LA DOCENCIA QUE IMPORTA

LA DOCENCIA QUE IMPORTA. María Esther flores Elizalde* Hoy la indiferencia deambula en las escuelas como sombra que absorbe a cada vez, más estudiant

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LA DOCENCIA QUE IMPORTA.

María Esther flores Elizalde* Hoy la indiferencia deambula en las escuelas como sombra que absorbe a cada vez, más estudiantes, profesores, investigadores, y autoridades. ¿Cómo subvertirla, trasgredirla, expulsarla o al menos disminuirla? Cesar Carrizales Retamoza. Lo únicamente bueno tanto en el mundo como fuera de él, es la buena voluntad de actuar por deber .El deber es la necesidad de una acción por respeto…al otro. Kant.

Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México

Resumen.

La necesidad de atender de forma diferente a los alumnos en el aula nos lleva a reflexionar en las opciones de conducir el proceso de aprendizaje, mismas que intentan propiciar una nueva cultura de hacer docencia. Las opciones metodológicas para este arte han puesto en marcha a la tutoría como una de las posibilidades para dejar de lado la como la única opción para este proceso.

La relación estrecha y sistemática del docente con el alumno a lo largo de sus estudios posibilitan, a través de la tutoría, un acompañamiento más cercano en la creación y recreación del conocimiento en una relación personalizada con base en la discusión, propiciando en el alumno la exteriorización de sus ideas, así como la planeación de actividades que le permiten a él ser actor directo en el aprendizaje del conocimiento y no un actor pasivo y receptivo. De la misma forma la tutoría permite un trabajo docente en función de las necesidades individuales de los alumnos y no una práctica homogénea que descalifique las potencialidades de los mismos.

Es así que,

la tutoría como opción metodológica en el hacer docente se

convierte en una nueva cultura ha practicarse, por aquellos que día a día se renuevan en esta profesión.

I.- La función docente, función cuestionada.

Es perceptible a través de diversos estudios y desde distintas perspectivas el inmovilismo en la formación pedagógica de que se es sujeto todo aquel que se interne en el ámbito educativo.

En una multiplicidad de expresiones la entrada a la realidad nos recibe con expresiones por todos conocidas. La necesidad de transformar el modelo actual de docencia es imperante para que la educación extienda sus fines; criterio que es compartido por quienes verdaderamente se proponen enseñar.

El cambio educativo ha de ser riguroso, sometido a control, sin ceder a presiones derivadas de afanes revolucionarios, pero sin perder la energía que otorga a todo cambio un cierto grado de utopía.

Ello requiere un profundo planteamiento del actual paradigma docente y de sus instrumentos operativos, y no debe ser acometido por el sistema educativo, sino por las instituciones privadas que busquen la verdadera eficacia en la formación de los alumnos (Ricardo Diez-Hochleitner. Presidente del club de Romo, 1995).

En el aquí y el ahora es muy común encontrar docentes que se caracterizan por una actitud apática ante lo que se práctica, problema existencial -dirían los psicoanalistas de la educación- pues dejan ver un sentido de frustración personal que lleva a estados de angustia, de estrés, de enojo, de lucha contra sí mismos.

Angustia, y no por saber como enseñar, sino por como “cumplir con el trabajo”; tarea que ya no es agradable, de que los “demás” observen que se hace “algo”, comportamiento que desde el punto de vista de los antropólogos denota a un profesional devaluado, no reconocido, aprisionado, exiliado.

Por su importancia social “acompañar en el aprendizaje “es una arte y como todo arte requiere de transformarse, de reconstruirse para perfeccionarse. En el caso de los docentes, ante el aumento exponencial de los conocimientos que día a día y momento a momento se duplican, ya no saben o no quieren saber cómo enseñar y, además, continúan utilizando métodos didácticos superados por los avances de las ciencias afines a la educación. Es aquí donde se señala la pertinencia de la modalidad de tutoría en el aprendizaje.

La obligación ética y moral de modificar el modelo docente y a su vez el modelo de docencia que se lleva a cabo en las aulas de las escuelas, es una idea compartida por psicólogos, pedagogos, educadores, filósofos y políticos.

Por todas partes se oyen voces poniendo en tela de juicio la enseñanza y sus prácticas. Se critica su contenido porque no corresponde a las necesidades personales de los alumnos, porque va retrasado con respecto al progreso de las ciencias y ala evolución de la sociedad, y porque es ajeno a las preocupaciones de nuestro tiempo. Se critican sus métodos, porque no tienen en cuenta la complejidad del proceso educativo, porque no se esfuerzan lo suficiente en formar la inteligencia y las actitudes (Informe de Faure de la UNESCO).

Con seguridad muchos docentes saben que es necesario modificar las formas de enseñar, y asumen el axioma fundamental de la metafísica de Aristóteles:pero, en algunas, muchas ocasiones no saben cómo. Los intereses pragmáticos de hoy, las conmociones políticas, la superficialidad en el enseñar tienen como consecuencia una concentración en las habilidades prácticas, en lo que sirve, considerando el versthen como algo dañino.

El mundo del docente es un subsistema del sistema global, que ha quedado

desfasado y por ello no da respuesta a las necesidades del estudiante hoy, para el futuro, y no se puede seguir enseñando conocimientos “nuevos” con prácticas del ayer a los alumnos que viven para el mañana.

La tarea a realizar, por momentos parece no tener forma de modificarse dadas algunas características de lo que hoy se hace con la docencia. La actividad del docente es solitaria, no compartida, no observada; la falta de conciencia en lo que se hace dentro de una clase en el grupo, impide didáctica y pedagógicamente reconocer los desaciertos en el hacer, lo que se conoce es con más frecuencia lo más seguro, que la incertidumbre de lo desconocido. Hay quienes dominan pero, no convencen.

En una clase, la responsabilidad es del docente pero, el énfasis en la técnica didáctica de la hace que las indiscutibles virtudes de los estudiantes queden anuladas por la exclusividad del método.

La clase frontal es la técnica didáctica que se repite de generación en generación por los docentes, lo que equivale a decir que de nada serviría enseñarle a un alumno el pensamiento crítico, si luego los docentes no son sensibles a esta forma de pensamiento.

En una clase de este tipo, el docente resume y ordena todo el contenido temático del curso y el alumno no puede, ni sabe cómo penetrar en el mismo; se forman especialistas sin didáctica y con una única perspectiva de trabajo.

La dinámica en un salón de clases se convierte en una mentira verdadera que se

padece por mucho tiempo, y que dadas las condiciones de

orden y

seguridad del docente, no existe otra posibilidad de cambiarse o modificarse, la pregunta es ¿puede esto cambiar?

Parece ser que un factor del no cambio en la forma de hacer docencia tiene que ver con la circunstancia que limita la oportunidad de mirar otras realidades laborales en ámbitos distintos. Conocer otros escenarios profesionales,

además de la escuela, ampliaría la visión de la tarea docente y

en

consecuencia la forma de realizarla.

El docente, generalmente tiene movilidad laboral en el mismo ámbito y lo único que cambia es el nivel pero, el sector es el mismo. Los referentes siguen el mismo patrón y no son reconstruidos por otro tipo de actividades, por lo que se sigue mecanizando y perfeccionando la clase de forma frontal. Acudir a otros espacios relacionados con el hacer docente posibilitaría un imago diferente acerca de ser y enseñar.

Presumiblemente, las escuelas amplían sus acervos en las bibliotecas, realizan modificaciones de estructura física en las aulas, disponen de aparatos más sofisticados para llevar a cabo la docencia e incluso se actualizan los contenidos temáticos de los programas establecidos, así como a los profesores que los van a impartir, pero valdría la pena cuestionar, qué características tiene la actualización, cómo se lleva a cabo, quiénes intervienen, en qué nivel se realiza, que opinan los docentes de la misma, se cubren sus expectativas.

La renovación del hacer docente es necesaria, por las disfunciones de su práctica, por la transformación de las estructuras socioeconómicas y por la revolución científica y tecnológica que hace posible que la educación sea el factor esencial para el progreso individual y social. II.- ¿Es posible cambiar?

Todo cambio suscita ciertas resistencias, pero en algunas ocasiones es más sencillo seguir al cobijo de lo que siempre se ha hecho; cambiar parece una amenaza que afecta a los modos de hacer, a las actitudes y a las relaciones establecidas.

Los docentes no inventamos formas de hacer cada día y el criterio de lo que hacemos y hacen los demás es en razón de los modelos que se han aprendido en la interacción con el medio que nos rodea. Somos prisioneros de

una forma de razonamiento.

A partir de este anclaje, construido a lo largo de la vida, se proyecta la acción diaria sin necesidad del esfuerzo a realizar algo diferente. En el desempeño profesional es frecuente hacer uso de respuestas estereotipadas en las que no se requiere ser creativo y reflexivo en las acciones habituales de trabajo; lo anterior sería un peligro para la estabilidad en la forma de pensar y hacer.

El cambio produce temor, mecanismos de protección, respuestas involuntarias, ante lo desconocido y normalmente se considera una situación que implica una serie de dudas en contra de quien sea.

Prolongando las reflexiones iniciales

de la docencia que importa nos

encontramos con una situación semejante a la que se refería Eisner (1990) >.

III.- Reflexiones finales.

Practicar la docencia con los brazos cruzados, “copiar modelos”, y obedecer al cobijo de las prácticas magistrales lleva a nuestras aulas

la anorexia

mental. Bajo estas circunstancias es comprensible que el “apetito intelectual” hoy, se tenga que embutir a cucharadas

En la medida en que, el hacer docente se transforme y se comprenda en la interacción con “el otro”, pueden crearse nuevas formas de hacer docencia. Erradicar la actitud ovejuna, y transgredir el alambre de púas es dejar el prado de la mediocridad y aventurarse a dejar de ser lo que siempre se ha sido -como docente- con la posibilidad de transformarse.

Creer en una forma diferente de hacer docencia, renueva la confianza que deposita cada nuevo estudiante que pisa por primera vez una escuela y a

partir de ese momento se debe aceptar que vivir con, en y para la docencia es un reto a seguir y la aceptación de vivir como se quiera vivir.

Ante lo descrito, el sentido de la docencia que importa no es una frase en abstracto, es una forma de inquirir lo que identifica una forma de ser y hacer, para renunciar a ser contemporáneo,

y

“violento” de muchas maneras de ser docente.

saborear el placer, profundo y

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