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LA POESÍA ÉPICA: VIRGILIO Y LUCANO
1. LA ÉPICA ROMANA: INFLUENCIA GRIEGA Y ETAPAS (ESQUEMA)
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2. LA ENEIDA DE VIRGILIO.
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2.1. VIDA Y OBRA DE VIRGILIO 2.2. GÉNESIS DE LA OBRA 2.3. LA ENEIDA: CONTENIDO; MODELOS LITERARIOS 2.4. LA ESTRUCTURA DE LA ENEIDA 2.5. LA TÉCNICA NARRATIVA Y EL ESTILO 2.6. INFLUENCIA POSTERIOR (RESUMIR).
3. LUCANO. LA FARSALIA 3.1. VIDA (39-65 D.C.) 3.2. OBRA 3.3. LA FARSALIA Y LA TRADICIÓN ÉPICA 3.4. PERVIVENCIA DE LUCANO
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LECTURAS
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APÉNDICE: RESUMEN DE LA ENEIDA
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1. LA ÉPICA ROMANA: INFLUENCIA GRIEGA Y ETAPAS (esquema) Definición
Un poema épico es la narración de hechos de cierta grandeza e importancia y generalmente de acción, sobre todo guerrera1.
Influencia griega
Por lo que respecta a Roma, existen pocos indicios de la existencia de una épica oral o tradicional2. Todo el material épico conservado tiene carácter literario, y aparece en Roma como un género perfectamente desarrollado basado en modelos griegos3. Estos modelos son básicamente la Ilíada y la Odisea, obras de carácter oral atribuidas por la tradición a Homero4. La épica romana imitará el género griego tanto en el contenido (narración de leyendas relacionadas en su mayoría con el ciclo troyano), como en la forma (adaptación del verso homérico -el hexámetro dactílico-, uso de fórmulas épicas, los símiles, los epítetos, etc.). No obstante presentará como innovación la combinación de las leyendas de origen griego con leyendas romanas, y perfeccionará el género mediante el uso de un mayor número de figuras estilísticas.
Etapas de la épica romana
Desde un punto de vista diacrónico podemos distinguir tres etapas: 1. ÉPICA ARCAICA (siglos III- II a.C.): o La Odisea de Livio Andrónico5, traducción al latín de la obra homónima de Homero; quedan pocos fragmentos.
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Dentro del género épico se distinguen dos especies: la épica originaria o tradicional, de carácter oral y anónima (Ilíada y Odisea en Grecia, Poema de Mío Cid en España; estos poemas suelen fijarse por escrito posteriormente y a veces se suele crear la figura de un autor legendario, como es el caso de Homero en Grecia), y la épica literaria, escrita, más elaborada y de autor conocido (Eneida de Virgilio en Roma, Paraíso Perdido de Milton en Inglaterra). 2 Algunos especialistas creen ver restos de este tipo de epopeya en algunas laudaciones fúnebres o en cantos guerreros arcaicos que tenían lugar en los banquetes y que se centraban en las hazañas de los antepasados; los fragmentos que se conservan son poco significativos para dar una opinión al respecto. 3 Hay que recordar que en el año 272 a.C. Roma culmina la anexión de las ciudades griegas situadas en el sur de Italia (la llamada Magna Grecia), y que un siglo más tarde, en el 168 a.C. se produce la conquista de Grecia y Macedonia. Por tanto desde el siglo III a.C. la cultura griega va a ejercer una influencia determinante en todas las manifestaciones artísticas de Roma. 4 Ya hemos visto que se trata en realidad de épica de tradición oral recogida por escrito en torno a los siglos VIII-VII a.C. La primera de ellas tiene como fondo la guerra de Troya entre griegos y troyanos y la segunda el regreso del griego Ulises u Odiseo a su patria después de dicha guerra. 5 L. Andronico era un griego de Tarento que llegó como esclavo a Roma tras la conquista de su ciudad por parte de los romanos (272 a.C.). Al igual que otros muchos griegos instruidos trabajó como maestro para una importante noble romano: Livio Salinator. Posteriormente fue manumitido y abrió una escuela en Roma para la enseñanza de griego y latín de los jóvenes aristócratas. Tiene el honor de ser el primer autor de la literatura latina, pues fue él quien inició los escritos literarios en esta lengua adoptando siempre los modelos griegos. Escribió también varias comedias y tragedias. De sus obras nos han quedado muy pocos fragmentos.
2 o Nevio, con el Bellum Poenicum (La Guerra Púnica), poema épico sobre la primera Guerra Púnica6; quedan unos 50 fragmentos. o El más importante poeta épico de esta época será Ennio, con sus Annales (Anales), obra en la que narra la historia de Roma desde su fundación hasta la época del autor. El objetivo de Ennio era convertirse en el Homero romano7; ello le lleva a utilizar todos los recursos estilísticos de la épica homérica, entre ellos la adaptación por primera vez en la literatura latina del verso épico, el hexámetro dactílico, verso que desde entonces quedará vinculado al género épico en Roma. Hasta la aparición de la Eneida de Virgilio los Annales constituyeron la epopeya nacional de Roma.
2. ÉPICA CLÁSICA (siglo I a.C.- época augústea): Época representada por el poema épico de mayor importancia en la literatura latina: la Eneida de Virgilio.
3. ÉPICA DE ÉPOCA IMPERIAL Representada por Lucano (cordobés y sobrino de Séneca), con la Farsalia, en la que narra la guerra civil que un siglo antes había enfrentado a César y Pompeyo8.
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Primero de los tres enfrentamientos entre Roma y Cartago (264-241 a.C.). Nevio encuentra el origen de estos enfrentamientos en la leyenda de Dido y Eneas. 7 Su obra comienza con un sueño en el que se le aparece Homero y le dice que su alma se ha reencarnado en él. 8 Otros autores épicos menos importantes son Estacio, con sus obras Tebaida y Aquileida, Silio Itálico con su Punica y Valerio Flaco con sus Argonáuticas. Por último, a finales del siglo IV y principios del V d.C, escribe el último poeta épico latino, Claudio Claudiano, quien compuso un poema épico de corte mitológico: De raptu Proserpinae. La Tebaida narra la leyenda griega de Los siete contra Tebas, en concreto el enfrentamiento de los dos hijos de Edipo, Eteocles y Polinices, por conseguir el reino de la ciudad. Esta leyenda fue fuente de algunas importantes tragedias clásicas. En cuanto a la Aquileida, es un poema inconcluso en el que pretende continuar la vida de Aquiles tras la Guerra de Troya. El poema Punica trata sobre la 2ª Guerra Púnica, en la que los romanos derrotaron a los ejércitos cartagineses de Aníbal. Según nos informa su contemporáneo Plinio el Joven en sus cartas, trabajaba maiore cura quam ingenio (“con mayor meticulosidad que talento”). En cuanto a las Argonáuticas, es un poema épico sobre la famosa leyenda griega de Jasón y los Argonautas. Éstos partieron de Grecia hacia la Cólquide (en el Mar Muerto) en busca del vellocino de oro, con el que Jasón debía recuperar el reino en la ciudad de Yolco. Jasón sedujo a la hechicera Medea para alcanzar su objetivo. En esta expedición también tomaron parte Hércules, Teseo y Orfeo.
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2. LA ENEIDA DE VIRGILIO. 2.1. VIDA Y OBRA DE VIRGILIO Nació cerca de Mantua, ciudad situada al norte de Italia, en el seno de una familia modesta. Estudió en el norte de Italia y en Roma. Marchó posteriormente, a los 23 años, a Nápoles para estudiar filosofía en la escuela del epicúreo Sirón. Cuando tenía 30 años de edad perdió sus posesiones en su ciudad natal, después de las expropiaciones llevadas a cabo para el reparto de tierras entre los veteranos de la batalla de Filipos9. Posiblemente recibiera en compensación una finca en el sur de Italia, en Nola, donde pasó gran parte de su vida. Frecuentó los círculos literarios de Roma, donde trabó amistad con Mecenas y su círculo literario, y con el propio emperador, Augusto.
Entre el 42 y el 39 a.C. escribió las Bucólicas o Églogas, diez poemas de contenido pastoril, fuente de toda la poesía bucólica y pastoril en la literatura europea; entre 37-30 las Geórgicas, largo poema en cuatro libros sobre el cultivo del campo; y entre 29-19 la Eneida. Murió en este mismo año, antes de dar forma definitiva a su gran obra. El propio emperador y sus dos amigos, Vario y Tuca, se encargaron de desobedecer las órdenes de Virgilio en su lecho de muerte, que pedía quemar los manuscritos. 2.2. GÉNESIS DE LA OBRA La Eneida de Virgilio surge en una situación histórica decisiva: tras la batalla de Accio (31 a.C.) y la consiguiente victoria de Octavio Augusto sobre Marco Antonio y Cleopatra, aquél se convierte en señor único de Roma. Es en este contexto en el que Virgilio compone su epopeya, una obra que ensalza los orígenes míticos de la ciudad y la predestinación divina de sus éxitos. La Eneida contribuye, junto con la obra histórica de Tito Livio y parte de la lírica de Horacio, al movimiento de regeneración y exaltación nacional iniciado con la subida de Octavio Augusto al poder y el comienzo del Imperio10. Según los antiguos biógrafos del poeta fue el propio Augusto el que le sugirió la composición de la obra11 con la idea de llevar a cabo el engrandecimiento de la figura del emperador (perteneciente a la familia Julia y, por tanto, supuesto
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En esta batalla (42 a.C.) los partidarios de Julio César (Marco Antonio y Octavio Augusto) derrotaron a los partidarios del régimen republicano que habían asesinado al dictador. 10 La composición de la obra se llevó a cabo durante 11 años, en los que los primeros cinco parece que los dedicó a la ardua tarea de estudio, recopilación y selección de materiales. Hasta el año 22 a.C. no pudo recitar ante el emperador los primeros resultados de su obra: eran los libros II, IV y VI. Por tanto, en el curso de los tres años hasta su muerte Virgilio compuso los nueve libros restantes. 11 Se nos ha transmitido la anécdota de los continuos requerimientos de Augusto durante su campaña en Hispania (años 26-25 a.C. aprox.) para que Virgilio le enviara el borrador o cualquier libro que tuviera ya compuesto.
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descendiente de Julo, hijo de Eneas y nieto de la diosa Venus) y de la propia ciudad a partir de sus orígenes12. 2.3. LA ENEIDA: CONTENIDO; MODELOS LITERARIOS Contenido
La Eneida narra en 12 libros la saga de Eneas, el héroe troyano nacido de la diosa Venus y el mortal Anquises, que a raíz de la destrucción de su ciudad por parte de los griegos huyó por mar, y después de numerosas peripecias llegó a Italia, donde se establecerá y dará origen a una nueva estirpe, que con el tiempo dará lugar al nacimiento de la nación romana. La obra comienza con el naufragio de Eneas y sus compañeros en las costas de Cartago por la ira de diosa Juno (pasaje que se inspira en el naufragio de Odiseo y sus compañeros provocado por Posidón); continúa con el encuentro con la reina Dido, quien los acogerá en su ciudad. Allí, durante el banquete, tiene lugar el famoso flash-back de Eneas (libros II y III), que narra los últimos momentos de la guerra de Troya (estratagema del caballo de madera, oposición y muerte de Laocoonte y sus hijos, trágica muerte del anciano Príamo en su propio palacio, destrucción de la ciudad) y su periplo por el Mediterráneo hasta llegar a las costas de Cartago. En el libro IV se cuentan los amores de Dido y Eneas, la partida del héroe troyano ante la insistencia divina y el suicidio de la reina cartaginesa. Tras la bajada a los Infiernos (libro VI), donde su padre Anquises le exhortará a cumplir su misión, mostrándole las almas de los futuros héroes de la ciudad romana, Eneas y sus compañeros llegarán a la región del Lacio, en Italia, donde el compromiso con Lavinia, hija del rey Latino, lo enfrentará a Turno, a quien dará muerte en combate singular en el último libro de la obra.
Modelos: Homero y Ennio
Los modelos poéticos de Virgilio son principalmente Homero y Ennio: -
Homero: una epopeya histórica tenía que ser homérica, pues así lo exigía la preceptiva del género. Virgilio se muestra fiel a esta tradición en sus elementos estilísticos (hexámetro, epítetos, comparaciones, fórmulas, flash-back) y en la adopción de motivos y situaciones: periplo por el Mediterráneo, tempestad y naufragio por intervención divina (similar a la Odisea); presencia de personajes femeninos que intentan retener al héroe (Nausícaa, Circe y Calipso en la Odisea, Dido en la Eneida);
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Hay que recordar que Augusto pertenecía a la gens (familia) Julia, de la que era miembro el propio Julio César, tío-abuelo de Augusto; los romanos hacían descender a esta noble familia de Julo, hijo de Eneas, que a su vez era hijo de una diosa, Venus. Ello suponía afirmar los orígenes divinos de la ciudad y del propio emperador.
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sucesión de combates: Palante / Turno, semejante al de Patroclo / Héctor en la Ilíada; Eneas / Turno, equivalente al de Aquiles / Héctor en la misma obra de Homero. No obstante existen notables diferencias entre ambos autores. Frente al carácter estereotipado de los héroes homéricos, Virgilio añade un nuevo concepto de héroe, el que renuncia a sus intereses particulares y se subordina a las metas más altas que el destino le prepara, el héroe que debe abandonar su ciudad y posteriormente a su amada para buscar por mandato divino una nueva patria que asegure la posteridad de sus dioses y de su estirpe. Se trata de una visión estoica13 de la existencia, una nueva espiritualidad que preanuncia el cristianismo. - Ennio: La influencia de Ennio como modelo épico romano queda patente en el contenido (la leyenda de Eneas había formado parte de sus Annales) y en el estilo. No obstante son también numerosas las diferencias en este último aspecto; Virgilio combina el estilo de la épica de Ennio con numerosos helenismos tomados de las nuevas corrientes poéticas de corte helenístico desarrolladas en Roma en el siglo I a.C. 2.4. LA ESTRUCTURA DE LA ENEIDA En su estructuración es evidente la partición de la obra en dos mitades de la misma extensión: los seis primeros libros, considerados ya desde la Antigüedad una imitación de la Odisea, en los que se recoge el periplo de Eneas por el Mediterráneo hasta llegar a Italia; destacan los libros II (que narra la caída y destrucción de Troya), IV (los amores de Dido y Eneas en Cartago) y VI (descenso de Eneas a los Infiernos). Los seis últimos, imitación de la Ilíada, contienen los diversos combates de los troyanos en territorio itálico y la victoria final sobre Turno.
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Estoicismo: corriente filosófica que surge en Grecia en la época helenística (s. IV a.C.), junto al epicureísmo. Se caracteriza por la creencia en la existencia de una divinidad o inteligencia superior (Noús, Fatum –Destino-, Natura, Ratio) que ordena, rige y está presente en todo el universo (panteísmo). La presencia de esta divinidad en el fluir del universo condiciona todos nuestros actos. La única posibilidad de alcanzar la felicidad consiste en adaptar nuestra alma a este fluir divino o destino, aceptando todo lo que éste nos depare. Para ello se aconseja el control de las pasiones ante las adversidades externas, llegando a una especie de “apatía” o insensibilidad que garantiza nuestra felicidad. El sabio estoico es aquel que alcanza el completo control de su alma mediante el dominio de sus pasiones y la aceptación del destino (“Vive de acuerdo con la naturaleza”, en palabras de Séneca; o “todos mis bienes se encuentran dentro de mí”, como proclamó Estilbón tras perder en un ataque enemigo su casa, su familia y su patria; ninguna de estas pérdidas había quebrantado su ánimo).
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2.5. LA TÉCNICA NARRATIVA Y EL ESTILO Técnica narrativa
Recurriendo a una convención de origen homérico, que pretende la ruptura de la linealidad en la narración (tal y como se observa en la Odisea), Virgilio emplea dos recursos para variar la perspectiva del relato: - El relato retrospectivo o flash-back, por el que el poeta, desde un punto del presente, lleva a cabo la narración de hechos del pasado. El flash-back más largo y famoso es el que tiene lugar en los libros II y III, en los que Eneas, después de un banquete en Cartago, cuenta la dramática caída de Troya y la salida de la ciudad. Se trata de un pasaje semejante al recuerdo de Odiseo en el banquete que se le ofrece en el palacio de los feacios. - Para conjugar los hechos lejanos del mito con la historia reciente de Roma el poeta recurre al relato prospectivo, cuyos ejemplos más representativos son los ya aludidos de las revelaciones de Anquises a Eneas en el infierno sobre su destino y la posteridad (libro VI) y la descripción del grabado del escudo que Venus entrega a Eneas, en el que aparece una sinopsis de la futura historia de Roma (libro VIII).
Estilo
Desde el punto de vista formal la Eneida es una obra de extraordinaria perfección estilística, con un equilibrio entre la corriente helenística de los poetae novi14 y el estilo arcaizante de Ennio. Es precisamente su precisión formal, junto a su sensibilidad, lo que le otorga originalidad y grandeza a la obra. La Eneida constituye la obra cumbre del clasicismo poético latino. 2.6. INFLUENCIA POSTERIOR (resumir). La Eneida de Virgilio ha ejercido una enorme influencia no sólo sobre la literatura posterior, sino sobre todas las artes en general. La importancia de Virgilio a lo largo de los siglos queda patente en el impresionante número de copias manuscritas de su obra que ha llegado hasta nosotros: cerca de 800. De todos ellos siete son de una venerable antigüedad, pues se fechan entre los siglos IV y VI d.C15. Por otra parte, el número de citas textuales de su obra contenidas en autores posteriores es tan elevado que, si no tuviéramos copias manuscritas de su obra, ésta podría reconstruirse casi en su totalidad a partir de aquéllas.
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Poetae Novi o Nuevos poetas: corriente poética surgida en el siglo I a.C., inspirada en la poesía lírica griega de época helenística, de contenido amoroso y sensual. Se caracterizaban por la frivolidad (frente a la severidad y rigidez del resto de géneros literarios romanos) y el hedonismo; en cuanto a su estilo, propiciaron la introducción en la literatura romana de numerosos grecismos. 15 Pueden consultarse directamente algunos de ellos en la página http://vergil.classics.upenn.edu/home/ (Images), especialmente ms. de la Biblioteca Vaticana.
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Ya en vida del autor su obra se convirtió en texto escolar. A lo largo de toda la Edad Media se hace presente su influencia literaria, pero junto a ella se difunde la figura legendaria de un Virgilio sabio y mago, cuya obra es considerada fuente de toda la sabiduría. En el Renacimiento las tres grandes figuras italianas dedican al poeta una atención preferente: Dante lo convierte en guía en su viaje a los infiernos en La Divina Comedia, obra claramente inspirada en el libro VI de la Eneida; Petrarca, que declarará su deseo de convertirse en un nuevo Virgilio, lo imita en su poema épico Africa (escrito en latín) y Boccacio lo propone como modelo supremo de poetas. En España el libro VI de La Eneida y La Divina Comedia de Dante constituyen la base del Laberinto de Fortuna16 de Juan de Mena en el siglo XV. En el XVI líricos españoles como Garcilaso, Fray Luis de León y Fernando de Herrera recurren con frecuencia a motivos y técnicas virgilianas, tomados especialmente de sus Bucólicas. Ya en el Barroco el músico británico Henry Purcell compone Dido y Eneas, primera ópera de la música inglesa, inspirada en el libro IV de La Eneida. Actualmente es unánime el reconocimiento de Virgilio como el poeta clásico por excelencia, e, incluso, como padre de Occidente. En palabras del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), uno de los más grandes literatos en lengua castellana, “Virgilio es la poesía de todos los tiempos, es un arquetipo” o “Virgilio es Roma y todos los occidentales, ahora, somos romanos en el destierro”.
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Obra en la que el autor hace un repaso de figuras históricas del pasado y del presente, distribuidas en siete círculos en el palacio de la diosa Fortuna (al que acude el poeta), para ilustrar modelos de comportamiento y la influencia de la Fortuna en la vida humana.
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3. LUCANO. LA FARSALIA 3.1. VIDA (39-65 d.C.) M. Anneo Lucano, sobrino de Séneca, nació en Córdoba, pero creció en Roma en el ambiente de la corte imperial. Fue destacado representante (al igual que Séneca) del estoicismo17. A los 21 años era poeta laureado y amigo de Nerón. Tomó parte de la conjura de los Pisones para acabar con el emperador. Descubierta ésta, fue obligado junto a su tío y a otros personajes influyentes al suicidio. 3.2. OBRA La Farsalia18 (única obra del autor conservada) es un largo poema épico sobre la guerra civil entre César y Pompeyo, compuesto por 10 libros. Tras un prólogo en el que se incluye un elogio al emperador Nerón, los seis primeros libros narran el ambiente y los acontecimientos que precedieron al enfrentamiento entre César y Pompeyo; en el séptimo se describe la batalla de Farsalia; en los tres últimos presenta Lucano el desarrollo posterior de la guerra tras la decisiva batalla que da título a la obra. 3.3. LA FARSALIA Y LA TRADICIÓN ÉPICA Posiblemente sea Lucano el poeta épico antiguo que más ha desdeñado la tradición del género que cultiva. Se ha definido su obra como una “anti-Eneida” y al autor como un “anti-Virgilio”. Esta innovación es resultado del espíritu literario del siglo I d.C., en el que se produce una reacción contra el clasicismo latino de la época de Augusto. Lucano es en la poesía lo que Séneca y Tácito en la prosa. Salvo el empleo del hexámetro dactílico y la presencia de batallas, pocos son los rasgos que lo unen a la épica anterior. La ruptura de Lucano con la tradición se advierte en: Desaparición del protagonismo divino: frente a los poemas de
Homero y Virgilio, en la Farsalia los dioses no intervienen en la acción. Esto obedece a dos factores: por un lado, al contenido esencialmente histórico del poema, que haría ridícula la presencia de los dioses; por otro, a la militancia estoica del poeta, que le hace exaltar la razón frente a los elementos míticos o legendarios. Por
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Cf. nota 16. Farsalia es el nombre de la ciudad de Grecia en la que tuvo lugar la victoria (48 a.C.) de César sobre las tropas pompeyanas durante la guerra civil. 18
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otra parte, dentro de la influencia estoica, destaca el papel que Lucano atribuye al fatum (el destino) como responsable de los acontecimientos; responde a la consideración del estoicismo del destino como fuerza que rige y gobierna el universo. Racionalismo: al eliminar a los dioses Lucano explica por vías
racionales multitud de hechos que la épica anterior atribuía a la intervención divina. Así, para Lucano el origen de la guerra civil se encuentra en el primer triunvirato, en la ambición de César y Pompeyo y en la corrupción de las costumbres de la ciudad; las tempestades no obedecen a la ira de los dioses sino a causas meteorológicas naturales. Destaca igualmente la inserción de numerosas disquisiciones filosóficas o científicas.
Historicismo: Lucano no sólo abandona los elementos míticos y
legendarios para abordar un tema histórico, sino que elige un tema de la historia reciente, lo desarrolla cronológicamente y se mantiene siempre fiel a la verdad histórica; por este motivo se le consideró a veces entre los antiguos más un historiador que un poeta.
Ausencia de héroe protagonista: a diferencia de los poemas
homéricos (Aquiles, Ulises, Héctor) y la Eneida (Eneas), la Farsalia carece de un héroe definido: algunos han citado a Pompeyo, otros a Catón19, e, incluso a los dos juntos; para otros es el pueblo romano en su totalidad, o la República, o la Libertad, o el estoicismo. Tan variadas opiniones demuestran la ausencia de un héroe a la manera tradicional.
Supresión de la función celebrativa: al elegir como tema la guerra
civil y censurar la negativa repercusión de ésta en la historia de Roma (el autor condena reiteradamente la pérdida de libertad que supuso para Roma la victoria de César), Lucano priva a su obra de una de las funciones más importantes de la poesía épica: la celebración del hecho que narra. De esta manera Lucano rompe el código de la poesía épica en general y de la virgiliana en particular.
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Catón de Útica, biznieto de Catón el Viejo o el Censor. Profesaba el estoicismo; fue uno de los personajes más íntegros dentro de la nobleza romana de esta época. Miembro del partido optimate o senatorial, se opuso violentamente a Julio César, cabecilla del partido popular y sospechoso de distintas maquinaciones contra el Estado. Entre otras acusaciones, se presumía su implicación en la Conjuración de Catilina. Recordemos su famoso discurso en el senado (recogido por Salustio) defendiendo la ejecución de los conjurados y el brillante retrato trazado por Salustio en la misma obra (en la que lo opone a Julio César). Catón se suicidó tras la victoria de César sobre Pompeyo en la Guerra Civil.
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Estilo: se caracteriza por su retoricismo , con profusión de figuras
estilísticas, tendencia al patetismo y al sentido trágico (gusto por las imágenes truculentas y violentas), que en algunos pasajes resultan abusivos. Es el estilo propio de la época post-augústea, tan opuesto a la moderación, al equilibrio y al clasicismo de Virgilio.
3.4. PERVIVENCIA DE LUCANO La fortuna de Lucano ha sido dispar en las distintas épocas. En la Antigüedad algunos escritores le reprochan su retoricismo o su excesivo interés histórico; otros en cambio lo alaban (entre otros S. Jerónimo y S. Agustín) e imitan. En la Edad Media la Farsalia es junto a la Eneida el poema épico más popular y conocido. Su influencia se va a mantener durante el Renacimiento y el Siglo de Oro (citas de su obra se encuentran en Cervantes, Góngora y Quevedo, entre muchos otros). Pero van a ser especialmente los poetas románticos quienes profesarán mayor admiración por su poesía ampulosa y llena de dramatismo y sentimiento: Keats, Shelley, Víctor Hugo, Goethe, etc.
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Los antiguos definían la retórica como “Ars suadendi”, es decir, el arte de la persuasión. La retórica ofrecía un conjunto de reglas destinadas a la composición de discursos capaces de persuadir o convencer a un auditorio (generalmente un tribunal judicial o una asamblea ciudadana). Entre sus enseñanzas se encontraban la argumentación lógica, el uso de los sentimientos en el discurso y las figuras estilísticas destinadas a su embellecimiento.
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LECTURAS (traducciones en prosa) Primeros versos de la Eneida: Virgilio expone el contenido de su obra e invoca a la Musa.
Canto las armas y al héroe que forzado al destierro por el hado fue el primero que desde la ribera de Troya arribó a Italia y a las playas lavinias. Batido en tierra y mar arrostró muchos riesgos por obra de los dioses, por la saña rencorosa de la inflexible Juno. Mucho sufrió en la guerra antes de que fundase la ciudad y asentase en el Lacio sus Penates, de donde viene la nación latina y la nobleza de Alba y los baluartes de la excelsa Roma. Dime las causas, Musa; por qué ofensa a su poder divino, por qué resentimiento la reina de los dioses forzó a un hombre, afamado por su entrega a la divinidad, a correr tantos trances, a afrontar tantos riesgos. ¿Cómo pueden las almas de los dioses incubar tan tenaz resentimiento? Los griegos toman Troya. Fin de Príamo (libro II)
Tal vez preguntes21 también por el hado de Príamo. Cuando vio la ciudad en poder del enemigo y arrancadas de cuajo las puertas del palacio y dentro de su casa a los griegos, bien anciano como era, se ajusta la armadura, no usada hacía tiempo, en torno de sus hombros temblorosos por la edad y se ciñe la espada ineficaz y va a buscar la muerte en el tropel cerrado de enemigos. En medio del palacio bajo la abierta bóveda del cielo había un amplio altar y cayendo sobre él un vetusto laurel cuyas ramas pendían envolviendo en su sombra a los dioses caseros. En torno del altar Hécuba con sus hijas en vano apretujadas, lo mismo que palomas que se lanzan del cielo ante negra tormenta, allí están abrazando sentadas las estatuas de los dioses. Mas cuando ve a su Príamo vestido con sus armas de mozo: «¿Qué ocurrencia tan loca te ha impulsado, pobre marido mío, a ceñirte esas armas? prorrumpe-. ¿Dónde vas a lanzarte tan a prisa? No, no es esa la ayuda ni la clase de defensa que el momento requiere, no, aunque estuviera aquí mí Héctor presente. Ven, retírate aquí. Este altar va a ampararnos a todos o morirás aquí junto a nosotros». Dijo y se atrajo al anciano hacia sí e hizo que se sentara en el sagrado asiento. Pero en esto escapando de la espada de Pirro, entre dardos, en medio de enemigos Polites, uno de los hijos de Príamo, va por los largos pórticos huyendo y cruza herido los vacíos corredores. Pirro furioso le va pisando los talones anhelante de herirle. Ya, ya lo tiene a mano, ya le acosa con su lanza Cuando logra llegar delante de los ojos y el rostro de sus padres cae y vierte la vida entre un raudal de sangre. Entonces Príamo, aunque cogido ya entre la prieta garra de la muerte, no se arredra, ni frena su voz ni frena su ira. «Por tu crimen -prorrumpe-, por tan horrenda acción, si hay justicia en el cielo que repare este daño, que los dioses te den las gracias que mereces y te lo recompensen con la merced debida, que has hecho que yo viera la muerte de mi hijo ante mis ojos y has mancillado el rostro de su padre con su muerte. No, no procedió así con su enemigo Príamo el celebrado Aquiles, de quien tú sin verdad presumes ser nacido. Le avergonzó violar el derecho y la fe debida al suplicante y me devolvió el cuerpo exangüe de mi Héctor para que lo enterrara y me mandó a mi reino». Habló el anciano así y disparó sin brío su lanza inofensiva que rechazada al punto, rebotó con un sordo estridor en el escudo y se quedó colgando inútil en la punta del pomo del broquel. «Pues dale cuenta de esto -replica Pirro-, ve con el mensaje a mi padre, el hijo de Peleo. No dejes de contarle mis nefandas 21
Eneas se dirige a Dido durante el banquete en Cartago.
12 acciones y que es indigno de él su Neoptólemo. Ahora muere». Dice esto y va arrastrando hasta el pie del altar al anciano que temblaba y que iba resbalando en el raudal de sangre de su hijo. Se enrosca sus cabellos en la izquierda mientras con la derecha alza en alto la espada centelleante y la hunde en su costado hasta la empuñadura. Éste fue el fin de la fortuna de Príamo, éste fue el desenlace, el que le tocó en suerte por designio del hado: contemplar Troya en llamas, ver derrumbada Pérgamo, él un día señor de tantos pueblos y tierras, el monarca de Asia. Tendido en la ribera yace un enorme tronco, la cabeza arrancada de los hombros, un cadáver sin nombre. Entonces me angustió por vez primera una imponente sensación de horror. Quedé despavorido. Acudió a mi mente la imagen de mi querido padre al ver al rey, que tenía su edad, exhalando la vida por una herida cruel. Me imaginé a Creúsa abandonada, saqueada mi casa y el destino de mi pequeño Julo. Me vuelvo y voy buscando con los ojos la gente en torno a mí. Todos rendidos habían desertado de mi lado; lanzándose de lo alto habían dado en tierra con sus cuerpos o impotentes se habían arrojado a las llamas. Libro IV: Amores de Dido y Eneas en Cartago. Tras terminar su relato, Dido queda enamorada de Eneas. Tirios y troyanos (cartagineses, fenicios, libios / dardánidas, teucros) salen de cacería encabezados por sus respectivos caudillos. Yarbas, rey africano y antiguo pretendiente rechazado por Dido, invoca a los dioses. Intervención de Júpiter. Partida de Eneas. Dolor y muerte de Dido.
LA UNIÓN DE DIDO Y ENEAS Cuando llegan, ya en la cumbre del monte, a unos breñales sin acceso, de repente unas cabras monteses lanzadas desde el pico de una peña galopan por las lomas cuesta abajo. De otro lado unos ciervos cruzan a la carrera el ancho llano. En la huida se apiña su escuadrón polvoriento dejando atrás los montes. El niño Ascanio disfruta en la hondonada incitando al galope a su fogoso potro; ya logra adelantar a unos en la carrera, ya aventaja a los otros. Pide ansioso que irrumpa entre la tímida manada un espumeante jabalí o que un fulvo león baje de la montaña. En tanto empieza el cielo a estremecerse en confuso zumbido fragoroso. Le sigue un turbión de agua mezclado de granizo. La comitiva tiria y los mozos troyanos y el dardanio nieto de Venus, todos desbandados van huyendo a través de los campos en busca cada cual de amparo a su terror. Los torrentes irrumpen desatados de los montes. En una misma cueva buscan refugio Dido y el caudillo troyano. Dan la señal la Tierra, la primera, y Juno, valedora de las nupcias. Brillaron luminarias en el cielo, testigo de la unión: Ulularon las ninfas en las cumbres de los montes. Fue aquél el primer día de muerte, fue la causa de los males. Dido ya no se cuida de apariencias ni atiende a su buen nombre, ni se imagina el suyo amor furtivo. Lo llama matrimonio. Usa este nombre por velar su culpa. MERCURIO HABLA CON ENEAS. REACCIÓN DE ENEAS. PALABRAS DE DIDO. El mismo dios que impera sobre todos los dioses me envía a ti de lo alto del esplendente Olimpo, aquel que a su albedrío hace girar el cielo y tierra. Él es el que manda a través de las brisas volanderas transmitirte estas órdenes: ¿Qué tramas? ¿Qué esperanza te mueve a malperder tu vida ocioso en estas tierras libias? Si la gloria de tan altas empresas no te incita ni abrazas sus fatigas acuciado por tu propia alabanza, pon los ojos al menos en Ascanio, que se va haciendo mozo, en la promesa de Julo, tu heredero, a quien se debe el reino de Italia y la tierra romana». Habla así el dios Cilenio y mientras habla, se hurta de la vista mortal y se aleja de sus ojos y se disipa en las delgadas auras. Enmudece
13 Eneas a su vista, se queda sin sentido, se le erizan de espanto los cabellos, se le pega la voz a la garganta, arde en deseos de huir, de abandonar aquella dulce tierra, atónito ante el golpe del aviso y el mandato divino. Pero, ¡ay! ¿Qué puede hacer? ¿Con qué palabras va a atreverse a abordar el frenesí amoroso de la reina? ¿Por dónde va a empezar? El alma se le va desalada ahora aquí, ahora allí, y forma raudo varios planes y va girando en todas direcciones. En su perplejidad, estima preferible esta medida. Convoca a su presencia a Mnesteo y Sergesto y al valiente Seresto; les ordena que apresten la flota con sigilo y reúnan a la gente en la orilla, que tengan listo el armamento, pero disimulando la razón de este cambio de plan. Que él entre tanto, pues nada sabe de ello la bondadosa Dido ni sospecha que pueda deshacerse un amor tan profundo, intentará tener entrada en su alma y dar con la ocasión más propicia para hablarle y el plan más favorable a su propósito. Presto todos alegres obedecen y cumplen lo mandado. Pero la reina -¿quién podría engañar a quien ama?-, adivina la treta. Es ella la primera en percibir lo que iba a suceder, ella que recelaba de todo cuando estaba a seguro. La Fama, sin entrañas, da cuenta a su delirio de la nueva: que ya están aprestando la flota y disponen la marcha. Sin valor para oponérsele, se enfurece y se lanza ardiendo de delirio por la ciudad entera lo mismo que una Ménade tremante al desfilar los emblemas sagrados cuando el grito de Baco enardece la orgía trienal y el Citerón la llama con su clamor nocturno. Al cabo se decide a apremiar así a Eneas: «¡Traidor, con que esperabas poder disimular tan gran maldad y sin decir palabra marcharte de mi tierra! Pero ¿no te detiene nuestro amor ni la diestra que un día te di en prenda, ni la muerte cruel que espera a Dido! Además en invierno te tomas el trabajo de preparar la flota y te apresuras a atravesar el mar entre Aquilones, ¡despiadado! ¿Qué? Si no fueras buscando en tierra ajena una patria que no has visto y si la antigua Troya se mantuviera todavía en pie, dime ¿dirigirías tus naves hacia allí con mar tan borrascoso? ¿Huyes de mi? Por estas lágrimas, por la mano que uniste con la mía, te lo pido, pues no me queda ya, pobre de mí, nada más que invocar, por nuestro enlace, por nuestra boda comenzada, si he merecido alguna gratitud de ti, o te ha sido dulce alguna cosa mía, ten piedad de una casa que se arrumba y si existe todavía un resquicio para el ruego, te lo pido, echa de ti esa idea. Por ti me odian los pueblos de Libia y los jefes númidas y los tirios me son hostiles, por ti he perdido el honor, mi fama de antes, aquella que me alzaba a las estrellas. ¿En qué manos me dejas en trance ya de muerte, huésped mío, sólo este nombre ya me queda de mi esposo? ¿A qué aguardo? ¿A que venga mi hermano Pigmalión a arrumbar mi ciudad o a que el gétulo Jarbas se me lleve cautiva? Si antes que me abandones a lo menos me hubiera nacido un hijo tuyo, si viera en mis salones retozar un Eneas pequeñuelo, que a pesar de todo reflejase en su rostro los rasgos de tu rostro, no, no me sentiría burlada, abandonada por entero». Le habla así. Él siguiendo el consejo de Júpiter mantiene inmóviles los ojos y acalla a duras penas su dolor en lo hondo de su pecho. RESPUESTA DE ENEAS Al cabo, le da breve respuesta: «Nunca negaré, reina, que mereces mi gratitud por todos los favores, cuya lista podrías tú misma enumerarme, y no me pesará acordarme de Elisa mientras pueda acordarme de mí, mientras aliente un soplo de vida en este cuerpo. De mi conducta poco voy a decir. Ni he pretendido, no te lo imagines, ocultarte mi huida con amaños, ni te he ofrecido las antorchas de boda ni he llegado a tal pacto contigo. Si los hados me dejaran amoldar a mi gusto mi vida y resolver mis desdichas conforme a mis deseos, mi primer cuidado hubiera sido la ciudad de Troya y los queridos restos de los míos, y quedaría en pie el soberbio palacio del rey Príamo y hubiera alzado con mi mano una nueva Pérgamo a los vencidos.
14 Pero ahora Apolo me manda ir a la gran Italia, a Italia me mandan los oráculos de Licia. En ella centro mi amor; mi patria es ella. Si tú que eres fenicia estás prendada de las torres de Cartago y te encanta la vista de una ciudad de Libia, ¿a qué estorbar que acampen los teucros en la tierra de Ausonia? También nosotros tenemos el derecho a buscarnos un reino en país forastero. A mí, siempre que cubre la noche con el húmedo velo de sus sombras la tierra, cuando afloran su lumbre las estrellas, entre sueños el espíritu acongojado de mi padre Anquises me amonesta y me deja aterrado. Y se me representa mi hijo Ascanio y el daño que le causo al objeto de mi amor prívándole del reino de Hesperia y las campiñas que le están predestinadas. Además, ahora mismo el mensajero de los dioses que acaba de mandarme el mismo Júpiter, lo juro por tu vida y por la mía, ha bajado a transmitirme su orden a través de las auras volanderas. Yo mismo he visto al dios a plena luz del día entrar por las paredes y he aspirado con mis mismos oídos sus palabras. Deja de consumirte y consumirme con tus quejas. No voy a Italia por propia voluntad». Mientras hablaba, hacía rato ya que le estaba mirando de través. Giraba a un lado y a otro la mirada. Le recorren sus ojos en silencio de arriba a abajo hasta que rompe a hablar ardiendo en ira: «¡Traidor, tú no has tenido por madre diosa alguna, ni provienes de la estirpe de Dárdano! Te ha engendrado el horrendo Cáucaso entre los filos de sus riscos. Tigres hircanas te han criado a sus ubres. Pero ¿a qué disimulo? ¿O qué ofensa mayor espero todavía? ¿Ha tenido un gemido siquiera ante mi llanto? ¿Ha vuelto a mí los ojos? ¿Acaso se ha ablandado y ha vertido una lágrima o se ha compadecido de quien le ama? ¿Qué maldad ponderaré primero? Ya ni la excelsa Juno ni el hijo de Saturno contemplan esto ecuánimes. No hay lugar donde la lealtad esté a seguro. Arrojado a la playa desprovisto de todo lo he acogido. Con él he compartido mi trono. He salvado su flota perdida, he arrancado sus hombres a la muerte. Las Furias ¡ay! me abrasan, me arrebatan. Ahora el augur Apolo, ahora son los oráculos de Licia, es ahora el mensajero de los dioses mandado por el mismo Júpiter quien le trae por los aires la horrible orden. Es ésa, por lo visto, la tarea de los dioses de lo alto, ese cuidado turba su sosiego. No te retengo más ni rebato tus palabras. Vete, sigue a favor del viento a Italia. Ve en busca de tu reino por las olas. Espero, por supuesto, si tiene algún poder la justicia divina, que hallarás tu castigo, ahogado entre las rocas. Y que invoques entonces el nombre de Dido muchas veces. Aunque ausente, he de seguirte con las llamas de las negras antorchas. Y cuando arranque el alma de mis miembros el hielo de la muerte, mi sombra en todas partes ha de estar a tu lado, pagarás tu crimen, malvado. Lo sabré, me llegará la nueva, allá a lo hondo del reino de las sombras». Corta aquí bruscamente. Huye angustiada de la luz. Se va y se hurta a su vista y le deja medroso y vacilante a punto de decirle muchas cosas. Recogen las sirvientas su cuerpo desmayado, la llevan a su tálamo de mármol y la acuestan en el lecho. Pero Eneas, sumiso a la divinidad, aunque ansía consolarla y aliviar su dolor y hablándole ahuyentar sus sufrimientos cumple la orden divina entre gemidos con el alma rendida a su hondo amor, y se vuelve hacia las naves. Entonces sí que bregan los teucros a lo largo de la playa. Van arrastrando al mar las naves arrogantes. Ya flotan las quillas embreadas. Traen de los bosques los remos aún frondosos, troncos sin desbastar, por su afán de partir. Allí podrías verlos acudir irrumpiendo de toda la ciudad, igual que las hormigas, cuando pensando en el invierno, asaltan un gran montón de grano y lo ensilan en sus trojes. Va avanzando la negra hilera por el llano. Acarrean la presa entre la yerba por angosta vereda. Unas van arrastrando a viva fuerza en hombros grandes granos. Otras forman las filas y acucian a las tardas. Hierve de actividad toda la senda. ¿Qué sentirías, Dido, contemplándolos? ¿Qué gemido exhalaba tu pecho cuando de lo alto del alcázar columbrabas su hirviente trajinar por el haz de la orilla y percibías ensordecerse en ronco griterío a tu vista la lámina del mar?
15 ¡Perverso amor! ¿A qué trances no obligas al corazón humano? Una vez más se ve forzada a acudir a las lágrimas, a ensayar los ruegos otra vez, a someter su orgullo suplicante a su pasión, por no dejar recurso sin probar ni acudir a una muerte innecesaria.
DIDO DE NUEVO ACUDE A SU HERMANA ANA «¡Ana! ¿Ves el tropel que se apresura allá a lo largo de la playa?. Han acudido allí de todas partes. Ya las velas están llamando al viento. Ya han ceñido a las popas, gozosos, los marinos las guirnaldas. Si he tenido fuerzas para prever tan gran dolor, hermana, también tendré el valor de soportarlo. Hazle, Ana, a mi desgracia este único favor, pues sólo a ti ese pérfido te atiende, sólo a ti te confía sus íntimos secretos. Tú sola conocías la traza y la ocasión de acceso fácil a él. Ve, hermana, habla sumisa a nuestro altivo enemigo. Yo nunca conspiré con los dánaos para arrumbar a la nación troyana ni mandé mi flota en Áulide hacia Pérgamo ni aventé de su tumba las cenizas ni el espíritu de su padre Anquises ¿Por qué, pues, se niegan a acoger mis ruegos sus impíos oídos? ¿A dónde se apresura? Que conceda a su amante infortunada este último favor: que espere la ocasión propicia para huir, a que soplen los vientos favorables. Ya no le pido el vínculo anterior del matrimonio, que él ha traicionado, ni que prescinda del hermoso Lacio ni renuncie a su reino. Pido un plazo de tregua, de reposo que calme mi delirio, mientras le enseña a mi alma vencida la fortuna a rendirse al dolor. Esta es la última gracia que le pido (compadece a tu hermana). Si me la otorga le pagaré la deuda con creces en mi muerte». Tal era el ruego de Dido, el que transmite la infortunada hermana a Eneas entre lágrimas una vez y otra vez. Pero a él no le conmueve llanto alguno ni hay ruego a que se allane. Los hados se lo impiden; cierra el cielo a la clemencia los oídos de Eneas. Como cuando los vientos de los Alpes porfían en descepar con sus embates por un lado y por otro a una encina cuajada a fuerza de años. Resuena su crujido, alfombran con sus hojas la tierra las ramas sacudidas, pero ella permanece adherida a las rocas y cuanto alza su copa a las auras del cielo tanto hunde en el abismo sus raíces, así baten al héroe por un lado y por otro llamadas incesantes y su gran corazón siente en lo hondo el taladro de la angustia, pero su voluntad permanece inflexible y van rodando sus lágrimas en vano. VUELVE A APARECERSE A ENEAS EL DIOS MERCURIO. FINAL DE DIDO Eneas entre tanto, decidido a partir, todo a punto, dispuesto ya para el viaje dormía en la alta popa de su nave. Se le aparece entonces en sueños la visión del mismo dios. Volvía con el mismo aspecto de antes. Era en todo semejante a Mercurio, en la voz, en la tez, en los rubios cabellos y en la lozana juventud del cuerpo. Parecía de nuevo amonestarle: «¡Hijo de diosa! ¿Eres capaz de conciliar el sueño en este trance? ¿No estás viendo los peligros prestos a descargar, sobre ti, insensato, ni sientes el soplo favorable de los céfiros? Ella maquina ardides y una horrenda maldad, decidida a morir, y alza en su alma incesante marejada de cólera. ¿No te apresuras? ¿No huyes raudo de aquí? Pronto verás el mar rebosante de naves y el fulgor de horrendas teas, y arder la orilla en borbollón de llamas si te sorprende el alba en esta tierra ¡Ea, no esperes más! La mujer siempre es un ser voluble y tornadizo». Dijo y se diluyó en la negra noche. Entonces sí que Eneas se aterra por la súbita visión. Se arranca al sueño y urge a sus compañeros: «¡En pie, presto, remeros, a los bancos! Soltad raudos las velas. Otra vez un dios mandado desde el alto cielo nos apremia a apresurar la huida y a cortar las trenzadas amarras. Te seguimos a ti, santa deidad, quien seas; otra vez obedecemos gozosos tu mandato. Ven, préstanos propicia tu ayuda y danos el favor de las estrellas del cielo».
16 Dijo y desenvainó la espada centelleante y con su hoja desnuda cercena la maroma. Al punto el mismo ardor cunde entre todos. Lánzanse arrebatados. Dejan atrás la orilla. Desaparece el mar bajo las velas. Afanosos baten rizando espumas las olas verdiazules. Ya irrumpía la Aurora abandonado el lecho azafranado de Titono y empezaba a esparcir sus nuevos rayos por el haz de la tierra. Al punto en que la reina ve alborear de su atalaya el día y alejarse la flota, las velas a la par firmes al viento y contempla desierta la ribera y el puerto sin remeros, hiere su hermoso pecho tres veces, cuatro veces, y mesándose su rubia cabellera: «¡Oh Júpiter! ¿Se irá este advenedizo haciendo escarnio de mi reino? -prorrumpe. ¿Y no corren los míos a las armas y no salen de toda la ciudad a perseguirle y no arrebatan las naves de los diques? ¡Ea, presto, las teas! Traed dardos volcaos en los remos. ¿Qué digo? ¿Dónde estoy? ¿Qué locura me trastorna la mente? ¡Desventurada Dido! ¡Ahora te hiere el alma su malvado proceder. Entonces debió ser, cuando ponías en su mano el cetro. Ve cómo cumple la palabra dada el que lleva consigo los dioses hogareños de su patria, según dicen, el que cargó a sus hombros a su padre acabado por los años. ¿Y no pude apresarlo y desgarrar sus miembros y esparcirlos por las olas? ¿Y no logré acabar a hierro con su gente, matar al mismo Ascanio y ofrecerlo a su padre por manjar? ¿Que era dudoso el resultado de esa lucha? Aunque lo fuera. ¿A qué temer cuando se va a morir? Hubiera yo prendido fuego a su campamento y quemado las quillas de las naves y exterminado a hijo y padre y a todo su linaje y yo misma sobre ellos me hubiera dado muerte. ¡Sol que iluminas con tu lumbre cuanto se hace en la tierra, tú, Juno, medianera y testigo de mis penas, Hécate a quien invocan a alaridos de noche por las encrucijadas de las ciudades, Furias vengadoras, vosotros divinos valedores de la muerte de Elisa, atendedme, volved vuestro poder divino hacia mis males, lo merezco, y escuchad mis plegarias. Si es forzoso que ese hombre de nefanda maldad arribe a puerto y que consiga a nado ganar tierra, si así lo impone la voluntad de Júpiter y es designio inmutable, que a lo menos acosado en la guerra por las armas de un pueblo arrollador, fuera de sus fronteras, arrancado a los brazos de su Julo, implore ayuda y vea la muerte infortunada de los suyos, y después de someterse a paz injusta no consiga gozar de su reinado ni de la dulce luz y caiga antes de tiempo y yazga su cadáver insepulto en la arena. Esto es lo que os pido, la última ansia que escapa de mi pecho con mi sangre. Y vosotros, mis tirios, perseguid sañudos a su estirpe, y a toda su raza venidera, rendid este presente a mis cenizas: que no exista amistad ni alianza entre ambos pueblos. ¡Álzate de mis huesos, tú, vengador, quien fueres, y arrolla a fuego y hierro a los colonos dárdanos, ahora, en adelante, en cualquier tiempo que se os dé pujanza. ¡En guerra yo os conjuro, costa contra costa, olas contra olas, armas contra armas, que haya guerra entre ellos y que luchen los hijos de sus hijos!” Dice. Y revuelve su alma a, todas partes ansiosa de cortar cuanto antes a cercén la vida que aborrece. Luego habla unas palabras con Barce, la nodriza de Siqueo, pues la oscura ceniza de la suya la retenía su primera patria: «Ve, querida nodriza, tráeme aquí a mi hermana Ana, dile que corra a rociarse el cuerpo con el agua lustral y que traiga las víctimas y ofrendas de expiación prescritas. Que venga preparada como le digo. Tú cúbrete la frente con la ínfula sagrada. Pienso acabar los ritos a Júpiter Estigio que tengo, como cumple, preparados y que ya he comenzado, y poner término a mis penas entregando a las llamas la pira de ese dárdano». Así habla. La nodriza, con premura de anciana, aviva el paso. En tanto, Dido temblando, arrebatada por su horrendo designio, revirando los ojos inyectados en sangre, jaspeadas las trémulas mejillas, pálida por la muerte ya inminente, irrumpe por la puerta en el patio del palacio y sube enloquecida a lo alto de la pira y desenvaina la espada del troyano, prenda que no pidió con ese fin. Después que contempló los vestidos traídos de Ilión y el conocido lecho, llorando se detuvo un momento en sus recuerdos. Luego se echó de pechos sobre el tálamo profiriendo estas últimas palabras:
17 «¡Dulces prendas un tiempo, mientras el hado y Dios lo permitieron, tomad mi alma y libradme de esta angustia! He vivido mi vida, he dado cima al curso que me había fijado la fortuna Ahora caminará mi sombra, plena ya', bajo la tierra. He fundado una noble ciudad, he visto mis murallas, he vengado a mi esposo y le he cobrado el castigo a mi hermano, mi enemigo. ¡Feliz, ay, demasiado feliz si no hubieran jamás naves troyanas arribado a mis playas!» Dice así. Y hundiendo rostro y labios en su lecho: «Moriré sin venganza, pero muero. Así, aún me agrada descender a las sombras. ¡Que los ojos del dárdano cruel desde alta mar se embeban de estas llamas y se lleve en el alma el presagio de mi muerte!» Fueron sus últimas palabras. Hablaba todavía cuando la ven volcarse sobre el hierro sus doncellas y ven la espada espumando sangre que se le esparce por las manos. El griterío asciende a la alta bóveda. La Fama va danzando delirante por la ciudad atónita. Lamentos y gemidos y alaridos de mujeres estremecen las casas. Va resonando el aire cimero de plañidos imponentes, igual que si Cartago entera o si la antigua Tiro se vieran invadidas de enemigos y avanzara rodando la furia de las llamas por lo alto de las casas de los hombres y los templos de los dioses. - Lo escucha su hermana sin aliento. Despavorida se abalanza corriendo a través de la turba hiriéndose la cara con las uñas y el pecho con los puños y gritando llama a la moribunda por su nombre: «¡Esto te proponías, hermana! ¡Pretendías engañarme! ¡Esto me reservaban este fuego, esta pira, estos altares! ¿Por dónde empiezo a lamentarme de tu abandono? ¿Has desdeñado que tu hermana te hiciese compañía al morir? Si me hubieras llamado a compartir tu suerte, la misma espada, una misma hora nos hubiera a las dos arrebatado. Pensar que he alzado yo con estas manos la pira y que he invocado a nuestros dioses paternos con mi voz para que cuando tú te vieras en la pira, ¡cruel de mí!, estuviera yo lejos. Te has destruido a ti y a mí contigo, hermana, y a tu pueblo y al senado de Sidón y a la misma ciudad. Dejad lave con agua las heridas y si vaga algún soplo de vida por sus labios todavía, dejadme recogerlo en los míos». Dijo. Había escalado las gradas de la pira y abrazando a su hermana agonizante la abrigaba en su seno entre sollozos y trataba con su ropa de restañar los brotes de oscura sangre. Dido intenta alzar los párpados pesados. De nuevo desfallece. La honda herida de la espada clavada mana en su pecho. Tres veces apoyándose en el codo intenta incorporarse, otras tres cae hacia atrás rodando sobre el lecho. Sus ojos extraviados buscan la luz del día por la bóveda del cielo. Al hallarla prorrumpe en un gemido. Entonces apiadada la omnipotente Juno de su largo dolor y penosa agonía manda a Iris que descienda del Olimpo a que libere su alma, que lucha por soltarse de los lazos del cuerpo. Pues como no finaba por designio del hado ni por muerte merecida, pero la infortunada moría antes de tiempo arrebatada de súbita locura, no había Prosérpina todavía cortado el rubio bucle de su frente, ni lo había ofrendado al Orco estigio. Al punto Iris, brillantes de rocío las alas de azafrán, arrastrando contra el sol mil colores diversos, desciende por el cielo volandera y sobre su cabeza amaina el vuelo. «Tomo como me mandan, esta ofrenda consagrada a Plutón. Te desligo de tu cuerpo». Dice y le corta el bucle con su mano. Al instante se disipa todo el calor del cuerpo y su vida se pierde entre las auras.
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APÉNDICE: RESUMEN DE LA ENEIDA
LIBRO I: Las naves de los troyanos, que surcan el mar de Sicilia, son arrojadas a las costas africanas por una violenta tempestad que la rencorosa Juno les envía. Venus, quien poco antes había obtenido de Júpiter garantías sobre el futuro de su hijo, se aparece a Eneas como una cazadora, y le informa de que se encuentra en las tierras de la fenicia Dido, ahora reina de Cartago. Entra Eneas en esta ciudad con su amigo Acates rodeados por una nube que les oculta, y pueden así contemplarla sin que nadie les vea. Asisten también al relato de Ilioneo, que se ha presentado ante la reina al frente de una embajada de troyanos, y Eneas envía a Acates en busca de Ascanio y de regalos para Dido, después de salir de la nube y mostrarse a la vista de todos. Venus, convenciendo a Cupido para que suplante al hijo de Eneas y tome su aspecto, logra que el corazón de la reina se inflame de amor. La reina ofrece un banquete a sus huéspedes y pide a Eneas que le cuente sus aventuras. LIBRO II: Comienzan los recuerdos de Eneas, tal como se los cuenta a Dido en el banquete, y que se van a extender a lo largo de dos libros. En éste se cuenta la caída de Troya, luego que los griegos lograron introducir el caballo en la ciudad. Esa noche aciaga, y cuando ya el ejército griego había logrado su objetivo de entrar en Troya, se aparece a Eneas el fantasma de Héctor que le anuncia el desastre y le pide que escape y busque nuevas murallas para los dioses de la ciudad. Se describe el saqueo de la ciudad y la muerte de alguno de sus personajes más importantes y en especial la del rey Príamo. Eneas decide abandonar la patria para lo que ha de vencer, ayudado por señales del cielo, la resistencia de Anquises, su padre. Salen al fin, pero en el camino se pierde definitivamente Creúsa, la esposa del héroe, quien se encamina a las montañas con su padre y Ascanio, su hijo. LIBRO III: Eneas, con los compañeros que han podido escapar a la catástrofe, prepara una flota y navega a las costas de Tracia. Comienza así un periplo que le lleva sucesivamente a la isla de Delos (para consultar el oráculo), a Creta, de donde deben partir precipitadamente a causa de la peste, y a las islas Estrófades (encuentro con Celeno y las demás Harpías; nueva profecía sobre su destino). Llegan a las costas de Epiro, donde encuentran a Andrómaca y Héleno; le anuncia éste su brillante porvenir y le advierte de los peligros que debe evitar en la navegación hacia Italia. Bordean las costas de Sicilia y, frente al Etna, encuentran al griego Aqueménides, superviviente de la expedición de Ulises, que les refiere la aventura con el Cíclope Polifemo. Evitan luego los escollos de Escila y Caribdis siguiendo los consejos de Héleno, y llegan al fin al puerto de Drépano, donde muere Anquises, el padre del héroe. Viene luego la tempestad que les ha arrojado a las playas de África, con lo que termina el relato de Eneas a la reina. LIBRO IV: Es el famoso libro de los amores de Dido y Eneas. Comienza cuando Dido abre su corazón a Ana, su hermana del alma, y le expone su terrible dilema: se ha enamorado del héroe troyano, pero aún respeta la memoria de Siqueo, su primer marido ya muerto. Animada por las palabras de su hermana, que le reprocha el haber rechazado ya a otros pretendientes africanos, Dido rompe todos los lazos del pudor y se entrega a una ardiente pasión por Eneas. Juno y Venus, por razones bien distintas, acuerdan -las dos están fingiendo- propiciar la unión de Dido con Eneas y unir a los dos pueblos. Salen los héroes de cacería; protegidos en una cueva de una repentina tormenta, se consuma su himeneo. Instigado por las súplicas de Yarbas, rey de los getulos a quien Dido había despreciado, Júpiter envía a Mercurio para que recuerde a Eneas el objetivo de su misión y le reproche su abandono. Prepara entonces en secreto la partida, pero Dido lo descubre e intenta convencerle de mil maneras para que se quede a su lado. Al no conseguirlo, la reina decide quitarse la vida y maldecir para siempre a Eneas y a su pueblo. Parten las naves troyanas mientras asoman por encima de las murallas las llamas le la pira de Dido. LIBRO V: Con tan funesto augurio, las naves son arrojadas de nuevo por una tempestad a las costas de Sicilia, sin poder alcanzar Italia. Les acoge amistosamente el rey Acestes, y celebra entonces Eneas sacrificios y juegos en el sepulcro de su padre. Comienzan con una competida regata; siguen carreras a pie, luchas con el cesto, pruebas de puntería con arco y terminan con unas ejercicios ecuestres en los que Ascanio dirige a los demás jóvenes troyanos. Las mujeres de Troya, preocupadas por su difícil situación y en vista de que no alcanzan el final del peligroso viaje, instigadas por Iris, mensajera de Juno, incendian la flota y consiguen destruir cuatro naves; Júpiter envía una lluvia milagrosa que impide la destrucción total. Anquises se aparece en sueños a su hijo y le aconseja que deje a parte de su gente en Sicilia y se dirija a Cumas, en Italia, donde debe conseguir la ayuda de la Sibila para bajar al Averno, a las moradas infernales de Dite. Obedece Eneas a su padre, y en el camino pierde a Palinuro, el piloto de su nave.
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LIBRO VI: Llega por fin Eneas a las costas de Italia, a Cumas. Se entrevista con la Sibila, escucha su oráculo y le pide que le acompañe a las mansiones infernales para ver a su padre. Recorren ambos los infiernos, luego que el héroe consigue la rama de oro que les franquea el paso. Encuentran la sombra de Palinuro, antes de cruzar la laguna estigia en la barca de Caronte; llegan a las llanuras del Llanto, donde encuentran a Dido y a la muchedumbre de los soldados troyanos muertos en la guerra. Descripción del Tártaro y sus suplicios. Llegan a los Campos Elíseos, donde por fin puede Eneas hablar con el fantasma de su padre. Anquises explica a su hijo el origen del mundo y los misterios de la vida en los infiernos; por último le va describiendo las personas de los que luego han de ser héroes de la Roma que aguarda su hora; destaca aquí el elogio del joven Marcelo, sobrino y heredero de Augusto muerto prematuramente. Animado al comprender la misión de Roma en la historia del mundo, abandona Eneas las moradas infernales por la puerta de marfil. LIBRO VII: Comienza la segunda parte del poema, las guerras en el Lacio, y así nos lo indica el propio poeta con una segunda invocación a las Musas. Navega la flota troyana siguiendo las costas de Italia, y penetra en las aguas del Tíber, en cuya ribera desembarcan y establecen los' troyanos su campamento. Eneas, al ver cumplido el vaticinio de Celeno, reconoce en estas tierras la patria que le tiene asignado el destino. Envía mensajeros al rey Latino, quien le acoge favorablemente y, en cumplimiento de antigua profecía, le ofrece en matrimonio a su hija Lavinia. Irritada de nuevo Juno, envía a la tierra a la furia Alecto, que ha de enfrentar a latinos y troyanos para impedir la boda; maniobras de Alecto con Amata, la esposa del rey Latino, y el propio Turno, rey de los rútulos, a quien ya Latino había prometido la mano de su hija, y que era el pretendiente favorito de la reina Amata. Ascanio mata en una cacería a un ciervo de la pastora Silvia, pastora del rey, y este incidente es la chispa que enciende la guerra entre ambos pueblos. Descripción de las tropas aliadas de Turno, entre las que destaca Camila, reina de los volscos. LIBRO VIII: Turno busca ayuda entre todos los pueblos del Lacio. El dios del Tíber se aparece en sueños a Eneas y le advierte, tras infundirle ánimos, que debe buscar la alianza con Evandro, rey arcadio que tiempo atrás se había establecido con su pueblo en el monte Palatino, justo donde más tarde habrán de alzarse las murallas de la alta Roma. Parte Eneas en busca de Evandro y éste le recibe favorablemente. Cuenta el rey arcadio el origen de los sacrificios que están celebrando en honor de Hércules, conmemorando su victoria sobre Caco; recorren ambos reyes el futuro asiento de Roma. Venus, preocupada por las guerras que aguardan a su hijo, solicita el favor de Vulcano, quien ordena a sus Cíclopes que preparen para el, héroe unas armas maravillosas. Por consejo de Evandro, que hace que su propio hijo Palante se aliste junto a Eneas, el héroe troyano parte en busca de las tropas tirrenas, en pie de guerra contra Mecencio, su antiguo rey, hoy aliado de Turno. Venus se aparece a Eneas y le entrega las armas; descripción minuciosa del escudo, en el que aparecen grabadas futuras hazañas de Roma. LIBRO IX: Aprovechando la ausencia de Eneas que Iris le descubre, Turno pone sitio al campamento troyano y quema sus naves, que la diosa Cibeles convierte en Ninfas del mar. Aventura nocturna de Niso y Euríalo, quienes tratan de romper el cerco para avisar a su rey de la difícil situación del campo troyano; la muerte de ambos amigos hace que decaiga más la moral de los soldados troyanos. Turno ataca con redobladas fuerzas, y el propio Ascanio debe empuñar las armas contra los atacantes, dando muerte a Numano. Pándaro y Bitias intentan engañar a los sitiadores y les abren la puerta que les había sido confiada, pero Turno advierte el engaño y entra en el campamento causando gran matanza entre sus enemigos hasta que, rechazado y acosado, ha de arrojarse con sus armas al Tíber. LIBRO X: Convoca Júpiter la asamblea de los dioses para discutir la guerra del Lacio; ante la imposibilidad de conciliar los criterios de Juno y de Venus, decide el padre de los dioses permanecer neutral, lo que viene a ser dejar la guerra en manos del hado y sus disposiciones. Cuando los rútulos preparan un segundo ataque, se presenta Eneas con las tropas tirrenas y las que Evandro puso bajo el mando de su hijo Palante; las naves transformadas en Ninfas le habían avisado del peligro que corrían los troyanos. Eneas desembarca y comienza el combate en el que muere Palante a manos de Turno. Cuando más enfurecido está el héroe troyano por vengar la muerte de su amigo, Juno consigue de Júpiter que saque a Turno del campo, librándole de una muerte inminente; para ello le ponen delante un fantasma con la figura Eneas, y el rey de los rútulos le persigue por tierra y por mar hasta las riberas de Ardea, donde sale avergonzado de su error. Toma Mecencio el mando del ejército latino hasta que es herido por Eneas, quien después da muerte a su hijo Lauso. Duelo de Mecencio, que vuelve enardecido al combate y es muerto por Eneas.
20 LIBRO XI: Celebra Eneas en honor de Marte la muerte de Mecencio, y envía a la ciudad de Evandro los restos de Palante. Llegan mensajeros del rey Latino a pactar una tregua para dar sepultura a los muertos; accede Eneas. Regresan a la corte de Latino los mensajeros que había enviado a Diomedes y anuncian que no han podido conseguir su alianza; esto provoca un debate en la asamblea de los latinos, y Turno y Drances se enfrentan agriamente en defensa de la guerra y la paz con los troyanos, respectivamente. Llega a la asamblea la noticia del avance de Eneas sobre Laurento y se prepara la defensa de la ciudad. Sale Camila al frente de su escuadrón de caballería y se traba combate en el que muere la heroína a manos de Arrunte; la Ninfa Opis venga su muerte por encargo de la diosa Diana. Se dispersa el ejército latino ante la muerte de Camila y acude de nuevo Turno para salvar la situación. Llega al campo de batalla al tiempo que Eneas; es de noche y ambos prefieren acampar al pie de las murallas de Laurento. LIBRO XII: Acepta Turno enfrentarse en duelo singular según la propuesta de Eneas, y que la mano de Lavinia sea para el vencedor. Persuadida por Juno, la Ninfa Yuturna, hermana de Turno, actúa entre el ejército latino y consigue que se rompa el pacto porque Tolumnio dispara sus dardos contra los troyanos. Se reanuda el combate y es herido Eneas. Mientras Turno se aprovecha de su ausencia, el caudillo troyano es curado milagrosamente con unas hierbas que le envía su madre. Busca luego a Turno, pero Yuturna, transformada en el auriga Metisco, lo mantiene alejado del combate; decide entonces Eneas iniciar el asalto final a la ciudad. Ante tan delicada situación se ahorca la reina Amata, y la espantosa noticia lanza a Turno al duelo decisivo, tras descubrir el ardid inútil de su hermana. Muere Turno a manos de Eneas.