JUAN EL CONCHERO. Thomas es un viejo pescador que pasó sus últimos años recolectando

JUAN EL CONCHERO Thomas es un viejo pescador que pasó sus últimos años recolectando conchas y cangrejos en los esteros que se encuentran ubicados ent
Author:  Ignacio Gil Mora

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El viejo que se reía Se reía con un solo diente acolmillado por años y años de andar mordiendo vaya uno a saber qué cosas. El ruido seco y cascado sal

es: Russell, Thomas A. y
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JUAN EL CONCHERO

Thomas es un viejo pescador que pasó sus últimos años recolectando conchas y cangrejos en los esteros que se encuentran ubicados entre el pueblo del Bendito y el Puerto 25, de la ciudad de Zarumilla, cerca a la frontera con el Ecuador. Thomas tiene la piel tostada por el sol y en su cara se reflejan grandes surcos entre arrugas y manchas en la piel, presenta más de una cicatriz en su cuerpo producto de las heridas que le fueron causadas al realizar su trabajo, ahora ya no trabaja, esta muy viejo y pasa sus días en el Puerto 25 contando sus historias, a quienes quieran escucharlo, jamás se cansa de hablar, pasa saliva y de vez en cuando enciende un cigarrillo, antes se fumaba “puros” macerados en cañazo; esos si eran buenos, afirma el viejo Thomas, en una gran en una mesa muy vieja, se puede apreciar caracoles, conchas y algunos caparazones de cangrejo, ese pequeño me dice: es del cangrejo violinista no se come pero cuando estas con hambre saben muy rico, ese carapacho azulado es de un cangrejo “sin boca” y no es porque no tiene boca, sino que así se llama, le pregunto: por qué le pusieron así, y el se ríe y me dice: no seas tan pe … así se llaman … ; esa de allá es de una jaiba de estero y la de acá es de una jaiba de mar; la de mar es mas grande, mas carnuda y mas rica; si te preparas una sopa en la noche no puedes dormir … es puro fósforo, te quema la cabeza, es buena para los tíos … y se ríe, dejando entrever sus dientes negros y amarillos; tienes que aprender mucho muchacho, me dice, … tienes que aprender y se ríe de nuevo. Ahora se acuerda del “sapo brujo” que lo pico; me enseña la pierna y puedo ver una gran cicatriz que parece un pequeño cráter lunar, esa vez casi me muero, dice el viejo Thomas, parecen pescaditos pero son más feos

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los condenados, tienen bastante veneno, ese día, dice el viejo; “yastaba” de regreso y la marea había bajado totalmente; así que me vine caminando por el estero que tenía poca agua y de pronto sentí un dolor muy fuerte, creo que se dice agudo pero los sientes hasta … más allá del agudo y del puntiagudo te duele ya no …, grite y no me pude mover, no sentía la pierna, me olvide de mi “jicra” (bolsa de red para pesca) en la que tenía mis cangrejos, tanto esfuerzo que me había costado sacarlos de sus huecos, donde se esconden. También traía algunas conchas negras, conchas rayadas y conchas pata de burro, me arrastre sobre el barro, la pierna me ardía, me quemaba y ni agua para echarme en la herida, enseguida supe que era un “sapo brujo” el sol quemaba muy fuerte o era la fiebre, no lograba escuchar nada. Cuando me desperté estaba en mi casa, era de noche y mi buena mujer que Dios la tenga en su gloria estaba a mi lado, con un trapo que mojaba en una tina me sobaba la frente, para bajar la fiebre, estaba cansado y el sueño me vencía, antes de amanecer escuche cantar al gallo y a mi esposa encendiendo los palos en la cocina; recién me acordaba de todo, me miré la pierna y estaba recontra hinchada, bien inflada. Más tarde ella me dio café y yo le sonreí, por poco y no lo cuentas - me dijo - gracias a Dios te encontraron; más tarde llegó el compadre Pocho con algunos amigos; me miraron la pierna y comenzaron a mover la cabeza, - cumpa si te llevamos al hospital te mochan la pierna – entonces me asuste mucho, me dice el viejo Thomas. Y que hicieron le pregunte, lo que tu ves en mi pierna me dijo; calentaron un fierro y chassssss me quemaron la herida, para que no se infectara, ellos fueron unos fatales, sin avisarme porque sino me mariconeaba y no me dejaba; luego me echaron un poco de aguardiente, de

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ese cañazo del firme, no como el que venden ahora, menos mal que me dejaron el resto de la botella para que me sirva de consuelo … y estuve en la cama cinco días, tuvieron que matar dos gallinas para alimentarme … y después nuevamente al manglar, me amarre la pata y a chambear, al verme todos se alegraron, antes éramos muy pocos y todos nos conocíamos, en ese entonces solo los pobres comían conchas negras, se las degustaba en aguadito, en sanguito de maíz, en ceviche o asadas, solíamos recolectar mas de trescientas conchas cada uno, hoy a duras penas se alcanzan un ciento de ellas.

El viejo Thomas sonríe y dice que es cuestión de maña, pues, admira mucho a Juan, “Juan el Conchero” así le llaman, él no es como los demás, a él siempre le ha ido bien, encuentra buenas conchas, grandes y hermosas, parejitas, vive bien, no es como los demás, no tiene ninguna cicatriz, no fuma, tampoco bebe, es raro, ni parece conchero, donde has visto conchero o cangrejero que no tome, tiene una bella mujer y dos lindos niños, vive en lo que ahora llaman “Campo Amor” fue uno de los primeros pobladores, nadie sabe nada de él, ni de donde vino, ni como fue a parar al manglar, su mujer dice que es de “Mata Palo” ; pero allá, nadie la conoce, además sus hijos están “moros” (sin bautizar) y bien “moñones” (varón que nunca se le ha cortado el cabello). Juan no habla mucho solo saluda, sonríe y se va en su canoa solo, se mete al fondo, según dicen, pero nadie lo ha visto ni se ha encontrado con el, la gente lo respeta y le tienen miedo, dicen que ha salido del manglar, otros que esta compactao con el diablo, pero yo soy el único que se su historia pero nadie me cree, así que hace mucho tiempo que deje

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de contarla. Entonces lo aliento para que me la cuente y el se niega moviendo la cabeza, te vas a reír igual que los demás, me dice, entonces le ofrezco unas hojas de tabaco y una botella de aguardiente, que mi viejo me ha dado para que se las obsequie, y sus ojos brillan, sus agrietados labios sonríen, se alegra, ahora parece un niño con una bolsa de caramelos y me dice tu si sabes muchacho, vas ha llegar muy lejos, más allá de los esteros, muchacho, allá donde va Juan, “Juan el conchero”; entonces su cara cambia de aspecto, arruga la frente y me dice: Una vez seguí a Juan para saber de donde sacaba sus conchas, lo seguí por el estero, en mi “canoa” ; él remaba muy tranquilo y parecía que ni se agitaba, en cambio Yo tenía que remar con todas mis fuerzas para no perderlo de vista, tomaba un canal y luego otro, y el mangle cada vez más tupido que no se veía el sol, hasta que por fin se detuvo; yo me detuve también a cierta distancia pegado al mangle, unos hermosos cangrejos me distrajeron un poco y cuando levante la mirada nada no estaba Juan ni su canoa y ahora tampoco estaban los cangrejos, busque por un lado y por el otro y nada. Al día siguiente Juan no vino al manglar y fue como si la suerte estaba de mi lado ese día recogí como ocho “sartas” de cangrejo y unas trescientas conchas negras y para redondear el día me encontré varado en el estero un pez robalo de 30 libras, eso si que estuvo bueno, lo vendí en Tumbes y no trabaje dos días. Cuando regrese al manglar, otra vez me tope con Juan el Conchero, el me miro y me saludo diciéndome te has doblado verdad, yo le dije nada, puro cuento nomás, el sonrío y se alejo a pie y otra vez me salto la curiosidad de seguirlo, en un dos por tres desapareció por el sendero del estero del Puerto 25, yo me apure y pude alcanzarlo a ver cuando se subía en su “canoa” (bote angosto

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y largo); regrese a prisa tome mi canoa y lo pude alcanzar con la vista, estaba muy agitado, estaba vez no le perdía de vista, nadie me distraía, ni las garzas, ni las gaviotas, ni un “guaraguao” que revoloteaba muy cerca de mí, estaba decidido a no perderlo esta vez. Por fin se detuvo y lo vi amarrar su canoa, esta vez me fui derechito con mi canoa hasta donde el la había amarrado. Curiosamente no había ninguna entrada. Así que me arrastre por debajo de las raíces de los mangles hasta sentir en mi boca y nariz el olor del barro del manglar, me estuve arrastrando un buen tiempo, hasta que pude agazaparme por un pequeño sendero; no reconocía el lugar, yo había estado en cada parte del manglar y lo conocía muy bien; pero estaba seguro, que allí en ese lugar estaba por primera vez. No se escuchaba nada, todo era silencio, seguí avanzando agazapado, por ratos me perdía no encontraba espacio para seguir avanzando, luego descubría un pequeño espacio y por allí seguía y nada de

“Juan el conchero” ni rastro de el.

Cuando ya estaba desanimado por el calor y el cansancio, escuche algo como el sonido de un tambor, pero muy lejano, nunca antes lo había escuchado, así que afile bien la oreja y seguí el ruido. De pronto a mi costado descubrí las huellas de Juan, las seguí y el ruido del tambor se convertía en música, escuchaba algunos gritos de gente y seguí avanzando, esta vez de pie y no te miento, por primera vez tuve miedo de encontrarme solo, la claridad del día no era normal, los mangles tenían otro aspecto, estaba confundido, quise regresarme pero no atinaba ni siquiera a mirar atrás, estaba encantado por la música, camine con el corazón en la boca, me agitaba y mi emoción era grande, no era espejismo ni un sueño, de eso estoy seguro, podía ver mucha gente danzando, alzaban las manos al cielo,

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gritaban y hablaban no se qué, tenían y no tenían ropa, nunca pude acordarme de ello, no podría precisar si eran hombres o mujeres, pero de algo si estoy seguro, allí estaba Juan, “Juan el Conchero” como jefe del grupo, yo lo vi con mis propios ojos, nadie me lo contó, allí esta Juan y era el Jefe, estaba como sentado, no recuerdo sobre que. De pronto el me descubrió clavo sus ojos en los míos y me señalo, todos se paralizaron y la música se detuvo y en un dos por tres toda la gente se me vino encima, yo me tire al suelo y cerré los ojos esperando a que vinieran por mí, escuche como si miles de animales en estampida venían hacía mí, me encogí lo más que pude, me tape la cabeza con mis manos y subí las rodillas hasta mi cara y espere. No se cuanto tiempo estuve así, pero ya no se escuchaba nada, todo era silencio, nada de nada, abrí lentamente los ojos y la claridad se había ido, empecé muy temprano en la mañana y ahora parecía de tarde, me pare con las piernas temblorosas y corrí, me agazape, me arrastre como pude, hasta que llegue al estero y vi mi canoa mas arriba, así que nade hasta allí desesperadamente, trague agua del estero por primera vez, me trepe a mi canoa y curiosamente allí seguía la de Juan, rompí la rama del mangle y reme con todas mis fuerzas, hasta el puerto 25. Ni siquiera me cambie de ropa cogí mi jicra y ni siquiera me di cuenta que estaba llenas de grandes y hermosas conchas negras, igualitas a las que captura Juan. Regresé a mi casa en “Campo Amor” asustado y me sorprendí aún más cuando pude ver a “Juan el Conchero” en el corredor de su casa contando sus conchas negras, iguales a las mías, me sonrío y yo no supe que hacer, desde ese entonces dice el viejo Thomas, supe que Juan el Conchero era un hombre bien pero bien extraño.

FIN

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