La Catedral de Murcia

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La Catedral de Murcia

La Catedral de Murcia

Historia de una Catedral

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Nadie sabe con certeza cuándo y cómo surgió la Catedral de Murcia. Al llegar los ejércitos conquistadores a la ciudad encontraron una vieja mezquita lo suficientemente espaciosa para convertirla en templo cristiano.

Fachada Principal y Torre de la Catedral.

(página izda.)

(1) Puerta de las Cadenas

(izda.)

San

Miguel.

Políptico.

Museo de la Catedral. (dcha.)

Desde que Jaime I conquistara Murcia (1266), la antigua aljama mayor quedó consagrada Catedral. La vieja mezquita, ya templo cristiano bajo la advocación de Santa María y desde 1291 sede de los obispos de Cartagena, subsistió hasta mediados del siglo XIV, en que el obispo Pedro Peñaranda decidió acabar con su ruina e iniciar las obras de un nuevo templo por la zona claustral y el Coro. Las excavaciones arqueológicas en el claustro y la reorgani-

zación del museo allí ubicado impiden contemplar actualmente esta parte. No será hasta 1394, durante el episcopado de Fernando de Pedrosa, cuando se inicie el templo por su cabecera, durando las obras todo el siglo XV, aunque experimentó en los siguientes grandes transformaciones. Al acceder al interior por la Puerta de las Cadenas, (1) se observan los rasgos del gótico mediterráneo, distinguido por su sencillez estructural, su mode-

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Inicio del recorrido. La Sacristía

Ventanales, capiteles de cardinas y bóvedas trapezoidales se suceden en un ritmo preciso y armonioso de sobria belleza.

rada elevación y limitados ventanales. La decoración está reducida a sencillos capiteles de cardinas y las bóvedas trapezoidales son de escasa complejidad,

salvo en el crucero, donde alcanzan notable altura. El edificio avanzó gracias a la acción de eficaces gestores como los prelados Pablo de Santa María, fray

Diego de Bedán y Diego de Comontes. El arquitecto Diego Sánchez de Almazán o de Almansa fue el encargado de dirigir las obras hasta los años finales del siglo XV. La Catedral fue consagrada en 1467 gracias al impulso de Diego Rodríguez de Almela, canónigo fabriquero, en cuya capilla de la Visitación tuvo lugar la ceremonia. Dejando a un lado el Oratorio del Obispo y girando a la izquierda se inicia un sector del deambulatorio en el que se encuentran la capilla de San Andrés o de las Lágrimas (2), cerrada por una reja de Diego Martínez (1750), y la Sacristía (3), ubicada bajo la torre. La portada abierta a la

(4) Portada de la antesacristía. Triunfó la idea de situar una gran portada a modo de arco del triunfo y coronada por las virtudes teologales

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La cabecera del templo

(3) Sacristía. Toda la fastuosidad

catedralicia

se

centra en el lenguaje decorativo de sus tableros con relieves y figuras ornamentales copiados de los que sobrevivieron a las llamas en el siglo XVII

nave, la de la Antesacristía, fue proyectada en 1531 por Jerónimo Quijano en forma de arco triunfal abierto a un recorrido iniciado por un espacio cubierto por cúpula en espiral. Al fondo se abre una portada interior atribuida a Jacobo Florentín, paso a una bóveda en esviaje desde la que se accede a la Sacristía. Al entrar en ella, el espacio se dilata para alcanzar el cubo interior de la torre. Trazada por Jacobo Florentín desde 1522 fue continuada por su sucesor Jerónimo Quijano desde 1526 y recubiertas sus paredes por unos tableros de nogal esculpidos con motivos renacentistas y un extraordinario relieve del Descendimiento en su frente principal. Una gran cúpula con guirnaldas de frutas corona el recinto. Los tableros tallados se incendiaron en 1689, encomendándose su reconstrucción al escultor Gabriel Pérez de Mena. Al salir a la cabecera del templo (4) se abren las capillas de Santa Magda-

(10) Capilla de la Anunciación o de Jacobo de las Leyes (izda.)

(8) Virgen del Socorro. Retablo barroco de Francisco Salzillo (infe.)

lena de Pazzi (5), la actual Puerta del Pozo (6) y la del obispo Comontes, (7). Destacan las del Socorro o San Antón con retablo barroco de hacia 1735 y titular de Francisco Salzillo (8) y la de San Antonio (9) (antes del Corpus o parroquial) fue la que dio comienzo a la Catedral en tiempos de Pedrosa. El mayor interés del recinto reside en la capilla abierta a su izquierda (10), llamada de la Anunciación o de Jacobo de las Leyes, trazada en 1527 por Jerónimo Quijano como un retablo en piedra presidido por el grupo de la Anunciación. Su ejecución entra de lleno en el primer renacimiento y sirve para exaltar la memoria del redactor de las Siete Partidas.

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La joya gótica de la Catedral

El adelantado del Reino D. Juan Chacón decidió adquirir dos capillas para levantar un suntuoso enterramiento familliar, la Capilla de los Vélez

La Capilla de los Vélez (11) es la joya gótica de la Catedral y una de las más importantes de las levantadas a finales de la Edad Media en España. Iniciada hacia 1490 por el adelantado del reino de Murcia, D. Juan Chacón, fue acabada en 1507 por su hijo D. Pedro Fajardo, primer marqués de los Vélez. Toda la fantasía medieval impregnada de profundo decorativismo domina el interior a modo de tapiz desplegado por sus paredes para ensalzar la gloria fami-

liar de los Chacón Fajardo. Unos retablos enviados desde Nápoles, atribuidos al taller de Lucas Jordán, rellenaron los espacios destinados a los sepulcros y solamente uno de principios del siglo XIX recuerda la finalidad originaria de la capilla. Preside un lienzo de San Lucas, de Francisco García, 1607. El altar fue realizado en Génova durante el siglo XVII.

Los escudos y salvajes (enigmáticos seres sometidos a la geografía de la piedra) cadenas que abrazan los lados del polígono exterior (ornamento muy común de la época) se combinaron con un delirio ornamental de almendras, tubos de órganos, cardinas enroscadas, arquillos superpuestos, grandes superficies de flores acuáticas, balconcillos, arcosolios vacíos, creando la necesaria atmósfera de sorpresa y poder.

Entre la uniformidad del diseño gótico se alza un sobrio ejemplar que interrumpe la secuencia continua de la girola para marcar su presencia. El recinto se alza sobre las naves, se proyectó sobre su interior y amplía el primitivo cierre hacia la ciudad. Estas licencias, que provocaron el enojo de los ciudadanos, están deliberadamente calculadas por la singular personalidad del promotor.

(11) La Capilla de los Vélez, declarada Monumento Nacional, estaba llamada a ser el último aliento del Gótico y el fiel reflejo de los ideales de vida y de muerte de esta poderosa estirpe

Crucero meridional. Aquí, la Catedral muestra la grandeza de este espacio. Las altas bóvedas antiguamente estaban recubiertas por pinturas murales

La continuidad del recorrido por la girola queda marcada, a la derecha, por las paredes exteriores de la Capilla Mayor y, a la izquierda, por otras dedicadas a diferentes advocaciones.

Así la del Cristo de la Misericordia (12), con Crucificado atribuido a Jerónimo Quijano; la de San Dionisio o de los Medios Racioneros (13), doble, antigua fundación del arcedia-

El crucero meridional

Las bóvedas trapezoidales son de escasa complejidad, salvo en el crucero, donde alcanzan notable altura

Multicolores vidrieras acompañan al visitante en el recorrido de las naves

no de Lorca Juan de Brondeville (retablo de hacia 1725), y la de San Juan Nepomuceno, (14) con titular de Santiago Baglietto (1825), ocupa la antigua de San Miguel. Llegados al crucero meridional, la Catedral muestra la grandeza de este espacio y las altas bóvedas antiguamente recubiertas por pintura mural de Hernando de Llanos, desaparecidas durante 1854. Forman este sector capillas en los muros exteriores del coro, trazadas por Diego Sánchez de Almazán. La primera es la de Jerónimo de Roda (15), con retablo dedicado a San Ignacio (hacia 1764); la central, convertida en acceso al Coro, es la más importante. Dedicada a San Gregorio (16) fue adquirida en 1525

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Capillas de los muros exteriores del Coro

por el canónigo Macías Coque. Queda cerrada por una reja del Maestro Bartolomé de Jaén o de Salamanca. Sus bóvedas fueron pintadas con cabezas de dragones. La siguiente (17), dedicada a San Camilo de Lelis (antes de la Verónica), con lienzo pintado por Juan Navarro Muñoz. En el muro sur, las capillas de la Transfiguración o de Verástegui (18), trazada en 1545 por Jerónimo Quijano; la del Cristo del Milagro (19), con retablo de la segunda mitad del siglo XVI; la actual del Sagrado Corazón (20), del deán Martín de Selva, con sepulcro del obispo Bryan y

(15) Capilla de Jerónimo de Roda (página izda.)

Detalle del lienzo del Patrocinio de San José

(superior izda.)

(16) Capilla de San Gregorio. Sus bóvedas fueron pintadas con cabezas de dragones

(superior dcha.)

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Capilla de Gil Rodríguez Junterón

Livermore, y la de Gil Rodríguez de Junterón (21). Merece especial atención por la singularidad de su promotor, la calidad de los relieves y la cubierta conocida como Bóveda de Murcia. Fue adquirida por el arcediano de Lorca D. Gil Rodríguez de Junterón para su enterramiento en un sarcófago traído de Roma, ciudad en la que fue protonotario apostólico de Julio II.

Si la entidad romana de su diseño es uno de sus aspectos más interesantes, la ejecución de los arquitectos catedralicios fue una esmerada tarea propia de un Renacimiento maduro en el relieve de la Adoración de los Pastores, atribuido a Quijano, el tímpano con ángeles y la enigmática bóveda bajo la que el arcediano espera la resurrección al pie del altar.

(21) Capilla de Gil Rodríguez Junterón. Sobre el altar, el relieve de “La adoración de los pastores”

(izda.)

Las esculturas de profetas y sibilas del testero principal son de 1592, hechas por Cristóbal de Salazar y Juan Pérez de Artá. El Renacimiento había cuajado en la catedral no sólo en sus formas, sino en sus ideas, en el concepto heroico de la muerte y de la gloria del individuo. La muerte de Quijano en 1563, como la de los grandes maestros del Renacimiento español, no encontró a otro digno sucesor. Las dificultades surgidas por las graves depresiones económicas de la segunda mitad del siglo XVI y la falta de iniciativas importantes no recuperará su pulso intenso hasta el siglo XVIII.

(21) Capilla de Gil Rodriguez Junterón. Testero principal con esculturas de profetas y sibilas

(superior)

Detalle del tímpano con ángeles

(dcha.)

(21) Capilla de Gil Rodríguez Junterón. Bóveda de entrada a la capilla

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La Vía Sacra y Capilla Mayor

Tras dejar la última de las capillas, la llamada de San José (22), de San Nicolás o de la Sagrada Familia, se llega de nuevo al crucero para contemplar la nave central con la Capilla Mayor (23) y el Coro (24), unidos por la Vía Sacra. La primera, cerrada por una reja de Antón de Viveros, firmada en 1497, tiene la consideración de capilla real por contener, a izquierda del presbiterio, el sepulcro con las entrañas de Alfonso X el Sabio.

(23) Capilla Mayor. Considerada capilla real por contener el corazón de Alfonso X el Sabio

Esta vidriera se oculta tras el retablo del Altar Mayor

Crucero meridional. La Vía Sacra une la Capilla Mayor y el Coro

(izda.)

En la actualidad, un retablo de 1863, diseñado por Mariano Pescador y ejecutado por Leoncio Baglietto y Antonio José Palao, sustituyó al soberbio ejemplar renacentista, iniciado en 1510, desaparecido en el incendio de 1854. Al lado de la Epístola, un retablo neorrenacentista de José Marín Baldo custodia el arca con las reliquias de San Fulgencio y de Santa Florentina, traídas por el obispo Sancho Dávila en 1592.

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El Coro

Las tallas del Coro y el monumental órgano fueron la última y más notable aportación al enriquecimiento de la Catedral de Murcia

Recorriendo la Vía Sacra se llega al Coro, cerrado con reja similar a la del presbiterio. Tras el incendio, gracias al obispo Mariano Barrio, la reina Isabel II donó el Coro actual, procedente del convento de San Martín de Valdeiglesias, tallado por Rafael de León entre 1561-1571. La iconografía utilizada es propia de su origen conventual: santos acompañan a pontífices y márti-

res, separados por ornamentadas columnas cuyo tercio inferior contiene figuras de virtudes y símbolos cristianos. Las misedicordias son sencillas: rostros, máscaras, ángeles o roleos de carácter decorativo. Corona el conjunto la tribuna del órgano realizado por el belga Joseph Merklin, una de las obras capitales de la organería europea del siglo XIX.

(24) Coro. En el siglo XIX, un violento fuego calcinó el retablo mayor (del siglo XVI) y el Coro neoclásico. Tras el fatal acontecimiento, Isabel II ordenó el traslado del Coro de la madrileña iglesia de San Martín de Valdeiglesias a la Catedral de Murcia

(23) Detalle de la escultura de la Virgen del Socorro

(superior).

Capilla de Jerónimo Grasso, del Socorro o del Bautismo Nave norte con capillas a ambos lados

(dcha. superior).

(dcha. inferior).

El recorrido por la nave norte tiene capillas abiertas (San Francisco, San Jorge y Santa Bárbara) en el exterior del coro (25, 26, 27). La reja de acceso al coro es de Antón de Viveros. La de Santa Bárbara (27) tiene cuadro pintado por Ginés de la Lanza. Las fronteras (28, 29, 30 y 31) de la Soledad, del Nazareno o de la Visitación, del Beato Andrés Hibernón y de San Fernando, acaban, a los pies de la Contraportada, en la llamada de Jerónimo Grasso, del Socorro o del Bautismo (32). Son importantes recintos con enterramientos de murcianos ilustres: el del escritor y diplomático Diego Saavedra Fajardo y del poeta José Selgas en la del Beato Andrés Hibernón (30).

La de la Visitación (29) era propiedad del cronista Diego Rodríguez de Almela y en ella tuvo lugar la consagración de la Catedral un 22 de enero de 1467. Recorriendo la de San Fernando (31), con escultura de Nicolás de Bussy, se llega

a la de Jerónimo Grasso (32), promovida en el siglo

XVI por este canónigo. Tiene un retablo genovés, en cuyo centro se encuentra la imagen de la Virgen del Socorro, obra de Juan de Lugano.

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Trascoro y exteriores

(33) Cúpula del Trascoro. Gaspar Cayón convierte este lugar de tránsito en la más

principal

Catedral

y

hermosa

nave

de

la

dedicado

a

la

(superior)

(32) El Trascoro Inmaculada

está

(superior dcha.)

(36) Fachada principal de la Catedral (inferior dcha.)

El final del recorrido alcanza los pies del templo en el que se encuentran el Trascoro y la Contraportada (33, 34). Este espacio muestra la forma de ennoblecer una zona concebida como equivalente monumental de la Capilla Mayor, cubriéndose con una cúpula proyecta por Gaspar Cayón (1752). El Trascoro (33) es obra realizada desde 1625 y dedicada a la Inmaculada. Es una pantalla colorista y exvoto a la devoción preferida de un prelado que fue general de los franciscanos. Fue decorado con relicarios de Juan Bautista Estangueta el Mozo, recordó las antiguas advocaciones de San Pedro y San Pablo con unos bustos sustituidos en 1756 por los ahora existentes y remató el conjunto con esculturas de San Antonio y San Francisco, de Cristóbal de Salazar. Sobre este espacio, la cúpula de Gaspar Cayón convierte un lugar de tránsito en la más principal y hermosa nave de la Catedral. En los adornos de cúpula, esculturas de las portadas interiores y relieves de los altares trabajaron Jaime Campos y Manuel Bergaz.

Cierra a poniente la Contraportada (34), con relieve de la Presentación en el Templo. A ambos lados, lienzos de Mateo Gilarte –el Sueño de San José y la Anunciación–, pintados en la década de 1660. Saliendo por la Puerta de la Ciudad o de San Ginés (35) se contempla la llamada

Plaza del Cardenal Belluga, abierta en 1747. Plaza y fachada con Palacio Episcopal y colegios adyacentes –San Fulgencio, San Isidoro y San Leandro–, hoy dedicados a otras actividades, muestran el esplendor barroco de la ciudad. La Fachada principal o imafronte (36) fue proyectada

por Jaime Bort Miliá tras haberse ordenado en 1734 el derribo de la anterior a causa de su ruina. Después de abrir la sima de cimentación el ingeniero militar Sebastián Feringan y Cortés, la obra fue asumida como un grandioso reto que diera cobertura monumental a un templo necesitado de mostrar al exterior la grandeza histórica que encerraba. De esta forma, el imafronte se convertía en el escaparate de sus glorias pasadas y proclamaba el origen apostólico de la iglesia de Cartagena como puerta de la evangelización de España. Dividida en tres tramos horizontales y dos cuerpos verticales alberga tres puertas: la central, de los Perdones; la derecha, de San

de Cartagena presentes en los intercolumnios bajos. Otros santos muy conocidos, San José, San Juan Bautista, Santo Tomás de Aquino y Santa Teresa, completan la serie sobre las portadas laterales y los extremos del cuerpo inferior. Las restantes figuras de las balaustradas superiores ilus-

Ginés o de la Ciudad, y la izquierda, del Obispo. En el centro, esculturas y relieves muestran a la titular catedralicia bajo el título de Gracia, la Cruz de Caravaca y la Asunción. En el coronamiento, el escudo capitular, sobre el que hasta principios del siglo XIX había una escultura de Santiago. A ambos lados del gran ventanal, dos santos relacionados con la historia y la ciudad de Murcia: San Patricio y San Petronio de Bolonia. En los intercolumnios altos, San Fernando simboliza la incorporación a la cristiandad del reino conquistado a los musulmanes y San Hermenegildo, el vínculo de la monarquía visigoda con la diócesis gracias a su parentesco con los Cuatro Santos

tran la historia legendaria del Obispado de Cartagena por medio de sus primeros obispos. La obra fue concluida en 1754. Girando hacia la Plaza de los Apóstoles (37) se contempla la disparidad de estilos fundidos en sus muros. El exterior de Junterones manifiesta el espíritu humanista de

Puerta de los Apóstoles (dcha. inferior)

Torre de la Catedral (Izda. superior)

Fachada principal, detalle (superior)

su promotor. La Puerta de los Apóstoles, de Diego Sánchez de Almazán (1463), y el muro poligonal de la Capilla de los Vélez, con popular cadena y blasones de sus fundadores, cierran esta zona. Volviendo al punto de partida, dos obras singulares,

torre (38) y Portada de las Cadenas, (1). Aquélla fue una de las iniciativas más atrevidas del cabildo catedralicio propuesta desde 1519 durante el episcopado del cardenal Mateo Lang. Tras la presencia de Francisco Florentín sería su sucesor, Jacobo Florentín,

quien planeara este soberbio campanario en el que trabajó hasta su muerte en 1525. A él se debe el primer cuerpo con delicados relieves. Tras su desaparición fue

La obra se detuvo a lo largo del siglo XVII. Retomado el proyecto durante el XVIII fueron ejecutándose los restantes cuerpos hasta su coronamiento. Éste, diseñado Fachada principal, detalle

Jerónimo Quijano el encargado de su continuación hasta rematar el segundo cuerpo.

bajo los auspicios de la Academia de San Fernando, es de Ventura Rodríguez. Varios siglos vieron crecer la

torre hasta convertirla, como proclamó el cabildo, en la obra más grande que jamás vieron estos reinos. En 1793 quedaba concluida por Pedro Gilabert. La Puerta de las Cadenas se inició hacia 1512, siendo una de las primeras iniciativas del Renacimiento español. En las adaptaciones sufridas durante 1783, José López introdujo reformas en el cuerpo superior reutilizando pilastras y frisos del XVI. Pedro Federico Pérez y Diego García labraron los relieves y jarrones superiores. Al final del itinerario contemplamos dónde comenzaron y acabaron las transformaciones de una catedral gótica y con ellas la impronta dejada por cada época a los siglos venideros.

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El museo de la Catedral

Virgen de la Leche. Bernabé de Módena. Siglo XIV

(dcha.)

Cáliz barroco. Siglo XVIII

(inferior)

El museo catedralicio, actualmente cerrado por su remodelación, ocupa las primeras estancias levantadas en tiempos del obispo Peñaranda a mediados del siglo XIV. Es, pues, la zona más antigua de la Catedral, correspondiendo a una de las crujías del claustro gótico del que sólo existe el ala sur, ya que las tres restantes que

formaban el recinto claustral fueron modificadas en el siglo XVII para ubicar en ellas las Contadurías o soportales. A pesar de encontrarse cerrado en estos momentos, el museo contiene notables estancias de interés, como la Capilla de San Juan de la Claustra, presidida por un extraordinario retablo del

siglo XVI debido al pintor Hernando de Llanos. Está precedido tal espacio por una sobria portada del Renacimiento con una soberbia cabeza de Cristo, obra del arquitecto y escultor Jerónimo Quijano. En las capillas embutidas en sus muros destaca la llamada de D. Juan Manuel, príncipe castellano adelantado del Reino de Murcia, para la que sus descendientes encargaron al pintor Bernabé de Módena dos

Cristo de la Agonía. Francisco Salzillo

(superior)

Sarcófago de las musas. Obra romana del siglo III d.C.

(dcha.)

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