La creciente influencia internacional de las potencias emergentes y sus implicaciones para Venezuela. Demetrio Boersner

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La creciente influencia internacional de las potencias emergentes y sus implicaciones para Venezuela

Demetrio Boersner

Mayo de 2012

La creciente influencia internacional de las potencias emergentes y sus implicaciones para Venezuela

Demetrio Boersner

Caracas, Mayo de 2012

Los análisis y conclusiones contenidos en el presente documento son de la exclusiva responsabilidad del autor y en nada comprometen al Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS), como organización que coordinó su elaboración y promovió su debate público.

Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS) Oficina en Venezuela de la Fundación Friedrich Ebert Av. San Juan Bosco, cruce con 2da Transversal de Altamira, Edif. San Juan, Piso 4, Oficina 4-B. Caracas, Venezuela. Teléf.: (0212)2632044 / 2634080 www.ildis.org.ve Director del ILDIS y Representante de la Fundación Friedrich Ebert en Venezuela Heinrich Sassenfeld Coordinador Institucional del documento Flavio Carucci T. Jefe de Proyectos del ILDIS Asistente: Verónica Fortunato Rodríguez Asistente de Proyectos del ILDIS Autor: Demetrio Boersner

La impresión y reproducción total o parcial de este documento es permitida, siempre y cuando se mencione el nombre de su autor y la institución que coordinó su elaboración.

Índice El fenómeno de los países emergentes

1

Flujo y reflujo del Tercer Mundo, 1947-2000

1

Siglo XXI: Potencias emergentes

2

Venezuela, el mundo en desarrollo y los países emergentes

4

1936-1998: Hacia una política exterior de solidaridad

4

1999-2012: Una política exterior ideologizada

5

Alternativas para una futura relación de Venezuela con los BRICS y demás países emergentes

7

Venezuela y el conjunto de países emergentes

7

Venezuela y las diversas potencias emergentes

8

El fenómeno de los países emergentes Flujo y reflujo del Tercer Mundo, 1947-2000 Si bien es cierto que, después del fin de la Segunda Guerra Mundial y hasta el año 1991, el sistema internacional estuvo dominado por el hecho fundamental de la bipolaridad Este-Oeste, siempre existió, al lado de esa dicotomía principal, una segunda confrontación bipolar entre el “Norte” (centros industriales desarrollados) y el “Sur” (periferia ex colonial, en vías de desarrollo). De 1947 a 1953, el enfrentamiento bipolar Este-Oeste fue intenso y dominó el acontecer mundial en forma exclusiva y peligrosa. Sin embargo, el equilibrio del terror nuclear, la opción estratégica norteamericana del “containment” y la muerte de Stalin se conjugaron para impulsar, a partir de 1954, una nueva etapa de “distensión” parcial y de paulatina “institucionalización” de la Guerra Fría. Una tercera fase de distensión más avanzada y de inestable equilibrio global entre los dos bloques, comenzó en 1968 y se prolongó hasta 1980. El debilitamiento de las potencias colonialistas europeas por efecto de la Segunda Guerra Mundial, y la influencia política y doctrinaria de la lucha internacional antifascista hicieron que, a partir de 1947, quedara evidente la inevitabilidad de la descolonización –rápida o gradual- de Asia, África, Oceanía, el Caribe y América Latina. En el caso de esta última, la soberanía política formal ya era un hecho cumplido, pero faltaba la emancipación de hegemonías externas económicas y diplomáticas de tipo neocolonial. La descolonización se inició en la India en 1947 y avanzó en Asia y luego en África a partir de esa fecha, a la vez que en Latinoamérica surgieron movimientos nacionalistas dirigidos contra el hegemonismo neocolonial. El inicio de la distensión Este-Oeste alentó el proceso y en el año 1955 los líderes de los principales países descolonizados se reunieron en Bandung (Indonesia) para proclamar los principios del “neutralismo” (que luego se llamaría “no alineamiento”) como expresión de un “Tercer Mundo” que buscaba su propio puesto soberano bajo el Sol y no aceptaba la hegemonía, ni del bloque occidental ni del soviético. El movimiento no alineado (MNA) se consolidó y se amplió a partir de la conferencia de Belgrado, de 1961, en la cual la disidencia “titoísta” yugoslava, en rebeldía contra el neo-imperialismo soviético, se unió a los países surgidos del pasado colonial clásico y ejerció una significativa influencia sobre ellos. Posteriormente, en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se formó una alianza negociadora de los países en desarrollo denominada Grupo de los 77 (G-77) y otra más restringida, el Grupo de los 15 (G-15). De 1973 a 1979, el conjunto de los países en desarrollo -ahora denominado “el Sur” y representado del modo más activo por el G-77 y el G-15- vivió una etapa estelar, debida a la crisis petrolera y financiera que golpeó a las economías desarrolladas e incrementó la fuerza negociadora de los productores de materias primas. Venezuela desempeñó un papel protagónico en los esfuerzos del Sur, durante esos años, por promover un “Nuevo Orden Económico Internacional” a través de un gran “Diálogo Norte-Sur” que efectivamente se emprendió pero quedó estancado. 1

A partir de 1980, el Sur perdió su fuerza y su prestigio, e incluso se llegó a negar la vigencia de una distinción analítica entre centros desarrollados y países en desarrollo. Una crisis financiera internacional, junto con un profundo endeudamiento de los países del Sur, devolvió el poder hegemónico al Norte, cuyos nuevos gobernantes adoptaron políticas y doctrinas agresivamente conservadoras. En el mismo decenio colapsó la Unión Soviética, cuyo rígido colectivismo estatista no pudo ajustarse a los cambios científicos y técnicos que ocurrían en el mundo, y se inició una etapa de cuestionamiento y rechazo de todo tipo de socialismo o de economía dirigida. La bipolaridad Este-Oeste llegó a su final en 1991, con la disolución de la URSS y el triunfo del Occidente. La década de los años noventa se caracterizó por la hegemonía unipolar de Estados Unidos junto con los demás países desarrollados de la alianza occidental. A través del llamado “Consenso de Washington”, se impuso a la comunidad internacional el paradigma de la globalización neoliberal y democrático-representativa. Durante ese decenio unipolar, los países en desarrollo tuvieron poca figuración política y concentraron sus esfuerzos en reformas tendientes a su apertura económica y su inserción en el nuevo orden global regido por los voceros financieros, estratégicos y académicos del mencionado consenso. Siglo XXI: Potencias emergentes Desde el año 2001 en adelante, el sistema internacional vivió nuevas transformaciones. El reto del terrorismo islamista, los desacuerdos con respecto a las respuestas militares al mismo, el debilitamiento económico de Estados Unidos y otros centros capitalistas tradicionales por la recesión iniciada en 2008, y el ascenso de nuevas potencias emergentes marcan la paulatina sustitución del sistema unipolar por un nuevo orden pluripolar o de equilibrio entre varios centros de poder. Aunque Estados Unidos conserva la condición de primera potencia mundial, sobre todo en el plano militar, cada vez más se ve obligada a compartir su influencia con otros centros de poder: particularmente con China y otros países en desarrollo renovado y dinámico, denominados “emergentes”. Éstos están encabezados actualmente por los llamados “BRIC” (Brasil, Rusia, India y China), o “BRICS” (los anteriores con el añadido de Suráfrica). Brasil, con su superficie de 8.502.728 km² y una población de 197 millones de habitantes, desde largo tiempo ha sido el país más grande y pujante de Suramérica. Desde mediados del siglo XX sus gobernantes, en entendimiento con el empresariado, las fuerzas armadas y sectores laborales, han patrocinado políticas “desarrollistas” conscientemente enfocadas hacia el crecimiento, la diversificación y la soberanía tecnológica y gerencial de su economía. En las pasadas dos décadas, han sumado a ello un ejercicio democrático ejemplar y un exitoso esfuerzo de creciente inclusión social y equidad distributiva. Aunque las cifras económicas y técnicas de Brasil le abrirían la puerta al “club” de los países desarrollados (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos OCDE-), este país ha escogido el rol político internacional de reivindicador ante los poderosos y cabeza del mundo en desarrollo, con cuyo apoyo busca un puesto entre las grandes potencias globales (Por ejemplo, en el Consejo de Seguridad de la ONU). 2

Rusia (17 millones de km² y 143 millones de habitantes) se diferencia del resto del BRIC por su condición de país que no emerge de un pasado colonial o semicolonial, sino que efectuó una “transición” de cierta forma de economía desarrollada (la comunista) hacia otra (la capitalista). Sin embargo, su nivel de vida relativamente bajo la asemeja existencialmente a los demás miembros del grupo. Desde 2002 en adelante, luego de atravesar años de penuria debida al atraso técnico de su aparato productivo, Rusia ha logrado una posición de alto ingreso y poder estratégico internacional por su condición de gran suministradora de petróleo y gas natural. Su propósito fundamental es el de recuperar la posición de “gran potencia” que ocupó en su época soviética y que el Occidente trata de negarle desde su victoria sobre el sistema comunista. Con ese fin, Rusia se une a las demás naciones emergentes en iniciativas tendientes a demostrar al Occidente que su poder estratégico tiene límites. India, con 3.278.260 km² y una población de más de 1.241 millones, rivaliza con China en su rápido crecimiento y en su alto grado de diversificación económica. Durante largo tiempo fue el único país democrático en vías de desarrollo en Asia. Con una síntesis de gandhismo, socialismo democrático y pluralismo tolerante, ha sabido encarar los grandes retos del desarrollo económico y social sobre la base de una economía mixta (Estado-sector privado). A la vez que alentó la industrialización, fue exitosa en elevar la producción agrícola, poner fin a las hambrunas y mejorar poco a poco la situación alimentaria y la calidad de vida. Actualmente, su economía crece sobre todo por la expansión y diversificación de los servicios. Históricamente, India es rival de China por la hegemonía sobre Asia del Este y los dos países hasta han tenido conflictos bélicos, pero se respetan mutuamente y son capaces de colaborar en magnas estrategias comunes del mundo emergente. China (9.600.000 km² y 1.347.565.324 habitantes), que en 1979 inició su histórica transición del estatismo comunista a un sistema de economía mixta (denominada oficialmente “economía de mercado socialista con características nacionales chinas”), ha vivido desde esa fecha un crecimiento económico espectacular y una asombrosa modernización social, cultural y técnica. Su liberalización económica y social se encuentra en contradicción con el empeño oficialista de mantener un régimen de partido único, pero es previsible una paulatina evolución hacia una libertad creciente en todos los dominios. El crecimiento económico chino (basado más en los sectores manufacturero, comercial y de servicios que en la generación de productos básicos) ha mantenido ritmos asombrosos (entre 7 y 10 por ciento interanual), y el mundo contempla con admiración y con preocupación la rápida y sistemática conquista de los mercados de Asia, África y América Latina por el comercio y las inversiones chinas. Estados Unidos parece no tener dudas de que China es su ascendente rival por el control del mundo, y la estrategia norteamericana tal vez encara más la posibilidad de una nueva bipolaridad con China, que la de un mundo en equilibrio plural. En el año 2010, el grupo BRIC, que era una asociación relativamente informal, se amplió con la inclusión oficial de la República Surafricana (RSA) y se convirtió en grupo “BRICS”. La adhesión, solicitada por el gobierno sudafricano y acogida por los BRIC, agrega relativamente poca dimensión económica a la agrupación, pues la 3

RSA (1.219.090 km² con población de 51 millones) tiene un PIB más reducido e índices sociales más bajos que los de sus socios. En cambio sí aporta una nueva dimensión geopolítica, ya que es el país más próspero y prestigioso de África Subsahariana, y su adhesión a los BRIC conlleva ventajas políticas y diplomáticas. Hasta ahora, los BRIC-BRICS han celebrado cuatro cumbres de jefes de Estado o de gobierno: la primera en Rusia en 2009, la segunda en Brasil en 2010, la tercera en China en 2011 y la cuarta en la India en marzo de 2012. La RSA será sede de la quinta cumbre en el año 2013. En las cumbres, se pasa revista a todos los grandes problemas económicos y estratégicos del mundo. Sin embargo, no parece probable que los BRICS adquieran el carácter de grupo de concertación política estable y permanente. Cada uno de sus integrantes persigue intereses nacionales y regionales propios y existen contradicciones y rivalidades entre ellos. Por ello es posible que sus acuerdos de fondo y a largo plazo se limiten a un número relativamente reducido de problemas estructurales de alcance global, incluido el de la correlación de fuerzas fundamentales entre el Norte y el Sur. En cambio, se prevé un impresionante fortalecimiento objetivo de los BRICS en la economía global del futuro. Expertos bancarios norteamericanos estiman que, en el año 2030, China podría superar a los Estados Unidos en inversiones accionarias globales, y que, para la misma fecha, los BRICS combinados podrían controlar el 41 por ciento del capital comercial del mundo. Además de los BRICS, numerosos otros países en desarrollo han entrado en la categoría de los “emergentes” dinámicos y prometedores. Entre ellos se encuentran México, Corea del Sur, Colombia, Indonesia, Vietnam, Turquía y naciones de Europa del Este. Pese a que los BRICS, en grandes negociaciones internacionales, suelen asumir el rol de portavoces de toda la comunidad mundial de países “en desarrollo” y “emergentes”, ello no significa que exista una alianza permanente y estable entre esas dos categorías de naciones del “Sur”. Las potencias emergentes – particularmente China en Asia y Brasil en Suramérica- a veces asumen actitudes hegemónicas e injerencistas ante sus vecinos más débiles y menos desarrollados, por lo cual éstos, en vez de cambiar una dependencia tradicional extra-regional por otra regional y novedosa, prefieren buscar el equilibrio entre la una y la otra. Este doble papel de los BRICS y otros países emergentes (liberadores y nuevos hegemonistas a la vez), además de contradicciones nacionales entre ellos mismos, constituye un obstáculo a cualquier nuevo intento de crear un bloque único de países del Sur.

Venezuela, el mundo en desarrollo y los países emergentes 1936-1998: Hacia una política exterior de solidaridad Desde el año 1936, cuando Venezuela inició su proceso de modernización y de avance hacia la democracia, las corrientes de pensamiento progresista del país repudiaron el colonialismo y el hegemonismo neocolonial. Durante los años 19454

48, la diplomacia venezolana enfatizó los valores internacionales de la democracia, la defensa de los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos, con claro rechazo a estructuras coloniales y semicoloniales. Sin embargo, el retroceso autoritario militarista de los años 1948-57, muy influido por la estrategia estadounidense de guerra fría, significó una pausa en el acercamiento de Venezuela a los problemas de la descolonización. A partir de 1958, y durante un período de cuarenta años, los gobiernos democráticos venezolanos practicaron una política exterior que sacó el país de su anterior limitación geopolítica al área del Atlántico Norte y lo puso en contacto y cooperación con naciones del mundo entero. Partiendo de la defensa del interés petrolero nacional, en 1960 Venezuela estableció una alianza con los demás países en desarrollo exportadores de petróleo, a través de la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), renovando así el papel “tercermundista” protagónico en materia energética que ya había desempeñado en 1947, cuando se convirtió en uno de los primeros países del mundo en aplicar el principio del “fifty-fifty”. Paralelamente a ello, en las Naciones Unidas Venezuela fue asidua defensora de la descolonización y de una revisión equitativa de los términos de intercambio económico entre el Norte y el Sur. Con ese propósito siempre desplegó una gran actividad en el G-77 y el G-15, y se hizo miembro del Movimiento de los Países No Alineados, en cuyo seno apoyó el principio de la equidistancia entre los bloques (pregonado por los yugoslavos), en contra de los intentos cubanos de convertir dicho movimiento en una sucursal del bloque soviético. De 1973 a 1979 –como se señaló anteriormente-, Venezuela fue una nación protagonista en el gran movimiento conjunto de los países en desarrollo para lograr el lanzamiento de un “Diálogo Norte-Sur” que abordara sistemáticamente la problemática de las inequidades estructurales en la relación económica entre los centros industrializados y las periferias pre-industriales, y que echara las bases de un “Nuevo Orden Económico Internacional” más simétrico y justo. Estas iniciativas fracasaron por el viraje -ya señalado- hacia la adopción de políticas neoconservadoras en escala mundial. Entre 1979 y 1998, la política venezolana mantuvo su actitud de simpatía con los países en desarrollo, pero hizo inevitables concesiones al proceso global de restauración de la hegemonía de los centros financieros e industriales del Norte, y adoptó reformas económicas cónsonas con las nuevas realidades. 1999-2012: Una política exterior ideologizada En 1999 se inició para Venezuela una nueva época política, de corte autoritario y dogmático. El principio guía de la Democracia fue sustituido por el de la Revolución. La política exterior venezolana, que durante la época democrática liberal había tomado en cuenta tanto los principios morales y políticos como el interés práctico de la nación, se tornó casi enteramente doctrinaria: la ambición política del nuevo gobernante y su tendencia al maniqueísmo (esquema de amigos vs. enemigos sin matices intermedios) hizo que descuidara los aspectos prácticos y 5

materiales del interés nacional, y subordinara todo a una ambición mesiánica “anti-imperial”. En 1999 y 2000 hubo intentos venezolanos de politizar los grupos de los 77 y de los 15, así como también a la OPEP, y de transformarlos en vociferantes foros “antiimperialistas”. Las tres instancias nombradas repudiaron esas iniciativas y ratificaron su carácter práctico y economicista. Aunque en el intercambio energético, comercial, financiero y tecnológico Venezuela mantiene hasta hoy una enorme dependencia ante Estados Unidos, su actual gobierno intenta reorientar las interdependencias hacia nuevos socios que considera como aliados naturales en la lucha por un nuevo orden “multipolar”. Tres de los BRIC -Brasil, Rusia y China- han sido favorecidos por la diplomacia venezolana. Brasil, cuyo nacionalismo latinoamericanista coincidía un tanto con la visión “bolivariana”, junto con toda el área del Mercado Común del Sur (Mercosur), se convirtió en uno de los socios regionales preferidos por el gobierno de Caracas, mientras por el otro lado éste se desligó de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y del Grupo de los Tres, vistos como territorios bajo influencia “imperial”. Los intercambios con Brasil han crecido enormemente, pero presentan un crónico carácter de desequilibrio, unilateralmente favorable para el socio brasileño. Por ello, y también por las diferencias doctrinarias entre las “dos izquierdas” (la radical venezolana y la reformista brasileña), la intensidad de la relación con Brasil ha disminuido un tanto. Rusia -mirada por Venezuela como sucesora de la URSS y ente “anti-imperial”- se ha convertido en la gran suministradora de armas de todo tipo al gobierno venezolano, además de socia en negocios energéticos y mineros. La diplomacia rusa, por su parte, se aprovecha de la amistad venezolana como elemento de presión (o de irritación) en su juego estratégico con Washington. Las relaciones venezolanas con India también se han fortalecido y diversificado, pero en grado menor que con Brasil, Rusia y China. Esta última es, de las potencias BRIC, la que se ha tornado más importante en la estrategia venezolana de reorientación de la tradicional dependencia “imperial” hacia interdependencias equilibradas. El activismo mundial de China -su gran necesidad y demanda de petróleo importado, así como su afán de adquirir tierras, recursos y medios de producción en las regiones periféricas-, la ha impulsado a privilegiar sus relaciones con Venezuela. Como nación con larga historia de habilidad mercantil, China ha sabido aprovecharse de la tendencia venezolana al gasto dispendioso y al endeudamiento, y ha logrado un acuerdo sumamente desventajoso para Venezuela, de otorgamiento de créditos a cambio del suministro de petróleo a largo plazo y a precios rebajados. Por otra parte, China se muestra sorda ante intentos venezolanos de establecer una relación ideológica “socialista”, e insiste -probablemente con sinceridad- en que sus intereses son puramente pragmáticos.

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No parece existir ninguna política venezolana tendiente a establecer una alianza multilateral con el BRICS como grupo, ni a expresar manifestaciones de interés por sus ocasionales iniciativas en defensa de los intereses comunes del mundo en desarrollo y emergente.

Alternativas para una futura relación de Venezuela con los BRICS y demás países emergentes La política exterior de un futuro gobierno venezolano democrático sin duda dará importancia a la normalización de relaciones con países amigos tradicionales. Sin embargo, no se debe menospreciar la importancia de la ampliación geográfica de las relaciones exteriores de la República, realizada de 1999 en adelante. Deberán revisarse algunas “alianzas estratégicas” efectuadas en tierras lejanas con socios discutibles, y deberá desideologizarse el contenido de las nuevas relaciones pero estas, como tales, deberían ser mantenidas y cultivadas. En un mundo cada vez más globalizado e interdependiente, Venezuela debe seguir estando “presente en todas partes”. Cuando los propios Estados Unidos reconocen a China como ascendente segunda potencia mundial y consideran al espacio Asia-Pacífico como nueva palestra geoestratégica principal, Venezuela no debe dar cabida a ninguna nostalgia de tiempos pasados cuando su acción diplomática se limitaba a las Américas y el Atlántico Norte. En ese sentido, a continuación se esbozan algunas ideas sobre la posible política futura de una Venezuela democrática con respecto a los BRICS y otros países emergentes, en grupo y por separado. Venezuela y el conjunto de las potencias emergentes En las organizaciones internacionales (ONU y organismos especializados), así como a través de contactos diplomáticos bilaterales, Venezuela debería mantenerse al tanto de las iniciativas conjuntas que el grupo BRICS prepare o realice con respecto a los grandes temas económicos y sociales que afectan a todos los países del Sur. Debería mantener un diálogo constante con los portavoces de los BRICS en su conjunto y de cada uno de sus países integrantes, y buscar la eventual oportunidad de asistir a reuniones del grupo, en calidad de observadora o invitada especial. Asimismo deberíamos practicar una política de consulta y diálogo constante sobre los grandes temas de la agenda internacional, con los países emergentes “noBRICS”; particularmente México, Colombia, Perú, Argentina, Chile (muy cercano al “Primer Mundo”), Corea del Sur (igualmente de tendencia primermundista), Turquía, Vietnam, Indonesia, Tailandia, Singapur, Malasia y los países ex comunistas de Europa del Este (de desarrollo diverso entre altos y bajos niveles). Por otra parte, la rica experiencia adquirida por Venezuela desde 1960 en adelante en materia de solidaridad y liderazgo en el mundo en vías de desarrollo (OPEP, G77, Diálogo Norte-Sur) debería abrirle la posibilidad, también, de ser voceros de los países de desarrollo más modesto, para exigir que los BRICS y demás “emergentes” sean asiduos en la defensa, no sólo de sus propios intereses, sino de los de la mayoría o totalidad de los pueblos del Sur. De ese modo se mantendría viva la esperanza (¿realista o quimérica?) de que el orden mundial futuro no se base en un mero reemplazo de viejas hegemonías por otras nuevas, sino en acuerdos tendientes a compensar asimetrías y fomentar la equidad internacional. 7

Venezuela y las diversas potencias emergentes Brasil es, sin duda, la potencia emergente que interesa a Venezuela del modo más directo y cercano. Es un gran socio y amigo admirado por su pujante desarrollo multidimensional, por su ejemplo de democracia política y social, y por su liderazgo en la defensa de la unidad y soberanía latinoamericana en el hemisferio y en el mundo. Por otro lado, la importante y creciente interdependencia económica y tecnológica con Brasil tiene carácter desigual y arroja excesivos beneficios unilaterales para el capitalismo industrial y financiero brasileño que explota y domina los recursos de Venezuela y utiliza al país como herramienta de una estrategia -trazada en el siglo XX por Travassos y por Couto e Silva- de expansión geopolítica hacia el este y el norte del continente sudamericano, con salida al Orinoco y al Caribe. Sin abandonar sus estrechas relaciones de intercambio con el vecino país, Venezuela en el futuro debería: a) revisar y renegociar las bases comerciales y de cooperación para propiciar una relación más equilibrada y mutuamente beneficiosa y; b) establecer un sano equilibrio geográfico de sus intercambios con las diversas subregiones de Latinoamérica, volviendo a la CAN, dando nueva vida al G-3 e impulsando relaciones con la Alianza del Pacífico para disminuir la dependencia relativa de un solo socio poderoso como lo es Brasil. Los compromisos venezolanos con Brasil –por provechosos y positivos que sean- deben tener contrapesos en un patrón de intercambio más equilibrado con las diversas partes de América Latina y el Caribe, Norteamérica, Europa, China, India y el resto del mundo. Con China, como ya se sugirió, Venezuela debería seguir aumentando y diversificando sus intercambios, pero es imperativo que revise los onerosos acuerdos de créditos a cambio de petróleo a futuro. Debe mantenerse el carácter no ideológico de la amistad y cooperación entre los dos países. De igual forma, conviene sincerar y armonizar los intereses de Venezuela y China en materia migratoria. Es recomendable que Venezuela fortalezca y amplíe sus vínculos con India, país de antiquísima y admirable cultura, hoy convertido en la democracia más vasta y populosa del mundo y en potencia emergente con vitalidad y diversidad en lo económico, lo científico-tecnológico y lo cultural. Como Brasil, y como Venezuela en los años 1958-98, India da el ejemplo de una sociedad que anhela combinar el desarrollo económico y técnico con el ejercicio de la democracia representativa y la aplicación de sostenidas reformas sociales (que no han logrado eliminar la pobreza extrema, pero la van aliviando progresivamente). India ofrece amplias y variadas posibilidades de intercambio, cooperación e iniciativa conjunta tanto para el sector venezolano privado como el sector público. Por otra parte, como ya se señaló, India es una rival histórica de China por áreas de influencia económica y cultural en Asia del Este, y sus éxitos pueden ser saludables como contrapeso al expansivo poderío chino. Rusia sin duda puede seguir siendo un activo socio comercial, financiero, técnico y cultural de la futura Venezuela democrática, pero ésta seguramente pondrá fin a la desmedida compra de armamento ruso y revisará los contratos suscritos en esa materia. En lugar de ello, podría tener interés en desarrollar la cooperación venezolano-rusa en el ámbito energético. 8

Sudáfrica es el país más avanzado de África Subsahariana desde la perspectiva política, económica, social y cultural. Sus vecinos situados más al norte lo consideran como modelo envidiable. Sorprendentemente, la gran actividad diplomática del actual gobierno venezolano en África no parece haber abarcado suficientemente a ese democrático y próspero país, rico en oro y diamantes, dinámico en su desarrollo industrial, social y cultural, y exitoso en su ensayo de convivencia pacífica de diferentes razas. La futura Venezuela democrática debería fortalecer grandemente sus relaciones con Sudáfrica, no sólo por las oportunidades económicas que ofrece, sino ante todo por el respeto y la influencia de que disfruta en todo su continente: la RSA constituye una “puerta de entrada” al resto de África. Aparte de estas relaciones con los BRICS, evidentemente Venezuela democrática tendrá gran interés en seguir de cerca, y desarrollar intercambios y cooperaciones activas con los países emergentes “no-BRICS” ya mencionados, como Turquía, Europa oriental, y los llamados “tigres” o “dragones” asiáticos de dimensión territorial y demográfica más modesta que la de India o China.

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