La pena de muerte en la sociedad europea medieval Ed. a cargo de Iñaki BAZÁN

La pena de muerte en la sociedad europea medieval Ed. a cargo de Iñaki BAZÁN (La peine de mort dans la société européenne médiévale The death sentence

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La pena de muerte en la sociedad europea medieval Ed. a cargo de Iñaki BAZÁN (La peine de mort dans la société européenne médiévale The death sentence in the European medieval society Heriotza-zigorra gizarte europarrean)

Clio & Crimen nº 4 (2007), pp. 14/352

ISSN: 1698-4374 D.L.: BI-1741-04

Algunas reflexiones sobre la pena de muerte en la sociedad europea medieval1 (Quelques réflexions sur la peine de mort dans la société européenne médiévale Some reflections on the death penalty in the medieval European society Erdi Aroko gizarteko heriotza-zigorrari buruzko zenbait hausnarketa)

César GONZÁLEZ MÍNGUEZ Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

nº 4 (2007), pp. 15-21

Resumen: En este artículo se reflexiona sobre la pena de muerte en la sociedad europea medieval, especialmente desde el punto de vista metodológico, al hilo de los trabajos expuestos en el IV Coloquio Internacional del Centro de Historia del Crimen de Durango. Palabras clave: Pena de muerte, Edad Media, Europa occidental.

Résumé: Dans cet article on réfléchit à la peine de mort dans la société européenne médiévale, spécialement du point de vue méthodologique, au fil des travaux exposés dans la IV Colloque Internationale du Centre d'Histoire de la Crime de Durango. Mots clés: Peine de mort, Moyen Âge, Europe occidentale.

Abstract: In this paper, I provide some thoughts about death penalty in the European medieval society from a methodological point of view. Here, I review some ideas proposed at the IV International Colloquium of the History Center of the Crime of Durango. Key words: Death sentence, Middle Ages, Western Europe.

Laburpena: Artikulu honetan, Erdi Aroko gizartean ezarritako heriotza-zigorraren gaineko hausnarketa egiten da, bereziki ikuspegi metodologikoa aintzat hartuta, Durangoko Krimenaren Historia Zentroaren Nazioarteko IV. Mahai-inguruaren azaldutako lanen ildotik. Giltza-hitzak: Heriotza-zigorra, Erdi Aroa, Mendebaleko Europa.

Este artículo se inserta en el marco de un proyecto de investigación titulado «El discurso de la muerte en el nordeste de la Corona de Castilla en la Edad Media» y financiado por la Universidad del País Vasco (código de proyecto: EHU06/06).

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odavía el estudio de la pena de muerte no se ha convertido en un simple objeto de investigación histórica. Lamentablemente, la pena de muerte se sigue practicando en nuestros días, constituyendo una dolorosa y bárbara realidad. Recientemente, se ha establecido que un día al año, el 10 de octubre, se celebre el Día mundial contra la pena de muerte, para recordar al conjunto de la sociedad que este atroz castigo todavía está vigente en muchos países, abarcando el abanico desde el más poblado del planeta, como es China, hasta el que se supone es el más avanzado y primera potencia mundial, como sucede en los Estados Unidos, y para recordar también que es necesario unir todos los esfuerzos e iniciativas posibles para acabar con esta abominable situación.

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La vida es el bien más preciado del ser humano, por eso algunos conceptos que se oponen a ella, como la muerte, el homicidio o la pena de muerte producen verdaderos escalofríos en todas las conciencias. La muerte es un hecho inevitable, pues todo ser vivo está condenado a morir aunque la aceptación de esta realidad no se produce con facilidad en el caso de los seres humanos. El homicidio, es decir, la muerte causada a una persona por otra, generalmente de forma ilegítima y con violencia, ha merecido siempre la general reprobación. La pena de muerte es la expresión del máximo castigo que se puede imponer a un ser humano, y su aplicación presupone la previa comisión de un delito que lleva aparejada esa pena impuesta por quien tiene el poder para ello. De forma inevitable la pasión por la vida va inseparablemente unida a la idea de la muerte, en sus distintas variantes, de la natural a la trágica y violenta. Las Sagradas Escrituras, pero también otros textos antiguos, nos ofrecen ejemplos desgarradores. Es bien conocido el relato del Génesis, donde se describe con detalle el primer asesinato: la muerte de Abel a manos de su hermano Caín, sobre el que recayó la tremenda maldición divina2. En el siglo XVIII, el famoso pensador ilustrado FrançoisMarie Arouet, más conocido por Voltaire, llamó la atención con soberbia agudeza en uno de los artículos de su Dictionnaire Philosophique sobre el contenido de alguno relatos bíblicos, concretamente de la Historia de los Reyes y de Paralipómenos, en

«Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: “He adquirido un varón con el favor de Yahvéh”.Volvió a dar a luz, y tuvo a Abel su hermano. Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador. Pasó algún tiempo, y Caín hizo a Yahvéh una oblación de los frutos del suelo.También Abel hizo una oblación con los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos.Yahvéh miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro.Yahvéh dijo a Caín: “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar. Caín dijo a su hermano Abel:“Vamos afuera”.Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín con tra su hermano Abel y lo mató.Yahvéh dijo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?” Contestó: “No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?” Replicó Yahvéh:“¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mi desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la san gre de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra”. Entonces dijo Caín a Yahvéh:“Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará”. Respondióle Yahvéh:“Al contrario, quien quiera que matare a Caín, lo pagará siete veces”. YYahvéh puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le matara». Génesis, 4, 1-16.

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donde los asesinatos constituyen buena parte de las acciones narradas, a pesar de que la historia del pueblo judío estuviera inspirada por la divinidad3. El propio Yahvéh, para ablandar la voluntad del faraón de Egipto en orden a conseguir la liberación del pueblo judío de la esclavitud a que estaba sometido, provocó la muerte de todos los primogénitos como castigo a su obstinada conducta4. Pero también es necesario recordar que en el Decálogo dado por Yahvéh a Moisés en el Monte Sinaí se recoge el “no matarás”como un mandato divino inapelable, y no es menos cierto que tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, encontramos también testimonios en contra de la pena de muerte, que va contra la ley divina y la ley natural5. Prácticamente en todas las culturas se ha utilizado la pena de muerte como acto supremo de justicia en situaciones consideradas extremas. En el Occidente medieval, heredero de la tradición clásica, la aceptación de la pena de muerte como castigo máximo fue general. La propia Iglesia, a pesar de la repugnancia que mostró siempre a la imposición de penas de sangre y a su teórico repudio de la pena de muerte6, estando convencida de la necesidad de eliminar a los miembros pervertidos para salvar al conjunto de la sociedad, no tuvo inconveniente en condenar a la pena capital, muerte en la hoguera, a aquellas personas convictas del delito de herejía, si bien la ejecución la llevaba a cabo el brazo secular7, teoría que fue introducida por algunos teólogos del siglo XII y tecnificada posteriormente por Santo Tomás con el aplauso de la autoridad civil8. No está de más recordar ahora que Durango fue escenario en el siglo XV de una dura represión en este sentido9. «Si el estilo de la Historia de los Reyes y de Paralipómenos es divino, se puede decir que las acciones narradas en estas historias no lo son: David asesina a Urías, Isboset y Mifiboset son asesinados;Absalón asesina a Ammón, Jacob asesina a Absalón; Salomón asesina a Adonías, su hermano; Basa asesina a Nadab; Zambri asesina a Ela; Amrí asesina a Zambri; Acab asesina a Nabot; Jehu asesina a Acab y a Joram; los habitantes de Jerusalén ase sinan a Amasías, hijo de Joas; Salum, hijo de Jabés, asesina a Zacarías, hijo de Jeroboam; Menahem asesina a Selum, hijo de Jabés; Facee, hijo de Romelia, asesina a Faceya, hijo de Manahem; Osea, hijo de Ela, asesina a Facee, hijo de Romelia. Se silencian otros muchos asesinatos menores. Es preciso reconocer que, si el Espíritu Santo ha escrito esta historia, no ha escogido un tema muy edificante». Cit. MITRE FERNÁNDEZ, E.: Historia y pensamiento histórico. Estudio y antología. Ediciones Cátedra, Madrid, 1997, p.186. 4 «Así dice Yahvéh: A media noche pasaré Yo a través de Egipto; y morirá en el país de Egipto todo primogéni to, desde el primogénito del Faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la esclava encargada de moler». Éxodo, 11, 4-5. 5 Cuando Yahvéh, tras el Diluvio, impuso un orden nuevo del mundo le dijo a Noé, entre otras cosas: «Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre». Génesis, 9, 6. El evangelista San Mateo dice: «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No mata rás; y aquel que mate será reo ante el tribunal». Evangelio según San Mateo, 5, 21. 6 GILLES, H.: «Peine de mort et droit canonique», Cahier de Fanjeaux, nº 33 (1998), pp. 393-416. 7 EIMERIC, N. y PEÑA, F.: El manual de los inquisidores, Introducción, traducción del latín al francés y notas de Luis Sala-Molina. Traducido del francés por Francisco Martín. Muchnik Editores, Barcelona, 1983. 8 BLÁZQUEZ, N.: «La pena de muerte. Lectura crítica del pensamiento de Santo Tomás», Moralia. Revista de ciencias morales, nº 7 (1985), p. 118. 9 BAZÁN DÍAZ, I.: Delincuencia y criminalidad en el País Vasco en la transición de la Edad Media a la Moderna. Gobierno Vasco,Vitoria, 1995, pp. 386-420. Sobre los herejes de Durango este mismo autor acaba de publicar la monografía titulada Los herejes de Durango y la búsqueda de la Edad del Espíritu Santo en el siglo XV, Museo de Arte e Historia de Durango, Durango, 2007. 3

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En los escritos de San Agustín encontramos tanto argumentos a favor como en contra de la eticidad de la pena de muerte10.Y Santo Tomás, por su parte, siguiendo la doctrina aristotélica, justifica la imposición de la pena de muerte en ciertos casos, como cuando se trataba de castigar a herejes y cismáticos11. Pero hubo también otros pensadores que, en el ámbito doctrinal, se mostraron opuestos a la práctica de la pena de muerte.Ya en el siglo XIV, se registraron en Francia reacciones hostiles por parte de la nobleza y de la alta burguesía contra la aplicación de la máxima pena. Los Estados medievales, por su parte, impusieron la pena capital como castigo máximo para una larga nómina de delitos y su ejecución tuvo un gran número de variantes (horca, degollación, empozamiento, asaetamiento, hoguera, etc.)12. Es evidente que hay diferencias sustanciales entre un asesinato y la aplicación de la pena de muerte, aunque el resultado final sea el mismo. En el asesinato nos encontramos ante una acción privada desprovista de toda legitimidad. Mientras que en la ejecución de la pena de muerte el verdugo actúa en representación o por delegación de la autoridad pública. Pero en ambos casos se produce la misma consecuencia: la destrucción, con carácter irreversible, de la vida de una persona. Desde la Plena Edad Media, en un proceso lento y compatible al mismo tiempo con la regularización de la práctica de la pena de muerte, se ha ido abriendo paso un cierto camino abolicionista que cada vez ha sido más transitado. Desde la mentalidad vigente en la mayor parte de la sociedad actual consideramos que ese bien supremo que es la vida es de la exclusiva propiedad del individuo y de ninguna forma puede ser concluida por voluntad de un tercero. Absolutamente nadie, ni un particular ni el Estado, pueden disponer de lo que no es suyo. Por otra parte, está científicamente demostrado que la ejemplaridad de la pena de muerte es nula, como se comprueba comparando los índices de delincuencia de los países que tienen vigente la pena de muerte y los de aquellos que la tienen abolida. En la práctica sucede que nadie deja de delinquir por temor a la aplicación del máximo castigo, asumido por lo general como un simple incremento del costo de la acción delictiva. El estudio de la pena de muerte en la sociedad europea medieval, tema del IV Coloquio Internacional del Centro de Historia del Crimen de Durango, que se celebró en noviembre de 2006, tiene en los momentos actuales plenamente sentido, en la medida que puede servirnos para convencernos cada vez con mayor fuerza del valor impagable de la vida, patrimonio exclusivo de cada persona, y para tratar de extender en el conjunto de la sociedad, de la sociedades de cualquier tipo, el convencimiento de que es necesario abolir para siempre y en todos los lugares de la Tierra la pena de muerte, sin duda, el más grave atentado contra los derechos humanos. La pena de muerte como objeto de estudio histórico no es un tema que se presente a primera vista atractivo, es más bien sombrío y doloroso, y acaso por ello ha sido transitado por los historiadores hasta la fecha más bien poco y la bibliografía no es muy abundante. Por tanto, sigue necesitado de mucha reflexión para superar las

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BLÁZQUEZ, N.: La pena de muerte, según San Agustín. Augustinus Revista , Madrid, 1975. BLÁZQUEZ, N.: «La pena de muerte. Lectura crítica…», pp. 111-112. BAZÁN DÍAZ, I.: Delincuencia y criminalidad…, pp. 562-575.

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evidentes dificultades que plantea su estudio13. Un primer dato a tener en cuenta es la escasez y, al mismo tiempo, variada tipología de las fuentes, ya se trate de fuentes escritas (normas legales, sentencias, procesos judiciales, etc), iconográficas, arqueológicas o de cualquier otro tipo. En el momento presente carecemos de un cuadro tipológico que contemple y ordene esa compleja variedad de las fuentes que podemos utilizar para el estudio de la pena de muerte. En el caso español, y en concreta referencia a las fuentes escritas, podemos afirmar que no son muy abundantes y están desigualmente repartidas. Por ejemplo, son mucho más abundantes en Cataluña y en Navarra que en otros territorios peninsulares. Pese a la generalidad con que fue aceptada la aplicación de la pena de muerte en la Europa medieval, se hace necesario seguir para su estudio la vía de la historia comparada, observando con minuciosidad los matices con que se presenta en cada lugar o ámbito territorial, de forma que podamos comprender mejor la compleja entidad de este tema. La historia de la pena de muerte no puede convertirse en un simple repertorio de anécdotas, más o menos espeluznantes o de cierto contenido morboso, sino que deberá tratar de comprender la mentalidad de la época al observar, por ejemplo, las reacciones que producen las ejecuciones en los distintos sectores sociales.Y, por otra parte, deberá ir acompañada de la historia del perdón, expresión de la generosidad y misericordia de la autoridad pública. Pero conviene tener en cuenta que el perdón termina por convertirse en un auténtico negocio, cuando se sustituye la pena de muerte por el pago de una multa, hecho cada vez más frecuente, lo que guarda relación con las crecientes necesidades financieras de la realeza conforme avanza la Edad Media. Aunque con lentitud, en los tiempos medievales la conciencia colectiva va evolucionando desde la plena aceptación de la pena de muerte hacia la repugnancia y el rechazo de su aplicación. Poco a poco se irá asimilando que la vida es un derecho humano fundamental e inalienable. Un aspecto del mayor interés sería llegar a conocer los elementos o factores que influyeron en la evolución de una gráfica que registrara el número de veces que en un intervalo temporal concreto, de un año por ejemplo, fue aplicada la pena de muerte en cada territorio, lo que permitiría, a su vez, establecer una cierta periodificación en dicho proceso, y establecer pautas para una historia cuantitativa de la pena de muerte, que se impuso mucho más a los hombres que a las mujeres. Otra cuestión atractiva para la investigación, por más que repugne a la sensibilidad actual, es la consideración de la ejecución de la pena de muerte como un verdadero espectáculo público, del que debía desprenderse un claro valor ejemplarizante. Algunos relatos cronísticos son tan conocidos como bien elocuentes en este sentido, tal es el caso del ajusticiamiento del valido de Juan II de Castilla don Álvaro de Luna en Valladolid, el 2 de junio de 145314. Tampoco hay que olvidar que en

GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C. y BAZÁN DÍAZ, I. (dirs.): El discurso legal ante la muerte durante la Edad Media en el Nordeste peninsular. Universidad del País Vasco, Bilbao, 2006. 14 «Crónica de Juan II», Crónicas de los Reyes de Castilla. Ediciones Atlas, Madrid, 1953, tomo II, pp. 683-684. 13

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los rituales de ejecución llegan a imponerse ciertas modas, que pueden extenderse por distintos países, respondiendo a motivaciones diversas que es necesario conocer. Por otra parte, las formas de la aplicación de la pena de muerte varían según la condición social de la persona, pues se considera que unas son más indignantes que otras. Otro punto a considerar sería el papel de las cofradías que daban apoyo a los ajusticiados en sus últimos momentos de vida y recogían sus cuerpos para darles cristiana sepultura, como es el caso de las cofradías de la Vera Cruz en España. En relación con lo anterior conviene analizar y valorar con el mayor esmero la compleja figura del verdugo, tan antipática socialmente como imprescindible en la ejecución de la pena capital, oficio que a fines de la Edad Media se ha profesionalizado. ¿Quiénes son los verdugos?, ¿de qué estratos sociales proceden?, ¿cómo son los procedimientos de selección?, ¿con qué otras actividades compatibilizan dicho oficio?, etc., son algunas de las preguntas que podemos hacernos sobre dicho personaje de perfil un tanto siniestro, pero al mismo tiempo inevitable ejecutor material de una sentencia dictada por un juez que asume directamente la responsabilidad de la acción penal. Igualmente, tiene un gran interés el estudio de los variados instrumentos de ejecución de la pena de muerte, expresión del ingenio y capacidad humanas para infligir el más duro sufrimiento antes del fallecimiento del reo. Atención especial merece el estudio de las horcas (tipología, ubicación, etc.), elementos expresivos, a su vez, del ejercicio de una jurisdicción, ya sea real o señorial. No podemos olvidar tampoco la utilización política que se ha hecho con frecuencia a lo largo de la historia de la pena de muerte como instrumento para eliminar al adversario político, aunque a veces tales ejecuciones no hacen más que enmascarar simples asesinatos. En este sentido es especialmente elocuente y bien dramática por cierto, aunque no se trate de un caso excepcional, la extraordinaria Crónica que el Canciller don Pedro López de Ayala escribió sobre el reinado de Pedro I de Castilla, monarca que tuvo pocos escrúpulos a la hora de deshacerse de aquellos a quienes consideraba enemigos o, sencillamente, fueron convertidos en víctimas de su tremendo deseo de venganza15. Todas estas importantes cuestiones, y algunas más, han sido presentadas por los ponentes participantes en el IV Coloquio Internacional del Centro de Historia del Crimen de Durango, trazando un panorama muy completo de lo que fue la pena de muerte en la sociedad europea durante la Edad Media y dejando despejado un amplio horizonte para la reflexión y el debate, cuyos primeros frutos deberán verse en un plazo no lejano. Es momento de concluir estas breves reflexiones, formulando un preciso deseo que cuanto antes debería hacerse realidad. El primer Estado que abolió la pena de muerte fue Portugal, el día 1 de julio de 1867. Fue un ejemplo extraordinariamente valioso que luego han seguido muchos otros países. Pero todavía en el momento

GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C.: «Una ‘lectura demográfica’ de la crónica de Pedro I», Poder y socie dad en la Baja Edad Media hispánica. Estudios en homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín. Universidad de Valladolid,Valladolid, 2002, tomo I, pp. 198-209.

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actual hay una larga nómina de Estados que siguen aplicando la pena de muerte. Está claro que dicha situación debe cambiar lo antes posible, hasta conseguir, finalmente, que la pena capital quede suprimida en todo el mundo. Será entonces cuando la pena de muerte se habrá convertido simplemente, en tanto que perteneciente por completo al pasado, en un objeto propio y exclusivo del análisis histórico, y en el logro de ese noble objetivo algo puede contribuir la comunidad de historiadores.

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