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Voz que clama en el desierto David Roper
ra alrededor del año 26 d. C.; en la Betania del otro lado del Jordán, un predicador de unos treinta años había estado agitando a la gente de ambos lados del Mar Muerto. Por lo tanto, una comisión de sacerdotes y levitas vino a él y le preguntaron: «¿Tú, quién eres?» (Juan 1.19b). Al entender por qué le hacían tal pregunta, respondió, diciendo: «Yo no soy el Cristo» (Juan 1.20b), pero ellos siguieron interrogándolo:
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Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? (Juan 1.21–22).
Fue una respuesta enigmática la que obtuvieron, pues dijo: «Yo soy la voz de uno que clama en el desierto» (Juan 1.23a). El joven que se llamaba a sí mismo «la voz […] que clama en el desierto» era Juan el Bautista. Las palabras que estaba usando provenían de Isaías 40, la profecía donde se anunciaba la venida del precursor del Mesías: Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane (Isaías 40.3–4).1
La frase «voz […] que clama en el desierto» de Juan 1.23 resume el fenómeno que era Juan: Era, ante todo, una voz; un hombre con un mensaje. Ese mensaje había de ser presentado en un singular escenario: en el desierto. Juan predicó literalmente en un desierto físico; sin embargo, «el desierto» al 1 Sería recomendable que explique usted cómo los heraldos o precursores, no solo anunciaban la venida de un rey, sino que también hacían preparativos para su llegada: por medio de almacenar provisiones y, como se recalca en este texto, por medio de hacer un camino por el cual pudiera transitar.
Un examen más detenido del ministerio de Juan el Bautista
cual se refieren Isaías 40 y Juan 1 era más que piedras, arena y escorpiones; era también un desierto de pecado. Juan se atrevió a ser una voz donde otras voces habían sido calladas. En este sermón analizaremos brevemente la vida de Juan, para apreciar al hombre que él fue y el mensaje que tenía para su tiempo así como para el nuestro.2 VOZ QUE CLAMA «¡NIÉGATE A TI MISMO!» EN UN DESIERTO DE HALAGO DE SÍ MISMO Cuando pienso en Juan, me lo imagino un hombre con cabello despeinado por el viento y con la piel quemada por el sol. Su tosca vestimenta estaba hecha de pelo de camello. Alrededor de su cintura tenía un ancho cinto de cuero. Vivía de lo que producía la tierra, subsistiendo a base de una dieta de langostas3 y miel silvestre. Personificaba la negación de sí mismo y la autodisciplina. ¿Qué factores se conjugaron para dar origen a un hombre así? Uno de ellos tenía que ver con unos padres piadosos. Su padre era un sacerdote llamado Zacarías; su madre era Elizabet (Lucas 1.5). Lucas 1.6 resume la vida de estos: «Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor». La parte que más llama la atención de ese versículo, es la palabra «ambos». Hay quienes han tenido una madre piadosa, pero no un padre piadoso. Hay algunos que han tenido un padre piadoso, pero no una madre piadosa. En el caso de Juan el Bautista, ambos padres amaban al Señor y vivían conforme a 2 Estas notas sobre este sermón fueron elaboradas hace varios años, antes que comenzara yo a documentar las fuentes de consulta. Pido disculpas de antemano por cualquier caso en el que no reconozca el mérito a quien lo merezca. 3 En este contexto, «langostas» no se refiere a lo que muchos llamamos langostas. Imagínese «saltamontes», y no andará muy lejos.
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los preceptos de Este. No hay mejor herencia que esta.4 Otro factor lo constituía un propósito piadoso. Recordará usted la historia de Zacarías y Elisabet, sobre cómo anhelaban tener un hijo, cómo un ángel se le apareció a Zacarías y cómo Juan por fin le nació a Elisabet.5 Permítame centrarme en las palabras que dijo el ángel al anciano sacerdote en el templo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto (Lucas 1.13–17).
Desde el comienzo de la vida de Juan, no hubo dudas acerca de quién había de ser, ni acerca de cuál había de ser su propósito en la vida. Toda persona necesita que desde su niñez sus padres le digan que Dios tiene un propósito para su vida. El tercer factor fue una crianza piadosa. Es poco lo que se nos dice acerca de esa crianza, pero no es difícil imaginar a Zacarías y a Elisabet dándole a conocer al niño lo que el ángel había dicho, y animándole a amar y a obedecer al Señor. Hasta donde el texto lo da a conocer, estos son los escasos detalles que se nos dan acerca de sus primeros años de vida: «Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos6 hasta el día de su manifestación a Israel» (Lucas 1.80). No sabemos cuándo ni por qué Juan fue a la región desolada que rodeaba al Mar Muerto,7 pero en la sabiduría de Dios, se escogió el desierto como su campamento de instrucción. Desde esa base, podía observar dónde habían estado las orgullosas ciudades de 4 Le doy gracias a Dios que tuve tal herencia. Si usted también fue bendecido de igual manera, será recomendable que lo mencione. 5 Vea los detalles de este relato en la lección «¡Cristo viene!» de «La vida de Cristo, núm. 2». Si sus oyentes no conocen este relato, será recomendable que tome usted algunos minutos para repasarlo. 6 La palabra griega que se traduce por «lugares desiertos» en Lucas 1.80 es básicamente la misma que se traduce por «desierto» en Juan 1.23. 7 Hay quienes han sugerido que sus padres murieron cuando él todavía era joven y que esa fue la razón por la que se mudó al desierto, pero esto no es más que conjetura.
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Sodoma y Gomorra,8 ejemplos perfectos de las consecuencias de una vida de halago de sí mismo. Los padres desean un ambiente bueno para sus hijos. Muchos creemos que un «ambiente bueno» exige una atmósfera saludable y armoniosa. El ambiente en que Juan vivió al comienzo de su vida fue el escabroso terreno de Judea oriental. Allí aprendió la autodisciplina. A partir de ese escenario, emergió la voz que clamó «negación de sí mismo» en un desierto de halago de sí mismo. ¿Podemos escuchar esa voz hoy? Vivimos en un mundo de halago de sí mismo,9 y necesitamos urgentemente el mensaje de Juan. Después de todo, Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (Mateo 16.24). Debido a su austero estilo de vida (Lucas 7.33), algunos creyeron que Juan tenía un demonio. Sépalo usted, a modo de advertencia, que el mundo creerá que nosotros también estamos dementes, cuando vea que nuestra preocupación es por los demás, antes que por nosotros mismos. No obstante, Jesús recalcó la grandeza de una vida así. Hablando del Bautista, les preguntó a Sus seguidores: «Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están» (Lucas 7.25). Juan no estaba interesado en la vida fácil; que los reyes se queden en sus castillos con sus lujos. Jesús hizo también esta asombrosa aseveración: «Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista» (Lucas 7.28a). ¡Qué gran homenaje para la voz que clama en el desierto! Que cada uno de nosotros compare su vida con la de Juan el Bautista, y se pregunte: «¿Vivo yo una vida de autodisciplina y negación de mí mismo?». VOZ QUE CLAMA «¡ENMIÉNDATE!» EN UN DESIERTO DE SATISFACCIÓN CONSIGO MISMO Cuando vino «el cumplimiento del tiempo»,10 «vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (Lucas 3.2). En la vida de Juan, la 8
Algunos eruditos piensan que Sodoma y Gomorra estuvieron situadas sobre el sitio o cerca del sitio en que el río Jordán desemboca en el Mar Muerto. 9 En mis notas, tengo ejemplos de halago de sí mismo que son apropiados donde vivo. Amplíe usted esta sección de modo que se adapte a sus oyentes. Aun si vive usted en un ambiente donde los lujos son pocos, todavía se puede hacer la aplicación. 10 Gálatas 4.4.
Palabra de Dios fue como el pistoletazo de salida para un velocista, como el gong de la campana para un luchador, como la orden de ataque para un perro guardián.11 Juan comenzó a predicar enseguida, pues esto es lo que leemos: «En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 3.1–2). Su tarea consistía en preparar a la gente para la venida del Mesías y del reino de Éste. El predicador no se anduvo con rodeos para decirles a sus oyentes que debían enmendar sus vidas: Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras (Lucas 3.7–8).
Por mucho tiempo, la gente había creído que Dios los recibiría simplemente porque eran judíos. El mensaje de Juan era el mensaje de un reloj despertador, ¡concebido para despertarlos! Les estaba diciendo, en otras palabras, que si no enmendaban su vida, no serían «[aptos] para el reino de Dios» (vea Lucas 9.62). Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario (Lucas 3.10–14).12
Hoy seguimos teniendo necesidad de prédicas francas. Necesitamos prédicas que nos despierten y nos preparen para el cielo. A veces el pecado se condena de forma tan general, que ningún pecador llega a compungirse por su pecado. Las prédicas de Juan eran penetrantes y prácticas. Lucas 3.18 dice que «[con] estas y otras muchas exhortaciones [Juan] anunciaba las buenas nuevas 11 Las ilustraciones usadas en esta aseveración son aplicables al lugar donde yo vivo. Use usted ejemplos apropiados para el lugar donde vive. 12 Al avanzar por este pasaje, haga aplicación breve al lugar donde usted vive. Muchas de las palabras de Juan me condenan (tal como la palabra «contentaos»).
al pueblo». La expresión «buenas nuevas» se traduce a veces por «evangelio». ¿En qué sentido era «buenas nuevas» exhortar al pueblo a no ser egoístas, ni fraudulentos y a no cometer abuso de autoridad? ¡Era «buenas nuevas» porque echaba abajo la satisfacción de ellos consigo mismos, les obligaba a reexaminarse a sí mismos y les animaba a ser la clase de personas sobre las cuales Dios podía derramar Su gracia! ¿Apreciamos nosotros a los que hablan «la verdad [toda la verdad] en amor»? (Efesios 4.15; vea Gálatas 4.16.) Espero que sí. Si tuviéramos necesidad de un cirujano, no nos gustaría que fuera tímido. Por lo tanto, no deberíamos desear que nuestro predicador sea tímido. También espero que estemos dispuestos a ser voces que claman «¡Enmendaos!» en medio de gente que necesite oírlo (vea Gálatas 6.1; Santiago 5.19–20). VOZ QUE CLAMA «¡CREE!» EN UN DESIERTO DE DUDA Un día, cuando Juan predicaba junto al Jordán, Jesús vino a ser bautizado. Es probable que ya usted esté al tanto del relato: de cómo Juan no quería bautizar a Cristo, de cómo Éste lo persuadió y de cómo después del bautismo de Jesús, Dios habló desde el cielo y el Espíritu Santo descendió como paloma (Mateo 3.13–17).13 ¡Estas manifestaciones confirmaron en la mente de Juan que Jesús era realmente el Mesías para el cual había estado preparando el camino! A partir de ese momento, el mensaje favorito de Juan fue «He aquí el Cordero de Dios». El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1.29). El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios (Juan 1.35–36).
Juan no predicó que Jesús era simplemente un buen hombre y un gran maestro; ¡más bien lo proclamó como el sacrificio por nuestros pecados, el Único por quien podíamos ser salvos! En un mundo de incredulidad y escepticismo, todavía necesita oírse la llamada fuerte y sonora de Juan. ¡Jesús es el Hijo de Dios! ¡Él es la única esperanza del hombre! ¡Prediquemos con la 13 El relato del bautismo de Jesús se comenta en la lección «¡El Mesías está aqui!» de «La vida de Cristo, núm. 2». Si sus estu-diantes ignoran el relato, será recomendable que describa usted esos eventos.
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misma convicción que Juan tuvo! VOZ QUE CLAMA «¡SÉ HUMILDE!» EN UN DESIERTO DE ORGULLO El bautismo de Jesús fue el momento cumbre del ministerio de Juan. En ese momento, su obra ya estaba prácticamente hecha; y a partir de ese momento, su ministerio disminuyó. Como precursor del Mesías que era, Juan tenía básicamente tres responsabilidades: despejar el camino para el Mesías, preparar el camino para el Mesías, ¡y luego apartarse del camino del Mesías! 14 Esto estaba bien para Juan; ya que Él estaba dispuesto a cumplir cualquier función que Dios hubiera concebido para él. Acompáñeme hasta Juan 3, un pasaje clave para conocer la verdadera grandeza de Juan. Cuando la popularidad de Cristo comenzó a aumentar, los discípulos de Juan vinieron a este, diciendo: «Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él» (vers.o 26). ¿Percibe usted los celos de ellos en estas palabras? En otras palabras, lo que estaban diciendo era esto: «Hubo un tiempo cuando todos venían a nosotros, pero ahora vienen a Él. Antes estábamos en primer plano, pero ahora Él es el centro de atención. Tú fuiste quien lo bautizaste; ¿no saben ellos que esto te hace más grande que Él?». Se han perdido batallas debido a los celos entre generales. Si la envidia de sus discípulos hubiera sido fomentada por Juan, imagínese el daño que podría haber causado al incipiente movimiento de Jesús. Preste oído a la respuesta del Bautista a la queja de ellos, y maravíllese de ella. Primero dijo que el éxito de Cristo era la voluntad de Dios: «No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo» (vers.o 27). Luego recalcó que lo que estaba sucediendo le hacía feliz, pues dijo: Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido (vers.os 28–29).
Al final, dijo estas sorprendentes palabras: «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (vers.o 30). ¡Hace falta que un hombre sea muy generoso para decir palabras como estas, y decirlas en serio! 14
Esta aseveración fue adaptada de Charles R. Swindoll, John the Baptizer (Juan el Bautista) (Anaheim, Calif.: Insight for Living, 1991), 3.
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La mayoría de los predicadores exitosos que conozco tienen problemas con el dilema de Juan. Les encantan los elogios, lo reconozcan o no. Como regla general, sin embargo, a medida que los predicadores respetados envejecen, reciben cada vez menos invitaciones a predicar, y el centro de atención se traslada a los predicadores más jóvenes. Qué difícil es para nosotros decir: «Eso es bueno. Ellos deben crecer, y nosotros debemos menguar. ¡Que Dios esté con ellos!». Los predicadores no son los únicos que tienen problemas con su ego. ¿Qué tal si otros reciben la alabanza que nosotros creíamos merecer? ¿Qué tal si otros reciben mejores empleos o ascensos? ¿Podremos decir con sinceridad que nos alegramos por ellos? ¿Podremos decir con franqueza que «ellos deben crecer, pero que nosotros debemos menguar»? Para algunos de nosotros no hay más grande desafío que este. Recuerde que «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (Santiago 4.6b). Que Dios nos ayude a ser más como Juan, quien clamó «¡sed humildes!» en un mundo de orgullo.15 VOZ QUE CLAMA «¡SÉ VALIENTE!» EN UN DESIERTO DE COBARDÍA Hay otros sucesos de la vida de Juan que podrían estudiarse,16 pero terminaremos con esta escena final de su vida. Hicimos ver anteriormente que sus prédicas eran penetrantes y prácticas. También eran intensamente personales. No hay mejor ilustración de esto que las palabras con que censuró al rey Herodes. … Herodes el tetrarca, [fue] reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho (Lucas 3.19). … Herodes había prendido a Juan, y le había […] metido en la cárcel, por causa de Herodías, 15 A la luz de la humildad de Juan, es irónico que algunos hayan tratado de elevarlo a un estatus que él mismo no hubiera deseado tener. En tiempos pasados, no era raro que los hombres hablaran del reino, esto es, la iglesia, diciendo que fue establecido en los tiempos de Juan. Sin embargo, Mateo habla de la muerte de Juan en el capítulo 14 y de la promesa del establecimiento del reino, o la iglesia, en el capítulo 16. En tiempos pasados, algunos usaban el término «Bautista» como justificación para denominarse a sí mismos por ese término. Será recomendable que explique usted qué significa el término «Bautista». 16 Por ejemplo, el relato acerca de la duda momentánea que tuvo Juan cuando estaba encarcelado, no se incluye en este sermón. Ese suceso es fascinante (estudie la lección «¿Tiene Jesús cuidado de nosotros?» que comienza en la página 25 de «La vida de Cristo, núm. 4»); sin embargo no encaja en el tema general de esta presentación.
mujer de Felipe su hermano; porque Juan le decía: No te es lícito tenerla (Mateo 14.3–4).
No sabemos cómo fue exactamente que se dio esta confrontación entre Juan y Herodes. ¿Vino Herodes a escuchar las prédicas de Juan?17 (Me imagino su caravana real estacionada en los alrededores de las multitudes que escuchaban a Juan.) ¿Hizo Juan un viaje a los castillos de Herodes? (Me imagino incluso al predicador de pie en el palacio real de Herodes, con los ojos lanzando destellos al presentar su mensaje.) No se nos dan los detalles, pero el texto griego indica que Juan le decía continuamente que su matrimonio con Herodías era ilícito. Para esto había que ser valiente, ¡enormemente valiente! Había que ser valiente porque Herodes era un hombre importante, un hombre influyente. Había que ser valiente porque Juan estaba haciendo una reprensión personal. Una cosa es censurar el pecado en general desde la seguridad del púlpito, y otra decirle a alguien: «Usted está en un error».18 Había que ser valiente porque Juan estaba diciendo lo que Herodes y Herodías necesitaban oír, no lo que deseaban oír. Muchos «mensajes del evangelio» no ofenden a nadie, pero Juan se dejó decir: «No te es lícito tenerla», ¡y esto molestó a sus oyentes! Había que ser valiente porque el profeta tenía que saber que por sus palabras podía pagar con su vida. No se puede irritar a un Herodes con una esposa como Herodías19 sin sufrir las consecuencias. Jesús dijo que Juan no era una «caña sacudida por el viento» (Mateo 11.7). ¡Antes él era la firme y valiente voz de Dios que denunciaba el pecado! Como ya se dijo, puede que conozca usted los detalles de la consecuencia: cómo Juan fue arrestado y cómo al final perdió la vida como resultado de un banquete de borrachos, una joven bailarina y una esposa vengativa.20 Según la tradición humana, cuando presentaron la cabeza de Juan a Herodías, 17 Más adelante se asevera que a Herodes le encantaba oír a Juan (Marcos 6.20), de modo que esta es una posibilidad muy real. 18 Algunas de las verdades que se declaran en este párrafo son parecidas a las que se dieron anteriormente, bajo el encabezado «Voz que clama “¡Enmiéndate!” en un desierto de satisfacción consigo mismo». No pido disculpas por la repetición, porque recalcar una vez más lo dicho debe servir para afirmar la importancia de estas verdades. 19 A Herodes y Herodías se les ha llamado el Acab y la Jezabel del Nuevo Testamento. 20 Si los oyentes no conocen la historia, será recomendable que la cuente brevemente. (Estudie la lección «Los peligros del éxito» de «La vida de Cristo, núm. 5».)
esta traspasó con un largo alfiler la lengua del profeta y gritó diciendo: «¡Jamás volverás a decir: No te es lícito tenerla!». Herodías tal vez creyó que había hecho callar a Juan, pero no era así. La voz de un hombre valiente no puede acallarse. La muerte del Bautista obsesionó a Herodes; y cuando este oyó acerca de la obra de Jesús, le perturbó la posibilidad de que Él fuese Juan resucitado de los muertos (Marcos 6.14). Aun cuando Juan había estado muerto por algún tiempo, su influencia había sido tan grande, que Jesús usó la obra de él para dar respuesta a los que le interrogaron (Mateo 21.23–27; Lucas 20.2–8). Que Dios nos dé la valentía de Juan: la valentía para denunciar el pecado, se encuentre este en las altas esferas o en las bajas; la valentía para acercarnos a la gente y hablarles personalmente acerca de su pecado; la valentía para hablar lo que la gente necesita oír, no necesariamente lo que desea oír; la valentía para luchar por el bien, cuales sean las consecuencias. Jesús todavía nos desafía diciéndonos: «… sed fieles, aun si tenéis que morir. Si sois fieles, os daré la corona de vida» (Apocalipsis 2.10; New Century Version). CONCLUSIÓN Juan fue «voz que clama en el desierto»: … voz que clama «¡Niégate a ti mismo!» en un desierto de halago de sí mismo. … voz que clama «¡Enmiéndate!» en un desierto de satisfacción consigo mismo. … voz que clama «¡Cree!» en un desierto de duda. … voz que clama «¡Sé humilde!» en un desierto de orgullo. … voz que clama «¡Sé valiente!» en un desierto de cobardía. ¿Cómo pudo Juan ser tal voz? ¿Cuál fue su secreto? Estaba consagrado al Señor y a hacer la voluntad de Este. Por lo tanto, se atrevió a ser diferente. Estuvo dispuesto a hablar allí donde a otras voces se les hizo callar. Que Dios nos dé hoy más hombres y mujeres como Juan. ¡Que Dios nos ayude a cada uno de nosotros a ser más como Juan!21 21
Si usa usted esto como sermón y hace una invitación, recalque que la invitación es en el sentido de consagrar la vida al Señor. Subraye que la respuesta de fe y obediencia que manda el Nuevo Testamento (Marcos 16.15–16; Hechos 2.38) es una respuesta que dice al Señor: «Te entrego mi vida a Ti, y lo que quieras que yo haga, eso haré».
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