LA NOVELA Y EL CUENTO HISPANOAMERICANOS DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

LA NOVELA Y EL CUENTO HISPANOAMERICANOS DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX 1. LA NOVELA HASTA 1940 Hasta 1940 el realismo heredado del siglo XIX domina

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LA NOVELA Y EL CUENTO HISPANOAMERICANOS DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

1. LA NOVELA HASTA 1940 Hasta 1940 el realismo heredado del siglo XIX domina la novela hispanoamericana. Aunque no hay una renovación formal, sí hay en cambio una renovación temática, que adapta la novela a las realidades más acuciantes y más originales de la realidad americana del momento: 1. La novela de la naturaleza, o novela de la selva. Se centra en las fuerzas telúricas de una naturaleza aún indómita, frecuentemente destructora para el hombre. Destacamos a Rómulo Gallegos, por su novela Doña Bárbara, y a Ricardo Güiraldes, que escribió Don Segundo sombra (1926). 2. La novela social y política. Las novelas sobre la revolución mejicana son las que destacan en este periodo, como Los de abajo, de Mariano Azuela, y La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán. 3. La novela indigenista. Refleja las desigualdades sociales y denuncia la explotación del indio por los blancos. Es, sobre todo, una protesta contra estas desigualdades. Destacamos El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría.

2. LA RENOVACIÓN DE LA NOVELA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX 2.1. SUPERACIÓN DEL REALISMO. EL “REALISMO MÁGICO” O "LO REAL MARAVILLOSO” (AÑOS 40 Y 50)

A partir de 1940 se buscarán otros temas y otras técnicas con las que tratar los motivos tradicionales. Hay una relativa renovación temática, basada en la aparición de temas urbanos y existenciales, aunque perviven los viejos temas, sobre todo el tema social. Pero lo más llamativo es que aparece la fantasía junto a la realidad, y se introduce en las novelas lo fantástico, lo onírico y lo irracional, dando lugar a lo que se ha denominado realismo mágico o lo real maravilloso. La realidad y lo maravilloso aparecerán íntimamente ligados en la novela, aunque a través de distintos procedimientos según los autores: uso del mito, de la leyenda, de la magia, de la poesía. Parte de la renovación formal se debe a la lectura y a la incorporación de elementos tomados de alguno de los grandes renovadores europeos y americanos de la novela (Kafka, Joyce y Faulkner) o tomados del lenguaje surrealista, muchos de cuyos hallazgos lingüísticos se emplean para expresar lo maravilloso. Los principales rasgos de la novela del realismo mágico son:  Aparición del tema urbano, se recrea el mundo de la ciudad, dando cabida a los problemas existenciales.  Junto a la realidad inmediata, irrumpe la imaginación, lo fantástico. Empleo de lo mágico, lo onírico y lo fantástico como fundamento de la narración. Realidad y fantasía aparecen íntimamente ligadas, unas veces por la presencia

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de lo mítico, lo legendario o lo mágico y otras por el tratamiento alegórico o poético de la acción. Es lo que conocemos como "realismo mágico" o "lo real maravilloso" en denominación de Alejo Carpentier.  Se abordan problemas humanos, y no sólo sociales.  Mayor preocupación por la estructura y el estilo: Experimentación narrativa, como el uso del monólogo interior, las estructuras complejas y las inversiones cronológicotemporales. Se tiende a las innovaciones formales en la línea de los grandes novelistas europeos y norteamericanos, en mezcla con la asimilación del surrealismo, que por las peculiaridades americanas se adapta perfectamente a lo mágico y maravilloso. Todos estos rasgos van a originar posteriormente el llamado “boom” de los años sesenta.



Juan Rulfo (México, 1918-1986) ha pasado a la historia de la literatura con apenas 250 páginas, las que contienen su novela corta Pedro Páramo (1955) y el libro de relatos El llano en llamas (1953). Se caracterizan por una elaboración escrupulosa, el alejamiento del realismo, al que trasciende por la vía del mito, la superación de lo regional y social para desembocar en temas humanos de alcance universal, la incorporación de elementos fantásticos y un lenguaje y un estilo fascinantes surgidos del habla popular mejicana. Pedro Páramo relata supuestamente el regreso del protagonista a su ciudad natal, aparentemente poblada por los fantasmas de los parientes muertos, como en realidad está también Pedro Páramo. La breve novela se vuelve así una fantasmagórica evocación de los temas obsesivos de Rulfo: el mundo rural, la violencia, la familia y sus tensiones, la miseria del campesinado, la guerra civil, y sobre todo el caciquismo que domina absolutamente la vida rural. La novela sorprendió sobre todo por su rigurosa estructura, que ha servido de modelo a buena parte de la novela hispanoamericana posterior: desorden cronológico, cambios de punto de vista, alternancia de diálogo y monólogo interior, empleo del lenguaje popular como elemento poético... Todo ello hace de Pedro Páramo una novela donde realidad y fantasía se mezclan para mostrar un mundo onírico y alucinado pero a la vez dominado por las preocupaciones obsesivas de la realidad histórica del México contemporáneo. Es el modelo más acabado de realismo fantástico.



Adolfo Bioy Casares (Argentina, 1914-1999) impone el predominio de la ficción sobre la realidad, creando una forma de "novela metafísica" en La invención de Morel.

Destacamos a cuatro novelistas del realismo mágico: Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Juan Rulfo y Adolfo Bioy Casares. 

Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899-1974). Bucea en los mitos primitivos americanos. El señor Presidente (1946), de apariencia política, es en realidad una profunda reflexión sobre el ser humano.



Alejo Carpentier (Cuba, 1904-1980). Con una de nuestras mejores prosas por su riqueza y perfección, asombra por la complejidad y seducción de sus estructuras narrativas. Destaquemos Los pasos perdidos (1953), El siglo de las luces (1962).

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2.2. EL “BOOM” DE LOS SESENTA

Desde los años sesenta se asiste tanto en España como en el resto de Europa al desarrollo sorprendente de la novela hispanoamericana, hasta entonces marginada y desconocida, pese a su importancia y a su desarrollo. Se trataba en realidad —al menos en parte— de un conocimiento repentino de una novelística que se había desarrollado en su propio aislamiento americano durante años y que al aparecer repentinamente daba la sensación de un “boom”. Se trata también, en buena medida, de un fenómeno editorial en que tienen responsabilidad editores y editoriales como Barral y Seix-Barral en Barcelona, y Gallimard, a través de la colección “Croix du Sud” en París. El "boom” no tiene carácter generacional. Lo conforman escritores de diversas edades y países, y frecuentemente con escasa relación entre ellos. Aunque también sus estilos y preocupaciones son diversos puede afirmarse que en general los novelistas del “boom” siguen el proceso de renovación ya apuntado anteriormente, y continúan las innovaciones emprendidas por sus predecesores, llevándolas más lejos y aportando nuevos recursos, ampliando el universo temático, ahondando en el «realismo mágico», experimentando con las estructuras, el lenguaje y el estilo, derrochando creatividad. Rasgos temáticos y formales de esta nueva novela.





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B) ASPECTOS FORMALES







A) ASPECTOS TEMÁTICOS:



Incorporación de una temática mítico-alegórica, pero sin abandonar los asuntos existenciales del realismo mágico. Lo fantástico. Se percibe la realidad como algo complejo y desordenado, y aparece en la novela lo inexplicable, lo mágico o lo irracional. La condición humana. La novela explora la condición del individuo y plantea los grandes problemas del ser humano en la sociedad contemporánea. Predomina una visión pesimista: fatalismo, desesperanza, infelicidad, soledad... La literatura. Los autores muestran en sus obras la preocupación por la creación literaria. El humor. Presenta diversas expresiones, desde la burla divertida de Guillermo Cabrera Infante hasta la sátira de García Márquez y Vargas Llosa. El erotismo.

La fantasía. La razón ya no es suficiente para explicar la realidad, y la novela incorpora lo mágico y lo maravilloso como parcelas de lo real. Lo extraordinario es no sólo admisible, sino habitual. Esto está en la línea del realismo mágico. 3

El narrador. El narrador omnisciente deja paso al narrador protagonista, personaje o testigo, y se produce la multiplicación de perspectivas. A veces las novelas incorporan el mundo del subconsciente, provocando una falta de coherencia en lo narrado. Fragmentación cronológica. Se rompe la linealidad temporal con historias paralelas, saltos temporales o el caos temporal. En cuanto al lenguaje, todos los narradores se interesan por la experimentación lingüística, por el ritmo de la prosa y el lenguaje sugerente e imaginativo. Intentan reflejar en sus novelas el habla de cada uno de sus países y buscan un lenguaje anticonvencional y auténtico.

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Destacamos a estos cinco escritores: 



de seguir la lectura y participar recreando la novela. Destaquemos también 62: modelo para armar y La vuelta al día en ochenta mundos.

Gabriel García Márquez (Colombia, 1928) es la figura más destacable de toda la narrativa hispanoamericana. Su obra fundamental, Cien años de soledad (1967) tiene un lugar destacado en la literatura española y universal. A la manera de un cuento de cuentos, los variadísimos episodios de la novela, perfectamente hilvanados, cuentan la historia de la familia Buendía y del mundo que la rodea, hasta componer una gran saga americana. Es una síntesis de todos los elementos de la narrativa hispanoamericana que se han señalado: la naturaleza, los problemas sociales y políticos, la humanidad cercana que es traspasada por una línea de imaginación, sueño, deseos, fuerzas sobrenaturales, magia… y donde se mezclan humor y tragedia, vitalidad y lirismo. El imaginario pueblo de Macondo, que alcanza un carácter mítico, es el escenario-eje donde se desarrolla la acción y donde ya antes había situado algunas novelas: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961). En 1972 publica El otoño del patriarca (1975); y en 1981 vuelve a sorprender con una breve y perfecta novela: Crónica de una muerte anunciada. Otras obras, todas magistrales, son: El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), o Noticia de un secuestro (1996).





Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984) inserta la fantasía en la cotidianidad con ecos surrealistas. Se reveló como un excelente escritor de cuentos (publicados en la editorial Alfaguara) donde se imponen la casualidad, el humor y lo lúdico; pero es sobre todo su novela Rayuela (1963) su creación más interesante por su complejidad estilística y por una composición que permite al lector varios modos



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Mario Vargas Llosa (Perú, 1936). Muestra en la mayoría de sus novelas una combinación de realidades brutales y experimentación formal. Su primera novela, La ciudad y los perros (1962) supuso ya una revelación, que se continuó con La casa verde (1966). Quizá su mejor obra es Conversación en La Catedral (1969), por su libertad técnica y la evocación social y política. Le siguen La historia del fin del mundo (1981) y El hablador (1987); de carácter más bien lúdico destacan Pantaleón y las visitadoras (1963) y La tía Julia y el escribidor (1977); de carácter erótico, Elogio de la madrastra (1988); ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986) y Lituma en los Andes (1993), sobre el género policiaco: todas ellas en tono desmitificador. En La fiesta del chivo (2000) recupera el gusto por la figura literaria del dictador. Sus últimas novelas son El paraíso en la otra esquina (2003) y El sueño del celta (2010). Fue Premio Nobel de Literatura en 2010. Ernesto Sábato (Argentina, 1914). Con tres novelas escritas –muy espaciadas en el tiempo— ocupa un lugar importante en esta narrativa. Se caracteriza por la perfección en la construcción de la novela, por la densidad de ideas y problemas que plantea y suscita y por la cercanía al ensayo. El túnel (1948) fue su primera novela. Le siguen Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974). Carlos Fuentes (México, 1928) ha manejado las más diversas técnicas. Crítico de la burguesía en sus novelas, destaca por la riqueza técnica y la mezcla de realidad e imaginación. Señalemos La muerte de Artemio Cruz (1962), Terra

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Citamos, finalmente, al chileno Roberto Bolaño, que causó gran impacto con Los detectives salvajes (1998) y 2666 (2004); la primera reconstruye las andanzas de dos escritores malditos que investigan sobre un autor vanguardista, mientras que la segunda se centra en la violencia de México y, en particular, de Ciudad Juárez; y al argentino Ricardo Piglia, autor de Plata quemada y Blanco nocturno.

Nostra (1975), Gringo viejo (1985), Instinto de Inez (2001) y La silla del Águila (2003). Añadamos a los ya mencionados los nombres de Juan Carlos Onetti, Alejo Carpentier, Manuel Mújica Laínez, Augusto Roa Bastos, José Lezama Lima, José Donoso, Guillermo Cabrera Infante y un largo etcétera. 3. LA NOVELA HISPANOAMERICANA EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS

4. EL CUENTO HISPANOAMERICANO Junto con la novela, el cuento ha sido un género narrativo ampliamente cultivado en Hispanoamérica desde los años cuarenta hasta la actualidad. Recopilado en colecciones, ha dado títulos de gran calidad y originalidad. En algunos casos, el cuento ha adelantado innovaciones estructurales y lingüísticas que desarrollaron más tarde los escritores del boom de los años sesenta.

La sombra de los autores del boom, algunos todavía en plena forma narrativa como M. Vargas Llosa, ha condicionado a las generaciones posteriores, que en muchos casos no han podido sustraerse a su influencia (patente también, por cierto, en muchos novelistas españoles de esos años). Entre los más próximos en edad y características podemos citar al cubano Severo Sarduy, de estilo barroco; el argentino Manuel Puig, irónico y sentimental, y al peruano Alfredo Bryce Echenique, autor de Un mundo para Julius (1970), corrosiva sátira de la alta sociedad peruana. En cuanto a generaciones más jóvenes, la estela del realismo mágico aún influyó en dos autores de gran éxito: los chilenos Isabel Allende (La casa de los espíritus, 1982) y Luis Sepúlveda (Un viejo que leía novelas de amor, 1992). Ya en los años noventa, se consagran autores de tendencias variadas, como el argentino César Aira (El congreso de literatura, 1997); el colombiano Fernando Vallejo (La virgen de los sicarios, 1998), quien muestra con toda crudeza la violencia del narcotráfico en Colombia; y el argentino Rodrigo Fresán, influido por el intelectualismo lúdico de Cortázar y por la cultura pop (La velocidad de las cosas, 1998).

4. 1. EL CUENTO EN LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA Los narradores de los años cuarenta y cincuenta han sido grandes cultivadores del cuento literario. Jorge Luis Borges (Argentina 1899-1986). Obsesionado por la identidad humana, el tiempo, la eternidad, lo infinito, el mundo como laberinto, por todo lo irreal. No escribió novela, y destacamos sus libros de cuentos: Ficciones, El Aleph (1949), El Hacedor (1950), El informe de Brodie (1970), El libro de arena (1975). En todos sus relatos, su intención es proponer al lector juegos mentales, invitarlo a complejos ejercicios de imaginación y exponer problemas metafísicos. Todas sus narraciones repiten una serie de temas obsesivos: el mundo caótico y sin sentido, el destino y la fatalidad, el mundo como laberinto, el paso inexorable del tiempo, el tiempo cíclico, la imposibilidad 5

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de conocer el mundo, el carácter artificial e ilusorio de la realidad… Se caracterizan, también, por una gran originalidad estructural. Asimismo, son importantes las narraciones de Juan Rulfo, autor de quince cuentos que componen el volumen El llano en llamas (1953), en los que trata la dureza de la vida rural mexicana en su primitivismo y su pobreza física y moral. También sobresalen los tres relatos de Alejo Carpentier recogidos en Guerra del tiempo, donde trata el problema de la imposibilidad de definir y dividir el tiempo. Por su parte, Juan Carlos Onetti continúa en sus relatos los temas básicos de sus novelas (personajes angustiados y desesperanzados que deambulan en un mundo sórdido): Tiempo de abrazar, Tan triste como ella y otros cuentos.

Mención aparte merece el cuentista Augusto Monterroso. Sus cuentos, muchos de ellos auténticos microrrelatos, tienden a la máxima condensación: Obras completas (y otros cuentos), La oveja negra y demás fábulas. Desde los años sesenta a la actualidad el cuento ha sido parte importante en la obra narrativa de autores como Mayra Montero (cubana), Isabel Allende, Alfredo Bryce Echenique o Antonio Skármeta.

4. 2. DE LOS AÑOS SESENTA A LA ACTUALIDAD Los relatos cortos de los narradores del boom han pasado en algunos casos inadvertidos debido a la importancia de sus novelas. Además de García Márquez (La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada), otros autores han cultivado el género. Julio Cortázar muestra en sus cuentos —a veces bajo la influencia del surrealismo— una realidad compleja que suele aparecer parodiada. Destacan los relatos recogidos en Bestiario, El perseguidor, Todos los fuegos, el fuego, Las armas secretas, Historias de cronopios y famas, donde revela el absurdo de lo cotidiano con un gran sentido del humor. Mario Benedetti (uruguayo) refleja en Montevideanos, La muerte y otras sorpresas y Con y sin nostalgia la vida diaria y las circunstancias políticas de su país desde una postura comprometida con un lenguaje sencillo y coloquial. 6

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