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La arquitectura en Culiacán durante el Porfiriato: 1880-1910
Martín Sandoval Bojórquez*
Antecedentes En el noroeste de nuestro país y concretamente en el estado de Sinaloa se presenta una carencia e incluso una ausencia de estudios acerca de las distintas expresiones arquitectónicas a través de su historia.99 Esta situación quizá este motivada por diversas razones entre las que destaca el aislamiento cultural que por siglos se padeció y que en cierta forma permanece latente, así también por lo que se refiere a la cantidad, e incluso calidad de nuestras diversas manifestaciones artísticas comparadas con la de otras regiones del país. Sin embargo, existieron momentos en el desarrollo cultural de nuestra región que constituyen momentos felices, ya que su producción es comparable a las de otras regiones. Así, el porfiriato un periodo que abarca las dos últimas décadas del siglo pasado y la primera del presente significó para nuestra región uno de los momentos más ricos en la producción de nuestra cultura material: se ————— * Profesor e Investigador de la Escuela de Arquitectura/UAS. 99 Basta observar cualquier libro de historia del arte mexicano, para comprender que los estudios se concentran en el centro del país, espacio donde se generó una elevada producción artística prehispánica y la riqueza del arte colonial. Es interesante el número de estudios de los centros mineros del norte, pero la ciudad Culiacán no se caracterizó como importante durante la época colonial. De la época Independiente hasta nuestros días también es frecuente encontrar estudios artísticos para las más diversas partes del país, de igual manera, Culiacán carece de ellos.
consolidó la estructura urbano arquitectónica de la ciudad, se introdujeron los servicios de energía eléctrica, agua potable y drenaje, se embellecieron las plazas con kioscos y jardines y se construyeron una cantidad sin precedentes de edificios sobresalientes tanto administrativos, culturales, religiosos, lo mismo que extraordinarias casas habitación, consolidando lo que hoy denominamos el casco histórico. Además, es en estos años que aparecen las primeras colonias y el trazo del primer bulevar que pretendía incorporar lo más en boga de la urbanística moderna mundial. Este ambiente creador y ordenador del espacio urbano arquitectónico conlleva a que se delimite el centro histórico creando numerosas calles y avenidas, y prolongando y ampliando algunas que se encontraban angostas o cerradas. La ciudad de Culiacán durante esos años adquirió una fisonomía de ciudad moderna, con todos los servicios y espacios necesarios para el desarrollo de la vida aristocrática de la ciudad porfirista. Hoy que la ciudad experimenta un nuevo y acelerado crecimiento en su estructura urbana los distintos gobiernos no han puesto en práctica medidas tendientes a evitar la sistemática destrucción del centro histórico, día tras día desaparecen de la imagen urbana algunos de nuestros edificios antiguos o en el mejor de los casos cuando estos se conservan, son intervenidos de manera abusiva, adaptándolos para que cumplan mejor la función comercial sin darles la menor importancia a sus valores histórico y estético. Siendo la mayoría de los edificios del centro histórico de la ciudad de Culiacán construidos durante el porfiriato, se encuentran actualmente seriamente amenazados con desaparecer como expresión cultural de una época; por eso, es impostergable y urge estudiarlos y analizarlos, desarrollando una cruzada tendiente a rescatar esos añosos inmuebles que al perderse se llevan con ellos parte importante de nuestra memoria histórica. Los nuevos propietarios de las viejas casonas decimonónicas desposeídos de la más elemental cultura, en un fin de semana, destruyen de manera silenciosa las bellas construcciones pertenecientes a sus antepasados, más lúcidos, que supieron crear obras con carácter y apegadas a la voluntad estética de aquélla época. En el mejor de los casos
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hacen desaparecer los interiores, dejando un llano y la fachada –o parte de ésta- que sólo sirve de muro y a los pocos días ostenta un letrero promocionando un estacionamiento público. La crisis de identidad que estamos viviendo en la sociedad se refleja en la destrucción masiva del casco histórico de nuestra ciudad, sustituyendo los sólidos y antiguos muros por fachadas acartonadas y de oropel que envuelven edificios “posmodernos” amanerados y carentes del más elemental valor formal. Las obras urbanas impulsadas por los gobiernos en el centro histórico, como construcción de puentes, ampliación de calles y remodelación de plazas son tímidas y pobres; denotan inmediatamente la ausencia de una propuesta urbana arquitectónica. No resuelven problemas sino que los generan al ser simples palíativos carentes del más elemental sentido del respeto histórico. Por eso es que resulta apremiante el estudio de épocas y estilos arquitectónicos de los que aún quedan evidencias que nos permitan conocerlos y valorarlos, antes de que la devastadora destrucción de la sociedad que se supone moderna acabe con ellos.
Transformaciones urbanas de la ciudad Desde su lejana conquista y fundación comúnmente aceptada en 1531 por el entonces terrible conquistador Nuño Beltrán de Guzmán la pequeña Villa de San Miguel de Culiacán permaneció un tanto aislada y ajena a los temporales desarrollos que alcanzaban a otras regiones del país. Sujeta a drásticas depresiones demográficas motivadas por distintas causas entre las que destacaban la necesidad de trasladar población para ocupar otros espacios conquistados en el extenso noroeste, se convirtió en lugar de frontera y punto de apoyo de las expediciones de conquista de la región. Esta situación impidió que a pesar de ser la población más antigua y permanente de todo el noroeste su crecimiento poblacional fue limitado. A principios del siglo XIX y ya para terminar la época colonial, es cuando se empiezan a dar ciertos cambios importantes en la vida económica,
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política y social y van a repercutir éstos, gradualmente en el cambio de imagen de la ciudad.100 La población de la ciudad y su región aumenta, la consolidación jerárquica de la todavía villa respecto a las demás poblaciones se fortalece y en la mancha urbana se da un proceso de apropiación del espacio territorial. Se empieza a dar un trazo más claro de las calles y su articulación respecto al centro formado por la plaza-parroquia. Las familias más acaudaladas se posesionaron alrededor de este centro y empezó una lenta expansión hacia el oriente y poniente favorecido por la rivera del río. Podemos afirmar que es hasta entonces que se va ir consolidando la mancha urbana. Es a partir de la independencia del país que se da un desencadenamiento de complejos procesos generando una dinámica regional propia que trae como consecuencia una mayor integración al acontecer nacional. A partir de la segunda década del siglo XIX Culiacán adquiere la categoría de ciudad y capital del reciente estado de Sinaloa. La presencia de los poderes civiles y religiosos impulsa durante la tercera y cuarta década la aparición en la escena urbana de importantes edificios que comienzan a configurar la fisonomía de una ciudad. La llegada al poder de la familia De la Vega y la presencia de otros actores importantes en la vida de la ciudad entre los que destaca la figura del obispo Lázaro de la Garza y Ballesteros y el establecimiento de la Casa de Moneda, provocan que la ciudad de Culiacán experimente un importante crecimiento que podemos definir como la primer modernidad arquitectónica o la primer puesta al día en cuanto a las tendencias formales que se generaban en el resto del país. Se construyeron en estas primeras décadas de vida independiente edificios como La Casa de Moneda, La fábrica de hilados y tejidos El Coloso, el Seminario Conciliar y Tridentino ————— 100 En el último tercio del siglo XVIII y como producto de las Reformas Borbónicas que tuvieron en nuestra región una aplicación más cuidadosa, se creó en 1779 el Obispado de Sonora con sede en Arizpe, abarcando al actual estado de Sinaloa dentro de sus juridicciones. Ante la lejanía de la sede seleccionada y lo expuesto a los ataques de los apaches, los dos primeros obispos la trasladan a Álamos, Sonora y el tercero decide ubicarla en Culiacán a partir de 1783. Esta presencia de los poderes eclesiásticos marcó una mayor jerarquía de la ciudad respecto a las restantes del noroeste.
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de Sonora, Los Portales y se dio inicio a la Catedral, entre otros edificios importantes.101 Sin embargo, los problemas no se hacían esperar y ese impulso sólo pudo materializarse en algunos edificios que mejoraron la imagen urbana, porque ya para fines de la década de los cuarenta se agudizaron los estragos, las epidemias y los vaivenes políticos que impidieron que la ciudad produjera una arquitectura y un urbanismo de mayor calidad: es decir, la ciudad se convierte en reflejo de la compleja situación que contenía en su espacio. Es en esta convulsiva etapa de la Reforma y luego de la Intervención Francesa que van a perfilarse en nuestra región y en la ciudad los primeros intentos serios por llevar a cabo un conocimiento de las características físicas y potencial con que contaba nuestro estado. Conducidos por liberales decididos como Plácido Vega se ordena la elaboración del plano más antiguo que tenemos de la ciudad elaborado en 1861. En él podemos observar que a pesar de lo convulsivo de la época desde los primeros años del siglo hasta el año de su elaboración en 1861, el crecimiento de la ciudad fue constante y sin grandes explosiones demográficas y que en los últimos años no se construyeron importantes edificios, siendo las casas habitación el tipo más desarrollado y que éstas seguramente no fueron significativas por su riqueza formal. Si bien es cierto que la ciudad presentaba una estructura más o menos homogénea, un detallado examen nos permite observar la presencia de tortuosos callejones, avenidas sin definir, y lo que es peor, calles que confluyen en el mismo punto. Esta imagen de ciudad un tanto desordenada y creciendo de oriente a poniente, con la ausencia de ————— 101 En 1823 se dio la separación de los estados de Sinaloa y Sonora y se nombró a Culiacán Capital del estado de Sinaloa y se le dio la categoría de ciudad convirtiéndola en la segunda del noroeste después de la de Arizpe. Aunque las provincias volvieron a unirse en el Estado de Occidente entre 1824 y 1830, se fueron desencadenando procesos de consolidación de la elite económica y política de Culiacán que le permitirá durante la década siguiente y ya separados definitivamente los estados a partir de 1831, iniciar poco a poco la producción de una cultura material significativa, que se va a producir hasta la cuarta década cuando las condiciones económicas y sociales fueron más favorables. Fue entonces cuando se construyeron los edificios señalados.
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servicios e infraestructura se va agudizar ya que durante los años siguientes hasta avanzada la década de los setenta y ya para iniciar el porfiriato la capital vuelve a Culiacán desde la ciudad de Mazatlán que hasta entonces era más populosa y rica y había jalado hacia élla la presencia de los poderes civiles. Un elemento que destaca en el plano es que algunas de las calles de la ciudad eran más bien arroyos que bajaban el agua del lomerío al río Tamazula y la presencia de numerosas huertas que rodeaban hacia el oriente y poniente a la ciudad. Tambien podemos observar el camino nacional que atravesaba la ciudad pero que se interrumpía en el cauce del río que carecía de puente y que por lo tanto en épocas de lluvia la ciudad permanecía aislada de todo tráfico. Es pertinente señalar que ese trazo del viejo camino será con los años venideros el punto seleccionado para colocar lo que sería el primer puente construido durante el periodo del porfiriato. El primer periodo de gobierno del porfiriato en Sinaloa (1877-1880) no fue importante en cuanto a la producción de una cultura material relevante, se convirtió en una etapa de transición entre lo agitado de los momentos anteriores y la llegada de un periodo de paz.102 Es a partir de 1880 que empezamos a observar la presencia y desarrollo de importantes transformaciones urbano arquitectónicas en la ciudad de Culiacán, medidas éstas tendientes a hacer de ella un espacio ————— 102 En un sentido cronológico estricto el porfiriato en Sinaloa inició en 1877 con la primer llegada de Francisco Cañedo Belmonte a la gubernatura. Hay que dejar claro que el estado de Sinaloa estuvo gobernado por dos hombres abarcando el periodo de 1877-1909; al igual que el país, el general Francisco Cañedo, al que comúnmente se le identifica con el periodo, y su compadre el ingeniero Mariano Martínez de Castro, alternándose ambos en los primeros cuatro periodos de gobierno y después el general Cañedo quien fue electo en siete ocasiones: 1ª. Elección 1877-1880; 2ª 1884-1888; 3ª 1892-1896; a partir de éste último año se reeligió por cuatro veces consecutivas, no pudiendo terminar la última ya que murió el 5 de junio de 1909, cubriendo apenas el primer año de su periodo que abarcaría de 1908 a 1912. Algunos historiadores consideran que supo morirse a tiempo. Es decir, al principio del desmoronamiento del viejo régimen. El otro gobernante, Mariano Martínez de Castro, fue electo por primera vez para el periodo 1880-1884 y la segunda elección fue de 1888 a 1892. Son numerosos los textos que tratan sobre la periodización de los anteriores gobernantes. Sin embargo es recomendable Héctor R. Olea. “Gobernantes del estado de Sinaloa 1877-1909” en Sinaloa textos de su historia, t. II, México, Culiacán, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora-Gobierno del Estado de Sinaloa/Difocur, 1987, pp. 126-131.
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que respondiera a la presencia de las funciones administrativas que los nuevos gobiernos más estables requerían. No obstante, es necesario aclarar que tuvieron que pasar diez años más ya que es hasta 1890 cuando llega el arquitecto Luis F. Molina desde la ciudad de México con el propósito de levantar en la ciudad un teatro y otros edificios importantes, cuando se empieza a estructurar un trazo más ordenado. El arquitecto Molina, poseedor de una formación académica en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de México, conocedor de los principios que imperaban en el urbanismo francés y con habilidades en el manejo de los trazos topográficos adquiridos durante un año durante el cual asiste a la Escuela Nacional de Ingenieros, así como una tradición familiar, se sorprende al llegar a nuestra ciudad en febrero de 1890 y ver lo desordenado de la misma. Es nombrado ingeniero de la ciudad por instrucciones del gobernador y se aboca a ordenar el espacio urbano de la antigua ciudad. Como tardara el inicio de los trabajos en la construcción de los edificios para los que fue contratado pasó a prestar sus servicios como ingeniero de la ciudad donde afirma... “en el Ayuntamiento di principio al alineamiento de las calles que todas cual más cual menos se desviaban de la dirección que convenía a sus propietarios... Y sigue diciendo ... pues algunas de ellas convergían a un solo punto, en lugar de ser paralelas”.103 Durante toda su estancia en la ciudad, el arquitecto Molina se dedicó a diversas tareas y fue el responsable y creador de las más importantes obras arquitectónicas realizadas en la ciudad durante los veinte años que van de 1890 a 1910. Sin embargo, nunca descuidó el aspecto urbano y de servicios para la ciudad. Fue pieza clave en las numerosas comisiones que promovían el mejoramiento material y también contó con el decidido apoyo de los gobernadores Mariano Martínez de Castro y Francisco Cañedo para estructurarle un mejor orden urbano a la ciudad. ————— 103 Héctor R. Olea, Semblanza del Ing. Luis F. Molina, Academia, Culiacán, México, revista trimestral, Academia de Cultura Sinaloense A.C.., “Alejandro Hernández Tyler”, 1987, p. 7.
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Es muy frecuente encontrar en el Diario Oficial del Estado de Sinaloa diferentes decretos en los que se ordenaban numerosas expropiaciones de viviendas y solares “por causa de utilidad pública” para efecto de ampliar o prolongar determinadas calles y avenidas. En esos años se crearon la mayor cantidad de calles del centro histórico y se ampliaron o consolidaron las ya existentes. Así, el plano de 1902 elaborado por órdenes del gobernador Francisco Cañedo nos muestra una ciudad que se había transformado a partir de las operaciones de orden y estructura dirigidas por el arquitecto. Ya para principios del siglo XX la morfología y tipología de la ciudad se había transformado y consolidado, conforman una ciudad con un trazado de calles más claro y regular. Observando detenidamente el plano de la ciudad con otro de nuestros días podemos estar seguros que es durante los años del porfiriato cuando se consolidó lo que denominamos el casco histórico construyéndose una cantidad sin precedentes de casas habitación. Un aspecto que merece especial atención es que durante este periodo y concretamente entre 1894 y 1895 se comienzan a trazar en la ciudad de Culiacán las primeras colonias siendo estas: la colonia Hidalgo en terrenos del municipio y localizada al sureste de la ciudad y paralelamente a élla se comienza a estructurar la colonia Almada al sur-oeste en terrenos particulares que se vendían a precios bajos y en cómodas mensualidades.
Transformaciones arquitectónicas de la ciudad Difícil es proponerme en sólo algunas páginas que me permite este breve ensayo, caracterizar de manera suficiente la arquitectura que se desarrolló en Culiacán durante el porfiriato; que es además el objeto del mismo, más sin embargo, sin la necesaria contextualización presentada hubiese sido más complicado entenderla. Durante la cuarta década del siglo XIX la ciudad de Culiacán había experimentado un impulso constructor que se vio bruscamente interrumpido por las vicisitudes de la época, viendo poderosamente
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disminuida su importancia por la más populosa y rica ciudad de Mazatlán que constantemente estaba disputándole el asiento de los poderes políticos bajo el interés de los comerciantes extranjeros que eran quienes detentaban uno de los grupos económicos más sólidos de la región. Poco antes del porfiriato, concretamente en 1873, la capital del estado de Sinaloa regresa a la ciudad de Culiacán desde el puerto de Mazatlán que la venía disputando desde mediados del siglo. Este hecho marca un importante momento ya que junto al gobernador se trasladan las distintas dependencias de la administración y la educación, siendo necesaria la creación o renta de espacios para el correcto desempeño de sus funciones. Sin embargo, la situación no era propicia para que los gobiernos iniciaran la construcción de importantes edificios y más bien se contentaron con alquilarlos y adaptarlos a los requerimientos. A partir de 1877 con llegada al poder del general Francisco Cañedo Belmonte, compadre de don Porfirio Díaz y pieza clave en la región durante los distintos levantamientos promovidos por el caudillo , entre los que destacó el Plan de Tuxtepec, no fue importante tampoco la arquitectura desarrollada en Culiacán ya que el gobernador tuvo que enfrentar una serie de problemas, escándalos, revueltas y amotinamientos podemos decir que en este convulsivo periodo el general Cañedo aprendió a gobernar y será durante las posteriores seis veces que arribó al gobierno más las dos intermedias del Ingeniero Martínez de Castro, cuando se impone un mayor control e impulso en los distintos quehaceres de su administración donde la construcción de edificios desempeñó un papel muy importante. Por eso es que la arquitectura más importante producida durante el porfiriato en Culiacán se desarrolló de 1880 a 1910 y los actores más importantes en la producción de ésta, puede reducirse a tres figuras esenciales: los dos gobernadores anteriormente mencionados y el arquitecto Luis F. Molina que llegó en 1890 y salió huyendo de la ciudad en 1911 cuando los revolucionarios la toman por la fuerza y como él pertenecía a la aristocracia porfirista, encargado de las obras, comisiones e importantes puestos públicos tuvo que salir de la ciudad por temor a represalias.
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La Plaza de Armas Fue durante el primer periodo de gobierno del ingeniero Mariano Martínez de Castro (1880-1884) que la vieja y abandonada plaza de armas que constituía el espacio articulador más antiguo de la ciudad cuando vé realizados en ella los primeros impulsos constructores. Había sido testigo de los trescientos años de vida Colonial y sólo durante los primeros años de vida independiente y concretamente durante los años cuarenta del siglo XIX había recibido la construcción de los portales que la enmarcaban y trabajos de jardinería que le daban un ambiente agradable. Llegaba ahora a principios de los ochenta con un aspecto desagradable, de ahí que el gobernador habiendo conocido durante su época de estudiante la ciudad de México y en sus visitas, se sintió motivado a crear una renovación urbana de nuestra ciudad que la pusiera a tono con la imagen urbana de la metrópoli y de las que se realizaban en las ciudades europeas. Este afán de embellecimiento de la antigua plaza de armas con kiosko y jardin inglés marca el interés de nuestros gobernantes de un escenario urbano donde la sociedad pudiera recrearse, educarse y entrar en contacto directo con la naturaleza, como una de las expresiones más frecuentes del romanticismo de la época.104 A pesar de que desde inicios del periodo de gobierno se pusieron en marcha los trabajos, no fue posible terminarla rápidamente ya que uno de los elementos fundamentales era la construcción del kiosko y sus ornamentos se habían mandado construir en EU y parte importante de su estructura se fabricaría en la fundición de Mazatlán. Diversos problemas ————— 104 Israel Katzmán, Arquitectura del siglo XIX en México, México, Trillas, 2ª. Ed., 1993. El autor asegura que el romanticismo del último tercio del siglo XIX en la ciudad de México influido por el europeo y, especialmente por el francés, generó diversas costumbres entre la sociedad de la ciudad de México, como las caminatas a la luz de la luna y que “existió en el siglo XIX una mayor atracción por la naturaleza, prueba de ello es la transformación de tantas plazas en parques, la apertura de calzadas arboladas, la costumbre de los ricos de tener chalets de veraneo con jardines tipo inglés y los comedores de los tívolis encaramados en los árboles.” p. 26. 8 . Francisco Verdugo Fálquez, Las Viejas Calles de Culiacán, UAS/Instituto de Investigaciones de Ciencias y Humanidades, Culiacán, México, 1981, p. 29.
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retardaron su culminación entre los que destaca el aislamiento geográfico y la falta de vías expeditas de comunicación. Fue hasta el 5 de febrero de 1884, cuando se inauguró la plaza con el kiosko que era imitación del que había en la Alameda Central en la Capital de la República y el jardín inglés terminado. Este kiosco que es una de las primeras obras de ornato del porfiriato en Sinaloa y una de las más bellas, fue retirada del lugar original y junto con algunos de sus arbotantes colocados en el pueblo de Quilá, aproximadamente a 40 kilómetros de esta ciudad, aunque para fortuna de nosotros todavía se conserva en excelente estado de conservación. Otra importante obra fue
La Plazuela Rosales Construida durante los años que aquí estudiamos, la Plazuela Rosales recuerda con su nombre a uno de los héroes más famosos de nuestra ciudad ya que la defendió derrotando a los franceses el 22 de diciembre de 1864 a pocos kilómetros de la ciudad cuando se dirigían a tomarla. Las noticias más antiguas registran que el lugar era un espacio vacío que durante el siglo XVIII recibió una gran cruz de madera que se le denominaba la “cruz del perdón” y era donde se les permitía a los destinados a la pena máxima a invocar una oración al creador. Pasaron los primeros años del porfiriato y dicho espacio poco a poco fue recibiendo diferentes mejoras que se centraban en la colocación de árboles y algunas plantas de ornato, conforme fue consolidándose la ciudad hacia este sector poniente parte importante de la aristocracia de la época lo eligió por su excelente ubicación cercana a la confluencia de los ríos Humaya y Tamazula como un lugar adecuado para construir sus residencias. Uno de los primeros en construir su nueva casa habitación fue el propio gobernador general Francisco Cañedo y paralelamente a esto inicia un amplio programa de ordenamiento y embellecimiento del sector
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consolidándose todo un conjunto de casas habitación de los miembros más connotados y allegados al régimen. Desde 1891 se abrieron numerosas cepas que alojaron entre otros árboles naranjos traídos desde el vecino estado de Sonora, así como la colocación de bancas; este esfuerzo continuó en 1993 en que se aumenta el número de sofás y se repara el kiosko de madera, estos trabajos denotan el enorme esfuerzo que el gobierno ponía en el área poniente de la ciudad y concretamente en su plazuela. Son frecuentes las noticias de la continuación de los trabajos en la prolongación de las calles y su empedrado utilizando como mano de obra a los presos de la ciudad, colocando terraplenes, estacados y rampas que bajaban al río y la construcción de la cortina norte con escalinata para absorber el desnivel de la plaza a la rivera del río. El año de 1894 se estaban construyendo numerosas casas habitación y se hizo necesario encomendar al arquitecto Molina la terminación de la plaza con sus jardines, bancas, equipamiento y dotarla de un kiosko que sustituyera al de madera que se encontraba deteriorado y no era propio para la importancia que había adquirido la plaza.105 El kiosco era de estilo mudejar con elegantes arcos de herradura y complicados diseños geométricos, fue construido entre los dos últimos meses de 1894 y los tres primeros de 1895 e inaugurado por el gobernador el 16 de marzo ya que en el informe de este último año aparece registrado como obra concluida. Ya que el gobernador se traslada a vivir a fines del siglo pasado a un costado de la plazuela, son muchas las familias connotadas que construyen sus viviendas y también se colocan en torno a la plaza distintas dependencias educativas, religiosas y militares. El embellecimiento de la plaza continuó después de terminado el bello kiosko, ya para terminar el siglo se le colocaron las estatuas de bronce de los generales Antonio Rosales y Ramón Corona que son copias de las inauguradas un año anterior en el paseo de la Reforma de la capital ————— 105 El Correo de la Tarde (ECT), 25 de octubre de 1894, p. 3.
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de la República, siendo donadas por el estado de Sinaloa como lo más representativo de nuestros héroes. Las estatuas originales y copias fueron producidas en los talleres de Jesús Contreras, uno de los más extraordinarios escultores del siglo XIX, condiscípulo y amigo del arquitecto Luis F. Molina, quien diseñó los pedestales de las mismas. Durante la primer década del siglo XX, la plazuela continuó recibiendo mejoras dentro de las que destaca la construcción de la glorieta y el pedestal para el busto del Benemérito de las Américas, Benito Juárez en el centenario de su natalicio. Fueron muchos los edificios que se construyeron durante el porfiriato en la ciudad de Culiacán, el solo enumerarlos da una larga lista que podría parecer fastidiosa; se construyeron importantes edificios administrativos, culturales, religiosos, obras de infraestructura y urbanas dentro de las que destacan los puentes, un embellecimiento general de la ciudad con numerosas casas habitación. La gran mayoría de éllos fueron construidos con una calidad estética nunca vista . Un ejemplo representativo de esta arquitectura grandilocuente y de gran calidad cuya historia ilustra el afán de la sociedad porfirista de Culiacán por imitar a otras ciudades del país y el extranjero lo constituyó el Teatro Apolo. Considerados símbolos de la cultura urbana decimonónica y centros de entretenimiento y elementos de orgullo que le conferían cierta identidad y grado cultural a sus habitantes. Incluso la ciudad de Mazatlán vecina pero rival poseía uno que era considerado como de los mejores. Estaba por iniciar la última década del siglo XIX y Culiacán carecía de un espacio exprofeso para las representaciones teatrales aun cuando existían condiciones sociales que favorecían su creación, dada la fastuosidad y lo reelaborado de las festividades religiosas y de otra índole que aquí se presentaban. Además, el carácter extrovertido, apasionado del gozo existencial y a veces agresivo del culiacanense era un terreno fecundo para tales expresiones y representaciones. Fue a fines de 1889 cuando el gobernador Mariano Martínez de Castro se trasladó a la capital de la República donde se entrevistó en un
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prestigiado hotel de la ciudad con el joven arquitecto Luis F. Molina con el propósito de contratarlo para tal efecto. Habiendo acordado pagarle un extraordinario sueldo por el periodo que le quedaba al frente del gobierno de Sinaloa le autoriza el permiso de tres meses para que llegue a Sinaloa una vez arreglado sus asuntos personales. Un poco retrasado de acuerdo a lo pactado, el arquitecto Molina llegó a Culiacán en febrero de 1890 y con su llegada empieza uno de los mejores momentos en la producción de la cultura material de nuestra ciudad, que sólo va ser interrumpido con la llegada de los movimientos revolucionarios y la salida del arquitecto de nuestra ciudad en 1911. A su llegada no pudo iniciar inmediatamente la construcción del teatro que era el objetivo fundamental de su contratación, por lo que se dedicó a diversas tareas entre las que destacó su papel como ingeniero de la ciudad iniciando la reforma urbana de la misma. Para el mes de mayo de 1891 ya se había conformado la sociedad encargada de construirlo ya que se pretendió desde un principio que fuera una inversión particular subvencionada por el gobierno del estado y con extraordinarias exenciones, ya que sin duda uno de los principales promotores de su construcción era el propio gobernador. El interés por ver realizada tan añorada obra provocó que la primera emisión de acciones fuera rápidamente cubierta por los asistentes, quienes estaban motivados por el orgullo de crear obras que engrandecieran la ciudad de Culiacán, incluso un solo hombre, el señor Ángel Urrea, ofreció tomar todas las acciones de la segunda emisión que finalmente fue distribuida proporcionalmente entre los asistentes.106 El entusiasmo general que la obra despertaba hace que tres meses después ya estuviera seleccionado el terreno y se afirmaba que ya se encontraba elaborado el proyecto el cual estaba en vías de ejecución, en la ————— 106 ECT, jueves 7 de mayo de 1891, p. 2. El afán de trascender dejando obras que sirvieran de ejemplo vigoroso se manifestó en la sociedad conformada entre algunos de los culiacanenses más acaudalados de la época. El periódico en mención señala refiriéndose a la emisión de las acciones; “...pues todos las querían para sí, por tener el orgullo de haber contribuido para una obra que tanto necesitaba Culiacán.”
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calle Rosales que era una de las más importantes rúas porfiristas de la ciudad. El apuro era evidente ya que faltaba poco más de un año para que el gobernador Martínez de Castro terminara su segundo y último periodo al frente del gobierno. Los trabajos se iniciaron en septiembre de 1891 siendo todo un acto la colocación de la primera piedra. Un hecho que llama la atención es el poco tiempo que tuvo el arquitecto entre la formación de la sociedad , la compra del terreno y la elaboración del proyecto. Ya que sólo hubo un mes entre la designación del terreno y el inicio de la obra, esto sin tomar en cuenta los contratiempos naturales dado que el verdadero propietario no se encontraba en la ciudad sino en el extranjero. Tiempo insuficiente si se piensa que uno de los proyectos más complicados de elaborar es el de un teatro debido a los complejos estudios que implica. Razón por la cual podemos inferir que el arquitecto Molina únicamente ajustó su proyecto de tesis a las dimensiones del terreno disponible y sobre la marcha fue corrigiendo los detalles que surgían. A pesar de todo, la obra se desarrolló con rapidez, a los nueve meses de iniciados los trabajos se afirmaba que el avance era sorprendente: “los pisos de las plateas, palcos, 1º 2º y la galería ya han sido concluidos.” 107 No se escatimaron recursos para la realización de tan costosa obra. Podemos considerar que existía un verdadero frenetismo en las actividades, las inversiones eran constantes y fuertes, el respaldo del gobierno mediante nuevos subsidios no se hacía esperar. En su construcción se utilizaron distintos materiales adquiridos en las más diversas partes del mundo. “Las columnas que serán de hierro pronto llegarán de San Francisco. El techo se está construyendo en Bélgica y se espera para el mes de agosto”. 108 El mismo creador consigna en sus memorias que la madera que se utilizó en el teatro fue traída desde San Francisco, California.109 ————— 107 ECT , viernes 6 de mayo de 1892, p. 2. 108 109
Idem.. Héctor R. Olea, “Semblanzas del Ing. Luis F. Molina”, en Academia, op. cit., p. 9.
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El temor de no verlo terminado antes de que saliera el gobierno en 1892 se hizo realidad y la obra hubo de paralizarse temporalmente ya que la economía estatal pasó por una época de crisis. Seguramente los trabajos continuaron pero a un ritmo muy lento ya que en 1893 con motivo de las fiestas patrias del mes de septiembre aparecen noticias de que ha sido inaugurado y que es de buen arte y hace honor a la ciudad.110 De acuerdo a las memorias del arquitecto hubo que esperar hasta septiembre de 1894 cuando se dio la apertura formal del inmueble y un mes después se presentó la inauguración protocolaria y formal con la presentación de la Compañía de Ópera de la ciudad de Roma. Sin embargo, datos encontrados recientemente para esta investigación demuestran que el teatro siguió recibiendo inversiones en acabados todavía en 1895. Lo cierto que una vez terminado fue el orgullo de la ciudad y uno de los edificios de más valor económico sólo superado por la catedral. Se convirtió en el edificio cultural más importante de la ciudad financiado por particulares con la participación del gobierno del estado. Fue el escenario de los mejores eventos sociales, políticos y culturales de nuestra ciudad durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del presente. La llegada de la plebe revolucionaria le asentó el primer golpe a este noble recinto de la cultura que poco a poco fue abandonándose. Sin embargo, mantuvo su función social ya que se realizaban en él carnavales y obras de beneficio entre, otros eventos. La muerte de su principal impulsor Mariano Martínez de Castro en 1901 y la salida de su creador el arquitecto Luis F. Molina en 1911 y los cambios que trajo consigo la Revolución y la aparición y relativa masificación inmediata del cinematógrafo condenan el inmueble a su destrucción. Arquitectónicamente hablando fue una de las construcciones más exquisitas de la ciudad, su estilo era ecléctico al igual que la Ópera de ————— 110 ECT , jueves 28 de septiembre de 1893, p. 2.
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París, de Charles Garnier y lo sería el Teatro Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes. Trágico fue su final, fue agredido brutalmente el enorme coloso y demolido silenciosamente en 1948, privándonos a las generaciones posteriores de conocer y admirar aquella magnífica obra arquitectónica.
Conclusión Fue entre 1880 y 1910 que se va a generar en la ciudad de Culiacán un impulso constructor que provoca una transformación urbana arquitectónica de la antigua villa. Esa nueva imagen de ciudad moderna que consolida el centro histórico con la realización de obras y servicios va ser respuesta a la consolidación de la elite económica y política del porfiriato en Culiacán. Muchos fueron los edificios construidos con una calidad estética nunca vista y con el uso de materiales que en muchos de los casos se importaban desde el extranjero. La llegada del educado y culto arquitecto Molina sirvió para canalizar las inquietudes de la aristocracia culiacanense en el buen gusto imperante en las época y como timón que dirigió los impulsos constructores de los dos gobernadores Francisco Cañedo y Mariano Martínez de Castro que mandaron los destinos del estado desde 1877 a 1909 alternándose en el poder al principio y luego el primero de ellos de manera indefinida manteniéndose hasta que la muerte lo bajó del poder. Sinaloa presentó durante estos años un extraordinario paralelismo con los poderes centrales gozó de la paz necesaria para impulsar una estética acorde a las aspiraciones de la burguesía porfirista en ascenso. Así, en la ciudad de Culiacán durante la época porfiriana, y concretamente durante los años de 1880 y 1910, se lleva a cabo una verdadera propuesta urbana que contempla la dotación de los servicios más modernos de la época y una construcción de edificios sin precedentes y de acuerdo a los lineamientos estéticos de los centros culturales más adelantados del país y del mundo.
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Nunca antes nuestra ciudad había experimentado una transformación a tono con las desarrolladas en otras latitudes del mundo occidental. La cultura material producida durante esos treinta años, constituye una de los mejores y decentes ejemplos en nuestra arquitectura de todos los tiempos. Ahora nuestros gobiernos parecen ignorar su importancia y se cruzan de brazos ante su destrucción y abandono. Una vez más me parece que el aislamiento y atraso está dando cuenta de nuestra ciudad. Ojalá que este tipo de estudios nos sirva para dar testimonio de la importancia de esa cultura material y crear conciencia de que, al destruir parte de nuestra memoria material, corremos el riesgo de perder nuestra cultura.
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