Los mongoles conquistan Europa?

Otro Mundo Medieval Miniatura que representa a Gengis Khan junto a Marco polo. Los mongoles ¿conquistan Europa? ENRIQUE F. SICILIA CARDONA PERIODIST

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Otro Mundo Medieval

Miniatura que representa a Gengis Khan junto a Marco polo.

Los mongoles ¿conquistan Europa? ENRIQUE F. SICILIA CARDONA PERIODISTA E HISTORIADOR

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Las yurtas, tiendas circualres que todavía pueden encontarse en las estepas de Mongolia actual.

E

n la concurrida plaza del mercado de la ciudad polaca de Cracovia, se alza la basílica de Santa María con sus dos torres de desigual altura. A cada hora, un trompetista toca una melodía llamada Hejnał mariacki desde una de las ventanas de la torre más alta, en honor a un suceso, casi legendario, que se cuenta a cualquier visitante de la ciudad. Allá por el siglo XIII, un vigía daba la voz de alarma ante una incursión de un pueblo nómada de las estepas de Asia, los mongoles, hasta que una flecha le atravesó la garganta y murió en el acto; la leyenda dice que su sacrificio salvó a sus compatriotas hecho que, posiblemente, no sucedió en realidad, ya que la ciudad fue saqueada en el año 1241 por las hordas tártaras que comenzaban su expedición punitiva europea. 68

Nómadas y Europa

Las relaciones entre pueblos nómadas y sedentarios en Europa no eran, ni mucho menos, novedosas. Ya en el siglo V d.C aparecieron las primeras visitas inesperadas con los famosos hunos y su jefe Atila, que campó a sus anchas por la Europa occidental hasta que fue detenido en la batalla de Chalons o Campos Cataláunicos (451). El por qué se extendieron tan lejos desde su Asia natal vendría impuesto, seguramente, por diferentes causas, tanto demográficas, como ecológicas, políticas o, simplemente, por la necesidad de conseguir nuevos espacios para sus movimientos. Ese patrón de conducta sociocultural, la de un pueblo nómada originario de las estepas asiáticas moviéndose en grandes masas hacia el Oeste, se repetiría con relativa frecuencia en los siglos siguientes. Pueblos como los cumanos, avaros,

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Detalle de una pintura china de Gengis Khan. S. XVI.

búlgaros o magiares continuaron esa diáspora hacia las sedentarias regiones europeas. Con más o menos éxitos se fueron asentando en diferentes territorios y, con el tiempo, algunos de estos grandes grupos étnicos crearían hasta sus propias dinastías. Si bien, ninguno de esos pueblos tuvo en el imaginario europeo el pánico que acompañó al paso de los hunos, debido a que su fortaleza ofensiva, así como el miedo que arrastraban en sus incursiones fue mucho menor. Quizá también, al no encontrarse en esos tiempos con una entidad cultural tan desarrollada como Roma ayudara a percibirlos como amenazas menores cuando aparecieron, al no existir un choque cultural y de costumbres tan manifiesto con una entidad tan arraigada y diferente como la romana. En cualquier caso, los nómadas asiá-

ticos que se adentraban ahora en Polonia eran sensiblemente diferentes a los anteriores. Este grupo, bastante numeroso como sus predecesores, venía empujando desde China, y sus intenciones eran más dañinas. Llevaban décadas guerreando y conquistando en nombre de su señor en la tierra o Gran Kan y, ni el poderoso imperio chino del Norte o Jin, les había detenido. Otros imperios habían caído en su demoledora expansión y, sin lugar a dudas, esos jinetes que saqueaban Cracovia eran la mayor amenaza que aparecía en Europa desde los tiempos de Atila.

Jinetes y tácticas

La base del ejército invasor mongol eran sus caballos de estepa. Eran de alzada baja (máximo 140 cm) y constitución robusta. No solían ser montados hasta los tres años y su alimentación se basaba en

los abundantes pastos de sus tierras altas de origen. Cada guerrero mongol se unía inseparablemente a su caballo desde la niñez y eran expertos jinetes que solían además contar en las expediciones con varias monturas a su cargo (se habla entre 2 a 18 caballos por hombre, según las fuentes) que se turnaban en la monta y así podían llevar unos excelentes promedios de distancia recorrida al día. Sin estos caballos y esta cultura arraigada, casi simbiótica, entre hombre y animal, no hubiera existido el mito mongol. Los jinetes, a su vez, se dividían en dos tipos principalmente: ligero y pesado. El jinete ligero, estereotipo habitual del guerrero mongol, iría armado con el eficaz arco compuesto recurvado o mixto (los escitas emplearon uno similar, 2.000 años antes), fabricado con cuerno de animal, tendón y bambú, y unido en una pieza. Su capacidad de penetración

desde sus estables sillas de montar era sobresaliente y tenía un alcance imponente pudiendo hacer blanco a unos 300 metros (el doble que el famoso arco largo inglés). Seguramente, en el combate, esa distancia se reduciría para producir más daños con el impacto. Contaban con unos dos o tres arcos por cada jinete y además una espada curvada. Para protegerse utilizaban un pequeño escudo redondo. Por su parte, el jinete pesado portaría una coraza de escamas con láminas de hierro o cuero, junto a un casco cónico y, en ocasiones, las propias monturas podrían ir protegidas por este mismo tipo de armadura asiática. Su armamento consistiría en diferentes armas de metal, ya sean espadas, mazas o lanzas. A estas dos tipologías de guerreros se les unían en ocasiones tropas auxiliares o aliadas de ciertas regiones, como los cerik (powww.revistamedieval.com 69

Otro Mundo Medieval blación local sedentaria que reclutaban para defender las ciudades conquistadas), o los búlgaros del Volga e, incluso, tropas especializadas como, por ejemplo, los ingenieros chinos para la guerra de asedio o la construcción de puentes y carreteras. Todas estas unidades se agrupaban y organizaban en un ejército principal mediante un sistema decimal, habitual en otros imperios anteriores de las estepas asiáticas como el Khitan o el Jurched. Las mayores unidades se denominaban tümen y rondarían los 10.000 hombres; luego, vendrían las minqan, de 1.000; jaghun de 100 y, por último, las arban de 10 hombres. El ejército mongol, una vez puesto en marcha, se especula que podría tener cinco grupos apoyados entre sí y adoptaría un avance en forma de cruz griega. La vanguardia, que soportaba el primer impulso enemigo e incluso servía para atraerlos hacia los otros grupos. El ala izquierda o Je´ün Ghar y el ala derecha o Baraghun Ghar. Un centro, donde se situaría el comandante principal con su guardia personal o keshik y, finalmente, la retaguardia donde iría la impedimenta, monturas y tropas de reserva. Rodeando a todo este conjunto existiría una eficaz pantalla de aviso y cobertura, los llamados Algincin, que no sólo reco-

nocían el terreno a atravesar por la fuerza principal, sino que podían provocar matanzas controladas para propagar el miedo en sus enemigos, guardaban los pastos y recababan la máxima información sobre sus rivales, antes del choque decisivo. Este sistema guardaba algunas similitudes con lo que luego Napoleón explotó en su formidable campaña prusiana de 1806, con sus cuerpos de ejército coordinados en su denominado bataillon carré. Sus tácticas de combate eran muy flexibles y se basaban casi siempre en la propia característica de la lucha entablada. Si, por ejemplo, sus fuerzas eran más numerosas que las del contrario, lo acometían directamente e incluso podrían intentar envolverlo por ambos flancos y aniquilarlos, como sucedió en la batalla del Indo, 1221. Si las fuerzas estaban igualadas, solían fingir retiradas para atraer a la fuerza enemiga a una trampa y revolverse en el momento adecuado para desestabilizarlos, como en el Paso de Nankuo, 1213 o en Liegnitz, 1241. Y si, directamente, se sentían en inferiores condiciones, rehuían el combate a distancia o se retiraban si eran sorprendidos y esperaban otra mejor oportunidad, como sucedió en Polaniec, 1241. En lo que sí destacaban también eran en sus

veloces e implacables persecuciones a un enemigo derrotado, al que no solían dar ninguna tregua o cuartel. Se dice que persiguieron durante casi 100 km a los derrotados rusos, tras la batalla del río Kalka, 1223.

Polacos y húngaros

Conocemos que estas dos regiones europeas sufrieron la embestida organizada de los mongoles durante el año 1241 y ambos reinos fueron devastados, con sus reyes o grandes señores derrotados en dos grandes batallas que evidenciaron la aparente superioridad militar de los mongoles frente a sus rivales o ¿tal vez no? Para el año siguiente, muchos reinos europeos esperaban una nueva expedición de castigo o, incluso otros, temían una posible invasión…En la expedición polaca, los mongoles tuvieron algunas dificultades en el campo de sangre y su aparente superioridad táctica existente, en realidad, se definió al final por su superioridad en el número de tropas disponibles sobre el escenario decisivo. Es cierto que ganaron dos grandes batallas (Chmielnik y la ya comentada de Liegnitz), pero no con la facilidad de otras veces y es posible que con un mayor contingente en liza, pudieran haber sido derrotados ese día.

Algo similar ocurrió por el lado húngaro. La decisión final se produjo en la batalla de Mohi o del río Sajó, 1241, donde el general Subotai (uno de los más capaces comandantes de Gengis Kan) sorprendió con su construcción de un puente y su posterior cruce del río, a las algo confiadas tropas del rey húngaro Bela IV que, por otro lado, estuvieron a punto de matar a Batu Kan, el jefe principal de esta fuerza. Es decir, los mongoles es cierto que vencieron, pero estuvieron también cerca de la derrota en ambas luchas y, si los contingentes movilizados hubieran sido mayores, es seguro que en alguna de esas batallas, la suerte hubiera caído del lado europeo. La visión de unas invencibles tropas mongolas arrasando con facilidad Europa podría pecar entonces de cierto simplismo o quizá de cierto seguidismo a ¿corrientes históricas ya establecidas? La cuestión que quiero abordar es si realmente tenían los mongoles opciones de establecer una entidad política estable en un vasto territorio europeo, como ya lo habían conseguido en China o Rusia. O, más llanamente, si lo prefieren ¿podían los mongoles conquistar Europa?

Sumisiones y disputas

A principios de 1242, las victoriosas fuer-

zas mongolas tenían a tiro a la Europa occidental. Ante ellos, aparecían como enemigos más importantes a desbancar, el Sacro Imperio Romano, Francia, el Papado italiano o, incluso, los reinos ibéricos. Se pudiera pensar que ante el rosario de victorias acaecidas durante décadas, la máquina militar mongola era irresistible. Muchos pensaban en una “segunda Tours” para parar esta nueva marea. El emperador Federico II, tras estas victorias, fue requerido para que fuera súbdito del Gran Kan y, según algunas fuentes, se ofreció gentilmente como halconero del Kan mientras recababa secretamente la ayuda del rey de Inglaterra, por si fuera necesaria. San Luis de Francia comentaba que “la caballería francesa moriría en defensa de la Iglesia” y por otro lado mantenía correspondencia con los propios mongoles, el Papado, a su vez, estaba en pleno proceso de búsqueda de un sucesor del finado Celestino IV y, al mismo tiempo, en lucha abierta con el Imperio Sacro. Parecía que las oportunidades políticas eran propicias para extender la campaña por Austria, Italia o la mismísima Alemania, aunque esa aparente sumisión monárquica europea frente a los mongoles era meramente protoco-

laria con seguridad y, más aún, diríamos que dilatoria para evitar posibles problemas. Y es imposible que un personaje como Federico II, guerrero en las cruzadas y en lucha por la hegemonía en el Continente frente al Papado se ofreciera realmente para simple halconero en la corte del Kan, claro que igual ellos ingenuamente ¿así lo pensaban? Es evidente que antes de esa sumisión, lucharía encarnizadamente y, al igual que él, los demás monarcas o grandes señores europeos. Si se producía ese nuevo impulso hacia Occidente, los mongoles tendrían que luchar. Ahora bien, ¿qué planes tendrían? Subotai (ver El perro de presa de Gengis Khan, despiece en la página 72), el jefe de facto de los mongoles y principal mente militar no movería sus tropas hacia adelante sin antes una eficaz captación de información sobre lo que se podían encontrar, algo habitual desde los tiempos de Gengis. Para la campaña anterior de 1241, planificada con mimo e información de primera mano, habrían reunido unas fuerzas cercanas a los 80.000 guerreros que se dividieron en dos grupos a principios de año; uno menor dirigido por Ordu con dirección hacia Polonia y el principal encaminado hacia la adecuada llanura húngara y di-

EL IMPERIO DE GENGIS KHAN

tribu mongola de la estepa unificada Imperio mongol a la muerte de Gengis Khan Gran Muralla China

Caballeros mongoles en una batalla. Miniatura persa, s. XIV. Staatsbibliothek Preussischer Kulturbesitz. Berlín. 70

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Otro Mundo Medieval El perro de presa de Gengis Kan

Subadai Ba´adur (1176-1248), pues ese era su nombre original, fue uno de los subordinados más sobresalientes de Gengis Kan y, sin lugar a dudas, tuvo una de las más letales mentes militares de todos los tiempos. Nacido dentro del clan de los Uriangqdai, se unió alrededor del año 1190 a la banda de Temujin, y su lealtad nunca se cuestionó. A la edad de 25 años ya era un respetado comandante de la caballería mongola y su primer mando independiente, entre 1205-06, fue para perseguir y matar a dos hijos del líder Merki. A continuación, dirigió un tümen (10.000 hombres) en la sumisión de los Xixia y volvió a ser el elegido para dar caza al Sha de Khwarazm durante 1221. Más tarde derrotó al rey de Georgia y luego venció en la importante batalla del río Kalka, donde asestó un golpe mortal a los principados rusos. Estuvo en la última campaña de su Kan y, posteriormente, dirigió con éxito en China el sitio de Kaifeng, 1232. Ya sabemos que luego encaminó sus pasos hacia Europa y puso su broche de oro, en la batalla de Mohi frente a los húngaros. A la vuelta de esa campaña, Batu le cuestionó en una reunión el haber llegado tarde a la batalla y causar la pérdida de muchos mongoles. El viejo general le espetó: “recuerda que el río frente a ti no era profundo y había un puente para cruzarlo. Yo tuve que hacerlo en la parte más profunda y construir además un puente”. Todos asintieron.

Basílica de santa María, en Cracovia.

Nómadas mongoles. Pintura sobre pergamino del siglo XV. Museo del Palacio Topkapi, Estambul.

rigida nominalmente por Batu. La fuerza enviada a Polonia era para cubrir ese flanco e impedir las posibles ayudas que pudieran dirigir los polacos hacia Hungría (emparentados por lazos familiares). Mientras que la fuerza principal se dividió, a su vez, en varias al llegar al río Dniéster y mientras unas se dirigieron hacia Transilvania, otras confluyeron en el campo de sangre de Mohi. Contando con las bajas producidas por estos movimientos y los posibles refuerzos enviados no es sensato pensar en una fuerza mucho mayor para la invasión europea del año siguiente. Es más, lo más plausible es pensar que sus fuerzas para 1242 estuvieran algo reducidas.

¿Invasión y conquista?

El primer objetivo apetecible desde 72

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los pastos húngaros donde se situaba el grueso de la fuerza podría ser la ciudad de Viena (un imán para otro pueblo de origen asiático y que luego golpeó a la Cristiandad, los otomanos). Amurallada, como la gran mayoría de ciudades importantes de la época, podría sufrir un sitio que igual no resistiría, pero daría tiempo a los europeos para enfrentarse a esta nueva acometida. Si los mongoles querían extender sus dominios sobre Europa, tendrían que conquistar muchas de estas ciudades a la fuerza, por traición, alianzas o simple terror. Y para hacerlo, su ejército debería ser mucho mayor que lo que tenían en ese momento. Asimismo, el precio que pagarían en hombres y tiempo sería considerable. Ya sabemos que conocían la técnica de asedio -desde

su conquista de la China Jin- y el año anterior habían tomado algunas fortalezas polacas, lo que acarrearía contar con algún tren de asedio. Ahora bien, una cosa es disponer o hacer unos limitados asedios y otra muy distinta hacer una guerra de asedio y conquista a gran escala. Eso no se podría conseguir en un único año. Por poner un ejemplo, Viena podría caer y quizás algunas otras plazas en ese año 1242, pero extender esa conquista a Italia o Francia estaría fuera de los recursos disponibles de los mongoles, en esos momentos. Para conquistar el imperio chino del Norte o Jin, los mongoles estuvieron batallando con las consabidas interrupciones desde 1211 a 1234… De este tema extraeremos una primera conclusión. Con menos de 80.000 hombres no podrían obtener más que victorias limitadas y asedios circunscritos a un área no excesivamente extensa desde sus bases de partida. Si dividieran sus fuerzas en varias direcciones (hecho habitual en sus campañas) es cierto que llegarían a más lugares, pero al extenderse más, serían poco a poco más débiles y podrían sufrir un revés en las zonas más alejadas de su frente o dispositivo estra-

tégico por una fuerza organizada y poderosa. Eso les ocurriría precisamente, en la famosa batalla de Ayn Jalut, de 1260, cuando fueron derrotados por los mamelucos (ver Los vencedores de los Mongoles, despiece en la página 76). Llegados a este punto, otra pregunta se impone, ¿podrían haber conseguido más tropas para esa campaña europea de conquista? Es posible que sí y llegar a unos ideales de 200.000 a 300.000 hombres para proponerse ese reto hercúleo (en los comienzos de la conquista del imperio chino del Sur o Song las fuentes indican unas fuerzas de unos 540.000 hombres), aunque para ese año, las distintas facciones familiares ya habían creado grandes reinos que disolvían algo el impulso vertebrador del soberano universal. En 1242 nacía la Hora de Oro en Rusia, algo antes, el segundo hijo de Gengis, Chagatai, había creado un Kanato en Asia central, a éste, le seguiría otro kanato en Oriente Medio y Persia, la dinastía China de los Yuan… el enorme éxito en sus conquistas de territorio, en realidad, aposentaba los impulsos primigenios de los mongoles al mezclarse con la población local y, sobre todo, creaba unas nacientes ri-

validades por el poder entre ellos, que antes no existían en la figura de Gengis Kan.

Destrucción limitada y requisa

Siempre desde el ámbito de lo conjeturable, pues no hay escritos u obras sobre sus órdenes o pensamientos, Subotai sabría seguramente que esas cifras que manejaba ahora serían insuficientes en un primer momento, pero sí serían adecuadas para captar más territorio, prisioneros importantes y ubicarse en una mejor situación, tras debilitar a los oponentes, para próximas campañas en suelo europeo. Cuando Gengis sojuzgó el imperio Xixia en 1210, no podemos olvidar que en los años 1205 y 1206 hicieron varias incursiones en fuerza o demostraciones para tantearlos. En 1242 es posible que fuera lo mismo lo que planeaban, otra campaña virulenta para arrasar ciudades, capturar cautivos y derrotar eventualmente a alguna fuerza escogida que osara plantarles cara. Si todo fuera bien y los acontecimientos políticos posteriores ayudaran, podrían plantearse a posteriori una conquista en toda regla de los principales reinos de la Europa occidental www.revistamedieval.com 73

Otro Mundo Medieval pero ¿tendrían tiempo para ello? Ya sabemos que la Historia dijo no. Otra de las opciones a considerar, si hubiera sucedido esa campaña que se manejaba, era la cuestión no baladí de los pastos necesarios para la enorme fuerza de caballería que movían los mongoles. Si cogemos un mapa mundial veríamos que la extensión de las conquistas mongolas del siglo XIII venían increíblemente marcadas por la situación de los pastos en las llanuras o estepas indicadas. Para hacernos una mejor idea y si hacemos caso a las fuentes, si cada mongol contaba de media con cinco o seis caballos por jinete, la capacidad caballar era enorme y necesitaría de pastos adecuados para su mantenimiento. Un ejército de 70.000 guerreros, transportaría más de 300.000 caballos y yeguas en sus desplazamientos. Esa masa había que alimentarla y abrevarla cada día y esa concentración en una misma zona de la Europa occidental era, me atrevo a sugerirlo, casi insostenible. Sólo las llanuras húngaras tras los Cárpatos poseían algunas condiciones de los pastos extensivos asiáticos, de ahí la importancia de su conquista en la campaña anterior, pero algunos estudios han comprobado que era un área excesivamente acotada para servir de base permanente, a un gran ejército nómada de la estepa. El punto débil mongol, paradójicamente, era también su mayor fortaleza; sin caballos, no había desplazamientos masivos, no existirían sorpresas estratégicas, no habría jinetes y, por supuesto, la propia cultura del nomadismo se resentiría.

Caballeros frente a nómadas

La gran muralla no salvó pekín de la invasión mongola.

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Ya hemos analizado algunos aspectos (taimada política de algunos reinos europeos, número de hombres necesarios, desvertebración del impulso original mongol, pastos necesarios para los caballos) que sugieren la inherente complicación de una campaña de conquista europea, pero no debemos soslayar tampoco el aspecto puramente militar en esa pregunta inicial. Y dentro de la misma, trataremos dos aspectos, el defensivo y el ofensivo. Los europeos ¿qué podían oponer a los tártaros para detenerlos? En primer lugar y lo más obvio, su erizado conjunto de edificaciones defensivas, castillos o plazas fuertes. Italia era el territorio más defendido por fortificaciones de toda Europa; Francia, a mediados del

siglo XIII poseía una adecuada red de castillos emplazados por todo su territorio; en la península ibérica sucedía algo similar y en Alemania también estaban muy extendidos en algunas zonas, por ejemplo en Renania. La proliferación de castillos acaecida durante el siglo anterior ahora tenía pleno sentido. Igualmente, su construcción había mejorado en este siglo y se basaba sobre todo en la piedra, con plantas concéntricas y torres circulares que facilitaban la defensa. Para conquistar este espacio geográfico no sólo hacía falta contar con un ejército móvil, poderoso y letal, sino sobre todo, poseer los puntos estratégicos del mismo, es decir, sus feudales castillos o ciudades fortificadas. Y para eso se necesitaban, hombres y elementos de asedio, así como especialistas en la materia. Hungría no estaba muy defendida por castillos en la década de 1240, asunto que cambiaría bastante en menos de 50 años dificultando mucho otra incursión mongola posterior. En Croacia durante 1242 ya fueron repelidos en Klis. Y aunque pudiera parecer excesivo, algunos reinos, ante la amenaza mongola podían incluso pasar a practicar una política de tierra quemada que dañaría mucho a la logística animal necesaria para planear sus audaces y rápidos movimientos. En el improbable caso de tener un éxito general en tierra, el dominio marítimo sería claramente europeo y habría lugares (islas o incluso penínsulas) donde los mongoles directamente no podrían aparecer en fuerza o tendrían alguna desventaja. Bien es sabido que el imperio chino del Sur o de los Song pereció al final en una batalla naval (Yamén, 1279) frente a los mongoles, pero es más conocida su derrota ante los samuráis japoneses (otra fuerza de élite) en 1274 o 1281, sin olvidar la que sufrieron ante los vietnamitas en Bach Dang, 1288. Era un pueblo terrestre, sin contacto con el mar, ni una cultura marinera arraigada y, desde luego, en 1242 el mar para ellos era claramente hostil. Y hasta los grandes ríos, como el Yangtsé en la década de 1270 o el propio Danubio en 1241, también fueron barreras complicadas de franquear por ellos. Están explicadas sucintamente las bazas defensivas a jugar por los europeos en forma de ciudades amuralladas, castillos, devastación del territorio circundante y experimentada marina pero www.revistamedieval.com 75

Otro Mundo Medieval Los vencedores de los mongoles

El ejército que los mongoles encontraron en el manantial de Ayn Jalut tenía muchos parecidos con el suyo propio, como pronto iban a comprobar. Eran guerreros entrenados para la lucha, solían ir a caballo también y dominaban con maestría el tiro con arco, entre otras aptitudes. Esclavos desde la niñez, se entrenaban constantemente e ingresaban en la madurez al servicio del Sultán como sus tropas de élite. Ya habían probado su enorme valía militar frente a los cruzados, por ejemplo, en la batalla de La Forbie, 1244, que resultó decisiva para debilitar definitivamente el poder europeo en Outremer. Seis años después se rebelaron en Egipto y tomaron las riendas políticas creando su propio sultanato. Fanáticos y bien dirigidos detuvieron a los hasta, ese momento, siempre victoriosos mongoles. Y lo siguieron haciendo en las ocasiones que se fueron presentaron en las décadas siguientes, hasta que tras su nueva victoria en la batalla de Marj al-Saffar, 1303, obligaron a los mongoles a firmar el Tratado de Alepo y desistir de sus intentos de conquistar el Oriente Próximo.

¿y si se atrevían a enfrentarse a ellos en campo abierto? La destreza táctica de los mongoles era realmente impresionante y en campo abierto eran un adversario temible. Su velocidad y resistencia estaban por encima del combatiente normal y no necesitaban mucha comida (a base de mijo, leche cruda y carne seca) para subsistir. Dormían en las transportables yurtas o directamente sobre su montura, si la ocasión lo requería. Entrenados desde niños en la monta y el arco, sus grupos se curtían en movimientos conjuntos al ejercitarse dos veces al año en grandes cacerías denominadas nerge, donde conducían poco a poco a los animales hasta un punto convenido y luego comenzaba la matanza sistemática. Los ejércitos occidentales de la época estaban basados en un grupo selecto de caballería pesada fuertemente armada con lanzas o espadas que basaba toda su potencia ofensiva en una carga a ultranza. Si este ataque se realizaba en el momento oportuno, como en las batallas de Montgisard, 1177 o Arsuf, 1191, ambas en el Levante cruzado, eran muy difíciles de detener por la fuerza rival una vez llegados al contacto. Aunque también podría ocurrir el desastre en este tipo de cargas si se realizaban de forma alocada y sin la coordinación adecuada como en los ejemplos de Adria-

nópolis 1205 o Al Mansura, 1250. Tampoco debemos olvidar que en aquellos años, los europeos de las Cruzadas ya se habían enfrentado antes a pueblos nómadas e incluso a los mamelucos, con lo que algunas de sus tácticas habituales les eran conocidas. De todas formas, en un encuentro campal frente a los mongoles, si los europeos querían sobrevivir, deberían ser mandados por un líder competente que supiera mantener una disciplina férrea en sus tropas y no dejarse arrastrar a trampas o simulaciones de huidas. Además, deberían poseer una gran cantidad de arqueros o ballesteros que cubrieran sus posiciones del incómodo tiro mongol y como un ideal, luchar además en un terreno nivelado si contaban con suficiente superioridad o en uno más quebrado, con grandes desniveles, si estaban en inferioridad, para que dificultara los movimientos coordinados de la masa mongol. Por último, no estaría de más, construir también un campamento fortificado o, incluso, zanjas, parapetos o trincheras en algunos puntos del paisaje. Aún cumpliéndose todo lo anterior, la batalla resultante seguiría siendo complicada de vencer. Sin esas condiciones anteriores y, sobre todo, sin un número superior de hombres en liza, las opciones serían escasas para los europeos.

Retiradas y nadires

Detalle de la vida nómada en las Estepas. Pergamino s. XV.Museo del Palacio Topkapi, Estambul. 76

Miniatura que representa al el hijo menor de Gengis Kan en el trono, junto a esposa y dignatarios. Manuscrito de Rashid ad-Din (s. XIV)

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Nada de esto sucedería tras el óbito inesperado del Gran Kan Ogodei que obligó a un repliegue general de las fuerzas mongolas en todos los teatros, para asistir a la reunión en Karakorum (actual Mongolia), de todos los clanes y grupos con sangre real para la elección del nuevo soberano de la Tierra. La Historia se quedó con la eterna duda de que hubiera sucedido en la Europa occidental de 1242. Lo más plausible es que los mongoles y Subotai hubieran trazado, seguramente, otra exitosa incursión militar con devastación, saqueo y victorias, aunque nunca decisivas, ni establecedoras de algo más sólido. El número de hombres, en esos momentos, hubiera sido insuficiente para una conquista definitiva de ese territorio. En realidad, el cénit expansionista mongol estaba llegando a sus límites y en las décadas siguientes se comprobaría ese aserto. La enormidad de sus conquistas, el

agrupamiento posterior en Kanatos y el esfuerzo que aún quisieron realizar para hacer frente a la China del Sur contra los Song, no dejaba hombres suficientes para una conquista definitiva de la fortificada Europa Occidental. Por seguir con las suposiciones, si Gengis hubiera nacido en las estepas de Rusia, es posible entonces que sus conquistas hubieran abarcado gran parte de Europa; la geografía imponía sus restricciones y condiciones (kilómetros cuadrados a recorrer, climas, vegetación, cultura social) y ser nómada en Mongolia le alejaba muchísimo del curso del Loira. A pesar de esto, sus sucesores llegaron victoriosos casi hasta allí, pero como coletazos de una legendaria empresa que ya tenía visos de desfallecer en su expansión y que, en caso de haberse producido en esas fechas, no hubiera significado más que una molesta y sangrante incursión punitiva, aunque sin efectos duraderos.

BIBLIOGRAFÍA The Mongol Art of the War. Timothy May. Genghis Khan & The Mongol Conquests. Osprey. Mounted Archers of the Steppe 600BC-AD1300. Osprey. Los Mongoles. Desperta Ferro, nº 12. Atila y sus hordas nómadas. Osprey. Del Prado. Historia de la Guerra en la Edad media. Maurice Keen (ed). Genghis Khan, emperador de todos los hombres. Harold Lamb. Técnicas bélicas del Mundo Oriental 1200-1860. Libsa. Batallas de las Cruzadas 1097-1444. Tikal. El libro secreto de los mongoles. Versión de José Manuel Álvarez Flórez. www.revistamedieval.com 77

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