LA EDUCACIÓN DE LAS VIRTUDES HUMANAS Y SU EVALUACIÓN

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ISAACS, DAVID; LA EDUCACIÓN DE LAS VIRTUDES HUMANAS Y SU EVALUACIÓN; EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA S.A. (EUNSA), NAVARRA, ESPAÑA DECIMOTERCERA EDICIÓN; FEBRERO DEL 2000. Este interesante manual sobre las virtudes humanas y su enseñanza es considerado uno de las publicaciones clásicas en estas temáticas. Su uso se ha extendido a una infinidad de instituciones de educación superior, en el ámbito escolar y en un sentido amplio del término a muchos centros formativos. Todo ello nos hace notar que este libro es una de las obras claves para comprender y profundizar el tema de las virtudes humanas, como una ayuda al desarrollo integral de la persona. Hay que recordar que la primera edición fue realizada en 1976. Es decir, la presente edición recoge las correcciones, sugerencias y cambios que el profesor Isaac ha considerado oportuno realizar, a partir de los casi 25 años desde la primera aparición al mercado de este texto. Nuestra síntesis versará en dos grandes temáticas. Por una parte nos dedicaremos a describir los grandes rasgos de esta obra que en muchos casos presenta el esquema general de las otras ediciones. En una segunda parte, nos dedicaremos a los aportes nuevos de esta edición. Ellos dicen relación con los criterios y formas para evaluar las virtudes humanas, junto con los anexos que entregan elementos relevantes. Lo primero que haremos es describir el espíritu general con que nos parece descrita esta obra. Más que un tratado o manual explicativo sobre las virtudes humanas es un libro que tiene una funcionalidad práctica. Ayudar a enseñar las virtudes humanas. Por ello está dedicado a dos grandes entidades educativas: la familia como núcleo y primera instancia en la educación de las personas y a los centros de formación (colegios e instituciones de educación superior). Esta funcionalidad pedagógico práctica, es el espíritu que pretende comunicar esta obra, más que ser una reflexión filosófica y antropológica sobre el tema. Con ello no queremos indicar que el texto de Isaac no contenga todo un esquema de reflexión y una visión sobre el ser humano entendido como persona y su valor. Al contrario, lo tiene completamente impregnado, pero no se dedica a la reflexión sobre su mirada antropológica, sino a la aplicación y enseñanza práctica de ella. Todos los ejemplos y aplicaciones son para ayudar al lector a descubrir en la acción que las virtudes humanas sirven para su enriquecimiento personal, más que un tratado que especule sobre estos temas. De alguna forma queremos expresar el espíritu del autor en la siguiente cita: “La persona cuenta con una serie de cualidades y características con una serie de potencialidades a veces dormidas. Pero la persona que podrá servir mejor a los demás es la que mejor ha conseguido desarrollar sus potencialidades. Hablando de personas educadas integralmente”. Nos parece que este es el fondo y sentido de esta publicación: ayudar de forma práctica a la personas a descubrir y enseñar sus potencialidades y ver como las virtudes despiertan y conducen este proceso. Ello para ayudar a la educación integral de la persona tan necesaria en los tiempos actuales.

Aclarado el espíritu o fondo del texto pasamos a describirlo detalladamente. Este libro está dividido en 24 capítulos. Cada uno de ellos trata de una virtud. Además contiene dos anexos de los cuales nos referiremos más adelantes, un prefacio y una introducción. Cada capítulo presenta una virtud y el camino para descubrir su importancia. Nos centraremos en tres virtudes cardinales: prudencia, justicia y fortaleza. Ellos porque de alguna forma ellas sintetizan el enfoque que sobre las virtudes presenta Isaac. Además están presentes en los contenidos de los cursos de Formación General y Ética del DUOC. Partamos con la fortaleza. Ella está presentada en el capítulo II de este libro. Esta virtud queda definida citando al autor J. A. Galera: “La fortaleza es la gran virtud: la virtud de los enamorados; la virtud de los convencidos; la virtud de aquellos que por un ideal que vale la pena son capaces de arrastrar los mayores riesgos; la virtud del caballero andante que por amor a su dama se expone a aventuras sin cuento; la virtud, en fin, del que sin desconocer lo que vale su vida- cada día es irrepetible-la entregaría gustosamente, si fuera preciso, en aras de un bien más alto” Lo interesante de la cita es que nos presenta el ideal de la fortaleza, que siguiendo el esquema planteado se podría sintetizar en la figura del Quijote de la Mancha. Un hombre determinado por un ideal. Pero esta referencia al ideal es también para las personas de carne y hueso, para los hombres que todos los días nos levantamos y nos dirigidos, en medio del cansancio y preocupaciones, a nuestro trabajo. Como lo señala el mismo autor: “No se trata de realizar actos sobrehumanos; de descubrir las zonas de Amazonas nuca pisadas por el hombre; de salvar a cincuenta niños de un incendio; éstas son, en todo caso, posibilidades fruto de una imaginación calenturosa. Mas bien se trata de hacer de las pequeñas cosas de cada día una suma de esfuerzos, de actos viriles, que puedan llegar a ser algo grande, una muestra de amor” Por ello el hábito consiente de la fortaleza permite percibir la importancia de lo cotidiano, de lo simple; trabajo, familia, afecto etc, donde la mayoría de los hombres nos desenvolvemos todos los días. Además, la fortaleza combate uno de los vicios más extendidos hoy, en especial entre los jóvenes, cual es la indiferencia. Ella, de fondo, expresa una falta de interés por la realidad. Ella se fomenta por la reducción que la sociedad actual promueve, definiendo todo por el instinto. Como se escucha a muchos jóvenes hoy “Me dan ganas esto y lo tomo, no me dan ganas esto otro y no lo tomo”. Ello aparece la frase de millones de jóvenes pero también extendida en los adultos. Por eso, despertar la virtud de la fortaleza para controlar y educar las pasiones resulta de vital interés. En ese sentido el estudio exigente, riguroso y objetivo, resulta ser un arma que aplicada con criterio puede ayudar en el fomento de la fortaleza y en el combate en contra de la indeferencia que hoy predomina en la sociedad. En todo caso, lo que educa en la obtención de la virtud de la fortaleza, es plantearla como algo más gustoso e intenso humanamente que quedarse en la indiferencia. Ello porque la

indiferencia reduce el deseo de felicidad, tan propio de todos los seres humanos. Este énfasis en los positivo, en lo verdadero del tema, es la propuesta de Isaac. Porque como termina concluyendo este autor: “El desarrollo de la virtud de la fortaleza apoya el desarrollo de todas las demás virtudes (...), la única manera de asegurarnos de que los hijos1 sobrevivan como personas humanas, dignas de este nombre, es llenarles de fuerza interior, de tal modo que sepan reconocer sus posibilidades, y reconocer la situación real que los rodea para resistir y acometer de sus vida algo noble, entero y viril” La segunda virtud cardinal que presentaremos es la justicia. Ella queda descrita en el capítulo XV de esta publicación. Queda definida o presentada al inicio del capítulo cuando el autor señala que quien ejerce la justicia: “Se esfuerza continuamente para dar a los demás lo que les es debido, de acuerdo con el cumplimiento de sus deberes y de acuerdo con sus derechoscomo personas (ala vida, a los bienes culturales y morales, a los bienes materiales), como padres, como hijos, como ciudadanos, como profesionales, como gobernantes, etc.” Es interesante que la justicia, como toda virtud, se aprende y encarna en personas justas. Siguiendo a personas justas es que se aprende a ser justo, a vivir las dimensiones de la realidad, que permiten tener presentes todos los factores para poder darle a cada uno lo que corresponde. Recordemos que la justicia siempre se vive en relación con otros, con otras personas que nos ayudan o provocan a ser justos, siempre en relación con las condiciones y circunstancias específicas. Todo esto de alguna forma vemos sintetizado por el siguiente comentario que hace el autor al final de este capítulo: “Pretendemos que los hijos adquieran la virtud de la justicia no sólo para que actúen bien en el seno de la familia y con sus amigos, sino también como ciudadanos que van a actuar responsablemente. Y en este sentido debemos tener en cuenta en que “el oponerse y el criticar por principio, el censurar y el tachar a ciegas, sin previa consideración de ningún género, es un acto de injusticia, un atentado contra la justicia distributiva, la sola virtud que permite a los Estados vivir y mantenerse en orden Buscamos la voluntad para ser justos, la compresión de lo que es justo en cada momento y con cada persona” Despertar la vocación y la virtud de la justicia permite no sólo desarrollarse de forma más humana e integral en el ámbito personal y en las relaciones familiares. Ello es particularmente relevante por el olvido y censura que hoy vemos por los temas sociales o de desinterés en lo público. 1

Nos parece que en el caso de centros de educación en vez del término niños es perfectamente aplicable el de alumnos. En la medida que los ayudamos y educamos a prepararse con fortaleza para el mundo laboral seguimos las directrices que los indica Isaac.

La tercera virtud cardinal que presentaremos es la prudencia. Ella está contenida entre las páginas 331 y 348 del libro. El hombre prudente es definido en los siguientes términos: “En su trabajo y en las relaciones con los demás, recoge una información que enjuicia de acuerdo con criterios rectos y verdaderos, pondera las consecuencias favorables y desfavorables para él y para los demás antes de tomar una decisión, y luego actúa o deja r actuar, de acuerdo con lo decidido, (ya que) la virtud de la prudencia es la que facilita una reflexión adecuada antes de enjuiciar cada situación y, en consecuencia, tomar una decisión acertada de acuerdo con los criterios rectos y verdaderos”. En este sentido quisiéramos destacar que para Isaac la prudencia no sólo debe ayudarnos a enjuiciar nuestras acciones y las de los demás, sino también y como consecuencia de un juicio prudente, actuar de acuerdo a lo que parece más adecuado, teniendo presente siempre las circunstancias específicas. Podría creerse que el prudente es aquella persona que nunca se equivoca, porque nunca toma una decisión. Esto es en esencia falso y hay que desmentirlo en forma categórica. El prudente es el que sabe rectificar sus errores y aprende de ellos, no el que no se equivoca. Un prudente no es un intachable, como el mito de la coherencia humana tan de moda en la actualidad nos pretende imponer. Un prudente no obra con alocada precipitación o con absurda temeridad, pero asume el riesgo de sus decisiones y no renuncia a conseguir el bien por miedo a no acertar. Nos parece que mostrando estas tres virtudes vemos expresado el enfoque del texto. Quisiéramos remarcar un acento realizado por Isaac y que nos parece relevante para quienes se educan en las virtudes, como para quienes educan en las virtudes. Las virtudes siempre son adquiridas porque se ven en personas concretas, en hombres reales, que las viven como parte de sus dimensiones humanas. Este autor no habla de una experiencia que nace de una reflexión intelectual abstracta, sino del ver tanto en él como en otras personas, estas virtudes encarnadas en personas concretas. En la segunda parte de nuestra síntesis abordaremos las dos cosas nuevas que trae esta decimotercera edición. Por una parte un esquema de como evaluar la enseñanza y aprendizaje de las virtudes y dos textos anexos sobre estas temáticas. Las evaluaciones van al final de cada capítulo. Ellas son sugerencias prácticas, para padres, educadores y personas en general, de cómo evaluar la adquisición de cada una de las virtudes presentadas. El esquema general nos parece sintetizado en la contratapa de libro cuando se señala: “Pautas de evaluación. Mediante diez preguntas se puede ver en qué grado se está viviendo la virtud personalmente, y mediante otras diez, se sugiere una reflexión para conocer el grado el grado en que se está educando a los hijos (o a los alumnos)”.

Siguiendo estas pautas de evaluación el lector puede verificar como ha caminado en el desarrollo de estas virtudes. Nos parece que ellas sugieren también actividades interesantes para poder enseñar o despertar el interés en estas virtudes. También esta edición trae dos anexos bastantes interesantes y que nos parecen dignos de ser destacados. El primero es un ensayo titulado “Las virtudes humanas en los centros educativos”. En este texto se profundiza en la importancia que tiene la enseñanza de estos temas en la formación humana. Creemos que su lectura, tanto para profesores como para alumnos, puede ayudar a desarrollar más estas temáticas. El segundo anexo presenta dos esquemas. En el primero aparece un conjunto de definiciones sobre las virtudes humanas, tratadas en el texto. Lo interesante de estas definiciones es que están escritas para que las personas que las lea puedan identificar el beneficio inmediato que ellas les pueden traer. Esto se agudiza en la medida que la persona identifica la utilidad que las virtudes pueden generar en el ámbito del trabajo, en el cual los futuros profesionales del DUOC se van a insertar. Además para los profesores de los cursos de formación general y ética pueden usarlas con fines pedagógicos en clases. Al finalizar esta síntesis queremos volver a recomendar la lectura de este interesante texto. Nos parece que él permite darse cuenta de la utilidad de la enseñanza y aprendizaje de las virtudes humanas, como una ayuda en el desarrollo profesional y humano.

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