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La Acción Católica y los Campamentos Si hay una actividad formativa que ocupa un lugar destacado en la vida de la Acción Católica es el campamento. Sin lugar a dudas, y dado los registros de la historia, en las páginas escritas de sus publicaciones, fueron los muchachos de la JAC, los que hicieron punta; cargándose mochilas al hombro y recorriendo largas distancias para aprender en el contacto con la naturaleza, mucho sobre Dios y sobre la comunidad. La montaña fue el lugar elegido de aquella época; los Andes, las Sierras dieron el marco para aprender a templar el carácter, a consolidar la fe y la convivencia de los numerosos grupos que se animaban a estas travesías en los años cuarenta. El primer Campamento Andino de la JAC se llevó a cabo “a media legua de San Martín de los Andes (Parque Nacional Lanín)”, testimonia una crónica de la época. Corría el año 1941 Participaron de él 35 jóvenes de todo el país, entre ellos el Director Espiritual, Pbro. Emilio A di Pasquo, el Director Técnico, Dr. Lamberto Lattanzi. La revista Sursum editada por el Consejo Superior JAC de aquellos años decía: “El éxito obtenido ha sido amplio y prometedor, y hace abrir fundadas esperanzas de que la JAC pueda pronto establecer en forma definitiva la obra de sus Campamentos, educadores del cuerpo y del alma, e incorporarla a las múltiples ventajas que presta a sus socios y utilizarla al mismo tiempo como instrumento de apostolado” El segundo fue en Villa Mascardi, Bariloche, en enero de 1942. Se realizó en dos tandas y los sucesivos se realizaron en el Lago Moreno, en Colonia Suiza, hasta volver a orillas del Mascardi. La profecía escrita en la Sursum fue cumplida, porque a partir de allí, la JAC y luego la AJAC; hoy el Área Jóvenes y también el Área de Aspirantes, siguen realizando esta experiencia de vida que en su itinerario formativo constituye un instrumento fundamental para la maduración personal y de la fe, en ese proceso integral que caracteriza nuestro estilo formativo misionero. A lo largo del tiempo, son muchos los testimonios de quienes cada año, arman su mochila, preparan sus carpas y parten a vivir un encuentro particular del grupo, alejado de ciertas comodidades y reactualizando nuestra condición de peregrinos. Entre los múltiples lugares que reciben a los chicos y chicas de la Acción Católica; la montaña ocupa un lugar especial, desde sus inicios. Bajo aquella orientación de Pío XI “la montaña gran maestra”, fue ella el escenario privilegiado de estos momentos vividos a lo largo y ancho del país, sea ya en los majestuosos Andes, como en las Sierras cordobesas o puntanas, o las Sierras de Tandillia y Ventana por mencionar algunos puntos de referencia. No es posible enumerar la cantidad de campamentos realizados; a nivel nacional se sumaron por décadas unos cuantos, interrumpidos en algún momento de crisis y retomados con ciertos intervalos o recapitalizados de diferentes maneras en Campamentos diocesanos, ínter diocesano, etc. Pero también la cuenta
debería llegar a cada grupo parroquial que ha valorado este instrumento y lo tiene incorporado a la vida propia del grupo de Acción Católica que cada año, en algún momento, generalmente llegado el verano, inicia su marcha campamentil. La Cabaña Pío XI Muchos de esos pasos confluyen a un punto de encuentro “místico”, un “lugar en el mundo” privilegiado quizás porque esa “gran maestra” susurra al oído muchas historias y las trasmite para quién llega, al menos una vez, a ese rincón del Mascardi, apenas identificado con un simple cartel en el que se lee “Cabaña Pío XI”. No ha faltado un desprevenido que al escuchar de la cabaña, esperara un modesto pero cómodo hospedaje de turismo, pero la Cabaña en realidad es un refugio simple, austero, que respira en sus sesenta años muchas historias vividas, fuertemente vividas, que aloja la noche fría mientras se cuentan anécdotas en rueda de largos mates, la noche antes del regreso cuando las carpas ya cerradas anuncian que vamos camino a casa, es el reparo del viento fuerte o la lluvia que se descarga algunos veranos mientras el tiempo pasa rápido compartiendo la vocación y la misión asumida. Es el punto de encuentro común para las muchas “tiendas” que se arman a su alrededor y que traen el peregrinaje del año para regresar a él, fortalecidos y esperanzados. Construida a mediados de 1950, para ser exactos en 1955, en el km 73 del camino al Ventisquero Negro, a un kilómetro del Hotel Tronador y a 8km de Pampa Linda, por un grupo de jóvenes organizados en tandas, Pío XI se levanta en un recodo del camino al Tronador, sobre la margen del lago del mismo nombre, en la zona que llaman los lugareños “del Quemado”, en referencia a la ubicación del antiguo hotel Tronador que desapareció en un incendio. El predio cedido por Parque Nacionales, cuya acta de posesión está fechada el 3 de septiembre de 1952, siendo presidente JAC Juan Vázquez, es uno de los puntos más hermosos de este recorrido. La playita, las bahías, el marco imponente del Tronador más allá del lago, el Bonete, son puntos que los acampantes del lugar comienzan a tener en su memoria como nombres familiares, marco de amistades profundas, aunque se encuentren una vez al año. Fue Manuel Bello hacia el año 1945 quien empezó las gestiones para obtener este predio y realizada la concesión se organizó una comisión PRO-Cabaña, integrada por los dirigentes Florencio Arnaudo, Jorge Díaz Peña, José Balbin y el padre José M Mac Kinnon para la construcción y administración de la misma. Elfo Morales, ex dirigente JAC y HAC nacional, actual dirigente parroquial, un militante con nombre propio, nos cuenta:” Algunos se quejaban porque costaba muy caro ir a Bariloche, aunque viajábamos en tren, en clase segunda, con asientos de madera. Pero Dios se nos manifestaba en la belleza de esa naturaleza, en la nieve, en los cerros, en la luna llena, donde además recibíamos los pensamientos espirituales de Mons. Carreras.
En estos campamentos arquidiocesanos conocí al Padre Lombardero y a Mons. Zazpe. Él tenía una chispa, un humor que era incomparable. Era un compañero, estaba en todos lados, se interesaba por todo, de tu trabajo, tu estudio; era un gozo estar con él….Los campamentos siempre creaban un espíritu solidario. Una vez rescaté a uno de los sacerdotes que por lavar su ropa en el arroyo, lo llevó la corriente, y lo salvé. Él siempre me lo agradece, pero yo no recuerdo. Hacíamos muchas cosas en los campamentos, nos bañábamos en el lago y Zazpe era un buen nadador, él nos ponía las marcas hasta donde podíamos ir. Una vez subimos al Cerro López con los aspirantes, y nos demoramos en regresar al campamento porque quisimos volver caminando. Zazpe estaba tan preocupado, que dejó de rezar recién cuando escuchó nuestros cánticos, pensó que nos había pasado algo, porque nos habíamos ido en camioneta. Zazpe era como un padre.” La Cabaña, durante mucho tiempo, en esta su primera etapa de vida, albergó a las camadas de jóvenes que amantes de la montaña se aventuraban a un largo viaje en tren , y con los años en micro, para disfrutar del silencio sobrecogedor de la montaña, el rugir certero del Tronador, las caminatas por los senderos y filos de los cerros, el encuentro siempre increíble el agua clara de ríos y lagos. Entre 1953 a 1956, el número de participantes fue creciendo de 56 a 99 y el folleto “Montaña Escuela de Vida” consigna que para 1957 se esperaban 6 tandas de acampantes. La crisis de los finales del 60 y del 70, trajo un largo silencio a este lugar de memoria invalorable. Los postigos se cerraron y el predio cobijo una latente espera para que aquella “ceniza” que aun ardía, volviera a encender la llama fuerte que iniciara un nuevo “ascenso” a la montaña. Como una segunda fundación Así a principio de 1980, más exactamente en 1982, mientras los jóvenes de la diócesis de San Martín gestaban un campamento en el sur, la Providencia los cruzó con un sacerdote, que había sido un joven de la JAC, de aquellos protagonistas de los días en la Cabaña. Juan, el padre Juan Vázquez, corazón de aquellas épocas de proezas en el marco inconmensurable del Mascardi, animó el “reencuentro” de este lugar “perdido” en la montaña, que a lo largo de 15 o 20 años, había dejado de latir cada verano. No había muchos datos certeros, ni información muy precisa; sólo la reconstrucción de la historia vivida y atesorada como un punto para una búsqueda bastante incierta. No obstante, con la esperanza centrada en ubicar el predio que guardaba silencioso parte de la historia, con algunas referencias típicas del paisaje ( frente al Bonete, en la zona del quemado , a más o menos 10 km de Pampa Linda y a un kilómetro aproximado del Hotel Tronador…) un matrimonio de Acción Católica de San Martin1, en plena luna de miel, fue el encargado de esta “expedición” para tratar de ver, si era posible que el Campamento en el “sur”, volviera al lugar de donde nunca habría que haberse ido. Así, en diciembre de 1982, entre la 1
Emilio y Claudia Inzaurraga.
navidad y el fin de año, a escasos 10 o 12 días de la partida de aquel campamento diocesano de 1983, se ubicó la Cabaña Pío XI, que tal cual había sido descripta, permanecía allí a la espera de una nueva “temporada” campamentil, donde sellar no pocas enseñanzas para la vida. La sombra de una cruz perfilada sobre el verde de predio fue la señal que desde el camino guio a Emilio y Claudia hasta aquella “cabaña” que seguía de píe con la esperanza de ser “refundada”. Sombra proyectada por el viejo cartel con el nombre tallado en madera por alguna mano joven de aquellos años y el vértice del techo a dos aguas de tejas de alerce negro, en una serena y luminosa tarde del tiempo navideño. Así comenzó la segunda etapa de la vida activa de este lugar significativo, ya que desde enero de 1983 se reiniciaron los campamentos primero de varones y luego de varones y mujeres de las Áreas de Jóvenes de San Martín, Rosario, Lomas de Zamora, San Justo, Avellaneda Lanus, San Juan, Mercedes Lujan, Santiago y muchos otros, que pasaron y pasan por el Mascardi quedando atrapados por su “mística”. Campamentos nacionales, diocesanos, parroquiales; de grupos de amigos que vuelven ya más grande con el deseo de abrir “esta casa” a otros amigos, familias cuyos padres participaron de algunos de aquellos campamentos y hoy regresan con sus hijos a revivir parte de la historia familiar entretejida en los fogones, la playita y la cabaña, sacerdotes que meditaron su opción vocacional siendo laicos mientras la luna iluminaba el lago; esposos que se pusieron de novios allí, todos de una manera u otra “amigos” unidos por el lugar común, “la casa”, donde la vocación y la misión los hermana. Como no recordar aquí nuevamente al padre Juan Vázquez, a Quique Martínez, a Diego Cerdá a quiénes aún se los siente presente entre nosotros a pesar de estar ya en el cielo; como no hacer memoria agradecida de Luis Nieto, Leo Flores, Damián Hernández, y en ellos, a tantos otros que año tras año, trabajaron o trabajan para que cada enero el Consejo Nacional inaugure a través del “cabañero”, la temporada para recibir a quienes suben- como Pedro, Juan y Santiago junto al Maestro- para descubrir su rostro resplandeciente en la caminata, la marcha de ascensión al Cerro, el fresquito baño en el lago, la Misa en la playita o la “capilla” silvestre para regresar luego del encuentro fraterno, a la realidad de cada ambiente donde se testimonia la fe, donde se forja la santidad. Bajo el amparo de María, cuya imagen fuera entronizada en 1984 y la intercesión del Beato Pier Giorgio Frassati, amante de la montaña, sobre la cual escribiera “Me siento cada día más apasionado por la montaña, me atrae su fascinación. Deseo cada vez más vivamente escalar las cumbres, llegar a las más elevadas
cimas, experimentar esa alegría pura que da la montaña” (VIII, 1923) Pío XI es un destino privilegiado de la historia de los Campamentos de Acción Católica.2
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Fuentes. Artículos de Sursum. Una historia de los Campamentos de AC, Leonardo Salgado. En Carpa, Leonardo Salgado. 75 años. Pasión y Servicio.