono mesiánico del mensaje del Bautista inquietó a las autoridades de Jerusalén, y Herodes Antipas lo mandó encarcelar. Juan murió decapitado el año 28 d.C. (se considera aquí, que la era comienza con una fecha aproximada del nacimiento de Cristo, citado en el calendario gregoriano. Si bien, El Bautista nació antes que Jesús, y obviamente murió antes que él; con la primera aclaración, podemos situar este tiempo). Dos tipos de fuentes hablan de Juan Bautista, unas cristianas y otras profanas. Las cristianas son los cuatro evangelios canónicos y el evangelio gnóstico de Tomás. La fuente profana más relevante es Flavio Josefo quien decía de él: “exhortaba a los judíos a practicar la virtud, la justicia unos con otros y la piedad con Dios, y después a recibir el bautismo.”
Su bautismo era para Flavio Josefo “un baño del cuerpo” y señal de la limpieza del alma por la justicia. Para los evangelistas era “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Mc 1,5). Juan vivió en el desierto durante mucho tiempo hasta hacer su aparición pública a los treinta años de edad. Vestido apenas con una túnica de pelo de camello y un cinturón de cuero, éste hombre empezó a predicar la penitencia y el bautismo en las orillas del río Jordán, atrayendo grandes multitudes. Cuando Cristo se marchó a predicar a Galilea, Juan continuó haciéndolo en el Jordán, anunciando la venida del Salvador, y denunciando las injusticias. Acusaba a Herodes, -el gobernante de Galilea-, por su unión ilegítima con Herodías, (la mujer de su hermano). Herodes lo mandó encarcelar, pero le temía y respetaba, y por eso no lo ejecutó. En una fiesta, Salomé, la hija de Herodías, bailó para Herodes, y este quedó tan satisfecho que prometió recompensarla con lo que quisiese. Aconsejada por su madre, pidió la cabeza del Bautista. Herodes, a pesar de estar entristecido, no quiso volverse atrás y lo mandó decapitar. Así murió aquel de quien Jesús dijo "les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista".
2. Relato sobre el nacimiento de Juan el Bautista en el Evangelio de Lucas:
Para abordar este relato, mostraremos la importancia de la persona de Juan el Bautista en los evangelios sinópticos. Para el caso del nacimiento tomaremos el texto de Lucas, cuyos detalles son excelsos.
ESPECIFICIDAD DE SU PERSONA EN LOS TEXTOS NEOTESTAMENTARIOS. El texto bíblico comienza con el gen de la historicidad tan característico del evangelista Lucas. Son datos referenciales que nos muestran una historia contada desde el “afuera”: “Siendo Herodes rey de Judea”, para volverse un poco más intimista, con la historia de los padres de Juan: “un sacerdote llamado Zacarías. Pertenecía al grupo sacerdotal de Abías, y su esposa, llamada Isabel, era también descendiente de una familia de sacerdotes. Ambos eran personas muy cumplidoras a los ojos de Dios y se esmeraban en practicar todos los mandamientos y leyes del Señor”. Presentados ya en “sociedad” al matrimonio; Lucas nos adentra en el drama de estos esposos, para señalar el inicio de un milagro que se va a producir de la mano de Dios. Para esto se vale de la imposibilidad: “No tenían hijos, pues Isabel no podía tener familia, y los dos eran ya de edad avanzada.” Lentamente, comienza a develar las escenas que anticipan una Teofanía: “Mientras Zacarías y los otros sacerdotes de su grupo estaban oficiando ante el Señor, le tocó a él en suerte, según las costumbres de los sacerdotes, entrar en el Santuario del Señor para ofrecer el incienso. Cuando llegó la hora del incienso, toda la gente estaba orando afuera, en los patios.”
”En esto se le apareció un ángel del Señor, de pie, al lado derecho del altar del incienso. Zacarías se turbó al verlo y el temor se apoderó de él.” De la cotidianeidad del culto y su silencio en el servicio, pasa ahora Lucas a transformar la escena. El silencio se convierte en palabra de parte de Dios, en el ángel que dice al padre del Bautista: “Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Isabel te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan.” “Será para ti un gozo muy grande, y muchos más se alegrarán con su nacimiento.” Palabra y promesa están en marcha. La esterilidad humana, se hace fecunda en las promesas de Dios a sus servidores fieles y creyentes. Mientras que se comunica al corazón del pueblo la gestación de alguien grande, con una misión relevante, que se anuncia ya antes de ser vista. Porque es Dios quien camina delante de su Pueblo y se anticipa a sus necesidades. Con características proféticas constitutivas a la misión que tendrá, Lucas nos dice en boca del ángel: “Por medio de él muchos
hijos de Israel volverán al Señor, su Dios.”
“El mismo abrirá el camino al Señor con el espíritu y el poder del profeta Elías, reconciliará a padres e hijos y llevará a los rebeldes a la sabiduría de los buenos. De este modo preparará
al Señor dispuesto.»
un
pueblo
bien
Queda así conformada esta primera parte del anuncio del nacimiento de Juan. Una figura relevante desde el vientre-intimidad, para abrirse camino entre las gentes y cumplir la misión encomendada por Dios.
3. Predicación centrada en el Reino, Para comenzar a situarnos, dispondremos de los datos históricos que nos muestra Lucas en su introducción a la predicación de Juan: “ El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”.
Enfocados ya, daremos paso a recorrer de la mano del evangelista el retrato que comienzan a pintar de Juan, como cumplimiento del designio del plan de Dios. Los tres evangelistas, nos remitirán a una profecía de Isaías para sostener el tono de la predicación de Juan. Así, en palabras de Marcos 1, 2-8, se establece la alianza entre las
promesas del Antiguo Testamento efectivizadas en el Nuevo: Como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. Es claro el paralelismo que los sinópticos citan para relacionar la misión de Juan con el texto de Isaías, 40, 3-5:” Una voz clama: Abran el camino a Yahvé en el desierto; en la estepa tracen una senda para Dios; que todas las quebradas sean rellenadas y todos los cerros y lomas sean rebajados; que se aplanen las cuestas y queden las colinas como un llano. Porque aparecerá la gloria de Yahvé y todos los mortales a una verán que Yahvé fue el que habló.” Así como la palabra del ángel dirigida a Zacarías se hizo en medio del “desierto”/falta de palabra de los profetas por tanto tiempo. Así también,
Juan establecerá su predicación en el desierto a orillas del Jordán. Allí, donde Dios parece iniciar sus grandes gestas con Abraham, en busca de la tierra prometida; así parece seguir en las mismas tierras desérticas para emprender este camino salvífico, ahora señalado como inicio de la predicación de Juan. Es en el texto de Isaías, donde la misión de los ángeles es ordenar y preparar la vuelta de los desterrados. El camino árido y peligroso del desierto será allanado por ellos. La vuelta será triunfal. Para todos los mortales, para todos los hombres de la tierra, los prodigios serán tan evidentes que sin lugar a dudas descubrirán la gloria de Dios y lo reconocerán. El profeta del Antiguo Testamento ve caminar a Yahvé delante de su pueblo; como también ven el mismo andar de Dios los evangelistas cuando en Juan hallan cumplidas las promesas anunciadas muchos siglos antes también en el desierto.
A la misión profética de Juan, los evangelistas comienzan a detallarnos su anuncio. Esta vez, tomaremos la fuente de Marcos 3, 1-6: “así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: “Tenemos por padre a Abraham”. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.”
Para ahondar este texto nadie mejor que Jean Daniélou quien nos describe la tensión en el discurso de Juan:
“He aquí por qué hay en la figura de Juan Bautista, al lado de una extrema violencia, una dulzura extrema. Es el hombre de la mayor violencia y de la mayor dulzura. Es el hombre de la mayor violencia porque es el hombre que ha percibido la santidad de Dios y que, por tanto, tiene un sentido muy claro del pecado y de la penitencia; es el hombre de la gran purificación. Pero, al mismo tiempo, es el hombre del gran gozo, de la gran dulzura. Por otra parte, ambas realidades se encuentran próximas entre sí. En su mano tiene el bieldo y Juan sabe que es el encargado de limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga. Un rayo fulgurante ha cruzado el firmamento. Hay fariseos que cumplen la Ley y se escudan en la letra para su rapiña. Hay soldados que roban y extorsionan. Hay recaudadores que se extralimitan en sus funciones (es curioso como una interpretación rigurosa de la Ley permitía el fraude). Esto es torcer el derecho del pobre. Juan es consciente de esa barbaridad. Contra tal interpretación luchará él. Frente a ellos aparece la santidad de Dios y se hace el contraste: En medio del pecado, el profeta debe transmitir la palabra de Dios con absoluta sinceridad. Pero se trata, casi siempre, de una palabra de condenación, de amenaza, de desgracia, que ignora la adulación y que conserva para la verdad todo su rigor.”
4) Tensión entre la figura de Juan el Bautista y Jesús en los textos evangélicos: Ya hablamos antes sobre la idea de expectativa mesiánica que albergaba en sus entrañas el pueblo judío. La aparición de Juan primero, y luego la de Jesús, alentaron a las gentes a pensar que por fin era el tiempo esperado. Si bien las formas de los discursos de ambos eran distintas, coincidían en el anuncio de la llegada del Reino y de la preparación mediante la conversión. Bien sabemos que Jesús se hizo bautizar por Juan, lo que nos advierte de la importancia del profeta para su comunidad. También, advertimos que algunos discípulos de Juan, pasaron a ser luego integrantes del grupo de los que seguían a Jesús. Cada uno de ellos representaba un sentir mesiánico. Sentir que se vio afectado y desesperanzado con la muerte de ambos. Parte de la comunidad seguirá esperando a ese Mesías, (tal vez los que vieron en Juan esa promesa efectivizada); otros seguirán el recuerdo viviente con Jesús: el Resucitado. De esta tensión hablaremos ahora. Nos centraremos en los sinópticos para describir que en todo momento los evangelistas se vieron exaltados a comunicar a su comunidad que Juan era el último profeta y el predecesor y que Jesús era aquel Mesías esperado. Para esto, tomaremos las siguientes fuentes: Mateo 3, 13- 17: “Jesús recibe el bautismo de Juan”; Mateo 11, 1-6: “La misión de Juan y la de Jesús”; Lucas 1, 39-45: “María visita a su prima Isabel”. Lucas 1, 39-45: “María visita a su prima Isabel”:
Comenzaremos con una “cronología” de los acontecimientos. Lucas es el único evangelista que narra en paralelo los nacimientos de ambos. Ordenará de la siguiente
manera los distintos anuncios: a) “el ángel anuncia el nacimiento de Juan”, b) “la anunciación del nacimiento de Jesús a María”, c) “María visita a su prima Isabel”. Hay en Lucas una manera de abrir los dos caminos de la vida de Juan y de
Jesús, para luego aunarlos en el tercer texto, donde ambas: “madres y parientas”, se encuentran. “Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la
casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: « ¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!»
La narración comienza con un camino. Un emprendimiento de parte de María la madre de Jesús para visitar a Isabel la madre de Juan el Bautista. Lucas “echa a andar” a María ansiosa por la feliz noticia que sabe de Isabel. En el encuentro, ha de ser Isabel, la que
anuncie que el niño en su vientre, o sea Juan salta de gozo, reconociendo que es María la madre del Señor. Un “encuentro” misionero de dos mujeres que creyeron en las promesas del Señor. El encuentro de dos caminos que parecen señalar una misma gratuidad. Encuentro que sella el gozo de Isabel, sabiendo que por fin llegó el Salvador, y la está visitando en su casa. Podríamos decir que de “vientre a vientre”, estas mujeres saben anticipadamente la misión que tienen los hijos que albergan en sus entrañas; hay una comunicación entre los “fecundos” que va más allá de las palabras. Se establece así un “orden” que no es de puestos sino que es parte del mismo proyecto de Dios: uno es reconocido por SalvadorSeñor-Mesías esperado, en el caso de madre e hijo que son visitados en
su propia casa. Mientras que madre e hijo que visitan son capaces de reconocer al emprender ese camino, que ha sido necesario que sean Juan y su madre Isabel, los que anuncien a las gentes que es Jesús el heredero que María lleva en su vientre el “Hijo del Altísimo”. A la luz de la experiencia post pascual, tal vez Lucas junto a su comunidad, tuvieron que repensar circunstancias pasadas, para lograr comunicar una grandeza que tan solo Dios y sus ángeles supieron con antelación. Testigos del Resucitado y de esa “voz que clamaba en el desierto la conversión”, tuvieron que seguir comunicando la “Buena Nueva”, que representó el nacimiento de estos dos “pequeños-gigantes” de la Salvación de Israel.
Mateo 3, 13- 17: “Jesús recibe el bautismo de Juan” “Por entonces vino Jesús de Galilea al Jordán, para encontrar a Juan y para que éste lo bautizara. Juan quiso disuadirlo y le dijo: « ¿Tú vienes a mí? Soy yo quien necesita ser bautizado por ti.» Jesús le respondió: «Deja que hagamos así por ahora. De este modo cumpliremos todo como debe hacerse.» Entonces Juan aceptó. Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él.
Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo, el Amado; en él me complazco.»
Al igual que en el texto anterior, es Jesús quien inicia el camino hacia Juan. Se llega hasta el Jordán, donde encuentra a Juan, haciendo lo que siempre hace: bautizar en agua. Nuevamente es Juan que se anticipa al reconocer en Jesús, una grandeza que él no tiene. Por eso, sus palabras expresan duda y desconcierto: “¿Tu vienes a mi? Soy yo quien necesita ser bautizado por ti”. De nuevo el diálogo sencillo y humilde entre ambos. Una vez más entienden que sus vidas están correspondidas como parte del mismo plan salvífico. Surge el acuerdo entre ambos: “Deja que hagamos así por ahora”, dice Jesús a Juan; y es Juan quien responde aceptando. Finaliza el rito, y es ahí y solo ahí, donde se escucha la voz que desde el cielo anuncia la filiación. La Teofanía expresa la misión y la vocación de Jesús, que solo pudo realizarse luego del rito bautismal de Juan.
Mateo 11, 1-6: “La misión de Juan y la de Jesús” “Juan, que estaba en la cárcel, oyó hablar de las obras de Cristo, por lo que envió a sus discípulos a preguntarle: « ¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?» (…)”Una vez que se fueron los mensajeros, Jesús comenzó a hablar de Juan a la gente: «Cuando ustedes fueron al desierto, ¿qué iban a ver? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué iban ustedes a ver? ¿Un hombre con ropas finas? Los que visten ropas finas viven en palacios. Entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un profeta? Eso sí y, créanme, más que un profeta. A éste se refiere el texto de la Escritura: Yo voy a enviar mi mensajero delante de ti, para que te preceda abriéndote el camino.”
Como si siguieran dialogando, Juan es parte de esa comunidad que desea confirmar si es Jesús el mesías esperado. Espera esa respuesta, dejando entrever que él no lo es. Ese es también su anuncio. A su vez, Jesús habla a sus seguidores sobre Juan. Les cuenta que predicaba en el desierto. Lo confirma como un profeta. O como más que eso. Y nuevamente vuelve a subsistir el orden y la misión de Juan: “él es el que es enviado por Dios delante del mesías”. Camino, misión y anuncio los vuelven a juntar y también a distinguir. Entre la distinción y la separación existe una tensión. Pero es esa misma tracción la que
muestra que ambos formaron parte de la expectación, de la misma esperanza del Pueblo. Y sin lugar a dudas fueron parte del plan concatenado en manos de Dios.
5. Juan el Bautista: “una voz que clama en el desierto”.
Este profeta, cuyo mensaje distintivo se centraba en las palabras “conversión” y “penitencia”, no buscaba nada para sí y, sobre todo, comenzaba dando el ejemplo de aquella penitencia que predicaba. Porque si todos los profetas estaban caracterizados por el ardor; Juan era de entre todos el que mas “ardía”, porque “era más que un profeta” (Mateo 11,9). El bautismo que pregonaba, exigía no solo conversión y penitencia, sino que era una ceremonia irrepetible, pues se iría a convertir en otro bautismo más alto que será realizado por el Espíritu Santo en el fuego. Una nueva y substancial diferencia trae Juan con el bautismo que proclama, pues lo abre a todos los judíos e incluso a quienes no lo son. El recibirlo significa la entrada en el Reino de Dios. Su predicación señalizada en el desierto, como plataforma desde donde Juan lanzará y hará crecer el anuncio del Reino, es la novedad de un cambio de vida. No trasmite el asilamiento como forma de vida, sino la justicia en el amor. El no es pues, ni un monje ni un pregonero del monacato, sino un profeta. Ese mensajero que abre las puertas de un reino universal. Es ese hombre, que levantará una oleada apasionada de interés por su mensaje. Que en palabras de Marcos 1, 5 comprendemos de manera tangible: “asistían a oírle toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén”. El hombre que invitaba constantemente a iniciar la aventura de manera grande: la preparación de un Reino ya inminente. Por una causa así, se justifica el ardor de Juan al pedir un buen precio de penitencia y conversión.
Cuál era ese Reino de los cielos que anunciaba, y cómo era el modo de llegar hasta él; eran preguntas que se hacían las gentes y que Juan no se detenía a aclarar, porque en todo momento les demostraba que siempre estaba dispuesto a ponerse al frente de todos en ese camino penitente. Porque era un atleta que vivía junto al rio, sin casa, sin propiedades, comiendo saltamontes y bebiendo el jugo de ciertas plantas al que los antiguos llamaban miel. Incluso vestía como los profetas antiguos, detalle que dispararía la pregunta que más tarde le harían: “¿eres tú, Elías?”. Precisamente porque el profeta del Carmelo vistió como él ahora: “Un hombre hirsuto-le pinta el libro 2 de los Reyes (1,8)-vestido de velluda piel, ceñida a los riñones por un cinturón de cuero”. Pero lo que más curiosidad despertaba era su actividad bautizadora. El rito les resultaba extraño a cuantos lo veían. Entre los judíos eran frecuentes las abluciones de manos e incluso de pies, pero aquel bautismo en que se inmergia todo el cuerpo en el rio, y sobre todo, aquel rito unido a la confesión de los pecados y a la promesa de un cambio de vida, era algo absolutamente novedoso para quienes acudían a verle. Porque se trataba absolutamente de un baño de inmersión. Así lo entendió el arte cristiano hasta el siglo XIV. Y, probablemente era también un bautismo que se hacía en grandes grupos y no individualmente. Solo el arte de siglos posteriores nos habituará a ver a Jesús solo en el rio, mientras Juan derramaba el agua en su cabeza. Eran tantos los que bajaban al rio, que los “ilustres” comenzaron a alarmarse pensando que Juan podría ser aquel mesías esperado. A éstos, Juan no los recibía con palabras suaves: “Raza de víboras. ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera? Haced pues, frutos de penitencia. Y no intentéis decir: tenemos por padre a Abrahán. Porque yo os digo que Dios puede suscitar de estas piedras hijos de Abrahán” (Lucas 3,7-9). A los fariseos y saduceos no le dolió tanto el insulto, cuanto las palabras finales que les sonaron como la más horrible blasfemia. Para ellos el único mérito que contaba era ser precisamente descendientes de Abrahán. Pertenecer a su familia era más que suficiente para obtener el perdón de todo pecado. El Talmud decía: “aunque tus hijos fuesen cuerpos sin venas y sin huesos (es decir aunque estuviesen muertos en el orden moral), tus méritos responderán por ellos”. Y las palabras de Isaías: “viene la mañana, viene la noche”, las interpretaba así el Talmud: “la noche está reservada a las naciones del mundo, (a los paganos) y la mañana es de Israel”. Y he aquí que de pronto, viene Juan, este bautizador a decir que el pertenecer o no al pueblo de Israel no es condición necesaria y ni siquiera una valía especial, para aspirar al Reino de los cielos, porque Dios puede sacar hijos de Abrahán hasta de las piedras. La blasfemia debió de parecerles tan grande que el hecho de que no le prendiesen en aquel momento da cuenta del prestigio moral de Juan por aquellos tiempos. El Bautista empieza a hablar el mismo lenguaje vivo y colorido que más tarde usará Jesús, Con ese mismo lenguaje contestaba a los que le preguntaban qué había que hacer para acceder al Reino diciéndoles: “Quien tenga dos vestidos, dé uno al que no lo tiene; y quien tenga qué comer, haga lo mismo” (Lucas 3,11). Juan sabe que entre sus oyentes – que son los que luego seguirán a Jesús- no hay grandes propietarios; son gentes pequeñas que con mucha suerte, pueden llegar a tener dos vestidos y un poco de sobra de comida. Lo que les pide, es que abran el corazón, que sean generosos, que aprendan a convivir de modo
que todo sea de todos. No se trata de “limosnas” sino de un nuevo modo de entender la convivencia. El profeta, cuyo dedo señalaba rígidamente la lejanía del Altísimo ideal, aceptaba sin embargo el hecho de que a la gran conversión no se llega con sueños sino con el cambio en la lucha de cada día. Y era esta mezcla de violencia y realismo la que conmovía a cuantos acudían a él.
Porque en Juan lo importante no era el asceta, ni el moralista y ni siquiera el profeta. Una cuarta vocación más honda era la que daba sus verdaderas dimensiones. El no era la luz, pero era el testigo de la luz, como diría más tarde el evangelio según San Juan. Era el que contestaba a los fariseos, cuando le preguntaban: “¿Quién te da autoridad para bautizar si no eres ni el Mesías, ni un verdadero profeta?”, “Mi bautismo es simplemente un bautismo de agua. Pero ya está viniendo alguien que es más grande que yo, alguien a quien yo no merezco ni siquiera atarle las sandalias. El trae el verdadero bautismo en el Espíritu Santo” (Juan, 1,19-28; Mateo 3,11; Lucas 3, 16). Porque ser testigo de la luz, saber lo que se es y lo que no se está llamado a ser es lo que Juan Bautista fue comprendiendo. Porque Juan humildemente aceptó ser en la melodía de Dios, solamente un acorde,
(Leonardo da Vinci, 1508-1513)
BIBLIOGRAFIA: “Ensayos sobre Cristología” ( Instituto Superior de ciencias religiosas San Agustín), España, “Ensayos sobre Escatología” (Instituto Superior de Ciencias religiosas San Agustín), España, “Vida y misterio de Jesús de Nazaret: los comienzos”, (José Luis Martin Descalzo), “Jesucristo el Liberador” : ensayo cristología cristiana para nuestro tiempo, (L. Boff),
“Iglesia: carisma y poder”, (ensayos de eclesiología militante), L. Boff, “Los Evangelios”, (Miguel Sáenz de Santamaría), “Plan de formación teológica: teología de la Iglesia primera parte”, (Instituto Internacional de Teología de España), Biblia del Pueblo de Dios, Biblia Latinoamericana, “SOBICAIM”, ( versión on line),