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ANDRÉS CALAMARO Disco nuevo, vida nueva
Entre idas y venidas, después de nadar contra la corriente y despachar todo el equipaje que llevaba encima, Andrés Calamaro hizo lo que muy pocos esperaban: regaló inéditos en mp3, interpretó tangos y reivindicó a un prócer relegado del rock nacional. Ahora, aclamado y homenajeado por todos, sale al ruedo con La lengua popular, el disco que finalmente renueva su cosecha de canciones. Un encuentro cara a cara. Entrevista Fernando De Leonardis y Santiago Delucchi Son las dos de la tarde y Andrés Calamaro sale a la calle sonriente. Lleva lentes oscuros y, de tanto en tanto, mira hacia arriba como para atisbar algún indicio de lluvia en un cielo apenas cubierto por unas nubes blancas. “Hoy me toca salir a correr”, arroja con una determinación que lo dice todo acerca del estilo de vida que lleva por estos días. Calamaro se siente bien, como un marinero que volvió a pisar tierra y parece haber encontrado su lugar. Se entiende: atrás quedaron las épocas de reclusión y de desmesura. Hoy es tiempo de vivir en armonía, con su mujer y su hija, halagado por los reconocimientos. Caminamos por el barrio y, a paso lento y amigable, empieza a entrar en confianza. Finalmente se mete en una farmacia. Y así, con toda la autoridad y la trayectoria que lo legitiman como una estrella de rock, compra un paquete de pañales. Entonces comenta: “Los pañales están más baratos que el kilo de zapallitos”. No cabe duda: Calamaro no sólo está de regreso, sino que también está al tanto de las cuestiones de la vida cotidiana. Y eso parece haber quedado demostrado en La lengua popular, su nuevo trabajo de estudio, grabado en Buenos Aires, a principios de este año, bajo las coordenadas de un productor de confianza como es Cachorro López (ex compinche en Los Abuelos de La Nada). Un disco que, por la
actualidad de sus temáticas, vuelve a conectarlo definitivamente con su país. Es la prueba de que, contra todas las malas lenguas que auguraban el fin de su período más fructuoso como cantautor, todavía tiene muchas canciones para dar. No estaría mal, entonces, ver cómo La lengua popular adquiere rápidamente la fisonomía de un trofeo. Un trofeo bien merecido, de esos que se alzan en secreto, como recompensa por los tiempos en los que hubo que seguir, contra viento y marea, la misma dirección.
ENTREVISTA> Varios de los temas de La lengua popular remiten a Los Rodríguez. Esa referencia no debería resultar extraña en tu caso, pero llama un poco la atención si se toman en cuenta tus últimos trabajos de estudio… Andrés Calamaro: La verdad es que no había registrado el parentesco. Mis conciertos siguen una línea que yo respeto desde hace casi veinte años: son presentaciones muy eléctricas y heroicas; son muy vocales y, al mismo tiempo, siempre tienen mucha guitarra. Con dos o tres guitarras achico los sonidos tradicionales que no quiero hacer con el teclado. La diferencia se da con relación a las pro ducciones de Lito Nebbia en El palacio de las flores (06) y, sobre todo, de Javier Limón
en El cantante (04) y Tinta roja (06). Ahora parece que te volviste a conectar con tu costado más rockero, de discos como Honestidad brutal (99) o El salmón (00). Honestidad brutal y El salmón, en realidad, no son discos de rock puro, al estilo de los Rolling Stones. Hay reggae, hay tango, hay hip hop sin swing, hay muchas cosas grabadas que, en teoría, “ofenden” lo que sería una grabación de rock’n’roll tradicional. A veces, consciente de mis propias ganas, accedo a grabar con otros músicos que eligen la ruta de la producción, como son Javier, Lito y Cachorro. Sé que puedo descansar en sus oficios, sé que ellos van a empezar y a terminar el disco. Aunque Tinta roja y El palacio de las flores son discos más aventureros: empezamos a grabar sin saber cuándo ni de qué manera los íbamos a terminar. Para El palacio de las flores escribimos el repertorio en unos pocos meses y simplemente lo fuimos grabando entre los viajes y las grabaciones de Lito. Pero Tinta roja fue un disco que hicimos durante dos años. Soy músico, entonces puedo mirarme a los ojos con otros músicos. Con Javier, Lito y Cachorro puedo hablar de igual a igual y sé que nos vamos a entender. Es decir: no soy alguien que se mete a grabar sin experiencia y al que le tienen que hacer el disco como si fuera un >>>
LENGUAV
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AVIVA
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>>> inválido. Pero también es cierto que me apoyé en ellos. Primero porque aproveché la oportunidad de cruzarme en el camino con cada uno de ellos. Y, segundo, porque ya no tenía esa fuerza de voluntad suicida de dedicarle doce horas al estudio, además de las otras doce a una vigilia inquieta, esperando la próxima sesión. Con El cantante empecé a trabajar en sesiones de grabación más cortas. Yo siempre había aceptado que grabar un disco significaba interrumpir y revolucionar totalmente el ritmo habitual. Tal vez dejó de ser así porque mis días cambiaron. Antes tenía días de setenta y dos horas o días normales de veinticuatro horas incluyendo no demasiadas horas de descanso.
Pero en La lengua popular ese argentinismo está más anclado en temáticas actuales… Es cierto. Las letras de El palacio de las flores, en cambio, son más personales. El salmón no presentaba temas de actualidad, pero era parte de una situación general. Fueron los años que ahora los politólogos recuerdan como los del incendio o del derrumbe. A este nuevo disco, por eso, lo hicimos más apocalíptico y más irónico. Pero también es más sentimental. Y, por supuesto, tiene una canallesca muy propia del rock’n’roll y de la noche. Los chicos fue escrita hace un tiempo, pero es una canción heroica que habla de la inmortalidad con cierta ternura y que, por momentos, tiene a la vez el sentido del humor y de la solemnidad. Tal vez la canción más nacional sea Mi Cobain, aunque es un texto anterior a los años “K”. Comedero piquetero es como una especie de postal. Cuando la hice, sin embargo, todavía no se conocía la posterior vuelta mediática que iba a tener el líder piquetero Castells, nadie imaginaba que iba a aparecer en la televisión mirando bailar a su señora. Nadie imaginaba que eso iba a pasar y la canción, en realidad, estaba escrita incluso antes de que él se prendiera fuego como Michael Jackson. Lo digo con total respeto: el contraste del comedor popular en Puerto Madero me parecía gracioso; tiene un componente contradictorio y, hablando mal y pronto, surrealista. Yo creo que, en el fondo, también protesté por habernos convertido en una atracción turística.
‘‘ ’’ Hay jovencitos que creen que pueden decirme si estoy haciendo o no rock’n’roll, cuando todavía no saben encontrarse la salchichita en los pantalones. Por la presencia de temáticas de tinte más social, este disco parece mostrarte definitivamente radicado en la Argentina. ¿Sentís esa diferencia con relación a tus discos anteriores? No estoy seguro. Lo voy a pensar un poco en voz alta… Cachorro me pidió que el disco no fuera argentino críptico. Sin embargo, aparecen personajes como el cafiolo, el cuartetero y el piquetero que son bien folclóricos. Cuando salió El salmón, en cambio, sabía que ni siquiera en la Argentina se iban a entender todas las letras. A muchas de esas canciones que escribimos con Marcelo Scornik nunca quisimos buscarle una explicación. Honestidad brutal, un disco que fue más aclamado en España que acá, tiene muchas canciones que fueron escritas en la Argentina y que hablan de la Argentina… Ahí están Clonazepan y circo, No tan Buenos Aires, la canción para Miguel Abuelo y los dos tangos. También El cantante y Tinta roja son discos que tienen mucho argentinismo o argentinidad… No sé cuál es la palabra aceptada por la Real Academia (risas).
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El último tema del disco, Mi Cobain (Superjoint), aborda el tema de la marihuana. Después de aquel juicio que duró diez años en el que se te acusaba de hacer apología de las drogas, ¿crees que la sociedad argentina aprendió algo al respecto? ¿O todavía sigue siendo tan pacata en estas cuestiones morales? Creo que mejoramos un poco. Lo importante es que, si te decidís a hacerlo, no lo hagas con horror y paranoia. En nuestro país, al menos desde los años cincuenta y sesenta, se vive una represión espiritual. Ya no es una represión política, o sea, no estoy hablando de la época en que se perseguían y reprimían las ideas de izquierda. Por eso, durante gran parte de nuestra historia, fui-
mos una sociedad reprimida. Siempre envidiamos que la alegría sea solo brasileña. Y ahora que tenemos música popular bailable y una situación tóxica y sexual un poco más liberada, también tenemos una ciudad violenta y peligrosa. Vivimos un peligro permanente que no recordábamos desde la época de la dictadura. Aunque es un peligro de otro origen: antes nos preocupaba la policía y ahora nos preocupa que otro civil pueda entrar en nuestras casas, robarnos y pegarles a nuestros abuelos. Es la sociedad en contra de sí misma. Una sociedad que, por otro lado, se une para cuestiones deportivas. Hasta los propios intelectuales festejan el folclore futbolístico. En mi caso, gracias a ese juicio político que terminó siendo un asunto burocrático de nunca acabar, me convertí por capricho y por prejuicio en una bisagra mucho más importante. En España, así como en Europa en general, el consumo está muy difundido. Y no sólo de cannabis y de alcohol, sino también de cocaína. Se acepta esta difusión. Es decir: se acepta la realidad tal cual es. De todas maneras, más allá del juicio, acá estamos viviendo una realidad muy diferente a la que había cuando empezó la polémica del porrito en La Plata. ¿Qué cosas cambiaron en ese sentido? Hay medio millón de consumidores de paco que antes no existían. Un porcentaje importante tal vez sean menores de edad y esa cifra en cualquier momento puede llegar a un millón. Entonces ya no es una cuestión de libertades o de ética tal como pasaba antes. Hace veinte años el problema era kafkiano: el laberinto legal te podía complicar la vida por tener una pituca en el bolsillo. Mientras que, ahora, la sociedad está preocupada porque sus hijos se arruinen de verdad y hagan de su vida un verdadero infierno. Está claro que no es lo mismo fumar un porro y escuchar Wish You Were Here de Pink Floyd que engancharse con el paco. Hacer de tu vida un infierno y que se te caigan los dientes no es ninguna broma. No es careta preocuparse porque tus hijos estén fumando paco. No es lo mismo porque el paco es un residuo tóxico… Justamente. Éste era un país donde una pequeña minoría consumía heroína. Pero no tenía nada que ver. La droga tiene una inteligencia propia que sabe encajar según
las necesidades presupuestarias de cada barrio donde piensa introducirse. Es muy interesante ver el asunto de la droga de esta manera. No hace falta ningún narcotraficante ni que la CIA desarrolle ningún plan estratégico para envenenarnos: creo que la sustancia sola encuentra su camino. Aunque es probable que nuestra realidad económica tan contrastada también haya colaborado con estos cambios de consumo. Ya había pasado en los ochenta y en los noventa. Y ahora volvió a pasar en 2001: los violentos cambios económicos afectan actividades como el arte, el consumo de drogas, la prostitución y la delincuencia. La sociedad está robando y ya no respeta ni a los ladrones. Al margen de los efectos noci vos, ¿no crees que está bien que se reivindique la opción individual de consumir? Nosotros, en un principio, consumimos por diversión, para tener una experiencia psicodélica o para conectarnos mejor con las cartas que escribimos, los dibujos que hacemos, las películas que vemos o la manera en que miramos el cielo. Después, frente a los reveses de la vida, nos vamos a refugiar en las drogas legales para poder acostarnos a dormir y, en algunos casos, hasta para poder despertarnos cada mañana. Basta con quedarse parado un rato en el mostrador de una farmacia de Barrio Norte para darse cuenta de la cantidad de gente de todas las edades que compran drogas legales, ya sea para disfrutar o para poder soportar la realidad, la vejez, la enfermedad, la ansiedad o los reveses. Ir a una farmacia de Barrio Norte y ver la cantidad de gente que compra esas drogas legales es como ir a los poblados gitanos de Madrid y ver la cantidad de gente que compra heroína. Pero, de todos maneras, ésa no es una realidad retratada en La lengua popular. La principal rea-
lidad a la que se supone que tengo que serle fiel es a mi estado de ánimo y a mis ganas de grabar un disco. Tampoco se trata del disco estándar del cronista de la realidad. O sea: no es un disco como los que hace León Gieco o la Bersuit, no hablo de la villa 21 o de limpiar el Riachuelo. A mi manera, por supuesto, soy un intelectual preocupado por mi país. Nunca fui un abonado a las letras tristes. Me gusta la música popular y me gusta que la cumbia santafesina haya ocupado el lugar
que antiguamente ocupaba la música melódica. A los rockeros, en su momento, no nos gustaba Sandro o Leonardo Favio y podíamos tolerar a los Beatles porque cantaban en inglés. Pero yo creo que ya hicimos esa reconciliación nacional. El día que me quieras tiene una letra poderosamente romántica y sentimental, me hace recordar que somos capaces de matar por amor. Y, sin embargo, no consta que Gardel o Lepera estuvieran enamorados. Gardel ni siquiera tuvo hijos.
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>>> Muchas de tus canciones, sin embargo, sirvieron como banda de sonido para momen tos que no están precisamente ligados a la felicidad… Entonces colaboré para que una generación no tenga que identificarse con las canciones de Sui Generis, Sabina o Arjona (risas). Sería raro cantarle Angie a tu novia. Es el problema de haber escuchado tanta música en inglés. Yo casi no escucho música en castellano en mi casa. Me gusta el disco de Calle 13 y, por supuesto, me gustan el tango y el flamenco, pero no es la música que escucho todos los días. Nos acostumbramos a que la letra en inglés sea un instrumento más: estamos escuchando y no estamos entendiendo la letra. Es irresponsable escuchar música así, aunque es muy placentero. Existe cierto imaginario de que le cantás al fracaso y al desamor. Tiempo atrás, incluso, declaraste que no escribías canciones cuando estabas feliz. Esto llevó a muchos de tus seguidores a pensar que, como sacabas discos con repertorio viejo o ajeno, habías entrado en una etapa de felicidad personal y, al mismo tiempo, de sequía creativa. Eso yo lo dije una sola vez porque seguramente me estaban apretando. Por eso siempre prefiero contestar por escrito… En realidad no deberíamos grabar nada. Esta entrevista, a fin de cuentas, sólo va a ser leída, no va a ser escuchada. Yo no voy a estar
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El palacio de las flores salió en un momento en el que eras muy aclamado y recibías varios premios. Hoy ese disco podría verse como un gesto de legitimación de parte tuya hacia un músico tan importante y, a su vez, tan desdeñado, como es Lito Nebbia. Creo que tengo suerte: siempre quise grabar con Lito y finalmente lo logré. Tuve un momento de revelación con la música de Nebbia. En determinado momento, a través de mi amistad con Ciro Fogliata, me encontré con Lito cuando estaba preparando los conciertos de reunión de Los Gatos Salvajes. Y me pareció que para reunirse con sus compañeros de cuarenta años atrás tenía que ser muy serio y, a la vez, muy tierno. Volví a escuchar algunas de sus canciones y me resultaron aleccionadoras, con unas letras profundas y bellas, cantadas de una forma fresca. Lito es un músico único: tiene un estudio propio donde usa una consola como la que usaban los Beatles y armó un sello para distribuir grabaciones de Coltrane y grabar a Cadícamo, Goyeneche y Fattoruso. Simplemente quise presentarle mis respetos en voz alta, cosa que hice cuando me invitó a cantar dos canciones en la reunión de Los Gatos Salvajes. Los sueños a veces se hacen realidad. Y eso puede ser trágico: muchas pesadillas también se han hecho realidad. Creo que los críticos y los músicos al menos pudieron darse cuenta del valor y del encanto que tiene El palacio de las flores. Yo sentí que Lito me estaba reivindicando a mí. Una cosa es un mano a mano con Cachorro López, con quien empezamos juntos en Los Abuelos de la Nada, pero otra cosa es un mano a mano con Lito Nebbia o con Niño Josele. Tal vez yo tendría que haber reaccionado más rápido ante la presencia de Lito y escribir un repertorio absolutamente nuevo. Pero en su momento no me sentí capaz. Entonces ofrecí mis canciones desparramadas. Y Lito también me mostró canciones que ya tenía. En un momento barajamos la idea de hacer un disco de aventuras, con más improvisación y temas instrumentales. También habíamos pensado en hacer un disco de canciones criollas, antiguas, pero yo acababa de hacer discos similares. Con Lito abrimos nuestros corazones y nuestra confianza para grabar ese disco. Nos comentábamos mucho lo que estábamos haciendo y lo que
Está claro que no es lo mismo fumar un porro escuchando a Pink Floyd que engancharse con el paco. Hacer de tu vida un infierno y que se te caigan los dientes no es ninguna broma.
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mirándole los ojos a los lectores y alguno de ustedes va a tener que escribirla. Entonces yo también preferiría responder por escrito. Tal vez alguna vez dije eso. Pero siempre fui feliz escribiendo canciones. Y si he estado triste, entonces escribir una canción fue un momento de extraña felicidad. La felicidad no es una sola cosa ni es algo tan simple. Es imposible estar vivo y sentir la felicidad pura y permanente. No existe una vida así.
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íbamos a hacer. Le dije que me preocupaba no escribir con la misma facilidad que cuando estaba encerrado, cuando renunciaba a todo para seguir escribiendo en soledad. Una renuncia y una libertad absoluta para escribir. Lito me animó a hacer este disco, con canciones de ambos cantadas por mí. Siempre he querido cantar Rosemary. Y también le pedí cantar Contigo aprendí. Cantar temas de otros autores es fundamental para mí. Si el disco hubiese sido a dúo, a lo mejor, cierto público lo hubiese asimilado mejor. Qué se yo. Pero tengo que entender que a un joven no le haya entrado El palacio de las flores, así como tampoco se interesaría en escuchar el catálogo de Melopea. Ahora hay muchos jovencitos que creen que pueden decirme si estoy haciendo o no rock’n’roll porque escucharon una vez a los Rolling Stones, cuando todavía no saben encontrarse la salchichita en los pantalones. Quiero decirles que estoy escuchando a María Elena Walsh, a Les Luthiers y al propio Lito Nebbia. Yo creo que es música que me quedó adentro. Me pasa lo mismo con los Beatles. El rock’n’roll, en definitiva, somos nosotros. El rock’n’roll no es estrictamente el sonido que hace un grupo de abuelos ingleses que empezaron queriendo sonar parecido a un grupo de abuelos negros norteamericanos. Tampoco Mick Jagger es el típico flaco de sesenta y cinco años… El tipo nos está condenando a todos los rockeros a vivir aparentando tener veinticinco años toda la vida. Hay una generación de músicos que, en los últimos diez años, siempre estuvo revalidándote… Me siento muy honrado por el respeto de mis colegas, tanto por los fundadores del género como por los de la nueva generación. También sé del problema de ser aceptado. Hoy en día el debate musical está un poco degradado: hay una gran tendencia a decir qué es lo que no nos gusta, cuando toda la vida nos juntamos a hablar como maniáticos de lo que sí nos gustaba… The Meters, Led Zeppelin, Thelonious Monk… Así fue cómo aprendimos de música: disfrutándola, escuchándola, pero más que nada hablando sobre ella. Yo no escucho lo que no me gusta. Y así como no me gusta escucharla, tampoco me gusta hablar sobre ella. Claro que también hay mucha música buena que nunca escuché. Pero entiendo que a algunos jovencitos les guste discutir y decir en voz alta lo que no les gusta. Son
ta terminar satánico y a los gritos. Cantar así me resulta más excitante. Si bien la gente va a escuchar mi repertorio, algo en mi conciencia me dice que tengo que intentar romper e incendiar el lugar cantando. En los discos, sin embargo, canto sobriamente y también me gusta. El regreso es un concierto que yo hice sin mucha pirotecnia vocal, pero me emociona escucharlo. Lamento que el cantante de la Bersuit haya dicho públicamente que soy un desagradecido. Espero que los demás músicos y los técnicos de la banda no piensen así. Trabajamos juntos un año y, para mí, fue una experiencia musical de verdadero bienestar. Bueno, al final, el pelado roñoso fue quien se fue del país, ¿no? (risas). No estoy del todo ofendido, pero en su momento me preocupé.
cosas que proliferaron desde que existe Internet. Antes uno se juntaba en la casa de alguno de sus amigos para escuchar un disco y fumar un porro. Ahora, en cambio, se comunican desde sus casas con gente extraña. A mí me honra que existan discos en los que otros cantan mis canciones. Incluso ser un ejemplo para Manuel de Estelares o para Pity de Intoxicados. La verdad es que me siento muy honrado. Cuatro años atrás pensé que iba a desaparecer del rock argentino y que no iba a tener ninguna importancia… Por suerte me equivoqué. Una de las primeras cosas que hice cuando volví de España fue ir a ver a los Decadentes. Cucho me dijo que iba a sorprenderme por la influencia y la importancia que tenía mi repertorio y mi forma de hacer música. Siempre traté de que mis letras sonaran dignas. Siempre escuché buena música en mi casa. Nunca me dejé apurar por las tendencias de vanguardia ni de retaguardia. Siempre fui muy crítico con mis discos y
mis conciertos en vivo y traté que mis errores me ayudaran a mejorar la próxima vez. Entonces puedo asumir que éste sea mi lugar, ganado a fuerza de hacer las cosas lo menos mal posible. ¿Por qué pensabas que no ibas a tener el reconocimiento que finalmente tenés? ¿A qué lo atribuías? Tal vez era una cuestión anímica mía. Pero pensaba eso… “Bueno, ganó Charly, que siga en lo más alto del rock argentino y yo me quedo acá abajo metido en mi casa” (risas). Aparte, como yo no estaba tocando en vivo, no me encontraba con el público cara a cara. Incluso tengo mis legítimas preocupaciones cuando me encuentro con el público: durante los conciertos estoy pensando en otra cosa, no estoy pensando en cuánta gente me quiere. Cada vez que hago un concierto intento reinventar las canciones, romperlas y llevar el canto al clímax. Me gusta ir calentando la voz has-
La amistad con los músicos es algo que sin duda te caracteriza. Lo bueno es que te convocan desde distintos lados: podés aparecer en un recital de los White Stripes para acompañar a Carca o participar en el próximo disco de Juanes… Hoy a la mañana recibí un mail muy cariñoso de Germán de Las Pelotas. Me quiere invitar a tocar en Ferro porque dice que soy uno de los pocos compañeros de veras en la lucha. Recuerdo varios encuentros con Germán en los camarines de esos famosos Obras de After Chabón. Espero no haber arruinado mi amistad con algunos músicos, sobre todo en mis épocas más incendiarias. Con Gustavo Cerati, por ejemplo, a veces me da la impresión de que siempre tengo que empezar de cero: cada vez que me lo encuentro es como si me encontrara con un extraño. Espero que no sea por algo que dije. Nos conocemos desde hace veinticinco años… Lo considero un compañero. Siempre me gustó Soda Stereo. Lo que más me gusta de Gustavo es que no sé de qué equipo de fútbol es. Sé que es un tipo interesado en cantar bien y que toca muy bien la guitarra, pero no sé de qué equipo es. Creo que uno debería saber de qué equipo son los rockeros. Nunca supe de qué equipo era Miguel Abuelo… Aunque, si le hubiesen insistido, por esa forma de acomodarse a las circunstancias, probablemente hubiese dicho de Boca (risas). ______________________________________
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