LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA: COMPROMISO Y ACTITUD METODOLÓGICA

´ CIENT´ ´ LA INVESTIGACION IFICA: COMPROMISO Y ACTITUD METODOLOGICA Alfredo de la Lama Facultad de Filosof´ıa y Letras, UNAM. Para nadie es un secret

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´ CIENT´ ´ LA INVESTIGACION IFICA: COMPROMISO Y ACTITUD METODOLOGICA Alfredo de la Lama Facultad de Filosof´ıa y Letras, UNAM. Para nadie es un secreto la enorme dificultad que tienen los egresados de nivel superior para lograr un t´ıtulo profesional a trav´es de una tesis que implique una investigaci´on cient´ıfica. Se estima que en promedio un profesional tarda cuatro ´ o cinco a˜ nos en terminar su tesis y recibirse, despu´es de haber terminado la cerrera. Y que miles de otros pasantes no pueden o ni siquiera intentan hacerlo. Una insuficiencia profesional de tales proporciones muestra una carencia de pr´actica cient´ıfica de amplitud nacional y de consecuencias previsibles: la incapacidad de utilizar la investigaci´on cient´ıfica para resolver los problemas que enfrenta el pa´ıs, de manera generalizada. Incapacidad tanto de los que puedan hacerla, como de aquellos que pueden servirse de sus resultados. ¿A qu´e se debe este fen´ omeno? ¿Por qu´e personal, as´ı como, socialmente s´olo hemos recurrido a la investigaci´ on cient´ıfica de manera espor´ adica? La respuesta a est´a problem´atica, en parte, est´a relacionada con las ideas que el estudiante recibi´ o durante su formaci´on profesional, acerca de los de lo que es “la ciencia”. Estas ideas han deformado la concepci´ on que se tiene de su pr´actica. Ello impone barreras impresionantes que impiden compenetrarnos de dicha actividad y tener una actitud abierta para experimentar con ella nuevas respuestas a los problemas que surgen en el entorno. Parte de esta problem´ atica surge de una serie de barreras epistemol´ogicas, tal como las llam´o Bacherlard, a este tipo prejuicios que hacen que se prefieran soluciones probadas emp´ıricamente u otras que se asume a priori, han dado resultado en otra parte. El primer obst´ aculo emerge cuando el aprendiz revisa los manuales y/o toma seminarios donde se imparte una metodolog´ıa que se presume infalible y que se muestra de una sencillez aplastante. Esta plataforma metodol´ ogica parte de la premisa que impresiona al entendido, porque supone que el principiante ya posee un descubrimiento, o que es capaz de producirlo con s´olo observar meticulosamente, y que su problema, en realidad, estriba en traducir dicho descubrimiento en una investigaci´on cient´ıfica. A partir de este descubrimiento, que en algunos casos se le confunde con la selecci´on de un tema, esos manuales recomiendan hacer un objetivo, elaborar una hip´otesis, etc´etera. Casi se asegura que si se siguen dichos procedimientos se tendr´ a finalmente una investigaci´on cient´ıfica y como corolario natural un nuevo conocimiento. El ingenuo aprendiz que sigue estos lineamientos y puntualmente fracasa, queda convencido de que su incompetencia para realizar investigaci´on cient´ıfica es producto de sus limitaciones mentales y no de haberse perdido en una serie de recomendaciones enga˜ nosamente simples, porque se encuentran totalmente alejadas de los que efectivamente sucede. Cuando los cient´ıficos llegan a leer esos manuales, a veces, se indignan de su contenido, porque esos tratados subrayan la importancia del formalismo e ignoran o minimizan a la imaginaci´on, al talento creador y a la disciplina acad´emica necesarios para lograr una investigaci´on cient´ıfica. Otra barrera tiene su origen en el uso de la palabra que parece ser an´aloga a la pr´actica cient´ıfica. Su expresi´ on m´ as usual se sintetiza en el enunciado “construir una investigaci´on”. La imagen en s´ı es atractiva y simple. Adem´ as, si se vive en una zona urbana, al aprendiz le parece natural mirar casi a diario construcciones de diverso tipo. Ellas empiezan con excavaciones casi imperceptibles y acaban once pisos arriba, en realizaciones extraordinarias. Esta imagen, a no dudarlo, facilita la descripci´on de la investigaci´on cient´ıfica. As´ı se habla de construcci´ on ... l´ ogica, de estructura ... conceptual, de entramado ... categorial, de columnas ... racionales. La idea de asociar una palabra cotidiana a otro proceso distinto, poco conocido y casi nada practicado seduce y convence. Sin embargo, crea imperceptibles obst´aculos a quien desea pasar de las im´agenes a los hechos.

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Al respecto se hace necesario reflexionar: ¿se construyen, en efecto, las investigaciones? ¿Avanza la investigaci´ on met´ odica y sistem´ aticamente, como parece suceder en la construcci´on? ¿Acaso a la realidad podemos manipular como convenga, de tal manera que en un caso se produzca un rascacielos y en otro una casa? La construcci´ on de la ciencia La analog´ıa “construir” es s´ olo una idea familiar y atrayente, sin embargo, peligrosa para el aprendiz de investigador, porque resulta demasiado sencilla, pueril e ingenua para igualarla con un proceso personal, extraordinariamente complejo, lleno de aproximaciones, ensayos, fracasos, nuevas reflexiones y mucha, pero mucha imaginaci´ on y disciplina acad´emica, como es la investigaci´on cient´ıfica. Existe una tercera barrera conceptual de la ciencia, que tambi´en bloquea el esp´ıritu creador de los aspirantes a cient´ıficos. Esta idea resulta en cierto sentido aristocr´atica y estereotipada, ya que plantea que la b´ usqueda cient´ıfica trata de hallar verdades absolutas, conocimientos totales, esencias u ´ltimas, certezas indudables o conocimientos extraordinarios, que ning´ un otro mortal en ninguna otra actividad logra encontrar o siquiera buscar. A partir de este mito, ciertos cient´ıficos creen que producir investigaci´on cient´ıfica est´a reservado a unos pocos elegidos. Como se ufan´ o Walter Marshall: “Los pensadores creativos nacen, no se hacen”1 . Ante esta actitud vuelve a quedar desarmado el aprendiz, pues muy pocos se ven a s´ı mismos cubriendo el papel, de tan alta investidura. En apoyo a esta idea aristocr´atica, el cient´ıfico sovi´etico Artobolevski, se˜ nal´o: “La ciencia es incuestionablemente la b´ usqueda de la verdad”2 . El f´ısico y matem´atico Henri Poincare, por su parte, afirm´ o que “La experiencia es la u ´nica fuente de la verdad ... s´olo ella puede darnos [a los cient´ıficos] la certeza”3 . El fil´ osofo marxista Rosental apunt´o que el trabajo cient´ıfico busca encontrar la esencia: “Esencia es lo m´ as importante, lo decisivo en la masa del fen´omeno, es lo sustancial de la realidad, su lado interno’4 . Ni duda cabe que si esos valores tan elevados fueron el centro de la b´ usqueda de la actividad cient´ıfica, las personas dedicadas a ella ser´ıan seres espaciales y diferentes al resto de los hombres. Sin embargo, ¿son correctas estas afirmaciones? ¿Es el cient´ıfico un ser diferente al resto de sus cong´eneres por cuanto que persigue valores absolutos, eternos e inmutables? En palabras llanas: ¿es realmente tan pretensioso el hombre de ciencia? Paul Feyerbend ya nos hab´ıa puesto en sobreaviso sobre estas exageradas pretensiones que algunos cient´ıficos autoproclaman: en la ciencia, afirm´ o, “las aproximaciones ad hoc ocultan, e incluso eliminan completamente las dificultades cualitativas. Crean la falsa impresi´on acerca de la excelencia de nuestra ciencia”5 . Por su parte, neopositivistas como Carl Hempel y Hans Reichenbach han advertido de que si las conclusiones de la investigaci´ on cient´ıfica son inductivas y s´olo probables, la ciencia no puede tener un car´ acter concluyente6 , por lo que le son totalmente ajenos los valores absolutos. El astr´ onomo Herman Bondi advierte de la infructuosidad que produce la b´ usqueda de la completitud: “Algunos de los grandes cerebros de la f´ısica, sin embargo, parecen haber sido v´ıctimas del se˜ nuelo de la completitud. Einstein, Eddington, Sch¨ odinger y u ´ltimamente Heisenberg se han lanzado tras ... una ’teor´ıa del campo unificado’ [que] d´e una descripci´on completa de todas las fuerzas ... con el resultado final ... de cero”7 . 1 Walther Marshall, “El pensamiento cient´ ıfico”, en Hugo Padilla, Compilador, El pensamiento cient´ıfico, M´ exico, UNAM, p.216. 2 Artobolevsky, “Lugar e importancia de la juventud en los logros cient´ ıficos del pa´ıs”, en Keldysh, et al, La edad del conocimiento, M´ exico, Ed. Guajardo, 1980, p.41. 3 Henrie Poincare, Filosof´ ıa de la ciencia, M´ exico, UNAM, 1978, p.1. 4 Rosental, Qu´ e es el materialismo dial´ ectico, M´ exico, Quinto Sol, s/f, p. 157. 5 Paul Feyerabend, Contra el m´ etodo, Barcelona, Ariel, p. 49. 6 Cfr. Carl Hempel, Filosof´ ıa de la ciencia natural, Madrid, Alianza Editorial, p. 36, y Hans Reichenbach, La filosof´ıa cient´ıfica, M´ exico, Fondo de Cultura Econ´ omica, el cap´ıtulo sobre la predicci´ on. 7 Herman Bondi, “El se˜ nuelo de la completitud”, en Ronald Duncan y Miranda Weston-Smith, La enciclopedia de la ignorancia, M´ exico, Fondo de Cultura Econ´ omica, p.18.

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En la pr´ actica cotidiana del trabajo cient´ıfico, las limitaciones del conocimiento cient´ıfico son aceptadas por los propios investigadores, a´ un dentro de las ciencias m´as avanzadas. El f´ısico Otto R. Frish quien junto con Lise Meinter, identific´ o y explic´ o por primera vez el fen´omeno de la “fusi´on nuclear” reconoc´ıa lo dif´ıcil que era para los propios cient´ıficos aceptar el concepto de probabilidad sin justificarlo con la ignorancia: “A muchas personas les repugna esta idea de probabilidad como atributo f´ısico de, por ejemplo, un ´ atomo inestable. Pero la idea de leyes inexorables, aun cuando nunca lleguemos a tener la posibilidad de presenciar sus acciones en detalle, no ha perdido su atractio”8 . Norbert Wiener, inventor de la cibern´etica apunt´o que: “La f´ısica ya no puede pretender que se ocupa de lo que ocurrir´ a con toda seguridad, sino de aquello que tiene probabilidades de ocurrir rayanas en la certidumbre ... De esta manera el azar ha sido admitido, no meramente como una herramienta matem´ atica para la f´ısica, sino como parte fundamental de la estructura de ´esta”9 . En las ciencias sociales el concepto de probabilidad tambi´en se ha convertido en un principio b´asico para efectuar investigaci´ on cient´ıfica, como lo expres´o Raymond Kent, en sus conclusiones sobre la cultura de Madagascar: “Si no se considera a la ’historia’ como una reconstrucci´on absolutamente precisa de algo que aconteci´ o en el pasado, sino como un esfuerzo en pos de un alto grado de probabilidad, entonces resulta defendible el origen africano de los anteimoro”,10 . Sin embargo, no deber´ıa de sorprender que algunos cient´ıficos se vean a s´ı mismos y a su trabajo como algo sin igual y u ´nico. Dentro del cat´ alogo de las debilidades humanas se encuentra el preferir asimilar sencillas explicaciones deslumbrantes y autocomplacientes, que el esforzarse por entender el complicado significado de los hechos. Sin embargo, en este caso, la preferencia por el mito tiene un precio excesivo, ya que consiste en dejar de apreciar en sus complejas dimensiones y exigencias lo que los procesos creativos demandan en trabajo sistem´ atico e involucraci´ on personal. Si se quiere entender, asimilar, practicar y difundir la investigaci´on cient´ıfica, se debe de aceptarla como una m´ as de las actividades creativas que ha desarrollado el hombre. Tan humana, es decir, tan llena de sorpresas, fracasos y logros como la mayor´ıa de las acciones creativas que ha inventado el hombre. Se sostiene entonces, que la manera que se tiene para entender y practicar la investigaci´on cient´ıfica consiste en compenetrarse de sus procesos fundamentales. Los pa´ıses con rico antecedente cient´ıfico lo han hecho a trav´es de un complicado proceso de imitaci´on donde el aprendiz es adoptado y formado por uno o varios cient´ıficos durante a˜ nos. En las regiones de poco desarrollo, la escasez de cient´ıficos y la falta de programas de formaci´ on deber´ıa ser suplida, al menos en parte, con la clarificaci´on sociol´ogica y psicol´ogica y la difusi´ on de los efectivos procesos que envuelven a la investigaci´on cient´ıfica. Mas ¿c´ omo se llega a entender y practicar la investigaci´on cient´ıfica si por un lado se la caricaturiza y por el otro se la idealiza11 ? Ante tales lagunas y ante la evidente necesidad de utilizar la investigaci´on cient´ıfica para encontrar soluciones m´ as racionales, generales y sistem´aticas, a los problemas que tiene la sociedad, cabr´ıa uno preguntarse ¿no valdr´ıa la pena explorar los procesos que generan a la investigaci´on cient´ıfica, a trav´es de nuevas alternativas? Tal vez si se observara el comportamiento socio-psicol´ogico de los cient´ıficos en su trabajo profesional se podr´ıa obtener una idea m´as amplia y objetiva sobre el “know how” (saber hacerlo) de ese tipo de personas. La oportunidad de abordar esta problem´ atica bajo la perspectiva psico-sociol´ogica tiene ciertas ventajas. Dado que, ella supone que los motivos personales y sociales que impulsan al cient´ıfico a investigar dar´ıan la pauta para explicar las acciones y reacciones formales e informales que conllevan los procesos de investigaci´ on, al menos sus formas m´ as generales. Procesos sociales que, adem´as de tener una base repetitiva, contienen impl´ıcitamente elementos de autotransformaci´on que impulsan a la propia ciencia. 8 Otto

R. Frish, “¿Por qu´ e”, en Ibid., p. 14 Wiener, Cibern´ etica y sociedad, M´ exico, CONACyT, p.14-15. 10 Raymond Kent, “La verdadera magnitud de un peque˜ no problema hist´ orico”, en L. P. Curtis, El taller del historiador, M´ exico, Fondo de Cultura Econ´ omica, p. 119. 11 Para conocer una respuesta pr´ actica al uso de la ciencia en la econom´ıa revisese la propuesta de W. Edwards Deming para la aplicaci´ on del m´ etodo cient´ıfico a la gesti´ on empresarial en Calidad, productividad y competitividad. La salidad de la crisis, Madrid, Ed. D´ıaz de Santos, cap´ıtulos 8 y 11. 9 Norbert

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La Construcci´ on del cient´ıfico Para lograr esta nueva comprensi´ on del c´ omo se hace la ciencia, es necesario introducirse en la problem´ atica interna que vive el investigador cient´ıfico. Ello exige burlar el muro que impide husmear en su “Taller” y atender hacia d´ onde se dirigen sus reflexiones. Reconocer el sentido de sus pr´acticas y observaciones, y el alcance de sus instrumentos y t´ecnicas. Encaminar la atenci´on a aquello a lo que ´el le otorga valor impl´ıcito. Querr´ıa decir: fijar la mirada en hechos menos convencionales, pero significativos, para as´ı poder entender lo que es poseer y practicar una cultura cient´ıfica. Se est´ a, sin embargo, advertido que el conocer el prop´osito y los compromisos que permean la manera particular de operar del investigador significa penetrar en uno de los aspectos m´as celosamente guardados por estos individuos12 , quiz´ as porque estas personas a las cuales les atrae investigar el mundo que les rodea, son especialmente sensibles a que ellos, a su vez, se conviertan en objetos de estudio13 . A pesar de lo anterior, se continuar´ a a trav´es de este procedimiento pues se considera que la observaci´ on de la conducta de los cient´ıficos es lo que permitir´a comprender que el pensamiento brillante del investigador no es producto de un accidente gen´etico o de una casualidad o de una buena memoria o de una necesidad social hist´ oricamente determinada, sino consecuencia de una b´ usqueda existencial. Tal como lo expl´ıcita Marcos Rosenbaum: para un investigador el trabajo acad´emico “es un modo de vida, no es un modo de ganarse la vida”14 . O como lo dijo Lucien Febvre: “Por lejos que me remonte en mis recuerdos me veo como historiador por gusto y por deseo, por no decir de coraz´on y de vocaci´on”15 . Las motivaciones que Robert R. Palmer manifest´o fueron mucho m´as espec´ıficas, quiz´as por ello muestran con mayor profundidad la relaci´ on entre el objeto de estudio y los intereses individuales del investigador: “Las guerras de la Revoluci´ on Francesa, o mejor dicho lo que hubo en juego en las guerras de la primera y segunda Coaliciones, encendieron mi imaginaci´on y apelaron a mis sentimientos”16 . El microbi´ ologo Metchnikoff se expres´ o de la siguiente manera, cuando vislumbr´o la posibilidad de que algunos elementos qu´ımicos pudiera albergar la capacidad de defender al cuerpo de numerosos ataques infecciosos, sin trastornarlo: “Sintiendo que mi idea hab´ıa algo de inter´es superior, me exalt´e al punto de ponerme a dar vueltas por la habitaci´ on, hasta que tuve que salir a caminar por la playa para ordenar mis pensamientos”17 . Quiz´ as sobra decir, que el descubrimiento hab´ıa transformado al pausado investigador en un individuo que alcanzaba por un momento la felicidad. Paul de Kruif, creador de un cl´ asico de la historia de la ciencia, llam´o la atenci´on del lector sobre ese compromiso, tan especial que hizo a estos hombres capaces de emprender haza˜ nas que para sus contempor´ aneos no s´ olo se consideraron asombrosas, sino inclusive descabelladas. Afirmaba de Pasteur18 : “Comi´o, durmi´ o, so˜ n´ o y am´ o, siempre abstra´ıdo, con los fermentos a su lado: eran toda su vida”. Parecer´ıa ocioso recordar la importancia de la aut´entica vocaci´on en la decisi´on profesional, pero los psic´ ologos vocacionales saben de su relevancia para que un hombre o mujer despliegue todas sus potencialidades creadoras. Adem´ as, la mayor parte de los cient´ıficos renombrados reconocen que su decisi´on por abordar cierto tipo de problemas cient´ıficos naci´ o de su inter´es personal y no de lo que otras personas consideraron que era importante hacer.

12 “G. Holton subraya que los procesos informales tienen una importancia fundamental dentro de la ciencia y su significaci´ on no se ha reconocido adecuadamente, en gran medida debido a que los participantes ocultan la transici´ on de la especulaci´ on privada a la demostraci´ on formal”. Thematic origins of scientific trought, Apud Mario Casanueva, et al, compilador, La ciencia y sus m´ etodos, p. 228. 13 L. P. Curtis Jr. autor y compilador, op. cit., v´ ease la introducci´ on. 14 Marcos Rosenbaum, “Las manzanas de la UNAM”, La Jornada, 2/4/90, p. 26. 15 Lucien Febvre, Combates por la historia, Barcelona, Ariel, 1975, p.5. 16 Robert Palmer, “La edad de la revoluci´ on democr´ atica”, L. P. Curtis, op. cit., p. 2111. 17 Metchnikoff Apud en Paul de Kruif Cazadores de microbios, M´ exico, Editores Mexicanos Unidos, 8 ed., 1986. 18 Ibid.

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En otras palabras, se descubre que la b´ usqueda de una problem´atica compleja para que tenga posibilidades de tener ´exito debe ir acompa˜ nada de un aut´entico compromiso existencial entre la persona y el objeto de su atenci´ on. Este pacto interno entre el individuo y la problem´atica a estudiar es lo que da contenido y vitalidad al esfuerzo intelectual desplegado y por desplegar, para permitir que su atenci´on se centre en un s´ olo objetivo: efectuar investigaci´ on cient´ıfica. El cient´ıfico prioriza su inter´es en una direcci´on; en la b´ usqueda de una soluci´on a una problem´atica que en verdad lo apasiona, le quita el sue˜ no, en una palabra, lo satisface como humano. Este comportamiento es muy semejante a lo que realiza cualquier otra persona con talento en cualquier otro trabajo creativo cuando ha decidido que ESO QUE PRODUCE es lo m´as importante de su vida. Paul de Kruif coincide en esas apreciaciones cuando afirma: “Un cient´ıfico, un investigador verdaderamente original de los fen´omenos de la Naturaleza es como un escritor, un pintor, un m´ usico: es al mismo tiempo artista y buscador desapasionado”19 . De lo que se tratan estas l´ıneas, por tanto, es el describir, explicar y lograr generalizar el sentido de la b´ usqueda o el prop´ osito del cient´ıfico, en particular. Indagaci´on que es eminentemente existencial y personal, pero resultado de un logro hist´ orico-social y de la serie de tareas, b´ usquedas y peripecias en los que se ve envuelto el investigador para alcanzar dicha finalidad. De esta manera podremos responder con eficacia a las preguntas capitales: qu´e es, qu´e se pretende y c´omo se produce la investigaci´on cient´ıfica. El c´ırculo virtuoso Las respuestas a estas interrogantes representan un enorme desaf´ıo a´ un para un observador social acucioso, sin embargo, en un principio es posible afirmar, a manera de hip´otesis, que hacer investigaci´on cient´ıfica debe entenderse como un proceso psico-social que en el curso de su pr´actica ha desarrollado su propio prop´ osito, sus valores, su espec´ıfica capacidad anal´ıtica, sus procedimientos, t´ecnicas e instrumentos y las actitudes sociales consecuentes, con el fin de permitir al individuo asumirse plenamente como cient´ıfico. Ello ha implicado que el cient´ıfico interiorice una serie de compromisos sociales a trav´es de procesos de ense˜ nanza aprendizaje, formales e informales, cuya pretensi´on u ´ltima se consolid´o gracias al ´exito continuado que la investigaci´ on cient´ıfica ha tenido para resolver problemas de enorme complejidad, que ha planteado, generalmente, la parte de la comunidad cient´ıfica m´as comprometida con su trabajo. Este proceso psico-social es posible que pueda explicitarse mediante un modelo de relaci´on interactuante entre el cient´ıfico, los procesos que se desea investigar, el medio social y acad´emico que le envuelve, y los procedimientos, t´ecnicas e instrumentos con que cuenta. Esta relaci´ on interactuante entre el investigador y las comunidades cient´ıficas aut´enticas tiene por objeto resolver tres retos que son el contenido y la substancia de toda investigaci´on cient´ıfica: Efectuar un DESCUBRIMIENTO, proceder a VERIFICARLO y posteriormente COMUNICARLO (D.V.C.). La resoluci´ on de los retos antes mencionados, a su vez, tiene un fin u ´ltimo para el cient´ıfico, este es: Lograr una explicaci´ on que tenga mayor grado posible de generalizaci´on a un problema planteado por la comunidad cient´ıfica20 . El planteamiento propuesto puede visualizarse mediante tres esquemas: Esta interacci´ on se alimenta mutuamente, pues los procesos naturales o sociales de inter´es para la sociedad, s´ olo pueden ser resueltos por el cient´ıfico si en ese nivel hist´orico existen los medios capaces de probar las soluciones propuestas. El investigador, a su vez, se nutre de esos m´etodos, gracias a su comunicaci´on con la comunidad y a´ un la misma sociedad, pero a la vez, el estudioso los puede revolucionar para encontrar nuevos m´etodos para probar la validez de los supuestos que se propuso verificar. La comunidad por su parte, se enriquece de los resultados producidos por los cient´ıficos particulares y con ello ampl´ıa el horizonte de su 19 Ibid.,

p. 62. la investigaci´ on para el desarrollo, la econom´ıa y otros sectores el problema puede ser planteado por miembros de la sociedad ligados al sector en cuesti´ on. 20 En

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conocimiento y toma conciencia de la existencia de nuevas problem´aticas. Esta espiral es virtuosa mientras el prop´ osito hist´orico expuesto -hacer generalizaciones y problemas en los hechos- se mantenga y fortalezca. Puede tambi´en convertirse en un c´ırculo vicioso si la comunidad cient´ıfica o la misma sociedad renuncia a ese prop´ osito y adopta otras finalidades; como podr´ıa ser el de preservar la seguridad nacional o mantener el respeto excesivo a las teor´ıas consagradas a los maestros reconocidos o a las soluciones anteriores. Si existe una interacci´ on social positiva entre los cuatro elementos mencionados en este proceso psico-social, ellos permitir´ an que se generalice un tipo espec´ıfico de imaginaci´on, de creatividad y de disciplina acad´emica entre sus practicantes y por ende, se posibilitar´ıa la aparici´on de un modelo cient´ıfico de conocimiento y quiz´ as se produzca la pauta para el surgimiento de un cient´ıfico que destaque del resto de sus colegas; ya sea por la audacia de sus nuevas generalizaciones o por la astucia para desarrollar nuevos instrumentos para probar hip´ otesis no contrastadas a´ un. Esta relaci´ on interactuante para producir investigaci´on cient´ıfica, sin embargo, debe tener su punto de partida, el cual surge de la necesidad de que el investigador est´e profundamente involucrado e interesado por describir y/o explicar y/o pronosticar y/o incluso controlar a cierta clase de fen´omenos, ya sean naturales y/o sociales. Tal como lo expresa el matem´atico Polya: “El secreto del ´exito radica en entregarse al problema en cuerpo y alma”21 , y puede agregarse: con el deseo febril de explicarlos y comunicarlos al resto de los hombres. Esta pasi´ on profundamente sentida por el cient´ıfico hacia su trabajo, al parecer, est´a bastante generalizada entre los investigadores m´ as comprometidos con su trabajo. El matem´atico P. Alexandrov lo expres´ o as´ı: “La chispa del esp´ıritu creador cient´ıfico se enciende ... cuando el problema en s´ı y el anhelo de solucionarlo llegan a posesionarse totalmente del individuo”22 . El investigador mexicano Marcos Roseunbaum ratifica esta idea al afirmar: “La vida acad´emica es una vida de permanente compulsi´on intelectual”23 . El contenido espec´ıfico de este anhelo por resolver problemas cient´ıficos se expresa de forma diferente para cada disciplina y aun para cada individuo, atendiendo a sus inclinaciones, aspiraciones, y por qu´e no, a sus angustias personales. Raymond Kent apuntaba su deseo vehemente por mostrar que los procesos hist´ oricos no se circunscriben a Europa Occidental, sino que forman parte de la propia historia humana: “Esta premisa fue engendrada y sostenida mucho tiempo por la pasi´on, por una indignaci´on contra el continuo hincapi´e en la Europa Occidental y contra las falsas concepciones acerca de mi propia patria”24 . J. G. Pocock, por su parte, manifest´ o que su motivaci´on por investigar naci´o por entender c´omo se desarrolla el lenguaje pol´ıtico del que se sirven los hombres para expresar sus intereses: “Durante m´as de veinte a˜ nos he estado cada vez m´ as interesado en las formas que en los hombres, en las sociedades pol´ıticas inventan y exploran lenguajes para conceptualizr sus vidas en tales estructuras”25 . A nivel personal, y la mayor parte de las veces intransferible, el cient´ıfico para probar su calidad de tal debe resolver retos mencionados (DVC), cuando se enfrenta y trata de resolver un enigma cient´ıfico. Y aunque cualquier persona es capaz de descubrir algo, es decir, que puede imaginar una explicaci´on plausible a un fen´ omeno, la responsabilidad de probar en los hechos que ese descubrimiento es capaz de explicar efectivamente un aspecto de la realidad es una de las especificidades de la investigaci´on cient´ıfica frente a cualquier otro trabajo creativo. La otra diferencia espec´ıfica de la ciencia es su necesidad y forma de comunicar sus hallazgos. Cuando un individuo logra conjuntar estas tres habilidades (DVC), a trav´es de llevarlas a la pr´actica, resulta posible afirmar que est´ a frente a un nuevo cient´ıfico. Un aut´entico cient´ıfico ser´ a pues, capaz de eslabonar esas tres etapas (DVC). Sin embargo, si el lector est´ a de acuerdo en que hay peque˜ nos y grandes cient´ıficos, cabr´ıa preguntarse ¿c´omo se mide esta diferencia? 21 Polya,

C´ omo plantear y resolver problemas, M´ exico, Trillas, p.57. “La pasi´ on inspirada por la ciencia y la vocaci´ on del cient´ıfico”, en Keldysh, op. cit., p. 56-7. 23 Marcos Rosembaum, op cit, p, 26. 24 Raymond Kent, “La verdadera magnitud de un peque˜ no problema hist´ orico”, en El taller..., p. 100. 25 J. G. Pocock, “El trabajo sobre las ideas en el tiempo”, en Ibid., p. 172 22 Alexandrov,

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La capacidad del cient´ıfico se dimensiona en funci´on del tipo de soluciones que encuentra para resolver el problema que se plante´ o. Entre m´ as amplia y general sea su explicaci´on -apoyada por m´as y mejores evidencias emp´ıricas- m´ as reconocimiento le otorgar´a la comunidad cient´ıfica a su labor. El siguiente esquema sintetiza la b´ usqueda del cient´ıfico y la medida de su imaginaci´on: El enorme esfuerzo individual y colectivo que han desplegado las capas cient´ıficas m´as cr´ıticas e imaginativas, por explicarse y explicar los fen´ omenos m´ as complejos y dis´ımiles en todas las disciplinas cient´ıficas, cuyos antecedentes modernos remontan al siglo XVII, fue lo que permiti´o consolidar y desarrollar un prop´ osito hist´ orico entre la comunidad cient´ıfica contempor´anea y los problemas que desea enfrentar (el qu´e pretenden). Esta finalidad consiste en que, retomando antecedentes de la antig¨ uedad griega, la ciencia debe: poner a prueba la validez de las explicaciones propuestas bajo crciterios universales En otras palabras, toda elucubraci´ on, idea, supuesto, conjetura que pretenda explicar un problema de la ciencia emp´ırica, sin importar lo improbable que parezca, podr´ıa formar parte del conocimiento general de la ciencia, si a trav´es de un proceso de observaci´on controlada, los hechos le dieran la raz´on26 . Resulta casi innecesario se˜ nalar que toda explicaci´ on, de estas caracter´ısticas es, por principio, una hip´otesis o conjetura, que tiene cierto grado de probabilidad de ser cierta y que toda teor´ıa por m´as s´olida que parezca tambi´en es una hip´ otesis, aunque con un alto grado de probabilidad de ser cierta. En apoyo a esta idea, el astr´onomo R. A. Lyttleton se˜ nala que: “No puede haber ’hechos’ ni ’testimonios’ dignos de confianza mientras no haya una hip´ otesis ni teor´ıas que someter a prueba”27 . El cient´ıfico J. G. Pocock reconoce esta finalidad o prop´osito de la investigaci´on, pero tambi´en de la necesidad de controlar la observaci´ on, sin dejar de tomar en consideraci´on toda la complejidad de que es capaz la ciencia social: “El historiador tendr´ a un grado alarmante de libertad respecto a la direcci´on en que habr´a de buscar los posibles significados y consecuencias de lo que se dijo. [por ello] No s´olo debe reconstruir, debe escoger y conjeturar (subrayado nuestro)”28 . El bi´ ologo Francisco Ayala destaca este prop´osito de la ciencia con toda claridad: “El trabajo emp´ırico de los cient´ıficos est´ a guiado por las hip´ otesis, ya est´en formuladas expl´ıcitamente o se hallen simplemente en forma de vagas conjeturas”29 . Jan Vasina, otro historiador, nos describe c´omo impulsa al investigador la idea de que una explicaci´on tiene una gran posibilidad de ser confirmada: “Fue entonces cuando comprend´ı que all´ı hab´ıa un caso digno de confusi´ on, cuyos datos no mostraban una vaga probabilidad, sino una capaz de iluminar una buena parte de la historia del siglo XVIII”30 . Estas explicaciones, atendiendo a la complejidad del problema, a las posibilidades y capacidades del investigador y a los recursos de que dispone le permitir´an establecer sus propios l´ımites; desde su nivel b´asico la descripci´ on, hasta alcanzar quiz´ as el sofisticado control de las variables. Sin embargo, una cosa es desear alcanzar un prop´osito, otro el lograrlo. Para que la investigaci´on cient´ıfica haya sido capaz de alcanzar esta compleja finalidad, -la b´ usqueda de generalizaciones que pueden ser probadas en los hechos- fue necesario que la comunidad cient´ıfica consolidara a lo largo de varios siglos, tres acuerdos sociales, a trav´es de interiorizarlos en quienes practican esta actividad. Es decir, de asumirlos personalmente, por lo menos entre investigadores m´ as audaces y comprometidos. Esto se logra gracias al proceso psico-social descrito p´ arrafos atr´ as (esquema 1).

26 De manera m´ as estricta se podr´ıa sugerir “la posibilidad de hacer una predicci´ on verificable, privativa de la teor´ıa y que no ri˜ na con los dem´ as datos disponibles”. R. A. Lyttleton, “La naturaleza del conocimiento cient´ıfico”, en La encilopedia de la ignorancia, p. 24. 27 R. A. Lyttleton, op cit, p. 21. 28 J. G. Pocock, op cit, pp. 179-80. 29 V´ ease Theodosius Dobzhansky et al., Evoluci´ on, Barcelona, Omega, p. 476. 30 Jan Vasina, “De c´ omo el reino del gran mago Makoko y ciertas campanas sin bandajo se volvieron temas de investigaci´ on”, en El taller..., p. 252.

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El primer acuerdo entre la comunidad cient´ıfica demanda: Desarrollar un Compromiso Cr´ıtico con la investigaci´on cient´ıfica, mismo que expresa la promesa de aplicar valores universales (racionalidad, objetividad, sistemicidad y verificabilidad) a todos sus procesos. Cuando un cient´ıfico se esfuerza por mantener esos valores a lo largo de todas las faces de su investigaci´on, se afirma que posee una Actitud hacia la investigaci´ on cient´ıfica. Esta actitud cr´ıtica hacia el conocimiento cient´ıfico asumido por el investigador es la que incentiva a la imaginaci´ on, creativa e innovadoramente, en la b´ usqueda de mejores explicaciones plausibles, de los problemas ya existentes o que se fije su atenci´ on en otros hasta ahora no identificados. Esta actitud tambi´en es la que invita al cient´ıfico a estar dispuesto a exponer p´ ublicamente sus m´etodos y razonamientos. Esta actitud tambi´en le exige al investigador que no acepte ninguna nueva explicaci´on, venga de donde venga, mientras no pase la prueba del an´ alisis cr´ıtico. El eminente cient´ıfico Medawar resumi´ o este pacto de la siguiente manera: “Nunca te enamores de tus propias hip´ otesis”31 . ¿Pero hasta qu´e punto es posible ello? Si como se afirma, existe una profunda relaci´ on afectiva entre el cient´ıfico y la materia en que trabaja. Este es un asunto subjetivo evidentemente y por ello se debe resolver personal y cr´ıticamente. Esta actitud cr´ıtica con todo y lo importante que es, se trasmite, principalmente, de manera informal: ya sea a trav´es del ejemplo de honestidad cient´ıfica que proporcionan los propios investigadores o cuando el estudiante analiza los resultados de investigaciones de colegas y puede apreciar los valores encerrados en ellas, aun cuando los resultados fuesen rechazados por nuevas evidencias emp´ıricas. Al respecto Lyttleton apunta que: “Pese que a la larga una idea resulte falsa, dicho en el sentido de sus predicciones ... no concuerden con la observaci´ on, esto no constituye por s´ı solo prueba rigurosa de falta de honradez de parte del propositor”32 . La falsificaci´ on de resultados, la apropiaci´ on de descubrimientos o trabajos resultan pruebas incontrovertibles de una falta a este compromiso social. La anomal´ıa resulta tan significativa que cuando una persona es descubierta, queda destruida la credibilidad y la obra de esa persona33 . Sin embargo, tener dicha actitud cr´ıtica, con todo el valor y el significado que encierra no es suficiente para elaborar con eficacia la investigaci´ on cient´ıfica. Quien pretenda su pr´actica, en un segundo acuerdo social interiorizado debe: Tener una Buena Aptitud Cient´ıfica, lo cual significa poseer el conjunto de capacidades y habilidades, mentales y manuales, que le permitan al cient´ıfico resolver los obst´aculos que se le presentan en la farragosa tarea de probar en los hechos lo que en un principio s´olo fueron vagos supuestos. En otras palabras, el investigador debe poseer una amplia gama de aptitudes metodol´ogicas, t´ecnicas e instrumentales, cuyo elemento com´ un es su verificabilidad. Aptitudes que deben ser aplicadas con una notable capacidad anal´ıtica; adem´ as de dominar los conocimientos de una o varias ciencias particulares relacionadas con la problem´ atica a tratar, desarrollar una s´olida disciplina acad´emica y ejercer su acci´ on en el entorno de adecuadas instituciones. El cumplimiento de este segundo acuerdo social, que implica a˜ nos de preparaci´on dentro de las aulas y los laboratorios, le permite al cient´ıfico pasar del compromiso cr´ıtico a la acci´on, a la pr´actica. Tal como afirma Artobolevski el: “Talento debe apoyarse en un trabajo cotidiano y sistem´atico”34 . Algunos pensadores han querido disminuir la importancia de este segundo acuerdo para destacar la ascendencia del descubrimiento en s´ı. Quiz´ as se podr´ıa detectar en estas afirmaciones ciertas preferencias por el logro conceptual por encima de los aciertos metodol´ogicos, sin percatarse que la mayor parte de las veces el primero es una simple conjetura carente de sustento, mientras no se pueda probar su validez en los hechos.

31 Comentado

por Lyttleton en op cit., p. 25 p. 29. 33 La historia de la infamia en la ciencia ha recibido poca atenci´ on, m´ as no por eso sus miembros son pocos. 34 Atobolevski, “Lugar e importancia...”, en Keldysh, La edad del..., p. 39. 32 Ibid.

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“La experiencia indica, dice Bondi, que aunque un te´orico dado encuentre que tal concepto es u ´til heur´ısticamente, diferentes personas no concordar´ an con ´el por igual, en agudo contraste con la unanimidad con que se acepta el criterio de la refutaci´ on experimental”35 . Tal vez, el siguiente pasaje nos pueda ilustrar el impulso que genera en la capacidad creadora el acierto de una soluci´ on t´ecnica: “-Es absolutamente necesario conseguir que los bastoncitos se desarrollen solos, sin que haya otros microbios alrededor -se dec´ıa a s´ı mismo Koch- Un buen d´ıa se le ocurri´o, de pronto, un metodo sencill´ısimo, para ver desarrollarse los bastoncitos ... Los pondr´e en una gota pendiente a la que no tengan acceso los dem´ as microbios... Acaso Koch no se percatara, pero ese d´ıa ... fue lo m´as importante en la historia de la microbiolog´ıa y de la lucha de la humanidad contra la muerte”36 . Es la imposibilidad de cumplir con la actitud cient´ıfica donde generalmente se delata el farsante o el incapaz. El an´ alisis cr´ıtico de toda investigaci´ on surge precisamente de la necesidad de que ella muestre que las pruebas aportadas para justificar una explicaci´on, fueron hechas con total maestr´ıa y absoluta capacidad cr´ıtica y autocr´ıtica. Una omisi´ on, deliberada o no, una falta de claridad en el proceso de obtenci´on de los resultados, una selecci´ on arbitraria de los hechos observados, una sobregeneralizaci´on indicar´ıan o una falta de actitud cr´ıtica o una inadecuada aptitud cient´ıfica. Cualquiera de los dos casos invalidar´ıan los resultados encontrados. Finalmente el investigador para cumplir con el prop´osito de la investigaci´on cient´ıfica debe interiorizar un tercer acuerdo social de cara a la comunidad cient´ıfica y ´este es: Tener Disposici´on para comunicar sus hallazgos. Esta comunicaci´ on tambi´en reforzar´ a consecuentemente la actitud cr´ıtica hacia el quehacer cient´ıfico. El llamado al reforzamiento de la actitud cr´ıtica significa que impl´ıcitamente el investigador plasmar´a en su reporte sus valores cr´ıticos hacia la ciencia -el uso de la objetividad, la racionalidad, la verificabilidad, la sistematicidad- a trav´es de describir el proceso indagativo con la idea de que pueda ser replicado el dise˜ no, los objetivos, las hip´ otesis, los m´etodos, las t´ecnicas y los instrumentos empleados, as´ı como los resultados esperados. Es el informe cient´ıfico, ya sea en forma de tesis, de reporte o cualquier otro medio preferentemente escrito37 , el que permitir´ a realizar el an´ alisis cr´ıtico indispensable para aceptar a dichos resultados como parte del conocimiento cient´ıfico. Si desde el punto de vista de la comunidad cient´ıfica el reporte es una exigencia, para el cient´ıfico es una irreprimible necesidad que siente por comunicar a sus semejantes algo que parece vital e indispensable. Vale la pena remarcarse esta cuesti´ on, porque a diferencia de otros hombres y otras comunidades, el cient´ıfico experimenta compasivamente el deseo de comunicarse. Robert R. Palmer reconoce este hecho impl´ıcitamente: “Me dar´e por satisfecho si he ensanchado el marco de referencia y contribuido a la educaci´ on no s´olo de los investigadores, sino de los estudiantes y lectores en general”38 . “¿Para qu´e tomo tantos trabajos con esa elusiva mujer de letras?” Se pregunta Rudolp Binion, frente a su compleja obra sobre Frau Lou, y ´el mismo se responde: “Precisamente, para descubrir y expresar tales relaciones entre la realidad y la fantas´ıa, entre el pasado y el presente... relaciones en flujo que son la propia historia humana”39 . Jan Vasina lo dice sin contraprisas: “Las investigaciones las hago porque me gustan y, a fin de cuentas, porque deseo conservar la constancia de las cosas que ha hecho el hombre, de modo que la humanidad o alg´ un hombre, pueda contemplarla”40 . 35 Herman

Bondi, La enciclopedia..., p. 19. de Kruif, op cit, p. 130-131 37 Koch antes de saltar a la fama tuvo que mostrar mediante experimentos los resultados de sus investigaciones y posteriormente incorpor´ o a la fotograf´ıa como medio de mostrar la existencia de los microbios, Ibid, p. 136-137. 38 Robert Palmer, “La edad de la revoluci´ on democr´ atica”, en Curtis, op. cit., p. 205. 39 Rudolp Binion, “Mi vida con Frau Lou”, Ibid., p. 320. 40 Jan Vasina, “De c´ omo el reino del gran mago Makoko y ciertas campanas sin badajo se volvieron temas de investigaci´ on”, en Ibid, p. 261. 36 Paul

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Para los cient´ıficos naturales el informe, adem´as, es el medio por el cual los resultados de una investigaci´ on pueden servir de inspiraci´ on o de confirmaci´on a otros cient´ıficos. Sin importar a veces, lo escueto o poco prometedor que parezca. Loeffer “con todo cuidado se sent´o a escribir un informe cient´ıfico, modesto, fr´ıo, poco prometedor, que se limitaba a exponer los pros y los contras sobre la cuesti´on de si ese nuevo bacilo era o no el causante de la difteria... pero, al final de su trabajo, dio la clave a los m´as imaginativos Roux y Behring, que le sucedieron”41 . La comunicaci´ on de los hallazgos en la investigaci´on se encuentra profundamente relacionada con las motivaciones que impulsan a la gente a dedicar su vida a alguna disciplina cient´ıfica en particular. Se puede afirmar que sin la existencia de esa comunicaci´ on los resultados cient´ıficos carecer´ıan de valor. La ciencia representa una parte fundamental de la memoria colectiva contempor´anea de la experiencia humana, cuyo n´ ucleo es el cambio permanente y cuya finalidad es enfrenta las nuevas problem´aticas que nos depara el futuro. Precisamente el medio que un cient´ıfico tiene para aceptar como bueno un trabajo cient´ıfico se encuentra en el informe. Ah´ı deber´ an verse plasmado tanto la actitud cr´ıtica como la aptitud cient´ıfica del investigador. Cualquier omisi´ on, e inclusive la falta de claridad en lo que se dice que se hizo y lo que se encontr´o resultar´ an en cr´ıticas que pondr´ an en entredicho a todo el esfuerzo investigativo o inclusive un programa de investigaci´ on. De ah´ı la importancia del reporte cient´ıfico. En conclusi´ on, quien pretenda lograr nuevas y m´as amplias explicaciones de los procesos naturales y/o sociales mediante la investigaci´ on cient´ıfica, es decir, mediante el proceso de descubrir, probar y comunicar el nuevo conocimiento, y quiera elevar las probabilidades de desempe˜ narse con eficacia, habr´a de tener en cuanta la interacci´ on dial´ectica que se produce entre los tres compromisos psicosociales que asumen los cient´ıficos. Porque si se omite de cualquiera de ellos, o si se piensa que alguno de ellos puede ser resuelto como un mero tr´ amite o simple componenda pondr´ a en entredicho, no s´olo frente a s´ı, sino frente a la comunidad cient´ıfica su capacidad como investigador cient´ıfico. Ello significa que el investigador deber´ a aplicar la racionalidad, la objetividad, la sistematicidad y la verificabilidad a todos los procesos internos de la investigaci´on: Al planteamiento del problema y enunciaci´ on de sus objetivos, a la formulaci´ on de hip´ otesis, a los m´etodos, los procedimientos, las t´ecnicas e instrumentos que permitir´ an confirmar o no la validez de los supuestos. Al an´alisis verificativo de los descubrimientos y a las generalizaciones que tomar´ an la forma de conclusiones. Y por u ´ltimo al informe final que se presenta. Los tres acuerdos o compromisos sociales mencionados -actitud, cr´ıtica, aptitud cient´ıfica y disposici´on para comunicar los hallazgos- al permitir consolidar el prop´osito hist´orico de testar las conjeturas, es decir, al establecer un sistema que permite determinar el grado de cercan´ıa o alejamiento de las explicaciones frente a los fen´ omenos observados, directa e indirectamente, convirti´o a la investigaci´on cient´ıfica en un socio casi decisivo en la econom´ıa e incluso de la sociedad civil. Esta u ´ltima encontr´o en la verificaci´on una eficaz arma a favor de un comportamiento pol´ıtico-social racional en contra del autoritarismo y el dogmatismo. La permanencia social de tales prop´ ositos, valores existenciales, compromisos y pr´acticas cient´ıficas, se determina por el ´exito de tal f´ ormula para resolver los problemas que presenta el futuro y que son relevantes a la comunidad cient´ıfica, pero tambi´en a ciertas partes significativas de la sociedad. Sin embargo, debe advertirse que estos acuerdos psicosociales s´olo son logros culturales, por tanto, puede perderse, si no se aprecian, difunden y consideran prioritarios a estos compromisos para efectuar investigaci´on cient´ıfica, ellos sencillamente decaen e incluso desaparecen. Por tanto, una sociedad en particular puede impulsar o desviar e incluso detener el avance de la investigaci´ on cient´ıfica si su cultura no impulsa una actitud m´as cr´ıtica y racional o si no se interesa a buscar soluciones m´ as generales a los problemas sociales, t´ecnicos y naturales que enfrentan. Cabe una u ´ltima reflexi´ on: el investigador sabe o intuitivamente percibe, que ninguna metodolog´ıa ser´ a capaz de proporcionarle la llave del descubrimiento genial que responder´a al objetivo de su investigaci´ on42 . 41 Paul

de Kruif, op cit, p. 212. lo reconoce abiertamente: “Sobre el asunto de c´ omo se llega a las ideas nuevas, nos topamos con el hecho poco reconocido, de que no hay tal cosa como ’el m´ etodo cient´ıfico”’, op cit, p. 27. 42 Lyttleton

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El m´etodo de la ciencia no es el camino para lograr el conocimiento cient´ıfico, ciertamente son un conjunto de valores, normas y procedimientos generales que se deben respetar para que se acepte que cierto conocimiento tiene dicho estatus. El reto del investigador consiste en ser capaz de llegar a convencer racionalmente de la elevada probabilidad que tienen sus generalizaciones de explicar los fen´omenos sujetos a observaci´ on, a trav´es de poner a prueba sus conjeturas, vali´endiose de todo aquello que le sea u ´til, pero respetando dichas normas y valores. Lo anterior explica porqu´e el metod´ ologo no le es relevante como el investigador intuy´o un problema y descubri´ o una explicaci´ on. Lo que le interesa es que se plante´e en t´erminos racionales y objetivos y, que inviten a la observaci´ on sistem´ atica de los fen´omenos. Al metod´ ologo no le interesa c´ omo fue imaginado el proceso de confirmar o disconfirmar los supuestos, o si estos fueron convencionales o atrevidos, lo que demanda es que los procedimientos, las t´ecnicas, los instrumentos, los hallazgos y la manera de comunicarlos, usados se muestren de tal manera que sea susceptibles de un an´ alisis cr´ıtico verificativo. Si los metod´ ologos y fil´ osofos de la ciencia43 reconocieran que su misi´on no es ayudar a efectuar investigaci´ on cient´ıfica, sino simplemente proporcionar algunos elementos l´ogicos para evaluar los resultados de ella, las cosas quedar´ıan en su sitio. El metod´ ologo es como el cr´ıtico de m´ usica cl´asica. Puede evaluar el resultado de una composici´ on, pero carece de competencia para recomendar al autor qu´e tiene que hacer para descubrir la nota o la armon´ıa adecuada. Todo aquello que no le interesa a la metodolog´ıa, en cambio, le es indispensable al investigador para realizar su trabajo. El inter´es personal del cient´ıfico por el desaf´ıo. Su deseo vital por encontrar la formulaci´on adecuada a su problema. La febril actividad imaginativa y creatividad para encontrar la mejor soluci´ on posible a su objetivo. La enorme y compleja disciplina acad´emica que despliega para hacer efectiva su personal aptitud cient´ıfica cuando somete a prueba sus conjeturas. Su vocaci´ on por hacer participe a la sociedad de sus hallazgos. En suma, para entender el proceso por el cual la ciencia acrecienta su conocimiento, es menester que se imagine a la investigaci´ on cient´ıfica como un complejo proceso que involucra al individuo y a miles como ´el decisivamente a lo largo de su vida, o al menos durante dicho proceso. Compromiso existencial cr´ıtico con la ciencia, disciplina acad´emica, aptitud investigativa y capacidad de comunicaci´ on cient´ıfica son elementos con sustanciales a la investigaci´on cient´ıfica, a la comunidad cient´ıfica contempor´ anea y a la ciencia actual. La carencia de uno de ellos en quienes la practican pone en entredicho la posibilidad de realizar el prop´ osito de esta actitud humana, que no es otra que poner a prueba las explicaciones propuestas frente a los hechos, mediante par´ametros universales.

43 Karl Popper reconoce que su esfuerzo de reconstrucci´ on “No habr´ a de describir tales procesos seg´ un acontecen realmente: S´ olo pueden dar un esqueleto l´ ogico del procedimiento de contrastar”, en La l´ ogica de la ivestigaci´ on cient´ıfica, Madrid, Tecnos, p. 31.

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