La razón de la culpa Roger L.Casalino Castro

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La razón de la culpa

Roger L.Casalino Castro La Razón de la Culpa

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Todo lo que se presenta en la presente Página Web – www.rogercasalino.com – los textos, poemas y canciones, son propiedad exclusiva del autor y queda protegida bajo el amparo de la Ley de los Derechos de Autor. La Biblioteca Nacional del Perú tiene copia de todo cuanto en esta página web se presenta. El Autor

HECHO EL DEPÓSITO LEGAL: EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ N° 2007-O6725 Título: LA RAZÓN DE LA CULPA AUTOR: Roger Luis Casalino Castro Av. Cantral 977 – 202 - Urb. Los Álamos – Santiago de Surco Edición Inicial – Copia del Computador – 30 Ejemplares Año 2007 – Mes Junio - LIMA - PERÚ

Email: [email protected]

REGISTRO INDECOPI

Roger L. Casalino Castro

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INTRODUCCIÓN Complicada decisión la de poner título a este libro. La Razón de la Culpa, tal como está escrito, o debo decir: La Culpa de la Razón, porque en el juego de palabras, ambas resultan involucradas en la razón y la culpa. Podríamos decir que la culpa es consecuencia de la razón, ya sea que nos inculpamos por razonamiento propio o que por razonamiento de terceros seamos sancionados como culpables. Pero la razón, no siempre es una simple portadora o calificadora de la culpa, sino que puede ser directamente culpable, pues en su consecuencia, debe asumir la culpa de la imperfección humana infiltrada por la variable de los argumentos que por virtudes o defectos influyen sobre ella. Si nos sentimos culpables, la fuerza de la razón se debilita. Entonces, debemos reaccionar para que la fuerza de la razón nos ilumine para volver a ser fuertes y estar en capacidad de enfrentar las culpas ajenas y las propias. La razón de la culpa no podrá afectarnos. No me gusta la idea de pensar que en cada acción que realizamos o en la cual participamos, debe estar implícita una culpa. Eso limita fundamentalmente mi derecho a la libertad. Como ser pensante, la única manera que encuentro de no caer en la esclavitud de mis actos, es dividir las culpas en positivas y negativas. Entonces soy culpable de ser libre, culpable de amar y culpable de creer en las virtudes. Por esas culpas, según las religiones, ganaré el cielo, sea cual fuere la representación que se le dé. El cielo. La Razón de la Culpa

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Ahora sí, no nos salvamos, caemos en la debilidad humana y su afición al pecado que cometemos al contravenir las leyes de Dios, de la naturaleza y de los hombres. Esto nos hace recapacitar y razonar para ser conscientes de que, ser humano, es la tarea más difícil que nos ha impuesto Dios al darnos inteligencia, de tal manera que estamos obligados a ponernos como meta la razón y no la culpa. Es también, tarea del lector de este humilde libro, razonar en sus argumentos, conceptos, situaciones planteadas o creadas, para sentirse un poquito menos culpable de ser lo que cree que es y caminar por la vida con la frente alta por la razón y el corazón libre de culpa. El Autor.

Roger L. Casalino Castro

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La Razón de la Culpa I La Razón. Es un hecho cierto e innegable, aunque subjetivo, que regularmente asociamos a la verdad, esto es, a una verdad que asoma como sentimiento de saber en lo más íntimo, que actuamos evaluando correctamente las circunstancias, para que con justicia, demos nuestra apreciación de algo. La Culpa. Es un hecho que nos incrimina sin tomar en cuenta la verdad, objetiva o subjetivamente. Si la tomamos por el lado objetivo, debemos enfrentarla a la posibilidad de castigo o desgracia. Si la viéramos por el lado subjetivo, entonces debemos asociarla a enfermedades o situaciones que afectan el alma o la mente. De cualquier manera indica un peso que debemos cargar toda la vida. Nos presionará la conciencia y nos debilitará el alma. Unas veces será porque creemos en ella, y otras, porque su amiga, la razón -que andan juntas pero no revueltas- grita que no se ajusta a la verdad, en cuyo caso terminamos odiando a la justicia. Ambas se asocian y se disocian por hechos y circunstancias, convirtiéndose en la mayor fuente de trabajo del mundo moderno. De la misma manera llenan cárceles, manicomios e instituciones, utilizando personas de toda clase, rango y calidad. El problema fundamental surge cuando alguien quiere ser el La Razón de la Culpa

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dueño de la razón y no la posee, o quiere ser inocente de culpa y no lo es. Entonces es cuando surgen los profesionales de la culpa y de la razón. Se enfrentan, evalúan, discuten, acuerdan y sentencian según pruebas y documentos probatorios, siempre circunstanciales, que con toda dignidad, les permite administrar la culpa. O sea, que se administra la justicia. Esto quiere decir, hablando claro, que de todas maneras habrá un culpable y simplemente se debe decidir si se dicta la razón de la culpa o la culpa de la razón. La paradoja de la justicia y el dilema de la verdad. La razón de la culpa. Qué difícil. Me marea pensar en ello. Introducirse en lo intrincado de los argumentos que pueden encerrar, es como entrar a una selva espesa y enmarañada donde se pierde el sentido de orientación. Pero como intentar, es parte del espíritu humano, se acepta el reto para echarle una mirada al asunto. La razón, aparentemente ajena a la culpa, se utiliza como medio de justificación para tapar o para disimular las consecuencias de ella. Desde su pedestal de buena, se presta como instrumento de la ley, el orden y de todas las virtudes que utiliza el ser humano para traicionar a la culpa, y con ella, a la justicia. O también para desvirtuar su verdadero significado. Perdida en esa selva impenetrable de pensamientos, sentimientos, costumbres –buenas y malas- la razón se debate entre la disculpa y la injusticia que le muestran un camino que no existe. La necesidad de ser pura, buena, flexible pero firme, la alientan a cumplir su papel ante la justicia para satisfacer las debilidades de los que buscan, por medio de ella, superar sus ansias de vivir un mundo hermoso, según su propio criterio. Roger L. Casalino Castro

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Si la razón se valiera por sí sola, no dudaríamos de ella. Pero como solamente es la parte reflexiva y lógica del ser humano, debemos mantener la duda porque va contaminada de los defectos naturales que nos juegan al rebote de argumentos, intenciones, y necesidades. Así pues, entrar al flujo y reflujo, al ir y venir, al oleaje que golpea y a la resaca que arrastra, nos desacomoda las ideas, las inducen y las convierten en la sinrazón y hasta en la maledicencia servil y deshonesta. La culpa asoma las narices, y feliz y sonriente al ver el milagro humano, disfruta sin medida ni clemencia del placer otorgado. Al fin y al cabo, ser culpable en este país es la profesión más popular –aunque no necesariamente digna- a la que accedemos sin ir al colegio, y menos aún a la universidad para adquirir título profesional. Sólo es necesario ser peruano, correcto y decente; luego aceptar que es necesario ser formal. La razón, coludida con la culpa nos traerá el título a domicilio, y personalmente. Siempre hay una razón para ser culpable. Buscamos un razonamiento lógico, y para entenderlo, continuamos buscando en la reflexión los sentimientos que nos ayuden a justificar la culpa. Y todo para qué. Para poder vivir con ella como una amante impura que se aferra al pecado de la traición, y que sabiendo que lo comete, lo disfruta. ¿Dónde iremos a parar los profesionales de la culpa? Al cielo podría ser, porque si sufrimos tanto aquí, se supone que como premio ganaremos el cielo. Pero ¿Tendrá el cielo una popular reservada para los del tercer mundo? Lo más probable es que en

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el infierno, sí tengamos un asiento en pullman, con música de fondo y cercano a la estufa. Sería un premio justo. Pensando bien las cosas, llego a la conclusión que el cielo se creó junto con la razón y que el infierno se hizo junto con la culpa. El cielo es de Dios, por lo tanto, la razón es de Dios. El infierno es del diablo y por lo tanto, la culpa es del diablo, cosa que a él no le importa. Pero resulta que no es así. Él la administra para que los humanos vayan sufriendo a cuenta de su próxima y eterna visita al infierno, cosa que también hace la razón para beneplácito de quienes nos hacen ir por caminos espinosos como una forma de purgatorio para ganar el cielo. De esta manera vemos que las tácticas de la razón y las de la culpa son similares. O sea que, Dios veranea en los predios del infierno los fines de semana y el diablo lo hace esquiando en el cielo. De esa manera se dan mutuamente la oportunidad de realizar sus obras de bien, es decir, Dios intenta salvar almas del fuego mientras el diablo se entretiene corrompiendo algunos angelitos. Cuestión de equilibrio. Equilibrio que acá en la tierra se toma y se asume como santo ejemplo, lo que permite que los banqueros y usureros se pongan de cuerdo con los gobernantes y empresarios para corromper instituciones y tratar de salvar desesperados, y de paso, manejarlos entre el frío del interés y el calor del consumismo. La razón de la culpa y la culpa de la razón, juegan su partido de tenis mientras los aficionados, que pueden ver pero no jugar, siguen la bolita con un movimiento uniforme y constante de cabeza que va de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, como quien dice que no, pero aplaudiendo como si supieran

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mucho del asunto. No se dan cuenta que ellos son parte del espectáculo Continuando con el partido, se baten entre la verdad y la mentira de lo que se dice y de lo que se calla. Lo cierto y lo falso es una incógnita que flota al igual que sucede con la electricidad –corriente alterna- donde el positivo y el negativo son cambiantes. Aquí es cuando la razón tiene la culpa y la culpa tiene la razón. Estas premisas son aptas para la justicia. Mientras tanto sigamos con la clásica costumbre de echar la culpa a cualquiera de cualquier cosa, para sacárnosla de encima y guardarle a la razón un lugar cálido en nuestro corazón, aunque llegue cubierta de dudas. Nos llenará de alegría suponer que es nuestra y mejor aún si nos creemos sus dueños. Este pensamiento, en mi locura, me dará la razón y me alejará de la culpa, hasta que, en un momento de lucidez, la culpa me sacuda y me haga ver que es parte de mí. Lo cierto es que ninguna se molesta por participar en el juego. Por el contrario, se divierten entreteniendo a los humanos, quienes son los que se lo toman en serio y para darle realidad, han sacado una loquita del manicomio, a la que han vestido con una túnica blanca y con los ojos vendados –debe ser para que no se entere de lo que pasa, ya que dudan que esté loca- la han instalado junto a una balanza. Como está vendada, ciega de sí, la pobre no sabe a que lado pone las razones y a que lado las culpas, porque para hacer más difícil el juego, hacen girar la balanza sin que importe si al final el resultado sea un cocodrilo con cara de ángel.

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Épocas lindas aquellas cuando la razón era una cultura de base. Las leyes no eran ni tantas ni tan complicadas y las preocupaciones de los jueces eran la justicia y la razón. Qué tiempos aquellos, sin duda eran diferentes. Ahora es tan distinto, La justicia al cacho, lo que importa es la ley; ella es la que se administra y aplica. La razón ha envejecido y cuando la dejan ver, resulta que es miope. El juego nos confirma que como seres humanos, entre éxitos y fracasos, entre razones y culpas y entre bondades y maldades, siempre seremos cambiantes, siempre desagradables e inconscientes cuando intervienen el poder y la debilidad como antagonistas. Ahí es cuando la razón tiene la culpa. Se pierde la perspectiva de qué es qué, pero no de quién es quien. Los culpables profesionales cargaremos con el peso de la consecuencia. No somos lo que pregonamos o parecemos, ya que insistimos en la pretensión de ocultar la realidad, pero como no podemos tapar el sol con un dedo, nuestra propia idiotez nos descubre y nos pone en evidencia. La razón de la culpa estará presente en cada una de nuestras actitudes, en cada uno de nuestros actos. Mas, esa misma razón podrá atenuarse en lo interior si razonamos con humildad, pues de lo contrario, podría convertirse en el infierno de la culpa. La razón de la culpa es sólo tuya, es personal y secreta en lo más intimo de ti. Ella té salva o te condena.

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II

La Culpa de Nacer

Nunca he podido comprender por qué razón nacemos culpables. Nos obligan a nacer culpables de una culpa ajena; a ser culpables de un pecado tan lejano como estigmático e incógnito cometido en un momento ajeno a la verdad científica. El pecado original nos viene como parte del alma, o mejor dicho, encadenado a ella con un candado cuya llave sería réplica de la llave del cielo que maneja San Pedro. Los humanos, que somos monos por descendencia y porque no hemos podido desprendernos del hábito de la imitación, queremos imitar a Dios, y en un acto de soberbia, pretendemos enmendarle la plana mediante el bautismo. La administración de este sacramento activa la llave que nos permite librar a nuestra inocente alma de esas cadenas. Claro, siempre que hayamos tenido la suerte de nacer cristianos. A los demás, que los parta un rayo, y si no se convierten y bautizan, al infierno con ellos. Con el mal ejemplo, que no sé por qué se lo adjudicamos a Dios, tratamos de encontrar respuesta a la culpa que gratuitamente le cargamos a los fundadores de la raza humana, los señores Adán y Eva, y de paso, establecemos una valla entre Dios y los hombres al decidir por él lo que es bueno y lo que es malo. La Razón de la Culpa

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Con el bautismo nos libramos de la culpa ajena, pero inmediatamente nos apropiamos del sistema, y trasladamos la costumbre a todas las actividades que realizamos por primera vez, sólo que se la llama iniciación, a la que se da, por lo general, un carácter comercial. En realidad, creo que si de algo somos culpables, es de la monada de querer imitar a Dios, al poner en el asunto toda la seriedad posible para que no se dude que estamos hechos a imagen y semejanza de Él. No creo que se tenga que nacer con culpa alguna. Eso niega la razón del nacimiento. Si llegamos al mundo bajo el principio biológico natural, también es natural que nazcamos limpios de culpa. Estoy seguro que nacer es un milagro, y que por lo tanto, es un acto real y puro en su secuencia de vida a vida. Este concepto no merece que lo contaminemos con culpas que la razón no admite. La razón de la culpa niega su presencia en el nacimiento de una vida. La imperfección es del cuerpo. El alma, que es la fuerza de Dios en el ser humano, es perfecta en su principio. No la desmerezcamos. Solamente nos serviría para espantar a los niños. Si me dicen que nací en pecado, el mundo está contra mí y si alguien me dice que es verdad, me revelaré contra el absurdo de aceptar un alma contaminada. Diré que no es cierto, que nací puro, que no puedo aceptar la culpa de un pecado cometido por otro antes de que yo sea yo. Dios, en su infinita sabiduría, ¿Por qué tenía que darnos un alma de segunda mano? ¡Cómo se ve que descendemos del mono! ¿Seremos merecedores de un Dios justo, omnipotente y omnisciente? ¿Qué nos cuesta ser humildes para merecerlo? No hacerlo es reconocer la culpa de la razón. Roger L. Casalino Castro

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Ver un bebé recién nacido despierta tal ternura, nos llena de tal manera de emoción que nos deja estáticos. Exhala un halo de limpieza de alma que envuelve a los presentes haciendo olvidar posturas negativas y generando un ambiente de dignidad. Repito que no es posible suponer, que esa alma, que da soporte divino a la vida que comienza, pueda venir contaminada. La santidad del alma al nacer está unida a la realidad de la vida, ya que el alma es personal y no se hereda. Si se heredara, se rompería el concepto de cielo – infierno. Indudablemente hay religiones que adjudican al alma la posibilidad de volver con la finalidad de ubicarse en un plano superior. Pero no quiero entrar al terreno de los misticismos religiosos. Sólo diré que la razón no está de acuerdo con la culpa que afecta a un tercio de la humanidad en el más elemental e importante de los principios, como lo es, la inmortalidad del alma individual.

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III Culpable de Amar El amor tiene mil formas, pero un solo sentido. Está orientado a la felicidad de amar. Sin embargo, muchas veces sufrimos la consecuencia de amar por falta de correspondencia. Entonces, nos sentimos culpables de amar, luego nos descalificamos y en nuestra locura de amor, somos capaces de cualquier desatino. La razón la guardamos en el bolsillo de algún pantalón que ya no usamos y la olvidamos para entregarnos plenos al llanto y la desesperación. Cuando el tiempo o la distancia, que son buenas amigas de la razón, la descubren y la ayudan a intervenir, dirán que un clavo saca otro clavo y se lanzarán al libertinaje, o simplemente, a la pasión de otro amor. Es común en la juventud tomar el amor como un juego placentero experimental. En ese juego, la razón se aburre porque el afecto y el deseo empiezan a hacer cosquillas en los corazones. Esa situación comienza a ahuyentar a la razón, la moral cobra fuerza con el amor que surge y los sentimientos asoman en una dimensión no soñada. Con la razón ausente se da el verdadero amor de pareja. Ahí es cuando la culpa es la que va a dar al bolsillo. Hay amores peligrosos que juegan entre la razón y la culpa. Amores que se dan entre experiencia e inocencia, entre maldad y bondad, entre interés y pasión, y otros. De cualquier manera no se podrá evitar que uno de ellos salga lastimado. Puede Roger L. Casalino Castro

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lastimarse el cuerpo, o lo que es más grave, puede lastimarse el alma. En cuestiones de amor, la razón no es profesional, siempre hace desarreglos. La culpa acaba siendo una víctima porque la razón sucumbe a la tentación y actúa en forma de justificación, cierra los ojos y se entrega. La razón perdida por el amor puede fácilmente ser traicionada o entregarse sin restricciones al placer sin temor a las consecuencias. Cuando la conciencia vuelve, lo hace de la mano con la culpa para estrecharse en un doloroso abrazo. Mas. ¿Qué culpa tiene la razón de ser tonta y ciega en las cosas del amor? La misma que tiene la culpa para cargar con las tonterías de la razón. En los amores, andan juntas y revueltas. Dicen que no, pero están metidas en él para complicarlo todo. Si el amor fuera razonable perdería su esencia. Si el amor se mantuviera exento de culpa, sería frío, jugaría al filo del desamor. Por ello es que se recomienda que a las amantes se las ame con la cabeza y a las esposas con el corazón. Perder la cabeza con la amante es jugar con fuego, es decir, con un incendio tan grande que no se puede apagar, lo consume todo, arrasa con la familia sin que importen los daños que ocasiona. La culpa de la razón en el amor es que si interviene en él, le quita esa espontaneidad natural que contiene el amor puro, el cual es aquel que sale porque sí, por afinidad con la pareja, por un sentimiento que saliendo desde el alma se entrega sin pedir nada a cambio. Simplemente está ahí, ajeno a la razón, libre de culpa. La mirada dice que todo es hermoso, los labios se humedecen, el corazón palpita, los oídos escuchan una música interior diferente, las manos habla el idioma del cariño y los besos saben a miel de amargura y de pasión. La cercanía de la pareja causa regocijo. La Razón de la Culpa

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No obstante, imponderables empujarán a la razón a mostrar una sensación de culpa inventando cualquier artificio moral, social o pagano para deslucir el molde maravilloso del amor. El amor se refugiará en la familia para huir de la maledicencia de los pensamientos. La hará su templo sagrado donde no sienta ninguna culpa por amar. Cómo quisiera volver un poco en el tiempo. Volver a la época en las que se resolvía el amor sin mayores inhibiciones. Como un hecho común y natural. Cuando una pareja se amaba, una noche aparecía en la ventana de la amada el doncel, que montado sobre un caballo, se la robaba para bendecir la decisión de amarse en la intimidad de su predio. Ella aceptaba las consecuencias por la culpa de amar y él, por la misma culpa, aceptaba el compromiso de tenerla consigo el resto de su vida. El matrimonio era para los que no tenían la culpa de amar y lo podían pagar con una dote. ...Quiero ver más allá de tus lágrimas, detrás de tus ojos, muy dentro de ti, para saber en el fondo que sientes por mí. Quiero saber si la vida es pena y tristeza o es gloria y placer, saber por qué ríes, saber de tus sueños...

Roger L. Casalino Castro

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IV La Culpa de ser Libre. Libertad que desde niños nos enseñan en la escuela para nutrirnos de patria, para aprender que la vida si no es libre, vale nada. Libertad que consagrada al culto de las ideas, nos restringe la inconsciencia de aquellos a quienes duele que se pida para todos Libertad por la que mueren Los héroes y los poetas, Los que consagran a Dios La verdad que diera vida Al vuelo de la gaviota. He dicho en otras ocasiones que la libertad es un valor fundamental inherente a todo ser viviente. La supresión de la libertad se produce como razón de la inteligencia. Continuaré creyendo que la muerte es preferible a la pérdida de la libertad. Estoy convencido que la pena de muerte es menos cruel que la privación de la libertad y que si un preso no puede ser regenerado en cinco años, debe morir. Sería una forma – perfectible por supuesto- de hacer una sociedad justa y solidaria donde se pongan todos los recursos necesarios al servicio de la La Razón de la Culpa

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readaptación social de los presos para ser integrados a la vida cotidiana. Los reincidentes no tendrán cabida en la comunidad. Hay muchas formas de ser libres, y cada una de ellas, representa una herida abierta muchas veces sangrante por la fuerza con que los inconscientes e inconsecuentes tratan de desviar su verdadero significado en la vida de las personas. Solamente tocaré la libertad que nos afecta como personas individualmente. De esa libertad que cada día tropieza en cada esquina o contra las paredes que se ponen en el camino para evitar su plena realización. Disfrutar de la libertad es una actitud humana y honesta de la cual debemos gozar sin restricciones. Es un bien que la naturaleza pone para desarrollarnos y conservar las virtudes que ha puesto en nuestras manos. Para ser libres, debemos concedernos el valor de vivir dentro de las normas y leyes sin temor a que ellas, en su búsqueda incesante de culpables, limiten nuestra voluntad de vivir como seres libres. La libertad es un anhelo, cuando debería ser como el aire que respiramos, puro y de entera disponibilidad. Pero, si se nos la presenta como un mito, como una culpa y hasta como una amenaza, es probable que no sea tan buena como quisiéramos, o por lo menos, no se le permite ser buena, reconfortante y refrescante como debiera ser. El deseo de libertad perdura en la gente como el pan perdura en el tiempo y las costumbres. El deseo de libertad nos persigue como la luz persigue a la sombra, la provoca pero no la alcanza. La fuerza de la libertad nos impulsa por el sendero que se dirige a la esperanza y es tan fuerte como el deseo en el amor. Roger L. Casalino Castro

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Aunque pensándolo bien preferiría que fuera como el agua bendita para el demonio, para echarla sobre los inconsecuentes que la limitan. Para mí, el mejor ejemplo de amor a la libertad es el Chirote – en el norte le llaman huanchaco- Este pájaro hermoso de pecho rojo y canto estridente pero agradable, debe ser puesto en una jaula desde pichón, privado desgraciadamente, de la libertad, entonces cuando llega a la madurez, canta lindo, pero su canto es diferente de aquel que se crió libre. Mientras uno refleja tristeza, el otro, que creció libre refleja alegría, vuela mostrando su plumaje y cantando demuestra su amor. Pero, si cazáramos uno que se crió en libertad y lo enjauláramos, jamás volverá a cantar porque morirá de impotencia, aunque se diga que es de cólera, inclina la cabeza y no la vuelve a levantar. De la misma forma vamos a morir todos los peruanos a quienes nos toca andar haciendo trámites por las oficinas públicas, ya que ante los imposibles impedimentos que se deben salvar, moriremos como el chirote, rabiosos de impotencia. Si los humanos tuviéramos ese amor a la libertad que manifiesta con su actitud el chirote cuando la pierde, creo que la población mundial se reduciría por lo menos a la mitad. Las jaulas no son solamente las cárceles. También lo son las calles, los pueblos y los lugares donde vivimos estresados, con un resquemor que nos revuelve el estómago, que nos obnubila la mente cada vez que recibimos una carta llena de amenazas y etc. Bueno, y todo eso que nos convierte en habitúes de la gran jaula, ajenos a la libertad, haciéndonos sentir la culpa de ser libres. Si no queremos sentir la culpa de ser libres, debemos aprender a valorar y apreciar en su verdadera dimensión los alcances de la libertad. Debemos enfrentar a todos aquellos que pretendan limitarla, para que podamos manejarnos dentro de La Razón de la Culpa

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ella como en el paraíso de la vida, tal como se sienten los poetas en el Parnaso de su gloria, tal como se sienten los héroes en el Olimpo de su grandeza. . Los dioses son libres de culpa porque son dueños de la razón, y pueden por ello ser dioses. Los semidioses tienen una parte humana, y por lo tanto, pueden sucumbir a las tentaciones, pero también tienen la capacidad de amar y de ser libres. Los humanos tenemos la capacidad de ser culpables, pero en medio de esa desdicha, debemos aprender a manejar la culpa de ser libres.

Roger L. Casalino Castro

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V El Umbral de los Idiotas.

El umbral de los idiotas está determinado por el espacio aquel donde nos ubicamos para evadir responsabilidades y hacer honor a la estupidez. Desde ahí, desde ese limbo o purgatorio, donde no se es nada, donde no se es ni bueno ni malo, es decir que ambos –limbo y purgatorio- están en el umbral del cielo, pero estableciendo la diferencia que en el limbo están los inocentes y en el purgatorio los idiotas, sólo que los idiotas cuando llegan al cielo, lo hacen tostaditos. Como ven, el paraíso de los idiotas existe. Allí iremos a parar todos los peruanos, -salvo alguna rara excepción- y nadie podrá impedirlo, ya que los chilenos se encargarán de entregarnos el título de propiedad de ese lugar reservado en exclusividad. La historia comenzó cuando nos negamos a entregar el salitre a los ingleses. Ah, los ingleses. Son como las empleadas del hogar; infieles y nunca sabrás cuando te escupieron la comida, pero acaban siendo males necesarios. Así pues, los ingleses – expertos en manejar idiotas- saltaron la raya organizaron una guerrita y procedieron a ponerla –la raya- donde mejor les pareció. Les quitaron a los bolivianos setecientos kilómetros de costa que entregaron a Chile como compensación por su aporte a la guerra. No hay duda. Fue un huevo frito a la inglesa. Medio crudo. Explotaron el salitre como les vino en gana, dando vivas a Chile cada vez que fue necesario.

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Para demostrar nuestra capacidad de ser idiotas, a santo de cualquier cosa, les hemos dado a los bolivianos cinco kilómetros de playa en Ilo, olvidando que un estúpido más un idiota dan dos de lo mismo, y contraviniendo las leyes de la física -dicen que dos polos iguales se repelen- estos se atraen. Las ratas, son animales muy inteligentes y desconfiados. Siempre encuentran la forma de llegar a la comida, sin importar donde se encuentre, ellas harán lo imposible por comérsela. En el caso de los chilenos, son innumerables las ocasiones en que se comieron nuestro queso y ni siquiera nos dieron las gracias. Como somos idiotas estamos aún esperando que nos den las gracias. Dejemos este enojoso asunto externo y vallamos a la idiotez interna, pues para eso nos pintamos solos y nos consolamos también solos, desde la música hasta el fútbol y desde la educación hasta la política. Desde el umbral de los idiotas –propiedad reconocida y registrada- hacemos valer nuestros derechos. Para ello estamos a la espera que alguien ponga en boga el sabio refrán que dice que “en tierra de ciegos el tuerto es rey”. Entonces saltan los tuertos y llenos de optimismo, no encuentran manera más beneficiosa de colaborar con sus propios intereses, ya que se dedican a hacer idiotas a los idiotas que no podemos salir del umbral. Comencemos con la idiotez criolla. No sé quien les ha dicho –a los que fungen de criollos- que para ser criollo hay que ser moreno, caminar quimboso, chupar en la calle y ser ordinario o grotescamente afeminado, tratando de demostrar que no se es. Creen que para ser criollos hay que ir la esquina a comer anticuchos y tripitas porque están seguros que es un invento Roger L. Casalino Castro

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criollo, cuando lo único que hemos inventado es el pan con mango y la chicha y la mazamorra moradas, aunque sólo por el maíz que sí es auténtico, tan igual como las papas con ají. Para corroborar veamos. A un concierto de música criolla, comparativamente, aún anunciado con bombos y platillos, van mil personas. Si es de música folclórica de coliseo, pueden ir diez mil o un poco más porque se están revelando y mostrando su propia personalidad. En cambio, llega el cantorcillo extranjero con su música estridente y lleno, todo él, de afeminamientos y rarezas, nos conquista, y he ahí que sucumbimos para llenar estadios y plazas enteras, claro, como que el concierto se da en el umbral de los idiotas. Nos pasamos la vida festejando derrotas en todos los ámbitos, y tal como somos, expertos en consolarnos, llamamos viejas glorias a los mediocres que brillaron, muchos de ellos tuertos de los dos ojos. También los tenemos sin ese defecto, pero ellos se van a estudiar o trabajar al extranjero. Algunos vuelven porque son idiotas, otros no vuelven para que no les digan que son idiotas y los que tienen mejor vista no vuelven. Lo que demuestra que en nuestra idiotez, perdemos lo mejor que produce el país. Ya que no sabemos lo que somos, y que además, ignoramos cómo honrar el hecho de ser peruanos, disfrutamos de la eterna primavera en el umbral de los idiotas. Hacemos bien cuando decimos que somos un país de tradición. Lo malo es que desde el primer grito de libertad, no hemos parado de hacer idioteces para mantenernos colonialistas de nosotros mismos. No hemos podido abandonar el umbral de los idiotas. Nos hemos sentido orgullosos de ello al no poder abandonar esa adicción.

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Todo esto suena ofensivo, agridulce y hasta tempestuoso. Pero la verdad comúnmente suena así, y si queremos honrarla, no se puede evitar dar esa impresión. Qué pena que se tome a ofensa lo que debería hacernos reaccionar para realizar un esfuerzo y dar y exigir lo mejor que tenemos para salvar el país de la mediocridad. ¿Podremos abandonar ese sombrío lugar? ¿Comprenderán los periodistas que cada país es, lo que su periodismo es? En una ocasión un colombiano me dijo: -refiriéndose a los peruanos- a ustedes los pueden violar tres veces el mismo día en el mismo lugar y al día siguiente vuelven. Naturalmente me ofendí, pero pensando, no tuve más remedio que darle la razón Es cierto, se nos hace difícil tomar experiencia de nuestros propios errores. En este plan, continuaremos entrando en conflictos cuando no estamos preparados para enfrentarlos, firmando tratados con agenda oculta, acuerdos y contratos sin medir las consecuencias. Seguiremos permitiendo invasiones sin poner orden para evitarlas y tantas otras formas de idiotez calificada que da vergüenza. Lo peor es que nos creemos la divina pomada, lo “ya no ya” en todos los campos, y después nos pasa como en el fútbol. Antes del partido somos lo máximo, la maravilla y el favorito, pero después del partido, “flat” deprimidos y buscando justificación a la derrota para ilusionarnos nuevamente la próxima vez, cuando nos toque jugar como locales en el umbral de los idiotas. Tenemos que aceptar que nos pasamos la vida desperdiciando oportunidades, desperdiciando las ocasiones que se nos presentan de tener paz. Para ello esperamos el feliz momento de morir, que es cuando podremos escuchar las melodiosas

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palabras “descansa en paz” las que se grabarán en nuestros huesos hasta convertirse en polvo. La razón y la culpa se juegan un partido aparte en el umbral de los idiotas en que se ha convertido la televisión. No tengo nada en contra de los homosexuales, ya que esa es su manera de ser libres para escoger la opción que les de la gana, para escoger su manera de vivir. Eso sí, detesto la burla que se hace de ellos y que no se encuentre mejor manera de hacer reír al público que hacer mariconadas. Detesto que se haga apología del homosexualismo; realmente es desagradable. Pienso que cada quien es como és porque esa es su voluntad de serlo, pero nadie debe inmiscuirse y hacer suponer a otros que aquello es la maravilla. En fin, el tema da para mucho, pero no es mi voluntad entrar en él porque prefiero seguir la tendencia del amor y la inocencia naturales que sugieren temas menos ofensivos. La apología de la homosexualidad es ofensiva al futuro de la humanidad Sin embargo, el derecho a escoger las preferencias individuales, que es respetado por la ley, no significa que la niñez tenga que ser influida y por lo tanto afectada porque no queremos abandonar el umbral de los idiotas desde el cual se administra la razón de la culpa.

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VI

El Puma, el Cóndor y el Águila En la parte alta de la cordillera, al lado de un hermoso valle interandino, se encontraron, un puma, un cóndor y un águila. Cada uno de ellos, acomodado en su mejor postura de descanso, divisaba displicentemente el río, que cual hilo de plata discurría por el fondo del valle, al mismo tiempo que apreciaban la belleza de los sembríos en su variedad de colores. No son tan insensibles como se cree. Toda la experiencia de sus ancestros estaba grabada en sus genes, de manera que podían expresar lo que percibían del ambiente de manera espontánea y sin retórica alguna, ya que la mariconada y los aspavientos ostentosos son para otra especie que se jacta de ello. Estoy triste dijo el puma. Debo partir hacia la selva, a la parte donde la cordillera aún es alta y se halla cubierta de bosques. Creo que ahí encontraré una pareja para tener familia y vivir acompañado por otros de mi especie. Me da pena dejar estos parajes que eran míos y donde me sentía feliz Debo buscar un lugar alejado del hombre. Me temen demasiado y sólo piensan en eliminarme; me amenazan con sus armas y ya no puedo quedarme más tiempo. Siento que es el momento de alejarme. No huyo, me alejo en busca de un mejor espacio para mí. Roger L. Casalino Castro

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El águila comentó: Si te cazan, te llevarán a un zoológico, te alimentarán y cuidarán. Vivirás sin preocupaciones. No puedo aceptar eso –dijo el puma. Perder mi libertad no es lo mío, eso de ninguna manera. Prefiero la tristeza de mi soledad que perder la libertad. Además, nunca he tenido mayores preocupaciones, me he conformado con saber lo que soy y he vivido como tal. Y diciendo que aprovecharía la noche para adelantar el camino partió hacia su nuevo destino. Quedaron el cóndor y el águila hablando del asunto

El Cóndor y el Águila

El cóndor le sugirió al águila, que volara más allá de las montañas, que se adentrara en la selva, donde hay caza, que pasara la noche sobre un árbol. ¡No puedo hacer semejante cosa! Porque yo amo la cumbre de los cerros, soy feliz al trabajar por mi comida y despertar con el sol, cada mañana. Serías cóndor si no volaras por los valles, lejos de tu cielo y tu agreste cordillera, en la humedad de una selva que te abrasa, y sin disfrutar de la carroña que te gusta?

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Serías parte de un mundo diferente, al que no puedes acostumbrar a tu manera te verías envuelto por sus modos, y sus costumbres, te convertirían en paloma. Perderías el reinado de tu mundo, la libertad de ser lo que tú eres, perderías la fuerza de tus garras, y al volar... tendrías que agitar las alas. ¡No!... ¡Yo quiero defender mi mundo raro! Poner mis huevos en la barranca inaccesible, pelear mi vida enfrentando a una sierpe, en una lucha de mil siglos que he vivido. Déjame ser parte del camino cuando vuelo divisando a los viajeros, déjame sentir que soy el dueño, de los vientos, del Sol, de las praderas. ¡Yo quiero defender mi mundo raro! Entonces el cóndor le dijo –Admiro en ti esa decisión de amar tus hábitos y defender tu mundo. Sí. Contestó el águila – Mientras haya cordilleras, yo volaré por los valles y mientras haya ríos, beberé de sus aguas. El cóndor agregó –Mientras haya hombres, me mantendré lejos de ellos, dormiré en una alta grieta en la cima de la montaña y no cambiaré mis costumbres, continuaré siendo cóndor y vigilaré los valles, El águila, lo reafirmó diciendo –Sigamos siendo lo que somos. Tratemos de no ser víctimas de la cultura del entretenimiento de los humanos que nos hace objeto de sus cacerías. Roger L. Casalino Castro

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Continuemos siendo libres con las limitaciones que nos impone la naturaleza. No hagamos como los humanos que no quieren aceptar esas limitaciones prefiriendo esclavizarse entre ellos o ser esclavos de sí mismos. Son seres incomprensibles. Vemos pues que no podemos estar ausentes de las conversaciones de los animales de otras especies porque no les ofrecemos respeto y porque, a toda costa, queremos ocupar su espacio, el que para ellos es sagrado. La soberbia que Dios castiga y la naturaleza repudian, nos hace creer que somos los dueños de la tierra. La soberbia es fruto del poder y hemos desarrollado los elementos para manejarlo y eso nos envanece en la medida que podemos utilizarlo. Exigimos respeto pero no lo damos, tomamos todo y no damos nada, ensuciamos el ambiente y nos aprovechamos de él. Tiene razón el águila al decir que somos parte de un mundo diferente y que nuestras costumbres los convertirían en palomas. En su humildad, no pueden, el cóndor y el águila, dejar de ser lo que son. En nuestra soberbia, nosotros queremos ser más de lo que somos. El puma cifra su fe en la libertad natural y para ello emprende hacia nuevos rumbos. Esto me sugiere que ellos alcanzaron la perfección de sus hábitos y costumbres –por algo tienen muchos milenios más de vivir en la tierra que nosotros- en la perfección de sus formas y aptitudes, mientras que los humanos estamos en una etapa inicial llena de imperfecciones naturales que no queremos reconocer. Algún día, en alguna época, seremos como ellos. Aunque no sé cuántos mundos debamos destruir para llegar a esa etapa.

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Tenemos la costumbre –muy mala por cierto- de juzgar la perfección de los demás desde nuestra imperfección. Vivimos en guerra constante contra todas las especies. La perfección de los insectos afecta nuestro orgullo y hace sombra a nuestra soberbia al darnos cuenta que no podemos con ellos. Es la magia de la creación que a cada cual da su lugar, de tal manera que si somos los inteligentes, debemos aceptar entonces la responsabilidad de proteger y aceptar los derechos de las demás especies. No los sentenciemos como culpables sin pensar en que sus razones son muy poderosas, pues simplemente son, la libertad y la vida. La culpa de la razón contaminada los sentencia. Cuando el águila dice que quiere defender su mundo raro, lo hace de una manera que sublima su condición animal y cuando expresa que quiere sentir que es el dueño de los vientos, del sol, de las praderas, está rindiendo tributo a la naturaleza, y por lo tanto, reconociéndolos como el mayor bien recibido de ella para disfrutar la libertad.

Roger L. Casalino Castro

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VII La Reina de las Virtudes

Las virtudes se califican por sí solas como fuerzas positivas destinadas a dignificar la calidad del ser humano y diferenciarlo de otros seres vivientes, a quienes la naturaleza aún no ha dado el don del pensamiento, o por lo menos es lo que creemos, o quizá muchos ya lo poseen, sólo que no podemos saberlo porque ellos tienen un enfoque diferente del universo. Esta ventaja da calidad a los sentimientos más nobles y nos hace dignos hijos de Dios. Sin las virtudes, y lo que es más importante, sin la práctica de ellas, seremos un animal más sobre la tierra, aunque sin abandonar la pretensión de racionalidad. Todas tienen carácter divino para dar pureza al alma, pero entre ellas, hay una virtud que destaca porque mueve al ser humano en lo profundo y lo impulsa en su lucha por la vida. Esta virtud es la Fe. Ella es el complemento de todas las demás y es el apoyo fundamental a las razones y sentimientos. Sin fe, una persona es apenas media persona. Se acostumbra a decir que la fe mueve montañas, pero, si la unimos con el amor, moverá cordilleras y fronteras. Creer no basta, pero si le ponemos fe, nuestras creencias tendrán validez, en cambio si les quitamos la fe, tendrán valor moral, pero no tendrán la fuerza que necesitamos para sobreponernos a las vicisitudes, que antes eran de la vida, pero que ahora con el modernismo, son cotidianas. La Razón de la Culpa

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Pobre humanidad sin el apoyo de la fe. Sería débil mental y moralmente Qué sería del amor y la bondad, sólo serían debilidades, aún la templanza carecería de gran parte de su fuerza. Las virtudes, tan voceadas y ejemplarizadoras de la moral y las buenas costumbres, requieren de un punto de apoyo, y ese punto, es la fe. La reina de las virtudes. Si amas realmente a una persona, pon tu fe en ella, trata que sea feliz con ella, fomenta en ella la fe en ti, y si llegara a morir, no te sientas atado al cuerpo físico, ama a la persona que fue, que muera con dignidad, déjala ir en paz. Deja que tu fe sea la fuerza del amor, ella la mantendrá unida a ti después de la muerte tal como lo fue antes. En ocasiones he dicho que la dignidad de la muerte está por encima de la dignidad de la vida. Es verdad y para que este pensamiento sea una realidad, debemos tener fe, mucha fe. No es digno el lloriquear desesperadamente cuando muere algún ser querido, es mejor recordarlo con cariño. Debemos creer en la persona que fue y tener fe en que la relación que se tuvo fue digna y honesta. Nadie debe vivir hasta el punto de perder la dignidad. Dios me libre de morir desesperado. Debo tener fe en mí y en algo más, y por supuesto también, en las personas que bien me quieren. En ellos viviré. Así como la fe es el sostén de otras virtudes, la confianza es el sostén de la fe. Debemos evitar que el cáncer de la desconfianza la amenace. Una vez que entra no habrá cura. Somos demasiado complejos para suponer que una virtud por su propia cuenta será suficiente para librarnos con dignidad de este mundo. Todas en sí son un conjunto que equilibra la fuerza interior teniendo como base la fe. Cuidado con la desconfianza y el odio que juntos pueden derrumbar el edificio de la virtud o romper el equilibrio de la razón. Roger L. Casalino Castro

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La desconfianza acaba con la fe como la demagogia acaba con la fe de los pueblos. Las virtudes no son atributos exclusivos de una religión, de una nación o grupo escogido de personas. Tampoco son sujetos de administración como si fueran un bien propio de alguien. Las virtudes son un bien universal. Ellas están identificadas con el alma para exaltarla y darle oportunidad de elevar su nivel espiritual. Como son un bien de la naturaleza, inconscientemente descubierto por el hombre, lo que quiere decir, dados por Dios, pertenecen a todos por igual. No distingue niveles sociales, credos ni rangos. Ellas son el pan del alma. Para romper el hielo de la seriedad de este capítulo y como un ejemplo de fe, pero fe bien criolla, diré que ella es la que nos permite sobrevivir a un almuerzo en la carretilla de la esquina, a un caldo de gallina en la parada con ceviche de remate, o unos tragos de madrugada en los Barrios Altos. Pura fe criolla con butifarra y emoliente. No. De la política, esta vez no. Las virtudes no son material apto para políticos. A ellos les dejamos como tarea, un par de procesiones de vez en cuando para que los vean y un Te Deum una vez al año, y basta. Pero que la fe mueve montañas es cierto... las mueve. Se las llevan íntegras –bajo diversas técnicas- a los países desarrollados mientras a los tercermundistas los mandan a misa a rezar por la salvación de su alma y a tener confianza en que su fe los salvará, porque el pecado de avaricia, lo cometen ellos, los países ricos y no les importa. Esto me recuerda que cuando mis hijos eran pequeños, al jugar a la coboyada, uno de ellos siempre quería ser el jefe de los La Razón de la Culpa

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bandidos porque, según decía, era el que tenía el dinero, las mujeres y la buena vida, mientras el joven, o sea el protagonista, no tenía dinero, tenía que pelear contra todos y dormía en un cuartucho para que al final como consuelo le dieran la chica más desabrida del reparto. Él tenía fe en sí mismo, pero lo que veía en las películas era contrario a lo que yo trataba de inculcarles. Qué difícil resulta criar hijos. Sólo mi fe en las virtudes pudo salvarlos. Claro que a mi manera. No tienen dinero, pero son buenas personas, lo cual me enorgullece, pero me hará morir pobre. No obstante, tengo fe en ellos.

Roger L. Casalino Castro

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VIII La Torta de Cumpleaños Dueños absolutos de nuestra propia ignorancia sobre nuestros asuntos, queremos meter la cuchara en los asuntos ajenos, y todo lo queremos resolver con una invasión de sus derechos o haciendo una guerra. No importará que tan avanzadas puedan ser las armas que se utilicen –siempre dirán que son disuasivasy siempre también serán el producto de la ley del bruto. Primero mata esa alimaña y después le preguntas si era venenosa. Ronald Reagan dijo que no se puede aplastar la esperanza con los tanques, pero no siempre pudo honrar su palabra. He dicho bruto sin hacer referencia a la capacidad que tienen algunos para hacer mal las cosas, sino a la bestialidad –término mal empleado por cierto- de organizar una guerra con la insana seguridad de lograr beneficios económicos, o simplemente de guardar pan para Mayo, como decimos en la calle. O sea, deshacerse de tecnología obsoleta para generar nueva tecnología, ya que es sabido, y se oye decir todos los días, que es más barato tirar las bombas viejas al campo de batalla en el cual se convierte aquel país que nos fastidia la paciencia reclamando sus derechos, en vez de aceptar los que el dueño de las bombas les quiere imponer. De paso, le buscamos una potencia que lo apoye en sus justas aspiraciones –de manera que no parezca abuso- a que también se deshaga de su arsenal y lo invitamos a que lo arroje al mismo La Razón de la Culpa

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campo ya seleccionado, pero desde el otro lado. En ese río revuelto, y por supuesto, de alguna manera estarán los ingleses, aunque fuera como invitados de honor, -o de zampones- Se jugará el pellejo la democracia, que ciega y estúpida como siempre, les hará el juego enarbolando la bandera de la libertad y los derechos humanos. Ya se me escapó la paloma. Me fui por otro rumbo y olvidé lo de la torta de cumpleaños. A propósito de torta. Con esto de la globalización, cómo nos están fregando nuestra peruana manera de hablar. Nos están obligando a hablar el español de España con ole, zeta, eze, y toda su joda. Ya no sé cuando digo bien o digo mal, pero, porsiacaso, diré que yo aprendí en el Perú, en sus calles y provincias y al diablo si dicen que está mal. Comentaba el asunto del idioma porque ahora, ya no se le puede llamar a la torta por su nombre de pila, que es torta. Ahora hay que llamarla por su chapa que es tarta y nos friegan con lo de tarta, si es grande y tartaleta si es pequeña, en vez de llamarla tortita. No sigo porque entre le y lo, y luego, entre mucho y mucha, y etc. No sé por donde ir. Hablo en peruano y veré cómo diablos hablo, si algún día, que lo dudo, puedo ir a otro país. ¿Cuándo fue que se jodió la torta? Cuando se dividió en tantas partes como para que no alcance. Veamos cómo la inocencia invitó a nuestra casa al cocinero de otro restaurante a partirla. Con toda propiedad, sacó un afilado cuchillo especial para partir tortas de cumpleaños, tomó una lista de instrucciones e invitados a la reunión, y con brillante estilo, la partió en dos. La torta se preparó para el día de la Fiesta Nacional, pero en esas efemérides de recuerdos de gloria y unción patriótica, ya había suficiente circo para el pueblo, entonces, solamente se comieron parte de los ingredientes de la decoración y guardaron Roger L. Casalino Castro

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la torta para la primavera. Adecuado momento, porque entre reinas y euforia primaveral y debido al calorcito que nos hace pensar en otras cosas, se procederá al reparto de la torta, la que ya macerada y en punto de caramelo, estará como bocado de cardenal. Los invitados al hemiciclo, donde alguna vez se discutieron los asuntos más nobles y dignos, quedaron sorprendidos del arte con que el cocinero la partió en dos, y admirados al ver cómo luego, con hermosa letra, dibujó el nombre de cada parte. Largamente aplaudido por la concurrencia, a una la llamó Lima y a la otra Provincias. Hasta ahí, todo era maravilloso. La democracia se veía rosada de vanidad y orgullo y con ello la prensa llenaría editoriales y columnas para luego callar y hablar de fútbol, bedets de moda y crónicas policiales y accidentes, noticias a las que el pueblo está acostumbrado a ver, oír y callar. Bueno, como decía, la parte de Lima se dividió en veinticinco partes. Una para cada Ministerio y las restantes para otras instituciones que no lo son pero que se les da la categoría por ser claves en los asuntos democráticos del estado. No sé si me hago entender. Estando así las cosas comienza el debate porque la democracia lo exige y la tradición democrática obliga. Como en todas las fiestas, se habló cojudez y media porque se sabe que de todas maneras nadie se quedará sin troncha. Qué sabio ese refrán que rueda por el pueblo. No basta ser bueno, hay que aparentarlo, no basta ser decente, hay que parecerlo, no basta parecer honesto, hay que serlo. Es el primer refrán que falla. Bien, un tropezón cualquiera da en la vida, el La Razón de la Culpa

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refrán falló, en el último tramo se fue de nariz, pero, no se preocupen, que a la hora del reparto todo se arregla. Además ¿Por qué amar al chancho, si apesta? En cambio, los chicharrones tienes olor, sabor y la cualidad de llenar la panza. Por ejemplo. Cada parte de Lima se fraccionará o no, según conveniencia nacional. Esto quiere decir que la parte de Educación se repartirá entre Educación, Salud, y Trabajo. Transportes y comunicaciones compartirá con Interior, Energía y Minas compartirá con Agricultura. Los excedentes irán a los que cargan con el peso del aparato estatal –p’a su macho, cómo pesa- que son los que necesitan de mayores recursos, porque si no, cómo como. En pocas palabras. No interesa cómo se ven las cosas, sino desde dónde se ven. La mitad correspondiente a Provincias, se dividirá en más de dos mil setecientas partes –según el número de distritos- pero sólo recibirán una modesta parte, ya que lo demás irá al gobierno central para gastos administrativos y de asesoramiento de técnicos, proyectos, y otros rubros importantísimos para el desarrollo de los pueblos olvidados y la reducción de la pobreza extrema. Esto suena como la decoración de la torta, siempre hermosa, pero, por lo general no comestible, o es tan empalagosa que aburre o asquea después del primer bocado. A modo de anécdota les contaré que fui invitado al cumpleaños de un niño. El cumpleaños fue algo así como cuando los jóvenes dicen que se van a vestir de sport elegante y se ponen cualquier cosa para lucir huachafos. Entonces, diré que la fiesta fue folclórico elegante. Hubo payasos, animadoras, juegos y unos concursos a los que los niños eran obligados a participar. Entre adultos que disfrutaban de la presencia de las animadoras, payasos que hacían bromas para adultos y los chicos que, como es tradicional, sólo querían comer gelatina, arroz con leche y Roger L. Casalino Castro

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tomar chicha morada, se mostraban desesperados por romper la piñata, y en medio del jolgorio, se olvidaron de la torta. Cuando decreció la bullanga, la madre que ya no soportaba ver como le destrozaban la casa, hizo un llamado heroico para juntar a los niños y soplar las velitas, naturalmente con la intención de tomar la foto del recuerdo. Como somos copiones, ahora se le llama “japiberdituyú” La torta presentada, muy linda con las velitas y especial para la foto, era para cantar el japiberdituyú y para los de casa. La otra parte de la torta fue previamente seccionada y puesta en bolsitas, con un pito como sorpresa, para cada uno de los invitados. Lo mejor del cumpleaños, por supuesto, fueron las animadoras. Los padres y el servicio se la pasaron defendiendo la casa, los adultos comiendo maní y papitas fritas y sin recato, comiéndose con los ojos a las animadoras y sin que les inviten un trago, que lo deseaban a muerte. El dueño de santo se la pasó abriendo regalitos de cosas que son para mirar y botar, pero muy útiles para la ocasión. Todo un acontecimiento social de iniciación infantil al descalabro del consumo de lo superfluo. Se me paran los pelos de punta al pensar en lo mal que educan a los niños la televisión y la publicidad. Bueno, continuando con la fiesta. Lo terrible fue el estado en que quedó la casa, la que con tanto esmero decoró la mamá con la colaboración de varias amigas, que le vendieron un montón de cojudeces de variados colores para el techo, las paredes, el ingreso, la puerta, las mesas y etc. Nada se les escapó a “las amigas”.

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Al abandonar ese recinto lleno de modernismo –podríamos llamarlo, de gasto innecesario e inútil- tan vacío de cariño, pero de gran lucimiento personal de padres, tíos y parientes, me fui a la cama, aunque no pude dormir hasta bien entrada la noche, pensando locuras y haciendo conjeturas. Las amigas son igual que los políticos. Aman los chicharrones, mas él chancho, que vaya al chiquero. Todos se divierten a costillas del dueño del santo. La torta para la foto y para repartir como premio consuelo a los invitados. Los payasos fueron para llamar la atención de los que pasaban por ahí. Alguien debía ver cómo otros se divierten. Las animadoras fueron para regocijo de los adultos de adentro, con maní y papas fritas, para que las mujeres no vieran cómo se les hacía agua la boca. Y sin querer, comparaba el infantilismo inocente de los niños con el infantilismo de los políticos cuando actúan de manera tal que da la impresión inequívoca de que trasladaron el criterio de la torta de cumpleaños a sus actividades. Esa actitud se debe a que quedaron insatisfechos al no comer un buen pedazo de torta por haberse llenado la panza comiendo gelatina y arroz con leche con mazamorra morada, para que después a la hora de la torta ya no pudieran hacerlo.. En cambio ahora que han crecido, esas maravillas de dulces populares suenan a vulgaridad y a populacho, muy buenos para exhibición en época de elecciones. En cambio, las tortas que se manejan en las altas esferas del quehacer público, son tan llenas de sorpresa, que recuerdan a esas de los matrimonios elegantes y distinguidos a las que les chorrean cintas rosadas, verdes y amarillas con anillos de oro atados a la punta y donde todos los invitados mueren por jalar una. De cualquier manera, con cada pedazo de torta llegan amistades importantes, voluntades y Roger L. Casalino Castro

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además da caché. Imaginan lo que es cuando se rompe la piñata del presupuesto y les cae encima y por su propio peso todo lo que contiene. Simplemente, es una lluvia vivificante que riega una zona exclusiva. ¿Seremos los peruanos capaces de hacer algo grandioso? Einstein dijo que la vida no tendría sentido si no hubiera un propósito. ¡Miércoles! ¿Será posible que no tengamos un propósito firme y decidido para ser parte importante de una opción de desarrollo con valor y determinación suficientes para beneficio general? Los que deben contar cada grano en su plato. Los que no pueden comer un huevo frito por falta de aceite deberán comerlo sancochado antes de comerse la gallina. La gallina que come demasiado pone menos huevos. La gente menesterosa tiene el estómago vacío y como respuesta del instinto de conservación de la especie, tiene el sexo activo y hace más hijos que no podrá alimentar, menos educar y menos aún, curar de enfermedades que comienzan por el cuerpo y culminan por el alma creando delincuentes. No es posible que los pobres tengan que pagar con pobreza extrema el hambre que el sistema les impuso. Los obliga a “vivir de ser pobres” o sea, a explotar su pobreza como medio de vida, a estirar la mano por una migaja. Esto es producto de quinientos años de colonialismo. Trescientos años de los españoles y doscientos de nosotros mismos. ¡Somos grandes! Más allá de la ocultación de la verdad de la que siempre hemos sido víctimas. Despierta juventud. Abre los ojos. Camina firme. Las piedras no las pone el enemigo, son parte del suelo y debes aprender a caminar sobre ellas sin tropezar. Juventud, deja de ser el objeto fácil del consumismo La Razón de la Culpa

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irracional que sólo beneficia al que lo promueve. Come, no tragues. Diviértete, no seas libertino. Trabaja, no derroches tu esfuerzo inútilmente. Enfoca tus aspiraciones a un futuro de esperanza. Canaliza tu esfuerzo, no permitas que se diluya en una laguna de insensatez. Atrae hacia ti a los inteligentes, a los hábiles, enséñales lo que sabes y aprende de ellos lo que saben. No ahogues al que dice ser tu amigo y se está ahogando, sálvalo del mar de la duda y la desesperación. Construye con él algo nuevo. Einstein, con una pequeña fórmula cambió el mundo. Como quien abre una puerta con una pequeña llave, él abrió la puerta del Universo. ¿Podremos hacer algo parecido, algo espectacular contando con un país tan maravilloso como el que tenemos? Voy hacia el final de mi camino y ya no puedo hacer mucho. Solamente pedir a la juventud, mirar a la cordillera e imaginar cuan grande somos, a observar la selva e imaginar la inmensidad de las posibilidades que nos ofrece, sabiendo que es más de la mitad del país. A caminar por la costa y aceptar su reto y a caminar sobre las ruinas de nuestro pasado para sentirnos orgullos de que gente abnegada como ellos, con sus características y cualidades nos precediera.

Roger L. Casalino Castro

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IX Mi Perro, mi Amigo No fue posible evitar que tuviéramos un perro en casa. Un poco porque mi hijo menor lo deseaba fervientemente y otro por la añoranza que sentía por ellos, desde aquellos tiempos lejanos, cuando eran amigos y compañeros de aventuras alegrando mi niñez. Cuando en casa teníamos como veinte, casi todos chuscos. El cariño de los miembros de la casa alcanzaba para todos. Cada uno tenía nombre y espacio. Cada uno era libre y protegido en la medida que lo requería. Cuando el pequeño Duque llegó a la casa hubo gran algarabía. Puedo afirmar que conforme iba creciendo, también se iba convirtiendo en el miembro más importante de la familia. Mateo requería de su calor y al estar cerca de él, con cada abrazo se lo proporcionaba también. Ellos lograron una afinidad tal que en las fotos parecían hermanos. Lucían la misma alegría y la misma mirada limpia. En cierta forma me hacían recordar una circunstancia muy parecida. Cuando vivimos en Guayaquil, Ecuador, mi hija, que por ese tiempo era la menor, tuvo un perrito al que puso por nombre Pucho. Pucho era unos de esos perros, pequeño, blanquito, casi albino y de ojos color ópalo brillante y La Razón de la Culpa

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champoso todo él. La llegó a querer tanto, que si ella estaba en la casa no se despegaba de su lado, y luego, cuando iba al colegio, se sentaba a esperarla detrás de la puerta y no había forma de sacarlo de ahí. Qué ejemplo de amistad y cariño, realmente digno de ser recomendado a mucha gente que conozco. Observando tal actitud llego a la conclusión que debo acusarme a mí mismo de que tantas veces no fuera un verdadero amigo de mis perros, mientras, que ninguno de ellos me falló jamás. He tenido tantos perros, he convivido tanto con ellos, que sin temor puedo asegurar, que si algo tengo de buena gente, es gracias a su cariño y asistencia, a los consejos que me dieron con la mirada o la humildad con que se echaron a mis pies. La alegría con que me recibían cada vez que llegaba a casa, me hizo importante, y la seguridad con que caminaron a mi lado me hizo digno. Por todo ello, sé que enseñar a los niños a amar los animales es el mejor favor que podemos hacerles, se entenderán con ellos y comprenderán mejor al prójimo. Desde tiempos inmemoriales hemos visto a los perros al lado del hombre colaborando en todas sus actividades, sin embargo, hemos aprendido tan poco de ellos que da vergüenza. Les tememos, les hemos enseñado a morder, les hemos marcado nuestro territorio para convertirlos en guardianes de él, y de ellos, que tienen tanto de bueno, no aprendimos nada, y encima les echamos la culpa de nuestras pulgas. Ser amigo de los perros de manera desprendida, es fabuloso, relajante y hasta reconfortante porque jamás te fallan. Ellos son los verdaderos amigos del hombre, lástima que no les correspondamos de la misma manera, con el mismo desinterés. Roger L. Casalino Castro

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Claro que eso no sucederá hasta que dejemos de suponer que están al lado nuestro sólo para alcanzar las sobras que dejamos. Qué egoísmo malsano, deformante y despreciable con la dignidad del perro. Si alguna vez, cada uno de nosotros los que tenemos un perro en casa, decidiera comportarse como un perro, tan sólo por uno o dos días a modo de relax, de una manera de hacer algo diferente, o hasta de sacrificio para templar el espíritu. Pero, para que sea posible que se haga, diremos mejor que deportivamente, entonces por veletería nos lanzaremos a hacerlo. ¿Se imaginan todo lo que aprenderíamos? ¿Cómo podría cambiar nuestra manera de ser y de pensar? Cómo sería saludable el cambio de trato hacia nuestros hijos, amigos y parientes. Pero eso no lo haremos, somos demasiado engreídos, demasiado creídos y suponemos que el pobre animal está por debajo de nosotros y que debe limitarse a comer los huesos o las sobras destinadas a la basura. Suponemos que nuestro afecto difiere en mucho del de ellos, y en muchos casos, no se le permite el ingreso a la casa porque ensucia la alfombra. Aunque en eso de las pulgas no estoy seguro. Creo más bien, que las pulgas prefieren irse con el perro en vez de quedarse a picarnos a nosotros. ¿Te acuerdas Rin cuando de pequeño me caí a la acequia y tú te aventaste adelante para que me agarre de ti y cuánto te esforzaste para que pudiésemos salir juntos? ¿Te acuerdas Estrol cómo cruzábamos el río porque no me dejabas hacerlo solo? ¿Te acuerdas Kino cómo evitabas que alguien me tocara cuando salíamos a pasear por las calles o el parque? ¿Te acuerdas Dark cuando te lanzaste desde el techo del segundo piso de la casa para defender a Manuel que había sido La Razón de la Culpa

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empujado por una persona mayor? ¿Te acuerdas cómo se divertían contigo, cuando con todos los chicos, subías al cerro de arena?

El Galgo Fina estampa, noble estirpe la del galgo, ladra fiero, gruñe cruel en la calzada, luce hermosa la belleza de su alzada, no le teme ni al bandido ni al hidalgo. Yo lo he visto muchas veces enfrentarse a más perros que los dedos de mi diestra, y al final de la batalla se demuestra que su valor lo hace luchar hasta matarse. Es gacela cuando corre por el prado, es un lince cuando acecha el horizonte, ni qué decir cuando trepa por el monte persiguiendo a largos saltos un venado. Galgo manso que respetas a tu dueño, galgo noble que lo cuidas con paciencia, no eres bruto, es tu instinto inteligencia, vives despierto en lo profundo de tu sueño.

Podría continuar haciendo recuerdos gratos, pero siempre existirá la diferencia entre el desprendimiento del perro y el condicionamiento con que los seres humanos hacemos las cosas, y eso, me causa pena. Es cuando la razón y la culpa pasan a ser una incógnita.

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Mi perro sabe que es perro y cumple su parte del trato sin preguntar. Él cuida todo aquello que se le encomienda y es fiel con las personas que conforman su grupo familiar. Yo, en cambio, no puedo escapar a las preguntas que me hago, y lleno de dudas sucumbo a la incertidumbre ante su mirada. Siempre creí que uno debía estudiar para saber, para conocer, pero me equivoqué. Me di cuenta tarde que solamente importa saber hacer trámites cumpliendo con todas las formalidades. La forma es más importante que el fondo. Claro, es natural, el fondo está al fondo, entonces, déjalo ahí, dale forma, moldéalo, decóralo y cumple la rutina al pie de la letra y tendrás éxito. Tu sistema fisiológico no se revolverá y tus asuntos tendrán un final feliz. Como mi perro. Ladra cuando tiene que ladrar, muerde cuando tiene que morder, se rasca si algo le pica y acude si lo llamas. Duerme largo y tendido pero su instinto le dice que el oído y el olfato deben permanecer despiertos. Como un tramitador de asuntos ajenos. No importa lo que dices, sino cómo lo dices y en qué parte del formulario lo anotas. Adoro mi perro. Aprendo tanto de él que disfruto su compañía y su conversación. Nunca me discute ni me da la contra. Qué diferente a las esposas. Cuando murió mi mamá, -tenía nueve años- de inmediato los tres mayores fuimos enviados a Lima y nos metieron a un internado, severo y carcelario. Por supuesto, que extrañé con desesperación la libertad, extrañé con pena tanto cariño que recibía de mi mamá, extrañé con dolor el “qué me importa” del campo, pero sobre todo, cómo extrañé la compañía de mis perros. El cambio sin ellos fue fatal. Sentí soledad por primera vez en medio de otros doscientos internos. No tenía madre ni perro que me ladre.

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Cuando no tenemos a quien culpar y la razón no es comprensible, decimos que es el destino, hasta que aparece un alma caritativa que le echa la culpa a Dios y nos dice muy compungida: fue la voluntad del Señor. Pero, seguramente esa misma voluntad de Dios, es la que permite que a medida que aumenta la maldad en el planeta, también crezca la cantidad de gente buena que ama a los animales. Quizá ellos podrían mitigar la culpa y luchar por el triunfo de la razón.

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X Mis Manos

Antes de escribir el poema a mis manos, las miraba con cuidado porque veía en ellas las manos de mi padre, ya que por lo menos en apariencia, la suyas eran iguales a las mías, sólo que las de él estaban curtidas, sus grietas eran más profundas y su aspecto era el típico de la consecuencia del trabajo de campo y su contacto con la tierra. Las herramientas de trabajo dejaron sus huellas en forma de callos y aspereza. Comúnmente, miro mis manos y pregunto en voz alta: ¿Qué hace aquí don Andrés? Y converso con ellas como si él estuviera presente. Y lo siento y me conforta saber que vive en mí. A lo largo de la vida, casi todo lo que hacemos, lo hacemos con las manos. Sin ellas nos sentiríamos huérfanos, algo así como desposeídos. Ellas por lo tanto son la expresión más honesta de nuestras respectivas almas. Su delicadeza, su fortaleza, sus habilidades, sus carencias, y sobre todo, la experiencia dibujada en cada arruga, en cada callo y en la forma irregular que con los años van adquiriendo. Ellas son el fruto de lo que hemos hecho de nuestra propia vida luego de forjar con ellas la flor de nuestra propia esperanza. También, a menudo me pregunto: ¿Serán mis manos culpables de las cosas indebidas que hicieron? O será culpable la razón, La Razón de la Culpa

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que en su debilidad, sucumbió al instinto. No tengo respuesta. Quizá por temor a ser débil, o quizá por temor a la verdad de aceptar que la razón fue culpable de argüir.

Mis Manos Miro mis curtidas manos que tanto saben de amores. Sus arrugas, cual profundas grietas, se pierden confusas marcando diversos caminos. Plagadas de recuerdos bellos, de tantas sensaciones dulces, apasionadas mil veces, con deleite veces mil. Las venas lucen quebradas, los dedos amenazan corvos, de alguna manera dicen angustia, de alguna forma dicen pena. La alegría vivió en mis manos que se aferraron a ella, la estrecharon, la estrujaron, mientras fuerza tuvieron para hacerla suya. Luego ella se fue, escapó, sin decir palabra, sin decir adiós, sin mirar atrás, sólo porque sí. Cómo la extrañé... tenía dientes de perla, labios pétalos de rosa, un mohín imprudente y sensual. Roger L. Casalino Castro

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¡Y la amé... y la amé! Cuando fue parte de mí. Mis agrietadas viejas manos, colmadas de recuerdos bendicen los años gratos, olvidan los años tristes. Quieren vivir cada día como un legado del cielo, que al ser regalo de Dios viviré con emoción, para dormir cada noche como oración de consuelo. Ellas son lo que yo soy, ellas dicen cómo fui, tantas veces un demonio, tantas veces las cerré y eso queda en mi conciencia, tantas veces las abrí, y di, todo lo que pude dar, tanto así que puedo ahora, Mirarlas... y sonreír.

Cuántas veces estuve a punto de perder la vida y ellas me salvaron porque pude asirme a tiempo a un algo salvador. Tantas veces a través de ellas pude sentir amores y pasiones que me llenaron de felicidad y fueron fuertes para dar de sí y fueron suaves para dar amor y cariño y fueron el sentido que le dio sabor a mi vida. Jamás las culpé de ser torpes si alguna vez fallaron por mi propia torpeza, en cambio, sí agradecí que fueran mías cada día La Razón de la Culpa

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mil veces, cada vez que pude sentir con ellas la fuerza de un abrazo y la sinceridad de una mano amiga. Con ellas pude acariciar el rostro de mi mamá y también pude sentir la divinidad de sus senos cuando asido a ellos bebía la vida. Fueron tan importantes mis manos en esa ósmosis de cariño, libres de culpa, razón de la felicidad natural de la maternidad. Con qué intensidad mis manos disfrutaron del amor, con qué intensidad disfrutaron del pecado. Ellas no tienen la culpa de que la razón las utilice, de que la imaginación diga que son causa, cuando sólo son motivo. Son el nexo entre la razón y el placer, entre la razón y lo sublime. Son el momento delicioso antes del dolor; son el clímax antes del arrepentimiento. Los que nacimos en la primera mitad del siglo veinte, estamos usurpando un lugar al otro lado del dos mil y nos debatimos entre soportar, maldecir o emprender con la esperanza que esta fórmula nos permita ser útiles. No se quiere comprender cuánto nos importamos nosotros mismos ni lo mucho que nos importan los niños, quienes a nuestro juicio, no tienen porqué sufrir la culpa de la razón ajena.

Roger L. Casalino Castro

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XI El Despojo Trabajar. Santa palabra desde el inicio de los tiempos. Sentencia que llegó como compensación por el castigo de una culpa; “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” y el trabajo dignificó al hombre y el hombre se hizo digno por el trabajo. Y el trabajo, que de primera intención, se impuso como una condena, surgió como una bendición y fue el fruto de las virtudes. Luego se inventó el ocio como contraposición para justificar los pecados ajenos como fruto de la negación de las virtudes, que a medida que la inteligencia se iba imponiendo a la fuerza, se convirtió en esclavitud de todo aquello que la inteligencia, en colusión con el ocio, acumularon poder para utilizar el “santo oficio” –el trabajo, no la inquisición- en beneficio propio. La inteligencia fue muy activa e imaginativa al usar la razón para que la culpa siempre recaiga sobre el trabajador –que era todo aquel que usara las manos para trabajar- y así se realizó el primer acto de despojo de la historia, cuando alguien dijo: “Esto es mío” y trazando una raya en el suelo, y de un solo golpe, se crearon las fronteras, la propiedad privada y con ello

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el principio natural del despojo como acto de derecho, o sea el derecho del pillo sobre el humilde. Y las virtudes, con la humildad como abanderada, fueron víctimas de la opresión y fueron administradas en beneficio del poderoso y las fronteras se multiplicaron y la propiedad pública emergió como símbolo de la razón y la propiedad privada como argumento de ella que decidirá a quien dar mucho, a quien dar poco y a quien dar nada, o sea, a quien solamente dar las culpas. Humana forma que, con la justicia como espada y la ley como escudo, hacen del despojo la forma legal por la cual el rico se llena de cosas inútiles, para él, pero que sostiene las cuentas eternas y mantiene al pobre en el lugar de depresión en el cual es colocado. Es el infierno disfrazado de purgatorio donde el humilde cae en el cuento divino que el cielo está a un paso de él. Lo plural, es el sistema que abre una serie ilimitada de posibilidades para que los hábiles, que han sabido utilizar la inteligencia con una buena dosis de egoísmo y ambición, puedan manipularlas a su antojo y conveniencia. En tanto lo singular, que es el despojo, cae avasallante sobre los humildes que básicamente somos aquellos que creímos en la educación que nos dieron sobre la base de principios de nobleza, obediencia y la práctica de las virtudes, que al final, sólo sirvió para que, cuando nos soltaron a la vorágine ciudadana, nos viéramos desorientados en una jungla de fieras voraces, en un mar de dificultades opuestas a todo aquello que se nos estableció como norma pero que resultó ser una trampa puesta allí por los poderosos desde el principio. El despojo es una gloriosa forma de desarrollo que no ha sido inventada por los peruanos. Nuestra inventiva no da para tanto. Pero como somos monos e imitadores cuya esencia está ya en Roger L. Casalino Castro

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nuestros genes después de quinientos años de colonialismo, sucumbimos a la tentación de hacerla parte de nuestra vida cotidiana, y sin ningún recato, ponemos en práctica todas las maldades que el sistema cruel del despojo ofrece. Los conquistadores se apropiaban de los bienes ajenos mediante un edicto real o por una bula papal, la que con toda santidad, permitía que el diablo metiera su prodigiosa cola en el asunto de la usurpación. Conquistar significaba ir a otras tierras en pos de fortuna bajo el concepto de la fuerza del progreso o la siembra de nuevas ideas sojuzgar y oprimir. Bastaba con llegar, arrodillarse, besar la tierra, plantar una cruz y tomar posesión en el nombre de Dios y de la corona. Y el despojo hace su juego desde los poderes del estado y las instituciones. Desde la actividad privada donde el poder la aplica irrestrictamente y sin medida ni clemencia, pues es parte del sistema. Se da rienda suelta a toda clase de amenazas y formas “preventivas” estresantes, que son una bondad aparente, pero que realmente, no pasan de ser una depredación psicológica permanente y cruel. No interesa en lo más mínimo lo que se pueda obtener con el producto del despojo, desde el punto de vista material, lo que importa es el impacto que produce en la masa, pues igual que sucede con el hueco abierto en la capa de ozono como amenaza para la humanidad, ellos abren un hueco por el cual filtrarán sus rayos maléficos y tendenciosos, como medio para evitar que se les escape la paloma. La tienen atrapada con la mano hábilmente colocada por el lomo y los dedos apretando la entraña por los lados bajo las alas, dejando que la presión sea tal que apenas si pueda respirar lo suficiente para que no se muera. Eso sería despojarla de la La Razón de la Culpa

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vida y por ahora todavía no conviene. Ya llegará el momento. Se trata de despojarlo de dignidad primero, de sus bienes después y de su familia como consecuencia de los resultados que otros deben tomar como ejemplo. El despojo debe hacerse legal y concienzudamente cumpliendo con las razones del sistema y la consecuencia de la culpa debe ser en provecho de la razón que asiste al poderoso. Hay tantas formas de despojo que mi paciencia no soportaría enumerarlas ni detallarlas. De cualquier manera todas son indignas, abusivas, desconcertantes. Todas provocan angustia y dolor. Robar con un arma en la mano no es ni más ni menos cruel y denigrante de la calidad humana que robar con la ley en la mano. Igual, cuando te despojan, sientes la misma sensación de impotencia que sientes cuando te asaltan. El mismo deseo de matar que sientes cuando te roban. La posición dominante de un individuo cuya fuerza aplica desde semejante ventaja, es una bomba que se maneja a control remoto y a voluntad de quien tiene el control en su mano. Es un crimen tan grande que ni siquiera cabe en el infierno, porque los diablos sólo cumplen su misión, la cual es recibirlos y mantenerlos bien tostados. Además, desde que se inventó el despojo, ya ellos no tienen que salir a buscar clientes para el infierno, los despojadores caen por su propio peso y tienen llenas las jaulas de fuego, y como llegan gordos y rechonchos, reducen los gastos en carbón, pues con su grasa, producen una excelente temperatura. No crean que no. Ya han tratado de venderle grasa a Satanás, pero este no cayó en el juego, pues sabe más por viejo que por diablo y no duda que tratarán de embargarle algunas jaulas. De lo que sí estoy seguro es que continuarán insistiendo porque tienen la esperanza que algún diablillo interesado en socavarle Roger L. Casalino Castro

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las bases a Satanás, los ayude. Por lo pronto, andan buscando, a través de una encuesta bien planificada, las debilidades del diablo para atacarlo por ahí, ofreciéndole la coima adecuada. Ellos saben que cada cual tiene su precio, y así como, los hombres tienen que pagar con el matrimonio el precio de la chica que fervientemente desean, ellos pagarán el precio que sea necesario pagar para tumbarse al diablo. Como en las películas de Batman, preguntaremos: ¿Podrá San Pedro intervenir para ayudar al diablo a no caer en las redes de los tramposos despojadores y coimeros? ¿Será el diablo tan hábil para escapar a las cláusulas de los contratos que tratarán de hacerlo firmar? Usted lo sabrá cuando el diablo firme el contrato de sociedad por el cual los agiotistas y usureros, se comprometerán a enviarle, pálidas de frío, las almas de los muertos por suicidio, que cada vez son más. El gancho es que estas almas no son para purgatorio. Son de pena máxima. Para toda la eternidad. Recuerdo con pena aquella vez que fui motivo de mi primer embargo. Fue un despojo violento, sin previo aviso y sin que yo supiera por qué. Por aquel tiempo te embargaban, es decir, te despojaban, sin que pudieras hacer nada. Decían que como medida preventiva y con notificación con la demanda. No tenías defensa. Pasabas, de ser humilde pajarito, a vulgar víctima de la crueldad administrativa de la injusticia. Nunca me enteré por qué fue el embargo, porque al final entendieron que conmigo no era el pleito, que no tenía nada que ver en el asunto, pero para demostrarlo, luché durante dos años, con abogado de por medio, hasta que este consiguió una orden del juez para que me devuelvan mis pertenencias, las que iban desde el refrigerador hasta muebles, mesas y otros, incluida una

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alfombrita que me regalaron cuando me casé. Los malditos vaciaron mi casa. Lo cierto es que con la orden en la mano y en la camioneta de un primo que se prestó a ayudarme en el rescate, fuimos a San Martín de Porres, por ahí, por la Av. Perú que aún no tenía pista y era parte de una barriada insipiente. Pues precisamente ahí, en una choza que supuestamente pertenecía al depositario, encontré mis deterioradas cosas, ya casi inservibles, siendo utilizadas por los que allí sobrevivían. Las recuperé, no sé si por dignidad o si fue por una actitud netamente deportiva ante un partido que lo tienes perdido de antemano, porque no estaba seguro de poder utilizar mis cosas nuevamente. Los despojadores saben que aquellas cosas de las cuales te despojaron produciéndote humillación y un inmenso dolor que hizo temblar a toda tu familia, no les sirven para nada, porque cuando al fin salgan al remate, el producto no pagará los gastos. Mientras tanto la cuenta continuará subiendo a punta de gastos e intereses, más los correspondientes impuestos para que el estado no se moleste. Así, el despojador podrá realizar un juego contable muy útil para sus intereses. De esta manera podrán seguir haciendo su juego utilizando el cariño que los despojados sienten por sus miserables pertenencias, las que en la mayoría de los casos, representan todo su patrimonio, la seguridad de su familia o el futuro de sus hijos y hasta el trabajo de una vida. La táctica que se utiliza para despojar es la táctica del pescador. Prepara el cordel, coloca la carnada hábilmente disimulada en el anzuelo, lo lanza y espera que piquen los peces que nunca faltan.

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Total, solamente se trata un juego de mercado meticulosamente estudiado y fríamente calculado. No es el primero ni será el último por el cual se despojará a la gente modesta y honesta, porque ellos son los primeros en caer. Los resultados serán siempre positivamente halagadores para los despojadores. Tienen una cancha y un manejo, que da miedo. Todos juegan por el mismo equipo. Se pasa la bola, se hacen combinaciones, triangulaciones, paredes y otras jugadas, pues se las saben todas. Además los árbitros están de su parte. Como arquero tiene un seguro que las atrapa todas. En la defensa, bancos y financieras apoyados por departamentos legales. Al medio campo despojadores y centrales de riesgo que te anulan toda intención, y al ataque, delincuentes y departamentos de crédito. Como ya dije, los árbitros, totalmente de su parte. El otro equipo no cuenta ni con la técnica ni con la táctica que pueda oponer a semejante equipo. Todos los tiros libres, fouls, corners, etc. serán en contra y hasta cometerán auto goles. Los reglamentos los maneja el árbitro principal, que por motivos de recaudación, los apoya. Como dije. Es un juego de mercado. Los delincuentes despojan y el despojado no puede hacer otra cosa que reponer lo despojado. Los bancos, financieras, y agiotistas, debidamente aconchabados, despojan con entera libertad y los despojados harán lo imposible por reponerse del infortunio y sobrevivir. Y así sucesivamente, todo conduce al consumo, o sea, al balance del mercado. No importa si para ello se deba poner a un lado de la balanza a miles de flacos despojados y al otro, tratando de contrapesar, a unos cuantos gordos y rechonchos despojadores. Dirán que es la ley del mercado. La Razón de la Culpa

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El despojo será siempre el dueño de la razón. El despojado será siempre el poseedor de la culpa. No seamos ingenuos. Los unos tendrán que vivir de los otros. Los sonsos tendrán que vivir de los vivos, y los vivos vivirán mejor. Los vivos ricos serán siempre ricos, Los vivos pobres serán nuevos ricos. Los sonsos ricos serán nuevos pobres. Los sonsos pobres serán siempre pobres.

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XII Sin Razón y sin Culpa Un momento del pasado La razón, siempre la tienen los adultos y la culpa siempre recae en los sirvientes, y si sobrara algo de ella, a los niños. De esta manera todo sigue igual. Los adultos como si supieran hacer bien las cosas y los niños como si no lo supieran hacer nunca. En el medio están los sirvientes, que en su ignorancia, pueden cargar sin problemas muchas culpas ajenas, más todas aquellas que les son inherentes por su ubicación. Felizmente, nosotros, en aquel pueblo alejado de aquello que se llama civilización, éramos un grupo de niños despreocupados y no nos importaba en lo más mínimo, ni la razón, porque las cosas se hacían simplemente, ni la culpa, porque en nuestro andar por ahí, estábamos lejos de ella. La culpa era apenas una palabra que servía para expresar que alguien había metido la pata donde no debía, o una expresión útil para soplarle la pluma a otro. Sixto, el muchacho de los mandados que era parte activa de estro grupo, regresaba del pueblo adonde fue a cumplir unos encargos para la casa. Los tres chicos, volvíamos de la huerta de buscar unas guayabas y en cuanto nos reunimos, partimos en dirección al río, donde en esa época del año, en los mangles abundaban las “píucas” Estos pajaritos se alimentan de las semillas del mangle que son de un azul intenso y toman de ellas La Razón de la Culpa

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la coloración ligeramente azulada que adquiere su plumaje. Se le llama píuca en respuesta a su canto. Generalmente íbamos por el callejón caminando sobre las pircas hablando cosas muy importantes, aunque sólo para nosotros, pues los demás pensaban que eran cojudeces. Como de costumbre, siempre nos seguían un par de perros para completar el equipo, el cual, con los cuatro chicos y con una sola idea, andábamos en busca de aventuras capaces de sostener nuestra locura de libertad. De pronto los perros empezaron a ladrar y una zorra saltó hacia el algodonal de al lado. Los perros se lanzaron a la persecución y nosotros tras ellos gritando de entusiasmo y emoción. Ya casi la tenían acorralada pero la zorra era muy ágil y experta en quites. Yo corría a saltos entre los surcos, -las matas de algodón aún eran de unos cuarenta centímetros de altura- di un tropezón contra la zorra que pasó delante de mí y fui a dar de narices al suelo. Todos explotaron de risa, desconcierto que aprovechó la zorra para salir disparada hacia el bosque ribereño –se le llama monte- y perderse en la maleza. De todas maneras nos introdujimos en el monte en compañía de los perros que buscaban inútilmente. La zorra hizo honor a su nombre y demostró que es muy zorra en eso de las evasiones. - La pucha que se nos escapó cuando ya la teníamos. Dijo Sixto. - Cual teníamos, si las zorras son muy zorras. Agregó Candelita. - Tú pué Negro que la debiste patear en vez de tropezarte con ella. Comentó Tito. - Y qué pué, si yo venía corriendo y ni la vi cuando tropecé. Más bien me fregó porque me fui de nariz al suelo y a ustedes se les escapó por reírse de mí. Roger L. Casalino Castro

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Esa zorrita anda por Sahuacarí. Cuando vayamos por allá tenemos que estar atentos. - Bueno. De repente no encontramos la zorra pero podemos encontrar una muca. - O una lechuza, pero no me gusta porque dicen que son aves de mal agüero. - Esos son animales que no se buscan. Sólo se encuentran, igual que la gallareta que, zuácate, sale volando de la sangradera. - Mejor vamos al alfalfar a buscar nidos de chirote. - ¿Has visto el sol dónde está? - Si, ya sé que son las once - Entonces pué. Es hora de volver para el almuerzo. - Ya pué. Pero después de almorzar vamos al pueblo para jugar un partido con los de allá. - ¡Listo! Eso si me gusta porque siempre les ganamos. - A ver. Saltemos la acequia. Quién llega más lejos. Tito, tu empieza y después marcas quien gana. Ya, toma viada y salta. - Ya Candelita, tú eres el último. - La miéchica, parece que todos empatamos. - Ya, entonces hagamos una carrera al gana-gana, el último pierde. - Yo siempre pierdo en las carreras porque tengo mi pata chueca pero a las bolas si les gano. Y al llegar: - Chicos, vayan a lavarse que ya pronto va a estar el almuerzo y quiero ver las manos limpias. - Ya mamá – A una voz. Mi papá llegó a caballo y fue a lavarse para que podamos ir a la mesa. - Papá, cierto que mañana viene don Albino. - Sí. Viene a montar el potro alazán que ya está a tiempo para amansarlo. La Razón de la Culpa

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Púchale que eso va a estar bueno papá. Té apuesto que lo avienta. No creo. Don Albino es un buen amansador. Sí claro. Es bueno para trabajarlo, pero para la primera vez ya está viejo. No crean. El otro día montó el bayo de Morán que resultó muy chúcaro y no lo tumbó. Si, pero el alazán es más fuerte y va a corcovear mucho más. Don Albino se las sabe arreglar. Ya lo verán mañana.

Esa tarde fuimos al pueblo, jugamos un partido en la plaza y empatamos por lo que volvimos un tanto decepcionados y echándonos la culpa unos a otros. - Oye. Por qué nos echamos la culpa si sólo es un partido de fútbol. La próxima les sacamos el chuño y vamos a volver contentos. - Claro que sí. Somos mejores que ellos. A mí me gusta jugar como juega el Cóita por el lado izquierdo a toda velocidad y mete unos tirazos. - A mí me gusta como Félix Alba, él si que juega bonito - Yo soy defensa como Tototito que no deja pasar a nadie. - Pucha oye, el domingo juega el Barranca contra Chocavento. Eso sí que va a estar bueno - Nos treparemos a la torre de la campana para ver desde ahí. - Esos del pueblo quieren que llevemos nuestra pelota, pero no tenemos. - Ya pué, entonces nos hacemos una. Hay que decirle a don Pancho que nos dé la vejiga del chancho que van a matar mañana para hacernos una buena pelota.

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Al día siguiente, cuando llegó don Albino, el potro estaba junto con otros caballos en el corral de las vacas. Mi papá entró al corral con él y dos pastores. Don Albino tenía el lazo en la mano y todos los muchachos y demás mirones nos fuimos a sentar en la pirca. Los pastores arrearon los caballos en tropel por un costado y don Albino, en el momento preciso, lanzó el lazo que atrapó por el cuello al potro. El potro hizo fuerza y con la ayuda de uno de los pastores lo obligaron a ir hacia el centro del corral donde había un grueso tronco plantado. Dieron un par de vueltas al lazo alrededor de él y fueron cobrando hasta tenerlo seguro. El primer paso fue ponerle el tapaojo y asegurarlo. Inmediatamente, al perder la visión, el caballo estiró el pescuezo hacia delante y bajó la cabeza. Con sumo cuidado, don Albino limpió el lomo con una escobilla y le fue pasando la mano por la cabeza, el cuello y luego al lomo con mucha suavidad. Tomó la jerga y la puso sobre el caballo que tembló nervioso e hizo algún intento de corcovear. Dejó sobre el lomo la jerga y procedió a poner la jáquima por las orejas primero y después asegurándola al hocico. El caballo estaba muy nervioso en ese momento. Volvió a quitar la jerga, le frotó el lomo con ella y la volvió a colocar. Puso una jerga más y después la montura. Cada paso era lento, acariciando el animal unas veces y golpeando el lomo con suavidad otras. Colocada la montura en su lugar, pasó la cincha, la aseguró por el lado izquierdo y ajustó despacio. Todo estaba puesto aún sin ajustar demasiado, incluyendo la baticola.

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Aflojaron el lazo dándole más carrera en el tronco y con cuidado le levantaron el tapaojo. El caballo dio un salto y se puso a corcovear como para deshacerse de la montura, aseguraron el lazo al tronco y lo dejaron un rato ensillado. Después de unos minutos, volvió don Albino, le bajó el tapaojo, revisó los aparejos y ajustó la cincha a la presión adecuada. Luego le puso los estribos y siempre palmeando sobre la montura. Dio una vuelta al lazo en el tronco, le subió el tapaojo y arreó al potro haciéndolo girar primero hacia la izquierda y luego hacia la derecha. Después de un rato de realizar esta operación, le bajó el tapaojo, recogió el lazo que amarró a la montura, templó un poco la jáquima para tenerlo seguro y montó sobre el caballo que acuso el cambio de peso pero quedó quieto y tembloroso. Don Albino jaló la rienda de un lado haciendo girar un poco la cabeza y le subió el tapaojo. El alazán dio un salto hacia adelante pero ya don Albino tenía el control. El potro corcoveó con fuerza haciendo una serie de brincos y cambios de ritmo pero don Albino sabía lo que hacía. El caballo quería deshacerse del intruso, pero no pudo. El chalán lo frenó y haciéndolo girar lo detuvo por un momento que aprovechó para bajarle el tapaojo. Se apeó, lo amarró al tronco con el nudo en alto y lo dejó ensillado. Después de ese primer baile, fuimos a la casa a tomar un poco de agua fresca de la destiladera. Fue muy emocionante. No perdimos detalle alguno de todo el procedimiento y de la pericia y experiencia de don Albino para chalanearlo. Cuando le preguntamos a mi papá por qué se había demorado tanto para ensillarlo y luego montarlo solamente un momento, nos respondió que con un potro tan lindo y fuerte no Roger L. Casalino Castro

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se debía correr el riesgo de malograrlo por un apuro. En la tarde lo montaría un par de veces más y al día siguiente otro par de veces en la mañana y por la tarde lo sacaría a la cancha para pasearlo y acostumbrarlo al trabajo de chalaneo, quebrado de cuello y amansado. Lo que le llevaría varias semanas de arduo trabajo para dejarlo como una seda. Quizá en otros lugares hagan las cosas diferentes, pero, como acá, los caballos crecen libres y sueltos hasta los dos años o un poquito más, tienen mucha energía acumulada y se les debe tratar con sumo cuidado. Ese día lo dedicamos íntegramente a los caballos y realmente lo disfrutamos, porque era algo que sucedía muy de vez en cuando. ¡Qué bien se vivía entre animales! Son tan nobles. Los días eran largos. El tiempo alcanzaba para todo. Caminábamos por los potreros y por las faldas de los cerros buscando cualquier cosa que exaltara nuestra curiosidad. Algunas veces trepábamos al cerro de arena para deslizarnos y rodar en la bajada. Valía la pena el esfuerzo de subir porque era muy divertido bajar. Una tarde que íbamos caminando por la falda del cerro, vimos algo que nos llamó la atención. Una araña de tamaño medio, que con las patas extendidas tendría unos siete u ocho centímetros, estaba en posición defensiva con la patas delanteras levantadas al ser atacada por una pequeña especie de avispa negra –no tendría ni dos centímetros de largo pero no había duda que la lucha era pareja, a pesar de que a simple vista era desigual. La avispa trataba de meterse por debajo de la araña, pero esta no se lo permitía. En un momento dio la impresión que la araña ganaba el pleito, pues la avispa quedó como muerta y con las La Razón de la Culpa

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patas para arriba, La araña se dispuso a dar el golpe final y justo cuando trataba de morderla, la avispa levantó el abdomen y le clavó la lanceta en la parte vulnerable En un instante la araña quedó inmóvil, la avispa salió de abajo y tomándola por una pata comenzó a arrastrarla con una fuerza increíble. Sorprendidos por el desenlace, no lo podíamos creer, pero el resultado estaba a la vista. En la lucha por la vida, no hay ni razón ni culpa. Es la naturaleza haciendo su juego de la vida y de la muerte sin juzgar. Cada cual juega sus opciones a la vida, aunque en ello le vaya la muerte “Sin razón y sin culpa”.

Roger L. Casalino Castro

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XIII Música y Poesía Y fue la música la que justificó las culpas. Fue ella que a punta de trompetas justificó la caída de las murallas de Jericó. Fue ella la que desde una lira puesta en manos de un desentonado Nerón justificó el incendio de Roma, quizá lo hizo recordando cómo también Eros, con una lira justifica, con disimulo, el daño que hace con sus flechas envenenadas de lujuria. Y la música anduvo de castillo en castillo por más de mil años tratando de consolar a las doncellas, que desde una ventana ubicada en lo alto de una torre, víctimas del horror de los prejuicios y cucufaterías de la época, se deleitaban escuchando a los trovadores. La música, como expresión pura de la naturaleza, nació con el canto de los pájaros para graduarse en las cascadas, en el murmullo de los ríos, en el silbido de los vientos, en el fragor del trueno, en el romper de las olas y en el golpe pausado y pertinaz de una gota; y formaron una orquesta de mil voces y sonidos que trinan, silban y retumban. Y nació la poesía en el encanto del amor y en lo épico de una batalla y en los gritos de angustia y dolor de los heridos, en la sublimación de la belleza y de los campos floridos, y al pie de una cascada bañando a una virgen desnuda que sueña con dejar de serlo, para armonizar con la naturaleza, como una mariposa se aposenta en una flor, o para acongojar las desventuras de un La Razón de la Culpa

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huérfano o también para alegrar la vida en la sonrisa de una madre al momento de ver por primera vez el rostro del fruto de su vientre. Y ambas se unieron para hacer la vida soportable, para hacer la belleza admirable y para hacer del amor un juego maravilloso. De esta manera la música como expresión de la naturaleza y la poesía como expresión del alma humana, surgen como producto de la razón que aflora como fruto de la sublimación de la musa. Y una lengua de fuego que se escapó del sol y besó cálida la luna, nos trajo a los grandes genios de la música que se llenaron de bemoles y sostenidos, de corcheas, fusas y semifusas para hacernos viajar por paraísos floridos y jardines de ensueño con cascadas, ciervos y mariposas, con riachuelos corriendo entre flores y ventiscas que graficaron los paisajes más hermosos. . Llegaron los poetas desde sus orgías de gloria en el parnaso ubicado en las estrellas, para decirle al mundo lo que es el amor, lo que es la razón de la existencia, para reunirse con la música y en un intento celestial cantar en poesía a las mujeres más bellas y deseadas y entonces Aída, Carmen y Evita nos llenan de pasión y Fausto peca con el diablo y Madame Butterfly muere de amor. Todos ellos y mil más nos encantan con el impulso que generan hacia la inmortalidad de la cultura, como culto a la razón de la culpa de amar y glorificar, al extraer de su genio lo mejor que Dios les dio: la inteligencia y el talento. Es poeta aquel que traga sentimiento, lo humedece y paladea con su llanto, es poeta aquel que sin conocimiento arroja por su pluma un suave canto. Roger L. Casalino Castro

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Se alimenta de la gloria y el amor, se alimenta del olvido y de la pena, y así bebe la angustia y el dolor, goza de la libertad, sufre condena. El poeta los mastica y ensaliva, se los traga y los digiere horas serenas, y en una ósmosis bendita los deriva a la sangre que le fluye por las venas. Esa sangre que de tanto se ha nutrido al cerebro se le sube como espuma, traNsmitiéndole a las manos lo sentido y los versos se le escapan por la pluma. Si la música es razón y la culpa es poesía, juntas serán la razón de la vida que es el amor, con razón o sin ella, con culpa o sin ella. La poesía le pone corazón a la música, la hace real, la afirma, la llena de sentimiento como lo hace llena de dramatismo en la ópera o llena de alegría en la zarzuela. ¿Qué, o cómo sería nuestra sociedad, si en vez de delincuentes, tuviéramos músicos y poetas? Cómo cambiaría esta sociedad corrupta y desenfrenada, si en vez de cárceles tuviéramos campos deportivos, teatros, talleres y muchas conchas acústicas para amansar a las fieras. Si en las escuelas se diera prioridad al arte y al deporte. Si en vez de contar con tantas facilidades de acceso a la pornografía, utilizáramos todos los medios disponibles para difundir la cultura en todas sus facetas.

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Si las canciones, en vez de promover letras que no dicen nada, letras estúpidas y faltas de imaginación, irracionales y destructivas de los valores, utilizaran tantos poemas bellos que dignifican la calidad humana. ¿Qué sería?... Dudo que haya una buena razón para hacer lo que se hace, como dudo que haya un valiente que asuma la culpa por ello. La respuesta está en manos del interés económico que es el nuevo gobernante de la cultura y de los valores. No se corre ningún riesgo, aunque el sentido de humanidad se convierta en una moneda circulante. Eso se considerará razonable, aunque haya que echarle la culpa a la razón. Si la droga da dinero, pues a la droga. Si la pornografía da dinero, pues a la pornografía. Si la contaminación de la niñez da dinero, pues a la contaminación. Si la pobreza produce dinero, pues que se multipliquen los pobres y que el hambre sea motivo de manipulación. Si la destrucción del planeta da dinero, pues hagamos una orgía para festejarlo. En este estado de cosas, la música y los porno-libros seguirán siendo muy buenos para mantener el mercado informal, que al final, termina siendo una publicidad barata para los que tienen la suerte de ingresar a él. Además, ya está resultando un privilegio estar en manos de la informalidad. La música y la poesía juntas hacen los himnos que conjugan el sentimiento patrio y la gloria de pertenecer a un país, de manera que al exaltar los corazones, sean entonados y dichos con la mayor emoción y con la voz firme. Si la música y la poesía Roger L. Casalino Castro

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logran este principio de unión tan manifiesto, un lazo tan firme como lo es, pues traslademos esa fuerza a las escuelas y universidades, lancémosla a las calles y establezcamos con ella un sentido educativo lleno de valores, un sentido educativo capaz de rescatar las mentes descalificadas por el modernismo inconsciente. Hagamos patria haciendo cultura. Comencemos por difundir la música clásica y vernacular en las cárceles durante las veinticuatro horas del día, que escuchen poemas dichos con sentimiento, poemas que exalten la calidad humana, que los presos dispongan de poemarios. Hartémoslos de cultura. Cada poema encierra un universo propio llenos de mensajes. Aprovechemos la circunstancia que nos ofrece el talento poético para establecer diferencias. No veo otra manera de reintegrarlos a la sociedad. La culpa de la razón está en que la razón actúa atada, encadenada a convencionalismos y reglamentos.

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XIV Conclusión

Tal como es nuestra cotidiana costumbre, andamos por la vida buscando razones que justifiquen nuestros actos, y de paso, personas a quienes podamos echar la culpa de ellos Muy humano en el concepto, pero poco valiente en la acción, porque si de valores se tratara, estos valen por sí solos, pero si de culpas fuera el asunto, estas caerán irremediablemente sobre nosotros como consecuencia de nuestro razonamiento. . Hace años, en mi primer poemario titulado “El Retorno” escribí un pequeño poema, el mismo que salió de la pluma así porque sí y nada más. Comencé con que la vida es sueño y fue dando tumbos hasta llegar a una conclusión. Por tal motivo lo llamé Conclusión. En una oportunidad, un amigo lo leyó y me dijo: “Por sí solo, lo que aquí dices justifica y vale por todo el libro” No le hice caso, pero con el tiempo he llegado a pensar que realmente tiene importancia, porque en la vida, todos los actos o hechos anteriores, o las interpretaciones que se dan a las palabras, convergen a una conclusión, aunque no se la busque. Pero toda conclusión se enfrenta a la verdad. Allí es cuando no sabemos qué tan buenos ni qué tan malos somos, o si la inseguridad o el dolor que sentimos son porque somos buenos o porque somos malos. La verdad íntima no se atreve a decirlo. Nos deja el paquete y continuamos llenos de dudas, entonces Roger L. Casalino Castro

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rezamos un Padre Nuestro, nos encomendamos a Dios, maldecimos a los curas y quedamos contentos, pero ajenos a la conclusión. Conclusión La vida es sueño El sueño mentira La mentira engaño El engaño falsedad La falsedad traición La traición cobardía La cobardía miedo El miedo pánico El pánico desenfreno El desenfreno lujuria La lujuria pecado El pecado perdición La perdición infierno El infierno condena La condena crueldad La crueldad ambición La ambición orgullo El orgullo pasión La pasión dolor El dolor castigo El castigo maldad La maldad humana. Para llegar a la conclusión que la maldad es humana, he debido recorrer, desde los sueños, toda la secuencia de la consecuencia de las barbaridades físicas y sicológicas que nos afectan. Como en una cascada se han sucedido cada una como consecuencia de la anterior hasta llegar a lo que podríamos concluir como La Razón de la Culpa

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verdad. Somos humanos, inteligentes y por lo tanto sujetos a raciocinio, de manera que al tener tal capacidad, establecemos la diferencia entre lo bueno y lo malo, en cuya distorsión, caemos en los excesos que son el pecado natural que cometemos y que justificamos diciendo: somos humanos. Realmente, no acostumbramos a ser conscientes de cual es el punto de quiebre de los sentidos. ¿En qué punto el tacto se convierte en dolor? ¿En qué punto la audición se convierte en ruido sordo? ¿En qué punto un aroma se convierte en pestilencia? ¿En que punto el gusto afecta a los demás sentidos? ¿En qué punto la belleza se hace aburrida? Lo más grave llega cuando la comunión que existe entre los sentidos se conjuga para ir al desenfreno irracional. Cuando se excede la capacidad del individuo en el manejo de sí mismo. Puede ser por causa de la droga, del alcohol o del abuso de la sexualidad, o quizá, de otras razones que ni nos imaginamos. Lo cierto es que la cualidad más maravillosa que tiene el ser humano, la cual es la capacidad de pensar, se anula como consecuencia o conclusión de las fuerzas del entorno, el que mal manejado, por no haber sabido descubrir el punto de quiebre de los sentidos, sucumbe a la maldad. Nadie es malo si reacciona por instinto. Para ser malo es necesario pensar, es necesario tener la posibilidad de manejar opciones, y para ello, es necesario ser inteligente. Pues bien. Como los humanos nos venimos jactando de ser los únicos inteligentes, automáticamente nos hemos adjudicado la propiedad de la maldad, y por conclusión, la maldad es humana.

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A los humanos no nos gusta dejar las cosas a medias, ya que hasta el punto de quiebre, las cosas suceden normalmente, como se ha dicho, caen por su propio peso. Entonces entramos a la administración del exceso. Se establecen leyes, reglamentos, ordenanzas, formas y otros inventos para que todos aquellos que están por debajo del punto de quiebre, crean que se les ayuda, y para que, aquellos que están por encima de él, tengan la oportunidad de mostrar su capacidad intelectual, o sea, su capacidad de ser malos. La lujuria es su pasión y son insensibles al dolor –por lo menos al dolor ajeno- y el castigo es aplicable sólo a los demás. Siempre pongo de ejemplo a Einstein. Fue el hombre más inteligente pero, por desgracia, fue causa de la bomba atómica. Los desafío a buscar un hombre inteligente que no haya hecho la guerra. Me dirán que Juan XXIII, pero no pudo evitarlas. Lo cual indica que la balanza tiene un tope que anula la posibilidad de equilibrio. Ese tope es la inteligencia puesta al servicio de la economía. Queda clara la conclusión. La razón tiene la culpa que la maldad sea humana. Continuaré buscando razones, continuaré echando culpas y continuaré sacando conclusiones, unas erradas otra ciertas, pero al fin y al cabo, conclusiones ajenas al instinto, acordes con la razón y por lo tanto sujetas a culpa. La búsqueda de culpables es equivalente a las sanciones de la Sunat, a las multas municipales, a las papeletas de tránsito, a los cortes de luz y agua, a los reclamos extemporáneos y etc. Todos son ajenos a la verdad de su razón porque solamente interesa la consecuencia económica. Conclusión lógica de la crueldad al servicio de la ley y el orden. Es el sistema hermanito, es la razón de la culpa.

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Mi mentalidad inquieta de poeta, abierta a las ideas, sufre acorralada entre leyes y ordenanzas, reglamentos y mandatos. Quiere salir, quiere gritar, quiere ser libre. Corretear por los campos, meditar bajo el murmullo de los ríos, estar quieto en soledad.

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XV Don Dinero Poderoso caballero es don dinero, antiguo refrán, que como todos los de su clase, dice la verdad nacida del pueblo. El dinero es el invento más caro logrado por el hombre. Por él se cometen los pecados más aberrantes y los avasallamientos más crueles. El sistema de trueque, que indudablemente era más justo, resultaba muy pesado y estaba limitado por la duración de los productos. Excepto los metales, pero como estos se oxidaban, el brillo del oro despertó la codicia humana que lo convirtió en monedas para llevarlas en un bolso atado a la cintura o para guardarlo en un cofre debajo de la cama. Y nacieron los bancos para guardarlas y creció el negocio desmesuradamente. . Creció tanto el tal negocio, -por eso de té presto uno y me pagas tres- que resultó volviéndose muy pesado. Entonces los banqueros –ladinos ellos naturalmente- se acordaron que cuando Marco Polo, en uno de sus viajes, dejó Mongolia, tenía una gran cantidad de oro y mercancías que recibir del Khan, producto de sus manejos –porque era comerciante y banquero veneciano y se las sabía todas- ya que el negocio consistía en llevar cosas que en Europa no valían ni un pito, vendérselas a los orientales por cinco pitos, comprar productos de allá que no valían ni un quinto de pito y traerlos para venderlos a los europeos por diez pitos. Santo negocio. Volviendo al asunto del dinero. El Khan era responsable de sus negocios hasta la frontera de su territorio. Ahí dentro mataba a La Razón de la Culpa

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cualquiera por cualquier cosa. De todas maneras, llevar una gran cantidad de oro representaba el riesgo de ser asaltados en los caminos por bandoleros que no faltaban. Por ello, el Khan, entregó a Marco Polo, un papiro que era una orden de pago que se realizaría en la frontera, tal como se había convenido. Ese maldito papel, que después se llamaría, vale, pagaré, letra de cambio, orden de pago, cheque, etc. o simplemente billete, se transformó en la razón de la culpa de todos los desmanes cometidos por el ser humano en nombre de la honradez y que, sin duda, durará hasta la extinción de la especie. Que al parecer será más temprano que tarde. Aunque se le cambie de nombre, o se cambie el sistema de manejo debido al avance de la tecnología, el principio y el fin seguirá siendo el mismo. Continuará siendo la presa alrededor de la cual vuelan los buitres carroñeros y las aves de rapiña, y rondan las hienas y cocodrilos. Las pirañas y tiburones estarán al acecho, para obtener a mordiscos, los beneficios correspondientes. Cuánto tiempo y esfuerzo le costó a Dios crear los productos que la naturaleza nos ofrece para el sustento. Pero, qué fácil los amos del dinero inventan “productos nuevos” para esquilmar a los incautos de acuerdo a ley. La problemática del dinero establece diferencias insalvables entre las personas. Da oportunidad a que sean calificadas y descalificadas en función de la cantidad que poseen, de la posibilidad de acceso a él, o de la ostentación que hacen de él. Por otro lado, los que no lo poseen quedan marginados a su suerte y al esfuerzo tradicional de sus manos.

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En consecuencia, ponemos de un lado a los financistas y del otro a los estafadores. A un lado van los emprendedores y al otro los advenedizos. Aquí ubicamos a los elegantes y allá a los pretenciosos huachafos. Y así sucesivamente, como el agua y el aceite cuya emulsión es muy difícil. De un lado la razón y del otro la culpa, y aunque la culpa fuera de la razón, jamás la razón será de la culpa. Anotaré un resumen del poema: Apocalipsis de la Modernidad Despego... Ícaro vulgar vuela sin plumas. Ícaro presumido de alas tecnológicas, modernidad sofisticada, razón de la inteligencia, sueño y realidad del hombre, vano intento de someter al tiempo. ¡Argucias! Que burlan la verdad del Dios leal, que abusan sin piedad, de los que ven a medias, de la necesidad de los humildes. La televisión la intimidad invade, domina el instinto, lo avasalla. Víctimas del deseo, de la insatisfacción y el artificio. La familia olvida la tertulia, no se comunica... no conversa. Nuevos vicios dan calor al alma, las tarjetas de crédito de colores llegan como solución con dependencia, son una mano en el bolsillo ajeno. La Razón de la Culpa

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El anticristo bancario invierte la parábola, y cinco mil dan de comer a uno. El contrato obliga. La verdad amarga surge de la encrucijada de la pequeña letra. Cómplice de la agonía permanente, el asesino se oculta en el inciso, donde la Ley disimula su tristeza obligada a ver de un sólo lado. El zoológico predador de prestamistas, son vampiros, son pitones, son tarántulas, elegantes lobos vestidos de corderos, buenos amigos que te salvan de ir al cielo. ¡Cómo envejece mi gastada lira! que ya no se atreve a deleitar mi canto Teme desteñir mi musa, ya no la engalana con sus trinos, desentona en las manos de un Nerón moderno, viciosa y atrevida... corrompida y ambiciosa... drogada de consumo... por causa del sistema. ¿Será el dinero la cola del diablo? ¿Serán los billetes las alas de los ángeles? Eso será, según de qué lado de la raya te encuentres. Por lo general, pienso que es la cola del diablo metida en tu bolsillo, porque si no tienes dinero en él, te sentirás inseguro e inestable. Si tuvieras mucho, tendrás miedo a que te roben o asalten. El modo de andar de cada uno dependerá del grado de seguridad que te dé el bolsillo.

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Ese cúmulo de sensaciones te inoculará de necesidades y empezarás a mirar hacia los bancos, cuya proximidad es afín con el infierno, cuyo jefe creará en ti una especie de reconfortante dependencia. Entonces ya no sentirás la cola del diablo introducida en tu bolsillo, sino al diablo completo metido en ti y así no te darás cuenta que lo tienes. Claro que el banquero te quiere frito que es su plato favorito. Por no decir especialidad. De ahí en adelante, irás a tu cama, te acostarás en ella, mas eso no quiere decir que vas a dormir, o si lo haces, será a sobresaltos. Algunas veces creerás que hubo un temblor, pero es tu corazón palpitante el que produjo ese efecto, debido al infortunio de la proximidad de un vencimiento que amenaza con la consecuente brutalidad de los intereses y gastos exagerados. Hasta ahí, bueno, ya te jodiste. Quedas convertido en pagano. No pagano de esos que practican una religión ajena al lugar, sino de los otros, o sea, de esos que viven pagando cuentas sin llegar a comprender de dónde o cómo aparecieron, y como buenos paganos, pagan y pagan hasta que terminan siendo trabajadores que trabajan para el banco pero sin beneficios sociales y con cama afuera. Ya no te extrañará recibir avisos en los cuales te anuncian que te han cargado en la cuenta cuarenta y cinco centavos de dólar por cualquier concepto, sólo que por enviar el vulgar papelito, te cargan más de tres dólares en la cuanta. Te llenarán la dichosa cuenta de dolorosas etcéteras –todas legalmente justificadas- hasta el final de tus días en que cobrarán el seguro de crédito que tú has pagado con el sudor de

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tu frente –como Dios manda- en este valle de lágrimas y bancos. Distorsión humana del dinero que ya no necesita brillar. Hacen lo posible por enmendar su propia plana. La razón se divierte y la culpa paga. ¡Y por qué no! ¡Quién te crees ser para pretender escapar del sistema! Mejor ahórrate comentarios y sigue pagando. Ah. Y sé feliz con tu tarjeta VIP que es gratis.

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XVI El Peatón Después de casi toda una vida, o sea, después de muchos y muchos años –como se dice en los cuentos- de disponer siempre de una movilidad, tuve la idea de convertirme en peatón. Imagino que en esta ciudad a nadie que disponga de un automóvil se le puede ocurrir semejante cosa, y menos aún, suponer que esta pudiera ser una feliz idea. Para ello fue necesario contradecir todas las opiniones del entorno, todas las razones de quienes viven para el automóvil porque es su orgullo y su pasión, y todas las culpas y la pena de sí mismos que sienten aquellos que no los tienen porque viven lamentándose de no tenerlo. Al final, mi conciencia fue libre y triunfó. Rechacé todo argumento que me indujera a continuar con un automóvil a mi disposición. Y me deshice de él. Lo curioso fue que en ningún momento me arrepentí de tal decisión, y más aún, no extrañé en lo más mínimo a la bestia mecánica. Por el contrario, creo que fui feliz desde el primer momento, olvidé las mil preocupaciones permanentes que vive el automovilista, entre ellas, gastos y prioridades. Dejé de pensar en la batería, los frenos, la bomba de agua, fusibles, chicotería y tantos etcéteras que tienen jalados de los pelos a los automen, sin olvidar la limpieza, la guardianía y el mantenimiento. Dejé de pensar en las leyes y reglamentos, en el Soat y renovación del Brevete y dejé de mirar como enemigo al policía de la esquina. Mi vocabulario cambió en un triz y La Razón de la Culpa

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radicalmente. Dejé de maldecir, dejé de decir lisuras permanentemente y mis nervios se relajaron al punto que hasta sentí ganas de ser bueno, noble y generoso. Pude, por fin, ir a cualquier lugar sin la aprensión de que me puedan robar, que me lleve la grúa o me cierren la cochera. Qué maravilla. Al andar solo y por calles y plazas conduciendo el vehículo, vivía con la amenaza de perder una llanta o sufrir un desperfecto y quedar botado a merced de los buitres de la calle. Ahora podía subir a un micro donde quería, bajar donde fuera necesario y si este se malograra, bajar y trepar al siguiente sin problemas. Quedé libre, no solamente del automóvil, sino de mí mismo, de mi mal genio y de mi propio aburrimiento Sin embargo, fue necesario pensar fríamente el asunto para tomarlo filosófica y deportivamente. Igual que jugar un partido en una canchita de barrio, donde sabes que te darán unas patadas pero que también podrás devolverlas. Armarse de paciencia y sacrificar un poco de elegancia, es una virtud que debe adornar al peatón. Como para consolarme, compadecí a los automovilistas. Mirarles la cara de aburridos en los semáforos, la facha de preocupación cuando se les pone al lado un patrullero con cara de que es la hora del desayuno o el lonche y la expresión de preocupación cuando quedan ubicados entre dos vehículos de servicio público en la maraña del tráfico de una hora punta, justificaba ampliamente mi decisión. Ahora tenia que enfrentar una nueva forma de vida, en la cual, debía descubrir sus sostenidos y bemoles para no desentonar la canción. A propósito de canción. Subí a un bus grande de esos que atraviesan la ciudad de punta a punta en un recorrido de varias horas, tomé asiento y empezó la canción. Un joven tocaba la zampoña y la guitarra simultáneamente, y en honor a la verdad, lo hacía muy bien, Enseguida subió una mujer con un Roger L. Casalino Castro

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niño en los brazos, echó un discurso e hizo su recorrido y así sucesivamente un protestante vendiendo caramelos de menta en bolsitas, un desocupado vendiendo lapiceros y etc. con discursos y ofertas muy bien pensados El desfile folclórico continuó durante el viaje con música y golosinas, unos subían y otros bajaban sin inmutarse porque le dieran mucho o poco. . Rápidamente aprendí a conocer las rutas, a distinguir los números y las letras de las líneas, y por si fuera poco, las voces de los ayudantes de los micros que no cesan de anunciar su recorrido. Y deben hacerlo aunque no haya nadie, porque si no lo hacen, el chofer reclama inmediatamente, tal como él sabe, con una voz que no es ni melodiosa ni fina pero que los pasajeros deben sufrir con humildad. Los micros, no son aptos para el desfile de vendedores y cantores, en cambio, resultan dignos de estudio por la forma como la actitud del binomio formado por el ayudante –que es cobrador y portero- y el chofer, se manejan en un accionar perfecto que no deja suelto nada de lo que pueda afectar el andar del micro. Siempre hay sitio, aunque termines con un poto en la cara, porque el que va de pie necesariamente tiene que agacharse. De vez en cuando te dan un aletazo, pero enseguida sube la empleada de algún banco o algún salón de belleza, perfumada hasta las intimidades y te libra del sopor. De lo que no te puedes librar es de la mezcla irrespirable del olor a vinagrillo del ayudante mezclado con el monóxido de carbono, ambos, natural en estos vehículos. Nada debe llamarnos la atención. Una colegiala sube al micro, se sienta, se acomoda como puede o como la dejan y se rasca la cabeza. Luego con disimulo baja las manos y procede a matar un piojo con las uñas, tal como es tradicional hacerlo con estos incómodos ácaros. Reflexioné sobre el particular y me dije: no La Razón de la Culpa

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me cabe duda, esto es una muestra más del folclore de la pobreza. Con lo que vale un sobre de champú con insecticida, en la casa de esta chica, se puede comprar seis panes y tres plátanos, por lo menos, y eso es la comida del día de tres personas. Lo primero es alimentar a los niños. La razón tiene la culpa que los piojos vivan en su cabeza. Después de un momento, te olvidas de los sinsabores y comienzas a descubrir que no conocías la ciudad. Que desde ese mirador las cosas tienen color, olor y sabor distintos. Descubres que la gente no es como tú creías y que la vida cotidiana está ahí en todo su esplendor. Puedes analizar contrastes, diferencias y mal gusto, como también te das cuenta que las mujeres de la nueva raza Perú, son cada vez más definidas en sus líneas y contornos, además de ser dueñas de una belleza especial. Viajar en micro es como escuchar la música chicha. Te puede chocar un momento, pero después no sabes cómo deshacerte de ella porque te sigue sonando adentro y cada vez eres más dependiente de su pum chiqui pum que te exalta y cuyo mover de las caderas te marea haciéndose parte de ti. Entonces, simplemente tratas de acomodarte porque los asientos no te dan espacio para las piernas y el gordo de al lado sólo permite que te sientes de media nalga. En las curvas te vas de lado y no tienes de donde agarrarte. Y bueno, qué te importa, todo eso te entretiene y sin darte cuenta disfrutas del tugurio al compadecerte de la edad del micro, aceptas su deterioro y te acuerdas de los empleados de las oficinas públicas, donde no hay tiempo para pensar, aquí, por el contrario, puedes pensar todas las cojudeces que quieras, ya que ellas terminan por hacerte agradable el viaje.

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Una de las cosas admirables es la forma como este prototipo de conductores, surgidos de cualquier parte, con una cultura de cualquier parte y una mentalidad de menos cinco -y eso sumando el conductor más el cobrador- pueden tener controlado el micro, los pasajeros, los policías y los llenadores y dateros que los hay en abundancia en cada esquina por diez céntimos el pase, y de paso, tener el control de los vueltos y los boletos y del sencillo que maneja el chofer en un monedero. De esa manera, ellos saben cuando caminar lento o acelerar, o cómo engañar la luz roja para avanzar y dejar colgado al que viene atrás, manteniendo chequeada a la policía para abrir o cerrar la puerta sin peligro de recibir una papeleta por tal motivo. Naturalmente tienen idioma propio: ¡Sube! ¡Baja! ¡Lleva lleva! ¡Ojo al tombo! ¡Puerta! ¡Llama pué oe! Y otras palabras más. Así pues, el micro y el arte de manejarse en él, es parte del arte de ser peatón. En la mayoría de los casos se llega más rápido que en movilidad propia y sin la molestia de buscar estacionamiento, sin tener que discutir con los cuidadores y de ignorar a los innumerables vendedores, -niños y adultos- en cada esquina. El peatón tiene la ventaja que nadie le da importancia, allí todos son iguales, lo cual es una comodidad en este país de pretenciosos y advenedizos que nunca están satisfechos con lo que tienen. Y también, oh maravilla, no tendrás que pensar en cambiar tu carro porque el que tienes es como tu mujer, ya la conoces, y andas loco por la vecina o por la secretaria de un amigo. Ser peatón, realmente no es tan malo. Cuentas con más opciones que el automovilista a quien hay que preguntar: La Razón de la Culpa

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¿Quién lleva a quién? Pues la verdad es que muchas veces dices, voy en mi carro, pero lo cierto es que no lo sabes, porque tienes que cargar el armatoste para ir a la esquina, o para cargar a otros que te generan dependencia. La libertad de ser peatón es algo digna de tomarse en cuenta. He llegado a comparar el tener un automóvil con tener una corbata. Ambos se han hecho parte de una costumbre que quisiéramos desechar pero no nos dejan, que quisiéramos evitar pero se han convertido en parte del status, y sin ellos, no se puede llegar a lugares elegantes. Son parte de la pretensión personal. Así como los perros llegan a parecerse a sus dueños, con el automóvil sucede lo mismo. La calidad del transporte, tan venida a menos, sucio y deteriorado, desde las llantas hasta el chofer, es lo que permite que se suponga que ser pobre es decir peatón, ya que hoy en día, de alguna manera, todos somos motorizados. Pero no es así, pues ser peatón es el sentido práctico de la movilización de la gente, involucrada como está, en la modernidad. Dentro de este contexto, diré, a modo de sentencia, que ningún país puede desarrollarse sin un sistema de transporte masivo eficiente en el ámbito nacional. Es necesario dejar de pensar que ser peatón es la razón de la culpa de ser pobre, y por el contrario, se debe pensar que ser automovilista es la razón de la culpa de contar con un sistema obsoleto y caduco de transporte público. Si se dispusiera de un sistema rápido y seguro que movilice a la población, todos los peatones serían felices, y si dispusiéramos de un sistema de taxis en buen estado, con taxímetros, con chóferes limpios y educados haciendo un trabajo honesto y profesionalmente, los ejecutivos los usarían sin temor.

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Los micros y los taxis son como una bendición maldita. El gobierno vive echándoles la culpa de su informalidad y diciendo que no pagan impuestos, sin considerar que son los que más pagan, por cuanto el cincuenta por ciento de lo que cobran es gasto de combustible y el veinte por ciento se gasta en repuestos, y que por lo tanto, siendo ambos enormemente grabados con impuestos, que a los formales afecta en un porcentaje mínimo, resultan siendo los que más pagan. Algunos micros no se desparraman por que aún no han perdido la vergüenza. Expertos en hacer los nudos y embudos de tránsito, de pararse al comenzar la cuadra, a recoger o dejar pasajeros, de atravesarse delante de la cola de buses y etc. se ven obligados a trabajar de doce a dieciséis horas diarias con la espalda mojada y el culo caliente, para sobre morir en tan terrible actividad. No obstante todo lo que ya se ha dicho, debo abundar en que son admirables conduciendo, sorteando obstáculos, entrando, saliendo, al cruce, al freno y a la estampida, pero eso es parte de su trabajo. La verdad es que si no lo hicieran así, no sobrevivirían. No hay duda de que el infierno que crean es parte de la posibilidad de ganar un pan. No hay duda que es verdad que son un problema social enorme, pero también es cierto que el gobierno lo sabe, porque de otra manera, podría resolverlo en un par de meses. Qué pena que la razón tenga la culpa de no poder hacer nada. De todas maneras, mi posición de peatón me ha devuelto una gran dosis de tranquilidad y ha coadyuvado a librarme del estrés, lo que me permite vivir conmigo mismo. Recuperé el cariño por mis zapatos viejos. Recuperé la vieja costumbre de disimular mi cojera y aprendí a sentirme uno más La Razón de la Culpa

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de los ancianos que somos habitúes del sistema del deterioro de la dignidad, al que tomamos como la parte que nos toca del egoísmo del desarrollo y la inconsciencia de los que creen que jamás estarán en semejante situación. Mientras, que sigan disfrutando del sádico placer de ser automán. Desde nuestro viejo y destartalado microbús, les deseamos suerte. Que no les fallen los frenos, que no les pongan una papeleta en la próxima esquina y que el carro les arranque cada mañana. Ah. Y que dispongan del tiempo suficiente para tener en orden, en regla y al día, todos los documentos que deben mantener en la guantera; los suyos y los del auto. Sigan con su maldita razón que yo me quedo con mi bendita culpa, porque gracias a ella, nos ofrecen el cielo, y como decía mi tía Valentina, de buenas razones está lleno el infierno.

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Epílogo A través de los dieciséis capítulos que contiene este libro, comentados escuetamente pero con honestidad y aportando mis propios sentimientos, cada uno de ellos, resulta ser como piedras puestas en el lecho de un riachuelo a modo de puente, unas afirmadas a él y otras movedizas, casi como si fueran colocadas para que se pierda el equilibrio. He tratado de cruzar de la razón a la culpa saltando sobre cada piedra con sumo cuidado, ya que cada una tiene características propias, pero todas forman parte del camino que me ha permitido explorar mi conciencia sin sentirme culpable. He podido apreciar que al vivir algunas etapas de nuestra vida, encontramos dificultades o situaciones que nos mueven el piso. No quiero decir que debemos sucumbir o claudicar ante la razón cuando esta no es suficientemente clara, ya que ella misma nos obligará a utilizar la fuerza moral para compensar la inestabilidad que genera. Así pues, cada piedra puesta en el riachuelo es parte del camino, como cada dificultad es parte de nuestra lucha. No debemos cargar culpas que obstruyan nuestro andar en la ruta hacia el destino final. La culpa es como la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas y que caerá sobre nosotros La Razón de la Culpa

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cuando menos lo pensemos. La culpa es también el péndulo que inspiró a Edgard Alan Poe, junto con el cuervo, el cual con cada golpe está más cerca de quitarnos la vida o volvernos locos. La locura es la consecuencia de un cúmulo de culpas que no podemos soportar. Si todas las piedras puestas sobre el lecho del riachuelo estuvieran mal asentadas, resultaría poco probable que pudiéramos cruzarlo con bien. Perderíamos el equilibrio y caeríamos irremediablemente. La mejor manera de que las piedras queden perfectamente afirmadas es evitando cargar con las culpas ajenas. Las culpas propias normalmente son producto del raciocinio ajeno, el que no siempre es razonable u honesto, pero contra el cual podemos luchar para defendernos. Por lo tanto, debemos hacer lo imposible para no ser demasiado severos en el juicio de nuestros propios actos. Debemos tomar las cosas con serenidad. La autocrítica es una buena práctica, pero se torna peligrosa si exageramos la nota. Vista desde ese ángulo, la autocrítica disminuiría nuestra autoestima y si permitiéramos que la razón de la culpa nos golpee en la cabeza, nos destruirá. Manejarse con propiedad entre la razón y la culpa es una obra de arte. Se requiere serenidad y sano juicio, valor y cordura para evaluar las cosas desde nuestro punto de vista. Confiar en los demás, pero, solamente hasta donde el sano juicio puede aceptar, dentro de conceptos que se manejen con el realismo necesario para juzgarlos. La búsqueda de la razón termina siendo la búsqueda de culpables, sin que importe la actividad, el medio o la condición de los inculpados. Los delincuentes salen mejor librados que Roger L. Casalino Castro

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los honestos porque la razón les importa un pepino. Ellos saben que de todas maneras serán culpables, y en tal condición, pagar la culpa, es una condecoración que podrán lucir con orgullo en el medio donde se desenvuelven y allí podrán ostentarla como galardón de poder. A mayor delito, mayor poder. A mayor poder, mayor delito, por lo tanto, mayor culpa. O al menos así es como debería ser, pero eso no se acepta en la justicia de los hombres, la que asigna igual culpa al poderoso que al humilde, aunque se sabe que el poderoso tiene la posibilidad de escapar de la culpa, manejándose siempre con un as bajo la manga. Las imperfecciones humanas no son las de Dios. Por más que se haga por buscar la razón de la culpa del pecado original y otros, tal como lo es el invento del purgatorio, -pecados de los que echamos la culpa a Dios bajo conceptos humanos de castigo, no la encontramos. Entendamos. La razón de la culpa está en nosotros. La culpa de la razón es creada por nosotros, humanos imperfectos, a pesar que, como he dicho antes, tenemos la soberbia de pretender que hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios. En eso somos culpables sin razón que nos justifique. No nos gusta el hecho que las cosas pasen porque sí. Sin razón y sin culpa, tal como lo hace la naturaleza. La verdad es simple. La mentira es complicada, tendenciosa e induce a la duda. Lástima que en un país subdesarrollado e inculto como el nuestro, donde la razón debiera ser la educación y la justicia la consecuencia de la razón, esta sea solamente la razón de la culpa.

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Da pena ver que la educación y la justicia sean productos caros y generalmente inaccesibles. Qué lástima. Nadie tiene la culpa de nacer bruto, pero la razón tiene la culpa de educar mal.

ÍNDICE Descripción

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Título Introducción Capítulo: I La Razón de la Culpa II La Culpa de Nacer III Culpable de Amar IV La culpa de ser Libre V El Umbral de los Idiotas VI El Puna, el Cóndor y el Águila VII La Reina de la Virtudes VIII La Torta de Cumpleaños IX Mi Perro, mi Amigo X Mis manos XI El Despojo XII Sin Razón y sin Culpa XIII Música y Poesía XIV Conclusión XV Don Dinero XVI El Peatón Epílogo Índice

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SEMBLANZA Y CURRICULUN LITERARIO ROGER L. CASALINO CASTRO Nacido en Acarí /Arequipa - Perú, el 07/07/1933 Asiste a la Escuela Fiscal El Molino, Acarí y Lomas, sin duda la etapa más feliz de su vida. Completa sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Salesiano de Lima. Durante muchos años viaja como vendedor por Costa, Sierra y Selva utilizando cualquier}medio disponible en la época –desde balsas hasta avionesvisitando toda clase de establecimientos comerciales La Razón de la Culpa

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pequeños y grandes, actividad que le permitió acumular experiencias inolvidables sobre el Perú. Esta actividad le ofreció también la oportunidad de viajar por todos los países de Sudamérica y parte de Centro América en diferentes niveles gerenciales, incluyendo dos años como residente en Ecuador. Como turista ha recorrido muchos países de Europa y New York en los Estados Unidos. Esta gama de contactos y vivencias durante tantos años alternando con niños, jóvenes y adultos ha influido en él de manera saludable, de tal manera que cuando ya en la edad madura, -a los sesenta años de edad- se decide a escribir, quizá de manera inconsciente, comienzan a aflorar vivencias como recuerdos, sentimientos y pensamientos que le dan a sus poemas, narraciones y cuentos ese toque de peruanismo presente en todas sus obras, y por su origen pueblerino, lo hace en un idioma fácil, sencillo y de sabor nacional, tratando de que cualquier peruano, de cualquier región o condición, orgulloso de su pasado, los pueda comprender. Por todo ello, sentimientos de ternura y emoción, apego a la tierra y un respeto profundo por la naturaleza, surgen .de manera espontánea y natural recreándola con admiración para dar marco a sus ilusiones y esperanzas. La realidad se confunde con la imaginación y su prosa, insertada de poemas, es una característica especial en él, por ello, una colección de los libros de Roger L. Casalino Castro, le permite al lector, tener en sus manos lectura agradable, tierna y emotiva. SUS OBRAS 1.- * El Retorno.- 1993 - 60 poemas y un cuento Roger L. Casalino Castro

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Presentado en El Takiwasi – La Casa del Canto 2.- * Y Dios... Trajo al Hombre.- 1995. – Poesías, Cuentos, Pensamientos. Presentado en el Colegio de Abogados de Lima. 3.- * Terremoto en aquel viejo Acarí. 1996. Presentado en el Instituto Nacional de Cultura del Callao y en La Biblioteca Nacional del Perú.. 4.- * Rosa Negra.- Un canto a la Vida- 1997. Una creación muy especial con 34 poemas a La Naturaleza, El Amor y El Pensamiento. 5.- * Lima: de la Conquista a la Reconquista.- 1998 Presentado en la Municipalidad de San Isidro. 6.- * Los Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El Varayoc - 2000 – 17 poemas evocando el pasado en el inicio del Incanato. Presentado por La Universidad Tecnológica del Perú. 2001, ha recibido múltiples reconocimientos y felicitaciones. 7.- * Las Calles del Virrey. El Mojón Filosofal. Presentado en La Feria del Libro Ricardo Palma. Evoca el romance del Virrey Amat y La Perricholi. y la Lima de aquel tiempo. 8.- * La Tristeza, la Alegría y la Ilusión. 2001 – Poemario (20 poemas) y Reflexiones. Presentado en La Feria del Libro Ricardo Palma. 9.- * Soy Peruano - Poemas al Perú – 2003 Amplio comentario en la página Editorial del iario El Peruano. Presentado por La Universidad Tecnológica del Perú. 23- * Viaje a la Belleza de lo Increíble - 2012 Presentado en la Municipalidad de Jesús María por el Crítico Literario José Beltrán Peña. CD * Canta Perú- Música Criolla (10 Temas) Valses, La Razón de la Culpa

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Canciones, Polca, Festejo y Marinera Norteña. RECONOCIMIENTOS Y DISTINCIONES Colegio de periodistas del Perú por El Retorno -1993 Moción de Saludo del Congreso de la República por “Rosa Negra” 1998 Reconocimiento de la Casa del Poeta del Callao. - Invitación del Instituto Nacional de Cultura de Ancash – Huaraz y Yungay - 2000 Moción de Felicitación del Congreso de la República .por Los Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El Varayoc. 2001 Felicitación de la Embajada de USA por el libro Los Hijos del Ande cuya narrativa captura la atención del lector. 2001 Reconocimiento de la Universidad Tecnológica del Perú por su labor de creación y difusión cultural en el campo de la literatura. 2002 Distinción de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas– ANEA – como El Mejor Escritor del Año 1998 Biblioteca Nacional del Perú con motivo de la presentación del Libro Soy Peruano – Poemas al Perú. 2003 Organizador, con la Municipalidad de Lima y la Universidad Tecnológica del Perú del Homenaje a César Vallejo en el Teatro Segura el 15 de Abril del 2003. Agencia de Publicidad “AÑOMJ” Diploma de Honor en Arte Poético 2004. Reconocimiento y presentación del CD – CANTA PERÚ por La Universidad Tecnológica del Perú - 2008. Diploma del Recital Internacional – Voces de la Poesía – 2009 Diploma de Caras de La Cultura como Creador Literario y Compositor Musical. – 2009 VI Festival Internacional de la Poesía Palabra en el Mundo 2012 VII Festival Internacional de la Poesía por La Paz 2013 Roger L. Casalino Castro

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Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su Colaboración Participación y Presentación del Libro Viaje a la Belleza de lo Increíble en la Feria “San Isidro Abre sus Puertas al Mundo”. 2013 Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su Colaboración Participación y Presentación del Libro Viaje a la Belleza de lo Increíble, destacando la Belleza de Guatemala y su Maravilloso legado Cultural, en la Feria Internacional del Libro 2013 en Jesús María. 2014 Diploma de La Casa de La Literatura Peruana por su Narrativa Poética 2014 Distinción por su trayectoria Literaria e invalorable participación en las actividades culturales del Club Social Miraflores y Premio “La Palabra en Libertad” otorgado por “La Sociedad Literaria Amantes del País” Obras Inéditas aún: 10 * Haciendo Perú – Mis comienzos. 1999 11 * La Calle me Dijo Sí, 2002 – Hermosa historia de un grupo de niños en las calles de Lima. 12 * Las Gafas de don Ricardo - 2003- El mundo visto a través de las gafas de don Ricardo Palma. 13 * Reflexiones Impropias 2004 – Lima y sus trámites institucionales. 14* La Promesa de la Esperanza 2005 – Escenas de Lima 15 * La Razón de la Culpa 2006 Lima cotidiana. 16 * Vayamos a las Estrellas 2006 – Ciencia Ficción 17 * La Esquina de la Inocencia 2007- Bondades y aspiraciones de un guachimán. La Razón de la Culpa

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18 * La Balanza, La Rueda y El Reloj 2007 – Filosofía de estos tres elementos. 19 * El Umbral del Infierno 2008 – Vicisitudes de un desplazado 20 * Oda a España – La Dama del Tiempo. 2009 – Una mirada crítica a España. 21 * Sueños y Realidades en 270 Poemas - 2010 – Antología Personal. 22 * La Diosificación de los Miserables – 2012 La realidad de los engreídos 24* Bajo las Pirámides de Tikal – 2013 – Ficción 25 * Soy Falladito – 2014 – Los primeros años de mi vida en el campo. 26* Cuentos y Poemas para la Cuarta edad - 2015 El Editor

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