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to por su pasado como por su futuro. La historia em. pieza cuando se transmite la tradici6n; y la tradici6n significa el traspaso de los habitos y las lecciones del pasado al futuro. Empieza a guardarse memoria del pasado en beneficio de ulteriores generaciones. «EI pensamiento hist6rico -escribe el historiador holan. des Huizinga- siempre es teleologico» (30). Escribia hace poco Sir Charles Snow refiriendose a Ruther, ford que «como todos los cientificos ... tenia, casi sin pensal' 10 que significaba, la medula impregnada del futuro» (31). Sospecho que los buenos historiadores, 10 sepan 0 no, tienen la medula impregnada del futu­ roo Ademas de la pregunta lPor quej', el historiador tambien plantea la interrogante lAd6nde?

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Q~ . trad, ing., pagi­ na 50. Trad. esp.: Hombres e Ideas.

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.­ que nuestra sociedad sea destruida 0 se extinga al final de una lenta decadencia, y que la historia vuel­ va a caer en la teologia -es decir en el estudio, no de los logros humanos, sino del designio divino-, 0 en Ia literatura -es decir en la narracion de cuentos y Ieyendas sin proposito ni significado. Pero esto no sera historia en el sentido en que la venimos cono­ ciendo en los ultimos doscientos afios. Todavia tengo que ocuparme de la conocida y popular objecion que se opone a cualquier teoria que situa el criterio decisivo de juicio historico en el fu­ turo. Semejante teoria, reza el reparo, implica que el exito es el criterio decisivo del juicio y que 10 que venga, si no 10 que hay, esta bien, sea como quie­ ra. Durante los ultimos doscientos afios la mayoria de los historiadores, no solo han supuesto una direc­ cion seguida por el movimiento de la historia, sino que, a sabiendas suyas 0 no, han creido que esta di­ reccion era en su conjunto la direccion justa, que la humanidad se movfa de 10 malo a 10 mejor, de 10 mas bajo a 10 superior. EI historiador, adernas de recona­ cer la direcci6n, la aprobaba. La prueba de signi­ ficacion que aplicaba a su enfoque del pasado con­ sistfa ademas de en un sentido del curso seguido por el devenir historico, en un sentido de su propio em­ pefio moral en que siguiese dicho curso. La alegada dicotomia entre «ser» y «deber ser», entre hecho y valor, estaba resuelta. Era una concepcion optimista, producto de una edad de desbordante confianza en el futuro; whigs y liberales, hegelianos y marxistas, teologos y racionalistas, permanecieron firmemente, y con mas 0 menos congruencia, adictos a ella.' Durante doscientos afios, pudo describirsela, sin de­ masiada exageracion, como la contestacion acepta­ da e implicita a la pregunta de lQue es la Historia? La reacci6n contra ella vino con el animo aprensivo y pesimista de nuestros dias, que ha dejado libre el terreno a los teologos que buscan el significado de 190

ia historia fuera de ella, y a los escepticos que no en­ cuentran sentido alguno a la historia. Se nos dice por todas partes, y con el mayor enfasis, que la dicoto­ mfa entre «ser» y «deber ser» es absoluta y que no puede zanjarse, que no se pueden derivar «valores» de los «hechos», Creo que este es un camino equivo­ cado. Veamos como han enfocado esta cuestion unos cuantos historiadores, 0 escritores acerca de la histo­ ria, elegidos mas 0 menos al azar, Gibbon justifica el mucho espacio que dedica en su narraci6n a las victorias del Islam diciendo que «los discipulos de Mahoma todavia detentan el cetro secular y religioso del mundo oriental». Pero, afiade, «la misma tarea constituiria una perdida de tiempo si la dedicaramos al estudio de las multitudes de sal. vajes que, entre los siglos VII y XII, bajaron de las mesetas de Escitia», puesto que «la majestad del tro­ no bizantino rechaz6 y sobrevivio a estos ataques desordenadoss (22). No parece del todo descamina­ da esta afirmacion, La historia es, en terminos gene­ rales, recuento de 10 que han hecho los hombres, no de 10 que se frustr6: en cuya medida es una narra­ cion del exito, El profesor Tawney observa que los historiadores dan «un simil de inevitabilldads a un orden existente «trayendo a primer plano las fuerzas que han triunfado, y relegando hacia el fondo las que han sido derrotadas por las primeras» (23). lPero acaso no es esta en cierto sentido la esencia del tra­ bajo del historiador? EI historiador no debe infrava­ lorar la oposicion: no debe representar la victoria como un paseo militar cuando fue hija de un duro combate. A veces los que fueron vencidos contribu­ yeron tanto como los vencedores al resultado final. Son estas maximas familiares a todo historiador. Pero, por 10 comun, el historiador se ocupa de los (22)

tulo Iv.

GIBBON,

(23) R. H.

The Decline and Fall of the Roman Empire. capf­

TAWNEY,

(1912), pag, 177.

The Agrarian Problem in the Sixteenth Century

191

que, vencidos 0 derrotados, llevaron algo a cabo. Yo no soy un especialista de la historia del futbol, Pero sus paginas estan seguramente saturadas de los nom­ bres de los que metieron goles al adversario en tanto que no se habla de los que quedaron en off-side. La famosa afirmaci6n de Hegel de que en historia «s610 pueden llegar a nuestro conocimiento aquellos pueblos que forman un Estado» (24), ha sido atina­ damente criticada por reconocer un valor exc1usivo a una forma de organizaci6n social y por dejar fran­ co el paso a un censurable culto al Estado. Pero en ,,' principio, 10 que Hegel trataba de decir es correcto, y refleja la familiar distinci6n entre pre-historia e historia. S610 los pueblos que han sabido organizar en cierto grade su sociedad dejan de ser salvajes pri­ mitivos y penetran en el recinto de la historia. Car­ lyle, en su Revolucion Prancesa, llam6 a Luis XV «una verdadera encarnaci6n de Solecismo Mundials. Es evidente que Ie gust6 la metafora, porque la c~ loca de nuevo en un parrafo ulterior mas largo: ,Que nuevo y vertiginoso movimiento univer­ sal es este: de instituciones, acuerdos sociales, mente individuales, que una vez cooperaron en su funcionamiento y ahora. giran y muelen en loca colisi6n? Ineludible; es el estallido de un Sole­ cismo Mundial, por fin agotado (25). Una vez mas el criterio utilizado es hist6rico: 10 que era adecuado para una epoca se ha mudado en solecismo en otra, y por esta raz6n queda condenado. Hasta el mismo Sir Isaiah Berlin, cuando desciende del olimpo de las abstraciones filos6ficas y pasa a considerar situaciones hist6ricas concretas, parece (24) Lectures on the Philosoph,. of History (trad. lngl., 1884), pi\­ gina 40. (25) T. CARLYUl, The French Revolution, I, i, cap. 4; I, iii, capi­ tulo 7.

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haber llegado al mismo punto de vista. En una con­ ferencia radiada a poco de la publicaci6n de su libro sobre 10 Inevitable Hist6rico, encomi6 a Bismarck, pese a sus defectos morales, como «un genic» y el «mas alto ejemplo en el siglo pasado de un hombre de Estado dotado de las mayores capacidades pe juicio politico», comparandole de modo favorable .con hombres como Jose II de Austria, Robespierre, Lenin y Hitler, quienes no alcanzaron a plasmar en la realidad «sus metas positivas». Me parece incorrecto este veredicto. Pero 10 que me interesa en el momen­ to presente es el criterio de que Berlin se ha valida en su juicio. Bismarck, dice Sir Isaiah, comprendi6 la materia con que trabajaba; los demas se dejaron arrastrar a 10 lejos por teorfas abstractas que no fun­ cionaron. La moraleja a deducir es que

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