LA SÁTIRA, FÁBULA Y EPIGRAMA

LA SÁTIRA, FÁBULA Y EPIGRAMA 1.- CARACTERÍSTICAS DEL GÉNERO. 1.1. ORÍGENES: LUCILIO. Recordemos que la satura comienza siendo en Roma una representac

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LA SÁTIRA, FÁBULA Y EPIGRAMA 1.- CARACTERÍSTICAS DEL GÉNERO.

1.1. ORÍGENES: LUCILIO. Recordemos que la satura comienza siendo en Roma una representación teatral rudimentaria, con diálogo, música y danza. Es la sátira dramática una de las etapas en la evolución del teatro. Y en un segundo estadio se llama sátira a la obra, ya no dramática, que contiene diversidad de temas, mezclando, incluso, la prosa y el verso. Una especie de miscelánea. De este tipo son los cuatro libros de Saturae de Ennio. Por fin, en un tercer estadio, surge la sátira tal como ahora la entendemos: ataque, más o menos virulento o amable, a personas, instituciones y costumbres. El inventor de la sátira en la literatura latina es Lucilio. Lucilio, del siglo II a. de J.C., pertenece, como Terencio, al círculo literario de Escipión. Escribió treinta libros de Saturae de los que se conservan unos 1.300 versos. Es probablemente la pérdida más lamentable de toda la poesía latina. Lucilio estableció, además, el metro en el que se va a escribir toda la sátira posterior: el hexámetro. Estas sátiras contenían una crítica de la sociedad de su época en los aspectos político, moral, literario... Entre lo conservado hay ataques a enemigos de Escipión, arremetidas contra los glotones, contra el lujo y la corrupción, contra los avaros que cenan, duermen y hasta se lavan sin soltar su bolsa, contra el esnobismo griego, contra el afeminamiento de los jóvenes, etc. Es un escritor realista, de buen sentido, aunque de estilo un tanto descuidado debido a su gran facilidad para la versificación. 2. Horacio 2.1. Su vida. Quinto Horacio Flaco nació (año 65 a. de J.C.) en Venusa, en la Italia del sur, de un liberto de modestas posibilidades económicas, pero que hizo grandes sacrificios para que su hijo recibiera la mejor educación. Así pudo estudiar en Roma y, luego, filosofía epicúrea en Nápoles. Posteriormente marchó a Grecia a completar su formación. Allí se enroló en el ejército reclutado por Bruto y Casio, los asesinos de César, y luchó contra las tropas de Augusto en la batalla de Filipos. Tras la derrota y la subsiguiente amnistía decretada por Augusto, regresó a Roma y, gracias a sus amigos, logró un puesto de escribano del Tesoro, a las órdenes de los cuestores. De entonces datan sus primeras producciones literarias, que pronto hicieron sonar su nombre. Virgilio le presenta a Mecenas, con el que traba una íntima e indestructible amistad. Desde entonces cambia su vida. Mecenas le regala una finca en la Sabina y el poeta pasa su vida entre la finca y Roma, entregado a su verdadera vocación, lejos de actividades políticas y de cargos públicos, entre los cuales rechazó el de secretario privado de Augusto. Murió muy poco después que Mecenas (en el año 8 a. de J.C.), el cual, en su testamento, había dejado a Augusto el encargo de que cuidara de Horacio como si se tratara de sí mismo. 2.2. Su obra: Sátiras y Epodos. A su regreso a Roma después de la batalla de Filipos, la personalidad de Horacio ha madurado. Y vuelve lleno de desilusión, con un punto de rencor hacia la sociedad. Su puesto de escribano, que no llena sus aspiraciones, acentúa su malestar. Y en este clima nacen sus Sátiras. Son dos libros, con un total de 18 composiciones. El propio Horacio se considera seguidor de Lucilio y, modestamente, inferior a él. Pero entre Horacio y Lucilio hay claras diferencias. Horacio es de temperamento más apacible, menos inclinado a la agresividad virulenta o al sarcasmo acerado, dueño de sí y un tanto escéptico, por lo

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que sus sátiras son en general más irónicas que airadas, más proclives al amable alfilerazo que a la estocada sangrienta. Prueba de esto es el hecho de que él las llamara Sermones «conversaciones» y él mismo afirma que la broma festiva y la burla amable son más eficaces que la invectiva destemplada. Sólo en algunos momentos acentúa la dureza, por ejemplo, al fustigar a los adúlteros o a los cazadores de herencias. Le diferencia además de Lucilio el cuidado del verso, que es una obsesión en Horacio. Veamos algunos de los temas: nadie está contento con su suerte; invectivas contra los avaros, los usureros, los envidiosos, los adúlteros, los cazadores de herencias; un viaje a Brindis (imitación de un «viaje a Sicilia» de Lucilio), con la descripción viva de las peripecias y los inconvenientes sufridos: los mosquitos, los humos, la incomodidad de los mesones...; contra un pelmazo; elogio del campo frente a la vida agitada de la ciudad (con la fábula del ratón campesino y el urbano); contra la cursilería de los nuevos ricos. Los Epodos son 17 composiciones. Por su contenido y su fecha de composición representan una obra de transición entre el género satírico y la poesía lírica, que va a llenar la etapa siguiente de la vida de Horacio. Algunos son claramente satíricos, incluso mordaces y agresivos: contra un nuevo rico, antiguo esclavo; contra la hechicera Canidia; contra un maldiciente; contra una vieja y repugnante alcahueta; contra el «maloliente Mevio», un enemigo literario; y una invectiva amable, festiva y burlona contra el ajo. Otros, en cambio, caen ya del todo fuera del género satírico. 2.3. Valoración literaria. La característica más notable del estilo horaciano es la concordancia perfecta que logra siempre entre el pensamiento y la expresión. Horacio tiene una idea muy elevada de la misión del poeta como educador y como intérprete de los sentimientos civiles y religiosos. Por eso la poesía no es para él una distracción de sus ratos de ocio, sino una exigencia continua de perfección. Él nos dice que trabaja una y otra vez sus versos con el mismo cuidado con que la abeja elabora la miel de sus panales. Ningún otro poeta latino se le iguala en el labor limae, en la obsesión por la perfección formal. Y ningún poeta latino, ni siquiera Virgilio, ha alcanzado tan altas cotas en esta perfección. Le falta a Horacio el calor del sentimiento y la «simpatía» virgiliana. Resulta generalmente un tanto frío. Pero la armoniosa estructura de sus composiciones, sobre todo de sus odas, la maestría en el manejo de los diversos metros, el cuidado y el acierto al poner siempre la palabra exacta en el lugar exacto, la vivacidad de sus imágenes, hacen de él, formando pareja con Virgilio, el más perfecto modelo poético de clasicismo. 3. Florecimiento de la sátira en el siglo I Aunque la sátira, tal como la entendemos, había surgido con Lucilio y se había perfeccionado con Horacio, es en el siglo I de nuestra era cuando alcanza su mayor desarrollo y esplendor. A este fenómeno contribuyen, en gran parte, las circunstancias políticas y económicas de la época: el Imperio, como régimen político centralizador y autoritario, y la ineptitud de los emperadores habían dado lugar a una corrupción progresiva en todos los órdenes. Contribuyó a la relajación de costumbres la llegada a Roma de tantos y tan diferentes provincianos; los de origen griego, particularmente, eran de costumbres más refinadas y, por lo general, más corrompidas que las de los habitantes de la metrópoli. Como elemento de contraste están las elevadas doctrinas morales estoicas y epicúreas, que contaban ya con numerosos seguidores en Roma. Surgen entonces escritores que, amantes de las sanas tradiciones e influidos, además, por las citadas doctrinas morales, arden de indignación y fustigan en sus obras los vicios de la época. Persio y Juvenal son los dos autores más destacados. A éstos hay que añadir Marcial, que, aunque cultiva un género literario diferente, el epigrama, por el contenido y. por la intención es también satírico.

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3.1. Persio 3.1.1. Su vida. Aulo Persio Flaco (34-62) nació en Volterra, ciudad etrusca, de familia acomodada. A los doce años su madre le llevó a Roma. Allí prosiguió su educación y conoció a Anneo Cornuto, gran filósofo estoico de origen africano. Cornuto fue en adelante su maestro en el estoicismo y su amigo. También hizo amistad con Lucano, que admiraba el estilo literario de Persio, y conoció a Séneca. Murió cuando apenas tenía veintiocho años. Su vida fue honesta y virtuosa: era buen hijo, buen hermano y buen amigo. 3.1.2. Su obra a) Contenido. Escribió seis poemas satíricos. Se publicaron algo después de su muerte y suscitaron gran admiración entre sus contemporáneos. En el primero, de crítica literaria, fustiga el mal gusto y la vanidad de los hombres de letras. Los cinco restantes son de crítica social y de costumbres: ataca la hipocresía en las plegarias a los dioses, la avaricia, la pereza, el orgullo de los poderosos. En la sátira quinta trata del concepto estoico de la libertad: sólo el filósofo -que logra su libertad interior- es realmente libre. Sus poemas están escritos con un total enfoque estoico. Muchos han visto estas sátiras como una exposición de esta doctrina y juzgan a Persio como un joven sin experiencia que mira la vida y los vicios que critica solamente a través de sus lecturas. Sin embargo, pinta cuadros de costumbres y escenas populares con una vivacidad que impresiona. Eso demuestra un carácter observador y sensible. En la Edad Media fue muy leído y comentado por su contenido moralizador y didáctico. b) Valor literario. Su estilo coincide con el gusto de su época: busca el efecto mediante figuras retóricas y recursos brillantes, y suprime los nexos entre las frases. Esta elipsis ha contribuido a que su obra sea de muy difícil interpretación. Es el poeta más oscuro de la literatura latina. Imita a Lucilio y a Horacio, aunque trata los temas de un modo muy personal. 3.2. Juvenal 3.2.1. Su vida. Sobre la vida de Décimo Junio Juvenal (60?-135?) los comentaristas antiguos nos han transmitido muchos datos que, tras posteriores estudios, parecen poco de fiar. Se supone que nació en Aquino, de familia adinerada. Durante la primera mitad de su vida se dedicó a la oratoria y en Roma fue famoso como declamador. Ya en edad madura comenzó a escribir. Este cambio de actividad se debe, más que a un fracaso como orador, al cambio político que suponía el fin de la tiranía de Domiciano. Con el emperador Trajano se disfrutó de la suficiente libertad como para que los literatos pudieran expresarse sobre la corrupción de la sociedad y sobre la tiranía de los emperadores precedentes. El mismo Juvenal explica, quizá, su cambio de vida cuando dice que «si natura negat, facit indignatio versus». En cuanto le fue posible, su indignación estalló en las sátiras. 3.2.2. Su obra a) Contenido. Escribió 16 sátiras. Denuncia en ellas la situación social de Roma: los romanos, a los que considera incapaces de semejante corrupción, están en situación de inferioridad frente a los advenedizos extranjeros, sobre todo los griegos, a los que describe llenos de defectos. Ridiculiza las aburridas lecturas públicas y la falta de imaginación de los poetas. De todos modos la situación de un hombre de letras es muy triste, puesto que no puede vivir de su trabajo. Ataca la corrupción administrativa, los abusos de las autoridades, la hipocresía de algunos filósofos que presumen de virtuosos, la homosexualidad y el adulterio. Roma, dice, es una ciudad inhabitable: tienen su asiento en ella toda clase de vicios y viciosos, intrigante s, aduladores untuosos (principalmente griegos), ricos de orgullo insoportable, etc... Físicamente son insufribles los ruidos continuos, los atascos callejeros, los ladrones y

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maleantes. En las casas, amenazan los derrumbamientos e incendios. Las mujeres han perdido sus primitivas virtudes; pasa lista a toda una serie de tipos femeninos: las atletas, las forzudas, las intelectuales pedantes, las insufribles ricas, las crueles, las envenenadoras, etc. A muchos de sus personajes los cita con su verdadero nombre, porque ya habían desaparecido cuando se publicaron estas sátiras. El criterio con que enjuicia a sus contemporáneos es, en ocasiones, una elevada moral neoestoica, que predica la bondad y el humanismo. Pero otras veces deja entrever una moral menos sublime y más acomodaticia. b) Valor literario. Juvenal utiliza en sus poemas recursos de la oratoria que había practicado: exageración, antítesis, apóstrofes, etc. En sus escritos parece que declama. Pero los cuadros de costumbres que describe están muy vivos, llaman poderosamente la atención e incitan a seguir leyendo. Con mucha frecuencia logra frases de una admirable concisión y expresividad, verdaderas sentencias, que se han hecho famosas, tales como: mens sana in corpore sano; maxima debetur puero reverentia; panem et circenses. En su tiempo fue un autor muy aceptado y leído. Durante la Edad Media se le apreciaba mucho como moralista. Sus sentencias contribuyeron a este éxito, pues son como lecciones de moral en píldoras, fáciles de aprender y prácticamente inolvidables. En cuanto a su calidad de poeta ha sido objeto de muy diversas apreciaciones. Actualmente se le considera un gran poeta satírico. 4. El epigrama Tiene su origen en Grecia. En sus comienzos fue una breve inscripción que, grabada sobre la piedra del sepulcro, proclamaba las hazañas o el recuerdo de alguna persona. Con el tiempo, tanto en Grecia como en Roma, adonde había pasado, el epigrama llegó a designar una breve composición poética de contenido variado. Se usaba para esta composición, corta, conceptuosa y frecuentemente de tema amoroso, el dístico elegíaco. Catulo y algunos otros poetas habían escrito epigramas. Pero el epigrama, según el concepto que ahora tenemos dé él, se debe a Marcial. La característica de este breve poema es, además de su concisión, su tono, casi siempre festivo y su agudeza acentuada al final, a modo de aguijón o estilete, que lo hacen apto para el ataque personal o la denuncia social. Este es el epigrama satírico. La obra que se conserva de Marcial consiste fundamentalmente en epigramas, género al que dio la forma definitiva y que tuvo un posterior desarrollo en manifestaciones literarias de muchas lenguas. 4.1. Marcial 4.1.1. Su vida. Marco Valerio Marcial nació hacia el año 40 de nuestra era en Bílbilis, cerca de la actual Calatayud. Lleno de ambición intelectual marchó a Roma cuando tenía poco más de veinte años. Era el año 64, en que tuvo lugar el famoso incendio de Roma bajo el reinado de Nerón: Sus compatriotas Séneca y Lucano habían caído en desgracia y no podían ayudarlo. A este joven que venía de la decente Iberia le tocó vivir la época más corrompida de Roma. Como no tenía más recursos que su talento para la poesía, vivió de ella, adulando a los poderosos. Pero su falta de organización personal y su humor variable no le permitieron conseguir más que una mediana situación; después de muchos años en la ciudad sólo poseía una casa propia en Roma y una modesta finca en el campo. Tras la muerte de Domiciano, a quien había alabado descaradamente, Roma no era lugar seguro para él. Volvió a Bílbilis, donde una admiradora le regaló una finca. Allí vivió los últimos cinco años de su vida, añorando Roma, de la misma forma que añoraba en Roma su tierra natal. Murió hacia el año 102. 4.1.2. Su obra a) Contenido y tratamiento de los temas. El primero de sus libros fue el Libro de los espectáculos, compuesto con motivo de los grandiosos juegos que dio al pueblo el emperador Tito para inaugurar el anfiteatro Flavio o Coliseo.

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Pero su obra más famosa la constituyen sus 14 libros de Epigramas. El libro XIII es un conjunto de «xenías», modelos de las tarjetas que los patronos enviaban junto con sus regalos a los domicilios de los clientes en las fiestas Saturnales (parecidas a las Navidades). El XIV, bajo el nombre de «Apophoreta», contiene breves dedicatorias que acompañaban a los regalitos-sorpresa ofrecidos a los convidados en las fiestas Saturnales. Los temas tratados en los otro doce libros están sacados de la vida, de la realidad que le circunda. Su realismo es vivo, recio y palpitante. Es casi una reacción de romanidad frente al helenismo de la época anterior. No deja de admirar a los grandes cultivadores de los temas mitológicos (Virgilio, Ovidio, Propercio, etc.), pero considera que esos temas ya están magistralmente acabados. Es hora de cultivar esta otra faceta realista y satírica que llevaba dentro el romano. En la misma línea que otros dos grandes escritores hispanos de su época, Séneca y Lucano, Marcial instala al hombre en el centro de su obra. «Mis versos saben a hombre» (hominem pagina nostra sapit). Refleja hasta tal punto los problemas y las situaciones de sus contemporáneos que llega a pedir a quien no quiera verse retratado en sus epigramas que no los lea y se dedique a leer poemas de mitología. Por ello su obra es la mejor fuente que existe para conocer la vida de Roma en su tiempo. Su observación de la realidad es minuciosa y poco se escapa a su espíritu de reportero, a su mirada de caricaturista. Son muy variados los diferentes tipos de hombres y mujeres que pasan por sus versos: abogados que hablan a destiempo y callan cuando no deben, médicos que no curan, sino que entierran a sus pacientes, maestros ceñudos e insufribles, poetastros presumidos que llegan a comprar los versos que no saben hacer, deportistas envanecidos que consiguen honores superiores a sus méritos, invertidos sexuales, cortesanas de insaciable codicia, matronas sin piedad para sus siervos ni consideración para sus maridos, bailarinas lascivas, etc. Su propia penuria queda reflejada en algunos versos en que pide algún regalo, o una toga nueva; aunque también es posible que exagerara en este sentido para provocar el efecto humorístico. No siempre mira el lado cómico o censurable de la realidad. Hay epigramas de elogio llenos de donaire, como el que dedicó a la poetisa Sulpicia; son varios los que cantan las alabanzas de Hispania y también las añoranzas de su Bílbilis, con deliciosas descripciones del campo y de la naturaleza libre; otros son epitafios patéticos que aún hoy logran emocionarnos, sobre todo los dedicados a niños y niñas, hacia los que siente especial respeto y ternura. En muchas ocasiones esgrime una acerada crítica social, porque los vicios atacados le producen irritación; entonces sus epigramas son realmente satíricos. Pero otras veces su exposición es objetiva, sin más intención que el comunicarlo al lector, a la manera de un periodista imparcial. Ello no significa que participe en las malas costumbres descritas. Tampoco se entrega a la maledicencia ni a la difamación. Suele ser más benévolo con las personas que con sus defectos; su lema era parcere personis, dicere de vitiis. b) Valor literario. Dominaba el arte de la composición poética, y su versificación posee esa extraordinaria naturalidad y sencillez que sólo consiguen los mejores poetas. Utiliza un lenguaje y una expresión vigorosa y recta. En sus epigramas de tema erótico incorpora el vocabulario directo del pueblo, sin eufemismos; por ello ha sido tachado de obsceno, aunque sus composiciones de este tipo (no pasan de un 10%) son minoría, y además no se recrea en las descripciones eróticas. Marcial era consciente del interés que suscitaba entre sus contemporáneos; «oficialmente» ensalzaban los tediosos poemas mitológicos, «pero prefieren leer mis versos», decía. Aunque eligió un género menor, él fue un artista de primera magnitud. 5. La fábula: Fedro La fábula ha sido definida por uno dle sus más insignes cultivadores, La Fontaine, como «un breve relato que oculta una moraleja bajo el velo de una ficción, y en la que los animales son ordinariamente los personajes», El género se

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da en todas las literaturas y es muy antiguo, con origen oriental, concretamente de la India. Luego pasó a Occidente y fue cultivado en Grecia por Esopo y en Roma por Fedro. Antes de Fedro existe ya la fábula en la literatura romana (por ejemplo, en una de las sátiras de Horacio, la fábula del ratón campesino y el ratón urbano). Pero son casos esporádicos que no despojan a Fedro de su título de primer fabulista latino. Fedro (15? a. de J.C.-50? d. de J.C.) era de origen griego, de Macedonia. Vino a Roma muy niño como esclavo y Augusto le concedió la libertad. Empezó a escribir fábulas bajo el reinado de Tiberio y murió de edad avanzada, bajo Claudio o Nerón. Se nos han conservado cinco libros de Fábulas, con un total de 123 piezas aunque escribió muchas más. La mayor parte de sus temas están tomados de Esopo, como el propio Fedro confiesa; pero hay también fábulas originales de Fedro, inspiradas en la vida y en las costumbres de su época. En el prólogo del libro I el autor nos dice cuáles fueron sus intenciones «Dos son las utilidades de este librito: una, la de divertir, y otra, la de dar prudentes consejos para la vida.» La diversión la encuentra el lector en el hecho mismo de que hablen los animales (lobos, corderos, zorras, ranas grajos, perros, leones, monos, asnos, comadrejas, ciervos, águilas, panteras, ratones...) y en las situaciones en que se desarrollan los diálogos. La intención moral es, por otra parte, evidente. Y no sólo en la «moraleja» con que suelen terminar. La índole misma de las fábulas es moral. Las actuaciones de los animales son un claro espejo de las actuaciones humanas. Las fábulas de Fedro encierran una dura sátira contra los poderosos que abusan de su poder, contra los soberbios, los mentirosos, los malvados. Fedro es el «poeta de los humildes», el defensor de los esclavos, de los pobres. Su crítica social y política la apreciaron bien sus contemporáneos. Sejano, el todopoderoso favorito de Tiberio, le persiguió sañudamente, sin duda porque se veía reflejado y satirizado en algunas fábulas «El grajo soberbio», «El sol y las ranas», «Las ranas que pedían un rey»...). Su lenguaje es claro y sencillo, pero elegante. No desdice de la gran poesía de la época de Augusto. El propio Fedro se precia de su concisión, pero no cae en la sequedad. Es pintoresco y sugestivo.

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