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ETISODICS DE
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Crnrs.
Cada cuaderno contendrá un relato histórico imparcial, rigurosamente verídico y completo de un hecho culminante de la Guerra Europea. La recopilación de todos ellos constituirá la Historia de esta gran Guerra.
FELIU Y SUSANNA, EorroRes,
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ne SaN ProRoo 3ó, - BARCELONA.
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Apenrepo nú¡,r. 480
La catástrofe óef Lusitania l
día era espléndido, sin brumas en el horizonte, apenas un celaje en la atmósfera. La mar, algo crespa, más parecía querer acariciar que amenazar con explosiones de ira, raptos de braveza que en ocasiones pónenle imponente.
cha habían existido en el mundo, y de poner
a
la disposición de la armada, en caso
de guerra, dos cruceros auxiliares de gran potencia o por lo menos dos velocísimas naves de transporte de vituallas. Tenía 260 metros de eslora, 30 de mangay 20 de profundidad, desplazando 38.000 to-
Er- rR¡serlÁNTrco (LusrrANrA, Las cruces indican los puntos donde fué alcanzado el casco debajo de la línea de flotaclón
Surcaba el coloso marino, veloz y gallardo, indiferente y altivo, cual si quisiera expresar al líquido elemento la absoluta conEn alta mar. fianza en sus propias fuerzas. Por mucho que se enfureciese el oleaje, podría contra aquella poderosa mole ani¿qué mada por el ingenio del hombre, de rugiente estómago, de fuerza desusada y andar estupendo?... El Lusitanio, maravillosa muestra de la construcción naval moderna, podía en realidad desafiar temporales y sacudidas. Fué construído junto con el Mauritanía en 1907, con expresa intervención del gobierno inglés que adelantó el dinero con el doble fin de dotar a la Gran Bretaña de los dos mejores buques que hasta aquella fe-
neladas. Estaba provisto de 6 turbinas Pearsons,
cuatro a proa y dos a popa, desarrollando sus 25 calderas una fuerza de 80.000 caballos, con cuatro chimeneas. Su velocidad era de 28 nudos
por hora. Provisto de todos los adelantos modernos, en é1 se encontraba todo el lujo y el confort apetecibles; era en rigor un palacio flotante que, en caso necesario, nodía iransformarse en una especie de fortaleza.
Mandaba el buque en este viaje el capitán Turner, sustituyendo temporalmente al capitán
Dov. El capitán Guillermo Tomás Turner goza de toda la predilección de la Compañía Cunard"
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Episodios de la Gran Guerra
Nacido en Liverpool en 1856, a la edad de trece años hizo su primer viaje en el buque de vela
Aparte de este anuncio de carácter oficial, fueron varias las personas que recibieron avisos particulares en idéntico sen-
tido, bien fuese indicando temores o haciendo advertencias más o menos expli citas.
Por ejemplo, algunos despachos firmados por
lohn Smith
pool a Nueva-York en doce
o por George
días, lo mandaba el capitán
Jones, llegaron a poder de varios destinatarios. Mr.
Turner.
Vanderbilt recibió uno
Cuillermo Tomás Turner está condecorado con
ellos que decía: ' 9o,
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Eqisodios de la Gran Guerra
ellos era el Mauritania, y el otro el Lusitania, A pesar de esto, cabe hacer una consideración. En la época en que fueron construídos, puede decirse que el submarino alemán estaba en su infancia. Alemania consideraba el nuevo medio ofensivo en el mar como algo dudoso y sin otra importancia que la de tener entretenida la pequeña flota de submarinos que habían construído los franceses. Mientras duró la construcción del Lusitania, teníase como artículo de fe que podría hacer frente a todo peligro, fuera de la naturaleza que fuese. Esta creencia duró hasta que los hechos,
Entre los pasajeros de primera clase había 179 ingleses, 105 norteamericanos, 3 griegos, I mejicano y un suizo. Viajaban en segunda 521 ingleses, ó5 norteamericanos,3 rusos, 5 france-
ses,3holandeses,2mejicanos, lbelga y I italiano. Iban en tercera 204 ingleses, l7 norteamericanos, 59 rusos, 39 irlandeses, l3 escoceses, 3 griegos, 4 escandinavos, 2l persas, 4 mejicanos, I suizo, 1 sueco, 1 belga, I taliano y
I
finlandés.
*** -¡Qué
travesía más hermosa! No recuerdo
Efecto de la explosiórz del torpedo en la cubierta del buqtte
desgraciadamente, han venido a demostrar lo contrario. Se calculaba que el doble fondo que contenía el buque, si no lo hacía enteramente
invulnerable, por lo menos lo ponía en condiciones de mantenerse a flote indefinidamente' Como prueba del escaso cuidado que hubieron de inspirar las categóricas advertencias o amenazas de Alemania, se puede consignar el número de pasajeros que llevaba a bordo el magnífico trasatlántico. 2.150 personas iban en total, de ellas 896 tripulantes, y el pasaje distri-
buido en esta forma: 1.' clase
2." 3.u
id. id.
Total de pasajeros.
291 601
302 1.254
haber hallado un iiempo así en ninguno de mis viajes. ¿No le parece a usted? el tiempo es magnífico, y -Positivamente, todo parece alejar los temores que se cernían
por la atmósfera..... aviso de la Embajada alemana en Nue¡Bah! Se me figura que se puede aplicar al caso lo del refrán Una plática interesante. antiguo: ' Perro ladrador, poco mordedor." El
-¿El va York?
gobierno de Berlín, dicho sea con todos los respetos, tengo para mí que ha ladrado en demasía. Tanto más cuanto que tratán-Conformes. dose de un buque como este el alarde resulta
un poco expuesto. A un coloso así no se le tumba tan fácilmente. V al fracasar el intento Alemania se pone en ridículo.
La catdstrofe del Lusitania señor; que es lo que suele ocurrir con -Sí, las amenazas. que no debamos preocuparnos lo -De ahí más mínimo... Lo esencial para nosotros es llegar a Inglaterra y preparar nuestro triunfo, que en estas circunstancias puede ser mayor todavía, pues las bellas artes nada tienen qne ver con la guerra; y si usted quiere, el espíritu público necesita de más expansión que en circunstancias normales. Sostenían este diálogo en el lujosísimo salón de fumar del Lusitania dos pasajeros, poco después de haber zarpado este buque. Uno de los interlocutores, Mister Carlos Frohman, era un
.-.**
*-:."*'.;,
s_.!+'".
La llegada de varios pasajeros cortó el diálo-
go. Pero a los pocos minutos se había generalizado la conversación en el lujoso departamento del Lusitania, ¿Tema? Con cortas variantes el que había iniciado la pláctica de Mister Frohman
y Mister
l(lein.
***
Cuatro días llevaba de navegación el Lusitania, sin el menor contratiempo, Doblóse la vigilancia, por si acaso, con objeto de La agresión, estar prevenidos y, según se requiriese, emplear los cañones o apelar a la huída. Nadie, pues, sentía el miedo, aunque tal vez alguno sintiera el vago temor apun-
-,
;.",r*+*!i#i.H#¡i".
El Lusitania en el tnomento de desaparecer bajo las aguas. hombre de unos cincuenta y cinco años; el otro, Carlos Klein, no contaría más de cuarentay ocho.
tado o cierto escrúpulo por no haber atendido advertencias que se juzgaron amenazas. Descubríanse ya Ias costas irlandesas y el
teatral más conocido en Inglaterra y en los Estados Unidos. Había nacido en l8ó0, y llegó a Londres hará cosa de treinta años, emprendien-
trasatlántico había navegado durante algunas
Mister Carlos Frohman era el empresario
do sus primeros negocios con una modesta comparsa de músicos. En 1893 tomó por su cuenta la empresa del teatro Imperio en Nueva York, y cuatro años después adquiría el teatro del Duque de York donde presentó las mejores compañías inglesas. Pasaba por ser uno de los empresarios más afortunados del mundo en materias teatrales.
Mister Carlos Klein había sido socio de Carlos Frohman en Norte-América. Era autor del Potash and Pelmutel", uno de los mayores éxitos recientes, y se proponía alcanzarlos aun más ruidosos.
horas permitiendo al pasaje gozar de la magnificencia de un esplendoroso día de primavera. Los días anteriores, las sirenas habían permanecido
mudas. Ahora, casi tocando
a puerto, dieron
señal de la presencia del Lusitania.
Eran las dos y diez minutos de la tarde. La mayoría de los pasajeros de primera y de segunda hallábanse tranquilamente en el comedor tomando el lunch... ftepentinamente uno de los pasajeros que se hallaba en la parte superior de cubierta, inclinándose sobre la barandilla, mostró una estela blanca que iba acercándose con gran velocidad.
-iiUn
torpedol!-exclamó.
Apenas acababa de lanzar ese grito, sufrió el
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Episodias de la Gran Guerra
buque un choque formidable. Los pasajeros quedaron sobrecogidos de terror. Muchos, pálidos, trémulos; nadie sabía qué hacer. Pero en una ráfaga, presas del pánico y mo-
vidos todos por el instinto de conservación, echaron de pronto a correr hacia el puente donde se hallaban los botes de salvamento. En aquel instante alcanzaba al vapor un segundo torpedo, levantándose a causa de la explosión una columna de agua que inundó parte de la cubierta, calando a muchas personas. La conlusión fué general. Corrían unos sin saber adonde, otros se aferraban al sitio donde estaban los botes. Sin embargo, fueron en gran número los que se limitaron a salir del comedor
o de los camarotes con relativa sangre fría y para enterarse de lo que acababa de ocurrir. Alguien dijo, bien para aminorar la alarma o persuadido de la verdad de sus palabras:
lo la tripulación con mezcla de estupor y asombro. Entonces aumentó entre el pasaje el terror pánico, y con él un desorden indescriptible. La
tripulación, no obstante la sangre fría con que ejecutaba las órdenes del capitán, hubo de verse embarazada grandemente en sus maniobras, con
lo cual se agravaba la situación más y más a cada momento. Buen número de botes no pudieron ser arriados, y los que lo habían sido, ai invadirlos tumultuosamente, zozobr ar on. Minutos después se hundía por completo el buque, arrastrando en un inmenso remolino las embarcaciones de salvamento más próximas. Momentos antes del hundimiento total, todavía corrían algunos pasajeros en busca del salvavidas, o pugnaban por sujetárselo. Eran los más confiados o los más intrépidos; los que procuraron infundir confianza o ayudaron a otros a
L:llintos tnonenlos del hundimiento del Lusitania,
correr, no correr!.. podemos sumergirnos... no -¡No
Después de todo
¡Calma
y
tranqui-
lidad!.. Casi ahogó las últimas frases un segundo estallido, una explosión horrible, levantando nuevamente una inmensa columna de agua. A este nuevo choque, los más ecuánimes em-
a perder la serenidad. Las voces de no hallaban eco en parte alguna; todo ¡calma! el mundo corría a la desbandada, quién a ocupar sitio en las embarcaciones que desde el primer momento fueron botadas al agua, quién a buscar su salvavidas... La confusión llegó a su colmo. No pocos pasajeros se encontraron a faltar el salvavidas dispezaron
lo
salvarse; los que creían en la imposibilidad de naufragio o sintieron el altruismo... Poco después sólo quedaban en el sitio donde flotó el Lusitania, restos de este buque, botes quilla al sol, y náufragos que, sostenidos por el
salvavidas, parecían balancearse en fúnebre columpio sobre el agitado oleaje que produjera el hundimiento de la gran mole, el magnífico buque
tenido por insumergible. Abundan los relatos de supervivientes, pintando con vivos tonos las angustias de los veinte minutos escasos que transcurrieron desde que recibió el Lusilania el primer proyectil
hasta su hundimiento, así Relatos emocionantes. como durante las horas que
habían arre-
se sucedieron después has-
batado; merced a lo cogerlo de otro camarote cualquiera... A todo esto la inmensa mole había ido inclinándose rápidamente por el lado de estribor. El hundimiento era seguro, y así hubo de apreciar-
ta la llegada de auxilios. Mr. Ceorge A. Kessler, súbdito americano,
puesto en su camarote, pues se
cual procuraban a su vez
se expresa en los siguientes términos:
*A la segunda sacudida, pareció que el buque entero se desplomaba, algo así como si fuese un
La calristrofe del Lusitania edifrcio al cual de repente faltasen los cimientos. ,Poco a poco, los pasajeros de segunda y tercera clase y algunos tripulantes ocupaban los
alejarme, buceando, del transatlántico. "Cuando de nuevo salí a la superficie apenas podía yo dar crédito a lo que veía: restos esparcidos del gigantesco buque, y emergiendo todavía unos tres metros del agua, las cuatro chimeneas. 'Me aproximé a una canoa plegable, tripulada por nueve hombres; siete fogoneros y dos pasajeros de tercera, según supe después.
botes.
'En aquellos momentos, casi todo el pasaje de primera compartía mi opinión de que a bordo del Lusttanía estábamos más seguros que en los botes de salvamento. ,Al arriarse algunos de éstos, zozobraron causa de
a
la
gran inclinación del buque. Otras embarcaciones quedaron
'Media hora
permanecí asido a una de las bandas de la canoa. Pero
quilla al aire.
ésta comenzó
"Numerosos pasajeros de primera
y yo ayudamos
a
hacer agua, y fueron inútiles todos
a
nuestros esfuerzos
cuantas señoras
para evitar que diera la vuelta.
pudimos para que
tomaran sitio
en
Cuando pudimos
los botes.
conseguir
,Me aproximé luego al puente, y vi al capitán Tur-
primitiva posición, inundada de nuevo, se repitió el ac-
ner que no cesaba de dar órdenes.
cidente. Otra vez consegui mos remediarlo... En fin,
uAl llenarse el último bote, noté que discutían una señora y
un
entre
todos volverla a su
la escena se reprodujo lo menos nue-
caba-
llero. Era el matri-
ve veces en el espa-
monio Bruno. Trataba él de conven-
cio de tres horas, durante las cuales
cer a su mujer para que embarcara. Ella se oponía a hacerlo sin
experimentamos angustias y sufrimientos espanto-
sos, tanto, que el
auxilio del barco pesquero Lue Bell
é1.
,lntenté por mi parte persuadir a
aquella
Corredor principal sobre cubierta.
dama, y
entre su marido bote.
y
yo
la acomodamos en aquel
'Con un pie en el transatlántico y otro al borde de la pequeña ernbarcación, atendíamos ambos a la señora, cuando de pronto cedieron las amarras y caímos en el centro del bote, que se alejó algunos metros del Lusitania. Éste se inclinó más y más en aquel preciso instante; su quilla fué a dar contra nuestra embarcación, ocupada por 60 personas, haciéndola volcar y
sólo resultó eficaz para tres de nos-
otros. Los restantes habían sucumbido de fatiga, y sus cadáveres yacían en el fondo de la canoa. "A bordo del pesquero me encontré con el capitán Turner, salvado poco antes.>
Otro superviviente, mister J. P. Gray, de Edimburgo, relata en parecida forma que el anterior el hundimiento del Lusitania. En el instante de irse a pique, se arrojaron al agua centenares de pasajeros; pero en su mayoría fue-
ron arrastrados también por el violento remo-
quedando todos debajo de ella en el agua. lino. Cayó mister Gray al agua desde una altura "Dudo mucho de quc lograra salvarse nadie del bote más que yo. No pude darme cuenta de de 30 metros, y quedó sin séntido.
la profundidad a que llegué en los primeros momentos. Tuve, sí, la sufrciente serenidad
para
Según varios testimonios, los torpedos lan-
zados contra el
Lusitania fueron tres,y no dos; I
il :c
'i I
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EPisodios de la Aran Guerra
y todos convienen en que el submarino autor de la agresión desapareció rápidamente. No hay que decir que el trabajo del salvamento de los náufragos fué la tarea más triste
que puede
imaginarse.
llorrores Por su parte, en las Cámaras inglesas se susnes fué ejecutado,
citó un debate que
dió ocasión al
gobierno
a
hacer la declaración siguiente: nEnviamos al Lusitania un aviso y le dimos instrucciones para su viaje. De estos dos despachos acusó recibo el Lusitanta;del segundo póco
La cattistrofe del Lusitania antes de ser torpedeado. No se le envió escolta especial. Se ignora el tamaño y el número del submarino o submarinos que lo atacaron., Pero semejante manifestación no satisfizo a la Cámara y en su consecuencia, lord Carlos Beresford y otros miembros conEn el Parlamento cretaron la cuestión en las si-
británico.
guientes preguntas: ¿A qué velocidad andaba el buque?
¿Dónde estaba el buque de escolta cuando ocucatástrofe? ¿Recibió el Almirantazgo el aviso que el gobierno alemán dirigió a los pasajeros americanos? ¿Sabía el Almirantazgo que
rrió la
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l.' Los recursos que tenemos a nuestra disposición no nos permiten ofrecer una escolta a cada buque mercante de pasajeros, de los cuales más de 200, por término medio, entran o salen cada día con toda seguridad.
2." A veces ofrecemos escolta a buques que conducen tropas, municiones de guerra o cargamentos de que tiene vital necesidad el Gobierno. 3,u Es nuestro principio que todo buque mercante ha de precaverse a sí mismo, sujetándose a las disposiciones dadas en general.
4.^ No hay razón para suponer que principio no sea enteramente satisfactorio.
este
I
Torpedo saliendo del tubo sumergido
desde hace algún tiempo se hallan submarinos en aguas irlandesas? Mister Curchill, excusándose de entrar en detalles que dependían de la instrucción judicial, dijo: alemanes
-Podría ponsabilidad
creerse que procuro cargar
al capitán de Lusitanía.
la
5." El sensible accidente del Lusitania no ha de absorber la atención general, desviándola del hecho de que la navegación del comercio queda libre en todas las costas británicas.
res-
Como
quiera que sea, no es posible hacer públicas las disposiciones navales relacionadas con la protección que se dispensa a los buques que navegan por nuestras costas. El Almirantazgo tenía conocimiento general del anuncio alemán y sobre este conocimiento "y otras informaciones de
movimientos submarinos,, tomaron la acción
arriba dicha. Más tarde, limitando la cuestión a la protección dispensada a los buques mercantes, Mister Churchill hizo la siguiente declaración:
La noticia ¿. lu .uártio fe del Lusitania causó en los Estados Unidos una emoción profundísima, tanto o mayor quizás que la experimentada en Inglaterra. La indignación pública rayó en tal alto grado que muchos alemanes fueron, como en Inglaterra, objeto de los más duros epítetos. Por cierto que la nota cómica, quizás la única en la historia de esta catástrofe, la dió el embajador alemán en llashington al ser perseguiclo incesantemente por los periodistas y en su decidido empeño de huir todo contacto con ellos. En
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Episodios de la Gran Auerra
del hundimiento del Lusitanía, previendo el estallido de la indignación pública se apresuró a partir de la capital con dirección a Nueva York y encerrándose en un hotel, creyó hallarse libre de los cuanto llegó a \íashington la noticia
periodistas. Descubierto su paradero, empezó a llegar un ejército de reporters; el embajador se puso a la defensiva, negándose a recibir cualquiera visita ni a contestar siquiera por teléfono, Por lo pronto, todas las tentativas de los periodistas quedaron frustadas; todos ellos uno a uno y en conjunto fueron detenidos por un gigantesco alemán que montaba la guardia en el aposento del embajador y no permitía pasar a persona alguna.
Pero tanta insistencia puso en alarma al embajador quien al fin, deseoso de rehuir las responsabilidades que acaso puEl embajador y dieran ocurrirle con su conduclos periodistas. ta, y queriendo, por otra parte, dejar burlados a los Periodistas, decidió volver a Washington aprovechando un momento en que había quedado la antecámara, como todas las dependencias del hotel, libres enteramente de importunos y molestos periodistas.
En el momento en que, nerviosísimo y con grandes precauciones se asomaba a Ia puerta del hotel para meterse en el automóvil, quedó rodeado de una nube de periodistas y aturdido con cien preguntas que a la vez se le dirigieron de todas partes. Comprendiendo que era inútil mantenerse en su obstinado silencio, so pena de permanecer acosado toda la noche, dirigió su palabra a los que le rodeaban, y, contestando a las instigaciones que se le habían hecho para
hablar, dijo:
-Dejad que piensen lo que quieran. Por mi parte, les aseguro a ustedes que no me preocuparé
lo
más mínimo por cualquiera cosa que
digan los periódicos.
Y aprovechando aquel momento de espectación, abrióse paso por entre los periodistas y subió al auto, mientras gritaba al chaufeur: aprisa; al diablo! -¡Aprisa, Luego se encontró con otro grupo de periodistas que, cercándole con más insistencia, volvieron a repetir sus preguntas al mismo tiempo qrte le exponían la necesidad en que estaban de dar conocimiento al público de todos los sucesos, a fin de que estuviera en disposición de conocer toda la verdad. los americanos pensar lo que les
-Pueden
plazca.
considera usted que
el hundimien-
-¿Cómo to del Zasilania pueda ser útil al programa ale-
mán en este país?-le preguntó un grupo de periodistas a la vez. Más el embajador, cerrándose en su reserva, contestó asperamente: yo representante de mi gobierno y no -Soy puedo decir palabra alguna. Ya en marcha el automóvil, oculto Bernstorf detrás de las cortinillas en unión de algunos periodistas que se le subieron al auto, hubo de hacer el embajador alemán estas declaraciones: sabemos exactamente de lo que ha
-Nada ocurrido, ni siquiera sabemos si el Lusitania fué echado a pique.
usted las declaraciones -Entonces ¿rehusa hasta tanto que se demuestre que el Lusitania fué sumergido por un submarino alemán?-preguntó uno de los periodistas.
-Precisamente-repuso
el embajador;-no
tenemos ninguna información sobre la cual pueda basarse una declaración. A pesar de la gran efervescencia de la opinión en los Estados Unidos, el gobierno procedió con gran cautela y una calma que chocaba
grandemente con la impaciencia pública. No dejaba de haber motivos para esto; dos eran los principales: l.o que los Estados Unidos no podían prestar una ayuda inmediata a los aliados sino con la exportación de materiales de guerra; y 2." que el enviar soldados norte-americanos a Europa era contrario a todas las tradiciones políticas de los Estados Unidos. Otra razón había por parte del gobierno que se fué haciendo pública posteriormente: una intervención activa de los Estados Unidos había de provocar una crisis interna, con lo cual crecería en mucho las complicaciones de los paises en donde los -onnacionales beligerantes están ampliamente representados.
De conformidad con esta norma de prudencia, el Gabinete de \X/ashington remitió al gobierno imperiai alemán la nota siguiente: *El gobierno de los Estados Unidos ha sido informado de que el gobierno imperial alemán se consideraba como obligado, por las circunstancias extraordinarias de la presente guerra y por las medidas que han adoptado sus adversarios con la mira de privar a Alemania de todo comercio, a adoptar medidas de represalias que pasan en mucho de los métodos ordinarios de la
guerra marítima,
y a proclamar una zona de
guerra en la que, según aviso, no debían entrar los navíos neutrales. El La nota norteamericana, gobierno de los Estados Unidos ha tenido ya ocasión de participar al Gobierno imperial alemán que no puede admitir el establecimiento de tales
La catdstrofe del Lusitania medidas ni tal advertencia del peligro de operar zona, como tampoco una disminución cualquiera en ningún grado de los derechos de
en esta
los comandantes de buques americanos o
de
13
,El gobierno de los Estados Unidos no puepensar que el Cobierno imperial alemán disde cuta estos derechos; considera, al contrario, que el Cobierno imperial acepta, como es natural, la
lf l.-
Salyantento de los sttperuiyientes del Lusítania.
ciudadanos americanos que viajen legalmente
regla de que la vida de los no combatientes, sean
como pasajeros en los buques mercantes de nacionalidad beligerante, y que debe hacer al Go-
de nacionalidad neutral o pertenezcan a alguna de las naciones en guerra, no puede legalmente ni equitativamente ser puesta en peligro por la captura o la destrucción de un navío mercante no armado, y que el Gobierno imperial alemán
bierno imperial alemán estrictamente responsable de toda infracción intencional o accidental de estos derechos.
i4
Episodios de Ia Gran Guerra
reconoce también, como lo hacen todos los de las demás naciones, la obligación de tomar las precauciones usuales de visita y de investigación para asegurarse de si un navío mercante sospechoso es de hecho de nacionalidad beligerante o lleva efectivamente contrabando de guerra bajo un pabellón neutral. 'El Gobierno de los Estados Unidos, en consecuencia, llama la atención del Cobierno impe-
rial alemán de la manera más seria sobre el hecho de que la objeción formulada contra el método de ataque por Alemania al comercio de sus enemigos, está fundada en la imposibilidad práctica de emplear submarinos en la destrucción del comercio, sin violar reglas de justicia, de razón y de humanidad que la opinión moderna del mundo entero considera como obligatoria. ,Es prácticamente imposible para los oficiales de un submarino visitar un buque mercante en alta mar y examinar sus papeles y su cargamento.
,Les es prácticamente imposible capturarlo a título de presa, y si no pueden apoderarse de la
tripulación a bordo de tal barco, no pueden hundirlo sin dejar a esa tripulación y a todas las personas que están a bordo expuestas a los peli-
rando, en resumen, que todo ciudadano de los Estados Unidos que ejerciese el derecho de viajar libremente sobre los mares no lo hará sino por sus propios riesgos si su viaje lo realiza en lazona de las aguas en las cuales la Marina imperial alemana utiliza submarinos contra el comercio de la Cran Bretaña y de Francia y esto a pesar de la seria protesta del Gobierno de los Estados Unidos.
'No recuerdo esto para llamar la
atención
del Gobierno imperial alemán sobre la sorprendente irregularidad de comunicaciones dirigidas por la Embajada imperial alemana de Washington al pueblo de los Estados Unidos por medio de los periódicos, sino únicamente con el fin de demostrar que el hecho de avisar que se va a realizar un acto inhumano e ilegal no puede ser aceptado en modo alguno como una excusa o una atenuación de este acto, ni como una disminución de la responsabilidad por ejecutarlo. *El Cobierno, que conoce desde hace tanto tiempo el carácter del Gobierno imperial alemán y los elevados principios de equidad que le han dirigido y guiado, no puede creer que los comandantes de los navíos que cometen estos actos, contrarios a todas leyes, hayan podido hacerlo
gros del mar. ,Estos hechos el Oobierno imperial los reco-
sino bajo el efecto de una mala interpretación de las órdenes que les han sido dadas por las
noce, según se dice, francamente. nEstamos informados de que en el caso particular de que hablamos no ha concedido siquiera el tiempo necesario para dar esta seguridad,
autoridades navales alemanas.
demasiado limitada, a la tripulación y a los pasajeros, y en otros dos casos de los citados ni siquiera se dió aviso alguno. los submarinos no pueden
'Manifiestamente
ser empleados contra los buques
mercantes,
últimas semanas' sin la violación inevitable de numerosos principios sagrados de justicia y de humanidad. ,Los ciudadanos americanos no hacen más como se ha probado en las
que usar de sus derechos incontestables viajan-
do por todas partes donde les llama sus legíti-
y ejercen estos derechos en la bien justifrcada, de que su vida no ha de ser puesta en peligro por actos cometidos con la violación evidente de obligaciones inter-
mos negocios, confranza,
nacionales universalmente reconocidas y ciertamente con la confranza de que su gobierno les sostendrá en el ejercicio de sus derechos. ,Recientemente se ha publicado en los periódicos de los Estados Unidos-lamento informar de ello al Gobierno imperial alemán-una advertencia formal, que pretende proceder de la Embajada imperial alemana en Washington, dirigida al pueblo de los Estados Unidos, decla'
por
lo menos, "Considera cómo cierto, todos estos casos, que se esperaba de los comandanies mismos de los submarinos que no pondrían en peligro la existencia de los no comen
batientes o la seguridad de los navios neutrales, aunque fracasasen en su propósito de captura o de destrucción. uEl Oobierno de los Estados Unidos espera con confianza que el Gobierno imperial alemán desapruebe los actos de que los Estados Unidos tienen que quejarse, que conceda las reparacionesr en cuanto sea posible, por daños que no tienen excusa y que tonte inmediatas precauciones para evitar que se repita algo que es evidentemente contrario a los principios de la guerra, a los cuales el Gobierno imperial alemán ha permanecido en el pasado tan prudentemente fiel.