Los juegos de rol y su potencial para la cultura y el aprendizaje. Miguel Angel Bastarrachea Magnani Doctorado en Ciencias (Física), Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México 04510, Distrito Federal, México
[email protected] Carlos Francisco De la Mora Mondragón Maestría en Docencia para la Educación Media Superior (Química), Facultad de Química, Universidad Nacional Autónoma de México 04510, Distrito Federal, México
[email protected] Nadia Ramírez Cruz Doctorado en Ciencias (Física), Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México 04510, Distrito Federal, México
[email protected] Palabras clave: Juegos de rol, juegos serios, actividades lúdicas, trabajo colaborativo, narrativa. Introducción. Los juegos de rol (role-playing games) son una actividad lúdica en la que los jugadores interpretan un papel en una historia cuyo final desconocen y que se construye continuamente con la participación conjunta. En estos juegos, cada uno de los participantes asume el rol de un personaje que se enfrenta a una serie de aventuras guiadas por un director de juego. Éste crea la base de la historia y los jugadores la van modelando y retocando a partir de las acciones que realiza su personaje en la trama. El objetivo del juego es llegar hasta el final del relato resolviendo el enigma o enigmas planteados, por ejemplo; desenmascarar al traidor, salvar a la doncella, encontrar el tesoro, etc. Los juegos de rol nos permiten cumplir ese sueño que todos hemos tenido alguna vez al asistir a una proyección de cine y hemos pensado: “Si yo fuera el protagonista, no haría eso. Lo que haría es…”. Pues bien, de eso trata un juego de rol, que los jugadores asuman un papel (como el actor de una película) pero sin un guión rígido a seguir, sino uno en donde las palabras, acciones y actuación de los participantes pueden cambiar el devenir del
relato. En el juego se introduce un sistema de reglas basado en tiradas de dados para dar un cierto grado de aleatoriedad a las posibilidades de éxito en las acciones. De esta forma, un juego de rol combina estrategia, imaginación y azar. En la mayoría de los juegos conocidos antes de la aparición de los juegos de rol, el objetivo principal se basa en la victoria de un jugador sobre los demás. En los juegos de rol, en cambio, se sustituye el concepto de competición por el de colaboración, los participantes no sólo representan a un personaje si no que resuelven la misión en conjunto. En un juego de rol no hay perdedores.
Antecedentes históricos de los juegos de rol. Como uno de los primeros antecedentes de los juegos de rol, se puede mencionar la comedia del arte italiana (Commedia dell’Arte), era un teatro popular que nació en el siglo XVI en el cuál mezclaba tradiciones carnavalescas (uso de máscaras y vestuario) con mímica y habilidades acrobáticas. Se relaciona con los juegos de rol porque su componente principal es role-play o la interpretación de roles, es decir, comportarse de tal forma que se asume un rol o personaje. Los actores tomaban una máscara cualquiera para interpretar algún papel en particular, siendo intercambiables para que alguien más actuara el personaje. Posteriormente, en 1913 H.G. Wells desarrolló los juegos de guerra (wargames), derivados del ajedrez, con la diferencia de que las “piezas” tenían distintas habilidades y los jugadores podían trabajaran en equipo para superar al oponente, además de simular tecnología, estrategia y organización militar en entornos históricos y fantásticos (Dorca Bis, 2008). Después en 1920 se popularizó en países de habla inglesa los juegos de salón, eran actividades grupales que se realizaban bajo techo y con el propósito de divertirse, frecuentemente imitando las historias navideñas de Hans Christian Andersen. Posteriormente, durante la década de los 50, Viola Spolin (1986) desarrolló los juegos teatrales, utilizando el juego como una manera de aprender a actuar, propiciando que sus estudiantes desarrollaran más fácilmente su expresión oral, así como la improvisación. Otro antecedente es el de las reconstrucciones históricas en Estados Unidos de América a partir de 1960, en las que cada persona caracterizaba a un personaje histórico y se realizaban ante el público las batallas que se habían llevado a cabo durante la guerra de independencia. Los
intérpretes no sólo se apegaban a un papel, sino que intentaban hacer la representación lo más fiel posible a cualquier persona de aquella época. Sin embargo, formalmente, los juegos de rol tienen sus orígenes en 1966 cuando el profesor de sociología William A. Gamson del Boston College creó un nuevo concepto con un juego llamado SimSoc® en el cuál no había fichas, ni tablero, ni siquiera reglas estrictas; únicamente se basaba en el diálogo, la imaginación y en el sentido de aventura heroica. Pero fue hasta los años setenta en los que finalmente se conjugaron todos los elementos que constituyen a los juegos de rol, cuando durante 1974 Gary Gygax y Dave Anderson, fanáticos de los wargames, quisieron personalizar cada uno de los soldados participantes en la simulación (Rilstone, 1994). Así surgió Dungeons and Dragons ®, un juego de rol de corte fantástico, y a partir de éste juego muchos más con diferentes temáticas y sistemas hasta nuestros días.
Sustento teórico: acerca del juego. Para muchos, el juego se encuentra profundamente imbricado en el entramado cultural de la humanidad. El “jugar” se puede pensar como una actitud con la que enfrentamos las cosas, resignificando el mundo de manera consciente (Lorca, 2007). Es por eso que los juegos han estado presentes en todas las culturas humanas, como un constante en la generación de espacios de juego, como una experiencia social experimentada en el actuar cotidiano. Oponiendo la vida real al juego, la única diferencia entre ambos es lo serio o lo frívolo que resulta el rol que te es asignado (Williams, et al, 2006). En resumen, se puede llegar a comprender de forma diferente y nueva a las culturas desde las prácticas lúdicas generadas por ellas (Huizinga, 1949). Como actividad lúdica es necesario comentar algunos aspectos generales del juego y dentro de estos, las peculiaridades de los juegos de rol, todo con el objetivo de su aplicación al aprendizaje y al desarrollo cultural. Para empezar, podemos preguntarnos, ¿qué es el juego? Tomemos una definición dada por J. Huizinga en Homo Ludens: “Resumiendo, podemos decir, por tanto, que el juego, en su aspecto formal, es una acción libre ejecutada “como sí” y sentida como situada fuera de la vida corriente, pero que, a pesar de todo, puede absorber por completo al jugador, sin que haya en ella ningún interés material ni se obtenga en
ella provecho alguno, que se ejecuta dentro de determinado tiempo y en un determinado espacio, que se desarrolla en un orden sometido a reglas y que da origen a asociaciones que propenden a rodearse de misterio o a disfrazarse para destacarse en el mundo habitual”
(Huizinga, 1972, p. 26).
Este pensamiento de Huzinga es de suma importancia pues nos permite reconocer varios de los factores del juego que discutiremos brevemente a continuación. Estos son: el sentido, el tiempo y el espacio determinados, las reglas y, por supuesto, la función cultural en la que radica su potencial para el aprendizaje. Antes que nada el juego es parte de la cultura y de la humanidad desde sus comienzos. Sin él, el desarrollo humano y cultural estaría incompleto. Nuevamente, citando a Huizinga: “… la cultura humana brota del juego –como juego- y en él se desarrolla”
(Huizinga, 1972, p. 8). La
finalidad que cumple el jugar puede entonces no ser útil pero sí necesaria. Sin importar cuál es su origen: el instinto, la recreación, el descanso, una forma de probar cosas en la vida antes de tomar decisiones ‘serias’ o una forma de adquirir dominio sobre sí mismo. Podemos encontrar entonces al juego en la raíz de todas las actividades humanas, desde las actividades serias hasta las más infantiles. Sin momentos lúdicos el ser humano sería incapaz de hacer arte o ciencia. Jugar en este sentido es la forma más básica de prueba y error que nos posibilita formas culturales ‘superiores’. Es aquí, en consecuencia, donde se encuentra el potencial de los juegos para el aprendizaje. En primer lugar, porque el juego es imposible de ignorar, cualquier ser humano es capaz de imaginarse la realidad del juego y por tanto, supera las barreras del lenguaje, la geografía y la historia. Lo ‘serio’, el opuesto artificial del juego, depende justamente de los ritos de cada sociedad, mientras que el juego no. “Lo serio se puede negar; el juego no” (Huizinga, 1972, p. 14). En segundo lugar, siendo una forma profundamente inscrita en las raíces del orden cultural y una forma tan básica del ejercicio de prueba y error, donde se puede fallar sin las terribles consecuencias de la vida ‘real’ y cotidiana, todo se puede aprender a través del juego. Sin embargo, ¿cómo es posible esto cuando, para poder pensarlo, colocamos al juego como opuesto de lo real y lo serio? Porque el juego es una función llena de sentido. No hay juego que no signifique algo. El juego encierra un horizonte completo de significados que, aunque es ‘como si’ tuviesen vigencia sólo dentro de la actividad misma, en realidad dan vida a una función cultural con ideales y conexiones espirituales y sociales. Es en este
sentido, en este ‘como si’ donde las cosas pueden ser aprendidas. Porque gracias a este sentido, el juego también se puede convertir en algo serio. En el juego, el jugador vive en el ‘como sí’ en un espacio y tiempo especial donde “…el juego se cambia en cosa seria y lo serio en juego”
(Huizinga, 1972, p. 21). Todo juego se desenvuelve en función de este sentido y en
consecuencia, en el campo ideal generado y definido por él donde sus elementos explícitos e implícitos son cosa seria; o visto desde lo ‘serio’ es ‘como si’ lo fueran. Este terreno delimitado por el sentido, es un tiempo y un espacio especial marcado de antemano y que resulta similar a otras actividades consideradas serias y de suma importancia cultural, como las jurídicas y las religiosas. En gran medida, esta seriedad del juego y su poder radica en el apartarse de la vida cotidiana. Todo juego tiene un lugar y una duración, ambos determinados y limitados por los mismos jugadores. Toda su atención se centra entonces en lo que está definida y encerrada en ese tiempo y espacio especiales que el sentido del juego define e incorpora. Es un mundo temporal y espacial que se abstrae de la vida cotidiana y que al final se termina, pues sirve sólo para el logro de una actividad que se consuma en sí misma. La forma en que este mundo se puede delimitar es a través de reglas, que están en consonancia con el sentido del juego. Cada juego tiene sus reglas, no hay juego sin ellas aunque no tienen que ser las mismas para todos porque no todos están definidos por el mismo horizonte de sentido. Las reglas determinan lo que se vale dentro del campo temporal y provisional del juego. En la mayoría de los juegos son obligatorias e indudables y esto permite a los jugadores desenvolverse en el campo de sentido del juego bajo una autoridad predefinida que garantiza la consecución de la actividad. En los juegos de rol, en cambio, existe la posibilidad de romperlas y hablaremos un poco más adelante al respecto. Pero, si el sentido del juego sólo tuviese como herramienta a las reglas, los juegos serían simplemente aburridos y el mundo especial construido por los jugadores donde el juego es cosa seria simplemente se derrumbaría. Entonces, se necesita otro elemento que mantenga la tensión en el juego, un aspecto que mantenga la seriedad del posible fracaso y que elimine la garantía segura de éxito, forzando a los jugadores a seguirse desenvolviendo, a seguir probando, fallando y aprendiendo, a seguir jugando. Éste es el azar. Provee de incertidumbre en el camino hacia la resolución de tal suerte que para que los jugadores
cumplan los objetivos del juego, irremediablemente son puestos a prueba al igual que a sus facultades de inventiva y finalmente, dependiendo del juego, a sus fuerzas. A veces jugar permite un conocimiento de sí mismo y el ulterior control de las propias fuerzas. Lograr el objetivo del juego manteniéndose entre los límites impuestos con la posibilidad de fallar es lo que le da la seriedad. El juego entonces tiene la capacidad de adquirir inmediatamente una estructura cultural sólida. Por eso es tan importante y posee tanto potencial. El juego es, en general, memorable. Permanece en el recuerdo de los jugadores y espectadores como una creación duradera, como un tesoro anecdótico que puede ser transmitido y en mayor o menor grado repetido. Esta propiedad de repetición y de memoria es el resultado final del sentido y de la seriedad del juego, y la raíz de éste como fuente de aprendizaje y del desarrollo cultural. Hemos revisado las generalidades del juego y su potencial cultural y educativo. Ahora es momento de decir el porqué elegir a los juegos de rol. Podemos decir que estos poseen cuatro elementos característicos. El primero es que son principalmente una actividad narrativa. Un juego de rol gira en torno a la construcción conjunta de una historia en la que todos los jugadores participan y donde el sentido del juego está expresado por esa historia. Los jugadores, antes que nada, velan por el sentido del juego directamente, pues ellos mismos vigilan en todo momento la coherencia narrativa. El carácter memorable de los juegos de rol no puede ser más directo: una vez terminada o concluida la narrativa de cada sesión de juego, se convierte en una anécdota vívida y memorable. Es por esto que el otro aspecto crucial en los juegos de rol es el role-play, que ya mencionamos antes. Es un cambio en el comportamiento en el que se asume un personaje. Una actividad conocida por todos desde que éramos niños. Este aspecto es de suma importancia pues garantiza la seriedad y el ‘como si’ dentro del juego. El objetivo del juego de rol no es en sí lograr un objetivo, sino jugar en un mundo ficticio construido entre los jugadores. Por eso, el punto más importante es el del ‘rol’ o el ‘papel’. Todo jugador (incluido el narrador o director de juego del que hablaremos a continuación) toma el rol de un personaje y se desenvuelve en el mundo definido por la narrativa conjunta ‘como si’ fuese ese personaje. Tomando las decisiones que ese personaje
tomaría, sintiendo las emociones, los éxitos y los fracasos de ese personaje, en otras palabras, el jugador de rol es ‘como si’ fuera el personaje. El tercer aspecto es sin duda el de las reglas. En los juegos de rol los objetivos son la narrativa conjunta y la toma del rol del personaje. En consecuencia, las reglas están supeditadas a estos propósitos y si fuesen demasiado rígidas sucedería lo que en los juegos tradicionales: las desviaciones pequeñas del sentido del juego lo harían perder su carácter como tal y lo anularían. Por eso, en los juegos de rol existe la libertad para romper sus propias reglas, para ampliar su propio terreno lúdico y modificar su sentido en función de la narrativa definida por los jugadores. Así, a diferencia de otros juegos donde existe un árbitro cuya mera función es vigilar el cumplimiento de las reglas definidas a priori, en los juegos de rol, el árbitro es un jugador más, un participante activo cuya función es dirigir la narrativa y adaptar las reglas para mantenerla y mantener el espacio y tiempo especial del juego de rol sin anularlo. Mantiene los límites de juegos modificándolos y adaptándolos a la narrativa conjunta. Este jugador se conoce como narrador o director de juego. Es con esto que llegamos al cuarto aspecto. Los juegos de rol no son competitivos, sino cooperativos. El propósito final es crear una historia conjunta en la que los jugadores se desenvuelven mientras que el director de juego dirige y coordina. Este aspecto es de vital importancia y marca una distinción fuerte con la mayoría de los juegos. Aún cuando surgen antagonismos entre los personajes de la historia, la misma historia es creada en cooperación y la intercomunicación entre los jugadores es clave para el desarrollo del juego. Así, los jugadores de rol no sólo desarrollan aptitudes narrativas y para trabajar en equipo, sino que efectivamente colaboran en un mundo creado por ellos, en un ‘como si’ lleno de sentido. Y es ahí donde es posible aprender un sin fin de cosas con los juegos de rol, puesto que su ventaja es la libertad intrínseca que posee en definir el horizonte de sentido predeterminado. Es decir, se puede tomar el rol de un personaje que aprende y el resultado final es que el jugador termina aprendiendo.
Los juegos de rol y el aprendizaje. Los intentos de aplicar los juegos de rol a la educación son varios y vastos aunque no muy difundidos. La mayoría gira en torno a usar principalmente el role-play. Pocos consideran
todos los aspectos de los juegos de rol íntegramente. En general, los juegos de rol propician distintos valores (Hernández, 2010): desarrollan la expresión oral, estimulan el razonamiento matemático, fomentan la empatía, impulsan el trabajo en equipo, la cooperación y la tolerancia, incrementan la toma de conciencia y la responsabilidad en la toma de decisiones, mejoran el nivel de socialización y la capacidad de resolución de problemas e improvisación y, finalmente, promocionan la lectura comprensiva y la escritura creativa. Es por esto que se piensa a los juegos de rol como herramientas pedagógicas que pueden ser utilizadas en todas las áreas y en todos los niveles puesto que permiten a los estudiantes: desarrollar su creatividad, resolver problemas bajo presión, acercarse a temas complicados, adquirir nuevos puntos de vista del material estudiado, plantear escenarios complicados del mundo real y darse cuenta de la importancia de las personas y de otros puntos de vista. A continuación describimos algunos intentos en los que se han usado los juegos de rol y que nos parecen representativos. Dentro de los usos del role-play en el ámbito académico está el desarrollo de plataformas digitales que fungen como simuladores de juegos de rol, por ejemplo, en la Universidad de Melbourne, Australia se creó un ambiente digital que permite a los alumnos tomar decisiones y aprender de los errores cometidos en un ambiente seguro. Este entorno digital basado en los juegos de rol se creó para la enseñanza de temas políticos mundiales. También, en la enseñanza de temas científicos como en el Centro de Recursos de la Educación de la Ciencia (Science Education Resource Center (SERC)) del colegio Carleton en Minesota, Estados Unidos el grupo de enseñanza de Geociencia plantea la dinámica de role-play como parte importante en la enseñanza de la misma. En los ejercicios de role-play cada estudiante toma el rol de una persona afectada por algún problema y estudia los efectos del mismo sobre la vida humana, de manera que se puede estudiar también el efecto de la actividad humana en el mundo que nos rodea desde la perspectiva de otras personas (R. Tedd, 2012). Otro de los ejercicios consiste en tomar el rol de algún fenómeno siendo a la vez parte de un ecosistema y ver los detalles y pormenores del efecto en las personas y en el mismo ecosistema. Esto es posible gracias a que el role-play se puede pensar como un drama desestructurado (Dallman-Jones, et. al. 1994) y en consecuencia es capaz de explorar escenarios poco típicos. También, el role-
play es una gran herramienta para la enseñanza de la comunicación a los estudiantes de medicina (D. Nestel y T. Tierney, 2007). Por ejemplo, una de las actividades consiste en estudiar la le relación paciente-médico, los estudiantes toman tanto el rol del paciente como el del medico y se desarrollan sus habilidades de comunicación entre ellos. También pueden enfocarse en la toma de decisiones en el caso de establecer un padecimiento y el tratamiento correspondiente. En muchas ocasiones el ambiente de un salón de clases se vuelve limitante y aburrido para los estudiantes, es por eso que existen grupos que se dedican a reforzar los conocimientos adquiridos en la escuela, pero en un ambiente al aire libre, seguro y de forma divertida. Abantey, the Roleplay Workshop, en Oakland, California, Estados Unidos, se dedica a proveer esta clase de servicios. Abantey es un juego narrativo interactivo que enseña a los estudiantes matemáticas, ciencias, solución de problemas, responsabilidad tanto en la vida real como dentro del juego, ayuda a experimentar errores en la toma de decisiones, pero en un ambiente seguro, ayuda en la interacción social entre los estudiantes. Este tipo de programas ofrece sus servicios durante los ciclos escolares así como en campamentos de verano. Finalmente, dentro de la enseñanza de idiomas, en particular del inglés, los juegos de rol, están siendo usados como herramientas que permiten a los estudiantes utilizar el lenguaje de manera no estructurada, es decir que se tienen diálogos libres dentro de escenarios establecidos. Tomar el rol de un personaje dentro de una historia, puede hacer que el alumno se desenvuelva mejor con el lenguaje que se esta aprendiendo. Estos son algunos ejemplos de lo que se ha hecho utilizando los juegos de rol. Además, los juegos de rol tienen el poder para influir en la cultura popular, desde la literatura fantástica, el cine y la televisión, hasta la moda y el arte. Por lo que permite aumentar el interés de los jóvenes jugadores por investigar sobre temas de importancia cultural, arte, historia y ciencia, así como generar nuevos conocimientos y conexiones entre los ya establecidos. Es por eso que nuestro objetivo es seguir explorando el potencial educativo de los juegos de rol sobre todo en las comunidades de jóvenes.
Agradecimientos: A la Dra. Frida Díaz Barriga por su amable invitación a participar en el coloquio, además de todo el apoyo brindado para que continuemos desarrollando este proyecto. Así como al equipo de las Actividades Culturales de la Facultad de Ciencias de la UNAM, por ser los primeros en darnos la oportunidad de realizar pruebas y difundir los juegos de rol, especialmente a Nancy Mejía y Moisés Robles.
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