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LASA 2000 XXII INTERNATIONAL ASSOCIATION 16-18 March 2000 Miami, Florida
CONGRESS
-
LATIN
AMERICAN
STUDIES
PANEL: SOCIAL MOVEMENT IN ARGENTINA
MARIA CRISTINA TORTTI FAC. HUMANIDADES UNIV. NACIONAL LA PLATA ARGENTINA ORIGENES DE LA NUEVA IZQUIERDA EN LA ARGENTINA: RUPTURAS EN LOS PARTIDOS COMUNISTA Y SOCIALISTA. El presente trabajo forma parte de un Proyecto destinado a reconstruir los procesos que contribuyeron al surgimiento la "Nueva Izquierda" en la Argentina. Hoy, cuando la política parece vaciarse de todo contenido transformador, esta indagación sobre el pasado es una pregunta por nuestro presente.
LA NUEVA IZQUIERDA Puede afirmarse que, desde fines de la década del '50, la sociedad argentina vivía un proceso de creciente conflictividad social y política, signado por la superposición y convergencia de al menos cuatro tipos de crisis: crisis económica manifestada en el comportamiento cíclico de las variables macro económicas; crisis del régimen de acumulación -que se arrastraba al menos desde los tiempos del primer peronismo; crisis del sistema político -que afectaba tanto a las normas que regulan los intercambios políticos como al papel de los partidos y organizaciones representativas de diversos sectores sociales, con la proscripción del peronismo como dato central, y crisis del Estado -que hacia fines de los años '60 y principios de los '70 mostraría de manera aguda su incapacidad para dirigir a la sociedad y encauzar sus demandas y conflictos, a tal punto que algunos autores han aludido a ese período en términos de "crisis de dominación social" o de "crisis orgánica" (O'Donnell, 1977 y 1982; Portantiero, 1977; de Riz, 1986; Pucciarelli, 1997). Es que por entonces, la sociedad había entrado en una etapa de verdadera efervescencia, y parecía deslizarse hacia un estado de contestación generalizada. La modificación de las expectativas y de las prácticas de amplios sectores aparecía como una "novedad" en la vida política nacional, toda vez que los reclamos sectoriales y la oposición a la Revolución Argentina se articulaban de manera creciente con discursos que
2 hablaban de "liberación nacional", "socialismo" y "revolución". El alto grado de conflictividad incluía una serie de rasgos nuevos en la relación entre lucha social y lucha política. Así, la expansión de la protesta produjo la eclosión de movimientos sociales de tipo insurreccional, el surgimiento de direcciones "clasistas" en el movimiento obrero, un alto contenido de violencia en la relación entre las clases y la expansión de la idea de la violencia como camino para la rápida transformación social y política. Lo novedoso de esa "oposición" consistía en que, tanto en la sociedad como en la política, el clima de malestar creciente tendía a cuestionar el ordenamiento habitual de la vida social y a desafiar las formas tradicionales de ejercicio de la autoridad y de la representación. Desde nuestro enfoque, se asistía a la emergencia de una poderosa y heterogénea fuerza renovadora a la que provisoriamente denominamos "Nueva Izquierda" (NI), y cuyo despliegue permite visualizarla como movimiento social a la vez que como actor político (Tortti, 1998). Un lenguaje compartido, y un común estilo político, daban cierta unidad "de hecho" a grupos que provenían del peronismo, de la izquierda, del nacionalismo y de los sectores católicos ligados a la teología de la liberación: los discursos y las acciones resultaban convergentes en la manera de oponerse a la dictadura y en sus críticas al "sistema", y esa convergencia potenciaba su accionar. Además, la multiplicidad de lazos que sus componentes desarrollaron contribuyó a que fueran percibidos -y se percibieran a sí mismos- como partes de una misma trama: la del campo del "pueblo" y de la "revolución". Múltiples lazos conectaban al movimiento puramente político con las variadas formas de protesta y de innovación en los más diversos ámbitos institucionales. Educación con contenidos y métodos "liberadores", comunidades terapéuticas y "antipsiquiatría", abogados laboralistas o defensores de presos gremiales y políticos, experimentación en el campo de las vanguardias plásticas, debates sobre el cine y el teatro político se convirtieron en propagadores de una nueva cultura que privilegiaba la horizontalidad, despreciaba el oscurantismo e inscribía a estos movimientos sociales en proyectos carácter colectivo. De esta manera, las demandas sectoriales tendían a politizarse rápidamente, y muchos militantes sociales se convertían en dirigentes políticos. Las universidades fueron un ámbito privilegiado dentro de este proceso, y el movimiento estudiantil una verdadera cantera de la cual emergieron buena parte de los contingentes más jóvenes y radicales de la "NI". Si bien esta "nueva oposición" o "nueva izquierda", se volvió particularmente amenazante a partir de la eclosión social del '69 y del crecimiento de la guerrilla durante los '70, su presencia se venía manifestando sostenidamente a lo largo de la década anterior. Una de las raíces de este proceso se encuentra en el campo intelectual y cultural de los años
3 '60, signado por el cruce entre tendencias modernizantes e ideas de corte revolucionario y en el que ocupó un lugar destacado el tema del "compromiso" de los intelectuales que, desde la simpatía por la "causa del pueblo" evolucionaría hacia formas de participación política directa -incluyendo un cierto desdén por la tarea propiamente intelectual. La amplia recepción de los temas del debate internacional se articuló con el entusiasmo despertado por la Revolución Cubana -y otros procesos de liberación nacional-, y ambos con cuestiones nacionales que, como la del peronismo, permanecían irresueltas. Como ha sido señalado (Terán, 1991), ese recorido intelectual y político fue acompañado por un proceso de "autoculpabilización" por parte de los intelectuales, debido a su "histórico" alejamiento de los sectores populares. De manera casi natural, ese malestar se convirtió en crítica a los Partidos Socialista y Comunista que sufrirán primero el embate crítico, y luego el alejamiento, de los sectores radicalizados. Y así, esos partidos, perderán buena parte de la influencia que tenían sobre los sectores medios y del atractivo que ejercían sobre importantes franjas del campo cultural, ganados ahora por las nuevas ideas e inmersos en el clima ideológico propio de los '60. Similares aires de renovación se respiraban en el ámbito de otras tradiciones políticas -sobre todo en el peronismo y el nacionalismo-, confirmando así la envergadura de un proceso que llevaría a una verdadera renovación de las vanguardias y de la cultura política, lo cual a su vez contribuiría a proporcionar un horizonte radical al movimiento social. Acontecimientos como el Cordobazo aceleraron este proceso y, a partir de entonces en los sectores dominantes se extendió una intensa sensación de "amenaza". A la vez, la irrupción de un movimiento social en proceso de "autonomización" creciente, obligó a las dirigencias tradicionales a remozar sus discursos y reubicarse ante hechos que las sorprendían y superaban. A partir de entonces, los sectores populares fueron objeto de una intensa disputa por parte de viejas y nuevas dirigencias. Dentro de la variedad de grupos y tendencias que conformaban la "NI", los sectores más "duros" tendieron a simplificar el cuadro político en términos de "amigo-enemigo" y a aplicarle una lógica de guerra. Se abren aquí interrogantes referidos a las razones por las cuales, dentro del movimiento de oposición, fueron esos sectores los que alcanzaron grados más altos de desarrollo y operaron como polo de atracción no sólo sobre los núcleos ya politizados sino también sobre esa crecida militancia social que, como fuera señalado, venía desarrollándose desde comienzos de los '60. Puede pensarse que, entre nosotros, el "clima de época" propio de los '60 contribuyó a que viejos y nuevos malestares tomaran la forma de un verdadero "consenso de terminación" (O'Donnell, 1972) que impulsaría a muchas voluntades en pos de un proyecto colectivo de superación del orden existente. Pese
a
la
variedad
de
actores
implicados
y
a
la
4 complejidad de los procesos desarrollados durante esas dos décadas, todo el período ha quedado grabado en la conciencia colectiva casi exclusivamente como un tiempo de exasperada violencia. De manera casi invariable, la escena aparece dominada por el enfrentamiento entre la guerrilla y las Fuerzas Armadas, y detrás de ella, la sociedad y sus conflictos parecen esfumarse. A la vez, los estudios socio históricos suelen concentrarse en la dinámica del enfrentamiento político, en particular los de su etapa más virulenta, dramáticamente cerrada por el golpe de estado de 1976. Sin ignorar que las organizaciones armadas constituyeron la forma más osada del desafío, es necesario tener en cuenta que ellas formaban parte de un conjunto más amplio y diversificado en el cual la oposición "sistema" incluía siempre un estilo que violentaba convenciones y desafiaba poderes. Y si bien es sabido que en esa crítica de lo existente, y en los intentos de construcción de lo nuevo, convivieron impulsos culturales modernizantes y grados diversos de radicalidad política, las formas de su combinación aún no han sido suficientemente esclarecidas. Por ello resulta necesario que la investigación socio histórica abra interrogantes que permitan avanzar en la identificación de las razones por las cuales, en esta sociedad y por aquellos años, se dio tan singular combinación de circunstancias que hizo que se volvieran a trazar de manera radical las fronteras entre lo privado y lo público, y que la dimensión de este último ámbito aumentara en una proporción no vista antes (Bauman, Z., 1997). También parece conveniente prestar atención a las razones del vertiginoso crecimiento de esa fuerza social y política en la cual una variedad de actores coincidía tanto en el repudio al autoritarismo como en la desconfianza hacia las reglas e instituciones de la democracia "formal". Pero además, se requiere superar el actual estado del debate que tiende a quedar encerrado entre perspectivas que reproducen una visión maniquea de aquella etapa de la vida nacional. Ni la reivindicación acrítica ni su condena en bloque resultan adecuados. Por el contrario es necesario que esa inevitable tensión valorativa sobre "una época cuyo sentido no es inerte" (Terán, 1997), deje espacio para el análisis, y para que las cuestiones comiencen a ser examinadas de manera rigurosa y sistemática, apelando al instrumental teóricometodológico de las Ciencias Sociales y de la Historiografía (Romero, 1997). En líneas generales, los estudios con que hasta ahora se cuenta, no ofrecen una satisfactoria combinación entre marco analítico y sustento empírico que permita dar cuenta de la variedad, extensión e intensidad de este proceso que, si bien se resolvió en el nivel político, tenía raíces sociales y culturales de más largo alcance. Por su importancia y complejidad, la cuestión requiere la conformación de un campo temático capaz de contener a este heterogéneo fenómeno en sus múltiples dimensiones empíricas e
5 implicancias teóricas. Es necesario, además, partir de interrogantes que, al vincular objetivos específicos con hipótesis e interpretaciones más abarcativas, tengan capacidad para interpelar a la variedad de procesos y actores que conformaron la "NI" (Tortti, 1999). Además, una estrategia de este tipo posibilitaría que esas interpretaciones entraran en un procesos de sostenida discusión, y que al contar nuevo material empírico, desplegaran el potencial explicativo que encierran. Fue la acumulación de "dilemas irresueltos" y de "crisis superpuestas" lo que generó las condiciones políticas y el estado de ánimo colectivo que predispusieron a la búsqueda de soluciones radicales? Cuál fue el papel que jugó la persistente ilegitimidad del régimen político? Fue esa ilegitimidad la que privó de sus velos al Estado y lo expuso ante la mirada pública como pura dominación? Fue el "bloqueo tradicionalista" el que empujó hacia una salida revolucionaria a los impulsos renovadores de los 60? O será, tal vez, que ellos se vieron sofocados por la difusión de ideas "revolucionarias" y por el auge de la violencia política? En tal caso, por qué esas ideas llegaron a convertirse en ideales y empujaron a tantos a la acción? En qué fisuras pudieron anidar? Con cuáles expectativas se conectaron? Para contestar preguntas de este tipo es necesario avanzar en la identificación de procesos y actores que fueron parte sustancial de ese fenómeno, a la vez político, generacional y cultural. Es necesario detectar los núcleos de intereses, expectivas y valores que, al conectarse, dieron lugar a ese poderoso depliegue de energías sociales que pensó a la política como una formidable y eficaz herramienta de transformación. Y también las razones por las cuales, ese movimiento social, cultural y político engendró, o se transformó, en lo que N. Casullo denomina "la masa guerrera" (Casullo, 1997). Se trató de un caso de extraordinaria eficacia de las ideas? Las ideas de la izquierda revolucionaria fueron como "el huevo de la serpiente", cuyo despliegue llevaría inevitablemente de la política a la guerra? Detrás de la figura del "trabajador", idealizada por los intelectuales de la izquierda y del peronismo revolucionario, se escondía la figura del "guerrero"? O se trató de una "fuga hacia adelante" cuando se advirtió que el Estado contaba con recursos y aliados para disputar políticamente y "desvíar" al movimiento popular de sus objetivos más radicales ? O la "fuga hacia adelante" de las vanguardias sobrevino cuando se hizo evidente que el grueso de la clase obrera -dirigida por su "líder histórico"- se encaminaba hacia la integración en el sistema, después de tantos años de proscripción? O se trató, simplemente, de una etapa más -la última- de la vida nacional signada por una concepción de la política como "guerra" ? (Hilb/ Lutzky, 1984 Terán, 1991; Torre, 1994; Ollier, 1998). Tal vez, en el campo de los estudios sobre la "NI", no haya aún una acumulación suficiente de conocimiento -ni de debate teórico metodológico - que permita responder adecuadamente a preguntas tan ambiciosas. Para comenzar a transitarlo parece conveniente especificar esas preguntas
6 dirigiendo la atención hacia diversos espacios y grupos en los cuales, al menos desde los 60', la sociedad había comenzado a bullir y a generar puntos de ruptura. LA RADICALIZACION EN EL CAMPO DE LA IZQUIERDA Uno de esos espacios, hasta ahora muy poco explorado, es el que corresponde a los dos principales partidos de la izquierda argentina en los que durante los 60' se produjo un intenso debate político ideológico en el que nuevos temas se superponían a viejos malestares, largamente arrastrados. El éxito de la "vía cubana" y la persistencia del peronismo en la clase obrera argentina fueron la roca contra la cual se estrellaron los Partidos Socialista y Comunista, y el punto de partida de numerosos grupos radicalizados que ya entonces eran identificados como la "NI". Los Partidos Socialista (PS) y Comunista (PC), si bien tenían escasa relevancia en el juego político institucional y electoral, gozaban de considerable prestigio en los sectores medios de la sociedad y en sus capas intelectuales. En consecuencia, el proceso de radicalización ideológico político que en ellos se desarrollaba tendía a expandirse naturalmente en esos ambientes y contribuía de manera decisiva a la gestación de esa verdadera corriente contracultural que imprimió su sello a la vida social de los '60. En ese contexto, las universidades fueron un escenario privilegiado para la difusión de las ideas y propuestas de la "NI". En ellas, una o dos generaciones vivieron la experiencia de conectar sus expectativas de realización personal con un horizonte de "buena sociedad", que ahora se identificaba con la realización del socialismo. El proyecto del cual forma parte este trabajo, se propone iniciar la reconstrucción de dichos procesos con el fin de dar cuenta de las razones que condujeron a los "viejos" partidos a perder el prestigio del que habían gozado en los ámbitos de izquierda y a sufrir sucesivos abandonos o esciciones protagonizadas por franjas importantes de militancia más joven que iban a engrosar el campo de la "NI"1. La ruptura transitaba por dos andariveles principales: uno se afirmaba en la certeza de que el camino al socialismo tenía una sola "vía", la armada; el otro, partiendo de la necesidad de acortar distancias políticas con el movimiento popular avanzaba en la reinterpretación del peronismo, acentuando sus potencialidades antimperialistas y revolucionarias. 1
Si bien el campo de la Izquierda Argentina comprendía a otras corrientes, tales como el trotskismo y la llamada "izquierda nacional", este Proyecto se aboca a los procesos que tuvieron lugar en el ámbito de los Partidos Socialista y Comunista. Ambos comparten el carácter de partidos sólidamente organizados, con una trayectoria dilatada y una considerable aunque irregular- influencia en sectores obreros y en las franjas "progresistas" de las clases medias.
7 De este proceso nacieron numerosos grupos -a veces de vida efímera-, en los que confluían personas -e ideas- provenientes de tradiciones y experiencias políticas diversas, pero unidas por la convicción de que había llegado la hora de la revolución. Puede decirse, a modo de hipótesis, que hacia fines de los 60' el nuevo mapa político de la izquierda ya estaba trazado en sus líneas políticas y estratégicas fundamentales y que ya había sido creada una buena parte de las organizaciones que alcanzarían un alto grado de desarrollo en la década siguiente. Ha de tenerse en cuenta que, en considerable medida las organizaciones armadas surgieron de esos procesos de renovación de la izquierda y que aún la radicalización del peronismo no fue ajena a dichos procesos. Pensamos, además, que este proceso de reorganización de las vanguardias en el campo de la izquierda incidió decisivamente en el clima de época al estimular la incorporación a la política de numerosos militantes "espontáneos" que surgían del movimiento social. Ha de tenerse en cuenta que, entre nosotros, la "NI" trascendió los límites de una "revuelta" puramente cultural para conectarse con procesos sociales y políticos más amplios que involucraron la participación de importantes sectores, en particular jóvenes. Por otra parte, si bien la mayor incidencia política de la "NI" corresponde al período que se abre en mayo del '69 con el Cordobazo, parece evidente que por entonces los nuevos grupos ya habían completado el pasaje desde el nivel teórico- ideológico al político- organizativo. Por eso, desde nuestra perspectiva crucial -además de identificar los términos del debate teórico- avanzar en la reconstrucción de los procesos mediante los cuales las ideas se convirtieron en ideales, y éstos en proyectos políticos. EL PC A COMIENZOS DE LOS '60 Indudablemente, a principios de los '60 el PC era la principal fuerza en el campo de la izquierda argentina y pese a que, en los últimos años había experimentado cierto crecimiento (1), el peronismo seguía siendo la fuerza hegemónica en la clase obrera. A partir de 1955, producido el golpe de estado que derrocó al gobierno del Gral. Perón, el PC centró sus expectativas en las posibilidades de acción que se le abrirían si se lograba una "amplia democratización" de la vida política nacional. Pero sobre todo confiaba en que, en las nuevas condiciones políticas, se produciría la "desperonización" de la clase obrera y el acercamiento a su "verdadero partido de vanguardia". El PC argentino mantenía su línea política tradicional convencido de que, en los países periféricos, la clase obrera y el pueblo sólo accederían a la lucha por el socialismo una vez que se hubiese completando la etapa "democrático burguesa" y se contara con las "condiciones objetivas" que hicieran posible iniciar ese tránsito. Mientras que para los países capitalistas desarrollados se imponía la realización de la revolución socialista, en los que aún conservaban "restos
8 feudales, semifeudales o precapitalistas" y eran "dependientes del imperialismo" -como era el caso de la Argentina-, la primera etapa de la revolución debía pasar "necesariamente" por la eliminación de tales "restos" y por la realización de las "tareas democráticas" y "antimperialistas". Por ello, el proletariado y su "partido de vanguardia" necesitarían del concurso de todos los sectores cuyos intereses colisionaran con el imperialismo, incluidos algunos sectores de la "burguesía nacional". En consecuencia, los partidos comunistas de las áreas periféricas debían esforzarse por crear un "Frente Democrático Nacional" y promover un gobierno "democrático y popular", destinado a lograr la independencia política de la nación, realizar la reforma agraria, limitar el poder de los monopolios, fomentar la industria nacional, elevar el nivel de vida del pueblo, democratizar la vida pública y desarrollar una política exterior independiente (2) El PC consideraba que dichas tareas se encontraban aún pendientes en la Argentina, ya que el gobierno peronista había sido inconsecuente en su enfrentamiento con el imperialismo a la par que había obstaculizado la democratización de la vida política y retrasado el desarrollo de la conciencia "revolucionaria" de los trabajadores, en virtud de su carácter de movimiento "nacionalista burgués" (3) Frente a quienes propiciaban una revisión de la posición asumida por la izquierda ante el peronismo, el PC no sólo la reivindicaba sino que consideraba que, pese a su casi permanente ilegalidad, había jugado un papel fundamental en el incremento de las luchas obreras producidas durante los últimos años del gobierno peronista cuando, a su juicio, las masas habían comenzado "a perder la fe ciega en su líder" (4). En tales circunstancias el Partido se habría robustecido en la clase obrera, logrando un significativo crecimiento que le permitió, en 1954, incorporar cerca de 15.000 nuevos afiliados. A su juicio, ese aumento de la combatividad obrera y de la "unidad entre peronistas y comunistas" había alarmado a los sectores dominantes: "he aquí el proceso que se propuso cortar la llamada Revolución Libertadora"(5). Una vez producido el golpe de estado, la dirección comunista llamó insistentemente a intensificar el "trabajo unitario" con los peronistas en el movimiento sindical, contribuyendo la constitución de las "62 Organizaciones". Confiaba en que durante la lucha contra los gobiernos militares, se acrecentaría ese acercamiento y se abrirían amplias posibilidades para la constitución de un "Frente Democrático y Nacional" que impulsara un gobierno popular de "amplia coalición democrática". Solamente un gobierno con tales características podría iniciar la "Revolución Agraria y Antimperialista", destinada a superar el "atraso" argentino y, por lo tanto, a crear las condiciones para una futura evolución hacia el socialismo. Dentro de esta perspectiva, cuando se produce el llamado a elecciones presidenciales de 1958, el PC como gran parte de la opinión de izquierda y del peronismo, decidió apoyar al candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente -
9 Arturo Frondizi- en virtud de los contenidos "antioligárquicos y antimperialistas" de su propuesta conocida como "Programa de Avellaneda". Pero la fórmula que había propuesto al país salir del atraso mediante el "desarrollo nacional" y resolver el problema de la exclusión política del peronismo mostró muy rápidamente su fracaso. A poco de andar, el abandono de las consignas antimperialistas, la represión al movimiento obrero y el conflicto universitario le alienaron la simpatía que había despertado en buena parte de los sectores "progresistas", que entonces al igual que el peronismo, pasaron a la oposición. Muchos grupos de la izquierda, decepcionados con el "frondizismo" comenzaron a descreer de las posibilidades de realizar la "revolución democrática" y de contar para ello con sectores de la "burguesía nacional" e iniciaron un sostenido viraje hacia horizontes más radicales, alentados por el éxito de diversas experiencias revolucionarias, en particular la cubana. El PC, en cambio, pasó a la oposición sin revisar su línea ni rever las decisiones políticas que, en función de ella, había tomado. Así, la "traición" del gobierno al "programa progresista" se explicaba por la "insuficiente presión" ejercida por los sectores populares que, habiendo permanecido desunidos -o "prisioneros de dirigencias vacilantes"- no habían logrado constituir el Frente Democrático y Nacional propuesto por el Partido (6). En vistas a lograr ese objetivo, el PC intenta profundizar su acercamiento a los sectores combativos del peronismo y llama a votar en blanco en las elecciones del 27 de marzo de 1960, denunciando el carácter "fraudulento" de unos comicios viciados por las proscripciones, la vigencia del Estado de Sitio y del Plan Conintes. Producida la avalancha de votos en blanco -cerca de un cuarto del electorado-, los dirigentes comunistas hicieron una particular lectura de esos resultados al afirmar que "al votar en blanco la mayoría de la clase obrera votó por la línea política de nuestro Partido". A su juicio, las masas habían advertido el contraste entre la "decidida actitud" opositora de los comunistas y la "vacilación" de muchos dirigentes peronistas que no habían desplegado "una actividad intensa a favor del voto en blanco", en virtud de los compromisos que mantenían con la política "integracionista" del gobierno (7). Entusiasmado por la combatividad demostrada por la clase obrera, la dirigiencia comunista exhortaba permanentemente a sus militantes a la "unidad de acción" y a superar los resabios de "sectarismo" antiperonista que aún impregnaba a muchos de ellos. A la vez, advertía sobre el peligro de confundir el necesario acercamiento al peronismo con el abandono de la "línea independiente" del Partido y su subordinación al "nacionalismo burgués", tal como ya habría ocurrido con algunos notorios ex militantes -como R. Puiggrós y J.J. Real- , y en general, con la llamada "izquierda nacional". Pero por entonces, los comunistas argentinos se verían enfrentados a nuevos desafíos como consecuencia de acontecimientos que tendrían una fuerte repercución en el campo socialista internacional. Fuertemente alineado con el Partido Comunista de la la Unión Soviética (PCUS), el PC argentino
10 vivió inicialmente sin mayores conmociones internas el debate abierto por el XX Congreso de aquel Partido, realizado en 1956. Encaró de manera formal la crítica al "stalinismo", y en cuanto a las controvertidas tesis sobre la "coexistencia pacífica" y la "transición pacífica", resultaron una suerte de aval para su tradicional línea política. Sin embargo a nivel internacional, estas cuestiones estaban alimentando una polémica que, en poco tiempo, llevarían a serios cuestionamientos de la línea soviética y a profundas divisiones en el campo socialista. China, Argelia y Cuba -los tres movimientos revolucionarios triunfantes en la historia inmediata- ponían en duda dos aspectos centrales de aquella estrategia, y tanto el "pacifismo" como el "etapismo" pasaron a ser seriamente cuestionados. A partir de entonces, tanto en el ámbito de la izquierda como en sectores del peronismo, el entusiasmo por la "vía cubana" al socialismo precipitará debates que, superpuestos a los anteriores, cambiarán sustancialmente el mapa político de la izquierda en la Argentina. LOS DEBATES EN LA IZQUIERDA Y LAS CRITICAS AL PARTIDO COMUNISTA Mientras el PC se mostraba inconmovible en sus certezas y transmitía una imagen autocomplaciente sobre su papel, otros sectores sostenían que la persistencia del peronismo en la clase obrera mostraba que la izquierda en la Argentina había "fracasado", debido a su "histórico" desencuentro con el "movimiento popular". Según esas opiniones, la actitud asumida desde 1945 ante el peronismo por los Partidos Socialista y Comunista era la manifestación más clara -aunque no la únicade su incapacidad para vincularse con la clase obrera y hacerse cargo de la "cuestión nacional". Para muchos militantes, el recuerdo de la Unión Democrática se volvía insoportable y reclamaba una profunda autocrítica así como una no menos profunda rectificación de la línea política. Puede pensarse que, la brecha abierta por ese "malestar" facilitó que franjas importantes de la izquierda se sumaran a las críticas que, desde tiempo atrás, peronistas y nacionalistas dirigían a los Partidos Socialista y Comunista. Diversos grupos y personalidades -entre las que no faltaban notorios ex militantes comunistas como R. Puiggrósvenían promoviendo un debate cuyas notas más salientes eran el duro cuestionamiento a los dos partidos tradicionales de la izquierda, y el intento de conjugar socialismo, nacionalismo y peronismo en un nuevo movimiento político. Ese nuevo clima que comenzaba a vivirse en la izquierda, resulta bien ilustrado por la encuesta que realizara Carlos Strasser (1959) a notorios intelectuales y dirigentes políticos, sobre "el papel de las izquierdas en la vida nacional". En pleno período de decepción con el "frondizismo", Strasser justificaba su iniciativa señalando que en una situación de "desconcierto" político como la que se estaba
11 viviendo, los viejos "slogans" partidarios resultaban ya inútiles. Convoca entonces a "estudiar profundamente" la situación nacional y a examinar las causas que llevaron al "fracaso" de las izquierdas. Entre los varios temas que recorre el cuestionario, resulta evidente la centralidad otorgada al examen de las experiencias peronista y frondizista, en relación con el diseño de una estrategia revolucionaria. Algunos encuestados opinaron que el fracaso de dichas experiencias mostraba la necesidad de abandonar "definitivamente" las consignas que proponían construír un "Frente Nacional y Democrático", con presencia de sectores de la burguesía nacional. Silvio Fronizi -orientador del Grupo Praxis- consideraba que las fuerzas revolucionarias debían pasar a una estrategia "directamente socialista", y Abel A. Latendorf -dirigente del recientemente escindido Partido Socialista Argentino- se oponía a las consignas que propugnaban la formación de un "frente popular" ya que en su opinión, la unión de partidos obreros con partidos de la burguesía se resolvía "invariablemente" en perjuicio de los primeros. A su juicio, en las actuales circunstancias sólo cabía pensar en "un frente de clase proletaria"(8). Desde la perspectiva de la "izquierda nacional", las críticas a la izquierda tradicional -y en especial al PCpartían de afirmar que la verdadera liberación nacional y social requería de una "ideología revolucionaria propia", que fuera fruto del propio desarrollo histórico y de "las tendencias progresistas y emancipadoras de las masas", y no de un marxismo "escolástico y mecanicista", alejado de las experiencias populares e incapaz de advertir la potencialidad revolucionaria que ellas encierran (9). En medio de este clima de cuestionamientos y revisión de las experiencias de la izquierda, llama la atención el tono de certeza y cerrazón doctrinaria desde el cual responde R. Ghioldi -miembro de la dirección del PC. Desde su punto de vista, la línea política del comunismo argentino era la única ", y si no se había traducido en un mayor crecimiento del Partido, ello se debía a que desde 1930 había soportado "una legislación reaccionaria y discriminatoria", y porque luego durante el peronismo, los trabajadores habían carecido de "independencia política e ideológica". En consecuencia el problema actual de la izquierda seguía siendo el mismo: desprender a los obreros de "tutelajes ajenos" a su clase (10 ). Pese a la diversidad de los diagnósticos, casi todos parecían concordar en que tanto el peronismo como el frondizismo, habían dejado como saldo positivo para una política de izquierda, la creciente combatividad y politización en la clase obrera. Para algunos ese hecho se conectaba con la persistencia del peronismo, al cual adjudicaban potencialidades revolucionarias susceptibles de ser desarrolladas dentro de un proyecto socialista. Sin embargo llama la atención que, estando el peronismo en el centro de
12 todas las especulaciones, sea casi nulo el espacio asignado a la figura y el liderazgo de Perón: acaso en la izquierda se pensaba que su tiempo político ya se había agotado? A la vez, la manera insistente con que se alude a la necesidad de un partido "verdaderamente revolucionario", parece constituir la crítica más contundente al papel desempeñado por el Partido Comunista y muestra que, aún antes de que se instalara plenamente el debate sobre la "vía armada", ya había comenzado la erosión del prestigio del PC en el campo de la izquierda argentina. IZQUIERDA Y NEOIZQUIERDA En noviembre de 1960, el PC parece entrar de lleno en la polémica con la publicación de un número especial de su revista Cuadernos de Cultura (CC), dedicado a responder al interrogante "Qué es la izquierda?". En dicho número -el 50?- puede observarse que la estrategia argumental concentra el fuego sobre dos tendencias cuya combinación habría dado lugar al surgimiento de la "neoizquierda", en los sectores medios recientemente radicalizados. Una de ellas provendría la "izquierda nacional" que, "subyugada por el peronismo" y sosteniendo posiciones movimientistas, estaría propiciando el "eclecticismo ideológico" y renunciando a la construción del "partido de la clase obrera". Se trataría de una posición "seguidista" que conduciría a la "conciliación de clases" y a desvíar a los trabajadores de sus objetivos socialistas, tras consignas nacionalistas. La otra corriente provendría del "ultraizquierdismo", y estaría marcada por la"impaciencia" y el "verbalismo revolucionario" de quienes, careciendo de una visión realista de la situación nacional, no comprenden cuál es el carácter de la revolución ni aciertan en la estrategia. Por esa razón, en sus propuestas buscarían reemplazar la unidad de todos los sectores populares y antimperialistas por un reducido "frente de las izquierdas" (11). Según CC, los ataques que unos y otros dirigen al PC no harían más que reflejar la aspiración de algunos sectores radicalizados de "la intelectualidad pequeñoburguesa" de sustituir a la clase obrera en la dirección del proceso revolucionario. En cuanto a los principales grupos en los cuales esa "neoizquierda" se encarna, la Revista identifica a tres (12). Uno de ellos provendría del "destacamento" que habría intentado "unir a la masa popular peronista con la elite izquierdista de la pequeño burguesía" durante el frondizismo, dejando afuera al "partido de la clase obrera". Ese grupo, tras demostrar su "incapacidad" como dirigente de la Revolución Democrática Nacional y salir del gobierno, habría trocado su decepción política en "verbalismo izquierdista", entusiasmado ahora por el éxito de la Revolución Cubana.
13 Pero según CC, el principal "eje de las maniobras de la neoizquierda" se encontraba por entonces en el Partido Socialista Argentino, más precisamente en su heterogénea corriente de izquierda y en los grupos que editan la Revista Situación. Ellos estarían buscando captar a las masas peronistas, con el fin de erigirse en "partido de la clase obrera" y reemplazar al PC. El tercer centro de irradiación de ideas de la "neoizquierda" se encontraría en el Grupo Praxis, de orientación trotskista y dirigido por S. Frondizi. Desde el punto de vista comunista, sus dos "típicos errores ultraizquierdistas" radicarían en la incomprensión del "problema agrario" y del "problema nacional". En consecuencia, no advertirían la necesidad de contar con el campesinado y con la burguesía nacional, en la primera etapa de la Revolución en un país "dependiente y con resabios feudales en el campo". Con sus propuestas de resolución de la "cuestión agraria" mediante la inmediata colectivización, y su negación de todo papel "progresista" a la burguesía nacional, estarían privando a la clase obrera de "sus aliados naturales" y conduciendo a la derrota de su proyecto revolucionario. En medio de este panorama ciertamente complejo, ciertos sectores de su "frente cultural" del PC propiciaban una mayor apertura teórica y política del Partido y mantenían contactos con algunos grupos de la "neoizquierda", intentando fortalecer a los más proclives a emprender acciones conjuntas, dentro de una izquierda renovada. Dentro de esa perspectiva puede entenderse el apoyo que el PC brindó a uno de los grupos del Socialismo Argentino, para que editara la Revista "Ché" (13). EL "MALESTAR" DENTRO DEL PC Pero las críticas al PC -algunas de vieja data- por su "fracaso" como partido revolucionario adquieron una nueva dimensión a partir de que el conflicto chino-soviético dividiera al movimiento comunista internacional y la Revolución Cubana pusieran seriamente en duda la validez de las tesis sobre la "transición pacífica" y la "coexistencia pacíficas" para los países periféricos. Producida la Revolución Cubana, el PC colaboró intensamente con ella enviando "brigadas de apoyo" -integradas por profesionales y técnicos- así como numerosos grupos de jóvenes "voluntarios". Puede afirmarse, por lo tanto, que toda una generación de jóvenes comunistas -y simpatizantes- fue educada en la solidaridad activa con Cuba (14). Como consecuencia de dichas actividades, muchos jóvenes entraron en contacto con diversos grupos y experiencias que se inspiraban en el "castrismo" o el "maoísmo" (15). La admiración que producía "la primera Revolución Socialista de América", no podía sino promover comparaciones que, en muchas ocaciones, llevaban a cuestionar la línea política y la capacidad del grupo dirigente del propio partido.
14 Cuando esto comenzó a percibirse, la dirección partidaria trató de impedir que el entusiasmo diera lugar al debate, y se abroqueló en la defensa cerrada y arrogante de una línea política que, para algunos, ya no era sino la contracara de una revolución triunfante. A partir de entonces, puede decirse que la posición del PC sobre Cuba fue oscilante -o ambigua-, y que la cuestión de la "vía cubana" comenzó a dividir aguas dentro del Partido, aunque la cuestión no fuera oficialmente reconocida. El grupo dirigente, mantenía sus declaraciones de "apoyo y solidaridad" a Cuba, a la par que marcaba límites a quienes desde allí pretendían revisar la línea política. A veces lo hacía señalando la "excepcionalidad" del caso cubano, y por lo tanto la inaplicabilidad de ese modelo en la situación argentina. En otros casos se argumentaba que, bien mirado, el proceso cubano ratificaba la estrategia "correcta" ya que se había completado rápidamente la etapa "nacional y democrática", y su profundización había permitido transformar "una revolución agraria en revolución socialista"(16). Argumentos que a veces eran sólo argucias verbales y un partido caracterizado por la rigidez y el dogmatismo hicieron que el debate oficialmente ocluído discurriera por canales subterráneos, sobre todo en sectores de la juventud y del ámbito cultural. Sin romper con el Partido, algunos grupos comenzaron a contactarse de manera clandestina y a trazar planes tendientes a producir una renovación en el Partido y a dotarlo de una estrategia "revolucionaria". O mantenían contactos, por fuera de los organismos partidarios, con grupos socialistas, trotskistas o peronistas que se radicalizaban, ligados por el fervor pro cubano, y muchas veces por los cubanos mismos. Mientras esto ocurría, los círculos dirigentes del Partido llamaban a mantener "los principios del marxismo leninismo" y a redoblar el esfuerzo militante, sobre todo en lo referente al "trabajo unitario" con el peronismo. Entusiasmado -como toda la izquierdapor la combatividad desarrollada por los trabajadores durante el frondizismo, el PC pensaba que se estaba librando una dura disputa entre la "ideología del proletariado" y el "nacionalismo burgués" por el control del movimiento obrero, y esperaba ganarlo políticamente (14). Así, en 1962 el PC produjo el intento más audaz de acercamiento al peronismo al apoyar a sus candidatos en las elecciones que se celebraron en marzo de ese año a la par que elaboró la tesis del "giro a la izquierda del peronismo"(17). En vistas del "giro" operado, esperaban que el "trabajo unitario" se extendiera al ámbito político, con el fin de llegar a la formación del "gran partido unificado de la clase obrera y el pueblo" mediante la unión de peronistas, comunistas y socialistas de vanguardia (18). Aunque lejos del entusiasmo por la "vía armada", la experiencia cubana movía al PC a pensar en el modelo del
15 "Partido Unico de la Revolución" (19) y a adaptar su línea tradicional, engarzándola con el nivel de combatividad alcanzado por el movimiento obrero y con la politización creciente de los sectores medios. Sin embargo, a quienes dentro del Partido estaban en proceso de radicalización, este "giro" hacia el peronismo les resultaba insuficiente ya que, a su juicio, "no implicaba una revisión a fondo de la línea política" ni implicaba adoptar una estrategia "revolucionaria". Para ellos, la figura que concitaba interés dentro del peronismo era J.W.Cooke, a quien el Partido descalificaba considerándolo parte de la "ultraizquierda" del movimiento (20). A partir de los años 1962- 1963 las diferencias acumuladas comenzaron a producir puntos de ruptura y a provocar una persistente -aunque muchas veces sorda- sangría de militantes, sobre todo de en los sectores juveniles. Estos primeros núcleos disidentes, tales como el grupo de "Pasado y Presente", "Vanguardia Revolucionaria" y otros aún menos conocidos, cumplieron un importante papel en el proceso de renovación de la izquierda, a pesar de su carácter generalmente efímero. Pese a que dichos procesos aún no han sido convenientemente reconstruídos, puede pensarse -al menos provisoriamente- que uno de los rasgos centrales de esta etapa de constitución de la "NI" fue el intenso debate entre opciones político estratégicas y la multiplicación de grupos que en muchos casos evolucionaron hacia la integración en organizaciones "mayores", como parte de un proceso inacabado de unificación política.
NOTAS 1-
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en diversos documentos se afirma que contaba con unos 100.000 afiliados: Ghioldi,R., Escritos, III, Anteo, 1962. En varias entrevistas realizadas (E. Sigal, marzo 1998; J.C. Portantiero, junio 1998; E. Dratman, junio 1999), se afirma que dicho crecimiento se produjo sobre todo entre la juventud universitaria. Ferrari, A., En torno al leninismo y la línea de masas de nuestro Partido, Nueva Era n? 3, abril 1960; Ghioldi, R., op.cit. Codovilla, V., Defender la línea independiente del Partido (Informe ante el Comité Central,febrero 1953), en 20 años de la vida política argentina.Trabajos escogidos,Anteo, 1973, T.2). Ferrari,A., op.cit. y Codovilla, V.,op.cit. Ferrari, A., op.cit. Editorial, El balance de los resultados de las elecciones del 27 de marzo; Nadra, F., La lucha electoral bajo el Plan Conintes, Nueva Era n? 3, abril 1960. íbidem.
8910111213-
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1617-
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1920-
16 Strasser,C.,Las izquierdas en el proceso argentino, Palestra, 1959. Strasser, C., op.cit. y Puiggrós, R., Carácter y perspectivas de la revolución peronista, Estrategia n? 1, 1957. Strasser, C., op.cit. Editorial, Claridad sobre la izquierda, Cuadernos de Cultura n? 50, 1960. Portantiero, J.C., Algunas variantes de la neoizquierda, Cuadernos de cultura n? 50, 1960. la revista "Ché" no era expresión oficial del PSA, sino de uno de sus grupos internos. Se proponía como espacio de discusión para la izquierda. Su director era P.Giussani y su primer número fue contemporáneo del n?50 de Cuadernos de Cultura. Según confirma J.C.Portantiero -que también escribió en la revista-, Agosti era el dirigente a través del cual el PC propiciaba el acercamiento con algunos sectores la izquierda socialista. También recordó que su grupo mantenía contactos con J.W.Cooke. Entrevista citada. 14- entrevista realizada a Eduardo Sigal, marzo 1998. entrevista realizada a E. Dratman: señala que desde 1962, algunos grupos de la Federación Juvenil Comunista mantenían contactos con el PCde China, de manera clandestina dentro del PC. Portantiero,J.C., Las dos políticas, CC n?56, marzo/abril 1962. Codovilla, V., El giro a la izquierda del presentado cuando ya habían sido peronismo,Informe anuladas dichas elecciones -que ganara A. Framini en la Pcia. de Buenos Aires-, y se había producido golpe de estado que derrocó al presidente Frondizi, en julio de 1962. en "El giro..." se dice: "con la combatividad en contínuo crecimiento de los sectores obreros y populares influidos por el peronismo, ha ido aumentando su conciencia de clase y conformándose su ideología proletaria...que los lleva a las posiciones de los comunistas". entrevista a E.Sigal, ya citada. entrevista a J.C.Portantiero, ya citada. En "El giro..." se caracteriza al "ala ultraizquierdista" del peronismo como la que "habla de revolución inmediata".
BIBLIOGRAFIA MENCIONADA - Bauman, Z., Legisladores e interprétes, U.N.Q., 1997. - Casullo, N., Los años 60 y 70 y la crítica histórica, Confines n? 4,1997. - De Riz, L., Retorno y derrumbe, Hyspamérica, 1986. - Hilb, C./Lutzky, D., La nueva izquierda argentina, CEAL, 1986. - O'Donnell, G., Modernización y autoritarismo, Paidós, 1972. - ............., E. El Estado Burocrático Autoritario, Belgrano, 1982. - Ollier, M., La creencia y la pasión,
-
17 Ariel, 1998. Portantiero, J.C., Economía y política en la crisis argentina: 1955-1973, Rev. Mexicana de Sociología n? 2, 1977. Pucciarelli, A., Dilemas irresueltos en la historia reciente de la Argentina, Taller n? 5, 1997. Romero, L.A., Nos hace falta una buena historia de los años setenta, Clarín 15/5/97. Strasser, C., Las izquierdas en el proceso político argentino, Palestra, 1959. Terán, O., Nuestros años sesentas, Puntosur, 1991. Torre, J.C., A propósito del cordobazo, Estudios n? 4, 1994. Tortti, M.C., Protesta social y nueva izquierda en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional, Taller n? 6, 1998.
POST SCRIPTUM A "PROTESTA SOCIAL Y NUEVA IZQUIERDA EN LA ARGENTINA DEL GRAN ACUERDO NACIONAL" LA CONSTRUCCION DE UN CAMPO TEMATICO
MARIA CRISTINA TORTTI
Una de las hipótesis que estructura al trabajo precedente sostiene que el proceso político que se abre con la convocatoria al Gran Acuerdo Nacional y culmina con las elecciones de 1973 no puede ser entendido si se omite el dato de la sensación de "amenaza" provocada por la creciente oposición social y política que, haciendo blanco en la Revolución Argentina desbordaba hacia los fundamentos mismos de la organización social y de la dominación estatal. Y que, si bien esta "nueva oposición" o "nueva izquierda", se volvió particularmente amenazante a partir de la eclosión social del '69 y del crecimiento de la guerrilla durante los '70, su presencia se venía manifestando sostenidamente a lo largo de la década anterior. Lo novedoso de esa "oposición" consistía en que, tanto en la sociedad como en la política, el clima de malestar creciente tendía a cuestionar el ordenamiento habitual de la vida social y a desafiar las formas tradicionales de ejercicio de la autoridad y de la representación. Si bien es sabido que en esa crítica de lo existente, y en los intentos de construcción de lo nuevo, convivían impulsos culturales modernizantes y diversos grados de radicalidad política, sus formas de combinación aún no han sido suficientemente esclarecidas. Por ello resulta de crucial importancia que la investigación sociohistórica se abra a un conjunto de interrogantes que permita avanzar en la identificación de las razones por las cuales, en esta sociedad, se dio entonces esa tan singular combinación de circunstancias que hizo que se volvieran a trazar de manera radical las fronteras entre lo privado y lo público, y que aumentara la dimensión de este último ámbito en una proporción no vista antes. Además, parece conveniente prestar atención a la naturaleza compleja -y al vertiginoso crecimiento- de esa fuerza social y política en la cual una variedad de actores coincidía tanto en el repudio al autoritarismo como en la desconfianza hacia las reglas e instituciones de la democracia "formal". En líneas generales, los estudios sobre la "nueva izquierda" con los que hasta ahora se cuenta, no ofrecen una satisfactoria combinación entre marco analítico y sustento empírico que permita dar cuenta de la variedad, extensión e intensidad de un proceso que, si bien se resolvió en el nivel político, tenía raíces sociales y culturales de más largo alcance. Parece indudable que, por su importancia y complejidad, la cuestión requiere la conformación de un campo temático capaz de contener a este
heterogéneo fenómeno en sus múltiples dimensiones empíricas e implicancias teóricas. En tal sentido, un camino que podría comenzar a transitarse es el de la reconstrucción de "casos" a partir de interrogantes que, al vincular objetivos específicos con hipótesis e interpretaciones más abarcativas, tengan capacidad para interpelar a la variedad de procesos y actores que conformaron la "nueva izquierda". Además, una estrategia de este tipo posibilitaría que esas interpretaciones entraran en un proceso de sostenida discusión, y que al contar con nuevo material empírico, desplegaran el potencial explicativo que encierran. Fue la acumulación de "dilemas irresueltos" y de "crisis superpuestas" la que generó las condiciones políticas y el estado de ánimo colectivo que predispusieron a la búsqueda de soluciones radicales? Cuál fue el papel que jugó la persistente ilegitimidad del régimen político? Fue esta ilegitimidad la que privó de sus velos al Estado y lo expuso ante la mirada pública como pura dominación? Fue el "bloqueo tradicionalista" el que empujó hacia formas radicales a los impulsos innovadores de los '60? O será, tal vez, que ellos se vieron sofocados por la difusión de ideas "revolucionarias" y por el auge de la violencia política? En tal caso, por qué esas ideas llegaron a convertirse en ideales y empujaron a tantos a la acción? En qué fisuras pudieron anidar? Con cuáles expectativas se conectaron? Para comenzar a buscar las respuestas, o especificar las preguntas, resulta imperioso dirigir la atención a diversos espacios y grupos en los cuales, y al menos desde mediados de los 60, la sociedad había comenzado a bullir y a generar puntos de ruptura. Esto es lo que hacen los cuatro trabajos que a continuación se presentan. Y lo hacen eludiendo la tendencia -tan común en los estudios sobre la "nueva izquierda"- a centrarse en el fenómeno de la violencia política circunscribiéndola al accionar de las organizaciones guerrilleras. Sin ignorar que esas organizaciones constituyeron la forma más osada del desafío, muestran que ellas formaban parte de un conjunto más diversificado que -pese a su heterogeneidad- estaba emparentado por su común oposición al "sistema" y por un estilo que siempre incluía violentar convenciones y desafiar poderes. Estos cuatro "casos" muestran una interesante variedad de procesos, actores y situaciones poco estudiados -hasta ahora- en su condición de componentes del campo de la "nueva izquierda". Y son también una muestra de la perspectiva teórico-metodológica que aquí proponemos. Es seguro que ellos no agotan el fenómeno, y que un número importante de experiencias aún permanece sumergido en el recuerdo de los protagonistas o circula en pequeños grupos, bajo la forma de relatos transmitidos oralmente: son los múltiples fragmentos de una historia y de un mundo que, muy recientemente, la literatura testimonial ha comenzado a recoger. En ellos asoman, junto con los hilos de esa historia no reconstruida, escenas y personajes que reclaman una mirada atenta, capaz de dar visibilidad a la cadena de relaciones y significados con la cual se tejió la trama de la que formaron parte esos pequeños mundos. En ese espacio aún vacante, y sin pretender colmarlo, se ubican estos estudios de "caso" que tienen la virtud de identificar actores y procesos en su carácter de componentes de la"nueva izquierda", a la vez que los recortan de la masa indiferenciada en la que habitualmente se los encierra. Por otra parte, en la construcción de los relatos, la
combinación de abundante material empírico con criterios analíticos consistentes, ha evitado el riesgo de confundir la voz de los protagonistas con la explicación socio-histórica. Las minuciosas reconstrucciones permiten asomarse a algunas de las formas que tomó el engarce entre "clima de época", proyectos grupales y objetivos políticos que dio especial densidad a la vida social durante aquellos años. Por otra parte las historias, a medida que se despliegan, permiten vislumbrar el sentido que fueron tomando muchas trayectorias individuales así como las opciones a las que se vieron enfrentadas. A la vez, en los relatos, es posible observar cómo se fueron delineando zonas de conflicto, y cómo en muchos casos, los enfrentamientos a que daban lugar superponían campos de intereses con combates por la definición del sentido político de esos mismos enfrentamientos, en tanto eran percibidos como episodios de una batalla mayor. Nuevas prácticas terapéutica y redefinición de roles en instituciones de salud mental, debates y experimentación en el campo de las vanguardias plásticas, disputas por la interpretación del sentido político de los acontecimientos nacionales en un diario "moderno": todo conduce a enfrentamientos, que a su vez, parecen politizarse inevitablemente. Es por eso que resulta de sumo interés adentrarse en algunos de esos itinerarios trazados dentro del campo de la "nueva izquierda". En unos casos, se evoca el clima político reinante en ciertos medios intelectuales, profesionales y artísticos aún antes del Cordobazo-, en los que la idea de violencia parecía circular con naturalidad, y en los cuales el accionar de las organizaciones político-militares operaba como modelo para la acción. En otro se muestran las estrategias ensayadas por un grupo de jóvenes psicólogos para impulsar una experiencia de "comunidad terapéutica", que creciendo desde los márgenes, logró expandirse dentro de una institución tradicional al tiempo que radicalizaba sus posturas teóricas y políticas. O la apuesta de un puñado de periodistas, también jóvenes, que parecen convertir a la opinión pública en objeto de disputa con el director-propietario del medio en el que trabajan. Resulta de particular interés el registro que los trabajos presentan respecto de la vinculación entre diversos ámbitos de la militancia social y política, así como entre sus formas más o menos orgánicas o espontáneas: avenidas de doble mano que permitían transitar de la protesta a la denuncia del "sistema", y desde la organización "revolucionaria" a la redefinición de roles y ámbitos institucionales. Uno de los autores muestra un aspecto de esa vinculación -o una de las formas que asumió- cuando hace notar que en muchas de las "tomas" producidas durante el gobierno de Cámpora, los ocupantes expresaban el sentido político de su acción desplegando carteles con el nombre de alguna de las organizaciones armadas, aunque el hecho no fuera protagonizado ni asumido por ellas. Otro de los autores percibió este tipo de vínculos desde el ángulo de las "múltiples militancias" que solían desarrollar los miembros de estos grupos, y a través de las cuales es posible detectar un núcleo de vital imbricación entre proyecto individual, rol profesional y compromiso político. Todas estas historias parecen mostrar que ese carácter militante, a la vez que daba solidez a los grupos y alimentaba la radicalidad de las experiencias, las acercaba a límites
dificilmente tolerables por las instituciones, toda vez propuestas rozaban las relaciones de poder establecidas.
que
sus
Así miradas las cosas, el corto e intensímo proceso de las "tomas" de 1973 pareciera ser la culminación de todo el ciclo de radicalización y un resumen del espíritu y la metodología de la"nueva izquierda". Sin embargo, un "dato" sorprende y obliga a matizar la apreciación : aproximadamente la mitad de esas "tomas" fueron protagonizadas por sectores de la derecha. La contundencia del "dato" impulsa a volver sobre algunos de los interrogantes más generales planteados en el trabajo precedente, en particular el que invita a no dar por descontada la identidad entre entre práctica política radicalizada y metas de carácter "revolucionario".