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violencia, regresando pajares quemados con pajares quemados, y ganado robado con ganado robado. El excitable Sídney Rigdon predicó un sermón el 4 de julio de 1838, animando a los santos a pelear “una guerra de exterminación” contra sus enemigos. (A comienzos del siglo Material resumido del libro American Crucifixion: The Murder of Joseph diecinueve “exterminación” Smith and the Fate of the Mormon Church, de Alex Beam. 2014, significaba expulsar, y no PublicAffairs. necesariamente anihilar.) Cuatro meses después, el gobernador de Missouri Lilburn Boggs emitió su industriosos mormones, casi EL PROFETA MORMÓN todos de los estados anti esclavos infame Orden de Exterminación dirigida contra los mormones de El libro “American Crucifixion” de Nueva Inglaterra, habían Missouri. (Crucifixión americana) comienza alienado a sus vecinos sureños. (La guerra civil estadounidense se con la época de la Iglesia SUD en LA GUERRA MORMONA Nauvoo, Illinois, la ciudad-estado luchó entre el norte y el sur entre otras cosas para luchar por la teocrática firmemente fundada, Una breve guerra de tres meses gobernada, y controlada por José esclavitud. El norte proponía liberar siguió, con bajas en ambos lados. a los esclavos, y el sur quería Smith, el fundador y profeta de la Una horrible atrocidad, la masacre y Iglesia. Los Santos, como se llaman mantenerlos.) Respondiendo al llamado de José, los miembros de la la mutilación de diecisiete los mormones a sí mismos, se mudaron a Nauvoo después de ser iglesia, la cual estaba creciendo muy indefensos mormones, incluyendo a dos niños, atrapados dentro del rápidamente, se reunieron en expulsados de Kirtland, Missouri. taller de un herrero en el Molino de En Nauvoo José era un oficial en la Missouri, y las huestes de nuevos Haun, dio fin a la Guerra Mormona, inmigrantes votantes amenazaron Legión de Nauvoo, una milicia la cual los santos nunca podrían mormona formada para defender a con quitar varios condados a los antiguos colonos. Los habitantes de haber soñado con ganar. los santos de sus enemigos. José, Los habitantes de Missouri quien no tenía experiencia militar, Missouri suplicaron al gobernador encarcelaron a los líderes que detuviera la inmigración era el comandante en jefe de la mormones, incluyendo a Rigdon y a Legión y se asignó el título de mormona, y vigilantes remacharon José Smith, y detuvieron el fuego teniente general. A Smith le gustaba el punto asaltando ranchos y para permitir a los santos huir a decir a sus visitantes que era el colonias mormonas. través del congelado Río Mississippi Para resistir a las turbas único teniente general en los a Illinois. Allí, los residentes de Estados Unidos después de George violentas, los mormones Quincy, un puerto comercial, y organizaron la fuerza de guerrilla Washington, lo cual era cierto. otros pueblos de Illinois recibieron A los santos les fue un poco llamada “los Danitas”. Bajo ataque con los brazos abiertos a los de saqueadores y bandoleros, los mejor en su nuevo hogar. En unos zaparrastrosos refugiados, a quienes pocos años los devotos e Danitas devolvieron violencia con vieron como víctimas de la Por Señor Pesquisas
La muerte del Profeta José Smith
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intolerancia de la gente de Missouri. NAUVOO
En 1839, Smith compró 20.000 acres de tierra en la costa de Iowa del Mississippi desde la cárcel, así como 700 acres en el centro de un pueblo al otro lado del río llamado Commerce, Illinois. José había contratado a un tutor hebreo en Ohio y renombró a la ciudad de Commerce “Nauvoo”, una palabra con raíces del Antiguo Testamento que él decía que “significa un lugar o una situación hermosa que conlleva la idea de descanso”. “El lugar era literalmente un desierto”, comentó José en la historia de la iglesia: “La tierra estaba cubierta en su mayoría de árboles y arbustos, y mucha de la misma era tan húmeda que fue con la mayor dificultad que un caminante pudiera pasar, y era imposible para los caballos”. José además notó que Commerce era “insalubre”. De hecho era pestilente. La malaria no era rara en
el valle del Misisipi, y cuando los mormones comenzaron a llegar en el verano y otoño de 1839, la enfermedad pegó con toda su fuerza. La fiebre intermitente atacó a casi todas las familias que llegaban, incluyendo a la de José. Su padre, uno de sus escribas, y su hermano de 26 años de edad, Don Carlos murieron. Para asegurarse de que estaban consumiendo agua hervida, los mormones bebieron té y café, una violación técnica de la Palabra de Sabiduría de José. La tasa de mortalidad en Nauvoo era el doble que en Illinois y los Estados Unidos. Para asegurar el futuro de la naciente ciudad estado, los mormones querían legitimar su estilo de vida en Illinois. El resultado, aprobado por aclamación en 1840 por una legislatura que incluía al joven Lincoln, era el acta de Nauvoo, la cual pronto pasaría a convertirse en un documento controversial. Pero no era controversial en ese tiempo. A fines de 1840, Nauvoo tenía unos 2.400 residentes, y su propia mini constitución, la que le permitía a www.pesquisasmormonas.com
José Smith regular la vida de los mormones como quisiera. El acta tenía tres provisiones principales. Primero, creó la legión de Nauvoo. Mientras que la mayoría de las milicias reunían a sus soldados de los condados, o grupos de condados, Nauvoo era la rara ciudad que tenía su propia fuerza marcial. El acta explicaba que la legión iba a operar independientemente de otras milicias, las cuales reportaban al gobernador como comandante en jefe. La legión era una fuerza policial local “a la disposición del alcalde para ejecutar las leyes y ordenanzas de la corporación de la ciudad”. José Smith fue el alcalde de Nauvoo de enero de 1842 a junio de 1844. Segundo, el acta también creó la Universidad de Nauvoo, la cual nunca fue construida. Pero el tercero y más controversial punto del acta era su peculiar sistema de cortes, el cual efectivamente combinó las ramas ejecutivas y judiciales del gobierno local. Como alcalde, José se sentó en el concilio de la ciudad y también sirvió como jefe de justicia en la corte municipal. Los jueces asociados eran los miembros del concilio de la ciudad y cuatro ediles. El alcalde tenía “jurisdicción exclusiva en todos los casos que se dieran bajo las ordenanzas de la corporación” y revisó todas las decisiones de las cortes bajas efectuadas por magistrados o jueces de la paz. Con raras excepciones, todos los concejales, jueces, y ediles eran mormones.
LA MANSIÓN DE NAUVOO
Después de 1843, José vivió en la majestuosa mansión de Nauvoo, un edificio de dos pisos en forma de L en la intersección de las calles Sídney y Main. La mansión tenía 17 cuartos, muchos de los cuales eran rentados a turistas o viajantes, y tenía el establo más grande en Illinois, una estructura de ladrillo lo suficientemente grande para albergar a 75 caballos. Había un cañón montado en el frente y las premisas estaban frecuentemente bajo guardia. Las adolescentes, Sarah y María Lawrence, Emily y Eliza Partridge, y Lucy Walker, probaron ser una tentación demasiado grande para José. Habiendo introducido su revelación sobre el matrimonio plural secretamente en 1843, terminó casándose con todas ellas, y la novela subsiguiente de puertas de dormitorios abriéndose y cerrándose atormentó a su sufriente esposa Emma. La mansión era también el hogar de Emma, y además de ser un hotel, fue donde crio a sus hijos. Su hijo mayor, José, un niño pequeño durante los años en Nauvoo, la recuerda viajando a San Louis para comprar muebles, cortinas, sábanas, y platos para la nueva mansión. “Cuando regresó”, escribió su hijo, “Madre encontró instalado en la sala del hotel . . . una taberna completamente equipada, y Porter Rockwell a cargo como tendero”. Ella envió a José III a que buscara a su padre. “José”, le preguntó a su esposo, “¿qué es el significado de un bar en nuestra casa?” José explicó que su amigo había sido recientemente liberado de una cárcel en Missouri y planeó abrir una combinación de bar y peluquería al frente de la calle. La taberna en la mansión era algo
puramente temporario, dijo. Y demostró ser muy temporario. “¿Cómo se ve que el líder
hecho, una asquerosa reliquia de mortalidad”, según el visitante ministro anglicano Henry Caswall,
espiritual de un grupo religioso mantenga un hotel con un cuarto establecido como establecimiento de licores?” preguntó Emma. “O el bar se va de la casa, o nosotros nos vamos”.
parecían ser genuinas. Sus identidades, como explicaban los Smith, eran probablemente desconocidas. Lucy introducía a sus deshidratadas posesiones como el “Rey Onitus” de Egipto, “y su casa real”: dos esposas, y la hija de un rey vecino. (José les decía a sus visitantes que el rey era “Faraón Necao. Según Charlotte, la señora Smith mostraba lo que “parecía ser un garrote envuelto en una tela oscura, y decía ‘Ésta es la pierna de la hija de Faraón, la que salvó a Moisés’“. Y de acuerdo a otro visitante, la joven Eudocia Baldwin, la señora Smith introdujo a las momias como “el antiguo Rey Faraón mismo del Éxodo, con esposa e hija”. “Mi hijo José ha recibido una revelación del Señor con respecto a esta gente y sus tiempos”, dijo la señora Smith, “y él me dijo estas cosas”.
LAS MOMIAS DE JOSÉ
En frente de la casa de Lucy Mack, la madre de Smith, había un cartel: SE EXHIBEN MOMIAS EGIPCIAS, Y REGISTROS ANTIGUOS EXPLICADOS. PRECIO VEINTICINCO CENTAVOS. Esta colección era una de las partes más memorables del tour de Nauvoo. A menudo José les decía a los visitantes que su madre había comprado la colección por $6000. De hecho, él las había comprado por $2400 de un hombre de espectáculos itinerante quien había traído sus artefactos a Kirtland, Ohio, en 1833. Las momias, “horriblemente desfiguradas, y de www.pesquisasmormonas.com
GOBIERNO
La ciudad de Nauvoo estaba gobernada por el secreto Quorum
de los Ungidos y por el secreto Quorum mormón de los Cincuenta, dos de los varios concilios con los que José controlaba a los más o menos 10.000 santos reunidos en Nauvoo. José había nombrado a los Cincuenta, cuya membresía era desconocida para los ciudadanos de Nauvoo, para que fueran el centro del gobierno mundial cuando Cristo regresara a la tierra. En una reunión secreta de los Cincuenta, Smith “permitió ser ordenado rey, para reinar sobre la casa de Israel para siempre”. Smith y los Cincuenta pidieron al Congreso de los EEUU permiso para armar un ejército defensivo de 100.000 hombres. Ese pedido fue cortésmente ignorado. José también era alcalde y jefe de justicia en Nauvoo. En su traducción de la Biblia, Smith agregó catorce capítulos al Libro de Génesis y se incluyó en la narrativa: “Levantaré a un vidente escogido y será altamente estimado entre los del fruto de tus lomos. . . y llevarlos al conocimiento de sus padres en los últimos días, y también al conocimiento de mis convenios, dice Jehová. Y bendeciré a ese vidente, y los que traten de destruirlo serán confundidos . . . y su nombre será José, y será igual que el nombre de su padre” (TJS Génesis 50). MEGALOMANÍA
José no sólo se jactaba de ser profetizado en su Biblia, y de ser el líder supremo de los santos. También dijo, “Soy el único hombre que ha podido mantener a una iglesia unida desde los días de Adán. . . Una gran mayoría ha permanecido a mi lado. Ni Pablo, Juan, Pedro, ni Jesús lo lograron. Los seguidores de Jesús lo abandonaron; pero los Santos de los
Últimos Días hasta ahora no me abandonaron”. Crecientemente aislado del gobierno de los EEUU, Smith se veía como el monarca espiritual de su supuesto reino divino. “Estoy por encima de los reinos del mundo, no tengo leyes”, dijo. Cuando en 1844 José anunció su campaña para la presidencia de los EEUU, la gente fuera de Nauvoo pensó que era una campaña quijotesca. Pero no para José. “Cuando leo los diarios del este y veo cuán popular soy, temo que seré presidente”, proclamó. No todos sucumbieron al presuntuoso narcisismo de José. “Su tema entero era sí mismo”, reportó el editor de Pittsburgh David White, quien visitó a José en la mansión de Nauvoo en 1843: “El profeta hablaba incesantemente”. El mismo año, Charlotte Haven, una mujer joven gentil de Portsmouth, Nuevo Hampshire, atendió uno de los discursos de José. Ella “esperaba ser abrumada por su discurso”, pero le pareció que era “egoísta y jactancioso. . . su lenguaje y manera eran de lo más rudos posible”. Un mes más tarde, Charlotte visitó el hogar de los Smith. “Habló incesantemente sobre sí mismo y comentó que era un 'gigante, física y mentalmente”, Haven le dijo a su madre. “No cambié mi opinión sobre él, pero supongo que tiene algunas buenas características”, concluyó. “Dicen que es muy bondadoso, y que siempre está dispuesto a dar albergue y ayudar a los necesitados”. A Benjamín Franlkin Morris, un ministro congregacionalista cerca de Warsaw, Illinois, le pareció que José inspiraba admiración y que era detestable. “El poder de Smith sobre sus seguidores es increíble”, escribió en una carta a sus hermanos en Nueva York. www.pesquisasmormonas.com
“Tiene una influencia ilimitada y sus declaraciones tienen la autoridad e influencia de la palabra de Dios mismo. Es un completo déspota, y hace lo que quiere con su gente. “Algunos lo consideran un gran hombre; yo no. No posee un solo elemento de grandiosidad, excepto su grandiosidad en vicio y blasfemia. Es una mezcla de ignorancia, vanidad, arrogancia, tosquedad, estupidez, y vulgaridad”. AMIGOS CERCANOS Y TRAIDORES
José tenía una personalidad operática. Apoyó y explotó a fieles confederados, pero podía ser muy poco sentimental cuando los descartaba. Típicamente, su ira era muy ardiente y se apagaba rápidamente; frecuentemente recibía a los réprobos de regreso al rebaño. Por ejemplo, fue un gran éxito cuando José convirtió al urbano y erudito predicador campbelita Sídney Rigdon a su causa, porque la congregación entera de Rigdon lo siguió, duplicando el tamaño de la minúscula iglesia de Smith en 1830. José admiraba a Rigdon, famoso por sus sermones ardientes y evangelistas, y a menudo recurrió a él con preguntas teológicas o cuando era el momento de dar un discurso importante. Los dos hombres compartieron una famosa visión en 1832, en la que vieron a los cielos por más de una hora mientras recibieron una revelación de los tres grados del cielo. Pero cuando Rigdon lo desafió más tarde ese verano, José sin dudarlo le revocó sus derechos como primer consejero de la Primera Presidencia, el triunvirato dirigente de la Iglesia. Veintidós días más tarde, José volvió a admitir a Rigdon al sumo sacerdocio, declarando que “se ha arrepentido, como Pedro de la antigüedad”.
En los primeros años de la Iglesia, casi todos sus amigos cercanos apostataron, usualmente en una pelea dramática con el profeta. Por ejemplo, los tres “testigos” originales del Libro de Mormón abandonaron la Iglesia. Tres de los ocho testigos adicionales reclutados por José fueron excomulgados. (Tres de los restantes eran familiares.) Prácticamente todos los mayores líderes, exceptuando a Brigham Young, rompieron con José en algún momento, pero, como con Rigdon, José a menudo los recibió de regreso con los brazos abiertos. El apóstol Orson Hyde fue excomulgado en mayo de 1839 y restaurado a la Iglesia en octubre. Cuando José hizo avances a la esposa de Orson Pratt mientras su leal apóstol estaba predicando en Inglaterra, el quórum de los Doce Apóstoles excomulgó a Pratt por hacer un escándalo. La Iglesia lo re aceptó unas semanas después. DEBILIDADES DE JOSÉ
José era demasiado humano, y tuvo pocas pretensiones de lo contrario, según Brigham Young. “Tenía todas las debilidades que un hombre podía tener cuando la visión no estaba sobre él, cuando era dejado solo”. . . Young les pidió a los santos a unirse a la doctrina reveladora de José, pero no necesariamente al hombre: “Él podría emborracharse todos los días de su vida, dormir con la esposa de su vecino todas las noches, correr caballos y apostar, no me importa nada de eso, ya que nunca acepto a un hombre en mi fe. Pero la doctrina que ha producido os salvará y a mí y al mundo entero; y si pueden encontrar faltas con eso, encuéntrenlas”.
JOSÉ Y LA MASONERÍA
El padre de José y Hyrum, su hermano, eran francmasones, y eventualmente José también se unió a la masonería. El profeta pronto agregó varios cientos de mormones a la lista de membresía masónica, sobrepasando en número y enfureciendo a las otras logias en Illinois. Pero la conexión masónica dejó una marca más significativa en el mormonismo. Sólo dos meses después de pasar por los ritos masones secretos de admisión, José introdujo un ritual de “investidura del sacerdocio” nuevo y secreto que se convertiría en mandatorio para todos los santos varones que intentaban convertirse a la iglesia o permanecer en ella como miembros fieles. En el cuarto multiuso del segundo piso de la tienda de ladrillo rojo en el centro de Nauvoo, José invistió a su hermano Hyrum, a su segundo consejero William Law, a Brigham Young, a Heber Kimball, Newell Whitney, Willard Richards, y a otros tres hombres, con los nuevos poderes del sacerdocio. El elaborado rito se parecía cercanamente a la ceremonia de introducción masónica del tercer grado, en la cual José había participado sólo dos meses antes. www.pesquisasmormonas.com
“Fuimos lavados y ungidos”, recordó Brigham Young, “y recibimos nuestros garments y nuestro Nombre Nuevo” (el “nombre nuevo” es el nombre con el que los mormones creen que Dios los va a llamar cuando resuciten. Es similar al nombre recibido en la ceremonia masónica, aunque en el mormonismo tiene un énfasis más religioso, y por lo general los nombres son bíblicos o del Libro de Mormón. El garment es la ropa ceremonial que los mormones reciben en el templo). “Después de esto fuimos a un cuarto grande sobre la tienda de ladrillos rojos en Nauvoo. José dividió el cuarto de la mejor manera que pudo, colgó velos, los marcó, nos dio instrucciones a medida que pasamos de una sección a la otra, dándonos signos, señas, penalidades con las palabras claves pertenecientes a esos signos”. La ceremonia del templo incluía una escena representando la creación de Génesis. En la producción de las primeras investiduras del sacerdocio, José era Dios, Hyrum era Cristo, y el ex editor de periódicos W. W. Phelps se arrastraba por la tienda en su estómago actuando la parte de la malvada serpiente. Después de ser expulsados del Jardín de Edén, los participantes se ponían unos delantales pequeños, similares a los de los masones, y aprendieron los códigos y las contraseñas, llamadas llaves y señas, las que eventualmente les permitirían entrar en el cielo. José rápidamente integró otros símbolos masónicos, tales como el ojo que todo lo ve, en la iconografía mormona. Pronto se esparció la información de que José había adaptado y pervertido el viejo ritual masónico para sus propios fines. Los masones de Illinois lo acusaron de incluir religión en el rito secular y
se embarcaron en una cruzada para cerrar las logias mormonas en Nauvoo y en los establecimientos mormones en Montrose, Iowa. José negó furiosamente haber copiado los rituales masónicos e insistió que Dios le había revelado los ritos de las investiduras hacía años. Parece que hiciera lo que hiciera, José seguía ganándose enemigos en todas partes. LOS MORMONES Y LA POLITICA
Durante la primavera de 1844 Smith decidió postularse como candidato a la presidencia con su nuevo Partido de Reforma Nacional. Fuera de Illinois, su candidatura era tratada como una broma. Incluso el propuesto vicepresidente de Smith, quien no podía aceptar porque había nacido en Irlanda, dijo que la campaña era un proyecto inútil. La campaña de Smith era una mescolanza de ideas del partido Whig y de sus opositores los demócratas. Su propuesta del establecimiento de un banco nacional y de un plan tarifario juicioso venía directamente del libro de los Whigs, y al igual que los demócratas, José propuso expandir la Unión anexando a Texas y Oregón. Otras ideas eran originales. José quería eliminar la esclavitud y compensar a los dueños con ganancias obtenidas de la venta de tierras públicas. Quería terminar con las cortes marciales militares, y reclamó la abolición de la mayoría de las prisiones. Según los periódicos de la Iglesia, José quería “peticionar a la legislatura de tu estado a que se perdonen a todos los convictos en sus muchas penitenciarías: que los bendigan a medida que se vayan, diciéndoles en el nombre del Señor, vayan y no pequen más”.
Él hablaba continuamente sobre la política nacional, y sobre su búsqueda personal de la presidencia. Quincy Adams intentó hacerle una pregunta seria: “¿Es posible que usted tenga demasiado poder como para ser confiado a un solo hombre?”. “En sus manos, o en las de cualquier otra persona”, respondió José, “tanto poder puede, sin duda, ser peligroso. Yo soy el único hombre en el mundo a quien es seguro confiárselo. Recuérdelo”; Quincy notó que estas últimas palabras “fueron dichas en un aparte cómico y rico”: “¡Soy un profeta!” Pero Smith tenía planes aún mayores. En marzo de 1844 creó el secreto Concilio de los Cincuenta para gobernar sobre el Reino de Dios. Su propósito era claro: gobernar al mundo entero, sin importar las leyes y soberanías existentes, después de la venida de Cristo. En abril, los Cincuenta nombraron a José “Rey, Sacerdote, y Gobernante sobre Israel en la Tierra”. Como José había venido diciendo por años, las leyes de este mundo eran irrelevantes y no se aplicaban más al gran propósito mormón. “Cuando hablo de un gobierno, quiero significar lo que digo”, explicó el primero consejero Rigdon a los fieles mormones. “Quiero decir un gobierno sobre los asuntos temporales y espirituales. . . El Reino de Dios no interfiere con las leyes de la tierra, sino que se mantiene por sus propias leyes”. El plan era que José reclamaría la presidencia, si no en 1844, entonces en una elección subsiguiente, y pavimentaría la fundación de un gobierno mundial para saludar el regreso de Cristo. Los apóstoles Lyman Wight y Heber Kimball dijeron a José: “Vas a ser presidente de los Estados Unidos el 4 de mayo de 1845 y ya eres presidente pro www.pesquisasmormonas.com
term de todo el mundo”. José dijo que los Cincuenta eran la “Constitución viva” del mundo, en parte porque registraba muy pocas de sus acciones en papel. Sus actividades eran secretas, y sus miembros a menudo se llamaban los “Ytfif” en sus diarios personales [“Fifty” (“Cincuentas” en inglés) al revés]. Los registros del concilio de los Cincuenta permanecen sellado hasta hoy en día. SHARP Y EL WARSAW SIGNAL
El ex abogado Thomas C. Sharp, quien vivía en la vecina ciudad de Warsaw, se había mudado a la región en 1840, y en 1841 había comprado un periódico y lo había renombrado Warsaw Signal. Sharp y José Smith nunca se habían conocido, pero José ciertamente apreciaba el poder de la prensa favorable. Invitó a Sharp a las celebraciones en Nauvoo del 6 de abril, guardándole un asiento en la plataforma. Sharp disfrutó de una cena de pavo que José les presentó a sus invitados especiales en la mansión de Nauvoo. Tal vez fue algo que comió. “Creo que [Sharp] bebió ese espíritu de rencor con el que se ha manifestado tan libremente contra los santos”, escribió Jacobs, “ya que envidiaba la majestad y magnanimidad que él no tuvo la honestidad y el coraje de imitar”. Cualquiera la razón, en la primavera de 1841, después de ver los rangos del poderío militar de José en el desfile durante las celebraciones de Nauvoo, Sharp se volvió contra Smith con venganza. Sharp ofreció una crítica general de las ambiciones políticas de los santos en Illinois. Insistió que honraba las creencias religiosas de los santos, pero estaba “dispuesto a
oponerse a la concentración de poder político en un cuerpo religioso, o en las manos de” cualquier otro grupo pequeño de individuos. José actuó exageradamente, enviando inmediatamente esta breve nota a “Sharp, Editor del Warsaw Signal”: Nauvoo, Ill., 25 de mayo, 1841 SEÑOR— Suspenda mi subscripción a su diario; sus contenidos están calculados para ensuciarme, y apoyar estas hojas sucias, ese tejido de mentiras, ese pozo de iniquidad, es una desgracia para cualquier hombre moral. Suyo, con absoluto desprecio. JOSÉ SMITH P.D. Por favor publique esta carta en su despreciable diario. Por supuesto, Sharp publicó la nota, bajo el titular ¡SUMAMENTE IMPORTANTE! Una Nueva Revelación de José Smith, el Profeta Mormón Sharp introdujo un tema que dominaría su retórica anti mormona por muchos años: El militarismo de los santos, tan obviamente demostrado en el desfile de la Legión: “Cuán militaristas se está volviendo esta gente”, escribió Sharp: “Todos lo que dicen o hacen parece respirar del espíritu de tácticas militares. Su profeta aparece en todas las grandes ocasiones en su
espléndida vestimenta de regimiento, firma su nombre Teniente General, y se encuentran más títulos en la Legión de Nauvoo que cualquier libro de tácticas militares puede producir”. Al reportar sobre las maniobras semanales de la Legión en el centro de Nauvoo, Sharp concluyó, “¡Verdaderamente, pelear debe de ser parte de la creencia de estos santos!” LOS MORMONES Y EL ROBO
En el otoño de 1843, los santos casi habían gastado su pequeña reserva de buena voluntad en el sudoeste de Illinois. . . “De aquí en adelante”, escribió el gobernador Thomas Ford en su Historia de Illinois, “los Whigs en general, y parte de los demócratas, se determinaron a echar a los mormones del estado”. Los mormones creían que Missouri les había quitado unos $3 millones de dólares en tierras y propiedades durante la expulsión de 1839. Estaban casi desamparados cuando llegaron a Nauvoo, y que los gentiles les debían. También había un imperativo espiritual dudoso. Se decía que los bienes robados estaban siendo “consagrados”, al menos una porción (un cuarto, o un tercio) era donado al fondo de la construcción del templo. “Tomar de los gentiles no [es] pecado”, José le dijo a Justus Morse en 1838. Cada vez que algún granjero del condado de Hancock perdía un caballo, o una novilla, o alguna herramienta valiosa, culpaba a los
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ladrones mormones. A veces tenían razón. En 1843 José condenó el robo en una conferencia de la iglesia. “Desprecio a un ladrón sobre la tierra”, predicó. “Él me traicionará si tiene la oportunidad. Si yo fuera el granuja más grande del mundo, él me robaría el caballo cuando tratara de escapar”. Pero muchos gentiles pensaban que José ignoraba a los santos ladrones. El apóstol Orson Hyde famosamente dijo que él “nunca instituiría un juicio contra un hermano por robar de los gentiles. . .” En Nauvoo vivía un tal Joseph Jackson, y su “negocio principal”, según Hyrum Smith, era “tratar de fabricar dinero falsificado”. Jackson, un provocador con alianzas complicadas (alternativamente dijo ser un sacerdote católico y un espía misouriano), escribió una autobiografía diciendo que José Smith había fabricado dinero falso en el segundo piso del Old Homestead, la primera cabaña de madera de Smith en Nauvoo. Jackson escribió que Smith importó una imprenta alemana de $200 de San Louis, la cual resultó ser “un excelente espécimen para producir monedas de base”. Jackson reportó que José, ayudado por diez de los doce apóstoles, fabricó unos $350.000 en monedas falsas, la mitad de las cuales gastó en el condado de Hancock, y la mitad de las cuales envió al este para financiar compras para la iglesia. La verdad es escurridiza. Pero importaba poco; a medida que los años progresaron, los hombres del condado de Hancock encontraron
muchas razones para odiar a los mormones, y agregaron al robo, el que era la mayoría de las veces sospechado y pocas veces comprobado, a la lista. El gobernador Thomas Ford pensó que las acusaciones eran resultado de prejuicios. “He investigado las acusaciones de robo promiscuo y hallé que son grandemente exagerados”, reportó a la legislatura en diciembre de 1844. “No puedo asegurar que hay una mayor proporción de ladrones en esa comunidad que en cualquier otra con la misma cantidad de habitantes”. JOSÉ Y LA POLIGAMIA
El período de Nauvoo es cuando la doctrina de la poligamia se “reveló” a la Iglesia de manera más extensa. O al menos era un “secreto” tan conocido que José decidió hacerlo público. Dios supuestamente justificó esto diciendo a Smith que “David también recibió muchas esposas y concubinas, así como Salomón y Moisés, mis sirvientes . . . desde el comienzo de la creación hasta este tiempo; y en nada pecaron. . . “Porque es mi voluntad que, con el tiempo, tomarás para ti esposas de entre los nefitas y lamanitas, para que su posteridad se convierta en blanca, deleitable, y justa, porque incluso ahora sus mujeres son más virtuosas que los gentiles.” Aunque algunos mormones se casaron con mujeres nativo americanas más tarde ese siglo, la revelación, la cual nunca fue publicada, no se cumplió. La poligamia no fue una idea que se le ocurrió sólo a José. Smith definitivamente sabía de la doctrina de esposas espirituales de Jacob Cochran en su colonia en Saco, Maine, porque los mormones habían tratado de convertir a los
cochranitas. El futuro apóstol y polígamo Orson Hyde visitó la comunidad cochranita en 1832 y reportó de sus “espíritus maravillosos y lujuriosos, La poligamia era también una manera de probar la fidelidad de sus seguidores. Un día en 1841, después de que el apóstol Heber Kimbal regresó de una misión proselitista en Inglaterra, José le dijo que Dios le había mandado casarse con su esposa, Vilate. “Quedó boquiabierto”, dijo su nieto Orson Whitney. Kimball no comió, bebió, ni durmió por tres días, y oró continuamente. Era una prueba de amor y fe, explicó José. Nuca había querido casarse con Vilate después de todo. Smith llamó a esto su “prueba abrahámica”. Actuó la misma escena con su amigo, el apóstol John Taylor. Una aventura no muy diferente a la de los Kimball le ocurrió al apóstol Orson Pratt. Después de que su esposo regresó de una misión en Inglaterra, Sarah Pratt se quejó de que José Smith había tratado de seducirla. Sarah rechazó a Smith. Como hacía por lo general cuando se veía enfrentado con mujeres que lo acusaban. José ensució su nombre, acusándola públicamente de adulterio con otro hombre. Hasta se atrevió a sugerir a Pratt que se “casara con una mujer virtuosa y engendrara una nueva familia”. Pratt se rebeló contra José, rehusando creer su testimonio u obedecer su consejo. El quórum de los doce excomulgó a ambos Pratt, aunque en unas pocas semanas se reconciliaron con José y se volvieron a unir a los santos. Orson “se arrepintió en polvo y cenizas”. El regreso de Sarah demostró ser temporario. Más tarde se divorció de Orson y ayudó a fundar la Sociedad Anti Polígama de Salt Lake City. www.pesquisasmormonas.com
WILLIAM LAW
José le enseñó la nueva doctrina a un grupo de miembros claves en Nauvoo, tratando de crear una especie de club exclusivo. El profeta reconoció el poder de la familia Law, una familia prominente entre los santos de Nauvoo, y envió a su hermano Hyrum a su hogar con una copia de la revelación de la poligamia. “Paraliza los nervios, congela la corriente del corazón, y vuelve al cerebro casi a la locura”, confió William Law a su diario personal.
Law le dijo a su esposa, Jane, que llevaría el asunto al profeta, quien seguramente abandonaría su blasfemia adúltera. “No cuentes con ello”, predijo Jane, quien tenía toda razón para saberlo. José ya había tratado de seducirla, y cuando su acusación se hizo pública, la culpó de ser una prostituta. Clayton, quien escribió el diario personal de Smith por años, reportó que una inquieta Emma había exigido un esposo plural en 1843 a cambio de mantenerse callada sobre la poligamia. Aparentemente Emma deseaba a William Law como amante consagrado, por lo que José
estaba proponiendo un intercambio de esposas. Otra historia dudosa que circuló en los círculos eclesiásticos mantenía que José se rehusó a sellar a William y Jane Law por la eternidad porque William era un adúltero. Thomas, el hijo de William Law más tarde opinó que José no habría tenido la valentía de hacerle avances a su madre. “En ese caso, mi padre no habría empezado un diario en contra de él”, Thomas le dijo a un entrevistador. “Le habría volado la cabeza”. La referencia es al diario que William Law fundaría más tarde, en el cual habló de la poligamia de José, lo cual ofendió al profeta, causando una cadena de eventos que terminó con su muerte. Cuando William Law confrontó a José con una copia de la revelación sobre la poligamia, resultó que Jane había supuesto correctamente. José defendió su nueva doctrina. “Sí, esa es una revelación genuina”, dijo el profeta, en lo que fue el último encuentro entre los dos hombres en enero de 1844. “Pero en el libro de Doctrina y Convenios hay una revelación sobre lo contrario de esto”, respondió Law. “Oh, eso fue dado cuando la Iglesia estaba en su infancia”, explicó José. “En esa época estaba bien alimentar leche a la gente, pero ahora es necesario darles carne fuerte”. THE NAUVOO EXPOSITOR
Otra familia prominente de Nauvoo, los Foster, también reaccionaron mal a la noticia de la nueva revelación. Los Foster y Law habían presentado quejas separadas contra José en la corte estatal en Cartage, una por adulterio y otra por “jurar en falso”, y anunciaron planes de publicar un diario nuevo e independiente fuera del ámbito de la
dictadura benevolente de Smith. Los dos diarios existentes en la ciudad, el Nauvoo Neighbor y el Times and Seasons, eran órganos de la teocracia reinante, ambos editados por el apóstol John Taylor. El nuevo periódico sería algo completamente diferente. “El diario, creo que lo llamaremos Nauvoo Expositor”, explicó el disidente Francis Higbee al editor del periódico, Thomas Gregg, “porque estará lleno de los modos legislativos particulares y peculiares de Joe; y una disertación sobre su encantador plan de gobierno; y, sobre todo, será un órgano a través del cual vamos a proclamar su rivalidad mormona. También contendrá una completa divulgación de este serrallo mormón, o harem de Nauvoo, y sus intentos de seducción sin paralelo”. El equipo editorial que preparó el Expositor en la imprenta de los Law en Mulholland Street, a unos pocos metros del sitio del templo de Nauvoo, era un grupo diverso. William Law proveyó el capital. Él, los Higbee, y los Foster proveyeron la crítica. El editor nominal, el abogado gentil Sylvester Emmons, más adelante admitió que “ninguno de nosotros sabía nada de periodismo. Yo había escrito algunas cartas que fueron publicadas en el New York Herald, así que al organizar las fuerzas, fui elegido editor”. Emmons dijo que era miembro de un grupo muy exclusivo en Nauvoo, “un club gentil, sufriendo bajo agravios insoportables, [que] simpatizaban con los secesionistas”. Pero el suyo no un proyecto cuidadoso. Un par de semanas antes de la primera publicación, los dueños del Expositor pasaron un volante detallando exactamente qué pretendían revelar. Nominalmente devoto a la “difusión general de información útil”, el proyecto del www.pesquisasmormonas.com
diario atacó directamente al centro del corazón de Nauvoo. Los Law y sus colegas reclamaron la eliminación de la carta legal de Nauvoo, la cual daba tantos poderes al hombre que consideraban un profeta caído. Se determinaron a imprimir los “HECHOS COMO REALMENTE EXISTEN EN LA CIUDAD DE NAUVOO sin temor de aquellos a cuyos casos particulares se apliquen”. Los disidentes también promovieron “absoluta DESOBEDIENCIA A LA REVELACIÓN POLÍTICA” hecha por el “MONARCA AUTO CONSTITUIDO”. Aún sin ver el diario, José pidió paz. Envió a su aliado de confianza, Dimick Huntington, para hablar con Robert Foster. Pero el obstinado doctor rechazó a Huntington con una respuesta feroz para Smith: “Ha pisoteado todo lo que mantenemos querido y sagrado. . . echamos un infierno de rebeldía, con todos sus agentes”. Sin desanimarse, José envió a su primer consejero, Sídney Rigdon, a la casa de William Law, ofreciendo los siguientes términos: Si los Law y los Foster renuncian, el Consejo de los Cincuenta los va a recibir de regreso en la iglesia con sus respectivos cargos eclesiásticos. William Law pasaría a ser el segundo consejero otra vez, y su esposa podría reincorporarse a los santos. Law ofreció una contraoferta. No vamos a publicar nuestro periódico, dijo, si José pide disculpas públicamente por enseñar y practicar “la doctrina de la pluralidad de esposas”. Law también quería que José reconociera que todo el asunto de la poligamia era “del infierno”. Este no era un trato que Rigdon pudiera aceptar. Poco tiempo después, las primeras mil copias del Expositor salieron de la imprenta. Copias del Expositor volaron de la imprenta de los Law. “Todos los
que pudieron juntar cinco centavos compraron una copia”, dijo un residente local. Los editores anunciaron con optimismo que el Expositor, “digno del patrocinio de un público perspicaz e iluminado”, aparecería en cada viernes sucesivo, invitando a los lectores a gastar $2 en una subscripción anual. William Law expresó confianza que las publicaciones futuras “van a revelar hechos de lo más siniestro, cruel, e incriminatorio jamás perpetuado por cualquier persona bajo el nombre de religión desde que comenzó el mundo”. Pero no hubo una segunda publicación el viernes siguiente, ni cualquier otro viernes después de eso. José Smith rápidamente decidió que Nauvoo no necesitaba un periódico independiente. A las 10:00 de la mañana del día siguiente, un sábado, el alcalde José Smith había reunido al concilio de la ciudad de Nauvoo y estaba quejándose del grupo entero del Expositor: el editor Emmons, los Law, los Higbee, los Foster, y los Cowles. DESTRUCCIÓN DEL NAUVOO EXPOSITOR
La iglesia había sufrido la destrucción de una imprenta en Independence, Missouri, después de que se publicó un artículo defendiendo la liberación de los esclavos, una posición popular entre los yanquis del norte. Pero este era el sud, y esas eras palabras belicosas. A pesar de que un artículo subsiguiente trató de decir que los santos no aceptarían a los negros en el estado ni en la Iglesia, la turba enfurecida destruyó la prensa y el edificio de imprenta. Ahora los santos estaban listos para hacer lo mismo que habían sufrido. En una segunda reunión del concilio de la ciudad se preguntó cómo el pueblo podía sacarse de
encima al diario, una molestia más grande que un cadáver. Lo que el lado opuesto quería era formar una turba en contra nuestra y tomar lo que dejamos atrás, como hicieron en Missouri. El alcalde José Smith dijo que la Constitución no autorizaba que la prensa publicara difamaciones, y propuso al consejo que se hicieran provisiones para eliminar al Nauvoo Expositor. Su primer instinto, invocando a la Constitución de los EEUU, a la cual frecuentemente profesaba lealtad, no ayudó para nada. Las palabras “difamación” y “molestia” no aparecían en ese documento. Hay diez palabras en la Primera Enmienda de la Constitución que gobiernan a la libertad de expresión y de prensa, las más importantes siendo “libertad”. Por lo que con la ayuda del fiscal de la ciudad, George P. Styles, José comenzó a buscar en los libros de derecho, buscando un pretexto para destruir al nocivo periódico. La constitución de Illinois no ayudó. “Las imprentas deberían ser libres para todas las personas”, leía el estatuto, “y no debería hacerse ninguna ley para restringir tales derechos”. Pronto el concilio adoptó la siguiente resolución: Al jefe de policía: “Se le ordena que destruya la imprenta de donde proviene el Nauvoo Expositor, y que desparrame los tipos móviles de ese establecimiento de imprenta en la calle, y que queme todos los Expositores y los volantes difamadores que encuentre en ese establecimiento; y si se le presenta resistencia en la ejecución de esta orden por parte de los dueños u otros, que demuela la casa: y si alguien lo amenaza o al www.pesquisasmormonas.com
alcalde o a los oficiales de la ciudad, arreste a quienes lo amenacen, y no deje de ejecutar esta orden sin tardanza, y regrese después de hacerlo”. Por orden del concilio de la ciudad, JOSÉ SMITH, ALCALDE Aún antes que el concilio se disolviera a las 6:00 de la tarde, el jefe de policía Jonathan Dunham y el mariscal de la ciudad John Greene, con una fuerza de más de mil hombres armados con mosquetes, cuchillos, y pistolas, se reunieron en el edificio de oficinas de los Law en Mulholland Street. Chauncey Highbee y Charles Foster estaban presentes, y no presentaron ninguna resistencia cuando los hombres del alcalde metódicamente destruyeron el interior del nuevo edificio de ladrillos. “Todo fue hecho en perfecto orden”, testificó un Dr. Wakefield en una subsiguiente pesquisa que despejaron a todos de cualquier improperio, “tan tranquilamente como la gente se muda en un domingo”. Cuando Francis Higbee juró en una denuncia acusando a José de incitar a un motín para destruir al Expositor, la corte de Cartage envió al agente de policía David Bettisworth a Nauvoo para arrestar a Smith. Estrategias similares habían fallado en el pasado, y esta también. Un juez de paz local simplemente rechazó la moción de Higbee. “La corte decidió que José Smith había actuado bajo propia autoridad al destruir el establecimiento del Nauvoo Expositor el 10”, leyó la orden; “que ésta era una persecución maliciosa por parte de Francis M. Higbee; y que dicho Higbee pagara
los costos de la corte, y que José Smith fuera honorablemente librado de las acusaciones y del mandato, y que por consiguiente se retire sin tardanza”.
INTENTOS DE JUSTICIA
El próximo día, el mismo José, actuando como jefe de la corte municipal de Nauvoo, absolvió a los otros diecisiete hombres acusados de atacar el periódico. Cuando Bettisworth regresó a Cartage con las manos vacías, la ciudad estaba perpleja. “José ha tratado el mismo truco con demasiada frecuencia”, se quejó un ciudadano. El desafortunado agente de policía viajó a Nauvoo una segunda vez, otra vez tuvo problemas con los jueces mormones, y otra vez perdió. El magistrado local, Daniel Wells, un mormón inactivo pero simpatizante de la iglesia, quien tenía una granja al lado de José, descartó una segunda acusación de incitación a la violencia. Los mormones continuaron fabricando su propia justicia, y enfureciendo a los antiguos colonos. Setecientos ciudadanos furibundos reclamaron un motín anti mormón, despotricando contra “el profeta loco y sus colaboradores
demoníacos”. La palabra “exterminación” hizo su aparición. Los trescientos anti mormones que se reunieron cerca de Warsaw decidieron que Smith había “violado
el más alto privilegio en el gobierno; y buscar reparación en la manera ordinaria sería sumamente inútil”. Había llegado el tiempo de “exterminar a los abominables líderes mormones, los autores de nuestros problemas. . . una guerra de exterminación debía ser iniciada para destruir enteramente, si es necesario para nuestra protección, a sus seguidores”. Los documentos adoptados en Cartage y Warsaw demandaban que los mormones del condado de Hancock fueran arreados dentro de los límites de la ciudad de Nauvoo y los obligó a entregar al “profeta y a sus seguidores . . . Si no se rendían, comenzaría una guerra de exterminación”. Cada hombre en el condado debía “cada uno armarse y equiparse inmediatamente”. La segunda Guerra Mormona había comenzado. SEGUNDA GUERRA MORMONA
Más tarde ese mismo día, José apeló por segunda vez durante la crisis al gobernador Thomas Ford. www.pesquisasmormonas.com
La semana previa Smith había orquestado una campaña en la que santos prominentes escribieron cartas entreteniendo al ex juez con argumentos legales para justificar el asalto al Expositor. Ford nunca respondió. Smith envió otra carta, con un mensajero, alertando a Ford que “se está haciendo un intento energético por parte de algunos ciudadanos en éste y en los condados circundantes para echar y exterminar a ‘los santos’ a fuerza de armas”. Smith imploró a Ford que “viniera en persona con su personal e investigara el asunto entero sin tardanza, y que restaurara la paz en el país”. José ofreció que Ford estuviera en comando de la Legión de Nauvoo “para acallar cualquier insurrección y apoyar la dignidad del bienestar común”. La carta terminaba con “me mantengo, señor, el amigo de la paz, y el humilde servidor de su Excelencia, JOSÉ SMITH. En el pueblo vecino de Warsaw, el feroz enemigo de José, Thomas Sharp, estaba llenando su periódico con reportes igualmente inquietantes. Sharp insistía que Hyrum Smith había amenazado su vida y que había planeado marchar hacia Warsaw y saquear el Signal de la misma manera en que habían destruido el Expositor. “Un rumor está flotando de que los mormones derritieron los tipos móviles de la oficina del Expositor y las convirtieron en balas. Hemos escuchado que Joe ordenó a sus seguidores que vayan a Nauvoo. Las colonias de aquí están saliendo para obedecer la orden”. George Rockwell, un anti mormón dedicado y erudito, explicó cómo dejó su negocio en las manos de sus empleados para hacer una campaña de tiempo completo contra los santos del condado de Hancock. Escribiendo desde Alton, a unas setenta y cinco millas sur de Cartage,
Rockwell le dijo a su padre que había pasado varias noches sin poder dormir cabalgando a condados vecinos para reclutar brigadas militares anti mormonas. Rockwell llevaba una orden de requisición firmada por el Gobernador Ford, instruyendo al arsenal de Alton a que enviara todos sus mosquetes y cañones estatales a Warsaw, donde varios cientos de hombres estaban intentando marchar al norte e invadir Nauvoo. Con las fuerzas reuniéndose en Cartage y Warsaw, Rockwell predijo que “los mormones van a ser expulsados” en unas pocas semanas. Río arriba, José estaba preparando a Nauvoo para la Guerra. La Legión practicó todas las mañanas a las 8:00 a.m. y se mantuvo en alerta hasta la siguiente tarde. Encima del marco de madera de la barbería y pensión sin terminar que estaba siendo construida para Porter Rockwell, bajo un sol brillante y cielo azul, José dio uno de sus más magnificentes discursos, una auto justificación y estimulante llamado a las armas de noventa minutos. “Nunca violamos las leyes de nuestro país”, comenzó. Somos ciudadanos Americanos. Vivimos sobre un suelo por cuyas libertades nuestros padres arriesgaron sus vidas y derramaron su sangre sobre el campo de batalla. Esos derechos ganados tan queridamente no serán pisoteados de manera tan vergonzosa bajo el pie de nuestros ilícitos saqueadores sin al menos un esfuerzo noble de nuestra parte para mantener nuestras libertades “¿Se mantendrán a mi lado hasta la muerte”, gritó, “y perseverarán hasta el peligro de sus vidas, las leyes de nuestro país, y las libertades y privilegios con los que nuestros padres nos las han transmitido,
selladas con sus sagrada sangre?” “¡Sí!”, gritaron en respuesta los soldados, y cientos de ciudadanos que los rodeaban”. El gobernador oyó a los emisarios de los Smith e inmediatamente citó a José y a otros miembros del concilio de la ciudad a Cartage para ser juzgados. “Su conducta en la destrucción de la imprenta fue una atrocidad contra las leyes y las libertades de la gente”, escribió Ford. “Tal vez haya estado llena de difamaciones, pero esto no los autorizó para destruirlo”. Agregó lastimeramente que “hay muchos periódicos en el estado que me han estado maltratando injustamente por más de un año”, pero Ford insistió que derramaría “hasta mi última gota de sangre para proteger a esas imprentas de cualquier violencia ilegal”. “El condado entero se siente indignado”, escribió Ford, “y una gran cantidad de gente está ansiosa de tomar este asunto en sus propias manos”. Si Smith rehusaba a rendirse voluntariamente, escribió Ford, autorizaría a las milicias y a las proto milicias a que se reunieran en Cartage para atraparlo. JOSÉ ESCAPA
De repente, José tuvo una idea. Dijo que todo lo que Ford y las turbas de Cartage querían era atraparlo y a Hyrum. Por lo que desmantelarían a la Legión y restaurarían a Nauvoo a su estado pacífico. Estaba seguro que vendrían a buscarlo, pero “dejen que me busquen. Vamos a cruzar el río esta noche, y vamos a irnos al oeste”. Una vez que la decisión fue tomada, Hyrum salió de la mansión y apretó la mano de Cahoon. “Una compañía de hombres están buscando matar a mi hermano José, y el Señor le ha advertido que huya a las Montañas Rocosas para salvar su www.pesquisasmormonas.com
vida”, dijo Hyrum. “Adiós, Hermano Cahoon, nos veremos otra vez”. Detrás de él vino un callado y lloroso José, con un pañuelo y lágrimas rodando por su cara. Su último viaje había comenzado. Mientras los cuatro hombres batallaban las corrientes del salvaje Misisipi, el rumor de la huida de José se extendió rápidamente por Nauvoo. A medida que los rumores de una inminente invasión desde Cartage se expandieron, los santos, sin su líder, entraron en pánico. “Algunos fueron probados casi hasta la muerte al pensar que José los abandonaría en su momento de peligro”, escribió Vilate Kimball a su esposo Heber, “[José y Hyrum] rindiéndose es lo único que salvará a nuestra ciudad de la destrucción”. Un debate feroz se desató entre los íntimos de José. Wasson le dio a José una carta de Emma. “Ford te protegerá. Por favor vuelve”. Cahoon reafirmó los puntos de Emma en la carta. “Siempre dijiste que si la iglesia permanecía contigo, tu permanecerías con la iglesia, ahora que hay problemas, eres el primero en correr”, dijo. “Cuando el pastor abandona a las ovejas, ¿quién se asegurará que los lobos no las devoren?” Kimball y Wasson acusaron a José de cobardía, quejándose que sus propiedades serían destruidas como resultado. “Si mi vida no es de valor para mis amigos, no me vale nada a mí”, dijo José. Entonces le dijo a su amigo Rockwell, posiblemente su seguidor más leal, y seguramente el más ferviente. “¿Qué debo hacer?” “Tú eres el mayor, y debes saber más”, respondió Rockwell. “Como hagas la cama, me acuesto contigo” José entonces le preguntó a Hyrum, “Hermano Hyrum, tú eres el mayor. ¿Qué debo hacer?
Aparentemente influenciado por la carta de Emma y por los ruegos de los aterrorizados santos, Hyrum sugirió regresar a Nauvoo. “Regresemos y nos entreguemos, y veamos qué pasa. Regresemos y pongamos nuestra confianza en Dios, y no seremos heridos. El Señor está en esto. Si vivimos o debemos morir, estaremos reconciliados con nuestro destino”. José pensó por un momento, y respondió, “Si vas a regresar, yo iré contigo. Pero seremos asesinados JOSÉ REGRESA
José envió una carta a Ford: “mis co-demandados y yo estamos yendo a Cartage, como usted nos pidió”. José propuso reunirse con el grupo de Ford el siguiente día, lunes 24 de junio en Mound, un acantilado a seis millas al este de Nauvoo. José también alertó a sus abogados que recibiría acusaciones en Cartage al día siguiente. José pasó la noche en la mansión, con Emma y sus cuatro hijos: su hija adoptada de trece años Julia; Frederick, el hijo de ocho años; Alexander, de seis; y su mayor, José Smith III, de once. De adulto, el joven José recordó que su padre lo llamó a uno de los cuartos de recepción de la mansión y lo bendijo en frente de la familia: “Si algo me pasa, sabes que serás mi sucesor. Éste, mi hijo, ha sido bendecido y apartado, y con el tiempo será mi sucesor”. La siguiente mañana, José le dijo a su familia, “Voy como un cordero al matadero, pero si mi muerte me expiará de cualquier culpa que haya cometido durante mi vida, estoy dispuesto a morir”. A las 6:30 salió de la mansión y besó a cada uno de sus hijos. Varios cientos de santos, incluyendo a su llorosa madre, ya entrada en años, se habían reunido fuera de la mansión para despedirse.
En su camino al este, el grupo se encontró con una compañía montada de sesenta disciplinados Dragoons del condado de McDonouth en su camino a Nauvoo. Su comandante, el Capital James Dunn, detuvo a José, y explicó que el gobernador Ford le había ordenado que reclamara las armas en posesión de la Legión de Nauvoo: tres cañones y unos doscientos cincuenta mosquetes. El nuevo apóstata Wilson Law, ex comandante de la Legión, le había dicho a Ford exactamente cuántas armas debía reclamar. Probablemente sabía que los santos tenían muchas más armas de su propiedad, pero esas armas no estaban a la apropiación por parte del gobierno. José consintió, y él y Dunn coincidieron en que la devolución iría mejor si el profeta mismo estaba presente. Ford citó a las milicias de los Grey en Cartage y a la del condado de McDonough a que se reunieran en frente de la corte de Cartage la próxima mañana para “encontrarse” con José y Hyrum Smith. Es dudoso que las tropas hubieran tenido deseos de reunirse con el profeta y su hermano. Más probable es que querían ver sus caras para poder reconocerlos en una multitud, en caso de una batalla, un melé, o un linchamiento. Ford guio a los hermanos Smith desde la casa de los Hamilton, presentándolos como “generales”, los títulos que reclamaban como líderes de la Legión de Nauvoo. Esto no le cayó bien a las milicias, quienes consideraban que los títulos eran fraudulentos. José había sido rengo desde la desgarradora operación que sufrió en su juventud y nunca pudo servir en una milicia o ejército regular. Incluso si estuviera completamente sano, su estatus religioso lo hubiera exonerado de cualquier servicio militar. Su www.pesquisasmormonas.com
apariencia casi provocó un motín entre los excitables Grey. La milicia rodeo a José y a su pequeño grupo, tirando sus sombreros al aire y desenvainando sus espadas. Maldijeron a “los malditos mormones” una y otra vez. Durante la tarde, los Smith y los diecisiete codemandados acusados de destruir el Nauvoo Expositor se encontraron con el hombre que decidiría su destino: Robert F. Smith, juez de paz y capitán de los inquietos Grey, el mismo hombre que había guiado el motín de los Grey en la ciudad. Smith era un verdadero odiador de mormones y un miembro fundador de un “comité por correspondencia” formado el año anterior para sacarse de encima a los mormones del condado de Hancock, por la fuerza de ser necesario. Este era el mismo Robert Smith que firmó un cheque garantizando parte de la nefasta compra del barco a vapor de José, el cual los llevó a ambos a la bancarrota. El Juez Smith comenzó a interpretar la ley como quería. Estuvo de acuerdo con liberar a todos los acusados bajo una fianza, la cual fue determinada al extremadamente alto precio de $500 cada uno. John Fullmer, un oficial en la Legión de Nauvoo, quien había seguido a los Smith a Cartage, notó que la fianza era más del doble de lo que costaba una multa por la misma ofensa si los acusados hubieran sido encontrados culpables. “Era evidente que el magistrado intentaba dejar a la pila de hermanos sin recursos, para mantenerlos en la cárcel por falta de fianza”, notó. Pero Fullmer y muchos de los otros mormones presentes ofrecieron sus propiedades como garantía, y todos los acusados fueron liberados Con dos excepciones. Más temprano ese mismo día, los apóstatas mormones Augustine
Spencer y Henry Norton habían presentado declaración acusando a José y a Hyrum de traición por establecer ley marcial en Nauvoo. El capitán de los Grey dijo que era demasiado tarde en el día como para argumentar las acusaciones. El abogado de José, Woods, insistió que Smith necesitaba orden de arresto, firmada por un juez de paz, para enviar a sus clientes a la cárcel. Justo tengo una, dijo Smith, quien también era un juez de paz, y sacó el documento de su bolsillo. José objecionó a tales “procedimientos flagrantes, ilegales, y tiránicos” sin ningún resultado.
dirigía al centro de la ciudad. “¡Es todo tonterías!” exclamó Ford. ¡Todavía van a tener que sacarse de encima a estos mormones!” “Si tratamos de hacerlo, gobernador, cuando el propio momento se presente, ¿interferirá?”
EN LA CÁRCEL DE CÁRTAGE
Ahora Smith no estaba visitando Cartage para comparecer ante el juez, quedándose en el hotel de Hamilton. Ahora él y su hermano estaban en la cárcel por traición A diferencia de los otros cargos contra los Smith, la traición no tenía opción de fianza. Por lo que los dos hermanos caminaron las dos cuadras y media a la cárcel de Cartage, a través de la turba armada y borracha, y en medio de los excitados Grey. El Gobernador Ford los acompañó hasta su celda, y antes de retirarse, José le dijo, “Gobernador Ford, confío en que nos protegerá”. “Y tendrá protección, General Smith”, respondió Ford. “Sin embargo, no anticipo ningún peligro. Creo que están perfectamente a salvo aquí como en cualquier otro lugar”. Geddes después dijo que Ford alivió su frustración con el profeta después de que los dos hombres se reunieron en la cárcel y mientras se
“No, no lo haré”, dijo Ford, y agregó después de una pausa: “Hasta que terminen”. Antes de cenar, el tío de José, John Smith, vino a visitar a los hermanos en la cárcel, habiendo viajado más de 150 millas desde Macedonia, Illinois. Cuando John Fullmer regresó a la cárcel para pasar la noche con sus amigos, los guardias le revisaron los bolsillos del sobretodo, pero no revisaron sus botas. Fullmer metió una pequeña pistola de un solo tiro y se la dio a Hyrum. Ford estaba saliendo para Nauvoo, como fue anunciado, pero decidió ir sin José. Ford insistió que había tomado medidas para garantizar la seguridad de José en Cartage y para apaciguar las tensiones. Jones se acercó a Ford cuando estaba terminando su concilio de guerra y preparándose para ir a Nauvoo y le dijo que tenía pruebas www.pesquisasmormonas.com
de que la vida de los prisioneros estaba en peligro. “Está innecesariamente alarmado por la seguridad de sus amigos”, respondió el gobernador. “La gente no es tan cruel”. Sorprendido por la inocencia de Ford, Jones le recordó al gobernador que había garantizado la seguridad de los mormones. “También son maestros masones”, agregó Jones, “y como tales, le pido que proteja sus vidas”. Alguien presente reportó que Ford, un maestro masón, se puso pálido. “Si no hace esto, tengo otro deseo”, dijo Jones. “¿Y qué es, señor?” “Que el Todopoderoso preserve mi vida hasta el propio tiempo y lugar en el que pueda testificar que usted ha sido advertido de su peligro”. “Sus amigos serán protegidos, y tendrán un juicio justo por la ley”, le aseguró Ford. “En esta promesa no estoy solo; he obtenido la palabra de todo el ejercito que me apoya”. Cyrus Wheelock ganó entrada a la residencia de José, y los guardias se olvidaron de revisar su pesado sobretodo cuando entró. Como Fullmer la noche anterior, llevaba consigo un arma, esta vez un pequeño revolver de seis tiros conocido como un pepperbox. Disimuladamente puso el arma en el bolsillo de José. EL ASESINATO
Después de comer, Richards se sintió indispuesto, y José le pidió a Markham que le trajera una pipa y un poco de tabaco para aliviar el estómago de su amigo. Markham se
fue de la cárcel, pidió prestada una pipa de otro mormón no tradicional, el sheriff local, Jacob Backenstos, y compró tabaco en una tienda cercana. Ahora los cuatro prisioneros mormones estaban solos, “nuestros espíritus solemnes y pesados”, escribió John Taylor. La prisión de piedra era opresivamente calurosa en la tarde. Aún con todas las ventanas abiertas, y vestidos en sus camisas y pantalones de ropa interior, los mormones estaban sofocados. Los cuatro hombres les dieron a los guardias un dólar y les pidieron que fueran a comprar vino “para revivirnos”. El hombre regresó pronto con vino, tabaco, y unas pipas. Los cuatro prisioneros bebieron de la botella y compartieron el resto del vino con sus carceleros. El vino tuvo el efecto opuesto al esperado; “Nos sentimos inusualmente sosos y lánguidos, con una excepcional depresión de nuestros espíritus”, recordó Taylor. En un desesperado intento de levantar sus ánimos, Hyrum sugirió que Taylor, quien tenía una hermosa voz, cantara el popular himno folklórico “Un pobre forastero”. Taylor, sentado al lado de la ventana abierta orientada hacia el oeste, dijo que vio algo; una banda de hombres, sus caras pintadas, salieron del bosque y cabalgaron hacia la cárcel. Entonces, los Smith y Richards oyeron un clamor debajo de las escaleras. William Hamilton, de catorce años, parte de los Grey de Cartage, fue el primero en observar a los irregulares acercándose al bosque por el camino de Warsaw. Los hombres se habían pintado la cara con barro y con pólvora, y algunos llevaron sus abrigos al revés. Aun así, Hamilton reconoció que eran la milicia de Warsaw. El muchacho trató de alertar a los Greys, pero el
Capitán Robert Smith no podía ser encontrado por ninguna parte. Eudocia Baldwin, cuyos hermanos estaban sirviendo en la milicia de los Grey (uno recientemente se había unido a la guardia de seis hombres cuidando la cárcel) reportó que los Grey o estaban dormidos, en desorden, o ambas cosas. Baldwin y otros residentes de Cartage entraron en pánico, asumiendo que una fuerza mormona llamada los “danitas” había invadido Cartage para liberar a José y vengarse contra sus perseguidores. Robert Smith y su teniente Samuel Williams finalmente movilizaron a sus hombres en una tormenta de gritos e insultos. “Vamos, cobardes. Malditos, ¡vamos!” Baldwin los oyó gritar, “Esos muchachos van a ser asesinados”. Mientras que los Gray trataban de preparar sus fusiles y cartucheras, los irregulares habían llegado a la cárcel. El carcelero Stigall y la guardia de Worrell no ofrecieron ninguna resistencia. Una bala silbó en la cocina de la señora Stigall, donde estaba horneando pan. La irritada milicia de Warsaw subió la escalera hacia la sala donde los mormones se habían reunido, disparando sus armas mientras subían. El esfuerzo de Dan Jones de hacer un pestillo improvisado para la puerta del segundo piso había fracasado. No podía ser cerrada. Richards y Hyrum Smith se lanzaron contra la puerta para impedir la entrada de la multitud, pero las balas empezaron a aparecer a través de la débil madera. El segundo disparo entró en el cráneo de Hyrum al lado izquierdo de la nariz. Al mismo tiempo, una bala de mosquete disparada desde el suelo a través de una de las ventanas abiertas golpeó a Hyrum en la parte posterior. Cayó hacia atrás, exclamando: “Soy un www.pesquisasmormonas.com
hombre muerto”. Su cuerpo sin vida yacía en el centro de la pista, la sangre brotando de sus heridas. Joseph y John Taylor corrieron hacia la puerta. Willard Richards se había posicionado detrás de las bisagras, tratando de empujar la puerta para cerrarla. José sacó su revólver y comenzó a disparar a través de la estrecha abertura entre la puerta y el marco. Tres de las balas dispararon, y José se aseguró que sus tiros contaran. Hirió a tres asaltantes en la escalera, una en el brazo, uno en el hombro, y otro en la cara. Cuando Smith no estaba disparando, Taylor estaba sacudiendo el bastón de Markham para derribar las bayonetas y mosquetes que se asomaban por la grieta de la puerta. Pero pronto José se quedó sin balas. No había logrado apoderarse de la pistola de Hyrum, por lo que ahora los mormones estaban luchando contra sus enemigos bien armados con nada más que sus puños y dos bastones. “Sin duda fue una terrible escena”, recordó Taylor. “Olas de balazos tan gruesas como mi brazo pasaron a mi lado mientras esos hombres disparaban y, desarmados como estábamos, parecía que sufriríamos una muerte segura. . . . Sin duda era menos que agradable estar tan cerca de las bocas de esas armas de fuego, ya que escupían llamas líquidas y balas mortales. “Mientras estaba ocupado en detener las armas [que se asomaban por la puerta], el hermano José dijo: ‘Así es, hermano Taylor, pégueles tan bien como pueda.’ “Esas fueron las últimas palabras que le oí hablar en la tierra.” A medida que el populacho empujaba desde las escaleras, más barriles de mosquete asomaban por la puerta. Pronto los asesinos invadieron la habitación. Taylor salió
corriendo hacia una ventana abierta en el lado norte de la cárcel, con la esperanza de que una milicia, o incluso la Legión de Nauvoo, hubieran llegado a ayudar a los mormones. Pensó en saltar los quince pies (cuatro metros y medio) hasta el suelo, pero vio la cárcel rodeada solamente por los carapintadas de Warsaw gritando insultos contra los mormones. Una bala disparada desde la puerta entró en su muslo y se aplastó contra el hueso. Una segunda bala lo tiró al suelo. Una vez que estuvo en el piso, Taylor rodó debajo de la cama para mayor seguridad. La turba le disparó dos balas más, “cortando un trozo de carne de su cadera izquierda grande como una mano”, informó Richards. Taylor fue dejado por muerto; su reloj se detuvo a las 17:16.
Esperando obtener seguridad de manera desesperada, José Smith se acercó a Taylor en la ventana, planeando saltar. Un atacante llamado Gallagher le disparó en la espalda desde el pasillo, y disparos desde el piso le dieron a José en el pecho y la espalda. Smith cayó por la ventana, gritando “Oh Señor, mi Dios”, las primeras palabras del grito masónico de ayuda, “Oh Señor mi Dios, ¿no hay ayuda para el hijo de la viuda?” Su cuerpo cayó cerca de un borde de madera alrededor de un aljibe”. No hubo piedad para el hijo de la viuda Lucy Mack. El atacante William Voorhis tomó el cuerpo de Smith y lo apoyó contra el aljibe, y expuso el pecho sangrante de José a la turba enojada. “Tú eres el maldito viejo cacique”, se burló Voorhis al cuerpo medio muerto de José Smith, “¡Ahora ve a ver a tus esposas
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espirituales en el infierno!” Voorhis se movió al costado y vio a un grupo de sus camaradas disparar más rondas de balazos en el cuerpo inerte de José”. En la madrugada del viernes, 28 de junio, Porter Rockwell galopó por entre las calles de Nauvoo gritando las palabras aterradoras a todo volumen, despertando a todos los que pudieran oírlo: “¡José fue asesinado! ¡Dios los maldiga! ¡Lo han matado!”. Mezclado con un sentimiento de tristeza y desesperación había una sed de venganza. Cuando Porter Rockwell entró al hogar de William Clayton en las horas tempranas del 28 de junio para reportar los asesinatos, Clayton rápidamente escribió una oración de venganza “sobre los asesinos de los sirvientes para que sean borrados de la tierra”. Virtualmente en el mismo momento, Wilford Woodruff, un
futuro presidente de la iglesia, dijo una oración pidiendo venganza sobre “la gentil nación americana, sobre todas las cabezas de la nación y de los estados que han ayudado o perpetuado el horrible hecho”. Mosiah Hancock, en ese
persuadieron a que no tuvieran un juicio justo, siento ganas de cortarles la garganta. “Y espero vivir para vengar su sangre, pero si no, les enseñaré a mis hijos a que nunca dejen de tratar de vengar su sangre y a los hijos de sus
la iglesia explicó dentro del templo. “Yo no cortaré sus gargantas, pero oren que Dios intervenga para que corten sus gargantas” (para que así puedan expiar por sus propios pecados, por supuesto). El juramento se mantuvo en el ritual de investiduras mormón hasta 1927. EPÍLOGO
entonces de diez años de edad, recordó cómo su padre Levi lo llevó a donde José y Hyrum estaban echados. Levi “me dijo que pusiera una mano sobre el pecho de José y que levantara mi otra mano y jurara que nunca haría compromisos con cualquier otro hijo del infierno, y lo juré con determinación de cumplir hasta la última letra”. El muchacho entonces puso su mano izquierda sobre el pecho de Hyrum y repitió el juramento. “Sus cadáveres . . . me dieron un sentimiento tal que no puedo describir”, Allen Stout, uno de los guardaespaldas de José, escribió en su diario personal “Decidí en ese momento y en ese lugar en mi mente que nunca dejaría pasar una oportunidad de vengar su sangre contra los enemigos de la Iglesia de Jesucristo. . . cuando veo a uno de los hombres que los
hijos hasta la cuarta generación mientras haya un descendiente de los asesinos sobre la tierra”. El siguiente año, el presidente Brigham Young incorporó el “juramento de venganza” al sagrado ritual de investiduras administrado a todos los santos fieles en el templo de Nauvoo: “Usted y cada uno de ustedes hacen convenio y prometen que van a orar y nunca cesarán de orar al Dios Todopoderoso para que vengue la sangre de los profetas sobre esta nación, y que enseñarán lo mismo a sus hijos y a los hijos de sus hijos hasta la tercera y cuarta generación”. El juramento de venganza debía mantenerse en secreto bajo pena de muerte. “Si alguno de ustedes traiciona, por supuesto que son traidores, y deben esperar las penalidades enforzadas”, un líder de www.pesquisasmormonas.com
Durante el juicio a los asesinos de José, el testigo más sensacional fue William Daniels, de 22 años, un tonelero y reciente converso mormón que dijo haber visto y oído todos los detalles de la conspiración de asesinar a José Smith. Daniels supuestamente recordó los eventos del previo junio como si hubieran pasado el día anterior. Daniels insistió que el fallecido José Smtih se le había aparecido en una visión y lo había llevado a la cima de una montaña. Allí, el profeta ofreció al impresionable muchacho un “vaso de agua clara y fría”, lo bendijo y le rogó que dijera a todos sus conocidos lo que sabía sobre los asesinatos. Daniels tenía tanta confianza en su historia que había impreso un panfleto, “Recuento correcto del asesinato del General José Smith y Hyrum Smith en Cartage, el 27 de junio de 1844” y comenzó a vender copias dos semanas antes del juicio a 25 centavos cada una. Daniels dijo que había salido de Warsaw con las milicias y había estado presente en la funesta reunión cerca de Golden’s Point. En el panfleto, también agregó algunos detalles selectos sobre la escena en la cárcel. Escribió que José había matado a uno de los atacantes, y que el acusado Levi Williams dirigió el asalto encima de su caballo. “¡Rápido!” Gritó Williams, “¡No hay peligro, muchachos; todo está bien!” Cuando el herido José cayó de la
ventana de la prisión, Daniels recordó a Williams avivando el antagonismo: “¡Disparen! ¡Dios lo maldiga! ¡Disparen al maldito bribón!” Pero Daniels había guardado su más fantástica narrativa para el final. Dijo que un joven había levantado el cuerpo postrado de José del suelo y lo apoyó contra un muro de madera que rodeaba el aljibe de la prisión. El rufián, “descalzo y pelado, sin abrigo, con sus pantalones levantados encima de las rodillas, y sin camisa sobre sus codos”, murmuró: “Éste es el viejo Jo, yo lo conozco. Te conozco, viejo Jo. Maldito; eres el hombre que hizo que le dispararan a mi papá.” Supuestamente el “salvaje” era el hijo del gobernador Lilburn Boggs, de Missouri, el blanco del intento de asesinato de Porter Rockwell. Pero Daniels sólo se estaba precalentando. Con el cuerpo de José apoyado contra la pared del aljibe, Levi Williams supuestamente reunió a cuatro hombres para dispararle al prisionero a quemarropa. Mientras que los atacantes prepararon sus mosquetes y los levantaron. Los ojos del Presidente Smith se reposaron sobre ellos con una calma y silenciosa resignación. No demostró sentimientos de agitación y las expresiones de su rostro parecieron presagiar que su única oración era “Oh, Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Los atacantes dispararon, y el cuerpo de José se cayó hacia adelante. De repente, el rufián regresó a la escena, armado con un cuchillo. Levantó su brazo con toda la intención de cortar la cabeza de José, cuando una luz, repentina y poderosa, emergió de los cielos sobre la sangrienta escena (pasando sus vívidas cadenas entre José y sus asesinos), quienes fueron golpeados
con un terrible asombro y llenados de consternación. Esta luz, en su apariencia y potencia, confundió todo poder de descripción. La luz enceguecedora detuvo la mano que llevaba el cuchillo. Los soldados tiraron sus mosquetes “y se depararon sin moverse como estatuas de mármol, sin el poder de mover ni sus cuerpos ni una sola extremidad”. En su narración escrita, Daniels dijo que la iluminación milagrosa lo había convertido al mormonismo, lo cual causó la visita de José Smith en la cima de la montaña. Una segunda historia de una luz milagrosa apareció en el diario de Mary Rollins Lightner, una de las esposas plurales de José Smith. Lightner reportó haber visto a muchos paramilitares que regresaban de Cartage el día después del asesinato de Smith: “Nos dijeron que los Smith fueron asesinados y que una luz apareció después de su muerte. Yo dije que eso probaría que José era un verdadero profeta de Dios. Oh, no, dijo uno. Sólo demuestra que Dios está complacido con los que lo mataron.” Franklin Worrell, quien hizo guardia en la cárcel de Cartage profesó estar enfurecido por la elección de Backenstos. “Estoy enojado, enojado”, escribió Worrell al diario de Mississipi, “sí, enojado como el diablo. Maldito grupo de malhechores que tenemos en este condado”. Bajo amenaza de violencia en su hogar en Cartage, Backenstos decidió mudarse con su familia a Nauvoo. A mediados de septiembre, el sheriff se fue de la ciudad en un carro y se dio cuenta que una pequeña banda de hombres armados los estaba persiguiendo. Después de pasar la noche en Warsaw, yendo al norte en el Camino del Noroeste, vio a Worrell y a otros siete hombres armados persiguiéndolo a www.pesquisasmormonas.com
caballo, con un vagón lleno de rifles detrás. Cerca de Golden's Point, Backenstos se acercó a dos mormones, Return Jackson Redden y Orrin Porter Rockwell, quienes estaban ayudando a una familia de santos agotados a mudarse a Nauvoo. Con sus perseguidores a unos 150 metros detrás de él, Backenstos gritó pidiendo ayuda. Rockwell galopó a su ayuda, y Backenstos ordenó a sus perseguidores que se detuvieran. Ellos continuaron cabalgando hacia él. El sheriff ordenó a Rockwell a que disparara, y el amigo de la niñez de José Smith levantó su rifle y le dio a Worrell directamente en el pecho, catapultándolo cuatro metros de su cabalgadura al piso. Al escuchar los disparos, Jacob Baum, un granjero mormón, corrió para ver lo que estaba pasando en su propiedad. “Lo agarré”, dijo Rockwell. “¿Agarraste a quién?” “A Worrell. Temía que mi rifle no lo iba a alcanzar, pero sí lo hizo, gracias a Dios”. Los aterrorizados atacantes tiraron de las riendas, subieron al cadáver de Worrell al vagón, y volvieron a Cartage. La oración de los santos había sido respondida. Backenstos y Rockwell fueron acusados del asesinato de Worrell, el cual sucedió en pleno día. Ambos fueron absueltos.