Liderazgo con sentido

Liderazgo con sentido 9 principios monásticos para potenciar su misión Sébastien Henry PRIMERA EDICIÓN EBOOK MÉXICO, 2014 GRUPO EDITORIAL PATRIA 0

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Liderazgo con sentido 9 principios monásticos para potenciar su misión

Sébastien Henry

PRIMERA EDICIÓN EBOOK MÉXICO, 2014

GRUPO EDITORIAL PATRIA

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Título original de la obra: Quand les déci deurs s’ins pirent des moines Copyright © Dunod, París, 2012 ISBN-13: 978-2-10-057258-8 Le Code de la propriété intellectuelle n’autorisant, aux termes de l’article L. 122-5, 2º et 3º a), d’une part, que les “copies ou reproductions strictement réservées à l’usage privé du copiste et non destinées à une utilisation collective” et, d’autre part, que les analyses et les courtes citations dans un but d’exemple et d’illustration, “toute représentation ou reproduction intégrale ou partielle faite sans le consentement del l’auteur ou de ses ayants droit ou ayans cause est illicite›› (art. L. 122-4). Cette représentation ou reproduction, par quelque procédé que ce soit, constituerait donc une contrefaçon sanctionnée par les articles L. 335-2 et suivants du Code de la propriété intellectuelle. Dirección editorial: Javier Enrique Callejas Coordinación editorial: Lorena Blanca Diseño de interiores: Braulio Morales Sánchez Diseño de portada: Juan Bernardo Rosado Solís Supervisión de preprensa: Miguel Angel Morales Verdugo Traducción: José Luis Núñez Herrejón Revisión Técnica: Dr. Fernando José Menéndez González Jefe del Departamento de de Proyectos Económicos, Administrativos y Sociales Centro de Investigaciones Económicas Instituto Politécnico Nacional Catedrático Universidad Iberoamericana, Universidad del Tepeyac, Universidad de las Américas Liderazgo con sentido. Nueve principios monásticos para potenciar su misión Derechos reservados: © 2014, Sébastien Henry © 2014, GRUPO EDITORIAL PATRIA, S.A. DE C.V. Renacimiento 180, Colonia San Juan Tlihuaca Delegación Azcapotzalco, Código Postal 02400, México, D.F. Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana Registro Núm. 43 ISBN ebook: 978-607-438-775-9 Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial del contenido de la presente obra en cualesquiera formas, sean electrónicas o mecánicas, sin el consentimiento previo y por escrito del editor. Impreso en México Printed in Mexico Primera edición ebook: 2014

Contenido

Agradecimientos

VII

Prefacio

IX

Introducción

XI

Resumen de los capítulos Antes de comenzar la lectura 1 El desafío de la vida de los monjes Descubrir una formidable fuente de inspiración para quienes toman decisiones 2 La vida comunitaria Redefinir el sentido del compromiso como líder-directivo

XIX XXV 1

11

3 Soledad y silencio Alimentarse de la soledad y el silencio en el núcleo de la acción

39

4 Plegaria y meditación Concentrarse con regularidad en “lo esencial que hay detrás de lo importante”

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5 Estudio Fortalecer las raíces con una sabiduría que brinde inspiración

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Contenido Amor y compasión Conciliar la práctica del amor y la compasión con la firmeza

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Estabilidad Descubrir el gusto por la estabilidad combinándola con una exigencia permanente de progreso

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8 Obediencia Transformar la obediencia en un factor de progreso

129

9 Pobreza Hacer de la sobriedad una fuente de sentido para la persona y para la empresa

151

10 Hospitalidad Enriquecer al equipo y a la empresa practicando una hospitalidad realista

171



Conclusión

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Ejercicios

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Bibliografía comentada

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Bibliografía general

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Agradecimientos

Hay muchas personas a las que quisiera agradecer, comenzando por todos los monjes con los que me encontré durante los últimos 15 años y que me aportaron inspiración para este libro. No puedo citarlos a todos, pero agradezco en particular al padre Irénée, al padre Victor, al padre Nathanael, al hermano Phap Kham, al hermano Vincent, a Thomas Kirchner, M. Nemoto, Kentaro Hashimoto y Noami Maeda. Gracias también a: Jean Henriet y Odile Marion, de ediciones Dunod, quienes creyeron en mi proyecto, así como a Chloé Schiltz, quien realizó una labor excelente con mi manuscrito original. David Attali, Xavier Bertrand, Pierre-Gilles Henry, por su apoyo y sus valiosos comentarios. Catherine y Michel, mis padres, quienes han demostrado con el ejemplo que la vida de directivo y gerente podía tener una dimensión espiritual. Charlie Lang, mi socio, quien fue el primero en motivarme a escribir. Anne-Claire, quien me ayudó con entusiasmo en cada etapa de este proyecto.

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Prefacio

C

uando estaba en ciencias políticas, aprendíamos a disertar relacionando dos palabras que parecían no tener ningún vínculo entre sí. Por ejemplo, “individualismo e internacionalización” o “democracia y saciedad”. De estos choques, brotaban siempre algunas chispas. Antes de abrir este libro, pensé que ese era el proyecto de su autor. En efecto, ¿qué hay en común entre el pobre monje recluido en su monasterio, sumido en la plegaria y la contemplación de Dios, y el poderoso directivo, siempre en acción, siempre en un avión, siempre en una reunión? Y, sin embargo, del choque de estas vidas, Sébastien Henry hizo que brotara algo que es mucho más que chispas: una luz. Hay por lo menos tres razones para sumergirse en este libro: es convincente, mueve a la reflexión y es práctico. Pilar por pilar, Sébastien Henry hace el recorrido del monasterio y sus reglas, y en cada ocasión propone comparaciones esclarecedoras con lo que vive un directivo, ¡incluso cuando eso parece una misión imposible como, por ejemplo, con la pobreza o el empleo del tiempo! A lo largo de los capítulos, cada uno de los paralelismos mueve al pensamiento y hace que el lector se sumerja en una reflexión sustanix

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cial. Al llegar al tercero o cuarto principio, me pregunté si todos estos rasgos comunes entre monjes y directivos no eran simplemente la expresión de una misma cultura o de una misma ambición. La vida de un directivo se desarrolla entre tres polos: sus clientes, sus subalternos y sus inversionistas. Y su trabajo puede definirse muy sencillamente como la búsqueda del equilibrio más dinámico entre esos tres polos. No es fácil, ya que cada uno se propone captar para sí la mayor cantidad posible de las riquezas que creará la empresa. ¿Cómo llegar ahí? Escuchando, con profundidad, a cada uno de los actores de estos polos; desarrollando en ellos una conciencia acerca de la importancia de los otros dos polos hasta crear una estimación recíproca; alargando el horizonte del “todo, pronto y para mí solo”, hacia un “más, mañana, juntos”; haciendo así que cada uno sea mejor. Todo este programa -estimación del otro, escucha, confianza, progreso mutuo- los monjes pudieron sintetizarlo en una simple palabra: amor. Y es por encontrar lo que les importaba, el amor de Dios, por lo que entraron en un monasterio. Tal vez sea por eso, porque su oficio y su vida no se lograrán sino a través del amor, que los monjes y los líderes tienen tantas cosas que decirse. He ahí el tipo de recorrido que entraña este libro. Debemos agregar que, desde el principio, Sébastien Henry da provisiones para el camino. Cada capítulo está salpicado de recuadros de “Tiempo de reflexión” que encauzan, y de recuadros de “Momentos para actuar” que nos aterrizan de nuevo en algo en lo que podemos progresar cada día. Aunque usted vea con cierta ironía a los monjes, estoy seguro de que terminará este libro como una mejor persona, llena de buenas ideas para poner en práctica. Por lo demás, todo esto no es por completo fortuito: Sébastien Henry tiene por oficio hacer que progresen con precisión los directivos a los que asesora. Sí, es un libro de luz, que brinda claridad sobre nosotros mismos, nuestra profesión, nuestra vida y la forma en que la llevamos. Y es un libro luminoso. Michel Bon Expresidente de Carrefour y France Télécom

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Introducción

“La vida humana no siempre se rige por principios económicos: hay algo más en ella, y la paz y la felicidad que todos buscamos solo se alcanzan cuando se entiende ese ‘algo más’”. D. T. Suzuki1

K

yoto, 4 de octubre de 2011. Desde hace casi cuatro años que trabajo en este libro y he tenido la suerte de ser invitado a una jornada de encuentros entre monjes zen japoneses y monjes benedictinos. Llego a la sala con algo de anticipación y observo cómo van llegando los participantes uno tras otro. Se suceden abades y monjes. Me llama la atención la serenidad que llena poco a poco la sala. Sin embargo, hay más que serenidad, hay una fuerza inmensa, un poder que inspira sin abrumar. Esta experiencia viene a confirmar en forma impresionante lo que los monjes ponen de manifiesto cada día: la sabiduría a la que aspiran no es debilidad, por el contrario, genera una impresión de fuerza. Tengo la convicción de que este equilibrio sutil puede ser valioso para muchas personas que toman decisiones en el ámbito empresarial. Este libro está destinado a los directivos y gerentes que se sienten por completo comprometidos con su misión; que encuentran en ella satisfacciones reales y que, sin embargo, perciben una deficiencia de 1

D. T. Suzuki, The Training of the Zen Buddhist Monk, Cosimo Classics, 2004, p. 431. xi

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sentido que a veces les pesa. Buscan dar más profundidad y fuerza a su acción. Por ello, no quieren dejar su práctica espiritual al borde del camino, sino que desean integrarla de lleno en su cotidianeidad. Esta búsqueda debe encarnarse, debe ser concreta, debe estar cerca de su realidad. En términos ideales, tendría que permitirles garantizar aún mejor sus responsabilidades: la debilidad asociada a veces –con razón o sin ella– a la espiritualidad, no es una opción. Estos directivos saben que una persona demasiado débil, si toma decisiones por exceso de idealismo o de “amabilidad”, no sobrevive durante mucho tiempo. Tiene necesidad de dar impulso a su equipo o a su empresa; de darle proyección. Sentido, serenidad, sabiduría, fuerza, proyección, poder, gozo, son palabras que pueden asociarse todas ellas a una práctica espiritual, en una acepción amplia que rebasa la esfera tradicional de lo religioso. La práctica espiritual no es forzosamente religiosa: es lo que nutre al alma, sea uno creyente o no. A lo largo de la historia, son las instituciones religiosas las que más se han ocupado de eso, pero es posible sentirse en el camino sin ser creyente en el sentido tradicional. Si no es creyente, si no se siente próximo a una tradición religiosa o, incluso, si es hostil a toda aproximación religiosa, este libro también está destinado a usted. La riqueza de la vida monástica no está reservada exclusivamente a los creyentes. El progreso espiritual no es fruto del azar, sobre todo en el caso de los directivos y gerentes cuya carga de trabajo deja poco tiempo para respirar. La práctica espiritual debe ser un paso consciente y decidido para que haya oportunidad de lograrla. Desde este punto de vista, la vida de los monjes ofrece una formidable fuente de inspiración a directivos y gerentes. A los monjes se les describe a veces como los “profesionales” de la búsqueda espiritual. Cualquiera que sea su religión, los monjes o las monjas2 han optado por una vida por completo concentrada en su práctica espiritual, la cual es lo que más cuenta para ellos, y han dejado de lado todo lo demás. Son buscadores de lo absoluto y tienen un ideal inmenso. Los monjes cristianos aspiran a llevar una vida inspirada en el ejemplo de Cristo 2

En el resto del texto, utilizaré la palabra “monje” para designar al mismo tiempo a monjes y monjas. Esto no significa evidentemente que la experiencia de las monjas tenga menos valor que la de los monjes. El único objetivo de esta simplificación es evitar la pesadez debida a las repeticiones.

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Introducción xiii

en los Evangelios. Los budistas hablan de “sabiduría suprema”,3 “gran despertar”, “gran compasión” y “gran serenidad”.4 La vida monástica es la forma de existencia que eligen para darse más oportunidades de aproximación a ese ideal, aunque sepan bien, con la humildad que los caracteriza, que nunca podrán alcanzarla del todo. La denominación de “profesionales” de la búsqueda espiritual haría palidecer a muchos monjes, ya que se niegan de manera absoluta a que se los coloque por encima de los demás seres humanos. No se perciben a sí mismos como seres aparte.5 Para dom Claude Jean Nesmy, la vida monástica consiste en “sumergir en una forma de vida perfecta a fieles aún muy imperfectos y que son muy lentos para mejorarse”.6 Tanto en la tradición benedictina como en la tradición zen, al monasterio se lo considera como una escuela. Es una “escuela donde uno aprende a servir al Señor”, según san Benito,7 y donde uno aprende, de acuerdo con la tradición zen, a reconocer su propia naturaleza de Buda,8 así como a vivir con plena conciencia.

3

D. T. Suzuki, The Training Of The Zen Buddhist Monk, op. cit., pp. 88-92. Thich Nhat Hanh, “La carrera de un monje o de una monja consiste en transformar el sufrimiento y alcanzar una comprensión profunda –el gran despertar, el amor, la gran compasión y la libertad, la gran serenidad”, Entrerdans la liberté, Dangles, 2000, p. 90. [Véase la sección Bibliografía para una referencia en español.] 5 F. Bianco, “No me convence la idea de que yo sea más sagrado que usted”, Voices of Silence, Lives of the Trappist Today, Doubleday, 1992, p. 23. Véase también: G. Laffont, “No me siento un ser aparte. Para todos los hombres, lo importante es llevar a bien su existencia ante Dios”, Des Moines et des hommes, Stock, 1975, p. 17. 6 Dom. C. J. Nesmy, Saint Benoît et la vie monastique, Seuil, 1959, p. 65. 7 Benito de Nursia, llamado san Benito (hacia 480 o 490-547), es el fundador de la tradición benedictina (a la que dio su nombre). Se trata de una de las principales figuras del monaquismo en Occidente. La Regla que creó sirve como constitución para una gran cantidad de monasterios en Europa y en el mundo. 8 Para los budistas del Mahayana (Gran Vehículo), cada uno tiene la naturaleza de Buda, es decir la capacidad de alcanzar el despertar. La práctica espiritual lleva a reconocer plenamente esta naturaleza de Buda (kenshoen japonés). 4

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Por último, tampoco hay que idealizar la vida monástica. Hay monjes que no son felices y que se sienten fracasados.9 Hay comunidades que funcionan mal. Es una vida difícil, hecha de múltiples pruebas, y no un escape cómodo de la realidad. Como diría Ghislain Lafont: “En la vida monástica, hay grandes sufrimientos: uno se siente a veces al límite de lo que puede dar”.10 Así, el apelativo “profesionales” no convendría más que en una acepción limitada: los monjes han hecho de su búsqueda espiritual su “profesión”, en el sentido de que consagran a ella la mayor parte de su tiempo y energía. Para darse todas las oportunidades de progresar, han elaborado un extraordinario conjunto de reglas de vida. En el espíritu de los fundadores de las comunidades, se trata de reglas que liberan más que limitan. Existen como faros para aclarar y mantener el progreso personal. Un monasterio es un lugar en el que todo se hace para favorecer la labor espiritual. En la vida de quien toma decisiones, por el contrario, todo parece venir a distraerlo de la búsqueda espiritual. No es un juicio que lo haga ilegítimo, sino un simple contraste. Muy a menudo, es la acción inmediata en reacción a lo imprevisto lo que ocupa la mente y moviliza las energías. La práctica espiritual se manda a horas más tranquilas… es decir, para más tarde… El arte del progreso espiritual en la cotidianeidad, desarrollado por los monjes, puede venir a enriquecer, por tanto, la vida de usted como persona que toma decisiones. No se trata de transponer esta disciplina tal cual, como se sacaría desde las raíces un árbol para plantarlo de nuevo más lejos, sino de inspirarse en ella para crear el propio ambiente espiritual. Podría decirse que la comparación no es pertinente, ya que la vida de los monjes está alejada de la realidad de quienes toman decisiones en una empresa. Sin embargo, la vida monástica no es tan diferente, como parecería, de la cotidianeidad del directivo y del gerente, en particular, la 9

“Vi monjes que han practicado más de 30 años sin haber transformado la costumbre de sus percepciones, su forma de vivir o sus energías. Es muy lamentable para ellos y para nosotros”, Thich Nhat Hanh, Entrerdans la liberté, op. cit., p. 102. [Véase la sección Bibliografía para una referencia en español.] 10 G. Lafont, Des moines et des hommes, op. cit., p. 53.

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vida del jefe de una comunidad (abad, abadesa, director espiritual, etc.). También en ella están presentes algunas de las dificultades ligadas a la dirección de una empresa o de un equipo. Ayudar a que cada quien progrese utilizando para ello sus recursos y talentos de mejor manera, colocar a cada persona en el puesto más adecuado, hacer frente al desaliento en los equipos, a las tensiones, a los celos, a las ambiciones personales. La materia humana está ahí, en un movimiento incesante, con sus facetas brillantes y sus asperezas. Es interesante observar, por tanto, la manera en que los monjes trabajan esta misma materia humana. Hay algunos fundadores de comunidades a los que puede considerárseles como hombres de acción, emprendedores sumamente dotados: san Bernardo, fundador de la orden cisterciense, abrió o contribuyó a que se abrieran cerca de 200 monasterios durante su vida, en una época (el siglo xii) en la que los medios de comunicación no permitían transmitir mensajes con facilidad. En su libro, The Benedictine Rule of Leadership (La regla benedictina del liderazgo), Oliver Galbraith & Craig Galbraith estiman que en un momento de la historia, cerca de 40 000 organizaciones funcionaban según la Regla de san Benito.11 Por último, señalemos que las cualidades necesarias para la vida monástica presentan similitudes con las cualidades que a menudo valoran los directivos: determinación, persistencia, sentido de la disciplina. Este libro responde a una pregunta esencial: como director o gerente, ¿qué puede aprender usted de esos “profesionales” de la práctica espiritual que son los monjes, pese a todas las diferencias que los separan? O incluso, ¿cómo integrar la riqueza de la experiencia de los monjes a su vida cotidiana como directivo? Los monjes han acumulado entre 15 y 20 siglos de experiencia, según las diferentes tradiciones. Al paso de esos siglos, cientos de miles de hombres y mujeres se han entregado a la vida monástica. Aun cuando este compromiso, porque la naturaleza humana obliga, haya sido dictado a veces por consideraciones muy distintas a las espirituales (por ejemplo, el poder y la ambición en la Edad Media), hay ahí una experiencia de una riqueza extraordinaria. 11

C. Galbraith y O. Galbraith, The Benedictine Rule of Leadership, Adams Media, 1997, p. 65. Es una cifra bastante increíble, que no pude verificar. Aunque esté exagerada, de todos modos da una idea de la amplitud del movimiento benedictino.

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Por su exigencia e intensidad, la vida monástica puede revelarse como una fuente cotidiana de inspiración y un sostén poderoso. Así pues, revisaremos nueve principios de la vida monástica que se hallan en muchas tradiciones, y nos plantearemos, por cada uno de estos, las siguientes preguntas: ­ ¿Qué significa ese principio para los monjes? ­ ¿Qué enseñanzas puede extraer de este principio la persona que toma decisiones en una empresa? ­ ¿Qué acciones concretas pueden emprenderse para dar vida a este principio en la empresa o en el equipo que usted dirige? Este análisis racional de la vida monástica podría parecer un poco chocante para algunos monjes, ya que no toma en cuenta una dimensión esencial: su compromiso se basa en una vocación que ha sido más fuerte que cualquier razonamiento. Para los monjes benedictinos, por ejemplo, se trata a menudo de una búsqueda mística o de “ver a Dios y nada más”.12 La relación con Dios se describe, a veces, incluso dentro del registro de la amistad o de la vida amorosa. Hablan mucho de la gracia de Dios que aspiran a recibir.13 El carácter único de su vocación no es el tema de este libro, pero debe mencionarse. Identificar los principios que deben recordarse no ha sido fácil, ya que hay muchas tradiciones monásticas diferentes. El contenido de Liderazgo con sentido se basa, en esencia, en dos tradiciones: ­ la familia benedictina (benedictinos, cistercienses, fuldenses) ­que se atribuye la Regla de san Benito;

12

G. Lafont, Des moines et des hommes, op. cit., p. 24. E. de Waal, “Buscar a Dios no es adquirir algo o sobresalir en algo, sino hacer progresos hacia Dios mediante nuestra total dependencia en su gracia”, Seeking God the Way of St. Benedict, The Liturgical Press, 1984, p. 78 [Véase la sección Bibliografía para una referencia en español.]

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Introducción xvii

­ el budismo zen, en dos variantes bastante distintas: las comunidades monásticas fundadas por Thich Nhat Hanh,14 de raíces vietnamitas, y el zen japonés de la escuela Rinzai. Estas dos tradiciones tienen el mismo origen: el zen chino de la escuela Linji (dinastía Tang, siglos vii a x). Existen otras tradiciones también ricas: la experiencia de los monjes ortodoxos, la de los monjes tibetanos o la de los monjes coptos de Egipto,15 por ejemplo, también tendría mucho valor. Tomé la decisión de limitarme a las dos tradiciones enumeradas porque son las que conozco mejor y de las que tengo experiencia. Si bien comencé a escribir este libro hace cuatro años, en los últimos 15 realicé, en forma paralela a mi compromiso empresarial, numerosas estancias en monasterios cristianos y budistas en Francia, China y Japón. Durante esas estancias, me encontré con decenas de monjes, leí muchos testimonios de los frailes con la finalidad de comprender mejor su vida; leí y releí los textos mayores de los fundadores de las comunidades y, sobre todo, traté de poner en práctica lo que había aprendido en mi vida como una persona que toma decisiones. Eso es, creo, lo que ahora me permite dirigirme mejor a otros directivos y gerentes. Por ello, este libro no es la obra de un experto en la vida monástica. Me siento muy humilde ante la inmensidad y la profundidad del tema. Soy plenamente consciente de que si “la esencia de la vida monástica no se conoce sino hasta después de diez años de práctica”,16 yo no puedo pretender que la conozco lo suficiente. Aquí de lo que se trata es de hacer que otras personas que toman decisiones en el ámbito empresarial compartan la inspiración que yo mismo (como individuo que también toma ese tipo de decisiones) encontré en la vida monástica. Liderazgo con sentido tiene su origen en mi fascinación permanente, desde los 20 años de edad, por el ideal de los monjes. Si bien al 14

Thich Nhat Hanh es un monje zen vietnamita, uno de los maestros budistas más conocidos en Occidente por su alcance. Ha creado monasterios en Francia, Estados Unidos y Hong Kong. Es autor de muchos libros (refiérase a la bibliografía comentada). [Véase la sección Bibliografía para una referencia en español.] 15 Véase el muy bello libro Moines du désert d’Égypte, de A. Chevillat, E. Chevillat y M. M. Davy (Terre du ciel, 1990). 16 G. Lafont, Des moines et des hommes, op. cit., p. 64.

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final hice la elección fundamental de tomar el camino de la empresa, al principio como directivo y luego como emprendedor y codirector de una PyME en Asia, esta presencia de los monjes nunca se ha debilitado en mí. Hoy, a los 39 años de edad, cuando mi empresa experimenta un desarrollo muy sólido y un éxito que rebasa mis expectativas, la intensidad de la búsqueda espiritual de los monjes resuena en mí más que nunca. La vida monástica es una vocación, cuya certidumbre se obtiene practicando el arte de escuchar a nuestra propia alma. La vida del directivo de una empresa, también. Se trata de dos vías trazadas sobre una misma montaña, cuyas señales indican la que conviene mejor a uno mismo. Pese a mi falta de vocación para la vida monástica, siempre centellea una pregunta en mi cielo interior: ¿qué tienen que enseñarme todos esos miles de monjes que en este momento viven, respiran, y cuyo corazón late al mismo tiempo que el mío? ¿Cómo conciliar mi pasión por la acción, que nunca se ha debilitado, y mi sed de lo absoluto, que nunca he saciado realmente? ¿Hay algún medio de honrar en forma plena esta sed y, al mismo tiempo, seguir construyendo mi empresa? Siempre, ante esta interrogante, se dibuja el rostro de un monje cuyos ojos me miran con gozo. Ese gozo intenso puede ser el fundamento de toda mi búsqueda. Es un gozo en bruto, la cara opuesta de la austeridad triste que a veces se asocia con la imagen de los monjes. Es un gozo que no peca, no busca demostrar nada; se limita a brillar en silencio y es justo en esa simplicidad que me toca profundamente. Mi deseo es que Liderazgo con sentido se convierta en un puente entre dos mundos que aún se ignoran mucho: el de los líderes-directivos en las empresas y el de los monjes. Que este puente, al cruzarlo, contribuya a dar más sentido a quienes toman decisiones.

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El desafío de la vida de los monjes

Descubrir una formidable fuente de inspiración para quienes toman decisiones

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okio, 9 de abril de 2009. Acabo de terminar una conversación telefónica con uno de nuestros principales clientes. De pronto, mi cuerpo se ha tensado y siento como si mi energía se dispersara por el suelo. Nueva anulación del contrato. Hace seis meses que Lehman Brothers quebró. Hasta estas últimas semanas, mi empresa no se había visto tan afectada por la crisis. Pero, en esta ocasión, estamos en el ojo del huracán. Una serie de anulaciones de contratos en las últimas semanas han enterrado cerca de 10 meses de cifras de negocios. Se me agolpan las ideas. Los salarios que hay que pagar en los próximos meses son mi principal preocupación, justamente cuando acabo de mudarme de Hong Kong a Tokio para instalar nuestra filial japonesa. Este arranque, que decidimos mantener a pesar de un cielo amenazador, pesará mucho en nuestras finanzas. Debo dar la impresión de un boxeador que se ha hecho moler a golpes. Tengo la voluntad de batirme, pero predomina la inquietud, y me pregunto qué sentido tiene lo que hago. ¿Es en verdad necesario abrir esta filial en Japón cuando ya tenemos bastante que hacer en Hong Kong, China y 1

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Singapur? Dos a tres semanas de desplazamientos al mes, mucho trabajo, poco tiempo pasado con mi familia y todo eso, ¿para qué? Poso la mirada sobre la mesita de centro del salón, en un libro que estoy a punto de leer: There is a spiritual solution to every problem (Hay una solución espiritual para cada problema: la fuerza de nuestros pensamientos en la creación de la realidad), de Wayner Dyer.1 Para el autor, contamos con la capacidad para situarnos en diferentes grados de energía espiritual, desde el más débil hasta el más intenso. Si ciertos problemas pueden abordarse con una energía espiritual débil, los más complejos exigen un esfuerzo para subir un escalón. Me digo que es el momento de “subir un escalón”. Desde la creación de nuestra compañía, hace cinco años en Hong Kong, esta es la crisis más grave. Hemos llegado más allá de nuestras expectativas y trabajamos con muchos clientes prestigiosos. También padecemos el mal de las empresas jóvenes en fuerte crecimiento: el aumento constante de nuestra necesidad de fondos para las operaciones. En resumen, necesitamos efectivo. En cuestión de unos cuantos minutos, me llega una idea que se me impone como una evidencia absoluta: esta crisis me dará la oportunidad de realizar un trabajo espiritual profundo. Estoy convencido de que superaremos la tempestad, pero yo quiero llegar más lejos, mucho más lejos. No se trata solo de superar la crisis (no dudo ni por un instante que lo lograremos), sino de convertirla en una posibilidad de crecimiento espiritual, de obtener una mayor sabiduría y de hallar más sentido. La vida de los monjes posee una intensidad espiritual única. Los monjes renuncian a todo lo que hace atractiva la “vida verdadera” para la mayoría de los hombres, a fin de consagrarse de manera íntegra a su búsqueda espiritual. Las relaciones amorosas, los hijos, el dinero, el poder, el reconocimiento; ellos dejan todo al borde del camino. Y es porque para ellos hay algo que es mucho más importante: la práctica del amor a Dios, en el caso del monje cristiano,2 y la realización de la naturaleza de Buda, en el caso del monje budista.

1

W. W. Dyer, Il existe une solution spirituelle à tous vos problèmes, AdA, 2003. [Véase la sección Bibliografía para una referencia en español.] 2 Como les pide san Benito, “no prefieren absolutamente nada que no sea Jesucristo”, Regla de san Benito, 72, 11.

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1. El desafiio de la vida de los monjes

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Los monjes son hombres que viven “con pleno sentido”. Se concentran en lo que les aporta mayor significado y se separan del resto de las cosas.3 Esta radicalidad del compromiso de los monjes puede ser molesta para los directivos que toman decisiones y que, además, conceden importancia a su práctica espiritual. Es incluso un verdadero desafío, ya que el monje dice con su vida entera que esta práctica es más valiosa que todo lo demás, sin excepción. Como director o gerente, la práctica espiritual no es lo primero de su lista. Hay muchas otras prioridades. Hay temas más urgentes, hoy, mañana, quizá incluso la semana próxima. En cinco años de experiencia de brindar coaching a directivos y gerentes, ¡no he visto un solo contrato cuyo objetivo fuera la búsqueda de sentido o sabiduría! Sin embargo, con su vida hecha de mucho silencio, los monjes podrían interpelar a quienes toman decisiones, recordándoles la urgencia de su práctica espiritual. Si encara el desafío que representa la vida de los monjes, ¿cómo hacerle frente? Para encontrar una respuesta a esta interrogante, hay que empezar por un movimiento doble: ­ comprender a profundidad los principios fundamentales de la vida de los monjes; ­ preguntarse acerca de su propia definición de éxito.

Los principios fundamentales de la vida monástica Hablar de la vida monástica en general es vago. Hay diferencias significativas entre el monaquismo de la familia benedictina y el monaquismo zen; lo mismo que las hay en el seno del monaquismo zen, entre la tradición vietnamita y la tradición japonesa. Incluso hay diferencias a menudo entre comunidades de una misma tradición. Sin embargo, existen elementos tan esenciales que están presentes en todas partes. 3

“Estamos ahí para concentrarnos en Dios. Eliminamos todas las circunstancias que pudiesen reducir esta intensidad”, F. Bianco, Voices of Silence: Lives of Trappists Today, op. cit., p. 31 (traducción del autor).

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La tradición benedictina y la tradición zen comparten muchos principios de vida: la vida comunitaria, la soledad y el silencio, la oración o la meditación, el estudio de los textos sagrados, la práctica del amor y la compasión, la estabilidad, la obediencia, la hospitalidad, la pobreza, el trabajo y la castidad. Esta elección es una simplificación y no pretende resumir la riqueza de la vida monástica. Ciertos elementos adquieren más peso en unas tradiciones que en otras. En la familia benedictina, por ejemplo, se pone un acento particular en la estabilidad y la hospitalidad, que no se encuentra con la misma fuerza en otras tradiciones. En el monaquismo zen japonés, la obediencia es más estricta, a veces chocante para las mentalidades occidentales. Se puede constatar una fuerte convergencia entre ambas tradiciones, aunque eso parezca desconcertante a primera vista, ya que sus raíces están alejadas. El monaquismo zen tiene sus orígenes en China. Según la tradición, el budismo fue importado desde India (en donde vivía Buda, el primero en “despertar”) por Bodhidharma, en el año 520. El zen japonés, como el vietnamita, reclama para sí este ancestro común. Para ser más precisos, la corriente del zen japonés a la que nos referiremos más, la escuela Rinzai, reivindica el mismo origen que el movimiento fundado por Thich Nhat Hanh, que se considera como la generación 43 de la escuela Linji.4 Las palabras “Rinzai” y “Linji” utilizan, por lo  ): Rinzai es la pronunciación jademás, los mismos caracteres (  ponesa y Linji la pronunciación china. El monaquismo cristiano occidental halla su inspiración en los “Padres del desierto”, pioneros que tuvieron las primeras experiencias monásticas en Egipto, durante los primeros siglos de la era cristiana.5 Esta convergencia se comprende mejor si uno considera la naturaleza del trabajo espiritual: se trata de una labor que se realiza con profundidad, en el núcleo de la naturaleza humana, en donde las diferencias culturales pierden su impacto. Aun así hay una diferencia esencial entre la vía benedictina y la del zen. La vía benedictina está hecha de equilibrio y moderación. 4

Thich Nhat Hanh, Joyfully together, Parallax Press, 2003, p. 70. Cf. T. Merton, La Sagesse du désert: Apophtegmes des Pères du désert du IVe siècle, Albin Michel, 2006.

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San Benito pide que “no se establezca nada riguroso ni demasiado pesado”.6 Todo debe hacerse “con mesura, debido a los débiles”.7 Desde luego hay que poner estas palabras en un contexto (en el siglo V) en el que numerosas experiencias monásticas habían tendido con anterioridad un ascetismo extremo. ¡La moderación benedictina se considera en nuestra sociedad moderna como una disciplina rigurosa! Falta contrastarla con la aproximación elegida por el zen, mucho más estricta y austera. De hecho, esta diferencia se halla más entre la vida benedictina y la corriente del Rhich Nhat Hanh, por una parte, y el monaquismo zen japonés, por otra. La austeridad y el rigor del monaquismo zen japonés son por completo únicos. En el zen japonés hay la idea de que solo una élite puede dominar y acceder a esa experiencia,8 y que se necesita cierta dosis de sufrimiento para evolucionar.9 Incluso, cuando un monje está enfermo, no se le considera exento de la práctica, lo que contrasta con los cuidados de los que se hace objeto según la Regla de san Benito. Es probable que esta austeridad y este rigor se expliquen por el hecho de que los fundadores de las comunidades zen en Japón encontraron un éxito muy rápido entre la clase guerrera, a su regreso de China en el siglo xiii. La ética de la clase guerrera influyó en el zen japonés desde sus orígenes. En forma más general, la cultura japonesa ha contribuido también a dar al zen japonés su sabor único. El esfuerzo se consagra ahí como una virtud esencial (el verbo “gamansuru”, esforzarse, se emplea con mucha frecuencia en la vida cotidiana. “Gamansuru” es una acción muy valorada siempre). Esta diferencia de rigor debe aclararse por un hecho importante: la vida monástica se considera en el zen japonés como un periodo de formación intensivo que termina cuando ha aportado sus frutos. Los monjes dejan entonces el monasterio para desempeñar una función “en el mundo” (como responsables de un templo zen, muy a menudo; función equivalente a la del párroco). Un monje zen 6

Regla de san Benito, prólogo, 46. Íbid., 48, 9. 8 D. T. Suzuki, “El zen está pensado para la élite, para mentes especialmente dotadas, y no para las masas”, The Training of the Zen Buddhist Monk, op. cit., p. 868. 9 “El joven monje debe experimentar la vida en sus aspectos más duros y difíciles; si no sufre no puede penetrar en las profundidades de su propio ser”, D. T. Suzuki, op. cit., p. 142. 7

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con quien me encontré, comparó la vida monástica en Japón con una carrera de 100 metros, cuya intensidad es, por fuerza, distinta a la de una vida monástica pensada para toda una vida, como sucede en la aproximación benedictina. Durante más de 15 siglos de experiencia en los monasterios, los principios de la vida monástica se han pensado y experimentado hasta en sus más mínimas sutilezas. Los capítulos siguientes permitirán estudiarlos en forma más detallada, a razón de un capítulo por cada principio. Me gustaría antes explicar la decisión que tomé en cuanto a no dedicar un capítulo a dos principios: la castidad y el trabajo.

Castidad y trabajo: dos principios aparte La castidad es una regla ineludible en todos los monasterios de la familia benedictina, lo mismo que en los monasterios zen (sin embargo, los monjes japoneses pueden casarse una vez que han abandonado el monasterio). Con todo, este principio no forma parte de este libro, por dos razones: ­ a mi forma de ver, no hay un vínculo con la postura del líderdirectivo que toma decisiones; ­ es un principio que, en lo personal, me resulta difícil de asimilar, ya que estoy convencido de que la relación de pareja representa una vía muy rica de progreso espiritual. No tengo una experiencia directa con este principio y, por tanto, me es difícil hablar de él. Sin embargo, entiendo la intención de los monjes que perciben en la práctica de la sexualidad un obstáculo a su progreso espiritual. Thich Nhat Hanh resumió de manera adecuada la opinión generalizada al escribir: “Las aspiraciones de un monje o de una monja no se realizan con plenitud sino mediante el abandono total del apego al deseo sexual”.10

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Thich Nhat Hanh, Entrerdans la liberté, op. cit., p. 36; remítase a la bibliografía comentada. [Véase la sección Bibliografía para una referencia en español.]

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En cuanto al trabajo, se excluye por una razón casi opuesta: el vínculo con la vida de quien toma decisiones parece muy evidente. Todo director o gerente ya tiene una buena experiencia de trabajo. El problema de quienes toman decisiones suele ser el exceso de trabajo más que el letargo o la indolencia que deseaban evitar los fundadores de las comunidades monásticas.11 Se trataba de un verdadero riesgo en la época: ciertos monjes deseaban recorrer un camino constituido solo por la meditación, la oración y el estudio. En las formas del monaquismo que terminaron imponiéndose, tanto en el budismo zen como en la familia benedictina, el trabajo tiene un lugar central. Aun así, la cuestión del trabajo se abordará en algunos capítulos, de manera particular en el capítulo acerca de la oración y la meditación (capítulo 4). En efecto, los monjes consideran el trabajo como una oportunidad de labor espiritual, con la misma categoría que la oración y la meditación. La forma en que se realiza el trabajo es crucial: tiene vocación de convertirse en una oración o una meditación. No se trata solo de trabajar para obtener un resultado, sino, sobre todo, de dar una calidad espiritual al trabajo. Antes de revisar cada uno de los principios elegidos en este libro, es importante que cobre conciencia de que lo que puede obtener depende de la definición que usted mismo tenga del éxito.

Aclare su definición del éxito Como la vida de los monjes es muy diferente de la nuestra —pues la de ellos está por completo orientada hacia un ideal espiritual—, el establecer relaciones con dichos monjes nos lleva a plantearnos la cuestión de saber, ¿qué es el éxito para un directivo o un gerente? Una pregunta más importante aún: ¿Qué es el éxito para usted?

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“La ociosidad es enemiga del alma. Por tanto, los hermanos deben ocuparse en ciertos momentos del trabajo de las manos y tienen otras horas fijas para dedicarse a la lectura de las cosas de Dios”, Regla de san Benito, prólogo, 48.

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Tiempo de reflexión Tómese unos minutos para reflexionar acerca de su propia definición de éxito como líder o directivo. ¿Siente que ya ha triunfado a plenitud? Si es así, ¿cuáles son los indicadores que lo hacen pensar eso? Si no es así, ¿qué objetivos debe alcanzar aún para sentir que ha triunfado plenamente?

Entre los elementos del éxito de quien toma decisiones, hay algunos que son ineludibles: el crecimiento sano de la empresa, la rentabilidad, la calidad de las relaciones humanas en la compañía, la imagen de la marca ante clientes y proveedores. Son cada vez más los directivos y gerentes para quienes el equilibrio personal y la calidad de la vida familiar cuentan por igual. Es posible que haya otros elementos en su propia definición. Por su parte, pocos monjes hablan de manera abierta de éxito o fracaso. Estas palabras no están incluidas en su vocabulario, ya que valorar el éxito o el fracaso de una práctica espiritual no es tan sencillo. Sin embargo, utilizan indicadores (bastante débiles) de progreso: la paz interior, la alegría y la serenidad. Desde el punto de vista del responsable de una comunidad, un monje que no se aproxima a estos indicadores va por el camino equivocado. “¿Hay gozo, facilidad y levedad en lo que hago?”,12 es una pregunta planteada por Echart Tolle, maestro espiritual que se hizo célebre por su libro The Power of Now (El poder del ahora), publicado en 1999. ¿Piensa que podría haber más gozo y serenidad en usted? ¿Piensa que su vida podría tener aún más sentido? Y si, aceptando el desafío de los monjes, su definición de éxito pusiera exactamente en el mismo rango: 12

E. Tolle, Le Pouvoir du momento présent, J’ailu, 1999, p. 83. [Véase la sección Bibliografía para una referencia en español.]

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­ el progreso de su carrera, el crecimiento de su empresa, su rentabilidad, la calidad de las relaciones humanas en su núcleo y la imagen de su marca ante clientes y proveedores; ­ el gozo, la serenidad, la paz interna y la búsqueda de sentido. Al limitar la definición de éxito a la primera parte, la vida de los monjes propone ya muchas enseñanzas a quienes toman decisiones. Al ampliar la definición a la segunda parte, esas enseñanzas se vuelven considerables. Una definición así del éxito significa que cada día se convierte en una oportunidad de hacer crecer a su empresa dando al mismo tiempo algunos pasos en su práctica espiritual. Es entonces cuando aparece otra dimensión de la vida de quien toma decisiones. Todo lo que era importante sigue siéndolo: la carrera, el crecimiento, la rentabilidad, las relaciones humanas, la imagen de la marca. Pero la práctica espiritual, que no era más que música de acompañamiento (a lo sumo), se desliza en cada vez más momentos de su vida profesional. Y, ¿es en verdad un desafío realista? Después de todo, como vimos en la Introducción de este libro, los monjes no se someten a las mismas limitaciones ligadas a la dirección de una empresa o de un equipo. Viven en un ambiente mucho más favorable al progreso espiritual. Sin embargo, la vida de quien toma decisiones está salpicada de obstáculos que pueden transformarse, en cuestión de segundos, en puntos de apoyo para el desarrollo espiritual. Un obstáculo que hace nacer en usted un miedo, una tensión o un enojo, también le brinda una oportunidad para conectarse con su dimensión espiritual. En fin, es una cuestión de disciplina y determinación, ligada al sentido que usted le da a su vida. Si bien la vida de los monjes puede suponerle algo desconcertante y desafiante, no lo abandona a su suerte ante las preguntas que pudiera hacerse. Con sus 20 siglos de historia, propone una riqueza formidable de experiencia de la que usted puede venir a abrevar con libertad. Cada uno de los principios de la vida de los monjes puede considerarlo como una fuente de inspiración para su cotidianeidad como líder-directivo que toma decisiones: la vida comunitaria (capítulo 2), soledad y silencio (capítulo 3), plegaria y la meditación (capítulo 4), estudio (capítulo 5), amor y la compasión (capítulo 6),

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estabilidad (capítulo 7), obediencia (capítulo 8), pobreza (capítulo 9) y hospitalidad (capítulo 10).

Para saber más Thich Nhat Hanh, Entrer dans la liberté [disponible en español bajo el título Entrar en la libertad, manual para un novicio]. Regla de san Benito Dom. Claude Jean Nesmy, Saint Benoît et la vie monastique. D. T. Suzuki, The Training of the Zen Buddhist Monk.

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