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EL MADRID DE LOS AUSTRIAS:
Palacio Real El Palacio Real de Madrid se levanta sobre el lugar que en su día ocupó el Alcázar árabe, y fue residencia de la dinastía de los Austrias, siendo Felipe V el primer Rey de la Casa de Borbón que lo habitó como residencia oficial, hasta que un incendio ocurrido en 1734 lo redujo a cenizas. El mismo Rey Felipe V encargó al arquitecto italiano Felipe Juvara el diseño de un nuevo Palacio. Juvara no llegó a ver iniciarse las obras, pues el Rey quería que se levantase precisamente donde se alzaba el Alcázar, y no en el emplazamiento propuesto por el arquitecto italiano, que por otra parte, planeaba una extensión tres veces mayor a la actual. Juan Bautista Sachetti es encargado entonces de la realización de los nuevos planos, adaptados al espacio deseado por Felipe V. El Palacio no pudo habitarse hasta tiempos del Rey Carlos III, en 1764, y ya entonces se había quedado pequeño para las necesidades de la Corte, por lo que se hizo necesario un estudio para su ampliación, del que fue encargado Sabatini. Las obras siguieron hasta 1892, durante la Regencia de Doña María Cristina, bisabuela de S.M. el Rey. La construcción se realizó en piedra y granito, utilizándose la madera tan sólo en aquellos lugares en que era imprescindible, para evitar que el fuego pudiera destruirlo totalmente en caso de un nuevo incendio. La superficie total del Palacio Real es de cien mil metros cuadrados, incluidos los sótanos, lo que le convierte en el mayor edificio de Madrid, con 870 ventanas, 240 balcones, 44 escaleras y 110 puertas generales. El Palacio Real constituye una de las más bellas representaciones del tipo de residencia real, símbolo de la permanencia y afianzamiento de Madrid como capital política del Reino. En él se desarrollan las más brillantes recepciones oficiales de la Corona: Audiencias de Su Majestad, cenas de gala, firma de importantes acuerdos y la tradicional ceremonia de presentación de Cartas Credenciales de los embajadores extranjeros a Su Majestad El Rey. En su interior, puede admirarse, además de su bella arquitectura, una gran cantidad de obras de todos los campos artísticos: pintura, escultura, textiles y otras artes decorativas, pertenecientes a las Colecciones Reales Españolas, de los siglos XVII, XVIII y XIX. EI edificio tiene 33 metros de altura, es de tres pisos y tres entrepisos, 1
con seis puertas principales de arco de medio punto. EI patio central está rodeado de un pórtico y galería. En los frentes Norte y Sur hay estatuas de emperadores romanos. La amplia y espléndida escalera de tipo imperial es de tres ramales, con dos leones de mármol en pedestales y pinturas de Giaquinto. Treinta salones principales forman el edificio, y sus bóvedas ostentan frescos valiosísimos, pintados por Giaquinto, Tiépolo, Maella, González Velázquez, Bayeu, Mengs y Vicente López. Destacan los salones decorados por Gasparini, antiguo Cuarto del Rey Carlos III; el Salón del Trono, que posee una importante colección de esculturas procedentes del Alcázar madrileño y la espléndida Capilla Real, obra de Ventura Rodríguez, situada en el lado norte del edificio. El palacio está rodeado de los magníficos jardines llamados Campo del Moro,porque en 1109 el emir Ali−ben Yusef tuvo allí su campamento. Fueron trazados por orden de la Reina Regente, María Cristina, siguiendo el concepto romántico de la naturaleza, con masas arbóreas y senderos caprichosos como en los parques ingleses del siglo XIX. El ancho parterre con las fuentes de las Conchas y de los Tritones, labradas en mármol blanco, ofrece magníficas perspectivas. Frente a la fachada norte del Palacio se hallan los bellos jardines de Sabatini. La catedral de La Almudena Los importantes trabajos de la cimentación calculada para aquel formidable templo comenzaron el 14 de junio de 1881, y el día 4 de abril de 1883 se ponía la primera piedra de la cripta, «para la cual el arquitecto ha adoptado el estilo románico, por ser el de la época en que se descubrió la imagen de la Virgen». El carácter grave de la cripta, así como la nobleza de sus materiales, fustes de columnas enterizos y excelentes bóvedas de cantería hicieron a Repullés ver en ella "una segunda catedral semisubterránea". La cripta madrileña se levantó con mucho esfuerzo, pues lo costoso de la obra y la ambición del proyecto exigían un montante económico que difícilmente se consiguió reunir, comenzando así una lenta historia de obras e interrupciones que ha llegado hasta nuestros días, lo cual nos ayuda a valorar aún más el esfuerzo titánico hecho por aquella sociedad que en la Edad Media puso en pie un mundo de piedra. No hay duda de que, efectivamente, se perseguía un ideal arquitectónico que en su falta de realismo impidió terminar la obra conforme al proyecto soñado. En 1907 la Infanta de España doña Isabel de Borbón ponía una de las últimas piedras de la girola y cuatro años más tarde se abría la cripta al culto, el 31 de mayo de 1911. No obstante, aún transcurrirían algunos años hasta que las capillas de la cripta se fueran enjoyando con retablos, altares, rejas, lámparas, mosaicos y un mobiliario diverso que sirvió para alhajar los panteones de las familias más notables del Madrid alfonsino. Entre estos enterramientos no podía faltar el de Cadas, que figura como Princeps Architectus. A la muerte de Cadas (1899) se hizo cargo de la obra un discípulo suyo, 2
Miguel de Olavarría, quien, con Ruiz de Saltes, había colaborado como ayudante en las obras de la catedral. Pero fallecido Olavarría en 1904, después de dejar una serie de dibujos firmados y fechados en un estilo muy próximo al de Cadas, le sucedió en los trabajos finales de la cripta Enrique Mana Repullés y Vargas. A éste le correspondió igualmente comenzar la iglesia alta, posiblemente replanteándose ya el proyecto de Cadas que empezó a entenderse como desmesurado. A Repullés le sucedió, en 1922, su ayudante en las obras Juan Moya, quien, a su vez, auxiliado por Luis Mosteiro, conoció la definitiva paralización de las obras (1936). En 1944 se convocó un Concurso Nacional de Arquitectura para solucionar el difícil problema de la terminación de la Almudena, que ganaron los arquitectos Fernando Chueca y Carlos Sidro. Éstos, con una bella y sólida propuesta de gran lógica, abordaban los cuatro grandes problemas que planteaba el proyecto de Cadas: reducción de los volúmenes, abandono de las formas neogóticas, aprovechamiento de todo lo construido hasta entonces y enlace del templo con todo su entorno a través de otras menores como pórticos, claustros, capillas y dependencias varias. Las obras se reiniciaron de acuerdo con el nuevo proyecto, que buscaba, por encima de todo, hablar un lenguaje formal que fuera capaz de sostener la mirada vigilante del inmediato Palacio Real. Primero, en 1950, fue el claustro, y cinco años más tarde recomenzaban las obras del templo, todo bajo la dirección de Fernando Chueca, quien, desde entonces, no se separaría de aquella difícil obra, siempre falta de una financiación suficiente, lo que hizo que incluso el proyecto de 1944 conociera transformaciones a la baja, reduciendo y eliminando muchos de los elementos incluidos en la hermosa idea inicial, como las crujías porticadas que enlazaban con las de la plaza de la Armería configurando un espacio único. Surgió la nueva fachada principal de órdenes superpuestos entre dos torres, con recuerdos de Servandoni; la nave mayor, sin perder esbeltez, rebajó su altura hasta poco más de 25 metros; se desecharon las bóvedas neogóticas pensadas por Cubas a cambio de una original solución de módulos de hormigón que pintaría José Luis Galicia. En una palabra, las obras de la Almudena hacían avanzar el edificio hasta que se paralizaron en 1965, a raíz del nulo apoyo del nuevo Ayuntamiento. Pasaron prácticamente veinte años hasta que, en 1984, siendo arzobispo de Madrid el cardenal Suquia, se creó un Patronato que supo aunar el apoyo de instituciones públicas y privadas para finalizar las obras tras la construcción de la cabecera, fachada oriental y la solución cupuliforme del crucero, que también varió desde el proyecto primero. De este modo, en un plazo brevísimo en relación con el volumen de obra, la iglesia catedral de la Almudena pudo dedicarse el 15 de junio de 1993 oficiando la solemne ceremonia el papa Juán Pablo II. De su interior, falto aún de muchos elementos, es de destacar el retablo de Juan de Borgoña en el brazo−capilla del crucero dedicado a la Almudena, el monumental cuadro de Francisco Ricci y el formidable Cristo de Juan de Mesa sobre el impresionante presbiterio de la más joven de las catedrales españolas debida al último de sus maestros, Fernando Chueca. 3
II PARTE: EL MADRID DE LOS AUSTRIAS
Palacio de Uceda (Capitanía) En la Calle Mayor, 79. Este prototipo de la casa señorial española del s. XVII, obra de Gómez de Mora, alberga hoy la Capitanía General.
Plaza de Oriente Descripción: Espléndida plaza abierta frente a la fachada Este del Palacio Real. Isidro González Velázquez diseñó una espectacular plaza circular porticada que empezó a construirse en 1816, alineando el Teatro Real enfrentado al Palacio. Pese a la importancia del proyecto, las obras se fueron retrasando hasta 1850, en que Narciso Pascual Colomer realizó el trazado definitivo. En esta Plaza se encuentran los jardines que llevan el mismo nombre y cuyo centro está presidido por una estatua ecuestre de Felipe IV fundida por Pietro Tacca según cálculos de Galileo Galilei. Frente a la Plaza se ubica el Palacio Real, obra maestra de Sabatini (ver itinerario "Madrid de los Borbones"). El reinado de Isabel II se identifica con el Madrid romántico; uno de los edificios más notables es el Teatro Real, que se enfrenta al Palacio Real, alrededor del que se configura en 1844 la PLAZA DE ORIENTE, con unos apacibles jardines rodeados de reyes españoles esculpidos en el s.XVII y la estatua ecuestre de FelipeIV.
Calle Mayor En el antiguo Madrid era la calle principal y más importante por su longitud. En tiempos ya pasados y dada la longitud de la misma, esta calle y en sus distintos tramos tuvo varios nombres, tales como Almudena, Platerías, Puerta de Guadalajara, Mayor, etc. Dada la importancia de la misma en ella se instalaron los manteros, sederos, tejedores y un sinfín de profesionales de los distintos gremios. Antes de que la Puerta del Sol tuviera su estado actual, esta calle se prolongaba hasta la Carrera de San Jerónimo, donde en esta parte de la calle tenían los joyeros sus establecimientos. En esta calle se albergaron edificios relevantes como el convento de San Felipe el Real, el palacio del Conde de Oñate, el palacio del marqués de Malpica y Povar, la parroquia de El Salvador, el monasterio de la Salutación de Nuestra Señora o de Constantinopla y la parroquia de Santa María la Mayor. Todavía se conserva el palacio de Uceda al final de esta calle, que vimos a mediados del paseo, que ahora ocupa la Capitanía General, construido en la segunda década del siglo XVII. Esta calle Mayor, al igual que la del Arenal, ha sido prolífica en albergar varios atentados: en el palacio de Oñate fue asesinado el conde 4
de Villamediana, en la calle de la Almudena mataron a estoque a Escobedo, en 1.906 el atentado contra Alfonso XIII,. Para dar reseña de todo cuanto sucedió en esta calle, tendríamos que escribir mucho y no es mi idea la de cansaros con la lectura: Lope de Vega nació en el número 50 de esta calle un 25 de Noviembre de 1.562 Calderón de la Barca murió en el número 61 un 25 de Mayor de 1.681. Su residencia era conocida como "la casa estrecha" puesto que contaba con cuatro pisos cuya anchura no era mayor que la de una ventana. En esta casa residió Calderón con su hija adoptiva, Ana Isabel María Calderón, "La Calderona", que fue abandonada a las puertas de la casa de Calderón cuando aún era una recién nacida. De adulta, esta señora fue la amante de Felipe IV. En el número 84 −ya al final de la calle− se encuentra "Casa Ciriaco" donde tienen lugar ciertas tertulias de mucho rango de escritores y políticos. En el número 35 había unos baños que se llamaban de San Isidro, en recuerdo del pozo abierto por el santo en lo que entonces era una finca de campo, propiedad de una dama llamada Nufla o Santa Nufla, así como el que realizó en la calle Bordadores cerca de San Ginés, donde el terreno era todo un pedregal y él con sus rezos hizo brotar el agua de la enorme piedra que se le apareció.
Calle Sacramento Por la calle de Sacramento veremos la llamada fachada Sur de la Casa de Cisneros, donde hace muchisimos años tenía entrada la imprenta Municipal.Subiendo la vista podemos ver un hermosos balcón desde donde dicen que el Cardenal Cisneros pronunció las famosas palabras "Estos son mis poderes", pero los historiadores no comparten esta idea, puesto que esta casa fue construida por su mayorazgo después de fallecer el cardenal. Algunos cronistas coinciden en que estas palabras las pronunció el cardenal desde el palacio de Lasso de Castilla en la Plaza de la Paja. Donde ahora está la entrada al aparcamiento que mencionamos que podía usar el clero del Pasadizo del Panecillo, parece ser que existía una casa llamada de "la Cruz de Palo", conocida por este nombre por haber tenido en el tejado una cruz, testimonio evidente de que por allí había pasado la Santa Inquisición. De la ubicación de la casa mencionada no coinciden todos los historiadores, siendo la ubicación que más citan, la del número cinco de esta misma calle, o sea, en la acera de enfrente del aparcamiento; según las crónicas en ese mismo edificio se establecieron la redacción de El Liberal, el museo de Artes y una comisaría de Turismo. Frente al aparcamiento tenemos la muy empinada calle del Rollo, que forma parte inseparable de este sugestivo barrio y que si bajáis por ella, veréis que ya no conserva todo su encanto como se puede ver en fotos anteriores a los años cincuenta. En esta calle está el Convento del Sacramento (Huerto de las Monjas). Plaza de la Villa 5
Por la calle Mayor, se continúa hasta la Plaza de la Villa. Aquí se encuentra el Ayuntamiento, la Casa de la Villa, proyectado por Juan Gómez de Mora en 1640 para dar cabida a la Casa Consistorial y a la cárcel de la villa. se terminó su edificación en 1787, con la fachada que da a la Plaza Mayor.
Plaza Mayor Descripción: Edificios con carácter monumental. Iniciada según trazado de Juan de Herrera sobre la plaza el Arrabal, se organiza en su configuración actual por Juan Gómez de Mora entre 1617 y 1619, tomando como centro de la composición la Casa de la Panadería. Tras el incendio de 1790 la reconstruye Juan de Villanueva regularizando la altura de las cornisas, tratamientos de fachadas y aspecto de las cubiertas de la Almudena. Los importantes trabajos de la cimentación calculada para aquel formidable templo comenzaron el 14 de junio de 1881, y el día 4 de abril de 1883 se ponía la primera piedra de la cripta, «para la cual el arquitecto ha adoptado el estilo románico, por ser el de la época en que se descubrió la imagen de la Virgen». El carácter grave de la cripta, así como la nobleza de sus materiales, fustes de columnas enterizos y excelentes bóvedas de cantería hicieron a Repullés ver en ella "una segunda catedral semisubterránea". La cripta madrileña se levantó con mucho esfuerzo, pues lo costoso de la obra y la ambición del proyecto exigían un montante económico que difícilmente se consiguió reunir, comenzando así una lenta historia de obras e interrupciones que ha llegado hasta nuestros días, lo cual nos ayuda a valorar aún más el esfuerzo titánico hecho por aquella sociedad que en la Edad Media puso en pie un mundo de piedra. No hay duda de que, efectivamente, se perseguía un ideal arquitectónico que en su falta de realismo impidió terminar la obra conforme al proyecto soñado. En 1907 la Infanta de España doña Isabel de Borbón ponía una de las últimas piedras de la girola y cuatro años más tarde se abría la cripta al culto, el 31 de mayo de 1911. No obstante, aún transcurrirían algunos años hasta que las capillas de la cripta se fueran enjoyando con retablos, altares, rejas, lámparas, mosaicos y un mobiliario diverso que sirvió para alhajar los panteones de las familias más notables del Madrid alfonsino. Entre estos enterramientos no podía faltar el de Cadas, que figura como Princeps Architectus. A la muerte de Cadas (1899) se hizo cargo de la obra un discípulo suyo, Miguel de Olavarría, quien, con Ruiz de Saltes, había colaborado como ayudante en las obras de la catedral. Pero fallecido Olavarría en 1904, después de dejar una serie de dibujos firmados y fechados en un estilo muy próximo al de Cadas, le sucedió en los trabajos finales de la cripta Enrique Mana Repullés y Vargas. A éste le correspondió igualmente comenzar la iglesia alta, posiblemente replanteándose ya el proyecto de Cadas que empezó a entenderse como desmesurado. A Repullés le sucedió, en 1922, su ayudante en las obras Juan Moya, quien, a su vez, auxiliado 6
por Luis Mosteiro, conoció la definitiva paralización de las obras (1936). En 1944 se convocó un Concurso Nacional deArquitectura para solucionar el difícil problema de la terminación de la Almudena, que ganaron los arquitectos Fernando Chueca y Carlos Sidro. Éstos, con una bella y sólida propuesta de gran lógica, abordaban los cuatro grandes problemas que planteaba el proyecto de Cadas: reducción de los volúmenes, abandono de las formas neogóticas, aprovechamiento de todo lo construido hasta entonces y enlace del templo con todo su entorno a través de otras menores como pórticos, claustros, capillas y dependencias varias. Las obras se reiniciaron de acuerdo con el nuevo proyecto, que buscaba, por encima de todo, hablar un lenguaje formal que fuera capaz de sostener la mirada vigilante del inmediato Palacio Real. Primero, en 1950, fue el claustro, y cinco años más tarde recomenzaban las obras del templo, todo bajo la dirección de Fernando Chueca, quien, desde entonces, no se separaría de aquella difícil obra, siempre falta de una financiación suficiente, lo que hizo que incluso el proyecto de 1944 conociera transformaciones a la baja, reduciendo y eliminando muchos de los elementos incluidos en la hermosa idea inicial, como las crujías porticadas que enlazaban con las de la plaza de la Armería configurando un espacio único. Surgió la nueva fachada principal de órdenes superpuestos entre dos torres, con recuerdos de Servandoni; la nave mayor, sin perder esbeltez, rebajó su altura hasta poco másde 25 metros; se desecharon las bóvedas neogóticas pensadas por Cubas a cambio de una original solución de módulos de hormigón que pintaría José Luis Galicia. En una palabra, las obras de la Almudena hacían avanzar el edificio hasta que se paralizaron en 1965, a raíz del nulo apoyo del nuevo Ayuntamiento. Pasaron prácticamente veinte años hasta que, en 1984, siendo arzobispo de Madrid el cardenal Suquia, se creó un Patronato que supo aunar el apoyo de instituciones públicas y privadas para finalizar las obras tras la construcción de la cabecera, fachada oriental y la solución cupuliforme del crucero, que también varió desde el proyecto primero. De este modo, en un plazo brevísimo en relación con el volumen de obra, la iglesia catedral de la Almudena pudo dedicarse el 15 de junio de 1993 oficiando la solemne ceremonia el papa Juán Pablo II. De su interior, falto aún de muchos elementos, es de destacar el retablo de Juan de Borgoña en el brazo−capilla del crucero dedicado a la Almudena, el monumental cuadro de Francisco Ricci y el formidable Cristo de Juan de Mesa sobre el impresionante presbiterio de la más joven de las catedrales españolas debida al último de sus maestros, Fernando Chueca. La Plaza Mayor, que hasta el siglo pasado ejercía a diario como mercado, fue en tiempos, escenario de múltiples acontecimientos públicos, desde corridas de toros, a Autos de Fe en los que la Inquisición juzgaba a sus perseguidos, procesiones de santos con rogativas o escenario de ejecuciones capitales y fiestas con bailes y teatro. Bajo las arcadas, abundaban las tiendas dedicadas a paños, bisutería, tabernas, pastelerías... Aún quedan en ella algunos comercios singulares. Los 7
domingos por la mañana se celebra un mercado filatélico y en las Fiestas de Navidad uno de belenes y artículos propios de dichas festividades. El edificio más destacado de Ia Plaza Mayor es la Casa de la Panadería, adornado por frescos en su fachada. Frente a ella está la Casa de la Carnicería, ocupada hoy por dependencias municipales. En el centro de la plaza se encuentra la estatua ecuestre de Felipe lII, realizada en bronce por Juan de Bolonia.
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