Las fiestas religiosas mexiquenses. Un esquema inicial

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Las fiestas religiosas mexiquenses. Un esquema inicial

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Las fiestas religiosas mexiquenses. Un esquema inicial

Beatriz Albores Zárate* 89

2004

La colección Documentos de Investigación difunde los avances de trabajo realizados por investigadores de El Colegio Mexiquense, A.C., con la idea de que los autores reciban comentarios antes de la publicación definitiva de sus textos. Se agradecerá que los comentarios se hagan llegar directamente al (los) autor(es). Los editores han mantenido fielmente el texto original del presente documento, por lo que tanto el contenido como el estilo y la redacción son responsabilidad exclusiva del(de los) autor(es). D.R. © El Colegio Mexiquense, A.C., Ex hacienda Santa Cruz de los Patos, Zinacantepec, México. Teléfonos: (722) 279-99-08, 218-01-00 y 218-00-56; fax: ext. 200; E-mail: [email protected] Correspondencia: Apartado postal 48-D, Toluca 50120, México.

*E-mail: [email protected]

Beatriz Albores Zárate

RESUMEN Se trata de mostrar, con fines analíticos y didácticos, una de las maneras de llevar a cabo una incursión metodológica inicial en algunos significados de las fiestas religiosas mexiquenses. En este sentido, se enfoca el vínculo, de raíz mesoamericana, de las celebraciones públicas de carácter fijo con el ciclo agrícola del maíz de temporal. El objetivo teórico principal es exponer la cualidad estructural de algunos conjuntos de fiestas, lo que nos remite a la forma antigua de conocimiento integral sobre el tiempo-espacio, es decir, relativo al cosmos. Palabras clave Ciclo del maíz de temporal, conocimiento de origen mesoamericano, estructura de cuatro fiestas, tiempo meteorológico, graniceros, rituales agrícolas, conceptuación del mundo.

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1. LAS FIESTAS TRADICIONALES MEXIQUENSES Con frecuencia, las fiestas religiosas del Estado de México son vistas como una herencia del cristianismo colonial, si bien, en lo que a la investigación teórica se refiere, aquéllas se cuentan entre los aspectos articuladores más conspicuos de distintos elementos y conjuntos culturales de raíz mesoamericana. Uno de estos conjuntos se vincula con la producción de los mantenimientos, en la que el cultivo del maíz de la temporada lluviosa (o ciclo del maíz de temporal) ha ocupado el lugar prioritario en el territorio que abarcó Mesoamérica. De manera que podemos comenzar a desentrañar algunos significados de las fiestas religiosas mexiquenses mediante su vínculo con la producción del principal mantenimiento: el maíz divino. El presente trabajo se aboca a una cuestión metodológica, con implicaciones didácticas, que se vincula con una de las líneas generales de mi investigación sobre el conocimiento de origen mesoamericano, con base en formas culturales de tipo ritual. 1.1. La desestructuración de la religión mesoamericana Al acaecer la conquista y el sojuzgamiento españoles comenzó el proceso de catequización. En este marco se emplearon distintas formas para implantar el evangelio, entre las cuales se recurrió a la superposición de celebraciones de la nueva religión a las que existían en tiempos mesoamericanos. Durante el siglo XX, la parti-

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cipación de algunos sectores socioeconómicos en las fiestas religiosas de índole pública se redujo notablemente, debido a una pérdida de las prácticas religiosas indo-coloniales, que ha tenido lugar sobre todo en las grandes ciudades. Sin embargo, en términos de la población mayoritaria, la actividad social más trascendente todavía es la religiosa, a la que nos referiremos a continuación, haciendo mención particular a la zona lacustre del territorio que ocupó el Matlatzinco. La jurisdicción otomiana del Posclásico, situada al poniente de la cuenca de México, se conoce fundamentalmente por su apelativo nahuatl de Matlatzinco, el cual, habiéndose constituido, al parecer, hacia 1162 de nuestra era (Albores, 2000, Ms1), fue invadido y sojuzgado por los mexica en el siglo XV. El territorio del Matlatzinco puede dividirse, de manera inicial, en tres zonas geográfico-culturales, a saber, la norteña o serrana, la central o lacustre y la meridional o de cañadas en sierras descendentes. La zona central de esta antigua jurisdicción contuvo uno de los depósitos acuáticos más importantes del actual Estado de México, cuyo nombre oficial es Laguna de Lerma. Ésta empezó a ser desecada, en 1942, a raíz de la construcción del acueducto para trasladar agua del alto Lerma hacia el Distrito Federal y, sobre todo, desde 1951, cuando se inició el bombeo del líquido vital para dotar a la población de la capital del país que comenzó a aumentar rápidamente a causa del desarrollo industrial del centro de México. Durante la etapa final de la laguna de Lerma –entre 1900 y 1970–, la zona lacustre estuvo inte-

Beatriz Albores Zárate grada por los municipios mexiquenses de San Mateo Atenco, Texcalyacac, Almoloya del Río, Atizapán, Capulhuac, Chapultepec, Joquicingo, Lerma, Metepec, Mexicaltzingo, Ocoyoacac, Rayón, San Antonio la Isla, Tenango del Valle, Tianguistenco, Toluca, Otzolotepec y Xonacatlán.

2. EL CALENDARIO DE FIESTAS Las fiestas1 religiosas mexiquenses se llevan a cabo, principalmente, en relación al culto: a) al hogar, b) a los santos y c) a los muertos, así como en concordancia con varios ciclos, entre los cuales, los más relevantes son el ciclo agrícola –y el de otros tipos de producción económica– y el ciclo de vida, e implican distintos niveles de participación. Es decir, algunas conmemoraciones o festividades acontecen en el medio familiar y de los más allegados, como, por ejemplo, refiriéndonos a las fiestas del ciclo de vida, tenemos las relativas a: la adjudicación de nombre, el paso de la etapa de recién nacido a la de infante, la pubertad, el matrimonio y la defunción. Así mismo, entre las que se refieren al culto del hogar están el inicio y el término de la construcción de la casa habitación. En cambio, las fiestas de los santos y las que atañen al ciclo agrícola y a otras actividades económicas se realizan en términos de la comunidad, con la concurrencia total o parcial del pueblo, ya sea combinando el ámbito doméstico con el público o únicamente dentro de este último nivel. Las fiestas religiosas contienen de manera fundamental y obvia una parte ritual, y, en distinta proporción, otros aspectos, como los de carácter lúdico, catártico y de socialización. Las fiestas de carácter público incluyen, además, una sección de intercambio comercial. Abocándonos sólo al aspecto ritual, vamos a referirnos a la estructura del calendario de fiestas mexiquenses, donde subsisten elementos de antecedentes mesoamericanos, en particular, de los grupos hablantes de náhuatl y de los idiomas otomianos: otomí, mazahua, matlatzinca y ocuilteco. Las fiestas se vinculan estrechamente con el calendario, el cual ha sido creado con la finalidad de delimitar porciones temporales, cuyos acotamientos sirven de referentes para la realización de ciertas actividades en lugares definidos, de acuerdo con un significado social y cultural. 1

4 De acuerdo con un esquema metodológico inicial, podemos aproximarnos a las fiestas religiosas públicas, vinculadas con el culto a los santos, mediante la consulta o el registro del calendario relativo al ciclo anual –de 365 días– de cada municipio. De esta manera comenzaremos la incursión en las principales conmemoraciones que se llevan a cabo en la cabecera, en las localidades y en los barrios, como puede observarse en el ejemplo correspondiente a San Mateo Atenco y sus doce barrios2, que se muestra en el cuadro 1. CUADRO 1 CALENDARIO DE CELEBRACIONES Y CONMEMORACIONES DEL MUNICIPIO DE SAN MATEO ATENCO Entrada del año nuevo “Sentada”3 del niño Dios San Antonio Abad “Día de la virgen de la Candelaria” San José Nuestro Padre Jesús “Día de la Santa Cruz” Santo Jubileo San Isidro San Juan Bautista San Pedro Apóstol Santa María Magdalena Sr. Santiago el Mayor Santa María la Asunción Día de la Natividad San Nicolás Tolentino San Mateo San Francisco de Asís San Lucas Evangelista San Crispín y San Crispiniano “Llegada de los muertos” La Concepción Virgen de Guadalupe La “arrollada del Niño Dios” Último día del año

1º de enero 6 de enero 17 de enero 2 de febrero 19 de marzo Carnaval y Semana Santa 3 de mayo 4-6 de mayo 15 de mayo 24 de junio 29 de junio 22 de julio 25 de julio 15 de agosto 8 de septiembre. “Regada de flores” 10 de septiembre 21 de septiembre. “Regada de flores” 4 de octubre 18 de octubre 28 de octubre 30 de octubre2 de noviembre 8 de diciembre 12 de diciembre 24 de diciembre 31 de diciembre

2 San Mateo estuvo integrado por doce barrios entre 1900 y 1983. En este último año el bario de Guadalupe ascendió a la categoría política de pueblo. 3 Las palabras o frases entrecomilladas sin referencia bibliográfica corresponden a las expresiones textuales de los vecinos de la zona lacustre del alto Lerma y del antiguo Matlatzinco.

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2.1. Fiestas fijas y movibles La conmemoración de las fiestas, en su mayoría, está marcada de un modo fijo; por ejemplo San Lucas o la Virgen de Guadalupe. Dentro del calendario existe, también, un sector de fiestas movibles, entre las que se cuenta la Epifanía, el Bautismo y la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; el Carnaval, el Miércoles de Ceniza, el Jueves de Corpus y la Semana Santa. Esta última se establece a partir de la Pascua de Resurrección que debe conmemorarse el domingo siguiente a la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera. Cuarenta días previos al Domingo de Ramos (ubicado 8 días antes del domingo de Resurrección) se celebra el Miércoles de Ceniza y, un día antes, el Carnaval. 2.2.1. La estructura del ciclo de fiestas Al analizar las fiestas tradicionales es posible distinguir varios ejes de integración de la actividad religiosa, de los cuales nos referiremos a tres. El primer eje estructura las acciones religiosas en el ámbito municipal, pudiendo observarse que, en general, este eje se vincula con tres entidades divinas: a) el santo patrono, como es el caso de San Mateo en el municipio de Atenco, o San Miguel Arcángel, en el municipio de Chapa de Mota (Baca, 1999), o San Bartolomé en el de Hueypoxtla (Ramos, 1999); b) la Virgen de Guadalupe y c) Nuestro padre Jesús. El segundo eje es el que ordena la actividad religiosa dentro de los barrios o localidades de cada municipio y, de haberlos, en los barrios de la cabecera. En estas unidades territoriales se celebra principalmente al santo o a la virgen tutelar y a otros númenes sagrados más, como lo ilustran las fiestas respectivas de San Juan el 24 de junio en San Juan Daxthí y la de Nuestra Señora del Rayo el 17 de agosto en Palos Altos, localidades del municipio de Soyaniquilpan de Juárez (Morales, 1999). La realización de las festividades correspondientes a estos dos ejes queda bajo la responsabilidad de distintos grupos organizados, que pueden denominarse mayordomías, fiscalías,

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cargas, mesas directivas, etc. Dichos grupos tuvieron su origen en el siglo XVIII, cuando se integraron como sistemas jerarquizados –combinando funciones civiles y religiosas, dentro del gobierno indígena–, que contaban con recursos comunales para sufragar los gastos. En la segunda mitad del siglo XIX, en el marco de los regímenes liberales, a pesar de que estos sistemas comenzaron a desarticularse a causa de la desamortización de bienes corporativos, se recompusieron con base en otros principios de financiamiento que combinaron –en distintos grados– la erogación individual, la del grupo de cargueros o encargados y la colectiva –del barrio, pueblo o municipio. De manera que fueron los integrantes de las agrupaciones mencionadas, con el apoyo del pueblo, en quienes recayó el costo de las celebraciones. Con el advenimiento de la industrialización en el Estado de México, la organización religiosa de los municipios tuvo diferentes reajustes, de acuerdo con la intensidad de la repercusión socioeconómica del desarrollo capitalista. Debido a lo anterior, encontramos varias modalidades, resultantes de un patrón común que tuvo su origen en la época colonial, con el fundamento de la acción pionera de los evangelizadores en el territorio que, en nuestros tiempos, ocupa la entidad mexiquense. En el municipio de San Mateo Atenco, los cargos que subsistían al comienzo del siglo XX eran los de mayordomo, fiscal, topil, campanero y sacristán. En el transcurso de los primeros setenta años del siglo pasado, los últimos cuatro funcionarios tendieron a desaparecer, mientras que el cargo de mayordomo adquirió una fortaleza creciente. En ese contexto, los festejos en aquel municipio, hacia la década de 1970, eran organizados por tres tipos de agrupaciones (Albores, 1979), a las que nos referiremos en seguida. Las asociaciones. Éstas, pudiendo ser femeninas, masculinas y mixtas, están más vinculadas que las otras agrupaciones al catolicismo oficial y su ámbito no excede al núcleo de asociados. Se dedican al culto del santo patrono del barrio o del pueblo, o bien a otro santo, conmemorándolo con una misa y con una velación periódica.

Beatriz Albores Zárate Las uniones y hermandades. Las conforman los vecinos de dos o más barrios, sean o no integrantes de las mayordomías, a las cuales apoyan en sus actividades. Uno de sus deberes consiste en la entrega de determinada “promesa” (como se dice literalmente) en algún momento de la celebración del barrio, con el que han entablado la unión o la hermandad. Las mayordomías. Constituyen agrupaciones que están más ligadas con la tradición religiosa popular –es decir, relativa a la población mayoritaria–, cuya actividad rebasa al conjunto de mayordomos puesto que incluye la remuneración y la participación de los habitantes del pueblo o del barrio. Las mayordomías son masculinas o femeninas y, sobre todo, se comprometen (por un tiempo preestablecido, que se fija en uno o más años) a realizar lo necesario para sacar adelante la celebración del santo de su incumbencia. En el ejemplo del municipio de San Mateo Atenco, que estamos enfocando, el sistema de mayordomías es el que reviste mayor magnitud de toda la organización religiosa y abarca, además de los grupos tradicionales, a los creados en la segunda mitad del siglo XX. Estos últimos son la mayordomía del “gremio” de zapateros –que fue establecido, en 1949, en torno a los patronos de esta agrupación: San Crispín y San Crispiniano–, y las mayordomías de gente soltera que han venido formándose en algunos de los barrios y son comúnmente llamadas “mayordomías de la juventud”. Las celebraciones, que corren a cargo de las mayordomías, se llevan a cabo en un lapso de quince días a través del paseo, los festejos –que consta de la velación, la conmemoración, la fiesta y la tornafiesta–, y la octava, como veremos a continuación. I)

El paseo. Es la actividad ritual que incorpora a los integrantes de distintas unidades familiares, desplegándose en el ámbito territorial ya sea del municipio, de la localidad o del barrio. Consiste en un desfile que, en San Mateo Atenco se nombra “Paseo de Locos” o “Paseo de Locos y mojigangas”, el cual se caracteriza por la

6 exclusiva participación masculina. Entre los que “salen de locos” se encuentran los que “pagan” una “promesa” o manda. Portan diferentes disfraces, destacando los atuendos femeninos. El paseo tiene lugar el domingo anterior a la fiesta y su objetivo es anunciar los festejos. II)

Los festejos. Tienen lugar: a) en el espacio sagrado central, como lo es la iglesia o parroquia, b) en el radio amplio del municipio, pueblo o barrio y c) en el territorio doméstico de las unidades familiares. Además de la actividad litúrgica, a lo largo de los festejos participan varios grupos de danzantes y conjuntos musicales; se efectúa una feria con juegos y competencias y se da cabida a una sección comercial que incluye el expendio de comida o “antojitos” y de otros productos diversos. a)

La velación. Transcurre a partir de la noche previa a la conmemoración hasta la madrugada de ésta, concluyendo después de la “cuelga”, que es la ceremonia en la que se cantan “Las mañanitas”. Asisten los vecinos del barrio, así como de otros barrios –que han sido invitados o bien son integrantes de las uniones y hermandades– y aun gente externa al pueblo.

b)

La conmemoración. Tiene lugar en la fecha marcada por el calendario litúrgico. Ese día los mayordomos se alternan para acompañar a la imagen, a la que acuden a saludar los vecinos. Tratándose de los santos tutelares del municipio y de los barrios, hacia mediados del siglo XX, el párroco de San Mateo celebraba sólo una misa.

c)

La fiesta. Es el acontecimiento fundamental de toda la celebración. Se

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realiza el domingo posterior a la conmemoración con la más grande afluencia de vecinos e invitados, quienes, además de “oír” misa, presencian, en el atrio, las danzas de “aztecas”, moros y otras. Los pobladores reciben en sus casas a los familiares, amigos, compadres y vecinos y, ya en la noche, asisten de nuevo a la iglesia para contemplar la sesión de fuegos artificiales y de toritos. d)

III)

La tornafiesta. Comprende la parte que cierra los festejos. Se realiza al siguiente día de la fiesta con la celebración de una o dos misas, y el santo homenajeado continúa recibiendo flores, “ceras”, “cohetones” y otros elementos que aportan los asistentes.

La octava. El domingo posterior a la fiesta se efectúa la octava, con la que los mayordomos finalizan su encargo, que comúnmente dura tres años, y entran en funciones los nuevos mayordomos.

3. EL

TIEMPO METEOROLÓGICO.

UN

PRIMER

PELDAÑO ANALÍTICO

Algunas fiestas del ciclo anual se conmemoran de acuerdo con una organización paralela a la de los mayordomos o cargueros o bien de forma articulada con ellos. Se trata de distintos conjuntos de fiestas que constituyen un tercer eje de integración de la actividad religiosa, el cual se despliega en ámbitos territoriales que con frecuencia rebasan al municipio. Uno de estos conjuntos se refiere a una estructura de cuatro fiestas –encontrada en Texcalyacac, durante el trabajo de campo que efectué en 1991– relativas a la Virgen de la Candelaria o Candelaria (que en la zona lacustre del antiguo Matlatzinco se conmemora del 1º al 2 de febrero o sólo en esta última fecha), la Santa Cruz (que en esta zona se

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festeja del 2 al 3 de mayo), la Asunción de la Virgen (del 14 al 15 de agosto) y la Llegada de los Muertos o Muertos (del 1º al 2 de noviembre). En el municipio de Texcalyacac subsiste la “hermandad” de los “quicazcles” (Albores, 1997, Ms2), quienes integran un tipo de especialistas rituales, de antecedentes mesoamericanos, a los cuales he propuesto que se denominen con el término genérico de “graniceros” (Albores, 2002, Ms2). Éstos son individuos que han sobrevivido a la descarga eléctrica del rayo, por medio de la cual Dios –y antiguamente, Tlaloc– los señala y les confiere el “don” para controlar, entre otras cuestiones, el tiempo meteorológico. Esto significa que adquieren poderes para posibilitar, mediante los rituales, una temporada lluviosa favorable para el pleno logro de las cosechas, en particular del maíz. De manera que el 2 de mayo, el 14 de agosto y el 2 de noviembre, los quicazcles encabezan procesiones a la cima del cerro sagrado del Olotepec para abrir –en mayo– la época de lluvias y la “compuerta” del cerro, para dar salida al agua que, de acuerdo con las creencias ancestrales, se contiene en estas prominencias orográficas. Al respecto, conviene recordar que los montes y cerros son como una especie de “vasos” y están llenos de agua (Sahagún, 1956, t.I:72-73), de los que emana el líquido precioso y toda la riqueza: la fertilidad en general y los mantenimientos. En agosto, los especialistas rituales ascienden al Olotepec para externar su agradecimiento por los primeros frutos tiernos. En noviembre, a la vez que los quicazcles “cierran” la “compuerta” del Olotepec, el día 2 marca el inicio ritual de la cosecha del grano maduro del maíz. Ahora bien, las fiestas de mayo, agosto y noviembre se articulan con la del 2 de febrero en cuanto ésta es la fecha en la que se bendicen las semillas de maíz y las de otras plantas (como frijol y calabaza), que habrán de sembrarse durante el ciclo agrícola y porque, además, se sacraliza una serie de elementos. Algunos de éstos se emplearán, en lo que al ciclo agrícola se refiere, para procurar el buen temporal, o sea con la finalidad de que llueva a tiempo y

Beatriz Albores Zárate para deshacer las tormentas que ponen en riesgo los cultivos. 3.1. Las fiestas del ciclo agrícola y su significado Las fiestas de la Candelaria, la Santa Cruz, la Asunción de la Virgen y Muertos abarcan un ciclo con tres cuentas de 260, 263 y 265 días, a partir del 12 de febrero (que es la fecha gregoriana que corresponde al 2 de febrero juliano) hasta tres de las fechas en las que se conmemora la llegada de los muertos: el 30 de octubre y el 1º y 2 de noviembre. Agrícolamente, este ciclo con sus tres cuentas corresponde al ciclo parcial del maíz, es decir, desde la siembra del grano hasta que éste alcanza su plena sequedad y está listo para su corte. Mas el cultivo del maíz de temporal comprende un ciclo completo, de 365 días, en los que, luego de la cosecha del maíz seco o maduro, se levantan los restos de la planta: tallo, hojas y raíz. El ciclo completo del maíz gira en torno a cuatro fiestas, relacionadas con los equinoccios y solsticios, en honor a San José (19 de marzo), San Juan (24 de junio), San Mateo (21 de septiembre) y el Nacimiento del niño Dios (24 de diciembre). Ahora bien, el ciclo parcial forma parte del ciclo total del maíz, de la misma manera que los dos ciclos festivos se encuentran articulados. En efecto, dentro del ciclo de 365 días podemos observar que desde la fiesta de la Candelaria (en febrero) hasta la de la Virgen de la Asunción (en agosto) se establecen los “trabajos” o “cultivos” agrícolas, y desde los festejos de la Asunción hasta los de la Candelaria se sitúa el goce de los frutos tiernos y maduros del maíz. Basándose en esta doble estructura anual, agrícola y religiosa, de 260/ 263/265 y 365 días, los rituales agrícolas en San Mateo Atenco se llevaban a cabo –en la última etapa de la laguna de Lerma (1900-1970)– y en buena proporción todavía se efectúan como se menciona en seguida esquemáticamente. El día 1º de enero, los ancianos observan “la entrada del año” mediante ciertas señales en el cielo, pronosticando si habrá de ser un año agrícolamente bueno o malo. Luego, durante el

8 Carnaval y en Semana Santa, se conmemora a uno de los patrones sagrados del municipio: Nuestro padre Jesús. El 1º de enero también tiene lugar la bendición inicial de la simiente, la cual vuelve a sacralizarse en la fiesta de la Virgen de la Candelaria, el 2 de febrero. La siembra tiene lugar en tres ocasiones. La primera es el mismo 2 de febrero, día en que se planta poca semilla en los predios de humedad. La segunda ocasión es la siembra llamada “marceña”, debido a que se realiza durante marzo –desde la fiesta de San José (el día 19) o alrededor de esta fecha, ya sea el 20 o 21, hasta fines de ese mes. La siembra marceña la lleva a cabo un sector minoritario de cultivadores, tanto de San Mateo Atenco como, en general, de la zona lacustre del antiguo Matlatzinco. Por último, la siembra mayoritaria comienza en la primera quincena de abril para concluir el 15 de mayo, día de San Isidro Labrador. La siembra es el primero de los llamados “trabajos” o “cultivos”, mismos que incluyen, además, dos o tres “alomamientos”, en los que se “arrima” tierra alrededor del tallo de la planta del maíz, se la abona, se la libera de la hierba que crece en sus proximidades y, si es necesario, por último se abren canales para evacuar el agua pluvial excesiva. De manera que el periodo de “cultivos” y de los rituales propiciatorios abarca del 2 de febrero hasta alrededor del 15 de agosto o fiesta de la Virgen de la Asunción, la que marca ritualmente el inicio de la cosecha de los frutos tiernos del maíz. Los otros dos momentos más importantes de la cosecha de las mazorcas son señalados, respectivamente, por la celebración de San Mateo (21 de septiembre) – en la que el maíz está en proceso de endurecimiento– y por la fiesta de la Llegada de los Muertos (2 de noviembre) –cuando el grano ha llegado a su completa madurez. En sentido amplio la cosecha se prolonga, ritualmente hablando, hasta el 2 de febrero, puesto que, además del grano, se corta la planta seca, que está integrada por el tallo, las hojas y la raíz. Las fiesta de diciembre: de la Virgen de Guadalupe (el día 12), del Nacimiento del Niño Dios (el día 24) y del Fin de año (día 31) conforman topes rituales de fin de la cosecha del grano seco del maíz,

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la cual tiene como última señal, en algunos pueblos de la región que ocupó el Matlatzinco, la fiesta de San Francisco de Sales (24 enero). La articulación de ambos ciclos (con sus cuentas de 260/263/265 y 365 días), correspondientes a los ciclos parcial y total del maíz, nos condujo a indagar en los rituales conexos a las ocho fiestas, encontrándose que, a través de éstas, el ciclo del maíz se relaciona, en primer término, con el ciclo meteorológico; cuestión que se manifiesta en numerosos rituales agrícolas, vinculados con el calendario de festividades. Por lo demás, el ciclo del maíz también se relaciona con otros tipos de ciclos, como son el humano, el mítico, el astronómico y el calendárico, los cuales tienen que ver con la forma antigua de conocimiento integral sobre el tiempo-espacio, relativo al cosmos o conceptuación del mundo. Lo anterior implica profundizar en el análisis (Albores, 1997, 2001, Ms2), si bien la finalidad del presente trabajo ha sido efectuar, de manera esquemática, una incursión metodológica inicial.

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