Story Transcript
"La Memoria De Los Pueblos" (*) Versión Corregida De Trabajo Publicado En Contexto En Psicoanálisis 2. Ed. De La Campana, La Plata, 1997.
Mónica Morales
"Estoy aquí, para recordar lo que mi padre ha olvidado" (Ellie Wiesel, El olvidado.) La memoria de un pueblo yace en la memoria de cada uno de sus hijos. Y es en memoria de sus hijos. Son sus raíces. Son sus muertos, que han de tener nombre para que haya memoria. Son sus marcas, dolor de la carne hecho historia. Historia que se lee, y entonces se escribe. Sólo entonces se hace posible conjurar al Otro del Goce. Tiempo posible para el deseo, para el porvenir. Aunque sea tan sólo de una ilusión. Las trazas de la memoria tejen la trama de una historia que bordea una grieta. Es la verdad histórica intentando suturar el agujero de la verdad material. La historia vela lo inexplicable. Otorga un sentido al sufrimiento, y construye un lugar en el Otro. "Ser el pueblo elegido", podría aproximar una respuesta al horror del exterminio del pueblo judío. Entonces la historia de un pueblo, es equivalente al fantasma en la subjetividad individual. Recordar para no repetir. Repetir para recordar. Repetir porque hay un punto sin memoria. Durante las fiestas judías del Yom Kippur, día del Gran Perdón, se escucha el sonido estremecedor del shofar. El shofar evoca la voz de Dios en el momento de la Alianza. Una remembranza que insiste año tras año. El pueblo recuerda para que el Otro recuerde. La memoria no es sin el Otro, y hace a nuestra condición de sujeto humano.
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El olvidado El escritor rumano Elie Wiesel escribe su novela El olvidado. Es la conmovedora historia de un profesor judío, Elhanan Rosembaum (1). Elhanan ha consagrado su vida a recordar. Recordar su historia, sus raíces, sus muertos. Su memoria lo sostiene. Son sus marcas, marcas del sufrimiento en los campos de exterminio, marcas del dolor de ver morir a sus seres queridos. "La memoria lo protege del odio", dice Elie Wiesel. El odio es el abismo sin palabras de la verdad material. La memoria permite recorrer los recuerdos para que el horror se vele en una historia. Historia historizable una y mil veces mas. Recordar para no repetir. Recordar para que los muertos descansen. Elhanan reza. Es una oración conocida, tantas veces antes repetida. Pero en esta ocasión, no recuerda. Las palabras buscadas no acuden. Y no se trata de un lapsus, palabras caídas, creación del inconsciente. Es el comienzo del derrumbe de su memoria. Elhanan padece una enfermedad neurológica que lo llevará progresivamente a la pérdida de la memoria. Y es más desesperante aún que si tuviera un cáncer que devoraría su carne, pero que mantendría intactos sus recuerdos. Y reza en su oración:"Acuérdate, Dios de la Historia, que has creado al hombre para que recuerde. Tu me has protegido en el tiempo de los peligros y de la muerte para que yo testifique, pues bien, ¿que testigo sería yo sin mi memoria?". Entonces, uno a uno, entregará sus recuerdos a su hijo Malkiel. Malkiel escuchará los relatos de su padre, visitara el lugar donde nació y creció, recorrerá el cementerio, conocerá a los sobrevivientes. Y se convertirá en la memoria viviente de su padre. Ese será su legado: "Estoy aquí para recordar lo que mi padre ha olvidado". La memoria - Página 2 de 8 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados
La memoria que nos interesa a nosotros los analistas, dice Lacan, debe distinguirse de la memoria orgánica. Nuestra memoria tiene como soporte, la inscripción. Se la puede concebir como una imprenta gütemberguiana. En el pasaje de lo neurológico a lo psíquico, Freud concibe la memoria como un sistema de escritura. Escribe la Carta 52: Signo, Inscripción y Transcripción son los conceptos que hacen eje a este texto. La memoria no está presente de una vez, sino que está consignada en diferentes tipos de marca. P Percepción, son las neuronas donde nace la percepción pero no conservan huella alguna del acontecimiento. Ps Signo de percepción, es la primera inscripción. No acceden a la conciencia y se constituyen por acción simultánea. Ic Huella inconsciente, es la segunda transcripción. Pc Ligada a la representación palabra, es la tercera transcripción. La denegación de la transcripción es la represión. Se desprende del texto de Freud que la transcripción es la inscripción constitutiva del aparato psíquico. Es la represión fundante. Freud agrega: "...una defensa patológica es aquella contra una huella mnémica todavía no traducida de una fase anterior." (2) Entonces es posible que una percepción llegue al aparato psíquico, y no deje huella. También es posible que la percepción escriba una marca, pero le esté denegada la transcripción a la fase siguiente. Una marca que no alcanza a ser memoria (inconsciente). "Notas sobre la pizarra mágica" (3) es un texto de 1924. Sobre la pizarra se marca con un punzón, tal como escribían los antiguos. El punzón rasga la superficie, y su incisión produce un escrito. La rasgadura no es directa sino que se produce por mediación de la hoja que sirve de cubierta. Si no mediara esa hoja intermedia, la delgada hoja que se marca, sería dañada. Esa hoja es la barrera protectora contra los estímulos.
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Un leve movimiento borra la marca. Pero en la tabla resta una huella duradera. Es un trazo, una hendidura silenciosa, que sólo puede verse según la luz que la ilumine. El discurso está hecho de letra. La letra es efecto de discurso. Lacan plantea en el seminario La identificación (4), la contemporaneidad de la escritura y la palabra. Años más tarde dirá: "Es del lado de la escritura donde se concentra aquello en que intento interrogar lo que ocurre con el inconsciente cuando digo que el inconsciente es algo en el real" (5). Y más adelante agrega: "Sin lo que hace que el decir llegue a escribirse, no hay medio de que yo les haga sentir la dimensión cuyo saber inconsciente subsiste" (6) La memoria es la lectura de marcas. Marcas leídas por el significante. Para que una letra caiga. La rememoración es la evocación de la memoria que hace el sujeto. En nuestra praxis nos encontramos con pacientes que no rememoran lo olvidado o reprimido, sino que lo reproducen como agieren. El agieren es lo que del campo del hacer se encuentra determinado por el fracaso de la rememoración. Freud lo articula a la transferencia y al acting out. ¿Cómo pensar los fracasos de la rememoración en la subjetividad de nuestro tiempo? Fracaso significa que no hay retorno vía significante porque el inconsciente no habla. Fracaso de la rememoración cuando no hay lectura de las marcas. Entonces el sujeto está aislado de sus marcas. Y hay ausencia de rememoración cuando no hay memoria , sino huellas sin borrar. El sujeto padece un Otro de la Ley, que se torna un Otro Absoluto, y ordena olvidar. ¿Pero cómo olvidar, si para olvidar hay que recordar y luego olvidar que se olvida?
La neurosis traumática Apenas pasados los tiempos del "Proceso", los analistas solíamos encontrarnos con pacientes que durante aquellos años de horror, habían sufrido de maneras diferentes.
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Pero de aquellos tiempos, pocos recuerdos traían. Algunos se quejaban de síntomas vagos, cierto malestar subjetivo, desgano, ideas hipocondríacas. Más tarde, los sueños aparecieron en escena. Sueños repetitivos. Una imagen desgarradora, siempre igual a sí misma, congelada en la eternidad de un instante. Un sueño sin asociaciones, como si el sueño hubiera sido un puro resto diurno. Era la neurosis traumática. Esa neurosis de la que habíamos leído en los libros. La quebradura de la barrera contra los estímulos que vienen desde lo real. La neurosis traumática se produce cuando las garantías del Otro de la Ley han caído, y quien impera es el terror. Ese amo del Goce que reina sin barreras, y a veces, hasta se otorga el nombre del Bien. Porque peores cosas que la muerte hay. Quien ha sufrido la tortura, quien ha sido arrastrado de su casa, desposeído de sus hijos, o los hijos de sus padres; quien ha estado desamparado en un sitio sin lugar y sin tiempo, ha conocido el mundo sin el Otro. En ese borde del horror, el aparato psíquico se preserva mediante la suspensión de la subjetividad. En la neurosis traumática no hay rememoración. Hay la repetición de un enunciado que queda desanudado de toda enunciación. Hay retorno de esa marca que quedó detenida en su transcripción a la memoria. Retorno ingobernable de una huella sin borrar. Eterno encuentro con lo igual. Es lo real que insiste, y causa el retorno de esa última escena que logró alguna huella. Una huella del orden de lo que Freud llamaba signo perceptual en la Carta 52. La neurosis traumática, decía Freud, es el incesante retorno a la situación traumática. Es el encuentro con una verdad material que no involucra al sujeto, sino que lo aniquila. Es una verdad que no cesa de no inscribirse, y no logra encarnarse en una historia. La verdad material es una grieta que la historia intenta bordear. En la historia hay un sujeto involucrado.
Testimonios de la memoria: un hallazgo de la clínica
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Ana es una joven de 18 años. No es la angustia el motor de su visita. Ni tampoco una pregunta acerca de sí. Es su madre quien la trae, pues supone que esta joven debe estar mal a causa de la separación de sus padres. La madre estaba muy angustiada, tanto que se podía haber cedido a la tentación de dejar la demanda de su lado. Ana no sabe lo que quiere, o tal vez no quiera nada. Su madre desea que continúe su carrera. Pero a ella le resulta imposible sostener algo durante mucho tiempo: la monotonía, el desgano, el aburrimiento, llegan muy pronto. Y se instalan. Este habrá de ser también, el destino final de su análisis. Durante el primer año de tratamiento, al concluir cada sesión, arregla un próximo horario. En muchas ocasiones me llamaba para cambiarlo o cancelarlo. No deseaba contraer compromisos. Deja de venir varias sesiones, que se hacen semanas de ausencia. Entonces, decido llamarla. Se sorprende del tiempo transcurrido, no se había dado cuenta. Se había dejado estar. Con entusiasmo, sugiere un nuevo horario. A partir de ese momento, Ana empieza a pensar que siempre ha estado dormida, dejándose estar. "Dejarse estar", "tener pocas pilas"... Solía empezar algo, y después lo abandonaba, estaba confundida. Así era tan parecida a su mamá.... Pero, ¿por qué era tan importante ser como su mamá? Entonces se acuerda del tatuaje. Lo tiene trazado en la espalda: es una flor, como la que se dibujaron todos sus amigos. Comienzo a leer sobre el tatuaje, una marca que me remitía a marineros de mil puertos y ningún anclaje. El primer tatuaje tiene algo de rito iniciático, rito religioso que anuda una identificación. Una marca indeleble que enlaza un sujeto a un grupo de pertenencia. Durante ese tiempo decide ser muy perseverante y cumplidora con sus cosas, como su padre. Porque siendo de esa manera, él había logrado sus objetivos. Entonces asiste con continuidad a sus sesiones y lugar de estudio. Relatos de historias familiares comienzan a aparecer. Entonces Ana recuerda que enseguida de tatuarse la flor tuvo el impulso de hacerse otro tatuaje. Tatuaje que se hizo poco tiempo después.
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Algo parecía insistir en esta compulsión a tatuarse. Algo que el sujeto parecía desconocer. "Es una mutilación", decía su mamá. Estos dibujos convocaban la mirada en el campo del Otro. "El tatuaje participa de un valor de signo por su carácter recortadamente identificatorio en el sentido de pertenencia a una tribu, una cofradía o cualquier otra forma de agrupamiento social, y de rasgo unario por lo que implica como trazado una incisión en el cuerpo". Escribe Luis Guzmán. En "La agresividad en psicoanálisis", Lacan habla de la función social del tatuaje, junto a otras prácticas como la circuncisión. El siguiente tatuaje trazado en el cuerpo de Ana era un angelito. El angelito era un colgante que su mamá le había regalado. Un dibujo, luego otro, ¿se tratará de una trasliteración? Pasar de una escritura a otra. "Una figura renacentista, es un adorno que me gusta, no una mutilación como dice mi mamá". Parecía que lo que contaba era la incisión en el cuerpo, una marca para toda la vida. Y que el tatuaje podría ser cualquiera, y más adelante otro, y otro... ¿Tendrá idea el sujeto que ese dibujo algo cifra? Ana llevaba sin saberlo una escritura en una lengua desconocida. Es el trabajo del análisis que hace de ese dibujo, un texto. Y un sujeto involucrado. "Los angelitos son de la religión católica..." Le propongo. "No, de la católica , y también de la judía". Me contesta. "Sabés, mi mamá es católica... papá, no sé bien qué es. El abuelo es... era judío. Creo que se hizo católico aquí, cuando vino de Alemania y se casó con mi abuela, que era católica. No sé de dónde saqué esto. El abuelo odia a los judíos... mi hermano no está circuncidado como los judíos... seguro que mi papá y mi tío, tampoco. Papá no dice que es judío , ni que no lo es... siempre tiene miedo que se seamos discriminativos. Hace poco salí con un pibe que estudiaba para ser rabino... mi viejo se puso loco". El tatuaje es un llamado al Otro. Es una incisión en el cuerpo que evidencia la ausencia de marca en el cuerpo del padre. Ausencia de marca al servicio de renegar esa otra "marca en el orillo". El tatuaje es una marca silenciosa del orden del rasgo. Marca que hiende el cuerpo, que lo - Página 7 de 8 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados
"mutila", para que el sujeto venga a leerla. Para que haya memoria. Podríamos poner en boca de Ana, las palabras de Malkiel, hijo de "El olvidado": "Estoy aquí para recordar lo que mi padre ha olvidado". La memoria es la escritura del Otro, escritura que el sujeto pudo leer. La memoria de un pueblo son sus marcas indelebles. Hendiduras que restan de la borradura de las huellas. Huellas del paso de sus hijos muertos, muertos nominados. Recordar para no repetir. Recordar en memoria de. El psicoanálisis se erige sobre una ética: no ceder en el deseo. Los pueblos se erigen sobre una ética: no ceder en la memoria. Si por decreto olvidáramos, entonces seríamos, un pueblo desaparecido.
NOTA: (1) Elie Wiesel, El olvidado. Editorial Edhasa, España, 1994. (2) Sigmund Freud, Fragmentos de la correspondencia con Fliess de Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1982, vol. I, pág. 276. (3) Sigmund Freud: Notas sobre la pizarra mágica, idem, 1986, pág. 243. (4) Jacques Lacan: 1962, La identificación, inédito. (5) Jacques Lacan: 1974, Los no incautos yerran, inédito. (6) Ídem.
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