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DOSSIER: MÉXICO HOY La persistente situación de pobreza en México - Carlos M. Urzúa
La persistente situación de pobreza en México
Carlos M. Urzúa Doctor en Economía. Profesor de Economía aplicada y Econometría.
Resumen: La situación de pobreza en México no es solamente preocupante en términos del alto porcentaje de pobres e indigentes que existen todavía en el país, sino también en términos de su persistencia a lo largo del tiempo. Al contrario de otros países de América Latina, en México poco se ha podido lograr para disminuir la pobreza durante lo que va del nuevo siglo. Este estudio examina algunos posibles factores, tanto macroeconómicos como microeconómicos, que están atrás de esa aparente anomalía. Palabras clave: México; pobreza; pobreza extrema; dinámica de la pobreza; crecimiento económico; desigualdad; América Latina. Abstract: The poverty in Mexico is not only disturbing in terms of the high percentage of poor and destitute that still exist in the country, but also in terms of its persistence over time. Unlike other Latin American countries, in Mexico little has been achieved in terms of poverty reduction during the first decade of this new century. This study examines some possible factors, both macro and micro, that are behind this apparent anomaly. Key words: Mexico; poverty; extreme poverty; poverty dynamics; economic growth; inequality; Latin America.
Recibido: 20 de mayo de 2013 - Aceptado: 27 de junio de 2013
1. Introducción En los De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2012), en el año de 2010 el porcentaje de mexicanos que vivían en situación de pobreza era del orden del 36.3 por ciento y entre éstos vivían en situación de indigencia (pobreza extrema) alrededor del 13.3%. En contraste, los respectivos porcentajes de personas que vivían en situaciones de pobreza e indigencia para otros países latinoamericanos seleccionados eran los siguientes: en Argentina 8.6% y 2.8%, en Brasil 24.9% y 7.0%, en Chile 11.5% y 3.6%, en Costa Rica 18.5% y 6.8%, en Panamá 25.8% y 12.6%, en Perú 31.3% y 9.8%, en Uruguay 8.6% y 1.4%, y en Venezuela 27.8% y 10.7%. Como puede observarse, en todos esos países la situación de pobreza es menor, y en algunos casos considerablemente menor, que en México. Hay, por supuesto muchas otras naciones en América Latina cuya situación de pobreza es peor que la que prevalece en México; y hay en particular algunas donde la situación de pobreza es sustantivamente mayor, como es el caso por ejemplo de Honduras donde los correspondientes porcentajes de pobreza e indigencia son, respectivamente, 67.4% y 42.8%. No obstante, quizás no deje de sorprender a más de un lector el hecho de que actualmente el porcentaje de pobres en México es mayor que en países como Panamá y Perú. Pero tal sorpresa seguramente crecería si, en lugar de comparar la situación de pobreza en México con las situaciones de pobreza en el resto en América Latina en tan solo un punto en el tiempo, se compararan las diferentes dinámicas de la pobreza ocurridas a lo largo del tiempo. De acuerdo con las mismas mediciones de la CEPAL, en 2002 los porcentajes de mexicanos que vivían en situación de pobreza e indigencia eran, respectivamente, 39.4% y 12.6%, por lo que comparados con los porcentajes men-
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cionados antes, 36.3% y 13.3%, salta a la vista que en ocho años la variación a la baja en el porcentaje de mexicanos pobres apenas fue de 3.1%, y la variación a la baja en el porcentaje de indigentes (pobres extremos) fue aún más pequeña: 0.7%. En cambio, para dar tan solo cuatro ejemplos durante periodos similares, en Argentina esas variaciones a la baja fueron de 26.3% y 12.1%, en Brasil de 12.6% y 6.2%, en Panamá de 11.1% y 6.0%, y en Perú de 23.4% y 14.6%. ¿Qué factores pueden explicar esa persistencia de la situación de pobreza en México? ¿Cómo es que México no ha podido reducir de manera significativa en lo que va del Siglo XXI sus porcentajes de pobreza e indigencia cuando han sido capaces de hacerlo inclusive países con un grado de desarrollo económico y social menor? En las siguientes páginas se exploran algunas de las posibles razones que están atrás de ese fenómeno aparentemente anómalo. Pero antes de ello, en la Sección 2 se inicia con una introducción a la manera como se calculan de manera oficial las medidas de pobreza en México, las cuales son más comprehensivas (aunque igualmente preocupantes) que las estimadas por la CEPAL ya mencionadas. Una vez hecho esto, en esa misma sección se identifica el que es ciertamente el factor más importante de dicha persistencia: el letargo económico que ha sufrido México durante el nuevo siglo, así como la crisis económica sufrida desde fines de 1994 hasta entrado el año de 1996 (una crisis que fue antecedida por otra igualmente severa durante la década de los ochenta). En la Sección 3 se exploran otros factores complementarios que pueden explicar tanto la persistencia como el alto nivel de la situación de pobreza en México. Finalmente, en la Sección 4 se concluye con algunas sugerencias para el análisis futuro sobre los determinantes de la pobreza en México.
2. La pobreza y el crecimiento económico El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) es, a partir de 2005, el organismo oficial encargado de la estimación de la pobreza en México. Durante los primeros años de su existencia, ese organismo sólo estimaba la pobreza a través de los ingresos utilizando como fuente la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH). Aunque ya en la década de los ochenta se levantaron unas ENIGH similares a las actuales, las que son realmente comparables datan de 1992 en adelante. Desde ese año cada encuesta es típicamente levantada los años pares (aunque hubo
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una extra en 2005) y el levantamiento se hace entre los meses de agosto y noviembre. Así pues, al momento en que se escriben estas líneas, los investigadores cuentan con estimaciones comparables de la situación de pobreza en México para los años 1992, 1994, 1996, 1998, 2000, 2002, 2004, 2005, 2006, 2008 y 2010. El procedimiento seguido por el CONEVAL en cada ENIGH para estimar la situación de pobreza mediante ingresos es, grosso modo, el siguiente (véase CONEVAL, 2006, para más detalles): tras calcular la distribución del ingreso neto per cápita de los encuestados se replica esa distribución para el resto de los mexicanos utilizando los factores de ponderación correspondientes; esto es, se utiliza para cada hogar encuestado su factor de ponderación asociado que indica cuántos hogares representa en la población total. Por otro lado, el CONEVAL también calcula la línea de pobreza correspondiente para ese año; es decir, el costo en ese momento de la canasta alimentaria que debe consumir cada mexicano para no ser considerado como indigente. Esta canasta básica toma como referencia los patrones de gasto de los hogares mexicanos para estimar los valores de consumo de micronutrientes y energía considerados como mínimamente aceptables. Finalmente, el CONEVAL compara la distribución del ingreso neto per cápita con dicha línea de pobreza e identifica al que está por debajo de la línea. El término oficial para este tipo de pobreza es pobreza alimentaria, aunque también se le conoce como pobreza extrema, y sería el concepto equivalente al de la indigencia en la tipología de la CEPAL. Por cierto, este último organismo hace un cálculo muy similar para estimar la indigencia en cada uno de los países de América Latina; la única diferencia estriba en que la canasta alimentaria de la CEPAL es menos comprehensiva que la del organismo mexicano. El CONEVAL también calcula otras dos clases de pobreza de mayor generalidad, las cuales corresponden a la llamada pobreza de capacidades y a la conocida como pobreza de patrimonio. Por pobreza de capacidades se entiende la insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria básica y efectuar los gastos necesarios en salud y educación. La pobreza de patrimonio es aún más abarcadora: resulta cuando hay insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria, así como para realizar los gastos necesarios no solamente en salud y educación, sino también en vestido, vivienda y transporte. En cada uno de esos casos el CONEVAL determina de antemano una línea de pobreza correspondiente. En 2007 el organismo dio un paso más y, utilizando tanto los datos de la ENIGH levantada en 2005 como el Conteo de Población y Vivienda levantado en ese mismo año,
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calculó índices de rezago social tanto para las 32 entidades federativas, conformadas por 31 estados y el Distrito Federal, como para los municipios en que están divididas (actualmente 2457 municipios y 16 delegaciones, éstas en la capital del país). Dicha tarea dista de ser trivial puesto que las ENIGH no son estadísticamente representativas a nivel de las entidades federativas y menos de los municipios, por lo que es necesario complementar la información con datos censales. El procedimiento estadístico seguido por el CONEVAL para tales estimaciones se basa en la metodología propuesta originalmente por Elbers, Lanjow y Lanjow (2003), la cual es comúnmente empleada por el Banco Mundial en sus estudios de mapas de pobreza. Finalmente, por mandato de la Ley General de Desarrollo Social, el CONEVAL ha comenzado a estimar, a partir de 2009, la pobreza desde un punto vista multidimensional y no sólo a través del ingreso. La ley marca que la pobreza debe medirse utilizando ocho dimensiones: ingreso, rezago educativo, acceso a la salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda, acceso a la alimentación, grado de cohesión social (véase para más detalles CONEVAL, 2013). Ahora bien, dado que en este trabajo el interés principal radica en examinar la persistencia de la situación de pobreza en México, lo cual requiere el mayor número posible de indicadores a lo largo del tiempo, y dado que los nuevos índices del CONEVAL sólo están disponibles a partir del año 2008, conviene entonces centrarse en las medidas de pobreza obtenidas vía ingresos, pues éstas datan desde los noventa. Así pues, la Figura 1 presenta Figura 1. Porcentaje de mexicanos en pobreza, 1992-2010
Fuente: Coneval
los porcentajes de mexicanos que vivían en situaciones de pobreza de los tres tipos (alimentaria, de capacidades y de patrimonio), a partir de 1992 y para cada uno de los años pares (con un añadido en 2005). Antes de examinar las variaciones de los índices a lo largo del tiempo, bien vale la pena hacer tres comentarios de carácter general. El primero es que algunas veces los porcentajes tienden a disfrazar un tanto la magnitud de los problemas. Por ejemplo, en el año 2010, de acuerdo con la Figura 1, 18.8, 26.7 y 51.3% de los mexicanos sufrían los diversos grados de pobreza. Pero dado que ese año había cerca de 109 millones de mexicanos residiendo en el país, dichos porcentajes implican que en ese año más de 21 millones de mexicanos vivían en la pobreza extrema (indigencia), que alrededor de 30 millones (incluidos los indigentes) sufrían de pobreza de capacidades, y que casi 58 millones sufrían de pobreza de patrimonio. Puesto de otra manera, en el 2010 apenas 51 de los 109 millones de mexicanos no eran pobres. Un segundo comentario versa sobre el hecho de que la dinámica de los tres tipos de pobreza es muy similar, como puede observarse en la figura, por lo que en lo que sigue bastará centrarse en particular en la dinámica de la pobreza extrema. Finalmente, un último comentario tiene que ver con la posibilidad, que no va a ser contemplada aquí, de comparar a lo largo del tiempo no solamente estimaciones puntuales de la pobreza sino hacer un análisis de dominancia en las comparaciones (Urzúa, Macías y Sandoval, 2008, exploran esa vía). Para los lectores familiarizados con la marcha de la economía mexicana en las últimas décadas, los quiebres en la Figura 1 no deben ser sorprendentes. Después de todo, una reducción sostenida de la pobreza no puede alcanzarse sin un crecimiento económico y la pobreza es típicamente anti cíclica (cae en crestas y aumenta en valles
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del ciclo económico). Dos trabajos que han comprobado dicha relación para el caso de América Latina son los de Altimir (1994) y De Janvry y Sadoulet (2000), aun cuando ambos con ciertas calificaciones: el primero de estos trabajos concluye que la pobreza no disminuye cuando el crecimiento económico es volátil o hay un incremento en la desigualdad económica; por otro lado, el segundo trabajo encuentra que el efecto del crecimiento es asimétrico en el sentido de que las recesiones tienen un mayor impacto en la pobreza que las bonanzas. A propósito de asimetrías, Ferreira, Leite y Ravallion (2010) llegan a la conclusión, para el caso brasileño, de que el crecimiento del sector de servicios tiene un mayor efecto sobre la reducción de la pobreza que el crecimiento del sector agrícola o el crecimiento del sector industrial.
La privatización bancaria, para dar tan solo un ejemplo microeconómico, fue hecha con poco cuidado (por no hablar de desaseo), por lo que muy pronto el sector financiero comenzó a sufrir las consecuencias de una pobre supervisión bancaria
Volviendo a la Figura 1, debe notarse que la primera gran variación en la situación de pobreza se da entre 1994 y 1996 cuando la pobreza extrema crece un 16.2% en tan solo dos años. Para entender a cabalidad ese fenómeno hay que notar primero que, como ya se mencionó antes, las ENIGH son levantadas entre los meses de agosto y noviembre. Esto es importante porque la gran crisis económica que sufrió México en los noventa hizo erupción en diciembre de 1994, justo un mes después de que la ENIGH correspondiente había sido levantada. Dicha crisis sumió a México en una recesión profunda por más de un año, lo que derivó en un incremento notable en la situación de pobreza. Más aún, como muestran Urzúa, Macías y Sandoval (2008), ese colapso económico tuvo un efecto más duradero de lo aparente: aun cuando el porcentaje de habitantes del sector urbano viviendo en pobreza disminuyó ligeramente de 1996 a 1998, en el sector rural la situación siguió empeorando. Aunque no éste no es el lugar para entrar en detalle respecto a esa crisis económica (véase al respecto, por ejemplo, Urzúa 1997), bien vale la pena hacer un paréntesis para dar un comentario general acerca de ella. Tras una serie de reformas económicas adoptadas por el gobierno
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mexicano durante los primeros años de los noventa, incluida la negociación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) con los Estados Unidos y Canadá que entró en efecto a principios de 1994, la economía parecía enfilada hacia una nueva senda de crecimiento. Algunas de esas medidas no fueron, sin embargo, tan atinadas como parecían a primera vista. La privatización bancaria, para dar tan solo un ejemplo microeconómico, fue hecha con poco cuidado (por no hablar de desaseo), por lo que muy pronto el sector financiero comenzó a sufrir las consecuencias de una pobre supervisión bancaria. Por otro lado, el tipo de cambio nominal, para dar tan solo un ejemplo macroeconómico, fue empleado, de manera sumamente imprudente, como el ancla para combatir la inflación, lo que pronto ocasionó fuertes déficit en la cuenta corriente de México. La consecuencia final de todos esos desatinos fue una crisis macroeconómica que inició a fines del año 1994 y sumió al país durante varios trimestres en una profunda depresión económica, con las consecuentes pérdidas en el combate contra la pobreza. No obstante, como se puede apreciar también en la Figura 1, ya para el año 2000 la situación de pobreza en el país había mejorado sustantivamente. Esto debido parcialmente al repunte de la actividad económica en México, como consecuencia tanto de los efectos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como de la gran expansión económica que disfrutó Estados Unidos en la última década del siglo pasado. Durante la primera mitad del presente siglo tal reducción de la pobreza se siguió dando, aunque más lentamente tal como el rumbo de la economía misma, excepto por un repunte en el Figura 2. La pobreza en México a nivel municipal en 2010
Fuente: Estimaciones de CONEVAL.
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porcentaje de pobres en 2005 (por razones desconocidas, entre las cuales pudieran estar errores metodológicos en la encuesta misma). Volviendo otra vez a la Figura 1, ya para el año 2006 la situación de pobreza extrema se había visto reducida a un porcentaje relativamente menor: 13.8%. Pero la ahora llamada Gran Recesión mundial llegó poco tiempo después (ésta dio inició a fines de 2007) y los porcentajes de pobreza volvieron a aumentar de manera significativa, a la par de la también significativa caída de la actividad económica de México, cuyo producto interno bruto se redujo en 2009 en más de 6%. En consecuencia, ya para 2010 el porcentaje de indigentes había alcanzado el 18.8% y, de manera aún más preocupante, el porcentaje de mexicanos en situación de pobreza de capacidades aumentó hasta un 51.3%. La Figura 2 presenta de manera muy fehaciente un aspecto igual o más preocupante acerca de la pobreza en México: su disparidad geográfica. Esa figura muestra un mapa de pobreza elaborado por el CONEVAL para 2010 y que está detallado a nivel municipal. Entre más pobreza tenga un municipio, y de éstos hay más de 2400 en México, más oscuro es su color en el mapa. Como puede observarse, excepto por áreas muy precisas en el norte de México (como los bolsones de pobreza de los indígenas tarahumaras en el sur del estado norteño de Chihuahua), la mayoría de los mexicanos más pobres radican en el sur de México y pertenecen, por ende, a etnias relativamente aisladas y con un nivel de bienestar significativamente más bajo que el del resto de los mexicanos. Antes de cerrar esta sección bien vale la pena subrayar que, aun cuando las cifras de pobreza correspondientes para el año 2012 no habían sido liberadas cuando el presente trabajo fue concluido, no se espera que, a pesar del modesto crecimiento económico registrado en 2011 y 2012, la situación de pobreza haya mejorado significativamente en el último par de años respecto a la que prevalecía en 2010.
3. Otros determinantes de la pobreza en México Además del crecimiento económico, ¿qué otros factores pueden explicar la dinámica de la pobreza en México? Existe una vasta literatura al respecto, como lo ejemplifican los tres volúmenes publicados por el Banco Mundial (2004, 2005 y 2006) a mediados de la década pasada. En lo que sigue se repasarán en particular los resultados
obtenidos por Urzúa y Brambila (2009) en uno de los pocos estudios empíricos que se han hecho para evaluar de manera longitudinal la dinámica de la pobreza en México. En efecto, con el objetivo de poder contar con un número significativo de datos panel dichos autores utilizan la ya citada metodología de Elbers, Lanjow y Lanjow (2003) para estimar indicadores de la pobreza y de la distribución del ingreso en las 32 entidades federativas (31 estados y el Distrito Federal). Lo hacen, tanto para el sector urbano como para el sector rural de cada entidad, mediante censos y conteos complementarios: el Conteo de 1995 para las ENIGH de 1994 y 1996; el Censo de 2000 para las ENIGH de 1998, 2000 y 2002; y el Conteo de 2005 para las ENIGH de 2004, 2005 y 2006. Aparte del factor clave identificado con anterioridad, el propio crecimiento económico del país, dichos autores encuentran otras tres variables macroeconómicas que también contribuyen a explicar la dinámica de la pobreza en México. La primera de ellas es la distribución del ingreso: otras cosas iguales, entre mayor es la desigualdad del ingreso (medida por el coeficiente de Gini) en una entidad federativa, mayor es su situación de pobreza. Este hallazgo, ya conocido en la literatura (véase, por ejemplo, López y Perry, 2008), se explica porque aun si hay un crecimiento económico positivo es posible que los niveles de pobreza persistan como resultado de un empeoramiento en la desigualdad del ingreso. Es decir, la elasticidad de la reducción de la pobreza relativa al crecimiento económico puede variar de acuerdo con los índices de desigualdad que prevalezcan en las diversas entidades federativas. Un tercer factor macroeconómico resulta ser, en el estudio
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de Urzúa y Brambila (2009), el salario mínimo real. Este es un resultado obvio, pues el salario mínimo determina directamente los ingresos de los asalariados más pobres y tal salario está actualmente, visto en términos reales, por debajo del que existía por ley antes de la crisis de fines de 1994. Un cuarto factor macroeconómico, igualmente obvio pero también importante dada la alta tasa de emigración que se da en México, son las remesas enviadas especialmente por los trabajadores que residen legal o ilegalmente en los Estados Unidos. Dado que los montos de dichas remesas no son nada despreciables, actualmente más de dos mil millones de dólares al mes en promedio, el impacto que tienen sobre la situación de la pobreza, especialmente en el sector rural, era de esperarse. Las cuatro variables macroeconómicas mencionadas hasta ahora, el crecimiento económico, la desigualdad, el salario real y las remesas, conforman un primer grupo de factores que inciden sobre la situación de pobreza en México. Un segundo grupo lo constituyen, o deberían constituirlo, los programas federales diseñados ex profeso para combatir la pobreza. Entre ellos, el programa por antonomasia es el llamado “Oportunidades”, el cual, siendo altamente focalizado, resulta ser efectivo en la reducción de la pobreza. Más precisamente, Urzúa y Brambila (2009) muestran que el programa Oportunidades tiene un efecto positivo en la reducción de la pobreza alimentaria y de la pobreza de capacidades, aunque ya no en el caso de la pobreza de
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patrimonio, lo cual era de esperarse dado que los individuos pobres bajo esta última definición pero no bajo las dos anteriores muy seguramente no son beneficiarios de tal programa social. En ese segundo grupo de variables explicativas se deberían encontrar además todas las aportaciones federales a entidades y municipios ligadas al gasto social. Éstas, que constituyen casi una decena, incluyen transferencias tales como el Fondo de Aportaciones para la Educación Básica y Normal (FAEB), cuyo objetivo es garantizar el acceso generalizado a la educación básica, y el Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud (FASSA) el cual apoya el fortalecimiento y consolidación de los servicios de salud estatales. Pero la verdad de las cosas es que la mayoría de esos fondos no pueden ser considerados como programas efectivos para aliviar la situación de pobreza de los estados. Por ejemplo, casi todos los recursos del FAEB y del FASSA se destinan a cubrir las erogaciones por servicios personales (la nómina) para atender los servicios educativos y de salud. Y nada más. El único de esos fondos para el cual Urzúa y Brambila (2009) encuentran evidencia significativa de que ayuda a aliviar la situación de pobreza en las entidades federativas es el llamado Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS). Este fondo tiene como objetivo mejorar en las regiones marginadas su infraestructura social; mejorando, por ejemplo, los servicios de agua potable,
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alcantarillado y drenaje, la urbanización municipal, la electrificación, la infraestructura básica de salud y educativa, y las viviendas y los caminos rurales. El FAIS es distribuido entre las diferentes entidades federativas considerando criterios de pobreza extrema de acuerdo con cinco necesidades básicas: ingreso per cápita del hogar; nivel educativo promedio por hogar; la disponibilidad de espacio de la vivienda; la disponibilidad de drenaje; y la disponibilidad de electricidad y combustible para cocinar. Para su distribución se estiman, para cada hogar y en cada entidad federativa, las brechas que tiene respecto a las normas requeridas como metas de esas cinco necesidades básicas
El salario mínimo determina directamente los ingresos de los asalariados más pobres y tal salario está actualmente, visto en términos reales, por debajo del que existía por ley antes de la crisis de fines de 1994
y posteriormente se estima un promedio ponderado de esas brechas para obtener el llamado “índice global de pobreza”. Entre aquellos hogares que están en situación de pobreza extrema de acuerdo con ese índice, se atribuye más peso a los hogares más pobres, se incorpora el tamaño de cada hogar y se suman los resultados obtenidos para los hogares en la entidad, para así obtener la llamada “masa carencial estatal”. Finalmente, estas masas determinan a su vez el porciento que del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social le corresponde a cada estado (el Distrito Federal no participa del FAIS). Dado ese diseño tan focalizado de las asignaciones de ese fondo, no debe sorprender su eficacia para combatir la pobreza extrema. Además del grupo de variables macroeconómicas, citadas con anterioridad, y del grupo conformado por el programa Oportunidades y el FAIS, los autores citados encuentran un tercer conjunto de variables explicativas, esta vez socio-demográficas, de la dinámica de la pobreza en México. Un buen número de variables potenciales de ese tipo fueron consideradas por los autores para cada una de las entidades federativas, tales como la tasa global de fecundidad y el saldo neto migratorio (número de emigrantes menos número de inmigrantes). Pero los únicos dos factores socio-demográficos que resultaron ser realmente significativos para explicar la situación de pobreza en cada entidad fueron la tasa de analfabetismo y la
tasa de dependencia. La primera de estas tasas se expresa como el porcentaje de la población de 15 años o más que no sabe leer ni escribir un texto breve y sencillo sobre un tema relativo a su vida cotidiana, ni posee el dominio del cálculo básico. Por otro lado, la segunda tasa se define como el número de habitantes en la entidad federativa que tienen de 0 a 14 y de 65 o más años de edad, dividido por el número de habitantes en edad laboral (de 15 a 64 años) y multiplicado por cien. El que el primero de esos factores, el analfabetismo, juegue un papel en la situación de pobreza de cada entidad federativa era de esperarse. Así mismo, era también de esperarse el hecho de que a mayor tasa de dependencia entre los habitantes de una entidad, mayor fuese la pobreza en una entidad federativa. No obstante, de este último hallazgo empírico se desprende, al menos, una consecuencia esperanzadora: el llamado “bono demográfico” (es decir, una menor tasa de dependencia) que México está recibiendo en estos años bien podría ayudar a abatir la situación de pobreza en el país.
4. Tareas pendientes Una de las conclusiones del estudio de Urzúa y Brambila (2009) es que las acciones de gobierno deben enfocarse hacia el diseño de políticas macroeconómicas más eficaces si es que se pretende aliviar de manera significativa la situación de pobreza que prevalece en México. En efecto, lo primero que se requiere en el país es un crecimiento económico que sea significativo y sostenido. Un segundo punto igualmente importante es que, dada la muy baja capacidad recaudatoria que tiene actualmente el gobierno mexicano, debe siempre recordarse una regla de oro que no por ser obvia deja de ser muy valiosa: entre menos recursos tenga un Estado para conducir una política social de envergadura, más importante es que los programas sociales sean muy focalizados. Como escribió este autor en alguna otra ocasión (Urzúa, 2011, p. 14), aun cuando es verdad “que los programas que son dirigidos de manera expresa a grupos específicos de la población son más costosos de administrar y se prestan más a un manejo clientelar por parte de las autoridades, […] el costo social de brindar los subsidios a la población que no los requiere hace palidecer esos otros costos”.
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Curriculum Vitae * Carlos Manuel Urzúa. Doctor en Economía (Universidad de Wisconsin-Madison, Estados Unidos de América). Master en Matemáticas (Cinvestav, México). Licenciado en Matemáticas (Tecnológico de Monterrey, México). Su especialidad es la Teoría económica y Econometría. Es el director de la Escuela de Graduados en Admnistración Pública del Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México. Fue de 2000 a 2003, Secretario de Finanzas del Gobierno del Distrito Federal. Profesor-investigador de El Colegio de México en el periodo 1989-2000. Ha sido profesor visitante en varias universidades nacionales y extranjeras, destacando entre estas últimas la Universidad de Princeton, la Universidad de Georgetown, y la Autónoma de Barcelona. Es autor de ocho importantes libros –seis en economía y econometría, dos de poesía– y varias docenas de artículos que han aparecido en revistas de prestigio internacional. Ha sido consultor del Banco Mundial, de la CEPAL, y de la OCDE. Es asimismo miembro de la Academia Mejicana de las Ciencias.
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