La constitución de una gran familia : Trabajadores e identidades sociolaborales en las empresas extractivas estatales de la Patagonia Austral

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Terceras Jornadas de Historia de la Patagonia Bariloche, noviembre de 2008 Mesa temática: C.1. Historia de los Sectores Subalternos en la Patagonia (siglos XIX-XX)

La constitución de una “gran familia”: Trabajadores e identidades sociolaborales en las empresas extractivas estatales de la Patagonia Austral Autor: Daniel Cabral Marques1 Correo electrónico: [email protected], [email protected]

En la ponencia que aquí presentamos se realizan algunas consideraciones sobre el carácter de las identidades sociolaborales constituidas en torno a las empresas estatales extractivas en la Patagonia Austral. En esta dirección se exploran los puntos neurálgicos de las definiciones que los propios actores sociales involucrados realizan sobre estas comunidades, indicando sus puntos de articulación, sus factores de diferenciación interna y sus elementos de alteridad respecto a otras configuraciones sociales existentes en el territorio patagónico. Además se presenta una mirada comparativa entre la situación particular de los trabajadores petroleros de la Cuenca del Golfo San Jorge y los trabajadores mineros de la Cuenca de Río Turbio, destacando sus similitudes y diferencias. Por último, a modo de cierre, se abordan desde un plano de generalidad los procesos que, desde la década del 60 y en modo explícito desde los años 70, marcaron el inicio de un profundo proceso de transformación del modelo de relaciones sociolaborales que había caracterizado a las empresas estatales extractivas en los distintos yacimientos a lo largo del país. “Vivíamos en comunidad, compartiendo lo que no era nuestro, sino de YPF, pero lo sentíamos como propio. Aprendimos a darle valor a lo público, porque pretendíamos realizarnos en una comunidad que también se realizaba. Nuestras casas, nuestro gas, nuestra electricidad, nuestras escuelas, nuestro cine, nuestros micros eran de un gran patrón. Era YPF pero teníamos conciencia que YPF éramos nosotros”. 2 “Los 28 años de vivir permanentemente en contacto con la empresa me habían enseñado a quererla. Para los que vivíamos en YPF nuestra labor terminaba a una hora determinada, pero seguíamos –fuera de horario- en contacto con la empresa, saludando y hablando de trabajo con nuestros compañeros, en las farmacias, en los supermercados, en la calle... ¿Cómo podría desprenderme de golpe de una parte tan importante de mi vida?...dentro de ella (la empresa) había crecido, progresado, prácticamente era mi familia...”.3 1

Magister en Historia (Universidad Nacional de Mar del Plata), Docente-Investigador de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (Sede Comodoro Rivadavia) y de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (Unidad Académica Caleta Olivia). 2 Lino Marcos Budiño: Ayer. Domingo Leuzzi e Hijos. Buenos Aires. l984. (pág. 5). Resulta a todas luces paradójico que el mismo autor que dio forma de tesis sociológica al mito del desarraigo, en referencia a la ciudad de Comodoro Rivadavia, sea uno de los que evoque expresivamente –pero ahora en textos de corte autobiográfico- el sentido de comunidad que portaban las familias petroleras afincadas en los barrios y campamentos de la compañía estatal YPF. Para mayores referencias ver Daniel Marques y Mario Palma Godoy: Comodoro Rivadavia en tiempos de cambio, Ediciones Proyección Patagónica, Comodoro Rivadavia, 1993. 3 Entrevista a Carlos Reynoso, ex-agente de YPF en la sub-administración Cañadón Seco (Santa Cruz) (Mayo de 1996).

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“Yo formé mi familia acá y todo lo poquito que tengo lo tengo gracias al carbón de Río Turbio..., el carbón es el pan de mis hijos y de mi familia... Yo por eso me siento mal cuando la veo a la mina no crecer... Yo trabajo sin parar, yo no tengo descanso, trabajo sábado, domingos, todo, los 365 días del año, más de 4.000 horas le dedico al año a la empresa”.4 “Si Ud. se pone a pensar desde muy chico, uno conoció que era todo esto, llegamos en su pleno esplendor... hace como 2 o 3 años que no entro (a la mina 3) siempre paso por la ruta...y ahora cuando entré y vi todo esto (abandonado) de verdad me duele, me duele como lo que veo en la mina, lo que veo en algunos edificios que han sido de YCF, la administración, que yo prácticamente he vivido ahí... El desarrollo de la vida de un profesional que haya trabajado en la empresa era de dedicación total, se puede decir las 24 horas, más allá de que pudiera estar en su casa con su familia el teléfono sonaba permanente y ante cualquier problema había que estar acá sábado, domingo”.5

Introducción La historia y el desarrollo socioeconómico de la ciudad de Comodoro Rivadavia y de otras localidades de la denominada Cuenca del Golfo San Jorge6 estuvieron ligados centralmente al desarrollo de la explotación petrolera impulsada por el Estado Nacional. El “descubrimiento del petróleo”, en 1907, por parte del Estado Nacional en Comodoro Rivadavia (Territorio Nacional del Chubut) y la gestión del recurso desde 1922, bajo la figura emblemática de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), marcaron la vida de esa comunidad en casi todos los órdenes. Posteriormente, en la década de 1940, la explotación petrolera se proyectó sobre el flanco norte de la actual Provincia de Santa Cruz con la puesta en producción de nuevos pozos en el área de Cañadón Seco contenida entonces dentro de la denominada Zona Militar de Comodoro Rivadavia. La dinámica económica, la organización social, la producción cultural, y otras manifestaciones de la historia de cada una de las localidades con tradición petrolera estuvieron, desde entonces, asociadas en algún punto con la presencia real y mítica de la empresa estatal de explotación de hidrocarburos. En el mismo sentido actuó el establecimiento de empresas petroleras de capital privado desde los inicios de la actividad extractiva, formalizando cada una de ellas sus propios campamentos y asentamientos industriales.7 El área de la explotación petrolera estatal se localizó en lo que 4

Entrevista videograbada a un trabajador minero de Río Turbio de origen argentino. Alejo Taube y Sergio Wolf (Dir.): Ritos de Frontera. Río Turbio-Puerto Natales (Vídeo realizado a partir de una investigación etnográfica de Hernán Vidal). IDES-Programa de Investigaciones Socioculturales en el MERCOSUR. 2002. 5 Entrevistas videograbadas al Ingeniero Horacio Médico, ex personal de la Mina carbonífera de Río Turbio. Alejo Taube y Sergio Wolf (Dir.): Ob. cit. 6 La Cuenca del Golfo San Jorge representa un área identificable dentro del espacio de la Patagonia Central en función de su vinculación directa al desarrollo de la explotación petrolera. En tal sentido, constituye una “subregión” que se proyecta desde el Atlántico y que cubre actualmente la franja sur de la Provincia del Chubut y el flanco norte de la Provincia de Santa Cruz. En este ámbito las localidades más importantes en función de su tradición petrolera son Comodoro Rivadavia (en Chubut) y Caleta Olivia, Pico Truncado y Las Heras (en Santa Cruz). 7 En este sentido, las compañías privadas más significativas fueron tres. Astra Compañía Argentina de Petróleo (inicialmente de capitales privados argentinos y luego con fuerte inversión alemana) inició sus operaciones en la región en 1916 al acceder a la concesión por parte del Estado de 1.500 hectáreas y construir un núcleo residencial para sus operarios a 20 kilómetros del casco céntrico del “Pueblo de Comodoro Rivadavia”. Las inversiones británicas llegaron a la actividad en 1920 con la creación de la Compañía Ferrocarrilera del Petróleo

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posteriormente se denominó la “Zona Norte de la ciudad”, definiendo con esta expresión a un conjunto de localizaciones (casi pequeños pueblos o ciudades) erigidas y administradas por las propias compañías petroleras. Con esta expresión se diferenciaba al área de los campamentos petroleros respecto del viejo casco urbano de la ciudad asentado desde 1901 (denominado recurrentemente en las fuentes como “el pueblo de Comodoro Rivadavia”) cuya economía y dinámica social no estaban asociadas directamente a la explotación petrolera y que poseía sus propios órganos de conducción política. El enclave minero rioturbiense también avanzó en esa dirección, reproduciendo en un contexto claramente fronterizo gran parte de los rasgos característicos del “modelo ypefiano” y otorgándole una nueva impronta a un área, antes sólo vinculada a la explotación ganadera. La explotación del carbón permitió la generación de las bases materiales y sociales para la constitución de un mercado de trabajo permanente y, como consecuencia directa de este proceso, contribuyó al establecimiento de núcleos de población en un territorio casi deshabitado. En este caso, el enclave extractivo del Estado surgió inicialmente en los inicios de la década del ’40 ante la necesidad imperiosa por obtener una fuente de energía de bajo costo para sostener el proceso de sustitución de importaciones a escala nacional, pero su relevancia mutó rápidamente hacia el objetivo de mantener un hito soberano del poder público y de la nación territorial en una frontera disputada. Este que fue un objetivo compartido con la explotación económica del recurso energético desde sus inicios se tornó el más relevante hacia la década del 50 y 60 en el marco de la exacerbación de la hipótesis de conflicto con Chile y la instauración de un cerrado “nacionalismo territorial”. En la ponencia que aquí presentamos se realizan algunas consideraciones sobre el carácter de las identidades sociolaborales constituidas en torno a las empresas estatales extractivas en la Patagonia Austral. En esta dirección se exploran los puntos neurálgicos de las definiciones que los propios actores sociales involucrados realizan sobre estas comunidades, indicando sus puntos de articulación, sus factores de diferenciación interna y sus elementos de alteridad respecto a otras configuraciones sociales existentes en el territorio patagónico. Además se presenta una mirada comparativa entre la situación particular de los trabajadores petroleros de la Cuenca del Golfo San Jorge y los trabajadores mineros de la Cuenca de Río Turbio, destacando sus similitudes y diferencias. Por último, a modo de cierre, se abordan desde un plano de generalidad los procesos que, desde la década del 60 y en modo explícito desde los años 70, marcaron el inicio de un profundo proceso de transformación del modelo de relaciones sociolaborales que había caracterizado a las empresas estatales extractivas en los distintos yacimientos a lo largo del país. Las empresas estatales extractivas en la Patagonia y la impronta de la “gran familia”: Un modelo inclusivo y regulado de organización sociolaboral Desde un plano general podemos afirmar que desde la misma creación de estas empresas, se desarrollaron un conjunto de acciones sistemáticas que -en relación con los beneficios sociales- excedieron el marco estrictamente productivo, avanzando sobre aspectos relacionados fundamentalmente con la reproducción y la regulación de la fuerza de trabajo. En este sentido pueden distinguirse una serie de emprendimientos asociados con el desarrollo de una amplia infraestructura de servicios dentro de los que se destacaban la construcción de (CONFERPET) situada con su campamento a 8 kilómetros del pueblo. Finalmente la Royal Dutch Shell inició tareas de exploración en 1916 y en 1922 localizó un campamento a 27 kilómetros del centro de la ciudad dando origen a la compañía Diadema Argentina. Carl Solberg: Petróleo y Nacionalismo en la Argentina, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986.

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hospitales propios y la puesta en marcha de servicios gratuitos de farmacia; la asignación sin cargo de la vivienda y de los servicios urbanos vinculados a ella (redes de agua, gas, energía eléctrica, transporte gratuito, etc.); la implementación de diversos mecanismos relacionados con el subsidio al consumo doméstico (gamelas y comedores económicos, proveedurías oficiales para el abastecimiento de la población, etc.); y la constitución de servicios comunitarios relacionados con la cobertura y regulación del tiempo libre de los trabajadores y sus familias (bibliotecas, clubes sociales, salas de cine, eventos culturales). La indagación de fuentes documentales de las distintas empresas y la resignificación de la experiencia directa de los actores a través de entrevistas y talleres de historia oral ha puesto en evidencia cómo al contener muchas de las demandas formuladas por los propios trabajadores, estas políticas empresarias representaron instrumentos útiles para generar consenso, obteniendo la legitimidad simbólica necesaria para garantizar la reproducción de las relaciones que se establecían en función del centro productor. La figura de la empresa fue apareciendo así como omnipresente, y en las representaciones de obreros y empleados fue adquiriendo fuertes connotaciones positivas, en las que se exaltaba la perspectiva de la integración y de la comunidad de intereses. En un marco general, el individuo que se ligaba al marco social que representaban las empresas estatales extractivas se inscribía en una colectividad, en la cuál las regulaciones, las prescripciones, y los mecanismos de protección social producían formas de sociabilidad sólidas e intensas, que daban estabilidad a la propia existencia, al asegurar una estructura de participación dentro de un marco comunitario que asignaba lugares y establecía roles definidos “...uno se levantaba a la mañana, y veía chatas de YPF, al mediodía gente de YPF, a la tarde gente de YPF, a la noche gente de YPF, vivíamos en un mundo con la sigla de YPF... entonces se aprende a querer esos lugares, se aprende a quererlos mucho... queda una imagen de todo eso, es una proyección interior a la que uno se aferra mucho...”; 8 ”Era la vida de un campamento prácticamente, y eso se siente. Yo fui presidente del Club de Mina 3... Adonde están las canchas de bochas que se hicieron con mucho esfuerzo y ahora verlo así como está me duele, seguro que me duele... Trato de no mirar, de cerrar los ojos porque de verdad me duele. Mi primera experiencia cuando yo estuve con el privado, uno de los supervisores que mandó el privado me pide ir a Mina 4, Mina 4 fue casi mi primera casa, ahí empecé a trabajar, y no había vuelto hacía mucho tiempo. Cuando voy con este supervisor de verdad se me saltaron las lágrimas... el tipo me miró y me dice (sorprendido) que pasa... Y sólo que me acordaba lo que yo había vivido ahí y de verdad era fuerte, muy fuerte... como ver todo esto es muy fuerte para quien haya vivido lo que vivimos en esa época...”. Podríamos decir que la consolidación del modelo de relaciones socioculturales que estas empresas representaron definieron comunidades laborales integradas, que se caracterizaron por ofrecer a sus miembros un modo de vida estable y previsible, poniendo a su alcance una multiplicidad de mecanismos que garantizaban el acceso a determinados bienes y servicios a partir de la contraprestación que se generaba por el ejercicio pleno de las capacidades productivas en el mundo del trabajo. En relación a las particularidades de lo que se ha denominado la “sociedad asalariada”, este tipo de empresas poseía un rol decisivo en la definición de mecanismos de integración social al sostener una condición salarial sólida, respaldada por un conjunto de derechos establecidos en el plano jurídico e institucional, a partir de los cuales se generaba una red de mecanismos de seguridad social que aseguraban la reproducción de un determinado orden normativo.9

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Entrevista a Carlos Reynoso, ex-agente de YPF en la sub-administración Cañadón Seco (Santa Cruz) (Mayo de 1996). 9 Robert Castel: La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Paidós. Buenos Aires. 1995.

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En todos los casos, las comunidades sociolaborales vinculadas a estas explotaciones estaban regidas por los patrones de organización del mundo de la “fábrica” que, al extenderse desde la esfera de la producción a la de la vida cotidiana de los trabajadores fuera del ámbito laboral constituían normas de observancia permanente en el mundo de vida de los actores involucrados. Una de esas normas era la segmentación de la población en estratos de acuerdo a la jerarquía laboral que se tuviera al interior de la empresa. Esa organización jerárquica modelaba las trayectorias laborales y travesaba casi completamente el mundo social de estas configuraciones, proyectándose también sobre la distribución urbanística con la existencia de zonas residenciales para obreros, para empleados y para personal técnico. En el caso del yacimiento Río Turbio las pautas residenciales reproducían estrictamente el orden jerárquico sobre el que se sostenían las relaciones laborales, estableciéndose criterios diferenciados para la asignación de viviendas al personal de acuerdo con el lugar social que se ocupara en el desenvolvimiento de la explotación: “La distribución de la población en la Villa Minera (Río Turbio) reflejaba la reproducción social de las diferencias. La zona alta, Barrios Las Lengas y Los Pinos, era la zona de las casas de los jefes; la zona baja, Barrio Don Bosco era la de los mineros. Rusos, italianos y españoles, los profesionales o técnicos, aquellos que ganaban más, vivían en Las Lengas y Los Pinos... En los Barrios Don Bosco, Santa Cruz, y en Los Tréboles, vivían mineros y empleados. Allí estaban los jujeños, salteños, riojanos, catamarqueños, santiagueños y neuquinos. Chilenos y bolivianos... vivían en los pabellones y gamelas. La zonificación reproducía de este modo... la separación entre trabajo manual e intelectual, por las especiales características poblacionales en cuanto a la diversidad migratoria, la conformación familiar y etaria y su ritmo de crecimiento...”. 10 Esta estrategia particular en la organización de los campamentos, también puede observarse con claridad para el caso de los yacimientos petrolíferos estatales de Comodoro Rivadavia: “Espacialmente los barrios no eran tan exclusivos, pero la jerarquía del asentamiento era observada. El Barrio Iglesia, de profesionales; San Martín y Destilería, de rango intermedio; Ameghino, Belgrano Nuevo, Paso, Moreno, Escuela, mezclaban empleados y obreros, y el resto típicamente de sectores más humildes”. 11 Además, en configuraciones sociales caracterizadas históricamente por los elevados índices de masculinidad, era notoria la separación física y simbólica entre el personal soltero y los grupos familiares constituidos, con asignación de pabellones y barracas colectivas para los primeros y de viviendas unifamiliares de mayor confort para los segundos. Estos dos grupos estaban insertos, al mismo tiempo, en marcos normativos específicos promovidos desde el ámbito decisional de la empresa, que tendían a establecer pautas para regular la convivencia en los tiempos de descanso y recreación. Esta segmentación de la comunidad laboral organizaba otros aspectos de la vida cotidiana de los yacimientos, y se traslucía en las relaciones sociales al punto de ser uno de los factores constitutivos más relevantes en la configuración de la identidad individual y colectiva de toda la organización: “los empleados administrativos tenían un sello de plata, y los obreros no lo tenían, entonces se presentaban los sellos para ir al baile...las chicas miraban los sellos, si era empleado sí, sino, no”.12 Las prácticas asociativas y la vida comunitaria de los yacimientos observaban estas distancias sociales a partir de cuya vigencia se promovía la creación de instituciones de diversa índole, con proyecciones hasta en la práctica deportiva, que aparecía fuertemente mediada por esta lógica de clasificación con la 10

Graciela Labarthe y Jorge Alabau: “Turismo en la Cuenca Carbonífera. Una posibilidad de desarrollo”. UNPA-UART. 1996 (pág. 66). 11 Lino Marcos Budiño: Ayer. Domingo Leuzzi. Buenos Aires. 1984. (pág. 5). 12 Archivo fónico. P.I. Barrio Saavedra. Cinta Nro. 2. Lado A. Segundo Taller de Historia Barrial. Octubre de l989.

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existencia de clubes y asociaciones para obreros y empleados: “El Huergo organizaba bailes muy distinguidos, casi exclusivos... intermedio podía considerarse al Empleados, un club que funcionaba en la gamela del mismo nombre... El Paso, vecino a Villa Rosada, se fue fortaleciendo con el tiempo por los bailables que fueron integrando a otros sectores”.13 De hecho, en gran medida, los puntos primarios para la orientación de los individuos estaban fuertemente ligados al sistema de prestigios construido en la actividad laboral al punto de establecer barreras étnicas y jerarquías sociales para participar de determinadas esferas de la sociabilidad: “En los bailes en el Club y en el Casino de oficiales de gendarmería sólo participaban los jefes y sus familias, la llamada sociedad”.14 Estas barreras sociales devenidas de la esfera de la producción, se completaban, también, con la existencia de estigmatizaciones sobre el otro que estaban ligadas al proceso constitutivo de la comunidad laboral. Tales manifestaciones se expresaron, entre otras cosas, en la visión peyorativa que, en ciertos períodos, los trabajadores de origen europeo construyeron sobre los migrantes internos del noroeste argentino, para el caso de YPF15, y que también se evidenciaron, a lo largo de gran parte de la historia de la explotación carbonífera de Río Turbio en la estigmatización y la no integración social, ni residencial del obrero chileno.16 Por otra parte, resulta claramente perceptible que, en este tipo de configuraciones sociolaborales, la unión entre la esfera de la producción y la esfera de la reproducción se realizaba bajo la dominación directa de la empresa, particularmente por medio del control sobre la vivienda. Un control que suponía que “no es sólo la habitación, ni una casa lo que está en juego, sino toda una serie de recursos accesorios a la vivienda y esenciales a la reproducción de los trabajadores, los que son de control de la administración de la fábrica (...) y que pueden transformarse en objeto de precio, de un racionamiento o de una diferenciación entre los operarios, favorecidos o no con algunos recursos, u objeto de alguna presión a ser ejercida en caso de un conflicto colectivo”. 17 La preocupación por la cuestión habitacional estuvo presente como necesidad de primer orden en la política de las autoridades tanto en los Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Comodoro Rivadavia como en los asentamientos mineros de Río Turbio. La oferta deficiente de unidades habitacionales representaba un problema para la normal reproducción de la fuerza de trabajo y además constituía una causa constante de malestar entre el personal y motivo recurrente para la protesta social, la movilización sindical y el éxodo de los trabajadores. En una organización en la cual la residencia sustentaba una modalidad efectiva de control social y un dispositivo que inmovilizaba a la fuerza de trabajo, no podía permitirse el libre asentamiento de los trabajadores. A través de la provisión de la vivienda la empresa podía regular el ciclo vital de los trabajadores, interviniendo incluso en el ritmo de constitución de los matrimonios y en la frecuencia de los nacimientos. Esta condición puede observarse en la política explícita que se puso en vigencia desde muy temprano al interior de estos establecimientos en relación con el mecanismo que preveía una modalidad residencial diferenciada para el personal soltero mientras se mantuviera en esa condición (generalmente se lo localizaba en pabellones o barracas colectivas), situación que variaba sustancialmente cuando el operario formalizaba legalmente una familia. En estos casos existía un conjunto de disposiciones que obligaban a la asignación de una vivienda más amplia con la opción a una mayor privacidad. En ocasiones, la falta de unidades habitacionales suponía de parte de los propios operarios la dilación en los tiempos previstos para la formalización del compromiso conyugal. 18 13

Lino Marcos Budiño: ob. cit. (pág. 11). Graciela Labarthe y Jorge Alabau: Ob. cit. (págs. 17-18). 15 Ver capítulo 3. 16 Ver capítulo 5. 17 José, Leite Lopes: ob. cit (pág. 41). 18 Libro Copiador de Cartas de YPF. Comodoro Rivadavia, 1927, Folio 35. 14

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En esta perspectiva, el control sobre la vivienda daba a la empresa la posibilidad de supervisar día a día la actitud de la población instalada en el área, extendiendo las funciones de sus aparatos represivos y normalizadores desde los ámbitos de trabajo a la mayor parte de las esferas de socialización sobre las que se desarrollaba la vida de los trabajadores. En una escala más amplia, la vivienda representaba el núcleo de un sistema que se completaba con la provisión de un conjunto de prestaciones diseñadas para la normal reproducción de la comunidad laboral (Proveedurías, comedores económicos, hospitales, clubes sociales y deportivos, servicios educativos, etc.). Acceder a la vivienda dentro del Yacimiento era adquirir la condición de sujeto de derecho para el acceso más amplio a todas las posibilidades de consumo que aseguraba en cada caso la propia administración. Significaba en los hechos adquirir una condición que permitía el usufructo de determinados beneficios sociales que eran exclusivos de aquellos que sostenían su relación laboral con la compañía. Era ingresar a un sistema de relaciones donde todo estaba previsto y en conformidad con una serie de normas y preceptos que alejaban al trabajador de las preocupaciones inherentes a las necesidades de la vida cotidiana: “la empresa podía determinar quién y donde debía habitar cada persona; y podía también determinar cuando debía trasladarse y a que lugar. No es menos cierto también que, la empresa, a cambio de todas aquellas molestias y limitaciones se hacía cargo de todos los gastos urbanos. Absolutamente todos, porque la empresa pavimentaba, barría, alumbraba, transportaba... proveía de agua, de luz, de gas, de cloacas... atendía el equipamiento urbano y creaba instalaciones deportivas y parques para la recreación... tenía hospital propio y también cementerio... el único costo a pagar fue la dependencia, el vivir dentro y para la empresa”.19 Desde otro punto de vista y a partir del registro de la experiencia de las redes familiares puede observarse como al interior de gran parte de las familias vinculadas a estas explotaciones existía toda una tradición laboral que vinculaba a varias generaciones con la empresa de pertenencia. Significativamente, los hijos en edad activa eran introducidos a la empresa por los propios padres en correspondencia con criterios formales para el ingreso que proponían las normas establecidas por cada compañía. Esta política promovida inicialmente por la propia compañía tenía el objetivo de vincular estrechamente a las unidades familiares con la compañía y fortalecer los lazos de identificación de los individuos con la institución. En el mismo sentido, esta normativa permitía un control más efectivo de la población ocupada al propiciar un encuadramiento más estrecho de cada nuevo trabajador. En muchos casos llegaron a vincularse laboralmente con YPF o YCF hasta tres generaciones del mismo grupo familiar. Esta estrategia también era utilizada comúnmente por los propios trabajadores en el sentido de utilizar el capital social que le brindaban sus lazos familiares para “moverse” dentro de la empresa y obtener mejores posicionamientos jerárquicos y remunerativos. De este modo la estructura institucional y el universo familiar confluían para asegurar la continuidad de lazos de parentesco dentro del yacimiento propiciando fuertes nexos de vinculación que hacían muy difícil la diferenciación rígida entre lo público y lo privado: “Mi papá fue uno de los muertos. Su único orgullo era ser minero. Después de que murió me ofrecieron trabajar en la administración, pero yo soy como él. Crecí acá (Río Turbio), este trabajo es lo único que tiene mi familia y no quiero quedarme encerrado en mi casa, asustado”20; “Yo al momento que me retiré, había cumplido 20 años de antigüedad, y esto tiene que ver con una historia, que mi viejo se jubiló en la empresa, que mi viejo vino acá a 19 “División del Municipio”. Informe Municipal. Dirección General de Planeamiento, Promoción y Desarrollo Económico y Social. Municipalidad de Comodoro Rivadavia. Diario El Patagónico, 4 de septiembre de 1991 (pág. 20). 20 Testimonio de Daniel Vedia, hijo de un minero de YCF de origen salteño fallecido en el accidente del 14 de junio de 2004. Sergio Carreras: “La patria del carbón”, Diario La Voz del Interior (Córdoba), 12 de septiembre de 2004.

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laburar, que la casa era de YPF, toda una historia mía de protección... yo siempre pensaba que en tal año de acuerdo al sistema previsional vigente me iba a jubilar en YPF...”. 21 Esta organización de la vida familiar en torno a los valores de la empresa y al propio mundo de las relaciones vecinales modelado por ésta, iba creando en los individuos jóvenes la conciencia de pertenecer a esta comunidad. Pero este proceso se reforzaba aún mucho más desde la escuela. Las escuelas de los yacimientos, generadas en casi todos los casos con recursos de la propia compañía, favorecían la identificación de la población joven con la empresa casi como si se tratara de la figura femenina de una segunda madre: “Las mas preocupadas eran las maestras, porque los directores con las miradas las responsabilizaban, habida cuenta que compartían el Protocolo con el Administrador de YPF, una especie de zar territorial...Los choferes de los micros (de YPF), en otro sector, discutían de variados temas a la espera del regreso a los campamentos alejados, como Valle C, l62, Manantial Rosales, etc.”.22 El mismo objetivo cumplían los actos públicos y la celebración de las efemérides nacionales, con una disposición discursiva y una puesta en escena que exaltaban la pertenencia a una empresa modelo que se representaba como la encarnación misma de la nación y que tendía a proteger a sus integrantes a cambio de exigirles como contrapartida la fidelidad absoluta y la identificación con sus principios constitutivos. En el mismo sentido, la indagación de lo particular permitió entender como en la definición que los miembros de estas comunidades hacían de sí mismos se yuxtaponían al menos dos niveles, independientemente de jerarquía laboral que se ocupara en la empresa. El nivel más amplio en la percepción de los trabajadores y sus familias era el que se organizaba alrededor de la vinculación a la empresa como totalidad, expresado recurrentemente bajo el apelativo de la “gran familia”: “Aquí somos una gran familia, no trabajamos solamente para nosotros, trabajamos también para agrandar la patria, por eso necesitamos hombres esforzados con espíritu de sacrificio y con fe”.23 Esta “familiarización” de las relaciones sociolaborales fue un proceso generativo que comenzó a evidenciarse hacia la década de los ’40 y ’50 en el marco de la actividad petrolera y poco más tarde, hacia los años ’60 en la explotación carbonífera rioturbiense. En todas las situaciones la evocación de la vida sociolaboral como asociada a la metáfora de la familia implicaba una profunda naturalización y ritualización de las prácticas sociales que daban forma a estas organizaciones, debilitando las líneas de tensión y promoviendo la construcción de un “nosotros” que aparecía como establecido desde siempre, en una suerte de ejercicio del olvido que propugnaba por la eliminación de la génesis conflictiva en la que se había generado esa estructura. En este esquema, la “gran familia” constituía una sociedad salarial definida por la pertenencia a un universo de “beneficios” sociolaborales que contribuían a organizar una comunidad que se insinuaba como inclusiva y armónica y que desde la evocación de una idea organicista expresaba a un “capitalismo humanizado”. En esta concepción, que suponía una baja conflictividad en las relaciones laborales, el individuo aparecía como contenido por fuertes redes de sociabilidad que tendían a relativizar, en cierta forma, las franjas de ruptura entre los diferentes grupos y jerarquías laborales, fortaleciendo los lazos de pertenencia. Pese a ello, en el fondo de esta supuesta armonía seguían existiendo líneas de ruptura que se expresaban bajo diversas formas, aunque de hecho no ponían en peligro las condiciones básicas para la reproducción del modelo. Algunas de estas líneas se ponían en evidencia, entre otros ámbitos, 21

Entrevista a Humberto Lovecchio, ex-empleado de YPF que cumplía funciones en el Hospital Presidente Alvear de Comodoro Rivadavia, (Mayo de 1996). 22 Lino Marcos Budiño: ob. cit. (pág. l7). 23 Diálogo entre el administrador del yacimiento carbonífero y un ingeniero contratado por la empresa extraído de un filme argentino de la década del ’40. Alejo Taube y Sergio Wolf (Dir.): Ob. cit.

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en las presiones reivindicativas y las pujas políticas esgrimidas al interior de los sindicatos, en la activación de las diferencias jerárquicas y ocupacionales que promovían los clubes sociales o deportivos creados al interior de la organización y en los modos de expresión de las heterogeneidades étnico-nacionales ligadas al origen de los trabajadores y asociadas con el momento de llegada de los diversos grupos a la comunidad sociolaboral. Otro nivel, más particularizado, más doméstico, estaba asociado al núcleo residencial del que se formaba parte al interior de un barrio o campamento específico dentro de la jurisdicción de la empresa. En aquellos campamentos, que por su ubicación se encontraban mas alejados del sector central del yacimiento, esa relación se hacía aún mucho más evidente.24 Esos ámbitos, construían solidaridades muy estrechas, edificadas sobre lazos vecinales que se fortalecían por la convivencia diaria y en los que ocupaba un lugar de relevancia la mujer quién permanecía por mucho más tiempo en tales espacios al cuidado de la familia por no estar vinculadas directamente a la esfera de la producción petrolera. Uno y otro nivel se potenciaban mutuamente, porque aquel que era vecino, también era compañero de trabajo, y compartía básicamente las mismas situaciones de vida. Las formas de la “familiarización” de las relaciones socio-comunitarias dentro de la organización: El rol de los sindicatos, los clubes y otros tipos de prácticas asociativas Este proceso de “familiarización” de las relaciones sociales resulta también claramente observable en el plano de la organización sindical de los trabajadores. En el ámbito específico de la actividad petrolera estatal la actividad sindical pasó de un planteo inicial de explícita autonomía, resistencia y confrontación de intereses con la empresa en la década de 1910 y 1920, a un esquema de más definida articulación que se hizo ostensible hacia fines la década de los 40 y 50. En estos momentos, la integración impulsada desde el Estado Peronista fue completando el formato del viejo modelo mosconiano a partir de la promoción de un esquema de sindicalización mimetizado con el Estado y de la expansión del bienestar sociolaboral con un avance creciente en la gestión sindical, mutual y cooperativa de los beneficios sociales. Aquí, el proceso de integración de la comunidad sociolaboral al formato definido por el Estado empresario dio como resultado la constitución del SUPE, una corporación sindical de trascendencia nacional, en el que confluían todas las categorías y jerarquías laborales del sector. Esta entidad expresaba una clara conciencia de identificación con el ideario mosconiano en lo atinente a la salvaguarda del recurso energético como aspecto inherente de la soberanía nacional y a la protección social de los trabajadores como actores comprometidos con la causa del nacionalismo petrolero. Desde fines de la década de los ‘40 el sindicato comenzó a cumplir una función mediadora entre la empresa y la comunidad sociolaboral asumiendo muchos de los “resortes” que antes estaban restringidos solamente al control de la compañía. De este modo, el sindicato supervisaba en forma creciente relaciones sociales que se referían a la esfera de la producción y de los procesos de trabajo (negociación salarial, condiciones de trabajo, jerarquización del personal, etc.), pero extendiéndose también a otras que se vinculaban con la esfera de la reproducción y de la vida de los trabajadores fuera de los horarios de labor (política de provisión de viviendas y servicios urbanos anexos, constitución de cooperativas de consumo y mutuales, etc.).25 Desde entonces, el SUPE fue el sindicato de 24

Estas situaciones han sido analizadas en profundidad a través de estudios de caso en el marco de la investigación denominada “Los Campamentos Petroleros Estatales de Comodoro Rivadavia (l907-l957)”. Prof. Edda Lía Crespo. Beca de Iniciación a la Investigación. Informe Final. Departamento de Historia. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de la Patagonia. Sede Comodoro Rivadavia. Inédito. 1994. 25 En este sentido el proceso completa alguno de los rasgos que permiten asemejar al caso estudiado al marco interpretativo del Sistema de Fábrica con Villa Obrera propuesto por algunos autores para el análisis de diversos emprendimientos industriales en América Latina. José Leite Lópes: “Fábrica e Vila Operaria: Consideracoes

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referencia para la acción sindical de los obreros y empleados de YPF en la Cuenca Petrolera del Golfo San Jorge hasta el momento mismo de la privatización de la empresa en los años ‘90. A lo largo de las décadas de los 50, 60 y 70 el SUPE filial Comodoro Rivadavia fue impactado por las tensiones del sindicalismo a escala nacional, por las disposiciones de los sucesivos gobiernos nacionales en materia de política petrolera y por los cíclicos congelamientos y recortes en los beneficios sociolaborales obtenidos históricamente por el personal de YPF.26 El carácter para-empresarial de la organización gremial, su mayoritaria identificación con los postulados del peronismo y, fundamentalmente, su fuerte articulación con el aparato estatal a nivel nacional, contribuyeron en gran medida a debilitar la capacidad de respuesta del sindicato frente al proceso privatizador motorizado por el gobierno argentino desde 1989 y que desembocaría finalmente en la desaparición de la empresa petrolera estatal, en la fractura y disolución de la comunidad sociolaboral vinculada a YPF y en la vaporización del viejo formato institucional representado por el SUPE.27 En el caso de Río Turbio, durante los años formativos del yacimiento, fueron abortados o no llegaron a concretarse los intentos de formalizar organizaciones gremiales debido –entre otros factores- al claro componente “taylorista” que modelaba la organización técnica y social del trabajo, a la explotación extensiva de una fuerza laboral socialmente débil y de escasa calificación –procedente en número importante de Chile y en mayoría de origen rural-28 y a las políticas de control desplegada por la cúpula directiva. Los conflictos sociolaborales que se desarrollaron en esta etapa tuvieron un carácter episódico y discontinuo, estuvieron asociados a demandas de corte estrictamente reivindicativo y no se plasmaron en la génesis inmediata de instituciones sindicales. Recién a lo largo de los años 50, en un proceso más tardío que el analizado para el caso de YPF y que se proyecta más allá del período bajo estudio, la comunidad laboral de Río Turbio fue adscribiéndose a entidades sindicatos como ATE (Asociación de Trabajadores del Estado), Luz y Fuerza y La Fraternidad. Este tipo de adscripción, reflejaba un componente más heterogéneo que el que se había definido en la actividad petrolífera estatal dada la pertenencia de la población trabajadora a diversas agrupaciones gremiales en función de su vinculación a distintos sectores o áreas de actividad dentro del Yacimiento (Actividades mineras de tipo extractivo en galerías y socavones o en las etapas de depuración del mineral, labores técnicas en la usina termoeléctrica, diversas tareas en la operación del Ferrocarril carbonero, etc.) y a la relación con tareas intermedias de conducción (supervisores, profesionales y técnicos de elevada calificación con funciones de gerenciamiento).29 Esta diferenciación interna de la organización laboral rompía la tradicional imagen de homogeneidad socio-económica de los trabajadores mineros y ponía en evidencia la existencia de una mayoritaria vinculación del personal con un sindicato de “trabajadores de base” (la A.T.E.), asociado directamente con la producción y la presencia de otras sobre uma forma de servidao burguesa”, en Mudanca social no Nordeste, a reproducao da subordinacao. Río de Janeiro, 1979. Paz e Terra y Federico Neiburg: Fábrica y Villa Obrera: historia social y antropología de los obreros del cemento. Tomo 1 y 2. Biblioteca Política Argentina. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1988. Para un desarrollo sintético del valor explicativo de esta categoría ver el marco conceptual de referencia en el capítulo 1 de esta presentación. 26 Para mayores detalles sobre estos procesos ver Gabriel Carrizo: “Los conflictos internos en el sindicalismo comodorense. El caso de SUPE y la huelga de 1968”. V Congreso de Historia Regional Río Gallegos. Noviembre de 2002. 27 Para mayores referencias ver Daniel Cabral Marques: “Entre la crisis del valor social del trabajo y la fragilidad de la identidad del trabajador. Cuenca del Golfo San Jorge”. Agustín Salvia (comp.): La Patagonia de los noventa. Sectores que ganan, sociedades que pierden. La Colmena. Bs. As. 1999. 28 Agustín Salvia y C. Muñoz: “Proceso histórico y transformaciones en un espacio regional. Crisis y reestructuración del Complejo Minero de Río Turbio”, Ob. Cit. (pág. 68). 29 Agustín Salvia, Enrique Fette y otros: “Crisis y reestructuración del Complejo Minero de Río Turbio en el escenario de la Pos-privatización”, La Patagonia de los noventa, La Colmena, Bs. As., 1999. (pág. 150).

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solidaridades sindicales más restringidas dirigidas hacia entidades que articulaban a trabajadores y empleados de mayor nivel jerárquico u ocupacional. Sin embargo, a pesar de estas diferencias laborales y de las variadas adscripciones socioculturales vinculadas al origen de los trabajadores, los sindicatos –liderados mayoritariamente por obreros y empleados argentinos- expresaban la identificación de los trabajadores con las metas de la explotación carbonífera (constitución de un polo de soberanía en un área de frontera, provisión de recursos energéticos para el desarrollo del mercado interno, sostenimiento de una comunidad laboral con beneficios particulares) en una frecuencia muy cercana a la de la explotación petrolífera. Por otra parte, en el caso específico del yacimiento petrolífero estatal de Comodoro Rivadavia y en referencia a las prácticas asociativas, debemos destacar el rol relevante que cumplieron los clubes sociales y deportivos en la modelación de las identidades sociolaborales vinculadas a la empresa y a su universo normativo. En general, la tendencia dominante aquí fue la conformación de instituciones que se ligaban a la práctica del deporte, en particular del fútbol, y que desde este marco encauzaban la representatividad de distintos sectores laborales o núcleos residenciales del yacimiento fiscal. Estas instituciones permitían canalizar la participación social en tareas y actividades específicas dentro del yacimiento, constituyendo durante muchos períodos los únicos ámbitos de expresión más o menos autónoma de los obreros y empleados de la empresa, al permanecer vedada la inserción en organizaciones sindicales o la participación plena en agrupaciones políticas. Además, los clubes deportivos, potenciaban el sistema de lealtades para-empresariales al constituir un ámbito de prácticas sociales inserto en el universo simbólico articulado por la instituciónempresa que, como institución total, intervenía hasta en la configuración de los tiempos de ocio por fuera de los horarios estrictamente asociados con el tiempo laboral. En efecto, como en otros casos estudiados a nivel nacional o latinoamericano30, la formalización de clubes con la fisonomía de clubes-empresa permitía a la compañía la consolidación de un modelo de sociabilidad integradora, aportando para ello la infraestructura y el acompañamiento institucional (campos de práctica, instalaciones, licencias en el trabajo, aval a la organización de certámenes, disposición de trofeos, etc.) y manteniendo un control a la distancia de los efectos de esa inversión. A la vez, estas instancias promovían espacios de desenvolvimiento en los que los propios trabajadores seleccionaban a los atletas, pautaban la constitución de los equipos, establecían los colores representativos, definían los mecanismos de entrenamiento y organizaban actividades sociales para la recaudación de fondos alternativos en pro del crecimiento económico-financiero de la institución. En el mismo sentido los clubes permitían el ejercicio de la diferenciación de la población del yacimiento frente a los otros agrupamientos del área de Comodoro Rivadavia (El pueblo, los “campamentos” de las compañías petroleras privadas, el barrio ferroviario). En estos casos la expresión deportiva, con la organización de eventos y competencias, hacía palpable la valoración de la propia pertenencia social: “Comodoro y el Tres no estaban integrados. Diferentes economías y distintas experiencias establecían una disputa que se exteriorizaba en el fútbol…Así como en materia deportiva nos separaban Fangio o Gálvez, Boca o River, Huracán o Tiro Federal, en asuntos ciudadanos los comodorenses hacían gala de su emisora radial, de la sede del gobierno y del asiento de los diarios El Chubut y El Rivadavia; los del Tres afirmaban que sin YPF nadie podría sobrevivir, que se bañaban gracias a nuestras fuentes de agua, y que con la Proveeduría, el Cine y el Puerto no necesitábamos a nadie. ”31 La práctica del deporte, tutelada desde la supervisión de la 30

Para analizar estos fenómenos desde un plano antropológico hemos seguido los planteos propuestos en Ruben Oliven y Arlet Damo: Fútbol y cultura., Norma, Buenos Aires, 2001 y Pablo Alabarces: Fútbol y patria, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2002. 31 Lino Marcos Budiño: ob. cit. (pág. 15).

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empresa petrolífera como extensión del Estado Nacional, estaba dirigida también a la afirmación de las identidades de género y, particularmente, a la definida exaltación de la masculinidad. En comunidades mineras, como es el caso que nos ocupa, el trabajo físico del varón, el esfuerzo, la disciplina atlética, constituían elementos centrales para el desenvolvimiento de la producción y, como tal, eran valorados y proyectados al terreno del deporte en función de su consagración como atributos modélicos de la masculinidad. Así, desde 1916 surgieron clubes atléticos como el de Empleados y Obreros de la Explotación Nacional de Petróleo, que poco tiempo después, en 1917, se escindió en el de Empleados, por un lado, y Obreros, por otro, incorporando en sus denominaciones la distinción que imponía la jerarquía laboral.32 La entidad que representaba a los obreros cambió su nombre, en 1919, por el de Club Atlético Germinal, en el marco del fuerte clima de movilización contestataria y obrerista que vivió la explotación petrolífera fiscal en esos años. Sin embargo, en 1923, esta organización debió modificar nuevamente su denominación por el de Florentino Ameghino, en el contexto de la reestructuración empresarial y del rígido control patronal desplegado por la dirección de YPF a cargo del General Enrique Mosconi e implementado a nivel local por la administración militar del General Alonso Baldrich.33 Por su parte, el Club Empleados de la Explotación Nacional de Petróleo, se transformó, en 1924, en tres instituciones sociales y deportivas que tuvieron amplia trayectoria en la vida del yacimiento: el club Ingeniero Luis A. Huergo, el Tiro Federal Argentino y el club Atlético Tiro Federal. Además, durante el “período mosconiano” (1922-1930) se promovió la génesis de nuevas instituciones deportivas, tales como el Club Talleres Juniors que, desde 1926, nucleaba a los trabajadores del sector talleres de YPF en Comodoro Rivadavia. Asimismo, a medida que la expansión del campamento central iba propiciando nuevas áreas residenciales para el personal se iban constituyendo clubes de fútbol que replicaban el nombre del barrio como forma de identificación y que conservaban la evocación patriótica pro-argentinizadora que impulsada, por entonces, la Dirección de la empresa (Club General Saavedra, 1928; Club Miguel Azcuénaga, 1929 y Club General San Martín, 1929).34 En ese mismo contexto, y con el respaldo de las autoridades del yacimiento se constituyó la Federación Deportiva YPF (1929),35 entidad madre que, de allí en más, agruparía a todos los clubes sociales y deportivos surgidos en el seno de la explotación petrolífera estatal con el objetivo de promover la práctica del deporte y, a través de él, afianzar un marco normativo orientado a la identificación con los valores constitutivos de la comunidad laboral. Posteriormente, en las décadas de 1930 y 1940, y a medida que el yacimiento se extendía sobre nuevas áreas comenzarían a surgir clubes deportivos en los campamentos 32 Roberto Justo Ezpeleta (Director): Medio Siglo de Petróleo Argentino (1907-1957). Editorial El Rivadavia. Comodoro Rivadavia. 1957. (pág. 226). 33 Para un análisis particular de este caso ver Edda Crespo: “De Germinal a Florentino Ameghino. Memoria, Política y Asociacionismo en Comodoro Rivadavia”. Entrepasados Revista de Historia. Año XI, Nro. 20, Fines de 2001. 34 Edda Crespo: “Comunidades Mineras, prácticas asociativas y construcción de la ciudadanía en la zona litoral del Golfo San Jorge. Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia, 1901- 1955”, Informe Final de investigación, UNPSJB, 2004, Inédito y Daniel Cabral Marques y Edda Lía Crespo: “Entre el petróleo y el carbón: empresas estatales, trabajadores e identidades sociolaborales en la Patagonia Austral durante el período territoriano (1907-1955)”, en Susana Bandieri, Graciela Blanco y Gladis Varela (Directoras): Hecho en Patagonia. La historia en perspectiva regional, CEHIR-EDUCO, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, 2006. Un análisis pormenorizado de la relación entre trabajo, tiempo libre y popularización del fútbol en Comodoro Rivadavia puede seguirse en Gabriel Carrizo: “Trabajadores y tiempo libre. El proceso de popularización del fútbol en Comodoro Rivadavia durante las primeras décadas del siglo XX”, V Jornadas sobre Trabajo y Desarrollo, UNPA-UACO, 31 de Agosto/ 1 y 2 de Setiembre de 2006. 35 Roberto Justo Ezpeleta (Director): Ob. cit. (págs. 266-267).

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alejados del campamento central: el Club Atlético Oeste Jrs. (1931), el Club Atlético Caleta Córdoba (1935), el Club Atlético Cañadón Perdido (1938), el Club Sportivo Escalante (1940), el Club Manantiales Behr (1940), el Club Atlético El Trébol (1941) y el Club Atlético El Tordillo (1943). Tras el descubrimiento del petróleo en 1944, en Cañadón Seco, se conformaría el club homónimo -en 1946- que junto a otros formaría parte de los clubes fundadores de la Liga de Fútbol del Norte de Santa Cruz una vez que los nuevos Estados provinciales fueron creados a mediados de los años cincuenta.36 Si bien fue mayoritaria la conformación de clubes en el ámbito de los campamentos alejados, en el área conocida como campamento central continuaron creándose otros tales como el Club Juan José Paso (1943), el Club Proveeduría (1942), el Club Deportivo y Recreativo Villa del Mar (1952) y el Club Social y Deportivo Hospital Alvear (1945), integrado fundamentalmente por el personal del nosocomio. También se organizaron clubes sociales en las áreas residenciales habilitadas por YPF en la zona centro-oeste de la ciudad de Comodoro Rivadavia desde los inicios de la década de 1950 (Club 13 de Diciembre, 1952). Además de la práctica del fútbol, hubo otras actividades que se desarrollaron con importante participación social y que contribuyeron a la formación de distintas asociaciones en el ámbito petrolífero estatal, tales como el Santa Lucía Golf Club (1931), la Federación Atlética YPF; el Boxing Club YPF, el Club de Pelota YPF (1932), el Club Náutico YPF (1943) y en el colegio salesiano ubicado en el Yacimiento el Club Deán Funes (1941).37 Gran parte de las tendencias propias del asociacionismo desarrollado al interior de la comunidad laboral en los yacimientos petrolíferos estatales se replicaron –desde los años 50 y 60- en el enclave carbonífero de Río Turbio y en los establecimientos vinculados a la presencia de Gas del Estado en el flanco norte de Santa Cruz. En el plano de las representaciones colectivas y desde el primer peronismo, a partir de 1947, comenzó a instrumentarse un evento de gran significatividad para los trabajadores del petróleo estatal que se prolongaría por trece años y que sintetizaría en el imaginario colectivo el lugar estratégico de la actividad y el valor de quienes formaban parte de ella: “La Fiesta Nacional del Petróleo”. Este festejo, realizado cada 13 de diciembre en conmemoración del descubrimiento del petróleo, reunió desde sus inicios una clara impronta estatalista, ya que a través del acto cargado de múltiples manifestaciones se exaltaba la gesta del Estado Argentino, corporizado en la figura omnipresente de YPF, y el rol tutelar del Gobierno Nacional en el desarrollo del territorio y de sus habitantes.38 Esta fiesta, de fuerte tono emblemático, suponía la identificación plena de los pobladores y sus organizaciones con los símbolos y mensajes definidos por la Empresa-Estado, avanzando en la homogeneización cultural y social de todas las comunidades circundantes al yacimiento. En este esquema, todas las actividades y los discursos ligaban el pasado, el presente y el futuro de la región a la presencia modeladora de YPF y sus trabajadores, asignándoles a éstos una misión suprema en 36

Carlos A. Reinoso: Tiempo de crecer. Cañadón Seco, primeros pobladores. Su historia petrolera. Testimonios. Edición del autor. Pico Truncado. 1986. 37 Edda Crespo: “Comunidades Mineras, prácticas asociativas…”, Ob. cit. y Daniel Cabral Marques y Edda Lía Crespo: Ob. cit. 38 La celebración de la “Fiesta del Petróleo” agrupaba un conjunto de actos de diverso contenido en los cuales se combinaban los eventos formales y las manifestaciones populares. Todas estas acciones representaban fases de un mismo discurso argumentativo en donde se ligaban los discursos oficiales, los almuerzos celebratorios y la entrega de medallas recordatorias para los viejos trabajadores petroleros; la procesión y misa en honor a Santa Lucía (elegida como patrona de los petroleros por la coincidencia entre el santoral católico y la fecha de descubrimiento del petróleo); la elección de la reina del petróleo y los bailes populares; los juegos y encuentros deportivos y la organización de un desfile de carrozas alegóricas de las distintas compañías petroleras. Para un detalle de estas cuestiones se sugiere ver Mariel Pacheco: “Las prácticas materiales e imaginarias del estado y la nación en un yacimiento petrolero de la Patagonia argentina. La puesta en escena de la Fiesta Nacional del Petróleo como mitografía atávica (1907-1960)”, Programa de Posgrado en Antropología Social, UNAM, Inédito, 2002.

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los destinos del país, que por entonces avanzaba en la construcción de un orden socioeconómico más autónomo y soberano detrás de las premisas del primer plan quinquenal. En esta fiesta se resumía el ideal de una comunidad fuertemente integrada, que había accedido a los beneficios de un Estado protector e inclusivo y que había logrado construir un orden socioeconómico y cultural que se avizoraba como permanente en el tiempo, y en el que debían referenciarse las nuevas generaciones. Por entonces, el Yacimiento Petrolífero Estatal había adquirido su fisonomía característica con el desarrollo de una amplia infraestructura de servicios sociales para los trabajadores y sus familias, con el avance creciente en el rol mediador del sindicato SUPE y de cooperativas de obreros y empleados en la gestión de gran parte de las políticas sociolaborales y con la vigencia de normas sociales que aseguraban al individuo la inclusión en un sistema de contención y protección que además poseía un fuerte sesgo positivo frente a otras comunidades de la región. Con sus propias normas, sus propios valores y sus propios criterios de diferenciación social, esta comunidad se convirtió en un importante lugar de constitución de identidades promoviendo un sustrato cultural que aún hoy caracteriza a aquellos lugares del país en los cuales existió una continua y sostenida presencia por parte de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales. De hecho, por esos años, los pobladores del yacimiento petrolífero estatal adquirieron gran parte de las características de lo que autores como Joel Horowitz,39 han designado siguiendo las premisas de la sociología británica- como “comunidad ocupacional”. Con esta noción se plantea la relación particular que se establece entre el trabajo y el resto de la vida en aquellas comunidades laborales en las que los individuos están tan influidos por su trabajo que su vida entera fuera de éste se halla impregnada de las relaciones, intereses y valores desarrollados en él. En ámbitos como estos, el trabajo y los valores definidos por él impregnan todas las esferas de la vida cotidiana, al punto de que los compañeros de trabajo continúan siendo los interlocutores válidos cuando la tarea termina y casi todas las actividades en los momentos de ocio giran en torno a los vínculos construidos en el ámbito laboral. En estos casos, ciertas instituciones vertebradoras como los sindicatos o los clubes sociales y las asociaciones mutuales organizados a partir de la pertenencia laboral se convierten en el eje de referencia para la constitución y reproducción de estos vínculos. En síntesis, las comunidades ocupacionales se caracterizan por una serie de rasgos –muchos de los cuales pueden ser perfectamente observados en la comunidad “ypefiana” hacia la década de los cuarenta y cincuenta- entre los que se cuentan: a) la presencia de una organización centralizada y bien disciplinada (la propia empresa, el sindicato y las organizaciones para-empresariales asociadas a la vida de los yacimientos) que actúa como referente central para la autodefinición de la comunidad; b) servicios sociales diferenciados que fomentan en estos trabajadores una conciencia de exclusividad sobre otros trabajadores, c) la convicción de obreros y empleados acerca de la importancia de la actividad que desarrollan para el futuro del país, d) las pautas de residencia comunes en barrios y campamentos petroleros que acentúan el tenor de los vínculos endógenos entre los miembros de la comunidad y e) la tendencia a trasladar las normas y valores de la comunidad de padres a hijos, construyendo fuertes tradiciones y favoreciendo el ingreso de las nuevas generaciones a la propia comunidad laboral. En el caso de Río Turbio la fuerte presencia de una simbología que apelaba a los valores nacionales y que se expresaba en la recurrente expresión de los trabajadores “yo vine para hacer patria”40, estuvo relacionada directamente con la situación fronteriza de la 39

Joel Horowitz: “Los trabajadores ferroviarios en la Argentina (1920-1943). La formación de una elite obrera”, en Desarrollo Económico. Nro. 99. Buenos Aires. Octubre-diciembre de 1985. 40 Entrevista videograbada a trabajadores argentinos de origen tucumano establecidos en Río Turbio. Alejo Taube y Sergio Wolf (Dir.): Ritos de Frontera. Río Turbio-Puerto Natales (Vídeo realizado a partir de una investigación etnográfica de Hernán Vidal). IDES-Programa de Investigaciones Socioculturales en el MERCOSUR. 2002.

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explotación (situada a muy pocos kilómetros del límite con Chile) y a la presencia mayoritaria y constante dentro de la planta de personal de trabajadores de origen chileno que generalmente itineraban semanalmente entre su ámbito laboral en el yacimiento carbonífero y su residencia formal en la vecina localidad chilena de Puerto Natales. En este sentido, las políticas nacionales vinculadas con el desarrollo del yacimiento y de su comunidad sociolaboral asociada estuvieron orientadas por el objetivo de generar una infraestructura física que permitiera la extracción del recurso pero también a la consolidación de núcleos de población que aseguraran la ocupación del territorio y su sostenibilidad productiva bajo la orientación del Estado Nacional en un área de frontera. La exaltación de un discurso y una acción ligados al “nacionalismo territorial” con fuerte sentido integrista estaba ya presente en las declamaciones que sirvieron de marco al origen del emprendimiento minero por parte del Estado Nacional en la década de los 40, pero se hizo plenamente visible en la retórica que sobre el rol del establecimiento carbonífero de Río Turbio realizó el gobierno nacional durante el período peronista. En este marco, el Estado Nacional avanzó en la construcción de una frontera simbólica y en la instauración de una “conciencia nacional”, fracturando y debilitando los lazos de articulación e integración económica, social y cultural que se habían gestado en el territorio en las primeras décadas del siglo XX.41 En los años 50 y 60 la exacerbación de la hipótesis de conflicto con Chile potenció aún más esta idea-fuerza esgrimida por el Estado Nacional en el marco de las dictaduras militares, situación que llegó a su punto culminante con la repatriación de trabajadores chilenos hacia Puerto Natales ante la inminencia del conflicto bélico con el vecino país en 1978.42 En este tipo de lectura ideológica de la frontera nacional el área de Río Turbio aparecía como “vulnerable por el escaso índice de población argentina radicada” “(por) la presencia de habitantes chilenos radicados o golondrinas”, “(por) la influencia de los medios de penetración extra nacionales” o “(por) 41

Para un análisis amplio de estos procesos en Argentina y América Latina ver Alejandro Grimson: “Introducción. ¿Fronteras políticas versus fronteras culturales?”. A. Grimson (comp.): Fronteras, naciones e identidades. La periferia como centro, CICCUS-La Crujía, Bs. As., 2000. Un estudio pormenorizado de los procesos de constitución, desestructuración y reconstitución de la frontera con Chile a lo largo de los siglos XIX y XX puede seguirse en Susana Bandieri (coord.): Cruzando la Cordillera. La frontera argentino-chilena como espacio social. CEHIR-UNCO. Neuquén. 2001. A su vez, la dinámica de la construcción histórica de las imágenes recíprocas entre Chile y Argentina ha sido explorada exhaustivamente en Pablo Lacaste: La imagen del otro en las relaciones de la Argentina y Chile (1534-2000). Universidad de Santiago de Chile-FCE. Buenos Aires. 2003. 42 A partir del año de 1966 como parte del clima confrontacional que existía entre los gobiernos de Argentina y Chile los obreros chilenos fueron notificados de la expulsión en masa de las faenas de la mina de Río Turbio. En lugar del elemento chileno, el Gobierno argentino pretendía trasladar "enganchados" desde las provincias del Norte del país. La razón del despido tenía connotaciones fuertemente antichilenas, pero se aducían motivaciones económicas, dada las dificultades de la administración de YCF por renovar el material operativo. En años posteriores, se volvieron a contratar trabajadores de origen chileno en vista de que seguían siendo la principal fuerza de trabajo potencial y de que la migración de obreros de países vecinos, principalmente bolivianos, no había logrado superar el prestigio y el reconocimiento que tenía el experimentado minero chileno. Sin embargo, las cifras jamás recuperaron los niveles previos a la expulsión en masa. Hacia 1969, se contabilizan sólo 1.800 chilenos en faenas dentro de la mina. Poco después, en 1978, la inminencia de una guerra por el Canal de Beagle terminó de alejar a los chilenos allí residentes y, de hecho, Río Turbio y Puerto Natales se separaron entre sí por una fuerte tensión militar. Por entonces, las Fuerzas Armadas argentinas y la propia empresa YCF protagonizaron una violenta expulsión del país de una importante cantidad de operarios chilenos que trabajaban en el enclave, lo que se tradujo en una reducción de gastos que permitió dar respuestas a la presión salarial de los trabajadores nacionales pero que, a la vez, distorsionó la organización técnica y social del trabajo en todo el yacimiento. Corporación de defensa de la soberanía: “El caso del mineral de Río Turbio: Fracaso y peligros de una integración en la minería fronteriza chileno-argentina” (Ampliado y Actualizado en junio de 2005). Santiago de Chile. http://www.soberaniachile.cl/ y Agustín Salvia y C. Muñoz: “Proceso histórico y transformaciones en un espacio regional. Crisis y reestructuración del Complejo Minero de Río Turbio”, La Patagonia privatizada... Ob. cit. (pág. 70-71).

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las influencias de carácter cultural que inciden poderosamente en la conformación general de la idiosincrasia y costumbrismos locales y que debe ser convenientemente controlada y neutralizada mediante el fortalecimiento de los valores nacionales”.43 Sin embargo, y pese al despliegue de violencia física y simbólica, la realidad histórica hizo que Río Turbio y Puerto Natales se configuraran como dos localidades con una fuerte articulación económica, social y cultural, con rasgos que aún son claramente visibles desde la actualidad: “En realidad es tal el nexo que hay, que hay familias desarrolladas en Río Turbio y que tienen parientes en Natales, sobre todo en los chilenos, es como si fueran dos pueblos casi sin fronteras....la frontera la pone Gendarmería...”.44 En virtud de estos procesos, el enclave minero de Río Turbio vivió durante gran parte de su historia un fuerte proceso contradictorio en el sentido que, más allá de las políticas para reclutar personal en el exterior (Italia o la URSS) o en las provincias del norte del país (Jujuy, Tucumán, La Rioja o Salta), la viabilidad económica del emprendimiento sólo era posible con el reclutamiento masivo de obreros chilenos de baja calificación. De este modo la ciudad de Puerto Natales en Chile pasó a representar el proveedor principal de mano de obra para el yacimiento, al tiempo que participaba de los ciclos de expansión económica o crisis de financiamiento de la actividad extractiva por el caudal de recursos que esos mismos trabajadores volcaban a la economía local, lugar donde se situaba su residencia permanente:“Natales creció, gracias al yacimiento de Río Turbio, porque aquí la mayoría de las casas autoconstrucción han sido de mineros del Turbio”.45 La hegemonía corporativa de la empresa minera y el uso discrecional de las políticas sociolaborales favorecieron la generación de un dispositivo que contribuyó a someter y subordinar a ese “otro necesario pero no deseado”. Al mismo tiempo, se desplegó un claro dispositivo de control articulado entre el “Estado-empresario” encarnado en la explotación minera y el “Estado-resguardo de la frontera” simbolizado en la institución gendarmería, desde donde se ejerció un cotidiano y arbitrario uso de la violencia simbólica sobre los trabajadores chilenos: “Sabe que nosotros sufrimos mucho... A nosotros por ejemplo se nos quitaban las cosas en Gendarmería Argentina de lo que traíamos y después se nos empezó a quitar en Carabineros y después del golpe militar lo quitaban los militares. Faltó que los curas nomás empezaran a quitarnos las cosas. Abusos como esos, que llegaba a doler el alma, la impotencia...”46 Estos dispositivos “modelaron” la frontera, consolidaron la diferencia nacional, dieron al Estado el monopolio en la asignación de las identidades sobre el territorio, e hicieron tangible, de modo permanente, el “rito de paso”47 que significaba para los trabajadores chilenos el cruce del límite internacional. En efecto, desde la década de los ‘50, pero con énfasis desde la exacerbación de los conflictos limítrofes con Chile en las décadas de 43

Juan H. Albornoz: Río Turbio. Polo de Desarrollo. Ediciones Ser Nacional. Bs. As. 1987. Entrevistas videograbadas al Ingeniero Horacio Médico, ex personal de la Mina carbonífera de Río Turbio. Alejo Taube y Sergio Wolf (Dir.): Ob. cit. 45 Entrevistas videograbadas a residentes chilenos de Puerto Natales vinculados al mercado laboral del yacimiento Río Turbio. Alejo Taube y Sergio Wolf (Dir.): Ob. Cit. 46 Entrevistas videograbadas a trabajadores chilenos del yacimiento Río Turbio residentes en Puerto Natales. Alejo Taube y Sergio Wolf (Dir.): Ob. Cit. 47 Seguimos aquí los planteos que desde la Antropología realizó Arnold Van Gennep: Los ritos de paso, Madrid, Taurus, 1986. En esta obra se analizan los cambios en las situaciones, estadíos o roles sociales que atraviesan los individuos en el cruce de fronteras. Interesa particularmente el abordaje de las fronteras político-territoriales y las secuencias ceremoniales implícitas en el pasaje de un país a otro. La categoría “ritos de paso” sirve para estudiar esas transiciones, y se descomponen en ritos preliminares o de separación, ritos de margen o liminares y ritos de agregación o posliminares Sobre el particular para el caso del paso Río Turbio-Puerto Natales ver Hernán Vidal: “La frontera después del ajuste. De la producción de soberanía a la producción de ciudadanía”, A. Grimson (comp.): Fronteras, naciones e identidades. La periferia como centro, CICCUS-La Crujía, Bs. As., 2000. 44

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los ‘60 y ‘70, los controles fronterizos se constituyeron en una extensión del poder del Estado en esta área periférica y potenciaron la definición de alteridades sobre ámbitos territoriales donde aún eran difusas las diferencias nacionales.48 En estos marcos interpretativos, el “extranjero” (chileno) que cruzaba (“invadía”) el territorio argentino era conceptualizado como “potencialmente peligroso” y “moralmente inferior” y por ello, era objeto de segregación simbólica, observación y seguimiento permanente. A pesar de todas estas acciones, que se evidenciaron también en la estructura sindical de la A.T.E. coptada por la empresa y liderada por dirigentes argentinos durante gran parte del proceso, la llegada de trabajadores chilenos a la conducción gremial durante los años 80 y la concertación de acciones entre todos los trabajadores de la mina durante los 90, plantearon un nuevo estado de cosas en el que aparecía como el único objetivo relevante la defensa de las fuentes de trabajo y del modo de vida minero amenazados ahora por las propias políticas del Estado Nacional.49 Por otra parte en el Yacimiento carbonífero de Río Turbio, al igual que referíamos para el caso de la compañía petrolera YPF, las prácticas asociativas estuvieron modeladas por la pertenencia a la compañía estatal, la que se constituyó por varias décadas en el epicentro de la organización social, el pivote de la dinámica cultural y el emblema más relevante de la autoridad estatal en la región. Desde los primeros años, y en consonancia con el “modelo ypefiano” que le dio origen como organización, los habitantes de la mina carbonífera, con una población eminentemente masculina, proyectaron en instituciones y clubes deportivos paraempresariales formas de asociatividad que extendían a un ámbito no productivo las prácticas 48

Aún en la actualidad, el paso de la frontera en el área de Río Turbio-Puerto Natales remite a un fuerte rito de agregación-desagregación y a la constitución de la calidad de extranjero o nacional según sea el ingreso o egreso hacia o desde la Argentina o Chile. Si bien en los hechos se pautan casi las mismas condiciones por parte de los puestos de Gendarmería (Argentina) o Carabineros (Chile), con la identificación del pasajero, el sello de la papeleta y/o el control de equipaje de mano, la forma en que se instrumenta el procedimiento es muy diferente en uno y otro caso. En el caso argentino, la gendarmería lleva a cabo este ritual de paso con una alta carga de violencia simbólica que se resume en el hecho de la mención individual de cada uno de los pasajeros en voz alta y su comparecencia personal en el mostrador del agente de control fronterizo, ante la mirada de todos los demás que esperan su turno. En este procedimiento, rígido y mecánico, el control de equipaje de mano pareciera ser un complemento en la secuencia del rito de agregación en el territorio argentino, y este episodio otorga cierto dramatismo a toda la instancia, con una clara manifestación de poder por parte de las autoridades. Así, aparece con nitidez una sanción simbólica por el paso de determinadas mercaderías del vecino país hacia la Argentina, y una efectivización de dicha sanción a través de la demora y de un trato diferencial sobre aquel que ingresa algo “prohibido” al que se lo expone a las miradas de los demás. En tal sentido, se potencia una confrontación preestablecida que se repite cíclicamente y que forma parte del rito de agregación como extranjeros de los individuos chilenos que cruzan habitualmente al territorio argentino. Por último, es claramente perceptible, la ambigüedad que supone el tránsito por la zona liminal que media entre los dos puestos fronterizos. A pesar de atravesar este punto en reducidos minutos, el hecho de estar cruzando una “tierra de nadie” y el fuerte contenido agreste del paisaje en donde casi no aparecen manifestaciones de la presencia humana, otorgan al momento un contenido especial que se asemeja mucho a lo que los textos relatan como “flotación entre dos mundos”. Esta sensación se rompe de modo ostensible cuando ante la vista del colectivo aparece el umbral del puesto de control de frontera, sea tanto en el tránsito desde la Argentina a Chile (donde esta ruptura se hace más notoria por la continuidad del paisaje) como en el camino que lleva desde Dorotea en Chile a Mina 1 en el territorio argentino. En ambos casos, la noción de estar ingresando a un mundo nuevo, bajo determinadas condiciones, se resume en la figura de la barrera baja, que marca la existencia de un dominio, cuyo traspaso expone al cambio de la propia situación social (de nativo a extranjero o de extranjero a nativo). Observaciones del registro etnográfico sobre el paso de frontera entre Río Turbio-Puerto Natales-Río Turbio. Diciembre de 1997. 49 Esta situación de articulación de intereses entre trabajadores argentinos y chilenos de Río Turbio fue muy notoria en el movimiento social conocido como “Unión 24” que se desarrolló en 1994 para resistir el embate de la privatización-concesión de la mina y la reestructuración laboral implícita en este proceso. Para mayores referencias ver Hernán Vidal: Ob. Cit. y Susana Martínez, Elida Luque y otros: “El conflicto minero de Río Turbio, noviembre de 1994”, en Antognazzi, I. Y Ferrer, R. (comps.): Argentina: raíces históricas del presente. UNR. Rosario. 1997.

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socioculturales propias de la comunidad minera. Desde muy temprano la vida asociativa y la esfera de la sociabilidad “privada”, estuvieron contenidas por las disposiciones, las regulaciones y la dotación de infraestructura definida por la empresa carbonífera. De este modo, entidades tales como el Club Carbotur, o el Club YCF, entre otras, se constituyeron en instituciones que organizaban la vida de relación en torno al ocio y el esparcimiento, favoreciendo la reproducción al interior de estos espacios de las diferencias jerárquicas y étnico-sociales que modelaban a la comunidad laboral en los espacios de trabajo. En el Club YCF, punto central de la vida asociativa de la comunidad, que poseía una infraestructura para la práctica deportiva y recreativa que no tenían por entonces otras instituciones en el ámbito del territorio de Santa Cruz, se realizaban anualmente las fiestas de carnaval, los festejos del Día de las Naciones –definido desde la década de los 60 en homenaje a los inmigrantes afincados en Río Turbio-, y algunas actividades centrales del Día del Minero. Otras organizaciones relevantes de la vida asociativa de la comunidad minera estuvieron representadas –en muchos casos con surgimiento en un momento posterior al período analizado- por el Club Andino, el Club Talleres, el Club Independiente de Mina 1, el Club Ferrocarril La Dorotea, el Tiro Federal Argentino, el Club Patagonia –fusionado luego en el Club YCF- y los Centros de Residentes Jujeños, y Salteños y el Club Fortín Riojano. Si bien muchas de estas entidades estaban orientadas a la constitución de ámbitos de socialización con fines específicos (la práctica de tiro, el desarrollo de deportes de invierno o en espacios cerrados, la recreación de prácticas culturales propias de los lugares de origen de la población, etc.) todas estuvieron asociadas a la dinámica social e institucional definida por la empresa del Estado, en aspectos que iban desde la solicitud de autorización y apoyo material y financiero para la organización de eventos a la impronta que otorgaba el sistema de normas y roles del producidos en el mundo del trabajo a la vida de relación. Finalmente, en el plano de las representaciones sociolaborales, el evento que se constituía en el espacio por excelencia en el cual se proyectaban los estereotipos, y los valores establecidos como inherentes a la comunidad laboral estaba simbolizado por el Día del Minero, correlato rioturbiense del Día del Petróleo Ypefiano, y que se celebraba anualmente todos los 4 de Diciembre en relación con el recordatorio en el santoral católico de la figura de Santa Bárbara, patrona de los mineros. En estas ocasiones, se movilizaba toda la comunidad laboral y sus instituciones representativas en torno a una agenda festiva que incluía facetas vinculadas al imaginario religioso (procesión de Santa Bárbara y Misa frente al monumento del Minero), a las manifestaciones populares (asado público organizado por la empresa para el personal y sus familias), a las tradiciones empresariales (condecoración de operarios con 25 años de trayectoria, elección de la Reina del Carbón) y a la liturgia patriótica (ejecución de marchas militares por parte de Bandas del ejército Argentino): “Se hacía un asado enorme. YCF ponía los corderos, venían las familias de los mineros de Natales. Después se elegía la reina del carbón. El 4 de diciembre era feriado, el tres a la noche era el baile…Al otro día se hacía el asado para todo el pueblo…”.50 Este día representaba, además, el momento en el cual se producía una “ruptura” de los códigos establecidos por la propia comunidad minera al permitirse a las mujeres, como hecho excepcional que se reproducía sólo una vez al año, el ingreso a las galerías y chiflones de la mina: “Las mujeres entramos (a la mina) sólo los 4 de diciembre que es el día de Santa Bárbara porque se organiza un ingreso especial para todas las mujeres o gente que no es de mina porque hay toda una historia acerca del ingreso de mujer a mina que trae muy mala suerte”..51 50

Entrevista a Ivana Badioli de Bauer, hija y esposa de trabajadores de YCF. Entrevista videograbada a una mujer de Río Turbio esposa de un minero. Alejo Taube y Sergio Wolf (Dir.): Ob. Cit. Esta manifestación cargada de simbolismo, que recuperaba tradiciones asociadas a la explotación minera de otros lugares del mundo, comenzó a hacerse recurrente en Río Turbio desde inicios de los años 70. 51

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Los inicios de la disolución del modelo: Etapas, formas y procesos de modificación de las configuraciones socio-laborales al interior de las empresas estatales extractivas Sin embargo, desde los inicios de la década de los ’70 comenzaron a hacerse evidentes los límites en la capacidad de sostenimiento de las modalidades de intervención social que habían caracterizado históricamente a estas empresas petrolíferas y carboníferas en cuanto al mantenimiento de campamentos y comunidades residenciales asociadas a la producción. En el plano de las relaciones socio-laborales, las condiciones objetivas de esta transformación se expresaron en la modificación de aquellos principios de organización institucional que suponían estilos productivos y formas de utilización de la mano de obra que eran propios de un modelo empresario totalizador, con capacidad para sostener la vida cotidiana de sus trabajadores. La disolución de ese modelo de relaciones sociales implicó la paulatina separación entre la esfera de la producción y la esfera de la reproducción de los trabajadores por parte de la política empresaria. Cada vez más, la esfera de la reproducción fue cobrando autonomía, asegurando al trabajador un margen de independencia respecto de la empresa en cuanto a la provisión de los elementos básicos para la subsistencia. Aquí interesa –entre otrosel cambio operado en torno a la modalidad de acceso a la vivienda, esfera tradicionalmente dominada por la gestión empresaria como base de la infraestructura diseñada para localizar e inmovilizar a la fuerza de trabajo. En el caso de la petrolera estatal YPF este proceso estuvo asociado a la transferencia que se produjo en cuanto a la provisión de una amplia gama de servicios urbanos (provisión de comestibles, fluidos, mantenimiento de las instalaciones, transporte) desde la órbita del yacimiento hacia otras entidades públicas y/o privadas. Esta coyuntura llevó -en los hechos- a una modificación paulatina de la imagen de autosuficiencia, que era ya tradicional en los yacimientos petrolíferos, y que sería erosionada por el repliegue que desde las empresas comenzó a operarse en relación a la “asistencia” a su personal: “Aunque imperceptiblemente al principio y abarcando un período de años variado (en relación a cada una de las compañías petroleras del área de Comodoro Rivadavia), el fin del modelo se hace visible en los comienzos de la década del 70, casi contemporáneamente con la crisis internacional del petróleo. El modelo que sostenía a la empresa como ámbito cerrado dentro de la ciudad, cae. El campamento se abre como barrio”. 52 Con la desestructuración de los campamentos en los años 70, los viejos asentamientos poblacionales generados por la actividad petrolera comenzaron a ser incorporados a un nuevo ámbito: el de la jurisdicción municipal. Desde esta nueva pertenencia pasaron a ser definidos bajo el status jurídico de barrios de la ciudad, perdiendo paulatinamente su vinculación -al nivel de la gestión urbana- con las empresas petroleras (tanto YPF como otras compañías privadas) que habían participado en su origen y sostenimiento a lo largo de más de 50 años.53 En el año 1972 se sancionó la Ordenanza General de Asociaciones Vecinales que reconocía formalmente a las localizaciones de la zona norte como parte de la estructura urbana bajo la 52

“División del Municipio”. Informe Municipal. Dirección General de planeamiento, promoción y desarrollo económico y social. Municipalidad de Comodoro Rivadavia. Diario El Patagónico, 4 de Septiembre de 1991 (pág. 20). 53 Este proceso que se inició con los campamentos y barrios de YPF en los años 70, fue continuado en los tiempos sucesivos por otras compañías petroleras de capitales privados que operaban en el área de Comodoro Rivadavia desde la década del 1910 y 1920. Este fue el caso de la empresa “Astra Cía. Argentina de Petróleo” (situada a 20 kilómetros del casco céntrico), “Petroquímica S.A.” (en el Km. 8) y “Diadema Argentina de Petróleo” (a 27 kilómetros del centro de la ciudad). Hacia 1984 el ejido municipal integraba ya a la totalidad de los asentamientos de la denominada “zona norte”, en la que históricamente se habían establecido las empresas petroleras y donde también se localizaba el viejo campamento del Ferrocarril Comodoro Rivadavia-Sarmiento.

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gestión del municipio.54 En este período se iniciaron trabajos de mensura, se efectivizó la entrega de tierras, con el apoyo provincial se instrumentaron planes de desarrollo, se ejecutaron algunos trabajos de infraestructura y se elaboraron proyectos de integración para conectar el área de los asentamientos petroleros con el casco urbano de la zona central de Comodoro Rivadavia.55 Una indagación más estrecha de lo particular nos permitió percibir como este cambio a nivel estructural implicaba una transformación que iba más allá de lo estrictamente urbano y significaba toda una modificación en el estilo de vida de las poblaciones antes vinculadas al yacimiento fiscal. En los espacios de residencia las relaciones sociales ya no se regían por los patrones de la empresa, sino que comenzaban a constituirse desde otras normas, que no eran sentidas como propias. Esta nueva realidad, y la llegada de otros contingentes de población al área antes ocupada exclusivamente por los operarios de la empresa fueron desarticulando el sentido de comunidad generando situaciones traumáticas que aún hoy permanecen abiertas. Según definiciones del propio municipio: “Si comparamos la calidad de vida que otorgaban las empresas en pleno apogeo con la de los actuales barrios, el balance sin lugar a dudas es desfavorable para el período actual. Pero se trata evidentemente de una comparación equivocada. La opulencia económica del petróleo ya no existe, y lo que es más, no volverá a existir”. 56 La lógica de la fragmentación del espacio de lo público que fue evidente para estos casos durante los años 70 y 80, supuso una profunda ruptura al nivel de las interacciones cotidianas y las representaciones sociales de los sujetos antes vinculados a dominio totalizador de “la empresa”. En estos procesos el trabajador y su familia fueron “liberándose” del marco omnipresente de la compañía y fueron ingresando a un nuevo formato de relaciones sociales en donde primaban otros mecanismos y reglas de juego. En tales situaciones la ruptura, simbolizada en la incorporación de los ex−campamentos y barrios del yacimiento al ejido municipal, fue descomponiendo el sentido de pertenencia colectivo definido por las normativas y regulaciones propias de la etapa anterior. De este modo fue propiciándose un cambio profundo en cuanto al sentido de las obligaciones que generaban los mecanismos de cobertura definidos por la nueva adscripción a la administración municipal. En efecto, la nueva vinculación con la racionalidad propia de la administración municipal alteró profundamente el sistema de organización de los beneficios sociales. En la medida en que tiene lugar el proceso de “privatización” de las viviendas y de los servicios asociados a ella, se diluye aquella modalidad institucionalizada por la empresa que establecía como principio básico que la solicitud de la “casa” corría paralela a la obtención del trabajo dentro del yacimiento. Los contornos entre residencia y trabajo comenzaron a tornarse cada vez más difusos y fueron la clara expresión de la separación entre la esfera de la producción y la esfera

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“División del Municipio”. Informe municipal. ob. cit. (pág. 20). Para este fin se reestructuró el recorrido del transporte público de pasajeros -a cargo de empresas particularesy a la vez se renovaron y transfirieron a organismos públicos y privados algunas redes de provisión de agua y gas que se encontraban deterioradas por el tiempo transcurrido desde su instalación por las empresas petroleras “División del Municipio”, Informe Municipal. ob. cit. (pág. 20). Un proceso de similares características puede observarse en el caso de la vecina ciudad de Caleta Olivia (Santa Cruz), en relación al creciente involucramiento del municipio en la administración de los asuntos comunitarios de los ex-barrios petroleros (provisión de alumbrado público, redefinición de la circulación del transporte público, mantenimiento de las calles, provisión de terrenos fiscales, etc.). Para mayores referencias sobre este proceso ver Daniel Marques: Crisis y transformación de un modelo empresario de intervención social. Estado, trabajadores y políticas sociolaborales en los Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Comodoro Rivadavia (1970-1996), Tesis de Maestría en Política Social, CIUNPAT/UNPSJB, Inédito, 1997. 56 “División del Municipio”, ob. cit. (pág. 4). 55

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de la reproducción de los trabajadores,57 antes organizadas como parte de una misma realidad bajo el dominio empresario. Desde este punto de vista, la pertenencia laboral a la empresa petrolera estatal comienza a perder relevancia al momento de asegurar –para el trabajador y su familia- la cobertura de las necesidades básicas asociadas al consumo o a la provisión de los servicios urbanos vinculados con la residencia. Esta “libre movilidad” y la posibilidad de acceder a otras opciones para garantizar el consumo, fue vivida por la población como un retroceso en relación a las situaciones preexistentes, dada la necesidad de asumir nuevos roles que supusieron un mayor involucramiento -desde la contribución impositiva por ejemplo- en el sostenimiento de los beneficios provistos por otras entidades que no son la empresa (el municipio, la cooperativa de luz, Obras Sanitarias de la Nación, etc.). En lo general, este proceso de transformación tendió a definir un contexto de mercado libre, en donde la relación sujeto-beneficios sociales aparecía cada vez más marcada por canales impersonales de regulación de los intercambios, y encuadrada bajo una racionalidad diferente a la que había organizado las prestaciones dentro de la órbita de la empresa. De hecho, la figura del contribuyente, estaba marcando la instauración de nuevos principios de organización en la definición de quienes son sujetos de derecho para acceder a determinados beneficios públicos. Desde esta modalidad, comenzó a cobrar relevancia el aporte individualizado, y se debilitó la noción corporativa contenida en la idea colectiva representada por los “trabajadores de la empresa”. El sujeto colectivo trabajador de la empresa- que definía su integración a la sociedad a partir de un amplio conjunto de derechos prescriptos por su pertenencia laboral, comenzaba a desagregarse en “individuos” con mayores márgenes de autonomía pero a la vez con crecientes responsabilidades para asegurar, por sus propios medios, una mejor inserción en el mercado. Esta tendencia, estuvo vinculada en una primera etapa sólo a cuestiones relacionadas estrictamente con la esfera del consumo, en el marco de la redefinición de los campamentos y barrios como ámbitos “abiertos” a la gestión municipal y no ya autosostenidos por el propio desarrollo de la actividad extractiva del petróleo. Sin embargo, la institucionalización de las nuevas condiciones no implicó la automática readecuación de las conductas y comportamientos sociales de los habitantes de los yacimientos. En este sentido, puede observarse -al mismo tiempo que se percibe la efectiva disolución del sistema vigente en los años 70 y 80- la continuidad en las prácticas y mecanismos de relación social que se habían establecido bajo el contexto anterior de dominio totalizador por parte de la empresa. Los efectos redistributivos encarnados por el modelo de gestión comunitaria desarrollado por YPF y las compañías privadas a lo largo de los años, habían construido en la población beneficiaria una fuerte conciencia de derecho, cuyas incidencias culturales atravesaron el proceso de disolución, haciendo muy difícil toda posibilidad de poder elaborar el cambio. En los años sucesivos (1990-1995) la definitiva reestructuración y privatización de la compañía estatal YPF y su impacto sobre el mercado de trabajo pusieron de manifiesto el verdadero alcance del proceso de transformación al alterar significativamente la configuración laboral del trabajador petrolero. El nuevo escenario, marcado por la debilidad y la inestabilidad en las formas de integración social a partir de la emergencia del desempleo abierto o el subempleo, puso en evidencia la profundidad de la ruptura con las condiciones preexistentes, dando origen a nuevas modalidades de relación social y a inéditas condiciones de subsistencia para las comunidades asociadas al desenvolvimiento de este tipo de empresas. 57

Seguimos aquí el planteo propuesto por José Leite Lopes: “Fábrica e Vila Operaria...”, ob. cit. y por Federico Neiburg: ob. cit. Para un desarrollo sintético del valor explicativo de esta categoría ver el marco conceptual de referencia en el capítulo 1 de esta presentación.

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Por su parte, la explotación carbonífera de Río Turbio vivió durante los años 60 un importante período de expansión, en el marco de la demanda energética sostenida por la profundización del modelo de sustitución de importaciones a escala nacional. La necesidad de ampliar la capacidad energética del país con la instalación de nuevas usinas termoeléctricas dio un gran impulso al yacimiento carbonífero con inversiones en equipamiento y con una nueva organización del trabajo que adquirió por esos años un definido perfil “fordista”, con una mayor demanda de profesionales y técnicos argentinos atraídos por las diferencias salariales.58 El proceso impulsó la segmentación laboral y la complejización de la fuerza de trabajo con la materialización de nuevas categorías y jerarquías ocupacionales y la diferenciación interna de las formas de organización de trabajadores, empleados, personal técnico y directivo. El aumento de la población y los elevados ingresos percibidos por los trabajadores dieron impulso al comercio y los servicios locales, revitalizando el desarrollo socio-comunitario al punto de marcar una “edad de oro” en la vida social y económica de la comunidad carbonífera. Sin embargo, en la década del 70 la explotación del carbón fue paulatinamente marginada de la “ecuación energética nacional”, lo que llevó a la pérdida de rentabilidad del yacimiento, la reducción de la demanda interna del carbón y a la merma en las inversiones por parte del Estado Nacional. La pérdida de productividad, el deterioro comercial y financiero se agravaron a partir de 1976, con las estrategias de reducción de gastos y la reorganización de la planta de personal operadas por el gobierno de facto que contribuyeron a distorsionar la estructura de funcionamiento de la mina y de su comunidad laboral y residencial asociada. El contexto signado por la inminencia de un conflicto bélico con Chile en 1978 llevó al Gobierno de Facto a la expulsión de un importante contingente de trabajadores de origen chileno que se desempeñaban en las tareas “productivas” y “extractivas” de la mina de Río Turbio, avanzando de este modo en la reducción de personal y en la desarticulación de la lógica de funcionamiento de la comunidad laboral. 59 Desde entonces la explotación carbonífera estatal nunca volvería a recuperar el lugar de relevancia que había desempeñado en los años 50 y 60 en el marco del modelo industrial sustitutivo. Entre 1976 y 1982 la explotación vivió un período de estancamiento con fuertes oscilaciones productivas, dificultades comerciales y caída en los gastos sociales. Con la restauración democrática, en 1983, se pusieron en práctica políticas ajuste “heterodoxo”, con intentos por reducir el déficit empresario y ampliar la producción, pero con un escaso margen de inversiones, hasta llegar, entre 1989-1991, a la reestructuración, la reducción compulsiva de personal y su posterior concesionamiento “subsidiado” a un grupo empresario privado en 1993. 60 En general, el impacto traumático de este tipo de situaciones puede percibirse en la constante apelación que aún realizan los viejos pobladores de los yacimientos petroleros respecto de un conjunto de elementos significativos que distinguen a las “épocas actuales” de los “viejos tiempos”. Esta oposición entre el “antes” y el “ahora” forma parte de un discurso que, más allá de sus elementos de realidad, contribuye a la reproducción de un imaginario que con un fuerte carácter impugnador viene a desacreditar el valor de los tiempos más recientes, cruzados por la disolución del sistema social encarnado en la figura omnipresente de la empresa protectora. Este tipo de afirmaciones nos trasladan a un plano de definición de la propia identidad que evoca un escenario en el que las configuraciones sociolaborales 58

Agustín Salvia y C. Muñoz: “Proceso histórico y transformaciones en un espacio regional. Crisis y reestructuración del Complejo Minero de Río Turbio”, La Patagonia privatizada... Ob. cit. (pág. 68-70). 59 Agustín Salvia y C. Muñoz: “Proceso histórico y transformaciones en un espacio regional. Crisis y reestructuración del Complejo Minero de Río Turbio”, La Patagonia privatizada... Ob. cit. (págs. 70-71). 60 Agustín Salvia y C. Muñoz: “Proceso histórico y transformaciones en un espacio regional. Crisis y reestructuración del Complejo Minero de Río Turbio”, La Patagonia privatizada... Ob. cit. (págs. 65-66 y 7177).

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promovían fuertes vínculos de integración y sentido para cada uno de los actores que participaron de ellas. En esa dirección, las historias de vida de quienes formaron parte de las redes sociales que se gestaron al interior de los barrios y campamentos petroleros nos muestran la vitalidad de un complejo sentido de comunidad que ponen en evidencia un mundo singular que -pese al paso del tiempo y al impacto de sus transformaciones- aún no se resigna a morir.

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