Libertad de los hijos de Dios : nuestra Iglesia, nuestra contribución

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Author:  Esther Lara Ponce

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2 | „Libertad de los hijos de Dios“: nuestra Iglesia, nuestra contribución

„Libertad de los hijos de Dios“: nuestra Iglesia, nuestra contribución Decisión de la Asamblea General de la BDKJ (Federación de la Júventud Católica Alemana) 2011 Preámbulo Nos hallamos reunidos en Altenberg, donde antes de fundarse la BDKJ ya se congregaba la juventud católica para celebrar la fiesta de Cristo Rey. El Reino de Cristo, bajo cuyo patrocinio se halla la Iglesia de Altenberg, siempre ha ido ligado para la juventud católica a la exigencia de analizar con carácter crítico las estructuras humanas de poder y de autoridad: tanto en política y sociedad como en la Iglesia. A lo largo de sus más de sesenta años de existencia, la BDKJ ha seguido evolucionando continuamente y ha participado de forma activa en el desarrollo de la Iglesia: en ocasiones mostrando su acuerdo y en otras su divergencia con respecto a los obispos alemanes. Para nosotros ha sido decisivo en todo momento orientarnos al mensaje liberador del Reino de Dios que nos hizo llegar Jesús, así como establecer una conexión „con los modos de vida de los jóvenes en todas las actuaciones pastorales, políticas y pedagógicas“.1 Partiendo de esta tradición y del amor por nuestra Iglesia pedimos hoy la pala1 Decisión 1.52 de la Asamblea General de la BDKJ „Sinus-Milieu-Studie U27: primeros resultados“, 2009

bra para aportar nuestra contribución al proceso de debate iniciado por los obispos alemanes. Expresamos nuestra preocupación por la Iglesia al tiempo que damos testimonio de nuestra esperanza. De este modo declaramos nuestra disposición a participar en la configuración de la Iglesia y a asumir responsabilidad por su evolución. Damos por sentado que todos los que intervienen en un diálogo semejante y aportan su opinión lo hacen desde su fe y amor por la Iglesia. Esperamos por tanto que no se niegue a nadie su fe y amor por ella, ¡aún cuando se tenga una posición distinta!

I. Iglesia en crisis La Iglesia católica alemana se halla sumida en una profunda crisis. El hecho de que algunos sigan rebatiéndolo constituye uno de sus síntomas. Afirmar que no existe crisis en la Iglesia, sino una crisis de fe y de oración carece simplemente de lógica, ya que fe, oración e Iglesia van intrínsecamente unidas. La crisis de la Iglesia, la crisis de fe, con todas sus distorsiones, no son la consecuencia de las renovaciones iniciadas por el Concilio Vaticano II y el Sínodo de Wurzburgo (y desde luego tampoco de la reforma litúrgica). Al

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contrario, el Concilio ha propiciado una renovación, sin la cual, la pérdida de importancia como Iglesia en los últimos cincuenta años habría sido aún más dramática. Muchos de nuestros problemas actuales, en particular la exculturación, quizás no existirían si hubiéramos adoptado y puesto en práctica con mayor coraje y tenacidad las decisiones sinodales y del Concilio. La crisis de la Iglesia no ha surgido a partir del conocimiento público de casos de violencia sexualizada, sino que esto solo nos la hizo ver con dolor. El valiente descubrimiento y la reflexión iniciada para tomar conciencia de los horribles crímenes cometidos contra los jóvenes de los dos sexos en el seno de la Iglesia es un primer paso hacia la conversión, la reconciliación y la recuperación de nuestra credibilidad como Iglesia.2 Las experiencias de violencia sexualizada siguen formando parte de la realidad vivida por niñas y niños: no sólo en la Iglesia. Es elogiable la nueva sensibilización de la Iglesia en el contexto del denominado escándalo de abusos, sensibilización que ha de ser continuada y promovida con incesante determinación y tenacidad.3 3 En el marco de dicho escándalo ha vuelto a hacerse evidente que ciertos factores dentro de la Iglesia favorecen el establecimiento y la explotación de relaciones de poder y dependencia. En el seno de nuestra Iglesia ha germina2 Decisión 2.25 3 Decisión 2.25 de la Asamblea General de la BDKJ 2010

do una doble moral que ha dado lugar a una cultura del encubrimiento y del silenciamiento. No vamos a equiparar el escándalo de abusos con la actual crisis de la Iglesia, ya que así instrumentalizaríamos el sufrimiento de las víctimas. Ahora bien, la doble moral y el silencio son, en definitiva y sobre todo, manifestaciones características de la ausencia de cultura del debate y de la discusión en nuestra Iglesia, algo de lo que ya se lamentaba la Asamblea General BDKJ en su decisión sobre el Plan de promoción de la democracia de 1994.4 Un indicador de esta falta de capacidad para afrontar los conflictos es un extendido silencio, tal y como lo han puesto de relieve los análisis públicos que han tenido lugar durante los primeros meses del año: el tratamiento mediático del memorándum „Iglesia 2011“, presentado por unos 300 profesoras y profesores universitarios de Teología, ha estado marcado por las conjeturas, sin haberse llevado a cabo en medida considerable un verdadero análisis de las cuestiones planteadas y de los argumentos de fondo. Al mismo tiempo, nuestra incapacidad para afrontar los conflictos en el seno de la Iglesia se corresponde con nuestra dramática incapacidad para integrarnos en los asuntos de índo4 Decisión 2.6 de la Asamblea General de la BDKJ, „Compartir el poder: reconocer la igualdad. Un Plan de promoción de la democracia para la Iglesia católica alemana“, 1994

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le cultural y social. Echamos en falta la autocrítica basada en el estudio Sinus-Milieu de la Conferencia Episcopal Alemana de 2005. Echamos en falta el análisis general y formal por parte de la Iglesia con respecto a la creciente injusticia existente en nuestra sociedad. Nuestra falta de capacidad para afrontar los conflictos e integrarnos a nivel cultural y social se hace más que evidente en definitiva y sobre todo, en el todavía unilateral reparto de roles por género en el seno de la Iglesia: mientras que la mayor parte del trabajo de base (voluntario) es realizado por mujeres, las tareas de dirección se hallan en gran medida en manos de los hombres: también en el caso de funciones que no requieren ordenación ministerial. Frente a la creciente falta de sacerdotes, creyentes y recursos financieros, en la Iglesia nos hemos ocupado casi exclusivamente de nuestras estructuras, sin centrarnos lo suficiente en sus cuestiones fundamentales. Como resultado, en el marco de los cambios se ha extendido en la mayoría de las diócesis no sólo la frustración y la resignación, sino además el anonimato y el desarraigo tanto en la Iglesia como con ella, también entre las personas jóvenes. De este modo, nosotros mismos, como Iglesia, hemos perdido aquello que el hombre moderno necesita hoy en día en particular: confianza, identidad y arraigo a un hogar.

Nosotros en BDKJ nos identificamos con la Iglesia como nuestro hogar y seguiremos trabajando para que ella pueda ser (de nuevo) el hogar de más personas.

II. Renovación de la Iglesia La historia de BDKJ es una historia que se desarrolla en y con la Iglesia, en cuyo transcurso nuestro concepto de Iglesia ha sido revisado en repetidas ocasiones y ha evolucionado. La cuestión para nosotros siempre ha sido y es, cómo las personas jóvenes pueden celebrar su fe en comunidad, transmitirla y vivirla a diario en línea con los tiempos, lo que a veces incluye la divergencia, tal y como lo expresó quizás de la forma más certera el Beato Papa Juan Pablo II: „la Iglesia tiene mucho que decir a la júventud y la júventud tiene mucho que decir a la Iglesia. Este diálogo debe ser sincero, claro y valiente.“5 En este sentido ofrecemos los siguientes impulsos para la renovación: Por una Iglesia de hermanos y hermanas y de diálogo: • El requisito para una auténtica renovación reside en un verdadero diálogo. Sólo si hablamos los unos con los otros podremos actuar de forma conjunta. Esto afecta, por ejemplo, a los temas que han sido abordados ahora a través del mencionado memorándum: los requisitos de acceso a las ordenaciones 5 Exhortación apostólica „Christifideles Laici“ del Papa Juan Pablo II, 1988

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ministeriales, la estructura jerárquica de la Iglesia y la moral sexual han evolucionado a lo largo de la historia, por lo que siguen siendo susceptibles de desarrollo. • El diálogo presupone una actitud abierta y respeto mutuo, lo que requiere la capacidad de escuchar. Nosotras, las asociaciones juveniles, queremos iniciar un diálogo sin contar a priori con un plan maestro definido para la perfecta Iglesia del siglo XXI y sin declarar nuestros modos de vida y marcos de referencia como valores universales. A la inversa, esperamos que la Iglesia esté dispuesta a admitir nuestras experiencias y sistemas de valores — lo que incluye nuestro concepto de igualdad de sexos, nuestra práctica de la convivencia democrática y nuestro respeto ante distintas concepciones de vida, que también se hace extensible a la diversidad de la relación de pareja de hecho y a la sexualidad. • En un contexto equiparable, el Sínodo de Wurzburgo formuló en la decisión „Nuestra esperanza“: „Hemos de tener cuidado de […] que no se oculten aquellas cuestiones que han irrumpido entre nosotros mismos y en la sociedad en la que vivimos y que jamás quedan acalladas: las cuestiones relativas al sentido mismo de ser cristiano en estos tiempos. […] Plantearse públicamente semejantes cuestiones „radicales“ en el seno de la Iglesia forma parte de la radicalidad de la situación pastoral en la que nues-

tra Iglesia se halla hoy en día y da testimonio de su esperanza.“6 Esta demanda del sínodo, que se remonta ya a una generación, continúa gozando de vigencia y, además, con más urgencia que nunca. Esta actitud pone de relieve la Palabra de Jesús: „En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tuviereis amor los unos con los otros“ (Juan 13:35). Sólo así podremos dirigirnos a la sociedad con credibilidad y promoviendo el diálogo. Por una Iglesia atenta y solidaria • Al igual que en la convivencia en el seno de la Iglesia, también necesitamos la capacidad de escuchar en el diálogo con la sociedad, para que no impongamos soluciones preestablecidas a las personas, sino encontrarlas juntos, de igual forma en que Jesús pregunta en primer lugar al ciego Bartimeo: „¿Qué quieres que haga por ti?“ (Marcos 10:51). Jesús nos da aquí ejemplo de lo que es tratar con atención, con consideración, actitud que nosotros, como Iglesia, hemos de hacer nuestra una y otra vez. • Lo cual incluye la sensibilidad de género y de entorno, así como la sensibilidad hacia cualquier forma de injusticia y discriminación. No es el cometido de la Iglesia convertir el Reino de Dios en un proyecto polí6 Sínodo común de las diócesis de la República Federal de Alemania, decisión „Nuestra Esperanza“, OG I, 85

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tico. Ahora bien, la Iglesia „tampoco debe quedarse al margen en la lucha por la justicia“ (Deus Caritas est, núm. 28a). Estamos profundamente convencidos de que las condiciones de vida y las estructuras injustas no sólo revisten carácter misantrópico, sino que al mismo tiempo „son totalmente contrarias al honor debido al Creador“ (Gaudium et Spes 27). • Por lo tanto, queremos y debemos ser una Iglesia que descubra de manera consecuente al propio Jesucristo en las personas pobres, desfavorecidas y marginadas y se solidarice con ellas, ya que „cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis.“ (Mateo 25:40). Creemos que Dios envía su Espíritu para cambiar la faz de la tierra (véase Antífona del salmo 104). Así pues, la Iglesia debe trabajar con todas sus fuerzas para superar condiciones de vida y estructuras injustas a fin de que „corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo“ (Amós 5:24). Por una Iglesia espiritual y hospitalaria • Nuestro compromiso de cara a una renovación también estructural de nuestra Iglesia, así como su actuación social y política en el mundo son expresión de nuestra fe y de nuestra espiritualidad. La unidad de mística y política juega un papel importante en la tradición de la BDKJ y rige para todas las prácticas fundamentales de la Iglesia:

Si celebramos la fe (liturgia), la profesamos y damos testimonio de ella (martyria) y vivimos nuestro compromiso político y social (diaconía). • Todo esto lo hacemos en comunidad (communio) y estamos convencidos de que la unidad de nuestra Iglesia como communio no sólo puede tolerar una extensa y variada pluralidad de espiritualidad y mística, sino que más bien la necesita con urgencia. La Iglesia se muestra extraordinariamente consciente de este hecho autorizando la celebración de la Misa según el misal de 1962. La misma actitud abierta que ha mostrado ante el deseo de volver a las antiguas formas es la que esperamos cuando se trata de autorizar nuevas formas litúrgicas. • Nuestra espiritualidad no ha de desvanecerse en el esfuerzo por atraer mediante eventos y espectáculos de alta tecnología. Ahora bien, ha de llegar a las personas hasta sus modos de vida y realidades de fe tanto a escala emocional como intelectual y brindar a los creyentes el máximo espacio posible de cooperación activa. Esto se aplica en particular a la gente jóven, ya que ella también forma parte de esta Iglesia, siendo ella quien la forma y sostiene tanto ahora como en el futuro. • Si con este proceso de debate, iniciado por los obispos alemanes, perseguimos un nuevo entendimiento, la lucha por el cambio no supondrá desatender la fe y la espiritualidad, al contrario: este diálogo constituye, por un lado, una contribución a

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la búsqueda de una espiritualidad actual, capaz de integrarse, llegando a la mente y al corazón de las personas. Por otro lado, el diálogo ya es de por sí espiritual, ya que en definitiva se trata de que nosotros (niños, jóvenes y adultos, tanto hombres como mujeres, tanto laicos como sacerdotes y obispos) compartamos los unos con los otros lo que late en nuestros corazones.

III. La Iglesia en la práctica Como asociaciones juveniles católicas, hace ya tiempo que estamos acostumbradas a diseñar cambios en vista de la dinámica con que evolucionan los modos de vida de las personas jóvenes. Todo esto constituye experiencias que queremos compartir con toda la Iglesia. Mucho de lo que vivimos puede ser transferido a las diócesis y comunidades parroquiales. Espíritu de comunión Nuestras estructuras reflejan nuestro convencimiento interior: que hombre y mujer gozan de la misma dignidad inalienable ante Dios y que nosotros seguimos un camino común en la Iglesia como Pueblo de Dios7 Sólo con la convivencia en armonía de hombres y mujeres se desplegarán con toda su fuerza vocaciones y carismas. Lo que hace falta es apreciar en toda su extensión estas diferencias. Los hombres y las mujeres dependen los unos de los otros: en el modo en que viven su vocación 7 Lumen Gentium 10

sacerdotal, prestan asistencia espiritual, celebran la liturgia, hablan de Dios, proclaman su mensaje o desempeñan funciones de dirección. Hombres y mujeres hacen todo esto de manera similar en ciertos aspectos y de manera diferente en muchos otros. En nuestra Iglesia necesitamos espacio libre para desplegar los distintos carismas a fin de reflejar de forma eficiente la gran diversidad a todos los niveles y de que un gran número de personas reciban con entusiasmo el mensaje de Jesús. En los puestos de dirección de las asociaciones juveniles católicas, hombres y mujeres, sacerdotes y laicos colaboran con un espíritu de comunión y en equidad. Las disposiciones de los obispos relativas a la asunción de la dirección espiritual de las asociaciones8 por parte de laicos ofrecen un modelo que también permite aplicarse a las estructuras parroquiales. La práctica desde hace décadas para la selección y el nombramiento de „Praesides“ se lleva a efecto de conformidad con el derecho canónico; la cooperación de laicos (por elección) y de la autoridad competente en cada caso (por delegación) ha demostrado ser un éxito. ¿Por qué esta práctica no habría de encontrar también aplicación en estructuras parroquiales? Ya existen numerosas funciones de dirección en la Iglesia que no tienen por qué ser asumidas por ministros orde8 Dirección espiritual de las asociaciones juveniles católicas. Los obispos alemanes, núm. 87, Bonn 2007

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nados, sino que pueden ser desempeñadas por laicos, lo que ya viene ocurriendo en ciertos puntos. Esta opción debería explotarse aún más, para lo que se requieren conceptos sistemáticos de promoción, a fin de que las mujeres puedan asumir funciones de dirección y responsabilidad en el mismo modo y número que los hombres. En cualquier caso, la relación colegial entre sacerdotes y laicos supondrá un importante requisito para desarrollar con éxito la vida eclesiástica actual y futura: tema en el que se ha de profundizar en la formación sacerdotal mucho más que hasta ahora. Se trata de facilitar a distintos niveles a todos aquellos interesados en debates, diseño de conceptos, implementación y reflexión la oportunidad de ayudar a configurar su iglesia y sociedad. Nuestra Iglesia puede convertirse al respecto en pionera en materia de participación y autodeterminación a distintos niveles, llevando simultáneamente aparejado un efecto integrador, identificador y motivador, dotándole así de proyección de futuro.

vez más las comunidades parroquiales que se fusionan dando lugar a grandes unidades. Ahora bien, en el marco de estas grandes fusiones han surgido ciertos espacios libres que son ocupados y aprovechados de forma creativa por algunos miembros activos. Ha llegado el momento de que obispos, párrocos y entidades laicas en las comunidades parroquiales no sólo dejen de obstaculizar nuevas formas autoorganizadas de interconexión y colectivización9 en relación con el espacio social de las personas, sino que en su lugar lo promuevan de forma activa. Lo cual comprende en particular el apoyo preferente a las asociaciones, como quedó ya establecido en el punto 5.3.1.1 de la decisión sinodal „Objetivos y cometidos del trabajo con jóvenes de la Iglesia“10 y quedó recogido en el programa base de la BDKJ: „Como organismo de trabajo con jóvenes en el seno de la Iglesia que ha de ser promovido con carácter preferente, la BDKJ y sus asociaciones miembros tienen derecho a la promoción ideal, personal y material por parte de la Iglesia.“11

Subsidiariedad Las asociaciones juveniles han interiorizado el principio social de la subsidiariedad que la Iglesia suele aducir en cuestiones seculares de política de ordenamiento: la unidad mayor no se encargará de hacer lo que la unidad más pequeña puede hacer sola. No obstante, llevamos algunos años experimentando lo contrario a la subsidiariedad en el seno de la Iglesia, siendo cada

Voluntariado „La Iglesia católica en Alemania será una Iglesia de voluntariado o dejará

9 Véase Canon 215 CIC/83 10 Sínodo común, l. c., 306f 11 Programa base de la Federación de Júventud Católica Alemana(BDKJ) en la versión aprobada por la Asamblea General de la BDKJ el 16 de mayo de 1998; 2.1. „Mitgestaltung der Kirche“ [„Participación activa en la conformación de la Iglesia“]

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de existir.“12 En el trabajo de las asociaciones juveniles es una necesidad que aquellos colaboradores con dedicación plena y jornada completa estén al servicio del voluntariado e inviertan gran parte de sus esfuerzos en cualificar a los encargados de voluntarios, en acompañarlos, así como en preservar y ampliar sus opciones y márgenes de actuación. Por el contrario, en gran parte de la Iglesia, los voluntarios son aún considerados como empleados y empleadas de aquellos colaboradores con dedicación plena y jornada completa. Por este motivo abogamos por una nueva cultura del trabajo voluntario y por un mayor reconocimiento en la Iglesia, especialmente en nuestras comunidades parroquiales, donde tanto nos gusta colaborar. Justicia La gran participación en el día de San José o el amplio apoyo prestado por la Iglesia en campañas sociales dentro de la BDKJ son signos alentadores de que la Iglesia se implica en iniciativas políticas y sociales. No obstante, en general debemos comprometernos de forma más definida contra la injusticia y la discriminación. Esto comprende una actuación consecuente no sólo por parte de las asociaciones, sino también de los obispos y del Comité Central de los Católicos Alemanes, p. ej., relativa a la protección frente al cambio climático, al comer12 Obispo Joachim Wanke: „Unsere Hoffnung, in Christ in der Gegenwart“ [Nuestra esperanza, en Cristo en nuestros días], 45+46/2009

cio justo y ecológico, así como a la solidaridad internacional o al papel que desempeña la Iglesia como empleadora, consumidora, etc., y en definitiva y sobre todo al aseguramiento sostenible de proyectos y servicios sociales religiosos, por ejemplo, para las personas jóvenes menos favorecidas. Es precisamente en esta actuación consecuente a favor de las personas jóvenes desfavorecidas que vemos cumplida nuestra misión en virtud del Evangelio. Respeto Quizás hoy más que nunca, la gente jóven necesita una orientación fidedigna en cuanto a la actitud personal adoptada frente a la sexualidad y la convivencia en pareja. A fin de poder ofrecer una orientación del género no podemos responder con normas rígidas, sino que hemos de tener en consideración la situación de vida de la persona en cuestión. Si una pareja convive sin estar casada, si una persona se atreve a iniciar una nueva relación de pareja tras romperse su matrimonio o si una persona ama a otra del mismo sexo, este amor merece nuestro respeto y no nuestro juicio de valor. Y este respeto debe manifestarse en una asistencia espiritual y pastoral consagrada al ser humano, por ejemplo, mostrando generosidad al admitir a los sacramentos a personas divorciadas que se hayan vuelto a casar. En campañas y proyectos, conferencias y asambleas, en excursiones o en reuniones grupales, las asociaciones juveniles católicas cuentan

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con gran abundancia espiritual de oraciones, impulsos espirituales, canciones y métodos. Debemos promover de forma activa y conjunta la diversidad litúrgica de la Iglesia con su liturgias de las Horas, celebraciones de la Palabra, así como otras formas para que (sin restar importancia de la Eucaristía) la Celebración de la Fe pueda volver a florecer también desde la responsabilidad propia de los laicos en las comunidades parroquiales, agrupaciones y asociaciones. Interpelaciones Más allá de los puntos indicados, que recaen dentro de la facultad dispositiva de las Iglesias locales alemanas, seguimos aferrados a las cuestiones acuciantes que incumben a toda la Iglesia: • Reconocemos a nuestros obispos como sucesores de los Apóstoles, si bien no compartimos la convicción de que deba así excluirse la participación activa de los laicos en la selección de los ministros. • Estamos convencidos de la santidad del matrimonio, si bien no compartimos la convicción de que por este motivo, otras formas de relación de pareja y convivencia familiar hayan de ser subestimadas desde el punto de vista de la Iglesia. • Respetamos al máximo a los sacerdotes, obispos, religiosos y religiosas que renuncian al matrimonio y a la familia para responder a la voluntad de Cristo; si bien, no compartimos la convicción de que el celibato haya de ser el requisito obligatorio para acceder a la ordenación ministerial.

• No compartimos la convicción de que a la Iglesia se le prohíba permitir la ordenación ministerial de mujeres. No podemos guardar silencio al respecto precisamente porque estos temas requieren con carácter urgente el diálogo con los hermanos y las hermanas de las Iglesias locales situadas en otras partes del mundo. Por lo tanto, la Iglesia alemana debe presentar estas cuestiones acuciantes ante el Papa y en el debate con la Iglesia mundial en su totalidad. Antes ya del escándalo de abusos, hemos venido hablando en las asociaciones juveniles de que queremos „hacer fuertes“ tanto a niños y niñas como a jóvenes. Se trata de „la experiencia de fe y libertad, de autonomía y solidaridad“13. Deseamos para todas las personas en el seno de la Iglesia que disfruten de dicha experiencia, ya que la Iglesia permanecerá viva si reina entre nosotros una auténtica „libertad gloriosa de los hijos de Dios“ (Romanos 8:21). Con este espíritu de libertad esperamos gozosos entablar un diálogo abierto, justo y sin miedo con los obispos alemanes, con nuestros compañeros y compañeras del AGKOD (Grupo de trabajo de las Organizaciones Católicas de Alemania) y del ZdK (Comité Central de los Católicos Alemanes), así como todos aquellos que quieran participar en un productivo intercambio de ideas entre 13 Programa base de la BDKJ del 16 de mayo de 1998

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hermanos y hermanas sobre el rumbo de la Iglesia en nuestros días. Nos tomamos en serio la situación de la Iglesia y necesitamos una renovación concluyente para que la Iglesia, tanto en el presente como en el futuro, sirva a la gente jóven de hogar donde poder desarrollar y vivir su fe en un ambiente de confianza y libertad, a lo cual aportamos nuestra contribución.

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