LA PREHISTORIA. 1. El origen de la humanidad

LA PREHISTORIA La Prehistoria es la etapa más larga de la historia y en la que han tenido lugar los cambios más importantes de la humanidad. Comenzó c

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LA PREHISTORIA La Prehistoria es la etapa más larga de la historia y en la que han tenido lugar los cambios más importantes de la humanidad. Comenzó con la aparición de los seres humanos, hace más de 4 millones de años, y terminó con la invención de la escritura 3.000 años antes de Cristo.

1. El origen de la humanidad. El hombre moderno procede de la evolución de una especie de primate. Hasta hace poco se creía que esta evolución había sido muy sencilla, y que cada especie era descendiente y más avanzada que la anterior. Hoy sabemos que en la evolución humana ha habido muchas especies, que algunas se han extinguido sin evolucionar más, y que otras han convivido durante mucho tiempo. Finalmente una de estas especies, el homo sapiens, a la que nosotros pertenecemos, desplazó a todas las demás hasta convertirse en la única especie humana viva sobre la Tierra. Los homínidos más antiguos aparecieron en África hace unos cinco millones de años. Vivían en los bosques y se alimentaba de vegetales, como los demás primates, pero de vez en cuando caminaban sobre las dos piernas. En esa época el clima estaba cambiando y los bosques retrocedían poco a poco, y esta forma de locomoción era muy eficaz, porque permitía a los individuos moverse y vigilar para evitar ser atacados. Así apareció el Australopitecus, hace más de cuatro millones de años, que caminaba como nosotros.

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Pero el Australopitecus no era una especie humana (la raíz “pitecus” quiere decir “simio”) y no pertenecen al género homo, que es el de otras especies posteriores y el de la nuestra. Lo que distingue a un ser humano de otros primates es su inteligencia, que se refleja en una determinada configuración del cerebro, que es muy difícil de estudiar en fósiles tan antiguos, y en la capacidad de hacer instrumentos, algo de lo que no eran capaces de hacer los Australopitecus. Sin embargo, es muy posible que su postura bípeda favoreciese la aparición de la inteligencia humana, ya que hizo que las hembras pariesen antes, y que las crías naciesen más desvalidas y necesitasen más a sus padres; de esta forma, estos simios se acostumbraron a adquirir y enseñarse cosas unos a otros y a vivir en sociedad. Las siguientes especies recurrieron cada vez más a compartir, aprender y enseñar, y así a pareció la inteligencia humana.

2. El Paleolítico. 2.1. El Paleolítico inferior. La primera etapa de la Prehistoria se llama Paleolítico, palabra que quiere decir “Época más Antigua de la Edad de Piedra”. Lo más característico de esta etapa es la economía depredadora: los hombres cazaban y recolectaban para alimentarse y vestirse, y no producían lo que consumían. El Paleolítico es una etapa muy larga, que dura más de dos millones de años y se suele dividir en tres etapas: Paleolítico Inferior, la etapa más antigua, Paleolítico Medio y Paleolítico Superior, la más reciente. Durante el Paleolítico Inferior vivieron las primeras especies del género “homo”, que tenían un cerebro grande (mayor de 600 cc) y mandíbula y dientes menores que otras especies. Por ejemplo, el Homo Habilis (“hombre hábil”) apareció hace unos 2 millones de años en África y recibió este nombre porque fue la primera especie capaz de hacer unos instrumentos o herramientas; se trata de piedras que golpeaban una o dos veces para conseguir un filo muy tosco y luego utilizaban para cavar la tierra, desollar animales o abrir frutos. Unos 200. 000 años más tarde aparecieron otras especies de Homo, como Homo Ergaster, que se extendió por África y Europa, o Homo Erectus, que pobló el SE asiático. En algún momento estas especies comenzaron a utilizar del fuego para calentarse, cazar e incluso cocinar, pero no parece que fueran capaces de producirlo. Fabricaban unos instrumentos de piedra, los bifaces, muy voluminosos y pesados que estaban tallados por toda su superficie y eran mucho más eficaces que los instrumentos de Homo Habilis. 2.2. El Paleolítico Medio. Hace 1,5 ó 1 millón de años apareció en África una especie humana nueva, que los científicos han bautizado Homo Antecessor, que quiere decir “hombre antepasado” porque de ella surgieron otras dos, por un lado el llamado Hombre de Neandertal, y por otro el hombre actual u Homo Sapiens. Homo Antecesor se extendió hasta el sur de Europa y está muy bien representado en los fósiles del yacimiento de Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca (Burgos), que tiene unos 800 000 años. El hombre de Neandertal evolucionó en Europa y Oriente Próximo; era una especie muy robusta y adaptada al frío de las grandes glaciaciones que entonces había. Tenía un cerebro voluminoso, de 1200

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a 1700 c.c., mayor y similar al nuestro, lo que se nota porque era diestro y capaz de fabricar instrumentos prácticamente simétricos. Además hacía instrumentos pequeños, con una forma diferente según su función, y tras seguir varios pasos: primero preparaba una piedra y luego la golpeaba para que el pedazo que saltaba, la lasca, tuviera la forma más apropiada. Se han encontrado muchos de estos instrumentos en una cueva de Santander, llamada “cueva de Morín", que sirvieron para las distintas tareas del curtido de pieles (punzones, raspadores...), como si se tratara de un taller. Para aprender a hacer estos instrumentos los neandertales debían retener en la cabeza muchas instrucciones y por eso se cree que tenían alguna forma de lenguaje para comunicarlas y aprenderlas. Además, esta especia era ya capaz de producir y conservar el fuego y es la primera de la que puede decirse que tiene sentimientos humanos, como la compasión, porque se han hallado fósiles de individuos que sobrevivieron a graves enfermedades gracias a la ayuda del grupo. Algunos de los fósiles de esta especie se han encontrado en enterramientos en los que se ve que creían que había alguna forma de vida tras la muerte, y es posible que rindieran culto a algunos animales, como el oso, cuyos restos aparecen como ofrendas en algunas tumbas. 2.3. El Paleolítico Superior. Mientras el Hombre de Neandertal poblaba Europa y Oriente Próximo, se desarrolló en África una nueva especie, Homo Sapiens, a la que nosotros pertenecemos. Su origen puede situarse hace unos 200.000 o 150.000 años. Homo Sapiens tiene un esqueleto grácil, con miembros alargados, y su cráneo es alargado y globular. Hace unos 100.000 años comenzó a extenderse fuera de África; la primera zona en la que se instaló fue Oriente Próximo (Palestina, Israel...) desde donde ocupó todo el Continente Europeo, Asia y, más tarde, América y Australia. En Europa, al principio, retrocedió frente al Hombre de Neandertal, pero más tarde las dos especies llegaron a convivir (incluso fabricaban sus instrumentos con las mismas técnicas, las que ya tenía el hombre de Neandertal). Finalmente, Homo Sapiens consiguió desplazar al Hombre de Neandertal; en Asia también aisló a Homo Erectus, que todavía ocupaba el sur y este del continente. Así, hace unos 40 000, el hombre de Neandertal y Homo Erectus terminaron por extinguirse y Homo Sapiens se convirtió en la única especie humana viva sobre la Tierra. No sabemos por qué Homo Sapiens consiguió extenderse a costa de las demás especies humanas. Su cuerpo estaba peor adaptado al frío que el del hombre de Neandertal y era menos fuerte que él. Quizás su ventaja estaba en la capacidad que tenía para comunicarse; es la primera especie capaz de hablar como lo hacemos nosotros, no sólo pronunciando palabras, sino utilizándolas para manejar ideas complejas, y así podía imaginar, inventar o planificar tareas. Precisamente cuando Homo Sapiens llegó a Europa el clima estaba cambiando y eran frecuentes animales como los mamuts o caballos, que formaban manadas y que había que perseguir y cazar en grupos numerosos muy bien organizados, algo que requiere organización y un lenguaje desarrollado. También gracias también al lenguaje estos seres humanos fueron capaces de imaginar e inventar nuevos instrumentos más precisos y más eficaces para la caza, que evolucionaron muy rápidamente. Como todas las demás especies humanas, los Homo Sapiens eran depredadores y nómadas, pero se movían de manera muy organizada: para no agotar el territorio vivían en grupos pequeños y con un cierto intervalo de tiempo regresaban a determinados lugares donde se unían para celebrar matrimonios y con fines religiosos.

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En sus enterramientos, más complicados que los del hombre de Neandertal, se puede comprobar que creían en una vida de ultratumba porque practicaban enterramientos en los que se hacían ritos para asegurar el descanso del difunto, que suele acompañarse de ajuares.

Hasta ahora hemos estudiado especies humanas capaces de hacer útiles, es decir instrumentos que sirven para algo práctico, pero los Homo Sapiens también hacían (y todavía aún hacemos) cosas que no sirven para nada, que no son útiles, sino que son bellas o que de alguna manera tienen un significado para los seres que las crean, como las obras de arte, la decoración, los monumentos, etc. Esto demuestra que los Homo Sapiens no sólo se preocupaban de su supervivencia, sino que tenían también una vida espiritual. Según el soporte sobre el que aparezcan las obras de arte distinguimos entre arte rupestre, el que está en las paredes de las cuevas, y arte mobiliar, hecho sobre pequeñas piedras, huesos o asta. El arte de esta etapa representa sobre todo animales (caballos, bisontes, toros, ciervos, cabras...) de forma muy realista, es decir, de manera que resulta muy fácil reconocerlos. Las figuras no forman escenas, y a veces incluso aparecen superpuestas, unas pintadas o grabadas sobre otras. También aparecen símbolos abstractos o manos humanas silueteadas. Dentro de las pinturas rupestres destacan las de la llamada “Escuela Franco-Cantábrica”, que se extiende por el norte de España y el centro y sur de Francia.

El arte mobiliar consiste en objetos, la mayor parte de las ocasiones de función desconocida, que aparecen decorados con figuras de animales. También pertenecen al arte mobiliar las llamadas

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“venus”, que representan a mujeres muy gruesas, sin rasgos en la cara, que se consideran amuletos de fecundidad. Se desconoce que función pudo tener en arte paleolítico, pero los arqueólogos coinciden en considerar que tenía una función mágica y religiosa. Al reproducir las figuras los hombres pretendían apropiarse de lo que representaban, es decir, de los animales, pero no sólo como alimento, sino también porque se creía que estos animales eran fuerzas de la naturaleza.

3. El Neolítico. 3.1. El último gran cambio climático. El Mesolítico. Hace unos 10.000 años, es decir en torno al año 8.000 a. C., terminaron las glaciaciones y apareció el clima actual, más húmedo y cálido. El medio natural también cambió, y el hombre tuvo que inventar nuevas formas de depredación que con el tiempo llevaron a la producción de alimentos. Apareció así el Mesolítico que quiere decir “etapa intermedia de la Edad de Piedra”, en la que los hombres siguieron siendo depredadores, pero cada vez más selectivos. En Europa desaparecieron los grandes bosques y los animales que se cazaban en el Paleolítico (bisontes, renos, etc.). Para sobrevivir los hombres se hicieron sedentarios y vivían de depredar todos los recursos del entorno, como moluscos, frutos secos, plantas, raíces y caza, consumiendo unos mientras otros se reproducían, de manera que el medio no se agotaba y no tenían que emigrar. 3.2. El inicio de la vida productora: el Neolítico. También en Oriente Próximo desaparecieron los bosques y el medio se hizo muy pobre. En lugar de los bosques aparecieron praderas de gramíneas, sobre todo de cereales y legumbres salvajes. Los habitantes de esta zona vivían de recolectar estos granos y de la caza, que tampoco era abundante, de forma que cazaban de forma muy selectiva, respetando las zonas de pasto y épocas de reproducción e incluso cercando a los animales para que no se alejaran. Poco a poco comenzaron a intervenir cada vez más en la naturaleza. Al principio, cuando recogían las espigas, se limitaron a dejar algunas en el campo para que las semillas cayeran al suelo y germinaran, y con el tiempo comenzaron a plantarlas ellos mismos; del mismo modo pasaron de la caza selectiva a cuidar a los animales y a ocuparse de su alimentación y su reproducción; pronto empezaron a seleccionar animales y semillas para que se reprodujeran los más útiles y así, en torno al año 7.000 a. C., comenzaron a cultivar la tierra y criar animales domésticos (ovejas y cabras) y aparecieron la agricultura y la ganadería. La base de la alimentación del Neolítico eran los cereales, que hay que segar y que no se pueden digerir sin no están bien molidos y cocidos, y por eso los hombres y mujeres de esta época inventaron nuevos útiles como las unas hoces (formadas por una asta con una fila de piedrecitas afiladas) que servían para segar, y los molinos de mano (que convertían el grano en harina). En esta época aparecieron también las primeras artesanías, como la cestería y la cerámica, para almacenar

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los cereales entre una y otra cosecha, y el tejido, que aprovechaba la lana de las ovejas y sustituía a los vestidos de pieles. También comenzaron a fermentar los alimentos, y así aparecieron alimentos como el queso, el pan y la cerveza. La vida sedentaria se afianzó. Era necesario cuidar y proteger las cosechas y los ganados y por eso la población se concentró en poblados que estaban en lugares elevados y tenían forma concentrada. Algunas ciudades, como la de Jericó, incluso se rodearon de grandes murallas. Los hombres se sentían más vinculados a la tierra, de cuya fertilidad dependía su supervivencia, y levantaron los primeros templos dentro de las ciudades para adorarla. Chatal Huyuk es el nombre actual de un antiguo poblado neolítico que se encuentra en la península de Anatolia (hoy territorio de Turquía). Una de las cosas más sorprendentes de este lugar es la disposición de las viviendas, que están completamente adosadas, de manera que los habitantes circulaban por los tejados y accedían desde ellos a sus casas. Por dentro las casas estaban enlucidas con cal y pintadas y en muchas de ellas se han encontrado pinturas en las que aparece la imagen del toro, que se consideraba un animal sagrado. También han aparecido muchas figuras femeninas que simbolizan la fertilidad, lo que hace pensar que esta ciudad fuese una especie de santuario. Mientras en Oriente Próximo se desarrollaba esta nueva forma de vida, los habitantes del continente europeo seguían llevando una vida depredadora. En torno al año 5.000 a. C., la agricultura y la ganadería comenzaron a difundirse de oriente a occidente, primero por las zonas ribereñas del Mediterráneo y más adelante por las regiones interiores de Europa y Oriente Medio.

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4. La Edad del Cobre y la Edad del Bronce. 4. 1. Los primeros metales: el cobre y el bronce. Hasta este momento el hombre era capaz de hacer sus propios útiles, pero siempre con elementos tomados de la naturaleza, como la piedra y el hueso; aunque conocían también algunos metales, como el cobre y el oro, los trabajaban como si fueran trozos de piedra, golpeándolos, con una tecnología muy simple. Fue en Oriente Próximo, hacia el año 5.000 a. C. donde comenzó a fundirse el cobre para fabricar pequeños instrumentos, como puntas de flecha, agujas o punzones, que tenían más filo que los de piedra y eran más resistentes. Hacia el año 4.000 a. C. se descubrió que el cobre mezclado con otros metales, como el estaño, era aún más resistente y apareció la primera aleación, el bronce. Con este metal podían fabricarse instrumentos más pesados, como hachas, espadas cortas y aperos agrícolas. Para dar forma a estas piezas tan grandes el metal se fundía y se vertía luego en moldes de arcilla o piedra. Mezclar los metales en su justa proporción se convirtió en un secreto reservado a unos pocos, a los que se atribuían poderes mágicos y esto explica que en los primeros poblados metalúrgicos los moldes de fundición se guardaran como símbolos de prestigio. A la vez que se iniciaba la metalurgia, en Oriente Próximo se desarrollaron otros avances técnicos: apareció el arado tirado por bueyes o por caballos, que removía mejor la tierra. Disponer de animales tan fuertes animó a la invención de la rueda, gracias a la cual se construyeron los primeros carros; la misma rueda sirvió para fabricar el primer torno para cerámica, con el que se fabricaban recipientes más finos y resistentes. También en esta época comenzó la navegación a vela, que se utilizó por primera vez en el río Nilo y más adelante en el Mediterráneo, donde se hicieron frecuentes las expediciones hacia occidente en busca de metales. Con estos viajes la metalurgia se extendió lentamente desde oriente hacia occidente. 4.2. El desarrollo de las ciudades. En la edad de los Metales aparecieron las primeras ciudades. Una ciudad no sólo es más grande que una aldea, sino también más compleja; una parte importante de sus habitantes no se dedica a la agricultura y la ganadería y en ella existen diferentes grupos, según el oficio y la riqueza. Un sacerdote o un rey, que suele tener funciones religiosas, dirige la vida de la ciudad desde el templo. Las ciudades aparecieron en las regiones próximas al Mediterráneo y en Mesopotamia; aquí, desde el año 3000 a. C. se comenzó a utilizar la escritura para administrar los templos, y por eso a partir de esa fecha esta región ya pertenece a la Historia. En el SE de España, una región que tenía estrechas relaciones con las culturas de Oriente

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Próximo, se desarrolló de forma notable la vida urbana. La ciudad de Los Millares, en Almería, del 3.000 a. C., tenía doble muralla rodeada de torreones y un sistema de regadío a base de acequias. En esa misma zona, hacia el 2.500 a. C., se desarrolló un poco más tarde la cultura del Argar, con varias ciudades también amuralladas y en cuyos enterramientos, que se realizaban bajo las casas, aparecieron importantes ajuares de bronce. 4.3. El megalitismo. Entre el año 5.000 y 2.000 a. C., coincidiendo con la Edad del Cobre y la edad del Bronce, aparecieron por toda Europa unos monumentos hechos con grandes piedras llamados megalitos. En las regiones mediterráneas se hicieron los más antiguos y suelen consistir en una cámara, a veces con un corredor, que luego se cubría de tierra. En la zona atlántica de Europa aparecen corredores sin cámara, que se llaman dólmenes, que también se cubrían de tierra, y enormes piedras en pie, los menhires, que aparecen aislados, formando círculos o alineados.

No sabemos bien lo que significan los megalitos. Las cámaras del Mediterráneo y los dólmenes sirvieron como enterramientos para varias personas, quizás individuos importantes de alguna comunidad. Lo que sí es cierto es que levantar estos monumentos era un gran esfuerzo en el que se unían varias aldeas y suponemos que se haría para simbolizar la unión entre ellas y, sobre todo, el vínculo de los hombres con la tierra.

5. La Edad del Hierro. En la naturaleza, el hierro es un metal abundante pero se encuentra mezclado con otros minerales; para purificarlo, darle forma y hacerlo resistente es necesario calentarlo a temperaturas muy altas. Los primeros en utilizar el hierro fueron los hititas, un pueblo que ocupaba la península de Asia Menor y que llegó a tener un poderoso imperio en el segundo milenio antes de Cristo, gracias, entre otras cosas, al conocimiento de la metalurgia del hierro, que se guardaba en secreto. Hacia el año 1.200 a. C. el imperio hitita desapareció, y el uso del hierro comenzó a difundirse por la zona de Oriente Próximo. Pero en esas mismas fechas aparecieron nuevos pueblos en esta zona; eran nómadas y ganaderos y procedían del territorio que hoy ocupan Ucrania y Bielorrusia. No sabemos su nombre pero sí que los griegos, pocos siglos más tarde, los llamaban “celtas”. Eran pueblos guerreros y más primitivos que los que vivían en el Mediterráneo. Buscando mejores tierras en las que vivir, estas gentes se extendieron desde el río Indo hasta las costas atlánticas de Europa, de forma violenta, utilizando armas hechas de hierro. En su expansión atacaron a todos los pueblos de

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Próximo Oriente, incluso a algunos los conquistaron, y trastornaron toda la vida y la economía del Mediterráneo, de Mesopotamia y de Egipto. Los pueblos que ya sabían escribir han dejado testimonios de esta época como un periodo de crisis y destrucción. Hacia el siglo VIII a. C., estos pueblos tan belicosos se hicieron sedentarios y se civilizaron; los que se instalaron en cerca del mediterráneo se civilizaron aprendiendo la cultura de los pueblos que ya habían vivido allí (la vida urbana, la religión, el comercio, la escritura) y así entraron en la historia. Otras tribus, en cambio, se instalaron en el interior del continente europeo, sobre todo en la zona occidental y central, donde abundan las minas de hierro y siguieron con su forma de vida primitiva, sin escritura y pertenecen a la última etapa de la prehistoria, la Edad del Hierro. Vivían en grandes poblados rodeados de empalizadas de madera; incineraban a los cadáveres y colocaban las cenizas en una urna de cerámica, que luego enterraban en el suelo de las necrópolis. Algunos individuos, que debían de tener alguna forma de autoridad, fueron enterrados tumbados en un carro y cubiertos con un gran túmulo. Estos poblados se desarrollaron rápidamente gracias al uso del hierro, con el que fabricaban mejores armas, a la utilización del caballo como montura de guerra y, sobre todo, el comercio con los pueblos del Mediterráneo, en especial con los griegos y con los romanos, a los que vendían sal, ganado, miel, oro y resina.

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